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Area de Arqueología Escuela de Antropología Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito Portada: Pilonos del templo de Isis en la isla de Filae. Tomado de “Voyage en Egypte”, por MM. Henri Camas y André Lefèvre, Le Tour du Monde, 1863, Primer Semestre, p. 215. Apachita 5ENERO 2006 Boletín del ÁREA de Arqueología. Ernesto Salazar, Editor

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Area de ArqueologíaEscuela de AntropologíaPontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito

Portada: Pilonos del templo de Isis en la isla de Filae. Tomado de “Voyage en Egypte”,por MM. Henri Camas y André Lefèvre, Le Tour du Monde, 1863, Primer Semestre, p. 215.

Apachita 5ENERO 2006

Boletín del ÁREA de Arqueología. Ernesto Salazar, Editor

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APACHITA, Nº 5, enero de 2006Ernesto Salazar, [email protected]

Indice

Huaquería, coleccionismo y destrucción de sitios arqueológicosFlorencio Delgado ……………………………………………………………………………… 3

Los obeliscos egipcios, obsesión occidentalAndrea Yánez A. ………………………………………………………………………………… 5

La aldea precolombina de Bandurria, Huacho, PerúAlejandro Chu ……………………………………………………………………………………7

Los constructores de montículos de los Llanos venezolanosEstanislao M. Pazmiño T. ……………………………………………………………………… 8

La cita de Apachita ……………………………………………………………………………. 10

El camino inca de la Costa. Tramo Paredones-Puerto de BolaJulio Mena Tapia ……………………………………………………………………………… 10

Los arqueólogos y la protección divinaErnesto Salazar ………………………………………………………………………………... 12

El QuincheOscar Cajas ………………………………………………………………………………….… 15

Robert E. Bell (1914-2006)Ernesto Salazar ……………………………………………………………………………….. 16

Donaciones. Noticias frescas. ………………………………………………………….…..…... 17

Escenarios antiguos ………………………………………………………………….………… 18

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Huaquería, coleccionismoy destrucción de sitios arqueológicos

Florencio Delgado

La ciencia arqueológica se inició enEuropa con el afán coleccionista de los siglosXVII y XVIII, cuando acaudalados miembrosde la aristocracia organizaban campañashacia el Medio y Lejano Oriente, en busca demonumentos y piezas arqueológicas paraalimentar sus colecciones privadas. Ya en elsiglo XVIII, en Dinamarca, Thomsen diseñóun procedimiento sistemático para organizarmateriales museológicos y, desde entonces, elvalor monetario de las piezas arqueológicasha quedado ligado a su antigüedad.

En Norteamérica, fue mas bien el afánconjunto de museos e instituciones académi-cas que permitió la inserción de la inves-tigación en la formación de museos. En cam-bio, en América Latina y especialmente en elEcuador, surgió un personaje híbrido, el co-leccionista, que pretendia, él sólo, coleccio-nar y hacer ciencia. Los coleccionistas eran almismo tiempo “académicos” y “empleados”

de los museos institucionales para los querecolectaban piezas arqueólogicas, si no lohacían, en el peor de los casos, para sus mu-seos privados.

En la actualidad, el estudio de la arque-ología, como ciencia que reconstruye el pasa-do, está desligado del coleccionismo, que esmás bien visto como una práctica malsana eilegal, que provoca la destrucción de los si-tios arqueológicos. El arqueólogo italiano Ri-cardo Elia ha señalado que el verdadero hua-quero es el coleccionista, y con ello ha puestoel dedo en la llaga de un problema que nadiequiere ver ni asumir. En Europa, el nivel deconcientización sobre la cuestión ha llegado atal punto, que el arqueólogo Colin Renfrewfue grandemente criticado por publicar un li-bro basado en el estudio de colecciones priva-das, obtenidas indebidamente.

Cuando los organismos nacionales e in-ternacionales, encargados de velar por la pre-servación de los sitios y evitar el tráfico deantigüedades, crearon leyes para controlarlos,sólo condenaron el huaquerismo y no el co-leccionismo. Una vez más se condenaba alhuaquero, generalmente un campesino que“huaquea” por simple ignorancia de la ley, opor aprovechar la posibilidad de mejorar suscondiciones de vida. Al mismo tiempo, la leynada dice sobre los que mantienen el sistemade huaqueo, que son los coleccionistas. Al-gunos incluso creen que el Estado debe otor-garles medallas y premios por “salvaguardar”el patrimonio cultural. Otros han fungido depresidentes de la Casa de la Cultura, de ins-tituciones culturales, del mismo Instituto Na-cional de Patrimonio Cultural (INPC), y hastade Ministros de Educación y Cultura.

En Ecuador, los inicios de la arqueolo-gía no fueron diferentes de los de Europa.Acaudalados lugartenientes y sacerdotes a-masaron grandes cantidades de piezas y cre-

aron sus propias colecciones, pero muy pocosrealizaron análisis de sus materiales o publi-caron sus resultados.

Posteriormente, el Banco Central del E-cuador creó su sistema de museos con lanovelera idea de llenar sus reservas mediantela adquisición de piezas. Las inmensas canti-dades de dinero empleado en la compra deestas piezas habrían podido subvencionarproyectos arqueológicos en todo el país, delos que se hubiera obtenido igual o mayorcantidad de piezas, pero esta vez con una his-toria detrás de las mismas. Si se hubiera pro-cedido de esta manera, no nos veríamos ahorafrente al fiasco de no estar seguros de dóndeproviene el famoso sol de oro del Banco Cen-tral, pues al parecer hay confusión en el co-leccionista que vendió la pieza al museo.

En la actualidad, el gran presupuesto fa-cilitado por el estado al Área Cultural delMuseo del Banco Central va dirigido a la ca-talogación, curación y conservación de piezasarqueológicas obtenidas en procesos ilícitosde excavación clandestina. La reserva de losmuseos del BCE constituye un verdaderoelefante blanco que exige anualmente unacarga monetaria gigante al erario nacional.Una cantidad de piezas carentes de contextoarqueológico reproduce una historia mal con-tada y en la mayoría de los casos inventada.

Lo mas grave, sin duda, es el doble dis-curso y el doble gasto que realiza el Estado,en la medida que mantiene una burocraciadorada llena de aficionados y semiprofesio-nales, que cuidan piezas compradas a indi-viduos que han causado la destrucción de unagran parte de la historia nacional, todo ellomientras paralelamente mantiene un INPCque debe hacer justo lo contrario, es decircombatir las excavaciones ilícitas.

