AÑOS DE VOLATILIDAD Una charla dada por José Siles Fernández en el Real

Club Mediterráneo de Málaga

Vivimos en un tiempo confuso y volátil y los medios de comunicación social desempeñan un escaso papel en ese maremágnum de incertidumbres.

El catedrático Daniel Innenartiy sugería recientemente, en un artículo periodístico, que la palabra del año 2018 fuera “volatilidad” y su metáfora, las vueltas de los chalecos amarillos, tras

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las que no había ningún sindicato ni coherencia reivindicativa y que tiene a su vez que ser gestionada por un presidente de la República, Emmanuel Macrom, que no representa propiamente a un partido, sino a algo que se prefiere denominar a sí mismo como un movimiento. En la primera parte de esta charla, ahora transcrita a papel y con algunos añadidos, cito a ese catedrático de la Universidad Vasca, cuando establece un esquema de las manifestaciones de esa volatilidad que yo he seguido en sus líneas básicas, pero ampliándolas considerablemente con el uso de otras fuentes especializadas que creo fiables. Posteriormente, trato cuestiones que no aparecen en ese artículo pero que creo necesarias para analizar con cierta profundidad las dos cuestiones arriba propuestas.

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MANIFESTACIONES DE LA VOLATILIDAD

La volatilidad se manifiesta según Innenarity en impredecibilidad, que hace fracasar las encuestas, provoca inestabilidad permanente, turbulencias políticas, histeria y viralidad. Desde Trump, el Brexit y Vox, parece que estamos condenados a sorpresas políticas, esos “accidentes normales” (Charles Perow) que forman parte de una nueva lógica que está todavía por explorar. El resultado de todo ello es la constitución de un público con la atención dispersa, la confianza dañada y en continua excitación y que en mi opinión, ya no confía en los periodistas porque hemos perdido credibilidad, como era de esperar.

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Desde una perspectiva más amplia, pienso que hay otros factores a tener en cuenta, como el liderazgo mundial de China (que tan bien ha sido analizado por Josep Piqué, haciendo alusión a su rosario de bases tanto militares como de asentamientos poblacionales en África e Ibero-América, donde están comprando grandes extensiones de territorio). Otros factores importantes son los nuevos populismos, la amenaza de los líderes yihadistas (que conjuntamente operan en la extensa zona de El Sahel africano), los avatares que vivimos en éstos últimos años como consecuencia del cambio climático, etc. etc.

Eduardo Madina, director de una consultaría de análisis y estudios sociológicos (Keab Research), escribía hace una par de semanas, que “la sociedad en general parece sufrir una enfermedad autoinmune por la que una parte de su ser está en guerra con el resto del cuerpo social”.

Comparado con el mundo descrito por la idea de la volatilidad, - dice Innenarity

- el vocablo “revolución” de Marx y Engels, es un término conservador pues presupone un orden que solo habría que subvertir. (Primacía del capital sobre el trabajo). En la situación actual de volatilidad, por el contrario, no hay nada estable arriba o abajo, ni centro ni periferia y la distinción entre nosotros y ellos

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se torna borrosa.

La volatilidad se opone, por supuesto, a las realidades sólidas de la economía real. Y las causas de la erosión son múltiples, aunque pueden resumirse fácilmente: la escalada vertiginosa de la globalización que hace cada vez más difícil el mantenimiento de los sistemas establecidos en la postguerra mundial; el pacto entre socialistas, liberales y democristianos que, en Europa, sobre todo, garantizaba el pluralismo y la alternancia de poder.

La alternancia no funciona ya, debido al distanciamiento de la política profesional respecto a las demandas de las poblaciones. Así mismo, la autonomía salvaje del capitalismo global (cuyo funcionamiento los gobiernos son incapaces de regular) ha multiplicado las desigualdades, consolidando el triunfo de la economía financiera frente a la productiva y ha debilitado a las clases medias de la mayoría de los países democráticos, incluido naturalmente el nuestro. (En España, al igual que en otros países desarrollados, se comenta el hecho probable según el cuál el 50% depuestos de trabajo actuales desaparecerán en veinte años como consecuencia de la robótica y del uso de otras tecnologías).

