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  • ARQIJIl(CTURA r AUTORITARISMO

    "'La libertad debiera ya tener su arquitectura. Padece por no tenerla."

    Jos MarU

  • RODOLFO LlVINGSTON

    ARQUITECTURA Y AUTORITARISMO

    a IICION DE LA FLOR

  • http://www.cp67.com/JuanLnea

  • PRLOGO A LA SEGUNDA EDICIN

    Desde que enviamos a la imprenta la primera edicin hasta hoy ocurrieron varios e importantes atropellos al es-pacio ciudadano. Citar slo algunos: clausura de la Costa-nera Sur por 5 meses para realizar una exposicin de autos importados, en plena calle. Insensata demolicin de una estructura sana de hormign armado (Albergue Warnes) valuada en 5 millones de dlares y realojamiento de sus habitantes en un nuevo barrio que rene los errores de otros casos ya estudiados (Ramn Carrillo), Intento fallido de construir un hotel 5 estrellas en pleno bosque de Paler-mo. Intento similar (esta vez concretado) de hotel 5 estre-llas (Hyatt) construido con dinero del narcotrfico. Entrega de Galeras Pacfico por treinta aos, sin licitacin, a un empresario amigo del Presidente, etc. , etc.

    Son tanros los etcteras que me cuesta no caer en la ten-tacin de hacer un libro anillado, de tal manera que pue-dan agregarse nuevos captulos, con nuevos horrores, al modo de fascculos. Pero como 10 esencial, a mi entender, ya ha sido dicho, me detengo aqu en lo que respecta a este tema.

    La democracia que ambicionamos precisa espacio fsico, libre y oxigenado, privado y pblico, para poder desarro-llarse. No bastan las elecciones cada 6 aos. Celebramos la cada del lejano muro de Berln, sin advertir los numerosos paredones que da a da se erigen a nuestro alrededor en nombre de la economa libre (?) de mercado.

    Pero los gobernantes y los sistemas son pasajeros. Slo el pueblo es inmortal y siempre llega el da en que los mu-ros son derribados. Quisiera estar en esa fiesta con el pelo blanco y el corazn encendido.

    Agosto de 1991

    El Autor

  • CONFESIONES DEUN CONTRAVENTOR MUNICIPAL

    Captulo 1

    La arquitectura se divide en dos: aquella de la cual se habla en los centros acadmicos y la que buscamos en los avisos de los diarios cuando nos queremos mu-dar. Toda persona pasa, alguna vez por lo menos, por este ltimo trance, y al cabo de dos meses cae, inva-riablemente, en un estado de desaliento profundo que le hace decir frente al primer arquitecto que encuen tra a mano: "He visto, aunque no me creas, ms de cincuenta departamentos (o casas) ... no sabs los bo-rrares que vi ... ! Serd posible que todo est mal he-cho?",

    Sin embargo, al revisar muchas de estas viviendas, aplicando mi sistema de consultas a domicilio, com-pruebo que muchos de estos dficits son soluciona-bIes, pero, eso s ... violando la ley. Un ejemplo tipico

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  • es la apertura de ventanas en medianeras. Durante mi incesante actividad como contraventor municipal he abierto ms de trescientas ventanas ilegales, a travs de las cuales muchas personas pueden hoy go-zar del cielo, de la luz, de los rboles de la plaza y aun del amanecer sobre el ro, como fue el caso de una clienta que vivi hasta sus treinta aos de edad con luz elctrica en pleno da y hoy ve salir el sol desde su ventana ... ventana que a nadie perjudica. El conflicto entre la ley y la tica profesional, en casos como ste, es para m muy claro y siempre me he pronunciado por la tica, que consiste, a mi juicio, en hacer las ca-sas ms alegres y ms habitables para las personas, siempre y cuando esto no sea a cambio de la infe1ici-dad de otras personas. No pude encontrar un artculo semejante en el Cdigo de tica profesional, pero sta es la norma que aplico en forma habitual en mi traba-jo, y estoy seguro de que muchos colegas comparten mi actitud.

    Todo sea por el FOS

    La galera, y tambin el quincho, son dos versiones espaciales de esa necesidad de sombra estando afue-ra, que caracteriza a quienes habitan un clima subtro-pical, como es el caso de la mayor parte de la pobla-cin argentina.

    La galera de la casa chorizo responde a esa necesi-dad, y tambin el quincho que todo propietario cons-truye siempre al fondo de su terreno. Este indefectible quincho o construccin del fondo, conforma la "binu-clearidad" de la vivienda y permite lo mismo que la galera, "hacer vivir" el terreno que, de otro modo, quedara como un resto. As lo explica el arquitecto

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  • C6sar Carli en su libro Ocho grados al sur del trpico (le Capricornio.

    Muchos arquitectos comprendemos esta necesidad, pro cuando le queremos dar una respuesta arquitec-t6nica, para bien de nuestros clientes, D,OS encontra-111 0S con que est prohibido. No da el FOS. Siempre que algo es bueno ... algo pasa con el FOS. *

    Si uno quiere hacer una reforma legal de una casa chorizo, descubre que todo est prohibido, empezando pOLO la galera. Digamos entonces que la arquitectura nacional est prohibida. Mientras tanto, la inhabita-bilidad, la fealdad y el despilfarro son legales. Para comprobarlo bastara con visitar el edificio ms feo de Buenos Aires, que es la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, donde debieran formarse, precisamente, los creadores de belleza. La mole uni-forme est rode-ada. de un parque que no se ve ni se conecta con ella (ni una sola mesa debajo de una sombrilla), frente a un no que no se mira ni se usa, y rodeado de venta-nas que no se abren ni ventilan. Sus "ambientes" es-tn enlazados por tristes pasillos grises, tapizados por afiches rotos y apenas iluminados por lmparas carcelarias.

    Podramos recordar tambin los cuartos de muca-mas que ventilan a lavaderos, y sus baos cuyas du-chas caen indefectiblemente sobre los inodoros, o tambin los inodoros insalubres de Parque Norte, en Buenos Aires, rodeados de aire pero sin ventilacin, y ubicados a cuatrocientos metros de las piletas, cosa de que miles y miles de chicos concluyan por hacer pis adentro de ellas.

    En fin, tampoco es bello el paisaje predominante en las calles de nuestras ciudades grandes, cuya caracte-rstica principal es una sucesin de absurdos paredo-

    FOS: Factor de ecupllci6n del suele, que Be encuentra reglamentado por el Cdigo de Plnn(~nmknlo Urbano.

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  • nes, las medianeras, detrs de las cuales padecen, sin luz, los ciud~danos respetuosos de la ley; o las ofici-nas (donde tambin se vive) sin ventanas, o los inte-riores "modernizados" de los trenes de larga distan-cia, revestidos con laminado plstico, gris, con ve-tas ... imitacin madera!

    Los ejemplos seran innumerables. Creo que no es exagerado concluir que la belleza, como parte natural y esencial del hbitat ciudadano, es algo que ha perdi-do su valor.

    El despilfarro debera ser ilegal, pero no lo es. Cen-tenares de edificios valiosos y durables se demuelen da a da en nuestras ciudades, en plena crisis de vi-vienda. Corrientes y Alero, Santa Fe y Uruguay, san apenas dos ejemplos entre miles, de edificios valiosos de cuatro y cinco pisos, que se tiran abajo. para cons-truir un galpn de un piso para vender "jeans" (Uru-guay y Santa Fe) o para hacer una playa de estacio-namiento (Corrientes y Alero), dejando a la vista impdicas medianeras como saldo de la agresin ur-bana.

    El despertar

    Pero ... si lo bueno es ilegal y lo legal es psimo ... estar viviendo en un pas de ciencia-ficcin?, me dije, y en ese momento vi, con horror, que Jorge Glusberg me entregaba un premio -por este traba-jo- como ganador mundial del concurso de Ar-quitectura - Ficcin, auspiciado por Coca-Cola. A mi lado aplaudan JacCI,ues Bedel y Clorindo Testa, quie-nes, ante un numerossimo pblico, me colocaban una especie de banda que deca: "El arquitecto del ao, bienal de no s qu". Se trataba, indudablemente, de una pesadilla. Algo me haba cado mal. Al fin y al ca-bo yo nunca he sido contraventor ...

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  • de las grandes medianeras permanecen cerradas du-rante dcadas enteras, expuestas a un sol intil sobre una de sus caras, y condenando estpidamente a la reclusin, en la otra, a chicos que crecen, se hacen grandes y se van de la casa sin haber visto nunca el mundo exterior desde el interior de su vivienda.

    Centenares de esos paredones dan a plazas arbola-das, al ro y al atardecer perdido en una ciudad fuer-temente represiva del placer. Hay casos en los que, por la situacin de lo que existe alIado (iglesia, edifi-cio de mediana altura, terreno angosto, etctera), ja-ms quedaran bloqueados, En Mar del Plata existen paredones en esas condiciones que dan,., al mar,

    La represin es doble porque acta tambin sobre los que circulan por la ciudad. Las medianeras no existen en otras ciudades del mundo, pero para el pe-atn argentino son parte del paisaje urbano habitual; ' sencillamente no las ve; existen desde que era chico y concluy por incorporar la fealdad a la imagen de ciu-dad que todos tenemos adentro nuestro. Las publica-ciones de arquitectura tampoco ven las medianeras, Slo publican, y elogian, la fachada, como si el resto del volumen no existiera,

    Las medianeras son una expresin fisica de la Ar-gentina invisible; su existencia, sin embargo, atenta mucho ms contra la familia que la ley del divorcio.

    Los habitantes de los departamentos condenados a la oscuridad reaccionan con la ventana ilegal (eso s, muy chiquita, tipo carcelaria) o con la aceptacin de la oscuridad, Un caso atpico es el de una clienta que abri una ventana grande, por indicacin ma (tan ilegal como las otras), en su medianera, con canteros con plantas y un toldo de colores. Cada vez que mira al ro, desde el cuarto de sus hijos, recuerda con estu-por que ella lleg a los treinta aos en ese mismo cuarto utilizando luz elchica en pleno da. Recostado

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  • surdas como las que se ocultan detrs de las mediane-ras. El volumen ridculo de un edificio de propiedad horizontal est lejos de expresar las intenciones de un arquitecto; es tan slo la expresin fsica de una ley, la ley 13.512, cuya redaccin ignor por completo el di-seo fillal y el tipo de vida que albergaran esos edifi-cios. Mortunadamente la ley ha sido derogada y es de esperar que un nuevo cdigo de edificacin ms hu-manista y ms racional, la reemplace. Son muchas las propuestas inteligentes que existen y el gobierno democrtico crea las condiciones para que puedan lle-gar a ponerse en prctica. Pero son muchos tambin los absurdos edilicios que albergan y albergarn du-rante aos la vida de numerosos argentinos. Qu hao: cer con ellos?

    Propuesta a los intenden tes

    Si las ventanas existen: son ilegales y estn mal, hagmoslas legales y bien, autorizando la. apertura de ventanas, previo estudio de cada edificio en parti-cular, bajo la supervisin de un arquitecto designado por el consorcio. Los gastos y honorarios seran pro-rrateados, lo cual resultara sumamente accesible pa-ra todos. Los propietarios contraeran el compromiso de cerrar las ventanas en el caso - por lo general po-co probable-- de que se construya en el late lindero si as lo permitiera el nuevo cdigo urbano.

