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Historias del Miércoles NegroJenner Baquero
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EN LA ZONA CERO EL MIÉRCOLES NEGRO
LA HISTORIA DE ALEJANDRO ERAZO (CUERVO)
APUNTADOR DE MORTERO
Foto: Oscar Erazo (izquierda) con su compañero morterista Carlos Villón; estos dos combatientes fueron
parte de la escuadra de morteros que hostigaron desde Trueno Dos a las tropas peruanas que trataban de
tomarse Tiwintza; sobrevivieron a la infiltración del Miércoles Negro en 1995
Por Jenner Baquero
Me llamo Oscar Alejandro Erazo Alarcón; es la 01:00 de la mañana del domingo 07 de
junio 2015 encontrándome de guardia y melancólico como algunas veces me suele pasar
le cuento a un compañero en la distancia algo que viene a mi recuerdo, ya que mi memoria
poco a poco se ha ido desvaneciendo tratando de olvidar algo que solo lo haré con mi
muerte; es lo que pasó un día 22 de febrero de 1995 a las 10 de la mañana. En enero de
1995 trabajaba en un camión repartidor de colas cuando escuché de la guerra por la radio;
se oía hablar de Patuca, lugar donde yo realicé mi servicio militar obligatorio
correspondiente a la brigada 21 Cóndor; algo nació dentro de mí al escuchar cómo la
gente peleaba por ir a defender nuestra patria, yo sentía la necesidad de viajar hacia allá.
Fui a mi casa y le dije a mi padre: “voy a encuartelarme de nuevo, por favor entréguele
las llaves del vehículo repartidor al dueño y explíquele que me fui al oriente porque me
necesitan allí” , hasta el día de hoy no entiendo como tuve el coraje para tomar esa
decisión tan intempestiva; pude haberme presentado en la ciudad de Guayaquil que era el
lugar más cercano pero busqué irme lejos; cogí un bus y viajé con dirección a Patuca a
donde llegué por la noche Cuando me presenté en la prevención me registré y por orden
del guardia tomé dirección a la bodega de intendencia y retiré mis prendas asignadas y
esperé alguna disposición del oficial que se encontraba de guardia pero hasta que
amaneció nadie me dijo palabra alguna pero podía observar que las tensiones en el sitio
eran muy fuertes: algunos corrían, otros se embarcaban en los helicópteros; algunos
llevaban munición o víveres; yo solo miraba; recuerdo a un señor curita que daba misa en
un lugar tipo bohío a todo el personal que estaban a punto de entrar en la zona de guerra;
el cura entraba y los bendecía con agua bendita diciendo: “Dios los bendiga; tal vez todos
regresen o algunos ya no vuelvan… que Dios los guie”. Al pasar de las horas llegó un
oficial preguntando: ¿quiénes de ustedes son oficiales o clases de reserva? ; Entonces salí
yo; dije yo era morterista y sargento de reserva; me llevaron entonces a Nungandi a recibir
un re entrenamiento en una escuadra de morteros; allí conocí a otros compañeros; en ese
sitio algunos voluntarios nos dijeron: “ustedes van a estar en reserva; por si acaso
necesiten de ustedes lo que es dudoso porque hay bastante gente profesional adentro” eso
me tranquilizó. Al día siguiente escogieron 12 reservistas incluyéndome a mí y junto a un
cabo primero y uno segundo nos dieron disposiciones e indicaciones pues íbamos a entrar
a la zona del conflicto aunque a la retaguardia para ayudar con fuego de morteros como
apoyo a las tropas amigas. Nos llevaron de Nungandi a Patuca, el señor cura nos esperaba
para la misa; una vez que cayó el agua bendita sobre mi cuerpo me dije “esto ya es serio”
y luego nos dirigimos al helipuerto a esperar al súper puma para que nos lleve hacia
nuestro destino en la retaguardia; cuando estábamos esperando el helicóptero vimos la
llegada de las chicas “clase 6” quienes bajaban de un helicóptero; nos brindaron solo un
lejano “beso volado” diciéndonos “suerte soldados”. En el helicóptero los que
formábamos Trueno 1 y Trueno 2 llevábamos alrededor de 12 granadas de morteros 81
mm en una tula mochila; cargábamos además munición para nuestro fusil Fal. El sudor
del calor y la tensión hacía que estemos completamente empapados…mirando desde la
ventanilla del Súper Puma a nuestros lados descubrimos de pronto dos helicópteros
artillados; pensamos que eran enemigos pues se escuchó un ruido fuerte y nuestro
helicóptero cayó en picada…enseguida nos anunciaron que eran “baches” que hay en el
aire, a la verdad los huevos se me subieron a la garganta… a ese helicóptero le sonaba
todo. Después de un largo viaje llegamos a Banderas solo para retomar vuelo hasta
nuestro destino final: Tiwintza.
