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La sociedad sitiada de Zigmund Bauman habla sobre la necesidad de establecer nuevos
parámetros teóricos para la sociología, la que ante un presente cambio de paradigmas ha
visto como su objeto de estudio, la sociedad, se ha modificado. La principal causa de
esto es que el moderno Estado-nación, tanto en su plano delimitador de espacio
(geográfico y jurídico), como en su rol de plantear un proyecto común a futuro, ha
perdido su legitimidad. Principal causa de esto es la potente influencia que tiene el
mercado, el consumo y los medios de comunicación en la creciente privatización de los
intereses públicos, siendo ahora el individuo, en su soledad y angustia, quien debe
resolver problemas que fueron antes un trabajo en conjunto con otros miembros de la
sociedad.
Entonces, para comprender tales cambios, se debe introducir el concepto de
globalización como uno de los factores principales que han borrado de la consciencia
humana de occidente la confianza que depositó alguna vez en los sistemas racionales de
orden. El problema, en este sentido, se comienza a configurar en términos temporales,
es decir, cuánto tiempo estamos dispuestos a esperar el porvenir, o bien, si creemos que
el sacrificio del presente es suficiente o ha sido necesario para contener nuestros
parámetros de felicidad. Bauman opta por decir que el problema de hoy no tiene que ver
con un espacio-tiempo( en el sentido anterior) sino con un espacio-velocidad( cita pag
23). La velocidad que expone el sistema actual queda en evidencia gracias a la
eficiencia y cobertura de los medios de comunicación, y por sobre todo, al consumo,
que es hoy en día la experiencia común que tenemos como sociedad ( pag 62). “Como
en los sueños, los objetos se presentan y desaparecen con facilidad, ninguno tiene valor
verdadero”, y debido a esto, la existencia se transforma en una carrera por obtener a
corto plazo todo aquello que genere satisfacción a la integrada necesidad de consumo.
En un mundo que todo desintegra y está sujeto a constante cambio, no existe confianza
o amparo en algo que trascienda al sujeto, por lo tanto, tampoco en una sociedad, o bien,
una expresión de ella en un Estado dispuesto a solucionar los problemas que aquejan a
las personas. Si bien en un principio la formación del estado moderno fue un refugio
ante la explotación de los monarcas y señores feudales, su capacidad de control y
dominio por sobre un territorio, agregado al incremento de su poder coercitivo sobre los
individuos, lo llevo a un delirio del cual sería difícil escapar. Amparado en las
estrategias del mercado y la industria, las principales promesas de la modernidad
consistían en una entrega y sacrificio de todos por lograr cubrir las necesidades vitales
de sus ciudadanos. Sin embargo, con el paso del tiempo, estos mecanismos tomarían
vida propia y entrarían en un funcionamiento circular en que la promesa de progreso
que se hizo a la humanidad no es más que una reproducción constante de un modelo que
perfectamente podría existir sin nosotros.
En este sentido, un Estado que ya no proporciona bienestar a sus ciudadanos, sino que
solamente entrega y facilita las reglas del juego a un sistema de mercado inestable y en
constante cambio, no puede generar ningún tipo de confianza, así como tampoco la idea
de sociedad que éste contenía. Sin embargo estás aún persisten en el tiempo, e intentan
solucionar los problemas que aquejan a la humanidad bajo un sistema que
aparentemente es ya un cadáver. Bauman cree que gran parte de esta situación se ve
reflejada en la absurda guerra contra el terrorismo que llevó a cabo Estado Unidos.
Siendo para él todo esto un problema que solamente se perpetuará en el tiempo,
adecuando argumentos, aliados y territorios de conquista bajo el mismo pretexto,
pareciera ser que la solución debería comienzar por comprender que los estados-nación,
por lo tanto también los límites geográficos que estos ostentaban, no son en el presente
una estructura que los mantenga a salvo de posibles ataques a futuro.
La humanidad ha roto las fronteras y se ha extendido por el mundo, habitando ya cada
espacio, o bien, adquiriendo la capacidad de abarcar y alcanzar cualquier rincón del
mundo. Esto es resumido, o bien anunciado proféticamente, por Kant en una vieja frase
del libro (poner libro):“Die vollkommene bürgerliche Vereinigung in der
Menschengattung”, “La perfecta unificación de la especie humana a partir de la
ciudadanía común”. Bauman utiliza esta frase para proponer que ante el inevitable
encuentro entre todos los habitantes del planeta, en que las diferencias ya no podrán ser
evitadas debido a esta cercanía, no quedará otro remedio que establecer una ética del
diálogo y la comprensión para volver a construir un proyecto a futuro que ampare a toda
la humanidad.
Ahora bien, no todos los problemas se plantean en términos de políticas globales, sino
que también el espacio personal se ha vuelto un tema de debate y contingencia en el
presente. El fuerte impacto producido por los medios de comunicación puede ser visto
como una perfecta metáfora de lo que se ha transformado vivir en una sociedad que ya
no tiene un fundamento, proyecto ni unidad racional que la sustente. La sociedad ha
relevado su ficción, por lo tanto, los temas públicos y políticos que ya no son su tema ni
se discuten en presencia de otro. El impacto de la televisión, en este sentido, ha sido el
de transformar el exponer lo privado como público, conservando aún su condición, es
decir, ….
El metro y su espacio.
