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Obispo Christian Rodembourg Diócesis de Saint-Hyacinthe di1 mayo 2020 ¡Atrevemos a tener esperanza! Carta pastoral

¡Atrevemos a tener esperanza! - Diocèse de Saint-Hyacinthe...¡La esperanza trae de vuelta una sonrisa! "¡La esperanza devuelve la sonrisa! Las personas que se ... ranza te llenará

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Obispo Christian Rodembourg Diócesis de Saint-Hyacinthe

di1 mayo 2020

¡Atrevemos a tener esperanza!

Carta pastoral

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MAYO 2020

Nunca vistoEsta es una situación inusual. ¡Increíble! La prueba que estamos atravesando colec-tivamente, que tiene a todo el planeta como rehén, está poniendo a prueba nuestra salud física, mental, espiritual, social y financiera. Nuestra salud espiritual es la que tras-

ciende a todas las demás.

¡Necesitamos cuidarnos a nosotros mismos! ¡También debe-mos cuidarnos mutuamente! Estén atentos. No dejes que el miedo, la preocupación, la ansiedad, el aburrimiento, la melancolía, el derrotismo tengan la última palabra. No perdamos nunca, en el futuro, el gusto y las ganas de volver a encontrarnos, de juntarnos, de socializar... Seamos hombres y mujeres de esperanza para nuestra gran y hermosa familia humana.

Una prueba para nuestra esperanzaLa vida es más fuerte que la muerte. La esperanza es más fuerte que la desesperación.

El virus contra el que luchamos actualmente da toda su importancia a estas grandes y hermosas verdades de nuestra fe. Incluso mientras algunos de nosotros estamos siendo probados para COVID-19, ¡COVID-19 está poniendo a prueba nuestra esperanza!

La lista de nuestras razones de desesperación es larga: guerra, violencia en las familias, hambre, pobreza, migración, medio ambiente, calentamiento global, desaparición de niños, tiroteos en las calles y en las escuelas, enfermedades incurables, virus, competencia en el mundo de los nego-cios, estrés, crisis de fidelidad, divorcio, angustia existencial, armamento, construcción de muros, pérdida de sentido y de valores, fuga en sectas de todo tipo, alcohol, drogas, etc.

Podríamos enfocar en él y convertirlo en una terapia de liberación colectiva. ¡Puede que incluso nos sirva de algo! ¡Sacaría el malvado! como dicen tan simpaticamente en Quebec.

Para "tranquilizarnos" un poco, volvamos a esta frase de un sacerdote egipcio, pronunciada 2000 años antes de Cristo: “Nuestro mundo está llegando a una etapa crítica.

Los niños ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos.”

Eso es tranquilizador, ¿no? ¡Todavía estamos 4020 años después con más de siete mil millones de personas en el planeta! ¡El mundo todavía existe!

Lo peor sería que, como la rana en el agua caliente, nos acos-tumbraríamos poco a poco a las heridas y cicatrices de nuestra vida y nuestro futuro colectivo. Esto no deja de tener un impacto en la Iglesia, ya que ella vive en el mundo de este tiempo.

Demos cuenta de nuestra esperanzaMientras nos enfrentamos a una prueba internacional en el año 2020 con respecto a la pandemia de COVID-19, me gusta citar estas palabras de San Pedro:"Honrad en vuestros corazones la santidad del Señor, Cristo. Estén preparados en todo momento para defenderse ante cualquiera que les pida que justifiquen la esperanza que hay en ustedes; pero háganlo con dulzura y respeto. "(1 Pedro 3:15-16a).

¡El mundo está en llamas!Para consolar a los corazones entristecidos por la situa-ción de nuestra humanidad y de la Iglesia, me complace citar a una mujer excepcio-nal, Doctora de la Iglesia, que marcó su época, Santa Teresa de Ávila. Hace cinco siglos, les dijo a sus hermanas carmelitas:"¡El mundo está en llamas! Y queremos, por así decirlo, condenar a Cristo de nuevo. Se están levantando mil testimonios falsos contra él, quieren destruir su Iglesia [...] No son tiempos para tratar con Dios en asuntos de poca importancia. "El camino a la perfec-ción", 1:5.

En cierto modo, me siento "tranquilizado"... El mundo ha estado en llamas durante siglos, todavía en llamas...

Vamos a "anclar" nuestra esperanzaEchemos una mirada lúcida, realista y esperanzada al estado de nuestra Iglesia y del mundo de hoy para que podamos "anclar" esta esperanza que habita en nosotros.

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3 MAYO 2020

¡ATREVEMOS A TENER ESPERANZA!

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En la iconografía, la esperanza es a menudo simbolizada por un ancla. Es la esperanza en la resurrección, en la vida eterna, la que nos asegura que no nos dejaremos llevar o perder en vano.

