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183 Arquitectura tradicional. Reflexiones sobre un patrimonio en peligro "No es presuntuoso pensar que tenemos un pa- pel que jugar en la concepción del entorno que vamos a transmitir a las generaciones futuras. Nosotros debemos contribuir a la comprensión de la arquitectura del pasado a fin de preparar unas bases sólidas para el futuro. A decir ver- dad, este proceso de comprensión debe prece- der a todo esfuerzo de documentación en este campo. Se trata de un deber que no debemos tomar a la ligera". J. Bold. Nantes. 1992 La problemática creada en torno a la situación actual y perspectivas de futuro de la arquitectura tradicional o vernácula constituye un ejemplo bastante significati- vo de algunas de las grandes contradicciones en las que hoy se encuentra buena parte de nuestro patri- monio cultural. Una situación que, desde luego, no le es exclusiva. Los denominados oficios tradicionales ("artesanías"), rituales, y, en gran medida, aquellos bienes que constituyen el patrimonio etnográfico/etnológico comparten situaciones a veces de notable similitud. Forman parte de un "patrimonio menor" o "patri- monio modesto", que con demasiada frecuencia tie- ne que seguir justificando su existencia frente al otro gran patrimonio que, ya sea por sus valores históri- cos, estéticos o arqueológicos, no parece ponerse en cuestión su obligada permanencia; frente a, en el mejor de los casos, la mera "conveniencia" de pre- servar el primero. No se trata ahora de entrar en la controversia so- bre la ambigüedad y variabilidad de las coyunturas históricas por las que el factor tiempo (historia) y determinadas valoraciones morfológicas y/o singula- ridades (belleza, monumentalidad) se convierten en criterios determinantes para establecer el valor de un determinado bien cultural; de lo que no cabe du- da es que estos mismos criterios no se aplican por igual a todo tipo de bienes. Indudablemente no se aplica idéntica consideración al conocimiento de los restos arqueológicos que nos queda de un pasado remoto, que a los testimonios en vías de convertirse en restos arqueológicos de los sistemas de pobla- miento de nuestros campos, y que cobijaron hasta hace una décadas a un considerable número de pro- pietarios y jornaleros andaluces; pese al papel que han desempeñado los modos de vida generados en torno a los sistemas de trabajo y producción agroga- naderos en la historia andaluza en un tiempo no de- masiado lejano, y la influencia que ello ha tenido en nuestra cultura. Como tampoco se aplica igual con- sideración a las cuidadas construcciones, ya sean pa- laciegas o grandes casas más o menos influenciadas por los estilos arquitectónicos urbanos de turno, que acogieron a la oligarquía terrateniente andaluza, y al resto de las viviendas que habitaron la otra in- mensa mayoría de la población andaluza; sin olvidar que también esas grandes casas tienen un notable valor etnológico, como testimonios del poder e in- fluencia de este sector tan significativo y determi- nante de la estructura social andaluza durante cen- turias, por lo que no hay que apreciar únicamente sus singularidades históricomo-numentales. La comparación entre unas y otras arquitecturas no es sólo cuestión de porcentajes, como si la arquitec- tura tradicional más modesta careciera de valor; de- mostrándose en la práctica de los trabajos de cam- po que la diferencia entre lo culto y lo popular no es sólo el resultado de la imagen mixtificada que también en este caso impondría la cultura dominan- te, sino que expresaría un gradiente real en cuanto al interés de la primera frente a la desvalorización de la segunda. Todo lo contrario, cualquier estudio que se aproxime a esta otra arquitectura, va a resal- tar precisamente su riqueza de matices, su diversi- dad y capacidad expresiva, resultante de las innume- rables variables a tener en cuenta: diversidad ecológica de las regiones andaluzas (materiales, oro- grafía y adaptaciones climáticas), experiencias histó- Juan Agudo Torrico Profesor de Antropología Universidad de Sevilla Información: Patrimonio Histórico Andaluz

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Arquitectura tradicional. Reflexiones sobre un patrimonio en peligro

"No es presuntuoso pensar que tenemos un pa-pel que jugar en la concepción del entorno quevamos a transmitir a las generaciones futuras.Nosotros debemos contribuir a la comprensiónde la arquitectura del pasado a fin de prepararunas bases sólidas para el futuro. A decir ver-dad, este proceso de comprensión debe prece-der a todo esfuerzo de documentación en estecampo. Se trata de un deber que no debemostomar a la ligera".

J. Bold. Nantes. 1992

La problemática creada en torno a la situación actualy perspectivas de futuro de la arquitectura tradicionalo vernácula constituye un ejemplo bastante significati-vo de algunas de las grandes contradicciones en lasque hoy se encuentra buena parte de nuestro patri-monio cultural.

Una situación que, desde luego, no le es exclusiva.Los denominados oficios tradicionales ("ar tesanías"),r ituales, y, en gran medida, aquellos bienes queconstituyen el patrimonio etnográfico/etnológicocompar ten situaciones a veces de notable similitud.Forman par te de un "patrimonio menor" o "patri-monio modesto", que con demasiada frecuencia tie-ne que seguir justificando su existencia frente al otrogran patrimonio que, ya sea por sus valores históri-cos, estéticos o arqueológicos, no parece ponerseen cuestión su obligada permanencia; frente a, en elmejor de los casos, la mera "conveniencia" de pre-servar el primero.

No se trata ahora de entrar en la controversia so-bre la ambigüedad y variabilidad de las coyunturashistóricas por las que el factor tiempo (historia) ydeterminadas valoraciones morfológicas y/o singula-ridades (belleza, monumentalidad) se convier ten encriterios determinantes para establecer el valor deun determinado bien cultural; de lo que no cabe du-da es que estos mismos criterios no se aplican porigual a todo tipo de bienes. Indudablemente no seaplica idéntica consideración al conocimiento de losrestos arqueológicos que nos queda de un pasadoremoto, que a los testimonios en vías de convertirseen restos arqueológicos de los sistemas de pobla-

miento de nuestros campos, y que cobijaron hastahace una décadas a un considerable número de pro-pietarios y jornaleros andaluces; pese al papel quehan desempeñado los modos de vida generados entorno a los sistemas de trabajo y producción agroga-naderos en la historia andaluza en un tiempo no de-masiado lejano, y la influencia que ello ha tenido ennuestra cultura. Como tampoco se aplica igual con-sideración a las cuidadas construcciones, ya sean pa-laciegas o grandes casas más o menos influenciadaspor los estilos arquitectónicos urbanos de turno,que acogieron a la oligarquía terrateniente andaluza,y al resto de las viviendas que habitaron la otra in-mensa mayoría de la población andaluza; sin olvidarque también esas grandes casas tienen un notablevalor etnológico, como testimonios del poder e in-fluencia de este sector tan significativo y determi-nante de la estructura social andaluza durante cen-turias, por lo que no hay que apreciar únicamentesus singularidades históricomo-numentales.

