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Stanislaw iwaniszewski* astronomía, materialidad y paisaje: reflexiones en tomo a los conceptos de medio ambiente y de horizonte El estudio de las relaciones entre el hombre y su medio ambiente natural ha sido uno de los tópicos tradicionales en la arqueología. Desafor- tunadamente, al limitar el concepto del medio ambiente natural a una dimensión física mate- rial que es percibida, conocida, conquistada, explotada, utilizada por el hombre, este estudio ha sido tergiversado. Primero, esta posición epistemológica refle- ja la idea de separar ai bombre de su ambiente natural y sigue el modelo positivista de la in- vestigación cientíñca que se basa en la división entre el sujeto y el objeto. Segundo, los estudios sobre las actividades de diferentes grupos humanos realzadas en un es- paeio físico particular tratan, por lo general, este entorno material eomo algo ya dado, eterno y estático, algo que simplemente constituye el marco de referencia para la práctica social. Así definido el medio ambiente se convier- te en un medio pasivo, "listo" para ser apropia- do por el hombre. Ya que esta reducción División de Postgredos. Escuela Nacional de Antropolo- gía e Historia de México. obviamente aparta y aleja el medio ambiente de la práctica social y de los usos y significados que el hombre pudiera darle en el pasado, pier- de su especificidad y se convierte en un espacio físico materíal bomogéneo, 'neutral' u 'objeti- vo' al cual los arqueólogos dan nuevos signifi- cados derivados de su propia cultura. De este modo las relaciones entre el hombre y su medio ambiente han sido estudiadas sobre todo en tér- minos económicos, ecológicos, demográficos, geo- gráficos, geopolítieos, militares-estratégicos, etcétera, según su valor utilitarío definido por la sociedad moderna y no por los sistemas reli- giosos, eosmovisionales, simbólicos del pasa- do. La maximización de recursos ecológicos, la minimización de riesgo, la rentabilidad y/o la productividad de las tierras explotadas, la es- trategia óptima para la explotación del medio ambiente, los ajustes en la distribución de la población en tomo de las relaciones de produc- ción, se convirtieron en conceptos claves para estos arqueólogos que estudian las dimensio- nes espaciales de las culturas del pasado. Estos son obviamente los rasgos de la sociedad occi- dental que adscribe ai entorno físico un de- terminado valor utilitario y/o comereial y

astronomía, materialidad y paisaje, reflexiones en torno a los conceptos de medio ambiente y de horizonte

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Stanislaw iwaniszewski*

astronomía, materialidad y paisaje:reflexiones en tomo a los conceptos de

medio ambiente y de horizonte

El estudio de las relaciones entre el hombre ysu medio ambiente natural ha sido uno de lostópicos tradicionales en la arqueología. Desafor-tunadamente, al limitar el concepto del medioambiente natural a una dimensión física mate-rial que es percibida, conocida, conquistada,explotada, utilizada por el hombre, este estudioha sido tergiversado.

Primero, esta posición epistemológica refle-ja la idea de separar ai bombre de su ambientenatural y sigue el modelo positivista de la in-vestigación cientíñca que se basa en la divisiónentre el sujeto y el objeto.

Segundo, los estudios sobre las actividadesde diferentes grupos humanos realzadas en un es-paeio físico particular tratan, por lo general, esteentorno material eomo algo ya dado, eterno yestático, algo que simplemente constituye elmarco de referencia para la práctica social.

Así definido el medio ambiente se convier-te en un medio pasivo, "listo" para ser apropia-do por el hombre. Ya que esta reducción

División de Postgredos. Escuela Nacional de Antropolo-gía e Historia de México.

obviamente aparta y aleja el medio ambiente dela práctica social y de los usos y significadosque el hombre pudiera darle en el pasado, pier-de su especificidad y se convierte en un espaciofísico materíal bomogéneo, 'neutral' u 'objeti-vo' al cual los arqueólogos dan nuevos signifi-cados derivados de su propia cultura. De estemodo las relaciones entre el hombre y su medioambiente han sido estudiadas sobre todo en tér-minos económicos, ecológicos, demográficos, geo-gráficos, geopolítieos, militares-estratégicos,etcétera, según su valor utilitarío definido porla sociedad moderna y no por los sistemas reli-giosos, eosmovisionales, simbólicos del pasa-do. La maximización de recursos ecológicos,la minimización de riesgo, la rentabilidad y/o laproductividad de las tierras explotadas, la es-trategia óptima para la explotación del medioambiente, los ajustes en la distribución de lapoblación en tomo de las relaciones de produc-ción, se convirtieron en conceptos claves paraestos arqueólogos que estudian las dimensio-nes espaciales de las culturas del pasado. Estosson obviamente los rasgos de la sociedad occi-dental que adscribe ai entorno físico un de-terminado valor utilitario y/o comereial y

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necesariamente no tienen que corresponder a lasnociones y conceptualizaciones del medio am-biente en el pasado.

En este lugar quisiera identificar y discutirdos presupuestos que sostienen esta posiciónteóriea. a saber, 1) la premisa de que el medionatural material puede ser reducido a un me-dio pasivo y 2) la premisa de que este medio sepuede estudiar fuera del contexto social.

El medio físico material es el medio pasivolisto para ser apropiado por el hombre

La percepción, apropiación y utilización delespacio físico material ha sido uno de los te-mas estudiados por la antropología, que ofrece unsinnúmero de ejemplos de cómo los diferentesgrupos humanos han creado los espacios par-tieulares para constituir medios a través de loscuales han podido entretejer las relaciones so-eiales. El aspecto situacional de ia interacciónsocial en el tiempo y el espacio estudiado porGiddens ( 1995) recalca la importancia de la tem-poralidad y la espacialidad en la configuraciónde los patrones de la práctica social. ParaGiddens la práctica social, es decir, la forma enla cual todas las relaciones sociales se constitu-yen y mantienen para que la vida social conti-núe, se lleva a cabo en entornos socialesespaciaimente y temporalmente distintos. Lasinteracciones en diferentes entornos espacio-temporales constituyen un ordenamiento repro-ducido de relaciones sociales. Resulta entoncesque la práctica social no puede abstraerse deltiempo y del espacio. Así pues, la estructuradel espacio es el medio para la producción yreproducción social y asimismo esta organiza-ción o estructuración del espacio es el resultadode las actividades sociales anteriores. El ambien-te natural no puede eoncebirse como un objetoemergente, pasivo o neutral, ya que su pereep-ción. el modo de conceptualizarlo, su estructu-ración son el resultado de los procesos y eventossociales generados y configurados en el pasa-do. La percepción del espaeio y su estructura-ción tienen que ver con los conceptos y reglasdel comportamiento preestablecidos, los queaprehendidos por los individuos en el procesode la socialización les permiten reconocer o

definir los espacios adecuados para relacionar-se con los demás. Ya que ninguno de los indivi-duos es omnisciente y omnipresente y dado deque eada uno de ellos reproduce ciertas prácti-cas con metas partieulares, la fiel reproducciónde ciertas actividades en espacios específicosno es posible y, tal como lo demuestra Bourdieu(1991) en su teoría del habitus, la práctica so-cial puede ser transformada. Los individuos seencuentran alejados en el tiempo y el espaciode las intenciones de los agentes sociales queoriginaron prácticas sociales específicas; di-chos individuos se encuentran situados en sustiempos-espacios particulares y tienen que "leer"o interpretarlos adecuadamente. Aunque muchasde estas prácticas se reproducen irrefiexivamenteen la vida cotidiana, también se modifican con-tinuamente afectando los tiempos-espacios es-tablecidos. La estructuración o la organizaciónparticular del espacio no es sólo el medio de laproducción o la reproducción de la práctica so-cial, sino también la determina y condiciona.En este sentido el espacio social, igual que elespacio físico natural son ai mismo tiempw losproductos de las actividades pasadas y las di-mensiones necesarias para las actividades ac-tuales. Ambos determinan y limitan, pero almismo momento crean y hacen posible la prác-tica social.

El estudio del medio ambiente naturalfuera del contexto social

El hecho de ver el medio físico natural comouna dimensión pasiva de las relaciones socialesse debe a la premisa positivista que separa alsujeto del objeto de su investigación. Siguien-do esta división, se concibe a la sociedad enoposición a la naturaleza, lo que implica que elentorno físico material puede estudiarse fueradel sistema social. Los que estudian las relacio-nes entre el medio ambiente y el sistema socialimitan los procedimientos de las ciencias natu-rales. No obstante, los fenómenos sociales ynaturales constituyen dos objetos de estudio querequieren de diferentes epistemologías ymetodologías. Resulta entonces imposible es-tudiar las relaciones entre el medio ambientenatural y la sociedad siguiendo dos marcos

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epistemológicos diferentes. No se puede incluiren la teoría social los objetos materiales o elmedio ambiente natural como categorías quetienen un estatus independiente, fuera del con-texto social, pues son los humanos quienesinteractúan entre sí, quienes entretejen sus rela-ciones utilizando objetos materiales y el medionatural (Slmonsen, 1996:497). Aunque variassociedades desarrollan mecanismos para dife-renciarse del medio ambiente (p.ej. Reichel-Dolmatoff, 1976), el concepto del medioambiente en sí mismo es el producto históricodel pensamiento cognitivo dei hombre y care-ce de sentido fuera de la vida humana. Desde estaperspectiva la ontología de los elementos delmedio ambiente depende del discurso social yno de los procesos geológicos y biológicos queestudia la ciencia moderna. El medio ambienteno puede fungir como el sinónimo del espaciofísico material que es homogéneo, 'objetivo',"neutral', y que se dota de distintos contenidossegún los marcos teóricos que aplicamos, sinocomo un paralelo al espacio social, compuestopor estructuras sociales aeulturadas con el sig-nificado dado por la práctica social.

