Arthur Schnitzler: Libro de dichos y dudas. Prefacio de Adan Kovacsics

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    Arthur Schnitzler

    Libro de dichos y dudas

    Traduccin y prefacio de Adan Kovacsics

    www.elboomeran.com

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    El de noviembre de , Arthur Schnitzler anotaba en su

    diario que esa misma tarde haba empezado a trabajar de ma-nera sistemtica en una especie de autobiografa. Su intencinera escribir unas memorias que habran de titularse Vida y eco

    Obra y repercusin. Finalmente, sin embargo, el texto qued

    inconcluso y se public de forma pstuma en bajo el ttu-

    loJuventud en Viena. Schnitzler emprendi el proyecto en plenaguerra mundial, una catstrofe que supondra un corte profun-do en la historia poltica, social, intelectual y tambin literaria detoda Europa, y muy en particular de Austria-Hungra. No es ca-sual, desde luego, que precisamente en ese momento el autor em-pezara a indagar en sus aos infantiles y juveniles, que volviera lamirada a lo privado, ya que no comparta el ruidoso entusias-

    mo colectivo que acompaaba al fragor blico y que haba con-tagiado a muchos de sus colegas y amigos escritores, tales comoHugo von Hofmannsthal, Felix Salten o Hermann Bahr.

    ras la derrota, se proclam la Repblica de Austria el denoviembre de . Schnitzler, con su habitual distanciamien-

    to y escepticismo, apuntaba en su diario: Ha acabado un da derelevancia histrica mundial. Visto de cerca no parece tan gran-

    dioso. En las elecciones que se celebraron al ao siguiente votpor los socialdemcratas con el objeto de apartarse lo mximo

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    posible de la derecha, como anot el de febrero. Comenz en-tonces para l una poca en que los crticos liberales habran detildarlo de autor del pasado, mientras que la prensa nacionalis-

    ta lo insultaba por judo y por supuestamente inmoral. Al socai-re de las mayores libertades de la nueva era, el de diciembrede se estren por fin La ronda, primero en Berln y dosmeses despus en Viena. La pieza, publicada con no pocas difi-cultades a principios del siglo, no haba sido puesta en escena

    hasta ese momento. Y el escndalo fue enorme. Los espectadoreshubieron de acudir al teatro protegidos y escoltados por la poli-

    ca; el director y los actores de la sala berlinesa fueron denuncia-dos ante la justicia por atentar contra la moral. El de febrero,es decir, menos de dos semanas despus del estreno en Viena, elcanciller federal austraco, el sacerdote Ignaz Seipel, calificaba lapieza de cochina en un discurso, y das despus una multitudasaltaba el teatro. En una carta a Georg Brandes, Schnitzler consi-

    der los hechos ocurridos en torno al estreno de La rondalo ms

    cobarde, hipcrita e insensato entre los numerosos incidentesque haban jalonado su vida. odo ello lo llev a disponer que laobra no se volviera a representar. Pero los sabotajes no quedaronah. En noviembre de , por ejemplo, los nacionalsocialistasreventaban una lectura pblica de textos de Schnitzler en eplice(en la actual Repblica Checa).

    As transcurra, pues, esa poca radicalmente nueva cuyo ad-

    venimiento Schnitzler consider, por un lado, inevitable siem-pre fue consciente de que la monarqua no podra sostenerse yque, por otro, contempl con lucidez y frialdad desde el momen-to mismo en que se inaugur. El de junio de , poco antes de

    la firma del ratado de Versalles, consignaba, por ejemplo, en sudiario: Los triunfos estn para disfrutarlos. Pero los tpicos so-bre la justicia y la paz entre los pueblos que han empezado a sol-

    tar ahora y que acompaan nuestro da a da son lo nuevo de esteasunto. La crueldad, la embriaguez del poder, la vileza, la estupi-

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    dez, todo esto suele repetirse en las grandes pocas de la historia,tambin la mentira... Pero la mentira que en el momento mismode pronunciarse se desenmascara como tal mentira incluso para

    los ms ciegos, la mentira sin finalidad, la mentira que ya ni si-quiera es burla y apenas llega a ser un tpico, la mentira en s, sinfinalidad, sin ingenio, sin sentido, sin grandeza, sa la estamos vi-viendo por vez primera.

