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JOHN E. VAREY torítatíva y una versión práctica, y daría las variantes que se derivan de ésta en Itasa pie de página o marginales. Estoy de acuerdo con esta manera de proceder cuando se trata de una obra atral no afectada por cambios radicales. Pero, ¿qué vamos a hacer si hay enbíos de énfasis más importantes? ¿Cuándo en Casa con dos puertas se ipríme todo un episodio cinegético y se sustituye por una descripción de la eína embarcada con sus damas en el mar de Ontígola? ¿O, para tomar un ejemplo in más impresionante, cuando el mismo Calderón refunde una obra escrita para :presentarse en carros -El mágico prodigioso en su versión primitiva- y la elabora para el corral de comedias? Tendremos pronto una solución a este último :oblema: saldrá dentro de poco una edición que se propone restaurar el texto de , versión de Yepes, a cargo de Melveena McKendrick y nuestro lamentado llega y amigo, Alexander Parker. Sin embargo, todavía existen graves roblemas. En mi ponencia de la AISO, traté de sugerir la manera en que se odrfan superar. Todavía no he terminado la edición aludida de Casa con dos werttU. Si el movimiento se muestra andando, los problemas editoriales se )lueionan con calma. -562- EDICIÓN CRíTICA Y ANOTACIÓN FILOLÓGICA EN TEXTOS DEL SIGLO DE ORO. NOTAS MUY SUELTAS Ignacio ARELLANO ALGUNOS DATOS SOBRE EL n SEMINARIO DE EDICIÓN Y ANOTACIÓN DE TEXTOS DEL SIGLO DE ORO. Una mirada muy general al desarrollo del 11Seminario de Edición y Anotación de Textos del Siglo de Oro (EATSO-I1), comparándolo con el 1 (EATSO-I) celebrado en 1986 1 , muestra, quizá, una mayor heterogeneidad de posturas entre los participantes del segundo. Las conclusiones del 1 Seminario, redactadas por los editores de las actas, tenían cierta intención de «manifiesto» común de posturas mayoritarias -defensa de la modernización gráfica, conciencia de la 1 Las actas de EATSO-I se publicaron en el volumen 37, 1987, de Criticón (textos teatra- les), y en Edición y anotación textos del Siglo Oro, Ignacio Arellano y Jesús Cañedo eds., Pamplona, Eunsa-Instituci6n Príncipe de Viana, 1987. Los editores de este volumen incluimos unas «Observaciones provisionales sobre la edici6n y anotaci6n de textos del Siglo de Oro», a las que me referiré con frecuencia, en las pp. 339-55. Quiero repetir al principio de estas sobre EATSO-ll algunas palabras de las que cerraban las actas anteriores: «Estas observaciones presuponen, por tanto, la necesaria flexibilidad y la libertad de cada editor enfrentado a su tarea y a los casos particulares. Tampoco se pretende una sistematiza- ción teórica, sino simplemente resumir algunas cuestiones que se reiteraron en el Seminario. Algunas otras fundamentales, por el azar de la discusi6n, quedaron fuera» (Edición y anotación, 339). -563-

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JOHN E. VAREY

torítatíva y una versión práctica, y daría las variantes que se derivan de ésta enItasa pie de página o marginales.Estoy de acuerdo con esta manera de proceder cuando se trata de una obra

atral no afectada por cambios radicales. Pero, ¿qué vamos a hacer si hayenbíos de énfasis más importantes? ¿Cuándo en Casa con dos puertas seipríme todo un episodio cinegético y se sustituye por una descripción de laeína embarcada con sus damas en el mar de Ontígola? ¿O, para tomar un ejemploin más impresionante, cuando el mismo Calderón refunde una obra escrita para:presentarse en carros -El mágico prodigioso en su versión primitiva- y laelabora para el corral de comedias?Tendremos pronto una solución a este último:oblema: saldrá dentro de poco una edición que se propone restaurar el texto de, versión de Yepes, a cargo de Melveena McKendrick y nuestro lamentadollega y amigo, Alexander Parker. Sin embargo, todavía existen gravesroblemas. En mi ponencia de la AISO, traté de sugerir la manera en que seodrfan superar. Todavía no he terminado la edición aludida de Casa con doswerttU. Si el movimiento se muestra andando, los problemas editoriales se)lueionan con calma.

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EDICIÓN CRíTICA Y ANOTACIÓN FILOLÓGICAEN TEXTOS DEL SIGLO DE ORO. NOTAS MUY

SUELTAS

Ignacio ARELLANO

ALGUNOS DATOS SOBRE EL n SEMINARIO DE EDICIÓN YANOTACIÓN DE TEXTOS DEL SIGLO DE ORO.

Una mirada muy general al desarrollo del 11Seminario de Edición y Anotaciónde Textos del Siglo de Oro (EATSO-I1), comparándolo con el 1 (EATSO-I)celebrado en 19861,muestra, quizá, una mayor heterogeneidad de posturas entrelos participantes del segundo. Las conclusiones del 1Seminario, redactadas porlos editores de las actas, tenían cierta intención de «manifiesto» común deposturas mayoritarias -defensa de la modernización gráfica, conciencia de la

1 Las actas de EATSO-I se publicaron en el volumen 37, 1987, de Criticón (textos teatra-les), y en Edición y anotación tú textos del Siglo tú Oro, Ignacio Arellano y Jesús Cañedoeds., Pamplona, Eunsa-Instituci6n Príncipe de Viana, 1987. Los editores de este volumenincluimos unas «Observaciones provisionales sobre la edici6n y anotaci6n de textos delSiglo de Oro», a las que me referiré con frecuencia, en las pp. 339-55. Quiero repetir alprincipio de estas sobre EATSO-ll algunas palabras de las que cerraban las actas anteriores:«Estas observaciones presuponen, por tanto, la necesaria flexibilidad y la libertad de cadaeditor enfrentado a su tarea y a los casos particulares. Tampoco se pretende una sistematiza-ción teórica, sino simplemente resumir algunas cuestiones que se reiteraron en el Seminario.Algunas otras fundamentales, por el azar de la discusi6n, quedaron fuera» (Edición yanotación, 339).

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IGNACIO ARELLANO

labor mediadora del editor crítico, aceptación de la responsabilidad de manipula-ción crítica del texto, etc.- que en EATSO-II han vuelto sin duda a plantearse,pero con más acusada presencia de otras actitudes, como evidencian los trabajosde Mariano de la Campa (conservador de grafías auriseculares en sus textos deVillamediana) o de Crosby, que aporta además un interesante comentario de lasconclusiones de EATSO-I, y otros que se habrán visto en las páginas precedentes.

Semejantes discrepancias eran inevitables, y de la confrontación de opinionessurgen posibilidades de precisar mejor lo útil y 10 riguroso en el camino de losdeseables acuerdos. No obstante, he de señalar desde ahora, que estas conclusio-nes no reflejarán de la misma manera que reflejaban las del 1 Seminario, unaapreciable coincidencia de criterios. En mayor medida que en !as «Observacionesprovisionales» de 1986, en las presentes notas se hallarán reflexiones cuyoalcance está más limitado a mis propias posturas personales, aunque sigan, más omenos azarosamente, el hilo glosador de los debates y ponencias del Seminario.

Habría que destacar también algunas contribuciones más teóricas sobreaspectos textuales- que, como algunas reseñas indicaron a propósito de EATSO-I,se dejaban notar por su ausencia en la anterior ocasión. Buena parte de lostrabajos, por la misma orientación del Seminario, volvió a consistir en casosconcretos de edición y anotación, que nos parecían sumamente ilustrativos de losproblemas reales a que se enfrenta todo editor.

y otro detalle que me parece importante: la anotación pasó a un primer planoen debates y ponencias -la de Francisco Rico «Las trampas de la sencillezs-l sededicó específicamente al tema, del que también se ocuparon con detalle Fradejaso Serralta-, si bien la arduidad de definir límites y normas, prácticas uorientaciones de la labor anotadora, resultó difícilmente superable a la hora deunificar criterios.

También eran inevitables algunas reiteraciones más o menos insistentes, dadala índole de ambos seminarios y la vigencia de los problemas que se trataron en elprimero. Espero que el discreto lector considere tales reincidencias como muestrade una preocupación que no decae en tomo a una de las tareas cruciales quecompeten a un filólogo.

2 Váse 1•• creo, espléndida ponencia de José María Ruano de la Haza.3 Mucho lamentamos no haber podido incluir, por diversos motivos, algunas ponencias,

como la citada del Dr. Rico -las de Agustín de la Granja, Christiane Faliu-Lacourt- en lasactas.

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EDICIÓN CRfTICA y ANOTACIóN PD..OLOOICA

ALGUNOS PROBLEMAS Y CUESTIONES VARIAS. BREVESUMA.

Antes de entrar en el comentario de ciertos aspectos más específicos de laedición y anotación, creo conveniente glosar con rapidez al8W!U cuestiones encierto modo preliminares, adyacentes o subyacentes, que surgieron a menudo:problemas de atribuciones y autoría, catalogaciones, ordenación de corpus,autenticidad del texto y, sobre todo, el concepto de «relativismo» de la edicióncrítica.