En adelante propongo utilizar el conceptodel espacio social, inseparable del concepto detiempo social, y que puede usarse para enten-der los contextos espaciales de la vida social.En mi opinión la interpretación de los concep-tos del tiempo y del espacio social ayuda a iden-tificar el carácter situaeional de la constituciónde la vida social. Eso a su vez abre las posibili-dades de desarrollar un procedimiento capaz deanalizar la contextualidad de la vida social y elpapel mediador de la cultura material, incluyen-do el medio ambiente natural, entre las estruc-turas y prácticas sociales. En cambio el principalenfoque en los estudios espaciales en la arqueo-logía (arqueología ecológica, de los asentamien-tos) ha sido desde el punto de vista del análisisfuncional y utilitario en el cual el espacio físiconatural no ha sido concebido como soeialmenteproblemático. Cabe preguntarse si tenían el mis-mo carácter instrumental las supuestas relaeio-nes entre el hombre y el medio ambiente en laantigüedad.

La arqueología cognitiva que utiliza el mo-delo de un sujeto solitario, capaz de conocer y

actuar socialmente, que se enfrenta a la totali-dad de su medio físico material y genera tosmodelos cosmovisionaies de! universo para co-nocerlo, ordenarlo, dominarlo y controlarlo,sujeto que es un individuo omnisciente que iden-tifica el contexto apropiado para realizar su plande acción de acuerdo con las reglas y nomiassociales preestablecidas. Por el contrario ta ar-queología simbólica debe usar el modelo de laacción común, en la cual los participantes tra-tan de realizar sus planes de acción individua-les en condiciones de común acuerdo. Cadaactor social interpreta/reconoce un fragmento delentorno como un marco apropiado para realizarsu acción, este fragmento se constituye a la luzde posibilidades de acción que el individuopercibe como relevantes, pero tiene que haberun acuerdo, un saber común que todos losindividuos involucrados acepten como in-tersubjetivamente válido (Habermas, 1999,1996).

El medio ambiente natural como el paisaje

El hecho de recalcar el carácter mediador delmedio ambiente material en la constitución delas relaciones sociales implica que no se pue-de hablar del espacio físico material fuera delsistema social. Esto nos lleva al conceptodel paisaje. De manera general se puede decirque "paisaje" se refiere a los espacios constitui-dos simbólicamente y concebidos solamente através de la experiencia existencia! (Dasein,vivir-en-el-mundo heideggeriano, véaseHeidegger, 1997).

Los ejemplos etnológicos (Bourdieu, 1991 ;Hallpike, 1986) hacen hincapié en que la re-ferencia a la propia actividad constituye elparámetro básico para percibir y construir lostiempos y espacios sociales. La conceptualiza-ción del tiempo-espacio social que cada indivi-duo genera tiene, entonces, el doble earácter: elsentido óntico —denotando lo que uno no es yel sentido preontológico-existencial— denotan-do el mundo en donde este individuo vive (el"ser ahf) (compárase Heidegger, 1997:76-79).No obstante, esta percepción tiene lugar en lasubjetividad del individuo y para convertirse enobjetiva se necesita la acción comunicativa

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(Habermas, 1999:159-190). Siguiendo aHabermas (1999:191-257) se puede decir queel individuo recibe ciertos presupuestos acercadel mundo (una cosmovision) que le son trans-mitidos en el proceso de la socialización; estospresupuestos se convierten en los elementoscompartidos con otros individuos y transcien-den, desde su perspectiva, la experiencia inme-diata de él y de los demás. Esta suposiciónimplica dos posibilidades epistemológicas im-portantes. Primero, es bastante improbable lasituación de que todos los integrantes de la so-ciedad incluyendo las sociedades de banda,igualitarias o de los cazadores-recolectoresconceptual icen su entorno de igual manera. Hayque asumir que al lado de ciertos marcadoresterritoriales que representan igual experienciapara todos sus miembros existen otros, vincu-lados con la experiencia individual o gnipallimitada. Segundo, si existen los elemen-tos cosmovisionales (p.ej. los conceptos deltiempo-espacio) que transcienden la experien-cia inmediata del grupo social, entonces se vuel-ven accesibles a su interpretación que provienedesde exterior, incluyendo la interpretación he-cha por los arqueólogos.

Dado que el valor existencia! es el compo-nente más importante de la construcción delpaisaje y puesto que ei modo de vida sedentarioimplica la constitución dei mundo circundan-te del "ser ahf (concebido p. ej. como espaciodoméstico) es de esperar que en un territo-rio fijo la estabilidad de los vínculos simbóli-cos entre la sociedad y los marcadores espacia-les sea mayor. La atribución de significadosespecíficos a ciertos elementos del entorno fí-sico material puede variar de acuerdo con losgrupos sociales que los utilizan para fines par-ticulares, pero algunos de ellos, más ligados conlas representaciones colectivas del universo,tienen que ser más estables porque forman losvínculos compartidos por todos los grupos so-ciales o toda la sociedad. Estos son precisamentelos significados accesibles a la interpretación ar-queológica.

De lo arriba expuesto resulta que la nociónde paisaje no se limita a la construcción simbó-lica que el hombre impone al espacio físico na-tural, sino que es el producto de la experiencia

de vivir-en-él. Utilizo la palabra "imponer" noen el sentido de la existencia de un pensamien-to reflexivo y racional que conscientemente atri-buye ciertos valores a las formas del paisaje,porque ello conduce a la separación del hombrede su medio ambiente, sería para denotar un cier-to grado del distanciamiento que aparece entreel hombre y su entorno natural que le permiteentender su situación existencial y cl sentido delmundo circundante. Aquí se trata más bien deconvivir con las diferentes partes del medio fí-sico y entenderlas como significativas. El pai-saje es el resultado de este convivir.

Materialidad y astronomía

La apariencia material, la superficie y la formade los objetos que pertenecen al entorno natu-ral, sobre todo cuyas características se percibencomo las que transcienden las aspectos y pro-piedades del cuerpo humano, puede convertir-los en vehículos relevantes para la construcciónsimbólica del espacio. Varios objetos o rasgosnaturales pueden poseer algunas earaeterísti-eas particulares que presenten tos acontecimien-tos en el pensamiento abstracto. En términos ge-nerales la construcción simbólica del espaeio(habitado) está íntimamente ligada con las imá-genes prototípieas del cuerpo humano, siendola casa y la aldea las construcciones más cerca-nas y más visiblemente consideradas como ex-tensiones de éste. ' El hecho de emplear el cuerpohumano como un modelo de la representación

En la actualidad ya iwn numeroüa.1 las publicaciones quetratan sobre este tema. Los trabajos de Bourdieu(1977:tl4-124; 1991:113-132. 419-437) se centran enanalizar cómo el espacio habitado en gcneml y la casaen paiticulaj se convierten en los lugares en donde sehacen objetivos Ins principios que clasifican, ordenan yestructuran los espacios partiendo de las caracicrf.stícasdel cuerpo humano: "Todas las manipulaciones simbóli-cas de la experiencia corporal... tienden a imponer laintegración del espacio corporal, cósmico y social pen-sando según las mi.smas categorías" ( 1991:131 ), Por sulado, Hallpike ( 1986:269-279) cita varios ejemplos parademostrar la homogeneidad de los principios generado-res del espacio social a partir del cuerpo humano. Sobrela correspondencia: cuerpo humano - relaciones y valo-res espaciales, véase Tuan (1987:51-70), Sobre la crea-ción de la sociedad a la manera y a imagen del cuerpohumano, véase Godelier (1997),

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espacial de acuerdo con el cual se constituyenlas casas y los asentamientos signiñca tambiénque el cuerpo humano se convierte en el puntode referencia para la construcción de ios con-ceptos espaciales que organizan, ordenan yestructuran este espacio habitado, incluyendo elmodelo del cosmos. El enlace entre el cuerpo,la casa y el cosmos constituye una lógica de co-rrespondencias, una fuente inmensa y un acer-vo ilimitado de cualquier simbolismo (Ricoeur,1998:74-75). De este modo es la verticalidad ola rectilineatidad de un tronco del árbol que eseternamente verde o en periodos regulares pier-de y adquiere el follaje, se convierte en ia cali-dad que por esta lógica de correspondenciassimbólicas se proyecta en el modelo del cos-mos como su sostén, su eje central (el axismundi) o uno de los cuatro pilares que sostie-nen la bóveda celeste separando el cielo de latierra. La constitución de las correspondenciassimbológicas^ tiene la dimensión totalizante,universal y la potencialidad de objetivar la es-tructura del tiempo-espacio en la medida en quese refieren y/o describen las experienciasde varios sujetos. Esta homogeneidad potencial delos significados constituye la dimensiónepistemológica que permita al observador dis-tante, incluido el arqueólogo, hacer más proba-bles y más válidas sus interpretaciones.

Ahora bien, una forma llamativa de roca,un manantial particular situado en las afuerasde la aldea, una montaña lejana que se tapa conlas nubes que traen la lluvia, las característicasde la supertlcie del objeto pulido, el sabor de lacarne cocida, etcétera, todos estos rasgos delentorno físico material muestran un potencialde percibirse y convertirse en significantes. Al-gunos de los rasgos particulares de los objetosresultan de sus cualidades físicas, materiales.Semejantes o diferentes a las cualidades delcuerpo humano presentan un acontecimientoque conduce a considerarlos como evocadores.Y entonces parecen representar otros rasgos aso-ciados con ellos, unos rasgos inmateriales, atri-buidos arbitrariamente, de manera consciente o

Este término denota "lógicas simbólicas" y fue escogidopor Marie Odile Marion (1997) como el título de un li-bro colectivo sobre antropología simbólica.

inconsciente. Esta relación del hombre con suentorno físico material y con los objetos mate-riales crea los vínculos, conexiones y sensacio-nes duraderas o tangibles, es lo que permite alhombre apropiarse de ellos para usarlos enlas relaciones con los demás. Por medio de laconstitución de los vínculos entre los objetos,personas y situaciones apropiadas para la prác-tica social particular, se crean las conexionesentre los objetos y las personas.

