20
VOL.n LAS TRABAJADORAS DEL AGRO DEBATE SOBRE LA MUJER EN AMERICA LATINA Y EL CARIBE: Discusión acerca de la Unidad Producción — Reproducción FLACSG - Biblioteca MAGDALENA LEON Editora CARMEN DIANA DEERE MAGDALENA LEON NOHRA REY DE MARULANDA Comité Editorial

Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

VOL.n LAS TRABAJADORAS DEL AGRO

DEBATE SOBRE LA MUJER EN AMERICA LATINA Y EL CARIBE: Discusión acerca de la Unidad Producción — Reproducción

FLACSG - Biblioteca

M A G DALENA LEON Editora

CARMEN D IA N A DEERE M A G DALENA LEON NO HRA REY DE M A R U LA N D A Comité Editorial

Page 2: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

Ilustración de la Portada: Monotipo de Guillermo Wiedemann

f % J 75cut . £4 q q

B IBLIOTECA - F LA C S O

Carrera 23 No. 39-82 — Bogotá, D.E. Colombia 1982

Page 3: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

Contenido

PRESENTACION: Magdalena León

ELEMENTOS PARA UN DEBATE TEORICO:SUBSISTENCIA, ACUMULACION Y REPRODUCCION

1. La mujer rara] y la producción de subsistencia en la periferia capitalista. Car­men Diana Deere

2. Acumulación, reproducción y el papel de la mujer en el desarrollo económico: Una revisión a Boserup. Lourdes Benería y Gita Sen

ECONOMIA CAMPESINA, AGROINDUSTRIA,DIVISION SEXUAL DEL TRABAJO Y SUBORDINACION

3. Las mujeres rurales latinoamericanas y la división del trabajo. Irma Arriagada y Johanna Noordam

4. Formas de apropiación y la división sexual del trabajo: Un estudio de caso de Oaxaca, México. Kate Young

5. Subordinación genérica y proletarización rural: Un estudio de caso en el Noroeste Mexicano. Martha Roldan

6. La productora invisible en el agro centroamericano: Un estudio de caso env Honduras. Mayra Buvinic

7. Producción campesina, proletarización y la división sexual del trabajo en la' Zona Andina. Carmen Diana Deere y Magdalena León

8. La socialización de la mujer campesina del Cuzco. Riña Cornejo Muñoz de Vera

9. Mujer, trabajo y subordinación en la Sierra Central del Perú. Pilar Campaña

10. El díptico campesina - asalariada agrícola. Ximena Aranda Baeza

11. La mujer campesina en la expansión fratícola chilena. M. Soledad Lago y Carlota Olavaría

12. El trabajo femenino, en el sector agrícola: Análisis comparativo de Argentina, Bolivia y Paraguay. Ruth Sautu

13. Capital, familia y mujer. La evolución de la producción rural de base familiar, un caso en Brasil. Cheywa R. Spindel

1

-11

•23

»39

> 55

*75

»103

°115

13c

14í

16:

17

20

22

Page 4: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

Gardinier, Jean, “ W omen’s Domestic Labour” , en New L eft Review, No. 89, 1975.Gardiner, Jean, Himmelweit, Susan y Mackintosh, Mareen, “ W omen’s Domestic Labour” en Bulletin o f

the Conference o f Socialist Economists, 1975.Harrison, John, “ The political econom y o f Housework” en Bulletin o f the Conference o f Socialist E co­

nomists, 1973.Hindees, B. y Hirst, P., Precapitalist Modes o f Production, Routledge y Kegan Paid, London, 1975.Hinkelammert, Franz, Dialéctica del Desarrollo desigual, CEREN, Santiago de Chile, 1972.Humphries, Jane, “ The Working Class Family, W omen’s liberation and class Struggle: the implications of

19th century british History” en Review o f Radical Political Econom ics, Vol. IX, No. 3, 1977. Versión revisada en español en el Vol. III de esta colección .

Lafosse, Violeta Sara, “ La ley de reform a agraria (No. 17716 ) y sus implicaciones en la estructura fami­liar” , docum ento de trabajo No. 3, Pontificia Universidad Católica, Lima, 1969.

Mamdani, Mahmood, The Myth o f Population Control, Monthly Review Press, New York, 1972.Meillasoux, Claude, “ From Reproduction to Production” en E conom y and Society, V ol. I, 1972.-------- , Mujeres, Graneros y Capital, Siglo XXI, México, 1977.Marx, Karl, El Capital, International Publishers, Vol. I, 1967.Saffioti, Heleieth, Women in Class Society, Monthly Review Press, New York, 1978.Sanday, Peggy, “ Toward a theory o f the status o f wom en” en American Anthropologist, V ol. 75, 1973.Sckmink, Marianne, “ Dependent Development and the Division o f Labor by Sex: Venezuela” en Latin

American Perspectives, V ol. IV, Nos. 1,2, 1977.Vogel, Lise, “ The Earthly Family” , en Radical America, Vol. VII, Nos. 4,5, 1973.