En este complejo de asuntos surgió pronto el de las atribuciones y fijación deautoría, en la intervención de Mariano de la Campa sobre los sonetos satíricos deVillamediana, que se puede tomar como punto de referencia. La poesía satírica,como se sabe, presenta muchos problemas derivados de su propia condición, amenudo semiclandestina o clandestina, que lleva a las ocultaciones de autor o auna transmisión muy peculiar. La fama de poetas como Quevedo, segdn estambién muy conocido, hacía que se le prohijasen todo tipo de composicionessatíricas. La calidad de sátira política concreta, con nombres y apellidos, quetienen muchas de las composiciones de Villamediana explican por su parte uncierto grado de anonimato, aunque Villamediana pudiera pennltirse, como noble,extremos que hubieran sido peligrosísimos para otros poetas menos instalados -sin dejar de ser peligrosos para él-o Pero los problemas de autoría y autendcldadno afectan solo, claro está, a la poesía satírica ni a Villamediana; en general, unade las deficiencias de nuestro panorama actual de estudios Incide muydirectamente en este terreno: la falta de catálogos completos de obras y fuentes, Lohace notar igualmente en su trabajo sobre Paravicino Francis Cerdan, y se puedehacer extensible a una lista inacabable de ingenios áureos. Mucho queda por hacerhasta que dispongamos de las obras de consulta necesarias y se lleven a caboinvestigaciones básicas: catálogos descriptivos y topográficos, índices de versosde las composiciones incluidas en volúmenes misceláneos, dilucidación de lavariedad de títulos para las mismas obras, examen de bibliotecas poco Invesdaa.das y que sin duda conservan materiales importantes, como las de Ponupl4, etc.

4 A propósito de las bibliotecas portuguesas, caso que me parece ejempllt, bute recordIrel sensacional hallazgo de Eugenio Asensio de los entremesea de Quevedo (ver «HaUaqo '"Diego Moreno, entremés de Quevedo, y vida de un tipo litermo», H18ptUdc RwWw, 27,1959, 397-412 Y su llilu!rario del eratremis, Madrid. Gredos, 1965), o m's recientemente laaportaciones sobre el «Poema heroico a Cristo Resucitado» del mismo Quevedo, que haotMarie Roig Miranda en «Manuscritos quevedianos en la biblioteca porlUlueHI. Una IUIIY'versión del poema "A Cristo Resucitado" de Quevedo en un manuscrito de l. Blbl••••Nacional de Lisboa», Rilce, IV. 1, 1988, 87-119, donde incita a explorlt este tarreno ,comenta que «hasta ahora, en sus investigaciones, los quevedista se han desinteruedo culpor completo de la Bibliotecas portuguesa, olvidando, quiús, que entre 1580 y 1640 laCorona de Portugal eslUvounida. la de Espilla» (p. 87).

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IONAClO ARELLANO

Las ponencias de EATSO-I1 que se ocupan de catalogación (de la Campa) ounificación de títulos (Pérez Cuenca) son valiosas aportaciones a algunas de estasnecesidades. Iniciativas como la del equipo del Seminario «Edad de Oro» -Universidad Autónoma de Madrid-, y de la Biblioteca Nacional, dirigido porPablo Jauralde y Manuel Sánchez Mariana, formado en 1986 para catalogar losfondos manuscritos poéticos de los siglos XVI y XVII de dicha biblioteca,suponen, sin duda, avances muy sustanciales que convendría solidificar yampliar.

El problema de las atribuciones y autorías que afecta de modo tan intenso a lapoesía satírica, es igualmente grave en otros géneros que obedecen a muyconcretas peculiaridades: un ejemplo representativo lo constituye el teatro, y muyparticulannente el teatro menor5. La ponencia de María Luisa Lobato sobre elentremés La Maril¡uita de Moreto trata incidentalmente esta cuestión al debatir laautoría (Moreto, Solís) de la pieza. No se llegó a discutir en profundidad sobre losproblemas de autoría, pero me pennitiré una digresión al respecto, porque variasde las ponencias tienen implicaciones en este sentido que merecen algúncomentarlo.

Puede tomarse como caso significativo el de los entremeses de Calderón, quehan captado el interés de varios estudiosos especialmente desde el centenario de1981. La recuperación de este corpus calderoniano, cada día más apreciado, haobligado a enfrentarse con la autoría de bastantes piezas. Trabajos modélicos deA. de la Granja o E. Rull en artículos demasiado numerosos para ser citadosahora6, o ediciones? como la de Rodríguez Cuadros y Tordera --clave en el

5 En el teatro menor los adelantos de los ültimos años son muy importantes.Investigadores como A. de la Granja, E. Rull, M. L. Lobato, J. Huerta Calvo, y otros estántrabajando con mucha actividad. Remito al catálogo de A. de la Granja, «Hacia unabibliografía general del teatro breve del Siglo de Oro», Crulcén, 37, 1987,.227-46 para unpanorama actualizado y documentado sobre los estudios acerca del teatro menor. Huerta Calvoutt organizando un equipo para la edición sistemática de estas piezas. Sobre los problemas deldici6n upecíficos ver Lobato, «La edición de textos teatrales breves», en La edici6n de'.01.Aclas thl I Congreso lnsemacional de Hispanistas del Siglo de Oro, P. Jauralde, D.NOluera y A. Rey eds., London, Tamesis, 1990,287-94.

6 Ver, por ejemplo, solamente, A. de la Granja, «El mayorazgo, un entremés desconocidode Calderón», IMlda, 421, 1981, 131-33; «Calderón de la Barca y el entremés de La melanc6-lka», enAsclUl th veras. Estudios sobre la obra deCalder6n, Granada, Universidad. 1981,57-85; Efrlre1Msesy mojigagas th Ca1der6npara sus autos sacramentales, Granada, Universidad,1981; etc. o Run, «En tomo a un entremés anónimo, su posible atribución y otras cuestionescalderonianu», SegismMndo, 14, 27-32, 1978-80, 171-80; «El entremés de Los degollados y.u poIible Itribución a Calderón», en Teatro menor en España a partir thl Siglo XVI, Madrid,CSIC, 1983, 203-210, etc. Remito a la bibliografía citada de A. de la Granja para completarotro. dato. pertinentes.

7 Entremeses, j6caras y mojigangas, ed. E. Rodríguez y A. Tcrdera, Madrid, Castalia,1983; Teatro c6mico breve, ed. M. L. Lobato, Kassel, Reíchenberger, 1989.

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EDICIÓN CRfTICA Y ANOTACIóN FILOLOOICA

proceso de recuperación del teatro menor calderoniano-, y ahora la monumenlalde María Luisa Lobato, son buena demostración de este inter6s. Esta \Utima, querecoge todos los textos conocidos seguros o de atribución dudosa. debe tratar laautoría y justificación de atribuciones pieza por pieza. Sus soluciones podríanconstituir un buen muestrario de las dificultades implicadas, del ingenio parasolucionarlas, y, era irremediable, de problemas que persisten a pesar de todoS,

Uno de los argumentos que no es raro ver aducido en esta historia del entIem6acalderoniano es el estilístico. Pero a mí me parece sumamente inseguro, al meno.en el estado actual de nuestros estudios literarios: todavía hay que delimitar conmayor precisión qué aspectos estilísticos, formulas, recurrencias tem'licu,expresiones ingeniosas, etc. constituyen un fondo común en la amplia literaturaaurísecuíar? y no son, por tanto, distintivos de un detenninado poeta; todavíafaltan muchos estudios sobre la intertextualidad (imitaciones, parodiu •.•) en elSiglo de Oro, que revelasen hasta qué punto elementos estilCsticos, Ilusione. oadaptaciones de situaciones y frases de obras y escritores famosos se ~iteran enotros, impidiendo, por tanto, utilizarlos como signo de autoría. El trlwfo deJunRana, por ejemplol0 me parece típico. Lo han atribuido a Calderón Wilson,Reichenberger, de la Granja, y Lobato. No digo que no lo sea, por supuesto. Perola argumentación resumida de Lobato es una curiosa muestra de estos problemu,Se aducen como «datos que defienden la atribución a Calderón»: que Juan Rana,protagonista de la pieza, fue ya protagonista de otras de Calderón -pero haydecenas de piezas dedicadas a Juan Rana, la estrella cómica del entrem6a 'oreo-;que el contenido global se relaciona con la obra mayor en que se inserta -noparece dato relacionado con la autoría a menos que se demostrara ante. que e.rasgo exclusivo de los entremeses calderonianos-; que el inicio del entrem6.parodia los versos primeros de La vida es Sueño -versos que cualquiera puedeparodiar y que habrán sido parodiados infinidad de veces, desde el Sillo de Oro

8 Utilizo el caso de Calderón --<:omo otros que menciono en estas pilinu- 1010 a modode ejemplo, y por la importancia de su obra y facilidad de manejo en la completa edición deLobato; pero me interesa apuntar a las dimensiones generales de esto. problema.

9 Se puede aplicar a buena parte de la literatura áurea, y desde luego a lo. entremuu, 10que~. Amaud indica a propósito de los poemas jocosos de Salas Barbldillo, al IUbray. queestriban en un acervo de lugares comunes ingeniosos: ver SUl «Clave. para entender 101epigramas, epitafios y seguidillas de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo», C,ltlc6ll, 16,1981, 65·105. Hay que tener, pues, mucho cuidado al aplicar en la prktica lo que IIOribeLobato, «La edición de textos teatrales breves», 289: «Tenemos aulorU que, aun .in nnn.,dejan su marca en las obras. Estructuras mentales encuentran lugaru paralelOl en otra piuude atribución segura ...», etc.; muchas supuesta. marcas de autor IOn rUIOI oomun. Ygeneralizados de un fondo mostrenco; y los rasgos idiolectales o .on poco relevuue. omucho; cuando son poco no Ion demasiado lianificativos; cuando .on mucho multanfkilmente imitablu.

