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1 Castellón 25 de Febrero de 1912 NÚM. 4 -<.. /lo se devuelven los orioinales aunque no se inserlen. la correspondencia al Director: Asensi, 4 (avnaual ., ... y- otros' e>{cesos Aunque dijera Cervantes que las comparaciones son odiosas, como todo en este bajo mundo es relativo, (según afirmación de un amigo mío que va para filósofo), nada se puede sustraer á la comparación y todavía hay quien discu- te si en este Carnaval se tiraron más ó se tiraron menos canfetti y serpentinas que en los anteriores. Nadie ha pedido mi opinión, pero no creo que sea esto óbice para que la de buena gana (de mejor gana induda- blemente que si me la hubieran pedido). Además, que si sólo hablasen aquellos á quienes se les pide la opinión, este mundo parecería una academia de sor- do-mudos. Alla va mi opinión. Entiendo yo que los Carnavales de al10S anteriores fueron mucho más ale- gres. Quizá sea esto señal de que va- mos envejeciendo, pues es sabido que todo tiempo pasado fué mejor. Pero ¡qué caramba! dichosos nosotros que podemos envejecer. o puedo menos de recordar aque- llos felices tiempos en que comenzó á conocerse el confetti. Entonces lo ven- d.ían de todos los colores mezclados, y esto, como es natural, le consentía á uno el lujo y la economía, de poderlo recoger del suelo sin que le llamaran gorrino. Ahora se ha mercantilizado mucho esto del con{etti. 'Lo mismo que la literatura y la ciencia) todo! ¡Señal de los tiempos que corren de civiliza- ción anglo-sajona! Mas, dejando aparte estas considera- ciones filosófico-sociales, he de confesar paladinamente, que también me divertí mi parte. Tres kilos de ((confetti" tiré, kilo por día),'color verde esperanza, que fuí distribuyendo equitativamente entre las muchachas más bonitas. Por cierto, ¡oh decepción cruel! que algunas que entonces me sonreían llenas de agrade- cimiento, ahora me encuentran por la calle y fingen no conocerme ya. Pero, voivlcndo al asunto, quedamos en que, reducida á pesetas, mi diversión ha sido de una con noventa y cinco cén- timos. De algunas aventurillas también gocé en los bailes, que la más elemental dis- creción y el caritativo deseo de no mor- tificar á ustedes me impiden narrar. y eso que yo no me forjo nunca grandes ilusiones. No todos, á buen seguro, po- drán decir otro tanto. Mi angelical ami- guita Luisita Delorme, por ejemplo, en- tró en el salón del Casino Antiguo, he- cha un brazo de mar y resuelta á hacer- se novio; pero como se le había ido un poco la mano en el colorete, un imbécil (así le llamó ella) tuvo la osadía de de- cirle:-((¡Qué bien caracterizada va us- ted, pollita!" La pobre muchacha ya no dió en toda la noche ni un paso á com- pás.

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A~O 1 Castellón 25 de Febrero de 1912 NÚM. 4

~~~~'[~~@1 ~~ ~@l~~dMliL,~-<.. /lo se devuelven los orioinales aunque no se inserlen. ~~ la correspondencia al Director: Asensi, 4 ~

~eI (avnaual.,... y- otros' e>{cesos

Aunque dijera Cervantes que lascomparaciones son odiosas, como todoen este bajo mundo es relativo, (segúnafirmación de un amigo mío que va parafilósofo), nada se puede sustraer á lacomparación y todavía hay quien discu­te si en este Carnaval se tiraron más óse tiraron menos canfetti y serpentinasque en los anteriores.

Nadie ha pedido mi opinión, pero nocreo que sea esto óbice para que la déde buena gana (de mejor gana induda­blemente que si me la hubieran pedido).Además, que si sólo hablasen aquellosá quienes se les pide la opinión, estemundo parecería una academia de sor­do-mudos.

Alla va mi opinión.Entiendo yo que los Carnavales de

al10S anteriores fueron mucho más ale­gres. Quizá sea esto señal de que va­mos envejeciendo, pues es sabido quetodo tiempo pasado fué mejor. Pero¡qué caramba! dichosos nosotros quepodemos envejecer.

o puedo menos de recordar aque­llos felices tiempos en que comenzó áconocerse el confetti. Entonces lo ven­d.ían de todos los colores mezclados, yesto, como es natural, le consentía áuno el lujo y la economía, de poderlorecoger del suelo sin que le llamaran

gorrino. Ahora se ha mercantilizadomucho esto del con{etti. 'Lo mismo quela literatura y la ciencia) todo! ¡Señalde los tiempos que corren de civiliza­ción anglo-sajona!

