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Antonio Machado
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ANTOLOGA POTICA DE ANTONIO MACHADO
EL VIAJERO
Est en la sala familiar, sombra,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueo infantil de un claro da
vimos partir hacia un pas lejano.
Hoy tiene ya las sienes plateadas,
un gris mechn sobre la angosta frente,
y la fra inquietud de sus miradas
revela un alma casi toda ausente.
Deshjanse las copas otoales
del parque mustio y viejo.
La tarde, tras los hmedos cristales,
se pinta, y en el fondo del espejo,
el rostro del hermano se ilumina
suavemente. Floridos desengaos
dorados por la tarde que declina?
Ansias de vida nueva en nuevos aos?
Lamentar la juventud perdida?
Lejos qued la pobre loba muerta.
La blanca juventud nunca vivida
teme, que ha de cantar ante su puerta?
Sonre el sol de oro
de la tierra de un sueo no encontrada;
y ve su nave hender el mar sonoro,
de viento y luz la blanca vela hinchada?
l ha visto las hojas otoales,
amarillas, rodar, las olorosas
ramas del eucalipto, los rosales
que ensean otra vez sus blancas rosas
Y este dolor que aora o desconfa
el temblor de una lgrima reprime,
y un resto de viril hipocresa
en el semblante plido se imprime.
Serio retrato en la pared clarea
todava. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar golpea
el tictac del reloj. Todos callamos.
( Soledades, Galeras y otros poemas )
HE ANDADO MUCHOS CAMINOS
He andado muchos caminos he abierto muchas veredas; he navegado en cien mares y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza, soberbios y melanclicos borrachos de sombra negra.
Y pedantones al pao que miran, callan y piensan que saben, porque no beben el vino de las tabernas.
Mala gente que camina y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio preguntan a donde llegan. Cuando caminan, cabalgan a lomos de mula vieja.
Y no conocen la prisa ni an en los das de fiesta. Donde hay vino, beben vino, donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y suean, y un da como tantos, descansan bajo la tierra.
RECUERDO INFANTIL
Una tarde parda y fra
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotona
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Can
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmn.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la leccin:
mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un milln.
Una tarde parda y fra
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotona
de la lluvia en los cristales.
TARDE
Fue una clara tarde, triste y soolienta
tarde de verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta...
La fuente sonaba.
Rechin en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrise la puertade hierro mohoso y, al cerrarse, grave
golpe el silencio de la tarde muerta.
En el solitario parque, la sonora
copla borbollante del agua cantora
me gui a la fuente. La fuente verta
sobre el blanco mrmol su monotona.
La fuente cantaba: Te recuerda, hermano,
un sueo lejano mi canto presente?
Fue una tarde lenta del lento verano.
Respond a la fuente:
No recuerdo, hermana,
mas s que tu copla presente es lejana.
Fue esta misma tarde: mi cristal verta
como hoy sobre el mrmol su monotona.
Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares,
que ves, sombreaban los claros cantares
que escuchas. Del rubio color de la llama,
el fruto maduro penda en la rama,
lo mismo que ahora. Recuerdas, hermano?...
No s qu me dice tu copla riente
de ensueos lejanos, hermana la fuente.
Yo s que tu claro cristal de alegra
ya supo del rbol la fruta bermeja;
yo s que es lejana la amargura ma
que suea en la tarde de verano vieja.
Yo s que tus bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
mas cuntame, fuente de lengua encantada,
cuntame mi alegre leyenda olvidada.
Yo no s leyendas de antigua alegra,
sino historias viejas de melancola.
Fue una clara tarde del lento verano...
T venas solo con tu pena, hermano;
tus labios besaron mi linfa serena,
y en la clara tarde, dijeron tu pena.
Dijeron tu pena tus labios que ardan;
la sed que ahora tienen, entonces tenan.
-Adis para siempre, la fuente sonora,
del parque dormido eterna cantora.
Adis para siempre, tu monotona,
fuente, es ms amarga que la pena ma.
Rechin en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrise la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
son en el silencio de la tarde muerta.
EL LIMONERO LNGUIDO SUSPENDE
El limonero lnguido suspende
una plida rama polvorienta, sobre el encanto de la fuente limpia,
y all en el fondo suean
los frutos de oro...
Es una tarde clara, casi de primavera, tibia tarde de marzoque el hlito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso, buscando una ilusin cndida y vieja: alguna sombra sobre el blanco muro, algn recuerdo, en el pretil de piedra de la fuente dormido, o, en el aire,
algn vagar de tnica ligera. En el ambiente de la tarde flota ese aroma de ausencia, que dice al alma luminosa: nunca, y al corazn: espera.
Ese aroma que evoca los fantasmasde las fragancias vrgenes y muertas. S, te recuerdo, tarde alegre y clara, casi de primaveratarde sin flores, cuando me traas
el buen perfume de la hierbabuena, y de la buena albahaca, que tena mi madre en sus macetas. Que t me viste hundir mis manos puras en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantadosque hoy en el fondo de la fuente suean... S, te conozco tarde alegre y clara, casi de primavera.
XIYo voy soando caminosde la tarde. Las colinasdoradas, los verdes pinos,las polvorientas encinas!...Adnde el camino ir?Yo voy cantando, viajeroa lo largo del sendero...- la tarde cayendo est -
"En el corazn tenala espina de una pasin;logr arrancrmela un da:ya no siento el corazn."
Y todo el campo un momentose queda, mudo y sombro,meditando. Suena el vientoen los lamos del ro.
La tarde ms se oscurece;y el camino que serpeay dbilmente blanquea,se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plair:"Aguda espina dorada, quin te pudiera sentiren el corazn clavada."
XIII
Hacia un ocaso radiante
caminaba el sol de esto,
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante,
tras de los lamos verdes de las mrgenes del ro.
Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijera
de la cigarra cantora, el monorritmo jovial,
entre metal y madera,
que es la cancin estival.
En una huerta sombra,
giraban los cangilones de la noria soolienta.
Bajo las ramas oscuras el son del agua se oa.
Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta.
Yo iba haciendo mi camino,
absorto en el solitario crepsculo campesino.
Y pensaba: Hermosa tarde, nota de la lira inmensa
toda desdn y armona;
hermosa tarde, t curas la pobre melancola
de este rincn vanidoso, oscuro rincn que piensa!
Pasaba el agua rizada bajo los ojos del puente.
Lejos la ciudad dorma,
como cubierta de un mago fanal de oro trasparente.
