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ANTONIO MACHADO (1875-1939) Campos de Soria ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, obscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del río, tardes de Soria, mística y guerrera, hoy siento por vosotros, en el fondo del corazón, tristeza, tristeza que es amor! ¡Campos de Soria donde parece que las rocas sueñan, conmigo vais! ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!... Es la tierra de Soria árida y fría. Por las colinas y las sierras calvas, verdes pradillos, cerros cenicientos, la primavera pasa... He vuelto a ver los álamos dorados, álamos del camino en la ribera, esos chopos del río, que acompañan con el sonido de sus hojas secas el son del agua, cuando el viento sopla, álamos de las márgenes del Duero, conmigo vais, mi corazón os lleva! ¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria, tardes tranquilas, montes de violeta, alamedas del río, verde sueño del suelo gris y de la parda tierra, agria melancolía de la ciudad decrépita. Me habéis llegado al alma, ¿o acaso estabais en el fondo de ella? ¡Gentes del alto llano numantino que a Dios guardáis como cristianas viejas, que el sol de España os llene de alegría, de luz y de riqueza! Campos de Castilla (Fragmento del poema "Campos de Soria", sección VII).

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ANTONIO MACHADO (1875-1939)

Campos de Soria¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, obscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del río, tardes de Soria, mística y guerrera, hoy siento por vosotros, en el fondo del corazón, tristeza, tristeza que es amor! ¡Campos de Soria donde parece que las rocas sueñan, conmigo vais! ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!... Es la tierra de Soria árida y fría. Por las colinas y las sierras calvas, verdes pradillos, cerros cenicientos, la primavera pasa...

He vuelto a ver los álamos dorados, álamos del camino en la ribera, esos chopos del río, que acompañan con el sonido de sus hojas secas el son del agua, cuando el viento sopla, álamos de las márgenes del Duero, conmigo vais, mi corazón os lleva!

¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria, tardes tranquilas, montes de violeta, alamedas del río, verde sueño del suelo gris y de la parda tierra, agria melancolía de la ciudad decrépita. Me habéis llegado al alma, ¿o acaso estabais en el fondo de ella?

¡Gentes del alto llano numantino que a Dios guardáis como cristianas viejas, que el sol de España os llene de alegría, de luz y de riqueza!

Campos de Castilla (Fragmento del poema "Campos de Soria", sección VII).

A orillas del Duero

Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día. Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía, buscando los recodos de sombra, lentamente. A trechos me paraba para enjugar mi frente y dar algún respiro al pecho jadeante; o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante y hacia la mano diestra vencido y apoyado en un bastón, a guisa de pastoril cayado, trepaba por los cerros que habitan las rapaces, aves de altura, hollando las hierbas montaraces de fuerte olor -romero, tomillo, salvia, espliego-. Sobre los agrios campos caía un sol de fuego. Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo cruzaba solitario el puro azul del cielo. Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, y una redonda loma cual recamado escudo, y cárdenos alcores sobre la parda tierra -harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra-, las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero El Duero cruza el corazón de roble de Iberia y de Castilla.

¡Oh, tierra triste y noble, la de los altos llanos y yermos y roquedas, de campos sin arados, regatos ni arboledas; decrépitas ciudades, caminos sin mesones, y atónitos palurdos sin danzas ni canciones que aún van, abandonando el mortecino hogar, como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar! Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora. ¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. ¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerta de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. La madre en otro tiempo fecunda en capitanes, madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes. Castilla no es aquella tan generosa un día, cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía, ufano de su nueva fortuna, y su opulencia, a regalar a Alfonso los huertos de Valencia; o que, tras la aventura que acreditó sus bríos, pedía la conquista de los inmensos ríos indianos a la corte, la madre de soldados, guerreros y adalides que han de tornar, cargados de plata y oro, a España, en regios galeones.