Mas, dejando aparte estas considera­ciones filosófico-sociales, he de confesarpaladinamente, que también me divertími parte. Tres kilos de ((confetti" tiré, (ákilo por día),' color verde esperanza, quefuí distribuyendo equitativamente entrelas muchachas más bonitas. Por cierto,¡oh decepción cruel! que algunas queentonces me sonreían llenas de agrade­cimiento, ahora me encuentran por lacalle y fingen no conocerme ya.

Pero, voivlcndo al asunto, quedamosen que, reducida á pesetas, mi diversiónha sido de una con noventa y cinco cén­timos.

De algunas aventurillas también gocéen los bailes, que la más elemental dis­creción y el caritativo deseo de no mor­tificar á ustedes me impiden narrar. yeso que yo no me forjo nunca grandesilusiones. No todos, á buen seguro, po­drán decir otro tanto. Mi angelical ami­guita Luisita Delorme, por ejemplo, en­tró en el salón del Casino Antiguo, he­cha un brazo de mar y resuelta á hacer­se novio; pero como se le había ido unpoco la mano en el colorete, un imbécil(así le llamó ella) tuvo la osadía de de­cirle:-((¡Qué bien caracterizada va us­ted, pollita!" La pobre muchacha ya nodió en toda la noche ni un paso á com­pás.

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REVISTA. DE CAS'rELLÓ:S-

Otra noche, una máscara vino á em­bromar á una linda joven que estabacerca de mí. Al cabo de oir unas cuan­tas sandeces, atajó la joven:

-,,¿Se ha metido el tiempo en agua?-¿Qué dices?-contestó la máscara

con impertinencia.-Mira, Gustavo, no finjas más la voz,

y otra vez que te disfraces, consulta elbarómetro, y si es menester, tápate lanariz además de la cara."

Efectivamente, la nariz le delataba ála legua. Entonces comprendí por quémomentos antes me examiné la zuelade los zapatos varias veces.

De modo, manera y forma, que tam­bién este Carnaval, como sus dignospredecesores, ha dejado tras sí una es­tela de desilusiones y disgustos más ómenos gordos.

Esos días, mi amigo el filósofo, hacíainteresantes observaciones: "Fíjate y ve­rás cómo el descontento es general enesta humanidad miserable. Nadie estáconforme con el papel que le tocó ensuerte (ó en desgrGlcia) representar enesta vida, y el bracero que se disfrazase viste casi siempre de seüorito, y vi­ceversa, y así, todo. Pero donde el des­contento es mayor, es en lo referente álos sexos: cada aüo es más grande elnúmero de mujeres que se visten dehombres y el de hombres que se pasaná mujeres. Y quizá sean estos díascuando cada cual coja el traje que real­mente le corresponde; porque el restodel aüo, créeme, vivimos en una lamen­table confusión de sexos."

Un poco atrevida me pareció la frase­cita, y él que lo notó, dijo:

-¿Tú crees que todos los que vespor ahí diariamente vestidos de hombrellevan los pantalones...?

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-Hombre, ¿qué quieres que te diga?-Pues, no, seüor; casi siempre es·

una ilusión óptica.VITELIO RARO.

"La Irisleza de la tileraluraConlemnor8nea"

El hombre es un autómata, se ha di­cho. Sus horas de pesadumbre y de in­quietudes como sus momentos de ex­pansión y de júbilo, hállanse bien deter­minados por una serie de causas cono­cidas y casi ajenas á su voluntad. Suscreaciones artísticas no son más quepuro reflejo y concreción de aigo quese respira en el ambiente en que vive,Las robustas construcciones de su pen­samiento, los asombrosos progresos delas ciencias y de las artes son hijos dela sociedad y de los tiempos; el indivi­duo, en ellos, no es más ni otra cosaque el medio elegido por las circuns­tancias para que tantos y tantos prodi­gios se manifiesten en 'sus respectivas.formas. Aún las más ingentes individua­lidades, aquellas que en sus resolucio­nes parecen desatender á cuanto lascircunscribe, no son más que maniquís,juguetes de movimiento, manejados ácapricho por la sociedad y el medio enque se agitan. El libre albedrío es unailusión, la voluntad humana queda re­ducida á poco más de cero. El determi­nismo lo es todo; todo viene disponién­dose y concretándose desde antaüo; yesas· leyes naturales inflexibles é inmu­tables que rigen los mundos siderales,son tam bién de la tierra y mandan enlas sociedades y penetran y se enseño-

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;,

r an en el alma del hombre. ¡Pobre reyde la creación, dá lástima verle, con elinsignificante papel que últimamente lehan adjudicado!

