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  • Aurora esplndidaJACK LONDON

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    PRIMERA PARTE

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    CAPTULO PRIMERO

    Era una noche tranquila para el Tvoli. Ante la barra del mostrador alinebanse media docena de hombres: dos discutan con aire deprimido e intervalos de moroso silencio los mritos y ventajas del t de abeto y del zumo de lima en los casos de escorbuto. Los restantes apenas les escuchaban. En hilera, junto a la pared opuesta, se hallaban las mesas de juego. La mesa de dados estaba desierta. En la de faran, jugaba un solo hombre. La ruleta no giraba, no tena pblico, y el encargado de los juegos charlaba junto a la estufa con una joven de ojos negros, linda de cara y conocida de Juneau a Fort Yukon por el nombre de la "Virgen".

    Tres individuos jugaban al pker sin entusiasmo ni mirones. En el centro de la sala de baile, tres parejas valsaban lnguidamente al comps de un violn y un piano.

    No obstante, Circle City no estaba desierta ni careca de dinero. Los mineros de Moosehide Creek y otras minas del Oeste haban llegado; el verano haba sido fructfero y las bolsas estaban repletas de oro en polvo y pepitas. Aun no se haba descubierto el Klondike, ni los mineros del Yukon conocan !as posibilidades que Crecan !as minas profundas y la fusin del hielo de la superficie con Hogueras de lea. No se trabajaba en invierno; invernaban en grandes campamentos como Circle City durante !a larga noche rea. Se aburran, tenan las bolsas bien provistas, y la nica diversin la constituan las tabernas y casas de juego. Sin embargo, Tvoli estaba casi desierto, y la Virgen, junto a la estufa, bostezaba, diciendo a Charley Bates:

    -Si esto no se anima pronto, me voy a la cama. Qu ocurre en el campamento? Se ha muerto todo el mundo?

    Bates n siquiera se molest en contestar; continu liando taciturno un cigarrillo. Dan MacDonald, el primero que abri una taberna y una casa de juego en el Yukon superior, propietario del Tvoli y de sus juegos, cruz desolado la desierta sala, unindose ellos.

    - Se ha muerto alguien?-le pregunt la Virgen. -As parece-fu la respuesta.-Entonces debe haber sido todo el campamento-dijo ella, bostezando de nuevo.MacDonald sonri, asintiendo e iba a responder, cuando se abri a puerta y un

    hombre apareci en el umbral. Una rfaga de escarcha, convertida en vapor por el calor de la sala, !e envolvi por un instante, y extendindose por el suelo lleg hasta unos tres metros de la estufa donde se disip. Tomando de un clavo, junto la puerta, una escobilla de paja, el recin llegado limpi de nieve sus mocasines y sus gruesos calcetines de lana. Habra parecido un hombre fornido, de no habrsele acercado un franco-canadiense gigantesco que le estrech la mano.

    -Hola, Daylight! -fu su saludo. -Cunto me alegro de verte!-Hola, Luis! Cundo llegasteis todos vosotros?-contest el recin llegado.-Vamos al

    mostrador y nos contars iodo lo que pasa en Bone Creek. Choca esa mano otra vez! Dnde est tu socio? Lo ando buscando.

    Otro gigante se aproxim a ellos para estrechar la mano. Olaf Henderson y Luis el Francs, socios en las explotaciones de Bone Creek, eran los dos hombres ms altos de la regin, y aunque le llevaban tan slo media cabeza al recin llegado, ste, al lado de ellos, quedaba por completo empequeecido.

    -Hola, Olaf! Quedas de mi cuenta-dijo el llamado Daylight. -Maana es mi cumpleaos y te voy a tumbar, sabes? Y a ti tambin, Luis. Siendo mi cumpleaos, os puedo a todos. Ven a beber, Olaf, y os explicar lo que pienso hacer.

    La llegada de Daylight infundi nueva vida en el establecimiento.-Es Burning Daylight-exclam la Virgen, que fu la primera persona que le reconoci

    al aparecer en e! umbral.

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    Las facciones de Charley Bates se iluminaron y MacDonald se acerc a los tres hombres. Con !a llegada de Daylight, el local se anim sbitamente. Los camareros y mozos del mostrador desplegaron mayor actividad. Las conversaciones subieron de tono. Oyronse risas. Y cuando el violinista, asomando !a cabeza por una puerta, dijo a! pianista: "Es Burning Daylight", el vals se hizo ms brioso y los bailarines tomaron mayor inters en su danza. Era sabido que nadie se aburra cuando Burning Daylight estaba presente en cualquier sitio.

    Al volver la cabeza vio a la mujer y not en su mirada una expresin de simpata.-Hola, Virgen !-exclam.-Hola, Charley! &Qu os ocurre? Por qu ponis esas

    caras cuando los atades slo valen tres onzas de oro en polvo? Venid y bebed! Venid, todos, cadveres insepultos y elegid vuestro veneno! Esta es mi noche y voy a correr !a gran juerga. Maana cumplir treinta aos y ser un viejo. Es mi ltimo adis a la juventud. Estis conmigo? Venid, pues !

    -Aguarda, Davis!-grit al croupier del faran, que iba a levantarse de su silla.-Voy a jugar y veremos si beben todos a cuenta ma o a cuenta tuya.

    Sacando un abultado saquito de oro en polvo, lo puso sobre la carta ms alta.-Cincuenta-dijo.El croupier tir dos cartas: La ms alta gan. En un trozo de papel anot la cantidad y

    el pesador de !a taberna pes oro en polvo por valor de cincuenta dlares, que ech en el saquito de Burning Daylight.

    Haba terminado el vals, y las tres parejas, seguidas del violinista y del pianista, que se dirigan al mostrador, fueron vistos por Daylight, quien grit:

    -Venid aqu! Pedid lo que queris! Corre de mi cuenta! Es mi noche, y no es una noche que se repite con frecuencia... Venid, vagabundos, comedores de salmn. Esta es mi noche.

    -Una noche de perros, una noche sarnosa-interpel Charley. -Tienes razn, muchacho-asinti Daylight alegremente.-Es una noche Sarnosa, pero

    es mi noche. Y yo soy el lobo sarnoso. Oid cmo aullo.Y aull como un lobo solitario en la inmensidad de la selva, hasta que la Virgen se

    tap los odos con sus lindas manos, estremecindose.Un momento despus se la llevaba, casi a rastras, a la sala de baile, donde tres parejas

    ya bailaban una contradanza de Vir. ginia, viva y animada. Hombres y mujeres bailaban en mocasines; pronto el local fu todo bullicio y alegra, del que Daylight era el centro y el animador, con sus ocurrencias y bromas, alejando la tristeza en que lo haba encontrado.

    Su llegada cambi la atmsfera de la sala; pareca llenarla con su tremenda vitalidad. Los que entraban de la calle lo advertan al instante y en respuesta a sus preguntas, los mozos del mostrador contestaban comprensivamente: Burning Daylight est de juerga".

    Y los que entraban se quedaban, y pedan otra copa. Los jugadores se animaban, llenndose pronto las mesas, oyndose el montono rodar de la bolita en la ruleta y el chasquido de las fichas por encima del rumor de las conversaciones, carcajadas y blasfemias.

    Eran muy pocos los que conocan a Elam Harnish por otro nombre que el de Burning Daylight ''es de da" o, si se quiere, "aurora radiante'% apodo que le haban dado por su costumbre do hacer levantar a sus compaeros al amanecer, dicindoles que ya era pleno da, es decir, que no desperdiciaran aquellas horas de trabajo.

    De entre los pioneros de aquella regin rtica y salvaje, donde todos los hombres eran pioneros, se le consideraba como uno de los ms antiguos, es decir, primeros. Hombres como Al Mayo y Jack MacQuestion llegaron antes que l, pero llegaron cruzando las Montaas Rocosas desde la regin de Hudson Bay al Este.

    El, por el contrario, fu el pionero, el primero que atraves los desfiladeros de Chilcoot y de Chileat. En la primavera de 1883, doce aos atrs, cuando tena dieciocho,

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    atraves el Chilcoot con cinco camaradas. En otoo lo atraves de nuevo en en viaje de regreso, con uno slo. Los otros cuatro haban perecido en las desoladas inmensidades rticas. Y durante doce aos Elam Harnish haba seguido buscando oro entre las sombras del Crculo polar rtico.

    Nadie haba seguido buscndolo con tanta obstinacin y resistencia. Haba ido creciendo desarrollndose coa la regin; no conoca otra. La civilizacin era, para l, como un sueo de otra vida. Campamentos como Porty Mile y Circle City eran, para l, metrpolis. Y no slo haba crecido, se haba desarrollado, al mis mo tiempo que la regin, sino que haba contribuido a su desarro-llo. Haba creado historia y geografa, y los que le siguieron relataron sus proezas y pusieron en el mapa los senderos que sus pies haban trazado.Los hroes no suelen rendir culto a otros hroes, pero entre los de aquella tierra virgen, y a pesar de su juventud, se le conside- raba como un hroe anterior. Haba llegado el primero; reconocan adems, que era el primero por sus hechos y su resistencia fsica. Era un valiente, un hombre leal y honrado.

    Donde la vida es un azar que se juega sin darle importancia, los hombres se hacen jugadores por distraccin y por relajacin. En el Yukon se jugaba la vida por el oro, y los que encontraban oro se lo jugaban despus. Elam Harnish no era una excepcin. Era un hombre entre los hombree, y el instinto de jugarse la vida era en l fuerte y poderoso; el ambiente haba determinado la forma en que haba de jugrsela.

    Naci en una granja en Iowa; su padre emigr a Oregn, donde Elam pas la infancia entre mineros. No haba visto ms que luchas tremendas en pos de grandes objetivos. La audacia y la resistencia eran elementos de importancia en el juego, pero la diosa Suerte daba las cartas. El trabajo honrado para obtener resultados seguros pero escasos, no serva. Un hombre jugaba fuerte, arriesgaba el todo por el todo, y si no lo consegua todo, juzgaba que haba perdido. As, durante doce aos, Elam haba estado perdiendo. Cierto era que Moosehide Creek rindi veinte mil dlares el verano pasado, y que aun quedaban por extraer unos veinte mil ms. Pero, como l mismo proclamaba, eso no era sino reintegrarse de su puesta. Durante doce aos haba estado apostando su vida, y cuarenta mil dlares eran escasa ganancia en proporcin: el precio de una noche, unas copas y un baile, en el Tivoli, o una juerga en invierno en Cirele City, y un equipo y provisiones para el ao prximo.

    Los hombres del Yukon haban invertido la antigua mxima, diciendo: "Difcil de adquirir, fcil de gastar". Terminada la danza, Elam invit de nuevo a beber a la concurrencia. Cada copa costaba un dlar; el oro en polvo se tasaba a razn de diecisis dlares la onza; treinta concurrentes aceptaron la invitacin, que se repiti entre danza y danza, siempre a sus expensas.Era su noche y no poda consentir que nadie pagase nada. Y no es que Elam Harnish fuese bebedor. El whisky no le deca nada. Era demasiado fuerte y ecunime para someterse a la esclavitud del alcohol. Pasaba meses seguidos en marcha por los caminos y los ros sin beber ms que caf, y en una ocasin estuvo todo un ao sin ni siquiera probarlo. Pero era hombre gregario, sociable, y como la nica expresin social del Yukon era la taberna, se expresaba de esa manera. Cuando nio en los campamentos mineros del Oeste, haba visto que los hombres as lo hacan. Y para l era la manera ms apropiada de comportarse socialmente: no conoca otra.

