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El primer apóstol James Becker

Becker James - Christopher Bronson 01 - El Primer Apostol

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  • El primer apstol James Becker

  • Agradecimientos

    Me gustara comenzar por dar las gracias a Luigi Bonomi, el mejor agente literario de Londres y un hombre a quien me complazco en llamar buen amigo, en primer lugar por sugerirme la idea de este libro, y en segundo lugar por su perseverancia para conducirlo a travs de una serie de encarnaciones hasta haber cumplido sus estndares con precisin.

    En cuanto al personal de Transworld, me gustara expresar mi agradecimiento a Selina Walter y Danielle Weekes, dos de las mujeres con mayor encanto y talento con las que he tenido el privilegio de trabajar (adems de ser unas editoras formidables), y a Francesca Liversidge por su manifiesto entusiasmo por el libro desde el prin- cipio. La publicacin es, por supuesto, un trabajo en equipo, por lo que me siento muy agradecido hacia todas aquellas personas de Transworld que han participado en ella, por su dedicacin y profesionalidad.

    James Becker

    Principado de Andorra, 2008.

  • Prlogo

    Primavera, ao 67 d. C. Jotapata, Judea

    En medio de un grupo silencioso de hombres vigilantes, el judo desnudo forcejeaba con violencia, aunque no le iba a servir de mucho. Un fornido soldado romano se arrodill sobre cada uno de sus brazos, inmovilizndolos contra la spera viga de madera, el patibulum, mientras otro le sujetaba las piernas con fuerza.

    El general Vespasiano observaba, como haca en todas las cruci- fixiones. Que l supiera, este judo no haba cometido ninguna ofensa en contra del Imperio romano, pero haca mucho tiempo que haba perdido la paciencia con los defensores de Jotapata, y de forma rutinaria haba ejecutado a todos los que su ejrcito haba podido capturar.

    El soldado que sujetaba el brazo izquierdo del judo disminuy ligeramente la presin ejercida, solo lo suficiente para que otro hombre atara la mueca de la vctima con un pao grueso. Los romanos eran expertos en este mtodo de ejecucin, dado que contaban con una prctica considerable, y saban que el tejido ayudara a contener el flujo de sangre de las heridas. La crucifixin deba ser lenta, dolorosa y pblica, y lo ltimo que deseaban era que el condenado muriese desangrado en cuestin de horas.

    Por lo general, las vctimas de crucifixiones eran azotadas primero, pero los hombres de Vespasiano no tenan ni tiempo ni ganas para ocuparse de eso. En cualquier caso, saban que los judos duraban ms en la cruz si no se les azotaba, lo que ayudaba a reforzar el rotundo mensaje del general a la ciudad asediada, situada a una distancia ligeramente superior a un tiro de flecha.

    Una vez atado, volvieron a ejercer presin sobre el brazo del judo contra el patibulum, cuya rugosa madera estaba manchada de sangre ya seca. Un centurin se aproxim con un martillo y unos clavos. Los clavos eran gruesos y medan aproximadamente veinte centmetros de longitud, tenan grandes cabezas planas, y estaban fabricados especficamente para este propsito. Al igual que las cruces, se haban utilizado en numerosas ocasiones.

  • Que no se mueva grit, y continu su tarea.

    El judo se puso rgido al sentir que la punta del clavo tocaba su mueca, y luego grit cuando el centurin lo golpe con el martillo. El martillazo fue enrgico y certero, y el clavo le atraves el brazo y se incrust profundamente en la madera. Para agravar la agona provocada por la herida, el clavo le sesg el nervio mediano, causando un intenso y continuo dolor a lo largo de toda la extremidad.

    La sangre manaba a chorros de la herida, salpicando el suelo que rodeaba al patibulum. Unos diez centmetros del clavo sobresalan an por encima del pao que rodeaba la mueca del judo, ahora empapado en sangre, pero dos martillazos ms lo acabaron de remachar del todo. Una vez que la cabeza plana del clavo presion con fuerza el pao y comprimi la extremidad contra la madera, el flujo de sangre disminuy notablemente.

    El judo gritaba su agona con cada martillazo, y luego perdi el control de su vejiga. El reguero de orina sobre el polvoriento suelo provoc la sonrisa de un par de los soldados que estaban de guardia, pero la mayora no hicieron caso. Al igual que Vespasiano, estaban cansados (los romanos llevaban luchando de forma intermitente con los habitantes de Judea ms de cien aos) y durante los ltimos doce meses haban presenciado tanta muerte y sufrimiento que otra crucifixin no era ms que una diversin pasajera.

    Haba sido una cruenta lucha y las batallas estaban lejos de ser unilaterales. Solo diez meses antes, la guarnicin romana de Jerusaln al completo se haba entregado a los judos y de inmediato haban sido linchados. A partir de ese momento, no se pudo evitar una guerra a gran escala, en la que las luchas eran aun ms cruentas. Los romanos se encontraban ahora en Judea en plena fuerza. Vespasiano estaba al mando de la quinta legin (Fretensis) y la dcima (Macednica) mientras que su hijo Tito acababa de llegar con la decimoquinta (Apollinaris). El ejrcito inclua adems tropas auxiliares y unidades de caballera.

    El soldado solt el brazo de la vctima y retrocedi mientras el centurin se daba la vuelta y se arrodillaba junto al brazo derecho del hombre. Ahora el judo no se poda mover, aunque sus gritos eran enrgicos y sus forcejeos aun ms violentos. Una vez que la mueca derecha qued perfectamente amarrada con la tela, el centurin remach con destreza el segundo clavo y retrocedi.

  • La seccin vertical de la cruz Tau en forma de T (el stipes) era una parte integrante permanente en el campamento romano. Cada una de las legiones (los tres campamentos estaban uno al lado del otro en una ligera elevacin con vistas a la ciudad) haba erigido quince de ellas con unas buenas vistas de Jotapata. La mayora estaba ya en uso, siendo prcticamente igual el nmero de cuerpos vivos y muertos que colgaban de ellas.

    Siguiendo las rdenes del centurin, cuatro soldados romanos levantaron el patibulum entre ellos y transportaron la pesada viga de madera, llevando a rastras al judo condenado, cuyos gritos eran aun ms intensos, por encima del pedregoso suelo y hacia el poste vertical. Ya se haban colocado amplios peldaos a ambos lados del stipes y, sin apenas disminuir el paso, los cuatro soldados subieron y alzaron el patibulum hacia la parte superior del poste, encajndolo en la estaca ya preparada.

    En el momento que los pies del judo abandonaron el suelo y sus brazos con clavos tomaron todo el peso de su cuerpo, las articulaciones de los dos hombros se le dislocaron. Sus pies buscaban una base (algo, lo que fuera) para aliviar la increble agona que recorra sus brazos.

    En unos segundos, su taln derecho se pos en un bloque de madera que estaba sujeto al stipes a aproximadamente un metro y medio de distancia de la parte superior, apoy los dos pies en l y tir de su cuerpo hacia arriba para aliviar la presin que senta en los brazos, lo que, por supuesto, era exactamente el motivo por el que los romanos lo haban colocado all. En el momento en el que estir las piernas, el judo sinti que unas manos speras ajustaban la posicin de sus pies, colocndolos de lado y manteniendo las pantorrillas unidas. Unos segundos ms tarde, otro clavo fue remachado a travs de los dos talones de un solo martillazo, lo que fij las piernas a la cruz.

    Vespasiano miraba al moribundo, que forcejeaba intilmente como un insecto atrapado, y cuyos gritos eran ahora ms dbiles. Se apart, protegiendo sus ojos de la puesta de sol. El judo morira en dos das, tres a lo sumo. Finalizada la crucifixin, los soldados comenzaron a dispersarse y volvieron al campamento y a sus obligaciones.

    En cuanto a su diseo, todos los campamentos militares romanos eran idnticos: una cuadrcula de caminos abiertos (con nombres idnticos en cada campamento) que dividan las diferentes secciones, todo ello rodeado por una zanja y una empalizada. Cada campamento dispona en su interior

  • de tiendas individuales para los soldados y los oficiales. El campamento de la legin Fretensis estaba en medio de los tres y la tienda personal de Vespasiano, al igual que todas las de los generales que estaban al mando, a la cabeza de la Via Principalis, la calle principal, y justo enfrente del cuartel general del campamento.

    Las cruces Tau se haban erigido en una desafiante lnea que se extenda a lo largo de la parte delantera de los tres campamentos, lo que recordaba constantemente a los defensores de Jotapata el destino que les aguardaba si eran capturados.

    Vespasiano respondi a los saludos de los centinelas a su paso por la empalizada. Era un soldado al que todos admiraban. Iba en cabeza desde la parte delantera, celebrando los triunfos de su ejrcito y lamentado sus retiradas junto a sus hombres. Se haba hecho a s mismo de la nada (su padre haba sido un oficial de aduanas de poca importancia y un prestamista de poca monta) pero l haba llegado a estar al mando de legiones en Bretaa y Germania. Ignominiosamente retirado por Nern tras quedarse dormido durante una de las interminables representaciones musicales del emperador, haban vuelto a reclamar sus servicios para que se encargara personalmente de la supresin de la revuelta, lo que demostraba la gravedad de la situacin en Judea.

    Le preocupaba la campaa ms de lo que le hubiera gustado admitir. Su primer xito (una sencilla victoria en Gadara) haba sido casi por casualidad ya que, a pesar de los enormes esfuerzos de sus soldados, el pequeo grupo formado por los defensores de Jotapata no haba dado muestra alguna de rendirse, a pesar de ser muy inferior en nmero. Adems la ciudad no era precisamente crucial desde un punto de vista estratgico. Una vez que la hubo conquistado, supo que tendran que pasar a liberar los puertos mediterrneos, todos ellos objetivos potencialmente mucho ms difciles.

    Iba a ser una lucha cruenta y prolongada y, con cincuenta aos, Vespasiano era ya un hombre viejo. Habra preferido estar en cualquier otro lugar del Imperio, pero Nern haba tomado a su hijo ms joven, Domiciano, como rehn, y no le haba dejado otra opcin que la de asumir el mando de la campaa.

    Justo antes de llegar a su tienda, vio que se aproximaba un centurin. La tnica roja del hombre, los protectores de las espinillas, la lorica hamata (una armadura de cota de malla) y el casco plateado con su cresta transversal lo distinguan fcil-

  • mente del resto de los soldados, quienes vestan tnica blanca y lorica segmenta (una armadura dividida en placas metlicas). El centurin diriga a un pequeo grupo de legionarios y escoltaba a otro prisionero, que llevaba las manos atadas por detrs de la espalda.

    El centurin se detuvo respetuosamente a unos tres metros de Vespasiano y salud.

    Le traigo al judo de Cilicia, seor, como orden.

    Vespasiano hizo un gesto de aprobacin con la cabeza y le hizo seas con la mano para que se dirigiera a su tienda.

    Trigalo. Se hizo a un lado mientras los soldados introducan al hombre a empujones y lo sentaban en un banco de madera. La luz parpadeante de las lmparas de aceite permita ver que se trataba de un hombre mayor, alto y delgado, con una amplia frente, entradas y una barba descuidada.