10 Ver Teatro c6mico br~, 553-556.

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IGNACIO ARELLANO

hasta nuestros días--; que la müsíca interrumpe el diálogo de personajes -técnicarepetidísima para interrumpir con suspensión la acción, en Calderón y en todoslos dramaturgos--; o que las alusiones a la familia real son constantes, y se dan enotro entremés de Calderón -pero las alusiones son constantes en todas las piezas,loas, entremeses, etc. que se representan en palacio, sean de Calderón o no-- ...Es verdad que a veces la acumulación de rasgos individualmente pocosignificativos puede resultar significativa, pero el grado de significancia debesobrepasar al menos un cieno límite: ¿qué límite? He ahí el problema. Otra vezcreo que será determinante la imprescindible investigación de archivo, cataloga-ción y listado de manuscritos y ediciones, instrumentos, a mi juicio, mucho másfiables en este campo que las indagaciones estilísticas.

Pero estas vertientes de la autenticidad son conocidas y debatidas a menudopor los especialistas. Más curioso me parece otro aspecto de la «autenticidad»implicado en el concepto de relativismo de la edición crítica, que surgió repetida-mente en el coloquio.

En las ponencias de Ruano y Varey sobre textos dramáticos, y en los debatesposteriores, se examinaron algunas teorías y definiciones de «edición crítica»,como las de Carol Bingham Kirby o Greggl! y algunas nociones fundamentalescomo las de «arquetipo» y «original»: un pasaje de la ponencia de Ruano centra demanera muy precisa el problema, y me permitiré aducirlo de nuevo aquí:

¿qué se entiende por original de un texto dramático? ¿La primeraversión que de una comedia escribiera el poeta o la versión que elautor de comedias, a veces con la connivencia del mismodramaturgo, representara realmente en escena?

Esto significa que en muchas ocasiones no podremos hablar tranquilamente deoriginal de una obra dramática. Puede haber varios «originales»12 que obedezcana intenciones distintas en momentos distintos sin que ninguno sea más «auténtico»que otro: el ideal de la reconstrucción perfecta de un único modelo «auténtico»,etc. se desvanece en muchas ocasiones. A cambio se nos ofrecen importantesoportunidades de estudiar procesos de reescritura, reflejos de las condiciones deemisión y recepción, y otros aspectos de enorme interés sociológico y literario.Diversas ponencias (Reichenberger, Ruano, Varey ...) han aducido suficientesejemplos en La vida es sueño, Agua Mansa y otras comedias. Añadiré uno más,

11 Ver C. Bingham Kirby, «La verdadera edición crítica de un texto dramático del Siglo deOro: teoría, metodología y aplicación», Incipil, 6, 1986, 71; W. W. Greg, Tu CalcllllU ofVaria"", Oxford, 1927.

12 Ver tambi6n la ponencia de Reichenberger sobre este asunto. Ruano aduce el caso de Lavida ., ,ullo, versiones de Zaragoza y Madrid y otros. Reichenberger y Varey aportan mú:A,U/2 ManMI Y GlMÚdate del agU/2111Q11Sa,Casa con doI purlCII, etc.

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EDICiÓN CRlnCA y ANOTACiÓN F1LOLOOICA

de poca ímportaneía estética, pero de cieno interés en este terreno. La comedia deCastillo Solórzano El mayorazgo figura se conserva en un autógrafo con fecha deoctubre de 1637 -corregido luego en 1638- con finna y rübríca del escritor ycensura de Juan Navarro de Espinosa firmada el 16 de diciembre de 1638. Pocasdudas podemos tener de la autenticidad de este texto. Hay sin embargo una seriede correcciones y tachaduras que en algunos casos son seguras de CastilloSolórzano (en otros es imposible discernir: tachaduras, rayas, pequeñasmodificaciones ...). Supongamos metodológicamente, que todas las correccionesson de Castillo -lo cual es bastante probable-: entonces deberíamos considerarel estadio final del manuscrito, post correcciones, como la expresión de suintención última. Pero contamos con una edición de la comedia inserta en Losalivios de Casandra, Barcelona, 164013.Curiosamente esta edición impresa enBarcelona un par de años después de la redacción ofrece el estadio anterior a lascorrecciones del manuscrito, más algunas modificaciones que no se recogen eneste. ¿Qué sucede aquí? Puede ser que Castillo se arrepintiera de las correccionesy decidiera más tarde publicar el texto tal como estaba antes de corregido en elmanuscrito. ¿O envió una copia a la imprenta antes de corregir el ms. y la demorade la impresión provocó que saliese más tarde una redacción que ya norepresentaba la voluntad del poeta? Pero en la fecha de la edición Castillo está enBarcelona y probablemente es él quien entrega a la imprenta el texto de lacomedia. Es muy posible también que Castillo hubiera corregido el ms. con vistua la representación, pero a la hora de publicarlo decidiera finalmente volver alestadio anterior a las correcciones. Es decir, podremos tener dos voluntad ••finales en dos momentos distintos, y hasta dos voluntades finales en un hipo*loomismo momento: un texto para representar y otro para leer.

Enfrentarse al fenómeno de las varias versiones con el objetivo de remontarlehasta el original perfecto inexistente, sería, pues, una aplicación abulivl denuestras ideas modernas, ignorando otras circunstancias peculiares del Sil10 deOro. La opción más correcta sería editar ambas versiones como textos diferentel,Sobre los límites que separan un mismo texto con variantes de las versionesdistintas de un texto remito a la ponencia de José María Ruano.

Pero el relativismo de la edición crítica no afecta solo a la autenticidad oelección y fijación del texto que consideramos «auténtico», sino tambim, y demanera decisiva, a los modos y técnicas editoras, a la dispositio textus. selónapuntó en su intervención Crosby. Incluso a la ordenación de un corpus po6ticocomo el de los sonetos a Juana de Tomé Burguillos: compruébese la propuestaeditora de Trevor J. Dadson en estas mismas actas. Claro que es precisoestablecer cienos límites: la ordenación propuesta por Dadson parecería mejor

13Dejo de lado ahora otro problema bibliográfico que afecta a esta edición pero no I mirazonamiento. relativo a una supuesta se¡unda de 1641. Ver para este y otrOl detall•• miedición de El mayortugo, Barcelona, PPU. 1989.

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IGNACIO ARELLANO

propu~stade lectura literaria, y menos aceptable como técnica de edición crítica14:e~ posíble que la ordenación de las Rimas de Tomé Burguillos no sea de Lope,SIDO de otros responsables, -recopilador, impresor, librero ... -, pero tampocosabemos con certeza la que hubiese decidido el poeta -se pueden traicionar con lanueva ordenación los deseos del propio Lope, según muy bien señalo Jauralde-si es que efectivamente se propuso un ordenamiento determinado del mencionadocorpus: como .apun~ e~ el debate Mare Vitse, es preciso estar en guardia ante elpeligro de aplicar cntenos de «coherencia» actual a textos del Siglo de Oro queestaban regidos por otras coherencíasl-, las cuales podemos destruir en tanto nolas captemos con claridad.

.Pero volveré sobre esta idea del relativismo en las líneas que siguen, dondequiero comentar, una vez más, algunos aspectos de la dispositio textus queprotagonizaron EATSO-I.

LA DISPOSITIO TEXTUS. OTRA VEZ SOBRE LA GRAFíA YPUNTUACIÓN.

La mayoría de los ponentes en EATSO-I se mostraban francamente partidariosde la modernización gráfica y de puntuación de los textos del Siglo de Oro. Nohace al caso repetir aquí los razonamientos que apoyaban semejante opción16. Apesar de las reacciones que se han producido en el intennedio de los dosSeminarios y de la coexistencia -pacífica y amistosa- de «modernizadores» y«conservadores» en esta nuestra segunda reuni6n, creo que en 10 sustancialaquellas motivaciones permanecen vigentes.

Quiero recordar, antes de seguir, que tampoco se planteaba esta elección comoalgo crocial desde el punto de vista teórico y práctico, sino simplemente como unaopción de conveniencia, facilidad y claridad, ya que se veían bastantes ventajas -economía de una gran masa de trabajo a nuestro juicio superfluo, simplificación

14 Dadson en realidad no hace una propuesta de edición crítica, estrictamente hablando' esuna inferencia un tanto abusiva que me permito por su valor pedagógico. '

15 Con mucha razón Vitse puso en duda. por ejemplo. la atribución de una secuencianarrativa que no es tan evidente a un corpus poético formado por exploraciones de estadosunorolOs que no se l~g~ neces~amente a una historia: escoger una secuencia narrativa puedeno responder a cntenos aunseculares. El lector podrá examinar las convincentesar¡umen~iones ~ Dadson en el caso concreto del cancionero a Juana lopiano, pero el reparometodol61ico de Vitae me parece clave en sus dimensiones generales.

16 No merecería la pena insistir en la obviedad de que la modernización se refería a laIra~a ~ no a la fonética ~ morfología, si no se siguiera malinterpretando por algunospartidmos de la conservac16n este alcance modernizador; no tratábamos en efecto de lamodernización lingÜísticaque puede hacerse al verter al castellano actual el PODIUl de ,,;;o Cidpor ejemplo. •

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EDICIÓN CRITICA Y ANOTACIóN FILOLÓOICA

gráfica-visual de la pAgina,mayor comunicabilidad ante un espectro más ampliode lectores, etc.-, sin que se percibieran inconvenientes mayores en estaaplicaci6n modernizadora. Creo que en las ~Observaciones» de EATSO-¡ semostraban algunas justificaciones científicas de la modernización, Y trabajosposteriores en este sentido han ampliado y reforzado, a mi entender, semejantepostura!", No volveré, pues, sobre aquellos puntos, y me limitaré a comentaralgunas otras argumentaciones conservadoras que añaden nuevos detalles a ladiscusi6n.

