Asi es Mamá de Juan José Hernández

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  • 5/11/2018 Asi es Mam de Juan Jos Hern ndez

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    capituloBiblioleca argentina fundamental

    Juan JoseH e r n a n d e z

    "La senorita Estrella"y otros cuentosSe in clu ye u na selecciOn d e poesias

    SelCCGi6n par el autor.Proloqo par Daniel Moyano

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    Aunque mi tia Leocadia no 10 sepa, la sociedad dehombres espirituales a la que sirve es el reverse de esaotra que el Abuelo me dio por familia. La violenta pose-sion del presente necesita \a alianza de 10 sobrenatural,que jarnas desdeft6 expresarse en un lenguaie autorita-rio, similar al nuestro. Es sabido que ante la ira del Todo-poderoso Senor de los Ejercitos solo cabe el temor, lasumision.

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    ASI ES MAMA

    No he eonocido a rn die que posea la blancura de ma-ma. l .eOmO extrafiarse de que se llame Blanca? Vana-mente, las pensionistas de mi easa pretenden irnitarla:se pintan de azul los parpados, caminan sabre tacos LuisXV, cruzan las piemas y fuman con aire Ianguido. Comohaee mama. Sin embargo, que lejos estan de alcanzar suencanto.Nuestra casa, aunque su frente es de ladrillos sin re-vocar, no puede cornpararse con las dernas viviendas delbarrio. A pecos metros de la esquinase levantan las ba-rreras del paso a nivel, y cruzando el terraplen carre unaacequia de aguas servidas, El euarto de mama tiene unbaleen que da a los naranjos de la vereda, perc sus per-sianas estan siernpre cerradas.Cuesta irnaginar, detras de esas persianas, un euartotan lujoso como el de mama. Cuadros de diferentes ta-manes tapizan las paredes: algunos son recuerdos de susviajes (mama posando junto a la ex piedra movediza deTandil, a en Mar del Plata, apoyada en un enanne lobomarino); otros, estampas religiosas (San Jose con e1 Ni-no, a un angel can una vara de azucenas, a los pies dela Virgen); otros, paisajes de almanaque y retratos deartistas de cine. Me gusta contemplar algunos obietospreciosos entre el desorden de los frascos de perfume ylas eremas de belleza de su tocador: hay alli una artisticapolvera euya tapa es una bailarina can pollera de tul, ygran numero de animalitos de porcelana que no tienenmayor valor, pero que a mama le traen suerte, Cuandouno de ellos se niega a favorecerla, marna 10encierra parun tiempo adentro de un cajon, a manera de penitencia,El tocador de mama. Nunca me cansare de admirarsus adornos. Debo decir que cada dfa aumentan, La se-mana pasada Ie regalaron una mufieca Lenci vestida deespafiola, que ella se apresuro a colocar al lado de otra,tambien de paiio Lenci, pero ataviada de criolla. Unavenus de alabastro le sirve para colgar sus collares.Mi cuarto, en cambio, es un altillo situado eneima dela cocina, Como hasta el dfa de hoy mama no ha conse-guide dinero suficiente para haeer construir una escalera

