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Edelma y Edelmira: trascendencias de los Zapata Olivella en Colombia. Baraka Ubuntú 1020722692 Ensayo Breve

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Edelma y Edelmira:

trascendencias de los Zapata Olivella en Colombia.

Baraka Ubuntú

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Ensayo Breve

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“Cicatrices viejas, promesas nuevas

Afro América, las tantas caras de África.Alma a alma para cientos de almas.El poema va, en tonos altos y ecos bajos.Cicatrices viejas y promesas frescas

No cabe duda. Los soles mancillaronlas púrpuras espaldasque a látigo maduraron los frutos.Los días, los años, los siglos.

Es tu océano, mi océano quesuavemente llega.A algunos les conviene nos miremosde orilla a orilla, fácil así confundirnos.

No te conozco, tampoco me conoces.Si, tu piel es opuesta a la mía,en la diferencia el encuentro.

Suficiente el gesto,la transparencia que invita.Un corazón abriendo brechas.”Edelma Zapata Pérez Edelmira Massa Zapata, Yemayá.

En la Candelaria, barrio histórico de Bogotá, se encuentra una vieja casona que hoy día se

conoce con el nombre de “el Palenque de Delia”. En la antigua casa de la danzadora, sede del

grupo Danzas Tradicionales Colombianas Delia Zapata Olivella, se creó la Fundación

Palenque que promueve la cultura afrocolombiana. El Palenque también ha funcionado como

escenario, centro de investigación, sala de exposición artística, espacio para fiestas y escuela

de música, danza y teatro. El Palenque de Delia, que hoy día también funciona como un

homenaje de su hija Edelmira (directora del grupo y de la casa) a su fundadora, contiene

algunas obras artísticas sobre las religiones de la diáspora africana, particularmente las

dedicadas a los Orichas, de los cuales la danzadora afrocolombiana era devota.

Delia es hija de Yemayá; vital, maternal y bailadora, se interesó constantemente en

rescatar las raíces africanas del folclor colombiano. Así mismo, su hija Edelmira abrigaría esta

herencia que renovó al acompañar a su madre en viajes por África y por diversos países del

Caribe. En sus pinturas se encuentra la presencia de dioses africanos, referencias a la

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mitología yoruba y elementos que anuncian un sincretismo artístico-cultural. Siguiendo el

constante estudio que su madre y su tío realizaron sobre las religiones y las artes africanas,

Edelmira alcanza una apropiación, tanto de la pintura como de la religión, para alcanzar una

expresión pictórica renovadora. Re-inventando las tradiciones ancestrales, el cuadro Yemayá

(2000) contiene elementos característicos de la madre de los Orichas (como el mar, los peces,

la mujer, la corona, el agua, la sangre, la danza), plasmados en un estilo moderno e incluso

vanguardista. La vitalidad del color, la mezcla de trazos, gotas y líneas, la multiplicidad de

niveles e imágenes, le permiten alcanzar a Edelmira una nueva mirada, una estética propia

que transmite su condición de heredera creadora.

Continuando con los legados de su madre, con quien convive y habla después de su

muerte, Edelmira continuó con el Palenque y los demás esfuerzos de Delia. En este epicentro

cultural también funcionó el Instituto Folclórico Colombiano Delia Zapata Olivella, fundado

por ella misma, en donde las nuevas generaciones continúan con la investigación étnica y

estética de las tradiciones afrocolombianas. En lugares culturales como este, o como el Museo

de Arte Negro de Cartagena creado por Juan y el Centro de Estudios Afrocolombianos creado

por Manuel, se encuentran los legados de los Zapata Olivella a la cultura colombiana. De

forma similar, cada uno de los tres hermanos tuvo descendientes que heredaron las vocaciones

culturales y estéticas de sus padres. Delia tuvo sólo una hija: Edelmira Massa Zapata.

