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APUNTES DE ESPIRITUALIDAD TEMA 3: Espiritualidad creacional, experiencia trinitaria. Curso de actualización para CFTS de Pontevedra Curso 2011-2012 Olga López Míguez 25/10/2011

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Tema 3- Apuntes de Espiritualidad- Curso de Actualización para el CFTS Pontevedra- Curso 2011-2012- Por Olga López Míguez

Tema 3: Espiritualidad creacional, experiencia trinitaria

ORACIÓN INICIAL ............................................................................................................... 3

PRIMER TIEMPO: MIRADA A LA REALIDAD. ...................................................................... 3

1. Vivimos en un universo maravilloso: ............................................................................ 3

2. El milagro de la vida ...................................................................................................... 4

TIEMPO SEGUNDO: ILUMINACIÓN DE LA REALIDAD ........................................................ 7

3. Espiritualidad Creacional, experiencia trinitaria, en la Biblia y en la Tradición de la

Iglesia ..................................................................................................................................... 7

*En el Antiguo Testamento: .................................................................................................. 7

*En el Nuevo Testamento: .................................................................................................... 8

*En la Tradición Cristiana: ..................................................................................................... 8

*En el Magisterio de la Iglesia: .............................................................................................. 9

PARA ACTUAR:..................................................................................................................... 12

4. *El amor al Creador ..................................................................................................... 12

5. *Contemplar la presencia de Dios en las creaturas. ................................................... 12

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ORACIÓN INICIAL

En el anexo.

PRIMER TIEMPO: MIRADA A LA REALIDAD.

1. Vivimos en un universo maravilloso:

El fundamento de nuestra espiritualidad y de la religiosidad de todo

ser humano es la contemplación del mundo creado por Dios. Porque lo

invisible de Dios -su sabiduría, capacidad creativa, entrega, amor-

podemos verlo en cierta manera, en las obras de Sus manos, en los seres

creados si las miramos con la inteligencia de la fe. (Rm. 1,20 ; Job 12,7-10 ;

Sab. 13,1-9 ; Hch. 14,15-17 ; 17,24-28).

En el universo vemos infinidad de seres, sabemos que hay miles de

insectos, peces increíbles, árboles de hermosos frutos, bosques con una

gran gama de vidas y colores, miles de astros en el cielo inmenso, ¡una

realidad que no nos hubiéramos podido imaginar por muy imaginativos

que nos pongamos! Y todo lo creado son enigmas que poco a poco vamos

descubriendo o interrogantes que, a medida que se contestan, levantan

nuevos interrogantes…

¡Y quedan muchas cuestiones sin contestar del todo por el hombre!

La más básica: ¿Cuál es el origen de la vida? Cuando desconfiamos de que

existen los milagros hemos de tener en cuenta que el milagro más

fundamental es esta agradable sensación que llamamos existencia. La

maravilla de la creación es el milagro por excelencia. ¡Es increíble estar

vivos!

¿Quién es capaz de explicar la asombrosa delicadeza de tantos

organismos que funcionan sin que nosotros podamos hacer casi nada al

respecto? Ante toda esa grandeza no es extraño que tantas personas

entonen un canto de alabanza y adoración ante el Creador.

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2. El milagro de la vida

Vemos literalmente qué dice en su introducción un libro de divulgación científica1:

En primer lugar, para que estés ahora aquí, tuvieron que agruparse de algún

modo, de una forma compleja y extrañamente servicial, trillones de átomos

errantes. Es una disposición tan especializada y tan particular que nunca se ha

intentado antes y que sólo existirá esta vez. Durante los próximos muchos

años -tenemos esa esperanza-, estas pequeñas partículas participarán sin queja

en todos los miles de millones de habilidosas tareas cooperativas necesarias

para mantenerte intacto y permitir que experimentes ese estado tan agradable,

pero tan a menudo infravalorado, que se llama existencia.

