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 L FORM CIÓN DEL ESPÍRITU CIENTÍFICO CONTRIBUCIÓN A UN PSICOANÁLISIS DEL CONOCIMIENTO OBJETIVO gastón bachelard 23a. edición

Bachelard La Formacion Del Espiritu Cientifico

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LA FORMACIÓN

DEL ESPÍRITU CIENTÍFICOCONTRIBUCIÓN A UN PSICOANÁLISISDEL CONOCIMIENTO OBJETIVO

gastón bachelard 2 3 a . e d i c i ó n

veintiunoeditores

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traducción de

JOSE BABINI

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L A F O R M A C I O ND E L

E S P I R I T UC I E N T I F I C O

por

G A S T O N B A C H E L A R D

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siglo ventiuno editores, s.a. de c.v.C E R R O D E L A G U A 2 4 8 . D E L E G A C I Ó N C O Y O A C Á N , 0 4 3 1 0 M É X I C O , D .F .

portada de maria lu i sa mart ínez passarge

p r i m era ed i c i ó n en e s p a ñ o l , 1 9 4 8© edi tor ia l argos , buenos a i resv i g es i m o t ercera ed i c i ó n en e s p a ñ o l , 2 0 0 0© sig lo xxi edi tores , s .a . de c .v .i s b n 9 6 8 - 2 3 - 1 7 3 1 - 2

p r i m era ed i c i ó n en f ra n cés© l ibra ir i e phi losophique j . vr int í tulo orig inal : Information de l'esprit scientifique

derechos reservados conforme a l a l eyi m p res o y h ech o en m éx i co / p r i n t ed a n d m a d e i n m ex i co

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I N D I C E

Palabras preliminares 7

CAP.I La noción del obstáculo epistemológico. Plan

de la obra 15II El primer obstáculo :1a-experiencia básica . . . . 27

III El conocim iento general com o obstáculo parael conoc imiento científico 66

IV Un ejemplo de obstáculo verba l: la espon ja. Ex-

tensión abusiva de las imágenes familiares . . . . 87V El conocim iento unitario y pragmático como

obstáculo para el conocimiento c i e n t í f i c o . . . . 99VI El obs tácu lo sustancialista 115

VII Psicoanálisis del Realista 154VIII El obstácu lo animista 176

IX El m ito de la digestión 199X Libido y conocimiento objetivo 215

XI Los obstáculos del conocimiento cuan titativo . 248 XII Ob jetividad cien tífica y Psicoanálisis 281

Indice de los nombres citados 299 

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P A L A B R A S P R E L I M I N A R E S

I

Tornar geométrica la representación, vale decir dibujarlos fenómenos y ordenar en serie los acontecimientos deci-sivos de una experiencia, he ahí la primera tarea en la quese funda el espíri tu científico. En efecto, es de este modocómo se llega a la cantidad representada, a mi tad caminoentre lo concreto y lo abstracto, en una zona intermedia enla que el espíri tu pretende concil iar las matemáticas y laexperiencia, las leyes y los hechos.

Esta tarea de geometrízación que a menudo pareció lo-grarse —ya después del éxito del cartesianismo, ya despuésdel éxito de la mecánica newtoniana, ya también con laópt ica de Fresnel— termina siempre por revelarse insufi -ciente. Tarde o temprano, en la mayor parte de los secto-res, estamos obligados a comprobar que esta primera repre-sentación geométrica, fundada sobre un realismo ingenuode las propiedades espaciales, implica conveniencias más

ocultas, leyes topológicas menos firmemente solidarias conlas relaciones métricas inmediatamente aparentes, en una pa-labra: vínculos esenciales más profundos que los vínculosde las representaciones geométricas familiares. Poco a pocose advierte la necesidad de trabajar debajo del espacio, porasí decir, en el nivel de las relaciones esenciales que sostienenlos fenómenos y el espacio. El pensamiento científico esentonces arrast rado hacia "construcciones" más metafóricasque reales, hacia "espacios de configuración" de los que el

espacio sensible, en definit iva, no es sino un mísero ejem-plo. El papel de las matemáticas en la física contemporánea

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sobrepasa pues notablemente la simple descripción geomé-tr ica . El ma tem atism o no es ya descript ivo, s ino for m a-tiv o. L a ciencia de la realidad n o se c on fo rm a ya con el

cómo fenomenológico: el la busca el porqué matemát ico .Y entonces, puesto que lo concreto acepta ya la informa-ción geométrica, puesto que lo concreto es analizado correc-tamente por lo abstracto , ¿por qué no podríamos f i jar laabstracción como el derrotero normal y fecundo del espír i tucientífico? En efecto, si se reflexiona sobre la evolución delespíri tu científico, se discierne de inmediato un impulso queva de lo geométrico, más o menos visual, a la completaabstracción. Desde que se accede a una ley geométrica, se

realiza una asombrosa inversión espiri tual , suave y vivacomo una concepción: la curiosidad da lugar a la esperanzadé crear. Puesto que la primera representación geométricade los fenómenos significa esencialmlente poner en orden,esta primera ordenación nos abre las perspectivas de unaabstracción alerta y conquistadora, que nos l leva a organi-zar racionalmente la fenomenología como una teoría delorden puro. Entonces, ni podría decirse que el desorden es

un orden desconocido, ni que el orden es una simple con-cordancia de nuestros esquemas con los objetos, como po-dría ser el caso en el dominio de los datos inmediatos de laconciencia. Cuando se trata de experiencias guiadas o cons-tru ida s po r la raz ón , el orden es un a verd ad y el desordenun error. El orden abstracto es pues un orden probado, queno cae bajo las críticas bergsonianas del orden hallado.

En este l ibro nos proponemos mostrar este dest ino gran-

dioso del pensamiento científico abstracto. Para ello debe-remos probar que pensamiento abstracto no es s inónimo demala conciencia científica, como la acusación trivial pareceimplicar. Deberemos probar que la abstracción despeja alespíritu, que ella aligera al espíritu y que ella lo dinamiza.Proporcionaremos esas pruebas estudiando más part icular-mente las dificultades de las abstracciones correctas, seña-lando las insuficiencias de los primeros intentos, la pesadezde los primeros esquemas, a l mismo t iempo que subrayamos

el carácter discursivo de la coherencia abstracta y esencialque nunca logra su objetivo de una sola vez. Y para mos-

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trar mejor que el proceso de abstracción no es uniforme, noti tubearemos en emplear a veces un tono polémico insis-tiendo sobre el carácter de obstáculo que presenta la expe-

riencia, est imada concreta y real , est imada natural einmedia ta .Para describir adecuadamente el trayecto que va desde la

percepción considerada exacta hasta la abstracción felizmen-te inspirada en las objeciones de la razón, estudiaremios múl-t iples ramas de la evolución científica. Como las solucionescientíficas, en problemas diferentes, no poseen jamás el mis-mo grado de madurez, no presentaremos una serie de cua-dros de conjunto ; no temeremos desmenuzar nues t ros a rgu-mentos para mantenernos en el contacto más preciso posiblecon los hechos. No obstante, si por razones de claridad, senos obligara a poner groseras etiquetas históricas en las di-ferentes e tapas del pensamiento cient í f ico, dist inguiríamosbastante bien tres grandes períodos.

El primer período, que representa el estado precien tífico,comprendería a la vez la antigüedad clásica y los t iemposde renacimiento y de nuevos esfuerzos, con los s iglos XVI,

X V I I y a u n e l X V I I I .El segundo período, que representa el estado científico,

en preparación a f ines del s iglo XVIII , se extendería hastatodo e l s ig lo XIX y comienzos de l XX.

En tercer lugar, fi jaríamos exactamente la era del nuevoespíritu científico en 1905, en el momento en que la Rela-t ividad einsteiniana deforma conceptos primordiales que secreían fi jados para siempre. A partir de esta fecha, la razón

multiplica sus objeciones, disocia y reconfigura las nocionesfundamentales y ensaya las abstracciones más audaces. Enveint ic inco años, como signos de una asombrosa madurezespiri tual , aparecen tales pensamientos, que uno sólo deellos bastaría para dar lustre a un siglo. Son la mecánicacuántica, la mecánica ondulatoria de Louis de Broglie, lafísica de las matrices de Heisenberg, la mecánica de Dirac,las mecánicas abstractas y, sin duda, muy pronto las físicasabstractas que ordenarán todas las posibil idades de la ex-

periencia.Mas no nos l imitaremos a inscribir nuestras observacio-

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nes particulares en este tríptico, que no nos permitiría di-bujar con suficiente precisión los detalles de la evoluciónpsicológica que deseamos caracterizar. Una vez más, las

fuerzas psíquicas que actúan en el conocimiento científicoson más confusas, más sofocadas, más t i tubeantes de lo quese imagina cuando se las aprecia desde afuera, en los l ibrosdonde ellas aguardan al lector. ¡Hay tan gran distanciaentre el libro impreso y el libro leído, entre el libro leídoy el l ibro comprendido, asimilado, re tenido! Hasta en unespíri tu claro, hay zonas oscuras, cavernas en las que aúnresiden las sombras. Hasta en el hombre nuevo, quedanvest igios del hombre viejo . En nosotros, e l s iglo XVIIIcont inúa su vida sorda; y puede ¡ay! reaparecer. No vemosen ello, como Meyerson, una prueba de la permanencia yde la f i jeza de la razón humana, s ino más bien una pruebade la somnolencia del saber, una prueba de esta avaricia delhombre cul to rumiando sin cesar las mismas conquistas , lamisma cul tura y volviéndose, como todos los avaros, v íct i -ma del oro acariciado. Mostraremos, en efecto, la endósmo-sis abusiva de lo asertórico en lo apodíctico, de la memoria

en la razón. Insist iremos sobre el hecho de que no puedeprevalerse de un espíritu científico, mientras no se esté se-guro, en cada momento de la vida mental , de reconstruirtodo su saber. Sólo los ejes racionales permiten tal recons-trucción. El resto es baja mnemotécnica. La paciencia de laerudición nada tiene que ver con la paciencia científica.

Puesto que todo saber científico ha de ser, en todo mo-mento, reconstruido, nuestras demostraciones epistemológi-

cas no saldrán sino gananciosas si se desarrollan a la al turade los problemas particulares, sin preocuparse de mantenere l o rden h is tór ico . Tampoco t i tubearemos en mul t ip l icarlos ejemplos, si queremos dar la impresión que en todaslas cuestiones, para todos lo fenómenos, es necesario pasarante todo de la imagen a la forma geométrica y luego dela forma geométrica a la forma abstracta, y recorrer el ca-mino psicológico normal del pensamiento cient í f ico. Part i -remos, pues, casi siempre, de las imágenes, a veces muy pin-torescas, de la fenomenología básica; veremos, cómo y conqué dificultades se susti tuyen a esas imágenes las formas

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geométricas adecuadas. N o es de asom brarse que tal geo-m<etrización, tan difícil y lenta, se presente durante mu-cho t iempo como una conquista defini t iva y que sea sufi -

ciente para consti tuir el sólido espíri tu científico, tal comoaparece en el siglo XIX. Se es muy apegado a lo que se haconquistado penosamente. No obstante necesi taremos pro-ba r que esta geom etrización es una etapa interm edia.

Pero este desarrollo seguido a través de las cuestionesparticulares, en el desmenuzamiento de los problemas y delas experiencias, no será claro sino cuando se nos permita,esta vez fuera de toda correspondencia histórica, hablar de

una especie de ley de los tres estados para el espíritu cien-t í f ico. En su formación individual , un espír i tu c ient í f icopasaría pues necesariamente por los tres estados siguientes,mucho más precisos y particulares que las formas comtianas.

I 9 El estado concreto, en el que el espíritu se recrea conlas primeras imágenes del fenómeno y se apoya sobre unali teratura fi losófica que glorifica la Naturaleza, y que, ex-t rañamente, canta al mismo t iempo a la unidad del mundoy a la diversidad de las cosas.

2° El estado concreto-abstracto, en el que el espíritu ad-junta a la experiencia física esquemas geométricos y se apo-ya sobre una fi losofía de la simplicidad. El espíri tu se man-tiene todavía en una si tuación paradójica: está tanto *násseguro de su abstracción cuanto más claramente esta abs-tracción está representada por una intuición sensible.

3 9 El estado abstracto, en el que el espíri tu emprendeinformaciones voluntariamente substraídas a la in tuición

del espacio real, voluntariamente desligadas de la experien-cia inmediata y hasta polemizando abiertamente con la reali-dad básica, s iempre impura, s iempre informe.

Finalmente, para terminar de caracterizar estas tres etapasdel pensamiento científico, deberemos preocuparnos de losdiferentes intereses que consti tuyen en cierto modo su baseafectiva. Precisamente, el psicoanálisis, cuya intervenciónproponemos en una cul tura objet iva, debe desplazar los in-

tereses. Sobre este punto , aunque tengamos que forzar lanota, quisiéramos por lo menos dar la impresión que vis-lumbramos, con el carácter afectivo' de la cultura intelectual ,

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un elemento de solidez y de confianza que no se ha estu-diado suficientemente. ¿Dar y sobre todo mantener un inte-rés vital en la investigación desinteresada, no es el primer

deber del educador, cualquiera sea la etapa formativa en laque se encuentra? Pero tal interés t iene también su historiay, aun a riesgo de ser acusado de entusiasmo fácil , deberemosensayar de señalar bien su fuerza a lo largo de la pacienciacientífica. Sin aquel interés, esta paciencia sería sufrimiento.Con aquel interés, esta paciencia es vida espiritual. Hacerla psicología de la paciencia científica consistirá en adjuntara la ley de los tres estados del espíritu científico, una especie

de ley de los tres estados de alma, caracterizados por in-tereses:Alma pueril o mundana, animada por la curiosidad in-

genua, l lena de asombro ante el menor fenómeno instru-mentado, jugando a la física para distraerse, para tener elpretexto de una actitud seria, acogiendo las ocasiones decoleccionista, pasiva hasta en la dicha de pensar.

Alma profesoral, orgul losa de su dogmatismo, f i ja en suprimera abstracción, apoyada toda la vida en los éxitos

escolares de su juv en tu d, rep itien do cada añ o su. saber, im -poniendo sus demostraciones, entregada al interés deductivo,sostén tan cómodo de la autoridad, enseñando a su criadocomo hace Descartes o a los provenientes de la burguesíacom o hace el "ag rég é" de la U nive rsida d ( 1 ) .

Fina lmente , el alma en trance de abstraer y de quinta-esenciar, conciencia científica dolorosa, librada a los inte-reses inductivos siempre imperfectos, jugando el peligroso

juego del pensamiento sin soporte experimental estable;t ranstornada a cada instante por las objeciones de la razón,poniendo incesantemente en duda un derecho part icular a laabstracción, ¡pero, cuán segura de que la abstracción es undeber, el deber científico, y la posesión finalmente depu-rada de l pensamiento de l mundo!

¿Podremos lograr la convergencia dé intereses tan encon-trad os? E n t od o caso, la tarea de la fi lo so fía científica está

( ! ) V éa s e H . G . WE L L S : La conspiration aa grand jour ( t r s d . ) ,p . 8 5 , 8 6 , 8 7 .

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bien delineada: psicoanalizar el interés, destruir todo uti-l i tar ismo por disfrazado que esté y por e levado que preten-da ser, dirigir el espíritu de lo real a lo artificial, de lo

natural a lo humano, de la representación a la abstracción.Nunca como en nuestra época el espíritu científico necesitaser defendido, ser ilustrado en el mismo sent ido en que duBel lay t rabajó en la Défense et Illustration de la langmfrangaise. Pero tal i lustración no puede l imitarse a unasublim ación de las aspiraciones com une s más diversas. Elladebe ser no rm ativ a y coherente . Deb e tor na r c laramenteconsciente y activo el placer de la excitación espiritual enel descubrim iento de la verdad. De be fo rj ar la m ente conla verdad. El am or por la ciencia debe ser un di na m ism opsíquico autóg eno . Ei i el estado de purez a lograd o po r u npsicoanálisis del conocimiento objetivo, ta ciencia es la esté-tica de la inteligencia.

A ho ra, una palab ra sobre el to no de este l ibro. C o m o endefini t iva nos proponemos del inear la lucha contra a lgunos

prejuicios, los argumentos polémicos pasan frecuentementeal prim er plano . Es, por otra par te , m ás dif íc i l de l o quese supone, separar la razón arquitectónica de la razón polé-mica, pues la crítica racional de la experiencia es solidariacon la organización teórica de la experiencia: todas las ob-jeciones de la ra zó n so n pre tex tos para experiencias. Se hadicho frecuentemente que una hipótesis c ient í f ica que nolevanta ninguna contradicción no está le jos de ser una hipó-tesis inú ti l . L o m ism o, un a experiencia que no rectificaningún error, que es meramente verdadera, que no provocadebates, ¿a qu é sirve? U n a experiencia científica es, pue s,una experiencia que contradice a la experiencia co m ún . P o rotra parte, la experiencia inmediata y usual mantiene siem-pre una especie de carácter tautológico, ella se desarrolla enel m¡undo de las palabras y de las definiciones, y carece pre-cisamente de aquella perspectiva de errores rectificados quecaracteriza, según nuestro modo de ver, al pensamiento cien-

tífico. La experiencia com ún n o está en verdad compuesta,a lo sumo está hecha con observaciones yuxtapuestas, y es

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realmente l lamativo que la antigua epistemología haya es-tablecido una vinculación continua entre la observación yla experimentación, cuando la experimentación debe apar-tarse de las condiciones ord inaria s de la observación. C o m ola experiencia común no está compuesta, ella no podríaser, creemos nosotros, efectivamente verificada. Permanecesiendo un hecho. N o puede darnos un a ley. Para con fir-mar científicamente la verdad, es conveniente verificarladesde varios pu nt os de vista diferentes. Pe nsa r una expe-riencia es entonces mostrar la coherencia de un pluralismoinicial.

Mas por hosti les que seamos a las pretensiones de los

espíri tus "concretos", que creen captar inmediatamente lodado, no t ra taremos de incriminar s is temáticamente toda in-tuición aislada. La m ej or pru eba de ello es que darem osejemplos en los que las verdades de hecho llegan a inte-grarse inm ediata m ente en la ciencia. N o obs tante, nos pa-rece que el epistemólogo —que en esto difiere del historia-dor— debe subrayar, entre todos los conocimientos de unaépoca, las ideas fecu nda s. P ar a él, la idea debe poseer más

que una prueba de existencia, debe poseer un destino espi-ri tu al . N o t i tubearem os, pues, en inscribir entre los errores— o a cuenta de la inu ti l ida d espiri tual, que no está m uy le-jos de ser la misma cosa— toda verdad qu« no sea la piezade un sistema general, toda experiencia, aun justa, cuya afir-mación quede desvinculada de un método general de experi-mentación, toda observación, por real y posit iva que sea, quese anuncie en un a falsa perspectiva de verificación. U n mé -todo tal de crítica exige una actitud expectante, casi tan

prudente frente a lo conocido como a lo desconocido, siem-pre en guardia contra los conocimientos familiares, y sinm uc ho respeto p o r las verdade s de escuela. Se com prende ,pues, que un filósofo que sigue la evolución de las ideascientíficas en los malos autores/como :n los buenos, en losnaturalistas como en los matemáticos, esté mal protegidoen contra de una impresión de incredulidad sistemática, y queadopte un tono escéptíco que concuerda débilmente con sufe, por otra parte sólida, en los progresos del pensamientoh u m a n o .

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C A P Í T U L O I

L A N O C I Ó N D E O B S T A C U L O E P I S T E M O L Ó G I C O

P L A N D E L A O B R A

I

Cuando se investigan las condiciones psicológicas delprogreso de la ciencia, se llega muy pronto a la convicciónde que hay que plantear el problema del conocimientocientífico en términos de obstácu los. No se trata de consi-derar los obstáculos externos, como la complej idad o la fu-gacidad de los fenómenos, ni de incriminar a la debil idadde los sentidos o del espíri tu humano: es en el acto mismode conocer, íntimamente, donde aparecen, por una especiede necesidad funcional , los entorpecimientos y las confu-siones. Es ahí donde mos trarem os causas de estancam ientoy hasta de retroceso, es ahí donde discerniremos causas deinercia que l lam are m os obstáculos epistemológicos. El co-no cim ien to de lo real es un a lu z que siempre proye cta al-guna som bra . Ja m ás es inm ediata y plena. Las revelaciones

de lo real son siempre recurrentes. L o real n o es ja m ás "l oque podría creerse", sino siempre lo que debiera habersepensado. E l pensam iento em pírico es c laro, inmediato,cua nd o ha sido bien m on ta do el apa rejo de las razones. A lvolver sobre un pasado de errores, se encuentra la verdaden un verda dero estado de arrep ent im iento intelectual . E nefecto, se conoce en contra de un conocimiento anterior ,des t ruyendo conocimientos mal adqui r idos o superandoaquello que, en el espíri tu mismo, obstaculiza a la espiri-tual ización.

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La idea de partir del cero para fundar y acrecentar susbienes, no puede surgir s ino en cul turas de simple yuxta-posición, en las que todo hecho conocido es inmediatamente

u n a riqueza. M as fre nte al m isterio de lo real el alma n opuede, po r decreto, tornarse ingenu a. Es entonces impo siblehacer, de golpe, tabla rasa de los conocimientos usuales.Frente a lo real, lo que cree saberse claramente ofusca lo quedebiera saberse. C u an d o se presenta an te la cu ltur a cientí-fica, el espíri tu jam ás es jove n. H asta es m u y viejo, puestiene la edad de sus preju icio s. T e n e r acceso a la ciencia esrejuvenecer espiri tualmente, es aceptar una mutación bruscaque ha de contradecir a un pasado.

La ciencia, tanto en su principio como en su necesidad decorona m iento, se opo ne en abs oluto a la op inió n. Si enalguna cuestión particular debe legit imar la opinión, lo hacepor razones dist intas de las que fundamentan la opinión;de manera que la opinión, de derecho, jamás t iene razón.La opin ión piensa ma l ; n o piensa; traduce necesidades enconocim ientos. A l designar a los ob jeto s po r su uti l ida d,ella se pro hib e el conocerlos. N ada p uede fu nd ars e sobre

la op in ió n : ante to do es necesario destru irla. Ella es elprim er obstáculo a superar . N o es suficiente , po r e jemplo,rectificarla en casos particulares, manteniendo, como unaespecie de moral provisoria, un conocimiento vulgar provi-sorio. E l espíri tu científico nos impide tener op inió n sobrecuestiones que no comprendemos, sobre cuestiones que nosabem os fo rm ul ar claram ente. A nte tod o es necesario saberpla nte ar los prob lem as. Y dígase lo qu e se quiera, en lavida científica los problemas no se plantean por sí mismos.Es precisamente este sentido del problema el que sindicael verdad ero espíri tu científico. Pa ra un esp íri tu científicoto do conocimiento es una respuesta a u na pregu nta. Si nohubo pregunta, no puede haber conocimiento cient í f ico.N ad a es espontáneo. N ad a está dado. T o d o se construye.

Un conocimiento adquirido por un esfuerzo cient í f icopuede declinar. La pre gu nta abstracta y fran ca se desgasta:la respuesta concreta qu eda . C on eso, la actividad espiritual

se inv ierte y se endurece. U n o bs tác ulo epistem ológico seincrusta en el conocim iento no for m ula do . Co stum bres in-

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telectuales que fueron úti les y sanas pueden, a la larga, trabarla invest igación. "N ue stro espír itu — dice justam ente Berg-son ( J )— tiene una tendencia irresist ible a considerar más

claras las ideas que le son úti les m ás fre cue ntem ente ." L aidea con quis ta así un a claridad intrínse ca abu siva. C o n eluso, las ideas se valorizan indebidam ente. U n valor en sí seop on e a la circulación de los valores. Es un fac tor de inerciapa ra el espíritu . A veces un a idea do m in an te po lari za al es-pí ri tu en su tot ali da d. Hace un os veinte años, u n episte-mólogo irreverente decía que los grandes hombres son úti lesa la ciencia en la primera mitad de su vida, nocivos en lasegunda m itad. El ins t into formativo es tan persistente enciertos hombres de pensamiento que no debemos alarmarnospo r esta bo uta de . P er o al fina l el in sti nt o formativo acabapor ceder frente al instinto conservativo. Llega un mo-mento en el que el espíri tu prefiere lo que confirma su sabera lo que lo contradice, en el que prefiere las respuestas a laspreguntas. Entonc es el espír i tu conservat ivo do m ina, y elcrecimiento espiritual se detiene.

Como se ve, no t i tubeamos en invocar los inst intos paraseñalar la cabal resistencia de ciertos obstáculos epistemo-lógicos. Es una concepción que nuestros desarrollos trataránde justificar. Pero, desde ya, hay que darse cuenta que elconocimiento empírico, que es el que estudiaremos casi úni-camente en esta obra, compromete al hombre sensible a tra-vés de todo s los caracteres de su sensibil idad. C u an d o el co-nocimiento empírico se racionaliza, nunca se está seguro deque los valores sensibles primitivos no afecten a los racio-

cinios. D e un a m anera m uy visible, pue de reconocerse quela idea científica demasiado familiar se carga con un con-creto psicológico demasiado pesado, que ella amasa un nú-mero excesivo de analogías, imágenes, metáforas, y que pocoa poco pierde su vector de abstracción, su afi lada punta abs-tracta. E n par ticula r, es caer en un v an o optim ismo ' cu an dose piensa que saber sirve automáticamente para saber, que lacul tura se torna tanto más fáci l cuanto está más extendiday que en fin, la inteligencia, sancionada por éxitos preco-

( ! ) BERGSON-, La Pensée et le MoaM nt, P a r í s , 1 9 3 4 , p . 2 3 1 .

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ees o por simples concursos universitarios, se capitaliza comouna r iqueza mater ia l . Aun admi t iendo que una buena cabe-za escapa al narcisismo intelectual tan frecuente en la cultura

literaria, en la adhesión apasionada a los juicios del gusto,puede seguramente decirse que una buena cabeza es desgracia-da m en te un a cabeza cerrada. Es un pr od uc to de escuela.

En efecto, las crisis del crecimiento del pensamiento im-pl ican un a refun dición total del s is tema del saber. E n to n -ces la cabeza bien hecha debe ser rehecha. C am bi a de es-pecie. Se opo ne a la especie precedente p o r una fu nc ió ndecisiva. A través de las revoluciones espirituales que exige

la invención científica, el hombre se convierte en "una especiematante o , para expresarlo aún mejor, en una especie quenecesita m ut ar , que su fre si no cam bia. Es píri tu alm ente elh om br e necesita necesidades. Si se considerara adecuad am en-te, por ejemplo, la modificación psíquica que se realiza a tra-vés de la comprensión de doctrinas como la Relatividad o laMecánica ondulatoria, quizá no se encontrarían estas expre-siones exageradas, sobre todo si se reflexionara en la realsolidez de la t ie nd a prerrelativista. M as ya volveremos so-

bre estos juicios en nuestro úl t imo capí tulo , cuando habre-mos aportado numerosos ejemplos de revoluciones espir i -tuales.

Se repite también frecuentemente que la ciencia es ávidade unidad, que t iende a unif icar fenómenos de aspecto dis-t into, que busca la sencil lez o la economía en los principiosy en los m étodos. Esta un ida d la encontraría m uy p ro nt o,si pud iera complacerse con ello. P o r el co ntra rio, el progr e-

so c ien t í f ico marca sus más puras e tapas abandonando losfactores fi losófic os de un ificación fácil , tales com o la un ida dde acción del Creador, la unidad de plan de la Naturaleza, laun ida d lógica. E n el hecho, estos factore s de un ida d que aú nactuaban en el pensamiento cient í f ico del s iglo XVIII , ya nose invocan m ás. A l sabio con tem porá neo que quisierareunir la cosmología y la teología se le reputaría muy pre-tencioso.

Y entrando en el detalle mismo de la investigación cien-tífica, frente a una experiencia bien determinada que puedaser regist rada como tal , verdaderamente como una y com-

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pleta, el espíri tu científico jamás se siente impedido de va-riar las condiciones, en una palabra de salir de la contem-plación de lo mismo y buscar lo otro, de dialectizar la ex-

periencia. A sí es com o la Qu ímica m ultiplica y com pleta susseríes homologas, hasta salir de la Naturaleza mater ia l izan-do cuerpos más o menos hipotéticos sugeridos por el pensa-m ien to inv entiv o. E s así com o en todas las ciencias rigu-rosas, un pensamiento ansioso desconfía de las identidadesmás o menos aparentes, para reclamar incesantemente mayorprecisión, ipso facto m ayores ocasiones de dist in gu ir. Preci-sar, rectificar, diversificar, he ahí los t ipos del pensamientodinámico que se alejan de la cert idumbre y de la unidad, y que

en los sistemas homogéneos encuentran más obstáculos queimpulsos. E n resumen , el ho m br e anim ado por el espír itucientífico, sin duda desea saber, pero es por lo pronto parain terrogar mejor .

I I

La noción de obstáculo epistemológico puede ser estudia-da en el desarrollo histórico del pensamiento científico y enla práctica de la educación. E n u n o y o tr o caso, este estu diono es cóm odo . La histo ria, p o r princ ipio, es en efecto hosti la to do juicio no rm ativo . Sin em bargo, s i se quiere juz garla eficacia de un pensamiento, hay que colocarse en un puntode vista no rm ati vo . T o d o lo que se encuentra en la histo riadel pensamiento científico, dista mucho de servir efectiva-

m ente a la evolución de este pe nsa m iento . Ciertos conoci-mientos aun justos, det ienen demasiado pronto a invest iga-ciones útiles. E l episte m ólog o debe, pues, seleccionar los do-cum entos recogidos po r el h is tor iado r. Debe juzg arlo s des-de el punto de vista de la razón y hasta de la razón evo-lucionada, pues solamente en nuestros días es cuando po-demos juzgar plenamente los errores del pasado espir i tual .Por otra parte, aun en las ciencias experimentales, es siemprela interpretación racional la que ubica los hechos en su lu-

gar exacto. Es sobre el eje exp erien cia-ra zón , y en el sentid ode la racionalización, donde se encuentran, al mismo tiem-

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po , el riesgo y el éxito . Só lo la raz óú din am iza a la in-vestigación, pues sólo ella sugiere, más allá de la experienciacomún (inmediata y especiosa), la experiencia científica (in-

directa y fe cu nd a) . Es , pues, el esfu erz o de racionalidad y deconstrucción el que debe atraer la atención del epistemó-logo . El histor iad or de la ciencia debe to m ar las ideascom o hechos. El epistemólogo debe to m ar los hechos com oideas, inser tánd olas en u n sistema de pen sam ientos. U nhecho mal interpretado por una época, s igue siendo unhecho pa ra el his toria do r. Según el epistem ólog o es un obs-táculo, un cont rapensamiento .

Será , sobre todo , p rofundizando la noc ión de obs tácu loepistemológico cómo se otorgará su pleno valor espir i tuala la historia del pen sam iento científico. D em asiado a me-nudo la preocupación por la objetividad, que l leva al histo-riador de las ciencias a repertoriar todos los textos, no llegaa la apreciación de las variaciones psicológicas en la interpre-tación de un m ism o texto. ¡E n un a mism a época, b a jo unamism a palabr a, hay conceptos tan diferentes! L o que nosengaña es que la misma palabra designa y explica al mismo

tiem po . L a designación es la m ism a; la explicación es dif e-rente . P o r e jem plo, a l te léfon o corresponden conceptos quedifieren totalmente para el abonado, para la te lefonista ,para el ingeniero, para el matemático preocupado en lasecuaciones diferenciales de las cor riente s telefó nica s. E l epis-temólogo tendrá, pues, que esforzarse en captar los conceptoscientíficos en efectivas síntesis psicológicas; vale decir, ensíntesis psicológicas progresivas, estableciendo, respecto decada noción, una escala de conceptos, mostrando cómo unconcepto produce otro , cóm o se vincula con otro . Enton cestendrá cierta posibil idad de apreciar una eficacia epistemoló-gica. Y de inm edia to el pen sam iento se prese ntará com o unadificul tad vencida, como un obstáculo superado.

En la educación, la noción de obstáculo pedagógico esigualm ente desconocida. Frecuentem ente me ha chocado elhecho de que los profesores de ciencias, aún más que losotro s s i cabe, n o com prenda n que no se com prenda. Sonpoco numerosos los que han sondeado la psicología del error,de la ignorancia y de la irreflexió n. E l l ibr o de G érar d-V aret

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no ha tenido resonancia (* ). L os profesores de ciencias seimaginan que el espíri tu comienza como una lección, quesiempre puede rehacerse una cultura perezosa repit iendo una

clase, que puede hacerse comprender una demostración re-p i t iéndola p u n to po r pu nto . N o han ref lex ionado sobreel hecho de que el adolescente llega al curso de Física conconocimientos empíricos ya const i tuidos; no se t ra ta , pues,de adquirir una cul tura experimental , s ino de cambiar u n acul tura experimental , de derribar los obstáculos amontonadospo r la vida cotid iana . U n solo eje m plo : el equ il ibrio de loscuerpos f lotantes es objeto de una intuición famil iar que esun a ma rañ a de errores. De una m aner a más o men os clara se

atribuye una actividad al cuerpo que flota, o mejor, al cuerpoque nada. Si se trata con la mano de hundir en el agua untr o zo de m ade ra, éste resiste. N o se atrib uy e fácilme nte esaresistencia al agua . Es, entonces, bas tan te difíci l hacer co m -prender el principio de Arquímedes, en su asombrosa sencil lezmatemática, s í de antemano no se ha cri t icado y desorgani-za do el c o n ju n to im pu ro de las intuiciones básicas. E nparticular, sin este psicoanálisis de los errores iniciales, ja-

más se hará comprender que el cuerpo que emerge y el cuer-po totalmente sumergido obedecen a la misma ley.

De ahí que toda cul tura cient í f ica deba comenzar, comolo explicaremos ampliamente, por una catarsis intelectual yafectiva. Q ued a luego la tarea m ás difíci l : po ne r la cu lturacientífica en esta do de m ovilizac ión pe rm anen te, reempla-zar el saber cerrado y estático por un conocimiento abierto ydinámico, dialectizar todas las variables experimentales, dar

finalmente a la razón motivos para evolucionar.Por otra parte, estas observaciones pueden ser generali-zadas; ellas son más visibles en la enseñanza científica, perotienen cabida en todo esfuerzo educativo. En el transcursode una carrera ya larga y variada, jamás he visto a un educa-do r cambiar de m éto do de educación. U n educador n o tieneel sentido del fracaso, precisamente porque se cree un maes-t ro . Qu ien enseña m an da. D e ahí un a oleada de inst intos.

( ! ) G É R A R D - V A R E T : Essai de Psychologie objective. UIgnoranteet VIrreflexión. P a r í s , 1 8 9 8 .

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Von Monakow y Mourgue han obse rvado ju s t amen te e s t adif icul tad de reforma en los métodos de educación, invocan-d ó el peso de los in sti nt os en los educa dores ( 1 ) . " H a y i n -

dividuos para los cuales todo consejo relativo a los erroresde educación que cometen, es absolutamente inút i l porqueesos llamados errores no son sino> la expresión de un com-por t am ien to in s t in t ivo . " En ve rdad , von M on ak ow yMourgue se refieren a " individuos psicópatas", pero la re la-ción de maestro a alumno es una relación fácilmente pató-gena. El educador y el educ ando partic ipan de un psico-análisis especial. De tod os m odos , el exam en de las fo rm as

inferiores del psiquismo no debe ser descuidado, si se deseancaracterizar todos los elementos de la energía espiritual ypreparar una regulación gnóseo-afectiva indispensable parael pro gre so del espíritu científico. Dte u n a m ane ra m ás pre -cisa; discernir los obstáculos epistemológicos es contribuir afundar los rudimentos de un psicoanál is is de la razón.

I I I

El sentido de estas observaciones generales resaltará me-jor cuando habremos estudiado obstáculos epistemológicosm u y part iculares y dif icul tades bien definidas . He aq uíentonces el plan que seguiremos en este estudio:

La experiencia básica o, para hablar con mayor exacti-tud, la observación básica es siempre un primer obstáculopa ra la cultura científica. E n efecto, esta observación bá -

sica se presenta con un derroche de imágenes; es pintoresca,concreta, natu ral , fácil . N o ha y más que describirla y m a-ravil larse. Se cree entonces com pren derla. C om enz arem osnuestra encuesta caracterizando este obstáculo y poniendo derelieve que entre la observación y la experimentación no haycont inu idad , s ino rup tura .

Inmediatamente después de haber descrito la seducción dela observación particular y coloreada, mostraremos el peli-

( ! ) V O N M O NA KO W et M O U R G U E : [Introduction biologique á l'étu-de de la neurolog ie et de la psychop athologie, p . 8 9 . ]

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gro de seguir las generalidades del primer aspecto, pues comotan bien lo dice d 'Alembert , se generalizan las primeras con-sideraciones, en cuanto no se t iene más nada que considerar.

Veremos así el espíri tu científico trabado desde su nacimien-to po r dos obs táculo s, en cierto sen tido opuestos. Te nd re-mos, pues, la ocasión de captar el pensamiento empírico enuna oscilación l lena de sacudidas y de t irones, y finalmente,to d o desart iculado. M as esta desart iculación to rn a posiblem ovim iento s úti les. D e rrtanera que el epistem ólogo m ism oes juguete de valorizaciones contrarias que se resumiríanbas tante bien en las siguientes objeciones: Es necesario queel pensam iento aband one al em pir i smo inmed ia to . E l pen-

sam iento em pírico ad op ta, entonces, un sistema. Pe ro el pri-mer sistema es falso. Es falso, pero t iene por lo menos la uti-l idad de desprender el pensamiento alejándolo del conoci-miento sensible; el primer sistema moviliza al pensamiento.Entonces el espíri tu, consti tuido en sistema, puede volver ala experiencia con pensamientos barrocos pero agresivos, in-terrogantes, con una especie de ironía metafísica muy mar-cada en los experimentadores jóvenes, tan seguros de sí mis-mos, tan dispuestos a observar lo real en función de sus pro-pia s teor ías. D e la observac ión al sistema, se va así de losojos embobados a los ojos cerrados.

Es por otra parte muy notable que, de una mtanera gene-ral , los obstáculos a la cultura científica se presentan siemprepo r pares. A tal p u n to que podría h ablarse de una ley psi-cológica de la bip ola rid ad de los errores. E n cua nt o unadificul tad se revela importante , puede uno asegurar que alt ra tar de eludir la , se t ropezará con un obstáculo opuesto.Semejante regularidad en la dialéctica de los errores no pue-de prov eni r na tur a lm ente del m u n d o obje t ivo . A nu es t roentender, proviene de la acti tud polémica del pensamientocientífico fr en te al m u n d o de la ciencia. Comlo en u na ac-t ividad científica debemos inventar, debemos encarar el fe-nómíeno desde o tr o p u n to -de vista . M as ha y que legi t imarnuestra invención: entonces concebimos nuestro fenómenocri ticando al fe nó m en o ajeno . Po co a poco, nos vem os con-

ducidos a convertir nuestras objeciones en objetos, a trans-fo rm ar nues tras crít icas en leyes. N os encarnizam os en va-

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riar el fenómeno en el sentido de nuestra oposición al saberaj en o. Es, na tura lm en te, sobre to d o en una ciencia jov endonde podrá reconocerse esta originalidad de mala ley queno hace sino reforzar los obstáculos contrarios.

Cuando habremos bordeado as í nues t ro problema median-te el examen del espíritu concreto y del espíritu sistemático,volverem os hacia obs tácu los algo m ás particulares. En tonc esnuestro plan será necesariamente flotante y no trataremos deevitar las repeticiones, pues está en la naturaleza de un obs-táculo epistemológico ser con fus o y po l im or fo . Es tamb iénmuy difícil establecer una jerarquía de los errores y seguirun orden para describir los desórdenes del pensamiento.

Expondremos, pues, en montón nuestro museo de horrores,dejando al lector el cuidado de pasar por alto los ejemplosaburridos cuando haya comprendido el sent ido de nuestrastesis. E xa m ina rem os sucesivamente el peligro de la expli-cación por la unidad de la naturaleza, por la utilidad de losfenó m eno s naturales. De dicaremo s un ca pítu lo especial par aseñalar el obstáculo verbal, vale decir la falsa explicación lo-grada mediante una palabra explicativa, a través de esa extra-ña inversión que pretende desarrollar el pensamiento anali-zando un concepto, en lugar de implicar un concepto particu-lar en una síntesis racional.

El obstáculo verbal nos conducirá bastante naturalmenteal examen de uno de los obstáculos más difíci les de superar,porque está apoyado en una fi losofía fácil . Nos referimosal sustancíalismo, a la monótona explicación de las propie-dades por la sustancia. Mostraremos entonces que para elfísico y, sin prejuzgar de su valor, para el fi lósofo, el rea-l ismo es una metafísica infecunda, puesto que detiene lainvestigación en lugar de provocarla.

Terminaremos esta primer parte de nuestro l ibro con elexamen de un obstáculo muy especial , que podremos deli-mitar con suma precisión y que, por tanto, nos ofrecerá unejemplo lo más claro posible de la noción de obstáculoepistemológico. Con su nombre completo lo designaremos :el obstácu lo anim ista en tas ciencias físicas.. Ha sido casi

completamente superado por la f ís ica del s iglo XIX; perocomo en los s ig los X V I I y X V I II se presen ta de un m odo

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tal que, a nuestro parecer, constituye un rasgo característicodel espíri tu precientífico, adoptaremos la regla casi absolutade caracterizarlo siguiendo los físicos de los siglos XVII yXVIII . Esta l imitación hará quizá más pert inente a la de-mostración, puesto que se verá el poder de un obstáculoen la misma época en que va a ser superado. Por lo demáseste obstáculo animista no t iene sino una lejana vinculacióncon la mentalidad animista que todos los etnólogos hanexaminado ampliamente. Daremos una gran extensión aeste capítulo precisamente por que podría creerse que nohay en esto sino un rasgo particular y pobre.

Con la idea de sustancia y con la idea de vida, conce-

bidas ambas a la manera ingenua, si introducen en las cien-cias físicas innumerables valorizaciones que contradicen alos verdaderos valores del pensamiento científico. Propon-dremos pues psicoanálisis especiales para desembarazar alespíritu científico de esos falsos valores.

Después de los obstáculos que debe superar el conoci-miento empírico, en el penúlt imo capítulo, l legaremos amostrar las dificultades de la información geométrica y

matemática, las dif icul tades en fundar una Física matemá-tica susceptible de prov ocar descu brim ientos. A hí tam bié n,reuniremos ejemplos tomados de los sistemas torpes, de lasgeometrizaciones desgraciadas. Se verá cómo el falso rigorbloquea al pensamiento, cómo un primer s is tema matemá-tico impide a veces la comprensión de un sistema nuevo. Noslimitaremos por otra parte a observaciones muy elementalespara conservar a nuestro l ibro su aspecto fácil . Por lo de-

más, para completar nuestra tarea en esta dirección, debe-ríamos estudiar, desde el mismo punto de vista crí t ico, laformación del espír i tu matemático. Hemos reservado seme-jante tarea para otra obra. Según nuestro parecer, tal divi-sión es posible porque el crecimiento del espíri tu matemá-tico es muy diferente del crecimiento del espíritu científicoen su esfuerzo para comprender los fenómenos físicos. Enefecto, la historia de las matemáticas es una maravil la de

regularidad. Ella conoce pausas. Ella no conoce períodos deerrores. Ninguna de las tesis que sostenemos en este libro

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apunta pues al conocimiento matemático. No se refieren sinoal conocimiento del mundo objet ivo.

Es este conocimiento del objeto que, en nuestro úl t imo

capí tulo , examinaremos en toda su general idad, señalandotodo lo que puede empañar su pureza, todo lo que puededisminuir su valor educat ivo. Creemos t rabajar así en favorde la moralización de la ciencia, pues estamos íntimamenteconvencidos que el hombre que sigue las leyes del mundoobedece desde ya a un gran destino.

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C A P I T U L O I I

E L P R I M E R O B S T A C U L O : L A E X P E R I E N C I A B A S I C A

I

En la formación de un espíri tu científico, el primer obs-táculo es la experiencia básica, es la experiencia colocadapor delante y por encima de la crítica, que, ésta sí, es nece-sariamente un elemento integrante del espíri tu científico.Puesto que la crí t ica no ha obrado expl íci tamente, en nin-gún caso la experiencia básica puede ser un apoyo seguro.

Ofreceremos numerosas pruebas de la fragi l idad de los cono-cimientos básicos, pero desde ya nos interesa oponernosclaramente a esa filosofía fácil que se apoya sobre un } sen-sual ismo más o menos franco, más o menos novelesco, yque pretende recibir directamente sus lecciones de un datoclaro, l impio, seguro, constante, siempre ofreciéndose a unespíri tu siempre abierto.

He aquí entonces la tesis fi losófica que sostendremos: el

espíri tu científico debe formarse en contra de la Naturaleza,en contra de l 'o que es, dentro y fuera de nosotros, impulsoy enseñanza de la Naturaleza, en contra del entusiasmonatural , en contra del hecho coloreado y vario . El espír i tucient í f ico debe formarse reformándose. Frente a la Natu-raleza sólo puede instruirse purificando las sustancias natu-rales y ordenando los fenómenos revuel tos. La misma Psi-cología se tornaría científica si se tornara discursiva comola Física, si advirt iera que en nosotros mismos, como fuerade nosotros, comprendemos la Naturaleza resis t iéndole. Des-de nuestro punto de vista, ia única intuición legít ima en

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Psicología es la intuición de una inhibición. Mas no es ésteel lugar donde desarrollar esta psicología esencialmente reac-cíonal. Simplemente queremos hacer notar que la psicología

del espíri tu científico que aquí exponemos, corresponde aun t ipo de psicología que podría generalizarse.Es bastante difíci l captar de primera intención el sentido

de esta tesis, pues la educación científica elemental de nues-tros días, ha deslizado entre la naturaleza y el observadorun l ibro bastante correcto, bastante corregido. Los l ibros deFísica, pacientemente recopiados unos de los otros, desdehace medio siglo, ofrecen a nuestros niños una ciencia biensocializada, bien inmovilizada y que, gracias a la perma-nencia muy curiosa del programa de los concursos univer-sitarios, se hace pasar por natural; pero ella no lo es; ellano lo es más. Ya no es la ciencia de la calle y del campo.Es una ciencia elaborada en un mal laboratorio pero queostenta, por lo menos, el fel iz signo del laboratorio. Aveces es el sector de la ciudad que proporciona la corrienteeléctrica y que ofrece así los fenómenos de esa antiphysisen la que Berthelot reconocía los signos de los tiempos

nuevos (Cinquanlenaire scienti f ique, p. 77) ; l as exper ien-cias y los libros están pues ahora parcialmente desligadosde las observaciones básicas.

No ocurría lo mismo durante el período precient í f ico, enel siglo XVIII. En esa época el libro de ciencias podía serun l ibro bueno o malo. Pero no estaba controlado p o r u n aenseñanza oficial . Cuando l levaba el signo de un control ,lo era a menudo de una de aquellas Academias de provincia,

reclutadas entre los espíri tus más enrevesados y más mun-danos. Entonces el l ibro hablaba de la naturaleza, se inte-resaba por la vida cotidiana. Era un l ibro de divulgaciónpara el conocimiento vulgar, sin el telón de fondo espiri tualque a menudo convierte nuestros l ibros de divulgación enlibros de gran vuelo. Autor y lector pensaban a la mismaaltura. La cultura científica estaba como aplastada por lamasa y variedad de los l ibros mediocres, mucho más nume-rosos que los l ibros de valor. Es en cambio muy llamativo

que en nuestra época los libros de divulgación científica seanlibros relativamente raros.

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Abrid un l ibro de enseñanza cient í f ica moderno: en élla ciencia se presenta referida a una teoría de conjunto. Sucarácter orgánico es tan evidente que se hace muy difícil

sal tar capí tulos. En cuanto se han t raspuesto las primeraspáginas, ya no se deja hablar más al sent ido común; yano se atiende más a las preguntas del lector. En él, el Amigolector sería con gusto reemplazado por una severa adver-tencia: ¡Atención, a lumno! El l ibro plantea sus propiaspreguntas . El l ib ro manda .

Abrid un l ibro cient í f ico del s iglo XVIII , advert i ré is queestá arraigado en la vida diaria. El autor conversa con su

lector como un conferenciante de salón. Acopla los inte-reses y los temores naturales. ¿Se trata, por ejemplo, de en-contrar la causa del Trueno? Se hablará al lector del temoral Trueno, se tratará de mostrarle que este temor es vano,se sentirá la necesidad de repetirle la vieja observación: cuan-do estalla el trueno, el peligro ha pasado, pues sólo el rayom ata. A sí dice el l ib ro del abate Pon celet 0 ) en la pri-mera página de la Advertencia: "Al escribir sobre el Trueno,mí principal intención ha sido la de moderar, en cuanto

sea posible, las incómodas impresiones que este meteoroacostumbra ejercer sobre una infinidad de personas de todaedad, de todo sexo y de toda condición. ¿A cuántos he vis-to pasar los días entre violentas agitaciones y las nochesentre mortales inquietudes?" El abate Poncelet consagra unca pítu lo íntegro , que resulta ser el m ás largo del l ibro (pá -ginas 133 a 155), a las Reflexiones sobre el espanto pro-vocado por el trueno. Distingue cuatro t ipos de miedo que

analiza detalladamente. Un lector cualquiera t iene pues al-guna posibilidad de encontrar en el libro elementos de sudiagnóstico. Ese diagnóstico era útil, pues entonces la hos-t i l idad de la naturaleza se presentaba en cierto modo másdirecta. Actualmente nuestras causas de ansiedad dominan-tes son causas humanas. Es del hombre que hoy el hombrepuede recibir sus mayores sufrimientos. Los fenómenos na-turales están boy desarmados porque están explicados. Para

C 1) A B B É P O N C E L E T : La h'ature dans la formation da Tonnerreet la reprodu cción des Étres vivants, 1 7 6 9 .

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valorar la diferencia de los espíritus a un siglo y medio deintervalo, preguntémonos si la página siguiente tomada delWerther de Goethe corresponde todavía a alguna realidad

psicológica: "Antes de finalizar la danza, los relámpagos,que hacía t iempo veíamos bril lar en el horizonte, pero quehasta ese momento yo había hecho pasar por relámpagosde calor, aumentaron considerablemente; y el ruido delt rueno cubrió la música. Tres damas sal ieron precipi tada-mente de las filas, sus caballeros las siguieron, el desordense h iz o general, y los músicos e n m u d e c ie ro n . . . Es a esascausas que atribuyo los extraños gestos que vi hacer a mu-chas de esas damas. La más razonable se sentó en un rincón,

dando la espalda a la ventana y tapándose los oídos. Otra,arrodil lada delante de la anterior, ocultaba su cabeza entrelas rodillas de aquélla. Una tercera se había deslizado entresus dos hermanas, a las que abrazaba derramando un to-rrente de lágrimas. Algunas querían volver a sus casas; otras,aún más extraviadas, ya ni mantenían la suficiente pre-sencia de ánimo para defenderse de la temeridad de algu-nos jóvenes audaces, que parecían muy ocupados en recoger

en los labios de estas hermosas afligidas las plegarias queellas, en su pavor, dirigían al cielo. . .". Creo que pareceríaimposible incluir semejante narración en una novela con-temporánea. Tanta pueri l idad acumulada parecería i rreal .En nuestros días, e l miedo al t rueno está dominado. Noactúa sino en la soledad. Ya no puede turbar una sociedadpues, socialmente, la doctrina del trueno está totalmenteracionalizada; las vesanías individuales ya no son más quesingularidades que se ocultan. La gente se reiría de la dueña

de casa de Goethe que cierra los postigos y corre las cortinaspara proteger un baile.

La clase social de los lectores obliga a veces a un tonoparticular en el l ibro precientífico. La astronomía para lagente de mundo debe incorporar las bromas de los grandes.Un erudito de una gran paciencia, Claude Comíers, comien-za con estas palabras su obra sobre los Cometas, obra fre-cuentemente citada en el transcurso del siglo: "Puesto que

en la Corte se ha debatido con calor si Cometa era machoo hembra, y que un mariscal de Francia, para dar término

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al diferencio de los Doctos, dictaminó que era necesario le-vantar la cola de esa estrella, para saber si debía tratárselede el o la. . ." (*) . Sin duda un sabio moderno no ci taría

la opinión de un mariscal de Francia. Y tampoco prose-guiría, interminablemente con bromas sobre la cola o labarba de los Cometas: "Como la cola , según el refrán, s iem-cre es lo más duio de pelar, la de los Cometas ha dadosiempre tan to t raba jo para expl icar como e l nudo Gordianopara desa tar" .

En el siglo XVII las dedicatorias de los l ibros científicosson, si cabe, de una adulación más pesada que aquellas de

los l ibros l i terarios. En todo caso, el las son aún más cho-cantes para un espíri tu científico moderno indiferente a lasautoridades pol í t icas. Demos un ejemplo de estas inconce-bibles dedicatorias. El señor de La Chambre de'dica a Ri-chelieu su l ibro sobre la Digestión: "Sea como quiera, Mon-seño r, es u n a cosa cierta que os debo los conoc im iento s quehe adqui r ido en esta materia" (sobre el estómago). Y heaquí de inmediato la prueba: "Si yo no hubiera visto loque usted hizo con Francia , jamás me habría imaginado

que exist iera en el cuerpo un espíri tu que pudiera ablan-dar las cosas duras, endulzar las amargas y unir las dife-rentes; que f inalmente pudiera derramar el v igor y la fuerzapor todas partes , d ispensándoles tan exactamente todo lonecesario". Así el estómago es una especie de Rjichelieu, pri-mer min is t ro de l cuerpo humano.

A veces hay intercambio de puntos de vista entre el autory sus lectores, entre los curioso* y los sabios. Por e j emplo ,

en 1787, se publ icó una correspondencia comple ta ba jo t isiguiente t í tulo: "Experiencias realizadas sobre las propie-dades de los lagartos, ya en carne como en l íquidos, parael tratamiento de )as enfermedades venéreas y herpéticas".Un viajero ret i rado, de Pontarl ier , asegura haber visto ne-gros de la Luisiana curarse del mal venéreo "comiendo ano-

C 1) CLAUDE COMIERS: La Nature et présage des Cometes. O u v r a g e

mathémal i que , phys i quc , ch i mi que e t h i s tor i que , enr í ch i des prophét i e sdes derniers s iccles, et de ¡a fabrique des grandes lunettes, L y o n , 1665.[ p . 7 - 7 4 ] ,

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3ís". Preconiza esa cura. El régimen de tres lagartos pordía conduce a resultados maravil losos que son señaladosa Vicq d 'Azyr. En varias cartas Vicq d 'Azyr agradece a

su corresponsal.La masa de erudición que debía arrastrar un l ibro cien-

t í f ico del s iglo XVIII , perjudica al carácter orgánico dell ibro. Bastará un solo ejemplo para señalar este rasgo bienconocido. El Barón de Marivetz y Goussier , debiendo t ra-tar del fuego en su célebre Physique da Monde (Par í s ,1780) , se s ien ten honrados y ob l igados a examinar 46teorías diferentes antes de proponer una buena, la propia .

Precisamente, la reducción de la erudición puede ser el índicede un buen l ibro científico moderno. Esa reducción per-mite apreciar la diferencia psicológica de las épocas cientí-f icas. Los autores de los s iglos XVII y XVIII c i tan a Pl íniomás de lo que nosotros citamos a esos autores. Es menorla distancia de Plinio a Bacon que de Baeon a los científicoscontemporáneos. El espíri tu científico sigue una progresióngeométrica y no una progresión ari tmética.

La ciencia moderna, en su enseñanza regular, se apartade toda referencia a la erudición. Y hasta de mala ganada cabida a la historia de las ideas científicas. Organismossociales como las Bibliotecas universitarias, que acogen sinmayor crítica obras literarias o históricas de escaso valor,apartan los l ibros cient í f icos de t ipo hermético o puramenteuti l i tario. En vano he buscado l ibros de cocina en la Bi-blioteca de Dijon. En cambio las artes del desti lador, delperfumista , del cocinero dieron lugar en el s iglo XVIII a

numerosas obras cuidadosamente conservadas en las bibl io-tecas públicas.El mundo de la c iencia contemporáneo es tan homogé-

neo y tan bien protegido, que las obras de alienados y de es-pír i tu s t rastornado s dif íc i lmen te encu entran edi tor . N o ocu-rría lo mismo hace ciento cincuenta años. Tengo a la vistaun l ib ro t i tu lado: "Et microscopio moderno, para desembro-llar la naturaleza mediante el fi l tro de un nuevo alambiquequímico". El autor es Charles Rabiqueau, abogado del Par-lamento, ingeniero-ópt ico del Rey. El l ibro ha sido publ i -cado en París en 1781. En él se ve el Universo rodeado de

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llamas infernales que producen las destilaciones. El sol estáen el centro, y t iene solamente cinco leguas de diámetro."La luna no es un cuerpo, sino un simple reflejo del fuego

solar en la bóv eda aérea." A sí ha g eneralizado el óp ticodel Rey la experiencia realizada con un espejo cóncavo."Las est rel las no son sino el rompimiento entrecortadode nuestros rayos visuales sobre diferentes burbujas aéreas."Se reconoce en esto una sintomática acentuación del poderde la mirada. Es el t ipo de una experiencia subjetiva pre-dominante que habrá que rectificar para l legar al conceptode estrella objetiva, de estrella indiferente a la mirada quela contempla. Muchas veces, en el Asilo, he visto a enfer-

mos que desafían al sol con la mirada como hace Rabiqueau.Sus locuras encontrarían dif íc i lmente un edi tor . No encon-trarían un abate de la Chapelle quien, después de haberleído, por orden del Cancil ler, una elucubración semejante,al darle el sello oficial , la juzga en los siguientes términos:siempre se había pensado "que los objetos venían de algunamanera al encuentro de los ojos; Rabiqueau invierte la pers-pectiva, es la facultad de ver la que va al encuentro del

o bj et o . . . la obra de Rabiqu eau anuncia una M etafís icacorregida, prejuicios vencidos, costumbres más depuradas,q ue c or on an a s u t r a b a j o O " .

Estas observaciones generales sobre los l ibros de primerainstrucción son quizá suficientes para señalar la diferenciaque existe, ante el primer contacto con el pensamiento cien-tífico, entre los dos períodos que queremos caracterizar. Sise nos acusara de ut i l izar autores bastante malos, o lvidando

los buenos, responderíamos que los buenos autores no sonnecesariamente aquellos que t ienen éxito y que puesto quenecesitamos estudiar cómo nace el espíri tu científico bajola forma l ibre y casi anárquica —en todo caso no escola-r izada— ta l como ocurr ió en e l s ig lo XVIII , nos vemosobligados a considerar toda la falsa ciencia que aplasta ala verdadera, toda la falsa ciencia en contra de la cual, pre-

(* ) CHARLES RABIQU EAU: Le microscope m oderne pour debroui-ller la nature par te filtre d'un nouvel alambique chymique, ou Vonvoit un nouoeau m échanisme physique universel. Pa r í s , 1 7 8 1 , p á g . 2 2 8 .

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cisamente, ha de consti tuirse el verdadero espíri tu científico.En resumen, el pensamiento precientífíco está "en el siglo".Pero no es regular como e l pensamiento c ien t í f ico formado

en los laboratorios oficiales y codificado en los l ibros es-colares. Veremos como la misma conclusión se impone desdeun punto de vista a lgo diferente .

I I

En efecto Mornet ha mostrado bien, en un l ibro des-pierto, el carácter mundano de la ciencia del siglo XVIII.

Si volvemos sobre el tema es simplemente para agregaralgunos matices relativos al interés, en cierto modo pueri l ,que entonces suscitaban las ciencias experimentales, y paraproponer una interpretación particular de ese interés. Aeste respecto nu estra tesis es la sigu ien te: A l satisfacerla curiosidad, al multiplicar las ocasiones de la curiosidad,se traba la cultura científica en lugar de favorecerla. Sereemplaza el conocimiento por la admiración, las ideas por

las imágenes.Al tratar de revivir la psicología de los observadores en-tretenidos veremos instalarse una era de facil idad que eli-minará del pensamiento cient í f ico el sentido del problema,y por tan to e l nerv io de l p rogreso . Tomaremos numerososejemplos de la ciencia eléctrica y veremos cuán tardíos yexcepcionales han sido los intentos de geometrización enlas doctrinas de la electricidad estática, puesto que huboque llegar a la aburrida ciencia de Coulomb para encontrarlas primer'as leyes científicas de la electricidad. En otras pa-labras, al leer los numerosos libros dedicados a la cienciaeléctrica en el siglo XVIII, el lector moderno advertirá,según nuestro modo de ver, la 'd i f icul tad que signif icó aban-donar lo pintoresco de la observación básica, decolorar elfenómeno eléctrico, y despejar a la experiencia de sus carac-teres parásitos, de sus aspectos irregulares. Aparecerá en-tonces claramente que la primera empresa empírica no da

ni los rasgos exactos de los fenómenos, ni una descripciónbien ordenada, bien jerarquizada de los fenómenos.

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U n a vez ad m iti do el m isterio de la electricidad — y ess iempre muy ráp ido admi t i r un mis te r io como ta l —laelectricidad dió lugar a una "ciencia" fácil , muy cercana a

la historia natural y alejada de los cálculos y de los teo-remas que, después de los Huygens y los Newton, inva-dieron poco a poco a la mecánica, a la óptica, a la astrono-mía. Todavía Priest ley escribe en un l ibro t raducido en1771: "Las experiencias eléctricas son, entre todas las que

ofrece la física, las más claras y las más agrada bles" . A síesas doctr inas primit ivas, que se referían a fenómenos tancomplejos, se presentaban como doctrinas fáciles, condiciónindispensable para que fueran entretenidas, para que inte-

resaran a l públ ico mundano. O también , para hablar comofi lósofo, esas doctr inas se presentaban bajo el s igno de unempirismo evidente y profundo. ¡Es tan cómodo, para lapereza intelectual , refugiarse en el empirismo, l lamar a unhecho un hecho, y vedarse la investigación de una ley! Aúnhoy todos los malos alumnos del curso de f ís ica "compren-den" las fórmulas empíricas. El los creen fáci lmente quetodas las fórmulas, aun aquel las que provienen de una teo-

ría sól idamente organizada, son fórmulas empíricas. Seimaginan que una fórmula no es s ino un conjunto de nú-meros en expectativa que es suficiente aplicar en cada casopart icular . Además, ¡cuán seductor es e l empirismo de estaelectricidad primera! Es un empirismo no sólo evidente, esu n empirismo coloreado. No hay que comprenderlo , sólobasta verlo. Para los fenómenos eléctricos, el l ibro delmundo es un l ibro en colores. Basta hojearlo sin necesidadde prepararse para recibir sorpresas. ¡Parece en ese dominio

tan seguro decir que jamás se hubiera previsto lo que se ve!Dice precisamente Priest ley: "Quienquiera hubiera l legadop or algún raciocinio (a predecir la con m oció n eléctrica) h u -biera sido considerado un gran genio. Pero los descubri-mientos eléctricos se deben en tal medida al azar, que esmenos el efecto del genio que las fuerzas de la Naturaleza,las que exci tan la admiración que le otorgamos"; s in duda,en Priestley es una idea fija la de referir todos los descu-

brimientos científicos al azar. Hasta cuando se trata de susdescubrimientos personales, realizados pacientemente con

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una ciencia de la experimentación química muy notable,Priestley se da el lujo de borrar los vínculos teóricos quelo condujeron a preparar experiencias tan fecundas. Hay

una voluntad ta l de f i losofía empírica, que el pensamientono es casi más que una especie de causa ocasional de la ex-periencia. Si se escuchara a Priestley, todo lo ha hecho elazar. Según él , la suerte priva sobre la razón. Entreguémo-nos pues al espectáculo. No nos ocupemos del Físico, queno es sino un director de escena. Ya no ocurre lo mismoen nuestros días, en los que la astucia del experimentador,el rasgo de genio del teórico des pier tan la ad m irac ión . Ypara mostrar c laramente que el origen del fenómeno provo-cado es humano, es e l nombre del experimentador el quese une — y sin duda p ara la e tern idad — al efecto que haconstruido. Es el caso del efecto Zeeman, del efecto Stark,del efecto R am an , del efecto C om pt on y tam bién del efectoCabannes-Daure que podría servir de ejemplo de un efectoen cierto modo social, producto de la colaboración de losespíri tus.

El pensamiento precientífico no ahinca en el estudio de

un fenómeno bien circunscrito. No busca la variación, sinola variedad. Y es éste un rasgo pa rticu larm en te caracterís-tico; la investigación de la variedad arrastra al espíritu deun objeto a otro , s in método; e l espír i tu no apunta enton-ces sino a la extensión de los conceptos; la investigación dela variación se l iga a un fenómeno particular, trata de ob-jetivar todas las variables, de probar la sensibil idad de lasvariables. Esta investigación enriquece la comprensión del

concepto y prepara la matematización de la experiencia.Mas veamos el espíri tu precientífico en demanda de varie-dad. Basta recorrer los primeros libros sobre la electricidadpara que l lame la atención el carácter heteróclí to de los ob-jetos en los que se investigan las propiedades eléctricas. Noes que se convierta a la electricidad en una propiedad gene-ral: paradójicamente se la considera una propiedad excep-cional pero l igada al mismo tiempo a las sustancias másdiversas . En pr imera l ínea —natura lmente— las p iedraspreciosas; luego el azufre, los residuos de la calcinación yde la destilación, los belemnites, los humos, la llama. Se

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trata de vincular la propiedad eléctrica con las propiedadesdel primer aspecto. Después de haber hecho el catálogo delas sustancias susceptibles de ser electrizadas, Boulanger de-duce la conclusión que "las sustancias más quebradizas ymás transparentes son siempre las más eléctricas" ( x ). Sepresta siempre una gran atención a lo que es natural. P o rser la electricidad un principio natural, se c reyó por un mo-mento disponer de un medio para dist inguir los diamantesverdaderos de los falsos. El espíri tu precientífico quieresiempre que el producto natural sea más rico que el pro-ducto art ificial .

A esta construcción científica completamente en yuxta-

posición, cada uno puede aportar su piedra. Ahí está lahistoria para mostrarnos el entusiasmo por la e lectr ic idad.Todos se interesan, hasta e l Rey. En una experiencia degala ( 2 ) el abate Nollet "en presencia del Rey, da la con-moción a ciento ochenta de sus guardias; y en el conven-to de los Car tu jos de Par í s , toda la comunidad formó unalínea de 900 toesas, mediante un alambre de hierro entrecada p e r s o n a . . . y cua nd o se descargó la botel la , toda la

compañía tuvo en el mismo instante un est remecimientosúbi to y todos sint ieron igualmente la sacudida". La expe-riencia, ahora, recibe su nombre del público que la con-templa, "si muchas personas en rueda reciben el choque,la exper ienc ia se denomina los Conjurados" (p . 184) .Cuando se l legó a volati l izar a los diamantes, el hechopareció asombroso y hasta dramático a las personas de ca-l idad. Macquer hizo la experiencia ante 17 personas. CuandoDarcet y Rouelle la retomaron, asist ieron a ella 150 per-sonas (E nc y c l opé d i e . A r t . D i a m a n t ) .

La botella de Leiden provo có un verda dero estupor ( 3 ) ."Desde el año mismo en que fué descubierta, muchas per-sonas, en casi todos los países de Europa se ganaron la vidamostrándola por todas partes. El vulgo, de cualquier edad,sexo y condición, consideraba ese prodigio de la naturale-

( ! ) P R I E S T L E Y , Histoire de l'electricité, t r a d ., 3 t o m o s , P a r í s , 1 7 7 1 .

T . I , p á g . 2 3 7 .( 2 ) Loe. cit.. t . I , p . 181.( 3 ) Loe. cit., t . I , p . 156.

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za con sorpresa y adm irac ión" (*) . " U n E m perador sehabr ía conformado de ob tener , como en t radas , l as sumasque se dieron en chelines y en calderilla para ver hacer laexperiencia de Leiden". En el transcurso del desarrollo cien-tífico, sin duda se verá una uti l ización foránea de algunosdescubrimientos. Pero hoy esta uti l ización es insignificante.L o s demostradores de rayos X que, hace unos treinta años,se presentaban a los directores de escuela para ofrecer unpoco de novedad a la enseñanza, no hacían ciertamentefortunas imperiales. En nuestros días parecen haber desapa-recido totalmente. En lo sucesivo, por lo menos en las cien-cias físicas, el charlatán y el científico están separados por

un ab ismo.En el s iglo XVIII la c iencia interesa a todo hombre

culto. Se cree instintivamente que un gabinete de historianatural y un laboratorio se instalan como una bibl ioteca,según las ocasiones; se tiene confianza; se espera que loshallazgos individuales se coordinen casualmente por sí mis-mos. ¿No es acaso la Naturaleza coherente y homogénea?Un au tor anónimo, veros ími lmente e l aba te de Mangin ,

presenta su Historia general y particular de la electricidadcon este subt í tulo muy Sintomático: "O de lo que algunosfísicos de Europa han dicho de úti l e interesante, de curiosoy divertido, de gracioso y festivo". Subraya el interés mun-dano de su obra, pues si se estudian sus teorías, se podrá"decir algo claro y preciso sobre las diferentes cuestionesque diariamente se debaten en el mundo, y respecto de lascuales las Damas mismas son las primeras en plantear pre-gu nt as . . . A l cab allero que an tes para hacerse conocer enlos círculos sociales, le era suficiente un poco de voz y un

' buen por te, en la ho ra actua l está ob liga do a conocer porlo menos un poco su Réaumur, su Newton , su Des-cartes" ( 2 ) .

E n s u Tableau annuet des progres de la Physique, oel'Histoire naturelle e t des Arts, año 1772, Dubois d ice r t s

( 1 ) Loe. cit., t . III , p . 122.

( 2 ) Sin nom bre de autor, Histoire genér ate et particulüce de l'éíec-tricité, 3 partes. París, 1 7 5 2 . 2* parte, ps. 2 y 3 .

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pecto de la electricidad (p. 1 5 4 -1 7 0 ) : "C ad a Físico repit iólas experiencias, cada uno quiso asombrarse por sí mis-m o . . . Ustedes saben que el M arq ués de X . t iene un he r-moso gabinete de Física, pero la Electricidad es su locura,y si aún reinara el paganismo con seguridad elevaría altareseléctricos. Conocía mis gustos y no ignoraba que tambiényo estaba atacado de Electromanía. Me invi tó pues a unacena en la que se encontrarían, me dijo, los grandes bonetesde la orden de los electrizadores y electrizadoras". Desea-ríamos conocer esta electricidad hablada que sin duda reve-laría más cosas sobre la psicología de la época que sobresu ciencia.

Poseemos informaciones más detal ladas sobre el almuer-zo eléctrico de Fr an kl in (ver Letters, p. 35) , Pr ies t ley lonarra en estos términos ( J ) : "mataron un pavo con la con-moción eléctrica, lo asaron, haciendo girar eléctricamente alasador, sobre un fue go encen dido m edia nte la botella eléc-trica; luego bebieron a la salud de todos los electricistascélebres de Inglaterra, Holanda, Francia y Alemania envasos electrizados y al son de una descarga de una batería

eléctrica". El abate de Mangin, como tantos otros, cuentaeste prodigioso almuerzo. Y agrega (1 ? parte , p. 1 8 5 ) :"Pienso que si a lguna vez Frankl in hiciera un viaje a París ,no dejaría de coronar su magnífica comida con un buencafé, b ien y fuertem ente electr izado". E n 19 36 , un m inist r oinaugura una aldea electrificada. También é l absorbe unalmuerzo eléctrico y no se encuentra por eso peor. El hechot iene buena prensa, a varias columnas, probando así que losintereses pueriles son de todas las épocas.

Por otra parte se siente que esta ciencia dispersa a travésde toda una sociedad culta, no consti tuye verdaderamenteu n mundo del saber. El labora tor io de la Marquesa du Chá-telet en Cirey-sur-Blaise, elogiado en tantas cartas, no t ieneen absoluto nada de común, ni de cerca ni de lejos, con ellaboratorio moderno, en el que toda una escuela t rabaja deacuerdo a un programa preciso de investigaciones, como loslaboratorios de Liebíg o de Ostwald, e l laboratorio del fr ío

( ! ) P R I E S T L E Y : toe. cit., t . I I I , p , 1 6 7 . •

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de Kammerl ing Onnes, o e l laboratorio de la Radioact ivi-dad de M m e Curie. E l teatro de Cirey -sur-B laise es u n tea-tro; el laboratorio de Cirey-sur-Blaise no es un laboratorio.Nada le otorga coherencia, ni el dueño, ni la experiencia.No tiene otra cohesión que la buena estada y la buena mesapróximas. Es un pretexto de conversación, para la veladao el salón.

De una manera más general , la ciencia en el siglo XVIIIno es una vida, ni es una profesión. A fines de siglo, Con-dorcet opone aún a este respecto las ocupaciones del juris-consulto y las del matemático. Las primeras alimentan asu hombre y reciben así una consagración que falta en las

segundas. Por otra parte, la línea escolar es, para las ma-temáticas, una línea de acceso bien escalonada que por lomenos permite dist inguir entre a lumno y maestro , y daral alumno la impresión de la tarea ingrata y larga que t ieneque cubrir. Basta leer las cartas de M m e d u Ch atelet paratener múltiples motivos de sonrisa ante sus pretensiones ala cul tura matemática. El la plantea a Maupertuis , haciendomimos, cuest iones, que un joven alumno de cuarto año re-suelve hoy sin dificultad. Estas matemáticas melindrosasse oponen totalmente a una sana formación cient í f ica .

I I I

En el instante mismo en que este público cree dedicarsea ocupaciones serias, permanece frivolo. Hay que mantener-lo interesado i lust rando el fenómeno. Lejos de ir a lo esen-cial se aumenta lo pintoresco: se fi jan alambres en la esferade médula de saúco para obtener una araña eléctrica. Es si-guiendo un movimiento epistemológico inverso, volviendohacia lo abstracto, arrancando las patas de la araña eléctrica,cómo Coulomb encontrará las leyes fundamentales de laelectrostática.

Esta imaginería de la ciencia naciente divierte a los me-jores espíritus. En centenares de páginas Volta describe a

sus corresponsales las maravillas de su pistola eléctrica. E lnombre complejo que le da es, por sí solo, un signo bien

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claro de la necesidad de sobrecargar el fenómeno esencial.Frecuentemente la denomina: "pistola e léctr ico-flogo-neu-mática". En cartas dirigidas al marqués Francesco Castell i ,insiste en estos términos sobre la novedad de su experien-cia: "Si es curioso ver cargar una pistola de vidrio vertien-do y volviendo a verter granos de mijo, y verla dispararsin mecha, sin batería, sin pólvora, elevando simplementeun pequeño disco; lo es mucho más, y el asombro entoncesse une a la diversión, ver cómo una sola chispa eléctricadescarga un a serie de pistolas co m unica das entre sí" O •

Para interesar, se busca sistemáticamente el asombro. Seacumulan contradicciones empíricas. Un t ipo de hermosa

experiencia , est i lo s iglo XVIII , es la de Gordon" que infla-ma l íquidos alcohólicos m ediante un ch orro de ag ua " (P hi í .Tcans., Abrídged, vol . 10, p . 276). Igualmente, d icePriestley ( 2 ) , e l doctor W at so n: " in f lam a el a lcohol . . .mediante una gota de agua fría, espesada con un mucílagohecho de granos de hierba pulguera, y hasta por medio delh i e lo" .

A través de tales contradicciones empíricas, de fuego en-

cendido con agua fría o con hielo, cree discernirse el carác-ter misterioso de la Naturaleza. ¡Ni un solo l ibro, en els iglo XVIII , que no se crea obl igado de hacer temblar larazón frente a este misterioso abismo de lo incognoscible,que no juegue con el vértigo que se siente frente a las pro-fundidades de lo desconocido! La primera atracción es laque nos debe fascinar. "Con lo natural y lo úti l de la his-toria, dice el abate de Mangin, la electricidad parece reunir

en ella todos los encantos de la fábula, del cuento, de lamagia, de la novela, de lo cómico o de lo trágico". Paraexplicar el origen del prodigioso interés que de inmediatodespertó la electricidad, Priestley escribe ( 3 ) : "Aquí vemosel curso de la Naturaleza, en apariencia, totalmente inver-t ido en sus leyes fundamentales y por causas que parecen

(!) Lettres d'Alexan dre Volta sur l'air ¡nflamm able des m arais,t ra d . O s o r b i er , 1 7 7 8 , p . 1 6 8 .

( 2 ) PRIESTLEY: loe. cit., t . I , p . 142 .(3) PRIESTLEY: loe. cit., t . I I I , . p . 1 2 3 .

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las más débiles. Y no sólo los mayores efectos son produ-cidos por causas que parecen poco considerables, sino quelo son por aquellas con las cuales no parecen tener vincu-

lación alguna. Aquí, en contra de los principios de la gra-vedad, se ven cuerpos que se atraen, se repelen y se mantie-nen suspendidos por otros, se ven cuerpos que han adqui-r ido ese poder por un débi l frotamiento, mientras que otroscuerpos, con el mismo frotamiento, producen efectos total -mente opuestos. Aquí se ve un trozo de metal frío, o hastael agua o el hielo, lanzar grandes chispas de fuego, hastae l pun to de encender va r i a s sus t anc ias i n f l amab les . . . "Esta últ ima observación comprueba bien la inercia de laintuición sustancialista que estudiaremos más adelante. Iner-cia que se sindica bastante claramente como un obstáculoa la comprensión de un fenómeno nuevo: en efecto ¡quéestupefacción ver el hielo, que no "contiene" fuego en susustancia, lanzar no obstante chispas! Recordemos, pues,este ejemplo en el cual la sobrecarga concreta enmascara laforma correcta, la forma abstracta del fenómeno.

Una vez lanzada hacia el reino de las imágenes contra-dictorias, la fantasía condensa fácilmente las maravil las.Hace converger las posibil idades más inesperadas. Cuandose ut i l izó el amianto incombust ible para fabricar mechaspara lámparas que no se consumían, se esperó encontrar"lámparas eternas". Para ello bastaría, se pensaba, aislar elaceite de amianto que sin duda dejaría de consumirse comola mecha de amianto. Se encontrarían numerosos ejemplosde convergencias tan rápidas y tan inconsistentes, en el fun-

damento de ciertos proyectos de adolescentes. Las anticipa-ciones científicas, tan en boga en un público l i terario quecree encontrar en ellas obras de divulgación positiva, proce-den según los mismos art i f ic ios, yuxtaponiendo posibi l ida-des más o menos disparatadas. Todos esos mundos que au-mentan o disminuyen por simple variación de escala sevinculan, como lo dice Régis Messac en su bonito estudiosobre Micromégas (*) a "lugares comunes que, con todo,

( ! ) RÉGIS M E S S A C : Micromégas, N í m e s , 1 9 3 5 , p . 2 0 .

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corresponden a tendencias tan naturales del espíri tu huma-no, que siempre se volverían a ver con placer, que siemprese podrán repetir con éxito ante un público complaciente,

por poco que se ponga en ello alguna habil idad o que enla presentación se aporte una apariencia de novedad." Estasanticipaciones, estos viajes a la Luna, estas fabricacionesde monstruos y de gigantes son, para el espíri tu científico,verdaderas regresiones infantiles. A veces divierten, perojamás ins t ruyen .

A veces puede verse la explicación fundada íntegramentesobre la sobrecarga de los rasgos parásitos. Así se preparanverdaderas aberraciones. Lo pintoresco de la imagen arrastrala adhesión a una hipótesis no verificada. Por ejemplo, ala mezcla de l imadura de hierro y de flor de azufre se lerecubre con tierra, en la cual se planta césped: entonces,¡salta verdaderamente a la vista qu<e estamos frente a unvolcán! Sin ese adorno, sin esa vegetación, la imaginaciónse sentiría, parece, descaminada. Pero he ahí que está guia-da; no tendrá más que di la tar las dimensiones y "compren-derá" e l Vesubio proyectando lava y humo. Un esp í r i tu

sano deberá confesar que no se le ha mostrado sino unareacción exotérmica, la simple síntesis del sulfuro de hierro.Eso y nada más que eso. Nada tiene que ver la física delglobo con este problema de química.

