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ARENAS 44 Revista Sinaloense de Ciencias Sociales

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MAZATLAN Y LA BELLE EPOQUE: HEGEMONIA CULTURAL, REPRESENTACIONES SOCIALES, LITERATURA Roberto Antonio MENDIETA VEGAi

iSociólogo. Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Historia por la UAS. Miembro del Sistema Sinaloense de Investigadores y Tecnólogos, colabora en el Instituto de Investigación para el Crecimiento Económico y Social A.C. (IICES). Profesor del Posgrado de la Facultad de Ciencias Sociales. Este ensayo es un subproducto de El Puerto de Babel: extranjeros y hegemonía cultural en el Mazatlán decimonónico, libro del autor que será publicado en 2017.

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Oh, Señores del Orden, respetables señores. Han tomado mis ojos como rehenes; pero aún veo. Juan Bañuelos Resumen:

Este texto es parte de un trabajo sobre las prácticas y representaciones que se disputaban los escenarios en el establecimiento de la hegemonía cultural en la ciudad puerto de Mazatlán de la Belle Epoque, a fines del siglo XIX. Se analizan la obra de teatro inconclusa Un negociante de Mazatlan (1889) de Ignacio Ramírez; el cuento La miseria del rico marinero (1916) de Heriberto Frías, ambos textos de la época en que se desarrolla nuestra investigación; y la novela El gran invento del siglo XX (2004) del narrador mazatleco Juan José Rodríguez, que en una perspectiva regresiva, aporta una representación de aquella sociedad desde la mirada actual o de fines del siglo XX. Buscamos profundizar en el escenario sociocultural del Mazatlán decimonónico, vía el estudio de las representaciones sociales de los inmigrantes extranjeros occidentales. Se utilizan conceptos teóricos siguiendo una metodología transdisciplinaria.

Las batallas culturales en el Mazatlán decimonónico La formación cultural del puerto de Mazatlán durante el siglo XIX, tuvo en los

comerciantes capitalistas extranjeros y su mentalidad moderna, al grupo dominante en las disputas por la hegemonía cultural de la época; por ese medio reforzaron su poder económico, político y su estatus social. Este proceso se consolida durante la dictadura porfirista, que identificamos como la Belle Epoque mazatleca, encarnada en prácticas y representaciones simbólicas de los comerciantes extranjeros como el teatro y la ópera, festividades, formas de socialización, entretenimiento y ocio, celebraciones, hábitos alimenticios, todos garantes simbólicos de su hegemonía social y cultural.

Como se muestra en un trabajo previo (1), a inicios del México independiente las formas de sociabilidad modernas desplegadas por los inmigrantes extranjeros en la región, materializadas en las casas comerciales como instituciones hegemónicas de la época, son una de las formas en que se establecieron prácticas y mentalidades modernas en Sinaloa, al ser los agentes principales del poblamiento y edificación de la ciudad-

1. Mendieta, R. (2010). “Las casas comerciales extranjeras del puerto de Mazatlán y las nuevas formas de sociabilidad moderna en el Sinaloa independiente”. En Mendieta Vega, R.; Rodelo, F. (2010). Repercusiones socioculturales de la Independencia y la Revolucion Mexicana en Sinaloa: nuevas miradas. Instituto Sinaloense de Cultura, Culiacán, Sinaloa, México.

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puerto de Mazatlán (2). Este primer proceso de inmigración extranjera propia de la modernidad capitalista a la región del noroeste de México, presentó un desarrollo de álgidas disputas políticas, económicas y culturales, contra los agentes nacionales que buscaban la estabilidad económica y social de la naciente República.

La consolidación de la hegemonía cultural extranjera en el Mazatlán de la Belle Epoque, muestra sus formas materiales e inmateriales, en el momento más alto de su dominio en las últimas tres décadas del siglo XIX (3). Destacando la idea de progreso y

2. En la migración europea hacia Argentina durante el siglo XIX, el historiador F. Devoto (2004), identifica a las llamadas migraciones tardo coloniales en el contexto de las independencias. Hubo varios procesos inmigratorios que por su composición étnica o de clase, o por los fines que los motivaron, afectaron de forma distinta a las sociedades receptoras, tras su rompimiento con España. En ese momento se identifican más similitudes cualitativas y cuantitativas, en los procesos inmigratorios europeos que permiten establecer una comparación histórica cercana a lo sucedido en Mazatlán en la primera mitad del siglo XIX. 3. Ignacio Ramírez, el “Nigromante”, plasma en una de sus cartas a un amigo, fechada en Mazatlán en noviembre de 1863, una descripción poética y crítica del puerto de esos días. Escribe que mientras espera en un vapor zarpar hacia la “Alta California”, que la salida se ha demorado porque “se arregla un contrabando de plata”, situación que aprovecha para “pintarte la población que danza ante mis ojos”: “(…) los pescadores tienden sus redes. Todo el mundo pesca (…) Al Occidente se levantan cerros escarpados; el primero descubre una caverna donde las olas se esconden, dejando á la puerta su velo de espuma; el segundo está coronado por el observatorio del vigía. Al Oriente, se levanta la isla en cuyo regazo el Dios de las hortalizas derrama sus tesoros. Al Sur se levantan pequeños islotes; y al Norte, la ciudad desciende del cerro de la Nevería, donde no se conocen los helados, ciudad caprichosa que da saltos graciosos sobre la colina del cuartel y la casa de la pólvora; y mojando un pie en Puerto Viejo y otro en las Olas altas (…) Desde aquí estoy viendo la aduana y el muelle; puedo distinguir á muchos de los personajes que están demorando nuestra salida. Los últimos pasajeros se acercan: son media docena de franceses que van en busca de provisiones para venderlas á sus paisanos, cuya invasión aseguran como inminente. Vienen con ellos algunas niñas, que lo fueron hace quince años, y que aventuran un segundo viaje, creyendo que ellas están todavía apetecibles, y que en San Francisco escasean las mujeres. Se presentan también doce personajes misteriosos; son comisionados del Gobierno general y de otros caudillos que marchan en busca de recursos para continuar la guerra. (…) El puerto, sin embargo, será magnifico, cuando se surta de agua potable; cuando se construyan algunas obras que se opongan á las travesuras de las corrientes atmosfericas y marinas; cuando se concluyan puentes y diques, que no se han comenzado, cuando los arsenales y otras obras militares salgan de proyecto; cuando se improvisen baños y paseos; cuando se fundan en una las cinco ó seis colonias que dividen la ciudad, y en vez de alemanes, franceses, yankes, españoles, tepiqueños, durangueños, paceños, sonorenses, culiches, etc., no haya más que mazatlecas; cuando en lugar de contrabando tengamos comercio…”. Ignacio Ramírez (1889). Obras, Tomo I. México: Oficina Tip. de la Secretaría de Fomento. pp:884-886.

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modernidad; la filantropía; las formas de sociabilidad de las élites; el consumo, el lujo, el ocio, el prestigio; el Carnaval y su disciplinamiento cultural; la construcción social del paisaje y los discursos políticos de la arquitectura. Años después, estos discursos y representaciones sociales del período histórico en la región se plasmaron de forma crítica en obras literarias.

En la idea de comprender a profundidad el papel de los extranjeros en la formación de la cultura regional y nacional, destaca en los estudios sociohistóricos sobre las formas de organización de los inmigrantes extranjeros que llegaron a México, las diversas estrategias que estos grupos implementaron para mantener su cultura e identidades, en los procesos de interacción con otras étnicas extranjeras, o la propia población mestiza, afrodescendiente e indígena local. Se puede notar que la mayoría de los inmigrantes occidentales de primera y segunda generación, se mostraban reacios al contacto o simbiosis cultural en su estancia en México. de modo que establecieron instituciones formales e informales que delimitaran la relación e influencia cultural de otros grupos étnicos, estructurada en una organización social basada en la lengua materna, la familia, la endogamia, la alimentación, nichos económicos propios, espacios de sociabilidad y ocio, escuelas, espacios de beneficencia y ayuda para sus connacionales, etc. (Martínez, 2008).