    A pesar de vestir como los dems que se hallaban en el Tvoli, su figura se destacaba de manera impresionante.

    Llevaba mocasines de piel de ante, bordados a estilo indio; pantalones del tipo usado en las regiones rticas, y un chaquetn cortado de una manta. Grandes y largos guantes de cuero, forrados de lana, le pendan de un costado, sujetos por una tira pasada alrededor del cuello y por encima de los hombros. Llevaba gorra de piel con las orejeras levantadas y las cintas sin anudar. Su rostro largo y delgado, un tanto hundido bajo los pmulos, pareca casi

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    el de un indio; contribuan a este efecto la piel curtida y los ojos negros, aunque la piel bronceada y los ojos mismos eran esencialmente los de un blanco. Pareca tener ms de treinta aos; sin embargo, afeitado y sin arrugas, tena aire juvenil. Reflejaba su edad ms bien lo que haba sufrido y resistido, mucho ms de lo que la mayora de los hombres. Haba vivido intensamente, y algo de todo ello se reflejaba en su mirada ardiente como tambin vibraba en su voz, y pareca estar cuchicheando continuamente en sus labios.

    Los labios mismos eran delgados, con tendencia a cerrarse en lnea firme sobre !os dientes regulares y blancos; pero atenuaba la sensacin de dureza la curva de sus comisuras, que los tornaba afables, como las diminutas patas de gallo daban alegra a sus ojos. Nariz delicada y proporcionada al rostro; la alta frente, para compensar su estrechez, esplndidamente abombada y simtrica. El cabello, corriendo parejas con la semejanza india, era negro y tena el brillo revelador de una salud perfecta.

    -Burning Daylight est aprovechndose de la luz artificialri MacDonald, al oir las risas y los gritos de los bailarines. -Y es el ms indicado para hacerlo, eh, Luis?-dijo Olaf Henderson.

    -Bien puedes decirlo-asinti Luis el Francs,-ese muchacho tiene un corazn de oro.-Y cuando el Todopoderoso pase su alma por los lavaderos interrumpi

    .MacDonald,-tendr que aadir grava...-Bien dicho l-exclam Olaf Henderson, mirando al jugador con admiracin.-Muy bien dicho !-asinti Luis,-y opino que para celebrarlo hay que remojarlo con

    una copa, eh?

    CAPITULO II

    Eran las dos de la madrugada cuando los bailarines decidieron descansar media hora para tomar un refrigerio. En ese momento Jack Kearns sugiri jugar una partida de pker.Jack era un hombretn que, con Bettles, haba intentado fundar una factora en las fuentes del Koyokuk, muy dentro del Crculo polar rtico, con desastrosos resultados., Tras el fracaso, limitse a cuidar las que ya tena en Forty Mile y Sixty Mile, cambiando el giro de sus actividades, montando un aserradero y fletando un barquito para la navegacin fluvial.

    Transportaban el aserradero en trineo, indios y perros, y llegara al Yukon a principios de verano, despus del deshielo. Muy entrado el verano, cuando el mar de Bering y las fuentes del Yukon quedaran despejadas de hielo, el barquito, anclado en San Michaels, subira por el ro cargado hasta los topes de provisiones.

    Jack Kearns propuso una partida de pker. Luis, Dan MacDonald y Hal Campbell-que haba descubierto un filn en Moosehide-o sea los tres que no bailaban porque no haba bastantes muchachas para todos, aceptaron la sugerencia. Buscaban un quinto catando Burning Daylight eali de la sala de baile, del brazo de la Virgen y seguido de los bailarines. En respuesta al saludo de los jugadores, se acerc a la mesa.

    -Queremos que tomes parte en la partida-dijo Campbell.Cmo ests de suerte?-Esta noche me acompaa-contest Daylight con entusiasmo y al mismo tiempo no. '

    que la Virgen, con una ligera presin, le -adverta algo. Ella quera llevrselo a la sala de baile.-Estoy de suerte, pero prefiero bailar. No tengo ganas de desplumaros.

    Nadie insisti. Aceptaron su negativa como definitiva, y la Virgen le tiraba del brazo para llevario junto a los bailarines que iban a tomar un resopn. De pronto Daylight cambi de opinin, no porque no quisiera bailar ni contrariar a la Virgen, sino porque la insistente presin en el brazo le haba hecho reaccionar, rebelndose. No quera que ninguna mujer le dominase.

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    Favorito de las mujeres, no por ello les daba demasiada impor. tancia. Eran juguetes, parte de la distraccin tras una temporada de dura lucha por la vida. Las aceptaba como aceptaba l whisky y el juego; por experiencia saba que era ms fcil alejarse de estas dos ltimas cosas que de una mujer, si se dejaba prender en sus redes.

    Era esclavo de s mismo pero se rebelaba, asustado o furioso, ante la posibilidad de convertirse en esclavo de alguien. La dulce esclavitud del amor parecale incomprensible. Los enamorados que l haba visto le parecan locos, y la locura era una cosa que a su juicio, no vala la pena de analizar.

    Pero la camaradera, la amistad, entre hombres era muy distinta al amor por una mujer: no haba servidumbre, era parte del trabajo cotidiano, convenio leal entre quienes no se perseguan mutuamente, sino que compartan los riesgos y las penalidades de los caminos, ros y montaas, en la persecucin de la vida y de las riquezas. Hombres y mujeres se perseguan mutuamente; uno de los dos tena que doblegar su voluntad ante la deI otro.Entre camaradas era diferente: no haba esclavitud; y aunque l, por razn de su fortaleza extraordinaria, daba ms de lo que reciba, su contribucin de trabajo y esfuerzo heroico era generosa y espontnea.

    Caminar das seguidos, cruzando desfiladeros en pleno hura. cn o pantanosas regiones infectadas de mosquitos, llevando doble carga para aliviar la de un compaero, no implicaba obliga- cin ni injusticia. Cada cual haca lo que poda. Era lo esencial. Unos hombres eran ms fuertes que otros, ciertamente; pero mientras cada cual hiciera lo que pudiera, se cumplan las reglas del compaerismo y de la justicia.

    Con las mujeres... era muy distinto. Las mujeres daban poco y lo exigan todo. Las mujeres dominaban a los hombres en cuanto stos se descuidaban. Por ejemplo, la Virgen bostezaba con peligro de desencajrsela los maxilares cuando l entr, pero se mostr animadsima y encantada cuando l le propuso un baile. Un baile, pero simplemente porque l bail dos o tres veces con ella, ya se crea con derecho a apretujarle el brazo cuando lo proponan una partida de pker.

    Eran las faldas, el dominio, la primera de las imposiciones que le esperaban, si ceda. No es que no fuese una muchacha agradable, sana y guapa, excelente bailarina y camarada, pero asi y todo, era mujer, con el instinto femenino de dominarle, atarle de pies y manos para marcarle como cosa suya. Vala ms el pker. Adems, a l le gustaba tanto el pker como el bailar.

    Resisti la presin en su brazo, y dijo: -Me dan ganas de desplumaros a todos.Otra vez el tirn en su brazo. La muchacha intentaba domi narle. Por una fraccin de

    segundo, fu un salvaje preso de mie- do y de ganas de matar. Durante un espacio infinitesimal de tiempo, fu un tigre furioso y aterrado ante la aprehensin del lazo. De haber sido simplemente un salvaje, habra huido fren, ticamente de la sala o se habra lanzado sobre la mujer, destrozndola. Pero en aquel instante despertaron en su interior los siglos de disciplina, por medio de las cuales el hombre se haba convertido en un animal social inadecuado. El tacto y la bondad se impusieron en l y con una sonrisa en los ojos dijo a la Virgen:

    -Ve a tomar un bocado. Yo no tengo ganas. Luego volvere- mos a bailar; la noche aun es joven. Anda, ve a comer, muchacha. Burning Daylight se desasi de su brazo, le di una palmada en el hombro, volvindose al mismo tiempo hacia los jugadores:

    -Si jugamos sin lmite, soy de los vuestros.-No hay ms lmite que el techo-dijo Jack Kearns, -Sin techo.Elam Harnish se dej caer en la silla vacante, empez a sacar su saquito de oro en

    polvo y luego cambi de parecer. La Vir. gen hizo un ligero mohn; despus sigui a los otros bailarines. 're traer un emparedado, Daylight-le dijo.

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    El asinti con la cabeza.. Haba escapado del lazo sin herir los sentimientos de la muchacha.

    -Juguemos con fichas-sugiri.-Es decir, si os parece... -Conforme-contest Hal Campbell.

    -Las mas valen quinientos dlares.-Las mas tambin - respondi- Harnish, mientras los otros anunciaban los valores que

    ponan a las suyas; Luis el Francs, el ms modesto, asign cien dlares a cada una de las suyas.

    En Alaska no haba a la sazn ni granujas ni jugadores de ventaja. Se jugaba honradamente, con mutua confianza. La pa. labra de un hombre valla tanto como su oro. Una ficha era una pieza oblonga de pasta, que probablemente vala un centavo; pero cuando un jugador la empleaba valundola en quinientos d. lares, como quinientos dlares se aceptaba, y el ganador saba que el emisor la redimira con el equivalente de quinientos dlares de oro en polvo pesado en la balanza.

    Como las fichas eran de diferentes colores, era fcil identificar a quin pertenecan. Adems, en aquellos tiempos primitivos del Yukon, nadie soaba en jugar dinero a la vista. Un hombre vala por lo que posea, fuera cual fuera la clase y situacin de sus posesiones.

    Harnish cort, y le correspondi dar las cartas. Juzgndolo de buen augurio, y mientras barajaba las cartas, orden a los camareros que sirvieran de beber a los concurrentes.

    Al dar la primera carta a Dan MacDonald, a su izquierda, exclam:-Sus, malemutos, perros lobos! Whoop-la! Corred y reventad las cinchas! Vamos a

    Helen Breakfast! Nos esperan endiabladas pendientes esta noche antes de llegar a nuestro destino. Y alguien caer en el camino.

    Comenzado el juego, deslizse sin apenas conversacin, en un silencio que contrastaba con la algaraba que les rodeaba y que Elam Harnish haba empezado. Ms mineros iban llegando al Tvoli. Cuando Burning Daylight estaba de juerga, todos querian participar en ella. La sala de baile estaba llena. Debido a la falta de suficientes muchachas, muchos de los hombres se anudaban un pauelo al brazo como femenil seal, bailando con sus compaeros. Las mesas de juego estaban atestadas y las voces de los que hablaban frente a la barra del mostrador, se mezclaban con el montono ruido de las fichas y el del incesante rodar de la bolita de marfil de la ruleta. Todo presagiaba una noche tpica del Yukon.

    En la mesa de pker, la suerte variaba montonamente, indeci. sa, no presentndose buenas jugadas; y como resultado, se apostaba fuerte en combinaciones de escaso valor. Una escalera vali a Luis el Francs, cinco mil dlares, contra dos pares de Campbell y de Jack. Un pozo de ochocientos dlares se gan con una pareja. Harnish acept un envite de Kearns, de dos mil dlares sin carta que lo justificase; cuando ambos ensearon sus cartas, result que Kearns haba envidado con un color sin completar y Harnish haba aceptado el envite con un par de sotas.