La esperanza es como un ancla en nuestra alma. Esto es tan cierto para cada uno de nosotros como persona como lo es para el NOSOTROS que formamos como pueblo de Dios en marcha, en el corazón del mundo.

¡La esperanza trae de vuelta una sonrisa!"¡La esperanza devuelve la sonrisa! Las personas que se separan de Dios pierden la sonrisa, aunque sean capaces de reír, pero sólo la esperanza les devuelve la sonrisa. "(Papa Francisco, 7 de diciembre de 2016).

Citando a Péguy describiendo la esperanza como la más humilde de las virtudes, el Papa Francisco dijo que la espe-ranza "lleva adelante, pero siempre con el pasado y la fortaleza". La memoria es la fortaleza del presente y la esperanza del futuro... que no es lo mismo que el optimismo. (Pope Francis, Politics and Society, pp. 111-112).

Tres inseparables Las tres virtudes: la fe, la esperanza y la caridad, a la vez místicas y prácticas, tienen fundamentalmente algo alegre y exuberante, algo "irrazonable".

La caridad significa perdonar lo que es imperdonable, o de lo contrario no es una virtud en absoluto. La esperanza significa esperar cuando las cosas no tienen remedio, o no es una virtud en absoluto. Y la fe significa creer lo increíble, o no es una virtud en absoluto.

En la diócesis de Saint-Hyacinthe, las parroquias católicas de Granby se han definido como una comunidad alegre en el corazón de la ciudad. Me encanta esta expresión de alegría en el corazón de la ciudad porque nuestra humani-dad está muy necesitada de ella.

Desde muy joven, llevo esta convicción que vive en lo más profundo de mi ser: en el corazón de la ciudad, ¡vivamos arraigados en el corazón de Dios! ¡De esta dinámica de esperanza y alegría nace la vida! “¡Que el Dios de la espe-ranza te llenará de todo el gozo y la paz en la fe, para que te desbordes de esperanza en el poder del Espíritu Santo!” (Romanos 15:13)

¿Qué cara ofrecemos?¿Qué rostro le ofrecemos al mundo hoy en día? En esta época de crisis sanitaria, ¿estamos respondiendo, respe-tando las normas necesarias para una buena vida en común, a la llamada del Espíritu a una presencia significativa de los cristianos en el corazón de nuestra humanidad? ¿Somos portadores de esta preocupación por la importante misión de evangelización, acogida, apoyo y recuperación de las familias y los corazones heridos que se nos ha confiado?

¡Nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad son insepa-rables! Estas tres virtudes forman nuestra identidad especí-fica como Iglesia en el mundo, nuestra "marca registrada", si puedo decirlo así. Nuestra fe es nuestra base. Nuestra esperanza nos anima. Nuestro amor nos mantiene vivos. La esperanza no decepciona. El optimismo puede decepcionar, pero no la esperanza porque la esperanza está arraigada en Dios. ¡Nuestra esperanza asombra al mundo!

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¡ATREVEMOS A TENER ESPERANZA!

L’acédie (en francés)¿Sabes lo que es l’acédie? Suzanne Giuseppi Testut lo describió así: “L’acédie es la pérdida del disfrute de la vida, un estado de aversión y repugnancia, cansancio y desá-nimo, desánimo, despreocupación, somnolencia e incluso pesadez de cuerpo y alma.”1

San Francisco de Asís también experimentó la pesadez de corazón a la que se añade la prueba de la fe. Para combatir esta pasión, San Francisco de Asís elogió la alegría espiritual: "Bendito sea aquel religioso que tiene placer y alegría sólo en las santísimas palabras y obras del Señor y que, a través de ellos, conduce a los hombres al amor de Dios con alegría y gozo. »2

Con el paso de los años, a veces perdemos la esperanza. Esto puede lanzarnos a los brazos de l’acédie y gradual-mente a la desesperación.

Los enemigos de la esperanzaLa esperanza tiene sus enemigos que corrompen la vida desde dentro, como el óxido que ataca y carcome el metal. Tener un alma vacía es el peor obstáculo para la espe-ranza. Dios nos creó para la alegría y la esperanza, no para complacernos en pensamientos melancólicos.

En un momento en el que nos asalta tanta preocupación y en el que la Iglesia es como una barca que se hunde en aguas tormentosas y se balancea en la tormenta de la humanidad, acojamos la pregunta de Jesús a los discípulos: “¿Dónde está vuestra fe?” Lucas 8:22-25

Una "vigilancia vigilante"Los horizontes de nuestras vidas y del mundo de hoy no están cerrados herméticamente. Al escudriñarlos en "vigi-lancia vigilante "3, como sugiere el Papa Francisco, surgen pequeños brotes que anuncian la primavera. Esta "vigilancia vigilante" requiere una conversión de los ojos y el corazón.