Otro aspecto relevante es considerar que esos grupos étnicos extranjeros no fueron homogéneos en su interior, o sea, no todos los miembros del grupo tuvieron la misma jerarquía, intereses o capital cultural y económico. Por tanto, en un primer análisis, el factor económico como propietarios de capitales o inversionistas distinguieron a unos y otros miembros de un mismo grupo étnico. Es por esto que los grupos más influyentes y con más posibilidades de defender su cultura, son los mejor posicionados en la estructura económica de la sociedad receptora; o sea, los inmigrantes de tercera clase o pobres, tendrán más necesidad de contacto cultural y subordinación, incluso con otros grupos étnicos, que los llevarán a una fragilidad lingüística, alimentaria, etc., lo que esto no sucederá con sus paisanos ricos o miembros de las clases dominantes (4).

Sin duda, estos escenarios teóricos son aplicables al problema de los extranjeros en la sociedad sinaloense y mazatleca decimonónica. Lo que remite necesariamente del 4. Puede afirmarse que la estructura económica tiene como base a las relaciones de parentesco. La relación etnia-clase se manifiesta en las instituciones creadas para la reproducción y unión del grupo. Debido a que la participación en éstas se restringe a las personas que puedan pagar sus cuotas, gran parte de los miembros del grupo quedan excluidos, por lo que su proceso de asimilación a la sociedad receptora es más rápido. La ocupación y el control de determinados niveles económicos permitieron a los grupos étnicos no nacionales mantenerse económica y socialmente diferenciados. Este control ha sido posible por las redes de relaciones que los grupos ha establecido entre su país de origen y el receptor (Martínez, 2008: 25-28).

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problema cultural, a otra dimensión compleja de suma importancia; la problemática de la dominación. Para los inmigrantes extranjeros de origen europeo, el capital económico que poseían, así como su pertenecía a las sociedades líderes en la industrialización, la ciencia, la tecnología y el capitalismo, derivaba en un poderoso capital social y cultural (Bourdieu). Esto no sucedió, por ejemplo, con otro tipo de inmigrantes extranjeros como los asiáticos. Esta superioridad económica y cultural se manifestó en acciones paternalistas o de racismo hacia la mayoría de la población mestiza, ya no digamos con los indígenas: era necesario “civilizarlos”, “convertirlos”, “educarlos”, “bañarlos”, “alimentarlo”, “sanarlos”, imponiendo la cultura moderna, ilustrada, europea en su vida cotidiana.

(…) los grupos de inmigrantes que logran llevar a una posición dominante en la sociedad contarán con condiciones óptimas para la reproducción de su cultura y, además, esto les permitirá convertir a su cultura en dominante. En cambio, los grupos ubicados como subalternos carecerán de condiciones o medios para reproducir su etnicidad, esta se hará en la clandestinidad, lo que propiciará aún más, su subordinación y dominación y conducirá a la emergencia de conflictos étnicos. (Martínez, 2008:35)

Sin embargo, esta óptica de interpretación cultural no es aplicable totalmente a los inmigrantes extranjeros europeos que arribaron al puerto de Mazatlán durante el siglo XIX. Esto porque dichos grupos extranjeros no pretendían ser dominantes sólo como una estrategia para reproducir su cultura, y no perderla ante la de otros grupos étnicos; la importancia de hacerlo fue para reforzar su dominación económica y política; necesitaban que su dominación directa por medio de la pistola fajada en la cintura, la compra de conciencias, las conspiraciones, los pronunciamientos, el contrabando, se reforzara simbólicamente, se exteriorizara en su vida cotidiana, y no para defender una etnicidad en particular, sino para mantener su posición de clase dirigente; para establecer su hegemonía, como diría Antonio Gramsci.

Aportes al estudio de las representaciones sociales y la hegemonía cultural Intentando ubicar el estudio de la hegemonía cultural en el pensamiento y la

acción humana, resulta necesario considerar la reflexión epistemológica propuesta por Karel Kosik (1967) sobre el mundo de lo concreto y pseudoconcreto, y su relación con los estudios históricos. Para ilustrar en un primer momento esta problemática y su vinculación con la presente investigación, recurriremos al planteamiento dado por el autor en su magna obra Dialéctica de lo concreto:

Un político aparece durante su vida a los ojos de los contemporáneos como un gran político. Después de su muerte se demuestra que era sólo un político mediocre, y que su supuesta grandeza no era más que “una ilusión de su tiempo”. ¿Que es lo que era el hecho histórico? ¿La ilusión que dio una apariencia de grandeza y “creó” la historia,

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o la verdad, que se ha manifestado sólo más tarde y que en el momento decisivo no existía como acción y realidad? El historiador debe ocuparse de los acontecimientos tal y como se desarrollaron efectivamente. ¿Pero qué significa esto? ¿La historia es realmente la historia de la conciencia humana, la historia de cómo los hombres han cobrado conciencia de su tiempo y de los hechos que han sucedido; o bien es la historia de cómo las cosas han ocurrido realmente y hubieron de reflejarse en la conciencia humana? Surge aquí un doble peligro: describir los hechos históricos tal y como debieron ocurrir, esto es, racionalizar y hacer lógica la historia, o narrar acríticamente los hechos sin valorarlos, lo que equivale a abandonar el carácter fundamental de la labor científica, a saber: la distinción de los esencial y lo accesorio como sentido objetivo de los hechos. La existencia misma de la ciencia depende de la posibilidad de hacer esa distinción. Sin ella no habría ciencia (Kosík, 1967: 67-68).

No es nuestra intención dar una respuesta a las preguntas complejas de Kosík. Sin embargo, tomaremos el riesgo de identificar afinidades entre nuestra problemática de la hegemonía cultural como objeto de estudio y el conocimiento concreto de la historia, al considerar que los hechos sociales del presente o del pasado no son transparentes en el sentido dado por el positivismo al documento histórico, por el contrario, los hechos históricos representan un problema cuyo sentido debe revelar el trabajo teórico y práctico de las ciencias sociales contemporáneas.

Con Kosik, es posible afirmar que las representaciones sociales son parte del mundo de la pseudoconcreción, o sea, del conocimiento fenomenológico de la realidad, donde radica su valía para comprender la mentalidad de un momento histórico determinada. Para el sociólogo francés Emile Durkheim (1898), las representaciones colectivas eran formas de conocimiento construidas socialmente, y no debían analizarse solamente como epifenómenos de la vida individual o recurriendo a una psicología individual. En este mismo sentido, y desde la psicología social, para Moscovici las representaciones sociales no son sólo productos mentales sino que son construcciones simbólicas que se crean y recrean en el curso de las interacciones sociales; no tienen un carácter estático ni determinan inexorablemente las representaciones individuales. Más bien deben ser comprendidas como maneras específicas de entender y comunicar la realidad, e influyen a la vez que son determinadas por los sujetos a través de sus interacciones cotidianas. Las representaciones sociales dotan de significado la existencia individual y social, siendo un primer acercamiento a las percepciones que tiene la sociedad sobre las semejanzas y diferencias, y sobre las funciones, papeles y formas que tiene las relaciones sociales y las redes institucionales y sociales que establecen (Doise y Clémence, 2005:10).

En un primer momento, las representaciones sociales dirigen la acción individual, luego crean identidad en los actores sociales, dictan roles, sentimientos de grupo o clase, y posteriormente llegan a reflejarse en las instituciones o a mediar en ellas como formas

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de acción o comportamiento establecidos o marginados (Chartier, 1999: 45-62). Toda representación es social y se crea, se reproduce, combate y destruye en lo que llamamos cultura, o sea, dentro de las disputas entre clases y grupos por la hegemonía simbólica.

Desde su perspectiva fundacional, Antonio Gramsci identifica la relación entre clase hegemónica y subalternas, siendo las clases sociales, dominadas o subordinadas, quien participan de una concepción del mundo basada en los intereses de las clases dominantes y que aceptan como válida. Una idea directa de los trabajos y reflexiones de Gramsci sobre el concepto de hegemonía y cómo lo aplica a casos concretos de su momentos histórico, nos ayudará a comprender mejor su uso en el análisis social e histórico. Nos situamos en la sociedad capitalista después de la depresión económica de 1929, donde el revolucionario italiano nos muestra como la hegemonía se relaciona con un grupo o clase que detenta la violencia directa y a la vez dirige a la sociedad por medio de la ideología;“Si la clase dominante ha perdido el consenso, o sea, si no es ya “dirigente”, sino únicamente “dominante”, detentora de la pura fuerza coercitiva, esto significa precisamente que las grandes masas se han apartado de las ideologías tradicionales, no creen ya en lo que antes creían, etcetera” (Gramsci, 1999:37).