    As como su evolucin se vio desde luego afectada por la nue-va situacin surgida como consecuencia de la guerra, en lo per-sonal estuvo determinada por su divorcio en junio de . Olga

    Gussman, su ex esposa, de profesin actriz, con la que se habacasado en , se traslad a Alemania, mientras que los dos

    hijos del matrimonio Heinrich, nacido en , y Lili, nacidaen se quedaban en Viena con el padre. Empez entoncespara Schnitzler una poca de cierta soledad, a pesar de las rela-ciones que mantuvo con algunas mujeres, como la empleada debanca Hedy Kempny (hay algo de complicidad en nuestra re-

    lacin, escribi l en su diario) o Vilma Lichtenstern, que falle-ci en un accidente de coche en (el cristal del parabrisas leseccion el cuello, apunt Schnitzler). Sin embargo, el vnculo

    amoroso ms significativo de aquellos aos fue con la escritoraClara Pollaczek. Segn Schnitzler, su amor por ella bien merecael ttulo de un relato de Chjov: A la sombra de la muerte. Via-jaban y salan juntos (una de las entradas ms frecuentes en los

    diarios de aquella poca es: Con C. P. en el cine). Sin embargo,vivieron separados, y l desbarat todos los intentos de ella en-caminados a que se consolidaran como pareja y llegaran al ma-trimonio. Se senta cmodo con ella, pero tambin agobiado porsus celos, quejas y exigencias, y aliviado cuando se quedaba solo.Eso s, celebraba que hubiera mucha juventud en la relacin,

    con lo cual daba a entender que el aspecto sexual desempeaba

    un papel importante. Lo corrobor Clara, que lamentaba la fal-ta de ternura de l: Estoy un tanto cansada. El noventa y nue-

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    ve por ciento de su amor es s. . Entretanto Schnitzler observabaen su diario (septiembre de ) que faltaba algo para que la re-lacin fuese verdadera, y que cuando una relacin en el fon-

    do no es verdadera, uno comete injusticias en todos los asuntos,se comporte como se comporte. odo ello ocurra, adems, enuna poca de intensa preocupacin por sus hijos, en particular

    por Lili, inestable muchacha que en junio de se cas con unfascista italiano y un ao despus se suicid en Venecia. Schnitz-ler escribi a Clara Pollaczek, dos das despus del suceso: Has-ta la palabra dolor se me ha vuelto irrisoria, pues ahora s que

    experimento por vez primera lo que Dios quera decir con eso.A pesar de que la crtica en muchos casos trat a Schnitzler

    como el representante de un mundo desaparecido, en referen-cia a los tiempos de la monarqua, no se puede afirmar que que-dara desplazado, aislado o marginado en la vida literaria, o queacabara el inters por sus obras. Sus libros se vendan bien (de Laseorita Else, publicado en , setenta mil ejemplares en poco

    tiempo) y el editor Samuel Fischer le ofreci un veinticinco porciento de derechos por su Relato soado (). Adems, variasobras suyas fueron llevadas en esos aos al cine, al que Schnitz-ler era un gran aficionado; entre ellas, Te Affairs of Anatol, diri-gida por Cecil B. Mille, se estren en ; Der junge Medardus,bajo la direccin de Mihly Kertsz (el futuro Michael Curtiz),

    en ; Frulein Else, con la actriz Elisabeth Bergner en el papel

    protagnico, en ; y Daybreak, la primera pelcula sonora ba-sada en un texto suyo (Partida al amanecer), en .