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Otra manifestación de la volatilidad radica en el acceso generalizado de gran parte de la población a los nuevos medios tecnológicos con todo tipo de información y datos que se reciben sin tener, casi siempre, la correspondiente capacidad de entenderlos. Los medios de comunicación propiamente dichos ya no actúan de intermediarios porque se ha desprofesionalizado en gran medida el trabajo de la información.

Se han debilitado los clásicos monopolios de la información desde la universidad hasta la prensa en beneficio de las redes sociales. Y consecuentemente, los individuos caen en la perplejidad o en la cómoda confirmación de sus prejuicios, porque ya no intervienen los periodistas para contestar el qué, quién, cómo, cuándo y por qué de las noticias.

Carlos Yarnfoz, el “defensor del lector” de El País, escribía hace unos días que la doble crisis que golpea a los medios de comunicación – la financiera y la de credibilidad – ha deteriorado la relación entre la prensa y los lectores. El negocio tradicional ha quebrado sin una alternativa clara, con la consiguiente reducción de plantillas y sueldos en las redacciones y la sustitución de editores clásicos (los Luca de Tena, los Condes de Godo, Editorial Cátolica, etc.) por empresarios nuevos en el sector que, a veces, se preocupan excesivamente

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por los beneficios económicos. En paralelo, los periodistas hemos bajado la guardia con la correspondiente pérdida de confianza de los ciudadanos. (Televisión basura, información espectáculo y otros contenidos audiovisuales de entretenimiento que atontan y adormecen frecuentemente a sus públicos que así no se preocupan de los problemas del país, que tarde o temprano, terminarán afectándoles a ellos mismos).

A todo ello se suma el “ruido” de las redes y tertulias, el dominio del tráfico informativo por gigantes de Internet y las inversiones de líderes o, incluso, de Estados, para manipular las noticias. En España se añade un ambiente político en el que todo es blanco o negro.

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SOLUCIÓN SEGÚN LOS EXPERTOS

Desde el punto de vista de la información, sólo hay una respuesta dual adecuada frente a todo lo expuesto anteriormente: un periodismo auténticamente independiente y profesional y un control del contenido de lo que se publica a través de los nuevos medios tecnológicos.

Es significativo que, según un sondeo de Pew Research Center, de mayo de 2018, sólo el 31% de los españoles se fía de la prensa, porcentaje muy inferior al de Holanda (67%), Alemania o Suecia (64%) en ambos casos.

Apuntemos, así mismo, que las redes sociales,

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como Twitter o Instagran, solo permiten mensajes cortos. Tal brevedad privilegia el extremismo, ya que cuanto más corto sea el mensaje, más radical debe ser para que circule mucho. Por otra parte, -como ha escrito recientemente Isabel Coixet, prestigiosa directora de cine – es más fácil dejarte arrastrar por las opiniones de los demás que tener una opinión propia.

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CAUSAS DE LA DECEPCIÓN PROVOCADA POR EL PERIODISMO CLÁSICO.

El periodismo clásico de prensa, radio y televisión ha decepcionado a los ciudadanos porque ha incumplido sus normas básicas. Una de ellas se refiere a las fuentes de información, elemento crucial para que una noticia sea o no creíble.

Aún respetando el anonimato de tales fuentes, si así lo piden los respectivos informantes, el periodista debe citarlas lo más concretamente posible para dar credibilidad a sus noticias.

Las informaciones, según se enseña en las facultades de periodismo, sólo pueden ser obtenidas por tres vías: la presencia en el lugar de los hechos (“on the spot”, como dicen los americanos), la narración por una tercera persona-fuente o el manejo de documentos. Y advierte el libro de estilo de El País que: “El lector tiene derecho a saber cuál de las tres posibilidades se corresponden con la noticia”. A veces se usan como fuentes los latiguillos: “Según ha podido saber este periódico”, “Según fuentes bien informadas”, como si la noticia hubiera llegado por ciencia infusa.

Por otra parte, para reforzar el derecho de los ciudadanos a una información veraz, como exige la

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Constitución española, hay que evitar, entre otras cosas, el conflicto de intereses, separando claramente información y opinión, tratando adecuadamente las imágenes (la imagen televisiva no es la realidad como el mapa no es el territorio), así como la publicidad y la propaganda cuyas técnicas potentes y a veces subliminales, venden respectivamente a los consumidores, más o menos ingenuos, tanto productos materiales como ideas. Y, desde luego, los profesionales de los medios de comunicación (sean escritos radiofónicos, televisivos o digitales), tienen luchar por una razonable transparencia interna, con objeto de contar a sus públicos, incluso, qué ocurre en las respectivas empresas para las que trabajan y por qué publican unas noticias sí y otras no.