22

Page 5: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

2

Acumulación, reproducción y el papel de la mujer en el desarrollo económico:

Una revisión a Boserup*

Lourdes Benería** Gita Sen***

Introducción

Ha pasado una década desde la publicación del libro de Boserup El Papel de la Mujer en el Desarrollo Económico. Probablemente no hay un sólo libro sobre el tema de la mujer y el desarrollo que haya sido más citado que éste. Dada la importancia del tema y de que desde entonces ha aparecido una considerable cantidad de nuevos materiales, es ahora no solo posible sino necesario evaluar el libro desde una nueva perspectiva. Este es el propósi­to de nuestro trabajo. En esta sección resumimos las principales contribuciones de Boserup. La próxima sección presenta una crítica de lo que consideramos son las limitacio­nes básicas de su enfoque, particularmente en vista de recientes contribuciones al tema.

Queremos, en primer lugar, rendir un reconocimiento al papel comprehensivo y pionero que el libro ha desempeñado. En su época, representó un importante esfuerzo que ofrecía una visión general del papel de la mujer en el proceso de desarrollo. En la literatura sobre el desarrollo, se había ignorado el papel específico de la mujer, especialmente la cuestión referente a cómo afecta el desarrollo la posición subordinada de la mujer en la mayoría de las sociedades. Boserup llamó nuestra atención sobre uná serie de temas, los cuales aunque no eran necesariamente nuevos, los relacionó sistemáticamente con el papel de la mujer en la economía Examinemos algunas de sus contribuciones principales.

Primero. Boserup hizo énfasis sobre el hecho de que el sexo es universalmente un factor básico en la división del trabajo que ha prevalecido en distintos países y regiones:

* Reimpreso según permiso de University o f Chicago Press, Sings, Vol. 7, No. 2, 1981, “ Accumulation, Reproduction and Women's Role in E conom ic Development: Boserup Revisited” , de Lourdes Bene­ría y Gita Sen. Traducción al español de Patricia Prieto.

** Economista, profesora de econom ía en la Universidad de Rutgers. En 1977-78 coordinadora del programa sobre la mujer rural de la OIT en Ginebra.

*** Economista, profesora de la New School for Social Research de New York, actualmente investiga­dora visitante en el Centro de Estudios para el Desarrollo, Trivandrum, Estado de Kerala, India.

1 Otros autores, en particular antropólogos, se han ocupado del papel de la mujer en las sociedades en proceso de cam bio; lo que distingue el trabajo de Boserup es la perspectiva sacada de su experiencia com o economista que trabaja con los problemas de los países en vía de desarrollo desde una óptica comparativa.

23

Page 6: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

. .inclusive en las etapas más primitivas de la autarquía familiar hay alguna división del trabajo dentro de la familia, los criterios básicos para la división son la edad y el sexo. . . Tanto en las comunidades primitivas como en las más desarrolladas, la división del trabajo tradicional dentro de la familia se consi­dera generalmente como “ natural” en el sentido de que original y obviamente se impuso por la diferencia sexual” (Boserup, 1970, p. 15, énfasis agregado).

Pero a pesar de la existencia de roles sexuales estereotipados y de la universalidad de la concentración de la mujer en el trabajo doméstico, Boserup señaló diferencias significa­tivas en el trabajo femenino por países y regiones. Por esta razón, criticó la 1 ‘dudosa gene­ralización” que atribuye a los hombres la provisión de alimentos en la mayoría de las co­munidades puesto que las mujeres también han sido abastecedoras de alimentos en muchas áreas del mundo. Por lo tanto su análisis comparativo, particularmente iluminador respecto a Africa y Asia, clarifica el papel fundamental desempeñado por la mujer en la agricultura africana en contraste con su participación relativamente menor en los países asiáticos y latinoamericanos. En tanto que hay muchas similitudes en el trabajo de la mujer en el sector urbano industrializado, el trabajo rural muestra una gran variedad de patrones asociados a las características particulares de cada área.

Segundo. Boserup ofreció algunas explicaciones y analizó una variedad de factores tras estas diferencias. Tal vez una de las partes más citadas de su análisis es su compara­ción entre lo que ella llama los sistemas masculino y femenino de cultivar la tierra —lo cual corresponde al sistema africano caracterizado por la rotación de cultivos y el asiático carac­terizado por el uso del arado. En el primer caso una baja densidad de población y el acceso fácil a la tierra en sociedades mucho menos diferenciadas en términos de clase que en Asia dieron como resultado una división del trabajo en la cual los hombres rozaban la tierra para cultivarla en tanto que las mujeres eran quienes cultivaban los alimentos para la subsisten­cia. En Asia, una región con una alta densidad de población, la existencia de una masa de trabajadores sin tierra disponible para ser empleada y la "naturaleza técnica del trabajo agrícola dentro del cultivo del arado” (p. 26) dieron lugar a una menor participación de la mujer en las tareas agrícolas y una segregación mayor entre ios sexos, con la correspon­diente reclusión de la mujer en distintas áreas.