He aquí otro ejemplo donde el detalle pintoresco ofrecela ocasión de una explicación intempestiva. En una nota(p. 200) del l ibro de Cúvallo, quien relata experienciasa menudo ingeniosas, se encuentra la siguiente observa-

ción (

J

) : Después de haber estudiado "el efecto del choqueeléctrico que se produce sobre un cartón o sobre otro cuer-po", agrega: "Si se carga la placa de cristal con pequeñosmodelos en relieve de casitas o de otros edificios, la sacudidaque provocará el choque eléctrico, representará bastante na-turalm ente un tem blor de t ierra". La misma imaginería ,t ra ída ahora como una prueba de la eficacia de los para-temblores de tierra y de los paravolcanes, se encuentra en

( ! ) T I B É R E C A V A L L O : Traité complet d'electrícité, trad. , París ,1 7 8 5 .

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el art ículo de la Encyclopédie: Trembíements de ierre: "Heimaginado, dice el abate Bertholon, y hecho ejecutar unapequeña máquina que representa una ciudad a la que sacudeun temblor de t ierra, y que está preservada en cuanto secoloca el paratemblor de t ierra o el preservador". Se ve porotra parte como en Cavallo y en el abate Bertholon el fe-nómeno, demasiado f igurado, de una simple vibración f ís icaprovocada por una descarga eléctrica conduce a explicacionesaventuradas .

A través de imágenes tan simplistas se llega a síntesisex trañ as. Ca rra es el au to r de una explicación general quevincula la aparición de los animales y de los vegetales con

la fuerza centrífuga, que, según él , está emparentada con lafuerza eléctrica. Es así como los cuadrúpedos, primitiva-mente confinados en una crisálida "se levantaron sobre suspies, debido a la misma fuerza eléctrica que desde hacíatiempo los solici taba y comenzaron a marchar sobre elsuelo desecado" ( J ) . Ca rra no va m uy lejos para legi t ima resta teoría. "La experiencia del hombrecito de cartón levan-tado y balanceado en el aire ambiente por las vibraciones

de la máquina eléctrica, explica bastante claramente cómolos animales con pie y con patas fueron levantados sobresus piernas, y cómo el los cont inúan, unos a marchar o co-rrer, otros a volar. Así la fuerza eléctrica de la atmósfera,continuada por la rotación de la t ierra sobre sí misma, esla verdadera causa de la facultad que tienen los animalesde mantenerse sobre sus pies". Es bastante fácil de imaginarque un niño de ocho años, con tal de tener a su disposiciónun vocabulario pedante , pueda desarrol lar pamplinas seme-

jantes. Pero es más asombroso en un autor que at rajo amenudo la atención de las sociedades científicas y que escitado p o r los m ejores autores ( 2 ) .

En verdad no nos imaginamos bien la importancia queel s iglo XVIII a t r ibuía a los autómatas. Figuri tas de cartón

( ! ) C A R R A : Nouveaux Principes de Physique, dediés au PrinceR o y a l de Prusse . 4 to m o s , 1 7 8 1 ( lo s do s pr im ero s ) , 1 7 8 2 el 3" , 1 7 8 3e l 4 ' t . IV , p . 2 5 8 .

( - ) B A R O N D E M A R I V E T G Z E T G O U S S I E R : Physique du Monde,Pa rí s , 1 7 8 0 , 9 to m o s , t . V , p . 5 6 .

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que "danzan" en un campo eléctrico, parecen, por su mo-vimiento sin causa mecánica evidente, aproximarse a la vida.Voltaire l lega hasta a decir que el flautista de Vaucanson

está más cerca del hombre, que el pólipo del animal. Parael mismo Voltaire la representación exterior, por imágenes,pintoresca, refleja semejanzas íntimas y ocultas.

Un autor importante , de Marivetz , cuya obra ha ejerci-do una gran influencia en el s iglo XVIII , ha desarrol ladoteorías grandiosas apoyándose sobre tales imágenes incon-sistentes. Propuso una cosmogonía fundada sobre la rota-ción del sol sobre sí mismo. Es esa rotación la que deter-mina los movimientos de los planetas. De Marivetz consi-dera los movimientos planetarios como movimientos enespiral "tanto menos curvos cuanto más los planetas se ale-jan del Sol". No t i tubea pues, a fines del siglo XVIII, aoponerse a la ciencia newtoniana. En este caso, tampocose va muy lejos para buscar las pruebas que se estimansuficientes. "Los soles que construyen los pirotécnicos ofre-cen una imagen sensible de las precesiones y de las espiralesde las cuales estamos hablando. Para producir esos efectos,

es suficiente que los cohetes que adornan la circunferenciano estén dirigidos hacia el centro, pues en ese caso el solno podría girar alrededor de su eje y las trayectorias decada cohete formarían rayos rectilíneos; pero si los cohetesson oblicuos a la circunferencia, el movimiento dé rotaciónse une al de la explosión de los cohetes, y la trayectoriase convierte en una espiral que es tanto menos curva, cuantose hunde más le jos del centro".

¡Qué curioso vaivén de las imágenes! El sol de los piro-técnicos ha recibido su nombre del astro solar. Y he aquíque, por una recurrencia extraña, ¡ofrece una imagen parailustrar una teoría del sol! Tales cruzamientos entre lasimágenes son frecuentes cuando no se psicoanaliza la imagi-

; "nación. U n a ciencia que acepta las imágenes es, más qu e^cualquier otra, víctima de las metáforas. Por eso el espíri tu"científico debe incesantemente luchar en contra de las imá-genes, en contra de las analogías, en contra de las me-

táforas.

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I V

En nuestras clases elementales lo pintoresco y las imá-genes producen los mismos estragos. En cuanto una expe-riencia se presenta bajo una apariencia bizarra, en particu-lar si el la l lega, bajo un nombre inesperado, de los lejanosorígenes de la ciencia, como por ejemplo la armónica quí-mica, la clase pone atención en los acontecimientos: sóloque omite la observación de los fenómenos esenciales. Oyelos mugidos de la llama, mas no ve sus estrías. Y si ocurrealgún accidente —triunfo de lo s ingular— el in terés cul-

mina. Por ejemplo, para i lustrar la teoría de los radicalesen Química mineral , e l profesor ha preparado íoduro deamonio, haciendo pasar varias veces amoníaco a través deun fi l tro recubierto de virutas de iodo. El papel de fi l tro,secado con precaución, explota de inmediato al menor frote,mientras desmesuradamente se abren los ojos de los jóve-nes alumnos. Un profesor de química psicólogo podrá en-tonces advertir el carácter impuro del interés de los alum-

nos por la explosión, especialmente sí la materia explosivase obtiene tan fácilmente. Parece que toda explosión sugi-riera en el adolescente la vaga intención de dañar, de asus-tar, de destruir. He interrogado a bastantes personas res-pecto de sus recuerdos de clase. Ap ro x i ma d a me n t e u n a d ecada dos veces, me he encontrado con el recuerdo de laexplosión en Química. En la mayoría de los casos habíansido olvidadas las causas objetivas, pero se recordaba la"facha" del profesor, e l miedo de un vecino t ímido; jamás

era evocado el miedo del narrador. Todos estos recuerdos,por su alacridad, son claro indicio de la voluntad de poderreprimida, de las tendencias anárquicas y satánicas, de lanecesidad de adueñarse de las cosas para oprimir a la gente.En cuanto a la fórmula del íoduro de amonio y a la teoríatan importante de los radicales que este explosivo i lustra,demás está decir que no forman parte del bagaje de unhombre culto, ni a través del interés muy especial que sus-

cita su explosión.No es, por lo demás, raro ver a los jóvenes atraídos por

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las experiencias peligrosas. En los relatos a sus familias, ungran número de alumnos exagera los peligros corridos enel laboratorio . Muchos dedos se amari l lean con sabia tor-

peza. Con extraña frecuencia el ácido sulfúrico agujerea losguardapolvos. Hay que vivir con el pensamiento, la no-vela de la víctima de la ciencia.

Muchas vocaciones químicas comienzan por un accidente.El joven Liebig, enviado a los quince años a practicar enuna fa rmac ia , muy p ron to es despedido: en lugar de pi l -doras , fabr icaba fu lminato de mercur io . Los fu lminatos porotra parte const i tuyeron el objeto de uno de sus primerostrabajos científicos. ¿Hay que ver en esta elección un inte-

rés pura m ente objet iv o? ( J ). ¿La paciencia de la investiga-ción científica se explica suficientemente por una causa psi-cológica ocasional ? E n El hijo de la sirvienta que , por mu-chos motivos, es una autobiografía , Augusto Str indbergno s ofrece este recuerdo de adolescente. " P a ra tener su re-vancha en la casa en la que se le mofaba por su malhadadaexperiencia , preparó gases fulminantes". Por lo demás,St r indberg es tuvo obses ionado mucho t iempo por e l p ro-

blema químico. En el reportaje de un profesor contempo-ráneo, Pierre Devaux escribe: "Como todos los químicos enciernes, tuvo la pasión por los explosivos, por las pólvorascloratadas, por las mechas de bomba fabricadas con uncordón de zapato". A veces ta les impulsos determinan her-mosas vocaciones. Los ejemplos precedentes lo comprueban.Pero más frecuentemente, la experiencia violenta se basta así misma y proporciona recuerdos indebidamente valo-rizados.

En resumen, en la enseñanza elemental las experienciasdemasiado vivas, con exceso de imágenes, son centros defalso interés. No aconsejaremos bastante al profesor de pasarde inmediato de la mesa de experiencias al pizarrón, paraextraer lo más pronto posible lo abstracto de lo concreto .Volverá a la experiencia mejor munido para discernir loscaracteres orgánicos del fenómeno. La experiencia se hacepara i lustrar un teorema. Las reformas de la enseñanza se-

( ! ) V é a s e O S T W A L D : Les grands Hommes, t rad . , p . 102 . Par í s .

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cundaria en Francia, de estos últ imos diez años, al dismi-nuir las dificultades en los problemas de Física, y hasta alinstaurar en ciertos casos, una enseñanza de la Física sin

problemas, sólo con preguntas orales, desconocen el sentidoreal del espíri tu científico. Más valdría una ignorancia com-pleta que un conocimiento privado de su principio fun-d a me n t a l .

V

Sin la conformación racional de la experiencia que de-

termina la posición de un problema, sin este acudir cons-tante a una construcción racional bien explícita, se facil i-tará la constitución de una especie de inconsciente del espí-ritu científico, que luego exigirá un lento y penoso psico-anál is is para ser exorcizado. Como lo observa Edouard LeRoy en una densa y hermosa fórmula (*) : "El conoci -miento común es inconsciencia de sí". Pero esta inconscien-cia puede también captar pensamientos científicos. Hay quereanimar entonces la crí t ica y poner al conocimiento nueva-mente en contacto con las condiciones que le dieron naci-miento, volver sin cesar a este "estado naciente" que es elestado de vigor psíquico, al instante mismo en que la res-puesta ha surgido del problema. Para que se pueda hablarverdaderamente de racionalización de la experiencia, no essuficiente que se encuentre una razón para un hecho. Larazón es una actividad psicológica esencialmente polí tropa:ella quiere invertir los problemas, variarlos, injertar unos

en otros, hacerlos prolíferar. Una experiencia, para ser ver-daderamente racionalizada, debe pues insertarse en un juegode razones múltiples.

Semejante teoría de la racionalización discursiva y com-pleja tiene, en su contra, las convicciones básicas, la nece-sidad de certeza inmediata, la necesidad de partir de locierto y la íntima creencia en su recíproca: que el conoci-miento de donde se ha partido era cierto. Por eso ¡cuál no

( 1 ) E D O U A R D L E R O Y : A r t . : " S c i e n c e e t P h i l o s o p h i e " e n Reüuede Metaphysique et Mótale, 1 8 9 9 , p . 5 0 5 .

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será nuestro malhumor cuando se l lega a contradecir anuestros conocimientos elementales, cuando se llega a tocarese pueril tesoro ganado mediante nuestros esfuerzos esco-

lares! ¡Y qué inmediata acusación de irrespeto y de fatui-dad alcanza a quien pone en duda el don de observaciónde los antiguos! Y entonces, ¿cómo afectividad tan despla-zada no ha de despertar la atención del psicoanalista? Poreso Jones nos parece bien inspirado en su examen psicoana-lítico de las convicciones básicas no duraderas. Hay queexaminar esas "racional izaciones" prematuras, que desem-peñan en la formación del espíritu precientífico el papel des-empeñado por las sublimaciones del l ibido en la formación

artística. Esas racionalizaciones son el signo de una volun-tad de tener razón por encima de toda prueba explícita, derehuir la discusión haciendo referencia a un hecho al quese cree no interpretar en el instante mismo en que se leotorga un valor declarativo primordial . El P. Louis Casteldecía m uy bien (*) : "E l m éto do de los hechos, ple no deautoridad y de imperio, se arroga un aire de divinidad quet i raniza a nuestra confianza y se impone a nuestra razón.

Un hombre que razona, o hasta que demuestra , me consi-dera un hombre; yo razono con él ; me otorga l ibertad dejuicio y no me obl iga sino por mi propia razón. Aquel quegrita: he ahí un hecho, me considera un esclavo".

En contra de la adhesión al "hecho" primitivo, el psi-coanál is is del conocimiento objet ivo es part icularmente di-fíci l . Pareciera que ninguna nueva experiencia, ninguna crí-tica pudiera disolver ciertas afirmaciones básicas. A lo sumose concede que las experiencias básicas pueden ser rectifica-dada s y precisadas po r nuevas experiencias. ¡C om o jsi laobservación básica pudiera dar algo más que una ocasiónde invest igación! Jones da un ejemplo muy pert inente deesta racionalización demasiado rápida y mal construida, queedifica sobre una base experimental sin solidez ( a ) . " E l

( ! ) R . P . C A ST E L : Jesu i t e , L'Optique des couleurs, fondee sur less imples observat ions , e t tournée surtout á la prat ique de la Peinture ,

de l a . T e i nture e t des autres A rt s co l orantes . Par í s , 1 74 6 , p . 4 1 1 .( 2 ) J O N E S : Traite théorique et pratique de Psychoanalyse, t r a d . ,

1 9 2 5 , p . 1 5 .

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uso corriente de la valeriana como remedio específico contrala histeria , nos ofrece un ejemplo de funcionamiento delmecanismo de la racionalización. Conviene recordar que laasafét ida y la valeriana fueron administ radas durante s iglosporque se creía que la histeria era el resultado de las mi-graciones del útero a través del cuerpo, y se atribuía a talesremedios malolientes la virtud de restablecer el órgano ensu posición normal, con lo que desaparecerían los síntomashistéricos. Y aunque la experiencia no ha confirmado estamanera de ver, no por eso deja de continuarse, en nuestrosdías, t ra tando de igual manera la mayor parte de las en-fermedades histéricas. Es evidente que la persistencia en el

empleo de estos remedios resulta de la aceptación ciega deuna t radición profundamente arraigada y cuyos orígeneshoy están totalmente olvidados. Pero la necesidad de expli-car a los estudiantes las razones del empleo de las sustan-cias en cuestión, ha llevado a los neurólogos a decorarlascon el nombre de antiespasmódicas y a explicar su acciónde una manera algo suti l , que es la siguiente: uno de loselementos consti tutivos de la valeriana, el ácido valeriánico,recibe el nombre de principio activo y se administra, gene-

ralmente, bajo la forma de una sal de cinc, disfrazado conazúcar para disimular su gusto desagradable . Algunas auto-ridades modernas, conociendo el origen de ese tratamiento,proclaman su admiración frente al hecho de que los ant i -guos, no obstante su falsa concepción de la histeria, hayanpodido descubrir un método tan precioso de t ra tamiento,au nq ue da nd o de su acción una explicación ab surd a. E stapersistente racionalización de un proceso del cual se sabe

que ha s ido an tes i r rac ional , se observa f recuentemente . . . "Nos parece inst ruct ivo reunir esta página científica con

una página literaria, nacida de la fantasía de un autor ex-t r a ñ o y p ro fu n d o . E n Axel Borg, Augusto St r indberg pre-tende, también él, curar la histeria. Y a través de una seriede reflexiones, que no t ienen evidentemente ningún sentidoobjetivo y que deben ser interpretadas únicamente desde elpunto de vista subjetivo, es l levado a uti l izar la asafétida

( t rad . , p . 1 6 3 ) : "Es a m ujer sen tía su cuerpo enferm o,sin estarlo directamente. Compuso pues una serie de medi-

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camentos, el primero de los cuales debía suscitar una realdolencia física, lo que obligaría a la paciente a abandonarel enfermizo estado de alma y simplemente local izaría e lmal en el cuerpo. Con ese objeto tomó de su farmacia do-méstica la más repugnante de todas las drogas, la asafétida,y juzgándola más apta que ninguna otra para dar lugar aun estado de malestar general , preparó una dosis bastantefuerte como para producir verdaderas convulsiones. Valedecir que todo el ser físico debía sublevarse, rebelarse encontra de esta sustancia extraña y todas las funciones delalma concentrarían sus esfuerzos para rechazarla. Y en con-secuencia, los sufrimientos imaginarios serían olvidados.Después no se trataría más que de provocar transiciones,desde esa única sensación desagradable y a través de otrasmás débiles, hasta la perfecta l iberación, remontando porgrados una gama de remedios refrescantes, balsámicos, sua-vizantes, aplacadores; y de despertar ese sentimiento totalde bienestar, tan dulce de recordar después de sufrir penasy pel igros. Endosó una chaqueta de casimir blanco.Quisiéramos tener la comodidad de psicoanal izar todo ellargo cuento de Str indberg, que nos permit i r ía estudiar unacuriosa mezcla de un a priori subjetivo de valores que sedicen objetivos. Mas en esta página los valores afectivos sepresentan con tal evidencia que no hace falta subrayarlos.Encontramos pues, tanto en los c ient í f icos como en lossoñadores, los mismos procedimientos de demostración im-pura. No dejaremos de inducir bastante a nuestros lectoresa la búsqueda sistemática de convergencias científicas, psico-lógicas, literarias. Que se llegue al mismo resultado, a tra-vés de sueños y a través de experiencias es, para nosotros,la prueba de que la experiencia no es sino un sueño. Elsimple aporte de un ejercicio l i terario paralelo ya realiza unpsicoanálisis de un conocimiento objetivo.

No obstante, la racionalización inmediata y falible deun fenómeno incierto se hace quizá más visible con ejem-

plos más simples. ¿Es cierto que los fuegos fatuos desapa-recen hacia la m edian och e? A nt es de autentica r el hec ho se

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lo explica. U n aut or serio, Sa ury , escribe en 17 80 ( x ) :"esta desaparición quizá provenga de que siendo mayor elfr ío , las exhalaciones que producen ( los fuego s fat uo s) es-

tán entonces demasiado condensadas para sostenerse en elaire; y quizá también están desprovistas de electricidad, loque les impide fermentar, producir luz y las hace caer nue-vam ente al suelo". ¿Lo s fuego s fa tu os persiguen a la per-sona que t ra ta de hu ir de ellos? "E s que so n em pu jad os po rel aire que viene a llenar el espacio que esa persona dejadetrás su y o " . Se ve claram ente que en tod as estas raciona li-zaciones imprudentes, la respuesta es mucho más clara quela pregunta, más, la respuesta ya está dada antes de que lapre gu nta se aclare. E sto qu izá nos justifica cuand o decimosque el sentido del problema es característico del espíritu cien-tífico.

Finalmente s i , respecto de todo conocimiento objet ivo,lográramos tomar una medida exacta del empirismo, poruna parte, y del racionalismo, por la otra, nos asombraríala inmovil ización del conocimiento objet ivo producida poruna adhesión inm edia ta a observaciones particulares. V e-

ríamos que, en el conocimiento vulgar, los hechos se im-plican. demasiado pr on to en razones. D el hec ho a la idea,el circuito es dem asiad o co rto . Cree pode rse atener al hech o.E>e bue na gana se dice que los antig uos h a n po did o equivo-carse en la interpretación de los hechos, pero que, por lo me-nos, ha n visto — y visto bi en — los hechos. A ho ra bien,para que un hecho sea definido y precisado, es necesario unm ín im o de interpretación. Y si esta interpretación m ínim a

corresponde a un error fundamental , ¿qué queda del hecho?Evidentemente cuando se t ra ta de un hecho definido encierto modo extr ínsecamente, en un dominio manifiesta-mente extraño a su esencia , esta pobre definición —que noobl iga a nada— puede no ser fa l ible . (¡No es demasiadoorgánica para ello!) Por ejemplo, si se trata de ver, de deciry de repetir que el ámbar frotado atrae a los cuerpos l ivia-nos, esta acción mecánica, totalmente extrínseca respecto de

( ! ) S A U R Y , D o c t e u r e n M é d e c í n e : Précis de Physique. 2 t o m o s ,Par í s , 1790 , t . I I , p . 37 .

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las leyes eléctricas ocultas, sin duda ofrecerá la ocasión deuna observación exacta, siempre que no ponga ningún valorbajo e l t é rmino atracción. Pero esta observación exacta será

una experiencia cerrada. No es de asombrarse, pues, que ellaatraviese largos siglos sin fructificar, sin suscitar experien-cias de variación.

V I

Por otra parte, se cometería un grave error si se pensaraque el conocimiento empírico puede mantenerse en el planodel conocimiento rigurosamente asertórico, acantonándose enla sim ple afirm ació n de los hechos. Ja m ás la descripciónrespeta las reglas de la sana simplicidad. E l mi s mo B u f fo nha deseado esta expresión prudentemente sencilla en los li-bro s científicos. Se jactaba de escribir con uni fo rm id ad , sinestruendo, dejando a los objetos sus aspectos directos. Pe roesta voluntad tan constante de simplicidad sufre accidentes.De pronto una palabra resuena en nosotros y encuentra un

eco demasiado prolongado en ideas ant iguas y queridas; unaimagen nos i lumina y nos convence, bruscamente, de golpe,en bloc. E n realidad, la pala bra grave, la palabra clave noarrastra sino la convicción común, convicción que provienedel pasado l ingüístico o de la naturalidad de las imágenesbásicas, más que de la verdad objetiva, como lo mostraremosen un capí tulo ul terior . T o d a descripción está tam bién nu -cieada alrededor de centros dem asiado lum inoso s. E l pe n-samiento inconsciente se aglomera alrededor de esos núcleosy con ello el espíri tu se introvierte y se inmoviliza. Buffonno ha dejado de reconocer la necesidad de mantener los es-pír i tus en suspenso, para una adhesión futura a un cono-cim iento reflexivo (* ). " L o esencial es proveerles la m en-te de ideas y de hechos, impedirles, si es posible, dedu-cir demasiado pro n to raciocinios y relaciones." P er o B u ff o napunta sobre todo al déficit de información, no ve la de-formación casi inmediata que sufre un conocimiento obje-

( ! ) B U F F O N : Oeuvres completes, An VII , Premier discours , t . I , p . 4 .

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t ivo interpretado por el inconsciente, aglomerado alrededorde los núcleos de inconsciencia. Cree qu e sobre un a baseempírica demasiado estrecha, el espíritu se agota en "falsascom binaciones". E n verdad el pode r de acercamiento notiene su origen en la superficie, en el terreno mismo de laobse rvación ; brota de reacciones m ás íntim as. La s tabla s ba-conianas no designan directamente una real idad valorizadaen exceso. N o ha y que olv ida r que las instancias , antes deser catalogada s, son busc adas. So n, pue s, el res ulta do deideas de investigación más o menos sordas, más o menosvaloriza das. A ntes de enseñar a describir objetivam entehubiera sido necesario psicoanalízar al observador, traer cui-dadosamente a la superficie las explicaciones irracionalesreprim idas. Bastará leer las partes de la ob ra de B u ff o nd o n d e el objeto no se índica naturalmente al observador,para reconocer la influencia de los conceptos precientífieosnucleados inconscientemente. Es en sus investigaciones sobrelos minerales donde esta observación podrá i lustrarse más ne-tam en te. E n pa rtic ula r se verá en ellas u n a especie de je -rarquía de los minerales, en flagrante contradicción con laspretensiones del simple empirism o. Se po dr á entonces re-leer la Histoire naturelle de Buffon con una visión más pers-picaz, observando al observador y adoptando la act i tud deun psicoanalista al acecho de razon es irraz on ada s. Se com -prenderá que los retratos de los animales, bajo el signo deuna falsa jerarquía biológica, están cargados con rasgos im-puestos po r la fan tasía inconsciente del na rra do r. E l leónes el rey de los animales, porque conviene a un partidariodel orden que todos los seres, aun las bestias, tengan unrey. El caballo sigue siendo nob le en su servid um bre, po r-que Buffon, en sus funciones sociales, quiere seguir siendoun gran señor.

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V II

Pero, para probar adecuadamente que lo que hay de máíinmediato en la experiencia básica, es siempre nosotros mis-mos, nuestras sordas pasiones, nuestros inconscientes de-seos, estudiaremos algo más ampliamente ciertas fantasíasrelat ivas a la m ateria . T ra tar em os de pon er de m anif iestosus bases afect ivas y su dinamismo totalmente subjet ivo.Para ta l demostración estudiaremos lo que l lamaremos elcarácter psicológicamente concreto de la A lquim ia . M ás que

cualquiera otra, la experiencia alquímica es doble: es obje-t iva ; es su bje tiva . Es sobre las verificaciones sub jetiva s,inmediatas y directas, que l lamaremos aquí la atención.Daremos así un ejemplo, a lgo desarrol lado, de los proble-mas que debiera plantearse un psicoanálisis del conocimientoobjet iv o. E n otros capí tulos de esta obra, tendrem os, p orlo demás, ocasión de volver sobre la cuestión para deslindarla influencia de las pasiones particulares sobre el desarrollode la Alquimia .

La condena de la Alquimia ha sido pronunciada por quí-micos y por escritores.

En el s iglo XIX, todos los historiadores de la Química sehan complacido en reconocer el furor experimental de los al-quimistas; han rendido homenaje a a lgunos de sus descubri-mientos pos i t ivos ; han most rado f ina lmente que la Quí -mica moderna ha surgido lentamente de los laboratorios delos alquim istas. Pe ro, de atener nos a los historiado res, pa-rece que los hechos se hubieran impuesto penosamente a pesarde las ideas, sin que se dé jamás una causa y una apreciaciónde esa resistencia. L os quím icos del siglo X I X , an im ad ospor el espíri tu, posit ivo, han sido l levados a juzgar el valorobjetivo, sin tomar en cuenta la notable cohesión psicológicade la cul tura alquimista .

De lado de los l i teratos, de Rabelais a Montesquieu, eljuicio ha sido aú n m ás superficial . Se representa al alq ui-

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mista como a un espíri tu trastornado al servicio de un co-razón codicioso.

Finalmente, la historia erudita y la narración pintoresca

nos pin tan una experiencia fatalmen te desgraciada. Im agi-nam os al a lquimista r idículo com o un vencido. E s el am an-te, jamás satisfecho, de una Quimera.

Una interpretación tan negativa debiera, sin embargo,hab er despertado nu estro s recelos. P o r lo m enos debierahabernos asombrado el hecho que doctr inas tan vanas pudie-ran tener una historia tan larga, pudieran cont inuar pro-pagándose, en el transcurso mismo del progreso científico,ha sta nuestro s días. E n verd ad, su persistencia en el siglo

X V I I I no escapó a la perspicacia de M or ne t . T am bi én Co ns-tantin Bila ha consagrado su tesis a seguir la acción de esasdoctrinas en la vida l i teraria del siglo XVIII; mas no ve enellas sino una medida de la credulidad de los adeptos y dela pil lería de los m aestros. N o obsta nte pod ría p roseguirseese exam en a lo largo de tod o el siglo X I X . Se vería laatracción de la Alquimia sobre numerosos espíri tus, en elorigen de obras psicológicamente profundas, como la de

Víll íers de l 'Isle-Adam. El centro de resistencia debe, pues,estar más oculto de lo que se imagina el racionalismo in-genuo. La Alquimia debe tener, en el inconsciente, raícesmás p ro fundas .

Para explicar la persistencia de las doctrinas alquímicas,ciertos historiadores de la Francmasonería , to talmente im-buidos de misterio , han pintado la Alquimia como un sis te-ma de iniciación pol í t ica , tanto más ocul to , tanto más os-curo, cuanto más manifiesto era el sentido que parecía te-ner en la ob ra quím ica. A sí G . K,olpaktchy, en un interesanteart ículo sobre la Alquimia y la Francmasonería, escribe:"Había , pues , detrás de un a fachad a pura m ente alquímica (oquímica) muy real, un sistema de iniciación no menos real...ese sistema de iniciación se encuentra en los fundamentos detodo esoterismo europeo, a part i r del s iglo XI y , por tanto,en los fundamentos de la iniciación de la Rosa-Cruz y enlos fundamentos de la Francmasoner ía" .

Pero esta interpretación, aunque Kolpaktcby reconozcaque la Alquimia no es s implemente "una inmensa mixt i f ica-

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ción destinada a engañar a las autoridades eclesiásticas", esaún demasiado intelectualista. E lla no nos puede dar un ajusta medida de la resistencia psicológica del obstáculo al-

químico frente a los ataques del pensamiento científico ob-jet ivo.Después de todos estos intentos de explicación que no

tienen en cuenta la oposición radical entre Química y Alqui-mia, hay, pues, que arribar al examen de las condiciones psi-cológicas más íntimas, para explicar un simbolismo tan po-deroso, tan com pleto, tan durad ero. T a l s imb olismo n opodía trasmitirse como simples formas alegóricas, sí no re-cubría un a realidad psicológica incon testable. Precisam ente

el psicoanal is ta Jones ha puesto de manifiesto de una ma-nera general que el simbolismo no se enseña como una meraverdad obje tiva. P ar a enseñarse, el sim bo lism o debe vin cu-larse a fuerzas simbolizantes que preexisten en el inconscien-te. Pu ede decirse con Jo ne s que "ca da u n o recrea. . . el sim -bolismo con los materiales de que dispone y que la estereoti-pia t iende a la uniformidad del espír i tu humano en cuantoa las tendencias part iculares que forman la fuente del sim-

bolismo, vale decir a la uniformidad de los intereses funda-menta les y perm anentes de la hu m an id ad " (*) . Es en cont rade esta estereotipia de origen afectivo y no perceptivo quedebe actuar el espíri tu científico.

Examinada a la luz de la convicción personal, la culturadel alquimista se revela entonces como un pensamiento cla-ramente acabado que recibe, a lo largo de todo el ciclo expe-rimental , confi rmaciones psicológicas que revelan bien laintim ida d y la solidez de sus sím bolo s. E n verdad, el am orpo r una Q uim era es el m ás fiel de los amores. P ar a juz ga rbien el completo carácter de la convicción del alquimista nodebemos perder de vista que la doctrina fi losófica que afirmala ciencia como esencialmente inacabada es de inspiraciónmo derna . Y es también moderno , ese t ipo de pensamientoen expectativa, de pensamiento que se desarrolla part iendode hipótesis consideradas mucho t iempo como presuntas yque se m antie ne n siempre revocables. P or el con trario , en

( ! ) JONES: loe. citp. 2 1 8 .

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las edades precientíficas, una hipótesis se apoya sobre unap ro fu n d a convicción: ella i lust ra un estado de alma. Po rello, con su escaía de símbolos, la alquimia es un mem ento

para un orden de meditaciones íntimas. No son las cosas ylas sustancias las que somete a prueba, lo son los símbolospsicológicos correspondientes a las cosas, o aún mejor, losdiferentes grados de la simbolización íntima cuya jerarquíaquiere prob arse. E n efecto, parece que el alq uim ista "sim bo -liza" con todo su ser, con toda su alma, al experimentarcon el m u n d o de los obje tos. P o r e jem plo, después de re-cordar que las cenizas conservan siempre la marca de su ori-gen sustancial, Becker expresa este singular deseo (que por

otra parte es aún registrado por la Encyclopédie en el artícu-lo : Cendre): "Q uiera D io s. . . que yo tenga amigos que merindan este úl t imo favor; que un día conviertan mis huesossecos y degastados por tantas fatigas, en una sustancia diá-fana, que la continuada sucesión de los siglos no pueda alte-rar, y que conserve su color genérico, no el verdor de losvegetales, mas sí el color del tembloroso narciso; lo quepuede hacerse en pocas h or as ". El histo riad or de la Qu ímica

positiva puede ver especialmente en esto una experiencia deQuímica, más o menos clara, sobre el fosfato de calcio o,como lo l lamaba un autor del s iglo XVIII , sobre el "vidrioan im al ". N oso tros creemos que el deseo de Becker tiene otratónica. Y a no son los bienes terrestres los que persiguenesos soña dore s, es el bien del alm a. Sin esta inversión delinterés, se juzga mal el sentido y la profundidad de la men-tal idad alquimista .

Por otra parte, cuando la esperada acción material fal laba,ese accidente operatorio no destruiría el valor psicológico dela tensión representada por esa esperanza. N o se t i tubea ríaen despreciar esta experiencia material desafor tunada: lasfue rza s de la esperanza qued aban intactas, pues la vivaconciencia de la esperan za es de p or sí un éx ito. C lar o quen o ocurre lo mism o en el espíri tu científico : para éste u nfracaso material es de inm edia to un fracaso intelectual, puestoque aun el más modes to em pirismo científico se presenta como

imp licado en una co nte xtu ra de hipótesis racionales. La ex-periencia de Física de la ciencia moderna es un caso particular

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de un pensamiento general , e l momento part icular de un mé-to d o general. Es a experiencia se ha l ib ra do de la necesidaddel éxito personal, en la medida precisamente en que ella ha

sido verificada en el m u n d o de la ciencia. T o d a la ciencia,en su integridad, no tiene necesidad de ser puesta a pruebap o r el científico. P er o ¿qué ocu rre cu an do la experienciadesmiente a la teoría ? Pu ede entonces obstinarse a rehacer laexperiencia negativa, puede creerse que no es más que unaexperiencia fal l id a. T a l fu é el caso de M ichelson, qu ien re-tomó tan a menudo la experiencia que, según él , debía mos-t rar la inm ovil idad del é ter. P er o f ina lm en te cuand o el fr a-caso de Michelson se tornó innegable, la ciencia debió mo-difica r sus prin cip ios fu nd am en tale s. A sí nació la cienciarelativista.

Q ue una experiencia de Alquimia no tenga éxi to , se con-cluye simplemente que no se ha puesto en la experiencia lamateria adecuada, los gérmenes requeridos, o también queaún no ha n llegado los t iempos de la produ cción. Po dr íacasi decirse que la experiencia alquímica se desarrolla en unaduración bergsoníana, en una duración biológica y psicoló-

gica. U n h uev o que no ha sido fecund ado no hace eclosión;un huevo que ha sido mal empollado o empollado sin con-t inuidad se corrompe; una t intura al terada pierde su mor-diente y su fu er za generadora. H ay p ara cada ser, para quecrezca, para que produzca, su t iempo adecuado, su duración'concreta, su duración individual . P o r otra parte , mientra sse pueda acusar al t iempo que languidece, al vago ambienteque impide madurar, a l suave empuje ínt imo que retarda, se

tiene todo lo necesario para explicar, desde dentro, los ac-cidentes de la experiencia.

Pero hay una manera aún más ín t ima para in te rpre tarel fracaso de u na experiencia alquím ica. Es la de po ne r endu da la pureza mo ral del expe rime ntado r. Fal lar en pr od u-cir el fenómeno esperado apoyándose sobre los símbolos ade-cuados, no es un simple fracaso, es un déficit psicológico, esuna fa l ta m ora l . Es el s igno de un a medi tación poco pr o-funda, de una vergonzosa flojedad psicológica, de una ple-garia menos atenta y menos ferviente. C om o lo di jo m uybien Hítchcock en obras demasiado ignoradas, en los traba-

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jos de los a lquimistas, se t ra ta mucho menos de manipula-ciones que de complicaciones.

¡Cómo purif icaría e l a lquimista la materia s in puri f icar

en pr im er lugar su prop ia a lma ! ¿C óm o ent rar ía e l obreroíntegramente, como lo exigen las prescripciones de los maes-tros, en el ciclo de la obra sí se presenta con un cuerpo im-pu ro , con un a lma im pura , con un coraz ón ambic ioso? N oes raro encontrar , bajo la pluma de un alquimista , una dia-trib a en con tra del oro . Escribe el Fi lale to: "D esprec io ydetesto con razó n esa ido latr ía del or o y de la p la ta " ( x ) . Y(pág . 115) : "Yo mismo tengo avers ión por e l o ro , l a p la tay las piedras preciosas, no como criaturas de Dios que comotales las respeto, sino porque ellas sirven de idolatría a losisraelitas así com o al resto del m u n d o " . A m en ud o el alq ui-mista para lograr éxito en sus experiencias tendrá que prac-t icar largas austeridades. U n F au st , hereje y perverso, ne-cesita del aux il io del d em on io para saciar sus pasiones. E ncambio un corazón hones to , un a lma b lanca , an imado porfuerzas sanas, reconcil iando su naturaleza particular y lanaturaleza universal , encontrará naturalmente la verdad. La

enc ontra rá en la na tura leza po rq ue la siente en sí m ismo . L averdad del corazón es la verdad del M u n d o . Ja m ás las cuali-dades de abnegación, de probidad, de paciencia, de método es-crupuloso , de t raba jo obs t inado han s ido tan ín t imamenteinco rpo rad as al oficio co m o en la era alqu ím ica. E n nues-tros días parece que el hombre de laboratorio pueda másfácilm ente desligarse de su fu nc ió n. Y a n o mezcla su vidasentim ental con su vida científica. Su lab or ato rio ya n o está

en su casa, en su gran ero , en su só tan o. P o r la tard e loabandona como se abandona una oficina y vuelve a lamesa familiar donde lo esperan otros cuidados, otras satis-facciones.

En nuestra opinión, revisando todos los consejos queabundan en la práct ica alquímica, in terpretándolos, comoparece siempre posible hacerlo, en su ambivalencia objetivay subjetiva, se l legaría a consti tuir una pedagogía más ca-

( ! ) S i n n o m b r e d e a u t o r , Histoire de la philosopkie hermétique,avec le véritable Philaletke. P a r í s , 1 7 4 2 , 3 t o m o s , t . I I I , p . 1 1 3 .

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balmente humana, en ciertos aspectos, que la pedagogíapur am ente intelectualista de la ciencia pos it iva. E n efecto,la Alquimia, en su conjunto, no es tanto una iniciación in-

telectual com o un a iniciación m ora l. P or eso, antes de juz -garla desde el punto de vista objetivo, sobre los resultadosexperimentales, hay que juzgarla desde el punto de vistasub jetivo , sobre los resultados m orales. Este aspecto n o haescapado a Héléne Metzger quien escribe respecto de VanH¡elmont : "E st a interpretació n del pen sam iento de V a nHelmont no resultará extraña si se recuerda que nuestro fi-lósofo no consideraba el t rabajo de laboratorio , así como lasplegarias y los ayunos, ¡sino como una preparación a la i lu-m inación de nue stro esp ír i tu!" De ahí que por encima dela interpretación materialista de la Alquimia, debe encon-trar cabida un psicoanálisis anagógico del Alquimista.

Esta i luminación espiri tual y esta iniciación moral noconsti tuyen una simple propedéutica que ha de ayudar a losprogresos posi t ivos fu tur os . Es en el t ra ba jo m ismo, en laslentas y suaves maniobras de las materias, en las disolucionesy cristalizaciones alternadas como el ritmo de los días y delas noches, donde se encuentran los mejores temas para lacontemplación moral , los s ímbolos más claros de una es-cala de íntim a perfección. La natur alez a puede ser ad m i-rada en ex ten sió n, en el cielo y en la tierra. La na tur ale zapuede ser admirada en comprensión, en su profundidad, enel juego de sus m utacione s sustanciales. Pe ro esta ad m ira-ción en profundidad, ¡cuán evidentemente es solidaria deuna m edi tada int im ida d! T o d o s los s ímbolos de la expe-

riencia objetiva se traducen inmediatamente en símbolos dela cul tura subjet iva. ¡In fin i ta s implicidad de una intuiciónp u ra ! E l sol jueg a y ríe sobre la superficie de un v aso deestaño. El jovia l estaño, coo rdina do a Jú pit er , es co ntra -dicto rio como un d ios: absorbe y refleja la luz, su super-ficie es opaca y pu lid a, clara y so m br ía. E l esta ño es un amateria mate que de pr on to lanza un herm oso ful go r. Pa raello no hace falta más que un rayo bien dirigido, una sim-

( ! ) H É L É N E M E T Z G E R : Les doctrines chimiques en France, du de-but du X V II ' . á Ja f i n du X V II I ' . s i ede . Pa r í s , 1 9 2 3 , p . 1 7 4 .

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pa tía de la luz, entonces se revela. Y pa ra u n Jac ob Bo ehm e,como lo dice tan bien Koyré en un l ibro al cual hay siempreque recurri r para comprender e l carácter in tui t ivo y subyu-gad or del pen sam iento simb ólico, eso n o es sin o "el verda-dero símbolo de Dios, de la luz divina, que para revelarsey manifestarse tiene necesidad de lo otro, de una resistencia,de una oposición; que para decirlo de una vez, tiene nece-sidad del mundo para reflejarse y expresarse en él , paraoponerse y separarse de él".

Si la contemplación de un simple objeto , de un vaso ol-vidado a los rayos del poniente , nos proporciona tanta luzsobre Dios y sobre nuestra a lma, ¡cuán más detal lada y más

evocadora será la contemplación de los fenómenos sucesivosen las experiencias precisas de la transmutación alquímica!Así interpretada, la deducción de los símbolos no se des-envuelve más sobre un plano lógico o experimental , s ino másbien sobre el p lano de la int imidad completamente personal .Se t ra ta menos de una comprobación externa que de unacomprobación interna. ¿Quién sabrá jamás qué es un rena-cimiento espiri tual y qué valor de purificación t iene todorenacimiento, si no ha disuelto una grosera sal en su mercu-rio adecuado y si no la ha renovado en una cristal izaciónpaciente y metódica, espiando ansiosamente la primera con-densación cristal ina? En tonc es hallar el ob jet o es verdadera-mente hal lar e l sujeto: es encontrarse en el momento de unrenac imie nto ma terial . Se tenía la materia en el hueco de lam an o. Pa ra que sea m ás pu ra y m ás herm osa, se la ha su-mergido en el seno pérfido de los ácidos; se ha arriesgado sutesoro. U n día el ácido apiada do ha dev uelto el cristal . E l

alm a toda se regocija p o r la vuelta del h i j o pró dig o. E l psi-coanalista Herbert Silberer, en mil observaciones de singularpenetración, ha mostrado así el valor moral de los diferentessím bolo s alquímicos. Es significativo qu e tod as las expe-riencias alquímicas se dejan interpretar de dos maneras: quí-mica y m oralm ente. M as entonces surge la pr eg un ta: ¿D ón -de está el oro ? ¿E n la m ateria o en el co raz ón ? Y en se-guida, ¿cómo ti tubear frente al valor dominante de la cul-tu ra qu ím ica ? La inter pre tació n de los escritores que descri-ben al alquimista en la búsqueda de la fortuna es un con-

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t rasent ido psicológico. La A lquim ia es un a cul tura ínt im a.Es en la intimidad del sujeto, en la experiencia psicológica-mente concreta donde ella encuentra la primera lección mági-ca. Comprender de pronto que la naturaleza obra mágicamen-te, es aplicar al mundo la experiencia íntima. Hay que pasarpor intermedio de la magia espir i tual , donde el ser ín t imoprueba su propia ascensión, para comprender la valorizaciónact iva de las sustancias primit ivamente impuras y contami-nadas . U n alquim ista, ci tado p o r Silberer, recuerda que élno hizo progresos importantes en su arte hasta e l d ía en queadv irt ió que la N atu rale za obra mágicam ente. P er o éste esun descubrim iento tar dí o; hay que merecerlo m ora lm ente

para que, según el espíri tu, deslumbre a la experiencia.Esta magia n o es tau m atur gia . L a le tra no do m ina al

espíri tu. H ay que adher ir con el co raz ón , no con los labio s.Y todas las burlas fáciles sobre las palabras cabalíst icas quemurmura el experimentador, desconocen precisamente la ex-periencia psicológica que acompaña a la experiencia material.El exp erim entad or se entrega po r com pleto, é l en prim erluga r. Silberer observa adem ás "que lo que debe ser sem bra-

do en la t ie r ra nueva , se l lama habi tua lm ente A m o r" . L aAlquimia reina en una época en la que el hombre ama a laN atura leza más que u t i l i zar la . Es ta pa labra Am or tod o loarrastra. Es la contraseña entre la obra y el obrero. No sepuede, sin dulzura y sin amor, estudiar la psicología de losniños. Ex actam ente en el m ism o sent ido n o se puede, s indulzura y s in amor, estudiar e l nacimiento y el comporta-m ien to de las sustancias químicas. A rde r po r un t ierno am ores apenas una imagen, para quien sabe calentar un mercurio

a fue go lento. L en t i tu d, du lzu ra, esperanza, he ahí la fu er-za secreta de la perfección moral y de la transmutación ma-terial . C o m o dice H itchcock (*) : "E l gran efecto del A m o res el de convertir toda cosa a su propia naturaleza, que estoda bo nd ad , tod a du lzu ra , toda perfección. E s este pode rdivino el que cambia el agua en vino; el dolor y la angustiaen jú bi lo ex ul ta nte y t r iu nf an te ". Si se acepta esta imagen

( J ) HITCHCOCK: Remarks upon Atchemy and the Alchemists,p . 1 3 3 .

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de un amor más sagrado que profano, no debe asombrar quela Biblia haya sido una obra de práctica constante en loslab ora torio s de los alqu im istas. Sin esfu erzo se puede n en-

contrar, en las palabras de los Profetas, millares de ejemplosen los que el plomo, la tierra, el oro, la sal expresan las vir-tudes y los vicios de los hom bres. La Alq uim ia a m en ud on o h iz o sino codificar esta ho m olo gía . E n efecto, todo s losgrados de la transmutación mágica y material se presentanpara algunos como homólogos de los grados de la contem-plación míst ica: "En el Rosarium de Johannes Dausten iuslos siete grad os son o b je to de la siguien te desc ripción: . . .D e este m o do el cu er po ( 1 ) es la causa de que el agua secon serve . E l agua ( 2 ) es la causa de qu e el aceite se conse r-ve y que n o se in fl am e sobre el fu eg o. E l aceite ( 3 ) es lacausa de que la t in tu ra se fi je , y la t in tu ra ( 4 ) es la causapara que aparezcan los colores, y el color (5) es la causapara que se muestre la blancura; y la blancura (6) es lacausa que todo lo fu ga z (7 ) se f i je y deje de ser fu ga z. Esabsolutamente lo mismo cuando Bonaventura describe sep-tem gradas contemplationis y David de Augsburg los s ie te

escalones de la plegaria. Boehme conoce 7 Quellgeister. . .".Estas escalas homologas nos indican bastante claramente queuna idea de valor está asociada con los productos sucesivosde las manipulaciones alquímicas. En lo sucesivo tendremosmuchas ocasiones de mostrar que toda valorización en elorden del conocimiento objetivo debe dar lugar a un psico-análisis. Será uno de los temas principales de este l ibro. Porel momento no tenemos sino que retener el carácter directo

e inmediato de esta valorización. Ella está hecha de la adhe-sión apasionada a ideas básicas que en el mundo objetivono encuentran sino pretextos.

En este largo parágrafo pretendimos total izar los carac-teres psicológicos y los pretextos más o menos objetivos dela cultura alquímica. Esta masa totalizada nos permite enefecto comprender bien lo que hay de demasiado concreto,de demasiado in tu i t ivo , de demasiado personal en una men-talidad precientífica. Un educador tendrá pues que pensarsiempre en desligar el observador de su objeto, en defenderal alumno en contra de la masa de afectividad que se con-

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centra sobre ciertos fenómenos demasiado rápidamente sim-bolizados y, en cierto sentido, demasiado interesantes. C o n -sejos semejantes no son quizá tan inactuales como puedeparecer a primera vista. Algunas veces¡ enseñando química,tuve ocasión de seguir los arrastres de alquimia que todavíatrabajan a los jóvenes espír i tus. Por e jemplo mientras, enuna mañana de inv ierno , p reparaba amalgama de amonio ,manteca de amonio como decía todavía mi viejo maestro ,mientras amasaba el mercurio que crecía, yo leía pasionesen los ojos atentos. Ante ese interés por todo lo que crecey aumenta, por todo lo que se amasa, recordaba estas anti-guas palabras de Eyreneo Fi la leto ( 1 ) : "Alegraos si veis

vuestra materia hincharse como la masa, porque el espíri tuvital está encerrado en ella y a su t iempo, con el permisode Dios, devolverá la vida a los cadáveres". Me pareciótambién que la clase se alegraba tanto más, cuanto esa pe-queña novela de la Naturaleza terminaba bien, a l rest i tu i ral mercurio, tan simpático a los alumnos, su aspecto natu-ral , su misterio primit ivo.

Así, tanto en la clase de química moderna como en el

tal ler del alquimista, el alumno y el adepto no se presentande primera intención como espír i tus puros. La materia mis-ma no es para el los una razón suficiente de t ranqui la obje-t ividad. Al espectáculo de los fenómenos más interesantes,más chocantes, e l hombre va naturalmente con todos susdeseos, con todas sus pasiones, con toda su alma. No debepues asombrar que el primer conocimiento objet ivo sea unprimer error.

C 1) S i n no mb re de autor , Histoire de la philosophie hermétique, avecle véritable Philalethe, loe. cit., t . I I , p . 2 3 0 .

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C A P Í T U L O I I I

E L C O N O C I M I E N T O G E N E R A L C O M O O B S T A C U L O P A R A

E L C O N O C I M I E N T O C I E N T I F I C O

I

Nada ha retardado más el progreso del conocimientocientífico que la falsa doctrina de lo general que ha reinadodesde Aristóteles a Bacon inclusive, y que aún permanece,para tantos espír i tus, como una doctr ina fundamental delsaber. Oíd a los filósofos hablar entre ellos de la ciencia.

Tendréis muy pronto la impresión que E. Mach no care-ció de mal icia , cuando a la afi rmación de W . Ja m es: " T o d osabio t iene su fi losofía", contestó con la comprobación recí-pro ca: " T o d o f i lós of o t iene su ciencia pr op ia ". C on gustodiríamos mejor: la fi losofía t iene una ciencia que le es pro-pia, es la ciencia de la generalidad. Nos esforzaremos enponer de manifiesto que esta ciencia de lo general, es siempreuna detención de la experiencia, un fracaso del empirismoinventivo. Conocer el fenómeno general , prevalerse de ellopara comprender todo, ¿no es, a la manera de otra deca-dencia "gozar como la masa, del mito incluido en toda tri-v ia l idad?" (Mal la rmé, Divagations, p. 21). Hay en efectoun goce intelectual peligroso en una generalización precozy fácil . Un psicoanálisis del conocimiento objetivo debeexaminar cuidadosamente todas las seducciones de la faci-lidad. Es con esta condición que se llegará a una teoría dela abstracción científica verdaderamente sana, verdaderamen-

te dinámica.Para poner bien de manifiesto la inmovilidad de los re-

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súm enes de m asia do generales, tom em os, de inm ed iato Tinejemplo. Con frecuencia, con el fin de indicar de una ma-nera sencilla cómo el raciocinio inductivo llega a la ley

científica general sobre la base de un conjunto de casos par-t iculares, los profesores de fi losofía describen rápidamentela caída de diversos cuerpos y concluyen: todos los cuerposcaen. Para disculparse por esta trivialidad, el los pretendenmostrar que un ejemplo semejante les ofrece todo lo quenecesitan para señalar un progreso decisivo en la marchadel pensamiento científico. En efecto, en este caso, el pen-samiento moderno se presenta frente al pensamiento aris to-télico como una generalidad rectificada, como una genera-

l idad ampliada. Aristóteles enseñaba que los cuerpos l i-vianos, humos y vapores, fuego y l lama, encontraban enel empíreo su lugar natural , mientras que los graves bus-caban naturalmente la t ierra. En cambio nuestros profesoresenseñan que todos los cuerpos caen sin excepción. He ahífundamentada, creen ellos, la sana doctrina de la gravi-tación.

En efecto, en este caso, se trata de una generalidad ade-

cuada y es po r esto mism o que com enzam os con un ejem ploque muestra a nuestra polémica en toda su sinceridad. Yatendremos luego un combate más fác i l , cuando pondremosde manifiesto que. la búsqueda prematura de lo general con-duce, la mayoría de las veces, a generalidades inadecuadas,sin vinculación con las funciones matemáticas esenciales delfenómeno. Comencemos pues por e l debate más duro.

De acuerdo a nuestros adversarios, de acuerdo a los fi ló-sofos , t endr íamos que poner como fundamentos de la cu l -tura científica las generalidades más grandes. Como fun-damento de la mecánica: todos los cuerpos caen. Como fun-damento de la ópt ica: todos los rayos luminosos se propa-gan en l ínea recta . Como fundamento de la biología: todoslos seres vivos son mortales. Aparecerían así , en el umbralde cada ciencia, grandes verdades primarias, definiciones in-tangibles que i luminan a toda una doctr ina. De hecho elcomienzo de los l ibros precientíficos está entorpecido por

este esfuerzo de definición preliminar, como es fácil de ad-vertir tanto en la física del siglo XVIII como en la sociolo-

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gía del siglo XX. Sin embargo es de averiguar si estas gran-des leyes consti tuyen pensamientos verdaderamente cientí-ficos, o lo que es para nosotros lo mismo, si son pensa-miento que sugieran otros pensamientos.

Si se mide el valor epistemológico de estas grandes ver-dades comparándolas con los conocimientos erróneos quehan reemplazado, no cabe duda que estas leyes generales hansido eficaces. Mas ya no lo son. Y es aquí donde las etapaspedagógicas no son completamente homologas a las e tapashistóricas. En efecto, puede verse que estas leyes generalesbloquean actualmente al pensamiento. Pues ellas contestanen bloc, o mejor, ellas contestan sin que se las interrogue,

puesto que la pregunta aristotélica hace t iempo que ha en-mudecido. Y he aquí la seducción de esta respuesta dema-siado rápida: para el espíri tu precientífico el verbo caer essuficientemente descriptivo; da la esencia del fenómeno dela caída. E n verdad , com o se ha señ alad o frecuen tem ente,estas leyes generales definen palabras más que cosas; la leygeneral de la caída de los graves define la palabra grave;la ley general de la dirección rectilínea del rayo luminoso

define al mismo t iempo la palabra recta y la palabra r a y o ,en una ambigüedad tal del a priori y del a posteriorí quenos produce personalmente una especie de vértigo lógico;la ley general del crecimiento y de la muerte de los seresvivos define la palabra vida en una especie de pleonasmo.Entonces todo se aclara; todo se identifica. Pero, segúnnuestro parecer, cuanto más corto es el proceso de identifi-cación tanto más pobre es el pensamiento experimental .

La pedagogía se nos ofrece para comprobar la inercia delpensamiento que acaba de satisfacerse con el acuerdo verbalde las definiciones. Para mostrarlo sigamos por un instantela lección de mecánica elemental que estudia la caída delos cuerpos. Acabamos de decir que todos los cuerpos caensin excepción. Si se realiza la experiencia en el vacío, me-díante el tubo de Newton, se l lega a una ley más rica: enel vacio, todos los cuerpos caen con la misma velocidad. Seha logrado así un enunciado úti l , base real de un empirismo

exacto. No obstante, esta forma general bien consti tuidapuede detener al pensamiento. En efecto, en la enseñanza

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elemental esta ley es la etapa en la que se detienen los espí-ri tus jadeantes. Esta ley es tan clara, tan completa, tan aca-bada en sí misma, que no se siente ya la necesidad de estu-

diar la caída más de cerca. Con esta satisfacción del pensa-miento generalizante, la experiencia ha perdido su aguijón.¿Quiere s implemente estudiarse el lanzamiento de una pie-dra según la vert ical? Se t iene de inmediato la impresiónque no se dispone de los elementos analí t icos. No se sabedistinguir entre la fuerza de la gravedad que actúa posit i-vamente en el movimiento de arr iba hacia abajo y la fuerzade la gravedad que actúa negat ivamente en el movimientode abajo hacia arr iba. En el entorno de un conocimientodemasiado general , la zona de lo desconocido no se concretaen problemas precisos.

En resumen, aun siguiendo un ciclo de ideas exactas,puede advertirse que la generalidad inmoviliza a! pensa-miento, que las variables que describen el aspecto generaldejan en la sombra las variables matemáticas esenciales.Grosso modo, en este caso, la noción de velocidad oculta ala noción de aceleración. Y sin embargo es la noción de

aceleración la que corresponde a la realidad dominante. Esque la matemática misma de los fenómenos está jerarqui-zada y no es siempre la primera forma matemática la buena,no es siempre la primera forma la que es verdaderamentefo rma t i v a ,

I I

Pero nuestras observaciones parecerán sin duda más de-mostrativas si estudiamos los numerosos casos en los que lageneralidad es evidentemente inadecuada. Tal es el caso casisiempre de las generalidades de primera intención, de lasgeneralidades dadas por las tablas de la observación natural ,construidas mediante una especie de registro automático quese apoya sobre los datos de los sentidos. En realidad, laidea de tabla, que parece ser una de las ideas constitutivas

del empirismo clásico, funda un conocimiento completa-mente estát ico que tarde o temprano traba a la investigá-

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ción científica. Piénsese lo que se quiera del valor, evidente-mente mayor, de la tabla de grados o del método de lasvariaciones concomitantes, no debe olvidarse que estos mé-todos, s in duda enriquecidos por un cierto dinamismo, s i -guen siendo solidarios de la tabla de presencia. Por lo demásse tiene siempre la tendencia de volver a la tabla de pre-sencia, eliminando las perturbaciones, las variaciones, lasanomalías. Pero he ahí que uno de los aspectos más sor-prendentes de la física contemporánea, es que ella trabajacasi únicamente en la zona de las perturbaciones. Son lasperturbaciones las que plantean actualmente los problemasmás interesantes. En una palabra, l lega siempre un instante

en el que hay que romper las primeras tablas de la leyempírica.Sería demasiado fácil poner de manifiesto que todos los

hechos generales/aislados por Bacon se han revelado sin con-sistencia, en- ¿u an to aso m aro n los prim eros progresos delpensamiento empírico. Liebig ha elevado en contra del baco-nismo un juicio que, no por ser apasionado, es menos pro-fundamente justo . Del pequeño l ibro de Liebig sólo invo-

caremos una página, aquella en la que Liebig da una inter-pretación del método baconiano en función de las preocu-paciones dominantes de Bacon. La inversión de los valoresde explicación que señala Liebig nos parece en efecto pro-ceder de un verdadero psicoanálisis. "El método de Bacondeja de ser incomprensible si se piensa que él es jurisconsultoy juez, y que, por tanto, aplica a la naturaleza los mismosprocedimientos de un sumario civil y criminal.

Desde este punto de vista, se comprende de inmediato sudivisión en Instancias y los valores relativos que le atri-buye; son los testigos que él escucha y sobre cuyas decla-raciones f un d a su ju icio . . . Respecto del calor, he aqu ímás o menos como razona Bacon, de acuerdo a sus hábito?;de ju r i s ta :

No hay nada que hacer con el calor del sol, debido a lapresencia de las nieves perpetuas en las altas montañas, qu<?n o o bsta nte están m ás pró xim as al sol . . . El calor de la ¡

plumas, de la lana, del estiércol de caballo, están en rela-ción con el calor animal, de origen muy misterioso (de ahí

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que Bacon no perderá su t iempo en buscar por este lado).. . .Como el hierro no se dilata bajo la acción de una tem-

peratura muy elevada (parece ser ésta una afirmación deBacon ( 1 ) ) y com o el agua hirv iente es m uy caliente sinser luminosa, esto permite dictar en contra de los fenóme-nos de dilatación y de la luz una sentencia de alibi. Res-pecto del calor los sentidos pueden engañar, puesto que elagua t ibia parece caliente a la mano fría, mientras que lamano caliente puede encontrar fría la misma agua. El gustoes aún menos con duy ente . El v i t r io lo quema los géneros,pero disuelto en agua tiene el gusto ácido y no hace expe-rimentar a la lengua una sensación de calor; el spiritus orí-

gani t iene un sabor ardiente , pero no quema la mano. Noqueda pues sino lo que los ojos pueden ver y los oídos oír,vale decir la trepidación y el movimiento interior de la l lamay el murmullo del agua hirviendo. He aquí confesiones quepueden ampliarse mediante la aplicación de la tortura, tor-tura que es el fuelle, mediante el cual la agitación y el mo-vimiento de la l lama se tornan tan violentos que se oye aésta hacer exactamente el mismo ruido del agua que hierve.Agregúese finalmente la presión del pie que expulsa todolo que resta de calórico, y el desdichado calor, así acorra-lado por el juez, se ve forzado a dejarse arrancar la con-fesión de ser un sujeto inquieto , tumultuoso y fatal para laexistencia civil de todos los cuerpos." En definit iva, la cons-ti tución de una tabla no hace sino generalizar una in tu i -ción particular, agravada por una encuesta tendenciosa.

Sin detenernos más en Bacon, y para poner bien demanifiesto la influencia nefasta del baconismo, aun a 150años de distancia, daremos un solo ejemplo en el cual eluso de las tablas de presencia y de ausencia condujo aafi rmaciones s in sent ido. Un autor importante , e l abateBertholon. profesor de f ís ica experimental de los EstadosGenerales del Languedoc, miembro de una decena de Aca-demias reales de provincia y de varias Academias extran-jeras, escribe en 1786: "El genio de Milton bri l laba desdeel mes de setiembre hasta el equinoccio de primavera, pe-

( J ) JUSTUS D e L í E B I G : Lord Bacon, t rad . , p . 5 8 , Par í s , 1 8 6 6 .

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ríodo en el cual la electricidad del aire es más abundante ymás continua, y durante el resto del año, ya no se encon-traba M íl to n, ni en M il t on m ism o" (* ). Se ve en seguidacómo, apoyándose sobre una tabla semejante , se desarrol la-rá una teoría eléctrica del genio. Claro es que el abate Ber-thelon, con ayuda de Montesquieu, no t i tubea en poner ladiversidad de los caracteres nacionales bajo la dependenciade las variaciones de la electricidad atmosférica. Debe des-tacarse que los físicos del siglo XVIII, al usar un métodosemejante, se creían prudentes. Dice incidentalmente el aba-te Bertholon: "En fís ica como en t r igonometría hay que es-tablecer una base cierta en todas las operaciones." El uso de

las tablas baconianas ¿ofrece verdaderamente una t r iangu-lación inicial que pueda servir de base a la descripción dela realidad? En verdad, no lo pareee cuando se lee endetalle los l ibros del abate Bertholon.

Pero en lugar de dispersar nuestras observaciones, estu-diaremos algunos falsos conceptos cient í f icos formados conel examen natural y empírico de los fenómenos. Veremosla acción de esos falsos conceptos sobre la cultura de los

s ig los XVII y XVIII . Aprovecharemos as í todas las oca-siones que se nos presentarán para mostrar la formacióncasi natural de tablas falsas. Nuestra condena del baco-nismo será pues esta vez totalmente psicológica y comple-tamente desembarazada de las condiciones históricas.

I I I

Antes de exponer nuestros ejemplos, será quizá conve-niente que indiquemos, rápidamente, cual es según nuestromodo de ver, la verdadera acti tud del pensamiento cientí-f ico moderno en la formación de los conceptos. Entonces sepondrá mejor en evidencia el estado esclerosado de los con-ceptos formados según e l método baconiano .

Como di j imos en nuestro primer capí tulo , e l espír i tu

( ! ) a b b é b e r t h o l o n : Da í'electrícité da corps ham ain dans l'étatde santé et de maladie. 2 v o l s . , P a r í s , 1 7 8 6 , t . I , p . 1 0 7 .

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científico puede extraviarse al seguir dos tendencias contra-rias: la atracción de lo singular y la atracción de lo uni-versal . En el plano de la conceptualización, definimos esas

dos tendencias como características de un conocimiento encomprensión y de un conocimiento en extensión. Pero sila comprensión y la extensión de un concepto son, tanto launa como la otra, motivos de detención epistemológica¿dónde se encuentran las fuentes del movimiento espir i -tual? ¿Por qué esfuerzo puede el pensamiento cient í f icoencontrar una sal ida?

Habría que crear aquí una nueva palabra, entre com-presión y extensión, para designar esta actividad del pen-

samiento empírico inventivo. Sería menester que esa pala-bra pudiera recibir una acepción dinámica particular. Enefecto, según nuestra manera de pensar, la riqueza de unconcepto cient í f ico se mide por su poder de deformación.Esta riqueza no puede vincularse a un fenómeno aisladoque se reconociera cada vez más rico en notas, cada vezmás r ico en comprensión. Tampoco puede vincularse estariqueza a una colección que reuniera los fenómenos más he-

teróclitos, y q ue se ex ten die ra, de un a manera contingente,a nuevos casos. El matiz intermediario se realizaría si elenriquecimiento en extensión se torna necesario, tan coor-dinado como la r iqueza en comprensión. Para englobarnuevas pruebas experimentales, será menester entonces de-formar los conceptos primitivos, estudiar las condiciones deaplicación de esos conceptos y sobre todo incorporar lascondiciones de aplicación de un concepto en el sentido mis-mo del concepto. Es en esta última necesidad donde reside,

según nuestro modo de ver, el carácter dominante del nuevoracionalismo que corresponde a una sólida unión entre laexperiencia y la razón. La división clásica que separaba lateoría de sus aplicaciones ignoraba esta necesidad de incor-porar las condiciones de aplicación en la esencia misma dela teoría.

Como la aplicación está sometida a aproximaciones suce-sivas, puede decirse que el concepto científico que corres-

ponde a un fenómeno part icular es e l agrupamiento de lasaproximaciones sucesivas bien ordenadas. La conceptualiza-

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ción científica necesita una serie de conceptos en vías deperfeccionamiento para recibir el dinamismo que tenemosen vista , para formar un eje de pensamientos invent ivos.

Esta conceptualización totaliza y actualiza la historiadel concepto. Más allá de la historia, impulsada por lahistoria, el la suscita experiencias para deformar un estadiohistórico del concepto. En la experiencia, busca las ocasio-nes para complicar el concepto, para aplicarlo a pesar de laresistencia del concepto, para realizar las condiciones deaplicación que la realidad no reúne. Es entonces cuando seadvierte que la ciencia realiza sus objetos, sin encontrarlosjamás ya hechos. La fenomenotécnica amplía la fenome-nología . Un concepto se ha tornado cient í f ico en la pro-porción en que se ha tornado técnico, en la medida en quees acompañado por una técnica de realización. Se adviertepues que el problema del pensamiento cient í f ico modernoes nuevamente un problema fi losóficamente intermediario .Como en los t iempos de Abelardo, quisiéramos colocarnosen una posición media entre los realistas y los nominalistas,entre los posit ivistas y los formalistas, entre los part idarios

de los hechos y los partidarios de los signos. Es pues detodos los flancos que nos ofrecemos a la crí t ica.

I V

En oposición a este esbozo de una teoría de conceptosproliferantes, veamos ahora dos ejemplos de conceptos es-

clerosados, formados a través de una adhesión, demasiadorápida a un conocimiento general . Estos dos ejemplos serefieren a la coagulación y a la fermentación.

El fenómeno tan especial de la coagulación nos mostrarácóm o se const i tuye un m al tem a de general idad. E n 16 69 ,la Academia propone en estos términos un estudio sobre elhe ch o general de la coag ulación ( x ) : " N o es común a todoel mundo asombrarse porque la leche cuaja . No es unaexperiencia r ar a. . . es algo ta n p oco ex tra or din ar io que

(!) fíistoire de í'Académie des Sciences, t . I , p. 87.

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casi es despreciable. No obstante un fi lósofo puede encon-trar en ella materia de reflexión; cuanto más se examinala cosa, tanto más se torna maravillosa, y es la ciencia la que

entonces es la madre de la admiración. La Academia nojuzga que es indigno de ella estudiar cómo se produce lacoagulación; pero ella quiso abarcar todas las especies dife-rentes para extraer mayores luces mediante la comparaciónde las unas con las otras". El ideal baconiano es aquí bas-tante puro como para dispensamos de insis t i r . Veremos en-tonces los fenómenos más diversos, los más heterócli tos in-corporarse bajo la rúbrica: coagulación. Entre esos fenó-menos, los productos complejos extraídos de la economía

animal desempeñarán, como es frecuente, el papel de prime-ros instructores. Tal es uno de los caracteres del obstáculoanimista, que señalamos al pasar, pero sobre el cual volve-remos más adelante. La Academia estudia pues la coagu-lación sobre la leche, la sangre, la hiél, las grasas. Para lasgrasas que se solidifican en nuestros platos, el enfriamientoes una causa bastante visible. Entonces la Academia se ocu-pará de la solidificación de los metales fundidos. A conti-

nuación la congelación del agua se coloca en el nivel deuna coagulación. La t ransición es tan natural , entraña tanpoca dificultad, que no puede desconocerse la acción per-suasiva del lenguaje. Insensiblemente se resbala de la coa-gulación a la congelación.

Para conocer mejor las congelaciones naturales, se con-sidera "conveniente tratar algunas de las que se producenart i f ic ia lmente". Du Clos recuerda, aunque sin sal i r garante

de ello, que " G la u b e r. . . habla de un a cierta sal, qu e t ienela virtud de congelar en forma de hielo, no sólo el aguacomún, sino las acuosidades Je los aceites, del vino, de lacerveza, del agu ard ien te, del vina gre, etc .. . . H asta co n-vierte la madera en piedra" (p . 88-89). Esta referencia aexperiencias no precisadas es muy característica del espírituprecientífico. Ella señala precisamente la detestable soli-daridad de la erudición con la ciencia, de la opinión con laexperiencia.

Pero he aquí ahora la generalidad extrema, la generali-dad pedante , t ipo evidente de un pensamiento que se admí-

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ra (p . 8 8 ) . "C u an d o la savia de los árboles se convierte enmadera, y el quilo adquiere en los animales la solidez desus miembros, es debido a una especie de coagulación. Es

ésta la más extendida de todas y, de acuerdo al señor DuClos, puede l lamarse t ransmutat iva". Como se ve, es en laregión de la máxima extensión donde se producen los erro-res más groseros.

Se había partido de los l íquidos orgánicos. Y después deun rodeo a t ravés del mundo inanimado, se ha vuel to alos fenómenos orgánicos, prueba cabal de que el problemano ha avanzado, que no se ha precisado y que no ha en-contrado una ordenación de las formas conceptuales. Puede

por lo demás juzgarse, con este ejemplo, los estragos pro-ducidos por una aplicación demasiado rápida del principiode identidad. Está demás decir que la Academia, aplicandotan fáci lmente el principio de ident idad a fenómenos dis-pares más o menos bien precisados, comprendía el fenó-meno de la coagulación. Pero debe agregarse de inmediatoque esta manera de comprender es anticientífica.

Inversamente, una vez const i tuida de esta manera tan

libre la unidad fenoménica de la coagulación, no se expe-rimentará sino desconfianza frente a cualquier cuestión quepropusiera una diversificación ulterior. Esta desconfianzahacia las variaciones, esta pereza por la distinción, ¡he aquílos signos del concepto esclerosado! Por ejemplo, se par-tirá en lo sucesivo de esta proposición bien típica de unaidentificación mediante el aspecto general: ¿Puede haberalgo más semejante que la leche y la sangre?" y cuando,respecto de la coagulación se encontrará una pequeña dife-rencia entre estos dos líquidos no se estimará necesario de-tenerse en ella. "Determinar cuál es esta cualidad es un de-tal le y una precisión en la que no hay por qué entrar ." Undesdén tal por el detalle, un desprecio tal por la precisión,dicen bastante claramente que el pensamiento precientíficose ha encerrado en el conocimiento general y que quiere per-manecer en él . De esta manera, mediante sus "experiencias"sobre la coagulación, la Academia detenía investigaciones

fecundas. No suscitaba problema científico alguno bien de-f in ido .

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Más adelante, la coagulación será tomada frecuentementecomo un tema de explicación universal para problemascosmogónicos. Se podría estudiar aquí una tendencia muycuriosa que insensiblemente conduce de la explicación p o rlo general a la explicación por lo grande. Es una tendenciaque Albert Rivaud ha señalado con gran sagacidad mos-trando que en la explicación mitológica es el Océano quiendesempeña el papel principal y no el agua como se pretendemuy frecuentemente (*) . He aquí cómo Wallerius, en unlibro traducido en 1780, hace de la coagulación un motivode explicación cosmogónica ( 2 ) : "L as aguas (están) bas-tante inclinadas a coagularse con otras materias y a reu-

nirse en un cuerpo sólido. . . Esta tendencia del agua haciala solidez la observamos también en la espuma que es ex-ci tada únicamente por e l movimiento. La espuma es muchomenos flúida que el agua, pues se la puede tomar en lam a n o . . . El mov im iento solo cambia pues el agua en cuer-po sólido". Siguen largas páginas para describir dist intosprocesos de la coagulación del agua. Si nos atuviéramos alcélebre geólogo, la coagulación es suficiente para explicar

la formación de l an imal (p . 111) . "Todo e l mundo porlo demás sabe que los animales provienen de una materialíquida que se torna sólida por una especie de coagulación."Volvemos a encontrar así la intuición básica del capítuloprecedente. Finalmente, para completar la convicción sobrela acción genérica del principio coagulante, Wallerius citaa J o b : "Instar lactis me mu lxisti, et instar caseí coagularipermisisti".

Son también muy numerosos los a lquimistas que hanso ña do fren te a un a coagulación. Crosset de la Heau m erieescribe en 1722 ( 3 ) : "No es más dif íc i l a un f i lósofo her-mético fi jar el argento vivo, que a una simple pastora coa-

( ! ) A L B E R T R I V A U D : Le probléme du devenir et ¡a notion de tamatiére dans ta philosophie grecque depuis les origines jusqu'á Théo-phraste. P a r í s , 1 9 0 5 , p . 2 4 .

( - ) W A L L E R I U S : De l'origine du Mond e et de la Terre en particulier,t ra d ., V a r s o v i a , 1 7 8 0 , p s . 8 3 , 8 5 .

(3

) C R O S S ET D E L A H E A U M E R I E : Les secre ls les plus caches de laphilosophie des Ánciens, découverts et expl iques , á la suí te d'une his to íredes p l u s cur ieuses. Par í s , 1 7 2 2 , ps . 97 , 9 0 .

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guiar la leche para hacer de ella q ue so . . . C am bia r elargento vivo en verdadera plata, mediante la simiente dela plata, no es más difícil que espesar la leche en queso

mediante el cuajo, que es leche digerida".Tanto en el geólogo como en el alquimista, se ve cómoel tema de la coagulación se enriquece con temas animístasmás o menos puros: la idea de simiente y de levadura estánactuando en el inconsciente. Con estas ideas de crecimientoanimado y vivo aparece un nuevo valor. Como t endremosocasión de observar con suma frecuencia, todo vestigio devaloración es un mal signo para un conocimiento que t iendaa la objetividad. Un valor, en este campo, es el signo de

una preferencia inconsciente.Claro es, como lo observaremos con frecuencia, que en

cuanto interviene un valor, podemos estar seguros de en-contrar oposiciones a ese valor, El valor produce automá-ticamente atracción o repulsión. A la intuición que imaginaque la coagulación es la acción de un germen y de una le-vadura que ha de producir la vida, afirmar la vida, se opo-ne aquella que ve en ella, sin mayores pruebas, el signo de

la muerte. Así en su Traite du feu et du sel, Blaise Vigenereescribe, en 1622: "Toda coagulación es una especie de muer-te en la que la vida se l icoriza". Naturalmente esta valoriza-ción vale tanto como la otra. Un psicoanálisis del cono-cimiento objetivo debe resist ir a toda valorización. No sólodebe transmutar todos los valores: debe desvalorizar radi-calmente a la cultura científica.

Para ilustrar la diferencia entre el espíritu precientífico,más o menos valorizador, y el espíri tu científico, bastaría,respecto del concepto examinado, considerar algunos tra-bajos contemporáneos sobre los coloides y sobre los geles.Como se dijo (*), un científico moderno t iende más biena l imitar su dominio experimental , más que a mult ipl icarlos ejemplos. En posesión de un fenómeno bien definidotrata de determinar sus variaciones. Esas variaciones feno-menologías designan las variables matemáticas del fenó-

( ! ) L I E B I G : loe. cit., p . 1 1 9 .

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meno. Las variables matemáticas están sol idarizadas intui-t ivamente en curvas, solidarizadas en funciones. En estacoordinación matemática, pueden aparecer causas de varia-

ción que se han mantenido perezosas, apagadas o degene-radas en el fenómeno medido. El f ís ico intentará provo-carlas. Intentará completar e l fenómeno, realizar ciertas po-sibil idades que el estudio matemático ha revelado. En unapalabra, el científico contemporáneo se funda sobre unacomprensión matemática del concepto fenoménico y, a esterespecto, se esfuerza en igualar la razón y la experiencia.Lo que retiene su atención ya no es el fenómeno general;es el fenómeno orgánico, jerárquico, portador del signo de

una esencia y de una forma, y, como tal , permeable al pen-samiento matemát ico .

V

Empero, queremos aún estudiar , desde el mismo puntode vista, un concepto mejor definido, más importante, acer-

cándonos aún más a los t iempos modernos. En efecto, paraalcanzar el objeto de nuestra crí t ica, debemos tomar con-ceptos correctos y útiles y mostrar que ellos pueden cons-t i tu i r un obstáculo al ofrecer al pensamiento una forma ge-neral prematura. Estudiaremos entonces el concepto de fer-mentación, dirigiéndonos a un autor importante , consagra-do al nuevo espíri tu. Es el caso de David Macbride cuyolibro, traducido del inglés por Abbadie en 1766, l leva enexergo la frase de Newton; "La Fi losofía natural debe so-bre todo atenerse a razonar sobre los fenómenos, sin tenerque acudir a las hipó-tesis. "No obstante, se verá con quétranquilidad se designan, bajo el nombre de aspectos expe-rimentales, intuiciones completamente hipotéticas.

Como punto de part ida, Macbride f i ja esta definiciónde Macquer que juzga precisa y clara: la fermentación es"un movimiento intest ino que se exci ta por s í mismo entrelas partes insensibles de un cuerpo, del cual resulta un nue-

vo arreglo y una nueva combinación de esas mismas partes".De acuerdo a esta definición, la fermentación atañe al

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reino animal y al reino vegetal; la digestión es uno de loscasos privilegiados. Y he aquí a nuestro autor frente a lasprimeras experiencias, frente a las experiencias que preceden,

según él, a las hipó tesis: M ezcla de pan y de agu a — M ez -cla de pan, de carnero y de agua. Sin duda, para el espíri tuprecient í f ico, una mezcla semejante , proporciona un fenó-m e n o completo que reúne en el mismo vaso los tres reinosde la naturaleza. ¿Es acaso necesario subrayar cuan dife-rente es este carácter completo, en el sentido de suma ex-tensiva, del carácter completo, en el sentido de coherenciacomprensiva, que recordamos hace unos instantes como unode los rasgos dist intivos del pensamiento físico-matemático

contemporáneo?A esa última mezcla, para variar la experiencia, se le

agregará limón, o espinacas, o berro, o saliva, o miel, oaguardiente. Y se registrarán los movimientos intestinos. Seanotarán también los olores, designándose frecuentementelos fenómenos producidos referidos al olor del queso o delfenogreco. La l igadura entre el conocimiento precientíficoy el conocimiento vulgar es pues corta y fuerte. Por lo

demás no dejará de acercarse, a esta encuesta objetiva, lasexperiencias completamente íntimas de la digestión, expli-cando en verdad la fermentación como una digestión. E lmo v i mi e n t o intestino en el estómago ¿no es por ventura"suscitado por el dulce calor del lugar, por los restos dela últ ima comida y por la virtud fermentativa de la salivay del jugo gástrico"? Señalemos de paso la influencia quese atribuye a los restos de la últ ima comida. Estos restos

cumplen el oficio de una verdadera levadura, desempeñan-do el mismo papel, entre una digestión y la otra, que la re-serva de masa que el ama de casa guarda en un ángulo delamasadero para conservar, entre una hornada y la otra , lasvirtudes de la panificación.