    La tienda era grande (casi tan grande como las que eran normal- mente ocupadas por ocho legionarios) y dispona de dormitorios independientes. Vespasiano retir el broche que cerraba su lacerna, la capa prpura que lo identificaba como general, lanz la prenda a un lado y se sent con gesto de abatimiento.

    Por qu estoy aqu? pregunt el prisionero.

    Est aqu contest Vespasiano, haciendo salir a la escolta con un giro de mueca porque as lo he ordenado. Sus instrucciones de Roma estaban perfectamente claras. Por qu no las ha obedecido?

    El hombre neg con la cabeza.

    He hecho exactamente lo que el emperador me orden.

    No lo ha hecho dijo Vespasiano con brusquedad; de ser as yo no estara atrapado aqu en este miserable pas intentando sofocar otra rebelin.

    No soy responsable de eso. He cumplido mis rdenes de la mejor forma posible. Todo esto dijo el prisionero haciendo un gesto con la cabeza para incluir a Jotapata no tiene nada que ver conmigo.

  • El emperador no lo cree as, ni yo tampoco. Cree que debera haber hecho ms, mucho ms. Me ha dado rdenes explcitas, rdenes en las que se incluye su ejecucin.

    Por primera vez pudo verse un gesto de temor en el rostro del anciano.

    Mi ejecucin? Pero si he hecho todo lo que me pidi. Nadie podra haber hecho ms. He recorrido el mundo y he establecido comunidades en todos los lugares en los que me ha sido posible. Los pobres infelices me han credo, an me creen. Mire donde mire, el mito est tomando fuerza.

    Vespasiano neg con la cabeza.

    No es suficiente. Esta rebelin est minando el poder de Roma y el emperador lo culpa de ella. Por eso debe morir.

    Crucificado? Como el pescador? pregunt el prisionero, de repente consciente de los gemidos de los moribundos clavados en las cruces Tau situadas ms all del campamento.

    No. Como ciudadano romano, al menos se librar de eso. Ser llevado de vuelta a Roma, escoltado por hombres que no me puedo permitir el lujo de perder, y una vez all ser ejecutado.

    Cundo?

    Partir al amanecer. Pero antes de que muera, el emperador tiene una ltima orden para usted.

    Vespasiano se traslad a la mesa y cogi dos dpticos, tableros de madera cuyas superficies interiores estaban cubiertas de cera y unidas con alambre a l largo de uno de los lados a modo de bisagra rudimentaria. Los dos tenan numerosos orificios (foramina) alrededor de los bordes externos que estaban atravesados por linum de triple grosor, hebra que iba asegurada mediante un sello que contena el retrato de Nern. Esto evitaba que los tableros se abrieran sin romper el sello, una prctica comn para evitar la falsificacin de los documentos legales. Cada uno tena una breve anotacin en tinta en la parte delantera que indicaba lo que contena el texto, y ambos haban sido personalmente confiados a Vespasiano por Nern antes de que el general abandonara Roma. El anciano los haba visto antes en numerosas ocasiones.

  • Vespasiano seal un pequeo pergamino, situado encima de la mesa, y le dijo al prisionero lo que Nern esperaba que escribiera.

    Y si me niego? pregunt el prisionero.

    Entonces tengo instrucciones de que no sea llevado a Roma dijo Vespasiano, con una sonrisa irnica estoy seguro de que podremos encontrar un stipes vacante para que lo ocupe durante algunos das.

    Aos 67-69 d. C. Roma, Italia

    Los Jardines Neronianos, situados al pie de lo que se conoce ahora como Colinas Vaticanas, eran una de las ubicaciones preferidas de Nern para vengarse con violencia del grupo de personas que consideraba como los principales enemigos de Roma: los primeros cristianos. Los culpaba de haber iniciado el Gran Incendio que prcticamente asol la ciudad en el ao 64 d. C., y desde entonces haba hecho todo lo posible por librar a Roma y al Imperio de lo que l denominaba las alimaas judas.

    Sus mtodos eran desproporcionados. Los afortunados eran crucificados o descuartizados por perros o animales salvajes en el Circo Mximo. Aquellos para los que Nern deseaba un verdadero sufrimiento eran cubiertos de cera, empalados en estacas situadas alrededor de su palacio, y ms tarde se les prenda fuego, algo que para Nern supona una broma. Dado que los cristianos se proclamaban la luz del mundo, los utilizaba para iluminar su camino.

    Sin embargo la ley romana prohiba la crucifixin o la tortura de los ciudadanos romanos y, al menos, el emperador estaba obligado a cumplir dicha norma. Y as, una soleada maana de finales de junio, Nern y su squito observaban cmo un espadachn avanzaba con paso firme a lo largo de una hilera de hombres y mujeres que estaban atados y de rodillas, decapitando a cada uno con un solo golpe de espada. El anciano era el penltimo y, siguiendo las especficas instrucciones de Nern, el verdugo le produjo tres cortes en el cuello antes de que su cabeza cayera.

    La ira de Nern ante el error de su representante continuaba aun despus de la dolorosa muerte del hombre, y su cuerpo fue arrojado bruscamente a un carro y trasladado a kilmetros de Roma, para ser lanzado al interior de una pequea cueva, cuya entrada sera ms tarde sellada con piedras de gran tamao. La cueva ya estaba ocupada por los

  • restos mortales de otro hombre, otra espina clavada en el costado del emperador, que haba sufrido una extraa crucifixin tres aos antes, a comienzos de la persecucin neroniana.

    Los dos dpticos y el pequeo pergamino haban sido entregados a Nern en cuanto el centurin y su prisionero judo llegaron a Roma, pero durante algunos meses el emperador no pudo decidir qu hacer con ellos. Roma luchaba para reprimir la rebelin juda y Nern tema que si haca pblico su contenido, podra incluso empeorar la situacin.

    Sin embargo, los documentos (el pergamino contena bsicamente una confesin por parte del judo de algo infinitamente peor que la traicin, y los dpticos proporcionaban una evidencia irrefutable que lo apoyaba) eran realmente valiosos, incluso explosivos, y se encarg con sumo cuidado de mantenerlos a salvo. Dispona de una rplica exacta del pergamino. En el original, haba inscrito personalmente una explicacin de su contenido y propsito, y lo haba autenticado con el sello imperial. Los dos dpticos haban sido guardados en secreto junto a los cuerpos en el interior de la cueva escondida, y el pergamino en un arcn en el interior de una cmara cerrada con llave de uno de sus palacios, pero guard la copia junto a l, oculta en una vasija de barro, por si se haca necesario revelar su contenido.

    Tiempo ms tarde, los eventos lo cogieron por sorpresa. En el ao 68 d. C., el caos y una guerra civil tomaron Roma. Nern fue declarado traidor por el Senado, huy de la ciudad y se suicid. Galba, quien fue rpidamente asesinado por Otn, lo sucedi. Vitelio se enfrent a l y derrot al nuevo emperador en una batalla; Otn, al igual que hiciera Nern antes que l, se clav su espada.

    Pero los que apoyaban a Otn an no haban perdido las esperan- zas. Buscaron otro candidato y se decidieron por Vespasiano. Cuan- do tuvo constancia de los sucesos de Roma, el anciano general dej la guerra de Judea en las ms que capaces manos de su hijo Tito y viaj a Italia, derrotando al ejrcito de Vitelio a su paso. Vitelio fue asesinado cuando las tropas de Vespasiano se hicieron con la ciudad. El 21 de diciembre del ao 69 d. C., Vespasiano fue reconocido oficialmente por el Senado como el nuevo emperador y finalmente la paz qued restaurada.

    En medio de la confusin y el caos de la breve pero cruenta guerra civil, un arcn de madera cerrado con llave y una vasija de barro corriente, que contenan un pequeo rollo de pergamino cada uno,

  • sencillamente desaparecieron.

  • 1

    1

    Durante un momento Jackie Hampton no tuvo ni la menor idea de lo que la haba despertado. La pantalla digital del radiodespertador mostraba las tres y dieciocho, y la recmara principal estaba completamente a oscuras. Sin embargo, algo haba interrumpido su sueo, un ruido que provena de la casa antigua.

    Los ruidos all eran poco frecuentes (Villa Rosa haba permanecido a un lado de la colina situada entre Ponticelli y la ciudad de mayor tamao, Scandriglia, durante bastante ms de seiscientos aos) la antigua madera cruja y chirriaba y, en ocasiones, se oa un estallido como el de un disparo de rifle, como consecuencia de los cambios de temperatura. Pero este sonido era algo diferente, no se trataba de un ruido habitual.

    De manera automtica extendi la mano hacia el otro lado de la cama, pero lo nico que tocaron sus dedos fue el edredn nrdico. Mark segua en Londres y no cogera un avin de vuelta a Italia hasta el viernes por la noche o el sbado por la maana. Debera haber ido con l, pero un cambio de ltima hora en el horario de los albailes la oblig a tener que quedarse. De repente, volvi a orlo, un ruido metlico y estridente. Uno de los postigos de las ventanas de la planta baja deba de haberse soltado y estaba dando golpes por el viento.

    Jackie saba que no podra volver a dormirse hasta que lo asegurara. Encendi la luz y se desliz por la cama, se puso las zapatillas y cogi la bata que estaba sobre la silla situada enfrente de la cmoda.

    Encendi la luz del rellano y baj con determinacin las amplias escaleras de roble que conducan al vestbulo principal. Al pie de los peldaos, volvi a or un ruido (ligeramente distinto al anterior, pero claramente el de un metal sobre piedra) y que provena sin duda alguna del enorme cuarto de estar que ocupaba la mayor parte de la planta baja del lado este de la casa.

    Casi sin pensrselo, Jackie empuj la puerta y la abri. Entr en la habitacin al mismo tiempo que encenda las luces principales. En el momento en el que las dos lmparas de araa comenzaron a destellar, se hizo evidente el origen del ruido metlico. Se llev las manos a la cara, dando un grito ahogado, se dio la vuelta y sali

  • corriendo.

    Una figura vestida de negro estaba de pie en una silla del comedor y retiraba a golpes, con un martillo y un cincel, la parte del yeso situada por encima de la enorme chimenea, iluminada por el rayo de luz de una linterna que otro hombre sujetaba. Pero a pesar de que Jackie retrocedi, los dos hombres se giraron para mirarla con una expresin de temor en sus rostros. El hombre que sujetaba la linterna maldijo entre dientes y empez a correr tras ella.

    Ay Dios, ay Dios, ay Dios. Jackie atraves corriendo el gran vestbulo, en direccin a las escaleras para refugiarse en la recmara principal. La puerta de madera tena un grosor de ms de tres centmetros y un cerrojo de acero macizo. Junto a la cama haba un telfono supletorio y su mvil estaba en el bolso de mano que estaba encima de la cmoda. Si pudiera entrar en la habitacin, saba que estara a salvo y podra llamar para pedir ayuda.

    Pero no llevaba ropa adecuada para correr, aunque el hombre que la persegua s. Al llegar al tercer peldao, se le sali la zapatilla del pie derecho, y pudo or las pisadas de las zapatillas de deporte de su perseguidor, mientras golpeaban contra el suelo de losas del vestbulo, a solo unos metros de ella. Intent agarrarse con el pie a los pulidos peldaos de madera, pero resbal y cay de rodillas.