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    de material, para subir a mi cuarto debo emplear unaescalera de mano que ella retira por las neches mientrasduermo .. Este aislamiento ~orzoso tranquiliza a mama yIe permite atender a sus invitados sin la preocupacionde que a mf se me ocurra aparecer en 10 mejor de la fiesta, y desmerecer su prestigio. Porque a pesar del barrioapartado y de los charcos de agua pantanosa que se for-~an en la .calle cuando llueve, mama acostumbra a orga-rnzar ~eumones a las que acuden personas importantesde la ciudad: doctores, escribanos, funcionarios.Una vez que se han ido los invirados mama vuelve acolocar en su sitio la escalera; en un pap~I que deja sabrela mesa de la cocina, escribe la lista de compras para elmercado y otras tareas que debo cumplir por la mananamientras ella y las pensionistas descansan. 'Ante.s de las nueve bajo de mi altillo, preparo el desa-yuno, nego las plantas, y despues de leer varias veces 1a~ta hasta aprenderla de memoria salgo a la calle pro-visto de una red. Llevo conmigo una libreta de tapas azu-les para el almacen; otra, raja, para la carniceria, y unatercera, negra, para el verdulero, Mama detesta comprar~. conta~o. Prefiere hacerlo a credito; de ahf su agita-CIOn,a fin de mes, cuando junto can la cuenta de la luzr~cibe cartas que le recuerdan la cuota del tapado depiel, de la heladera, 0 de la licuadora. Otra caracteristicad.e~~a es regatear el precio de las rnercaderfas, par in-significante que sea. Basta que el frutero le diga: "Trein-ta pesos el quilo de uvas, senoras", para que ella invaria-blemente conteste: "Muy caras, le doy veinticinco ," Siel vendedor .se resiste, mama, como ultimo recurso, leentrega un billete de quinientos pesos a la espera de queel hombre. no tenga dinero suficiente para el vuelto.Cuando asi sucede, el vendedor acaba por resignarse y7xcIa~a: "No importa, patrona; me paga mariana. Esigual. Entonees ella sonrie, satisfecha de haber conse-guide postergar por un d ia el pago de las uvas. As! esmama.Mientras hago las, cornpras en el mercado puedo ob-servar con detenimiento ala gente del barrio. Con la mi-rad~ sin ,?rillo, la ropa manehada, los zapatos rotos, lasrnujeres tienen un aspecto lamentable. Suelen ir acorn-panadas de sus hiios, unos chicos igualrnente desalliiadosde tez morena y ojos obIieuos. Quiza par eso mama lo~ll~a "chinos", y me prohibe jugar con ellos, Tampocoquiere que hable con las vecinas, esas arpias que no ha-cen otra cosa que ocuparse de la vida privada de los de-mas. Asi dice mama. 'La~.mujeres del barrio deberian prestar un poco deatencron a su arreglo personal y al de sus hijos. No al ex-

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    tremo de. mama, que se bafia dos veces por dia, va a lapeluqueria del centro, y se pasa las tardes recostada li-mandose las uiias, 0 sacandole brillo a sus escIavas'deplata (tiene veinte, y le cubren el antebrazo). Tampocoes necesario que exageren, como hace mama conmigo y'ondulen el pelo de sus hiios con una tijera caliente, 0' Iecompren pantalones de terciopelo y botas de charol, Pe-ro el olvido de las mas elementales norm as de aseo resul-ta en verdad intolerable. El barrio entero, que abandona-remos pronto si los planes de mama se realizan, es unconjunto de hombres en camiseta, mujeres sin dientes,chicos descaIzos.Cuando vuelvo, mama ya esta levantada, pero las pen-sionistas continuan durmiendo. Al principio mama meadvirtio que si alguien me preguntaba en la calle quieneseran esas senoritas, yo debia conte star: "son mis pri-mas". Sin embargo, como despues de un tiempo las su-puestas prirnas se iban y eran reernplazadas par otras,ella juzgo conveniente llamarlas pensionistas.Las pensionistas de esta ternporada me parecen desa-gradables. La Cristina y Ia Yoli, tales son sus nombresusan el mismo peinado en forma de cola de caballo, tar:tamudean y bostezan sin parar; a la noche, como porarte de magia, conversan animadamente, den a carcaja-das, cantan. A menu do oigo sus voces desde mi altillo.S610 mama permanece silenciosa. Para eclipsarlas le bas-ta su blancura y su corpulencia, Siempre recordare laescena que presencie hace algunos afios: mama estabaen el patio, a medio vestir, rodeada de mujeres que tira-ban de lazos y cintas con el proposito de cefiir su cuerpodentro de un corse. A cada tiron brusco de las cintasse hundia el vientre de mama, pero al mismo tiemp~subian sus pechos, inflados como globos, y por los in-tersticios del corse aparecfan rombos de came deslum-brante,Mama prepara el almuerzo y guarda en la heladerauna ;uente con rodajas de salame y ensalada para laspensionistas. "Es suficiente para esos esperpentos", dice.Luego , can un gesto de complicidad, saca de su bolsillouna llave con la que abre un armario donde esconde unfras.co de higfs en almfbar. En el armaria, adernas, hayun juego de te chino que Ie regalaron para su casamiento.