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, más recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; y, más que un hombre al uso que sabe sudoctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; mas no amo los afeites de la actual cosmética, ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una. Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi verso, como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo —quien habla solo espera hablar a Dios un día—; mi soliloquio es plática con ese buen amigo que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.

A un olmo seco

Al olmo viejo, hendido por el rayoy en su mitad podrido,con las lluvias de abril y el sol de mayo,algunas hojas verdes le han salido. ¡El olmo centenario en la colinaque lame el Duero! Un musgo amarillentole mancha la corteza blanquecinaal tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantoresque guardan el camino y la ribera,habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilerava trepando por él, y en sus entrañashunden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero,con su hacha el leñador, y el carpinterote convierta en melena de campana,lanza de carro o yugo de carreta;antes que, rojo en el hogar, mañanaardas, de alguna mísera casetaal borde de un camino;antes que te descuaje un torbellinoy tronche el soplo de las sierras blancas;antes que el río hacia la mar te empuje,por valles y barrancas,olmo, quiero anotar en mi carterala gracia de tu rama verdecida.Mi corazón esperatambién hacia la luz y hacia la vida,otro milagro de la primavera.

Por tierras de España

El hombre de estos campos que incendia los pinares y su despojo aguarda como botín de guerra, antaño hubo raído los negros encinares, talado los robustos robledos de la sierra. Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares; la tempestad llevarse los limos de la tierra por los sagrados ríos hacia los anchos mares; y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra. Es hijo de una estirpe de rudos caminantes, pastores que conducen sus hordas de merinos a Extremadura fértil, rebaños trashumantes que mancha el polvo y dora el sol de los caminos. Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto, hundidos, recelosos, movibles; y trazadas cual arco de ballesta, en el semblante enjuto de pómulos salientes, las cejas muy pobladas. Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,

capaz de insanos vicios y crímenes bestiales, que bajo el pardo sayo esconde un alma fea, esclava de los siete pecados capitales. Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza, guarda su presa y llora la que el vecino alcanza; ni para su infortunio ni goza su riqueza; le hieren y acongojan fortuna y malandanza. El numen de estos campos es sanguinario y fiero: al declinar la tarde, sobre el remoto alcor, veréis agigantarse la forma de un arquero, la forma de un inmenso centauro flechador. Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta ?no fue por estos campos el bíblico jardín?: son tierras para el águila, un trozo de planeta por donde cruza errante la sombra de Caín.

YO VOY SOÑANDO CAMINOS

Yo voy soñando caminosde la tarde. ¡Las colinasdoradas, los verdes pinos,las polvorientas encinas! ...¿Adònde el camino irá?Yo voy cantando, viajeroa lo largo del sendero...—La tarde cayendo está—.«En el corazòn teníala espina de una pasiòn;logré arrancármela un día,ya no siento el corazòn.»

Y todo el campo un momentose queda, mudo y sombrío,meditando. Suena el vientoen los álamos del río.

La tarde más se oscurece;y el camino que serpeay débilmente blanquease enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:«Aguda espina dorada,quién te pudiera sentiren el corazòn clavada.»

El mañana efímero

La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta, ha de tener su mármol y su día, su infalible mañana y su poeta. El vano ayer engendrará un mañana vacío y ¡por ventura! pasajero. Será un joven lechuzo y tarambana, un sayón con hechuras de bolero, a la moda de Francia realista, un poco al uso de París pagano, y al estilo de España especialista en el vicio al alcance de la mano. Esa España inferior que ora y bosteza, vieja y tahúr, zaragatera y triste; esa España inferior que ora y embiste, cuando se digna usar la cabeza, aún tendrá luengo parto de varones amantes de sagradas tradiciones y de sagradas formas y maneras; florecerán las barbas apostólicas, y otras calvas en otras calaveras brillarán, venerables y católicas.El vano ayer engendrará un mañana vacío y ¡por ventura! pasajero, la sombra de un lechuzo tarambana, de un sayón con hechuras de bolero: el vacuo ayer dará un mañana huero. Como la náusea de un borracho ahíto de vino malo, un rojo sol corona de heces turbias las cumbres de granito; hay un mañana estomagante escrito en la tarde pragmática y dulzona. Mas otra España nace, la España del cincel y de la maza, con esa eterna juventud que se hace del pasado macizo de la raza. Una España implacable y redentora, España que alborea con un hacha en la mano vengadora, España de la rabia y de la idea.

