Antonio Prieto. Símbolo y Representación

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  • Cuadernos E. S. C.

    Antonio Prieto Stambaugh

    Smbolo y representacin: Geertz, Taussig y Derrida

    Textos de crtica y revisin bibliogrfica preparados por el Proyecto Ensayo, simbolismo y campo cultural (Proyecto CONACYT 1 000-PH)

    Mxico, 1998

  • SMBOLO Y REPRESENTACIN: GEERTZ, TAUSSIG Y DERRIDA

    Por Antonio PRIETO STAMBAUGH

    AUT~NOMA DE MXICO UNIVERSIDAD NACIONAL

    Clifford Geertz

    N SU OBRA THEINTERPRETATION OF CULTURES, publicada en 1973 E (en Mxico aparece con el ttulo La interpretacinde las cultu- ras, catorce aos despus), el antroplogo estadounidense Clifford Geertz expone su acercamiento a la labor interpretativa y al pro- blema de la descripcin etnogrfica. Geertz parte del enfoque es- tructuralista que ve a la cultura como una red de signos y smbolos tejidos por el hombre. Con base en esto, el autor formula una crtica a la tendencia de ver a la antropologa como una rama de las cien- cias naturales. Al ser una disciplina que analiza la cultura como un lenguaje y por lo tanto como un fenmeno intersubjetivo, el anlisis que realice no debe ser el de una ciencia experimental en busca de leyes, sino una interpretativa en busca de significaciones (p. 20).

    El carcter intersubjetivo de la interpretacin queda expuesto ms adelante cuando Geertz seala: El quid de un enfoque se- mitico de la cultura es ayudarnos a lograr acceso al mundo con- ceptual en el cual viven los actores, de suerte que podamos, en el sentido amplio del trmino, conversar con ellos (p. 35). El autor advierte que un acercamiento interpretativo e intersubjetivo hace a la prctica etnogrfica esencialmente discutible (trmino de W. B. Gaille, citado en p. 39). As, los modos de representacin del texto etnogrfico deben ser estudiados, as como el papel que tiene el etngrafo dentro del estudio. Estas primeras reflexiones sirvie- ron como detonador para la antropologa contempornea (posmo- derna y reflexiva) y su nfasis en la desconstruccin del discurso etnogrfico.

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    Como mtodo interpretativo, Geertz rescata la tcnica de descripcin densa (thick description) que propusiera Gilbert Ryle. Este tipo de anlisis implica no slo la sistemtica y minu- ciosa descripcin del fenmeno estudiado, sino adems un intento de hallar la intencin de los ejecutantes. La carga intencional que hay detrs de un acto es la que le da densidad a una descripcin. Por otro lado, el autor explica: La tarea esencial en la elaboracin de una teora es, no codificar regularidades abstractas sino hacer posible la descripcin densa, no generalizar a travs de casos parti- culares, sino generalizar dentro de stos (p. 36). El procedimiento es similar al de una inferencia clnica en busca no de leyes o pre- dicciones, sino de diagnsticos. La doble tarea del etngrafo, entonces, es la de

    descubrir las estructuras conceptuales que informan los actos de nues- tros sujetos, lo dicho del discurso social, y construir un sistema de anlisis en cuyos trminos aquello que es genrico de esas estructu- ras, aquello que pertenece a ellas porque son lo que son, se destaque y permanezca frente a los otros factores determinantes de la conducta humana. En la etnografa, la funcin de la teora es suministrar un vo- cabulario en el cual pueda expresarse lo que la accin simblica tiene que decir de s misma, es decir, sobre el papel de la cultura en la vida humana (pp. 37-38; las cursivas son mas).

    Geertz no resuelve la paradoja de tener que expresar lo que los otros y sus acciones simblicas dicen sobre s mismos. Se tra- ta de registrar objetivamente al mundo de la (inter) subjetividad? Donde Geertz se qued a medio camino, antroplogos posmo- dernos como James Clifford retomaran el debate, llevndolo a sus lmites. La mirada recaera ya no sobre el sujeto a ser interpre- tado, sino sobre las polticas del texto que pretende interpretar, y sobre la disfrazada autoridad del autor. En su intento de problema- tizar la prctica etnogrfica, Geertz ofrece una meditacin sobre el papel del ensayo. Geertz enfatiza una y otra vez que la antropologa no debe perder de vista las dificultades inherentes a la actividad de registrar grficamente al sujeto estudiado. Advierte que el hecho social cobra significado en su inscripcin, es decir, en el registro que transforma al hecho fugaz en un relato. Lo escrito ya es la palabra interpretada, es decir, no hay texto inocente o transparente, libre de la intencin del autor. As, Geertz propone al ensayo como un gnero natural para presentar a las interpretaciones culturales y a las teoras que lo sustentan. A diferencia del texto cientfico, el

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    ensayo evita las generalizaciones y aborda lo especfico. El anlisis cultural ensaystico es osado; busca la profundidad sin pretensio- nes unificadoras; no pretende acumulacin jerrquica, sino dilogo crtico con otros ensayos.