Pero Gramsci no lo dijo todo en relación a su idea. Raymond Williams, uno de los referentes principales, anota que el concepto de hegemonía permite explicaciones más holísticas en relación al propio concepto de cultura o al de ideología. En sus obras se advierten los alcances analíticos del concepto de hegemonía para la investigación en las ciencias sociales y la teoría cultural, al ubicarla en una mirada más compleja y más apegada a las reales relaciones humanas en una sociedad históricamente determinada. Al afirmar que los "hombres"

...definen y configuran por completo sus vidas sólo es cierto en un plano abstracto. En toda sociedad verdadera existen ciertas desigualdades específicas en los medios, y por lo tanto en la capacidad para realizar este proceso. En una sociedad de clases existen fundamentalmente desigualdades entre las clases. En consecuencia, Gramsci introdujo el necesario reconocimiento de la dominación y la subordinación en lo que, no obstante, debe ser reconocido como un proceso total. Es precisamente este reconocimiento de la totalidad del procesos donde el concepto de hegemonía va más allá que el concepto de “ideología”. (…)La hegemonía constituye todo un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad de vida: nuestros sentidos y dosis de energía, las percepciones definidas que tenemos de nosotros mismos y de nuestro mundo. Es un vívido sistema de significados y valores –fundamentales y constituidos- que a medida que son experimentados como prácticas parecen confirmarse recíprocamente. Por tanto es un sentido de la realidad para la mayoría de las gentes de la sociedad un sentido absoluto (…) Es decir que, en el sentido más firme, es una “cultura”, pero una cultura que debe ser considerada asimismo como la vívida dominación y subordinación de clases particulares (Williams, 2000:129-132).

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Williams también advierte sobre la aplicación histórica de la categoría de hegemonía, para no caer en errores de análisis al considerar su existencia como algo abstracto e indeterminado por los grupos sociales reales. Una distinción de suma relevancia es la necesaria consideración de la hegemonía como un proceso práctico, histórico, nunca estático ni consumado o realizado por las clases dominantes, y que precisamente lo aleja de los intentos analíticos por abstraerlo de la realidad social que lo determina. Todos estas definiciones y problematizaciones del concepto nos hablan de una realidad multidimensional, total, heterogénea, procesual.

En este sentido, es que la historia sociocultural permite conocer cómo las estructuras de dominación en una sociedad se modifican en el tiempo, en relación a las necesidades políticas y económicas de un momento histórico determinado. Comprender la problemática implícita entre la cultura que se identifican en una sociedad y su relación con los grupos o clases dominantes y subalternos, tiene tres objetivos generales de carácter teórico: identificar cómo se ejerció la dominación por medio de la cultura; explicar su proceso de formación y consolidación en los distintos grupos y clases sociales partir del concepto de hegemonía; comprender los resultados que tuvo el proceso de dominación en la sociedad.

Por ejemplo, en la segunda mitad del siglo XX, la historia social inglesa de raíz marxista rescata y redefine la idea de hegemonía en E.P. Thompson, la cual desarrolla después de terminada su obra cumbre sobre la formación de la clase obrera en Inglaterra en el siglo XIX. Esta surge del desarrollo siguiente de ese trabajo que no va hacia un periodo posterior de la experiencia social de esa clase obrera, sino a las bases que la formaron en el siglo XVIII. En esta sociedad donde la lucha de clases es vigente, pero la conciencia e identidad de clase no, la tensión social era entre patricios (nobleza) y plebeyos (trabajadores pobres), creó en los grupos dominantes formas de reproducción del orden social para sobreponerse a las continuar revueltas sociales (5). Thompson entendía la hegemonía no en términos de consenso social.

(…) la hegemonía no conlleva aceptación alguna de un paternalismo de la baja nobleza por parte de los pobres, ni según en los términos de aquella ni en los de su propia imagen (…) (la hegemonía) no impide el resentimiento o incluso los actos subvrepticios de protesta o venganza pero evita la rebelión declarada (…) (para la nobleza) la insubordinación de los pobres era un estorbo, no una amenaza. El estado

5. Eugene Genovese reafirma este mantenimiento de las relaciones sociales asimétricas que estabilizaban los privilegios y la dominación de la nobleza sobre el pueblo llano, en su investigación sobre la relación entre amos y esclavos; “(…) la hegemonía supone lucha de clases y no tiene sentido separarla de ella (…) no tiene nada en común con la historia del consenso y representa su antítesis, una manera de definir la resignación histórica de la lucha de clases durante las épocas de aparente tranquilidad social” (Kaye, 1989:180).

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de la política y de la arquitectura, la retórica de la nobleza y sus artes decorativas, todo parecía proclamar la estabilidad, confianza en sí mismo, habilidad para superar las amenazas a su hegemonía (…) (así) las estructuras más amplias de poder y autoridad, y las relaciones con estas se consideraban tan inevitables e irreversibles como la tierra y el cielo (Kaye, 1989:180-181).

Thompson emplea la metáfora del teatro público, donde en el escenario social la nobleza alejada del mundo real inmediato, neutralizaba la rebelión general que desestabilizara al sistema por medio de una serie de acciones económicas a favor de la plebe, que dignificara su imagen, su magnanimidad y su utilización social y generosa de su insultante riqueza; “Su representación no dependía de actuaciones diarias ni regulares, sino de intervenciones dramáticas ocasionales; el buey asado, los premios ofrecidos por alguna carrera u otro deporte, la donación generosa para la caridad en tiempos de escases” (Kaye, 1989:182).

Otro aporte de la historiografía al uso y comprensión de la hegemonía, lo ofrece Florencia E. Mallón en un texto sobre los procesos hegemónicos en la sierra de Puebla en 1910, donde propone pensarla como un proceso que tiene un punto culminante de concreción. Para comprender la hegemonía en tiempos de la revolución en México, sostiene que debe estudiarse en tres niveles: desde lo local, lo regional, y lo nacional. Para esto es necesario estudiar históricamente las instituciones, partiendo del supuesto de que éstas son producto de confrontaciones y conflictos previos entre clases; por tanto, tienen en su seno sedimentos, conclusiones, pactos, imposiciones de esas luchas. Una arqueología política de las instituciones surge como metodología viable, en el caso real de que las mismas se hallen inoperantes en el presente, quedando sólo ruinas. Para lograrlo, la autora emplea el concepto de hegemonía pero desde una perspectiva procesual dual: son dos modos, dos momentos, distintos y a la vez relacionados:

Según la primera la hegemonía es un conjunto de procesos incubados, constantes y en curso, a través de los cuales las relaciones de poder son debatidas, legitimadas y redefinidas en todos los niveles de la sociedad (…) hegemonía es proceso hegemónico: puede existir y existe en todas partes y en todo momento. De acuerdo con la segunda, la hegemonía es un punto final real: el resultado de un proceso hegemónico. Se llega a un equilibrio siempre dinámico o precario, un contrato o acuerdo entre fuerzas disputantes. Quienes se hacen con el poder rigen, entonces, a través de una combinación entre coerción y consentimiento (Mallón, 2002:105-106).

En el mismo camino de utilizar el concepto de hegemonía gramsciana en las investigaciones históricas de las representaciones sociales, James Scott (2000) propone una lectura del concepto a partir de los discursos de clase y las relaciones sociales en un pueblo Malayo. En su investigación encuentra que las relaciones de poder y de clase, se muestran también por medio del discurso público y privado de las clases subordinadas en una sociedad determinada, dejando a la luz las relaciones de poder, resistencia,

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subordinación y hegemonía existentes. Además, el autor argumenta que existen espacios creados por los subordinados para expresar su descontento ante el discurso hegemónico y las relaciones de poder establecidas. Estos pueden ser tabernas, festividades, reuniones, o se puede expresar por medio de ritos, creencias en dioses que volverán, etc. En estos momentos y lugares se puede conocer el discurso oculto, resistencia, de los subordinados que se distingue del discurso público y hegemónico establecido y que norma las relaciones de poder existentes entre las clases, así como del discurso oculto de los dominadores que busca sustentar y justificar y legitimar su prestigio, diferencia, y posición privilegiada ante los dominados.