    Jackie gritaba y se retorca de costado, dando patadas con la pierna derecha. Con el pie descalzo alcanz al hombre en la ingle. l gimi de dolor y, en un acto reflejo, intent golpearla con la linterna. El tubo de aluminio para uso industrial se estrell contra un lado de la cabeza de Jackie cuando intentaba levantarse. Aturdida, se tambale a ambos lados y se intent agarrar a la barandilla, pero le fallaron los dedos y no lo consigui. Cay aparatosamente, golpendose la cabeza contra la barandilla, y rompindose el cuello de inmediato. Su cuerpo cay sin vida por las escaleras y fue a parar al suelo del vestbulo, sus extremidades se extendieron, y de la herida de la sien comenz a manar un chorro de sangre.

    Su perseguidor baj las escaleras y se detuvo junto a ella. El segundo intruso apareci desde la puerta de la sala de estar, baj su mirada hacia la figura silenciosa e inmvil, se arrodill junto a ella y presion con los dedos uno de los lados de su cuello.

    Despus de un momento levant la mirada con enfado.

  • Se supona que no tenas que matarla dijo a gritos. Alberti baj la mirada hacia su obra y se encogi de hombros.

    Tampoco se supona que fuera a estar aqu. Nos dijeron que la casa estara vaca. Ha sido un accidente aadi pero est muerta y ya no hay nada que podamos hacer al respecto.

    Rogan se levant.

    En eso tienes razn. Venga. Vamos a terminar lo que tenemos que hacer y salgamos de aqu.

    Sin mirar atrs, los dos hombres volvieron a la sala de estar. Rogan cogi el martillo y el cincel y continu machacando lo que quedaba del antiguo yeso que estaba situado por encima del enorme dintel de piedra que se extenda a lo largo de la chimenea.

    El trabajo no dur mucho, y en unos veinte minutos qued expuesta la zona completa. Los dos hombres permanecieron de pie enfrente de la chimenea, observando las letras que estaban talladas en una de las piedras.

    Es esto? pregunt Alberti.

    Rogan movi la cabeza mostrando duda.

    Parece que es esto, s. Prepara el yeso.

    Cuando Alberti dej la habitacin, llevando un cubo para coger un poco de agua, Rogan se sac la cmara digital de alta resolucin del bolsillo e hizo media docena de fotos de la piedra. Utiliz la pantalla para comprobar que todas ellas mostraban con claridad la inscripcin tallada. Ms tarde, como medida de seguridad, anot las palabras en un pequeo cuaderno.

    Alberti volvi con el agua. De los escombros que haban dejado los obreros, cogi una tabla de madera para la mezcla y una esptula, luego cogi una de las bolas de yeso que estaban apiladas contra la pared. Pocos minutos despus, tras lograr la mezcla adecuada, coloc la tabla por encima de la chimenea.

    El dintel reposaba sobre una plancha de acero, estaba claro que se trataba de una reparacin relativamente reciente, que se haba llevado a cabo para compensar la horrible grieta que recorra en forma diagonal la piedra a algo ms de medio metro de distancia del borde izquierdo. El acero

  • sobresala alrededor de un centmetro enfrente del dintel, lo que serva como una firme base para el yeso.

    Era obvio que Alberti tena cierta experiencia en esto, y en alrededor de una hora haba realizado un acabado liso y profesional que encajaba a la perfeccin con el yeso nuevo utilizado en la parte derecha de la chimenea. El otro lado an conservaba yeso antiguo (los obreros todava no se haban puesto con eso) pero no podan hacer nada al respecto.

    Quince minutos despus de que Jackie Hampton muriese, y casi noventa minutos despus de que los dos italianos hubieran forzado la puerta trasera de la casa, abandonaron la propiedad, dirigindose al camino cercano en el que haban dejado el coche.

    2

    Chris Bronson dirigi su Mini Cooper metalizado a una plaza situada en la segunda planta del aparcamiento de varios pisos de la calle Crescent, que estaba situado justamente enfrente de la jefatura de polica de Tunbridge Wells. Durante un momento se qued sentado en el asiento del conductor, absorto en sus pensamientos. Esta maana, anticip, iba a ser dura, muy dura.

    No era la primera vez que haba tenido problemas con Harrison, aunque por la forma en que se senta, haba muchas probabilidades de que este fuera el ltimo. El inspector de polica Thomas Harrison (Tom para sus escasos amigos, y el gordo hijo de puta para casi todos los dems) era el superior ms directo de Bronson, y nunca se haban llevado bien.

    Harrison se consideraba un polica de la vieja escuela, que haba ascendido de rango, y que nunca se cansaba de contrselo a todo el que preguntase y a la mayora de los que no lo hacan, y se senta resentido con Bronson por varias razones. El comisario de polica era especialmente custico con lospolis sabelotodo: oficiales que se haban unido al cuerpo de polica despus de la universidad y que, como resultado, disfrutaban de ciertos privilegios. Hubiera metido a Bronson en el mismo saco, aunque no tuviera una licenciatura y se hubiera alistado en el ejrcito para una comisin de servicios nada ms terminar la escuela primaria. En resumen, Harrison crea que Bronson (al que normalmente se refera como Deseos de Morir) simplemente jugaba a ser polica: el hecho de que fuera un oficial muy competente no le impresionaba.

  • Durante los seis meses en los que Bronson haba estado destinado en Tunbridge Wells haba recibido reprimendas prcticamente todas las semanas por parte de Harrison a causa de una cosa u otra pero, dado que realmente deseaba hacer carrera en el cuerpo de polica, haba intentado ignorar, de la mejor forma posible, la evidente antipata del hombre. Ahora ya estaba harto.

    Le haban dicho que se presentara en la comisara por la maana temprano, y Bronson pens que saba exactamente por qu. Dos das antes haba participado junto a otros oficiales (uniformados y de paisano) en la detencin de una banda de jvenes, sospechosos de trapichear con sustancias de clase A. La zona de operaciones de la banda era el este de Londres, aunque ltimamente haban ampliado sus actividades delictivas tambin a Kent. Los arrestos no haban sido tan fciles como caba esperar y, en sus consecuentes refriegas, dos de los jvenes haban sido heridos de levedad. Bronson sospechaba que Harrison iba a acusarlo de un abuso de fuerza durante el arresto, o incluso de agredir a un sospechoso.

    Sali del coche, lo cerr con llave y baj las escaleras (los ascensores del aparcamiento no empezaban a funcionar hasta las ocho) en direccin a la calle.

    Diez minutos ms tarde, llam a la puerta del despacho del comisa- rio de polica Harrison.

    3

    Maria Palomo haba vivido en el rea de Monti Sabini durante toda su vida, y con 27 aos, segua trabajando cincuenta horas a la semana. Era limpiadora, aunque no fuese un trabajo que le gustara ni fuera todo lo buena que debiera. Pero era honrada (sus clientes podan dejar un montn de billetes en un escritorio con la seguridad de que todos seguiran all cuando Maria hubiera terminado) y responsable, en el sentido de que casi siempre sola acudir, si as lo haba dicho. Y si un rincn escondido quedaba sin barrer y el horno no se limpiaba ms de una vez al ao, al menos las ventanas brillaban y las moquetas estaban limpias.

    Mara, en resumen, era mejor que nada, y en su voluminoso bolso llevaba las llaves de alrededor de treinta propiedades de la zona de Ponticelli y Scandriglia. En algunas de las casas limpiaba, en otras

  • simplemente vigilaba mientras los dueos estaban fuera, y en unas pocas regaba las plantas, clasificaba el correo y comprobaba que las luces y los grifos funcionaran correctamente y que los sumideros no se inundaran.

    Villa Rosa era una de las casas en las que limpiaba, aunque Mara no estaba segura de cunto le durara el trabajo. Le tena mucho cario a la joven mujer inglesa, quien aprovechaba las visitas de Mara para perfeccionar su italiano, pero su dienta haba expresado cierto descontento ltimamente. Durante sus dos ltimas visitas, en particular, le haba mostrado varios lugares en los que la limpieza poda haberse mejorado, a lo que Mara haba respondido, como siempre, con una sonrisa y un encogimiento de hombros. No era fcil, explic, mantenerlo todo limpio cuando la casa estaba llena de albailes y de sus herramientas y equipamiento. Por no hablar del polvo, por supuesto.

    Era obvio que no haba complacido a la seora Hampton, quien le rog que intentara esmerarse un poco, pero Mara haba llegado a un punto en el que no se preocupaba demasiado por lo que la gente le exiga llevar a cabo. Ira a la casa cada semana, hara lo mnimo posible y vera qu pasaba. Si la mujer inglesa la despeda, ya encontrara trabajo en otro sitio. En realidad, no le supona ningn problema.

    Esa maana, poco despus de las nueve, Maria emprendi su camino en direccin a Villa Rosa en la antigua Vespa que utilizaba para moverse por la zona desde haca quince aos. La escter no era suya, pero se la haban prestado haca tanto tiempo que apenas recordaba a quin perteneca, confusin que se extenda a la documentacin de la Vespa, que no tena licencia y haca algunos aos que no pasaba una inspeccin tcnica, pero eso no le importaba a Maria, quien nunca se haba preocupado de sacarse el carn de conducir. Cuando la conduca, simplemente intentaba evitar a la Polizia Municipale y a los Carabinieri, que aparecan con menor frecuencia.

    Detuvo la escter enfrente de la casa y le puso el caballete. El casco (en este punto cumpla con la ley) lo dej sobre el asiento, y se dirigi dando zancadas a la puerta principal. Mara saba que Jackie estaba en casa, as que dej las llaves en el bolso y llam al timbre.

    Transcurridos dos minutos, volvi a llamar, de nuevo sin recibir respuesta, algo que la desconcert, as que se dirigi hacia el garaje doble situado a un lado de la casa y mir detenidamente por detrs de la puerta que estaba parcialmente abierta. El coche de los Hampton (un turismo Alfa

  • Romeo) estaba all, como haba supuesto. La casa estaba demasiado lejos de Ponticelli para que sus jefes pudieran llegar hasta all a pie y, de todas formas, saba que a Jackie no le gustaba demasiado caminar. As que, dnde est? Quiz en el jardn, pens, y dio la vuelta a la casa en direccin al jardn trasero, salpicado de arbustos y media docena de arriates, que se alzaban con delicadeza desde el antiguo edificio. Pero el jardn trasero estaba desierto.

    Mara se encogi de hombros y volvi a la puerta principal de la casa, rebuscando en el bolso el manojo de llaves. Por fin, encontr la llave Yale, la desliz en la cerradura y la gir, volviendo a llamar al timbre mientras lo haca.

    Signora Hampton? dijo, mientras la puerta se abra del todo. Signora...

    Se qued sin habla al ver la figura despatarrada que yaca inmvil sobre el suelo de piedra, junto a un charco de sangre que rodeaba la cabeza de la mujer con un halo rojo oscuro.

    Mara Palomo ya haba enterrado a dos maridos y a cinco familiares, pero haba un abismo entre ver una figura envuelta en una sbana en el interior de una capilla mortuoria y lo que estaba viendo en ese momento. Dio un grito, se dio la vuelta y sali corriendo de la casa hacia el camino de gravilla.

    Ms tarde se detuvo y se gir para volver a mirar al edificio. La puerta estaba completamente abierta y, a pesar del brillo de los primeros rayos de sol de la maana, an poda ver la figura en el suelo. Durante unos segundos se qued inmvil, intentando decidir lo que deba hacer.