Bajo los arcos de piedra el agua clara corra.
Los ltimos arreboles coronaban las colinas
manchadas de olivos grises y de negruzcas encinas.
Yo caminaba cansado,
sintiendo la vieja angustia que hace el corazn pesado.
El agua en sombra pasaba tan melanclicamente,
bajo los arcos del puente,
como si al pasar dijera:
Apenas desamarrada
la pobre barca, viajero, del rbol de la ribera,
se canta: no somos nada.
Donde acaba el pobre ro la inmensa mar nos espera.
Bajo los ojos del puente pasaba el agua sombra.
(Yo pensaba: el alma ma!)
Y me detuve un momento,
en la tarde, a meditar...
Qu es esta gota en el viento
que grita al mar: soy el mar?
Vibraba el aire asordado
por los litros cantores que hacen el campo sonoro,
cual si estuviera sembrado
de campanitas de oro.
En el azul fulguraba
un lucero diamantino.
Clido viento soplaba
alborotando el camino.
Yo, en la tarde polvorienta,
hacia la ciudad volva.
Sonaban los cangilones de la noria soolienta.
Bajo las ramas oscuras caer el agua se oa.
XV
M corazn se ha dormido?
Colmenares de mis sueos,
ya no labris? Est seca
la noria del pensamiento,
los cangilones vacos,
girando, de sombra llenos?
No; mi corazn no duerme.
Est despierto, despierto.
Ni duerme ni suea; mira,
los claros ojos abiertos,
seas lejanas y escucha
a orillas del gran silencio.
XVII
Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma ma;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondra.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
-S, yo era nio, y t, mi compaera.
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tu eres la nostalgia de la vida buena
y soledad de corazn sombro,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos sin camino, como
el nio que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gento
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atnito y asombra
su corazn de msica y de pena,
as voy yo, borracho melanclico
guitarrista luntico, poeta,
y pobre hombre en sueos,
siempre buscando a Dios entre la niebla.
XXXII
Las ascuas de un crepsculo morado
detrs del negro cipresal humean...
En la glorieta en sombra est la fuente...
con su alado y desnudo Amor de piedra,
que suea mudo. En la marmrea taza
reposa el agua muerta.
CANCIONES - XXXVIII
Abril floreca
frente a mi ventana.
Entre los jazmines
y las rosas blancas
de un balcn florido
vi las dos hermanas.
La menor cosa;
la mayor hilaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas,
la ms pequeita,
risuea y rosada
su aguja en el aire,
mir a mi ventana.
La mayor segua,
silenciosa y plida,
el huso en su rueca
que el lino enroscaba.
Abril floreca
frente a mi ventana.
Una clara tarde
la mayor lloraba
entre los jazmines
y las rosas blancas,
y ante el blanco lino
que en su rueca hilaba.
Qu tienesle dije,
silenciosa plida?
Seal el vestido
que empez la hermana.
En la negra tnica
la aguja brillaba;
sobre el blanco velo,
el dedal de plata.
Seal la tarde
de abril que soaba,
mientras que se oa
taer de campanas.
Y en la clara tarde
me ense sus lgrimas...
Abril floreca
Frente a mi ventana.
Fue otro abril alegre
y otra tarde plcida.
El balcn florido
solitario estaba...
Ni la pequeita
risuea y rosada,
ni la hermana triste,
silenciosa y plida,
ni la negra tnica,
ni la toca blanca...
Tan slo en el huso
el lino giraba
por mano invisible,
y en la oscura sala
la luna del limpio
espejo brillaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas
del balcn florido
me mir en la clara
luna del espejo
que lejos soaba...
Abril floreca
frente a mi ventana.
LAS MOSCAS
Vosotras, las familiares,inevitables golosas,vosotras, moscas vulgares,me evocis todas las cosas.
Oh viejas moscas voracescomo abejas en abril,viejas moscas pertinacessobre mi calva infantil!
Moscas del primer hastoen el saln familiar,las claras tardes de estoen que yo empec a soar!
Y en la aborrecida escuela,raudas moscas divertidas,perseguidaspor amor de lo que vuela,que todo es volar, sonorasrebotando en los cristalesen los das otoales...Moscas de todas las horas,de infancia y adolescencia,de mi juventud dorada;de esta segunda inocencia,que da en no creer en nada,de siempre... Moscas vulgares,que de puro familiaresno tendris digno cantor:yo s que os habis posadosobre el juguete encantado,sobre el librote cerrado,sobre la carta de amor,sobre los prpados yertosde los muertos.
Inevitables golosas,que ni labris como abejas,ni brillis cual mariposas;pequeitas, revoltosas,vosotras, amigas viejas,me evocis todas las cosas.
ANOCHE CUANDO DORMA
Anoche cuando dorma
so, bendita ilusin!,
que una fontana flua
dentro de mi corazn.
Di, por qu acequia escondida,
agua, vienes hasta m,
manantial de nueva vida
de donde nunca beb?
Anoche cuando dorma
so, bendita ilusin!,
que una colmena tena
dentro de mi corazn;
y las doradas abejas
iban fabricando en l,
con las amarguras viejas
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dorma
so, bendita ilusin!,
que un ardiente sol luca
dentro de mi corazn.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque haca llorar.
Anoche cuando dorma
so, bendita ilusin!,
que era Dios lo que tena
dentro de mi corazn.
RETRATO
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte aos en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Maara, ni un Bradomn he sido
ya conocis mi torpe alio indumentario,
mas recib la flecha que me asign Cupido,
y am cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, ms que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna esttica
cort las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmtica,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeo las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
Soy clsico o romntico? No s. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitn su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
quien habla solo espera hablar a Dios un da;
mi soliloquio es pltica con este buen amigo
que me ense el secreto de la filantropa.
Y al cabo, nada os debo; debisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansin que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el da del ltimo viaje,
y est al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraris a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
(El Liberal, 1 de febrero de 1908, sin ttulo.
Campos de Castilla )
A ORILLAS DEL DUERO . Mediaba el mes de julio. Era un hermoso da. Yo, solo, por las quiebras del pedregal suba, buscando los recodos de sombra, lentamente. A trechos me paraba para enjugar mi frente y dar algn respiro al pecho jadeante; o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante y hacia la mano diestra vencido y apoyado en un bastn, a guisa de pastoril cayado, trepaba por los cerros que habitan las rapaces aves de altura, hollando las hierbas montaraces de fuerte olor -romero, tomillo, salvia, espliego-. Sobre los agrios campos caa un sol de fuego.
Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo cruzaba solitario el puro azul del cielo. Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, y una redonda loma cual recamado escudo, y crdenos alcores sobre la parda tierra -harapos esparcidos de un viejo arns de guerra-, las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero para formar la corva ballesta de un arquero en torno a Soria. -Soria es una barbacana, hacia Aragn, que tiene la torre castellana-. . Vea el horizonte cerrado por colinas oscuras, coronadas de robles y de encinas; desnudos peascales, algn humilde prado donde el merino pace y el toro, arrodillado sobre la hierba, rumia; las mrgenes de ro lucir sus verdes lamos al claro sol de esto, y, silenciosamente, lejanos pasajeros, tan diminutos! -carros, jinetes y arrieros- cruzar el largo puente, y bajo las arcadas de piedra ensombrecerse las aguas plateadas del Duero.
El Duero cruza el corazn de roble de Iberia y de Castilla-
Oh, tierra triste y noble, la de los altos llanos y yermos y roquedas, de campos sin arados, regatos ni arboledas; decrpitas ciudades, caminos sin mesones, y atnitos palurdos sin danzas ni canciones que an van, abandonando el mortecino hogar, como tus largos ros, Castilla, hacia la mar! . Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora. Espera, duerme o suea? La sangre derramada recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. Pas? Sobre sus campos an el fantasma yerra de un pueblo que pona a Dios sobre la guerra. . La madre en otro tiempo fecunda en capitanes, madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes. Castilla no es aquella tan generosa un da cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volva, ufano de su nueva fortuna y su opulencia, a regalar a Alfonso los huertos de Valencia; o que, tras la aventura que acredit sus bros, peda la conquista de los inmensos ros indianos a la corte, la madre de soldados, guerreros y adalides que han de tornar, cargados de plata y oro, a Espaa, en regios galeones, para la presa cuervos, para la lid leones. . Filsofos nutridos con sopa de convento contemplan impasibles el amplio firmamento; y si les llega en sueos, como un rumor distante, clamor de mercaderes de muelles de Levante, no acudirn siquiera a preguntar: qu pasa? Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa. . Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora. . El sol va declinando. De la ciudad lejana me llega un armonioso taido de campana -ya irn a su rosario las enlutadas viejas- De entre las peas salen dos lindas comadrejas: me miran y se alejan, huyendo, y aparecen de nuevo tan curiosas!... Los campos se oscurecen. Hacia el camino blanco est el mesn abierto al campo ensombrecido y al pedregal desierto.
CAMPOS DE SORIA
I
Es la tierra de Soria, rida y fra.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.
La tierra no revive, el campo suea.
Al empezar abril est nevada
la espalda del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda
envueltos cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas capas.
II
Las tierras labrantas,
como retazos de estameas pardas,
el huertecillo, el abejar, los trozos
de verde oscuro en que el merino pasta,
entre plomizos peascales, siembran
el sueo alegra de infantil Arcadia.
En los chopos lejanos del camino,
parecen humear las yertas ramas
como un glauco vapor - las nuevas hojas -
y en las quiebras de valles y barrancas
blanquean los zarzales florecidos,
y brotan las violetas perfumadas.
III
Es el campo ondulado, y los caminos
ya ocultan los viajeros que cabalgan
en pardos borriquillos,
ya al fondo de la tarde arrebolada
elevan las plebeyas figurillas,
que el lienzo de oro del ocaso manchan.
Mas si trepis a un cerro y veis el campo
desde los picos donde habita el guila,
son tornasoles de carmn y acero,
llanos plomizos, lomas plateadas,
circudos por montes de violeta,
con las cumbre de nieve sonrosada.
IV
Las figuras del campo sobre el cielo!
Dos lentos bueyes aran
en un alcor, cuando el otoo empieza,
y entre las negras testas doblegadas
bajo el pesado yugo,
pende un cesto de juncos y retama,
que es la cuna de un nio;
y tras la yunta marcha
un hombre que se inclina hacia la tierra,
y una mujer que en las abiertas zanjas
arroja la semilla.
Bajo una nube de carmn y llama,
en el oro fluido y verdinoso
del poniente, las sombras se agigantan.
V
La nieve. En el mesn al campo abierto
se ve el hogar donde la lea humea
y la olla al hervir borbollonea.
El cierzo corre por el campo yerto,
alborotando en blancos torbellinos
la nieve silenciosa.
La nieve sobre el campo y los caminos
cayendo est como sobre una fosa.
Un viejo acurrucado tiembla y tose
cerca del fuego; su mechn de lana
la vieja hila, y una nia cose
verde ribete a su estamea grana.
Padres los viejos son de un arriero
que camin sobre la blanca tierra
y una noche perdi ruta y sendero,
y se enterr en las nieves de la sierra.
En torno al fuego hay un lugar vaco,
y en la frente del viejo, de hosco ceo,
como un tachn sombro
- tal el golpe de un hacha sobre un leo -.
La vieja mira al campo, cual si oyera
pasos sobre la nieve. Nadie pasa.
Desierta la vecina carretera,
desierto el campo en torno de la casa.
La nia piensa que en los verdes prados
ha de correr con otras doncellitas
en los das azules y dorados,
cuando crecen las blancas margaritas.
VI
Soria fra, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas rodas
y sus casas denegridas!
Muerta ciudad de seores,
soldados o cazadores;
de portales con escudos
con cien linajes hidalgos,
de galgos flacos y agudos,
y de famlicos galgos,
que pululan
por las srdidas callejas,
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas!
Soria fra! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
tan bella! bajo la luna.
VII
Colinas plateadas,
grises alcores, crdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, oscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y lamos del ro,
tardes de Soria, mstica y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazn, tristeza,
tristeza que es amor! Campos de Soria
donde parece que las rocas suean,
conmigo vais! Colinas plateadas,
grises alcores, crdenas roquedas!...
VIII
He vuelto a ver los lamos dorados,
lamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria -barbacana
hacia Aragn, en castellana tierra-.
Estos chopos del ro, que acompaan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
lamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseores vuestras ramas llenas;
lamos que seris maana liras
del viento perfumado en primavera;
lamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y suea,
lamos de las mrgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazn os lleva!
IX
Oh, s! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del ro, verde sueo
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancola
de la ciudad decrpita,
me habis llegado al alma,
o acaso estabais en el fondo de ella?