El análisis de Boserup fue útil para señalar las correlaciones entre el trabajo de la mujer y factores tales como densidad de población y tenencia de tierra. Aunque su'análisis no fue siempre explícito sobre las conexiones exactas, sugirió la existencia de una relación entre estos factores y las diferentes formas de subordinación de la mujer. Por ejemplo, en su discusión sobre aspectos económicos de la poligamia, planteó que, al menos en la Africa tradicional, la poligamia permitía al hombre controlar más tierra y trabajo puesto que a cada esposa le era asignada una parcela de tierra que ella cultivaba. Por lo tanto su análisis señaló la base económica de la poligamia y del precio de la novia. Aunque, como se argu­mentará posteriormente, existen otros arreglos polígamos en los cuales las esposas parece que representan más un costo que recursos económicos adicionales para el hombre, el análisis de Boserup presentó un reto para analizar estos casos también.

Tercero. El libro de Boserup empezó a delinear los efectos negativos que el colonia­lismo y la penetración del capitalismo en las economías de subsistencia habían tenido sobre la mujer. Destacó que la dominación colonial europea, más que una influencia ‘ ‘ liberali- zadora” había contribuido a la pérdida de status de la mujer africana. ‘ ‘Los europeos mostraron pocas simpatías hacia los sistemas agrícolas femeninos que encontraron en muchas de sus colonias” (p. 54); como resultado, la mujer con frecuencia perdió su dere­cho a la tierra debido a ‘ ‘reformas agrarias introducidas por los administradores europeos” (p. 60). Explica esto como el resultado de la creencia europea de que el cultivo era trabajo propio para el hombre. Boserup argüyó que la introducción de la tecnología moderna y de los cultivos comerciales beneficiaba a los hombres y no a las mujeres al crear una brecha

24

Page 7: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

de productividad entre ellos, porque se relegaba a las mujeres al sector de subsistencia productor de alimentos en el cual se usaban los métodos tradicionales de cultivo de la tierra.

Cuarto. Boserup fue una de las autoras que hicieron énfasis sobre el hecho de que “ las actividades de subsistencia que generalmente se omiten en las estadísticas de pro­ducción e ingresos son trabajo de la mujer” (p. 163). Aunque hay una tendencia a que las estadísticas oficiales no informen plenamente sobre las actividades de subsistencia, ya sean efectuadas por hombres o por mujeres, hay dos tipos de estas actividades que tienden a ser específicas de la mujer, básicamente el trabajo doméstico y la participación en la agricultura en calidad de “ trabajo familiar no remunerado” 2. A pesar de los esfuerzos por incluir el trabajo de subsistencia dentro de las estadísticas de producción y participación en la fuerza de trabajo, el trabajo femenino continua siendo sub-estimado y sub-registrado, particularmente en el área de la producción doméstica. Además, los conceptos teóricos convencionales que sustentan las categorías estadísticas están ideológicamente sesgados hacia una sub-valoración del trabajo de la mujer (Benería, 1981). Por lo tanto Boserup planteó un problema que es básico para la comprensión adecuada de la participación de la mujer en la vida económica.

Finalmente. Su análisis comparativo indicó la influencia de sistemas agrícolas con distinta división sexual del trabajo sobre los diversos patrones de participación de la mujer en las actividades no-agrícolas. Por ejemplo, llamó la atención sobre las distintas pautas de migración y sobre la participación masculina y femenina en los mercados de trabajo urba­nos. La alta participación de la mujer africana en el cultivo de alimentos tendía a generar un patrón donde ha habido predominio de la migración masculina, quedándose las mujeres y los niños en las aldeas. Por el contrario, argumentó, el patrón latinoamericano en el cual la participación de la mujer en la agricultura era menos intenso, ha generado un nivel alto de migración femenina debida también a las posibilidades de empleo para las mujeres jóvenes en los centros urbanos latinoamericanos. Aunque las generalizaciones de Boserup no siempre son correctas y requieren mi análisis más detallado, su trabajo ha inspirado una parte significativa del trabajo teórico y empírico que se ha hecho posteriormente.

Critica

Nuestra crítica de Boserup se centrará principalmente en tres aspectos Primero, el libro es esencialmente empírico y descriptivo y carece de un marco teórico claramente definido al cual los datos empíricos puedan enriquecer. Pero a pesar de la carencia de tal marco teórico, los conceptos analíticos subyacentes son frecuentemente neo-clásicos y esto limita seriamente el análisis. Segundo Boserup acepta como un dado un único modelo de desarrollo: aquel que corresponde a las economías capitalistas. Tercero, a pesar de su preo­cupación básica sobre la posición de la mujer en el proceso de desarrollo, el libro no pre­senta un análisis claramente feminista de la subordinación de la mujer. Más específica­mente, al concentrarse en la esfera de la producción externa a la unidad doméstica e ignorar el papel de la mujer en la reproducción, no ubica claramente la base de esta subordinación. En lo que sigue nos extenderemos en cada uno de estos aspectos en forma detallada.

Marco Teórico

Una de las críticas más comunes del libro de Boserup es que es repetitivo, pero este problema se vuelve agudo debido a que no va más allá de los datos que presenta. Es decir,

Los varones adultos también a veces forman parte del “ trabajo familiar no remunerado” donde pre valece la familia extendida.