La comparación entre unas y otras arquitecturas noes sólo cuestión de porcentajes, como si la arquitec-tura tradicional más modesta careciera de valor ; de-mostrándose en la práctica de los trabajos de cam-po que la diferencia entre lo culto y lo popular noes sólo el resultado de la imagen mixtificada quetambién en este caso impondría la cultura dominan-te, sino que expresaría un gradiente real en cuantoal interés de la primera frente a la desvalorizaciónde la segunda. Todo lo contrario, cualquier estudioque se aproxime a esta otra arquitectura, va a resal-tar precisamente su riqueza de matices, su diversi-dad y capacidad expresiva, resultante de las innume-rables var iables a tener en cuenta : d iver s idadecológica de las regiones andaluzas (materiales, oro-grafía y adaptaciones climáticas), experiencias histó-

Juan Agudo Torrico

Profesor de AntropologíaUniversidad de Sevilla

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ricas (técnicas constructivas, planificación urbanística,organización y características de los espacios cons-truidos, usos sociales y significados simbólicos de losmismos), diversificación de actividades productivas yadaptaciones de los espacios construidos, y, no me-nos significativo, las diferencias internas que se handado entre los grupos sociales que han conformadola estructura social andaluza (jornaleros, proletaria-do urbano, pelentrines, artesanos).

Consideraciones respecto al reconocimiento de suvalor cultural que no tienen que ver necesariamentecon otras problemáticas en relación con sus posibili-dades o imposibilidades de conservación: abundan-cia, dificultades de adaptación a nuevos usos, sacrali-dad del principio de propiedad y disponibilidad de

sus dueños, etc. Por el contrario, la compleja proble-mática que por estas y otras razones análogas, todasellas derivadas en buena medida de su condición depatrimonio vivo que conserva en muchos casos lafunción primigenia para la que fue concebido, no de-be hacernos olvidar la desconsideración que se hatenido hacia esta arquitectura hasta fechas no muylejanas (¿hasta hoy?). Viejos textos como la Carta deAtenas de 1931, tan valorada como punto de par ti-da del trato respetuoso que debiera darse a los res-tos arqueológicos y grandes monumentos del pasa-do, no tuvieron igual consideración con lainnombrada arquitectura tradicional (aunque tam-bién es verdad que para entonces aún se estaban le-vantando edificaciones y empleando técnicas cons-tructivas que hoy forman par te de esta categoríaprecisamente por haber caído en desuso), tenidamás en cuenta como contexto para ensalzar dichosmonumentos que como texto cultural en sí misma.

Una apreciación, su sentido contextualizador ya seapara recrear los "entornos monumentales" o para re-producir las imágenes arquetípicas de nuestros pue-blos, que en buena medida se sigue manteniendo; va-lorándose fundamentalmente una apariencia externacada vez más estandarizada (véanse los reglamentosrecogidos en las normas subsidiarias de las diferentespoblaciones) para crear estos ambientes teatralizados.Pero que aún no ha dado lugar a otro tipo de estudiosy planes de actuación más sistemáticos, según se apre-cia en la escasa y parcial literatura científica con la quecontamos hoy para conocer en detalle estas arquitec-turas andaluzas.

Aunque esta limitación en la escasez bibliográfica so-bre el tema cuenta con algunas excepciones, con fre-cuencia bastante reiterativas en sus contenidos, muy

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significativas por cuanto hacen referencia a aquellastipologías que tanto nos recuerdan algunos de losrasgos más folclor istas con los que se ha venidoidentificando a Andalucía desde el s. XVIII y XIX: yasea la prístina evocación del pasado musulmán quenos manifiesta la arquitectura alpujarreña (ésta y nootra como la de las comarcas de los Filabres y valledel Almanzora almerienses o la Axarquía malague-ña); o el "primitivismo" del hábitat en cuevas de lasprovincias granadina y almeriense, que tanto llama-ron la atención de los viajeros románticos precisa-mente como ejemplo explícito de la posición queocuparía Andalucía en la evolución de la cultura (y,dentro de ella, como imagen de la situación del co-lectivo étnico gitano), cuando este tipo de hábitat nifue siempre tan marginal, ni, desde luego, exclusivode la etnia gitana. Temáticas, en razón de su interésdocumental, a las que hay que sumar, complemen-tando en cierta medida las imágenes anteriores, la deotro tipo de arquitectura capaz de recrear, visualizar,la otra cara de la moneda que conformó la estructu-ra social andaluza: los grandes cortijos y haciendas. Sibien, en este caso, el interés por este tipo de arqui-tectura ha venido precedido por su cuestionamientocomo par te de la arquitectura "popular/tradicional",de manera que pasaran a formar par te del interés,metodología de análisis, y valoraciones como bienesculturales a la vieja usanza; y, de este modo, una vezconsiderados como edificios monumentales/singula-res, va a ser su condición de testimonios histórico-ar-tístico-monumentales lo que determine su valora-ción; con lo que son perfectamente asumibles comodignos objetos de estudio por parte de las disciplinasque se autorrogan las prioridades de intervenciónsobre el gran patrimonio cultural.