    Pero a las tres de la madrugada empezaron a salir combinaciones importantes. Llegaba el momento esperado para todo buen jugador de pker. La noticia circul rpidamente por la sala. Los mirones se pusieron tensos; los que estaban apartados de la mesa se acercaron silenciosamente, los jugadores de otras mesas aban donaron los juegos, y hasta la sala de baile qued desierta; un centenar de personas se api en torno a la mesa, en grupo compacto y silencioso.

    Hablase empezado a envidar fuerte, y continuaba envidndose, antes del descarte. Kearns haba dado, y Luis- siendo mano, haba abierto el pozo con una ficha, es decir, en su caso, con cen dlares; Campbell haba simplemente querido. Pero Elam Harnish, que le segua, haba subido quinientos, diciendo a MacDonald que le tena compasin.

    MaeDonald, mirando sus cartas, puso en el pozo mil dlares. Jack Kearns, tras larga deliberacin, quiso; costle a Luis nove cientos dlares ms el seguir jugando. Campbell

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    hubo de aadir igual cifra, pero despus de hacerlo, con general sorpresa su ment en mil ms.

    -Por fin habis llegado a la cuesta!-observ Harnish, cu- briendo los mil quinientos y subiendo mil ms a su vez.-El diablo nos espera arriba, y podis precaveros.

    -Vamos a ver a ese personaje-acept MacDonald, cubriendo la puesta y aadiendo mil dlares.

    Entonces fu cuando los jugadores comprendieron que haba combinaciones de importancia, es decir, que haba llegado el momento culminante. Aun cuando sus facciones no reflejaban nin, guna expresin, adivinbase la tensin, precisamente por el esfuerzo en aparentar indiferencia.

    Hal Campbell demostraba su habitual cautela; MaeDonald si mulaba un are benvolo, aunque un tanto exagerado; Jack Kearns tena un aire fro y desapasionado, y Elam Harnish apareca tan jovial y bromista como siempre.

    En el centro de la mesa, el montn de fichas ascenda ya a once mil dlares.-Se me han acabado las fichas-observ Jack lastimeramente, -Tendris que aceptarme

    vales.-Me alegro de que te decidas a seguir-fu la cordial respuesta de MaeDonald.-Aun no me he decidido, pero llevo apostados mil dlares. Cmo va el pozo?-Te costar tres mil ver las cartas; pero nadie se opone a que subas.-Que suba el diablol Sin duda crees que tengo tan buenas cartas como t.-Kearns

    mir sus cartas.-Pero... te dir una cosa. Tengo una corazonada y... van los tres millEscribi la cantidad en un papel, firmando con su nombre, y lo aadi al montn del pote.

    Todas las miradas se concentraron en Lus, quien examin nerviosamente sus cartas, hasta decidirse sbitamente

    - Me voy Yo no tengo ninguna corazonada lY con sentimiento tir sus cartas entre las del descarte. Inmediatamente la atencin

    general se fij en Campbell. -No quiero atropellarte, Jack-dijo, limitndose a aadir los dos mil dlares requeridos.

    Harnish escribi en un trozo de papel que ech en el centro de la mesa, diciendo-Voy con mil dlares ms- Aqu es donde envido a tus buenas cartas, Mac.MacDonald replic:-Loa envites me engordan, y van esos mil ms- Todava tienes esa corazonada, Jack?-Todava tengo esa corazonada-murmur Jack Kearns mirando sus cartas.-Y no me

    echo atrs; pero antes habis de saber mi posicin. Poseo el vapor "Bella" que vale veinte mil dlares, y Sixty Mile, con cinco mil de provisiones en sus almacenes. Adems, un aserradero. Vale?

    -Vale-declar Daylight.-Y ya que hablamos de eso, mencionar de pasada que tengo veinte mil ms enterrados aun en Moosehide. Campbell, t conoces la mina, es cierto lo que digo? -Quin lo duda, Daylight?

    -Cunto cuesta el seguir?-pregunt Kearns. -Dos mil dlares por ver las cartas.-Si sigues, te desplumamos-le advirti Daylight.-Es que mi corazonada es de las buenas-replic Jack, aadiendo su nota de dos mil

    dlares al creciente pozo.-Yo no tengo ninguna corazonada, pero tengo unas cartas bastante buenas-anunci

    Campbell, al aadir su nota;-pero no para envidar mucho ms--Pues las mas s-declar Daylight, firmando otra nota.Acepto el envite-La Virgen, en pie detrs de l, pasando el brazo por encima de Daylight, cogi sus

    cartas, mirndolas ocultamente, acercndoselas al pecho.Vi tres Kamas y un par de ochos, pero nadie pudo adivinarlo por la expresin de su

    rostro, cuyas facciones parecan esculpidas en piedra.

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    No hizo gesto alguno, ni antes ni despus de verlas, aunque los jugadores clavaron en ella la mirada. Dej de nuevo las cartas sobre la mesa y, lentamente, los ojos de los jugadores se apartaron de su rostro sin haber sorprendido nada.

    MaeDonald sonri benvolamente--Voy, Daylight; pero subiremos dos mil ms. Cmo va esa corazonada, Jack?Jack Kearns respondi:-Todava est vivita y coleando. Me estis atropellando, pero he de cumplir con mi

    deber. Subo tres mil. Y tengo otra cora- zonada: que Daylight va a aceptar en envite tambin esta vez.

    -Quin lo duda!-exclam Daylight, despus que Campbell hubo arrojado sus cartas al descarte, abandonando el juego. Voy con esos tres mil dlares y vamos a descartar.

    En un silencio absoluto se hizo el descarte.El pozo era ya de treinta y cuatro mil dlares, y posiblemente aun no se haba

    terminado.Pasmada de asombro, la Virgen vi que Daylight se quedaba las tres Kamas, descartando los dos ochos y peda dos cartas, que ella no se atrevi a tocar.

    Daylight tampoco las toc, dejndolas de cara abajo sobre la mesa.-Cartas?-pregunt Kearns a MacDonald. -Tengo lo necesario-fu la respuesta--Si quieres, puedes descartar-advirtile Kearns- No; me basta lo que tengo-

    Kearns se di dos cartas a s mismo, pero tampoco las mir- Harnish sigui sin levantar sus cartas-.

    -Yo nunca envido ante una mano que no necesita descartedijo lentamente.-Empieza t, Mac.

    MaeDonald cont sus cartas cuidadosamente para asegurarse de que tena las justas y en un trozo de papel escribi una cifra, ponindolo en el pozo.

    -Cinco mil dlares-dijo simplemente.Jack Kearns mir las dos cartas que le haban servido al descartarse, cont las otras

    tres para disipar toda duda de que pu- diera tener ms de cinco cartas, y escribi en un trozo de papel.

    -Voy, Mac-dijo-y lo subir un millar ms para no dejar a Daylight fuera.Todas las miradas se concentraron en Daylight. Tambin mir su descarte y cont sus

    cinco cartas.-Van los seis mil y cinco mil ms-.. para ver si te dejo fuera, Jack.-Y yo subo cinco mil ms para colaborar a la buena obra de dejar a Jack fuera-declar MaeDonald, con voz ligeramente ner- viosa y ronca.

    Jack Kearns estaba plido, y su mano temblaba escribiendo pero su voz no se alter al anunciar:

    -Subamos un poco ms: cinco mil.Daylight era ahora el centro de todas las miradas. Las lm. paras de petrleo

    proyectaban sus luces sobre su frente perlada de sudor. En las mejillas bronceadas habasele agolpado la sangre. Sus ojos chispeaban.

    Pero su voz son firme como de costumbre, y su mano no tem. bl al firmar--Subo diez mil-dijo.-No es que yo tenga miedo de ti, Mac. Se trata de esa corazonada

    de Jack.-Pues yo apoyo a mi corazonada con cinco mil ms-replic MacDonald.-Yo tena las

    mejores cartas antes del descarte, y supongo que aun las tengo.-Puede que se trate de un caso en que una corazonada despus del descarte es mejor

    que la corazonada anterior-observ Kearns. - Por tanto, el deber dicta: "Sube, Jack, sube el pozo" y yo, como buen chico, subo cinco mil ms.

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    Daylight se reclin en su silla y contempl las lmparas de petrleo mientras calculaba en.voz alta.

    -Apost nueve mil antes del descarte, y luego veintin mil, lo cual asciende a treinta mil. Me quedan diez mil.

    Mir a Jack Kearns y dijo: -Subo esos diez mil.-Puedes subir ms, si quieres-respondi Kearns.-Tus perros valen cinco mil para este

    juego.-Mis perros, no. Podis ganarme mi oro en polvo y la mina, y el aserradero, y hasta la

    camisa; pero ni uno de mis perros. Simplemente pido que se vean las cartas.MacDonald medit largo tiempo. Nadie se movi ni cuchiche. Los mirones estaban

    tensos de excitacin. Reinaba un silencio absoluto. Tan slo se oa la corriente de la gigantesca estufa y, desde fuera, el aullido de los perros.

    No se jugaba muy fuerte todas las noches en el Yukon, y esta era la partida ms fuerte de toda la historia de la regin. Finalmente el propietario del establecimiento habl:

    -Si otro gana, tendrn que hipotecar el Tvoli. Los otros dos jugadores asintieron con la cabeza. -En consecuencia, yo tambin pido ver las cartas. Y MaeDonald aadi su nota por cinco mil dlares. Ninguno de ellos reclam el pozo.

    Simultneamente, en medio de un silencio profundo, pusieron sus cartas boca arriba sobre la mesa.

    Daylight descubri cuatro Kamas y un as. MaeDonald, cuatro sotas y un as. Y Jack Kearns cuatro reyes y un as.

    Jack Kearns, con un movimiento circular de su brazo, at?ajo hacia s el pozo, temblando de contenida emocin.

    Daylight cogi el as de su mano y lo tir al lado del 'as de MacDonald, diciendo:-Esto fu lo que me anim, Mac. Yo saba que solamente los reyes podan ganarme, y

    l los tenia.-Qu tenas t?-pregunt, interesado, a Campbell.-Un flush de cuatro, abierto a ambos lados; una buena mano. -Ya lo creol Podas haber buscado un flush entero.-Eso pensaba-dijo Campbell tristemente.-Me cost seis mil dlares antes de abandonar.-Ojal todos hubieseis pedido cartas-ri Daylight. -Entonces no me habran servido esa cuarta reina. Ahora tengo que aceptar el

    contrato del correo de Rawlins y ponerme en viaje hacia Dyea. Cunto has ganado, Jack?Jack Kearns intent contar sus ganancias, pero estaba demasiado excitado.

    Tranquilamente Daylight empez a anotar los vales y fichas, sumando su total.-Ciento veintisiete mil dlares-anunci.-Ahora s que pue. des liquidar y marcharte a

    tu pueblo, Jack.El ganador sonri y movi afirmativamente la cabeza, incapaz de hablar, de la

    emocin.-Os invitara a beber-dijo MacDonald, pero... ya el Tvoli no es mo.-S que lo es-replic Kearns humedecindose los labios con la lengua.-Tu palabra vale

    tanto como una escritura por el tiempo que quieras. Pero yo pago lo que se beba.-Pedid el veneno que queris! El ganador paga!-grit Daylight, levantndose y

    cogiendo del brazo a la Virgen.-Va- mos a bailar todos l La noche aun no se ha terminado l Y ma. ana he de empezar mi nuevo trabajo, maana firmar el contrato del transporte del correo- Oye, Rawlins, conste que me hago cargo de tu contrato y marchar maana a las nueve! Vamos a bailarl Dnde est ese violinista?