25

Page 8: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

Boserup rara vez intenta derivar una estructura teórica o conceptual general de sus datos empíricos. Estos datos, como hemos visto, son ricos en la visión que ofrecen sobre las pautas y variaciones existentes en el trabajo de la mujer en Africa y Asia. Sin embargo, la mayor parte de su análisis es puramente descriptivo. La introducción “ ad hoc” de factores culturales con frecuencia sustituyen a las verdaderas causas explicativas de distin­tos fenómenos; por ejemplo, en su discusión sobre el creciente dominio del hombre sobre la mujer y el cultivo agrícola durante el período colonial en Africa, Boserup atribuye este fenómeno a la cultura de los colonizadores europeos quienes transmitieron los métodos avanzados de cultivo solamente a los hombres.

Cuando Boserup utiliza conceptos teóricos, estos se enmarcan dentro de la economía neo-clásica. En su discusión del mercado laboral y de las diferencias salariales por sexo, considera el salario femenino como el resultante de fuerzas que se basan principalmente en las preferencias individuales de los empleadores y sus trabajadores. Así, sugiere que los empleadores con frecuencia “ prefieren” el trabajo masculino en tanto que las mujeres "prefieren” trabajar en industrias domésticas más que en empresas mayores (p. 113). Es decir, las preferencias influyen sobre la demanda y la oferta de trabajo las cuales a su vez determinan el nivel salarial. Este énfasis sobre “ preferencias” constituye una visión limi­tada de las fuerzas que influyen sobre el mercado laboral y el proceso de la formación del salario.

Primero, hay muchos casos en los cuales los patrones prefieren las mujeres a los hombres; ejemplos de esto se encuentran en las plantaciones de té, en la manufactura de textiles y en muchas industrias de trabajo intensivo en muchas áreas del Tercer Mundo (OIT, 1970; Heyzer, 1979; Elson y Pearson, 1978). En muchos de estos casos las mujeres están realmente trabajando en grandes empresas. Esto implica que lo que necesitamos explicar son precisamente los factores que influyen sobre estas preferencias sin que poda­mos tomar a éstas como algo dado o como la variable explicativa. Estos factores varían; desde el carácter provisional del empleo entre las mujeres jóvenes solteras (un factor importante en la política del empleo en las compañías multinacionales) hasta la tendencia de la mujer obrera hacia la sumisión, el evitar tensiones y la aceptación de bajos salarios. Además, la actitud de la mujer respecto al trabajo tiene que ser vista desde una perspec­tiva dinámica; no debe suponerse que las preferencias son fijas sino que son el resultado de factores cambiantes tales como el acceso a la tierra, trabajo doméstico, estructura familiar, disponibilidad de empleo y la percepción que la mujer tiene de sí misma. En la medida en que las actividades domésticas sean consideradas como la ocupación primordial de la mujer y el trabajo no-doméstico como secundario, el salario femenino se convierte en un complemento del ingreso monetario del hombre. Tal como se planteará más adelante, es necesario un análisis del papel de la mujer tanto en las actividades productivas como en las reproductivas si queremos entender la formación del salario femenino.

Segundo, Boserup en realidad va más allá de un enfoque estrecho basado en prefe­rencias individuales cuando analiza el empleo en el sector de exportación.

Parece ser que la clave se encuentra en las consideraciones acerca de los costos en el sector de las plantaciones. . . En Africa, los métodos de producción de alimentos son tales que la mujer puede hacer casi todas las operaciones sin la ayuda del hombre. Por lo tanto, es posible economizar en costos de mano de obra en las plantaciones (al igual que en las minas y en la industria) empleando solamente hombres, dejando que los dependientes. . . sean mantenidos en las aldeas natales por las mujeres con capacidad de trabajar. El patrón asiático contrasta marcadamente: allí el sistema agrícola predominante requiere la presencia de los hombres en la aldea. . . por lo tanto el dueño de la plantación debe tener en cuenta que toda la familia debe obtener su subsistencia de la plantación (y esto, claro está, se arregla en la forma más barata haciendo que

i26

Page 9: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

todo miembro de la familia que esté en capacidad de hacerlo, trabaje en la plantación). . . Asi, tanto en el caso asiático como en el africano, la plantación (o la granja europea) puede ahorrarse el pago de salarios masculinos suficien­tes para sostener la familia completa, (pp. 77-8).

La implicación teórica de este argumento es que el salario como tal no es un pago a la productividad, sino que está determinado por los costos de mantenimiento y reproducción de la fuerza de trabajo. Esta perspectiva se halla más cerca del concepto márxista del sala­rio que del concepto neo-clásico y permite explicar por qué existen casos en los cuales los patrones “ prefieren” las mujeres a los hombres, dado que los salarios femeninos apenas son el 50% de los salarios masculinos (OIT, 1970). Sin embargo Boserup no hace esfuerzo alguno para reconciliar sus diversos argumentos sobre las diferencias salariales y las prác­ticas de empleo. Del mismo modo aunque Boserup sugiere que existe una relación entre ingresos y clase/raza (p. 147), y entre diferencias salariales por sexo y la segregación ocupacional (p. 107) su trabajo carece de un marco analítico coherente que integre estos hallazgos empíricos.

