104
ARISTÓTELES RETORICA HUNAB KU PROYECTO BAKTUN

Aristóteles - Retórica

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Aristóteles - Retórica

A R I S T Ó T E L E S

R E T O R I C A

H U N A B K U

P R O Y E C T O B A K T U N

Page 2: Aristóteles - Retórica

R E T O R I C A

NOTA PREVIA

1. El heleno tuvo secularmente natu-raleza de artífice. La paciencia menu-da de las cosas perfectas corría porsus venas. Pulió con esmeru.el mármoldel Pentélico y de Paros, hasta aquila-tar la suma calidad de las superficies,las líneas y las formas. Disciplinó sucuerpo y su musculatura hasta la ar-monía perfecta y pimple de las violen-cias atléticas de Istmos y Olimpia. Es-tructuró la polis como un arte y con-cibió el arte como una política ciuda-daña. Minimizó el •pensamiento hasta elmaiabarisma de la dialéctica y la esta-bilidad de la idea. Calculó la ética conla precisión de un equilibrio de tensio-nes entre la materia y el espíritw. Nofue ni excesivamente espiritualista, niexcesivamente materialista. Se inclinóal placer, procurando no caer en el de-senfreno, y a la. arrogancia sin caer enla «j/bns». Admitió sus dioses como unasuperación de lo terreno y como una ex-plicación de lo incomprensible de lavida; pero los calzó de carne sensible,para no perderlos en la inaccesibilidadde un misticismo abstracto y tambiénpara poder explicar en nina fácil analo-gía antropomórfica lo me no sabia có-mo explicar.

Lógicamente, tenía que estar tambiénen la mano del griego la palabra. Y es-tuvo. Desde las epopeyas antiguas, losprotagonistas y los héroes son artesanosdel verbo. Del verbo cálido, como men-saje de humanismo íntimo. Y más aúnsi cabe, del verbo frío, colorista y so-noro, ritmo, melodía y pintura. Ese go-ce sumo de la palabra culminó en loshéroes de Homero, ligados todos a sus

intervenciones oratorias, como a un ca-rácter o a una sicología.

La palabra hablada fue, pues, una es-pontaneidad del griego. Cuando los hé-roes de Homero nos hablan en, su grantotalidad en estilo directo, hasta llegara ocupar este estilo casi la mitad de laIlíada y más de dos tercios de la Odisea,no hacen más que reflejar una cualidadnatural del hombre de Grecia, y unacostumbre cultivada espontáneamenteen las reuniones sociales de los hom-bres, verdaderas comuniones en la pa-labra. Así llegó la palabra hablada aadquirir casi dimensiones mágicas; Ci-cerón mismo consideraba al oyente ma-sivo como una lira: el orador debía pul-sarla hablando.

La temática de esta oratoria espon-tánea tenía un poco de todo; y tam-bién un poco de nada. Era sencillamentecomunicación. Era comercio de ideas yopiniones, hechos y cosas, 'conceptos yética. Tenia, un poco de forense, otropoco de política, y mucho de expositivao narrativa.

De la mentalidad mágica de la pala-bra derivó a la retórica tina de sus pri-meras características: el acto de hablarse convirtió en una ceremonia ritual,en que el orador exhibía todos sus tru-cos en la pulsación de esta lira masiva.Nacida la oratoria para la persuasión—nacida, quizá también, de la mismapersuasión espontánea—, la relación deactitudes orador-oyente tomaba un ma-tiz agónico, solo que ese «agón» tendióa apoyarse en el cuidado de los exterio-res y en la habilidad de citarista enpulsar a la masa. No preocupaba tantoel luchar a golpe seco de verdad. El ora-

Page 3: Aristóteles - Retórica

112 ARISTÓTELES.—OBRAS

dor exhibía un auténtico judo de pa-labras y argucias, dirigidas a dominaren breve la masa. No tanto a labrar enella ittna convicción duradera.

Esa actitud, que amenazaba desviar-se, recibió ya entonces un primer tirónde alerta. En los años primeros de laoratoria, ya aplicada sobre todo a lavida forense, el Areópago prohibió a losoradores divagar en torno al asunto quellevaran entre manos; no se considera-ba lícito, en el alto organismo judicialde la colina ateniense, entretener la elo-cuencia en cosas ajenas al asunto judi-cial en trámite.

Este hecho tiene sobre todo un carác-ter simbólico de las tendencias binaríasde la oratoria espontánea: de esta pri-mitiva época griega. Una prehistoria dela retórica, porque sobre ella, como talretórica, no hay documentos escritos.

Para la fecha y el comienzo de la re-tórica-arte, o la historia retórica, habráque ir a Sicilia.

Concebido por el griego el uso de lapalabra como una «¡segaría», una equi-valencia de derechos al hablar en pu-blicó, resulta evidente que la oratoriano se podía aislar de un régimen socialy político determinado. Y también re-sunta evidente que el régimen más fa-vorable no era la aristocracia ni la oli-garquía, sino la democracia. No es, pues,mera casualidad que el arte retórica na-ciera con la muerte de la tiranía y delrégimen aristócrata, y oligárquico.

Fue en 468 cuando muere Hieran deSiracusa. En 466 es expulsado de allíTrasíbulo. cae la tiranía. Aparece la re-tórica. Nacida allí, en Siracusa, por obrade Córax y Tisias. Ellos fueron los pri-meros preceptores retóricos; exigidos porlas circunstancias sociales del desbara-juste más absoluto de la propiedad pri-vada. Colisiones continuas de derechosllevaron necesariamfnte, fatalmente, aesta retórica siciliana al mundo de 'oforense.

No se sabe de qué manera fueron Có-rax y Tisias los autores de esta primera.Arte. Pudo ser obra de colaboración. Pu-do ser Tisias un simple escribano de Có-rax. Tampoco imaginamos qué seríaaquella arte primigenia. ¿Una simpleamalgama de ejemplos y preceptos?

Esta primera retórica metodizada te-

nía una doble característica bien defi-nida: de una parte, una dimensión emo-cional, que hacía del orador un «artífi-ce de la persuasión»; por otra parte, unaactitud decididamente forense, que hacíade la trinquiñuela y la verosimilitud suarma más eficiente.

El heredero más directo de esta for-ma, ya fijada, de discurso fue Gorgias,el sofista. Desde luego, Gorgias no fued-lscipulo directo de Tisias. Pero tambiénsu doctrina y su pertrecho retórico sefundan en el arte de lo que es persua-dible, no en el arte de la verdad. Apor-tó, con todo, a las artes precedentes doselementos dignos de atención: el cui-dado minucioso de la dicción, poetizadaincluso, nacida del afán de lucimientopropio de la escuela sofista, y el aten-der especialmente a la circunstancia ya la oportunidad—al «cairos»—para elhábil desenlace de la acción oratoria.

No vamos a detenernos en los retóri-cos que median entre Gorgias e Isócra-tes. Baste una sumaria enumeración.

Trasímaco (i), más sistemático queGorgias, habla también de elementosrítmicos del discurso (2), con lo que secoloca en la línea estilística de Gorgias.Euenu de Paros escribe en verso su pe-queña preceptiva retórica. Mas exten-so parece fue el Arte de Antifón, tam-bién sofista. Es difícil la personalidadde Pánfilo-Calipo, del que ni siquierase sabe si en realidad, fue tal binomiode oradores preceptistas (3), o fue unosolo. Teodoro de Bizancio, a quien tam-bién menciona Platón (4), aporta la su-peración de la teoría siciliana del«eikós»—lo verosímil—, y adopta la doc-trina ática de la disposición en sus dis-cursos. Con todo, sigue limitado a laoratoria forense. De manera semejanteocurre en Lictmnio, Terámenes—maes-tro de Isócrates—, Policrates el sofistay Alcidamas—el del vocablo rebusca-do—: oscilan entre lo forense y la ora-toria epidictica o de aparato.

(1) Trasímaco, cfr. Platón, Rep. 1. I; Aristó-teles, Ret. IH, 1.

(2) Artst. Ret., IH, «.(3) Trata la cuestión Radermacher, tArtium

scripíores», 191 y sgs.(4i> Fedro, 2«lc. 266c.

Page 4: Aristóteles - Retórica

RETORICA.—NOTA PREVIA 113

2. Con. esto desembocamos en Isócrartes y en el dilema filosofía-retórica. Alo largo de la historia que hemos esb"-zado, el afán sofista del lucimiento per-sonal y la tendencia retórica a lo ve-rosímil y aparente de cara al triunfoforense, han resultado dos aliados, amedida el uno del otro:

Isócrates, sin ser sofista, era decidi-damente retórico y ambicionaba ade-más, a toda costa, la denominación defilósofo.

A Platón se le ofrecía esta denomi-nación, tanto más peligrosa cuanto que,en su identificación espontánea entreretórica y sofística, veía en Isócratesfilósofo una amena&a contra la integri-dad del mensaje de verdad que heredóde Sócrates. Este temor se veía aumenrtado por el hecho de que Isócrates ha-bía sido también discípulo del maestro.Era, pues, un peligro para aquella de-cisión vectorial con que el socratismobuscaba la verdad.

En realidad, los sofistas, con su «.nue-vo ideal de cultura», con la ambiciónde formar una «nueva dase intelectual»,con su actitud de representantes—en-tonces casi por primera vez—de una«intelectualidad desarraigada» (1), norepresentaban otra cosa que el eternosnobismo humano de la seudointelectua-lidad. Platón, el poeta escueto y severode la verdad, el moralista conciso e in-flexible de la adaptación a la «idea»insobornable, comprendió a fondo—des-de sw ligero extremismo idealista—, elpeligro de aquella retórica sofisticada. Yreaccionó.

El esquema de sofista que nos da enla primera parte del dialogo de este mis-mo nombre--El Sofista—es una pin/u-ro acre, perseguida con saña tras el pre-texto de una definición, acerada, y es,al mismo tiempo, su crítica más exactade la sofistica. Vale la pena recoger es-tas definiciones aunque sea en extracto;dice que la sofistica es «el arte que sededica a la caza de los hombres, per-suasivo, que se realiza privadamente,recibe paga en dinero y quiere parecercomo educador», que es «una venta dediscursos y nociones de virtud», que es

(1) Arnold Hauser, Historia social de la lite-ratura y el arte, Guadarrama, Madrid, 1951,págs. 137 ss.

«una especie lucrativa del arte de dis-cutir», que es «ciencia imaginaria» y nola verdad (2).

Que esta posición de la sofística te-nía que chocar con, el afán de absolutoauténtico de Platón, nos lu puede re-machar esta observación de Hans Fre-yer (3): «Cuando los sofistas descubrie-ron que el nomos es convención, comen-zaron a medirlo con medidas humanas,y cuando como núcleo del logos que go-bierna el mundo, descubrieron la retóri-ca, significó esto una crisis de la filo-sofía verdaderamente radical, esto es, laque llegaba hasta las mismas raíces (yno sólo de la filosofía); pues la propo-sición, que sostiene' toda la cultura grie-ga, de que el hombre es la medida detodas las cosas, se transformó entonces,sin que se cambiara en ella ni una pa-labra, en destructiva y desarraigada.»La sofistica suponía un cambio efectivode patrón en la concepción de las co-sas, sin cambiar de nombre: la sustitu-ción del hombre-idea—de alguna mane-ma inmutable, por tanto—, por el hom-bre-convención, prácticamente arbitra'rio.

La reacción de un platón ante esta ac-titud tenia que ser por fuerza radical.Y pudú incluso ser fatal en alguna ma-nera para la retórica sin un Aristótelescomo segundo tiempo.

Tal vez no estaba totalmente alejadode la verdad aquel pensamiento de He-gel de que la irrupción del pensamien-to filosófico fue uno de los aconteci-mientos que echaron a perder la polis;o prepararon su corrupción, «porque elinterés de tal pensamiento no estaba yaen el estado, sino que transformaba larealidad en idealidad, la costumbre eninterioridad'» (4). En todo caso la pos-tura exacerbada de Platón, ante la ame-naza de ver escurrírsele de los dedos laseda untuosa y escueta de la verdad ab-soluta, selló de momento un abismo in-franqueable entre filosofía y retórica. Yaun pudo dar quizá al traste con elconcepto de la polis, tan enraizado en

(21 Sciacca, Platón, pág. 249. Troquel, BuenosAires, 195».

(3) Preyer, Historia Universal de Europa, pá-gina 340. Guadarrama, Madrid, 1958.

(4) Preyer, 1. c., pág. 336.

Page 5: Aristóteles - Retórica

114 ARISTÓTELES.—OBRAS

el arte y las letras como en la ética yfilosofía.

Que quizá él mismo adivinó algo deesas consecuencias, lo podrían demostrarsus ulteriores esfuerzos por hacer másflexible y comprensiva su posición. Pu-do también influir en él la actitud deIsócrates en su escrito Contra los Sofis-tas. Quizá algo de su primer viaje, labelleza indudable áe algunos discursosde Isócrates, decidió un tímido retomodel filósofo al arte de la palabra. LOcierto es que contemporizó con Isócrates.Que en el Fedro te colmó de alabanzas.Y que en el Político se aventura a con-ceder a la retórica el calificativo de epis-teme—ciencia—. Pero se muestra infle-xible en lo concerniente a una denomi-nación de arte o filosofía. La epistemeal fin y al cabo supondría tan solo unaciencia dirigida a convencer a la masapor medio del mito, y filosofía seria junafuerza educadora en la verdad.

3. Aristóteles, nacido en E st agirá—Tracia—, el año 3S4 a. C., fue duranteveinte años discípulo áe la Academia dePlatón.

Su primera intervención'en el campode la retórica fue un diálogo de estiloplatónico: el Grilo. El Grilo es unaobra de juventud, aquiescente aún a lasinfluencias del magisterio doctrinal re-cibido en la Academia. Quintiliano (1),al hablar de ese diálogo, da a entenderque no era ni mucho menos ligera laexposición del joven Aristóteles. El Gri-lo revelaba una originalidad sistemáticagenuino, y nueva, en la exposición de losargí mentas del Gorgias platónico, pero,seguía negando a la retorica la catego-ría áe arte—«tejne»—. Las razvnes queesgrimía a favor de esta negación eranlas siguientes: que la retórica carecía deterreno propio en que desenvolverse yque, por ello mismo, no hacía más queentrar en conflicto con otras artes yciencias, en las que se inmiscuía con sufiebre persuasoria. Además no salía delámbito de la opinión, sin tan siquieraacercarse al mundo de la verdad. Insis-te en el falta moral de la retórica depreparar al orador para defender cua-lesquiera de dos opiniones opuestas so-

(1) Quint. II, 17.

bre cualquier tema. Esa labilidad moralera resueltamente incompatible con larecta adhesión, del platonismo a la ver-dad y al bien.

A este primer diálogo aristotélico res-pondió Cefisodoro, atacando sencilla ydirectamente a Platón, cuyo portavoz,y no más, se creyó ser Aristóteles.

Enredado asi el Estagirita en "i polé-mica, que barajó en estos años otros mu-chos nombres—Epicuro, Diógenes deBabilonia, Critolao, Carnéades, Clitóma-co...—, se vio obligado a desarrollar uncurso sistemático de retórica. Algún ves-tigio parece quedar de este primer cur-sillo.

Es significativo de la objetividad deltalento aristotélico ei hecho de que estapolémica, que tomó con su rigor criticonatural, le llevara pocu a poco a recon-ciliarse con la retórica y a ser su máseficiente y definitivo sistematizador.Cuando años más tarde escribe la *Syna-gogué tejnón»—una especie de síntesisenciclopédica de todas las artes—, laretórica es ya un tema que le interesaintegrar al mundo de su saber. tFue eneste estudio, cuya fecha no nos constapor ningún dato, donde Aristóteles ad-quirió el convencimiento de que la re-tórica al fin y al cabo merecía ser in-corporada a su sistema de conocimien-tos» (2).

Esta evolución afectivo-intelectual aca-bó por cuajar en la Retórica que estu-diamos.

4. La Retórica de Aristóteles, decan-tada en una larga reflexión crítica so-bre las artes anteriores, es una ciencianueva, una verdadera «tejne», un arte.

Este era quizá el primero y el másagudo de los problemas que tuvo queplantear Aristóteles, para reivindicarlea la retórica Ja, categoría de arte. Laretorica tradicional manejaba tan soloopiniones y su fuerza era la verosimili-tud. La verosimilitud, al no requeriruna plena y absoluta adhesión del en-tendimiento, no era verdad. Ni objetosiquiera del entendimiento, porque esteobjeto era la verdad. El Cratilo, por otraparte, exigía imperiosamente que toda«íej'ne», para serlo, manejara solo

(»> Tovar, Retórica, Introduc., pág. XXV.Inst. Est. Polit., Madrid, 1953.

Page 6: Aristóteles - Retórica

RETORICA.—NOTA PREVIA 115

«¿deas». Ahí había estado la piedra deescándala. Y aquí puso su primer lazoconciliador Aristóteles.

Rechazó, por de pronto, la teoréticaantigua que consideraba corno primariosen la orataria los estados emocionales.La preocupación básica del orador debeser el asunto a tratar y lo que a él serefiere; no es, pites, lo primero la aten-ción vigilante a la debelación de unjuez o un adversario, por el medio quesea Hay en esta postura «el mismo im-placable radicalismo ético y el mismoimpulso rectilíneo hacia la verdad ylo mejor, que conocemos por el Gor-gias...» (1).

Considera luego la retórica como unmétodo persuasivo, cuya temática es<<comúní> a otras artes, y que precisa-mente a partir de lo común estructurasus argumentaciones

Soimsen interpreta este pasaje dentrode la técnica aristotélica. La retórica notrata de los principios o premisas bá-sicas de cada ciencia particular, sinode los tópicos, de ¿os lugares o cuncep-tos que de una manera semejante soncomunes a todas las cosas (2). Así pue-de Aristóteles decir que la retórica escorrelativa de la dialéctica (3) comoafirmación primera de su explicación.

Él paso decisivo hacia la «tejne» lo daAristóteles ahí. Y es organizar esos tó-picos en un sistema apretado en que lle-guen elfos a adquirir valor de ideas, conlo cual queda plenamente justificada la«tejne», al ritmo más estricto del Cra-tilo platoniano.

Esta postura artística, original en ab-soluto, va acompañada de una serie denuevas adquisiciones.

La precisión antigua de toda clase depremisas de saber particular alguno o detodo lo que sonara a tratado científico,queda superada con la admisión de wnaspremisas especificas, adecuadas a lasespecies y fines de los discursos. Cadagénero de oratoria parte de una esen-cia propia y de un fin especifico, locual ha de tenerse en cuenta en la or-ganización previa del material oratorio.

La oratoria, ya no mero juego de pa-

(1) Soimsen, Die Entwicklung, 208, cit. porTovar, 1. c., XXVII.

(2) Tovar, 1. c., XXVII.(3) Reí., I, 1.

\labras, reposa armónica y jerárquica-mente sobre la verdad y sobre lo verosí-mil—aquí contra la Academia—: por-que también lo verosímil es objeto ade-cuado de la facultad intelectiva, aunquecon la limitación de no mover a un asen-so absoluto y pleno.

Y aporta a la oratoria una ética yuna sicología retóricas.

Una ética oratoria, que es «un inven-tario de observaciones y de principiosque la ciencia moral y política suminis-tran al orador» (4). Y una sicología re-tórica, que no es más que un reencuen-tro, armado de nueva y profunda estruc-tura, de lo emocional y patético, comorecurso para que el sentimiento pueda,favorecer la inclinación del entendi-miento a la verdad. Con esta arma elorador puede alcanzar un legitimo domi-nio del hombre masivo—pasional y ra-cional—camino de la verdad.

También atiende a las cuestiones for-males más externas. Recoge las aporta-ciones estilísticas de Isócrates y las re-funde en su visión de la oratoria, tansólo ya como medios para un fin. Enesta perspectiva mediatizadora, analizay pondera las virtudes del ritmo y lametáfora, del vocabulario y la imagen,del recurso literario y del trueaje fo-nético. Y se entra poco a poco en !oscuestiones de la estructura formal delas ideas y de la coordinación de laspartes del discurso.

La Retórica de Aristóteles es, pues,una síntesis de sofística y platonismo.No un sincretismo. Una coordinación per-fecta y profunda, de lo mas legítimo decada escuela.

fr. El estilo de Aristóteles en la Re-tórica resulta a veces duro e incoheren-te. No ya en su forma externa, adustasiempre en el Estagirita. También en lacoordinación interna de las ideas.

Este fallo, no de pensamiento siste-mático, sino de expresión del sistema,admite dos explicaciones, que quizá secomplementen. Roemer se inclina a atri-buirlo (5) a una especie de inquina secu-lar de los copistas a la oscuridad aristo-

(4) M. Havet, Etudes sur la Rhétorique d'Aris-tote, pág. 35.

(&i Roemer, Rhetorica, Teubner, 1923. Prae-fatio, págs. XXVI y sgs.

Page 7: Aristóteles - Retórica

116 ARISTÓTELES.—OBRAS

télica. Tonar (1) dice con preferenciaque esto proviene de que la Retórica nofue escrita con prurito Se puWtcociów,sino con un fin pragmático. Habría asique considerar la obra «interminada» (2).Quizá, como decíamos, la verdad esté enuna armónica amalgama de las dos so-luciones.

6. Para la cronología externa de laobra no hay excesivo número de datos.Todos ellos son más bien negativos oexclusivos. Desde luego parece debió es-cribirse en su segunda estancia en Ate-nas, entre 335 y 322, por tanto. J. H.Freese se inclina por el año 330 o susalrededores (3). Razones: el último su-ceso histórico que se cita es la embaja-da de Filipo de Macedonia a lus teba-nos, pidiendo paso Ubre para *u¡ ejérci-to, para atacar al Ática: octubre-no-viembre de 339 (4). Se habla del trata-do con Corinto (5), luego de la subidaal trono de Alejandro Magno, otoño del336. Por fin, la atribución de responsa-

bilidad a Demóstenes, por Demudes, delinfortunio político de Grecia (6); perono se sabe si esta referencia era ante-rior o posterior a Queronea, año 338antes de Jesucristo.

Es curiuso notar que en toda la Re-tórica, solo tres veces aparece el nom-bre de Demóstenes Una de ellas—ladel ¡U, 4—parece ser sin duda una re-ferencia al general Demóstenes, muertoen la expedición de Siracusa. Las otrasáos referencias si parecen aludir al ora-dor—//, 23 y 24—, aunque es du-doso.

Hay que notar que los políticos ad-versarios de Demóstenes decían que lomejor que habla en sus discursos habíasido tomado en préstamo de Aristóte-les (7). Dionisio de Halicarnaso, por suparte, parece inclinarse a que la Retó-rica no se escribió hasta después de losmás importantes discursos del orador.

Estos son los datos que hay. Es im-posible con ellos apuntar con más rigora una fecha determinada.

LIBRO PRIMERO

CAPITULO 1LA RETORICA. DEFINICIÓN Y RELACIONES

ENTRE ELLA Y LA DIALÉCTICA

La retórica es correlativa de la dia-léctica, pues ambas versan sobre cosasque, de alguna manera, son conocidaspor todos y no las delimita o incluyeninguna ciencia. Por eso todos, en al-gún grado, participan de ambas, ya quetodos hasta cierto punto intentan in-quirir y resistir a una razón, defender-se y acusar. Y de ellos unos lo hacenal azar, otros mediante el hábito quenace del ejercicio.

Pero, puesto que de ambas -maneras

(1) L. c., pig. XXVI.(2) Ib.(3) J. H. Freese, Aristotle, nThe Art o/ Rheto-

ric», Introduction, p&g. XXII. Londres, Heine-mann, 1047.

(4) Ret. II, ».(M Ib.

1354a

es posible, es evidente que también paraello se podría determinar un camino;pues aquello por lo que aciertan los quesiguen un hábito y los que obran instin-tivamente, permite establecer o estudiarla causa, de modo que todos reconoce-rán que ello es obra de un arte.

Ahora bien, los que han sintetizadolos tratados del bien hablar, de ningúnmodo, por así decirlo, nos han transmi-tido ni una parte de ella; pues los ar-gumentos son solo propios del arte, ytodas las demás cosas son aditamentos;y nada dicen de los silogismos, lo cuales el cuerpo del argumento, y en cam-bio pragmatizan en torno a lo exteriordel ejercicio retórico las más de las ve-ces; pues la aversión, la compasión, i aira y otros sentimientos del alma noafectan al asunto, sino al juez. De ma-nera que, si acaeciera en todos los jui-

(«) Ret. n, 24.(T) Freese, 1. c., pág. XXIII.

Page 8: Aristóteles - Retórica

1354 a/1354 b RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 1 117

cios lo que sucede en algunas ciudades,y más en las que gozan de buenas le-yes, nada tendrían los tratadistas que,decir; pues todos creen conveniente de-fender así las leyes, y algunos ademáslo hacen efectivo y prohiben hablar almargen del asunto, como en el Areó-pago, y tienen razón en esto; pues nose debe desviar al juez, inclinándolo ala ira, al odio o a la compasión; puessería lo mismo que si uno torciera laregla de que debe servirse.

Está además claro que solo es propiodel que pleitea mostrar si el asunto eso no es, si sucedió o no sucedió; y sies grande o pequeño, justo o injusto, encuanto puede no haberlo decidido ellegislador, lo debe conocer el mismo juezy no ser enseñado en ello por los quepleitean.

Sobre todo conviene que las leyes rec-tamente establecidas, en cuanto sea po-sible, determinen por si mismas todaslas cosas y dejen lo menos posible a losque juzgan: primero, porque es másfácil escoger uno o pocos prudentes ycapaces de legislar y juzgar que elegirmuchos; luego, porque las leyes se dandespués de mucho tiempo de deliberar,y los juicios son inmediatos, de maneraque es difícil que los que juzgan apli-quen con rectitud lo que es justo y con-veniente. Y, lo que ep mas que todo esto,que el juicio del legislador no es segúnlo particular, sino sobre lo que ha cíeser y lo universal, y en cambio el miem-bro de la asamblea y el juez juzgan yasbore cosas presentes y determinadas,ante las cuales está el amar y el odiar,y muchas veces juega el propio interés,de manera que en ningún modo es po-sible tener suficientemente en cuenta loverdadero, sino que el propio gusto o da-ño oscurece el juicio. Así pues, respectoa las otras cosas, como decimos, con-viene que el juez sea arbitro de las me-nos cosas posibles; pero es necesariodejar a los jueces el decidir si algosucedió o no sucedió, si será o no será,si es o no es; pues no es posible que ellegislador haya previsto todas estas co-sas.

Y si estas cosas son asi, es evidenteque, cuantos determinan las demás co-sas, tratan en el arte cosas marginalesal asunto, como es qué debe contener

el proemio o la narración y cada unade las demás partes; pues en estas co-sas no atienden a otra cosa, sino a cómodispondrán al juez de tal manera, peronada enseñan sobre los argumentos sis-tematizados; es decir, de aquello dedonde uno puede venir •& ser hábil enla argumentación.

Por esto, al ser el mismo el métodopara la oratoria demagógica que parala forense y al ser más noble y más ciu-dadana la oratoria política que la sina-lagmática, nada dicen sobre aquella,sino que todos intentan reducir a artela que toca lo contractual, porque esmenos provechoso en los discursos de-magógicos tratar de las cosas marginalesal asunto y es de menos malicia la de-magogia que la oratoria forense, porquees más común. Pues en esta el juez juz-ga sobre cosas propias, de manera queno se necesita más que demostrar queasí es como dice el que aconseja; peroen los discursos forenses no es suficienteesto, sino que es provechoso arrastraral oyente; pues el juicio versa sobrecosas ajenas, de manera que, mirandoa sus cosas y escuchando lo que le» li-sonjea, conceden a los litigantes, perono juzgan. Y por eso en muchos sitios,como dije al principio, la ley prohibehablar nada que esté al margen delasunto: sui los mismos jueces cuidanesto diligentemente.

Puesto que es evidente que el métodoartístico se refiere a los argumentos yque el argumento es una cierta demos-ración—pues entonces damos realmen-e fe a las cosas, cuando nos convence-

mos de que algo está demostrado—, lademostración retórica es un entimema—y este es, por así decirlo, el más luer-te de los motivos de credibilidad—, y elentimema es una especie de silogismo—y sobre el silogismo de cualquier clasees propio que trate la dialéctica, o todaentera o alguna parte de ella—> es evi-dente que el que mejor puede consideraresto, de qué premisas procede el silo-gismo y cómo se forma, este puede serun hábil razonador, a\ comprender so-bre qué cosas versa el entimema y quédiferencias encierra respecto de los silo-gismos lógicos; pues es propio de la mis-ma potencia comprender lo verdadero ylo verosímil, pues los hombres son por

Page 9: Aristóteles - Retórica

118 ARISTÓTELES.—OBRAS 1354 b/1355 b

igual, según su naturaleza, suficiente-mente capaces de verdad y la mayoríade alcanzar la verdad; por eso, poseerel hábito de la comprensión penetrantede lo verosímil es propio del que tam-bién lo tiene frente a la verdad.

Pues, que los demás disertan bajo for-ma de arte sobre cosas marginales alasunto y por qué se vuelven preferente-mente a lo forense, está claro; pero laretórica es válida porque por naturalezason más fuertes la verdad y la justiciaque sus contrarios, de manera que, silos juicios no resultan según deben, esnecesario que sean vencidos por estoscontrarios; y esto es ciertamente dignode reprobación. Además, ante algunosauditorios, ni aun poseyendo la cienciamás acrisolada, sería fácil llegar a lapersuasión hablando con esta ciencia;pues el discurso conforme a la cienciaes propio de la enseñanza y esto es im-posible, antes es necesario estructurarlos discursos y los motivos de credibi-lidad a partir de nociones comunes, dela manera como decíamos en los Tó-picos, acerca de la discusión cara a caracon la mayoría del pueblo.

Además es menester ser capaz de per-suadir a los contrarios, de la mismamanera que en los silogismos, no de ma-nera que realicemos ambas cosas, puesno conviene convencer a nadie de lascosas reprobables, sino para que no nospase por alto cómo es y para qué, cuan-do otro se sirva injustamente de estasmismas razones, sepamos deshacerlas.Pues, de entre todas las demás artesninguna va a deducir las conclusionescontrarías, sino solas la retórica y ladialéctica lo hacen, pues ambas tratansemejantemente de los contrarios. .Contodo, los asuntos contrarios que sirvende base no son semejantes, sino quesiempre lo verdadero y lo mejor son detrabazón lógica más fuerte por naturale-za, y de fuerza persuasiva más convin-cente, absolutamente hablando.

Además, sería algo fuera de lugar si,siendo vergonzoso no poderse ayudar delpropio cuerpo, no lo fuera no valersede la razón; lo cual es más característi-co del hombre que la fuerza del cuer-po. Porque si pudiera ser grandementeperjudicial el que utilizara injustamen-te esta fuerza de los razonamientos, eso

es cosa común a todos los bienes ex-cepto la virtud, y más en la medida enque las cosas fueran más útiles, como lafuerza física, la salud, la riqueza, el ta-lento militar; pues con tales cosas cual-quiera podría ser de gran utilidad ocausar gran daño, usando de ellas justao injustamente.

Así, pues, que la retórica no es deningún género definido, sino que es comola dialéctica, y que es útil, es evidente;y que su fin no es persuadir, sino consi-derar los medios persuasivos para cadacaso, como en todas las demás artes—pues tampoco es de la medicina rea-lizar la salud, sino encaminar a ello has-ta allí donde sea posible; pues tambiénes verosímil atender bien a los que nopueden ya alcanzar la salud—; además,que a la misma arte le corresponde locreíble y lo que aparece digno de cré-dito, igual que son de la dialéctica elsilogismo y la apariencia de silogismo—pues la sofística no está en la facul-tad, sino en la intención- solo que allíel orador lo será según ciencia o segúnelección, y aquí el sofista lo será porintención y el dialéctico no por inten-ción, sino por facultad—; intentemos,pues, hablar ya del método mismo, cómoy a partir de qué cosas podremos alcan-zar lo que nos hemos propuesto. Denuevo, pues, como desde el principio,una vez hemos definido lo que es la re-tórica, digamos lo restante.

CAPITULO 2

DEFINICIÓN DE LA RETORICA.ARGUMENTOS QUE UTILIZA

Sea, pues, la retórica la facultad dediscernir en cada circunstancia lo admi-siblemente creíble. Pues esto no es mi-sión de ninguna otra arte; pues cadauna de las demás es enseñanza y per-sua.sión de lo que es su objeto propio,como la medicina lo es de las cosas sa-ludables y de las nocivas, y la geome-tría de las propiedades conjuntas de lasmagnitudes, y la aritmética del nú-mero, y semejantemente las restantesartes y ciencias; en cambio, la retóri-ca, por así decirlo, parece ser capaz deconsiderar los medios de persuasión acer-

Page 10: Aristóteles - Retórica

1355 b/1356 b RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 2 119

ca de cualquier cosa dada, por lo cualtambién decimos que ella no tiene suartificio en ningún género específico de-terminado.

De entre los argumentos retóricos,unes están fuera del arte y otros en él.Llamo extraartísticos todos los que noson hallados por nosotros, antes preexis-ten, cuales son los testigos, confesionesbajo tortura, documentos escritos y otrossemejantes; artísticos, en cambio, cuan-tos por el método y por nosotros pue-den ser dispuestos; de manera que con-viene hacer uso de aquellos e inventarestos.

De los argumentos procurados por elrazonamiento, hay tres clases: unos queradican en el carácter del que habla,otros en situar al oyente en "cierto es-tado de ánimo, otros, en fin, en el mis-mo discurso, por lo que en realidadsignifica o por lo que parece signifi-car.

Por el carácter, pues, cuando el dis-curso se pronuncia de tal manera quehace digno de crédito al que lo decla-ma; porque a las personas de buenascostumbres las creemos más y antes, entodas las cosas simplemente y en lasque no existe absoluta seguridad, sinodoble opinión, también enteramente.También debe esto suceder por el dis-curso, pero no porque se tenga prejuz-gado qué tal sea el que habla; porquesegún algunos tratadistas observan, enel arte no hay que considerar la hones-tidad del que habla como de ningunaimportancia para la persuasión, sino quese puede decir casi que el carácter re-presenta la prueba más definitiva.

Per los oyentes, cuando son arrastra-dos a un sentimiento por el discurso;pues no concedemos de igual maneranuestras opiniones estando tristes queestando alegres, o amando y odiando;en lo cual solamente decimos procuranocuparse los tratadistas de hoy. Sobreestas cosas, pues, se tratara por menu-do cuando hablemos de las pasiones.

Por el discurso creen, cuando mostra-mos lo verdadero o lo que parece tal,según lo que en cada caso parece per-cuasivo.

Puesto que los motivos de credibilidadse dan por medio de lo persuasivo, esevidente que sabe manejar estos argu-mentos el que sabe razonar lógicamen-

te y el que es capaz de observar los ca-racteres y las virtudes, y en tercer lu-gar el que puede observar lo que tocaa las pasiones, qué es cada una de ellasy qué tal, y de qué cosas se origina ycómo; de manera que la retórica vienea ser como algo que ha crecido junto ala dialéctica y al estudio de las costum-bres o caracteres, al cual es justo deno-minar política. Por esto también se en-cubre la retórica bajo la figura de lapolítica y también los que hacen valersus derechos sobre ella, ya por inedu-cación, ya por jactancia o también porotras causas humanas; pues es, sí, unaparte de la dialéctica y semejante aella, como decíamos al comenzar; puesninguna de las dos es ciencia cuyo ob-jeto sea cómo es algo determinado, sinocomo ciertas facultades de procurar ra-zones.

Así pues, sobre el significado de estasy de como se relacionan unas con otras,se ha dicho casi suficientemente; delas cosas persuasivas por medio de lademostración o de la aparente demos-tración, igual que en la dialéctica se dala inducción, el silogismo o el falso silo-gismo, también aquí ocurre de modo se-mejante; pues el paradigma o ejemploes una inducción, el entimema es unsilogismo—y el entimema aparente unsilogismo aparente—. Llamo entimemaal silogismo retórico, y paradigma a lainducción retórica. Pues todos proponenlos argumentos para su demostracióndiciendo ejemplos o entimemas y nin-guna otra cosa fuera de esto; de ma-nera que es totalmente necesario quecualquier cosa sea demostrada p ha-ciendo silogismo o razonando por induc-ción—y esto nos es evidente por iosAnalíticos—, y es necesario que cadauno de ellos—entimema y paradigma—corresponda a cada uno de estos—silo-gismo e inducción.

Cuál sea la diferencia entre el para-digma y el entimema, es evidente porlas Te/picos—pues allí se ha hablado pri-mero del silogismo y la inducción—,porque el demostrar por muchas y seme-jantes cosas que algo es así, allí es in-ducción; aquí en cambio ejemplo; y, su-puestas ciertas proposiciones, concluirde ellas otra nueva, al margen de ellas] porcue ellas existen totalmente o en

Page 11: Aristóteles - Retórica

120 ARISTÓTELES.—OBRAS 1356 b/1357 b

su mayor parte, se llama allí silogismoy aquí entimema.

También resulta claro que las dos es-pecies de la retórica tienen su excelen-cia; pues, como se dice en la Metódica,en ambos se da su excelencia de seme-jante modo, pues unos son ejercicios re-tóricos paradigmáticos y otros a base deentimemas, y semejantemente los ora-dores unos son paradigmáticos y otrosentimemáticos. Pues no son menos per-suasivos los discursos a base de para-digmas, aunque son más aplaudidos losfundados en entimemas. Y la causa deestos y cómo debe ser utilizado cadauno, lo diremos más adelante; ahoraexplicaremos con más precisión estosmismos razonamientos.

Puesto que lo persuasivo lo es para al-guien, y unas veces se impone en se-guida por sí mismo como persuasivo ocreíble, otras parece ser probado porrazonamientos; y ningún arte atiende alo particular, como la medicina que noatiende a qué es saludable ¡para Sócra-tes o para Callas, sino a lo que lo espara el que es de tal género o a los queson de tal otro modo—pues esto es lopropio de un arte, ya que lo individuales ilimitado y no científico—; tampocola retórica considerará lo individualmen-te digno de crédito para Sócrates o pa-ra Hipias, sino lo digno de crédito paracualquiera, como la dialéctica hace. Puestampoco aquella hace sus silogismos decualquier cosa que se ofrezca al azar—aunque así parezca a los insensatos—,sino de las cosas que precisan de la ra-zón, así la retórica lo hace de las co-sas de que se acostumbra a deliberar.Está, pues, su misión en torno a aque-llas cosas de que deliberamos y no te-nemos un arte, y en oyentes tales queno pueden tener una visión panorámicade muchas cosas ni pueden razonar unasunto desde lejos. Pues deliberamos so-bre las cosas aparentes que parecen seradmisibles de manera ambigua; ya quesobre las cosas que es imposible suce-dan, sean o se consideren de otra ma-nera, nadie quiere dar una opinión;pues nada se conseguiría.

Es admisible concluir silogísticamen-te y hacer inducción de las cosas con-cluidas con anterioridad, o bien de co-sas no inferidas silogísticamente, pero

que precisarían del silogismo, por no seradmitidas. Necesariamente, de entre es-tos razonamientos, uno no es fácil deseguir por su longitud—pues se supo-ne que el que ha de juzgar es simple—;y que otros no son persuasivos, por noproceder de cosas ya admitidas o creí-das; de manera que es preciso que elentimema y el ejemplo se apoyen encosas admisibles, que en su mayor par-te puedan también ser de otra mane-ra, es decir, que el ejemplo sea induc-ción y el entimema silogismo de pocaspremisas y, con frecuencia, menores queaquellas de que está formado el silo-gismo primero; pues si alguna de estaspremisas es conocida, no es preciso de-cirla; pues esta la presupone el mismooyente, como al decir que Dorio ha ga-nado una corona en una competición,es suficiente decir que triunfó en Olim-pia; y no es necesario añadir que losjuegos olímpicos tienen coronas por pre-mio, pues todos lo saben.

Puesto que hay pocas premisas de co-sas necesarias en que se funden los si-logismos retóricos-^pues la mayoría delas cosas sobre que versan los juiciosy reflexiones admiten ser también deotro modo; porque las cosas sobre quese obra, se delibera o se considera, sontodas del orden de los hechos y ningu-na de ellas es, por así decirlo, necesa-ria—, las proposiciones sobre lo que ocu-rre con frecuencia y sobre las cosas ad-misibles es preciso deducirlas de otrastales, y las necesarias es preciso deducir-las de las necesarias—y esto nos resul-ta evidente por los Analíticos—; y esevidente que las premisas de que se for-man los entimemas, unas serán necesa-rias, la mayoría, con todo, serán de loque acostumbra suceder de ordinario,pues los entimemas se fundan sobre ve-rosimilitudes e indicios, de manera quees necesario que cada uno de estos seidentifique con su correspondiente.

IX) verosímil, por tanto, es lo que su-cede de ordinario, aunque no absoluta-mente como definen algunos, sino quese dice de las cosas que se admite pue-den ser de otra manera, siendo respectode aquello de quien es verosímil, lo quelo universal respecto de lo particular;pero de los indicios uno es como lo in-dividual respecto de lo universal, otro,

Page 12: Aristóteles - Retórica

1357 b/1358 a RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 2 121

como lo universal respecto de lo parti-cular. De estos, el necesario es argumen-to concluyente (1), el no necesario encambio no tiene denominación caracte-rística, según la distinción. Llamo nece-sarias a aquellas cosas de que nace elsilogismo; por eso es argumento conclu-yente él indicio que es necesario; puescuando se sospecha que no es admisi-ble refutar la proposición, entonces secree disponer de un argumento conclu-yente, por demostrado y llevado a tér-mino; pues «conclusión» y «fin» son lomismo en la lengua antigua (2).

De los indicios, unos son como lo in-dividual respecto de lo universal deesta manera: como si alguien dijera te-ner un indicio de que los sabios son jus-tos, porque Sócrates era sabio y era jus-to. Esto es ciertamente un indicio, perorechazable, aun cuando fuera verdad lodicho; pues es asilogístico. Otro géne-ro—de indicios—es necesario, como siuno dijera tener un indicio de que al-guien está, enfermo, porque tiene ca-lentura, o de que ha dado a luz porquetiene leche. Y este es el único indicioentre ellos que es argumento concluyen-te ; pues es el único que, de ser verdade-ro, no se puede refutar, otro es como louniversal respecto de lo particular, comosi alguien dijera: que es señal de quetiene calentura, el que respire dificulto-samente. Esto es refutable, aun cuandofuera verdad; pues también es posibleque jadee el que no tenga fiebre.

Qué es, pues, verosímil, qué indicio yaué argumento concluyente, y en qué sediferencian, lo he dicho ahora; pero másexplícitamente acerca de ello y por quécausa unos son asilogísticos y otros, encambio, encajan bien en el silogismo,se ha definido ya en los Analíticos.

Hemos dicho ya del ejemplo que • esuna inducción y sobre qué cosas se ve-rifica esta inducción; pero no es pro-posición que relacione la parte con eltodo, ni el todo con el todo, sino la par-te con la parte, lo semejante con lo se-mejante, pues cuando ambas proposicio-nes caen bajo el mismo género y unaes más conocida que la otra, hay ejem-

U) Tomo aquí la traducción que da Tovar—Inst. Est. Pol., Madrid, 1953—. El originalgriego ya significa, de suyo, testimonio o prue&a.

(2) Se refiere a la lengua jónica.

pío: como probar que Dionisio intentala tiranía, al pedir una escolta; puesya antes Pislstrato aspirando a ella pi-dió una escolta y, habiéndola obtenido,se hizo tirano, y también Teágenes enMegara; y así todos los conocidos juntosdan lugar al ejemplo de Dionisio, delcual aún no se sabe si realmente la pi-de por esto. Todas estas cosas quedanincluidas en el mismo universal: que,el que aspira a tiranía, pide una escol-ta personal.

Así pues, queda dicho de dónde pro-vienen los argumentos que se conside-ran apodícticos. Por su parte, la másimportante diferencia de los entimemas,y la más preterida por casi todos, estambién la de los silogismos, en el mé-todo dialéctico; pues unos de ellos son

| conformes al método retórico y al mé-todo dialéctico de los silogismos, otrossegún otras artes o disciplinas, unas yaexistentes, otras no totalmente conoci-das todavía; por esto están ocultas a losoyentes; y de ellas, las que más se to-can, según su manera, pasan por alto.Más claro resultaría lo dicho con unaexplicación más amplia.' Digo, pues, que son silogismos dialéc-

ticos y retóricos aquellos de quienes for-mulamos los tópicos; estos tópicos sonconceptos comunes sobre cuestiones dederecho y física, sobre cuestiones de po-lítica y de muchas ciencias que difie-ren en especie, como el tópico del másy del menos. Pues no será más concluirde este un silogismo o formular un en-timema en cuestiones de derecho que encuestiones de física o de otra cualquierciencia; aunque estas difieran en espe-cie; son en cambio específicas cuantasconclusiones deriven de las premisas entorno a cada especie y cada género,como ocurre que en cuestiones de fí-sica hay premisas de quienes no derivaningún silogismo ni entimema referiblea la ética, y en las premisas de esta lashay de quienes no se concluye ningúnentimema o silogismo referible a la fí-sica; y de manera semejante ocurre entodas las ciencias. Aquellos razonamien-tos no darán a nadie una sabiduríade tipo específico; pues no se refierena un objeto determinado; estas, en cam-bio, en la medida en que mejor se eli-gieren las premisas, dejarán formar, sin

Page 13: Aristóteles - Retórica

122 ARISTÓTELES.—OBRAS 1358 a/1359 a

sentirlo, otra ciencia distinta de la dia-léctica y la retórica; pues, si da con losprincipios, no será la ciencia ni dialéc-tica ni retórica, sino aquella de quienson propios los principios.

La mayoría de los entimemas son for-mulados a partir de estas especies par-ticulares y específicas, y menos de lascomunes. Pues igual que en los Tópi-cos, también aquí hay que distinguir enlos entimemas las especies y los tópi-cos de que hay que tomarlos. Llamo es-pecies a las premisas propias de cadagénero, tópicos a las que son comunessemejantemente a todos.

Primero, pues, hablemos sobre las es-pecies; pero antes señalemos los géne-ros de la retórica, cómo se dividen ycuántos son, y en ellos tomemos por se-parado los elementos y las premisas.

CAPITULO 3

CLASIFICACIÓN DE LA ORATORIA, ATEN-DIENDO AL OYENTE, Y PRIMERAS CARAC-

TERÍSTICAS DE CADA CLASE

Hay tres especies de retórica, según elnúmero; pues son fundamentalmenteotras tantas las clases de oyentes. Puesel discurso está compuesto de tres co-sas, el que perora, aquello sobre quehabla y aquel a quien habla, y al fin deldiscurso se refiere a este, es decir, aloyente. Necesariamente el oyente es oespectador o juez y, si juez, lo es o delas cosas sucedidas o de las que van asuceder. Hay quien juzga sobre las co-sas futuras como miembro de la asam-blea, y quien juzga sobre las cosas yasucedidas, como juez; y quien juzga dela capacidad: el espectador; de mane-ra que necesariamente resultan tres gé-neros de discursos retóricos: deliberati-vo, forense y demostrativo.

De la deliberación forman parte la ex-hortación y la disuasión; pues siempre,tanto los que aconsejan en asuntos pri-vados como los que hablan en públicosobre asuntos comunes, hacen una de es-tas dos cosas. Del pleito forman partela acusación y la defensa; pues es ne-cesario que los que pleitean hagan unade estas dos cosas. Del género demostra-

tivo forman parte el elogio y la cen-sura.

Los tiempos propios de cada uno deestos son: para el que delibera, el tiem-po futuro—pues aconseja sobre cosasque han de ser, exhortando o disuadien-do—; para el que juzga, el tiempo pa-sado—pues el uno acusa y el otro de-fiende sobre cosas realizadas—; para elgénero demostrativo, principalmente esel presente—pues todos elogian o censu-ran según cosas existentes, aunque mu-chas veces acuden al pasado recordandolo pretérito y vaticinando lo futuro.

El fin es distinto para cada uno deestos, y siendo tres los géneros, tres sonlos fines: el que delibera tiene como finlo provechoso y lo nocivo; pues el queexhorta aconseja lo mejor y el que di-suade, disuade de lo peor, y las demáscosas las añaden accesoriamente a esto,lo justo o lo injusto, lo hermoso o lofeo; los que juzgan tienen como fin lojusto y lo injusto, y las demás cosasestos las añaden a su vez accesoriamen-te a esto; los que elogian o censurantienen como fin lo hermoso y lo feo, ylas demás cosas las añaden también ellosa esto.

Esta es la señal de que el fin de cadauna es el dicho: que muchas veces nose disputará sobre otras cosas, sino so-bre el mismo fin, como el que juzga so-bre que no ocurrió o no causó daño;porque, que se comete injusticia, no loconfesaría; pues eso no sería ningunaespecie de justicia. De manera semejan-te, los que deliberan olvidan muchas ve-ces las demás cosas, pero jamás confe-sarían que aconsejan cosas inconvenien-tes o disuaden de cosas provechosas; yasí muchas veces no reflexionan sobreque no es ilegítimo reducir a esclavituda los pueblos vecinos y a los que ennada han faltado'a la justicia. Semejan-temente los que elogian y los que censu-ran no miran si aquel a quien aludenobró algo provechoso o nocivo, sino quemuchas veces ponen en su elogio a unoporque, habiendo preterido lo que le eraprovechoso, hizo algo hermoso, y así ala-ban a Aquiles porque vengó a su com-pañero Patroclo, sabiendo que conveniaque él muriese, pudiendo vivir; peropara este tal muerte era más hermosay el vivir tan sólo provechoso.

Page 14: Aristóteles - Retórica

1359 a/1359 b RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 4 123

De las cosas dichas resulta evidenteque, acerca de estas cosas, es necesariotener primero las premisas; pues losargumentos concluyentes, las verosimili-tudes y los indicios son premisas retó-ricas; porque, en absoluto, el silogismonace de las premisas y el entimema esun silogismo formado de las premisasdichas.

Y puesto que lo imposible no puedehaberse hecho, como tampoco ha de po-derse hacer en el futuro, sino solo loposible, y lo que no ha existido ni vaa existir tampoco ha sido hecho ni vaa ser hecho en el futuro, le es necesa-rio al que delibera, al que juzga y alque demuestra tener premisas acerca delo posible y lo imposible, tanto si hasido o no, como si ha de ser o no ha deser. Además, puesto que todos los queelogian o censuran, los que exhortan odisuaden y los que acusan y defiendenno solo procuran demostrar las cosas di-chas, sino también que lo bueno o lomalo, lo hermoso o lo feo, lo justo o 'oinjusto es grande o pequeño, bien ha-blando según las mismas cosas, biencomparando unas cosas con otras, es evi-dente que conviene disponer de premi-sas sobre la grandeza y la pequeñez,la mayoridad y la minoridad, universalo individualmente, como por ejemploqué bien es mayor o menor, o qué in-justicia es mayor o menor, o qué jus-ticia; y lo mismo respecto de las de-más cosas.

Se ha hablado ya, pues, de las cosasde que conviene tomar las premisas;después de esto hay que distinguir enparticular sobre cada una de estas co-sas, como sobre qué temas se hace deli-beración, y sobre cuáles los discursos de-mostrativos y, en tercer lugar, sobre quécosas son los juicios.

CAPITULO 4

LA ORATORIA DELIBERATIVA Y SUS TEMAS

Primero, pues, hay que comprender québienes o males aconseja el que delibe-ra, ya que no puede hacerlo en cual-quier cosa, sino en aquellas cosas que esadmisible hayan sucedido o no. Cuan-tas cosas necesariamente son o serán, es

imposible que sean o hayan sucedido,sobre todas* ellas no existe deliberación.Ni tampoco sobre todas las cosas posi-bles; pues hay algunas cosas buenasque lo son por naturaleza o suceden porazar, entre las que pueden existir o noexistir, en las cuales no reporta ningúnprovecho deliberar; pero es evidentesobre qué cosas se puede deliberar. Ta-les son todas cuantas cosas pueden pro-ducirse en nosotros y cuyo principiode existencia está en'nosotros; delibe-ramos, pues, hasta el límite en que ha-llamos si las cosas son posibles o im-posibles de hacer por nosotros.