    No conocf a mi padre. Murio 0desaparecio poco despuesque yo naciera, perc por algunas conversaciones he de-ducido que debio de ser un hombre sin inquietudes unfracasado. Todavia ahora, cuando las deudas apre~ianmama recuerda con tristeza un terrenito de su propie-dad, en el cerro, que se vio obligada a vender por culpade eI, "y que hoy valdria una fortuna".73

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    Una vez que tenninamos de comer el postre, ayudo ~mama a poner en orden la cocina; despues SU1: : lO a ~lcuarto y me visto para asistir a clase. Ignoro 51 e~anoproximo volvere a1 mismo colegio. Ma~a dice que piensamscribirme en otro, como alumno pupilo. ~od?depen.dede un amigo suyo, un abogado que costeara mis es~dIOsa condicion de que ella abandone esta ciudad y atiendaun negocio en Rosario de la Frontera. .As! nos explico el domingo pasado. Estabamos reUl;ldos en el cornedor: la Yoli se depilaba una ceja; la Cris-tina hojeaba revistas de modas; yo dibujaba un mapa enmi cuaderno. De pronto, mama llego muy agitada de.lacalle; se quito los zapatos, suspire de ~;io, Y ernpezo acontarnos sus proyectos. Curu;do terrruno de h.a~tar, hu-bo un silencio. Despues se oyo la voz de la Y?li. "Blanc~-Ie dijo-, estas loca. Eso es sepultarse en. Vida. Mamale contesto que la plata es plata en cualquier parte, 9~ eIe preocupaba mi porvenir, y que el negocio se abnnaen una zona prospera, llena de chacareros ~cos Y ,~ernbradores de papas. "Nosotros no te acompan~mos , di-jeron al unisono las pensionistas. "No las necesito. Comoustedes sobran" contesto mama con desden.Esa ~oche, e~ mi altillo, me conrnovio pensar en lossacrificios a que mama se resignaba para labrarrne unporvenir. Abandonaria s';l dormitoriovsus reunlOn,;s. Yoera un obstaculo en su Vida, y con el tiempo 10sena aunmas. En Rosario de la Frontera, donde vaya a saber unoque peligros la acechan , iri perdiendo s~ belleza. ~l notJ.!-bre de ese pueblo me sugiere un ambiente de viclenciacomo el de las peliculas del Lejano Oeste: ciclones, indies enfurecidos, paisanos borrachos. Quiza por ~so, a1dormirme tuve un suefio extravagante: habia un incen-dio en el ~uarto de mama, y ella, sujeta a los barrotes dela cama, amordazada, no podia hacer ningun movimien-to ni articular palabra. Horrorizado, vi que las ll~as em-pezaban a trepar por los flecos de la colcha tejida. En-tonces corrf a la cocina en busca de un balde de agua,pero subitamente me asalt6 ~l imperioso ~eseo de c?,?erhigos en alrnibar. El armano estaba abierto: retire elfrasco, y con la mayor tranquilidad m~ puse ~ satisfacermi gula, no ignorandc qu~ mama c.

