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8/19/2019 Asís, Jorge - Cortázar y La Primavera Del 83 http://slidepdf.com/reader/full/asis-jorge-cortazar-y-la-primavera-del-83 1/3 Cortázar y la primavera del 83 Doble efemérides. A 100 años del nacimiento y 30 de su muerte. Asís, Jorge - Cortázar y la primavera del 83 escribe Carolina Mantegari Editora del AsísCultural, especial para JorgeAsísDigital Podría reconstruirse la motivación real del regreso furtivo de Julio Cortázar a Buenos  Aires, durante la primavera de 1983. Volvía para despedirse. O volvía para facturar su recortada importancia personal, en  el marco de la indiferencia popular y oficial que lo degradaba. La Argentina estaba por estrenar la democracia nueva. Recuperada, como consecuen cia del gigantesco fracaso político y la derrota militar. El intelectual, ya en la frontera de los 70 años, interrumpía la perplejidad del exil io, o la solemne circunstancia de la voluntaria emigración. En la búsqueda lícita del omántico reconocimiento. Pudo haberse entristecido, pero aún nadie puede certificarlo. Los contactos se red ujeron al diálogo precipitado con determinados colegas que estaban probablemente e n otra onda. Sin graves deseos de retomar la magnitud de las discusiones pendien tes. O indagar en las clarificaciones que derivaron en una polémica justamente olv idada con Liliana Heker. El radical Raúl Alfonsín, con sus 55 años, conmovía al recitar de corrido el preámbulo. bía triunfado sobre el peronista Italo Luder, y se preparaba para asumir la presid encia. Para despedir a la Comisión Liquidadora del Proceso Militar. La Dictadura se había suicidado en la dolorosa tergiversación de Malvinas, a los efectos de reproduc ir las bases inexorables de la democracia de la derrota. Como la calificaba el aún lú ido ensayista Alejandro Horowicz. Las capas medias exhibían la algarabía contagiosa de la victoria. Con el agregado ad erezo de la agitación de los intelectuales eufóricos. Ejercían la fascinación por la ma avillosa experiencia de haberle prodigado al peronismo la primera paliza fundaci onal. Pronto, los artesanos del lugar común atribuirían, más adelante, la caída, a la b nalidad intuitiva del caudillo expresionista Herminio Iglesias. Por haber acerca do su encendedor al infortunio del ataúd de fantasía, en el epílogo de la concentración popular más intensa que se tenga memoria. Cortázar y la primavera del 83Pero Jorge Luis Borges fue quien mejor sintetizó la id eología subyacente en aquel momento sublime de esperanza y de cambio . En la selectiv a reunión de los intelectuales con el presidente electo, en el hotel de la calle Car los Pellegrini, un entusiasta Borges le dijo al impactado Alfonsín, con tierna fra nqueza. Gracias a su triunfo, doctor, volví a creer en la democracia. Poco costaba traducir políticamente el mensaje explícito de Borges: Nunca creí en la democracia porque siempre ganaban los peronistas. Como usted les g anó, ya puedo creer. Hora egregia del reparto Acontecía la alegría del reparto de cargos. El psicoanalista que escribía Pacho O Donne l iniciaba su periplo de transformaciones y era designado Secretario de Cultura de la Ciudad. El novelista y cineasta Javier Torre, en el Centro Cultural San Ma rtín, donde su gestión iba a adquirir una gran visibilidad. A la ya casi olvidada gr an novelista Beatriz Guido se la enviaba como agregada cultural en Madrid (lo qu e acentuaba la soledad competitiva y la sensación de abandono que signaron los últim os meses de la novelista Martha Lynch). Y a Luis Gregorich -acaso el intelectual  más brillante que tuvo el alfonsinismo- se lo estampillaba como embajador ante la  Unesco. Pero con la incierta perversidad de saber que Gregorich no podía serlo, p or haber nacido en Zagrev, Croacia. Aún se respetaban las normas. Y al consagrado dramaturgo Carlos Gorostiza se le encomendaba la Secretaría de Cultura de la Nación,  donde anunciaría la creación idílica del Trencito Cultural. Un tren que planificaba ocráticamente detenerse con el arte, la literatura y la música por todos los pueblos

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Cortázar y la primavera del 83Doble efemérides. A 100 años del nacimiento y 30 de su muerte.