Por muchos años, los bancos privadostambién compraron piezas y colecciones, y

las mantuvieron en algunos museos paramostrar su “preocupación” por la cultura. Sinembargo, durante el salvataje bancario, nopagaron su deuda al Estado con dinero con-tante y sonante, sino con la entrega de esasmismas colecciones obtenidas fraudulenta-mente. De seguro que esto fue un negocio re-dondo para los coleccionistas y una granpérdida para el estado. Primero, por la des-trucción del patrimonio cultural que alimentóestas colecciones, y luego por cobrar deudascon estas piezas que obviamente fueron obte-nidas ilícitamente, y que de acuerdo con laley fueron siempre propiedad del estado.

Lejos estamos de considerarnos una so-ciedad en la que los científicos estén a cargode los trabajos que demandan conocimientoscientíficos. Los huaqueros-coleccionistas ha-cen de las suyas y muchas veces tienen mejo-res relaciones con el INPC que el mismoarqueólogo. El INPC, en muchos casos, envez de facilitar la labor científica, la ha coar-tado mediante el uso de una maraña de trámi-tes burocráticos, mientras los sitios siguendestruyéndose en forma acelerada. Un colegaextranjero me dijo una vez, que en este países más fácil ser coleccionista que arqueólogo,pues el primero es más respetado y escuchadoy considerado hasta para premios importantesde contribución a la cultura.

Si eso es verdad, creo que ya es hora decambiar. Las nuevas generaciones son las lla-madas a trabajar con un mínimo de sentidocomún. Si combatimos el huaquerismo debe-mos estar claros que el causante del mismo esel coleccionismo, pues si hay demanda habráoferta. Si las intenciones de los coleccionistasson defender el patrimonio, pues que pongansus recursos para la investigación y haganacuerdos con el INPC para que les den laspiezas en comodato para sus colecciones, conreglas claras de acceso que el público debetener.

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Los estudiantes, egresados y arqueólo-gos debemos ser más cuidadosos con quienestrabajamos. Sólo un cambio en la ética de losprofesionales hará que no se mezclen huaque-ros, coleccionistas y pseudo-arqueólogos conlos profesionales serios que sí tiene este país.Debemos ejercer las presiones necesarias pa-ra que el INPC se maneje de forma técnica yno política y que sus reglamentos sean cohe-rentes con su razón de ser, que es la de pro-teger el patrimonio cultural de la nación. Elnaciente Colegio de Arqueólogos debe lucharpor cambios en el sistema de leyes y por lareconstrucción de la historia verdadera delantiguo Ecuador.

Los obeliscos egipcios,obsesión occidental

Andrea Yánez A.

La civilización egipcia es una de lasmás enigmáticas del mundo. Y entre los mo-numentos emblemáticos que nos han dejadolos antiguos egipcios (v.g. las pirámides deGiza, los cientos de templos, como Luxor,Karnak, Edfú, Abú Simbel, etc.), ninguno estalvez más enigmático que los famosos obe-liscos.

Estos inmensos bloques monolíticos,generalmente de granito rojo de Aswan, sonde sección cuadrangular, terminados en unapunta llamada “piramidón”, con altura quefluctúa entre 1 m. y 30 m. Los jeroglíficos ta-llados en sus costados, y que aumentan detamaño a medida que se acercan al pirami-dón, tratan acerca de los sucesos que impul-saron la creación de dicho “tején” (obelisco,en árabe). Generalmente erigidos en parejas,

estos monumentos están cargados de simbo-lismo religioso.

El obelisco representa una ofrenda aldios Ra, y el piramidón simboliza los rayosdel sol que ilumina la tierra. Cuenta la leyen-da que Set dio muerte a su hermano Osiris ydividió su cuerpo en doce partes, que fuerondispersadas por todo Egipto, excepto una quefue ocultada. Isis, esposa de Osiris y diosa dela magia, belleza y fertilidad, se encargó debuscar todas las partes y las unió con su ma-gia, cayendo finalmente en cuenta que, al fal-tarle una parte de su amado, le era imposiblecompletar el cuerpo de Osiris para tener unhijo con él. En tal circunstancia, Isis convirtióa Osiris en obelisco y ella se transformó enhalcón hembra que, al posarse sobre el pira-midón, quedó embarazada de Horus.

El conocimiento de la cultura egipciadespertó en Europa la obsesión por los obe-liscos que, poco a poco, encontraron caminohacia las plazas de las ciudades occidentales.Sin embargo, en la cantera de Aswan se en-

cuentra aún el famoso “obelisco inacabado”,una mole de granito de 40 m. de altura, que lareina Hatchepsut pensaba ofrecer a los diosescomo el obelisco más alto del imperio. Unafisura existente en la piedra detuvo la termi-nación de esta obra, permitiendo a los egiptó-logos reconstruir el proceso de elaboración delos obeliscos.

Se ha determinado que inicialmente sehacía un corte, posiblemente con bolas dedolerita, a los costados del bloque, introdu-ciendo luego en las fisuras trozos de maderade sicomoro, a los que se les humedecía paraforzar la dilatación y expansión del granito.El tallado de los jeroglíficos se realizaba en lamisma cantera, pero solo en tres de los cuatrolados del monumento. Posteriormente, eratransportado en embarcaciones especiales, alo largo del río Nilo, y luego colocado en tie-rra sobre trineos de madera para llevarlo a sudestino final. Una vez en el templo, el mono-lito era levantado con cuerdas o palancas,según el tamaño y su peso, sobre un lecho dearena. Para el tallado del cuarto lado, se cons-truía una rampa de arena de la altura delobelisco, reduciéndola paulatinamente de al-tura, a medida que los jeroglíficos eran escul-pidos desde el piramidón hacia abajo. En lostoque finales, en algunas ocasiones, se pro-cedía a recubrir con oro la mitad del obelisco,como puede observarse aún en uno de losobeliscos de la reina Hatchepsut, en el templode Karnak.

La fiebre del arte antiguo, que surgió enOccidente, ha determinado que mucho delpatrimonio cultural egipcio se encuentreregado por el mundo. Hay actualmente obe-liscos en Estados Unidos, Roma, Francia, In-glaterra y Turquía, cuya posesión es defen-dida por estos países por una variedad de ra-zones. Algunos afirman que los tienen porquefueron regalos del gobierno egipcio en agra-decimiento por un favor recibido. Tales son

los casos de los obeliscos que se encuentranen el antiguo hipódromo romano de Estam-bul, Turquía, o el de Nueva York, que al pa-recer fue donado por Nasser en reconoci-miento al gobierno norteamericano por la a-yuda prestada en la construcción de la represade Aswan. La mayoría de los obeliscos que seencuentran en Roma fueron llevados por losemperadores, luego de la conquista de Egip-to, o simplemente replicados para dar mayoralegría a sus plazas.