Así pues, enumerar cuidadosamentecada cosa particular y dividir según es-pecies aquellas cosas sobre las que sole-mos deliberar y aún, en cuanto sea fac-tible, jerarquizarlas según la verdad, noes preciso inquirirlo en la presente oca-sión, porque no pertenece al arte retó-rico, sino a otro arte más Intelectual ymás especialmente dedicada al estudiode la verdad y, con mucho, le han con-cedido ahora a la retórica especulacio-nes más amplias que las que le son ca-racterísticas; pues lo que hemos venidoa decir primero, de que la retórica secompone de la ciencia analítica de unaparte y de la política en torno a lascostumbres de la otra, es verdad; y essemejante en parte a la dialéctica y enparte a los razonamientos sofísticos. Vcuanto más alguno intentara estructu-rar la dialéctica o la retórica, no comosaberes prácticos, sino como ciencias, de-jaría desmentida su naturaleza, al dis-poner cambiarla en ciencia de hechosobjetivos cualesquiera y no solo de ra-zones. Con todo, en cuanto es provecho-so distinguir—aueda además materia pa-ra la ciencia política—, hablemos de elloahora.

Aproximadamente, aquellas cosas so-bre que todos deliberan y sobre las quedisertan los que deliberan, son princi-palmente cinco: sobre los ingresos fisca-les, sobre la guerra y la paz, sobre ladefensa del país, sobre las importacionesy exportaciones y sobre la legislación.

Así pues, convendría que el que hade deliberar sobre los ingresos fiscales,conociera cuáles y cuántos son los re-cursos de la ciudad, para, si alguno hasido preterido, añadirlo y, si alguno es

Page 15: Aristóteles - Retórica

124 ARISTÓTELES.—OBRAS 1359 b/1360 a

pequeño, aumentarlo; ademas deberíaconocer los gastos de la misma ciudad,para, si alguno es superfluo, eliminarloy, si alguno es demasiado grande, men-guarlo ; pues no solo se hacen mas ricoslos que añaden a los haberes iniciales,sino también los que disminuyen losgastos. ESto no solo cabe comprenderlopor la experiencia de las cosas propias,sino que es menester haberlo indagadoen los inventos de otros en las delibera-ciones sobre estos asuntos.

En cuanto a la guerra y la paz, hayque conocer la fueza de la ciudad, cuán-ta es ya básicamente y cuánta puedellegar a ser, y qué tal es tanto la queya existe como la que es posible aña-dir ; y además cuáles fueron las guerrasque sostuvo la ciudad y cómo las peleó.No solo es necesario conocer estas cosasde la propia ciudad, sino de las ciuda-des vecinas también. Y con cuáles ofre-ce garantías el pelear, de manera quese mantenga la paz con las que sonmás fuertes y sea el guerrear con lasque lo son menos. Y hay que atender alas fuerzas, si son iguales o desiguales;pues también en ello cabe el excederseo el quedarse en menos. Y referente aesto, es necesario haber estudiado no so-lo las propias guerras, sino cómo se re-solvieron las de las otras ciudades;pues de cosas semejantes suelen natural-mente producirse circunstancias seme-jantes.

Además, en cuanto a la defensa delpaís, no se debe pasar por alto cómoestá custodiado, sino que es necesarioconocer la cantidad de la guarnición, ysu especie y los puntos en que estánlas defensas—y esto no es posible siuno no tiene conocimiento personal em-pírico del país—, para que si la guarni-ción es deficiente, sea reforzada y, sialguna es superflua, sea reducida y seguarden mejor los lugares favorables.

En cuanto al aprovisionamiento, quégasto es suficiente para la ciudad y cuáles el alimento que nace del mismo paísy cuál el importado, y de qué cosas con-viene hacer exportación y de cuáles im-portación, para que según ello se hagantratados y acuerdos comerciales; segúneso, a dos clases de ciudades sin tachaconviene guardar más, a las que son

más fuertes y a las que son más útilespara el comercio.

Para la seguridad del país es necesa-rio poder examinar todas estas cosas,pero no menos necesario es atender ala legislación; pues en las leyes estála salvación de la ciudad, de manera quees necesario conocer cuántas son las for-mas de gobierno, qué cosas convienen acada una y por qué causas se origina ladescomposición, sean estas mismas pro-pias del sistema mismo de gobierno,sean externas a él. Digo que se descom-ponen por causas internas porque, fue-ra del absolutamente mejor de los go-biernos, todos los demás se descomponenpor relajados o por excesivamente ten-sos; así ocurre con la democracia, queno solo se vuelve enfermiza al relajar-se, de manera que al fin viene a parara una oligarquía, sino que también en-ferma fuertemente por demasiado ten-sa; de la misma manera que la curva-tura y la forma chata no solo se rela-jan en cuanto tales al acercarse al justomedio, sino también se descomponen alhacerse fuertemente curvas o chatas laslíneas, de manera que aquello ya de nin-guna manera parece ser nariz.

Es útil para la legislación no solo com-prender qué forma de gobierno es mejoro conveniente, una vez estudiadas la¿formas pretéritas, sino también cono-cer las de las otras ciudades, y cuálesse adaptan mejor a cuáles. De maneraque resulta evidente que, de cara a lalegislación, son útiles los viajes alrede-dor de la tierra—pues allí se pueden co-nocer las leyes de los pueblos—, y, paralas deliberaciones políticas, los escritosde los que relatan los hechos de lospueblos; pero todas estas cosas son ob-jeto de la política, no de la retórica.

Estas son las cosas más importantessobre las cuales debe apoyar sus premi-sas el que va a deliberar; digamos denuevo en estas y en otras cosas, sobrequé conviene exhortar o disuadir.

CAPITULO 5

LA FELICIDAD: ASPECTOS, DEFINICIONES

Casi para cada hombre en particulary para todos en común existe una metaen función de la cual se eligen o recha-

Page 16: Aristóteles - Retórica

1360 b/1361 a RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 5 125

zan las cosas; y esto es, diciéndolo ta-xativamente, la felicidad y sus diversosaspectos. De manera que, en forma deejemplo, definamos qué es, hablando ge-néricamente, la felicidad y de qué cosasse nutren sus diversos aspectos: puesen torno a ella y a las cosas que a ellatienden y a las que le son contrarias,giran las exhortaciones y las disuasio-nes ; porque las cosas que la preparan,directamente a ella misma o a alguno desus aspectos, o la hacen mayor en lugarde disminuirla, conviene ponerlas enpráctica. Y las cosas que la destruyen ola dificultan o que producen lo contrariode ella, no conviene hacerlas.

Sea, pues, la felicidad un bien obrarvirtuoso, o una independencia en losmedios de vida, o una vida más placen-tera con estabilidad, o una abundanciade cosas y personas, con la facultad deconservarlas y usar de ellas; pues casitodos confiesan que una o la mayoríade estas cosas es la felicidad.

Si, pues, esto es la felicidad, es me-nester sean partes o aspectos de ella lanobleza de cuna, la amistad con muchos,la amistad provechosa, la riqueza, labuena y múltiple procreación de los hi-jos, la buena vejez, y además las vir-tudes del cuerpo, como la salud, belleza,fuerza, estatura, habilidad para la com-petición deportiva, la gloria, el honor,la buena suerte, la virtud—o sus dife-rentes clases, la prudencia, la fortaleza,la justicia, la templanza—; pues, deesta manera, de poseer uno los bienesque tiene en sí y los de fuera de sí, po-drá ser absolutamente independiente;pues no hay otros bienes fuera de estos.Están en uno mismo los bienes del almay los del cuerpo, y fuera, la nobleza,los amigos, las riquezas, el honor. Cree-mos que a esto hay que añadir el po-seer facultades y buena suerte; pues asíla vida podrá, ser absolutamente segura.Definamos ahora, de manera semejante,qué es también cada una de estas co-sas.

Nobleza es que una raza o una ciu-dad sea indígena o antigua, y que losprimeros gobernantes hayan sido ilus-tres y que hayan nacido de ella muchoshombres célebres, según los que han si-do emulados; en particular, nobleza esel buen nacimiento por ascendencia mas-culina y femenina, y absolutamente le-

gítimo por ambas rumas y, al Igual queen la ciudad, que los antepasados seanconocidos por la virtud, la riqueza uotra cualquiera de las cosas estimadas ytener muchas personas distinguidas enla familia, hombres y mujeres, jóvenesy viejos.

La buena y múltiple procreación noes cosa oscura; pues la posee la comu-nidad cuando tiene una juventud nume-rosa y buena, buena según la virtud delcuerpo, como lo es la estatura, la belle-za, la fuerza, la habilidad para la com-petición deportiva; y buena en las vir-tudes del alma del joven, como la pru-dencia y la fortaleza. En particular, labuena y múltiple procreación consiste entener muchos hijos propios y excelentes,tanto hembras como varones; en lasmujeres es virtud del cuerpo la belle-za y la estatura, del alma la templanzay el amor al trabajo, pero sin servilis-mo, semejantemente, en privado y enpúblico, y tanto en los hombres comoen las mujeres, hay que procurar existacada una de estas cualidades; puescuantos reciben daños de las mujeres,conio los Lacedemonios, apenas son feli-ces en una mitad.

Son partes de la riqueza la abundanciade dinero, de posesiones territoriales, laposesión de mobiliario, esclavos y gana-dos que se distingan por su abundancia,su tamaño y su belleza; pues todas es-tas cosas son seguridad, libertad y bien.Los bienes más útiles son los fructífe-ros, pero los más propios del ser libreson los que sirven para disfrutar; llamofructíferos los bienes de quienes se ob-tienen ingresos, y de puro goce aquellosde que nada proviene digno de decirse,en el orden de la utilidad. La definiciónde seguridad es la posesión actual dealgo, y de manera que, según el propiogusto, se pueda hacer uso de la capaci-dad utilitaria de aquéllo que se posee;definición de cosas propias es cuan-do está en uno mismo el enajenar-las o no; llamo enajenación a la dona-ción y a la venta. En general el ser ricoconsiste más en el gozar que en el po-seer; pues la efectividad de estas cosasy su uso es la riqueza.

La buena fama consiste en ser tenidocomo virtuoso por todos o poseer algo

Page 17: Aristóteles - Retórica

126 ARISTÓTELES.—OBRAS 1361 a/1361 b

a que todos, o los más, o los buenoso los prudentes aspiran.

La honra es signo de reputación debuenas obras, pues son honrados justay principalmente los que han obrado elbien, pero no es honrado el que sólopuede obrar el bien; la buena acción esla que se dirige a la salvación de la vidao sus causas, o a la adquisición de ri-queza, o a la de cualesquiera de los de-más bienes, cuya adquisición no es fá-cil, bien en general, bien aquí o en untiempo dado; pues muchos alcanzanhonra por cosas que parecen pequeñas,pero las verdaderas causas son los luga-res o las ocasiones. Aspectos de la hon-ra son los sacrificios, las conmemora-ciones en verso y en prosa, los privile-gios, los recintos sagrados, presidencias,sepulcros, imágenes, subsidios públicos;y, según las costumbres bárbaras, laspostraciones y los arrobamientos; y losdones que según las diversas gentes sonestimados. Y puesto que el don es entre-ga de una posesión y signo de una hon-ra, por eso los avariciosos y los vanido-sos aspiran a ellos; pues para ambosrepresenta lo que desean: porque es pro-piedad, que es a lo que tienden los ava-riciosos, y representa honra, que es loque apetecen los codiciosos de hono-res.

Virtud del cuerpo es la salud y estaconsiste en poder servirse del cuerposin enfermedad; pues muchos están sa-nos, como se dice de Heródico, a quie-nes nadie juzgaría felices por su salud,porque carecen de todas las cosas huma-nas o de la mayoría de ellas (1).

La belleza es distinta según cada edad.Pues la belleza del joven es tener elcuerpo dispuesto para los esfuerzos, tan-to los de la carrera como los de la fuer-za, siendo agradable verlos como espec-táculo; por esto los vencedores del pen-tatlos son los más hermosos (2), por-que están naturalmente dotados para lafuerza y para la velocidad juntamente.La belleza del hombre maduro mira a

(1) Heródico de Selimbria fue un médico,maestro de Hipócrates, durísimo e incómodo ensus prescripciones regimentales y gimnásticas.Habla también áe él Platón en la República,III.

(2) El pentatlos era un ejercicio atlético quecomprendía cinco juegos: salto, carrera, disco,dardo y pugilato.

.os trabajos de la guerra y tiende aproducir agrado pareciendo tener algode muy temible. La del anciano es po-seer la suficiente aptitud para los traba-jos indispensables y vivir sin pena por10 tener aquello por cuya causa la ve-jez se siente menospreciada.

Fuerza es la capacidad de mover aotro según la propia voluntad; y nece-sariamente ha de ser mover a otro o bienarrastrándolo, o bien empujándolo, o le-vantándolo, o agarrándolo o comprimién-dolo, de manera que el fuerte lo es pa-ra todas o para algunas de estas cosas.La virtud de la grandeza está en sobre-salir entre todos en altura, grosor y an-chuia, en tal medida que los movimien-tos no resulten demasiado pesados porel exceso. La habilidad del cuerpo parala competición deportiva consta de gran-deza, fuerza y agilidad—pues tambiénel ágil es fuerte^; porque el que pue-de impulsar las piernas de tal manera ymoverlas rápidamente y a grandes zan-cadas, es buen corredor; y el que pue-de apretar y sujetar es buen luchador;y el que puede lanzar lejos de BÍ a otrode un golpe, es buen púgil; y el quepuede ambas cosas, buen luchador depancracio; y el que puede en todas,buen pentalista.

Vejez buena es la vejez buena y sindolor; porque no es feliz anciano elque envejece rápidamente, ni el que lohace lenta pero dolorosamente. Esto de-pende de las virtudes del cuerpo y de lasuerte; pues el que no es sano ni fuer-te no estará sin dolor, y el que no tie-ne penalidades y puede disfrutar largavida, la soportaría con paciencia, sinla suerte. Existe, aparte de la fuerza yla salud, otra potencia de vida larga;porque muchos, sin las virtudes corpora-les, viven larga vida; pero esta minimi-zación no es de ninguna utilidad paralo que pretendemos ahora.

La amistad múltiple y provechosa noes difícil de comprender, una vez se ha-ya definido qué es un amigo, porque ami-go es el que es autor de aquellas cosasque cree son buenas para el otro, he-chas por causa de este otro. Aquel aquien rodean muchos de estos, tiene mu-chos amigos, y aquel a quien asi rodeanhombres honestos, tiene buenos ami-gos.

Existe la buena suerte cuando, de los

Page 18: Aristóteles - Retórica

1362 a/1362 b RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 6 127

bienes de que es causa la fortuna, levienen a uno todos, la mayoría o los ma-yores. La suerte es causa de algunas

I cosas de que también son causa las ar-í tes, y de muchas cosas que nada tienen} que ver con el arte, como aquellas de| que es causa la naturaleza; es posibleI también que se den cosas al margen

de la naturaleza; pues puede ser causade la salud un arte, y de la belleza yla grandeza puede ser causa la natura-leza. En general proceden de la buenasuerte aquellos bienes de que se tieneenvidia. También la buena suerte escausa de bienes impensados, como si,siendo los demás hermanos feos, unoresulta hermoso; o que los otros novieron el tesoro y uno lo halló; o si laflecha hirió al más cercano y no a este;o si un día no vino, siendo siempre elúnico que venía, y los que vinieron unavez perecieron; pues todas estas cosasparecen ser de buena suerte.

En cuanto a la virtud, puesto que esel tópico más apropiado para las ala-banzas, cuando tratemos de la alaban-za, entonces la definiremos.

CAPITULO 6

SOBRE LOS TÓPICOS EN TORNO AL BIENY LO CONVENIENTE. DEFINICIONES DELBIEN, CATALOGO DE BIENES Y TÓPICOS

SOBRE BIENES DISCUTIBLES

Así pues, en qué cosas convenga fijesu atención el que exhorta, sea comofuturas, .sea como existentes, y en quécosas debe hacerlo el que disuade, estáclaro—para estos, pues son los contra-rios de aquellas—; pero, puesto que alque delibera se le presenta como fin loconveniente, pues delibera no sobre elfin, sino sobre aquello que conduce alfin; y estas cosas son convenientes se-gún las acciones, y lo conveniente esbueno; por todo esto, debemos definiren absoluto los elementos del bien y loconveniente.

Sea, pues, bueno aquello que es ele-gible por sí mismo y aquello por razónde lo cual elegimos otra cosa; y aquelloa que aspiran todas las cosas, las quetienen sentido o razón y las que, si pu-dieran, alcanzarían la razón; y cuantas

cosas la razón concedería a cada uno ycuantas cosas la razón individual de ca-da persona le concedería a cada uno,esto es para cada uno el bien; y tam-bién aquello con cuya presencia se sien-te uno en buena disposición de ánimoe independiente; y lo suficiente; lo queconserva o crea tales bienes y aquellode que se siguen tales cosas; y tambiénlos impedimentos de las cosas contra-rias a estos bienes y lo que destruye es-tas cosas contrarias.

Lo que es consecuencia de algo, sesigue de ello de dos maneras: o biensimultáneamente, o bien después; co-mo al aprender le sigue luego el saber,y al tener salud le sigue simultáneamen-te el vivir. Y las cosas que producen al-go, se pueden catalogar bajo tres as-pectos : uno, como el tener salud da lu-gar a la salud; otro, como los alimen-tos producen la salud; el tercero, comoel hacer gimnasia que, como cosa ordi-naria, produce salud. Supuestas estas co-sas, es necesario que las adquisicionesde los bienes sean buenas y también losean las pérdidas de los males; puesacompaña a lo primero el que no hayaen ello simultáneamente ningún mal, ya lo segundo el poseer un bien después.Y también lo es la adquisición de unbien mayor en lugar de uno menor y deun mal menor en lugar de uno mayor;pues en cuanto lo mayor supera a lomenor, en tanto se sigue adquisición deluno y pérdida del otro. También es nece-sario que las virtudes sean un bien;pues, en proporción a ellas son bien con-siderados los que las poseen, y son crea-doras y hacedoras de bienes. Aparte he-mos de decir sobre cada una de ellasqué es y cómo se manifiesta. Tambiénel placer es un bien: porque todos losvivientes tienden a él por su misma na-turaleza. Así pues, las cosas placente-ras y las cosas hermosas es necesarioque sean un bien; porque aquellas pro-ducen placer, y de las cosas hermosasunas son placenteras y otras son desea-bles por si mismas.

Para enumerarlos de uno en uno, esnecesario considerar como bienes los si-guientes: la felicidad, porque es cosapor sí misma deseable y suficiente, ypor causa de ella son deseables muchascesas. La justicia, la fortaleza, la tem-

Page 19: Aristóteles - Retórica

128 ARISTÓTELES.—OBRAS 1362 b/1363 a

planza, la magnanimidad, la munificen-cia y los demás hábitos tales; pues sonvirtudes del alma. También la salud yla hermosura, y las cosas semejantes;porque son virtudes del cuerpo y crea-doras de muchos bienes, como la saludque lo es del placer y del vivir; por locual parece ser lo mejor, porque es cau-sa de dos cosas mucho más estimadaspor todos, a saber, del placer y del vi-vir. La riqueza: porque es la virtud dela posesión y causa de muchos bienes.El amigo y la amistad: porque tam-bién el amigo es estimable por sí mismoy origen de muchos bienes, y los acom-paña, de ordinario, ei poseer aquellas co-sas por las que son honrados. La capa-cidad de hablar y de obrar: pues todasestas cosas son fuente de bienes. Ade-más lo son el talento, la memoria, lafacilidad para aprender, la agudeza, to-das estas cosas: porque aun las mis-mas facultades son origen de bienes. Yel vivir: pues aun cuando no vinieracon él otro bien alguno, es deseable porsí mismo. Y lo justo: pues es algo con-veniente- a la comunidad.

Así pues, casi generalmente todas es-tas cosas son consideradas como bie-nes; en las cosas discutidas, los razona-mientos se pueden deducir de lo quesigue: aquello cuyo contrario es un mal,es un bien; también aquello cuyo con-trario conviene a los enemigos; porejemplo, si el ser cobarde conviene so-bre todo a los enemigos, es evidente queel valor es sobre todo útil a los ciudada-nos. Y, en general, parece útil lo con-trario de aquello que quieren los enemi-gos o de que se alegran; por eso se hadicho:

sería como para que se alegrara Priamo...

Esto no siempre es así, sino de ordi-nario; pues nada impide que algunasveces les convenga lo mismo a los con-trarios; de donde se dice que los ma-les unen a los hombres, cuando una mis-ma cosa es perjudicial para unos y otros.También lo que no es exagerado es unbien y lo que es mayor de lo que con-viene es un mal. También lo es aquellopor cuya causa se ha hecho un granesfuerzo o mucho gasto; pues es ya unbien en apariencia y se toma este comotérmino o fin, y fin de muchos esfuer-

zos; y el fin es un bien. De donde sedijo aquello:

para que Priamo pudiera jactarse,

vergonzoso ciertamente y duradero sería esperar;

y el proverbio: «junto a la puerta, rom-per la tinaja». Y aquello a que muchosaspiran y lo que parece motivo de com-petición, también lo es; porque aque-llo a que todos tienden decíamos queera un bien, y los muchos aparece o va-le aquí como todos. Y lo que es alaba-do: porque nadie elogia lo que no esbueno. Y también lo que alaban losenemigos o los malos: porque es comosi todos lo confesaran unánimemente,cuando también lo hacen los que sufrenel daño; pues lo confesarán como evi-dente, como que son malos aquellos aquienes censuran los amigos y aquellosa quienes los enemigos no censuran. Poreso los corintios se sintieron ofendidospor Simónides (1), cuando escribió este:

A los corintios no los reprende Dión.

Y lo que alguien de entre los pruden-tes, de los hombres o de las mujeres bue-nos, prefiere, también es bueno, comoUlises, favorito de Atenea, o Teseo, fa-vorito de Helena, y Alejandro, de losdioses, y Aquiles, de Homero. Y, en ge-neral, son buenas las cosas preferibles.Porque cualquiera prefiere hacer las co-sas dichas, las malas a los enemigos, lasbuenas a los amigos y las posibles tam-bién a estos. Estas cosas posibles son dedos clases, las que pueden ocurrir y lasque fácilmente ocurren. Son fáciles todaslas que pueden acontecer sin peña o enbreve tiempo; pues lo difícil se defineo por la penalidad que lleva o por elexceso de tiempo que supone. Tambiénlas cosas que suceden como uno quiereson buenas; porque uno quiere lo queno es malo o lo que es menos malo queel bien; y esto será asi si la pena pasainadvertida o es pequeña. Y las cosaspropias, y las que no posee nadie, y las

(1) Simónides de Ceo fue un poeta líricode los que A. Hanser llama poetas al serviciode la nobleza, en las cortes de los tiranos, eneste caso Pislstrato de Atenas, siglo vi a. C. Elverso acusa a los corintios de traidores a supatria.

Page 20: Aristóteles - Retórica

1363 a/1363 b RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 7 129

cosas extraordinarias; porque así conellas es mayor la honra. Y las cosas con-venientes a cada uno; y tales son lascosas adecuadas a cada uno según sulinaje o sus facultades, y aquellas cosasde que cada uno conoce tener falta, porpequeñas que sean; pues no se deseamenos poner esto por obra. Y las cosasfáciles de realizar, porque son posiblesen cuanto fáciles; y son de fácil reali-zación las cosas de las que todos hansalido bien, o la mayoría, o los que soniguales que uno o bien inferiores. Tam-bién aquellas cosas para las que se estánaturalmente dotado o de las que se tie-ne experiencia; porque uno imagina queserá fácil salir bien de ellas. Y las co-sas que no haría ningún hombre per-verso, porque son más laudables. Y to-das aquellas cosas que ocurre desear,porque no solo aparece agradable, sinotambién mejor. Y, por encima de todo,cada uno prefiere las cosas a que éltiende, así los amantes del triunfo pre-ferirán la victoria, y para los amantesde la honra será el honor el bien pre-ferible, y para los que apetecen rique-zas serán estas, y para los demás de lamisma manera.

En lo que se refiere, pues, a lo bueno ya lo conveniente, es de aquí de dondehay que tomar los argumentos retóricos.

CAPITULO 7

SOBRE LOS GRADOS Y CRITERIOS DEL BIENY LO CONVENIENTE

Pero, puesto que muchas veces, aunhabiendo acuerdo en la conveniencia dedos cosas, se disputa sobre cuál de lasdos es más conveniente, deberíamos tra-tar a continuación del mayor bien y delo que más conviene. Sea lo que sobre-sale sobre algo lo que es tanto comoaquello y algo más, y lo que ha sido su-perado sea lo que queda como funda-mento. Lo mayor y lo más lo son siem-pre en relación a un menos; lo gran-de y lo pequeño, lo mucho y lo pocolo son respecto de la medida de lo queabunda o es corriente; y sobresale logrande y queda atrás lo pequeño y deigual manera lo mucho y lo poco.

Así pues, dado que llamamos bueno lo

ARISTOTILTS.— 5

deseable en sí mismo, y por sí mismo yno a causa de otro, y aquello a que todoser tiende y lo que elegiría cualquieraque tuviera razón y prudencia, y lo quecrea y conserva el bien, o aquellas co-sas que se siguen del bien—porque aque-llo por cuya causa algo es, es fin, y fines aquello por causa de lo cual son lasdemás cosas; y para cada uno es bienaquello que a él le hace feliz en estascosas—; supuesto todo esto, es necesa-rio que lo plural, obtenido por suma delo uno y lo menos, sea mayor bien quelo uno o lo menos: porque está, por en-cima y lo que estaba como base ha sidosuperado.

Y si lo máximo en un orden está porencima de lo máximo en otro orden, lascosas aquellas están por encima de es-tas; y, si todas aquellas cosas superana estas, también su máximo supera almáximo de estas. Por ejemplo: si elvarón mayor es mayor que la mayorde las mujeres, también en general loshombres son mayores que las mujeres;y, si los varones en general son mayoresque las mujeres, también el varón ma-yor será, mayor que la mayor de las mu-jeres; pues las superioridades de losgéneros son análogas, como también lasde los máximos dentro de ellas.

Y, cuando una cosa es consecuenciade otra, pero no esta de aquella, la con-secuencia se da o bien simultáneamen-te a ella, o bien consiguientemente aella o está en ella en potencia, porqueel uso del consiguiente queda fundamen-tado en el otro término. Así, el vivir sesigue simultáneamente del tener salud,con posterioridad el saber se sigue delaprender, y, en potencia, del robo sacri-lego se sigue el hurto, pues el que harobado algo de un templo, bien puedetambién hurtar fuera de él.

Y lo que excede a lo que es mayorque' algo, es mayor que esto mayor;porque necesariamente está, también porencima de lo que es mayor. Y lo quehace que un bien sea mayor que otro,es mayor que él; porque esto es lo quellamábamos ser algo autor o causa dealgo mayor. Y de igual manera aquellocuya causa es mayor es también ma-yor; porque, si la salud es más prefe-rible que lo agradable, también es ma-yor bien, y la salud es mayor bien que

Page 21: Aristóteles - Retórica

130 ARISTÓTELES.—OBRAS 1364 a/1364 b

el placer. Y lo que es deseable por símismo es mayor que lo que no lo espor sí; por ejemplo, la fuerza es asímayor que la salud, porque la salud nose desea por sí misma y aquella sí, locual decíamos era el bien. También siuna cosa puede ser fin y otra no; puesesta última es deneable a causa de otracosa, y aquel lo es por sí mismo, como elhacer gimnasia, que es deseable con elfin de que el cuerpo esté bien.

También es mayor lo que necesita me-nos de otro o de otras cosas, porquees más independiente o suficiente; ynecesita menos el que precisa de cosasmenores o más fáciles. Y cuando estono existe sin otra cosa o no puede ve-nir a ser sin ella, mientras lo otro, encambio, existe sin esto; porque es másindependiente lo que no necesita de otro,de manera que con claridad parece ma-yor bien.

También es mayor bien si una cosaes principio y la otra no lo es, por lamisma razón; porque sin causa ni prin-cipio nada puede ser ni venir a ser. Yde dos principios, lo que procede del ma-yor es mayor, y entre dos causas esmayor lo que procede de la causa ma-yor. Y al revés, entre dos principios esmayor el principio de la mayor, y entredos causas es mayor la causa de lo ma-yor. Es evidente, pues, por las cosasdichas, que lo mayor puede aparecer talde dos maneras; porque, si una cosaes principio y otra no, aquella pareceráser mayor, y también si una no lo esy la otra sí; porque aquella puede sermayor fin que no principio esta; comodijo Leodamas (1) acusando a Calís-trato, que el que induce a hacer algomalo comete mayor injusticia que elque lo lleva a término; porque no secometería el mal si no hubiera quienindujera a cometerlo; y dice al revés,acusando a Cabrias, que comete mayorinjusticia el que comete el mal que elque lo sugiere; porque el mal no ven-dría a existir si no existiera el autor;pues por esto precisamente se induce,para que se cometa.

También es mayor bien lo que es másraro que lo frecuente, como el oro es ma-

(1) Orador, discípulo de Isócrates. Su cro-nología exacta, respecto de los hechos políticoscon que parece relacionado, es problemática.

yor bien que el hierro, siendo más inútil;pues su posesión es de categoría supe-rior, porque es más difícil. De otramanera es mayor bien lo abundante quelo raro, porque es de cuantía superiorsu utilidad; porque el muchas veces essuperior al pocas veces; de donde sedice:

lo mejor es e! agua.

Y en general es mayor bien lo másdifícil que lo más iácil; porque es másraro. En otro sentido es mayor lo másfácil que lo más difícil: porque se nosda como queremos.

También es mayor bien aquello cuyocontrario es mayor mal y también lo essu privación. Y la virtud es mayor bienque la carencia de ella, y el vicio usmayor que su falta; pues aquellos sonfines y las carencias no lo son. Y aque-llas cosas cuyas obras son más hermo-sas o más feas son mayores, puesto quesegún las causas y los principios asíson las consecuencias, y según son lasconsecuencias así son también las cau-sas y los principios.

Y son mayores también aquellas cosascuya superioridad es más deseable o máshermosa; así, por ejemplo, el ver conagudeza es más deseable que el olerbien; porque la vista es más hermosaque el olfato; y el que ama a los ami-gos es más hermoso que el que ama lasriquezas, de manera que el amor a losamigos es mayor que el amor a las ri-quezas. Y recíprocamente, los excesosde las cosas mejores son mejores, y losexcesos de las cosas más hermosas sonmás bellos.

También son mayor bien aquellas co-sas cuyo deseo es niás hermoso o mejor;pues los apetitos mayores se dirigen acosas mayores. Y las apetencias de lascosas más bellas o mejores, son mejoresy más hermosas, por la misma razón.

Y aquellas cosas cuyas ciencias sonmás hermosas o más importantes, tam-bién ellas son más hermosas y más im-portantes; porque, según es la ciencia,es lo verdadero; pues cada una dominalo que le es propio. Y análogamente, porla misma razón, las ciencias de las cosasmás importantes y más hermosa.s sontambién más importantes y más bellas.

Y lo que juzgarían o hayan podido juz-

Page 22: Aristóteles - Retórica

1364 b/1365 a RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 7 131

gar los discretos, sean todos, o el vul-go, o la mayoría, o los mejores, comobueno o mayor, es preciso que sea así,o simplemente o porque juzgaron segúndiscreción. Esto es común en la medidade las demás cosas; pues el qué, elcuánto y el cómo son tal como puedendecir la ciencia y la discreción. Con to-do, ya lo hemos dicho al hablar de losbienes; porque hemos dado como defini-ción que el bien era aquello que todoel que hubiere recibido el don de la dis-creción escogería para sí; así pues, esevidente que es mayor lo que la discre-ción considera que es más.

También es mayor bien lo que existeen los mejores, sea simplemente, sea encuanto mejores; por ejemplo, el valorque es mayor que la fuerza. Y aquelloque elegiría el mejor, o simplemente oen cuanto mejor; por ejemplo, ser víc-tima de una injusticia antes que come-terla; porque esto es lo que elegiría elmás justo.

Lo más placentero es mayor que lomenos placentero; porque todos persi-guen el placer y se mueven o afanan porcausa del gozar mismo, y en estos tér-minos se ha definido el bien y el fin; yes más agradable lo que supone menosdolor y es agradable durante más largotiempo. Y lo más bello es mayor bienque lo menos bello; pues lo hermoso esagradable o es deseable por sí mismo.Y aquellas cosas de las que más se quie-re ser causa, bien para uno mismo bienpara los amigos, son bienes mayores, ycuanto menos se quieren son males ma-yores.

Y las cosas más duraderas son mejo-res que las más efímeras, y las más se-guras mejores que las más tornadizas;pues el provecho de las unas en eltiempo, supera al de las otras en eldeseo; pues mientras unas son desea-das, resulta mayor la utilidad de lasotras que son seguras.

Si de las correlaciones y de las for-mas de flexión semejantes se siguenunas determinadas cosas, también se si-guen de igual modo las demás; porejemplo: si valerosamente es más belloy más deseable que prudentemente, tam-bién el valor es preferible a la pruden-cia y el ser valiente al ser prudente.

También lo que todos prefieren es me-

jor que lo que no prefieren todos. Y loque quieren los más es mejor que lo quequieren los menos; pues definimos erabueno aquello a que todos aspiran, demanera que será mejor aquello a que as-piran más. Y también lo que así con-sideran los enemigos, o los contradicto-res, o los que juzgan calificadamente oaquellos a quienes estos designan, pueslo uno es como si lo dijeran todos; lootro es como si lo dijeran los que sonprimeras figuras en el juicio y los quesaben.

Unas veces es mejor aquello de quetodos participan: porque no participarde ello se considera deshonra; otras ve-ces es mejor participar de aquello deque nadie o pocos participan: porquees más raro. Y son mejores las cosasmás dignas de elogio, porque son máshermosas. Y de igua! manera son mejo-res aquellos cuyos honores son mayores;porque el honor es como cierto valor.Y son mejores aquellas cosas cuya defi-ciencia lleva consigo mayores castigos.Y las que son mayores que las reconoci-das como grandes o que parecen serlo.

Las cosas divididas según sus partesparecen ellas mismas mayores; porqueparecen ser más. grandes; de donde diceel poeta que Meleagro fue movido a lu-char, diciéndole:

Cuántos males les sobrevienen a los hombres[cuya capital es saqueada:

las gentes son muertas, el fuego aniquila la[ciudad,

gentes extrañas se llevan a los hijos... (1).

También el sintetizarlas y el estruc-turarlas engrandece las cosas, como diceEpicarmo (2), por el mismo motivo quelo hace el análisis: y esto es porque lasíntesis demuestra mucha superioridad;y porque así aparece aquello como prin-cipio y causa de grandes cosas.

Supuesto que lo más difícil y lo másraro es mayor bien, también las circuns-tancias, las edades, los lugares, los tiem-pos y las posibilidades engrandecen;pues, si eso es así, a causa de la capaci-dad, de la edad y de otras cosas seme-jantes, y si es así aquí o allí nacerá

(1) Ilíada, IX, 692-594.(2) Por Plutarco se tienen noticias de un

diálogo sobre el engrandecimiento retórico, unode cuyos interlocutores es Epicarmo.

Page 23: Aristóteles - Retórica

132 ARISTÓTELES.—OBRAS 1365 a/1365 b

grandeza de lo bello, de lo bueno, de lojusto y de sus contrarios; de donde elepigrama al vencedor olímpico:

Antes, llevando en mis dos hombros una rudaIcollada,

llevaba pescado desde Argos a Tegea U).

E Ifícrates se ensalzaba a sí mismo,diciendo a partir de qué estado se habíaelevado a tanto. Y lo que nace y cre-ce por sí es superior, a lo adquirido, por-que es más difícil. De donde dice elpoeta:

yo soy autodidacta (2).

De lo grande es mayor bien la partemás grande; así Pericles dice en su dis-curso funerario que le ha sido arreba-tada a la ciudad la juventud, como si sele hubiera arrancado al año la prima-vera. Y es mayor bien lo que es útilen una necesidad mayor, como lo quees útil en la ancianidad o en las enfer-medades. Y de dos cosas es mayor bienla más cercana al fin. Y lo que lo espara uno mismo y en absoluto. Y mejorlo posible que lo imposible; pues louno es posible para alguien, lo otro no.Y las cosas oue miran al fin de la vida,porque son más fin las cosas que se re-fieren al fin.

También lo que es conforme a la ver-dad es mejor que lo que es conforme ala simple opinión. Porque la definiciónde lo que se conforma a opinión es quelo que es opinable, si tuviera que que-dar oculto, quizá no se elegiría. Por eso.parecería ser más deseable recibir be-neficios que hacerlos; porque aquello,aunque quedara oculto, se elegiría; pe-ro, el hacer bien a escondidas no pa-rece fuera a elegirse. Y son mejores to-das cuantas cosas se quiere ser o quesean, que parecer o que parezcan; por-que son más conformes con la verdad.Por eso dicen que la justicia es peque-ño bien, porque allí es preferible pare-cer que ser; pero no ocurre así en cuan-to al estar sano.

También es mejor lo que es más útilpara muchas cosas, por ejemplo, lo quelo es para vivir, para vivir bien y para

(1) Es de Simónides este epigrama. Véasela nota de la pág. 126.

(2) Odisea, XXII, 347.

el placer y para realizar cosas bellas.Por eso la riqueza y la salud parecenser el mayor bien; pues contienen todasestas cosas. También lo es lo que con-lleva menos dolor y lo que se da con pla-cer; porque es más que un bien solo,ya que se considera un bien el placery otro bien la carencia de penalidad. Yde dos cosas es mayor bien aquello que,añadido a sí mismo, hace mayor el todo.Y es mejor lo que, al estar presente, nose oculta, que lo que no se deja sen-tir; porque aquellas cosas tienden a laverdad. Por lo cual puede parecer ma-yor bien el ser rico que el ser tenidopor tal. Y lo que es preferible, para unossolo, para otros, con oirás cosas. Por esono es igual daño que uno ciegue a untuerto, a que lo haga en un ojo al quetiene aún dos; porque al primero le pri-va de un bien más amado.

Hemos, pues, hablado, casi del todoya, de las cosas de que conviene sacarlos argumentos para la exhortación ypara la disuasión.

CAPITULO 8

SOBRE LA IMPORTANCIA DE CONOCER LASFORMAS POLÍTICAS EN LA ORATORIA

DELIBERATIVA Y ALGUNAS NOCIONESELEMENTALES

Lo más valioso y lo más importantede todo para poder persuadir y aconse-jar bien, es el conocer todas las formasde gobierno y discernir las peculiarida-des, lo normativo y lo conveniente decada una. Porque todos se dejan persua-dir por lo conveniente y lo que convienees conservar la forma de gobierno. Ade-más es soberana la manifestación delseñor, y la soberanía se divide según lasformas de gobierno; porque cuantas sonlas formas de gobierno tantas son lasde soberanía.

Las formas de gobierno son cuatro:democracia, oligarquía, aristocracia ymonarquía; de manera que la sobera-nía y la instancia suprema pueden es-tar en parte de los ciudadanos o en latotalidad.

La democracia es una forma de go-bierno, en que las cargas se repartenpor sorteo; oligarquía, aquella en que

Page 24: Aristóteles - Retórica

1365 b/1366 b RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 9 133

se reparten según ia valia de la fortunade cada uno; aristocracia, aquella enque se reparten según la educación oformación; y llamo educación a la quedetermina la ley : porque los que son fie-les a las normas, son los que mandan enla aristacracia. Y es necesario que estosden muestras de ser los mejores, dedonde esta forma de gobierno tomó sunombre. Monarquía es, según dice elnombre, aquella forma de gobierno enque uno solo es señor de todas las co-sas ; dentro de ellas, lo que guarda cier-to orden, es reino; la que es ilimitada,es tiranía.

No conviene se olvide el fin de cadai una de las formas de gobierno; pues

los que desempeñan sus funciones sonelegidos teniendo en cuenta el fin. Elfin de la democracia es la libertad; elde la oligarquía, la riqueza; de la aris-tocracia, las cosas que dicen reacción <umundo de la formación y la norma;de la tiranía, la guardia personal. Así,pues, es evidente que hay que distinguir,de cara al fin de cada una, las peculia-ridades, normas v conveniencias, puestoque los que ocupan sus magistraturasson elegidos en función del fin.

Puesto que los argumentos cobranfuerza no solo por discurso demostrati-vo, sino también por discurso ético—por-que damos fe al que habla según lo quepersonalmente parece, es decir, segúnparece bueno o bien intencionado o am-bas cosas—, convendría que estuviéra-mos posesionados nosotros de las pecu-liaridades de cada una de las formasde gobierno; porque es forzoso que elcarácter de cada una sea lo que másmueva en favor de ella misma. Estoscaracteres se conocerán por los mismosmedios; porque los caracteres se dan aconocer según la intención y la inten-ción dice referencia al fin.

Las cosas a que conviene que mu P vanlos que exhortan, como futuras o pre-sentes, y de cuáles conviene tomar losargumentos referentes a lo conveniente,y aún más, sobre los caracteres propiosde cada forma de gobierno y sobre susnormas, de por qué medios y cómo lo-grarlos, de todo ésto hemos ya habladoen la medida en que era razonable ha-cerlo en el momento presente; pues con

más detalle se ha hablado ya de elloen la Política.

CAPITULO 9

SOBRE LA ORATORIA DEMOSTRATIVA Y SUSCARACTERÍSTICAS

Luego de estas cosas, vamos a hablarsobre la virtud y el vicio, lo noble y lovergonzoso, pues que son estos los ob-jetos del que alaba y del que censura;porque sucederá que, a la vez que sehabla de estas cosas, se podrán enseñaraquellas otras a partir de las cuales sepodrá comprender cómo son algunos porcarácter, lo cual dijimos que es un se-gundo argumento retórico; ya que apartir de esto mismo podremos hacer-nos dignos de crédito a nosotros mis-mos y otras cosas respecto de la virtud.Dado que ocurre que muchas veces, sinseriedad o con ella, alabamos no solo aun hombre o a un dios, sino tambiéncosas inanimadas o a uno cualquiera delo.s animales, de esta misma maneja ysobre las mismas cosas hay que tomarlas premisas: así pues, por modo deejemplo, hablemos también de ello.

Lo noble es aquello que, siendo pre-ferible por sí mismo, puede ser alabado,o lo que siendo bueno es agradable, por-que es bueno. Si esto es lo noble, nece-sariamente la virtud es noble; porque,al ser algo bueno, es laudable. La virtudes, según parece, la facultad de procu-rar bienes y guardarlos, y la facultadde hacer muchos v grandes bienes y detodas clases y respecto de todo.

Aspectos o clases de la virtud son lajusticia, la fortaleza, la templanza, lamunificencia, la magnanimidad, la libe-ralidad, la dulzura, la prudencia, la sa-biduría. Es necesario oue sean mayoreslas virtudes que son más útiles a losdemás, puesto o.ue vútud es la facultadde hacer el bien. Por eso se tributa ma-yor honra a los justos y a los valientes;porque en la guerra y en la paz un hom-bre así es útil a las demás. Después,la liberalidad: porque por ella se es ge-neroso y no se disputa sobre las rique-zas, qué es lo que más apetecen los de-más.

La justicia es una virtud por la cual

Page 25: Aristóteles - Retórica

134 ARISTÓTELES.—OBRAS 1366 b/1367 a

cada uno posee sus propias cosas, deacuerdo con la ley; injusticia, aquellopor lo que se posee lo ajeno, no segúnla ley.

Fortaleza es la vutud por la que sees capaz de realizar bellas acciones enlos peligros, según manda la ley y sir-viendo a la ley; cobardía es lo contrario.

Templanza es la virtud por la cual seestá dispuesto a gozar de los placeresdel cuerpo, dentro de lo que manda laley; desenfreno es lo contrario.

Liberalidad es la virtud de hacer be-neficios con las riquezas y tacañería eslo contrario.

Magnanimidad es la virtud de hacergrandes beneficios, y mezquindad de es-píritu es lo contrario.

Magnificencia es la virtud de hacercosas grandes y costosas y ruindad es locontrario.

Prudencia es la virtud de la inteligen-cia, según la cual se puede deliberar rec-tamente respecto de los bienes y de '.osmales, que se ha dicho se refieren a lafelicidad.

Se ha dicho ya, pues, suficientementeen él momento actual, sobre la virtudy el vicio en general y sobre sus clases;respecto a lo demás no es difícil de ver:porque es evidente que lo que producela virtud es noble—porque tienden a lavirtud—, y que lo que tiene su origen enla virtud también lo es, pues esto sonlos signos y las obras de la virtud. Dadoque los signos y todas las cosas que sonproducto o atributo de la virtud son no-bles, es necesario que todo cuanto signi-fica obras de la valentía o signos deella o cosas realizadas valerosamente,sean nobles; y las cosas justas y lasobras realizadas según justicia—pero nolas recibidas justamente: porque en solaesta virtud no siempre es noble lo reci-bido con justicia, pues en el ser casti-gado es más vergonzoso el recibirlo jus-tamente que padecerlo injustamente—;y de manera semejante pasa en las de-más virtudes.

Todas las cosas, cuyo premio es elhonor, son nobles. También aquellas enquienes lo es más el honor que las ri-quezas. Y lo es todo lo elegible que unorealiza no por causa de sí mismo; y lascosas simplemente buenas, como es loque uno hace en favor de la patria, ol-

vidándose de sí mismo; y las cosas bue-nas por naturaleza y las que no lo sonpara uno mismo; pues estas se haríansolo teniéndose por fin a sí mismo. Ytodas las cosas que uno puede hacera un muerto son más nobles que las quepuede hacer a uno que vive; porque lasque uno hace en favor de un vivo sonmás por causa de sí mismo. Y las obrasque uno hace por causa de los demásson también más nobles; porque sonmenos en favor de uno mismo. Y todoslos éxitos que se refieren a los demásy no a uno mismo.

Y lo que se refiere a los que hanhecho el bien: porque es justo. Y losactos de beneficencia: porque no vuel-ven a uno mismo. Y las cosas contra-rias a aquellas de que uno se avergüen-za : porque de las cosas vergonzosas seavergüenzan los que las dicen, los que lashacen y los que tienen intención dehacerlas; como Safo, al decirle Alceo,

quiero decir algo, pero me impideel pudor...

dijo:

Si tuvieras deseo vehemente de cosas buena*[o nobles,

y la lengua no hablara cosas que están le^os de[la belleza,

la vergüenza no dominaría tu mirada,antes hablarías de las cosas que son según

[justicia.

También lo son aquellas cosas por lasque se siente inquietud, pero no se te-men ; porque esto se padece en relacióncon los bienes que se refieren a la repu-tación. Las virtudes de los que pornaturaleza son mejores son también másnobles y también lo son los actos corres-pondientes, como los de los hombresson más nobles que los de las mujeres.Y las virtudes que son más provechosasa les demás que a nosotros mismos tam-bién son más nobles; por eso son nobleslo justo y la justicia. Y también es másnoble la venganza de los enemigos y elno reconciliarse; porque es justo corres-ponder con la misma moneda y lo justoes noble, y es de valientes no dejarsevencer. Y la victoria y el honor estántambién entre las cosas nobles; porqueson deseables, aun siendo infructuosas,y muestran la excelencia de la virtud. Y

Page 26: Aristóteles - Retórica

1367 a/1368 a RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 9 135

lo son también las cosas memorables ymás las más memorables. Y las cosasque se siguen al que ya no vive son másnobles; y aquellas cosas que van acom-pañadas de honra, y las cosas extraordi-narias y las que se dan solamente en uno.Y lo son las posesiones infructuosas: por-que son más liberales. Y también sonnobles las cosas propias de cada uno.Y todo cuanto es signo de distinción yalabanza en los diversos lugares, comoen Esp-arta es noble una larga cabelle-ra, pues es signo de hombre libre; por-que no es fácil, llevando una larga cabe-llera, realizar ningún trabajo servil. Yel no ejercitar arte vulgar alguna; por-que es más propio de un hombre libreel no vivir para otro.

Hay que incluir también aquí, por serlas mismas, las cosas más cercanas alas que posee quien sirve de objeto enun discurso, tanto para elogio como paracensura; por ejemplo, representar alcircunspecto como frío e Intrigante, yal necio como útil, y al insensible comotranquilo, y a cada uno según sus cua-lidades afines, desviando hacia lo me-jor; por ejemplo, al que es colérico eiracundo, representarlo como espontá-neo y sincero; al que es arrogante, co-mo animoso y espléndido; y a los queestán en los extremos, como si estuvie-ran dentro de las virtudes; por ejemplo,al insolente llamarle valiente y al liber-tino, liberal; porque así aparecerá alvulgo y juntamente se producirá un pa-ralogismo a partir de la causa; porquesi uno se ha puesto en peligro de algosin necesidad, puede parecer que serácapaz de arriesgarse en lo noble, y sies despilfarrador con cualquiera, tambiénpodrá serlo con los amigos; porque esexceso de virtud hacer el bien a todos.

Hay que tener en cuenta también aaquellos ante quienes se hace el elogio;porque, como decía Sócrates, no es difí-cil alabar a los atenienses ante los ate-nienses. Hay que alabar como real, porejemplo entre los escitas, los esparta-nos o los filósofos, lo que es entre ellosmás digno de elogio. Y, generalmente,hay que considerar noble lo que llevaestimación, porque esto parece ser aná-logo de lo noble. Y también son noblestodas las cosas que son adecudas a unfin, como si uno es digno de sus antepa-

sados y de las cosas hechas con anterio-ridad ;" porque es origen de felicidad y esnoble la adquisición de un mayor gradode honra. Y también si va más allá delo adecuado, camino de lo mejor y lomás bello, como si uno es comedidomientras tiene buena suerte y, cuandola suerte le es adversa, es magnánimoo se vuelve mayor, mejor o de espíritumás conciliador. Eso es lo que dijo Ifí-crates, «de qué cosas salido, a qué cosashe llegado»; y lo del vencedor olímpico :

antes. Helando en mis hombros una ruda...

y lo que escribió Simónides:

la que tenia el padre, el marido y los hermanos[tiranos.

Puesto que la alabanza se da por lasacciones realizadas, y es propio del quees diligente lo que es según la previsión,hay que intentar demostrar que aquela quien elogiamos obra previsoriamente.ES "útil mostrar que eso lo ha hecho yamuchas veces. Por eso las coincidenciasy lo que proviene de la suerte, hay queincluirlo en la previsión; porque, si unopresenta muchas y semejantes cosas, pa-recerá ser todo ello signo de virtud yde un propósito deliberado.

El elogio es un discurso que da a co-nocer la grandeza de una virtud. Con-viene, pues, en él presentar los hechoscomo tales virtudes. El encomio essiempre de acciones—y lo que las rodeasirve de argumento, como la nobleza decuna y la educación; porque es verosí-mil que de los buenos procedan los bue-nos y que el que ha sido educado así,sea tal—. Por eso encomiamos a losque han hecho algo. Las obras son sig-nos de la manera de ser de cada uno,ya que podríamos elogiar al que nadaha hecho, si creyéramos con todo queera de tal manera. La acción de ben-decir y de hacer feliz para unos es lomismo, pero no es lo mismo para otros,sino que, como la felicidad comprendeen sí la virtud, también la acción dehacer feliz a otro comprende estas cosas.

El elogio v las deliberaciones tienenuna aparencia común; porque las co-sas que se exponen en un discurso de-liberativo, cambiadas según su estilo,resultan encomios. Así pues, ya que co-

Page 27: Aristóteles - Retórica

136 ARISTÓTELES.—OBRAS 1368 a/1368 b

nocemos qué cosas hemos de obrar ycómo debe ser cualquiera, conviene, aldecir estas cosas a manera de princi-pios, cambiar y dar la vuelta a la frase,como que no conviene enorgullecerse delas cosas que trae la buena suerte, sinode las alcanzadas por uno mismo, pichode esta manera, vale como principio;como alabanza hay que exponerlo así:hay que enorgullecerse, no de las cosasobtenidas por suerte, sino de las logra-das por sí mismo. De manera que, cuan-do se quiere elogiar a alguien, hay quemirar a lo que se podría sentar comoprincipio, y cuando se quiere sentar unprincipio, hay que mirar qué es lo quepodríamos elogiar allí. La expresión, pornecesidad, será opuesta, según se cambiea lo prohibitivo o a lo no prohibitivo.