Coautora e ilustradora de los Manuales de danza, ayudando a preservar la autenticidad

tradicional con sus dibujos coreográficos; ella fue la encargada de la diagramación, la

adaptación y la dirección de las coreografías tradicionales. Actualmente, se desempeña como

bailadora, coreógrafa, pintora, escultora y actriz de teatro. Vinculada desde sus primeros años

a las investigaciones y los grupos de danzas de Delia, Edelmira estudió Bellas Artes en la

Universidad Nacional de Colombia, como su madre, y ha tenido numerosas exposiciones

como Mas caras mas, en la Casa de la Cultura de Telecom, Cartagena (1987), y Masque ou

visage- visage ou masque, en Maison de I' Amérique Latine, París (1990). La misma Edelmira

fue la encargada de realizar el velorio de su madre y llevar a cabo sus últimos deseos, como

derramar sus cenizas en el mar Caribe. Su profunda relación con Yeya, como llamaba a Delia

por cariño desde muy pequeña, también se encuentra en general con su familia. El concepto

de legado familiar es primordial en esta estirpe de artistas afrocolombianos. Para acercarnos a

estas herencias familiares, leamos las palabras que Manuel Zapata Olivella escribe en la

introducción al Manual de danzas folclóricas de la costa Atlántica de Colombia sobre la

relación entre Delia y Edelmira.

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En lo cierto estuvo Delia cuando dijo a una periodista que era escultora de la danza. Agreguemos que también supo modelar en su hija Edelmira su propia imagen. Bailarina y pintora ya en el vientre le acompañaba en sus sueños. Bailó en los escenarios antes de nacer y ya en vida aprendió el ritmo de los tambores antes de caminar. (…) La historia prosigue… Desde el mismo día en que falleciera su madre, Edelmira debió organizar y bailar el lumbalú en el cual se veló a Delia al son de los tambores, cantos y plegarias de sus alumnos, ayudándole al reencuentro con sus antepasados amerindios, iberos y africanos. Un día después, trasplantado el funeral a orillas del mar de Cartagena de Indias, como fueron sus deseos, se diluían sus cenizas en las olas que le habían enseñado a bailar en ese otro mar de la vida. En este Manual sobre danzas de la Costa Atlántica y Caribeñas de nuestro país se recogen muchos años de investigaciones realizadas por Delia y Edelmira en más de medio siglo de incesante búsqueda de las huellas de los ancestros amerindio, hispano y africano. (ZAPATA, MASSA, 2003, p. 11)

Delia y Edelmira

Esta conciencia de trietnicidad, primordial en el pensamiento de los Zapata Olivella, va a estar

presente en sus descendientes artistas. Edelmira misma afirma las tres raíces del complejo y

tenso mestizaje americano. Desde el luto que guardaba por su madre, continuó incansable con

su trabajo. Edelmira Massa Zapata, artista afrocolombiana con una estética propia, mantuvo

un compromiso constante con el legado de sus ancestros. Al mismo tiempo que continúa con

los proyectos de su madre, presentándose en numerosos teatros de Colombia y el mundo,

Edelmira expone en Europa sus pinturas e ilustra libros (como Chambacú, corral de negros

de su tío Manuel Zapata Olivella, plasmando los personaje principales y las escenas más

importantes en dibujos a blanco y negro que retratan formas profundamente afrocolombianas)

con un estilo particular que ha desarrollado a lo largo de una vida dedicada al arte. Con la

notable influencia de las formas artísticas tradicionales y contemporáneas, en pinturas como

El árbol de los antepasados (2006) se encuentra un manejo de los colores primarios en tonos

fuertes que representa elementos ancestrales pertenecientes a la mitología africana, entre la

pintura figurativa y abstracta, con claros matices latinoamericanos y vanguardistas. En este

sentido, es posible plantear un sincretismo artístico y cultural, siguiendo el estudio de Leda

Martins en su texto Negro que te quiero negro, al analizar las formas y las posibilidades de un

Teatro Negro:

Como expresión del sincretismo religioso, o como yuxtaposición de dos mitos religiosos distintos, el cristiano y el yoruba, en los rituales afro-brasileros, se procesa el fenómeno de un código histriónico, de una doble habla sintagmática: detrás del apodo cristiano y de la máscara católica, los signos africanos preservan su valor conceptual primitivo y los orishas exhiben, teatralmente, nombres y funciones originales, presidiendo los cultos a ellos consagrados. Esa estrategia de duplicidad escénica y semántica pone en movimiento el juego ritual de las apariencias, permitiendo a la cultura religiosa africana resistir a la

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violencia de la asimilación compulsoria de los mitemas religiosos occidentales, constituyendo un entre-lugar que marca la diferencia negra y preserva su alteridad. (p. 8)

En el texto de Leda Martins se encuentran varios elementos decisivos para comprender la

estética propia que ha desarrollado Edelmira Massa, como un sincretismo artístico y cultural.