Por qué se tomaron esta molestia los átomos es todo un enigma. Ser tú no es

una experiencia gratificante a nivel atómico. Pese a toda su devota atención,

tus átomos no se preocupan en realidad por ti, de hecho ni siquiera saben que

estás ahí. Ni siquiera saben que ellos están ahí. Son, después de todo,

partículas ciegas, que además no están vivas. (Resulta un tanto fascinante

pensar que si tú mismo te fueses deshaciendo con unas pinzas, átomo a átomo,

lo que producirías sería un montón de fino polvo atómico, nada del cual habría

estado nunca vivo pero todo él habría sido en otro tiempo tú). Sin embargo,

por la razón que sea, durante el periodo de tu existencia, tus átomos

responderán a un único impulso riguroso: que tú sigas siendo tú.

La mala noticia es que los átomos son inconstantes y su tiempo de devota

dedicación es fugaz, muy fugaz. Incluso una vida humana larga sólo suma

unas 650.000 horas y, cuando se avista ese modesto límite, o en algún otro

punto próximo, por razones desconocidas, tus átomos te dan por terminado.

Entonces se dispersan silenciosamente y se van a ser otras cosas. Y se acabó

todo para ti.

1 BRYSON BILL, Una breve historia de casi todo.

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De todos modos, debes alegrarte de que suceda. Hablando en términos

generales, no es así en el universo, por lo que sabemos. Se trata de algo

decididamente raro porque, los átomos que tan generosa y amablemente se

agrupan para formar cosas vivas en la Tierra, son exactamente los mismos

átomos que se niegan a hacerlo en otras partes. Pese a lo que pueda pasar en

otras esferas, en el mundo de la química la vida es fantásticamente prosaica:

carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, un poco de calcio, una pizca de

azufre, un leve espolvoreo de otros elementos muy corrientes (nada que no

pudieses encontrar en cualquier farmacia normal), y eso es todo lo que hace

falta. Lo único especial de los átomos que te componen es que te componen.

Ése es, por supuesto, el milagro de la vida.

Tal milagro es, hasta el momento que yo sepa, indescifrable por las

disciplinas científicas y los saberes humanos. Nosotros, creyentes,

necesitamos habituar nuestros ojos a que vean la realidad no sólo como

la puede ver el más excelso científico o el más eminente filósofo sino que

sean sensibles para contemplar, entre la oscuridad la concurrencia de la

Luz: ésa que se revela en las entrañas de lo real, del hondón del ser donde

Dios, fundamento de vida, amor constituyente, sostiene todo lo creado y

todas las creaturas. Que podamos llegar a exclamar con gozo que el

esplendor de la creación es un reflejo de la magnanimidad del Dios que la

creó.

Junto a la belleza y la bondad también existen la suciedad y el mal.

No hay ninguna persona que no sepa lo que es el sufrimiento aunque, a

veces, no sólo es el dolor en sí mismo lo que nos hace sentirnos mal sino

lo inexplicable de él. Parece que si alguien nos pudiera dar una

explicación, un por qué, el sufrimiento sería más llevadero.

Por tanto, necesitamos convertirnos en personas acogedoras de la

presencia del Dios invisible en medio de todo lo que vivimos y ser testigos

de que el misterio insondable del universo está colmado de gracia.

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En medio de la noche, en los momentos más oscuros animémonos a

cuidar la luz, la confianza, la compasión, esas señales que nos manifiestan

nuestro ser esencial: hijos amados y hermanados con todos y con todo.

Aquí hay pinceladas para lo que se conoce como espiritualidad

ecológica que surge espontáneamente, aunque no le demos ese nombre,

cuando nuestra conciencia cae en la cuenta de que todo lo creado es obra

divina. Dice Leonardo Boff que así descubriremos que el Planeta Tierra es

nuestra casa común, la única que tenemos para vivir, por eso es

importante cuidarla, hacerla habitable para todos, conservarla en su

generosidad y preservarla en su totalidad y esplendor2.

Y podremos sentir con Francisco de Asís lo que rezábamos al

comenzar: que todos los modos de vida son expresión de la Vida única,

subyacente en todo. Quizás nos hemos adelantado ya un poco al segundo

tiempo en ese deseo de contemplar a Dios en todo y todo en Dios.