También hay que servirse de muchascircunstancias de ponderación o encare-cimiento, como si lo hizo él solo, o elprimero, o con pocos, o fue el que másparte tuvo en ello; porque todas estascosas llevan un tinte de nobleza. Tam-bién hay que ponderar las circunstan-cias de los tiempos y ocasiones; porqueestas también superan lo presumible. Ysi muchas veces ha logrado lo mismocon éxito; pues todo ello parecerá cosagrande e independiente de la suerte, an-tes lograda por uno mismo. Y si las co-sas que le han estimulado y le han pre-miado fueron halladas y preparadas porél mismo; y decir si es aquel a quiense hizo el primer encomio en algún or-den, por ejemplo, Hipóloco, o bien Har-modias y Aristogitón, que fueron los dosprimeras en tener una estatua en elagora (1). De manera semejante ocu-rre con los contrarios. Y, si no se hallaen él mismo con suficiencia lo que seprecisa, contrapóngasele a otros; comohacía Isócrates, por su falta de costum-bre en el ejercicio de la oratoria foren-se. Conviene establecer comparación conla gente célebre; porque es ponderati-vo y noble ser mejor que gente notable.Razonablemente, la ponderación corres-ponde a las alabanzas; porque consisteen una excelencia y la excelencia es unade las cosas nobles. Por eso, si no sepuede hacer respecto de gente célebre,

(1) De esta estatua de los tiranicidas hablaPausanias. La escultura es del siglo v.

conviene al menos establecer compara-ción con otros, ya que la excelencia pa-rece significar virtud.

Generalmente, de las formas comunesa todos los discursos, la ponderación esla más adecuada a los demostrativos;porque estos toman las casas como ge-neralmente admitidas, de manera quesolo queda rodearlas de grandeza y be-lleza ; los ejemplos son lo más apropiadopara los discursos deliberativos: por-que, a partir de las cosas sucedidas conanterioridad, juzgamos las cosas futuras,vaticinándolas; y los entimemas son lomás apropiado para los discursos foren-ses: porque lo ya sucedido precisa másfundarse en la causa y la demostración,por ser dudoso.

Todo esto se ha encaminado a ver enqué se fundan casi todos los elogios ycensuras, a qué cosas conviene que seatienda al alabar y al censurar, y dequé resultan los encomios y reproches;adquiridas estas nociones, son evidenteslas cosas contrarias, ya que la censuraproviene simplemente de lo contrario.

CAPITULO 10

SOBRE LA ORATORIA FORENSE: BASES DESU RAZONAMIENTO

XParece conveniente tratar a continua-

ción sobre la acusación y la defensa yacerca de cuántas y de cuáles premisashay que sacar los silogismos que ayu-den a ello. Es necesario considerar trescosas; una, por causa de cuáles y cuán-tas cosas se comete injusticia; en se-gundo lugar, qué disposición de ánimosuponen los que la cometen; en tercerlugar, contra quiénes cometen injusti-cia y qué disposición de ánimo hay enlos que la padecen. Una vez hayamosdefinido qué es cometer injusticia, diga-mos lo que sigue.

Sea, por tanto, cometer injusticia eldañar voluntariamente a alguien contrala ley. La ley es o particular o común.Llamo ley particular aquellas normasescritas según las cuaíes se gobierna unaciudad; y ley común, aquellas normasque, sin estar escritas, parecen ser ad-mitidas por todos.

Obran voluntariamente cuantos lo ha-

Page 28: Aristóteles - Retórica

1368 b/1369 a RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 10 137

cen a sabiendas y sin tener necesidadde obrar. Todas las cosas que se hacenvoluntariamente, no se hacen siemprepremeditadamente, pero cuantas se ha-cen premeditadamente, todas se hacena conciencia. Porque nadie desconoceaquello que premeditadamente elige.

Las causas por las que uno escogedañar a otros y hacer el mal en contrade la ley, son el vicio y la intemperan-cia; porque si varios tienen un vicio,uno o varios, en aquello en que son vi-ciosos son también injustos; por ejem-plo, el avaricioso en el dinero, y el in-continente en los placeres del cuerpo,y el blando en las cosas cómodas, y elcobarde en los peligros—porque aban-dona por completo a los que se expo-nen al peligro junto con él, por miedo—,y el vanidoso en los honores, el de ge-nio fuerte en la ira, el amante de ven-cer en la victoria, el rencoroso en lavenganza, el necio por vivir engañadoen lo que se refiere a lo que es justoo injusto, el insolente por el desprecio dela opinión. De manera semejante, cadauno de los demás en cada uno de losobjetos.

Pero todo cuanto se refiere a esto estáclkro, tanto por lo que se ha dicho so-bre las virtudes, como por lo que dire-mos luego respecto de las pasiones; que-da, pues, por decir por qué motivo secomete injusticia, en qué estado de áni-mo y contra quiénes.

Distingamos primero, pues, qué cosasnos incitan y de qué cosas huimos,cuando nos disponemos a cometer in-justicia; porque es evidente que el acu-sador debe considerar cuántas y cuálescosas, de aquellas a que aspiran todoslos que cometen injusticia contra el pró-jimo, hay en el contrario, y el defen-sor debe considerar cuáles y cuántas deellas no existen en el injuriado. Por-que todos en todo obran unas veces nopor causa de sí mismos, pero otras sí.De las cosas que no se hacen por causade sí mismo, unas se hacen por casua-lidad, otras por necesidad; y de las quese realizan necesariamente, unas se ha-cen por la violencia, otras según la na-turaleza ; de manera que, de todas cuan-tas cosas no se hacen por causa de unomismo, unas se hacen por casualidad,

otras impuestas por la naturaleza, otraspor la violencia.

Las cosas que se hacen en favor deuno mismo y de las que uno mismo escausante, se realizan unas por costum-bre, otras por apetito, sea por apetitorazonado, sea por apetito irracional. Ladeliberación es un apetito de bien—por-que nadie quiere sino cuanto le pareceser bueno—; apetitos irracionales sonla ira y la concupiscencia; de maneraque todo cuanto se hace necesariamentese hace por una de estas siete causas:por el azar, por la naturaleza, por la vio.lencia, por la costumbre, por la razón,por la ira o por la concupiscencia.

El ir además distinguiendo según lasedades, los hábitos u otras cosas seme-jantes, las acciones, es excesiva minu-cia ; pues, si ocurre que los jóvenes soniracundos o desenfrenados, no hacenestas cosas por juventud, sino por iray concupiscencia. Ni tampoco ocurrenlas cosas por riqueza o pobreza, sinoque accidentalmente) sucede que los pe-bres, a causa de su indigencia, deseenriquezas, y que los ricos, por sus recur-sos, deseen placeres innecesarios; perotodos estos no obran por causa de lariqueza o la pobreza, sino a causa dela concupiscencia. De manera semejantelos justos y los injustos y los demás quese dice que obran por sus hábitos pro-pios, obran en realidad por las causasdichas: o por razón o por pasión; losunos por costumbres y pasiones prove-chosas, los otros por las contrarias.

Sucede, con todo, que a unos modosde ser corresponden unas cosas y a losotros otras; porque acaso al temperan-te, por ser temperante, le acompañan in-mediatamente opiniones y deseos prove-chosos respecto de lo placentero, y encambio al vicioso le acompañan los con-trarios de estos, respecto de las mismascosas.

Por eso hay que renunciar a estas dis-tinciones, y hay que considera^ en cam-bio, cuáles cosas suelen seguirse de cuá?les otras; porque, de que uno sea blan-co o negro, grande o pequeño, no sesigue que de ello se deriven tales o cua-les cosas; pero, que sea joven o viejo,justo o injusto, eso ya encierra diferen-cia. Y en general, hay que considerartedas las circunstancias que hacen di-

Page 29: Aristóteles - Retórica

138 ARISTÓTELES.—OBRAS 1369 a/1370 a

íerenciarse los caracteres de los hom-bres; por ejemplo, se diferenciarán enalgo al considerarse a sí mismos ricos Io pobres, con buena suerte o sin ella.

De estas cosas hablaremos luego; ha-blemos ahora primero de las que aúnnos quedan por decir.

Vienen de la suerte aquellos sucesoscuya causa es indeterminada y no suce-den con algún fin, ni siempre, ni de or-dinario, ni de modo regular; lo que serefiere a esto queda bien claro por ladefinición misma de suerte.

Suceden por naturaleza aquellas co-sas cuya causa está en ellas mismas yes regular; porque siempre o de ordi-nario ocurre así. Pues de lo que ocurreal margen de ia naturaleza, no hay queir averiguando si sucede por alguna cau-sa natural o por otra causa cualquiera;porque podría parecer que la suerte fue-ra también la causa de tales cosas.

Ocurren por violencia las cosas quese producen al margen del deseo o delos razonamientos de sus mismos au-tores.

Según costumbre, las cosas que sehacen por haberlas hecho muchas veces.

Por razonamiento, las cosas que pa-recen convenir, según los bienes dichos,o como íin, o como medio para el fin,cuando se hace porque conviene; puesalgunas cosas convenientes también lashacen los viciosos, pero no por el pro-vecho, sirio por el placer.

Por causa de la ira y la cólera se rea-lizan las venganzas. Se diferencian lavenganza y el castigo; porque el casti-go tiene por objeto el que lo sufre; lavenganza tiene por objeto el que la to-ma, por compensarse. Sobre gué es lacólera, se verá claro en los capítulos quetratarán de las pasiones.

Por concupiscencia se hacen cuantascosas parecen agradables. También loacostumbrado y habitual cuenta entrelas cosas agradables; porque muchascosas que, por naturaleza no son agra-dables, se hacen agradables cuando seconvierten en costumbre.

De manera que, sintetizando, cuantascosas uno hace por sí mismo, son todaso buenas o aparentemente tales, agra-dables o con apariencias de placer. Ypuesto que las cosas que son por unomismo se hacen con gusto, y no se

hacen de buena gana las que no sonpor causa del propio querer, cuantascosas se hagan de buena gana son bue-nas o aparentemente buenas, agradableso en apariencia placenteras- porque in-cluyo entre los bienes la liberación delos males reales o aparentes, o la par-ticipación en un mal menor en lugarde otro mayor—ya que esto es de algu-na manera deseable—; y la liberaciónde las cosas penosas o aparentementetales, y la participación en daños meno-res en lugar de otros mayores, tam-bién se cuenta entre las cosas agra-dables.

Hay que examinar también las COSÉISprovechosas o agradables, cuántas y có-mo son. Puesto que de lo útil se hahablado ya antes, al hacerlo sobre laoratoria deliberativa, hablemos ahorasobre lo agradable.

Conviene tener en cuenta que las defi-niciones son suficientes cuando, sobrecada punto concreto, no son oscuras niminuciosas.

CAPITULO 11

EN TORNO A LO AGRADABLE Y EL PLACER

Supongamos que el placer es un movi-miento del alma y un retorno completoy sensible a la naturaleza elemental, yque el dolor es lo contrario. Y si élplacer es tal, es evidente que tambiénes conforme a la naturaleza, y más cuan-timiento; en cambio, lo que lo destru-ye o lo que produce la situación contra-ria es doloroso.

Es, pues, necesario que sea de ordina-rio agradable el moverse hacia lo quees conforme a la naturaleza, y más cuan-do se ha recobrado según la propia na-turaleza lo que se origina de conformi-dad con ella y sus hábitos; porque lohabitual viene a ser como connatural,ya que el hábito es semejante a la na-turaleza, porque lo que es muchas ve-ces está cerca de lo que siempre su-cede : y la naturaleza es esto que siem-pre ocurre igual y hábito lo que confrecuencia,

También es agradable lo que no esforzado, porque la violencia está almargen de la naturaleza. Por eso lo que

Page 30: Aristóteles - Retórica

1370 a/1370 b RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 11 139

es necesario es doloroso, y se dice conrazón:

porque todo lo necesario es naturalmente obra[fatigosa.

Los cuidados, los esfuerzos y las ten-siones son cosas dolorosas; porque sino se han convertido en hábito, son co-sas forzadas y violentas, pues de estamanera, la costumbre se hace agrada-ble. Sus contrarios, en cambio, son agra-dables ; por eso las distracciones, las co-modidades, las diversiones intrascenden-

i tes, los juegos, el descanso y el sueñoestán entre las cosas agradables, porqueninguna de ellas es forzada. Y aquello aque tiende la concupiscencia, todo esplacer; porque la concupiscencia es elapetito de lo placentero.

De los apetitos, unos son racionales oseéún la razón, otros irracionales. Lla-mo irracionales a todos los que se mue-ven a apetecer sin que medie la com-prensión de algo; y son tales los quese dice son según la naturaleza, como

• los que brotan del cuerpo, como la sedy el hambre de alimento, y el deseo decada especie de alimento, y los referen-tes al gusto y a lo venéreo y, en gene-ral, al tacto, y los que dicen referenciaal olfato, al oído y a la vista. Son se-gún razón los que se mueven a apete-cer por persuasión; porque uno apetececontemplar y poseer muchas cosas porhaber oído hablar de ellas y haber sidoconvencido respecto a ellas.

Y ya que el placer consiste en la sen-sación de una cierta experiencia, laimaginación es una sensación débil ysiempre al que recuerda o espera algole acompaña cierta representación ima-ginativa de aquello que recuerda o es-pera. Y si esto es así, es evidente quetienen placeres los que recuerdan y es-peran, puesto que también tienen sen-sación. De manera que es necesario quetodos los placeres sean o presentes parael sentir, o pasados para el recordar, ofuturos en el esperar; porque se sien-ten las cosas presentes, se recuerdanlas pasadas, se esperan las futuras. Co-mo recordadas, no solo causan placerlas cosas que en su presente, cuandoexistían, eran agradables, sino tambiénalgunas que no eran agradables, si pos-

teriormente han resultado ser algo her-moso o bueno en sus consecuencias; dedonde se dijo esto:

pero, es agradable, una vez a salvo, recordar las[pe-nalidatíes... (1).

y también:

pues luego, también con los dolores se alegra[el hombre,

recordando que ha sufrido muchas cosas y que[ha obrado muchas cosas... (2).

La razón de ello es que también esagradable el carecer de mal. Las cosasesperadas, cuando estén presentes, pa-recerán causar gran deleite y aportargran utilidad, y serán útiles sin dolor.Y en general, las cosas que estando pre-sentes deleitan, también deleitan de or-dinario cuando se las espera y se las re-cuerda. Por eso también enojarse o irri-tarse es agradable, según escribió Ho-mero de la cólera:

que es mucho mas dulce que miel que destila[gota, gota,

porque nadie se enoja contra aquel aquien parece imposible que le alcance elcastigo; y contra los que son superioresen fuerza nadie se enoja o menos.

En la mayoría de los apetitos se si-gue cierto placer; pues tanto si unorecuerda que obtuvo satisfacción deellos, como si espera alcanzarla, goza yade cierto placer; como los que en lafiebre están dominados por la sed y go-zan recordando que bebieron y esperan-do beber; y los enamorados gozan dia-logando y escribiendo y haciendo siem-pre algo que se refiera al amado; por-que en todas estas cosas, les parece, alrecordarlas, que sienten al amado. Elprincipio del amor es el mismo para to-dos, cuando no solo gozan del amadopresente, sino que también le aman alrecordarle ausente y les produce tristezaque no esté presente; y en las tristezasy llantos encuentran cierto placer; por-que la tristeza está en la no posesión,y el placer está, en recordar y ver de al-gún modo a aquel, qué cosas hacía y

(1) De Eurípides en su Andróme&a, (r., 13S N.' (2 j Odisea. XV, 400 y sgs.

Page 31: Aristóteles - Retórica

140 ARISTÓTELES.—OBRAS 1370 b/1371 b

cómo era; por lo cual se dijo esto ycon razón:asi dijo, y a todos ellos de lo más intimo les

[brotaron deseos de llorar (1).

También el vengarse es agradable.Porque aquello que es penoso no alcan-zar, resulta agradable lograrlo; y losiracundos se entristecen enormementecuando no se vengan, y esperándolo segozan.

El vencer es también agradable, nosolo a los que viven del afán de la vic-toria, sino a todos; pues nace de ellouna sensación de superioridad de la quetodos tienen apetito, ligera o intensa-mente. Puesto que el vencer es agra-dable, es necesario que también lo seanlos juegos, tanto los deportivos comolos de disputa racional—ya que tambiénen estos se da la victoria—; y los detabas y pelota, los de dados y damas.Y semejantemente ocurre respecto a losjuegos que requieren esfuerzo; porqueunos se vuelven agradables, cuando unose acostumbra a ellos, y otros lo son in-mediatamente, como la caza con perrosy toda clase de caza; porque donde haycompetición, también hay allí victoria.Por eso la victoria forense y el triunfode la controversia son agradables paralos que están habituados a ello y poseenpara ello aptitudes.

El honor y la buena reputación sonde las cosas más agradables, porque acada uno le causan la sensación de quees en realidad tan estimable, y máscuando lo dicen los que se considera quedicen verdad. Tales son los que estáncerca, con preferencia a los más leja-nos, y los compañeros y conciudadanosmás que los extraños, y los que son algomás que los que van a serlo, y ios dis-cretos más que los insensatos, y los mu-chos más que los pocos; y esto porquees mas verosímil que digan la verdadlos mencionados que no los contrarios;puesto que de la estimación o parecerde aquellos a quienes uno menospreciao considera menos, como son los niñosy las animales, nada le importa a uno,al menos en cuanto a opinión, aunquepodamos tenerlo en cuenta por otro mo-tivo.

(1) /fiada, XXIII, 108; Odisea, IV, 183.

También el amigo entra en las cosasagradables; porque amar es agradable—ya que nadie es amigo del vino, sino le gusta el vino—, y también es agra-dable ser amado; porque también aquíse da la imaginación p sensación deser uno bueno en sí mismo, a lo cualaspiran todos los que son sensibles;porque e) ser objeto de amor es ser unoamado por sí mismo. Y también es agra-dable el ser admirado, por el hecho mis-mo de ser objeto de honra. Y el seradulado y el adulador son también co-sas agradables; ya que el adulador esun admirador y un amigo en aparien-cia. Y el hacer muchas veces las mismascosas tamoién es agradable; ya que di-jimos que lo habitual era agradable. Yal contrario, también el cambiar resul-ta agradable; porque el cambiar va en-caminado a la naturaleza, ya que lo quesiempre es igual produce un exceso enel hábito establecido; de donde se dice:

el cambio cíe todas las cosas es dulce (2).

Por eso también es agradable lo que su-cede de cuando en cuando, lo mismo per-sonas que cosas; porque el cambio estáfuera de lo presente y al mismo tiempolo que sucede solo de cuando en cuandoes faro.

El aprender y el admirar son también,de ordinario, cosas agradables; porqueen el admirar está implícito el apetecer,de manera que lo que es admirable esapetecible; y en el aprender está implí-cito el volver a lo que es conforme a lanaturaleza.

El obrar el bien y el recibirlo debetambién ser contado entre las cosasagradables; porque recibir el bien es al-canzar lo que se apetece y obrar el biensupone poseer los medios y ser superior,dos cosas estas a que todos aspiramos.Porque por ser agradable la realizacióndel bien, también es agradable a loshombres el enderezar a los que nos ro-dean y completar lo que es deficiente.

Puesto que aprender es agradable ytambién lo es el admirar, es preciso quesean también agradables otras cosas deeste mismo orden, como lo imitativo;así la pintura, la escultura y la poesía,y todo lo que puede ser bien imitado es

(2) Eurípides, Or., 234.

Page 32: Aristóteles - Retórica

1371 b/1372 a RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 12 141

agradable, aun cuando lo mismo que seimita no sea ello por si agradable; por-que no se goza sobre ello mismo, smoque se da allí un razonamiento de queesto es aquello, de manera que ocurreque se aprende algo. También son agrada^bles los acontecimientos imprevistos y elhaberse salvado por poco de los peligros,ya que todas estas cosas son admirables.

Y ya que las cosas conformes a la na-turaleza son agradables, y las cosas afi-nes son entre si conformes a la natura^leza, todas las cosas congéneres y seme-jantes son agradables de ordinario, comoel hombre lo es para el hombre, y élcaballo para el caballo, y el joven parael joven; de donde se dicen los refra-nes de que «cada uno goza con el desu edad», y que «siempre se busca alsemejante», y que «cía fiera conoce a lafiera», y «el cuervo, junto al cuervo», yotros semejantes.

Puesto que lo semejante y lo que esdel mismo género le es del todo agradarble a uno mismo, y cada uno experimen-ta esto, sobre todo de sí mismo, necesa-riamente todos son, en mayor o menorgrado, amantes de sí mismos; ya quetodas estas semejanzas se fundan sobretodo en uno mismo. Y ya que todos seaman a sí mismos, es también necesa-rio oue las cosas propias les sean asi-mismo agradables, como son sus obrasy sus palabras. Por eso hay gente aficio-nada a los aduladores, como cosa ordi-naria, y aficionados a los honores, ytambién es agradable completar las co-sas deficientes; porque con esto vienenestas cosas a ser obra de uno.

Y dado que el mandar es casa muyagradable, también causa placer el pa-recer sabio; porque el tener prudenciaes cosa de mando y la sabiduría es co-nocimiento de muchas cosas y admira-bles. Además, supuesto que los hombresson de ordinario aficionados a las hon-ras, es menester que también el estimu-lar a los que están cerca les sea agra-dable, y lo es el ejecitarse a sí mismoen aquello en que uno parece superarsea sí mismo, como dice también el poeta:

y a esto se esfuerza uno,dedicando la mayor parte de cada díaa lograr ser mejor que él mismo (1).

(1) Eurípides, Antíope, 183.

De manera semejante, puesto que eljuego es de las cosas agradables, comotambién toda despreocupación, y tam-bién lo es la risa, es necesario que esténentre las cosas agradables las cosas ri-sibles, tanto las personas, como los di-chos o las acciones. Con todo, sobre lascosas ridiculas se trata aparte en loslibros sobre poética.

Respecto de las cosas agradables, pues,quede dicho todo esto; las cosas peno-sas son evidentes por los contrarios.

CAPITULO 12

HABLA SOBRE LOS TÓPICOS QUE SS REFIERENAL ESTADO DE ANIMO DE LOS QUECOMBTEN INJUSTICIAS Y SOBRE LOSQUE SON VICTIMAS DE INJUSTICIAS

Asi pues, son estas las cosas por cuyacausa se comete injusticia; en qué si-tuación y contra quiénes se comete, di-gámoslo ahora.

Se comete, pues, la injusticia cuandose cree que la acción es posible de rea-lizar en sí y en relación a uno mismo,bien porque al hacerlo quede uno ocul-to, o sin quedarlo no deba someterse ala justicia, o cuando, sometiéndose aella, el castigo le parece ser menor queel provecho propio o de aquellos porquienes uno se interesa. Qué cosas pa-recen posibles y cuáles imposibles, sedirá en lo que siga, porque estas cosasson comunes a todos los géneros de dis-cursos; piensan ser capaces de hablarbien, y los que son hábiles en el obrary los que están habituados a muchospleitos, y también si tienen muchasamistades y son ricos. Sobre todo, siellos mismos pueden contarse entre losdichos; y si no, si los apoyan a ellosamigos de esta clase, o bien sirvienteso cómplices que tengan estas cualida-des; porque, gracias a estas cosas pue-den obrar injustamente y quedar ocul-tos y no someterse a la justicia. Tam-bién si son amigos de los que sufren lainjusticia o de los jueces se atreven acometer injusticia; porque los amigosno están prevenidos contra la injusti-cia y se reconcilian más fácilmente an-tes de tratar de vengarse, y los juecesfavorecen a aquellos que son amigos su-

Page 33: Aristóteles - Retórica

142 ARISTÓTELES.—OBRAS 1372 a/1372 b

yos y los liberan del todo o les imponenun castigo menor.

Están en condiciones fáciles de poderquedar ocultos los que son contrarios alos capítulos de acusación; por ejemplo,los débiles respecto de una acusación deviolencia, y el que es pobre o feo res-pecto de la acusación de adulterio. Tam-bién son así las cosas hechas demasiadomanifiestamente y a la vista; pues nose está prevenido de ningún modo con-tra ellas y nadie está en disposición decreerlas fácilmente. Tampoco las cosasgrandes y de tal naturaleza que nadiellevaría a cabo; porque tampoco contraestas se está prevenido, ya que todos seguardan de las cosas sabidas o acostum-bradas, como de las enfermedades yde las injusticias; y en cambio, de loque nunca uno ha enfermado, nadie seguarda. También es ello posible en aque-llos que no tienen ningún enemigo o enaquellos que tienen muchos; pues losunos piensan que quedarán a cubierto,porque no se estaba en guardia contraellos, los otros quedan ocultos porqueno parece verosímil fueran a atentarcontra los que estaban a, la defensiva

Lpor tener la coartada de que no sebrían atrevido. Y aquellos que tienen

facilidad para ocultarse, o en formas oen lugares, están también en situaciónoportuna. Y aquellos para los que, nohabiéndose ocultado, existe aún la huidadeji proceso, o el aplazarlo, o el corrom-per a los jueces. Y los que, si les caeel castigo o la condena, pueden evitarel pago o diferirlo largo tiempo. O elque, a causa de su pobreza, nada tieneque pueda perder. También los que tie-nen las ganancias seguras, muy grandeso inmediatas, y los castigos pequeños,inciertos o lejanos. Y los que no tienencastigo proporcionado a la ventaja desu injusticia, como parece ser la tira-nía. Y todos aquellos para quienes eldelito significa ganancia o lucro, y elcastigo solamente deshonra. Y los que,por el contrario, encaminan el delito asacar alguna alabanza, por ejemplo siles acontece que, al mismo tiempo, ven-gan a su padre o a su madre—como leocurrió a Zenón—, y el castigo es en di-nero, destierro u otra cosa semejante.Porque ambos delinquen y en ambasdisposiciones, fuera de que en sus ca-

racteres no son iguales, sino opuestos.Y los que muchas veces han quedadoocultos o no han sido castigados, y losjue muchas veces han fracasado; pueshay algunos, entre estos, como tambiénentre los soldados, que siempre vuelvena la lucha. También entran aquí losque consiguen el placer al instante y lodoloroso más tarde, o bien la gananciaen seguida y el castigo más tarde; por-que estos son intemperantes por caráctery los intemperantes tienden a todo cuan-do apetecen. Y también, por el contrario,cabe incluir aquí aquellos a quienes yallegó lo doloroso o el castigo y lo agra-dable y provechoso les viene luego ymás duradero; porque los que son tem-perantes y más sensatos buscan tales co-sas. Y. aquellos a quienes es posible si-mular que obran por azar, o por nece-sidad, o llevados por la naturaleza, opor la costumbre, y generalmente losque han cometido ya antes alguna falta,pero no un delito. También hay quecontar aquí los que pueden alcanzarluego indulgencia. Y de igual maneratodos cuantos están en la indigencia.De dos maneras se está en indigencia;o bien de lo necesario, como los pobres,o de lo superfluo, como en el caso delos ricos. Y entran aún aquí los que es-tán muy bien considerados y los quepor el contrario gozan de muy mala fa-ma, pues los unos no parecerán, culpa-bles y los otros no pueden ya despresti-giarse más.

Así pues, los que están así dispuestosson los que intentan delinquir y delin-quen contra las siguientes personas yen las cosas siguientes: contra los queposeen lo que a ellos les falta, sea enlas cosas necesarias, sea en las cosassuperfluas, sea en el placer; y contralos que están lejos y los que están cer-ca; pues el quitarles algo a los unos esrápido, y el castigo, si ha delinquido con-tra los otros, viene con lentitud; porejemplo, los que roban a los cartagine-ses. Y también contra los que no sonprudentes y no se guardan, sino son con-fiados y crédulos; pues es mucho másí'ácil ocultarse a todos estos. Tambiéncontra los indolentes; porque el tratarde vengarse por algo es propio de losdiligentes. Y contra los tímidos; por-que no son combativos en su propio pro-

Page 34: Aristóteles - Retórica

1372 b 1373 a RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 12 143

vecho. Y también contra los que hansido ya victimas de las injusticias demuchos y no han tratado de vengarsede ellas, porque estos son, según el re-irán U), «el botín de los misios». Y con-tra los que nunca han sido víctimas deinjusticia alguna y también contra losque lo han sido muchas veces; porqueunos y otros están desprevenidos; losunos porque nunca han sido objetas deinjusticia, los otros porque ya no esperanvolverlo a ser. Y contra los que han sidoacusados, o están expuestos a una malainterpretación; porque estos tales ni sedeciden a llevar el asunto judicialmen-te, por temor a los jueces, ni puedenintentar convencerlos, por malquistos ymal mirados. También a aquellos con-tra quienes se tiene un pretexto en quesus antepasados, o ellos mismos, o susamigos han obrado mal o tuvieron in-tención de hacerlo, contra los mismosque cometen ahora la injusticia, o con-tra sus antepasados, o contra aquellosde quienes ellos cuidan; porque, comodice el proverbio, «el mal necesita solode un pretexto». También contra losenemigos o contra los amigos; porquecontra los unos es fácil y contra losotros es agradable. Y contra los que notienen amigos, y los que no son hábilesen expresarse o hablar, o no lo son enobrar; porque, o no se deciden a em-prender la causa, o se reconcilian, o nollevan nada a término. Y contra aque-llos a quienes no les es provechoso per-der el tiempo esperando una sentenciao una indemnización, cómo los extran-jeros o los que trabajan por su cuenta.Porque estos con poco solventan el asun-to y fácilmente cejan en su proyecto.También contra los que han cometidomuchas injusticias o tales como las quese les infieren; porque parece se estámuy cerca de no cometer injusticia,cuando es víctima de una tal injusti-cia como la que él mismo solía come-ter; dicho, por ejemplo, como si uno mal-tratara a alguien que por hábito hasolido ultrajar a otros. También es po-sible hacerlo contra los aue han obradoel mal o lo han deliberado, o lo quie-

(1) Es un proverbio, al parecer originario delTile/o, de Eurípides, que se aplica a quien nopuede defenderse.

ren, o lo van a cometer; porque enton-ces es ello agradable y noble, y pareceestar muy cerca de no ser tampoco in-justicia. Y es posible cometer aquellascosas con que se causará alegría a losamigos o a los que admiramos, o biena los que amamos, o generalmente aaquellos de cara a los cuales vivimosy obramos. También contra aquellos dequienes cabe alcanzar indulgencia. Y «contra aquellos contra quienes hay agra-vios pendientes y antiguas diferencias,como por ejemplo hizo Calipo en lo re-ferente a Dión (2); porque también ta-les cosas parecen estar cerca de no serinjustas. Y contra los que están a puntode recibir daño de otros, si no lo ocasio-naban estos, de manera que ya no seaposible deliberar; como, por ejemplo, sedice de Enesidemo que envió a Gelón lospremios del cótabo (3), por haber ven-dido a unos como esclavos, pues se leadelantó cuando también Enesidemo es-taba a punto de hacer lo mismo. Y con-tra aquellos a quienes el haberles cau-sado daño nos permite brindarles mu-chas acciones Justas como fácil repa-ración; de esta manera Jasón el tesaJiopudo decir que convenia delinquir enalgunas cosas, para que se pudieran ha-cer también muchas cosas justas.

Y también son fáciles de perpetrar losdelitos que todos o muchos suelen come-ter ; pues parece que se habrá de al-canzar perdón de ellos. Y las cosas queson fáciles de ocultar; por ejemplo, lascosas que se gastan rápidamente, comoson las cosas comestibles. O las cosasfácilmente transformables en cuanto afigura, color o constitución; o las quefácilmente se ocultan en muchos sitios;tales son las cosas fáciles de llevar en-cima u ocultables en espacios reducidos.Y sobre cosas indistintas o semejantesa muchas que tiene el que comete la in-justicia. Y sobre cosas de que se aver-

(2V Calipo era un ateniense, amigo de Dión,a quien acompañó a Siracusa contra el tiranoDionisio. Al verse ante el peligro de los mer-cenarios, en cuya desgracia habla caído, tramóuna conjuración contra Dión, que este no pre-vio. Calipo se excusó, como agraviado y ene-mistado con Dión, como refiere el texto.

O) El cótabo era un juego propio de losconvites, que consistía en echar vino con unacopa hacia determinados objetivos.

Page 35: Aristóteles - Retórica

144 ARISTÓTELES.—OBRAS 1373 a/1374 a

güenzan de hablar aquellos que han pa-decido la injusticia, como, por ejemplo,ultrajes contra mujeres de casa, o con-tra ellos mismos o sus hijos. Y en aque-llas cosas en que el que reclama podríaparecer que lo hace por afición a lospleitos; tales son las cosas de poca mon-ta y que se suelen perdonar.

Asi pues, ha quedado casi totalmenteexpuesto lo que se refiere a los estadosde ánimo en que se delinque, y a quédelitos son los que se cometen, contraquiénes y por qué motivos.

CAPITULO 13

QUE HABLA OS LA LEY COMO CRITERIODE JUSTICIA, SOBRE LAS CLASES DE LEYES,SOBRE LA INJUSTICIA Y SOBRE LA EQUIDAD

Distingamos ahora todos los delitos ylos actos según justicia, partiendo delo que sigue. Queda definido lo que esjusto y lo que es injusto respecto delas dos leyes y respecto a aquellos aquienes se refiere, de dos maneras.

Llamo ley, por una parte, a la quees particular, y por otra parte, a la quees común; particular a la que viene de-terminada por cada pueblo para sf mis-mo de las cuales unas son escritas, otrasen cambio no escritas; y ley común esla que es según la naturaleza. Porquehay algo que todos adivinan que, co-múnmente, por naturaleza, es justo o esinjusto, aunque no haya ningún mutuoconsentimiento ni acuerdo entre unosy otros; así, por ejemplo, aparece di-ciéndolo la Antlgona de ¡Sófocles, quees justo, aunque esté prohibido, dar se-pultura a Polinices, puesto que ello esnaturalmente justo:

pues no ahora, ni ayer, sino siempre jamásvive esto, y nadie sabe desde cuándo pudo apa-

trecer.

Y como dice Empédocles respecto delno matar lo que tiene vida, aunque ellosea para unos ciertamente justo, paraotros en cambio injusto:

pero, lo que es legítimo para todos, se extiende[sin limites

por el éter que reina sobre pueblos lejanos, por[la luz inmensurable.

Y como dice Alcidamas en el Mene-síaco (1):

De dos modos se determina para quié-nes es la justicia o la injusticia: pueslo que conviene hacer o no hacer sedetermina mirando a la comunidad oa uno de los miembros de ella. Por esotambién en lo injusto o en lo justo sepuede faltar o bien obrar adecuadamen-te de dos maneras: o contra uno deter-minado, o contra la comunidad; por-que el que comete adulterio o hiere aalguno, delinque contra un miembro dela comunidad determinado, y el que nocumple con su. obligación militar faltacontra la comunidad.

Divididos ya todos los delitos, unosque son contra la comunidad y otros queson contra otra u otras personas, di-gamos, en resumen, qué es padecer in-justicia. Padecer injusticia es recibir co-sas injustas de quien tiene intención decometerlas; ya que el delinquir ha sidodefinido antes com.o algo voluntario. Ypuesto que es necesario que el que esvictima de una injusticia sea dañadocontra su voluntad, los daños, por lo an-tes dicho, resultan evidentes; porquelas acciones buenas y las acciones malashan sido diferenciadas antes en sí mis-mas y también las acciones voluntarias,que son las que se hacen con plena con-ciencia ; de manera que necesariamentetodas las acusaciones deben referirse oa lo común o a lo particular, y contrauna persona inconsciente o abúlica ocontra una intencionada y consciente, yde estas, una por libre y previa elec-ción y otra por pasión. Respecto de laira se hablará en el tratado de las pa-siones; qué cosas son las que se eligeny en qué disposiciones de ánimo se hadicho ya más arriba.

Puesto que muchas veces los que reco-nocen haber cometido algo, o no reco-nocen el capítulo de acusación en queello se encuadra o alguna otra cosa acer-ca de aquello a que se refiere dicho ca-pítulo—como si se admite haber cogidoalgo, pero no haber robado; y habergolpeado a otro primero, pero no haber

(1) Alcidamas fue un discípulo de Gorgias.Las palabras que se le atribuyen en un escolioal texto son: «Dios dejó a todos libres, a nadieesclavizó la naturaleza.»

Page 36: Aristóteles - Retórica

1374 a/1374 b RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 13 145

cometido ultraje; y haber frecuentadouna mujer, pero no haber cometido adul-terio; o haber, sí, robado, pero no sacri-legamente (porque no era cosa que per-teneciera a algún dios); o haber traba-jado la tierra, pero no tierra pública;o haber dialogado con los enemigos, perono haber cometido traición—, por todoeso convendría definir en relación contodas estas cosas qué es robo, qué esultraje y qué es adulterio, de maneraque si queremos demostrar si existe ono existe el delito, podamos declarar loque es justo. La discusión, en todos es-tos casos, gira en torno a si una cosaes injusta, mala o no es Injusta; por-que la maldad y el delito están en laintención, como por ejemplo, ultraje yrobo; ya que si golpeó a otro, no siem-pre y absolutamente tuvo que ultrajar-le, sino si lo hizo por algún motivo,como para deshonrar a aquel o para dar-se gusto a sí mismo. Ni siempre y ab-solutamente, si se toma algo ocultamen-te, se roba, sino tan solo si se haceen perjuicio de aquel a quien se quitay para apropiárselo uno mismo. De ma-nera semejante a lo que ocurre respectode estas cosas, pasa en las demás.

Decíamos, pues, que había dos espe-cies de cosas justas y de cosas injustas—ya que unas están escritas y otrasno—; se ha hablado de aquellas cosasque declaran las leyes escritas; de lasque no están escritas hay dos especies:unas lo son por exceso de virtud o demaldad, y sobre ellas hay censuras yelogios, deshonras y honores y dones;por ejemplo, el dar las gracias a quiennos hace un favor, y corresponder conotro favor a quien nos lo ha hecho, yservir de ayuda a los amigos, y cuantasotras cosas surjan de este estilo; lasotras son complemento de la ley par-ticular y escrita.

Lo equitativo parece ser justo; perolo justo es equitativo más allá de la leyescrita. Esto ocurre unas veces segúnla intención de los legisladores, otras encontra de su voluntad; en contra desu voluntad, cuando se les ha pasadoinadvertido; conscientemente, cuandono pueden precisar más, antes les esnecesario hablar en general, y si tantono, al menos de cara a lo más frecuen-

te. También en cuantas cosas no es fá-cil precisar por su indeterminación, co-mo por ejemplo el herir con hierro, dequé tamaño, de qué clase, a quién; puesse pasaría una eternidad enumerandolos casos concretos. Así pues, si algoes indeterminado en sus aspectos o po-sibilidades y es preciso se legisle sobreello, es necesario hablar en general; demanera que si uno que tiene un anillolevanta la mano y golpea, según la leyescrita será culpable y delinque, perosegún la verdad no comete delito, y estoes lo equitativo.

Y si lo equitativo es lo que hemos di-cho, resulta evidente qué cosas son equi-tativas y qué cosas no lo son, y cuálesson los hombres inicuos; las cosas queconviene que tengan perdón, son equi-tativas, pero las faltas y los delitos nodeben ser juzgados en pie de igualdad,y tampoco las desgracias; porque des-gracias son sucesos que ocurren al mar-gen de lo razonable y que no procedende negligencia; y faltas son sucesos que,sin estar al margen de lo razonable, noproceden de maldad; delitos, en cambio,cuantas acciones, dentro de lo razona-ble, proceden de maldad; porque las co-sas que se hacen por apetito nacen dela perversidad.

Ser indulgente o comprensivo con lascosas humanas es equitativo. Y tambiénlo es mirar no a la ley, sino al legis-lador; y no al texto, sino a la menta-lidad del legislador; y no a la obra,sino a la intención; y no a la parte,sino al todo; ni qué tal es el acusadoahora, sino cómo era siempre o de or-dinario. También es equitativo el acor-darse más de los bienes recibidos qusde los males, y más de los bienes queha recibido uno que de aquellos quehizo. Y es equitativo el haber soportadola injusticia recibida. Y el preferir re-solver un litigio de palabra, que porla obra. Y es también equitativo el que-rer recurrir mejor a un arbitraje quea un juicio; porque el arbitro atiende alo equitativo, el juez, en cambio, nvraa la ley; y con este fin precisamentese inventó el arbitro, para que dominela equidad.

Así pues, ha quedado definido de e.stamanera todo lo que toca a la equidad.

Page 37: Aristóteles - Retórica

146 ARISTÓTELES.—OBRAS 1374 b/1375 a

CAPITULO 14

CRITERIOS BÁSICOS PARA CALIBRAR LíGRAVEDAD DEL DELITO

El delito es mayor, en cuanto puedenacer de mayor injusticia; por eso losmenores delitos pueden resultar los ma-yores, por ejemplo, euando Calístratoacusaba a Melanopo de que había si-sado tres medios óbolos sagrados a losconstructores del templo; tratándosede injusticia ocurre al contrario, que semiden aquellos casos por lo que en sipotencialmente encierran; porque el queha robado tres medios óbolos sagrados,es capaz también de cometer cualquierdelito.

Unas veces, pues, la gravedad se ca-libra así, otras veces se calibra por eldaño. Y de ello no hay castigo adecua-do, antes todo es demasiado pequeño.Para ello tampoco hay remedio, porquees difícil e imposible; y tampoco aque-llo de lo que no puede reclamar justiciael perjudicado, porque ya es irremedia-ble; porque hay que contar con que lasentencia y el castigo son un remedio.Tampoco si el que ha sufrido el daño yla injusticia se na castigado duramentea sí mismo; porque es justo que el quelo ha cometido sea castigado en mayorgrado; así, Sófocles, hablando en favorde Euctemon (1), luego que se habíadado muerte a si mismo, por haber sidoultrajado, dijo que no lo estimaría enmenos de lo que lo había estimado parasí el que lo había padecido.

También son agravantes del delito elhaber cometido solo el crimen, o el pri-mero o después de pocos. Y también elcometer muchas veces el mismo delito.Y aquel por cuya causa se han busca-do y se han maquinado medios de per-seguirlo y de castigarlo, como en Argos,que es castigado aquel por cuya causaha tenido que ser impuesta una ley yaquellos delitos por cuya causa ha sidoconstruida una cárcel. Y el crimen,cuanto más fiero o salvaje es, es mayor.Y el que ha sido premeditado, tambiénes mayor. Y también lo es aquel que

(11 Este Sófocles no es el poeta, sino unorador y político, posiblemente uno de los queincluye Jenofonte entre los treinta tiranos.

los oyentes temen más que compadecen.Los recursos retóricos para este caso

son los siguientes: decir que el acusa-do ha omitido o transgredido muchascosas, como por ejemplo, juramentos,contratos, palabras de fidelidad, dere-chos de matrimonio; pues todo ^llo su-pone un exceso de delitos. Y t haberdelinquido precisamente allí donde losque cometen delito son castigados; por-que esto cometen los que dan testimo-nio en falso; ya que ¿dónde podría nodelinquir, si también lo hace en el tri-bunal? Y decir que lo ha hecho en aque-llas cosas en que se siente más la ver-güenza, y ver si es contra aquel dequien se ha recibido bien; porque enmayor grado delinq ¡e, puesto que come-:e una acción mala y deja de hacer unajuena.

También son más graves los delitosque violan las leyes no escritas; porquees de más valía el ser justo no forza-damente ; ya que las leyes escritas obli-gan con necesidad, y las no escritas, no.Otro recurso retórico es el de cuandose obra contra las leyes escritas; por-que el que delinque, cuando son de te-mer los castigos, también delinquiría, ymás, cuando no existiera el castigo.

Así pues, hemos tratado en esto de lamayor gravedad del delito.

CAPITULO 15

SOBRE LOS ARGUMENTOSSXTRARRETORICOS

Hay que pasar ahora a tratar de losargumentos llamados no artísticos; por-ue estos son característicos de la ora-oria forense. Son cinco en número:eyes, testigos, pactos, confesiones bajoormento, juramentos.Hablemos primero, pues, sobre las le-

es, cómo ha de servirse de ellas el queersuade y el que disuade, y cómo hae usarlas el que acusa y el que defien-e. Porque es evidente que, si la ley es-rita es contraria al hecho, hay que uti-

lizar la ley común y los. argumentos másequitativos y más justos. Y es evidenteque la fórmula «con la mejor concien-cia)» significa no servirse siempre y sim-plemente de las leyes escritas. Y tam-

Page 38: Aristóteles - Retórica

1375 a/1376 a RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 15 147

bien es evidente que lo equitativo per-manece siempre y nunca cambia, y tam-poco la ley común—ya que es una vozde la naturaleza—, y, en cambio, la leyescrita evoluciona con mucha frecuen-cia; de donde se dice aquello de la An-tígana de Sófocles; porque ella se de-fiende diciendo que sepultó a Polinicesen contra de la ley de Creonte, pero noen contra de la ley no escrita:

porque, ni ahora, ni ayer, sino siempre jamás...

porque esto no yo lo de'bía hacer, por miedo de[ningún hombre...

Argüiremos que lo justo es algo verda-dero y conveniente, pero que no es asílo que no parece justo; de manera queno lo es la ley escrita, ya que no hacela función de ley. Y diremos aún queel juez es como el perito en monedas,que juzga cuál es de mala ley y cuáles verdadera. Y también que es propiode un hombre de más valía aplicar yobservar las leyes no escritas, antesque las escritas. Y que si una ley esacaso contraria a otra ley bien conside-rada o a sí misma, de la misma maneraalgunas veces una manda que sea su-perior lo que se disponga de comúnacuerdo, y otra prohibe que se llegue aun acuerdo universal fuera de la ley.Y si la ley es ambivalente, nos servimosde ella de manera que se pueda volvere interpretar en uno de los dos sentidosy se adapte tanto a lo que es justo comoa lo que es conveniente. Y, si las cosaspor las que se estableció la ley no tie-nen ya vigencia, y sí la tiene, en cam-bio, la ley misma, hay que intentar es-clarecer esto y luchar en ello contra laley.

Si la ley escrita es favorable al casoque tenemos entre manos, hay que de-cir entonces que aquello que hemos di-cho de «con la mejor conciencia» novale sólo para hacer justicia al mar-gen de la ley, ano también para queno se cometa perjurio, si se desconocequé es lo que dice la ley. Y, además,hay que añadir que nadie elige lo quees absolutamente bueno o simplementetal, sino lo que lo es para sí mismo. Ytambién hay que decir que en nada sediferencian el no haber ley y el no ser-

virse de ella. Y hay que decir que enlas demás artes no sirve de nada su-perar en habilidad, por ejemplo, al mé-dico; porque no daña tanto el error delmédico, como el estar acostumbrado adesobedecer al que manda, Y tambiénque el pretender ser más sabio que lasleyes, es lo que precisamente se prohibeen las leyes que merecieron alabanza.

Por lo que toca a las leyes hemos dis-tinguido, pues, de la manera dicha. Ha-gámoslo ahora respecto de los testigos;los testigos son de dos clases: unos an-tiguos, otros recientes; y de esos últi-mos, unos participan del riesgo del acu-sado, otros están fuera de él. Llamoantiguos a los poetas y a todos aque-llos hombres famosos cuyos juicios soncélebres; como, por ejemplo, cuando losatenienses se sirvieron de Homero comotestigo en el asunto de Salamina, y losde Ténedos hace poco se sirvieron dePeriandro el Corintio contra los de Li-geo. Y Cleofonte empleó contra Critiaslas elegías de Solón, diciendo que su fa-milia era ya de antiguo desvergonzada;ya que, si no, nunca hubiera escritoSolón:

dime a Critias, el pelirrojo, que obedezca a su[padre.

Tales son los testigos, acerca de lascosas que ya han sucedido; respectode las cosas futuras también son testi-gos los adivinos; así, por ejemplo, lohace Temístocles, al interpretar que hayque trabar un combate naval partiendode la cuestión de la muralla de madera.También los proverbios, como se sueledecir, son testimonios; por ejemplo, sialguien aconseja a otro no hacerse ami-go de un viejo, le sirve de testimonio elrefrán:

nunca hagas bien a un viejo.

Y si alguien delibera sobre el darmuerte a los hijos, a cuyos padres yase ha eliminado:

necio es el que, habiendo matado al padre, deja[e'n vida a los hijos.

Son testigos recientes todas las per-sonas conocidas que han dado su opi-nión sobre algo; porque sus juicios son

Page 39: Aristóteles - Retórica

148 ARISTÓTELES.—OBRAS 1376 a/1376 b

útiles a los que discuten sobre las mis-mas cosas que ellos; así, por ejemplo,Eubulo (1), en los tribunales, utilizócontra Cares lo que Platón (2) dijocontra Arquibio, de que se extendió porla ciudad el confesar que se es malo.También son testigos válidos los quaparticiparían del riesgo del acusado, sipareciese que dicen mentira. Esos talesson solo testigos de si algo sucedió o no,de si es o no es; pero no lo son respectode la cualidad del hecho, como si esjusto o injusto, conveniente o inconve-niente; en cambio, los que son de lejosson los testigos más fidedignos en rela-ción a estas cosa, como también los an-tiguos; porque no son corrompibles.

Sirven de argumentos sobre testimo-nios, para los que carecen de testigos,el que conviene juzgar partiendo de loverosímil, es decir, «con la mejor con-ciencia», y que las cosas verosímiles nopueden ser falseadas por la plata, y ade-más que los argumentos de verosimili-tud no pueden ser rechazados como tes-tigos falsos; el que tiene testigos dirápor su parte al que no los tiene quelas cosas verosímues son inútiles anteel tribunal, y que para nada se necesita-rían los testigos si fuera suficiente ate-nerse a las puras razones.

Los testigos que se aducen son unosen favor de uno mismo, otros sobre laparte contraria; unos sobre el hecho,otros sobre el carácter o costumbre delautor del hecho, de manera que estéclaro que de ninguna manera se puedecarecer de un testimonio bueno; por-que, si el testigo no lo es respecto delhecho, sea que conceda algo en favorde uno mismo, sea algo contrario a laotra parte, al menos, por lo que se re-fiere al carácter, podrá servir o bien afavor de la honradez de uno mismo oa favor de la maldad del contrario.Otras cosas referentes al testigo, que seaamigo, enemigo q indiferente, que seade buena reputación, mala o neutra, yotras diferencias semejantes, hay quededucirlas de los mismos tópicos de los

(1) Eubulo de Anaflistos, orador adversariode Demóstenes, citado por este y Esquines.

(2) La mayoría de los comentaristas se in-clinan por Platón, el cómico y poeta del si-glo iv. No se sabe nada de este1 Arquibio.

que sacamos los entimemas al particu-lar.

Por lo que toca a los contratos, estees el uso que de ellos se hace en los dis-cursos : confirmarlos o anularlos, hacer-los dignos de crédito o privarlos de él;si le convienen a uno, hay que hacerlosmerecedores de crédito y válidos; si con-vienen a la otra parte, hay que obraral revés. En el convertir, pues, los con-tratos de válidos en inválidos o vicever-sa, no hay ninguna diferencia respectode la cuestión de los testigos; porquesegún sean los que han firmado con susnombres el contrato o según sean losencargados de su custodia, en tanto se-rán dignos de crédito los mismos con-tratos; una vez admitida la importan-cia de un contrato a nuestro favor, hayque darle importancia; porque el con-trato es una ley privada y parcial, y loscontratos no hacen válida la ley, perosí las leyes dan validez a los contratoslegales. Y, en general, la misma ley esuna especie de contrato, de manera queel que niega su crédito a un contrato ylo anula, anula las leyes. Además lamayoría de los acuerdos, precisamentelos voluntarios, se hacen mediante con-tratos, de manera que cuando quedansin validez, se anula el trato mutuo deunos hombres con otros. Otras cosas queconviniera decir quizá, es sencillo irlasviendo por lo dicho.

Si los contratos nos son desfavorablesy están, en cambio, a favor de nuestroscontrarios, caen bien aquí, en primerlugar, aquellas cosas que uno podríaoponer a una ley que le es adversa.Porque es absurdo que, si a las leyesque puedan estar no rectamente esta-blecidas porque se equivocaron los quelas dictaron, creemos que no es necesarioobedecerlas, es absurdo decimos que seanecesario plegarse a los contratos. Ade-más que el juez es arbitro de lo justo;y con todo no hay que atender a esto,sino a lo que es más justo. Y lo que esjusto no se puede cambiar ni por en-gaño ni con la violencia—porque es se-gún la naturaleza—, y en cambio, na-cen contratos entre los que están enga-ñados y obran presionados por la nece-sidad. Hay que mirar, además de esto,si son contrarios esos contratos a algu-na de las leyes escritas o de las comu-

Page 40: Aristóteles - Retórica

1376 b/1377 b RETORICA.—LIBRO I.—CAP. 15 149

nes, y entre las leyes escritas, si acasolo son a las propias o a las extranjeras,y luego si son contrarios a otros contra-tos anteriores o posteriores; porque losposteriores pueden ser los válidos, o bienser los anteriores los Justos y falsoslos posteriores, según sea necesario. Hayque atender además a lo conveniente,y a si es ello contrario a los jueces, yotros argumentos semejantes; ya queson fáciles de excogitar estos de unamanera similar a lo hecho.

