Babeuf- Comunismo y Ley Agraria (1791)

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  • 8/22/2019 Babeuf- Comunismo y Ley Agraria (1791)

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    Babeuf: Comunismo y Ley Agraria

    Comunismo y Ley Agraria (1791)1

    El acontecimiento de su designacin, ciudadano,2 no es, en mi crculo visual, un

    pequeo acontecimiento. Siento la necesidad irresistible de detenerme para pensar y

    calcular sus consecuencias.

    Reflexiono sobre lo que cabe esperar de alguien que ha predicado a gente sorda estas

    verdades memorables, las cuales han tenido por lo menos el efecto de convencerme de

    que, en cuanto a l, las tena bien arraigadas en su mente: Que era preciso hacer nuestros

    esos grandes principios sobre los cuales la sociedad est establecida: la Igualdad,

    primitiva, el Inters general, la Voluntad comn que decreta las leyes y la Fuerza de

    todos que constituye la soberana.

    Hermano! el precepto de la antigua ley: Ama a tu prjimo como a ti mismo; la sublimemxima de Cristo: Haz a los dems todo lo que quieres que te hagan a ti; la

    Constitucin de Licurgo, las instituciones ms hermosas de la Repblica Romana,

    quiero decir, la ley agraria; los principios de usted, que acabo de enumerar; los mos,

    que le he consignado en mi ltima carta, y que consisten en asegurar a todos los indi-

    viduos primeramente el sustento y, en segundo lugar, una educacin pareja; todo esto

    parte de un punto comn, y va tambin a parar a un mismo centro.

    Y ese centro es siempre el fin nico hacia el cual tendern todas las constituciones de la

    tierra, cuando se van perfeccionando. Bien se pueden abatir los cetros de los reyes,

    constituirse en repblica, proferir continuamente la sagrada palabra de igualdad, slo se

    perseguir un vano fantasma, sin llegar a nada.

    Se lo digo bien claro, a usted, mi hermano, y no me atrevera a insinurselo a otros: esta

    ley agraria, que los ricos temen y ven venir, y en la que an no piensan en absoluto las

    multitudes de los desposedos, es decir, las cuarenta y nueve cincuentavas partes del

    gnero humano, las cuales sin embargo, si no llega pronto, morirn en su totalidad

    dentro [sic] dos generaciones cuando ms (averiguaremos juntos, matemticamente,

    esta espantosa prediccin en cuanto usted quiera); esta ley que, si recuerda bien, un da

    en que estaba entre nosotros dos, Mably 3 invocaba ardientemente; esta ley que no

    asoma jams en el horizonte de los siglos sino en circunstancias como las que vivimos

    hoy; es decir, cuando los extremos verdaderamente se tocan; cuando la propiedad de la

    tierra, la nica verdadera riqueza, se encuentra en pocas manos, y cuando laimposibilidad universal de saciar el hambre impulsa a las multitudes a reivindicar el

    gran dominio del mundo, donde el Creador quiso que cada ser humano poseyese el

    radio de circunferencia necesario para producir su propio sustento; esta ley, digo, es el

    corolario de todas las leyes; en ella descansa siempre un pueblo una vez que ha logrado

    mejorar su constitucin en todos los dems aspectos (...) qu digo? Es entonces cuando

    simplifica asombrosamente esa constitucin. Usted se habr dado cuenta de que, desde

    que la nuestra comenz, hicimos cada da cien leyes; y a medida que estas se han

    multiplicado, nuestro cdigo se ha vuelto cada vez ms oscuro. Cuando lleguemos a la

    ley agraria, preveo que, siguiendo el ejemplo del legislador de Esparta,4 este cdigo

    demasiado inmenso ser entregado a las llamas, y una sola ley de seis o siete artculos

    nos bastar. Me comprometo a demostrarlo con mucho rigor.

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    Usted reconocer sin duda, al igual que yo, esta gran verdad, de que la perfeccin de

    una legislacin depende del restablecimiento de esa igualdad primitiva que usted canta

    en forma tan hermosa en sus poemas patriticos; y, como yo, usted siente sin duda

    tambin que marchamos a grandes pasos hacia esta asombrosa revolucin.