Campos de Castilla

A JOSÉ MARÍA PALACIO (DE Campos de Castilla)Palacio, buen amigo, ¿está la primavera vistiendo ya las ramas de los chopos del río y los caminos? En la estepa del alto Duero, Primavera tarda, ¡pero es tan bella y dulce cuando llega!... ¿Tienen los viejos olmos algunas hojas nuevas?Aún las acacias estarán desnudasy nevados los montes de las sierras. ¡Oh, mole del Moncayo blanca y rosa, allá en el cielo de Aragón, tan bella! ¿Hay zarzas florecidas entre las grises peñas, y blancas margaritas entre la fina hierba?Por esos campanariosya habrán ido llegando las cigüeñas. Habrá trigales verdes, y mulas pardas en las sementeras, y labriegos que siembran los tardíoscon las lluvias de abril. Ya las abejas libarán del tomillo y el romero. ¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas? Furtivos cazadores, los reclamos de la perdiz bajo las capas luengas, no faltarán. Palacio, buen amigo, ¿tienen ya ruiseñores las riberas?Con los primeros liriosy las primeras rosas de las huertas, en una tarde azul, sube al Espino, al alto Espino donde está su tierra...

Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.Girando en torno a la torre y al caserón solitario,ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.Es una tibia mañana.El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

Pasados los verdes pinos,casi azules, primaverase ve brotar en los finoschopos de la carreteray del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.El campo parece, más que joven, adolescente.

Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,y mística primavera!

¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,espuma de la montañaante la azul lejanía,sol del día, claro día!¡Hermosa tierra de España!

Campos de Castilla

FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936)

BALADILLA DE LOS TRES RÍOS A Salvador Quintero

El río Guadalquivirva entre naranjos y olivosLos dos ríos de Granadabajan de la nieve al trigo.

¡Ay, amor,que se fue y no vino!

El río Guadalquivirtiene las barbas granates.Los dos ríos de Granadauno llanto y otro sangre.

¡Ay, amor,que se fue por el aire!

Para los barcos de vela,Sevilla tiene un camino;por el agua de Granadasólo reman los suspiros.

¡Ay, amor,que se fue y no vino!

Guadalquivir, alta torrey viento en los naranjales.Dauro y Genil, torrecillasmuertas sobre los estanques.

¡Ay, amor,que se fue por el aire!

¡Quién dirá que el agua llevaun fuego fatuo de gritos!

¡Ay, amor,que se fue y no vino!

Lleva azahar, lleva olivas,Andalucía, a tus mares.

¡Ay, amor,que se fue por el aire!

Romance sonámbulo

A Gloria Giner y Fernando de los Ríos

Verde que te quiero verde.Verde viento. Verdes ramas.El barco sobre la mary el caballo en la montaña.Con la sombra en la cinturaella sueña en su baranda,verde carne, pelo verde,con ojos de fría plata.Verde que te quiero verde.Bajo la luna gitana,las cosas la están mirandoy ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.Grandes estrellas de escarcha,vienen con el pez de sombraque abre el camino del alba.La higuera frota su vientocon la lija de sus ramas,y el monte, gato garduño,eriza sus pitas agrias.¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?Ella sigue en su baranda,verde carne, pelo verde,soñando en la mar amarga.