El helicóptero se posó sobre el Maizal pues no podía asentarse en el fango por lo cual
debimos saltar desde varios metros cargados con: fusiles, piezas del mortero, municiones
y granadas de 81 mm por lo cual nos enterramos hasta los muslos en el lodo…se marchó
el y nos quedamos los 12 reservistas y dos voluntarios junto a otros quienes estaban desde
hace tiempo en la base de Maizal
Un oficial nos alentaba diciendo: “metan ñeque guambras no se agüebarán” y a los cabos
les decía: deben montar 2 posiciones de morteros para ayudar a las patrullas amigas; desde
aquel momento Trueno1 y Trueno 2 formados cada uno por 1 voluntario y 6 reservistas
se separaron para siempre. Emprendimos larga marcha; algunos de nosotros nos caíamos
en la espesa y resbalosa selva virgen ya que estábamos muy cargados de municiones
además de llevar incómodamente el trípode, el plato base y el tubo cañón del mortero;
Loayza en todo el trayecto nos decía que era necesario hacer posiciones para protegernos
de los ataques aéreos; éstas tenían que estar cerca del mortero; las hacíamos con machetes
y bayonetas de 2 metros cuadrado de largo y un metro y medio de profundidad más o
menos y las tapábamos con troncos; hacíamos además unos ductos de escape por
precaución; pero hicimos algunas posiciones ya que disparábamos el mortero muy
seguido hasta que los aviones enemigos nos detectaban, entonces teníamos que evacuarlas
por seguridad. Un problema común en Trueno Dos era que en cada disparo el plato y el
tubo cañón se hundían pues el suelo era muy blando y se hundían con cada disparo y nos
tocaba sacarlo por lo cual se recurrió a cortar palos y ponerlos bajo la base del mortero
pero aún seguía hundiéndose; al final terminamos acostumbrándonos. Era frecuente
escuchar balaceras y explosiones de los cohete LOW, RPG o minas CLAYMOR
activadas; llegamos muy bien a reconocer la diferencia de ruido en cada caso ;
conocíamos también el movimiento que hacían los aviones de guerra que pasaban
despacio verificando nuestras posiciones ecuatorianas; esperábamos 5 minutos y
comenzaban a explotar las bombas destruyendo los arboles cuyas astillas volaban por
todos lados y la tierra temblaba; nosotros entonces nos metíamos en nuestra posición hasta
que pase el ataque. En una ocasión mientras construíamos posiciones para nuestra
seguridad apareció un helicóptero; pensamos que era ecuatoriano; luego vimos en su
panza círculos rojo con blanco; corrimos entonces a buscar resguardo; la aeronave
comenzó a ladear buscando ángulo de tiro para poder disparar sus ROCKET pero nosotros
ya no estábamos allí; más tarde nos comunicaron que más abajo lo habían.