    El estudio de las diferentes situaciones no resulta-ra una carga para los municipios si stos delegaran en los profesionales y en las agrupaciones de vecinos la responsabilidad de las decisiones, reservndose el derecho a intervenir en caso de conflicto. Es probable que stos sean escasos si las propuestas parten de los mismos interesados.

    Los resultados seran beneficiosos para todos, in-

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  • cluyendo tambin a los arquitectos , para quienes se pluntearan oportunidades modestas pero numerosas do trabajo profesional y, sobre todo, de contacto con utluarios que, por lo general, conocen y utilizan muy poco a estos profesionales.

    Una ventana es siempre un smbolo de comunica-cin, de apertura hacia el viento, hacia la luz y hacia lu vida. Las nuevas ventanas se convertiran en una oxpresin ms de la democracia que estamos tratando du aprender a vivir.

    LUCA LUZ

    Seis aos despus, el doctor Plcido Bustos, abogado especializado en arquitectura legal, escribi el artculo que sigue, dedicado al autor de este libro.

    En esta historia vemos un caso en que aparente-mente se enfrentan el derecho y la justicia. Ambos conceptos pertenecen a rdenes diferentes pero, sin ontrar en problemas filosficos, el triunfo es la solu-cin ms razonable.

    El tema crucial de este artculo es si se puede abrir una ventana en una pared medianera y la respuesta os, como siempre en derecho, relativa: a veces s a ve-ces no, depende de las circunstancias.

    Cada vez que entraba a su habitacin y prenda la luz, as fueran las diez de la maana o las cuatro de lo tarde, recordaba la cara de orgullo del arquitecto cuando, abriendo la puerta dijo: -Luca, ste es tu cuarto.

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  • Lucta Luz, frente a su ventana (Ilustro: Arq. Estella Maris Garda Calvo)

    Taml.>i ('1l recordaba S u respues ta, au tomtica: -Pe-ro ... , no tiene ventana.

    y as era. Se haban cumplido las reglamentaciones sobre vistas que marca el Cdigo Civil, y se haba cumplido con el Cdigo de Edificacin y hasta se ha-ba respetado el texto y el espritu de la ley de propie-dad horizontal. Todos estos reglamentos indicaban que no podan abrirse ventanas en las paredes media-neras.

    El encargo al arquitecto haba sido una remodela-ci6n del departamento donde Luca viva con sus pa-dres y dos hermanos varones. Los padres de Luca creyeron que necesitaba otro dormitorio y, el arqui-tecto, en un periquete les dio la solucin.

    De un pasillo, un toilette intil y dos dormitorios,

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  • nos de los mejores regalos de la primavera porque desde su cueva -como ella llamaba a su cuarto-, es-taba aislada de las maanas al despertarse y de las noches al acostarse. Les cont a sus amigos la histo-ria de su habitacin con lujo de detalles y se sorpren-di cuando R. L. -el arquitect

  • clamo de terceros, y de esta forma solucion esta par-Le del conflicto. Se lleg a la conclusin de que la posi-cin del administrador en contra de la ventana de Luca no era razonable y se basaba slo en su forma-li smo y estrechez mental.

    El segundo planteamiento fue del vecino de la casa lindera. Cuando no pudo conseguir que tapiaran la ventana presionando al consorcio, trat directamente con Luca y sus padres; y al no obtener su propsito, hizo una denuncia en la Municipalidad.

    Llev fotos de la ventana y de la ciclpea mediane-'3 con su nico ojo enfocado en su casa. Para sacar 13s fotos tuvo que subirse al techo, con grave riesgo f-Hico, puesto que era el nico lugar desde donde se vea la ventana.

    La denuncia fue forroal, con firma de abogado y to-do el detalle de las normas infringidas. Meses ms Larde la Municipalidad resolvi que, tratndose de problemas entre particulares y. dado que la obra ya haba sido construida, no le corresponda tomar inter-vencin alguna en el tema.

    El vecino, indignado, le comunic a su abogado que quera hacer juicio, o sea llevar el asunto a Tribuna-les.

    El letrado le explic pacientemente que, en primer lugar, tendra que explicar cul era el dao que le causaba la ventana, porque, si bien la norma prohiba abrir vistas en la medianera, el origen de la prohibi-cin era preservar la intimidad del vecino, cuestin que en este caso no se daba porque lo nico que vea desde la ventana era un techo inaccesible. Por otro la-do le explic que un juicio de este tipo no tardara me-nos de dos aos en el mejor de los casos, y que los costos eran muy elevados dado que los adelantos de honorarios para los abogados y peritos eran de dudo-

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  • ~a. si no de imposible, recuperacin. Otro punto fun-damental era el del planteo que seguramente se dara en el juicio sobre abuso de derecho que haca vidriosa la posibilidad de conseguir una sentencia terminante. De esta forma consigui que su cliente desistiera de la idea.

    El abogado, en su fuero ntimo, estaba convencido de que el deseo de su cliente era un capricho y prefi-ri plantearle una serie de trabas a decirle que en re-alidad pensaba que su posicin era injusta porque la ventana no lo perjudicaba en nada.

    La luz natural cambi por completo la habitacin de Luca. Los colores son ms brillantes y reales. 8-,. lo se prende la luz elctrica de noche. Ahora el am-biente es clido y acogedor. El olor a humedad desa-pareci y se respira frescura.

    Luca puso el escritorio frente a la ventana y la ca-ma a un costado, de forma tal que la entrada de luz es el elemento que rige toda la actividad del lugar. Ahora se siente cmoda en su casa y orgullosa de ha-ber sido valiente y haber seguido el consejo de R, el arquitecto dscolo que le hizo romper las reglas.

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  • Captulo 3 RECUPERAR EL PATIO O CONSAGRAR LAS RATAS

    En las ciudades argentinas los terrenos baldos tie-nen dos destinos posibles: playa de estacionamiento o ... nada. Nada para nadie. Tomemos un ejemplo: el t.erreno limitado por las calles Reconquista, Crdoba y Viamonte, en pleno centro de Buenos Aires, comple-tamente rodeado por un paredn. Qu cosas separa este muro?

    De un lado, un grupo de chicos intenta jugar sobre un largo fideo de 80 centmetros de ancho, entre la pal'ed y los guardabarros de los autos estacionados sobre Reconquista. Del otro lado del muro yacen des-de hace aos 7.000 ntetros cuadrados vacos e intiles juntando basura. Es obvio que este terreno, lindante con un monumento histrico (el convento de Catali-nas), debiera ser convertido en plaza.

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  • Mientras ms densa es la edificacin, ms necesa-rios son los espacios vacos, sobre todo para la expan-sin de los chicos, a quienes la propiedad horizontal priv del clsico patio que conocieron sus padres y sus abuelos. Pero a pesar de esta necesidad, los patios po-tenciales que la ciudad ofrece son cercados por muros infranqueables. De hecho, los propietarios de los lotes son obligados por la Municipalidad a criar ratones, cuya superioridad en nmero con respecto a los huma-nos es, como se sabe, de cinco a uno.

    Tambin hay nidos de murcilagos en algunos ba-rrios. En tren de sonrer frente al absurdo, que es una buena forma de comprenderlo, podramos mirar la cuestin de la siguiente manera: los 15 millones de , ratones porteos viven sin trabajar gracias a sus 3 millones de esclavos humanos, que se afanan por con-seguirles restos de comida, trada costosamente desde el campo. Sus esclavos les proporcionan tambin am-plios terrenos (reservaciones) para su solaz y esparci-miento. Es cierto que tambin existe la represin (gatos y empresas fumigadoras), pero todo consiste en saber cuidarse, la prueba est en que la poblacin ro-edora se mantiene estable.

    Propuesta a los intendentes

    Por qu razn nuestras experiencias piloto, tan abundantes y positivas en los ms variados campos, no dan nunca el paso siguiente, el que justificara su verdadera razn de ser, esto es, extender los buenos resultados ms al~ del caso nico?

    Un patio urbano es econmico y fcil de hacer y de mantener, siempre y cuando pueda resistirse la ten-dencia municipal a llenarlos de mstiles, prceres y postes de iluminacin con luces de quirfano. En ese

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  • sentido sera bueno que fueran los vecinos de ca'da barrio, junto con los arquitectos tambin del barrio, quienes hagan las propuestas.

    El piso puede ser pasto, algunos bancos cmodos o cemento coloreado, segn los casos y el espacio dispo-nible. Hasta podra quedar el piso existente, ms o menos ordenado con el aporte de los vecinos, quienes tambin tendran a su cargo la vigilancia y el control. A razn de 1.500 habitantes por manzana, un sistema de turnos en el que participase solamente el 10% de la poblacin significara dos guardias por ao y por persona, tarea que asumiran con gusto numerosas amas de casa y jubilados. El cerco sera por lo general de alambre, bastante alto, con puerta y candado, y su construccin estara a cargo de los propietarios de los terrenos, que en la actualidad corren con los gastos de construir los muros.

    En sntesis, la propuesta sera una forma de resuci-tar, actualizado. el antiguo potrero, cuyo recuerdo ju-bi loso figura en la memoria de tantos porteos; Qui-zs hasta el ftbol saldra beneficiado. Sera tambin una forma de recuperar la soberana nacional sobre una parte valiosa del suelo patrio, an-ebatada inicial-mente a los indios y a los espaoles, y finalmente en-tregada a los ratones.

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  • EL OCASO DE LA PROPIEDAD HORIZONTAL

    Captulo 4

    La propiedad horizontal acaba de morir, legalmen-te, a la temprana edad de treinta aos. Naci y se desarroll en los mismos ocho metros con sesenta y seis centmetros que marcaron los diez pasos de Juan de Garay como un chico que crece sin cambiarse los zapatos. Los patios con parra, cielo, flores y guitarras de entonces se convirtieron en 105 grises y annimos "aire y luz" de cuatro por tres. oscuros tubos vertica-les de treinta y hasta cuarenta metros de altura.

    El tejido urbano dentro de la manzana, invariable en su trazado y rgimen legal, fue la matriz que dio forma a la tipologa edilicia conocida como propiedad horizontal y marc las diferencias con otros modelos de vivienda en altura. Se perdi as la posibilidad de ir creando gradualmente una nueva organizacin del

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  • terreno dentro de la manzana, con espacios comunes, juegos, etc.

    La ciudad de San Juan, arrasada por un terremoto en 1944, brindaba una extraordinaria oportunidad en este sentido; sin embargo se volvi a dibujar el mismo trazado que dio origen a la vivienda colonial.

    La propiedad horizontal creci entonces como re-sultado directo de tres factores: la forma del lote, la necesidad de hacer rendir al mximo el dinero y el cdigo de la edificacin que fijaba lnites a la ambi-cin de los inversores. La altura de los techos (prime-ro tres metros, despus dos con sesenta), la altura mxima, en fin, la totalidad del edificio fue determi-nada por estos tres factores y se lleg as al living-co-medor de dos ochenta por cinco, el bao de uno cin-cuenta por dos diez y los donnitorios de servicio de dos por tres ventilados al lavadero.

