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pedro-iberra
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ARNALDO CALVEYRA
Arnaldo Calveyra nació en Mansilla, provincia de Entre Ríos (Argentina), en 1929. Reside en París desde 1961. Publicó los libros de poemas Cartas para que la alegría, Iguana, iguana, El hombre del Luxemburgo, Diario del fumigador de guardia y Libro de las mariposas; la novela La cama de Aurelia; el libro de relatos El origen de la luz; y el ensayo Si la Argentina fuera una novela. Varias de sus obras de teatro (Latin American Trip, Moctezuma y Cartas de Mozart) fueron representadas en Argentina y en otros países. La mayor parte de su obra ha sido traducida al francés y editada por la editorial Actes de Sud. Recibió la condecoración de Commandeur de l’Ordre des Arts et des Lettres, otorgada por el Ministerio de Cultura francés.
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ILIADA DE 1950
del libro se desprende olor a carne asada, los héroes en la pieza recuperan fuerzas la ropa en el respaldo de la silla un gorrión confunde el vidrio de la ventana con mi alma.
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DAR CUENTA
deja abierto tu poema siempre acudirá una trompeta.
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PALABRAS A UN RÍO
¿Ya le escribiste al río, río incesante del más allá? ¿a sus campos que son almohadas de pastizales azules? ¿nombrarlo ya sabrías? un verso vuela, flecha lanzada, no para seguir buscando apagando agua ¿empezaste a nombrar los cielos caminadores de las costas? ¿a contestar a su reclamo en un anochecer de pajonales ‐recubre esteros‐, pajonales de fin del mundo? no lejos de la mano que escribe huellas de pies descalzos en la arena una nube que buscara ablandar su imagen en el agua
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tardes, son conversaciones con un río en que la distancia juega a que lo borra ‐remansado caracol hallado entre espartillos‐ de tus pasos llega ¿nombrarlo ya podrías? ayeres convertidos en hojas temblorosas son ahora esas imágenes de los años llegan por resucitar en tu mente un río fotos dispersas bajo una luz de lámpara al sol azul de la memoria anocheceres llegando a las barrancas ¿tu conversar de ríos? ¿empezaste a ser palabras de tu río? ¿ya te recibiste en río?
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alamedas fotografiadas por el ausente río de un caracol en tu oído por el cuerpo adivinado tu sol adelgaza haciendo lo imposible por no ahogarse en las orillas la voz, el silencio con que abandona la tarde ya es nadie, Narciso, tu imagen en el agua huevos de perdiz hallados en pajonales de tu mente Hudson, en caminatas semejantes... arboledas a flor de frescura al entrar en el agua te enredaste en las ramas ¿cuánto perdura una imagen en el agua?
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tu cuerpo en crecida luna diurna de amigos avanzas, transformas costas, leguas, nubes ¿empezaste a ser raíces de tu río? ¿aguas zoólogas, luz de nadie? desiertas las imágenes, los campos desiertos rancho pausado al borde del remanso un espinillo baila con el sol ausente verías aprontarse y pasar la creciente deletrearlas como a sueños las costas ¿a qué juegas, espinillo? por recibirte puse en presente las cosas de mi cuarto.
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GUÍA PARA UN JARDÍN DE PLANTAS (fragmentos) (...) Voy caminando, un poema se declara (de niño, solían hamacarme las palabras), irrumpe una jota y todo el resto, el amor, la fiebre, el plumaje, el pie que va caminando sobre hojas que agonizan. En este momento, cada paso que das es una palabra en el poema. (...) Los únicos escritos capaces de abarcar sin pérdida alguna la palabra ciudad y la palabra campo, esas guías que se escriben con el propósito de permanecer atentos a ladridos. (...) —La revolución de 1968 se acabó porque la gente quería tener nafta para ir a ver la revolución. —¿Cómo, cómo?, dice la mamá de barro, una señora grande de dientes azules. (...) El viento me lleva, me saca lejos con mi máquina de escribir espectral, soy el fantasma que vieron, ceso de emitir señales, de escribir fotografías sobre un jardín amado, adiós, adiós, adiós...
(De Iguana, iguana, 1988, Libros de Tierra Firme)
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Duerme el fumigador decano, ha envejecido como envejecen algunos maestros de la costa oriental del Uruguay. Poco a poco la muerte se va cansando de darlo de alta. Un estuario arrecia, la mente entra en olores. Antes de dormirse nos contó la historia de la laucha que encontró muerta en una lata de conserva. Y ahora mientras duerme parece estar pensando en otra cosa, tan excluyente el gesto, tan levantadas las cejas. Duerme y respira al mismo tiempo debajo del sauce y en una habitación azotada por respiraciones adversas. Los mosquitos que se posan sobre su frente caen muertos, fulminados al instante. —Pasado de gas, aclara el compañero, está a punto de despertarse.
(De Diario del fumigador de guardia)