Compadre, quiero cambiarmi caballo por su casa,mi montura por su espejo,mi cuchillo por su manta.Compadre, vengo sangrando,desde los puertos de Cabra.Si yo pudiera, mocito,ese trato se cerraba.Pero yo ya no soy yo,ni mi casa es ya mi casa.Compadre, quiero morir

decentemente en mi cama.De acero, si puede ser, conlas sábanas de holanda.¿No ves la herida que tengodesde el pecho a la garganta?Trescientas rosas morenaslleva tu pechera blanca.Tu sangre rezuma y huelealrededor de tu faja.Pero yo ya no soy yo,ni mi casa es ya mi casa.Dejadme subir al menoshasta las altas barandas,¡dejadme subir!, dejadmehasta las verdes barandas.Barandales de la luna pordonde retumba el agua.

Ya suben los dos compadreshacia las altas barandas.Dejando un rastro de sangre.Dejando un rastro de lágrimas.Temblaban en los tejadosfarolillos de hojalata.Mil panderos de cristal,herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,verde viento, verdes ramas.Los dos compadres subieron.El largo viento, dejabaen la boca un raro gustode hiel, de menta y de albahaca.¡Compadre! ¿Dónde está, dime?¿Dónde está tu niña amarga?¡Cuántas veces te esperó!¡Cuántas veces te esperaracara fresca, negro pelo,en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibese mecía la gitana.Verde cama, pelo verde,con ojos de fría plata.Un carámbano de lunala sostiene sobre el agua.La noche se puso íntimacomo una pequeña plaza.Guardias civiles borrachosen la puerta golpeaban.Verde que te quiero verde.Verde viento. Verdes ramas.El barco sobre la mar.Y el caballo en la montaña.

CANCIÓN DEL JINETE

Córdoba. Lejana y sola.

Jaca negra, luna grande, y aceitunas en mi alforja. Aunque sepa los caminos yo nunca llegaré a Córdoba.

Por el llano, por el viento, jaca negra, luna roja. La muerte me está mirando desde las torres de Córdoba.

¡Ay qué camino tan largo! ¡Ay mi jaca valerosa! ¡Ay que la muerte me espera, antes de llegar a Córdoba!

Córdoba. Lejana y sola.

ROMANCE DE LA LUNA

La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira mira. El niño la está mirando.

En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y anillos blancos.

Niño déjame que baile. Cuando vengan los gitanos, te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna, que ya siento sus caballos. Niño déjame, no pises, mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el niño, tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados.

¡Cómo canta la zumaya, ay como canta en el árbol! Por el cielo va la luna con el niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. el aire la está velando.

***

Tengo miedo a perder la maravillade tus ojos de estatua, y el acentoque de noche me pone en la mejillala solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orillatronco sin ramas; y lo que más sientoes no tener la flor, pulpa o arcilla,para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,si eres mi cruz y mi dolor mojado,si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganadoy decora las aguas de tu ríocon hojas de mi otoño enajenado.

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

Amor de mis entrañas, viva muerte,en vano espero tu palabra escritay pienso, con la flor que se marchita,que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerteNi conoce la sombra ni la evita.Corazón interior no necesitala miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,tigre y paloma, sobre tu cinturaen duelo de mordiscos y azucenas.

Llena, pues, de palabras mi locurao déjame vivir en mi serenanoche del alma para siempre oscura.

ALBA

Mi corazón oprimidosiente junto a la alboradael dolor de sus amoresy el sueño de las distancias.La luz de la aurora llevasemillero de nostalgiasy la tristeza sin ojosde la médula del alma.La gran tumba de la nochesu negro velo levantapara ocultar con el díala inmensa cumbre estrellada.

¡Qué haré yo sobre estos camposcogiendo nidos y ramas,rodeado de la auroray llena de noche el alma!¡Qué haré si tienes tus ojosmuertos a las luces clarasy no ha de sentir mi carneel calor de tus miradas!

¿Por qué te perdí por siempreen aquella tarde clara?

Hoy mi pecho está resecocomo una estrella apagada.

RAFAEL ALBERTI (1902-1999)

METAMORFOSIS DEL CLAVEL

Se equivocó la paloma, se equivocaba.