Similar al candomblé o la santería, en cuadros como Changó –San Expedito (1996) se

encuentra la “doble habla sintagmática” en la cual el valor conceptual del Oricha guerrero,

dueño del trueno y representado con el rojo y el blanco, perdura bajo la máscara católica. Es

importante retomar la noción de teatralidad y de “entre-lugar” que maneja Martins con

respecto al Teatro Negro, para acercarse a la estética de Massa Zapata. Para Leda Martins,

Exú Elegbara, el Oricha de las encrucijadas, el abridor de caminos, simboliza el “entre-lugar”

y la teatralidad por ser el juego, el signo y la estructura. Siguiendo estas concepciones, en la

obra de Edelmira Massa Zapata encontramos un “entre-lugar” que puede ser entendido como

un sincretismo (en su sentido etimológico de unión de comunidades, o en el cultural como

conciliación de ideas provenientes de distintos orígenes, usualmente en tensión). Sin embargo,

más allá de retratar un sincretismo religioso propio de la cultura afro descendiente en América

Latina, Edelmira logra un sincretismo artístico al reunir y conciliar arte tradicional

afrocolombiano con elementos de las vanguardias y el arte contemporáneo, y aún más allá, al

conciliar la pintura, la danza, el teatro y la literatura.

Así, vemos cuadros ancestrales dedicados a los Orichas, pero plasmados con técnicas

novedosas y elementos propios de búsquedas estéticas complejas, tanto en la forma como en

la apropiación de elementos culturales. Entre la tradición y la vanguardia artística, entre la

religiosidad africana y latinoamericana, entre los legados familiares y sus propias

realizaciones como artista, Edelmira Massa alcanza un “entre- lugar” estético-cultural (propio

de la cultura negra en América, según Leda Martins) que abre la puerta a múltiples

significaciones. En las obras de la hija de Delia Zapata, se encuentra la “ginga” (forma de

caminar, por extensión manera característica de ser) y la capacidad de metamorfosis propias

del arte teatral negro, tan cerca a Edelmira en su desempeño como actriz profesional y como

coreógrafa multidisciplinaria. Este sincretismo estético-cultural, se encuentra claramente

plasmado en el cuadro Changó –San Expedito, que evidencia la conciliación de tradición y

vanguardia artística al retomar al gran Oricha del trueno y al santo católico con influencias del

arte pop y la pintura caribeña.

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Miedos ancestrales.

Vengo de miedos ancestralessímbolos metálicos me aprisionanen la vasta soledad de ensoñaciones,escucho la voz de los tambores dialogandocon el vuelo de los muertos.

¡Os convoco:Tótems,Dioses,al mundo visible e invisible!

¡Todos venid con vuestros rayos fulminantesa liberar mi tribu!... (ZAPATA, Edelma. 1999, p. 11)

Changó – San Expedito Edelmira Massa Zapata

A partir de esta apropiación y realización artística, Edelmira ha desarrollado una estética

propia que plasma en sus pinturas, coreografías y actuaciones una voluntad integradora que ya

estaba presente en sus Ancestros. Fundamentada en la apropiación y la reinvención de la

tradición artística-cultural, a partir de las vivencias de las herencias familiares y ancestrales,

Edelmira anuncia en su cuadro elementos primordiales del poema de su prima de sangre. En

dos de sus pinturas dedicadas a los Orichas, realizadas en acrílico sobre lienzo y dedicados a

Changó y Yemayá, se encuentran resonancias profundas con el poema Miedos ancestrales

(escrito por Edelma, la hija de Manuel Zapata Olivella). La presencia de los símbolos

metálicos que aprisionan, haciendo referencia a la opresión y el sufrimiento padecido por la

diáspora africana (en los cuadros aparece con la sangre y los símbolos católicos); el diálogo

con los tambores y los muertos (vinculándose directamente con el pensamiento afro-

descendiente, visible en el cuadro El árbol de los antepasados); pero, sobre todo, la

invocación a los Dioses (particularmente a Changó por la referencia al trueno) para que

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liberen a la comunidad, establecen una relación cercana entre los versos y los cuadros citados

anteriormente. Edelmira ha trabajado constantemente los elementos poetizados por Edelma en

Miedos ancestrales, particularmente en una obra reciente montada por el grupo de Danzas

Tradicionales Colombianas Delia Zapata Olivella. En esta obra, se encuentra la invocación a

las raíces culturales, para concluir con una afirmación libertaria de la identidad americana.