    En el captulo quinto de su libro, titulado Ethos, cosmovisin y el anlisis de los smbolos sagrados, Geertz propone que la re- ligin es un sistema interpretativo por medio del cual l o screyentes extraen -sin proponrselo conscientemente- significados de un entorno catico: es un sistema que conserva los significados que una sociedad otorga a las cosas, para que el individuo los pueda interpretar. La religin apela simultneamente al intelecto y a las emociones dentro de su funcin de regular la conducta humana. As, la religin vincula al ethos (aspecto moral y esttico de una cul- tura dada, las actitudes subyacentes de los individuos) con la cos- movisin (aspectos cognitivos y existenciales, donde los individuos su concepto e imagen de lo que es la naturaleza, el ser y la socie- dad). Con base en lo anterior, Geertz explica la importancia de los smbolos sagrados de la siguiente manera:

    Pero los significados slo se pueden almacenar en smbolos: una cruz, una media luna o una serpiente emplumada. Esos smbolos re- ligiosos, dramatizados en ritos o en mitos conexos, son sentidos por aquellos para quienes tienen resonancias como una sntesis de lo que se conoce sobre el modo de ser del mundo, sobre la cualidad de la vida emocional y sobre la manera que uno debera comportarse mientras est en el mundo. Los smbolos sagrados refieren pues una ontologa y una cosmologa a una esttica y una moral: su fuerza peculiar pro- cede de su presunta capacidad para identificar el hecho con el valor en el nivel ms fundamental, su capacidad de dar a lo que de otra ma- nera sera meramente efectivo una dimensin normativa general (pp. 1 18-1 19).

    El poder del smbolo descansa en su capacidad de abar- car y conectar lo que se percibe como separado. Cuando dos elementos dismbolos se asocian en el smbolo, adquieren nue- vos significados. Pero quiz ms importante es la observacin que hace Geertz sobre la capacidad del smbolo de unificar ele- mentos dispares como lo normativo y lo metafsico y, por me- dio de esa unin, hacerlos parecer naturales y necesarios. Se re- mite a la arbitrariedad que Saussure sealaba en el signo, pe- ro invita a analizar por qu esa arbitrariedad parece natural.

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    Michael Taussig

    M ICWL TAUSSIG es, junto con James Clifford y George E. Mar- CUS, uno de los mximos exponentes de la llamada antropologa posmoderna en los Estados Unidos. Nacido en Australia, estu- di antropologa y medicina psiquitrica en la London School of Economics. A principios de los setenta, inici una serie de viajes a Sudamrica para estudiar los sistemas de produccin campesinos y mineros, particularmente en Colombia y Bolivia. Una de sus in- tenciones, adems, era la de prestar sus servicios como mdico a los campesinos e indgenas involucrados en movimientos de resis- tencia. El primero de sus cinco libros publicados hasta ahora, Des- truccin y resistencia campesina: el caso del litoral Pacfico, es prcti- camente desconocido fuera de Colombia, donde apareci en 1978 (editorial Punta de Lanza). Taussig dio a conocer la antropologa estadounidense en 1980 con The devil and commodiy fetichism in South America, mismo que fue traducido al espaol trece aos des- pus. En l, Taussig se propone analizar no la naturaleza del signo- en-s, sino lo que sucede con los conceptos del signo y el smbolo cuando chocan los mundos simblicos europeos (capitalistas) con los mundos simblicos campesinos (precapitalistas). Nuestro au- tor examina el rito de paso hacia el proletariado que efectan los campesinos en el marco de la violencia colonialista y capitalista. Para entender la colisin de significados y la resistencia que presen- tan los campesinos de Colombia y los mineros de Bolivia, Taussig se vale del concepto del fetiche desde por lo menos dos perspecti- vas: la precapitalista, estudiada por Marcel Mauss, y la capitalista, estudiada por Karl Marx. El fetichismo precapitalista es aquel en el que los objetos creados por el hombre adoptan la calidad de entes animados, o bien absorben y por lo tanto representan las relacio- nes sociales de quienes los manejan o intercambian. Por ejemplo, Mauss analiza el papel del don (regalo o dvida) en donde el objeto que se otorga contiene una fuerza vital que obliga a la reciprocidad. Para Marx, el fetichismo de la mercanca es aquel en que el artculo de consumo aparece como su propia fuente de valor. La mercanca oculta las relaciones sociales y de trabajo que le dieron origen de tal forma que la cosa adquiere ms importancia que la persona e incluso llega a dominarla. As, las cosas se vuelven personalizadas y las personas cosificadas. Como explica Taussig:

    El fetichismo que se encuentra en la economa de las sociedades pre- capitalistas surge del sentido de unidad orgnica entre las personas y

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    sus productos, y esto marca un agudo contraste con el fetichismo de los bienes de consumo de las sociedades capitalistas, resultante de la divisin entre las personas y las cosas que stas producen e intercam- bian. El resultado de esta divisin es la subordinacin de los hombres a las cosas que ellos producen, que parece ser indispensable y poseer poderes propios (Taussig 1993: 60-61).

    La crtica al fetichismo capitalista no implica nostalgia por lo precapitalista, sino una crtica a la tendencia de ver al significado como inherente y naturalmente vinculado al significante. En el fetiche, el significante (la mercanca) depende del significado (la re- lacin social), pero el primero disfraza y borra al segundo. No obs- tante el borrado no implica eliminacin, sino un proceso en donde la mercanca absorbe, por as decirlo, la fuerza vital de lo que re- presenta para as quedar vivificada. Es imperativo en este con- texto distinguir las relaciones sociales (de trabajo y de poder) que constituyen al significado. Taussig advierte que su anlisis simbli- co no considera a las relaciones sociales como el significado y por lo tanto la esencia del signo en el sentido saussureano. Las relaciones sociales son, a su vez, otro sistema de convenciones, de significantes encadenados. No se trata de hallar un significado esen- cial, sino de analizar qu significa el signo para los actores sociales dentro de un contexto dado. En su trabajo de campo Taussig se encontr con el smbolo del diablo constantemente asociado a las prcticas econmicas de los campesinos que estn transitando al proletariado. As, el diablo simboliza algunos rasgos importantes de la historia poltica y econmica. Es virtualmente imposible se- parar la historia social de este smbolo de la codificacin simblica de la historia que lo crea (p. 11). De esta forma, el anlisis del smbolo, a travs de lo que Taussig llama desconstruccin dialc- tica, implica no ver al signo como una estructura abstracta, sino como una idea histrica y polticamente constituida. Taussig pro- pone dejar al descubierto las estrategias que ocultan el carcter so- ciopoltico del signo para hacerlo parecer natural y necesario . A travs de la desfamiliarizacin de un entorno social que aparece como natural, Taussig inicia aqu una estrategia -tomada de la na- rrativa surrealista- que continuar con mayor arrojo en sus obras posteriores. Uno de sus propsitos es poner en evidencia las for- mas irracionales subyacentes a la racionalidad capitalista. As, la magia de la produccin y la produccin de la magia se entien- den como dos caras de la misma moneda (p. 40).