    Coincidi ese perodo de entreguerras con una intensifica-

    cin de su inters por el psicoanlisis. El de junio de es-criba en su diario: Leo las conferencias de Freud, y desde enton-

    ces vuelvo a soar ms y con mayor precisin. Ayer: una especiede mujer de la limpieza sobre una especie de cpula, con la es-

    coba, deslizndose, me extraa que resbale hacia abajo.... Cabesealar que Schnitzler anot unos seiscientos sueos en sus dia-

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    rios. Los textos freudianos que ley por esas fechas fueron Confe-rencias de introduccin al psicoanlisis (),Ms all del princi-

    pio del placer ()y El Yo y el Ello (). Resulta curioso que,

    pese a las muchas coincidencias, pese a vivir en la misma ciudad,Freud y Schnitzler pocas veces llegaran a encontrarse. Memora-ble es en tal sentido la carta que Freud dirigi a Schnitzler cuan-do ste cumpli sesenta aos (el de mayo de ): Quierohacerle una confesin y le pido que tenga usted la amabilidad deguardrsela para usted y no compartirla ni con amigos ni con

    extraos. Me he torturado preguntndome por qu jams he in-

    tentado establecer contacto y conversar con usted en todos estosaos [...]. La respuesta a la pregunta contiene esa confesin quese me antoja demasiado ntima. Creo que lo he evitado por unaespecie de miedo al doble. No es que yo tienda fcilmente a iden-tificarme con otro ni que quiera pasar por alto la diferencia de ta-lento que me separa de usted, sino que siempre, cada vez que mesumerjo en sus hermosas creaciones, he credo encontrar tras su

    apariencia potica las mismas hiptesis, los mismos intereses yresultados que yo tena registrados como los mos propios. antosu determinismo como su escepticismo que la gente llama pe-simismo, su profunda comprensin de las verdades del incons-ciente y de la naturaleza pulsional del hombre, su desmenuza-

    miento de las certezas culturales convencionales, la insistencia de

    sus pensamientos en la polaridad del amor y de la muerte, todo

    ello me afectaba porque me resultaba inquietantemente familiar[...]. S, creo que es usted en el fondo de su alma un investigadorpsicolgico de las profundidades, tan sinceramente imparcial e

    intrpido como el que ms, y si no lo fuera, sus capacidades arts-ticas, su arte del lenguaje y su energa creativa lo habran tenidoms fcil y le habran permitido ser un escritor mucho ms acor-de con los deseos de la multitud. A m me interesa dar preferen-

    cia al investigador. Perdneme, sin embargo, que haya desembo-cado en el anlisis, pero no puedo evitarlo.

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    Schnitzler haba pasado el da de su cumpleaos solo en Nu-remberg y encontr esta felicitacin al regresar a Viena. Sea-

    l lo siguiente en su diario ( de mayo de ): He dormido

    bastante bien en el compartimiento del tren. Llegada. Los hijos.Flores, regalos, cartas, telegramas [...]. He ledo las cartas; algu-nas bonitas (Freud). Agradeci la felicitacin, lo cual dio pie aque el fundador del psicoanlisis lo invitara a cenar el de ju-nio. Schnitzler anot luego: Cena en casa del profesor Freud...Me regala una bella edicin de sus conferencias de introduccinal psicoanlisis.

    Cabe sealar que el autor de La ronda, que adems era mdi-co, conoca los trabajos de Freud desde antes incluso de la Inter-

    pretacin de los sueos(). Conoca sus recopilaciones de tex-

    tos de Charcot, su labor en el campo de la hipnosis, por ejemplo.El doctor Freud ha traducido el libro de manera excelente, es-criba en sobre una obra de Charcot publicada en alemn.Lo mismo vendra a decir cinco aos despus sobre las Confe-

    rencias policlnicas del mdico francs, que Freud tradujo, segnl, de forma magistral. Ley la Interpretacin de los sueostanpronto como se public, y el de mayo de escriba al psi-coanalista con motivo de su cincuenta cumpleaos: Debo a sustextos muchos estmulos fuertes y profundos, y su quincuagsi-mo cumpleaos me brinda sin duda la oportunidad de decrseloa usted y asegurarle mi sincera y ardiente admiracin. El pro-

    pio Schnitzler seal en cierta ocasin que en algunos aspectossoy el doble del profesor Freud y se consideraba, tal como anotael de octubre de en su diario, un investigador de la na-turaleza cuyo punto de vista era fundamentalmente psicolgi-co. Durante un paseo en Berln mientras se rodaba Frulen Else,la actriz Elisabeth Bergner le dijo para halagarlo que lo tenapor un analista, un mdico especializado en el alma. Schnitzler

    tena, sin embargo, varias objeciones a las teoras freudianas, quetrat de precisar. Consideraba, por ejemplo, que el psicoanli-

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    sis sobrevaloraba la importancia del inconsciente y desatenda laresponsabilidad individual. Y desarroll el concepto de una con-

    ciencia intermedia que se sita en la regin de la psique entre el

    inconsciente y la conciencia, y que en todo momento puede lle-gar a ser consciente.