Modernización u.s. Acumulación

El argumento básico que Boserup plantea es que la mujer queda marginada en el proceso de desarrollo económico puesto que es ella la que logra los menores beneficios económicos como asalariada, campesina o comerciante. Por lo tanto, cualquier política de desarrollo debería dirigirse a corregir este problema, de forma tal que la mujer pueda participar más plenamente de las ventajas de la “ modernización” . Este planteamiento refleja la perspectiva de que el proceso de modernización es a la vez benéfico e inevitable en la forma específica que ha asumido en la mayoría de los países del Tercer Mundo. Tal visión ha sido extensamente criticada por autores radicales durante las dos últimas déca-

- das (Baran, 1959; Frank, 1967; Amin, 1976).

El enfoque de la modernización tiene dos efectos negativos en el análisis de Boserup. De una parte, tiende a ignorar los procesos de acumulación de capital que se originaron durante la época colonial, y sus efectos sobre el cambio técnico y el trabajo de la mujer. De otra, no analiza sistemáticamente los diversos efectos de tales procesos sobre la mujer de distintas clases sociales. En lo que sigue, desarrollaremos este planteamiento con mayor profundidad.

De las muchas variantes de la teoría de la modernización, el trabajo de Boserup es un ejemplo que combina el determinismo tecnológico con la “ cultura’ ’ como tapahuecos de los vacíos conceptuales que se encuentran en el análisis. El determinismo tecnológico conte­nido en su argumento es mucho más evidente en su discusión sobre los sistemas agrícolas propios de cada región. Por ejemplo, aunque Boserup sostiene que hay una correlación negativa entre el uso del arado y la cantidad de trabajo efectuado por la mujer, las razones de esta correlación no quedan claras. Tampoco discute la posibilidad de que pueda haber razones causales más profundas que expliquen esta correlación empírica. En cambio, da la impresión de que la técnica ejerce un impacto misterioso, aunque poderoso, sobre la divi­sión sexual del trabajo. Este tipo de correlación no-explicada es muy común en la teoría de la modernización. Los procesos por los cuales se lleva a cabo la denominada modernización (en este caso los efectos del cultivo del arado sobre el trabajo de la mujer) casi nunca se explican. Más bien, lo más “ moderno” se propone como modelo con el cual se juzga lo más "atrasado” . Debe reconocerse que Boserup no incurre en este último problema; más bien considea a la modernización como algo inimico a la independencia económica de la mujer.

Sin embargo, esta apreciación no se hace dentro del contexto de una teoría coherente sino que es el resultado de una intuición empírica aguda. La "cultura” es la culpable de la marginalización de la mujer y no algo inherente al mismo proceso de modernización. De

27

Page 10: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

hecho, cambios técnicos como el paso del cultivo con azadón al cultivo con arado se consi­deran como productos inevitables del crecimiento de la población dentro3. Sin embargo, Boserup en ninguna parte cuestiona las causas del incremento de la densidad de la pobla­ción, específicamente la suposición malthusiana de que el crecimiento demográfico es inherente a la naturaleza humana.

En lo que respecta al Tercer Mundo, tal posición conlleva el ignorar los efectos tanto directos como indirectos de la enajenación de la tierra y su apropiación privada sobre la densidad de población durante el período colonial. Los efectos directos se sintieron en forma más aguda en regiones tales como Africa del Sur donde la mayor parte de la tierra (incluyendo las mejores tierras) fue tomada por los colonizadores, empujando a la pobla­ción indígena hacia tierras de reservas y llegando a establecer una proporción de habitante por tierra muy alta (Palmer y Parson, 1977). Los efectos indirectos se han sentido en las regiones donde la privatización de la tierra, el trabajo y la subsistencia han generado incen­tivos para que la tasa defertilidad entre la población campesina sea más alta (Mandami, 19^2).

Como se plantea más adelante, tales cambios en la organización social de la produc­ción y en la apropiación de los medios de producción también tienen efectos poderosos sobre la división del trabajo por sexo y por edad. Lo que para Boserup parece ser una corre­lación técnicamente determinada entre el cultivo del arado y de una menor participación femenina en el trabajo de campo, debe más bien ser considerada desde el punto de vista de las relaciones sociales de producción y reproducción. Es claro que Boserup anota que “ el arado se usa en las regiones donde hay propiedad privada de la tierra y un número compa­rativamente grande de familias sin tierra dentro de la población rural’ ’ (p. 26). Según ella, esto crea la posibilidad de que trabajadores asalariados (hombres y mujeres) substituyan a la esposa del campesino en los trabajos de campo. Pero no explica por qué y mediante cuáles procesos esta posibilidad aparece.

De hecho, en toda su discusión del trabajo agrícola de la mujer, Boserup hace una distinción más bien.artificial entre mujeres provenientes de unidades domésticas campesi­nas con tierra y aquellas provenientes de unidades domésticas campesinas proveedoras de fuerza de trabajo. No está clara la razón por la cual se concentra en el primer tipo de unida­des domésticas solamente cuando define los sistemas agrícolas femeninos y masculinos, y discute el segundo tipo en un capítulo completamente aparte. No cabe duda de que las mujeres sin tierra también deberían ser parte del criterio por el que un sistema agrícola se define como masculino o femenino. Esto sería especialmente cierto en los casos en los cuales la mujer constituye una proporción significativa de la fuerza de trabajo agrícola asalariada en las regiones con cultivo del arado,4. En realidad cuanto más se lee el libro de Boserup, es más evidente que la característica distintiva clave entre el sistema de cultivo africano y el asiático, no es, como ella lo sugiere, las herramientas usadas —azadón o arado— sino las formas de apropiación de la tierra, del excedente y de la capacidad repro­ductiva de la mujer. La división sexual del trabajo está relacionada con estos factores, como lo demostraremos con algunos ejemplos más adelante.