Como en el poema, en la obra Memorias ancestrales (cuya duración es de una hora y quince

minutos) se encuentra una perspectiva actual sobre las tradiciones y las herencias de los

antepasados en Colombia.

Para plantear la relación entre las herederas de los Zapata Olivella, es necesario volver a

la concepción de legados artísticos y culturales. De forma similar a Edelma Zapata (quien es

una fuerte defensora de la obra de su padre), Edelmira también ha escrito numerosos textos

sobre su madre y sobre el arte afrocolombiano, como el Manual de danzas folclóricas de la

costa Atlántica de Colombia (en donde recopila las investigaciones que realizó con Delia y las

publica con sus dibujos, su dirección y su diseño), junto a su hijo, Ihan Betancourt Massa (un

músico afrocolombiano importante que vive actualmente en Nueva York, donde formó grupos

de música tradicional colombiana y realiza estudios avanzados de danza congolesa, música de

la diáspora yoruba en América y una maestría en educación). En el principio de este Manual

de danzas, después del texto introductorio de Manuel Zapata citado anteriormente, Edelmira

expresa su agradecimiento al legado familiar:

De “El Viejo” Zapata, como llamamos cariñosamente a mi abuelo, aprendí las diferentes lecturas marcadas con los cambios de la naturaleza, el tiempo, el viento, el vuelo de las aves y los insectos, los signos en los libros para explorar su amplia biblioteca y cómo, todo en el mundo, tiene una lectura. Con Manuel, mi tío, y Delia, mi madre, aprendí la aventura que significa conocer el maravilloso mundo que es nuestra tierra. Tan variada en su geografía como en las gentes que la habitan, así como en sus climas e ingredientes de nuestro mestizaje, traducidos en diferentes comportamientos, costumbres, alimentos, vestimentas, refranes, tradiciones religiosas, cuentos, leyendas, cantos, músicas, danzas… Los contrastes entre el cielo límpido sobre el mar y las imponentes montañas que se elevan hasta el cielo. (…) Y Delia Zapata, más que mi madre, ese ser maravillosos que hacía que todos los lugares confluyeran en uno solo, donde no existían el tiempo ni el espacio, donde explotaban miríadas de luces de colores, que me hacían sentir la presencia de Dios. Con este arrobo quiero permanecer en la contemplación de ese ser mágico. (ZAPATA, MASSA, 2003, p. 11)

En su labor como heredera y protectora del legado artístico-cultural de sus ancestros,

Edelmira encabeza la Fundación Zapata Olivella en Colombia. Recopilando textos,

grabaciones, filmes, estudios e investigaciones, esta institución busca promover el

reconocimiento y la publicación de obras de la familia más importante para la cultura afro-

descendiente en Colombia. En su pequeño texto, Edelmira también retoma una noción

fundamental en el pensamiento de sus antecesores, que será fundamental en la obra de Edelma

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Zapata. Al igual que en Memorias ancestrales (la obra interdisciplinaria montada por

Edelmira y el grupo de danzas de Delia), en el pensamiento de todos los Zapata Olivella se

encuentran tres grandes raíces que conviven en el mestizaje americano: la indígena, la

africana y la hispana. Los elementos más importantes que destacan tanto los hermanos como

sus hijas, en conceptos como trietnicidad (Delia y Manuel), mestizaje (Edelmira) o

afroindomulata (Edelma), son las trascendencias culturales de las distintas etnias que

conforman una confluencia tensa, compleja e incluso complementaria. Edelma Zapata en su

texto Toma de conciencia de una escritora afroindomulata: en la sociedad multiétnica

colombiana, explica no sólo las experiencias vitales que conllevaron a su posición artística,