A fin de cuentas, como las otras grandes obras históri-co-artísticas, la funcionalidad productiva de estas edifi-caciones (como la religiosa en los templos, o la habita-cional en los palacios) es simbólicamente secundariafrente a su condición de edificaciones emblemáticas

que testimoniaron el poder económico y social de suspropietarios, sólo así se explicaría no sólo la importan-cia de los señoríos, jardines y capillas, que poco tienenque ver con la funcionalidad que se le supone a unaedificación agroindustrial de estas características, sinotambién el empleo de materiales nobles y depuradas ycostosas técnicas constructivas en espacios que hubie-ran podido ser resueltos de manera más sencilla. Todoello explicaría que a la hora de analizar y documentaresta arquitectura, de establecer prioridades en cuantoa los "elementos nobles" a conservar o a no modificar,se reserve esta condición para los jardines, señoríos,capillas, torres y miradores, seguido en importancia delos espacios que acogieron a los diversos elementosimplicados en los procesos de trabajo que se dieronentre sus muros, pero rara vez quedan reflejados losespacios que ocuparon las gañanías, caseros, apeado-res, jornaleros, o molineros. Por último, en otros casos,como es el relativamente reciente interés por docu-mentar y, en la medida de lo posible reconstruir/res-taurar e "incluso" mantener en funcionamiento viejos

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ingenios industriales, molinos hidráulicos o norias, lasrazones vienen a ser otras: son construcciones dondeel paso histórico del presente al pasado, de la funciona-lidad originaria al desuso, se ha consumado, pero aúnpodemos reconstruir su historia sin recurrir a viejostextos sino a la información oral de quienes trabajarony vivieron en ellas. Se trataría, siguiendo una preocu-pante estandarización de los referentes materiales, ennuestro caso arquitectónico, de seleccionar unos pocosde estos vestigios del pasado que satisfagan el consu-mo de tradición que reclama nuestra sociedad actual.Los molinos hidráulicos se llevarían la palma en el inte-rés de estos trabajos; además de contar en muchos ca-sos con el añadido de su antigüedad centenaria y mo-numentalidad, son modelos privilegiados para recrearesta idealización de un pasado de románticas autentici-dades (la calidad no residiría el producto/objeto resul-tante sino el método empleado en su producción oelaboración) que también tiene que ver con la exten-sión hasta este tipo de arquitectura, en esta ocasión síreconocida como "popular", del interés por disciplinascomo la arqueología ("arqueología industrial") que es-tán progresivamente reclamando prolongar su campode acción hasta el presente.

De las otras arquitecturas (talleres y oficios ar tesa-nales, arquitectura del agua, viviendas urbanas inclu-yendo no sólo la arquitectura popular sino tambiénel estudio de las grandes casas construidas por la al-ta burguesía, viviendas y construcciones auxiliares di-seminadas por nuestros campos, arquitectura mine-ra, etc .), con desigual for tuna según provincias ycomarcas, la información y conocimiento del quedisponemos se va diluyendo poco a poco, hasta serprácticamente inexistente en el caso de muchas deestas tipologías e incluso de territorios completos. Ysin embargo, lo que nos queda de este patrimonio

forma aún un vasto legado que reclama una mayoratención. Aunque cada vez es más frecuente usartiempos verbales en pasado para referirnos a un pa-trimonio que mengua día a día.

Las razones de que ello esté ocurriendo se amparancon demasiada frecuencia en el fácil argumento de laimposibilidad de conservarlo todo; unas argumentacio-nes que no se sostienen cuando se observa y cono-cen los mecanismos especulativos o de desidia de losque se sirve una aparente selección natural que pocotiene que ver con la hipotética neutralidad de toda di-námica cultural.

UN PATRIMONIO DESCONOCIDO YESPECIALMENTE AMENAZADO

El problema es aún más grave cuando inclusive desco-nocemos las características y contenidos del patrimonioque se está destruyendo. No debiéramos esperar a unafutura metodología arqueológica, o a preguntar a otrasfuentes indirectas que hayan podido conservarse, parasaber acerca de lo que aún podemos observar median-te un somero trabajo de campo, y conocer en detallesus contenidos y significados hablando directamentecon quienes aún recuerdan o conocen las técnicasconstructivas empleadas para levantarlos, y pueden de-tallarnos los usos y funciones que tuvieron.

Por múltiples razones, nos encontramos en un tiempode transición donde el presente, con un ver tiginosoritmo de cambio, se diferencia ya de un pasado cerca-no no sólo en clave temporal, sino cultural; pero estambién un tiempo de transición donde la pérdida defunción y desuso de estos viejos espacios arquitectóni-cos no significa que también hayan dejado de formarparte de nuestra memoria colectiva. Todo lo contra-rio, lo que fueron y para lo que sirvieron sigue for-mando parte de la memoria viva de unas generacio-nes bastante próximas a la nuestra, por lo que ,siempre que no sea posible su preservación, al menosnos debe quedar el conocimiento y relación detalladadel significado que han desempeñado estas arquitectu-ras, como parte destacada entre el conjunto de refe-rentes, de rasgos culturales, que han contribuido a es-tablecer nuestras señas de identidad.

Sin olvidar que ni antes ni ahora estas arquitecturaspueden desligarse de los modos de vida de las quehan formado parte. Desvincularlas de estos contextoses dotarlas de un aparente valor por sí mismas queestá suponiendo, en unos casos, extender la vieja ima-gen de monumentalidad-singularidad a nuevas tipolo-gías antes desconsideradas (véase al efecto la polémi-ca acerca del intento, imposible jurídicamente, dedeclarar determinados inmuebles a la vez como mo-numento y lugar de interés etnológico), y en otros,proyectar sobre estas edificaciones unos idealizacionesromanticistas bastante cuestionables en muchos casos:determinados patios y corrales de vecinos, añoranzasecologistas de viejas formas de hábitat diseminadaspor los campos. En ambos casos, el resultado, a la vez

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Fase III(1996-95)

Fase II(1995-96)

Fase I(1994-95)

Nº inmuebles

Gráfico 1. Inmuebles inventariados.Espacios cuyo uso preferente sea la producción,

la habitación o la sociabilidad

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que se hace aún más difícil perfilar los antiguos límitesdel sentido de lo que es y no es "arquitectura popular"y los valores intrínsecos que se le supone, es el esta-blecimiento de una nuevas lecturas más o menos mo-numentalistas y de singularismos ahora que es necesa-rio "completar" el cuadro patrimonialista con su partede etnografía, para lo cual es preciso seleccionar quepar te de dicho patrimonio debe representarlo; sóloque esta selección pocas veces se establece a par tirdel conocimiento detallado de dicho patrimonio.