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    En la narrativa de Taussig asistimos a una colisin de significa- dos dentro del escenario colonialista/capitalista. Esta colisin tie- ne implicaciones epistemolgicas, es decir, nos hablan de las trans- formaciones que se efectan en las distintas formas de percibir las relaciones humanas. En el caso del campesinado, por ejemplo, es- tamos ante un proceso de resistencia que lucha contra la enajena- cin implcita en el nuevo fetichismo de la mercanca. El diablo es un smbolo mediador que tiene el papel de los personajes que ha- bitan la zona liminal expuesta por Victor Turner en su anlisis de los ritos de paso. Los campesinos en vas de proletarizacin son a la vez personajes del umbral, seres transicionales (cuya posicin) es la de negar y afirmar simultneamente todas las posiciones es- tructurales (p. 142). Esto explica la actitud ambivalente hacia el capitalismo que demuestra este sector.

    * * *

    EN un anlisis posterior sobre el fetichismo de Estado (en el en- sayo Maleficium: state fetichism dentro del libro The nervoussystem,publicado en 1992), Taussig ofrece un evocador replantea- miento del concepto del fetiche, donde seala que la E mayscula de la palabra Estado es una forma de reificar un poder que no se esconde detrs de la mscara, sino que es la mscara. La estrategia aqu es la de enfocarse sobre el significante y su extraa y sin embar- go natural forma de cobrar vida ante la percepcin de los pue- blos. As, un sistema constituido arbitrariamente, como es el polti- co, adquiere una corporeidad nerviosa: se convierte en un Siste- ma Nervioso ubicuo al grado de introducirse en el sistema nervioso de la gente. Taussig explica as el control que ejerce el Estado sobre los cuerpos de sus ciudadanos, y la inmensa dificultad de resistirlo, incluso desde su propia escritura como antroplogo, ya que, como advierte, whenever 1 try to resolve this nervousness through a little ritual or a little science 1 realize this can make the Nervous System even more nervous (p. 2). Las estrategias narrativas que adopta Taussig, que se valen explcitamente de un montaje anticientfico de gneros y estilos, pretenden evadir el juego del Sistema Nervioso jugando justamente con ese mismo nerviosismo (cuando el Sistema lo que nos quisiera hacer creer es que existe un espacio utpico de orden y calma que justifica su control). Por otro lado, intenta una desconstruccin del signo que va ms all de la crtica a su supuesta arbitrariedad. Lo que hace es, por ejemplo, demostrar que la ar- bitrariedad del Sistema se legitima por medio de la arbitrariedad

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    del signo de tal forma que esas arbitrariedades en ltima instancia parecen inevitables, necesarias y naturales. As, el Estado-con-E- mayscula se constituye como una representacin, un significante que, como fetiche, borra y sustituye al referente (llmese ciudada- nos o relaciones sociales). El significante se desprende del signifi- cado (y del referente) de tal forma que la representacin adquiere no slo el poder de lo representado, sino tambin poder sobre l (p. 128). Taussig basa sus intuiciones en el anlisis que hiciera Durk- heim sobre la sociedad como un sistema que adquiere la calidad reificada de cosa distinta a los individuos que la constituyen.

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    s HAMANISM, colonialism and the wild man: a study in terror and heal- ing, es la obra de Taussig que ms fama y controversia le ha ganado, ubicndolo firmemente en la tendencia posmoderna que descons- truye los discursos antropolgicos por medio de estrategias retri- cas que van desde la autobiografa hasta la poesa. El valor del anli- sis que plantea Taussig en ste y otros libros deriva de su forma de ver la fuerza simultneamente violenta y seductora del capitalismo y del (neo)colonialismo. Estos sistemas tienen xito por su capa- cidad de apropiarse de la cosmovisin de aquellos que se propo- nen explotar. As, los sistemas de dominacin emanados de Euro- pa (y que adoptan las oligarquas criollas) legitiman su poder por medio de discursos cientficos y racionales , cuando en reali- dad estn adoptando estrategias profundamente irracionales. La preocupacin de Taussig ser determinar qu tipo de resistencia se puede dar en este contexto. Como antroplogo, ofrece una crtica a los modos de representacin de los sujetos de estudio, evitando la trampa de explicar cientfica y objetivamente aquello que critica. Proceder as no sera ms que continuar avalando los sistemas de dominacin que fundamentan su poder en relatos positivistas y en categoras kantianas. Como explica el autor en la introduccin del libro: My subject is not the truth of being, but the social being of truth, not whether facts are real but what the politics of their inter- pretation and representation are (p. xiii).