Se puede decir entonces, que la apropiaciónde los elementos del espacio físico natural y delos objetos materiales en general constituye unaparte del proceso durante el cual se crean signi-ficados. Obviamente muchas de las cualidadesfísicas de los objetos resultan de sus propieda-des materiales, y no es necesario que la totali-dad de los rasgos físicos o imaginarios atribuidosa los objetos esté presente para que los indivi-duos identifiquen o reconozcan los tiempos-espacios propios de una práctica social. Lainterpretación de la situación permite a los ac-tores sociales realizar sus planes de acción (Hei-degger, 1996:484-487). Esta interpretación a suvez construye o reafirma las identidades de losactores sociales (Heidegger, 1996:488). La ma-terialidad del entorno físico y de los objetos esla característica que permite fijar estos saberesy estas identidades, la materialidad los hace 'ob-jetivos', los extemaliza, representa y .simboli-za. Los puntos particulares en el entorno físicomaterial, asociados con la práctica o el discursosocial se convierten en los medios a través delos cuales puede operar el hombre. Más bienson un recurso referencial que proporciona iden-tificaciones singulares y a la vez legítimas(objetivadas), facilitando al agente social deter-minar la situación. Esta red de lugares en el tiem-po y el espacio forma el paisaje. Desde estaIJerspectiva se nota su carácter doble: por un ladoel mundo habitado por el hombre es una eons-trucción tangible, inmaterial que se basa en lossaberes compartidos intersubjetivamente, y porel otro lado esta misma construcción hace posi-ble la constitución de la propia individualidadde los actores sociales. Dicho de otro modo, lapráctica social se representa a través de los lu-gares, de los objetos y las actividades asociadascon ellas y soa los agentes sociales quienes los

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reconocen, repiten o cuyo significado constru-yen. Los lugares y los objetos que conformanlos contextos propios de las acciones socialesparticulares, pueden convertirse en símbolos deellas mismas. Los paisajes forman una redespacio-temporal particular en la cual los luga-res evocan las relaciones sociales particulares ylos agentes sociales reconocen y se reconocencuando se relacionan con ellos (véanse las ob-servaciones de Ricoeur, 1998:47-49 sobre el len-guaje).

Ahora bien, la regularidad con la cual vuel-ven a presentarse fases lunares y la repeticióncontinua de las posiciones del sol en el curso deun año, ofrecen un cieno grado de estabilidadque facilita predecirlos y dominarlos. También,al ser fácilmente percibidos, son del dominiouniversal, Estas características pueden conver-tirlos fácilmente en los elementos del discursosocial y en vehículos simbólicos mediante loscuales se constituye el mundo social. Son estaslas características mediante las cuales los fenó-menos astronómicos pueden ser referidos al aquíy al allá universales convirtiéndose en el mareocomún de referencia. Sin embargo, la universa-lización del público es sólo potencial. Siguien-do a Ricoeur (1998:44) considero que lainterpretación o el reconocimiento del signifi-cado posible de los eventos astronómicos másallá de su valor cognitivo, igual que la lecturade una obra literaria, obedece a ciertos patronesy por lo tanto admite o excluye a ciertos de suslectores. También quiero señalar que la univer-salidad del marco referencial de los fenómenosastronómicos no excluye las situaciones de sumanipulación convirtiéndolos en los portado-res de sentidos individuales, o dirigidos a cier-tos sectores de la sociedad, siendo ios sentidosindividuales disfrazados por sentidos comunes.

Elementos para la teoría de los calendariosde horizonte

Estas son las líneas del pensamiento necesariaspara abordar el tema del papel de las formas dehorizonte en la conformación del calendario. Enadelante discutiré la constmcción, tangible ointangible, de los horizontes con fines de mar-car las fechas del calendario solar. De acuerdo

con esta hipótesis algunos de los rasgos del ho-rizonte pudieron haber servido como marcado-res de las posiciones solares en las fechasconsideradas significativas. Las posiciones dela intersección de la trayectoría del sol con lalínea del horizonte, o sea, las posiciones dela salida y/o puesta del sol, cambian a lo largodel año, llegando a alcanzar sus máximos des-plazamientos del punto del este (definido comodistante de 90° del norte geográfieo) durantelos solsticios. En la tradición arqueoastro-nómica, la construcción del calendario de hori-zonte es interpretada en términos cognitivos yeosmovisionales, siendo los rasgos del horizontey el horizonte mismo los elementos del análisissocialmente irrelevantes (compárese la descrip-ción de los enfoques al respecto en Sprajc,2001:31-37). No obstante, en el presente tra-bajo no voy a criticar los trabajos arqueo-astronómicos.

Desde la perspectiva esbozada párrafos arri-ba resulta que el análisis de los calendarios dehorizonte debe formar parte de los estudios delpaisaje. Igual que los demás elementos del pai-saje, el borizonte también constituye un acon-tecimiento importante en la percepción delmedio ambiente separando el cielo de la tierra ypor lo tanto juega un papel importante en con-formar las relaciones sociales. La hipótesis delcalendario del horizonte se basa en la premisade que algunos de los rasgos del horizonte, vis-tos desde un sitio particular, pueden marcar unaposición que desde las perspectivas de la as-tronomía y/o el calendario es significativa y el lonos lleva a ia necesidad de definir lo que se en-tiende por significativo astronómicamente ocalendáricamente. La astronomía actual es elproducto de generaciones de astrónomos y comolo demuestra la historia de esta disciplina, susbases epistemológicas, teóricas y metodológicasestaban en cambio continuo. También la histo-ría de los calendaríos nos muestra que son unaconstrucción cultural y social, por lo tanto noes posible limitar el análisis a los aspectoseognitivos. La evaluación del significado astro-nómico y calendáríco de los horizontes tiene quehacerse desde la perspectiva de la teoría social.

La ondulante línea del horízonte que rodeael espacio físico natural habitado por el hombre

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es un rasgo natural fijo, inmóvil y es la combi-nación de los rasgos morfológicos con el dis-curso social la que los hace fenoménicamenteimportantes. Así pues, un rasgo horizontal seconvierte en llamativo y significativo no sólopor su apariencia física material, por ser consi-derado fenoménicamente como "llamativo" o•prominente", sino también porque sus rasgosmateriales proporcionan identificaciones parti-culares dentro del marco común de referenciade la totalidad del paisaje, Resulta entonces, queen este sentido el análisis de los rasgos de hori-zonte requiere de las mismas herramientas ana-líticas que las demás fonnas del paisaje. A ladiferencia de formas del paisaje, los rasgos delhorizonte considerados como relevantes puedenestar unidos al movimiento anual del sol (natu-ralmente si se encuentran dentro del ángulodel desplazamiento anual del sol). La eonjun-ción del disco solar con una parte del horizontees un acontecimiento que agrega un nuevo po-tencial simbólico a las formas del paisaje. Yaque el sol se desplaza a lo largo del horizonte,la unión del rasgo particular del horizonte conel disco solar se produce en ciertas fechas delaño trópico y ellos añade el factor de la tempo-ralidad al proceso de la conformación del pai-saje.' Por estas razones es necesario analizar elconjunto de tres acontecimientos: un rasgo ma-terial específico situado en el horizonte, el sol yla unión temporal entre ambos. Cada uno deestos elementos (un rasgo de horizonte y el sol)porta sus significados singulares, pero ¿qué sig-nifica cuando los dos están juntos?

Igual que en el caso de los rasgos del paisa-je, el potencial de los significados que se rela-cionan con el sol es inmenso. Aquí quierolimitarme al papel que desempeñan las posicio-nes del sol para crear las referencias espaciales.Ya se ha dicho que el cuerpo humano forma elpunto de referencia para las construccionesreferenciales espaeiales más elementales (Tuan,1987:51-70; Bourdieu, 1991:113-135) y susdivisiones constituyen los prototipos del orde-

No se puede descartar la posibilidad de que también lasformas dei paisaje que se encuentran fuera del ángulodel desplazamiento anual del sol, cercanas al Norte ySur, constituyan un marco refercnciBl importanle.

namiento y de la clasificación especial. No obs-tante, se necesitan algunos mecanismos deobjetivación que convierten los ordenamientosespaciales ligados con los cuerpos individualesen relaciones espaciales de común acuerdo. IAÏSanálisis léxicos de los términos que denomi-nan los ejes que ordenan el espacio, sugierenque los vocablos para el Este y el Oeste mues-tran universalmente que la fuente común parasus nombres se refiere al movimiento del sol(Brown, 1983; Hallpike, 1986:280-282). Paralos términos Norte y Sw se observa la mayorambivalencia, ya que además de los indicadorestemporales (mediodía/medianoche, tiempo deverano/invierno) aparecen las referencias a losrasgos del paisaje prominentes (cerros, ríos,Estrella Polar), o a los ejes conceptuales queorganizan el espaeio (p.ej. conceptos arriba/abajo, izquierda/derecha, caliente/frío). No esasí en el easo de las direcciones Este y Oeste,allá el único referente es el astro rey. Ya que elmovimiento del sol se percibe comúnmente yno depende del punto de vista de cada indivi-duo, su incorporación para marcar las divisio-nes en el espacio es relativamente fácil. Hay unagran probabilidad de usar el movimiento solaren calidad de referente de común acuerdo paraorientar y dividir el espacio.