    A pesar de que en los aos veinte se lo tach de autor del pa-sado, como ya hemos dicho, Schnitzler brind a su poca obrassumamente modernas en el contenido y en la forma. Lo era, porejemplo, La seorita Else (), relato en el que utilizaba el mo-nlogo interior que haba empleado ya en El teniente Gustl()

    y que eclosion justo en la dcada posterior a la Gran Guerra. Laobra reflejaba, deliberadamente, un caso como los que descri-ba Sigmund Freud, lo cual queda sugerido, entre otras cosas porel empleo, de la inicial en el lugar del apellido: Else ., igual queAnna O. o la seora P. en los anlisis freudianos.

    No obstante, as como todo indica que Schnitzler no estaba

    en absoluto aislado o marginado en la vida literaria, exista una

    ambigedad en l, pues se situaba en cierta medida al margen opor encima de los acontecimientos. De alguna manera, Schnitz-

    ler se despeg de su tiempo. Del mismo modo que algunos esco-gen un territorio que convierten en mtico (Irlanda en el caso deJoyce, sin ir ms lejos), l eligi una poca, la del fin de sicle, ala que volva una y otra vez en sus escritos, tambin en los aosveinte. La seorita Else, por ejemplo, es un retrato magnfico del

    perodo de la monarqua, de la clase social acomodada que sebeneficiaba de ella (Qu festivo parece el hotel. Se nota que estoda gente a la que le va bien y que no tiene preocupaciones) yde su progresivo hundimiento, con algn personaje que hasta por

    su nombre sugiere la poca inmediatamente anterior a la Revolu-cin francesa (Dorsday, el vizconde de Eperies), con la omnipre-sencia de la muerte en esa muchacha que representa la juventud

    y que no llegar a la edad madura (Noche. Noche sepulcral. Megustara estar muerta, Estoy medio muerta, Qu he soado?

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    Creo que ya estaba muerta, Qu bonito ha sido hace un rato enel banco al borde del bosque, cuando yo ya estaba muerta). Lamuerte jalona el monlogo interior de Else desde las primeras p-

    ginas hasta el final. La ambigedad, sin embargo, no desaparece,pues el relato refleja tambin su tiempo. El germanista WendelinSchmidt-Dengler establece incluso una relacin entre el aumen-to del precio que Dorsday ha de pagar a Else por verla desnuday la hiperinflacin que se vivi en los aos posteriores a la gue-rra y que culmin precisamente en el ao . Y, por ltimo, lanarracin apunta tambin al futuro, ya que la protagonista que

    se percibe a s misma como una esclava, mientras habla conDorsday anticipa claramente las formas de muerte de Inge-

    borg Bachmann: Else . es afn a los personajes femeninos quepueblan el mundo de la escritora de Klagenfurt.

    Los personajes de Schnitzler no paran de soar. Suea Else ysuean tambin Fridolin y Albertine, los protagonistas de Rela-to soado (). En su mundo se desdibujan las fronteras: entre

    muerte y vida, entre sueo, fantasa y realidad. El deseo erticocomparte espacio con la muerte. Hasta los seres ms cercanos seconvierten en fantasmales. Y as como los vivos desean morir, losmuertos buscan de nuevo la vida, como en Relato soado el ca-dver de esa mujer cuya mano parece moverse y aferrar los dedosde Fridolin.

    Y se difumina asimismo la separacin entre lo pretrito y lo

    actual. El padrino, un relato pstumo que Schnitzler comenz aescribir en , transcurre en el pasado (ms o menos en la mis-ma poca que la seorita Else) pero se relaciona de forma claray polmica con el presente: el duelo al que asiste el protagonis-ta (y cuya prctica el autor haba rechazado en su da) aparece

    como algo perdonable en comparacin con la terrible carniceraque se produjo en la Primera Guerra Mundial. Sea como fuere,

    es preciso tener en cuenta que en el curso de las ltimas dcadasla gente se ha visto obligada a dar su vida por mucho menos y de

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    forma completamente intil debido a las rdenes o a los deseosde otros, se lee all.