Descartando cuanto de exageradopueda haber en las anteriores teorías,es indudable que existen contagios mo­rales y espirituales de unos á otroshombres, y que existen también de lasociedad al hombre que de ella formaparte. Es indudable que el hombre nopuede prescindir de las influencias so­ciales. Ser social por naturaleza, de lasociedad recibe materiales y elementospara componer sus obras y realizar susplanes; ella le manda claridades radian­tes para su inteligencia y le proporcionamomentos de intensa felicidad, comollega á embotar y entenebrecer su espí­ritu algunas veces, con las brumas deun amargo pesimismo. Pero no se de­duzca de esto que la vida sea el dolorcomo afirma Arturo Schopenhauer y sudiscípulo Hartmann, ni se pretenda quela tierra sea un paraiso encantado comose deduce de las doctrinas de JohonLubocck: unos y otros vieron de modoparcial y egoista la cuestión. La vida ¡ohla vidal La vida es el contraste: es lallanura plácida y frondosa junto á lacordillera escarpada é inaccesible; es eldesierto ardiente y en el desierto eloasis soii.ado con manantiales cristali­nos. Se dirá que son menguados losoasis y las llanuras y que hay exceso delugares inaccesibles y desiertos asfixian­tes. Pues el trabajo y la ciencia puedenconvertir algunos de los segundos enllanuras y oasis. Lo que interesa es noretorcer nuestro pensamiento; sino usar­lo con ecuanimidad, serenamente. Nuncahacer de él arma contra nosotros mis­mos, IIsino un tónico que procure aumen-

REVISTA DE CAS'l'ELLÓN

tal' las energías de nuestra vida", comodecía el ilustre maestro Urbano Gonzá­lez Serrano.

Mal han seguido este saludable y pru­dente consejo, los escritores y artistasde todo el mundo, en estos últimostiempos. A falta de otros cultivos másprovechosos, se dedicaron á cultivar latristeza y el dolor. Entre ellos ha habidomútuos contagios y extravagantes com­petencias hasta el punto de haber llega­do algunos muy sabios, si se quiere,pero poco humanos, á entonar en susexacerbaciones, cantos al angel de laclQ1'osis y ostentar como lema salvadorel de i Viva lc~ 1nuerte!

Estos despreciadores de la vida, poe­tas' siniestros de la tristeza, de las enfer­medades y hasta de los vicios, formaronescuelas y son legión; y sus innumera­bles obras mezclándose con otras deilustres escritores más~ó menos influi­dos por ellos, han venido á dar un tintemelancólico y quejumbroso á la litera­tura contemporánea.

Centenares de volúmenes se han pu­blicado estudiando y tratando de expli­car este hecho, achacando á la sociedad,por razones en parte indicadas al co­mienzo, ponzoñosos males cuyo origense encuentra en la perturbación senti­mental de algunos individuos. Y entretantos libros, tengo uno á la vista, im­preso hace pocos meses, que conceptúocomo de los más concienzudos y nota­bles sobre la materia. Su autor esta vezes un español: el catedrático de la Uni­versidad de Valencia, D. José Deleito,y el libro aludido lleva por título liLatristeza de la Literatura Contempo­ránea".

Dedícanse los primeros capítulos deeste volumen excelente, á demostrar

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RElVlSTA DE CASTECLÓ:-;¡

que no es sino un reflejo del "tediumvite" moderno, el fastidio desesperante,el aburrimiento irresistible que manade la literatura contemporánea; estu­diando como causa objetiva de esa in­quietud y malestar ambientes, la crisiseconómica, el desequilibrio entre lo quese aparenta y lo que se es, que notan ásu manera todas las clases sociales.

En capítulos siguientes trae á cuenta,buen acopio de perspicaces contrastes:la inquietud psíquica del artista actualla contrapone á la ecuanimielad de otrostiempos; la clásica picaresca, donosa,zumbona y cómica, con su séquito deMonipodios, Rinconetes y Lazarillos,que nos divierten más que nos repug­nan, la compara con los modernos píca­ros y truhanes, golfos degenerados, cri­minales estupendos ele muecas espeluz­nantes que llevan el espanto á nuestroespíritu; y las escenas libertinas y ama­torias de "La Celestina", "tesoro elefuerza cómica inextinguible", la frescu­ra ingénuamente picaresca ele Ovidio,Boccaccio y de nuestro Arcipreste deHita con sus "3abtososll dezü'es, etcé­tera, etc., los presenta junto á Naná elangustioso poema del vicio, á L' Enferde Henri Barbuse con sus diálogos des­consoladores que reflejan el más mor­boso de los amores, á la "voluptuosidadsádica" que es escarapela de los versosde Baudelaire y á las aberraciones delas Olaudinas de \tVilly.