Para ver esto, es necesario examinar su trabajo anterior sobre The C onditions o f Agricultura! Grouth. A llí, un crecim iento dem ográfico exógeno dado ofrece el principal ím petu al cam bio tecn o lóg ico en la agricultura. Su argumento pretende ser anti-multhsiano en la m edida en que el aumento en la densidad de pob lación de una región no se considera com o fuente de los controles malthusianos tales com o la guerra, hambrunas, etc., sino que más bien da lugar a la adaptación tecnológica (períodos de descanso más cortos, m ayor intensidad de cultivos, cam bios del azadón al arado) para poder cultivar más alimentos.

Por ejem plo, en la India, el cultivo del arado coexiste con una fuerza laboral asalariada agrícola de la cual las mujeres constituyen casi la mitad. (Om vedt, 1 977 .) »

28

Page 11: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

En forma similar, si bien Boserup discute las raíces económicas de la poligamia, no examina la dinámica de esta institución a medida que se abren las posibilidades de acumu­lación. En algunas comunidades africanas pre-coloniales, un gran número de esposas le daba al hombre un status elevado y posiblemente un mayor peso en los consejos de la aldea, pero al menos la mujer tenían un control parcial sobre el producto de su trabajo. Con la llegada del comercio a larga distancia y la apropiación privada de la tierra, el trabajo de la mujer podía producir un excedente con el cual conformar una base para la acumulación de tierra y riqueza (Ciancanelli, 1980). La diferenciación de clases empezó a intensificarse; las mujeres empezaron a tener menos control sobre el producto de su trabajo, y las esposas adicionales se convinieron simplemente, en trabajadoras de campo adicionales. Este cambio probablemente resultó en una modificación sustancial —desfavorable para la mujer— en las relaciones entre los sexos. Al no examinar estos camb'os, el argumento de Boserup permanece aislado de cualquier análisis coherente sobre las conexiones existentes entre el proceso social de acumulación, la formación de clases y los cambios en las relacio­nes entre los sexos.

Otro ejemplo de la debilidad de los fundamentos conceptuales de su argumento es la discusión que hace Boserup acerca de la pérdida de status de la mujer durante la domi­nación colonial. Los sesgos de la teoría de la modernización son evidentes en su supuesto de que la introducción de la agricultura comercial fue en general benéfica, a excepción de la pérdida de status de la mujer. Esto ignora por completo la larga historia de resistencia presentada al cultivo forzoso de productos como el algodón y el café en Africa y en otras partes del Tercer Mundo (Nzula, et. al., 1979). Tales cultivos que exigían una mayor utili­zación de tierra y trabajo en la producción de cultivos comerciales fueron un mecanismo importante en la transformación de las relaciones de tenencia, de la diferenciación de clases y de la explotación del capital comercial.

La intervención activa del estado colonial en tales cultivos y en los esfuerzos por diseminar las mejoras tecnológicas es poco sorprendente. Los cultivos de subsistencia de la población local no eran una fuente de plusvalía, llamaron la atención del gobierno tan sólo en dos aspectos: en primer lugar, cuando la tierra y el trabajo empleados en los cultivos de subsistencia se constituían en un obstáculo para la expansión de los cultivos comerciales; y en segundo lugar, cuando la producción de subsistencia se deterioraba hasta tal punto en que se daban migraciones excesivas hacia las áreas urbanas, o cuando se presentaban manifestaciones de resistencia política (Bernstein, 1979; Van Alien, 1972).

“ Enseñar” a la mujer mejores técnicas para los cultivos de subsistencia, como lo sugiere Boserup, es algo equivalente a curar un cáncer con una curita adhesiva. La caren­cia de tal enseñanza no puede ser la culpable del empeoramiento de la situación de la mujer en condiciones de rápida enajenación de la tierra y de diferenciación de clases. Bose­rup tampoco tiene razón al sugerir que todos los hombres se beneficiaron de la producción comercial. Si bien es cierto que algunos hombres estuvieron én capacidad de utilizar las posibilidades de acumulación ofrecidas por los cultivos comerciales para ascender dentro de la jerarquía de clases local, la mayoría de ellos no lo pudo hacer. La verdad parcial de la tesis de Boserup está en el hecho de que si bien algunos hombres pudieron ser integrados a la clase dominante, casi ninguna mujer podía serlo por méritos propios. Es innegable que la concentración de la mujer en los cultivos de subsistencia constituyó uno de los factores constantes de esta disparidad; sin embargo, el predominio de los cultivos comerciales sobre los de subsistencia no se puede considerar como producto de la cultura europea patriarcal, sino del proceso de acumulación de capital. Por lo tanto, la pérdida de status de la mujer es el resultado de la mezcla de relaciones de clase y de sexo.

