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Viaje por Aveyron, uno de los departamentos de Francia más despoblados pero más rico en tradición y saber hacer. Texto y fotos. Publicicado en la revista NOX (octubre 2009). Feature publised in NOX Magazine, Spain (octobre 2009).
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sin gul arFORGE DE LAGUIOLE FABRICA
EXCLUSIVOS CUCHILLOS EN EDICIÓN LIMITADA, PERO
TAMBIÉN CUBERTERÍAS.
Tierra epicúrea
¿Qué tienen en común un restaurante y un queso para ‘gourmands’, un taller de cuchillos y guantes de lujo y diseño y un viaducto gigante? La respuesta está en un desconocido departamento del sur de Francia, Aveyron, el edén de los sibaritas , patria de productos tan sofistica-dos como auténticos. El secreto mejor guardado a sólo 300 kilómetros de la frontera española. TEXTO: JOSÉ MARÍA DE PABLO. FOTOS: JUANMA COSTA Y JOSÉ MARÍA DE PABLO.
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sin gul ar
l sendero que parte del restaurante de Michel Bras
en dirección al centro de Laguiole, una aldea de 1.200
almas y casas techadas con basalto, ha sido usado
durante siglos para la trashumancia de las vacas au-
tóctonas. En un día soleado, el panorama parece la
Arcadia. Ni siquiera la estación de esquí “tamaño fa-
miliar” que queda a la derecha del aislado restauran-
te te impide reconocer que estás en un lugar especial.
A apenas 300 km de la frontera de La Jonquera (Ge-
rona), hemos descubierto el secreto mejor guardado
de Francia, el departamento de Aveyron, blanco y si-
lencioso en invierno, verde e igualmente silencioso en
verano, un paraíso de cosas bien hechas, de artesanía
tradicional adaptada al futuro, de ingeniería punta y
de gastronomía sincera y auténtica.
Todo esto se encuentra incrustado en el extremo
sur del Macizo Central francés, en la meseta del
Aubrac, una de las zonas del país que peor parada
sale en las estadísticas socioeconómicas. Sólo unas
263.000 personas viven en Aveyron; su capital, Ro-
dez, no sobrepasa los 24.000; y, en extensión, es el
quinto departamento más grande. Resumiendo:
casi es más fácil ver vacas y ovejas de razas origina-
rias pastando que personas.
El maestro Bras, alma máter del considerado séptimo
mejor restaurante del mundo, se ha criado aquí. Sólo
abre de abril a octubre, cuando estas tierras de hom-
bres y mujeres rudos se hacen más amables. Todos
los platos que imagina junto a
su hijo Sébastien encuentran
inspiración en su entorno más
cercano, en las plantas que cre-
cen a su alrededor. Para comer
en casa de este druida moder-
no, hay que reservar con más
de un mes de antelación y apreciar mucho el trabajo
del maestro de la nouvelle cuisine francesa: el plato
más barato cuesta 30 euros y el menú degustación
más básico, 111. No tenemos reserva, pero sí el privi-
legio de ver su cocina en plena ebullición y ser presen-
tados a padre e hijo, que se permiten el lujo de hacer
una parada en su estresada vida laboral para dedicar-
nos unas palabras amables y posar para unos retratos
fugaces en el comedor principal, junto a los enormes
MICHEL BRAS (A LA IZDA.) ES UNO DE LOS GRANDES
MAESTROS DE LA COCINA FRANCESA. SE CRIÓ
EN LAGUIOLE Y AQUÍ ABRIÓ SU HOTEL- RESTAURANTE.
e
reas muy cerca de Millau. Para viajar de Laguiole
a Millau hay que tomar la A75, una de las pocas
autopistas gratuitas de Francia. “Ninguna empresa
privada quería pagar la construcción de una auto-
pista de pago en estos parajes, así que la República
tuvo que hacerlo dentro de un paquete de medidas
para reactivar la economía de la zona”, nos cuenta
Leticia, responsable de prensa de la ofi-
cina de Turismo de Millau. Sólo hay un
tramo con peaje, construido y explotado
por la empresa de la familia Eiffel (tal
vez el recuerdo de las ovejas en la To-
rre tenga algo que ver en esta historia).
Mide 2.460 metros, costó 310 millones
de euros y atravesarlo sale a 6 euros.