    Los arquitectos se limitaron a "jugar" con la facha-da, alternando en una u otra forma los balcones y los paos ciegos, "acusando" las losas y dejando o no el ladrillo a la vista, asuntos estos que a nadie le impor-taban porque un departamento es una casa sin facha-da. La imagen ante los dems, principal funcin de la fachada, qued concentrada en el hall de entrada. "Una buena entrada" es lo que compra la gente y no la alternancia de los balcones en la abstraccin de un plano.

    Poco a poco se fue formando una cultura de depar-tamento reflejada en la valoracin de los usuarios y los agentes inmobiliarios; azulejos hasta el techo, ba-o completo, comedor diario, cermica italiana, mr-mol en la entrada, fueron los argumentos de venta que reemplazaron al espacio abundante, la posibili-dad de tener animales y plantas y, sobre todo, el pa-

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  • tio. Porque un departamento puede ser definido como una casa sin afuera.

    El afuera y el adentro

    Cuando empez la moda de los departamentos no se tom verdadera conciencia de esta brutal amputa-cin del afuera cuyas consecuencias se fueron mani-festando despus. El auge de la psicologa tiene mu-cho que ver con la presencia constante de los chicos, siempre "encima" de los padres que se ven impedidos de emplear el tradicional "chicos, vayan afuera!", porque el saludable "afuera" de todas las pocas ha-ba sido reemplazado por un mbito annimo y peli-groso slo atravesable de la mano de mucamas y ni-eras o en las camionetas color naranja, dos nuevos e imprescindibles accesorios de la propiedad horizontal. La proliferacin de los salones para fiestas y de las "guarderas" de ancianos tienen tambin mucho que ver con este nuevo tipo de vivienda.

    La prdida del afuera fue tambin la prdida del barrio y de los vecinos convertidos ahora en simples letras (la seora del sexto F, el gordo del segundo B, etc.) sin nombre ni identidad cuyas vidas transcu-rren, paradjicamente, ms cerca que nunca unos de otros.

    Sin ninguna duda la desaparicin del barrio, de la calle, de la fachada y de los 'vecinos afect seriamente la identidad de los argentinos criados a departamen-to. Aparecieron no obstante personajes compensato-1i.OS como el psiclogo, el portero (convertido en todos los vecinos) y la animadora de fiestas infantiles.

    El automvil aument su importancia hasta llegar a ser imprescindible para la fabricacin del afuera se-manal y la industria del camping se desarroll por el mismo motivo.

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  • Al llegar a este punto podramos preguntarnos c-mo fue posible que el pblico comprara viviendas que son definidas ms por sus carencias que por sus ven-tajas. La necesidad econmica no explica suficiente-mente este hecho porque fueron numerosas las fami-lias de clase alta, adineradas, que vendieron su casa para mudarse a un departamento. En los comienzos del auge de la propiedad horizontal comprar un de-partamento era tambin comprar un estilo de vida ms prctico, ms confortable y sobre todo ms mo-derno, es decir, ms norteamericano. Los departa-mentos llegaron a formar parte de nuestros deseos a travs de Hollywood; junto con Cary Grant, Rita Hay-worth, Ginger Rogers, Tyrone Power, sus ropas , sus autos y sus gestos compramos tambin los mbitos donde transcurran sus dramas y sus comedias: los departamentos.

    La filosofa del Progreso indefinido nos haca pen-sar que lo ltimo era, por definicin, mejor que lo an-terior, sin percatarnos de que ---como dice Ernesto Sabato- a veces el progreso es reaccionario. El con-cepto del confort fue precisamente el que nos permiti aceptar, casi sin notarlo, la tremenda amputacin del afuera. La compactacin de la planta suprimi la dis-tancia entre el bafia y los dormitorios, caracterstica de la casa chorizo, y la calefaccin en todos los am-bientes reforz el concepto de ese perpetuo adentro que lleg a asumirse como una condicin necesaria de la vivienda, aun en climas templados como el de Bue-nos Aires o clidos como los de Tucumn, Chaco o Santiago del Estero.

    Cuando "compramos" los departamentos norteame-ricanos compramos tambin, distradamente, el clima de Nueva York.

    Esa negacin del afuera coincida con cierta modali-dad caracterstica de nuestra clase media urbana que

  • siempre desconfi de "la calle" a la que vio como fuen te de peligros, de perversiones ("ese chico todo el da en la calle") y de movimientos populares. El temor a las enfermedades y a las "corrientes de aire" es carac terstico tambin entre los miembros de la clase me dia y fue ste otro aspecto de nuestra idiosincrasia ciudadana que hizo posible el aberrante sistema de valores que involucra la propiedad horizontal.

    La patolgica exaltacin del adentro en detrimento del afuera se manifes t tambin en la ansiosa nece-sidad de techar los espacios vacos. Los patios y las terrazas suelen ser vistos bajo esta ptica no por todo lo que son sino por lo que no son. Techar es como lle-nar. Ocupar el espacio con objetos, el silencio con rui-dos y palabras. La naturaleza se convirti en un sim pIe fondo de las figuras que forman las cosas y el ce mento.

    El equipamiento

    En las viviendas con ambientes de amplitud nor-mal nunca fue necesario estudiar con exactitud la ubicacin y tamao de los muebles y mucho menos an en la mal llamada "arquitectura espontnea" (que es la menos espontnea de las arquitecturas por-que el proyectista es la tradicin cultural) que man tiene con el equipamiento la misma sabia coherencia que la vincula con el clima, los materiales y el en torno.

    En el caso de los departamentos los ambientes se fueron achicando poco a poco sin que los proyectistas tuvieran en cuenta el equipamien to como no fuera en una forma vaga e imprecisa. "La documentacin" (el proyecto) sola encararse como un mero requisito que cumplir, una etapa de un trmite ajeno por completo

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  • a cosas tan ligadas al uso y a la vida real como son los m uebles y los objetos.

    Los errores ms comunes derivados de esta falencia fueron los siguientes:

    1) La mesa del comedor no puede ubicarse cmoda-mente porque no pensaron en ella.

    2) Cuarto de chicos: la ubicacin de la cama en el ngulo correcto impide la apertura completa de una de las puertas del placard, razn por la cual no pue-den abrirse los cajones.

    Una de ls hOjas de la ventana se abre sobre la ca-becera de la cama. En este caso la ventana debiera ub~carse en un ngulo y no en el centro del ambiente.

    3) El comedor diario no pasa de ser una leyenda en el plano de venta. La mesa y las sillas no caben por-que la cocina no fue correctamente distribuida.

    4) El planchado de la ropa no est resuelto. Se rea-liza sobre la mesa del comedor o en el cuarto de servi-cio.

    5) La nueva modalidad de compras, el supermerca-do, no puede desarrollarse debido a que no est previsto el lugar para guardar compras grandes.

    6) La distribucin y el equipamiento del bao no variaron durante los treinta aos de historia de la propiedad horizontal; mientras tanto la industria incorpor a nuestros hbitos de vida decenas de pro-ductos de cosmtica y aparatos que llegaron a consi-derarse imprescindibles. Los botiquines no pueden contener los frasquitos, los ruleros resbalan infinita-mente de la tapa del depsito del watel" el secador de pelo y la afeitadora jamS encontraron su lugar, etc. etc.

    7) La necesidad de guardar cosas no obtuvo otra respuesta que el placard, relacionado nicamente con la ropa. Muy rara vez un proyectista de departamen-tos pens en trenes elctricos, triciclos, ventiladores,

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  • el coche y la baadera del beb, cosas rotas que algn da se arreglarn, el rbol de navidad, disfraces, botes inflables, cajas con antiguas cartas y postales familia-res, raquetas, mquinas de coser y de tejer; fue as co-mo el changuito para las compras se apoy siempre sobre el inodoro del bao de servicio, las cartas y las fotos de los abuelos finalmente se tiraron a la basura (cortndose la historia y la identidad familiar) y se fueron armando las srdidas escenas de la vida real dentro de los departamentos.

    Mi trabajo profesional me permiti conocer, foto-grafiar y resolver muchos problemas en este tipo de viviendas, porque a pesar de la escasez de espacio siempre existen lugares desaprovechados en las par-tes bajas y altas de los ambientes cuyos erroreS'P de distribucin pueden ser tambin corregidos ro uchas veces con pequeas reformas. Es notable observar c-mo puede incrementarse el lugar para guardar cosas sin que disminuya el espacio libre Por qu entonces no se previeron todas estas falencias que tanto afecta-ron y afectan a la vida familiar? Porque estos "deta-lles" no figuran entre los intereses de los' inversores, de las firmas inmobiliarias, de los tericos de la ar-quitectura ni de los arquitectos en su gran mayora. La expresin plstica de la invisible fachada fue siempre ms importante que el lugar para el changui-ta. Acaso no los sorprende en este momento leer la palabra ruleros en un libro de arquitectura? No sue-na poco seria? Los arquitectos estn todava empan-tanados en la estril solemnidad de lo plstico-formal, alejados de la vida y de la gente de verdad. Quiz por eso no los comprenden ni los llaman tanto como qui-sieran. Tan cierto es esto que es posible trabajar de arquitecto dedicado a la propiedad horizontal durante veinte aos sin hablar jams con ninguna seora, con

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  • ningn adolescente, con ninguna mucama, porque el cliente es el inversor. Las seoras aparecern des-pus de entregar la obra y se las arreglarn como puedan. Tampoco las escucharn los crticos de arqui-tectura ni los historiadores. Slo los psicoanalistas atendern sus problemas, pero ellos no entienden de arquitectura ni conocen la casa de sus pacientes. Sin embargo, es imposible saber cmo somos sin saber dnde estamos, dnde habitamos. Y la afirmacin va-le tanto para la casa .como para la ciudad y el pas porque estos tres niveles del habitar son en el fondo uno solo. Urbanismo y arquitectura son dos aspectos de una misma realidad vital.

    La arquitectura como smbolo

    Las formas de los edificios y su recorte en el paisaje de la ciudad tienen siempre un valor simblico porque son la expresin fsica de una realidad social, de la misma manera que la ropa y los gestos expresan a los individuos.

    Qu representan los volmenes de los edificios de propiedad horizontal, destacndose entre casas bajas, ridculamente comprimidos entre altas medianeras apenas perforadas por tmidas ventanas ilegales, im-pidiendo d~rante aos que llegue la luz del sol a tan-tas habitaciones sombras? Y las azoteas a veces con inslitos ranchitos construidos sobre ellas, aun en pleno centro, o habitadas por mujeres trepadas a los tanques de agua en busca del sol del verano?

    Esta volumetra incoherente muestra la simple adi-cin de intereses individuales, la falta de armona en el cuerpo social. Expresa tambin que no supimos re-plantear nuestro pasado, representado por eIlote, to-mando lo mejor de l para integrarlo a las necesida-des del presente. El pasado permaneci congelado

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  • como uno de e&os ejemplares del Martn Fierro en-cuadernados en cuero de vaca, recin sacados de la vitrina, que nuestros gobernantes suelen regalar a los visitantes ilustres. No supimos interpretar nues-tra tradicin simplemente porque no la entendimos. La tradicin que sentimos es Europa. La historia de nuestra arquitectura fue siempre la historia de la ar-quitectura europea. Nosotros somos "los que no somos europeos". Casi nos caemos del mapa. En las estacio-nes del ferrocarril Sarmiento se pueden leer todava los carteles que indican "trenes para afuera", sea-lando a los que van al interior del pas porque Europa es nuestro adentro y nuestro pasado. Y Estados Uni-dos es nuestro futuro.

