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/Catálogo en fuente/: Beaujón, Oscar.: El Libertador enfermo. 2a Edición.- Caracas: Lit. y Tip. Vargas, 1968. 150 p. Trabajo presentado a la reunión sobre la enfermedad causal de la muerte del Libertador, realizada bajo los auspicios de la Sociedad Venezolana de Historia de la medicina, el 27 de junio de 1963. La primera edición es de 1963. /Portada/.:

Beaujón, O. El Libertador Enfermo 2a Edición

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Historia del Libertador Simon Bolivar, enfermo

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/Catlogo en fuente/:Beaujn, Oscar.: El Libertador enfermo. 2a Edicin.- Caracas: Lit. y Tip. Vargas, 1968. 150 p. Trabajo presentado a la reunin sobre la enfermedad causal de la muerte del Libertador, realizada bajo los auspicios de la Sociedad Venezolana de Historia de la medicina, el 27 de junio de 1963. La primera edicin es de 1963. /Portada/.:

EL LIBERTADOR ENFERMO

Segunda edicin

Caracas

1968

PreludiarLa insistente solicitud de ejemplares de EL LIBERTADOR ENFERMO ha motivado esta Segunda Edicin dotada de ndices onomsticos y geogrficos para mayor utilidad bibliogrfica lanzada al pblico con la profunda devocin bolivariana delAUTOR.

DEDICO

A mis discpulos, integrantes de la Promocin Dr. Oscar Beaujn egresada de la Facultad de Odontologa de Venezuela en l ao de mil novecientos sesenta y tres,TESTIMONIO

del compromiso espiritual y cientfico contrado en l presente para mantenerse permanentemente vlido en l futuro

OSCAR BEAUJON

OSCAR BEAUJON

EL LIBERTADOR ENFERMO

Trabajo presentado a la reunin sobre la enfermedad causal de la muerte del Libertador, realizada bajo los auspicios de la Sociedad Venezolana de Historia de la medicina, el 27 de junio de 1963.

Segunda edicin

Caracas

1968

PREFACIO Y ADVERTENCIAS

Se admite que Simn Bolvar haya escrito su autobiografaDIEGO CARBONELLDiego Carbonell.Simn Bolvar. Libertador-Presidente de la Repblica de Colombia. AUTOBIOGRAFIA.Los complementos fueron escritos por Diego Carbonell.Tomo I, Imprenta Lpez. Buenos Aires 1945.

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PEDAZO DE VERGENZA

Los directivos de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, acogieron con entusiasmo e hicieron fervorosamente suya, la sugerencia del doctor Ricardo Archila, de proceder a redactar la Patobiografa del Libertador Simn Bolvar, iniciando de inmediato dicho trabajo, con la planificacin de una Mesa Redonda, donde se estudiase hasta donde fuera posible, la Enfermedad Final del ilustre caraqueo, y se conociesen, los antecedentes hereditarios y personales, y todos aquellos factores que favorecieron su desarrollo, evolucin y terminacin.

Con este sentido se llev a realidad durante los das 27 y 28 de junio de 1963, la Reunin sobre la Enfermedad Causal de la Muerte del Libertador desde el doble punto de vista Mdico e Histrico, donde un grupo de los ms destacados Miembros de la Academia Nacional de la Historia, Academia Nacional de Medicina, Sociedad Bolivariana de Venezuela y Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, disertaron con lujo de documentacin y de criterio, sobre estos aspectos, tratados en forma incompleta en la voluminosa biografa bolivariana.

Nosotros fuimos honrados con la designacin para estudiar: Antecedentes Patolgicos Personales. Reconstruccin e interpretacin mdica de las etapas nosolgicas. Discusin sobre el papel del terreno biolgico en la gnesis de la enfermedad final, que desarrollamos, motivando con nombres distintos los subcaptulos sealados, porque consideramos, que la Historia, no est reida con el buen titulaje y el mejor decir, siempre y cuando, se conserve la disciplina cientfica y se respete su destino superior, de interpretar los sucesos y los hombres proyectados en el complejo panorama social de los pueblos.

En medicina clsica, la medicina eterna que teje vinculaciones recprocas entre el mdico y el hombre enfermo, se ensea desde hace muchos siglos, que toda exploracin mdica debe ser precedida del acto ms importante del conocimiento de la enfermedad y del enfermo; de esa accin, que orienta y dirige, ilumina y enfoca el camino del diagnstico; el episodio de conversar con el enfermo, el supremo suceso del INTERROGATORIO, el acto que humaniza a la medicina y calibra la capacidad intelectual del mdico. El saber preguntar y el saber escuchar, forman quizs, la parte ms artstica del hermoso arte de curar.

Con este criterio hemos perseguido los antecedentes patolgicos personales del Libertador Simn Bolvar, a travs de su inmensa produccin epistolar, trasmitindola en forma tal, que en el curso de las descripciones, diese la impresin de ser el propio Libertador, que est refirindole a un MEDICO INTERROGADOR, todas las circunstancias, en que apreci o sufri alteraciones de su salud, respaldando de inmediato, cada informacin con la referencia bibliogrfica correspondiente.

Debemos sealar la frecuencia, con que en fechas prximas, se alternan en las cartas del Libertador, informaciones de Buena Salud, Estoy mejorando y Mala salud.

Con el propsito de aumentar la claridad de los relatos, hemos acompaado en algunas ocasiones las versiones del Libertador con reseas de personas de la poca, que presenciaron los hechos, o por lo menos, los han tomado de fuentes histricamente aceptadas.

Conocida es la inmensidad de la bibliografa bolivariana, su extensin y diversificacin de aspectos, dificulta la posibilidad de ser totalmente consultada; slo podemos, con lo mejor de la voluntad, seleccionar la parte que tenga relacin directa o muy cercana con la faceta de su genial personalidad que intentamos abordar e interpretar; estimamos sin embargo, que debemos ser prudentes con estas referencias, porque muchas biografas de Bolvar, algunas de las cuales hemos revisado, presentan divergencias con publicaciones similares de marcada solvencia histrica.

Insistimos, y vale la pena insistir con la terquedad del Quijote, para ratificar, que cada frase del Libertador que hemos recogido en relacin a su estado de salud, est slidamente respaldada con la indicacin exacta de la fuente donde ha sido lograda.

De esta manera, nos esforzamos por corresponder a la confianza y cumplir la misin que sobre nosotros ha lanzado la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, de haberlo logrado no tenemos el derecho de juzgarnos vaya como un pedazo de vergenza, que con gratitud venezolana, abonamos a la Historia del Libertador.

IIEL LIBERTADOR RELATA

En la antigua casa del Consulado Espaol o Tribunal de Comercio en Santa Marta de Colombia, dos hombres colocados frente a frente y rodeados de circunstancias apremiantes, juegan el primero de diciembre de 1830 con el destino, y escriben en una entrevista de das la ms compleja y discutida historia entregada a la posteridad.

La voz insinuante, de trato afable y de bondad nacida y bien cuajada en una larga experiencia de auscultar dolores, los ojos inquisidores de sorpresas humanas y la mente puesta en cada palabra, que encierra pregunta y consuelo, pesquisa y respuesta, van abriendo brecha en la psicologa difcil del inmortal enfermo.

Reposando sobre gruesos almohadones de una modesta cama, el hombre de Cuerpo muy flaco y extenuado; el semblante adolorido y una inquietud de nimo constante (1) que tose a veces y expectora otras, domina a duras penas su tradicional repulsa a las medicinas y su poca fe en los mdicos, para confiarse a la interpretacin clnica y a la observacin delicada para que los distantos sucesores del histrico galeno, simbolizado por el Dr. Alejandro Prspero Rverend, podamos seguir a travs de su voluminosa produccin epistolar los antecedentes patolgicos de tan ilustre paciente.Una inspiracin profunda, seguida de un vano esfuerzo para aclarar la voz ronca, dan paso a un torrente de palabras pronunciadas con el ardor del visionario, que en el ocaso de su vida, atisba el inmediato porvenir de la Gran Colombia y le permite al mdico de la interrogacin levantar el

EXPEDIENTE CLNICO DEL LIBERTADOR

a.IDENTIFICACIN HISTRICO-CLNICA:

NOMBRE: Simn Bolvar.

Natural de: Caracas, Departamento de Venezuela de la Gran Colombia.

EDAD: 47 aos.

RELIGIN: Catlica, bautizado en la Santa iglesia Catedral de Caracas el 30 de julio de 1783 y confirmado en el Palacio Arzobispal de Caracas el 11 de abril de 1790,

PROFESION: Militar, estadista, escritor, soador y Libertador de cinco naciones.

ESTADO CIVIL: Viudo.

RESIDENCIA: Todos los Departamentos de la Gran Colombia y transitoriamente en Santa Marta.

FECHA DE NACIMIENTO: 24 de julio de 1783.

b.ANTECEDENTES HEREDITARIOS: Soy hijo del Coronel de las Milicias de Aragua, Juan Vicente Bolvar y de doa Concepcin Palacios y Blanco. Nac cuando mi padre tena 56 aos y mi madre 23. No recuerdo nada de los ltimos tiempos de mi padre, pero en los retratos hechos poco antes de morir, aparece muy viejo y demacrado, enflaquecido y de trax estrecho (2) lo que ha hecho suponer a ciertas personas que sufri de tuberculosis crnica; muri el 19 de enero de 1786, a la edad de sesenta aos.Mi madre cas muy joven, a la edad de quince aos y muri el 6 de julio de 1792 arrojando mucha sangre por la boca, continuando su gravedad hasta esta maana a las once y media que Dios fue servido llevrsela segn me ha relatado mi to Esteban (3). De mis otros antecesores paternos y maternos puedo decirles que sufrieron diversos trastornos que ya he indicado en otras oportunidades, y de los cuales escribir en un lejano futuro el doctor Diego Carbonell, (4), Rufino Blanco Fombona (5) y otros; y de cuyos pormenores se ocupar tambin nuevamente el doctor Alejandro Prncipe. Tengo dos hermanas vivas, casadas y con hijos normales. Mi hermano Juan Vicente Bolvar y Palacios muri ahogado en el naufragio del Bergantn Neny, frente a las Islas Bermudas, en julio de 1811 y por ltimo una hermanita que muri poco despus de haber nacido, y que de sobrevivir hubiera sido llamada Mara del Carmen.

Segn me han contado mis familiares y ha sido publicado, Mara Antonia y yo, sacamos caracteres de los Palacios, al tener tez blanca, ojos negros y cabellos castaos; y Juana y Juan Vicente, heredaron el tinte sonrosado, los ojos azules y el pelo rubio de la rama paterna (6).

Es bien sabido que despus de nacido mi madre no pudo alimentarme con sus senos, por lo cual me sirvi de primera nodriza y me hizo las entraas, doa Ins Mancebo de Miyares, (7) una hermosa y noble matrona de quien guardo gratos recuerdos y a la cual demostr en varias oportunidades mi sincera gratitud; en este mismo sentido y por el mismo motivo, de haberme alimentado durante mis primeros meses, recuerdo con cario a la negra Hiplita, a quien dediqu siempre todos mi afectos, como se lo manifest a mi hermana Mara Antonia, desde el Cuzco el

10de julio de 1825, con las siguientes palabras te mando una carta de mi madre Hiplita, para que le des todo lo que ella quiere, para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella (8).