Atisbos verdaderamente ingeniosostiene este meditado estudio en la parteconsagrada al examen de las diversasdirecciones de la literatura contempo­ránea, para buscar en ellas el origen yluego seguir el desarrollo de esos ele­mentos de tristeza, desazón y hastío,que invaden todo un período de la litera-

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tura. Y comenzando por el romanticis­mo cuyos principales adalides hicieronmateria literaria de lo feo (Quasimodode Nuestra Señora de París), lo defor­me, lel enano de Bug-Jargal) y lo terri­ble (el antropófago Han de Islandia),llega al realismo y al naturalismo citan­do entre otros autores al preciosistaFlaubert que en su Madame Bovary"diseñó con trazos imperecederos unalma compleja de mujer, descentradaen su tedioso ambiente provinciano, yarrastrada por la inquietud y el vértigodel siglo hasta el adulterio y la muerte".Luego sigue por los senderos de lareacción neo-idealista, probando la in­fluencia que tuvo en la novela rusa yespecialmente en el triste misticismo deTolstoy, profundamente pesimista enuno de sus más preciosos libros: La So­nata de 1(reutzer "que es también lamás corrosiva ponzoña con que puedeamargarse un alma joven."

Llega después al análisis del teatromoderno, en el que se manifiestan losmismos males, poniendo término á estatormentosa excursión con invalorablesapostillas y penetrantes consideracionessobre la tristeza, ya ¿'-iunfante, en elmodernismo y en su monstruoso hijo eldecadentismo.

Circunscribe luego la cuestión á Es­paña, y en esta parte de su trabajo tieneel Sr. Deleito capítulos tan atinadoscomo el que dedica á la tristeza del es­píritu español y á sus influencias ennuestra literatura, y aquellos otros enque se ocupa de la tristeza ele nuestrosgrandes escritores y de la de los jóve­nes noveladores y poetas. Cuando deestos últimos trata, dice: "Igual tristezaaún más lánguida y mortecina late enmuchos ele nuestros poetas líricos de úl

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tima hora: el malogrado FernándezShaw con sus neurosis que buscabanrefugio en los aires de la sierra caste­llana; Eduardo Marquina y Juan· Ramónliménez con sus melancólicas Elegías en'que hablan de penas ignotas y penetran­tes; Emilio Carrére, que en su Caballe1'ode la Muerte canta á la miseria y al dolorexhumando todas las negruras de la vidadesamparada"".

Pero alma de buen temple, el Sr. De­leito, no se resigna ni conforma con esteestado de cosas; y en los postreros capí­tulos de su notable obra tiene párrafosde saludable esperanza; cree en el ca­rácter transitorio del pesimismo moder­no y señala la reacción optimista inicia­da, de la que son portavoces, grandespensadores de nuestra edad. A las lite­raturas regionales atribuye una salva­dora vuelta á la naturaleza y al hablarde ellas lo hace en términos tan intere­santes que no podemos pasar sin traeraquí estos fragmentos: liLa capital fran­cesa hastiada de sus últimos· abortospoéticos, deja descuidadamente la lira,y la recogen la austera Normandía, lariente Provenza y la grave Alsacia, ex­pulsando las emanaciones de tumbas yorquídeas con el aire sano de sus mon­tañas ó sus costas. Análoga irrupciónregional se produce en otros países in­cluso en el nuestro, refrescando conbrisas campesinas el ambiente gastadoy mefítico de las grandes urbes".