La propia documentación se convierte así en un me-dio fundamental para la protección de nuestro patri-monio cultural: conocer y documentar como puntode partida para poder establecer los criterios adecua-dos de intervención y protección. Aunque en no po-cas ocasiones esta documentación es en sí misma elmodo más adecuado, cuando no el único, de protegernuestro patrimonio, quedando como testimonio delfin último que debemos dar a este vocablo: su condi-ción de manifestaciones de lo que han sido unas for-mas propias de actividades productivas, relaciones so-ciales, creencias y valores, sean cuales sean los mediosen los que se materializan, entre ellos la arquitectura.

Al contrario de lo que pudiera pensarse, cuando semal interpretan los términos de tradición y pasado, notodo lo que fue puede ni debe conservarse. Conside-ración que nos vale para cualquier dimensión de lacultura; entre las que la arquitectura, una vez más, senos muestra especialmente elocuente por su conside-ración de sopor te testimonial de unas muy precisasrelaciones sociales y condiciones de vida. Así, si de loque hablamos es de los chozos y chozas tan abundan-tes en un pasado aún no demasiado lejano, por mu-

cho que queramos ver en ellos, sobre todo en los an-tiguos chozos de casal con bases circulares de mam-postería cuyas ruinas todavía son perceptibles en Sie-rra Morena, una pervivencia de remotas, y tambiéndiríamos que ecológicas, formas de hábitat, su desapa-rición no debe considerarse como "pérdida" cultural side lo que hablamos es de las condiciones de vida quetuvieron los pastores y sus familias que vivieron enellos. Otro tanto podríamos decir de las tribunas le-vantadas para uso de vendimiadores y aceituneros, delas infraviviendas urbanas de muchos jornaleros de li-mitados espacios y calidades constructivas, o de buenaparte de los hoy exaltados corrales de vecinos cons-truidos ex profeso para ser habitados por un proleta-r iado urbano. Sólo en algunos casos de entre losejemplos que acabamos de poner (patios de vecinos)

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aluzGráfico 2. Inventario de Arquitectura Popular. Fase I.

Distribución y localización de registros de viviendas por municipios

Otros 22%

Haciendas 12%

Destilerías deaguardiente 1%

Bodegas. Lagares 5%

Abastecimiento agua 17%

Molinos harineros 13%

Calerías 1%Cortijos 7%

Fraguas. Herrerías 2%

Minas 4%

Alfares 2%

Panadería 6%

Almazaras 8%

Gráfico 3. Distribución de tipologías. Edificios de producción y transformación

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se podrá mantener su aspecto externo, mejorandosus condiciones de habitabilidad, para preservar suprincipal valor como espacios culturales: sociabilidad yrelaciones de vecindad que se ha dado entre los veci-nos que los habitan. Pero en otros casos, tal y comoestamos diciendo, únicamente debe preservarse sumemoria documentada y, a lo sumo, aplicar una meto-dología museística para la conservación/reconstruc-ción de algunos ejemplares que rememoren sus técni-cas constructivas, distr ibución y función de losespacios creados, etc. Cualquier otra pretensión (re-cordemos al efecto la polémica sobre la pérdida de"autenticidad" e idealizaciones sobre la pax vecinal quetodavía se escucha en el caso de los patios de vecinosque han sido reformados y con ello garantizado supervivencia) sería muy cuestionable, salvo que tam-bién pretendamos conservar las mismas condicionesde vida para las que fueron concebidos; o peor aún,que pretendamos conver tir a edificios y vecinos enparte de las nuevas estampas neofolclóricas al uso, yque, curiosamente (?) de forma tan obsesiva se tien-den a asimilar con aquellas otras decimonónicas.

Sin embargo, estas y otras muchas excepciones quepodamos encontrar no nos valen para hacer extensi-ble a toda la arquitectura tradicional el mismo inexo-rable destino de destrucción y sustitución. Es el casode otro tipo de construcciones de diversa índole, in-cluidas las viviendas de los sectores sociales interme-dios (y aún de las propias familias jornaleras según enqué comarcas e incluso localidades), que han caracte-rizado a la sociedad andaluza desde el siglo XIX, tantoen los ámbitos rural como urbano; y que sorprendenen muchos casos por la calidad de las técnicos cons-tructivas empleadas, disponibilidad de espacios, y posi-bilidades de readaptación.

¿Disfuncionalidad y/o cambio de valores?

Aunque nos vamos a seguir refiriendo fundamental-mente a la arquitectura habitacional, buena parte delo que estamos diciendo puede aplicarse a cualquierade los campos en los que queramos dividir metodoló-gicamente la arquitectura tradicional.

La presencia de estos testimonios culturales es muyfrecuente que origine unos sentimientos y reaccionesambivalentes; entre su reconocimiento –no necesaria-mente valoración positiva– como testimonio culturalde un pasado que ha llegado hasta nuestros días, y suconsideración como bienes de libre disposición some-tidos únicamente a intereses privados– frente a losque "nada podemos hacer"–, por lo que, al contrariode lo que ocurre con el tratamiento que reciben losotros referentes arquitectónicos declarados monu-mentos históricos, deben someterse a la dinámica delos nuevos cambios urbanísticos, o desaparecer pormero abandono, sin que se tenga en cuenta la prime-ra de las valoraciones referidas. Es más, incluso llega aconsiderarse que cualquier pronunciación en su de-fensa irá recubierta del aura de una folclorización con-traria a la evolución "natural" de todo proceso cultural;aunque, en sentido contrario, sí sea signo de moderni-

dad cualquier defensa propagandística que pueda ha-cerse en favor de los nuevos modelos culturales, aúncuando respondan a intereses muy concretos que po-co tienen que ver con la supuesta evolución natural,impredecible, de los usos culturales.