    A esos aos veinte, pues, en los que Arthur Schnitzler escribi

    La seorita Else, Relato soadoy El padrino, pertenece el presentevolumen de aforismos y reflexiones, el Libro de dichos y dudas. Cu-

    riosamente, uno de sus captulos lleva el mismo ttulo que el autortena previsto emplear para el texto autobiogrfico al que nos he-mos referido al comienzo: Obra y repercusin. De hecho, el Li-bro de dichos y dudasrecoge, junto a muchos otros ms tardos, al-gunos pensamientos anotados ya a finales del siglo anterior.

    La forma aforstica nunca fue ajena al autor, quien recurraa ella a travs de los personajes de sus dramas y narraciones. Ellibro sali de imprenta a finales de y antes de su publica-

    cin ya se haban pedido dos mil ejemplares. Se trata de una obracompuesta con sumo cuidado y delicadeza, enmarcada por unaserie de breves textos poticos, al comienzo, y por concisos afo-rismos, al final. Entremedio, siete grupos temticos exponen las

    grandes preocupaciones del autor, sus crticas al irracionalismo,a los dogmatismos, al oscurantismo religioso; a la accin polti-ca en general y, sin explicitarla, de los aos veinte en particular;sus objeciones a la actividad de los crticos, a la visin que stostienen de su trabajo; su postura favorable a los valores esencialesde la Ilustracin; su defensa del arte y de la ciencia; su indagacinlibre y lcida en los vericuetos del alma humana.

    Sutilmente se filtra el psicoanlisis en la obra: Un destino pue-de quedar resuelto externamente, pero contina presente mien-tras no lo comprendamos por completo. Slo cuando deje de serun misterio para nosotros tendremos el derecho de llamarlo pa-sado. La omnipresencia de los sueos en la obra de Schnitzler

    tambin se refleja en estas pginas: La enorme intensidad de

    nuestras impresiones en los sueos viene dada, sin duda, por-

    que jams estamos distrados mientras soamos. Y la necesidadde tener conciencia del pasado: Dar por zanjado el pasado, de-

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    jar el futuro en manos de la providencia ambas cosas suponenno entender el verdadero sentido del presente, que slo puede te-nerse por una realidad mientras sepa incluir lo pretrito median-

    te la fidelidad de la memoria y lo futuro mediante la concienciade la responsabilidad.

    Como hemos sealado, en aquellos aos Schnitzler mostr

    un inters renovado por el psicoanlisis. Volvi a frecuentar, ade-ms, la amistad con el psicoanalista Teodor Reik, que haba es-crito una monografa sobre l (Schnitzler als Psycholog, Schnitzlercomo psiclogo, ), con el que mantuvo un contacto per-

    manente y cuya conversacin le resultaba estimulante. Aun as,abundan los apuntes crticos en su diario y en la correspondencia.En escriba sobre Reik a su ex esposa Olga: Inteligente, in-formado [...], pero padece por desgracia el complejo de complejosde todos los psicoanalistas. ambin se relacion con Fritz Wit-tels, y cuando se enter de que se dispona a dedicarse de lleno alpsicoanlisis le recomend limpiar el mtodo de exageraciones,

    de ideas obsesivas y sobre todo de sus adeptos estafadores. Comose podr comprobar, esta clase de consideraciones se filtran lue-go en la obra aforstica. Con todo, Schnitzler mantuvo un respe-to fundamental al psicoanlisis, a travs del cual de manifestabasu adhesin a la concepcin psicolgica de lo humano. Esta con-cepcin explica tambin que en el captulo Obra y repercusinla emprenda contra los literatos de su tiempo que declaraban su-

    perada la psicologa. Da fe de tal tendencia ni ms ni menos queRobert Musil, quien en un borrador de comienzos de los aosveinte escriba lo siguiente: Desde hace ms de veinte aos, lapalabra psicologa forma parte del instrumental del crtico ale-mn. Ser psiclogo fue primero un alabanza universal, y en elperodo ms reciente de esta poca se emplea como un insultoy vamos a ver cmo en ello radica un progreso. Por cierto, el

    mismo Musil en absoluto enemigo de la psicologa, sino parti-dario, ms bien, de una ampliacin de sus presupuestos y de sus