Mis hermanos y yo, hemos debido ser sanos durante nuestra infancia, puesto que no recuerdo haber odo hablar de enfermedades, como bien dira ms de un siglo despus, don Vicente Lecuna, con estas frases De los primeros aos de los nios Bolvar Palacios hay muy pocas noticias (9). Prueba de mi buena salud es que cuando tena once aos, de edad, o sea en 1794, mi to Esteban le dice por carta a mi to Carlos cuanto me alegro que Simoncito est contento contigo (10), lo que indica que no sufra para esa poca de ninguna enfermedad, puesto que estaba contento. El normal estado de mi salud queda plenamente comprobado con mi primera Hoja de Servicios Militares, que dice as:

SERVICIOS MILITARESARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS

Secretara de guerraLegajo 7295.Hoja de servicios de Don Simn Bolvar hasta fin de diciembre de 1797, Batalln de Voluntarios blancos de Valles de Aragua.

El Cadete Don Simn de Bolvar, su edad 14 aos, su pas Caracas, su calidad 111e, su Sald-ba, sus servicios y circunstancias los que se expresan:

Tiempo en que empez a servir los empleos:

Empleos Das

Meses Aos Cadete 14

Enero 1797

Tiempo que sirve y cuanto en cada empleo:

Empleos Aos

Meses Das De cadete

11

17

Total hasta fin de diciembre de 1797:

11

17

Regimiento donde ha servido

En este Batalln.

Campaas y acciones de guerra en que se ha hallado

En ninguna.Francisco Antonio Lozano Fonte.

Valor, se supone. Aplicacin, la demuestra. Capacidad, buena. Conducta, id. Estado, soltero.

Lozano.

Calcado y est conforme con el original.El Jefe Francisco Daz (11)El 4 de julio de 1798 fui ascendido a Subteniente de la Sexta Compaa del Batalln de Milicias de Infantera de Blancos de los Valles de Aragua, siendo mi salud buena, como consta en la:Hoja de Servicio y notas de D. Simn Bolvar a fines de diciembre de 1798 que refiere:El subteniente Don Simn Bolvar, su edad 15 aos; su pas: Caracas; su calidad ilustre, su salud buena; sus servicios y circunstancias las que se expresan, etc. etc. Archivos General de Simancas. Secretara de Guerra 1795. (12). En esta edad, precisamente mi salud habra de merecerle, ciento sesenta y dos aos despus, al colombiano doctor Martn Mndez S. las siguientes palabras En todo caso el nio creci robusto y no hay noticia concreta de que hubiera padecido enfermedad grave durante sus primeros 15 aos; al contrario, al embarcarse para Espaa en enero de 1799 en el San Idelfonso era un mozo de salud perfecta (13). Efectivamente el 19 de enero de 1799 sal en ese bergantn para Espaa, haciendo escala en Mxico y la Habana, habindole escrito el 20 de marzo de 1799 desde Vera Cruz, a mi to Pedro Palacios Sojo una carta, donde entre otras cosas le deca: Mi llegada a este puerto ha sido felizmente, gracias a Dios y tambin Usted no extrae la mala letra pues ya lo hago medianamente pues estoy fatigado del movimiento del coche en que acabo de llegar, y por ser muy a la ligera la he puesto muy mala y me ocurren todas las especies de un golpe (14). Llegu a Madrid en junio de 1799, en tan buen estado de salud, que mi to Esteban escribi a mi to Carlos lleg Simoncito tan guapo despus de haber estado en Mxico y La Habana, que aunque no tiene instruccin alguna, tiene disposicin para adquirirla (15).

Ya me lo han dicho y lo repetirn insistentemente despus de mi muerte, que YO SOY UN VISIONARIO y es por ello que voy a decir, lo que dir el venezolano Diego Carbonell, sobre mi llegada a Espaa como en general llegan los sur americanos: Robusto, vigoroso y ardiente (16). Durante mi primera estada en Madrid me dediqu a estudiar y a seguir rigurosamente las clases que con mi aceptacin me haban programado y en tal forma, que mi to Esteban, en unas notas biogrficas que escribi sobre mi persona asent, a todo se prest siempre dcil y contento (17). Todos conocen mis andanzas en Madrid, Bilbao y Francia y los pormenores de mi matrimonio con doa Mara Teresa del Toro el 26 de mayo de 1802, en Madrid, mi viaje a la Corua, el regreso a Venezuela y los meses felices pasados en mi Hacienda de San Mateo hasta el 22 de enero de 1803 en que mi esposa muri de fiebre amarilla segn me inform mi amigo el doctor Jos ngel lamo. En esa oportunidad, mi pena espiritual fue inmensa, profunda, sent que mi vida se despedazaba, ca en un estado que ray en la desesperacin, que sin la afanosa solicitud de mi hermano, habra tambin sucumbido (18). Aos despus recordara con mis Oficiales de confianza stos das felices, porque en verdad quise mucho a mi mujer y su muerte me hizo jurar no volver a casarme (19). Meses despus, el 23 de octubre de 1803 emprend mi segundo viaje a Europa, llegando por Cdiz a fines de diciembre del mismo ao (20). Camin media Europa y llev una vida un tanto desordenada, porque todo me aburra y fastidiaba de tal manera que todo lo que obliga a pensar en el mismo asunto, aunque sea slo por diez minutos me fatiga la cabeza, hasta obligarme a dejar la pluma o la conversacin para tomar el aire en la ventana (21). Haba cado en un estado de tristeza que decid ir a reunirme con mi Maestro Rodrguez, en Viena, quien me recomend me divirtiera, fu&ra al Teatro e hiciese amistad con jvenes de mi edad, hasta que pronto ca en un estado tal de consuncin que los mdicos declararon que iva a morir. Era lo que yo deseaba. Una noche estando yo muy mal, Rodrguez velaba a mi lado con mi mdico; ambos hablaban en alemn. Yo no comprenda una palabra de lo que decan; pero, por su tono, por su fisonoma, me di cuenta de que su conversacin era muy animada. El mdico despus de haberme examinado cuidadosamente varias veces, se march. Tena todo mi conocimiento y aunque muy dbil, poda sostener todava una conversacin (21). Superada la tremenda crisis sufrida y relatada, siguiendo exajeradamente los consejos de Simn Rodrguez me dirig en noviembre de 1806, a los Estados Unidos de Amrica del Norte, a donde llegu en el mes de enero de 1807, despus de haber pasado una navegacin muy desagradable por el mal tiempo y mi mala salud, sintindome de calenturas (22). Despus de visitar varias ciudades norte americanas, regres a Venezuela en junio de 1807 y me dediqu a trabajar en las Haciendas de San Mateo y en mis posesiones de Yare, perteneciendo siempre al Batalln de Milicias de Blancos Voluntarios de los Valles de Aragua, gozando para entonces de Salud Buena segn consta en mi Ficha Militar de dicho Batalln (23). Por cierto, que en 1809 el Capitn General me nombr Justicia Mayor del Valle de Yare, obligndome el Regidor, a prestar juramento personalmente, lo cual irrit mis nervios, los nervios de un agricultor venezolano de aquellos tiempos (24). Durante el ao de 1811 mis actividades se desarrollaron entre Caracas y mis posesiones, pero en octubre de dicho ao estaba en Caracas con el propsito de hacer contacto con el seor don Antonio Leleux, a quien le manifest por escrito: Yo he venido bueno ayer del campo (25). Por ser demasiado conocido no es necesario repetir mis dificultades durante la Primera Repblica, seguida a la declaracin de la Independencia el 5 de julio de 1811, la actuacin del general Miranda, la prdida de la plaza de Puerto Cabello por la traicin del Teniente de Milicias Francisco Fernndez Vinoni el 30 de junio de 1812 y por cuya desgracia exclam ojal no hubiera salvado mi vida, y la hubiera dejado bajo los escombros de una ciudad que debi ser el ltimo asilo de la libertad y de la gloria de Venezuela (26). La prdida de la Plaza de Puerto Cabello fue terrible golpe para m, que me dej en completa confusin espiritual, de tal manera, que al dirigirme al general Miranda le rogaba que me destinara a obedecer con el ms nfimo oficial, o bien que me de algunos das para tranquilizarme, recobrar la serenidad que he perdido al perder a Puerto Cabello; a esto se aade el estado fsico de mi salud que despus de trece noches de insomnio y de cuidados gravsimos me hallo en una especie de enajenamiento mortal. (27), y que hube de repetir al propio general Miranda dos das ms tarde despus de haber perdido la ltima y mejor plaza del estado, cmo no he de estar alocado, mi general? (28). Gracias a don Francisco Iturbe sal el 27 de agosto de 1812para Curazao a donde llegu el 2 de setiembre del mismo ao y de donde segu para Cartagena, llegando a esta ciudad el 14 de noviembre de 1812, para incorporarme, gracias a la proteccin del presidente Manuel Rodrguez Torices a las filas republicanas y ser destinado, con el grado de Coronel, a Comandante de Barrancas, iniciando all la campaa de limpieza del Ro Magdalena, desobedeciendo las instrucciones del Coronel Labatut. No obstante los grandes conflictos morales, mi salud fue buena durante el ao de 1812, con las mismas caractersticas constitucionales que hubo posteriormente de sealarme OLeary Tena el pecho angosto, el cuerpo delgado, las piernas sobre todo... Haca mucho ejercicio ...; su natural inquietud no se avena con el reposo (29).

El 18 de diciembre de 1812 estando en Barrancas, tom algunas disposiciones militares y luego sufr un agudo ataque de fiebres. Permanec tres das sin conocimiento. Me cuidaba un hombre de pelo rojizo. Al cuarto da me enter de su nombre: Folnay, doctor Folnay. Al quinto da cuando queramos emprender la marcha, me dijo que desde el punto de vista mdico era una locura que intentara levantarme y que si ello estuviera en su poder me mandara arrestar. Era un hombre sumamente modesto, muy valiente. Sus temores se revelaron infundados. Me senta fuerte sobre mis piernas (30). Seguimos ro arriba y el 24 de diciembre de 1812 izamos la bandera de Cartagena en Tenerife; despus de hacer algunos comentarios con mis oficiales, me dijo casi con brutalidad el doctor Folnay tome Ud. quinina inmediatamente a lo cual contest: Hoy es noche buena, Paz en la tierra... Deme la quinina (30) Seguimos Magdalena arriba capturando poblaciones; el 27 de diciembre de 1812 capturamos a Mompox donde volvi a atacarme la fiebre, pero esta vez no fue grave. No perd el conocimiento (30). Cuando desembarcamos en Gamarra tomamos muchos rebaos, carne fresca y CORTEZA DE QUINA (30).

Seguimos ro arriba a pesar de que los pantanos y las insalubres regiones por donde pasabamos afectaban la salud. Titiritando de fiebre, captur tres ciudades ms y de victoria en victoria llegu el 7 de enero de 1813 a Puerto Real, all hicimos un alto para reponernos de las fatigas y de las fiebres (31). La ciudad de Ocaa fue nuestro prximo objetivo que tomamos sin dificultad, donde al estar haciendo unos comentarios sobre las caractersticas de la caa de azcar de la regin tem perder el conocimiento. Lo vea todo rojo, luego plido y temblaba de fro. Super el ataque pero dos das despus de nuevo me estremec de fro (32). Mi sobrino poltico y secretario durante muchos aos, Briceo Mndez, cuando describi posteriormente esta campaa apunt: Lo ms admirable es que todo esto lo haca hallndose atacado de fiebre y con soldados nuevos (33). Luego vino la Campaa Admirable, mi llegada a Trujillo, y ya senta abrumada el alma ante la falta de humanidad de los espaoles, y ya no era forzoso defender nuestras vidas por la represalia: y despus de reflexionar mucho y de dormir poco, cre acertado en una noche de insomnio, dictar a los venezolanos la proclama que el mundo conoce con el ttulo de Proclama de la Guerra a Muerte, fechada el 15 de junio de 1813 (34), luego la entrada triunfal a Caracas y la recepcin de la Municipalidad de Caracas, el 14 de octubre de 1813, para otorgarme el ttulo de Libertador y designarme Capitn General de los Ejrcitos de Venezuela.