étnica y cultural, sino también desarrolla su propia visión de la convergencia sanguínea del

mestizaje americano. Ella misma se considera afroindomulata, retomando la concepción

indomulata de Artel pero enfatizando en el componente africano. El mulato, como hijo de

negro y blanco, ya contiene en sí el elemento negro que es aunado al indígena. Sin embargo,

Edelma lo enfatiza para afirmar sus legados artísticos y culturales afrocolombianos (sin contar

con todo el contexto que el vocablo afro remite). En este texto, junto al posicionamiento

étnico y cultural, se encuentra una toma de posición estética frente a la literatura colombiana:

Eleguá, Dios abridor de caminos protege mis pasos (…) La poesía afrocolombiana me llevó a conocer los escritores más destacados de la negritud en Colombia: Jorge Artel, evocador de bogas adolescentes, gaitas y tambores; Helcías Martán Góngora, navegante de litorales perdidos; el momposino Candelario Obeso, despertar de la libertad; Arnoldo Palacios, minero de aluviones ensangrentados; Manuel Zapata Olivella, más cerca en su relato novelesco que en su geografía física; Rogerio Velásquez, explorador del afrocolombiano bajo la injusticia social. Mis versos de la adolescencia fueron un alarido hacia afuera que no encontraba eco en la obra de los poetas afrocolombianos, más preocupados de cantarle a los atributos físicos y amorosos de la mujer que a la espiritualidad. Me preocupaba que esta expresión poética estuviera escrita sólo por hombres en una sociedad que nos oprime y margina. Mi escarceo poético se caracterizó por ser un grito del despertar de mi conciencia. El fluir de este río fue lento y tortuoso a lo largo de angustiosos años. La violencia que caracterizó la literatura colombiana de las décadas anteriores, un pasado aparentemente olvidado, revivió el fuego de las pasiones y conflictos sociales y políticos. Con otro nombre pero con los mismos odios y rencores apareció el rostro de la muerte. (…) Mis poemas de hoy son la voz interior que me habla del hombre, de sus soledades, de su deshumanización, luz y oscuridad. Mi verso es esa pequeña brasa que mantengo encendida por sobre el devenir de los tiempos, un canto danza cósmica en la búsqueda mágica de la palabra, la entrega, mi piel humedecida por todos los mares; mi sangre, la profundidad del viento que pasó y fecundó mi vientre; mi nombre; el amuleto mágico de mis abuelos. (ZAPATA, Edelma, 1996, p. 181-4)

En esta declaración del nacimiento de su voz poética, Edelma también asume un “entre-lugar”

(no en vano la mención de Eleguá, otro nombre para Exú Elegbara, el dios africano de las

encrucijadas elegido por Leda Martins para describir la “ginga”, la metamorfosis y el “entre-

lugar” del Teatro Negro) frente a la literatura afrocolombiana escrita por hombres que tienen

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diferentes registros y preocupaciones. Edelma Zapata Pérez, hija de Manuel Zapata Olivella,

es poetisa y escritora con fuertes compromisos étnicos y sociales, al mismo tiempo que lucha

y participa activamente por el reconocimiento de la obra de su padre. Nació en La Paz, César

(al norte de Colombia), en 1958; estudió antropología, literatura y lingüística, en lugares

como la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad Nacional de Colombia. Ha

publicado el libro de poesía Ritual con mi sombra (1999) y varios poemas en revistas

importantes. También tiene dos libros inéditos: La otra cara de la Luna y Rumores de

melancolía. Edelma es reconocida como una de las poetisas afrocolombianas más destacadas,

por la importancia de la música caribeña, de la mujer, del dolor, de la identidad colombiana y

de la diáspora africana en su poesía. Con un profundo sentido del ritmo, aunado a la

sensibilidad femenina y desgarrada, la poesía de Edelma surge como una catarsis que afirma

su tradición familiar/ancestral y su renovación como poetisa. Desde los catorce años, ha

padecido una artritis reumatoide que la ha llevado a estados extremos de inmovilidad y dolor.

