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UNA PERSPECTIVA BÍBLICA SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Leonard R. Brand RESUMEN El cristianismo, con su Dios racional, generó la cultura ideal para la aparición de la ciencia moderna. La filosofía de la ciencia, la comprensión del funcionamiento del proceso científico, ha cambiado a lo largo del tiempo. La filosofía positivista tenía ideas muy rígidas sobre el modo en que la ciencia confirma las teorías y demarca la línea que separa la ciencia de la no-ciencia. Esta filosofía ha cedido el paso a una visión más sofisticada de la ciencia, que reconoce que el proceso científico racional y minucioso está imbricado con la inevitable elección humana o el juicio que se da a la hora de elegir los experimentos o las hipótesis y en la interpretación de las pruebas. La ciencia es una búsqueda continua que progresa pero que nunca alcanza la verdad absoluta. Esto deja abierta la puerta para sugerir que los factores religiosos pueden interactuar con la ciencia de manera legítima, siempre que

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La filosofia de la ciencia

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UNA PERSPECTIVA BÍBLICA SOBRE

LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

Leonard R. Brand

RESUMEN

El cristianismo, con su Dios racional, generó la cultura ideal para la aparición de

la ciencia moderna. La filosofía de la ciencia, la comprensión del funcionamiento del

proceso científico, ha cambiado a lo largo del tiempo. La filosofía positivista tenía ideas

muy rígidas sobre el modo en que la ciencia confirma las teorías y demarca la línea que

separa la ciencia de la no-ciencia. Esta filosofía ha cedido el paso a una visión más

sofisticada de la ciencia, que reconoce que el proceso científico racional y minucioso

está imbricado con la inevitable elección humana o el juicio que se da a la hora de elegir

los experimentos o las hipótesis y en la interpretación de las pruebas.

La ciencia es una búsqueda continua que progresa pero que nunca alcanza la

verdad absoluta. Esto deja abierta la puerta para sugerir que los factores religiosos

pueden interactuar con la ciencia de manera legítima, siempre que esta interacción sea

prudente para evitar las trampas que puedan jalonar el camino. La mayoría de los

científicos siguen la filosofía del naturalismo que no admite explicaciones que en algún

momento de la historia requieran o impliquen causas sobrenaturales. Otros sugieren que

la religión puede contribuir, de distintos modos, al proceso científico de forma

constructiva. Se describen tres modelos de relación entre religión y ciencia; todos ellos

difieren en cómo ven la naturaleza de la teología y cómo esta debería o no debería

interactuar con la ciencia.

Parece ser que el cristianismo y su Dios coherente y racional favoreció el

contexto para que se desarrollara la ciencia moderna. Sin embargo, a partir de la

Ilustración la ciencia se definió de un modo que niega a la teología el legítimo derecho a

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influir en la ciencia o de afirmar que tiene conocimiento. Los filósofos de la ciencia del

siglo XX, a medida que iban descubriendo hasta qué punto la ciencia y los científicos

son humanos, descubrieron que las antiguas filosofías de la ciencia eran cada vez menos

aplicables. El descubrimiento de que no es posible trazar una línea definida que separe

la ciencia y la no-ciencia llevó a reconocer que es poco realista negar que la teología sea

una posible fuente de conocimiento. Esto abre la puerta a sugerir que la integración de

la religión y la ciencia es un objetivo digno de tener en cuenta. La religión puede sugerir

hipótesis para que la ciencia reflexione sobre ellas, así como la ciencia también puede

sugerirlas para que sean objeto de meditación por parte de la teología. A pesar de estos

avances, muchos científicos interpretan la naturaleza en el marco del naturalismo, no

permiten que ninguna hipótesis implique una intervención divina en ningún momento

de la historia. Esta filosofía no otorga ningún estatus de conocimiento a la religión –

dominios separados para la ciencia y la religión–.

Un segundo modelo de relación entre ciencia y religión –en paralelo pero

separadas– acepta que tanto la religión como la ciencia son fuentes de verdad; aun así,

no se permite que la religión influya en la ciencia. El resultado es que se cree que los

seres vivos, seres humanos incluidos, son producto de la evolución. Adán y Eva no

existieron y no hubo caída en el pecado. Por lo tanto, se rechaza la doctrina cristiana de

salvación. El dolor, el sufrimiento y la muerte se interpretan como el necesario resultado

de la generación de la vida por medio de la evolución, por lo que ni aun Dios puede

impedirlos.

El tercer modelo (interacción) acepta que tanto la ciencia como la religión (la

Biblia) son fuentes de conocimiento y recomienda un esfuerzo activo para integrarlas.

El hecho de que entren en conflicto es un estímulo para el estudio más detenido de

ambas, con el fin de entenderlas mejor y buscando una interpretación que esté en

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armonía con ambas. Puesto que Dios nos dio la Biblia, en ella encontramos ideas que

van más allá de lo que puede ofrecernos la ciencia; ideas que, probablemente, no

llegaríamos a imaginar valiéndonos solo de la ciencia. Este modelo, en contraste con los

otros, apoya una interpretación racional y coherente del origen del dolor, del sufrimiento

y de la muerte.

Existe una importante relación entre la religión y la filosofía de la ciencia. Si

somos coherentes desde el punto de vista lógico, una filosofía incorrecta nos llevará

lejos de la verdad bíblica. Una correcta filosofía de la ciencia facilita la integración

constructiva de la religión y la ciencia, aprovechando todo lo que como cristianos

hemos aprendido de la Biblia. Podemos llegar a usar ese conocimiento para abrir los

ojos a posibles nuevos descubrimientos científicos.

Los cristianos tienen una magnífica oportunidad de seguir las directrices

de Dios en este proceso de integración, de modo que se demuestre al mundo moderno y

escéptico que el cristianismo, además de hablar de las emociones, alcanza a la mente y

la desafía para que llegue más allá de una visión meramente humana del universo y se

aferre la comprensión verdaderamente armónica de su origen y su destino.