En otro plano, hay que tener en cuenta también que ya en el año 2013 se aprobó la “Ley de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno”, que entró en vigor el 10 de diciembre de 2014, cuyo objetivo es “reforzar el derecho de los ciudadanos a la información de las actividades públicas.” Pero nadie la cumple. Se ha publicado en algún periódico que la Junta de Andalucía no facilitó en su momento registros y datos requeridos por un juez en la instrucción que llevaba a cabo por delitos graves, presuntamente cometidos por altos cargos de la citada Junta. Evidentemente, la falta de esa necesaria

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transparencia así como la tolerancia generalizada de los españoles ante las corruptelas en situaciones de la vida domestica (por ejemplo, no pedir la facturas para ahorrarse el IVA). Y lo que es más grave: la tolerancia de autoridades y ciudadanos ante la corrupción de los políticos que crea un ambiente de desconfianza y rechazo generalizado. Añadamos que esto ultimó dificulta seriamente la información fiable que se les exige a los periodistas.

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OTRA MANIFESTACION DE LA VOLATILIDAD: LA POLÍTICA

Daniel Innenarity subraya, con toda razón, que la volatilidad afecta muy especialmente también a la política. Por mi parte, me apresuro a aclarar que, como es sabido, la tercera preocupación de los españoles (después del paro y la corrupción), es “los políticos”, según el último del Centro de Investigaciones Sociológicas. Obsérvese que no se citan entre las preocupaciones ni los medios de comunicación social ni la educación. (Primaria, Secundaria y Universitaria).

Venimos de una democracia de partidos, que era la forma adecuada a una sociedad estructurada establemente en clases sociales destinadas a encontrar una correspondencia en términos de

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representación. Hoy tenemos una “democracia de las audiencias” (Manin) en la que los partidos han sido, de alguna manera, arrollados por esta volatilidad y actúan con oportunismo en vez de con estrategia, en correspondencia con un comportamiento de los electores sin compromisos estables. Esos posibles electores no acuden a las urnas ya que se sienten mal representados porque, de hecho, no son representables a la vieja manera de un modo estable. Por ello emiten señales difusas que el sistema político no consigue identificar, elaborar y representar de forma adecuada. Y por lo tanto, los partidos tienen grandes dificultades para escuchar a sus votantes y entender, agregar o procesar sus demandas. Por ejemplo, el partido Podemos de Pablo Iglesias, intencionadamente o no y en contra de sus afirmaciones, no ha recogido en su programa político algunos de los postulados de quienes se asentaron en la madrileña Puerta del Sol (donde yo estuve hablando con algunos) fielmente guiados por las argumentaciones precisas de Hess en su libro titulado “Indignaos” y prologado por el prestigioso catedrático español José Luis Sanpedro.

Sin embargo, el famoso filósofo Bernard–Henri Lévy manifestaba en una entrevista publicada el 30 de enero del 2019, en un rotativo madrileño, que “hoy por fortuna hay mucha gente que no se resigna a la muerte de los valores democráticos y liberales,

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aunque estén desmotivados”.

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LA VERTIGINOSA ACELERACIÓN DEL TIEMPO, ES TAMBIÉN CAUSA DE LA VOLATILIDAD.

No estaríamos en un entorno de tal volatilidad, si no fuera porque el tiempo se ha acelerado vertiginosamente. Vivimos en lo que Paul Valéry llamaba “un régimen de situaciones rápidas”. ¡Qué poco duran las promesas, el apoyo popular, las esperanzas colectivas! En el carrusel político, las cosas “irrumpen”, pero también se desgastan rápidamente o desaparecen, bien de forma democrática o de forma violenta.

En este sentido estoy recordando ahora lo que ocurrió con las prometedoras “primaveras árabes,” que terminaron por desgracia sin lograr sus objetivos, aunque ahora, tímida y tardíamente, parece que están surgiendo algunas consecuencias positivas, sobre todo en Túnez y, en menor medida, en Arabia Saudita y en ciertos emiratos árabes.