    Estaba claro que tena que llamar a la polica, pero tambin saba que una vez que la polizia se viera involucrada, la vida de todos iba a ser mirada con lupa. Maria se dirigi hacia la vespa, se puso el casco, arranc y baj el camino con la escter. Cuando lleg a la carretera, gir a la derecha. A unos ochocientos metros de distancia haba una casa que perteneca a uno de sus numerosos familiares, un lugar seguro en el que poda dejar la Vespa y desde el que la podran llevar en coche de vuelta a la casa de los Hampton.

    Veinte minutos ms tarde, Maria sali del asiento del copiloto del viejo Lancia de su sobrino y ambos se dirigieron a la puerta principal, que continuaba abierta. Entraron al vestbulo y miraron el cuerpo. Su sobrino se agach y palp una de las muecas de Jackie, luego se persign y retrocedi un par de pasos. Maria ya lo haba imaginado, as que apenas

  • reaccion.

    Ahora puedo llamar a la polizia dijo. Descolg el telfono situado sobre la mesa del vestbulo y marc el 112, el nmero de emergencia italiano.

    2

    1

    Esta vez s que la ha jodido, Deseos de Morir comenz Harrison.

    Bien, eso es, pens Bronson. Se encontraba de pie enfrente del abarrotado escritorio del comisario de polica, junto a una silla giratoria en la que deliberadamente Harrison no lo haba invitado a sentarse. Bronson lo mir por encima del hombro, con una expresin de desconcierto en su rostro, luego mir hacia atrs.

    Con quin habla? pregunt en voz baja.

    Con usted, pedazo de mierdagrit Harrison. Era una situacin ridicula, ya que Bronson era ocho centmetros ms alto que su superior, aunque su peso fuera significativamente menor.

    Mi nombre es Christopher Bronson, y soy oficial de polica. Me puede llamar Chris. Me puede llamar oficial Bronson, o puede llamarme simplemente Bronson. Pero, gordo, feo hijo de puta, no me puede llamar Deseos de Morir.

    La cara de Harrison era un cuadro.

    Qu me ha llamado?

    Ya lo ha odo dijo Bronson, y se sent en la silla giratoria.

    Maldito imbcil, no se siente cuando est en mi despacho.

    Tomo asiento, gracias. Por qu quera verme?

    Levntese! grit Harrison. En el exterior del cubculo de paredes de vidrio, los escasos oficiales que haban llegado temprano

  • empezaban a sentir curiosidad por la conversacin.

    Me tiene harto, Harrison dijo Bronson, estirando las piernas relajadamente frente a l. Desde que me destinaron a esta comisara no ha parado de quejarse de todo lo que he hecho, y lo he soportado porque realmente me gusta pertenecer al cuerpo, aunque esto implique trabajar con gilipollas incompetentes como usted. Pero hoy, he cambiado de idea.

    A Harrison se le llenaron de babas las comisuras de los labios.

    Hijo de puta insubordinado. Har que lo releven de su puesto.

    Claro, puede intentarlo. Supongo que habr ideado un plan para acusarme de agredir a un prisionero o de un abuso de fuerza durante el arresto, no?

    Harrison asinti con la cabeza.

    Adems tengo testigos mascull.

    Bronson le sonri.

    Estoy seguro de que los tiene. Solo espero que les pague lo suficiente. Por cierto, se ha dado cuenta de que esa ha sido casi la primera frase que ha pronunciado desde que he entrado aqu que no incluye palabrotas, malhablado e idiota analfabeto?

    Durante un momento Harrison no dijo nada, solo miraba fijamente a Bronson, con los ojos ardiendo de ira.

    Ha sido un placer tener esta pequea charla dijo Bronson, ponindose de pie. Voy a tomarme un da o dos de descanso. As tendr tiempo de decidir si va a continuar con esta farsa o va a empezar a actuar como si en realidad fuera un oficial superior de polica.

    Considrese relevado de su cargo, Bronson.

    Eso est mejor, esta vez ha dicho bien mi nombre.

    Queda suspendido completamente. Entrgueme su placa y salga de aqu de una puetera vez. Harrison extendi la mano.

    Bronson neg con la cabeza.

  • Creo que me la quedar por el momento, gracias. Por cierto, mientras decide qu va a hacer, puede que quiera echarle un vistazo a esto. Bronson se rebusc en el bolsillo de la chaqueta y sac un pequeo objeto negro. Antes de que me pregunte, se trata de una grabadora. Le enviar una copia de nuestra conversacin, tal y como ha sido. Si desea que se lleve a cabo una investigacin, permitir que los oficiales de la investigacin la escuchen.

    Y esto. Bronson se sac un sobre beis de otro bolsillo y lo tir sobre el escritorio. Es una solicitud formal de traslado. Infrmeme de su decisin. Creo que tiene mis nmeros.

    Bronson apag la grabadora y sali del despacho.

    2

    El telfono del apartamento de Roma son justo despus de las once y media de esa maana, pero Gregori Mandino estaba en la ducha, por lo que el contestador salt despus del sexto tono.

    Quince minutos ms tarde, afeitado y vestido con su atuendo habitual de camisa blanca, corbata oscura y traje gris claro, Mandino (un hombre corpulento con pelo negro y piel oscura) se prepar un gran caf con leche en la cocina y se lo llev al estudio. Se sent en su escritorio, puls el botnplay del aparato y se inclin hacia delante para or el mensaje con claridad. La persona que haba llamado haba utilizado un cdigo incomprensible para cualquier fisgn, pero el significado era lo suficientemente claro para Mandino. Frunci el ceo, marc un nmero en su Nokia, mantuvo una breve conversacin con el hombre que estaba al otro lado de la lnea y, a continuacin, se sent en su silla de cuero para considerar las noticias que le haban proporcionado. No era, ni por asomo, lo que deseaba ni esperaba or.

    La llamada era de su ayudante en Roma, un hombre en el que confiaba. La misin que le haba encomendado a Antonio Carlotti haba sido bastante sencilla. Consista en enviar a un par de hombres al interior de la casa para que consiguieran la informacin y salieran de nuevo de all. Pero la mujer haba sido asesinada (ni saba ni le preocupaba si se haba tratado de una muerte accidental) y la informacin obtenida por los hombres apenas portaba nada nuevo a lo que ya saba.

    Durante unos minutos Mandino permaneci sentado en su escritorio,

  • mientras su irritacin iba en aumento. Hubiera deseado no haber tenido nunca nada que ver con este lo. Sin embargo, as lo haba elegido, y las instrucciones que haba recibido haca aos haban sido igual de claras que especficas. No poda, racionaliz, ignorar lo que haban averiguado a travs de Internet, y la frase en latn constitua la pista ms valiosa que haban sacado a la luz. No le quedaba otra opcin ms que continuar con su trabajo.

    De hecho, como no tena una idea clara de lo que tena que hacer en ese momento, y a pesar de lo desagradable que le pudiera parecer, en vista de lo que haba sucedido, al menos un hombre debera ser informado.

    Mandino se dirigi a la caja fuerte de pared, gir la cerradura con combinacin y abri la puerta. En el interior se encontraban dos pistolas semiautomticas, ambas con la recmara cargada, y algunos gruesos fajos de billetes atados con gomas, sobre todo dlares americanos y billetes de euro de denominacin media. Al final de la caja fuerte haba un delgado volumen encuadernado en cuero viejo, sus bordes estaban gastados y descoloridos, y no haba nada en la portada ni en el lomo que indicara su contenido. Mandino lo sac y se lo llev a su escritorio, solt el cierre metlico que mantena las cubiertas cerradas, y lo abri.

    Pas lentamente las pginas escritas a mano, escudriando las letras de tinta descolorida y preguntndose, al igual que haca cada vez que miraba el volumen, sobre las instrucciones que contena. Casi al final del libro haba una pgina con un listado de nmeros de telfono, obviamente se trataba de una adicin relativamente reciente, ya que la mayora haban sido escritos con un bolgrafo.

    Mandino recorri la lista con el dedo hasta encontrar el nmero que estaba buscando, luego mir el reloj digital de su escritorio y volvi a coger el mvil.

    3

    En su despacho de la City, Mark Hampton acababa de apagar el ordenador y se dispona a salir para almorzar (haba acordado con tres de sus colegas encontrarse en el pub de la esquina todos los mircoles) cuando oy que llamaban a la puerta. Se puso la chaqueta, atraves la habitacin y la abri.

  • Fuera se encontraban dos hombres que no reconoca. Estaba seguro de que no haban trabajado para la empresa: Mark se enorgulleca de conocer, aunque solo fuera de vista, a todos los empleados. En el edificio se aplicaban estrictas medidas de seguridad, ya que las cuatro compaas que albergaba se dedicaban a la gestin de activos e inversiones, y sus despachos contenan datos y programas financieros de una importancia fundamental, lo que implicaba que los hombres deban haber pasado los controles adecuados por parte del personal de seguridad.

    Seor Hampton? La voz no se ajustaba demasiado al traje. Soy el oficial de polica Timms y mi colega es el agente Harris. Me temo que tenemos muy malas noticias para usted, seor.

    A Mark le daba vueltas la cabeza, haciendo deducciones instantneas que no tenan ningn fundamento, y descartndolas casi de inmediato. Quin? Dnde? Qu haba ocurrido?

    Creo que su esposa est en su propiedad en Italia, no es as, seor?

    Mark asinti con la cabeza, sin atreverse a hablar.

    Me temo que all ha habido un accidente. Siento mucho tener que comunicarle que su esposa ha muerto.

    El tiempo pareci detenerse. Mark poda ver como se abra y se cerraba la boca del oficial de polica, oa incluso sus palabras, pero su cerebro no poda procesar su significado. Se dio la vuelta y se dirigi al escritorio, con un movimiento mecnico y automtico. Se sent en su silla giratoria y mir por la ventana, mirando sin ver las conocidas formas de los altos edificios que lo rodeaban.

    Timms continuaba hablando con l.

    La polica italiana ha solicitado que viaje hacia all lo antes posible, seor. Desea que nos pongamos en contacto con alguien? Alguien que pueda acompaarlo? Para soportar la...

    Cmo? interrumpi Mark. Cmo ha ocurrido?

    Timms mir a Harris y se encogi de hombros levemente.

    La seora de la limpieza la ha encontrado esta maana. Al

  • parecer, se cay aparatosamente por las escaleras anoche, y me temo que se ha partido el cuello.

    Mark no contest, se limit a continuar mirando por la ventana. Esto no poda estar pasando. Tena que ser un error. Se trata de otra persona. Se han equivocado de nombre. Eso ser.

    Pero Timms continuaba all, soltando todava las tpicas perogrulladas que, en opinin de Mark, utilizaban los policas para hablar con los afligidos familiares. Por qu no se callaba y se iba de una vez?

    Entiende eso, seor?

    Qu? Lo siento. Podra repetrmelo?

    Que tiene que ir a Italia, seor. Tiene que identificar el cadver y organizar los preparativos del funeral. La polica italiana lo recoger en el aeropuerto ms cercano, creo que probablemente ser el de Roma, y lo llevar a la casa. Contratarn los servicios de un intrprete y se encargarn de todo lo que pueda servir de ayuda. Le ha quedado claro ahora?