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    recursos haba criticado duramente la monografa de Reik, re-criminndole su manera de analizar a los personajes de Schnitz-ler: Los personajes de un escritor no tienen alma [...]. Toda la

    empresa parte de una hiptesis falsa. ratar a los protagonistas deuna obra literaria como a personas de carne y hueso es la ingenui-

    dad del mono que intenta meter la mano en el espejo.Uno de los pilares del pensamiento de Schnitzler era la alta

    consideracin que tena por la ciencia, que para l ocupaba un lu-

    gar central. Como ya se ha dicho, era mdico, un buen mdico,en palabras del germanista Heinz Politzer. Cuenta su mujer, Olga

    Gussmann, que una de sus frases recurrentes era: Quien ha sidomdico no puede dejar de serlo. La medicina es una forma de verel mundo. Schnitzler nunca abandon la lectura de obras sobremedicina, psiquiatra, psicologa. Incluso sigui ejerciendo de al-guna manera entre colegas y amistades: Hofmannsthal lo nom-br su verdadero mdico de cabecera, hipnotiz a la esposa delpresidente del banco Anglo-Austraco para curlarla de unos pro-

    blemas en las cuerdas vocales; trat a la esposa de Heinrich Mannpor unas migraas, y tambin al joven poeta Albert Ehrenstein,afectado de una grave crisis nerviosa, si bien luego slo recibipor parte de ste ingratitud, de modo que lleg a la conclusin

    de siempre: No dejar entrar a nadie por la puerta. Sobre todo aningn literato.

    En se publicaba su drama Der Gang zum Weiher (El ca-

    mino al estanque), obra en verso ambientada en el siglo .Schnitzler contaba ya, como seala en su diario, con la incom-prensin y la insolencia de la crtica. No haca mucho haba es-crito a su amigo Georg Brandes: Ahora han encontrado algu-

    nos una nueva frmula para definirme: resulta que yo describoun mundo desaparecido por el que ya nadie se interesa. (Slo

    se pueden escribir dramas sobre el ao , lo saba usted?).

    Adems, la muerte y el amor son temas indignos, solamente losacuerdos fronterizos, los cambios de divisas, las cuestiones fisca-

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    les, los robos y las revueltas causadas por el hambre interesan aun hombre serio (en particular a un alemn serio). Incluso algu-nos que lo haban admirado o adulado se alejaban de l: odos

    esos pequeos literatos en el fondo slo quieren ser retribuidosde forma continua, al menos mediante un agradecimiento inago-table. Con los enemigos la relacin es desde luego ms transpa-rente ( de octubre de ).

    La figura del literato siempre haba suscitado su inters: des-de comienzos de siglo trabajaba en la tragicomedia Das Wort(Lapalabra), que empez a escribir en , y que en sus diarios de-

    nominaba la pieza sobre los literatos; en los aos veinte, pre-cisamente, habra de reemprenderla, pero al final qued incon-clusa. La figura central de esta pieza es el escritor reuenhof, unretrato poco disimulado de Peter Altenberg, con el que Schnitz-ler mantuvo una relacin ambivalente, de continua oscilacin

    entre la simpata y la antipata, entre la admiracin y el recha-

    zo. En el drama figuran retratados y hasta caricaturizados, ade-

    ms, otros literatos de la vida real, como Alfred Polgar o StefanGrossmann. Esta cercana a la realidad fue tal vez el motivo por elque la pieza nunca pas la criba de la excelencia literaria que apli-caba Schnitzler. Por otra parte, su obra est llena de esos escribi-dores frvolos, irresponsables, carentes de una mdula artstica ytica que aparecen en La ronda (), en Literatura (), enCamino a campo abierto ()...