Una serie de hechos desgraciados se desencadenaron sobre la patria durante el ao de 1814, entre otros, la derrota sufrida por nosotros en La Puerta, despus de la cual Me vi atacado por una malaria muy maligna. La fiebre me ayud a comprender muchas cosas (35).

Ese fue un ao trgico para la segunda Repblica, la emigracin a Oriente, el retorno a la Nueva Granada y la entrada a Bogot el 12 de diciembre de 1814 entraan sucesos de relieve que no determinaron alteraciones en mi salud. El 29 de diciembre de dicho ao me dirij al General Urdaneta desde Santa Fe: escrib a Ud. por el correo anterior, y lo repito ahora participando la continuacin de mi salud, y que todo hasta ahora va bien (36). En 1815 llevo a cabo la segunda campaa del Magdalena, llegando a Mompox el 18 de febrero, despus de haber libertado a la ciudad de Ocaa; all recibimos tropas enviadas por Santander que llegaron cuando nuestros soldados padecan horrores por la malaria (37). Desde Barcelona inform el 6 de enero de 1817 a Don Martn Tovar: He llegado a esta ciudad en perfecto estado de salud (38). La noche del 4 de julio de este ao estuve muy cerca de haber sido hecho prisionero por los espaoles, salvndome por haberme arrojado al estero de Casacoima, permaneciendo dentro del agua, sufriendo fiebre e irritacin a causa de la virulenta plaga que abunda en esos parajes del Orinoco (39). Por cierto, que a la maana siguiente, mis oficiales respetuosamente me censuraban haber expuesto la vida separndome del grueso del ejrcito, criticando cordialmente la bata que tena por uniforme, a lo cual respond: perd mi uniforme, pero me hallo mejor con esta bata, que me han regalado, mucho mejor que las heridas de los pies (40). El 30 de enero de 1818 conoc personalmente al General Jos Antonio Pez en el cao Caafstola, cerca de San Juan de Payara, luego segu por el ro Apure en marcha para San Femando y el 10 de febrero del mismo ao, despus de mucho ajetreo, estaba cansado. Domin un acceso de tos. Entr a la tienda a popa del bote y me tumb a dormir (41).Para esa poca me encontraba en perfecto estado de salud, como bien pudo apreciarlo el general Pez, al decir: A pesar de la agitada vida que hasta entonces haba llevado, capaz de desmedrar la ms robusta constitucin, se mantena sano y lleno de vigor (42). Sin embargo, todas las acciones y recorridos de grandes distancias me obligaron a tantas fatigas y vigilias, a tantos esfuerzos mentales y fsicos que tuvo que sucumbir mi robusta constitucin y en el pueblo de Camagun y en marcha para Calabozo, me sobrevino una extrema debilidad acompaada de fiebre que me oblig a regresar a San Fernando de Apure el 3 de marzo de 1818 (43). El 16 de marzo de 1818, despus de la segunda Batalla de La Puerta sufr de un ataque de malaria (44). Un mes ms tarde, gracias a la exquisita fineza de mi odo, escap en el Rincn de los Toros, donde haba acampado mi ejrcito y me dispuse a dormir en mi hamaca, de una muerte de manos de un grupo que capitaneaba Toms Renovales, siguiendo instrucciones de su jefe el coronel Rafael Lpez, al escuchar mi nombre, de boca del general Santander, sal rpidamente a buscar mi caballo, que haban matado, por lo cual tuve que escapar sin chaqueta a pie para esconderme en la sabana; el comandante Serrano me neg su caballo, pero el sargento Martnez me ofreci una mua sin silla en que iba montado, de la cual recib al acercrmele una coz que me estrope levemente una pierna (45). En mayo de 1818 sufr de furnculos, como manifest desde San Fernando el 5 de mayo de 1818, al general Manuel Cedeo: Mis carbuncos van mejor. Uno de ellos se ha reventado y pronto podr montar a caballo, aunque me ha dejado una llaga que yo dudo pueda curarse en tres ni cuatro das (46). En este ao de 1818 tuve en la nariz un pequeo lobanillo que me preocup bastante, hasta que desapareci en 1820, sin dejarme cicatriz (47). Mi estado de salud para fines de este ltimo ao fue de absoluta normalidad. El 15 de febrero de 1819 pronunci con voz clara mi clebre Discurso del Congreso de Angostura (48). El 27 de febrero de 1819 inici la marcha hacia donde se hallaba el ejrcito de Occidente, en la margen derecha del Arauca, todava resentido de unos furnculos que para mayo del ao 18 eran una llaga que me impeda montar a caballo (49). En 1819 contaba 36 aos y gozaba de salud perfecta y de una actividad fsica y moral asombrosa, como habra de expresarlo muchos aos despus el general OLeary; tan bien estaba de salud, que poco despus emprenda el famoso Paso de Los Andes (50). El 8 de febrero de 1820 le escrib a Santander desde San Cristbal, ayer llegu aqu bueno y salvo (51). El 7 de mayo del mismo ao me encontraba en Rosario de Ccuta y desde donde envi una carta al general Santander: Yo estuve muy malo en San Cristbal y con ese motivo me vine aqu. Todava no se sabe lo que tuve; pero s muy bien que he quedado muy estropeado y con mucha propensin al sueo y al reposo, que para m es una enfermedad muy grande (52). El 21 de noviembre de 1820 me encontraba en Sabana Larga, donde la cosa del teniente coronel Pita me produjo una irritacin de que no puede formar idea; todava estoy malo de ella, escrib al seor Juan Rodrguez de Toro, a quien agregu: Maana en todo el da podr ir a Trujillo, si acaso mejoro del clico que he padecido de ayer a hoy (53). Encontrndome en Bogot, el 16 de enero de 1821, y como mi marcha ha sido muy prolongada, tanto yo como mi comitiva, ha cado enferma. Ya yo estoy restablecido de mis males y marcho al Sur, deca al coronel Ambrosio Plaza (54). El doctor Arturo Guevara dira muchos aos despus de mi muerte que yo haba sentido desde temprana edad surmenage y que cuando marchaba a librar la batalla de Carabobo no haba cumplido treinta y ocho aos y ya quejbame de agotamiento fsico (55), y es verdad, porque a mi amigo Fernando Pealver le deca desde Guanare, el 24 de mayo de 1821, a propsito de la cesacin de mis facultades una vez que hubiera terminado la guerra, porque mi intencin era gobernar lo menos que me fuera posible y aado que mi salud est ya descalabrada, que comienzo a sentir las flaquezas de una vejez prematura (56). Despus de la Batalla de Carabobo llegu a Valencia desde donde entre otras cosas, dije al general Santander el 10 de julio de 1821, adems estoy cansado y algo malo; mi vida es demasiado activa y ya veo con repugnancia los trabajos sedentarios (57), con el mismo sentido y en la misma fecha escrib a Fernando Pealver (58). Cuando llegu a Pamplona, en octubre de 1821, les di calentura a varios asistentes, pero el general Urdaneta y yo vamos bien, con que es de esperar que tambin llegaremos a Soata con la misma gracia (59). En junio de 1822 me encontraba en Quito, encanecido en el servicio de la Patria, y deseando un merecido descanso, aunque yo no se si el reposo que tanto anhelo me sea tan necesario; pero puedo asegurar que mis sentidos me piden descanso y que cierto intervalo puede volverme la actividad que empieza a faltarme (60).En septiembre de 1822 me molestaron mucho algunos nacidos que me obligaron a detenerme varios das en Cuenca, por lo cual le escrib al general Santander: Estos das he estado malo con nacidos o diviesos, los cuales, sin haberse acabado an, me han trado para sucederles un CONSTIPADO y mucha jaqueca; el hecho es que estoy en la cama, das hay que todava no se cuando podr irme a Loja (61).En Cuenca resolv irme a Bogot para pasar la noche buena, pidindole al vice presidente Santander que mandara a componer la quinta que es donde voy a vivir como enfermo, insistiendo en que me comprara platos y vasos para comer en la quinta con pocos amigos, porque voy a vivir muy sobriamente en calidad de enfermo; pensaba llegar de noche para evitar recibimientos pomposos, permanecer un solo da en el Palacio para recibir las visitas protocolares, mi deseo era llegar lo ms pronto posible a la quinta porque llegar muy estropeado, porque es muy lejos y porque ya estoy bastante estropeado con los cuidados que no me dejan dormir y con las penas fsicas, despus de estar ya viejo y muy falto de robustez. Crame Ud. pocas veces he tenido tantas inquietudes como ahora; constantemente estoy sin dormir (62). El 6 de diciembre de 1822 estaba en Quito y para esos das estaba bastante fatigado, si es que yo puedo fatigarme en perseguir a los godos (63). Muy temprano del da 14 de enero de 1823 escrib desde Pasto a Santander la preocupacin que me haba mantenido despierto durante la noche anterior pensando si debera o no irme a Bogot; toda la noche estuve en marcha para esa capital, pero al amanecer me volv para Quito, se entiende en idea; solicitaba al mismo tiempo la orden para recibir mi haber, para tener con que retirarme del servicio; yo estoy pobre, viejo, cansado y no se vivir de limosna (64).

La nocin de la vejez se vena apoderando de mi espritu, a cada momento apelaba al vocablo; en 1823, cuando ya me faltaban dos meses escasos para cumplir los cuarenta aos, me quejaba con el Marqus Rodrguez del Toro: yo era joven cuando Ud. me conoci, ya estoy viejo aunque robusto, porque la naturaleza me ha dado una constitucin sana (65).EL ENFERMO DE PATIVILCAEl ao de 1823 fue acumulando sobre mi espritu dolorosos presentimientos de graves irregularidades desarrollndose en Lima, por lo cual dej al general Sucre en el Norte y me decid a retornar a la capital del Per por el camino de la costa, formado por un desierto de arena de 500 leguas de longitud y cuya anchura vara desde siete hasta ms de cincuenta millas (66). Su superficie presenta muchas desigualdades y tiene la apariencia de haber estado en otro tiempo cubierta por el mar que baa sus escarpadas costas, segn el geogrfico decir del general John Miller (67). En el extremo de un estrecho valle angosto que se interna hacia Los Andes, habitado por enormes peascos solitarios, se encuentra el pueblo de PATIVILCA, distante a tres jornadas de Lima, donde permanec desde el l9 de enero hasta el 28 de febrero de 1824 y en donde habra de vencer la primera y ms terrible enfermedad que tuve que dominar en mi vida, y a la cual se agreg, la dura y decepcionante noticia de la entrega de los castillos del Callao a los espaoles consumada, el 5 de febrero de 1824 por la guarnicin encargada de su custodia (68). Esas largas marchas afectaron seriamente mi salud, vena quebrantado de tal manera, que al llegar a Pativilca ca sin conocimiento, con una fiebre muy alta que hizo a mis oficiales temer seriamente por mi vida. Despus me impuse que se haban hecho rogativas en las iglesias y se agotaban los recursos de la ciencia de la poca de que fue posible disponer en estos parajes (69). Tambin averig que mi secretario Jos D. Espinar haba escrito el 3 de enero de 1824 al coronel Toms de Heres: El Libertador lleg a este pueblo bastante malo y contina nada bien. Una complicacin de sntomas se presenta pero l rehsa tomar medicinas: con todo, hoy ha empezado a tomar purgantes ligeros. Todo, todo le desagrada, todo le molesta, nos tiene con bastante cuidado y pienso que se repondr lentamente y que no podr seguir viaje en seis u ocho das (70). El 4 de enero del mismo ao, Espinar le expresa al coronel Heres: S. E. el Libertador amaneci bastante despejado pero sumamente dbil. Le sentaron mal el suero y otros brebajes y le resultaron vmitos. Est decado. Es menos su enfermedad que la falta de rgimen que observa. Es un gran mal no tener respeto por persona alguna. Me he propuesto hacerle observar un mtodo, porque es peor que nos de un susto. Son las de la tarde y me dice su excelencia que, an libre de sus dolencias, necesitar de ocho das para restablecerse de su debilidad (71).

