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Apunte Lenguaje I. Cátedra Gerszenzon El Objeto Audiovisual 1-Introducción En los textos dedicados al análisis estructural o estético de los lenguajes audiovisuales, se aborda el estudio de expresiones que resultan del entrecruzamiento y la articulación de muchos otros lenguajes y códigos. En pocos casos se intuye un concepto que tome al objeto audiovisual como un todo percibido con todos los sentidos en forma sincrónica. y esto se da mayormente en los casos de autores dedicados específicamente a temas sonoros, como Michel Chion (1993), Ángel Rodríguez (1998), Noel Burch (1998), Walter Murch (2003) y Laurent Jullier (2007). A partir de estos aportes, nuestra hipótesis es que la percepción de un Objeto Audiovisual (OAV) es muy diferente a la percepción de un objeto visual al cual se le agrega o aplica un objeto sonoro. Cuando hablamos de relación entre sonido e imagen, aludimos a la representación audiovisual de la realidad (o de las realidades). Dados los hábitos y experiencias audiovisuales comunes, se entiende como si se tratara de una segunda naturaleza, pero es necesario comprender que se trata de un acto convencional de restitución de la realidad, que el relato irrealiza la cosa narrada: las imágenes registradas por una cámara y reproducidas creando una ilusión tridimensional, y los sonidos registrados con micrófonos y reproducidos por un sistema electrónico, son otra cosa distinta que la realidad misma, son otra realidad. El hecho mismo de la existencia del estudio de los lenguajes audiovisuales presupone la existencia de mensajes audiovisuales. Estos mensajes complejos utilizan múltiples códigos y subcódigos en forma simultánea, es decir, sincrónica. La generalizada disección artificial entre elementos visuales y sonoros ha generado importantes confusiones y desvíos a la hora de analizar y evaluar su percepción y sus efectos. Debemos examinar las sensaciones indisolubles que produce esta percepción simultánea de imágenes que aunque son capturadas y luego reproducidas en un soporte diverso al del sonido, son percibidas por todos nuestros sentidos en forma indivisible. Una concepción taxonómica, un tanto rígida y parcial, nos impide un acercamiento

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Apunte Lenguaje I. Cátedra Gerszenzon

El Objeto Audiovisual

1-Introducción

En los textos dedicados al análisis estructural o estético de los lenguajes audiovisuales, se

aborda el estudio de expresiones que resultan del entrecruzamiento y la articulación de

muchos otros lenguajes y códigos. En pocos casos se intuye un concepto que tome al objeto

audiovisual como un todo percibido con todos los sentidos en forma sincrónica. y esto se da

mayormente en los casos de autores dedicados específicamente a temas sonoros, como

Michel Chion (1993), Ángel Rodríguez (1998), Noel Burch (1998), Walter Murch (2003) y

Laurent Jullier (2007).

A partir de estos aportes, nuestra hipótesis es que la percepción de un Objeto

Audiovisual (OAV) es muy diferente a la percepción de un objeto visual al cual se le

agrega o aplica un objeto sonoro.

Cuando hablamos de relación entre sonido e imagen, aludimos a la representación

audiovisual de la realidad (o de las realidades). Dados los hábitos y experiencias

audiovisuales comunes, se entiende como si se tratara de una segunda naturaleza, pero es

necesario comprender que se trata de un acto convencional de restitución de la realidad,

que el relato irrealiza la cosa narrada: las imágenes registradas por una cámara y

reproducidas creando una ilusión tridimensional, y los sonidos registrados con micrófonos

y reproducidos por un sistema electrónico, son otra cosa distinta que la realidad misma, son

otra realidad.

El hecho mismo de la existencia del estudio de los lenguajes audiovisuales

presupone la existencia de mensajes audiovisuales. Estos mensajes complejos utilizan

múltiples códigos y subcódigos en forma simultánea, es decir, sincrónica. La generalizada

disección artificial entre elementos visuales y sonoros ha generado importantes confusiones

y desvíos a la hora de analizar y evaluar su percepción y sus efectos. Debemos examinar las

sensaciones indisolubles que produce esta percepción simultánea de imágenes que aunque

son capturadas y luego reproducidas en un soporte diverso al del sonido, son percibidas por

todos nuestros sentidos en forma indivisible.

Una concepción taxonómica, un tanto rígida y parcial, nos impide un acercamiento

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genuino al conocimiento sensible y a la comprensión de las vivencias singulares ligadas a

las experiencias audiovisuales. Las impresiones provenientes de la vivencia de estas

experiencias se ligan a la construcción del OAV como un tipo de conocimiento sensible.