Es el Viaducto de Millau, sobre el Valle
del Tarn, una obra de ingeniería a 5 km
del centro del pueblo firmada por Sir
Norman Foster. Por citar sólo algunas
cifras que hablan por sí solas: 50.000
coches lo atraviesan durante el verano
y 60 personas controlan la seguridad y
el estado de los 7 pilares huecos, uno de
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sin gul ar
ventanales con vistas al prado. La falta de previsión
y nuestros estómagos vacíos nos obligan a dirigirnos
a Curières, un pueblo cercano donde se encuentra el
restaurante Au Petit Creux, un lugar de menú del día
para gente ‘normal’ que quiere comer platos tradicio-
nales y a donde se va cuando se tiene mucha hambre
(pese al nombre del restaurante, que significa “a picar
algo”, las raciones son enormes). Entre otras deliciosas
especialidades, aquí hay que pedir aligot, receta 100%
de aquí, una tosca masa hecha con patata y queso de
la zona que aporta una sabrosa dosis de calorías que,
si se quiere y puede, se complementa con las de la ta-
bla de quesos regionales, como el roquefort, con la que
se acostumbra a cerrar aquí la comida.
stos restaurantes parecen la noche
y el día, pero tienen muchas más
cosas en común que la localiza-
ción: por ejemplo, un vino, el de
Marcillac (uno más de los productos de calidad ela-
borados en la zona), y un insecto, el que está tallado
entre el filo y la empuñadura de los cuchillos que
usan sus clientes, el cuchillo laguiole. Es una mosca,
o una abeja, nadie lo sabe
a ciencia cierta, lo que sí
se sabe es que su éxito
ha puesto el nombre del
pueblo donde nació en el
mapa y en muchas me-
sas del mundo. El primer
laguiole se creó en 1829,
fusión del cuchillo local y la navaja española de bol-
sillo. Con el tiempo se le fueron sumando detalles
(como la mosca, en 1909) y funcionalidades según las
necesidades de los parroquianos: para los ganaderos
se añadió un punzón con el que pinchar el estómago
de las vacas cuando éstas comían en exceso y evitar
así su muerte; para los exitosos hosteleros de Avey-
ron en París, como el dueño del famoso Café Costes,
se añadió un sacacorchos... Es un caso único el de
este cuchillo: su uso es muy popular y ni su nombre
ni su forma están patentados.
Tal vez sea esta circunstancia la que ha llevado a los
dueños de Forge de Laguiole, la empresa que ha lo-
grado recuperar el espíritu original y convertirlo en
un producto de lujo, a dejar las puertas de
su taller abiertas a quien quiera conocerles.
Hecho en cristal y aluminio, y coronado con
la hoja de una navaja gigante (¡de 18 me-
tros!), el taller de Forge rasga el azulado cie-
lo de primavera. Es obra del archicelebrado
arquitecto y diseñador francés Philippe
Starck, responsable también del look de
las tiendas de la marca (en París, Toulouse
y otra en el centro de Laguiole) y de una
histórica serie de cuchillos que el MoMA de
Nueva York expone en su colección de dise-
ño. En el interior se pueden ver los mejores
productos de la casa y el meticuloso trabajar de los
dos maestros cuchilleros al otro lado de una vitrina.
Se llaman Virgilio Muñoz y Stéphane Rimbaud. Nos
acercamos al primero porque es español, de El Viso
(Córdoba), y porque en 1986 fue elegido mejor arte-
sano cuchillero en piezas de colección. En estos mo-
mentos, Virgilio está trabajando en una pieza especial
para conmemorar el primer centenario de la mosca
de Laguiole. Por primera vez hará que el insecto mue-
va sus alas. Nos cuenta que tarda una semana en
Todo esto se encuentra al sur del Macizo Central francés, en la meseta del Aubrac
terminar cada pieza, que se venderá a 5.000 euros.
“Hasta ahora hay 10 pedidos”, confiesa. Ambos ar-
tesanos crean sus propios diseños y tienen libertad
total. “El encargo más difícil que he recibido fue una
navaja enorme, con piedras preciosas incrustadas y
encargada por un orfebre de Clermont Ferrand”, nos
explica. A él le costó un mes terminarla; al cliente,
350.000 francos (unos 50.000 euros).