Efectivamente, yo fui mejorando y a pesar de mi debilidad, pude escribirle el 7 de enero de 1824 al general Santander para tratarle varios problemas militares y polticos, lo cual aprovech para reconstruir mi enfermedad: por todo sto yo me ir a Bogot luego que pueda restablecerme de mis males, que en esta ocasin, han sido muy graves, pues de resultas de una larga y prolongada marcha que he hecho en la sierra del Per, he llegado hasta aqu y he cado gravemente enfermo. Lo peor es que el mal se ha enta.blado y los sntomas no indican su fin. Es una complicacin de irritacin interna y de reumatismo, de calentura y de un poco de mal de orina, de vmitos y dolor clico. Todo esto hace un conjunto que me ha tenido desesperado y me aflije todava mucho. Ya no puedo hacer un esfuerzo sin padecer infinito. Ud. no me conocera porque estoy muy acabado y muy viejo, y en medio de una tormenta como esta, represento la senectud. Adems, me suelen dar, de cuando en cuando, unos ataques de demencia, an cuando estoy bueno, pero pierdo enteramente la razn, sin sufrir el ms pequeo ataque de enfermedad y de dolor. Este pas con sus soroches en los pramos me renueva dichos ataques cuando los paso al atravesar las sierras. Las costas son muy enfermizas y molestas porque es lo mismo que vivir en la Arabia Ptrea. Si me voy a convalecer a Lima, los negocios y las tramoyas me volvern a enfermar, as pienso dar tiempo al tiempo, hasta mi completo restablecimiento (72). Dos das ms tarde, el 9 de enero de 1824* me dirijo al seor Presidente del Congreso de Colombia, renunciando el cargo de Presidente de la Repblica y a los treinta mil pesos anuales que la munificencia del Congreso ha tenido la bondad de sealarme y expongo la razn que yo no puedo continuar ms en la carrera pblica; mi salud no me lo permite (73). La enfermedad que me atac en Pativilca ha debido ser muy grave, puesto que mi estado convaleciente impresionaba profundamente a toda persona que me visitaba y cuya reaccin no podan disimular. Tal escena pas con mi amigo Joaqun Mosquera, Ministro Plenipotenciario de Colombia cerca de la Repblica del Per, Chile y Ro de la Plata, cuya misin haba cumplido y regresaba, trayendo consigo los tratados de alianza celebrados con aquellas naciones (74), quien al llegar a Supe, fue informado por un indio desconocido y en su lenguaje rstico, de que el Libertador estaba enfermo de muerte en Pativilca, de un tabardillo que le haban causado los soles de los arenales de aquellas costas al regresar de Trujillo y entonces resolvi venir a verme, habiendo descrito su impresin de esta manera: encontr al Libertador ya sin riesgo de muerte del tabardillo que haba hecho crisis; pero tan flaco, y extenuado que me caus su aspecto una muy acerba pena. Estaba sentado en una pobre silla de vaqueta, recostado contra la pared de un pequeo huerto, atada la cabeza con un pauelo blanco y sus pantalones de jin que me dejaban ver sus rodillas puntiagudas, sus piernas descarnadas, su voz hueca y dbil y semblante cadavrico. Entonces profundamente alarmado por la situacin militar y mi aspecto fsico me pregunt: qu piensa Ud. hacer ahora? TRIUNFAR le contest de inmediato y como dudase de mi palabra le expliqu el plan que tena para lograrlo; subiendo la cordillera para derrotar a los espaoles en Jauja, lo cual se cumpli con la batalla de Junn. Tres das ms tarde, Mosquera regresara a entrevistarse con Santander, yo le acompa montado en una mua mansa hasta la entrada del desierto de Huarmei, y al tener que esperar el equipaje de Mosquera, detuve all mi marcha y por sentirme muy dbil me baj de la mua y me acost sobre un capote de barragn, levantndome solamente para dar el abrazo de despedida a nuestro amigo Mosquera, dicindole antes: Diga Ud. all a nuestros compatriotas como me deja Ud., moribundo en esta playa inhospitalaria, teniendo que pelear a brazo partido para conquistar la independencia del Per y la seguridad de Colombia (75). Despus de haber salido de los momentos de gravedad dictaba nuevamente mi correspondencia. A Sucre le escrib el 16 de enero yo llegu aqu malo, pero ya estoy mejor aunque dbil; estar aqu quince das para convalecer. Me hallo cansado, estoy cansado, estoy viejo y ya no tengo que esperar nada de la suerte (76), y, el 23 de enero digo a Santander: Mis aos, mis males y el desengao de todas las ilusiones juveniles no me permiten concebir ni ejecutar otras resoluciones (77). A pesar de todas estas manifestaciones fsicas y espirituales, mi apariencia general era muy buena, de tal manera que Hiram Paulding, cuando me visit en mi campamento de Huaraz en comisin de su comandante, el comodoro Hull, en mayo de 1824, observ que mis ojos tenan una expresin que creo no puede pintarse ni con el pincel ni con la pluma. En uno de los almuerzos Paulding not: El Libertador comi con ganas y creo le hubieron de mudar platos una docena de veces en la comida. De los tres das que estuvo con nosotros, solamente una vez me sent mal y as lo recogi Paulding. Se quej de estar algo indispuesto y habl poco en el almuerzo, aunque estuvo sumamente atento y corts con sus oficiales. A la comida no asisti. A la maana siguiente volvimos a almorzar con el Libertador, dijo que estaba mejor (78). En febrero de 1825 me encontraba en Lima gozando de las extraordinarias consecuencias de la gloriosa victoria de la BATALLA DE AYACUCHO, sobre la cual escrib a Santander, sin dejar por cierto de sealarle, puesto que voy a renunciar ante el Congreso al mando dictatorial, mis ms ntimos deseos, dir a Ud., de paso, que estoy cansado de servir y de tener mi espritu en contraccin continua: ni aun la prosperidad me anima de llevar adelante la carga. Cada da siento ms la necesidad de dejarla por falta de fuerzas fsicas y de aspiraciones morales. Ud. no puede imaginarse el deseo que tengo de descansar, de una especie de letargo prolongado y profundo. Quisiera no existir por algunos meses enteros, por ver si podra reposar como deseo, mental y fsicamente. Ya me canso de todo y con una facilidad extraordinaria (79).Durante los cuatro meses comprendidos, entre el 9 de diciembre de 1824 y el 10 de abril de 1825que sal para las provincias del sur del Per, se celebraron fiestas, banquetes, toros, teatro, etc., y la Quinta La Magdalena se convirti en el centro de la vida social de Lima, siendo yo la atraccin de hermosas mujeres que me proporcionaron inolvidables ratos y que muchas veces me colocaron en serios conflictos con Manuelita Senz, lo cual ha dado lugar a numerosas ancdotas que circulaban libremente por la ciudad de Lima; una de ellas fue reproducida aos ms tarde por Boussingault: Manuelita acostumbraba visitar al general en la noche. En una de estas visitas, encontr en el lecho de Bolvar un magnfico arete de brillantes, se produjo una escena indescriptible. Manuelita furiosa, quera arrancarle los ojos al Libertador. Para esa fecha era una mujer fuerte, apres con tal fuerza a su infiel amante que ste tuvo que pedir socorro. Dos edecanes lograron con mucho trabajo libertarlo de la tigresa, mientras Bolvar no acababa de decirle: Manuelita, t pierdes? Las uas haban hecho tales araazos en la cara del infortunado que en 8 das no pudo dejar la habitacin, a causa de un resfriado, como se previno en el estado mayor (80). El 10 de junio de 1825 part para el Cuzco, atravesando la Cordillera en cortas jornadas, las primeras fueron desagradables y cansadas, motivo del soroche (81). Desde Oruro me dirig al general Salom en septiembre de 1825, estaba en plena euforia Yo estoy bueno; los pueblos me reciben con mucho agrado y entusiasmo (82). En octubre estaba en Potos y deca a Jos Rafael Revenga Yo estoy bueno (83), ya Mara Antonia Bolvar aconsejaba sobre la manera de conservar su fortuna, porque a Uds. les puede faltar todo, cuando menos lo piensen, pues de un momento a otro puedo morir (84), y unos meses ms tarde, en diciembre del mismo ao, en relacin con mi salud le informaba a mi citada hermana Yo estoy bueno (85).El ao de 1826 fue de largas andanzas, sal de Chuquisaca, el 10 de enero, y llegu a Puerto Cabello, el 31 de diciembre, sin haber experimentado alteraciones importantes de mi salud, salvo pequeas molestias y estropeos de las jornadas. En marzo de este le escrib a mi hermana Mara Antonia Yo estoy muy bueno y descansando en algn tanto de mi ltimo viaje (86), y luego lo hice nuevamente el 18 de mayo de 1826 para ratificarle Yo tengo buena salud (87). El 10 de enero de 1827, entr a Caracas y sent la profunda emocin por el entusiasmo con que fui recibido; pude abrazar tiernamente entre mis brazos a mis familiares inmediatos y a dos personas que han estado profundamente vinculadas a mi corazn: la negra Hiplita y a doa Ins de Miyares. No obstante todas las demostraciones de admiracin, sobre mi espritu tomaba cuerpo la idea de haber ya consumido la mayor parte de mi vida, sin que hubiese sentido ningn malestar fsico importante y as escriba, el 5 de febrero de 1827 a Su Excelencia el Presidente de la Honorable Cmara del Senado. Pocos das me restan ya; ms de dos tercios de mi vida han pasado: que se me permita, pues, esperar una muerte oscura en el silencio del hogar paterno (88). El 6 de marzo de 1827 le comento a Restrepo: Estoy muy cansado, mi querido amigo, y ya no puedo soportar el peso del servicio pblico (89). Los problemas del Gobierno en sus aspectos polticos, militares y econmicos reclamaban toda mi atencin y provocaban cansancio y malestar general sin caractersticas definidas, y por otro lado mis esfuerzos pasados han agotado mi energa (90). El 10 de setiembre de 1827, llegu a Bogot sin novedad, pues aunque el viaje haba sido penoso, mi salud se ha mejorado bastante, desde que entr en una temperamento templado (91). El 21 de setiembre de 1827, le deca a Mara Antonia Bolvar, Yo llegu a sta despus de un viaje bastante penoso pero estoy restablecindome de mi fatiga (92). Durante esta dura etapa, trat de mantener informado sobre mi salud, al general Mariano Montilla, y el 27 de setiembre de 1827 le digo, Mi salud se repone (93); y al general Jos A. Pez, el 29 del mismo mes y ao, Mi salud bastante estropeada en esta marcha, se mejora cada da (94). El 16 de noviembre de 1827, la ciudad de Bogot sufri un terremoto, por lo cual la ciudad ha quedado desamparada y bastante triste, pero, Yo, que por entonces me hallaba en mi Quinta, no he tenido novedad, ni mi habitacin ha sido daada, como ha sucedido en la ciudad (95). Para diciembre de 1827 mi estado fsico se haba recuperado notablemente de las fatigas de los viajes, lo cual comuniqu a mi hermana Mara Antonia, el 15 de diciembre de 1827. Hace muchos das que no he recibido ninguna carta tuya ni he sabido de tu salud; la ma se ha mejorado mucho ltimamente (96).