    Por eso la propiedad horizontal es, en ltima ins-tancia, la expresin de nuestra falta de identidad na-cionaL

    Conclusin

    La propiedad horizontal fue, sin duda, una respues-ta equivocada a la necesidad social de instrumentar una nueva tipologa de vivienda. El panorama hasta aqu descripto refleja, a mi juicio, algo ms del noven-ta por ciento de la realidad. Existieron excepciones sin embargo; edificios con los cuales sus proyectis-tas respondieron magnficamcnw a las necesidades de los usuarios, aun dentro de las limitaciones marca-das por el lote y el cdigo. Tambin es cierto que no todos los edificios de propiedad horizontal fueron pro-yectados por arquitectos y que muchos colegas tuvie-ron que luchar en vano contra la obstinada estrechez de miras de los inversores.

    Tambin es verdad que los departamentos -en es-pecial los de uno o dos ambientes-- suelen formar parte de los recuerdos gratos de muchas parejas. pues

  • fueron el escenario entraable de las primeras etapas del amor.

    La propiedad horizontal fue acertadamente prohi-bida por el gobierno en 1978, pero los edificios existentes siguen y seguirn siendo habitados, y son una fuente permanente de aprendizaje de la cual to-dos podemos extraer nuestra leccin.

    Los arquitectos podemos aprender que no somos nosotros quienes hacemos la arquitectura, pero que aun dentro de las limitaciones impuestas por la reali-dad tenemos la posibilidad de ' contribuir al mejora-miento del hbitat humano. Para que ello ocurra de-biera modificarse seriamente la enseanza de la ar-quitectura, que debiera consistir en estudiar la arquitectura cotidiana, donde vive la mayora de la gente, en lugar de dedicarse a los elegantes saltos de ballet que van desde el anlisis de las obras maestras al pintoresquismo de la arquitectura "espontnea" (por lo general extranjera), Es necesario que abando-nemos la idea de que la dcada del treinta est repre-sentada por los edificios del Automvil Club y las ca-sas de Wladimiro Acosta. O que la dcada del sesenta es slo la arquitectura de' los concursos y del Banco de Londres.

    Sera bueno tambin que la gente aprenda algo de arquitectura y sobre todo que los arquitectos apren-damos de la gente, de la vida real dentro de los edifi-cios, porque el fin ltimo de nuestra profesin no es otro que el de con lribuir a enaltecer la vida, a hacerla ms alegre y nwtluS gris.

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  • ambiente 3.50 ~ 6,SO

    El colmo: comedor diario y comedor Cormal ... ; en UD 1010 ambiente!

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  • Captulo 5 MAM, QUE ES UN BOSQUE?

    Nuevos edificios, kilmetros de cercos con entra~ das pagas y costosas, luces implacables y miles de adoquines y canteros de cemento invaden da lras da el nico bosque con que cuenta Buenos Aires. Estn asfaltando Palermo .Y nadie parece reaccionar.

    Era lindo correr alrededor del lago ms grande de Palerma, pisando las hojas y la tierra hmeda, escu-chando los sonidos del viento entre los rboles. Hoy el lago est seco, rodeado de topadoras y montones de adoquines. Qu harn allf? Segn el anuncio oficial ..... se incluirn canteros con adecuada parquizaci6n y un rescate esttico de los elementos naturales", lo que en otras palabras quiere decir que se pondr cemento donde habia tierra y luces halgenas donde cantaban los grillos y brillaban las esu'ellas.

    Cerca del otro lago, el de los botes, se fue armando un mercado de plantas, abarrotado de clientes, com-pletamente cercado y con un edificio en construccin de dos pisos de altura, todo bajo el increble ttulo de Jardln japons (donacin de la colectividad japonesa).

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  • Esperemos que otras colectividades no se contagien del espritu caritativo que aparentemente motiv es~ tas construcciones; en cualquier momento podran empezar a aparecer mercados de alfombras persas o" una fbrica de televisores ...

    Pero, cul es el atractivo de los bosques de Paler~ roo sino la posibilidad de encontrarse con la naturale-za tal cual es? La naturaleza no necesita ser realzada, sino ser respetada, amada, comprendida y gozada. Palermo super -cuando fue creado-- a su modelo, el Bois de Boulogne de Pars, por sus especies (desco-nocidas all) como el lapacho rosado, las palmeras, el omb y tambin por la sabia distribucin de las ma~ ... sas de rboles y de agua que plane su autor, el inge~ niero Thays. Por qu, seores funcionarios, no vuel~ ven a mirar un poquito el original? No est mal co~ piar 10 que estn bien. Veran entonces que los caminos del Bois siguen siendo de tierra y de piedri-tas, que las luces son discretas; tanto, que las ardillas se cruzan con la gente y se escuchan las ranas en lu-gar del rugir de los aviones. EL BOIS, EL BOSQUE, sigue siendo nada ms ni nada menos que eso, un BOSQUE.

    Por qu pierde el bosque frente al cemento?

    La naturaleza es percibida por estos funcionarios no como un complemento indispensable de la vida urba~ na, sino como todo lo que falta por hacer. Es una acti~ tud prepotente basada en la ignorancia ms brutal sobre una cuestin tan esencial como es el disfrute y la permanencia misma de la vida humana dentro de las ciudades.

    A esta actitud nefasta de los funcionarios se sum, durante los ltimos aos, el efecto equivocado que .

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  • produce en el hbitat civil la concepcin militar del ospacio. Para el militar el espacio es control. Mucha iluminacin, lo ms pareja posible, una sola entrada, mucho cemento y cercos altos. Como dijo alguien, "todo lo que est quieto se pinta y todo lo que se mue-ve se saluda". Bajo esta ptica los rboles tienen el in-conveniente de poder esconder a alguien detrs y adems son "automticos", porque van eligiendo su rorma por s mismos (como si fueran civiles ... ) y para colmo ... no son simtricos! Aunque esto ltimo puede remediarse con podas que los conviertan en cilindros, pirmides o conos truncados. Una pintada al tronco, 5.000 "wats" de iluminacin y ya tenemos naturaleza realzada. Y los rboles sin pjaros. Y el cielo sin es-trellas. Y la Tierra, es decir, la realidad, all abajo, lejos de la vista y de la planta de los pies, como si se-mejante desorden no existiera.

    Algn da ser todo --o casi todcr- cemento; y se-guiremos llamando al lugar, los Bosques de Palermo.

    Pero no es el nombre lo que importa, sino la Natu-raleza. "Pues cualquier hombre puede escribir un poema pero slo Dios puede hacer un bosque" (Long-fellow).

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  • 56

    Palermo, seco y enfermo

    Aun sin saberlo, usted es un desaprensivo derrochn. Como persona adulta, respira diariament.e el oxgeno producido por 150 m2 de hojas (equivalentes a un rbol medio de gran follaje). Bien, muchos de esos rboles han cedido gentilmente su lugar a estos edi-ficios, construidos en los ltimos aos den-tro de la zona de los bosques de Palermo: instalaciones de ATC, embajada de los Esta-dos Unidos, embajada de Chile, "Casa de T" y estaciones y ampliaciones varias en el Ae roparque. Adems, se han instalado cercas rodeando el Jard(n Japons, el Parque Newbery y el Parque Norte. La superficie utilizable gratuitamente, escasa de por s desde hace varios aos, se redujo ltima-men te de 300 hectreas a 120.

    Mientras tanto, la poblacin se multiplic por tres,

  • EL LAGO MS GRANDE DE LA CAPITAL \

    Ser habilitado maana "el lago ms grande de la' Capital Federal". Fue construido por la Municipali dad de la Ciudad de Buenos Aires en el Parque 3 de Febrero, en la zona delimitada por las calles Andres, Bello, Agustn Mndez y Olleros. Tiene una superficiel de 130,000 metros cuadrados con una profundidad, media de 1,80 metms. Su eje central alcanza los 1.000 , metros de largo y el ancho llega a tener 150 metros, '

    El lago est salpicado por algunas islas y su destino principal es el de la prctica de deportes nuticos. ' Una cosa llamativa la concurrencia del pblico ser, gratuita en todos los sectores. Con el fin de no afectar los espacios verdes la Municipalidad ha dispuesto sec1 tores para estacionamiento que abarcan unas dos hectreas.

    Se cumplir el acto inaugural a las 15 con la asis-tencia del intendente municipal doctor Jorge Del Cioppo, el secretario de Obras y Servicios Pblicos de la Comuna, arquitecto Emilio Rodrguez Mentasti, el secretario general de la Intendencia Carlos Mana Martnez y otras autoridades comunales y nacionales.

    Una reciente disposicin municipal otorga el uso del Lago de Regatas 3 de Febrero, como se lo ha deno-minado, sin cargo alguno para veleros monotipos cla-se Optimist y deslizadores a vela.

    , Diario Ciar/n., 27-8-83

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  • EL MISTERIO DEL LAGO

    Seora Directora: Con el ttulo "El lago ms gran de de la Capital",

    Clarn (278-83) publica una informacin proporcio-nada por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, segn la cual sta inaugurar en el Parque 3 de Febrero un lago de 130.000 metros cuadrados, re-cin construido por ese organismo. Se anuncia tam-bin que "con el fin de no afectar los espacios verdes la Municipalidad ha dispuesto sectores para estacio-namiento que abarcan dos hectreas". Lo sorprenden-te de esta noticia es que numerosos visitantes del lu-gar aseguran que desde hace ms de 50 aos, existe un lago que tiene exactamente 130.000 metros cua-drados, de lo que puede deducirse una de las dos al-ternativas siguientes: la Municipalidad ha credo construir un lago que ya estaba construido o mi les de porteos hemos padecido una alucinacin colectiva durante ms de medio siglo, en forma continuada, al ver un lago all donde solo haba tierra. Resulta incre-ble una negacin tan fuerte de la realidad. Por otra par te, cabe preguntarse cmo es posible evitar afectar los espacios verdes, precisamente, mediante la cons-truccin de una playa de estacionamiento de dos hec-treas, dentro de esos mismos espacios verdes ...

    Los observadores del lugar hemos notado que la Municipalidad agreg varios miles de adoquines en el permetro del lago que hasta hoy cremos existente y que ocupan lo que antes era espacio verde. No ha-bra que "derivar" todo este asunto a la Direccin Na-cional de Salud Mental para que dictamine al respec-to?

    Rodolfo L iuingston - Capital Federal

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  • Captulo 6

    ELOGIO DEL VACO "Treinta radios convergen en el eje de la rueda, pero es el vaco del medio lo que hace andar el carro."

    Lao Ts

    El bosque de Palermo fue directamente inspirado en el Bois de Boulogne,'" en Pars. En este caso "segundas partes" no slo fueron buenas, sino mejores. La copia super al original; tal es as que creo que solamente caba una cosa por hacer, con posterioridad al sabio diseo del ingeniero Thays: conservarlo. La poblacin de Nueva York se ha percatado hace tiempo de esa necesidad con respecto a su propio Palermo, el Central Park; todas las obras que all se realizan son de res tauracin: el ente municipal que se encarga de los trabajos se denomina precisamente, Oficina de con-servaci6n del Central Park.