    Es su anlisis de los sistemas de representacin del otro dentro del escenario colonialista que hace til a la obra de Taussig para un proyecto que investiga lo simblico. El autor pone sobre la mesa maneras de abordar crticamente las formas retricas y narrativas que se han utilizado para representar a la otredad indgena, desde

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    los reportes etnogrficos, hasta las novelas de lo real maravilloso. El choque de los sistemas de representacin parece abrir una fisura en el binomio significado/significante, a la vez que relativiza el uso que se da al smbolo en diversos contextos.

    Por ejemplo, Taussig analiza la fuerte carga simblica que tie- nen las imgenes de personajes nacionales y religiosos que son parte de una mitopotica colonial que trabaja en el inconsciente polti- co (p. 185). La diversa interpretacin que se da a imgenes como las tres potencias (un trptico conformado por santos populares de Venezuela: el Negro Felipe, Mara Lionza y el indio Guaicai- puro) y la Nia Mara de Caloto (Colombia), pone de relieve la confluencia de universos epistemolgicos que a la vez se rechazan y atraen. La dialctica terror/deseo que surge entre los indgenas y los colonos encuentra su punto de enfoque en un icono colonial en el que entra en juego a politicized class-and race-sensitive her- meneutic process of semiotic play with the structure of signs es- tablished as images in social experience by the Spanish conquest (p. 198).

    Shamanism, colonialism and the wild man es un alucinante ejer- cicio de crtica narrativa a lo largo de 517 pginas, cuyas fuentes son los relatos acerca de la explotacin de las poblaciones indgenas en la frontera entre Per y Colombia desde el siglo xix.y la propia ex- periencia del autor con indgenas contemporneos en la zona del ro Putumayo. Una tesis es que desde sus inicios el colonialismo utiliz el binomio de terror y seduccin para sojuzgar a los pueblos nativos. Ese juego se basa en las fantasas que construye el con- quistador sobre la naturaleza a la vez salvaje y ertica del indgena cosificado, de tal forma que la hechicera (disfrazada de raciona- lidad) del colonizador se inspira mimticamente en la hechicera del colonizado. Los indgenas resistirn a la violencia y el terror por medio de tradiciones de curandera y de narrativas populares que subvierten la racionalidad del opresor. As expuesta, la tesis parece caer en un binarismo esencialista, pero Taussig se cuida de trazar las ambivalencias y complicidades que se dan en el teatro colonialista.

    Visto como teatro del absurdo o como un teatro de la cruel- dad artaudiano, el juego de poder colonialista es susceptible de desconstruccin. As, Taussig explica que my concern is with the mediation of terror through narration, and with the problem of writ- ing effectively against terror (p. 3). El antroplogo, sugiere el au- tor, debe analizar las estrategias retricas que se usan para describir al terror y para crear un espacio de la muerte dentro del cual los

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    significantes del colonialismo vinculan a la cultura del colonizador con la cultura del colonizado. Al enunciar su estrategia descons- tructiva, cita a Antonin Artaud en su descripcin de la confusin semitica que caracteriza nuestros tiempos donde l ve en la raz de esta confusin una ruptura entre las cosas y las palabras, entre las cosas y las ideas y signos que las representan (Artaud, citado en p. 5). Segn el teatrista francs esta confusin se desencadena en la venganza de las cosas, es decir, del significante. Taussig liga es- ta intuicin con el concepto marxista del fetichismo que explica a resurgent animism that makes things human and humans things ( ib id) .La ruptura semitica, para el autor, es una forma de abordar el uso que hace el colonialismo del texto como cuerpo y del cuerpo como texto, es decir, de cmo el colonizador utiliza a la narrativa para justificar sus incursiones y de cmo se apropia de los cuerpos de los colonizados por medio de las representaciones (imaginarias o/y grficas) de los mismos.

    Los relatos colonialistas, argumenta Taussig, se valen de dife- rentes gneros literarios como el reporte cientfico, la novela, el me- lodrama, para legitimar y dramatizar las incursiones. Por otro lado, los estilos naturalistas y realistas de los relatos disfrazan su carc- ter mitolgico y fantasioso. As, un primer paso sera to s e e the myth in the natural and the real in magic, to demythologize his- tory and to reenchant its reified representation (p. 10). Taussig pone al descubierto as la tendencia a fetichizar al relato y a la re- presentacin de la realidad, otorgndole el carcter de realidad a la representacin. A lo largo de su anlisis de los relatos histricos sobre la explotacin del caucho en Colombia, Taussig sostiene que las representaciones colonialistas se convierten en poderosas for- mas de dominio, una virtual cultura del terror que abreva de un mismico espacio de la muerte, es decir, un espacio simblico que se apodera del inconsciente colectivo tanto de colonos como de in- dios para justificar, de parte de los primeros, la explotacin, y de parte de los segundos, la resistencia. En los relatos que hablan so- bre el supuesto salvajismo y canibalismo de los indgenas, Taussig identifica una conexin entre la retrica y la violencia (p. 108). Los relatos crean un discurso de terror ubicuo en el cual el significan- te se contamina de significados ambiguos que se dirigen a explotar al representado. Para el autor resultar de importancia fundamen- tal identificar hasta qu punto podr el representado subvertir la representacin (p. 135).

    En la segunda parte del libro, titulada Healing, Taussig se dedica al estudio del imaginario indgena y la medicina tradicional

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    como formas de resistir la Violencia semitica del colonialismo. Por ejemplo, en la relacin entre el chamn y su paciente se desarrolla una interpretacin de la enfermedad individual y social que replan- tea a las narrativas europeas sobre la divisin cuerpo/sociedad, na- turaleza/cultura. Las visiones chamnicas ( pintas , inducidas por la ingestin del yag) permiten a quienes participan de ellas crear imgenes socialmente efectivas, es decir, imgenes que abren vlvulas de escape al escenario colonialista por medio de monta- jes sorprendentes, el uso del humor y de representaciones que son a la vez icnicas e irnicas (p. 201).