Los obeliscos de la Piazza della Trinitádei Monte, de la Piazza de San Pietro, de laPiazza del Popolo, de la Piazza de S. Gio-vanni in Laterano, etc., todos tienen su propiahistoria. El más famoso se encuentra en laPlaza de la Concordia de París. Unos dicenque un gobernante egipcio lo cambió a las au-toridades francesas por un reloj que está colo-cado en el patio de una mezquita egipcia yque ni siquiera funciona. Otros dicen que laesposa de Napoleón lo pidió como presente aChampollion, quien lo trasladó a París y lolevantó en la plaza mencionada el 22 de oc-tubre de 1836.

De los 27 obeliscos egipcios conocidos,solo quedan 6 en Egipto. Sabemos que todoséstos deben retornar a su lugar de origen, pe-ro las autoridades pertinentes han dado oídossordos a las quejas egipcias y de la comu-nidad internacional. En este asunto, la presiónde los arqueólogos debe desempeñar impor-tante papel, ya que sus argumentos podríanayudar a Egipto a la recuperación de su patri-monio cultural.

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La aldea precolombina de Bandurria,Huacho, Perú

Alejandro Chu

Ubicado en la provincia de Huaura, atan sólo 10 kilómetros al sur de la ciudad deHuacho, la aldea de Bandurria constituye unode los sitios más importantes de la costa nor-central del Perú para entender los orígenes dela civilización en los Andes. Bandurria co-rresponde a un asentamiento que fue ocupadoaproximadamente 1000 años antes que Caral,con una antigüedad de 5000 años antes delpresente. Cronológicamente, el sitio esta asig-nado al período Precerámico Tardío (3500 a1800 años antes de Cristo).

La zona arqueológica comprende 23hectáreas en las que se encuentran una ex-tensa aldea y las primeras evidencias, en laregión, de una arquitectura monumental sólocomparable con el sitio del Aspero, en el lito-ral del valle del Supe. El sitio se encuentraubicado en un lugar privilegiado que permitióa sus antiguos habitantes tener acceso a va-riados recursos provenientes del mar, la al-bufera y las lomas próximas. Es en esta épocacuando estos primeros habitantes del litoralhuachano iniciaron la explotación del junco yla totora, confeccionando elaboradas y her-mosas canastas y esteras. Esta población tam-bién cosechó el algodón, cuya fibra fue con-vertida en telas y cordeles para la confecciónde redes, que le permitieron una intensaexplotación del mar.

Su descubrimiento fue un hecho acci-dentado que lamentablemente destruyó partedel sitio arqueológico. Corría el año de 1973,cuando una inundación de la Irrigación SantaRosa cortó al sitio, arrasando buena parte delsector sureste de la zona arqueológica. El Ing.Domingo Torero fue la persona que llamó la

atención de las autoridades sobre la irrupciónde las aguas y rescató abundante materialarqueológico, con apoyo de estudiantes y po-bladores de Huacho. En este rescate se recu-peró también gran cantidad de entierros, cu-yos restos humanos se encontraban envueltosen fardos de esteras y telas entrelazadas congrandes piedras encima.

Posteriormente, la Dra. Rosa Fung re-alizó trabajos de investigación en los años de1973 y 1977. En las excavaciones efectuadasen 1977, Fung (1988) reportó la existencia depequeñas estructuras de cimientos de piedra yun pequeño montículo ubicado en el extremosuroeste del sitio, de clara función no domés-tica. Parte de esta zona fue parcialmente lim-piada y la evidencia estratigráfica mostró quecorresponde a la ocupación final del sitio.Fung encontró dos claras ocupaciones prece-rámicas. La primera tiene fechados radio-carbónicos que van desde 4.500±80 A.P. (quecorrespondería a la base de esta primeraocupación), hasta 4.300±90 A.P. (corres-pondiente al nivel 3). La segunda ocupaciónno tiene fechas publicadas, pero estaríaasociada con una población braquicefálicaque empleaba canastas para los entierros desubadultos. El montículo antes mencionado

no ha sido estudiado en detalle, pero se leestá asignando a la ocupación más tardía delsitio.

Estos trabajos recuperaron abundantesmateriales arqueológicos, entre los que sedestacan textiles entrelazados y canastas.También se recuperaron cuentas de piedra,una piedra “vestida” con un textil entrelazadoen un entierro de niño, y una figura de arcillasin cocer, en la base de la primera ocupación(Fung 1988). Estos trabajos llevaron al Arq.Carlos Williams (1980) a incluir a Bandurriacomo una “aldea con templo”, en su tipologíasobre la arquitectura temprana en los Andes.Estos trabajos confirmaron la importancia delsitio arqueológico, cuyo fechado más antiguoes de 3550 años antes de Cristo, por ende laaldea más temprana asociada a arquitecturapública. Lamentablemente, Bandurria ha sidoobjeto de una destrucción sistemática que seinició con la inundación de la irrigación en1973. En 2002, visitamos por primera vez elsitio arqueológico y notamos que se encon-traba invadido y deteriorado por pobladoresagrupados en la autodenominada CooperativaArtesanal “José Olaya”, que ocupaba el ladosur del sitio con viviendas precarias y corra-les. Estos pobladores se encuentran dedicadosa la extracción del junco, la totora y el ca-rrizo.

A raíz de una denuncia presentada pornosotros al Instituto Nacional de Cultura, el29 de octubre del 2002, se declara PatrimonioCultural de la Nación a la Zona ArqueológicaMonumental de Bandurria, y se ha iniciadoun proyecto de investigación a cargo del au-tor y de un equipo de arqueólogos y estu-diantes de la Universidad Nacional Mayor deSan Marcos de Lima. Este estudio busca, através de excavaciones arqueológicas en área,definir las características de la ocupación pre-cerámica de Bandurria y determinar los fac-tores que permitieron a sociedades como

Bandurria llegar a niveles complejos de orga-nización social, tal como se aprecia en Caral,la ciudad más antigua de América y cuna dela civilización en los Andes.

Los constructores de montículosde los Llanos venezolanos

Estanislao M. Pazmiño T.

Los procesos culturales precolombinosque se desarrollaron en los llanos occi-dentales de Venezuela tienen su importancia,en razón de que reflejan una excelente res-puesta a las condiciones medioambientales dela zona. Geográficamente, el área se carac-teriza por una depresión del relieve que seencuentra entre los Andes Venezolanos y elescudo de la Guayana, comprendiendo laszonas conocidas como los Llanos Occi-dentales y del Orinoco Medio.