“En un panorama acelerado como en el que estamos inmersos, se pierde, paradójicamente, la lógica de la acción política y, consecuentemente, la capacidad de gobernar el cambio social. Por otra parte, el desconcierto puede dar lugar a una agitación improductiva o a la indiferencia apática, nada que se parezca a la voluntad política clásica. Se debilitan las instituciones que otorgaban estabilidad a la

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sociedad y que, al mismo tempo, articulaban el cambio político”. Por mi parte señalo que en España, sujeta actualmente a graves convulsiones políticas (Cataluña), y sometida a fuerzas centrífugas regionales que luchan por reducir al máximo las competencias del Estado, la Monarquía de Felipe VI es, por fortuna, una institución consolidada, aunque haya extremistas que pretenden derribarla cuando puedan. En todas las democracias, la Constitución (que se puede ir reformando parcialmente), no sólo es un freno ante los malos políticos sino una buena vara de medir lealtades.

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LA POLARIZACIÓN POLÍTICA

Otro fenómeno de nuestros días es que la polarización, esto es, el enfrenamiento entre polos opuestos, se ha hecho global, como afirma Moisés Nain en un artículo periodístico hecho público recientemente.

Dicho enfrentamiento es producto de los resentimientos causados por la desigualdad y por las luchas estimuladas mediante las redes sociales. Y, sobre todo ha surgido del total repudio a la política y a los políticos tradicionales.

Los partidos políticos ahora deben enfrentarse a una plétora de nuevos competidores: movimientos, colectivos, mareas, asociaciones muy diversas y a veces pintorescas, etc., cuya agenda se basa en el repudio al pasado y sus tácticas están fundamentadas en la intransigencia. La polarización política no va a atenuarse pronto ya que muchas de sus causas son potentes e indetenibles.

Y los medios de comunicación social hoy no siempre están a la altura de las circunstancias, como sí lo estuvieron en los años de la transición política, durante los cuales ejercieron la pedagogía de la libertad comprometiéndose desde el principio con la democracia.

En la primera fase de la transición, al no haber

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partidos políticos propiamente dichos, sino simples asociaciones, los periódicos funcionaron como un “Parlamento de papel” convirtiéndose en medios de expresión de las distintas ideologías (El Alcázar, Arriba, Pueblo, El País, Informaciones, ABC, La Vanguardia, Ya, etc.)

Nadie puede negar que los medios de comunicación, incluyendo las emisoras de radio públicas así como Televisión Española, contribuyeron, eficazmente, junto a los medios privados, a la promulgación de Ley para la Reforma Política – aprobada por las cortes de Franco el 18 noviembre de año 1976. En esa época yo tuve el honor de ser editorialista de Radio Nacional de España y de Radio Exterior. (Esta última emitía sus programas en español, ruso y árabe porque sus emisoras estaban estratégicamente situadas en Majadahonda, y en Centro América). Más tarde se aprobaría mayoritariamente la Constitución de 1978.

Desde un punto de vista global, el gran problema político del mundo contemporáneo es “cómo organizar lo inestable”. Moisés Nain sostiene en esta línea que “tendremos que aprender a vivir con menos certezas, itinerarios vitales menos lineales, electorados imprevisibles, representaciones contestadas y futuros más abiertos que nunca”. Y añade que “la ingente tarea de la inteligencia colectiva consiste hoy en

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explorar las posibilidades de producir equilibrio en un mundo más cercano al caos que al orden… Consiguientemente, será difícil lograr los acuerdos necesarios en entornos de fragmentación política y radicalización generalizada.” Si no sabemos cómo va a ser el futuro, diría yo, no podremos saber tampoco cómo serán los medios de comunicación social y cómo funcionará su deontología.