La comparación entre la fermentación y la digestión noes circunstancial; es fundamental y sígjie guiando a la in-vestigación, con lo que se pone bien en evidencia la grave-dad de la inversión que realiza el espíritu precientífico al

colocar los fenómenos de la vida como fundamento deciertos fenómenos químicos. Así Maebride observará que

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después de una buena comida son los alimentos vegetaleslos que regurgitan, de la misma manera como lo hacen ell imón o la cebolla en las mixturas precedentemente estu-

diadas in vitro. Se ve por otra parte cómo es estrecho elcontacto entre los diferentes distri tos fenomenológicos. Elpensamiento precient í f ico no l imita su objeto: en cuantotermina una experiencia part icular ya trata de generalizarlaen los dominios más variados.

Pueden también consignarse, como una característ ica dis-t intiva del preposit ivismo uti l i tario, observaciones comoésta: En vista de la fermentación ácida de la leche en elestómago, hay interés en acelerar la digestión y como ladigestión es esencialmente un movimiento, el doctor Mac-bride llega a aconsejar "que se haga hacer ejercicio a losniño s de pec ho" C 1). En efecto ¿no se activan las mezclasy las fermentaciones agitando los frascos? Sacudid pues alos lactantes después de cada mamada.

Si, a través de este ejemplo, se sigue bien el recorrido delpensamiento precientífico desde las definiciones previas de-masiado generales hasta las conclusiones utilitarias de la ex-

periencia, puede verse que este recorrido es un verdaderocírculo; Si Macbride no hubiera definido arbi t rariamentea la fermentación como un movimiento in test ino, no ha-bría l legado a ese extraño consejo de sacudir los niños depecho para que digieran mejor la leche materna. La intui-ción primaría no se ha movido, la experiencia no ha recti-ficado la hipótesis primaria, el aspecto general, captado deprimera intención, ha permanecido como único at r ibuto del

concepto inmóvil .Por lo demás el l ibro de Macbride es muy s in tomát i co

por su plan de conjunto que manifiesta una necesidad degeneral idad i l imitada. Macbride se propone en efecto pro-bar, mediante estudios sobre las sustancias animales y vege-tales, que el aire fijo es el principio de su cohesión, de suunidad sustancial . Este a i re f i jo es e l "vinculum" o el"g lu ten verum". Cuando Macbr ide ha es tud iado ex tensa-

( ! ) M A C B R I D E : Essais d'expériences, trad. del inglés , por Abbadie .P a r í s , 1 7 6 6 , p . 3 0 .

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mente la carne y las legumbres, cuando ha comprobado quetodas esas sustancias orgánicas se tornan blandas después dela fermentación, perdiendo de ese modo, como él cree, el

aire fijo que determinaba su cohesión, pasa al estudio delreino mineral . Este estudio del reino mineral , por lo demássucinto, se emprende entonces apoyándose sobre intuicionesmuy vagas, muy generales, extraídas de los reinos vegetaly animal. También ésta es una inversión muy característ icaque estudiaremos sistemáticamente en nuestro capítulo sobreel ob stá cu lo an im ista. Es ta inversión pon e de relieve que laclasificación de los pensamientos objetivos medíante unacomplejidad creciente, es muy difíci l de consti tuir.

Macbride, confiando en sus intuiciones generales, co-menta la acción química del anhídrido carbónico (aire fi jo)sobre la cal apagada en el sentido de una "cohesión". Setrata en este caso de una simple pérdida de movimiento,de un fenómeno inverso al de la fermentación. Todo elj t íego de la explicación de los fenómenos oscila jues delp o l o : movimiento y libertad, a l po lo : reposo y cohesión,manteniéndose siempre en el plano de los datos inmediatos

de la intuiciói . Aquello que es la calidad sobresaliente:cohesión o división es entonces la generalidad suficiente paraexpl icar todo. Ella es la que se explica y es ella la que ex-plica, recorriendo el círculo sin fin del empirismo primitivo.Y esta expl icación ingenua se maravi l la por poco (p . 304)."Era muy agradable ver las part ículas de cal que dos otres minutos antes eran invisibles y estaban disueltas en elagua, correr juntas, precipitarse al fondo, y volver a su pri-mit ivo estado de insolubi l idad, en cuanto fueron saturadasde aire fi jo". La cal había encontrado "su principio cimen-tador". Aquel lo que Macbride encuentra agradable en estesimple precipitado ¿no es simplemente la fácil confirmaciónde sus hipótesis? En otra experiencia asistiremos a la "di-solución" inversa de la carne: los gases producidos por estaputrefacción serán dirigidos a una solución de agua de cal .La conclusión será entonces term inante (p . 3 1 8 ) : "H ayaquí una prueba más de que el aire fijo es el principio ci-

mentador de las sustancias anímales; puesto que se ve quemientras la disolución se apodera de la carne y ésta cae en

U

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pedazos por la pérdida del aire fijo, la cal se vuelve sólidacuando éste se restablece". La idea general, tan pobre ensolidez, consti tuye en verdad el motivo dominante de la

explicación.Acabamos entonces de encontrar un ejemplo de una seriede observaciones exactas y preciosas que permiten resolverel falso problema de la cohesión y de la disolución de lacarne y que no hacen sino desplazar ideas falsas. Precisa-mente el tema intuitivo de la cohesión, de la solidez es untema de una generalidad excesiva. Pertenece totalmente a laintuición ingenua. Es un tema dominante de la explicaciónprecientífica.

Por otra parte , también aquí es muy notable la re lación/entre la palabra y el concepto. En la palabra aire fijo /p.está el supuesto de un aire que está, como dice Hales, / 'pri-vado de su elasticidad, y reducido a un estado de fijeza yde atracción". No ha de asombrar pues que el aire fijo f i j e .Podrían encontrarse numerosos casos en los que el espíri tuprecientífico agrupa las experiencias en un plano verdade-ramente et imológico, reuniendo simplemente palabras de

una misma famil ia . El a i re f i jo encuentra un nombre de-masiado general en la experiencia part icular del anhídridocarbónico sobre el agua de cal. Entonces su función se ge-neraliza en la forma excesiva que acabamos de ver.

Debemos insist ir en que Macbride no es uno de esosautores sin valor que se limita a copiar experiencias reali-zadas por otros. Es un buen observador, frecuentemente in-genioso y perspicaz. Magdeleine de Saint-Agy cont inuando

en el siglo XIX la Histoire des sciences naturelles de Cuvierda cuenta (t. V, p. 17) de las investigaciones de Macbride.Y hasta agrega: "Las experiencias de Macbride contribuye-ron aún más que las de Black a dirigir la atención de losfísicos y de los químicos hacía el estudio de los gases".(Véase también el Elogio de Macbride por Vicq D'Azyr,serie de Eloges, 1 7 8 0 . )

En cuanto se ha comprendido bien que la fermentaciónes un fenómeno básico medíante una intuición general, seexplica que sea suficiente agregar adjetivos en cantidad paradar cuenta de los fenómenos químicos más variados. Así se

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satisfará el pensamiento precientífico que estima que clasi-ficar los fenómenos, ya es conocerlos. Por ejemplo, el abatePonoelet quien cree, él también, que la fermentación es

esencialmente un movimiento, escribe (*): "Así como haymovimientos de varios grados, también puede haber variosgrados de fermentación; se les designa comúnmente por susrelaciones con los sentidos del gusto y del olfato. Puededecirse entonces: una fermentación acerba, austera, acescente,alcalina, vinosa, acética, aromática, fét ida, est íptica; etc.".P o r lo demás el abate Poncelet n o deja de denunciar (pá -gina 102) "el abuso de los términos (que) expande extra-ñas tinieblas sobre las nociones que se cree poseer acerca delos seres abs t rac tos o metaf í skos" (como e l movimiento) .Es un rasgo bastante curioso del espíri tu científico el deno poder dirigir sus crí t icas contra sí mismo. El espíri tucient í f ico posee un poder autocrí t ico muy diferente .

Así como lo observamos respecto de la coagulación, tam-bién podemos ofrecer ejemplos en los que el concepto de-masiado general de fermentación recibe una extensión a to-das luces abusiva. Para Geoffroy ( 2 ) : "La Vegetación esuna especie de fermentación que une algunos de esos mismosprincipios en las Plantas, mientras separa otros". La fer-mentación es ahora un proceso tan general que totaliza loscon trarios. U n escri tor desconocido, que escribe com oGeoffroy en 1742, se expresa así ( 8 ) : " E n el racim o deuvas, e l jugo vinoso no fermenta diferentemente que en elto ne l. . . Iguales fer m ento s, iguales acciones, finales ig ua-les; a los que podéis comparar en general todo lo que ocu-

rre en la historia de los vegetales. La fermentación se esta-blece así sobre un sistema general (que sólo) varía en losindividuos". A esta generalización excesiva y sin pruebapuede emparentarse la opinión de Boerhaave que afi rma que

( * ) P O N C E L E T : toe. cit., p . 9 4 .( 2 ) H istoire de l'Académie des Sciences, p . 4 3 .( 3 ) Sin nombre de autor . Nouveau traite de Physique sur toute la

nature ou méditations, et songes sur tous les corps dont la Medicine t ire les

plus grands avantages pour guérir le corps humain; et oú Ton verraplusíeurs curiosités qui n'ont point paru. 2 vol. , París, 1742, t . I ,p . 1 8 1 .

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todos los vegetales preparados por una fermentación con-veniente producen Espíri tus vinosos que exhalan: "De ahíque pueda considerarse el Aire como una nube de Espíri tus

d e v i n o " ( * ) .Naturalmente, la noción de fermentación l leva su valorexpl icat ivo al re ino m ineral . Pa ra Lém ery ( 2 ) " la fe rmen-tación, que actúa como el fuego, separa en la produccióndel metal las partes terrest res y groseras. . . Es menester ungrado de fermentación para la producción de los metalesque no se encu entra en todas las t ierr as. . . C o m o el m etales u n a obra de la ferm entac ión, hace falta necesariamenteque el sol o el calor de los fuegos subterráneos cooperenen el la" . "La fermentación hace frecuentemente elevar hastala cima de la m o n ta ñ a . . . fi letes de mina pesada o algunamarcas i ta" (p . 76) . Aquí también , como lo v imos ya parala coagulación, la explicación por lo general se desliza a laexplicación por lo grande y se convierte en un principiocosmogónico. Lémery, no obstante ser un demostrador detalento, se deja l levar, como tantos otros, por su ensueñocientífico. Aquello que hierve en su retorta le es suficiente

para formarse una imagen de lo que ocurre en el centro del a T ie r ra .

Hasta en el dominio de los fenómenos materiales el temageneral de la fermentación podrá reunir los fenómenos másheterócl i tos: bastará un juego de adjet ivos. Por e jemplo,el Conde de Tressan explica los fenómenos eléctricos me-diante fermentaciones. Define fermentaciones cal ientes queproducen una expansión y fermentaciones fr ías que dan un

"coagulum". Con semejante general ización que engloba alos dos contrarios, puede desafiar a la contradicción.

Con respecto al tema de la fermentación que acabamosde caracterizar en su aspecto precientífico, es muy fácil po-

( l ) H E R M A N B O E R H A AV E : Eléments de Chym ie, traducidos del la-t í n , por J . N . S . A l l emand, membre de l a Soc . R oy . de L ondres . 2 vo l s . ,

L e i d e , 1 7 5 2 , t . I , p . 4 9 4 .( - ) N IC OL A S L É ME R Y : Cours de Chymie. 7* ed ., Par í s , 1 6 8 0 ,p . 7 5 .

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ner de relieve que el pensamiento científico moderno es ver-daderamente un umbral diferencial de la cul tura . En par-t icular, puede mostrarse que ninguna observación del siglo

XVIII ha dado nacimiento a una técnica del s iglo XIX.No hay comparación posible entre una observación de Mac-bride y una técnica pastoriana. El pensamiento científicomoderno se encarniza en precisar, en l imitar, en purificarlas sustancias y sus fenómenos. Busca el fermento específicoobjet ivo, no la fermentación universal . Como lo dice muybien Marcel Boíl (M ercu re de France, 1 ? de mayo de 1929)lo que caracteriza al científico moderno "es la objetividady no el universalismo: el pensamiento debe ser objetivo,será universal en la medida en que pueda serlo, en la me-dida en que la realidad lo autorice". Ahora bien, la obje-tividad se determina en la precisión y en la coherencia delos atributos, y no en la colección de objetos más o menosanálogos. Esto es tan cierto que con frecuencia es más im-portante, pata el progreso del pensamiento, aquello que l i-mita un conocimiento, que aquel lo que amplía vagamenteel conocimiento. Siempre, a todo concepto científico debe

asociarse su anticoncepto. Si todo fermenta, la fermentacióndista poco de ser un fenómeno sin interés. Es entonces con-veniente definir lo que no fermenta, lo que puede detenera la fermentación. En efecto, en la era pastoriana las con-diciones de la esterilización integraron, como esenciales, elconocimiento de las condiciones de la fermentación. Hastaen la simple distinción entre grande y pequeño, puede verse,en la ciencia moderna, la tendencia a reducir más que aaumentar las cantidades observadas. La química de preci-

sión opera sobre cantidades de materia muy pequeñas. Sinembargo el error relativo disminuiría si se tomaran cantida-des más grandes. Pero las técnicas son más seguras con apa-ratos delicados. El ideal de limitación priva. U¡n conoci-miento que carezca de precisión, o mejor, un conocimientoque no esté dado con sus condiciones de determinación pre-cisa no es un conocimiento científico. Un conocimientogeneral es casi fatalmente un conocimiento vago.

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C A P I T U L O I V

U N E J E M P L O D E O B S T A C U L O V E R B A L : L A E S P O N J A

E X T E N S I Ó N A B U S I V A D E L A S I M A G E N E S F A M I L I A R E S

I

Acabamos de estudiar , a manera de ejemplos, dos temasgenerales del conocimiento precientífico para mostrar conqué facilidad el espíritu precientífico se deja llevar hacia ge-neralizaciones indefinidas. En este breve capítulo queremosser aún más precisos y considerar un caso en el que una solaimagen, hasta una sola palabra, consti tuye toda la explica-ción. Pretendemos caracterizar de esta manera, como obs-táculos del pensamiento cient í f ico, hábi tos puramente ver-bales. Por lo demás tendremos ocasión de desarrollar lasmismas ideas de resultas de nuestro capítulo sobre el obs-táculo sustancíalísta. Entonces se tratará de una explicaciónverbal por referencia a un sustantivo cargado de epítetos,susti tuto de una sustancia rica en poderes. Aquí, tomaremosla pobre palabra esponja y veremos que permite expresar

los fenómenos más variados. Esos fenómenos se expresan:se cree entonces explicarlos. Se Ies reconoce: se cree entoncesconocerlos. Sin embargo en los fenómenos designados porla palabra esponja, el espíritu no es la víctima de una po-tencia sustancial . La funcióá de la esponja es de una evi-dencia tan clara y distinta que ni se siente la necesidad deexplicarla. Al explicar los fenómenos mediante la palabiaesponja, no se tendrá pues la impresión de caer en un sus-tancialismo oscuro; tampoco se tendrá la impresión de quese está haciendo teorías puesto que aquella función es to-

V

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ta lmente experimental . Corresponde pues a la esponja un"denkmi t te l" de l empir i smo ingenuo,

I I

Dir i jámonos an te todo a un au tor importan te , re f i r ién-donos a un art ículo de Réaumur aparecido en las Mémoriesde l'Académ ie des Sciences en 1731 (p . 28 1 ) : " U n a ideabastante vulgar es la de considerar el aire como algodón,como lana, como esponja, y mucho más esponjosa quetodos los demás cuerpos o reunión de cuerpos con los que

se pueda comparar. Esta idea es muy apropiada para ex-pl icar por qué el a i re se deja comprimir notablemente me-díante pesos, por qué puede ser también enrarecido consi-derablemente, y aparecer bajo un volumen que sobrepasa enmucho aquél en el cual lo habíamos visto anteriormente".Provisto con esta batería metafórica, Réaumur repl icará aMariot te que, con todo, había aportado alguna luz al asi -milar el fenómeno de la disolución del aire en el agua, a la

disolución de un a sal. "Y o pienso — dice R éa um ur (pá-g ina 382)— que Mario t te ha l levado su suposic ión máslejos de lo necesario; me parece que en lugar de suponerque el agua puede disolver el aire, disolución por lo demásbastante difícil de concebir, con limitarse a suponer que ellalo penetra, lo moja, se t iene todo lo que hace falta paradar cuenta de los fenómenos que aquí deben explicarse".Siguiendo en todos sus detalles la explicación de Rjéaumur,captaremos muy bien qué es una imagen generalizada, ex-

presada con una sola pala bra , lei t-m otiv de un a intu iciónsin valor. "Cont inuemos considerando el a i re como seme-jante por su estructura a los cuerpos esponjosos, y que seade aquellos que el agua puede penetrar, que pueden embe-berse de agua, y ya dejará de sorprendernos que el aire,que está contenido en el agua, no es más compresible, yque ocupe tan poco lugar en ella. Si envuelvo una esponjaen una membrana a través de la cual el agua no pueda pe-

netrar, y mantengo suspendida esta esponja en el agua,mediante un hilo fi jado en el fondo del vaso, entonces la

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esponja seguirá siendo tan compresible como lo era enmedio del aire. Si con un pistón, o de otra manera, com-primo el agua, esta descenderá, la esponja se verá obligada

a ocupar un volumen mucho menor, sus partes se veránforzadas a alojarse en los vacíos que t ienden a conservarse,y el agua ocupará el lugar que las partes de la esponja ha-brán abandonado. Cesemos de comprimir el agua, y la es-p on ja res tablecerá su es tado p r i m i t i v o . . . S i luego qu i ta -mos a nuestra esponja la envol tura con la que la habíamoscubierto, será posible al agua insinuarse en su interior; dé-mosle el tiempo necesario para que llene todos los vacíosexistentes entre las membranas esponjosas, después de lo

cual s i acudimos nuevamente al p is tón para comprimir e lagua, veremos que la esponja ya no cede, como lo hizo laprimera vez, o que cederá muy poco. La esponja se havuelto entonces incompresible, o casi incompresible; suspartes comprimidas ya no encuentran lugares vacíos dondealojarse, el agua los ha llenado; la parte alojada detiene elesfuerzo de la parte que t iende a expulsarla. Sí el aire, comola esponja, puede pues ser penetrada por el agua, si puede

llenar los vacíos que están entre sus partes, he ahí que dejade ser compresible".

Nos sent imos obl igados de disculparnos frente al lectorpor haber citado esta página interminable, esta página tanmal escrita, de un autor célebre. P<ero le hemos ahorradomuchas otras , del mismo est i lo , donde Réaumur expl ica in-terminablemente los fenómenos mediante el carácter espon-joso. Nos hacía fal ta s in embargo aportar un ejemplo algolargo donde la acumulación de las imágenes violentara evi-dentemente a la razón, y en el que lo concreto acumuladosin prudencia obstaculiza a la visión abstracta y clara delos problemas reales.

Más adelante, Réaumur insiste en que el esquema pro-puesto no es s ino u n esbozo, y que natur alm ente puededarse a las "esponjas del a i re" formas muy diferentes de laesponja ord inar ia . Mas todo su pensamiento es tá ins t ru idosobre esta imagen y no puede desasirse de su intuición bá-

sica. Cuando él quiere borrar la imagen, subsiste la funciónde la imagen. De ahí que Réaumur se resista a decidir acerca

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de la forma "de los granos del aire". Para su explicación,n o reclama sino una cosa (p , 28 6 ) " y es que el agua pued apenetrar los granos del aire". Dicho de otra manera, quiere,

en definitiva, sacrificar la esponja, pero quiere conservar laesponjosidad. H¡e aquí la prueba de un movimiento pura ysimplemente l ingüístico que, al asociar a una palabra con-creta una palabra abstracta, cree haber hecho avanzar alpensamiento. Una doctrina de la abstracción coherente ne-cesita un desprendimiento mucho mayor de las imágenespr imi t ivas .

Pero quizá veamos mejor el carácter metafórico deficiente

de la explicación m edia nte la esp on ja, si nos dirigimo s acasos en los que esta explicación se propone para fenóme-nos m enos inm ediatos . Así escribe F ra nk lin (*) : "L a m a-teria común es una especie de esponja para el flúido eléc-trico; una esponja no admitiría agua, si las partes de aguano fueran más pequeñas que los poros de la esponja; nolas admitiría sino muy lentamente si no hubiera una atrac-ción mutua entre sus partes, y las partes de la esponja;ésta se embebería más rápidamente si la atracción recíproca

entre las partes del agua no lo obstaculizara, por lo queha de haber alguna fuerza empleada para separarlas; final-mente la imbibición sería muy rápida si en lugar de atrac-ción, hubiera entre las partes del agua una repulsión mutuaque coadyuvara con la atracción de la esponja. Tal es pre-cisamente el caso en el que se encuentran la materia eléctricay la materia común". Todos estos detalles, todas estas su-posiciones, todos estos rodeos, nos muestran bastante cla-

ramente que Franklin trata de aplicar las experiencias eléc-tricas sobre la experiencia básica de la esponja, Pero Fran-klin no piensa sino en el plano de la esponja. La esponjaes para él una verdadera categoría empírica. Es posible queen su adolescencia, ese simple objeto lo maravillara. Es muyfrecuente. Muchas veces he sorprendido a niños muy inte-resados frente a un secante que "bebe" una mancha.

C1

) B E N J A M I N F R A N K L I N : Expérien ces et observations sur Vélectri-cité, co m m uniquées da ns p lus i eurs Let tres á P . Co l l in so n de la So c . Ro y .de Lo nd res . Tr a d . , Pa r ís , 1 7 5 2 , p . 1 3 5

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Naturalmente, s i nos dir igimos a autores subal ternos, laaplicación será más rápida, más directa, si es posible, menosvigi lada. La imagen expl icará entonces automáticamente. En

una disertación de P. Béraut, se encuentra condensada estadoble explicación: Los vidrios y las materias vítrífícablesson "esponjas de luz, porque (están) todos penetrados dela materia que hace la luz; por la misma razón puede de-cirse que son todo s esp on jas de m ateria eléctrica". Lé m eryl lamaba a la piedra de Bologna una "esponja de luz" conun poco más de precisión, pues esta piedra fosforescenteconserva, después de su exposición al sol, una cierta canti-

dad de "materia luminosa" que luego deja escapar. De estamanera rápida, en tres renglones, Marat explica el enfria-m ien to de un cuerpo caliente sum erg ido en el aire o en elagua ( J ) : "Aquí el aire y el agua actúan como esponjas,pues un cuerpo no enfría a otro que toca, sino absorbiendoel flúido ígneo que escapa de él".

La imagen tan clara puede ser, en las aplicaciones, másconfusa y complicada. Así el abate de Mangin dice breve-

mente ( 2 ) : "E l h ielo, po r ser un a e sp on ja de agua espe-sada y helada debido al ret iro del fuego, posee una apti tuda recibir fácilmente todo lo que se le presente". Parece que,en este último caso, se asiste a la interiorización del carácter)esponjoso. Aquí este carácter es una apti tud a recibir, aabsorbe r. Se en co ntr ará n fácilm ente ejem plos en los que seagregarán insensiblemente intuiciones sustancíalistas. La es-ponja t iene entonces un poder secreto , un poder primordial .

Para el Co sm opol i ta ( 3 ) : "La Tierra es una esponja y elreceptáculo de los demás Elementos". Un partero l lamado

( ! ) MA R A T , D oc teu r en Méd ec i ne e t M édec i n des Gardes du C or psd e M o n s e i g n e u r l e C o m t e d ' A r t o i s : Déco uvectes sur le Fea, l'Electricité etla Lumiére, cons ta tées par une su i te d ' expér i enc i e s nouv e l l e s . Par ís , 1 7 7 9 ,p . 3 1 .

( 2 ) A B B É D E M A N G I N : Question nouve lle et intéressante sur l'élec-

tricité. P a r í s , 1 7 4 9 , p . 3 8 .( 3 ) Cosmopo lite ou nouvelle lumiére chymique. Pour servir d'ec la ir-

c i s sement aux 3 Pr i nc i p es de la N a ture . Par í s , 1 7 2 3 , p . 14 2 .

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David C1) juzga útil esta imagen "la sangre es una especiede esponja impregnada de fuego" .

I I I

Se apreciará quizá mejor el carácter de obstáculo episte-mológico presentado por la imagen de la esponja, si se con-sideran las dificultades que un experimentador paciente eingenioso ha tenido que vencer para desembarazarse de ella.

E l Recueií de Mémoires publ icado ba jo e l t í tu lo de Ana-

íogie de l'éléctricité et du magnétisme en 1785 por J . H.van Swinden, es una larga serie de objeciones en contra delas múltiples analogías con las que se pretendía reunir enuna misma teoría, la electricidad y el magnetismo. VanSwinden da reiteradamente la preferencia a una experienciaya tocada por la luz matemática. Mas antes de ser un cons-t ructor del pensamiento matemático hay que ser iconoclasta .He aquí entonces el pro gra m a de V an Sw inde n ( 2 ) : " E x a -

minaré en segundo lugar las experiencias según las cualesCigna ha creído demostrar que el h ierro es un conductordel flúido magnético, o que es su esponja como piensaBrugmans" . La in tu ic ión de Brugmans es tá reproducida entodo su candor (p . 87) . "Así como una esponja t ranspor taagua con toda su masa y en cantidad tanto más considerablecuanto mayor es su volumen, lo mismo el hierro , cuandotiene mayor masa o volumen, parece atraer o sonsacar (ab -ducere) una mayor cant idad de Flúido que el Hierro de

menor volumen". La función del hierro que se acaba deimana» -, es la de "t ransportar ese Flúido en un lugar donde

( ! ) J E A N - P l E R R E DAVID , Do cteur e t Médec in . Ma i tre és -Arts e t enChirurgíe de París , Pro fesse ur R oy a! de Ch irur gie et d 'A na tom ie áR o u e n . L i t h o t o m i s t e - P e n s i o n n a i r e , C h i r u r g ie n e n C h e f d e l ' H ó t e l D i e u ,et mémbre de l 'Académie des Sciences , Bel les-Lettres et Arts de la mémevi l le . Traite de la nutrition et de l'accroissemen t, précédé d'une disserta-t ion sur l 'usage des e a u x d e l ' A m n í o s . P a r ís , 1 7 7 ] , p . 3 0 4 .

( 2 ) J . H . VAN SW IND EN: Analog ie de l'éléctricité et du mag nétisme.3 v o l . . La Ha y e , 1 7 8 5 , t . I , p . 7 4 .

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no había , como una esponja sumergida en el agua la ab-sorbe y la t ranspor ta" .

N o es s ino después de m u y num erosas y variadas expe-

riencias que Van Swinden se cree con derecho a rechazarsemejante intuición . En tonces escribe ( I , p . 1 2 0 ) : "E staexpresión: e l h ierro es una esponja de Fluido magnét ico espues una metáfora que se aparta de la verdad: s in embargotodas las explicaciones están fundadas sobre esta expresiónempleada en su cabal sentido. Pero, en lo que a mí respecta,pienso que no es exacto decir que todos los Fenómenos sereducen a esto, que el Hierro es una esponja de flúido mag-

nético, y establecer no obstante que hay ahí una aparienciaengañosa: o pensar que la razón señala que esas expre-siones son erróneas y sin embargo aplicarlas para la expli-cación de las Experiencias". Bajo una forma algo embara-zosa, e l pensamiento de Van Swinden es muy claro: Noes tan fácil , como se pretende, desterrar a las metáforas enel exclusivo reino de las expresiones. Quiérase o no, lasmetáforas seducen a la razón. Son imágenes particulares ylejanas que insensiblemente se convierten en esquemas gene-

rales. Un psicoanálisis del conocimiento objetivo debe puesaplicarse a decolorar, si no a borrar, estas imágenes inge-nuas. Cuando la abstracción haya pasado por ahí , ya habrát iempo para ilustrar los esquemas racionales. En resumen,la intuición básica es un obstáculo para el pensamiento cien-tífico; sólo una i lustración que trabaje más allá del con-cepto, añadiendo un poco de color sobre los rasgos esen-ciales, puede ayudar al pensamiento científico.

I V

Por lo demás pueden encontrarse ejemplos en los queespíri tus m uy grandes se ha n visto, digá m oslo así, b loq uea -dos por la imaginería básica. Poner en duda la claridad yla distinción de la imagen que nos ofrece la esponja, es,para Descartes, sutilizar las explicaciones sin raz ón (P ri n -cipes, II, § 7). "No sé por qué, cuando se ha querido ex-plicar cómo un cuerpo se ha enrarecido, se ha preferido

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decir que es debido al aumento de su cantidad en lugar deuti l izar el ejemplo de esta esponja". Dicho de o t ro modo,la imagen de la esponja es suficiente en una explicación

particular, luego puede uti l izársela para organizar experien-cias diversas. ¿Por qué ir a buscar más lejos? ¿Por qué nopensar siguiendo ese tema general? ¿Por qué no generalizarlo que es c laro y s imple? Expl iquemos pues los fenómenoscomplicados con un material de fenómenos simples, comose aclara una idea compleja descomponiéndola en ideassimples.

Que los detalle.* de la imagen lleguen a velarse, eso nonos ha de l levar a ab an do na r la imagen. L a retenemos po ru n aspecto, eso bas ta. L a co nf ian za de De scartes en la cla-ridad de la imagen de la esponja es muy sintomática deesa impotencia en instalar la duda a la al tura de los deta-l les del conocimiento objetivo, en desarrollar una dudadiscursiva que desarticularía todos los vínculos de lo real,tod os los áng ulos de las imágenes. La du da general es másfácil que la duda particular. "Y no debemos poner dif i -cultades en creer que el enrarecimiento no se haga como yo

diga, aunque no percibamos por ninguno de nuestros sen-tid os el cuer po que llena (los poro s de un cue rpo enrareci-do ) , pues to que no h ay razó n alguna que nos obligue acreer que nuestros sentidos deben percibir todos los cuer-pos que nos rodean, mientras vemos que es fácil explicarlode esta manera, y que es imposible concebirlo de otra."En otras palabras: una esponja nos muestra la esponjosi-dad. Nos muestra cómo una materia part icular "se l lena"de ot ra m ateria. Es ta lección de la plenitud heterogénea

es suficiente para explicarlo tod o. La metafísica del es-pacio en Descartes es la metafísica de la esponja.

V

Correlativamente a la intuición de esponja, podría es-tudiarse la noción de poro que es, para la explicación pre-

cienlífica, un leít-motiv tan persistente que sería necesarioto do un l ibr o para seguir todas sus ramificaciones. M e-

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diante esta noción, part icularmente especiosa, se llega sindif icu ltad a concil iar los contrarios. U n a pu erta debe estarabierta o cerrada. P er o un po ro está abierto para uno s y

al m ism o tiem po está cerrado para otro s. H ay po ros espe-cíficos pa ra ma teria s específicas. L a imag en está lista par afuncionar en ambos sent idos, como la imagen de la esponja,par a abso rber o para fi l t ra r. N o es de asom brarse que sehaya podido poner esta imagen entre las propiedades fun-damentales de la m ateria . " T o d o s los cuerpos de la na tu ra -leza, dice el conde de La Cépede en 1782, están llenos deporos: la porosidad es, pues, una propiedad general de loscuerpos." ( x )

V I

No sería difíci l multiplicar los estudios semejantes al queacaba m os de esboza r en este cap ítulo. Se adve rtiría ba stan terápidamente que los conocimientos objet ivos se concentranfrecuentemente alrededor de objetos privilegiados, alrede-

dor de instrumentos simples que l levan el signo del homofaber. En este orden de ideas podría estudiarse la palanca, elespe jo , el t am iz , l a b o m b a . . . Se com proba r ía la ex is tenciade físicas part icu lares generalizadas m u y rápid am ente . Siem -pre con el mismo espír i tu podrían también estudiarse fenó-menos part iculares como el choque, tan poco importante enla fenomenología natural, y que sin embargo desempeñaun papel tan grande en la explicación intuit iva, en ciertascul tura s f i losóficas. Se po dría n acum ular s in f in imágenes

simplistas que se atreven a proponerse como explicativas.V eam os alguno s ejemplos. Fr an kl ín registra , en electr ic i-dad, el poder de las puntas encubriéndola en esta rápida ima-gen ( 2 ) "c o m o al arr an ca r las crines de la cola de u n ca-bal lo , una fuerza, insuficiente para arrancar un puñado deuna sola vez, sería suficiente para quitarle crin por crin, de

( ! ) C O M T E D E L A C É P É D E , des Acad. e t S o c. R o y . d e D i j o n , T o u -

l o u s e , R o m e , S t o c k h o l m , H e s s e - H a m b o u r g , M u n i c h , Physique genéraleet particutiére. 2 v o l s . , P a r í s , 1 7 8 2 , t . I, p . 1 9 1 .

( 2 ) F R A N K L Í N l oe . c i t „ p . 1 8 .

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igual modo un cuerpo mocho que se presente no podríaatraer muchas partes de una sola vez, pero un cuerpo en pun-ta , s in una fuerza mayor, las a t rae fáci lmente parte por

p a r t e " .E n 1 7 8 2 , M a ra t explica la máquina eléctrica comparán-

dola a una bomba (*) : "Se la compara con razón a unabomba: la rueda representa el pistón, los cepil los son lafuente inmediata de donde la rueda extrae el f lúido, y elconductor a is lado forma el recipiente donde lo deposi ta" .De esta manera n o ha y mis ter io , no ha y problem a. U n ose pregunta cómo la extensión de una imagen semejante

podría servir para mejorar la técnica, para pensar la expe-riencia. ¿H ab rá que po ne r cepillos m ás grand es si se quie-re d i sponer de un a fuen te m ás abu ndan te? ¿H abrá quedar a la rueda un movimiento de vaivén para imitar a l p is-tó n ? Precisamente, la ciencia m od ern a uti l iz a la analog íade la bomba para ilustrar algunos caracteres de los gene-radores eléctricos; pero es para tratar de aclarar las ideasabstractas de diferencia de potencial , de intensidad de co-

rr iente . Se ve aquí un contraste ne to de dos m ental idad es:en la mentalidad científica la analogía hidráulica desem-peña su papel después de la teoría . E n la m ental idad p re-científica lo hace antes. Si se nos objetara nuevamente queMara t es un autor cient í f ico de segundo orden, contesta-r íamos que sus obras fueron abundantemente c i tadas afines del s iglo XVIII y devolveríamos la objeción repi t ien-do que precisamente lo que caracteriza al período precien-t í f ico es que los autores de segundo orden han tenido en él

un a gran influenc ia. So n los obreros activos de la fábricacientífica. Y a n o ocurre eso. E l nú m er o de experienciasreal izado por Marat es prodigioso, é l d ioe que ha hechoco m o cinco m il experiencias sobre la luz . E nt re esas cincomil experiencias, la Física no ha conservado ni una. Encambio un estudiante contemporáneo que hace su tesis enun laboratorio de investigaciones bajo la dirección de unmaestro, puede esperar hacer obra úti l .

( x ) MARAT: Recherches physiques sur l'éléctricité. Pa r í s , 1 7 8 2 ,p . 1 1 2 .

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El pel igro de las metáforas inmediatas en la formacióndel espíritu científico, es que ellas no son nunca imágenespasajeras; e l las se dir igen a un pensamiento autónomo;

tienden a completarse, a terminar en el reino de la imargen. Veam os un ejem plo de esta termina ción. Pa ra ex-plicar el trueno, el P. de Lozeran de Fesc asimila su mate-ria a pólvora de cañó n. Qu ímicam ente, pretende encontra ren las exhalaciones sensibles en t iempo de tormenta el equi-valente del sali tre, del carbón y del azufre cuya mezcla, comose sabe, consti tuye la pó lvo ra. H istóricam ente, tal af irm a-ción puede encontrarse muy plausible sobre todo si se con-

sideran las ideas fuertemente valorizadas que se tenían, desdehacía siglos, respecto de las exhalacion es. N o había ah í, endefinit iva, más que una simple idea falsa, entre tantas otras,sobre la naturaleza química del rayo . P er o veamos cóm o ter-m ina esta imagen ingenu a de la explosión del truen o. P ar aexplicar la inflamación de la pólvora del trueno, el autoruti l iza una teoría de los torbell inos, infiel por otra partea la teoría cartesiana, y concluye : " C o m o no existeaire a lo largo del eje de esos tor na do s (los torb ell ino s) y

como sus paredes resisten enormemente, cosa que se prueba yapo rqu e sostienen to d o el peso de la atm ósfe ra ya p or 13 fu er -za sorprendente de las columnas de nubes que arrancan losárboles más corpulentos y derrumban las casas, e l los formancomo un la rgo C añ ón . C ua nd o la mater ia del T ru en o estápor explotar , en su mayor parte debe bajar a lo largo deeste C a ñ ó n con u n a e x tr e ma r a p i d e z . . . " C o m o la p ó l v o -ra de cañón no era suficiente, hizo falta el Cañón para que

la teoría fue ra com pleta. La disertación del P . de Loz era ndu Fesc ha sido premiada por la Academia en 1726: la Aca-demia que no había podido discernir e l premio el año an-terior se fel ic i ta de haber logrado una memoria tan hermosa.

Mas todas estas imágenes pueriles, captadas en cierto mo-do en sus rasgos exteriores, están lejos de ser las más acti-vas. E n este orde n de ideas, los obstácu los más podero sos

C1

) R . P . D E L O Z E R A N D U F E S C , de l a Co m pa g i l i e de J ésus . Pro f .R o y . d e M a t h . á l ' U n i v e r s í t é d e P e r p í g n a n . Díssectatton sur la cause et ¿a

na tur e du tonnerre et des éclaics, P a r í s , 1 7 2 7 , p . 3 4 .

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corresponde n a las intuicione s de la fi lo so fía realista. Esosobstáculos fuertemente material izados ponen en juego, nopro pied ade s generales, sin o cualida des sustanciales. E s en

ellos, en una experiencia más sorda, más subjetiva, más ín-tim a, do nd e reside la verdad era inercia esp iritua l. E s enel los donde encontraremos las verdaderas palabras obstácu-los. D ejarem os, pues, par a fines del cap ítulo sobre el obs-táculo sustancialista, el estudio de algunas sustancias abusi-vamente privi legiadas que nos permit i rán captar mejor laidea de privilegio epistemológico, la idea de valorización epis-temológica. Será tam bién al fin al de ese cap ítulo dond e da-remos su total desarrollo al psicoanálisis del conocimientoobje t ivo .

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C A P Í T U L O V

E L C O N O C I M I E N T O U N I T A R I O Y P R A G M A T I C O C O M O

O B S T A C U L O P A R A E L C O N O C I M I E N T O C I E N T I F IC O

I

Hemos estudiado la función general izante y sus pel igrosa través de experiencias e intuiciones bien determinadas,como la coagulación, la fermentación, la función mera-m ente mecánica de la esp on ja. Pe ro pued e captarse la seduc-ción de generalidades aún m ás vastas. A ho ra , ya no se tra ta

de pensamiento empírico, s ino verdaderamente de pensa-m iento f i losófico. U n dulce le targo inm ovil iza ahora a laexperiencia; todas las cuestiones se sosiegan en una vastaWeltanschauung; todas las dif icul tades se resuelven ante unavisión general del mundo, mediante una simple referencia aun pr incip io general de la N atu ral ez a. Es así com o en el si-g lo XVIII la idea de una Natura leza homogénea , a rmónica ,tutelar anula todas las singularidades, todas las contradiccio-nes, tod as las hos ti l idad es a la experiencia. M ostra rem os có-m o un a general idad sem ejante — y general idades cone xas—son de hecho obs táculo s par a el pen sam iento científico. N ole dedicaremos sino unas páginas, pues la prueba es fácil . Y,en particular, para no alargar excesivamente a nuestro l ibro,renunc iarem os a citar a los escri tores y a los fi lósofos. P o rejemplo, un ' estudio algo detal lado podría poner de manifies-to que la obra de B,ernardin de Saint-Pierre es una largaparodia del pensam iento c ien tí fico. T am bié n habr ía m uch o

que corregir a una física como aquella sobre la cual se apoyala fi los ofía de Sch ell ing. Pe ro estos autores, más acá o m ás

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allá del pensamiento científico, t ienen poca influencia sobrela evolución del conocimiento objet ivo.

El aspecto literario es s in embargo un s igno importan te ,

generalm ente u n m al signo, de los l ibro s precientíficos. Auna armonía a grandes rasgos se asocia una grandilocuen-cia que debemos caracterizar y que ha de atraer la atencióndel psicoa nalista. E s en efec to la señal inneg able de un a va-lorización abusiva. C on to do no darem os sino algunosejemplos, pues las páginas a que alude se encuentran entrelas más aburridas y las más inúti les que hayan escri to los"F í s i cos" .

En un l ibro escri to bajo forma de cartas familiares, u nautor desconocido comienza con estas palabras su Planétaireou abregé de l'histoire du Ciel: "¿Es lanzarse a un vuelo de-m asia do aud az prete nde r elevarse ha sta el techo celeste? ¿Seme acusará de temeridad por querer emprender el examen deesas antorchas que parecen sujetas a la bóveda del firma-m en to ?" El .mismo autor , en su carta 29-, aborda así elestudio de la L uz . "C uá nt a subl imidad en las palabra s queut i l izó Moisés para t rasmit i rnos la voluntad de Dios; Fiat

lux, et facta est, ningún intervalo entre e l pensamiento y laacción . . . Esa Exp resió n es tan m aravil losa , y tan divina,que eleva el alma tanto como la embarga de respeto y deadmirac ión . . . Es de es te f lú ido tan prec ioso , de es te Ast roluminoso, de este elemento que i lumina al universo, es dela luz, en fin, que hay que tratar, buscar las causas, y de-mostrar sus efectos,"

Igual admiración religiosa en el Discurso de 105 páginas

que sirve de introducción a la Physique genérale et particu-Uére del conde de La Cépede ( x ) . "Hemos considerado laluz, ese ser que cada día hace renacer el universo ante nues-tros ojos, y nos devuelve la imagen de la creación." Por otraparte se puede captar lo que hay de poco objetivo en esta ad-m iración . E n efecto, si se deja ran de lado los valores incons-cientes que cada mañana vienen a reconfortar al corazón delhombre sumido en la noche, se encontraría muy pobre, muypoco sugestiva, esta "imagen de la creación" que ofrece una

( i ) D e l a c é p é d e : loe. citt, p . 1 2 .

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rad iante au ror a. D espués de u n es fuerz o de análisis, el cond ede La Cépede nos prom ete una síntesis conm ovedora (p á-g ina 17) : "Hemos examinado suf ic ien temente por separado

las dist intas partes que componen el esqueleto de la Natu-raleza; reunam os esas partes , revistámoslas con su b ri l lan teatavío, y compongamos con el las ese cuerpo inmenso, ani-mado, perfecto, que const i tuye en verdad esta Naturalezapod erosa . ¡Qué espectáculo m ag níf ico se abre ante nue strosojos! Vemos el universo desplegarse y extenderse; una can-t idad innumerable de globos luminosos por s í mismos bri -llan en él con esplendor . . . " C ua nd o semejan te admi ra -ción anima a una pluma verdaderamente l i teraria, se recibecon todo una confidencia a la vez más intima y más discreta.Es entonces menos el espectáculo admirable que el hombreque admira lo que gusta y se ad m ira. E n el um br al de unestudio psicológico, antes de nacer el romance, anterior a lasconfidencias del corazón, es posible que un paisaje prepareun estado de ánimo, y sirva a establecer un vínculo simbó-lico entre el lib ro y el lector. E n el um br al de un a F ísica,semejantes arranques de admiración, de ser eficaces, no ha-

rían sino preparar valorizaciones nocivas. T o d o este a lar-deo l i terario no puede conducir sino a desilusiones.

Sin duda, todo autor está animado por el deseo de valo-rizar el tema que ha elegido. Quiere mostrar, desde su pre-facio, que tiene un tema. Pero los actuales procedimientos devalorización, por reprensibles que sean, son más discretos;están ínt imamente vinculados con el contenido de la obra.Nadie se atreverá a decir, como C. de la Chambre, que el

tema t ra tado La Luz encontrará su aplicación en la luz delespíri tu, en la del honor, del mérito, de la virtud. Se aparta-rán argum entos com o éste (*) (Prefacio, II I) : "L a luz a ni-ma y alegra a toda la Naturaleza; donde no está no hay nialegría, ni fuerza, ni vida, no hay sino horror, debil idad, lana da . E n tre tod as las cria tura s sensibles la luz es, pue s, laúnica que es más semejan te y más conforme a la Div in idad ."

Esta necesidad de elevar a los temas está en relación con un

Í 1 ) D E L A C H A M B R E , Con sei l ler du R o i en ses consei l s et son 1er.m édec in o rd ina ire : La lumiére. P a r í s , 1 8 6 2 .

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ideal de perfección asignado a los fenóm eno s. Nu estras ob -servaciones son, pues, menos superficiales de lo que ellas apa-rentan, pues la perfección servirá de índice y de prueba para

el estudio de los fenóm enos físicos. P o r e jemp lo, para ha-llar la esencia de la luz, C. de la Chambre plantea la cues-t ión siguiente (p . 99) : "Veamos, pues, s i podemos descubriralgo que deslumbre al espír itu tan to com o a los oj os ". Setrata, así, de colocar a la luz en una escala de perfección queva de la m ateria a D ios , de la obra al ob rer o. A veces, es delamentar que el valor perturbe a la tabla de presencia: asínuestro autor se niega a establecer una relación cualquieraentre las mad eras po drid as que bri l la n (p o r fosforescencia)

y las "sustancias tan puras y nobles como son las Estrel las" .En cambio, C. de la Chambre habla "de los ángeles. . . cuyaextensión tiene tan ta relación con la de la lu z " (p . 3 0 1 ) .La idea de perfección a veces será tan poderosa como para con-tradecir a intuiciones familiares y consti tuir obstáculos parainvestigaciones úti les (p. 2 3 0 ) . "S i seguim os las opinio nescomunes, habría que agregar ahora que la Luz se debil i tapor sí misma al alejarse del cuerpo luminoso; que al igual que

todas las otras cualidades ella pierde poco a poco su fuerzamientras progresa; y que en eso reside la verdadera razónpor la cual se debil i ta tanto que al final se torna insensible.Pero, aunque esto se verifique para las otras cualidades, re-putamos como cierto que la Luz es de una naturaleza y deun orden tan superior a las de aquéllas, que no está sujetaa nin gu no de sus defe ctos. . . (su) deb i l i tam iento n o es s inoexterior y no atañe a la esencia y a la fuerza interior de laLuz". Se ve aquí bien claramente la influencia esteri l izadora

de un a valorización irregu lar. U n hec ho físico tan clarocomo es el decrecimiento de la i luminación en razón inversaal cuadrado de la distancia al foco luminoso, está oscurecidopor razones que nada t ienen que ver con el pensamiento ob-jetivo . Se ve tam bién que la perfección de los fenómenosfísicos es, para el espíri tu precientífico, un princ ipio fu n d a -m enta l de explicación. C laro es, frecuen tem ente se vincu la e.pr inc ipio de esta perfección con el acto crea dor (p . 10 5) :

"Podemos concluir que esta primera y todopoderosa Palabrjque creó (la Luz) en el nacimiento del mundo, produce to-

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davía en todo momento el mismo efecto, y extrae de la nada 'esta Forma admirable para introducirla en los cuerpos queestán dispuestos a recibirla".

Ciertas doctrinas son íntegramente solidarias con un ca-mino de perfección. Así Mme Héléne Metzger ha puesto demanifiesto de una manera luminosa que la Alquimia no esconcebible sino con el hecho de que la evolución de las sus-tancias tenga lugar en un solo sentido, en el sentido de unaconclusión, de una purificación, de la conquista de un va-lor C 1).

En todas sus obras, la idea de perfección no es, pues, unvalor que se agrega, a destiempo, como una consideración

filosófica superior, a conclusiones extraídas de la experiencia,ella sirve de fundamento al pensamiento empírico, lo dirigey lo resume.

II

Para el espíri tu precientífico la unidad es un principio

siempre deseado, siempre realizado con poco esfuerzo. Nohace fal ta más que un a mayúscula . La s dist intas act ivi-dades naturales se convierten así en manifestaciones varia-das de una única y misma N atu rale za. N o se puede concebirque la experiencia se contradiga y tampoco que se separe encom part im ientos. L o que es verdad pa ra lo grande debeser verda dero pa ra lo peq ue ño e inversam ente. Fre nte a lam eno r du alida d se sospecha u n error. Es ta exigencia deun idad plantea ana cant idad de falsos problem as. P orejemplo, de Marivetz y Goussier se muestran inquietos fren-te a una dual idad completamente mecánica que podría sos-pecharse en los fu nd am en to s de su cosm ogonía. C om o ellosreal izan en Dios el primer movimiento del Universo, se pre-senta una objeción a sus mentes: No podría ocurri r que laimpulsión básica se agregara, como una especie de creacióndinámica, por encima de la creación material , de manera

( ! ) M M E H É L É N E M E T Z G E R : Les Concep ts identifiques, p s . 9 7 -1 1 8 .

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que se tendría una ¿reación en dos t iempos: primero las co-sas, el movimiento después, dualidad que, sin duda, paraellos es un a en orm ida d. Se tom an entonces el tra ba jo decontestar "que ellos no han supuesto que este Obrero sehubiera visto obligado a golpear física y mecánicamenteese resorte, es decir el Sol, mediante un choque impreso, yaen el centro de la masa, ya en otro punto de esta masa, yaen el centro y en o tr o p u n to al m ism o t iemp o. El los h anescrito, Dios dijo a esos cuerpos de girar alrededor de suscentros. Ahora bien, en esto no hay nada de inconcebible.Ellos deducen de ese orden, cuyo cumplimiento se convierteen ley única de la Naturaleza, todos los fenómenos de los

movimientos celestes". ¡La unidad ha sido real izada bas-tante rápidamente, la dual idad ha sido sut i l izada bien pron-to! Aquello que era inconcebible mecánicamente medianteuna acción física, se torna concebible cuando se lo vinculacon u n a acción div ina . ¿Q uién n o ve que lo concebible hacambiado de dominio? U n esp í r i tu moderno ha ro to coneste mito de la unidad de lo concebible. En part icular ,piensa el problema teológico en un plano diferente al delproblema cosmológico.

Podría por lo demás escribirse todo un l ibro estudiandolas obras, todavía numerosas en el siglo XVIII, en las que laFísica está asociada a una Teología, en las que el Génesises considerado como una Cosmogonía cient í f ica , en las quela Historia del Cielo es considerada "según las ideas de losPoe tas, de los Fi lósofo s y de M oisés". L ibro s com o el delabate Pluche, e laborado bajo esta inspiración, están duranteel siglo XVIII en todas las manos, y conocen reedicioneshasta fines de siglo.

Sin extendernos sobre la imprudencia de semejantes pen-samientos, tratemos brevemente de caracterizar el estado deán im o de sus autores. E n cuanto éstos ha n ad elantado un ade esas hipótesis de unificación grandiosas, de inmediato ha-cen acto de humildad intelectual , recordando que los designiosde D ios son ocultos. P er o esta hum ildad , que se m anifiestade manera tan diserta y tan tardía , ocul ta mal una inmo-

destia prim itiva . Siempre se encuen tra un or gu llo en la basede un saber que se afirma general y más allá de la experien-

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cia, de un saber que escapa del dominio de la experienciadonde podría sufri r contradicción.

I I I

Mas volvamos a los principios de armonía, en aparien-c ia más próximos a l mundo obje t ivo . Los h is tor iadoresde la Química han estudiado ampliamente las teorías que,durante la Edad Media y el Renacimiento, se fundaron sobrevastas analogías. E n part icular M m e M etzger ha reunido enl ibros bien documentados todo lo referente a las analogías

paracélsicas. H a mo strad o cómo se plantea ba una analogíaentre los astros y los metales, entre los metales y las partesdel cuerpo. D e ahí u na especie de triá ng ulo un iversal queune el Cielo, la T ie rr a y el H om br e. Sobre ese trián gu lojuegan "correspondencias" ul t rabaudelerianas donde las fan-tasías precientíficas se tran spo nen sin fin . Es ta tri logía estan convincente que se llega hasta confiar en ellas para elt ra tamiento de las enfermedades ( x ) . "Para cada enfermedad

del hombre, cada desarmonía accidental de un órgano, elremedio apropiado resulta ser el metal que está en relacióncon el planeta análo go al órga no enf er m o" . ¿Es necesarioagregar que tales analogías no favorecen ninguna invest iga-ción? A l con trario , ellas conducen a fugas del pensamiento;impiden aquel la curiosidad homogénea que proporciona lapaciencia para seguir un orden de hechos bien definido. Entodo momento las pruebas es tán transpuestas. Se cree hacerQuímica en el fondo de un frasco: es e l h ígado quien con-

testa. Se cree ausc ultar un e nf er m o: es la co nju nc ión de unastro quien influye sobre el diagnóstico.

Es fácil encontrar ejemplos en los que la creencia en estaunidad armónica del mundo conduce a plantear una supra-determinación muy característ ica de la mentalidad precien-tífica. La astrología es un caso particular de esta supra-determinación. Fayol escribe en 1672 ( 2 ) en la Harmonie

( ! ) M M E M E T Z G E R : Les Doc trines chimiques. . loe. cit., p . 1 0 4 .( 2 ) J E A N - B A P T I S T E F A Y OL , P r i e u r c o m m a n d a t a i r e d e N o t r e - D a m ed e D o n g e s , L'harmonie céteste. P a r í s , 1 6 7 2 , p s . 8 1 , 8 2 .

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Céleste: "Sin derogar a la Santa Providencia , se dice quelos cambios de los reinos y de las religiones no provienensino del cambio de los planetas de un lugar a otro, y quesu excentricidad es la rueda de la fortuna que establece,aumenta o disminuye a los Estados según el lugar del mun-do donde e l la comienza o te rmina . . . De manera que me-diante un cálculo del movimiento del pequeño círculo quetransporta el centro de la excéntrica alrededor de la circun-ferencia, se podría conocer la época precisa de la ruina delas monarquías presentes". La supradeterminación de laastrología es tal que ciertos autores llegan hasta a utilizarun verdadero recíproco para inferir, part iendo de datos hu-

manos, informaciones relativas a los cuerpos celestes. Nose trata entonces de signos, como se cree con demasiadafrecuencia cuando se habla ahora de astrología; se trata deacción real, de acción material. Claude Comiers ( x ) re-cuerda que Bodin, en el segundo l ibro de su Théátre de laNatare pretende que "los Cometas son las almas de los Gran-des y Santos Personajes que abandonan la t ierra subiendoen t r iunfo en el f i rmamento; de donde resul ta que lospueblos abandonados por esas hermosas almas, que aplacanla cólera de Dios, sufren el hambre, son atacados por enfer-medades contagiosas, y sufren las desgracias de las guerrasciviles".

Podrían darse millares de ejemplos en los que interviene,como pensamiento director, una increíble supradetermina-ción. Esta tendencia es tan nít ida que podría decirse: todopensamiento no-cient í f ico es un pensamiento supradeter-

minado . Veamos un so lo e jemplo (

2

). "El gato se avienecon Saturno y la Luna, y le gusta tanto la hierba valerianaque cuando ésta se recoge bajo la conjunción de aquellosdos astros, se reúnen todos los gatos en el lugar donde ellase en cu en tra. H ay quien es sostienen que este anim al es vene-noso, y que su veneno está en el pelo y en la cabeza: peroyo creo que está sólo en la cabeza, puesto que estos espí-ri tus animales que crecen en plenilunio, y disminuyen en

( 1 ) C O M I E R S : loe. cit., p . 3 1 .( 2 ) F A Y O L : loe. cit., p . 2 9 2 .

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novi lunio, a tacan únicamente en pleni lunio, sal iendo desus ojos para comunicar su veneno. Tres gotas de sangrede u n g ato mac ho, extraíd a de una pequeña vena si tua da

debajo de la cola son buenas en contra del mal caduco, sucarne abre las hemorroides y purga la sangre melancólica,su hígado cocido y bebido en el vino antes del acceso, esúti l para la fiebre cuartana, y para la gota, la grasa de ungato castrado ablanda, calienta y disipa los humores de lagota, su piel es muy buena sobre el estómago, sobre lasart iculaciones, y sobre las junturas, calienta las partes debi-l i tadas por los humores fríos, su excremento hace crecer elpelo. Quien lleve encima hierba valeriana puede llevarse elgato que quiera sin aprensión. Este animal se cura los ojospor el uso de la valeriana." Hemos t ranscripto esta larga yridicula página con el único objeto de mostrar con qué dis-plicencia se yuxtaponen las propiedades más heterócli tas,una determinando la otra . Entonces todo es causa de todo.Se nos acusará sin duda de triunfar muy fácilmente al des-plegar una locura semejante. De hecho, cada vez que hemoscitado páginas como ésta a médicos, a historiadores de la

medicina, se nos ha contestado, con cierto malhumor, quepáginas semejantes no afectan de manera alguna a las doc-trinas puramente clínicas y que tal o cual gran médico delos siglos pasados estaba evidentemente l ibre de prejuicio^semejantes. Pero la medicina, respondemos nosotros, ¿espract icada por los "grandes médicos"? Y si se quiere juzgaracerca de las dificultades de la formación del espíritu cien-tífico ¿no ha de escrutarse ante todo a los espíri tus confu-sos, tratando de trazar los l imitas entre el error y la verdad ?

Ahora bien, nos paiece muy característico que en la épocaprecientífica la supradeterrnínación l legue a enmascarar ala determinación. Entonces io vago se impone a lo pre-ciso.

Por lo demás nosotros vamos más lejos y creemos quees la supradeterminación la que ha enseñado una determi-nación pura y s implemente afi rmada, s in haberse referidoa experiencias. Así, la determinación cuanti tat iva, tan im-portante en ciertas fi losofías, como por ejemplo en la fi lo-sofía le ibniziana ¿está mejor fundada que la determinación

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cuali tat iva de la cual acabamos de ver las vagas art icula-ciones? Se nos repi te que levantando un dedo modificamosel centro de gravedad de la Tierra y que esta débil acción

determina una reacción en las antípodas. ¡Como si el centrode la gravedad de la tierra, cuando se le considera precisa-mente como e l conjunto de los á tomos en cont inua v ibra-ción que lo const i tuyen, no fuera otra cosa que un puntoestadíst ico! E l e spíri tu fi lo só fic o es así el ju gu ete «del abso-luto de la cantidad, como el espíri tu precientífico es el ju-guete del absoluto de la cualidad. De hecho la ciencia con-temporánea se inst ruye sobre sistemas aislados, sobre uni-dades parcelarias. Ella sabe mantener sistemas aislados, Y

en lo que se refiere a los principios epistemológicos, la cien-cia contemporánea afi rma que las cant idades a despreciarsedeben ser despreciadas. Ya no es suficiente decir que puedenser despreciadas. Se corta pues de raíz respecto de determi-naciones puramente plausibles, jamás probadas. Finalmentela ciencia cuántica nos familiariza con la noción de umbralcuantitativo. Hay energías insuficientes para traspasar eseumbral . Esas energías no pueden perturbar fenómenos bien

definidos, bien aislados. Se ve pues que la doctrina de ladeterminación debe ser revisada y que la solidaridad cuan-titativa del Universo no es un carácter con el cual se f. idaargüir sin precaución.

I V

Uno de los obstáculos epistemológicos relacionados conla unidad y poder de la naturaleza, es el coeficiente de rea-lidad que el espíri tu precientífico atribuye a todo lo quees natural. Hay en esto una valorización indiscut ida, in-vocada sin cesar en la vida diaria y que, en definitiva, esuna causa de confusión para la experiencia y el pensamientocient í f ico.

Así Réaumur a t r ibuye a los l íqu idos naturales una apti-tud especial para resist ir al frío (*). "Nosotros no nos

(!) Mém oires de l'Académie des Sciences, 1 7 3 4 , p . 1 8 6 .

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sorprendemos que l íquidos inflamables, como el espír i tu devino, y quizá tengamos que sorprendernos aun más, quelos poderosos espíri tus ácidos y que las aguas mismas muy

cargadas de sales conserven su licuabilidad en contra de losf r ío s excesivos. Pero la naturaleza sabe componer l íquidosque de ningún modo son inflamables, que no t ienen acidezsensible para nosotros, y que sin embargo están en condi-ciones de resistir a muy grandes fríos. Me refiero a esaespecie de sangre que circula en los insectos de tantas espe-cies; por su color, por su gusto, nuestros sentidos groserosjurarían que es agua, o por lo menos un l íquido extrema-damente acuoso." Como ciertas orugas han resist ido a losmayores fríos, y a menos 17 grados Réaumur ellas se man-tenían flexibles, "La sangre y los principales l íquidos quese encuentran en el cuerpo de estos insectos, por acuososque parezcan, son pues de una naturaleza tal que resisten unfrío excesivo sin congelarse." Se siente bastante claramenteque Réaumur prejuzga sobre la experiencia y que su intui-ción animista no lo predispone a estudiar in vitro, c o moes el caso de hacer, los fenómenos de la congelación de las

soluciones salinas.

V

También la uti l idad ofrece una especie de inducción muyparticular que podría l lamarse inducción uti l i taria. Ella con-duce a generalizaciones exageradas. Se puede partir entonces

de un hecho comprobado, hasta se puede l legar a una ex-tensión feliz. Pero el empuje uti l i tario conducirá casi infa-l iblemente demasiado le jos. Todo pragmatismo, por e l merohecho de ser un pensamiento muti lado, l leva fatalmente ala exageración. El hombre no sabe l imitar lo úti l . Lo úti lpor su valorización se capitaliza sin cesar. He aquí un ejem-plo en el que la inducción utilitaria no es nada feliz.

Para Réaumur las crisál idas de oruga "t raspiran". Esesta comunicación con el exterior que mantiene la vidasorda de la crisálida y le permite evolucionar. Basta recu-brir una crisálida con barniz para que el desarrollo se re-

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tarde o se detenga. Ahora bien, piensa Réaumur con unaatrevida inducción, los huevos son "especies de crisálidas".Propone pues proteger con sebo o con barniz a los huevos

que deban conservarse. Todas las amas de casa emplean hoyun buen procedimiento basado sobre una generalizacióndudosa. Mas la inducción uti l i taria ¿se detendrá ahí? ¿selimitará a este primer éxito? El historiador de la Academiase atreve a ir más lejos. Quizá se tenga el derecho de con-cluir ( x ) "que los hombres podrían también conservarsemás t iempo aplicándose alguna especie de barniz adecuado,como hacían antes los Atletas, como hacen hoy los salva-jes, aunque quizá con otras intenciones". No es ésta unaidea aislada. Ya Bacon consideraba la disminución de lat raspiración como un medio para prolongar la vida. En1776, Berthol le t (O b s e w a t i o n s sur l'aic, p. 31) no t i tu -bea en escribir: "Creo que si se suprimiera la traspiracióndurante los primeros años de la vida (en los niños peque-ños) los conductos de la orina se agrandarían, y los hu-mores establecerían para siempre un curso más abundante".

En todos los fenómenos se busca la ut i l idad humana,

no sólo por la ventaja posi t iva que puede procurar , s inocomo principio de expl icación. Encontrar una ut i l idad, esencontrar una razón. Para convencer de la acción curativadel imán, van Swinden, no obstante su prudente apego ala experiencia, escribe ( 2 ) : "Y pregunto todavía a todofísico sincero, si está interiormente convencido que estafuerza magnética, tan universal , tan variada, tan asombro-sa, tan admirable, ha sido producida por el Creador única-

mente para dir igir a las Agujas imanadas, que no obstantehan permanecido tanto t iempo desconocidas al género hu-m a n o . . .

Los fenómenos más host i les a l hombre son frecuente-mente objeto de una valorización cuvo carácter anti tét icodebería llamar la atención del psicoanalista. Así, para elabate Be rtholon ( 3 ), ü trueno l leva "al mismo tiempo el

(!) Mém oires de l'Académie des Sciences, 17 3 6 , p . 19 .

( 2 ) V A N S W I N D E N : loe. cit., I I , p . 194 .( 3 ) A B B É B E R T H O L O N : De l'électricüé des üégétaux. París , 1 7 8 3 ,p s . 2 7 , 4 6 , 6 1 .

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espanto en el alma de los más intrépidos, y la fert i l idaden las t ierras más ingratas." Es el trueno también quienexpande "ese fuego productor que con razón se considera

como un quinto elemento". "Lo mismo ocurre con el gra-nizo que torna también las t ierras muy fért i les; se ha ob-servado generalmente que después de su caída todo rever-dece, y que sobre todo el trigo, sembrado después del gra-nizo, produce una cosecha infini tamente más abundante queen los años durante los cuales él no ha caído." Hasta losterremotos actúan favorablemente sobre la cosecha.

Es a todos los detalles de un fenómeno que se trata de

atribuir una uti l idad característ ica. Si una uti l idad no ca-racteriza un rasgo particular, parece que ese carácter no estaexpl icado. Para el racional ismo pragmático una nota s inut i l idad es un i rracional . Así Vol tai re ve muy claramentela uti l idad del movimiento anual de la t ierra y de su mo-vimiento d iurno . No queda s ino e l per íodo "de 25 .920años" correspondiente al fenómeno de la precesión de losequinoccios en el cual no "descubre ningún uso sensible".Y se afa na en hacer ad m itir esta inutilidad, buenaprueba de que, para el espíri tu de su siglo, la justificaciónmás natural era la justificación mediante lo úti l . No obs-tante un sutil escepticismo, se siente que para Voltaire elcielo es útil a la tierra (* ). "L e jo s de ser los com etas p eli-grosos . . . son, según (Newton) nuevos beneficios del Crea-d o r. . . (N e w to n ) sospecha que los vapores que em anan deellos son atraídos hacia las órbitas de los planetas, y sirvenpara renovar la humedad de esos globos terrestres en cons-

tante disminución. Cree también que la parte más elástica ymás sutil del aire que respiramos nos llega de los cometas . . .Me parece que son aciertos de sabio y que si se engaña, sonerrores de gran hombre."

Flourens ha denunciado en Buffon esta tendencia s is te-mática hacia la uti l idad ( 2 ) (B u f f o n ) "n o quie re juzg a r lo sobjetos sino bajo los aspectos de la utilidad o de la familia-

( ! ) V O L T A I R E : P h y s i q u e , OeuOres completes. E d . 1 8 2 8 , t . X L I ,p . 3 8 1 .

( 2 ) FL OU R E N S: Histoire des travaax et des idees de Buffon, p . 1 5 .

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ridad que t ienen con nosotros; y su razón importante es quenos es más fácil , más agradable y más úti l considerar lascosas con relación a nosotros mismos que bajo cualquier

otro p u nt o de vis ta" . Se ve po r lo dem ás que el examenempírico pract icado de acuerdo a los consejos de Buffon,partiendo del punto de vista familiar y uti l i tario, corre elriesgo de ser ofuscado por un interés que no es específica-mente intelectual . Un psicoanálisis del conocimiento obje-t ivo debe romper con las consideraciones pragmáticas.

Sistemas íntegros están fundados sobre consideracionesuti l i tarias. Sólo la uti l idad explica. A este respecto son muy

características las obr as de R ob ine t (1

) . "No temo adelan taraq uí que sí en la natura leza existiera una sola inuti l id ad real,es más probable que el azar hubiera presidido a su forma-ción, en lugar de haber sido creada por una inteligencia,pues es más extraño que una inteligencia infinita actúe sinplan, que ver con asombro que un principio ciego se con-forma al orden por puro accidente ." De ahí que lo verdaderodeba doblarse con lo úti l . Lo verdadero sin función es unverdadero mutilado. Y cuando se ha discernido la uti l idad,

entonces se ha encontrado la función real de lo verdadero.Sin embargo estas razones uti l i tarias son aberraciones. Sehan puesto de relieve con tanta frecuencia los peligros de lasexplicaciones finalistas que no tenemos por qué insist ir ma-yormente sobre la importancia de este obstáculo para unacul tura verdaderamente objet iva. Hemos creído simplementenecesario hacer notar que este obstáculo, en el siglo XVIII,era especialmente peligroso pues la explotación literaria y fi-

losófica de la ciencia era muy fácil en aquella época y losexcesos de Bernardin de Saínt-Pierre no hacen sino exageraruna tendencia cuya fuerza hemos visto en los escritores cien-tíficos secundarios.

(1 ) J . B . R O B I N E T : De ta nature, 3 * ed . , IV v o l . , Am sterda m ,1 7 6 6 , t . I , p . 1 8 .

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VI

La necesidad de generalizar hasta el extremo, a veces me-diante un solo concepto, arrastra a ciertas ideas sintéticas queestán lejos de perder su po der de seducción. C on to do , ennuestra época, cierta prudencia retiene al espíritu científico.Ya no quedan sino fi lósofos que buscan, sí no la piedrafi losofal , por lo menos la idea fi losófica que ha de explicaral mundo. Para el espíri tu precientífico, la seducción de launidad de explicación mediante un solo carácter es todopo-

derosa. Veamos ejemplos. En 1786 aparece el l ibro delConde de Tressan, l ibro en verdad escri to en 1747. Estel ibro pretende expl icar todos los fenómenos del Universomedíante la acción del flúido eléctrico. En particular, parade Tressan, la ley de la gravitación es una ley de equilibrioeléctrico. M ás, to d o eq uilib rio es p o r esencia eléctrico. Lapropiedad esencial del flúido eléctrico, a la que se refierenconstantemente los dos gruesos tomos "es tender siempre

a equi l ibrarse consigo mismo". Por lo demás, donde hayequ ilibrio, ha y presencia eléctrica. T a l es el únic o teo rem ade una inanidad desconcertante, y del cual se extraerán lasconclusiones más inverosímiles. Puesto que la t ierra giraalrededor del sol sin acercarse jamás a él, existe equil ibrioentre la electricidad de los dos astros. De una manera másprecisa, los vegetales señalarán el equilibrio de la electricidadque irradia del suelo y de la electricidad de los rayos sola-res (*). "Todos los cuerpos posibles que tocan a la t ierra,así como los que están implantados en ella, son otros tantosconductores que reciben y trasmiten la electricidad terrestreen relación con la fuerza naciente que puede entonces tener,según la oblicuidad o verticalidad de los rayos solares."

Otro autor, el caballero de la Perriére, ocupa un l ibro de

( ! ) COMTE DE TRESSAN, u n des quarante de l 'Ac. fr . , mem bre des

Ac. royales des Sciences de París , Londres , Edimbourg, Berl ín, Nancy,Rouen, Caen, Montpei l ier, etc . Essai sur le fluide électrique conside récomme agent universal, 2 vo l s . , Par í s , 1786 , p . 131 .

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6 0 4 páginas con igual síntesis acogedora (*) (Pre facio,-X) : " E l im pe rio de la electricidad es tan extens o que s usl ímites y extremos son los del mismo Universo que abarca;

la suspensión y el movimiento de los planetas, las erup-ciones de las tormentas celestes, terrestres y militares; losmeteoros, los fósforos naturales y art ificiales; las sensacio-nes corporales; la ascensión de los líquidos a través de lostubos capilares; las refracciones, las antipatías, simpatías,gustos y repugnancias naturales; la curación musical de lapicadura de la tarántula, y de las enfermedades melancólicas,el vampirismo, o succión que ejercen recíprocamente entresí las personas que se acuestan juntas, son de su incum-

bencia y de su dependencia, como lo justifican los mecanis-mos eléctricos que daremos".

¿Hace falta agregar que el libro del caballero de la Pe-rriére y el del Conde de Tressan no cumplen sus promesas?En el s iglo XVIII , se encontrarían innumerables e jemplosde l ibros como éstos, que prometen un sistema y que sóloofrecen un montón de hechos mal l igados, y por tanto malvistos. Tales obras son tan inúti les desde el punto de vista

fi losó fico, com o desde el p u n to de vista científico. N o fin -can en una gran intuición metafísica como las obras deSchel l ing o de Schopenhauer. No acumulan documentos em-píricos como lo hacen las obras de los químicos y de losbotánicos de la época. En fin, el las estorban a la culturacientífica. En cambio, el siglo XIX ha visto desaparecer casicompletamente esas cartas familiares y pretenciosas de maes-tros improvisados. Con eso el plan de la cultura científicase ha aclarado notablemente. Los l ibros elementales ya noson l ibros falsos. Pero este ordenamiento no nos debe hacerolvidar la confusión que reinaba durante la era precientí-fica. Sólo adquiriendo la conciencia de esta revolución enla ciencia, puede en verdad comprenderse el poder de for-mación psicológica del pensamiento científico y apreciarsela distancia que media entre el empirismo pasivo y regis-t rador y el empirismo act ivo y pensado.

( ! ) J . -C .-F . DE LA PERRIÉRE, Cheval ier, Seigneur de R oi f fé : Mé-canismes de l'électticité et de l'Umvers. Parí s , 1765 , 2 vo l s .

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C A P I T U L O V I

E L O B S T A C U L O S U S T A N C I A L I S T A

I

El obstáculo sustancial is ta , como todos los obstáculosepistemológicos, es polimorfo. Se compone de la reunión delas intuiciones más alejadas y hasta las más opuestas. Poruna tendencia casi natural , el espíri tu precientífico centrasobre un objeto todos los conocimientos en los que eseobjeto desempeñe un papel, sin preocuparse por las jerar-quías de los papeles empíricos. Une directamente a la sus-tancia las dist intas cualidades, ya sea una cualidad profun-da como una cualidad superficial , ya sea una cualidad ma-nifiesta como una cual idad ocul ta . Podría s in embargo dis-t inguirse un sustancíalismo de lo oculto, un sustancialismode lo íntimo, un sustancialismo de la cualidad evidente.Pero, una vez más, tales dist inciones conducirían a olvidarel carácter vago e infinitamente tolerante de la sustanciali-zación; conducirían a descuidar ese movimiento epistemo-

lógico que va alternativamente del interior al exterior delas sustancias, prevaliéndose de la experiencia exterior evi-dente, pero alojando la crí t ica en las profundidades de lain t imidad .

En lo que respecta a la explicación medíante las cuali-dades ocultas se repite, desde Moliere, que se conocía sucarácter a la vez pedante y engañoso. Sin embargo, de unamanera más o menos disimulada bajo los art ificios del len-

guaje, yace ahí un t ipo de explicación que amenaza cons-tantemente a la cultura. Pareciera que es suficiente una pa-

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labra griega para que la virtud dormitiva del opio que hacedormir deje de ser un pleonasmo. El acercamiento de doset imologías de genios diferentes produce un movimientopsíquico que pasa por ser la adquisición de un conocimiento.Toda designación de un fenómeno conocido a t ravés de unnombre cient í f ico aporta una sat isfacción a un pensamientoperezoso. Ciertos diagnósticos médicos, ciertas sutilezas psi-cológicas que juegan con sinónimos proporcionarían fácil-mente ejemplos de estas satisfacciones verbales. Sutilezas nocoordenadas o simplemente solidarias con matices de len-guaje , no pueden pretender determinar una est ructura psi-cológica. A fort iori , cuando esas suti lezas apuntan a la ex-

periencia, cuando ellas rozan detalles empíricos, su vincu-lación con una sustancia, o con un sustantivo, no puededeterminar un pensamiento cient í f ico.

II

Lo que está oculto está encerrado. Analizando la refe-

rencia a lo oculto, es posible caracterizar lo que l lamaremosel mito de lo interior y luego el mito m ás profundo de loíntimo.

Sería naturalmente fácil mostrar que la psicología l i te-raria descansa sobre esos mitos: basta hablar con gravedady lentamente de un sen t imiento profundo para pasar porun profundo psicólogo de la vida ínt ima. Puede pregun-tarse si la tradicional psicología de los sentimientos seríaposible si sólo se le prohibiera el uso de la palabra profun-do que ella aplica en todas partes y que no corresponde,en resumidas cuentas, más que a una pobre imagen. Dehecho, la impresión de profundidad no es sino una impre-sión superficial: y esto es tan cierto que ella adhiere sobretodo a sent imientos ingenuos, mal t rabajados, l ibrados alos monótonos impulsos de la naturaleza.

Pero nosotros, cuya tarea no es en este momento la deestudiar la psicología del yo, sino la de seguir la marcha

del pensamiento que busca a su objeto, debemos captar lafantasía en la pendiente de la intimidad atribuida a los

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objetos. El fin es diferente, pero los procesos son homólo-gos: el psicólogo de la intimidad y el realista ingenuo obe-decen a una misma seducción. La homología es tan clara

que podrían cruzarse los caracteres: el realismo es esencial-mente una referencia a una intimidad y la psicología de laint imidad una referencia a una real idad.

Para fundar esta afi rmación no necesi tamos sino recor-dar a lgunas intuiciones valorizadas: toda envol tura parecemenos preciosa, menos sustancial que la materia que en-vuelve — la corteza, tan indispensable funcionalmente, se to-ma como una simple protección de la madera. Estas envol-

turas se reputan necesarias, hasta en la naturaleza inanima-da. Paracelso decía que en todas las cosas la pepita no podíaestar sin caro zo, y el caro zo sin corte za. La idea sus tan -cíalista es i lustrada frecuentemente mediante una simplepresentación. Es necesario que algo encierre, que la cualidadpro funda sea encerrada. Así Nicolás de Locques, "médicoespargír ico de Su Majestad" afi rma, en 1665 ( J ), la nece-sidad de una frialdad para combatir la violencia del calor"esta Frialdad voláti l se lanza sobre la superficie para im-

pedir la disipación del calor y servirle de vaso". De estemodo la cual idad calor está bien custodiada en el seno dela sustancia por una envol tura de fr ío , b ien custodiada porsu contraria . Esta valorización intui t iva de le interior con-duce a curiosas afi rmaciones. Pa ra Zim m erm an n ( E n c y -clopédie. A rt . Cai l lo u) " los gui ja rros son siempre más du-ros y más trasparentes hacia el medio o centro", hacia loque él l lama el grano interior, lo que t iene envoltura. Me-,

diante el análisis de estas intuiciones se advierte de inme-diato que, para el espíri tu precientífico, la sustancia tieneun interior, o mejor aún, la sustancia es un interior .

Así , la mental idad alquimista ha sido frecuentementedominada por la tarea de abrir las sustancias, bajo una for-ma mucho menos metafórica que aquella del psicólogo, estealquimista moderno, que pretende abri rnos su corazón. Jean

( ! ) NICOLAS DE LOCQUES , Médccin spargyrique de Sa Majesté: LesRudiments de la philosopkie naturelle touchant ¡e systeme du corps mixte.Curso t eó r i co , to m o I ; Curso prá ct i co , to m o II . Pa r í s , 1 6 6 5 , t . I I , p . 1 9 .

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Le Pelletier ( x ) dice que los mercurios de los metales estándemasiado bien cerrados, que los azufres "están cerradosdemasiado estrechamente para ser abiertos y desarrollados

por la arcada de nuestro estómago". Se está siempre a labúsqueda de una "clave" para abrir las sustancias. Un lec-tor moderno se deja l levar demasiado por la tendencia atomar la palabra clave en el sentido figurado, como el meromedio para comprender un l ibro secreto. De hecho, en mu-chos autores la clave es una materia que abre una sustan-cia. Recién hay que llegar a la significación psicoanalíticade la clave para que ésta aparezca entonces actuando intui-t ivamente. Asi , para abri r una sustancia un autor proponegolpearla con una verga de fuego.

La idea de volver del revés las sustancias es también sin-tomát ica . Joachim Poleman ( 2 ) se pregunta por qué sóloel aceite "tiene el poder de disolver dulce y naturalmente alazu fre y de t rocar su interior en exte rio r . . ." . Pole m anafirma además (p . 62) que "el doble corrosivo ha vuel tototalmente del revés al cobre, convirt iendo lo interior enexterior, y lo tornó adecuado, no sólo para dejar escaparsu alm a, sino tam bi én . . . por la virt ud de este corrosivoel alma dulce del cobre se ha vuelto bri l lante como a travésde un medio vivif icante y resuci tador". ¡Cómo decir mejorque el alma del cobre, que la sustancia preciosa del cobreestá en su interior! Hay que encontrar pues el medio "deeliminar poco a poco y como insensiblemente ese corrosivodel cobre, a fin de que (el cobre) pueda demorar en suinversión y en su dulzura, como en su propiedad luminosa

y bril lante". Así la notación psicológica: se le vuelve comoa un guante está fuertemente anclada en el inconsciente. Seve que ella ha dado lugar a una falsa concepción de lasustancia. Sin duda que no ha sido el guante quien dió lalección inicial. La claridad consciente de la imagen oculta,

( ' ) J E A N L E P E L L E T I E R : L'Alkaest ou le dissolvant universal deVan Helmont. Revelé dans plusieurs traites qui en découvrent le secret.