    S dijo Mark. Lo siento... Es solo... Un dolor atroz le recorri todo el cuerpo, y hundi su rostro en las manos. Lo siento. Es la impresin y...

    Timms apoy su mano en el hombro de Mark.

    Es bastante comprensible, seor. Bueno, tiene alguna pregunta que hacernos ? Tengo aqu una nota con la informacin de contacto del cuerpo de polica local de Scandriglia. Desea que informemos a alguien de lo sucedido en su nombre? Necesitar a alguien a su lado en un momento como este.

    Mark neg con la cabeza.

    No. No, gracias dijo, con voz de nerviosismo debido a la tensin. Tengo un amigo al que puedo llamar. Gracias.

    Timms le dio la mano y le entreg una hoja de papel.

    Lo siento de nuevo, seor. He incluido adems mis datos. Si hay algo ms para lo que necesite mi ayuda, por favor, hgamelo saber. No es necesario que nos acompae a la puerta.

    Cuando las voces se desvanecieron, Mark finalmente se dej llevar,

  • y los ojos se le llenaron de lgrimas. Lgrimas por l mismo, por Jackie, por todo lo que le debera haber dicho, por todo lo que podan y deban haber hecho juntos. En un instante, las breves palabras de un bienintencionado extrao haban cambiado su vida mucho ms all de lo imaginable.

    Con las manos temblorosas, busc en su Filofax y marc un nmero de telfono mvil. Timms, o como se llamara, tena razn en una cosa: estaba claro que necesitaba a un amigo, y Mark saba exactamente a quin iba a llamar.l

    Mark? Qu demonios pasa? De qu se trata?

    Chris Bronson aparc su Mini a un lado de la carretera y se acerc el mvil al odo. Su amigo pareca totalmente abatido.

    Se trata de Jackie. Est muerta. Ella...

    Al or estas palabras, Bronson se sinti como si alguien le hubiera pegado una patada en el estmago. Existan escasas constantes en su mundo y Jackie Hampton era (o haba sido) una de ellas. Durante varios segundos se qued sentado, mirando por la ventanilla del coche mientras oa la triste explicacin de Mark casi sin escuchar. Finalmente, intent tranquilizarse.

    Ay, Dios, Mark. Dnde fue?... Bueno, no importa. Dnde ests? Dnde est ella? Voy para all.

    Italia. Est en Italia y tengo que ir all. Tengo que identificarla y todo eso. Mira, Chris, no hablo el idioma, pero t s, adems no creo que pueda enfrentarme a esto solo. S que puede sonar a imposicin, pero podras tomarte unos das libres en el trabajo para acompaarme?

    Durante un momento, Bronson lo dud, sintiendo un intenso dolor que se mezclaba con sus sentimientos hacia Jackie, reprimidos haca ya mucho tiempo. No saba con certeza si podra soportar lo que Mark le estaba pidiendo, pero tambin saba que su amigo no podra sobrellevar la situacin sin l.

    No estoy seguro. Bueno, estoy terminando, as que tomarme un poco de tiempo libre no ser un problema. Has reservado los vuelos y dems ?

    No respondi Mark. Todava no he hecho nada. Eres la primera persona a la que llamo.

  • De acuerdo. Djamelo todo a m dijo Bronson; su voz firme ocultaba sus emociones. Mir su reloj, calculando el tiempo y pensando en lo que tena que hacer. Te recoger en tu casa en dos horas.Tendrs tiempo suficiente para organizarte?

    Creo que s, s. Gracias, Chris, te lo agradezco mucho.

    No tienes que agradecrmelo. Te veo en un par de horas.

    Bronson se guard el telfono en el bolsillo y se qued inmvil durante algunos segundos. Luego puso el intermitente y volvi a la carretera pensando en qu deba hacer y centrando su mente en cosas mundanas para evitar pensar demasiado en la tremenda realidad de la repentina muerte de Jackie.

    Estaba a solo unos cientos de metros de su casa. Hacer la maleta no le llevara ms de treinta minutos, pero tena que buscar su pasaporte, coger las tarjetas que tuvieran ms crdito e ir al banco a sacar algunos euros. Tendra que informar a la comisara de la calle Crescent de que se iba a tomar un permiso por motivos familiares y asegurarse de que disponan de su nmero de telfono mvil, tena que cumplir las reglas a pesar de sus problemas con Harrison.

    Ms tarde, tendra que luchar con el trfico de Londres para llegar al piso de Mark en Ilford. Calcul que dos horas deberan ser suficien- tes. No se tendra que preocupar por reservar los billetes, ya que no saba con seguridad cundo llegaran a Stansted, pero pens que Easyjet o Ryanair tendran un vuelo a Roma a alguna hora de la tarde.

    2

    El telfono de lnea directa del suntuoso despacho del cardenal Joseph Vertutti en el Vaticano son tres veces antes de que se acercara al escritorio para cogerlo.

    Joseph Vertutti.

    La voz del otro lado de la lnea le era desconocida, pero transmita un inconfundible tono de autoridad.

    Necesito verlo.

    Quin es usted?

  • Eso no importa. El motivo de mi llamada tiene que ver con el cdice.

    Durante un momento, Vertutti no entendi de lo que hablaba la persona desconocida. De repente cay en la cuenta, y tuvo que agarrarse al borde del escritorio en busca de apoyo.

    El qu? pregunt.

    Es probable que no dispongamos de mucho tiempo, as que, por favor, djese de tonteras. Me refiero al Cdice Vitaliano, el libro que guarda bajo llave en la Penitenciaria Apostlica.

    El Cdice Vitaliano? Est seguro? Al pronunciar estas pala- bras, Vertutti cay en la cuenta de la estupidez de su pregunta: la existencia del cdice era conocida solo por un puado de personas en el interior del Vaticano y, que l supiera, por ninguna persona ajena a la Santa Sede. Sin embargo, el hecho de que la persona estuviera utilizando la lnea directa externa implicaba que estaba realizando la llamada desde fuera de las inmediaciones del Vaticano, y las siguien- tes palabras del hombre confirmaron las sospechas de Vertutti.

    Estoy muy seguro. Tendr que prepararme un pase para el Vaticano a fin de...

    No interrumpi Vertutti. Aqu no. Me encontrar con usted en otro lugar. Le resultaba incmodo permitir que el misterioso hombre que llamaba accediera a la Santa Sede. Abri un cajn del escritorio y sac un mapa de Roma. Rpidamente sus dedos siguieron una ruta al sur, desde la estacin del Vaticano. En la Piazza di Santa Maria alie Fornaci, unas calles al sur de la Baslica de San Pedro. Hay una cafetera en el lado este, enfrente de la iglesia.

    La conozco. A qu hora?

    Vertutti mir automticamente su cuaderno de citas, aunque saba que no iba a encontrarse con el hombre esa maana.

    Esta tarde a las cuatro y media ? sugiri. Cmo lo reconocer ?

    Oy como la voz del otro lado de la lnea se rea entre dientes.

    No se preocupe, cardenal. Yo lo encontrar.

  • 3

    Chris Bronson condujo su Mini hacia el aparcamiento para estancias prolongadas del aeropuerto de Stansted, cerr el coche con llave y se dirigi junto a Mark hacia el edificio de la terminal, ambos llevaban bolsas de mano y Chris la pequea funda que contena su ordenador porttil, estos eran sus nicos equipajes.

    Bronson haba llegado al piso de Ilford una hora despus de salir de Tunbridge Wells, y Mark estaba fuera esperando cuando lleg. El trayecto hasta Stansted (una rpida carrera hasta la Mil) les haba llevado menos de una hora.

    Te estoy realmente agradecido, Chris dijo Mark por al menos quinta vez desde que se haba subido al coche.

    Para eso estn los amigos respondi Bronson. No te preocupes.

    Bueno, no te lo tomes a mal, pero creo que un poli no gana mucho, y t me ests ayudando, as que yo correr con todos los gastos.

    No es necesario objet Bronson sin demasiado entusiasmo, aunque en realidad el coste del viaje le haba estado preocupando, su descubierto se aproximaba al lmite acordado y sus tarjetas de crdito no resistiran ser muy castigadas. Tampoco saba con seguridad si Harrison iba a intentar suspenderlo de su cargo o no, y el efecto que esto podra tener en su salario. Sin embargo, la ltima prima de Mark haba alcanzado de sobra las seis cifras: el dinero para l no supona ningn problema.

    No discutas dijo Mark. Est decidido.

    Cuando entraron en el aeropuerto, supieron que acababan de perder el vuelo de media tarde de Air Berlin a Fiumicino, pero estaban a tiempo de coger el de Ryanair de las cinco y media, que llegaba al aeropuerto Ciampino de Roma poco antes de las nueve, hora local. Hampton pag con una tarjeta de crdito oro, les entregaron dos tarjetas de embarque, y se dirigieron al control de seguridad.

    Haba unos pocos de asientos vacos en la cafetera situada junto a la puerta de salida, as que pidieron algo para beber y se sentaron a esperar la llamada para su vuelo.

    Mark haba hablado muy poco en el trayecto hacia el aeropuerto (era obvio

  • que continuaba bajo una fuerte impresin, adems tena los ojos enrojecidos) pero Bronson estaba desesperado por averiguar qu le haba ocurrido a Jackie.

    Qu te ha contado la polica? le pregunt.

    No demasiado admiti Mark. La Polica Metropolitana reci- bi un mensaje de la polica italiana y se present en nuestra casa esta maana. Al parecer la seora de la limpieza haba ido a la casa como de costumbre, y como no le abran la puerta decidi utilizar la llave para entrar. Se restreg los ojos durante un momento y luego sac un pauelo de papel para secrselos. Lo siento dijo. Ella le cont a la polica que haba encontrado a Jackie muerta en el suelo del vestbulo. Segn la polica italiana, parece ser que tropez en las escaleras, encontraron sus dos zapatillas junto a ella, y se golpe en un lado de la cabeza con el pasamanos.

    Y eso... dijo Bronson.

    Mark asinti con la cabeza.

    Y eso le rompi el cuello. Su voz se quebr en la ltima palabra, y tom un sorbo de agua.

    Bueno continu, Maria Palomo, que es la limpiadora, le dijo a la polica que yo trabajaba en Londres, me localizaron a travs de la embajada britnica en Roma y se pusieron en contacto con la polica de aqu.

    Eso era todo lo que saba, pero la escasez de informacin no evit que especulara. De hecho, durante la siguiente hora aproximadamente no hizo otra cosa que dar vueltas y ms vueltas a todas las posibilidades. Bronson se lo permiti (probablemente fuera una buena terapia para que se desahogara); adems, desde un punto de vista egosta, esto dio a Bronson la oportunidad de sentarse all, sin participar demasiado en la conversacin, mientras su mente se remontaba al pasado y recordaba a Jackie cuando era solamente Jackie Evans.

    Bronson y Mark se haban conocido en la escuela, y haban forjado una duradera amistad, a pesar de que sus trayectorias profesionales haban tomado caminos muy distintos. Los dos conocan a Jackie desde haca casi el mismo perodo de tiempo, y Bronson no pudo evitar enamorarse perdidamente de ella. El problema era que Jackie solo tena ojos para Mark. Bronson haba ocultado sus sentimientos, y cuando

  • Jackie se cas con Mark, l haba sido el padrino y ngela Lewis (la chica que se Convertira en la seora de Bronson antes de que transcurriera un ao) fue una de las damas de honor.