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    CAPITULO III

    Era la noche de Daylight:Era el centro y el alma de la juerga, incansablemente alegre y animado, con cierta

    exuberancia contagiosa.Se multiplicaba y, al hacerlo, multiplicaba la excitacin gene. ral. No haba idea o

    sugerencia, por fantstica o disparatada que fuese, en la que no le siguiera la concurrencia, a excepcin de los que, reducidos a un estado de imbecilidad por el exceso de la bebida, se ponan a cantar y luego caan canturreando en el arroyo.

    Sin embargo, no se suscit ningn incidente desagradable.Era sabido que cuando Burning Daylight estaba de juerga, la clera y las violencias

    eran tab.En sus noches de juerga nadie se atreva a pelear. Tiempo atrs ocurrieron tales cosas,

    pero los culpables del incidente conocieron lo que era una verdadera clera, y fueron castigados como slo Burning Daylight poda castigar. En sus noches de juerga, todo el mundo tena que divertirse y rer o irse a casa.

    Daylight era incansable. Entre dos bailes pag a Jack Kearns los veinte mil dlares en oro en polvo y le transfiri la propiedad de su mina de Moosehide.

    Igualmente arregl con Bill Rawlins el hacerse cargo del contrato del transporte del correo, e hizo sus preparativos para la marcha.

    Envi un mensaje a Kama, su conductor de perros, un indio tananaw, alejado de su remota tribu, al servicio de los blancos invasores-

    Kama entr en el Tvoli, alto y flaco, musculoso y cubierto de pieles, flor barbrica de una raza brbara, impasible ante el espectculo de la juerga en todo su apogeo, escuchando en silencio las rdenes de Daylight.

    -Huml-murmur, repitiendo las instrucciones, contndolas con los dedos.-Tomar cartas de Rawlins... Cargarlas en el trineo... Comida hasta Selkirk... T crees habr en

    Selkirk comida para los perros?-Habr mucha comida para perros, Kama.-Hum- Traer trineo aqu a las nueve. Traer botas de nieve- No traer tienda- Traer

    volante? Un pequeo volante? -Nada de volante-respondi resueltamente Daylight. -Hum. Mucho fro.

    -Hemos de viajar ligeros. Llevaremos mucho correo, traeremos tambin mucho- T eres fuerte- Mucho fro, viaje largo. As todo arreglado.

    -Todo arreglado-murmur Kama resignadamente. - Mucho fro, no importa un pito... Yo listo a las nueve.

    Gir sobre los talones de sus mocasines y sali, imperturbable, sin saludar ni recibir saiudo alguno, sin mirar siquiera a derecha izquierda-

    La Virgen llev a Daylight a un rincn.-Escucha, Daylight-le dijo en voz baja- ests arruinado-, ms pelado que una rata.-Tengo ocho mil dlares en la caja de caudales de Mac... -empez ella- Daylight la

    interrumpi- Ante sus ojos aparecieron las faldas dominadoras, la red con que le iban a atrapar, y retrocedi como un potro salvaje.

    -No importa...-dijo.-Arruinado vine al mundo, arruinado morir y arruinado he estado la mayor parte de mi vida. Ven, vamos a bailar.

    -Pero oye - insisti ella - mi dinero est inactivo. Puedo prestrtelo para equipos y provisiones... Iremos a medias... -aadi precipitadamente, al notar una expresin de alarma en el rostro de Daylight.

    -No quiero prstamos de nadie... ni quiero socios-fu la respuesta.-Yo me lo guiso y yo me lo como- Gracias, muchacha. Me procurar fondos transportando el correo.

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    -Daylight!-murmur la joven, con acento de tierna pro testa.Pero l, fingiendo sbita ebullicin de buen humor, la cogi del brazo, lanzndose en

    el torbellino del baile, mientras ella admiraba la voluntad de hierro del hombre cuyos brazos, de hierro tambin, la enlazaban, pero resistiendo su seduccin.

    A las seis de la maana siguiente, abrasado por el whisky, pero despejada la cabeza como siempre, estaba ante la barra, doblegando el brazo de cuantos se ofrecan a la prueba de fuerza.

    Procedan de la manera siguiente: los dos hombres se coloca. ban uno frente a otro, descansando el codo derecho en el mostra. dor y encajadas las manos, intentando hacer doblar el antebrazo hasta tocar el mostrador.

    Uno tras otro fueron intentndolo todos, sin conseguir doblar el suyo, incluso gigantes como Olaf Henderson y Luis el Francs. Cuando alegaron que se trataba de alguna artimaa o de al. guna habilidad muscular especial, les desafi a otra prueba.

    -Oid, todos!-grit.-Voy a hacer dos cosas: la primera, ver cuanto dinero me queda; la segunda, apostrmelo a que cuando hayis alzado del suelo cuantos sacos de harina podis, yo aadir dos ms y levantar el total.

    -Aceptol-tron Luis, entre aplausos.-Alto!-interrumpi Olaf Henderson.-Valgo tanto como t, y quiero ir a medias en la

    apuesta.Puesto en las balanzas, el saco de oro en polvo de Daylight marc cuatrocientos

    dlares, y Luis y Olaf dividieron la cantidad entre los dos.Del almacn de MacDonald trajeron sacos de harina de cincuenta libras de peso, y

    otros hombres midieron sus fuerzas pri. mero, dejando los sacos en el suelo, atados con fuertes cuerdas.

    De esta forma, alguno pudo levantar hasta cuatrocientas 0 quinientas libras y otros llegaron a seiscientas.

    Los dos gigantes, Olaf y Luis, igualaron a setecientas. Pero Luis aadi otro saco, alzando entonces setecientas cincuenta. Ola repiti la hazaa; pero ninguno de los dos pudo levantar ochocientas libras de peso, teniendo que desistir sudorosos y jadeantes, tensos los msculos. Olaf y Luis llegaron a mover el peso y hasta inclinarlo, pero sin lograr separarlo por completo del suelo.

    -Por Dios, Daylight, te has equivocado!-exclam Luis el Francs, saltando de las sillas.-Tau slo un hombre de hierro puede hacerlo. Ningn hombre de carne y hueso puede hacerlo. No ya cien libras msni diez.

    Desataron los sacos, y al ir a aadir los dos ms, Jack Kearns intervino:-Solamente uno.-Dos!-grit una voz.-La apuesta fueron dos!-No levantaron el ltimo saco-protest Kearns.-Levantaron solamente setecientas

    cincuenta libras.Daylight cort la discusin magnficamente.-Por qu os acaloris discutiendo tanto? Qu ms da un saco? Si no puedo levantar

    tres ms, tampoco levantar dos. Ponedlos todos.Subi a las sillas, afianzando su posicin, y dobl los hombros hasta que sus manos

    tocaron las cuerdas, variando entonces de posicin, hasta ajustar perfectamente las palancas musculares de su cuerpo.

    Mirndole escptico, Luis el Frans grit:-Tira como el diablo, Daylight! Tira como el diablo!Los msculos de Daylight se tensaren como cuerdas de arco; imperceptiblemente, sin

    sacudidas ni vacilaciones, la masa de novecientas libras se fu alzando del suelo, quedando oscilante como un pndulo entre sus piernas.

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    Olaf Henderson exhal un suspiro. La Virgen, que haba hecho inconscientemente casi tanto esfuerzo como Daylight, tambin suspir relajando sus msculos. Y Luis murmur, reverente:

    -Daylight, salud! Soy un nio de teta a tu lado. Eres un hombre!Daylight solt la carga, de un brinco salt al suelo y se diri. gi al mostrador del bar.-Venga!-grit, arrojando su saco al pesador, quien meti en l oro por valor de

    cuatrocientos dlares, tomndolo de los sacos de los dos perdedores.-Aqu todo bicho viviente !-prosigui Daylight. - Pedid vuestro veneno favoritol El

    ganador pagal"Esta es mi noche!-gritaba diez minutos despus.-Soy el lobo solitario que ha visto

    pasar treinta inviernoal Es mi cum. pleaos, mi da entre todos los das del ao, y me siento capaz de tumbar de espaldas al primero que se presentel Venid todosl Venid todos, que os har rodar por la nievel Venid los novatos y los veteranos del Yukon, a ser bautizados!

    Salieron todos en confuso tropel a la calle, dejando solos a los camareros y a los borrachos que cantaban.

    Con una vaga idea de salvar su dignidad, MaeDonald se acerc a Daylight, tendindole una mano.

    -Cmo? Quieres ser el primero!-ri Daylight tomndole la diestra.-No, no-neg el otro precipitadamente.-Simplemente te felicito por tu cumpleaos.

    Desde luego, puedes hacerme morder el polvo. Qu probabilidad tengo contra un hombre que levanta novecientas libras?

    MacDouald pesaba ciento ochenta libras y Daylight le tena simplemente cogido de la mano. Sin embargo, de un tirn brusco lo levant en alto, arrojndole de cara sobre la nieve.

    En rpida sucesin fu haciendo lo mismo con los que tena ms a mano.La resistencia era intil. Salan despedidos como de una ca, tapulta, cayendo en

    actitudes grotescas sobre la nieve.Pronto fu difcil distinguir a la tenue claridad de las estrellas a los cados de los que

    esperaban su turno para caer, teniendo que precisarlo por el tacto, al encontrarlo o no cubierto de nieve,

    -Ya bautizado?-era la montona pregunta al extender la mano.Ms de cuarenta estaban tendidos en la nieve; muchos otros, dando muestras de

    cmica humildad, se arrodillaban para eludir el cumplimiento del ritual.Tan slo un grupo de cinco permaneca erecto: madereros nombres de la frontera

    ansiosos de arrebatar a Daylight la supremaca.Graduados en la ms feroz de las escuelas, veteranos de innu- merables peleas,

    hombres robustos y resistentes, faltbales, sin embargo, lo que Daylight posea en alto grado, a saber: un cerebro casi perfecto y la consiguiente coordinacin muscular.

    No era una virtud suya; haba nacido con ella. Sus nervios transmitan los mensajes con mayor rapidez que los de los otros; su proceso mental, culminando en actos de voluntad, era ms rpido; sus msculos eran como explosivos de alta potencia; las palancas de su cuerpo actuaban como las bocas de un frreo cepo. Y, por aadidura, estaba dotado de esa fuerza muscular quo solamente posee un hombre entre un milln, una fuerza dependiente, no en su cantidad sino en su calidad, de la suprema excelencia orgnica de sus msculos mismos.

    Por ese motivo le era posible aplicarla con tal rapidez que su contrario no tena tiempo de percatarse de la accin y resistir.

    -Es intil que esperis ah todos parados-advirti Daylight al grupo.-Acabaris bautizados como los otros. En cualquier otro da del ao me podrais vencer; pero hoy soy invencible. Esa carota que apenas diviso es la de Pat Hanranan? Venga, Pat.

    Pat Hanranan, ex boxeador y experto en toda clase de peleas, avanz.

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    Ambos hombres de cogieron de las manos, y antes de que Pat tuviera tiempo de aplicar su esfuerzo, se encontr tumbado de espaldas en la nieve.