El 9 de enero de 1828 me encontraba en Fusca, desde donde le escrib al general Briceo Mndez instndole a que acelerara su regreso a Bogot, cuando ms tarde en febrero, Y ahora lo hago con tanto ms motivo cuanto que es un alivio que Ud. dar a mi salud, que se destruye con este temperamento. Yo debo ir por algunos meses o das a Leiva, a fin de reponerme para continuar en esta penosa carrera llena de disgustos y dificultades, ahora mismo me fuera, tal es mi estado de quebranto; termin la carta de Briceo, con una splica en labios de un hombre que estaba acostumbrado a dar rdenes con voz de mando: Briceo?, si Ud. me ama y desea mi salud haga Ud. este corto sacrificio; de no, ser yo el sacrificado en este clima, que no puedo soportar (97).

Al seor Jos Rafael Arboleda le deca con fecha de 22 de enero de 1828, con motivo de sus deseos de asistir a la gran Convencin y de las recias campaas que la intriga de los colombianos desencadenaban contra mi reputacin; Paciencia y esperanza, que son los mayores antdotos del mal; aunque ni Ud. ni yo estamos buenos, y por lo tanto lo mismo necesitamos de mejor especfico para curar (98). Tena urgente necesidad de tener a mi lado a mi excelente colaborador, general Briceo Mndez, por eso le escrib el 30 de enero de 1828, agregndole adems, No slo es mi objeto salir fuera de la ciudad en busca de mejor clima, sino buscar alguna ms tranquilidad por algn tiempo a ver si restablezco mi salud bastante quebrantada (99). El 13 de marzo, le comunicaba al General Sucre, mis deseos de regresar a Venezuela, y por ello trat de imprimir optimismo a Sucre, con estas palabras: Yo pues, mi querido general, no desespero de la salud porque nada me persuade que podamos perecer con un poco de energa (100).

Las noticias de sublevacin en B'olivia me obligaron a cambiar de planes, saliendo de Bogot el 14 de marzo de 1828, para dirigirme a Bucaramanga, pasando por Tunja, Soata y Paipa, donde me detuve el 21 de marzo, de 1828, a causa de su buen clima y hallarme algo indispuesto del estmago (101). En Abril del mismo ao me encontraba en Bucaramanga siguiendo el desarrollo de la Convencin de Ocaa, y desde all le escrib al general Mariano Montilla, explicndole que no poda dirigirme a Cartagena, porque me lo aconsejaban los amigos de Ocaa, fundndome como es natural, en que mi salud va a padecer (102). El 13 de mayo de 1828, me qued en mi habitacin de la casa que ocupaba en Bucaramanga por encontrarme algo indispuesto del estmago, habiendo hecho llamar al oficial Per de La Croix, quien a las 7 de la maana entr al aposento, encontrndome que estaba en la cama, tomando una taza de t, porque tena el estmago algo cargado y un gran dolor de cabeza. El oficial Per de La Croix, presenci la llegada del doctor Moor, que me recet un vomitivo de trtaro emtico, que dije no tomara, por lo cual me dijo el mdico que continuara con el t y se retir. Ese da el Libertador no almorz, pero se levant y vino a conversar con nosotros en la mesa, relatara posteriormente Per de La Croix (103).

El da siguiente, 14 de mayo, me levant mejor, observando Per de La Croix: El Libertador amaneci bueno y al momento de sentarnos en la mesa para almorzar me dijo: Ud. ve, coronel, que sin el emtico del doctor, me he puesto bueno y que si lo hubiera tomado quizs estuviera ahora con los, humores revueltos y con una fuerte calentura (104). El 16 de mayo de 1828, no haba recibido noticias desagradables de ninguna parte, por lo cual manifest a don Estanislao Vergara, esto me da algunos instantes de calma que me produce el efecto de mejorar mi salud y de: poner mi espritu en reposo, como bien necesito de estos beneficios, aunque sea por intervalos de corta duracin (105). Nueve das ms tarde, desde Bucaramanga le informaba a Vergara. Yo estoy aqu donde gozo de buena salud y en una posicin ventajosa para guardar las ocurrencias (106). Mara Antonia Bolvar, siempre se preocup por mi salud, de tal manera que era casi mi obligacin mantenerla al corriente de la misma; desde Bogot le inform el 19 de julio de 1828, Por ac est todo muy tranquilo y yo gozo de buena salud (107), repitindole diez das ms tarde Yo no tengo novedad en mi salud (108).En setiembre de 1828 sufr uno de los males que ms repercuten en la salud de los hombres, el atentado contra la fe, la explosin de la intriga y de la ambicin conducida por el filo spero de puales traidores; tal fue mi mal del 25 de setiembre de 1828, cuando un grupo de asesinos a fuerza de pistolas asaltaron el Palacio de San Carlos de Bogot, para asesinarme, dejando tras de s el cadver del coronel Frguson, los tendones seccionados de la mano de Andrs Ibarra, y los cadveres de annimos servidores de la guardia del Palacio. Esa noche yo me senta quebrantado y me haba recogido temprano con la grata compaa de Manuelita Senz, quien haba acudido a mi habitacin por insistentes llamadas de mi instinto; dejadme que deje a Manuelita relatarle el suceso que marca hito en mi salud declive: Una noche estando yo en dicha casa (la casa de gobierno) , me llam una criada ma dicindome que una seora con suma precisin me llamaba en la puerta de la calle; sal dejando al Libertador en, cama algo resfriado. La seora que por este motivo no fue atendida por el Libertador me confi que se tramaba una conspiracin contra la vida del Libertador y que los conspiradores se reunan en la casa de La Moneda, y entre los cuales se encontraban comprometidos los generales Santander y Crdova. Apenas le trasmit la informacin al General Bolvar, ste se indign de tal manera que le orden al Edecn del servicio. Frguson, vaya Ud. a or a esa seora? Al regresar el Edecn con la informacin, el Libertador orden bruscamente: dgale a esa mujer que se vaya inmediatamente. Lo cierto es, que El 25 a las 6 de la tarde me mando a llamar El Libertador; contest que estaba con dolor a la cara; repiti otro recado, diciendo que mi enfermedad era menos grave que la suya y que fuese a verlo; como las calles estaban mojadas me puse sobre mis zapatos, zapatos dobles. (Estos le sirvieron en la huida, porque las botas las haban sacado para limpiar) . Cuando entr estaba en bao tibio. Me dijo que iba a haber una revolucin, le dije, puede haber en hora buena, hasta diez, pues Ud. da muy buena acogida a los avisos. No tengas cuidado me dijo, no habr nada. Me hizo que le leyera durante el bao; desde que se acost se durmi profundamente, sin ms precaucin que su espada y pistolas. Seran las doce de la noche cuando latieron mucho los dos perros del Libertador y a ms se oy algn ruido extrao que debe haber sido al chocar con los centinelas, pero sin armas de fuego para evitar ruidos. Despert al Libertador y lo primero que hizo fue tomar su espada y sus pistolas y trat de abrir la puerta, pero yo lo contuve y suger que se botase por la ventana que da a la calle, lo cual hizo, y cuando ya los conjurados forzaban la puerta de la habitacin, yo les hice frente y los desorient para dar tiempo a que el Libertador huyera, en compaa de su repostero que a la casualidad pasaba por all, se dirigi a refugiarse debajo del puente del Carmen, del cual sali al escuchar una partida que lo vitoreaba, se dirigi a la plaza mayor, donde fue recibido entre aclamaciones de sus amigos y oficiales. Luego regres al Palacio alrededor de las cuatro de la madrugada, se cambi de ropa y quiso dormir algo, pero no pudo porque a cada rato me preguntaba algo sobre lo ocurrido y me deca, no diga ms; yo callaba y el volva a preguntar, y en esta alternativa amaneci. Yo tena gran fiebre (109).

Don Joaqun de Mosquera, gran amigo del Libertador, refiere que al saber el 26 de setiembre lo del atentado del Libertador acudi inmediatamente al Palacio y viniendo l a mi encuentro con un semblante plido y melanclico, observ que estaba afectado de una tos seca pulmonar, y procurando no dejar conocer mi alarma, le pregunt si ya se haba dado un bao caliente a los pies, para mitigar aquella tos y prevenir en tiempo las malas consecuencias de la humedad que durante la noche haba cogido en el Ro de San Agustn. l me contest: No he aplicado nada ni me he desayunado, y seran las nueve del da. Entonces le supliqu que se recogiese a su dormitorio, y habindose prestado a ello, le di el brazo y le acompa hasta su lecho. Mientras se desnudaba fui a la cocina y orden calentar un perol de agua para darle un bao de pies y preparar una tisana caliente de amapolas con goma. Cuando regres a su alcoba lo hall en su cama y despus de informarle lo que haba ordenado y de expresarle mi deseo de que dejando al Consejo de Ministros dictara las disposiciones que requera la situacin, se ocupase solamente de restaurar su salud (110). A este respecto dir Toms Cipriano Mosquera que cambise el Libertador, y como no haba ni fuego en Palacio tuvo el seor Mosquera que ir a su casa a hacerle preparar una buena sopa y otras cosas para que almorzase y descansase (111). En los das siguientes inform a los Jefes de Departamentos y a mis oficiales y amigos todo el proceso de la conspiracin y tambin a los Arzobispos y Obispos de Colombia entre ellos naturalmente al Ilustrsimo Arzobispo de Caracas, seor Ramn Ignacio Mndez, terminando la misiva de esta manera: Me tiene Ud. salvo y bueno, librado como por milagro del pual asesino (112). Mi salud qued algo quebrantada pero yo trataba de recuperarme con los medios a mi alcance. El 21 de noviembre de 1828 le deca al general Pedro Briceo Mndez desde Chia: En fin todo va con regularidad. Yo tambin me voy aliviando algo del cansancio que me causaron los negocios pasados, pues estoy en estos campos hace cuatro das y pienso seguir paseando por Leiva y estos contornos como tres meses (113).

En enero de 1829 haba salido de Bogot y el 9 del mismo mes le escrib al General Urdaneta: Mientras tanto yo voy bien de salud y xito (114). A Mara Antonia le digo lo mismo no dejo de alimentar algunas esperanzas de buen xito. . . (114). A Mara Antonia le digo lo mismo desde La Plata el 14 de enero. Yo sigo mi marcha para el Sur sin'ninguna novedad (115). Todos mis amigos durante este ao de 1829, despus de lo acontecido en Bogot en setiembre de 1829 se interesan por mi salud. Vergara era de los ms constantes y as tengo que contestarle desde Popayn el 28 de enero de 1829: por la bondad con que Ud. me trata y el inters que Ud. manifiesta por mi salud (116). De la misma ciudad le digo a Mara Antonia Bolvar: Yo no tengo novedad en mi salud (117). Segimos nuestro viaje al Sur, pero el 2 de marzo de 1829 cuando llegamos al otro lado del Puente de Mayo tuvimos que acampar porque sufr fuerte ataque pulmonar que me tuvo bastante afectado y muy preocupado a mis amigos, como dijo Mosquera refirindose a ese mal, pues su vida nos era tan importante (118). El 8 de marzo de 1829 entr a Pasto y al da siguiente le notifiqu al general Urdaneta, Yo estuve malo, ms ya estoy bueno, dgalo Ud. as a M. a quien no escribo porque temo que se ran con mis tonteras los curiosos (119). El 25 de marzo de 1829 escriba desde Quito al doctor Jos Mara del Castillo Rada: Mi salud se ha quebrantado un poco, pero va mejor (120), y desde la misma ciudad escribo a Jos Manuel Restrepo el 11 de mayo del mismo ao: Yo sigo muy regularmente de salud como de asuntos (121). Para destruir los temores que el doctor Del Castillo tena sobre mi salud, hube de informarle el 1ode junio de 1829 desde Riobamba: No tema Ud. por mi salud que es bastante buena (122) y al seor J. A. lamo, desde Baba el 13 de junio: De resto todo va bien y yo con buena salud (123).