Por ir al norte, fue al sur. Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo; que la noche, la mañana. Se equivocaba.

Que las estrellas rocío; que la calor, la nevada. Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa; que tu corazón, su casa. Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla. Tú, en la cumbre de una rama.)

EL MAR. LA MAR

El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste del mar?

En sueños, la marejada me tira del corazón. Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste acá?

SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA...

Si mi voz muriera en tierra llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera.

Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana de un blanco bajel de guerra.

¡Oh mi voz condecorada con la insignia marinera: sobre el corazón un ancla y sobre el ancla una estrella y sobre la estrella el viento y sobre el viento la vela!

DESAHUCIO

Ángeles malos o buenos,que no sé,te arrojaron en mi alma.Sola,

sin muebles y sin alcobas,deshabitada.De rondón, el viento hierelas paredes,las más finas, vítreas láminas.Humedad. Cadenas. Gritos.Ráfagas.Te pregunto:¿cuándo abandonas la casa,dime,qué ángeles malos, crueles,quieren de nuevo alquilarla?Dímelo.

Dime que sí

Dime que sí,compañera,marinera,dime que sí.

Dime que he de ver la mar,que en la mar he de quererte.Compañera,dime que sí.

Dime que he de ver el viento,que en el viento he de quererte.Marinera, dime que sí.

Dime que sí,compañera,dime, dime que sí.

GALOPE

Las tierras, las tierras, las tierras de España, las grandes, las solas, desiertas llanuras. Galopa, caballo cuatralbo, jinete del pueblo, al sol y a la luna.

¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!

A corazón suenan, resuenan, resuenan las tierras de España, en las herraduras. Galopa, jinete del pueblo, caballo cuatralbo, caballo de espuma.

¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie; que es nadie la muerte si va en tu montura. Galopa, caballo cuatralbo, jinete del pueblo, que la tierra es tuya.

¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!

FUNERALES

¡Pescadores, pescadores,

lanzad el arpón al vientoy en banderas sin coloresizad vuestro sentimiento!

Lloren los ojos del puentelas aguas de treinta ríos;que el puño de la corrienterompa en el mar los navíos.

¡Lampiños guardias marinas,que alegres guardáis las olas,giman las negras bocinasy callen las caracolas!

¡Marineras, marineras,mujeres del aire frío,regad vuestras cabelleras

negras por el playerío!

¡Sal hortelana del mar,flotando, sobre tu huerto,desnuda, para llorarpor el marinero muerto!

Llueve sobre el agua, llueve nieve negra de alga fría.Entre glaciares de nieve,abierta, la tumba mía.

¡Funerales de las olas!¡El viento, en los arenales!Entre apagadas farolas se hunden mis funerales.

LO QUE DEJÉ POR TI

Dejé por ti mis bosques, mi perdidaarboleda, mis perros desvelados,mis capitales años desterradoshasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida, un resplandor de fuegos no apagados,dejé mi sombra en los desesperadosojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes sobre un río,caballos sobre el sol de las arenas,dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,tanto como dejé para tenerte.

Roma, peligro para caminantes.

NOCTURNOCuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre se escucha que transita solamente la rabia, que en los tuétanos tiembla despabilado el odio y en las médulas arde continua la venganza, las palabras entonces no sirven: son palabras. Balas. Balas. Manifiestos, artículos, comentarios, discursos, humaredas perdidas, neblinas estampadas. ¡qué dolor de papeles que ha de barrer el viento, qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua! Balas. Balas. Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste, lo desgraciado y muerto que tiene una garganta

cuando desde el abismo de su idioma quisiera gritar lo que no puede por imposible, y calla. Balas. Balas.

Siento esta noche heridas de muerte las palabras.

De un momento a otro (1937)

Por encima del mar, desde la orillaamericana del Atlántico

¡Si yo hubiera podido, oh Cádiz, a tu vera, hoy, junto a ti, metido en tus raíces, hablarte como entonces, como cuando descalzo por tus verdes orillas iba a tu mar robándole caracoles y algas!