    Lo siento, Chris dijo Mark entre dientes, cuando por fin tomaban asiento en la parte trasera del Boeing 737. No he hecho otra cosa que hablar de m y de Jackie. Debes de estar harto.

    Si no lo hubieras hecho, me habra preocupado bastante. Es bueno que hables, te ayuda a aceptar lo que ha sucedido, y a m no me cuesta nada sentarme aqu y escucharte.

    Ya lo s, y de verdad que te lo agradezco. Pero, vamos a cambiar de tema. Cmo est ngela?

    Bronson esboz una ligera sonrisa.

    Quiz no sea el mejor tema del que podemos hablar. Acabamos de divorciarnos.

    Lo siento, no tena ni idea. Dnde estis viviendo ahora?

    Se ha comprado un pequeo apartamento en Londres, y yo me he quedado con la casita de Tunbridge.

    Os hablis?

    S, ahora que los abogados por fin se han quitado de en medio. Nos hablamos, pero no tenemos una buena relacin que digamos. Simple- mente no ramos compatibles, y estoy contento de que nos hayamos dado cuenta antes de tener hijos, lo que habra complicado las cosas.

    Esa, reconoci Bronson para sus adentros, era la explicacin que tanto l como ngela daban a todo el que preguntaba, aunque no estaba seguro de que ngela la creyera en realidad. Sin embargo, ese no era el motivo del fracaso de su matrimonio. En retrospectiva, saba que nunca debi haberse casado con ella (ni con ninguna otra) porque segua enamorado de Jackie. En realidad, lo haba hecho por despecho.

    Sigue trabajando en el museo Britnico?

    Bronson asinti con la cabeza.

    Sigue siendo conservadora de objetos de cermica. Supongo que este es uno de los motivos por el que nos separamos. Trabaja muchas horas all,

  • y tena que hacer viajes todos los aos, lo que aadido al horario totalmente incompatible con la vida social que tengo por ser polica, te ayudar a entender por qu comenzamos a comunicarnos mediante notas, casi nunca coincidamos en casa.

    A Bronson le result fcil mentir. Despus de dieciocho meses de matrimonio, le resultaba ms fcil ofrecerse voluntario para hacer horas extra en su tiempo libre (haba siempre numerosas ofertas) que ir a una casa donde la relacin no era satisfactoria y en la que las rias eran cada vez ms frecuentes.

    A ella le encanta su trabajo, y yo crea que adoraba el mo, pero eso es otra historia. Ninguno de nosotros estaba dispuesto a abando- nar su carrera, y al final simplemente decidimos separarnos. Proba- blemente haya sido la mejor opcin.

    Tienes problemas en el trabajo? pregunt Mark.

    En realidad, solo uno. Mi supuesto oficial superior es un idiota analfabeto que me ha odiado desde el da que llegu a la comisara. Esta maana he tenido por fin unas palabras con l, y no tengo ni idea de si tendr trabajo cuando regrese.

    Por qu te dedicas a esto, Chris? Tiene que haber trabajos mejores para ti.

    Ya lo s contest Bronson, pero me gusta ser polica. Son solo personas como el comisario de polica Harrison los que hacen todo lo posible por hacer que mi vida sea un completo desastre. He solicitado un traslado, y voy a asegurarme de conseguirlo.

    Joseph Vertutti se visti con ropa de paisano antes de dejar la Santa Sede y, cuando bajaba la Via Stazione di Pietro a grandes zancadas con una chaqueta azul claro y pantalones informales, tena el mismo aspecto que cualquier otro hombre de negocios italiano con un ligero sobrepeso.

    Vertutti era el cardenal jefe, el Prefecto, del dicasterio de la Congre- gacin para la Doctrina de la Fe, la ms antigua de las nueve congrega- ciones de la curia romana, y el descendiente directo de la Inquisicin romana. Su competencia actual no haba cambiado demasiado desde los tiempos en los que ser quemado vivo era el castigo habitual para los herejes, la nica diferencia era que Vertutti se haba asegurado de que sus operaciones fueran algo ms sofisticadas.

  • Continu caminando en direccin sur y pas por la iglesia, antes de cruzar al lado este de la calle. A continuacin, gir en direccin norte, hacia la piazza, la pintura verde y roja intensa del edificio de la cafetera contrastaba con las sombrillas de Martini que cubran las mesas de fuera del sol del medioda. Algunas de estas mesas estaban ocupadas, pero al final haba tres o cuatro libres, as que sac una silla y se sent en una de ellas.

    Cuando por fin lleg el camarero, Vertutti pidi un caf con leche, se reclin hacia atrs para mirar a su alrededor y mir el reloj. Eran las cuatro y veinte. Haba sido muy puntual.

    Diez minutos ms tarde el adusto camarero dej caer una taza alta de caf enfrente de l, haciendo que parte del lquido se derramara en el platillo. Cuando el camarero se alej, un hombre fornido que llevaba un traje gris y gafas de sol retir la silla situada al otro lado de la mesa y se sent.

    Por qu te dedicas a esto, Chris? Tiene que haber trabajos mejores para ti.

    Ya lo s contest Bronson, pero me gusta ser polica. Son solo personas como el comisario de polica Harrison los que hacen todo lo posible por hacer que mi vida sea un completo desastre. He solicitado un traslado, y voy a asegurarme de conseguirlo.

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    Joseph Vertutti se visti con ropa de paisano antes de dejar la Santa Sede y, cuando bajaba la Via Stazione di Pietro a grandes zancadas con una chaqueta azul claro y pantalones informales, tena el mismo aspecto que cualquier otro hombre de negocios italiano con un ligero sobrepeso.

    Vertutti era el cardenal jefe, el Prefecto, del dicasterio de la Congre- gacin para la Doctrina de la Fe, la ms antigua de las nueve congrega- ciones de la curia romana, y el descendiente directo de la Inquisicin romana. Su competencia actual no haba cambiado demasiado desde los tiempos en los que ser quemado vivo era el castigo habitual para los herejes, la nica diferencia era que Vertutti se haba asegurado de que sus operaciones fueran algo ms sofisticadas.

    Continu caminando en direccin sur y pas por la iglesia, antes de cruzar al lado este de la calle. A continuacin, gir en direccin norte, hacia la piazza, la pintura verde y roja intensa del edificio de la cafetera contrastaba con las sombrillas de Martini que cubran las mesas de fuera

  • del sol del medioda. Algunas de estas mesas estaban ocupadas, pero al final haba tres o cuatro libres, as que sac una silla y se sent en una de ellas.

    Cuando por fin lleg el camarero, Vertutti pidi un caf con leche, se reclin hacia atrs para mirar a su alrededor y mir el reloj. Eran las cuatro y veinte. Haba sido muy puntual.

    Diez minutos ms tarde el adusto camarero dej caer una taza alta de caf enfrente de l, haciendo que parte del lquido se derramara en el platillo. Cuando el camarero se alej, un hombre fornido que llevaba un traje gris y gafas de sol retir la silla situada al otro lado de la mesa y se sent.

    En ese mismo momento, dos hombres jvenes vestidos con trajes oscuros y gafas de sol tomaron asiento en las mesas que estaban ms cerca, flanquendolos. Eran fornidos y estaban en buena forma fsica, y emanaban un aire amenazador casi tangible. Miraron con desinters a Vertutti y, a continuacin, empezaron a observar la calle y los transentes que pasaban por delante de la cafetera. A pesar de que haba estado observando la calle atentamente, Vertutti no tena ni la ms remota idea de por dnde haban llegado los tres hombres.

    Cuando su compaero hubo tomado asiento, el camarero volvi a la mesa, tom el pedido y desapareci, llevndose el caf derramado de Vertutti. En menos de dos minutos, estaba de vuelta, con dos nuevos cafs en una bandeja, acompaados de un cesto de cruasanes y bollos.

    Aqu me conocen dijo el hombre, hablando por primera vez.

    Quin es usted exactamente? pregunt Vertutti. Es un dirigente eclesistico?

    Mi nombre es Gregori Mandino dijo el hombre, y me alegra poder decir que no tengo ningn vnculo directo con la Iglesia catlica.

    Entonces, por qu sabe de la existencia del cdice?

    Lo s porque me pagan por saberlo y, lo que es ms importante aadi Mandino, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie los escuchaba, me han pagado para buscar pruebas que demuestren que el documento al que el cdice hace referencia ha sido hallado.

    Quin le paga?

  • Usted. O, para ser ms exactos, el Vaticano. Mi organizacin tiene sus orgenes en Sicilia, pero ahora desea ampliar sus intereses comerciales a Roma y a otras ciudades italianas. Hemos estado trabajando en estrecha colaboracin con la Madre Iglesia durante casi ciento cincuenta aos.

    No s nada de esto mascull Vertutti. Qu organizacin?

    Si lo piensa un poco, averiguar a quin represento.

    Durante un largo rato Vertutti mir a Mandino, pero no fue hasta que mir a las mesas adyacentes, a los jvenes vigilantes que no haban tocado sus bebidas y que continuaban observando a la multi- tud, cuando cay por fin en la cuenta. Neg con la cabeza, mientras sus rubicundas facciones mostraban un gesto de incredulidad.

    Me niego a creer que hayamos colaborado alguna vez con la Cosa Nostra.

    Mandino asinti con la cabeza pacientemente.

    Lo han hecho dijo de hecho, desde aproximadamente mediados del siglo xix. Si no me cree, vuelva al Vaticano y comprubelo, pero mientras tanto, permtame contarle una ancdota que ha sido omitida de la historia oficial del Vaticano. Uno de los papas que ostent el poder durante ms tiempo fue Giovanni Maria Mastai- Ferretti, el papa Po IX, quien...

    S quin fue dijo Vertutti con brusquedad.

    Me alegra or eso. Entonces debera saber que en 1870 fue prcticamente asediado por la nueva unificacin del Estado italiano. Diez aos antes, el Estado haba subsumido a Sicilia y los Estados Papales, y Po anim a los catlicos a rechazar la cooperacin, algo que hemos estado haciendo durante aos. Fue en ese momento cuando comenz nuestra relacin extraoficial, y desde entonces hemos estado trabajando juntos.

    Eso no tiene ningn sentido dijo Vertutti, con voz de enfado. Se reclin en su silla y se cruz de brazos, con el rostro enrojecido por la ira. Este hombre (prcticamente un criminal confeso) estaba insinuando que durante el ltimo siglo y medio el Vaticano, la seccin ms antigua, importante y santa de la madre de todas las iglesias, haba colaborado activamente con la organizacin criminal ms importante

  • del planeta, algo que, en cualquier otro contexto habra resultado digno de risa.

    Y para colmo, l, uno de los cardenales ms veteranos de la curia romana, estaba sentado en una cafetera del centro de Roma, tomando un caf con un veterano mafioso. Adems, no tena duda alguna de que Mandino tena un alto rango: la deferencia mostrada por los generalmente hoscos camareros, los dos guardaespaldas y el aire de autoridad y mando del hombre eran muestras suficientes. Adems, este hombre (este gnster!) conoca la existencia de un documento oculto en los archivos del Vaticano, un documento cuya existencia haba sido para Vertutti uno de los secretos mejor guardados por la Iglesia catlica.