La experiencia que vive cada ciudadano en el metro suele ser una metáfora de lo que
anteriormente se ha descrito en la sociedad sitiada de Bauman. Un lugar en que todos
tienen que convivir día a día, seguir horarios, reglas y caminos sin queja alguna, es
muestra constante de la incapacidad y sometimiento que debe soportar el individuo en la
situación actual que ha generado la globalización y las fuerzas del mercado como nueva
institucionalidad. El de hoy es un “mundo duro, en que los derrotados sufren la derrota
porque se la han buscado, y donde los fracasados no puedes culparse más que a sí
mismo, privados del derecho a reclamar compensación, o aunque fuere compasión, por
su infortunio”( pag 84). “La vida es una dura competencia, para gente dura”, y donde
existen seres humanos desechables, el propio bienestar es el objetivo principal cada
mañana en que se debe lograr entrar a un vagón por un obtener mínimo y absurdo
“metro cuadrado”. La sociedad se construye y presenta a sí misma en el metro como
similar a lo que Bauman describe cuando enumera las estrategias que debe tener un
participante de reality show para poder ganar. El sistema sólo entrega las reglas, no
juega un rol activo en la mejora del sistema, deja en manos de los usuarios la hipócrita
máxima moral “deje bajar antes de subir”, dando libre paso al trato aplastante y
frenético que ha adquirido la población por intentar llegar a su destino en cada
combinación de líneas.
No es de sorprender entonces que debido a esta cercanía, donde la presencia del otro, tal
como decía Kant, nos da por sí una ciudadanía común, la reacción no sea precisamente
el diálogo y la comprensión, sino que más bien, una oportunidad para descargar toda la
energía y frustraciones que genera el sistema que nos somete y obliga a tener que viajar
en esas condiciones para cumplir con la rutinaria labor de trabajo y consumo. Señala el
autor “ la retirada del ágora, por la que la lucha política se deja en manos de pequeñas
unidades profesionales de alta tecnología debido a que sus resultados no parecen
depender del coraje individual de los soldados, se acompaña del despliegue del restante
espíritu de combate en sitios más a la mano y aparentemente más fáciles de conquistar”(
pag 98), es decir, que todo el terreno que hemos cedido como ciudadanía, al no
participar directamente de la política pública, nos ha provocado una inhibición en la
posibilidad para discutir y luchar por nuestros puntos de vista, descargando nuestro
“cinco minutos de odio” contra otros objetos y personas. En un espacio donde la
densidad de población es insoportable, la reacción ante el otro no es por medio de
diálogos, palabras o “permisos”, sino que es más bien una reacción corporal, violenta e
inmediata, sacar al otro del frente, apartarlo, dejarlo atrás en la carrera.
Un tercer momento tiene que ver con el espacio físico mismo del metro( lo otro fue
espacio habitado por el humano). Siendo una herramienta del progreso, que entre sus
propósitos primordiales tenía el de dar una mejor calidad de vida a los ciudadanos, el
metro fue creado y diseñado para dar un servicio que cumpliera con ciertos parámetros
de estabilidad. Hoy la cuestión se ha desbordado, y como se señala” vemos con horror y
desesperación cómo las escobas vuelan fuera de control. Las escobas, a las que alguna
vez ordenábamos barrer el piso y mantener limpia la habitación, ya no aceptan más
estímulos que la embriaguez de su propio frenesí”( pag 179). El metro se asemeja hoy
en día a esas escobas, siendo sus estrategias de integración, tales como los asientos en
que uno mira al otro de frente, un elemento de integración inútil en el actual sistema.
Los vagones comienzan a modificarse, tal como sucede en parte de línea 2, sacando del
mapa estos asientos para generar más espacio, para que más gente se aglutine de pie en
ellos. La alta cantidad de supervisores y los “corrales” en los cuales se debe transitar,
hacen olvidar por completo que está sea una herramienta que quiere dignificar y prestar
un buen y eficiente servicio a sus clientes.
Una última cuestión se centra en el individuo y su experiencia privada respecto al
metro. En este sentido, las condiciones que ha generado el mercado, al instituir el
consumismo como única vía momentánea de escape, impiden que la felicidad se plantee
como un objetivo común que debe llevar a cabo una sociedad. La búsqueda se vuelve
personal y solitaria, amparándose en el fugaz e inmediato de los materiales que pone a
disposición el mercado. Una aclaración es que “el consumismo no tiene que ver con
obtener y acumular posesiones. Se trata en esencia, de acumular sensaciones( no
necesariamente placenteras, o al menos no necesariamete placenteras por derecho
propio; lo que se tiende a experimentar como placentero es tener sensaciones, y todavía
más la esperanza de nuevas sensaciones)”. “Ni “tener” ni “ser” tienen demasiado peso
en los modelos actuales de lo que sería una vida feliz. Lo que importa es el uso.”( pag
191). Síntoma de lo anterior es la excesiva y general “melomanía” que se ha producido
en la población, ya que es comprensible que ante la indiferencia, la angustia y malestar
a la que se ven sometidos cada mañana u horario peak, las personas busquen placer en
las sensaciones que entrega la música. Sin embargo cabe preguntarse en qué sentido
esto es un beneficio o bien incrementa su lejanía. El formato canción, breve e inserto en
el mercado, puede ser visto también como una material que impide la reflexión a la vez
que resta valor a la pieza musical como objeto único y valorable ¿Se consume música
por la utilidad y sensación que proporciona? o bien ¿ por el mensaje y comunicación
que se establece con otro?. Lo esencial está tal vez en saber si un concierto de piano( 20
minutos aproximadamente) podría ser escuchado en las condiciones que da el metro, o
si la escucha con audífonos no es un hábito más de la incapacidad que presenta hoy el
sujeto para enfrentar y plantear una solución en conjunto a los problemas que lo
aquejan.