2 v o l s . , Ro uen , 1 7 0 4 , I I , p . 8 9 .( 2 ) J O AC H IM P O L E M A N : Nouvelle lumiére de Médecine du misteredu souffre des philosophes. Tr a d . de l l a t ín , Ro ue n , 1 7 2 1 , p . 5 .

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como ocurre con frecuencia, al principio de la conviccióninconsciente.

Espíri tus más próximos al pensamiento cient í f ico acep-

tan esta extraña imagen de la vuelta del revés de la sustan-cia y hasta hacen de ella un tema director. Boerhaave reb-lan do , es cierto, el pen sam ien to de los alqu im istas (* ), me -dita sobre los sím bo los del or o (u n círcu lo) y de la plat , i(una media luna formada por dos arcos de cí rculo, unocóncavo y el o t ro convexo). Dice que la media luna indica"aquel lo que es un medio-oro, que se tornará oro perfectosin mezcla alguna con materia heterogénea o corrosiva, sise le puede volver poniendo lo de dentro, fuera". Se ve,por otra parte, en este ejemplo, que el pensamiento pre-cient í f ico está fuertemente vinculado con el pensamientosimbólico. Para él el símbolo es una síntesis activa del pen-samiento y de la experiencia. En una carta filosófica m u ycélebre impresa a cont inuación del Cosmopoli ta en 1723se lee ( 2 ) : "Aquel que sabe reducir las virtudes centrales deloro a su circunferencia, adquiere las virtudes de todo elUniverso en una so la Medic ina" . ¿Cómo dec i r mejor que

una vir tud material es homologa de una potencia psicoló-gica íntima?

Puede naturalmente exist i r contradicción entre "el exte-r ior y el in te rio r" de un a sustancia (p . 5 3 ) . " E l or o aparecey es exteriormente f i jo , pero interiormente es volát i l ." Ex-presión muy curiosa, sobrecargada sin duda por una fantasíapersonal, pues no se ve claro a qué cualidad corresponde estavolat i l idad intima. Ese mismo año, 1722, Crosset de la

Heaumerie escribe (

3

) : "E l m ercurio , aunqu e blanc o po rf u e r a . . . e s r o j o p o r d e n t r o . . . E l t in t e ro j o . . . a parececuando se le precipita y se le calcina al fuego". En esto unquímico reconocerá la oxidación del mercurio y aprove-chará para indicar una racionalización del pensamiento al -quimista. Pero no deja de ser cierto que esta racionalización

(1 ) B O E R H A A V E , toe. cit., t. I. p. 3 7 .( 2 ) Lettre philosophiqac. T res e s t i mées de ceux qui s e p l a i s ent aux

V é r i t é s h e r m é t i q u e s . T r a d . d e l a l e m á n a l f r a n c é s , p o r A n t o i n e D u v a l ,P a r í s , 1 7 2 3 , p . 5 3 .

(3 ) CROSSET DE LA HEA UM ERIE: loe. cit., p s . 8 2 , 1 0 6 .

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no corresponde de ninguna manera al pensamiento soñadordel Alquimista que pretendía ver la materia desde un puntode vista íntimo.

Si la sustancia tiene un interior, se ha de tratar de exca-varla. Es ta operación se den om ina "la extracción o la ex-centric idad del a lm a" . El Co sm opoli ta (p . 10 9) dur antemucho t iempo designa al mercurio "flagelado y excavado":"Dime quien está en tu centro y no te a tormentaré más".En ese interior "en el centro de los menores átomos de losmetales se encuentran las virtudes ocultas, su color, su tinte".Se ve bastante claramente que las cualidades sustanciales sepiensan como cualidades íntimas. El alquimista, en la ex-periencia, más que informaciones, recibe confidencias.

En efecto, de ese centro no puede tenerse ninguna clasede experiencia directa y un espíritu positivo se da cuenta deinmediato que todas las propiedades activas necesariamen-te se "superficializan". Pero el mito de lo interior, es u n ode los procesos fundamentales del pensamiento inconscientemás difíci les de exorcizar. Según nuestra opinión, la interio-rización pertenece al reino del ensueño. Se la encuentra

particularmente activa en los cuentos fabulosos. Entoncesel espíritu se permite los mayores excesos con la geometría.Lo grande entra en lo pequeño. Así, en un cuento de No-dier, Tesoro de habas, cargando tres l i tros de judías sobresus espaldas, entra en un solo garbanzo. Claro que este gar-banzo es la carroza de la pequeña hada Flor de arvejas. Lomismo, en otro cuento, cuando Miguel e l Carpintero debeen trar en la casa del Ha da de las M iga jas , exclam a: "¡ D io sm ío ! Had a de las M ig aja s. . . ¿se ha im agina do usted quepodremos entrar ahí dentro?" En efecto esa casa se describecomo un hermoso juguete de cartón barnizado. Pero, ba-jándose un poco, gent i lmente empujado por la mano delhada, el grueso Miguel termina por instalarse en la pequeñaresidencia. Y de pronto se encuentra en ella muy cómodo,m uy abr igad o. . . N o de otra manera sueña el A lquim istaen el poder de su oro disuelto en el mercurio. El niño quejuega con su pequeña casa de cartón barnizado la habita

sintiendo los sólidos placeres de propietario. Fabulistas, ni-ños, alquimistas van al centro de las cosas; toman posesión

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de las cosas, creen en las luces de la intuición que nos ins-tala en el corazón de lo real . Eliminando lo que t iene estaEinfühlung de pueril y de preciso a la vez, olvidando la

falta geométrica original de lo grande contenido en lo pe-queño, el filósofo realista cree que puede seguir el mismocamino y realizar las mismas conquistas. El realista acu-mula entonces en la sustancia, como un hombre previsor ensu granero, los poderes, las virtudes, las fuerzas, sin adver-t ir que toda fuerza es una relación. Al poblar de esa ma-nera a la sustancia, entra él también en el palacio de lashadas.

III

La sustancialización de una cualidad inmediata, captadaen una intuición directa, no traba menos al progreso ulte-rior del pensamiento científico que la afirmación de unacualidad oculta o íntima, pues tal sustancialización da lugara una explicación tan breve como perentoria. Carece delrodeo teórico que obliga al espíritu científico a criticar a lasensación. En efecto, para el espíri tu científico, todo fenó-meno es un momento del pensamiento teórico, un estadioen el pensamiento discursivo, un resultado preparado. E smás producido que inducido. El espír i tu c ient í f ico no puedesatisfacerse l igando pura y simplemente los elementos des-cript ivos de un fenómeno con una sustancia s in esfuerzoalguno de jerarquía, sin determinación precisa y detalladade las relaciones con los demás objetos.

Para mostrar c laramente el carácter completamente insu-ficiente de la atribución directa siguiendo el método inme-diato , daremos varios ejemplos. Así mostraremos tambiéncómo se consti tuyen las falsas explicaciones sustancialistas.

Que los cuerpos l iv ianos adhieren a un cuerpo electriza-do , he ah í una imagen inmedia ta — p o r o t ra par te m u y in-completa— de ciertas atracciones. De esta imagen aislada,

que no representa s ino un momento del fenómeno total yque no debiera ubicarse en una descripción correcta sin fijar

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bien su lugar, el espíri tu precientífico hará un medio abso-lu to de explicación, y p o r tan to, inm ediato . Dic ho de otromodo, e l fenómeno inmediato será tomado como el s igno

de una propiedad sustancial: en seguida toda investigacióncientífica será detenida; la respuesta sustancialista sofoca atodas las preguntas. Es así que se atribuye al flúido eléc-t r ico la cual idad "glut inosa, untuosa, tenaz". "La teoríadel señor Boyle sobre la atracción eléctrica —dice Pries-tley ( J ) — , es que el cuerpo Eléctr ico lanz a un a emanaciónglutinosa, que atraparía pequeños cuerpos en su camino ylos conduciría con ella de regreso al cuerpo de donde habíapart ido". Como esos brazos que van a la busca de los ob-

jetos, estos radios que se recorren de ida y vuelta, son evi-dentemente agregados parásitos, se ve que la imagen inicialse reduce a considerar la barra de ámbar electrizada comoun dedo barnizado con cola.

Sí no se interiorizara esta metáfora, la cosa estaría mala medías; podría siempre zafarse diciendo que no se tratasino de un recurso para traducir, para expresar los fenóme-nos. Pero, de hecho, no se l imita a describir mediante una

palabra, explica mediante un pensamiento. Se piensa comose ve, se piensa aquello que se ve: Un polvillo se pega a lapared electrizada, luego la electricidad es una cola, un en-grudo. Se ha emprendido entonces un mal camino dondelos falsos problemas suscitarán experiencias sin valor, cuyoresultado negativo carecerá hasta de papel advertidor, tanenceguecedora es la imagen básica, la imagen ingenua,ta n decisiva es su atr ibu ció n a u na sustanc ia. Fr entea un fracaso de la verificación, se tendrá siempre el arriérepensée que una cualidad sustancial que ha dejado de apare-cer está dis fra zad a, está oculta. La m ente, contin uán do la apensar como tal , se tornará poco a poco impermeable a losdesmentidos de la experiencia. La manera como se expresaPriestley muestra bastante claramente que no pone jamásen duda la cualidad glutinosa del flúido eléctrico: "JacquesHartmann ha pre tendido probar median te la exper ienc iaque la atracción eléctrica se produce efectivamente por la

( 1 ) PRI ESTLEY: loe. cit., t . I , p . 13 .

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emisión de part ículas glut inosas. Tomó dos sustancias e léc-tricas: dos trozos de colofonia, de los cuales, por desti lación,redujo uno de el los a la consistencia de un ungüento negro

privándolo de esa manera de su poder atractivo. Dice que elt rozo que no fué des t i lado mantuvo su sus tanc ia un tuosa ,mientras que el otro se redujo, por desti lación, a un verdade-ro Caput Mortuum, y ya no retuvo la menor part ícula desustancia bituminosa. Como consecuencia de esta hipótesispiensa que el ámbar atrae los cuerpos más poderosamente quelas demás sustancias, en virtud de ofrecer emanaciones un-tuosas y tenaces en mayor proporción que el las" . De hecho,una experimentación semejante está muti lada; le fa l ta preci-samente la parte posi t iva. Hubiera s ido necesario examinar e lproducto resultante de la refrigeración de las partes empi-reumáticas de la colofonia y comprobar que la sustanciaeléctrica glutinosa, untuosa y tenaz estaba concentrada enella. Es lo qu e n o se hi zo ¡et p o u r cause! Se h a de str uid ouna cual idad para comprobar su existencia por mera apl i -cación de una tabla de ausencia. Es que la convicción sus-tancialista es tan poderosa que se satisface a bajo precio.

Esto pone de manifiesto también claramente que la convic-ción suítancialista torna inadecuada la variación de la expe-riencia. Si encuentra diferencias en las manifestaciones dela cual idad ínt ima, las expl ica de inmediato por una inten-sidad variable; el ámbar es más eléctrico que las otras sus-tancias porque es más rica en materia glutinosa y porque sucola es más concentrada.

He aquí un segundo ejemplo part icularmente claro y en

el que se captarán bien los estragos de la atribución directaa la sustancia, de los datos inmediatos de la experienciasensible. En un l ibro relativamente reciente (Floréal , añoXI) Aldíní , sobrino de Galvani , t ranscribe una carta deVassall i i 1 ) : "Rossi me ha asegurado que el fluido galvá-nico adquiere propiedades diferentes según los animales vi-vos y los cadáveres que atraviesa". Con otras palabras, lasustancia de la electricidad se impregna de las sustancias que

( ! ) A L D I N I : Essai historique et experimen tal sur le galvanism e, 1

v o l s . , 1 8 0 4 , t . I I , p . 2 0 6 .

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atraviesa. De un a ma nera m ás precisa , A ldin i cont inúa (p á-gina 210) : "he obtenido los resul tados siguientes, mediantedescargas sucesivas de la misma pila -, a través de la orina,

5 de fuerza, gusto muy acre, chispa blanca; a través de laleche, 4 de fuerza, gusto dulce, acidulado, chispa roja; através del vino, Yi de fuerza, gusto acidulado; a travésdel vinagre, 2 de fuerza, gusto picante, chispa roja; a tra-vés de la cerveza, Yi de fuerza, gusto picante, chispa blan-cuzca . . . ; a través de la solución de m u ri a to de soda, 10de fuerza; en esta experiencia y en las siguientes no se podíasoportar la sensación en la lengua. . ." Es de creerle puesel "muriato de soda", buen conductor, debía dar una co-rr iente de una intensidad mucho mayor que los l íquidosprecedentes, no tan buenos conductores de la electricidad.Mas, dejando de lado esta últ ima observación exacta, trate-mos de penetrar mediante qué proceso la corriente eléctricapuede dejar un gusto. Tal cosa no puede ocurrir sino a tra-vés de las sugestiones sustancialístas. El flúido eléctrico esconsiderado como un verdadero espíri tu material , una ema-nación, un gas. Si esta materia sutil atraviesa un tubo que

contiene orina, o leche, o vinagre, debe impregnarse direc-tamente del sabor de esas sustancias; acercando los dos elec-trodos a la punta de la lengua se gustará esa corriente eléc-trica material modificada por su pasaje a través de las dis-t intas materias: será pues acre como la orina, o dulce comola leche, o picante como el vinagre.

Si se dirige en cambio al tacto, en las mismas condicionesexperimentales, no se será tan afirmativo, pues el tacto es

más romo que el gusto. Como el mono de la fábula, no sesabe por qué y no se distingue bien, pero con todo se dis-t ingue (p. 211): "En todas estas experiencias se tenía unasensación m uy dist inta en los d e d o s . . . la sensación quepresentó el flúido al pasar por el ácido sulfúrico era aguda,aquella que dió al pasar p or el mu ria to de am on íac o. . .era la de un cuerpo graso; a través de la leche parecía ad-quirir cierta dulzura". Es claro, como la leche es dulce algusto y untuosa al tacto, transmite esta dulzura y esta un-

tuosidad hasta a los fenómenos de las corrientes eléctricasque la atraviesan. Tales falsas cualidades atribuidas por una

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intuición ingenua a la corriente eléctrica nos parece que ilus-t ran completamente la influencia del obstáculo sustan-cialista.

Para apreciar mejor el defecto de esta orientación sen-sualista en la ciencia, será suficiente ponerla en relación,precisamente en este problema, con la orientación abstractay matemática que consideramos decisiva y justa. El concep-to abs t rac to que Ohm in t rodujo a lgunos años más ta rdepara designar los diferentes conductores es el concepto deresistencia. Este concepto desembaraza a la ciencia de todareferencia a cualidades sensibles directas. ¿Podría qu izá ob-jetarse que hay todavía un exceso de imagen en el concepto

de resistencia? Pero, vinculado con los conceptos de inten-sidad y de fuerza electromotriz, el concepto de resistenciapierde poco a poco su valor et imológico para convertirse enmetáfora. Este concepto es en lo sucesivo el elemento deuna ley compleja, ley en definit iva muy abstracta, ley úni-camente matemática, que consti tuye una especie de nudo deconceptos. Se concibe entonces que la orina, el vinagre, laleche puedan tener efectos específicos pero estos efectos sólo

se regist ran mediante una noción verdaderamente abstracta ,es decir, sin significado inmediato en el conocimiento con-creto, sin referencia directa a la sensación básica. La resis-tencia eléctrica es una resistencia depurada mediante una de-finición precisa; ella está incorporada a una teoría matemá-tica que l imita toda extensión abusiva. En cierto modo elempirismo está entonces descargado; ya no hay que darcuenta simultáneamente de todos los caracteres sensibles delas sustancias que intervienen en la experiencia.

Nos parece que acabamos de esbozar, en medía página,una oposición bastante neta entre el espíri tu precientíficorepresentado por Aldíni y el espíri tu científico representadopor Ohm a pocos años de distancia . Con un ejemplo pre-ciso, acabamos así de desarrollar una de las tesis principalesde nuestro l ibro que es la supremacía del conocimiento abs-tracto y científico sobre el conocimiento básico e intuit ivo.

La intuición sustancialista de Aldini respecto del fluido

galvánico no consti tuye una excepción. Es el pensamientonormal del s iglo XVIII . Se encuentra menos desarrol lado,

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pero quizá más inst ruct ivo por su brevedad en muchostextos. Por ejemplo, el fuego eléctrico es un fuego sustan-cial, Mas lo que debe destacarse, es que se cree naturalmente

que ese fuego participa de la sustancia de donde se ha ex-traído. El origen sustancialista es siempre muy difíci l deexorcizar. Le Monnier escribe en la Encyclopédie (Ar t . : Feuélectrique) : La luz que brota de los cuerpos frotados "esmás o menos viva según la naturaleza de esos cuerpos; ladel diamante, de las piedras preciosas, del vidrio, etc., es másblanca, más viva, t iene mucho más bri l lo que aquella quebrota del ámbar, del azufre, del lacre, de las materias resi-nosas, o de la seda". Hemos subrayado nosotros la par-

t ícula, etc., porque esa sola partícula merecería un largo co-mentario. Por sí sola es el signo de todo un t ipo de pen-samiento. Si estuviéramos frente a un empirismo correcto,acumulativo y que registrara fielmente las experiencias ver-daderamente realizadas, la enumeración debería tener un fin.Pero el autor está i luminado por una evidencia básicas: esoscuerpos bri l lantes y blancos en su aspecto inmediato, en subrillo natural ¿no proyectan acaso, cuando se les electriza,

un fuego eléctrico más bri l lante y más blanco que aquelproducido por los cuerpos opacos y mate? En consecuencia¡inúti l proseguir la experiencia! ¡Inúti l hasta observar bienla experiencia y censar todas las variables de la experiencia!Inúti l terminar la enumeración; el lector por su cuentasuplirá al etc. En efecto, se cree poseer la raíz sustancial delfenómeno observado y, por tanto, no se siente la necesidadde hacer variar las circunstancias que se estiman más o me-nos accidentales, más o menos superficiales. Repitámoslo:

la respuesta sustancialista agosta a las preguntas científicas.El origen sustancial decide sobre todo, en especial si está

enriquecido con una potencia vital . En una carta a Zanotti ,Pivatt i (*) pretende que las chispas que brotan de las plan-tas electrizadas "se colorean diversamente según la natura-leza de la planta y que casi siempre toman el color de la

Sin nombre de autor, Recueil sur l'éléctricité méd icale, danslequel on a rassemblé les principales piéces publiées par dívers savantssur les moyens de guérir en électrisant' les malades. 2 vols. , París, 2' ed.,1 7 6 1 , t . I , p . 14 .

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f lor que ésta produce". Un mismo principio de coloraciónestá inscrito, pues, en la marcha vegetal de cada planta. Asícomo la flor es una salpicadura del impulso vital , la chispita

de fuego que se extrae del vegetal, como flor eléctrica, di-buja ante nuestra vista las tensiones íntimas del ser queexpresa.

I V

Siguiendo nues t ro método constan te , examinemos ahoraun caso en el que el obstáculo sustancialista es superado,

en el que, por tanto, el pensamiento se corrige y veamosel carácter insuficiente de esta primera corrección.E n el s ig lo X V II I , se c reyó observar " que ba rn iz an do

la superficie interior de los vasos destinados a las experien-cias de la electricidad con sustancias dotadas de cualidadescurativas, las partes más sutiles de estas sustancias atravie-san el vidrio con la materia de la electricidad, y ambas seinsinúan en el cuerpo para producir los efectos más salu-

dables". Joseph Verat t i , que t ranscribe las teorías de Pi-va tt i y de Z an o tti , em pren dió a este respecto (*) experien-cias precisas. Purgó a su criado poniéndole escamonea enel hueco de la mano mientras lo e lectr izaba. Una segundaexperiencia realizada sobre una dama dió un resultado me-nos rápido y menos concluyente, se pregunta entonces si lavir tud de la escamonea no habrá disminuido debido a laprimera electrización. Recomienda pues que se reemplacencada vez los trozos de escamonea aventados por la electri-

zación. Al decir de Verat t i , purgas indirectas semejantes selogran también con el aloe, con la goma guta. Veratt i veen estas experiencias la confirmación de una opinión deHoffmann, qu ien a t r ibuye e l e fec to de los purgantes "alas part ículas más suti les y más voláti les". La sutilidad escasi siempre para el espíri tu precientífico un signo de poder.Pivatt i preconiza las experiencias, de las que es autor, como

( ! ) JOSEPH VERATT I, Professeur publ ic de l 'Unive rsi té , et de l 'Ac a-démie de l ' Ins t i tut de Bo logne: Obseroations physico médicales su r l'élec-tricité. La Haya , 1750 , p . XII .

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una medicación "completamente suave" ( T ) . "¿No sería enefect-o un a gran com od idad , dejar la repugna ncia y el am ar-gor en el cilindro, y asegurarse la aplicación de toda la

vir tud sin más que tocar con la punta del dedo?" Estedeseo revela bastante claramente el deseo de valorizar. C l a roque esta medicación tan suave no se l imita a los purgantes.La fantasía científica la amplía a todas las enfermedades yPivat t i d ispone de un surt ido completo de "ci l indros diu-réticos, histéricos, antiapopléticos, sudoríficos, cordiales, bal-sámicos" ( 2 ) ( t . I , p . 2 8 ) . Pa ra ver semejantes maravi l lasel abate Nollet h izo un viaje a I ta l ia . Desgraciadamente,frente al Físico francés, n inguna de esas purgas "por part i -

c ipación" tuvo éxi to .Pero ¡que no se can te t r iunfo demasiado pronto por es ta

reducción del error! Aún después de la crítica del abateNollet , la teoría de Pivatt i encontró adeptos. La seducciónsustancialista no pued e ser detenida ta n fácilm ente. E labate Mangin hasta alarga la l ista de los remedios quepueden emplearse en los cil indros eléctricos. Recomendará"esta técnica" para el espíri tu voláti l de las víboras contra

las mordeduras de las bestias venenosas, para el espíri tu decuerno de ciervo contra las convulsiones, para el agua deflor de naranjo contra las enfermedades de los nervios,etc . . . . La s objeciones que se plante a el abate de M an gi nse refieren a la prohibición de medicamentos, al número demáquinas eléctricas "puesto que cada droga exigiría su ci-l indro especial". Por lo demás sugiere otra técnica: embeberun l ienzo con el medicamento, aplicar ese l ienzo en la parteenferma, y "comunicarle la virtud eléctrica de manera queesta virtud, no penetrando en el cuerpo sino a través dell ienzo , necesariamente arrastrará con ella lo más fino y lomás espir i tuoso del remedio". Subrayamos la palabra nece-sariamente que designa una valorización independiente de laexperiencia efect iva. Pero ¿por qué no tomar simplementeel remedio? Es que en el estómago cambia de naturaleza,

í 1 ) Sin nombre de autor, Recueil sur l'éléctricité méd icale, loe. cit.

t . I . p . 21 .( 2 ) Sin nom bre de autor, Histoire genéra le et particuliére de l'éléctri-cité, loe. cit., 3* parte, p . 2 0 5 .

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"mientras que su introducción en el cuerpo medíante laelectricidad, es una manera totalmente suave y cómoda deadminist rarlo con su act ividad plena y de un modo, por así

decirlo, insensible" (p. 221). ¿Es posible que sustanciasque se im agin an t an espiri tualizadas, tan insinuan tes, ta nvalorizadas por la fuerza eléctrica, no tengan la gracia in-fusa? Es inúti l desmentir su acción efectiva. Esa acciónefectiva permanece. La imaginación trabaja a pesar de lasoposiciones de la experiencia. No es fácil desprenderse de lomaravi l loso una vez que éste ha otorgado su confianza, ydurante mucho t iempo, obst inadamente, se t ra ta de racio-nalizar la maravil la, en lugar de reducirla.

V

Toda cualidad alude a una sustancia. A fines del sigloXVII I , C a r r a ( x ) busca todavía una sustancia que dé cuen-ta directamente de la sequedad del aire. Opone a los va-pores acuosos que tornan húmedo el aire, los vapores sul-furosos que tornan el aire seco. Como se ve, en la Física dela era precientífica, no se manejan fácilmente las cantidadesnegativas. El signo menos parece más ficticio que el signomás.

Propiedades mani f ies tamente indirectas para un espír i tucientífico son inmediatamente sustant i f icadas por la menta-l idad precientífica. Sydenham que debe dar cuenta de lamalignidad de ciertas fiebres "las hace consistir en el des-

arrol lo de part ículas muy cál idas y muy espir i tuosas", refi -riéndose en definit iva a una especie de átomo de fiebrecargado de fuego . Y Chambón de Montaux c i ta a Syden-h a m ( 2 ) : "E st im o q ue esas par t ículas cálidas y esp iri tuo-sas adquieren una gran act ividad medíante su reunión; pues

í 1 ) C A R RA , de l a B i b l i o th éq ue du R o í : Dissertation élémentaire su rla nature de la lamiere, du feu et de l'électricité. L o n d r e s , 1 7 8 7 , p . 2 3 .

( 2 ) CHAMBON DE M ON TA UX , de la Fac. de M éd . de Par ís , de la Soc .

R oy . de Méd. , Méd. de l ' Hópi ta l de l a Sa l pé tr i ére ; Traite de la fievremaligne simple et des fieores com pliquées de malignité. 4 vo l s . , Par í s ,1 7 8 7 , I, p . 6 8 .

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por las leyes de la naturaleza, todo principio activo t iendea crear sustancias semejantes: es así que el fuego crea elfuego , y que un l íqu ido corrompido por una depravac ión

maligna l leva la infección al resto de los fluidos". Estecurioso pensamiento que exige que todo principio act ivocree una sustancia es muy sintomático. Nos parece que di-buja claramente la tendencia a la realización directa, t en-dencia que pretendemos caracterizar como una desviacióndel espíri tu científico. Quizá se nos observe que semejanteteoría de la malignidad específica de las fiebres preludia losdescubrimientos de la microbiología. Pero con esta "racio-nalización" de la historia científica se desconoce la diferen-cia fundamental entre ambas mental idades. Para el espír i tuprecientífico, la malignidad es sustantificada directamente,con todos sus caracteres fenomenológicos; hay un cortocircuito entre la sustancia y sus modos y la sustantificaciónobtura las investigaciones. En cambio, la microbiología sedesarrolla por diferenciación, aislando en cierto sentido losmodos del principio oculto. Es a través de una laboriosatécnica que la microbiología encuentra el microbio específico

que permite perfeccionar el diagnóstico específico. En lamicrobiología moderna existe una precisión discursiva, u n aprecisión correlativa de los síntomas y de las causas, quese opone en absoluto al sustancial ismo intui t ivo que t ra ta-mos de caracterizar.

La necesidad de sustantificar las cualidades es tan grandeque cualidades puramente metafóricas pueden l legar a serplanteadas como esenciales. Es así que Boerhaave no t i tubea

en atribuir al agua, como cualidad primaria, la suavi-dad (*) : "el agua es ta n s ua ve . . . que a plica da sob re laspartes del cue rpo do nd e la sensibilidad es m ás delicad a. . .n o excita nin gú n d o lo r . . . Si se aplica un poco de A guasobre la córnea del ojo, que es la parte de nuestro cuerpomás adecuada para dist inguir toda acri tud por la sensacióndolorosa o incómoda que ella p r o v o c a . . . n o se s iente sinembargo n inguna incomodidad . El Agua no produce sen-sación desagradable alguna, ni provoca ningún nuevo olor

( ! ) B O E R H A A V E : loe. cit., I. I I, p . 5 8 6 .

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en la membrana nasal , que es un tej ido de nervios casi aldescubierto" (p . 587). "Se t iene f inalmente una prueba desu gran suavidad, en el hecho de que toda clase de cuerpos

ásperos, d i luidos en una suficiente cant idad de l íquidopierden esa acri tud natural que los torna tan nocivos alcuerpo humano". Como consecuencia de esta propiedadesencial "se cataloga el Agua caliente entre los principalesremedios anodinos y paregóricos". Se ve por otra parte quela cualidad de suavidad ha desl izado de metáfora en metá-fora, pero que no por ello deja de significar, para Boer-haave , una cua l idad profundamente sus tan t i f icada . Es porlo demás inútil señalar la inanidad bien evidente de seme-jan te pensamiento .

Claro es, que este juego de sustantificaciones directaspuede conducir a atribuciones que, de un autor a otro, secontradigan. Para Pot t , no es la suavidad, s ino la dureza,la cualidad esencial del agua. La prueba, por otra parte, esinmediata ( x ). "Es necesario que las part ículas del aguasean muy duras, puesto que ella horada las piedras y lasrocas expuestas a su acción continuada. Se sabe también

que se experimenta un dolor cuando se golpea fuertementela superficie del agua con la palma de la mano". Podríanmultiplicarse sin dificultad los ejemplos con atribucionestan ridiculas. Cualidades tan exteriores como la sonoridadpueden incluirse en la intimidad de la sustancia. Para F.Meyer ( 2 ) la prueba de que el aire fijo es un elemento in-tegrante de la cal es que, fundida con azufre y enfriada,suena; el actdum pingue es la causa del sonido; "también

todo lo que proviene del fuego como cuerpo sól ido, suena.La cal, los carbones de madera fresca o de huesos, algunassales fundidas, metales, vidrio común y metálico, porcelana,vasi jas de vidrio , te jas , y piedra pómez, suenan".

( ! ) j u l e s - h e n r i P o t t : Des élements, ou Essai sur la nature , l espropriétés, les effets et les uti l i tés de l 'air, du feu «t de la terre. 2 vols . ,L a u s a n n e , 1 7 8 2 , t . I I , p . 1 1 .

( 2 ) F R E D E R I C H M E Y E R , A p o t h i c a i t e a O s n a b r ü c k : Essais de Chymie

sur la chaux vive, la matiére élastique et électrique, le feu et ¡'acide uni-versel primitif, a v e c u n S u p p l é m e n t s u r l e s É l e m e n t s . T r a d . , 2 v o l s . ,P a r í s , 1 7 6 6 , p . 1 9 9 .

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V I

En cuanto el espíritu acepta el carácter sustancial de unfenómeno part icular , ya no t iene escrúpulo alguno en de-fenderse de las metáforas. Sobrecarga la experiencia part i-cular, a veces precisa, con una cantidad de imágenes tomadasde los fen óm eno s m ás diversos. C arr a ( 1 ) explica de estemodo al magnet ismo: "la f legma que rezume del imán esun efecto de la presión o gravitación continuada que ese mi-neral ejerce sobre sí mismo; es una especie de mercurio que,al obstruir las superfic ies del hierro tornándolo impermea-ble al aire ambiente, deja al fluido elemental solamente lafac ulta d de golpearlo en (u n a ) dirección (priv ilegiad a) . . .la flegma lechosa que sale del hierro batido después de lafusión, es ciertamente una prueba de que aquella que re-zume del imán no es una quimera". De este modo todaslas imágenét sustancialistas simbolizan entre sí . La incan-descencia del hierro trabajado por el herrero se sustantificaen una flegma lechosa que expulsa un marti l lo dil igente.

Esta flegma lechosa sugiere una flegma magnética invisible.Estas flegmas, una para la incandescencia y la otra para elmagnet ismo, han permit ido t rascender la contradicción en-tre lo visible y lo invisible. La sustancialización atenúaesta contradicción fenomenológica. En este caso, como enmuchos otros, la sustancia es imaginada para realizar con-tradicciones.

¿Es necesario agregar una vez más que el autor que cita-

mos se ci ta muy frecuentemente a f ines del s iglo XVIII?Es, por otra parte , a tacado vivamente por Lalande. Bastaleer un aviso al lector, publicado al final del tomo IV, paracerciorarse que Carra sabe manejar la pluma de polemista.En sus relaciones con Lalande se muestra fino psicólogo,hecho que comprueba que la madurez científica no va a lapar de la madurez psicológica.

f 1 ) CARRA: Nouveaux principes de Physique loe. cit., t . I I , p . 38 .

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V I I

Uno de los síntomas más claros de la seducción sustan-cialista, es la acumulación de adjetivos para un mismo sus-tantivo: las cualidades se l igan a la sustancia tan directa-mente que pueden yuxtaponerse s in mayor preocupaciónpor sus relaciones mutuas. Hay en esto un t ranqui lo empi-rismo muy lejos de suscitar experiencias. Cree que realizaesfuerzos mul t ip l icando los s inónimos. Ya v imos un e jem-plo con el carácter glut inoso, untuoso y tenaz del f luidoeléctrico. Es una tendencia general, de la cual por otra parte

se encontrarían rastros en sectores no muy alejados del pen-samiento científico, como la psicología y la l i teratura: cuan-to menos precisa es una idea tanto más se encuentran pala-bras para expresarla. En definit iva, el progreso del pensa-miento consiste en disminuir el número de adjet ivos queconvienen a un sustant ivo y no en aumentarlo . Se piensacient í f icamente en los a t r ibutos jerarquizándolos, mas noy u x t a p o n i é n d o l o s .

Naturalmente, es en las ciencias atrasadas, como la me-dicina, donde este empirismo detallado es más aparente. Enel siglo XVIII, un medicamento se cubre literalmente deadjetivos. He aquí a lgunos e jemplos en t re mi l : "El azufredorado es pues emenagogo, hepático, mesentérico, béquico,febrí fugo, cefál ico, diaforét ico y alexifármaco". ( E nc y c l opé -die, Art . Ant imoine) . El aguard ien te de g inebra es "sudor í -fico, cordial , histérico, estomáquico, carminativo, aperit ivo,

béquico" ( ! ) . Los "s imples" son par t icu larmente comple jos .Según la Encyclopédie sólo la raíz del cardo santo es vomi-t iva, purgat iva, d iurét ica , sudoríf ica , expectorante , emena-goga, alexitera, cordial , estomáquica, hepática, antiapoplé-t ica , ant iepi lépt ica, ant ipleurí t ica , febrí fuga, vermífuga, vul-neraria y afrodisíaca, vale decir 17 propiedades farmacéu-ticas. La fumaria tiene 7, el aceite de almendras dulces tiene9, el limón 8, la betónica 7, el alcanfor 8, etc.

( ! ) S in nomb re de autor , Chimie da Coút et de l'Odorat ou Princ ipespour composer faci lement et á peu de frais les l iqueurs á boire et leseaux de senteurs . París , 1 7 5 5 , p . 11 5.

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Si los a t r ibutos más diversos se encuentran así adheridosa la misma sustancia no ha de asombrar, viceversa, ver amúlt iples sustancias cooperar para dar lugar a un remedio

part icu lar . Los bot icarios del s iglo X V I I I u t i l izan las m áscomp licadas mezclas. E l em plasto diabotanum reúne unagran can tidad de pl an tas . Si se recuerda qu e a su vez, cadauna de esas plantas posee una gran riqueza de caracteres,puede apreciarse qué suma sustancial realiza el diabotanum.El ungüento de los apóstoles se compone naturalmente de12 dro gas . El e lectuario ant i -escorbút ico de M alou in con-t iene 22 simples. E l bálsam o t ra nq ui lo del abate Ro us-seau contiene 19. L a fam osa policresta que los her m ano sSeignette dan como un compuesto de tres sales parece de-m asiado sencil la a los "po l i fárm aco s do ctr in ario s". La s te-riacas obedecen también a un sustancialismo ecléctico quepodría servir para s imbolizar una mental idad bien deter-m ina da . E n un a teriaca que reúne 15 0 sustancias, ya nopreocupan las proporciones; se confía en la eficacia por lam era presencia de los ingredien tes. L a teriaca es un a su m ade sustancias jam ás bas tante receptiva (* ). "S egú n los es-

tatutos de La Rochelle la fabricación de la teriaca, así comoaquella de las grandes confecciones en la que se combinabanuna infinidad de drogas, debía ser hecha por todos los maes-t ro s repart iéndose el pr od uc to ob ten ido entre e l los." Laconstitución de esta suma de sumas sustanciales nos parecem u y curiosa. Revela claram ente el ideal del teriaqu ista, quepodría ponerse en conexión con el complejo del pequeño be-ne ficio qu e estudia el Psic oaná lisis. Es te ideal es m ás per-sistente de lo que se cree. T o d av ía en 1 84 3 ( 2 ) escribeRaspai l : "¡Cuántos animales enfermos, cuando se les privadel heno, esta teriaca compuesta por mil bálsamos de espe-cies diferentes !"

Para el inconsciente, las mezclas más compuestas estinsiempre valo rizada s. L a locución " to d o se mezcla en el *s-tómago", no es s ino una t raducción, en el lenguaje al i i ren-

( ! ) m a u r i c e s o e n e n : La Pharmacie á La Rochelh avant 1 8 ' / 3 .

L a R o c h e l l e , 1 9 1 0 , p . 6 7 .( 2 ) R A S P A I L : Histoice natuceüe de la Santé et de la Mxladie, 2 v o l t ,

P a r í s , 1 8 4 3 , t . I , p . 2 4 0 .

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t icio, del apego a las sumas polifármacas para la preserva-ción de las enfermedades.

Pero para caracterizar mejor este mito de la sustancia

médica sobrecargada de atributos por el espíri tu precientí-f ico — sea que esta acumulación se presente na tura lm en tecomo en los simples o art ificialmente como en las teriacas—veamos, por contraste , cómo se presenta un medicamentomoderno , fabr icado por la indust r ia como un obje to enserie, en pos de un ideal de unidad y de precisión. Com-paremos, por e jemplo, la ant ipir ina con un sedante ant iguo.

Para desarrollar adecuadamente este paralelo, debemoshacer abstracción de los prospectos de reclame comercial .Precisamente, estos prospectos se apoyan, desgraciadamente,sobre la certeza de encontrar en el público una adhesión decarácter precien tífico. El comercio no vacila en exte nd er elempleo de los comprimidos para los malestares más varia-dos. P or lo demás, dem asiado lo aco m pañ a el púb l ico. Yno sería poco el asombro si se conocieran los usos indivi-duales — singu la rm en te va r i ados— de un m ed icamen to mo-der no , quím icam ente bien de fin id o. Si se hace, pues, abs-

tracción, como debe hacerse, de este uso anticientífico deun producto cient í f ico, s i nos referimos a su uso legí t imo yhonrado, entonces comprenderemos que existe un intento decorrespondencia precisa entre la entidad nosológica que debealiviarse y la entid ad qu ímica del rem edio. L a ciencia far-macéutica moderna ve, en la sustancia, una cualidad y unasola: El ideal es et remedio mo nofuncionat, et sustantivoprovisto de un solo adjetivo. Vale decir que, mediante la

sustancia, se tiende a realizar un atributo bien definido. L aciencia farmacéut ica moderna fabrica más una cual idad queun a sustancia , un adjet iv o más que u n sus tant iv o. Esrealista de una manera discursiva, puesto que realiza enun sentido estrictamente inverso al del realismo clásico enel que se ha creído poder caracterizar fi losóficamente la cien-c ia moderna .

Esta precisión cuali tat iva, este estado de absoluta dist in-ción de la cualidad, aparecerán muy claramente cuando seconsideren ciertas vacunas o sueros precisos, cuidadosamentenumerados, designados mediante un juego de le t ras exacta-

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m ente f i jad os. Es entonces cua nd o se com prend e que el pro-ducto cient íf ico es u n m om en to part ic ular bien defin ido deuna técnica objet iva . Pa ra determ inarlo , ya no se con fía

en una act ividad sustancial más o menos sorda, más o me-no s m ad ura . Se busca u n instan te de la evolución, bienelegido, y ese instante es el que se fija e inmoviliza en lasusta ncia. V ista desde esta perspec tiva de realizació n, pue-de entonces decirse que la sustancia no es sino la concretiza-ción de ideas teóricas abstrac tas. Sin tales ideas teóricas, n opodría crearse la sustancia, pues establecer de una manerapermanente una propiedad en un es tado b ien def in ido , esverdaderam ente crear un a sustancia . Y a volveremos sobre

este aspecto de la realización científica moderna, pero nosha parecido que al comparar aquí , en un tema bien preciso,las doctr inas cient í f icas y precient í f icas, haríamos sent i rmejor el estado de confusión del sustancialismo precientíficoy la índole de la revolución del pensamiento que ha de ope-rarse para superar el obstáculo realista.

Esta cuest ión f i losófica es mucho más actual de lo quepueda parecer a primera vista, pues, en todo espíri tu cult i-

vado, quedan numerosos rast ros de sustancial ismo que debepsicoanalizarse. He aqu í una l ínea de u n t r a ta do de Qu ímicacontemporáneo que he u t i l i zado como tex to para reconoceren los a lumnos la dif icul tad en abandonar la e t imología , enlibrarse de la influencia de la palabra raíz que parece siemprerepresentar, en una familia de palabras, una realidad privile-giada. E l au tor del l ibro , M art in et , d ice s im plem ente: " E lmentol , la mentona y el acetato de ment i lo huelen a menta".Al leer esta frase no es raro oír a un lector culto contestar:"Claro", pues ve en esta t r iple afi rmación un t r iple pleo-nas m o. Se le ocurre que esas terminaciones — o l, ona, i l o —no hacen sino decl inar c iertas funciones suplementarias quenaturalmente dejan subsistente la cualidad esencial expresadapor la raíz de ia palabra. El lector que ignora la química or-gánica no se da cuenta que los derivados de un mismo cuerpoquímico pueden tener propiedades muy dist intas y que exis-ten funciones que, in jertadas en el mismo núcleo, no com-

portan las propiedades organolépt icas, como el olor . Conrespecto a este e jemplo, hagamos notar de paso que un espí-

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ri tu no científico es claro que nunca se coloca, como debehacerse frecuentemente, en el punto de vista de la naturalezaficticia. Desde el punto de vista de la Química ficticia, es de-

cir desde el punto de vista de la Química científica, habríaque decir que la menta huele a mentol y no a la inversa queel mentol huele a menta. Habría que decir también, poniendonuestra tesis de la supremacía de lo abstracto en una formavisible que lo "con cre to huele a lo ab str ac to" . E n efecto, esestudiando el mentol cómo se podrá desprender e l grupo os-móforo que es el responsable del olor; es estudiando la es-t ructura molecular de ese grupo cómo se podrá comprenderla construcción geométrica de una propiedad sensible par-

t iendo de un esquema abstracto o , mejor aún, la realiza-ción material de un olor matemáticamente definido.

V I I I

En contradicción con este realismo al revés que es el realis-mo instruido, podemos subrayar e l papel privi legiado que

desempeñan ciertas sensaciones groseras en la convicción sus-tancialista. E n partic ula r, el sab or y el olor , po r su aspectodirecto e ínt imo, nos parece que t raen un seguro mensajede un a real idad m aterial . El real ismo del olf ato es m u c h omás fuerte que el realismo de la vista. Para la vista, ¡sue-ño s y hu m os ! Pa ra la nar iz y par a la boca, ¡las arom asy las carnes! U n vínc ulo estrecho l iga el olo r con la ideade una virtud sustancial. Macquer lo afi rma sin discu-

sión (1

) . " U n a gran parte de la fue rza de las pl an ta s re-side en este principio de su olor, y a él se deben los efectosmás singulares y más maravi l losos que vemos producir dia-r iam en te." Es indu dab le que ha y que cuidar que los pr o-duc tos farm acéuticos n o oreen. D e esta precaución, quedebiera ser part icular y relativa a ciertos productos voláti les,se hace un prin cip io fu nd am en ta l . Se cree que el poder de lamateria, como el poder de la flor, se pierde y se dispersa.

M A C Q U E R , de l 'Aca d . Ro y . de Se . : Étéments de Chymie pra-tique, 3 v o l s . , Pa r í s , 1 7 5 1 , t . I I , p . 5 4 .

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M an ten er el olo r es con serv ar la fue rza . Se ve con qué sim -plicidad se desenvuelve el sustancialismo de los olores.

El olor es por tanto una cual idad valorizada. El hecho

de que una sustancia es denunciada, en cierta manera, porun olor específico contribuirá a afirmar la creencia en la efi-cacia de esa sustan cia. A sí C ha ra s se op on e (*) a aqu ellosque quieren eliminar el olor desagradable de la sal de ví-bo ra. Esos delicados n o com prend en "q ue ese olor no sepo dr ía separar de esa sal , sin hacerle perde r su fu e rz a ". F ij a rla sal volátil medíante la cal, es también hacerle perder supoder, su "esencia espiri tual" puesto que la cal lo "petri-f ic a" . C laro que C har as no aporta ning un a prueba de estasafirmaciones, negligencia lógica que es siempre el signo deuna valorización a priori, Pura y s implemente ha sus tan-cializado el olor y, por tanto, para él la sensación básica nodebe, en ningún momento, ser separada de la sustancia de lacual ella es el signo.

El poder insinuante de los olores, el hecho que ellos seimponen, quiérase o no, los señalan como realidades activas.En efecto los olores han sido frecuentemente ofrecidos comopruebas de realidades individualizadas. Boerhaave no hapodido jamás desprenderse totalmente de esta idea de quecada ser t iene un principio individual izador, principio con-creto que un a quím ica suti l t iene la esperan za de aislar ( 2 ) ."Finalmente la Química es la única que nos enseña que encada animal, que en cada planta, hay una especie de vaporque pertenece únicamente a ese Cuerpo, y que es tan suti lque sólo se manifiesta por su olor, o por su sabor, o por

alg un os efectos que le son peculiares. E ste vapo r está im -pregnado de aquel lo que const i tuye la naturaleza propia delCuerpo en el que reside, y que lo dist ingue exactamente decualqu ier otro . Su prod igiosa suti l idad hace que escape ala vista, aun ayudada por los mejores microscopios, y sugran volati l idad impide que sea sensible al tacto; en cuantoes puro y l ibre de todo contacto, es demasiado móvil para

( ! ) c h a r a s : Nouvelles expériences sur [a vipére. P a r í s , 1 6 6 9 ,p . 1 6 8 .( 2 ) B o e r h a a v e : loe. cit., t . I , p. 8 7 .

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quedarse tranquilo, escapa, se mezcla con el aire e ingresa enel caos co m ún de tod os los cuerpos voláti les. N o ob stan teen ese caos conserva su naturaleza peculiar y en él revolo-

tea hasta que vuelve a caer con la nieve, el granizo, la llu-via, o el rocío; regresa entonces al seno de la Tierra, la fe-cunda con su simiente prolífica, se mezcla con sus fluidos,para deveni r Jugo de a lgún Animal o de a lguna Plan ta . . . "Este texto nos muestra muy claramente el fuerte real ismodel olo r. E l olo r es para Boerha ave la realidad más inde -pendiente que existe frente a todas nuestras manipulaciones.Exhalado por las rosas en una tarde de primavera, e l o lorvuelve al rosal con el rocío de la m añ an a. Es un a re alidadque t ransmigra pero que jamás se destruye o se t ransfigura.V a de suyo que nosot ros no podem os crear lo (*) . "N ad aconocemos en el Arte que pueda imitar menos que estos Es-píri tus olorosos, peculiares para cada planta, y a los quehem os d ad o el nom br e de Es píri tus R ectores; s i e l los se hacennotar en todas partes, es porque se dispersan por sí mismosen la a tm ós fe ra . . . ¡ Qué de efectos sorprendentes han desurgir de eso! ¡Qué cosas asombrosas no operará esta maravi-

l losa Metempsicosis universal!" ¿Es necesario observar, depaso, que la técnica moderna, sobre bases abstractas, ha mul-t iplicado de tal modo los olores que el laboratorio es másrico que el jardín ? Pero lo esencial para nuestro objeto esseñalar la intensa valorización de una sensación particular,valorización que ya es sensible en el tono entusiasta de Boer-haave.

La idea de una pequeña materia que dirige a una grande

es tam bién m u y no tab le y reveia una valorización fác il . Elespíritu rector de un aceite os "ágil". "Es hijo del fuego.Innato, retenido y como ligado en los aceites, les comunicauna vir tud singular y bastante eficaz, que no se encuentraen ninguna otra parte; pero en cuanto ha sido expulsado, losdeja como sin fuerzas, y tales que apenas pueden dist inguir-se entre sí" ( 2 ) . Esto prueba bien el poder individual izantey por tan to fuer temente real de los esp íritus m ateriales. Re-

( ! ) B O E R H A A V E : loe. cit., t. I, p . 4 9 4 .

( 2 ) B O E R H A A V E : loe. cit., t . I I , p . 767 .

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cíprocamente, se comprende que se repute el aceite privadode su espíri tu rector como una materia oreada, sin fuerza, enuna pa labra , como una mater ia desvalorizada.

Si se medita sobre esta materia con coeficiente que es unEspíritu Rector, no ha de asombrar ya la importancia que elesp íri tu precientífico at rib uy ó a la desti lación. Esta o pera-ción, durante siglos, ha proporcionado al inconsciente delos investigadores una imagen verdaderamente técnica de sussueños de t ransm igración. Se ha creído, du ran te mu ch otiempo, que la destilación conservaba las cualidades especí-ficas, las cualidades esenciales de las materias. El realismo

de la quintaesencia no era ob je to na tura lmente de la menorduda. El a lambique, cuyo mecanismo nos parece claramenteart i f ic ia l , era bastante frecuentemente considerado como unapara to en c ie r to modo na tura l . A mediados de l s ig lo XVIII ,un autor todavía puede escribir (*): "El cerebro contenidoen nuestra cabeza, colocado sobre el tronco de nuestro cuer-po más o menos como el capitel de un alambique sobre sucucurbita, no recibirá igualmente esos espíri tus bajo la for-ma de desti lados, y entonces los nervios adaptados al cere-

bro no desempeñarán a este respecto la función del pico delcapitel que se vierte en esos recipientes". Otros autores, af ines del s iglo , forman cosmogonías sobre el p lano de ladest i lación expl icando el universo como un gran alambique.Por lo demás es conocido el papel importante que desempeñóel alambique en las experiencias de la Academia, que destilócanastas de sapos, carne de elefante, y las materias más di-versas. N o insistiremo s sobre este p u n to , pues hace t iem po

que se ha denunciado el carácter i lusorio de las desti lacionesprecientíficas. H ab ría sin em ba rgo que hacer u n largo es-tudio sobre el a lambique. Es asombrosa la cant idad de fan-tasías que acom pañ an al us o de ese ap ara to. Se com pren-dería entonces la poderosa valorización de los productoslen tam en te destilados . A este respecto n o sería difícil opo ne ra las antiguas prácticas de los destiladores, la técnica de las

( ! ) Sin nom bre de autor, Nouoeau Traite de Physique sur toute la

nature ou méditations et songes sur tous les corps dont la médecine t ire*les plus grands avantages pour guérir le corps humain, 2 vol . , París ,1742 , t . I I , p . 152 .

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destilaciones fraccion adas . Y se vería que h ay m ás ru pt u raque continuidad, entre el uso vulgar y el uso científico dela lambique .

I X

El sabor, como el olor, puede aportar al sustancíalísmoseguridades básicas que en lo sucesivo se revelan como ver-daderos obstáculos para la experiencia química. Por ejem-plo, si las funciones ácidas y básicas se han revelado, en laevolución final de la Química, como principios de coheren-cia muy útiles para una clasificación general, no hay queolvidar que las propiedades químicas ácidas y básicas hansido al principio tomadas como atr ibutos en relación di-recta con las sensaciones del gusto. De manera que cuandoesos atributos inherentes, que el espíri tu precientífico l igabaa lo más profundo de la sus tanc ia —como la du lzura ola acidez— l legaban a fal tar , sobrevenía un asombro, comofren te a una t ransubstanc iac ión . Numerosos fa l sos proble-

mas han surgido de una impresión gustat iva misteriosa.Transcribimos el resumen de la Expérience d'un sel douxtiré de matiéres fort acres que aparece con fecha 1667 en laRistoire de l'Académ ie Royale des Sciences (p . 23 ) : " E li lustre Boyle, en su l ibro De formarum origine había pro-puesto a todos los químicos una especie de enigma: buscaruna sal que l lama anómala y que, por su naturaleza i rre-gular, merece cabalmente ese nombre. El sabor es dulce

aunque esté compuesta de ingredientes, o más salados omás acres que la salmuera, o más agrios que el más fuertevinagre." Du Clos t rabaja para resolver e l enigma de Boy-le: "Conjetura que esa sal tan bizarra es aquella de la cualhabla Schroeder, es decir una sal compuesta de cristales dul-ces de sal común, preparada con vinagre de miel". No haypues que asombrarse, que después de este milagro de con-ciliación de propiedades sensibles contrarias, esta sal Anó-mala cure varias enfermedades y disuelva radicalmente aloro: doble señal de un valor sustancial que aporta frecuen-temente a un alma ávida de bien, a un espíri tu siempre

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deseoso de t rabajar sobre una real idad, la prueba funda-mental de la presencia de una sustancia. Una sustancia t ienealgún valor. Es un bien. Es un poder que puede, que debe

mostrar su arbitrio. Frente a eso nada vale la contradicción.Para la sal de Boyle, ni fal ta el valor histórico, como loentrevé el autor al referirse a la Biblia: "Este enigma delseñor Boyle t iene alguna relación con el que Sansón pro-puso a los Filisteos, de forti egressa est dulcedo". Tal acu -mulación de pensamientos valorizantes, que sólo señalamosal pasar para evitar repeticiones, nos autorizarán, sin duda,a hablar en el capítulo siguiente de un necesario psicoaná-lisis del sustancialismo.

Por ahora , anotemos s implemente que una reunión decontradicciones sensibles frecuentemente desempeña la fun-ción de realidad. Sobre un ejemplo como éste, lo mássimple posible, lo más material deseable, quizá se puedacomprender y juzgar las tesis fi losóficas que quieren quela realidad sea esencialmente irracional. Podrían hasta cap-tarse esas filo so fía s en u n recípro co: qu e es sufic iente acu-mular lo irracional para dar la i lusión de la realidad. ¿No

es asi cómo procede el novelista moderno que pasa porcreador desde el momento en que realiza el ilogismo, lainconsecuencia, la mezcla de las conductas, desde el instanteen que mezcla el detalle y la ley, el suceso y el proyecto, laoriginalidad y el carácter, lo suave y lo áspero? Mas nocabe aquí el proceso a esta objetividad psicológica ilusoria.Sólo lo evocamos para hacer sentir que el novelista moder-no no es frecuentemente sino un mal químico y que la psico-

logía literaria está en el estadio de la química precientí-fica.

X

Una sustancia preciosa debe ser buscada, por así decirlo,en profundidad. Está ocul ta debajo de envol turas. Estáhundida en la materia basta y en las gangas. Se obtienemediante desti laciones repetidas, maceraciones prolongadas,en largas "digestiones". Así extraída, reducida y depurada,es una quintaesencia; es un jugo. Tener en un pequeño

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volumen los principios de la al imentación o de la curación,tal es el ideal usual que seduce sin esfuerzo al pensamientosustancialísta. Este mito de la concentración sustancial es

aceptado s in d i scus ión . M m e L . R an do in y H . Sim onne tlo han subrayado en su l ibro sobre las vi taminas (p . 7)como una "tendencia del espír i tu humano desde los comien-zos de la civilización: llegar a concentrar los principiosl lamados nutri t ivos, l ibrarlos de lo que no parece út i l y que,hasta perturba, como se imagina, los actos digest ivos". Ten-dremos más adelante ocasión de psicoanalizar esta vo-luntad del poder digestivo. Quizá sea interesante recordar

simplemente aquí que se ha podido proponer como idealhumano la a l imentac ión por comprimidos . Es to muest raclaramente la valorización del comprimido.

Desde este punto de vista, la sal está ligada a una con-centración que sirve de t ipo. Por evaporación de lo super-fluo aparece en seguida, en una solución de sal, la materiaesencial y preciosa. El mito se lleva naturalmente a su lí-mite mediante la intuición de la interiorización. Como diceNicolás de Locques ( 1 ) "la sal es siempre lo ín tim o de lo

íntimo". Dicho de otro modo, la sal es la esencia de laesencia, la sustancia de la sustancia. De ahí una razón sus-tancial indiscutida. Frecuentemente, privarse de sal es pri-varse de alimento. "La superstición de la abstinencia de sal ,cualquiera pueda ser el motivo originario, se encuentra unpoco por todas par tes" , según Oldenberg ( 2 ), quien citaalgunos casos de ayuno de sal en la antigüedad védica.

El suprapoder de la sal es tan grande que se pone en el

origen de la vida. En otro opúsculo Nicolás de Locques noti tubea en escribir ( 3 ) : "Así como en el mundo grande lat ierra es el imán, la atracción de todas las influencias ce-leste s. . . así la sal qu e es esta tierra vi rg in al, en el centro-de todas las cosas, es el imán de todo lo que puede conservar

( ! ) N I C O L Á S D E L O C Q U E S : loe. cit., p . 1 5 6 .( 2 ) H . O L D E N B E R G : La Religión du Veda. T r a d . , P a r ís , 1 9 0 3 ,

p . 3 5 2 .

( 3 ) N I C O L A S D E L O C Q U E S : Les Vertus magnétiques du sang. De sonusage interne et externe p o u r la guérison des maladies. P a r í s , 1 6 6 4 ,p . 2 0 .

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la vida del microcosmos". Esta sustancia virginal oculta enel centro de todas las cosas nos da un ejemplo claro de unamateria privilegiada a priori que obstacul iza a un pensa-

miento empírico consecuente .Una de las razones que hace de la sal una sustancia pri-

vilegiada es, sin duda, que se emplea una pequeña cantidadde ella para dete rm inar grand es efectos. . . E l homo faberes a veces choricero. Toma sus intuiciones de su salero.Piensa com o sala . U n au tor a lgo an t igu o, Blaise Vigenére,escribiendo en 1622 se expresa a sí (*) (p . 2 5 ) : " T o d o slos humores del cuerpo animal, sangre, flema, orina y el

resto son salados; s i no fuera así se corromperían de unmomento para o t ro" . Bernard Pa l i ssy hace la misma obser-vación bajo una forma mucho más general pero, c laro es ,siempre sin prueba . (Sobre dist intas sales, p. 203) : "Si se ex-trajera la sal de las vigas, de los t irantes y de las cabriadas,todo caería en pedazos. Lo mismo digo del hierro, del acero,del oro y de la plata , y de todos los metales". En cuantose ha atribuido un poder secreto a una sustancia, puede ase-

gurarse que la inducción valorizante ya no se detiene más.Reuniendo todos estos ejemplos en su fi l iación inconsciente,puede verse cómo de la conservación del tocino en sal seinfiere la conservación del oro por un producto adecuadosemejante .

A qu el lo que conserva puede produ cir . Pa ra Vigenére (p .265), la sal no es " infért í l" , a l contrario , provoca la fert i -l idad. He aquí "pruebas": La sal provoca el apet i to vené-reo", pues Venus habría s ido engendrada del mar", así se

da "sa l a los anim ales pa ra exc itarlos m ás . . . Se ve ta m -bién por experiencia que en los barcos cargados con sal seengendran más ratas y ratones que en los v ot ros" . La sa limpide también a la tierra congelarse y obstruirse, "y esaobstrucción impediría a las hierbas pr en de r" (p . 2 6 6 ) . Yfinalmente, después de esta acumulación de opiniones tanabsurdas, Vigenére como supremo -consejo se atreve a de-ducir: "cosa que tendría que desacreditar tanto más la sal

(1) BLAISE VIGENÉRE: Traicté du feu et du sel. Parí s , 1622 ,p . 2 5 .

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frente a las cosas santas, en las que toda lubricidad debepro hib irse ". N o hem os vaci lado en t ranscribir un tex totan sobrecargado de disparates, precisamente porque mues-

tra el deslizamiento hacia los valores más heteróditos, yla necesidad de acceder a valores dominantes que sin em-bargo nada t ienen que ver con los valores empíricos.

Claro es que la sal marina no es sino un aspecto de lasal fundamental que se encuentra en la base de todas lassustancias. Sí quisiera estudiarse la convicción que dan estasvalorizaciones esenciales, bastaría tomar los textos alqui-mis t a s . La máx ima: Cum sale et solé amnia aparece en la

mayoría de las obras. Nicolás de Locques escribe todavíaen 1665: "Quien t rabaja s in sal es como aquel que quieretirar al arco sin cuerda o sin flecha".

La sal in terviene también como sustancia part icularmenteactiva en las teorías de la palingénesis que tanto y tan cu-rioso éxito tuvieron en el siglo XVIIÍ. Se cree que las ceni-zas de los vegetales y de los animales pueden reproducir losseres de los cuales ellas son los restos. Por ejemplo el abatede Val lemont l lena páginas y páginas para probar la acciónde esas sales esenciales (*): "Las sales contienen las ideas,la figura y el fantasma de las plantas de las que han sidoextraídas." Luego (p. 284) " la fuerza seminal de cadamixto está concentrada en sus sales".

"Ese secreto nos enseña que aunque el cuerpo muera,sus formas residen sin embargo en las cenizas."

De ahí esta consecuencia (p. 294) : "Las sombras de losmuertos que se ven aparecer frecuentemente en los cemen-terios son naturales, pues son las formas de los cuerposenterrado s en esos sit ios o su figura ex terior, no el alm a . . .Es verdad que tales apariciones pueden ser frecuentes en lossit ios donde se ha l ibrado una batalla. Y esas sombras noson sino las figuras de los cuerpos muertos, que el calor, o

( ! ) A B B É D E V A L L E M O N T , Curiositez de la Nature et de i'Art surta végétation, ou VAg ciculture et le Jardinag e dans leur perfection. Pa rí s ,1 7 0 9 , p . 2 7 9 .

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una suave brisa excitan y elevan por los aires". La visióndel Aiglon sobre el campo de batalla de Austerl i tz ha sidopues fáci lmente racionalizada por la intuición sustancialista

del abate de Val lemont .Y finalmente, como uno de los rasgos fundamentales detodo pensamiento valorizante es que todo valor puede sernegado, podrían encontrarse textos en los que las propie-dades de la sal y de las cenizas se juzgan de una manerapeyorat iva. Por e jemplo, para Pierre Fabre ( 2 ) el úniconombre que merece la sal es el "de grasa del mundo y grosorde los elementos". Es un excremento. La sal es, por asídecirlo, la realización de la impureza.

X I

Todo t rabajo paciente y r í tmico, que exige una largaserie de operaciones monótonas, arrastra al homo faber alensueño. Entcnces incorpora sus sueños y sus cantos a lamateria elaborada; asigna un coeficiente a la sustancia lar-gamente trabajada. El esfuerzo parcial , el gesto elemental ,ya no dibujar los l ímites geométricos del objeto; es elconjunto de gestos en el tiempo, es la cadencia, el cono-cimiento claro y alegre. La alacridad de un potard que girael pilón en su mortero ya nos habla del precio que, sincera-mente, él adscribe a sus pildoras. Toda esta enorme sobre-carga de fantasía, toda esta valorización de las sustanciasdebido al t iempo empleado para prepararlas, deberán ser

eliminadas del pensamiento científico. Habrá que desva-lorizar el producto de un trabajo paciente si se quiere psi-coanalizar el conocimiento objetivo. Respecto de este temase puede señalar muy claramente, con un ejemplo sencil lo,la diferencia entre el espíritu precientífico y el espíritu cien-t í f ico.

Para nosotros, la trituración es un recurso mecánico del

(2

) PlERRE-JEAN FABRE, Docteur en la Faculté de Médecine d(l 'Univers i t é de Montpel l i er: L'Abcégé des secrets chymiques. París,1 6 3 6 , p . 8 3 .

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cual comprendemos de inmediato el carácter. No ocurría lomismo en el s iglo XVIII y a fortiori durante los siglosanteriores. Entonces era una operación verdaderamente po-

l imorfa , emparentada con las operaciones químicas profun-das. La Encyclopédie recuerda que para Boerhaave, "latri turación t iene una fuerza maravil losa para disolver cier-tos cuerpos tornándolos tan f luidos como si hubieran sidofundidos por e l fuego". El doctor Langelot te puede de igualmanera, por la t r i turación, convert i r e l oro "tan f lúidocomo por medio del fuego y hacer un oro potable medianteel ún ico m ovim iento de un m ol in o" . Im po rta poco , comolo hace observar f inamente Brunschvicg, que Langelot te

haya descubierto así el oro coloidal . Lo ha descubierto paranosotros, no para él y Brunschvicg se prohibe, como lohacemos nosotros sistemáticamente, ese optimismo recurren-te de los historiadores de las ciencias que frecuentementequieren aplicar a los descubrimientos antiguos los valoresactuales (*). "No se puede decir que se sabe una cosa, auncuando se la esté haciendo, mientras no se sepa que se lahace". Aquí el sistema de valorización es diferente al de nues-

tro plan judicativo. Depende de una mística de la molienda.Mientras, para nosotros, la molienda no es s ino una prepa-ración accesoria a operaciones más esenciales, durante el si-glo XVIII se la toma como una operación que ofrece, enlos dominios más variados, un motivo de expl icación sufi -ciente. Nos podremos dar cuenta siguiendo la polémica so-bre la digestión estomacal. Una larga lucha divide a lospartidarios de la fermentación y los de la tri turación. Lateoría de la tri turación, propuesta por el doctor Pitcairn,

hizo una larga carrera . Un médico tan renombrado comoB oerh aav e no titub ea en escribir ( 2 ) : " E n el cuerpo delos corredores . . . los pescados y la carne f resca . . . se pu-dren fácilmente debido al gran frotamiento que ellos ex-perimentan". El autor del art ículo de la Encyclopédie re-cuerda la tri turación entre los Hebreos y da un versículo dela Biblia. San Pablo hizo de ella una parábola. El peso de

( 3 ) LÉON BRUNSCHVICG: La C o nnaissance de so i . Par í s , p . 68 .

( 2 ) BOERHAAVE: loe. cit., t . I , p . 1 0 1 .

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una tradición aporta a una experiencia sustancial un valorsuplementario que no t iene cabida en la formación de unespíri tu verdaderamente cient í f ico.

Una operación como la t r i turación, que no exige más quepaciencia, puede compararse con las operaciones que no exi-gen más que tiempo, como las lentas y suaves cocciones.Los caldos, tan variados, tan especíales, cuyo uso era tanfrecuente en la dietét ica del s iglo XVIII , debían sin dudaen parte el favor de que gozaban, a esta idea que el t iempoprolongado de una cocción es una condición indispensablepara las concentraciones sustanciales.

Mas, donde el t iempo adquiere todo su poder valorizantees en las experiencias estructuradas en cierto modo tempo-ralmente. De ahí e l valor de los productos obtenidos en lasoperaciones repetidas siete veces, que prueba además el ca-rácter místico de esta valorización sustancial . Boerhaavedice todavía ( x ) : "H a y que fu n d ir el cobre fósi l un a do-cena de veces, para to rn ar lo bien dúcti l b a jo el m ar ti l lo ".Esta observación exacta no comporta s in embargo la des-cripción de un afinamiento progresivo. En la química mo-

derna, cuando las operaciones son largas y numerosas, seda de las mismas una razón detal lada. Se sigue una meta-lurgia como se sigue un raciocinio. La meta lurg ia contem-poránea es un raciocinio: el tema abstracto explica las ma-nipulaciones industriales. Una operación como la desti la-ción fraccionada, que es más monótona, está totalmentearitmetizada: 'casi procede como una progresión geométrica.La mística de la repetición no se introduce pues en un éspí-

r i tu c ient í f ico moderno.A este respecto una operación como la cohobación debeparecer en la actualidad completamente incomprensible. Essabido en qué consiste: cuajado se ha tomado el trabajo desep?rar, mediante una desti lación, la materia voláti l de lamateria fi ja, se reconsti tuye la mezcla para recomenzar ladestilación, o, como se dice en un lenguaje ya claramentevalorizante, "se vuelve a poner el espíri tu sobre sus heces".La paciencia y la valentía de las repeticiones reiteradas son

( ! ) B o e r h a a v e : loe. cit., t . I , p . 1 0 .

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una prenda de va lor para e l p roducto f ina l . Macquer ponela cohobación entre las "operaciones que los antiguos quí-micos practicaban con mucha paciencia y celo y que actual-

mente están demasiado descuidadas". De manera que elhecho de haber caído en desuso no es suficiente, a los ojosde Macquer, para qui tar su valor a la cohobación.

X I I

La sustancia recibe fácilmente un poder absorbente tan

intenso, cuando se la considera sin resistirse en contra delas fan tasía s inconscientes, que se ter m ina po r adm itir queella retiene las propiedades del lugar donde ha residido. Lamedicina del s iglo XVIII no t i tubea en fundar sus resul ta-dos sobre un principio como éste , af i rmado tan oscura-mente. Respecto de los caldos, se puede leer en la Encyclo-pédie que un estómago debi l i tado por una larga enferme-dad "es frecuentemente poco adecuado a digerir el jugo deanimales y se presta mejor a los de carpa, de tenca, de rana,

etc . . . . , que p or otra par te l levan en la sangre un a fres-cura que no debe esperarse en aquella de los animales te-rrestres o voláti les". Esta enumeración, seguida de inme-dia to por e l etc., muestra , como ya lo hemos observado,que la inducción sustancialista ha precedido, y no seguido,a las experiencias particulares. Esta inducción se basa en laexplicación totalmente sustancial que los jugos pueden "l le-var su frescura a la sangre", frescor evidente cuando se pien-

sa en la prolongada vida de los peces y de los batracios enel agua fría.En 1669, la Academia disecó una civeta para comparar-

la con un castor estudiado precedentemente. He aquí lasconclusiones: "El Castoreum es de un olor fuerte y pocoagradable, mientras que el del l íquido que proviene de laciveta es completamente suave, y se juzga que esta dife-rencia puede provenir de la humedad fría del castor quees un semipez, mientras que la civeta es de un temperamentocaliente y seco, bebe poco, y habita ordinariamente en lasarenas de Áfr ica" .

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Se apreciará quizá mejor esta falsa asignación del lugar enlos fenómenos, acudiendo a experiencias que pertenecen ala física. A fines del siglo XVIII, se discutió largamente

para saber si las ranas de Piamonte eran más o menos ap-tas que las de Provence para poner de manifiesto la electri-c idad . ¡Diver t ida ob je t iv idad , l imi tada por una montaña!De un lado de los Alpes, electricidad; del otro, neutralidad.

X I I I

De una manera general todo valor sustancial es interio-

rizado por la vida, en especial por la vida animal. La vidaasimila profundamente a las cualidades; las vincula fuerte-mente con la sustancia. La conexión entre la naturaleza deun animal y la cualidad natural es tan directa, que se pue-den, bajo el pretexto de una idiosincrasia, comprobar lasafi rmaciones más r idiculas. En 1772 Dubois , en su Tableauannuel de la Physique, cuenta sus observaciones sobre Mig-n o n , el pa pa ga yo de M m e de X , dil igente electrizadora

(p . 157) . "Todos los an imales han rec ib ido una porc iónmás o menos grande de esta fuerza de atracción, y si ellaes más sensible en las plumas del papagayo, se debe a queéste es de una constitución más seca y más conveniente que lade los otros pájaros. Una prueba muy clara de esta pro-pos ición, es su aversión na tu ra l hacia la be bida. A . veceses tan fuerte que bastan unas pocas gotas de agua para ha-cerlos morir. El señor Hartmann explica este fenómeno deuna manera muy ingeniosa. El papagayo, dice, que con-

serva siempre la cantidad de electricidad que le es propia,no puede dejar de sentirse mal cuando bebe agua, debido aque entonces, por la combinación de estas dos cosas, expe-rimenta una conmoción cjue tiene mucho de la experienciade Leiden." No se crea que es éste un disparate aislado. Enun enorme l ibro sobre la Vari ta Adivinadora, un autor anó-nimo, que sin duda es Thouvenel, repite en 1781 lo mis-m o y deduce sus consecuencias (*) : " Se conocen pá jar os ,

( ! ) T * * * D . ML M . : Mém oire physique et médical, montrant desrapports évidents entre les phénomenes de la Bagaette divinatoire, d u

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de la clase de los papagayos, por ejemplo, que son emi-nentemente eléctricos y que t ienen una aversión natural ha-cia el agua, sobre todo para be b e r í a . . . Es de presum ir que

hay muchos animales que buscan o que huyen el agua ysus emanaciones, según su exquisito sentido frente al fluid .1eléctrico. Quizá los hidrófobos no son tales, sino porqu?están en verdad en el estado de electricidad animal espon-tánea más viva, hecho que puede reconocerse por distintossíntomas". Y el autor ve en esto también una explicaciónde los fenómenos presentados por el célebre brujo Bleton.Las falsas ciencias se reúnen espontáneamente. Bleton, dó-cil a la física de la época, ya no reaccionaba frente a lasfuentes ocultas en cuanto se le ponía aisladores de vidriobajo los píes.

Tales pamplinas no podrían evidentemente introducirseen un l ibro científico contemporáneo, aún siendo de unavulgarización de muy mal gusto. Pero en el s iglo XVIIIestorbaban y t rababan a la cul tura . No hay ninguna jerar-quía entre los científicos. Todos los observadores se decla-ran iguales frente a la experiencia. Todos los hechos pueden

citarse como otras tantas "anécdotas de la naturaleza". Esteempirismo pulverizado, esta experiencia concreta sin esfuer-zo de abstracción acoge todas las fantasías individuales.Basta encontrar una naturaleza particular, una actividadsustancial, para explicar todas las part icularidades de la ex-periencia, y luego, paso a paso, todos los prejuicios, todoslos se dice, todas las locuras de la Sabiduría de las na-ciones.

X I V

El ser humano es naturalmente un factor privi legiado deinteriorización. Pareciera que el hombre pudiera sentir yconocer directamente las propiedades intimas de su ser fí-sico. La oscuridad del yo siento priva sobre la claridad delyo veo. El hombre, a través de su cuerpo sobrecogido por

M agn étism e et de l 'éléctricité. Londres, t . I, 1 7 8 1 ; t . II, 1 7 8 4 , t . I ,p . 94 .

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un vago sentimiento, t iene conciencia de ser una sustancia.Veamos con qué grado de int imidad sustancial e l abateBertholon, del cual ya señalamos su celebridad, explica laacción de la electricidad sobre el cuerpo hu m a n o en 17 86( x ) : " N o ha y verdad m ás f i rm em ente establecida que lainfluencia de las pasiones sobre la salud; el desorden queellas aportan en la economía animal es tan conocido a tra-vés de tantos ejemplos, que nadie puede abrigar la menorduda al respecto. No está pues fuera de lo razonable reco-mendar, para disminuir la efervescencia de la sangre y eltono de los recursos de toda la máquina, el uso de la elec-tricidad negativa a todos aquellos que son víctimas de las

pasiones violentas, que agitan y destrozan el corazón de lamayor parte de los hombres, por lo menos de aquel losque componen algunas clases bri l lantes de la sociedad. Estemedio, que se opone directamente al efecto pernicioso delas pasiones, es muy adecuado para procurar la calma y lat ranqui l idad, disminuyendo esa nociva tensión que dema-siado frecuentemente ocasiona las agitaciones del alma; yque, teniendo en cuenta la dependencia recíproca que existeentre el cuerpo y el alma, debilitarían el aspecto moral, alatacar al aspecto físico. Todos estos medios para conservarla salud son consecuencias necesarias de los principios másseguros, y no se les puede negar eficacia, sin caer en la in-consecuencia más evidente". Una página semejante nos pa-rece muy característica de esa detención del pensamientoprecientífico, que se engancha en convergencias verbales, re-forzadas con impresiones subjetivas. Si no se hubiera em-pleado la palabra agitación para describir los efectos de la

pasión, no se hubiera propuesto calmarlas mediante la elec-tricidad. Sí no se hubiera empleado la palabra negativopara designar un aspecto de los fenómenos eléctricos, no sehubiera propuesto la electricidad negativa para disminuirla tensión demasiado grande del alma. Evidentemente, enesta página el pensamiento del abate Bertholon se muevesobre un plano l ingüíst ico. Los nombres dados a fenóme-

í 1 ) B e r t h o l o n : D e l'ékctñáté du co rps humain.. íoc. cit., t .I , p . 2 0 5 .

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nos parciales, a aspectos completamente particulares de laexperiencia, por convención o por metáfora, se conviertenen sustantivos plenos, en sustantivos cargados de sustancia.

El abate Bertholon no vacila en designar eléctricamentea los individuos, y dar así a la marca eléctrica un carácterpr of un do , verdaderamente sustanc ia l (p . 20 6) ; " C u an dose han de formar esos vínculos naturales, sin los cuales lasociedad no podría perpetuarse, debe ponerse una atenciónespecial sobre las cualidades eléctricas de los temperamentos.Dos individuos, en quienes el flúido eléctrico abunda, go-zarán de una salud menos perfecta que si la consti tución deuno de los dos es débil . Ocurre lo mismo con dos tempera-

mentos muy poco eléctricos, comparado con otros dos quetienen una fuerza eléctrica desigual; porque es necesario queel defecto de uno sea destruido por el exceso del otro: lajusta compensación que se produce en este últ imo caso aúnmediante la mera cohabitación, combate incesantemente alvicio dominante del temperamento. Independientemente dela salud que los individuos adquieren recíprocamente me-diante este cruzamiento eléctrico de las razas, el Estado

gana una población más numerosa y más vigorosa, comola observación lo confirma diariamente ante los ojos delfi ló so fo que espía la natu raleza , siempre ad m irable, ha sta ensus obras más comunes". La idea de riqueza eléctrica es puesadoptada aquí como una idea clara en sí , y como de unvalor expl icat ivo suficiente en los dominios más variados.Se encuentran casi palabra por palabra, bajo la pluma deeste electricista, las banalidades psicológicas aún en boga

acerca de la utilidad de un contraste de caracteres entre losesposos. ¿Hay que concluir una vez más que la psicologíaliteraria de nuestra época está exactamente en el estadio dela "ciencia" eléctrica del siglo XVIII? También ella se ocu-pa con agrado de las pasiones "de aquellos que componenalgunas clases bri l lantes de la sociedad". Sin duda la inti-midad es entonces más profunda. La personalidad rica reci-be caracteres más diversos. Por lo demás vemos cómo intui-ciones sustancialistas tan fáciles no resuelven sino falsos

problemas, tanto en el dominio científico como en el do-minio de la psicología literaria.

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C A P Í T U L O V I I

P S I C O A N A L I S I S D E L R E A L I S T A

I

Si pretendemos caracterizar bien la seducción de la ideade sustancia, no debemos tener el temor de ir a buscar elprincipio hasta en el inconsciente donde se forman las pre-ferencias indestructibles. La idea de sustancia es una ideatan clara, tan simple, tan poco discutida, que ella ha defundarse sobre una experiencia mucho más íntima que cual-

quier otra .Partiremos pues de algunas observaciones que al principioparecerán exageradas. En el comienzo de nuestras reflexio-nes, nos chocaron a nosotros mismos. Más tarde, las inter-minables lecturas que hicimos de l ibros de alquimia, lasencuestas psicológicas que pudimos realizar a lo largo deuna docencia ya larga y diversificada, nos pusieron en pre-sencia de convicciones sustancialistas tan ingenuas que ya

no t i tubeamos en hacer del realismo un instinto y en pro-poner para él un psicoanálisis especial. En efecto, no sólola convicción básica del realismo no es discutida, sino queni es enseñada. De manera que con toda justicia, justiciaque no creemos que le favorezca, el realismo puede ser con-siderado la única fi losofía innata. Para un juicio exacto,hay que ir más allá del plano intelectual y comprender quela sustancia de un objeto se recibe como un bien personal.Se toma posesión espiri tualmente de ella, como se toma po-

sesión de una ventaja evidente . Oid cómo argumenta unrealista: de inmediato l leva ventaja sobre su adversario,

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puesto que cree tener lo real con él, porque posee la riquezade lo real , mientras su adversario, hijo pródigo del espíri tu,corre tras vanos ensueños. En su forma ingenua, en su for-

ma afectiva, la certeza del realista procede de un placer deavaro. Para precisar claramente nuestra tesis, digamos puesen tono polémico: Desde el punto de vista psicoanalí t icoy en los excesos de la ingenuidad, todos los realistas sonavaros. Recíprocamente, y ahora sin reservas, todos los ava-ros son realistas.

El psicoanálisis que habría que insti tuir para curar al sus-tancialismo es el psicoanálisis del sentimiento del poseer. E lcomplejo que habría que disolver es el complejo del prove-

cho reducido que podría l lamarse, para abreviar, el complejode Harpagon. Es ese complejo del provecho pequeño queatrae la atención sobre las pequeñas cosas que no han deperderse, pues de perderse ya no se vuelven a ha l la r . Poreso un pequeño objeto se conserva con un gran cuidado. Elvaso frá gil es aquél que du ra m ás. De ahí que no pe rdernada es ante to do una prescripción no rm ativ a. De inm e-diato esta prescripción se torna una descripción, pasa de lo

normat ivo a lo pos i t ivo . Fina lmente , e l ax ioma fundamen-tal del realismo no probado: Nada se pierde, nada se crea,es un dicho de avaro.