A decir verdad, toda comparación entre unas y otrasarquitecturas, entre las obras encuadrables entre loscultos monumentos histórico-artísticos y las modestasconstrucciones que forman la arquitecturapopular/tradicional, siempre será relativa. Las primerascuentan con el beneplácito de todas aquellas condi-ciones que originaron precisamente esta valoración, yque, con demasiada frecuencia, son razones que hantenido y tienen que ver con la condición de estos re-ferentes arquitectónicos como manifestaciones privile-giadas de los valores de la ideología dominante de tur-no: escasez, singular idad en su diseño o valoresestéticos, monumentalidad, pertenencia a alguno delos grandes estilos arquitectónicos, autoría destacada...En consecuencia, van a ser los que acaparen los siem-pre escasos recursos destinados a garantizar su pre-servación, de acuerdo con la concepción más tradicio-nal del término conservación.

Por el contrario, la otra arquitectura tradicional, nosiempre ha tenido cabida dentro de las miradas sobreel patrimonio cultural. Hasta fechas aún no muy leja-nas no se reconocerá que "La noción de monumentocomprende la creación arquitectónica aislada así comotambién el sitio urbano o rural que nos ofrece el testimo-nio de una civilización particular, de una fase representa-tiva de la evolución o progreso, o de un suceso histórico.Se refiere no sólo a las grandes creaciones sino igualmen-te a las obras modestas que han adquirido con el tiempoun significado cultural" (Carta de Venecia, 1964). Hastaentonces, bien pudiera decirse que "no existía", o enel mejor, o peor, de los casos únicamente era tenidaen cuenta, tal y como hemos indicado, si contribuía arealzar aquella otra arquitectura.

Sea como fuere, la arquitectura tradicional no se con-sidera que esté revestida del aura de monumentali-dad de la primera, y se supone que no es tan escasa;aunque irónicamente se pueda pasar de la abundanciaa la total extinción con la rapidez de la que han he-cho y hacen gala un considerable número de pobla-ciones andaluzas (véanse en los años setenta las po-blaciones costeras malagueñas y hoy en día lasgaditanas y almerienses) sin que tampoco ello alarma-ra a nadie. Por el contrario, otros valores contrastivosserían más cuestionables, aunque tampoco han sidotenidos en cuenta. Así, por ejemplo, podríamos consi-derar bastante discutible la singularidad de la arqui-tectura "culta", frente a la tradicional. La repetición es-tilística, ar tesanal en muchos casos, de la que hacengala las grandes construcciones de estilo, y que reba-san sin problemas viejos y nuevos límites fronterizosentre territorios y Estados, contrastaría con esta otraarquitectura tradicional vinculada a espacios ecológi-cos y territorios históricos muy concretos, lo que ha-ce que se caracterice, precisamente, por su singulari-dad y diversidad: tipologías y técnicas constructivas,diseños espaciales, elementos ornamentales, léxico

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empleado, valores simbólicos atribuidos a los diferen-tes espacios, etc. De ahí la frecuente inclusión de estetipo de arquitectura entre los rasgos culturales másrelevantes que contribuyen tanto a identificar y distin-guir a unos colectivos étnicos de otros, como paraanalizar la propia diversidad interna que se da dentrode los mismos: baste como ejemplo las diferenciasque podemos apreciar con sólo recorrer las diversascomarcas andaluzas.

Pero tal vez la principal diferencia entre unas y otrasarquitecturas provenga de su valor de uso y de la dife-rente consideración del factor tiempo/historia. Mien-tras que la primera forma parte de un concepto tiem-po interpretado, generalmente, en clave de pasado, lasegunda formaría parte de una concepción del tiempoque no es del todo histórico, en un doble sentido:bien porque se mantienen sus funciones primigenias,con las consiguientes readaptaciones al compás de lasnuevas condiciones de vida (viviendas), o porque eltiempo en el que fueron abandonadas las actividadesque les dieron vida (procesos de producción y trans-formación, almacenaje, alojamientos públicos, etc.) for-man aún parte de la memoria viva de quienes las co-nocieron en uso e incluso participaron de las mismas,o bien de generaciones precedentes muy próximas alas actuales.

En razón de ello, tal vez el error consista en intentaraplicar a uno y otro tipo de patrimonio similares cri-terios de "conservación" y "valorización". Cualquiermedida que se deba aplicar a la arquitectura tradicio-nal debe tener en cuenta el propio uso social conti-nuado que se da a este tipo de bienes culturales, in-vir t iendo la valoración del mismo, desde unaperspectiva negativa a otra positiva; no haciendo sinocontinuar el largo proceso histórico de continua re-

semantización cultural al compás de los cambios defunciones. Afirmación pensada principalmente para laarquitectura habitacional, pero que también puedevaler para otro tipo de edificios relacionados con lasmás diversas actividades productivas, y que comobien demuestra la historia par ticular de muchos deellos, lejos de permanecer inmutables desde sus orí-genes, han ido evolucionando en usos y reacondicio-namientos sin quebrar con ello su integración en losentornos urbanos o rurales en que se encuentran.Pensemos en las transformaciones y nuevos usos, im-predecibles hace apenas unas décadas, de algunas deestas edificaciones valoradas ahora por sus propiascaracterísticas arquitectónicas y destinadas a las másdiversas funciones (turismo rural, segundas residen-cias, actividades productivas alternativas); o el cambiode actitud de las instituciones públicas hacia este tipode edificaciones y su consiguiente readaptación parausos sociales antes reservados a palacios y templosabandonados (museos, centros culturales, etc.).

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aluzGráfico 4. Inventario de Arquitectura Popular. Fase II.

Distribución y localización de registros de viviendas por municipios

Pequeños propietarios 41%Otros 9%

Gran propietario 21%

Mediano propietario 29%

Gráfico 5. Distribución de tipologías. Viviendas

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De hecho, en la destrucción de una buena par te dela arquitectura habitada, late, detrás de lo que se con-sidera es una mejora de la calidad de la vivienda ocreación de nuevos espacios urbanos, la implantaciónde unos nuevos modelos arquitectónicos y de uso delos espacios construidos que en muchos casos habríaque cuestionar en cuanto a los resultados finales.