    Entre los lugares a conservar all figuran dos gran-des extensiones absolutamente vacas, ubicadas en el mismo centro de Manhattan: la Great land (Tierra

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  • Grande) y el Sheep meadow, donde pastaban las ove jas durante el siglo pasado. Estos lugares tienen slo pasto. Ni un rbol. Ni un monumento. Desde el centro de cualquiera de ellos se escucha el murmullo apaga do de la ciudad y se observa a lo lejos el perfil bruma so de Nueva York, desplegado en un enorme Crculo completo que rodea al observador.

    Para qu sirve ese espacio vaco? Quiz para tener esa placentera sensacin de "toma de distancia" con el mundo cotidiano de la ciudad, algo as como la toma de distancia con uno mismo, porque la ciudad acta como la mxima extensin en nuestra identidad. Pero este espacio vaco sirve tambin para que 500.000 jvenes se j unten para escuchar gratuitamente a sus msicos preferidos, bajo las estrellas.

    Para qu ms sirve el vaco? Hay otras preguntas posibles, a manera de respuestas. Para qu sirve el silencio en la msica o el silencio entre las palabras? Para qu sirve el intervalo del sueo? En fin, para simplificar, digamos que el vacio es parte indispensa-ble de la vida mism.a.

    El vaco no es percibido como una presencia (preci-samente, de vaco), sino como una carencia. Y es as como, ao tras ao, gobierno tras gobierno, son nva didos uno a uno todos los espacios vacos de Palermo, y tambin de otros parques del pas. La popular "Casa de T" (nico caso conocido de casa de t japonesa de hormign armado y dos pisos de altura), el monu-mento a Gemes y el gaucho que amenaza al trfico frente a ATe son tan solo algunos ejemplos de vaCos perdidos. La lista incluye al Aeroparque, que devor ya kilmetros cuadrados de verde, y miles y miles de metros cuadrados de cemento, de adoquines, de cercos y potentes reflectores con los cuales se pretende adornar, mejorar y modernizar (temible palabra en boca de nuestros funcionarios) Palermo.

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  • es la forma ms tangible que tenemos de ejercer la so-berana sobre un territorio que los prceres liberaron, en definitiva, con ese objetivo.

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  • Captulo 7

    PRIVATIZAR O PRIVAR?

    Hay una escena en Buenos Aires, cuya contemplaw cin me atrae desde hace algunos aos, una y otra vez. Ocurre en la confitera El Ciervo, frente al lago de los botes, en los bosques de PaleTma. Las empresas de turismo llevan all a sus c1ien1:s porque es el lugar con mejor vista hacia el lago y hacia el verde. Los turistas se instalan en las mesas exteriores y se disponen a 'contemplar, durante un buen rato ... los mnibus de dos pisos en los cuales llegaron, que son estacionados, en apretada fila , justo frente de ellos.

    Es un ejemplo interesante acerca de cmo un obser-vador destruye, justamente con el acto de observar, a l objeto observado. Si cambiamos el verbo observar por disfrutar, preservar o financiar, el ejemplo sirve para alertar sobre algo que est empezando a ocurrir en

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  • esta Argentina mutante, en relacin a las privatiza ciones. No es fcil trazar la lnea divisoria entre fi nanciar y destruir la esencia de lo que se pretende mejorar. Durante el gobierno anterior, por ejemplo, se construyeron sucursales bancarias de hormign ar mado en algunas plazas y ltimamente estn empe-zando a aparecer carteles de "sponsors" en los jardi-nes de Palermo. Los carteles suelen preceder, como se sabe, a los focos de luz que los iluminan de noche, a los cables, la msica funcional y a los avisos comer-ciales que terminan predominando sobre la msica que deberan financiar. Es lo que pas en los subte-rrneos, donde ya resulta obligatorio escuchar da y. noche, entre muchos otros, el aviso de un lubricante que simula el rugido de un pen'o enojado, El proble-ma se presenta tambin en los centros culturales y en otras muchas reas de la vida nacional.

    La pregunta es, es posible privatizar sin destruir la finalidad de lo que se pretende mejorar? Creo que, en realidad, ste es el tema del momento. Frases ro-mo "dejemos que los empresarios hagan sus nme-ros", "ellos son los que saben", "el libre juego de la oferta y la demanda", encierran, a mi juicio, opiniones que deben ser revisadas a tiempo. En el terreno de la arquitectura, por ejemplo, stos fueron los criterios que se aplicaron en Mar del Plata, que fue la ciudad que ms creci durante la dcada 50-60. Mientras al-gunos ingenuos arquitectos dibujaban el plan regula-dor, unos cuantos empresarios sepultaron la hennosa ciudad anterior, fundada por Peralta Ramos, bajo la peor edificacin en altura que conoci el pas hasta entonces; tan es as, que somos muchos los arquitec-tos que vivimos de la correccin de este tipo de depar-tamentos, a los que casi siempre les sobran paredes interiores. Es decir, que pudieron proyectarse mejor y mds econmicamente!

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  • Otro ejemplo. Dicen que estn a punto de privati-zar el Club municipal de golf, en Palermo. Sin embar-go, creo que sena mucho mejor dedicar esas 36 hect-reas, ubicadas en pleno centro de Buenos Aires, al disfrute de toda la gente que los das domingo se enci-man unos a otros en las escasas hectreas de uso gra-tuito que todava quedan en Palermo. Qu bien nos vendria a los porteos una gran extensin verde sin monumentos, ni mstiles, ni adoquines! All s se po-dran juntar 200.000 jvenes para un gran recital, sin destruir nada!

    Pero, y la financiacin para cuidar ese lugar? Entrara muchsimo ms dinero a la municipalidad

    si sta alquilara todo el cinturn que rodea a la cancha de golf con confiteras mirando hacia el verde ms verde de Buenos Aires, que el dinero obtenible con la privatizacin de ese espacio. La Reina del Plata les regalara a sus fieles amantes, los porteos, treinta y seis hectreas!! El golf es un deporte de muy bajo factor de ocupacin persona/metro cuadra-do; no corresponde ubicar la prctica de este deporte en el centro de una ciudad. Sus 800 socios actuales tienen 'auto o, al menos, estn en condiciones de com-prarlo. Y son slo 800, frente a 3.000.000 de porte-os!

    En sntesis, es posible privatizar sin pervertir, sin destruir, promoviendo la belleza ... y aumentando las ganancias. Quiz no en todos los casos, pero s en mu-chos. La clave radica en tratar de ver algo ms all que la calculadora. No confiar tanto en el prestigio de la tcnica fra, ni en los "expertos", que muchas veces lo son en repetir errores, escudndose en "lo ya com-probado". "La imaginacin al poder", decan en Pars, en 1968. Intentemos lograrlo hoy, 20 aos despus. Porque, al fin y al cabo, bien se podran estacionar los mnibus a 50 metros de distancia del Ciervo y los tu-

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  • ristas lo pasaran mejor, sin que disminuya la ganan-cia de nadie. Y, en definitiva, turistas somos todos, en este planeta todava hermoso.

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  • Captulo 8 LAS ESTUPIDECES DE HORMIGN ARMADO

    Me encanta usar las autopistas. Pongo msica y de-voro kilmetros y kilmetros gozando de la libertad que significa manejar un auto sin frenadas ni semfo-ros. El problema se me plantea cuando empiezo a ob-servar a los dems. A los que viven en los bordes y el cemento les pasa a tres metros de la ventana (la Ave-nida General Paz, hecha hace 50 aos, tiene cincuen-ta kilmetros de plaza en sus bordes, que usan los habitantes de los barrios lindantes); a los que se que-daron sin viviendas, sin agua o sin plazas, que pudie-ron haberse hecho con los millones de dlares inverti-dos en autopistas, y a los que no se pueden "subir" a ellas porque hay que pagar caro. Se abolieron la pri-mera y la segunda en los trenes, pero ahora hay ca-lles de primera y calles de segunda. Me encanta ir a

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  • Parque Norte, y alquilar un par de reposeras frente a las piletas azules. Pero no puedo dejar de pensar que sos eran espacios de uso popular que le fueron arre-batados a la gente. Digamos que si no fuese por esta molesta -y hasta hace poco peligrosa- sensibilidad social que padezco, me encantaran las autopistas.

    Otra cosa que dificulta mi felicidad personal es la costumbre que tengo de pensar e interrogarme sobre la misteriosa razn por la cual nuestros gobernantes no pen..-an: slo "hacen". En realidad, desprecian y temen al pensamiento, al que suelen denominar "teo-ras". "Esas son teoras", dicen nuestros "hombres prcticos", y paladean la palabra tcnica, que les en-canta. Tal o cual obra se hace "porque es tcnicamen-te factible".

    "'Se estn terminando los aspectos tcnicos del infor-me sobre ... desaparecidos .. !" Hasta tienen almuerzos "tcnicos" (cmo ser eso?: habr digestiones tcni-cas, eructos tcnicos .. ?), olvidndose de que la tcnica es la aplicacin de la Ciencia, de las teoras, y que s-tas no son otra cosa que el fruto del pensamiento sis-temtico y comprobado sobre la realidad. La tcnica no plantea fines. sino medios.

    El planteo de las preguntas corresponde al pensa-miento y ya se sabe que una pregunta bien planteada es un problema medio resuelto.

    El caso de las autopistas es un ejemplo tpico de es-ta forma de poner el carro delante del caballo.

    La pregunta correcta no es cmo transportar ms autos, sino por qu viaja la gente. Se descubrira muy pronto la inmensa cantidad de "horas-hombre-viajan-do" que se gastan en trmites burocrticos que podr-an ser eliminados. Personas que van y vuelven mu-chas veces al centro de Buenos Aires desde Lomas de Zamora o desde Palomar, por ejemplo, por un trmite que podra requerir un solo viaje o aun ninguno si los

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  • barrios absorbieran muchas de estas cuestiones. En una de las tantas cartas de lectores que se publican a diario sobre el tema del padecimiento producido por trmites estpidos, un lector sum la distancia desde aqu hasta Canad, en viajes hechos por l dentro de Buenos Aires para hacer un sencillsimo trmite. Basta mirar la cara que tiene la gente dentro de los autos para comprobar que casi siempre hacen viajes intiles.

    Hace algunos aos se hizo un censo para averiguar la razn de los viajes cotidianos. Los resultados nun-ca se publicaron, y mucho menos se relacionaron con el tema de las autopistas. Como suelen decir nuestros "buro-tecncratas", "eso pertenece a otra repartici6n". El problema de las autopistas no es el problema de las autopistas, no es un problema de trnsito; es un pro-blema que pertenece a todas las "otras reparticiones", las cuales no debieran constitui r una mera sumatoria de burcratas que quieren "hacer obra", sin importar-les para qu ni por qu, como las autopistas o pavi-mentar Palermo o cortar 100 rboles en la Costanera Norte O inundar la Costanera Sur o demoler los de-psitos utilizables del puerto. "AlU estn mis obrasn

    --dicen en los reportajes- "a m no me vengan con te-orias". "Cuando oigo la palabra cultura saco la pisto-lan , deca Goebbels; pero, a quin corresponde entre-gar el gobierno de \lIla ciudad si no es a los cultos, a los sabios? A quin corresponde organizar el espacio donde transcurren nuestras vidas, el ncleo mismo de la cultura, que son las ciudades? A los bw"Cratas con ganas de hacer?