    Siguile Joe Hines, ex maderero, quien aterriz con un impacto parecido a una cada de una casa de dos pisos, y se levant pro. testando de que no haba tenido tiempo de prepararse.

    Para Daylight la operacin no era penosa; no jadeaba ni se esforzaba durante largos minutos. Prcticamente no empleaba tiempo alguno en la accin. Su fuerza explotaba sbitamente.

    As, Doc Watson, el hombre de barbas grises y cuerpo de hie- rro, el hombre sin pasado, el terror de los campamentos, vise vencido una fraccin de segundo antes de acometer. Mientras se preparaba para saltar y acometer, Daylight cay sobre l con tal rapidez que le tir de espaldas.

    Olaf Henderson quiso aprovechar la leccin, intentando pillar desprevenido a Daylight cuando ste se inclinaba para ayudar a Doc Watson a levantarse. Pero Daylight se dej caer de rodillas, recibiendo la acometida de costado. El impulso llev a Olaf por encima del:obstculo, hacindole perder pie y caer. Antes de que se pudiera levantar, Daylight le haba tumbado de espaldas, y le frotaba con nieve cara y orejas, echndole tambin grandes puados por el cuello.

    -Soy tan hombre como t, Daylight-tartamude Olaf al levantarse,-pero confieso que jams he visto unas manos que hagan presa como las tuyas.

    Luis el Francs fu el ltimo de los cinco. Quiso aprovechar las lecciones que recibieron sus antecesores, apelando a la cautela. Comenz a dar vueltas, eludiendo el dejarse coger durante un minuto largo, sin conseguir ventaja alguna.

    Comenzaba la cosa a hacerse interesante cuando Daylight ejecut uno de sus veloces desplazamientos, cambiando todos sus puntos de resistencia y, a la vez, dando rienda suelta a una de sus explosiones musculares.

    Luis resisti hasta que su osamenta cruji; luego, lentamente, fu cediendo, vindose irresistiblemente empujado hacia tierra. -El vencedor pagal-grit Daylight, abriendo marcha hacia el Tvoli.- Venid todos por aqu, a la casa de los venenos i Alineronse ante la barra, en compacto grupo, sacudiendo la la nieve de sus mocasines, pues la temperatura del exterior era de 60 grados bajo cero.

    Bettles, uno de los ms valientes veteranos, ces en su mon- tono canto de "La Raz de Sasafrs" y, tambalendose, se acerc para felicitar a Daylight. Pero a mitad de camino se sinti obli. gado a soltar un discurso, y alz la voz a estilo do orador.

    -Os he de decir, amigos mos, que estoy pero muy orgulloso de llamar amigo a Daylight. Juntos hemos recorrido las desoladas regiones muchas veces, y es oro de ley, de dieciocho quilates, desde la punta de sus mocasines, maldita sea su estampal Cuando vino a esta regin era un mocoso. Cuando vosotros tenais su edad, no sabais lavares las orejas todava. Pero l no fu nunca un nio. Naci ya hombre. Y os aseguro que en aquellos tiempos un hombre tena que serlo. Entonces no estbamos tan afeminados como ahora.

    Bettles hizo una pausa para poner un brazo alrededor del cuello de Daylight.Continu perorando:-Cuando t y yo entramos con nuestros trineos en el Yukon no llova sopa ni haba

    bocadillos gratis. Encendamos la fogata de nuestros campamentos cuando cazbamos alguna pieza, y la mayor parte de los das vivamos de escamas de salmn y pieles de conejos.

    Ante la estrepitosa carcajada que acogi esta perorata, Bettles solt a Daylight, volvindose iracundo hacia sus oyentes. -Reos, bueyes sarnosos, reosl Pero os repito que el mejor de entre vosotros es poco para atarle a Daylight los mocasines. Tengo razn, Campbell? Tengo razn, Mac? Daylight es uno de la vieja guardia, uno de los verdaderos

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    veteranos. Y cuando l vino, en aquellos das no haba vapor ni factoras, y tenamos que vivir de escamas de salmn y de pieles de conejo.

    Con aire de triunfo pase la mirada, y entre los aplausos que siguieron, oyronse voces reclamando una respuesta de Daylight. Al manifestar ste su asentimiento, le llevaron una silla, ayudndole a subir a ella.

    No estaba mucho ms sereno que la multitud que le rodeaba, multitud abigarrada, singularmente vestida, calzada de mocasines, o de botas de esquimales, con los guantes colgando de sus cuellos y las orejeras de las gorras levantadas, que parecan yelmos nrdicos.

    CAPITULO IV

    La mirada de Daylight relampagueaba y el alcohol enrojeca sus mejillas curtidas al aire y al sol.

    Fu saludado con repetidas aclamaciones, que llevaron a sus ojos una sospechosa humedad, aunque muchas de las voces eran inarticuladas e hijas de la embriaguez.

    Pero asi se han comportado los hombres desde que el mundo es mundo, divirtindose, luchando en la sombra entrada de la ca verua, junto al fuego del campamento, en los palacios de la imperial Roma, en las roqueas fortalezas de los barones feudales, en los rascacielos de los tiempos modernos, o en las ms mseras tabernas.

    As, aquellos hombres, fundadores de un imperio de la noche rtica, clamorosos, ebrios y arrogantes, olvidaban por algunos momentos la cruel realidad de su labor heroica.

    Hroes modernos eran ellos, en nada diferentes de los antiguos.Intentando dominar la confusin de su cerebro, Daylight comenz.-Amigos, no s qu deciros. Pero os contar una historia. Una vez, en Juneau, tuve un

    camarada. Vena de Carolina del Norte, y fu quien me la cont. Acaeci all, en las montaas de su tierra, durante una boda. All estaban todos; la familia, los amigos... El pastor daba los ltimos toques, diciendo. "Dios os ha unido y nadie podr separaron".

    "-Pastor-dijo el novio: -me levanto a formular una objecin contra esa frase. Quiero que este casamiento se haga como es debido.

    "Cuando se disip el humo, la novia mir en torno tuyo, y vi un pastor muerto, un novio difunto, un hermano cadver, dos tos tiesos y cinco invitados patas arriba.

    "La pobrecilla, exhalando profundo suspiro, deca:"-Estas demontres de pistolas automticas han dado al traste con mis esperanzas."Lo mismo os digo yo a vosotros-aadi Daylight, cuando se hubo calmado la

    algazara:-esos cuatro reyes de Jack Kearns han dado al traste con mis esperanzas. Estoy ms pelado que una rata y a punto de tomar la pista para Dyea...

    -Te vas?-pregunt alguien.El rostro de Daylight reflej por un instante reprimida clera, pero al momento

    recobr su buen humor.-Ya s que lo preguntas en broma-dijo sonriendo.-Naturalmente, me quedo.-Vuelve a jurarlo, Daylight-grit la misma voz.-Sin duda lo har. Vine por vez primera, cruzando el Chil coot, en el ochenta y tres.

    Atraves el Paso en plena ventisca, con una camisa hecha jirones y una taza de harina por todo alimente. En Juneau consegu equipo y provisiones para el invierno, y en pri- mavera cruc de nuevo el Paso. Una vez ms el hambre me hizo salir de all. En la primavera siguiente volv al Paso, y jur que no mo marchara hasta no haber hecho fortuna. Aun no la he hecho, aqu estoy. Y no me marcho. Llevar el correo y regresar, sin detenerme en Dyea ni una sola noche. Atravesar el Chilcout en cuanto haya cambiado de perros y recogido el

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    correo y las provisiones. Y de nuevo-lo juro por las puertas del infierno y por la cabezota del diablo que no me marchar hasta que sea rico. Y os aseguro que no me contentar con poca cosa. tendr que ser una fortuna muy respetable.

    -Cunto necesitas para considerarte rico?-pregunt Bettles desde el suelo; abrazaba amorosamente las piernas de Daylight. -S, &cunto? &A qu llamas una fortuna?-gritaron otros. Daylight se detuvo a considerar la respuesta.

    -Cinco o seis millones-dijo, levantando la mano, pidiendo silencio, pues su declaracin fu recibida con gritos de burla. -Ser verdaderamente modesto-explic.-Como mnimo un milln. Y no me marchar de este pas con una onza menos. Tambin esta declaracin fu recibida con grandes carcajadas- El total de oro extrado del Yukon era inferior a la cifra citada por Daylight; adems, nadie haba descubierto una mina que rindiera ni cien mil dlares, mucho menos un milln.

    -Odme todos-continu.-Habis visto a Jack Kearns tener una corazonada esta noche. Le tenamos copado antes del descarte; sus tres reyes no valan un pito. Pero l saba que le vendra otro rey-esa fu su corazonada-y fu por ella. Y yo tengo tambin una corazonada. Pronto veremos grandes descubrimien. tos de filones en el Yukon. No hablo de porqueras como las de Moosehide, o Birch-Creek. Hablo de una cosa seria, de unos filones fabulosos. Vendr, y ha de ser por la parte alta del ro. Por all habris de seguir las huellas de mis mocasines en el porvenir; por la regin del ro Stewart, del ro Indio y del Klondike. Cuando yo regrese con el correo, partir hacia esos parajes. Pronto llegar, muchachos, oro en la superficie, cien dlares cada gamella, y cincuenta mi hombres que vendrn de todas partes. Y os pare-cer que el infierno ha abierto sus puertas cuando se descubran los yacimientos.

    Se llev la copa a los labios.-Vaya por todos, deseando que participis todos de la fortuna? Bebi, bajando de la

    silla y cayendo en brazos de Bettles. -Yo que t no saldra hoy, Daylight-aconsej Hines despus de consultar el termmetro colgado al exterior.-Se prepara un descenso muy grande de temperatura. Ya est a sesenta grados, y sigue bajando. Espera a que vare.

    Daylight se ech a rer y los veteranos le hicieron coro.-Sois unos pusilnimes!-grit Bettles.-Asustarse por un poco de helada l No

    conocis a Daylight si creis que una helada le detendr.-Se helar los pulmones viajando as-fu la respuesta. -Un cuerno! Mira, Hines.Hace solamente tres silos que has venido a la regin y aun

    no ests curtido. Yo he visto a Daylight recorrer cincuenta millas en el Koyokuk con el termmetro a setenta y dos grados.

    Hines sacudi la cabeza, pesimista.-As ea como se hielan los pulmones-lament.-Si Daylight marcha, no llegar a

    destino, especialmente viajando sin campamento ni tienda.-De aqu a Dyea hay mil millas-anunci Bettles, subiendo a una silla y sosteniendo su

    cuerpo, que se tambaleaba, por un brazo con que rode el cuello de Daylight.-Hay mil millas, repito, y el camino sin abrir en su mayor parte. Pero apuesto contra quien quiera, lo que se quiera, a que Daylight recorre la distancia en treinta das.

    -Eso supondra unas treinta y tres millas diarias-advirti Doc Watson.-Yo he viajado lo mo, y s lo que digo. Una ventisca en el Chilcoot le detendria una semana.

    -S-replic Bettles.-Y Daylight recorrer esas mil millas de regreso en otros treinta das. Y tengo quinientos dlares para sostenerlo, y el diablo se lleve a las ventiscas.-Y para dar mayor nfasis a sus palabras, sac una bolsa de oro del tamao de un salchichn, tirndola sobre el mostrador.

    Doc Watson puso la suya al lado.