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CRECIENTE OLEADA DEL POPULISMO Y SUS CONSECUENCIAS

En la actualidad presenciamos una peligrosa y creciente oleada del populismo que, según Enrique Krauze, historiador y escrito liberal mexicano “ha adoptado una desconcertante amalgama de posturas ideológicas. Izquierdas y derechas podrían revindicar para sí su paternidad, todas al conjuro de la palabra mágica “pueblo”. En su conocido decálogo, referido al populismo en Ibero-América, enumera sus diez características que, en mi opinión, son, “grosso modo”, las mismas que se dan en el populismo europeo. Las enumero a continuación:

1. Exalta al líder carismático.

2. No solo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella,

3. Fabrica su verdad.

4. Utiliza de modo discrecional los fondos públicos.

5. Reparte directamente la riqueza (¿?)

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7. Moviliza permanentemente a los grupos sociales.

8. Fustiga por sistema al ‘enemigo exterior’.

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9. Desprecia el orden legal.

10. Mina, domina y, en último término, doméstica o cancela las instituciones de la democracia liberal.

Abordar las consecuencias del populismo tanto europeo como americano sobrepasa los límites de esta charla. Por lo tanto, voy a referirme, simplemente y en primer lugar, a las afirmaciones hechas recientemente por Jean Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea en una entrevista concedida en Bruselas, al periódico alemán DIE WELT. En ella Juncker advierte de la separación creada entre países europeos (Hungría, Italia, Polonia, Rumania…) con relación a la inmigración en nuestro continente. A mí, modestamente, me llama la atención que la confianza en la Unión Europea en los países del sur (Francia, España, Italia, Grecia…) es mucho menor que la de los países más ricos que son, a mi entender, los que más han aportado al proyecto europeo.

Así mismo, se refiere el citado político, al enfrenamiento de la población británica por el Brexit y a la desunión generalizada de los norteamericanos por la política que está llevando a cabo el inefable presidente Trump, quien, en mi opinión, ha entrado en la política nacional e internacional de Estados Unidos, como un elefante en una cacharrería.

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Es evidente que los partidos tradicionales no pueden imitar a los populistas, porque normalmente sus respuestas son extremistas y simplistas para resolver los desafíos de nuestro tiempo. Esa tesis la defiende una alianza (LENA) de periódicos la que forman parte, entre otros, los siguientes : The Guardian, Le Monde, La Stampa, (Italia,, El País…).

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LOBBIES Y ECONOMÍA

En el panorama, un tanto apocalíptico, que estoy describiendo, no puede faltar una breve alusión a los grupos de presión o lobbies por su dominio e influencia en el mundo de la política y de la economía mundial, así como en los medios de comunicación. Voy a referirme sólo de pasada al “Club Bilderberg” y a su renombrada capacidad para influir en la geoeconomía y en la geopolítica mundial. Este exclusivo y selecto Club supera incluso el poder de cualquier entramado de lobbies y de cualquier gobierno, como se deduce de las investigaciones efectuadas por el famoso espía ruso Daniel Estulin plasmadas en su libro “La verdadera historia del Club Bilderberg.” He oído que en algunos ambientes políticos se ha comentado que nuestro Rey Emérito, Juan Carlos 1, abdicó semanas después de asistir a una de las reuniones secretas del citado club.

Estas formaciones dominantes contemporáneas se han transformados en nuevos y voraces depredadores, como recientemente ha escrito Saskia Sassen, catedrático de sociología de la Universidad de Columbia de New York y Premio Príncipe de Asturias 2013 de Ciencias Sociales. Lo grave es que uno de los principales obstáculos en la lucha por una sociedad más justa (y yo añadiría, mejor informada), es el auge de estas formaciones depredadoras y

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complejas.

“Generalmente, actúan de un modo descarado, pero cuando les conviene, lo hacen en secreto, aunque siempre exhiben admirables conocimientos y algunas de las técnicas más impresionantes que han desarrollado los humanos, a saber: nuevas modalidades de leyes y nuevos sistemas de ingeniería contable, matemáticas de algoritmos, logística de alto nivel, etc. etc”. Con esta combinación de instrumentos y la lógica que los rige, sigue diciendo Saskia Sassen, han terminado por reforzar enormemente la capacidad del sistema para generar una inmensa concentración de riqueza y el poder inimaginable que poseen hoy en todo el mundo.

Solo un dato significativo: en Bruselas hay 30.000 despachos de abogados defendiendo a empresas e instituciones públicas y privadas de todo tipo, tanto en el Parlamento como en la Comisión de la Unión Europea y lo hacen de un modo semi secreto, lo cual implica grandes dificultades para que los periodistas consigan la información pertinente. Aunque los lobbies utilizan también a su propios medios de comunicación a los que convierten en otros grupos de presión.