Gente del alto llano numantino
que a Dios guardis como cristianas viejas,
que el sol de Espaa os llene
de alegra, de luz y de riqueza!
LA TIERRA DE ALVARGONZLEZ
Al poeta Juan Ramn Jimnez ISiendo mozo Alvargonzlez,dueo de mediana hacienda,que en otras tierras se dicebienestar y aqu, opulencia,en la feria de Berlangaprendse de una doncella,y la tom por mujeral ao de conocerla.Muy ricas las bodas fuerony quien las vio las recuerda;sonadas las tornabodasque hizo Alvar en su aldea;hubo gaitas, tamboriles,flauta, bandurria y vihuela,fuegos a la valencianay danza a la aragonesa. IIFeliz vivi Alvargonzlezen el amor de su tierra.Nacironle tres varones,que en el campo son riqueza,y, ya crecidos, los puso,uno a cultivar la huerta,otro a cuidar los merinos,y dio el menor a la Iglesia.
IIIMucha sangre de Cantiene la gente labriega,y en el hogar campesinoarm la envidia pelea. Casronse los mayores;tuvo Alvargonzlez nueras,que le trajeron cizaa,antes que nietos le dieran. La codicia de los camposve tras la muerte la herencia;no goza de lo que tienepor ansia de lo que espera. El menor, que a los latinesprefera las doncellashermosas y no gustabade vestir por la cabeza,colg la sotana un day parti a lejanas tierras.La madre llor, y el padrediole bendicin y herencia.
IV Alvargonzlez ya tienela adusta frente arrugada,por la barba le plateala sombra azul de la cara. Una maana de otoosali solo de su casa;no llevaba sus lebreles,agudos canes de caza; iba triste y pensativopor la alameda dorada;anduvo largo caminoy lleg a una fuente clara. Echse en la tierra; pusosobre una piedra la manta,y a la vera de la fuentedurmi al arrullo del agua EL SUEO
I Y Alvargonzlez vea,como Jacob, una escalaque iba de la tierra al cielo,y oy una voz que le hablaba.Mas las hadas hilanderas,entre las vedijas blancasy vellones de oro, han puestoun mechn de negra lana.
IITres nios estn jugandoa la puerta de su casa;entre los mayores brincaun cuervo de negras alas.La mujer vigila, cosey, a ratos, sonre y canta.Hijos, qu hacis? les pregunta.Ellos se miran y callan.Subid al monte, hijos mos,y antes que la noche caiga,con un brazado de estepashacedme una buena llama.
III Sobre el lar de Alvargonzlezest la lea apilada;el mayor quiere encenderla,pero no brota la llama.Padre, la hoguera no prende,est la estepa mojada. Su hermano viene a ayudarley arroja astillas y ramassobre los troncos de roble;pero el rescoldo se apaga.Acude el menor, y enciende,bajo la negra campanade la cocina, una hogueraque alumbra toda la casa.
IV Alvargonzlez levantaen brazos al ms pequeoy en sus rodillas lo sienta;Tus manos hacen el fuego;aunque el ltimo nacistet eres en mi amor primero. Los dos mayores se alejanpor los rincones del sueo.Entre los dos fugitivosreluce un hacha de hierro.
AQUELLA TARDE...
I Sobre los campos desnudos,la luna llena manchadade un arrebol purpurino,enorme globo, asomaba.Los hijos de Alvargonzlezsilenciosos caminaban,y han visto al padre dormidojunto de la fuente clara.
II Tiene el padre entre las cejasun ceo que le aborrascael rostro, un tachn sombrocomo la huella de un hacha.Soando est con sus hijos,que sus hijos lo apualan;y cuando despierta miraque es cierto lo que soaba.
III A la vera de la fuentequed Alvargonzlez muerto.Tiene cuatro pualadasentre el costado y el pecho,por donde la sangre brota,ms un hachazo en el cuello.Cuenta la hazaa del campoel agua clara corriendo,mientras los dos asesinoshuyen hacia los hayedos.Hasta la Laguna Negra,bajo las fuentes del Duero,llevan el muerto, dejandodetrs un rastro sangriento,y en la laguna sin fondo,que guarda bien los secretos,con una piedra amarradaa los pies, tumba le dieron.
IV Se encontr junto a la fuentela manta de Alvargonzlez,y, camino del hayedo,se vio un reguero de sangre.Nadie de la aldea ha osadoa la laguna acercarse,y el sondarla intil fuera,que es la laguna insondable.Un buhonero, que cruzabaaquellas tierras errante,fue en Dauria acusado, presoy muerto en garrote infame.
V Pasados algunos meses,la madre muri de pena.Los que muerta la encontrarondicen que las manos yertassobre su rostro tena,oculto el rostro con ellas.
VI Los hijos de Alvargonzlezya tienen majada y huerta,campos de trigo y centenoy prados de fina hierba;en el olmo viejo, hendidopor el rayo, la colmena,dos yuntas para el arado,un mastn y mil ovejas. LOS ASESINOS
I Juan y Martn, los mayoresde Alvargonzlez, un dapesada marcha emprendieroncon el alba, Duero arriba.
La estrella de la maanaen el alto azul arda.Se iba tiendo de rosala espesa y blanca neblinade los valles y barrancos,y algunas nubes plomizasa Urbin, donde el Duero nace,como un turbante ponan. Se acercaban a la fuente.El agua clara corra,sonando cual si contarauna vieja historia, dichamil veces y que tuvieramil veces que repetirla. Agua que corre en el campodice en su monotona:Yo s el crimen, no es un crimen,cerca del agua, la vida? Al pasar los dos hermanosrelataba el agua limpia:A la vera de la fuenteAlvargonzlez dorma.
II Anoche, cuando volvaa casa Juan a su hermanodijo, a la luz de la lunaera la huerta un milagro.
Lejos, entre los rosales,divis un hombre inclinadohacia la tierra; brillabauna hoz de plata en su mano Despus irguise y, volviendoel rostro, dio algunos pasospor el huerto, sin mirarme,y a poco lo vi encorvadootra vez sobre la tierra.Tena el cabello blanco.La luz llena brillaba,y era la huerta un milagro.
III Pasado haban el puertode Santa Ins, ya mediadala tarde, una tarde tristede noviembre, fra y parda.Hacia la Laguna Negrasilenciosos caminaban.
IVCuando la tarde caa,entre las vetustas hayas,y los pinos centenarios,un rojo sol se filtraba.