Esta condición, re-significada en su obra poética, ha forjado una nueva visión de la tragedia,

el dolor y la libertad. Junto a la riqueza musical de su poesía, que se encuentra en el ritmo, los

pies y la danza de sus imágenes otorgadas por su conocimiento de la música caribeña, se

encuentran los “Rumores de melancolía”.

La constante afirmación melancólica del dolor se encuentra en poemas como Viento

salino, Frida y Canción de esperanza. La poesía, como una ventana abierta que redime el

dolor con la catarsis de la palabra, es la que hace posible la afirmación de una voz poética

propia. La escritura doliente y espiritual de Edelma, desde su apropiación de la cultura afro y

de la poesía colombiana, plantea una nueva voz poética que es femenina, desgarrada,

afirmativa y vital. Las particularidades de Edelma como poetisa afrocolombiana se encuentran

en su toma de posición individual pero a la vez humana (es decir, en auto-representarse como

escritora afroindomulata a partir de su experiencia y sensibilidad, más que en buscar la

representación de la raza negra, pero apelando a una unidad cósmica); en su profunda

espiritualidad que renueva los referentes míticos y poéticos, afirmando una visión íntima de la

tradición religiosa africana en versos que trascienden una concepción inicial de poesía

afrocolombiana; en el desgarramiento de su enfermedad y su dolor como descendiente de

etnias marginadas; en la búsqueda de una voz poética auténtica que transmita el legado

artístico y cultural de sus ancestros, junto a su danza cósmica, su lucha por la libertad, su

afirmación étnica y telúrica, su sangre y su palabra mágica.

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Como Edelma, Edelmira se posiciona en un “entre-lugar” frente al panorama de la

representación del negro en el arte colombiano. Julia Mercedes Angola Rossi, en su texto La

representación de la gente negra en el arte colombiano del siglo XX: análisis de la crítica

sobre la obra pictórica de Guillermo Wiedemann y Ana Mercedes Hoyos, estudia la

representación del negro y del trópico realizada por blancos (un alemán y una bogotana) como

excusas plásticas y renovaciones cromáticas, es decir, como elementos formales más que

como culturales. En ellos, afirma Angola, no se encuentra un compromiso ni una mirada

profunda de las negritudes colombianas, sino un experimento artístico. Sin embargo, en la

conclusión, Julia Mercedes Angola afirma que una nueva generación de artistas

afrocolombianos plantean una mirada comprometida sobre lo negro, entre los que se puede

incluir a Edelmira Massa Zapata:

En el escenario contemporáneo, los nuevos discursos y problemáticas están cuestionando profundamente las formas de representación tradicional del “otro”. En Colombia, existen actualmente varios artistas que están trabajando alrededor de diversos repertorios de representación de la gente negra, rompiendo con estereotipos y costumbrismos institucionalizados que han dado paso a la configuración de nuevas representaciones que dinamizan y activan procesos políticos en los campos de la vida social y de la institución del arte. (ANGOLA, p. 14).

Edelmira, como Edelma, forja una nueva forma de representación de lo negro al no retratar

directamente personajes con la piel oscura, ni elementos característicos, si no desde una

apropiación personal y estética de la tradición afroamericana. Además, ambas artistas

contienen, primero, el legado y la sangre de la diáspora africana; segundo, asumen un

compromiso claro con las etnias marginadas; tercero, realizan búsquedas estéticas desde lo

negro no cómo excusa artística sino como universo poético. Directamente relacionadas con el

pasado familiar y ancestral, pero desde una óptica propia, Edelma y Edelmira asumen una

posición importante frente a la tradición afro en Colombia, al mismo tiempo que continúan

los legados de sus antepasados. En este “entre-lugar” de la literatura colombiana se inscribe

Edelma Zapata, como lo hace Edelmira frente a la representación del negro en la pintura

colombiana del siglo XX, acercándose a posiciones propuestas por Jerome Branche en su

texto Malungaje: hacia una poética de la diáspora africana. Particularmente, es relevante

destacar la concepción “malungaje” en su connotación de hermanos de tragedia (para la

poesía de Edelma) y como imaginario discursivo de la diáspora (para la pintura de Edelmira).