Me permitiré usar simplemente calas breves, empezando por el comentario delprofesor Crosby a nuestra actitud del afio 1986. y se me pennitirá sugerir que ami juicio la actitud de Crosby no es realmente conservadora, y que en gran partecoincide, en el fondo, con algunos aspectos que parece discutir; es más, creo quepara un criterio rígidamente conservador la «coherencia» total resulta imposible1.,Y en este sentido me parece inteligente la postura de Crosby al insistir en elrelativismo de una edici6n crítica. Podemos recordar aquí algún pasaje de suponencia relativo al criterio de acentuaci6n y puntuación que considerosignificativo:

Por una parte he intentado facilitar la lectura mediante la aplicaciónconsecuente y la extensión ocasional de los criterios de la acentuaciónde Juguetes; pero por otra, ni he logrado ni he querido eliminar deltodo la vacilaci6n tan típica de aquella época, y así la conservo,alguna vez seguramente por desliz, otras a sabiendas, como porejemplo en algunos casos que quizá no se deben tanto al descuido delimpresor, sino a su sensibilidad en ciertos contextos y su deseo deevitar la ambigüedad.

Sin duda esta aplicaci6n consecuente, por un lado, y la conservaci6n devacilaciones, por otro, dará un resultado de plena garantía en el caso de un editorquevedista tan solvente como el prof. Crosby, pero desde un punto de vistate6rico, y estrictamente hablando, semejante opción podría traducirse con lafórmula 'unas veces se mantiene un modelo de un texto base. y otras veces semodifica', fórmula que no responde a una actitud conservadora rigurosa, Dicho

17 Ver, entre otros. especialmente L. Iglesia Feijoo, «Modernización frente. "oldspelling" en la edición de textos clásicos», en La edici6n de lalM, 237-44, con .bundIn'" .,muy sensatas razones. En estas actas del I Congreso de la AISO hay otra poIlolonuexplícitas a favor de la modernizaci6n, como la de McOrady, «Nota par. 1. eclickSndl1ucomedias de Lope», 305.

18 Cfr. lo que escribe otro «conservador» mencionado por Crosby, Alfonso Rey, .IUponencia «Notas sobre la puntuaci6n en Quevedo», en lA edic16n • lUID., 385, dondtdesaconseja «propulnar una actitud uniformemente modernizadora o uniformementeconservadora en la edición de una obra redactada sepn una práctica menOl Ulular».

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Page 6: Arellano - Edicion Critica Filologica

IONAClO ARBLLANO

otro modo: la conservacíon rigurosa exige una teoría y una aplicación sin fisuras,pues una vez que se modifica algo el modelo, o Interviene el editor -lo que es,ciertamente, su deber-e- estamos ya en el terreno de la modificación de laspuntuaciones modelos -sean estas las de manuscritos autógrafos, apógrafos,copias, ediciones ...- y una vez en este terreno ¿por qué unas veces sí y otras no?El criterio suele ser la eliminación de ambigüedades, la claridad, pero entonces, yretomo otra pregunta que escribí en las «Observaciones» de EATSO- 1: ¿por quéno seguir este criterio de la claridad en todas las ocasiones y aplicar, sin más19,la«modernización»? Es evidente que, como Serralta insistió, la puntuación se veinfluida por el temperamento y perspectiva personal del editor, y cada unoconsiderará necesario intervenir en ocasiones diferentes: unos más (y a estos se lespodrá llamar modernizadores) y otros menos o casi nunca (y a estos se les llamaráseguramente conservadores), pero no veo yo una separación radical entre ambos:no hay -no veo- una sustentación teórica que permita hablar de opcionesenfrentadas; solo grados diversos de una misma práctica.

Es verdad que hay autores con una conciencia de la puntuación o de laonografia más acusada y que estos parecen exigir un cuidado mucho mayor a lahora de modificar las grafías y puntuaciones que se hallan -al menos-- en susautógrafos: Alfonso Rey ha estudiado el caso de Quevedo, y se ha enfrentadoademás a la edición de la Virtud militantélO, conservada en uno de los pocosautógrafos del escritor. No cabe objetar nada a su defensa de mantener lapuntuación peculiar o significativa de los casos particulares-J, lo mismo queparece lógico mantener estrictamente la ortograña de aquellos autores queconscientemente defienden un sistema ortográfico, como Herrera, Rioja22 oKorreas23. Pero en la generalidad de los casos vemos que en los manuscritos lapuntuación es escasfsima -se encomienda a la fase de la impresión la colocaciónde estos signos-- y que en los impresos no refleja casi nunca lo que pudiera ser laintención del autor24.

19 Lo de «sinmás»es un modode hablar:puntuares una de las tareasmás complejasdeleditor.

20 VIr «Notu sobrela puntuaci6nen Quevedo».en La edición de textos, 385-92,YVirt"d",llltGIII., Santiago, Universidad, 1985. Remito para otros comentarios a mi reseña de laedic:i6nde Rey,en Critic6n, 35, 1986,135-40,Ya las observacionesde EATSO-I.

21 A¡mquetodavíasiguesiendoun problemaen muchoscasosdemostrarque las defensaste6ric:u de ciertas puntuaciones que hacen algunos escritores las lleven efee:tiva ycoherentementea supráctic::a,cosaqueno paree:eocurrircondemasiadafrecuencia,

22 Ver BegoftaL6pezBueno,«Sobrela prácticade edici6nde textospoéticos.Dos casosdiversos:Gutierrede Cetinay Franciscode Rioja»,en La edición de textos, 295-302.

23 Vrsrmi ruefta a KOITeas,Arte KastelklM (ed.M. TaboadaCid. Santiago,Universidad,1984),en Crilic611, 38, 1987, 134-37.

24 Cruickshank ha distinguido partes de un mismo libro compuestas por diferentescajistu examinandotendenciu ortogrMicu y de puntuación,10 cual implicaque el cajista es

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EDICIÓN CRITICA Y ANOTACiÓN F1LOLÓOICA

«Mantener» con rigor la puntuación de un modelo, sea este cual fuere -testimonio textual, sistema abstracto extraído de teorías de un autor detenninado-es en la práctica una utopía desde el momento en que puntuar es ya en muchasocasiones, interpretar un texto, elegir una opción semántica, y semejanteselecciones son ineludibles para el editor: la puntuación no se puede separar de lahermenéutica. Véase un ejemplo que tomo prestado a la ponencia del prof.Serralta, del Perro del Hortelano de Lope:

MARCELA Déjame, Tristán, que tengoquehacer.

Déjala, Tristán.Por mí, vaya.

Tenia.Vengo,

lEODOROTRISTÁNlEODOROMARCELA

TRISTÁNmi amor.

¿Cómo no se van,ya que a ninguno detengo?

Coincido con él en considerar que transcrita tal como consta en las edicionesofrece un sentido poco satisfactorio, y que en la frase «Vengo, mi amor» seríapreferible suprimir la coma, con 10 cual la forma verbal no procedería de «veniDsino de «vengar». Semejante opción semántica implica necesariamente unapuntuación que modifica la de los testimonios de la tradición textual y que a mijuicio es aquí la única solución válida.

En el entremés Las carnestolendas de Calderon2S, el gracioso sale borrachoriñendo con el vejete, al cualllamajudigüelo, hijo de puta, y luego dice:

¿A mí zancadilla o perro?¡Qué donosa zangamanga,que paguen los tristes pies10 que la testa es culpada!

el responsableen los impresos,y que cada cajista tiene sus tendencias,que puedensrsrmú O

menos-o nada- sistemáticas,pero que en cualquiercasono reflejanun sistemacom'dn.V.,entre otros, los trabajos de Cruickshank,«The printing of Calder6n's Tercera Part •• , en laedición facsímil de las partes de comediasde Calderón, de Cruickshanky Varey, London,GreggInLPublishersLtd. & Tamesisbooks, 1973,vol. 1, 117-41,Y«Calderón'sP'ÚMra IftdTercera partes: the reprintsof "1640"and "1644"»,en el mismovolumen, 143-60.Sobre1.trascendenciao significaci6nde algunas puntuacionesde los cajistu resulta ilustradvo 11análisisquehaceA. LewisGalanesde las comasen la Historia de la NUI'Ia Mbico, de Ollpll'de Villagrá (Alcalá, Luis MartínezGrande, 1610),en «Haciauna edición de Hi8IOfill.• ,.NIUWIMhdco de Gupar de Villagrb, La edici6n de tmos, 279·85,espee:.283.

2STeatro c6mico breve, 439.

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Page 7: Arellano - Edicion Critica Filologica

IGNACIO ARBLLANO

que Lobato interpreta: «zancadilla o perro» con una conjunción coordinante,entendiendo perro como 'engaño', Pero la buena lectura, según creo, debe de ser:

¿A mí zancadilla? ¡Oh, perro!¡Qué donosa zangamanga,que paguen los tristes pieslo que la testa es culpada!

con exclamación y el insulto habitual de perro para el rival, al que ha llamado yajudJo. La escena parece clara: el borracho ha tropezado y acusa al otro de ponerlela zancadilla, por lo cual le insulta: solo imaginando el tropiezo se ve por qué diceque pagan los pies lo que bebió la cabeza: hace traspiés de borracho.