Era un paraje de bosquey peas aborrascadas;aqu bocas que bostezano monstruos de tierras garras;all una informe joroba,all una grotesca panza,torvos hocicos de fierasy dentaduras melladas,rocas y rocas, y troncosy troncos, ramas y ramas.En el hondn del barrancola noche, el miedo y el agua.
V Un lobo surgi, sus ojoslucan como dos ascuas.Era la noche, una nochehmeda, oscura y cerrada. Los dos hermanos quisieronvolver. La selva ululaba.Cien ojos fieros ardanen la selva, a sus espaldas.
VI Llegaron los asesinoshasta la Laguna Negra,agua transparente y mudaque enorme muro de piedra,donde los buitres anidany el eco duerme, rodea;agua clara donde bebenlas guilas de la sierra,donde el jabal del montey el ciervo y el corzo abrevan;agua pura y silenciosaque copia cosas eternas;agua impasible que guardaen su seno las estrellas.Padre!, gritaron; al fondode la laguna serenacayeron, y el eco padre!repiti de pea en pea.La tierra de Alvargonzlez, Campos de Castilla [CXIV]
A UN OLMO SECO . Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido. . El olmo centenario en la colina... Un musgo amarillento le lame la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. . Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leador, y el carpintero te convierta en malena de campana, lanza de carro o yugo de carretera; antes que rojo en el hogar, maana, ardas de alguna msera caseta. . Antes que el ro hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazn espera tambin hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.
( Soria, 1912 )
A JOS MARA PALACIO
Palacio, buen amigo, est la primavera vistiendo ya las ramas de los chopos del ro y los caminos? En la estepa del alto Duero, Primavera tarda, pero es tan bella y dulce cuando llega!...
Tienen los viejos olmos algunas hojas nuevas?
An las acacias estarn desnudas y nevados los montes de las sierras.
Oh mole del Moncayo blanca y rosa, all, en el cielo de Aragn, tan bella!
Hay zarzas florecidas entr las grises peas, y blancas margaritas entre la fina hierba?
Por esos campanarios ya habrn ido llegando las cigeas.
Habr trigales verdes, y mulas pardas en las sementeras, y labriegos que siembran los tardos con las lluvias de abril. Ya las abejas libarn del tomillo y el romero.
Hay ciruelos en flor? Quedan violetas?
Furtivos cazadores, los reclamos de la perdiz bajo las capas luengas, no faltarn. Palacio, buen amigo,
tienen ya ruiseores las riberas?
Con los primeros lirios y las primeras rosas de las huertas, en una tarde azul, sube al Espino, al alto Espino donde est su tierra...
( Baeza, 29-3-1913 )
( POEMA DE UN DA )( meditaciones rurales )
Heme aqu ya, profesorde lenguas vivas (ayermaestro de gay-saber,aprendiz de ruiseor)en un pueblo hmedo y fro,destartalado y sombro,entre andaluz y manchego.Invierno. Cerca del fuego.Fuera llueve un agua fina,que ora se trueca en neblina,ora se torna aguanieve.Fantstico labrador,pienso en los campos. Seor,qu bien haces! Llueve, lluevetu agua constante y menudasobre alcaceles y habares,tu agua muda,en viedos y olivares.Te bendecirn conmigolos sembradores del trigo;los que viven de cogerla aceituna;los que esperan la fortunade comer;los que hogao,como antao,tienen toda su monedaen la rueda,traidora rueda del ao.Llueve, llueve; tu neblinaque se torne en aguanieve,y otra vez en agua fina!Llueve, Seor, llueve, llueve!
En mi estancia, iluminadapor esta luz invernal,la tarde gris tamizadapor la lluvia y el cristal,sueo y medito.Clareael reloj arrinconado,y su tic-tic, olvidadopor repetido, golpea.Tic-tic, tic-tic... Ya te he odo.Tic-tic, tic-tic... Siempre igual,montono y aburrido.Tic-tic, tic-tic, el latidode un corazn de metal.En estos pueblos, se escuchael latir del tiempo? No.En estos pueblos se luchasin tregua con el rel,con esa monotona,que mide un tiempo vaco.Pero tu hora es la ma?Tu tiempo, reloj, el mo?(Tic-tic, tic-tic)... Era un da(tic-tic, tic-tic) que pas,y lo que yo ms querala muerte se lo llev.
Lejos suena un clamoreode campanas...Arrecia el repiqueteode la lluvia en las ventanas.Fantstico labrador,vuelvo a mis campos. Seor,cunto te bendecirnlos sembradores del pan!Seor, no es tu lluvia ley,en los campos que ara el buey,y en los palacios del rey?Oh, agua buena, deja vidaen tu huida!Oh, t, que vas gota a gota,fuente a fuente y ro a ro,como este tiempo de hastocorriendo a la mar remota,con cuanto quiere nacer,cuanto esperafloreceral sol de la primavera,s piadosa,que maanasers espiga temprana,prado verde, carne rosa,y ms: razn y locuray amargurade querer y no podercreer, creer y creer!
Anochece;el hilo de la bombillase enrojece,luego brilla,resplandece,poco ms que una cerilla.Dios sabe dnde andarnmis gafas... entre librotes,revistas y papelotes,quin las encuentra?... Aqu estn.Libros nuevos. Abro unode Unamuno.Oh, el dilecto,predilectode esta Espaa que se agita,porque nace o resucita!Siempre te ha sido, oh Rectorde Salamanca!, lealeste humilde profesorde un instituto rural.Esa tu filosofaque llamas diletantesca,voltaria y funambulesca,gran Don Miguel, es la ma.Agua del buen manantial,siempre viva,fugitiva;poesa, cosa cordial.Constructora?No hay cimientoni en el alma ni en el viento.Bogadora,marinera,hacia la mar sin ribera.Enrique Bergson: Los datosinmediatosde la conciencia. Esto esotro embeleco francs?Este Bergson es un tuno;verdad, maestro Unamuno?Bergson no da como aquelImmanuelel volatn inmortal;este endiablado judoha hallado el libre albedrodentro de su mechinal.No est mal:cada sabio, su problema,y cada loco, su tema.Algo importaque en la vida mala y cortaque llevamoslibres o siervos seamos;mas, si vamosa la mar,lo mismo nos han de dar.Oh, estos pueblos! Reflexiones,lecturas y acotacionespronto dan en lo que son:bostezos de Salomn.Todo essoledad de soledades,vanidad de vanidades,que dijo el Eclesiasts?Mi paraguas, mi sombrero,mi gabn... El aguaceroamaina... Vmonos, pues.