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BOFF, L., “La tierra como Gaia: Un desafía ético y espiritual”: Concilium nº 331 (Junio 2009) 355-364, 363.

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TIEMPO SEGUNDO: ILUMINACIÓN DE LA REALIDAD

3. Espiritualidad Creacional, experiencia trinitaria, en la Biblia y en la

Tradición de la Iglesia

Muy sintéticamente.

*En el Antiguo Testamento:

Dios se revela como el Creador del cielo, el Dios que formó la tierra

(Is 45,18). Él, por ser el creador, debe ser escuchado y obedecido sin

resistencia. Yo soy Yavé, el que lo ha hecho todo: Yo, Yo sólo desplegué los

cielos y afirmé la tierra. ¿Quién me ayudó? (Is 44,24).

Vosotros ¿vais a darme instrucciones sobre la obra de mis manos?

Yo hice la tierra y creé sobre ella al hombre, mis propias manos

desplegaron el cielo. (Is 45, 11-12).

A este Dios creador y autor único del universo, se alza la oración de

Israel: Tú, que has hecho el cielo y la tierra y todas sus maravillas, tú eres

el dueño de todo y nada hay que se te pueda resistir… (Est 13, 10-11).

En nuestras angustias es inútil poner la esperanza en el poder

humano porque El auxilio me viene de Ti, que hiciste el cielo y la tierra (Sal

120, 1-2 ; Sal 23). El pueblo elegido debe confiar en el Creador que cuida

de la tierra y la enriquece constantemente y sin medida. A Él debe dirigir

su admiración y alabanza.

Tú Señor amas todo cuanto existe y nada odias de lo que has hecho,

ya que hiciste todo por amor. ¿Cómo podría subsistir algo si tú no lo

quisieras o cómo podría conservarse sin ti? (Sab. 11,25-26).

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*En el Nuevo Testamento:

Para Jesús el Creador es su Padre, le llama Abbá (papaíño)

gozosamente y lo considera Señor del cielo y la tierra (Mt 11, 25 ; Jn

17,24).

Y también los apóstoles (Heb 1,10; Hch 4,24; 14,15; Ef 3,9; Col

1,16; Rm 4,17; Ap 14,7; 4,11).

Señor, tú creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron

creadas. (Ap 4,11).

*En la Tradición Cristiana:

La devoción al Creador tiene expresiones intensas en diversos

santos:

S. Agustín: Tú eres Dios, tú el creador, tú el salvador, tú nos diste el

ser, tú nos diste la salvación.

S. Francisco de Asís: En su cántico de las creaturas, expresa esta

espiritualidad. En cualquier objeto admiraba al autor, se gozaba en todas

las obras de las manos del Señor. Y cuanto hay de bueno le gritaba: El que

nos ha hecho es mejor… Abrazaba todas las cosas con indecible devoción

afectuosa, les hablaba del Señor y les exhortaba a alabarlo. No le gustaba

apagar las velas, porque esa claridad le recordaba la luz eterna. Caminaba

con reverencia sobre las piedras en atención a Aquel que a sí mismo se

llamó Roca…Aquel que es la fuente de toda bondad, se comunica en todas

las cosas. (II Vida cap. 124).

S. Ignacio de Loyola afirma que el hombre es creado para alabar a

Dios y las demás cosas sobre la tierra son creadas en función del ser

humano para que le ayuden a conseguir el fin para el que ha sido creado.

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Sta. Teresa de Jesús dice que viendo el campo, el agua o las flores

hallaba memoria del Creador, la despertaban y la recogían y le servían

como libros. (Vida 9,5 )

*En el Magisterio de la Iglesia:

Evidentemente, todo el Magisterio eclesial defiende que Dios es el

Creador del cielo y la tierra, de todo lo visible y lo invisible: Todos los seres

espirituales y corporales, son creados por Dios de la nada, (Conc. Letrán

IV. 1215; Vat. I. 1890). Dios es la causa total del “ser” de todas las

creaturas, Dios las crea partiendo sólo de sí mismo, sin nada previo. Sólo

Dios puede crear, haciendo que las creaturas salven la infinita distancia

que hay del “no ser” al “ser”, de no existir a comenzar a existir.