    Precisamente por eso, yo, que soy tan partidario del sistema, no me decido a abandonarlas contemplaciones a que me entrego, al ver que sus principios y su energa hacen de

    usted tal vez la persona ms apropiada para preparar esta gran conquista, y que la

    Providencia parece secundarnos impulsndolo a una carrera conveniente para combatir

    ms ventajosamente en favor de la causa.

    S, usted estaba tal vez elegido, y quizs lo estbamos los dos, para ser los primeros en

    sentir y hacerles sentir a los dems el gran misterio, el gran secreto que ha de romper las

    cadenas humanas. Si as es, cuan grande lo veo entre los legisladores!

    Pero, de que modo concibo que, con toda la fuerza de que usted est armado, le ser

    posible dirigir los primeros movimientos para acelerar tan hermosa victoria? Serabiertamente y por un manifiesto preciso como habr de anunciarse al salvador del

    mundo? No, sin la menor duda, y no sera bien acogido si propusiese crudamente tales

    consideraciones a nuestra desgraciada asamblea.5 Su virtud se vera obligada, para

    combatir la corrupcin, a servirse de las armas generalmente introducidas por esta

    misma; habr que oponer una poltica a otra poltica. Ser preciso que las disposiciones

    principales estn bien disfrazadas, y que no parezcan tender en absoluto hacia el fin

    concertado.

    Pero reflexiono (...) y me digo: no hay casi nadie que no rechace lejos de s la ley

    agraria; el prejuicio en relacin con ella es mucho peor que con la monarqua, y siempre

    han acabado ahorcados aquellos que han osado abrir la boca sobre este gran tema.

    Estoy seguro de que J. M. Coup estar de acuerdo conmigo en este sentido? No me

    objetar, al igual que todo el mundo, que de ello resultara la defeccin de la sociedad;

    que sera injusto despojar a todos aquellos que han adquirido legtimamente, y que ya

    nadie hara nada por los dems; y que, suponiendo que la cosa fuese posible, las

    modificaciones posteriores restableceran muy pronto el orden anterior? Quedar

    satisfecho con mis respuestas: que la tierra no debe ser alienable; que al nacer cada

    hombre debe encontrar para s una porcin suficiente de ella, tal como sucede con el

    aire y el agua; que al morir debe legarla, no a sus herederos ms cercanos sino a la

    sociedad entera; que precisamente este sistema de alienabilidad ha sido el que lo ha

    transmitido todo a unos, y no ha dejado nada para los otros...; que las convencionestcticas, gracias a las cuales los precios de los trabajos ms tiles han sido reducidos a la

    tasa ms baja, mientras que los precios de las ocupaciones indiferentes o incluso

    perniciosas para la sociedad han sido centuplicados, estas convenciones son las que le

    han entregado al obrero intil los medios para expropiar al obrero til y ms

    laborioso...; que si hubiese existido ms uniformidad en los precios de todos los

    trabajos, si no se les hubiese asignado a algunos de ellos un valor de opinin, todos los

    obreros seran ricos en igual medida; que por consiguiente una nueva reparticin no

    hara sino volver a poner las cosas en su lugar...; que si la tierra hubiese sido declarada

    inalienable (sistema que destruye totalmente la objecin del peligro de restablecer la

    desigualdad mediante las mutaciones, despus de la distribucin), cada hombre tendra

    asegurado su patrimonio, y no habramos dado vida a estas inquietudes, continuas ysiempre desgarradoras, por la suerte de nuestros hijos: de ah la edad de oro y la

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    felicidad social, en lugar de la disolucin de la sociedad; de ah un estado de

    tranquilidad en relacin con nuestro futuro, una fortuna duradera al amparo de los

    caprichos del destino, todo lo cual debera preferirlo incluso el hombre ms feliz de este

    mundo, si comprendiese bien sus verdaderos intereses (...); que, finalmente, no es cierto

    que la desaparicin de las artes sera necesariamente el resultado de este nuevo ajuste,

    porque es evidente, por el contrario, que todo el mundo no podra ser labrador; que cadahombre no podra, como no puede hacerlo hoy, procurarse por s solo todas las

    mquinas que se nos han hecho necesarias; que no cesaramos de vernos en la necesidad

    de realizar un intercambio continuo de servicios y que, aparte de que cada individuo

    tendra su propio patrimonio inalienable, que constituira en cualquier momento y en

    cualquier circunstancia su inatacable reserva contra la miseria, aparte de esto, todo lo

    que concierne a la industria humana seguira tal como est hoy?