En su texto publicado por el Ministerio de Cultura colombiano, Branche retoma la

imagen/concepto del “sankofa” que es particularmente significativa en relación a las

descendientes de los Zapata Olivella. “Sankofa” significa, en la lengua akan de Ghana, volver

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(“sanko”) y tomar (“fa”); más allá y por extensión, alude a que es necesario regresar a las

raíces para ir hacia adelante con los mejores elementos posibles para desarrollar la

potencialidad. “Sankofa” también implica que es posible la recuperación y la revitalización

por medio de un doble movimiento que se encarna en la imagen poética de un pájaro (capaz

de volar) mirando hacia atrás (el pasado) con un huevo sostenido en su boca (el futuro que se

gesta). Branche, retomando estos conceptos, plantea la posibilidad de lograr la recuperación

multidimensional del pasado por parte de la diáspora africana: “En efecto, es a través de un

saludable involucramiento con el pasado, como parte de una formidable tarea teórica de la

diáspora como recuperación, que una discursividad poética y analítica con “potencial

orientador de la acción” (Henry, 2000, 104) podría ser producida.” (Branche, p. 12) En este

sentido, tanto Edelma como Edelmira pueden ser estudiadas a partir de esta imagen del pájaro

“Sankofa”, es decir, como artistas con estéticas propias que se recuperan de los legados

artísticos y culturales de sus ancestros para renovarlos en obras auténticas. Al contemplar esta

metáfora, es importante recordar las últimas palabras de Edelma en Toma de conciencia…,

“Compartamos lo que escribiera hace más de tres mil años un antiguo literato del áfrica

profunda: ¡Pensar que no puedo decir nada nuevo / que nuestros antepasados no hayan

dicho!..” (ZAPATA, Edelma, 1996, p. 181-4).

Al mismo tiempo que afirma el pasado y su reinvención poética con obras artísticas y

culturales, como heredera viva que sigue luchando por las trascendencias de los Zapata

Olivella, Edelma Zapata Pérez ha desarrollado una labor importante en la Fundación

Colombiana de Investigaciones Folclóricas Manuel Zapata Olivella, creada en honor a su

padre. La conciencia del legado familiar y ancestral, forja un diálogo constante entre estas dos

artistas afrocolombianas y sus progenitores. Como herederas vivas y protectoras del legado

artístico-cultural, también alcanzan una expresión propia en la danza, el teatro, la pintura y la

literatura. A partir de la apropiación de las mitologías africanas y la reinvención en un

sincretismo artístico, forjando un vínculo entre pintura y danza con profundas heredades

espirituales; y de una poética trágica, afirmadora del dolor y la cultura, transmutando la

experiencia vital en la palabra totalizadora del poema, logran consolidar sus estéticas propias.

Es importante destacar que a pesar de sus fuertes raíces afroindomulatas, ambas artistas

(como lo hicieron sus progenitores) afirman la totalidad universal del Muntu, el ser humano

unido al cosmos, la divinidad y los muertos. De esta forma, frente a la representación

particularista y marginadora, ambas artistas proponen una apropiación de las tradiciones

afrocolombianas para alcanzar una trascendencia humana en nociones como libertad,

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espiritualidad y arte. El homenaje a los ancestros, a la familia, a los legados artísticos y

culturales (comprendidos como herencias productivas y fecundas, tanto a nivel de obras de

arte como de centros culturales y formas de pensamiento), también se encuentra en las obras

de las dos descendientes de la estirpe Zapata Olivella en Colombia, afirmando la relación con

el concepto de “Sankofa”:

Somos raíz

Los que pasan, los que vendrán.Polvo de esta tierra. Savia de esta tierra.Sudor, ramas, fibras, semilla.

Tiempos de guerra, a su vez,sueños de esperanza.

En sangre derramamos la vida,las gargantas abiertas beben el sol.Saludamos al alba con los ojos callados.

El impulso llega con los guerreros,no los detiene el abandono,los lentos, ni los cobardes.No tiene voz la indiferencia.

De regreso,una nación abre el camino.Al amanecer arrastrará la oscuridad.Vendrán los besos que perduren en ella.(ZAPATA, EDELMA, 2010, p. 246)

El árbol de los antepasados. Edelmira Massa.