Los mensajes audiovisuales se valen de múltiples disciplinas y códigos subyacentes

para generar formas significantes. La información de estos mensajes no se aloja sólo en los

códigos visuales a los cuales se le acoplan los códigos sonoros (en forma de

acompañamiento, comentario o valor agregado), sino que se basa en la utilización de

códigos de otra naturaleza (códigos audiovisuales) para establecer la comunicación entre el

emisor y el receptor.

Entendemos a la forma como la relación entre las partes de un todo. Un diseño

audiovisual debe plantearse, prever y planear las relaciones entre sonido e imagen desde un

comienzo, esto es, desde la generación de la idea, pasando por la escritura del guión (en las

estructuras narrativas y las no narrativas), la puesta en escena y la puesta en cuadro

(relaciones básicamente espaciales) hasta su puesta en serie (relaciones espacio-temporales)

apelando a nuestra percepción audiovisual como un todo orgánico.

Es lícito y fecundo ampliar esta noción para trabajar con el concepto de Objeto

Audiovisual, en la medida que la percepción simultánea de imagen y sonido articula una

unidad orgánica inescindible, cuyo análisis debe ser integral.

El OAV debe ser estudiado y sistematizado en la conformación de estructuras

formales espacio-temporales, narrativas y no narrativas, en relación con los niveles de

representación, las diferentes concepciones de ritmo, los puntos de vista y puntos de

escucha, los nuevos discursos audiovisuales y las tecnologías emergentes.

Hasta tiempos relativamente recientes, los códigos audiovisuales no habían sido

entendidos como un objeto de estudio unitario. Su sustancia no aparecía de una manera

equivalente a la que se había encontrado en la imagen (fija o en movimiento) por un lado y

en lo sonoro (como los diálogos y la música) por el otro. Sólo en los últimos años se ha

comenzado a estudiarlos en relación a los códigos lingüísticos y a la retórica. El análisis de

la representación audiovisual no había superado el límite de una taxonomía de los códigos,

en lugar de proponer la comprensión de los procesos de producción de sentido de los

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discursos audiovisuales como provocados por un conjunto indisoluble.

2-Pensamiento audiovisual. Práctica y Teoría.

En cierto sentido, que se ha transformado en “común” o “corriente”, se entendía la

imagen como la sustancia del mensaje audiovisual, muchas veces confundiéndola con la

narración, otras veces con lo narrado, cuando no con el mismo film, no sólo sin atender a

los códigos audiovisuales, sino ignorando por completo los sonoros. Esta confusión

ideológica está hoy en día muy lejos de la práctica artística e industrial. Asistimos en la

actualidad a un extremado refinamiento y control de las herramientas audiovisuales.

Indudablemente, estamos ante un tipo de “pensamiento audiovisual práctico”, que no tiene

correspondencia con un “pensamiento teórico audiovisual”.

Al revisar la crítica de lo audiovisual, más frecuentemente de lo deseable nos

encontramos con confusiones y significativas omisiones. Consideremos, a modo de

ejemplo, dos textos canónicos: Estética del cine (Aumont 2005), que representa de alguna

manera el pensamiento tradicional sobre la “imagen fílmica”, y La audiovisión (Chion

1993), que ha sido considerado un estudio renovador y modelo sobre el sonido en el cine.

En Estética del cine, cuya edición original se remonta a 1983, texto de suma

importancia, el grupo de autores encabezado Jacques Aumont parece realizar un esfuerzo

para lograr incluir el sonido en el cuerpo del texto. Este esfuerzo no llega a modificar o

incluso a superar lo que parece ser un punto de partida teórico originado en el cine mudo y

en las discusiones derivadas de la aparición del sonoro a partir de la década de 1920. En el

capítulo primero, “El filme como representación visual y sonora”, no sólo se constata un

tratamiento que discrimina la percepción visual y la sonora (sin apelar a la audiovisual),

sino que evidencia cierta falta de paridad en el tratamiento y en los conocimientos sobre

imagen y sobre sonido. Estas son las primeras palabras: “Un filme, según se sabe, está

constituido por un gran número de imágenes fijas” (Aumont 2005: 20). No haría falta

mayor comentario sobre esta afirmación, salvo agregar que pertenece al apartado “El

espacio fílmico”, en cuyos aspectos representativos, o en los de su construcción,

aparentemente los autores ignoran o descartan la participación sonora. En el mismo

capítulo, en relación a la imagen, se da tratamiento a cuestiones técnicas, expresivas y

sintácticas como “Técnicas de la profundidad”, “La perspectiva”, “La profundidad de

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campo” y “El concepto de plano”, pero llegado el momento de “El cine, representación

sonora” se omiten cuestiones análogas y se encuentran sólo referencias a “Los factores

económico-técnicos” y “Los factores estéticos”, analizados más bien desde un punto de

vista casi sociológico, en pocas líneas. Cuestiones similares encontramos en relación al

montaje, en el mismo texto. En ningún momento se apela a un análisis o teoría de lo

audiovisual.