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  • Librodot Aurora Esplndida Jack London

    -Alto!-grit Daylight.-Bettles tiene razn, y yo tambin quiero apostar. Apuesto quinientos dlares a que dentro de sesenta das estoy a la puerta del Tvoli, de regreso de Dyea.

    Un murmullo de escepticismo se elev en la sala, y una docena de hombres sacaron sus bolsas.

    Jack Kearns se acerc a Daylight.-Acepto, Daylight-dijo.-Dos contra uno a que no lo haces ni en setenta y cinco das.-Caridad, no, Jack-fu la respuesta.-Las apuestas son a la par y el tiempo sesenta das.-Sesenta y cinco, y dos contra uno-insisti Kearns.-Fifty Mile ser difcil de cruzar

    porque no est del todo helado.-Lo que me ganaste es tuyo-exclam Daylight,-y, por todos los diablos, no permitir

    que me lo devuelvas de este modo- Jack. No apostar contigo. Lo que intentas es darme dinero. Pero te dir una cosa, Jack: tengo la corazonada de que un da de estos te volver a ganar lo que he perdido. Espera a que se descubran esos yacimientos. Entonces t y yo nos sentaremos a jugar una partida de poker sin ms lmites que el cielo. Aceptas?

    Se estrecharon las manos en seal de acuerdo.-Naturalmente que har el recorrido en treinta das-susurr Kearns al odo de Bettles,

    aadiendo en voz alta:-Entonces vayan quinientos a que Daylight regresa dentro de sesenta das.

    Billy Rawlins cubri la apuesta y Bettles abraz entusiasmado a Jack Kearns.-Por Jpiter-exclam Olaf Henderson.-Yo tambin lo cubro.-El ganador paga-grit Daylight.-Estoy seguro de ganar, y como sesenta das son

    muchos das para las bebidas, empiezo a pagar ahora. Pedid vuestro veneno, borrachines Pedid vues. tro veneno!

    Bettles, con el vaso en la mano, subi a una silla y, tambalendose, empez a cantar la nica cancin que saba, que la concurrencia core.

    Alguien abri la puerta. Una tenue luz griscea penetr en el establecimiento.-Burning Daylight! Aurora radiante-grit alguien en broma.Daylight no esper a or ms; dirigise hacia la puerta, anudndose las orejeras de su

    gorro.Kama le esperaba afuera en el trineo, un vehculo largo y es. trecho, de diecisis

    pulgadas de ancho por siete pies y medio de largo, levantado el cuerpo unas seis pulgadas sobre los patines de acero.

    En l, atados por correas de piel, estaban los sacos de correspondencia, las provisiones de hombres y perros y el equipo do ambos.

    Al frente, en fila de uno a uno, los cinco perros lobos esperaban la orden de partir. Lobos eran, aunque domesticados; lobos en naturaleza, costumbres y caractersticas.

    Sobre la carga, al alcance de la mano, estaban los dos pares de patines, semejantes a raquetas de tenis, pero mayores. Bettles indic una manta de pieles de liebre, cuya punta se entrevea en el trineo.

    -Eso es su cama-dijo.-Seis libras de pieles de conejo. Lo ms caliente que hay para dormir; pero as y todo, que me cuelguen si yo tendra bastante, y eso que yo resisto el fro. Daylight es un horno ambulante.

    -No quisiera estar en el pellejo del indio-observ Doc watson.-Acabar con l-dijo Bettles, exultante-Estoy seguro. He viajado con Daylight, y s lo

    que es. No conoce el cansancio. Le he visto viajar todo el da con los calcetines mojados y a una temperatura de cuarenta y cinco grados. No hay otro ser viviente que pueda hacer lo mismo.

    En tanto que seguan las discusiones, Daylight se despeda de sus amigos. La Virgen quiso darle un beso y, no sabiendo i cmo escabullirse, resolvi la cuestin besando tambin

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  • Librodot Aurora Esplndida Jack London

    a las otras tres mujeres presentes. Se puso los guantes, di la voz de alerta a sus perros y empu la lanza de mando.

    -En marcha!Los animales apoyaron el cuello en el arns, clavando las uas en la nieve- y lanzando

    una especie de gemido, empezaron la marcha, a tal velocidad, que pronto Daylight y Kama tuvieron que correr para alcanzarlos.

    Corriendo perros y hombres, bajaron al helado ribazo, y, enfilando el Yukon, helado tambin, desaparecieron envueltos en la Sobre el ro, donde haba una pista ya marcada, y donde los patines eran innecesarios, los perros recorran unas seis millas por hora.

    Para sostener tal marcha los dos hombres tenan que correr. Daylight y Kama se relevaban en la lanza de mando, porque la tarea de pilotear el trineo a semejante velocidad, mantenindose a la delantera, resultaba muy ardua.

    El hombre relevado se quedaba atrs, montando de cuando en cuando en el trineo para descansar.

    Volaban sobre l terreno, sacando el mejor partido posible de las condiciones de la pista. Ms adelante tendran que viajar sobre terreno virgen, donde tres millas sera considerado buena marcha; entonces no podran correr ni descansar por turno.

    La lanza o vara de mando sera de ms fcil manejo; pero quien la empuara sera para descansar, despus de haber ido en vanguardia abriendo pista, es decir, apisonando las nieve con los patines de acero para facilitar la marcha de los perros.

    Tal faena distaba mucho de ser excitante. Tambin les esperaban trechos donde, durante varias millas, tendran que batallar con caticas masas de hielo, y donde podran darse por afortunados si marchaban a razn de dos millas por hora.

    Y encontraran los inevitables amontonamientos, breves, pero tan difciles de sortear, que una milla por hora requerira tremendos esfuerzos.

    Kama y Daylight no hablaban. Ni la naturaleza del trabajo ni el carcter de ambos hombres se prestaban a hablar mientras trabajaban. A raros intervalos, cuando era necesario, se interpe- laban en monoslabos, contestndose con simples gruidos.

    A veces un perro aullaba o gema, pero en general el tiro mar, chaba en silencio, oyndose nicamente el crujido del trineo y el chirrido de los patines de acero sobre la endurecida superficie.

    Como por encanto, Daylight haba pasado del ruido y la alga- zara del Tvoli a otro mundo, un mundo de silencio y de inmovilidad. Nada turbaba la calma. El Yukon dorma bajo un manto de hielo de tres pies de espesor. No haca viento. Y la savia misma estaba cuajada en el corazn de los abetos que poblaban las dos mrgenes del ro.

    Los rboles, cargados con el mximo de nieve qu sus ramas podan soportar, alzbanse como petrificados- El menor estremecimiento hubiera hecho caer esa nieve, y no caa nieve alguna.

    El trineo era el nico punto mvil y animado en tan solemne quietud, y los escasos ruidos que de l provenan slo servan para hacer resaltar el silencio.Era un mundo muerto y, adems, gris. La atmsfera, clara y traslcida, seca, sin niebla, era, sin embargo, un palio, gris, pues aunque no haba nubes que empaasen la claridad diurna, ' tampoco haba sol que le diera esplendor.

    Lejos, hacia el Sur, el sol ascenda por su meridiano, pero entre l y el Yukon helado interponase la comba de la tierra.

    El Yukon yaca en las sombras de la noche; el da era, en realidad, un crepsculo. A las doce menos cuarto, en un paraje donde el ro trazaba amplia curva, dejando visible inmensa extensin hacia el Sur, distinguase la parte superior del disco solar en el horizonte- Pero no se alzaba perpendicularmente; por el contrario, su curso era diagonal, de forma que, a las doce su parte inferior tocaba casi la lnea del horizonte.

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    Era un sol apagado, mortecino, sin calor, y una vez alcanzado el meridiano, comenz a declinar. A las doce y cuarto la tierra proyectaba de nuevo su sombra sobre la regin.

    Hombres y perros seguan su marcha. Kama y Daylight eran salvajes, en cuanto a sus estmagos se refera. Podan comer hasta saciarse cuando la ocasin se presentaba, y si no se presentaba, podan pasar sin comer.

    En cuanto a los perros, coman una vez al da, recibiendo raras veces ms de una libra de pescado seco por cabeza. Estaban hambrientos, pero en excelente estado. Como los de sus antepasados los lobos, sus procesos de nutricin eran rgidamente econmicos y perfectos.

    No haba desperdicio. La ltima partcula ms n. fima de su alimento se transformaba en energa.

    Descendientes de generaciones que lo soportaron todo, ellos tambin lo soportaban. Escasa cantidad de alimento les suministraba prodigiosa energa, sin prdida alguna. Un individuo habituado a la molicie de una vida civilizada hubiera perecido con el rgimen que sostena a Kama y a Daylight en esplndido estado fsico.

    Saban lo que era estar normalmente hambriento, y as podan comer en cualquier momento. Su apetito estaba siempre a punto, comiendo vorazmente de cuanto se presentaba, sin conocer la indigestin.

    A las tres de tarde, el largo crepsculo convirtise en noche Brillaron las estrellas, claras y cercanas; a su luz, perros y hombres siguieron la pista, incansables.

    No se trataba de batir el recodd de un da: era simplemente el primero de sesenta iguales. La noche de juerga pasada por Daylight, una noche sin dormir, no pareca haberle afectado. Ello tena dos explicaciones: una, su extraordinaria vitalidad; otra, tales aventuras eran raras en su experiencia, contrastando en ello con el individuo civilizado, al que perjudica ms una taza de caf a la hora de acostarse que a Daylight toda una noche de beber y bailar.

    Daylight no llevaba reloj; calculaba la hora por un proceso subconsciente. Cuando le pareci que eran las seis, comenz a buscar sitio adecuado para acampar. La pista, en un recodo, cruzaba el ro. No habiendo encontrado lugar propicio, lo buscaron en la orilla opuesta, una milla ms all, encontrando a medio camino un amontonamiento de hielo que tardaron una hora en cruzarlo.

    Por fin Daylight encontr lo que buscaba: un rbol muerto junto a la orilla. Subieron a ella el trineo- Kama gru satisfecho y la operacin de acampar di comienzo.La divisin del trabajo era excelente- Cada uno de ellos saba lo que deba hacer. Con un hacha, Daylight cort el pino muerto. Kama, con un patn y otra hacha, quit los sesenta centmetros de nieve que haba sobre la capa helada del Yukon, y se procur pedazos de hielo para fines culinarios-

    Un trozo de corteza de abedul inici la fogata, y Daylight empez a guisar, mientras el indio descargaba el trineo y echaba a los perros su diaria racin de pescado seco- Colgaron los sacos de provisiones de ramas altas, fuera del alcance de los perros; luego talaron un abeto, cortando sus ramas, apisonando la nieve junto al fuego y cubrindola con ellas. En este piso coloc el equipo de Daylight y el suyo, compuesto de calcetines de recambio, ropa interior y mantas. Kama tena dos mantas de pieles de conejo; Daylight, una.

    Trabajaban sin cruzar palabra ni perder tiempo- haciendo cada cual lo preciso, sin esperar a que el otro lo hiciera.

    As, Kama vi que era necesario ms hielo, y fu a buscarlo, mientras Daylight recoga un patn, que haba sido tirado por uno de los perros.

    Mientras se haca el caf, se secaba el tocino y se preparaban las tortas, Daylight encontr tiempo para poner a calentar un pote de judas. Kama, a su regreso, se sent al borde de las ramas del abeto, utilizando el intervalo de espera para reparar los arreos-

    -Creo que "Skookum" y 'Booga" han peleado mucho-observ el indio, al empezar a comer.