    El gobierno de Buenos Aires, deberla ser ejercido por hombres sabios e ilustrados, con una visin y una filosofa (terrible palabra, no?) humanista de la vida. S, como dijo alguien parodiando a Clemenceau, "la arquitectura es algo demasiado importante para ser

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  • Captulo 9 JUGUEMOS A LA CIUDAD

    Cuenta un antroplogo que una vez, recorriendo una comunidad africana, se encontr con un indge~ na. Al ver la lapicera que llevaba en la mano le dijo: "eso es un tembet" (adorno que se colocan esos ind~ genas en las fosas nasales). El intent explicarle, por medio de ejemplos prcticos, que ese aparatito era pa-ra escribir. Sin embargo, el nativo, despus de mirar-lo varias veces, sostuvo cOJivencido: "eso es un tero-bet".

    Qu tiene que ver esto con la ciudad y los nios? Ocurre que cuando los chicos se lanzan al mundo, no se detienen a pensar que hay espacios para jugar y espacios para "ponerse serios".

    Para ellos, cada rincn de su hbitat es un juego, en cada pedacito de Buenos Aires encuentran una

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  • nueva aventura y experimentan el irresistible placer de divertirse. Y aqu empiezan los problemas, porque para los funcionarios de ceo fruncido, traje y corba-ta, esto de la ciudad "no es chiste" y as comienzan a desparramar carteles de "prohibido" a diestra y si-niestra. Qu es eso de andar desordenando todo?

    Para comprobarlo slo hace falta salir a recorrer las callecitas de Buenos Aires. Entonces, en una hermosa tarde de sol decid largarme de la mano de un loco ha-jito (en realidad yo tambin soy loco, para algunos, y ms bien bajo, para todos ... ). Primera parada: el Pla-netario. Corrimos hacia l y decidimos treparnos a sus patas. Qu lindo se ve Palermo desde arriba! Ese gran ovni que se instal en la ciudad nos permite des-cubrir cosas que desde abajo no se ven. Sin embargo, nuestra alegra se vio interrumpida por un estruen-doso silbato que nos dio la orden de bajarnos. Lsti-ma, era divertido! Pero no nos asustamos' y seguimos adelante. Segunda parada: el puente de la avenida Figueroa Alcorta, ese que est frente a la Facultad de Derecho. l lo ve y queda extasiado ante la posibili-dad de patinar all. Nos ponemos los patines y arran-camos. Pero, de pronto, tuvimos que clavar los frenos. Un enorme cartel de "Prohibido patinar" nos detuvo el paso. Era nuestra segunda frus tracin, pero igual decidimos no dejarnos vencer y continuamos viaje. Tercera parada: ATC. La escalera por la que se entra tiene una hermosa baranda de mrmol, y por all se deslizaban los chicos con gran peligro porque entre la rampa y la pared hay ms de 30 cm de distancia y ha-cia abajo una profundidad lo suficientemente grande como para que un chico se lastime seriamente. A esa altura nuestra indignacin era muy grande. Qu es lo primero que dice un funcionario?: "Eso no fue he-cho para tobogn". Qu. digo yo?: "Redefinamos un tobogn". Qu es un tobogn? Es toda superficie en

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  • pendiente por la que uno se puede deslizar. Entonces la baranda de ATC es un tobogn, el puente de Figue-roa Alcorta es una pista de patinaje, las patas del Planetario son "balcones urbanos" para mirar Paler-mo desde lo alto y, para algunos, toda lapicera es un tembet. Es el uso el que crea la funcin.

    El diseo debe prever siempre las escenas que las formas provocan.

    Un gobernante no tiene que poner cadenas donde le desordenan algo, sino entender que para los pequeos habitantes de nuestra ciudad todo es un juego y el juego no es otra cosa que la :rp.anifestacin ms clara . de s u libertad. Por eso, en vez de reprimirlos desde chiquitos, por qu no aprender de ellos?

    El reino de lo esttico

    De dnde nos viene eso de ser tan serios y amarga-dos y no permitir ni permitirnos un cachito de placer?

    La cosa arranca en la escuela. Ah los chicos tienen que hacer fila (como soldados), hacer silencio (como momias). Son envasados con corbatas, con zapatos en lugar de zapatillas, se los obliga a comportarse como funcionarios, pretenden convertirlos en adultos cuan-to ms serios, mejor. Se les hace padecer uno de los actos ms aburridos que puede pasar una persona: la fiesta (;1) patria. Con gesto adusto y cara de "impor-tar le mucho" se les obliga a escuchar el discurso alu-sjvo, que por lo general es un plomo.

    Vivimos en una cultura donde se pondera la inmo-vilidad frente al movimiento. La mxima exageracin de eso es una foto de Galtieri, de Viola* o de alguno de sus semejantes: los codos pegados al cuerpo, las

    ~ Gallieri y Viola: Presidenlea durante la dictadura militar (1976-1983)

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  • mandbulas rgidas, Esa es la imagen que determina toda la estructura del espacio urbano de coaccin.

    Hace poco, en el Congreso de Barreras Urbansti-cas se dijo que la ciudad est estructurada para un adulto medio. Yo dira que esa definicin no es lo su-ficientemente clara. Para m la ciudad se estructura desde el punto de vista de un adulto medio, muy abu-rrido y muy solemne. Esto nos viene del sistema mili-tar.

    Pero los militares no llegaron de Marte, represen-tan a un sector importante de la sociedad argentina. Esos que ven mal que yo salga con shorts, o que apo-ye los pies sobre la silla en un bar. Son los que estn en contra de la alegra y a favor de la solemnidad.

    Barreras contra e l placer

    La primera traba que frena la capacidad infantil de gozar es la pobreza. Por qu? Porque en el reparto les tocan menos y peores espacios. El movimiento y el espacio son CQmo el fondo y la figura: ninguno puede existir sin el otro, Si no hay espacio no me puedo mo-ver.

    Los maestros, viendo cmo los chicos utilizan el es-pacio de su cuaderno, se dan cuenta si son pobres o no, si viven en un departamento o una casa. General mente, los pequeos de menores recursos escriben apretadito para no malgastar pginas, Entre el cua-derno y la ciudad se estructura todo el espacio de los chicos.

    Otra barrera es nuestro esquema de viviendas. La propiedad horizontal tiene una forma de ubicarse en el tejido urbano que los priva del "afuera". Muchos di-cen que hubo que recurrir a este sistema de vida "en vertical" para que viva ms gente. Sin embargo no es

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  • as. Puede vivir la misma cantidad de gente con un centro de manzana despejado y un proyecto inteligen-te. Un buen ejemplo de esto es Catalinas Sur, o el Ba-rrio "Los Andes", en Chacarita, construido en 1928.

    Las plazas hechas durante la dictadura militar se supone que son de esparcimiento y juego para loS' chi-cos pero, qu tienen como piso? Adoquines. Adems de haber cambiado el verde pasto por el gris cemento, los chicos que quieren patinar o andar en carrito no pueden. En primer lugar porque si se caen, como ha-bitualmente pasa, se rompen las rodillas y en segun-do lugar porque patinar sobre adoquines es como te-ner el mal de Parkinson desde chicos.

    Toda la ciudad est dimensionada as, bajo el lema "circule, seor, circule" y tomando como modelo "el adulto de cara clica", que adems mide ms de 1,60 m para poder alcanzar a un telfono pblico o al tim-bre del colectivo. Un adulto que se caracteriza por una profunda falta de identidad cultural, porque el so-lemne es un tipo que se cree otro, que no se anima, en medio del dlar paralelo y el oficial, a patear una pe-lota.

    Y quines son los ms perjudicados con esta situa-cin? Los nios, los ancianos, los discapacitados, la clase popular y toda persona alegre, toda persona que prefiera la diversin al aburrimiento, el movimiento a la inmovilidad y, en definitiva, la vida a la muerte.

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  • Captulo 10 SERS LO QUE DEBAS SER, PERO CON SACO Y CORBATA

    Es curioso lo que est pasando con algunos maes~ tras. Se preocupan previsiblemente y reclaman por sus sueldos bajos, pero exigen que sus alumnos se presenten ante ellos, que son pobres, disfrazados de ricos. Esto est ocurriendo en varios colegios pblicos, entre ellos el Normal N9 8, donde prohben los "jeans" y las zapatillas y exigen saco y corbata a los varones.

    Me consta que las autoridades del Ministerio de Educacin intentan hacer cumplir las disposiciones que prohben estas exigencias, pero tienen xito a me-dias porque chocan no slo con la mentalidad retr-grada de algunos maestros, sino tambin con la de los padres de los alumnos, que aceptan mansamente gas-tar lo que no tienen con tal de obedecer a los directo-res de los colegios, quienes, por lo visto, han decidido

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  • ser autoritarios slo "hacia abajo", ya que si lo fueran integralmente. obedeceran al ministro ...

    Este tipo de situaciones nos permite comprender que no siempre el gobierno es el causante de todos nuestros males. Existe una mentalidad que confunde el orden con la uniformidad y a sta con la limpieza y aun con la esttica.

    Veamos en este caso cules son los pretextos. El primero es "la limpieza", que aparentemente sera mayor mientras ms formal es la vestimenta; le sigue

    . "la esttica" y se concluye con el clsico temor al des-borde: "Si empiezan con las zapatillas vaya a saber dnde terminarn .....

    "Si permito que abran una ventana en la mediane-ra, despuS todos los dems van a querer abrirlas tambin", me deca el presidente de un consorcio de propietarios auto-clausurados detrs de un paredn que daba a una plaza, sin terreno lindero edificable.

    No sea cosa que todos sean felices, pareca querer decir. Tambin mencion la supuesta esttica del pa-redn, frente al incontrolable "desorden" que introdu-ciran las ventanas.

    La ropa y la arquitectura no son algo tan diferente como podra parecer a primera vista. Ambos son en-voltorios de nuestra conducta, de nuestra manera de estar en el mundo. El saco y la corbata corresponden al clima de Londres, pero el clima de ~uenos Aires no se parece al de Inglaterra sino al de Africa (de hecho estamos en la misma latitud), donde hasta el gober-nador usa short. Ser elegante, estar cmodo, poder moverse y disfrutar, es ser nosotros mismos, en nues-tro pas verdadero, con nuestro clima verdadero, con nuestra situacin econmica verdadera. Un chico dis-frazado de ejecutivo no es un chico.

    "La cultura -dijo Cortzar- es el ejercicio pleno

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  • de la identidad." Y si alguien tiene la obligacin de ser culto, son los maestros.

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  • Captulo 11 MARIANO MORENO, LA VIZCACHA y EL MRMOL

    - Tens mucho que estudiar para maana?, - le pregunt a mi hija, que acababa de llegar del colegio. -No, pap, por suerte esta vez nos dieron muy poco. - Ah, s? Qu? - El universo.

    Esta maravillosa respuesta me hizo rer, por su-puesto. Poco despus me vi armando sistemas solares hechos con naranjas, en medio del living, y mientras las mova de a una, rescataba de mi memoria retazos de Carl Sagan y algunos jirones de fisiea, atrapados alguna vez en libros de divulgacin. Pero Ana no pa-reca interesada y me remita lacnicamente a su li-bro de texto, al que sealaba dicindome: "Pero, pap, es s6lo desde ac hasta acd".