Igual que el paisaje reemplaza al espaciohomogéneo y neutral, la posición del sol enel horizonte se convierte en la medida objetivade la orientación. Por ejemplo, las observacio-nes de tas posiciones del sol en los solsticiosdefinen y hacen legítima la división cuatriparti-ta del mundo en el plano horizontal (McCIuskey,1993; Iwaniszewski, 1993) en términos gene-rales. Aunque las posiciones del sol al amane-cer y atardecer proporcionan universalmente dosde los ejes que conforman la cuatri partie ion delespacio y pueden trazarse en cualquier lugar enla superficie terrestre, la conjunción de la posi-ción del sol con un rasgo específieo del hori-zonte convierte este principio en la construcciónestática ligada con un lugar de observación par-tieular. La unión de los rasgos particulares dehorizonte con el sol constituye una nueva cali-dad significativa cuyo sentido intentamos inter-pretar. Los ejemplos etnográficos (Hallpike,1986:271-296) demuestran que varias socieda-

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des usan los cuerpos celestes y/o eventosastronómicos particulares para crear sus "luga-res", tos rasgos en el horizonte que contienenun cierto valor simbólico y cosmovisional. Paratratar los calendarios de horizonte es necesariointroducir en este lugar la dimensión temporal.La experiencia vivida hace que cada uno de losrasgos de horizonte sea percibido en asociacióncon un fenómeno astronómico particular; dehecho un lugar en el horizonte lejano se perci-be como inseparable del movimiento de los cuer-pos celestes. El significado del lugar estáeternamente vinculado con la clase particularde los eventos/objetos astronómicos, este po-tencial de significar algo se actualizacíclicamente con la repetición del fenómeno.Hay aquí dos elementos: los rasgos de paisajeestáticos y el movimiento del sol que aunqueestá moviéndose sobre el horizonte y aporta unatritmto dinámico, tiene la repetición regular desu trayectoria anual, regularidad con la cual eldisco solar aparece con estos rasgos y hace fijay estática la relación entre el sol y el horizonte.

Las apariciones y desapariciones continuasdel sol, sus salidas y puestas, sirven para mar-car el tiempo. Muchas de las lenguas utilizanel mismo vocablo para "día" y "so!", o sea, el"día" denota aquí la "luz del día", lo que ob-viamente se deriva del movimiento solar (cf.Iwaniszewski, 1995:100-102, para las lenguascalifomianas). Dicho de otro modo, el despla-zamiento uniforme y regular del sol sobre elhorizonte además de denotar la posieión espa-cial, fácilmente puede convertirse en un marca-dor temporal, porque la aparición/desaparicióndel sol ya antes fue utilizada para marcarel trans-curso del tiempo. Obviamente, después de untiempo determinado cada agente social es ca-paz de fijarse en las posiciones del sol en elhorizonte y usarlas como marcadores tempo-rales, creando de este modo un sinnúmero decalendarios de horizonte. Eso sucede cuando elpatrón de asentamiento es disprerso o la líneaque conforma el horizonte se encuentra cercade las viviendas, en ambos casos cada uno delos habitantes de viviendas cuenta con los hori-zontes diferentes de tal modo que las asocia-ciones del sol con los rasgos de horizontesespecíficos caen en fechas diferentes. Para evi-

tar ello, es necesario privilegiar un lugar par-ticular, crear un lugar legítimo para hacer váli-das las observaciones. Y es aquí en donde esnecesario definir lo que es un calendario desdela perspectiva social.

Giddens (1995) demuestra cómo la prácti-ca soeial se desarrolla en un tiempo y un espa-cio estructurados. Estos tiempos-espacios seconvierten en construcciones simbólicas a tra-vés de las cuales se constituye el dominio prác-tico de los principios fundamentales (Bourdieu,1991:128). Cada acción social se desarrolla enel tiempo (tiene su ritmo, su tiempo, su dura-ción, etc.), o sea, tiene su estructura temporalque constituye su sentido (Bourdieu, 1991:139).La manera particular de usar el tiempo como eldispositivo que regula y sincroniza la prácticasocial es eonstitutiva del orden social. El esque-ma del calendario establece los puntos de refe-rencia de común acuerdo, tales como lasceremonias y los trabajos (Bourdieu, 1991:143)en un esquema lineal, estableciendo su sucesión.Si el tiempo de ejecutar una práctica socialespecífica se encuentra unido a conceptos espa-ciales particulares (tiempos-espacios particula-res), el calendario hace coordinar la sucesión,la duración y la simultaneidad de ellas, confor-mando el modelo del tiempo cualitativo (aso-ciado con las prácticas particulares) con eluniforme (obligatorio para todos) y continuo.El hecho de establecer la sucesión de prácticas,el orden temporal apropiado para ejecutarlas,implica la tendencia a imaginar el transcurrirdel tiempo bajo cierta forma de iinealidad,aunque cada año se repite esta sucesión. Laidea del calendario de horizonte implica enton-ces que la sucesión de prácticas puedevisualizarse como la secuencia de las posicio-nes del sol sobre el horizonte. Ya que las divi-siones y subdivisiones del calendario se refierena prácticas particulares, las posiciones del solunidas a los rasgos específicos del paisajepueden hacer simbolizar los inicios y las con-clusiones de ellas. Por lo tanto los eventosastronómicos que a distancia pueden observar-se por un mayor grupo de individuos, con fre-cuencia pueden convertirse en los símbolos quesostienen las representaciones colectivas deluniverso proporcionando los recursos para cons-

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tituir y mantener la identidad. Hay que advertirque en este caso se trata de dos conjuntos deeventos que son equiparados: del calendario queabarca la totalidad de los tiempos para ejecutarias acciones y el horizonte insertado en el án-gulo del desplazamiento anual del sol que abar-ca la totalidad de sus posiciones. Otro es el casocuando se relaciona el inicio del calendario (elinicio del año o del mes) con el rasgo particulardel horizonte.

Para concluir esta parte del ensayo quieroseñalar que;

1. La separación del horizonte del paisaje esartificial. Los rasgos de horizonte requie-ren de la misma epistemología que las de-más formas del paisaje.

2. Los rasgos particulares de horizonte, igualque los demás rasgos del paisaje puedenconvertirse en los marcos referenciales deldiscurso social proporcionando identifica-ciones singulares a los espacios-tiemposparticulares (los aquí y los ahora en el sen-tido de Ricouer, 1998:47).

3. Los cuerpos celestes no son los objetos ho-mogéneos, abstractos, neutrales o carentesde significado, al contrario son los vehícu-los de significados particulares.

4. La salida y/o puesta del sol en el horizontees un acontecimiento que vincula el fenó-meno astronómico con un rasgo particulardel horizonte. La conjunción de ambos serepite en forma regular y agrega la dimen-sión temporal a la red espacio-temporal yamencionada.

5. La conjunción del rasgo de horizonte con lasalida/puesta del sol tiene dos dimensiones:- espacial, proporciona ios dispositivos

para orientarse en el espacio, sirve parahacer efectiva la (cuatri) partición delespacio.

- temporal:a. proporciona el dispositivo para

iniciar la euenta anual o mensual aso-ciando el (los) punto (s) fijo (s) dehorizonte con ei arranque de la cuen-ta calendárica (p.ej. la salida heliácade las Pléyades, la salida del sol enlos solsticios, la primera aparición

de la luna nueva antes o después delsolsticio, etc., véase Nilsson, 1920).

b. proporciona el dispositivo para "iti-sertar" todo el calendario en el pai-saje ligando las formas particularesde horizonte con las unidades detiempo homogéneas y uniformes.

En adelante quiero plantear la validez delconcepto del calendario de horizonte discu-tiendo dos casos específicos, el horizonte vistodesde la pirámide de Cuicuilco y las transfor-maciones arquitectónicas en el Grupo E enUaxaetún.

Cuicuilco

Durante su existencia, el centro ceremonial deCuicuileo, con su pirámide circular, se hallabarodeado por diferentes asentamientos, cerca delborde oeste de la zona lacustre en la parte surde la Cuenca de México. Colocado en una pla-nicie, este basamento de piedra de grandes di-mensiones (de 27 m de altura y 80 m dediámetro), escalonado y de planta circular con-tó con dos rampas de acceso, cuyos restos seencuentran en los lados este y oeste de la pirá-mide. Desde el lugar se extiende una magníficavista hacia toda la Cuenca de México (Figu-ras 1 y 2). La línea del horizonte oriental estáconformada por las cumbres montañosas que sesitúan entre 50-70 km de la pirámide (Broda,2001, Tabla 1 ), mientras que el horizonte occi-dental es mucho más cercano, conformado porlos cerros situados a unos 12-17 km de distan-cia (Galindo y Esteban, 2001:203). Una si-tuación similar se percibe con las líneasdel horizonte situadas al norte (lejos) y alsur (cerca). Observando las característicasgeomorfológicas y visuales del lugar en dondelos constructores decidieron levantar la pirámi-de, se nota inmediatamente que los horizonteslejanos (al norte y al oriente) se sitúan detrás delos vasos lacustres; estas grandes superficies delagua cubiertas con la vegetación lacustre ypantanosa formaron las extensas y vastas super-ficies aplanadas que separaban el lugar de losrasgos prominentes de ambos horizontes, mien-tras que los horizontes cercanos (al sur y al po-

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Figura 1. El calendario de horizonte oriental, observado desde la pirámide de Cuicuilco, según la hipótesispropuesta por Johanna Broda (2001: fig. 12). [Archivo IWA-6-A]

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Figura 2. E] calendario de horizonte occidental, observado desde la pirámide de Cuicuilco, según ia hipóte-sis propuesta por Jesús Galindo y César Esteban (2001:209, fig. 5). [Archivo 1WA-5-A]

STANISLAW IWANISZEWSKI ASTRONOMÍA, MATERIAl.IDAD Y PAISAJE: REELEXIONES... 227

niente) formaron un continuum de rasgos mon-tañosos del paisaje.