La ración de comida cuando había se componía de un atún, una galleta, una latita de
chorizo un jugo en polvo, 3 caramelos, un pedazo de panela, 4 habas que parecías piedras
y una cajetilla de cigarrillos Belmont, velas y fosforo; Loayza nos sugirió unirnos en
parejas para consumir la ración de uno en la mañana y la del otro en la tarde y así
comenzamos a conocer el hambre por su nombre propio. Cuando había una buena
oportunidad de hacer comida caliente la preparábamos en latas de atún o en jarros de
aluminio; cocinando a la luz de las velas; pero solo en las mañana hacíamos esto; en aquel
tiempo Loayza hizo una repisa para poner sus alimentos porque en el piso habían
hormigas pero a los monos no les importaba la repisa y se le llevaban las galletas…ellos
o Hambre Loca. Con las provisiones venían además unas cartitas de niños ecuatorianos;
en ocasiones al leerlas solíamos llorar emocionados; en mi mente pensaba en todo lo malo
que me porté con mis padres y al considerar en lo lejos que estaban y en que tal vez nunca
más los vería me preguntaba sobre lo que hacía yo en ese lugar; bueno…nadie me dijo
que viniera y me decía a mi mismo: yo “mismo pagué el pasaje para buscar el mal”. Con
mis compañeros conversábamos de nuestras familias o de las enamoradas y nos
sincerábamos cada vez más: Álvarez quien al principio de nuestra aventura de guerra solo
pasaba cayéndose y quien nos había dicho que hizo el servicio militar en el Quinto Guayas
nos confesó que en realidad nunca había usado un uniforme y solo había llegado de
reportero a Patuca; ahora no saldría de este atolladero…nos gozamos grandemente a costa
suya; un pequeño secreto que no impidió que seamos todos un solo equipo; Loayza
comprensivo le dio la pega de las comunicaciones por haber trabajado en una televisora;
él nos tenía comunicados sobre las coordenadas para el disparo del mortero; Villón en
cambio solo se acordaba de una enamorada; siempre la mencionaba “mi gatita, cuando
salga te voy a ver” y nos decía: “cuando salgamos les invitare a salir a pasear con mi
gatita y unas amigas”; el Loco Chichester decía que él era cocinero profesional;
Maldonado aseguraba que estaba en el conflicto por haberse peleado con su esposa; pero
ya se le había pasado el enojo; le decíamos “Ya es tarde…aguanta”. Rivadeneira, paisano
del oriente casi no conversaba, era un poco callado o sería timidez, Bolívar Loayza
conversaba poco, pero nos daba fortaleza y ñeque para que la patrulla no se desmorone.
Por las noches no se dormía pues la guardia la hacíamos espalda con espalda, además de
que toda la noche caía lluvia que mojaba el uniforme el cual se secaba en nuestro cuerpo;
los mosquitos en los primeros días eran una molestia chupándonos la sangre; pero no
podíamos matarlos por el ruido que podíamos hacer, entonces les aplastábamos como a
gusanos…semanas más tarde ya ni se acercaban; creo que se dieron cuenta que ya no
teníamos sangre. Nadie se podía mover después de la 5 de la tarde… persona que se
levantaba o se movía era bajada de un tiro; esa era la consigna.
Trueno Dos la víspera del Miércoles Negro; Loayza nos mandó a traer agua; cuando
estábamos regresando a la base alcanzamos a divisar a un tipo escondiéndose y mirando
a nuestra patrulla de lejos; entonces con mi compañero nos acercamos muy sigilosamente
y le apuntamos en la cabeza y le dijimos “no te muevas hijueputa, ¿quién eres?; ¿qué
haces aquí? ¿por qué estás espiando?”; el tipo se asustó demasiado al ver la trompetilla
de mi fusil en su cráneo; tomó aire mirándonos y dijo con voz temblorosa “estoy perdido,
soy guía, vine con muchos aspirantes y no sé dónde estoy”, entonces mi compañero se
quedó apuntándole mientras yo fui a ver a Loayza quien lo interrogó verificando su
historia.
Loayza se alejó a traer a los aspirantes a nuestra base y me dejó a cargo de la patrulla con
las indicaciones del caso; por si había que disparar el mortero eran como las dos de la
tarde. A las 5 nadie llegaba y ya nos preguntábamos si le habían tendido una trampa y no
existían tales aspirantes y el guía sería un infiltrado.
A las 7 de la noche estábamos sentados espalda con espalda en la base; los fusiles sin
seguro y prestos a disparar cuando escuchamos pasos por la selva así como el ruido de un
“pájaro”; obedientes a la orden de que la base “se cerraba” a las 5 de la tarde mataríamos
al que se acerque. “Cuervo….Cuervooooo” se escuchó en ligero murmullo; era Loayza
quien llegaba; venía con los aspirantes de la ESFORSE. Respiramos con calma al fin. Por
la noche se escuchó una balacera, probablemente entre los aspirantes que habían
pernoctado en la trocha y no llegaron a Trueno Dos; en mi opinión es posible que los
peruanos hayan escuchado dicha descarga y subieron por el agua silenciosamente y
fuimos detectados (Ninguno de los aspirantes entrevistados conoce de dicha balacera; es
posible entonces que se haya debido a otra eventualidad. Nota del editor). Las tensiones
en el frente estaban subiendo de tono y a eso de las 6 de la mañana se activó una de las
trampas cazabobos en el perímetro de nuestra base; bajamos a ver si alguien se había
infiltrado…mientras caminábamos Loayza por la izquierda y yo, nervioso y sudando frío
por la derecha; esperaba un tiro por la espalda; pero verificamos finalmente que se trataría
de un Zaíno quien la activó.