La literatura decimonónica como fuente de investigación

La perspectiva que otorga a las obras literarias seleccionadas una dimensión de fuente histórica formal para el estudio de la representaciones y los procesos de hegemonía cultural, tiene que ver con el hecho de que como corriente narrativa que floreció en la segunda mitad del siglo XIX europeo, la novela realista y la naturalista tuvieron como fuente de inspiración y misión -tanto narrativa, teórica y metodológicamente- la observación directa de la sociedad de su tiempo. En París, en julio de 1842, Honore de Balzac redacta su reconocida crítica a la historiografía al acusarla de carente de interés por la vida cotidiana de su época, que quedó plasmada en el prólogo a su magno proyecto literario La comedia humana (6). El texto además de convertirse en manifiesto del realismo literario, dará un impulso epistemológico a los estudios históricos y sociales para cambiar su paradigma hacia la cultura, los individuos, los grupos humanos y la vida cotidiana.

Las causas de su surgimiento son por demás interesantes. Atento e inspirado en los avances que la zoología presentaba en cuando al conocimiento del comportamiento animal, Balzac explica que su meta será aplicar el mismo razonamiento al estudio de la sociedad francesa de su época, pues la vida entre los animales "era muy simple".

Los animales no tienen sentido de la propiedad, menos de las artes o las ciencias,

mientras que los seres humanos, por una ley aún desconocida, manifiestan una tendencia a expresar su cultura, sus pensamientos y su vida en todo lo que se apropian para su uso. Aunque Leuwenhoek, Swammerdam, Spallanzani, Réaumur, Charles Bonnet, Muller, Haller (zoólogos de la época) y otros pacientes investigadores han demostrado cuán interesantes son los hábitos de los animales, ante nuestros ojos todos son iguales aunque difieran en clase o edad; mientras que el vestido, las costumbres, el habla, la vivienda de un príncipe, un banquero, un artista,

6. Honore de Balzac. The Human Comedy: Introductions & Appendix, November, 1999. PGCC Collection. eBook.

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un ciudadano, un sacerdote, y un pobre es completamente distinta, y cambia con cada fase de la civilización (Balzac, 1999:33).

El narrador tendría que tomar registro objetivo, científico, de las prácticas y representaciones que los seres humanos hacían de su realidad, sin caer en una descripción frívola o testimonial de la existencia. Así, la literatura auxiliaría el oficio del historiador, y se modificaría a sí misma al rebasar la narración y la fantasía como formas básicas. El literato sería ahora un historiador de lo inmediato, un científico social que plasmaría en su obra la esencia de la vida humana. Esta concepción de la literatura, de la novela en el caso de Balzac, como estudio científico de la sociedad más que como una práctica subjetiva y lúdica, originó el Realismo francés del siglo XIX (7), cuyo propósito era fusionar la ciencia con la historia mediante los individuos para historiar el presente de las sociedades decimonónicas. Dice Gonzalbo Aizpuru:

Su método de observación minuciosa de los individuos y su entorno convirtió sus novelas, su “historia del corazón humano”, en magníficos documentos de la vida cotidiana. Convergencia del binomio literatura-historia que daría frutos cientos de años después, cuando las novelas se convirtieron en puntos de partidapara estudios historiográficos de la vida social o de la vida cotidiana o, incluso, en nutrientes documentales de los mismos (Gonzalbo, 2006:12).

Para nuestros fines es necesario equiparar los postulados metodológicos en que se sustentaba el realismo literario, debido a que bajo estas influencias surge la novela y en sí toda la narrativa moderna mexicana, en la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Esta, como aquella corriente literaria, buscan en la observación de los hechos, creencias, hábitos, costumbres, etc., la materia que forme la historia por contar, tanto los personajes como las situaciones donde se desarrolla la trama y desenlace de la historia. Antes de pasar a la interpretación de los textos literarios que hablan de los extranjeros en el Mazatlán decimonónico, expondremos algunos datos históricos sobre la literatura como práctica sociocultural en el puerto.

Literatura y hegemonía cultural en el Mazatlán decimonónico Para la segunda mitad del siglo XIX , la prensa sinaloense será un espacio de

germinación y promoción de la literatura de la época, en forma de poesía y en otros

7. “La sociedad francesa sería el historiador y yo no tendría que ser sino su secretario. Al hacer el inventario de vicios y virtudes, al reunir los principales hechos de las pasiones, pintar los caracteres, elegir los principales acontecimientos de la sociedad, componer tipos mediante la fusión de los rasgos de varios caracteres homogéneos, quizá podría yo llegar a escribir esa historia olvidada por los historiadores; la de los costumbres” (Balzac, 1999:34). Luego, el naturalismo de Emile Zolá (Francia, 1879) será la continuación de esa tendencia iniciada por el realismo; pensar y crear la literatura como un documento social.

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casos de narrativa. Pero no será hasta el último cuarto de siglo cuando se produzca, en concierto con el resto del país, movimientos más originales y vanguardistas en el mundo literario sinaloense, como el modernismo. La mayor parte de las veces con escritores de otros estados que encontraron en el periodismo de Mazatlán en particular y de Sinaloa en general, un espacio idóneo para la creación y publicación de sus obras, entre ellos destacan, Amado Nervo, Heriberto Frías o Enrique González Martínez.

A fines del siglo XIX, el modernismo literario latinoamericano es una de las corrientes intelectuales que expone la encrucijada en que la historia colocaba a las sociedades ex coloniales, recurriendo, por ejemplo, a la metáfora de la lucha entre Ariel y Calibán por el dominio de la región. “Desde Mejico hasta la Tierra del Fuego hay un inmenso continente donde la antigua semilla se fecunda, y prepara en la savia vital, la futura grandeza de nuestra raza; de Europa, del universo, nos llega un vasto soplo cosmopolita que ayudará a vigorizar la selva propia. Más he ahí que del Norte, parten tentáculos de ferrocarriles, brazos de hierro, boas absorbentes” (Darío, 1898).

La literatura advertía un poco tarde sobre la disputa entre Europa y Estados Unidos por imponer su hegemonía cultural en tierras latinoamericanas. La mayoría de los modernistas latinoamericanos de la época estaban a favor de Ariel, o sea, de la cultura europea. Un acercamiento al Mazatlán letrado del siglo XIX, nos remite al consumo, tiempo libre, espacios de sociabilidad e imaginario de los grupos alfabetizados de esa sociedad, o sea, las clases medias y dominantes. Espacios de tal tipo fueron los círculos literarios, como se constata en 1892; “La prensa (palabra ilegible) nos ha traído la noticia de que en esta ciudad se á fundado un círculo literario con el nombre de “Sociedad Gómez Flores” compuesta de los poetas y escritores que fueron discípulos del autor de los (palabra ilegible). La noticia es inexacta” (8).

Sin embargo, fueron un grupo muy reducido de habitantes del puerto los que gustaba de esta práctica cultural. En otra nota de prensa, se afirma que en cierto lugares se comentaba de “oídas” por quienes gustaban de las “Bellas Letras” en el puerto, que en la capital de la federación, o sea, México, se ha iniciado un movimiento vigoroso que promete revivir y renovar las Bellas Letras en el país. Para esos tiempos finiseculares eran muy pocos quienes gustaban de la literatura en Mazatlán, e incluso no se conocía a ninguno que viviera de esta actividad artística.

Reducido es el número de las personas que por aquí se dedican a su culto y aun éstas, sucumbiendo a la humana necesidad de “primero comer que ser cristiano”, ocupan su tiempo en trabajos más ó menos (ajenos a) la literatura para proporcionarse lo necesario. Tal vez por eso ha causado menos sensación de lo que debiera, el

8. AMM, El Correo de la tarde, Tomo VIII., núm. 2, 146, Lunes 18 de julio de 1892, Mazatlán, México, p. 2.

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movimiento literario de México, ó tal vez porque el clima y la estación predisponen al dolce far niente y ni siquiera la esperanza se hace sentir con mediano empuje. Pero si el dado en México no mengua, ni se entibia, habrá de llegar hasta aquí, y tendremos ocasión de apreciar el temple de nuestros literatos (9).