    Su verdadero universo, pens, no era ste de las na-ranjas y los aos luz que yo intentaba describirle, si-no otro ms cercano, hecho de madrugones e innume-rables fragmentos inconexos, Que ao tras ao van modelando EL COLEGIO. Para ejemplificarlo, nada como la ancdota de Cecilia SoM, que al llegar del cOw

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  • legio le dijo a la madre que tena mucho que estudiar para el da siguiente. "Decme qu y yo te ayudo". se ofreci la mam. "Mariano Moreno, la vizcacha y el mdrmoll", contest Cecilia, angustiada.

    Por supuesto que no se trataba de la vizcacha for-mando parte de la pampa, cmo vive, qu come o c-mo se come, sino de la parte superior del aparato di-gestivo de la vizcacha; y de Mariano Moreno slo la fecha de nacimiento y el lugar de su muerte. En reali-dad, toda la historia argentina era incomprensible en el colegio. Los realistas eran malos, evidentemente, pero no se saba bien qu hacan aparte de pelearse con San Martn (a quien jams se le conocieron ras-gos humanos). Y por qu aparecieron los ingleses de golpe, y slo aqu! Nunca nos dijeron que andaban invadiendo por todo el mundo!

    La historia universal se estudia en otro ao distin-to, desconectada de la nuestra, que, por esta razn, no se comprende.

    "Qu pas el17 de octubre?", pregunt en la puerta de un colegio secundario a un grupo de nueve alum-nos. Nadie saba. La historia termina con el insulso Derqui y, en algunos casos, se le agregan Ortiz y Cas-tillo, estos ltimos en tres lneas, como mximo.

    En muchos colegios la msica es reemplazada por la historia de la msica y por el solfeo; aprueban m-sica sin escuchar msica, de la misma manera que se "estudia" un rbol partiendo de una lmina con cua-dros sinpticos que se encierran unos a otros, como las cajas chinas, hasta llegar a una lista de tipos de hojas. El rbol, y menos todava el bosque, no se vie-ron jams. La clasificacin sustituye a lo vital, y lo in-tegral, el todo, se escatima siempre.

    y as transcurren once aos a razn de cinco horas por da, en la vida de los chicos, quienes angustiados siempre por "la tarea", aprenden desde muy chiquitos

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  • qu cosa es el stress y qu intil, complicada y aburri da puede llegar a ser esa pesada carga llamada EL ESTUDIO.

    8lo el jardn de infantes progres verdaderamente, quiz porque no tuvo que soportar una herencia de hbitos malsanos. La incorporacin del juego, es decir del placer, a la enseanza, lo mejor todo. Pero un da, de repente, todo cambia para el chico. Me parece que "los locos bajitos", como los llama Serrat, no vie-nen as de fbrica, sino que los enloquecemos nos-otros, privndolos de la alegra y aun de la pasin que despierta naturalmente el conocimiento en el ser hu-mano. Conocer, la pasin por descubrir, por revelar lo oculto, es uno de los estmulos ms intensos del que puede disfrutar una persona. Y ensear es, para Al bert Einstein, "transmitir la alegra por el trabajo y el conocimiento".

    Los provocadores

    Un buen maestro es, antes que nada, un provoca dar. Aquel capaz de provocar esas ganas de saber y el placer por descubrir que acompaarn a una persona durante toda la vida.

    "Pap, no sabs, el profesor de electrotecnia ... es co-mo si estuviramos charlando con alguien que sabe mucho ms que nosotros, no queremos que se acabe la hora!" Y ese solo comentario define, a mi criterio, a un maestro que no solamente conoce, sino que tam-bin goza con su trabajo. Y de paso lo nombro (por qu no?), el ingeniero Alberto Ramos, del Instituto Luis A. Huergo, en San Telmo.

    En la mayora de los colegios hay, como 'promedio, no ms de dos o tres maestras o maestros del estilo de Alberto Ramos. Los chicos los conocen y los recuerdan siempre con afecto; son el hilo delgado que los \loe

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  • "

    con el lado positivo del aprendizaje. Algunos dejan que ese hilo se corte y otros logran convertirlo en una soga, con ayuda de la familia, en muchos casos. Una soga que les permitir avanzar en ese sector impor-tante de la vida que es el conocimiento.

    La democracia permite que las tendencias positivas dentro de la enseanza avancen, y creo que, de hecho, es lo que est ocurriendo, pero las fuerzas retrgra-das son tambin importantes y vale la pena reflexio-nar sobre ellas. El congreso pedaggico y las medidas oficiales actan ms sobre la forma (mtodo de clasi-ficacin, nuevos programas, etc.) que sobre el fondo. La resistencia principal a los cambios reside en la mentalidad, no solamente de los docentes, sino tam-bin de los padres, es decir, de todo un sector de la so-ciedad que todava confunde el orden con la fila, la limpieza con el uniforme, la disciplina con el autorita-rismo, el aprendizaje con el sufrimiento y el respeto con el silencio y la rigidez fsica.

    Quiz muchas personas no sepan que en varios co-legios del Estado sus directores estn exigiendo uni-forme, contrariando expresas disposiciones del Minis-terio de Educacin. Hace poco publiqu un artculo sobre este tema, con el ttulo "Sers lo que debas ser, pero con saco y corbata . Contest la seora Alicia Calzada de Hauscarriague, directora del Normal W 8, aludido por m en el artculo, sin mencionar siquie-ra el tema del uniforme, nico motivo de la nota, a la que calific de "ataque a su comunidad educativa". El razonamiento de dicha seora es as: quien critica un mtodo, ataca en realidad a toda la institucin; y es, por lo tanto, un enemigo de la institucin.

    A qu nos hace acordar este modo de "razonar"? Hay padres, probablemente los menos, que estn de

    acuerdo con la corbata obligatoria y la prohibicin de zapatillas, pero, y los que no estn de acuerdo? Tie-

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  • nen miedo. Aunque parezca increble en esta poca, el miedo se convierte en hbito y se es el mayor triunfo de una dictadura. Miedo de que "se venguen en sus chicos y adhesin incondicional al "no te mets". Pre-fieren gastar lo que no tienen en el uniforme de sus hijos a defender lo justo, respaldados por la ley.

    Y el Ministerio de Educacin? Se declara impoten-te para hacer cumplir las disposiciones que dicta. Es ms fcil para el gobierno imponer la ley de obedien-cia debida a los uniformados que la ley que prohbe imponer uniformes a los civiles. Increble ... pero real. Cmo reaccionan los directores de estos colegios frente a los padres o a los periodistas que los interro-gan con relacin a estos temas? Con toda tranquili-dad niegan la exigencia del uniforme. Mientras tanto los preceptores exigen uniforme a los chicos ("Vos, as, maana no vens!") y cuando algn padre se atreve a reprocharles, contestan que ellos se limitan a cumplir rdenes de la directora o del director.

    A qu nos hace acordar esta forma de aduar? Cambiemos la palabra uniforme por detenido y se

    nos revelar un mecanismo mental que sobrevive, salvando las distancias, claro est, entre una peque-a represin, poco importante en s misma, y el ho-rror de la tortura o de la muerte. Pero el ALIEN sigue a bordo, y para que crezca slo hace falta regarlo un poquito ...

    La punta espectacular y visible del iceberg es Aldo Rico y sus parientes mentales, pero sin la base su-mergida, cotidiana e invisible, el iceberg se derretira inmediatamente.

    Esta pequea mentalidad cotidiana es siempre hi-pcrita y est en contra de la libertad de aprender, de gozar, de dudar, de pensar, de q~e los chicos puedan

    * Militar 8ub l~vado durante el gobierno democrtico del Dr. Alfonsln.

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    , .

  • ser plenamente nios y de que los grandes manten-gan la parte de nios que puede ayudarlos a ser un poco felices. No se trata de un enano fascista, como se dijo alguna vez. Un enano sera fcil de extirpar, co.. mo una muela, con. perdn de los enanos, que no tie-nen la culpa de esta comparacin poco feliz. Se trata de un tejido intercelular fascista, que sirve de apoyo para que surjan los fascistas de verdad, que terminan por robarle toda la alegra a la gente y tambin la vi-da.

    El primer principio de la ciencia: rehusar toda autoridad. Del libro Bi

  • Captulo 12 CIRCULE SEOR, CIRCULE*

    Un edificio de 300 metros de largo, destinado a al-bergar 9 millones de pasajeros anuales es, sin duda, algo muy importante para la comunidad que lo paga y que, por lo tanto, debiera tener la posibilidad de go-zarlo.

    Vale la pena entonces preguntarse cmo es ese lu-gar y cmo fue concebido por sus autores.

    Empezaremos diciendo que es gris. Las paredes son grises. Las veredas son grises y hasta los carteles in-dicadores son grises. Pero no es el gris "de vuelta", producto de la sofisticacin. Es gris "de ida", Es el gris que queda cuando el objetivo fundamental del proyecto es "una clara lectura del criterio circulatorio

    *El1 colaboracin con el Arq. AHooso Corona Martnez.

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  • adoptado". Y punto. Porque todas las consideraciones que hacen los autores en la memoria descriptiva son formas distintas de redactar un propsito nico: que la gente circule. Que los autos, los mnibus, las perso-nas y las valijas circulen, cada uno por su lado, para obtener as una mayor "claridad".

    Se tratara entonces de una "correcta" red circula-toria, cuya ambientacin qued fuera de toda inten-cionalidad en lo que se refiere a colores, iluminacin y equipamiento, hasta el punto de haber sido organiza-da a partir de un nico mosaico, seleccionado (?) para ms de 3.000 metros de pasillos, una nica silla de plstico de color marrn, una nica luz cenital verdo-sa, tipo presidio, y hasta un nico arbolito, de 44 cen-tmetros de altura, que se repite unas 400 veces en hilera, guardando entre s distancias exactamente iguales. Si, arbolitos exactamente iguales, un verda-dero milagro de la botnica, disciplinadamente some-tida al autoritarismo y al aburrimiento. Y pensar que Zevi consideraba a la arquitectura del fascismo y del comunismo sovitico como ejemplos mximos de pesadez y de solemnidad! Los escenarios nazis, la Plaza Roja y los subtes de Mosc son el carnaval ca-rioca comparados con estos ejemplos de la arquitectu-ra de la dictadura argentina, slo equiparables a otros ejemplos de la misma poca, como la rambla de Punta Mogotes, en Mar del Plata.

    Uno no puede dejar de preguntarse: antes de hacer una inversin tan grande y perdurable, no vaha la pena echar una miradita siquiera a cualquiera de las estaciones terminales del mundo, incluyendo la esta-cin terminal de C1'doba y aun los colores y la am-bientacin del Aeroparque o de Ezeiza?

    Si la arquitectura es la expresin del espritu de una comunidad en un determinado momento de su historia, podemos deducir, a p31tir de edificios como

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  • ste, que estamos profundamente aburridos, pobres (de plata y de imaginacin) y apticos.

    Apticos porque nadie parece preocuparse por nuestra estacin de mnibus. No hay debates pblicos como ocurre con el Centro Pompidou o con Les Halles. El pblico ha sido entrenado para aceptar todo lo que viene de "arriba", a lo cual se suma el respeto irracio-nal que le ha sido inculcado con respecto a "los tcni-cos".