Es de noche. Se platicaal fondo de una botica.Yo no s,Don Jos,cmo son los liberalestan perros, tan inmorales.Oh, tranquilcese ust!Pasados los carnavales,vendrn los conservadores,buenos administradoresde su casa.Todo llega y todo pasa.Nada eterno:ni gobiernoque perdure,ni mal que cien aos dure.Tras estos tiempos, vendrnotros tiempos y otros y otros,y lo mismo que nosotrosotros se jorobarn.As es la vida, Don Juan.Es verdad, as es la vida.La cebada est crecida.Con estas lluvias...Y vanlas habas que es un primor.Cierto; para marzo, en flor.Pero la escarcha, los hielos...Y adems, los olivaresestn pidiendo a los cielosagua a torrentes.A mares.Las fatigas, los sudoresque pasan los labradores!En otro tiempo...Llovatambin cuando Dios quera.Hasta maana, seores.
Tic-tic, tic-tic... Ya pasun da como otro da,dice la monotonadel rel.
Sobre mi mesa Los datosde la conciencia, inmediatos.No est maleste yo fundamental,contingente y libre, a ratos,creativo, original;este yo que vive y sientedentro la carne mortalay! por saltar impacientelas bardas de su corral.
( Baeza, 1913 )
LA SAETA
Quien me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jess el Nazareno?
(Saeta Popular)
Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la Cruz!
Cantar de la tierra ma,
que echa flores
al Jess de la agona,
y es la fe de mis mayores!
Oh, no eres t mi cantar!
No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jess del madero,
sino al que anduvo en el mar!
DEL PASADO EFMERO
Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un da,
tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancola;
bajo el bigote gris, labios de hasto,
y una triste expresin, que no es tristeza,
sino algo ms y menos: el vaco
del mundo en la oquedad de su cabeza.
An luce de corinto terciopelo
chaqueta y pantaln abotinado,
y un cordobs color de caramelo,
pulido y torneado.
Tres veces hered; tres ha perdido
al monte su caudal; dos ha enviudado.
Slo se anima ante el azar prohibido,
sobre el verde tapete reclinado,
o al evocar la tarde de un torero,
la suerte de un tahr, o si alguien cuenta
la hazaa de un gallardo bandolero,
o la proeza de un matn, sangrienta.
Bosteza de poltica banales
dicterios al gobierno reaccionario,
y augura que vendrn los liberales,
cual torna la cigea al campanario.
Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira.
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.
lo dems, taciturno, hipocondriaco,
prisionero en la Arcadia del presente,
le aburre; slo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.
Este hombre no es de ayer ni es de maana,
sino de nunca; de la cepa hispana
no es fruto maduro ni podrido,
es una fruta vana
de aquella Espaa que pas y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana.
LLANTO Y COPLAS POR LA MUERTE DE DON GUIDO
Al fin, una pulmona
mat a Don Guido, y estn
las campanas todo el da
doblando por l: din, don!
muri don Guido, un seor
de mozo muy jaranero,
muy galn y algo torero;
de viejo gran rezador.
Dicen que tuvo un serrallo
este seor de Sevilla;
que era diestro
en manejar a caballo,
y un maestro
en refrescar manzanilla.
Cuando merm su riqueza
era su monotona
pensar que pensar deba
en asentar la cabeza.
Y asentla
de una manera espaola,
que fue a casarse con una
doncella de gran fortuna.
Y repintar sus blasones
hablar de las tradiciones
de su casa,
a escndalos y amoros
poner tasa,
sordina a sus desvaros.
Gran pagano
se hizo hermano
de una santa cofrada;
el jueves Santo sala,
llevando un cirio en la mano
--aquel trueno!--
vestido de nazareno.
Hoy nos dice la campana
que han de llevarse maana
al buen Don Guido muy serio
camino del cementerio.
Tu amor a los alamares
y a las sedas y a los oros
y a la sangre de los toros
y al humo de los altares?
Oh fin de una aristocracia!
La barba canosa y lacia
sobre el pecho;
metido en tosco sayal
las yertas manos en cruz,
!tan formal!
el caballero andaluz.
EL MAANA EFMERO
La Espaa de charanga y pandereta,
cerrado y sacrista,
devota de Frascuelo y de Mara,
de espritu burln y de alma quieta,
ha de tener su mrmol y su da,
su infalible maana y su poeta.
El vano ayer engendrar un maana
vaco y por ventura! pasajero.
Ser un joven lechuzo y tarambana,
un sayn con hechuras de bolero;
a la moda de Francia realista,
un poco al uso de Pars pagano,
y al estilo de Espaa especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa Espaa inferior que ora y bosteza,
vieja y tahur, zaragatera y triste;
esa Espaa inferior que ora y embiste
cuando se digna usar de la cabeza,
an tendr luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecern las barbas apostlicas
y otras calvas en otras calaveras
brillarn, venerables y catlicas.
El vano ayer engendrar un maana
vaco y por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayn con hechuras de bolero,
el vacuo ayer dar un maana huero.
Como la nusea de un borracho ahito
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un maana estomagante escrito
en la tarde pragmtica y dulzona.
Mas otra Espaa nace,
la Espaa del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una Espaa implacable y redentora,
Espaa que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
Espaa de la rabia y de la idea.
( 1913 )
XL - PROVERBIOS Y CANTARES
I
Nunca persegu la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi cancin;
yo amo los mundos sutiles,
ingrvidos y gentiles
como pompas de jabn.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
sbitamente y quebrarse.
IV
Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender.
V
Ni vale nada el fruto
cogido sin sazn...
Ni aunque te elogie un bruto
ha de tener razn.
VI
De lo que llaman los hombres
virtud, justicia y bondad,
una mitad es envidia,
y la otra no es caridad.
VII
Yo he visto garras fieras en las pulidas manos;
conozco grajos mlicos y lricos marranos...
El ms truhn se lleva la mano al corazn,
y el bruto ms espeso se carga de razn.
VIII
En preguntar lo que sabes
el tiempo no has de perder...
Y a preguntas sin respuesta,
quin te podr responder?
X
La envidia de la virtud
hizo a Can criminal.
Gloria a Can! Hoy el vicio
es lo que se envidia ms.
XII
Ojos que a la luz se abrieron
un da para, despus,
ciegos tornar a la tierra,
hartos de mirar sin ver!
XIII
Es el mejor de los buenos
quien sabe que en esta vida
todo es cuestin de medida:
un poco ms, algo menos...