En junio de 1829 nos detuvimos frente a Guayaquil en el llamado Campo de Buij, y desde all le escriba a Don Jos Manuel Restrepo el 29 de junio: Yo cuento con una salud bastante buena, aunque actualmente estoy con dolor de cabeza que atribuyo a lo mucho que me he atareado estos das en escribir, hablar con varios comisionados de Guayaquil y leer la porcin de buenos papeles que nos han trado y que remitiremos al Ministerio por la secretara general (124), y al general Urdaneta el 4 de julio, Yo quedo bueno (125). El 1o de agosto de 1829 ya instalado en Guayaquil, escrib al seor Jos Mara del Castillo Rada: Estoy medio malo y con mal humor (126). El 3 de agosto de 1829 estando en Guayaquil sufr un fuerte ataque de nervios y fiebre, que pudo observar para describirlo mi amigo Restrepo; Bolvar cay gravemente enfermo desde el 3 de agosto, y estuvo en riesgo inminente de morir hasta el 10, en que principio a mejorarse. Padeci un violento ataque de nervios y de clera morbo con fuerte calentura. Esta grave enfermedad, que le dejara dbil y extenuado, provino en parte del clima insalubre en la estacin de invierno, y de los cuidados de la campaa (127). El 6 de agosto de 1829 escriba a mi amigo Vergara: Nada tenemos de particular. Todo sigue bien, y yo bastante mejorado de mis dolores de cabeza de que he sido bastante atacado en estos das (128).

En la misma fecha escrib a OLeary, Por ac vamos sin novedad en cuanto a negocios pblicos; pero me encuentro algo achacoso, unas veces de dolores de cabeza, otras de bilis y sobre todo de mi humor, que yo mismo no le puedo soportar hace das, porque parece que todo est concertado para molestarme (129).

Una semana ms tarde, desde la misma ciudad informaba a Vergara En cama hace diez das de un ataque de bilis nerviosa y de que aunque muy mejorado, me hallo todava muy dbil; he recibido la muy quejosa carta de Ud. fechada en 8 de julio. Yo quisiera responder muy prolijamente a ella para satisfacer a mi buen amigo Vergara a todos sus cargos y reclamos; pero mi debilidad no lo permite ahora. Cuando est ms repuesto podr ser ms largo (13). El 13 de agosto de 1829 me dirija al general Pedro A. Herrn contestndole una carta suya en los siguientes trminos: Siento no poder decir a Ud. cuanto quisiera en contestacin a su contenido, pues un ataque nervioso y bilioso que hace diez das me ha reducido a la cama, y de que estoy mejorado, me lo impide, porque estoy aun sumamente dbil (131). El 14 de agosto de 1829 escribo al doctor Jos Mara del Castillo Rada, En la cama por resultado de un ataque de bilis nerviosa, de que acabo de mejorar, pero muy dbil todava, pues llevo ms de diez das a solamente lquidos (132). El 16 de agosto de 1829 contestaba al seor Jos Fernndez Madrid, una carta suya de abril de dicho ao y destacaba: Siento mucho los males que han afligido a Ud. durante la poca de que se queja. Yo tambin he sufrido un poco en estos das y empiezo a restablecerme, y para terminar, le agrego: Adis, mi querido amigo. Si Ud. me viera en este momento parezco un viejo de 60 aos? Tal me ha dejado el ltimo ataque que he sufrido y tal me tienen los libelos con que me regalan diariamente (133). Al General OLeary le contest su correspondencia del 17 de agosto de 1829, A poco de haber salido de un furioso ataque que he sufrido y de que me hallo todava bastante dbil, me impongo de la carta de Ud. (134). Urdaneta recibe informacin el 20 de agosto: Yo voy restableciendo de la enfermedad que sufr ahora das, pero como he quedado muy dbil y nos debemos mezquinar un poco a los trabajos, porque no estamos ya para gracias, pienso irme por San Buenaventura para Bogot cuando sea tiempo para ahorrar camino y el insalubre clima de Pata (135), y el mismo da le digo a Castillo Rada Yo estoy aun bastante dbil de mi pasado mal. Yo me hallo bastante restablecido, pero no enteramente repuesto de mis; fuerzas, porque fue muy grande la tormenta que descarg sobre m, la que me ha dejado tan acobardado que pienso verificar mi regreso a esa capital por San Buenaventura, as para ahorrar camino, como para evitar el insalubre clima de Pata (136). En la misma fecha le escriba a Jos Manuel Restrepo: Yo tambin acabo de salir de una grande enfermedad de bilis negra, que me redujo a la cama por algunos das; pero ya voy restablecindome poco a poco. .. Ya he dicho a Ud. del horrible ataque que he sufrido, pues, mi amigo puedo asegurar a Ud. que me vino del grito simultneo contra m, de uno al otro polo... Pienso verificar mi regreso a esa capital por San Buenaventura, para ahorrar camino y el clima de Pata, pues ya no estamos para hacer muchas gracias con esta mquina de tantas maneras estropeada (137). El 21 de agosto me comuniqu con Briceo Mndez Hace muy poco que he salido de una grande tormenta de bilis que me tuvo en cama doce das y me ha dejado todava muy dbil (138); al general Carlos Soublette: yo acabo de salir de un fuerte ataque de bilis negra, y estoy aun algo dbil porque estuve a lquidos muchos das y ahora me voy reponiendo (139); al general OLeary: aun estoy bien dbil de la enfermedad que he sufrido y de que voy reponindome ahora (140), y al Gran Mariscal de Ayacucho: Yo despus de estar sumamente ocupado con el mucho despacho urgente estoy tambin muy dbil todava para entrar a contestrle hoy (141). El 25 del mismo mes informo a mi sobrino Anacleto Clemente, yo he sufrido un grande ataque de bilis que me tuvo en cama algunos das, pero ya estoy bueno y me voy reponiendo de mis fuerzas que se debilitaron mucho con el mal y los lquidos. En un campo muy cerca de aqu, adonde me voy pasado maana, creo acabar de reponerme, porque dicen que es muy fresco, y es un temperamento tal el que yo necesito y apetezco (142), y al seor Pedro Pablo Daz, yo tuve ahora un ataque terrible de bilis negra, pero me cur, y me voy reponiendo de la debilidad en que me pusieron la enfermedad y los lquidos (143). Al general Pez le deca con fecha del 26 de agosto de 1829 yo acabo de salir de un ataque furioso de bilis negra que me debilit en extremo; pero ya estoy bueno, y voy reponiendo mis fuerzas poco a poco. Maana me voy a una isla frente a esta ciudad a pasar algunos das en una casa de campo que hay all (144). Restrepo supo por correspondencia ma del 31 de agosto de 1829, lo siguiente: Por ac tampoco tenemos ninguna novedad y todo sigue bien. Yo me hallo en mi isla, convaleciendo muy bien; y slo la miseria de estos pueblos me hace sufrir bastante (145), y por la misma va qued enterado Vergara, regreso al da siguiente por la maana en que nos hallamos de mudanza al campo donde me hallo convaleciendo muy bien y desde donde le escribo (146). Al general Pedro Herrn le manifiesto el 2 de septiembre, Yo estoy tambin perfectamente repuesto de mis males, y pasndolo actualmente en una casa de campo, donde voy convaleciendo mucho (147). El 4 de setiembre de 1829 le dirijo una larga carta a don Joaqun Mosquera Tenga Ud. la bondad, mi querido amigo, de dispensarme esta fastidiosa carta: ella es hija de una atrabilis mortal que me devora y me ha tenido enfermo todos estos das; por lo que he salido a una milla de la ciudad a tomar el aire del campo, ms no sus ejercicios, porque estoy metido en una isla donde no hay para donde salir por las dificultades del terreno (148), y el mismo da le refiero a OLeary Yo me hallo ya disfrutando de regular salud en mi casa de campo a una milla de la ciudad; pero sin poder hacer el ejercicio que apetezco, porque el lugar, que es una pequea isla no lo permite. Sin embargo me va muy bien en ella y voy convaleciendo mucho (149); a Urdaneta le digo, Yo sigo restablecindome perfectamente en mi casa de campo a una milla de la ciudad (150), y al seor Jos A. de Alamo, yo sigo perfectamente bien en mi campo a una milla de la ciudad convaleciendo mucho (151). El 5 de setiembre de 1829 le refiero al General Pez, Yo voy restablecindome de la debilidad extrema en que me dej el furioso ataque de bilis negra que sufr; y me hallo en el campo a una milla de la ciudad, donde me va bien porque hay fresco y como con apetito; de modo que en los ocho das que llevo aqu me he repuesto mucho. Slo me falta terreno donde pasear a caballo, porque esto es una isla pequea y muy cortada por los fangos (152). Al da siguiente le escribo al Dr. Del Castillo Rada, Yo sigo perfectamente bien en mi casa de campo y estoy ya bien restablecido (153). Con todos los adelantos de mi salud yo me senta optimista con mi futuro fsico y as lo hice saber a Vergara el 10 de setiembre de 1829, Por mi parte slo podr ayudar a Uds. con mis consejos y con mi influjo y de la manera que sea ms conveniente, pues el miserable perodo de cuatro o seis aos que ser lo que me resta de vida, no es para ofrecer otra cosa, ni Uds. pueden esperar ms de m (154). El 13 de septiembre le escribo al ..General OLeary una larga carta, de la cual sealo, Ya Ud. est impuesto de que he salido de una enfermedad de bilis, que me ha dejado bastante dbil y convencido de que mis fuerzas se han agotado casi todas. No es creble el estado en que estoy segn lo que he sido toda mi vida; y bien se que mi robustez espiritual ha sufrido mucha decadencia o que mi constitucin se ha arruinado en gran manera, lo que no deja dudas es que me siento sin fuerzas para nada y que ningn estmulo pueda reanimarlas; luego hago una serie de razonamientos para repetir: cuatro o seis aos son los que restan de vida (155).

