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HAY QUE SACARSE LAS VENDAS PARA COMPETIR ¿Podríamos competir en una carrera de vallas siendo los únicos de los contendientes que tienen los ojos vendados?. Lo mismo ocurre en la empresa cuando los líderes son inconscientes de sus comportamientos. Para competir hay que sacarse las vendas. Se cuenta un caso, de un gerente financiero de una empresa, que aprendió una lección importante. Escuchó que sus subordinados hablaban fuera de su oficina sobre un loco. Al comienzo no hizo caso, pero como seguían, abrió la puerta con curiosidad y les preguntó: ¿Quién es el loco?. ¿Se ha metido un loco a la oficina?. El personal se quedó mudo; algunos incluso se pusieron pálidos. En ese momento se preocupó: ¿Algún loco se habría robado algo de la empresa?. Ante su insistencia, uno de ellos se armó de valor y le dijo: “Disculpa, David: el loco eres tú”. Sintió como si despertara de golpe y cayera de la cama a una realidad desconocida. Confesó que su estilo gerencial era autoritario, explosivo y poco predecible. Sin embargo, no era consciente de su comportamiento, ni de cómo era percibido por sus subordinados. Nuestra mente es como un iceberg: una pequeña parte, el consciente, aparece sobre el agua, pero otra, bastante mayor, está sumergida. Cuando trabajamos sin ser conscientes de nuestras conductas y sus consecuencias, estamos actuando desde la parte sumergida, el subconsciente. La lección que aprendió a partir de la experiencia del “loco” es que tenemos conductas propias que no conocemos. Debemos dar a quienes nos rodean la oportunidad de ayudarnos a despertar. Mientras más conscientes de nuestros actos estemos, mejor será nuestro manejo interpersonal y mayor nuestra posibilidad de evitar conflictos innecesarios.

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HAY QUE SACARSE LAS VENDAS PARA COMPETIR

¿Podríamos competir en una carrera de vallas siendo los únicos de los contendientes que tienen los ojos vendados?. Lo mismo ocurre en la empresa cuando los líderes son inconscientes de sus comportamientos. Para competir hay que sacarse las vendas.

Se cuenta un caso, de un gerente financiero de una empresa, que aprendió una lección importante. Escuchó que sus subordinados hablaban fuera de su oficina sobre un loco. Al comienzo no hizo caso, pero como seguían, abrió la puerta con curiosidad y les preguntó: ¿Quién es el loco?. ¿Se ha metido un loco a la oficina?. El personal se quedó mudo; algunos incluso se pusieron pálidos. En ese momento se preocupó: ¿Algún loco se habría robado algo de la empresa?. Ante su insistencia, uno de ellos se armó de valor y le dijo: “Disculpa, David: el loco eres tú”. Sintió como si despertara de golpe y cayera de la cama a una realidad desconocida. Confesó que su estilo gerencial era autoritario, explosivo y poco predecible. Sin embargo, no era consciente de su comportamiento, ni de cómo era percibido por sus subordinados.

Nuestra mente es como un iceberg: una pequeña parte, el consciente, aparece sobre el agua, pero otra, bastante mayor, está sumergida. Cuando trabajamos sin ser conscientes de nuestras conductas y sus consecuencias, estamos actuando desde la parte sumergida, el subconsciente. La lección que aprendió a partir de la experiencia del “loco” es que tenemos conductas propias que no conocemos. Debemos dar a quienes nos rodean la oportunidad de ayudarnos a despertar.

Mientras más conscientes de nuestros actos estemos, mejor será nuestro manejo interpersonal y mayor nuestra posibilidad de evitar conflictos innecesarios.

Hace poco, en una reunión de equipo, un miembro agredió fuertemente a otro. El agredido respondió el ataque con la misma vehemencia y se creó un clima muy tenso. Al término de la reunión, quien agredió primero comentó: ¿Viste como me atacaron gratis?. No hice nada para recibir este trato. Intrigados, en ese momento se le preguntó ¿No te has dado cuenta de que tu atacaste primero?. Sinceramente, respondió que no. Estar despiertos significa mirar por nuestros ojos y por un “tercer ojo” fuera de nosotros, y observar todo lo que ocurre. También significa aceptar críticas y sugerencias de los demás. Estar despiertos, significa dejar de mirar sólo hacia nosotros mismos para mirar afuera, hacia las reacciones y emociones de otros.

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Los líderes “dormidos” pueden hacer mucho daño al clima organizacional y desmotivar a su personal. Pero la responsabilidad no es sólo del jefe: los subordinados también deben poner lo suyo. El personal, por temor, no habla con su jefe acerca de su estilo de liderazgo, sus conductas y sobre lo que quisiera que mejore. Si el personal no ayuda a su jefe a despertar, entonces ¿Quién lo hará?. Cuentan que un rey, ante la sorpresa de todos, despidió a un oficial de altísima jerarquía en su reino sin que hubiese razón obvia alguna. La reina, intrigada, le preguntó “¿Por qué has despedido a nuestro oficial que fue tan leal que nunca te criticó ni cuestionó ninguna orden tuya en diez años?”. El rey le respondió: “lo despedí justamente por eso, mi querida reina”.

Ayudemos a despertar a nuestro jefe, colegas y familia. No sólo mejoraremos nuestras relaciones con ellos; también los haremos crecer como personas.