Tiene nuestro autor cuando llega áeste punto una llamada en la cual infor­ma al lector que omite ~eliberadamentecuanto se relaciona con las literaturasregionales, limitándose, por lo que áellas se refiere, á señalar en forma con­creta y terminante lo que dejo arribatranscrito,

H.EVlS'l'A. DE CA.S'l'ET,I. ÓN

Mas como, la valenciana es una deesas literaturas regionales en que confirme perseverancia se ha mantenido elsano humorismo, el culto de la alegría,la joie de l'ivre, justo es que terminemosestas notas, recordando á este propósitoque cuando iban llenándose en la pasadacenturia las salas del Museo Modernode cuadros terroríficos y horripilantes,debidos al pincel de los Pradilla, Rosa­les, Casado del Alisal, Moreno Carbo­nero, y hasta de algún valenciano con­tagiado, como Gisbert, y era aquel tem­plo del Arte moderno lugar elegido paraexhibición de féretros y ataúdes detodos sistemas y épocas, muertes vio­lentas por todos los procedimientos co­nocidos y males y asolamientos paratoda clase de paladares, retozaba jugue­tona una pintura valenciana, genuina­mente valenciana, más modesta peromuy espontánea, que reflejaba rientesescenas en que intervenían garridasmozas con sus vistosos trajes, apuestos.huertanos, el cura del lugar en ocasio­nes, y todo un séquito de personajesbien quistos con la vida, sobre el fondoencantador de la vega valenciana ame­nizado por barraques y alqueries. V,mientras los ingenios castellanos seejercitaban en la confección de dramo­nes de capa y espada en los que, segúnfrase corriente, moría hasta el apunta­dor, los Baldoví, Bonilla, Escalante yotros, daban vida espléndida á un teatroque podrá tildarse de poco pulido ydemasiado indiscreto, pero al que nuncafalta la jovialidad, la escena chispeante,la sátira guasona, ni la alegría más fran­ca y expansiva. Y al mismo tiempo bri­llaba un género poético, festivo y hu­morístico, socarrón y burlesco, quecelebraba la chala, la vida sencilla y

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l{lWISTA DE CASTELLÓK

alegre del campo, la naturalidad de lascostumbres, ponía en ridículo á los tris­tes, pusilánimes, estirados y sabihondosy despreciaba toda clase de males, opo­niendo un chiste á un sufrimiento; á unapeste diezmadora una receta jocosa.....y hé aquí transparentados, sin que hayanecesidad de más pruebas, la direccióny el espíritu de las manifestacionesartístico-literarias de esta región valen­ciana; espíritu y dirección que se pro­rongan, con poquísimas excepciones,hasta nuestros días.

Todo lo cual viene, no sólo á corrobo­rar las afirmaciones del erudito y genialcatedrático ele la Universidael Valentina,sino á probar que no cayeron fácilmentelos artistas y literatos de nuestra regiónen extravíos venenosos ni en exagera­ciones antisociales.. La' luz diTecta del sol, y la vida mediocampesina y despreocupada, libráronleshasta la hora presente ele las siniestrasmiradas de ese pajarraco agorero queanida en las grandes urbes, llamado por'Max. Norelau y otros, el mal del siglo.

R. HUGUET.

[a canso del Champanya(Records de Carnaval)

La t!l-ula espléndida-resta aparada,,sobl'e ella 'n queden-de richs manjars;d' nua botella-al ser tombadasurt lo Charopanya-rignent daurat.

:Mira la jove-á sa parella.que fumant guarda-cam munta '1 fummitj oblidansl'l-de la femellahermosa y fresca-cle encesos ulls.

G

«Dizpe: ¿qué 't pasa? --¿.que tens tristesa?Jo vnlg que 't rignes,-ric doncell men... >y cu¡¡..nt parlarne-vólen depresames balbucetjen-Ies senes Yens.

«Vino así, nilla>-lo doncell prega..Sí, sí», la nina-pronta acndís.....El hom sos llavis-febrós mosegay al rebre els besos -la nina riu.

Sa risa os clara -com cristallinaaigua que brolla-de font daurá;risa llaugera,-risa diYinaque ,a ab los besos-plaher3 sembrant.

Ab sa miL blanca-aisa la copaqne al hom ofrena-plena de amorsy al arrimarla-jnnt á sa bocatamba 'n so. cara-lo liqnit de al'.

La risa folla-y jogninosajua 'n sos llavis-freschs y bermells;també '1 Charopanya-risa espumosadevallant sólta-per elamunt elo éll.

y 611 font cal'icie$-y rigneut ellabeuent y es mirent-ab ulls ele fóc;y ab brens estones-una botellaper terro roela - buida elel tot.

Besos y rises-trenen ses baquessens aelonarse 'n-qué 's lo qne fan.Por taula y terra-y plats y copesper t.)t el arobit -reine '1 Champany.

Ella do sopte-s' alsa y elin: ,Mira... >al tomps qu' agafa,-lo mantell fí,y ele tlna punta-gotjosa tirahasta que 'n terra-tot s' esparxís.

Ab carcallada-qne es argentinalo cristall frágil-al caure 's rompoLa (lina alegre -rin cl'istallinay les dos rises -soIs una son.

¡Besos y rises-y carcallades!¡Rises, quaucl rapit-sortís lo tap!¡Rises elo copes-al ser trencaeles!...¡divina música,-cansó ideal!

¡Viva '1 Charopanya-que nos engisa!De uostra vida-faro bacanalt1'euant gotj osos -be$o$ y risa¡alegre y clara-com lo cristall!

MAXHHÁ ALLOZA.