No será la primera vez que en la historia del arte se produzca un desfasaje entre

teoría y práctica. Este texto es casi contemporáneo de películas como Apocalypse now (dir.

F. Coppola, 1979), y otras de finales de los setenta y comienzo de los ochenta que

produjeron un giro en la práctica y el pensamiento audiovisuales, generando un impacto del

cual no se volvería atrás.

Michel Chion, por su parte, ha ejercido una vasta influencia en el despliegue de

nuevas teorías sobre las relaciones entre imagen y sonido. Sus textos, en particular La

audiovisión –aparecido por primera vez en Francia en 1990–, han constituido un importante

aporte a la reflexión de los vínculos entre imagen y sonido, y tienen el mérito adicional de

haber sido el primer avance teórico sobre una práctica que llevaba ya decenios. Sin

embargo, no es aventurado afirmar que sus reflexiones se sitúan más en la perspectiva de la

producción de un mensaje audiovisual que en la de la recepción o la percepción de dicho

mensaje. Así, por ejemplo, el concepto de “valor añadido” (capítulo 1) bucea en los efectos

que el sonido genera sobre la imagen, de la misma forma u orden en el que se da en la

teoría cinematográfica: el sonido se “añade”, se “agrega” a lo básico, primario o central que

es la imagen. Todavía en este texto, que podría llamarse fundacional, no hay un autónomo

“pensamiento audiovisual”.

Un espectador “ingenuo” no reconstruye la forma en la cual se elabora el mensaje;

por ejemplo: alguien diseña una narración, otro filma, otro edita, otro compone una música

sobre las imágenes insonoras, otro agrega ruidos, otro registra las voces, y así

sucesivamente. En una primera instancia no sólo no le interesa este nivel de reconstrucción

de la confección del mensaje, sino que no es consciente de que una película “se hace”:

simplemente la recibe e interactúa, en el mejor de los casos, con ella. Difícilmente nuestro

inocente espectador pueda adjudicar algún “valor añadido” por el sonido, sin haber

observado previamente las imágenes sin sonido. Él simplemente percibe imágenes +

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sonido, es decir, un fenómeno audiovisual; se relaciona directamente con la inmediatez de

la materia.

Al respecto, observa Patrice Pavis que en cuanto nos situamos en el punto de vista

de un análisis del espectáculo, “elegimos la perspectiva de su recepción (y no de su

producción). Efectivamente el espectador es quien siempre decide, en función del conjunto

del espectáculo”; la estética de la representación cede así el paso a “una estética de la

recepción y de la percepción individual” (2000: 306-7). En lo que concierne a los estudios

sobre el audiovisual, la teoría no puede olvidar las efectivas realizaciones prácticas. Por

ello, Pavis reclama “nuevas teorías mejor adaptadas y permanentemente actualizadas”, en

un incesante proceso de interacción recíproca entre teoría y práctica:

“…la práctica de los espectáculos hace que la teoría también avance, lo que,

recíprocamente, contribuye a mejorar el conocimiento que tenemos de la práctica.

Así, una se nutre de la otra; y de este intercanibalismo generalizado resulta una

revolución cuyo final no está cerca” (2000: 320).

3-Percepción del Objeto Audiovisual

Según se ha propuesto, el análisis de los lenguajes audiovisuales debe considerar la

percepción del OAV como una unidad indisoluble. Corresponde entonces detenerse en este

último concepto. La noción de unidad perceptiva entre los sentidos proviene de la

fenomenología, entendida como “la ciencia eidética descriptiva de los fenómenos puros que

integran la conciencia pura” (Gaos 1960: 18); eidética se refiere aquí al conocimiento

intuitivo de la esencia. En Fenomenología de la percepción Merleau-Ponty (1984: 7) define

a la fenomenología como el estudio de las esencias, como una filosofía trascendental que

deja en suspenso, para comprenderlas, las afirmaciones de la actitud natural, el ensayo de

una descripción directa de nuestra experiencia tal como es. Dicho de otro modo:

“…el método fenomenológico es un método descriptivo, pero ¿de qué? No de

realidades, sino de las vivencias de la conciencia pura. Justamente la conciencia es

lo que queda cuando yo hago una reducción fenomenológica. Y después habrá otra

reducción, la reducción eidética, es decir, se pasa de los contenidos directos de

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conciencia a los contenidos eidéticos, es decir, a las esencias, las esencias de la

conciencia pura” (Marías 2000: s/p).