    Voy a probarle, a usted, querido hermano, y al propio tiempo a m mismo, que usted

    parte para la Asamblea Legislativa dispuesto a hacer consagrar todo esto como artculos

    de ley constitucional. Le dije en mi carta anterior que mis deseos seran:

    1. Que los legisladores de todas las legislaturas reconociesen, para el pueblo, que la

    Asamblea Constituyente es cosa absurda; que los diputados designados por el pueblo

    estn encargados en todo momento de hacer todo lo que consideren til para la felicidad

    del pueblo... De ah la obligacin y la necesidad de dar el sustento a esta inmensa

    mayora del pueblo, que ya no lo tiene, a pesar de su buena voluntad de trabajar. Ley

    agraria, igualdad real.

    2. Que el veto,6 verdadero atributo de la soberana, sea del pueblo; y con un xito

    bastante evidente (ya que hemos visto luego, en la pequea obra: De la ratificacin de la

    ley,7 que le he comunicado, que mis medios son parecidos a los del autor), he

    demostrado su posibilidad de ejecucin pese a todo lo que ha podido decirse en contra...

    De este veto del pueblo, no debemos esperar que lo demande la parte ms sufrida y

    siempre expuesta al terrible sentimiento del hambre; un patrimonio asegurado: la ley

    agraria.

    3. Que cese la divisin de los ciudadanos en varias clases; admisin de todos a todos los

    puestos; derecho para todos de votar, de expresar su opinin en todas las asambleas; de

    vigilar estrechamente la asamblea de los legisladores; libertad de reunin en las plazas

    pblicas; supresin de la ley marcial; destruccin del espritu de cuerpo de los G. Nat.

    (Guardia Nacional) haciendo participar en ella a todos los ciudadanos, sin excepcin y

    sin otro destino que el de combatir a los enemigos externos de la Patria. De todo esto sederivar necesariamente la extrema emulacin, el gran espritu de igualdad, de libertad,

    la energa cvica, los grandes medios de manifestacin de la opinin pblica, y por ende

    de expresin de la voluntad general que es, en principio, la ley; la reclamacin de los

    primeros derechos del hombre y, por consiguiente, el pan honradamente asegurado para

    todos: Ley agraria.

    4. Que todas las causas nacionales sean tratadas en plena asamblea y que se supriman

    los comits. Desaparecer as esa negligencia, esa apata, esa indiferencia, ese abandono

    absoluto a la pretendida prudencia de un puado de hombres que llevan a toda una

    asamblea y entre los cuales es mucho ms fcil intentar la corrupcin. De ah la

    obligacin para todos los senadores de ocuparse esencialmente del objeto cometido adiscusin y decidir con conocimiento de causa; de ah la alerta a todos los defensores

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    del pueblo, y la necesidad de sostener sus derechos ms caros y, por consiguiente de

    velar para que precisamente todos puedan vivir: la ley agraria.

    5. Que se conceda ampliamente el tiempo necesario para reflexionar, en la discusin de

    todos los asuntos. De donde resultar que, no solamente los improvisadores, los

    aturdidos, los habladores de siempre, la gente que se explaya siempre antes de pensar,no sern los nicos en determinar las resoluciones, sino que adems la gente que

    prefiere meditar un plan antes de pronunciarse ejercer tambin su influencia sobre las

    decisiones. As, ningn charlatn interesado en combatir todo lo que es justo podr

    echar prestamente a un lado una buena proposicin por alguna pequeez sutil y propia

    nicamente para engaar; y si se habla para aquellos cuyas necesidades ms apremian,

    el hombre honrado puede pesar y apoyar la proposicin y obtener el triunfo de la

    sensibilidad. Gran encaminamiento hacia la ley agraria.