Las confesiones bajo tormento sontestimonios especiales que llevan consi-go el parecer dignos de fe, porque aña-den cierta necesidad. Sin embargo, tam-poco es difícil decir qué recursos sonadmisibles en ellos; porque si unos sonfavorables a nuestra causa, cabe au-mentar su importancia, ya que son es-tos los únicos testimonios verdaderos;y si, en cambio, nos son desfavorables,y están a favor de la otra parte liti-gante, se pueden refutar diciendo laverdad respecto del género entero delos tormentos; porque los que son for-zados no menos dicen mentira que ver-dad, y los que resisten todo el tiempono dicen la verdad, y fácilmente mien-ten, para acabar antes. Conviene apli-car a estas cosas ejemplos ocurridos queconozcan los jueces. (Conviene decirque no son verdaderas las confesionesbajo tormento; porque muchos son ru-dos o de piel dura y capaces de resistirnoblemente con su espíritu las violen-cias, pero los cobardes y los tímidos semantienen fuertes solo .hasta que venlos instrumentos de tortura, de maneraque nada hay digno de crédito en lasconfesiones obtenidas bajo tormento.)

En cuanto a los juramentos, hay quedistinguir en ellos cuatro especies : pues,o .se da y se recibe, o bien ninguna delas dos cosas, o bien una cosa si y otrano, y entonces de estos o se da pero nose recibe, o se recibe pero no se da. Yaún hay otra forma, además de estas,si se ha prestado ya el juramento o poruno mismo o por el otro"

No se ofrece el juramento a la otraparte apoyándose en que es fácil elperjurio y porque el que ha jurado norestituye y piensa que van a sentenciar-le los jueces, aun no habiendo jurado,da manera que así le resulte preferible

el riesgo que hay en los jueces, porqueen estos confia y en la otra parte no.

Se niega alguno a hacer el juramen-to, porque dice que el juramento sehace a cambio de dinero, y que si fue-ra uno desvergonzado, de sobra habríaya jurado; porque es preferible ser des-vergonzado a algún precio que por na-da; y que, por tanto, jurando ganaríaalgo, y no Jurando, no. Así pues, diceque el no jurar es por virtud y de nin-guna manera por temor al perjurio. Pe-ro se puede aplicar aquí lo que dijoJenófanes, que este desafío no es equi-librado o proporcionado, puesto en unhombre impío contra un hombre quees piadoso, sino es más bien semejan-te a que un hombre fuerte desafiaraa uno débil a dar golpes o a recibirlos.

Si se acepta el juramento, se podrfaargüir que se tiene demasiada fe enuno mismo y no en el otro. Y, dándolela vuelta al dicho de Jenófanes, habráque decir entonces que hay igualdaden que el impío conceda el juramento yel que es piadoso jure; y que sería terri-ble entonces que uno no quisiera jurar,en una causa en que se cree justificadoque los jueces emitan su juicio, despuésde haber jurado.

Si se concede el juramento a la par-te adversa, se dirá que es piadoso que-rer confiarse a los dioses y que no esmenester que el adversario utilice otrosjueces que estos; porque a él se le con-cede la decisión. Y además, que seríaabsurdo no querer jurar sobre cosas enque otros incluso son movidos a jurar.

Pue.sto que está ya claro como hayque hablar en cada caso, también loestá cómo hay que hablar cuando secombinan entre sí dos casos distintos;por ejemplo, si uno quiere prestar ju-ramento y en cambio no concedérseloal adversario, y si lo concede, pero elotro no lo amere prestar, y si quiereconcederlo por una parte y tambiénprestarlo él a su vez, y si ni una cosani la otra; porque es necesario que es-tos casos cualesquiera se compongan delos ya explicados de manera que tam-bién los razonamientos correspondientesse componen de los ya expuestos.

Si una parte ha hecho ya juramentoy este resulta luego contradictorio, hayque decir que no hay perjurio; porque

Page 41: Aristóteles - Retórica

150 ARISTÓTELES.—OBRAS 1377 b/1378 a

el delinquir es algo voluntario, y el per-jurar ciertamente es delinquir; pero Joque se hace movido por la violencia ocegado por el engaño es involuntario.Por tanto hay que incluir también aquíel hacer juramento en falso, que es ha-cerlo con la mente, pero no con laboca.

Pero si es el adversario el que, ha-biendo ya jurado, se contradice a símismo, hay que decir que todo lo des-

hace el que no se atiene a lo que juró;porque por esto también los jueces apli-can las leyes solo luego de haber ju-rado. Y hay que decir así: y ¿van estosa creer que vosotros vais a juzgar se-gún lo que habéis jurado, cuando ellosno tienen en cuenta su juramento? Yañadir cuantas cosas de este mismo es-tilo se puedan decir, ponderando esto,(Así pues, quede dicho todo esto res-pecto de los argumentos no artísticos.)

LIBRO SEGUNDO

CAPITULO 1

TRANSICIÓN. Y SOBRE EL CARÁCTER DELORADOR Y LAS PASIONES DEL OYENTE

Así pues, todo lo expuesto va dedica-do a ver de qué es conveniente partirpara convencer y disuadir, ensalzar ycensurar, acusar y defenderse, y quéopiniones y opiniones son útiles paralos argumentos que respaldan estas co-sas; ya que en torno a esto y a partirde esto se forman los entimemas, quese dicen en particular sobre cada unade las clases de discursos.

Y puesto que la retórica tiene comofin el juzgar—porque también se juz-gan las deliberaciones y el veredicto deltribunal es un juicio—, es necesarioatender no solo a que el discurso seaapodíctico y fidedigno, sino también acómo ha de prepararse el mismo oradory a cómo ha de predisponerse al juez;porque importa mucho para la autori-dad del orador, sobre todo en los iis-cursos deliberativos, y también luego enlos forenses, cómo se presenta el quehabla y el que se pueda suponer que elque habla está de alguna manera favo-rablemente dispuesto en su ánimo enrelación a los que le oyen, y respecto aestos, si se logra que también ellos esténde alguna manera dispuestos para conel orador.

De qué modo, pues, deba aparecer elorador, es más útil para la oratoria de-liberativa, y que el oyente esté de al-guna manera bien dispuesto es más útilpara la oratoria forense; porque las

cosas no les parecen las mismas a losque aman que a los que odian, ni a losque están indignados que a los que sien-ten tranquilidad, antes las cosas les pa-recen totalmente otras o distintas engrado o medida; porque al que ama alque es sometido a juicio, cree que esteo bien no ha delinquido o que ha de-linquido poco; y al que odia le parecetodo lo contrario; y al que desea algocon vehemencia o al que está en la fir-me esperanza de algo, si lo que va. a seres agradable, le parece que sí va a seraquello, y que va a ser bueno; pero alque nada desea y al que siente displi-cencia por lo futuro, le pasa todo locontrario.

De que los oradores sean dignos decrédito se señalan, pues, tres causas:porque tres son las causas que nosmueven a creer fuera de las demostra-ciones. Son estas tres: la prudencia, lavirtud y la benevolencia; porque losoradores sabemos recurren a la falsíaen aquellas cosas sobre que hablan odeliberan, sea por todas estas causasjuntas, sea por algunas de ellas; yaque, o bien por falta de prudencia noopinan con rectitud, o bien opinandorectamente no dicen lo que en reali-dad creen por maldad, o bien, siendoprudentes y honrados, no son benevo-lentes, por lo cual es posible que noaconsejen lo mejor a los que han de de-cidir el litigio. Y fuera de estas causasno hay otra. Es, pues, necesario queel que parezca poseer en si todas estascualidades, resulte digno de crédito alos oyentes.

Page 42: Aristóteles - Retórica

1378 a/1378 b RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 2 151

Por qué cosas, pues, podrán parecerprudentes y probos, hay que deducirlode lo que se ha dicho respecto de las vir-tudes; ya que, partiendo de estas cosas,puede uno presentar a otro y aun pre-sentarse a sí mismo bajo estos aspectos;por lo que se refiere a la benevolencia ya la amistad, hay que incluir el tema enlo que se dice acerca de las pasiones.

Son las pasiones aquello por lo quelos hombres, cambiando íntimamente, sediferencian ante el juicio; les sigue alas pasiones, como consecuencia, triste-za o placer; así son, por ejemplo, laira, la compasión, el temor y cuantasotras hay semejantes a estas y sus con-trarias. Conviene distinguir en cada unatres aspectos—y me refiero, por ejemplo,a la ira—: Cuál es la disposición deánimo de los iracundos, contra quiénessuelen irritarse y en qué ocasiones sue-len hacerlo; pues de conocer solo unoo dos de estos aspectos, pero no todosellos, nos sería imposible provocar laira; de manera semejante ocurre conlas demás. De la misma manera, pues,que hemos descrito las premisas sobrelas cosas ya dichas, así haremos aquícon estas y las dividiremos del mododicho.

CAPITULO 2

SOBRE LA IRA Y SUS FACETAS

Sea, por consiguiente, la ira un im-pulso, acompañado de tristeza, a darun castigo manifiesto por un manifiestodesprecio de algo que toca a uno mismoo a alguno de los suyos, lo cual no eracorrecto despreciar. Si esto es la ira,es necesario que el iracundo se enojesiempre por cosas que se refieren a unindividuo particular, contra Cleón, porejemplo, pero no contra «el hombre»;

L además es necesario sea porque hacho o iba a hacer algo contra él o

contra alguno de los suyos; y ademásde teda ira se sigue cierto placer, cau-

mente le son posibles, por eso se ha di-cho con razón sobre la ira:la cual, mucho más dulce que la miel que destila,crece en los pechos de los hombres... ( U -

porque le acompaña cierto placer, poreso y porque se pasa el tiempo vengán-dose en su interior; y la imaginaciónque se le produce entonces le causaplacer, como lo cauaan las de los sueños.

Puesto que el desprecio es la actuali-zación de una opinión sobre algo queno parece digno de estima—porque cier-tamente estimamos que los bienes y losmales son dignos cíe un aprecio, y loque tiende a ellos también; pero lo queno es nada o es pequeño, de ningunamanera lo consideramos digno de esti-ma—; hay tres especies de desprecio:el menosprecio, la calumnia y el ultra-je; porque el que menosprecia algo, lotiene en poco—ya que todo lo que pare-ce no valer nada se menosprecia, y loque no vale nada, se desprecia—; tam-bién el que calumnia parece menospre-ciar, porque la difamación es un obs-táculo a los designios de la voluntad,no para lograr que una cosa sea parauno mismo, sino para que no sea paraotro. Y puesto que no es para que algosea para uno mismo, lo desprecia; yaque es evidente que este tal supone queaquello no le va a causar a él daño al-guno, porque si lo temiera, no lo des-preciaría; ni piensa que pueda ser porello ayudado en algo que mereciera lapena; porque habría pensado ya enhacérselo amigo. También el que ultra-ja desprecia; pues el ultraje es hacery decir algo que redunda en vergüenzadel aue lo padece, no para que a élmismo le venga de ello otra cosa queesto, ni porque le haya ya venido estealgo, sino simplemente por darse estegusto; porque los oue con esto corres-ponden a otra casa, no ultrajan, sinoque se vengan. Y la causa del placern los que ultrajan está en que piensan

que, haciendo daño a otros, ellos sobre-salen más. Por este motivo los jóvenes

sado por la .peranzade" v^rseT y y lo. r^^^^^^r^^npuesto que es agradable pensar que seva a conseguir aquello a que uno aspira,y nadie, por otra parte, aspira a cosasque le parecen imposibles para sí mis-mo, el iracundo aspira a cosas que real-

que, cometiendo ultrajes, sobresalenmás. La deshonra es propia del ultrajey el que deshonra a otro, le desprecia;

(1) Ilíada, XVIII, 109 y sgs.

Page 43: Aristóteles - Retórica

152 ARISTÓTELES.—OBRAS 1378 b/1379 b

porque lo que no tiene ningún valor,tampoco tiene estimación ninguna, ni debien ni de mal. Por eso dice Aquiles eno-jado:me deshonró; porque, habiéndome quitado el

(premio, lo retiene él.Y,

como si fuera un desterrado, a quien no se honra,

como enojado por esto. Y creen muchosque es conveniente ser muy considera-do por los que le son a uno inferioresen linaje, en poder, en virtud y, en ge-neral, en aquello en que se sobresalemucho, como por ejemplo en las rique-zas, en que el rico es superior al pobre,y en el hablar, en que el orador es su-perior al que es incapaz de expresarse,y el que manda respecto del subdito, yel que se cree digno de mandar respectodel que vale para subdito. Por eso seha dicho:

es grande la ira de los reyes nutridos por Zeus,

y también,pero también más tarde persiste1 el rencor (1»;

puesto que también ellos se enfurecenpor la superioridad. También se esperaser considerado de parte de aquellos dequienes se piensa se debe recibir bien;y estos son aquellos a quienes uno hahecho o hace bien, él mismo o algunode los suyos, o bien piensa o ha pensa-do favorecerles.

Es claro, pues, por lo dicho, cuál esla disposición de ánimo en que se en-cuentran los que se encolerizan, contraquiénes lo hacen y por qué causas. Yaque se enojan, cuando sienten tristeza;porque el que siente amargura es por-que siente aspiración o tendencia a al-go; y tanto si directamente alguno seles opone, como por ejemplo el queimpide beber al que tiene sed, comosi no lo hace directamente, de igualmanera parece suceder esto mismo; y,si alguien les lleva la contraria, o nocolabora con ellos, o bien si se les mo-lesta en cualquier otra cosa, cuando es-tán en este estado de ánimo, se enfu-

(1) Ambos textos de la Ilíada, II, 196, y I,182, respectivamente.

recen contra todos. Por eso los que su-fren, los pobres, los que están en gue-rra, los que aman y, en general, losque apetecen algo y no pueden satis-facerlo son enojadizos y fácilmente irri-tables, sobre todo para con los que des-precian su presente; como por ejemploel que está enfermo contra los que des-precian la enfermedad; el que es po-bre, contra los que desprecian la po-breza; el que está en guerra, contra losque desprecian la guerra; el que ama,contra los que minusvaloran el amor; yde manera semejante en todo lo demás—y, si no, en cualquier otra cosa quealguien pueda tener en poco—; porquecada uno es llevado a su enojo por lapasión que soporta. También ocurre es-to, si sucede acaso lo contrario de loque uno se esperaba; ya que lo inespe-rado entristece mucho más como tam-bién complace mucho más lo imprevisto,si ocurre según se desea. Por todo eso,,queda claro qué estaciones, tiempos, si-tuaciones y edades son más prontos ala ira, y dónde y cuándo, y que cuan-do más de lleno caen dentro de las co-sas dichas, más propensas son a la ira.

Los que así están predispuestos a laira, se enfurecen contra los que se ríen,se burlan y se chancean; porque come-ten ultraje contra ellos. Y también seenfurecen contra aquellos que les dañanen aquellas cosas que son signo de opro-bio. Y necesariamente serán estas cosasde tal categoría que no les darán nadaen cambio ni son de utilidad a los quelas hacen; ya que en esto precisamentese manifiesta la insolencia. Tambiénse encolerizan contra aquellos que ha-blan mal y menosprecian aquello de queellos más se precian; como por ejem-plo los que pretenden ser consideradosen el campo de la filosofía, si alguiense la desprecia; y los que pretenden serestimados por la perfección de su cuer-po, si se la desprecian; y de modo se-mejante en lo que atañe a las demáscosas. Y eso ocurre mucho más aún, silos que son objeto de burla imaginanno poseer aquello, o absolutamente, oen tanto grado, o que no se ve; puestoque cuando uno cree sobresalir muchoen aquello en que es objeto de burlano se preocupa. Y se siente mayor eno-jo aún contra los amigos que contra los

Page 44: Aristóteles - Retórica

1379 b/1380 a RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 3 153

que no lo son; porque se piensa que esmás lógico recibir de ellos buen trato,que no lo contrario. También se encole-rizan estos contra los que están acos-tumbrados a rendirles honra y conside-ración, si no vuelven a tratar con ellos;porque por .estas cosas piensan ser me-nospreciados; ya que, si no, harían lomismo qué antes solían. Y lo mismocontra los que no corresponden bien, nipagan adecuadamente. Y también se en-colerizan contra los que obran cosas queson contra uno, si son • inferiores; por-que a todos ellos parece que se les me-nosprecia, a los unos como a inferiores,a los otros como que vienen de parte delos inferiores. Lo mismo contra los queno son tehidos en ninguna consideración,si dan por su parte muestras de despre-cio, se siente aún mayor enojo; ya quese supone que la ira nace del despreciode los que no tienen motivo por qué des-preciar, y a los inferiores no les cua-dra hacerlo; y se siente también eno-jo contra los amigos, si no hablan bienni hacen favores, y todavía más si obranlo contrario, y si no se sienten necesi-tados; como por ejemplo el Plexipo dela tragedia de Antiíón (1) contra Me-leagro; porque el no conmoverse e.s se-ñal de desprecio; ya que aquellos porquienes nos interesamos no nos pasaninadvertidos. Y contra los que se ale-gran de las desgracias y, en general,contra los que no se impresionan ensus desgracias personales; porque es se-ñal de enemistad y desprecio. Tambiénse encolerizan t ntra los que no medi-tan si van a producir pesar con sus ac-ciones; por eso también se enfureceuno contra los que anuncian las malasnoticias. Lo mismo contra los que pres-tan oídos a los errores que uno ha co-metido o los consideran: porque estostales son semejantes a los enemigos alos que le desprecian a uno; ya aue losamigos se conduelen de ello, y todos losque ven en mal estado las cosas pro-pias, lo sienten. También contra los quenos desprecian ante cinco clases de per-sonas : ante los que rivalizan con nos-otros en alsco: ante los que nosotros ad-miramos; ante los que deseamos nos

f l ) Plexioo era uno de los dos tíos de Me-leagro, a quien este mató.

admiren; ante los que nos infunden res-peto; o ante los que nos respetan; sialguien nos desprecia delante de estaspersonas, sentimos enojo. También seencoleriza uno contra aquellos que des-precian aquellas cosas, en cuya defensasería vergonzoso que no acudiéramoscomo por ejemplo nuestros padres olos hijos, la esposa, o los .subditos. Lomismo contra los que no devuelven unfavor; porque el desprecio consiste enhacer algo fuera de lo debido. Tambiéncontra los aue ironizan a los que hablanen serio; porque la ironía es un menos-precio. Y se encoleriza uno contra losque favorecen a los demás, pero no anosotros mismos; porque es despectivono estimarle a uno digno de lo que atodos los demás sí. Es también causa deira la falta de memoria, como por ejem-plo el olvido de los hombres, aun sien-do cosa de poca importancia; porquetambién el olvido parece ser muestra depoca estima, ya qua el olvido procedede descuido, y la falta de cuidado escierta falta de aprecio.

Queda, pues, dicho, contra quiénes seexperimenta el enojo y en qué estadosde ánimo y por qué causas. Bs evidenteque convendría que el orador prepararacon su discurso a los oyentes de tal ma-nera, que llegaran a la situación aními-ca de los que están enojados, y a loscontrarios los hiciera aparecer cargadosde culpas de tal Índole, que muevan aira y en tales circunstancias que exci-ten el enojo de los oyentes.

CAPITULO 3

SOBRE LA SERENIDAD O ENTEREZA

Dado que lo contrario de irritarse esel tranquilizarse, y la ira es contraria ala serenidad, hay que tratar ahora so-bre cómo es el estado de ánimo delos que son pacíficos, y respecto de quié-nes lo son y por qué causas.

Sea la serenidad, pues, una detencióny una pacificación de la ira.

Si se siente ira evidente contra losque nos desprecian, y el desprecio esvoluntario, es evidente que ante los queno hacen esto, o lo hacen involuntaria-mente, o aparentan tales cosas, se es

Page 45: Aristóteles - Retórica

154 ARISTÓTELES.—OBRAS 1380 a/1380 b

manso. Y también se es manso frente alos que quieren precisamente lo contra-rio de lo que en realidad han hecho.Lo mismo ante los que también se por-tan consigo mismos como con nosotros,ya que nadie parece despreciarse a símismo; y lo mismo ocurre ante los quese confiesan culpables y se arrepienten;porque al entristecerse, como aplicán-dose a sí mismos la justicia por las co-sas hechas, hacen cesar la ira. Actitudque recuerda el castigo de los esclavos,ya que a los que replican y niegan lescastigamos más, en cambio a los quereconocen que son castigados justamen-te, no les llega nuestra ira, ya pacifica-da. La causa de ello está en que es des-vergüenza negar lo que es manifiesto,y la desvergüenza es desprecio y faltade consideración; al menos, ante aque-llos que despreciamos, no sentimos ver-güenza. Tampoco sentirnos ira ante losque se humillan a sí mismos y no repli-can; porque parecen reconocer que soninferiores, y los inferiores temen, y na-die que teme a alguien, desprecia. Queante los que se humillan se calma laira, también los perros lo dan a enten-der no hiriendo a los que se echan alsuelo. Tampoco se enojan los que obranen serio contra los que se lo toman enserio; porque les parece que se les hablaen serio, pero no que se les menospre-cia. Tampoco se encoleriza uno contralos que le han hecho mayores favores.Y tampoco contra los que ruegan y su-plican, porque están más abajo. Tam-poco contra los que no ultrajan, ni sonburlones ni despectivos con nadie ab-solutamente, ni con los buenos, ni conlos que son como nosotros.

En general, conviene llegar a la con-sideración de lo que serena, por los con-trarios de lo que enoja. Se siente sere-nidad ante aquellos a quienes se temey se respeta; porque mientras estamosen esta disposición de ánimo, no damoscabida a la ira, ya que es imposible te-mer y enojarse al mismo tiempo. Tam-poco ante los que obran por ira, seenoja uno o se enoja menos; porquesus obras no parecen movidas por eldesprecio, ya que ningún iracundo des-precia; pues el desprecio no lleva con-sigo tristeza y la ira sí. Y tampoco sesiente la ira contra los que nos respetan.

Es evidente que loe que están en es-tado de ánimo contrario al enojarse, sonmansos; como por ejemplo en la risa,en la chanza, en la fiesta, en la buenasuerte, en la prosperidad, generalmenteen la falta de tristeza, en el placer noinsolente y en la esperanza equitativa.Además, los que luego de algún sucesohan dejado pasar el tiempo, tampocoestán sujetos a la ira; porque el tiem-po la serena. La ira mayor contra unapersona determinada la aplaca la ven-ganza tomada antes contra otra perso-na; por eso Pilócrates (1), al pregun-társele, estando aún el pueblo enfure-cido contra él: «¿Por qué no te defien-des?», respondió con razón: «Aún no.»«Pues ¿cuándo?» «Cuando vea que hancalumniado a otro.» Porque entonces sevuelve mansa la gente, cuando ha des-ahogado su ira contra otro, lo cualocurrió en el caso de Ergófilo (2); yaque, estando el pueblo más enojado con-tra él que contra Calistenes, lo solta-ron porque el día antes habían ya con-denado a muerte a Calistenes. Tambiénse calma la ira si se coge al ofensor.Y también si el adversario ha recibidoun daño mayor que el que está con élenojado le hubiera causado; ya que deesta manera se tiene la impresión dehaber tomado ya la venganza. Y si secree que se ha cometido una injusticiay que se ha pagado justamente, tambiénse calma la ira—ya que contra lo jus-to no se siente ira—; porque se piensaque no sufren más de lo merecido, y esosí era causa de ira. Por eso es conve-niente castigar primero de palabra; por-que así se enfurecen menos los castiga-das, aun los mismos esclavos. Y no sesiente ira si se piensa que el que su-fre el castigo no sentirá que lo sufre porcausa de uno y en compensación de loque este sufrió, ya que la ira se cebaen lo individual, lo cual es evidente porla definición. Por eso dice con razón elverso:

dile que fue Ulises, el destructor de ciudades (3),

(1) Contemporáneo y enemigo político deDemóstenes.

(2) Ambos fueron generales en la expediciónal Quersoneso.

(3) Odisea, IX, 504.

Page 46: Aristóteles - Retórica

1380 b/1381 a RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 4 155

porque no se sentiría Ulises vengado siel cíclope no supiera por quién fue aque-llo hecho ni en compensación de quécosa. De manera que no se enoja unocontra los que no sienten ni contra losque ya murieron, porque han sufrido yael término, y no tendrán más dolor nisentirán, que es lo que pretenden losiracundos. Por eso dice con razón elpoeta, sobre Héctor ya cadáver, que-riendo poner fin a la ira de Aquiles:

pues tierra sordomuda ultraja furibundo (1).

Está, pues, suficientemente claro quelos que quieran aplacar a otros han desacar los recursos a emplear de estos tó-picos, para disponer a los oyentes de talmanera que sientan temor de aquelloscontra quienes están enojados, p quesientan respeto, o que los considereninclinados a hacer favores, o autoresinvoluntarios de sus actos, o bien muydolidos de sus acciones.

CAPITULO 4

SOBRE EL AMOR, LA ENEMISTAD Y ELODIO

Digamos hacia quiénes se siente amory odio, y por qué, luego que hayamosdefinido qué es la amistad y el amor.

Sea amor el querer para alguien aque-llo que se cree bueno, por causa deaquel y no de uno mismo, y sentirseademás inclinado a realizarlo según laspropias posibilidades. Amigo es el queama y es, a su vez, amado. Consideranser amigos aquellos que se hallan asídispuestos entre sí.

Supuestas estas cosas, es necesarioque sea amigo el que se goza juntamentecon los bienes del otro, y el que a unacon él se entristece en las penalidades,no por otra razón que por el mismo aquien ama. Porque, cuando a uno le vanbien todas las cosas, todos se alegran deello, y cuando las cosas son adversas, seentristecen; de modo que las penas y lasalegrías son el signo manifestativo deuna voluntad que ama. son, pues, ami-gos aquellos para quienes son los mis-

U) Ilíada, XXIV, 5*.

mos que para uno los males y los bienes,y para quienes son también los mismoslos amigos y los enemigos de uno; por-que es necesario que quieran lo mismoque aquellos de quienes son amigos; demanera que el que quiera para otro lomismo que quiere para sí, este pareceser amigo de aquel otro. Y se ama a losque le hacen bien a uno mismo o a losque lo hacen a aquellos por quienes unose interesa; ya sean los bienes grandes,bien sean hechos con buen espíritu, bienrealizados en determinadas circunstan-cias y por causa de uno mismo, o poraquellos de quienes se piensa tienen in-tención de hacer algún favor. Y se amaa los amigos de los amigos, y a los queaman a los que también uno ama. Ya los que son amados por los que sonamados por uno. Y lo mismo a los quetienen los mismos enemigos que uno yodian a los .mismos que uno odia y alos que son odiados por los que son odia-dos por uno mismo; ya que para todosestos parecen existir los mismos bienesque para uno mismo, de manera quequieren los mismos bienes que uno quie-re, lo cual decíamos es lo característicodel amigo. También a los que han tra-bajado benéficamente en pro de las ri-quezas y de la seguridad; por eso seestima a los que son liberales, a los queson valerosos y a los que son justos. Seconsideran tales los que no viven a cos-ta de otros; y tales son los que vivendel trabajo, y de estos los que viven dela agricultura, y de los demás los arte-sanos de una manera especial. Tambiénse ama a los que son temperantes, por-que no cometen injusticias. Y a los queaman la tranquilidad, por la misma ra-zón. Y a aquellos de quienes queremosser amigos, si nos parecen dispuestos aserlo; tales son los que son buenos porsu virtud, y los que son bien considera-dos, sea entre todos, sea entre los me-jores o entre los que son admirados pornosotros o entre los que nos admirana nosotros. Lo mismo, además, los queson agradables en su trato y en su con-vivencia; son tales los complacientes ylos que no están siempre dispuestos aecharle a uno en cara sus equivocacio-nes, y los que no son amantes de la po-lémica y* rijosos; porque todos estos sonreñidores y los reñidores parecen querer

Page 47: Aristóteles - Retórica

156 ARISTÓTELES.—OBRAS 1381 a/1382 a

lo contrario que uno. Y los que son há-biles en soltar chanzas y en soportar-las; ya que unos y otros tienden a lomismo y son capaces de hacer burlasy soportarlas adecuadamente. Y tambiénse ama a los que alaban los bienes queuno tiene y de entre ellos, sobre todo,aquellos que uno teme no poseer. Tam-bién se ama a los que son limpios en .supresentación personal, en su vestido, entoda su vida. Y lo mismo a los que nole echan a uno en cara sus faltas; por-que los que hacen ambas cosas solo sir-ven para criticar. Y también se ama alos que no son rencorosos ni guardanlas ofensas, sino que son fáciles a lareconciliación, porque imaginamos se-rán para con nosotros como son paracon los demás. Y lo mismo a los que nohablan de lo que está mal y no advier-ten las cosas malas de los que están cer-ca de ellos ni las nuestras, sino sólolas cosas buenas; porque obra así el quees bueno. Y se ama a los que no ofre-cen oposición a los iracundos ni a losque tienen prisa; ya que los que obranasí son también pendencieros. Y se amaa los que de algún modo nos tratan consolicitud, como mostrándonos admira-ción, y considerándonos buenos y gozan-do con nuestra compañía, y sobre todolos que experimentan los mismos senti-mientos que nosotros en las cosas enque más deseamos ser admirados o pa-recer ser mejores o más agradables. Yse ama a los semejantes y a los que sededican a lo mismo, a no ser que estor-ben o se ganen la vida con lo mismo;porque entonces sucede aquello de que

también el alfarero está contra el alfarero.

Y se ama a los que desean lo mismo,con tal que sea posible que ellos par-ticipen a su vez en ello; ya que, delo contrario, sucede también lo dicho.Y se ama a aquellos ante quienes se tie-ne tal disposición de ánimo que no sesiente ante ellos vergüenza en las cosasopinables y tampoco se los desprecia.Y se ama a aquellos con quienes se ri-valiza o por quienes se quiere ser emu-lado, aunque no envidiado; a estos ose les ama o se quiere que sean amigos.Y lo mismo a aquellos con quienes sepuede colaborar en obrar el bien, con

tal que por ello no vayan a ocurrirle auno mayores males. Y también a aque-llos que de un modo semejante aman alos ausentes y a los presentes; por esotambién amamos a todos los que son asipara con nuestros muertos. Y se amatambién, en general, a los que amanmucho a sus amigos y no les abando-nan en sus dificultades; porque amansobre todo, entre los buenos, a los queson buenos en la amistad. Y lo mismo alos que no le engañan a uno; y talesson los que nos dicen nuestros defec-tos; ya que se ha dicho que no nosavergonzamos ante nuestros amigos delas cosas que están sujetas a opinión;porque si el vergonzoso no es amigo, síparece serlo, en cambio, el que no esvergonzoso. Y se ama igualmente a losque no son terribles, y a aquellos ha-cia los que sentimos confianza; por-que nadie ama al que teme.

Especies o formas del amor son elcompañerismo, la familiaridad, el paren-tesco y demás cosas semejantes.

El favor es causa eficaz del amor, yhacerlo sin ser rogado y sin hacer verque se ha hecho; ya que asi parecehaber sido hecho tan solo por causa delmismo amigo, y no por otra cosa.

Por lo que se refiere a la enemistady el odio, es evidente que cabe estudiar-los a partir de los contratos de lo di-cho. Causas de la enemistad son la ira,la vejación, la calumnia. La ira procede,decíamos, de las cosas que le afectan auno mismo, la enemistad en cambio tie-ne lugar sin que la cosa le afecte a unopersonalmente; ya que si podemos sos-pechar que una cosa está incluida eneste género, la odiamos. Y la ira seceba siempre en lo individual, como enCalías o Sócrates, el odio en cambiocomprendé también las cosas genéricas,ya que todo el mundo odia al ladrón yal calumniador. Y aquella admite, conel tiempo, curación; este, en cambio,no es curable. Y la una conlleva ten-dencia a causar tristeza, mientras elotro tiende a causar daño; porque elque está enojado quiere sentir el dañoque causa, y al que odia nada le impor-ta advertirlo. Las cosas que causan tris-teza se sienten todas; con todo las peo-res son las menos sensibles, la injusti-cia y la insensatez; porque ninguna

Page 48: Aristóteles - Retórica

1382 a/1382 b RETORICA.—LBRO II.—CAP. 5 157

tristeza causa la presencia del mal. Yla una lleva consigo tristeza, el otroen cambio no; porque el que está eno-jado está triste, y el que odia, no. Y eluno se movería a compasión si al otrole ocurrieran muchas cofias, y este encambio no se compadecería ante nin-guna cosa; ya que el uno quiere sim-plemente que aquel contra quien estáenojado, pague a su vez, mientras queel otro no quiere que exista aquel aquien odia.

Asi pues, por lo dicho queda bien cla-ro que es posible demostrar que los ami-gos y los enemigos lo son y, cuando nolo son, es posible hacerlos pasar por ta-les, y si dicen que lo son, deshacer talafirmación; y cuando están en pleitopor ira o por enemistad, es posible en-cuadrarlos en la categoría de amigo ode enemigo, según uno haya elegidoantes.

Qué cosas son las que se temen, aquiénes se teme y bajo qué disposiciónde ánimo, quedará claro por lo que si-gue.

CAPITULO 5

SOBRE EL TEMOR Y EL VALOR

Sea el temor cierta pena o turbaciónque resulta de la imaginación de unmal inminente, dañoso o triste; porqueno todas las cosas malas se temen, co-mo por ejemplo ser uno injusto o tar-do, sino cuantas puedan conllevar gran-des penalidades o daños, y aun esto no,si parece lejano, sino tan solo si parececercano, como si fuera ya a suceder, yaque las cosas muy lejanas no se temen,porque todos saben que van a morir,pero como no lo consideran inmediato,no se preocupan de ello.

Así pues, si esto es el temor, es nece-sario que sean temibles aquellas cosasque parecen poseer una gran capacidadde destruir o de causar daños, que tien-dan con fuerza a una gran tristeza. Poreso son también temibles las señales detales cosas; porque lo temible pareceestar cercano; ya que esto es precisa-mente el peligro: la proximidad de lotemible. Y tales son entonces la enemis-tad y la ira de los que tienen poderpara hacer algo; porque es evidente que

quieren ponerlo por obra, de maneraque están muy cerca de la acción. Y estambién temible la injusticia que tienepoder; ya que por la decisión premedi-tada, es injusto el injusto. Y tambiénes temible la virtud ultrajada que tie-ne poder; porque es evidente que siem-pre tiene intención de obrar, puesto queha sido ultrajada, y ahora además tienepoder para hacerlo. Y es también temi-ble el miedo en aquellos que puedenhacer algún mal; ya que es necesarioque quien está en tal disposición deánimo esté también preparado para ha-cerlo. Puesto que la masa de la gentees bastante mala y no se sabe sobrepo-ner al lucro, y es bastante cobarde enlos peligros, es de ordinario temible es-tar a merced de otro, de manera quelos que han sido cómplices en algún he-cho malo, es peligroso que se vuelvantemibles, o que le denuncien a uno óque le abandonen a uno en el apuro. Yson también temibles para aquellos aquienes puede hacerse injusticia, los quetienen poderío para cometerla; porquede ordinario, los hombres, cuando pue-den, cometen injusticia. También sontemibles los que han sido victimas dealguna injusticia o al menos se creentales, porque estos acechan- siempre laocasión. Y los que han delinquido, cuan-do tienen poder, son también temibles,por el temor que sienten ellos a su vezde ser víctimas de alguna venganza. Yaque se supone que esto es temible. Y sonigualmente temibles los que están enpugna por cosas que no es posible ten-gan al mismo tiempo los unos y losotros; porque siempre están en luchaentre sí por ello. Y lo son los que sontemibles para quien es más fuerte queuno; porque todavía más podrían da-ñarle a uno que aquellos, si pueden ha-cerlo a los que son más fuertes. Y aque-llos a quienes temen los que son másfuertes que uno, y por la misma razón.Y lo son también los que han eliminadoo vencido a los aue son más fuertes queuno; y los que han agredido a los queson más débiles que uno; porque, oeran ya temibles antes, o lo son ahorapor haberse crecido. Y son también te-mibles, de entre los que han sido vícti-mas de injusticia y son enemigos o ri-vales, no los de genio pronto y los que

Page 49: Aristóteles - Retórica

158 ARISTÓTELES.—OBRAS 1382 b/1383 a

no tienen doblez, sino los mansos, loshipócritas y los astutos; porque si es-tán cerca de uno, no se reconocen, demodo que nunca es evidente que esténlejos.

Todas las cosas temibles son aún mástemibles, cuando, una vez cometida laíalta, no es posible rectificar, sino quela enmienda es totalmente imposible ono está en uno mismo, sino en los con-trarios. Y también lo son las cosas enque no es posible pedir auxilio o no esíácil hacerlo. Hablando en general, sontemibles todas las cosas que, cuando lesocurren o amenazan ocurrirles a los de-más, merecen compasión.

Así pues, las cosas temibles y las queen realidad se temen, son casi estas lasmayores, por así decirlo; digamos aho-ra en qué estado de ánimo están losque temen. Si el temor, pues, se da conel presentimiento de sufrir algún dañocapaz de producir la aniquilación, esevidente que nadie teme aquellas cosasque parece no pueden dañar en nada,ni aquellas cosas que uno piensa no vaa padecer, ni a aouellos de quienes unopiensa no va a padecerlo, ni cuando sepiensa que no van a ocurrir.- Es necesa-rio, pues, que teman los que piensan quepueden sufrir algo, y a aquellos de quie-nes les puede venir esto, y aquellas co-sas que pueden suceder y las veces queles puedan suceder. Pues no piensan po-der padecer daño ni los que están engran prosperidad, ni los que creen estar-lo; por eso los insolentes, los despecti-vos y los temerarios—ya que la riqueza,la fuerza, las muchas .amistades y elpoder los hace tales—; y tampoco losque creen que ya han sido víctimas detodas las cosas temibles y están ya fríosde cara al futuro, como los que ya hansido fuertemente azotados con varas;antes, para temer, conviene que sobre-viva alguna esperanza de salvación, res-pecto de aquello por que se lucha. Laprueba está en que el miedo nos haceconsiderados, y nadie delibera o consi-dera sobre las cosas desesperadas.

De manera que, cuando sea mejor quelos oyentes teman a alguien, es conve-niente disponerlos diciéndoles que es-tán en condiciones de que les ocurra al-go; porque también otros mayores queellos han sufrido; y mostrarles que

otros, en igualdad de circunstancias queellos, padecen o han padecido, y a ma-nos de quienes ellos no imaginaban, ytales cosas y en tales ocasiones que ellosno podían pensar.

Puesto que con esto queda ya claro loque se refiere al temor y a las cosas te-mibles, y al estado de ánimo de todos ycada uno de los que temen, también re-sulta evidente de ello qué es lo valero-so, y en qué cosas se dan a conocer losvalientes y qué disposición de ánimo su-ponen los valerosos; porque el valor eslo contrario del temor y lo que muevea la intrepidez es io contrario de lo te-mible; de manera que valor es la es-peranza acompañada de la imaginaciónde que están cerca las cosas salvado-ras y de que las cosas temibles o noexisten o están lejos.

Son cosas que infunden valor el quelas cosas temibles estén lejos y que es-tén cerca las que anuncian la salva-ción. Y si caben remedios o recursos,muchos o mayores, o las dos cosas a untiempo, y si no se ha sido víctima '(Leinjusticia alguna ni autor de ella, y losrivales o simplemente no existen o notienen poder, o si, teniendo poder, sonamigos o bienhechores o han recibidonuestros favores. O bien, si son más nu-merosos aquellos a quienes conviene lomismo que a uno, o son más fuertes,o ambas cosas.

Los valerosos lo son en estas disposi-ciones de ánimo: si creen que han triun-fado mucho y no han padecido, o biensi muchas veces han llegado al bordede las cosas temibles y las han podidoesquivar; porque de dos maneras sevuelven insensibles los hombres: o porno tener experiencia o por tener seguri-dad, y así, en los peligros del mar, losque no han vivido una tormenta con-fían superar el futuro, y también lo es-peran los que tienen seguridad por laexperiencia pasada. Se es también va-leroso, cuando* una cosa no es temiblea los que son semejantes a uno, ni alos que son menos que uno, ni a aque-llos de quienes uno se considera supe-rior; y creemos que entre estos estánaquellos a quienes hemos vencido, o per-sonalmente a ellos, o a los que son másfuertes que ellos o semejantes a ellos.También son así los que piensan po»

Page 50: Aristóteles - Retórica

1383 b/1384 a RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 6 159

seer más y mayores cosas que aquellaspor cuya posesión vienen a ser los hom-bres temibles; tales cosas son la grancantidad de riquezas, la fuerza corpo-ral, los amigos, las posesiones territoria-les, los elementos dispuestos para la gue-rra, o de todas clases o de los más im-portantes. Y tampoco se siente temor,si no se ha cometido injusticia contranadie, o solo contra pocos, o contra aque-llos de quienes no se teme nada. Y, ge-neralmente, tampoco se teme si se estáen buena situación respecto de los dio-ses, en otras cosas y en las que vienenconfirmadas por señales y oráculos;porque la ira da animosidad; y el nocometer injusticia, antes ser víctima deella, provoca la ira; y se supone quela divinidad acude en ayuda de los quesufren injusticias. Y tampoco se sientetemor cuando, al emprender algo, secree que nada le puede pasar a uno demomento, ni le va a pasar luego, antesha de triunfar. Y así se ha hablado yade lo que se refiere a las cosas temiblesy a las que infunden valor.

CAPITULO 6

SOBRE LA VERGÜENZA O RESPETO

De qué cosas se siente vergüenza yde cuáles no se siente, y ante quiénesy en qué estados de ánimo se siente,se verá, claro por io que sigue.

Sea la vergüenza cierta tristeza o tur-bación respecto de los vicios presen-tes, pasados o futuros, que parecen lle-var a una pérdida de la honra; y ladesvergüenza es cierto desprecio e in-diferencia respecto de las mismas co-sas.

Si vergüenza es lo que ha sido defi-nido, es necesario que se sienta vergüen-za de aquellas faltas que parecen servergonzosas para uno mismo y paraaquellos por quienes uno se muestra so-lícito; tales son todas las obras que pro-ceden de un vicio, como, por ejemplo,arrojar el escudo y huir; porque nacede cobardía. Y lo mismo robarle a unoalgo que recibió como fianza, o delin-quir ya que ello procede de la injus-ticia. Y fornicar con quienes no se debehacer, o donde no conviene, o cuando no

conviene ; porque nace de la incontinen-cia. Y el lucrar con cosas mezquinas overgonzosas, o de quienes no se puedendefender, como, por ejemplo, de los po-bres o de los muertos; de donde vieneel refrán: «sacar hasta de un cadáver»;poique esto nace de codicia y avaricia.Y también es vergonzoso no prestar au-xilio con dinero, pudiéndolo hacer, o

i prestarlo menor de lo que se puede. Yhacerse socorrer por los que tienen me-nos recusos que uno: también es ver-gonzoso. Y lo es también pedir dineroprestado, cuando uno parece mendigar,y mendigar, cuando uno parece exigir,y exigir, cuando uno parece que men-diga, y tributar alabanzas,, cuando unoparece" que las pide, y hacerlo no menos,cuando le ha sido denegada a uno unapetición; porque todo esto son señalesde tacañería. El alabar a los que estánpresentes es adulación, y el excederseal alabar lo bueno y atenuar las co-sas malas y el ser extremado en doler-se con el que se duele en nuestra pre-sencia, y todo lo demás semejante aesto; porque todo ello son señales deadulación.

Y es vergonzoso no tolerar trabajos,que toleran en cambio los que son másancianos, o llevan una vida regalada olos que se hallan en mejor fortuna, o

! simplemente son de inferior capacidad.Porque todo esto son señales de molicie.Y recibir beneficios de otro, y esto mu-chas veces, y criticar duramente el fa-vor que le hicieron; porque todo estoson señales de mezquindad de espírituy de bajeza. Y lo es asimismo anunciara todos los vientos las cosas propias ypregonarse a sí mismo, y afirmar quetambién son propias las cosas ajenas;porque todo ello es síntoma de fanfarro-nería. Y hacer de manera semejante conlos hechos que proceden de cada unode los vicios del carácter, y de sus se-ñales y las demás cosas semejantes, por-que son cosas infames y vergonzosas.Y no participar de los bienes de losque todos participan, o todos los queson de igual categoría o clase, o la ma-yoría de ellos—y llamo iguales a losde la misma nación, a los conciudada-nos, a los coetáneos, parientes y, en ge-neral, a todos los que están en igualcondición que uno—; porque es vergon-

Page 51: Aristóteles - Retórica

160 ARISTÓTELES.—OBRAS 1384 a/1384 b

zoso no participar, por ejemplo, hastacierto grado de la educación, y seme-jantemente de las demás cosas. Todasestas causas de desvergüenza lo sonmás, si parecen provenir de uno mis-mo ; porque de esta manera parecenser en mayor grado consecuencia de unvicio, si uno es la causa de lo que hasucedido, sucede o sucederá. Los quepadecen, han padecido o van a padecercuanto conduce al deshonor y al ultra-je, reciben vergüenza en estas cosas;estas cosas son las que llevan a servi-dumbres del cuerpo, o a actos vergon-zosos, entre los cuales esta el sufrir ul-traje. Y también Jo que toca a la in-continencia, sea voluntario, sea involun-tario—lo impuesto por la violencia esinvoluntario—; porque la paciencia y elno defenderse son consecuencia de la fal-ta de fortaleza o de la cobardía.

Las cosas que causan vergüenza sonestas y todas las que son de este mis-mo estilo; porque la vergüenza es unarepresentación imaginativa de lo quese refiere a la deshonra, y por causade esta misma y no de sus consecuen-cias, porque nadie se preocupa de laopinión, sino de los que opinan, es ne-cesario que se avergüence uno anteaquellos de quienes se tiene cuenta. Yse tiene cuenta de los admiradores deuno y de los que uno mismo admira, yde aquellos por quienes uno quiere seradmirado y de aquellos a quienes seemula y cuya opinión no se menospre-cia. Se quiere ser admirado por aque-llos y se admira a aquellos que poseenalgún bien de los que son ordinariamen-te estimados, o aquellos de quienes ac-cidentalmente se necesita lograr algo deque ellos son señores, como les ocurre alos amantes; se emula a los que soniguales; se tiene en consideración a losque son prudentes, porque dicen la ver-dad, y son tales los de edad avanzaday los que han recibido una educaciónesmerada. También se siente vergüenzade lo que está a la vista y es más pa-tente; de donde el proverbio de que«en los ojos están las cosas que cau-san vergüenza». Por eso se siente másvergüenza de los que siempre van a es-tar junto a uno y de los que nos con-ceden mayor atención, porque unos yotros están ante los ojos.

Se respeta a los que no están expues-tos a estas cosas; porque es evidenteque ellos opinan lo contrario de todoesto. Y se respeta a los que no son in-dulgentes con los que parecen pecar;porque las cosas que uno mismo hace,se dice que no se las reprocha uno alos que están cerca de él, y en cuantono las hace, es evidente que las ha dereprochar. Y también se respeta asimis-mo a los que comunican esto a muchos;ya que en nada se distinguen el nojuzgar y el no comunicarlo. Son pro-pensos a comentar las cosas los quehan padecido injusticias, porque estánsiempre en acecho, y también los mal-dicientes; porque si estos critican auna los que no han faltado, más aún alos que sí han faltado. Y también serespeta a los que tienen como ocupa-ción censurar los pecados de los quéviven cerca de ellos, como son, por ejem-plo, los bufones y los autores cómicos;porque estos son de alguna manera mal-dicientes y pregoneros de las cosas. Yantes aquellos a quienes en nada les hanfallado sus esperanzas; porque estánen la posición de los que son admirados.Por eso se siente vergüenza de aquellosa quienes por primera vez se les ha pe-dido algo, ya que entre ellos, de algu-na manera, no había aún desmerecidouno; tales son los que están comenzan-do a querer ser amigos de uno—ya quese fijan en lo mejor de uno; por esoestá bien la respuesta de Eurípides alos siracusanos (1)—; y entre los anti-guos conocidos se cuentan como taleslos que nada conocen de uno. Se tie-ne vergüenza no solo de las cosas lla-madas vergonzosas, sino también de susseñales manifestativas, por ejemplo, nosolo de entregarse al acto del amor, si-no también de sus signos. Y no solo alcometer acciones vergonzosas, sino tam-bién al hablar de ellas. De semejantemodo no solo se siente vergüenza delas personas dichas, sino también de las

(1) Un escolio a este1 pasaje dice que Eurípi-des—no se sabe si el poeta trágico o un Heu-rippides, político conocido por una inscripción—fue encargado de tratar una paz con Siracusa.Encontró mal dispuestos a los ciudadanos, porlo que les dijo qué solo por presentarse comoadmiradores, debían aceptar las condiciones delos atenienses.

Page 52: Aristóteles - Retórica

1384 b/1385 a RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 7 161

que se lo van a manifestar a ellas, co-mo, por ejemplo, los criados o sus ami-gos. En general, no se tiene vergüenzani de los que despreciamos mucho porsu poca fidelidad a lo verdadero^-por-que nadie se avergüenza de los niños ode los animales—, ni se siente igual ver-güenza ante los conocidos que ante losdesconocidos, sino aue ante los cono-cidos se siente vergüenza de las cosasque se juzgan vergonzosas de verdad y,ante los más lejanos, de lo que se refie-re a las costumbres admitidas.

La vergüenza es posible sentirla enestos estados de ánimo: primero, si an-te nosotros, con la disposición de áni-mo de los que hemos dicho sienten ver-güenza, se hallaran otros cualesquiera.Eran estos los que son admirados poruno, o los que le admiran a uno, o aque-llos por quienes se quiere ser admira-do, o aquellos de quienes se necesita unfavor de los que no se alcanzan si des-merece nuestra opinión, y esto o bienporque nos ven—como Cidias en su dis-curso sobre la colonia de Samos, ya quedijo a los atenienses que se imagina-ran que los griegos estaban a su alre-dedor viendo, y no solo oyendo, lo queiban a votar—, o bien porque estos ta-les están cerca de nosotros, o porquevan a saberlo pronto, por eso no sequiere ser visto en desgracia por los quele emulaban a uno en otro tiempo; por-que los émulos son admiradores. Y cuan-do se tienen obras y cosas que producenvergüenza, sean propias de los antepa-sados o de otros cualesquiera con quie-nes le ata a uno un parentesco próxi-mo. Y en general, de aquellos hacia quie-nes se siente vergüenza; son estos losya dichos y los que con uno tienen al-guna relación, o aquellos de quienes seha sido maestro o consejero, y si hayotros semejantes con quienes rivalizar;porque muchas cosas se hacen o se de-jan de hacer por respeto a ellos. Y sees más vergonzoso con los que van aser vistos con frecuencia, y con los quevan a convivir en público con los quele conocen a uno. De donde el poetaAntifón, yendo a ser muerto a golpe devaras por sentencia de Dionisio, vien-do a los que iban a morir con él ta-pándose el rostro a medida que atra-vesaban los puestos—«¿por qué os cu-

ARISIOIELES.—«

brís?—dijo—, ¿es que mañana no osva a ver alguno de estos?».

Así pues, esto es lo que hay que de-cir respecto de la vergüenza; de la des-vergüenza, con evidencia hallaremosabundantes premisas en las cosas contra-rias a estas.

CAPITULO 7

DEL FAVOR

A quiénes se hace favor y sobre quécosas o en qué estado de ánimo, que-dará aclarado, una vez hayamos defi-nido el favor.

Sea, pues, favor el servicio según elcual el que lo conce'de se dice que ha-ce favor al que lo necesita, no a cam-bio de alguna cosa ni con fin algunoen provecho del que lo hace, sino pa-ra el otro; será grande cuando se hahecho a uno muy necesitado, o es decosas grandes y difíciles, o en tales cir-cunstancias determinadas, o ha sido elúnico en hacerlo, o el primero o el quemás.

Son necesidades los apetitos, y de es-tos sobre todo los que ocasionan triste-za si no se llevan a satisfacción. Talesson las pasiones; por ejemplo, el amor.Y también lo son los que se dan enlos sufrimientos del cuerpo y en lospeligros; porque también el que zozo-bra desea y lo mismo el que siente pe-na. Por eso los que se encuentran enla pobreza y el destierro, aunque seapequeño el servicio que les hagan, que-dan agradecidos por la magnitud de lanecesidad y por la circunstancia; comoel que prestó su estera en el Liceo. Es,pues, necesario sobre todo prestar ser-vicio en cosas de esta monta, y si aca-so no, en iguales o mayores.