La percepción es la elaboración, interpretación, análisis e integración de los

estímulos captados por nuestros órganos de los sentidos. Es un proceso cognitivo básico,

complejo, superior, por el que somos capaces de elaborar, interpretar, analizar e integrar las

sensaciones que captan nuestro sentidos. Es a la vez la selección de sólo una parte de la

información del mundo. La percepción trata de simplificar estímulos, principalmente los

más complejos, que nos son proporcionados por el ambiente y a los que estamos

constantemente expuestos, porque, si no, tardaríamos muchísimo en discriminar todos los

estímulos a los que estamos expuestos.

Organizamos trozos de información en unidades significativas. Percibimos una

figura en relación a un fondo a un contexto. “La percepción se abre a las cosas”, afirma

Merleau-Ponty (1984: 75).

“¿Por qué se ven las cosas como se las ve?”, se pregunta James Gibson en La

percepción del mundo visual (1974: 13). La luz y el color son la materia prima de la visión,

pero el hecho de ver un objeto constituye una capacidad totalmente diferente a la de ver un

color en abstracto. Por lo tanto, dice Gibson, “nuestro problema es el de la percepción, no el

de la sensación” (1974: 15). Y concluye:

“…Percibimos cosas que están llenas de significado. La apariencia de realidad de

las imágenes está dada por la calidad de superficie, la solidez, el carácter

horizontal, la textura, la distancia, el contorno, la forma, la ubicación adyacente, la

iluminación y el sombreado y configuran la percepción del espacio.” (1974: 24).

Por su parte, Merleau-Ponty señala que la experiencia perceptiva es siempre

experiencia de estructuras: “Por más que podamos desagregar esa estructura hacia las

subestructuras subyacentes, estas últimas son también estructuras”, pues “lo último en este

análisis sería una sensación que es ya, también ella, una pequeña estructura” (1974: 237).

Para él, las cosas se captan en relación con el esquema corporal. Eso implica que las cosas

se aprenden como tales gracias a que mi cuerpo es capaz de explorarlas. La intuición en la

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que se dan, la intuición de la primera esfera del conocimiento, la natural y de todas sus

ciencias, es la experiencia natural, y la experiencia en que aquellos objetos se dan

originariamente es la percepción, entendida la palabra en el sentido habitual. Se entiende

como una experiencia de la percepción que se da por la intuición.

Estos objetos llegan a la conciencia a través de una acción pasiva, como es la

contemplación que experimento silenciosamente, de donde parte a una vivencia activa

como es traer a mi memoria varios recuerdos y por lo tanto nuevamente vivenciar esta

experiencia. “El contorno de mi cuerpo es una frontera que las relaciones ordinarias de

espacio no franquean. Sus partes, en efecto, se relacionan unas con otras de manera

original: no están desplegadas unas al lado de las otras, sino envueltas las unas dentro de las

otras”, dice Merleau-Ponty (1984: 115); forman un sistema, no “un aglomerado de órganos

yuxtapuestos en el espacio”.

Herbert Read, por su parte, sostiene que “el acto de percepción se convierte en un

acto de discriminación”; por ello “llamamos asociación a este proceso de concatenar un

acto presente de percepción con un acto revivido de percepción, y memoria a la facultad

que nos permite revivir la conciencia de percepciones anteriores” (1982: 59).

De este modo, la percepción del OAV va más allá de las sensaciones físicas a las

que convoca: apela a la asociación y a la memoria de las vivencias que la intuición

deposita en nuestra conciencia. Integra los estímulos captados por nuestros sentidos y

los interpreta como formas significantes. Se trata de una percepción selectiva que

diferencia lo esquemático de lo literal. Esta selección (de la cual están imposibilitadas

las imágenes capturadas por una cámara y los sonidos captados por un micrófono,

que toman impresiones de la realidad en forma indiscriminada y que podemos

relacionar con una percepción literal) solo evoluciona hacia la vivencia de lo esencial,

a través de la conjunción y complementación de los sentidos y de la conciencia de las

estructuras percibidas.

Estas estructuras o unidades significativas, según se ha dicho anteriormente, se

pueden desagregar en subestructuras. Más adelante veremos además que estas

subestructuras van desde la percepción de unidades mínimas de sentido hasta la de los

grandes sintagmas.

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En De lo espiritual en el arte, Wassily Kandinsky diferencia entre el efecto

puramente físico del color por un lado, y la vivencia psicológica que puede generar si uno

está con el “alma abierta”, por el otro. Entiende que de esta forma, la vivencia deja una

huella en la persona sensible, la cual obtiene un valor interior y finalmente un sonido

interior que provoca una conmoción emocional (1986: 56).