    Y bien!, hermano patriota, si los principios que acabo de exponer han sido siempre los

    suyos, hay que renunciar hoy a ellos si no quiere la ley agraria porque, o yo ando muy

    equivocado, o las ltimas consecuencias de estos principios son esta ley. Usted trabajapues eficazmente en su favor si persiste en estos mismos principios. Con ellos no se

    tergiversa y, si en su fuero interno usted se propone algo menos que esto en su misin

    de legislador, se lo repito, libertad, igualdad, derechos del hombre seguirn siendo

    palabras temibles y expresiones sin sentido.

    Lo vuelvo a decir de nuevo: no seran estas las intenciones que habra que divulgar al

    comienzo; pero un hombre de buena voluntad acelerara mucho el desenlace si se

    dedicara a hacer decretar todas nuestras bases antes enumeradas, asentndolas en el

    fundamento de la plenitud de los derechos de libertad debidos al hombre, principio que

    siempre se puede invocar y profesar altamente sin correr peligro. Los llamados

    aristcratas son ms listos que nosotros; entreven demasiado bien este desenlace. El

    motivo de su oposicin tan vivaz en el asunto de los tributos8 es su temor de que, una

    vez que una mano profana haya tocado lo que ellos llaman el sagrado derecho de

    propiedad, la falta de respeto ya no tenga lmites. Manifiestan sus temores de una forma

    muy general acerca de lo que esperan los defensores de los que tienen hambre, quiero

    decir, acerca de la ley agraria, para un futuro muy cercano: buen aviso que debemos

    tener presente.

    Me complazco en extenderme sobre este gran tema ante; un alma como la suya, cuya

    sensibilidad bien conozco. Porque, en definitiva, es del pobre, en el que todava no se ha

    pensado; es del pobre, digo, de quien debe tratarse principalmente al regenerar las leyesde un imperio; es l, es su causa, lo que ms interesa apoyar. Cul es el fin de la

    sociedad? No es acaso el de procurarles a sus miembros la mayor suma de dicha

    posible? Y de qu sirven, pues, todas nuestras leyes, si como ltimo resultado no

    logran sacar de la profunda desesperacin a esta masa enorme de indigentes, a esta

    multitud que compone la inmensa mayora de la asociacin? Qu es un comit de

    mendicidad, que sigue envileciendo a los seres humanos hablando de limosnas y de

    leyes represivas, tendentes a forzar a la multitud de los desposedos a cobijarse dentro

    de sus chozas para morir de agotamiento, para que el triste espectculo de la naturaleza

    aquejada no despierte la reclamacin de los primeros derechos de todos los hombres que

    ella misma ha formado para que vivan, y no para que unos pocos acaparen el sustento

    de todos?

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    Se ha hablado con frecuencia de entregar una propiedad, tomada de los bienes del clero,

    a cada soldado austriaco u otro sicario de dspota que renunciara a exponer su vida por

    la causa del tirano, y viniera a aadirse a nuestras filas. Cmo se ha podido pensar en

    ser tan generosos con hombres cuyo nico inters del momento determinar cesar de

    hacernos dao, y olvidar que la mayora de nuestros conciudadanos yacen postrados y

    privados de todos los recursos necesarios para mantener su existencia?

    Legislador, cuyos reconocidos sentimientos humanos han hecho subir al gran escenario

    en que lo admiro, llegar usted, como yo, a la conclusin de que es verdad que el fin y

    la coronacin de una buena legislacin es la igualdad en la posesin de la tierra, y que

    las miras secretas de un verdadero defensor de los Derechos del Pueblo han de tender

    siempre hacia ese fin? Cules son los hombres que ms admiramos? Los apstoles de

    las leyes agrarias, Licurgo entre los griegos, y, en Roma, Camilo, los Gracos, Casio,

    Bruto, y los dems. Por qu fatalidad lo que es motivo de nuestro ms profundo

    homenaje a los otros, habra de ser para nosotros motivo de reprobacin? Ah!, ya lo he

    repetido y lo vuelvo a decir: el que no tenga, como fin ltimo de lo que promueve, las

    miras que yo proclamo, debe renunciar a expresar de buena fe las sagradas palabras decivismo, libertad, igualdad; debe, para impedir su efecto, acorde con la conducta pura y

    recta de aquellos que las declaran con sinceridad; debe digo, al pronunciarlas,

    construir sus planes sobre el modelo de los de los Barnave,9 de los Thouret,10 y de

    tantos otros traidores dignos de sufrir, algn da, el castigo de la justicia nacional.