    Pero Mandino no haba terminado.

    Pongamos las cartas sobre la mesa, eminencia dijo, pronunciando la ltima palabra casi con sorna. Fui bautizado como catlico, como la mayora de los nios italianos, pero llevo cuarenta aos sin poner un pie en una iglesia, porque s que el cristianismo no tiene ningn sentido. Al igual que ocurre con el resto de religiones, se basa completamente en una ficcin.

    El cardenal Vertutti palideci.

    Eso es una mentira blasfema. Los orgenes de la Iglesia catlica se remontan a hace dos milenios, y estn basados en la vida, las buenas obras y las palabras de Jesucristo nuestro Seor. El Vaticano es el centro de la religin de innumerables millones de creyentes de casi todos los pases del mundo. Cmo se atreve a decir que usted tiene razn y que el resto de la humanidad est equivocado?

    Me atrevo a decirlo porque he llevado a cabo mi propia investi- gacin, en lugar de aceptar los subterfugios tras los que la Iglesia catlica se oculta. El hecho de que un gran nmero de personas crea en algo no implica que sea verdadero ni vlido. En el pasado, millones de personas crean que la tierra era plana, y que el sol y las estrellas giraban alrededor de ella. Estaban tan equivocados entonces como lo estn los cristianos en la actualidad.

    Su arrogancia me deja estupefacto. El cristianismo se basa en la irrefutable palabra de Jesucristo, el hijo de Dios. Est negando la verdad de la Palabra de Dios y de la Santa Biblia?

  • Mandino esboz una ligera sonrisa y asinti con la cabeza.

    Ese es el quid de la cuestin, cardenal. No existe tal Palabra de Dios, solo la palabra del hombre. Todos los tratados religiosos han sido obra de hombres, quienes por lo general escriban en su propio inters o en funcin de determinadas circunstancias. Dgame una sola cosa, lo que sea, que demuestre la existencia de Dios.

    Vertutti abri la boca para contestar, pero Mandino se le adelant.

    Ya s lo que me va a decir. Se debe tener fe. Bueno, pues yo no la tengo porque he estudiado la religin cristiana, y s que se trata de un opiceo diseado para alienar a las personas y permitir que los hombres que gobiernan la Iglesia y el Vaticano vivan de forma opulenta sin hacer nada que sea realmente til.

    No puede demostrar que Dios exista, pero yo s que puedo casi probar que Jess nunca existi. El nico lugar en el que existen referencias a Jesucristo es el Nuevo Testamento, que (y lo sabe tan bien como yo, lo admita o no) es una coleccin de escrituras editadas, de las cuales ninguna puede ser tenida en consideracin para el tema que nos ocupa. Adems, para apoyar los Evangelios acordados, la Iglesia prohibi docenas de escrituras que negaban rotundamente el mito de Jess.

    Si Jess fue ese lder tan inspirador y carismtico, y realiz los milagros y el resto de obras que la Iglesia afirma, cmo es que no existe una sola referencia a l en ninguna obra de la literatura griega, romana o juda contemporneas? Si este hombre fue tan importan- te, atrajo a tal nmero de devotos seguidores y fue una espina para el ejrcito romano de la ocupacin, por qu nadie escribi nada sobre l? El hecho es que solo aparece en el Nuevo Testamento, la fuente que la Iglesia ha estado fabricando y editando a lo largo de los siglos, y no existe una sola prueba independiente que demuestre su existencia.

    Al igual que cualquier clrigo, Vertutti estaba acostumbrado a las dudas acerca de la Palabra de Dios (en un mundo cada vez ms impo, se trataba de algo inevitable) pero Mandino pareca albergar un odio casi enfermizo hacia la Iglesia y todo lo que esta representaba, lo que llev al cardenal a formular la pregunta lgica.

    Si odia y desprecia tanto a la Iglesia, Mandino, por qu est

  • involucrado en este asunto? Por qu habra de preocuparse por el futuro de la religin catlica?

    Ya se lo he dicho, cardenal. Acordamos llevar a cabo esta misin hace muchos aos, y mi organizacin se toma sus responsabilidades muy en serio. Independientemente de mis opiniones personales, har todo lo que est en mi mano para llevar a cabo mi misin.

    Tiene suerte de vivir en este siglo, albergando unos puntos de vista tan herticos.

    Ya lo s. No hay duda de que en la Edad Media me habra encadenado a un poste y me habra quemado vivo para hacerme ver las cosas a su manera.

    Vertutti dio un trago al caf. A pesar de su inmediata aversin hacia este hombre, saba que iba a tener que trabajar con l para solucionar la presente crisis. Volvi a poner la taza sobre la mesa y dirigi su mirada a Mandino.

    Bueno, debemos aceptar que nuestros puntos de vista acerca de la Iglesia y el Vaticano son muy distintos dijo. Lo que ms me preocupa ahora es el asunto que tenemos entre manos. Est claro que sabe algo acerca del cdice. Quin le ha hablado de l?

    Mandino asinti con la cabeza y se inclin hacia delante.

    Mi organizacin ha participado en la bsqueda del documento fuente desde comienzos del siglo pasado comenz. La tarea ha sido siempre responsabilidad exclusiva del cabeza de familia (el capofamiglia) de Roma. Cuando asum dicha responsabilidad, me proporcionaron un libro para que lo leyera, un libro que, en mi opinin, tena poco sentido. As que busqu aclaraciones en su dicasterio, como la fuente de la solicitud original, y su predecesor fue lo suficientemente amable como para proporcionarme informacin adicional, hechos que en su opinin me ayudaran a valorar la crtica naturaleza de la misin.

    Nunca debi hacerlo dijo Vertutti en voz baja y con tono de enfado. La informacin sobre este asunto est restringida a solo algunos de los principales dirigentes del Vaticano de mayor confianza. Qu le cont?

    No demasiado respondi Mandino, con un tono conciliador.

  • Simplemente me explic que la Iglesia estaba buscando un documento que ha estado perdido durante siglos, un texto antiguo que nunca debi haber cado en manos de ninguna persona ajena al Vaticano.

    Eso fue todo? pregunt Vertutti.

    Ms o menos, s.

    Vertutti sinti un gran alivio. Si esa era toda la informacin que su predecesor haba divulgado, el dao no era tan grave. El Cdice Vitaliano era con certeza el ms oscuro secreto de los mltiples ocultos en la Penitenciaria Apostlica, y pareca que por ahora este secreto en particular estaba salvo. Pero el quid de la cuestin era si confiaba lo suficiente en Gregori Mandino como para creerlo.

    Bueno, ya hemos dejado claro que conoce la existencia del cdice, lo que todava no s es por qu me ha llamado. Tiene alguna informacin? Ha ocurrido algo?

    Mandino pareci ignorar la pregunta.

    Todo a su tiempo, eminencia. Est claro que no est al corriente de que un grupo reducido de mis hombres lleva un tiempo esperando la publicacin de cualquier frase o palabra significativa incluida en el cdice. De acuerdo con las instrucciones por escrito que su dicasterio nos proporcion hace ms de cien aos.

    Disponemos de sistemas de control en los lugares de mayor relevancia, pero desde la llegada de Internet, nos hemos centrado tambin en los sitios en los que se traducen textos escritos en lenguas muertas, tanto en los programas en lnea como en los que ofrecen un servicio de mayor profesionalidad. Con el beneplcito de su predecesor, establecimos un pequeo despacho aqu en Roma, que en apariencia se encargaba de la identificacin, recuperacin y anlisis de textos antiguos. Con el pretexto de una investigacin acadmica, solicitamos los servicios de todos los traductores de latn, hebreo, griego, copto y arameo que pudimos encontrar para que nos avisaran siempre que recibieran pasajes que contuvieran las palabras claves, y casi todos estuvieron de acuerdo.

    Tambin hemos tenido acceso a programas en lnea, algo que result ms sencillo, resulta increble la ayuda que se obtiene cuando se considera que trabajas para el papa. Simplemente proporciona- mos el mismo listado de palabras para cada idioma, y en cada caso los

  • propietarios del sitio web estuvieron de acuerdo en informarnos siempre que alguien solicitara una traduccin que se ajustara a los parmetros. La mayora de los sitios disponen de sistemas automticos que nos envan los correos electrnicos que contienen la palabra o las palabras, y cualquier otro tipo de informacin disponible acerca de la persona que realiza la solicitud, lo que incluye siempre su direccin IP y, en ocasiones, su nombre y direccin de correo electrnico.

    Qu es una direccin ip? pregunt Vertutti.

    Es un conjunto de nmeros que identifican una ubicacin en Internet. Se puede utilizar tambin para encontrar la direccin de la persona o, al menos, la direccin del ordenador que ha utilizado. Obviamente, si la solicitud proviene de un cibercaf, no existe una forma sencilla de identificar a la persona que la realiz.

    Es importante todo eso?

    S, tenga paciencia. Hemos realizado una bsqueda muy exhaustiva y especificado un gran nmero de palabras para garantizar que no se nos escape nada. Disponemos adems de programas, denominados revisores de sintaxis, que exploran los correos electrnicos que recibimos e identifican las coincidencias ms comunes. Hasta la semana pasada, ninguna expresin registr un porcentaje mayor a un cuarenta y dos por ciento.

    Sin embargo, hace dos das recibimos esto. Se meti la mano en el bolsillo de la chaqueta y sac una hoja de papel. La despleg y se la entreg a Vertutti. Los revisores de sintaxis detectaron un porcentaje de un setenta y tres a un setenta y seis por ciento, casi el doble del mayor detectado con anterioridad.

    Vertutti mir la pgina que tena enfrente, en la que aparecan en mayscula tres palabras en latn: Hic vanidici latitant

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    Y de dnde proviene esto exactamente? pregunt el cardenal Joseph Vertutti, mientras continuaba mirando el papel que tena en la mano, en el que, debajo del texto en latn, apareca una traduccin al italiano.

    De un programa de traduccin en lnea de un servidor ubicado en Amrica, para ser exactos, en Arlington, Virginia. Sin embargo la solicitud tiene su origen aqu en Italia, en una direccin situada a solo unos kilmetros de distancia de Roma. Por qu eligieron un sitio americano? Gregori Mandino se encogi de hombros.

    En Internet las ubicaciones geogrficas carecen de importancia. La gente elige el sitio que le resulte ms sencillo de utilizar, o el que sea ms rpido y completo.

    Y la traduccin? Es la que proporcion el programa? No, aunque es bastante parecida. El sitio americano sugiri En este lugar o ubicacin se ocultan los mentirosos, que en el mejor de los casos resulta torpe. La interpretacin de mi especialista en idiomas es ms elegante: Aqu yacen los mentirosos.

    El latn est lo suficientemente claro murmur Vertutti. Hic es obviamente aqu, y yo habra esperado vatis mendacis (falsos profetas) en lugar de vanidici, pero, por qu latitant? No habra sido occubant ms literal?

    Mandino esboz una ligera sonrisa y sac dos fotografas.

    Nos hemos anticipado a esa pregunta, eminencia, y tendra razn si esta inscripcin se hubiera encontrado en una tumba. Occubant(enterrados o que yacen en la tumba) habra sido ms adecuado. Sin embargo, esta inscripcin no se encuentra en una lpida, ha sido tallada en un piedra rectangular que forma parte del muro situado por encima de la chimenea de una casa de labranza restaurada de seiscientos aos de antigedad situada en la regin de Monti Sabini.