La uniformidad en el terreno, con ape-nas ligeras elevaciones, contrasta con la ca-rencia de homogeneidad en cuanto a las ca-racterísticas específicas del medio, siendo laprincipal los períodos de inundación queafectan a la mayor parte de la región (Zucchiy Denevan 1979). La gran cantidad de sedi-mentos acumulados en el cauce del Orinocoimpide, en la estación lluviosa, el transporteadecuado de toda la cantidad de agua gene-rada. Esto provoca no sólo su desborda-miento, sino también el de sus tributarios, cu-briendo extensas zonas que, por ende, han si-do vistas como improductivas e inadecuadaspara sostener asentamiento alguno. No obs-tante, el registro arqueológico nos muestra locontrario, ya que en la zona existió un altonivel de ocupación humana, con sociedadesque desarrollaron diversas estrategias paraasegurar su subsistencia.

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Los procesos culturales de los Llanos dela cuenca del Orinoco fueron producidos porvarios flujos poblacionales hacia áreas queaparentemente no prestaban las mejores con-diciones para un amplio desarrollo social(Sanoja y Vargas 1976). En este contexto,Zucchi y Denevan (1979) han señalado queuna de las causas de la ocupación de zonasanegadas por los ciclos de inundacionesanuales fue la presión ejercida por grupos enconflicto, cuyo desenlace habría generadomovimientos migratorios. Esta situación de-bió haber llevado a las poblaciones despla-zadas a crear prontamente estrategias de a-daptación a zonas menos hospitalarias. Enefecto, los sistemas de camellones y camposelevados hallados en la región sugieren quesus constructores supieron aprovechar exito-samente los períodos de inundación y sequíade su nuevo habitat.

En la etapa cultural temprana (1000 a.C.hasta 400–500 d. C), varios grupos de la cul-tura Caño del Oso se habrían asentado pre-cisamente en las zonas con mejores tierrasagrícolas (a las que destinaron especialmentepara el cultivo de maíz), donde los ciclos deinundaciones eran más cortos (Zucchi y De-nevan 1979). Estos grupos se habrían expan-dido por los Llanos Occidentales mantenién-dose en ecosistemas similares y de condicio-nes favorables. No obstante, las posterioresinfluencias migratorias, básicamente de gru-pos arauquinoides, habrían ocasionado pre-siones demográficas que introdujeron: “...a)el desarrollo e implantación de un sistemaagrícola intensivo particularmente adaptadoa las sabanas inundadizas; b) el inicio de unamigración importante hacia los sectores ba-jos del Orinoco y, c) la penetración y asen-tamiento de diferentes grupos Arauquinoidesen los Llanos Altos Occidentales al norte delrío Apure, o sea, en el área osoide” (Zucchiy Denevan 1979).

Este nuevo escenario introducido porlos flujos migratorios está documentado ar-queológicamente por la presencia de un sin-número de construcciones artificiales de tie-rra, en forma de montículos habitacionales ycampos elevados de cultivo. Estos elementosson claves para entender como se articularonpolíticamente, en la región, las diferentes co-munidades. Varios sitios con montículos sonlos testigos de un pasado ligado a un granmanejo de las obras públicas, sostenido sinduda por una jerarquía que controlaba la or-ganización del grupo.

Los montículos, ubicados en los sitiosdescritos por Zucchi y Denevan (1979), sonmas bien bajos (1 m. aproximadamente dealtura) y pequeños (22 m. de diámetro en pro-medio), sugiriendo la existencia de unidadeshabitacionales aisladas, vinculadas a los cam-pos de cultivo. No obstante, la producción a-grícola no ha sido aún dilucidada, en cuanto avariedad y cantidad de la misma. Por la granextensión de los campos elevados, se espe-cula que éstos podrían haber generado su-ficiente excedente para una concentración po-

blacional considerable. Por lo tanto, los mon-tículos dispersos estarían relacionados con elcuidado y manejo de los campos de cultivo,mientras los sitios de montículos agrupadosserían los centros poblados localizados en lasproximidades de los sitios de producción.

Las construcciones artificiales de tierraestán atribuidas a la gente “Osoide”, que ha-bría adoptado dicha técnica por influencia degrupos arauquinoides, que comenzaron a o-cupar zonas inmediatas a los asentamientososoides. Sin embargo, se señala que el perfec-cionamiento y diversificación de las cons-trucciones habrían estado a cargo de los gru-pos de Caño del Oso.

La construcción de los montículos pre-colombinos en Llanos de la cuenca del Orino-co respondió a los procesos culturales men-cionados y a las condiciones medioambien-tales existentes. El registro arqueológico dis-ponible constituye un claro indicio de que, enla región amazónica, se desarrollaron estruc-turas sociales bastante complejas que, si bienreflejan un sistema de organización distinto alque han mantenido los pueblos indígenas a-mazónicos en los últimos siglos, descubrensimilares problemáticas sociales en las quelas presiones medioambientales generan res-puestas culturales.

La cita de “Apachita”

“Lo bueno de casarse con un arqueólo-go es que mientras una más envejece, másinteresante se vuelve a los ojos del marido”.

Frase atribuida a la novelista Agatha Christie,casada con el arqueólogo Max Mallowan.

El camino inca de la CostaTramo Paredones-Puerto de Bola

Julio Mena Tapia

En la sociedad humana, los caminosconstituyen el elemento principal de la inte-gración espacial. No sorprende entonces quelos Incas hayan sido grandes constructores decaminos, a los que dotaron de infraestructuraadecuada para su funcionamiento (tambos,puentes, chasquiwasis, etc.). La ruta principaliba de Sur a Norte, y de ésta se desprendíanramales o caminos secundarios hacia la Costay hacia la selva oriental. En el sur del país, laantigua ciudad de Tomebamba tenia una am-plia red vial, de la que destacamos la vía ha-cia la Costa, que fue parcialmente investigadapor el autor y Miguel Fonseca, en el marcodel Taller de Arqueología dirigido por el Pro-fesor Ernesto Salazar.

Este camino costero salía de Tomebam-ba hacia Occidente, cruzando el macizo delCajas y tomando luego la llanura costera has-ta llegar a un punto de la costa ubicado frentea la isla de Puná, y conocido en la Coloniacomo Puerto de Bola, utilizado para traficarlas mercaderías entre Cuenca y Guayaquil.En la época republicana, se trazó también porla misma zona el llamado “camino de GarcíaMoreno”. Finalmente, hace pocos años se pu-do terminar la construcción de la moderna ca-rretera que permite un acceso rápido a la cos-ta y a Guayaquil.