Llegó entonces el mayor Espinel con otro grupo de aspirantes que se encontraban un poco
más abajo de la posición del mortero ya que ellos se habían quedado a pernoctar en la
trocha; las palabras de Espinel eran: “aquí no pasa nada…ustedes están atrás” y cosas así;
a la vez que se preparaba café en una vajilla de campaña.
En el transcurrir de la mañana comenzaron los ataques a la base de Tiwintza por lo cual
pidieron apoyo inmediato de mortero; Loayza pidió entonces al mayor Espinel algunos
aspirantes que hagan seguridad perimetral en la base mientras hacíamos fuego en las
coordenadas pedidas desde Tiwintza a lo cual Espinel accedió; en esos momentos
escuchábamos los helicópteros de los observadores dirigiéndose a Tiwintza pero el
volumen de fuego creció de modo inusual en esa base por lo cual pidieron más apoyo de
fuego; con el tiro sobre el suelo lodoso nuestro mortero iba subiendo su ángulo de tiro
haciendo peligrosa la maniobra pues las granadas podían hacernos daño a los que
estábamos allí, entonces alguien dijo: “si se pone recto el tubo cañón desarmamos el
mortero y replegamos”; como el ruido del tiro del mortero nos dejaba casi sordos no nos
dimos cuenta del ataque en la propia base; supimos que algo acontecía en el sector de los
aspirantes cuando los vimos replegándose desorganizadamente cerca del mortero;
entonces distinguimos voces más arriba diciendo “madrecita mía ayúdame… ahhhhhhhh
…Diosssssssss”; el tono de las voces eran macabro; las balas silbaban por detrás nuestro;
todos trataban de salir de allí pero no se podía porque la única vía de escape estaba
minada. Algún proyectil encendió las fundas de pólvora de las granadas e hizo una
llamarada impresionante solo comparada con el fuego de los RPG 7; la batalla ya estaba
a 10 metros de distancia; Espinel se paró gritando ¡enfermero, enfermeroooo¡; había sido
herido por un roce de bala cerca de la oreja por lo cual perdió la visión… alguien se lanzó
a darle protección porque estaba parado gritando en media balacera; Loayza insistía
mientras tanto: “dispárenle a la radio…. que no la cojan los peruanos”, fueron momentos
de desesperación; vi allí mismo como un comando que andaba con el teniente Salgado se
desvanecía; los gritos continuaban. Una vez que la situación quedó clara todo el mundo
buscaba con que defenderse; el FAL de dotación que nos habían dado se trababa
continuamente y había que rastrillarlo con el pie...entonces tuve que forcejear con mi
compañero por mi fusil mientras la tenaz balacera llovía en Trueno Dos; un momento
después cada cual empezó a luchar su propia batalla por no morir indemnes o por replegar
del ataque imprevisto; no recuerdo después haber visto a nadie de mis compañeros; por
donde se fueron… cada quien cogió rumbo diferente; solo recuerdo un momento irreal en
el cual escuchaba a un peruano herido gritar con una ametralladora en la mano diciendo:
¡Medardo, Medardoooo… ayúdame¡ ; a la verdad los atacantes parecían estar drogados y
ausentes…decían burlonamente. ¡Monos hijueputas nos comemos su comida¡ o algo así.
Entonces vi cerca del árbol a un aspirante arrimado a un árbol y lo quise ayudar a
levantarse pero mi mano se introdujo en su estómago herido; petrificado solo acerté a
decirle “voy a pedir ayuda para sacarte”… pero después de unos 5 minutos regrese y el
solo estaba mirando al cielo…había muerto.
Mientras arreciaba el ataque un aspirante salió como un relámpago por entre el campo
minado, tropezando y cayendo entre las minas sembradas pero sin acertarlas; seguí su
rastro y salí de la base encontrándome más adelante con Villón, Espinel y Salgado, el
aspirante al que decían “Elsa B” y otros más con los cuales nos fuimos a Montúfar;
Salgado iba muy molesto y descargó la munición de su HK con lanzagranadas en la selva
(Él no debía haber estado en Trueno Dos ni los aspirantes en aquel momento. Nota del
Editor) a diferencia de “Elsa” quien iba llorando y conmocionado todo el trayecto. Ya
cerca de llegar al helipuerto casi nos matan nuestros propios soldados pues no sabían que
alguien llegaría a ese lugar.