Pero defiende, al mismo tiempo, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo:

un único Dios, tres personas, que son un solo principio de todas las cosas:

No son tres principios de la creación, sino un solo principio. La Iglesia lo

afirma así porque, su fuente, la Biblia atribuye indistintamente la creación

al Padre, (Mt 11,25), al Hijo (Jn 1,3 ; Col 1,15-17), a ambos (Heb 1,2 ; 1Cor

8,6).

Y sostiene que es por amor: Dios creó el mundo en un acto

totalmente libre y sólo por amor, la única causa que impulsó a Dios a crear

fue el deseo de comunicar su amor y bondad a las creaturas que iban a ser

hechas por Él. (Catec. Romano I,1).

Dios no es obligado por nada ni por nadie, pudo crear o no crear,

pudo hacer este mundo o bien hacer otro distinto, y quiso crear este

mundo, para poder comunicar a las creaturas, que no existían, algo de su

ser, de su bondad, de su hermosura y de su vida.

Dios no ama las cosas porque existen, sino que las cosas existen

porque Dios las ama.

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Cada creatura tiene la perfección que Dios dispuso para ella en su

sabiduría. El bien de la creatura y la gloria de Dios coinciden claramente, la

plena realización de la creatura se da cuando es perfectamente fiel al plan

de Dios. San Ireneo lo dice del hombre, La gloria de Dios es el hombre que

vive (Adv. Hae. IV, 20). Podríamos decir que San Ireneo es, además de

otras cosas, el teólogo del Creador trinitario.

El principio básico del que se sirve para refutar los sistemas

gnósticos es el de la unidad divina: un solo Dios, un solo Señor, un solo

Creador, un solo Padre, sólo El contiene todas las cosas dando el ser a

todas ellas. Contra los herejes, identifica el Dios único y verdadero no sólo

con el Creador del mundo, sino también con el Dios del A. T. El Padre es

Señor y el Hijo es Señor. El Padre es Dios y el Hijo es Dios, ya que el que ha

nacido de Dios es Dios. Asimismo, por la esencia misma y la naturaleza de

su ser, se demuestra que no existe más que un solo Dios, aunque en la

economía de nuestra redención haya un Hijo y un Padre. También afirma

la divinidad del Espíritu Santo incluyéndolo en el rango de Dios y que Él

mismo lo derrama sobre la humanidad por El adoptada. El Espíritu Santo

es eterno y se adueña del hombre interior y exteriormente no

abandonándolo jamás. La historia de la humanidad creada y redimida, así

como las palabras hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra de

Gen 1,26 (que el Padre dirige al Hijo y al Espíritu Santo, según Ireneo)

prueban claramente la existencia del Padre, del Hijo y del Espíritu.

El Verbo, pues, es Hijo de Dios, Hijo único de Dios y su filiación no

comienza con la concepción virginal sino que es eterno como el Verbo que

preexiste desde siempre. Por su parte el Espíritu Santo, que ha hablado

por los profetas, que ha enseñado a nuestro padres las cosas divinas y que

ha guiado a los justos por el camino de la justicia, es el que, llegada la

plenitud de los tiempos, ha sido derramado de un modo nuevo sobre la

humanidad, mientras que Dios renovaba al hombre sobre toda la tierra. El

Verbo es quien revela al Padre y el Espíritu Santo es el revelador del Hijo.

La idea trinitaria la recogen todos los santos y cristianos de verdad.

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Dios es causa de los seres por su inteligencia y por su voluntad, como

lo es un artista respecto a las cosas que hace. El artista obra por la idea

que ha concebido en su inteligencia y por el deseo que eso pensado causa

en su voluntad. De modo similar, Dios Padre ha hecho la creación por su

Verbo (Jesús) y por su Amor, que es el Espíritu Santo. Sto. Tomás de

Aquino. Suma Tca I,45,6.