La propia destrucción es con demasiada frecuencia unsinsentido, si tenemos en cuenta que en muchas vi-viendas, la desaparición de las viejas prácticas agroga-naderos ha dejado libre más del 60% del espacio dis-ponible (soberaos, cuadras, corrales, pajares, etc.), conlas consiguientes enormes posibilidades de readapta-ción; dado que en estos casos tampoco se trataría deuna conservación a ultranza de estos espacios disfun-cionales, sino de su reintegración como espacios habi-tacionales. Y ante estas circunstancias, su preservaciónva más allá de la mera documentación: hace falta todauna política de concienciación y de flexibilización delos proyectos para la rehabilitación de estas viviendasy espacios arquitectónicos, que eviten la imposición demodelos únicos, y se adapten a las realidades concre-tas de cada localidad/comarca.

Aunque en este futuro próximo, indudablemente in-cierto, no todo parece ser negativo. Tal vez entre susnuevas posibilidades de supervivencia esté la circuns-tancia de que en la "nueva valoración" de esta arqui-tectura del pasado, en su concepción tanto de los es-pacios cerrados como abiertos, se sustentan parte delas argumentaciones que están poniendo en entredi-cho los modelos de transformación urbana que se si-guen; y que han hecho, y siguen haciendo, estragos enpoblaciones que ni siquiera están acuciadas en cuantoa problemas de suelo urbanizable, dimensiones de sus

cascos históricos, etc. Y, por otra parte, las propias ad-ministraciones públicas empiezan a jugar un papel des-tacado en los intentos de control sobre las accionesparticulares (y públicas) que se siguen sobre esta par-te de nuestro patrimonio cultural; aunque también esverdad que habría mucho que decir sobre la propiaimagen que se tiene por par te de la propia adminis-tración sobre dicha arquitectura tradicional, orden deprioridades a la hora de protegerla, o las medidas rea-les que se ponen en práctica para hacerlo.

Sin embargo, no debemos olvidar que cualquier medi-da administrativa que intentara imponer la conserva-ción inmodificable de todo lo que nos queda, sería,además de imposible, inapropiada; por lo que supon-dría de un falso inmovilismo cultural. Por el contrario,se trata de que sean los propios agentes sociales losque generen una nueva resemantización de los espa-cios creados. De hecho, se está dando una notableparadoja en algunos de los casos en los que se atisbauna emergente conciencia en las actitudes de preser-vación e incluso recuperación de la arquitectura tradi-cional. La dependencia, principalmente de las pobla-ciones rurales de los conceptos de vivienda impuestosdesde los principales centros de producción culturalestandarizada que representan los centros urbanosmás destacados –y formalización disciplinar de las téc-nicas y proyecciones arquitectónicas–, se está invir-tiendo en muchos casos: el rechazo a la idea de "casa"que imperó hasta hace una década muestra hoy unacreciente inversión, observable incluso en la nueva"recreación" urbana de lo que supuso este modelotradicional de hábitat, y lo que significa tanto en suproyección de espacios interiores como de ocupaciónde espacios colectivos.

Al mismo tiempo, el valor añadido aplicable a las vi-viendas conservadas por su antigüedad y "autentici-dad", como una manifestación más del consumo detradición tan en boga, comienza a constituir un factora tener en cuenta. Sobre todo a partir, y de ahí la pa-radoja, de la creciente demanda de estas viviendasque se está dando, generalmente como segunda resi-dencia, entre ciertos sectores de las poblaciones urba-nas. El cambio radical, aplicado a los mismos elemen-tos y espacios arquitectónicos, del concepto negativode "viejo" por el positivo de "antiguo", ha supuesto re-considerar el valor de muchos de estos elementos co-mo ejemplificadores del buen hacer del pasado: condi-ciones ambientales creadas, materiales empleados(cuando el transcurso de un breve plazo de tiempo hadesmontado algunos de los mitos acerca de la "eter-nabilidad" de los nuevos materiales y técnicas cons-tructivas, que, por lo demás, en lo que tienen de posi-tivo, también pueden ser aplicables a la conservaciónde esta arquitectura tradicional, mejorando algunos desus aspectos más negativos, como puedan ser los sis-temas de cubiertas); valoración de la distribución in-terna y su racionalidad; e incluso la aplicación desde elpresente hacia el pasado de nuevos valores por des-cubrir, tales como el cambio de significado de losgruesos muros de estas casas, antes ejemplo de de-rroche en materiales y espacio, y hoy también ejem-plos de técnicas constructivas sólidas y capacidad de

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aislamiento y privacidad, frente al anhelo que actual-mente se tiene de estos mismos valores en las nuevasconstrucciones y espacios urbanos. Buen ejemplo deesto último sería lo que está ocurriendo con la recu-peración del hábitat de cuevas en las poblaciones delnorte de las provincias de Granada y Almería, comoson Guadix, Galera, Castillejar, Cuevas de Almanzora,etc.; o el valor, incluido el de rentabilidad económica,–atracción de turismo–, que se está dando al patrimo-nio arquitectónico "popular" en determinadas comar-cas, como es el caso de la gaditana Sierra de Grazale-ma o la onubense Sierra de Aracena.

A modo de conclusión:

La arquitectura tradicional debe ser interpretada,antes que nada, como testimonio privilegiado quenos habla de la riqueza y diversidad de la culturaandaluza.

Por "arquitectura tradicional" o "vernácula" entendemosel modo en que unos materiales, generalmente extraí-dos del entorno natural, y técnicas constructivas, ad-quiridas bien por procesos evolutivos endógenos o porpréstamos culturales, han servido para dar respuesta alas necesidades físicas y sociales de un colectivo, gene-rando modelos arquitectónicos –técnicas constructivas,diseños espaciales y resultados estéticos–, con unos lo-gros originales en razón de la experiencia histórico-cul-tural y adaptaciones ecológicas propias de cada territo-r io. Nos interesa cómo han resuelto dichasnecesidades las poblaciones del territorio andaluz, em-pleando los recursos naturales disponibles, pero selec-cionándolos y elaborándolos para crear un hábitatadaptado a las necesidades socioeconómicas –junto aotras funciones culturales de carácter más simbólico–,de quienes las han habitado. La diversidad de sus mo-delos debe reflejar la diversidad interna de la estructu-ra social y económica andaluza. De ahí que, sin entraren este momento en una mayor precisión, dentro deesta arquitectura tengan cabida tanto los modelos máshumildes de las viviendas jornaleras, como las grandescasas de la clase terrateniente andaluza, por cuanto re-flejan la totalidad de la estructura social andaluza, y handado lugar a un complejo juego de imitaciones, y anto-nimias de gran riqueza cultural.