El casuismo sería interminable-s: solo quiero insistir en que no podremospuntuar correctamente sin haber comprendido bien el texto, y viceversa, unapuntuación errónea puede hacerlo ininteligible. La ecdótica, de nuevo, no puedesepararse de la hermenéutica, lo que significa que el editor está obligado a tomar, aveces incómodamente, partido, y que una postura conservadora a ultranza en esteterreno puede equivaler a veces a una inhibición de poco valor crítico.

Otras observaciones de Crosby merecen también una detención, siquierabreve. Señala, entre otros, el problema que representa para un editor moderno larigidez de nuestro sistema de puntuación que en ocasiones no puede reflejar laflexibilidad de los ritmos barrocos, y aduce a modo de ejemplo la existencia deoraciones que empiezan como interrogativas y terminan como exclamativas oviceversa27, esquema mal reproducido en las aperturas y cierres uniformes de lossignos de puntuación al uso moderno. Pero no me parece que esto constituya unverdadero problema. La Real Academia admite explícitamente28 la utilización enestos casos del signo de admiración al principio y de interrogación al final -oviceversa--, y de todas formas tampoco parece preceptivo aplicar rígidamente lasnormas académicas. No creo que utilizar con cierta flexibilidad este sistema depuntuación perjudique la claridad ni eficacia de una dispositio textus

16 Comento otros ejemplos de puntuación en mi artículo «Varias notas a lugaresquevedianol: fijación textual y crítica filológica», en La edición de textos, 123-31.

27 Recuerda al respecto otras observaciones de Morreale. Ver el texto de la ponencia deCrolby para los detalles.

28 E8bozo de lUla r&lleVagramática de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe, 1978, p.149.

29 En alguna ocasión he aplicado esta flexibilidad, con signos interrogativos oexclamativol de apertura pero no de cierre, si el esquema entonacional se modifica durante laorlCión (cfr· mil ediciones de Marta la piadosa de Tirso, Barcelona, PPU, 1988, vv, 279 y ss.,465 y 11., o del BIU'/ador tk Sevilla, Madrid, Espasa Calpe, 1989, pp. 142-42). Esta me pareceque podría ser una práctica aceptable.

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EDICIÓN CRtnCA y ANOTACIóN FILOLOOICA

También ellfmite de la fonética que se establecía en EATSQ-I como límite de lamodernización gráfica le parece confuso a Crosby, ya que en ocasiones, aduce,«"la fonética" se encuentra mayormente en unos pocos vulgarismos, arcaísmos oformas idiosincrásicas que se deben al copista individual del ms. de referencia,Frente a la modernización de todos los otros fenómenos, aquí la conservación dela fonética da una impresión errónea ("infiel") de su importancia relativa en elcuadro de los elementos lingüísticos que constituyen estos textos», Pero cuandohablábamos de «conservación de la fonética» como límite a las manipulacionelmodernizadoras se entendía, claro, referido a la fonética del autor, no a la de 101copistas o cajistas. Es decir, cuando haya constancia de que un fenómeno fOl'M!dcoes ajeno al escritor, la conservación real de la fonética exigirá una enmiendatextual, suprimiendo el rasgo ajeno implantado por la mano del copista, etc, Elloque he procurado hacer en el ejemplo de edición de la jácara de Pero Vdzq"", alenmendar los casos de seseo y ceceo, que me parecían modificaciones del copistainfieles a la fonética quevediana. Lo que sucede es que si nos falta constancia de laforma verdaderamente usada por el escritor la modificación es arriesgada.

Otros argumentos que se han expuesto en favor de la conservación rigurosa,frente a la modernización preconizada en EATSO-I, inciden en la utilidad desemejante práctica para los estudiosos de la lengua, historiadores de la ortografía,lingüistas históricos, etc. Aquí me parece que se está invirtiendo la jerarquíapertinente: en efecto, no parece justificable que una disciplina que va a consideraral texto literario como documento imponga sus criterios a otra disciplina para lacual ese texto es monumentoé'': la defensa que de las ediciones paleogr4f1cahacen ciertos colegas desde la utilidad que para historiadores de la lengua o de laimprenta etc. podrían tener, subvierten así, creo, la escala de valores: no lOmO'los editores críticos los que tenemos que dar material a lingUistas o paleó¡rafo.,sino que son ellos-los que tienen que ayudar a la edición crítica, Parece dudoso,por lo demás, que un historiador de la lengua vaya a sacar sus materiales de unaedición paleográfica de la que nunca estará seguro -los errores de transcripciónson siempre posibles- en vez de ir a los originales: el especialista Iráseguramente a consultar los materiales originales en las bibliotecas y archivosdonde se encuentren. La edición paleográfica, por otro lado, jamás llegará a laperfección y detallismo que permite un facsímil: a estas alturas del siglo XX latranscripción paleográfica podría ser perfectamente sustituida por la reproducciónfacsimilar, mucho más segura, fácil y precisa.

y en fin, hay otro aspecto más «ético» -si así se puede calificar- quepropiamente cíentíñco, y que no me parece ocioso tener en cuenta: sin duda laediciones críticas de textos del Siglo de Oro no van a gozar de cantidades mulva

30 Uso aquí una distinción. entre «documentos» y «monumentol», que aduce, porejemplo, Erwin Panofslty, a propósito del estudio del arte: ver El aignífictulo tk Ilu .,U"isIUJ1~s,Madrid, Alianza, 1983, 26·27.

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Page 8: Arellano - Edicion Critica Filologica

IONACIO ARBllANO

de lectores, pero deberíamos aspirar a que sean leídas por alguien más que elcírculo cerrado de eruditos colegas. En la situación de hoy -universitaria,económica, editorial, comercial, cultural, ete.- no se puede pensar en múltiplesediciones de varios niveles para distintos públicos destinatarios: nuestrasediciones deberían aspirar a ser válidas para un cierto espectro de receptores quepudiera paulatinamente irse ampliando: facilitemos las cosas en tanto norenunciemos al inexcusable rigor científico. ¿No tenemos los filólogosprofesionales, entre otros, el deber de servir al texto facilitando su conocimiento almayor número posible de lectores? Siempre serán pocos, pero que al menos seanalgunos. Y para conseguir ampliar este público y sobre todo su competenciareceptora, es indispensable una segunda gran tarea del editor: la anotación.

LA ANOTACIÓN FILOLÓGICA.

La atención mostrada en ponencias y debates al problema de la anotaciónfilológica resultó uno de los rasgos distintivos de este Seminario. Si en lapolémica sobre el tratamiento del texto la antítesis entre modernización yconservación suele ocupar un lugar privilegiado, en el terreno de la anotaciónfilólogica parecen existir igualmente dos opciones contrapuestas más o menosnítidas. Por un lado la que propende a poner el menor número posible de notaspara no entorpecer la lectura (Jauralde, García Ruiz ...) y no coartar al lector lafruición estética de unos textos que él debe descifrar. Por otro la de los quedefienden (defendemos) la necesidad de una anotación amplia, si no exhaustiva,para permitir precisamente al lector hodierno la fruición de un texto que está en lamayoría de los casos lejano a la competencia lectora media. Como en el apartadoanterior, tampoco creo que en esencia haya una discrepancia tan radical comoparecería por la enunciación que acabo de hacer: en el fondo todos parecemosestar de acuerdo en que una de las obligaciones del editor crítico es ofrecer allector un aparato adecuado para entrar en el texto literarlo. Las diferencias radicanen el grado de anotación preconizado.

A mi juicio, y es 10 que en otras ocasiones he venido defendiendo, un aparatode notas es «excesivo» cuando es 'superfluo', no cuando es 'grande'. Quierodecir que una anotación a Quevedo exigirá muchísimas más notas y más largasque otro texto de Castillo Solórzano. Pero ¿cómo podemos discernir lo que esanotación superflua y 10 que es anotación necesaria? No creo factible llegar a undiscernimiento tajante, porque el grado de anotación, como es natural, obedeceráal tipo de público al que se destina la edición, lo cual es siempre un horizonte

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EDICIÓN CRtnCA y ANOTACIÓN FILOLOOICA

aproximado. Paradójicamente las ediciones de divulgación, que son las que másnotas necesitarían, son las más endebles en este sentido, en buena pane porimperativos prácticos de política comercial editorial, que tampoco puede olvidarse,como señalé con mucha razón Díez Borque. Pero si hacemos por un momentoabstracción de estas limitaciones externas a los imperativos científicos, lajustificación de las notas se relaciona con la competencia del lector. El placerestético de un lector medio actual no especialista ante una página de los Suellos deQuevedo, o del Buscón, es muy problemático. Sacará, sin duda, placer de IUlectura, pero en la mayoría de los casos muy reducido y mutilado por la falta decomprensión del texto. No se podrá reír con los chistes si no los ha entendido, nopercibirá las agudezas que no entienda -y entenderá una proporción mínlma-,será incapaz de gustar numerosas alusiones y juegos de todo tipo... Eltoyconvencido, en suma, de que ese lector medi031 de hoy, y si se me apura, unlector «especialista32 en el Siglo de Oro» -pero no en Quevedo, o mejor, no enlos Sueños-apenas entenderá una mínima parte de los Sueños. El «no abnunar allector con notas» (Ruano de la Haza puso de relieve este otro obligado objetivocon el que estoy de acuerdo) no significa, en mi estimación, poner pocas notas,sino poner las necesarias: 10 que más abruma es no entender. Además, tal comoestán las cosas, ni tenemos repertorios suficientes, ni un diccionario del espatlolclásico, ni suficientes materiales de consulta: las colecciones de notas que quiz4parezcan excesivas para una obra concreta pueden servir de material consultivopara otras ediciones posteriores, hasta que tengamos un corpus de consulta m"amplio que el actual33.