Aunque los principios del asentamiento enCuicuilco se remontan al Preclásico Temprano,no es hasta el Preclásico Medio cuando en laregión aparecieron las primeras estructuras cere-moniales (Sanders et al., 1979:76). Cuicuileoconstituyó un importante centro regional duranteel Preclásico Tardío y es probable que la cons-trucción de la pirámide date de la fase 3 delPeriodo Intermedio Primero (300-100 a.C,Sanders et at., 1979:99). Según la informaciónreciente (Pérez Campa, inf. personal), el basa-mento de la pirámide pudo originarse ya entre800 y 600 a.C. Como se sabe, a raíz de la erup-ción volcánica de Xitle, el centm ceremonial fueabandonado a principios del Clásico.

Las excavaciones en el interior de pirámidedescubrieron la presencia de varios altares so-brepuestos pintados de rojo, pertenecientes a laprimer etapa constructiva (López Camacho,1991:38, fig. 3 y 42, fig. 4; Sprajc, 2001:168).La orientación de todos los altares es aproxi-madamente solsticial. Después de medir susorientaciones Sprajc (ibíd.) concluyó que de lasdos posibilidades (alineaciones hacia las pues-tas del sol en los solsticios de invierno o ha-cia las salidas del sol en los solsticios de vera-no), la más probable era la que se asociaba conel solsticio de verano. No obstante, en el horizonteoriental ningún rasgo prominente coincide conla posición exacta del sol durante el solsticio deverano (Broda, 1993:279, fig. 9.11, 2001:184,Hg. 12), Tampoco la posición dei Cerro de laEstrella, aunque muy cercana, pudo marear estemomento astronómico (áprajc, 2001:171).

Es Ponce de León (1982:32, 60; 1983:79,nota 20) quien hizo notar que la salida del soldurante los solsticios de invierno sucedía en laladera norte del Popocatepetl, mientras que elsol salía sobre el Cerro Papayo cerca de los equi-noccios. Unos años más tarde Broda (1991b,1993, 2001) propuso la hipótesis de que lavista hacia el horizonte oriental al amanecer eratan especular, que la observación de las salidasdel sol sobre sus diferentes rasgos sirvió paraestablecer el calendario del horizonte (véaseFigura 1). Semejantes interpretaciones que ads-criben al horizonte oriental y occidental el va-

lor instrumental y utilitarío convirtiéndolo enuna herramienta calendárica, fueron hechas porRuggles (1994), Sprajc (2001:163-173) asícomo Galindo y Esteban (2001).

En este trabajo busco sustentar otra inter-pretación. Visto desde la pirámide el lejano ho-rizonte oriental representa una línea ondulanteque incluye los cerros de Popocatepetl (5,452msnm), Iztaccihuatl (5,286 msnm). Papayo(3,620), Telapon (4,070 msnm), Tlaloc (4.250msnm) y Tlamacas (3,200 msnm), siguiendo elorden desde el sur hasta el norte (compáraseFigura 1). La lejanía, la vista abierta no obs-taculizada, el hecho de que los dos volcanes emi-nentes se cubran con la nieve perenne,impresionan al observador parado en la pirámi-de aún en la actualidad. Naturalmente no sepuede hacer una simple equivalencia de lo quesiente un observador actual con los sentimien-tos, emociones y percepciones de un habitanteantiguo de Cuicuilco. Sin embargo, la perspee-tiva fenomenológica es, con muchas precaucio-nes, considerada como válida en el discursoarqueológico actual (Tilley, 1994). No cabe lamenor duda de que muchos pueblos situados entomo de ios grandes voleanes utilizaron estosrasgos del paisaje para convertirlos en constitu-tivos de sus marcos referenciales. Es difícil ima-ginar que el espacio físico constituido por elValle de México fuera neutral o careciera de sig-nificados hasta el momento de trazar las líneasvisuales vinculadas con el movimiento del sol,tal como io proponen los investigadores men-cionados (Ponce de Léon, Aveni, Broda,Ruggles, Sprajc, Galindo y Esteban). AI con-trarío, estos rasgos no solamente pudieron con-vertirse en marcadores territoriales y políticos,símbolos de identidades étnicas o sociales, em-blemas genealógicos, sino también en moradasde los antepasados, seres antropomoríos, sitiosliminales, etc. Además, esta muy compleja ymultifacética relación con el paisaje pudo ma-nifestarse en relatos míticos, historias familia-res, prácticas cotidianas y rituales. El becho deque estos rasgos del paisaje se convirtieran enindicadores ostensibles y marcos referencialespara el aquí y el ahora singulares, denota quediferentes poblaciones del México Central yáreas circundantes los concibieron como mar-

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eos comunes de sus prácticas. Por ejemplo, toshabitantes de la fase IV en Tlatilco ( 1350-1000a.C.) demostraron un interés en marcar losalineamientos hacia las cumbres situadas en elhorizonte lejano por medio de las orientacionesde los entierros (Gareía Moll, 2000). Ya queestas cumbres son visibles desde diferentes án-gulos, distancias y lugares, es difícil encontraruna posición privilegiada para legitimar la po-sición del observador.

Este problema puede resolverse desarrollan-do una teoría social que resalta la contextual idad(social, espacial y temporal) de las actividadeshumanas. La contextualidad se eneuentra direc-tamente envuelta en la constitución de prácti-cas sociales y al mismo momento estas prácticasestán creando el contexto (Simonsen, 1996:507).Es necesario identificar las prácticas socialesrealizadas por diferentes grupos sociales en par-ticulares contextos sociales con el uso espeeífi-co del medio ambiente natural.

La forma y el volumen de la pirámide re-vestida de piedra evoca una cierta monumenta-lidad y enfatiza el predominio de la dimensiónvertical. Esta pirámide, el monumental basamen-to de piedra, se eleva sobre el nivel de los lagosdel sur de ia Cuenca constituyendo visualmen-te un contrapeso al eminente horizonte orientallejano. Al mismo tiempo es percibida visual-mente desde cierta distancia, sobre todo deloriente y norte. Las visuales que parten de lacima de la pirámide se comunican con el hori-zonte alto, fijo, monumental, montañés y leja-no pasando por alto la zona laeustre, es decir,arriba de los asentamientos situados en esta partede la Cuenca.

Obviamente el horizonte oriental, precisa-mente por ser majestuoso y lejano, constituyóel marco referencial para la práctica social dediferentes poblaciones dentro y afuera de laCuenca. Los observadores parados en diferen-tes cerros y colinas dentro de la Cuenca podíanhallarse en una situación privilegiada, ya quetodos estos lugares, por ser fenoménicamenteeminentes, con gran probabilidad estaban vin-culados con significados particulares. Obvia-mente algunos de los islotes, manantiales, lagosy cuevas, también fueron revestidos con un cier-

to capita! simbólico, no obstante, un lugar físi-camente elevado ejerce cierto dominio sobre loslugares bajos. Por eso opino que la elevacióndel lugar específico sobre el nivel de la superfi-cie de la Cuenca, pudo constituir uno de los ras-gos que legitimaron el rango social de losobservadores en Cuicuilco. Posiblemente la la-guna que se hallaba cerca de la pirámide y encuyas orillas se construyeron algunos de losedificios importantes de Cuicuilco también tuvouna simbólica. Sin embargo, en mi opinión elhallazgo de la "estela" de Cuicuilco puede ex-plicar mejor este proceso (Figura 3). SegúnPérez Campa (1998:37) la "estela" hallada alsur de la pirámide fue colocada por tos antiguoshabitantes mucho antes de la construcción de lamisma. Su forma y sus diseños puedeninterpretarse de diferentes maneras, no obstan-te, su presencia marca cierto tipo de rituales.Cabe recalcar que los habitantes de Cuieuileoquienes edificaron los estadios constructivosposteriores de la pirámide respetaron su presen-cia, lo que puede interpretarse como una espe-cie de reverencia o respeto. Aún más, pareceque construyeron una especie de anillo de pie-dras para protegerla (Pérez Campa, 1998:37).Esto puede sugerir que la antigüedad de la es-tela pudo usarse como argumento para legiti-mar la posterior ubicación de la pirámide yasegurar la continuidad del uso ritual del lugar.Pérez Campa (ibíd.) sugiere que la estela fuecolocada verticalmente con intención. No obs-tante, la altura y la monumental idad de la pirá-mide rebasaron las dimensiones de la estela,haciendo visible desde cierta distancia este lu-gar de culto. De este modo, los observadoresparados encima de la pirámide por hallarse enun lugar elevado, monumental y asociado conrituales antiguos, pudieron gozar de cierto pres-tigio. El lugar de culto de Cuicuilco no era unrasgo prominente del paisaje más, sino una es-tructura construida por el hombre. Todos quepudieron demostrar el lazo verdadero o simbó-lico con los antepasados, quienes construyeronla pirámide, pudieron legitimar sus derechos aocupar los espacios cereanos a ella. Los ritualescelebrados en tomo de la pirámide tuvieronque constar del discurso que justificaba a los

STANISLAW IWANISZEWSKI ASTRONOMÍA, MATERIAUDAD Y PAISAJE: REFLEXIONES... 229

oficiantes en su papel de ocupar su posiciónsocial. No obstante, estas interpretaciones noexplican las origenes de la pirámide.