Además de estas joyas inalcanzables, la casa fabrica
cuberterías más asequibles y productos creados con
el asesoramiento de especialistas, como el sacacor-
chos ideado por Sergio Calderón, sumiller de Michel
Bras o el servicio de queso de Roland Barthélemy,
preboste del Gremio de Queseros franceses.
sta es una de las zonas más de-
primidas, pero más orgullosas, de
Francia. En 1971, los ganaderos
de Aveyron llenaron la Torre Eif-
fel de ovejas y colapsaron las carreteras de Francia
con sus tractores. Se negaban a vender sus tierras
de pastoreo al Ministerio de Defensa, que preten-
día construir un polígono de tiro de 13.000 hectá-
1. LA FÁBRICA DE FORGE DE LAGUIOLE ES UN DISEÑO DE PHILIPPE STARCK. DE ELLA DESTACA LA ENORME HOJA DE 18 METROS DE ALTURA EN EL TECHO. 2. LA MOSCA IDENTIFICATIVA DE LOS CUCHILLOS LAGUIOLE CUMPLE ESTE AÑO UN SIGLO. PARA CONMEMORARLO, LOS ARTESANOS DE LA CASA HAN CREADO EDICIONES ESPECIALES. 3. VARIOS MIRADORES PERMITEN OBSERVAR LAS DIMENSIONES DEL VIADUCTO DE MILLAU SOBRE EL VALLE DEL TARN. SE ELIGIÓ EL PROYECTO DE NORMAN FOSTER POR SU COMPROMISO CON EL MEDIO AMBIENTE. 4. LAS HERRAMIENTAS CON LAS QUE SE TRABAJA EN LA GUANTERÍA CAUSSE SON LAS MISMAS QUE SE USABAN EN EL SIGLO XIX. 5. LAS VACAS DE AVEYRON SON DE RAZA AUBRAC.
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ellos, de 245 metros, el más alto del mundo. Varios
miradores estratégicamente situados y un pequeño
museo desde el que parten visitas guiadas explican
cómo fue posible ejecutar semejante estructura en
apenas 4 años. Desde abajo la visión es apabullante,
pero las dimensiones de esta obra se aprecian me-
jor a distancia. Desde el viejo molino en el centro de
Millau parece que el viaducto flote ligero sobre el
valle. Hasta la ingeniería puede tener poesía.
ausse es una de las pocas guan-
terías activas en Millau, ciudad
conocida desde el siglo XII como
la “capital del guante”. La manu-
factura de esta recién resucitada empresa de origen
familiar es un edificio de nueva planta diseñado por
Jean Michel Wilmotte e, igual que la Forge de Laguio-
le, admite visitantes. Allí nos espera Manuel Rubio,
director creativo de la casa, cargo que ejerce junto a
su esposa, Nadine Carel. Francés, de padres catala-
nes, Manuel nos introduce en la sobrecogedora cir-
cunstancia que propició la creación de guanterías en
la zona: los fabricantes de queso roquefort mataban
a los corderos para evitar que se comieran la leche
de sus madres. Su suavísima y flexible piel es ideal
para la elaboración de elegantes guantes. “Son tan
finas que sólo se pueden trabajar a mano, no hay
máquinas que puedan hacerlo sin romperla”, dice
mientras observamos cómo un operario estira pe-
dazos de piel. “Hay que hacerlo antes de coser para
que luego no se dé de sí”. Es un trabajo artesanal en
el que cada sexo tiene establecida una función por
tradición: “Los hombres cortan, las mujeres cosen”.
Al cordero se han unido el pitón, el pecarí (jabalí sal-
vaje del Amazonas) y el cocodrilo, pieles que enca-
jan muy bien con el gusto de sus clientes (Madonna,
Kylie Minogue...). Pero el mejor, el más especial, es
Karl Lagerfeld, para el que fabrican modelos crea-
dos por el propio diseñador alemán, una especie de
mitones con los dedos un poco más largos. “Es como
le gustan a él y los tiene en todos los materiales”.