XV
Cantad conmigo en coro: Saber, nada sabemos,
de arcano mar vinimos, a ignota mar iremos...
Y entre los dos misterios est el enigma grave;
tres arcas cierra una desconocida llave.
La luz nada ilumina y el sabio nada ensea.
Qu dice la palabra? Qu el agua de la pea?
XVI
El hombre es por natura la bestia paradjica,
un animal absurdo que necesita lgica.
Cre de nada un mundo y, su obra terminada,
Ya estoy en el secretose dijo: todo es nada.
XXI
Ayer so que vea
a Dios y que a Dios hablaba;
y so que Dios me oa...
Despus so que soaba.
XXIII
No extrais, dulces amigos,
que est mi frente arrugada.
Yo vivo en paz con los hombres
y en guerra con mis entraas.
XXIV
De diez cabezas, nueve
embisten y una piensa.
Nunca extrais que un bruto
se descuerne luchando por la idea.
XXVII
Dnde est la utilidad
de nuestras utilidades?
Volvamos a la verdad:
vanidad de vanidades.
XXVIII
Todo hombre tiene dos
batallas que pelear.
En sueos lucha con Dios;
y despierto, con el mar.
XXIX
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada ms;
caminante, no hay camino:
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrs
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
XXX
El que espera desespera,
dice la voz popular.
Qu verdad tan verdadera!
La verdad es lo que es,
y sigue siendo verdad
aunque se piense al revs.
XXXVI
Fe empirista. Ni somos ni seremos.
Todo nuestro vivir es emprestado.
Nada trajimos; nada llevaremos.
XXXVII
Dices que nada se crea?
No te importe; con el barro
de la tierra, haz una copa
para que beba tu hermano.
XLI
Bueno es saber que los vasos
nos sirven para beber;
lo malo es que no sabemos
para qu sirve la sed.
XLIII
Dices que nada se pierde,
y acaso dices verdad;
pero todo lo perdemos,
y todo nos perder.
XLIV
Todo pasa y todo queda;
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.
XLVI
Anoche so que oa
a Dios gritndome: Alerta!
Luego era Dios quien dorma,
y yo gritaba: Despierta!
XLVII
Cuatro cosas tiene el hombre
que no sirven en la mar:
ancla, gobernalle y remos,
y miedo de naufragar.
L
Nuestro espaol bosteza.
Es hambre? Sueo? Hasto?
Doctor, tendr el estmago vaco?
El vaco es ms bien en la cabeza.
LII
Discutiendo estn dos mozos
si a la fiesta del lugar
irn por la carretera
o a campo traviesa irn.
Discutiendo y disputando
empiezan a pelear.
Ya con las trancas de pino
furiosos golpes se dan;
ya se tiran de las barbas,
que se las quieren pelar.
Ha pasado un carretero,
que va cantando un cantar:
Romero, para ir a Roma,
lo que importa es caminar;
a Roma por todas partes,
por todas partes se va.
LIII
Ya hay un espaol que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una Espaa que muere
y otra Espaa que bosteza.
Espaolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Espaas
ha de helarte el corazn.
A DON FRANCISCO GINER DE LOS
ROS
Como se fue el maestro,
la luz de esta maana
me dijo: Van tres das
que mi hermano Francisco no trabaja.
Muri?... Slo sabemos
que se nos fue por una senda clara,
dicindonos: Hacedme
un duelo de labores y esperanzas.
Sed buenos y no ms, sed lo que he sido
entre vosotros: alma.
Vivid, la vida sigue,
los muertos mueren y las sombras pasan;
lleva quien deja y vive el que ha vivido.
Yunques, sonad; enmudeced, campanas!
Y hacia otra luz ms pura
parti el herman de la luz del alba,
del sol de los talleres,
el viejo alegre de la vida santa.
... Oh, s!, llevad, amigos,
su cuerpo a la montaa,
a los azules montes
del ancho Guadarrama.
All hay barrancos hondos
de pinos verdes donde el viento canta.
Su corazn repose
bajo una encina casta,
en tierra de tomillos, donde juegan
mariposas doradas...
All el maestro un da
soaba un nuevo florecer de Espaa.
( Baeza, 21 de febrero de 1915 )
UNA ESPAA JOVEN
... Fue un tiempo de mentira, de infamia. A Espaa toda,
la malherida Espaa, de Carnaval vestida
nos la pusieron, pobre y esculida y beoda,
para que no acertara la mano con la herida.
Fue ayer; ramos casi adolescentes; era
con tiempo malo, encinta de lgubres presagios,
cuando montar quisimos en pelo una quimera,
mientras la mar dorma ahta de naufragios.
Dejamos en el puerto la srdida galera,
y en una nave de oro nos plugo navegar
hacia los altos mares, sin aguardar ribera,
lanzando velas y anclas y gobernalle al mar.
Ya entonces, por el fondo de nuestro sueoherencia
de un siglo que vencido sin gloria se alejaba
un alba entrar quera; con nuestra turbulencia
la luz de las divinas ideas batallaba.
Mas cada cual el rumbo sigui de su locura;
agilit su brazo, acredit su bro;
dej como un espejo bruida su armadura
y dijo: El hoy es malo, pero el maana... es mo.
Y es hoy aquel maana de ayer... Y Espaa toda,
con sucios oropeles de Carnaval vestida
an la tenemos: pobre y esculida y beoda;
mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.
T, juventud ms joven, si de ms alta cumbre
la voluntad te llega, irs a tu aventura
despierta y transparente a la divina lumbre:
como el diamante clara, como el diamante pura.
( 1914 )
A LA MUERTE DE RUBN DARO
Si era toda en tu verso la armona del mundo,
dnde fuiste, Daro, la armona a buscar?
Jardinero de Hesperia, ruiseor de los mares,
corazn asombrado de la msica astral,
te ha llevado Dionisos de su mano al infierno
y con las nuevas rosas triunfante volvers?
Te han herido buscando la soada Florida,
la fuente de la eterna juventud, capitn?
Que en esta lengua madre la clara historia quede;
corazones de todas las Espaas, llorad.
Rubn Daro ha muerto en sus tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar.
Pongamos, espaoles, en un severo mrmol,
su nombre, flauta y lira, y una inscripcin no ms:
Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,
nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.
( 1916 )
PROVERBIOS Y CANTARES
( Nuevas Canciones )
I
El ojo que ves no es
ojo porque t lo veas;
es ojo porque te ve.