Por todo ello, la arquitectura tradicional no es unamera "expresión material", con valor en sí misma deacuerdo con los criterios estéticos o arquitectónicosque queramos atribuirle: su valor radica en su condi-ción de verdaderos textos documentales, que nos ha-blan del pasado y del presente, de la evolución de unacolectividad, de cómo ha resuelto sus necesidades ma-teriales y espirituales, y de cómo se han articulado losdiferentes sectores sociales que la han conformado enel marco de relaciones sociales muy concretas.

Recorriendo las calles de cualquiera de las poblacio-nes andaluzas, o mientras cruzamos por sus campos,cualquier observador medianamente avezado, reci-birá una buena lección de historia: grupos socialesque componen dicha sociedad, sistema de propie-

dad imperante, sistemas de aprovechamientos quese han dado en el medio rural, etc. Las poblacionesy los campos se convier ten en escenarios muy con-cretos, donde percibir y contrastar todo este juegode relaciones habidas entre los hombres y entre és-tos y su entorno natural. De este modo, viviendasde grandes propietarios convivirán con las de pelen-trines o jornaleros, aunque ocuparan diferentes es-pacios de acuerdo con los propios valores de cen-tralidad-per ifer ia que se de al entramado de suspueblos, antiguas almazaras conver tidas en carcasasvacías en espera de nuevos usos o de su definitivadesaparición, con cualquier otro tipo de nuevos edi-ficios destinados a las más diversas funciones, viejastabernas con modernas cafeterías, etc. se entremez-claran en un tejido arquitectónico que nos muestraasí el continuo trajinar desde el pasado al presente.

Condicionantes ecológicos e históricos se han dadocita para establecer las similitudes y disimilitudes quecaracterizan y diferencian a la vez a unas poblacionesde otras, a unas comarcas de otras; hasta componer elcuadro que convier te a estas manifestaciones arqui-tectónicas en una parte significativa y relevante de lasexpresiones culturales que diferencian a unos colecti-vos étnicos de otros.

La lectura que hagamos de ella no debe hacerse almargen de las otras grandes arquitecturas cultas. En elimaginario del discurso que se pretende hacer sobreAndalucía, ambos tipos de patrimonios arquitectóni-cos van unidos: la Mezquita junto a las blancas casasde la judería cordobesa, la Alhambra de Granada jun-to a las callejuelas del Albaicín, los grandes monumen-tos arquitectónicos junto a las vistas de los blancos ca-seríos de nuestros pueblos; aunque la realidad delvalor asignado a uno y otro tipo de patrimonio sigasiendo muy dispar.

Su preservación pasa por un definitivo cambio deactitudes ante la misma: tanto por parte de la admi-nistración que ha de articular unas medidas cohe-rentes destinadas a su valorización y conservación,

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Fotos: Juan Agudo Torrico

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como, no menos importante que lo anterior, por elcambio de las actitudes y valoraciones negativasque en muchos casos persisten entre quienes las si-guen habitando.

Se trata de modificar las propias valoraciones colecti-vas hacia un tipo de patrimonio arquitectónico consi-derado durante décadas como inexistente (sólo lomonumental era patrimonio), y en el peor de los ca-sos incluso como negativo. No olvidemos que, paramuchas poblaciones, este tipo de arquitectura siguesiendo el exponente de su pobreza, de ahí que no de-ba extrañarnos la agresividad con la que simbólica-mente han sido transformadas o se siguen destruyen-do las viviendas de los sectores socialestradicionalmente más dependientes de nuestra socie-dad: cambiar la casa aunque sólo sea en su imagen ex-terna (ejemplo significativo de Alcalá del Valle en laprovincia de Cádiz) ha sido manifestar el cambio deestatus propiciado por un mayor nivel de rentas eco-nómicas. De ahí, significativamente, el destino que sedaba a los primeros ingresos obtenidos con la emigra-ción, o la situación actual de destrucción generalizadaobservable en poblaciones jornaleras como las de laSierra Mágina jienense o la Sierra Sur de Sevilla, cuan-do otras fuentes de ingresos permiten embarcarse enviviendas desmesuradas que pueden tardar variosaños en construirse.

La arquitectura tradicional andaluza, pese a su siem-pre recurrente presencia entre algunas de las imáge-nes más tópicas y estandarizadas sobre "lo andaluz",sigue siendo una gran desconocida.

La imagen propagandística que se hace de la arquitec-tura tradicional como una de nuestras referencias cul-turales más significativas va unida al desconocimientoreal que tenemos de ella, y a la situación de enormeriesgo al que está sometida. Sobre esta arquitecturatradicional confluyen todas las posibles causas queacentuarían su extinción: desde la especulación urba-nística que –encubierta en muchos casos con el aurade la necesaria renovación modernizadora, y poten-ciada con demasiada frecuencia desde las propias insti-tuciones municipales que debieran velar por este pa-trimonio– la está erradicando de todo centro urbanodonde se dé un cierto dinamismo económico a todaslas demás causas internas emanadas de los profundoscambios habidos en la historia reciente de Andalucía yque han dejado, de un año para otro, obsoletos buenaparte de las tipologías arquitectónicas tradicionales, opartes muy significativas de las construcciones que semantienen en uso: lagares, almazaras, cortijos, eras, ca-leras, lavaderos, fuentes públicas, fondas y ventas, etc.o los doblados/soberaos, cuadras, corrales, pajares,etc. en el caso de las viviendas que siguen habitadas.

Sin embargo creo que existen otros problemas que di-ficultan precisamente la articulación de unas medidascoherentes que pudieran contribuir a la preservaciónde esta par te tan significativa de nuestro patrimonioetnológico, como es el desconocimiento de la realidaden que se encuentra y de la gran diversidad de nues-tras comarcas. En muchos casos, los tópicos homoge-

neizadores sustituyen a una realidad donde no siemprese dio la blancura sempiterna de las fachadas e interio-res de la viviendas, el inevitable patio, o a la existenciaen toda casa que se precie de unas buenas rejas dondesujetar las correspondientes macetas de geranios.