Dios es autor y tiene plena autoridad sobre toda la creación, “Es el

Señor del cielo y la tierra”. El universo no es un caos, sino un todo

orgánicamente unido. Así las creaturas no libres (agua, astros, plantas)

obedecen a Dios necesariamente y en esa obediencia hallan su propio

bien. También los hombres, creaturas libres, hallamos nuestro bien

cuando obedecemos al autor divino.

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PARA ACTUAR:

4. *El amor al Creador

es un rasgo fundamental de la espiritualidad cristiana. “Nosotros amamos

al Creador porque hemos sido hechos por Él, en Él tenemos nuestro gozo y

en él debemos pensar siempre como niños en su madre”. (S. Basilio.). El

salmista nos invita a “postrarnos por tierra, bendiciendo al Señor, Creador

nuestro” (95,6), “Él nos hizo y somos suyos” (100,3).

La admiración gozosa ante la creación, canta la gloria de Dios. Mirar

cristianamente el mundo, es contemplar con admiración, aunque

reconocemos penosamente, la presencia del mal, que por nuestro pecado

estropea la creación. No podemos permitir que la pena predomine sobre

el gozo. Nuestra piedad debe movernos a decir “Tus acciones, Señor, son

mi alegría y mi júbilo las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus

obras Señor, que profundos tus designios! El ignorante no los entiende, ni

el necio se da cuenta”. (Sal 92 ,5-7).

5. *Contemplar la presencia de Dios en las creaturas.

Mientras el hombre no ve a Dios en el mundo, está ciego; mientras

no escucha su poderosa voz en la creación, está sordo. (Sal 19, 2-5 ; Sal

29). Sta Teresa cuenta que no fue educada en la captación de esta

presencia, sino que la descubrió por propia experiencia. (Vida 18,15).

Admirar a Dios en sus creaturas es un rasgo de la espiritualidad de S.

Agustín: “La hermosura misma del universo es como un gran libro:

contempla, examina, lee lo que hay arriba y abajo. No hizo Dios, para que

le conocieras, letras de tinta, sino que puso ante tus ojos las creaturas que

hizo, ¿Para que buscas testimonio más elocuente? El cielo y la tierra te

gritan: Somos hechura de Dios.” (Confesiones 10,6).

El pecado es entregarnos a las creaturas como si fuésemos sus

esclavos, mientras despreciamos al Creador. Esto es un abismo de miseria

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en el que se hunde el ser humano. “Adoraron y sirvieron a la creatura en

vez de al Creador” (Rm 1,25). La espiritualidad creacional nos da

conciencia de la dignidad del hombre y de Jesús cabeza. Dios sometió al

hombre todas las creaturas (Sal 8,7). Y constituyó a Cristo Cabeza y Rey del

universo; Señor de cielo y tierra (Mt 28,18; Heb 1,2). “Todo es del hombre,

el hombre es de Cristo y Cristo es de Dios” (1Cor 3,22-23).

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Anexo: Oración inicial.

Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís

(Versión de León Felipe que se usa en la liturgia)

Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor, tuyas son la alabanza, la gloria y el honor; tan sólo tú eres digno de toda bendición, y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda criatura, mi Señor, y en especial loado por el hermano sol, que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor, y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por la hermana luna, de blanca luz menor, y las estrellas claras, que tu poder creó, tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son, y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor! Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol, y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado mi Señor!

Y por la hermana tierra, que es toda bendición, la hermana madre tierra, que da en toda ocasión las hierbas y los frutos y flores de color, y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!

Y por los que perdonan y aguantan por tu amor los males corporales y la tribulación: ¡felices los que sufren en paz con el dolor, porque les llega el tiempo de la consolación!

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Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor! Ningún viviente escapa de su persecución; ¡ay, si en pecado grave sorprende al pecador! ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!

¡No probarán la muerte de la condenación! Servidle con ternura y humilde corazón. Agradeced sus dones, cantad su creación. Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén.

Magníficat Lc 1, 46-55 Alegría del alma en el Señor Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

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Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

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