Por consiguiente, una vez que estáclaro a quiénes y en qué cosas se pres-ta un favor, y en qué disposición deánimo, es evidente que a partir de es-to hay que preparar los argumentos, quemuestren que unos se hallan o se hanhallado en tal pena o necesidad y quelos otros han prestado en tal necesidadtal servicio o lo están prestando. Tam-bién es evidente de dónde se puede ne-gar este favor y dejar en evidencia a los

Page 53: Aristóteles - Retórica

162 ARISTÓTELES.—OBRAS 1385 b/1386 a

desagradecidos, diciendo que se hace ose hizo el tal servicio teniendo por finlos mismos que lo hacen o hicieron—vesto no es ya favor—, o que ocurriópor casualidad o necesariamente, o quedevolvió, pero no dio, tanto si lo hizosabiendo, como ignorándolo; pues, deambas maneras fue a cambio de algo,de modo que así no pudo ser favor.

Y hay que atender a lo que se refie-re a todas las categorías; porque elfavor lo es o porque lo es, o porque esde tal cantidad, o del tal cualidad, oen tal tiempo o lugar. Y prueba de quealgo no es favor es ver si uno menorque aquel no ae hubiera prestado, y sise ha prestado a los enemigos lo mis-mo, o algo igual o mayor; porque esevidente que tales cosas no se hicie-ron por nosotros. Y también hay quever si fue cosa sin valor, sabiéndolo elque lo hizo; ya que nadie reconoceráhaber necesitado algo sin valor.

CAPITULO 8

SOBRE LA COMPASIÓN

Queda dicho cuanto se reñere al fa-vorecer y al ser ingrato; digamos aho-ra qué cosas son dignas de compasión,y a quiénes se compadece y en qué dis-posición de ánimo.

Sea la compasión cierta tristeza porun mal que aparece grave o penoso enquien no es merecedor de padecerlo;el cual mal podría esperar padecerlouno mismo o alguno de los allegadosde uno, y esto cuando apareciese cerca-no; porque es evidente que es nece-sario que el que va a sentir compasiónesté en tal situación que pueda pensarque podría padecer algún mal o él mis-mo o alguno de sus allegados, y un maltal como se ha dicho en la definición,o semejante o casi tan grande; poreso no sienten compasión ni los absolu-tamente perdidos—porque piensan queya nada hay mayor que puedan ellospadecer, porque ya lo han padecido—,ni los que se creen en una suprema fe-licidad, los cuales más bien ultra-jan (1); ya que, si piensan poseer to-

dos los bienes, es evidente que tambiénel de no poder sufrir ningún mal; por-que ciertamente este es uno de los bie-nes. Son estos tales, como para pensarque bien pueden padecer los que yahan padecido y se han librado del mal,y los ancianos, por su prudencia y suexperiencia, y los débiles, y más aúnlos cobardes y los instruidos; porqueson buenos calculadores. Y los que tie-nen padres, hijos o esposa; porque laspersonas de este género son tales comopara padecer las cosas dichas. Y losque no están sujetos a una pasión davalor, como, por ejemplo, la ira o lacólera—ya que estas pasiones no tienenen cuenta el futuro—, ni los que estánsujetos a un espíritu' insolente—porquetampoco estos prevén el poder sufriralgo—; pero sí los que se hallan en unpunto medio; ni tampoco los demasiadorencorosos; ya que los abrumados porla atención a sus propios daños, no sien-ten compasión. Se siente compasión sise cree que algunos hay que sean bue-nos; porque, el que no cree tal a na-die, pensará que todos son dignos dedaño. Y, en general, cuando uno estáen tal disposición que recuerda que co-sas semejantes le han ocurrido a élmismo o a sus allegados, o espera quele ocurran a él o a los suyos.

Queda, pues, dicho en qué estados deánimo se siente la compasión; lo quese compadece está claro por la mismadefinición; ya que todas las cosas gra-vemente dañosas entre las que son pe-nosas y dolorosas, son todas merecedo-ras de compasión; y del mismo modolas que son mortales y aquellos malesgrandes cuya causa es la mala suerte.Son males dolorosos y graves las muer-tes y ultrajes corporales, los malos tra-tos, la vejez, las enfermedades y la fal-ta de alimento; los males causados porla mala suerte son la carencia y escasezde amigos—por eso es digno de compa-sión el ser arrancado de los amigos ycompañeros—, la fealdad, la debilidad,la mutilación y aquello de que, siendológico venga un bien, procede un mal.

(1) La noción de insolencia o ultraje tiene

una gran importancia en la ética griega. Esun exceso pecaminoso que siempre castigan losdioses. Bajo el nombre de «conducta desafora-da», Toynbee—A Study of History—lo aplicaal militarismo como fenómeno histórico.

Page 54: Aristóteles - Retórica

1386 a/1386 b RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 9 163

Y el ser esto muchas veces así. Y tam-bién que, habiendo sufrido un mal, ven-ga luego un bien, como, por ejemplo,que a Diopeites (1) le llegara el obse-quio del rey una vez muerto. Y tam-bién el no ocurrirle a uno nada buenoo, si le ocurre, no poder gozarlo.

Aquellas cosas, pues, de que se sien-te compasión son estas y sus semejan-tes ; se compadece a los conocidos, sisu familiaridad no es demasiado cerca-na; ya que, respecto a estos, sentimoslo mismo que si nos ocurriera a nos-otros. Por eso Amasis (2) no lloró so-bre el hijo que era llevado a morir, se-gún cuentan, pero sí por el amigo quepedía limosna; porque esto era dignode compasión; aquello, en cambio, eraterrible; porque lo terrible es distintode lo que es digno de compasión, y re-chaza la compasión y muchas veces sir-ve para lo contrario; porque ya no sesiente la compasión, cuando está cercade uno lo que es terrible. Se compade-ce también a los semejantes en edad,en carácter, en hábitos, en dignidades,en linaje; ya que en todos éstos pare-ce más claro lo que también le puedeocurrir a uno; porque conviene deciraquí que, en general, lo que tememospara nosotros, esto es lo que compa-decemos cuando les ocurre a los demás.Porque las desgracias que se nos mues-tran cercanas son las que merecen nues-tra compasión, y de las cosas que ocu-rrieron hace diez mil años o van a ocu-rrir dentro de otro tanto, como no seesperan ni se recuerdan, generalmenteno se siente compasión, o no de mane-ra igual, por esto es necesario que losque refuerzan el efecto con las actitu-des exteriores, con sus voces, con suvestido y, en general, con lo que esteatral, despierten más la compasión;ya que hacen que el mal parezca más in-mediato al ponerlo ante los ojos, o co-mo inminente o como recién sucedido.Y lo que ha sucedido hace poco o loque amenaza para en breve es más dig-no de compasión; por eso son también

(1) Es el estratega de que habla Démostenosen su discurso sobre el Quersoneso.

(2) No se conoce esta anécdota referida aeste faraón egipcio, sino referida a Psaménito—Herodoto, III—. Quizá confundió A. el nom-bre.

¡así las señales manifestativas, como por¡ejemplo los vestidos de los que han su-frido una desgracia y otras cosas seme-jantes; y las acciones, las palabras ylas demás cosas de los que padecen des-gracia, como, por ejemplo, de los queestán ya muriendo. Y, sobre todo, esdigno de compasión el que estén en ta-les circunstancias personas buenas; por-que todas estas cosas, al hacerlo apa-recer cercano, hacen mayor la compa-sión, ya que resulta inmerecida la des-gracia y se desarrolla ante los ojos.

CAPITULO 9

SOBRE LA INDIGNACIÓN

Se contrapone sobre todo al compa-decerse lo que se llama indignación;porque es en cierto grado opuesto al en-tristecerse por las desgracias inmere-cidas y procede del mismo rasgo de ca-rácter el entristecerse por los sucesosfavorables inmerecidos. Y ambas pasio-nes son propias de un carácter noble;porque es equitativo apenarse y sentircompasión hacia los que padecen des-gracias inmerecidamente y sentir indig-nación contra los que inmerecidamentegozan de ventura; ya que es injusto loque sucede contra lo que cada uno me-rece, por lo cual atribuimos también alos dioses el indignarse.

También podría parecer que la envi-dia se contraponía de la misma mane-ra a la compasión, como si se acerca-ra mucho y fuera del mismo género quela indignación, pero es cosa distinta;ya que la envidia es una tristeza conturbación y se siente por el bien ajeno,pero no del inmerecido, sino del igualy del semejante. Y no porqué a uno levaya a ocurrir algo nuevo con ello, si-no por el mismo prójimo, conviene quese dé en todos de modo semejante; por-que no será ya una cosa envidia y otraturbación, sino temor, si el placer yla turbación provienen de que a uno leva a venir algún mal de la suerte deaquel.

Y es evidente que a estos les segui-rán las pasiones contrarias; porque elque se entristece por los que padecendaños sin merecerlo, se alegrará o es-

Page 55: Aristóteles - Retórica

164 ARISTÓTELES.—OBRAS 1386 b/1387 b

tara sin pena, cuando los sufren demodo contrario; por ejemplo, cuandoa los parricidas y asesinos les llegue lahora del castigo, ningún hombre decen-te se entristecerá; ya que es precisoalegrarse de tales casos, como ocurrecon los que gozan del bien merecidamen-te; porque ambas cosas son justas ycausan alegría en el hombre equitati-vo; pues es necesario esperar que leocurra también a uno lo que ya le ocu-rre a quien es nuestro semejante. Y to-das estas cosas son propias del mismorasgo de carácter, y las cosas opuestasson propias del contrario, ya que esla misma pers9na la que se goza en elmal y es envidiosa; porque es preci-so que aquello de lo cual uno se entris-tece, cuando le sucede a otro o lo po-see otro, sea lo mismo de que uno sealegra, cuando es destruido o se privaa otro de ello. Por eso todos estos sen-timientos son estorbos de la. compasión,porque se diferencian "de ella por las cau-sas dichas; de manera que, para haceruna cosa que no sea digna de compa-sión, todos son igualmente útiles.

Digamos, en primer lugar, algo sobrela indignación, contra quiénes se in-digna uno, y por qué razones y en quéestado de ánimo; luego, después de es-tas cosas, sobre todo lo demás. Por loexpuesto resulta esto evidente; porque,si indignarse es entristecerse por el queparece gozar inmerecidamente del bien,es primeramente claro que no es po-sible indignarse contra todos los bie-nes; ya que no se indignará uno si elotro es justo o valeroso, o si alcanzauna virtud—pues tampoco mueven acompasión las cosas opuestas a esto—,sino de la riqueza, el poder y las cosasde este estilo, de las que generalmentehablando son merecedores los buenos ylos que por naturaleza poseen bienes,como nobleza de cuna, belleza y otrossemejantes. Y puesto que lo antiguoparece algo cercano a lo que es por na-turaleza, es necesario que, contra los queposeen un mismo bien, si sucede quecasualmente lo poseen desde hace pocoy por ello gozan de ventura, se sientamayor indignación; porque más pesarcausan los que son ricos nuevos quelos que lo son de antiguo y por lina-je; del mismo modo también los que

tienen mando y los que tienen poder,y muchas amistades, y buenos hijos ycualesquiera de estas cosas. Y, si porcausa de estas cosas, algún bien se lesproduce a ellos, lo mismo; porque máspesar causan los nuevos ricos que man-dan por ser ricos, que no los ricos an-tiguos. Y de manera semejante ocurreen las demás cosas. La causa es quelos unos parecen poseer lo suyo propioy los otros no; porque lo que siempreaparece del mismo modo parece ser ver-dad, de manera que los demás es comosi poseyeran lo que no es suyo. Y, pues-to que cada uno de los bienes no esdigno del primero que caiga, sino quehay cierta analogía y adecuación, porejemplo, la belleza de las armas no co-rresponde al justo, sino al valeroso, ylos matrimonios distinguidos no cua-dran a los nuevos ricos, sino a los no-bles, es indignante que uno, siendo bue-no, no alcance lo que le toca. Y tam-bién lo es que un inferior se oponga aun superior, y precisamente en aquellomismo en que se da su superioridad;de donde se dice también esto:pero evitó el combate contra Ayax Telamoaiada;porque Zeus se indignaba con él, cada vez que

[combatía con un héroe más virtuoso... (1).

Y, si no, también si se enfrenta elque es de alguna manera inferior alque es de alguna manera superior, co-mo, por ejemplo, un músico a un jus-to; porque es mejor la justicia que lamúsica.

Contra quiénes, pues, se siente indig-nación y por qué, queda claro por loque se ha dicho; ya que son las cosasexpuestas y las semejantes a ellas. Esuno propenso a la indignación, aunquesea uno digno de los mayores bienes ylos posea; porque no es justo que loque corresponde" a los de una clase, loposean los que no son iguales a ellos.En .segundo lugar, si sucede que uno esbueno y honrado, ya que juzga bien yodia las cosas injustas. También si esuno ambicioso y está deseoso de al-gunas cosas, y precisamente aquello quese ambiciona lo obtienen los otros sinser dignos de ello. Y, en general, losque se sienten dignos de lo que otros

(1) Ilíada, XI, 542. s.

Page 56: Aristóteles - Retórica

1387 b/1388 a RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 10 165

no merecen, son propensos a la indig-nación contra estos y por estas causas.Por eso las personas de espíritu servil,las que son mezquinas y las que no am-bicionan gloria, no son fáciles a la in-dignación; porque no existe nada deque ellos piensen ser dignos.

Por eso resulta evidente quiénes de-ben serle a uno causa de alegría y deno sentir pena, cuando tengan malasuerte, o padezcan algún daño o carez-can de algo; ya que de lo dicho se de-duce con claridad lo opuesto; de mane-ra que si el discurso prepara debidamen-te a los jueces, y demuestra que los queson dignos de que se los compadezca yen aquellas cosas en que merecerían quese les compadezca, que son inmerecedo-res de alcanzarla y dignos de no alcan-zarla, es imposible que se sienta la com-pasión.

CAPITULO 10

SOBRE LA ENVIDIA

También es cosa clara sobre qué ma-terias se siente envidia y contra quié-nes, y en qué estado de ánimo, si laenvidia es cierta tristeza por la abun-dancia manifiesta de los bienes dichos,

t sentida contra los iguales, no con el* pretexto o deseo de que algo sea para

uno, sino por ellos mismos; sentirán en-vidia, por consiguiente, estos tales deaquellos que son iguales a ellos o lo pa-recen. Llamo iguales a los que lo son enlinaje, o en parentela, en edad, en há-bitos, en fama, en bienes de fortuna.También son envidiosos aquellos a quie-nes les falta poco para tenerlo todo-^poreso los que realizan grandes cosas yson felices, son envidiosos—; porque

i piensan que otros se llevan lo que "essuyo en propiedad. Y los que son hon-rados sobre manera en algo especial,

; y mayormente si es por la sabiduría oi la felicidad. Y los que ambicionan ho-; ñores son más envidiosos que los que

no les ambicionan. Y los que se creensabios; porque ambicionan los honoresque corresponden a la sabiduría. Y, en

i general, los que ambicionan la gloriaen algún campo determinado, son envi-diosos en lo que H ello se refiere. Ytambién los de espíritu pequeño; por-

que a ellos todo les parece ser grande.Respecto de las cosas en que se sien-

te la envidia, hemos ya enumerado losbienes; ya que la envidia llega a to-das aquellas cosas y obras en que sesiente el amor a la gloria y la ambi-cien de honores, y se excita la ten-dencia a la fama, y a todo lo que caebajo la denominación de buena suerte,

i y sobre todo a aquello a lo que unotiende esforzadamente o que cree debe-ría poseer, o con cuya posesión se su-pera uno un poco o se queda uno unpoco menos atrás.

También es evidente quiénes son aque-llos a quienes se envidia; porque se hadicho a la vez que lo anterior; ya quese envidia a los que están cerca en eltiempo, el lugar, la edad, la fama o ellinaje. De donde se dice:

también :a familia sabe envidiar (1).

También es cosa clara quiénes sonaquellos a quienes se emula; pues seemula a los ya mencionados, mientrasque nadie compite con los que vivieronnace diez mil años, ni con los que hande existir, ni con los muertos, ni conlos que están donde las columnas deHércules. Ni tampoco se emula a losque se estima, por juicio propio y deotros, que le dejan a uno muy atrás;y tampoco a los que uno supera conmucho. De la misma manera, se emu-la a los que tienden a estas mismascosas; ya que se emula a los competido-res en juegos, a los rivales en el amor,y, en general, a los que aspiran a lomismo que uno; aunque es preciso quea estos sobre todo se les envidie; poreso se dijo:

también el alfarero al alfarero...

De igual manera se envidia a los queposeyendo o alcanzando algo, son oca-sión para uno de deshonra; ya queestos .son los que viven cerca de uno olos que son iguales que uno. Porqueestá claro que, en comparación con es-tos, no ha alcanzado uno el bien, yasí esto hace penosa la envidia. Y tam-bién a los que tienen o han poseídoaquello que le corresponde a uno o que

(1) El dicho es de Esquilo.

Page 57: Aristóteles - Retórica

166 ARISTÓTELES.—OBRAS 1388 a/1388 b

alguna vez alcanzó; por eso los de edadavanzada tienen envidia de los jóve-nes, y los que han gastado mucho enuna cosa envidian a los que han gasta-do poco en la misma. Y a los que hanconseguido algo rápidamente les envi-dian los que o aún no lo han alcanza-do o pasaron ya la oportunidad de al-canzarlo.

Queda, pues, claro en qué se gozan losenvidiosos, y en quiénes y con qué dis-posición de ánimo se da la envidia;porque según el estado en que sientanpesar, estando en este estado de ánimose alegrarán de las cosas contrarias, demanera que, si los oradores son capa-ces de provocar tal estado de ánimo enlos oyentes, y los que piensan que hande ser compadecidos o son dignos dealcanzar algún bien son como los quehemos dicho, es digno que no van aalcanzar compasión de los que han dearbitrar la situación.

CAPITULO 11

SOBRE LA EMULACIÓN

En qué disposiciones de espíritu sesiente la emulación, y sobre qué cosasy en quiénes, se verá, con claridad porlo que sigue; porque, si emulación esun pesar por la presencia manifiesta debienes estimables y alcanzables por unomismo—pesar respecto de ios que soniguales en naturaleza—, y no porquepertenecen a otro, sino porque no per-tenecen también a uno mismo—por esola emulación es honrosa y digna de gen-te de honor; el envidiar es, en cambio,vil y de espíritus mezquinos; ya que,mientras unos se disponen por mediode la emulación a alcanzar los bienes,los otros se proponen por la envidia queel prójimo no los posea—, es necesarioque sean propensos a la emulación losque se estiman a si mismos merecedo-res de bienes que no poseen; porquenadie se cree digno de lo que parece im-posible.

Por eso son fáciles a la emulaciónlos jóvenes y los de espíritu magnáni-mo. Y lo mismo los que poseen bienestales que son dignos de hombres car-

gados de honores; son estos bienes lariqueza, los muchos amigos, los cargosen el gobierno de la ciudad y otros se-mejantes ; porque, como a ellos mismosles es adecuado ser buenos—ya que elloes conforme a los que tienen una bue-na disposición de espíritu—, sientenemulación por tales bienes. Y se emu-la a aquellos a quienes los demás esti-man dignos de ser emulados. Y aque-llos cuyos antepasados, parientes, fami-liares, nación o ciudad están cargadosde honores, sienten fácilmente emula-ción por estas cosas; porque piensan queestas cosas les son familiares y que ellosson dignos de ellas. Si despiertan emu-lación los bienes estimables, es preci-so que las virtudes sean de esta índo-le, y lo mismo cuantas cosas son a losdemás útiles y beneficiosas; ya quese honra a los que obran el bien y sonbuenos. Y también provocan la emula-ción aquellos de cuyos bienes dimanael goce a los que están cerca de ellos,como son, por ejemplo, las riquezas, yla belleza más que la salud.

Queda claro también así quiénes sonlos que son dignos de ser emulados; yaque son los que poseen estas cosas y losque son semejantes a ellas. Son estaslas mencionadas, como, por ejemplo, elvalor, la sabiduría, la autoridad; por-que los que mandan pueden hacer biena muchos, como son los generales, losoradores y cuantos pueden -realizar ta-les cosas. Y también aquellos a quie-nes muchos quieren semejarse, o dequienes muchos quieren ser conocidos,o de quienes muchos quieren ser ami-gos. Y también aquellos a quienes mu-chos admiran, o a quienes nosotros mis-mos admiramos. Y también aquellos dequienes se dicen alabanzas y encomios,bien por los poetas, bien por los pro-sistas.

Se desprecia, en cambio, a los con-trarios; porque el menosprecio es opues-to a la emulación, y el emular lo es almenospreciar. Es necesario que los queestán en un estado de ánimo apto paraemular a alguno o para ser emulados,menosprecien, y por estos motivos, oaquellos que poseen los males contra-rios a los" bienes que estimulan la emu-lación. Por eso muchas veces se des-precia a los que gozan de buena suer-

Page 58: Aristóteles - Retórica

1388 b/1389 b RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 12 167

te, cuando la tienen sin los bienes queen realidad merecen estimación.

De los motivos, pues, por los que laspasiones nacen y desaparecen, y de lascuales se originan los argumentos retó-ricos, hemos hablado ya.

CAPITULO 12

SOBRE LOS CARACTERES Y SU RELACIÓNCON LA EDAD. CARÁCTER TÍPICO DEL JOVEN

Examinemos ahora, después de esto,cómo es cada uno por carácter, segúnlos hábitos, las pasiones, las edades ylas circunstancias de la fortuna. Lla-mo pasiones a la ira, la concupiscenciay otras semejantes, de las que hemoshablado antes, y hábitos a las virtudesy vicios; también de estos he habladoantes y de cuáles prefiere cada uno ycuáles practica. Las edades son la ju-ventud, la madurez, la ancianidad. Lla-mo fortuna a la nobleza de sangre, &la riqueza, a las capacidades de cadauno, y también a sus contrarios, y, engeneral, a la buena y a la mala suerte.

Los jóvenes son por carácter concu-piscentes, y decididos a hacer cuantopuedan apetecer. Y en cuanto a los ape-titos corporales son, sobre todo, segui-dores de los placeres del amor e incon-tinentes en ellos. También son fácil-mente variables y en seguida se cansande sus placeres, y ios apetecen con vio-lencia, pero también se calman rápi-damente; sus caprichos son violentos,pero no grandes, como por ejemploel hambre y la sed en los que estánenfermos. También son los jóvenes apa-sionados y de genio vivo y capaces dedejarse llevar por sus impulsos, Y sondominados por la ira; ya que por pun-to de honra no aguantan ser despre-ciados, antes se enojan si se creen objetode injusticia. Y aman el prestigio, pe-ro más aún el vencer; porque la ju-ventud tiene apetito de excelencia, y la.victoria es una superación de algo. Yson más estas cosas que no codiciosos;y son menos avariciosos porque aún nohan experimentado la indigencia, comoreza la sentencia de Pitaco sobre An-fiarao.

Y no son mal intencionados, sino in-

genuos, porque todavía no han sido tes-tigos de muchas maldades. Y son cré-dulos, porque todavía no han sido en-gañados en muchas cosas. Y están llenosde esperanza; porque, de manera seme-jante a los alcohólicos, los jóvenes es-tán calientes por la naturaleza y, almismo tiempo, porque aún no han su-frido desengaños en muchas cosas. Y asíviven la mayoría de las cosas con la es-peranza; porque la esperanza mira alo que es futuro, mientras que el re-cuerdo mira al pasado, y para los jó-venes lo futuro es mucho y lo preté-rito, breve; ya que el primer día denada pueden acordarse y en cambio pue-den esperarlo todo. Y son fáciles deengañar, por lo dicho; porque esperanfácilmente. Y son bastante animosos;porque están llenos de decisión y deesperanza, de lo cual lo uno los haceno temer y lo otro les hace ser auda-ces; porque ninguno teme cuando estáenojado y el esperar algún bien esalgo que inspira resolución. También sonvergonzosos; porque aún no sospechanla existencia de otros bienes, antes hansido educados solamente por la ley delo convencional (1). Y son magnáni-mos; porque aún :io han sido humilla-dos por la vida, antes son inexpertos enlas cosas necesarias, y la magnanimidadconsiste en estimarse a sí mismo dig-no de cosas grandes; y eso es propiodel que tiene esperanza.

Y prefieren realizar las cosas que sonhermosas que las que son convenientes;porque viven más según su manera deser que según la razón; y la razóncalculadora se nutre de lo convenien-te, la virtud en cambio de lo bello. Yson más amantes de los amigos y com-pañeros que los de otras edades, por-que gozan con la convivencia y por-que todavía no juzgan nada de cara ala utilidad y el lucro, y así tampoco alos amigos.

Y en todas estas cosas pecan por ex-ceso y por la violencia, contra el dicho

'!) Tovar traduce >«los usos» con esta acla-ración : usa esta palabra «tal como la ha acu-ñado para la sociología Ortega y Gasset. Setrata de lo que es convencional entre los hom-bres, pero que no se puede transgredir». Poresto nuestra traducción.

Page 59: Aristóteles - Retórica

168 ARISTÓTELES.—OBRAS 1389 b/1390 a

de Quilón (1), ya que todo lo hacenen exceso: aman demasiado y odiandemasiado, y todo lo demás de semejan-te manera. Y cometen las injusticiaspor insolencia, pero no por maldad.

Y son compasivos, por suponer a to-dos virtuosos y mejores; ya que midena los que están cerca de ellos segúnsu propia falta de maldad, de mane-ra que suponen que estos padecen co-sas inmerecidas. También son amantesde la risa, y por eso también son pro-pensos a la burla; porque la mofa esuna insolencia educada.

CAPITULO 13

SOBRE EL CARÁCTER DEL ANCIANO

Así pues, tal es el carácter de los jó-venes; los de edad avanzada, en cam-bio, y los que ya han envejecido tienensus rasgos de carácter deducibles, en sumayoría, de los contrarios a estos; por-que, por haber vivido muchos años y ha-ber sido engañados mucho más y porhaber cometido errores, y porque sonmalas la mayoría de las cosas, no ase-guran nada con firmeza, y dicen en to-do mucho menos de lo que conviene. Ydan en las cosas su opinión, pero con-fiesaín no saber nada; y, cuando discu-ten, añaden siempre el probablementey el quizá, y todo lo dicen así, peronada . con firmeza. Y son maliciosos;porque la malicia consiste en interpre-tar todas las cosas según lo peor. Ade-más son suspicaces, debido a su descon-fianza, y son desconfiados por su expe-riencia. Y ni aman violentamente, nitampoco odian con violencia, por lamisma razón, sino que, según el precep-to de Bías (2), aman como quien lue-go ha de odiar, y odian como quienluego ha de amar. Y son de espíritumezquino, porque han sido humilladospor la vida; ya que no apetecen nadagrande ni extraordinario, sino solo lonecesario para vivir. Y no son genero-sos ; porque los bienes de fortuna son

(1) La máxima de Quilón, uno de los sietefiattios de Grecia, es la célebre u.roív Gr('G(v,ne quid nimis {nada en exceso).

(2) Bias de Pirene es otro de los siete sa-bios de Grecia.

una de las cosas necesarias y, al mis-mo tiempo, saben por la experienciacuán difícil es llegar a poseerla y cuánfácil es perderla. Y son cobardes y to-do lo temen por adelantado; porqueestán en contraria disposición de áni-mo que los jóvenes; pues se han en-friado en su naturaleza, mientras quelos jóvenes son calientes, de manera quela ancianidad parece preparar el cami-no a la cobardía; ya que el temor esun enfriamiento. Y son amantes de lavida, y más hacia su último día, por-que el deseo tiene por objeto lo que noestá o no se tiene, y aquello de quese carece se apetece más. Y son másegoístas de lo que se debe; porque tam-bién esto es cierta pequeñez de espíri-tu. Y viven de cara a lo útil y conve-niente, pero no de cara a lo hermoso,y eso también más de lo que convie-ne, por ser egoístas; ya que lo útiles bueno para uno mismo, lo hermoso,en cambio, es simplemente bueno. Y sonmás desvergonzados que vergonzosos;porque, por no preocuparse igual de lobello o lo bueno que de lo útil, despre-cian la buena opinión. Y están desespe-ranzados, por la experiencia; porque lamayoría de las cosas que ocurren sonmalas; ya que la mayoría de las co-sas tienden a lo peor; y además porcausa de su cobardía. Y viven más delrecuerdo que de la esperanza; porquees poco lo que les resta de vida y lo pa-sado, en cambio, es mucho, y la espe-ranza mira a lo futuro, la memoria alas cosas pretéritas. Y eso mismo leses causa de charlatanería; pues se pa-san las horas contando las cosas pasa-das, porque gozan recordando. Y susenojos so'n agudos, pero débiles; y desus pasiones, las más los han abando-nado y las otras son débiles, de modoque no son apasionados, ni obran alritmo de sus pasiones, sirio tan solo decara a la utilidad. Por eso parecen tem-perantes los que están en esta edad,porque sus pasiones han retrocedido yellos viven solo para el provecho. Y vi-ven más según la razón calculadora quesegún una manera espontánea de ser;porque la razón calculadora mira más alo útil, y lo temperamental mira mása la virtud. Y las injusticias las come-ten por maldad, no por insolencia, Tam-

Page 60: Aristóteles - Retórica

RETORICA.—LIBRO II.—CAPS. 14 y 15 169

bien los ancianos son compasivos, perono por los mismos motivos que los jó-venes; ya que estos lo son por huma-nitarismo, aquellos lo son por debili-dad ; porque piensan que todo está apunto de ocurrirle.s, y esto, decíamos,era propio de la compasión. Por eso sonllorones, y no alegres ni amigos de larisa, porque el quejarse siempre es con-trario del amar la risa.

Tales son los rasgos de carácter pro-pios de los jóvenes y de los ancianos;de manera que, puesto que todos acep-tan con gusto los discursos dirigidos asu propia, manera de ser y a los carac-teres semejantes, está claro cómo de-ben procurar presentarse así cuantosse sirvan de los discursos, y esto tantoellos personalmente como sus propiosdiscursos.

CAPmiLO 14

SOBRE EL CARÁCTER DEL HOMBRE MADURO

Es evidente que ¡os aue están en lamadurez, estarán según" su carácter enmedio de estos dos, quitando de unosy otros lo extremoso, sin ser ni dema-siado confiado—ya que esto es temeri-dad—, ni temiendo demasiado, sino te-niendo un ánimo ecuánime para ambascosas; no confiando de todos ni tampo-co desconfiando de todos, sino con pre-ferencia juzgando según lo verdadero; noviviendo solamente para lo bello, ni solotampoco para lo útil, sino para ambascosas; no viviendo ni para el ahorrosolo, ni para el derroche, sino para loequilibrado. De manera semejante en loque mira a la ira y a la concupiscen-cia. Y son temperantes con fortaleza, yfuertes con templanza, porque estas cua-lidades se dividen entre los jóvenes ylos viejos, ya que los jóvenes son vale-rosos e intemperantes, y los ancianostemperantes, pero cobardes. Por decirloen general, cuanto de bueno se reparteentre la juventud y la ancianidad, todaslas cosas que poseen unos y otros, todaslas tiene también el hombre maduro, yde las cosas que a unos les sobran y alos otros les faltan, posee lo que es mo-derado y adecuado.

El cuerpo está en la madurez desde

los treinta años hasta los treinta y cin-co, y el alma hasta alrededor de loscuarenta y nueve.

Quede, pues, dicho todo esto sobre có-mo es el carácter propio de cada edad,de la juventud, de la ancianidad y dela madurez.

CAPITULO 15

SOBRE LOS RASGOS DE CARÁCTER EN QUEINFLUYE LA FORTUNA. I í NOBLEZA

Hablemos a continuación de los bie-nes que proceden de la fortuna, y porcuántos de ellos y cuáles son ellos, losrasgos de carácter que en consecuenciase dan en los hombres.

Carácter propio de la nobleza de san-gre, pues, es que el que la posea sea untanto ambicioso; porque todos, cuandoposeen algo, tienden a aumentarlo, y lanobleza es un mérito de los antepasa'dos. Y tienden a ser despectivos, auncon sus semejantes o semejantes a susantepasados, porque de lejos las mismascosas son más valiosas y más fáciles co-mo objeto de fanfarronería que de cerca.

Se es noble según la virtud del linaje,y genuino por no salirse del orden na-tural ; lo cual de ordinario no sucedea los nobles, antes son la mayoría vulga-res : porque hay una especie de cosechaen los linajes de los hombres, lo mismoque en lo que nace de la tierra, y algu-nas veces, si el linaje es bueno, nacendurante algún tiempo hombres extraor-dinarios, y después de nuevo decaen.

Las estirpes llenas de vitalidad deri-van hacia caracteres un tanto desqui-ciados, como los descendientes de Al-cibíades y los de Dionisio el antiguo;y !a.s estirpes más tranquilas derivanhacia la simpleza y la indolencia, comolos descendientes de Cimón, de Periclesy de Sócrates (1).

(11 El hijo de Alcibíades les sirvió a los ora-dores como un modelo típico de desorden. Delas violencias de Dionisio eí joven fue una delas víctimas el propio Platón. Poco se sabe delos hijos de Cimón. De los de Pericles fueproverbial su insignificancia. Algo parecido cabedecir de la indolencia de los hijos de Sócrates.

Page 61: Aristóteles - Retórica

170 ARISTÓTELES.—OBR AS 1391 a/1391 b

CAPITULO 16

SOBRE LA RIQUEZA

Los rasgos de carácter que consecuen-temente siguen a la riqueza están biena la vista de todos; porque los ricos soninsolentes y orgullosos, afectados por laposesión de la riqueza, ya que estáncomo si poseyeran todos los bienes; yla riqueza es como la medida del valorde las cosas, con lo cual parece como sitodas las cosas se pudieran comprar conella. Y son los ricos afeminados y fas-tuosos; afeminados por la molicie y elexhibicionismo de su felicidad, fastuo-sos y caprichosos porque suelen pasarseel tiempo en lo que es amado y admira-do por ellos, y por pensar que los demásdesean lo que ellos. Y a] mismo tiemposufren esto con razón; porque muchosnecesitan lo que ellos poseen. De dondese cuenta el dicho de Simónides sobrelos sabios y los ricos, a la mujer de Hie-rón, quien le había preguntado antesqué era mejor, si ser sabio o ser rico;y respondió que rico: —«Porque a lossabios los veréis pasando el tiempo antelos palacios de los ricos.» También espropio de ellos el creerse dignos de man-dar; porque creen poseer aquello poicausa de lo cual se es digno de mandar.Y para resumir, el carácter del rico esel de un tonto feliz.

Difieren los caracteres de los nuevosricos y los de los que lo son de antiguo,en que los nuevos ricos tienen todas es-tas cosas y más, y las mas malas de lasmalas cualidades; porque ser nuevo ricoes como carecer de educación sobre iariqueza.

Los ricos cometen las Injusticias nopor malicia, sino unos por insolencia yotros por incontinencia, como los ultra-jes y el adulterio.

CAPITULO 17

SOBRE EL PODER Y LA BUENA SUERTE

De manera semejante son evidentescasi todos los rasgos de carácter que serefieren al poder; porque, de una par-te, tiene el poder las mismas cosas que

lia riqueza; por otra, tiene cosas mejo-res, ya que los poderosos son por carác-ter más ambiciosos de honra y más ba-roniles que los ricos, por aspirar a co-sas que pueden ellos poner por obragracias a su poder. Y son más diligen-tes, por estar en vigilancia, obligados amirar por lo que ¿e refiere a su cargo.Y son más serios o graves; porque sudignidad les hace más dignos de respe-to, y por eso se moderan; ya que ladignidad es una gravedad fácil y deco-rosa. Y si cometen injusticia, no come-ten una nadería, sino un gran delito.

La buena suerte produce rasgos de ca-rácter análogos por partes a los de losbienes dichos antes; porque las ventu-ras consideradas de mayor valía tien-den a estas cosas, como también a teneruna buena descendencia; y la buenasuerte predispone a tener en abundan-cia los bienes del cuerpo, por causa dela buena suerte son los hombres másarrogantes y más irrazonables, pero encambio, un buen rasgo de carácter acom-paña a la buena suerte, y es que los fa-vorecidos por ella son amantes de losdioses y están frente a ellos en buenadisposición de ánimo, llenos de fe porlos bienes que les ha deparado la bue-na suerte.

Hemos, pues, tratado de los bienes decarácter causados por la edad y la for-tuna; los rasgos contrarios a estos seevidencian por los conceptos contrarios,como son por ejemplo los rasgos de ca-rácter de la pobreza, de la desgracia yde la carencia de poder.

CAPITULO 18

SOBRE LOS TÓPICOS COMUNES A LAS TRESCLASES DE DISCURSOS

Puesto que el uso de los discursos per-suasivos va encaminado al juicio—por-que sobre las cosas que ya conocemos yque ya hemos juzgado, no es necesarioel discurso—, se usan también estos siuno quiere persuadir a disuadir a uno,como hacen, por ejemplo, los que re-prenden a uno o intentan convencerle—ya que nadie es menos juez por serlosolo: y aquel a quien conviene per-suadir es, por decirlo absolutamente,

Page 62: Aristóteles - Retórica

1391 b/1392 a RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 19 171

juez—; de igual manera si habla unocontra la parte litigante que si hablacontra una proposición; porque es ne-cesario servirse del discurso y destruirlos argumentos contrarios, contra loscuales se habla, como contra una partelitigante, y de esa misma manera in-cluso en los discursos demostrativos;porque el discurso se dirige al oyentecomo a un juez. Con todo, generalmen-te el único juez es, en absoluto, en losdebates políticos, el que resuelve lo queestá pendiente de solución; y se inquie-re cómo son las cosas que están en liti-gio y sobre qué cosas se delibera; sehabló ya antes, al tratar de los discur-sos deliberativos, de los caracteres decada una de las formas de gobierno deuna ciudad, de manera que pudo que-dar ya determinado cómo y por qué me-dios hay que dar a los discursos su ca-rácter apropiado.

Dado que decíamos que para cada cla-se de discursos era distinto el fin, yarespecto de todo ello hemos traído lasopiniones y las premisas de las cualeshabían de inferir los argumentas decredibilidad los oradores deliberativos,los demostrativos y los forenses; hemostratado además de aquellos puntos apartir de los cuales es posible hacer losdiscursos adecuados a los. caracteres;nos queda ahora por tratar lo que tocaa las cosas comunes a todos: porque atodos les es necesario servirse en los dis-cursos de lo que se refiere a lo posibley a lo imposible, y les será necesario alos más o intentar demostrar que algoserá así, o bien que algo sucedió de talmanera. También es propio de todos losdiscursos el tópico común de la magni-tud; porque todos hacen uso del recur-so de aumentar o atenuar algo, los quedeliberan, los que alaban o censuran, losque acusan o defienden. Una vez defini-das estas cosas, intentemos tratar en co-mún de los entimemas, en cuanto po-damos, y de los ejemplos, de maneraque añadiendo lo que se ha dejado, de-mos fin al plan previsto desde el comien-zo. De entre los lugares comunes, el en-grandecer o atenuar es el más propio delgénero demostrativo, como se ha dicho;el tópico de lo ya sucedido es el mas pro-pio del género forense—porque el juiciotrata sobre cosas de estas—; y el tó-

pico de lo posible y lo futuro, del géne-ro deliberativo.

¡ CAPITULO 19

SOBRE EL TÓPICO DE LO POSIBLE Y LOIMPOSIBLE, SOBRE EL TÓPICO DE HECHO,Y SOBRE LOS DE ENGRANDECIMIENTO Y

ATENUACIÓN

Hablemos primero, pues, sobre lo po-sible y lo imposible. Si, pues, un con-trario a algo es posible que sea o quehaya sido, también aquello de que escontrario parecerá ser posible: porejemplo, si es posible que un hombrehaya sanado, también lo es que enfer-mara; porque la potencialidad de loscontrarios es la misma, en cuanto con-trarios; y si lo semejante es posible,también lo es aquello de quien es se-mejante. Y si es posible lo más difí-cil, también lo es io más fácil. Y si esposible que una cosa sea buena y her-mosa, también es posible que simple-mente sea o exista; pues es más difí-cil que una cosa sea hermosa, que noque exista ella simplemente. Y de aque-llo cuyo principio puede haber existido,también puede existir el fin; porque na-da que sea imposible se hace ni comien-za a hacerse; por ejemplo: que la dia-gonal sea de la misma medida que ellado, ni podría comenzar a ser ni es. Yde aquello cuyo fin es posible, tambiénlo es el comienzo; porque todas las co-sas proceden de un principio. Y si esposible que exista lo posterior, bien porsu esencia bien por generación, tambiénes posible que exista lo anterior; comopor ejemplo, si es posible que exista unvarón, también es posible que exista unniño—pues este existe antes—; y si esposible el niño, también es posible elvarón—porque también es posible suprincipio—. Y son posibles aquellas co-sas de las que, por naturaleza, hay amoro concupiscencia; porque, de ordinario,nadie ama ni apetece lo imposible. Yaquellas cosas sobre las que existen cien-cias y «rtes, son también posibles y exis-ten. También son posibles aquellas co-sas, cuyo principio de realización estáen determinadas personas, a quienes

Page 63: Aristóteles - Retórica

172 ARISTÓTELES.—OBRAS 1392 a/1393 a

nosotros podemos obligar o persuadir;y estas personas son aquellas de quie-nes somos superiores, señores o amigos.Y aquello cuyas partes son posibles,también es posible como todo, y aque-uas partes cuyo todo es posible son tam-bién posibles de ordinario; porque sipueden existir corte anterior, punteray pala, también puede existir el calza-do, y si es posible el calzado, tambiéncorte anterior y puntera (1); y si elgénero entero está entre lo posible, tam-Dién lo estará la especie; y si la espe-c.e, también el género; como, por ejem-plo, si es posible que exista la nave,también es posible la trirreme y, si loes la trirreme, también lo será la nave.Y si es posible uno cualquiera de dos tér-minos, naturalmente recíprocos, tambiénserá posible el otro; por ejemplo, si esposible el doble, también será posible lamitad y, si lo es la mitad, también seráposible el doble. Y Si algo puede venir aser sin arte ni preparación, con más ra-rón será posible poniendo por medio artey cuidado; de donde se dijo por bocade Agatón (2>:

por cierto que unas cosas las hacemos por arte,[otras, en cambio,

vienen a nosotros por la necesidad y el azar.

Y si algo es posible a los que sonpeores, interiores o menos dotados, másaún lo será para sus contrarios; comodijo también Isócrates (3) que seria terri-ble que, si Eutino llegó a saberlo, no pu-diera descubrirlo él mismo. Respecto delo imposible, claramente se puede con-cluir lo que corresponde, partiendo delos conceptos opuestos a los dichos.

Si algo sucedió, hay que considerarlopor lo que sigue. Porque, en primer lu-gar, si algo ha sucedido siendo natural-mente menos que lo que hay que de-mostrar, también es posible que hayasucedido lo más. Y si lo que suele acon-tecer más tarde ha sucedido ya, tam-

( l> De estos términos de zapatería apenasse sabe en lexicografía. Los más claros parecenel primero, por el sentido, y el último, por eti-mología. Tomamos los nombres de Tovar, i. c.,pág. 136 y -nota W, I, II.

(2) Este poeta es interlocutor de Platón en elBanquete.

(3>> No se conserva este fragmento del dis-curso mencionado de Isócrates.

I bien habrá ocurrido lo anterior; porejemplo, si algo se ha olvidado, es quealguna vez se aprendió. Y si se podíay se quería se hizo; porque todos, cuan-

,do pueden lo que quieren, lo hacen; ya! que nada se lo impide. También si sequería y ninguna cosa externa lo impe-

í oía, y si era posible y se estaba enojado,y si era posible y se apetecía; porque,de ordinario, las cosas que se apetecen,si se puede, se hacen: los débiles lashacen por incontinencia, los buenos por-que apetecen lo decente. Y si esta-ba a punto de suceder y hacerse, porquees verosímil que el que estaba a puntode hacer algo, lo haya hecho. Y si hasucedido lo que naturalmente ocurreantes de aquello o por causa de aquello,también; por ejemplo, si relampagueótambién tronó, y si tentó también se-

(dujo. Y si ocurrió lo que por naturale-I za se da luego a aquello por causa de locual sucede, y si sucede lo que suelesuceder antes y lo que suele suceder acausa de aquello; por ejemplo, si tronótambién relampagueó, y si corrompiótambién tentó. Porque de todas estascosas, unas se dan por necesidad, lasotras porque de ordinaio se está en estadisposición de ánimo. En cuanto al de-mostrar que algo no ha sucedido, re-sulta evidente a partir de los conceptoscontrarios a lo dicho.

Por las mismas razones, resulta clarolo que se refiere al futuro; porque loque existe en potencia y en la voluntad,existirá, y también lo que existe, con lafacultad de ponerlo por obra, en la con-

! cupiscencia, en la ira y en el cálculo; ytodas las cosas que están en el impulsode la acción o bien estarán en intenciónde ser hechas, existirán; porque de or-dinario ocurren más las cosas que es-taban a punto de ser hechas que lasque no lo estaban. Y si suceden anteslas cosas que naturalmente suceden an-tes; como, por ejemplo, si hay nubeses verosímil que llueva. Y si ocurrióaquello por causa de lo cual suele algoocurrir, también es verosímil que ocurraesto; como, por ejemplo, si existen loscimientos, también existirá la casa.

Respecto de la grandeza y la peque-ñez de las cosas, y de lo que es mayoro menor que algo y, en general, de logrande y lo pequeño, sabemos con evi-

Page 64: Aristóteles - Retórica

1393 a/1393 b RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 20 173

ciencia a qué atenernos, por lo que he-mos dicho antes. Porque al tratar delos discursos deliberativos, se ha habla-do ya de la grandeza de los bienes y,en general, acerca del bien mayor y delbien menor; de manera que, supuestoque ei fin predeterminado, según cada gé-nero de discursos, es bueno, como es loconveniente, lo hermoso y lo justo, esevidente que mediante ellos han de rea-lizar todos los oradores sus amplificacio-nes. Ademas, buscar algo sobre la gran-deza es absoluto y sobre la excelencia,í'uera de esto, es divagar; porque parala práctica son mas importantes los as-pectos individuales de las cosas, que nolos universales.

Quede, pues, esto dicho sobre lo posi-ble y lo imposible, sobre si algo sucediócon anterioridad o no sucedió, sobre siserá o no será en el futuro, y tambiénsobre la grandeza o pequeñez de lascosas.

CAPITULO 20

SOBRR LOS ARGUMENTOS RETÓRICOS,COMUNES A LOS TRES GÉNEROS DEORATORIA. EL EJEMPLO Y SUS CLASES

Queda ahora hablar sobre los argu-mentos retóricos comunes a todas lasclases de oratoria, una vez que se hahablado ya de los especiales. Los argu-mentos retóricos comunes son de dosgéneros: el ejemplo y el entimema; yaque el adagio o sentencia es solo un as-pecto o clase de entimema.

Oigamos primero algo del ejemplo;porque el ejemplo es semejante a lainducción, y la inducción es principio.

Hay dos especies de ejemplos, ya queuna especie de ejemplo es contar cosasque han sucedido; y la otra es inven-tarlas uno mismo. De esta última cla-se, una especie es la parábola y la otralas fábulas, como, por ejemplo, las esó-picas y las líbicas. Narrar cosas sucedi-das es algo de este tipo; como, por ejem-plo, si alguien dijera que hay que pre-parar la guerra con el rey y no dejarque pueda someter el Egipto; porquetambién antaño Darío no pasó el mar—contra Grecia—antes de haber tomadoEgipto; y una vez lo hubo conquistado,

pasó el mar; y, a su vez Jerjes no ata-có a Grecia antes de tomar Egipto, y,una vez lo hubo conquistado, pasó elmar contra Grecia; de manera que tam-bién este, ai puede conquistar Egipto, pa-sará el mar; por eso no hay que consen-tir que lo someta (1).

Son parábolas las socráticas, como,por ejemplo, si uno dijera que no con-viene que los magistrados sean elegi-dos por suerte; porque es igual que siuno eligiera por suerte a los atletas, nosolo los que saben luchar, sino simple-mente todos cuantos la suerte señalase,o que entre los marineros se sortearaquién debía pilotar la nave, como si nodebiera ser piloto el que sabe, sino aquela quien la suerte señalase.

Fábula es lo que la de Estesícoro so-bre Fálaris y la de Esopo sobre el dema-gogo. Ya que Estesícoro (2), al haberelegido los de Himera a Fálaris generalcon plenos poderes, y estando a puntode concederle una guardia personal, ra-zonando con ellos estas cosas, les dijo;un caballo poseía él solo un prado y, ha-biendo ido por allí un. ciervo y habién-dole estropeado el pasto, queriendo ven-garse del ciervo, suplicó a un hombre sipodría con él castigar al ciervo; dí-jole el hombre que sí, si aceptaba unfreno y permitía que él se le montaraencima, llevando unos dardos; al acce-der el caballo y montar sobre sí al hom-bre, a cambio de vengarse, se convirtióen esclavo del hombre. «Así mirad tam-bién vosotros—dijo—, no sea que porquerer vengaros de vuestros enemigos,os ocurra lo mismo que al caballo; por-que el freno lo tenéis ya, por haberoselegido un general con plenos poderes;y si ahora le dais Una guardia personaly le dejáis que se os monte encima, oshabréis convertido ya en esclavos de Fá-laris.»

Esopo, defendiendo en Samos a undemagogo, a quien se había sentenciadoa muerte, dijo que (3) «cuna zorra, que

(1) Podría quizá referirse esta alusión histó-rica a la conquista de Egipto por ArtajerjesOkhos sobre el año 35O aproximadamente.

(21 Es problemática la cronología del poetaEstesicoro y, por tanto, su relación con la apli-cación de su fábula a Fálaris.

(3) No está esta fábula en la colección ac-

Page 65: Aristóteles - Retórica

174 ARISTÓTELES.—OBRAS 1393 b/1394 b

vadeaba un río, fue arrastrada hacia unbarranco y, como no podía salir, estu-vo mucho tiempo en apuros y muchasgarrapatas se habían adherido a ella;un erizo que pasaba por allí, al verla, lepreguntó compadecido si quería que learrancase las garrapatas y ella contestóque no; y preguntándole el erizo que porqué no quería, dijo ella: «porque estasestán ya saciadas de mí y me chupan yapoca sangre, pero si me quitan estas,vendrán otras hambrientas y me chupa-rán la sangre que me queda». Así, pues,a vosotros—dijo—, ¡oh samios!, este yano es dañoso, porque es ya rico; pero,si matáis a este, vendrán otros aún po-bres, que os robarán lo que os queda yse lo gastarán».

Las fábulas son muy apropiadas paralos discursos dirigidos al pueblo, y tienenesta ventaja: que es difícil hallar he-chos históricos semejantes a lo que unotrata y, en cambio, hallar fábulas es fá-cil, porque es preciso crearlas, de igualmanera que las parábolas, si uno es ca-paz de comprender las relaciones de se-mejanza, lo cual es fácil por la filoso-fía. Así pues, es ciertamente cosa fácilimaginar los asuntos a tratar por mediode fábulas, aunque para el género deli-berativo es más útil la argumentación apartir de los hechos; porque, de ordi-nario, las cosas que van a suceder enel futuro son semejantes a las que yahan acaecido.

Conviene, cuando no se tienen enti-memas a mano, servirse de ejemplos co-mo demostraciones—ya que por ellos seda un motivo de credibilidad—, y si setienen entimemas, hay que servirse delos ejemplos como de testigos, utilizandocomo epílogos los entimemas; porquepuestos delante se semejan a la induc-ción, y en la retórica no entra con pro-piedad la inducción, excepto en pocoscasos; en cambio, dichos al final, se se-mejan a los testimonios, y el testigo entodo caso es digno de fe. Por eso el quepone al principio los entimemas es ne-cesario que diga muchos, y el que lospone al fin, con uno solo puede tenersuficiente. Porque un testigo bueno tam-bién solo basta.

tual de fábulas de Esopo; pero si la transmitePlutarco.

Se ha dicho, pues, cuántas son las es-pecies de ejemplos y cómo y cuándo hayaquello por causa de lo cual suele algoque servirse de ellos.