Esta vivencia psicológica que deja una huella emocional, no apela a un solo sentido:

“la vista no sólo está en relación con el sabor sino también con todos los sentidos”; esta

relación se produce de tal forma que conecta un tipo de percepción intersensitiva:

“…algunos colores parecen ásperos, erizados, otros tienen algo pulido,

aterciopelado. [...] Finalmente la cualidad acústica de los colores es tan concreta,

que a nadie se le ocurriría reproducir la impresión que produce el amarillo claro

con las teclas graves del piano. (Kandinsky 1986: 58)

Ello demuestra en todo caso que “el color tiene una fuerza enorme, pero poco

estudiada, que puede influir sobre todo el cuerpo humano, como organismo físico”

(Kandinsky 1986: 59).

En la filosofía de Merleau-Ponty, la experiencia sensorial no dispone más que de un

estrecho margen:

“…o el sonido y el color, por su propia disposición, dibujan un objeto, el cenicero,

el violín, y este objeto habla desde un principio a todos los sentidos; o en el otro

extremo de la experiencia, el sonido y el color se reciben en mi cuerpo y resulta

difícil limitar mi experiencia a un único registro sensorial: ésta desborda

espontáneamente hacia todas las demás” (1984: 242).

La experiencia sensorial sólo se especifica por un “acento” que indica más bien la

dirección del sonido o la del color:

“A este nivel, la ambigüedad de la experiencia es tal que un ritmo acústico hace

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fusionar las imágenes cinematográficas y da lugar a una percepción del

movimiento cuando, sin el apoyo acústico, la misma sucesión sería demasiado lenta

para provocar el movimiento estroboscópico. Los sonidos modifican las imágenes

consecutivas de los colores: un sonido más intenso las intensifica, la interrupción

del sonido las hace vacilar, un sonido grave vuelve el azul más oscuro o más

profundo...” (Merleau-Ponty 1984: 243)

En el momento mismo del impacto material que una obra o un objeto estético ejerce

sobre nosotros, en la esencia del instante único, de la experiencia “tal cual es”, el de la

percepción de las estructuras de constelaciones significantes, en la vivencia del espacio-

tiempo que recibimos con el “alma abierta”, en la vivencia única de la experiencia sensorial

¿somos capaces de interrumpirnos, de molestarnos a nosotros mismos “observando” ajenos

a esta fruición estética, si nos entregamos a tal color o a tal sonido?

4. EL OBJETO AUDIOVISUAL

La habilidad para libremente reasociar imagen y sonido en diferentes

contextos y combinaciones [...] debería estirar la relación entre el sonido

y la imagen cuando y cuanto sea posible. Debería luchar por crear una

determinada y fructífera tensión entre lo que está en la pantalla y lo que

está encendido en la mente de la audiencia.

Walter Murch, “Estirando el sonido para ayudar a liberar la

mente” (1995: s/p).

Es el momento entonces de dar una definición completa de lo que antes establecimos como

hipótesis de aproximación. Entendemos el objeto audiovisual (OAV) como el resultado

de la unidad perceptiva que se produce entre un objeto visual y un objeto sonoro

percibidos en forma simultánea. Esta unidad perceptiva genera una cohesión tal que

permite emitir, recibir, conocer, comprender, capturar, aislar y someter a operaciones

y procedimientos mensajes audiovisuales, tomando al OAV como un todo y no como

una mera suma o superposición material de imágenes y sonidos.

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Una serie de imágenes insonoras entendida como mensaje con un contenido

informacional y expresivo que se despliega en una forma espacio-temporal, al ser

percibidas simultáneamente a una serie de sonidos, se ve modificada en sus contenidos y en

su forma. Si entendemos que una de las propiedades del objeto es la de mantener

invariables sus cualidades más allá de la perspectiva desde la cual se lo contempla,

debemos concluir que estas modificaciones no se deben al hecho de estar observando el

mismo objeto desde otro punto de vista, si no que las modificaciones, los cambios que

percibimos en las impresiones de esta secuencia de imágenes, se deben a que se ha

convertido en un objeto diverso al de su versión insonora.

“Si un objeto es una estructura invariable, no lo es a pesar del cambio de

perspectivas si no en este cambio o a través del mismo”, escribe Merleau-Ponty. “En

particular, el objeto no es objeto más que si puede ser alejado y por ende, desaparecer, en

última instancia, de mi campo visual” (1984: 108).