    Usted se ha comprometido a seguir a otros mulos, valiente ciudadano! En un proyecto

    de declaracin de los Derechos del Hombre, en 1789 Ption 11 dedic un artculo al ms

    importante de estos derechos, que se ha querido olvidar en la Declaracin decretada, y

    era el que tena como objeto la obligacin, por parte de la sociedad, de asegurar a todos

    sus miembros un decoroso sustento. Analice a Robespierre, lo encontrar igualmente

    agrariano en ltima instancia; y esos ilustres personajes se ven obligados a dar

    muchos rodeos, porque saben que el momento todava no ha llegado. Usted se elevar a

    la altura de esos respetables filntropos; de sus mximas, vertidas en el proyecto,

    resultarn declaraciones iguales a las de ellos...

    G. Babeuf, Beauvais, 10 de septiembre de 1791.

    NOTAS:

    1 Cf. la carta de Babeuf a Coup de l'Oise, de Beauvais, del 10 de septiembre de 1791, en G. Babeuf: La Doctrina desgaux, extrado de las Obras completas publicadas por Albert Thomas, Cornly et Ci, Pars, 1906.

    2 Babeuf dirige esta carta a Coup, quien acababa de ser elegido miembro de la Asamblea Legislativa, inaugurada, luego el

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    1 de octubre de 1791: como no poda ser elegido l mismo a causa de los numerosos enemigos que le haban procurado sus

    polmicas, haba apoyado la candidatura del abate Jacques Michel Coup, llamado Coup de l'Oise, y del que fue el

    inspirador: hoy quedan tres cartas de Babeuf al abate. La Biblioteca Nacional de Pars posee numerosos escritos publicados

    por Coup: son, en su mayora, estudios sobre problemas agrcolas, informes e intervenciones en las Asambleas de Pars y

    en la Convencin Nacional.

    El presente escrito de Babeuf no es slo el primero cronolgicamente en esta recopilacin: la continua referencia a la ley

    agraria lo sita en una fase anterior a todos los dems escritos, as como tambin las afirmaciones del propio Babeuf, quetendrn su punto culminante unos aos ms tarde, en ocasin de la Conspiracin de los Iguales.

    3 Gabriel Bonnot de Mably, utopista, autor de obras de gran resonancia; una edicin completa de los escritos de Mably, en15 tomos, se public en vsperas de la conspiracin babuvista (1794-1795).

    4 Licurgo.

    5 La Asamblea Legislativa.

    6 La Constitucin francesa del 3 de septiembre de 1791 estipulaba, en su tercera seccin, art. 1: Los decretos del CuerpoLegislativo son presentados al rey, que puede negar su consentimiento; en los artculos que seguan se describan las

    formas en que se poda pasar por encima del voto real. Babeuf, y junto con l toda la izquierda, se declaraba, en su carta,

    contrario a esta legislacin.

    7 El opsculo aqu mencionado no est incluido en el catlogo impreso en la Biblioteca Nacional de Pars.

    8 El diezmo representaba el derecho feudal, de los seores, de obtener una parte de los productos de las tierras sometidas asu jurisdiccin: Babeuf, en los primeros tiempos de la Revolucin, tom partido en la lucha para suprimir los diezmos y los

    derechos feudales, lucha que fue particularmente violenta en Picarda.

    9 Antoine-Pierre Batnave (1761-1793), uno de los elementos ms representativos de la Asamblea Constituyente, que sepas a la reaccin despus de la huida del rey a Varenne.

    10 Jacques-Guillaume Thouret (1746-1794), monrquico constitucional, autor de numerosos escritos.

    11 Jrme Petion de Villeneuve, demcrata, luego girondino.