¿Qué tipo de literatura se leía en el Mazatlán decimonónico? Una respuesta se encuentra en las novelas publicadas en la prensa de la época, así como lo que se vendía en la prestigiada Imprenta de Retes. En 1892 la imprenta Retes publica en El Correo de la Tarde, un anuncio que reseña una serie de novelas que aparecieron por entregas en tal diario, y que estaban en rebaja entre 1 pesos y 75 centavos c/u en el local de aquel negocio. Con ello nos damos una idea de los títulos, autores y estilos literarios que eran del gusto o a los que tenían acceso los lectores mazatlecos:

Libro Descripción

Los cuellos Negros Novela que habla sobre la época del Directorio en Francia.

Coche número 13 Novela dramática escrita por X de Montepín.

El maestro de forjas Escrita por el francés Jorge Ohnet, se anuncia como una joya de la literatura universal traducida a todos los idiomas y llevada al teatro.

Voluntad Esta novela escrita por Joreg Ohnet, se dice que está retratada la humanidad, por medio del gran proceso del amor en la mujer. No puede leerse una página de Voluntad sin sentir que el corazón se ahoga en un mar de emociones, de sufrimientos, de congojas. Es la historia dolorosa pero verdadera de todos los amores sin esperanza.

Armadale Novela inglesa escrita por Wilkie Collins que posee los secretos del corazón y le hace conmoverse tocándole sus más sensibles fibras.

Alan Quatermain Escrita por Ridder Haggard pertenece al género que ha hecho tanto popular a Julio Verne. Sus páginas instruyen recreando. Están hermanados lo útil con lo agradable.

Cazadores y Cazados (cuento de duendes y

aparecidos)

No es sino una novela basada en los profundos misterios de la ciencia espírita. Está escrita para los amantes de las emociones fuertes. Como se refiere a cosas al parecer sobrenaturales, la imaginación crece con el relato y no descansa hasta saber el fin de todas las maravillas que pasan por la vista del lector.

9. Ibíd.

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Fuente:AMM, El Correo de la tarde, Tomo VIII., núm. 2, 149, Jueves 21 de julio de 1892, Mazatlán, México, p. 3.

Respecto a la circulación de libros literarios en el Mazatlán de la Belle Epoque, participan la prensa de la época así como negocios particulares como es el caso de Francisco G. Vidal cuando en 1880, publica un anuncio en la prensa donde avisa sobre la venta de libros y novelas nuevas y usadas; “Atención. El que suscribe avisa a sus amigos y al público que en su casa habitación, calle del Carnaval, antiguo “Plaza de Gallos”, tiene una biblioteca de novelas las más nuevas y admite subscriptores a un peso el mes, pago adelantado. Me compran libros” (10).

Un registro más sobre la existencia de bibliotecas de contenido literario en el puerto, pertenece a la Sociedad de Artesanos Unidos. Este espacio era parte de una política gremial ya que la mayoría de sus miembros eran analfabetas, y se hacía caso omiso de la ley que prohibía la contratación por parte de establecimientos industriales y talleres a menores de 14 años. Otro de sus logros fue el haber establecido una escuela nocturna a la cual asistían 13 agremiados, niños en su mayoría. Y aunque no contaban con una caja de ahorro, o algún monte de piedad para beneficio de sus agremiados, y gran parte de sus fondos se iban en organizar entre tres o cuatro fiestas al año, tenía una biblioteca para uso exclusivo;

Cuenta la sociedad con una pequeña biblioteca y un periódico que se reparten entre los mismos socios para que conozcan el resultado de las sesiones á las que acuden escaso número. Los libros de la biblioteca son hojeados por uno que otro curioso, á pesar de haber algunos muy buenos cuya lectura sería altamente provechosa (…) La escuela nocturna es sostenida con ayuda de sesenta ó setenta pesos con que la subvenciona el Estado y el Municipio (…) los obreros verdaderos, los adultos, que comenzaron con entusiasmo, pensaron en breve que es más provechoso descansar de las fatigas del cuerpo que fatigar el espíritu (11).

En este contexto, veremos cómo las obras literarias son también textos históricos, que permiten conocer formas de representación simbólica que las clases subalternas construyen sobre las clases dominantes. Estas disputas discursivas, simbólicas, por la interpretación de las identidades sociales que se presenta en la interacción de grupos o clases con intereses distintos, tiene múltiples formas de expresarse, ya sea por medio de prácticas, discursos, representaciones, de forma material o inmaterial.

El Nigromante y Un negociante de Mazatlán

10. CREDHIC, El monitor del Pacífico, Mazatlán 16 de Enero de 1880. 11. AMM, El Correo de la tarde, Tomo XII., Núm. 3, 783, jueves 25 de marzo de 1897, Mazatlán, México, p.2.

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El intelectual liberal Ignacio Ramírez el Nigromante, fue un enamorado del puerto de Mazatlán, habitante y partícipe distinguido de aquella sociedad durante la segunda mitad del siglo XIX. En sus discursos, cartas y crónicas es posible atestiguar esa vehemente pasión y asombró estético, ante aquella ciudad que despuntaba socialmente en el noroeste del México independiente, y que participaba de las encrucijadas de la época de manera destacada, tanto a nivel nacional como internacional, tanto desde filones políticos como culturales.

De su vocación y de su mirada crítica liberal, fue su proyecto de realizar una obra de teatro que al final dejó inconclusa, que es una representación epocal de los comerciantes extranjeros como agentes de desestabilización y de rapiña, hombres desalmados que conspiraban, vendían y traicionaban a cualquiera por riqueza. Esto es lo que se perfila tanto en los personajes como en las escenas, mientras la trama gira sobre una historia de amor en un contexto de inestabilidad político-social, debido a un pronunciamiento y contrabando que se pretende realizar gracias a una alianza entre un comerciante español y militares acuartelados en Mazatlán. Importa la estructura de la obra Un negociante de Mazatlán (12), y luego pasajes de la trama y su interpretación, que refleja una representación de los extranjeros y la sociedad de la época.

La obra se divide en tres actos. El primero de ocho escenas, el segundo de diez y el tercero de catorce. Los personajes son:

-Don Diego Correa (comerciante español) -Luis Catalán (Sargento) -Modesto Plata (empleado del comerciante) -Julio Flores (secretario de Correa y amante de Clara) -Clara Fuentes (esposa del sargento Catalán)

De manera exacta, se identifica en los personajes una representación de los principales grupos sociales que se enfrentaban política económica y culturalmente, en la sociedad de aquellos días; el extranjero (representante de la clase dominante), el Militar (representante del Estado nacional), y el secretario y la esposa (representantes de las clases subalternas). La trama tiene como detonante las conspiraciones y abusos del comerciante español, que posee una personalidad y comportamientos despiadados; para cumplir sus intereses arrastra a su paso la vida de los otros personajes, quienes establecen con él relaciones de subordinación.

Esto se lee en la primera escena del acto primero; “Catalán y Flores: Se le ha muerto a Catalán su padre y viene a que Correa le pague lo que le debe de un contrabando, protegido por Catalán (…) hace Flores la pintura de su amo y sus negocios; 12. Ignacio Ramírez, Un negociante de Mazatlán (obra inconclusa), en Teatro (1988). (comp. David R. Maciel y Boris Rosen Jélomer), CIC Jorge L. Tamayo A. C., México.

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y confiesa su amor” (13). En el inicio de la primera escena, el secretario se refiere al extranjero español como su amo, mientras que el militar lo busca para que le pague por haberse corrompido a favor de sus negocios de contrabando.

En la segunda escena se muestra más fielmente la avaricia, el despotismo y la crueldad del extranjero. Don Diego Correa se niega a socorrer a Catalán, y luego el mismo Correa despide a Flores; argumenta que tiene que colocar a muchos españoles, y le escatima el pago de lo que le debe por sus servicios. En la escena séptima, Plata y Correo, traman un pronunciamiento y buscan ayuda del Sargento (14).

