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Lingüística del texto Prof. Beatriz Quiroz © 2015. Beatriz Quiroz 1 Apunte 1. La lingüística del texto: ámbito y objeto de estudio Veremos en las clases que siguen que durante mucho tiempo las ciencias del lenguaje se centraron casi exclusivamente en el ‘sistema abstracto de la lengua’ y(o) en la ‘competencia lingüística de un hablante-oyente ideal’. Esto tenía implicancias en dos sentidos importantes: i) la unidad de análisis superior era siempre la oración – unidad abstracta, más allá de la cual parecía que no había ninguna otra forma de organización lingüística posible, y ii) se había planteado de manera más bien forzada y artificial una distinción categórica entre dos planos: entre el potencial del ‘sistema’ y su actualización en usos particulares (el ‘habla’), o bien, entre la capacidad abstracta de un hablante ideal para construir ‘oraciones bien formadas’ en una lengua y la puesta en operación de esa capacidad en instancias concretas (la ‘actuación’). En estas distinciones categóricas, lo que quedaba fuera del ‘recorte’ epistemológico considerado válido en lingüística (el habla y(o) la actuación) era sencillamente pasado por alto como fenómeno digno de estudio sistemático. Durante los años 70, a la luz de avances en varias áreas del conocimiento que eran relevantes para la lingüística, muchos lingüistas comenzaron a preguntarse si no era, en realidad, necesario revisar esas distinciones y ‘recortes’ y volver a centrar la atención en el lenguaje, tal y como se presenta en el día a día en forma de textos. En las clases siguientes veremos que, según fuera la orientación teórica y epistemológica de estos lingüistas, que en realidad es bastante heterogénea, se propusieron distintos modelos y enfoques para lograr entender lo que vino a ser el objeto de estudio de la lingüística del texto. Texto Estableceremos una definición operativa de texto que iremos expandiendo progresivamente: Un texto es una configuración de recursos lingüísticos que conforma un sentido global unitario. Hay que tomar en cuenta que esta definición operativa ya restringe de manera importante el fenómeno que es bastante más complejo de lo que puede parecer a primera vista. En primer lugar, esta definición supone que el objeto de estudio de la lingüística del texto es primordialmente de naturaleza verbal. No obstante, la investigación actual, que se extiende mucho más allá de la Lingüística del Texto como tal, ya está poniendo este supuesto en entredicho (piensen en el ejemplo del meme o del logo que vimos en clases). Si lo pensamos bien, la mayoría de los textos que nos rodean, en el día a día, son en realidad de naturaleza multimodal: construyen un sentido global unitario mediante la interacción de lo verbal, de lo visual y de otras modalidades semióticas. La definición monomodal de texto con la que operaremos a lo largo del curso no es, por lo tanto, la única posible. En segundo lugar, veremos que la mayoría de los textos verbales estudiados por los lingüistas textuales suponían configuraciones de dos oraciones o más, pero también ya hemos visto que un texto puede variar muchísimo en su extensión – y estar constituido, de hecho, por una sola palabra. Durante este curso trabajaremos con textos de cierta extensión (nunca más allá de una plana de Word), pero ya sabemos que un texto puede ser muy escueto o muchísimo más extenso y complejo: piensen el Quijote o en la Biblia, e incluso en la Enciclopedia Británica, si han tenido la oportunidad de apreciar este texto en su versión impresa; consideren también la Web y su vastísimo entramado de (hiper)textos. En tercer lugar, en línea con las inquietudes primordiales de los lingüistas textuales en su momento, nuestra reflexión y la mayor parte del análisis que llevaremos a cabo se focalizará en textos escritos y monologales. No obstante, tal como señala Álvarez (2004), los textos pueden ser orales o escritos y(o) monologales o dialogales (‘monocontrolados’ o ‘policontrolados’). Estas posibilidades y cruces inciden en la manera en la que un texto es construido y nos permiten entender que todo texto tiene el mismo estatus: no hay textos intrínsecamente ‘mejores’ o ‘peores’.

Apunte I - Introducción a Lingüística del Texto

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Apuntes Introductorios a la Cátedra de Lingüística del Texto

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Lingüística del texto Prof. Beatriz Quiroz

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Apunte 1. La lingüística del texto: ámbito y objeto de estudio