Lo malo es que estamos también haciendo que la rea-lidad actual se empareje cada vez más con estas imá-genes esperadas, potenciando en muchos aspectosuna arquitectura neofolclorista (de nueva planta o traslas consiguientes reformas de la que se conserva), co-mo esencia de una arquitectura cuya existencia comoun patrón único que abarcaría a todos los territorios yclases sociales andaluzas nunca existió. Cuando no, co-mo ya dijimos, sigue existiendo una clara despropor-ción respecto al interés por aquellas manifestacionesarquitectónicas que más se han relacionado con losmodelos de pueblo andaluz-cultura-arquitectura, quemejor se adecuaron a las tendenciosas imágenes ro-mánticas de la Andalucía de los viajeros europeos delos siglos XVIII y XIX.

Y sin embargo la diversidad de nuestra arquitecturatradicional es uno de los principales activos de nuestropatrimonio etnológico. Tan pronto como nos adentre-mos en el recorrido de las comarcas andaluzas, sontantas las excepciones a cualquier modelo, que preci-samente es esta diversidad la que se convierte en nor-ma. Podríamos citar, como se ha puesto de manifiestoen el desarrollo del Inventario de Arquitectura Popu-lar promovido por la Consejería de Cultura, arquitec-turas tan singulares como las viviendas de la comarcacentro-occidental de la Sierra Norte de Huelva, la ar-quitectura abovedada del cordobés Valle de los Pe-droches, la arquitectura "negra" de techos de pizarrade la Sierra de Los Filabres almerienses, las peculiaresviviendas a veces rehundidas y normalmente organiza-das en torno a pequeños patios de luz de la comarcadel Marquesado del Zenete granadino, y, cómo no, lastan conocidas viviendas de las Alpujarras granadina yalmeriense y las viviendas de cuevas, que no sólo son,como muchos creen, propias y poco menos que ex-clusivas de la población de Guadix o del Sacromontegranadino, sino que forman vastas barriadas de unconsiderable número de pueblos del norte de Grana-da y Almería.

Pero también tenemos que hablar de la diversidad deestas manifestaciones en cuanto a tipologías. La mismacrítica que hay que hacer respecto al modelo esque-mático de lo que sería "la" casa andaluza, la podemoshacer respecto a lo que es representativo de la otraarquitectura tradicional no habitacional: además de lasconsabidas almazaras, haciendas, cor tijos y molinosharineros, se nos olvidan que en nuestros campos ypueblos hay también tahonas, eras (a destacar el con-junto de varias poblaciones del marquesado de Zene-te y muy concretamente el de Huenejar), caleras(pensemos en el paraje de Morón de la Frontera o lasimpresionantes construcciones de las caleras de LaCalahorra en Granada), lavaderos (véanse los conjun-tos de la Sierra de Huelva y de la comarca de los Vé-lez almerienses), soberbios sistemas hidráulicos, ba-rriadas formadas por construcciones vinculadas a

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determinados oficios tradicionales (por ejemplo losbarrios alfareros de la población almeriense de Níjar oel muy mermado de la población jienense de Úbeda,o el conjunto de carpinterías que conforman todo unbarrio dedicado a este oficio en el pueblo de Galarozaen la provincia de Huelva), etc.

Pero incluso, entre las propias viviendas, no sólo de-bemos hablar de sus características en cuanto a suspeculiaridades comarcales (materiales, técnicas cons-tructivas, distribución de espacios, vocabulario des-criptivo, etc.), también hay que hacerlo de los grupossociales que los habitaron. Y en este sentido, llamo laatención sobre una de las tipologías más desconoci-das pero de extraordinario interés por múltiples ra-zones, como es la de los medianos propietarios (ma-yetes, pelentrines, etc.) y la riqueza de solucionesespaciales y ornamentales a la que acudieron paratestimoniar, simbólicamente, su posición intermediaen una sociedad tan polarizada como fue la andaluza.

Por último, terminaremos volviendo a hacer hincapiéen algo que ya hemos dicho. Reconocida su diversidady situación de riesgo, también hay que plantearse elqué hacer con esta arquitectura tradicional. Desdeluego a toda ella hay que reconocerle su significación yvalores culturales, pero las posibilidades de conserva-ción no van a ser las mismas en todos los casos. Indu-dablemente buena par te de las viviendas jornaleras,por sus mismas condiciones de limitación de espacio,calidad de materiales, etc. difícilmente pueden preser-varse en tanto en cuanto no reúnen las condicionesmínimas para acoger los requisitos imprescindibles quedebe tener toda vivienda (hoy y en el pasado).

En este y otros casos a los que nos hemos referido,como fueran las chozas, preservar nuestro patrimonio

se limita (y no es poco) a testimoniar su significado his-tórico, como parte de una memoria colectiva dondelos sectores sociales que construyeron y habitaron es-tas viviendas también jugaron un papel destacado. Fi-nalmente, hay que decir que en ocasiones la ironía dela historia está encontrando nuevos "valores" incluso ala parte de nuestro patrimonio más modesto que hallegado hasta nuestros días: en la población granadinade Montefrío, hay un verdadero empeño por conser-var el último ejemplar en pie ("auténtico") que quedade las hasta no hace mucho tiempo abundantes chozasque ocupaban el barrio marginal de la parte más altadel pueblo, con la finalidad de convertirlo en museo,como el testimonio etnográfico que complemente suabundante patrimonio arqueológico, monumental ypaisajístico; y, podríamos añadir, completar la oferta decara al creciente turismo que acude a la localidad.

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aluzGráfico 6. Inventario de Arquitectura Popular. Fase III.

Distribución y localización de registros de viviendas por municipios

Retablos callejeros, etc 16%

Fuentes. Pilares 18%

Templos 13%

Otros 9%

Lavaderos 10%

Cementerios 9%Bares. Tabernas 3%

Ermitas. Santuarios 9%

Fuentes, pozos y abrevaderos 13%

Gráfico 7. Distribución de tipologías. Espacios de sociabilidad