El complejo del provecho pequeño ya ha sido objeto denumerosos estudios en el Psicoanálisis clásico. Lo abordare-mos sólo en la medida en que consti tuya un obstáculo a lacultura científica, en la medida en que sobreestime un t ipoparticular de conocimiento, en que valorice las materias ylas cualidades. Por otra pacte nos vemos obligados a iniciarel debate muy oblicuamente, insist iendo de inmediato sobrevalorizaciones que en apariencia son objetivas. Así, es in-dudable que las piedras preciosas son, en nuestras sociedades,valores materiales indiscutibles. Pero aceptando como fun-dada esta valorización social, ya es interesante, nos parece,ver cómo se desliza en dominios ajenos a su valorizacióninicial , por ejemplo en la farmacia. Este deslizamiento hasido señalado con frecuencia, pero quizá no se han mostra-

do los matices afectivos de esta valorización secundaria.Trataremos pues, en un primer parágrafo, de caracterizar

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brevemente esta mutación inicial de valores para prepararel examen de valorizaciones más claramente subjet ivas y de-jaremos para algunas páginas más adelante el aporte de

textos mucho menos señalados, pero en los que t ranspa-renta la afectividad pesada y oscura de los autores. Por lodemás, en nuestras demostraciones no podemos ser comple-tos pues, dada la índole de nuestro l ibro, no podemos hacerpsicología directa, sólo tenemos derecho a una psicologíapor reflejo, tal cual resulta de las reflexiones sobre la teoríadel conocimiento. Es pues en el acto mismo del conocerdonde debemos discernir la perturbación provocada por e lsent im iento prevalente del poseer. Es só lo ahí — y no en la

vida diaria ¡que nos aportaría s in embargo tantas pruebas!— donde debemos mostrar esa avaricia directa e inconscien-te, esa avaricia que, sin saber contar, confunde a todos loscálculos. P o r lo ,demás la volverem os a en co ntr ar en un aforma quizá más pr imi t iva aún en e l mito de la digestión,cuando estudiaremos el obstáculo animista . Para un examenmás completo del problema, el lector puede dirigirse, pore jemplo , a l cur ioso l ib ro de R. e Y. Al lendy: Capitalisme

et Sexualité.

I I

Ante todo es s ignif icat ivo que "las materias preciosas"conservan durante mucho t iempo un lugar privi legiado enlas investigaciones precientíficas. Aún cuando asoma el es-

píritu crítico, éste respeta el valor que ataca. Basta recorrerlas numerosas páginas consagradas a las piedras preciosasen los tratados de Materia médica del s ig lo XVIII , paraconvencerse de este endurecimiento de las antiguas creen-cias. Nuestras demostraciones serían más fáciles, pero ten-drían menos sent ido, s i nos remontáramos a épocas másantiguas. Veamos pues la inquietud del espírítu precientí-fico frente a prejuicios groseros. Aun cuando las creencias setachen de supersticiones, hay que mirar con sumo cuidado

para asegurarnos de que el autor se ha l ibrado de ellas. Porlo pronto el autor experimenta la necesidad de señalarlas;

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silenciarlas sería sin duda decepcionar al público, ser desleala la continuidad de la cultura. Pero en seguida, lo que esmás grave, e l autor se propone muy frecuentemente rect i f i -

carlas parcialmente, realizando así la racionalización sobreuna base absurda, como ya lo señalamos al inspirarnos enel psicoanalista Jones. Esta racionalización parcial es al co-nocimiento empírico lo que la subl imación de los inst intoses a la producción estética. Pero, en este caso, la racionali-zación perjudica a la invest igación puramente racional . Enefecto, la mezcla de pensamiento erudito y pensamiento ex-perim ental es u n o de los m ayores obstác ulos pa ra el espí-ri tu científico. No se puede completar una experiencia queno se ha recomenzado por s í mismo en toda su integridad.No se posee un bien espiri tual que no se ha adquirido total-mente mediante un esfuerzo personal . El primer s íntoma dela certeza científica, es que puede ser revivida tanto en suanálisis como en su síntesis.

Pero veamos algunos ejemplos en los que, no obstantelas críticas muy vivas, la experiencia más o menos exacta seadjunta a la t radición totalmente errónea. En el t ra tado de

Materia Médica de Geoffroy, t ra tado que representa unaenorme cul tura y que se difundió extraordinariamente du-rante el s iglo X V I I I , se puede leer 0 ) : "F uera de las vir-tudes supersticiosas que se atrib uy en (a la esmeralda) y quesilenciamos, se cree comúnmente que detiene las hemorra-gias, las disenterías, el flujo hemorroidal. Se emplea conotros fragmentos de piedras preciosas en el Electuario quese hace, y en la Confección del Jacinto, con el jacinto y los

zafi ros". No puede expresarse mejor que la superst ic ión esuna ant igua sabiduría que basta modernizar y descascararpara destacar su verdadero valor.

Puesto que en definit iva hay algo de cierto en esa tra-dición, se harán objeciones y se responderá a ellas, sin pre-ocuparse más por las experiencias posit ivas. "Puede obje-t a r se —dice Geof f roy (p . 158)—, que e sos f ragmen tos

(!) GEOFFROY: Traite de la Matiére Medícale ou de l 'histoire desvcrtus, du choix et de l 'usage des remedes simples. París, 1743, t . I ,p . 1 5 7 .

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(de esmeralda) son tan duros que frecuentemente resistenal agua fuerte y que, por tanto, la levadura del estómagono puede disolverlos, y que se devuelven tal como se los

ha tomado. Mas esta objeción no t iene ningún valor. Puesla esmeralda colocada sobre las brasas ardientes se enciendecomo el azufre; y al exhalar su color verde con la l lama,la piedra queda diáfana y sin color como el cristal. Segu-ram ente, aquello que se logra po r m ed io del fu eg o. . .puede lograrse medíante el calor natural de la l infa esto-macal. Y aunque la sustancia cristal ina de estas piedras nose disuelve, sin embargo su porción sulfurosa y metálicapuede separarse de la porción cristalina y así desprendida,

puede ejercer su acción sobre los líquidos del cuerpo huma-no". De este modo la acción médica considerada se ejercea través de una quintaesencia, de una t intura que en ciertomodo sustantifica la porción más preciosa de la piedra pre-ciosa. Esta virtud, presentada como se ve bajo el aspectode una simple posibilidad, puesto que no se ha podido com-probar la "decoloración" de las esmeraldas mediante la ac-ción estomacal, no es, a nuestro modo de ver, sino el sus-

t i tuto del valor inmediato, el susti tuto del placer que seexperimenta al contemplar el brillo suave y verde de la es-meralda. Ésta es valorizada tanto por la ciencia farmacéu-tica como por la poesía. Las metáforas del boticario no t ie-nen mayor realidad que las metáforas de Remy Belleaucuando canta el color y la virtud de la esmeralda.

Couleur qui rassemble et raí lie

La forcé des yeux affaibliePar trop longs et soudains regarás,Et qui repait de flamm es doucesLes rayons marnes, las ou moussesDe nctre oeil, quand ils sont épars.

De esta manera las posibilidades y los sueños que traba-jan al inconsciente, son suficientes para que Geoffroy exijarespeto po r la ant igu a sabiduría (p . 15 9) : " N o ha y pues

que proscribir sin causa las piedras preciosas de las compo-siciones de la Farmacia, admitidas hace tanto t iempo y

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aprobadas por una larga y feliz paciencia". ¡Respetar unaciencia que no se comprende! Eso es, precisamente, sustituirpor valores subjetivos los valores objetivos del conocimien-

to experimental . Es jugar sobre dos estimativas diferentes.El médico que impone al enfermo una preparación de es-meralda ya tiene la garantía de saber que el enfermo conoceun valor: el valor comercial del producto. Su autoridad mé-dica no t iene sino que reforzar un valor existente. No seexagerará nunca suficientemente la importancia psicológicade la concordancia entre la mentalidad del enfermo y ladel médico, con corda ncia fácil en la era precien tífica. E staconcordancia acuerda una evidencia especial, y por tanto

acrece el valor de ciertas prácticas médicas.Es también muy interesante estudiar e l aparejo doctr inal

de los pues y los es por que mediante los cuales las perso-nas de autoridad vinculan los prejuicios antiguos con lascostumbres ordinarias. Por ejemplo, respecto del topacioescribe Geoffroy (p . 160) : "Los Antiguos le han atr ibuidola naturaleza del Sol; es porque se cree que disminuye lostemores nocturnos y la melancolía, que fort ifica el corazón

y el ánimo, que es contrario a los sueños molestos y detienelas hemorragias. Se emplea en la confección del jacinto".N o se ha estudiado suficientemente esta bivalencia psicoló-gica y física. Conocemos medicamentos que mediante su ac-ción somática aplacan ciertas melancolías. Conocemos tam-bién una medicina psicológica. P¿ro por lo menos ya nodamos crédito a remedios bivalentes. Esta ambivalencia essiempre el signo de una valorización impura.

En efecto, hay que subrayar que para la mayoría de laspiedras preciosas, el espíritu precientífico admite una ac-ción con ju nt a sobre el corazón y sobre el esp íri tu. E s u níndice de la convergencia de los bienes de la riqueza y delos bienes de la salu d. E n cu an to un m edicam ento' tiene lareputación de detener una hemorragia, es decir cuando secree que contribuye a impedir la pérdida del más preciosode los bienes: la sangre, se convierte en un cordial en todala extensión del vocablo. G eo ffr oy recuerda (p . 1 53 ) las

virtudes de la Cornalina que es, como dice Belleau, de en-carnado color. "Los Antiguos creían que la Cornal ina tor-

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naba alegre al espíri tu, disipaba los temores, infundía co-raje, impedía los encantamientos, y preservaba al cuerpode tod a clase de vene nos. La C or na lin a pu lver izad a se

toma interiormente para detener toda clase de f lujos san-guíneos: pero en la actualidad se hace escaso uso de ella,pues hay otros remedios m uc ho m ás excelentes." Se ad-vierte que la restricción n o es tota l . Se conviene un com -promiso que mide la resistencia hacia los sanos métodoscientíficos.

A veces la acción de la materia preciosa es totalmentepsicológica. El cabal lero D igb y dice s implem ente, com o

algo evidente (*): "El diamante, el granate, la esmeralda. . .pro vo can la alegría del co ra zó n" . Se percibe bas tante cla-ram ente cuál es la alegría que se ha su stan tifíca do . N icolásPapin, probablemente el padre de Denis Papin, agrega, loque es menos claro, "el zafiro, la esmeralda, las perlas yotro s conducen a la cas t idad ". U n a vez más el médico seencuentra con los cantos del poeta: también Retny Belleauelogiaba la castidad de la esmeralda.

Bref, elle est si chaste et si sainteQue si tót qa 'elle sent l'atteinteDe quelque amouteuse actton,Elle se froisse, elle se briseVergongneuse de se voir p riseDe quelque sale affection.

Claro es que la ciencia de los árabes merece el mismorespe to que la ciencia de los an tigu os . Sin em bar go , es bas-tante curioso que, hasta en la actualidad, la ciencia árabeque nos trae la meditación del desierto goza siempre de unpre juicio fav orab le. Resp ecto del oro, G eo ff ro y escribe ( 2 ) :

( ! ) c h e v a l i e r D l GB Y : D i scours fa i t en une ce l ebre as sembl é tou-chant l a guér i son des p l a i e s par l a poudre de sympath i e . C omme su í t e ,i l y a une D i s ser ta t i on touchant l a poudre de sympath i e . T rad . du

lat ín d u s ieur Pap in, D r. en. M éd . de la v í l l e de Bl oís , pa r Ra ul t , Pa rís ,1 6 8 3 , p . 1 6 9 .

( 2 ) GEOFFROY: loe. cit., t . I , p . 54 .

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"Antiguamente los griegos no conocían el uso del oro en lamedicina. L os árabes son los prim eros que han recomen-dado su poder, y lo han mezclado en sus composiciones re-

ducido a ho juela s. Creen que el o ro fort ific a al cor azó n,reanima al espíritu y alegra el alma, por eso aseguran quees úti l para la melancolía, las palpitaciones y los tembloresdel corazón". En siglos más materialistas tal creencia ne-cesita estar sostenid a p o r arg um ento s m ás materiales. A sí"los químicos agregan además que el oro cont iene un azufrefi jo muy poderoso; el cual siendo incorruptible, si se letoma interiormente y se mezcla con la sangre, la preserva detoda corrupción y restablece y reanima la naturaleza hu-mana de la misma manera que el sol , fuente inagotable deese azufre , hace revivir toda la Naturaleza." ¿Puede darseun. e jem plo más herm oso de un raciocinio po r part ic ipaciónque fusiona en un mismo valor el oro, el sol y la sangre?Geoffroy sin duda t i tubea en aceptar semejantes convergen-cias, pero este titubeo es precisamente característico del es-pí ri t u precientífico. E s este t i tu be o el qu e nos hace decla-rar que el pensamiento precient í f ico se encuentra frente a

un obstáculo aún no superado, aunque en t rance de serlo .E s este titu be o el qu e necesita u n psicoa nálisis. E n los si-glos anteriores se aprue ba a pie jun ti l la s. E n los siglos queseguirán ya no se leerán más semejantes lucubraciones. Perohe ahí los hechos: Geoffroy, escribiendo en pleno si -glo XVIII , af i rma su respeto hacia la Escuela Arabe; yno se decide, como él dice, "a desterrar el oro de todas laspreparaciones cordiales".

¡E>esterrar el o ro ! ¡Decir tra nq uila m en te que el o ro n odevuelve la salud, que el oro no infunde coraje, que eloro no detiene la sangre que fluye, que el oro no disipalos fantasmas nocturnos, los pesados recuerdos que vienendel pasado y del pecado, que el oro no es la riqueza am-bivalente que preserva al cora zón y al án im o! E so exigeun verdadero heroísmo intelectual , eso exige un incons-ciente psicoanalízado, vale decir una cultura científica bienaislada de toda valoriza ción inconsciente. E l espíri tu pre-cient í f ico del s iglo XVIII no ha real izado esa l ibertad deapreciación.

L a f o r m a c i ó n d e l e s p í r i t u c i e n t í fic o — 1 0 .

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Podríamos fáci lmente mult ipl icar los e jemplos de estasmedicaciones preciosas, tales como la Confección Real deAlkermés de Charas, e l polvo Panónieo de Charas, la Con-

fección de Jacinto, el Polvo de la Alegría, el Polvo de Per-las refrescantes. V eríam os que hay una materia médica dela riqueza en oposición a la materia médica de los simples.Comprenderíamos la cabal importancia del consejo consi-derado como fundamental por c iertos bot icarios de conservarlos remedios preciosos en cajas de oro o de plata, de marfi lo de alabastro, o el consejo modesto de hacer pintar y dorarlas cajas (* ) . N o es ta n to para conservarlas s ino para ex-ponerlas adecuadamente, para que todo el mundo, comer-ciantes y clientes, sepa a qué atenerse sobre el precioso valordel remedio.

N o sería por lo dem ás dif íc i l m ostr ar que el po lvo deperlas refrescante t iene una mayor actividad inconsciente por-qu e representa un sacrificio m ás consciente. Su v aloriza ciónse hace ambigua y desempeña su papel en el l ímite entre loinconsciente y lo consciente. E l po lv o de piedras es m áseficaz sobre el avaro burgués que sobre el pródigo príncipe.

Se es tan apegado a las perlas y a las piedras preciosas quecomporta a lgún méri to moler las en un mortero de oro ydisolverlas en un a po ción . Só lo se hace un sacrificio desemejante bien objetivo si se espera firmemente un biensu bje tivo . El va lor de la piedra preciosa par a el incons-ciente se transmuta en un valor científico en la valuaciónde la conciencia inst ruid a. E sta con fu sió n es aún ba stan tefrecuente . A ún se est ima poco a un rem edio bara to . Pe ro el

inconsciente que sabe contar, que sabe trocar, no es ya elinconsciente pr im itiv o. E l ho m br e inconsciente que sueña,un diamante en el dedo, una perla en la mano, es un almacargada m ás pesadam ente. A l sacrificar su joy a, ofrece enholocausto una parte de su sustancia, una parte de sus sue-ños más queridos.

( i ) SOENEN: loe. cit., p . 7 9 .

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III

Pero ya es t iempo de señalar más ní t idamente, más di-rectamente, los placeres de la posesión y las seguridades ob-jetivas que comporta el manipuleo de ciertas sustancias. Lapiedra preciosa es pequ eña y es de gra n precio. C on ce ntrala riqueza . Es, pues, adecuada par a conce ntrar la dulce me -ditación del pr op ieta rio . O torg a la claridad de la evidenciaal com plejo del peq ueñ o provecho. E n general, e l com plejodel pequeño provecho se desarrolla a part ir de objetos insig-nif icantes: es e l complejo de Laffi t te recogiendo un alf i ler .Mas esta desviación no debe engañarnos respecto del prin-cipio del avarismo intel igente: Poseer mucho en un pequeñovo lum en . V olv em os a enc ontra r la necesidad de la concen-tración de los bienes. M alo uin da co m o " un a de las grandesventajas de la Química, , la de reducir a veces los medicamen-tos a un volumen m enor , s in debi l i ta r su po de r" . A u n hoy ,de cada dos radiólogos, uno no puede dejar de decir a sucliente que un pe que ño t ub o de radiu m con t iene cien m il fra n-

cos. A ntes los A lqu im istas conservaban su po lvo de pro -yección en u n pe qu eñ o estuche. Im ag ina ba n el oro com ou n a concentración de poderes (* ). " E l or o . . . posee losextrem os poderes del sol encerrados en su cue rpo ." De L oc-ques dice también: en el oro, la Naturaleza "ha acumuladosus poderes como «al infini to»" ( 2 ) . A través de esta últ im aexpresión se percibe bien que es el inconsciente quien en-cuentra en el oro la causa ocasional de todos sus sueños.

La ínt ima contradicción del pequeño volumen con el granprecio se dobla con otra: la piedra preciosa bri l la y se oculta.Es al mismo t iempo la fortuna ostensible y la fortuna di-s imulada , t an to es la for tuna de l p ródigo como la for tunadel ava ro. E l m it o del tesoro ocu lto n o es posible sin esta

I 1 ) Lettces philosophiques. Tres es t imée de ceux qui se plai sent auxV é r i t é s h e r m é t iq u e s , t r ad . d e l a l e m á n p o r A n t o i n e D u v a l , P a r í s , 1 7 2 3 ,p . 4 7 .

(2

) NICOLAS DE LOCQ UES: Elements philosophiques des arcanes etdu dissolvant généc al, de leur oertus, pcoptiétés et effets, P a r í s , 1 6 6 8 ,p . 4 9 .

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cond ensació n de bienes. Este m ito an im a a sucesivas gene-raciones. E l padre de Vil l iers de l ' Is le-A dam ha buscad odurante toda su vida el tesoro enterrado por sus antepasados.

Vil l iers de l ' Is le-Adam ha realizado el deseo de su padre es-cribiendo Axel. Toda rareza se local iza en un escondri jo .E l oro se ocul ta ta n to com o se ocul ta a l oro. L o me jor eslo más ocul to . D e ah í que ciertos a lqu im istas a t r i bu ya n ala Na tu ra l eza un com por t am ien to de ava ro . T ho m as S on-net dice, s in prueba (*): "Para engendrar e l oro la Natura-leza elige y selecciona una mína y cantera particularmentecerrada y oculta en el seno de la t ierra".

D e ahí que el or o atraiga y deslumb re. ¿P ero este des-lum bra m ien to y esta a t racción son metá fora s? Se lea en laChimie medicinóle de M alo uín , impresa en 17 55 (t . II ,p . 5): "He notado en el Jardín Royal c ierta a legría en elrostro de los oyentes, a la vista del oro que se ponía antesus ojos, antes de hacer la disolución ". Y o m ism o he hechofrecuentemente la misma observación: cuando l legaba laépoca escolar de disolver la hojuela de oro en agua de cloro,

surgían las preguntas y los escrúpulos: ¿se perderá la hojade oro ? Es ta m uerte de u na riqueza pe rfecta, de un a ri-quez a índiscutida da ba a la clase un in sta nte dram ático. A n -te este apasionado interés, se explica ahora fácilmente queM alou in cont inúe af i r m an do t ranqui lam ente que (p . 6 ) :"El oro (dice Mattioli sobre Dioscorides) t iene una ciertavirtud atractiva, mediante la cual al igera el corazón de aque-llos que lo m ira n" N o es éste un m ero recurso de erudición,pues Malouín cont inúa por su cuenta : "El oro for t i f ica

maravi l losamente al co ra zó n" . De esta m anera el buen qu í-mico del siglo XVIII pasa insensiblemente de la alegría re-f le jada en el rost ro , s igno de un consuelo ambiguo, a unaacción tónica positiva sobre la m ás nob le de las visceras. U npaso más y, estamos tentados a decir, digerirá su alegríapara recordarnos que la digestión es el signo de la posesiónm ás suave y m ás segura . M al ou in escribe en efecto: el or o es"un buen remedio para la disentería".

( ! ) T H O M A S S O N N E T : Satyre contce les chaclatans et pseudo m¿de-cins emperiques, P a r í s , 1 6 1 0 , p . 1 9 4 .

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El canciller Bacon, que no desdeña las riquezas, observaen su Sylva Sylvarum "lo que hay de cierto, es que las pie-dras preciosas contienen espíri tus suti les, como lo muestra su

bril lo, espíri tus que por vía simpática, actúan sobre el hom-bre de una m anera vivificante y deleitosa. La s que m e jo rse prestan a producir esos efectos son el diamante, la esme-ralda, el rub í y el topa cio" . P ara com prender adecuada-mente todo el sentido de estas afirmaciones, hay que reunirtod as las razon es de convicción. E l placer de poseer se sus-tan tiv a. D a lugar a un a experiencia ínti m a, a un con sueloque to rn a inú ti l una verificación ob jetiv a. El orden de efi-cacia es pura y simplemente un orden de preferencia perso-na l. E n estas op inio ne s se asiste a la reun ión de u n a exp e-riencia psicológica y de una leyenda médica, en otros tér-minos, a la fusión de una pasión verdadera con una ideafalsa. Y es entonces cua nd o la pasión verdadera se convierteen un o bstá cu lo pa ra la rectificación de la idea falsa . Si pa ralegit imar tales uniones impuras, se invocan las lecturas y laslecciones que dejan pasar a través de las generaciones estosprejuicios tan increíbles, queda por dar cuenta de su trasmi-

sión tan fácil y con stante. De hecho, estos preju icios sonconfirmados por la adhesión inmediata del inconsciente.En ciertos autores, la atracción que el oro ejerce se con-

vierte natu ralm en te en una at racción m aterial . U n auto ranónimo que escribe en 1640 se expresa así ( x ) : "E l o rotiene por sí mismo una fuerza*de imán que atrae los cora-zones por el lustre bri l lante de su resplandeciente y purotinte, en el cual la Naturaleza ha instalado todo lo que te-

n ía de mejor" .Como es sabido, las influencias astrales son para el astró-logo y para el a lquimista , cuyas mental idades hay que reunirpara apreciar bien la psicología del espíritu precientífico,influencias verdaderamente materiales, atracciones de ma-teria. E n especial se cometería un p r o f u n d o erro r si se pen -sara que esas influen cias no son sino signos, símb olos. A sí,para dar un solo ejemplo, un autor de nombre R. Decartes

(!) Oeuvte de la Physique contenant les tcois principes de philo-sophie, L a H a y e , 1 6 4 0 , p . 9 0 .

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y del cual hemos estudiado la obra en un art ículo reciente,se expresa así (*) : "La luna llena envía sobre el mar ciertasustancia, que le sirve de levadura para fermentarlo como

si fuera una masa y provocar mediante su elevación los f lu-jos y re flu jo s" . E s en este espíri tu que se m aterializa la co-rresponden cia entre el sol y el oro . B asil io V ale ntí n (t ra d.Israel , París , 1648, p . 51) acumula de esta manera las"pruebas" de esta interacción física: "El sol y el oro t ienentambién una correspondencia especial y cierta fuerza de atrac-ción mutua, porque el sol ha t rabajado en el oro como po-deroso mediador para unir y l igar indisolublemente esos tresprincipios que t ienen su Imán en derredor de ese sol superior,y ese Metal ha obtenido un grado ta l de perfección queen él los tres principios se encuentran con una gran fuerzade donde resul ta la forma corporal del Oro, porque el la hasido compuesta dentro de la perfecta unión de esos tres prin-cipios ; de ahí que el Oro t iene su origen en el Imán dorado yceleste". Si hemos t ranscri to este t rozo tan informe, es por-que en él se acumulan precisamente las impresiones más va-gas y m ás oscuras. E l au tor , en lug ar de racio naliz ar y cla-

sificar las pruebas, totaliza los valores.Ot ro au tor , aparen temente más c la ro , muest ra también ,

con la misma mezcla de argumentos, la endósmosis de losvalores. Para Nicolás de Locques ( 2 ) e l oro es "como unGlobo l leno con todas las virtudes celestes, que influye so-bre todos los metales como el corazón da vida a todas laspartes del cuerpo. Es est im ado po r la M edicina U nivers alpor la simpatía que guarda con el hombre y con el sol , y

por el afecto mutuo y la fuerza de atracción que existe en-tre ellos, tanto que el Oro es un poderoso mediador paral igar la v i r tud de l Sol a l h o m b r e . . . El o ro cura las enfer-medades venéreas, la lepra, fort ifica al Corazón, al Cerebro,a la M em oria y excita a la gen eració n". L a acción sobre elcorazón, el cerebro y la memoria expresan bastante clara-mente el carácter psicológico de la curación mediante el oro.

(*) R. DECARTES: Les véritables connaissances des influences célestes et sublunaires, P a r í s , 1 6 6 7 , p . 4 3 0 .

( 2 ) D E LOCQUES: Rud iments de la phil. na t., loe. cit., T. II, p. 1 2 7 .

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Finalmente, la acción sobre la generación, que aparece eninnumerables textos, es bastante sintomática de la audaciadel personaje con las faltriqueras l lenas de oro.

O tr o au tor encue ntra evidente esta com paración (*) : "A sícomo el alma mantiene caliente al animal, mientras ella estáen el cuerpo; así el oro expulsa el frío del mercurio y loatempera, m ientras esté verdaderamente unid o a él" . ¿Q uiénno ha sido consolado mediante un puñado de oro como porun trag o de alcoho l? ¿H ay que recordar al pére G ra nd et?En su Argent Zola, dice Sombart ( 2 ) , nos muestra con bas-tante agudeza. "Saccard volviendo incesantemente al lugar

donde se realiza el sellado del oto y donde varios millonesde piezas de oro se t ransforman diariamente en oro enbarras, y escuchando con deleite el misterioso t intineo quereconforta su alma de gran especulador: es la música deloro que planea sobre todos los negocios como la voz de lashad as en los cu en tos ". Según nuestra op inió n, este regresoa la riqueza concreta, mucho más dulce para el inconscienteque las abstracciones de la letra de cambio, señala profun-dam ente u n alm a. Este regreso es un a regresión.

No hay simpatía sin reciprocidad. J. B. Robínet l lega aescribir ( 3 ): "¿Se me acusará de un exceso de refinamiento,si co nje turo que el oro, la plata y . . . las piedras preciosas . . .pueden gozar, en una cierta medida, por la consideraciónque le acorda m os?" Y además (p . 1 9 5 ) : "¿E l oro ignorato ta lmente los hono res de que go za ?" Ro bine t com paratambién ( t . IV, p . 190, 191) el rubí luminoso y el o joque ve la luz y concluye: "La facultad de ser luminoso esseguram ente algo más perfecto que la de ver la lu z " . E nefecto dar es má s difícil que recibir, por tanto, la acción delru bí es de m ay o r va lor que la recepción del oj o. A q u í semuestra también el principio fundamental del sustancial ismo,que es a l mismo t iempo un axioma de la avaricia "nul lumpotes t daré qu od no n ha be t" . R ob ine t con t inú a: ( la facu l -

(1 ) GA ST ON L E D O U X , d i t de C l av es : Traite philosophiqae de ta

triple préparation de l'Or et de VArgent, P a r í s, 1 6 9 5 , p . 8 1 .( 2 ) W E R N E R S O M B A R T : Le Bourgeois, t r ad . , P a r í s, 1 9 2 6 , p . 3 7 8 .( 3 ) R OB IN E T : loe. cit., t . I V , p . 1 9 2 .

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tad de ser luminoso) supone "una mayor pureza en la sus-tanc ia , una mayor homogeneidad en sus par tes , una mayordelicadeza en su estruc tura. Se ha designad o al alm a com o

una luz invisible , se ha designado a la luz un alma visible";se ve, pues, que los valores del objeto y del sujeto puedeninvertirse. Y he aqu í de nu evo la m ism a conclusión (esasp iedras que desp iden luz)" ¿no gozan a su manera por e lejercicio de esta pr op ied ad ? ¿ N o tienen ellas conciencia deni ng un a especie? ¿Ejercen esa pro pied ad sin nin gú n senti-m iento de sat isfacció n?" Inve rt id estas imágenes para t ra-ducir las del modo opt imista a l modo pesimista y tendréis ,con la intuición de Schopenhauer, una metafísica que no serácalificada de estúpida como lo es este optimismo invasor deR ob ine t . E n lugar de un real ismo del placer de dar, ten-dréis un realismo de la voluntad de conservar, un querer-vivir y un querer-poseer inscri tos como un poder absorben-te en el fo n d o m ism o de la m ateria . E s ese sent im iento ás-pero que se toma por profundo, pues es e l sent imiento quem an eja el inconsciente. Sed tristes y seréis fi lóso fos. E ncambio, las obras de Robinet desafían hoy la lectura del

ep is temólogo m ás in t rép ido . Pe ro e l ju ic io que ho y « caesobre obras tan ridiculas desconoce su importancia real yefectiva. C itam os R ob ine t de acuerdo a su tercera edición.Fué un au tor muy cé lebre y muy d i fundido en e l s i -g l o X V I I I .

IV

Con el oro es fáci l captar e l mito de la int imidad sus-tancial que es un mito dominante de la f i losofía sustancia-l ista. El Cosmopolita escribe (*) : "Mediante la exacta ana-tomía de los metales se ve que en su interior part icipan deloro, mientras que su exterior está rodeado de muerte y dem aldic ión. Pue s en esos metales se observa an te todo , quecontienen una materia corruptible, dura y grosera, de unatierra maldita; es decir, una sustancia grasa, pétrea, impu-

( ! ) COSMOPOLirE: loe. cit., p . 2 7 8 .

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ra y terrestre, que t raen desde la m in a. E n seg un do lugar,un agua m alol iente y capaz de prov oca r la mu erte . E n ter-cer lugar, una t ierra bochornosa que se encuentra en esa

agua malol iente; y f inalmente una cual idad venenosa, mor-tal y fu rib un da . M as cuan do los metales se l ibran de to-das esas malditas impurezas, y de su heterogeneidad, en-tonces se encuentra en ellos la noble esencia del Oro". C o m ose advierte, se trata de una especie de valorización en nú-cleo, que debe atravesar capas y capas de impurezas y devenenos, pagar su t r ibuto en penas y en temores para encon-trar el supre m o valo r. A sí m edi ta e l inconsciente, ob l iga do

por la posesión ínt ima.Una va lor izac ión tan profunda , lograda t ras pe l igros tangrandes es fáci lmente di t í rám bica. D e Loc ques se expresaasí (*): "Por ser e l oro el más puro, e l más espir i tual , e lmás incorruptible, y el más atemperado de todos los seres; yen vista de que la Naturaleza lo ha enriquecido con los donesdel Cielo, y de la Tierra, y que los Elementos reposan en eloro como en el centro de su perfección; y en fin por ser eloro la soberanía del alma general que encierra las propieda-des, las virtudes, y las facultades de todas las cosas, es conrazón est imado un remedio universal que contiene los p o -deres de todos los Elixires, y maravil losas quintaesencias".Como ninguno de estos poderes está probado, ha de con-cluirse evidentemente que tales poderes no son sino mani-festaciones de u n valo r inconsciente. Si m edian te u n p sico-análisis adecuado este valor se desvalorizara, todo un cúmulode falsos problemas planteados al conocimiento objet ivo se

disiparía .A veces se ve muy bien el motivo valorizado, part iendo

de la experiencia. E st o ocurre con el dia m an te. Su br i l lo ysu "pureza" comple tamente fenomenológicos son de inme-diato m agnificado s. P ív at t i nos dice ( 2 ) que el d iamanteelectr izado "lanza un bri l lo que deslumhra, y (que) sus

( ! ) D E L O C Q U E S: Élém ents philoso phiques des arcan es. . toe. cit.

p . 4 8 .( 2 ) S i n n o m b r e d e a u t o r : Recueil su r l'électrícité méd icalt. . ., loe.

cit. p . 1 7 .

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chispas representan, en miniatura , los rayos y el re lámpago".Es de presumir que si no se at r ibuyera tan elevado precio alos diamantes, no se les adscribiría imágenes tan exageradas.

P ar a B on net , la pure za va a la pa r del va lor sustancial (1

) ."La Tierra que consti tuye la base del Cristal de roca, ysobre todo aquel la del Diamante, se considera como una delas más puras y de las más próximas a la Tierra pr imi t iva" .Es claro que esta afirmación de pureza no se apoya sobre nin-gún análisis objetivo; más bien ha nacido en un análisis psi-cológico en el que ha impresionado fuertemente la ingenui-dad del placer de co nte m pla r. H e ahí lo que lleva a decirque la tierra primitiva es sin dud a un cristal pur o, u n bri-

l l an te d iamante .

V

L as materias preciosas se em pare ntan fáci lmente. D an lu-gar a t ransmutaciones de valores más que a t ransmutacionesde sustancias, hecho que en definit iva prueba la valorización

de las sustancias por la mentalidad precientífica.P a r a explicar el misterio de las lámparas sepulcrales per-

petuas, lámparas que queman sin gasto y que se encuentran,se dice, en ciertas tumbas, part icularmente en la de Tullia,h ija de Cicerón, Gosset hace esta "an tici pa ció n" ( 2 ) . " A u n -que considere las piedras preciosas como materias posibles deser elaboradas para extraer de ellas una sustancia luminosaperpetua; considerando sin embargo que el las toman su

fuego y su bri l lo del t inte de los metales, no dudo en abso-luto que puedan extraerse igualmente de esos mismos meta-les espíri tus luminosos, principalmente de aquellos que l la-m am os perfectos, com o el or o y la pl at a" . C om o el oro esincombust ible y s in embargo capaz de ignición, ¿por qué

( * ) C H . B O N N E T : Contemplation de la natuce, t . V I I d e l a s O e u w e scompletes, N e u c h á t e l , 1 7 8 1 , p . 6 5 .

(? ) D octe ur GOSSE T: Réüélat'iom cabalistiques d'une médecine ani-vetselle tirée du vin avec une m aniere d'extraire le sel de rosee et unedissertation sur les lampe s sépu lcrales, A m i e n s , 1 7 3 5 , p . 1 0 6 .

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no podría extraerse de él un l íquido que no se consumieraal pro po rcio na r luz y calor? Este "aceite de o ro " que n o h ade demorarse en aislar, piensa Gosset , nos proporcionará la

lám par a eterna. Co nverg en aquí las sustancializaciones m ásheterogéneas: la luz perpetua de las piedras preciosas se aso-cía a la inalterabilidad del oro . N ad a pued e detener al rea-l ista que acum ula perfecciones sobre un a realidad. E l va lores la cualidad oc ulta m ás insidiosa. Es la cualidad úl tim a enexorcizar, pues a ella adhiere el inconsciente más tiempo, másenérgicamente.

V I

Se ha observado con frecuencia que el alquimista era sos-tenido en su paciente t rabajo por ambiciones de r iqueza.D esarrol lamo s en un capí tulo anterior otra inte rpr etad 5n enla que la acti tud formal, educativa, moral es presentadacom o un m ot iv o de explicación psicológica. E n verd ad, lasmental idades primit ivas son ambivalentes y , para no omit i r

nad a, ha bría que pod er reun ir las tesis con tradicto rias. E notros términos, la permanencia de la experiencia alquimistapuede ser encarada tanto como una lucha contra las pa-siones com o un a lucha a fav or de las pasiones. M m e M etz -ger dice muy exactamente ( 1 ) : "Las pasiones no actuaríantanto t iempo en el mismo sent ido si no encontraran algúncómplice en el espíritu de aquellos que se dejan seducir porellas". E n o tro s casos, se puede inve rtir exactam ente la re-lación y decir: "el pensamiento no actuaría tanto t iempo enel mismo sentido si no encontrara algún cómplice en laspasiones de aquellos que se dejan guiar por las luces delpe ns am ien to" . Si se defiende exclusivamente un a u ot ra delas dos tesis, se pierde la posibilidad de captar el pensa-miento en su cabal dinámica, quiero decir en su discordiaesencial. E n efecto, la dialéctica del am or po r la rea lidady del conocimiento de la realidad, que son casi contrarios,

( ! ) M M E M E T Z G E R : Les doctrines chimiqu es en Fran ee. . ., loe.cit. p . 1 0 2 .

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oscila sin cesar. El pa stor O scar P fís te r ha observ ado m uybien la cohabitación de las dos tendencias contrarias enun solo y mismo inconsciente ( x ) . " T o d o h o m b r e t i e n e

una tendencia que lo empuja a adueñarse del mundo exte-rior, de atraerlo a sí de alguna manera y de someterlo a susfines y una tendencia opuesta que querría que él se entregaraa l mundo c i rcundan te . "

Hay un tema sobre el que vuelven innumerables a lqui-mistas que nos puede poner de manifiesto la superposi-ción de las dos tendencias opuestas: es la afirmación queel oro que se busca no es el oro o rd ina r io . P o r e j emplo

Nicolás de Locques se expresa así (2

) : "Veis b ien que nome refiero aquí a l Oro común sino al oro preparado en unasal límpida, en un alma gloriosa, y en un espíritu celesteb a j o for m a de u n líqu ido pota b le " . La subl imación queaquí se dibuja permite todas las contradicciones, juega almismo tiempo con el tema de la apariencia y de la realidad:tengo el aspecto de desear la fortuna, de ser un hombre ávidode oro; desengañaos, busco otro oro, un oro idealizado. E n

cierto m od o, la sub lim ació n se desenvuelve aqu í en el m ism op la n o que el obje to . E s el ob jeto quien le prop orcion a lospre texto s. D e igual m ane ra tod a avaricia se disculpa com oun a prodigal idad a larg o plazo . D e creer a l avaro, su a m orpor el oro es sobre todo el odio al derroche, la necesidad deord en . A través de m il rasgos se puede ca pta r así la am bi-valencia del sentimiento del poseer.

V I I

Se nos ocurre que también el raciocinio por part icipaciónproviene igualmente de un psicoanálisis del sentimiento delposeer. E n efecto, la part icipació n per m ite acu m ular sobreun ob jeto part icular los poderes m ás variados. E l mero

(

2

) OSCAR PFISTER: La Psychoanalyse au service des éducateurs,t r a d . , B e r n e , 1 9 2 1 , p . 1 0 9 .( 2 ) D E L OC QU E S: Les Rudime nts. . ., toe. cit., t . I I , p . 127 .

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signo está entonces provisto de numerosos valores sustan-cíales.

No habría naturalmente ningún interés en señalar la in-f luencia del raciocinio por part ic ipación si no pudiéramoshacer comprobar que ese raciocinio se muestra en espíri tusque l igeramente se clasifican como espíri tus científicos. Re-feri remos algunos ejemplos tomados de los l ibros de Baconen los que abundan l i teralmente.

Van Swinden ( J ) en 1785 se cree todavía en la obliga-ción de oponerse al hecho siguiente registrado por Bacon, cir-cunstancia que prueba el papel de obstáculo que desempeñanlos prejuicios conservados bajo el manto de un gran nombre.Después de afirmar que es muy conocido que las verrugas securan, sí se dejan podrir las materias con las que se las hafrotado, Bacon no teme sal i r personalmente garante del he-cho. Agrega " qu e realizó la experiencia sobre sí m ism o:que desde su infancia tenía una verruga en un dedo y queestando en París le aparecieron muchas más; que la esposadel embajador de Inglaterra emprendió su curación frotán-

dolas con grasa de tocino: exponiendo de inmediato ese to-cino al sol colgándolo de sus ventanas a f in de dejarlo po-drir y que el éfcito de la operación fué tal, que a los sietemeses todas las verrugas ha bía n desaparecido". ¡C óm o n ohabéis de curar si es la esposa del embajador de Inglaterrala que os cuida con tanta solici tud! Bastará poner en co-nexión este "raciocinio" con algunos "pensamientos" de lamental idad primit iva para hacer e l d iagnóst ico del "creador

del empir i smo m od er no " . He aquí por e jemplo una cos-tumbre c i tada por Lévy Bruhl ( 2 ). Para combatir el efectode una flecha envenenada, la mentalidad primitiva trata laflecha y no la herida, así como Bacon trata el tocino y nola verruga, Si la p u n ta de la flecha h a qu edad o en la herida ,se retira y se coloca en un lugar húmedo donde se la en-vuelve con h o ja s frescas. E nto nc es se pued e esperar que lainflam ación sea pequeñ a y termine pr on to . C om o se ve,

( 1 ) V A N S W I N D E N : loe. cit., t. II, p . 3 6 9 - 3 7 0 .

( 2 ) L É V Y B R U H L : La mentalité pnm itive, 9 a ed ., Pa r í s , 1 9 2 2 .p . 3 8 5 .

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tanto en uno como en otro caso, se sobrecarga la sustanciaob je tiv a de cualidad es qu e n o le pertenec en. E n especial,el bien y el mal son acogidos muy fácilmente por las sus-

tanc ias. Ba con aconseja llevar, en épocas de epidem ia depeste, un saquito l leno de mercurio o de tabletas de arsé-nico "no porque estas sustancias tengan la propiedad defort i f icar los espír i tus, s ino porque siendo el las mismas ve-nenos, atraen el de la peste, que está mezclado con aque-l los espír i tus y lo puri f ican mediante este recurso".

La primacía de las cualidades en la explicación directaconduce a una realización excesiva de la potencia cuali ta-

ti va . Se lee en Sylva Sylvarum, § 704: "Si de repente sepudiera suprimir (la) acción de la gravedad, se vería el plo-mo atraído por e l p lomo; el oro por e l oro; e l h ierro porel hierro , s in el au xi l io del im án. Pe ro ese m ism o m ovi-miento del peso y de la gravedad, que es inherente y comúna la materia en general, mata, por decirlo así, al otro, ex-cepto cuando e l mismo es des t ru ido por a lgún movimientovio len to" . A dem ás es ven tajos o ut i l iza r f lechas de madera

para ho rada r madera. Para hacer sudar una persona en lacama se usarán "botellas l lenas con agua caliente", lo que esbastante claramente explicable; pero no lo es en cambio loque agrega Bacon: el resultado será mejor si se pone en labotel la "una cocción de hierbas sudoríf icas".

Se ve por lo demás que esta exageración de la potenciasustancial es casi irreducible mediante la experiencia. Unespíri tu que supervaloriza el conocimiento directo de la

influencia de una cualidad encuentra siempre en los mati-ces de la cualidad la manera de librarse de la verificación.El espíri tu de fineza no está entonces lejos del espíri tu detrapacería .

Si, como creemos, el Psicoanálisis generalizado llega aestablecer una prevalencia de la demostración objetiva so-bre las convicciones puramente individuales, ha de conside-rar con sumo cuidado a las mental idades que plantean prue-

bas que escapan al con trol y a la discusión. A ho ra bien,la mejor manera de librarse de las discusiones objetivas, esla de atrincherarse detrás de las sustancias, es la de sobre-

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cargar las sustancias con los matices más diversos, es la deconvertirlas en espejos de nuestras impresiones subjetivas.Las imágenes virtuales que el realista forma de esta manera

admirando los mil matices de sus impresiones personales,son las más difíciles de dispersar.

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C A P Í T U L O V I I I

E L O B S T A C U L O A N I M I S T A

I

El problema prec i so que deseamos t ra tar en es te capí tu loes el siguiente: .

¿Cómo la in tu ic ión de la v ida , cuyo carác ter invasormos t ra remos , h a pod ido se r encer rada en su dom in io p rop io?En part icular ¿cómo se han desembarazado las ciencias f ís icas

de las lecciones anim istas? ¿C óm o ha po d id o rect if icarse lajerarquía de l saber apar tando la cons iderac ión pr imi t iva deese obje to pr iv i leg iado que es nues t ro cuerpo?

Para que nuest ro examen sea út i l , ha de ser muy res t r in-gid o. E n par t icular , n o es nue st ra inten ción es tudiar la vidaen su verdadero dominio , y nos apar taremos de toda cr í -t i ca sobre la l eg i t imidad de una in tu ic ión propiamente v i ta-l is ta cuando esta intuición se di r ige a los fenómenos mis-m os de la v ida . L os cono cimien tos b io lógicos a traerán

nuestra atención en la medida en que se comportan comoobs táculos a l a ob je t iv idad de la fenomenología física. L o sfenómenos b io lógicos no nos in teresarán s ino en aquel losdominios en que su ciencia suene a hueco, en los que esa cien-cia, más o menos bien asegurada, responde a preguntas quen o se le ha n f or m ul ad o . E n resumen, a l as t rabas cas i no r-males que encuentra la objet ividad en las ciencias puramentemateriales ha de agregarse una intuición enceguecedora que

toma la v ida como un dato claro y genera l . D e inm edia tose funda sobre esa intuición una ciencia general , que con-f ía en la unidad de su objeto; y es ta ciencia l lama —débi l

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apoyo— a la biología naciente en ayuda de una química yde una física que, por lo demás, ya han obtenido resulta-dos posit ivos. Se ve entonces consti tuirse un verdadero feti-chismo de la vida, de comportamiento totalmente cient í f ico,que persiste en épocas y dominios en los que asombra queno haya producido mayor escándalo. De ahí que tomare-mos la mayoría de nuestros ejemplos de la ciencia del si-g lo XVIII , norma cas i abso lu ta que en def in i t iva hemosadoptado en todo este l ibro. Sería evidentemente dema-siado fácil discernir una confusión entre lo vital y lo ma-terial, dirigiéndose a la ciencia antigua o a la ciencia me-dieval. Nuestra labor sólo puede ser útil si se ubica en el

instante en que la intuición se divide, en el que el pensa-miento objetivo se retracta y se precisa, en el que el espíri tucientífico hace su esfuerzo de análisis y de dist inción y enel que determina el alcance exacto de sus métodos.

I I

Sin duda, aquel lo que pone de manifiesto más claramenteel carácter mal ubicado del fenómeno biológico, es la im-portancia otorgada a la noción de los tres reinos de la Na-turaleza y el lugar preponderante que ocupan los reinosvegetal y animal frente al reino mineral .

No es raro encontrar químicos que pretenden que lasmaterias vivas son más simples que las materias inertes . En1738, Geoffroy dirige en este sentido sus investigaciones,en el orden inverso del que será el de la complejidad posi-t ivista. "Las sustancias metálicas, dice, por ser de un tej idomás tupido, más unido, más tenaz que los vegetales y losanimales, exigen un t rabajo más largo y más obst inado,sí se quieren separar los principios y reconocer las dife-rencias."

A fines del s iglo XVIII y hasta a principios del s iglo XIX,los químicos muestran una tendencia a estudiar directamen-te las materias orgánicas. En 1788, Lavoisier desti la toda-

vía la cera, el aceite, el marfi l , el almidón, la carne, al mismotiempo que el sulfato de hierro calcinado. En la química

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de Fourcroy el lugar destinado a un estudio directo de lasmaterias orgánicas es importante. Lo mismo ocurre en laquímica de Berzelius.

Todo aquello que se funda sobre la analogía de los tresreinos siempre es en perjuicio del reino mineral; en el pa-saje de un reino al otro, el tema director es el fin y no lacausa, obedeciendo, por tanto, a una intuición valorizante.A Lavoísier le preocupa la correspondencia entre los reí-nos. Escribe ( a ) : "¿ M ed ian te qué proceso se opera en lanaturaleza esta circulación entre los tres reinos? ¿Cómollega a formar sustancias combustibles, fermentables y pu-trescibles, con materias que no poseen ninguna de esas pro-

piedades? Hasta ahora, éstos son misterios impenetrables.Sin embargo se entrevé que la vegetación y la animaliza-ción han de ser fenómenos inversos a los de la combustióny de la putrefacción". Observemos, de paso, que este mismotexto que tomamos de la obra de Berthelot es ci tado porGlaude Bernard en sus Legons sur les phénom énes de la vie(t . I , p. 128). Estas ideas muestran claramente en qué

nivel de generalidad mal definida se desplaza el pensamien-

to de un experimentador célebre, cuando se guía por lostemas característ icos de la fi losofía puramente biológica.Sobre el sólido terreno de la materia inerte, el fenómenoinverso de la combustión no es la vegetación, es la reduc-ción: a la unión del carbono y del oxígeno realizada enuna combustión se opone la separación del carbono y deloxígeno realizada en una reducción. Pero, para un espí-ri tu del siglo XVIII, la vegetación es una entidad tan pri-mordial que ha de ser colocada como el fundamento de un

proceso químico básico. Igualmente, la falsa dialéctica dela animalización y de la putrefacción sólo se explica por lavalorización de la vida y de la muerte.

No deja de pasarse de un reino a otro, aún en funcionesde detalle. El abate Poncelet escribe ( 2 ) : "la putrefac ciónes a las plantas lo que la masticación es a los animales".

( ! ) B E R T HE L OT : La Réoolution chim'que, L avoi s i er , 2* ed. , París ,

1902, p. 168.( 2 ) P O N C E L E T : loe. cit., p . 6 8 .

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Por lo demás se ve que estas analogías no comportan nin-gún conocimiento sól ido, ni preparan ninguna experienciaút i l .

Se t iene siempre la preocupación con stan te de co m pa rí rlos tres reinos de la Naturaleza, a veces con motivo de fe-nómenos muy especiales . No hay en esto s implemente ucjuego de analogías, sino una necesidad real de pensar deacuerdo al plan que se imagina como plan natural. Sin estareferencia a los reinos animal y vegetal, se tendría la im-presión de trabajar sobre abstracciones. Así en 1786; Sagecree aún necesario distinguir entre el vidrio ígneo y el vi-

drio animal (*) . Entre los vidrios ígneos, comprende elvidrio vegetal , el vidrio mineral , el vidrio metálico, el vi-drio mixto. Se ve de inmediato cómo esta división está malaju stad a. Sage m ism o conviene en q u e (p . 29 1 ) "el vid rioanimal no dif iere en nada exteriormente del vidrio ígneo".Sin embargo dest i lado "con polvo de carbón, se descom-pone y se obt iene fósforo". Sage agrega todavía que "elesqueleto de un ahorcado ha producido veintisiete onzas devidr io an imal" . Igua lmente d is t ingue ( t . I I , p . 206) las

arcillas en arcilla vegetal, arcilla animal, arcilla mineral.Los tres reinos son evidentemente principios de clasificaciónfuer temente va lor izados . Todo lo que ha s ido e laboradopor la vida l leva su sello inicial como un valor indiscu-tible.

Es tal la necesidad de unidad, que se plantean, entre lostres reinos, analogías y enlaces, y se establece una escalade perfección, que no demoran en provocar las peores con-

fusiones. Así De Bruno, un buen observador que ha des-cri to cuidadosamente innumerables experiencias sobre losespectros magnéticos, escribe en 1785 ( 2 ) : "E l im án nosofrece este matiz que aproxima la naturaleza viva a lanaturaleza inanimada; se le reconoce a través de la uniónde la piedra con el metal, y en éste, este principio de vida

( ! ) SA GE, de l ' A cad ém i e des Sc i ences: Analyse chimique et concor-

dance des trois régnes, 3 v o l . , P a r í s , 1 7 8 6 , t . I . p . 2 8 6 .( A ) D e b r u n o : Rccherches sur la direction du fluide magnétique.

A m s t e r d a m , 1 7 8 5 , p . 1 5 .

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se despliega con mayor energía aún. Esta piedra asombrosanos presenta los prodigios que se admiran en el pólipo deagua dulce, esta planta o, mejor, este animal extraordinario

que sirve de conexión entre el género de los vegetales y elde los animales. Como el pólipo, el imán es susceptible deser cortado paralela o transversalmente a su eje, y cadanueva porc ión se convier te en un i m á n . . . Es la na tura lezaactiva que trabaja si lenciosa e invisiblemente". Para Bon-net, los imanes consti tuyen el pasaje de los sólidos brutosa los sólidos organizados. Dice que el imán no está muylejos de la trufa. Este cuidado en establecer corresponden-dencias pone claramente de manifiesto que se piensa fre-

cuentemente en los fenómenos físicos, modelados sobre losfenómenos más salientes, mejor i lustrados, de la vida.

I I I

La naturaleza, en todos sus fenómenos, está implicadaen u n a teoría general del crecimiento y de la vida. E n 17 22 ,

Henckel publ ica en Leipzig un l ibro t i tu lado Flora satur-nisans en el que desarrolla la analogía entre el reino vegetaly el re ino mineral . Obras como ésta no son raras. Tienenpor lo demás la inmovilidad de los l ibros de fi losofía gene-ral . En 1760, el l ibro es aún traducido por el barón deHolbach. Son los vegetales los que imparten las leccionesde clasificación y con ellas las ideas directoras. AugusteComte dirá todavía que no se pueden comprender bien losprincipios de una buena clasificación si no se tiene prácticaen las ciencias de la vida. Recomendará al químico fi lósofode segu ir la senda de la ciencia de la vida (* ). E sta inve r-sión en el orden de complejidad creciente muestra a lasclaras la persistencia de un privilegio más o menos cons-ciente en favor de los fenómenos de la vida.

Todo aquello que brota se le considera insensiblementecomo una vegetación. Bordeu, que había l legado a encon-

(1 ) A U GU ST E C OMT E : Cours de Philosophie positive, Ed. Schle i -cher , Par í s , 1908 , t . I I I , p . 50 .

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t rar en el cuerpo humano los t res re inos de la naturaleza,atribuía al reino vegetal: "las uñas, los cabellos y los pe-l o s " ( 1 7 6 8 ) .

Parece que la vegetación sea un objeto venerado por elinconsciente. Ella alude al tema de un devenir tranquilo yfatal . Si se estudiara sistemáticamente esta imagen privile-giada del devenir, se apreciaría mejor la perspectiva exactade una f i losof ía comple tamente an imis ta , comple tamentevegetal , como se nos ocurre ser la fi losofía de Schopenhauer.

Animismos general izados que pasan por ser f i losofíasgeniales, bajo la pluma de los médicos muestran un aspectode insigne pobreza. Así , en 1787, un médico de Bordeaux,Deséze, atribuye sin precaución los fenómenos más diver-sos "a un a susta ncia especial que llam a sustancia viva ( yque) circula a través de toda la naturaleza, más o menoscomo la sustancia ígnea de la cual había hablado Buffon.Pero éste en su sustancia ígnea suponía solamente una ca-pacidad esencial para engendrar la vida; no le atribuía lavida propiamente dicha. Deséze en cambio pretende formal-mente que una sustancia viva por s í misma, e jerciendo más

o menos su propiedad, según los organismos en los quese emplea, circula a través de toda la naturaleza como lasustancia del fue go , com o el calóric o" ( 1 ) .

Esta creencia en el carácter universal de la vida puedepresentar excesos increíbles en cuanto se la quiere precisar.Para Gaspard-Frédér ic Wolf , doc tor d ip lomado en Hal leen 1759, "el feto no es el producto de sus padres; es elproducto del mundo íntegro, son todas las fuerzas de la

naturaleza las que concurren a su formación" (2

) . Albe r t i ,nacido en Nurenberg, en 1682 pretende que "el padre en-flaquece cuando el feto inicia su mayor crecimiento, que élfija en el octavo mes, y que a partir de esta época se desa-rrolla siempre a costa del padre". Es que la vida no estáencerrada en el ser que anima. Se propaga no sólo de gene-ración en generación, a lo largo del eje del tiempo, sino

(1 ) C U V IE R G . : Histoire des Sciences natutelles depuis leurs origi-nes jusqa' á nos jours, 5 v o l . , P a r í s , 1 8 4 4 , t . I V , p . 3 2 1 .( 2 ) C U V I E R : Loe. cit., t . I V , p . 2 7 7 .

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también en el espacio como un poder físico, como un calormaterial .

El carácter físico de la vida queda atestiguado a travésde ciertas intuiciones extraídas de los fenómenos físicos.El autor de la carta a Watson lamenta que se haya dado,a par t i r de una sustanc ia m uy par ticu lar (e lec t ro n= ám ba r) ,"el nombre de electr ic idad a un fenómeno tan maravi l losoque debe considerarse cabalmente como el principio básicode la naturaleza. Quizá no se hubiera procedido mal l la-m á n d o l o vivacidad". No hay en es to un mero nombre ; sepretende traducir fielmente la intuición del fuego y de lavida que explica los fenómenos eléctricos. De aquí esta

página muy característica de la influencia del lenguaje so-bre el pensamiento: "Vemos generalmente que la juventudposee más que la vejez de aquello que l lamamos fuego yvivacidad. . . Ahora bien, si la vida animal debe referirse ala misma causa que el fuego de electricidad, ya no será di-fícil comprender la razón del peligro que existe en que seacuesten viejos con niños: pues como un cuerpo viejo con-tiene mucho . t ienos fuego que el de un joven, no es deasombrar que atraiga al de éste, quien por tanto pierde sufuerza natural y cae en un estado de languidez, como laexperiencia lo ha comprobado constantemente en los niños."Y el autor cont inúa demostrando con la misma faci l idad,apoyándose sobre una teoría de la "vivacidad", por qué elreumatismo ataca a los hombres y la neguil la a los árboles.

La palabra vida es una palabra mágica. Es una palabravalorizada. Todo otro principio pal idece cuando se puedeinvocar un principio vital . El l ibro del conde de Tressan

(2 tomos de 400 páginas cada uno) establece una síntesisque reúne todos los fenómenos bajo la única intuición deuna materia viva que dirige a una materia muerta. Y esporque tal materia viva es el flúido eléctrico que anima ymueve a todo el universo, a los astros y las plantas, a loscorazones y los gérmenes. . . Es la fuente de todo empuje,de toda fermentación, de todo crecimiento, pues es "repul-sivo a sí mismo". En un l ibro semejante, se puede fácil-

mente sorprender la intuición con una intensidad en ciertomodo indefinida, inagotable, mediante la cual el autor con-

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densa un valor vi tal sobre un material infini tamente pe-queño. Sin prueba alguna, por la simple seducción de unaafi rmación valorizante , e l autor a t r ibuye un poder s in l í -mite a elementos. Hasta el hecho de librarse de la expe-riencia es un sig no de pod er. " L a m ateria m uerta es inertey sin forma orgánica, la materia viva un millón de vecesmás tenue que la más pequeña molécula de la materia muer-ta , que el mejor microscopio nos permita percibir . ." Envano se buscará en el enorme tratado del conde de Tressanalgo que pueda probar esa tenuidad, algo que por lo menospueda legit imar esa sustancialización de un empuje vital .No hay ahí , una vez más, s ino las seductoras metáforas de

la vjda. Esta intuición no es de un solo autor. El condede La Cépéde da como un axioma, en 1781: " la expan-sibil idad no puede convenir de manera alguna a la materiam uer t e" O ) . T o d o empu je es v i t a l.

La vida marca a la sustancia que anima con un valor in -discutible. Cuando una sustancia deja de ser animada, pierdealgo de esencial . Una materia que abandona a un ser vivopierde importantes propiedades. "La cera y la seda están

en este caso: por ello ni la una ni la otra son electrizables.Llevando el raciocinio más lejos, la cera y la seda no sonen efecto sino excrementos de cuerpos vivo s" (p . 1 3 ) .

I V

La vida concebida como propiedad generalizada conduce

a una tesis fi losófica, cuya seducción se mantiene siempreque no se precise y se le deje como apoyo una oscura sim-pat ía que una a todos los seres del Universo. Por lo demás,recordar las aplicaciones precisas de esta tesis, es provocar,casi seguro, una reprobación en el mundo de los fi lósofos.Pareciera querer burlarse de una convicción profunda, deuna convicción respetable. ¡Cuán diferentes fueron pueslas épocas en las que la tesis de la vida universal podía

( 1 ) C O M T E D E L A C É P É D E : Essai sur Vélec tricité na turelle et arti-ficieíle, Z vo l . , Par í s , 17 8 1 , t . I I, p . 3 2 .

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precisarse sin molestias! Desplegaremos algunas de estas pre-cisiones intempestivas para sindicar claramente un estadode espíri tu cerrado. En este parágrafo reuniremos algunas ci-

tas en las que se at r ibu ye vida a los minerales. M m e M etz -ger n o ha de jad o de señalar esta atr ib uc ió n. . . V ió clara-mente que en los s ig los XVII y XVIII , l a qu ímica y lamineralogía eran, como lo dice tan bien, "materia inorgá-nica aplicada sobre materia viva", tesis que es cabalmentela que exponemos al caracterizar la intuición animista comoun obstáculo para los fenómenos de la materia. Si volve-mos sobre el problema, es para poner en claro su extensión.Según nuestro modo de ver, la intuición de la vida t ieneun carácter afectivo que es necesario subrayar. Es menosintelectualista de lo qu e piensa M m e M etzger. Ad em ás esmás permanente; el la se encuentra en textos más recientesque aquel los que at ra jero n la a tención de M m e M etzger. E nel dominio de la cultura intelectual , más reciente es la falta,más grave es el pecado. . .

En una época en verdad algo lejana, en 1640, Guillau-me Granger (*) señala una diferencia entre los metales que

manejamos y los metales en su yacimiento natural . Al exa-minar sus propiedades, es necesario, dice, tener presente queahora "están fuera de sus matrices, de sus lugares natu-rales, completamente abandonados de la tutela y protec-ción de la naturaleza". Nicolás de Locques, en 1664, de-sarrolla el mismo tema ( 2 ) : "Las enfermedades de losmetales provienen de causas más lejanas que los elemen-tos. . . provienen de su forma y de las virtudes a ella ane-

xas, que a su vez provienen de los astros y de la imper-fección de su matriz". Sigue una larga l ista de esas enfer-medades congénitas. Siempre alrededor de esa misma fecha,puede verse a un químico tan célebre como Glauber sus-tentar iguales opiniones. El metal extraído de la t ierra,"de la cual ya no recibe (más) el al imento, puede muy

( ! ) g u i l l a u m e G r a n g e r : Dí jonnais , MCédecin du Roy et deM o n s i e u r , Paradoxe que íes métaux ont vie, P a r í s , 1 6 4 0 , p . 1 8 .

(2

) n i c o l a s d e l o c q u e s : Les Rudiments de la Philosophie na-tureüe touchant le systeme du corps mixte. De la Fermentación, Par í s ,1 6 6 5 , p . 5 8 .

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bien ser comparado en ese estado con el hombre viejo, de-cré pito . . . la natu rale za m antiene la mism a circulación denacimiento y muerte en los metales, como en los vegetales

y en los anim ales" 0 ) .Más cerca nuestro, y en un autor muy célebre, puedenencontrarse afirmaciones igualmente increíbles. Boerhaavea f i rma ( 2 ) que el aire de las Bermudas es tal que "hasta losmeta les perecen muy pronto" .

Valorizaciones evidentes dan lugar a juicios morales muycuriosos. Así, son numerosos los autores para quienes laherrumbre es una imperfección. Hasta un autor que escribe

en 1735 afi rma que antes de la fa l ta de Adán "los mine-rales y los metales estaban sin herrumbre en las entrañasde la t ierra".

El concepto de enfermedad, considerada como una ent i -dad clara y absoluta, se aplica a los objetos del mundo ma-ter ia l . Muy avanzado e l s ig lo XVIII , de Bruno, en 1785,en un l ib ro de experienc ias a veces m u y exactas, escribe ( s ) :"la herrumbre es una enfermedad a la que está expuesto elh ierro . . . El imán p ierde su fuerza magnét ica cuando es tá

corroído por la herrumbre. Se encuentran imanes que re-conquistan parte de sus fuerzas, cuando se les ha qui tadola superfic ie a tacada por esa enfermedad".

En 1737, un autor anónimo que, por lo demás, revelabastante espíritu crítico escribe ( 4 ) : " H ay m inas en lasque los metales aún imperfectos se perfeccionan: y f inal-mente, a veces se cierran los yacimientos en los que se hanencont rado mater ias metá l icas no en teramente formadas;

con el tran scu rrir del t iem po se en cu en tran en ellos m ina smuy ricas". La Academia, en 1738, respalda con la garan-t ía de su autoridad afi rmaciones tan precisas como ésta:Desde hace siglos se extraen pedernales de las canteras si-

( ! ) M M E M E T Z G E R : Les Doctrines chimiqu es. . ., Loe. cit., p .1 2 4 .

(2 ) B OE R HA A V E : loe. cit., t. I , p . 5 0 4 .( 3 ) D e b r u n o : loe. cit., p . 1 2 3 .

(4

) S i n n o m b r e d e a u t o r : Nauveaax Cours de Chymie su i vant l e sp r i n c i p e s d e N e w t o n e t d e S t h a l l . N o u v e l l e é d i t i o n , P a r ís , 1 7 3 7 , t .I I , p . 4 .

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tuadas en el Berry. No obstante ta l prolongada extrac-ción, " jamás fal tan pedernales, cuando una cantera se havaciado, se cierra y después de muchos años se vuelven a

enc on trar en ella pedernales como an tes . . . La s canteras ylas minas agotadas vuelven pues a l lenarse y siempre sonfecundas" .

La idea de producción es tan predominante que se con-tradice sin temor la simple relación que exige que el con-tenido sea más pequeño que el continente. R. Decartes,ese homónimo del gran f i lósofo, afi rma que se ha extraídomás hierro de la isla de Elba que el necesario para duplicaro t r ipl icar la montaña. Otro autor, escribiendo en 1682,Dedu, habla de "minas que no d isminuyen jamás , cua l -quiera sea la cantidad de materia que de ellas se extrae;porque el aire circundante ocupa el lugar del mineral yadquiere la naturaleza de éste. Poseemos varias de esas mi-nas: una de ni t ro en el Estado de Venezia , una de hierroen la isla de Elba".

Por eso, hay que dejar a la reproducción metálica sumisterio y cuidar de no abri r demasiado pronto las mi-

nas ( J ). "Si una mina se orea, pueden encontrarse en ellametales aún no terminados; y como la apertura de la minainterrumpiría la acción de la naturaleza, esos metales que-darán imperfectos, jamás se completarán, y toda la s imien-te metálica contenida en esa mina perderá su fuerza y suvirtud; de tal manera que se convertirá en ingrata y es-té r i l " .

Un autor importante , cuya obra ha sido estudiada por

numerosos fundidores y que ha sido t raducida del españolal francés en 1751, recuerda también la fecundidad de lasminas de hierro de la isla de Elba y agrega que en Potosí ,se extrae de las minas "piedras cargadas de Plata que sehabían abandonado años antes porque no estaban aún car-gadas. Este hecho ocurre diariamente y es tan continuadoque debe atribuirse a la acción de la simiente vegetativa dela plata". A veces se encuentran intentos de racionalización

( ! ) S in nombre de autor: Le Texte d'Aíchymie et le Songe veai.Pa r í s , 1 6 9 5 , p . 5 2 .

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que se ap oy an en fáciles com paraciones (* ). Según Hec-quet "los minerales crecen y renacen a la manera de lasplantas, pues si los gajos de éstas arraigan, los restos de

piedras o de diamantes tal lados, si se entierran, al cabo dealgunos años reproducen otros diamantes y otras piedras".Estas afirmaciones son aún posibles a fines del si-

glo XVIII . En 1782, Pot t refiere varios casos de fecundidadmineral ( 2 ) : "Todos estos hechos, dice, prueban la suce-siva reproducción de los metales, de manera que los filonesque han sido explotados ant iguamente pueden, a l cabo decierto t iempo, encontrarse nuevamente l lenos de materiasmetálicas". Crosset de la Heaumerie ( 3 ) relata que en cier-tos países se derraman en la mina usada "virutas y l ima-duras de hierro", en una palabra, se s iembra hierro . Despuésde esta siembra se espera quince años pues "al cabo de estetiem po se extrae u na gran cantid ad de hi er ro . . . N o cabeduda que esta mult ipl icación tan abundante del hierro pro-viene de que el hierro viejo que se introduce en la tierrase pudre y se mezcla con el fermento seminal de la mismamina que ha sido diseminado por las l luvias; de manera que

la esencia seminal del hierro viejo al disolverse y desli-garse de las ataduras que la mantenían encerrada, actúaaproximadamente de la misma manera que las otras s i -mientes, a t rayendo a s í como un imán, y cambiando en supropia naturaleza, el aire, el agua y la sal de la tierra, quecon el correr de los t iempos se convierten en hierro".

No obstante numerosas invest igaciones no hemos encon-trado en l ibros del s iglo XIX afi rmaciones semejantes. Evi-

dentemente el mito de la fecundidad de las minas es incom-patible con el espíri tu científico. Imprime en cambio unrasgo profundo en la mental idad precient í f ica . Por otra par-te, tendremos ocasión de volver sobre el problema, después

í 1 ) S i n n o m b r e d e a u t o r : De la digestión et des maladies de V es-tomac suivant le systéme de la tr i turación et du broyement , sans l 'a idedes l eva i ns ou de l a f ermentat i on , dont on fa i t vo i r l ' i mposs i b i l i t é ensanté e t en mal adi e , P ar í s , 1 7 1 2 ( e s te l i bro es de HE C Q U E T ) , pá-

g i n a 1 2 6 .( 2 ) P O T T : Loe. cit., t . II , p . 3 7 2 .(3 ) CROSSET DE HEA UM ERIE: Loe. cit., p . 1 1 9 .

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de haber estudiado la noción de germen. Probaremos en-tonces que la intuición de la fecundidad de las minas pro-cede del psicoanálisis. Por el momento, sólo nos queda

provocar e l asombro en el lector moderno, frente a estaintroducción precisa del concepto de vida en un dominioque le es evidentemente ajeno.

V

Independientemente de estas ideas fi losóficas generales,se han logrado ciertos progresos técnicos superValorizando

el privilegio de la explicación de los fenómenos biológicos.Así el microscopio, de primera intención, se aplicó al exa-men de vegetales y animales. Su objeto primitivo es la vida.Sólo por accidente o raramente se uti l iza en el examen delos minerales. Puede captarse ahora en vivo el papel deobstáculo epistemológico de una ocupación habi tual : ¿norevela él microscopio una estructura íntima desconocida delos seres vivos? entonces se establece de inmediato una re-

cíproca extraña: Si el microscopio discierne una estructuraen un m inera l, esta estr uctu ra es el índice, para u n esp írituprecientífico, de una vida más o menos oscura, más o me-nos retarda, aún dormida o expectante . A veces este índiceno engaña. Cuando se descubrirá el origen animal de loscorales, aparecerá este descubrimiento completamente natu-ral. Mas a veces este índice provoca una completa desvia-c ión . Veamos por e jemplo a Robine t en t re te j iendo con-jeturas (*): "He visto sobre varios pól ipos vasos f ibrosos,

redondeados en forma de pequeños arcos, como sobre latúnica del ventrículo del estómago. Haré ver una canti-dad de tijbos, pelos, hilos, pezones, mechones glandulosos,en los cuerpos más compactos, más duros, l lamados ente-ram ente b r u t o s . . . Si entonces la organización de los sól idosdel cuerpo animal no es sino un tej ido de fibras capilaressalpicado de las glándulas que lo componen, que se en-cuentran en él bajo forma de paquete, de red, de cordón,

( i ) ROBINET: De la Nature, Loe. cit., t . I , p . 2 02 .

US

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de lámina, de borla, de arco, de tornil lo, en dist intos esta-dos de tensión, de dureza, de elasticidad, ¿no se está obli-gado a admit i r , como cuerpos verdaderamente organizados,

a todos aquel los que presenten una est ructura semejante?"Aquí vemos claramente cómo se despliega en toda su inge-nuidad la recíproca de la que antes hablamos.

Apoyándose sobre esta intuición fina y erudita de lasestructuras microscópicas la fantasía pedante de Robinetno t iene l ímites; acumula valorizaciones (*) . "Los mine-rales poseen todos los órganos y todas las facultades nece-sarias para la conservación de su propio ser, vale decir parala nutr ic ión. No t ienen la facul tad loco-motriz como tam-poco la t ienen las plantas, y algunos animales con conchacomo la ostra y la lepas. Es que no tienen necesidad deir a buscar su alimento que viene a ellos. Esta facultad,lejos de ser esencial a la animalidad, en los animales quela poseen, no es sino un medio para subvenir a su con-servación . . . de m aner a que pued en considerarse seres pri-vilegiados aquellos que carecen de ella, puesto que con unrecurso meno s cu m plen idént ica f in al id ad . . . ¿N o estoy

pues en lo cierto, al considerar a los minerales como privi-legiados a este respecto, ya que sin cambiar de sitio, encuen-tran el alimento al alcance de sus labios? Si el alimento lesfal ta , sufren y languidecen y no hay duda que experimen-tan el sentimiento doloroso del hambre y el placer de susat isfacción. . . Si (e l a l imento) viene mezclado, saben ex-traer las partes que le convienen y rechazar las partes vi-ciadas: de otro modo jamás o casi jamás se formaría e l oro

perfecto, o el diamante de pura agua. Por otra parte, el losposeen, como los restantes animales, los órganos internosadecuados para f i l t rar , dest i lar , preparar y t ransportar e lal imento a todos los puntos de su sustancia".

La valorización esencial del microscopio es el descubri-miento de lo oculto en lo visible, del rico en el pobre, delo extraordinario en lo vulgar. Arrast ra a pasos al l ímite .De hecho, la hipótesis de Buffon sobre las moléculas devida, era casi fatal . Podrá subsist ir un dualismo entre la

0 ) Loe. cit., t . IV , p . 184 .

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materia y la vida en las formas superiores, pero este dua-l ismo se reducirá a un mínimo en lo infini tamente peque-ño. Un discípulo de Buffon, e l abate Poncelet , muestra

claramente cómo la invención del microscopio ha permi-tido establecer relaciones, que él estima correctas, entre loviviente y lo inerte. Se verá cómo las fantasías animistasprosiguen aún cuando el ojo se aplica al microscopio ( ') :"Antes de la invención del microscopio se juzgaba a la ma-teria sólo a través de algunas relaciones muy vagas, muypalpables, muy groseras, como su extensión, su divisibil i-dad, su impenetrabil idad, su forma exterior, etc. Mas, des-pués de la invención de este admirable instrumento se han

descubierto nuevas relaciones hasta entonces desconocidas,que han abierto a la fi losofía un derrotero muy interesante.Variando, repi t iendo y modificando las observaciones entodo sentido, se ha l legado a analizar la materia casi hastael infini to . Se han percibido realmente part ículas repart i -das por todas partes, siempre en movimiento, siempre vi-vientes, y partículas, por así decir, muertas, en un estadode inercia. Se ha inferido de esto que la materia está dotada

esencialmente de dos potencias, una activa y la otra resis-tente, y que pueden considerarse como dos de los princi-pales agentes de la naturaleza". Se plantea así una equiva-lencia gratuita entre la actividad y la vida; un movimientovivo es signo de vivacidad, por tan to de v ida (p . 19) . "Hereconocido, cosa sorprendente, que el movimiento de esaspartículas parece ser indestructible, puesto que en aquelloscasos en que esas partículas vivientes parecían perder sumovimiento, como ocurre cuando se seca el f lúido en el

que necesariamente han de nadar para poder ser percibidas,al proporcionarles un nuevo flúid o como el agua co m ún . . .se les hace, por así decir, resurgir de sus cenizas, se les vuelvea la vida, y se las ve agitarse claramente con la misma viva-cidad que tenían antes de que su movimiento se hubierasuspendido, y todo esto seis meses, un año, dos años des-pués de su destrucción aparente." Gracias a esta valoriza-ción animista de experiencias microscópicas, el abate Pon-

( ! ) P O N C E L E T : Loe. cit., p . 1 7 .

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celet puede decir (p. 59) : Reina "una gran afinidad entrelas part ículas vivientes y brutas de la materia; esta afini-dad, esta inclinación, esta tendencia, no puede tener otro

objeto que la conservación del individuo; ahora bien, estatendencia asemeja m uc ho al deseo. . . ". C o m o se ve, es laintuición del querer-vivir presentada más de medio sigloantes que Schopenhauer. Esta intuición se presenta aquíen el marco de los estudios precientíficos, que le otorganun carácter superficial . De hecho, tanto en el físico comoen el metafísico esta intuición t iene un origen común: esteorigen común está en el inconsciente. Es el inconsciente quienin terpre ta toda cont inu idad como una durac ión ín t ima,

como un querer-vivir , como un deseo. . . Mientras la in-tuición animista se mantiene general , nos conmueve y nosconvence. En el campo de las part ículas, bajo la pluma delabate Poncelet , pone de manifiesto su insuficiencia. Sinembargo es ahí donde debiera verificarse si se tratara de unaverificación objetiva. Pero en verdad se trata de proseguircon las nuevas imágenes que proporciona el microscopio,las fantasías ancestrales. Que esas imágenes maravil len tan

largamente, tan l i teralmente, es la mejor prueba de que sesueña con ellas.

V I

Trataremos empero de aumentar la p rec is ión de nues t rasobservaciones poniendo de relieve una inversión total en

los medios de explicación. En efecto, mostraremos que enuna cierta etapa del desarrollo precientífico, los fenóme-nos biológicos son los que sirven de medios de explicaciónde los fenómenos físicos. Y esta explicación no es una merareferencia a la oscura intuición de la vida, a la sorda emo-ción de las satisfacciones vitales; es un desarrollo detalladoque apl ica el fenómeno fís ico sobre el fenómeno fis ioló-gico. Más que el mecanismo objetivo, es el mecanismo cor-

poral quien sirve de instructor. Frecuentemente, como loveremos en numerosos ejemplos, e l cuerpo humano, en toda

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la extensión del término, es un aparato de física, un detectorquímico, u n modelo de fenómeno objetivo.

Veamos an te todo un e jemplo de una imagen ana tómicaprivilegiada. Tal nos parece el caso de las venas y de lospelos. Un exper imentador de gran habi l idad como Fussconserva, a fines del «íglo XVIII, intuiciones tan ingenuascomo las intuiciones de Descartes respecto del imán. Mien-tras con paciencia, multiplicando y diversificando los to-ques, Fuss fabrica los mejores imanes de la época, explicatodos los "diferentes juegos del magnet ismo" por los mo-vim ientos de un f l úi do " a t ravés de los por os del im án . . .que se concibe unánimemente formado por tubos cont iguos ,

paralelos y erizados; como lo están las venas y los vasoslinfáticos y otros conductos destinados a la circulación delos humores en la economía animal , y por pequeños pelos oválvulas que, inclinadas en el mismo sentido, dejan l ibrepaso al Púido que se insinúa en los poros siguiendo la mis-ma dirección, mientras impiden todo movimiento en direc-ción opuesta" (*) . Así Fuss frota a sus imanes como aca-ricia a su gato. Su teoría no va más lejos que su gesto. Siel gesto es más penoso, Fuss refuerza la imagen. "El aceromás duro se resiste más tiempo a la disposición regular desus conductos, y se exige un esfuerzo mucho mayor paraexcitar en él torbell inos semejantes a aquellos que circundana los imanes natu rales ", (p . 9 ) . Para el abate Jad elot , elcabello es un t ipo ob jet iv o m uy claro ( 2 ) : "El a lambre ,como es sabido, se usa para los tonos más agudos en losinstrumentos a cuerdas de metal . Ahora bien, esta fuertetensión que puede soportar parece indicar que este metal

se compone de cabellos que pueden hilarse y retorcerse comonues t ro cáñamo" .

En 1785, de Bruno recuerda que Huygens y Hartsoekercreían que el im án "se com pon ía de u na inf inid ad de pris-

( ! ) NICOLAS FUS S: Observations et expériencies sur tes aimants ar-tificiéis, principalem ent sur la meilleure man iere de les faite, S a i n t - Pc -tersbourg , 1778 , p . 6 .

( 2 ) AB BÉ JADELOT: Mecantsme de ta Nature ou sys téme du mon-de, fondé sur les forces du Feu, precede d'un examen du systéme deN e w t o n , L o n d r e s , 1 7 8 7 , p . 2 0 1 .