Aquí es en donde, según mi opinión, puedeapreciarse la función del horizonte. Este hori-zonte visto desde la pirámide carece de los mar-cadores naturales que coinciden con los puntossolsticiales. Parece que con ello no puede desa-rrollarse un discurso metafórico situando la pi-rámide en el centro del universo.** Tampoco sepuede adscribir el papel de los sostenedores delmundo a las montañas situadas en puntossolsticiales. Es posible que cuando cada asenta-miento que se estableció en la Cuenca desarro-llara su propio vínculo y discurso con losmismos cerros en el horizonte, resultara im-posible crear un nuevo discurso aboliendo es-tos significados particulares.

La forma circular de la pirámide excluye laspreferencias direccionales, siendo todos losalineamientos igualmente probables y legítimos.No obstante, la colocación de las rampas deacceso puede indicar la preferencia por losalineamientos cercanos a las fechas equinoccia-les (Ponce de León, 1982:32 y 60, 1983:79;Broda, 1993:278, 2001:179-181; áprajc,2001:172). De nuevo resalta la falta de preci-sión y la falta de situarse cerca de los marcado-res prominentes para denotar estas fechas, ElCerro Papayo es uno de los que menos resaltanen el horizonte oriental, tampoco resalta la eo-locación del punto equinoccial en el poniente(véanse las Eiguras 1 y 2).

Nos quedan dos posibilidades: o la pirámi-de misma revestida con significados particula-res es la que legitima y privilegia al observadorparado sobre ella, o algún fenómeno astronó-mico observado partieulamiente desde la pi-rámide es el que constituye el marco referencialespacial-temporal excepcional para actividadeshumanas.

La primera propuesta asume que la verti-calidad y la monumentalidad de la pirámidesituada cerca del lago son los rasgos que la

Figura 3. La "estela" de Cuicuilco [Archivo IWA-4-A].

Pérez Campa (1998:37) propone varia.s hipótesis so-bre cl significado de la forma y el diseña de la estela.Una de ella.1 la presenta como uoa manifesiación del cen-tro del mundo.

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convierten en una estructura simbólica. Esreconocida comúnmente como un símbolo dellugar apropiado para realizar ciertos ritos co-munitarios. Mientras los rasgos prominentes delhorizonte son compartidos por un sinnúmero desociedades que les adscriben valores particu-lares con ei fin de convertirlos en marcosreferenciales suyos, la presencia de la pirámideen este paisaje hace visible el transcurrir deltiempo, es el testigo mudo de las generacionespasadas y el vínculo material que une a los vi-vos con sus antepasados. Este contexto hacelegitimar las prácticas celebradas en torno de lapirámide.

La segunda propuesta asigtia un cierto va-lor simbólico-astronómico y calendárico a losrasgos del horizonte. La construcción del ca-lendario de horizonte significa que sus rasgosprominentes tienen que adquirir un nuevo sig-nificado. En cierto modo las imágenes de loscerros (Popocatepetl, Iztaccihuatl, Papayo,Telapon, Cerro Tlaloc y Tiamacas) tienen quehomogeneizarse, tienen que encontrar un mar-co común de referencia y ser despojados de sussignificados específicos. Tienen que verse nocomo rasgos particulares, separados uno delotro, sino como un conjunto de rasgos que cons-tituye una unidad que adquiere un nuevo signi-ficado. En otras palabras, su revestimientosimbólico tiene el carácter metonímico. Una vezfijados ios alineamientos con los rasgos y lasfechas particulares se establece un calendariode horizonte fijo.'' Ya que la configuración delhorizonte es fija para el lugar en donde se ob-serva, estos calendarios de horizonte tienen va-lores locales, por lo tanto pueden convertirseen símbolos de identidad. De este modo los ras-gos del horizonte se transforman en marcado-res temporales y su significado se actualiza yhace patente cada vez que el sol vuelve a salirencima de ellos. Cada salida del sol sobre estosrasgos constituye un aconteeimiento y propor-

Obviamente pueden existir múltiples niveles o tipos dediscurso. Micntríus que para unos el rasgo particular cons-tituye cl pretexto para establecer, a través de genealo-gías o de la narración mítica, el contacto con el pasado,para otros constituye e! marco de referencia para iniciar/terminar una fiesta o trabajo.

dona el marco referencial a las prácticas aso-ciadas con las fechas de estos eventos. Ya quelos extremos solsticiales no parecen coincidircon las formas prominentes en ambos horizon-tes, hay que poner en duda la posibilidad de queexista el calendario de horizonte en los tiemposde Cuicuilco. Los cerros del Popocatepetl yTlamacas pueden constituir solamente una "ven-tana" aproximada dentro de la cual se observantodas las salidas del sol. Por otro lado, el inter-valo de días que separa ambas fechas de las sa-lidas del sol sobre e! volcán Iztaccihuatl (17 defebrero y 23 de octubre, áprajc, 2001:170-172)es de 117 días (9 x 13). En estas mismas fechasel disco solar se oculta detrás de Cerro SanMiguel (Galindo y Esteban, 2001:2O7), No obs-tante, ya que la silueta de Iztaccihuatl es alarga-da, también puede observarse la salida del solsobre Las Rodillas los días 12 de febrero y 30de octubre, mostrando que el intervalo de díasque separa ambas fechas igual a 260 días, esdecir, un ciclo de tonalpohualli^ (Broda,2001:198, flg. 12). El horizonte occidental de-muestra la posibilidad de obtener las mismasfechas, si se fija la observación en el CerroConetla (Galindo y Esteban, 2001:209, fig. 5,213, Tabla 1). Es posible encontrar más fechasde las salidas y puestas del sol que se transfor-man en significativas no sólo por estar asocia-das con las formas prominentes de horizonte,sino porque demuestran los intervalos de díasimportantes desde la perspectiva de la estructu-ra del tonalpohuali (para más detalles, véanseBroda, 1993, 2001; Spraje, 2001; Galindo yEsteban, 2001).

Resulta entonces que aunque ambos hori-zontes pueden usarse calendáricamente, no sepuede hablar del establecimiento formal del ca-lendario de horizonte referente a todo el año.Obviamente las actividades sociales estaciona-

El lonalpohualli es el calendarío de 260 días, uno de loselementos más sobresalientes que caracterizan aMesoamérica como un área cultural. Funcional como elresultado de ia combinación de una sene de los signosde los 20 días y una serie de 13 numerales. En este siste-ma las mismas combinaciones del numeral y del signodel d(a se repiten después de 260 días. Esie calendaríosirvió para realizar los cálculos calendáríco-astronómicosy cajendáríco-adivinatorios.

STANISLAW IWANISZEWSKI ASTRONOMÍA, MATERIALIDAD Y PAISAJE: REFLEXIONES.,, 231

rias podían estar asociadas con ciertas fechasmarcadas por las posiciones del sol en tomo delas formas de paisaje específicas, tal como loinfiere Broda (1993, 2001) creando lazos de lasolidaridad entre todos los agentes quienesco-participaron en ellas y, entonces, el esta-blecimiento de los vínculos con el horizontedebe verse como un mecanismo para forjar iden-lidades.

Uaxactún

El llamado Grupo E se encuentra en el extremoeste de Uaxactún. conectado desde el lado oes-te con las colinas en donde se situaron los Gru-pos A, B y D. Este conjunto arquitectónico sesittía en un lugar elevado y ya que está rodeadopor la extensa zona de bajos, la vista desde lapirámide radial E-VII hacia el horizonte orien-tal no tiene ningún obstáculo natural (Ricketsony Ricketson, 1937:44-45). El arreglo del GrupoE en Uaxactún estaba formado por dos edifi-cios erigidos sobre una plataforma artificial, lapirámide radial E-VII y la Platafonna Este E-XVI, a la cual posteriormente se agregaron lostempletes E-I, E-II y E-III. Ambos edificiosprincipales fueron modificados varias veces du-rante las fases Chicanel y Tzakol (FormativoTardío-Clásico Temprano, 300 a.C.-55O d.C),no obstante, la plataforma E-XVI, situada dellado este, siempre tuvo una forma alargada,longitudinal y extendida a lo largo del eje N-S,mientras que la pirámide, situada en el lado oes-te, tuvo una forma radial con cuatro escalinatasen cada uno de sus lados, aunque en sus princi-pios contó sólo con una escalera. El espacioentre ambas estructuras formó la llamada PlazaCentral.

La relación espacial entre la pirámide y laplataforma en el Grupo E constituyó uno de losmás conocidos y más tempranos ejemplos de lacreación del paisaje artificial sustituyendo elhorizonte natural por el acomodo arquitectóni-co.' La Platafonna longitudinal E-XVI fue cons-truida a lo laigo del borde del bajo, su extensión

El Conjunto de Conmemoración Astronómico enTiVal yel "Grupo E" en Nakbe fueron creados duraote elPreclásico Medio.

N-S correspondió al ángulo del desplazamientoanual del sol sobre el horizonte observado des-de la Pirámide E-VII, y sus esquinas sur y nor-te son los marcadores de los puntos de salida desol durante el solsticio de invierno y verano,respectivamente.

Este arreglo es el testimonio de una organi-zación deliberada del espacio artificial confor-me a las características del espacio natural paraseñalar las direcciones culturalmente relevan-tes. De acuerdo conAveni y Härtung (1989) losconstructores del acomodo tuvieron que tenermucho cuidado para hacer coincidir exactamentelas alturas de la Pirámide E-VII y la PlatafonnaE-XVI para que la altura de esta última sustitu-yera la altura del horizonte natural. El resultadoes que un observador colocado en una estructu-ra piramidal observaba el horizonte creado porla superficie de la plataforma, precisamente enel lugar donde se veía el desplazamiento anualdel sol (consúltese Figura 4). La visual pasabapor encima de la Plaza Central y "rozaba" lasuperficie de la Plataforma Este para apuntar aldisco del sol.