Veremos en las clases que siguen que durante mucho tiempo las ciencias del lenguaje se centraron casi exclusivamente en el ‘sistema abstracto de la lengua’ y(o) en la ‘competencia lingüística de un hablante-oyente ideal’. Esto tenía implicancias en dos sentidos importantes: i) la unidad de análisis superior era siempre la oración – unidad abstracta, más allá de la cual parecía que no había ninguna otra forma de organización lingüística posible, y ii) se había planteado de manera más bien forzada y artificial una distinción categórica entre dos planos: entre el potencial del ‘sistema’ y su actualización en usos particulares (el ‘habla’), o bien, entre la capacidad abstracta de un hablante ideal para construir ‘oraciones bien formadas’ en una lengua y la puesta en operación de esa capacidad en instancias concretas (la ‘actuación’). En estas distinciones categóricas, lo que quedaba fuera del ‘recorte’ epistemológico considerado válido en lingüística (el habla y(o) la actuación) era sencillamente pasado por alto como fenómeno digno de estudio sistemático. Durante los años 70, a la luz de avances en varias áreas del conocimiento que eran relevantes para la lingüística, muchos lingüistas comenzaron a preguntarse si no era, en realidad, necesario revisar esas distinciones y ‘recortes’ y volver a centrar la atención en el lenguaje, tal y como se presenta en el día a día en forma de textos. En las clases siguientes veremos que, según fuera la orientación teórica y epistemológica de estos lingüistas, que en realidad es bastante heterogénea, se propusieron distintos modelos y enfoques para lograr entender lo que vino a ser el objeto de estudio de la lingüística del texto.

Texto

Estableceremos una definición operativa de texto que iremos expandiendo progresivamente:

Un texto es una configuración de recursos lingüísticos que conforma un sentido global unitario.

Hay que tomar en cuenta que esta definición operativa ya restringe de manera importante el fenómeno que es bastante más complejo de lo que puede parecer a primera vista. En primer lugar, esta definición supone que el objeto de estudio de la lingüística del texto es primordialmente de naturaleza verbal. No obstante, la investigación actual, que se extiende mucho más allá de la Lingüística del Texto como tal, ya está poniendo este supuesto en entredicho (piensen en el ejemplo del meme o del logo que vimos en clases). Si lo pensamos bien, la mayoría de los textos que nos rodean, en el día a día, son en realidad de naturaleza multimodal: construyen un sentido global unitario mediante la interacción de lo verbal, de lo visual y de otras modalidades semióticas. La definición monomodal de texto con la que operaremos a lo largo del curso no es, por lo tanto, la única posible.

En segundo lugar, veremos que la mayoría de los textos verbales estudiados por los lingüistas textuales suponían configuraciones de dos oraciones o más, pero también ya hemos visto que un texto puede variar muchísimo en su extensión – y estar constituido, de hecho, por una sola palabra. Durante este curso trabajaremos con textos de cierta extensión (nunca más allá de una plana de Word), pero ya sabemos que un texto puede ser muy escueto o muchísimo más extenso y complejo: piensen el Quijote o en la Biblia, e incluso en la Enciclopedia Británica, si han tenido la oportunidad de apreciar este texto en su versión impresa; consideren también la Web y su vastísimo entramado de (hiper)textos.

En tercer lugar, en línea con las inquietudes primordiales de los lingüistas textuales en su momento, nuestra reflexión y la mayor parte del análisis que llevaremos a cabo se focalizará en textos escritos y monologales. No obstante, tal como señala Álvarez (2004), los textos pueden ser orales o escritos y(o) monologales o dialogales (‘monocontrolados’ o ‘policontrolados’). Estas posibilidades y cruces inciden en la manera en la que un texto es construido y nos permiten entender que todo texto tiene el mismo estatus: no hay textos intrínsecamente ‘mejores’ o ‘peores’.

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Por último, un texto posee sentido, es decir, corresponde a una unidad primordialmente significativa. No obstante, este sentido global y unitario no se desprende simplemente de la suma del significado de sus partes (p. ej. de las oraciones y(o) palabras que lo ‘componen’). El sentido de un texto depende, en último término de la interdependencia entre su organización interna y de su relación con el contexto.

Texto versus discurso

En la bibliografía hay gran variación respecto de lo que se entiende por ‘discurso’ y por ‘texto’, al punto de que, como reconoce el mismo Álvarez, ambos términos muchas veces se consideran intercambiables. A diferencia de Álvarez (2004), nosotros sí haremos una distinción entre la lingüística del texto y el análisis del discurso, sobre la base del objeto de estudio de en el que se centran estos dos ámbitos dentro de las ciencias del lenguaje. Nos valdremos de una ecuación útil y operativa:

DISCURSO = TEXTO + CONTEXTO

Dados los términos en los que está planteado este curso, nos interesará particularmente el texto desde el punto de vista de su organización interna, fundamental para comprender lo que es un texto y, por implicación, lo que significa que posea un ‘sentido global unitario’. No obstante, daremos mucho menos énfasis a las relaciones que el lenguaje-texto establece con el contexto de situación y de cultura que lo enmarcan y que son indispensables para entender a cabalidad lo que es un texto (y su sentido unitario). Esto quiere decir que, en principio y de un modo más bien provisional, no nos interesarán tanto las ‘condiciones de producción y de recepción’ a las que un texto nos pueda remitir (Álvarez 2004, p. 12). Más adelante, en Pragmática, tendrán la oportunidad de comprender mejor las relaciones entre el lenguaje y estas condiciones (particularmente las asociadas al contexto de situación inmediato), mientras que en el curso Análisis del discurso podrán abordar relaciones más abstractas y complejas que vinculan el lenguaje con el contexto de cultura y el contexto social, específicamente, con las prácticas sociales de las que los textos forman parte.