Para el Acto Dos, el Nigromante desarrolla la trama de la obra a partir del pronunciamiento financiado por el extranjero Correa, que con tal de lograr sus fines manda a la cárcel a su exsecretario Flores y a Clara. En la escena número cuatro, se perfila un monólogo del extranjero;“Secretario Flores a quien acaban de poner preso. Porque lo quiere Correa para dominar” (15). Al final del segundo acto, y después de mandar Correa a la cárcel a Clara y a Flores, Modesto Plata anuncia la eminente llegada de la contrarrevolución desde el centro del país.

El Tercer Acto es el desenlace de la obra, y se desarrolla mientras el pronunciamiento financiado por el español Correa pierde fuerza por el movimiento contrarrevolucionario. En la escena tercera, Correa, al sentirse acorralado, intenta corromper de nuevo al sargento Catalán; “Ofrece dinero a Catalán porque no diga que Correa no es su cómplice” (16).En la escena trece triunfa en México la causa que defendía el sargento Catalán, y es derrotado el grupo que apoyaba el pronunciamiento del extranjero Correa, en tanto que Clara denuncia el contrabando de armas. La obra termina en la siguiente escena cuando aparecen todos los personajes y se afirma; el triunfo de Clara; desvalijan al gachupín.

Aunque el texto es sólo bosquejo de una obra de teatro inconclusa, sirve para conocer las representaciones sociales del extranjero comerciante en el Mazatlán decimonónico, al referir el poder económico que tenían como corruptor de voluntades, conspirando contra la nación y trastornando la vida política y social, según sus intereses. Y no debe extrañar que el Nigromante explote en esa obra toda su formación e ideología liberal-positivista, que lo ligan de forma inseparable con la lucha y el discurso que

13. Ibíd. p. 451. 14. Ibíd. 15. Ibíd., p. 452. 16. Ibíd., p. 453.

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Eustaquio Buelna sostuvo ante el grupo de comerciantes mazatlecos al participar en la política sinaloense de la segunda mitad del siglo XIX (17).

Heriberto Frías y La miseria del rico marinero

La siguiente obra que se analiza como fuente histórica, fue escrita por el queretano Heriberto Frías (18),si bien fue publicada a inicios del siglo XX, su mirada se posa en lo profundo de las relaciones y contradicciones sociales de la dictadura porfirista, como también lo hizo antes con su obra cumbre Tomochic. En el texto se desarrolla de manera breve pero destacada, la vida cotidiana y las representaciones colectivas de las clases subalternas del Mazatlán decimonónico, mostrando al lector cómo las disputas simbólicas por la hegemonía cultural, sucedían como asimilaciones y resistencia ante una forma de vida dominante.

Su estadía en la ciudad como director de El Correo de la Tarde hacia 1906, le permite al autor conocer la sociedad porteña, creando a partir de esto obras narrativas como el cuento titulado La miseria del rico marinero (19), el cual se toma como referencia en esta investigación. En la frugal presentación del texto, Heriberto Frías ofrece una declaración de principios literarios que, sin duda, concuerdan con lo escrito

17. Para Buelna los comerciantes extranjeros de Mazatlán eran un mal mayor para Sinaloa y la República toda. Esto por sus reiteradas formas de llevar a cabo las tesis de libre mercado sin contemplar el bien general, sino tan sólo sus intereses comerciales sectarios, por tanto no era un tipo de inmigrante ideal para el progreso del país según los liberales; “(…) pero si bien es cierto que los Vegas hacían un contrabando estúpido y descarado, también es cierto que los comerciantes de Mazatlán lo ejercitaban sacrificando la paz del estado, comprando con oro la sangre mexicana, humillando el honor nacional y corrompiendo nuestras autoridades”. Eustaquio Buelna, Apuntes para la historia de Sinaloa 1821-1882, SEP, México, 1924. 18. Decía José Ferrel sobre Heriberto Frías y su obra, en el prólogo a Tomochic publicado en 1906;“-¿Quién es este Heriberto Frías?,- nos preguntábamos entusiasmados en la redacción de “El Demócrata”, luego que leíamos el folletín del periódico. ¿Quien es este novelista nacional tan mexicano, que parece que cada capítulo de su obra lleva como epígrafe un certificado del Registro Civil? (…) Despues de Emilio Rabasa que fue el fundador del realismo en la novela mexicana (…) es Heriberto Frías el novelista que tiene la más potente pupila estetica, el exclusivismo más mexicano, la fuerza de creación más extensa y la facultad de exactitud más completa. Estas virtudes artísticas lo colocan, sin más exigencia, en primer término entre los novelistas culminantes (…) en la novela de Frías la verdad no pasa por ningún tamiz; entra con su crudo y sano esplendor original; y, sin más restricción que la impuesta por el decoro y la cultura (…) sus personajes respiran un aire grueso, como marítimo (…)”.Jose Ferrel, La novela Nacional (Heriberto Frías), en Tomochic (novela histórica mexicana), Imprenta y Casa Editorial de Valades y Cia. Sucs., México, 1906. 19. Heriberto Frías (1916). Miserias de México. Edit. Andrés Botas y Miguel Editores, México. pp.89-95.

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por Balzac 50 años atrás: “¡Aquí hay poca literatura y mucha verdad, la verdad apenas velada pudorosamente por la forma novelesca como por una gasa que más descubre que oculta, alegrando un poco la miseria del fondo" (20).

En el cuento se presenta al lector la vida, deseos y frustraciones, de una personaje perteneciente a las mayorías del pueblo de Mazatlán a finales del siglo XIX: el pescador apodado el Tortugo, uno de los más ricos entre los grupos subalternos. La semblanza que se realiza del personaje, ofrece la representación de un sujeto afortunado entre los desdichados del puerto.

(…) poseía dos canoas grandes y tres pequeñas en la playa Sur, para la pesca, con todo un arsenal de chichorros, tarrallas, fisgas, arpones y anzuelos, y un alígero bote azul, siempre baldeado y lustroso, en el Muelle, para el transporte de viajeros á bordo de los vapores de la bahía. Y era propietario de una casucha amplia y fuerte que el mismo construyó con madera de una barca alemana que se estrellara contra los arrecifes del Crestón: una casucha de oblicua techumbre de tejas, enclavada con troncos de palma y astillas de masteleros, en medio del arenal, pero á cuya espalda, bien abrigadita del noroeste, se extendía breve huerta en donde se apretaban papayos, mangos, guayabos, plátanos, tabachines y cocoteros (…) entre dos árboles, la hamaca; en los claros las redes al sol y la ropa tendida; abajo patos y gallinas; arriba, pericos y zenzontles; y más allá, el estero azul salpicado de negras canoas y de velas blancas, y en el confín las palmeras de la Isla (21).

La descripción del oficio, las posesiones y el paisaje que lo rodea, muestra la forma de vida perteneciente a una parte de la sociedad mazatleca avecindada en los muelles, que vivía de la pesca y padecía, no exactamente agradecía, el progreso. Estos hombres y mujeres y su cultura, no aparecían en la prensa cotidiana salvo en ocasiones de tragedias, o en contraejemplos de comportamientos que debían ser prohibidos o censurados, por aquella sociedad capitalista y “moderna” que se pensaba a sí misma en la vanguardia de la época.

El Tortugo era analfabeta. No sabía qué era una diva, quién fue Ángela Peralta, ni mucho menos qué sucedía muros adentro de un conservatorio de música. Su familia estaba compuesta por su mujer, Cuca, sorda, paciente y laboriosa; un hijo llamado Tomás, “recio, bruto y sumiso, pecho, brazos y piernas desnudas como esclavo antiguo, y que en el canalete y en la fisga y en la pesca de langostas por entre las rompientes y los peñascales no tenía rival”; una hija llamada Petra, que pasaba la vida en “el recosido de las redes, y moliendo el chile y el café sobre el metate” (22). Pero la desgracia, la tragedia, del “viejo zorro, ex marinero de guerra, ex sátiro y ex contrabandista de paz”, 20. Ibíd. p. 1. 21. Ibíd., p. 89. 22. Ibíd.