Defiendo, pues, el criterio de anotar con amplitud los textos del Sillo de 010,Pero, insisto, el concepto de amplitud es muy relativo. Convcndr1a precllltciertos aspectos de las notas, al menos hasta dónde llegar en ellas, cómo plantearsu redacción y cómo organizar su colocación en la página editada.

31 Estoy hablando de un «lector medio» de textos áureos, cosa que resulta clifícUdefinir;podríamos hablar también de especialistas de variada competencia. o legol, ete. Pero •••como fuere no hay posibilidad real en la mayoría de los textos de hacer ediciones cliferentelpara todos estos niveles de destinatarios. Puestos en la conveniencia de hacer edicionelmultiusables parece más eficaz una anotaci6n extensa: lo que sobra es f6cilmente preacindiblepara el especialista; lo que falta no lo podrá poner el que no lo sea.

32 A menudo se suele hablar en congresos y reuniones de «especialiltas», a quienel ••concede a priori una sabiduría lectora probablemente mucho mayor de la que tienen (tenemoI)en la realidad. ¿No será más cierto que hay especialistas en Lope que entienden bien pooo •Quevedo. especialistas en Quevedo que entienden bien poco los autos calderonianol, etc. ellD.,y que en suma. -cosa bien natural- todos necesitemos aclaraciones sobre muchu mú COIU

de las que solemos reconocer'?33 Esto quiere decir también que el índice de notas es esencial. Cada volumen debería

llevar un índice completo de las nota puestas. Conviene pues, liempre que Ha poIible,empezar cada nota con una palabra clave que lirva de término para el índice.

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Page 9: Arellano - Edicion Critica Filologica

IGNACIO ARBU..ANO

Pennítaseme aquí la cita de unos colegas de erudición y meticulosidadverdaderamente admirables, Carreira y Cid34, sobre la conveniencia de laanotación extensa que sugiere también algunos campos fundamentales deactuación, y que me parece suscribible en su totalidad:

no son gratuitas en absoluto, [...] las referencias internas ni laerudición «acumulada», para mostrar si un determinado microtexto,imagen, concepto, chiste o neologismo es original del autor, quienlo brinda al lector como creación propia o novedosa, o si por elcontrario es préstamo o está lexicalizado, y se incrusta en el relatoesperando que se reconozca como tal [...] Lo que sí es gratuito eimperdonable es pasar por alto las dificultades del texto, estén enverso o en prosa, como si no existieran o fingir que se resuelven conun alegrepalmetazo

La ponencia de Franciso Rico trató precisamente de algunos problemasfundamentales de la anotación. Esbozó dos categorías en las trampas a que aludíaen el título de su intervención: las trampas del texto, que nos propone susdificultades, a veces ni siquiera perceptibles, y las trampas de ciertos editores depoco escrúpulo científico y ético que enmascaran las dificultades del texto pasandopor alto problemas que no saben resolver.

A propósito del ejemplo ofrecido por Rico sobre la anotación de «lugar»35enel comienzo del Quijote «(En un lugar de la Mancha») se planteó ya de modoabierto la definición de los criterios y límites de la anotación. Serralta aportó unaimportante sugerencia apoyando el aumento de las notas «paráfrasis» o «notastraducción» que expliquen el sentido global de ciertos pasajes, frente a las notasmeramente léxicas (tipo identificación de «Prometeo») que se ocupan de laliteralidad de un microtexto, pero dejan oscuro el sentido de un fragmento,escena, estrofa, etc. Fradejas ha dado también un ejemplo práctico aplicado a unpasaje de Calderón. Francis Cerdan, por su parte, distinguió en su ponencia sieteclases de campos anotables en Paravicino:

a) Las precisiones sobre las circunstancias que presidieron a la composición.b) Las identificaciones de personas.c) Las identificaciones de lugares aludidos o citados.d) Las fechas y alusiones a acontecimientos históricos.e) Las alusiones mitológicas.f) Las alusiones bíblicas.

34 En su difícilmente superable edición del Estebanillo González, Madrid, Cátedra, 1990,CCXII.

3S ¿Hay que anotar este vocablo, no muy oscuro, pero que puede despistar a un lector dehoy que pase sin más por el texto dándole el significado del español actual? Etc.

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BDIClÓN CRtnCA V ANOTACIÓN FILOLóGICA

g) Las demás alusiones culturales, literarias o artísticas.En diferentes trabajos otros colegas han establecido análogamente mas de

anotación: Mc Orady36indica que «una buena edición anotada explicará todas lasreferencias mitológicas, bíblicas, literarias, históricas, geográficas, y seftaI••.•analogías pertinentes con otros textos de Lope o de otros dramaturlolimportantes. También se definirá el léxico arcaico o recóndito, y se comentadnlos retruécanos, los símbolos y las imágenes interesantes».

Me parece que las citas anteriores dan una orientación valiosa37, aunque nocreo que haga falta distinguir a priori campos anotables. En resumen, un criterioaceptable puede ser, a mi juicio, este: se anotará todo aquello que creemol puedeofrecer dificultad al lector, y todo aquello que creemos contribuye a facUltar yenriquecer su percepción literal38de la obra; es decir, dejaremos fuer. lasvaloraciones y ponderaciones y los análisis propiamente literarios, pero anotare-mos tópicos, frases hechas, alusiones, fondo de motivos tradicionales sobre 101que se construye un pasaje, léxico, etc. El objetivo ideal sería el de reconstruir elhorizonte de recepción que podía tener un lector o un espectador, igualmenteideales, del XVII.

Como hizo notar con gran sindéresis Rico, un texto aurisecular llevaba un granaparato de notas no escritas, pero sí existentes en la competencia del lectorcoetáneo, competencia muy distinta a la de un lector de nuestros días.

Este objetivo implica que, en mi opinión, es imposible elaborar una ttorÚJ de 11anotación. Más bien podríamos hablar de una poética de la anotación: la anotaciónfilolégica es, para mí, más que una «ciencia» objetiva y aséptica, un «arte_ quelleva en sí incorporada la actitud del anotador frente a su tarea, Por eso no creoque se puedan determinar reglas exactas de cómo y cuánto anotar. Hay IDOtlCio-nes que pueden pareeer impertinentes desde el estricto entendimiento del texto,

36 «Notas para la edición de las comedias de Lope», en LA edic16n d. IUlOI, 305. VaArnaud, en «Claves para entender los epigramas, epitafios y ae¡uidillu de AJonJOJer6nlmode Salas Barbadillo», 66, ofrece una serie de criterios ótiles al explicar lo. elemento. qulaporta en su comentario: acepciones de un vocablo operantes en el texto, lUlares comun.,asociaciones de palabras y connotaciones más frecuentes, incluido el juelo con refrlMl yfrases hechas ...

37 Oira orientación ejemplar es la de ciertos anotadores de la Irldición filo161loaeapdolaa veces denostados con suma injusticia: la tarea de Rodríguez Marín, deapojlda de ollrtOladitamentos folklóricos y de sabrosa erudición a que era propenso, me parece adnlrabll;anotaciones como la de Romera Navarro al Crilic6n (Philadelphia, Univlrslty ofPennsylvania Press, 1938-39) o el concepto de «comentario humanístico» qul lula la •••Miguel Herrero al Viaje del Parnaso (Madrid, CSIC, 1983) me parecen dlpo. di todoreconocimiento, más allá de las discrepancias de detalle.

38 Ver M. Bataillon, Défense el illuslralion dMsens lilléral, The Presidential AdcIrw ofthe Modero Humanities Research Association, Cambridge, 1967.Solo quiero inliatir 1ft q.literal debe entenderse con cierta amplitud: no se limita al desvelamiento de una aoepoi6nléxica. Ver infra.

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Page 10: Arellano - Edicion Critica Filologica

IGNACIO ARELLANO

ustraciones con lugares paralelos que pueden parecer ociosas, pero quizálcancen otra dimensión si se leen con una cierta perspectiva de complementorudíto no exento de ciertos ingredientes lúdicos o de «enriquecimiento literario».:ovarrubias puso en el Tesoro muchas cosas que en estricta ciencia lexicográficaarecen fuera de lugar, pero que hoy nos resultan utilísimas y hasta divertidas.laciendo una analogía quizá abusiva, la misma actitud de Covarrubias al hacer suIccíonarío podría ser la del anotador con un texto, sin llegar a los excesos delgunos comentaristas gongorinos, por ejemplo. No haremos, ciertamente, unaustoría del mueble al anotar bufete. La concisión -adujo Marc Vitse- esambíén un criterio válid039 y de no poca importancia.

Pero aun aceptando, en fin, que no hay reglas exactas para la anotación, creolue hay algunas normas generales que conviene tener en cuenta. En un par deLrtículosanteriores40 he tratado someramente algunos aspectos de la anotaciónUológica y no repetiré aquí 10 que en ellos sugería: me limitaré a recordar losiesgos de la nota estrictamente literal y de la anotación excesivamente extensa que)lvida las definiciones del contexto.