    Taussig sugiere que estamos ante una dialctica que articula una oposicin anloga a la que identificara Saussure entre lengua y habla, pero con la diferencia de que aqu la lengua y el habla son de una naturaleza ms icnica que acstica. El habla popular, por me- dio de su doble epistemologa, pone en jaque al lenguaje maestro que maneja la clase gobernante (p. 202). La doble epistemologa parece remitirse a la manera que tiene el habla de valerse de imge- nes afectivas. As, es a travs del imaginano simblicopopular (en este caso indgena) que se puede pensar en maneras de curar el te- rror del colonialismo.

    En el captulo titulado Wildness , Taussig analiza las repre- sentaciones de lo salvaje en el imaginario europeo. Sugiere que, si bien los conquistadores trajeron al continente el concepto de lo salvaje para proyectarlo sobre el indgena, ste a su vez se apropia de lo salvaje no slo para contrarrestar la opresin, sino fundamentalmente para desestabilizar la unidad del smbolo en s, es decir, de la totalizacin trascendente que vincula a la imagen con el referente. Como en un juego de espejos, el indgena devuelve al colonizador el smbolo del salvaje, pero subvertido, de forma que su significado se ha vuelto inesta- ble. As, wildness pries open this unity and in its place creates slippage and a grinding articulation between signifier and sig- nified. Wildness makes of these connections spaces of dark- ness and light in which objects stare out in their mottled naked- ness while signifiers float by. Wildness is the death space of sig- nification (p. 219). Con estos juegos retricos Taussig se propone colocar en relieve el papel de lo salvaje al subvertir la estabilidad que las construcciones tericas de la lingstica quisieran atribuir- le al signo y al smbolo. Advierte que los sistemas de poder siem- pre reclutan al salvajismo para procurar su justicia. El salvajismo que ponen en juego los chamanes, por el contrario, acaba con las

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    dicotomas del bien y del mal, el orden y el caos, finalmente alin- dose con el caos para convocar el proceso de la curacin. Aqu el autor critica la tendencia de la antropologa de asignar al rito la funcin universal de restaurar orden al caos (Turner). La idea del orden, sugiere, est vinculada a la prctica de fijarle significados a los significantes. Las tcnicas chamansticas abren un espacio entre esos trminos por medio de la reordenacin epistemolgica propia del montaje, de forma que la memoria colectiva del oprimido cues- tione la hegemona impuesta por la historia oficial del opresor. Las tcnicas de montaje que Taussig identifica en las pintas del yag producen un efecto de distanciamiento, como lo entenda Ber- tolt Brecht, que permite una actitud crtica ante el drama del teatro colonialista.

    Un concepto central en los argumentos de Taussig es el cono- cimiento social implcito, que vincula al concepto del significado ob- tuso, que usara Barthes para distinguir a las imgenes de los signos, que se rigen ms bien por el significado obvio. El significado obtu- so de las imgenes y los smbolos, sostiene Barthes, pertenece a la familia del albur o juego de palabras, as como al carnaval (citado en p. 390). El conocimiento social implcito, entonces, es

    an essentially inarticulable and imageric nondiscursive knowing of so- cial relationality, and in trying to understand the way history and me- mory interact in the constituing of this knowledge, 1 wish to raise some questions about the way that certain historial events, notably poli- tical events of conquest and colonization, become objectified in the contemporary shamanic repertoire as magically empowered imagery capable of causing as well as relieving misfortune (p. 367).

    Aqu el autor hace referencia a la Tesis sobre la filosofa de la historia de Walter Benjamin, en la que el filsofo alemn rescatara el poder de lo imaginario en la construccin y desconstruccin de una praxis poltica. El imaginario, para Benjamin, est vinculado al inconsciente colectivo, y es el terreno frtil para despertar impulsos revolucionarios. El montaje inesperado de imgenes dialcticas desfamiliariza lo familiar y pone en movimiento la capacidad crtica.

    As, las imgenes que manejan los indgenas del Putumayo enfa- tizan constantemente la dependencia del significado en la poltica (p. 391), es decir, ponen al descubierto la pretensin colonialista de domesticar al salvajismo y la otredad, y relativizan la produc- cin de significados. Taussig analiza creencias populares en la re- gin tales como la envidia, que produce una serie de relaciones so-

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    ciales conducentes al equilibrio de los bienes materiales de una co- munidad. La envidia es causa de infortunios y obliga a las vctimas a buscar los servicios de un chamn. La relacin que entablan el paciente y el chamn produce un discurso habitado por una hueste de impresiones sensoriales, estados de nimo, sentimientos ambiva- lentes de certeza y duda, que forman parte del conocimiento social implcito, conocimiento desdeado por la filosofa clsica occiden- tal, pero que segn Taussig es la base de gran parte del actuar y saber humano. En el discurso catico y ambivalente de la relacin paciente/chamnTaussig ve una anarqua revolucionaria que le ro- ba al Dios cristiano y al orden colonial su dominio sobre el destino del oprimido. El paciente y el chamn crean un mundo de signifi- cados obtusos que desestabilizan al signo e introducen el azar. Para Taussig, entonces, los indgenas del Putumayo se apropian del po- der de los smbolos con la conciencia de que el vnculo entre signifi- cado y significante depende de relaciones sociales y polticas, y que por lo tanto el infortunio de la opresin puede llegar a ser curado.