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L~S MURRLL~S DE TRRRR60NRPocos mQ~uJ)lentoshay en Esparta tan discu­

tidos como las Ipurallas de 'l'arragona; esto esuna prueba de su grandísima importancia, Cuan­Los escritores Be han ocupado de ollas, tanto es­paíioles como e;)::tranjeros, han emitido una opi­nión nueya respecto al pueblo que las erigió; yhé aquí que después de tantos siglos, aún noabomos la última palabra acerca de aquel insig­

no monumento.La construcción de las murallas de Tan'agona

hay que remontarla; forzosamento á los ignotosLiompos de la fundación do la cindad. y conside­rarla como obra do sus primiti\'os habitantes,ptlOS no se concibe que las primeras gentes queocuparon' la colina sobre que se asienta, dejaranelo fortificar ésta contra los ataqLlOs de sus con­\'oclnos; y, en efecto, los muros que la cil'cun­dau. con su formidable basamento megalítico,están diciendo á las claras que ya desdo su ori­gon fuó 'l'arragc.na un importante núcleo de po­hlación. quo había que defender con murallas

-colosal os.

LlENZD DE MURAlLA Y TDRRE DEl. ARZOBISPO

De la remota antigüedad de este núcleo de po­blación, nos hablan los geógrafos griegos: ante-

REVIS'J'~ DE CASTELLóN

riores al imperio romano, los cuales citan ya áTarragona como ciudad antiquísima en su tiem­po, y Ulla de las principales de la península, porser comercio marítimo muy importante de feni­cios y cartagineses, (1) Pero donde stU'ge lapluralidad de parecores, ospecialmento de loscríticos modernos no es en lo referente á 3U

vetusto abolengo, sino en lo tocante á la cues­tión de cuáles fueron sus primeros pobladores,y, por consiguiente, los constructores del enormebasamento mural que la rodea.

PUERTA PRIMITIVA DE lAS MURAllAS

¿Qué pueblo fuó el que levantó la primitivamuralla de Tarragona? Dice Estrabón que, segúnAsclepiades el Myrleano, los más antiguos escri­tores que mencionaron á la gente establecidaentre el Ebro y los Pirineos los llamaron Igletes,

(1) El célebre filósofo, gramático y geógrafo griego Eratós­renes, que \'¡vió hacia el año 270 a. de J. C,) decía que desdemuyantig40 el puerto de Tarragona era considerado comoestación naval, fundándose en la relación de Pytheas, famo~o

marsellés que en el siglo IV había recorrido las costas de lapenínsula, desde l\farsella hasta el Estrecho de Gibraltar_Contra esta afirmación protestó el geógrafo y viajel-o Artemi­doro, diciendo que en el puerto de Tarragona ni con áncoraspodían estar seguras las em.barcaciones; pero hay que advertirque es posible que este autor se refiriera al verdadero puertode Tarragona, situado al pie de su colina, y aquél al de Salou,que 3e halla á algunos kilómetros al Sur de la ciudad.

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REVISTA DE CASTEI,LÓN

nombre que, según el mismo autor, correspondíaá los primitivos Iberos, los cuales poblaban unaregión bastante extensa al norte de dicho rio.Otros geógrafos posteriores, griegos y latinos,apoyan lo dicho por aquellos autores, y por estoha sido creencia generalizada entre los historia­dores de Tarragona que la fundación de estaciudad fué obra do los iberos, y que allús le­vantaron 01 basamento megalitico de la murallaque desd"O su origen d~bió haoer inexpugnable ála votustR. Coss(', metrópoli de toda la Cossetania.

Pero no faltan autores, tanto antiguos comomodernos, que discrepen de esta opinión generaly atribuyan.la construcción de aquel discutidobasamento á bien distintos pueblos (libio-feni­ces, heteos, pelasgos, etruscos, helenos, latinos,etc.), sin que pueda aceptarse en concreto, comoabsolutamente cierta, tal ó cual opinión, porquees muy dificil sentar juicios incontl'overtiblesal tratar de monumentos tan remotos.

Cualquiera que fuese el pueblo que erigió laprimitiva muralla de Tarragona, hay que conve­nir en que indudablemente debió pertenecer áuna raza vigorosa; solo así se explica que pudie­ran ser amontonados aquellos bloques enormes,haciéndoles ascender por planos inclinados, conpalancas y á brazo, hasta colocarlos unos sobreotros á considerable altura. Por esto la tradiciónpopular ha calificado dichos muros de ciclópeos,dando á entender que fueron obra de cíclopes,personajes fabulosos de que nos habla la mito­logía.

(60Ilclnirá).LUIS DEL ARCO.

Lil eSPildil de D4mocles. FÁBULA·

Ni un palmo más allá de sus naricesVé,quien juzga á los grandes de la tierraLos animales únicos felices .Que este valle de lágrimas encierra;Si del pecho las hondas cicatricesO el pavor que sus ánimos aterra,En el fingido rostro dibujaran,lA cuántos ambiciosos refrenaran!