Asís, Jorge - Cortázar y la primavera del 83

escribe Carolina MantegariEditora del AsísCultural,especial para JorgeAsísDigital

Podría reconstruirse la motivación real del regreso furtivo de Julio Cortázar a Buenos Aires, durante la primavera de 1983.Volvía para despedirse. O volvía para facturar su recortada importancia personal, en el marco de la indiferencia popular y oficial que lo degradaba.La Argentina estaba por estrenar la democracia nueva. Recuperada, como consecuencia del gigantesco fracaso político y la derrota militar.El intelectual, ya en la frontera de los 70 años, interrumpía la perplejidad del exilio, o la solemne circunstancia de la voluntaria emigración. En la búsqueda lícita del omántico reconocimiento.Pudo haberse entristecido, pero aún nadie puede certificarlo. Los contactos se redujeron al diálogo precipitado con determinados colegas que estaban probablemente en otra onda. Sin graves deseos de retomar la magnitud de las discusiones pendientes. O indagar en las clarificaciones que derivaron en una polémica justamente olvidada con Liliana Heker.El radical Raúl Alfonsín, con sus 55 años, conmovía al recitar de corrido el preámbulo.

bía triunfado sobre el peronista Italo Luder, y se preparaba para asumir la presidencia. Para despedir a la Comisión Liquidadora del Proceso Militar. La Dictadura sehabía suicidado en la dolorosa tergiversación de Malvinas, a los efectos de reproducir las bases inexorables de la democracia de la derrota. Como la calificaba el aún lúido ensayista Alejandro Horowicz.Las capas medias exhibían la algarabía contagiosa de la victoria. Con el agregado aderezo de la agitación de los intelectuales eufóricos. Ejercían la fascinación por la maavillosa experiencia de haberle prodigado al peronismo la primera paliza fundacional. Pronto, los artesanos del lugar común atribuirían, más adelante, la caída, a la bnalidad intuitiva del caudillo expresionista Herminio Iglesias. Por haber acercado su encendedor al infortunio del ataúd de fantasía, en el epílogo de la concentraciónpopular más intensa que se tenga memoria.Cortázar y la primavera del 83Pero Jorge Luis Borges fue quien mejor sintetizó la id

eología subyacente en aquel momento sublime de esperanza y de cambio. En la selectiva reunión de los intelectuales con el presidente electo, en el hotel de la calle Carlos Pellegrini, un entusiasta Borges le dijo al impactado Alfonsín, con tierna franqueza.Gracias a su triunfo, doctor, volví a creer en la democracia.Poco costaba traducir políticamente el mensaje explícito de Borges:Nunca creí en la democracia porque siempre ganaban los peronistas. Como usted les ganó, ya puedo creer.Hora egregia del reparto

Acontecía la alegría del reparto de cargos. El psicoanalista que escribía Pacho ODonnel iniciaba su periplo de transformaciones y era designado Secretario de Culturade la Ciudad. El novelista y cineasta Javier Torre, en el Centro Cultural San Ma

rtín, donde su gestión iba a adquirir una gran visibilidad. A la ya casi olvidada gran novelista Beatriz Guido se la enviaba como agregada cultural en Madrid (lo que acentuaba la soledad competitiva y la sensación de abandono que signaron los últimos meses de la novelista Martha Lynch). Y a Luis Gregorich -acaso el intelectual más brillante que tuvo el alfonsinismo- se lo estampillaba como embajador ante la Unesco. Pero con la incierta perversidad de saber que Gregorich no podía serlo, por haber nacido en Zagrev, Croacia. Aún se respetaban las normas. Y al consagradodramaturgo Carlos Gorostiza se le encomendaba la Secretaría de Cultura de la Nación, donde anunciaría la creación idílica del Trencito Cultural. Un tren que planificaba ocráticamente detenerse con el arte, la literatura y la música por todos los pueblos

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-estaciones del trayecto. Por suerte aquel trencito no arrancó nunca. Y don Manuel Antín asumía en el Instituto Nacional de Cinematografía. Aunque un inadvertido Aníbal eynaldo iba a caracterizar el ritmo de la época. Asumía en el Banco Hipotecario Nacional, para instaurar las claves de la revolución pequeño burguesa de los cuantiososrecomendados que se iniciaban como propietarios.Cortázar y la primavera del 83Entre aquella festiva distribución de próxima inmortalidad no se registraron siquiera las menores intenciones de cederle un poco de importancia al notable visitante de 69 años. Cortázar volvía sin ninguna medialuna enarbolada. Sólo como héroe principal de la fundación mitológica de París, según la concepciViñas. Tal vez Cortázar apenas aspiraba a participar de los fastos finales de la dictadura. Pero al pobre consagrado no le dieron la menor bolilla. Se lo recuerda vagamente a través de la confesión que mantuvo un cierto sentido de factura televisada. Cuando le dijo al manifestante desinformado, un joven alfonsinista que no lo conocía. Nosotros, desde el exterior, luchamos por ustedes para vencer a la dictadura.Docena de cuentos memorables