Básicamente una nota aceptable debe dar cuenta de tres coherencias:¡nmatlcal, semántica y poética, 10cual, por otra parte, implica que la anotaciónl'evelaráa menudo las corrupciones textuales que es preciso emnendar -y aquí serunden ecdótica y hennenéutica- al descubrir fallas en esa coherencia global del~xto cuya búsqueda puso de relieve Serralta. Habremos de reparar aquí tambiénen el peligro subrayado por Vitse de incurrir en «coherencias» anacrónicas.

Tomemos algunos ejemplos-l. El diestro del Juicio final de Quevedo seidentifica en todas las ediciones modernas con Pacheco de Narváez42: recordemosel pasaje en que los diablos mandan «que se fuese por línea recta al infierno, a 10cual replicó diciendo que debían de tenerlo por diestro del libro matemático, que élno sabía qué era línea recta»; pues bien, si Pacheco es un diestro del libro

39 Pero me permito añadir aquí que la concisión no significa, creo, que la nota tenga pocaspalabru, sino exactamente eso, que sea concisa: es decir que explique correctamente 10 quetiene que explicar con las menos palabras posibles: una nota concisa para explicar algunostextos quevedianos podría tener páginas.

40 «Anotación filológica de textos barrocos: el entremés de la Vieja MwliatoMs deQuevedo», Notas J estudios filológicos, 1, 1984, 87-117; «En tomo a la anotaciónfiloló¡ica de textos áureos y un ejemplo quevediano:el romance Hagamos cwenta con pago»,Criticó,., 31, 1985, 543.

41 Mis comentarios a propósito de anotaciones y pasajes trabajados por los colegas aquienes cito en estas líneas no implican de ninguna manera disminución del reconocimientodebido a su tarea. La anotación de los textos del Siglo de Oro es bien dificil y labor de todos, Ylos puajes oscuros, malas interpretaciones, errores de todo tipo son imposibles de vadear entodu lu ocasiones. Podría aducir aquí mú casos de errores cometidos por quien estas líneaseacribe, pero eso alargaría demuiado estas conclusiones.

42 Para los datos pertinentes con mú amplia demostración remito a mi artículo «Eldiestro del JMlelo FÚllJI, de Quevedo, Ysu identidad», en prenlL

BDICIÓN CRiTICA Y ANOTACIÓN FILOLÓOICA

matemático, y este niega explícitamente serlo ¿cómo se puede identificar conaquel? Semejante identificación contradictoria supone una incoherencia semánticainsalvable.

La búsqueda de esta coherencia es fundamental. En otro pasaje quevediano delBuscón Pablos pide a los otros presos que muden el vidriado a otra parte43;Jauralde interpreta este vidriado como «Orificio vidriado, es decir, el lugar dondese hallaba el retrete», pero entonces sería dificil que se pudiese mudar de sitio,como pide Pablos. Este vidriado44 es más bien, exactamente, el orinal fabricadode loza o cerámica vidriada. Es el mismo sentido que en el romance «En lapedregosa orilla» da Góngora a los «animales vidriados» que guarda la ninfaTeresona (una criada) orillas del Vecinguerra (río que llevaba las imnundicias deCÓrdoba)45.El contexto es obviamente fundamental y la relación nota I contextode doble vía: si el contexto ayuda a la interpretación también se beneficia deemniendas razonadas a partir del análisis filológico46. La anotación no es solo unaftadido que se ofrece al lector, sino parte básica de la misma tarea de edición.

En el Entremés del relor7 aparecen los versos:

En llamando a la ventaresponde el gatoy en diciendo ¡zape!se va miando.

y en su moderna edición se recuerda el pasaje del Entremés de la venIa deQuevedo en el que Calderón sin duda se ha inspirado:

Dicen «señor huésped»,responde el gato,y en diciendo «¡zape!»se va mi amo.

En la anotación se propone emnendar el texto de Quevedo: «El óltimo verso deQuevedo parece erróneo [oo.] sería "miando" en vez de "mi amo", puesto que 1fJP'es la expresión utilizada para alejar a los gatos». Pero si se examina el contexto

43El Bwscón, ed. P. Jauralde, Madrid, Castalia, 1989,202.44 «Vidriar. Dar al barro un género de barniz que tiene la transparencia y esplendor del

vidrio [...] Vidriado. Usado como substantivo se toma por el mismo barro u loza que tiene utebarniz» (Diccionario de Awtoridades).

45 Ver la edición de ROmllnces, de A. Carrefto, Madrid, C'tedra, 1982, p. 115; no son«piojos», sino metáfora por ·orinales'.

46 Algunos ejemplos mú de esto en mi «Variu notu a lugares quevedianos».47 Calderón, Teatro cómico breve, 129. El texto de Quevedo en Obra piHlÍca, ed. J. M.

Blecua, IV, Madrid, Cutalia, 1981, p. 87.

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Page 11: Arellano - Edicion Critica Filologica

IGNACIO ARBLLANO

apelando a los chistes, dilogías, lugares comunes que varios estudiososconsideran tarea propia de esta anotación filológica, se revela que lo erróneo esprecisamente la lectura del entremés de Calderón, que debe enmendarse: «miamo» y no «miando». El chiste radica en identificar ventero y gato, dándole a gatoel sentido de germanía 'ladrón': es lógico que al llamar al ventero aparezca el gatoy es lógico que al despachar al gato se vaya el ventero, puesto que es un gato'ladrón'.

Los ejemplos, como es natural, serían inacabables; su significado, que es loque me interesa resaltar es este: toda enmienda de un texto exige una comprensiónperfecta; nunca podemos estar seguros de haber alcanzado tal comprensión, perocon una anotación rigurosa habremos ganado muchas probabilidades o al menosnos quedará clara la existencia de un problema sobre el que no tenemos másremedio que avisar al lector.

Otra cara de las enmiendas erróneas, ligada a la hennenéutica filológica, es lade los errores mantenidos porque en el texto base está una lectura mala que no nosatrevemos a modificar. Si tras una tarea hermenéutica rigurosa se nos ofrece unaenmienda aceptable deberíamos trasladarla al texto, dejando siempre a salvo en elaparato la lectura que hemos modificado. Un ejemplo de cierta importancia hehallado en el Sueño de la muerte de Queved048 cuando se describe a Diego deNoche «muy angosto, muy a teja vana, las carnes de venado, en un cendal»,lectura que está en todos los manuscritos y ediciones que he podido ver y quepasa siempre a las ediciones modernas, sin que nunca el editor diga nada alrespecto. Yo nunca entendí bien lo de las carnes de venado, y tengo por seguroque hay una corrupción textual: debe leerse «muy a teja vana las carnes, devanadoen un cendal», es decir 'va con vestido roto y desgastado, tan fino como uncendal; lleva las carnes a teja vana'. No tengo documentación textual, pero sí veorazones que me parecen suficientes: el primer transmisor conecto carnes convenado y construyó el sinsentido carnes de venado porque lo que venía despuésera una palabra paronomástica «devanado» que en el idiolecto quevediano siempresignifica 'envuelto'.

Vuelvo a decir: la anotación es indispensable incluso para fijar el texto. En unaresena49 a la magnífica edición hecha por C. C. García Valdés de Bernardo deQuims, Obras ...y aventuras de don Fruela mencioné un pasaje cuyo sentidoignoraba (<<Mirenqué brava apariencia / no vista de Tile Abatro») en donde «TileAbatro» me parecía expresión críptica. Ahora me parece más comprensiblesiempre que el texto se fije separando las palabras de otro modo: «no vista de Tilea Batro», ya que se trata de dos menciones geográficas, Tile o Tule -la islamítica- y Batro o Bactro -río del Afganistán-, menciones ambas que

48 Trato este fragmento en «Varias notas a lugares quevedianos», a donde remito.49 Rlto«, 1, 2, 1985, 305-309; la edici6n de Garc!a Valdés sali6 en Madrid, Instituto de

81tudiol Madrilei'lol, 1984, Yel texto de Quir6s en cuestión figura en su p. 86.

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funcionaban como símbolos de extrema lejanía, probablemente a partir del soneto146 de Petrarea:

del vostro nome, se mie rime intesefossin sí lunge, avrei pien Tyle et Battro,la Tana e1Nilo, Atlante, Olimpo el Calpe

En otro poema de Quevedo, en fin, hay, según las ediciones actuales, unadama «hermosa dedos de queso»50 que parece metáfora para la apariencia de susmanos. Una revisión de ese fondo paremiológico y de motivos coloquiales queemerge con tanta constancia en esta literatura revela, separando correctamente laspalabras, que lo que escribió Quevedo es «hermosa de dos de queso»: dos dequeso era frase hecha -' dos maravedís de queso' - que se aplicaba a lo que erade muy poca entidad y sustancia, como la cantidad de queso que se podía comprarcon dos maravedís: los testimonios, entre otros, de Lope, Enmendar un dallo aotro: «este brío, este denuedo, / con quien fue Herodes un manco, I un m6dico,dos de queso I y una niñería el rayo», o de Polo de Medina, «aplauso de dos dequeso», fundamentan esta lectura51.

Otra vez podríamos alargar la casuística intenninablemente, pero me detend~aquí con la cita de otras sensatas palabras que el prof. MiOOS2aplica al Guzm4n deAlfarache, pero que pueden servir para todos los textos áureos: «cuando se nosescapan las alusiones que encierra una frase, cuando no entendemos un pasaje.por minúsculo que sea, cuando desconocemos el alcance proverbial de algunapalabra, se nos va la mejor herramienta para alcanzar el entendimiento cabal de 101textos antiguos».