Como se percibe en el mapa de la región{Puleston, 1983, fig. 1) la Platafonna E-XVIconstituye el borde que separa la Plaza Centraldel de Bajo de Juventud. Después de atravesarla Plataforma E-XVl el terreno abruptamentebaja para alcanzar el nivel de dicho bajo, ysiguiendo esta línea el terreno se eleva nueva-mente a unos 4.5 km de distancia al sureste has-ta unos 7.5 km al este del Grupo E, alcanzandouna altura comparable con la del Grupo E. Nocabe duda que el Grupo E ocupa un lugar estra-tégico ya que ofi^ce excelentes condiciones paraobservar el horizonte. El horizonte oriental estárelativamente cerca, no es muy elevado y posi-blemente su línea es bastante monótona, sin pre-sentar rasgos prominentes (véase el mapa,Puleston, 1983, fig. 1). Ya que el Bajo está cu-bierto por una densa vegetación, incluyendoárboles, en la actualidad es difícil contar conuna buena vista hacia el horizonte.* Es proba-ble que para apreciar la vista sin obstáculos senecesitara encontrar un lugar elevado. En este

* Mis observaciones fueron hechas en julio de 1998.

232 B O L E T Í N D E ANTROPOLOGÍA AMERICANA DICIEMBRE 2000-DlCIKMBRE 2001

•E

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sentido destaca la ubicación de la Pirámide ra-dial E-VU que se sitúa en el lugar de mayor al-tura en el área del Grupo E {Ricketson yRicketson, 1937:45). La visual que une los ras-gos del horizonte con el asentamiento del Gru-po E pasa por los pantanos y bajos, consideradoscomo despoblados.

Aunque la edificación de las plataformasbajas A y C situadas al este y oeste de la plazadurante la fase Mamón (Fonrfiativo Medio, 600-300 a.C, Ricketson y Ricketson, 1937:109-113,134, 136-137) parece indicar cierto interés enobservar las salidas del sol en el horizonte (Ro-sal et al., 1993:72), no es hasta el estadio 2 delChicanelTemprano (300-100 a.C.) cuando apa-recen las primeras versiones de la Pirámide ra-dial E-VII-sub-l y de la Plataforma E-XVI-1.Tomando en cuenta los postulados de Aveni yHärtung (1989) sobre las dimensiones requeri-das para sustituir el horizonte natural por el ar-quitectónico, se puede deducir que unobservador colocado en la cima de la PirámideE-VII-sub-l (h=3.5 m) pudo ver coincidir la lí-nea del horizonte natural con la de la cima de laPlataforma E-XVI-I (h=4.0 m) (véase Figura 4).Ya que la extensión de la Plataforma E-XVI-1alcanzó 62 metros de norte a sur (Rosal et ai,1993:73), se puede concluir que sus esquinascoincidieron sólo aproximadamente con lospuntos solsticiales.'

Al pasar dos siglos, durante el estadio cons-tructivo 5 en la fase Chicanel Tardío (100 a.C-100 d.C.) ambos edificios fueron modificadosimpidiendo mantener las visuales anteriores. Seconstruyó la pirámide radial E-VII-sub-2 con8.07 m de altura, mientras que la Plataforma E-XVI-2 tuvo apenas 4.52 m de altura y fue alar-gada hasta los 64 m de longitud y en su partecentral se edificó un basamento de 1.95 m de

Bs interesante hacer notar que la posición de las es-quinus de la Plataforma en todos sus estadios construcli-vos durante Chicanel (E-XVl-1, E-XVl-2 y E-XVI-3)nunca marcó ios puntos de ia salida del sol en lossolsticios, l^s datos proporcionados por Rosal et al. 1993indican que el ángulo marcado por arnbas esquirlas(en lit cima) alcanza unos 52.5° lo que corresponde a verlas salida.s del sol en la latitud geográfica de Uaxactún(j = \T 23.8' N, Ricketson y Ricketson, 1937:26) a laaltura de unos 2°.

altura y de 12.60 m de longitud (Rosal et al.1993: 81 ). Incluso al tomar en cuenta la alturadel basamento central de la Platafonna Este(4.52 + 1.95 = 6.47 m) no se logra emparejar sualtura con Va de la pirámide, lo que significa queun observador parado en la cima de ella ve elhorizonte natural por encima de la PlataformaE-XVI-2 (véase Figura 4 abajo). Naturalmente,si el observador se situaba en la escalera a laaltura del primer cuerpo de la Pirámide E-VII-sub-I, podía apreciar el desplazamiento anualdel sol.

Durante el estadio constructivo 7o., la lon-gitud de la Plataforma E-XVI-3 alcanzó 67metros, su altura se elevó hasta los 5 metros, yel basamento central hasta 2.30 m, sin embar-go, no se recuperaron las condiciones observa-cionales de Chicanel Temprano.

A principios deTzakol 1 (250 d.C.) se cons-truyeron las primeras versiones de los temple-tes E-I, E-n y E-in sobre la Plataforma E-XVI-3y entonces la vista hacia el oriente quedó par-cialmente bloqueada.

En suma, el arreglo arquitectónico del Gru-po E fungió como un marcador muy aproxima-do del paso del sol durante unos 150-200 añosy dejó de cumplir con sus funciones a partir delestadio constructivo 5 (Chicanel Tardio 100 a.C.-100 d.C). Precisamente durante este periodola Pirámide E-VII sub-2 fue revestida conmascarones.

Aunque la primera versión de la PirámideE-VII-sub-l tuvo planta cuadranguiar y esta-ba compuesta f)or 4 cuerpos, es poco probableque contara con mascarones. También, a pesarde ser una estructura radial, tuvo solamente unaescalinata colocada en el lado este (Rosas et al.1993: 73).

La nueva versión de la Pirámide E-VII-sub-2 contó con las escalinatas colocadas en los cua-tro lados, sin embargo, solamente la esealinataen el lado oriental conducia a la cima y las res-tantes alcanzan el nivel del quinto cuerpo (véa-se Figura 5). También las ocho escalinatasdecorativas, colocadas cerca de los mascarones,aieanzaron la mitad del quinto cuerpo. En totalhabia 18 mascarones, cuatro en cada lado, másdos más sobre la plataforma del quinto cuerpodel lado este (Rieketson y Ricketson, 1937:72-

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Figura 5. La Pirámide E-VII-sub observada desde la estructura E-II. [Archivo IWA-IO-A]

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97). El quinto cuerpo tuvo el acceso física y sim-bólicamente restringido, siendo el costado esteel lado privilegiado.

Es durante este momento cuando la estruc-tura piramidal pudo ser percibida como la ima-gen de ia montaíía, witz en maya. De acuerdocon la interpretación de Schele y Mathews(1998:39, 331), las cabezas de serpiente plas-madas en el nivel inferior de la pirámide repre-sentaban a la Serpiente-Montaña, Kan Wits, lasimágenes en el nivel intermedio representabanlos monstruos de la montaña-maíz (posiblemen-te refiriéndose a la Montaña del Sustento), y lascabezas antropomorfas con la nariz extendidaen el nivel superior representaban al pájaroItzam-Ye.''' La Pirámide radial E-VII-sub-2 sepercibió metafóricamente como cl mítico lugarde origen, la Serpiente-Montaña, que constitu-yó cl axis mundi y por ende el lugar apropiadopara los actos de conjurar. " La referencia apro-ximada a los puntos solsticiales observada en lafase E-VlI-sub-1 hace pensar que dicha estruc-tura fue interpretada como una montaña situa-da en el centro de universo, imago mundi. pueslos cuatro puntos solsticiales (dos salidas y dospuestas) denotaban los cuatro rumbos del uni-verso y el lugar central atravesado por el eje delMundo (véase Villa Rojas, 1968 para los gru-pos mayances actuales, y Aveni y Härtung,1986:17, fig. 2d; 1991: 66, fig. Id. para lasorientaciones de los edificios en cl FormativoTardío y Clásico Temprano, 300 a.C.-550 d.C).

La falta de la precisión en fijar los puntossolsticiales por medio de la extensión de la Pla-taforma E-XVI-sub-I hace pensar que su colo-cación al este de la Plaza Central tuvo elpropósito de separar esta área de la zona del bajoy de bloquear la vista hacia el oriente. Mientrasel horizonte oriental y las salidas del sol se po-dían observar directamente desde la Pirámide

o Mut ttzam es el nahual de Itzamna. Su pre-sencia denota las capacidades de hacer conjuros o el tran-ce. En la iconografía del Clásico se le presenta paradosobre el árbol Wakah Kan, el axis mundi. Anteriormentedenominado como Principal Bird Deity.Según Schele y Mathews (1998:47, 114, 412) los mayasinsertaban la Imagen de/(stun-Kf en la decoración arqui-tectónica para denolar el edificio como una Itiam Nah,"la casa de conjuro".

E-VII-sub-2, quedaron invisibles para los espec-tadores situados en la Plaza Central. Puede pen-sarse que el diseño del Grupo E tuvo el objetode crear las restricciones en la observación di-recta del horizonte oriental, separando un pe-queño grupo de los observadores sobre la cimade la Pirámide de una multitud de espectadoresen la Plaza Central.

La Plaza Central parece ser un lugar idóneopara realizar ciertas ceremonias con la participa-ción de un número mayor de espectadores.Su extensión de cerca de 19 000 m^(195 m por98 m, Ricketson y Ricketson, 1937:42), el ac-eeso fácil desde el noroeste y sur-oeste, hacenpensar que formó un acomodo para reunir granparte de los espectadores. Varios investigado-res recalcaron esta característica de la PlazaCentral aunque buscaron diferentes motivos paratales reuniones. Coggins (1980) sugirió que enla plaza se celebraron ceremonias calendáricas.Para Chase (1985:37) en este lugar se realiza-ban ciertas ceremonias comunitarias relaciona-das con la participación del público. Por su lado,Cohodas (1985:57-58) opinó que se trataba deceremonias de carácter agn'cola-calendárico.Iwaniszewski (1993) propuso que se celebra-ban ceremonias relacionadas con el calendarioy el culto a las estelas. Finalmente, Aimers(1993:166-168) concluyó que el diseño parti-cular del Grupo E tuvo el propósito de crear unlugar, es decir, un marco referencial específicopara llevar a cabo actividades rituales específi-cas, incluyendo mensajes apropiados para creary reproducir la identidad del grupo y las rela-ciones de poder. Sea como íiiere, lo que importaaquí es el carácter comunitario de las ceremo-nias que posiblemente se realizaron en la PlazaCentral.