La autora francesa, Jackeline B. de Celis describió,

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hace años, admirablemente, en su tesis doctoral sobre “Los grupos de presión en la Europa Occidental” las técnicas que utilizan estos grupos para influir, presionar o sobornar a parlamentarios y a miembros de los gobiernos (dinero, sexo, drogas, puertas giratorias para cargos, acción directa en carreteras y calles para obstaculizar el tráfico, etc.…) Dichas técnicas todavía siguen vigentes, aunque de alguna manera actualizadas. Por cierto que esa tesis me sirvió muchísimo a mí para redactar la tesina de fin de carrera en la Escuela Oficial de Periodismo 1969, una vez que pude comprobar con cierta ingenuidad que era imposible hacer una investigación medianamente fundada sobe los grupos de presión en España. Si no me equivoco, en la España actual todavía en nuestro Congreso no se exige enumerar las empresas o instituciones privadas con las que cada parlamentario está relacionado.

Un ejemplo notorio del poder de los grupos de presión es el de los lobbies bancarios. En las conclusiones del informe sobre la crisis financiera de Estados Unidos (The Financial Crisis Inquiry Report), de enero de 2011, se destaca el importante papel jugado por los lobbies, que gastan miles de millones de dólares, perfectamente cuantificados, en actividades de presión sobre los políticos, principalmente a nivel Federal y sobre los mercados financieros. Entre paréntesis, quiero recordaros que el mismo Trump

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con sus múltiples conexiones empresariales está presionando actualmente sobre el Presidente de la Reserva Federal porque pretende, nada menos, que una devaluación del dólar.

En España se dice que las grandes multinacionales y los lobbies potentes se comportan como auténticos Estados dentro de los propios Estados.

A diferencia de Estados Unidos, en España no conocemos nada del dinero que han gastado los lobbies para influir en las autoridades que regulan los mercados financieros. Pero sí sabemos que realizaron actuaciones muy sustanciales que fueron decisivas para rebajar las exigencias de provisiones en materias de créditos y que encarecieron el coste de nuestra última gran crisis económica.

En uno de los trabajos periodísticos que he consultado, se cita a Jesús Taurina, director general de Estabilidad Financiera del Banco de España y a Carlos Trucarte, destacado investigador de la misma institución que han analizado conjuntamente en su libro “Las provisiones contra cíclicas del Banco de España 2.000 – 2.016”, la relevancia de estas actuaciones. Los autores explican cómo en el año 2.000, por impulso del gobernador Luís Ángel Rojo, el Banco de España estableció las llamadas provisiones contra-cíclicas para cubrir las posibles pérdidas

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futuras por créditos fallidos. Se trataba de que las entidades mantuvieran un nivel de dotaciones a insolvencias, similar al de las ocurridas en el periodo de la crisis de 1986-1998, que situaba en 0,9% de la cartera crediticia. Pues bien, finalmente, el lobby bancario consiguió frente al propio Banco de España que los bancos privados (y yo supongo que también las Cajas de Ahorro) se obligaran a hacer unas provisiones de sólo un 0.4% de la cartera crediticia. Como consecuencia de ello, entre el año 2000 y 2007 estas provisiones permitieron crear un fondo de sólo 25.836 millones de euros. De haberse aplicado el 0,9% propuesto, se habrían acumulado unos 60.000 millones de euros y las pérdidas de ayudas públicas (48.000. millones según la Unión Europea) habrían sido mucho menos. El rescate, por tanto, nos ha salido a los españolitos por las nubes. De todos modos, hay que reconocer que con ello se han beneficiado más de cinco millones de españoles que eran accionistas de los bancos y de las Cajas de Ahorros.

En la prensa del 31 de enero del presente año venía esta noticia: “La temida prima de riesgo fue objeto de manipulación durante la crisis de la zona Euro por parte de hasta ocho bancos, según un pliego de cargos enviado por la Comisión Europea a las entidades involucradas en un presunto cártel financiero”.

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Tiene mucho sentido, por tanto, el informe de la Comisión de Investigación que propugna el partido Podemos con objeto de establecer mecanismos para “regular y fiscalizar la actuación de los lobbies financieros.”