La vía inca ha sido ya parcialmenteexplorada por el arqueólogo Jaime Idrovo, demodo que nos concentramos en el tramomenos conocido, que va desde Paredones deMolleturo, al filo occidental del Cajas, hastael legendario Puerto de Bola. El tambo realde Paredones consta aproximadamente dediez recintos y capacñan de entrada y salida,

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restaurado recientemente, el cual nos permi-tió tomar con seguridad la ruta inca de laCosta. La estrategia de trabajo consistió entomar lecturas de GPS en puntos claves delcamino (curvas principalmente), para luegoubicarlas en las cartas topográficas, y trazarel camino explorado, registrando en libretasde campo las características de la vía y delentorno. En la primera fase del trabajo logra-mos ubicar el tramo que va desde Paredonesde Molleturo hasta la ciudad de Naranjal,donde el camino desaparece destruido casi ensu totalidad por el urbanismo. La segunda fa-se fue dedicada a buscar los puertos antiguosde la costa, incluyendo el de Bola, con susrespectivas salidas al mar, y sus probables co-nexiones con el camino inca.

A partir de Paredones de Molleturo(3.500 m. de altura), el camino desciende rá-pidamente hasta el pueblo de Hierba Buena,donde se puede apreciar una vía de 2 m. deancho, no empedrada. Sin embargo, la grancantidad de piedras desplazadas que se ven aorillas del camino, sugiere que el mismo de-bió haber estado empedrado; es muy pro-bable, además, que la abrupta pendiente porla que cruza el camino haya contribuido a ladestrucción del empedrado. Al final de estedescenso, a 1.800 m. de altura, encontramosuna estructura circular construida con un mu-ro de piedra de 1.05 m. de alto y 90 cm. deancho. La estructura tiene aproximadamente10 m. de diámetro, con una entrada de 1 m.de ancho, y por su tamaño, parece tratarse deun chasquiwasi o un pequeño puesto de des-canso, ya que de ordinario, el tramo de Mo-lleturo a Naranjal se hacía en una sola jor-nada de viaje.

Desde aquí, el descenso es mucho me-nos pronunciado, y se entra en los llanoscosteros por un camino bien conservado yempedrado en su mayor parte. La vía alcanzalos 6 m. de ancho y, en el descenso a los ríos,

adopta la forma de culunco, a veces con esca-linatas. La cultura material es escasa, pero sehan observado metates precolombinos sir-viendo de recipientes de comida y agua paralos animales domésticos del sector. A la altu-ra del río Pescado y de la hacienda homó-nima, el camino inca se une al construido enla época republicana por García Moreno, yaquí la vía recibe intenso trafico de los nego-ciantes de ganado, que inclusive se han orga-nizado para mantenerla en óptimas condi-ciones. Este camino llega hasta la ciudad deNaranjal, donde desaparece totalmente a cau-sa de la expansión urbana y la superposiciónde la carretera principal, construida hace po-cos años.

Alrededor de Naranjal, nos encontra-mos con varios puertos, entre los que se des-tacan Santa Rosa de Flandes (a orillas del ríoNaranjal), utilizado en la época de la coloniay hoy abandonado. Posteriormente, en la épo-ca republicana, se estableció el puerto Baque-rizo Moreno, que también fue abandonadopor la fuerte sedimentación de los cauces delos ríos. El puerto de Bola es el más antiguo

de la zona. Se encuentra a orillas del río AguaPrieta, al interior de la hacienda Bola de Oro.Se halla en medio de un manglar, y no se ob-serva cultura material, aunque la informaciónoral da cuenta de restos de barcos y muros dearena que fueron destruidos por los progra-mas ecológicos de restablecimiento del man-glar. A 500 metros del lugar donde se presu-me que se encuentra el puerto de Bola, el ríoAgua Prieta se une con el San Pablo o Caña-yacu, y juntos desembocan, 5 Km. más ade-lante, en el canal de Jambelí. Al frente de ladesembocadura, se divisa la isla Puná, con laque el Puerto de Bola debió haber mantenidointenso comercio desde tiempos precolom-binos. Hoy el tráfico se hace por los puertoscomerciales modernos, quedando estos viejospuertos de la historia como embarcaderos delas camaroneras y de los pìratas contempo-ráneos.

Los arqueólogos y la protección divina

Ernesto Salazar

Tantas cosas pasan en la vida, que cual-quier persona con problemas en su trabajotiene que buscar, en algún momento, la pro-tección de entes sobrenaturales. Ahora estánde moda los ángeles guardianes, pero antesde ellos ya la Iglesia se había preocupado deproporcionarnos santos patronos. Los sastres,los carpinteros y los tejedores los han tenidopor siglos, inclusive representados con icono-grafía fija, alusiva a la labor que realizan.Pero el mundo globalizado ha creado nuevosoficios (digitadores, “plotteadores” de mapas,maquiladores, asesores de imagen, etc.) quebuscan sin duda patronos para sus trabajos.Sabemos ahora que la Internet tiene supatrono en el beato Santiago Alberioni, y quehasta los ladrones arrepentidos tienen el suyo(San Dimas, ¿quién mas?). ¿Qué pasa enton-

ces con esa pléyade de nuevos esforzados quebuscan protección divina, entre los cuales nosencontramos los arqueólogos? Pues me placecontarles que no nos está yendo mal; masbien todo lo contrario.

Según el Catholic Forum, los patronosde los arqueólogos son San Dámaso, SantaElena, y San Jerónimo. El primero es DámasoI (306-384 A.D.), trigésimo séptimo pontificede la Iglesia. Se conoce que, en su pontifi-cado, tuvo que luchar contra el Arrianismo yotros cismas menores, pero logró declarar elCristianismo como religión del estado roma-no. Entre otras cosas pías, Dámaso I organizóel Archivo Vaticano, restauró catacumbas, er-mitas y tumbas de mártires. Dicen que quisoser enterrado en las catacumbas, junto con losprimeros mártires, y al parecer se salió con lasuya. Es patrono únicamente de los arqueó-logos y su fiesta se celebra el 11 de diciem-bre.

San Jerónimo (340-420 A.D.), que teníatambién el eufónico nombre compuesto deEusebio Jerónimo Sofronio, fue de familiapagana, y estudió Leyes en Roma. Conver-tido y bautizado en 365, estudió Teología y sehizo monje eremita, viviendo por muchosaños en el desierto de Calcis (Siria). Even-tualmente, fue nombrado secretario del papaDámaso I, que lo comisionó para revisar eltexto latino de la Biblia. Su trabajo de 30años culminó con la traducción llamada Vul-gata, todavía en uso en los lugares no inva-didos por la Biblia de Jerusalén. Elevado a lacategoría de Doctor o Padre de la Iglesia, sufigura se ha asociado con rollos, manuscritos,catálogos y traducciones. Es patrono no sólode los arqueólogos, sino también de los archi-vistas, los estudiosos de la Biblia, los biblio-tecarios y los traductores. Su fiesta se celebrael 30 de septiembre.