A treinta años de su muerte y cien desde su nacimiento, se prepara la multiplicidad de actos para evocar a Julio Cortázar. Escritor que -debe aceptarse- dejó también de ser consumido. Como dejaron de consumirse los textos formidables de Manuel Mujica Lainez, Marco Denevi, Ernesto Sábato, Manuel Puig, Bernardo Kordon o Leopoldo Marechal. Más allá de la excepcionalidad legitimadora. Del circuito cerrado de determinados ámbitos académicos signados por la intrascendencia.En la Argentina, en la práctica, el que se muere pierde (según la concepción de Asís)

Probablemente puedan aprovecharse los aniversarios redondos (como los cien y los treinta) para que el desdichado escritor que partió hacia el olvido logre recuperar algunos lectores. O que se indague, al menos, entre los recursivos buscadores. En las solapas, en wikipedia y en contratapas.Si Cortázar subsiste es por la docena de cuentos memorables. De los más perfectos eimpecables que se produjeron en la literatura universal. Equiparables a los cuentos de Edgar Allan Poe, Anton Chejov, el mismo Borges o Guy de Maupassant. Vayacomo ejemplo El perseguidor, La salud de los enfermos, La autopista del sur, Casa Tomada, La noche boca arriba, Torito o La señorita Cora.Cortázar y la primavera del 83Sin embargo la marca Cortázar será eternamente asociadaa Rayuela. Es la novela de vanguardia que finalmente quedó en off side. Pero que revolucionó la literatura entre los sesenta y los ochenta. Motivó que su atractiva superficialidad encantara a millares de oficinistas que anhelaban aventurarse, cre

cer y recomponerse entre los bulevares de París, mientras proliferaban las muchachas veraniegas que querían ser como La Maga (alguna, ya definitivamente invernal, aún subsiste en la rue de la Paix, casi como clochard).Pero Rayuela es una novela que soportó mal el crecimiento del pasto salvaje sobresus páginas. Se cargó del moho espeso. Para legitimarse su relectura como una suerte de guía ajada de turismo del París que se desvaneció. Aunque persista la magia de las maravillosas descripciones del Barrio Latino, del fuego sordo de la rue de la Huchette, y la caminata inolvidable con Berthe Trepat.Pero hoy las tribulaciones de su Morelli yacen como inofensivas veleidades del viejito dulce que fue superado hasta por el propio Juan Filloy. Y la arquitectura interior de la novela ya no sorprende a ningún lector inquieto que surja del cartel literario de la Universidad de Puan. Y el desparpajo humorístico de su glíglico, qe originariamente generaba risas o sonrisas, hoy casi suena al tartamudeo grotes

co del peor Lamborghini. Leónidas.Otra de sus novelas, Los Premios, es portadora de un costumbrismo saludablemente menor. Aún puede incitar una cierta ternura aquel Pelusa que se ganó de premio el pintresco viaje en barco. Sobre todo cuando bajaba a tomar la leche. Pese a su colorida irrelevancia, Los Premios merece consumirse con más razones que la petulancia narrativa de 62, modelo para armar. O la fragilidad de Un tal Lucas. O los presentablesollages que resultaban ideales para los regalos empresariales de fin de año. Como Últmo round y La vuelta al día en ochenta mundos.Por un sentido recatado de la misericordia, se aconseja no detenerse en la etapa esclarecida del compromiso. Lo menos significativo de su obra. Por la enfática prod

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ucción de invariables tonterías como Nicaragua tan violentamente dulce. Un texto tan erecedero como la misma vigencia del sandinismo.Vísperas de otra primavera

Pasaron tres décadas de la perdonable distracción oficial de aquella primavera sudamericana.Cortázar y la primavera del 83En vísperas de la irrupción de la flamante primavera europea, hoy Francia y Argentina se disponen a tributarle juntas el reparador homenaje al gran cuentista Julio Cortázar. A través del máximo nivel de representación instiucional.Después de sobreactuar en la nueva Puerta de Hierro -El Vaticano- su ostensible dependencia espiritual con el Papa Francisco, la presidenta Cristina Fernández, La Doctora, se traslada a París.Para almorzar un martes con el presidente Francois Hollande, y disponerse un miércoles a inaugurar el Salón del Libro. Con la mano en el corazón, y emotivamente acompaa por el fervoroso cariño popular de sus escritores para la Liberación.

Carolina Mantegaripara JorgeAsisDigital.compermitida la reproducción sin citar la fuente.