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Aunque á veces reniego de la musa,Me viene en este punto á la memoriaDel gran Dionisio, rey de Siracusa,La anécdota con ínfulas de Historia;y si Esopo inspirarme no rehusa,Haré patente la verdad notoriaDe la máxima cierta que sustento.¿Me queréis escuchar? Vaya de cuento.

Dicen que el orgulloso soberano,En medio del placer y la riqueza,Un minuto feliz buscaba en vano,Que disipara su mortal tristeza;Pues el nombre y la fama de tiranoQue supo conquistarle su fiereza,Le perseguía cruel á todas horasArmado de sus furias vengadoras.

Dámocles, cortesano lisonjero,Osó decirle sin recato un día:-¿Quién más grande que tú? Y el rey

[severoAl áulico oficioso respondía:-¿Quieres gozar mi suerte?-La prefiero­Por mil razones á la suerte mía.-Pues bien, mañana mis criados fielesInvertidos verán nuestros papeles.

Sin insistir de nuevo en el asunto,Al desdichado Dámocles ordenaQue se traslade á su palacio al punto,De su ambición en merecida pena,y á la presencia de su pueblo juntoLa autoridad despótica enagena,y la depone indiferente luegoEn los hombros del vano palaciego.

Viendo éste que le acatan por monarcaLos marineros y los guardias realesQue aseguran su vida, viendo el arcaDe hierro do se guardan los caudales,.Viendo el coturno y la plebeya abarcaQue respetan sus órdenes iguales,El espacioso' mundo siente estrechoA la ambición que le alborota el pecho.

y más, cuando entre vivas y looresLos cortesanos á sus plantas vienen,A prestarle obediencia aduladores,Ya que así en la privanza se mantienen;y cuando cien apuestos servidores,En opíparas mesas, le previenen

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Cuanto la vista y el olfato adulaPara encender el horno de la gula.

All í manteca de la Suiza en rollosCon los panales híbleos de Atenas,.AIlí de Egipto los cebados pollosy del vasto Lucrino las murenas,Del Eridano allí los frescos sollos,Las ánforas de ardiente Chipre llenas,y de Tarento las sabrosas pomasRicas de jugo y de color y aromas.

Pero queda de súbito aterrado,I contemplar, pendiente de un cabello,n acero brillante y afilado,

Oue amenazaba traspasarle el cuello:Sobre el izquierdo brazo derribadoCae, sin darse la razón de aquelloOue ve su acalorada fantasía,y que ninguno alrededor veía.

Riendo á suelta", carcajadas entraEl monarca fautor del embolismo,y á su privado por el suelo encuentra

íctima de funesto paroxismo:En él una mirada reconcentraMás sombría que el fondo del abismo,y le clava derecha esta pregunta,Como saeta de aguzada punta.

¿Es esta la ventura, este el reposoQue en el solio alcanzar te pwmetiste?¿Do se oculta el espectro tenebrosoEn cuyas manos vengativas diste?¿Qué magnate del reino sediciosoTu corazón afeminado embiste,y á la turbada vista osa ofrecerteLa aterradora imagen de la muerte?

y Dámocles cobarde é intranquiloA las piernas del déspota se abrazaComo si fuesen el seguro asiloContra el rigor que su existencia em-

[plaza,Muéstrale el terso y reluciente filoQue degollarle súbito amenaza,y le suplica, derretido en llanto,Le saque ileso de peligro tanto.

-Lo haré-replica el rey; mas no me·[reces

Que á tu súplica acceda inoportuna.

REVlS'1'A DE CASTEr.f.ÚN

¿Tanto te amarga el apurar las hecesDel vaso donde pruebo mi fortuna?Piensa, por las angustias que padeces,Si gozará felicidad alguna,Ouien á sus sienes ciñe la diademaSin vivir un segundo que no tema.

Ser de la vida de los otros dueño,y esclavo eterno de la propia vida;Perseguir la ventura con empeño, .y ahuyentarla después de persegLllda;Buscar la paz en el obscuro sueño,y no encontrarla ni aun al sueño unida;Despertar á la luz que el cielo dora,y en sangre tinta descubrir la aurora.

Vel~ remolinos de andrajosa plebe,Como á dios ofreciéndome tributo,y oir que el viento sus lisonjas lleveMezcladas siempre con brutal insulto,y siempre recelar que empuüe aleveEl acero en las túnicas oculto,Tal es ¡ay! el resumen de mis glorias,Penas crueles y dichas ilusorias.