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o sea, del Tortugo, lo sería su hija más pequeña, “que no lo era de su esposa y que las malas lenguas de los playeros aseguraban que tampoco de el”; la linda, la consentida, la Chui, apodada la Palomilla por la gente del mar, debido a su gusto por cantar y su afinada voz, que a su temprana edad era el goce en horas de celebración, descanso o trabajo de los playeros:

La gente de mar (los playeros) adorábala, apodándole la Palomita, porque la rapaza de doce años, descalza y gárrula, tenía el cuerpo grácil lleno de toda la sal del golfo Bermejo y de todo el melindre quejumbroso de las costeñas del Pacífico en cuyo acento lánguido resonaban las enes argentinamente; y porque en las tardes de los días de zambra, cuando el Tortugo obsequiaba en el Astillero tequila y cerveza, ella desgranaba la mazorca de perlas de la canción chinaca al sollozo melifluo del acordeón. (…) Y mientras la chusma aplaudía, y aclamaba, y rugía de ternura y borrachera, el veterano chaparrón y zambo, de puro en la imberbe boca, patriarca y prócer, despues de tantos años de borrasca en mar y tierra, regando hijos y abandonando mujeres á lo largo de las costasi, sentíase rico, honrado y dichoso, y se reía por fuera de sí mismo al sentirse llorar por dentro…(23).

Después de la bella descripción que Frías realiza del contexto social y de los personajes, la trama continúa relatando las razones y estrategias utilizadas por el Tortugo para enviar a su hija menor, la Chui, al Conservatorio Nacional para hacer de ella “una soprano de primo cartelo, una gran diva, ¡Otra Peralta!”.

Pronto se supo en todo Mazatlán que el veterano del Astillero, al igual que muchas familias ricas del puerto, que mandaban sus hijos á San Francisco de California, enviaría á México su hija Chui. Y unos tomaron á broma la cosa, los compañeros se burlaron –en su ausencia- y algunos antiguos empleados federales que conocían la Capital sonrieron fatídicamente, meneando la cabeza (24).

El Tortugo, nos cuenta el autor, cambió todos sus sueños por este nuevo deseo que lo llenaba de un orgullo loco; trabajó doble turno, de día en el muelle en sus lanchas y por la noche pescando desde pargos hasta tiburones. Abandonólujos y placeres –“excepto el del puro, que siguió humeando gallardo en su boca”- para ahorrar dinero y, sobre todo, soportó los chismes y burlas de su gente durante siete años que tardó en volver de nuevo a Mazatlán la Chui, la ex paloma, la hija del viejo, chaparro y zambo pescador mazatleco que añorada fuese la próxima Peralta, porque “¿que dirían las gentes de que ella volviese sin ser una diva?”.

El vanidoso, que se sentía centro de mofas y lástimas, aún de su propia cuadrilla, redoblaba el trabajo, sin quitarse el gran puro de la boca, de día en el Muelle, explotando su bote azul, “La Paloma”, y de noche acaudillando la pesca de pargos,

23. Ibíd., p. 90. 24. Ibíd., p. 91.

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curbinas, lisas, mojarras y palometas, tendiendo el chinchorro, á la luz de las estrellas, sobre el cristal del Estero cerca de los manglares.... O si no, largaba la vela, mar afuera, rumbo á las islas, al arponeo del tiburón ó á coger langostas, con el agua al vientre, por entre los espumosos pedregales, ante las quiebras de los cantiles sonoros... En instantes de fatiga, llena la canoa de epilepticas agonías de mariscos, el viejo taciturno, cruzaba los brazos desnudos y chorreantes, el puro en la boca, mirando al Oceano, oyendo, sin escuchar, el eterno diálogo de la piedra y del agua...(25).

Será el reencuentro del Tortugo con su hija, la encarnación de sus deseos labrados durante siete años y diez mil pesos de trabajo, que lo llenarían por fin de orgullo, cuando la propuesta de interpretación social de Frías sobre esta mentalidad social en aquel México, en aquel Mazatlán de fines del siglo XIX, se vuelva evidente; al bajar del vapor Benito Juárez que la traía del sur, la Chui ya no era la misma niña descalza y alegre mazatleca que se fue. Su mismo padre la “mató” simbólicamente; destruyó su identidad porteña y subalterna, al desear que ella fuera la “nueva” diva mazatleca, la Peralta que tanto veneraban las clases dominantes del puerto.

La recibió, pero no obstante los últimos retratos, no la pudo conocer. Era otra, otra completamente distinta. Apareció sobre cubierta una señorita de “traje sastre” tiesa, enguantada, con gran sombrero á la inglesa, velillo azul sobre el rostro empolvado de blanco, insolente. Y cuando hubo de convencerse, atónito, aterrado, de que aquella gringa falsificada, altanera, de cara azteca empolvada de blanco, era la soprano de primo cartelo, no tuvo más remedio que ir á abrazarla, temblando de frío, y de terror, cual si abrazara un cadáver (…) la alojó como a una extranjera, como a un ídolo temible. Ella tuvo asco de su casa y vergüenza de su familia. No cantó porque estaba afectada de la garganta, y porque no le compraban su piano (…) en Mexico –decía, y ya no vibraba en su acento la dulzura costeña- frecuentaba el teatro de gente culta. En México, comía a la francesa. En México la creían hija de un rico armador de Mazatlán (…) levantábase á las once; pedía de almorzar como en un restaurant, leía novelas. En la tarde salía de paseo, gritando á la vieja sorda que vendría muy de noche porque “iba de visita con familias distinguidas”. Por el barrio de la Cruz, por el Muelle, por la playa Sur, por el Astillero y la Cervecería, empezaron á correr historias, á propalarse chismes, á subir de punto la ferocidad de la lástima y del escándalo, los agentes viajeros la conocían y con algunos paseaba en carruaje de punto (26).

Al final del relato, y como se anunciaba, la hija del Tortugo se larga de Mazatlán con alguno de tantos hombres que le enviaban “recaditos a pleno día” con los cocheros del puerto (27). Mientras, el pescador comprendía que su confusión y su inconsciente 25. Ibíd., p. 92. 26. Ibíd., pp. 93-94. 27. “El diablo se la había cambiado, su Palomita había muerto y le mandaba á una hija infernal en castigo de sus culpas.Y recordó su vida de borrasca en mar y tierra, su juventud de sátiro rapaz, engañando amigos, abandonando mujeres y regando hijos á lo largo de la costa... ¡Que

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anhelo de ser parte de un mundo elegante y reconocido, que ignoraba pero respetaba y veía como grandioso, aunque no fuera el suyo, le arrebató a su hija: la Chui, que ya nunca cantaría frente a la playa mientras celebraba con sus amigos por un buen día de pesca, pues se había convertido no en otra Peralta, sino tan sólo en una cocotte cursi.

--J. J. Rodríguez y El gran invento del siglo XX

En su novela de ficción histórica El gran invento del siglo XX (28) publicada en 1997, el escritor mazatleco Juan José Rodríguez (1970), construye una interpretación sobre la Belle Epoque mazatleca; permite conocer una forma de interpretar nuestro objeto de estudio desde la mirada de un porteño contemporáneo a finales del siglo pasado. A diferencia de las obras de Ramírez y Frías, Rodríguez expone de manera más compleja y amplia la representación social contemporánea de aquella mentalidad colectiva de la Belle Epoque, marcada por las contradicciones de las clases y grupos que se disputaban la interpretación y resignificación simbólica en aquella sociedad, forjada por el comercio capitalista internacional, la modernidad liberal positivista y los extranjeros ilustrados. Y destaca el hecho de que la obra de Rodríguez, tiene la virtud analítica de la distancia temporal con relación a los hechos tratados, así como un vasto trabajo de documentación histórica, que permite equiparar el estudio de la vida cotidiana de la época con algunos postulados mencionados de la novela realista.