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    Mama, tomandome de los hombres, me llevo hasta elIugar dan de estaba sentado el doctor Monasterio.-Mucha gusto, caballerito -dijo el abogado. Y metendio una mana languida, cubierta de vella oscuro, quesolte de inmediato. El abogado vestia can sencillez ; solola perla del alfiler de corbata revelaba su prosperidad.Despues de unmomento prosiguio: -l.Con que el caba-llerito quiere estudiar, ser un hombre de proveeho? Muybien, muy bien. Ya arreglaremos ese asunto can su mama.La voz autoritaria del abogado eontrastaba can su as-peeto insignifican te; sus piernas, cruzad as, no llegabanal suelo. Hice un esfuerzo para dominar mi timidez ymirarlo a la cara: una cicatriz, que le bajaba desde el po-mulo Izquierdo hasta la cornisura del labio superior, letiraba hacia arriba la piel de la mejilla, dando a su fiso-nomfa una expresion ironica, El abogado me acaricioel peIo, me sonrio con simpatia. Yo hubiera querido de-cirle que no me importaba estudiar ni ser un hombre deprovecho, que mi ideal era continuar allado de mama.Perc enmudeci, sofocado par el calor del cuarto, y atur-dido par el ruldo de la musica y las conversaciones. Ma-ma considero ofensivo mi silencio y me pellizco con disi-rnulo. Mi reaccion fue automatica:-Muchas gracias, senor. Encantado de conocerlo.Mama me mira complacida,-Es un chico muy bueno y educado -dijo. Despues,can los ojos en blanco, agrego su frase de costumbre-;:Un angel del Sefior-. En seguida me pidi6 que antes deacostarme sirviera un poco mas de ginebra con hielo alos invitados, Me sorprendio el tone suplicante de su voz,su momentanea inseguridad, como si alguna vez me hu-biera negado a satisf'acer el menor de sus deseos.Fui hasta la mesa y retire la bandeja con la botella, elhielo y los sandwiches. Yo tenia puesta una carnisa deverano, de seda cruda, confeccionada por mama can unretazo de genero que le sabra de un vestido. Cada vezque me inclinaba con la bandeja, algun invitado me me-tia un billete de cincuenta 0 de cien pesos en el bolsillode la carnisa. Mama, divertida, observaba la escena, y decuando en cuando me guifiaba un ojo, orgullosa de tenerun hijo tan deserivuelto y habil. La verdad es que me COSO .t o bastante trabaio mantener el equilibrio con aquellabandeja pesada, y en cierto momento estuve a punto dearroiar el balde con hielo sobre la cabezadel amigo dela Cristina, que se perrnitio darme una palmada en lasnalgas,La Yoli, que es una roman tica, puso par tercera vezun vats. El abogado se acerc6 a mama para invitarla abailar, pero ella Ie d.ijo que esperase un momento. Antes

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    tenfa que llevarme a 1 altillo, porque no era bueno parala salud de un chico pennanecer despierto hasta esas:horas.Cuando salimos al patio, respire profundamente. EIaire fresco disip6 mi pesadez. Detras de las risas y los cu-ehieheos de las pensionistas, podia ofrse un zumbidoronco y repugnante: las voces de aquellos hombres que

    mama reunfa para pagar sus deudas, sus collares y rnieducaci6n. A Ia luz de la luna, la blancura de mama dabavertigo.Antes de subir por la escalera, saque el dinero del bol-sillo y se 10 entregue. Ella se apresuro a guardario en elescote de su vestido, Luego me dijo, besandome en lafrente: "As! me gusta, que sea generoso can su mama."Desde anoche espero que Ilegara a cornprender: pue-do ser de alguna utilidad para sus negocios. Si decide lie-varme a Rosario de la Frontera, Ie voy a sugerir que me

    embadume la cara can betnn y me rice el pelo: me COIl-vertire en el negrito de los mandados, en su criado pre-dilecto. 0 bien, como en la estampa en colores que hayen la cabecera de su cama, velare eternamente su suefio,de rodillas en el urnbral del cuarto, can las alas inmovilesy una vara de azucenas en la mana. Par alga ella repiteque soy un angel del Senor.

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