Cuando percibimos, comprendemos o recordamos un objeto audiovisual y también

cuando lo relacionamos con otros a través de nuestra memoria (ya se trate de la

representación de un elemento aislado, de un fragmento o de la totalidad de la pieza), no lo

hacemos discerniendo entre sus componentes, del mismo modo en que no lo hacemos

cuando saboreamos un bocado, entre su gusto y su aroma. Esta separación sí se produce en

cambio cuando someto mi percepción a análisis, deteniéndome y tratando de aislar mis

sensaciones, desintegrando la unidad propia del objeto.

El OAV es producido entonces por un complejo estímulo audiovisual (o si se

quiere por los objetos físicos sonoros y visuales), tiene unas cualidades materiales de

luz y sonido que causan impresiones, y que se manifiestan en un determinado tiempo y

espacio. La percepción de este objeto produce unas vivencias que se revelan a nuestra

conciencia y determinan posibles significados que podemos asociar a otros objetos, a

otras vivencias y a otros significados a través de la evocación de mi memoria en

percepciones posteriores.

Ahora bien, la imagen visual y la imagen sonora de un objeto audiovisual, ¿son

diferentes “partes” de la “forma audiovisual”? ¿Son diferentes cualidades de un mismo

objeto como lo son su color y su textura? ¿Son distintos componentes del objeto? En la

percepción de la forma de una figura con respecto a un fondo ¿se genera un contraste entre

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imagen y sonido? ¿El sonido es el “fondo” de la “figura” que es la imagen?

La percepción del OAV implica una experiencia temporal, una vivencia del tiempo

y a partir de esa experiencia damos a esta vivencia un cierto espesor, diferente al de las

vivencias cotidianas. Se convierte en un objeto estético, que apela a nuestra adhesión

espontánea. Porque si bien hasta ahora hemos considerado al OAV como si nos

estuviéramos autolimitando a observarlo con un instrumento de estudio científico, no

debemos olvidar su dimensión estética.

5. El OBJETO AUDIOVISUAL como objeto estético

Escribe Herbert Read:

Hemos desarrollado, por consiguiente no solo el poder de la discriminación,

esencial para la aprehensión de un objeto determinado, sino el poder de reaccionar

ante nuestro conocimiento del objeto según nuestros propios intereses. [...] En el

discernimiento de un hecho percibido, nuestra disposición es un factor positivo no

menos real que el hecho mismo. Los sentimientos que se unen a la aptitud y a la

disposición a la respuesta [...] son estéticos. [...] Una disposición a sentir como

correcto y adecuado lo completo de un hecho experimentado, constituye lo que

hemos llamado el factor estético en la percepción. (1982: 59-60).

Cuando, como espectadores-participantes de una experiencia artística, logramos lo

que podríamos llamar “una fruición estética”, este fluir en un mar de sensaciones nos

reclama nuestra disposición a una entrega completa, ni parcial ni diseccionante, una entrega

total.

En palabras de Kandinsky, “todo objeto sin distinción, ya sea creado por la

«naturaleza» o por la mano del hombre, es un ente con vida propia, de la que brotan

inevitablemente efectos”, pues la naturaleza siempre cambiante del hombre “hace vibrar

constantemente las cuerdas del piano (alma) por medio de las teclas (objetos).” La elección

del objeto (“elemento con-sonante en la armonía de las formas”), por lo tanto, “debe

basarse únicamente en el principio del contacto adecuado con el alma humana. Entonces

la elección del objeto también nace del principio de la necesidad interior.” (1986: 68;

subrayados de Kandinsky).

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Al ser alcanzados por los efectos que suscitan las “vibraciones en el alma” ¿somos

capaces de discernir cuáles propiedades de los objetos generan tal o cual “con-sonancia”?

Es más, podríamos dudar genuinamente si esto es de algún interés para un espectador, en el

instante mismo de la experiencia estética, que reclama una adhesión intuitiva y no racional.

Kandinsky avanza sobre los efectos estéticos de tales vivencias: “La armonía de los

colores debe basarse únicamente en el principio del contacto adecuado con el alma

humana”; esto es lo que denomina “base principio de la necesidad interior” (1986: 59).

En La estructura ausente Umberto Eco señala que el mensaje estético es “un

mensaje que pone en duda el código porque nos muestra una manera imprevista de

combinar las señales” y que “la ambigüedad productiva es la que despierta la atención y

exige un esfuerzo de interpretación” (1981: 152). En este caso, ambigüedad se opone a

redundancia. El mensaje estético actúa como una violación de la norma: “el mensaje

ambiguo predispone para un número elevado de selecciones interpretativas” (1981: 161).

El OAV como medio de una comunicación estética se vale de las tensiones entre sus

componentes y sólo es el resultado de su combinación y no de su superposición.