CAPITULO 21SOBRE LAS SENTENCIAS O ADAGIOS

Por lo que se refiere a los adagios:una vez hayamos dicho qué es adagio,resultará más evidente en qué temas,cuándo y a quiénes corresponde usarde ellos en los discursos.

Adagio o sentencia es una aseveración,pero no sobre cosas particulares—porejemplo, cómo es Ifícrates—, sino sobrelo universal; y no sobre todo lo uni-versal—como que lo recto es contrariode lo curvo—, sino sobre aquello a quese refieren las acciones, y lo que puedeelegirse o evitarse al obrar, de maneraque, puesto que los entimemas sobre ta-les cosas son silogismos, las sentenciasson aproximadamente las conclusionesy los principios de los entimemas, unavez quitado el silogismo; por ejemplo:Jamás debe un hombre naturalmente razonable,educar a sus hijos en demasiada sabiduría (1).

Esto es, pues, un adagio; si se le aña-de la causa y el porqué, el todo se con-vierte en un entimema; por ejemplo:porque, aparte de la inacción que se les echa

[en cara,se ganan de los ciudadanos una envidia hostil (2).

Y aquello de:no hay hombre que sea venturoso en todo (2),

y también:no hay entre los hombres quien sea libre (3),

es una sentencia; pero, añadido lo quesigue, es un entimema:porque o es esclavo de la riqueza o de la suer-

[te (3).

Por consiguiente, si el adagio es loque hemos dicho, es preciso haya cuatroespecies de adagios; ya que o bien se-

(1) Eurípides, Medea, 394 y sgs., 28» y sgs.(2) Id., Estenobea. fr. «61 N.(3) Id., Hécuba, 863 y 864.

Page 66: Aristóteles - Retórica

1394 b/1395 a RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 21 175

rán con conclusión o explicación epilo-gal o bien serán sin ella. Requieren,pues, demostración los que dicen algosorprendente o que está en litigio; encambio, los que no afirman nada sor-prendente, van sin explicación epiloga!.De estos es aún necesario que unos, porser conocidos de antemano, no requie-ran ninguna explicación epiloga!, como,por ejemplo:Lo más excelente para el hombre es gozar de

[salud, según nos parece... (1)

—porque a la mayoría les parece en rea-lidad asi—; otros, porque en cuanto hansido enunciados, resultan evidentes a losque reflexionen sobre ellos, como, porejemplo:No hay ningún amante que no ame siempre (2).

De los que llevan explicación epilo-gal, unos son parte de un entimema,como, por ejemplo, el citado antes de

jamás debe el que es razonable...;

otros son entimemáticos, no parte de unentimema; y estos son especialmenteestimados. Estos son aquellos en queaparece la causa de lo que se dice, comoen lo que sigue:No guardes rencor inmortal, sietodo mortal (3),

porque decir «no hay que guardar ren-cor» es una sentencia; y lo añadido«siendo mortal» es el porqué. De mane-ra semejante también lo es:Es necesario que el mortal proyecte cosas mor-

[tales, no inmortales (4).

Queda claro, pues, por lo dicho, cuán-tas son las especies de adagio, y a quécosa se acomoda cada una; ya que enlas cosas disputadas o extraordinariasno hay que utilizar el adagio sin la ex-plicación epilogal; pero, si se anteponela explicación, entonces hay que servirsede la conclusión como de adagio, comosi alguien dijera: «Yo, pues, dado que

no conviene ser envidiado ni estar inac-tivo, digo que no es necesario recibireducación alguna», o bien, después deafimar esto por delante, añadir lo an-terior respecto de las cosas que no sonextraordinarias, pero que sí son oscu-ras, si se les añade el porqué, resul-tan más redondeadas. Son adecuados aestos casos los dichos lacónicos y losenigmáticos, como si alguien dijera loque Estesícoro dijo ante los habitantesde Locria, «que no conviene ser insolen-tes, no sea que las cigarras tengan quecantar desde el suelo» (5).

Corresponde, teniendo en cuenta laedad, el uso de sentencias a los viejos ysobre temas- en que se tiene experiencia;de manera que el usar sentencias, nosiendo de esta edad, es inoportuno, lomismo que el contar historias; y en loque no se sabe por experiencia, es ton-to y de falta de educación. Señal sufi-ciente de ello es que los agricultoresson muy sentenciosos y con facilidadse expresan universalmente. Decir engeneral lo que no tiene valor de uni-versalidad, cuadra sobre todo en las la-mentaciones y en la exageración; y entales casos, o bien al comienzo, o cuan-do se ha acabado ia demostración. Con-viene también servirse de las sentenciascomunes o que corren de boca en boca,si son útiles; porque por ser comunes,como si todos concordaran en ellas, seconsidera que hablan rectamente; porejemplo, la que se dirige al que invitaa exponerse a un peligro, sin haber an-tes ofrecido sacrificios:Uno solo es el mejor augurio, defender las cosas

[que se refieren a la patria (6),

y después de haber sido vencidos:imparcial es Marte... (TI;

y, sobre el matar a los hijos de los ene-migos, aunque no nos hayan dañado ennada, la frase citada:necio es el que, habiendo dado al padre la

[muerte, deja con vida a los hijos.

( U De una canción de banquete—skolion—atribuida a Simónides.

12) Eurípides, Troyanos, 1051.Cit Esta frase es de un trágico desconocido.(4) Este' verso se atribuye a Epicarmo.

(5) Se dice porque las cigarras cantan desdeel suelo solamente donde no hay arbolado, comosería el caso de una tierra arrasada por el ene-migo.

(«) ¡liada, Xa, 243.(7) Ibid., XVIII, 309.

Page 67: Aristóteles - Retórica

176 ARISTÓTELES.—OBRAS 1395 a/1396 a

También algunos de los refranes sonsentencias, como el refrán de «vecinoático» (1). Conviene también decir lassentencias en contra de los dichos popu-lares—llamo populares, por ejemplo, el«conócete a ti mismo» y «nada en de-masía»—, o bien cuando el carácter delorador vaya a adquirir más relieve ocuando el dicho haya sido pronunciadoapasionadamente. Es con apasionamien-to, por ejemplo, si alguien dijera conira que es mentira que convenga cono-cerse a sí mismo; porque si ese se hu-biera conocido a sí mismo, Jamás hubie-ra pretendido ser general. Argüirá un ca-rácter de mejor calidad decir que noconviene, como se suele decir, amar co-mo si se hubiera de odiar, Sino más bienodiar como si se hubiera de amar. Espreciso con las palabras manifestar elpropósito, y si no, explicar luego la cau-sa; por ejemplo, diciendo así; «convie-ne amar no como se dice, sino como sise hubiera de amar siempre; porque lootro es propio de un traidor»; o así:«no me gusta a mí lo que se dice; por-que al verdadero amigo hay que amarlecomo si se le hubiera de amar siempre».Y «tampoco me agrada el nada en de-masía; porque a los malos convieneodiarlos con exceso».

Los adagios son de una gran ayudapara los discursos; primero, por causade la rudeza de los oyentes; porque sealegran si alguien, hablando en general,toca las opiniones que tienen ellos en loparticular. Lo que digo quedará claroasi, y a la vez quedará claro cómo hayque cazar las sentencias. Ya que la sen-tencia, como se ha dicho, es una aseve-ración universal, pero los oyentes se go-zan cuando se les dice en general lo queellos habían hallado en sus anterioresreflexiones sobre lo particular; por ejem-plo, si ocurriese que alguno tiene ve-cinos o hijos malos y oyera al que ha-bla que dice «nada hay más desagra-dable que la vecindad», o bien que «na-da hay más insensato que tener hijos»;de manera que conviene conjeturar có-mo están y qué prejuicios tienen losoyentes, y después hablar de estas cosasasi en general. Esta es una de las ven-

dí Un antiguo proverbio griego dice1: «Ve-cino ático, vecino incansable.»

tajas del uso de los adagios en los dis-cursos. Pero hay aún otra mejor: quedan carácter ético a los discursos. Losdiscursos tienen carácter cuando estáclara en ellos la intención del orador. Yla sentencias cumplen todas este come-tido, por manifestar de una manera ge-neral al que dice la sentencia respectode sus intenciones, de manera que sison buenas las sentencias, hace apareceral que las dice como de buenas costum-bres.

Así pues, quede esto dicho respectodel adagio o la sentencia, sobre qué es,sobre cuántas son sus clases, sobre có-mo hay que servirse de ellos y cuálesson sus utilidades.

CAPITULO 22

SOBRE EL ENT1ME1ÍA

Hablemos ahora de los entimemas engeneral, de qué manera hay que buscar-los, y después sobre sus tópicos, porquela especie de cada una de estas cosas esdistinta.

Que el entimema es una variedad delsilogismo se ha dicho ya antes; de quémanera es silogismo y en qué se dife-rencia de los silogismos dialécticos, tam-bién; pues dijimos ya que no convieneconcluir desde lejos ni tomando a lavez todas las cosas; porque lo uno re-sulta oscuro por la magnitud, lo otro re-sulta inútil charlatanería, por decir loque ya es evidente. Esto es también cau-sa de que tengan más capacidad de per-suasión ante la muchedumbre los quecarecen de formación que los que la tie-nen, pues dicen los poetas que los quecarecen de formación, cuando están antela turba, hablan con más arte; porquelos que tienen educación hablan de 1»común y lo general; estos, en cambio, delo que saben y de lo que está más inme-diato a los oyentes. De modo que hayque hablar, np partiendo de todo lo quees opinable, sino de cosas determinadas,como, por ejemplo, de las que ellos juz-gan o de las que ellos comprenden. Yesto porque así parece que resulta cla-ro o para todos los oyentes o para lamayoría, y no solo el sacar conclusio-nes de las cosas necesarias, sino tam-

Page 68: Aristóteles - Retórica

1396 a/1396 b RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 22 177

bien de las que suceden de ordinario.Primero, pues, conviene comprender

que aquello respecto de lo cual convienehablar y razonar, bien con silogismo po-lítico, bien con cualquier otro (1), esnecesario conforme a esto, disponer losfundamentos o premisas, sean todos,sean solo algunos; porque no teniendoninguno, de nada se podría concluir.Digo, por ejemplo, cómo podríamos acon-sejar a los atenienses si hay que hacerguerra o no, no sabiendo cuál es sufuerza, sea naval, sea de infantería o deuna y otra cosa; y cuánta es, y cuálesson los recursos, los amigos y los ene-migos, y además qué guerras han teni-do y con qué resultado, y otras cosassemejantes; o cómo podría uno ensal-zarla si no tuviéramos la batalla navalde Salamina, o la terrestre de Maratón,o los hechos llevados a cabo en favorde los heraclidas o alguna otra cosade estas. Porque todos son capaces dehacer elogios sobre las cosas bellas quehan sucedido o parecen haber sucedi-do. De la misma manera se censura apartir de las cosas contrarias, conside-rando qué hay de vituperable en ello,o qué parece haber; por ejemplo, quehan esclavizado a los griegos, y que alos eginetas y potidenses, que se habíandistinguido luchando junto a ellos con-tra los barbaros, los habían vendido co-mo esclavos, y cuantas cosas haya seme-jantes a estas, y también si alguna otrafalta se Íes puede atribuir. De maneraque asi, tanto los que acusan como losque defienden, considerando lo que hasucedido, hagan su acusación o funda-menten su defensa.

El hacer esto sobre los lacedemonioso los atenienses, sobre un hombre o unadivinidad, no supone ninguna diferen-cia; porque lo mismo al aconsejar aAquiles, que al ensalzarle o censurarle,al acusarle o al defenderle, hay que par-tir de lo que él posee o parece poseer;de modo que, partiendo de ello, diga-mos su elogio o su censura, si posee algohermoso o algo vergpnzoso, y se le acu-se o se le defienda, si posee algo justo oalgo injusto, o se le aconseje, si se

( l l Para entender este «político» téngase encuenta que, de un modo amplio, Aristótelesllama política a la ética y a la retórica.

trata de algo conveniente o pernicioso.Y de semejante manera en estas cosas

que en cualquier otro asunto; por ejem-plo, respecto de la justicia, si algo esbueno o no lo es, partiendo de las cosasque corresponden a la justicia y al bien.

De esta manera, pues, parecen dar to-dos sus argumentos los oradores, ya ra-zonen con más rigor, ya más blanda-mente—ya que no toman sus argumen-tos de todas las casas, sino de lo quecorresponde a cada asunto—; y es evi-dente que, por medio del discurso, esimposible demostrar de otra manera;y es evidente que es necesario, como enlos tópicos, tener en primer lugar tópi-cos desarrollados acerca de cada asun-to, sobre las cosas posibles y las másoportunas; y acerca de lo que se plan-tea de improviso es necesario buscar delmismo modo, mirando no a lo indefini-do, sino a lo que corresponde al asuntoque trata el discurso; y abarcando lasmás cosas posibles y las más inmedia-tas al asunto; porque cuanto mayor nú-mero tenga de cosas pertinentes al asun-to, tanto más fácilmente podrá, demos-trar, y cuanto más cercanas sean alasunto, tanto más apropiadas serán ymenos comunes. Llamo cosas comuneso vagas al alabar a Aquiles porque eshombre y porque es uno de los semi-dioses y porque peleó contra Ilion; yaque todo esto les corresponde tambiéna otros muchos, de manera que el queesto hace no alaba más a Aquiles quea Diomedes. Características son las co-sas que a ningún otro acontecieron sinoa Aquiles, como haber matado a Héc-tor, el mejor de los troyanos, y a Cie-no, el que, por ser invulnerable, impedíaa todos desembarcar, y porque sien-do aún muy joven y no estando obliga-do por el juramento de los pretendien-tes de Helena, fue a la guerra, y otrascosas por el estilo.

Un método, pues, de selección de en-timemas y el primero en este de los tó-picos ; digamos ahora algo sobre los ele-mentos de los entimemas; llamo elemen-tos y lugar o tópico del entimema a lomismo. Y hablemos primero de aquellode que es preciso se hable primero.

Hay, pues, dos especies de entimemas:los unos son demostrativos de que algoexiste o no existe; otros refutativos, y

Page 69: Aristóteles - Retórica

178 ARISTÓTELES.- -OBRAS 1396 b/1397 b

se diferencian entre sí como en la dia-léctica la refutación y el silogismo. Esentimema demostrativo el concluir par-tiendo de algo en que todos están deacuerdo. Entimema refutativo es con-cluir algo sobre lo que no habia opiniónunánime.

Asi pues, los tópicos los podemos dedu-cir nosotros, casi para cada uno de losgéneros de las cosas útiles y necesarias;porque han sido ya desarrolladas laspremisas referentes a cada género; demanera que, de qué tópicos hay que de-ducir los entimemas sobre el bien y elmal, lo hermoso y lo feo, lo justo y loinjusto, los caracteres, las pasiones y loshábitos, ya hemos antes, según esto, ex-plicado los tópicos. Pero busquémoslosaún de otra manera, en absoluto, res-pecto de todas las cosas, y expongamos,como anotados al margen, los tópicosdemostrativos, los refutativos y los delos entimemas aparentes—que no sonentimemas, puesto que no son silogis-mos—. Y, una vez hayamos expuesto es-tas cosas, definamos lo que respecta alas refutaciones y a las objeciones, des-de donde conviene volverlas contra losentimemas.

CAPITULO 23

SOBRE LOS TÓPICOS DE QUE SS SACANENTIMEMAS DEMOSTRATIVOS

I. Existe un tópico de entimema de-mostrativo a partir de los contrarios;se llama así porque hay que mirar sipara un término contrario existe unpredicado contrario, negando si no exis-te, y afirmando si existe; por ejemplo,que ser temperante es bueno; porqueel ser intemperante es pernicioso. O, co-mo se dice en el discurso sobre Mése-nla : «porque si la guerra es causa delos males presentes, conviene que, conla paz, se corrijan estos».

Puesto que, ni contra los que han obrado malinvoluntariamente, es justo caer en la ira.tampoco, si otro hiciere a otro un favor por la

[fuerza,es adecuada sentir hacia él agradecimiento (1).

(1> De un trágico desconocido. Se habla deAgatón o Teodectes.

Pero, puesto que, entre los mortales, decir men-ttiras

es acreedor a la fe, también es preciso creer lo[contrario,

q:ie muchas verdades resultan difíciles de creer[a los mortales (2).

II. Otro tópico es o partir de las co-sas homologas; porque de manera se-mejante es necesario que tengan o notengan los mismos predicador; porejemplo, que lo justo no todo es bue-no ; porque también sería bueno el «jus-tamente» ; y por ahora, no es deseablemorir «justamente».

III. Otro tópico es el que procede delas relaciones reciprocas; porque si auno de los dos términos recíprocos leconviene obrar bien o justamente, alotro le convendrá recibirlo; y si a unole corresponde mandarlo, también alotro cumplirlo. Por ejemplo, como dijoel alcabalero Diomedonte (3), hablan-do de los impuestos: «porque si a vos-otros no os es vergonzoso vender, tam-poco lo será para nosotros comprar».Y si al que lo soporta y recibe le co-rresponde el calificativo de bien y justa-mente, también al que lo hace. Pero eneste caso se puede razonar con un para-logismo; porque si alguno sufrió algojustamente, acaso con todo, no fue aque-llo impuesto por ti con igual justicia.Por eso hay que mirar por separado siel que padece es digno de padecer y elque lo hace se comporta dignamente alobrar, y luego hacer las aplicaciones dela manera adecuada a cada parte; yaque algunas veces hay desacuerdo entreuna y otra cosa, y nada impide pregun-tar, como en el Alcmeón, de Teodec-tes (4):¿a tu madre, ninguno de los mortales le tenia

[horror?y, respondiendo, dice:pero, es necesario considerarlo distinguiendo.

Y al preguntar Alfesibea por qué, res-ponde :

(2) Eurípides, Tieates, fr. 396.O) Es desconocido este personaje.<*> Teodectes de Fáselis, discípulo de Isócra-

tes y del propio Aristóteles luego. Alcmeón, ensu tragedia, mata a su madre por vengar aAnflarao, su padre, entregado a la muerte por

eila.

Page 70: Aristóteles - Retórica

1397 b/1398 a RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 23 179

A ella la condenaron a morir, pero no a mi a[matarla.

Y el Juicio sobre Demóstenes y losque dieron muerte a Nicanor (1); puesluego que se juzgó que le habían dadomuerte justamente, se estimó que tam-bién había muerto justamente. Y res-pecto del muerto en Tebas, sobre el cualse manda juzgar si era justo que hu-biera muerto, porque no se considera in-justo matar al que muere justamente.

IV. Otro tópico es el del más y delmenos; por ejemplo, si ni los dioses tansiquiera lo saben todo, desde luego me-nos los hombres; esto es, si aquel aquien más conviene el predicado, no loposee, es evidente que tampoco lo po-seerá aquel a quien menos conviene. Elargumento de que golpea a los que tie-ne cerca el que golpea a su padre, na-ce de que si le conviene lo menos, tam-bién le conviene lo más; porque se sue-le golpear menos al padre que a losque están cerca. Ya que, si es así, o siaquel a filien más conviene no lo posee,o si lo posee aquel a quien menos le con-viene, se deducirá, rectamente, segúncuál de las dos cosas convenga demos-trar, sea que lo posee, sea que no. Ytambién si no es cosa de más y de me-nos ; de donde se dice:Tu padre es ciertamente digno de lástima por

[haber perdido a sus hijos;pero, ¿no lo será aún más Oineo, que ha perdi-

fdo un hijo ilustre?

y que, si Teseo no delinquió—raptandoa Helena—, tampoco Alejandro; y si nolo hicieron los Tindáridas, tampoco Ale-jandro; y si Héctor pudo matar justa-mente a Patroclo, también a AquilesAlejandro (2). Y si los otros cultivado-res de las artes no son malos en cuan-to tales, tampoco los filósofos. Y si noson malos los generales, porque mue-ran muchas veces, tampoco los sofistas.Y que, si conviene que un hombre pri-vado se cuide de vuestra gloria, tambiénvosotros debéis cuidar de la de los grie-gos.

(1) No parece firme el pasaje ni se conoceel hecho. Tampoco Nicanor.

(2) De un discurso en defensa de AlejandroParís, de autor desconocido.

V. Otro tópico es partir de la consi-deración del tiempo o la oportunidad;por ejemplo, Ifícrates, en su debate con-tra Harmodio, dijo: «Si antes de ha-cerlo hubiera pedido que, si lo llevabaa cabo, me concedierais la estatua, mela habríais concedido; ahora que lo hehecho, ¿no me la vais a conceder? Noprometáis, pues, cuando estéis esperan-do, y cuando hayáis conseguido el bienque queríais, quitéis lo prometido.» Yotra vez, para que los tebanos dejaranpasar a Filipo, que marchaba contra elÁtica: «Si os lo hubiera pedido antesde prestaros su ayuda contra los foci-dios, se los hubierais prometido; es, pues,absurdo que, porque le pasó por alto estoy creyó que se le concedería, no se lopermitáis ahora.»

VI. Otro tópico es argüir contra elque lo dice, partiendo de las mismas co-sas que él dice contra uno; este méto-do tiene muchas ventajas, como, porejemplo, en el Teucro (3); de este tó-pico hizo uso Ifícrates contra Aristp-fón (4), al preguntarle si entregaríapor dinero las naves; y, al responderAristofón que no, le dijo: «¿Tú, enton-ces, porque eres Aristofón no las entre-garías, y yo sí, porque soy Ifícrates?»Es preciso para ello que el adversarioparezca más capaz de cometer injusticiaque no la otra parte; porque si no, pa-recería ridículo que, acusando a Arísti-des (5), dijera alguien tal cosa que re-sultara en descrédito del mismo queacusa; porque, en general, se quiere queel que acusa sea mejor que el acusa-do; y esto conviene demostrarlo. Es ab-solutamente absurdo el argumento,cuando echa en cara a los demás lo queel mismo orador hace o haría, o exhortaa hacer lo que él mismo no hace o noharía.

VII. Otro tópico es a partir de la de-finición; como, por ejemplo, que ¿quées lo sobrenatural? ¿No es un dios o laobra de un dios? Por tanto, el que cree

(3) Hay una tragedia de Sófocles y otra deIon con el mismo título.

(4) Luego del fracaso de Embala, Aristofónacusó a los generales de' traición. Uno de ellosera Ifícrates.

(5) Arístides el Justo.

Page 71: Aristóteles - Retórica

180 ARISTÓTELES.—OBR AS 1398 a/1398 b

que es obra de un dios, ese necesaria-mente cree que existen los dioses. Ycomo Ificrates, de que el más noble esel mejor; porque tampoco Harmodio yAristogitón tenían nada noble al co-mienzo, antes de realizar nada noble.Y que él era más pariente de ellos;«porque mis obras están más emparen-tadas con las de Harmodio y Aristogi-tón que las tuyas». Y como en el dis-curso sobre Alejandro, que todos esta-llan de acuerdo en que los que no soncontinentes no gustan del amor de unasola persona. Y aquello por lo que Só-crates dijo que no iría a la corte de Ar-quelao; porque dijo que sería tan ver-gonzoso, no corresponder igualmente elque recibe favores, como el no vengar-se al que es maltratado. Todos estos,una vez dada la definición y tomandolo que es cada cosa, razonan sobre aque-llo de que hablan.

VIII. Otro tópico parte del de cuán-tas maneras se dice una palabra, comohemos hecho en los Tópicos con la lo-cución «bien está».

IX. Otro tópico es a partir de la di-visión; por ejemplo, si todos delinquenpor tres razones—o por esto, o por estoo por lo otro—, y es imposible que seapor dos de ellas, ni hay" que decir quees por la tercera de ellas.

X. Otro tópico es por inducción; co-mo el caso de la mujer de Pepare-to (1); porque, refiriéndose a los hijos,las mujeres siempre definen la verdad;porque, en Atebas, así lo demostró lamadre contra el orador Mantias, queatacaba a su hijo; y en Tebas, dispu-tando Ismenias y Estilbón, la Dodónidedeclaró que el hijo era de Ismenias, ypor eso se creyó que Tesalisco era hijode Ismenias (2). Y también en la Leyde Teodectes (3): si a los que cuidanmal de los caballos ajenos, no se les con-fían los propios, y tampoco a los quehan hecho naufragar las naves ajenas;si lo mismo hay oue hacer en todas lascosas, tampoco a los que han guardado

(1) Parece era este un discurso célebre delque nada se sabe.

(2) El conocido político, amigo de Pelopidas.('3) Parece ser un discurso fingido.

n.al la ajena hay que confiarles la guar-da de la propia salvación. Y, como diceAlcidamas (4;, que todos rinden hono-res a los sabios; los de Paros honrarona Arquíloco, a pesar de ser maldiciente;los de Quíos a Homero, sin ser ciuda-dano; los de Mitilene a Safo, aun sien-do mujer: los lacedemonios hicieron aQuilón del colegio de los gerentes, auncon no ser aficionados a las letras; losde Italia a Pitágoras y los de Lampsacodieron .sepultura a Anaxágoras, aun sien-do extranjero, y le honran aún hoydía...; que los atenienses, sirviéndosede las leyes de Solón, fueron felices, ylos lacedemonios con las de Licurgo, yen Tebas cuando los magistrados sehicieron filósofos, también fue feliz laciudad (5).

XI. Otro tópico parte de un juiciosobre lo mismo, lo semejante o lo con-trario; sobre todo si todos lo han Juz-gado siempre así, y si no, al menos lamayoría, o los sabios, o todos ellos o lamayoría, o los buenos; y si opinan asílos mismos que juzgan, o aquellos aquienes reconocen autoridad los que juz-gan, o aquellos a quienes es imposiblecontradecir en el juicio, como los quetienen el poder supremo, o aquellos aquienes no está bien oponer un juiciocontrario, como los dioses o el propiopadre o los maestros; como, por ejem-plo, lo que dijo Autocles a Miximéni-des (6): si a los dioses augustos lespareció bien asistir a juicio en el Areó-pago, ¿a Miximénides no? O como dijoSafo, que morir es un mal, ya que losdioses lo han juzgado así; porque de locontrario morirían ellos. O como Aris-tipo contra Platón, que decía algo ex-cesivamente presuntuoso, según creyóél: «pero, ciertamente, nuestro compa-ñero no hablaría así», dijo refiriéndosea Sócrates. Y Hegesípolis (7), en Del-

(4) Sobre Alcidamas, véase nota de la pá-gina 146.

(5) Hay aquí una laguna cuyas dimensionesno se conocen. En cuanto a lo referente aTebas, recuérdese que en Tebas Epaminondaspasaba por filósofo y que allí mismo existíauna especie de partido político de matices cla-ramente platónicos.

(6) Autocles fue dos veces estratega, sobre333 y 362. El adversario es desconocido.

(7) Bey de Esparta desde 394.

Page 72: Aristóteles - Retórica

1399 a/1399 b RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 23 181

ios, preguntó al dios, habiéndolo hechoantes en Olimpia, si le parecía lo mis-mo que a su padre, ya que era vergon-zoso opinara lo contrario. Y sobre He-lena, cuando Isócrates escribió que erabuena, puesto que Teseo la juzgó así;y respecto de Alejandro, a quien prefi-rieron las diosas, y de Evágoras, que erabueno, como dice Isócrates: «Conón,pues, una vez derrotado, pasando poralto a todos los demás, acudió a Evá-goras.»

XII. Otro tópico es a partir de las•partes; como en los Tópicos,, preguntan-do qué clase de movimientos es el alma;porque es este o este. Y un ejemplo delSócrates de Teodectes (1): «¿Contraqué santuario cometió impiedad? ¿A quédioses, de entre aquellos en quienes creela ciudad, no tributo honores?»

XIII. Otro tópico, puesto que en lamayoría de los casos ocurre que se lesiga a lo mismo un bien y un mal, esel de, o partir de las consecuencias;exhortar o disuadir partiendo de estas,acusar o defender, ensalzar o censurar;como, por ejemplo, a la educación le si-gue el mal de ser envidiado, pero el sersabio es un bien; por consiguiente, nohay que recibir instrucción, ya que noconviene ser objeto de envidia; o bienes preciso, pues, recibir instrucción, por-que conviene ser sabio. Este tópico esel Arte de Calipo (2), añadiendo el ti-pico de lo posible y lo demás, tal comose ha dicho.

XIV. Otro tópico se da cuando espreciso exhortar o disuadir respecto dedos cosas opuestas, servirse en una yotra del tópico explicado antes. Se di-ferencia, con todo, este de aquel, en queallí se contraponen cualesquiera térmi-nos al azar; aquí, en cambio, términoscontrarios. Por "ejemplo, una sacerdoti-sa no permitía a su hijo hablar en pú-blico : «Porque—decía—, si hablas conjusticia, te odiarán los hombres y, sihablas injustamente, te odiarán los dio-ses.» Conviene, con todo, hablar en pú-

blico; porque si hablas cosas justas, teamarán los dioses, v si hablas cosas in-justas, te amarán los hombres. Esto eslo mismo que aquello del refrán: com-pra el pantano y la sal. Y esto es diva-ricación (3), cuando a dos contrariosles siguen, a cada uno, un bien y unmal, contraponer uno de ellos como con-trario al otro.

XV. Otro tópico: puesto que no sonlas mismas las cosas que se alaban cuan-do se hace en público que cuando sehace en secreto, sino que en público sealaban las cosas justas y hermosas, yen particular, en cambio, se prefierenlas que son útiles, o partir de esto pro-curar concluir lo contrario; porque delas cosas que van contra la opinión co-mún este es el tópico más importante.

XVI. Otro tópico es a partir de quelas cosas sucedan según proporción; porejemplo: Ifícrates, como quisieran obli-gar a un hijo suyo, demasiado joven deedad, a desempeñar un cargo público,porque era grande de estatura dijo que,si consideraban hombres a los mucha-chos de gran estatura, decidieran por vo-tación que los hombres de reducida esta-tura eran niños. Y Teodectes en su Leydijo: «hacéis ciudadanos a mercenarioscomo Strábax y Caridemo, por su hon-radez; y ¿no vais a exiliar a los que,?ntre los mercenarios, han cometido crí-menes irreparables?».

XVII. Otro tópico proviene de que laconsecuencia es la misma, porque tam-bién es lo mismo aquello de que deriva.Por ejemplo: Jenófanes decía que deigual manera cometen impiedad los quedicen que los dioses han nacido, quelos que dicen que los dioses mueren;porque de ambas maneras se deduce•jue en algún momento no existen losdioses. Y en general, tomar lo que sesigue de cada término; como si siem-pre fuera lo mismo: «vais a juzgar nosobre Isócrates, sino sobre su ocupación,de si es necesario cultivar la sabiduría».Y que dar la tierra y el agua es ser

(1) Parece ser una apología, que se habráperdido. I (») La palabra griega quiere decir «zambo».

(21 Discípulo de Isócrates. Se sabe muy poco Tovar adopta el neologismo de Roberts. El sig-<io él. nificado queda claro en el texto.

Page 73: Aristóteles - Retórica

182 ARISTÓTELES.—OBRAS 1399 b/1400 a

esclavo (1), y participar de la paz ge-neral es hacer lo que está mandado.Hay que tomar de entre dos términosopuestos el que pueda ser útil.

XVIII. Otro tópico proviene de notomar siempre lo mismo después o an-tes, sino en orden contrario. Por ejem-plo, este entimema: «si en el destierroluchábamos para volver, ahora que he-mos vuelto, nos desterramos para noluchar» (2). Porque una vez se prefiriópermanecer a costa de luchar, y en otrano luchar a costa de no permanecer enla ciudad.

XIX. Otro tópico es decir yue aque-llo por cuya causa pudo ser u ocurriralgo, por eso es por lo que ello sucede.Por ejemplo: si uno diera una cosa aotro, para que al quitársela se entris-teciera : de donde se dice esto:

a muchos la divinidad, excitándoles sin ninguna[benevolencia,

les concede grandes venturas, pero paraque reciban desgracias más visibles (3).

Y aquello del Meleagro de Antif ón:No para que diera muerte a la fiera, sino para

[que testigosfueran de la virtud de Meleagro ante Grecia.

Y aquello del Ayax de Teodectes, de queDiomedes eligió a Ulises no por honrar-le, sino para que su acompañante fue-ra inferior; porque es admisible que lohiciera por este motivo.

XX. Hay otro tópico, común tanto alos que actúan en un pleito como a losque practican la oratoria deliberativa,que es considerar lo que exhorta y loque disuade y por qué causas se haceno se evitan las acciones; porque estascausas son tales que, si existen, convie-ne obrar—y si no existen, no obrar—;por ejemplo: si algo es posible, fácil yútil para uno mismo o para los amigos,o si es perjudicial para los enemigos;y si es perjudicial, si es menor el per-

dí Según Herodoto, esto era lo que pedíael rey de Persia a los griegos como prenda desujeción.

(2) De Lisias.(3) Trágico desconocido.

juicio que la casa. Y la gente se dejapersuadir por estas cosas, y se deja di-suadir de los contrarios. Y a partir deestos mismos contrarios, se formulanasimismo las acusaciones y las defensas.Se defienden... Este tópico forma todoel Arte de Panfilo y el de Oalipo.

XXI. Otro tópico es a partir de lascosas que se considera existen, pero queresultan difíciles de creer; ya que nose creerían si no existieran realmenteo si no estuvieran cerca de ser reales.Y aún más: porque lo que existe o loque es verosímil se suele admitir; pero,si algo es difícil de creer e inverosímil,puede que sea verdad; porque no se con-sidera así por ser verosímil y persuasi-vo. Como dijo Androcles el Piteo, cuan-do en su alegato contra la ley levanta-ron contra él, mientras hablaba, ungran griterío: «necesitan las leyes unaley que las corrija; ya que también ne-cesitan sal los peces aunque no sea ve-rosímil ni creíble que, habiéndose criadoen agua salada, necesiten aún sal; ylas tortas de olivo, aceite, aunque re-sulte increíble que aquello de que pro-cede el aceite, ello mismo necesiteaceite».

XXII. Otro tópico, apto para refuta-ciones, es examinar las cosas discordan-tes; ver si hay algo entre todo lo refe-rente a tiempos, hechos y palabras, queno concuerde; y se hace o bien dirigién-dose solamente a la parte contraria;por ejemplo: «y dice que os ama, pero-se conjuró con los Treinta»; o biendirigiéndose sólo a uno mismo: «y diceque yo soy amigo de pleitear, pero nopuede demostrar que yo haya provoca-do ningún pleito»; o bien refiriéndosea sí mismo y al contrario: «y este cier-tamente no prestó nunca nada, yo encambio he rescatado a muchos dé vos-otros».

XXIV. Otro tópico proviene de lacausa, porque, si esta existe, se diceque también su efecto existe, y si noexiste ella, que tampoco existe el efec-to; porque se dan juntos la causa yaquello de que ella es causa y, sin cau-sa nada existe; por ejemplo lo que de-cía Leodamas defendiéndose, cuando ie

Page 74: Aristóteles - Retórica

1400 a/1400 b RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 23 183

acusaba Trasíbulo (1), de que su nom-bre había estado en una inscripción in-famante en la Acrópolis, pero que lohabía borrado cuando los Treinta. «Noes posible—dijo—, porque los Treinta 'ehubieran considerado más digno de con-fianza a él mismo, estando escrita en lapiedra su enemistad con el pueblo.»

XXV. Otro tópico es considerar side otro modo seria o es posible algomejor que aquello que se aconseja, sehace o se ha hecho; porque es eviden-te que, si no es así, no lo hizo; porquenadie voluntaria y conscientemente es-coge lo malo. Pero, esto es engañoso;porque muchas veces resulta claro lue-go cómo habría de haberse actuado, peroantes de actuar resulta oscuro.

XXVI. Otro tópico es cuando se vaa hacer algo contrario a lo que se hahecho, considerarlo juntamente lo unoy lo otro; como, por ejemplo, Jenófa-nes que, al preguntarle los eleatas siharían o no sacrificios a Leucotea y la-mentaciones, les aconsejó que, si la con-sideraban diosa, no la lloraran, y quesi la consideraban humana, no le ofre-cieran sacrificios.

XXVII. Otro tópico es acusar o de-fenderse a partir de los errores del con-trario; así en la Medea de Karkinos (2),unos la acusan de que ha dado muer-te a sus hijos, por lo menos de queestos no se encuentran; porque Medeafaltó en enviar lejos a sus hijos; peroella se defiende diciendo que no eraa sus hijos a quienes hubiera dadomuerte, sino a Jason; ya que en estosí que hubiera cometido falta, de nohaberlo hecho, si es verdad que una delas dos cosas tenía que hacer. Este tó-pico del entimema y esta especie cons-tituye todo el arte anterior a Teodoro.

(1) La cronología política de este Leodamas,no concuerda con la del que hemos citado enla nota i l > de la pág. 130. Se intenta acomodarhaciendo del Trasibulo contra quien habla noel de Steiria, sino el de Oollytos.

(2) No se sabe si es el poeta cómico ridiculi-zado por Aristófanes o más bien un descendien-te de él.

XXVIII. Otro tópico parte del hom-bre, como lo que dice Sófocles:

sabiamente llevando el nombre del hierro (31.

Y tal como se suele decir en los elo-gios de los dioses, y como Conón llama-ba a Trasíbulo eí de audaces resolucio-nes (4), y Heródico, le decía a Trasí-maco: «Siempre eres un luchador atre-vido», y a Polo: «Siempre eres unpotro» (5), y a Dracón el legislador,que sus leyes no eran de hombre, sinode dragón; porque eran muy duras. Ycomo la Hécuba de Eurípides decía aAfrodita:

con razón también el nombre de la insensatez[comienza el de la diosa (6).

Y como Queremón:

Penteo, llamado con el nombre de su futura[desgracia (7).

Entre los entimemas son mejor con-siderados los refutativos que los demos-trativos, por ser el entimema refutativouna reunión de contrarios en breve es-pacio, y las cosas que se presentan unasjunto a otras le son más evidentes aloyente. Y de todos los razonamientoslefutativos y demostrativos son mejoracogidos los que, sin ser superficiales,se prevén una vez iniciados—porque losoyentes se alegran en sí mismos de ha-berlos presentido—, y aquellos que sólotardan en ser comprendidos, lo que durasu enunciación.

(3) De la tragedia Tyró. Alude el verso ala madrastra de la protagonista, Sideró. he-roína de la obra.

'*) El vencedor de Cnido y restaurador dela democracia. El juego de palabras viene defrpaaúí, insolente, audaz, y fiouXrj, resolución.

(5) Trasímaco se compone de frpaoói;, audaz,y (17 '̂}, combate, batalla. Y Polo es lo mismoque TcwXoí, potro.

(6) Los Troyanos'Atppoo'ÍTrj y 'cr-ppoaúvrj tie-nen las dos silabas primeras iguales.

(7) Poeta trágico del siglo iv. Otros autoresdan la misma etimología.

Page 75: Aristóteles - Retórica

184 ARISTÓTELES.—OBRAS 1400 b/1401 a

CAPITULO 24

SOBRE LOS TÓPICOS DE LOS ENTIMEMASAPARENTES

Puesto que es posible un silogismo quelo sea y un silogismo que no lo sea,sino tan solo lo parezca, es necesariotambién que haya un entimema que losea y un entimema que no lo sea, sinotan solo lo parezca, dado que el entime-ma es una especie de silogismo.

Son tópicos de los entimemas aparen-tes los que siguen:

I. uno es el procede de la expresión,y de este

1. Una parte es, como en la dialéc-tica, decir al final en forma de conclu-sión lo que no se ha. formulado comoslloffismo; no es, pues, esto y lo otro,luego necesariamente será aquello y lode más allá; porque en los entime-mas (1) el hablar con densidad y anti-téticamente produce la impresión de unentimema; ya que esta forma de ex-presarse es campo abonado para los en-timemas. Y parace que tal cosa procedede la íorma de la expresión. Es útil, pa-ra hablar silogísticamente con la ex-presión, reunir los puntos capitales demuchos silogismos: «que a los unos lossalvó, que vengó a los otros, que dio lalibertad a los griegos». Cada uno deestos términos había sido demostrado apartir de otros, y al estar juntos, pareceque de ellos resulte realmente algo.

2. Otro entimema aparente es el queprocede del equívoco; por ejemplo, de-cir que el ratón es noble, ya que de élproviene la mas venerable de las inicia-ciones, porque los misterios son la inicia-ción más venerable de todas (2). O tialguno, elogiando al perro, incluye en sualabanza también al can del cielo o aPan, porque Píndaro dijo:

(1) Sinécdoque, por toda la retórica en ge-neral, en oposición a lógica, mundo del silo-gismo.

(2) Juego de palabras entre (luí, ratón, y jiuUTTJptov iniciación o misterio. De suyo nadatienen que ver entre si etimológicamente.

Oh dichoso aquel, a quien de la grandiosa perro multiformellaman los olímpicos.

O que no tener perro en casa es cosadeshonrosa, de modo que es evidenteque el perro es una cosa honrosa. Ydecir que Hermes es el más comunicati-vo de los dioses; porque Hermes es elúnico que se llama común (3). Y decirque lo más excelente de todo es la pa-labra, porque los hombres buenos no sondignos de dinero, sino de palabras elo-giosas ; porque el ser digno de menciónno se dice unívocamente.

II. Otro tópico es decir lo divididoen síntesis, o lo sintético analíticamen-te; porque muchas veces parece que eslo mismo lo que no lo es; la que de lasdos cosas sea más útil en, cada caso,esta conviene hacer. Este es el razona-miento de Eutidemo: por ejemplo, sa-ber que hay una trirreme en el Píreo,dado que se conoce cada uno de estostérminos, la trirreme y el Píreo. Y quese conocen las letras, porque se conocela palabra; ya que la palabra es lo mis-mo que las letras. Y decir que, puestoque lo doble es en esa proporción no-civo, tampoco lo uno será sano; porquees absurdo que dos bienes juntos sumenun mal. De esta manera, pues, el enti-mema es refutativo; y del modo que si-gue es demostrativo: porque un bien noes dos males. Todo este tópico es paralo-gístico. También el dicho de Polícratessobre Trasíbulo, de que eliminó a treintatiranos; ya que lo dice por acumula-ción (4). O lo que se dice en el Orestesde Teodectes, que consiste en una di-visión:

Es Justo que la que mate a su esposo

muera también ella, y lo es que el hijovengue a su padre». Esto es, pues, loque se ha hecho; pero uniendo las doscosas quizá no resulte igualmente justo.

(3í Hermes es el dios de las cosas encontra-das casualmente. Cuando el compañero de unohallaba algo, se decia «Hermes es común», recla-mando el otro la mitad del hallazgo. Cfr. Teo-frasto.

(*) Trasibulo derrocó el régimen de losTreinta tiranos, y Policrates pedia para éltreinta recompensas.

Page 76: Aristóteles - Retórica

1401 b/1402 a RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 24 185

También puede ser paralogística estaforma por omisión, ya que se evita decirpor obra de quién se deba hacer esto.

III. Otro tópico es establecer o refu-tar una cosa por exageración o enojo.Esto sucede cuando, sin probar que sehizo, se pondera aumentativamente laacción; porque esto hace parecer o queno lo hizo, cuando el que exagera es elque sostiene la causa, o que lo hizo,cuando el que acusa se mofa. No es,pues, un entimema; porque el oyentecae en paralogismo al juzgar que el acu-sado lo hizo o que no lo hizo, sin haber-se demostrado.

IV. Otro tópico parte del indicio;porque esto también es asilogístico. Porejemplo: si alguien dijera: «a las ciu-dades les convienen los enamorados; yaque el amor de Harmpdio y Aristogitónprovocó la calda del tirano Hiparco». O,si alguien dijera que Dionisio es ladrón,porque es malo; pues esto es asilogísti-co; ya que no todo hombre malvado esladrón, aunque sí todo ladrón sea mal-vado.

V. Otro tópico se desarrolla por loaccidental. Por ejemplo: dice Polícra-tes, refiriéndose a los ratones, que pres-taron un servicio royendo las cuerdasdel arco. O si alguien dijera que el serinvitado a un banquete es lo más hon-roso que existe; ya que, por no habersido invitado, se enojó Aquiles contralos aqueos en Ténedos; se irritó enton-ces por haber sido desestimado, y estofue consecuencia de no haber sido in-vitado.

VI. Otro tópico se da según la con-secuencia; por ejemplo: en el Alejan-dro se dice que este es magnánimo; por-oue despreciando el trato social con mu-chos, pasaba la vida solo en el Ida; yaque por ser así los magnánimos, tam-bién él lo podría parecer. Y el argumen-to de que, puesto que pasea de noche yelegantemente vestido, es un libertino;porque los libertinos son así. Semejantees el de que, porque en los santuarioslos mendigos cantan y bailan y porquea los desterrados les es posible habitardonde quisieran, ya que parece que los

que pueden hacer esto son felices, tam-bién lo parecerían cuantos pudiesen ha-cer lo mismo. Pero la diferencia está enel cómo, por lo cual este sofisma incurreen el caso de omisión.

VII. Otro tópico consiste en presen-tar lo que no es causa, como causa. Porejemplo: cuando suceden varias cosasjuntamente o unas Juego de otras; por-que lo que sucede después de algo pue-de interpretarse como si fuera a causade este algo; y lo usan sobre todo losque andan metidos en asuntos de polí-tica, como por ejemplo Demades hacíaal gobierno de Demóstenes causante detodos los males, porque después de aquelsobrevino la guerra.

VIII. Otro tópico se apoya en la omi-sión del cuándo y el cómo; por ejem-plo, que Alejandro raptó a Helena jus-tamente; ya que a ella le había sidodada por su padre la facultad de elegiresposo. Pero este permiso no se mante-nía siempre igual, sino que se refería ala primera vez, ya que el padre tieneautoridad solo hasta este momento. Osi alguien dijera que el golpear a unhombre libre es insolencia; ya que nolo es absolutamente, sino cuando uno esel primero en poner injustamente lasmanos en otro.

IX. También como en las discusioneserísticas o de controversia, resulta unsilogismo aparente de tomar algo abso-lutamente y no absolutamente, sino enrelación a algo; por ejemplo, decir endialéctica que el no^ser es ser, porque elno-ser es ño ser; y decir que se puedeconocer lo desconocido, ya que se puedesaber que lo desconocido es desconoci-do. De la misma manera en la retóricahay un entimema aparente de lo noabsolutamente probable, sino probableen relación a algo. Esta probabilidad noes universal, como también dice Agatón:

Bien podría alguien decir que lo probable esq le a los mortales les ocurran muchas cosas no

[probables.

Porque también viene a ser real lo queestá al margen de la probabilidad, demanera que también es probable lo que

Page 77: Aristóteles - Retórica

186 ARISTÓTELES.—OBRAS 1402 a/1402 b

está fuera de la probabilidad. Y si estoes asi, será, lo no-probable probable, perono simplemente, sino que, de la mismamanera que en las discusiones erísticosel que no se indique el según qué, enrelación a qué y el cómo hace capciosoel argumento, también aquí, en la re-tórica, lo improbable no lo es absoluta-mente, sino en relación a algo. El Artede Córax está constituido precisamentepor este tópico; ya que puede uno nodar pie a una determinada ocasión, comoel que, por ser bébil, evade una acusa-ción de violencia, porque esta no es pro-bable. Pero sí puede dar pie a ella; porejemplo, por ser fuerte, se dirá que noes probable, precisamente porque la co-sa iba a parecer probable. De manerasemejante en los demás casos; porquenecesariamente uno dará pie a la acu-sación o no lo dará; parecen, pues, pro-bables ambas cosas, pero una pareceráprobable y la otra no absolutamente pro-bable, sino como se ha dicho. Y en estoconsiste aquello de hacer más fuerte elargumento menor. Y de aquí que loshombres soportaran de mala gana la de-claración de Protágoras; porque es unfraude, y no es verdadera sino aparen-temente probable, y no se da en ningúnotro arte, sino en la retórica y en laerística.

CAPITULO 25

SOBRE LA REFUTACIÓN Y SUS TÓPICOS

Hemos hablado de los entimemas, tan-to de los que lo son, como de los queaparentan serlo; a continuación nos to-ca tratar de la refutación.

Se puede refutar o bien haciendo unsilogismo en contra de lo dicho, o bienaduciendo una objeción. El oponer a suvez un silogismo, es evidente que es po-sible hacerlo a partir de los mismos tó-picos; ya que los silogismos se hacen apartir de cosas opinables, y muchas co-sas opinables son contrarias entre sí.Las objeciones se aducen, como en losTópicos, de cuatro maneras: o bien par-tiendo de lo mismo, o de lo semejante,o de lo contrario, o bien partiendo decosas ya juzgadas.

I. Digo o partir de lo mismo, por

ejemplo, si se presentara un entimemasobre el amor, manteniendo que es bue-no, la objeción sería de dos maneras:o bien diciendo en general que toda in-digencia es un mal, o bien en particu-lar que no se hablaría de un amor cáu-nico (1), si no hubiera también amoresperniciosos.

II. A partir de lo contrario se aduceuna objeción; por ejemplo, si el entime-ma decía que el hombre bueno hace biena todos los amigos, diciendo que tam-poco el hombre malo les hace mal atodos.

III. A partir de lo semejante; porejemplo, si el entimema decía que losque han padecido malos tratos odiansiempre, decir que tampoco los que hanrecibido un favor aman siempre.

IV. Aplicar los juicios que procedende hombres famosos; por ejemplo, siun entimema dijo que hay que tenerindulgencia con los que se embriagan,porque faltan sin conocimiento, objetarque entonces no merecería alabanza al-guna pitaco; porque no decretó mayo-res castigos si alguno delinquía estandoebrio.

Puesto que los entimemas se formu-lan a partir de cuatro tópicos, y estoscuatro tópicos son la probabilidad, elejemplo, el argumento concluyente y elindicio, hay entimemas deducidos de lascosas probables que, de ordinario, sono parecen ser; los hay deducidos porinducción, mediante la semejanza deuno o más, cuando tomando lo univer-sal, se llega luego ñor razonamiento a loparticular, por medio del ejemplo; loshay deducidos por lo necesario y lo quesiempre es, por medio de -un argumentoconcluyente; finalmente, los hay dedu-cidos por lo universal o por lo que esen parte, tanto si es como si no, por me-dio de los indicios.

Lo verosímil es no lo que siempre seda, sino lo que se da de ordinario, y esevidente que estos entimemas siemprese pueden refutar aduciendo una obje-ción; pero la refutación es aparente y

(1) Se refiere a los amores legendarios entreByblis y su hermano Caunio.

Page 78: Aristóteles - Retórica

1402 b/1403 a RETORICA.—LIBRO II.—CAP. 26 181

no siempre verdadera, porque el quepone la objeción no refuta que aquellosea probable, sino que aquello no es ne-cesario. Por eso siempre tiene más ven-taja el que defiende que el que acusa, ia causa de este paralogismo; porqueel que acusa, por su parte, prueba pormedio de cosas probables, y no es lomismo refutar que no es verosímil querefutar que no es necesario; porquesiempre cabe la objeción de lo que esde ordinario; ya que no sería así deordinario y probable, sino en cuantotambién es necesario; y el juez, por suparte, piensa, si se refuta así o queaquello no es verosímil o que no le tocaa él juzgarlo, con lo cual cae en para-logismo, como decíamos; porque no con-viene juzgar tan sólo a partir de lo quees necesario, sino también a partir delo que es probable; ya que esto es juz-gar con la mejor conciencia; por consi-guiente, no es suficiente refutar demos-trando que no es necesario, sino que loque hay que demostrar además es queno es probable. Y esto sucederá, si laobjeción se apoya de preferencia en loque sucede de ordinario. Y es admisibleque esto sea asi de dos maneras: o porel tiempo o por los hechos; y más fuer-te será si es por las dos cosas a la vez;porque si son más así y ocurre más ve-ces así, resulta ello más verosímil.

Se pueden refutar los indicios y losentimemas basados en ellos, aunque seanhechos reales, como se dijo en el libroprimero; porque, que todo indicio esasilogistico, lo conocemos .con evidenciapor los Analíticos.

Contra los entimemas paradigmáticosexiste la misma refutación qué contralas cosas probables; porque aunque dis-pongamos de un solo caso que sea así,queda refutado el entimema; ya queno es ello necesario, si en mayor nú-mero de casos y con más frecuenciaaquello ocurre de otra manera; y aun-que en el mayor número de casos y conmayor frecuencia sea así, hay que com-batir, diciendo o bien que el caso pre-sente no es semejante, o que no se diode manera semejante, o que lleva con-sigo alguna diferencia.

Los argumentos concluyentes y los en-timemas basados en ellos, en cuanto sonasilogísticos, no se podrán refutar—co-

sa esta también que nos resulta eviden-te por los Analíticos—; quede, con to-do, como objeción, decir que no es po-sible demostrar el caso presentado. Perosi es evidente que el hecho existe, y queel argumento es argumento concluyen-te, el entimema se vuelve irrefutable;ya que todo se convierte en una demos-tración totalmente evidente.