El 28 de setiembre de 1829, le escribo al Mariscal Sucre, desde Babahoyo donde le trato varios asuntos, sin poder extenderme mucho porque no tengo quien me escriba. Soy demasiado flojo para poder llevar mi correspondencia con mi mano; no se tampoco y me canso. . . ahora estoy cansado (156). Desde Quito le digo en PD. a Urdaneta el 22 de octubre de 1829, Dgale Ud. a los seores Ministros mil cosas de mi parte, que no les escribo porque estoy muy ocupado, fatigado y abrumado de negocios (157). El 22 de noviembre y me encontraba en Popayn de paso para Bogot y le escrib al seor Estanislao Vergara, He tenido un viaje muy lluvioso, y por consiguiente, muy molesto, sin embargo me siento con mucha salud y robustez (158) y ms o menos lo mismo repito al general Pez (159), y al General Urdaneta (160) en cartas de la misma ciudad y fecha. El 5 de diciembre de 1829 desde Popayn le escribo al General J. J. Flores: Es intil ocuparse de otra cosa que de nuestra salud y adems crea Ud. que haremos demasiado si salvamos la patria y el pellejo (161). La marcha se hizo difcil por las lluvias, los caminos intransitables y el cansancio de las bestias. El 27 de diciembre de 1829 estbamos en Buga, de donde le escrib al general Pez, Yo sigo mi marcha con buena salud y muy satisfecho por las demostraciones de jbilo y cario que me muestran los pueblos del Sur (162).Con el pensamiento dedicado a cada uno de los graves problemas que pesaban sobre Colombia, continu mi marcha, durante la primera parte del mes de enero de 1830, hacia Bogot, donde se me esperaba con la ansiedad de encontrar en mi persona la salida conveniente a los planteamientos de los partidos polticos y al desarrollo juicioso de las deliberaciones del prximo Congreso Constituyente. Sobre mi espritu pesaban la infamia de mi Pas nativo y casi estoy convencido, que nunca he sufrido tanto como ahora, deseando casi con ansia un momento de desesperacin para terminar una vida que es mi oprobio (163). El 15 de enero de 1830 entr a Bogot, no podra explicar la sensacin que experiment ante el recibimiento de que fui objeto. Posada Gutirrez (164) lo capt bien en estas frases: Los balcones, las ventanas, las torres estaban llenas de gente; pero en tan grave multitud reinaba silencio triste ms que animacin; las salvas de artillera, los repiques de las campanas vibraban sin producir alegra. El instinto de las masas vea ms bien en aquella solemnidad los funerales de la gran Repblica, que una entrada triunfal de su glorioso fundador. Es casi seguro que sus ms fogosos enemigos se sintieron conmovidos, ahogando el patriotismo por un momento en sus pechos los bastardos sentimientos del espritu de partido. Cuando Bolvar se present, yo vi algunas lgrimas derramarse. Plido, extenuado; sus ojos tan brillantes y expresivos en sus bellos das, ya apagados; su voz honda, apenas perceptible, los perfiles de su rostro, todo en fin, anunciaba en l, excitando una vehemente simpata, la prxima disolucin de su cuerpo, y el cercano principio de la vida inmortal (164). Jos Ignacio Mndez, siguiendo a Posada Gutirrez, dira despus, Todos los espectadores quedaron sorprendidos al ver a Bolvar, cuya ruina fsica apenas era comparable con su decadencia poltica. Sus ojos, antes fulgurantes se extinguan, la voz era cavernosa y su rostro demacrado y plido (165). Sin embargo, el 22 de enero le escrib al doctor Jos Antonio Arroyo, Tengo el gusto de participar a Ud. que llegu bueno aqu, sin que me hubiera molestado mucho el camino, porque estaba bastante regular (166), y al da siguiente informaba al general Jacinto Lara, Hace ocho das llegu a esta capital, bastante estropeado por el camino, aunque con mucha salud (167). El 20 de enero de 1830 instal el Congreso Admirable, presenci la eleccin del Mariscal Sucre como Presidente, pronunci un breve discurso, dej el Mensaje que habra de ser ledo y pona en manos del Soberano Congreso, los poderes que ejerca, hice circular una proclama y me retir al Palacio de Gobierno. Mientras el Congreso desarrollaba sus labores en medio de largas y estriles discusiones, yo sufra fsica y espiritualmente. A mi leal amigo OLeary hice saber el 23 de febrero de 1830. He sufrido un gran ataque de bilis que me ha dejado muy postrado; slo para escribir estas cuatro lneas y para ordenar al general Montilla lo que Ud. ver por Secretara (168); tres das ms tarde comunicara al seor Jos Antonio Arroyo, En estos das he sufrido un fuerte ataque bilioso y aunque estoy casi bueno, la debilidad con que me dej ste, me tiene un poco molesto (169). El 27 de febrero de 1830, Arboleda recibira estas frases mas: Hace algunos das me atac una fuerte enfermedad provenida de revolucin de bilis, y aunque ya estoy bueno, la debilidad con que he quedado me tiene bastante molesto (170), con el mismo sentido, digo: Hace algunos das que he sufrido un fuerte ataque de bilis y aunque estoy casi bueno, la debilidad con que he quedado me tiene molesto; al general Toms C. Mosquera (171) y al general Mariano Montilla (172). En el mes de febrero, dice Posada Gutirrez, la salud del Libertador decaa visiblemente; el insomnio, la desgana producida por la agitacin del nimo, por la tristeza, por la desesperacin de ver perdido en el porvenir el fruto de sus esfuerzos, agotaban la poca energa fsica y moral que los trabajos militares y polticos y los sin sabores, le haban dejado; tena apenas cuarenta y siete aos, y pareca sexagenario. rale, pues forzoso separarse del gobierno para buscar alivio en el campo (173). Hasta cierto punto, estas observaciones del coronel Posada corresponden a la verdad y por ello pas una comunicacin al Congreso para que eligiera a la persona que hubiera de sustituirme en la presidencia de Colombia, pero como este cuerpo deliberativo no atendi dicha solicitud resolv, basado en el Decreto Orgnico de 1828, nombrar al general Domingo Caicedo presidente del Consejo de Ministros, quien se encarg del poder ejecutivo y me retir a la Quinta Fucha del mismo general Caicedo. El 2 de marzo comunicaba al general OLeary esta resolucin que me retiraba del poder ejecutivo y de todo mando en Colombia, Yo estuve malo hace algunos das, pero ya me he restablecido en parte, sin embargo, tendr que irme al campo a la Quinta de Caicedo que est cerca de esta ciudad. Yo he nombrado a este general presidente interino del consejo, para darle ms popularidad al Gobierno y me aseguran que el pueblo est contento con el nombramiento (174).

La Quinta de Caicedo se conoca en Colombia y se conoce en la Historia con el nombre de la Quinta Fucha, que al decir de Comelio Hispano, tiene la siguiente situacin: En sitio opuesto al de la clebre Quinta de Bolvar, en los parajes ms pintorescos de la sabana inmediata a Bogot, sobre las vegas de los agrestes riachuelos de Fucha y Tunjuelo, se ve blanquear, entre frondosos nogales, alisos, sauces y eucaliptos, la antigua Quinta de los Caicedos, que un da alberg al Libertador de Colombia (175). Desde esa Quinta de Fucha escrib al seor Jos Fernndez Madrid el 6 de marzo de 1830, una larga carta que ha sido considerada por algunos como mi testamento poltico porque sealo al mismo Fernndez las alternativas de mi vida pblica y los medios que tiene para mi defensa. Haba pensado remitir a Ud. los documentos de mi vida pblica, pero he sabido por el coronel Wilson, que el general, su padre, tiene la obra en diez y seis volmenes, y que puede Ud. pedrselos prestado para poder responder a las calumnias que estn prodigando contra m. No vacile Ud. en negar positivamente todo hecho contrario a lo que Ud. conoce de mi carcter; y ms adelante agrega: En fin, mi querido amigo, los documentos de mi vida dan bastante medios de defensa, aunque faltan la mayor parte de los primeros perodos de mi historia; ms, como son los ltimos aos los que ms me atacan, encontrar Ud. siempre argumento en los hechos que se han visto y estn escritos. Remito a Ud. la Gaceta de hoy, por la cual se informar de algunas explicaciones satisfactorias, y ver, al mismo tiempo, que he dejado el mando al seor Caicedo, con motivo de los males que padezco, aunque no son graves.

No volver a tomar ms el mando, porque ya me es insoportable bajo de todos respectos (176).

El 7 de marzo me dirijo al Coronel Jos Flix Blanco, He tenido que venirme a una quinta del General Caicedo a restablecerme de una fuerte ataque de bilis que sufr en estos das; por este mismo motivo he tenido que encargar a dicho general interinamente de la presidencia del Consejo de Ministros (177). A pesar de estar retirado del mando, a la Quinta Fucha llegaban muchos problemas, de los cuales yo no quera saber ni resolver nada, y en esta forma le contest al general Jos Mara Obando el 8 de marzo de 1830: debe Ud, dirigirse al seor Caicedo, siempre que tenga que quejarse o tomar medidas contra cualquier persona, en la inteligencia de que yo no me mezclo en nada, nada, nada. Yo he muerto polticamente y para siempre (178). Mosquera tambin recibi comunicacin ma, de fecha 8 de marzo de 1830: Ya Ud. sabr que sufr un ataque bilioso en das pasados, por cuya causa he tenido que venirme a la quinta del general Caicedo, para ver si, mudando de aires, consigo restablecerme de un todo (179). El 21 de marzo regres a Bogot, con motivo de la frustrada revolucin del coronel de milicias, Mariano Pars. Desde Bogot le escrib el 28 de abril de 1830 al seor Jos Fernndez Madrid, participndole que el 27 de abril pasado haba presentado mi renuncia irrevocable de Presidente de la Repblica al Soberano Congreso y que dentro de pocos das tendramos nuevos mandatarios, terminando as: Mientras tanto, mi amado amigo, pngase Ud. bueno que yo lo estoy, y le deseo la misma dicha (180). El 4 de mayo de 1830 el Congreso Colombiano eligi Presidente de la Repblica a don Joaqun de Mosquera y vicepresidente al general Caicedo, a los dos envi felicitaciones, a pesar de que con la eleccin de Mosquera no estuve de acuerdo (181). Todo no poda ser ingratitud abierta, algn rasgo de reconocimiento y de humanidad tena que recibir y de serme grato; los honores decretados por el Congreso de Colombia, las manifestaciones del Obispo, de personas destacadas y padres de familia de Quito, invitndome a vivir en territorio ecuatoriano, las atenciones prestadas por muchos amigos colombianos que fueron a despedirme y acompaarme durante varias millas en la salida, el 8 de mayo de 1830, de la definitiva retirada, de mi ltima permanencia en Bogot,; pero en mi espritu, nada de esto menguaba el golpe tremendo que martillaba mis sentimientos, las acciones intrigantes y destructivas que venan de mi Venezuela, de mi Caracas, por la. cual lo hice todo, y de donde tendra que recibir todava muchas afrentas que las pasiones polticas y ambiciones de mando de mis paisanos, hecharan a rodar por el desfiladero inicuo de las traiciones. De Bogot fui a Cartagena. Mi sobrino don Fernando Bolvar les dir mi ruta: Cuando terminada la guerra regres el Libertador, renunci el mando y se retir a Cartagena. De all fuimos a vivir primero en el cerro de la Popa, y despus en el Pie de ella. Yo me ocupaba de escribir la numerosa correspondencia amistosa que de todas partes le llegaba y tena bastante que hacer. De Cartagena fuimos a Turbaco y a Soledad, pueblo inmediato a Barranquilla y despus a Sabanilla donde nos embarcamos y vinimos a Santa Marta. La salud de mi to se agrav en todos estos lugares ardientes y malsanos (182). Desde Guaduas, escrib el 11 de mayo, a Manuela Senz, Tengo el gusto de decirte que voy muy bien y lleno de pena por tu afliccin y la ma por nuestra separacin (183). El 20 de setiembre de 1830 le deca al general Pedro Briceo Mndez, Yo estoy viejo, enfermo, cansado, desengaado, hostigado, calumniado y mal pagado. Yo no pido por recompensa ms que el reposo y la conservacin de mi honor: por desgracia es lo que no consigo (184). A mi consecuente amigo, seor Estanislao Vergara, le deca desde Cartagena, el 25 de setiembre de 1830, no puedo menos de confesar a Ud. que aborrezco mortalmente el mando porque mis servicios no han sido felices, porque mi natural es contrario a la vida sedentaria, porque carezco de conocimientos, porque estoy cansado y porque estoy enfermo (185). Desde Turbaco me comuniqu con el general Rafael Urdaneta, Yo he venido aqu de Cartagena un poco malo, atacado de los nervios, de la bilis y del reumatismo. No es creble el estado en que se encuentra mi naturaleza. Est casi agotada y no me queda esperanza de restablecerme enteramente en ninguna parte y de ningn modo. Slo un clima como el de Ocaa, puede servirme como alivio; pues la tierra caliente me mata y en la fra no me va bien; la experiencia, me lo ha enseado; al referirme a posibles observaciones militares que pueda hacer en Turbaco, digo: Aun me lleva otro fin y es el de mi salud. . . Las autoridades del departamento estn muy empeadas en obrar sobre Maracaibo y yo en buscar mi salud, as logramos todo sin perjuicio de nada (186). Al Prefecto de Antioqua le escribo desde Soledad el 4 de octubre de 1830: hallndome yo afligido por achaques de salud y sin capacidad para ejercer el poder supremo (187). Desde la misma villa le dije al general OLeary, Yo me he detenido en esta villa para reparar un poco de salud, que haba .llegado al ltimo estado de debilidad; ya estoy reponindome, aunque despacio, y pienso que antes de 8 das seguir a Santa Marta (188) El 16 de octubre desde Soledad, envi una larga carta al general Urdaneta. Me tiene Ud. aqu detenido a causa de mi salud que se ha deteriorado mucho, porque los males de que adolezco se han complicado de una manera muy penosa. Yo sufra antes bilis y contraccin de nervios, y ahora ha resucitado mi antiguo reumatismo; as es que cada remedio, o cada precaucin que tomo para impedir el progreso de cada una de las enfermedades, perjudica a la otra muy fuertemente. Es intil detallar la serie de estas menudencias; siendo lo peor de todo que ni hay un mdico regular ni tampoco el clima me conviene. Yo conozco y los profesores me lo han aconsejado que debo navegar unos das en el mar para remover mis humores biliosos y limpiar mi estmago por medio del mareo, lo que para mi un remedio infalible, ya que no puedo vencer la repugnancia a tomar remedio por la boca. Todava no he llegado a tragar una gota de medicina a pesar de mis males; al mismo tiempo mi reumatismo se opone a que vaya a percibir las humedades y fri de esas sierras heladas que se encuentran en Ocaa, al paso que mis nervios sufren extraordinariamente de este inmenso calor; de suerte que, con mucho dolor, suelo marearme y dar un paseo en la casa, sin poder subir una escalera por lo mucho que sufro. Tambin ha de saber Ud. que mi debilidad ha llegado a tal extremo que el menor airecito me constipa y que tengo que estar cubierto de lana de la cabeza a los pies. Mi bilis se ha convertido en atrabilis, lo que ha influido poderosamente en mi genio y carcter. Todo esto, mi querido general, me imposibilita de ofrecer volver al gobierno, o ms bien de cumplir lo que haba prometido a los pueblos de ayudarlos con todas mis fuerzas, pues no tengo ninguna que emplear ni la esperanza de recobrarlas. Bien persuadido de esta verdad, y no queriendo engaar a nadie, y mucho menos a Ud. tengo la pena de asegurarle que, no pudiendo servir ms, he resuelto decididamente tratar slo de cuidar mi salud, o ms bien mi esqueleto viviente. Advierto a Ud. esto para que tome sus medidas para asegurar la presidencia de la repblica, o el poder supremo que ahora ejerce, sea para Ud. mismo, o para quien parezca capaz de dirigir la nacin, si es que Ud. no quisiere continuar en el mando; en esto yo no me meto, porque no puedo querer para otro lo que no quiero para m;... luego contino con una serie de comentarios sobre la situacin poltica de Colombia y agrego: Dice Madame Stael, y otros antes que ella, que el lecho de un moribundo es un altar proftico que debe considerarse como una especie de inspiracin que recibe all el moribundo. Yo profetizo, pues, que el actual gobierno no alcanza al da en que se elija al nuevo presidente, a menos que Ud. desenvuelva su carcter y se defienda como un desesperado... ya para terminar esta prolongada comunicacin con el general Urdaneta digo: Espero que dentro de ocho das estar un poco mejor para poder seguir a Santa Marta a tomar aires mejores y buenos baos; si all no recibo mejora, quin sabe lo que hago, pues no tengo un mdico que me aconseje, ni una persona digna de ser oda en esta materia de salud; quin sabe si yo me estoy matando por no hacerme nada, y siguiendo un rgimen errado?