La novela inicia con la llegada al puerto de Mazatlán de un buque de vapor que, al “igual que las desgracias y las maravillas”, trae al personaje principal del relato, Santiago Bonardel, junto a un misterioso artefacto cultural hijo del progreso científico-tecnológico de la época. Este forastero como muchos otros que arribaban al puerto, presumía que a su paso llegaba a la ciudad el gran negocio del siglo XX, lo que despertó la curiosidad de la población acostumbrada a ver desembarcar objetos novedosos al puerto en busca de fortuna, por medio de charlatanes y que la mayoría de la gente no comprendía y podían etiquetar como producto de brujería. Santiago Bonardel se instala en Mazatlán y por medio de su dinero, su indumentaria, sus gestos, sus modales y sobre todo del gran invento-negocio, se gana la deferencia de las clases dominantes, y el respeto y consideraciones de la mayoría de los grupos subalternos.

No había que preocuparse: sólo los charlatanes anunciaban sus mercaderías como el último hallazgo de los sabios de París o el gran invento del siglo XX (…) difícilmente un aventurero con unos pocos paquetes iba a desbancar a los magos de las finanzas mazatlecas. Eso se daba sólo en los puertos recién fundados, sin tiendas establecidas,

bien había pagado las muertes y todas las vidas que debía! Al llegar á su casa, una noche, buscó á Chui: aun no llegaba. -Mejor, -se dijo- la matare en caliente. Y esperó. Nada; ella no volvía. Amaneció. El Tortugo entonces se tiró á dormir. ¡No volvió á verla jamás!” Ibíd. pp. 94-95. 28. Juan José Rodríguez (2004). El gran invento del siglo XX. México: Joaquín Mortiz.

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a donde se llegaba a comenzar de cero, del mismo modo que algunos de los abuelos de ellos se establecieran en la ciudad en tiempos pasados, comerciando con traficantes e incluso con piratas que desvalijaban a su paso la Nao de la China. Ahora las reglas del juego ya estaban escritas y ellos eran los dueños de la mesa y los dados (29).

Bonardel, relacionado con el progreso y la riqueza, va transfigurando su personalidad en ambición, simulación, traición y soberbia. “El forastero comenzó a reír a carcajadas. Sabía que ahora sería rico y poderoso, admirado y temido por esa gente tan impresionada. Él era el amo del mundo porque ese invento cambiaba la realidad” (30). El cinematógrafo, ese gran invento del siglo XX, es en la obra símbolo de prosperidad material y social, e incluso de amor. Representaba para la hegemonía cultural de la epoca, un objeto que otorgaba poder y civilización; “(…) Sarahí era necesaria para que el gran invento del siglo XX se diera a conocer en Mazatlán. Ella sería siempre recordada como el ángel tutelar de este nuevo descubrimiento, casi como el ángel anunciador que había traído el verdadero símbolo del progreso en la ciudad. No sólo era el invento sino tambien el gran negocio del siglo” (31).

La obra toma relevancia para la interpretación histórica, al plasmar la representación imperante de un Mazatlán inmerso en distintos discursos culturales, donde la modernidad y el progreso regían la vida social y los imaginarios colectivos.

La gloria de Santiago Bonardel, su imagen de hombre prodigioso y portador del progreso, ya estaba consolidad ante todo el puerto de Mazatlán. Era la figura del momento a quien admirar, a quien temer, la presencia que sacudiría muchas conciencias. Sin embargo, Bonardel no se durmió en sus laureles (…) se dedico a trabajar en el mantenimiento de esa aura que aún le iba a rendir más beneficios y dinero contante y sonante (32).

Esas batallas culturales ocasionaron que el futuro venturoso del cinematógrafo y del mismo Bonardel, quien estaba comprometido con la hija de un destacado comerciante español del puerto, se derrumbaran. El cinematógrafo fue el centro de disputa de aquella sociedad que no era homogénea culturalmente, aunque así lo profesara el discurso dominante; esa máscara bufa que los extranjeros impusieron al Mazatlán decimonónico. Tal parece que al final lo que intenta decir Rodríguez, es que la modernidad de esa Belle Epoque, fue vista con admiración por una minoría y temida por la mayoría. Unos la promovieron y otros la padecieron. Por ello en un principio el

29. Ibíd., p. 16. 30. Ibíd., p. 91. 31. Ibíd., p. 53. 32. Ibíd., p. 92

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cinematógrafo representó la felicidad, tanto para su dueño como para los mazatlecos, pero al final fue el comienzo de la tragedia del siglo XX por venir.

--A manera de conclusión A fines del siglo XIX es cuando florece en las sociedades europeas la llamada Belle

Epoque, más o menos desde 1880 hasta la Primera Guerra Mundial. El México del régimen porfirista, aburguesado, spenceriano, positivista, sería su equivalente, terminando de forma abrupta con la Revolución de 1910. Ese lapso de unos treinta años, representa el ascenso de la modernidad, la industrialización, la ciencia, la burguesía, el capitalismo, y de la expansión económica y simbólica de los ideales europeos pos monárquicos, sobresaliendo Francia como nación cultural hegemónica de aquella Europa. José Emilio Pacheco dijo alguna vez que nuestro país experimentó en los cinco años que duró el Imperio de Maximiliano, no sólo la influencia francesa sino la de toda Europa. El puerto de Mazatlán experimentó procesos similares durante todo el siglo XIX, bajo la dirigencia económica, política y cultural de franceses, alemanes, italianos, irlandeses, belgas, españoles y estadounidenses.

La literatura como documento histórico no ha sido muy socorrida para explicar las representaciones colectivas, las mentalidades, sociabilidades y vida cotidiana de las sociedades del noroeste mexicano en el siglo XIX. Dentro del enfoque interdisciplinar que se ha hecho indispensable en el trabajo del historiador, las obras literarias tienen una presencia primordial en la historiografía sociocultural contemporánea, ante la carencia de información que ofrece la documentación tradicional oficial.

Las dos primeras obras, como discursos de resistencia ante las representaciones sociales hegemónicas (Scott, 2000), muestran que éstas, en el pasado como en el presente, fueron creadas para resistir y denunciar una forma de vida dominante, que aquí se conceptualiza como hegemonía cultural. Y la tercera obra permite conocer cómo desde el presente aún se reconstruyen discursos hegemónicos e idílicos sobre aquel periodo histórico de la Belle Epoque, a partir de la referencia a toda una forma de vida fincada en las creaciones materiales y simbólicas de la modernidad europea.

Retomando la referencia que Florencia Mallón realiza del segundo momento del proceso hegemónico como concreción final entre coerción-consentimiento, es donde se ubica la Belle Epoque mazatleca: un tiempo en que las prácticas culturales se vestían con moda europea, los extranjeros porteños fueron venerados y motivo de envidia hasta por sus contrarios políticos naturales, como fue el caso de las élites de Culiacán. Esa prosperidad económica y seguridad política de la clase dominante, se proyectó sobre la sociedad irradiando un estilo de vida opulento y distinguido, culto y civilizado. Fueron los tiempos en que el gobierno nacional promovió y consolidó una clase social

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conformada principalmente por grandes terratenientes y empresarios extranjeros, que desarrollaron los cimientos de la industria, la infraestructura, los servicios públicos, las artes, los espacios de sociablidad burguesa.

la hegemonía cultural extranjera en el puerto fue uno de los impactos de esos procesos históricos: la dirigencia moral y práctica de grupos clasistas y racistas, se hizo extensiva y reconocida por los demás grupos sociales. Esa “grandeza mazatleca” aún es añorada por los herederos contemporáneos de quienes dirigían la vida social de antaño, resignificando su cultura y representaciones, reedificando y remodelando materialmente desde 1990, por ejemplo, la vida económica y cultural del Centro Histórico de Mazatlán desde una óptica elitista, empresarial, de arte y “alta cultura”, bajo una fachada institucional de promoción al turismo nacional.

Se advierte que esta perspectiva teórica de análisis sociocultural, es opuesta a la apología historiográfica regional, respecto a los extranjeros que llegaron a Mazatlán durante el siglo XIX, y la dimensión cultural que reviste la hegemonía y bajo qué formas se expresó en la clase dominante de aquellos años; la que remite por necesidad al grupo extranjero afincado en el puerto. O sea: la articulación entre cultura y política, mediante la dominación simbólica de los sujetos y grupos sociales subalternos.

Fuentes consultadas

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A R E N A S

Revista Sinaloense de Ciencias Sociales Número 44

Se terminó de imprimir en noviembre de 2016 con un tiraje de 500 ejemplares en Talleres

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