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En cuanto a Santa Elena (250-330A.D.), fue romana pagana, convertida tardía-mente al cristianismo. Casada con ConstancioCloro, corregente del imperio romano occi-dental, fue abandonada por este, en favor deotra mujer. Pero como fue madre de Constan-tino el Grande, llegó a gozar temporalmentedel poder político. A edad avanzada, llevó ungrupo a la Tierra Santa en busca de la VeraCruz. Eusebio señala que Elena exploró Pa-lestina “con discernimiento notable”. Al ente-rarse de que la cruz estaba enterrada cerca delSanto Sepulcro de Jerusalén (donde se habíaerigido un templo a Venus para el culto ido-látrico de los lugareños), consultó con algu-nos expertos, y procedió a destruir el templopagano y a limpiar los derrubios superficialesdel lugar. Luego excavó en gran profundidad,hasta encontrar tres cruces y los clavos conque fue crucificado el Señor. Para identificarla cruz de Jesús, hizo que una mujer de enfer-medad incurable tocara cada una de las cru-ces, declarando como verdadera la que la cu-ró instantáneamente. En el lugar de los acon-tecimientos, Elena construyó la iglesia de laSanta Cruz de Jerusalén o Iglesia del Sepul-cro, que aún se conserva en pie. Es patrona delos arqueólogos, los conversos, los que tienenmatrimonios difíciles y los divorciados. Sufiesta se celebra el 18 de agosto.

Ahora bien, si el arqueólogo devoto es-pera encontrar, en la iconografía religiosa, asus patronos representados con un bailejo enla mano o la Tabla de Colores de Munsellbajo el brazo, va a quedar decepcionado.Tienen leones, tiaras, plumas de ave, cual-quier cosa, menos los instrumentos de nuestroquehacer cotidiano. Realmente, la Iglesia de-bió establecer primero el perfil del arque-ólogo contemporáneo, para darnos un patronomás afín con nosotros. En efecto, nuestrosprotectores “suenan” arqueológicos, sola-mente en la medida que son muy antiguos,concretamente de la época romana y de los

primeros siglos del cristianismo; además, sonmedio ascetas, medio ermitaños, cosa que engeneral contrasta con el medio hedonismo delos arqueólogos actuales. Más aún, sus fechasde nacimiento y muerte varían mucho, segúnlas diferentes autoridades, lo que me pareceembarazoso para un gremio como el nuestrotan obsesionado por la cronología. Y en estepunto hay que ser categóricos. No nos impor-ta, en último término, cual sea la naturalezabeatífica de nuestros protectores, pero suexistencia debe estar simplemente bien da-tada. Urge entonces que, en algún congreso,tomemos la decisión de someter a nuestrossantos a una prueba de Carbono 14.

En todo caso, enunciados nuestros guar-dianes, debo señalar que no está nada claropor qué tenemos tres patronos, y si esta situa-ción es una ventaja o un “handicap”. Una hi-pótesis puede ser la alta densidad demográ-fica de santos, muchísimos de los cuales notienen protegidos, lo que, en las esferas celes-tes, significa poco menos que soledad total(i.e. sin iglesias, sin imágenes, sin jacula-

torias, sin lugar destacable en una letanía,etc.). La otra hipótesis, más viable por cierto,es que el nombramiento de patronos múlti-ples está acorde con la personalidad complejade los arqueólogos, que bien pueden pasarsela vida leyendo los manuscritos del MarMuerto, excavando catacumbas, o peleándosecon su mujer, todo lo cual indudablemente nopuede ser cubierto por un sólo santo patrono.

Un análisis exhaustivo de la santa per-sona sugiere que San Dámaso puede ser ve-nerado por esos arqueólogos que andan en-frentándose a los cismas teórico-prácticos dela arqueología ecuatoriana, esperando que al-gún día triunfe la teoría sobre las malas prác-ticas. Por lo demás, su labor de mera res-tauración de las catacumbas no va muy biencon la del arqueólogo, que prefiere otras me-tas para su disciplina. Por último, el día de sufiesta me parece horrible, ya que se ubica en-tre las fiestas de Quito y la Navidad, o sea enese intermedio decembrino de abulia total.Simplemente, no lo vamos a festejar.

A San Jerónimo se lo ve muy libresco,y dudo que sea un patrono idóneo para no-sotros. Sin embargo, para ser positivo, diríaque puede ser patrono de los arqueólogos deescritorio, de los editores de revistas de ar-queología y de los traductores de artículoscientíficos en lenguas extranjeras. Mirando elasunto con más condescendencia, la vida er-mitaña del santo podría ser un remoto rasgode relación con los arqueólogos; de maneraque un colega botado en media selva por elhelicóptero de una petrolera bien puede invo-car su protección. Un problema espinoso es eldía de su fiesta, que coincide con la fina-lización del trabajo de campo, que significalevantar las carpas, preparar maletas, embalarlos tiestos, y hacer otras cosas más apremian-tes que acordarnos de San Jerónimo.

Toda esta crítica constructiva la hagoporque yo me inclino definitivamente porSanta Elena que, al menos, parece haber acu-mulado alguna experiencia de campo. No hayduda que hizo algún reconocimiento arqueo-lógico previo a sus excavaciones, que de pasolas realizó a cabalidad y con éxito notables.Además, su prueba de la mujer enfermamuestra que manejaba adecuadamente la Te-oría de Rango Medio. Me gusta mucho quesu fiesta sea en Agosto, porque es el mes enque la mayoría de arqueólogos del mundoestá en trabajo de campo. Y el hecho de que,bajo su manto, nuestro patronazgo lo compar-tamos con los divorciados y con los quetienen problema maritales, solo muestra quenuestra Santa Madre Iglesia, tuvo la admira-ble intuición de agrupar a gente con las mis-mas debilidades.

Por cierto, no es mi interés caer en des-gracia con los santos patronos. Porque a lahora de extraviar los diarios de campo, deromper las ollas in situ, o de perder a la espo-sa lejana, alguno de estos santos, según suespecialidad, nos puede ser útil en nuestrasamarguras. Ojalá algún día tengamos un san-to salido de nuestras propias filas, y repre-sentado con una iconografía más acorde conlos tiempos; algo así como un hombre o mu-jer, sentado/a en una roca, frente a unas rui-nas, con un halo alrededor de su cabeza cu-bierta con sombrero o gorra de tennis, y ador-nado/a de otros elementos iconográficos im-prescindibles, como una mochila, un GPS, unmapa topográfico y, a sus pies, un perrito ru-na, lamiéndole la bota. Como esto suena bas-tante improbable, al menos en el futuro inme-diato, quedémonos con los santos que tene-mos, y comencemos agradecidos a rezar lapor ahora pequeña letanía del arqueólogo:

San Dámaso, Ora pro nobis. Santa Elena,Ora pro nobis. San Jerónimo, Ora pro nobis.