    En los aos veinte, Schnitzler escriba en un mundo a la de-riva, de desorientacin y de descrdito de la poltica que muchose asemejan al nuestro: Entre los polticos difcilmente se en-

    contrar a uno que no sea consciente de la comedia que por suprofesin est obligado a representar con ms o menos talento,de manera osada, frvola, necia o divertida segn el caso, ante supartido, su patria o, es ms, ante la humanidad entera; y el pbli-

    co tambin se da cuenta de ello con bastante frecuencia. Se em-pezaba a reflexionar sobre el fenmeno de las masas, y Schnitzler

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    tambin tena algo que decir al respecto: Las vivencias de masasno permiten ninguna conclusin respecto a la esencia de las al-mas individuales.

    Como se podr constatar, el Libro de dichos y dudasest lle-no de alusiones concretas a ideas y tendencias del momento. Enel captulo Milagros y leyes, por ejemplo, se alude a la ley de laserialidad, en una referencia clara, aunque no explcita, a la astitulada obra del bilogo Paul Kammerer, publicada en , quetrata de la repeticin regular de ciertas coincidencias o hechos

    idnticos o similares que no se deben a una misma causa y que

    suelen presentarse en nuestras vidas. Kammerer bas su teoraprecisamente en una serie de ejemplos de la vida cotidiana. Per-sonaje polifactico, se tom la muerte por su mano en , des-pus de que se lo acusara de falsificar uno de sus experimentosbiolgicos. El caso, que caus una enorme conmocin, nunca seaclar del todo y dio pie a numerosas especulaciones.

    Aunque la poca se filtra, aunque la intencin polmica se

    manifiesta, a veces de forma solapada, y aunque el poso de las ex-periencias reales, vitales y amorosas se percibe por doquier, esteLibro de dichos y dudasno menciona en ningn momento el pe-rodo preciso en que se gesta; de manera muy consciente y deli-berada borra referencias concretas al respecto y se adentra en laregin de esas leyes eternas a las que se alude en Relato soado:Y record al fallecido al que acababa de abandonar y pens con

    cierto estremecimiento y no sin repugnancia que la putrefacciny la descomposicin haban comenzado ya su trabajo, siguiendoleyes eternas, en el cuerpo flaco que yaca estirado bajo la mantade franela color marrn. Es como si Schnitzler se hubiese pro-puesto eliminar mediante un proceso qumico, por as decirlocualquier gota de tiempo que se hubiera mezclado en su texto, yquisiera poner la vista en lo eterno, una de las palabras que con

    ms frecuencia aparecen en el libro. Como si muy en el fondo di-jera: en la vida de todo hombre que alcanza cierta edad se produ-

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    ce un momento en que el orden vigente duradero slo en apa-riencia se desploma por completo y se transforma en uno muydistinto. Llega una era del todo nueva, con sus angustias, apretu-

    ras e incertidumbres, y ese cambio permite a la vez ver el iem-po con mayscula, abierto hacia las tinieblas del pasado y del

    porvenir, el iempo que se manifiesta con toda su capacidad dedestruccin y metamorfosis, que hace desaparecer lo accesorio ycontingente y pone al desnudo ciertos procesos perennes. Se venentonces las ambiciones y villanas del poder. Se ven las mezquin-

    dades y miserias del hombre y tambin sus prodigios. Se ven en

    toda su crudeza los mecanismos del alma.Desde ese punto escribi Arthur Schnitzler su Libro de dichos

    y dudas.

    Konstanze Fliedl,Arthur Schnitzler, Stuttgart, Reclam, .Arthur Schnitzler,Juventud en Viena, traduccin de Isabel Garca Ad-nez, Acantilado, Barcelona, .

    ,Camino a campo abierto, traduccin de Paula Snchez de Muniain,El Olivo Azul, Sevilla, .

    , La seorita Else, traduccin Miguel Senz, Acantilado, Barcelona,.

    , agebuch [Diarios], Akademie der Wissenschaen, Viena, -

    ., Relato soado, traduccin de Miguel Senz, Acantilado, Barcelona,

    ., La ronda. Anatol. Ensayos y aforismos, traduccin de Miguel ngel

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