Incluso si tuviéramos éxito en poner todas nuestras razones para la desesperación en la misma escala, no serían sufi-cientes para hacerla inclinarse a su lado. La razón es simple: ¡Los cristianos no los valoran! Somos hombres y mujeres que se maravillan de existir, de crear, de vivir como copartícipes de el plan de Dios, el amor y la ternura.

El sembrador salió a sembrar

Un día Jesús envió a los apóstoles a llevar la Buena Nueva a todas las naciones. Es a nosotros ahora que Jesús nos confía esta misión. El sembrador ha salido a sembrar. ¿Dónde siembra? si no es en cualquier tipo de suelo donde haya rocas, malezas, zarzas, pequeñas piedras, buen suelo. El mundo de hoy es un vasto campo que necesita ser despejado como hace siglos los monjes despejaron los bosques para construir su monasterio. Así es con nuestra humanidad: un gran campo para cultivar y cosechar._________1. Suzanne Giuseppi Testut, Les mouvements intérieurs de l’âme. Passions et vertus selon saint François d’Assise, Nouvelle Cité, 2011, p.181 2. Admonition XX, 1-2 Du religieux joyeux dans le Seigneur.

3. Papa Francisco, 27 Octubre 2015

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5 MAYO 2020

Discípulos-misioneros de Cristo, juntos, proclamemos con esperanza al mundo de hoy la Buena Nueva de la salvación, del amor misericordioso de Dios, del Reino de los Cielos que Cristo vino a inaugurar. Demos la bienvenida a la poderosa presencia del Espíritu que se nos prometió hasta el final de los tiempos.

El Espíritu Santo es el garante de la eterna juventud de la Iglesia. Al frecuentar los sacramentos, ya estamos partici-pando en esta vida eterna que esperamos. ¡El Evangelio sólo predica la esperanza y la confianza!Nuestras actitudes como discípulos-misioneros nos permiten vivir con dignidad, en la alegría y la esperanza, cada día que se nos da para extender el Reino de Cristo mientras esperamos su llegada definitiva.

La esperanza es nuestra tareaEstamos de acuerdo, es en efecto la venida definitiva de Cristo la que nos motiva, nos estimula, nos moviliza hasta nuestro último aliento. La esperanza es nuestra tarea, tal vez la más urgente en este mundo con horizontes bastante más tapado, por no decir obstruido. Porque podemos ver que el mundo está experimentando una falta de esperanza.

El antídoto para la desesperaciónA este respecto, me gusta volver al camino de Emaús, a la pedagogía de Jesús que se revela allí, versículo tras versí-culo. ¡Es el antídoto para la desesperación! En la Pascua, celebramos esta victoria de la vida sobre la muerte: Cristo ha resucitado. Está vivo.

Si la esperanza se basa más o menos en el temperamento optimista y las grandes capacidades de una persona, la esperanza es teológica.

Nuestra fe descansa en el plan amoroso del Padre que da a su Hijo y su Espíritu: Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito, y Dios ha derramado este Espíritu sobre nosotros en abundancia. ¿Realmente acogemos el aliento de vida, este aliento de ternura, este aliento de esperanza en nuestros corazones?

Una esperanza alegrePor último, la esperanza, incluso en medio de las dificultades diarias, los desafíos de la sociedad, de la vida en pareja y en familia, y los sufrimientos inherentes a toda vida humana, sigue siendo alegre, porque se basa en la fe en el Amor del Padre, del Hijo y del Espíritu por nuestro mundo y por cada persona.

La esperanza es un generador de alegría, una alegría que es profunda, poderosa, asombrosa, inmensa. La esperanza llevará algún día a la vida que nunca termina. ¡Es nuestra fe!

"¡Nadie está demasiado lejos para Dios!" 4

Y no olvidemos nunca que anunciar la Buena Nueva es decir a nuestros hermanos y hermanas en la humanidad: “¡También vosotros sois amados por Dios en Jesucristo!”

En este mes de mayo, confiemos nuestra Iglesia dioce-sana y nuestros hermanos y hermanas en la humanidad al Inmaculado Corazón de María, el principal patrón de nuestra diócesis, así como a mi predecesor, el Beato Louis-Zéphirin Moreau.

+ Christian Rodembourg, m.s.a. Obispo de Saint-Hyacinthe

en este 1 de mayo de 2020, San José, Obrero______4. Hermana Marie-Pierre, Hymne : Point de prodigue, CFC, CNPL

¡ATREVEMOS A TENER ESPERANZA!

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