    La arquitectura del autoritarismo no puede ser sino triste e incmoda. Es la arquitectura de la obediencia. La obediencia al ORDEN como finalidad principal de la vida.

    Pero, cmo es ese orden, esa claridad circulatoria?

    Supongamos que un pasajero llega en colectivo, lo cual es lgico, ya que el viaje en taxi desde Villa De-voto, por ejemplo, le costara lo mismo que el pasaje en mnibus a Dolores. El colectivo lo deja en FCN San Martn. Trepa entonces una barranca de 200 me-tros de largo (podemos imaginarlo con un beb en brazos y valijas, con lluvia o bajo el sol del verano) y llega a la Estacin; lo cual es una manera de decir, porque en realidad recin enfrenta la punta de un co-rredor de 300 metros de largo que debe recorrer en una permanente posicin de cuello con "vista izquier-da", pues los carteles estn dispuestos para ser ledos por los que llegan transversalmente a la estacin. es dec', "los ricos", los que llegan en taxi o en auto par-ticular.

    Despus de este oprobioso recorrido el pasajero ell-cuentra su boletera y todo mejora. Los prximos pa-sos obedecel'n a la memoria descriptiva del proyecto y sern, por fin, transversales, hasta embarcarse en el mnibus.

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  • Pero supongamos que uno tiene ms suerte y llega en auto particular. Se detiene ante una de las puer-tas, ayuda a su suegra (por ejemplo) a bajar las vali-jas. En ese instante suena un pito y con ademanes enrgicos un guardin nos recuerda que debemos "cir-cular". All queda entonces la pobre seora con sus valijas, sin carritos para transportarlas ni ayuda de ninguna clase y teniendo que despacharlas un piso ms abajo, por escalera. Porque esta estacin, pensa-da como una terminal de aviones, no tiene ninguna de sus ventajas. La separacin valijas-pasajero que en los aeropuertos resulta lgica, aqu se presenta co-mo un absurdo. Los pasajeros que llegan ven sus vali-jas, al alcance de la mano, en cuanto bajan del mni-bus. Pero no hay nada que hacer. Los esquemas son los esquemas. Y las valijas parten en cintas transpor-tadoras hacia otro piso, esperando una aduana inexis-tente.

    Los mnibus y los autos

    Del otro lado del pblico, circulan los mnibus. Es-tos se mueven tambin ordenadamente, en fila. Cuando uno sale los dems deben esperar, pues la ca-lle alcanza slo para una fila de vehculos.

    Qu pasar cuando la Estacin funcione a pleno? Lo mismo que ocurrir con los automviles particula-res que an hoy deben hacer fila durante varios mi-nutos para salir frente a dos nicas casillas de pago (no se han previsto ms).

    Por qu no se protegieron los autos (y a sus ocu-pantes) del sol y de la lluvia, aprovechando como lu-gar para estacionar los enormes espacios muertos de-bajo de la calle de acceso?

    Quiz pOl'que cuando se pens en los autos, se olvi-

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  • daron de los humanos que los tripulan. Los arquitec-tos se olvidaron, --en aras de la "claridad" circulato-ria- de que las personas deben juntarse con los au-tos, con las valijas, y tambin con las otras personas, como lo recordamos en el punto siguiente.

    Te espero en ...

    Los lugares pblicos deben conta r con puntos de re-ferencia que permitan la organizacin interna, psico-lgica, del espacio en los usuarios (adelante, atrs, en el medio, etc.), lo cual permite entre otras cosas, el en-cuentro entre personas: ''Te espero en Retiro, en el hall central, abajo del reloj", "en la puerta principal", etc. etc. En este edificio tal cosa es imposible , sin con-trariar los hbitos culturales, histricos de la gente, especialmente de la gente del interior del pas.

    El nico lugar de la ciudad que supera a ste en materia de anomia espacial es la Facultad de Arqui-tectura de la Universidad de Buenos Aires, en Nez, ese anillo mareante donde nadie sabe en dnde est.

    Quiz no sea casual que precisamente all se for-men los autores de espacios tan inhumanos como el que comentamos.

    La mejor sntesis de esta desagradable sensacin de "estar perdido" la hizo Gertrud Stein, una poetisa norteamericana, refirindose a una ciudad del sur de California: "Cuando usted llega all, no hay aIlf'.

    El efecto vud

    Toda arquitectura descansa siempre en algunos su-puestos tcitos, tan invisibles como los .imientos de los edificios.

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  • Captulo 13

    LA HERMOSURA PERDIDA DE LOS EDIFICIOS PORTEOS

    "Si el arte no tiene la vida adentro, no conmueve a nadie", dijo Haracio Ferrel' por radio. "Si la vida no tiene un poco de belleza alrededor, es incompleta", po-dra agregarse.

    La belleza est incorporada en fanna natural a la vida diaria en todas las culturas integradas: los colo-res de las frazadas que se tejen en .Tujuy, los cntaros y los mates son bellos y bella es tambin la totalidad del paisaje circundante, que est siempre presente en las letras de las canciones que hablan de la vida y las emociones de la gente del Nor te. En la letra de los tangos, junto con los hechos nostlgicos, humorsticos y poticos, figura siempre el lugar: "bajo la quieta luz de un faroL.", "vieja pared de arrabal", "Palais de Glace", eoc., y mil etcteras ms. En realidad, nadie

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  • puede evocar un momento importante de su pasado sin recordar el lugar donde ocurri, porque el lugar est indisolublemente ligado a la vida. No hay vida sin lugar, salvo para los espritus. Y ya se sabe lo que son los lugares sin vida.

    Es notable, sin embargo, la poca importancia, casi dira la indiferencia que sienten hoy los portei'ios ha-cia la mnima belleza que debera exigirse a los luga-res pblicos que se construyen en Buenos Aires. Cualquier exposicin de pintura o pelcula de cine que permanece un mes en cartel, merece metros de comentarios en los diarios, pero la Estacin Terminal de Omnibus en Retiro, que estar all por no menos de medio siglo, y por donde pasan 3 millones de per-sonas por ao, no mereci ms que algn oscuro co-mentario ''tcnico'' en las pginas de arquitectura.

    Los arquitectos que suelen firmarlas no acostum-bran emplear la palabra belleza; prefieren hablar de "zonificacin", "claridad de las circulaciones", "semn-tica espacial", y otras frialdades que terminan por desinteresar de su propio hbitat a los verdaderos destinatarios de los edificios, que concluyen por resig-narse diciendo: "Claro ... yo de arquitectura no entien-do nada". "Por algo lo habrn hecho as".

    Las recientes estaciones de subterrneo, en la linea E, son otro ejemplo de pobreza imaginativa: piso bei-ge, paredes beige, techo beige, barandas beige y luz beige. Todo un triunfo del "beige consorcio" que cual-quier vidrierista de categora hubiera podido eludir por el mismo costo. Ni hablar de lo que hubiese podi-do hacer alguno de nuestros excelentes diseadores grficos, aun utilizando azulejos estndar ...

    Otro ejemplo deplorable es el nuevo piso de la esta-cin Retiro, del Ferrocarril Mitre, elegido para las prximas dcadas por algn ignoto burcrata, preocu-pado por otras cosas.

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  • y all est nuestra nica y supuestamente tpica Casa de T japonesa, en Palermo, construida sobre un parque pblico donado con ese fin por la Munici-palidad, durante la dictadura militar que, en lo que a urbanismo se refiere, ha sido superada por las actua-les autoridades municipales, que siguen donando pla-zas como si fueran terrenos baldos, igual que antes. Hoy mismo se estn construyendo sucursales banca-rias de hormign armado en varias plazas porteas, ante la indiferencia general.

    Volviendo a la Casa de T, es increble comprobar que es de cemento a la vista, iluminada por tubos fluorescentes, con mesas de plstico y ventanas corre-dizas de aluminio. Lo nico japons del lugar son dos sonrientes mozos orientales ... que quiz sean corea-nos. El veredicto sobre este local, que bien podra es-tar ubicado en algn recodo de la ruta 7, lo dio el embajador japons, frente al entonces intendente Cacciatore el dia de la inauguracin. "En Japn no te-Il:emoB nada igual''., dijo, y el brigadier sonri compla-ddo, sir. comprender.

    Por supuesto que hay en Buenos Aires ruaravillosos lugares sobrevivientes. Pero siempre corren el riesgo de ser demolidos debido, precisamente, a la indiferen-cia de los porteos hacia el valor de lo que tenemos. Es el caso, entre otros, del cine Opera, construido por el arquitecto belga Bourdhon en 1936 con veinte colo-res de mrmol en el hall de entrada, dos laterales dis-tintos en una sala llena de imaginacin y fantasa, bajo un cielo estrellado y en el cual hasta cada puerta fue diseada con audacia, calidad y humor, que tam-bin forma parte del arte al servicio de la vida. Un mbito de fantasa para albergar una ilusin que es el cine.

    Por otra parte, abundan los artistas, y entre ellos los arquitectos talentosos que proponen ideas para

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  • Buenos Aires, hermosas y realizables. La Municipali-dad los convoc a fines de 1986 y 120 profesionales expusieron en el Centro Cultural Malvinas veinte ideas para Buenos Aires. Se cumpli as con la "parti-cipacin". Eso s: ninguna propuesta fue tenida en cuenta, ni siquiera discutida en lo ms mnimo.

    Pero las autoridades no son las nicas culpables: en un sistema democrtico ellas son la resultante de la actitud predominante en el ciudadano comn y tam-bin de los "comunicadores sociales", los periodistas, que parecen creer que el hbitat cotidiano, nuestra segunda ropa, es algo reservado a especialistas y bu-rcratas, y que la esttica fugaz de la pantalla de cine o las galeras de arte merece siempre ms atencin que el escenario donde transcurre nuestra vida en la ciudad.

    Salvo, claro est, que reemplacemos el pensamiento de Horado Ferrer que encabeza esta nota, por el de William Verity, el secretario de Comercio de los Esta-dos Unidos, quien declar el 13 de febrero de 1988 en Pgina/12: "El espacio es slo un lugar para hacer negocios".

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  • Captulo 14 LA ESTTICA: UN GOCE ANTES QUE UN JUICIO

    "Ya muy pocos se preocupan del hombre de carne y hueso, excepto los artistas, la polica y algunos pensadores irnicamente mirados por los cientficos."

    Ernesto Sabato

    La ropa es el envoltorio ms cercano a nuestro cuerpo y la biosfera la cubierta final que nos envuelve a todos juntos.

    Entre estas dos membranas estn los C'.lmpos, las ciudades y los edificios, ubicados unos dentro de otros, como las cajas chinas. Todos tiem,:" en comn el hecho de conformar los envases de nuer.:tra conduc-ta en el mundo. Son los envases predo:mlantemente fisicos, aunque .todos actan tambin en el campo psi-colgico, porque se relacionan con la vida misma.

    Coc Chanel, la famosa modista, deca: "uno se mue-ve dentro de su ropa", -y agregaba- "ser elegante es sentirse bien con lo que se lleva puesto", eludiendo as todo juicio sobre la ropa considerada en s' misma y haciendo hincapi en la relacin ropa-persona.

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  • Le una vez en una revista de espectculos que el actor Maximilian Shell estaba filmando vestido como oficial nazi