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El Quinche

Oscar Cajas

Posiblemente todos conocemos la ciu-dad de El Quinche por la famosa peregri-nación mariana que, año tras año, se realiza asu santuario; sin embargo, la mayoría ignoralos antecedentes precolombinos del lugar,que desempeñó importante papel como ejecomercial de la zona norte de la hoya deQuito.

Algunas referencias arqueológicas so-bre el poblado de El Quinche reportan unaconsiderable concentración poblacional en lazona. Así por ejemplo, Jijón y Caamaño(1914), uno de los primeros investigadores dela arqueología ecuatoriana, menciona que“…. la gran cantidad de alfarería, carbonesy cenizas de las fogatas, además de abun-dantes huesos de llama y aves del lugar,demuestran que, que durante un largo lapsode tiempo, la civilización de los aborígenesdel Quinche permaneció estacionaria”. Estohace pensar que la zona fue ocupada muchoantes de la llegada de los incas, a juzgar porel consumo de camélidos y aves, cuyos restosse encuentran en los sitios arqueológicos.

Por su ubicación geográfica, El Quinchemantuvo estrechas relaciones de tipo comer-cial y ceremonial con poblados precolom-binos de los valles aledaños, como Guaylla-bamba y los Chillos, además de estar estre-chamente vinculado con los pueblos de lasestribaciones orientales andinas, como

Oyacachi, según se aprecia en la tradiciónoral referente al origen la Virgen del Quin-che.

Paralelamente a la actividad comercialque se habría desarrollado en la región de ElQuinche, debió existir un importante manejode la actividad religiosa, reflejado en la seriede montículos probablemente ceremonialesque existían en la zona. Al describir uno deestos montículos, Jijón y Caamaño señala:“… no vacilaríamos en llamarle “sacredenclosure”, ya que su forma bien claramentedemuestra que no es una obra defensiva sinoun edificio religioso”. Estas características,junto con la alta productividad de la zona,habrían justificado la ocupación inca delasentamiento, como señala Tamara Bray(2003), especialista en temas incas de los An-des Septentrionales.

En tiempos incas, la zona abría adqui-rido carácter multiétnico en razón de la de-portación sufrida por la gente local, luego dela guerra que los incas iniciaran contra losCaranquis, hallándose gente de pueblos comoAngara, Cañari, Guango, Tacuri, entre otros,probablemente reubicados con el fin de guar-necer la zona.

El sistema de hacienda impuesto en lazona por la conquista española, y la evan-gelización promovida desde el pueblo antiguodel Quinche, sugieren que la región estuvodensamente poblada llegando a constituir unimportante centro comercial y religioso. ElQuinche fue uno de los principales pobladosen evangelizar las estribaciones orientales, alpunto de convertirse en santuario de la Vir-gen traida desde Oyacachi, ya sea por losmismos indios o por la autoridad religiosa deEl Quinche. Tomando en cuenta las eviden-cias arqueológicas, históricas y etnográficas,numerosas aunque no suficientes para lareconstrucción del pasado de la zona, pode-

mos señalar que la relevancia religiosa haocultado por muchos años la relevanciahistórico-arqueológica de la comarca. En sulargo peregrinar histórico, El Quinche ha op-tado por una misión religiosa de impre-sionante sentido colectivo, que junto conotros santuarios como los de la Virgen deAgua Santa de Baños, y la Virgen del Cisneen Loja, constituyen ejemplos de la fuerza dela religiosidad popular en el Ecuador.

Robert E. Bell (1914-2006)

El 1 de enero, el Dr. Robert E. Bell,Profesor del Departamento de Antropologíade la Universidad de Oklahoma (EE.UU),rindió finalmente su tributo a la vida, a la e-dad de 91 años. Aunque la mayor parte de sucontribución científica la hizo en EstadosUnidos, particularmente en el área Caddoan yde Spiro Mound y en temas referentes a laprehistoria de Oklahoma, Ecuador debe a Ro-bert Bell la iniciación de los estudios sobre elpoblamiento inicial del país. Incentivado porlos hallazgos superficiales de una rica indus-tria de obsidiana y basalto en las faldas del

cerro Ilaló (Pichincha), hechos por el geó-logo estadounidense Allan Graffham y laarqueóloga argentina radicada en el país, Ma-ría Carlucci de Santiana, Bell excavó en 1961el sitio de El Inga, conocido hoy como uno delos asentamientos más tempranos de los ca-zadores recolectores precolombinos. Los ma-teriales recuperados incluían numerosos uten-silios, como raspadores, raederas, cuchillos, yuna gran variedad de puntas de proyectil, en-tre las que se destacan las llamadas de “colade pescado” conocidas ya por haber sidohalladas en el sur de Sudamérica (cueva deFell), en contextos de 11000 años de anti-güedad. Ademas se reportó la presencia deuna tecnología de láminas bien desarrollada,y de la tecnología del buril, poco conocidaentonces en otros sitios tempranos del con-tinente. En fin, la datación de muestras decarbón indicaban que El Inga fue ocupadopor unos cinco mil años, desde el 7080 a. C.hasta 1969 a. C. En 1965, la Casa de la Cul-tura Ecuatoriana, publicó su informe intitu-lado “Investigaciones Arqueológicas en el si-tio de El Inga, Ecuador”, en edición bilingüeen español e inglés que, acaso por su ediciónlimitada, se ha convertido en item raro de labibliografía arqueológica ecuatoriana. Porello ha sido una grata sorpresa que el SamNoble Oklahoma Museum of Natural Historylo haya reimpreso recientemente (2000), enformato grande que permite destacar las ex-celentes ilustraciones que acompañan estamonografía. Posteriormente, Bell amplió susinvestigaciones con un reconocimiento arque-ológico de toda la zona del Ilaló hasta lasestribaciones de la Cordillera Oriental, en-contrando numerosos sitios precerámicos, cu-ya publicacion, “Investigation of the El Ingacomplex and preceramic occupations ofhighland Ecuador”, fue realizada por elOffice of Research Administration de la Uni-versidad de Oklahoma (1974). Las investi-gaciones de Bell contribuyeron a llamar laatención sobre el precerámico ecuatoriano, e

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influyeron directa o indirectamente en laexcavación de la cueva de Chobshi porThomas Lynch, la introducción del métodode datación por hidratación de la obsidiana enla arqueología del Ilaló, las numerosas publi-caciones de William Mayer-Oakes (prin-cipalmente El Inga, a paleo-Indian site in theSierra of Northern Ecuador), y el análisis devarias colecciones de superficie de sitios delIlaló (i.e. Chinchiloma, Pucara y San Caye-tano), realizados por el suscrito luego de suingreso en la Graduate School del Departa-mento de Antropología de la Universidad deOklahoma, justamente por invitación de Ro-bert Bell. En nota personal, quiero consignarmi imperecedera gratitud para quien fuera mimaestro, mentor y amigo. La arqueologíaecuatoriana deja una chuquiragua eterna en latumba de Robert E. Bell.