II
Para dialogar,
Preguntad, primero:
Despus escuchad.
VI
Es tu Narciso
ya no se ve en el espejo
porque es el espejo mismo.
VIII
Hoy es siempre todava.
XV
Busca a tu complementario,
Que marcha siempre contigo,
Y suele ser tu contrario.
XVII
En mi soledad
He visto cosas muy claras,
Que no son verdad.
XL
Los ojos por que suspiras,
sbelo bien,
los ojos en que te miras
son ojos porque te ven.
XLIX
Dijiste media verdad?
Dirn que mientes dos veces
Si dices la otra mitad.
LIII
Tras el vivir y el soar,
Est lo que ms importa:
Despertar.
LXVIII
Todo necio
Confunde valor y precio.
CANCIONES A GUIOMAR
I
No saba
si era un limn amarillo
lo que tu mano tena,
o el hilo de un claro da,
Guiomar, en dorado ovillo.
Tu boca me sonrea.
Yo pregunt: Qu me ofreces?
Tiempo en fruto, que tu mano
eligi entre madureces
de tu huerta?
Tiempo vano
de una bella tarde yerta?
Dorada esencia encantada?
Copla en el agua dormida?
De monte en monte encendida,
la alborada
verdadera?
Rompe en sus turbios espejos
amor la devanadera
de sus crepsculos viejos?
II
En un jardn te he soado,
alto, Guiomar sobre el ro,
jardn de un tiempo cerrado
con verjas de hierro fro.
Un ave inslita canta
en el almez, dulcemente,
junto al agua viva y santa,
toda sed y toda fuente.
En ese jardn, Guiomar,
el mutuo jardn que inventan
dos corazones al par,
se funden y complementan
nuestras horas. Los racimos
de un sueo -juntos estamos-
en limpia copa exprimimos,
y el doble cuento olvidamos.
(Uno: Mujer y varn,
aunque gacela y len,
llegan juntos a beber.
El otro: No puede ser
amor de tanta fortuna:
dos soledades en una,
ni aun de varn y mujer.)
Por ti la mar ensaya olas y espumas,
y el iris, sobre el monte, otros colores,
y el faisn de la aurora canto y plumas,
y el bho de Minerva ojos mayores.
Por ti, oh Guiomar!...
III
Tu poeta
piensa en ti. La lejana
es de limn y violeta,
verde el campo todava
Conmigo vienes Guiomar;
nos sorbe la serrana.
De encinar en encinar
se va fatigando el da.
El tren devora y devora
da y riel. La retama
pasa en sombra; se desdora
el oro del Guadarrama.
Porque una diosa y su amante
huyen juntos, jadente,
los sigue la luna llena.
El tren se esconde y resuena
dentro de un monte gigante.
Campos yermos, cielo alto.
Tras los montes de granito
y otros monte de basalto,
ya es la mar y el infinito.
Juntos vamos; libres somos.
Aunque el Dios, como en el cuento
fiero rey, cabalgue a lomos
del mejor corcel del viento,
aunque nos jure violento,
su venganza,
aunque ensille el pensamiento,
libre amor, nadie lo alcanza.
IV
Hoy te escribo en mi celda de viajero,
a la hora de una cita imaginaria.
Rompe el iris al aire el aguacero,
y al monte su tristeza planetaria.
Sol y campanas en la vieja torre.
Oh tarde viva y quieta
que opuso al ''panta rhei'' su ''nada corre'',
tarde nia que amaba a su poeta!
Y da adolescente
-ojos claros y msculos morenos-,
cuando pensaste a amor, junto a la fuente,
besar tus labios y apresar tus senos!
Todo a esta luz de abril se transparenta;
todo en el hoy de ayer, el Todava
que en sus maduras horas
el tiempo canta y cuenta,
se funde en una sola meloda,
que es un coro de tardes y de auroras.
A ti, Guiomar, esta nostalgia ma.
POESIAS DE LA GUERRA
EL POETA RECUERDA LAS TIERRAS DE SORIA
I
Ya su perfil zancudo en el regato,
en el azul el vuelo de ballesta,
o, sobre el ancho nido de ginesta,
en torre, torre y torre, el garabato
de la cigea!... En la memoria ma
tu recuerdo a traicin ha florecido;
y hoy comienza tu campo empedernido
el sueo verde de la tierra fra,
Soria pura, entre montes de violeta.
Di t, avin marcial, si el alto Duero
a donde vas recuerda a su poeta,
al revivir su rojo Romancero;
o es, otra vez, Can, sobre el planeta,
bajo tus alas, moscardn guerrero?
(Hora de Espaa (Barcelona), n. XVIII, junio 1938 )
II
De mar a mar entre los dos la guerra,
ms honda que la mar. En mi parterre,
miro a la mar que el horizonte cierra.
T asomada, Guiomar, a un finisterre,
miras hacia otro mar, la mar de Espaa
que Camoens cantara, tenebrosa.
Acaso a ti mi ausencia te acompaa.
A m me duele tu recuerdo, diosa.
La guerra dio al amor el tajo fuerte.
Y es la total angustia de la muerte,
con la sombra infecunda de la llama
y la soada miel de amor tardo,
y la flor imposible de la rama
que ha sentido del hacha el corte fro.
( Hora de Espaa (Barcelona), n. XVIII, junio 1938 )
IV
Estos das azules y este sol de la infancia
( Este es el ltimo verso que Machado escribi, y que se le encontr en el bolsillo de su pantaln a la hora de la muerte )
N D I C E D E V E R S O S:
- El viajero
1
- He andado muchos caminos
1
- Recuerdo infantil
1
- Tarde
2
- El limonero lnguido suspende
3
- XI
3
- XIII
3
- XV
3
- XVII
3
- XXXII
4
- XXXVIII
4
- Las moscas
5
- Anoche cuando dorma
5
- Retrato
5
- A orillas del Duero
6
- Campos de Soria
7
- La tierra de Alvargonzlez
8
- A un olmo seco
11
- A Jos Mara Palacio
11
- Poema de un da
11
- La saeta
13
- Del pasado efmero
13
- Llanto y coplas por la muerte de Don Guido 14
- El maana efmero
14
- Proverbios y cantares ( I )
15
- A Don Francisco Giner de los Ros
16
- Una Espaa joven
17
- A la muerte de Rubn Daro
17
- Proverbios y cantares ( II )
17
- Canciones a Guiomar
18
- Poesas de la guerra
19
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