No obstante lo anterior, es preciso tener presente que, como señala Álvarez (2004, p. 12), “el texto conserva en su superficie las huellas de la situación del discurso”. En otras palabras, todo texto revela, en mayor o menor medida, los rasgos del contexto (de situación y de cultura) en el que es producido, aun cuando no contemos con mucha información sobre dicho contexto. Por ejemplo, en un texto cualquiera, podemos hacer ciertas predicciones más o menos acertadas de la situación en la que es producido, incluidos los hablantes-escritores y oyentes-lectores involucrados y la relación que estos establecen entre sí (por ejemplo, si están presentes o no, si alternan en la co-construcción del texto, etc.). A lo largo del semestre, veremos que estas condiciones permiten comprender por qué la manera en que los textos son construidos es tan variada, lo que a su vez explica por qué no hay texto intrínsecamente ‘bueno’ o ‘malo’. En otras palabras, no estamos en condiciones de evaluar si un texto está ‘bien construido’ o ‘mal construido’ – y si es eficaz o no – hasta que podemos conectarlo con la situación en el que es producido. A lo largo del curso nos referiremos a estas posibles conexiones para entender por qué distintas ‘configuraciones de recursos lingüísticos’ pueden variar de manera considerable desde un punto de vista de su organización estrictamente interna, es decir, del texto en sí mismo.

Ahora bien, de manera bastante útil, Álvarez (2004) señala que otra fuente de confusión al determinar la distinción entre texto y discurso es lo que él conceptualiza como la doble perspectiva del texto como tipo y del texto como ocurrencia (pp. 15-16). Esta complementariedad nos resultará útil, ya que nos permitirá, por una parte, visualizar un texto en su aspecto empírico y observable, es decir, como una configuración de recursos lingüísticos en un ‘aquí y ahora’ – como instancia única e irrepetible que involucra a hablantes-escritores particulares, en situaciones particulares. Al mismo tiempo, podemos conceptualizar el texto en tanto concepto general, es decir, como una configuración de recursos

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lingüísticos que posee ciertas propiedades generales – por ejemplo, las propiedades que hemos revisado hasta ahora: oral o escrito, monologal o dialogal, de extensión variada, etc.

Tener en cuenta la interrelación de estas dos perspectivas sobre el mismo fenómeno nos permite analizar textos particulares a partir de categorías que han ido surgiendo a partir de propiedades generales estudiadas en una gran variedad de textos. Asimismo, esta complementariedad nos permite identificar propiedades o características que son recurrentes en ciertas clases o tipos de textos (volveremos a este último aspecto mucho más adelante, cuando abordemos el problema de los tipos textuales). Si solo nos quedáramos con la instancia particular e “irreductible”, no habría manera de describir y hablar de estas regularidades (todo nos parecería único y, en cierta medida, arbitrario). Por otra parte, si sólo nos quedáramos con la idea general de lo que es un texto (o incluso un ‘tipo de texto’), sin relacionarla con instancias particulares (por ejemplo, mediante el análisis), corremos el peligro de distanciarnos demasiado del fenómeno de lenguaje que estamos estudiando, al punto de que, al encontrarnos con un texto, no podemos decir nada muy relevante sobre él (o, en cualquier caso, nada que no pueda decir cualquier usuario que no sea especialista). En otras palabras, como especialistas seríamos incapaces de vincular de manera sistemática estas características y propiedades generales con los textos que producimos nosotros mismos o los textos que producen otros hablantes-escritores. Esta es en cierta medida la doble perspectiva que siempre necesitamos si queremos que la teoría y la descripción se mantengan cerca – de manera que nos permita comprender los fenómenos que nos interesan de manera reveladora… y útil (sobre todo en el contexto de la práctica pedagógica).