Ernesto Salazar

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Noticias frescas

Descubrimiento del Hombre de Flores. Aun-que descubierto en 2004, el hombre de Floreshizo noticia en 2005, por el hallazgo de másrestos y un inesperado escándalo. Encontradoen la cueva de Liang Bua, isla de Flores, In-donesia, esta nueva especie de homínido pa-rece haber coexistido con el Homo sapienshasta hace 18.000 años. El fósil principal, co-nocido como La Pequeña Dama de Flores, osimplemente Hobbit, muestra que este homí-nido era bastante pequeño, más o menos 1 m.de estatura, y con capacidad craneana menorque la del Homo sapiens. Su edad fluctúa en-tre 94.000 y 18.000 años, y parece ser unaforma tardía (bastante!!) de Homo erectus,aunque no ha faltado quien diga que es unaforma pigmea de Homo sapiens o neander-talense. Para complicar las cosas, la Dama deFlores ha sufrido graves daños por manipu-lación inapropiada de sus restos en la Univer-sidad de Gadjah Mada, Indonesia, como re-porta el USA Today (noviembre 2005). Lasinvestigaciones preliminares de Peter Browny Michael Morwood, sobre este homínido,han aparecido en la revista Nature.

Rompiendo el código de los quipus. La revistaScience Magazine ha anunciado los primeroslogros en la lectura de los quipus peruanos,por parte de los investigadores Gary Urton yCarrie Brezine. El Khipu Database Project(Universidad de Harvard) compila informa-ción sobre los quipus existentes (unos 200aproximadamente), dando códigos al color, lafibra, y los patrones de nudos. Utilizando co-mo muestra un quipu encontrado en Puru-chuco, Perú, Urton y Brezine han avanzadoideas sobre un lenguaje simbólico en el que lainformacion contable, los varios niveles dechequeo de producción, el objeto los registros(llamas, artefactos de bronce, vestidos, etc.) yhasta el pueblo o ayllu que producía estos ob-

jetos, estarían codificados en los tipos de nu-dos, fibras y colores de las enigmáticas cuer-das peruanas.

Un sistema de escritura en Caral, Perú. Si ellector pensaba que los quipus eran única-mente incas, una interesante sorpresa le da elsitio de Caral, en la costa peruana (4600 añosde antigüedad), donde se ha hallado un quipu,que parece sugerir, por un lado que la tradi-ción de este sistema contable es muy antiguoen los Andes, y por otro, que la cultura deCaral puede ser la antecesora de la civiliza-ción inca.

El sitio Qué es La Corona. En la década de1960, se descubrieron en varios museos delmundo una serie de paneles de caliza hua-queados, con jeroglíficos mayas, particular-mente el emblema de una cabeza de serpienteque identificaba a una ciudad desconocida.Por falta de datos adicionales, el arqueólogoPeter Mathews la denominó simplementeSitio Qué? (Site Q). Excavaciones recientesen el sitio La Corona, Guatemala, han permi-tido recuperar nuevos paneles de caliza contrabajo igual al de los saqueados, y más aúncon alusiones similares (especialmente elnombre de un jugador de pelota, Pavo Rojo oGran Pavo), que han terminado de maneraconcluyente con el misterio del sitio Qué.____________________________________

Escenarios antiguos

Si desea escaparse por un momento dela arqueología formal, Apachita le sugiere al-gunas novelas de ámbito prehistórico y proto-histórico, algunas de ellas verdaderas máqui-nas del tiempo que le van a dar ganas de que-darse a vivir en el pasado…

Asensi, Matilde, 2005, El origen perdido,Planeta, Barcelona.

Auel, Jean M., 2002, El clan del oso caver-nario, Fireside.Auel, Jean M., 2002, Los cazadores de ma-muts, Fireside.Cornwell, Bernard, 2005, Stonehenge, Quin-teto, Barcelona.Gear, W. Michael, y Kathleen O’Neal, 1996,La tribu de la tierra, Ediciones B, Barcelona.Gedge, Pauline, 1994, La dama del Nilo, Sal-vat, Barcelona.Haefs, Gisbert, 2002, Troya, Editorial Planetade Agostini, México.Jacq, Christian, 2000, El faraón negro, Edito-rial Planeta de Agostini, Barcelona.Jennings, Gary, 1981, Azteca, Editorial Pla-neta, Barcelona.Madariaga, Salvador de, 1990. El corazón depiedra verde. Editorial Hermes, México.Mahfuz, Naguib, 2001, Rhadopis, una corte-sana del antiguo Egipto, Edhasa, Barcelona.Malerba, Luigi, 1991, El fuego griego, SeixBarral, Barcelona.McCullough, Colleen, 2000, El primer hom-bre de Roma, Editorial Planeta, Barcelona.Mediano, Lorenzo, 2003, El secreto de ladiosa, Grijalbo-Mondadori, Barcelona.Mediano, Lorenzo, 2003, Tras las huellas delhombre rojo, Grijalbo-Mondadori, Barcelona.Passuth, Laszlo, 1997, El dios de la lluvia llo-ra sobre Méjico, Luis de Caralt, Barcelona.Peyramaure, Michel, 2005, La tribu de los a-cantilados, Grijalbo-Mondadori, Barcelona.René, Elvio, 1982, Las alas rotas del cóndor,Ediciones Martínez Roca, Barcelona.Salvado, Albert, 1999, El mestre de Kheops,Editorial Columna-Planeta, Barcelona.Serrano de Haro, Amparo, 1999, Mujeres demármol. Una arqueología sentimental. Edi-torial Debate, Barcelona.Slaughter, Frank, 1964, El espejismo de ElDorado, Luis de Caralt, Barcelona.Vandenberg, Phillip, 1998, El complot de losfaraones, Planeta de Agostini, Barcelona.Vázquez Figueroa, Alberto, 2000, El Inca,Planeta de Agostini, Barcelona. [Ed.]

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