CAPITULO 26

ESCOLIO SOBRE LA AMPLIFICACIÓN Y LAATENUACIÓN RETORICAS

El amplificar y el atenuar no cabencomo elemento del entimema; ya quellamo a lo mismo elemento y tópico;porque es elemento y es tópico aquelloa que se reducen muchos entimemas.El amplificar y el atenuar son entime-mas dirigidos a mostrar que una cosaes grande o es pequeña, como tambiénque es buena, que es mala, que es justao es injusta, o que posee cualquier otracualidad. Estas son todas las cosas so-bre que son posibles los silogismos y losentimemas; de manera que, si ningunade ellas en particular es tópico de en-timemas, tampoco lo será el amplificaro el atenuar.

Tampoco las refutaciones de entime-mas son una especie de ellos; porquees evidente que refuta, o bien el que de-muestra algo en contra o el que aportauna objeción; y prueban así lo antité-tico; por ejemplo, si uno probó que al-go sucedió, el otro demostrará que noocurrió; y si el uno prueba que no su-cedió, el otro probará que sí. De mane-ra que esta no sería una diferencia; por-que unos y otros se sirven de estos mis-mos argumentos; ya que aducen sus en-timemas para probar que algo es o noes; y la objeción no es un entimema,sino aue, como decíamos en los Tópi-cos, es enunciar una opinión por la quequedará en evidencia que el adversariono ha razonado silogísticamente, o queha admitido en su argumentación algoíalso.

Puesto que tres son las cosas de quehabía que tratar, por su referencia aldiscurso, los ejemplos, las sentencias ylos entimemas, y, en general, todo lo

Page 79: Aristóteles - Retórica

188 ARISTÓTELES.—OBRAS 1403 a/1404 a

que se refería a la inteligencia de dón-de había que sacar estas cosas, cómose habían de refutar, y de todo esto he-

mos ya hablado, nos queda ahora tansolo por tratar lo que toca a la diccióny a la composición del discurso.

LIBRO TERCERO

CAPITULO 1

SOBRE LA ELOCUCIÓN Y LA ACCIÓN

Puesto que son tres los asuntos a tra-tar con relación al discurso: la prime-ra, de dónde se sacarán los motivos decredibilidad a favor del orador; la se-gunda, la elocución; la tercera, cómo esnecesario estructurar las partes del dis-curso ; y hemos ya hablado, por una par-te, de los motivos de credibilidad y dedónde proceden estos—que vienen detres fuentes—, y cuáles son estas y porqué son solo estas—ya que todos persua-den o bien afectando de cierta maneraa los mismos que juzgan, o bien hacien-do adoptar a los que hablan una ciertamanera de ser, o bien demostrando—;y se ha hablado también de los entime-mas y de dónde se deben encontrar susfundamentos—ya que de una parte es-tán las especies de entimemas, y deotra sus tópicos.

Corresponde tratar a continuación delo referente a la elocución; porque nobasta saber lo que hay que decir, antestambién es necesario decirlo como con-viene, ya que importa mucho que eldiscurso adopte cierta modalidad apro-piada. Así pues, primero se buscó, na-turalmente, lo que es por naturalezaprimero: los mismos hechos, a partirde los cuales se obtienen los motivosde convicción; en segundo lugar estáel colocar estos hechos según una nor-ma de elocución; y en tercer lugar,algo que con tener una importanciagrandísima, aún no ha sido tratado:lo referente a la acción oratoria. Por-que, en la misma tragedia y en la re-citación poética se ha desarrollado tar-de, ya que, al principio representabanla tragedla los mismos poetas. Es, pues,evidente que esto está también en vi-gencia tratándose de la retórica, como

también en la poética, lo cual algunosya han tratado y en especial Glaucónde Teo (1). Consiste esto en el estudiode la voz, en cómo conviene usar deella en cada estado pasional; por ejem-plo, cuándo debe ser intensa, cuándodébil, cuándo mediana; y como hayque servirse de los tonos; por ejemplo,del agudo, del grave, del intermedio;y de qué ritmos para cada caso. Por-que tres son las partes que se conside-ran, a saber: la intensidad de la voz,la entonación adecuada y el ritmo. Así,los oradores obtienen premios casi comoen los concursos, y así como allí tienenahora más preponderancia los actoresque los poetas, también ocurre así enlas. competiciones políticas, por la insa-lubridad moral de las constituciones po-líticas. Todavía no se ha compuesto unarte sobre este particular, ya que tam-bién se desarrolló tarde lo que se refe-ría a la dicción; y parece que, consi-derado con miras elevadas, es un asun-to un tanto burdo. Pero al estar todala práctica del arte retórica orientadaa la apariencia, hemos de acometer suestudio, no como justificado, sino comonecesario, ya que lo que buscamos a lolargo del discurso es lo justo y nadamás, mejor que no entristecer o hacergozar a los oyentes; porque lo justo se-ría disputar con los mismos hechos, demanera que todas las demás cosas sean,fuera de demostrar, algo superfluo; pe-ro sin embargo, tiene esto gran poder,como hemos dicho, por causa de la im-perfección del oyente. Con todo, pues,lo que pertenece a la dicción, es un tan-to necesario en toda enseñanza; por-que, para demostrar algo, es muy dis-tinto hablar de una u otra manera; noes tan grande, con todo, sino que todo

(1) Quizá sea el que cita Platón en el Ion,como rapsoda.

Page 80: Aristóteles - Retórica

1404 a/1404 b RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 2 189

es imaginación y aparato de cara aloyente; por eso nadie enseña así lageometría.

La acción, cuando se pone en prácti-ca, produce el mismo efecto que el arteteatral; han intentado hablar un pocosobre este arte algunos autores, comoTrasímaco en sus Modos de mover acompasión; el tener habilidad teatral,por otra parte, es cosa de naturaleza ybastante al margen del arte, aunque síestá dentro del arte, en cuanto a elo-cución. Por eso también a los que sonhábiles en eso se les otorgan premios,como también a los oradores por el as-pecto de su treatralidad; ya que los dis-cursos escritos valen más por su elo-cución que por su pensamiento.

Comenzaron primero a accionar, co-mo es natural, los poetas; porque losnombres son imitaciones; y la voz nosíesulta el más imitativo de todos losórganos; por eso se formaron las artes,la recitación poética, el arte teatral yotros. Dado que los poetas, aun dicien-do simplezas, parecían con su dicciónconseguir la gloria, por eso la primeradicción resultó ser la poética, como lade Gorgias. Aun ahora, la mayoría delos que no han recibido instrucción al-guna, piensa que los que usan este esti-lo son los que mejor hablan, lo cual noes así, antes es distinta la dicción dediscurso y la de la poesía. Y lo demues-tra lo ocurrido; porque ni los autoresde tragedias utilizan ya el mismo estilo,sino que, a medida que pasaron del te-trámetro al yambo—por ser este entretodos los metros el más semejante a laprosa—, también omitieron todas laspalabras que estaban en uso fuera delo conversacional, con las que los pri-meros embellecían su lenguaje; y aúnahora las omiten también los que hacenhexámetros. Por eso es ridículo imitara estos, cuando ya ni ellos mismos utili-zan aquel estilo, de manera que resultaevidente que todo cuanto hay que decirsobre la dicción, no debe ser examinadominuciosamente por nosotros, sino solocuanto se refiere a aquella dicción deque hablamos. De aquella que se ha ha-blado ya en los libros sobre la Poética.

CAPITULO 2

SOBRE LA CLARIDAD DE DICCIÓN, SELEC-CIÓN DE VOCABULARIO, METÁFORA Y

EPÍTETOS

Demos, pues, por meditadas aquellascuestiones, y definamos que la virtudde la dicción es que sea ciara; la prue-ba está en que el discurso, si no ense-ña algo, no producirá su propio efecto;y no debe ser la elocución ni rastrerani por encima de lo que es decoroso,sino conveniente; porque el estilo poé-tico ciertamente no es vulgar, pero noes adecuado al discurso. Los nombres ypalabras especificas hacen el estilo cla-ro, y lea otros vocablos de que se ha ha-blado en los libros sobre poética, lo ha-cen no rastrero, sino distinguido; por-que la variación de vocabulario haceaparecer la elocución más digna; por-que, igual que les ocurre a los hombresrespecto de los extranjeros y los con-ciudadanos, eso les ocurre también res-pecto del estilo. Por eso es convenientehacer algo extraño el lenguaje; porquese admira lo lejano, y lo que causa ad-miración es agradable. En la poesía estolo consiguen muchos medios y allí re-sultan adecuados, ya que, en los asun-tos y las personas de que se trata, sesale uno más de lo cotidiano; pero,en la prosa sencilla conviene usarlasmenos; ya que el asunto es de menorcuantía, y porque aun en poesía resul-taría un tanto inoportuno que un escla-vo hablara remilgadamente, o que lohiciera una persona demasiado joven,o que lo hiciera un cualquiera tratandode cosas muy banales; con todo, tam-bién en los discursos se halla la expre-sión adecuada en la concisión y en laamplificación; por eso conviene que alhacerlo; quede oculto a la gente, y queno parezca que se habla con mucho re-milgo, sino con naturalidad, porque estoes conveniente y aquello todo lo contra-rio; ya que, del orador que así ma-quina, se desconfía como de los vinosmezclados; así por ejemplo le ocurríaa la voz de Teodoro, comparada con lade los otros actores; porque aquella pa-recía en realidad ser la de la persona

Page 81: Aristóteles - Retórica

190 ARISTÓTELES.—OBRAS 1404 b/1405 a

que hablaba, y las otras parecían aje-nas. Se disimula bien el artificio, si unocompone seleccionando los vocablos enel lenguaje corriente; esto es lo quehace Eurípides y además fue. el primeroen enseñarlo.

Por ser los nombres y los verbos aque-llo de que se compone el discurso, y portener los nombres tantas especies comohemos considerado en los libros sobre laPoética, de entre ellos los idiomáticos,los compuestos y los neologismos, hayque usarlos pocas veces y en pocos lu-gares—dónde, lo diremos luego; por quéya se ha dicho: porque desvían de loadecuado a lo excesivamente elevado—,y, en cambio, el nombre específico, elcomente y la metáfora, son las únicascosas útiles para el estilo de la prosasencilla. La prueba de ello está en quetodos se sirven únicamente de estos me-dios; ya que todos hablan con metáfo-ras, con nombres específicos y corrien-tes, de manera que resulta evidente que,si uno hace bien su discurso, será estealgo extraño y puede al mismo tiempoque pase inadvertido el artificio y queel estilo sea claro. Esta era, dijimos, lavirtud característica del discurso retó-rico. De los nombres, los homónimos oequívocos son útiles al soñsta—ya queen ellos basa sus artimañas—; al poetale son útiles los sinónimos; y llamo pa-labras específicas y sinónimas, por ejem-plo, a caminar y marchar, porque sonambas palabras específicas y equivalen-tes entre si.

Qué es, pues, cada una de ellas ycuántas son las especies de metáforas,y que todo esto tiene mucha importan-cia en la poesía y en la oratoria, ha sidotratado, como decíamos, en los librossobre Poética; y tanto más hay que es-forzarse interesadamente en prosa en loque respecta a estos medios, cuanto quela prosa es inferior al verso en recur-sos. Y la metáfora posee, como ningunaotra cosa, la claridad, lo agradable y elgiro extraño; y esta no es posible apren-derla de otra persona (1). Es precisodecir epítetos y metáforas adecuados,cosa que es posible partiendo de la ana-

cí) Quiere decir, según parece, que el poderde crear metáforas es algo ingénito y con-natural a uno:

logia; y si no, parecerá todo ello inade-cuado, porque los contrarios, puestosunos juntos a otros, resaltan más. Contodo, hay que considerar que si un ves-tido de púrpura le cae bien a un joven,no así a un viejo, porque no dice conunos y otros un mismo vestido, si sequiere enaltecer o hermosear una cosa,hay que traer la metáfora de lo mejor,dentro de lo que incluye un mismo géne-ro; y si hay que censurar o rebajar, delas cosas peores; pongo, por ejemplo,una vez que los contrarios están dentrodel mismo género, decir que el que por-diosea implora, y que el que implorapordiosea, ya que ambas cosas son pe-ticiones, esto es hacer lo dicho; y queIfícrates llamara a Calías sacerdotemendicante de Cibeles; el cual respon-dió que aquel era un no iniciado (2);porque, si no, no le llamaría a él sacer-dote mendicante, sino porta-antorcha;ya que ambas cosas, sí, se refieren a ladiosa, pero una cosa es honrosa y laotra no. Y los que algunos llaman bufo-nes de Dionisio, se llaman a sí mismosartistas; y ambas cosas son metáforas,la una acuñada por los que pretendendeshonrarlos, y la otra al contrario.También ahora los piratas se llaman así mismos proveedores; por eso se pue-de decir que el que comete un delito fal-ta, y que el que falta comete un deli-to, y que el que roba ha cogido y des-truido. Es lo que dice Télefo de Eurípi-des, que

reinando en la barquichuela y desembarcado[en Misia.

lo cual es inadecuado, porque reinar essuperior a la circunstancia; no pasa,por tanto, inadvertido.

También en las sílabas hay falta, sino son representación de una voz agra-dable, como Dionisio Chalcus llama ala poesía en sus elegías, chillido de Ca-líope, porque ambas cosas son voces;pero la me'táfora es mala porque chillarequivale a dar voces ininteligibles. Ade-más no hay que traer las metáforas delejos, sino de cosas del mismo género y

(2) Los sacerdotes mendicantes eran extran-jeros que predicaban entre el pueblo el degra-dante culto de la Cibeles Irigia. Calias era des-cendiente de una opulenta y conocida familia.

Page 82: Aristóteles - Retórica

1405 a/1406 a RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 3 191

semejantes, al dar nombre a lo que 110lo tiene, y es evidente lo dicho de quecorresponda al mismo género, como enel famoso enigma:

vi a un hombre que, con fuego, soldaba bronce[a otro hombre ;

ya que la operación no tiene nombre,pero ambas cosas son una cierta apli-cación o adhesión de algo; y así dijosoldar, para la aplicación de la vento-sa. En general, de enigmas bien conce-bidos es posible sacar metáforas adecua-das; porque las metáforas aluden implí-citamente a un enigma, de manera queresulta evidente que están bien trans-portadas.

La metáfora debe partir de cosas her-mosas; la belleza del nombre está, comodice Licimnio (1), o bien en la sonori-dad, o bien en el significado, y lo mismola fealdad. Además, en tercer lugar, enque el nombre no sea equívoco, lo cualdestruye el razonamiento sofístico; por-que no es verdad, como dijo Brisen (2),que nadie diga palabras feas, si supo-ne lo mismo decir una en lugar de otra;porque esto es falso; ya que una pala-bra es más propia que otra, y más re-presentativa y más adecuada para po-ner una cosa ante los ojos. Además que,no siendo semejantes, significan esto yaquello, de manera que también así hayque considerar que una es más hermosao es más fea que otra; porque es cier-to que ambas significan lo hermoso o lofeo, pero no -en cuanto el objeto seahermoso o sea feo; y si dicen lo mis-mo, lo dicen en mayor o menor grado.Las metáforas, pues, habrá que sacar-las de ahí: de cosas hermosas o bienpor el sonido, o por su fuerza expresiva,o según la vista o cualquier otro senti-do. Ya que hay diferencia en decir, porejemplo, aurora de dedos rosados mejorque dedos de púrpura; y aún sería peorla de dedos rojos.

En los epítetos cabe se haga la cali-ficación a partir de lo malo p lo vergon-zoso, por ejemplo, el matricida; y tam-

(1) Licimnio de Quíos, de la escuela de Gor-gias. Parece era un poeta de vocabulario exce-sivamente remilgado y a veces pretencioso.

(2>) Eristico, quizá discípulo de Sócrates ymaestro de Pirrón.

bien cabe hacerlo a partir de algo exce-lente, por ejemplo, el vengador de supadre; y así Simónides, cuando le dabauna recompensa pequeña uno cualquieraque hubiera ganado un triunfo en muías.no quería hacerle un poema, como dán-dose de menos de escribir versos dedi-cados a semiasnos; pero una vez quele dieron bastante dinero, escribió:

yo os saludo, hijas de1 corceles de cascos velocesIcomo el huracán,

aunque no eran en aquel caso menoshijas de asnos. También es lo mismo ca-lificar con diminutivos; porque el di-minutivo es una forma que atenúa tantolo malo como lo bueno, y así Aristófa-nes, en los Babilonios, dice en son deburla platita en lugar de plata, y man-tito en lugar de manto, insultito en lu-gar de insulto, v penita. Pero convienehacerlo con cuidado y guardar en unay otra cosa la medida.

CAPITULO 3

SOBRE LA FRIGIDEZ EN EL ESTILO

La frialdad procede, en el estilo, decuatro causas: de los nombres compues-tos; por ejemplo, Licofrón (3) dice elcielo «polirrostro» de la tierra «cumbri-grande», y la abrupta orilla «pasiangos-ta»—de paso angosto—; y Gorgias dijo«musimendigos aduladores, perjuros y be-nejuros». Y también como Alcidamas di-jo del alma llena de ira, que se habíapuesto «pirocroma» de aspecto, y quecreía que debía ser «finconducente» labuena disposición de ellos, y aue la per-suasión de los discursos resultó «fincon-ducente», y llamó «cianocroma» a la lla-nura del mar (4); ya que todas estascosas resultan poéticas por la compo-sición.

Esta es una causa, pues; otra causaes hacer uso de palabras inusitadas; porejemplo, Licofrón, cuando llama a Jer-jes hombre «giganteo», y a Escirón, va-rón «dañino»; y Alcidamas habla de ju-

(31 El sofista, no el poeta.(4) Hemos conservado, en lo posible, las

raíces griegas en la traducción castellana deestas palabras rimbombantes.

Page 83: Aristóteles - Retórica

192 ARISTÓTELES.—OBRAS 1406 a/1406 b

guetes en poesía y de la «presunción» dela naturaleza, y dice de un hombre queestá «aguzado» por la ira de su corazón,«no mezclada con agua».

La tercera causa está en los epítetos,en usarlos largos, inoportunos p frecuen-tes en demasía; pues en poesía estábien decir blanca leche, pero en la pro-sa unos son inadecuados; otros, si seabusa de ellos, dan a entender y mani-fiestan que se trata de poesía; a veces,no obstante, conviene hacer uso de ellos,porque cambian lo cotidiano y hacen elestilo extraño, pero es necesario guar-dar la medida, pues de lo contrario secausa un daño mayor que hablando albuen tuntún, ya que esto no tiene be-lleza, pero lo otro es feo. Por eso losepítetos de Alcidamas parecen fríos;porque se sirve de los epítetos no comode aliño, sino como de manjar, así sonde frecuentes, exagerados y obvios; porejemplo, no dice sudor, sino húmedo su-dor, ni ir a los juegos ístmicos, sino ala solemne concentración de los juegosístmicos, ni tampoco dice leyes, sino lasleyes reinas de la ciudad, ni tampocodice a la carrera, sino con el impulso delalma a correr, ni escuela de las musas,sino escuela de las musas que ha here-dado de la naturaleza; y llama sombríaa la preocupación del alma y no diceartífice de la gracia, sino artífice de lagracia pública y administrador del pla-cer de los oyentes, y no dice cubrir conramos, sino con ramos de la selva, y nodice envolvió el cuerpo, sino el pudordel cuerpo; y dice la pasión contraimi-tadora del alma—lo cual es a la vez pa-labra compuesta y epíteto, de modo queresulta poético—, y así extraño excesode maldad. Por eso los que hablan poé-ticamente con esta inadecuación, pres-tan a sus obras ridiculez y frialdad, y os-curidad a causa de su palabrería; por-que cuando se le sobrecarga de palabrasal que atiende, la claridad se le diluyecon lo enrevesado; los hombres usanpalabras compuestas cuando una cosano tiene nombre o la palabra resultabien, como, por ejemplo; pierde tiem-po; pero si se abusa de ello, el lengua-je resulta completamente poético. Poreso la palabra compuesta es útil sobretodo a los poetas ditirámbicos que sonretumbantes; y las inusitadas a los poe-

tas épicos, ya que este género es serioy arrogante; y la metáfora a los poetasyámbicos; porque son los que se sir-ven de ellas ahora, como hemos dicho.

Hay aún una cuarta causa de frial-dad en las metáforas; ya que tambiénhay metáforas inadecuadas, unas porsu ridiculez—pues también los poetascómicos se sirven de metáforas—, lasotras por su excesiva seriedad y tragici-dad; y son oscuras si se sacan de muylejos. Por ejemplo, Gorgias, hablando deasuntos verde pálidos y sangrientos; ytú sembraste estas cosas vergonzosa-mente, y las has cosechado desgraciada-mente; lo cual resulta excesivamentepoético. O como dice Alcidamas, que lafilosofía es muralla de la ley, y quela Odisea es un bello espejo de la vidahumana, y no aplicando ningún jugue-te semejante a la poesía; ya que todasestas cosas son poco convincentes, porlo dicho.

Lo que dijo Gorgias a la golondrinacuando, volando sobre él, dejó caer suexcremento, es de lo más apropiado aun estilo trágico, pues dijo: —«Cierta-mente es vergonzoso, Filomela.» Por-que, para un pajaro, si lo hubiera hecho,no sería vergonzoso, pero para una don-cella, sí. El reproche, pues, estaba bien,dirigiéndose a lo que ella había sido,no a lo que era ahora actualmente.

CAPITULO 4

SOBRE LA IMAGEN

La imagen también es metáfora, yaque difiere poco de ella; pues cuando sedice que Aquiles

saltó como un león... (1),

es una imagen; pero cuando se dice«saltó el león», es una metáfora; por-que, por ser ambos valientes, llamótraslaticiamente león a Aquiles. La ima-gen es útil cuando en la prosa, aun-que pocas veces, porque es poética, hayque aplicarla como las metáforas; yaque son metáforas que difieren en lo quehemos dicho.

(U Ilíada, XX, 114.

Page 84: Aristóteles - Retórica

1406 b/1407 b RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 5 193

Son imágenes, por ejemplo, lo quehizo Androtión contra Idrieo, al decirleque era igual que los perritos que sesueltan de sus cadenas; ya que estosmuerden al que pasa, e Idrieo, fuerade la prisión, era agresivo. Y como Teo-damas comparaba a Arquídamo con Eu-xeno, diciendo que era como un Euxe-no que no supiera geometría, y análo-gamente al contrario; ya que Euxenosería un Arquídamo geómetra. Y lo quese dice en la República de Platón, quelos que despojan a los enemigos muertosse parecen a los perritos que muerdenlas piedras, pero no tocan al que se lastira. Y la imagen contra el pueblo, quedice que es semejante a un piloto, po-deroso, pero un tanto sordo. Y la quese dirige contra la versificación de lospoetas, que se parece a los jóvenes sinhermosura; porque los unos cuando semarchitan por la edad y la otra cuandopierde el ritmo, no parecen lo mismoque antes. Y la de Pericles contra lossamios, que dice que se parecen a losniños pequeños, que toman la papilla,pero llorando. Y con los beocios, queson semejantes a los tejos, porque lostejos se descuartizan a sí mismos, y tam-bién los beocios luchando unos contraotros. Y lo que dice Demóstenes del pue-blo (1), que es semejante a los quese marean en las naves. Y como Demó-crates (2) comparó a los oradores conlas nodrizas, las cuales, habiéndose co-mido ellas las papillas, untan a los ni-ños los labios con saliva. Y como An-tístenes comparaba al flaco Cefisódotocon el incienso, que al consumirse per-fuma.

Todas estas se pueden decir como imá-genes y como metáforas, de manera quelas que son celebradas, dichas como me-táforas, es evidente que también seránimágenes, y que las imágenes son me-táforas que carecen de una palabra. Essiempre necesario que la metáfora queparte de la analogía pueda convertirsea uno y otro de los términos del mismogénero, por ejemplo, que si la copa esel escudo de Dionisio, también sea con-

(1) No se sabe si es el famoso orador o elpolítico del siglo v, muerto en Siracusa.

(2) Es difícil de identificar este personaje.

ARISTÓTELES.—7

forme decir que el escudo es la copa deAres.

CAPITULO 5

SOBRE LA PURBZA DE LENGUAJE

El discurso, si, se compone de todosestos elementos; pero el principio cla-ve del estilo es helenizar el lenguaje;y esto se apoya en cinco cosas: primero,en las conjunciones, si se contraponen,como es natural, delante o detrás unasde otras, según algunos lo exigen, comoel (ilv y el |f <« uiv exigen el 8é y el ó Sé.Conviene, pues, que se correspondan en-tre sí, mientras dure el recuerdo; y queno haya entre ellas demasiada separa-ción, antes que otra conjunción necesa-ria ; ya que la falta de correlación pocasveces resulta adecuada. «Yo, despuésque me habló él—pues deón vino amí necesitado y suplicante—, marchéhabiéndolos tomado conmigo.» En es-tas frases hay muchas conjuciones an-tes de la conjunción correlativa; y sihay muchas palabras antes de «mar-ché», resulta oscuro.

Una condición es, pues, el adecuadouso en las conjunciones; la segunda,hablar con palabras propias y no contérminos abstractos. La tercera, no ser-virse de palabras ambivalentes, a no serque se busque lo contrario a la claridad,cosa que se hace cuando no se tienequé decir, pero se finge decir algo; por-que los que así hacen, dicen estas cosasen estilo poético, como, por ejemplo,Empédocles, ya que el circunloquio, alser abundante, deslumhra, y a los oyen-tes les ocurre lo que a la gente respec-to de los adivinos, que cuando dicen co-sas ambiguas, les dicen que sí con lacabeza.Creso, luego de cruzar el Halys, destruirá un

[gran reino.

Y por ser .en general un error me-nor, los adivinos hablan mediante losgéneros de las cosas; ya que cualquie-ra puede acertar más fácilmente en eljuego de pares y nones, si dice pareso nones que cuánto es el número exac-tamente, y lo mismo pasa entre decirque será o cuándo aera; por eso los adi-vinos no precisan el cuándo. Todas es-

Page 85: Aristóteles - Retórica

194 ARISTÓTELES. OBRAS 1407 b/1408 a

tas ambigüedades son similares, de ma-nera que si no es por causa de algo es-pecial, deben evitarse.

La cuarta es atenerse al modo comoProtágoras distingue los géneros de losnombres, en masculinos, femeninos yobjetos; ya que también esto convie-ne aplicarlo bien: «y ella, una vez en-trada y quedar bien explicada, se mar-chó». En quinto lugar, expresar conexactitud lo múltiple, lo poco y lo uno:«y cuando ellos llegaron, me golpearon».

En general, conviene que lo escritosea fácilmente legible y bien fácil defrasear, lo cual es una misma cosa.Y esto consiguen las conjuncionesabundantes y no las escasas, ni lo queno se puede puntuar fácilmente, comolos escritos de Heráclito (1); porquees trabajar lo que hay que hacer parapenetrar los escritos de Heráclito, porla oscuridad de a qué corresponde cadapalabra, si a lo de después o a lo ante-rior ; por ejemplo, en el comienzo de suobra escrita, donde dice: «existiendo es-ta doctrina de siempre los hombres re-sultan faltos de capacidad para enten-derla»; ya que resulta oscuro con cuálde las dos partes hay que puntuar el«de siempre». Además hace cometer so-lecismo en estas cosas, el no poner loque corresponde a uno y otro térmi-no, si no se unen, por ejemplo, el so-nido y el color; porque el ver no escomún, el sentir, en cambio, sí. Es os-curo el estilo, si al ir a intercalar mu-chas cosas en medio, no se acaba de de-cir lo ya comenzado; por ejemplo:«porque estaba a punto, una vez dichasa aquel tales y tales cosas y de tal ma-nera, de marchar»; pero no es oscurodecir: «porque estaba a punto, una vezhubiera hablado, de marchar»; y des-pués decir que sucedió tal y tal cosa yde qué manera.

CAPITULO 6

SOBRE EL ESTILO HINCHADO

Contribuye a la fastuosidad del esti-lo servirse de una definición en lugar

(1) A Heráclito se le llamaba el «oscuro».La cita es el comienzo de su obra.

de un nombre; por ejemplo, no decircírculo, sino plano regular desde uncentro.

A la brevedad contribuye lo contra-rio, decir en lugar de una definiciónun nombre. En el caso de algo feo o in-conveniente, si lo feo está en la defini-ción, hay que decir el nombre, y si lofeo está en el nombre, conviene decirla definición. Y conviene exponer lascosas con metáforas y con epítetos, peroguardándose de lo poético. Y es útil ha-cer de lo singular plural, como hacenlos poetas; ya que, siendo uno solo elpuerto, dicen sin embargo:

hacia )os puertos aqueos,

y también:

de la carta estos numerosos pliegues.

Y no unir palabras bajo la misma, si-no ponerla a cada una la suya, tam-bién contribuye al estilo hinchado: «dela mujer, de la nuestra»; pero si esestilo conciso, lo contrario: «de nues-tra mujer». Y hablar con conjuncio-nes; pero si es conciso, sin conjuncio-nes, pero no sin ligar, por ejemplo:«después de caminar y hablar», «despuésde caminar, hablé».

Y servirse del útil método de Antí-maco (2), de hablar de lo que la cosano posee, lo cual hace aquí a propósi-to del Teumeso:

hay una cima ventosa y menuda;

porque así se puede amplificar hasta elinfinito. Se aplica a cosas buenas y ma-las decir que no existen, de cualquierade los dos modos según sea útil, dedonde también sacan los poetas pala-bras como melodía sin-cuerda y sin-lira,derivando los epítetos a partir de la pri-vación; y esto es muy estimado en lasmetáforas basadas en la analogía, co-mo decir, por ejemplo, que el toque detrompeta es una melodía sin-lira.

( 2 ) Poeta cíclico tardío, de palabrería pro-verbial.

Page 86: Aristóteles - Retórica

1408 a/1408 b RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 7 195

CAPITULO 7

SOBRE LA PROPIEDAD DEL ESTILO, SUPATETISMO Y SU CARÁCTER

El estilo será adecuado si expresa laspasiones y caracteres y guarda analo-gía con los asuntos de que trata.

Esta proporcionalidad o analogía exis-te, si no se habla improvisadamente deasuntos de importancia, ni con grave-dad de cosas banales, y si a una pala-bra vulgar no se le ponen adornos;pues de lo contrario parece ello come-dia, como hace Cleofón (1); ya quealgunas cosas las expresa como si hu-biera dicho «augusta higuera».

El estilo será patético cuando se ha-ble enojado, si hay ultraje; y si hahabido cosas impías o vergonzosas, sehabla con indignación y reticencia; ysi se habla con admiración, cuando hahabido cosas dignas de encomio; y conhumildad, si se habla sobre cosas la-mentables; y de modo semejante entodo lo demás. El estilo propio, pues,hace verosímil el asunto; ya que elalma del oyente parece deducir paralo-gísticamente cómo parece ser verdade-ramente el alma del que habla, porqueen estas cosas los hombres reaccionanasí, de manera que creen, aunque elorador no se halle en este estado deánimo, que las cosas son asi y el oyen-te siente siempre al unísono con el quehabla patéticamente, aunque diga unanadería. Por eso muchos impresionan alos oyentes haciendo ruido.

Y esta demostración a partir de lossignos externos connota carácter, por-que se acompaña del estilo adecuado acada género y a cada hábito. Llamogénero a lo que dice referencia a laedad, como el ser niño, varón o ancia-no, y al ser mujer o varón, de Laconiao de Tesalia; y llamo hábito a aquellosegún lo cual uno es de determinadamanera en la vida; porque las vidasno son todas de una cualidad determi-nada según toda disposición. Si se di-cen, pues, las palabras apropiadas acada hábito de vida, se representará el

(1) Poeta trágico, de cuyo realismo hablaAristóteles en la Poética

carácter; ya que no diría lo mismo nidel mismo modo el rústico que el quetiene instrucción. Les impresionan al-go a los oyentes lo que usan los logó-grafos (2) hasta el exceso: «¿Quiénno lo sabe? Todos lo saben»; porqueel oyente asiente a ello avergonzado,para participar también él en lo quetodos los demás creen.

El servirse de estos medios con opor-tunidad o sin ella, es propio de todaslas clases de oratoria. Un remedio con-tra toda exageración es el repetidísimo:ya que conviene que uno se critique deantemano a sí mismo; porque pareceque es auténtico su hablar, cuando elmismo que habla es bien consciente deaquello que hace. Además no hay queusar a la vez todo aquello que se dicepor analogía, porque el oyente es en-gañado de esta manera. Digo, por ejem-plo, que si las palabras son duras, nolo sean también por la voz, por la ex-presión del rostro o por lo que les co-rresponde; si no, resulta evidente quées cada cosa. Pero si unas cosas lascambia y otras no, haciendo lo mismo,quedará inadvertido. Si, pues, dijere lascosas suaves duramente y suavementelas cosa duras, resultará poco convin-cente.

Las palabras compuestas y la abun-dancia de epítetos y las palabras extra-ñas sobre todo, son adecuadas al quehabla patéticamente; porque se le per-dona al que está enojado que diga «unmal grande como el cielo» o «gigantes-co». Y cuando tenga ya en la manoa los oyentes y los entusiasme con ala-banzas o censuras, con ira o con amor;como por ejemplo hace Isócrates enel Panegírico, hacia el final: «la famay el recuerdo» y «quienesquiera sopor-taron» : porque tales cosas se dicen alcalor del entusiasmo, de manera que evi-dentemente los oyentes las admiten,porque están en semejante disposiciónde ánimo. Por eso convienen a la poe-sía; porque la poesía es cosa inspira-da. Conviene, por consiguiente, hacer-lo, sea de esta manera, sea con ironía,

(2) Se refiere aquí a los oradores que com-ponían discursos para otros, a cambio de unoshonorarios.

Page 87: Aristóteles - Retórica

196 ARISTÓTELES.—OBRAS

como hacía Gorgias y como se hace enel Fedro, según los ejemplos que halla-mos allí.

CAPITULO 8SOBRE EL RITMO EN LA PROSA

La forma del estilo en prosa convie-ne que no sea en verso ni carezca deritmo; ya que lo uno no es convin-cente porque parece ser artiñcioso y ala vez también distrae; porque haceque el oyente atienda a la cadencia, aver cuándo vuelve de nuevo. Igual quepasa con los niños que se adelantana los heraldos, cuando dicen aquello de«¿a quién escoge como patrono el li-berto?», y todos a coro: «A Cleón.» Loque carece de ritmo es ilimitado, y poreso es preciso que el discurso tenga me-didas, pero no en verso; porque lo in-determinado es desagradable e ininteli-gible. Todas las cosas se miran con elnúmero; y el número de la forma es-tilística es el ritmo, cuyos metros sondivisibles; por eso es preciso que eldiscurso tenga ritmo, pero no metro,ya que resultaría un poema. Su ritmono debe ser exacto; y será tal si esrítmico hasta cierto punto.

De los ritmos uno es el solemne, he-roico, pero falto de la armonía propiadel simple conversar; el otro es el yam-bo, que es el modo de hablar de la ma-yoría de la gente; por eso, al hablarse suelen decir yambos con más frecuen-cia que otros metros. Conviene que eldiscurso posea majestad y conmueva. Eltroqueo es el más cercano a la danzacóraos (1); y lo muestran los tetrá-metros, que son un ritmo de carrera.Queda el pean, del que hacían uso losoradores a partir de Trasímaco, perono tenían con qué palabra nombrar-lo. El pean es un ritmo tercero, conti-guo a los mencionados; porque está enrelación de tres por dos, y de aquellosel uno es de uno por uno, y el otrode dos por uno. Es afín a estas propor-ciones el que está en razón de vez ymedida, y este es el pean. Por tanto,

(1) Parece ser esta la danza típica de losorígenes de la comedia, aunque ya en Aristó-fanes parece ser evitada como burda y grosera

los demás ritmos hay que dejarlos porlo dicho y porque son propios del ver-so ; en cambio hay que utilizar el pean;pues de solo él no hay un metro típi-co entre los dichos, de manera que pa-sa más inadvertido. Ahora se sirventambién de un pean al comenzar, peroes preciso que el fin difiera del comien-zo. Hay dos especies de pean contra-puestas entre sí, de los cuales uno esapropiado para el comienzo, según seusa también ahora; y este es el quecomienza una sílaba larga y concluyentres breves:

' -iaKo 7óvei; site Aoxiav"

Hijo de Délos, si a Licia...

y también:

" X p u a E o x o u , a "Exais z«f AIOÍ"

Hécate de áureos cabellos, hija de Zeus.

El otro es lo contrario, pues le dan co-mienzo tres breves y lo concluye unalarga:

( 'u.£T<¿ os ~¡av üSatá T'WXEOVOV /¡'.pavus vyí",

Después de la tierra, la noche ocultó las aguas[y el Océano.

Este hace bien la cláusula; porque lasílaba breve, por ser incompleta, la de-ja truncada. Conviene concluir siemprecon sílaba larga y que la cláusula seaevidente, no por el copista ni por elsigno del párrafo (2), sino por el ritmo.

Así pues, que es preciso que el estilosea eurítmico y no arrítmico, y cuálesson los ritmos que le dan esa euritmiay cómo, es lo que hemos dicho.

CAPITULO 9

SOBRE EL ESTILO CONTINUO Y ELPERIÓDICO

Es preciso que el estilo sea o conti-nuo y ligado por la conjunción, como

(2) Alusión a una señal gráfica con que losantiguos señalaban el fin de párrafo.

Page 88: Aristóteles - Retórica

1409 a/1410 a RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 9 197

los preludios en los ditirambos, o pe-riódico y semejante a las estrofas simé-tricas de los poetas antiguos. Así pues,el estilo continuo es el antiguo: «DeHerodoto de Turio esta es la exposiciónde la historia»; de este todos hacíanuso antes, ahora no muchos. Llamoestilo continuo al que no tiene fin porsí mismo, si no se acaba el tema ex-puesto. Es poco agradable por ser ili-mitado, porque todos quieren caer enla cuenta del fin. Por eso es en loslímites de la pista donde los corredo-res quedan agotados y sucumben, por-que, mientras ven por delante un tér-mino, no sienten la fatiga.

Este es, pues, el estilo continuo; elperiódico es el que consta de períodos;llamo período a un fragmento del es-crito que tiene principio y fin él mis-mo y según él mismo, y una magnitudfácilmente abarcable con la mirada. Talfragmento es agradable y fácil de com-prender; agradable, por ser opuesto alo ilimitado, y porque siempre el oyen-te cree que tiene algo y algo definidopara él; y es desagradable el no preverni rematar nada; y es fácil de compren-der, porque se recuerda bien. Y estoes porque el estilo periódico tiene nú-mero, que es entre todo lo más fácilde recordar. Por eso, todos recuedancon más facilidad los versos que lo queestá en prosa; porque tienen un nú-mero con que se miden. Conviene queel período se acabe a la vez que el pen-samiento y que no lo trunque, como losyambos de Sófocles:

Esta es la tierra de Calidón, del suelo de Pé-(lope...

Porque es posible entender lo contrariode lo que indica la división, como 3nel caso citado entender que Calidón esdel Peloponeso (1).

El período consta de miembros o essimple. El estilo periódico en miembroses un estilo acabado, bien dividido yfácil de enunciar de un solo aliento devoz, no en la división, como el perío-do, sino en el todo. Miembro es unade las partes de este estilo. Llamo sim-

(1) Por los escolios, el verso parece seT deEurípides, del Meleaaro.

pie al período de un solo miembro. Con-viene que los miembros y los períodosno sean ni demasiado pequeños, ni de-masiado largos. Porque el demasiadobreve hace tropezar muchas veces aloyente; ya que es necesario, cuando eloyente va ya lanzado hacia adelante ysegún el metro, del cual tiene en sí mis-mo la regla, es necesario se le tire ensentido contrario, al detenese el ora-dor, como si se originara un tropie-zo a causa de un obstáculo. Los queson demasiado largos hacen que el oyen-te se quede atrás, como los que danla vuelta muy fuera del poste; ya queestos se quedan atrás de los que paseancon ellos. De modo semejante, los pe-ríodos que son demasiado largos, resul-tan un discurso semejante al preludiode un ditirambo, de manera que con-curre lo que ridiculizaba Demócrito deQuíos (2) contra IVJelanípides, que ha-bía escrito preludios en lugar de estro-fas correlativas o antistrofas:

Este homtyre se causa males a sí mismo, cuan-ído se los trama a otros,

porque el largo preludio es el peor para el poeta;

ya que este dicho también va bien apli-carlo a los oradores que componenmiembros largos. Los de miembros ex-cesivamente breves, en cambio, no re-sultan períodos, porque llevan al oyen-te de cabeza.

Del estilo en miembros, hay una va-riedad en divisiones y otra en contra-posiciones; en divisiones, por ejemplo:«muchas veces he admirado a los quehan convocado grandes concentraciones¡festivas y a los que han instituido las¡grandes competiciones gimnásticas»; encontraposiciones es aquel en que, en ca-da uno de los miembros, o bien a uncontrario le corresponde un contrario, obien el mismo se opone a. los contra-rios; por ejemplo: «a unos y a otrosles fueron provechosos; a los que &equedaron y a los que les acompañaron;porque a los unos les procuraron más

j de lo que tenían en su patria, a los¡ otros les dejaron en la patria hacien-

(2) Demócrito de Quios es un músico con-tcirporáneo del filósofo de Abdera y Melanípi-

| dos un poeta ditirámbico, cuyas obras se han! oerdido

Page 89: Aristóteles - Retórica

198 ARISTÓTELES.—OBRAS 1410 a/1410 b

da suficiente»: son contrarios quedarsey acompañar, suficiente y más.

«De manera que a los que necesitanriquezas y a las que quieren disfru-tar...»: disfrute se contrapone a pose-sión.

Y otros ejemplos: «Ocurre muchasveces en tales ocasiones que los pruden-tes fracasan y los necios triunfan.»

«En seguida se hicieron dignos delpremio de la valentía y no mucho des-pués obtuvieron el imperio del mar.»

«Navegó a través de la tierra firme ycaminó a pie a través del mar, unien-do con un puente las orillas del He-lesponto y excavando un canal en elAthos.»

«Ya los que eran ciudadanos por na-turaleza, privarles de la ciudadaníapor ley.»

«Ya que unos de ellos perecieron mi-serablemente, los otros se salvaron convergüenza.»

Y «en privado servirse de los bárba-ros como esclavos, en público atender aque muchos de los aliados están reduci-dos a servidumbre».

«O poseerlos vivos, o luego de muer-tos abandonarlos» (1).

Y lo que dijo alguien contra Peitolaoy Licofrón, ante el tribunal: «Estos,cuando estaban en su casa, os vendíana vosotros; luego que han venido don-de vosotros, os han comprado» (2).

Todos estos pasajes cumplen con lodicho. Tal estilo es agradable, porquelos contrarios son muy inteligibles, ymás inteligibles aún, puestos unos jun-to a otros; y además porque se parecea un silogismo; ya que la refutaciónes la yuxtaposición de los contrapues-tos.

Esto es, pues, la antítesis; la pon'so-sis se da si los miembros son iguales,y la paromóiosis si cada uno de losmiembros tiene un extremo semejante.Conviene necesariamente que esté al co-mienzo o al fin. El comienzo lo tienensiempre semejante los nombres; el fi-nal posee semejantes las últimas síla-bas, o los casos del nombre, o el nom-

(1) Las citas que preceden son todas delPanegírico de Isócrates.

(2) De Aristófanes.

bre mismo. Son, por ejemplo, semejan-tes en el comienzo (3):

" dffj'jt "f/p IXa^3v

"CtpfÓV T*1fj' KUToD":

porque recibió un campo inculto de él.

"SuipYjiot t' Ir:á).ovTo iMtpáppY¡Toí T.' izássiv",

resultaban manejables con regalos, exorables[con palabras.

En el fin:

" wrftrpa.v aoiov ratStov TSIOX=VCÍI,

ciXX ' au-oü áít'.ov fs-fovávaí",

creían que lo había engendrado como hijo,- al[menos había sido la causa de su nacimiento.

" IvxXsíatctií Sé (ppovitai x<zi Iv iXayt'arai; IXra'aiv'

en mayores preocupaciones y en menores espe-[ranzas.

Distintos o iguales casos de un mis-mo nombre:¿Digno de tener una estatua de bronce, no va-

[liendo una moneda de bronce1?

La misma palabra:U, cuando él vivía, haMa

[ha

Semejanza en una sílaba :

"Tí <zv Ircifrec Sstváu, sí cfvop ' sifieí ópfóv";

¿Qué cosa extraña hubieras sentido si hubie-ras visto a un hombre perezoso? (4).

Es posible que todo esto vaya junto,y que el mismo período sea antítesis,parisosis y paromóiosis. Las virtudespropias de los períodos se enumeran ca-si todas en los libros Teodecteos (5).Ora estaba yo en casa de ellos, ora junto a

[ellos estaba yo.

(3) Citamos aquí el texto griego, ante laimposibilidad de hacer comprender en caste-llano lo que ejemplifica Aristóteles.

(4) Este ejemplo y los cuatro que' siguen, sedan como de autor desconocido.

(5) No se sabe a ciencia cierta qué son estos«Libros Teodecteos».

Tú, cuando él vivía, hablabas mal y, ahora que[ha muerto, escribes mal.

Page 90: Aristóteles - Retórica

RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 10 199

Existen también antítesis falsas, comoescribe Epicarmo:

CAPITULO 10

SOBRE LOS DICHOS INGENIOSOS Y LAANALOOIA

Dadas ya las definiciones sobre estascosas, hay que decir de dónde se sacanlos dichos elegantes y los que mere-cen estimación. Puede hacerlos el quetiene buena disposición natural o elque se ha ejercitado en ello; enseñarla manera de hacerlos entra en nuestrométodo. Digamos, pues, y enumeremos;sil-vanos de comienzo esto: aprendercon facilidad, por naturaleza, es agra-dable a todos; los nombres significanalgo, de manera que aquellos nombresque nos aportan una enseñanza, sonlos más agradables. Las palabras musi-tadas nos son desconocidas y conoce-mos, en cambio, las especificas; es lametáfora la que principalmente lograesto, porque, cuando llama a la ancia-nidad paja de trigo, nos da una ense-ñanza y un conocimiento a través delgénero:' ya que una y otra cosa hanperdido sus flores. Consiguen también elmismo efecto las imágenes de los poe-tas; por lo que, si se aplican bien, re-sulta elegante el estilo. Porque la ima-gen es, como se ha dicho antes, unametáfora diferenciada por la adición deuna palabra; por eso es menos agra-dable, porque es una expresión más lar-ga; y no dice que esto es aquello, y,por consiguiente, tampoco el espíritule pide esto.

Es necesario, pues, que el estilo y losmismos entimemas sean elegantes, estosen cuanto nos ocasionan una enseñan-za rápida. Por eso no están bien consi-derados ni los entimemas superficialesu obvios—llamamos obvios a los queson evidentes para todos y a los queno hay que preguntar nada—, ni losque, una vez dichos, siguen incompren-didos, sino aquellos de quienes nace unconocimiento, o bien a la vez que sonexpuestos—aunque no se conocieran an-tes—, o bien su inteligencia se retardapoco; se produce, pues, como una ense-ñanza, mientras que de aquella manera

no ocurre ni una cosa ni otra. Según,pues, la inteligencia de lo que se dice.estos son los entimemas más estima-dos; según el estilo, por su forma, son,más estimados si se dicen por contra-posición, por ejemplo: «y la paz comúnpara los demás, la consideran guerrapara sus intereses particulares», dondese contrapone la guerra a la paz. Encuanto a las palabras, son estimadas sicontienen alguna metáfora, y si esta noes impropia, ya que entonces es difícilde comprender, ni es obvia, porque en-tonces no impresiona. También se es-timan si ponen el objeto ante los ojos;porque conviene ver más bien los he-chos que las cosas futuras. Es preciso,pues, apuntar a estas tres cosas: lametáfora, la antítesis y la eficacia.

De las metáforas, que son de cuatroclases, son sobre todo estimadas las quese basan en la analogía; como, porejemplo, dijo Pericles que la juventudmuerta en la guerra había desaparecidode la ciudad, como si alguien hubieraquitado del año la primavera. Y Lep-tines, respecto de los Lacedemonios,que no se debía permitir con indiferen-cia que la Hélade se quedara tuerta. YCefisódoto, al esforzarse Cares a rendircuentas sobre la guerra de Olinto, seindignaba, diciendo que apretaba al pue-blo hasta el ahogo," al intentar rendirlas cuentas (1). Y exhortando ciertavez a los atenienses a que pasaran aEubea, decía que era conveniente quellevaran como provisiones el decreto deMilciades (2). E Ifícrates, habiendo fir-mado los atenienses una tregua conEpidauro y aquel país costero, se irri-taba diciendo "que ellos mismos se ha-bían despojado de los recursos para laguerra. Y Peitolao llamaba a la navesagrada de Atenas garrote del pueblo,y a Sestos arcaz del Píreo (3). Y Pe-

(1) Parece que la imagen era popular. Ceíl-aódoto es un orador del siglo iv. Cares, duetomó parte en la guerra de Olinto con sus mer-cenarios, contaba aún con ellos al ir a rendircuentas.

(2) Resolución proverbial: Milciades salló aluchar contra Jerjes, sin reunir previamente elconsejo.

(3) Peito'.ao parece ser el mismo que, conLicofrón, asesinó a su cuñado, el tirano Ale-jandro de Fe'ras. La nave sagrada era un bar-

Page 91: Aristóteles - Retórica

200 ARISTÓTELES.—OBRAS 1411 a/1411 b

rieles mandó que desapareciera Egina,légaña del Pirco (1). Y Moirocles de-1cía—nombrando a uno de los hombres 'decentes de la ciudad—que él no era ipeor que este; ya que este hacía el Icanalla al interés del tercio por uno, yél al del diezmo (2). Y el verso yámbico ide Anaxándrides, sobre las muchachasque tardaban en casarse:

Prescritas ya para las bodas las doncellas.

Y lo que dijo Polieucto contra ciertoEspeusipo apoplético, que no podía des-cansar, por obra de la suerte atado ala enfermedad, en un cepo de cincoagujeros (3). Y Ceflsodoto llamaba alas trirremes muelas de molino pinta-d de colores; y el Cínico decía quelas tabernas eran los banquetes espar-tanos de. Atenas (4). Esión decía «quehabía derramado la ciudad sobre Sici-lia», lo cual es metáfora y poner el ob-jeto ante los ojos. Y «hasta que Greciagritó», que también es hasta cierto pun-to metáfora y poner la cosa ante losojos (5). También como Ceflsodoto man-daba que se tuviera cuidado de queno se hicieran muchas manifestacionestumultuarias. Isócrates decía lo mismocontra los que acudían presurosos a lasasambleas festivas. Y, en el Epitafio,que era justo que, sobre el sepulcro delos que murieron en Salamina, la Hé-lade se cortara el cabello en señal deduelo, porque con la virtud de aque-llos había sido sepultada la libertad;si hubiera dicho que era justo llorarporque la virtud había sido consepulta-da con ellos, resultaba una metáfora yponer la cosa ante los ojos, pero lode «la libertad con la virtud» encierracierta antítesis. Y como dijo Ifícrates:«porque el camino de mis palabras, pa-sa a través de las acciones de -Cares»;la metáfora es aquí por analogía, y lo

co ligero para misiones políticas o religiosas.EM como un palo en manos de los atenienses.

í l t También se atribuye esto a Demades.Í2| Era de Salamina; intervino en la poü-

tlcí ateniense en tiempos de Demóstenes.(3) Orador ático de la época de Demóstenes.(4! Diógenes el Cínico. Contrapone las aus-

teros comidas de Esparta a la licencia de1 lastabernas atenienses.