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mas huecos que dejaban pasar a la materia magnética. Yagrega ( x ) : "Euler , que ha adoptado el parecer de el loscompara esos prismas huecos a las venas y a los vasos l in-fáticos que se encuentran en el cuerpo de los animales".

Un espíri tu científico se pregunta en qué la comparaciónde Euler aclara la imagen primitiva de Huygens. Para elespíri tu precientífico la imagen animista es en definit ivam ás natural, por ende más convincente . Sin embargo, evi-dentemente, es de una claridad falsa.

V eam os ahora un e jem plo de un f enó m eno b io lógico pr i -vi legiado adoptado como principio de medida. Se depositauna confianza tan excesiva en la extrema regularidad de las

leyes vitales que se adopta el pulso como cronómetro paraciertas experiencias. Bacon aporta a esta referencia impre-cisa un lujo de precisiones verdaderamente característ ico delespíritu precientífico. Se lee en Syloa Sytvarum: " L a d u ra -ción de una l lama colocada en dist intas condiciones mereceser estudiada. Hablaremos ante todo de los cuerpos quearden directamente s in intermediario de mecha alguna. Unacucharada de espír i tu de vino cal iente ard ió du rante 116lat idos del pulso; la misma cucharada con adición de 1/6de sali tre ardió durante 94 pulsaciones, y con 1/6 de salduran te 83 pulsac iones ; con 1 /6 de pó lvora duran te 110pulsaciones; un trozo de cera colocada en el espíri tu de vinoardió dur ante 87 pulsaciones: un t ro zo de sí lex ( ! ) du -rante 94 pulsaciones; con 1/6 de agua durante 86 pulsa-ciones, y con la misma cantidad de agua, sólo durante 4pulsaciones". ¿Es acaso necesario subrayar que ninguna deestas experiencias, ni por su principio ni por su medida,

corresponde a un problema cient í f ico bien definido?Durante todo e l t ranscurso de l s ig lo XVIII , se encuen-

tran numerosas referencias a la acción de la electricidad so-bre el pulso. Hasta se pretende dist inguir dos electricidadessegún esta acción. Para Mauduit , la electricidad posit ivaaceleraría el pulso de un séptimo, mientras que la electrici-dad negat iva, según d 'Alibard, lo retardaría de una cuaren-

tava parte, hecho que significa una sensibil idad muy gran-e a D e B r u n o : Loe. cit., p . 2 2 .

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de. Otros autores no hacen esta dist inción, cosa que debierasubrayar la carencia de objetividad de tales medidas. SegúnCavallo, "la electricidad posit iva o negativa acelera el pulsode un sex to ap rox imadamen te" .

Todo un l ibro sería necesario para aclarar la polémicaentre los part idarios de Galvani y los de Volta , entre laelectricidad biológica y la electricidad física. Pero, cualquie-ra sea la escuela a la que pertenezcan los experimentadores,éstos multiplican las experiencias fisiológicas. Es sobre estasexperiencias que dirigen ante todo el interés. Reinhold haestudiado la acción sobre el gusto. Sobre el olfato, Cavallo(c i tado po r Sue) (} ) , dice "que habien do un ido un h i lo

de p la ta que in t roduce lo más profundamente pos ib le enlas fosas nasales con un trozo de cinc aplicado sobre lalengua, s int ió un olor pútr ido". Así e l problema está plan-teado más entre la nariz y la lengua que entre la plata yel cinc.

Reinhold ci ta un gran número de experiencias sobre lavista: "La plata sobre el ojo derecho, el cinc sobre el ojoizquierdo , se ve un resp landor muy v ivo" .

A veces, la experiencia se concibe en forma apenas vero-símil , sin embargo la experiencia a la que aludimos hasido repetida por muchos autores y variada en condicionesverdaderamente increíbles. Daremos solamente algunosejemplos ( x ) : "H um bo ld t es tableció has ta . . . cua t ro m a-neras diferentes de pro du cir esta luz (se trata sólo de la im -presión luminosa). La manera más notable es la que per-mite ver esa luz con toda evidencia, si después de haber

puesto sobre la lengua un trozo de cinc, se introduce pro-fundamente en el recto un t rozo de plata . Fowler dice ha-ber observado sobre sí mismo y sobre otros, además del res-plandor que era muy evidente , también contraerse la pupi la;hecho que le parece probar el poder del flúido galvánicosobre el iris". Hay que convenir que este poder es asazindirecto y que nos resulta bastante difíci l imaginar la im-

( ! ) P . S U E : Histoire da Gaímnisme, 4 vol . , París , 1805, t . I ,

p . 1 5 9 .(2 ) SU E: Loe. cí t . , t . I , p . 1 5 8 .

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portancia otorgada a una experiencia semejante . Por lo de-más, no hemos podido descubrir mediante qué rodeos sehabía l legado a imaginar esta experiencia que hace interve-

nir a todo el tubo digest ivo. Quizá lo fuera en vir tud delmito de la interiorización tan bien representado por el fe-nómeno de la digest ión. Achard, que ha retomado esta ex-periencia, observa, además del resplandor, "el deseo de irde cuerpo" . Humbold t las recomenzó sobre un pard i l lo ,ranas, un par de canarios. La acción es tan fuerte queH um bo ld t conc luye t ranqu i lam en te ( x ) ; "S i se encon traraen el hombre, e l medio de cubrir con una armadura unagran superficie del recto, su efecto para volver en sí a losahogados sería seguramente más eficaz que el uso del humode tabaco" .

Cuando se ha valorizado al carácter biológico, las expe-riencias del galvanismo presentan muy claramente, el carác-ter de obstáculo animista . Es entonces el fenómeno com-ple jo , el q u e pretende servir al análisis del fenómeno sim-ple. H um bo ld t se expresa a sí (p . 1 8 3 ) : " U n ne rv iounido orgánicamente con algunas l íneas cúbicas de carne

muscular, indica sí dos metales son homogéneos o hetero-géneos, si están al estado de combinación pura o si estánoxidados; indica si la coloración de un mineral dependedel carbono o de una oxidación. La aleación de las mone-das es fáci l de determinar por este medio. Dos ant iguosluises o dos monedas de oro de la Repúbl ica, tomadas comoarmaduras en músculos y en nervios de animales debi l i tados,no producen casi ninguna i rr i tación, lo mismo ocurre con

los nuevos federícos de oro de Prusia . Pero no con ant iguoslu ise s n u e v o s . . . " L u e g o (p . 1 8 4 ) : " L a f i b ra n ervio saviva indica, si una mina contiene el metal al estado de com-binación o de óxido. Si una sustancia organizada se apro-xim a a la na tura lez a an im al . . , El la es un antráscop o vi-viente, un medio para descubrir el carbono, casi tan segurocomo la acción del fuego y la de los álcalis". Seducido por

( 1 ) f r é d é r i c - a l e x a n d e r H u m b o l d t : Expériences sur le Calva-nt'sme et en ge'ne'ral sur i'írrítatíon des libres musc ulaires et aetvenses,t rad , par J . F . N . Jad e l o t , M édec i n , Par í s , 1 7 9 9 , p . - 30 5 .

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esta idea, e l espír i tu crí t ico de Humboldt baja de tono, yestá por aceptar lo que se dice "del maravil loso hombre deThouvenel que al mismo t iempo era un hidróscopo, unant ráscopo, un meta lóscopo v iv ien te" (p . 449) . A loshombres más cultos le es suficiente a veces un principio oun pretexto de racionalización para aceptar la "ciencia" dela vari ta mágica.

H u m b o l d t se i n t ro d u j o é l mismo en la experiencia paracomprobar la especificidad de los flúidos galvánicos, unien-do así la intuición animista con la intuición sustancialista.La cuestión precisa que se propone resolver es la siguiente:el fluido galvánico de ciertos animales ¿difiere esencialmen-

te del de otros animales? He aquí la respuesta (p . 476):" U n alamb re que establecía comun icación entre las partesde mi espalda donde la piel estaba al desnudo y provistade armaduras, producía una irri tación muy sensible en elórgano del gusto de varias personas que asist ían a mis ex-periencias. Jamás se presentó una irri tación de este t ipocuando se repit ió la misma experiencia con muslos de rana.¿No dependerá esta diferencia del hecho que los órganos

humanos se afectan más fác i lmente por un f lu ido emanadode un animal de sangre caliente, que por el emanado de unanimal de sangre fría? ¿No ha de imaginarse, que así comotodos los flúidos del cuerpo vivo difieren según las especiesde animales, el flúido muy tenue, acumulado en los nerviosy en los músculos, puede también diferir no sólo según lasdiferentes especies, sino también según el sexo, la edad y elgénero de vida de los individuos?" Como se ve, en lugarde dirigirse hacia el estudio objetivo de los fenómenos, a

través de las intuiciones animistas, se está más inclinado aindividual izar los fenómenos, acentuando el carácter indi-vidual de las sustancias marcadas por la vida.

Como se rep i te f recuentemente duran te e l s ig lo XVIII ,"el cuerpo humano es uno de los mayores almacenes dematerias eléctricas". Aldini considera "todos los seres vivoscomo otras tantas pilas animales" y cree que el flúido eléc-trico "t iene sobre todos nuestros l íquidos y sobre los órga-

nos de secreción una acción cuyos efectos nos son aún des-conocidos. Podría irse más lejos, y considerar todas nues-

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t ras glándulas como otros tantos depósi tos de galvanismo,el cual , acumulado en una parte más que en otra , dejadomás o menos en l ibertad, y modificado de diferentes ma-

neras, proporciona a la sangre que recorre la totalidad delsis tema glandular , e l medio de sufri r todos los cambios queexperimenta por la acción de las diferentes secreciones".Guiado por estas ideas animistas, Aldini no t i tubea en afi r-mar una acción eléctrica de diferentes sustancias que actúansobre el cuerpo humano. Así "el opio, la quinina y otrosestimulantes análogos que ejercen una gran acción sobre els is tema anim al , au m en tan tam bién el efecto de la p i l a . . .He hecho soluciones con los dist intos est imulantes propues-tos por Brown; he humedecido con el los los cartones co-locados entre los discos de la pila ordinaria, y he visto queesas sustancias aumentaban la intensidad de la pi la" . En-tonces en verdad el cuerpo humano es el detector químicopr imi t ivo .

La complej idad del detector animal conduce a estudiarvariaciones verdaderamente secundarias y hasta fugaces. Gal-vani opera sobre animales muertos y vivos, sobre animales

de sangre cal iente y de sangre fr ía . Encuentra que "los másapropiados para manifestar los movimientos de contracciónson aquel los cuya edad es m ás av an za da " (* ) . La Cépedeva más lejos "Los huesos me parecen idioeléctricos, sobretodo en los animales que han superado la edad de la verdejuventud, y en los cuales ya no son tan t iernos y empiezana endurecer". Galvani escribe a Spal lanzani "que la e lectr i -cidad animal no es en absoluto una electricidad común, como

aquella que se encuentra en todos los cuerpos, sino que ellaes una electricidad modificada y combinada con los princi-pios de la vida, mediante los cuales adquiere exclusivamentecaracteres". Se ve por lo demás que toda la escuela de Gal-vani, en todas sus investigaciones, ha sido perturbada porla especificidad de los detectores biológicos empleados. Esaesctiela no ha podido abordar la perspectiva objetiva.

Mientras e l movimiento de la aguja en la balanza deCoulomb era un movimiento pobre en caracterís t icas me-

( ! ) S U E : toe. cit., t . I , p. 3 .

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canicas, la contracción muscular ha sido para la escuela deGalvani un movimiento privi legiado, sobrecargado de no-tas y de sent ido, en cierto modo un movimiento vivido.

Recíprocamente, se ha creído que ese movimiento biológico-eléctrico era más adecuado que cualquier otro para explicarlos fenómenos de la vida. Aldini se preguntó: " las expe-riencias de la contracción eléctrica, ¿no podrían conducir aun conocimiento más exacto de la organización de los in-sectos? Quizás ellas nos revelen cuáles son las partes de esosanimales especialmente dotadas de contract ibi l idad". Enparticular, Aldini recuerda las experiencias de Zanotti deBologna: sobre la c igarra muerta se obt iene inmediata-mente el movimiento y el sonido, sobre un pequeño bichode luz "los ani l los fosfóricos se t o rn a n más bril lantes yd i f un de n una luz m ás v iva de la na tu ra l . . . Lo s grandesbichos de luz también bri l lan más y se descubre ademásuna pequeña estrella muy luminosa en la extremidad decada uno de los pelos que cubren la superficie de sus cuer-pos". Con esto, el espíri tu precientífico no se dirige haciael aspecto de la sana abstracción. Busca lo concreto, la ex-

periencia fuertemente individual izada.Pero los problemas eléctricos se formaron desde el co-

mienzo sobre una base biológica y puede disculparse al bió-logo Galvani e l haber cont inuado la práct ica de su propiaprofes ión mient ras encont raba fenómenos de un t ipo nuevoy desconocido. Trataremos pues de caracterizar el obstáculoanimista sobre un tema más natural . Estudiaremos, en uncapítulo especial, la falsa claridad que el tema de la diges-

t ión aporta a l conocimiento objet ivo.

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C A P Í T U L O I X

E L M I T O D E L A D I G E S T I Ó N

I

La digestión es una función privilegiada' que es un poe-ma o es un drama, que es fuente de éxtasis o de sacrificio.Se torna pues para el inconsciente un tema explicativo cuyavalorización es inmediata y sólida. Se acostumbra repetirque el optimismo y el pesimismo son cuestiones de estó-mago. Pero se alude al buenhumor y al malhumor en las

relaciones sociales: es entre los hombres que Schopenhauerbuscaba las razones para sostener su sistema, o como decíade una manera tan claramente s intomática, los alimentos demisantropía. En verdad, e l conocimiento de los objetos yel conocimiento de los hombres proceden del mismo diag-nóstico y, por algunos de sus rasgos, lo real es de primeraintención un alimento. El niño l leva a la boca los objetosantes de conocerlos, para conocerlos. El signo del bienestaro del malestar puede ser borrado por un signo más decisivo:

el signo de la posesión realista. La digestión en efecto co-rresponde a una toma de posesión de una evidencia sin par,de una seguridad inatacable. Es el origen del realismo másfuerte , de la avaricia más áspera. Es verdaderamente la fun-ción de la avaricia animista. Toda su cenestesia está en elor igen de l mi to de la in t imidad . Es ta " in te r ior izac ión"ayuda a postular una "interioridad". El real is ta es un di-geridor.

Esta función de posesión, que es suficiente designar paraqu e se capte su evidencia, es m u y visible en ciertos te xt os

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prccíent í f icos. Por e jemplo C. de la Chambre (*) superva-loriza el apeti to en el sentido mismo de una posesión: "elgu sto está en la boca y en la en tr a d a. . . pe ro el ap etito

está en el lugar que recibe aquello que ha entrado, y comola posesión es el fin y el objeto del apetito, y que ha dedesear quien quiere poseer, el estómago antes de recibir ela l imento ha debido poseer también el apet i to". Esta pose-sión consti tuye el objeto de todo un sistema de valoriza-ción. El al imento sólido y consistente t iene una prima in-mediata. El beber no es nada frente al comer. Si la inteli-gencia se desarrolla siguiendo la mano que acaricia a unsólido, el inconsciente envejece masticando pastas con laboca l lena. Se puede captar fácilmente en la vida cotidianaeste privilegio de lo sólido y de las pastas. También puedenseguirse los rastros en muchos l ibros precíentíficos. ParaHecquet que publ ica s in nombre de autor un Traite desdispenses da Caréme (*) e l hambre es a lgo natural , mien-tras que la sed es siempre antinatural "febricitantes si t iunt,esuriunt convalescentes". "El hambre proviene de un estóma-go vigoroso que conoce su fuerza y lo excita, vacío de jugos,

pe ro Heno de ten sio ne s. . . la sed prov iene de la inacciónde las fibras nerviosas que la sequedad endurece, y tornaimpotentes a l movimiento". El hambre es pues la necesidadnatural de poseer el a l imento sólido, durable, integrable,asimilable, verdadera reserva de fuerza y de poder. Sin dudalos camellos ponen agua en reserva para atravesar los de»siertos. "Quizá también tengan el inst into de enturbiarsiempre el agua antes de bebería, a fin de que siendo másfangosa y más pesada se conserve más t iempo en esos de-

pósi tos y pasen más tarde al estómago".

Claro es, cuando se piensa dentro de un marco valoriza-do, la contradicción de los valores no está lejos. Pero estacontradicción no apunta s ino aparentemente a los e lemen-tos racionales. En realidad, esta contradicción se anima ea

( ! ) D E LA CHAMBRE: Noaueltes canjectures sur la digestión, P a-

r í s , 1636 , p . 24 .í 1 ) S in nombre de auto r: Ttaité des dispenses du Ccréme, París,1 7 1 0 , t . I I, p . 2 2 4 .

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la dialéctica simple del gusto y del disgusto. La larga polé-mica sobre los pasteles del s ig lo XVIII es muy ins t ruc t ivaa este respecto. Diderot, digno émulo de Rousseau, nos

brindará algunos consejos de higiene, curiosa mezcla de ver-balismo científico y de valorización inconsciente ( E n c y c l o -pédie, Art . Boui l l ie) . "Es de un uso muy general empas-telar a los niños en los dos o tres primeros años de su vida,con una mezcla de harina diluida en leche que se hace co-cinar, a la que se da el nombre de papil la. Nada más per-nicioso que este procedimiento". Y he aquí la pruebapedante: "En efecto, este a l imento es extremadamente gro-sero e indigesto para las visceras de esos pequeños seres. Esuna verdadera cola, una especie de masilla capaz de entor-pecer las estrechas sendas que el quilo recorre para vaciarseen la sangre, y es frecuentemente apropiado para obstruirlas glándulas del mesenterio, porque la harina de que estácompuesta , no habiendo aún fermentado, está expuesta aagriarse en el estómago de los niños, l lenarlo de flema yengendrar gusanos que les causan dist intas enfermedades queponen su vida en pel igro". ¡Cuántas razones, cuántas de-

ducciones e inferencias para decirnos que a Diderot no legustan las papi l las! Nada está más razonado que la a l imen-tación entre los burgueses. Nada está más bajo el signo delo sustancial . Lo que es sustancial es nutri t ivo. Lo que esnutri t ivo es sustancial . Durade, en un l ibro que obtuvo elpremio de Física de la Academia de Berlín en 1766, co-mentaba simplemente este axioma de la digest ión sustan-cial "una sola sustancia nutre; el resto no es sino con-d i me n t o " ( x ) .

Uno de los mitos más persistentes, que puede seguirse através de los períodos científicos, acomodado a la cienciade la época es la asimilador, de lo semejante mediante ladigestión. Para poner en evidencia su carácter preconcebido,lo mejor es tomar un autor bastante ant iguo. El doctor Fa-bre de Montpell ier dice en su lenguaje fi losófico ( 2 ) : "Si

( ! ) D U R A D E : Traité physiologique et chymique sur ¡a nutrition,París , 3 7 6 7 , p . 7 3 ,

( 2 ) FABRE: Loe. cit., p. 15 .

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al principio el al imento es diferente de su alimentado, esnecesario que se despoje de esta diferencia, y que mediantevarias alteraciones se torne semejante a su alimentado, antes

de que pueda ser su úl t imo al imento". Con todo el idealde la al imentación moderna no está m,uy avanzado respectode ese texto. Sigue siendo igualmente materialista. Se atr a-ganta a los niños con fosfatos que han de convert i rse enhuesos sin meditar en el problema de la asimilación. Auncuando una experiencia sea real, se piensa sobre ella en unplano fi losófico falso. Se quiere siempre que lo semejanteatraiga a lo semejante, que para acrecentar lo semejante ne-cesite de lo semejante. Tales son las lecciones de esta asimi-lación digestiva. Claro es que estas lecciones se transportana la explicación de los fenómenos inorgánicos. Esto es loque hace precisamente el doctor Fabre, quien desarrolla todoun curso de química y de medicina general apoyándose so-bre el tema fundamental de la asimilación digestiva.

I I

La valorización conduce a otorgar a l estómago un papelprimordial . La antigüedad lo l lamaba el rey de las visceras.Hecquet habla de él con admiración. Sin embargo en suteoría, el estómago no t iene otra misión que la de tri turarlos al imentos. Mas, con todo ¡qué maravi l la! "Este molinofi losófico y animado que t r i tura s in ruido, que funde sinfuego, que disuelve sin corrosión; y todo esto mediante una

fuerza tan sorprendente como simple y suave; pues aunsuperando esa fuerza al poder de una prodigiosa muela,actúa sin estrépito, opera sin violencia, remueve sin dolor".En 1788, Roy Desjoncades se l imita a ^dmirar la ubicacióndel estómago, pero ¡con qué arranques! (*) . "La si tuacióndel estómago, este vaso de la digestión, su forma, su diá-metro, el espesor de sus paredes, los auxiliares que lo ro-

( ! ) A . R o y d e s j o n c a d e s , D ü c t e u r m é d e c i n : Les loix de la na-ture, appl ícables aux lo ix phys iques de la Médecine , e t au bien généralde l ' hum an i t é , 2 vo l . , . Pa r í s , 1 7 8 8 , t . I , p . 9 7 .

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deán, todo está acomodado con la s imetría más perfecta ,pa ra favorecer la conservación de este calor v ita l . . . La svisceras, los músculos y los troncos de arterias y de venas

que lo rodean, son como otras tantas brasas encendidas quemantienen el fuego. El hígado lo cubre y lo cal ienta delcostado derecho. El bazo hace otro tanto del otro costado.El corazón y e l d ia fragma cumplen la misma función enla parte superior . Los músculos abdominales, e l epiplón yel peri toneo le aportan el calor por la parte anterior, y fi-nalmente los troncos de la gran arteria y de la vena cavacon los músculos de la espina dorsal prestan igual servicio

por la par te pos ter ior" .Esta valorización del calor estomacal, de por sí , ya estambién muy instruct iva. Se presenta con suma frecuenciaen los textos del período precientífico. En la Histoire del'Académ ie des Sciences para 16 73 se lee lo siguiente (I ,p . 167) : "Nues t ro e s tómago p roduce ex t rac tos de P lan tascomo el fuego, y al igual que éste no los altera. Del vino,por ejemplo, extrae un espíri tu que se sube a la cabeza, yla continuación de la digestión da partes combustibles y

sustancias sulfuradas volát i les . Pero lo más notable , y másfeliz para la relación entre las operaciones del estómagoy las de la Química, se ve en numerosos casos en losque el estómago forma, o desprende, debido sólo a su ca-lor suave y húmedo, las mismas sustancias que la quími-ca no puede obtener s ino mediante un gran fuego. Sólopor este medio se extrae del Polvo Emético, insípido enapariencia, sustancias aereadas, y el estómago produce fácil

y suavemente estas mismas sustancias, únicas que lo puedenirr i tar y revolver". Claro es, que cuando hay diferenciasentre la Química del estómago y la "química art i f ic ia l" , essiempre la primera, in vivo, la que se estima más na-tura l y por tan to más hábi l .

Estamos aquí en presencia de la propiedad perno alre-dedor de la cual girará sin fin el espíri tu precientífico: ladigestión es una lenta y suave cocción, luego toda cocción

prolongada es una digest ión. No se reflexionará bastantesobre este recíproco si es que se quiere comprender la orien-tación del pensamiento animista . No hay en esto un simple

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recurso metafórico. De hecho, en el espíri tu precientífico,la química pretende instruirse escrutando los fenómenos dela digestión.

Ante todo ¿la forma del cue ipo humano no d ibuja ca-ba lmente un horno? En un tex to a lgo an t iguo , de f inesdel s iglo XVI, Alexandre de la Touret te nos revela inge-nuamente su fan tas ía : "Vemos también , cómo nues t ro buenDios, ese excelente alquimista, ha construido su horno (quees el cuerpo del hombre) con una estructura tan hermosay adecuada que nada hay que reprocharle: con sus respira-deros y registros necesarios que son la boca, la nariz, lasorejas, los ojos; para conservar en ese horno un calor tem-pla do , y su fue go co ntin uo , aereado, claro y bien regulado,para ejecutar en el todas sus operaciones alquimísticas".

Un autor del s iglo XVIII dice que la digest ión es "unpeq ueñ o incen dio. . . los a l ime ntos deben estar pro porcio -nados a la capacidad del estómago, como lo está la leñaa la disposición del hogar". No podemos asegurar que latraducción actual del valor de los alimentos en calorías estémás adaptada a la realidad que estas imágenes simples.

Para el biólogo precientífico los grados de cocción esto-macal bastan para especificar las sustancias. Ese mismo autoragrega (*): "Podéis estar seguros que entre la leche y elquilo no hay otra diferencia que el grado de cocción o unadiges t ión más o menos avanzada" .

No por nada la marmita de Papin, que en verdad no erasino una marmita noruega, fué l lamada el digestor de Papin.Se explican los fenómenos pensando en el trabajo del estó-

mago. En efecto lo que l lamó la atención, sobre todo, esque la carne, en seis u ocho minutos, a fuego lento "sereduce a una pulpa o mejor a un l icor perfecto; si se au-menta un poco el fuego o se le deja simplemente actuarunos minutos más, los huesos más duros se t ransforman enpu lpa o . en gelatina. Se atribu ye este efecto a la exac ti tudcon que esta máquina está cerrada; como no permite ni laentrada ni la salida del aire, las sacudidas ocasionadas por

(* ) S in nombre de autor: Nouveaux traite' de Physique sur toutela nature. . ., Loe. cit., t . II , p . 40 .

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la dilatación y las oscilaciones del aire encerrada en la carne,son uniformes y muy vigorosas". Se reconoce en esto lateoría de la tri turación estomacal. Por lo demás, el art ículo

continúa: "Esta experiencia parece tener una analogía com-pleta con la operación del estómago; pues si bien la diso-lución en esta viscera no sea de ordinario tan viva y pene-t rante , con todo en proporción a su calor y a su construc-ción, Drake piensa que el efecto es completamente semejan-te" (E nc y c l opé d i e , Ar t . D i g e s t e u r ) .

Para defender la teoría de la tri turación estomacal, Hec-quet recuerda que la bondad, la delicadeza y la seguridaddel chocolate, residen en que está bien molido. "La paste-lería proporcionaría un mil lón de otras (pruebas) , pues lamisma har ina igua lmente condimentada , pero amasada ygolpeada diferentemente, da lugar a manjares dist intos.Quizás habría que omit i r este detal le , ordinariamente pocosatisfactorio para los espíri tus fi losóficos, que sólo aludena lo subl ime y a lo maravi l loso". Semejante manera deargumentar muestra a las claras la continuidad de la cocinaa la digestión. Se dice frecuentemente que la digestión co-

mienza en la cocina; su teoría científica también. El homofaber correspondiente a la inteligencia biológica es cocinero.

Operaciones para nosotros verdaderamente insignifican-tes, estaban antes bajo el mito de la digestión. La Encyclo-pédie se refiere todavía, en la palabra buccellation, "a unaoperación según la cual se divide en trozos, como por bo-cados, diferentes sustancias para trabajarlas". Así ha co-menzado, desde el mortero, la historia animista de una ope-

ración química. A lo largo de las manipulaciones, las me-táforas de la digest ión sostendrán al pensamiento objet ivo:la experiencia física trabajará en el marco de la experienciabiológica. Ciertos alquimistas, aun t rabajando sobre la ma-teria, l legan a dar a la idea de alimento toda su fuerza, todosu sentido preciso. Bajo el nombre de cibación, pretendenayudar a una reacción nutriéndola con pan y leche, Crossetde la Heaumerie en 1722 habla todavía "de nutri r y darleche al co m pu es to " (* ). A veces es una imag en. A veces

C 1) C R O S S E T D E L A H E A U M E R I E : Loe. cit., p . 2 1 .

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es una realidad y se echa leche en la retorta. En verdad, laintuición animista es tan turbia que todo polvo blancopuede oficiar de harina. Un autor que escribe en 1742 re-

conoce así formalmente, en ciertos minerales, las propieda-des de la harina. Claro "no todas esas harinas son igual-mente al iment icias" pero con agua, ta l harina "se convierteen una especie de leche. La leche misma que se ordeña delas vacas. . . no es un l íquido diferente". Se ve bien que elconcepto de alimento nutritivo, tan claro y tan fuertementevalorizado en el inconsciente, se introduce de una maneramás o menos oscura, en los raciocinios de la química pre-científica.

Los antiguos métodos de cementación del acero estánevidentemente bajo la dependencia de una cibación más omenos mística. En la Encyclopédie, en el artículo Trempese lee esta página en la que la racionalización no impidereconocer los rastros de la idea prim itiva de alim en to: "H a-cer acero es cargar al hierro de tanto flogisto, o de tantaparte inflamable, cuanto pueda contener. Para producir esteefecto, se agrega al hierro que se quiere convertir en acero,

toda clase de materias grasas, que contienen una gran can-t idad de principio infla m able que com unican al hierro . . .Es en virtud de tal principio que se emplean sustancias delreino animal, como huesos, carne, patas de ave, cuero, pelos;etc ." Ciertos primit ivos aproximan al fuego donde se t ra-baja el mineral de hierro, con fines mágicos, un cofrecítol leno de p lum as y de p e l o s . . . El m eta lúrg ico prec ien tí fico,más materialista, echa las plumas y los pelos en el crisol.La técnica del templado al jugo de ajo corresponde, si noal mito digestivo, por lo menos a un mito del condimento,que se comporta como una causal idad de lo ínfimo. Puedeleerse en la Encyclopédie ese método de templado para losaceros finos. "Se corta el ajo en pequeños trozos; se leecha encima aguardiente y se deja todo en digestión duranteveinticuatro horas en un lugar caliente; al cabo de esetiempo se aprieta todo a través de un l ienzo, y se conservaeste l íquido en un frasco bien cerrado, para usarlo cuando

sea necesario templar los instrumentos más delicados". Dí-derot, el hijo del cuchillero, no reaccionó frente a este mé-

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todo y dejó pasar el artículo. No se critica la técnica delpropio padre .

Pero es naturalmente en la práct ica de los a lquimistas,

donde se ha prodigado el mito de la digest ión. No han deasombrar pues las numerosas metáforas procedentes de ladigest ión que se encuentran en los órganos alquimistas.Así (*) : "Los corrosivos ordinarios, hambrientos como son,tratan de devorar los metales; para aplacar su hambre losa tacan con fur ia" . El an t imonio es "un lobo devorador" .N um erosos g rabad os lo representan de esta m anera ( 2 ) ."Esta sal cris ta l ina, como un niño hambriento, comerá yconvert i rá en su propia naturaleza en poco t iempo, cual-

quier aceite esencial que querraís darle". Toda la operaciónse describe como una nutrición: ' "Así mismo los álcalis ylos espíri tus rectificados deben unirse de tal modo, que unoparezca haber comido al ot ro". La cant idad de ta les imá-genes, que un espíri tu científico estimará por lo menos in-úti les, habla claramente del papel explicativo suficiente queellas desempeñan para el espíri tu precientífico.

I I I

Puesto que se ha vinculado el estómago con la re torta ,luego el conjunto de los fenómenos biológicos con el con-junto de los fenómenos químicos, la analogía se ha de l le-var hasta sus l ímites. En ciertas cosmogonías precientíficas,la t ierra se toma como un gran aparato digest ivo. Anterior-

mente, hemos evocado una vida algo vaga de la t ierra . Aho-ra se trata de una vida precisa. De la Chambre dice simple-mente ( 3 ) : P ar a los vegetales, el al i m en to no t iene " o tr oórgano de cocción que ia t ierra que le sirve de estómago"(p . 1 8 ) . " L as zo óf i ta s . . . no t ienen o t ro es tómago que lat ierra". Igualmente todos los animales t ienen un estómago

( 1 ) P O L E M A N : Loe. cit., p. 22.

( 2 ) L E P E L L E T I E R : Loe. cit., t . I I , p . 1 5 0 .

( 3 ) D E LA C H A M B R E : No uVelles conjectures sur ta digestión...Loe. cit., p . 1 5 .

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"en algunos es interno y forma parte de su cuerpo, en otrosno". Pero otros autores son más detal lados. Un autor ponea la misma altura las tres digestiones que se desarrollan en

la t ierra, en la cocina y en el estómago. "La materia mine-ral de la cual las plantas y los frutos son productos, espreparada pues primero en la t ierra, que la cocina y ladigiere, como un estómago ayudado por el calor del sol;le suceden los cocineros que se ubican, por así decir, entreel la y nuestro estómago; agregando por el ar t i f ic io de susindustr iosas digestiones, trituraciones, maceraciones, fermen-taciones, elixaciones, frituras, torrefacciones y todos suscondimentos, lo que fal ta de madurez a los frutos. . . Lue-

go el estómago se ubica entre los cocineros y las venas paraexaltar mediante su levadura la quintaesencia de esas ma-terias, es decir ese mercurio alimenticio, o esa humedad ra-dical , que consti tuye la nutrición de las partes: finalmentela fermentación de las venas se ubica entre la digestión delestómago y la asimilación de los humores, o su conversiónen la sustancia de las partes" (*). He aquí sin duda unaWeltanschauung que se dispersaría de inmediato s i e l mito

de la digestión perdiera su claridad.Igual extralimitación puede encon trarse en Hecquet. N o

le basta que la digestión estomacal se realice mediante latri tura ción . Quiere po ne r en evidencia que to do el unive r-so t r i tur a y digiere (p . 1 2 6 ) . T o d o un capí tulo de sulibro se dedica a demostrar que "la molienda tiene gran ca-bida en las digestiones que se hacen en los vegetales y enlos m inerales". Los nu dos de los t roncos son "ta nto s com -

presores o pequeños cor azo nes ". " E l aire golpea y agitatod o lo que t o c a . . . los qu ímicos lo l l aman el vellón de lat ierra" . M as nada detiene a la fanta sía peda nte: "So bretodo la luna y los astros, esas masas enormes que ruedansobre su centro, pesan todos simultáneamente sobre el aire,lo pisan y lo agitan? lo afin an y lo m ue len ". La lun aempuja al aire; el aire empuja al agua; el agua siendo in-compresible determina presiones sobre las entrañas de la tie-

( ! ) H U N A U L T : Discours physique sur les fiévres q ui ont régné lesannées derniétes, P a r í s , 1 6 9 6 , p . 1 6 .

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rra y facilita las digestiones minerales. "La acción de la tri-turación parecerá quizá más difícil de concebir en las diges-tiones que se hacen en los minerales, pero estas digestiones

son vegetaciones, y acabamos de ver que las vegetaciones vereal izan m ediante la t r i turación . P o r lo dem ás, ¿a qué b u i-car diferencias en los modos que emplea la Naturaleza en lasproducciones sem ejan tes? " ( *) . He cquet recuerda la teoríade las venas terrestres y agrega (p. 136) : "La Naturalezaparece, pues, haber casi calcado la tierra sobre el cuerpo hu-m a n o " . D e esta m ane ra, la ciencia, hace apenas dos siglos,toleraba inversiones tan escandalosas.

Por lo demás puede observarse, leyendo ciertos textos,la vinculación entre imágenes muy precisas y las más opa-cas inspiraciones anim istas. P ar a u n au tor que escribe en1742 una Memoria le ída ante la Academia ( t . I , p . 73)"La t ierra (t iene) como sus entrañas, sus visceras, sus fi l-tros, sus coladores. H asta diría su híg ado , su ba zo , suspulmones y las demás partes dest inadas a la preparación delos jugos al iment icios. Tie ne tam bién sus huesos, com oun esqueleto fo rm ad o m uy regula rm ente ". Si fren te a este

texto no se adopta una act i tud i rónica, s i por un instantese acepta su pueril seducción siguiendo una inspiración sim-pática, bien pronto se advierte que detrás de esas precisionesintem pestivas se co nfo rm a una idea vaga. Es ta idea, vagay poderosa, es la idea de la Tierra nutricia, de la Tierram aterna l , p r imero y ú l t im o refugio del hom bre aba nd o-nado . En tonc es se com prende n m ejo r los temas psicoana-Ií t icos que Rank desarrolla en el Traum atisme de la nais-sance; se logra dar un sent ido totalmente nuevo a la nece-sidad que un ser doloroso y temeroso experimenta de en-contrar en todas partes la vida, su vida, de fundirse, comodicen los fi ló sof os elocuentes, en el gran T o d o . E l m isteriode la vida está en el centro; todo lo ocul to es profundo,todo lo profundo es v i ta l , v iv ien te ; e l esp í r i tu formadores "sub terrán eo" . " E n la Tier ra com o en nues t ro cue rpo . . .mientras en el exterior todo es decoración, o a lo sumo

( ! ) S in nomb re de autor: De la digestión et des maladies de l'esto-mac . . . Loe. cit., p . 1 3 5 .

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operaciones poco molestas, en el interior se desarrolla lalabor más d i f íc i l y más importan te ."

Robinet escribe todavía en 1766: "Un l íquido circulap o r el inte rior del glob o. Se carga de porcion es terrosas, acei-tosas, sulfurosas, que transporta a las minas y a las canteraspa ra alime ntarla s, y apre sura r su crecimiento. E n efecto esassustancias se convierten en m árm ol, en plom o, en pla ta,como el al imento en el estómago del animal se convierte ensu propia carne". P od ría n encontrarse los e lementos de un ateoría inconsciente del Universo fundada sobre las sólidasconvicciones de la bu lim ia. La glo ton ería es un a ap licacióndel principio de ident idad. Todo se come. Recíprocamen-

te to do es com ido. " L as cosas, con tinúa R ob ine t (J

), sirvenm utuamen te de a l i m e n to . . . La conse rvac ión de la N a tu ra -leza se hace a sus pro pias expensas. U n a m itad del to doabsorbe la otra mita d, y es abs orb ido a su ve z." Esta ab-sorción recíproca es difícil de racionalizar, hasta difícil deim ag inar . E n cam bio, para un o que digiere, es m uy fácilde soñar .

Mas ya encontraremos pronto la ocasión de acentuar to-

das estas observaciones, dándoles su verdadera interpreta-ción psicoanalí t íca, cuando examinemos el mito de la ge-neración telúrica, mucho más poderoso y seductor que elmito de la mera digestión.

I V

Al mito de la digestión se vincula, evidentemente, la im-portanc ia at r ibuida a los excrementos. N um erosos son lospsicoanalistas que han caracterizado la fase anal en el des-arrol lo psíquico del niño. R. e Y. Allendy recuerdan que"Freud en 1908, Jones en 1921 y Abraham en 1921 hanestudiado ampliamente en qué sé convierte en el adulto, bajofo rma de carácter anal, la acentuación prevalente de esta fasedigestiva" ( 2 ) . En su l ibro Capitalisme et Sexualité se en-

( ! ) R O B I N E T : De ta Nature . . . Loe. cit., t . I , p. 4 5 .( 2 ) R . y Y . A L L E N D Y : Cap italisme et Sexua lité, Par í s , p . 47 .

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con trará un estud io m uy claro. A l leer esa obr a se adviertela necesidad de doblar el psicoanálisis clásico con un psico-análisis del sentimiento del poseer que es, como lo hemos se-

ñala do, de esencia prim it ivam ente digestiva. N o podem osexte nd erno s sobre este tem a. Só lo que rem os señalar quetambién el conocimiento objetivo de pretensiones científicasestá obstaculizado por valorizaciones tan absurdas como ésa.

Es apenas creíble que el s iglo XVIII haya conservado ensu Codex remedios como el agua de Millefleurs y el álbumgraecum. El agua de Millefleurs no es sino el producto dela desti lación de la bosta de vaca. M al o ui n (*) le consagrau n pequ eño ca pítu lo. N o se vaya a creer que la destilación,al l im piar e l m edicam ento, disculpe al médico. T am bi én sedesigna, bajo el nombre de agua de Mil lefleurs , a la orinam ism a. "Se eli je la de un a ternera o de un a vaca jov en ,sana y oscura, al imentada con buen pasto, durante el mes dem ayo o el de se tiembre , po r la m a ñ a n a . . . se la l leva b iencaliente al en fe rm o que debe estar en ay un as . . . es u n l í-quido jabonoso que disuelve eficazmente las obstruccionesformadas por el espesor de la bil is o por la viscosidad de

otros humores; purga abundantemente y a veces hace vomi-ta r. . . " M al ou in la recom ienda pa ra el asma , la hidrope sía,la hem icrania. " E l estiércol fresco de vaca nu tri da a pasto ,t iene la virtud de calmar las inflamaciones de las plagas ylos tum ore s. . . C o m o el tem pera m ento del m ach o es dife-rente del de la hembra, no puede desconocerse que el estiércolde buey sea algo di st in to del de la vaca . . . E l de buey es par -t icularmente adecuado para retener en su si t io la matriz caí-d a. " Ob servemo s de paso la superdeterminación sexual pre-sentada com o un princ ipio evidente . Ob servemos tam biénen la f i jación de la matriz mediante una materia malol ienteel mismo recurso de racionalización que ya señalamos al se-guir al psicoana lista Jo ne s. D ebe observarse que en M alo uinn o se señala ni ng un a crítica. Igu al ausencia de crítica en laMatiére médicale de Geoffroy que recomienda los excremen-tos de rata Stercus nigriim contra las constipaciones. C om o

(!) MALOUIN: Chímie médicinale, 2 vol. , 2 ' ed., París, 17 55 ,t. I, p. 112.

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uso externo, curan la sarna, mezclada con miel y con jugode cebolla, hacen crecer y renacer el pelo.

El á lbum graecum es el excremento de perro. La Encyclo-pédie habla de él en estos términos: "Varios autores, y en-t re otros Et tmuller han conferido muchas propiedades alálbum graecum; lo han recomendado como sudoríf ico, cal-mante, febrí fugo, vulnerario , emoliente , h idragogo, especí-fico para los tumores, angina, y todas las enfermedades dela ga rg an ta" . Se reconoce en esto un a valoriza ción p oliva -lente tanto más extendida cuanto más despreciable puedaparecer la m ateria . E l au tor m anifiesta n o mostrarse m uyafecto a esta práctica. "Entre nosotros ya no se usa casi

(pa ra las enferm edades de la ga rga nta ) sino en la dosis deun medio "gros" o de un "gros" , en un gargar i smo apro-p ia d o ." Esta restricción en el uso, antes m u y extend ido, delálbum graecum prepara una racionalización que nos ha deofrecer una medida de la resistencia de un obstáculo episte-m ológico. N o se cree poseer ot ro recurso, par a tr iu nf ar so-bre el obstáculo, que am inora rlo , to m ar un rodeo. N o sepercibe que el obstáculo está en la misma mente. Un residuode valor sigue arrastrándose durante mucho t iempo sobre lasideas falsas valoriz adas po r el inconsciente. A sí el au tordesarrolla la "racionalización" siguiente: "El álbum grae-cum no es en verdad sino una tierra animal y en consecuenciauna materia absorbente, análoga al marfi l preparado, alcuerno de ciervo prep arad o f ilosóficamente, e tc . Lo s h um o-res digestivos del perro y el agua empleada en las locionesde este excremento en su preparación, han consumido loshuesos mascados y tragados por el perro, y han disuelto la

sustancia l infática, más o menos de la misma manera como elagua hirviente ha consumido el cuerno de ciervo en su pre-parac ión fi losófica. D e ahí que n o se ve qué ven taja puedatener sobre otras sustancias absorbentes de la misma clase".Una vez más, esta desvalorización, t ímida e incompleta, ha-bla bastante claramente del calor primitivo de este extrañomedicamento.

Las materias fecales han sido objeto de numerosas desti la-

ciones. . . "El proceso mediante el cual Homberg ha l legadoa retirar de la materia fecal un aceite blanco y sin olor es

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curioso, y merece ser tratado aquí, debido a las ideas y a lostemas de reflexión que puede pr op or cio na r" ( x ) . Macquerno nos dice cuáles son esas ideas y esas reflexiones, pero se

las adivina en cuanto se trae a primer plano la necesidad devalor izació n. E n efecto, la desti lación ha hecho perder " elm al o lor que se ha co nv ertid o en u n simple o lor s os o. . .Homberg ha reconocido un valor cosmético a esta agua:lo ha aplicado a varias personas cuya tez del rostro, del cue-llo y de los brazos estaba completamente gastada y se habíatornado gris, seca, áspera y ruda; esas personas se han em-ba du rn ad o un a vez p o r día con ese l íquid o. E l uso con t inua -do del mismo les ha suavizado y blanqueado la piel consi-dera blem ente ". Se encuen tra en la Suite de ta Matiére me-dícale de Geoffroy ( t . VI , p . 474) un re la to más de ta l ladoy sin em bar go más increíble. Ese rela to necesitaría u n psico-anál is is minucioso, por lo demás muy fáci l , Geoffroy no nie-ga ni la eficacia ni la repugn ancia. "E sta m os con vencidosque este l íquido, que es suave y untuoso, puede en efectosua viza r y embellecer la piel . P er o n o deja de ser ex trav a-gante, convertirse en esclavo tal de su belleza, para conser-

varla mediante el uso de una cosa tan sucia y tan repug-n a n t e " .

Sólo un inconsciente muy turbado puede aconsejar seme-jante uso. Pa ra juz ga r ta les turbaciones n o basta ocuparsesolamente del lector de tales locuras; hay que dirigirse a quienhizo el ensayo por primera vez. ¿Cómo pudo ocurr í rse lebuscar un cosmético, como lo hace Homberg o la damacitada por Ge off roy ? N o puede ser s ino po r una va lor iza-

ción antitética . N o se quiere creer que el m al ol or de unproduc to natwral sea fu nd am en tal . Se quiere dar un valorob jet ivo al hecho de hab er vencido una repugnancia personal .Se quiere ad m ira r y ser adm irable. T o d o ocurre par a darun valor hásta a los anti-valores. Y a Hecquet replicaba alos autores que querían explicar la digestión como una es-pecie de putrefacción ( 2 ) : "Es formarse una idea ex t raña

( ! ) M A C Q U E R : Loe. cit.. t . I I , p . 406 .

( 2 ) Sin nom bre de auto r: De la digettión. . . Loe. cit., p . 3 8 .

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de una operación tan hermosa, tan l lena de arte y de mara-vi l la" . E n efecto, los jugo s prod ucidos po r la digestión son"perfectos, suaves y bienhechores". " N o convend ría a los

jugo s nutric ios que l legaran a despedir m al ol or ." La di-gestión es difíci l de explicar "prueba cierta de la majestadde la Naturaleza", pero para el espíri tu precientífico ellasólo se explica en el rein o de los valores. U n a explicaciónsemejante ya no puede ser afectada por la contradicción.Cuando se aman las cualidades contradictorias se ama pro-fu n d a me n t e .

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C A P Í T U L O X

L I B ID O Y C O N O C I M I E N T O O B J E T I V O

I

El mi to de la digestión se torna descolorido cuando se lecompara con el mito de la generación: el poseer y el sernada son frente al devenir. Los espíri tus enérgicos quierenposeer para devenir. De ahí que con razón el Psicoanálisisclásico ha fi jado la supremacía del libido sobre el apeti to.El apeti to es más brutal , pero el l ibido es más poderoso.

El apet i to es inmediato; en cambio, para el l ib ido los pro-longados pensamientos, los proyectos a largo plazo, la pa-ciencia. U n am an te puede ser tan paciente com o un cientí-fico. El ape ti to se extingu e en un estó m ag o repleto. E l l i-bido, apenas aplacado, renace. Exige la duración. Es laduración. T o d o lo que en nosotros, d i recta o indirectam ente,permanece, se vincula al l ibido . Éste es el prin cipio m ism ode la valorizac ión del t iempo . E l t iem po gratu ito, el t iem povaciado, el t iempo de una fi losofía del reposo, es un t iempopsicoanal izado. N os ocuparemos de él en otr o l ibro. Recor-demos solamente que la paciencia es una cualidad ambigua,aun cuando tenga un f in objet ivo . El psicoanal is ta tend ráun t rabajo mayor de lo que imagina, s í ext iende sus inves-tigaciones en la dirección de la vida intelectual.

En efecto, el psicoanálisis clásico, preocupándose especial-mente de interpsicología, vale decir de las reacciones psico-lógicas individuales determinadas por la vida social y la

vida familiar, no ha dirigido su atención hacía el conoci-m iento o bje tivo . N o ha visto qué hay de especial en el ser

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humano que deja a los hombres para dir igirse a los obje-tos, en el supernietzscheano que, abandonando también suáguila y su serpiente, se dirige hacia las más altas montañas

para vivir entre las piedras. ¡ Y no obstante , qué extraño des-t ino, aún más extraño en el s iglo en que vivimos! En la horaactual en que toda la cultura se "psicologiza", en la que elinterés por lo humano se despliega en la novela y en la pren-sa, sin otra exigencia que la de un relato original, con laseguridad de encontrar lectores cotidianos y asiduos, ¡ he aquíque se encuentran aún almas que piensan en un sulfato!Esta vuelta al pensamiento de piedra, ante los ojos de lospsicólogos, es, sin duda, la regresión hacía una vida que sem inera liza. ¡A ellos el ser y el devenir, a el los lo h u m a n opre ñad o de porv enir y de m isterio! H ab ría que hacer unlargo estudio sobre esta desvalorización de la vida objetivay racional que proclama la bancarrota de la ciencia, desdeafue ra, s in part ic ipar jam ás en *1 pensamiento cient í f ico. Masnue stro quehacer es m ás m odesto. Es en los detalles de lainvestigación objetiva donde debemos hacer sentir la resis-tencia de los ob stácu los epistem ológicos. E s ah í don de ve-

remos la influfncia del l ib ido, l ib ido tanto más insidiosocuanto más ráp idamente ha s ido apar tado y cuya represiónes, en las tareas científicas, más fácil y más necesaria a la vez.N atur alm ente , »n este dom inio de aridez vo luntar ia que esun dominio cient í f ico, los afloramientos del l ib ido son fre-cuentem ente poc o visibles. Reclam am os, pues, la indu lgen -cia del lector que ha de apreciar la dificultad de una tareaque, en definit iva, se propone analizar la sensibil idad de uncorazón de piedra.

He aquí el plan que seguiremos en este complejo capítulo.En esta psicología de un inconsciente científico, procedere-m os de lo vago a lo preciso. E n efecto, en el reino del libi-do, lo m ás vag o es lo más pod eroso . Y a lo preciso es unexorcismo. T o d a intelectualización, au n cu an do lleve con-sigo la innegable señal de la afectividad, es ya una des-carga de esa afectividad. En con trarem os u n buen cam po deestudio, para la sexualidad vaga, en la Alquimia; para la

sexua lidad enorm e, en la generación telúrica. E n lo concer-niente a la sexualidad precisa, encontraremos abundantes

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ejemplos en la Farmacopea del s iglo XVIII y en las inves-tigaciones eléctricas de la m isma época. F ina lm en te, c om oya se habrá advertido, para i lustrar los grandes obstáculos

epistemológicos, hemos tomado ejemplos part iculares: parael obstáculo consti tuido por una imagen general , hemos es-tudiado los fenómenos de la esponja; para el obstáculo sus-tancial is ta hemos estudiado el oro que nos permit ió ademásun psicoan álisis del realista. E n lo que se refiere al ob stá cu loconsti tuido por el l ibido, concretaremos y precisaremos nues-tras observaciones estudiando la idea de germen y de si-miente. Veremos entonces qué es un devenir privilegiado, u ndevenir sus tan t i f ícado . Te rm inar em os dando , a man era de

ejercicios, algunas páginas para pricoanalizar.

I I

No puede pensarse mucho t iempo en un misterio , en unenigma, en una empresa quimérica, sin sexualizar, de unamanera más o menos sorda, al principio y a las peripecias.

Sin duda, esto se debe a que el problema del nacimiento hasido pa ra el n iñ o el pr im er m isterio . E l secreto de la gene-ración que los padres conocen y que ocul tan —sin mal icia ,con i ron ía o con mala vo luntad , sonr iendo o rezongando—los consagra como autoridades intelectuales arbitrarias. De-bido a este hecho, los padres, ante los ojos infanti les, sondesde entonces maestros que no dicen todo. El niño debe,pues, buscar solo. Reconoce, por su cuenta, la absurdidad de

las prim eras explicaciones. A dquiere de inm edia to concienciade que esta absurdidad es una mala voluntad intelectual ,una prueba de que se le quiere, intelectualmente, manteneren tutela je; de ahí un desp ertar del esp íritu en la m ism a di-rección que se que ría pr oh ibi r. M u y pr o n to un a recíproca seinstala en el espíri tu en formación. Ya que el l ibido es mis-terioso, to do lo m isterioso despierta al l ibido . E n seguida,se am a el m ister io, el m isterio se hace necesario. M uc ha sculturas se pueril izan; pierden la necesidad de compren-

der. Por mucho t iempo, si no para siempre, la lectura exi-ge temas de misterio; necesita empujar ante sí una at-

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m ósfera de desconocido. Ex ige tam bién que el m isterio seahu m an o. Fin alm ente toda la cul tura se "no vela ". El es-pír i tu precientí f ico m ism o es afectado. U n a vulgarización

de mala ley t iende a bordear incesantemente a las leyes pre-cisas con una franja de posibil idades indefinidas y misterio-sas. Se adelan ta a esa exigencia de m iste rio de la cual vem ossu origen im pu ro. E n def init iva , obstac uliza al vue lo delpensamiento abstracto .

El a lquimista t ra ta a l nuevo adepto como nosotros t ra-tam os a los niño s. E n el com ienzo de la iniciación, absu rdi-dades provisorias y fragmentarias hacen las veces de razo-nes. Estas absurdidades proceden po r s ím bolo s. Lo s sím-bolos alquimistas tomados f inalmente en su sis tema, no sonsino absurdidades coherentes. A yu da n entonces a desp lazarel misterio o, lo que es lo mismo, a jugar con el misterio.Finalmente, el secreto alquimista es una convergencia de mis-terios: el oro y la vida, el poseer y el devenir, se reúnen enla misma retorta .

Pero, como lo señalamos antes, las largas maniobras paraobtener la piedra fi losofal l legan a valorizar la investigación.

Frecuentemente la duración de los calentamientos se presentacomo un sacrificio pa ra merecer el éx ito. E s paciencia valo-rizada, una especie de bordado de mil puntos, inúti l y en-can tado r, el tej id o de Pené lope. E l t iem po ha de inscribirseen la obra: de ahí las dilaciones y las repeticiones regula-das . Si el ade pto que se inicia recuerda su pas ado , ha depensar que entre todos los misterios de la vida solamente elprimer misterio del nacimiento ha sido tan resistente como

el misterio de la obra.Y he aq uí que la soledad es m ala cons ejera. U n a soledadtan tozuda como aquella de quien vigila los hornil los delalquimista no se defiende bien de las tentaciones sexuales.En ciertos aspectos puede decirse que la alquimia es el viciosecreto. U n psicoanalista reconocerá fácilme nte al on an ism oen ciertas páginas del tratado El triunfo herm ético o la pie-dra filosofal victoriosa. En efecto se alaba la superioridadde la Piedra sobre la mera unión del oro macho y del mer-

curio hem bra en estos térm inos : "E lla se desposa po r símisma, se embaraza por sí misma, nace de sí misma; se di-

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suelve por sí misma en su propia sangre, se coagula de nuevoen ella, y adquiere una consistencia dura; emblanquece yenrojece po r s í m is m a" i 1 ) . Para nues t ro d iagnóst ico im-

por ta poco que un químico moderno encuent re un sen t idoobjet ivo, un sent ido experimental a las bodas de la piedracon sí m ism a. El sim bolism o en sí n o deja po r eso de sermenos s in tomát ico .

A través de los siglos, ciertos alquimistas repiten frecuen-temente que el esperma de un animal no puede servir paraform ar u n meta l . Es ta a f i rmación es ta n to más ex t rañacuanto la mental idad primit iva admite fáci lmente que una

planta se convierte en un hombre, que una estatua se ani-me, que un hombre se convierta en un bloque de sal . Unau to r anón imo ( 2 ) desaconseja para la gran obra la sangrey el esperma h u m a n o s; ¿P or qué , pues, era necesario des-aconsejarlo?

La Piedra manifiesta, en ciertos l ibros, un verdadero com-ple jo de potencia . "Si los art is tas hubieran proseguido susinvestigaciones más allá, y si hubieran examinado bien cuáles la mujer que me conviene; s i la hubieran buscado y mehubieran unido a ella; entonces, yo podría teñir mil vecesmejor : pero en su lugar han des t ru ido to ta lmente mi ver-d a d e ra n a t u ra l e z a , me z c l á n d o me c o n c o s a s e x t r a ñ a s . . . "C o m o se ve, es la qu eja del m al casado. E s fácil de ima gin aren los labios del c ient í f ico que abandona su hogar por sulaboratorio, que viene a buscar al lado de "las bellezas dela ciencia" los éxtasis que le veda una esposa desagraciada.Tal es por lo demás una expl icación vál ida para la Recher-

che de I'Absolu de Balzac.Cuando Eudoxo expl ica ese t rozo (p . 89) , todas lasmetáforas acerca de la mujer que se ha soñado se acumulan:la mujer adecuada a la Piedra, es "esa fuente de agua viva,

( ! ) S i n n o m b re d e a u t o r : Le triomphe hermétique ou la pierrephilosophal victorieuse, traite plus complet et plus intel l igible qu'i l yai t eu jusques ici , touchant le magistére hermétique, 2* ed. , Amsterdam,1 7 1 0 , p . 1 7 .

( 2 ) S in nombre de autor: La Lumiére sortant de soi-méme desTénébres ou Veri table théorie de la Pierre des phi losophes, trad. deli ta li ano , 2* ed . , Par í s , 1 6 9 3 , p . 3 0 .

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cuyo manantial celeste, que t iene particularmente su centroen el sol y en la luna, produce ese claro y precioso arroyo delos sab ios . . . Es una Nin fa ce l e s t e . . . l a cas t a Diana , cuyapureza y virginidad no es manchada por e l v ínculo espir i tualque la une a la piedra". Estos esponsales del cielo y de lat ierra vuelven incesantemente bajo formas, a veces vagas, aveoes precisas.

Muchas operaciones alquimistas se designan con los nom-bres de dis t into s incestos. Ev identem ente, el m ercurio de losalquimistas padece del complejo de Edipo (*). "Es más vie-jo que su madre que es el agua, debido a que está más avan-

za do en la edad de la perfección. P o r esto se le ha fin gid oHércules, porque mata a los monstruos, t r iunfando sobre lascosas extrañas y alejadas del metal. Él es quien reconcilia asu padre y a su madre desterrando su ant igua enemistad, é les quien corta la cabeza al Rey. . . para conquistar su reino."

Por lo demás puede verse el mismo complejo más clara-men te aún ;

Péce devant que fils j'ai ma mere engendré,Et ma mere sans pere en ses flanes m'a portéSans avoir nul besoin d'aucune nourríture.Herm aphrodite suis d'une et d'autre nature,Du plus fort le vainqueur, du moindre surmon téEt ne se trouve ríen dessous le Ciel voütéDe si beau , de si bon , et parfaite figure.

E l tem a de la castració n es visible en otr os te xto s (2

)(p . 1 1 2 ) . "E l mercurio es estéril . Lo s A ntig uo s lo acu-saron de esteri l idad debido a su fr ia ldad y humedad; mascuando es tá purgado y preparado como es debido, y ca-len tado median te su azufre , p ie rde su es te r i l idad . . . El mer-curio de Abraham el Judío, a quien el Anciano quiso cor-tar los pies con la hoz; es la fijación del mercurio de los

( ! ) D * * * : Races expériences sur Vesprit minérat pour la prepa-

ration et la transmutaron des corps métalliquet, Parí», 1 7 0 1 , 2* parte,p . 6 1 .

( 2 ) Dictionnaire hermétique, Pa r í s , 1 6 9 5 , p . 1 1 2 .

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Sabios (que p o r su natu ralez a es vo lát i l) m edian te el eli-xir perfecto al b lanco o al rojo; de manera que cortar lospies a Mercurio quiere decir quitarle la volati l idad; y el

el ixir no puede elaborarse s ino en un t iempo muy largo,representado por ese Anciano". Si se estudian los grabadosque acompañan frecuentemente a textos como el anterior ,no cabe la menor duda sobre la interpretación psicoanal í -t ica que pro po ne m os. La m ental idad alquim ista está enrelación directa con la fantasía y con los sueños, el la fu-siona las imágenes objetivas con los deseos subjetivos.

Según muchos indicios, podrían at r ibuirse al mercurio

costumbres inconfesables. E l diálogo entre e l A lqu im ista yMercurio , en el Cosmopoli ta , podría haber s ido escri to porPlauto, como amonestación de un patrón a su esclavo des-hones to . " ¡ M alv ad o br ib ón ! ¡Picaro , t ra idor , v i l lano , g ro-sero , demonio de l d iab lo!" Lo conjura como se har ía conuna serp ien te : ¡Ux, Ux, Os , Tas! Bas ta remi t i rnos a laprimera escena del primer acto del Anfi t r ión de Plautopara medir el alcance del animismo de los Alquimistas. Aveces el Mercurio se queja: "Mi cuerpo está tan flagelado,excavado y cargado de escupi tajos que hasta una piedratendría piedad de m í" . Del A lqu im ista a l M ercurio , sediría qae se trata de un celoso que interpela y golpea a suesposa. P o r otr a parte , cua nd o u n a experiencia falla elA lquim ista " golpea a su espo sa". E s ésta un a expresiónm u y frecuente. Es bas tan te am big ua : ¿dónde ocurre laescena, en el taller o en la alcoba?

También bastante frecuentemente se reivindica, como unasuperioridad, e l carácter de he rm afr od i ta (* ) . La Piedra sejacta de poseer una simiente masculina y femenina ( 2 ) . "Esefuego sulfuroso es la s imiente espir i tual que nuestra Virgen,aún conservando su v i rg in idad , no ha de jado de recibir. . .es ese azufre que torna a nues t ro mercur io Hermafrodi ta . "

Cuando la contradicción sexual que opone macho y hem-

(1 ) S in nombre de autor: Le triomphe hermétique... Loe. cit.,

p . 2 1 .( 2 ) S in nomb re de auto r: Histoire de la philosophie hermétique,

avec le Véritable Philalethe, 3 v o l . , Pa r í i , 1 7 4 3 , p . 5 3 .

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bra ha sido superada, todas las demás, de hecho, están do-m inadas . En tonces se acum ulan sobre una m isma sustancialas cualidades contrarias y se obtienen las valorizaciones

completas (*) . El mercurio es una sustancia "que no mojalas manos, muy fría al tacto, aunque muy caliente en elinterior, un agua de vida y de muerte, un agua flúida ycongelada, muy húmeda y muy seca, blanca y muy negray de todos los colores, que no tiene olor, y sin embargo tienetod os los olores del m u n d o . . . m uy pesado y mu y l igero,metálico y fúlgido como el talco y las perlas; verde comouna esmeralda, que contiene bajo su verdor, la blancura dela nieve y la roje z de la am ap ola ." E n un a pala bra u n ser

tornadizo y var iado , un corazón humano cargado de pa-siones.

Para un psicoanal is ta , estos textos, que fáci lmente podríanm ultiplicarse indican claram ente indecencias. Q uiz ás asom -bre qu e los reuniéra m os sistemáticamente. E n particular , senos podría recordar que hemos desarrol lado en un capí tuloanterior, una interpretación anagógica de la Alquimia en laque t ra tamos de probar que la Alquimia puede ser una cul-

tur a m ora l elevada. P od ría , pues, acusársenos de contradic-ción. Pe ro esta acusación olvida ría que la A lqu im ia se des-arr olla en un re ino de valores. Y es deb ido a las tendenciasimpuras puestas de manifiesto , que se preconiza en tantospas ajes la necesidad de pure za o de pu rifica ción . L a invec-tiva al alquimista impuro da la medida de las tentaciones quesop orta . E l l ibro alquim ista es ta nt o u n l ibro de m oralcom o un l ib ro de ciencia. H a de preservar igualmen te delpecado com o del error . En ning ún l ibro cient í fico m oder-no se encontrarán páginas como éstas, escri tas en contra dela lqu imis ta impuro ( 2 ) : "Cómo podr ía habi ta r l a sab idur íadivina en semejante establo para puercos, l leno de barroy de basura, adornarlo con sus dones e imprimirle susimágenes. Su interior y su exterior no representan sino lasimágenes abominables de la soberbia del Pavo real , la ava-ricia del puerco y otros vicios de los perros y de los bueyes,

( ! ) D E L O C QU E S: Les Rudimen ts. . . Loe. cit., p. 2 6 .

(2 ) POL E MA N : Loe. cit., p. 1 6 1 .

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dibujadas y grabadas por todas par tes" . Observemos depaso que si al puerco se le dice avaro, es por ser glotón: laglotonería es pues, como lo hemos sostenido en el Mito de

la digestión, la forma animista de la toma de posesión.La lección de moral es a veces más tranquila, pero apa-rece en la mayoría de los l ibros. Está profundamente in-fluenciada por las concepciones del bien natural, del bienvinculado con la naturaleza. Por e jemplo, e l Cosmopoli taescribe (*): "Los escritores de la naturaleza han de sersemejantes a la naturaleza misma; vale decir sinceros, sim-ples, pacientes, constantes, etc., pero lo más importante esque han de ser piadosos, temerosos de Dios y sin dañar deninguna manera a su pró j imo". Así la a lqu imia , más quela ciencia moderna, está implicada en un sistema de valoresmorales. El alma del alquimista está empeñada en su obra,el objeto de sus meditaciones recibe todos los valores. Paramanejar la espumadera hace falta en verdad un ideal moral .El arte del alquimista debe separar ( 2 ) : " las manchas ylas basuras de tres principios generales; proporcionándolesuna materia, un si t io o un recipiente más conveniente que

aquel en el cual opera la naturaleza y que está repleto degrasas y de mil clases de inmundicias". El arte el imina "lasgrasas y las partes más groseras de la sal, las acuosidadessuperfluas del mercurio, y las partes combustibles del azu-fre". Como se ve, esta purificación se hace con un idealmás moral que objetivo. No t iene el tono de la purificaciónde las sustancias de la química moderna. Se desprecia loque se t ira. Se maneja la espumadera con una mueca de

disgusto.

I I I

La sexualidad normal, claro es, es objeto de innumera-bles referencias en los libros de alquimia. Para darse cuenta,bastará leer en el Cosmopolita el l ibro VI t i tulado: De los

(1) COSMOPOLITE: Loe. cit., p . 7( 2 ) A B B É D . .: Apologie du Grand Oeuvre ou Elixir des philo-sophes dit vulgairement pierre philosophale, P a r í s , 1 6 5 9 , p . 4 9 .

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esponsales del criado rojo con la mujer blanca. Pero comoeste aspecto ha sido objeto de numerosas exposiciones nosl imitaremos a dar a lgunos ejemplos.

Las operaciones alquimistas se describen frecuentementecom o cópulas m ás o meno s cuidadosam ente observadas (*) :"Cuando habréis visto en el recipiente de vidrio mezclarselas naturalezas y convertirse como en una sangre coaguladay quemada, podéis estar seguros que la hembra ya ha sufri -do los abrazos del macho. . . y por tanto que el Niño Realha sido conceb ido" (p . 9 ) . "Ése es e l o ro que en nu estraobra desempeña el papel de macho y que se junta con otrooro blanco y crudo, que desempeña el papel de simientefemenina, en el cual el macho deposita su esperma: ellos seun en con un víncu lo indisolub le . . ." . R especto de la pa la-bra esponsales, Dom Pernety, en su Dictionnaire mytho-hermétique escribe en 1758: "Ningún término es más usadopor los fi lósofos que éste. Dicen que hay que casar el solcon la luna, Gabertin con Beya, la madre con el hijo, elhermano con la hermana; y todo no es s ino la un ión delo fijo con lo volátil, que ha de hacerse en el recipiente

mediante el fuego". El Cosmopoli ta quiere "que sepamoscasar las cosas justas, según la naturaleza, para no unir lamadera con el hombre o el buey u otra bestia con el metal;sino, por el contrario, que un semejante actúe sobre susemejante, pues entonoes la naturaleza no dejará de cumplircon su deber ( 2 ) " . T am bié n el Co sm opol i ta p re tende orde-nar a la naturaleza obedeciéndole, pero su obediencia es casifemenina, es una seducción. "Mira en qué y por qué ellam ej or a. . . Si quieres, por e jem plo, extend er la V irtu d in-trínseca de algún m et al . . . debes to m ar la natura leza me-tálica, y nuevamente al macho y en la hembra, de otra ma-nera no conseguirás nada. ' (p . 8) . En una palabra, no teprecipites, mas cuida las afinidades sexuales. Asimismo, unautor que es más médico que alquimista, escribe ( 3 ) : " L a s

S i n n o m b r e d e a u t o r : Histoire de la Philosop hie herm étique. . .Loe. cit., p . 1 9 9 .

( 2 ) COSM OPOLITE. . . Loe. cit., p . 1 7 .

( 3 ) D e LOCQUES: Les Ru dimen ts. . . Loe. cit., p . 6 0 .

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enfermedades de los metales que proceden de sus formas oespíri tus metálicos son dobles, o provienen de la diversidadde sus sexos o de la contrariedad de sus formas". Según

él, los metales vitriólicos son masculinos, los metales mer-curiales son femeninos. Para otro autor, hay dos especiesde rubíes: los machos y las hembras. Naturalmente "losmachos son los más hermosos, y son los que lanzan másfuego; las hembras son las que relucen menos". En unaépoca mucho más reciente, Robinet, después de un instantede t i tubeo, t iene aún esperanzas de encontrar la sexualidadmineral (*). "En cuanto a la dist inción de los sexos que aúnno ha sido reconocida en los metales, disponemos de nume-

rosos ejemplos que prueban que esa dist inción no es nece-saria en absoluto para la generación; en especial los fósilespueden regenerarse mediante sus partes rotas, quebradas ydesprendidas, no obstante no hay que desesperar y quizá undía se l legue a dist inguir el oro macho del oro hembra,d iamantes machos y d iamantes hembras" . De es ta manerala sexualización, actuando en el inconsciente, quiere dis-t inguir en el mismo metal , en un cuerpo amorfo como el

oro, si no órganos sexuales, por lo menos potencias sexua-les diferentes, Claro es que cuando el mineral presenta figu-ras, entonces el inconsciente que sueña proyecta claramentesus deseos. Es ésta una costumbre muy conocida en ciertosobsesos. Robinet nos da ingenuamente la tónica de su fan-tasía ( 2 ). "Considerando de cerca las piedras grabadas, es-triadas, erizadas, punti l ladas, me he dejado seducir por lacreencia de ver en las pequeñas eminencias de unas y en lascavidades de las otra s, otra s ta nta s vainas esperm áticas. . .

Se encontrarán muchas cápsulas vacías, en este caso invitoa los curiosos a examinar con la lupa las pequeñas asti l lasde piedra que forman la vaina; verán que están horadadascon pequeños agujeros por los cuales la simiente ha sidoeyaculada." Es fáci l advert i r que el conocimiento objet ivode Robinet hubiera ganado con un psicoanál is is previo.

C 1 ) R O B I N E T : Loe. cit., t . I V , p . 1 8 9 .( 2 ) R O B I N E T : Loe. cit., t . I , p . 2 1 4 .

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IV

Pero el libido no siempre necesita imágenes tan precisasy puede conformarse con interiorizar potencias más o menosmisteriosas. En esta interiorización, las intuiciones sustan-cialistas y animistas se refuerzan. La sustancia enriquecidacon un germen se asegura un devenir. "Aunque es un cuerpoextremadamente perfecto y digerido, nuestro oro se rein-cruda en nuestro mercurio, en quien encuentra una simientemult ipl icat iva, que fort i f ica menos a su peso que a su fuerzay a su poder."

De una manera más l lamat iva, para el a lquimista todointerior es un vientre, un vientre que hay que abrir. Unau to r escribe (*) : "A br e el seno de tu m adre con la h oj ade acero, excava hasta sus entrañas, y penetra hasta su ma-tr iz , es ahí donde encontrarás nuestra materia pura, s inhaberse aún teñido con el mal temperamento de su nodri-za". La anatomía de ese mineral misterioso (p . 60) que"tiene el mismo volumen que el oro" es acompañada a veces

con un discurso de seductor. "Abrele pues las entrañas conuna hoja de acero, y sírvete de una lengua suave, insinuan-te, acariciadora, húmeda y ardiente. Mediante este art ificiopondrás en evidencia aquello que está escondido y oculto."Se advierte que el alquimista, como todos los fi lósofos va-loiizadores, busca la síntesis de los contraríos: logrará suobjeto por el acero y la lengua, por el agua y el fuego, porla violencia y la. per sua sión . Pie rre -Je an Fa bre dice que laalquimia no estudia solamente los metales ( 2 ) pues "hasta

esos cuatro vastos cuerpos que l lamamos los cuatro elemen-tos y que son las columnas del mundo, no pueden impedir ,con su magnitud y vasta solidez, que la alquimia los pene-tre de parte a parte, y que vea con sus operaciones qué eslo que contienen en su vientre y qué t ienen de oculto enlo más recóndi to de su centro desconocido". Antes de la

( ! ) S in nombre de autor: Le traite d'Alchymie et te Sortge verd.

Loe. cit., p. 6 4 .( 2 ) FABRE: Loe. cit., p. 9 .

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experiencia, para el inconsciente que sueña, no hay interiorplác ido , t ranq ui lo , f r í o . T o d o lo ocul to germina (*) • " L afue nte del l íq ui do de los sabio s. . . está oculta b a jo la

piedra; golpeadle con la verga del fuego mágico, y surgiráuna clara fuente ." Del interior surge lo contrarío . Lo inte-r ior ha de magnificar a lo exterior . Por lo menos eso que-rrían los sueños. Pero, cuando el consciente desmiente alinconsciente, cuando todas las experiencias se han realizado,cuando se han leído todos los l ibros ¡cuán triste es lacarne! La desilusión del niño siempre decepcionado por elinterior del polichinela no se iguala sino con la desilusióndel enamorado cuando conoce a su amante.

V

Ciertos l ibros alquimistas poseen una nota muy sinto-mática que debemos señalar: es la frecuencia de la formadialogada. Esta forma dialogada prueba que el pensamientose desarrolla más sobre el eje del yo-tú que sobre el eje del

yo-aquel lo , para hablar como Mart in Buber . El pensamien-to no se dirige a la objetividad, se dirige a la persona. Sobreel eje del yo-tú se dibujan los mil matices de la personali-dad ; el interlocutor es entonces la proyección de las convic-ciones menos seguras, él concreta una duda, un ruego, unsordo deseo. Mas con frecuencia el diálogo prepara mal lasdialécticas objetivas. La personalización de las tendenciasseñala demasiado profundamente las diferenciaciones de lo

real . En otras palabras, dos interlocutores, que en aparien-cia conversan de un objeto preciso, nos informan más sobreellos mismos que sobre ese objeto.

Bajo e l mismo s igno de pensamiento hablado , de pensa-miento confiado, de pensamiento cuchicheado, hay que ano-tar la verdadera logorrea de ciertos alquimistas. Frecuente-mente se ha observado que los a lquimistas daban a un mismoprincipio numerosos nombres y muy diferentes. No obs-

( ! ) S in nom bre de ancor: Tríomphe hermétique. . . Loe. cit., pá-g i n a 1 4 4 .

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tante, no parece haberse advertido el sentido psicológico deesas multiplicaciones verbales. Se las ha interpretado comosimples recursos para mantener en reserva los secretos y los

misterios. Pero el misterio hubiera sido suficientemente con-servado mediante los nombres cabal ís t icos que abundan:Creemos que se trata de algo que es más que un misterio,es un pudor. De ahí la necesidad de compensar un géneropor el otro. Así la materia mito-hermética a veces tomanombre de mujer, a veces de hombre. Es Adán y es Eva.Un espíri tu moderno no acierta a comprender estas varia-c iones . Uno queda confundido , por e jemplo , cuando reco-rre la l ista de los nombres que los fi lósofos herméticos die-

ron a su materia. Para esta "materia de las materias", paraesta "piedra no piedra", para esta "madre del oro", para"este esperma no piedra", he contado 602 nombres, y conseguridad he olvidado algunos. 602 nombres para uno yel mismo objeto ¡he ahí lo suficiente para mostrar que ese"objeto" es una i lusión! Hace fal ta t iempo, hace fal ta cari -ño, para cubrir a un solo ser de una adoración tan elocuen-te. Es de noche, cuando el alquimista sueña al lado de su

hornil lo, cuando el objeto no es sino deseo y esperanza,cuando las metáforas se reúnen. Así la madre, al mecer a suniño, lo colma con mil nombres. Sólo el amante puede darseiscientos nombres al ser amado. Sólo un amante puedeaportar tanto narcisismo en las protestas de su amor. Sincesar el alquimista repite: mi oro es más que el oro, mi mer-curio es más que el mercurio, mi piedra es más que la pie-dra, como el enamorado pretende que su amor es el másgrande que jamás haya habi tado en un corazón humano.

Quizá se nos objetará que esta logorrea fluye sobre elobjeto sin definirlo, y se nos recordarán algunas experien-cias precisas que pueden reconocerse bajo los ropajes verba-les. Así proceden sistemáticamente los historiadores de laquímica. La interpretación realista, posit iva, empírica lesparece que otorga una solidez innegable a ciertos conoci-mientos alquimistas. Por otra parte, parece que el esfuerzoli terario nos ha habituado a las imágenes gratuitas, a las

imágenes pasajeras, a las imágenes que, sin ceñirse a lascosas, se l imitan a traducir matices fugit ivos. Personalmen-

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te, nos colocamos en una posición intermedia, entre loshistoriadores y los poeta?: menos seguros que los historia-dores respecto de la base realista de las experiencias alqui-

mistas; somos en cambio más realistas que los poetas, perocon la condición de buscar la realidad en la dirección de unconcreto psicológico.

En efecto, según nuestro punto de vista , las metáforasllevan siempre el signo del inconsciente: son sueños cuyacausa ocasional es un objeto. Así, cuando el signo metafó-rico es el mismo signo de los deseos sexuales, estimamosque deben interpretarse las palabras en el sentido fuerte, en

el sentido pleno, como una descarga del libido. Si se va alfondo de las a lmas, s i se vuelve a contemplar a l hombreen su largo t rabajo, en su t rabajo fáci l en cuanto se le hadominado, en el gesto mismo de un esfuerzo bien condu-cido, debemos recordar que su pensamiento soñaba y quelos cantos de su voz t raducían su caricia . En todo t rabajom o n ó t o n o — y t o d o t r a b a j o a p re n d id o es m o n ó t o n o — e lhomo faber no hace geometría, hace versos. En nuestra opi-nión cuando, en otros t iempos, el viñador casaba la Vid y

el Olmillo, recibía las felicitaciones del Sátiro.Y es D 'A n nu n z i o qu ien can ta

Viva delVolmoE della vite

L'almo fecondoSostenitor!

(II Fuoco.)

V I

Se dirá también que todas las metáforas están gastadasy que el espíri tu moderno, a través de la movilidad mismade las metáforas, ha triunfado sobre las seducciones afecti-

vas que ya no traban el conocimiento de los objetos. Noobstante, si se quisiera examinar bien lo que ocurre en unespíri tu en formación, frente a una experiencia nueva, no

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dejaría de sorprender encontrar , de primera intención, pen-samientos sexuales. Así es muy sintomático que una reac-ción química, en la que entran en juego dos cuerpos dife-

rentes, sea de inmediato sexualizada, a veces de una ma-nera apenas atenuada, mediante la determinación de unode esos cuerpos como act ivo y del otro como pasivo. Alenseñar química, he podido comprobar que, en la reaccióndel ácido y de la base, la casi totalidad de los alumnosatribuía el papel activo al ácido y el papel pasivo a la base.Hurgando un poco en el inconsciente , no se tarda en advert i rque la base es femenina y el ácido masculino. El hecho que

el producto sea una sal neutra no deja de tener cierto ecopsicoanal í t ico. Boerhaave habla todavía de sales hermafro-ditas. Tales ideas son verdaderos obstáculos. Por eso lanoción de sales básicas es una noción más difícil de haceradmitir, en la enseñanza elemental , que la noción de salesácidas. El ácido ha recibido un privilegio de explicaciónpor el mero hecho de haber sido considerado activo respectode la base.