    Jacques Derriday la desconstruccin del signo

    Todo lo que dice Jacques Derridasobre el signo no es verdad.. . ni mentira.

    Es decir, Derrida lucha contra cualquier intento metafsico de buscar la verdad tras el signo, llmese sta significado, referen- te, objeto, Ser, o cualquier otra categora ontolgica. Su recha- zo de las estructuras de oposiciones binarias que rigen al pen- samiento occidental (cuerpo/mente, naturaleza/cultura, significa- dohignificante, ad infinitum)le lleva ms all de la pretensin de dictaminar la verdad o la mentira de un signo dado. Por lo tanto, sus anlisis se enfocan, ms que en la malinterpretacin, en la multiinterpretacin de un signo dentro del ocano de signifi- cantes.

    El smbolo pertenece a la familia de los signos, y por lo tanto est sujeto a las estrategias gramatolgicas (que no semiticas) de la desconstruccin. El pensador francs se cuida de advertir que la desconstruccin no es un mtodo de interpretacin, sino ms bien una estrategia que ataca la aparente estabilidad gramatical del len- guaje. Su propsito, empero, no es destruir el lenguaje, sino abrirlo a sus dimensiones histricas. En este sentido, se rescata la memoria del signo al hacer una lectura minuciosa de sus texturas.

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    La textura del signo se remite no a su significado, sino a sus huellas, es decir, su densidad etimolgica e intertextual. Este impulso abre al signo a un anlisis de su insercin en un contexto sociopoltico, toda vez que se entiende su significado no corno una esencia inmu- table, sino como otro significante histricamente determinado.

    El trmino desconstruccin apareci por primera vez a finales de los sesenta en los textos tempranos de Derrida: De la gramma- tologie, Lcnture er la diffrance y La VOUC et le phnomhne (todos publicados en 1967), mismos que inician una transformacin de los paradigmas tericos en las ciencias humanas.1 En esas obras, De- rrida formula poderosas crticas a la fenomenologa de Husserl, a la lingstica de Saussure, al psicoanlisis de Freud y Lacan y al estruc- turalismo de Lvi-Strauss. De ah que el movimiento que iniciara Derrida se conoce como postestructuralismo.

    A tono con el posmodernismo, la desconstruccin anuncia el fin de los grandes relatos y pone al descubierto la inestabilidad del sig- no lingstico, as como del autor. Cuestiona la metafsica de la presencia fenomenolgica y el intento de fijar la esencia del Ser. Derrida sostiene que la filosofa occidental desde Platn incurre en el fonocentrismo, es decir, en la tendencia a privilegiar a la pala- bra oral por sobre la escrita. El fonocentrismo es la creencia de que la palabra hablada est ms cerca del Ser y que la escritura no es ms que su apndice. La metafsica de la presencia, entonces, es la afirmacin de que puede el sujeto entrar en un contacto directo y sin mediaciones con la realidad. Esta aoranza por las esencias es un indicador de la creencia de que existen conexiones necesa- rias y estables entre el significado y el significante, conexiones que crean un efecto de la realidad como aprehensible (Cf.Lcriture pp.

    En su revaloracin del texto, Derrida hace que la escritura ya no aparezca como suplementaria de algo que se encuentra ms all de ella. El significante ya no estar en la eterna bsqueda del significa- do, ya que este ltimo siempre estar en otra parte, diseminado a lo largo de la cadena de significantes. Finalmente, un significante no remitir ms que a otro significante, proceso que en literatura Julia

    41-44 y 409-411).

    El ritmo de traduccin de estas obras al espaol fue irregular. De la gama- tologaapareci relativamente pronto, cuatro aos despus de su publicacin ori- ginal, en la editorial Siglo XXI de Buenos Aires (1971). L aw z y elfenmeno apa- reci en la editorial Pretextos de Valencia en 1985, y La escritura y la diferencia apareci veintids aos despus de su publicacin original en la editorial Anthro- pos de Barcelona.

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    Kristeva llam intersexualidad. Cabe advertir que Derrida, en su crtica al fonocentrismo, no busca privilegiar al texto. Para l, la escritura puede aplicarse a todo proceso de significacin, tanto iconicogrfica como fontica.

    Un ensayo fundamental para entender su crtica al signo es Diffrance , derivado de una conferencia pronunciada en 1968 y publicada en Los mrgenes de la jilosofia (ttulo en francs Mar- ges) en 1972. En l propone un neologismo que combina los con- ceptos de diferenciar y diferir; el uno para realizar distinciones es- paciales, y el otro para posponer una empresa o una representa- cin final a nivel temporal. El trmino, diflrance, sirve para pensar en la eterna demora del signo en revelar su alteridad (o diferencia) o significado. Segn Derrida, la diflrance apunta al movimiento segn el cual el lenguaje [. . .] est histricamente constituido por un tejido de diferencias (1986: 405). As, ya no se busca el origen del signo, sino su huella, es decir, un conjunto de significantes presentes en su ausencia. Para ilustrar, Derrida ofrece la metfora del palimpsesto, es decir, el escrito debajo del cual se adivinan los dems textos borrados con anterioridad. As, el mto- do desconstructivo busca el lugar en donde el texto oculta y cubre su estructura gramtica. No estamos ante una descripcin densa (Geertz), sino ante una lectura minuciosa que lleva a interro- gar y psicoanalizar la grafa misma del texto, descubriendo los lapsus inherentes en su ejecucin. En lugar de preguntarse lo que quiere decir un texto, se pregunta aquello que oculta. Esto llevar a descubrir las oposiciones binarias (naturaleza/cultura, su- jeto/objeto, razn/intuicin)que privilegian a un trmino sobre el otro. Por medio de juegos lingsticos, indagaciones etimolgicas y el desplazamiento de significados, la desconstruccin pone al descu- bierto las estrategias retricas del autor y de su texto, evidenciando as su intencin poltica. Semejante enfoque en la textualidad tien- de a matar al autor y a celebrar al lector. sta pareciera ser una propuesta revolucionaria y literalmente antiautoritaria que in- tenta derrocar la tirana del significado y del autor, para reivindicar el papel de la comunidad de lectores.