Una técnica que puede ayudamos a resolver muchos problemas es la de 101lugares paralelos, el acarreo de otros pasajes del mismo o de otros escritoresdonde esté empleada la expresión o motivo que anotamos. No es raro el reprochecontra la aportación de lugares paralelos para acepciones que están«suficientemente explicadas» en los diccionarios. Pero la verdad es que los dic-cionarjos son una ayuda relativa en la anotación. El muy usado de Autoridades,por ejemplo, define a menudo en círculo vicioso: sobre un texto extrae unadefinición, que luego el editor moderno usa para anotar ese u otros textos. Si eldiccionario se equivoca nos equivocamos todos. Y Autoridades a menudo seequivoca porque considera acepción lexicalizada y generalizada 10que solo es un

50 Cito por la admirable edici6n de J. M. Blecua, Obra p«tiea, m, Madrid, eutalla,1971, nüm. 778, v. 69.

51 Ver Cervantes. Viaje del Parnaso, nota de Herrero en la edición citlda. p. 372 para_taexpresión y los textos de Lope YPolo de Medina.

52 J. M. Mic6, «Problemas de anotaci6n del G",znWade AlfartICM», La edici6ra• _DI,

319-23. cita en p. 323.

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IONAClO AREllANO

uso metafórico ocasional en un texto de determinado poeta. Este es, por ejemplo,un peligro de una obra tan útil por otra parte como el Léxico del marginalismo deAlonso Hernández, o de otro libro reciente y útil, el Léxico de cosméticos y afei-tes en el Siglo de Oro, de Jesús TeITÓn53.El único método seguro de definiciónes ac~dir a los !extos ~aralelos54, que naturalmente, para palabras muy bienconocidas o motivos tÓpiCOSmuy recurrentes no necesitarán ser muy nutridos. Enuna nota ideal los lugares paralelos (del mismo y de otros escritores) deberían irsometidos a una ordenación y jerarquización idónea, pero en la prácticanormalmente parece suficiente con que resulten signiñcatívos, claros yreveladores del sentido del texto anotado.

La extensión del aparato de notas estará, pues, de acuerdo con la dificultad«objetiva» de un texto y, si es posible utilizar este criterio, con el grado decompetencia del destinatario de la edición.

Un aparato muy extenso supone algunos problemas añadidos, especialmente elde la colocación. Es posible ponerlo a pie de página o al final del texto. La maneramás cómoda y útil parece la de pie de página, pero es posible que en algunostextos. no quepan o provoquen una desproporción antiestética en la página.También podría pensarse, como sugirió Rico, en un aparato de urgencia conexplicaciones sumarias a pie de página y más extensos comentarios al ñnal: siendoprefe?ble, en la medida de lo posible, el aparato único, la duplicación tx>dríasersol~cl~n.aceptable~m:at~xtosde especial complejidad. Lo que sí parece confusa yperjudícíal es la dlstm~lón de notas y glosario que es costumbre en algunascolecciones. El glosano, como ya apuntábamos en las «Observaciones» deEATSO-I debería ser incorporado sin más al aparato de notas.

MATERIALES Y REPERTORIOS.

Tenninaré estas deshilvanadas notas con la reiteración de un deseo expuesto enEATSO-I y que se rastrea a menudo en numerosas ponencias del 1Congreso de la

53. El Ux.ico del marglnalismo, Salamanca, Universidad. 1977 es suficientementeCODOCICio;el hbro de Terrón lo ha publicado la Universidad de Extremadura, Cáceres. 1990.

54 Ver la certera observación de Carreira y Cid. Estebanillo González, CCXII: «Ya se sabeque los diccionarios no brindan el sentido literal, ni menos el literario de términos o frues~ino ~r ~~oxi~~ión, y no es raro que incluso una definicíén qu~e invalidllda por l~IUtorldlld esgnmlda para apoyarla. A nuestro juicio el único significado aceptable es el

corro~rado por tex.tos coet,?eos, dentro de .cierto margen amplio, mientru que, por elcontrano, todo sentido acreditado por la leXicografía posterior nos parece, en principio,sospechoso».

EDICIÓN CRfTICA y ANOTACIÓN FILOLóGICA

AIS055: el de que se intensifique la investigación sobre materiales de consulta y lapublicación de repertorios y polianteas en donde podamos acceder a una enonnemasa de infonnación relativa a usos, costumbres, horizonte cultural, tradiciones,intertextualidades, etc. etc. cuyo desconocimiento nos impide abordar los textoscon la suficiente competencia. Como se indicaba en las «Observacionesprovisionales» de EATSO-I, necesitaríamos un buen «Repertorio áureo» (l~xico,de motivos, etc.), pero no podremos hacer un buen Repertorio sin suficientesanotaciones previas; anotaciones que se facilitarán mucho, por otra parte, cuandose disponga de un buen Repertorio. Un círculo vicioso cuya resolución exige lacolaboración de muchos, no solo en un trabajo de intensa anotación, con buenosíndices, sino también en la exhumación de verdaderas minas de datos y noticiu56,especialmente:

-Libros de emblemas, como los de Horozco, Emblemas morales; Vlllava,Empresas morales y muchos otros. Algunos se están ya publicando total oparcialmente (Cesare Ripa, Juan de Solórzano, Núftez de Cepeda ...), pero hayuna gran cantidad de libros de difícil acceso. Serían muy útiles también índicesmodernos y cuidados de motivos emblemáticos de estas obras: es una tareapreliminar que un equipo de cierta extensión podría acometer fácilmente repar-tiendo diez, quince, veinte libros de emblemas entre otros tantos investigadores yhaciendo un índice global de esos diez o veinte libros, recogiendo motivos ysignificados simbólicos que nos ayudarían mucho a comprender numerosospasajes de las comedias áureas.-Traducciones áureas de repertorios básicos como la Historia Natural de Plinto,por Jerónimo de Huerta, o Los nueve libros de los ejemplos y virtudes moralll •Valerio Máximo, traducción de Diego López, con el comento de López, tanextenso como la traducción.

55Ver en estas actu de La edición de textos, lu ponenciu de Jos6 Luis Alonao Hem""'-z(<<ElTeatro Universal de Proverbios. de Sebutián de Horozco. Edición y utiUución», 113·22), Melchora Romanos (<<Laaventura de editar a un comentarista de 06n¡or •• , 413.20),Pedro Ruiz Pérez (<<Losrepertorios latinos en la edición de textos 'ureas: la OjficlM pOItlcade Ravisio Textor», 431-40),etc., sobre la necesidad de recuperar materiales funclunental.como repertorios paremiológicos, libros de emblemas, obru de comentarilW, fuentes deerudición coetáneu y similares. Ver también el artículo de Víctor Infantes, «De OlJklNU yPolyantheas: los diccionarios secretos del Siglo de Oro», Homenaje ti E",.,.1o A,,",Io,Madrid, Gredas, 1988, 243-57.

56 Díez Borque recordó otro campo muy desconocido: el mundo de la cultura oral, que _dtambién sustentando muchas referencias. Hay que explorar mucho mú en esta lín•• hUlapoder contar en otru áreu con estudios tan ilustradores como los que debemos a Chevall.para el cuentecillo tradicional. en numerosos trabajos de IObra conocidos por los aaradecldol

investigadores siglodoristas.

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IGNACIO ARELLANO

-Libros de curiosidades, como el de los inventores de las cosas de PolidoroVirgilio, y otros semejantes.-Polianteas, Flores y Silvas: alguna como la de Pero MedaS7 goza de unaedición reciente y asequible, pero hay otras muchas que sería conveniente editar.

Habría que elaborar igualmente repertorios e índices parciales y específicos,necesarios para enfrentarse a determinados tipos de textos: tales como coleccionesy antologías de premáticas sobre aspectos costumbristas u otros análogos-parala literatura costumbrista y de burlas-; índices completados, o seleccionados yactualizadosdel tipo de los que incluye la Patrologia de Migne -para anotacióndeautos sacramentales---, etc. Y así sucesivamente.

FINAL.

Me permitiré acabar parafraseando de nuevo algunas observaciones deEATSO-I: las líneas precedentes no constituyen de ninguna manera unasistematización que excede a mis intenciones y competencia. Tienen por objetivoresumir y glosar algunas cuestiones surgidas al hilo de las ponencias y debates deEATSO-I1, en tomo a aspectos en los que quizá fuera posible llegar a algunosmínimos acuerdos deseables o en los que la discusión científica -y amistosa-tal como se produjo en el Seminario, y se planteó también en el 1Congreso de laAISO, cuyas actas se han citado a menudo, permita seguir avanzando en unterreno que parece atraer quizá más que nunca el interés del hispanismosiglodorista.

Y, en fin, como en EATSO-I escribíamos, al lector de estas actas correspondeahora completar la discusión de los problemas planteados, perdonando las muchasfaltas de estas tan inconcluyentes conclusiones. Vale.

57 Pero Mexía, Silva de varia lecci6n. ed. A. Castro, Madrid, Cátedra, 1989-1990.Allunol Iftol Intel O. Alle¡ra editó el Jardln fU flores c"riostu de Torquemada, Madrid.Cutalia, 1982.

ÍNDICE DE NOMBRES

MI Carmen Meléndez GraciaMiguel Zugasti Zugasti