Históricamente ha habido una íntima relación entre los bancos y la propiedad de los medios de comunicación social y la financiación de los partidos políticos. Por desgracia, sólo Le Monde y The New York Times (?) que yo sepa, son los únicos periódicos cuyos periodistas son también propietarios mayoritarios de las acciones de estos gigantes de la comunicación.

También es digno de mención el que la BBC británica, probablemente la más prestigiosa de las emisoras internacionales, tiene un Consejo de Administración del que forman parte (si mal no recuerdo) políticos de distintas ideologías, banqueros, rectores de universidad, sindicalistas, periodistas, etc. De este modo la BBC es, en realidad, más estatal que gubernamental. Lo cual no es poco.

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EL PERIODISMO DE CALIDAD COMO ANTIDOTO ANTE LAS NOTICIAS FALSAS

En este maremágnum general de problemas, que afecta a la sociedad global, los responsables de los medios de comunicación más reconocidos apelan en todo el mundo al PERIODISMO DE CALIDAD contra la desinformación que impera hoy (como es sabido, desinformar es dar noticias falsas con ánimo de engañar).

El antídoto contra las “fake news” en las redes y fuera de ellas, es, en efecto, el periodismo de calidad que implica más independencia política y económica tanto en las empresas públicas como en las privadas y también más rigor informativo y más credibilidad, como ha señalado acertadamente la periodista Rosario G. Gomez, que actualmente forma parte del equipo de opinión de El País. Recuerdo a estos efectos una frase no literal de Einstein que dice algo así como: Si quieres conseguir cosas distintas, no sigas utilizando los mismos métodos.

La prensa de calidad es, por supuesto, capaz también de fijar la agenda de los gobernantes y de modificar, en su caso, las Leyes y los presupuestos (como se vio, respectivamente, en las noticias relacionadas con la injusticia del impuesto de sucesiones en Andalucía y, más recientemente, con las

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averías e insuficiencias de los trenes de Extremadura).

He leído algunas reflexiones de Felipe Fernández Armesto, historiador y catedrático de la Universidad de Notre Dame (Indiana EE.UU.), en las que señala cómo en un mundo cada vez mas complejo lo que triunfa son las respuestas simples al margen de su veracidad. Y esa es la base por la que se expanden las noticias falsas y el populismo en Estaos Unidos en donde ha habido interferencia propagandística en las pasadas elecciones a la presidencia americana y sospechas fundadas de intentos extranjeros de injerencia en la política del país. Ya se han acumulado pruebas suficientes para afirmar que “desde Rusia sobre todo, pero también desde China e incluso desde Irán y Corea del Norte se arman sitios web dedicados a sembrar noticias falsas entre el publico estadounidense, fomentando el descontento, provocando odio entre clases y razas y favoreciendo la aparición de políticos corruptos y explotables por soborno o chantaje.” Es sabido que estas manipulaciones electrónicas se dan ya en todo el mundo desarrollado e incluso en los países subdesarrollados.

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¿POR QUÉ ES TANTA LA INFLUENCIA DE LAS REDES?

El citado catedrático Fernández Armesto contesta a esta pregunta afirmando que: “Las élites se muestran incapaces de ofrecer consuelo y seguridad a un público aterrorizado por cambios incontrolables y problemas insolubles. Y cuando la gente acude a Internet buscando soluciones, lo que le importa no es que éstas sean verdaderas, ni creíbles, ni fundamentadas en pruebas racionales ni científicas, sino sencillamente que sean simples e inteligibles. La verdad es compleja y exige investigación. Las falsedades tiene la ventaja de ser sencillas y claras.

Por otra parte, la influencia de las redes es tal que están destruyendo, paradójicamente, las relaciones sociales cara a cara, como escribía el reputado antropólogo francés Marc Augé, en El País del 1 de enero del 2019. Yo he sido testigo de cómo un grupo de jóvenes se comunicaban entre ellos a través de whatsapp con sus móviles a pesar de que todos estaban sentados alrededor de la misma mesa.