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    -Viglalos-fu la respuesta de Daylight. Esa fu toda la conversacin durante la cena.En una ocasin Kama, profiriendo una imprecacin, se levant blandiendo una rama

    ardiendo y separ con ella a varios perros que se ensarzaban en una pelea.Daylight, entre bocado y bocado, aada trozos de hielo al puchero.-Terminada la

    cena, Kama reaviv el fuego, prepar lea para el da siguiente y continu reparando los arreos.

    Daylight cort grandes pedazos de tocino, aadindolos a las judas. Los mocasines de los dos hombres estaban hmedos a pe. car del intenso fro, por lo cual los colgaron en unos palos ante el fuego para secarlos. Una vez cocidas las judas, Daylight ech parte en un saquito de unos cuarenta y cinco centmetros de largo y tres pulgadas de dimetro. Puso el saquito sobre la nieve, para que se congelase. El resto qued en el pote para el desayuno. Eran ms de las nueve y estaban ya dispuestos para acostarse- Los gruidos de los perros haban cesado haca tiempo; los cansados animales se haban tumbado sobre la nieve, hechos un ovi. lo, cubierto el hocico con la peluda cola.

    Kama extendi sus mantas, encendiendo la pipa. Daylight li un cigarrillo, y empez la segunda conversacin de la noche-.Creo que hemos recorrido unas sesenta millas-dijo Daylight.

    -Hum! ... Creo que s-respondi Kama.Envolvironse en las mantas, vestidos como estaban, sustituyendo por un chaquetn

    de lana la parka (chaqueta ligera, con capucha, de algodn) que haban llevado durante el da. Apenas hubieron cerrado los ojos, quedaron profundamente dormidos.

    Las estrellas titilaban en el aire glacial, ,y sobre ellos la aurora boreal tenda sus rayos de colores como inmensos haces de luz de gigantescos e innumerables reflectores.

    Daylight despert en la oscuridad y llam a Kama. Aunque aun llameaba la aurora, haba comenzado un nuevo da. Tortas recalentadas, judas, tocino y caf constituyeron el desayuno. Los perros no comieron, contemplando vidos la ceremonia desde cierta distancia, sentados en la nieve y con la cola entre las patas. De cuando en cuando levantaban una de stas con inquieto movimiento, como si el hielo les quemase. Haca un fro espantoso, lo me-nos 65 grados bajo cero.

    Cuando Kama los enganch al trineo con desnudas manos, hubo de interrumpir varias veces la operacin para acercarse a la hogue- ra y calentarse.

    Ambos hombres cargaron el trineo, y, despus de calentarse por ltima vez, se pusieron los guantes, guiando a los perros por la orilla hasta encontrar la pista.

    Segn calculara Daylight, eran las siete, pero las estrellas titilaban con el mimo brillo y la aurora boreal aun irradiaba sus destellos de luz verdosa.

    Dos horas ms tarde, la oscuridad hzose ms densa, hasta el punto de que seguan la pista instintivamente, y Daylight comprendi que su clculo de la hora haba sido exacto.

    Era la oscuridad precursora del amanecer, ms conspicua en los inviernos de Alaska. Lentamente la luz griscea fu penetrando las tinieblas, al principio imperceptiblemente, siendo casi una sorpresa el observar vagamente la pista bajo sus pies.

    Pronto distinguieron el perro ms prximo y luego toda la tralla. La orilla ms prxima dejse ver un instante, desapareci y volvi a aparecer- Minutos despus, en la ribera opuesta, a una milla de distancia, dibujse claramente el ro, helado, con una cadena de montaas nevadas netamente definidas hacia la izquierda. Eso fu todo. No sali el sol. La luz griscea permaneci invariable.

    En una ocasin un lince cruz veloz la pista, ante el hocico del perro de cabecera, desapareciendo en los bosques cubiertos de nieve. Despertronse los salvajes instintos de los perros, quienes lanzaron el aullido de caza de la manada y se desviaron de su ruta en persecucin del enemigo.

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    Daylight, gritando woha! se agarr a la lanza de mando, consiguiendo volver el trineo- Cinco minutos despus de nuevo volaban sobre la pista dura y helada.

    El lince era el nico signo de vida que haban visto en dos das, y ms bien haba sido como una aparicin.

    A las doce, cuando el sol asom en el horizonte, se detuvieron y encendieron un fuego sobre el hielo. Daylight cort con el hacha pedazos del congelado salchichn de judas. Estas, derretidas y calentadas en la sartn, constituyeron su comida. No tomaron caf. Pareciale absurdo perder tiempo en pleno da para tal lujo. Los perros cesaron de pelear, contemplando melanclicamente el almuerzo. Hasta la noche no recibiran su libra de pescado. Entretanto trabajaran.

    Continuaba el fro. Tan slo hombres de hierro podan viajar con temperaturas tan bajas.

    Y Kama y Daylight eran la flor de sus razas.Pero Kama saba que Daylight era superior a l, y por eso, desde un principio, se saba

    condenado a la derrota. No era que aflojase en su esfuerzo o en su voluntad en lo ms mnimo, pero eso, idea le dominaba. Su actitud hacia Daylight era reverente. Estoico, taciturno, orgulloso de sus proezas fsicas, encontraba todas estas cualidades encarnadas en su camarada blanco. Era un hombre que descollaba en todas las cosas que vala la pena descollar, un hombre-dios... y Kama le veneraba, aunque sin demostrarlo.

    Qu extrao era que dominasen los blancos, pensaba, si la raza produca tipos semejantes? Qu probabilidades tenan los indios contra una raza tan determinada y resistente? Ni ellos mismos, poseedores de la sabidura de infinitas generaciones, se aventu-raban a viajar en temperaturas tan bajas; sin embargo, Daylight, hijo del tibio Sur, se atreva, rindose de sus temores y haciendo marchas de diez y de doce horas. !Y este Daylight crea poder mantener esta marcha de treinta y tres millas diarias durante se. senta das Que esperase a que cayera otra nevada o entrasen en las vastas soledades vrgenes, donde no haba pista, o en alguna delgada capa de hielo que bordease algn ro o pantano.

    Kama le segua sin protestar, sin evadir sus deberes. Sesenta y cinco grados bajo cero es mucho fro. Dado que el agua se hiela a 329, 659 bajo cero equivalen a 979 bajo el lmite de la congelacin. Esto en grados Farenheit. Para darse cuenta de lo que estas condiciones significan, basta imaginarlas en sentido opuesto. Ciento veintinueve grados constituyen un da muy caluroso; sin embargo, semejante temperatura es solamente 979 sobre el lmite de congelacin. Dblese esta diferencia y se formar una ligera idea del fro en que Kama y Daylight tenan que viajar entre noche y noche y durante la noche.

    Kama, a pesar de sus frecuentes friegas, vi helrsele la piel de los pmulos, y la carne se le puso negruzca y dolorida. Igualmente se le helaron los bordes del tejido pulmonar, cosa peligrosa y razn bsica por la cual un hombre no debe aventurarse a salir a 659 bajo cero.

    Pero Kama no se quejaba nunca, y Daylight era una fuente de calor, un horno, durmiendo tan caliente bajo sus seis libras de mantas de piel de conejo como el otro bajo sus doce.

    En la segunda noche, cincuenta millas ms adelante, acamparon en las cercanas de los lmites de Alaska y los territorios del Norte.

    El resto del viaje, salvo el breve recorrido hasta Dyea, se hara en terreno canadiense.Viendo la pista endurecida y la ausencia de nieve recin cada, Daylight propuso

    acampar en Forty Mile la cuarta noche. As se lo dijo a Kama. Pero en el tercer da la temperatura empez a subir, advirtindoles que pronto nevara, porque en el Yukon para nevar ha de hacer calor.

    En ese da tambin encontraron diez millas de caticos amontonamientos de hielo, donde mil veces hubieron de levantar el trineo a pulso para franquear los obstculos.

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    Los perros eran casi intiles en semejante caso, y tanto ellos como los hombres quedaron agotados con el esfuerzo.

    Una hora extraordinaria de marcha por la noche les permiti recuperar tan slo parte del tiempo perdido.

    Al despertar por la maana, encontraron diez pulgadas de nieve sobre sus mantas. Los perros estaban enterrados bajo la nievo y se resistan a abandonar sus confortables refugios. Esta nieve., recin cada, blanda an, implicaba una marcha ms penosa. Los patines del trineo no se deslizaran tan fcilmente; uno de los hombres tendra que precederle, apisonando la nieve.

    Era usa nieve distinta a la conocida en el Sur. Dura, fina y seca, ms bien parecida al azcar. Al removerla, revoloteaba con un sonido especial, como el de la arena. Sus partculas carecan de cohesin y Do podan moldearse, es decir, no podan hacerse con ella bolas o pelotas. No estaba formada por copos, sino por cristales diminutos y geomtricos. En verdad, no era nieve, sino escarcha.

    La temperatura era caliente, escasamente veinte grados bajo cero; ambos hombres, con las orejeras levantadas y los guantes quitados, sudaban trabajando.

    No pudieron llegar a Forty Mile aquella noche, y cuando al da siguiente entraron en ese campamento, Daylight se detuvo el tiempo justo para recoger el correo y algunas provisiones.

    En la tarde del siguiente da acamparon en la embocadura del ro Klondike.Desde Forty Mile no haban encontrado ser viviente alguno, no haba viajado nadie

    por el ro al sur de Forty Mile y posible. mente seran ellos los nicos en recorrerlo. El Yukon en aquella poca era una regin solitaria. Entre el ro Klondike y Salt Water, en Dyea, haba seiscientas millas de nevado desierto y tan slo dos sitios donde Daylight pudiera esperar encontrar hombre alguno, dos factoras aisladas: Sixty Mile y Fort Selkirk.

    En verano, quiz encontrasen indios en las embocaduras de los ros Stewart y White, en los Big y Little Salmons, y en el lago Le Barge. Pero en invierno, como ya sabia, los indios estaran siguiendo la pista de los rebaos de antas, cuadrpedos parecidos al ciervo, grandes como caballos, persiguindolos hasta las montaas.

    Acampados aquella noche en la embocadura del ro Klondike, Daylight no se acost al terminar las tareas habituales. De haber tenido un compaero blanco, le habra dicho que tena una coya, zonada.

    Pero, adaptndose a las circunstancias, se puso los patines y. dejando a Kama roncando bajo sus mantas, subi a la planicie que se extenda sobre el alto ribazo. Los abetos no le dejaban ver gran cosa, y se dirigi hacia las empinadas laderas de la vecina montaa.

    Desde ellas distingui el ro Klondike, y haciendo un gran re- codo al Sur el Yukon. A la izquierda, ro abajo, hacia la montaa Moosehide, el gigantesco manchn blanco que le daba nombre, dibujbase claramente a la luz de la luna. El teniente Schwatka lo haba nombrado as, pero Daylight lo haba visto mucho antes que aquel intrpido explorador atravesara el Chilcoot y bajara el Yukon en balsa.