Bien lo merecería, yo sé que tú lo sabes, por haberte llevado tantos años conmigo, por haberte cantado casi todos los días, llamando siempre Cádiz a todo lo dichoso, lo luminoso que me aconteciera.

Siénteme cerca, escúchame igual que si mi nombre, si todo yo tangible, proyectado en la cal hirviente de tus muros, sobre tus farallones hundidos o en los huecos de tus antiguas tumbas o en las olas te hablara. Hoy tengo muchas cosas, muchas más que decirte.

Yo sé que lo lejano, sí, que lo más lejano, aunque se llame Mar de Solís o Río de la Plata, no hace que los oídos de tu siempre dispuesto corazón no me oigan.Por encima del mar voy de nuevo a cantarte.

Ora marítima, libro publicado en el exilio en 1953.

LUIS CERNUDA (1902-1963)

TIERRA NATIVAEs la luz misma, la que abrió mis ojosToda ligera y tibia como un sueño,Sosegada en colores delicadosSobre las formas puras de las cosas.

El encanto de aquella tierra llana,Extendida como una mano abierta,Adonde el limonero encima de lafuenteSuspendía su fruto entre el ramaje.

El muro viejo en cuya barda abría A la tarde su flor la enredadera,Y al cual la golondrina en el veranoTornaba siempre hacia su antiguo nido.

El susurro del agua alimentando,Con su música insomne el silencio,Los sueños que la vida aún No corrompe,El futuro que espera como página blanca.

Todo vuelve otra vez vivo a la mente,Irreparable ya con el andar del tiempo,Y su recuerdo ahora me traspasaEl pecho tal puñal fino y seguro.

Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?Aquel amor primero, ¿quién lo vence?Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,Tierra nativa, más mía cuanto más lejana?

Como quien espera el alba (1941-1944)

Peregrino

¿Volver? Vuelva el que tenga,Tras largos años, tras un largo viaje,Cansancio del camino y la codiciaDe su tierra, su casa, sus amigos.Del amor que al regreso fiel le espere.

Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,Sino seguir siempre adelante,Disponible por siempre, mozo o viejo,Sin hijo que te busque, como a Ulises,Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,Fiel hasta el fin del camino y tu vida,No eches de menos un destino más

fácil,Tus pies sobre la tierra antes no hollada,Tus ojos frente a lo antes nunca visto.

EL ANDALUZ

Sombra hecha de luz, que templando repele, es fuego con nieve el andaluz.

Enigma al trasluz, pues va entre gente solo, es amor con odio el andaluz.

Oh hermano mío, tú. Dios, que te crea, será quién comprenda al andaluz.

MIGUEL HERNÁNDEZ (1910-1942)

ACEITUNEROS

Andaluces de Jaén,aceituneros altivos,decidme en el alma: ¿quién,quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,ni el dinero, ni el señor,sino la tierra callada,el trabajo y el sudor.

Unidos al agua puray a los planetas unidos,los tres dieron la hermosurade los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,dijeron al pie del viento.Y el olivo alzó una manopoderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,aceituneros altivos,decidme en el alma: ¿quiénamamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,no la del explotadorque se enriqueció en la heridagenerosa del sudor.

No la del terratenienteque os sepultó en la pobreza,que os pisoteó la frente,que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afánconsagró al centro del díaeran principio de un panque sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,los pies y las manos presos,sol a sol y luna a luna,pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,aceituneros altivos,pregunta mi alma: ¿de quién,de quién son estos olivos?

Jaén, levántate bravasobre tus piedras lunares,no vayas a ser esclavacon todos tus olivares.

Dentro de la claridaddel aceite y sus aromas,indican tu libertadla libertad de tus lomas.