En el Foro Iberoamérica celebrado en Madrid en noviembre de 2018, Alejandro Romero, de la consultora Alto Data Analytics, subrayó la intensísima actividad alcanzada por programa informáticos que distribuyen masivamente contenidos de todo tipo en

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las redes sociales. Muchas de esas informaciones son “inverosímiles” y sin embargo “eficaces”. Por ejemplo, añado yo, Londres no pagaba a Bruselas ni la mitad de los 350 millones semanales que decía falsamente la campaña a favor del Brexit. El día posterior del referéndum, el responsable de tal campaña aclaró que ese pago de 350 millones estaba “erróneamente sobredimensionado. Increíble, pero cierto.

Para Carmen Artigas, experta en big data, lo que está detrás de las noticias falsas es “otro sistema de creencias” que busca debilitar las instituciones democráticas y que es necesario combatir desde “una cultura que fomente la verdad” A mi juicio, el papel de los medios es fundamental para perpetuar el sentido crítico de sus públicos, porque sólo así podrán formar – cuando sea necesario- una opinión pública capaz de oponerse a los poderes legislativo ejecutivo y judicial constituyéndose así como el cuarto poder o, como ahora se dice, un verdadero “contrapoder.”

Un análisis realizado por MTI sobre la difusión de noticias a usuarios reales de la Red – y no a dispositivos robóticas - demuestra que una “fake new” tiene un 70% más de probabilidades de ser retuiteada que una noticia fiable, especialmente de contenido político y que no son los bots los que marcan esta

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tendencia, sino usuarios reales.

Lo más parecido a una vacuna universal, para evitar estas realidades, es un periodismo responsable que fortalezca nuestro sistema inmunitario contra informaciones sesgadas y datos manipulados, siempre que se entienda el periodismo como el instrumento eficaz para identificar y neutralizar las mentiras.

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NECESIDAD DE OTROS MUROS DE CONTENCIÓN DE CARÁCTER SUPRANACIONAL

Habría que buscar todavía más herramientas para frenar la pandemia de las mentiras. Afortunadamente ya empiezan a aparecer estos muros de contención en Europa y fuera de ella. Por ejemplo, “The Trust Proyect”, un proyecto que nació como sello de confianza para que el público sepa cuáles son las noticias veraces y cuáles son las falsas. “The Trust Proyect” cuenta con la participación de casi un centenar de cabeceras internacionales, entre ellas, el diario español El País y supongo, El Mundo, que se comprometen a cumplir un código ético con elevados estándares de transparencia y fidelidad.

Por su parte, la Unión Europea acaba de anunciar hace unos días que someterá a control la inversión extranjera en sectores estratégicos (de infraestructuras defensa o energía, etc.). También estarán bajo especial vigilancia los grupos de comunicación, sociedades de almacenamientos de datos o compañías de tecnología para procesos electorales a fin de proteger los intereses europeos en sectores clave que los últimos años han sido objeto, sobre todo, del capital chino y ruso.

En España Google deberá borrar sus enlaces a noticias que afecten a particulares y cuyo contenido

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sea reconocido por una sentencia judicial firme como “sustancialmente erróneo o inexacto.” (Recuérdese la actual campaña de publicidad de Google contra el derecho de autor de los medios convencionales).

Recibimos cada vez más publicidad e información -verdadera y falsa- según lo que decide un algoritmo después de haber estudiado nuestras preferencias partiendo de nuestro perfil económico, político y social. ¿Seguimos siendo libres para elegir o nos están pirateando? Finalmente cabe preguntarse, como lo hizo uno de los participantes en el foro Ibero-América: “¿La proliferación de las noticias falsas son ellas mismas un problema o son el síntoma de un problema al que todavía no estamos dando respuesta?”

A pesar de la fuerza mayoritaria de las redes, quiero subrayar que hoy se están generando más noticias y contenidos que nunca procedentes de los medios tradicionales. Pero sin embargo, seguimos viviendo en una sociedad de la información, asistemática y muchas veces superficial, en vez de en una verdadera sociedad del conocimiento.

José Siles Fernández

Doctor en Derecho (Universidad de Barcelona)

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CourseWork del doctorado en Periodismo en Southern Illinois University, (EE.UU.) becado por la Fundación Fulbright y la Fundación Juan March

Profesor Agregado a la Facultad de CC de la Información de la Universidad Complutense

Redactor de los Servicios Informativos de RNE y TVE

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