Coincidimos entonces con Álvarez (2004) en que la dicotomía ‘concreto/abstracto’ no solo resulta confusa para distinguir texto de discurso, sino también para distinguir el texto de la oración (o de las unidades lingüísticas que conocen hasta ahora en general). En este último punto, es preciso señalar que el texto es una unidad cuya naturaleza es diferente a la oración (y diferente a cualquier unidad gramatical). Tiende a pensarse que es una unidad ‘mayor’ porque cuando hablamos de textos se nos vienen a la mente secuencias de dos o más oraciones. Sin embargo, ya sabemos que esto no necesariamente es así. Por esta razón, tendremos que discrepar de Álvarez (2004), quien tal vez por un propósito didáctico nos dice que “un texto es una unidad mayor que la oración, así como la oración es una unidad mayor que la palabra” (p. 14). Esta analogía podría inducir a error, ya que la naturaleza de las relaciones entre las unidades gramaticales es muy diferente a la de las relaciones que, veremos, se dan al interior de un texto.

La relación entre oración y palabra puede plantearse como una relación entre constituyentes. En el ámbito de la oración, las ‘palabras’ (que en cualquier caso corresponden a una noción bastante controvertida) no solo establecen relaciones de todo/parte (principio de composicionalidad), sino también están involucradas en relaciones sintagmáticas bastante específicas, por ejemplo, en relaciones de modificación, subordinación y coordinación. La relación entre un texto y las oraciones o palabras que lo ‘componen’ en realidad no puede considerarse simplemente una relación de todo/parte ni una relación que se equipare a las relaciones de modificación o serialización (por subordinación o coordinación). Diremos, por el momento, que los principios de organización de un texto – de su ‘arquitectura’ – son de distinta índole. En realidad, nos tomará todo el semestre comprender en qué consisten estos principios de organización específicos del texto. Además, solo nos centraremos en los más importantes y los más estudiados, ya que el texto es una entidad semiótica increíblemente compleja.

¿Dónde termina y dónde comienza el texto?

Dado que los textos son entidades semióticas muy complejas y que presentan una enorme heterogeneidad (incluso si adoptamos las restricciones que nos hemos planteado hasta ahora), cabe preguntarnos cómo establecemos sus fronteras. Intuitivamente tendemos a creer que un texto es algo estático, con límites bien definidos – la importancia, acaso desproporcionada, otorgada al texto escrito y

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monologal en nuestra cultura es, probablemente, la fuente de esta idea bastante arraigada en el sentido común. Efectivamente, los textos escritos (o la transcripción escrita de textos orales) nos induce a pensar que un texto es algo acabado y estático: un producto (que podemos manipular y analizar, e incluso ‘evaluar’). La realidad es que esta es solo una perspectiva muy sesgada del fenómeno, que deja fuera el hecho de que todo texto es también un proceso, es decir, un fenómeno que se despliega dinámicamente en el tiempo y cuyas fronteras son mucho más fluidas de lo que podría parecer en un principio. Los textos dialógicos y orales constituyen un ejemplo paradigmático de este aspecto procesual inherente al texto (como cualquier persona que ha tenido que transcribir una conversación tiene oportunidad de comprobar rápidamente). Sin embargo, incluso cuando estamos produciendo un texto escrito altamente planificado – desde un correo electrónico hasta un ensayo literario o un trabajo final de algún curso de lingüística –, no nos limitamos a ‘escupir’ un texto en una hoja de papel (¡o en la pantalla de nuestro procesador de textos!), ya que sabemos que incluso en estos casos el proceso de escritura no es necesariamente lineal (avanzamos y retrocedemos a cada momento, tomamos decisiones, revisamos, reorganizamos, recortamos o agregamos, etc.). Cuando colocamos un punto final, hacemos parecer nuestro texto como un producto, pero es innegable que llegar a ese producto que será leído por otro(s) como si fuera algo acabado, requirió un proceso compuesto de varios momentos (incluso dispersos en el tiempo y en el espacio) que no son tan fáciles de delimitar. En último término, tenemos que tener siempre en cuenta que un texto es a la vez producto y proceso – dependiendo del cristal con el que se mire… y de nuestra relación con él, ya sea como usuarios o como analistas.

Como analistas tomamos decisiones para poder delimitar los textos que estudiamos, pero incluso en este caso no siempre es tan fácil llegar a esa delimitación. En general, durante el curso trabajaremos con textos o con extractos de textos que convencionalmente pueden considerarse ‘autocontenidos’ y que, por lo tanto, presentan indicios de ‘clausura’ más bien claros (Álvarez 2004, p. 21). Sin embargo, hay que tener en cuenta que, en último término, la cuestión sobre las fronteras de un texto es teóricamente irrelevante: ningún texto tiene, en realidad, fronteras claras. Como analista lo mejor que podemos hacer es definir ciertos criterios que nos permitan delimitar los textos con los que estamos trabajando. Durante este curso veremos que la organización interna del texto nos entrega parámetros muy importantes, pero en Pragmática y en Análisis del discurso también verán que diversas relaciones con el contexto también entregan parámetros importantes para establecer esta delimitación.

© Beatriz Quiroz, 2015

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