VIENTOS DEL PUEBLO

Vientos del pueblo me llevan,vientos del pueblo me arrastran,me esparcen el corazón

y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,impotentemente mansa,delante de los castigos:los leones la levantan

y al mismo tiempo castigancon su clamorosa zarpa.

No soy un de pueblo de bueyes,que soy de un pueblo que embarganyacimientos de leones,desfiladeros de águilasy cordilleras de toroscon el orgullo en el asta.Nunca medraron los bueyesen los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugosobre el cuello de esta raza?¿Quién ha puesto al huracánjamás ni yugos ni trabas,ni quién al rayo detuvoprisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,vascos de piedra blindada,valencianos de alegríay castellanos de alma,labrados como la tierray airosos como las alas;andaluces de relámpagos,nacidos entre guitarrasy forjados en los yunquestorrenciales de las lágrimas;extremeños de centeno,gallegos de lluvia y calma,catalanes de firmeza,aragoneses de casta,murcianos de dinamitafrutalmente propagada,leoneses, navarros, dueñosdel hambre, el sudor y el hacha,

reyes de la minería,señores de la labranza,hombres que entre las raíces,como raíces gallardas,vais de la vida a la muerte,vais de la nada a la nada:yugos os quieren ponergentes de la hierba mala,yugos que habéis de dejarrotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyesestá despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidosde humildad y olor de cuadra;las águilas, los leonesy los toros de arrogancia,y detrás de ellos, el cieloni se enturbia ni se acaba.La agonía de los bueyestiene pequeña la cara,la del animal varóntoda la creación agranda.

Si me muero, que me mueracon la cabeza muy alta.Muerto y veinte veces muerto,la boca contra la grama,tendré apretados los dientesy decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,que hay ruiseñores que cantanencima de los fusilesy en medio de las batallas.

EL NIÑO YUNTERO

Carne de yugo, ha nacidomás humillado que bello,con el cuello perseguido

por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,a los golpes destinado,de una tierra descontentay un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivode vacas, trae a la vidaun alma color de olivovieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empiezaa morir de punta a puntalevantando la cortezade su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y sientela vida como una guerra,y a dar fatigosamenteen los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,y ya sabe que el sudores una corona gravede sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabajamasculinamente serio,se unge de lluvia y se alhajade carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,y a fuerza de sol, bruñido,con una ambición de muertedespedaza un pan reñido.

Cada nuevo día esmás raíz, menos criatura,que escucha bajo sus piesla voz de la sepultura.

CANCIÓN ÚLTIMA

Pintada, no vacía: pintada está mi casa del color de las grandes pasiones y desgracias.

Regresará del llanto adonde fue llevada con su desierta mesa con su ruidosa cama.

Florecerán los besos sobre las almohadas. Y en torno de los cuerpos elevará la sábana su intensa enredadera nocturna, perfumada.

El odio se amortigua detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

(EL HOMBRE ACECHA)

Las nanas de la cebolla

La cebolla es escarcha cerrada y pobre

escarcha de tus días y de mis noches;

hambre y cebolla, hielo negro y escarcha

grande y redonda.

En la cuna del hambre mi niño estaba,

con sangre de cebolla se amamantaba,

pero su sangre, escarchada de azúcar,

cebolla y hambre.

Una mujer morena resuelta en luna,

se derrama hilo a hilo sobre la cuna;

ríete, niño, que te traigo la luna

cuando es preciso.

Tu risa me hace libre, me pone alas,

soledades me quita, sangre me arranca,

boca que vuela, corazón que en tus labios

relampaguea.

Es tu risa la espada más victoriosa,

vencedor de las flores y las alondras,

rival del sol, porvenir de mis huesos

y de mi amor.

Desperté de ser niño, nunca despiertes;

triste llevo la boca, ríete siempre,

siempre en la cuna defendiendo la risa

pluma por pluma.

Al octavo mes ríes con cinco azahares,

con cinco diminutas ferocidades,

con cinco dientes, como cinco jazmines

adolescentes.