    La diflrance, entonces, implica el desdoblamiento del signo a fin de reconocer el juego interno de alteridades o huellas que tien- den a borrarse de la memoria del lector-inserto-en-el-lenguaje. Pa- ra Derrida, la desconstruccin es una lucha contra la amnesia que amenaza al signo 4 al smbolo- y lo tiende a convertir en un fe- tiche a-histrico.

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    * * *

    EL libro L adesconstruccin en las fronterasde la filosofa:lareti- rada de la metfora rene dos ensayos (originalmente conferencias) en los que Derrida recapitula y revisa sus nociones sobre la metfo- ra y la representacin, desarrolladas durante los veinte aos que precedieron su publicacin. El que haya aparecido en espaol tan slo dos aos despus de su publicacin original da testimonio del creciente inters por los escritos del pensador francs en el mundo de habla hispana.

    Al hablar de la retirada de la metfora o de la clausura de la representacin, Derrida intenta una crtica a la prctica, dentro de la lingstica y la filosofa occidental, de asignar a la metfora y a la representacin lugares secundarios dentro del proceso signi- ficante, como si stos no fueran ms que conceptos que hacen las veces de sustitutos de la Verdad (llmese sta significado, cosa, o Ser). En el primer ensayo, La retirada de la metfora, inicia un replanteamiento de las maneras de pensar la metfora. Lo que se retira no es la metfora en s, sino las prcticas logocntricas que le asignan un valor suplementario. L a filosofa tradicional, sostiene Derrida, le exige a la metfora retirarse para que entonces salga a luz la Verdad. Sin embargo la metfora es mucho ms fundamen- tal de lo que generalmente se piensa, ya que, por ejemplo, resulta imposible hablar de la metfora sin tener que recurrir a metforas. As, Derrida arranca con metforas al recordar que la palabra en griego metaphonks significa medio de transporte. Por lo tanto:

    Metuphora circula en la ciudad, nos transporta como a sus habitan- tes en todo tipo de trayectos con encrucijadas, semforos, direccio- nes prohibidas, intersecciones o cruces, limitaciones y prescripciones de velocidad. De una cierta forma -metafrica, claro est, y como modo de habitar- somos el contenido y la materia de ese vehculo: pasajeros, comprendidos y transportados por metfora (p. 35).

    En este pasaje, Derrida usa el verbo en modo pasivo para indi- car que no ejercemos control sobre la metfora, y que sus trayectos nos llevan a lugares inesperados, que sin embargo estn sujetos a las leyes de trnsito. La preocupacin por el sistema legal y sus pro- hibiciones ser un tema que Derrida abordar al final del segundo ensayo.

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    Al hablar d e la metfora, Derrida recurre a su concepto d e hue- lla para trazar la larga historia de usos por los que ha pasado esa vie- ja palabra. El uso implica un desgaste, pero tambin una contami- nacin que deja residuos legibles. Uno de los usos que se le ha dado a la metfora es el que propusiera Heidegger al decir que la metfo- ra pertenece al campo de la metafsica. La filosofa de Heidegger opera con las oposiciones de visible/invisible, figurado/propio, en las que la metfora pertenece al primer campo, mientras que el segun- do es el campo de las esencias. Derrida advierte que la metafsica es una metfora del Ser (p. 57) y que, si el Ser se presenta en la metafsica, ste mismo es por lo tanto ya una metfora.

    Ms adelante, Derrida aborda las intuiciones que tuviera Hei- degger sobre la relacin que hay entre el pensamiento y la poesa, replanteamiento pertinente al estudio del ensayo y su relacin con los smbolos culturales de una sociedad. Derrida habla de la rela- cin pensamiento-poesa como una vecindad, es decir, sugiere una contigidad espacial y casi metonmica. Esa vecindad est constitui- da por un trazo que puede entenderse tambin como lmite o fronte- ra (pp. 64-67). El trazo que une/separa a la poesa y al pensamiento est ah, pero velado, en constante retirada al grado de no dejar huella. Aqu Derrida otorga gran importancia al concepto heideg- geriano d e encentadura (AujEss), que remite al mutuo desgas- te que experimentan esos dos trminos aparentemente opuestos pero que estn enlazados en un juego interminable. Esto equi- vale a decir que la esencia-que-nunca-es-esencia es finalmente un desgaste, una diseminacin, un desmantelamiento en cuyo juego la destruccin y la creacin van acompaadas. El desdoblamiento y desgaste d e la metfora en este ensayo conduce a la afirmacin bajtiniana d e que hay siempre ms d e una lengua en la lengua (p. 72), y que por lo tanto los signos, las metforas y los smbolos estn siempre en constante actuacin,performance y juego d e aper- tura hacia la diferencia y la otredad.

    En el segundo ensayo, Envo, Derrida inicia examinando el performance o ritual codificado que acompaa y contextualiza toda representacin:

    El aparecer [...] no se produce sin aparato, en l se hace de repente sealable la presencia o la presentacin, sta se pres- ta a quedar sealada en la representacin. Y lo sealable pro- duce un acontecimiento, una reunin consagrada, una fiesta o un ritual destinada a renovar el pacto, el contrato o el smbolo (P. 79).