En lo que sigue de esta sub-sección, damos ejemplos de algunas contribuciones recientes a la literatura, las cuales enfatizan los nexos estrechos que existen entre el pro­ceso de acumulación y los cambios en el trabajo de la mujer y en las formas de su subordi­

29

Page 12: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

nación. La tendencia más fuerte de la acumulación capitalista es la de separar a los produc­tores directos de los medios de producción tales como la tierra, a la vez que hacer más con­tingentes e inseguras sus condiciones de subsistencia. Esta tendencia se manifiesta en las nuevas formas de estratificación de clases en las áreas rurales, por ejemplo, entre campe­sinos ricos o empresarios agrícolas de una parte, y campesinos pobres y jornaleros sin tierra, de otra. Este proceso puede tener una serie de efectos sobre el trabajo de la mujer, de acuerdo a la forma específica que asuma la acumulación en una región dada (Deere y León de Leal, 1980). Los siguientes ejemplos se han tomado de estudios recientes sobre el tema.

En primer lugar, la división sexual del trabajo puede cambiar y la carga laboral de la mujer puede ser intensificada. Por ejemplo, Bukh (1979) demuestra cómo la concentración del hombre en los cultivos comerciales y la migración masculina a las áreas urbanas en busca de trabajo en Ghana ha obligado a la mujer a asumir cargas adicionales en la produc­ción agrícola de subsistencia, con el alargamiento e intensificación de su día laboral. La presión sobre la mujer en las unidades domésticas cuyo jefe sea mujer se ha acentuado a raíz del incremento en la asistencia escolar; ha inducido cambios en los cultivos tales como el cambio de ñame a la yuca, la cual requiere menos trabajo pero es menos nutritiva, así como una disminución en la producción de hortalizas. Además, en la medida en que la tierra es apropiada en forma privada, las fuentes comunitarias de agua, combustible y alimentos dejan de ser accesibles para los campesinos pobres y los jornaleros agrícolas (Sen, 1978), lo cual obliga a la mujer a emplear más tiempo en la búsqueda y recolección de estos elementos.

En segundo lugar, la mujer puede perder el control efectivo sobre los recursos pro­ductivos así como sobre el proceso de trabajo y su producto. Por ejemplo, Young (1979) describe los cambios en la división sexual del trabajo fruto de la penetración del capital mercantil y su interacción con el capital local en la región mexicana de Oaxaca en la década de 1920. La participación del capital mercantil en las actividades textileras femeninas ya estaba disminuyendo el control que la mujer tenía sobre la compra y venta de su producto. Adicionalmente, el cambio de los cultivos tradicionales hacia la producción del café para el mercado introdujo nuevas modificaciones. El trabajo de la mujer se orientó más hacia la participación estacional en la producción cafetera que hacia la industria de tejidos. Como resultado, la mujer perdió el control sobre los recursos económicos y sobre el proceso de trabajo, a la vez que se convirtió en trabajadora marginal y de segunda importancia dentro de la producción agrícola.

En tercer lugar, puede surgir una nueva división del trabajo en la cual la mujer joven se convierte en trabajadora asalariada migrante. La creciente intemacionalización del capi­tal ofrece ejemplos muy vividos acerca del lugar asignado a la mujer dentro del proceso de trabajo capitalista. Heyzer (1979) describe la participación de las mujeres jóvenes migran­tes de Malasia en las industrias intensivas en mano de obra en Singapur. Los trabajadores migrantes constituyen el 51% del total de la mano de obra del sector manufacturero de Singapur, y cerca del 45% de los obreros eje este sector son mujeres que trabajan en las escalas más bajas de la estructura salarial; El análisis de Heyzer es bastante ilustrativo acerca de las condiciones bajo las cuales la mujer se está convirtiendo en participante importante del proceso de industrialización que está ocurriendo en algunos países del Tercer Mundo actualmente. Como lo señalan Elson y Pearson (1978), el empleo de la mujer es el resultado lógico de la creciente fragmentación del proceso de producción capitalista cuya tecnología hace posible la utilización de trabajo no-calificado en los procesos de tra­bajo intensivo que se están desplazando hacia el Tercer Mundo; la mano de obra femenina satisface las necesidades del capital en términos de una mano de obra disciplinada y barata. Safa (1979) ilustra lo anterior con el caso de las zonas de libre comercio de Puerto Rico y la República Dominicana, en las cuales el 80% de los empleados son mujeres. Una característica común de este tipo de empleo es que es temporal ya sea porque los contratos

30

Page 13: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

son de duración limitada o porque hay una alta rotación de personal. Otra característica la constituyen las condiciones opresivas de trabajo. Hayzer describe la “ atmósfera de coer­ción” prevalente y el trabajo alienado bajo los cuales laboran las mujeres. Safa describe la falta de transporte público, los servicios de salud y sociales insuficientes y la resistencia de la gerencia da cualquier intento de sindicalización.