La resistencia cultural de los ancestros africanos e indígenas, junto a la afirmación de los

legados familiares, son las bases de la conciencia étnica en las herederas vivas de los Zapata

Olivella, siempre vinculada a una reflexión sobre la humanidad. Su obra artística y vital se

centró en el reconocimiento de la cultura ancestral, encarnada en la oralidad, la danza, la

música, la expresión poética y la mitología. Interesadas en la cultura de todo el territorio

nacional y continental, fueron forjadoras de la reivindicación de los principales investigadores

de nuestra cultura. Edelma Zapata Pérez y Edelmira Massa Zapata (hijas de Manuel y Delia

Zapata Olivella respectivamente) son artistas afrocolombianas que están desarrollando en la

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actualidad, a través de la poesía, la danza y la pintura, obras importantes con respecto al

legado artístico-cultural de su familia y de los afro-descendientes en Colombia; a pesar de que

han sido muy poco reconocidas, afirman una estética propia, vinculada a la transmutación de

las experiencias y las herencias de la diáspora africana, junto a la concepción de identidad

afroindomulata como reivindicación de los orígenes ancestrales y de la cultura como totalidad

abarcadora de lo humano. Para concluir, quiero recordar las trascendencias de los Zapata

Olivella en sus descendientes. Junto a los distintos centros culturales creados, impulsados y

vinculados a la labor de Delia, Juan y Manuel Zapata Olivella, se encuentra la obra vital y

artística de herederos vivos (si tenemos en cuenta a los nietos como Ihan Betancourt) que

continúan con sus proyectos, investigaciones y búsquedas estéticas. Al llevar sus obras más

allá de las propias posibilidades de sus progenitores, y al proteger sus herencias, ambas

artistas afrocolombianas lograron trascender (tanto en el sentido de hacer perdurar y de ir más

allá) los logros de sus antepasados. Trascendencias que preservan y renuevan, que afirman y

reinventan, que reivindican y engrandecen, sus obras artísticas y labores culturales mantienen

vivo el nombre de su familia en el ámbito afrocolombiano. En fin, entre muchas otras, estas

son las trascendencias que Edelma y Edelmira han tejido entorno a los legados artísticos y

culturales que agradecemos a los hermanos Zapata Olivella.

Tierra

Entro vacilante en la manigua verde,por entre manglares de oscuras aguas,bajo tus cielo de estrellas, ¡patria te invoco!

Coqueteas conmigo en alas del viento,en esta brisa loca que enreda mi faldadesde la cintura hasta mis tiernas bragas.

Sobre la playa se arrastra la verdolaga,entre el agua y la tierra crece la flor morada.Antes de que la tumben, cantaré mi canción.

Lentos amaneceres retrasan tu luz propicios al rito y al amor.Ondeante movimiento de unas caderas negras.

(ZAPATA, Edelma. 2010, p. 242-3) Edelmira Massa Zapata en la obra deteatro “Manuela no viene esta noche”

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Bibliografía

Angola Rossi, Julia Mercedes. La representación de la gente negra en el arte

colombiano del siglo XX: análisis de la crítica sobre la obra pictórica de Guillermo

Weidemann y Ana Mercedes Hoyos. Edición digital, 2009. Web:

http://lasa.international.pitt.edu/members/congress-papers/lasa2009/files/AngolaRossiJuliaMercedes.pdf

Branche, Jerome. Malungaje: hacia una poética de diáspora africana. Colombia:

Ministerio de Cultura, 2009.

Martins, Leda. Negro que te quiero negro. Sao Paulo: Perspectiva, 1995.

Massa Zapata, Edelmira. Yemayá (2000, acrílico sobre tela, 124,7 x 94,5 cm); Changó

–San Expedito (1996, acrílico sobre tela, 175 x 69,7 cm) y El árbol de los antepasados (2006,

óleo sobre tela, 148,2 x 98,5 cm). Biblioteca virtual de la Luis Ángel Arango. Todos los

cuadros pertenecen a la colección de la artista en Bogotá. Web:

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/viaje/viaje6.htm

Zapata Olivella, Delia y Massa Zapata, Edelmira. Manual de danzas folclóricas de la

costa Pacífica de Colombia. Bogotá: Camacho Sánchez e hijos, 2003.

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