(51 Orador de quizá finales del siglo v.No hay más referencias de él.

de «a través de» pone el asunto antelos ojos. Y el decir «llamar a los pe-ligros que han de ayudar en los peli-gros», es una metáfora que además sen-sibiliza el objeto. Y licpleón, defendien-do a Cabrias (6): «ni siquiera respe-taron a su suplicante, su estatua debronce» (7); ya que es una metáforaen el presente, pero no siempre, aun-que sensibiliza el objeto, ya que, &' n-do él está en peligro, suplica su esta-tua; aquí lo inanimado se hace anima-do : el monumento conmemorativo desus hazañas en favor de la ciudad, in-tercede por él. Y «de todas formas seesfuerzan en pensar mezquinamente»;ya que el esforzarse es cierta amplifi-cación. Y aue Dios ha encendido la luzde la razón en el -alma, ya, que ambascosas Dignifican algo. «Porque no solven-tamos las guerras, sino las diferimos»;ya que ambas cosas están por suceder,la dilación y la paz definitiva. Y decirque los tratados de paz son trofeos mu-cho más hermosos que los míe se eri-gen en las guerras; ya que los trofeosse erigen por motivos pequeños y porun solo triunfo, y los tratados lo sonpor la guerra en conjunto; ya que unosy otros son signos de victoria. «Porquetambién las ciudades rinden cuentas se-veras por la reprobación de los hom-bres», porque el rendir cuentas es unaespecie de pena o castigo de la justicia.

CAPITULO 11

SOBRE LA METÁFORA, LA IMAGEN Y SUSREQUISITOS

Queda dicho ya que las elegancias deestilo provienen de la metáfora de ana-logía y del sensibilizar los objetos; que-da por decir oué es sensibilizar los ob-jetos o ponerlos ante los ojos, y quése debe hacer para conseguir esto. Lla-mo sensibilizar las cosas o ponerlas an-te los ojos, a significar las cosas enacción; por ejemplo, decir que el hom-bre bueno es un cuadrado, es una me-táfora, ya que ambos son perfectos, pe-

(6) Cabrias fue acusado de la pérdida deOropo. El orador, desconocido, interpreta la ac-titud suplicante de la estatua, en su favor.

(7) Se ha dicho ya el sentido de la frase.

Page 92: Aristóteles - Retórica

1411 b/1412 b RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 11 201

ro no significa una acción; en cambio,decir que posee un vigor floreciente, esuna acción; y, «a ti como libre» (1)es una acción, ydesde allí, pues, los griegos, lanzándose con sus

Ipies,

donde «lanzándose» es acción y metá-fora, ya que indica rapidez. Y como ha-ce en muchos pasajes Homero, que ha-ce obrar a lo inanimado por medio dela metáfora. En todos ellos se estimahaber logrado una acción dinámica, co-mo en esos:

de nuevo hacia la llanada rodaba la piedra in-Isolente;

y también:

y,vo!6 la flecha,

deseosa de volar

en la tierra se clavaban, deseando vivamente{saciarse de carne,

y,la punta penetró furiosa en el pecho.

En todos estos pasajes, por la referen-cia a seres animados, parece que lascosas están en acción, pues el carecerde vergüenza, y el estar furioso, y to-do lo demás son acciones dinámicas.Todo ello lo aplicó el poeta por mediode la metáfora de analogía; porque loque la piedra es para Sísifo, es el in-solente para el injuriado. Los mismosefectos consigue en las celebradas imá-genes sobre cosas inanimadas:

encorvadas, con su cimera de espuma, unas[delante, luego otras detrás,

pues hace que todas las cosas se mue-van y vivan, y la acción es movimiento.

Es preciso, como se ha dicho, deducirla metáfora de cosas propias y no evi-dentes; como en filosofía contemplarla semejanza aun en lo que difiere mu-cho es cosa propia de un espíritu sa-gaz; como decía Arquitas, que es lomismo un arbitro que un altar por-

(1) Metáfora que dice relación a las victi-mas que, sin trabajo, estaban libres en terrenosagrado. De Isócrates.

que en ambos se refugia el que ha de-linquido. O, si alguien dijera que án-cora y gancho para colgar son lo mis-mo, porque ambas cosas vienen a seralgo así, pero difieren en que una sos-tiene su objeto desde arriba, la otradesde abajo. Y el igualar las ciudadeses hacer lo mismo en cosas muy distin-tas, ya que lo igual se aplica a la su-perficie y al poder.

La mayoría de las elegancias de es-tilo se. logran por medio de la metá-fora y a consecuencia de un engaño;porque resulta más claro que se apren-dió aquello sin saber que era. lo con-trario, y el espíritu parece decir «cuánverdaderamente era así y, con todo, yome equivocaba». Y de los apotegmas,los elegantes lo son porque expresanlo que no dicen, como el de Estesícorode que las cigarras les cantarán desdeel suelo. Y los enigmas bien formula-dos son agradables por lo mismo; por-que son una enseñanza y se dicen a ma-nera de metáfora. Y lo que Teodoro lla-ma decir novedades. Sucede esto, cuan-do ocurre algo inesperado y, como éldice, no según la opinión que se teniaantes de ello, sino como les que hacenparodias en las piezas cómicas, lo cualconsiguen también los juegos de pala-bras, porque engañan. También en losversos; ya que no es la cosa como es-peraba el oyente:

caminaba llevando en los pies sabañones;

mientras el oyente pensaba que diríasandalias. El juego de palabras'hace de-cir no lo que dice, sino lo que el nom-bre cambia, como el de Teodoro con-tra Nicón el citaredo, «la tracia cantó»,porque parece que quiere decir «te con-funde» y engaña, porque dice otra co-sa. Por eso es agradable para el quelo sabe, pero, si uno no sospecha queNicón era tracio, no le parecerá gra-cioso (2). Y lo de «quieres destruir-lo» (3). Conviene que los dos sentidosqueden expresados convenientemente. Yasí ocurre también con los dichos in-geniosos, como decir que para los ate-

(2) Et habla de una comedia de Nicón, Elcitaredo. Nicón era tracio.

Í3) Juego de palabras entre el nombre de lospersas y el verbo r.épfyw.

Page 93: Aristóteles - Retórica

202 ARISTÓTELES.—OBRAS 1412 b/1413 a

nienses el principado del mar no erael principio de sus males, porque sa-can provecho de él. O, como decía Isó-crates, o.ue el principado era para laciudad él principio de sus males (1).Porque, de ambos modos, lo que nadiepensaría que se está diciendo, esto es¡o que se dice, y se reconoce gue esverdad; porque decir que el principa-do es e! principado, no es de sabios;pero no es esto lo que se dice, sino otracosa, y la palabra usada no significaluego 'lo que primero, sino otra cosa.En todos estos casos, si se lleva de mo-do adecuado el nombre al equívoco o ala metáfora, entonces resulta bien. Porejemplo: "Avezólos oóx ávao-^sTOí"—To-lerable no es tolerable—, muestra equí-voco, pero será de modo adecuado, siesta persona — Tolerable — es realmentedesagradable. Y también:nunca seas e'xtraño más de lo que te conviene

[ser huésped (2),

no más de lo que te conviene es lomismo que no es preciso que el extra-ño sea siempre extraño, porque tambiénesto tiene distinto sentido. Lo mismo esaquel celebrado dicho de Anaxándrides,bello es morir antes de haber hecho nada que

[merezca la muerte,

pues es lo mismo que decir que es dig-no de morir sin ser digno de morir, odigno de morir sin merecer la muerte,o sin haber hecho cosas que merezcanla muerte. La forma de dicción es lamisma en todas estas frases, pero cuan-to con menos palabras y más contra-puestas se diga, tanto es más estimado.La causa está en que la enseñanza pormedio de la contraposición es mayor, yse logra más rápidamente por darse enpoco espacio. Conviene atender siempreo a aquel a quien se dice o a decirlobien, si lo qué se dice es verdadero yno vulgar; porque estas cosas puedendarse por separado, como «es necesariomorir sin haber cometido falta», peroesto no es elegante. O bien, «convieneque una mujer digna se case con un

U) Pertenece al menos a tres discursos delautor mencionado.

(2) Extraño y huésped se dicen en griegocon una misma palabra.

hombre digno», lo cual tampoco es ele-gante. Pero sí lo es, si se dan junta-mente ambas cosas: «es digno de mo-rir el que no ha merecido morir». Cuan-tas más cualidades de estas contengael estilo, tanto más elegante parece;por ejemplo, sí también los nombresfueran metáforas, y la metáfora fuerametáfora, antítesis y parísosis a untiempo, y contuviera una acción diná-mica.

Son también las imágenes, como Feha dicho en lo que se ha tratado másarriba, de alguna manera, metáforassiempre estimadas; porque siempre sedicen partiendo de dos términos, comola metáfora por analogía; por ejemplo,decimos que el escudo es copa de Ares,y el arco lira sin cuerdas. De esta ma-nera, pues, se dice algo que no es sim-ple, pero sí lo es el llamar al arco liray al escudo copa. Y la imagen se haceasí, por ejemplo, comparando a un flau-tista con un mono, o un miope conun candil sobre el que cae una gote-ra; porque ambas cosas hacen guiños.La imagen está bien, cuando es metá-fora, porque se puede asimilar escudocon copa de Ares y ruina con andra-jo de casa, y se puede decir que Nicé-rato es un Piloctetes mordido por Pra-tys, como comparó Trasímaco al verque Nicérato, desde que fue vencido enrecitación épica por pratys, andaba aúnsucio 'y con la cabellera larga. En estascoras tropiezan sobre todo los poetas,cuando no aciertan, aunque por otraparte sean estimados como tales. Digo,cuando escriben:

como perejil lleva torcidas las piernas,como Filamón, luchando con el balón.

Todas estas cosas son imágenes. Yque las imágenes son metáforas se hadicho muchas veces.

También los refranes son metáforasque van de especie a especie; por ejem-plo, si alguien lleva a otro a su casapara lograr un bien y luego recibe daño,se dice «como el de Cárpatos a la lie-bre»; porque a ambos les ocurrió lomismo (3).

(3) Se ha explicado así este proverbio: unode Cárpatos llevó liebres a su isla para criarlas,pero devastaron la isla.

Page 94: Aristóteles - Retórica

1413 a/1414 a RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 12 203

De dónde, pues, se sacan los dichosingeniosos y por qué, se ha dicho máso menos, y también la causa de ello;también las hipérboles son metáforasestimadas, por ejemplo, refiriéndose aalguien que está lleno de cardenales:«creeríais que era un canastillo de mo-ras», porque el cardenal o la moraduraes de color rojizo, pero la cantidad esdemasiada. El decir «como esto y lootro» es una hipérbole que se distin-gue por la manera de expresar.

Como Filamón luchando con el balón,

se creería que es el mismo Mamón elque lucha con el balón: esto'es hipér-bole.

Como perejil lleva las piernas torcidas;

creeríais que este no tiene piernas, sinoperejil, así las tiene de torcidas: lomismo. Las hipérboles son juveniles,porque arguyen vehemencia. Por estarazón las dicen sobre todo los que es-tán enojados:Ni aun cuando me diera tantas cosas como gra-

Inos hay de arena y de polvo,no me caso con la hija de Agamenón el Atrida,ni aunque rivalice en belleza con la áureay en obras con Atenea. [Afrodita,

—Se sirven especialmente de esto losoradores áticos—. Por eso resulta in-adecuado que las diga un hombre en-trado en años (1).

CAPITULO 12

SOBRE CADA GENERO Y SU ESTILO, Y LASCUALIDADES QUE DEBE TENfM ESTE

Conviene que no se olvide que a ca-da género le conviene un estilo distin-to; ya que no es el mismo el estilode la prosa escrita que el del debate,ni el de la oratoria demótica que elde la forense. Dos cosas es necesario sa-ber : una, saber expresarse en griego;la otra, no verse obligado a callar, sise quiere comunicar algo a los demás,y eso les pasa a los que no saben es-cribir. El estilo escrito es el más exac-

to, el de debate el más teatral—de estehay dos especies: una expresa el ca-rácter, la otra lo pasional—; por esolos actores buscan los dramas de esteúltimo estilo, y los poetas a las per-sonas que también son asi. Son muycotizados los poetas aptos para la lec-tura, como Queremón—que es exactocomo un prosista—, y Licimnio, entrelos ditirámbicos. Comparándolos, los queson escritores aparecen encogidos enlos debates, y los oradores que hablanbien, parecen vulgares puestos en lamano. La causa está en que esos ora-dores son adecuados al debate; por esotambién los discursos teatrales, si seles quita la máscara de acción dramá-tica, parecen necios, al no producir supropio efecto; por ejemplo, la falta deconjunciones y el decir muchas veceslo mismo, con razón desmerece en laredacción, pero no en los debates mis-mos, y los oradores los usan porque soncosas teatrales. Es necesario que los quehablan den variedad a lo mismo, locual es como si preparara el camino ala acción: «este es el que os ha roba-do, este es el que os ha engañado; es-te es el que ha intentado traicionarashasta el fin». Como hacía el actor Fi-lemón en la Locura del Viejo, de Ana-xándrides, cuando decía «Radamanto vPalamedes», y en el prólogo de Los pia-dosos, el «yo»; porque si uno no re-presenta tales cosas, resulta el que lle-va la viga (2). Y de modo semejan-te lo que no lleva conjunciones: «lle-gué, recurrí a él, suplicaba»; porque esnecesario ponerlo en acción y no de-cirlo con el mismo carácter y tono, co-mo si dijera una sola cosa. Además lafalta de conjunciones tiene una pro-piedad : que en igual tono, parece quese dicen muchas cosas; ya que la con-junción convierte muchas cosas en una,de manera que, si se quita es eviden-te que, por el contrario, se convier-te el uno en muchos. Contiene, pues,una amplificación: «llegué, hablé, supli-qué», ya que parece haber desprecia-do las muchas cosas que dije. Esto quie-re también conseguir Homero en aque-llo:

(1) La frase entre guiones parece estar fue- (2) Es un refrán popular, cuyo sentido esra de1 sitio. ¡obvio en el texto.

Page 95: Aristóteles - Retórica

204 ARISTÓTELES.—OBRAS 1414 a/1414 b

Nireo. pues, de Sime...Nireo, hijo de Aglaia....Nireo, el más hermoso...

Porque aquel sobre quien mucho se di-ce, es necesario que sea también nom-brado muchas veces; y también si sele nombra muchas veces, parece se di-cen de él muchas cosas; de esta ma-nera se engrandeció por este paralo-gismo, con solo haberle mencionadouna vez y dejó memoria de él, sin ha-ber hecho alusión a él en ningún otrolugar, más adelante.

El estilo de la oratoria deliberativase parece enteramente a la pintura deluces y sombras o de apariencias; por-que cuanto mayor sea la multitud, lavisión es más lejana, y por eso los por-menores parecen superfluos y dicen malen una y otra; la forense, empero, esmás exacta. Y más aún, cuando el juezes único; porque dirigiéndose a unosolo, cabe el mínimo de retórica; por-que es más fácil de ver lo que es apro-piado a la causa y lo que le es ajeno,y falta todo debate, con lo que el jui-cio es puro. Por eso no son los mismoslos oradores que son estimados en ca-da uno de estos géneros, sino que don-de hay más de acción teatral, allí esmenor la exactitud. Asi, donde hay vozy más donde hay voz fuerte. El esti-lo epidictico es el más literario; por-que su objeto es la lectura; en segundolugar está el estilo de la oratoria fo-rense.

Seguir analizando el estilo y decir queconviene aue sea agradable y magnífi-co, es superfluo; porque ¿qué más pue-de valer esto que la sobriedad, la libe-ralidad y cualquier otra virtud moralque pueda haber en él? Que el estilosea agradable lo logrará, evidentemen-te, lo que se ha dicho ya, si se ha de-finido bien la virtud del estilo; ¿quepor qué motivo conviene que sea claroy que no sea rastrero sino digno? Por-que, si se habla con prolijidad no seráclaro, ni tampoco si se habla con dema-siada concisión. Mas es evidente que esconveniente un término medio. Y lo quese diga resultará de estilo agradable sise mezclan bien lo cotidiano y lo extra-ño, y si hay ritmo, y si lo convincen-te nace de la conveniencia.

Hemos tratado, pues, del estilo, engeneral para todos los géneros y enparticular para cada uno. Nos quedaahora hablar de la estructuración o com-posición del discurso.

CAPITULO 13

SOBRE LA EXPOSICIÓN, LA DEMOSTRACIÓNV OTRAS PARTES DEL DISCURSO

El discurso tiene dos partes, ya quees necesario exponer el asunto de que

.se trata y después demostrarlo. Por esoes imposible exponer sin demostrar o

¡ demostrar sin antes haber expuesto elasunto; porque el que demuestra, de-muestra algo, y el que enuncia algo lohace con el fin de demostrarlo. De es-tas partes una es la exposición, la otrala prueba, como también podría alguiendividir diciendo que una es la cuestióno problema y la otra la demostración.Ahora se hacen divisiones ridiculas;porque la narración es propia solo deldiscurso forense, ¿cómo cabe, pues, queen el discurso demostrativo o delibera-tivo haya narración como dicen, o larefutación de la parte contraria, o elepílogo en los discursos demostrativos?El exordio, el cotejo de razones, la re-capitulación, se dan a veces en los dis-cursos deliberativos, cuando hay dispu-ta. Y, en cuanto son acusación y de-fensa, muchas veces, pero no en cuantodiscurso deliberativo; y el epílogo niaun de todo discurso forense es pro-pio; por ejemplo, si el discurso es dereducidas dimensiones o el asunto esfácil de recordar; ya que así se pue-de abreviar la longitud.

Las partes necesarias son, pues, laexposición y la argumentación. Estasson las propias, y a lo más, exordio, ex-posición, argumentación y epílogo; por-que la refutación de la parte contrariaforma parte de la argumentación, y elcomparar las razones es ampliación delas razones propias, como una parte delos argumentos; porque demuestra algoel que hace esto; pero no es este el findel exordio y del epílogo, sino refrescarla memoria. Resultaría, pues, si alguiendistinguiera estas partes, lo que hacíanlos discípulos de Teodoro, que separaban

Page 96: Aristóteles - Retórica

1414 b/1415 a RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 14 205

por una parte la narración y por otrala posnarración y la prenarración, y arefutación y la sobrerrefutación. Al de-cir una especie o señalar una diferenciaes conveniente poner un nombre; si no,se vuelve el tratado ligero y necio, comohace Licimnio en su Arte (1), dando 'osnombres de «proflación» (2), «divaga-ción» y «ramas».

CAPITULO 14

SOBRE EL EXORDIO, EN LOS DIVERSOSGÉNEROS ORATORIOS

El exordio es, pues, el comienzo deldiscurso, lo que el prólogo en la poesíay el preludio en la música de flauta;porque todo esto son preámbulos, ycomo la preparación del camino paralo que sigue. El preludio de la flautaes semejante al exordio de los discursosdemostrativos; porque los concertistasde flauta, lo que saben modular bien consu instrumento, al preludiarlo, lo enla-zan con la entonación de la pieza, y enlos discursos demostrativos conviene es-cribir así el exordio; porque, una vezse haya dicho lo que se quiere, convie-ne hallar en seguida la tónica y estable-cer el enlace; que es lo que hacen todos.Sirva de ejemplo el exordio de la Hele-na de Isócrates, ya que nada de comúnexiste entre los erísticos y Helena. Y,al mismo tiempo, queda bien, si se apar-ta del tema y el discurso no resulta todode la misma especie.

Los exordios en el género demostrativoproceden de la alabanza o de la censu-ra; por ejemplo, Gorgias en el discursoOlímpico.- «sois dignos de ser admiradospor muchos, ¡oh varones griegos!»;porque el discurso ensalza a los que or-ganizaron las asambleas festivas; Isó-crates, en cambio, los censura, porquehonraron con dones las virtudes delcuerpo, pero para los que tenían talentono instituyeron ningún premio. Tam-bién puede el exordio tomar pie de unconsejo, como, por ejemplo, que es ne-

(1) Hemos tocado este aspecto vacuo de Li-cimnio en la nota (1> de la pág. 101.

(2) La palabra griega significa «navegacióncoa viento favorable». Tomo el neologismo deTovar, 1. c. III, 13 y nota.

cesarlo honrar a los buenos, por lo cualel mismo discurso enaltece a Arístides;o bien, que conviene honrar a los queni son estimados ni son malos, sino queson buenos en el anonimato, como Ale-jandro, hijo de Priamo; ya que el queasí hace, aconseja. También se puedepartir de exordios forenses; eso es, delos dirigidos al oyente, si el discurso essobre algo extraño, o sobre algo difícil,o sobre algo del dominio público, de ma-nera que se necesite indulgencia; porejemplo, Querilo (3):

ahora, cuando todo ha sido repartido...

Los exordios, pues, de los discursosdemostrativos, parten de esto: de laalabanza, de la censura, la persuasión pla disuasión, de consideraciones dirigi-das al oyente; es preciso que las cosasque den el tono al discurso sean o bienextrañas o bien familiares.

En cuanto a los exordios del géneroforense, conviene partir de la idea deque significan lo mismo que los prólo-gos de los dramas y los proemios de lospoemas épicos; los de los ditirambos,en cambio, se parecen a los de los dis-cursos demostrativos:

por ti misma y luego por tus dones, Escila... (4).

En los discursos y en los poemas épi-cos el exordio es un prenuncio del asun-to, para que se vea de antemano sobrequé versa el discurso y no quede en sus-penso la atención mental, porque lo in-definido induce a error; asi pues, el quehace como que pone en la mano el co-mienzo, hace que a continuación se sigabien el discurso. Por eso:

Canta la ira, oh diosa...

Habíame, musa, del 'Varón...

Llévame a otro relato, cómo de la tierra de Asiavino a Europa una gran guerra... (5).

También los trágicos dan a entender al-go sobre el drama, aunque no sea enseguida, como hace Eurípides; pero sí,

(3) Querilo de Samos : Perseida.(4) Del ditirambo Eicüa, de Timoteo.(5i Comienzos de la Ilíada, la Odisea, y

probablemente la Perseida. de Querilo.

Page 97: Aristóteles - Retórica

206 ARISTÓTELES.—OBRAS 1415 a/1415 b

al menos, en el prólogo, como hace Só-focles :

MI padre era Pólibo (1).

Y de manera semejante hace la come-dia. La función, pues, mas relevante delexordio y la propia de él es dar a en-tender cuál es el fin a que se dirige eldiscurso; por eso, si es evidente y depoca monta el asunto, no es necesarioel exordio.

Las otras especies de exordios que seusan son precauciones—remedios—ora-torias y comunes a todos los géneros.EStas especies derivan del que habla,del oyente, del asunto o de lo contrarioa él. Todas las cosas que se refieren almismo orador o a su adversario son re-cursos para refutar la acusación o parareforzarla. Pero no se hace en amboscasos de igual manera; porque, al quese defiende le corresponde atender a laodiosidad de la acusación en el exordio,y al que acusa le corresponde hacerloen el epilogo. Kl porqué de ello no esoscuro; ya que el que se defiende, cuan-do va a presentarse a sí mismo, es ne-cesario que remueva los obstáculos, demanera que lo primero que tiene quehacer es desvirtuar lo odioso que tienela acusación; al que acusa le es necesa-rio agudizar la odiosidad en el epílogo,para que se recuerde con más fuerza.Los recursos que se refieren al oyentedeben partir del intento de hacerle be-névolo o provocarle a la ira, y a vecesvolverle atento a lo contrario; ya queno siempre es conducente atarle la aten-ción, por eso muchos procuran mover-le a la risa. Si uno quiere, todas las co-sas llevan a una disposición favorable,y el aparecer persona decente también;porque a esta clase de personas se leshace más caso. S presta atención a lascosas grandes, a as propias, a las queson admirables, a las que son agrada-bles; por eso'es preciso dar a entenderque el discurso versa sobre cosas de es-tas. Y, si no se quiere que los oyentesestén atentos, hay que decir que el dis-curso trata de cosas de poca monta, quenada tienen que ver con ellos, que esdesagradable. Con todo, no conviene pa-

cí) Del Edipo Rey, verso TI*. No parece,pues, del prólogo...

sar por alto que todas estas cosas están,fuera del discurso; porque van dirigi-das a un oyente vulgar y que escuchalas cosas marginales al asunto; puestoque, si no es así, para nada es necesa-rio el exordio, sino basta exponer en re-sumen el asunto, para que el discurso,como un cuerpo, tenga su cabeza. Ade-más, el atraer la atención de los oyen-tes es algo común a todas las partes deldiscurso, si es conveniente hacerlo; por-que en cualquier lugar de él se aburrenmás las gentes que al comienzo. Por esoes ridículo imponer atención al comien-zo, cuando precisamente todos oyen con.más atención. De manera que, donde seaoportuno, hay que decir «y prestadmeatención, porque esto no es más mí»que vuestro», yporque os voy a decir algo grave como nunca

habéis oído», ni tan sorprendente. Estoes, como decía Pródico, intercalar, cuan-do se le adormilaban los oyentes, laoración de las cincuenta dracmas. Estáclaro que esto va encaminado al oyente,aunque no en cuanto es oyente; ya quetodos, en los exordios, o exacerban laodiosidad o disipan temores.

Rey, hablaré no como si por prisa...

¿A qué viene este exordio? (2).

Y así lo hacen también los que tienenmal su asunto o así lo creen; porque esmejor gastar el tiempo en cualquier par-te antes que en el asunto. Por eso lossiervos no dicen lo que se les ha pre-guntado sino con rodeos, y hacen preám-bulos. Quede, pues, esto dicho sobre dedónde hay que sacar recursos para ha-cer benévolo el auditorio, y se ha ha-blado ya de cada una de las demás co-sas de este estilo. Ya que bien dichoestá:Concédeme llegar a los Feacios amado y digno

[de compasión (3),

ya que conviene tender a estos dos sen-timientos. En los discursos demostrati-vos conviene hacer creer al oyente que

(2) Sófocles, Antígona, 223, y Eurípides, Ifi-genia en T&uriae, 1102.

(3) Odisea, VI, 327.

Page 98: Aristóteles - Retórica

1415 b, 1416 a RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 15 207

es ensalzado con todos, o bien él perso-nalmente o su linaje o su profesión o deotro modo cualquiera; porque es ver-dad lo que dice Sócrates en el Epitafio:que no es difícil ensalzar a los atenien-ses ante los atenienses, sino ante loslacedemonios.

Los exordios del género deliberativose hacen a partir de los del forense, aun-que por naturaleza son poco adecuados;porque ya se sabe de qué se va a tra-tar y el asunto para nada necesita deexordio, salvo si es sobre el mismo ora-dor o sus adversarios, o si los oyentesno toman el asunto con la gravedad queel orador quiere, sino con más o conmenos; por eso es necesario exacerbarla odiosidad o disiparla, y amplificar oatenuar la cuestión. Por estas causas senecesita el exordio; o para darle orna-to, no fuera a parecer improvisado todo,de no tenerlo. Porque tal es el caso delencomio de Gorgias a los eleos; pues,sin ningún braceo previo o ademán al-guno de preparación, comienza de re-pente : «Elis, ciudad venturosa.»

CAPITULO 15

SOBRE COAÍO REBATIR LA ACUSACIÓN DELCONTRARIO

Respecto de la acusación, lo primeroes ver a partir de qué cosas podría unodesvirtuar la enojosa sospecha; porquenada, importa que se haga hablando ono, con tal de que ello se logre en abso-luto. Otra manera de salir al encuentrode los puntos que están en litigio es de-cir o bien que el hecho imputado noexiste, o que no fue dañoso, o bien queno fue tal para el adversario, o que nolo es tanto como dice, o que no es in-justo o al menos no mucho, o que no esvergonzoso, q que no tiene importancia;porque la discusión se centra en estascosas; asi lo hizo Ifícrates contra Nau-sícrates: porque afirmó haber hecho loque decía y haber causado daño, pero nohaber cometido injusticia. También sepuede decir que se ha cometido la in-justicia en compensación; que, si la ac-ción ha ocasionado daño, ha sido contodo honrosa; que, si ha motivado tris-tezas, también ha sido provechosa; o

algo por el estilo. Otro modo consisteen decir que ha sido un error, una des-gracia o una necesidad imperiosa; comoSófocles dijo que temblaba no por pa-recer viejo, como decía' el acusador, sinopor necesidad; porque tenía ya ochentaaños y no por propia voluntad. Y con-tradecir al adversario en aquello porcuya causa dice él haberse obrado, di-ciendo que no pretendía uno ocasionarun daño sino tal cosa, y que no hizoaquello de que se le acusa, y que fuepor casualidad que causara aquel daño;«sería justo que se me odiara, si hubie-ra obrado para que esto sucediera». Otraforma es, si ha estado complicado enello el que acusa, sea en la actualidad,sea antes, él mismo o alguno de los su-yos. Otro mod0, si estuvieran complica-dos otros en el asunto, otros que lagente conoce .que no son objeto de laacusación, como, por ejemplo, que si por-que uno es pulcro es adúltero, tambiénlo tendría que ser fulano. Otro medio,si el contrario acusó a otros, o los acu-só un tercero, o si sin acusación se sos-pechaba de ellos como ahora del acu-sado, y que luego resultó evidente queno eran culpables. Otro es el de acusaral que acusa; porque sería absurdo que,si él mismo no merecía crédito, fuerandignas de fe sus razones. Otro medio,si se dio ya la sentencia; como, porejemplo, hace Eurípides contra Higisi-non (1), que le acusaba en un proce-so de antidpsis (2) de que era impío,porque había escrito incitando al per-jurio :

la lengua Juró, pero la mente no juró.

Pues Eurípides dijo que su acusador co-metía injusticia trayendo a los tribuna-les los juicios del certamen dionisíaco;porque allí era donde él había dadocuenta de sí, o la daría, si le queríaacusar. Otro medio es acusar partiendode una calumnia—¡poderoso medio!—,y esto porque hace dar media vuelta a

(1) Personaje desconocido, asi como la anéc-dota.

(2) Consistía este pleito en procurar hurtaruna carga pública, denunciando a otro con ma-yores bienes que uno y, por tanto, con mayorobligación. Como prueba se ofrecía la antídosis,el cambio de bienes.

Page 99: Aristóteles - Retórica

208 ARISTÓTELES.—OBRAS 1416 b/1417 a

los juicios y porque no se da fe al asun-to. Común a ambas partes es el tópicode decir los indicios; por ejemplo, enel Teucro, cuando Ulises pretende queTeucro es pariente de Príamo; porqueHesíone era hermana de este; Teucro,en cambio, dice que su padre, Telamón,era enemigo de Príamo y que no habíadenunciado a los espías (1). Otro me-dio es propio para el acusador y es en-salzar un poco prolijamente y luego cen-surar mucho y concisamente, o bien, pre-sentando por d e l a n t e muchas cosasbuenas, lo único que atañe al asunto,censurarlo. Estos son los medios más há-biles y más injustos; porque intentanhacer daño con lo bueno, mezclándolocon lo malo.

Un modo hay aún, que sirve en comúnal que acusa y al que refuta; puesto queuna misma cosa cabe hacerla por mu-chos motivos, al que acusa le es posi-ble tomarlo a mala parte, inclinándoloa lo peor, y al que se defiende le esposible echarlo a buena parte, inclinán-dose a lo mejor; por ejemplo, que Dio-medes eligió de antemano a Ulises: eluno puede decir que recibió a Ulises porsus notables dotes; el otro puede decirque no las tenía, pero que le recibiótan sólo porque, como cobarde que era,no era rival suyo.

CAPITULO 16

SOBRE LA NARRACIÓN, LOS CARACTERESY EL PATETISMO

Quede esto dicho en torno a la acu-sación: la narración, en los discursosdemostrativos, no es seguida, sino porpartes; pues es preciso recorrer los he-chos y acciones de que consta el discur-so; ya que el discurso consta por unaparte de algo sin arte, pues el quehabla no es en manera alguna causantede los hechos y por otra parte de algosujeto al arte; es decir, o bien porquehay que demostrar, si algo resulta in-creíble, o porque hay que probar cómoes, o de qué importancia, o todo ello jun-to. Por estos motivos algunas veces no

(1) Referencia a una tragedia perdida deSótocles.

¡conviene narrarlo todo seguido, porquees difícil de recordar una demostraciónasí. Y se dirá: según estos hechos semostró valeroso, según estos otros, sa-bio o justo. Y este discurso es más sen-cillo, aquel en cambio variado y no sen-cillo. Conviene refrescar la memoria delos hechos conocidos; por eso la mayo-ría no necesitan de narración, por ejem-plo, si quieren ensalzar a Aquiles; por-que todos conocen los hechos, pero espreciso servirse de ellos; pero, si quie-res alabar a Critias, sí conviene hacer-lo, porque muchos no los conocen. Aho-ra ridiculamente dicen que conviene quela narracción sea rápida. Sin embargoes, como cuando al panadero, que pre-guntó si había de hacer la masa durao blanda, se le respondió: —«Pues,¿qué? ¿Es imposible hacerla en su pun-to?» De modo semejante aquí; porquees necesario no narrar prolijamente, co-mo tampoco hacer grandes exordios nilargas argumentaciones; porque aquí elpunto no está en lo rápido ni en lo con-ciso, sino en lo proporcionado; eso es,decir lo que pueda esclarecer el asunto,o lo que haga sospechar que sucedió, oque se cometió daño o injusticia, o aque-llas cosas que le dan la importancia queconviene; y, para el adversario, lo con-trario.

Hay que añadir a la narración todolo que haga resaltar la propia virtud,por ejemplo: «yo le advertí siempre, di-ciéndole lo que era justo, que no debíaabandonar a sus hijos»; o bien lo quehaga resaltar la maldad del contrario:«y él me respondió que dondequiera es-tuviese tendría otros hijos»; lo cual di-ce Herodoto, respondieron los egipciosdesertores. O bien también lo que hagaresaltar las cosas que resultan agrada-bles a los jueces.

Al que se defiende le corresponde unanarración más breve; las cuestiones enlitigio son o bien que no se dio talhecho, o que no fue nocivo, o que nofue injusto, o que no fue de tanta mon-ta, de manera que no conviene perderel tiempo en aquello en que todos es-tán de acuerdo, a no ser que alguiendiscuta aquello, por ejemplo, sobre sialgo se ha hecho, pero no fue injusto.También conviene dar las cosas como

1 hechas, a no ser que al narrarlas en los

Page 100: Aristóteles - Retórica

1417 a/1417 b RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 17 209

detalles de su realización produzcan lás-tima o terror. Un ejemplo de ello es elrelato de Alcino, porque Ulises se locuenta todo a Penélope en sesenta ver-sos (1); y como Phayllos hace los poe-mas cíclicos y el prólogo en el Oineo.Es necesario que la narración posea ca-rácter propio. Esto se logrará, si sabe-mos qué es lo que confiere carácter. Unmedio es manifestar el propósito queguía la narración, ya que el carácter eslo que es la. intención, y la intenciónes lo que es el fin que la rige. Precisa-mente por esto no tienen carácter losrazonamientos matemáticos, porque notienen propósito alguno, ya que no tie-nen finalidad. Pero lo tienen, en cam-bio, los diálogos socráticos; porque tra-tan de cosas del tipo de las indicadas.

Otros rasgos que dan a conocer el ca-rácter son los que acompañan a cadauno de los caracteres, por ejemplo, decirde uno que, al mismo tiempo que habla-ba, caminaba; porque muestra violenciay rudeza de carácter. Y no hablar comopartiendo de un plan preconcebido, co-mo se hace ahora, sino como partiendode un fin que lograr: «yo quería esto,pues me lo proponía, aunque no me fa-vorecía, como lo mejor»; ya que unacosa es propia de un hombre prudente,la otra de uno bueno; ya que la pru-dencia está en perseguir lo que convie-ne, la bondad en buscar lo bueno. Sialgo es increíble, entonces hay que aña-dir su causa, como hacía Sófocles; porejemplo, aquello de la Antígana, de queella se cuidaba mas de su hermano quedel marido o de los hijos; porque, si seperdían estos, podían aún engendrarse.

pero, una vez bajados al Hades la madre y el[padre,

no es ya posible que alguna vez nazca un her-[mano.

Si no se tienen razones que dar, antesno se desconoce que es realmente in-creíble lo que se dice, se dirá, con todo,que uno es así por naturaleza; porquese desconfía que se haga de buena ganaotra cosa que la conveniencia.

Parte también en el discurso de algo

(1) Alusión a la narración de la Odisea,XXIII, resumen de los cantos IX a XII de lamisma.

patético, narrando lo que se sigue de laspasiones, y las cosas que ya se saben,y las cosas particulares oue distinguenal mismo orador o al adversario; «el semarchó, luego de haberme mirado dereojo». Y como dice Esquines sobre Cra-tilo, que silbaba y batía palmas; por-que no son cosas creíbles, ya que estascosas que se saben son señales de aque-llas que no se saben. La mayoría deestas se pueden tomar de Homero:

Así habló, y la anciana se cubrió con las manos[la cara;

lo cual dijo, porque los que se echan allorar se ponen las manos ante los ojos.Y, en seguida, preséntate tú a ti mismode alguna manera, para que así te con-sideren tal, y haz lo mismo con la partecontraria; pero esto hazlo de modo quepase inadvertido. Que es fácil, se puedever por los que nos traen una noticia;ya que sobre aquello de que nada sabe-mos, adquirimos, sin embargo, al verlosuna cierta prevención. Conviene narraren varios lugares, y a veces no al co-mienzo.

En los discursos políticos es donde me-nos cabida tiene la narración, porquenadie hace una narración de las cosasfuturas; pero, si hubiera algún relato,1será de las cosas pasadas, para que, re-cordando aquellas, mejor deliberen so-bre el futuro. Y lo mismo si es acusandoo si es alabando. Pero entonces no sehace el papel de consejero.

Si lo que se va a relatar es increíble,hay que prometer en seguida decir tam-bién la causa y disponerla con los por-menores que los oyentes quisieren; porejemplo, la locasta del Edipo de Kar-kinos siempre promete esto, a medidaque la va interrogando el que busca asu hijo; y también el Hermón de Só-focles.

CAPITULO 17

SOBRE LA DEMOSTRACIÓN Y SUS CASOS YPARTICULARIDADES

Los argumentos retóricos deben ser de-mostrativos ; y, puesto que la disputa sepuede centrar sobre cuatro cosas, es ne-cesario demostrar, dirigiendo la demos-

Page 101: Aristóteles - Retórica

210 ARISTÓTELES.—OBRAS 1417 b/1418 a

tración a lo que es el punto de litigio;por ejemplo, si la disputa es sobre queel hecho no ocurrió, es preciso, en eljuicio, dirigir la demostración precisa-mente a esto; si le dicen que no causódaño, a esto; y si arguyen que el dañono fue tan grande o bien que fue justo,de la misma manera que si la disputase cendrara sobre si el hecho sucedió.

No debe pasarse por alto que, solo enesta disputa de si el hecho sucedió, esnecesario que sea mala una de las par-tes ; ya que no se puede dar como causala ignorancia, como si se disputara so-bre si la acción fuera justa; de modoque hay que demorarse en esta cuestióny no en las otras.

En los discursos demostrativos, de or-dinario, la amplificación será decir quelos hechos son buenos y provechosos;ya que conviene que los hechos mismosse crean; puesto que pocas veces seaducen pruebas de ellos, como en el casode que fueran poco dignos de fe o queotro tuviera motivo de censura contraellos. En los discursos deliberativos sepodría discutir o bien que una cosa nova a ser o que sucederá lo que se acon-seja, pero que no es justo, o que no esútil, o que no tiene la importancia quese le atribuye.

Conviene también mirar si se aducealgo falso en 1(5 que es ajeno al asunto;porque se tomaría como argumento irre-batible de que también en lo demás semiente.

Los ejemplos constituyen lo más pro-pio de la oratoria deliberativa, y los en-timemas de la forense; porque una serefiere al futuro, de manera que es ne-cesario presentar ejemplos de las cosasque han sucedido; la otra trata de loo_ue es o no es, de lo cual es más pro-pia la demostración y la necesidad; por-que lo sucedido tiene la dimensión de lonecesario. No conviene enunciar unosdetrás de otros los entimemas, si no sehan de ir mezclando; porque, si no, seestorban mutuamente. Pues también hayun límite en la cantidad.Olí amigo, puesto que dijiste tantas cosas cuan-

[tas podría decir un varón prudente....

Dice tantas, pero no tales. Y no hayque buscar entimemas sobre todas lascosas; porque, si no, harás lo que algún

filósofo que otro, que prueba con silo-gismos cosas más conocidas y más dig-nas de crédito que las premisas de queparte en su demostración. Y, cuandoexcites una pasión, no digas un entime-ma; porque, o bien estorbarás la pasión,o habrá sido inútil que se dijera el en-timema; porque chocan entre sí movi-mientos opuestos y se anulan o e debi-litan. Cuando el discurso sea de matizcaracterológico, tampoco conviene bus-car entimemas, porque la demostraciónno admite ni carácter ni preferencia.

Hay que hacer uso de sentencias tan-to en la narración como en la argumen-tación ; porque son cosas de carácter:«también yo se lo di, aun sabiendo queno hay que confiar en él»; y, si es detonalidad patética: «y no me arrepien-to, aunque haya padecido yo la injus-ticia; porque a él le ha tocado el fruto,a mí la justicia».

Hablar al pueblo es más difícil quehacerlo en un juicio, naturalmente, por-que hay que hablar sobre el futuro; encambio, allí hay que hablar de lo ocu-rrido, cosa sabida ya hasta por los adi-vinos, como decía Epiménides de Creta,ya que este no vaticinaba sobre el fu-turo, sino sobre las cosas sucedidas, pe-ro ocultas. La ley es el objeto propio dela oratoria forense; y teniendo un prin-cipio, es fácil hallar una demostración.Tampoco admite muchas digresiones,como por ejemplo hablar contra la par-te contraria, o sobre uno mismo, o ha-cerlo patéticamente, sino menos que nin-gún genero, si es que no se quiere distraeral oyente. Es, pues, necesario hacer es-to sólo cuando se .está, en un apuro, comohacen los oradores atenienses e Isócra-tes; ya que este hasta deliberando acu-sa, por ejemplo, a los lacedemonios enel Panegírico, y a Cares en el discursosobre los aliados. En los discursos de-mostrativos, conviene intercalar en eldesarrollo del discurso elogios episódicos,como hace Isócrates', que siempre metealguno. Y lo que decía Gorgias de quenunca le faltaba materia para el discur-so, es precisamente esto; porque si ha-bla de Aquiles, alaba a peleo, luego a

acó, luego al dios; y de modo seme-jante si habla del valor, que si realizatales y tales cosas, o bien que si es tangrande.

Page 102: Aristóteles - Retórica

1418 b/1419 a RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 18 211

Una vez que se tienen argumentos,hay que hablar con carácter y apodícti-camente; pero, si no pe tienen entime-mas, al menos hay que hacerlo con ca-rácter; porque, al que es bueno, le con-viene más parecer bueno ante los oyen-tes, que de oratoria muy atildada.

De los entimemas son más estimadoslos refutativos que los demostrativos,porque los que refutan, con.más claridaddan a entender que están construidos si-logísticamente ; ya que las cosas contra-rias, puestas unas junto a otras, se co-nocen mejor.

Lo que se dice a la parte contraria noes de una especie diversa, sino de lamisma que los argumentos que refutancon una objeción o con un silogismo.Es necesario, tanto en la deliberacióncomo en el juicio, al comenzar, decirprimero los argumentos propios, y lue-go salir al encuentro de las razones con-trarias, refutándolas y deshaciéndolas.Si la réplica fuera copiosa, hay que de-cir primero las razones contrarias, co-mo hizo Calistrato en la asamblea deMesenia; ya que, una vez hubo respon-dido a lo que dijeron, entonces habló él.Cuando se hable después, primero hayque hacerlo contra el discurso adversa-rio, refutándolo y razonando a su vez encontra, y de una manera especial si hasido considerado favorablemente; por-que, igual que el espíritu no admite aun hombre que ha sido antes sospe-choso, tampoco admite un discurso, tiel contrario parece haber hablado bien.Conviene, pues, preparar en el oyente unlugar para el discurso que va a venir;y esto sucederá, si se destruyen prime-ro sus razones. Por eso, luego de com-batir todos los argumentos, o los másprincipales, o los que más favorablemen-te han impresionado, o los más vulne-rables, han de probarse de la misma ma-nera las propias razones.

En primer lugar vendré a ser un aliado paralos dioses; porque yo a Hera... (1):

en estos versos se tocó primero el puntomás inseguro.

Sobre los argumentos, eso era lo quehabía que decir. Respecto del carácter,

(1) Eurípides, Troyanas, 969, 971.

dado que decir algo sobre uno mismoo bien puede parecer reprochable, o bienpalabrería, o contradicción, y decirlo so-bre otro puede parecer injuria o grose-ría, es conveniente hacer ver que ha-bla otro, cosa esta que hace Isócratesen el Filipo y en la Antidosis, y así escomo censura Arquíloco, que presenta alpadre hablando sobre su hija, en losyambos:de las cosas no hay ninguna inesperada, ni que

[se pueda jurar imposible;

y presenta al carpintero Carón, en elyambo que comienza:

Las de Giges no me...;

y de igual manera, Sófocles hace que He-món interceda por Antígona ante su pa-dre, como si hablaran otros.

También conviene variar los entime-mas y convertirlos a veces en senten-cias ; por ejemplo: «es necesario quelos que tengan sentido común, haganlas paces con el enemigo, cuando esténen buena posición; porque así podránobtener más ventajas». En forma de en-timema sería: «porque, si conviene fir-mar la paz, cuando pueda ella ser másútil y más ventajosa, es preciso firmar-la, cuando se tiene la suerte a su favor».

CAPITULO 18

DE LA INTERROGACIÓN ORATORIA Y SUSRESPUESTAS, Y EL EMPLEO DEL RIDICULO

Sobre la interrogación: es sobre to-do oportuno hacerla, cuando se hayadicho ya uno de los dos términos de laalternativa, de manera que, haciendouna pregunta más, se caiga en el ab-surdo ; por ejemplo: Pericles interroga-ba a Lampón (2) sobre la iniciación delos misterios de Deméter Soteira y, alresponder que no eran como para quelos oyera un no iniciado, le preguntó silo conocía él y, al afirmarlo, dijo Peri-cles: «y, ¿cómo, no siendo tú iniciado?».

En segundo lugar, cuando uno de lostérminos es evidente, y sabe con todaclaridad el que interroga que el otro se

ÍZ) Adivino al que alude alguna vez Aristó-fanes.

Page 103: Aristóteles - Retórica

212 ARISTÓTELES.—OBRAS 1419 a/1419 b

lo concederá; porque, una vez haya pre-guntado una premisa, no es necesarioseguir preguntando lo evidente, sinoenunciar la conclusión. Por ejemplo:Sócrates, al afirmar Meleto que él nocreía en los dioses, pero había dicho quepodría admitir algún daimon, le pre-guntó si los dáimones no eran acaso hi-jos de los dioses o algo divino y, al con-testar Meleto afirmativamente—«cierta-mente lo son», le dijo Sócrates—. «¿Esque hay quien crea que existen los hi-jos de los dioses, pero los dioses no?».

También cabe la interrogación, cuan-do se va a demostrar que el adversariose contradice o dice algo inaudito. Encuarto lugar, cuando no se puede resol-ver la dificultad, sino respondiendo so^físticamente; porque, si se responde así,que es y que no es, que unas cosas sí yotras no, o que en parte sí y en parteno, se alborotan los oyentes al verlo enun callejón sin salida. En otro caso, nohay que exponerse a hacer la pregunta.Porque, si el adversario objeta algo, pa-rece haberse impuesto él; ya que noes posible preguntar muchas cosas, porla incapacidad del oyente. Por eso tam-bién conviene concentrar lo más posiblelos entimemas.

Conviene responder a las preguntasambiguas, distinguiendo mediante unaexplicación y no concisamente, aportan-do en seguida en la respuesta la solu-ción a lo que parece contrario, antes deque se nos pregunta lo que sigue, o sesometa todo a razonamiento; porque noes difícil prever dónde están las razo-nes. Consideramos aclarado por los Tó-picos tanto esto como las refutaciones.Y al concluir, si el adversario formulasu conclusión en forma de pregunta, hayque decir la causa. Por ejemplo: Sófo-cles, al ser preguntado por Pisandro (1)si le parecía, como a los demás con-sejeros, que subieran al poder los cua-trocientos, dijo que sí. «¿Cómo?—dijoPisandro—, ¿no te parece a ti que estoestá mal?». Respondió que sí. «Por con-siguiente, ¿has obrado tú mal?». «Cier-tamente—dijo Sófocles—, pero no se po-día hacer nada mejor.» Y como el la-

<1> Sófocles es el político. Pisandro era unaristócrata ateniense, de los que puso fin a lademocracia.

cedemonio al rendir cuentas de su efo-rado (2), habiéndosele preguntado sicreía que los demás habían sido muer-tos justamente, respondió que si. Y elotro: «¿Acaso tú no hiciste lo mismoque ellos?» Respondió que si. «¿Y noseria también justo que fueras tambiéntú ejecutado?» «No, por cierto—respon-dió—, porque aquellos obraron estas co-sas habiendo recibido riquezas, pero yono, sino por convicción.» Ptor eso noconviene interrogar más allá de la con-clusión, ni presentar en forma de pre-gunta la conclusión, si no nos sobra mu-cho de verdad.

Sobre las cosas risibles, ya que pare-cen tener su utilidad en los debates, ydecía Gorgias, hablando con sobrada ra-zón, que conviene estropear la seriedadde los adversarios con la risa y la risacon la seriedad: se ha dicho ya cuán-tas especies había de cosas risibles, enlos libros sobre Poética, especies de lascuales unas son adecuadas a un hombrelibre, otras no. De esta manera se to-mará lo que a cada uno le convenga.La ironía es más propia del hombre li-bre que la bufonada; porque el irónicohace el chiste para sí mismo, el choca-rrero para divertir a otro.

CAPITULO 19SOBRE EL EPILOGO

El epüogo consta de cuatro elemen-tos: disponer favorablemente al oyenterespecto del mismo orador y desfavora-blemente respecto del contrario; enal-tecer y humillar; disponer al oyente pa-ra lo pasional o patético; y refrescar lamemoria.

Porque es natural que, luego de de-mostrar que uno dice verdad y que elcontrario dice mentira, se elogie unacosa, se censure otra y se remache elefecto. A una de dos cosas conviene ten-der, o bien a demostrar que se es buenopara los oyentes, o que se es bueno ab-solutamente, o bien a demostrar que elcontrario es malo para los oyentes o ab-solutamente. De qué medios puede unousar para conseguir esto, queda dicho

<2i Los éforos o magistrados atenienses erancon frecuencia acusados de venalidad.

Page 104: Aristóteles - Retórica

1419 b/1420 a RETORICA.—LIBRO III.—CAP. 19 213

en los tópicos, en que se puede presen-tar a las personas como buenas o comomalas.

Lo que viene después de esto, unavez hecha ya la demostración, es, natu-ralmente, enaltecer o desvirtuar; por-que conviene estar de acuerdo con loshechos sucedidos, si se va a enaltecersu importancia; ya que también el cre-cimiento de los cuerpos proviene de loque ya existía antes en ellos. Los tópi-cos de que conviene partir para enalte-cer o desvirtuar una cosa, han quedadoexpuestos ya antes.

Después de esto, cuando las cosas yaestán claras, y cómo son y de qué im-portancia, hay que arrastrar al oyentea las pasiones. Son estas: compasión,terror, ira, odio, envidia, emulación yafán de disputa. También sus tópicosse han dicho antes, de manera que loque queda por tratar es el refrescar lamemoria de lo que se ha dicho antesen el discurso.

Esto es conveniente hacerlo de la ma-nera que indican algunos al referirsea los exordios, y no llevan razón en ello.Porque, para que el discurso sea másfácil de ser retenido, ordenan repetirlo mismo muchas veces. En el exordio,ciertamente, conviene exponer el asun-

to, para que no pase inadvertido dequé trata el discurso o el juicio; peroaquí, en el epílogo, hay que decir suma-riamente lo que ha servido para la de-mostración. El principio será decir queha cumplido lo oue prometió, de maneraque hay que decir de qué se trata y elporqué. Se habla por contraposición aladversario. Se pueden cotejar o bien lasrazones que sobre lo mismo han expues-to ambos, o bien sin enfrentarlas unasa otras. «Este ha dicho tales cosas sobreesto, yo cuáles y por tales razones.» Ose puede hablar con ironía: «Porque esteha dicho tales cosas, yo en cambio cuá-les, y ¿qué hubiera pasado, si este hu-biera demostrado tales cosas y no ta-les otras?» O bien por interrogación:«¿Qué no ha sido demostrado?», o:«¿Qué es lo que este ha demostrado?»O bien con una comparación, o segúnel orden natural en que refutó, o al con-trario, si quiere, tratando por separadolo del discurso contrario. Como final esadecuado el estilo sin conjunciones, pa-ra que sea realmente epílogo y no nue-va oración: «He dicho, habéis oído, es-táis enterados, decidid» (1).

(1) De Lisias, Contra Erastóstenes.

FIN DE LA

« R E T O R I C A »