Causse también presta su savoir faire a otras gran-
des casas de moda: Louis Vuitton, Loewe o Chanel
son algunas de ellas. Sobre una de las mesas del
taller vemos los delicados guantes ilustrados con
dibujos venecianos, aún sin terminar, que presentó
Chanel en los desfiles de julio pasado. Causse tiene
una sola boutique, está en París, cerca de la plaza
Vendôme, pero sus productos también se venden en
tiendas multimarca y aquí mismo, en el showroom,
donde se pueden encontrar piezas únicas al 50%.
n 1999, el activista agrario José
Bové, productor de queso roque-
fort, puso a Millau en la portada
de los principales periódicos del
mundo. La protesta popular liderada por él contra
los aranceles impuestos por EE.UU. al queso europeo
c
acabó con el desmantelamiento de un McDonald.
Fue un pintoresco e inútil episodio (el establecimiento
se acabó abriendo) más de la ‘guerra’ entre pequeños
productores y multinacionales, que en esta tierra ga-
nan por goleada los primeros: aquí se producen hasta
9 productos con denominación de origen. “Todos los
platos típicos de la región llevan queso, de roquefort o
de cabra. El cassolette de gratinado de queso de cabra
con espárragos es el más popular”, me cuenta Jean-
Pierre Laur, responsable de Gabriel Coulet, una de las
principales empresas productoras de roquefort.
Este queso es el producto local más conocido. Origi-
nario del pueblo homónimo, 40 km al sur de Millau,
cuenta la leyenda que un pastor olvidó un queso de
oveja en una de las cuevas de Cambalou, la falla na-
tural de 2 km de largo en torno a la cual se ordena el
pueblo. Cuando regresó a buscarlo, unas manchas
azules habían transformado el aspecto del queso y
también su sabor. Así nació el roquefort, cuya produc-
ción está documentada desde el año 1007. Su secreto
está, además de en la leche de oveja Lacaune, en las
cuevas donde reposa durante tres semanas protegido
de la luz con una temperatura constante de 10 grados
y una humedad del 95%, cir-
cunstancias que se dan gracias
a los ‘fleurines’, unas fisuras en
la roca por donde corre el vien-
to. Roquefort es hoy poco más
que una carretera paralela a la
falla donde se ubican las siete
empresas productoras, entre ellas la de Jean-Pierre.
La historia de la marca Gabriel Coulet se remonta
hasta 1862, cuando uno de sus antepasados excavó
la casa familiar para crear una bodega de vino, pero
se topó con un ‘fleurine’ de 45 metros de profundidad.
No tuvo más remedio que cambiar de negocio y apro-
vechar su suerte. El tiempo ha confirmado que tomó
una buena decisión. El Gabriel Coulet, “más azul, más
cremoso, más fuerte y más viejo que los demás”, es
uno de los mejores. Jean-Pierre está orgulloso de sus
logros y cita entre sus clientes al Eliseo (residencia del
presidente de la República) y a los grandes restauran-
tes de la Costa Azul, París y España, como El Bulli. Nos
invita a entrar en su cueva, a la que se accede en as-
censor para superar un desnivel similar al de un edi-
ficio de 7 pisos. A la luz de bombillas de bajo voltaje,
entre paredes sudorosas y suelo resbaladizo, reposan
los quesos previamente picados para que el viento
introduzca en ellos los hongos de la cueva. Más de
un año después todos se venderán en la tienda que
tienen a pie de calle, donde se pueden degustar todos
los productos, incluido su mejor queso, el Castelviel,
una joya que sólo se puede adquirir aquí a 21,8 euros
el kilo, “un poco menos para los lectores de NOX”, nos
dice Jean-Pierre. Basta con identificarse como tal para
que nos apliquen un 10% de descuento. Es un perfecto
broche de oro a un viaje a la tierra de las sorpresas, al
paraíso del sibarita. Que aproveche.
e EN PÁGINA ANTERIOR. GABRIEL COULET, FUNDADOR DE UNA
DE LAS MEJORES FÁBRICAS DE QUESO ROQUEFORT.
EN ESTA PÁGINA. CAUSSE TIENE UNA EXCLUSIVA LÍNEA DE GUANTES
QUE PUEDE LLEGAR A VENDER A 1.200 EUROS (LA PAREJA).
sin gul ar
DATOS PRÁCTICOS Y GUÍA DE VIAJE EN EL DIRECTORIO, PÁGINA 189.
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