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    Derrida encadena las palabraspacto, contrato y smbolo para en- fatizar el uso del smbolo segn su etimologa (mbolon = lo que unifica), tal y como hiciera en su estudio La vrit enpeinture (1978), cuando habla del smbolo como un mutuo acuerdo de hablar sobre un tema, reconocer similitudes y sealar diferencias. Para que exis- ta el smbolo, debe existir el par, una comunidad de hablantes (1987: 293).

    Derrida ya haba escrito sobre la representacin en su ensayo Le thiitre de la cruaut et la cloture de la reprsentation (1966),que se basa en los escritos de Antonin Artaud para criticar el uso devaluado de la representacin en el teatro. All, Derrida advierte que para l Clausura es un espacio de juego, en el que la pre- sencia se consume y difiere en la representacin, por lo que en su clausura, la representacin contina (1978: 250).

    En Envo, Derrida ampla su anlisis a los diferentes cam- pos y usos de la representacin: el esttico, el poltico, el lingsti- co, etc., o sus formas gramaticales como verbo, adjetivo, etc. As, seala la polisemia del vocablo, que se extiende a sus traducciones en los distintos idiomas. La clausura de la representacin es en- tonces aqu una apertura a travs de las fronteras del lenguaje, los significados y aun las filosofas. Derrida seala que la lingstica insiste en la existencia de un invariante bajo la diversidad de las transformaciones semnticas (p. 83), es decir, una identidad esta- ble que ancla a la palabra y le impide viajar. As, representacin es una palabra que representa la polisemia del signo.

    En seguida, Derrida aborda nuevamente a Heidegger para quien la marca de la modernidad a partir de Descartes es que el ente llega a ser ente en la representacin. Heidegger sostiene que para la filosofa socrtica el mundo es manifestacin de una presencia visible y aprehensible, mientras que para la modernidad el mundo es representacin. De ah que la filosofa moderna, afirma Derrida, busque restituir en un segundo momento a la presencia, eventual- mente en efigie, espectro, signo o smbolo, lo que no estaba o ya no estaba ah, pudiendo tener por otra parte ese no o ya-no una gran diversidad de modalidades (p. 92). As, Heidegger mantiene que la poca moderna se distingue por otorgarle gran autoridad a la re- presentacin como vehculo de aprehender al Ser.

    Derrida advierte, sin embargo, que en la modernidad existe un impulso antirrepresentativo, un prejuicio a los signos co- mo representantes autnticos de lo otro, y sugiere que el prejuicio est vinculado al rechazo por la representacin poltica.

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    En lo que se refiere a las diferentes modalidades de relacin entre el sujeto y la representacin, el pensador francs sostiene que el sujeto puede representarse signos, a la vez que ser un represen- tante de otras realidades, al grado que estructurado por la repre- sentacin, el sujeto representado es tambin sujeto representante. Un representante del ente y en consecuencia tambin un objeto (p. 9). Aqu Derrida parece atacar nuevamente la pretensin que pueda tener el sujeto de ser el autor de la representacin y controlar su significado. Bajo esta ptica, el hombre es parte de una cadena de significantes: Tiene representaciones, se representa, pero tam- bin representa algo o alguna otra cosa (p. 101).

    Derrida advierte que la tendencia a considerar la representa- cin como idea o realidad objetiva de la idea tiene consecuen- cias polticas toda vez que est peligrosamente encadenada a la representacin como delegacin, eventualmente poltica, y en con- secuencia a la sustitucin de sujetos identificables los unos con los otros y tanto ms reemplazables cuanto que son objetivables. Tal situacin tiene como consecuencia el reverso de la tica demo- crtica y parlamentaria de la representacin, a saber, el horror de las subjetividades calculables, innumerables pero numerables, com- putables [...] el mundo de las masas y los massmedia que sera tambin (...) el mundo de la semitica, de la informtica y de la telemtica (ibd.). Tal advertencia, de tono foucaultiano, es po- co comn en Derrida, pero caracteriza el cambio de tono en este ensayo reciente; un tono en momentos urgente, como si estuviera cansado de repetir lo mismo sin ver resultados polticos.

    Para fugarse de la carga semntica que tiene la palabra repre- sentacin, Derrida propone envio, palabra que reformula a la re- presentacin como envos de lo otro, de los otros. Invenciones de lo otro (p. 114). En el envo, la representacin es un signo que re- leva y delega, no un significado, sino otros signos. El envo rechaza la voluntad de unificar sentidos, de rastrear orgenes, y prefiere las huellas que se multiplican a partir de un reconocimiento de lo otro.

    Finalmente, Derrida ofrece una meditacin de lo que llama el lmite de la representacin, es decir, lo irrepresentable, que im- plica no slo lo que no se puede representar, sino lo que no se debe representar. Esto conduce a una pregunta abierta sobre el carcter de la censura, la prohibicin, y la ley en general. Derrida concluye su ensayo sugiriendo que la efectividad de la ley radica precisamente en su irrepresentabilidad. Al no poder verla, como en los persona- jes de Kafka, no podemos llegar a ella, aunque ella siempre llega a

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    nosotros. La ley no es ni presentable ni representable y la entra- da en ella, segn una orden que el hombre del campo [en Kafka] interioriza y se da, se difiere hasta la muerte (p. 122). Por ello, De- rrida exhorta a que pensemos a la representacin completamente d e otro modo (ibd.).

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