Es curioso que la fase estética se haya soslayado en el campo de la investigación

audiovisual. Pierre Sorlin escribe al respecto que

“Inspirándose en métodos ya probados en otros campos como la semiología, la

narratología o el psicoanálisis, los estudios audiovisuales adquirieron la única

forma de cientificidad accesible para las disciplinas que analizan las producciones

sociales, es decir, una definición de sus presuposiciones y sus procedimientos

suficientemente clara para que el lector esté siempre a la altura de controlar el

proceso y criticarlo a partir de sus propias bases” (2010: 11).

En cierto modo, al perder la perspectiva estética, el estudio de los lenguajes

audiovisuales se concentra en cuestiones técnicas o de producción, lo cual inevitablemente

lleva a desandar el camino de la noción de unidad perceptiva de materiales heterogéneos

que un espectador experimenta al finalizar la proyección.

La composición se plantea como una relación entre distintas formas menores que se

subordinan a la composición total. Cada elemento tiene un “sonido interno” propio que

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puede armonizar o no con el otro.

No se establece una descomposición de la percepción, lo que se da en la percepción

del objeto estético es una multiplicación de los sentidos posibles, convirtiéndolo en un

objeto polisémico.

Al respecto Pavis plantea un procedimiento que llama “vectorización”:

“La vectorización es un medio a la vez metodológico, mnemotécnico y dramático de

vincular redes de signos. Consiste en asociar y conectar signos que se toman de

redes en cuyo interior cada signo tiene sentido únicamente por la dinámica que lo

vincula con los demás” (2000: 32).

El vínculo que se establece entre los signos que configuran estas redes de signos

y mensajes, nos afecta, nos conmueve impulsándonos a seleccionar y a interpretar sus

posibles asociaciones, nos somete a una multitud de interpretaciones posibles. Ya no

importa la distinción entre los componentes de las redes, lo que nos hechiza es la red

misma.

6. El OBJETO AUDIOVISUAL como representación de la realidad

La forma pictórica no nace de la imitación fiel de la naturaleza. No se

aplastan los objetos del mundo material contra el lienzo como se aplasta

una abeja contra el parabrisas. La forma pictórica no nace de eso, sino de

las condiciones del medio bidimensional.

Rudolph Arnheim, Arte y percepción visual (1974: 76).

Cuando abordamos aspectos de la percepción del OAV vimos que al percibir la realidad

hacemos un recorte de los estímulos que nos rodean. De la misma manera, al generar una

representación de la realidad, sometemos todos los elementos a una selección y una

posterior combinación. Hablamos de representación de la realidad no en el sentido de una

reproducción fiel en un modelo realista o naturalista. El mundo onírico también forma parte

de la existencia. La idea de representación supone la presencia de algo que está ausente,

evoca la existencia de algo. Por eso cuando hablamos de OAV debemos diferenciar las

cualidades del objeto representado con las cualidades de su representación. “El término de

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representación, de hecho, viene a significar, por un lado, la puesta en marcha de una

reproducción, la predisposición de un relato, y por otro la reproducción y el relato mismos”

(Casetti; Di Chio 1990: 121).

Las cualidades de la representación visual se modifican más notoriamente que las

cualidades de la representación sonora según cambie el punto de vista, la distancia, la

perspectiva, la angulación y las condiciones de visibilidad, en cambio las sonoras se

mantienen más estables o constantes y se ven modificadas especialmente o solamente por la

distancia entre el punto de audición y la fuente sonora, o sea su ubicación espacial relativa

(la angulación no influye en nada, por ejemplo).

Estas cualidades distintivas, hacen que la ilusión de realidad que genera el OAV

requiera de la complementariedad de sus componentes.

Ahora bien, cabe preguntarse con Aumont qué es la representación: “La

representación es arbitraria”, responde el crítico francés: “en el proceso mismo de la

representación, la institución de un representante, hay una parte enorme de arbitrariedad,

apoyada en la existencia de convenciones socializadas.” (1992: 109).

Nuestros sentidos se complementan en la percepción del mundo que nos rodea.

Algunos se especializan en percibir lo cercano, otros en lo lejano. La visión se distingue por

ciertos rasgos espaciales, el oído por otros temporales. Una representación audiovisual

apela a estas especialidades tanto como a su complementariedad, para lograr el efecto de

ilusión y la evocación de lo representado.

La unidad perceptiva es multifactorial. La idea de cohesión interna se basa en la mayor o

menor convergencia entre las cualidades materiales, texturales y de focalización entre las

capas de imagen y las capas de sonido, y entre sus cualidades referenciales como su

pertenencia o no a un mismo tiempo y espacio, en los objetos representados y en la

representación misma. Participan de la noción de delimitación factores espacio-temporales

como ritmo, movimiento, ubicación, traslación, velocidad, dirección y noción de cambio

que generan alteraciones en nuestra percepción. Estas alteraciones provocan la

discriminación formal entre unidades de sentido, desde las construcciones menores hasta

las mayores. De esta manera podemos aislar, acotar, segmentar la continuidad perceptiva en

grupos de estímulos u objetos menores pasibles de ser procesados y modificados.