He aquí un texto del s iglo XVII que puede conducir alas mismas conclusiones: "El ácido fermenta con el álcali ,puesto que una vez enganchada su pequeña punta , en algu-nos de sus poros, y no habiendo aún perdido su movi-m ien to, se esfue rza en ir hacia adelante. D e esta m ane ra,ensancha las partes, de modo que el poco de ácido, que seencuentra en el álcali , no encontrándose ya tan ajustado,se une con su l ibertador, para sacudir en común el yugoque la naturaleza le había impuesto". Un espír i tu c ient í -

fico, sea de formación racionalista o de formación expe-rimental, sea geóm etra o qu ím ico, n o en co ntr ará en estapágina ningún motivo de reflexión, ninguna cuest ión consent ido, ningún esquema descript ivo. Ni puede hacer sucrítica, tan lejos están la explicación figurada y la expe-riencia química. En cambio, un psicoanalista discernirá sinesfuerzos el centro mismo de la convicción.

Si se supieran provocar las confidencias respecto del es-tado de alma que acompaña a los esfuerzos de co iocimientcobjetivo, se encontrarían seguramente rastros de esta sim-pat ía totalmente sexual hacia c iertos fenómenos química ' .

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Así Jules Renard t ranscribe, en su Journal (I , p . 66) lafantasía siguiente, evidentemente l igada a recuerdos esco-lares: "Hacer un idil io con el amor de dos metales. Se lesve al principio fríos e inertes entre los dedos del profesormediador, luego, bajo la acción del fuego, se les ve mez-clarse, impregnarse uno del otro e identificarse en una fu-sión tan absoluta , como jamás la real izarían los amoresmás salvajes. Uno de ellos ya cede, se l iquida por uno desus extremos, se resuelve en gotas blancuzcas y crepitan-tes . . ." . Para un psicoanal is ta páginas como éstas son muyclaras. No lo son tanto para una interpretación real is ta . Es

en efecto muy dif íc i l determinar la realidad que ha vistoJules Renard. En la enseñanza elemental no se realizan alea-ciones de metales ni los metales ceden tan fácilmente, l icuán-dose por uno de sus extremos. En este caso pues, el caminode la interpretación objetiva está clausurado, mientras es elcamino de la interpretación psicoanalí t ica el que está abiertode par en par. Y no deja de ser picante ver a un ironistaocul tar tan inhábi lmente sus deseos y sus hábi tos de co-legial.

V II

Pero el a lquimista no es un colegial . Tampoco es unjoven. Por lo común, e l a lquimista es e l hombre viejo , esel Anciano. De ahí que el tema del re juvenecimiento sea unode los temas de la alquimia. Las teorías mercanti les de laalquimia predisponen, en éste como en otros aspectos, afalsas interpretaciones. Sin duda, se encontrarán alquimis-tas que venden agua de juvencia, y se encontrarán príncipesricos y viejos para adquiri r la . Pero ¡qué es e l d inero frentea la juventud! Y lo que sostiene a la paciencia durante laslargas veladas, durante las prolongadas cocciones, lo que per-mite sobrel levar las pérdidas de fortuna, es la esperanzade rejuvenecer, es la esperanza de encontrarse de pronto

con la gracia en la frente y el ardor en la mirada. El centrode perspect iva para comprender la a lquimia, es la psicolo-gía de los c incuenta años, es la psicología del hombre que,

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por primera vez, s iente amenazado un valor sexual . Paraahuyentar esa sombra, para borrar esa mala señal , para de-fender e l valor supremo ¿quién regateará esfuerzos? Hay

que interpretar las ocupaciones en función de las preocupa-ciones si se desea en verdad apreciar su sentido íntimo y real.En cuanto se ha adquirido la convicción plena que el al-quim ista es siempre u n h om br e de cincuenta a ños, las in-terpretaciones subjet ivas y psicoanal í t icas que proponemosse tornan muy claras.

Las sustancias alquimistas, que han de hacer retroceder alt iempo son, por eso mismo, fuertemente temporal izadas.

Cuando se trata de saber cuál es la mejor época para las"bodas alquimistas", se vaci la entre la primavera y el o toño,entre e l germen y el fruto . ¡Querría poderse total izar lasdos estaciones, adicionar, en el mismo elixir, la primaveray el otoño, la juventud y la edad madura! Y es esto, preci-samente, lo que realiza la esmeralda de los filósofos. Estaagua de juvencía, "es el rocío de los meses de marzo y de se-tiembre, que es verde y resplandeciente; el del otoño está máscocido que el de primavera, en la medida en que participa

del calor del verano más que del frío del invierno; y espor esto que aquel los que lo usan l laman macho al delo to ño , y hem bra al de la p r im avera " ( x ) .

¡Cuán poco hace falta y cuán pocas razones son necesa-rias para sostener e l principio del re juvenecimiento! La mí-nima causa ocasional despierta en nosotros el deseo de re-juvenecer; forta lecido por esta voluntad ocul ta , convert i -mos el pretexto objetivo en causa eficiente. Charas escribe

en 1669 en su t ra tado de la Víbora, t ra tado en el cual , porlo demás, da pruebas de cabales cualidades de observador(p. 7): "Las víboras cambian su piel todas las primaveras,y hasta a veces en otoño; cosa que hizo creer con razón,que el las poseen una vir tud apropiada para renovar y con-servar las fuerzas de aquellos que las uti l izan como preser-va t ivo o como remedio" . Y más ade lan te (p . 135) : "Seatr ibuye también, y con razón, una vir tud renovadora a laví bo ra . . . capaz de rejuvenecer, que se com prue ba tácita-

(!) Dictionna ire herm étique. . . Loe. cit., p. 53.,

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mente, al despojarse dos veces al año de su piel, que serenueva por s í misma, apareciendo recubierta por una nuevapiel . Esto, agregado a las partes suti les de las que la víbora

se compone y a su mirada viva e intrépida, atestigua quees explicable que los antiguos le atribuyeran el poder deaclarar y fort ificar la vista." Se ve claramente que todo elraciocinio se reduce a interiorizar y a multiplicar el fenó-meno de la muda, a hacer de ésta una virtud esencial yviviente, ligada no sólo a todo el ser, sino a todas sus fi-bras, a toda su materia. El inconsciente que quiere reju-venecer no pide más.

V I I I

Pero el poder animista asume todo su valor cuando seconcibe en un plano universal, que une el cielo y la tierra.La t ierra se presenta entonces no solamente como nutricia,ta l como lo hemos expuesto en el mito de la digest ión,sino también como una madre que engendra a todos los

seres. Reuniremos algunos textos del período precient í f icoque ponen de manifiesto con qué facil idad esta tesis acu-mula las fantasías menos objet ivas.

Para Fabre ( x ) : "Todo t rabaja para la t ierra , y la t ierrapara sus hijos, como madre que es de todas las cosas; hastaparece que el espíri tu general del mundo prefiera la t ierraa cualquier otro elemento; tanto que desciende de los másaltos cielos donde está su asiento y su trono real , entre sus

palacios azulados, dorados, esmaltados con una infinidadde d iamantes y de rub íes , para habi ta r en los más profun-dos calabozos, y oscuras y húmedas cavernas de la t ierra;para adoptar en ellos el cuerpo del más vil y despreciablede todos los cuerpos que se producen en el Universo, quees la sal de la parte más grasa con la cual se ha formadola tierra." La generación es así una conciliación de los va-lores superiores e inferiores, del bien y del mal, del amory del pecado. Dicho de otra manera, la generación es una

( I ) F A B R E : Loe. cit., p . 8 0 .

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valorización de valores inferiores. Fabre no ve en esto me-táfora alguna. Aquello que viene de lo alto, es en verdaduna materia que bastaría recoger para tener la medicina uni-

versal. Hay que tomarla en cuanto brota , en su nacimiento,en su origen, siguiendo consejos que pueden volverse a en-contrar bajo la pluma de psicólogos modernos, cuando des-arrollan sus dit irambos sobre la intuición fresca, sobre laintuición naciente. Pero en el médico del siglo XVII, aque-l lo que comienza es lo que engendra; aquello que engendraes la materia que realiza el poder. Esta materia celeste (pá-gina 12 0) : "h ay qu e tom arla en el ins tan te en que des-

ciende del cíelo, cuando suave y amorosamente besa los la-bios de los mixtos y compuestos naturales, y que su amormaternal hacia sus hijos le hace brotar lágrimas más clarasy bri l lantes que las perlas y los topacios, que no son sinoluces revestidas y cubiertas por una noche húmeda". Se vepor lo demás el alcance de este materialismo sexual queconcreta las emociones primaverales, que recoge el rocío dela mañana como la esencia de las Bodas del Cielo y de laT i e r r a .

También el Mar se considera frecuentemente como unamatriz universal . Nicolás de Locques (*) dice que él for-ma "una hum/edad acuosa nutricia y una sustancia saladaespermática engendradora" y, con una imagen más precisay m ás s in tomát ica aún (p . 3 9 ) : "A sí com o la m ujer enla época de su concepción, o de la corrupción de la simiente,ve y siente que sus colores se alteran, que pierde el apetito,y que su temperamento se perturba, e tc . , así también el mar

se torna tormentoso, agi tado, en las tempestades cuandoproduce esa sal hacia el exterior para la concepción de lo quee n g e n d ra " .

El acto generador es una idea tan explicativa como ob-sesionante, en otras palabras, aunque esté cargada con todaslas locuras del inconsciente, la idea fija es una idea clara.E l Cos m op olita se expres a así (p. 10 ) : "A sí co m o el es-perma del hombre t iene su centro o receptáculo conveniente

en los ríñones; así mismo los cuatro elementos, mediante

( ! ) D e L o c q u e s : Les Rud iments. . . Loe. cit., t . I I , p . 1 7 .

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ufi m ov im ien to incansable y pe rp etu o. . . lan za n su es-perma hacia el centro de la t ierra donde es digerido, y me-d ia n te el m o v i m i e n t o a r r o j a d o al e x t e r i o r . . . " ( p . 1 1 ) .

"Como e l hombre lanza su s imiente en la mat r iz de la mu-jer , en la que nada queda de simiente; pero en cuanto lamatriz ha tomado la porción debida, arroja e l resto al exte-rior; así m ism o, en cu an to él llega ha sta el cen tro de lat ierra , la fuerza magnét ica o imant ina de la parte de algúnsit io atrae lo que le conviene para engendrar algo, y el restolo expulsa al exterior para convert i r lo en piedras y otrosexcrementos ."

En todos estos ejemplos puede verse también la influen-cia de la valorización en el hecho que los valores opuestos,lo bueno y lo malo, lo puro y lo impuro, lo suave y lopodrido están en lucha. Entonces la idea directora es quela generación ha nacido de la corrupción. El alquimista, deacuerdo a su manera de expresarse, va a buscar la materiapreciosa en el "vientre de la corrupción" como el minero vaa buscarla en el vientre impuro de la t ierra. Es necesarioque los gérmenes l leguen a podrir, a la putrefacción para

que se produzca la acción formativa en el seno de una madreo en el seno de la t ierra. Esta valorización anti tét ica es muysintomática. Puede reconocerse en otros motivos dist intosal de la generación. Así la pesti lencia prepara al perfume.El pasaje a través del color negro y del olor pesti lente prue-ba al art ista que está en el buen camino; los malos oloressubterráneos prueban al minero que está a lcanzando lasregiones a la vez pútridas y generadoras de la t ierra.

Los remedios que t ienen mal sabor y mal olor pasan porser los mejores. Lo que es amargo al gusto es bueno parael cuerpo. Puede decirse que todo el pensamiento precien-t í f ico se desarrol la en la dialéct ica fundamental del mani-queísmo.

I X

Pero todo este vago sexual ismo, más o menos bien t ra-jeado de poesía tradicional, se precisará si tomamos textosalgo más recientes. Creemos que ha de ser muy instructivo,

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considerar especialmente textos relativos a la ciencia eléc-trica del siglo XVIII. Se confirmará entonces aquella ideapor la cual toda ciencia objetiva naciente pasa por la fase

sexuoslizada, Como la electricidad es un principio misterio-so, cabe preguntarse si no es un principio sexual. De ahílas experiencias sobre los Eunucos. Sublata causa, toll i tureffectus. H e aquí la opin ión del prud ente V an Sw inden ( J ) :"Algunas personas afi rman que no podría hacerse pasar e lchoque electrizante a través de un Eunuco, y que el círculode conmoción se interrumpe si a lgún Eunuco forma partede él; puedo afirmar que tal cosa no ocurre para los perrosy para los capones (Van Swinden remite a una opinión

semejante de Herbert ) pero no he aún tenido ocasión dehacer tales experimentos con los hombres". Recuerda enseguida que esas experiencias han sido hechas por Sigaudde la Fond, un experimentador importante , cuyos l ibrostuvieron gran celebridad. "Sigaud de la Fond ha realizadoesta experiencia sobre tres músicos de la capilla del Rey deFrancia, cuyo estado no era en absoluto dudoso. Esas per-sonas sintieron la conmoción y no la interceptaron en nin-

gún lugar de la cadena, que estaba compuesta por veintepersonas. Hasta parecieron más sensibles que algunas de lasotras personas que la experimentaron con ellos: pero esmuy posible que tal exceso de sensibil idad no provinieras ino de su so rp resa . . . " As í , aun cuando l a i nú t i l h ipó -tesis está destruida, se quiere todavía legit imar la influen-cia de la sexualidad sobre los principios eléctricos. Los Eu-nucos no son insensibles a la conmoción como lo postu-laba el inconsciente sexualizado. La conclusión es inmedia-

tamente contrabalanceada: entonces son más sensibles quelos demás. En vano Sigaud de la Fond buscará razones psi-cológicas a esta hipersensibil idad: Los eunucos están ex-puestos a la sorpresa, sin duda son más refractarios a laadvertencia de que no han de correr ningún riesgo al de-jarse electrizar. Por otra parte el clima de esta hermosasesión de experimentación es fácil de imaginar. Los espec-tadores planteaban al laboratorio preguntas sugeridas por

( i ) V A N S W I ND E N : Loe. cit., t . I I , p . 1 2 8 .

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el inconsciente. En ella repetían el beso eléctrico ( J ) : dos"experimentadores" subidos sobre el taburete a is lado cerra-ban la cadena con los labios. En el momento de la descarga

de la botella de Leíden, la electricidad valorizaba al besohaciéndolo picante y ardiente. Recíprocamente, el beso va-lorizaba a la ciencia eléctrica.

La electricidad tiene un poder menos superficial. El serioabate Bertholon prodiga sus consejos técnicos ( 2 ) : "A dosesposos que no habían podido tener hijos desde hacía másde diez años, la electricidad reanimó sus esperanzas. Encuanto tuvieron conocimiento de la eficacia del medio que

propongo, hicieron aislar su lecho. Un alambre de comuni-cación, pero aislado, atravesaba el tabique que separaba sudepartamento de una pieza vecina, donde estaba ubicada lamáquina eléctr ica . . . A los doce o quince días de electr iza-ción, la mujer concibió, y dió a luz un niño que goza ac-tualmente de buena salud: es un hecho úl t imamente noto-rio. . . Le C am us de la Academia de L yo n , conoció a unjoven voluptuoso, quien, con el objeto de realizar sus pro-pósitos, se hizo electrizar mediante chispas, de una maneraespecial , y por la tarde tuvo motivos para quedar muy sa-t isfecho por su experiencia. Bonnefoi relata que Boze, pro-fesor en Wit temberg, que no había podido tener hi jos a lcabo de veinte años de matrimonio, se hizo electrizar consu mujer, hecho al que siguió un acontecimiento feliz. Ma-zars ha observado muchas veces que la electricidad ha triun-fado sobre defec tos de v i r i l idad" . Natura lmente podr íancitarse innumerables ejemplos en los que la electricidad fué

usada para la curación de las enfermedades venéreas, sinque, claro es, ninguna estadística precisa haya legitimadoeste método. La electricidad goza de un prejuicio favorable.Es tanto más sexualizada, cuanto más misteriosa es. Sumisterio la torna sexualmente eficaz.

Un experimentador ci tado con frecuencia , Jal labert , aso-

( ! ) V / H E W E L L : History of the inductiue sciences, 3 vo l . , L ondres ,

1857 , t . I I I , p . 11 .( 2 ) B E R T H O L O N : De l'éléctricité du corps hum ain. . . Loe. cit.,

t. I , p . 5 1 4 .

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cía las intuiciones sustancialistas y sexualistas 0 ) . Segúnél, si saltan fuertes chispas de los cuerpos animados es "por-que ellos abundan en partes aceitosas, sulfurosas y en con-

secuencia inflamables". Recuerda que "el onlentum y lasangre, la bilis, etc., encierran una gran cantidad de ellas. . .la orina desti lada después de haber fermentado, y diversasotras materias animales proporcionan fósforos muy act i -v os . . . " Jalla be rt ve en esto un a explicación fácil del he-cho que "las personas de diferentes edades y temperamentosn o producen chispas igualmente fuertes" (p . 2 9 0 ) y al l le-var más le jos sus conjeturas realizando con toda la inten-sidad del vocablo las metáforas del ardor, vincula los fenó-

menos eléctricos con "la diferencia de vigor entre las per-sonas castas y aquellas que se abandonan sin moderacióna los placeres".

Según La Cépede 0 ) "el flúid o eléctrico es para los ve-getales lo que es el amor para los seres sensibles; sin em-bargo con esta diferencia: que para las plantas no es sinola causa de una existencia tranquila y plácida". En ese librode electricidad, sigue una página para mostrar que el amor

es, en el hombre, "una fuente de desgracias y de penas".Vuelve luego a los vegetales que "crecen y se multiplicansin celos y sin penas". El flúido eléctrico es tan sano, tanvivificador para los vegetales que "ellos no se inquietanpor el temor de las tormentas: la tonante naturaleza noes para ellos sino una tierna madre que viene a satisfacersus necesidades; y si alguna vez los árboles más elevadosencuentran su perdición en lo que es el mayor de los bienespara los vegetales más humildes, ejemplo, en cierto modo,de una abnegación muy rara entre nosotros, se diría queellos ofrecen su copa al rayo que ha de golpearlos, tratandoasí de poner a cubierto de sus golpes a las tiernas plantas,a los jóvenes arbustos que crecen a la sombra de sus ramas".Numerosas páginas expl ican "racionalmente" esta grandiosa

( ! ) J A L L A B E R T , P r o f e s s e u r e n P h i l o s o p h i e e x p é r i m e n t a l e et en M a -thémat iques , des Sociétés royales de Londres et de Montpel l i er , e t de

l ' A cadémi e de l ' Ins t i tu t de B o l ogne , Experiences su r ¡'électricité auecquelques conjectures su r la cause de ses effets, P a r í s , 1 7 4 9 , p . 2 8 8 ,( 2 ) L A C É P É D E - . Essai sur Vélectricité. . . Loe. cit., t. II, p . 1 6 0 .

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intuición y esta t ierna simpatía. "¿Por qué medios secretosel flúido eléctrico da a los vegetales la fuerza de elevarse yextenderse y es, en cierto aspecto, necesario para su repro-ducción?" Este medio, es la savia. Es la l luvia primaveralcargada de rayos. ¿Por qué entonces el hombre no regaráa su jardín con agua electrizada? Y he aquí la experiencia,recordada sin cesar durante el s iglo XVIII , de dos mirtosde Edinburgh que, e lectr izados en octubre de 1746, se cu-brieron de botones.

Quizá ta les "armonías" se toleraran en un Bernardin deSaint Pierre. Se disculparán por su juego l i terario. Peroson más dif íc i les de aceptar bajo la pluma de un autor que

no t iene sino pretensiones científicas. Nos confirman en laidea que una fi losofía animista es más fácilmente admisibleen su inspiración general que en sus pruebas particulares,más en sus visiones de conjunto que en sus visiones pre-cisas, más en su vértice que en su base. Mas entonces ¿quéha de pensarse de una fi losofía semejante y dónde ha deverse la razón de su éxito? Una fi losofía no es coherentepor su objeto; no t iene por cohesión sino la comunidad

de los va lores a fectivo s del a ut or y del" lector.

X

Trataremos ahora de condensar todas nuestras observa-ciones que t ienden a fi jar un psicoanálisis del conocimientoobjet ivo, mostrando el enorme valor que se condensa en la

noción de germen, de simiente, de grano, noción que seemplea como sinónimo de sustancia supervalorizada fueradel estricto dominio de la vida, siguiendo siempre la inspi-ración animista . Veamos ante todo las valorizaciones gra-tuitas, sin pruebas, las valorizaciones netamente a priori.

Al germen se le atribuyen la intensidad, la concentra-ción, la pureza ( x ) . Charas da, como valor entendido, s inel menor comentario , " la s imiente es la parte más pura y

( l ) C H A R A S : Suite des nouvelles expériences sur la Vtpere, Par í s ,1 6 7 2 , p . 2 3 3 .

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la más elaborada que el animal puede producir, viene acom-pañada también por muchos esp í r i tus" .

Más de un siglo después (*), igual valorización impli-

cada en una verdadera transmutación general de valores sus-tanciales. "La simiente del hombre ¿no está compuesta dela parte más suti l de los alimentos que, digeridos y perfec-cionados por la últ ima cocción que se ha hecho con ellos,se dist r ibuyen por todas las partes del cuerpo? Ahora bien,el al imento que proporciona esta simiente ¿no se extrae dela simiente universal, dispersa en las regiones superiores, quees luego arrojada al seno de la tierra, donde es cocida y

digerida, y de ahí dist r ibuida a todos los mixtos para suconservación? De manera pues que esta simiente se encuen-tra en todos los minerales, vegetales y animales, de las cua-les el hombre extrae su alimento y sus medicamentos, parael sostenimiento de su vida, la simiente del hombre emanapues de la simiente universal". Se reconoce aquí una pans-permia muy sustancial que valoriza a la vida humana con-virt iendo a la simiente humana en una quintaesencia de lasimiente universal . Precisamente, Guy de Chauliac dice que

la simiente "perfeccionada en un aparato de estructura ad-m irable . . . se ha conv ert ido en un el ixir de los más p re-ciosos". Una teoría semejante s i rve de fundamento a lasdesviaciones sexuales de las que se encontrarán numerososejemplos en la obra de Havelock Ellis.

Está tan profundamente integrado el valor en la s imienteque se cree fácilmente, como lo dice .un au tor anónimo queescribe en 1742 ( 2 ), que "las más pequeñas simientes son

las más vivaces, las más fecundas, y hasta las que producenlas mayores cosas". He aquí nuevamente la unión valori-zada de lo pequeño con lo precioso.

El germen es lo que hay de más natural, de menos mo-dificable. Ha de tratarse lo más naturalmente posible. Elabate Poncelet vincula toda su teoría agrícola a esta intuí-

( 1 ) R o y d e s j o n c a d e s : Loe. cit., t. I, p. 1 2 1 .

( 2 ) S i n nom bre de au tor : Nouoeau Traite de Physique. . . Loe. cit.,

t . I , p . 1 3 0 .

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ción básica O). "Creo que los deseos de la Naturaleza, enla reproducción de los vegetales, son los de depositar losnuevos gérmenes en la t ierra en cuanto se han formado;

demorar esta operación, quizá la más esencial de todas (re -cogiendo y entrojando el t r igo), es exponer a enervar losgérmenes por insospechadas enfermedades; es empobrecer lasustancia lechosa en la que ellos, por así decir, nadan, yque les ha de servir de primer alimento". He aquí entoncesel corolario agrícola de esta fi losofía vital ista. "Puesto quelos gérmenes, desde el instante inicial de su formación, tien-den incesantemente a desarrollarse, nunca será demasiado

pro n to pa ra depos it a rlo s en una m a t r i z co n ve n i en te . . . Deahí que la época de la siembra no ha de estar muy alejadade la época de la cosecha". Para esta fi losofía natural , laTierra es preferible al granero.

La acción del germen se remite frecuentemente a un prin-cipio más interno. Los granos son dist intos pero el prin-cipio es uno. Las intuiciones sustancialistas y animistas re-un idas realizan esta unidad. Así Crosset de la Heaumerie

escribe (2

) . "Nadie por poco i lust rado que sea, ignora quela verdadera simiente de la cosa no es ni el grano ni elesperma, sino la materia esencial y constitutiva de seme-jante ser, vale decir una cierta mezcla del elemento sutil endeterminadas y precisas proporciones, que hacen que unacosa sea tal y que tenga ciertas propiedades: que esta esenciaseminal está envuelta por otros elementos groseros que laretienen a fin de que no se evapore debido a su suti l idad".Se reconoce en toda su claridad el mito de la interioriza-ción. El espíri tu seminal aparece así como una verdaderarealidad. Nicolás de Locques escribe ( 3 ) : " E l esp íritu se-minal es el arquitecto de las formas esenciales. . . , las salesvolátiles lo son de las accidentales; el primero nos pareceque emana ba jo la forma de un vapor , humo o exhalac iónimperceptible; el segundo bajo la forma de todas las cosas

( ! ) P O N C E L E T : Loe. cit., p. 5 .

(2 ) CROSSET DE LA HEA UM ERIE: Loe. cit., p , 8 4 . •

( 3 ) D E L OC QU E S: Les Rud iments. . . Loe. cit., p . 4 8 .

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volát i les que se meteorizan bajo la forma de un vapor másgrueso, húmedo o seco".

Se comprende por lo demás que el germen, si no el amor,

sea más fuerte que la muerte. Qué seducción ejercen actual-mente las tesis —siempre imprecisas-— que hablan de laeternidad del germen como opuesta a la caducidad del soma.Robinet traducía su vital ismo en una forma susceptible deconciliar sus creencias religiosas "no resucitaremos, decía,s in o en estado de germ en" ( J ) .

Todo lo que brota part ic ipa de la naturaleza del germeno de la simiente. P ar a un au to r que escribe en 17 42 ( 2 ) :

"Los botones de los árboles dif ieren poco de sus s imientes".Buena prueba de que el germen no es sino el sujeto delverbo germinar. Más general aún, el germen es un sustan-tivo que corresponde al realismo del crecimiento.

El crecimiento es, por así decirlo, visto desde el interior,más que examinado en sus fenómenos, en sus modificacio-nes estructurales. Así mismo, es muy sintomático que, enla biología precientífica, el germén sea más una fuerza queuna forma, más una potencia que una est ructura . Esta ca-

rencia de objetividad discursiva es el origen de creenciasmuy curiosas de las que daremos algunos ejemplos.

El caballero Digby pretende extraer jugos vitales de losanimales machacados y molidos. Desti la cangrejos; el restoes calcinado, disuelto, y fi l trado. Medíante el producto des-t i lado vuelve a obtenerse la sal; esta cohobación no tardaen pro du cir "cangrejos grandes com o granos de m ijo " ( 3 ) .

El abate de Val lemont , en un l ibro muy célebre, habla

de un agua generat iva. "Entre el agua común, hay otraque l l amo Germinativa para las Plantas, Congelativa paralos minerales, y Generativa para los animales, sin la cualnada podr ía dec i r : yo soy" .

Pero esta intuición germinativa se precisa y pretende darlugar a aplicaciones úti les. El abate de Vallemont hace her-

( ! ) R O B I N E T : Loe. cit., t . I , p. 57 .

( 2 ) S i n nombre de au tor : Nouveau Traite de Physique. . . Loe.cit., t. I I , p . 14 5 .

( 3 ) D E V A L L E M O N T : Curios itez de ta Na ture. . . Loe. cit., p . 2 9 7 .

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vir una fanega de trigo en cinco baldes de agua. Da luegoel trigo a las Gall inas para que nada se pierda, aunque loprecioso es el agua de la maceración. Este agua es adecuada

para excitar la germinación de cualquier otro grano así co-mo el crecimiento de la planta que sea. "Una pinta d-este agua al pie de cada árbol joven es un verdadero regaloque produce maravi l las . Y tampoco dañaría a los viejos.Una viña se alegraría mucho, y devolvería centupl icado elfavor durante la época de la Vendimia". El abate de Va-llemont está tan convencido que la germinación está con-densada en su agua, que propone agregar directamente elabono, el sali tre y el purín, al agua empanada.

No sólo las plantas se benefician con el poder de estaagua germinat iva (p . 68) . "Los Animales no harán s inocrecer y embellecer, si se moja su salvado, si se humedecesu gran o con el l íqu ido de la m ult ipl icación ", (p . 6 9 ) ."Conozco por experiencia que un caballo, en cuya avenase ha puesto un poco de este l íquido, ha proporcionadoservicios que no pueden imaginarse. Nada hay que no cruce,ni mal pa so del que n o salga. . . L as vacas ind em niz an ,

mediante una extraordinaria abundancia de leche, los gastosque ocasiona este l íquido. Las gall inas pagan en huevos.T o d o se m ult ip l ica . . . T o d o está vivo, a lerta" y el abatede Val lemont agrega, descubriendo la naturaleza de su con-vicción inconsciente: todo es gallardía en el corral.

No es ésta una intuición aislada. Cuarenta años después,en 1747, e l abate Rousseau, "antes Capuchino y médico deSu M ajestad"* pretende que en una infu sió n de aguardiente

de t r igo los granos germinarán "mucho más vigorosamentepuesto que este Aguardiente que contiene la esencia vege-tativa de los granos con los cuales ha sido hecho, al estarembebida por este grano, su fecundidad se fort ifica y me-d ian te su fe rmento imprime un movimiento más ráp ido a lgrano que impregna, así como la levadura que levaji ta ao t ras masas" . Sin embargo no hay que poner demasiadoalcohol, agrega, pues los granos se "desanimarían". Se ad-vierte que ha hecho experiencias que resultaron negativas:el grano adobado en un alcohol demasiado concentrado noha brotado. Mientras que las experiencias positivas d e n u n -

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ciadas por «laceraciones indiferentes, sin efecto, han sidoafectadas por un coeficiente de valorización animista. El

abate Rousseau continúa elevando su intuición hasta elrango de los principios dominantes ( x ). "Es sobre esta re-gla que los Filósofos hablan de sus imbibiciones para lograrla resurrección y la reanimación de las cabezas muertas quequieren volati l izar; les devuelven poco a poco los espíri tuso las a lmas que habían separado mediante una afusión co-piosa y dominante". Así (p . 70) "el aguardiente encierraen sí un principio de fecundidad; cualquier desarreglo quemuestre del aspecto de las Plantas de donde se ha ex t ra ído" .

En todos estos ejemplos, el principio de fecundidad no tienenad a de m etafó rico. N o es u n ser abstracto, es u n extracto.Por lo demás, que el trigo esté en la tierra, que esté "com-primido y molido como harina, y revuel to y mezclado enla masa, disuelto en la cuba del cervecero" ¡qué importa!Plantado, comido, bebido es s iempre el mismo principio defecundidad que renueva a la planta y al hombre. Ubi virusibi ot'rtus. El poder seminal es el poder supremo; es el que

totaliza y resume todas las acciones, todas las potencias."Siem pre he creído — dice el abate Rousseau (p . 7 ) — quela fuerza Física reside en el principio esencial y seminal decada ser ." E>e un a m anera más precisa (p . 1 0 ) , "D ig oque el mismo ser seminal de la Amapola, que es capaz deproducir esa planta, es también capaz de producir los efec-tos que opera en la M ed icin a". Se advierte cuán concretase mantiene esta intuición y por tanto cuán defectuosa, ycómo se aleja de la fi losofía química moderna para la cual

la extracción del opio es más bien una desindívidualiza-ción, un a desconcretización. T a l susti tución, com pletam en-te moderna del extracto por lo abstracto, está por lo de-más totalmente comprobada a través de las preparacionessintéticas part iendo de los elementos químicos.

Sobre intuiciones igualmente ingenuas se basa el l ibrode Wells , Place aux Géants; debajo de la cháchara científica,se encontrarían sin dificultad las convicciones simplistas

( ! ) AB BÉ ROUSSEAU.- Secrets et Remedes éprouvées dont les prépa-rat ions on t été fa i tes au Lo uvr e, de l 'ordre du Ro y, P arís , 1 7 4 7 , p . 69 .

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que hemos observado en el mito de la digestión y en elmi t o del germen universa l . La "t eo rí a" del crecimientosin pausa, que es la idea directora de Wells, ya está visible

en la práctica quim érica del abate de V alle m on t. P ru eb acabal que la vulgarización del novelista no t iene éxito sinoapoyándose sobre un fondo de ideas cuya permanencia estámuy lejos de atest iguar su valor.

X I

Uln psicoanálisis completo del inconsciente científico de-bería emprender un estudio de los sent imientos inspiradosmás o meno s directamen te po r el l ib ido. E n part icular , ha-bría que examinar la voluntad de poder que el l ib ido ejer-ce sobre las cosas, sobre los animales. Es sin duda una des-viación de la voluntad de poder que, en toda su pleni tud,es una volu nta d de do m ina r a los hom bres. Esta desvia-ción es qu izá u n a comp ensación. E n cua lquier caso, es mu yvisible frente a las representaciones que se consideran peli-grosas. N o aportarem os sino un ejem plo que nos parecemerecer u n psicoan álisis especial. E s el caso de un or gu llovencido, de un poder ostensible, signo de una impotencialatente . Se verá a un o rgul loso tau m atu rg o cogido en sut r a mp a .

La vista de ciertos objetos, de ciertos seres vivientes, estácargada de tal masa de afectividad que es interesante sor-prender los desfallecimientos de los espíritus fuertes que se

jactan de estud iarlos. He aq uí un dive rtid o relato del abateRousseau (*) (p . 13 4) : " V a n H elm on t dice que si se poneun sapo en un recipiente bastante profundo para que no pue-da salir de él, y se le mira fijamente, ese Animal después derealizar todos los esfuerzos posibles para saltar fuera delrecipiente y huir; se vuelve, os mira fi jamente, e instantesdespués cae m ue rto . V an H elm on t atribu ye este efecto a un aidea de espanto horrible que el sapo concibe a la vista delho m br e. Esa idea deb ido a la atención asidua se excita y se

( i ) A B B É R O U S S E A U : Loe. cit., p . 1 3 4 .

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exalta hasta el punto de sofocar al animal. Yo la he repetidocuatro veces y he hal lado que Van Helmont había dichola ve rd ad . C u a n d o hice la experiencia po r tercera vez en

Egipto, un Turco que estaba presente exclamó que yo eraun santo por haber matado con mi vista una best ia que el loscreen que ha sido producida por e l Diablo. . ." . ¡Ha ahí e ltau m atu rg o en toda su gloria! M as veamos la derrota quenos permitirá apreciar la exacta ambivalencia de un corajet an m al empleado . "P ero propo niéndo m e hacer por ú l t imavez la misma cosa en Lyon. . . lejos de que muriera el sa-po, f u i yo quien estuvo po r m orir . El anim al después dehaber intentado inút i lmente sal i r , se volvió hacia mí; e hin-

chándose extraordinariamente y elevándose sobre las cuatropatas, sopló impetuosamente sin moverse de su si t io, mien-tras me miraba sin pestañear y yo veía sus ojos enrojecer einflamarse sensiblemente; me sobrecogió entonces una debi-l idad general , que de pronto me produjo un desvaneci-miento acompañado de un sudor f r ío y de un re la jamientodel esfínter y de las orinas. De manera que se me creyóm uerto . P o r lo demás no ten ía a m an o más que Ter iaca

y polvo de Víbora de los que se me administ ró una grandosis para hacerme volver en mí; y que cont inué tomandomañana y tarde durante los ocho días que me duró la debi-l ida d. N o m e es posible revelar los notables efectos de quees capaz ese terrible animal."

Esta página nos parece que ofrece un hermoso ejemplode aquella concretización del m iedo que per turba a tantas cul-tura s precíentíficas. L a valorización del po lv o de víbor a

en parte se ha hecho de mied o vencido. E l t r iu n fo contrala repugnancia y el peligro son suficientes para valorizar alob jeto . Entonces el m edicam ento es un trofeo. Puede m uybien ayudar a una represión y esta represión, materializadade alg un a m ane ra, ay ud a al inconsciente. Se llegaría debuena gana a esta doctr ina: que hay que cuidar tontamenteal tonto y que el inconsciente necesita ser descargado me-diante procedimientos groseramente materialistas, grosera-mente concretos.

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Como vemos, es e l hombre total con su pesada cargade ancestralidad y de inconsciencia, con toda su juventudconfusa y contingente, a quien habría que considerar si sequisiera apreciar los obstáculos que se oponen al conoci-m ien to objet ivo , a l conocimiento t ra nq ui lo . M as, ¡ay ! loseducadores no t rabajan en absoluto para lograr esa t ran-qu i l ida d. Desde el com ienzo no guía n a sus alum nos haciae l conocimiento de l ob je to . ¡Juzgan más que enseñan! Na-da hacen para curar la ansiedad que capta a todo el espíri tuante la necesidad de corregir su propio pensamiento y detrascender de sí mismo para encontrar la verdad objet iva.

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C A P Í T U L O X I

LOS OBSTACULOS DEL CONOCIMIENTO CUANTITATIVO

I

Un conoc imien to ob j e t i vo i nmed ia to , po r e l hecho mi smode ser cua l i tat ivo, es necesariamente fala z. A po rt a un erro rque ha de rect i f icarse. Carga fatalmente al objeto con im-presiones subjet ivas; habrá, pues , que descargar el conoci-m ien to ob j e t i vo ; ha b rá que ps i coana l iza r lo . U n conoci -mien to i nmed ia to es , en p r inc ip io , sub j e t i vo . Aprop iándose

de la rea l idad como de un b ien , p roporc iona cer t idumbresp rematu ras que t r aban , más que ayudan , a l conoc imien toob je t ivo . T a l es la conclus ión f i losóf ica que es t ima m os quepuede deducirse del conjunto de los capí tulos precedentes .Por o t r a pa r t e nos engañar í amos s i pensá ramos que un co -n o c i m i e n t o cuantitativo escapa en principio al pel igro delcono cimien to cual i t a t ivo . L a magnitud no es obje t iva au-tomát icamente y es suficiente apartarse de los objetos usualespara dar cabida a las determinaciones geométr icas más biza-r ras , a l as de terminaciones cuant i t a t ivas más fan tas iosas .Como en cier tos aspectos el objeto científico es s iempre uno b j e t o nuevo, se comprende de inmedia to que las pr imerasdeterminaciones sean casi fata lm en te inadecu adas. Son ne-cesar ios l a rgos es tudios para que un fenómeno nuevo hagaaparecer la variable conve niente. A sí , s iguie ndo la evolu-ción de las medidas eléctricas, es asombroso el carácter tardíode l os t r aba jos de Co u lo m b. T od av ía , ba s t an t e avan zado el

s iglo, se pr op on dr án vi taló m etro s , vale decir apa ratos ba sa-dos sobre una acción eléctrica sin duda i ifiportante e in-

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media ta , pero compl icados y por tan to inapropiados parael estudio objet ivo del fenómeno. Concepciones aparente-mente muy obje t ivas , d ibu jadas muy c laramente , inser tadas

en forma evidente en una geometría precisa, como la Físicacartesiana, carecen curiosamente de una doctrina de la medi-da. Cuando se leen los Príncipes, podría casi decirse que lacantidad es una cualidad de la extensión. Aun t ratándose deprofesores vigorosos y claros como Rohaul t , la expl icaciónprecient í f ica no parece engranar con una doctr ina netamentematemát ica . Es un punto que ha seña lado muy b ien Mouyen su hermoso l ibro sobre el desarro llo de la Física Carte-siana (*) : "La física cartesiana es una física matemática sin

matemática. Es una geometría concreta". Este geometrismoinmediato, que carece de un álgebra discursiva y explicativa,encuentra la manera de no ser en verdad un matematismo.

Estas observaciones se tornarán más pert inentes cuando secaracterice bien la influencia del orden de magnitud h u m a n osobre tod os nu estr os juicios de va lor . N o es necesario re-pet i r la demostración tan frecuentemente expuesta que larevolución copernicana ha puesto al hombre frente a una

nueva escala del m un do . A lo larg o de los s iglos X V I Iy XVIII , se p lan teó e l mismo problema, pero en e l o t roextremo de los fenómenos, con los descubrimientos micros-cópicos. E n la actua lidad tales ru pt ur as de escalas n o ha nhecho sin o acentuarse. M as el pro ble m a fi losófico se ha re-velado siempre el mismo: obl igar a l hombre a prescindir delas m agni tudes comun es , de sus prop ias ma gni tudes ; ob l igar-lo también a pensar las magni tudes en su relat ividad res-

pecto de los métodos de medida; en una palabra tornar c la-ramente discursivo aquel lo que se ofrece en la intuición másinmedia ta .

Pero como los obstáculos epistemológicos van por pare-jas, en el reino mismo de la cantidad veremos oponerse a laatracción de un matematismo demasiado vago, la a t racciónde un mate m at i sm o demasiado prec iso . Tr a tar em os de ca-racterizar estos dos obstáculos bajo sus formas elementales,

( 1 ) PA U L M O U Y : Le Développem ent de la Physique Cartesienne,1 6 4 6 - 1 7 1 2 , P a rís , 1 9 3 4 , p . 1 4 4 .

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mediante los ejemplos mis simples posibles, pues si quisié-ramos determinar todas las dif icul tades de información delfenómeno a través de las matemáticas, habría que escribir

to do un l ibr o. Ese l ib ro iría más allá del prob lem a de laformación inicial del espíritu científico que queremos des-cribir en esta obra.

I I

El exceso de precisión, en el reino de la cantidad, corres-ponde muy exactamente al exceso de lo pintoresco, en el

rein o de la cualidad. La precisión num érica es frecu ente-mente un motín de cifras, como lo pintoresco es, para ha-blar como Baudelaire, "un motín de detalles". Puede verseen ella uno de los signos más claros de un espíritu no cien-tífico en el instante mismo en que ese espíritu pretende laob jetivid ad científica. E n efecto, un a de las exigencias pri-mordiales del espíri tu científico, es que la precisión de unamedida debe referirse constantemente a la sensibil idad del

método de medida y que ha de tener en cuenta naturalmentelas condiciones de permanencia del objeto medido. Medirexactamente un obje to fugaz o inde terminado , medi r exac-tamente un obje to f i jo y b ien de terminado con un ins t ru-mento grosero, he ahí dos t ipos de ocupación vana que ladisciplina científica rechaza de inmediato.

En este problema de la medida, aparentemente tan pobre,puede captarse también el divorcio entre el pensamiento delrealista y el pen sam iento del científico. E l realista tom a en

seguida el obje to pa rticu lar en el hueco de la m an o. L odescribe y lo mide po r lo que posee. A go ta su m edid a ha stala úl t ima decimal , como un notario cuenta una fortuna hastael últ im o centavo. E n camb io, el científico se aproxima aeste objeto primit ivamente mal definido. Luego se apres-ta a medirlo. Discute las condiciones de su estudio; deter-mina la sensibilidad y el alcance de sus instrumentos. Fi-nalmente, más que al objeto de su medida, el científico

describe el método de medida. El objeto medido ya no essino un grado particular de la aproximación del método de

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m edida . E l científico cree m ás en el realismo de la medidaque en la realidad del ob jeto . E l ob je to puede entonces va-riar de naturaleza cuando cambia el grado de aproximación.

Pretender agotar de golpe la determinación cuant i ta t iva, esdejar escapar las relaciones de l ob je to . Cuan to más numero -sas son las re laciones del objeto con otros objetos, tanto másinstr uctiv o es su estud io. P er o en cu an to las relaciones sonnumerosas, el las están sometidas a interferencias y de pron-to la búsqueda discursiva de las aproximaciones se convierteen un a necesidad metodo lógica. En ton ces la ob jet ivid ad seafi rma como método discursivo, más acá de la medida, y nomás al lá de la medida, como intuición directa de un objeto .

Hay que reflexionar para medir y no medir para reflexionar.Si se quisiera hacer una metafísica de los métodos de medi-da, habría que dirigirse al cri t icismo y no al realismo.

Mas veamos al espíri tu precientífico precipitarse en loreal y afirmarse en precisiones excepcionales. Pueden hacerseestas observaciones ya en la experiencia pedagógica cotidiana,ya en la historia de la ciencia, ya en la práctica de ciertasciencias nacientes.

Los problemas de f ís ica del bachi l lerato proporcionaríanuna mina inagotable de ejemplos de esta precisión mal fun-dada. La mayor parte de las aplicaciones numéricas se rea-l izan con un descuido absoluto del problema de los errores.Basta una división que "no resul ta" , o un cálculo que "noda justo" para que el candidato se desoriente . Y se encarnizacon divisiones interminables, en la esperanza de un resultadoexa cto. Si se detiene cree que el m ér ito de la solución se midepor el número de decimales indicados. No reflexiona que siuna precisión en un resultado va más allá de la precisión delos datos experimentales, es exac tam ente la determ inaciónde la nada. Los decimales del cálculo no pertenecen al ob-jeto . En cuanto interf ieren dos discipl inas, como la dis-ciplina de las matemáticas y la disciplina de la física es casiseguro que los a lumnos no armonizan ambas "prec is iones" .Así, teniendo en vista la educación de las aproximacionesadecuadas, frecuentemente he dado el s iguiente problema

sencil lo: calcular con la precisión de un centímetro el radíomedio de un roble de 150 cent ímetros de ci rcunferencia . La

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gran mayoría de la clase utilizaba para el cálculo el valorestereot ipado de Jt=3,1416, que evidentemente se aleja de laprecisión posible. En el mismo orden de ideas, he mostradoen otro lugar, comentando una luminosa página de Borel ,la desarmonía de las precisiones que exigen que se pagueen París un terreno a edificar con la aproximación del cén-t imo, cuando se le mide, a lo sumo, con la aproximacióndel decímetro cuadrado y que el precio de un decímetrocuadrado afecta a la cifra de los francos. Esta práctica re-cuerda la chanza de Dulong que al referirse a un experi-mentador decía: está seguro de la tercera decimal, es sobrela primera que duda.

En el s iglo XVIII , e l exceso completamente gratui to enla precisión es la regla. Daremos solamente algunos ejem-plos para f i jar las ideas. Por e jemplo, Buffon l lega "a laconclusión que hacía 74.832 años que la Tierra se habíadesprendido del Sol debido al choque con un cometa; y quedent ro de 93 .291 años se habr ía enfr iado de ta l maneraque en ella la vida ya n o sería po sib le" ( x ). Esta predicciónultraprecisa del cálculo es tanto más chocante cuanto las

leyes físicas que le sirven de base son más vagas y particu-lares.En la Encyclopédie, en el artículo Bile, puede leerse esta

determinación precisa señalada por Hales: los cálculos he-páticos dan 648 veces su volumen de aire, los cálculos uri-narios dan 6 45 veces su volum en. H ab i tua do s com o esta-mos a considerar cuidadosamente los errores experimen-tales, en estas cifras diferentes, pero próximas, proporciona-das por una técnica bastante grosera, no veríamos el signo

de una diferencia sustancial como hace Hales, sino más bienla prueba de un a ident idad experim ental .

La preocupación por la precisión conduce también a cier-tos espíri tus a plantear problemas insignificantes. He aquídos para encuadrar e l s iglo XVIII . El Padre Mersenne pre-gunta: "Os ruego me digáis cuánto camino haría de másun hombre de seis pies de altura, si al hacer el circuito dela Tierra caminara con la cabeza en lugar de hacerlo con

( i ) CUVIER: Loe. cit., t . III , p . 169.

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los pies". Fuera de la insignificancia total de la cuestión,se advierte toda la absurdidad geométrica del problema plan-teado por el Padre Mersenne, si se piensa en el grosero cono-

cimiento del radio de la t ierra . A fines del s iglo XVIII ,B er na rd in de Saint-P 'ierre observa la vida de las moscas ( x ) .Algunas "levantan vuelo, di r igiéndose en contra del vientomediante un mecanismo más o menos semejante al de loscometas de papel , que se elevan formando un ángulo conla dirección del viento, creo, de veintidós grados y medio".Aquí evidentemente se ha tomado 22°5 por ser la mitad de45°. El escri tor ha deseado geometrizar una visión. Lanoción de obl icuidad le ha parecido demasiado vaga. Porotra parte ha estimado sin duda que la oblicuidad l isa yllana corresponde a 45°. Como se ve, todo un cálculo puerilviene en auxilio de una necesidad de precisión fuera decuestión.

La búsqueda de una falsa precisión va del brazo con labúsqueda de un a falsa sensibi lidad. M m e du Chá telet hacepasar por un pensamiento cient í f ico esta reflexión ( 2 ) :"Puesto que el fuego di la ta todos los cuerpos, puesto que

su ausencia los contrae, los cuerpos deben estar más dila-tados de día que de noche, Jas casas más al tas , los hombresmás grandes, etc. , de manera que en la naturaleza todo estáen perpetuas oscilaciones de contracción y de dilatación queconservan el movimiento y la vida en el Universo". Se ob-serva por lo demás, con qué ligereza el espíritu precientíficoasocia ideas generales con hechos particulares insignificantes.Y Mme du Chátelet prosigue, mezclando los géneros: "El

calor debe dilatar los cuerpos en el Ecuador, y contraerlosen el Polo; por eso los Lapones son pequeños y robustos yes muy probable que los animales y vegetales que viven enel Polo murieran en el Ecuador, y aquellos del Ecuador enel Polo; a menos que se les transportara a través de gra-daciones insensibles, como los cometas pasando de su afelioa su períhel ío".

(1 ) B E R N A R D IN D E SA IN T -PIE R R E : Eludes de U i Natute, 4* ed. ,

4 vo l . , Par í s , 1791 , t . I , p . 4 ,( 2 ) M M E D U C H A T E L E T : Dissertation sur la nature et la propa-

gation da feu, p . 6 8 .

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A veces se aplica el cálculo a determinaciones que no lecompeten. Así puede leerse en la Encyclopédie en el art ículoAir estas increíbles precisiones: "Está demostrado que me-

nos de 3 .000 hombres ubicados en la extensión de un arpentde t ierra, fo rm ar ían con su traspiración, en 3 4 días una at-mósfera de alrededor de 71 pies de altura que si no fueradisipada por los vientos se tornaría pesti lente en un ins-t a n t e " .

Por úl t imo no son sólo los escri tores del s iglo XVIII ,ni nuestros bachil leres quienes tropiezan con estas precisio-nes intempestivas, son ciencias íntegras que no han deter-

minado el alcance de sus conceptos y que olvidan que lasdeterminaciones numéricas en ningún caso deben sobrepasaren exacti tud a los medios de investigación. Los manualesde geografía, por ejemplo, están actualmente repletos dedatos numéricos de las cuales ni se fija la variabilidad ni elcampo de exacti tud. Un manual uti l izado en las clases decuarta en contra de alumnos de 13 años les infl ige precisio-nes como éstas: la temperatura media anual en Mentón esde 16°3. Se llega a la paradoja que la media es apreciada

hasta el décimo de grado, mientras que la mera uti l izaciónpráctica de los datos climatológicos se conforma con la apre-ciación de un grado. El mismo autor, como tantos otros,otorga una precisión exagerada al concepto de densidad depoblación, concepto que es claro y útil si se le deja la inde-terminación conveniente. Se lee en el manual incriminado:el departamento del Sena t iene una densidad de 9 .192 habi-tan tes por k i lómet ro cuadrado . Es te número fijo para un

conceptoflotante,

cuya validez en la forma exacta no es nide una hora, servirá con algunos otros del mismo tipo, a" ins t ru i r" a los a lumnos duran te unos d iez años . El l ib rode geografía de primera del mismo autor cont iene 3 .480números que t ienen casi todos el mismo valor científico.Esta sobrecarga numérica exige a los alumnos retener másde 100 números por cada clase de una hora. Hay en estoel pretexto de una pedagogía detestable que desafía al sen-tido común, pero que se desarrolla sin encontrar la menor

crítica en disciplinas que no son científicas sino por metá-fo ra .

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III

De una manera más clara y casi material podrían deter-minarse las edades diferentes de una ciencia mediante latécnica de sus inst rumentos de medida. Cada siglo t ranscu-rrido t iene su particular escala de precisión, su número dedecimales exactos, y sus instrumentos específicos. No que-remos volver sobre esta historia de los inst rumentos quehemos evocado en otro l ibro. Sólo queremos señalar ladificultad en la determinación de las condiciones básicas

de la medida. Por e jemplo, Mart ine recuerda que los pri -

meros te rmómetros e ran const ru idos con mucha imprec i -sión í 1 ) . "Hasta los de Florencia cuya graduación supe-rior se fi jaba mediante los máximos calores del Sol en esaregión, eran demasiado vagos e indeterminados." Este s im-ple ejemplo permite darse cuenta del carácter nefasto deluso d i rec to de l t e rmómetro . Como e l t e rmómetro nos hade informar sobre la temperatura ambiente , en primer tér-mino se requerirá el principio de su graduación a las indi-

caciones meteorológicas. Con esa misma intención, Halleypropuso como punto f i jo la tempera tura de lugares sub-terráneos insensibles en invierno y en verano. Esta insen-sibil idad era reconocida por el termómetro. No era direc-tamente objet iva ante la carencia de una medida inst ru-mental . Todavía en la época de Boyle, observa Mart ine,"los termómetros eran tan variables y tan indeterminadosque parecía moralmente imposible establecer por su inter-medio una medida del calor y del frío como las que tene-

mos del t iempo, de las distancias, de los pesos, etc.".Frente a una carencia semejante de técnica instrumental

no ha de asombrar la prodigiosa variedad de los primerostermómetros. Casi de inmediato aparecieron más t ipos quepara la medida de los pesos. Esta variedad es muy caracte-ríst ica de una ciencia de aficionados. Los instrumentos en

( ! ) M A R T I N E : Dissertation sur la chaleut avec les observations nou-

velles sur la construcción et la comparation des thermametres, trad. Pa-r í s , 1751 , p . 6 .

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una ciencia consti tuida como la nuestra casi de inmediatose estandardizan.

La voluntad de técnica, en nuestro t iempo, es tan clara

y tan vigilante que nos asombra la tolerancia de los pri-meros errores. Creemos que la construcción de un aparatoobjetivo va sola , no siempre advert imos el cúmulo de pre-cauciones técnicas que exige el montaje del aparato mássimple. Por e jemplo, ¿hay aparentemente algo más simpleque la preparación, bajo forma de un barómetro, de laexperiencia de Torricell i? Sin embargo, ya el l lenado deltubo exige sumo cuidado. El menor descuido a este respecto,la más pequeña burbuja de ai re que quede, determina no-tables diferencias en la al tura barométrica. El aficionadoRomas, en la pequeña ciudad de Nérac, seguía las varia-ciones diferentes de unos cincuenta aparatos. Al mismo t iem-po, se multiplicaban las observaciones para averiguar lainfluencia de las variaciones barométricas sobre diferentesenfermedades. Con esto el aparato y el objeto de la medidase revelaban al mismo t iempo mal adaptados, ambos aleja-dos de las buenas condiciones de un conocimiento objet ivo.

En el conocimiento inst rumental primit ivo, puede verseerigir e l mismo obstáculo que en el conocimiento objet ivoordinario: e l fenómeno no entrega a la medida su variablemás regular . Al contrario , a medida que los inst rumentos seaf inarán , su producto científico será mejor definido. El co-nocimiento se torna objet ivo en la medida en que se tornains t rumen ta l .

La doctrina de la sensibil idad experimental es una con-

cepción completamente moderna. Antes de emprender cual-quier experiencia, el físico ha de determinar la sensibil idadde sus aparatos. Eso no es lo que hace el espíritu precientí-fico. La marquesa du Chátelet pasó al lado de la experienciaque Joule realizó un siglo más tarde sin advertir su posi-bi l idad. Dice expl íci tamente: "Si e l movimiento produceel fuego, el agua fría, agitada violentamente, se calentará,pero esto no ocurre de manera sensible; si se calienta, lohace muy dif íc i lmente". El fenómeno que la mano no dis-

t ingue de una manera sensible hubiera sido señalado porun termómetro ordinario . La determinación del equivalente

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mecánico del calor no será sino el estudio de este difícilcalentamiento. Esta ausencia de perspicacia experimentalasombra menos cuando se considera la mezcla de intuicio-

nes de laboratorio y de intuiciones naturales. Así Voltairepregunta, como la marquesa du Chátelet , por qué los vien-tos violentos del Norte no producen calor. Como se observa,el espíri tu precientífico no t iene una doctrina clara de logrande y de lo pequeño. Mezcla lo grande con lo pequeño.De lo que más carece el espíritu precientífico, es quizá deuna doctrina de los errores experimentales.

IV

En este mismo orden de ideas, el espíri tu precientíficoabusa de las determinaciones recíprocas. Según él, todas lasvariables característ icas del fenómeno están en interaccióny el fenómeno se considera como igualmente sensibi l izadoen todas sus variaciones. Ahora bien, aún cuando las varia-bles estén ligadas, su sensibilidad no es recíproca. Hay que

hacer de cada investigación un caso especial. Así procede lafís ica moderna. Ésta no postula e l superdeterminismo quese toma por indiscut ible en el período precient í f ico. Paracaptar bien estas superdeterminaciones cuanti tat ivas daremosalgunos ejemplos en los que ellas son especialmente cho-cantes. Retz ( J ) com pro ban do que no se d i spone de uninstrumento para apreciar la cant idad de f lúido eléctr icocontenido en el cuerpo humano sortea la dif icul tad dir igién-dose al termómetro. La relación entre las entidades electri-c idad y calor es hal lada muy fáci lmente: "Como la materiaeléctrica se considera fuego, su influencia en los órganos delos cuerpos vivos debe ocasionar calor; la mayor o menorelevación del termómetro aplicado a la piel indicará puesla cantidad de flúido eléctrico del cuerpo humano". Y heaquí to do un t r ab a j o desv iado; , esfuerzos f recuentementeingeniosos conducen finalmente al autor a conclusiones ín-

C 1) RETZ, M édecin á Parí s : Fragme nta sur l'éléctricité du corps hu-main, A m s t erd a m , 1 7 8 5 , p . 3 .

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genuas como ésta (p . 25): "En la famosa ret i rada dePraga el frío riguroso de la estación privó a muchos sol-dados de la electricidad y de la vida, si los demás la con-

servaron fué debido al cuidado que tuvieron los oficialesen excitarlos a marchar, a golpes, y por tanto a electrizar-los". Hay que observar que la relación de la electrizacióncon la temperatura del cuerpo es falsa, por lo menos frentea la sensibilidad de que disponía la termometría del si-glo XVIII; no obstante la experiencia se hace y se repitepor numerosos experimentadores, que registran variacionestermométricas realmente insignificantes. Creen hacer unaexperiencia de física; y están haciendo en muy malas condi-

ciones una experiencia sobre la fisiología de las emociones.Mediante esta idea directora de una correlación total de

los fenómenos, repugna al espíri tu precientífico la concep-ción completamente contemporánea de sistema cerrado. E ncuanto se plantea un sistema cerrado se deroga semejanteaudacia y se afirma, mediante una figura de esti lo inva-riable, la solidaridad del sistema separado con el granT o d o .

Sin embargo una f i losofía de la aproximación bien regu-lada, prudentemente calculada sobre la práctica de las de-terminaciones efectivas, conduciría a establecer niveles feno-menológicos que se l ibran absolutamente de las perturba-ciones menores. Pero esta fenomenología instrumental , de-l imitada por los umbrales infranqueables de la sensibilidadoperatoria, y que es la única fenomenología que pueda l la-marse científica no se sostiene frente al realismo crónico eindiscutido que quiere salvar, en todos sus aspectos, la con-tinuidad y la solidaridad de los fenómenos. Esta creenciaingenua en una correlación universal , que es uno de lostemas favori tos del real ismo ingenuo, es tanto más l lama-tiva cuanto l lega a agrupar a los hechos más heterogéneos.¡Veamos un ejemplo boni tamente excesivo! La teoría deCarra sobre "el encadenamiento de las causas que provocanlas diferentes revoluciones de los cuerpos celestes" lo condu-ce a dar, desde el punto de vista astronómico, precisiones

—claro es, completamente gratui tas— no sólo sobre lasestaciones de los dist intos planetas, sino también sobre las

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propiedades vegetales y animales, como el color de las plan-tas y la duración de la vida. Los vegetales de Mercurio sonde un verde muy oscuro, los de Venus "de un verde oscuro

en las t ierras de uno de los polos, y de un amaril lo oro enlas t ierras del otro". Sobre Marte son de un verde claro.En Venus se vive más que en la Tierra . La longevidad delos M arcianos es " u n tercio m eno r que la nu estr a" (* ) .Las propiedades ast ronómicas todo lo arrast ran; todo secomporta según su escala . Carra adelanta t ranqui lamenteque en Saturno existe una riqueza increíble. Debe contarcon varios miles de millones de seres semejantes a los hom-bres, ciudades inmensas de diez a veinte millones de habi-tantes (p. 99). Pueden reconocerse en estas cosmologíastotali tarias la teoría de los climas de Montesquíeu extendidaal Universo. Bajo esta forma exagerada, la tesis de Montes-quíeu aparece en toda su debil idad. Nada más anticientí-f ico que afi rmar s in prueba, o bajo el manto de observa-ciones generales e imprecisas, causalidades entre órdenes defenómenos diferentes.

Estas ideas de interacción sin límite, de interacción que

franquea los inmensos espacios y reúne las propiedades másheteróclitas, se arrastran desde hace siglos en los espíritusprecientíficos. Desempeñan en ellos el papel de ideas pro-fundas y fi losóficas y son el pretexto para todas las falsasciencias. Podría probarse que es la idea fundamental de laastrología. Un aspecto que no siempre subrayan los his-toriadores de la astrología, es el carácter material a t r ibu idoa las influencias astrológicas. Como ya lo hemos observado,

los astros no nos envían solamente signos y señales, sonsustancias; no es tanto una cual idad como una cant idad.La astrología del siglo XVII sabe muy bien que la luz dela luna no es sino luz del sol reflejada. Pero se agrega queen esta reflexión un poco de materia lunar impregna el rayoreflejado "como en una pelota que rebota en una paredpintada a la cal , ésta le deja una mancha blanca". La acciónde los astros es pues la acción cuanti tat iva de una materia

( 3 ) CARRA: Nouveaux Principes de Physique. . . Loe. cit., t. II,p . 9 3 .

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real. La astrología es un materialismo en toda la acepción deltérmino. La dependencia que señalamos más arriba entre unastro y sus habitantes no es sino un caso particular de este

sistema materialista totali tario, basado sobre un determi-nismo general . De un siglo para otro, apenas si se modifi-can algunas pruebas. Carra, que escribe a fines del si-glo XVIII, vuelve a las ideas del padre Kircher que 150años antes había calculado cuál debía ser, de acuerdo al ta-maño de los planetas de nuestro sistema solar, la talla desus habitantes. Carra critica al P. Kircher, mas racionalizaa su manera la misma hipótesis, nuevo ejemplo de racio-nalización inmediata de absurdidades manifiestas (t . II,

p . 1 6 1- 16 2 ) "aq ue l lo que nosotros llam am os sangre serápara los habitantes del cuerpo celeste más denso, un líquidonegro y espeso que circulará lentamente a través de susarterias, y para los habitantes del cuerpo celeste menos den-so un flúido azul muy suti l que circulará como una l lamaa través de sus venas". Siguen páginas y páginas que con-tienen afirmaciones tan osadas como ésa. De ahí, en con-clusión, esta admiración que expresa claramente la valori-zación atribuida a una concepción unitaria del Universo,aun cuando esta identidad se realiza mediante el intermediodel simple concepto cuanti tat ivo de densidad: " ¡C u á n n u -merosos motivos de meditación nos presenta la pluralidadde los mundos si se consideran bajo todos sus aspectos!La mayor o menor densidad de los cuerpos celestes esta-blece una cadena inmensa de variedades en la naturaleza delos seres que los habitan; la diferencia entre sus revolucio-nes anuncia una cadena inmensa en la duración de los se-

res" ( t . I I , p . 164) .Un lector científico quizás acusará a este ejemplo de

ser demasiado chocante, demasiado groseramente ridículo.Pero, en nuestra defensa, alegaremos que hemos uti l izadoesta ficha como un test . La propusimos a la meditación devarias personas ilustradas sin despertar en ellas reacción,sin lograr una sonrisa en sus rostros impasibles y fastidia-dos. Reconocían en ella uno de los temas del pensamiento

filosófico: todo se sostiene en los cíelos y en la tierra; unamisma ley rige a los hombres y a las cosas. Al dar el texto

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de Carra como tema de disertación ja más o b t u v i mo s u nin ten to de reducción del e r ror fundamenta l .

Sin embargo, hay que aceptar una reducción en el alcance

del determinismo si se quiere pasar del espíri tu fi losóficoal espír i tu c ient í f ico. Hay que afi rmar que no todo es po-sible, en la cultura científica, y que sólo ha de retenerse comoposible en la cultura científica, aquello cuya posibil idad seha demostrado. Hay en esto una resistencia valiente y aveces arriesgada en contra del espíritu de fineza, que sincesar abandonará la prueba por la presunción, lo plausiblepor lo posible.

Quizá reside aquí uno de los signos dist intivos del espí-ri tu científico y del espíri tu fi losófico: nos referimos alderecho a despreciar. El espíri tu científico explícita clara ydist intamente este derecho a despreciar lo despreciable, 'de-recho que incansablemente el espíri tu fi losófico le rehusa.El espíri tu fi losófico acusa entonces al espíri tu científicode círculo vicioso, al reargüir que aquello que se consideradespreciable es precisamente lo que se desprecia. Mas pode-mos probar el carácter posit ivo y el carácter activo del prin-

cipio de despreciabilidad.Para probar que este principio es posi t ivo, basta enun-

ciarlo en una forma no cuant i ta t iva. Tal es precisamente elvalor de una observación como ésta de Os t wa l d (* ) . " C u a l -quiera sea el fenómeno considerado, hay siempre un númeroextremadamente grande de circunstancias que no t ienen in-fluencia medible sobre él ." El color de un proyecti l nomodifica sus propiedades balíst icas. Es quizá interesante ver

cómo el espíritu científico reduce las circunstancias inútiles.Es conoc ida la teoría de los dos flú id o s de~ Sy m m er, pe roquizá no lo es tanto el hecho que, al principio, esa teoríafué en cierto sentido la teoría de sus dos medias. Veamoscómo, según Priestley, sintió Symmer la vocación de elec-tricista" ( 2 ). Este autor había observado desde hacía algúntiempo que al quitarse las medias por la noche, chisporro-te ab an . . . N o du da que eso proviene de la electricidad;

(1 ) OST WA L D : Energie, trad. , París , p . 10 .

(2) PRIESTLEY: Loe. cit., t . I I , p . 51 .

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y después de haber real izado un gran número de observa-ciones para determinar de qué circunstancias dependía estaespecie de apariencias eléctricas, pensó finalmente que era la

combinación del blanco y negro aquel lo que producía esaelectricidad; y que esos fenómenos nunca eran tan fuertescomo cuando l levaba una media de seda blanca y una negraen la misma pierna". No hay duda que la naturaleza quí-mica del teñido puede intervenir, pero es precisamente en elsentido de la naturaleza química hacia donde se dirigiríala experimentación científica para reducir una diferencia deacción de circunstancias despreciables como la coloración.Esta reducción no ha sido fácil , pero la dificultad no hace

sino subrayar mejor la necesidad de reducir las propiedadesfenoménicas en reacción.

Pero la voluntad de despreciar es verdaderamente activa,en la técnica operatoria contemporánea. En efecto un apara-to puede ser descri to, si podemos expresarnos así , tanto enlo negativo, como en lo posit ivo. Se le define por las per-turbaciones que impide, por la técnica de su aislamiento,por la seguridad que ofrece de que pueden despreciarse in-

fluencias bien conocidas, en una palabra por el hecho deque encierra un sistema cerrado. Es un con jun to de pan -tallas, de estuches, de inmovilizadores, que conservan el fe-nómeno encerrado . Todo ese negativismo montado que esun aparato de f ís ica contemporáneo contradice a las f lojasafi rmaciones de una posibi l idad de interacción fenomeno-lógica indeterminada.

El principio de despreciabil idad está evidentemente en

los fundamentos del cálculo diferencial . Ahí es verdadera-mente una necesidad probada. Por lo demás las crí t icas deun cartesiano tardío como el padre Castel no son sino másl lamativas. Observa en Newton la expresión frecuente "quese puede despreciar" y lo condena con todo rigor. Repiteasí, en el reino de la cantidad donde el principio de des-preciabil idad triunfa de manera tan manifiesta, los ataque?que no están mejor fundados en el re ino de la cual idad.

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V

Una confusión semejante cometfc el espíri tu precientíficocuando desconoce la realidad de las escalas. Transporta losmismos juicios experimentales de lo pequeño a lo grande,de lo grande a lo pequeño. Resiste a ese pluralismo de mag-ni tudes que se impone sin embargo a un empirismo reflexi-vo, a pesar de la seducción de las ideas simples de la pro-porc ional idad . Algunos e jemplos bas ta rán para i lus t ra r l al igereza con la cual se pasa de un orden de magnitud a

o t ro .Uno de los rasgos más característ icos de las cosmogoníasde l s ig lo XVIII es su brevedad . Las de Buffon , de l barónde Marivetz son algo más detal ladas, pero su principio esrudimentario . A veces es suficiente una imagen, una palabra.En algunas l íneas, mediante una simple referencia a unaexperiencia común, se expl ica al mundo; s in mayor preo-cupación se va de lo pequeño a lo grande. Así el conde deTressan se refiere a la explosión de la lágrima batávica,

simple gota de vidrio hirviendo que se templa en el aguafría , para hacer comprender la explosión que "separó lam ateria de los plan etas y la m asa del S ol " O ) .

He aquí e l programa que un miembro de la Academiapropuso a sus colegas para juzgar acerca de la validez dela hipótes is cartesiana de los «torbe llinos ( 2 ) "escoger unestanque para hacer girar el agua en su centro, la cual comu-nicará el movimiento al resto del agua con diferentes grados

de velocidad y observar entonces el movimiento de diversoscuerpos flotantes colocados en lugares diferentes y desigual-mente alejados del centro , para tener a lgún modelo de losp lane tas de l mundo" .

Cuando e l microscopio aumentó de pronto la exper ien-cia humana hacia el lado del infini tamente pequeño se ut i -l i zó muy na tura lmente una proporc ional idad b io lógica ,

Í

1

) D e T R E S S A N : Loe. cit., t . I I , p . 4 6 4 .( 2 ) j o s e p h b e r t r a n d : Histoire de l'Académie des Sciences, p á -g i na 8 .

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planteada sin prueba alguna y sin medida alguna, paraconcebir la profundidad de este infini to . De Bruno (*) re-cuerda todavía en 1785 este raciocinio de Wolf, sin fun-

damento obje t ivo a lguno: "El vo lumen de un grano decebada puede contener 27 millones de animales vivos, cadaun o de los cuales con cu atro p at as . . . el me no r gra no dearena puede servir de residencia a 294 millones de animalesorganizados que propagan su especie, y que t ienen nervios,venas y flúidos que las l lenan, y que sin duda en los cuerposde esos animales están en la misma proporción en que estánlos f lúidos de nuestro cuerpo a su masa". Es l lamat ivo queuna realidad tan claramente instalada en un orden de mag-

nitud típico, como es un cuerpo vivo, sea así reducida a unmínimo, sin asomo de prueba, por ciertos espíri tus precien-tíficos. Hay que observar también que el mito del conte-nido permite aquí determinar un contenido numéricamentepreciso (294 millones de seres vivos), en un continente im-preciso que puede variar de simple a doble (un grano dearena). Frecuentemente se han recordado afi rmaciones aúnmás audaces que pretendían haber descubierto infusorios con

rostro humano. Mail le t a l observar que la piel humana apa-rece bajo el microscopio recubierta de "pequeñas escamas",ve en ello una confirmación de su tesis del origen marinodel hombre. Excepto en los observadores de gran talentoque superaron, mediante sus pacientes observaciones ince-santemente repetidas el estado de admiración inicial, lasobservaciones microscópicas dieron motivo a los juicios másincreíbles.

Por otra parte hay que subrayar las tonal idades afect ivasbastante diferentes de las meditaciones sobre los dos infi-ni tos. En cuanto los dos infini tos fueron en cierto modomultiplicados por las invenciones del telescopio y del mi-croscopio, fué en la región del infinitamente pequeño dondela calma se logró más difíci lmente. Esta disimetría en elpavor científico no ha escapado a Michelet quien hace enel Insecte este rápido paralelo (p . 92): "Nada es más cu-

rioso que observar las impresiones completamente contra-e n D e B R U N O : Loe. cit., p . 1 7 6 .

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rías que las dos revoluciones hicieron sobre sus autores.Gali leo, ante el infinito del cielo, donde todo parece armó-nico y maravil losamente calculado, experimenta más alegría

que sorpresa; anuncia la cosa a Europa en el est i lo máscord ia l . Swammerdam, an te e l in f in i to de l mundo micros-cópico, aparece sobrecogido de terror. Retrocede ante la vo-rágine de la naturaleza en combate, devorándose a sí mis-ma. Se inquieta; parece temer que todas sus ideas y suscreencias se trastornen". Sin duda, en estas reacciones hayinfluencias psicológicas particulares, pero con todo puedenservir de prueba de la valorización efectiva asaz extraña queaportamos a los fenómenos súbi tamente alejados de nuestro

orden de magni tud. Las frecuentes lecciones de humildadque nos dan los autores precientíficos y los vulgarizadoresde nuestros días, evidencian bastante claramente una resis-tencia a abandonar el orden de magni tud habi tual .

Esas resistencias a superar el nivel biológico en el queinsertamos el conocimiento de nuestra vida, los intentos detransportar lo humano a las formas elementales de la vidahan sido ahora completamente reducidos. Quizá el recuerdo

de este éxito de la objetividad biológica nos ayude a triun-far sobre la resistencia que actualmente soporta la objetivi-dad atómica. El pensamiento cient í f ico contemporáneo, s ino en sus creadores, por lo menos en la tarea docente, estrabado por su l igadura a las intuiciones usuales, por la ex-periencia común tomada dentro de nuestro orden de magni-tud. No se t ra ta entonces más que romper con el hábi to .El espíri tu científico debe unir la flexibil idad con el rigor.

Debe reconsiderar todas sus construcciones cuando abordaun nuevo dominio, y no t r a t a r de imponer en todas partesla legalidad del orden de magnitud familiar. Como lo diceReichenbach ( J ) : "No hay que olvidar que de hecho casitodo nuevo dominio objet ivo descubierto en f ís ica conducea la int roducción de nuevas leyes". De cualquier modo,esta obligación tórnase cada vez más fácil , pues el pensa-miento cient í f ico ha at ravesado durante el ú l t imo siglo nu-merosas revoluciones. No ocurrió lo mismo en su primera

( ! ) R E I C H E N B A C H : La Philosophie Scientifique, p . 1 6 .

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ruptura. El abandono de los conocimientos del sent ido co-mún es un sacri f ic io dif íc i l . No debemos pues asombrarnosante las simplezas que se acumulan en las primeras descrip-

c iones de un nuevo mundo.

V I

Es por otra parte bastante fáci l demostrar que la mate-matización de la experiencia es trabada y no ayudada porlas imágenes familiares. Estas imágenes vagas y groseras danun dibujo en el cual la geometría no tiene asidero. La re-fracción de la luz encuentra así inmediatamente su "imagenmaterial" que detendrá durante mucho t iempo al pensa-miento prohib iéndole las "ex igencias matemát icas" . Unautor anónimo, que escribe en 1768, da esta intuición rá-pid a (*) : "H ún da se u n clavo largo en un a pared o en lapiedra, casi siempre, ese hierro se encorva". No le hace faltamás a un espír i tu no cient í f ico para "comprender" la ex-periencia científica. En la enseñanza elemental de la física,

he comprobado con frecuencia que esta " imagen material"ofrece una inmediata y desastrosa satisfacción en las mentesperezosas. Aun cuando se agregue la demostración precisa,se vuelve a la imagen primitiva. Así, cri t icando a los clarostrabajos de Newton, e l Padre Castel quiere probar e l ca-rácter fict icio del concepto de refrangibil idad mediante elcual Newton explica la refracción de los rayos en el prisma.El P. Castel invoca entonces imágenes familiares, entre otras,

la de un haz de varil las que se dobla. Individualmente, dice,son de igual "plegabi l idad"; s in embargo al estar en un hazse presentarán divergencias y las varillas situadas en la partesuperior del haz se doblan menos. Lo mismo ocurre en unhaz de rayos que se re f rac ta . . . Es también s ign i f ica t ivocomprobar que al descubrirse la doble refracción, muchosl ibros dejaban al rayo extraordinario f lotar s in ley al ladodel rayo ordinario claramente f i jado mediante la ley del

(* ) S in nombre de autor: Essai de Physique en forme de íettres,Pa r í s , 1 7 6 8 , p . 6 5 .

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seno. Por e jemplo en la Encyclopédie se lee (Art . Crystald'Islande) : "D e estos dos rayos, u n o sigue la ley ord in ar ia :el seno del ángulo de incidencia del aire en el cristal, es al

seno del ángulo de refracción como 5 es a 3. En cuanto alotro rayo, se rompe según una ley part icular" . La indeter-minación hace entonces buena pareja con la determinacióncientífica.

A veces imágenes aún más vagas conforman al espír i tuprecientífico en tal medida, que cabe preguntarse si no ha-bría que hablar de una verdadera necesidad de vaguedadque torne f lou hasta e l conocimiento de la cant idad. Así ,

para expl icar la refracción, Hartsoeker hará esta compara-ción: "Al rayo de Luz, no le ocurre otra cosa que aquel loque le ocurriría a un hombre que después de haber atrave-sado una muchedumbre de n iños encont rara ob l icuamente a lsal i r de el la una muchedumbre de hombres fuertes y vigo-rosos; seguramente este hombre sería desviado de su caminoal pasar obl icuamente de la muchedumbre de los primerosa la de los segundos". Sigue una explicación con una figuraadjunta que pre tende most rar la refracción de un hombre

que se mueve a codazos. No se vea en esto una paradojaaccidental, de las que surgen a veces de la imaginación an-glo-sajona de ciertos profesores. Es la esencia misma de laexplicación.

El abandono de una información matemát ica d iscurs iva ,que obligaría a eslabonar dist intas aproximaciones, se haceen beneficio de una forma de conjunto, de una ley expre-sada en una matemática vaga que satisface la débil necesi-

dad de rigor de los espíri tus sin claridad. Un doctor de laSorbona, Delairas, escribe en 1787 un grueso tomo con elt í t u l o : Nueva Física formando un cuerpo de doctrina, ysometida a la demostración rigurosa del cálculo. A h o r abien, inúti lmente se buscaría en él la menor ecuación. Elsistema de Newton después de un siglo de éxito, es cri t i-cado y peren tor iamente re fu tado en muchos puntos s in quese exa m inen las dis t int as relaciones m atem áticas. E n cam -bio, e l autor confía en formas generales como ésta: "Cadamasa que ocupa el centro de uno de esos rincones del uni-verso que se l lama un sistema, no es s ino un con jun to de

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procesos orgánicos que vuelven sobre sí mismos y formanjuegos de movimientos de toda clase. Esos procesos intesti-nos al volver sobre sí mismos, están sujetos a aumentos de

velocidad provenientes de las facultades aceleradoras". Nosparece asaz característico ver a la imprecisión criticar de estem o d o a la precisión. El autor se refiere constantemente a"una geometría natural , a l alcance de todo el m u n d o " (pá-gina 247) afi rmando así que para alcanzar a l conocimientomatemático de los fenómenos hay un camino, s i no real ,por lo menos popular .

Es muy l lamativo que una "mecánica" que rehusa lascaracterísticas de los números llegue siempre a circunstan-ciar los fenómenos mediante adjet ivos. Así el abate Pon-celet escribe (*) : " H a y tan tas clases de m ov im ien tos cua n-tas posibilidades de modificaciones es susceptible el movi-miento mismo. Hay movimiento recto , obl icuo, c i rcular ,centrípeto, centrífugo, de oscilación, de vibración, de con-moción, de vértigo, etc.".

La misma necesidad de vaguedad y la misma búsquedade calificativos directos animan las crí t icas del abate Pluche;

según el cual la ley de la gravitación de Newton que es "elaumento o la disminución de las potencias atractivas en ra-zó n inversa del cuad rado de la d is ta n c ia . . . es e l progreso detodo lo que se dispersa a la redonda. Es la progresión delos o l o r e s . . . " ( 2 ). Es de preguntarse cómo una visión ge-neral tan acomodaticia puede satisfacerse con el aumentode la potencia con el campo de acción.

El mismo desdén hacia las matemáticas anima a Ma-

rat (3

). Después de una extensa crítica a la óptica de New-ton, escribe: "Aquí aparecen, a la luz del día, el abuso dela ciencia y la variedad de las especulaciones matemáticas:pues ¿a qué han l legado tantas experiencias ingeniosas, tan-tas finas observaciones, tantos cálculos científicos, tantas

( ! ) P O N C E L E T : Loe. cit., p . 3 0 .r 2 ) A B B É P L U C H E : Histoire da Ciet, N u e v a e d. P a t í s, 1 7 7 8 ,

t . I I , p . 290 .