Una vez llegado a Montufar atendieron a Espinel, Villón y algunos aspirantes; yo estaba
herido por esquirlas en el brazo y el cuello; solo nos dimos cuenta de ello por la sangre
que brotaba de esos lugares. Nos llevaron en un helicóptero a Patuca; allí Villón comenzó
a gritar diciendo “bodi no me dejes morir… llévame a mi casa… ya no veo”; entonces le
pusieron unas vendas en los ojos. Al aterrizar nos trasladaron hasta el policlínico de
Patuca; allí había periodistas tomando fotos en ese lugar; tomaron una imagen de Álvarez
y otra de “Elsa” aún lloroso; testimonios de aquel difícil día. Cabe recalcar que no sé
cómo llegué yo con un fusil HK en las manos el cual intercambié con mi FAL que por
casualidad tenía uno de los aspirantes que llegó a Patuca conmigo.
Llegó Aguas muy molesto y me pateó en la espalda diciendo: ¿Dónde está el mortero? ;
Me molestó esa actitud del oficial y le respondí: “mi madre no me quiere en una estatua…
me quiere vivo”; “Te vuelves inmediatamente a buscar ese mortero” (Hay que entender
que el sr TCRN. Luis Aguas no tenía la información precisa de lo que había pasado en
Trueno Dos: 1) El ataque fue durante un alto al fuego, 2) Los que estaban en la base no
simplemente se replegaron sino que se defendieron de alguna manera, 3) El mortero de
81 mm que manejaba Loayza y su escuadra no fue tomado por los peruanos sino
desarmado y arrojado al barranco 4) que Alejandro Erazo no era voluntario de línea al
momento.
Aguas montaría en cólera por la responsabilidad que contraía haber perdido el mortero de
60 mm que iba destinado a otra base y de acuerdo a sus posibles cálculos iría a terminar
en un museo al otro lado de la frontera con una historia construida unilateralmente como
hoy es el caso. El presente relato no es una “denuncia” que busque separar oficiales de
voluntarios sino describir los acontecimientos que sucedieron “en caliente” esos
momentos. Nota del editor)
Con honestidad, yo no quería ni subirme al helicóptero pero volví a ir allí… y ya no era
nuestra posición como la teníamos… era un lugar desconocido; un reguero de mil cosas
incluyendo tierra quemada, árboles caídos y sangre; no volví a ver más a mis compañeros;
estuve varios días en Trueno Dos y entonces bajé a Tiwintza desde donde por mis heridas
me evacuaron a Patuca de nuevo; allí pedí permiso todavía herido a mi coronel Paco
Moncayo y me dieron unos días para ir a mi casa. Allí abracé a mis padres los cuales
pensaban que estaba muerto pues circulaba un video de la televisión peruana diciendo
que yo era uno de los caídos allí; deben haber tomado mis documentos los que asaltaron
la base. Yo creo particularmente que a Trueno Dos los peruanos lo buscaban como oro
porque ese mortero les causo muchas bajas y hostigamiento en sus filas; nos encontraron
tal vez por falla de nosotros mismo o de nuestros mandos o porque Dios quiso que fuera
así.
EPÍLOGO
Si los aspirantes no estuvieran en ese momento en Trueno Dos, ahora estuviera en algún
lugar de Guayaquil hecho estatua con una placa; que Dios los tenga en la gloria a todos
los aspirantes que ofrendaron su vida; me siento muy orgulloso de haber estado con mis
compañeros en esa base porque allí aprendí a sufrir, llorar, reír y muchas cosas más como
valorar la vida…porque es muy hermosa. Un recuerdo de la guerra lo compré con el bono
y es esta televisión que aún funciona a la perfección…
Alejandro ERAZO ALARCON hay cosas que vagan en mi mente de aquel día ojala las
pueda recordar es todo tuyo mi relato y gracias Jenner Baquero por darme la oportunidad
de escucharme ya que ni los psicólogos que me hacían tratamientos no querían que les
cuente solo sanax me daban para tranquilizarme los primeros años de mi carrera militar
mil gracias ya que fue muy tranquilizante llorar al irme recordándome cosas de 20 años
atrás sentí una paz única...
La televisión del bono
Y yo te digo Alejandro que tienes la grandeza y honestidad que hace que uno se sienta
orgulloso de ser amigo de héroes como tú...ya eres parte de la historia del Ecuador Jenner
Baquero