Esta discriminación en la representación, apela a nuestra disposición perceptiva

Page 15: Apunte Lenguaje I. El Objeto Audiovisual

hacia la experiencia cotidiana del “hecho completo” de la construcción audiovisual, que

requiere tanto la especificidad de cada sentido como su complementariedad. Esta atracción

suscita un impacto material que nos conmueve, nos afecta con una tensión que acecha y

dirige, renovándola nuestra memoria afectiva.

7. Nuevas tecnologías, nuevos medios ¿nuevos problemas?

Desde la década de 1960 nos encontramos ante una explosión “democrática” y

masiva en la divulgación del uso de los medios de producción y reproducción

audiovisuales. Este proceso comenzó con la comercialización de dispositivos capaces de

capturar imágenes y sonidos y de reproducirlos en forma casera no profesional. Desde esa

época han pasado diversos modos mecánicos, eléctricos, magnéticos, electrónicos y

digitales que han abonado el terreno para una diversidad de nuevas expresiones

audiovisuales. Este fenómeno se vio potenciado por el cada vez más accesible costo a estas

herramientas y luego a la informatización. En la actualidad cualquier persona puede

capturar, elaborar, procesar, editar y difundir mensajes audiovisuales. Somos todos

emisores de mensajes audiovisuales en potencia.

Los (relativamente) nuevos medios se multiplican en las redes y se despliegan en

manifestaciones que involucran diseños de imagen y sonido, como videoarte, videoteatro,

videodanza, videoinstalación, videomúsica, videoclips y otros.

Algunos conceptos que refieren a la utilización de los medios audiovisuales son:

ubicuidad, intermedialidad, simultaneidad, interactividad, interdisciplinariedad y

simultaneidad.

La presencia del audiovisual ha “saltado” de las pantallas, invadiendo los espacios

en forma de instalaciones e intervenciones y como parte de múltiples estructuras

performáticas que recorren caminos que diluyen las diferencias entre disciplinas teatrales,

coreográficas o musicales. Estas expresiones tienen en común la utilización y

aprovechamiento de medios electrónicos. Los medios se tornan esenciales.

Lo que debemos preguntarnos aquí es si estas nuevas formas o nuevos medios, esta

explosión de infinitos emisores, esta democratización de los media genera nuevas formas

de percepción del objeto audiovisual. Un cuestionamiento al concepto "clásico" del objeto,

Page 16: Apunte Lenguaje I. El Objeto Audiovisual

que es lo que podría generar el arte digital, ¿le da otra dimensión a la obra?

Todo lo contrario, vemos que la unidad perceptiva se afianza toda vez que el

concepto de “diseño audiovisual” emerge de un dinamismo del conjunto.

La imbricación de medios y técnicas en un contexto callejero y democrático

participa de la desacralización del arte, propia de nuestro tiempo. Una desacralización que

discute la distinción categórica entre “arte elevado” y “cultura de masas” (cf. Huyssen

2006: 7).

8.Conclusión:hacia una Teoría del Pensamiento Audiovisual

El diseño audiovisual es la más joven de las disciplinas del diseño. Nació con el

cine, se desarrolló con la televisión y alcanzó su plenitud con la informática. (Cf. Rafols;

Colomer 2003).

¿Será por su juventud y novedad que el diseño audiovisual carece de una teoría con

el nivel y el desarrollo conforme a su práctica? La ausencia de un pensamiento o de

conceptos audiovisuales ¿no se refleja en la falta de una conciencia audiovisual? ¿No se

hace necesario replantearnos audiovisualmente los nuevos lenguajes, los nuevos medios?

Un planteo que nos lleve a comprender una poética y una estética genuinamente

audiovisual. Una teoría audiovisual que nos permita superar este “tantear a ciegas” entre

objetos interactivos. Una teoría que genere herramientas de análisis y comprensión de

fenómenos de representación delineados con virtuosismo a los cuales sometemos todavía a

la aplicación de criterios anticuados y parciales. Una teoría afín a la experimentación

sistemática y creativa que ha engendrado nuevas convenciones. Una teoría del espacio-

tiempo audiovisual. Una teoría del presente.

Entendemos que la idea de la conformación de un OAV como un todo orgánico

inseparable perceptivamente, es un punto de partida posible para un cambio teórico.

Page 17: Apunte Lenguaje I. El Objeto Audiovisual

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