(3

) M A R A T : Mémoires académiques ou nouve l l e s découver tes sur l al umi ére , re l a t i ves aux po i nt s l e s p l us i mportant s de l ' opt i que , Par í s ,1 7 8 8 , p . 2 4 4 .

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investigaciones profundas, sino a establecer una doctrinaerrónea que un simple hecho destruye sin remedio? Y ¿paraqué se han prodigado tantos esfuerzos geniales, tantas

fórmulas raras, tantas hipótesis escandalosas, tanta fantasía,s i no es para advert i r mejor los apuros del autor?" Peronosotros, que nos colocamos en el punto de vista psicoana-Mtico, debemos preguntarnos si la acusación a Newton deencontrarse en apuros, no es sino una prueba del apuro desu lector ante las dificultades matemáticas del l ibro. La hos-tilida d hacia las m atem áticas es una m ala señal cua nd o vaunida a una pretensión de captar directamente los fenóme-

nos científicos. Marat l lega hasta a escribir: "Newton co-rrió tras quimeras, hizo una novela física y se agotó enficciones ridiculas, teniendo siempre la naturaleza ante suso j o s " .

V I I

El simple tema de la facilidad o de la dificultad de losestudios es mucho más importante de lo que se cree. Enespecial no se trata de un carácter secundario. Al contrario,desde el punto de vista psicológico, que es en el cual noscolocamos en este libro, la dificultad de un pensamiento esun carácter primordial . Es esta dificultad la que se traduceen verdaderas opresiones fisiológicas y carga de afectividada la cultura científica. Es esta dificultad la que lleva a Ma-rat , en su período de suavidad, cuando hace profesión desensibilidad y de cortesía, a acusar a Newton de correr trasquimeras y de agotarse en ficciones ridiculas. Y por locontrario, es esta misma dificultad la que, por una ambi-valencia característica atwe a las mentes vigorosas. Final-m ent e, sobre este ún ico tema de la facilidad relativa, puedeponerse de manifiesto que el conocimiento objetivo ha su-frido una inversión al pasar de la era precientífica a la eracientífica.

En efecto, no es raro que en el siglo XVIII, se considerela Física más fácil que la Geometría elemental. En las pa-

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lab ra s pre lim inare s a su Física, el R . P . Ca stel escribe (*) :" L a Física es de po r sí simp le, na tur al y fácil, me refieroa fácil de comprender. Se conocen sus términos, se conocen

sus objetos. Observamos naturalmente y experimentamos lamayoría de las cosas, la luz, el calor, el frío, el viento, elaire, el agua, el fuego, la gravedad, la fuerza, la duración,etc. Cada mirada es una observación de la naturaleza, cadaoperación de nuestros sentidos o de nuestras manos es unaexperiencia . Todo el mundo es a lgo Físico en mayor o me-nor grado según que su mente sea más o menos aplicada ycapaz de un raciocinio natural . En cambio la Geometría escompletamente abstracta y misteriosa en su objeto, en sumodo de ser, hasta en sus términos". Frecuentemente hedado este texto a estudiantes de fi losofía, como tema dedisertación, sin indicar el autor. En la mayoría de los casoslos comentarios fueron elogiosos. Se ve en él una hermosaexpresión de ideas pragmáticas. De este texto envejecido, to-talmente impregnado de espíri tu precientífico, los espíri tusfilosóficos, ebrios de intuiciones básicas, hostiles a toda abs-tracción, no t i tubean en hacer de él un tema activo y actual .

Es precisamente bajo el aspecto de la sencillez esencialque el Padre Castel juzga y condena a la ciencia newtonia-na. Comprueba que en Newton, e l orden de las dif icul tadespedagógicas de las ciencias matemáticas y físicas se ha in-vertido, puesto que hay que conocer el cálculo integral paracomprender e l movimiento de los ast ros y los fenómenos dela luz. En esta inversión ve una anomalía a rectificar. Sugrueso libro ha sido escrito para volver a colocar a la Física

en el lugar que él cree que es el justo y el adecuado: en suaspecto fácil e inmediato.Ante todo, desde el punto de vista experimental , hay que

mantener la senci l lez . Hubo —¿es de creer?— numerososfísicos que no lograron la experiencia de Newton sobre ladispersión de la luz mediante el prisma. Cuántas complica-ciones, se decía, "hacen falta prismas: es lo más cómodo.

( ! ) R . P . L o u i s C A ST E L: Le vrai systéme de Physique genérate deNewton, exposé et analysé avec ce lui de Descartes; a la portee du corn-m u n d e s P h y s i c i e n s , P a r í s , 1 7 4 3 , p . 6 .

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Hace falta una cámara oscura. Hacen falta grandes habita-ciones y ¿quién es que las tiene, sobre todo entre los cien-tíficos de profesión? Hace falta esto y aquello, hace falta

una batería de mil no sé qué. Y además hace falta t iempoy una serie de operaciones muy delicadas, sin hablar de cier-to espíri tu de ob ser vac ión" . Y el P . Castel concluye (p á-gina 488) : "para hacer bien esas experiencias sobre la re-fracción de la luz, habría que ser mil lonario".

Por otra parte (p . 452) : " los colores del Prisma no sonsino colores fantásticos, especulativos, ideales, rebuscadospara la mente y para la vista . . . No midiendo sino ángulosy l íneas, Newton creyó l legar a l conocimiento ínt imo y f i -losóf ico de los co lores . . . En mater ia de co lores no hayde úti l , y hasta de sustancial , sino los colores de los pinto-res y de los t intoreros. Esos colores se dejan manejar, estu-diar y están dispuestos para toda clase de combinaciones yde análisis verdaderos. Sería asombroso y, sin embargo, esmuy verosímil que Newton ha pasado toda su vida estu-diando los colores sin ver jamás el tal ler de un pintor ode un t intorero, ni contemplar los colores mismos de las

flores, de las conchil las, de la naturaleza". Como se ve,la intuición realista es dominante. El espíri tu precientíficoquiere que el color sea color de algo. Quiere manejar lasustancia coloreada. Para él , componer los colores es com-poner las sustancias coloreadas. El P. Castel vuelve sobre lacuestión en otra de sus obras. Según él, el homo faber es elgran maestro de Física. Cuanto más material es el oficio,más inst ruct ivo es ( J ) : "Los t intoreros, sea dicho sin mo-

lestar a nadie, son los verdaderos artesanos de los colores.Los colores son el único fin del t intorero. En el pintor noson s ino un medio" . La pa labra espectro, que en nosotrosno despierta ninguna idea inquietante, conserva aún su ple-no sen t ido (p . 376) . "Yo desconf iaba de l p r i sma y de suespectro fantástico. Lo consideraba como un arte de encan-tamiento; como un infie l espejo de la naturaleza, más ade-cuado por su aspecto vistoso a dar vuelo a la imaginación y

( ! ) R. P. CASTEL, Jesui te: L'Optique des couleurs, P a r í s . J 7 4 0 .p . 3 8 .

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servir al error, que a nutrir sólidamente a la mente y ex-t raer de los pozos pr of un do s la oscura v e r d a d . . . L o m i-raba con terror, como un escollo señalado por el naufragiode un navio famoso, seguido de mil navios". El exceso deimágenes, el temor de gastar un millón para comprar unprisma, todo concurre para probarnos la afectividad quecarga el inconsciente de nuestro autor en lucha contra elma temat i smo newton iano .

Mas, después de haber mostrado la voluntad de mante-nerse en la experiencia física para explicar la Física, veamoscómo un espíri tu precientífico se opone a la informaciónmatemática. Es sobre todo contra la teoría de la atracción

que reaccionará el P. Castel . Según él , Newton "se ha en-tregado demasiado secamente a la Geometría. Avaro de for-mas, pues no concebía en los cuerpos casi otras diferenciasque la materia misma, la densidad, el peso, Newton erapor tanto tan avaro de la materia como Descartes pródigo.(Él ha) inmaterializado los espacios celestes". En contradel primer esfuerzo de información matemática de la Física,ta l como el efectuado por Newton, se presenta pues como

una objeción previa, el reproche de abstracción. Se felicitaráa l Newton matemát ico para abrumar mejor a l Newton f í -sico ( J ) . "El s is tema que (Newton) da en su tercer l ibro(de los Pr inc ipio s) com o u n sistema de Física es en verd adcompletamente matemático. Esto le asegura indiscutible-mente el nombre de Físico-matemático: queda por verse siun sistema verdaderamente Físico-matemático puede consi-derarse como un verdadero sistema de Física".

No es ésta naturalmente una crítica aislada. Más bien esun le i t -motiv del s iglo XVIII . Había entonces una cabalvoluntad de apartar las matemáticas de la Física. Para mu-chos autores las matemáticas no explican los fenómenos enabsoluto. De Marivetz escribe t ranqui lamente s in mayorescomentarios ( 2 ) : "Esta frase, calcular en fenómeno, es muyinadecuada; ha sido introducida en la Física por aquellos

( ! ) p . c a s t e l : Le vrai systéme de Physique genérale de Newton.

Loe. cit:, p . 5 2 .( 2 ) D e m a r i v e t z : Loe. cit., t . V, p. 5 7 .

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que saben calcular mejor que explicar". Hay que fo rza rapenas las palabras de esta opinión sobre el papel de iasmatemáticas en la física para encontrarnos con la teoría

epistemológica incesantemente repetida en nuestra época,que quiere que las matemáticas expresen pero que no expli-quen. En contra de esta teoría, creemos personalmente queel pensamiento matemático consti tuye la base de la expli-cación física y que las condiciones del pensamiento abstractoson ya inseparables de las condiciones de la experienciacientífica.

Por lo demás muchote de estos adversarios de la informa-ción matemática precisa ut i l izan con todo términos geomé-tricos. Hasta los uti l izan con una increíble desenvoltura.P o r ejemp lo, C ar ra (*) cree qu e los com etas describen "u naparábola espiral" y explica así su sistema astronómico: "Se-gún mi teoría , e l primer movimiento de proyección de todoslos cuerpos celestes es una línea que declina en parábola;esta parábola se convierte en espiral; esta espiral se con-forma en elipse, la elipse en círculo; el círculo nuevamenteen elipse; la el ipse en parábola y la parábola en hipérbola.

Este cambio gradual de curvas s imples en curvas compuestas,y de curvas compuestas en curvas simples, explica, no sólolos cambios, la mutación de los ejes polares, su inclinacióngradat iva y degradat iva, la obl icuidad de los ecuadores.Podríamos acumular un sin f in de estas ensaladas geomé-tricas. Pero este ejemplo es suficiente para mostrar la seduc-ción de las imágenes geométricas tomadas en bloc, sin apor-tar e l menor principio de const i tución que las just i f ique,

s in dar —¡et pour cause!— la t ransformación que permi tepasar de una curva a la otra, de la el ipse a la hipérbola.En cambio la concepción matemática y sana, tal como serealiza en el sistema de Newton, permite encarar diferentescasos geométricos, dejando un cierto juego —pero un juegodeterminado— para las real izaciones empíricas. El s is temade Newton da un plan de posibi l idades, un plural ismo co-herente de la cantidad que permite concebir las órbitas no

( ! ) CARRA: Nouveux Principes de Physique... Loe. cit., t . II,p . 1 8 2 .

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sólo elípticas, sino también parabólicas e hiperbólicas. Lascondiciones cuantitativas de sus realizaciones están bien de-terminadas; forman un plan que puede reunir en una mis-

ma idea general las atracciones y las repulsiones eléctricas.En este simple ejemplo, en el que se compara la actividad

de la imaginación y la actividad de la razón, puede adver-tirse la necesidad de la explicación algebraica, por tanto in-directa y discursiva, de las formas geométricas demasiadoseductoras para la intuición.

En la historia y en la enseñanza podría, por lo demás,captarse bastante fácilmente la valorización inconsciente de

las formas geométricas simples. Así, en cuanto nos l imita-mos al enunciado general de las leyes de Kepler podemosestar casi seguros de ser mal comprendidos. La razón estribaen que, para el espíritu precientífico, las elipses que descri-ben los planetas se piensan a partir del círculo que siguesiendo la forma pura, la forma natural , la forma valori -zada. Para el espíritu precientífico la elipse es un círculomal hecho, un círculo aplastado, o como lo dice todavía unautor del s iglo XVIII con una expresión que indica la va-

lorización, la elipse es un círculo convaleciente. Con seme-jante intuición, la elipse es ya una perturbación, es el re-sul tado de un verdadero accidente . Esta concepción es sin-gularmente clara en el sistema de Nicolás Hartsoeker. En unl ibro publ icado en 1706 con el t í tu lo Conjectures physiques,Hartsoeker vincula la elipticidad de la órbita terrestre at ras tornos terrestres, análogos a los temblores de tierra del18 de setiembre de 16 92 (págs. 25, 26, 2 7 ) . Estos tem-

blores de t ierra determinan aplastamientos que aumentan ladensidad de la Tierra, entonces la Tierra cae hacia el Solpuesto que se ha hecho más pesada; al caer pierde veloci-dad, sin duda debido a su incorporación en un torbell inointerior (?). Se detiene un instante, para volver luego allugar de donde ha partido, sin que pueda dist inguirse bien,en el largo desarrollo de Hartsoeker, cómo y por qué laTierra vuelve a ocupar su lugar primit ivo. De todos mo-dos, como el cataclismo ha determinado un acercamiento

seguido por un alejamiento, hay ahora dos radios diferen-tes: esto es suficiente, piensa Hartsoeker, para explicar la

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elipticidad de la órbita. Pero no es en esta dirección queHartsoeker siente necesidad de pruebas. Para él, la eliptici-dad es ante todo un accidente. Por tan to sus mayores es-

fuerzos se dir igirán a proporcionar la prueba de semejantesaccidentes. N o va m uy lejos para enc ontra r las prueb as q lenecesita: estudia la complicación de las capas geológicas. Esasí como, sin transición alguna, pasa a la descripción de losdiferentes est ratos de t ierra encontrados en una perforaciónde un pozo de 232 pies en el que se va de la arcilla a laarena, de la arena a la arcilla y otra vez de la arcilla a laare na . . . T a n ta s contradicciones materiales no han po did o

ser provocadas sino por accidentes. Estos accidentes mate-riales han producido accidentes astronómicos. Lo que estámal hecho en el Cielo es el resultado de lo que está malhecho en la Tierra .

Estas imágenes primit ivas de topología ingenua son ex-t remadamente poco numerosas. Son entonces medios decomprensión incesantemente empleados. A través de esteuso constante, reciben una luz acrecentada que explica lavalorización que le incriminamos. Así , para un espír i tuprecient í f ico todo redondel es un cí rculo. Una supervalori -zación semejante de un carácter intuit ivo conduce a erroresreales. Por e jemplo, Vol tai re enuncia t ranqui lamente estaenorm idad (*) : " U n círculo convert ido en óvalo no au-menta ni disminuye de superfic ie". Imagina que el área en-cerrada por la curva da la medida de la realidad plena deesa curva: una l ínea cerrada está hecha para encerrar unarealidad como a un bien.

Hasta no es imposible encontrar intuiciones más carga-das. Para la intuición animista —puede hacerse frecuente-mente la observac ión— todo óvalo es un huevo . Un au torexplica bastante claramente esta locura. Delairas, escribien-do en 1787, pretende encontrar una doctrina sintética de lageneración. Según él, esta generación se hace de acuerdo aun principio uniforme: las c i rcunstancias part iculares nohacen sino aportar diversidades a la aplicación del principio.También propone estudiar los principios de la generación

( ! ) V O L T A I R E : Oeuvres completes, e d . 1 8 2 8 , P a r í s, t . 4 1 , p . 3 3 4 .

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"con respecto a los seres organizados más considerables, enlos que la naturaleza desarrolla en grande las disposicionesque sigue y que parece ocultarnos en los seros menos com-

puestos y de pequeño volumen". Y acomete la empresa deaclarar el problema de la generación de los animales me-diante la generación de los astros. Para ello no necesita sinoun mínimo de geometría . ¿El f lúido ast ronómico de unastro no adopta la forma oval? Entonces ( J ) "toda gene-ración se hace mediante el huevo cuneta ex ovo, es decir,mediante un óvalo". He ahí la esencia de la prueba; he ahíto da la prueb a. Se capta en su. pu erilid ad , en su chocante

aridez geométrica, un t ipo de generalización animista. Porlo demás ¿una idea filosófica que repose sobre una intuición"profunda" , sobre una pre tendida comunión con la v idauniversal , t iene otra riqueza, otro fundamento que el huevoastronómico de Delairas? Con todo, la representación geo-métrica hace resaltar el ridículo y es necesario un incons-ciente bastante hipotecado para l legar a una generalizaciónanimista semejante.

Para romper con esta seducción de las formas simples yacabadas sobre las cuales pueden acumularse tantas inter-pretaciones ficticias, lo mejor es hacer explícita la produc-ción álgebraica. Por ejemplo, una enseñanza científica delos movimientos planetarios no ha de conformarse con re-petir que los planetas describen elipses alrededor del Solcolocado en uno de sus focos; esta enseñanza debe vincular,mediante un cálculo discursivo, la realidad algebraica de laatracción con el fenómeno del movimiento kepleriano. Sin

duda, sería más simple no enseñar sino el resultado. Perola enseñanza de los resultados de la ciencia nunca es unaenseñanza científica. Si no se hace explícita la línea deproducción espiri tual que ha conducido al resultado, sepuede estar seguro que el alumno combinará el resultadocon las imágenes más familiares. Es necesario que "com-pr en da ". S ólo se puede retener com prendiendo. E l a lu m no

( ! ) DELAIRAS: Physique nouvelle fortnant un corps de doctrine, ctsoum ise á la dém onstrat ion rigoureuse du calcul, París , 1 7 8 7. "C hezl'auteur, rué des viei lles Garn isons, en face du reverbere", p. 2 6 8 .

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comprende a su manera. Puesto que no se le han dado ra-zones, agrega al resultado razones personales. Un profesorde física algo psicólogo podría ver bastante fácilmente, res-pec to de l p roblema que nos ocupa , cómo "madura" unaintuición no explicada. Por eso es frecuente que al cabo dealgu nas sem ana s, cuando,, el recuerdo verb al de la clase hadado lugar, como lo dice tan bien Pierre Janet, a los re-cuerdos elaborados, el Sol se ha desplazado: ya no está enel foco de la elipse, está en el centro. En efecto, en la ense-ñanza de los resultados ¿qué es el foco de una elipse? ¿Por-qué un foco y no el otro? ¿Si un foco se ha materializadocon el Sol, por qué el otro está desierto? Cuando el resul-

tado correcto se conserva en la memoria, es a veces graciasa la construcción de todo un andamiaje de errores. Antetodo es la palabra foco que salva todo. Que el Sol sea unFoco, ¡es claro en demasía! Así otorga su luz y su calora todo el Universo. Si el "foco" de una elipse habría reci-b ido o t ro nombre , un nombre matemát ico y neut ro , e l enun-ciado correcto de las leyes de Kepler hubiera consti tuidouna cuestión más difíci l para un bachil ler y las faltas for-males se habrían mult ipl icado. Muy sintomática por su in-determinación geométrica y por la necesidad de un adverbiopomposo es también la expresión del conde de La Cépé-de ( J ) : "E l S o l. . . ocupa gloriosam ente u n o de los focosde la revolución de nuestros cometas y de nuestros planetas".Pero en el transcurso de la enseñanza de la Física, he en-contrado "racionalizaciones" más capciosas que esta simpleracional ización l ingüíst ica . Un día un alumno intel igenteme dió esta respuesta: el sol está en el foco de la elipse

terrestre, pues si estuviera en el centro habría en un mismoaño dos veranos y dos inviernos". Esta objeción, fundadasobre una total ignorancia de la influencia de la inclinacióndel eje terrestre respecto del plano de la eclíptica, es psicoló-gicamente instructiva. Nos muestra un espíri tu ingeniosoen trance de valorizar su representación totali taria figurada.El espíri tu quiere l igar todos sus conocimientos a la imagencentral y básica. Es necesario que todos los fenómenos sean

( ! ) L a CÉPÉDE: Essai tu r l'éléctricité. . . Loe. cit., t. I I , p . 2 4 4

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explicados por el conocimiento supervalorizado. Tal es laley del mínimo esfuerzo.

Si el profesor de Física multiplicara las encuestas psico-lógicas, se asombraría de la variedad de "racionalizaciones"

individuales correspondientes a l mismo conocimiento obje-t ivo. Basta dejar pasar algunas semanas después de la lec-ción para comprobar esta individualización de la culturaobjetiva. Hasta parece que una imagen demasiado clara cap-tada demasiado fácil y vivamente, atrae en seguida en ellento t rabajo de individual ización una mult i tud de falsasrazones. Convendría detener las prol i feraciones subjet ivasmediante frecuentes retornos a los temas objetivos. Hay

aquí todo un t ipo de enseñanza recurrente, part icularmentedescuidada en nuestros cursos secundarios, y que no obs-tante nos parece indispensable si se desea afirmar una cul-tura objet iva.

Claro es, la historia científica, esta inagotable mina deerrores razonados, nos podría ofrecer muchos ejemplos deesta supremacía de la imagen resultante sobre el cálculo quela ha de explicar. Las objeciones completamente realísticasdel Padre Caste' respecto del punto muy preciso de la elip-ticidad de las órbitas planetarias deducida del cálculo co-rrecto de la atracción en razón inversa del cuadrado de lasdistancias, son sintomáticas; ellas resumen las observacionespedagógicas que po drí am os hacer: "S i hu bi er a. . . que de-cidir respecto de la prioridad entre las dos sería indiscuti-blemente más natural deducir la Razón 1/D 2 de la Elipti-cidad, que la Elipticidad de la Razón 1/D 2 . La Elipticidades una cosa mucho más conocida que aquella Razón. Ella

nos es dada por la observación inmediata de los movimien-tos celestes, es un hecho sensible y de física pura. En cam-bio la Razón 1/D 2 es un asunto de Geometría y de unaGeometr ía pro fun da , su t il , en una pa labra new ton ian a" (*) .El último rasgo constituye para el P. Castel, la crítica másviva. Mas parece que ese rasgo muy pronto se vuelve con-tra su autor. El Padre Castel no ha querido seguir a New-

C 1) P . c a s t e l : Le vrai systéme de Physiq ue. , . Loe. cit., p . 9 7 .9 8 .

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ton en la realizador} matemática de la atracción. Pero élmismo llega a declaraciones vagas y generales que por lodemás no son corrientes en la ciencia (p. 40 .5 ), " to d oocurre según una contranitence". Na d a má s individualizado

que la astronomía del Padre Cüastel . Acumulando errores,ha l legado a la manera de pensar subjetivamente los cono-cimientos objet ivos resumidos en el s is tema de Newton.

Por lo demás se puede t ra tar de combat i r d i rectamentela valorización de las imágenes geométricas usuales, tratan-do de vincularlas con familias de imágenes más generales.Puede asegurarse que un espír i tu matemático, que compren-de que la elipse es un caso particular de las curvas de segun-

do grado, es menos esclavo de la realización de una imagenparticular. Las experiencias de electricidad, poniéndonos enpresencia de fuerzas repulsivas y dándonos un ejemplo realimportante de las trayectorias hiperbólicas como en las ex-periencias de Riutherford sobre la desviación de las partícu-las a a t ravés de una lámina delgada, han ayudado a lasana generalización de los principios newtonianos. A esterespecto, la generalización objetiva es una evasión de lasimágenes individuales. Desde la enseñanza elemental , nos-

otros no sabríamos recomendar suficientemente las inver-siones del orden construct ivo. En verdad no se domina alproblema de la ast ronomía newtoniana mientras no se pue-da alternativamente deducir la ley de la forma empírica yreconstruir la forma pura apoyándose en la ley. Sólo en-tonces el problema de las perturbaciones adquiere un sen-tido. Esta observación muy evidente, y que sin duda noes nueva, adquiere todo su valor sólo cuando se la juzga

desde el punto de vista psicológico, como una Incitación amultiplicar el ejercicio psicológico del análisis y de la sín-tesis recíprocos. Mediante tales ejercicios en ambos sentidos,se evitará que el espíritu se demore en un proceso preferido,que muy pronto se valoriza; en particular se corregirá latendencia al descanso intelectual que proporciona la prác-t ica de la intuición; se desarrollará el hábito del pensa-miento discursivo. Hasta en el simple reino de las imágeneshemos con frecuencia ensayado úti lmente la conversión de

los valores. Así en nuestra enseñanza desarrollamos la antí-

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tesis siguiente. Para la ciencia aristotélica, la elipse es uncírculo mal hecho, un círculo achatado. Para la ciencianewtoniana, el círculo es una elipse empobrecida, una elipse

cuyos focos se han aplastado entre sí . Entonces abogaba enfavor de la elipse: el centro de la elipse es inútil puesto quetiene dos focos diferentes; en el círculo, la ley de las áreases una trivialidad; en la elipse la ley de las áreas es un des-cubrimiento. Poco a poco trataba de desamarrar al espíri tude su apego a las imágenes privilegiadas. Trataba de enca-minarlo hacia las abstracciones, esforzándome en señalar elgusto por las abstracciones. En una palabra, me parece queel primer principio de la educación científica es, en el reino

intelectual , aquel ascetismo que consti tuye el pensamientoabstracto. Sólo éste puede conducirnos a dominar al cono-cimiento experimental . Por eso no t i tubeo en presentar alrigor como un psicoanálisis de la intuición, y al pensa-miento algebraico como un psicoanálisis del pensamientogeométrico. Hasta en el reino de las ciencias exactas, nuestraimaginación es una sublimación. Es úti l , pero puede enga-ñarnos hasta el punto de no saber qué es lo que se sublima

y cómo se le sublima. No es válida mientras no se psico-analice el principio. La intuición jamás ha de ser un dato.Siempre ha de ser una i lust ración. En nuestro úl t imo ca-pí tulo t ra taremos de poner de manifiesto , de la manera másgeneral posible, la necesidad del psicoanálisis del conoci-miento ob je t ivo .

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C A P Í T U L O X I I

O B J E T I V I D A D C I E N T I F I C A Y P S I C O A N A L I S I S

I

Cada vez que nos fué pos ib le , hemos ind icado medíantebreves observaciones de qué modo, según nues t ro modo dever , e l esp í r i tu c ien t í f i co t r iunfó sobre d i s t in tos obs táculosepis temológicos , y de qué manera el espír i tu cient í f ico secons t i tuyó como un conjunto de er rores rec t i f i cados . Perotales observaciones dispersas es tán s in duda muy lejos de

formar una doct r ina comple ta de la ac t i tud obje t iva y puedeparecer que un lote de verdades ganadas sobre errores dispa-ra tados no proporc iona ese dominio de la verdad , b ien ho-mogéneo, bien redondeado, que ofrece al cient í f ico el placerde poseer un bien tangible y seguro. En verdad, el cient í f icoes cada vez menos ávido de tales placeres total i tarios. Se harepetido con frecuencia que cada vez se especializa más. Elfi lósofo, especialista en generalidades, se ofrece para las sín-tesis. Pero, de hecho, es a part ir de una especialidad que elcient í f ico quiere y busca la s íntes is . No puede aceptar comoob je t i vo un pensamien to que no ha s ido pe r sona lmen te ob -jet ivado. De manera que s i se hace psicología, y no f i losofía ,habrá s iempre que volver , as í lo creemos, al punto de vis taen el que nos colocamos en es te l ibro: ps icológicamente nohay verdad s in un error rect i f icado. Una psicología de laact i tud objet iva es una his tor ia de nuest ros errores per-sonales .

No obs tan te , queremos a modo de conclus ión , t ra tar de

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reunir los elementos generales de una doctrina del cono-cimiento del objeto .

Y nuevamente iniciamos nuestra exposición con una po-lémica. E n nuestra opin ión , ha y que aceptar para la epis-

temología el siguiente postulado: el objeto no puede de-signarse de inmediato como "objet ivo"; en otros términos,un a marcha hacia el ob je to n o es inicialm ente objetiva . H ayque aceptar, pues, una verdadera ruptura entre el conoci-m ien to sensible y el con ocim iento científico. E n efecto enel transcurso de nuestras críticas creemos haber puesto demanifiesto que las tendencias normales del conocimientosensible , to talmente animadas como están de pragmatismo y

de real ismo inmediatos, no determinan sino un falso puntode pa rtida , sino una falsa dirección. E n particu lar, la ad-hesión inmediata a un objeto concreto , captado como unbien, ut i l izado como un valor, a ta demasiado fuertementeal ser sensible; es la satisfacción intima; no es la evidenciaracional. Como lo d ice Baldwin en una fórmula de unadensidad adm irable: "E s el estímulo, y no la respuesta,aquello que permanece como factor de control en la cons-trucción de. los ob jetos de los sen tidos ". A u n b a j o la for m a

aparentemente general , aun cuando el ser repleto 1 y co lmadocree llegada la hora de pensar gratuitamente, es siempre bajola forma de un estímulo que plantea la objetividad básica.Esta necesidad de sentir el objeto, este apetito de los objetos,esta curiosidad indeterminada, aún no corresponden — deninguna manera— a un estado de espír i tu c ient í f ico. Siun paisaje es un estado de ánimo romántico, un t rozo deoro es un estado de ánimo avaro, una luz un estado de áni-

m o extát ico. En c uan to tra táis de inqu ietar a un espír ituprecientífico con objeciones concernientes a su realismo ini-cial, a su pretensión de captar su objeto de primera intención,desarrolla siempre la psicología de ese estímulo que es elcabal valor de convicción, sin alcanzar jamás sistemática-m ente la psicología del contro l ob jetivo . D e hecho, comolo vislumbra Baldwin, ese control proviene al principio deuna resistencia. Por control en general se entiende "thechecking, l imíting, regulation of the constructive proces-

ses". M as fren te al freno y a la reprimenda que corres-

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ponden curiosamente al concepto inglés intraducibie decheck, explicitaremos la noción de fracaso, implicada tam-bién en la m isma palabra. Es po r exist i r-u n fracaso queha y un fre na do en el est ím ulo. Sin ese fracaso, e l est ímu lo

sería valor puro. Sería embriaguez; y en virtud del enor-me éxi to subjet ivo que es una embriaguez, sería e l másirrectificable de los errores ob jetiv os . P o r eso creemos queel hombre que tuviera la impresión de no equivocarse nuncase equivocaría siempre.

Se objetará que este primer ímpetu se reduce muy pron-to y que precisamente los errores de los ensayos se elimi-nan po r el com por tam iento : e l conoc imiento c ien tí f ico

podría , pues, af i rmarse sobre un conocimiento sensible tor-nado coherente mediante el comportamiento. Mas no acep-tamos esta concil iación, pues la impureza original del es-t ímulo no ha s ido enmendada por las reprimendas delobje to . A los ob je tos pr im i t ivos ha n quedado adher idosvalores. El conocimiento sensible permanece como un com-promiso f ic t ic io .

Para asegurarnos que el estímulo ya no fundamen ta nues -

t ra objet ivación, para asegurarnos que el control objet ivoes una reforma más que un eco, hay que recurrir al controlsocial. De ahí que, aunque se nos acuse de círculo vicioso,proponemos fundar la ob je t iv idad sobre la conducta a jena ,o mejor, para confesar de inmediato el g i ro paradój ico denuestro pensamiento, pretendemos elegir e l o jo ajeno —siem-pre e l o jo a jeno— para ver la forma —la forma fe l izmenteabs t rac ta— del fenómeno obje t ivo : Dime lo que ves y tediré qué es. Só lo este circuito en apariencia sin sentido , pue-

de darnos alguna seguridad de que hemos prescindido total -m ente de nuestras visiones prime ras. ¡A h ! ¡sin du da n oignoram os nues t ra pérd ida! De pr on to , es todo un uni -verso que se decolora, es toda nuestra comida que se desodo-riza, es todo nuestro arranque psíquico que es roto, retor-cido, desconocido, desalentado. ¡N os es tan necesario m an -tener la integ rida d de nuestra visión del m u n d o ! P er o esprecisamente esta necesidad la que ha y que vencer. ¡V am os !No es en plena luz, sino en el borde de la sombra donde elrayo, al difractarse, nos confía sus secretos.

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Por otra parte, ha de observarse que toda doctrina de laobjetividad termina siempre por someter el conocimientodel obje to al control a jen o. Pe ro lo ha bit ua l es esperar que

la construcción objetiva realizada por ún espíri tu soli tariose lleve a cabo, para ju zg ar la en su aspecto fin al . Se de jaentonces al espíritu solitario en su trabajo, sin vigilar ni lacohesión de sus materiales ni la coherencia de sus cálculos.Proponemos en cambio una duda previa que alude a la veza los hechos y a sus vínculos con la experiencia y con lalógica. Sí nuestra tesis parece artificial e in út il, es po rq ueno se advierte que la ciencia moderna trabaja con materialesexperimentales y con cuadros lógicos socializados desde lar-

ga data , y po r ta nt o ya controlados. Pe ro a nosotros, quequeremos determinar las condiciones primitivas del conoci-miento objetivo, nos es indispensable estudiar el espíri tu enel instante en que, por sí mismo, en la soledad, ante lamaciza Naturaleza, pretende designar a su objeto . Al repro-ducir los comienzos de la ciencia eléctrica, creemos haber pro-ba do que esta prim era designación era falsa. Basta ob servartambién a un experimentador novel en su esfuerzo para pre-cisar sin guía a una experiencia, para reconocer que la pri-mera experiencia exigente es una experiencia que "fal la" .Toda medida precisa es una m edida preparada. El ordende precisión creciente es un orden de instrumentalizacióncreciente, y po r ende de socializac ión creciente. L a n d rydecía: "Desplazar de un centímetro un objeto colocado so-bre una mesa es tarea simple; desplazarlo de un milímetroexige una intervención compleja de músculos antagonistasy com porta una fat iga m ay or ". Precisamente esta úl t ima

medida fina reclama el frenado del estímulo, no se la con-quista sino después 'de fracasos, en esta objetividad discursivacuyos principios tra tam os de destacar. M as este desplaza-mien to de un milímetro de un objeto colocado sobre unamesa no es toda vía un a operación científica. La operacióncientífica com ienza en la decimal siguiente. Pa ra d esp laza run objeto de un décimo de milímetro, hace falta un aparato,y po r ende un co nj u nt o de oficios. Si fina lm ente se ac-cede a las decimales siguiente, si por ejemplo se pretende en-contrar el ancho de una franja de interferencia y determinar,

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mediante las medidas conexas, la longitud de onda de unaradiación, no sólo hacen fal ta un aparato y un conjunto deoficios, sino además una teoría y en consecuencia toda una

Academia de Ciencias. E l ins t rum en to de medida siempretermina por ser una teoría, y ha de comprenderse que elmicroscopio es una prolongación del espíri tu más que delo j o ( * ). D e esta m ane ra la precisión discursiva y socialhace estallar las insuficiencias intu it iv as y personales. M ásfi n a es un a m ed ida , m ás es indire cta. La ciencia del so lita-rio es cu alita tiva . L a ciencia socializada es cu an tita tiv a. Ladual idad Universo y Espíri tu , cuando se la examina al ras

de un esfuerzo de conocimiento personal, aparece como ladual idad de un fenómeno mal preparado y de la sensaciónno recti f icada. La m isma dual idad fun da m en tal , cua nd o sela examina al nivel de un esfuerzo de conocimiento cientí-fico, aparece como la dualidad del aparato y de la teoría,dualidad ya no en oposición sino en reciprocidad.

II

Ya volveremos sobre el proceso de rectificación discur-siva que nos parece ser el proceso fundamental del conoci-m iento ob je t ivo . Queremos de an te m ano subra yar a lguno saspectos sociales de esta pedagogía de la actitud objetivapro pia de la ciencia con tem porá nea . Pu esto que no ha y p ro -ceso objetivo sin la conciencia de un error íntimo y básico,debemos comenzar las lecciones de objetividad por una ver-dadera confesión de nues tras falla s intelectuales. Co nfes e-

mos nuestras tonterías para que nuestro hermano reconoz-ca las propias, y reclamemos de él la confesión y el serviciorecíprocos. T ra du zc am o s, en el reino de la intelectualida d,los versos comentados por el Psicoanálisis:

Selten habt Ihv mich verstandenSelten auch uerstand ich EuchNur wenn wir in Kot uns fanden

So vertslandert wir uns gleich!( J ) Véa se E D O U A R D L E R O Y : Revue de Methaphusiqae, ab'ríl,

1935.

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Rompamos juntos con el orgul lo de las cert idumbres ge-nerales, con la avidez de las certidu m bres particulare s. Pr e-parémonos mutuamente a este ascetismo intelectual que ex-

tingue a todas las insti tuciones, que retarda todos los pre-ludios, que se defiende de los presentimientos intelectuales.Y a su vez, murmuremos a toda la vida intelectual : error ,tú no eres un m al. C om o lo dice m uy bien En rique s ( 1 ) :"Reducir el error a una distracción de la mente fatigada, noes sino considerar el caso del tenedor de libros que alineacifras . Cuando se t ra ta de un verdadero t rabajo intelec-tual el cam po a explo rar es m uch o más va sto ". Es ento n-

ces cuando se accede al error positivo, al error normal, alerror út i l ; tomando por guía una doctr ina de los erroresnormales se aprenderá, como agrega Enriques, a dist inguir"las faltas a las que conviene buscar una causa, de aque-llas que, hablando con propiedad, no son errores, sino afir-maciones gratuitas hechas sin esfuerzo alguno del pensa-miento por aquel los que hacen bluff y que cuentan sobreel azar para acertar; en cuyo caso el entendimiento no in-

terviene para na d a" . A lo largo de un a l ínea de ob jetivi-dad, hay, pues, que disponer la serie de los errores comu-nes y normales. Por lo demás se advirtiría todo el alcancede un psicoanálisis del conocimiento, si por lo menos pu-diera darse a ese psicoanálisis una extensión algo mayor.Pero tal catarsis previa no podemos realizarla solos, ella estan difíci l a emprender como el psicoanalizarse a sí mismo.No hemos podido determinar s ino t res o cuatro grandesfue nte s de error para el conocim iento ob jetiv o. V im os que

la dialéctica de lo real y de lo general repercutía en los te-mas psiconalíticos de la avaricia y del orgullo. Mas no bastadesamarrar el espíri tu de esos dos si t ios peligrosos. Hayque prepararlo para abstracciones cada vez más finas, despo-já n d o lo de las fallas cada vez m ás capciosas. P ar a esta pe-dagogía fina serían necesarias sociedades científicas comple-jas, sociedades científicas que doblaran el esfuerzo lógicocon un esfuerzo psicológico.

( ! ) e n r i q u e s : Signification de l'histoice de la pensée identifique,París, p. 17.

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De hecho, en este sentido existe un progreso manifiesto.La soc iedad moderna que profesa —ateniéndonos por lomenos a las declaraciones de sus administ radores— el va-

lor educativo de la ciencia, ha desarrollado las notas de ob-jetividad mucho más de lo que pudieron hacerlo las cien-cias en períod os m eno s escolarizados. Bo erhaave o bservóque si la Química ha estado tanto t iempo errada hasta ensus principios, se debió a que durante mucho t iempo fuéun a cultura soli taria. Hacía esta observación en el enre dad oum bra l de su t ra tad o de Qu ímica. Pa ra él la Q uímica sepresentaba como una ciencia difíci l de enseñar í 1 ) . E n

contra de lo que pueda creerse, el objeto químico no obstan teser tan sustancial, no se señala cómodamente en la cienciaprim it iva. E n cambio, en la prop orció n en que un a cien-cia se torna social, es decir fácil de enseñar, ella conquistasus bases objetivas.

Con todo, no hay que exagerar e l valor de los esfuerzosespecíficamente escolares. D e hech o, com o lo seña lan vo nMonakow y Mourgue, en la escuela el ambiente juvenil esmás format ivo que e l maduro , los camaradas son más im-po rta nte s que los m aestros. Lo s m aestros, sobre to do en lamult ipl ic idad incoherente de la Enseñanza secundaria , im-parten conocimientos efímeros y desordenados, marcadoscon el signo ne fas to de la au torid ad . E n cam bio, los cama-rada s arraigan ins tinto s indestructibles. H ab ría , pues, queelevar a los alumnos, tomados en grupo, a la conciencia deuna razón de grupo; en otras palabras al inst into de obje-t ividad social , instinto que se desconoce para desarrollar

con preferencia el instinto contrario de originalidad, sin ad-vertir el carácter engañoso de esta orginalidad adquiridaen las disciplinas l i terarias. D icho de otra m anera, para quela ciencia objetiva sea plenamente educadora, sería necesarioque su enseña nza fu era socialmente activa. Es un descono-cimiento de la instrucción común, instaurar, sin recíproca, larelación infle xib le de m aestro a alu m no . H e aqu í, en nues-t ra opinión, e l principio fundamental de la pedagogía dela act i tud objet iva: Quien es instruido debe instruir. U n a

( ! ) B O E R H A A V E : Loe. cit., p. i .

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enseñanza que se recibe sin trasmitirla forma espíritus sindin am ism o, sin autocrít ica. Sobre tod o en las disciplinascientíficas, tal instrucción cuaja en dogmatismo un conoci-

miento que debiera ser un impulso hacia una marcha inven-tiva. Y sobre tod o, deja de im pa rtir la experiencia psico-lógica del error hu m an o. Co m o única ut i l idad defendiblede las "composiciones" escolares, imagino la designación demonitores que trasmitirían toda una escala de lecciones derig or decreciente. E l m ej or de la clase recibe, co m o recom-pensa, el placer de hacer de repetidor al que le sigue, éste alsiguiente y así sucesivamente hasta que los errores fueran

realm ente dem asiado groseros. Este residuo de la clase nosería por lo demás sin utilidad para el psicólogo; pues reali-za la especie no científica, la especie subjetivista, cuya inmo-vil idad es em inentem ente instructiva. Pu ede perdon arse estaut i l ización algo inhumana del holgazán, en uso en nume-rosas clases de matemáticas, recordando que quien no tieneraz ón objet ivam ente se la tom a subjet ivam ente. Es de buentono, en la burguesía culta, jactarse por su ignorancia enm atem áticas. Se i lusiona con su fracaso cua ndo ese fracaso

es sufic ientem ente claro . D e tod os m od os , la existencia deun grupo refractario a los conocimientos científicos favore-ce a u n psicoan álisis de las convicciones racionales. N o lebasta al hombre tener razón, necesita tener razón contraalg uie n. Sin el ejercicio social de su convicción racional, larazón profunda no está lejos de ser un rencor; esa convic-ción que no se derrocha en una enseñanza difícil actúa enun alma como un amor desconocido. De hecho, lo que

prueba el carácter psicológicamente salubre de la ciencia con-temporánea cuando se la compara con la ciencia del si-g lo XVIII , es que e l número de incomprendidos disminuye.

La mejor prueba que esta pedagogía progresiva corres-ponde a una realidad psicológica en el adolescente, la vemosen la teoría del juego bilateral señalado con un t razo rápidopor von Monakow y Mourgue ( x ) : "Cuando hemos e s -tud iado e l instinto de conservación, hemos acentuado la ne-

( ! ) v o n M o n a k o w y M O U R G U E : Introduction biologique ál'étude de la Neurologie et de la Psychopathologie. P a r í s , 1 9 2 8 , p . 8 3 .

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cesidad de privar que se observa en los niños, durante susjuegos. Pe ro, en el transc urso de éstos, ha y ot ro aspectoque conviene aclarar. E l niño , en efecto, n o tra ta de im -

ponerse de una manera constante; aceptará con gusto, des-pués de haber desempeñado el papel de general , tomar el desimple soldado. Si n o lo hiciera, la fu nc ió n del jueg o (pre -paración a la vida social) sería falseada y, cosa que ocurreefectivamente con los niños insociables, el refractario a lasreglas más o menos implícitas del juego sería el iminado delpequeño grupo que forman los niños". La pedagogía de lasdisciplinas experimentales y matemáticas ganarían con reali-zar esta condición fundamental del juego.

Si nos hemos permit ido estos breves t razos de una utopíaescolar, es porque nos parece que ofrece, guardando las debi-das proporciones, una medida práctica y tangible de la dua-lidad psicológica de las actitudes racionalista y empírica.Creem os en efecto qu e en toda e nseñan za viva siempre t ienelugar un juego de matices fi losóficos: una enseñanza reci-bida es psicológicamente un empirismo; una enseñanza im-partida es psicológicamente un racionalismo. Os escucho:

soy tod o o ídos. O s ha blo : soy to do esp ír itu . A un qu eambos digamos lo mismo, lo que decís es siempre un pocoirracio nal; lo que os digo es siempre un poco racional. T e -néis siempre algo de sinrazón, tengo siempre algo de razón.Po co im po rta la m ateria enseñada. L a actitud psicológicaque de una parte es resistencia e incomprensión, y de la otraimpulso y autoridad, se convierte en el elemento decisivoen la enseñanza real , cuando se dejan los l ibros para hablara los hombres.

Ahora bien, como el conocimiento objet ivo nunca estáte rminado , y como nuevos objetos aportan sin cesar temasde conversación en el diálogo entre el espíritu y las cosas,toda la enseñanza científica, cuando es viviente, será agi-tada por e l f lu jo y el reflujo del empirismo y del raciona-lismo. D e hech o la historia del cono cim iento científicoes una alternativa que se renueva sin cesar de empirismo yde racionalismo. Esta alternativa es algo más que un hecho.

E s un a necesidad del din am ism o psicológico. Y es p o r esoque toda fi losofía que bloquea la cultura en el Realismo o

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Nominal ismo const i tuye uno de los obstáculos más t remen-dos para la evolución del pensamiento científico.

Para tratar de aclarar la interminable polémica entre el ra-

cional ismo y el empirismo, Lalande propuso recientemente,en el Congreso de Fi losofía , en una improvisación admi-rable, estudiar sistemáticamente los períodos en los que larazón experimenta satisfacciones y los períodos en los queexperim enta inquietudes. P us o de m anifies to que en elt ranscurso del desarrol lo cient í f ico, se presentan de prontosíntesis que parecen absorber al empirismo, tales son las sín-tesis de la mecánica y de la astronomía con Newton, de lasvibraciones y de la luz con Fresnel, de la óptica y de la elec-

t r ic idad con M ax w ell . Enton ces t r iu nf an los profesores.Lu ego los t iem pos lum inosos se ensom brecen: a lgo no m ar-cha, Mercurio se desarregla en el Cielo, fenómenos fotoeléc-t r icos desgranan la on da, los campos no se cuan t i f ican. E n -tonces los incrédulos sonríen, como escolares. Multiplicandola encuesta propuesta por Lalande, podríamos determinarde una manera precisa qué ha de entenderse cabalmente poresta satisfacción de la razón cuando racional iza un hecho.Veríamos entonces lo más exactamente posible, en casos pre-cisos, en el dominio seguro de la historia cumplida, el pasajede lo asertórico a lo apodíctíco, así como la ejemplífícacíónde lo apodíctico por lo asertórico.

Sin embargo esta encuesta puramente histórica, al darnosel sentido casi lógico de la satisfacción de la razón, no nosentregaría en toda su complejidad, en toda su ambivalenciade suavidad y de autoridad, la psicología del sentimiento detener razón. Para conocer toda esta afectividad del uso de larazón, hay que vivir una cultura científica, hay que ense-ñarla, defenderla en contra de las ironías y de las incompren-siones, en fin, hay que l legar, fortalecidos por su apoyo, aprovocar a los fi lósofos, a los psicólogos del sentimiento ín-t im o, a los pra gm atista s y al realista. En tonc es se po dr ájuzgar la escala de valores del sentimiento racional: tenerrazón de los hombres por los hombres; ¡dulce éxito en elque se complace la voluntad de poder de los hombres polí-

t icos ! P ero tener raz ón de los ho m bre s p o r las cosas, he ah íel enorme éxito en el que triunfa, ya no la voluntad de po-

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der , s ino la luminosa vo luntad de razón , der Wi l le zur Ver-n u n f t .

Pero jamás las cosas dan la razón al espíri tu en bloc y de-fini t iva m ente . P o r lo demás, es m uy cierto que esta sat is-facción racional ha de ser renovada para dar un verdaderodina m ism o psíquico. P o r un a costum bre curiosa, lo apo -díctico envejecido se aficiona a lo asertórico, el hecho derazón perm anece sin el ap are jo de las razone s. D e toda lamecánica de Newton, los hombres han retenido que era elestudio de una at racción, cuando, en Newton mismo, laatracción es un a m etáfo ra y n o u n hecho. O lvid aro n quela mecánica newtoniana asimilaba apodict icamente la pará-bola del movimiento de los proyecti les en la t ierra, con laelipse de las órbi tas planetarias , mediante una batería derazon es. H a y que defen der, pues, del desgaste a las ver-dades racionales que siempre t ienden a perder su apodictici-dad y a caer al nivel de los há bi to s intelectuales. B alza cdecía que los sol terones reemplazan los sent imientos por há-bi to s. Igu alm ente , los profesores reem plazan los descubri-m ien tos p o r lecciones. E n co ntra de esta indolencia intelec-

tual que nos priva poco a poco de nuestro sent ido de lasnovedades espiri tuales, la enseñanza de los descubrimientosrealizados en el transcurso de la historia científica es unprecioso aux i l iar . Pa ra enseñar a los a lum no s a inve ntar , esbueno darles la sensación de que ellos hubieran podido des-cubr i r .

Hay t ambién que inquietar la razón y desarreglar los há-bi to s del conoc imiento obje t ivo. P o r lo demás es un a prác-

t ica pedagógica consta nte. N o deja de tener su gota desadismo que pone de manifiesto claramente la interven-ción de la vo lu nt ad de po de r en el educa dor científico. Es taterqu eda d de la ra zó n es recíproca. Y a en la vida d iariano s gusta inq uieta r a l pr ój im o. E l caso del que plan teaenigm as es revelad or. Frecu entem ente, el enigma inespe radoes la revancha del débil sobre el fuerte, de] alumno sobre elmaestro . Plantear un enigma al propio padre ¿no es por

ventura, en la ambigua inocencia de la actividad espiri tual ,satisfacer al co m ple jo de E di po ? Recípro cam ente, la acti-

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tud del profesor de matemática, serio y terrible como unaesfinge, no es difíci l de psicoanalizar.

Finalmente puede descubrirse, en ciertos espíri tus cul-

tos, un verdadero m as oq uis m o intelectual . D etrá s de las so-luciones científicas m ás claras, necesitan m isterios. A cep tandifíci lmente la claridad conscientemente espontánea que ofre-ce u n pensam iento axiom ático. A un du eños y señores deuna noción matemática, necesitan postular un realismo quelos do m in a y los ap lasta . E n las ciencias físicas, po stu lanun «rac ional i smo profundo para la rea l idad , mient ras queen los fenómenos de los laboratorios, fenómenos bien domi-nados, bien matematizados, ese irracionalismo no es sino

la suma de las torpezas del exp erim enta dor . Pe ro el espíri tuno quiere gozar t ranqui lamente con un conocimiento bienenc errad o en sí m ism o. N o piensa en las dificultade s delmomento, s ino en las dif icul tades del mañana; no piensaen el fenómeno prisionero bien custodiado en los aparatosactualmente en acción, sino en el fenómeno l ibre, salvaje,im pu ro, apenas con nom bre. De este inn om ina do los f i ló-sofos hacen un innom inable . Hasta en los fun dam ento sde la ari tmética, Brunschvicg ha reconocido esta dualidadcompletamente teñida por valorizaciones contrarias, cuan-do habla de una ciencia del número uti l izada ya para de-mostrar, ya para deslumhrar, entendiéndose, claro es, quese trata más que de deslumhrar a los demás de enceguecerse as í m ismo ( 1 ) .

Mas estas tendencias sádicas y masoquistas que aparecensobre todo en la vida social de la ciencia, no caracterizansuficientemente la verdadera acti tud del científico soli tario;no son sino los primeros obstáculos que el científico ha desuperar para adquirir la estricta objetividad científica. Enla etapa de su evolución en que se encuentra la ciencia con-temporánea, el científico se encuentra frente a la necesidad,sin cesar renovada, de renunciar a su propia intelectualidad.Sin esta renuncia explícita, sin este desnudarse de la intui-ción, sin este abandono de las imágenes favoritas, la bús-

O ) LEÓN BRUNSCHVICG: Le role du phythagorisme dans í'évotu-tion des idées, Pa rí s , 1 9 3 7 , p . 6 .

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queda objet iva no tarda en perder no sólo su fecundidad,sino el vector mismo del descubrimiento, e l arranque in-duct ivo. V iv ir y revivir el instante de objet ivid ad, m an te-

nerse sin cesar al estado naciente de la objetivación, exigeun cons tante esfue rzo de desubjet ivación. ¡Placer su pre m ode oscilar de la extraversión a la introversión, en un espí-ri tu l iberado psicológicamente de la doble esclavitud delsu je to y del ob je to ! U n descubr imiento ob je t ivo es inme-diata m ente un a rectificación sub jetiv a. Si el ob je to m e ins-t ruye, me m odifica. Del ob jet o reclamo, como principalprovecho, una modificación espir i tual . U n a vez real izadobien el psicoanálisis del pragmatismo, quiero saber parapoder saber, no para utilizar. En efecto, recíprocamente, sihe podido, a t ravés de un esfuerzo autónomo, obtener unamodificación psicológica —que no puede imaginarse s inocomo una compl icac ión en e l p lano matemát ico— for ta -lecido con tal modificación esencial , me diri jo nuevamentehacia el objeto, y requiero a la experiencia y a la técnicaque ilustre, que realice, la modificación ya realizada psico-lógicame nte. Sin du da el m u n d o frecuentem ente se resiste,

el mundo se resiste siempre, y es necesario que el esfuerzom atem ático se recobre, se doblegu e, se rectifique. P e ro serectifica enrique ciéndo se. Fre cue ntem ente la eficacia del es-fuerzo matematizante es tal que la realidad cristal iza sobrelos ejes que le ofrece el pensamiento humano: se producennuevos fenó m eno s. Pues se puede sin t i tubea r habla r de un acreación de los fen óm eno s po r el ho m br e. El electrón exis-t ía antes del ho m bre del s iglo X X . Pe ro antes del ho m br edel siglo X X , el electrón no can tab a. A ho ra canta en la lám -

para de tres electrodos. Esta realización fenomenológica seha producido en un instante preciso de madurez matemá-tica y técnica. H ub iera sido en v an o inte nta r una realiza-c ión prem atura . U na as t ronom ía que hubiera quer ido reali-zar la m úsica de las esferas hu bie ra fraca sado . Er a un po -bre sueño va lor iza do por una ciencia pob re. La m úsica delelectrón en un campo alternado en cambio se ha podido reali-za r. Ese ser m u d o no s ha dad o el teléfon o. Ese m ism o ser

invisible nos ha de da r la televisión. D e esta ma ne ra "elhombre t r iunfa sobre las contradicciones del conocimiento

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inm edia to . Ob l iga a las cualidades contradictorias a unaconsustanciación, desde el momento en que él mismo se haliberad o del m ito de la sustancialización . Y a no ha y irra-

cional ismo en una sustancia cuidadosamente fabricada porla quím ica orgánica. T a l irracionalism o n o sería sino un aimp ureza . P o r lo dem ás esta imp ureza puede ser to lerada.Desde el instante en que es tolerada, es por que ella es inefi-caz, inofensiva. Fun ciona lm ente, esta im purez a no existe .Funcionalmente, la sustancia realizada por la síntesis quími-ca moderna es totalmente racional .

I I I

Sin duda, en los mismos instantes en que la ciencia re-dama las mutaciones psicológicas más decisivas, los inte-reses y los inst intos manifiestan una extraña estabi l idad.Los psicólogos clásicos triunfan entonces fácilmente so-bre nuestras ideas arriesgadas; l lenos de amarga sabiduríanos recuerdan que hace falta algo más que una ecuaciónpara cambiar el corazón del hombre y que no es con algu-nas horas de éxtasis intelectual que se reducen los instintosy se suscitan fun cion es orgánicas nuevas. N o obs tante esascríticas, persistimos en la creencia que el pensamiento cien-tífico, bajo la forma exclusiva en que lo viven ciertas al-mas, es psicológicamente, formativo. Como lo observa Ju l ienPacotte en páginas penetrantes (*) "en la evolución bioló-gica, la súbita orientación de lo viviente hacia el medio

con el f in de organizado independientemente de su cuerpoes u n acontecimiento inc om para ble . . . L a técnica pro long aa la biolo gía" . Pero he aquí que el pensa m iento abstractoy m atem ático pr olo ng a a la técnica. He aqu í que el pensa-miento cient í f ico reforma al pensamiento fenomenológico.La ciencia moderna es cada vez más una reflexión sobre larefle xió n. Pa ra po ne r de m anif iesto el carácter revolucio-nario de esta complejidad, podrían retomarse todos los te-mas de la evolución biológica estudiándolos bajo el único

( ! ) "Revne de Syntbése" , oct . 19 33 , p . 12 9 .

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punto de vista de las relaciones de lo interno con lo externo:se vería que gradualmente con la evolución, como lo ha pues-to en evidencia Bergson, el reflejo inmediato y local se com-

plica poco a poco, se extiende a través del espacio, se sus-pende en el t iem po . E l ser viv o se perfecciona en la m edidaen que puede vincular su punto de vida, const i tu ido por uninstante y por un centro, con duraciones y espacios mayores.El hombre es hombre por que su comportamiento ob je t ivon o es ni inm edia to ni local . La prev ención es un a p rim eraforma de la previsión científica. Finalmente, hasta la cienciacontemporánea se t ra taba de prever lo lejos en función de lopróximo, la sensación precisa en función de la sensación

grosera; e l pensamiento objet ivo se desarrol laba por lo me-nos en con tacto con el m u n d o de las sensaciones. M as ah ora ,parece seguro que con el s iglo X X com ienza un pens am ientocientífico en contra de las sensaciones y que ha de construirseuna teoría de lo objet ivo en contra del ob je to . E n o t rostiem po s la refle xión resist ía al pr im er ref lejo . E l pensa-miento cient í f ico moderno reclama que se resis ta a la primerareflexión. Es, pues, todo el uso del cerebro el que está en

discusión. D esde aho ra en adelan te el cerebro ya n o esen abso lu to e l ins t rumento adecuado a l pensamiento c ien-tífico, vale decir que el cerebro es el obstáculo al pensa-miento cient í f ico. Obstáculo en el sent ido de ser un coordi-na do r de gestos y de apeti tos. H a y que pen sar en contradel cerebro.

Entonces un psicoanálisis del espíri tu científico adquieretodo su sent ido: e l pasado intelectual , como el pasado afec-

t ivo, ha de ser conocido co m o tal , com o un pasad o. La slíneas de inferencia que conducen a las ideas científicasdeben ser dibujadas part iendo de su origen efect ivo; e l d ina-mismo psíquico que las recorre ha de ser vigilado; todos losvalores sensibles ha n de ser desm onet izados. Fin alm ente ,para cobrar una conciencia clara de la construcción fenome-nológica, lo antiguo ha de pensarse en función de lo nuevo,condición esencial para fundar, como un racional ismo, lafísica m atem ática. En tonc es, al lad o de la histo ria de lo que

fué, lento y hesitante, debe escribirse una historia de loque ha debido ser , rápid o y peren torio . Esta historia no rm a-

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liza da , apenas es inex acta. Es falsa socialm ente, en el em -puje efectivo de la ciencia popular que realiza, como hemostratado de mostrarlo en el curso de este l ibro, todos los erro-

res. E s verda dera a trav és de las generaciones de los genios,en las suaves solicitaciones de la verdad ob jet iv a. Es esta lí-nea fina la que dibuja el verdadero destino del pensamientoh u m an o . Po co a po co esa línea desplaza a la línea de lavida . A l seguirla se advierte que el interés p o r la vida essu pla nta do por el interés p or el esp íri tu. Y para apreciarsu valor, se ve claramente asomar una utilidad al espíritu,espíri tualmente dinámica, mientras que la utilidad a la vida

es pa rticu larm ente estática. A qu ello qu e sirve a la vida lainm oviliz a. A qu ello que sirve al espíri tu lo pon e en mov i-m iento. La doc trina del interés es, pues, esencialmente dis-tinta en el dominio de la biología y en el dominio de lapsicología del pen sam iento científico. Li ga r am bos intereses:el interés por la vida y el interés por el espíritu a través de unvago pragmatismo, es unir arbi t rariamente dos contrarios.Por eso, el psicoanálisis del espíritu científico ha de ocuparseen dist inguir esos dos contrarios, en romper una solidaridad

del esp íritu con los intereses vitales. E n par ticula r cu an doserá reducido el obstáculo animista, que reaparece insidiosa-mente casi cada siglo bajo formas biológicas más o menosactualizadas, podrá esperarse un pensamiento científico ver-daderam ente anim ado r. M as com o lo dice con tan nobletranquilidad Edouard Le Roy, para que sea posible esteéxito general del pensamiento científico, hay que quererlo.Es necesaria una voluntad social poderosa para evitar ese

poligenismo del cual Le Roy no descarta la posibil idad. Temeen efecto una ruptura entre las almas l iberadas y las almashipotecadas ( 1 ) . Es ta voluntad de espíritu, tan nít ida enalgunas almas superiores, no es evidentemente un valorsocial. Charles Andler hacia en 1928 esta profunda re-f lexión ( 2 ) : " N o m ejo r que Grecia , Rom a no sup o hacerde la ciencia la base de un a educación po p u la r" . De beríam os

(!) EDOUARD L e R O Y : Les Origines humaínes et l'évolution del'Intelligence, Parí s , p . 323 .( 2 ) "Revue de M ethapbys ique e t de M óta le" , abril 19 28 , p . 2 8 1 .

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sacar pro vec ho de es tá observa ción. Si m ás allá de los pr o-gramas escolares vanfos hasta las realidades psicológicas,comprenderemos que la enseñanza de las ciencias ha de re-

formarse totalmente; advertiremos que las sociedades mo-dernas no parecen haber integrado de ninguna manera laciencia en la cu ltura general. Se discu lpan d iciendo qu e laciencia es dif ícil y que las ciencias se esp ecializ an. Per o cu an -to más difíci l es un a tarea, ta nt o más educadora es. C u a n tomás especial es una ciencia, mayor es la concentración espi-ritual que exige; más grande ha de ser el desinterés que laanima. El principio de la cultura continuada está por lodemás en la base de una cultura científica moderna. Es al

cient í f ico moderno más que a ningún otro , a quien con-viene el austero consejo de Kipling: "Si puedes ver de pron-to hundirse la labor de tu vida, y recomenzar la tarea, sipuedes sufri r , luchar, morir s in murmurar, tú serás unhombre, hijo mío". En la obra de la ciencia sólo puedeamarse aquello que se destruye, sólo puede continuarse elpasado negándolo, sólo puede venerarse al maestro contra-diciéndolo. Entonces sí , la Escuela continúa a lo largo de

toda una vida. Una cultura detenida en un período escolares la cabal negación de la cultura científica. No hay cienciasino mediante una escuela permanente. Esta escuela es la queha de fundar la ciencia. Entonces los intereses sociales seinvertirán definit ivamente: la Sociedad se hará para la Es-cuela y no la Escuela para la Sociedad.

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Í N D I C E D E L O S NOMBRES CITADOS

Abbadie, 7 9 , 8 1 .

Abelardo, 7 4 .Abraham, 2 1 0 .Achard, 1 9 5 .Alberti, 1 8 1 .Aldini, 1 2 3 , 1 2 4 , 1 2 5 , 1 9 6 , 1 9 7 ,

1 9 8 .Alembert ( D ' ) . 2 3 .Alibard, 1 9 3 .Allemand, 8 5 .Allendy ( R . e Y . ) , 1 5 7 , 2 1 0 .Andler, 2 9 6 .

Aristóteles, 6 6 , 6 7 .Arquímedes. 2 1 .

Bacon, 3 2 , 6 6 , 7 0 , 7 1 , 1 1 0 ,1 6 5 , 1 7 3 , 1 7 4 , 1 9 3 .

Baldwin, 2 8 2 .Balzac, 2 1 9 . 2 9 1 .Baudelaire, 2 5 0 .Becker, 5 8 .Belleau (Remy), 1 5 8 , 1 5 9 , 1 6 0 .

Béraut, 9 1 .Bergson, 1 7 , 2 9 5 .Bernard (Claude), 1 7 8 .Berthelot, 2 8 , 1 7 8 .Berthollet, 1 1 0 .Bertholon (Abate), 4 4 , 7 1 , 7 2 ,

1 1 0 , 1 5 2 , 1 5 3 , 2 3 7 .Bertrand (Joseph), 2 6 3 .Berzelius, 1 7 8 .Bila, 5 6 .

Black, 8 3 .Bleton, 1 5 1 .Bodin, 1 0 6 .

Boehtne, 6 2 , 6 4 .

Boerhaave, 8 4 , 8 5 , 1 1 9 , 1 3 0 ,1 3 8 , 1 3 9 , 1 4 7 , 1 4 8 , 1 8 5 ,2 3 0 , 2 8 7 .

Boíl ( M . ) , 8 6 .Bonaventura, 6 4 .Bonnefoi, 2 3 7 .Bonnet, 1 7 0 , 1 8 0 .Bordeu, 1 8 0 .Borel, 2 5 2 .Boulanger, 3 7 .Boyle, 1 2 2 , 1 4 1 , 1 4 2 , 2 5 5 .

Boze, 2 3 7 .Broglie (L . de) 9 .Brugmans, 9 2 .Brown, 1 9 7 .Bruno ( D e ) . 1 7 9 , 1 8 5 , 1 9 2 ,

1 9 3 , 2 6 4 .Brunschvicg, 1 4 7 , 2 9 2 .Buber, 2 2 7 .Buffon, 5 3 , 5 4 , 1 1 1 , 1 1 2 , 1 8 1 ,

1 8 9 , 1 9 0 , 2 5 2 , 2 6 3 .

Cabannes, 3 6 .Carra. 4 4 , 1 2 9 , 1 3 2 , 2 5 8 , 2 5 9 ,

2 6 0 , 2 6 1 , 2 7 3 .Castel ( L . ) , 4 9 , 2 6 2 , 2 6 6 , 2 7 0 ,

2 7 1 , 2 7 2 , 2 7 8 , 2 7 9 .Castelli, 4 1 .Cavallo, 4 3 , 4 4 , 1 9 4 .Cicerón, 1 7 0 .Cigna, 9 2 .

Collinson, 9 0 .Comiers, 3 0 , 1 0 6 .Compton, 3 6 .

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Comte ( A . ) , 1 8 0 .Condorcet, 4 0 .Coulomb, 3 4 , 4 0 , 1 9 7 , 2 4 8 .Crosset de la Heaumerie, 7 7 , 1 1 9 ,

1 8 7 , 2 0 5 , 2 4 1 .Curie (Mme.), 4 0 .Cuvier, 8 3 , 1 8 1 , 2 5 2 .

Chambón de Montaux, 1 2 9 .Charas, 1 3 8 , 1 6 2 , 2 3 2 , 2 3 9 .Chátelet ( M m e . d u ) , 3 9 , 4 0 ,

2 5 3 , 2 5 6 , 2 5 7 .Chauliac ( d e ) , 2 4 0 .

D'Annunzio, 2 2 9 .Darcet, 3 7 .Daure, 3 6 .Daustenius, 6 4 .David, 9 2 .Decartes, 1 6 6 , 1 8 6 .David D'Augsbourg, 6 4 .Dedu, 1 8 6 .Delairas, 2 6 7 , 2 7 5 , 2 7 6 .Descartes, 12 , 38 , 93 , 94 , 192 ,

2 7 0 , 2 7 2 . 'Deseze, 1 8 1 .Devaux (Pierre), 4 7 .Diderot, 2 0 1 , 2 0 6 .Digby, 1 6 0 , 2 4 2 .Dioscorides, 1 6 4 .Dirac, 9 .Drake, 2 0 5 .D u Bellay, 1 3 .Dubois, 3 8 , 1 5 0 .D u Clos, 7 5 , 7 6 , 1 4 1 .Dulong, 2 5 2 .Durade, 2 0 1 .Duval, 1 1 9 , 1 6 3 .

Enriques, 2 8 6 .Ettmuller, 2 1 2 .Euler, 1 9 3 .

Fabre, 1 4 6 , 2 0 1 , 2 0 2 , 2 2 6 , 2 3 3 ,2 3 4 .

Fayol, 1 0 5 , 1 0 6 .Flourens, 1 1 1 .Fourcroy, 1 7 8 .

Fowler, 1 9 4 .Franklin, 3 9 , 9 0 , 9 5 .Fresnel, 7 , 2 9 0 .Freud, 2 1 0 .Fuss, 1 9 2 .

Galileo, 2 6 5 .Galvani, 1 2 3 , 1 9 4 , 1 9 7 , 1 9 8 .Geoffroy, 8 4 , 157-161, 1 7 7 , 2 1 1 ,

2 1 3 .Gérard-Varet, 2 0 , 2 1 .Glauber, 7 5 , 1 8 4 .Goethe, 3 0 .Gordon, 4 1 .Gosset, 1 7 0 , 1 7 1 .Goussíer, 3 2 , 4 4 , 1 0 3 .Granger, 1 8 4 .

Hales, 8 3 , 2 5 2 .Halley, 2 5 5 .Hartmann, 1 2 2 , 1 5 0 .Hartsoeker, 1 9 2 , 2 6 7 , 2 7 4 , 2 7 5 .Havelock Ellis, 2 4 0 .Hecquet, 1 8 7 , 2 0 0 , 2 0 2 , 2 0 4 ,

2 0 8 , 2 0 9 , 2 1 3 .

Heisenberg, 9 .Helmont (Van), 6 1 , 1 1 8 , 2 4 5

2 4 6 .Henckel, 1 8 0 .Herbert, 2 3 6 .Hitchcock, 5 9 , 6 3 .Hoffmann, 1 2 7 .Holbach ( d e ) , 1 8 0 .

Homberg, 2 1 2 , 2 1 3 .Humboldt. 1 9 4 , 1 9 5 , 1 9 6 .Hunault, 2 0 8 .Huygens. 3 5 , 1 9 2 , 1 9 3 .

Israel, 1 6 6 .

Jadelot, 1 9 2 , 1 9 5 .Jallabert, 2 3 7 , 2 3 8 .James ( W . ) , 6 6 .

Janet (Pierre) . 2 7 7 .Jones, 4 9 , 5 7 , 1 5 7 , 2 1 0 , 2 1 1 .Joule, 25 6 .

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Kammerling Onnes, 4 0 .Kepler, 2 7 4 .Kipling, 2 9 7 .Kircher, 2 6 0 .

Kolpaktchy, 5 6 .Koyré, 6 2 .

L a Cépede ( D e ) , 9 5 , 1 0 0 , 1 0 1 ,1 8 3 , 1 9 7 , 2 3 8 , 2 7 7 .

L a Chambre ( D e ) , 3 1 , 1 0 1 , 1 0 2 ,2 0 0 , 2 0 7 .

L a Chapelle ( D e ) , 3 3 .Laffitte, 1 6 3 .Lalande, 13 2.Lalande ( A . ) , 2 9 0 .Landry, 2 8 4 .Langelotte, 1 4 7 .L a Perriére ( D e ) , 1 1 3 , 1 1 4 .La Tourette ( D e ) , 2 0 4 .Lavoisier, 1 7 7 , 1 7 8 .L e Camus, 23 7 .L e Doux, 1 6 7 .Lémery, 8 5 , 9 1 .L e Monnier, 1 2 6 .L e Pelletier, 1 1 8 , 2 0 7 .

L e R o y (Edouard), 4 8 , 2 8 5 ,2 9 6 .

I.évy-Bruhl, 1 7 3 .Licbig, 3 9 , 4 7 , 7 0 , 7 1 , 7 8 .Locques ( d e ) , 1 1 7 . 1 4 3 , 1 4 5 ,

1 6 3 , 1 6 6 , 1 6 9 , 1 7 2 , 1 8 4 , 2 2 2 ,2 2 4 , 2 3 4 , 2 4 1 .

Lozeran du Fesc ( D e ) , 9 7 .

Macbride, 79-83, 8 6 .

Mach, 6 6 .Macquer, 3 7 , 7 9 . 1 3 7 , 1 4 9 .Magdeleine de Saint-Agy, 8 3 .Maillet, 2 6 4 .Mallarmé, 6 6 .Malouin, 1 3 4 , 1 6 3 , 1 6 4 , 2 1 1 .Mangin ( D e ) , 3 8 , 3 9 , 4 1 , 9 1 ,

128 .Marat, 9 1 , 9 6 , 2 6 8 , 2 6 9 .Mariotte, 8 8 .

Marivetz ( D e ) , 3 2 , 4 4 , 4 5 , 1 0 3 ,2 6 3 , 2 7 2 .Martine, 2 5 5 .

Martinet, 1 3 6 .Mauduit, 1 9 3 .Maupertuis, 4 0 .Mattioli, 1 6 4 .

Maxwell, 2 9 0 .Mazars, 2 3 7 .Mersenne, 2 5 2 , 2 5 3 .Messac, 4 2 .Metzger (Mme.), 6 1 , 1 0 3 , 1 0 5 ,

1 7 1 , 1 8 4 , 1 8 5 .Meyer, 1 3 1 .Meyerson, 1 0 .Michelet, 2 6 4 .Michelson, 5 9 .

Milton, 7 1 , 7 2 .Moliere, 1 1 5 .Monakow (von), 2 2 , 2 8 7 , 2 8 8 .Montesquieu, 5 5 , 7 2 , 2 5 9 .Mornet, 3 4 , 5 6 .Mourgue. 2 2 , 2 8 7 , 2 8 8 .Mouy, 2 4 9 .

Newton, 35 , 3 8 , 68 , 79 . 1 11 ,1 8 5 , 2 6 2 , 266-273, 2 7 8 , 2 7 9 ,2 9 0 , 2 9 1 .

Nodier, 1 2 0 .Nollet, 3 7 , 1 2 8 .

O h m , 1 2 5 .Oldenberg, 1 4 3 .Ostwald, 3 9 , 4 7 , 2 6 1 .

Pacotte, 2 9 4 .Palissy, 1 4 4 .

Papin (Denis), 1 6 0 , 2 0 4 .Papin (Nicolás) , 1 6 0 .Paracelso, i 1 7.Pernety (Dora), 2 2 4 .Pfister, 1 7 2 .Pitcairn, 1 4 7 .Pivatti, 1 2 6 , 1 2 7 , 1 2 8 , 1 6 9 .Plauto, 2 2 1 .Plinio, 3 2 .Pluche (Abate), 1 0 4 , 2 6 8 .Poleman, 1 1 8 , 2 0 7 , 2 2 2 .Poncelet (Abate), 2 9 , 8 4 , 1 7 8 ,

1 9 0 , 1 9 1 , 2 4 0 , 2 6 8 .

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Pott, 1 3 1 , 1 8 7 .Priestley, 3 5 , 3 6 , 3 7 , 3 9 , 4 1 ,

1 2 2 , 2 6 1 .

Rabelais, 5 5 .Rabiqueau, 3 2 , 3 3 .Raman, 3 6 .Randouin (Mme.), 1 4 3 .Rank ( O . ) , 2 0 9 .Raspail, 1 3 4 .Réaumur, 3 8 , 8 8 . 8 9 , 1 0 8 , 1 0 9 ,

110.Reichenbach, 2 6 5 .Reinhold, 1 9 4 .Renard (Jules), 2 3 1 .

Retz, 2 5 7 .Rivaud, 7 7 .Robinet, 1 1 2 , 1 6 7 , 1 6 8 . 1 8 8 ,

1 9 2 , 2 1 0 , 2 2 5 , 2 4 2 .Rohault, 2 4 9 .Romas, 2 5 6 .Rossi, 1 2 3 .Rcuelle, 3 7 .Rousseau (Abate), 1 3 4 , 2 4 3 , 2 4 4 ,

2 4 5 .

Rousseau ( J . J . ) , 2 0 1 .R o y Dcsjoncades, 2 0 2 , 2 4 0 .Rutherford, 2 7 9 .

Sage, 1 7 9 .Saint-Pierre (Bernardin d e ) , 9 4 ,

9 9 , 1 1 2 , 2 3 9 , 2 5 3 :Saury, 5 2 .Schelling, 9 4 , 9 9 , 1 1 4 .Schopenhauer, 1 1 4 , 1 6 8 , 181.

1 9 1 , 1 1 9 .Schroeder, 1 4 1 .Seignette, 1 3 4 .Sigaud de la Fond, 2 3 6 .Silberer, 6 2 , 6 3 .Simonnet, 1 4 3 .

Socnen, 1 3 4 , 1 6 2 .Sombart, 1 6 7 .Sonnet, 1 6 4 .Spallanzani, 1 9 7 .Stahl, 1 8 5 .Stark, 3 6 .Stríndberg, 4 7 , 5 0 , 5 1 .S u e ( P . ) , 1 9 4 , 1 9 7 .Swammerdam, 2 6 5 .Swinden (Van), 9 2 . 9 3 , 1 1 0 ,

1 7 3 , 2 3 6 .Sydenham, 1 2 9 .Symmer, 2 6 1 .

Torricelli, 2 5 6 .Thouvenel, 1 5 0 .Tressan ( D e ) , 8 5 , 1 1 3 , 1 1 4 ,

1 8 2 , 1 8 3 , 2 6 3 .

Valentin, 1 6 6 .Vallemont ( D e ) , 1 4 5 , 1 4 6 , 2 4 2 ,

2 4 3 , 2 4 5 .Vassalli, 1 2 3 .Veratti, 1 2 7 .Vicq D'Azyr, 3 2 , 8 3 .

Vigenére, 7 8 , 1 4 4 .Villiers de L'Isle-Adam, 5 6 , 1 6 4 .Volta, 4 0 , 4 1 , 1 9 4 .Voltaire, 4 5 , 1 1 1 , 2 5 7 , 2 7 5 .

Wallerius, 7 7 .Watson, 4 1 , 1 8 2 .Wells ( H . G . ) , 1 2 , 2 4 4 , 2 4 5 .Wbewell, 2 3 7 .Wolf (Frédéric), 1 8 1 , 2 6 4 .

Zanotti, 1 2 6 , 1 2 7 , 198.Zeeman, 3 6 .Zimmermann, 1 1 7 .Zola, 1 6 7 .

302

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i m p res o en ca n d i a n iav. taxqueña 1784

co l . paseos de taxqueñatres mi l ejemplares y sobrantes28 de agos to de 2000

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C u a n d o s e i n v e s t i g a n l a s c o n d i c i o n e s p s i c o l ó g i c a s d e l p r o g r e s o d e l a

c i e n c i a , s e l l e g a mu y p ro n to a l a c o n v i c c i ó n d e q u e h a y q u e p l a n te a r

e l p r o b l e m a d e l c o n o c i m i e n t o c i e n t í f ic o e n t é r m i n o s d e o b s t á c u l o s .

No s e t r a ta d e c o n s id e ra r l o s o b s tá c u lo s e x te rn o s , c o mo l a

c o m p le j i d a d o la f u g a c id a d d e l o s f e n ó m e n o s , n i d e i n c r im in a r a la

d e b i l i d a d d e l o s s e n t i d o s o d e l e s p í r i t u h u ma n o ; e s e n e l a c to m i s mo

d e c o n o c e r , ín t i m a m e n t e , d o n d e a p a r e c e n , p o r u n a e s p e c i e d e

n e c e s i d a d f u n c i o n a l , lo s e n t o r p e c i m i e n t o s y l as c o n f u s i o n e s . E s a hí

d o n d e d i s c e r n i r e m o s c a u s a s d e i n e r c i a q u e l l a m a r e m o s o b s t á c u l o s

e p i s t e m o ló g i c o s . E l c o n o c im ie n to d e lo r e a l e s u n a lu z q u e s i e m p re

p ro y e c ta a l g u n a s o mb ra . J a má s e s i n me d ia ta y p l e n a . L o r e a l n o e s

j a m á s " l o q u e p o d r ía c r e e r s e " , s i n o s i e m p r e lo q u e d e b i e r a h a b e r s ep e n s a d o . E n e f e c t o , s e c o n o c e e n c o n t r a d e u n c o n o c i m i e n t o

a n t e r i o r , d e s t r u y e n d o c o n o c i m i e n t o s m a l a d q u i r i d o s o s u p e r a n d o

a q u e l l o q u e , e n e l e s p í r i t u m i s mo , o b s ta c u l i z a a l a e s p i r i t u a l i z a c i ó n .

I SB N 9 6 8 2 3 1 7 3 1 2