y siempre será así; porque en castigoDe la vana altivez y la insolencia.Que de la roja púrpura al abrigo,Esclavizan del hombre la existencia,Júpiter de tiranos enemigoEscribió en el Olimpo esta sentencia:"Quien pretenda escalar la regia altura,Renuncie eternamente á la ventura".

GERMA SAL! AS.

Giacetil1aNi el saludable ejemplo de cultura

que nos dan capitales no muy distantesde la nuestra, ni la resuelta voluntad dealgunas personas de Castellón, han sidosuficientes para modificar el deplorableaspecto de nuestros carnavales. La in­fluencia de una insignificante minoría nisus observaciones tímidas, tienen lafuerza inmensa que se requiere paratorcer la corriente impetuosa de todoun pueblo. Y nuestro Carnaval ha sidoeste año lo que siempre fué: procazaquelarre de la grosería y de la depra­vación del gusto.

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Ya sabemos, que es cosa imposible lade pretender que así de golpe y porr ­zo, se convierta el rostro enmascaradoy hediondo del horroroso Polichinelade la Plana, en faz blanca y distinguidade Pierrot sentimental y pulido; peroestimamos que no estaría fuera de ra­zón, que las autoridades respectivasexigieran á nuestros inveterados mas­carones algún respeto á las buenas cos­tumbres, y sobre todo, un rudimentarioaseo y un poco de limpieza en la indu­mentaria. Porque no es ya espectáculoantiartístico el quP. se nos ofrece en lastres tardes de Carnestolendas, sino queresulta verdaderamente repugnante eseinconcebible afán de exhibir utensiliosdestinados Q usos privados, restos deanimales á veces en estado de descom­posición, prendas de vestir no raídas ysucias, pero hasta pestilentes, amén deotras suciedades que renunciamos á se­11alar.

¿P01' qué se exige en nombre de lahigiene que los almacenes donde se re­cogen ropas inservibles, sucias y pren­das usadas, se hallen situados en lasafueras de la población y se desinfectenconvenientemente, y se tolera en cam­bio el paseo por las principales callesdurante tres días, de la al'ieja mugre de­positada sobre inmundos andrajos, noya con grave ofensa de la higiene, sinocon fundado é inminente riesgo de lasalud pública?

Seamos lógicos y consecuentes hastamedir por el mismo rasero á la máscaraque para di vertirse y divert'irnos necesi­ta atauiarse con inmundicias, y al ciuda­dano que trafica con trapos viejos yprendas de vestir inútiles.

Pudo hacer algo en esta árdua em­presa de dignificar el Carnaval, la so­ciedad uAmigos del Arte", y así loanunció. Pero tenemos entendido queesta agrupación tan simpática y de laque tan buenos recuerdos se guardan,por causas bien lamentables atraviesauna crisis gravísima en la que tal vezsucumba. Todo, pues, parece haberseconjurado contra las desdichadas Car­nestolendas, y menos mal que en medio

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de tanto tropel y desbarajuste' fino hahabido desgracias que lamentar".

Ha pasado una nube de lodo maloliente; pero lodo á secas, sin sangreque lo humedeciera. Y esto es lo quehay que decir en favor de nuestro pue­blo, a falta de otras cosas.

No á título de moralistas, pero temero­sos de que sea invadida la escena denuestro Teatro Principal por una oleadade pornografía sin arte, sin gramática,y hasta sin abecedario, nos permitimosrogar á quien sea, á las autoridades ó ála empresa, que eviten en lo posible larepetición de espectáculos como los da­dos por alguna de las cupletistas y mono­logistas que últimamente han trabajadosobre aquellas tablas. Porque se hallegado á lo inverosímil en la accióny en la palabra, precisamente pocosdías después de haber oreado aquellaatmósfera del Principal el arte exqui­sito de la genial artista Rosario Pino.En ésto, sel'iores, que haya clases; quecada cuadro lleve el marco correspon­diente y adecuado; y que no se exhibauna figura de Velázquez dentro de lamisma moldura que una lámina grotescade burdel.

Hemos recibido el número correspon­diente al mes de Octubre pasado, de larevista valenciana Lo Rat-Penat. Y ensus páginas leemos con suma satisfac­ción, un importantbimo trabajo sobreel pintor castellonense J. B. Carbó, de­bido á la castiza pluma del ilustre lite­rato y doctor D. Francisco Cantó. Reco­mendamos eficazmente este número deLo Rat-Penat á nuestros lectores.

También se han recibido en esta re­dacción las visitas del acreditado sema­liaría Letras y Figuras, de la Revista deEspecictlidades Médicas, que dirige elDr. Forns, y del periódico de VinarozLCb Voz del Pueblo.

Castellón: Imp. J oaquin Barberá, Asensi, 4

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