    Qu? Por primera vez, Vertutti estaba sorprendido. Permtame ver

  • esas fotografas le pidi.

    Mandino se las entreg y Vertutti las analiz durante un momento. Una corresponda a un primer plano de la inscripcin, y la otra a varias piedras situadas sobre una enorme chimenea.

    Entonces, por qu est tan seguro de que esto no tiene nada que ver con el cdice? pregunt.

    Al principio no lo estaba, y por eso decid llevar acabo una investigacin a fondo. Y me temo que fue entonces cuando las cosas empezaron a ir mal.

    Ser mejor que me lo explique.

    La persona que realiz esta solicitud dej su direccin de correo electrnico (es una de las condiciones para poder utilizar este sitio en particular), lo que facilit en gran medida su seguimiento. Identifica- mos la casa desde la que se realiz la solicitud de traduccin. Est situada a escasa distancia de la carretera situada entre Ponticelli y Scandriglia, y fue adquirida por un matrimonio ingls llamado Hampton.

    Y despus, qu hizo? pregunt Vertutti, temindose lo peor.

    Orden a mi colaborador que enviara dos hombres a la casa, pensando que los propietarios se encontraban en Gran Bretaa, pero lo que no sabamos es que la seora Hampton continuaba en la propiedad. Por algn motivo, no haba acompaado a su marido. Los hombres irrumpieron en la casa y comenzaron a buscar el origen de la frase en latn, y la encontraron rpidamente tallada en la piedra situada por encima de la chimenea. Haba sido cubierta con escayola, que una cuadrilla de obreros estaba cambiando, y solo se poda ver una parte de la piedra. Esa parte contena la inscripcin.

    Se les haba ordenado buscar la frase en latn y cualquier otro tipo de informacin que fuese relevante, y su primera tarea consista en comprobar la piedra en busca de cualquier otra inscripcin. Los hombres comenzaron a retirar la escayola pero la seora Hampton los oy y baj a ver qu pasaba. Cuando vio lo que estaba ocurriendo, sali corriendo. Uno de los hombres la persigui y, durante un forcejeo en las escaleras ella se cay, se golpe contra el pasamanos y se parti el cuello. Fue un simple accidente.

  • Esto era incluso peor de lo que Vertutti poda imaginar. Una mujer inocente muerta.

    Un simple accidente? repiti. De verdad espera que me crea eso? S cmo trabaja su organizacin. Est seguro de que no la empujaron? O lo que es peor an, No la golpearan hasta la muerte?

    Mandino sonri con frialdad.

    Solo puedo repetirle lo que me han contado. Nunca sabremos lo que realmente ocurri en esa casa, pero de todas formas la mujer habra tenido que morir. Entiendo que las condiciones de la Sancin son ambiguas.

    A mediados del siglo vil, el papa Vitaliano haba escrito el cdice a mano, sin el deseo de confiar sus recomendaciones ni siquiera a los escribas ms devotos. A lo largo de los siglos, el contenido del cdice solo haba sido revelado a un puado de los principales dirigentes del Vaticano de mayor confianza, entre los que se inclua al papa del momento. Ninguno haba expresado reserva alguna acerca de los pasos que Vitaliano sugiri (conocidos como la Sancin Vitaliana) en el caso de que cualquiera de las reliquias prohibidas saliera a la luz, pero esto no era de sorprender.

    No se atrever a suponer que puede darme clases acerca de la Sancin ? Cmo se ha enterado de su existencia ? pregunt Vertutti, con los ojos llenos de ira.

    Mandino se encogi de hombros.

    Una vez ms, por su predecesor. Me cont que cualquier persona que encuentre este documento o que tenga constancia de su contenido puede ser considerada tan peligrosa para la Iglesia que su vida corra peligro. Siempre por el bien de la Iglesia, claro.

    El cardenal exager. Vertutti se inclin hacia delante para dar nfasis al asunto. Este documento debe ser recuperado y bajo ningn concepto podemos permitir que sea del dominio pblico. Esa parte es cierta, las condiciones de la Sancin son secretas, pero le puedo asegurar que el asesinato no es una de las opciones propuestas.

    De verdad, eminencia? La Iglesia ha autorizado abiertamente asesinatos en el pasado. De hecho, se han llevado a cabo incluso con

  • personas pertenecientes al Vaticano, y lo sabe tan bien como yo.

    Eso es mentira. Dgame un solo caso.

    Eso es fcil. El papa Po XI fue, casi con certeza, asesinado en 1939 para evitar que pronunciara un importante discurso que condenaba el fascismo en un momento en el que el pontificado haba decidido adoptarlo. No sorprendi que su sucesor, Po XII, apoyara abierta- mente al Tercer Reich.

    Esa es una frivola acusacin que nunca ha quedado demostrada.

    Mandino le solt con igual enfado:

    Por supuesto que no. Pero es porque el Vaticano se ha negado a permitir que se lleven a cabo investigaciones independientes acerca de lo que ocurre en el interior de la Santa Sede. Pero solo el hecho de que el Vaticano se niegue a aceptar algo no implica que no haya ocurrido o que no exista.

    Algunas personas hacen todo lo posible por mancillar el buen nombre de la Iglesia. Vertutti se inclin hacia atrs, convencido de haberse anotado un punto. Y su hipocresa me deja estupefacto. Que usted intente darme clases sobre moralidad y asesinatos.

    No es hipcrita en absoluto, eminencia. Una vez ms, Mandino hablaba con sorna. Al menos la Cosa Nostra no se oculta tras el boato de la religin. Al igual que las nuestras, las manos de la Iglesia catlica han estado manchadas de sangre durante siglos, y lo continan estando.

    Durante un momento los dos hombres permanecieron en silencio, mirndose el uno al otro, entonces Vertutti baj la mirada.

    Esto no nos lleva a ningn sitio, y est claro que tenemos que trabajar en colaboracin. Tom otro trago de caf para hacer hincapi en su cambio de nimo. Bueno, fue fructfera la bsqueda de esos hombres? Qu ms encontraron?

    No mucho contest Mandino con tranquilidad, como si no hubieran intercambiado esas palabras tan duras haca tan solo escasos segundos. El mismo texto en latn que los Hampton haban encontrado. Mis dos hombres retiraron toda la escayola, lo fotografiaron e hicieron

  • tambin una copia por escrito, pero no encontraron ms palabras.

    Vertutti neg con la cabeza. No se trataba solo de una muerte, sino de un asesinato sin ningn sentido.

    As que, me est diciendo que la mujer ha muerto por nada.

    Mandino esboz una rgida sonrisa.

    No del todo. Encontramos algo que probablemente los Hampton consideraran carente de importancia. Mire de cerca esta fotografa y lo ver.

    Vertutti cogi la fotografa (se trataba de un primer plano de la inscripcin) y la observ durante algunos segundos.

    No veo nada ms dijo.

    No es otra palabra, son solo ocho letras: Un grupo de dos y otro de tres, uno junto al otro, y otro grupo de tres letras. Se encuentran en la parte inferior de la inscripcin, y a un tamao mucho menor, casi a modo de firma. Mandino se qued en silencio, saboreando el momento. En los primeros dos grupos de letras se puede leer PO y LDA, y creo que entre ambos podemos averiguar lo que significan. Las ltimas tres letras son MAM, que en nuestra opinin corresponden a las iniciales Marco Asinio Marcelo. Y creo que esa es la prueba que necesitamos.

    2

    Saban que la casa deba estar desierta, pero incluso as Rogan y Alberti esperaron a que fueran las diez y media de la noche antes de dirigirse al inmueble: era posible que la polica hubiera dejado all a un oficial vigilando. Rogan se dirigi a la parte trasera, para comprobar si haba luces encendidas o coches aparcados en el exterior, pero no vio nada. Una vez seguros, l y Alberti se dirigieron hacia la puerta trasera.

    Los dos hombres saban que Mandino y su colaborador, Carlotti, estaban muy descontentos con ellos por la muerte de la mujer y, aunque las rdenes que Carlotti les haba dado no tenan demasiado sentido, estaban decididos a cumplirlas a la perfeccin.

  • Alberti se sac una palanqueta plegable del bolsillo, insert la punta entre la puerta y la jamba, y la abri lentamente, haciendo palanca. Con un ligero sonido de astillas, los tornillos que fijaban la cerradura salieron con facilidad de la madera, al igual que la noche anterior, y la puerta se abri.

    Tras dejar a Alberti volviendo a colocar la cerradura (saldran de la casa por la puerta principal, como haban hecho con anterioridad) Rogan camin por la casa en direccin a la escalera, iluminando su camino con una linterna, y subi a la primera planta. No estaba seguro de dnde exactamente encontrara lo que estaba buscando, as que prob en todas las habitaciones, sin xito. Tena que estar en algn lugar de la planta de abajo.

    Estaba. El vestbulo tena cuatro puertas y la tercera daba a un pequeo estudio. Sobre el escritorio, la luz de la linterna mostr un monitor de ordenador de pantalla plana, un teclado y un ratn, y una torre en el suelo. Haba tambin un telfono y una impresora escner, adems de papeles dispersos, bolgrafos, notas adhesivas y todo el material que se suele encontrar habitual- mente en un pequeo despacho.

    Excelente murmur Rogan. Se dirigi hacia la ventana, mir a travs de los cristales para comprobar que los postigos externos estaban cerrados y, a continuacin, corri las cortinas. Una vez hecho esto, encendi la luz principal.

    Se sent en la silla giratoria de cuero situada detrs del escritorio y encendi el ordenador y la pantalla. Mientras esperaba a que la mquina cargara el sistema operativo, comprob con rapidez los papeles que haba sobre el escritorio, en busca de alguna nota que pudiera hacer referencia a la inscripcin. Encontr una hoja de papel en la que aparecan escritas las tres palabras en latn, junto con una traduccin al ingls en la parte inferior. Pleg la pgina, se la meti en el bolsillo y continu con su bsqueda, pero no encontr nada ms.

    Cuando se mostr el escritorio de Windows, Rogan abri el Internet Explorer con el ratn. Seleccion Opciones de Internet y borr el historial de los ltimos sitios web visitados. Seleccion tambin la lista Favoritos, en busca de algo que se pareciera a los sitios web que Carlotti haba especificado, pero no encontr nada. Ms tarde observ los correos electrnicos enviados y recibidos en Outlook Express, de

  • nuevo siguiendo las instrucciones de Carlotti, pero una vez ms su bsqueda result infructfera. Rogan comprob sus instrucciones por escrito una ltima vez, se encogi de hombros y apag el ordenador.

    Ech un ltimo vistazo alrededor de la habitacin, apag la luz y sali. Alberti lo estaba esperando en el vestbulo.

    Volveremos a comprobar la sala de estardijo Rogan, y comen- z a caminar. La nueva escayola colocada por encima de la chimenea segua ligeramente hmeda al tacto, pero se pareca bastante a la de la pared adyacente.

    Los dos hombres inspeccionaron la habitacin detenidamente en busca de fotografas o dibujos que mostraran la ahora invisible inscripcin, pero no encontraron nada.

    Creo que ya est dijo Rogan. Hemos hecho todo lo que el capo quera. Salgamos de aqu.