Adis mi querido general; d Ud. mil expresiones a mis amigos, a los que no escribo porque no he recibido cartas de ellos, ni me es fcil dictar largo tiempo porque sufro mucho, mi pecho se irrita y me pongo a toser (189). A las seis y media de la tarde del 22 de octubre de 1830, escribo al general Montilla, Advierta Ud. que mientras no se haya tomado Ro Hacha, no voy a Santa Marta, pues por aqu me va un poco mejor de salud y estoy bastante bien en la casa del amigo Visba (190). De Soledad contest al seor Estanislao Vergara el 25 de octubre del ao 30, que me sugera tomase el mando de Colombia, y como la causa principal que me lo impide es mi salud que me ha reducido a un estado bien triste (191). El 25 de octubre de 1830, me dirig nuevamente al general Urdaneta: Tampoco en este correo he recibido carta de Ud., sin embargo le escriibo desde la cama donde estoy reducido a sufrir mis males, que se empeoran; siendo lo ms lamentable que no tengo un mdico que me asista y aunque no faltar alguno en Santa Marta, no he querido irme para all, porque todava no sabemos si se ha tomado o no a Ro Hacha y ms adelante le agrego: No creo que pueda hacer servicios a Ud. y a la patria, porque estoy muy postrado (192). Haca diez das poco ms o menos haba escrito a don Joaqun de Mier, de Santa Marta agradecindole y aceptndole el ofrecimiento de su casa de campo en Santa Marta para ir a recobrar mi salud (193), por lo cual le escriba al general Montilla el 27 de octubre de 1830, en los siguientes trminos: Aunque he deseado irme para Santa Marta, por gozar de todas sus conveniencias y de las bondades de Mier, me es imposible ejecutarlo porque mis males van empeorando y realmente no creo que pueda hacer el viaje. Desde antes de salir de Cartagena haba empezado a sentir dolores en el bazo y en el hgado, y yo crea que era efecto de la bilis, pero me he desengaado que es un ataque formal por efecto del clima a estas partes delicadas y mi bilis ha llegado a tal punto que ya me tiene descompuesto todo el estmago. Tambin el reumatismo me aflige un poco, de manera que estoy inconocible. Necesito con mucha urgencia un mdico y de ponerme en curacin formal para no salir tan pronto de este mundo, lo que no me costara mucho, pues yo me he quedado contra toda mi voluntad en este pas y no se a punto fijo si me sera muy sensible morirme con. tal de salir de Colombia (194).

El 31 de octubre le deca al general Justo Briceo, en relacin con mi estada en Soledad, Yo me he quedado aqu porque estoy enfermo (195); y el mismo da le manifestaba a Urdaneta: Al fin tengo la contestacin a los papeles que llev Austria, y todo lo que Ud. me dice en ella me parece exacto; ms hay un punto sobre el que no podemos acordar, pues un imposible se opone a todo: mi salud. Se ha deteriorado tanto que realmente ha llegado a creer que morira; con este motivo tuve que llamar al mdico del lugar para ver si me haca algn remedio, aunque no tengo la menor confianza en su capacidad y voluntad; pero, el pobre, me ha levantado de la cama; dndome una fuerza ficticia, pero dejando las cosas como estaban, porque no hay buen medicamento para quien no lo toma, pues esta es mi mayor enfermedad y lo peor es que es irremediable; porque prefiero la muerte a las medicinas: ni aun la coaccin del dolor me persuade, pues le" tengo una repugnancia que no puedo vencer (196). No obstante mi estado de salud los jefes militares de diferentes guarniciones de Colombia, me escriben y yo algunas veces solicito informaciones de sus actividades, me piden consejos y sugerencias, que yo trato de evitar, aunque no siempre, pues por costumbre las hago y a veces ordeno. A Mariano Montilla le inform desde Soledad el l9 de noviembre de 1830, Hoy ha llegado Austria y me ha trado cartas de mis amigos y particularmente de Urdaneta, probndome todos que debo irme a Bogot, lo que no es muy difcil probarlo, pero mis males responden a todo: estos no pueden curarse sino con un paseo en el mar para arrojar toda mi bilis que es inmensa y que yo no puedo expeler de otro modo, porque tengo una repugnancia invencible a tomar medicinas (197). Antes de seguir adelante quisiera referirle la terrible impresin que experiment la noche que supe la muerte del gran Mariscal de Ayacucho; Habame instalado en un boho en el Pie de la Popa, en Cartagena, all estaba triste, meditabundo, casi solo, huyendo del bullicio, aguardando el momento de emprender mi viaje, cuando en l? de julio como a las nueve de la noche llegaron a la puerta dos carruajes que conducan al general Montilla, al seor Francisco, al seor Amador y a otras personas notables. Al verlos entrar sobresaltados les pregunt qu novedad hay? General contesta Montilla, el Gran Mariscal de Ayacucho, ha sido alevosamente asesinado en la montaa de Berruecos. Me anonad; cayendo en un abatimiento de nimo terrible.

Cuando me inform de los pormenores de atentado, supliqu a mis amigos, que me dejaran solo. Pas toda la noche insomne, pasendome en el patio de la casa y amanec febricitante. (198).

El 4 de noviembre de 1830, estando Urdaneta en el Gobierno, me insta a que vaya a Bogot, a encargarme del poder y despus delegarlo en su persona, a lo cual contest que adems del aspecto poltico de ese poder obtenido por golpe de fuerza, el mal humor, la atrabilis que me devora y lo desesperanzado que me hallo de la salvacin de la patria me han inspirado los pensamientos ms negros y menos cortsmente expresados. Pido en esta oportunidad a Urdaneta que entregue las cartas de esta poca al coronel Austria, para evitar que caigan en manos de mis enemigos y les den un destino siniestro, y por ltimo le sealo: Dir a Ud. de paso, que materialmente me es imposible ir a Bogot a conferir a Ud. una delegacin de mando, porque es imposible que yo pueda hacer en el estado en que estoy este viaje, pues realmente no es practicable (199).

El 6 de noviembre escribo a Vergara, desde Soledad: Mis males han calmado un poco, aunque tengo que guardar el mayor rgimen en la dieta, ejercicio y dems, voy recobrando por grados mis fuerzas (200).

Urdaneta trata de todas maneras de encauzar a Colombia por rumbos salvadores en aquel ambiente revuelto de intrigas, calumnias y traiciones; al mandatario y amigo le escribo el 6 de noviembre desde el pueblo que representa mi estado espiritual, Soledad: Mi mal se va complicando y mi flaqueza es tal que hoy mismo me he dado una cada formidable, cayendo de mis propios pies sin saber cmo y medio muerto. Por fortuna no fue ms que un buen vahdo que me dej medio aturdido, ms esto siempre prueba lo que dije antes, que estoy muy dbil (201). Dos das ms tarde desde Barranquilla entonces, escribo nuevamente a Urdaneta, Mis males van as; sufro en general todos los achaques, pero suelo tener ms o menos fuerzas, cuanto menos dieta tomo, pero este desorden de mi dieta es aconsejado por el mdico mismo para que no muera de consuncin. As esque las fuerzas que gano me cuestan el aumento de mi bilis y la mayor irritacin de mis nervios; pues es a fuerza de vino generoso y de especeras que excitan el apetito y me dan fuerza. Todo lo que gano es dao de mi mal. Espero, pues no tomo remedio para nada, y mucho menos cuando me acuerdo que el vomitivo que tom en Bogot, me hizo dejar el mando en el momento ms crtico, exponidome a la censura y quizs al sacrificio (202). El 8 de noviembre de 1830, desde Barranquilla, solicito del general Mariano Montilla, algunas cosas para mi mesa, pues no tenemos por aqu, ni pan, ni vino, ni nada ms que lo que da la tierra; Mando a buscar un poco de jerez seco y cerveza blanca. Me dicen que no hay nada de esto, pero como necesito de muy pocas botellas, puedo decentemente pedirlas a un amigo; me vine aqu por salir de las humedades de Soledad y para variar (203).

Nuevamente tengo que tratar por escrito con el general Montilla sobre problemas militares y polticos de Ro Hacha y de otros departamentos de Colombia, para sostener firmemente: Mientras que yo no vea buenos sucesos por Ro Hacha, yo no voy para Santa Marta, porque tiemblo, como una hoja de un revs. No crea que yo soy hombre que vea visiones, que lo que yo preveo son cavilaciones de un enfermo, sino los clculos m