Frontera de los besos serán mañana,

cuando en la dentadura sientas un arma,

sientas un fuego correr dientes abajo

buscando el centro.

Vuela, niño, en la doble luna del pecho.

Él triste de cebolla, tú satisfecho;

no te derrumbes, no sepas lo que pasa

ni lo que ocurre.

Elegía a Ramón Sijé

Yo quiero ser llorando el hortelano

de la tierra que ocupas y estercolas

compañero del alma, tan temprano.

Un manotazo duro, un golpe helado,

un hachazo invisible y homicida,

un empujón brutal te ha derribado.

Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,

no perdona a la vida desatenta,

no perdona a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta

de piedras, de rayos y hachas estridentes,

sedienta de catástrofes y hambrienta.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:

por los altos andamios de las flores

pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,

y tu sangre se irá a cada lado

disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,

llama a un campo de almendras espumosas

mie avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de la rosas

del almendro de nata te requiero,

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.

ÁNGEL GONZÁLEZ (1925-2008)

Muerte en el olvido

Yo sé que existoporque tu me imaginas.Soy alto porque tu me creesalto, y limpio porque tú me mirascon buenos ojos,con mirada limpia.Tu pensamiento me haceinteligente, y en tu sencillaternura, yo soy también sencilloy bondadoso.Pero si tú me olvidasquedaré muerto sin que nadielo sepa. Verán vivami carne, pero será otro hombre-oscuro, torpe, malo- el que la habita...

Así nunca volvió a ser

Como llevaba trenzala llamábamos trencita en la tarde del jueves.Jugábamos a montarnos en ella y nos llevabaa una extraña región de la que nunca volveríamos.Porque es casi imposible abandonaraquel olor a tierra de su cabello sucio,sus ásperas rodillas todavía con polvoy con sangre de la última caíday, sobre todo,la nacarada nuca donde se demorabanunas gotas de luz cuando ya luz no había.Allí me dejó un día de veranoy jamás regresóa recoger mi insomne pensamiento

que desde entonces vaga por sus brazoscorrigiendo su ruta, terco y contradictorio,lo mismo que una hormiga que no sabe salirde la rama de un árbol en el que se ha perdido.

Capital de provincia

Ciudad de sucias tejas soleadas:casi eres realidad, apenas nidosólo un rumor, un humo desprendido,de las praderas verdes y asombradas.Luego hay hombres de vidas apretadasa tu destino semiderruidoy muchachas que crecen entre el ruidocual si estuvieran entre amor sembradas.A casi todas miro tiernamente,y los viejos alegran tus afuerascon sus traviesas cabelleras blancas.Yo estoy contento y, cariñosamente,caballo gris me gustaría que fueraspara darte palmadas en las ancas.

CIUDAD CERO

Una revolución. Luego una guerra. En aquellos dos años —que eran la quinta parte de toda mi vida—, ya había experimentado sensaciones distintas. Imaginé más tarde lo que es la lucha en calidad de hombre. Pero como tal niño, la guerra, para mí, era tan sólo: suspensión de las clases escolares, Isabelita en bragas en el sótano, cementerios de coches, pisos abandonados, hambre indefinible, sangre descubierta en la tierra o las losas de la calle, un terror que duraba lo que el frágil rumor de los cristales después de la explosión, y el casi incomprensible dolor de los adultos, sus lágrimas, su miedo, su ira sofocada, que, por algún resquicio,

entraban en mi alma para desvanecerse luego, pronto, ante uno de los muchos prodigios cotidianos: el hallazgo de una bala aún caliente, el incendio de un edificio próximo, los restos de un saqueo —papeles y retratos en medio de la calle... Todo pasó, todo es borroso ahora, todo menos eso que apenas percibía en aquel tiempo y que, años más tarde, resurgió en mi interior, ya para siempre: este miedo difuso, esta ira repentina, estas imprevisibles y verdaderas ganas de llorar.