    Sin embargo, la montaa recibi escasa atencin de parte de Daylight. Concentraba ste su inters en la planicie misma, ro. deada de aguas profundas para desembarcaderos-

    -Magnfico lugar para un pueblo! -murmur.-Hay sitio para un campamento de cuarenta mil hombres. No se necesita ms que encontrar oro.Medit unos instantes:

    -Bastaran diez dlares por gamella, y sera la ms famosa carrera hacia yacimientos que se habra visto en Alaska. Y si no es aqu, ser muy cerca. Es buena idea no perder de vista emplazamientos por el camino.

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    Permaneci un rato contemplando la solitaria planicie, imagi. nando la escena, si se descubriesen los yacimientos aurferos, pro. votando la carrera hacia el lugar desde todas las partes del mundo.

    En su fantasa situ los aserraderos, los grandes almacenes, las tabernas, las salas de baile y las calles, formadas por las cabaas de los mineros, y por esas calles vi desfilar millares de hombres, mientras que ante los almacenes se apiaban los trineos de carga con sus largas trallas de perros.

    Tambin vi los pesados trineos pasando por la calle principal en direccin al helado Klondike, hacia el lugar imaginado donde haban sido localizados los yacimientos.

    Echse a rer, borrando de sus ojos la visin, abandon la orilla y se dirigi al campamento.

    Cinco minutos despus de envolverse en sus mantas, abri loa ojos y se incorpor, asombrado de no haberse dormido. Mir al indio, al semiapagado fuego, a los cinco perros y a los cuatro patines clavados en la nieve.

    -Esa corazonada no me deja!-murmur, y su imaginacin rememor la partida de pker-Cuatro reyes!-sonri al recordarla.-Eso fu una corazonada!

    Volvi a tenderse en el suelo, envolvindose en las mantas de piel de conejo, y cerrando los ojos, esta vez consigui dormirse.

    CAPITULO V

    En Sixty Mile renovaron sus provisiones, aadieron unas cuantas libras de cartas a su cargamento y prosiguieron la marcha.

    Desde Forty Mile haban tenido que ir abriendo pista, y saban que habran de hacer lo mismo hasta Dvea.

    Daylight lo soportaba magnficamente, pero el esfuerzo comenzaba anotarse en Kama, pero su orgullo le impeda quejarse, aunque el resultado del enfriamiento pulmonar no poda ocultarse. El tejido pulmonar afectado por la helada empezaba a supurar, ocasionando una tos seca y convulsiva, que aumentaba al menor esfuerzo, llegando a ser verdaderos paroxismos. Los ojos se le congestionaban, lagrimendole. El humo del tocino frito bastaba para provocar una crisis de media hora, teniendo que apartarse cuando Daylight cocinaba.

    Das y ms das prosiguieron la dura marcha, sobre la nieve blanda, sin apisonar. Era labor montona y pesada, sin las alegras y la exaltacin de la veloz carrera sobre la pista helada y endurecida. Faena penosa, tanto para uno como para otro, pues se relevaban en esta operacin, el ir delante del trineo, apretujando la nieve continuamente- Apisonaban un metro de nieve, y el patn, en forma de raqueta, hundase en ella ms de doce pulgadas con el peso del hombre. Los patines, en tales condiciones, requeran tremendo esfuerzo muscular.

    Por esta superficie parcialmente apisonada seguan los perros; el otro hombre empuaba la lanza de mando y el trineo.

    A lo mejor, trabajando como solamente hombres avezados pueden hacerlo, recorran tres millas por hora, lo que supona mayor nmero de horas de marcha, y Daylight para no equivocarse y tener un margen en previsin de un accidente, marchaba doce horas diarias.

    Descontando las tres horas que invertan en acampar, guisar, etctera, les quedaban nueve para recuperar fuerzas durmiendo, y ni hombres ni perros desperdiciaban un minuto de esas nueve horas.

    En Selkirk, factora cercana al ro Pelly, Daylight sugiri a Kama que se quedase a descansar, para luego reunirse con l de nuevo en el viaje de regreso de Dyea. Un indio del lago Le Barge estaba dispuesto a sustituirle. Pero Kama no se dej convencer, gru con cierto tono de resentimiento, y eso fu todo.

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    Daylight cambi de perros, dejando su tralla, que recuperara al regreso, y continu la marcha con seis de refresco.

    Eran las diez de la noche cuando llegaron a Selkirk, y a las seis de la maana siguiente partieron para la marcha de quinien- tas millas de desierto que les separaban de Dyea.

    Se produjo un descenso de temperatura, que no alter la labor de abrir pista- Cuando el termmetro mare 60 grados, se hizo ms penoso el camino; a esta temperatura los cristales de escarcha presentaban mayor resistencia a los patines, y los perros debantirar con ms fuerza que en la misma nieve a veinte o treinta grados.

    Daylight elev la jornada a trece horas, conservando el margen que haba ganado, sabiendo que encontrara trechos difciles de franquear.

    No estaba mediado el invierno y el turbulento ro Fifty Mile justific su previsin.En diversos puntos corra abierto, bordeado de hielo en ambas mrgenes. En otros, en

    los que el agua bata los acantilados, no poda formarse esa costra o capa helada.Tenan que ir sorteando, cruzando el ro, retrocediendo a veces- haciendo media docena de tentativas antes de encontrar camino en un trecho singularmente difcil.

    Era labor lenta. Haba que comprobar la resistencia del hielo, y Daylight o Kama iban a la vanguardia, calzados de patines, con largas prtigas llevadas horizontalmente para que, caso de hundirse, formasen puente sobre el boquete, sostenindoles.

    En varias ocasiones sufrieron tal accidente, y a 50 grados un hombre calado hasta la cintura no puede caminar sin congelarse- por lo cual cada remojn implicaba un retraso. Una vez sacado del agua, la vctima corra hasta restablecer al circulacin de la sangre, mientras su compaero encenda una hoguera; protegido por ella, cambiaba de ropa y secaba la mojada, en previsin de otra mojadura.Para empeorar las cosas, era imposible marchar a oscuras, reducindose el tiempo

    aprovechable a las seis horas de semiclaridad. Cada minuto era precioso, y hacan lo imposible para no perder ni uno.

    Al primer indicio del amanecer, levantaban el campamento, cargaban el trineo, atalajaban los perros y los dos hombres esperaban, acurrucados junto al fuego, a que apuntase el da.

    A las doce no hacan alto para comer; as y todo se iban retrasando en su horario, reducindose cada da el margen que haban ganado. Hubo das que recorrieron quince millas y otros en que slo recorrieron doce, y en un trecho singularmente malo en dos das avanzaron tan slo nueve, teniendo que apartarse del ro y portear carga y trineo a travs de la montaa.

    Por fin traspusieron el temible Fifty Mile, saliendo al lago Le Barge. No haba all agua libre ni amontonamientos de hielo. En una extensin de ms de treinta millas la nieve apareca lisa como una mesa de billar, pero de noventa centmetros de profundidad y blanda como la harina.

    Tres millas por hora fu todo lo ms que pudieron avanzar..Pero Daylight celebr la entrada en el lago prolongando la jornada. A las once

    emergieron al pie del lago, y a las tres de la tarde, al caer la noche rtica, Daylight divis su cabecera, orientndose :on las primeras estrellas.

    A las ocho de la noche dejaba el lago atrs, penetrando en la lesembocadura del ro Lewes, donde hizo media hora de alto, :alentando judas y echando una racin extra a los perros; luego prosiguieron la marcha hasta la una de la madrugada, hora en lue acamparon.

    Aquel da haban marchado diecisis horas, los perros haban erminado demasiado cansados para reir y hasta para gruir, y Kama cojeaba en las ltimas millas del camino.

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    Pero a las seis de la maana, Daylight reanudaba la marcha. A las once estaban al pie del White Horse, y la noche les alean. : acampados ms all del Boa Can, quedando atrs el ltimo ;rozo malo del ro, y teniendo ante el los lagos.

    No aflojaban la marcha. Durante doce horas diarias, seis de la y seis de noche, seguan avanzando, venciendo todas las dificultades. Invertan tres horas en cocinar, hacer las indispensables reparaciones en los arreos, y montando o levantando el cam- pamento Las nueve restantes dorman con un sueo profundo ;omo la muerte.

    La frrea constitucin de Kama acab por ceder. Da por da, el esfuerzo le renda, hacindole consumir reservas de energa- Sus movimientos se hicieron ms lentos, sus msculos perdieron la elasticidad, y su cojera se hizo permanente. Pero aguantaba estoico, sin eludir trabajo alguno, sin un gruido de queja.

    Daylight adelgaz y sus facciones reflejaron su cansancio; pero con el maravilloso mecanismo que era su cuerpo, segua adeante, siempre adelante. Nunca fu ms venerado por Kama que en los ltimos das de la marcha hacia el Sur, cuando el indio le observaba, siempre a vanguardia, avanzando con resistencia tal como Kama no haba soado que pudiera existir.

    Lleg el momento en que el indio no pudo relevarse para ir desde antes abriendo pista, y era prueba de su agotamiento el permitir luego que Daylight lo hiciera durante todo el da.

    Lago tras lago cruzaron toda la serie desde el Marsh a Linderman, empezando el ascenso del Chilcoot. En verdad, Daylight hubiera debido acampar bajo el desfiladero al oscurecer, pero sigui adelante, hasta llegar a Sheep Camp, dejando atrs un temporal de nieve que le habra retrasado veinticuatro horas.

    Este ltimo esfuerzo acab con Kama. Por la maana no pudo caminar. Al ser llamado a las cinco, se incorpor con dificultad, gru y re dej caer hacia atrs.

    Daylight hizo el trabajo del campamento de ambos, enganch los perros, y cuando todo estuvo listo, envolvi al invlido indio en las mantas y le at sobre la carga en el trineo.

    El camino era fcil, se hallaban en la ltima etapa, y hostig a los perros, cruzando veloces el Can de Dyea, enfilando el camino que conduca a la factora de Dyea.

    A toda velocidad, Kama gruendo sobre la carga y Daylight empuando la lanza de mando para evitar un vuelco, llegaron a Dyea, junto al mar.

    Fiel a su promesa, Daylight no se detuvo.En una hora carg el trineo con el correo de vuelta y las provisiones, cambi de perros

    y contrat otro indio.Kama , no pronunci palabra desde la llegada, hasta que, a punto de marchar,

    Daylight se acerc a l para despedirse, estrechando su mano.-Hum!... Ese indio... lo matars...-dijo Kama.-Sabes, Daylight?-. Lo matars.-Seguramente durar hasta Pelly-sonri Daylight.Kama mene la cabeza dubitativamente, volvindose de espaldas en seal de adis.

    Aquel mismo da Daylight volvi a cruzar el Chilcoot, descendiendo a oscuras y en medio de una nevada, unos ciento setenta metros hasta el lago Crter, dnde acamp. Era un campamento fro, por encima de la lnea de la vegetacin, y no haba cargado lea en el trineo. Por la noche les cubrieron tres pies de nieve, y en el negro amanecer, cuando se desenterraron, el indio intent desertar- Tena ya bastante; no quera hacer una jornada ms con aquel hombre a quien crea loco.

    Pero Daylight le persuadi, con palabras convincentes, a que se quedara, y ambos prosiguieron a travs del lago Deep y del lago Long, alcanzando el nivel normal en el lago Linderman.

    Era de regreso la misma velocidad de marcha agotadora que de ida, y el indio no lo soport tan bien como Kama. Tampoco se quejaba ni intent volver a desertar. Trabajaba en

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    silencio, jurndose a el mismo no volv