La colocación de la única escalinata de ac-ceso a la cima de la Pirámide E-VII-sub-2 hacepensar que una vez bloqueada la vista hacia eloriente, se trataba de dirigir a los espectadoresa mirar el lado este de esta estructura. Despuésde su salida, el disco solar se elevaba lentamen-te sobre el horizonte tardando algunos minutospara subir por encima de la neblina asentadasobre ei bajo, en este momento rápidamenteaumentaba la intensidad con la cual los rayosIluminaban del lado oriental de la Pirámide ex-

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poniendo a la percepción a los eventualesoficiantes del ritual. Al mismo momento losespectadores situados en la Plaza Central sehallaban en la sombra protegidos del sol por lapared de 4 metros de altura. Aquí puede nueva-mente descubrirse la intención de mantener eldoble discurso durante la ceremonia: mientrasque las miradas de los espectadores se dirigie-ron hacia el oeste, los oficiantes observaron eleste, mientras unos quedaron iluminados porel sol, otros se mantuvieron en un lugar ensom-brecido.

Entonces, ¿cuál fue la posible razón de crearel sustituto del horizonte natural en el Grupo Een Uaxactún? Asumiendo que la Pirámide E-Vn, la Plataforma E-XVI y la Piaza Central for-maron una unidad conceptual, y tomando encuenta que la pirámide durante el periodoChicanel Tardío metafóricamente representó laimagen y el eje del mundo, lugar consideradoidóneo y apropiado para que los oficiantes ce-lebraran los rituales comunitarios, se deduce queel significado de la Plaza Central y de la Plata-forma E-XVI también tuvo que tener referen-cias metafóricas.

El desarrollo de Uaxactún durante el Fbr-mativo Medio y Tardío (Mamón-Chicanel600 a.C.-250 d.C.) demuestra el continuo cre-cimiento de lacompiejidad socio-cultural. Ade-más del Grupo E se establecieron los conjuntosdispersos en los Grupos A, D y H. Es de pensarque los habitantes de estos asentamientos desa-rrollaron un sentido de la convivencia con elmedio ambiente, convirtiendo algunos de susrasgos en significantes creando de este modosus propias redes compuestas de los tiempos-espacios particulares. Posteriormente durante elFormativo Tardío cl conjunto de los edificiosmonumentales del Grupo H se convirtió en lasede del poder político y administrativo. Igualque en el caso de la pirámide E-VII-sub-2, elprincipal edificio y el más antiguo del grupo,durante una de sus posteriores remodelaciones(Estructura H-Sub-3) fue revestido con losmascarones que metafóricamente representaronla Montaña Sagrada Witz, la Montaña-Serpiente,convirtiendo el edificio en la imagen de lamontaña viviente (Schele y Freidel, 1990:418).Arriba de las imágenes de la Serpiente-Montaña

se colocaron las representaciones de la SerpienteVisión. Es probable que esta estructura fueravisitada por la elite dirigente que realizaba losritos como medios para comunicarse conlos antepasados deificados (Valdés, 1989:606).No cabe duda que los gobernantes relacionadoscon el Grupo H emplearon las asociacionesmetafóricas de la Serpiente-Montaña para de-sarrollar el discurso necesario para legitimar supoder, para presentarse con sanción divina(Fahsen, 1992:11).

En el caso del Grupo E se observa en elmismo tiempo un proceso paralelo, relaciona-do con la formación de la identidad de la socie-dad uaxactuniana. La supresión del horizontenatural se refiere en mi opinión a la supresiónde las tradiciones asociadas con ia historia delas familias o grupos de familias particulares ya la creación de una historia y cosmovision co-munes. Mientras los gobernantes del Grupo Hutilizaban las imágenes de la historia compar-tida en un intento para remontarse a un pasa-do mítico y justificar su posición social, losoficiantes en el Grupo E trataron de suprimirlas tradiciones particulares, creando una nuevaidentidad comunitaria. Los rasgos del horizon-te natural también podrían asociarse con las his-torias particulares o las divisiones socialesespecíficas ligadas con las historias de gruposfamiliares o linajes particulares. La creación deun horizonte artificial denotó la aboliciónde estos significados particulares y la creación deun horizonte de común referencia (para todoslos espectadores y oficiantes reunidos para lasceremonias en el Grupo E). La edificación deuna pirámide radial, de una plaza para presen-ciar los rituales de carácter comunitario y laconstrucción de la plataforma fueron parte delmismo proceso. La aparición de los mascaronesestucados en la estructura piramidal que coin-cide con el abandono del uso de la plataformaen su función de crear el horizonte artificialdurante Chicanel Tardío, demuestra el avan-ce de este proceso. Al parecer, el periodo de unosdoscientos años, cuando la Plataforma E XVI-1 suprimió la importancia de horizontes natura-les, fue suficiente para hacer olvidar lossignificados específicos de los rasgos del hori-zonte natural y para crear un marco común de

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referencia. En otras palabras, las transformacio-nes en el Grupo E durante este periodo eviden-cian el proceso de crear un paisaje que podíaconstituir para los habitantes de Uaxactún unmarco referencial y un sentido común, trascen-diendo las interpretaciones particulares hechaspor las familias y grupos de familias particula-res. La importancia del Grupo E estriba en elhecho de crear el lugar referencial para consti-tuir identidades e historias comunes, por un lado,y por hacer visible y justificar el proceso de lajerarquización social. Si bien el colapso delGrupo H a finales del Formativo puede expli-carse por la falta de crear los mensajes claros yvisibles para legitimar la creación de un siste-ma hereditario y la perpetuación en el poder porparte de la elite, el éxito del funcionamiento delGrupo E se debe a la elección del complejo pi-rámide radiai-plaza publica-plataforma alarga-da como un medio constitutivo de los mensajesmetafóricos capaces de suprimir las tradicio-nes particulares y proporcionar los medios parala creación de nuevas identidades, sentimientose historias comunes.

La creación del horizonte artiñcial denotala habilidad de separar el significado de los ras-gos particulares del paisaje, de reorganizarlos ydarles nuevos significados. Denota el paso delo metonímico a lo metafórico. El uso del hori-zonte para crear el marco común de referenciasignificó abandonar los marcos referencialesespecíficos asociados con los rasgos de hori-zonte particulares. Concebir el horizonte meta-fóricamente (puntos solsticiales como referentesa los rumbos de universo) es un paso más quepara hacerlo manipulable.

Conclusiones

Además de los lugares particulares y senderos(Tilley, 1999:177), también el horizonte cons-tituye la fuente importante para establecer ellenguaje metafórico del paisaje. El horizonte,por colocarse en los confines de la tierra y entreel cielo y la tierra, es una excelente forma delentorno natural que se presta a diferentes inter-pretaciones. El conocimiento de las formas dehorizonte está ligado con la creación de los lu-gares y con el movimiento entre los lugares.

Cada fijación de lugares y cada movimientoentre los lugares cambian las percepciones dehorizontes y. por ende, sus interpretaciones.

En Cuicuilco y Uaxactún se perciben losdistintos ámbitos sociales que poseen gra-dos distintos de control material de la realidad.Mientras que en Cuicuilco no es posible mani-pular o transformar el horizonte lejano, porquees accesible a un gran número de los habitantes,en Uaxactún el horizonte cercano es absorbidoo sustituido por la arquitectura monumental.La modelación que adquiere la percepción deltiempo y el espacio en ambos sitios es diferen-te, porque las sociedades de ambos no partici-pan en las mismas condiciones de controlmaterial de la realidad.

La sustitución del horizonte natural por elartificial en Uaxactún significa que el espaciofísico natural es transformable. El modo de pre-sentar el paisaje por medio de las metáforas esrepresentarlo por medio de los símbolos que noforman parte de la realidad material que repre-sentan. Por lo tanto es posible considerarloscomo aislados o separados del contexto origi-nal, modificables a tal grado que pueden sertransformados sin afectar dicha realidad. Lasociedad orientada a crear las metáforas de sus-titución (la que emplea la escritura y la icono-grafía) no necesita fijarse en la noción estáticadel espacio.

En Cuicuilco se trata de una ordenación delespacio de acuerdo con unas referencias fijasque parecen ser obligatorias para la constitu-ción del paisaje (cerros), con las que la socie-dad se relaciona directamente. Aunque lapirámide redonda puede metafóricamente repre-sentar este paisaje, no puede sustituirlo mate-rialmente. Siguiendo a Ricouer (1998:65), sepuede decir que la pirámide se convierte en unametáfora de tensión que no es traducible por-que crea su propio sentido. El nuevo sentido dela pirámide parece estar ligado con la observa-ción del desplazamiento del sol sobre el hori-zonte. El hecho de orientarse al espacio físicomaterial para establecer referencias básicas pa-rece favoreeer la idea de la conformación de loscalendarios de horizonte y la tendencia a la in-terpretación metonímica del paisaje. La eviden-cia arqueoastronómica demuestra que si es poco

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probable que e! calendario de horizonte se for-malice en Cuicuilco, se hicieron por lo menoslos primeros pasos en esta dirección.

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