Encuarto lugar, aunque es posible que las formas tradicionales de control patriarcal sobre la mujer se hayan debilitado, surgen nuevas formas las cuales son reforzadas a través del proceso de acumulación capitalista. Deere (1977) muestra como el cambio de relaciones serviles a relaciones capitalistas de producción a mediados del siglo veinte en Cajamarca, Perú, debilitaron los controles patriarcales sobre el trabajo de la mujer. Mien­tras que el aumento de la migración masculina hacia las plantaciones de la costa representó una mayor autonomía para la mujer que la que había tenido anteriormente, el acceso a la tierra se volvió más limitado, y surgió una nueva estructura por medio de la cual las mujeres se hicieron dependientes de los asalariados masculinos. En forma parecida, en el caso del sureste asiático ya citado, el patriarcado dentro de la familia ha sido en parte reemplazado por un control capitalista que asume formas muy patriarcales, y tanto las vidas como la sexualidad de las mujeres jóvenes se encuentran circunscritas a las políticas laborales de la empresa.

En quinto lugar, la diferenciación económica que acompaña la transformación capita­lista de una región ofrece una base nueva para la diferenciación de la mujer en relación a su clase social. Esto lo ilustra Stoler (1976) en su estudio sobre la mujer de Java. En su análi­sis del impacto del cambio agrícola sobre la participación laboral, ella plantea que “ para la mayoría más pobre de la sociedad rural, tanto hombres como mujeres ven sus condiciones deteriorarse en la medida en que la tierra se va concentrando en manos de las unidades domésticas más acomodadas. Sin embargo, la disminución en las oportunidades de empleo femenino puede observarse más fácilmente” (p. 88). Si bien Boserup señala la habilidad que tienen algunas mujeres de las unidades domésticas con tierra de sustraerse del trabajo - de campo cuando hay jornaleros sin tierra disponibles, no elabora las implicaciones de lo anterior en términos de la mujer jornalera sin tierra. Como ejemplo se puede anotar el hecho de que la mujer pobre y sin tierra se ve obligada a buscar empleo agrícola en vista de la disminución de las oportunidades de empleo, producto de la mecanización de la agricul­tura (Sen, 1979).

En resumen, estos estudios muestran las formas específicas bajo las cuales la mujer se ve afectada por la estructura de producción jerárquica y de explotación asociada a la penetración del capitalismo en el Tercer Mundo. El proceso de modernización no es neu­tral, sino que obedece a los dictados de la acumulación capitalista y de la obtención de ganancias. En contraste a lo que da a entender Boserup, el problema para la mujer es no solamente la falta de participación en este proceso en condiciones de igualdad respecto al hombre; es un sistema que genera e intensifica las desigualdades y que utiliza las jerar­quías sexuales existentes de tal manera que asegura que la mujer se ubique en posiciones subordinadas dentro de los distintos niveles de interacción que se dan entre clase y sexo.

Reproducción

Uno de los temas más permanentes del movimiento feminista actual ha sido el énfa­sis dado al papel de la reproducción como un sector determinante del trabajo de la mujer, la división sexual del trabajo y las relaciones de dominación/subordinación entre los sexos5

Por reproducción querem os decir no solamente la reproducción biológica y el m antenimiento diario de la fuerza de trabajo, sino la reproducción social, es decir, la perpetuación del sistema social. Por lo tan­to, com partim os la opinión de que para controlar la reproducción social —a través de sistemas de

24—

Page 14: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

Este énfasis es precisamente el que está ausente del libro de Boserup. El resultado es que su análisis carece de una perspectiva feminista que se dirija directamente al problema de la subordinación de la mujer. Que quede claro, el libro trata de las diferentes formas que tal subordinación puede asumir, pero no entiende el papel fundamental de la unidad domés­tica —como el nücleo de la reproducción— y de las relaciones sociales entre los miembros de la unidad doméstica en la configuración del ‘ ‘problema de la mujer” y en la determina­ción del papel de la mujer en el desarrollo económico.

Para mayor ilustración, el análisis de Boserup sobre la poligamia en Africa está ba­sado, como ya se mencionó, en factores económicos debidos a que cada esposa representa un acceso adicional a la tierra y a recursos laborales. Sin embargo, Boserup no acompaña esté interesante hallazgo, con un análisis sobre el significado de este tipo de organización de la unidad doméstica en términos de la dinámica de la dominación del hombre sobre la mujer. Además, no explica por qué la poligamia también se encuentra en los países del Medio Oriente donde la mujer esté recluida y no representa un aumento de recursos de tierra ni laborales. En tales casos, la poligamia se convierte en un lujo que no todas las unidades domésticas se pueden dar. Una situación parecida se'encuentra inclusive en algunas regiones africanas en las cuales se recluye a la mujer, tal como en la región de Hausa en Nigeria del Norte, donde la poligamia ha aumentado a lo largo de este siglo (Longhurst, 1979). En estos casos, la poligamia y la reclusión se pueden asociar a la repro­ducción social, es decir, al acceso a los nexos y recursos familiares ofrecidos por cada espo­sa, y en el caso de la reclusión, al control ejercido sobre la sexualidad femenina con el propósito de identificar la paternidad y transmitir los recursos de una generación a otra.

Así, el análisis de Boserup cae dentro de la perspectiva de un enfoque tradicional en relación a los temas de la mujer. Este enfoque se centra en la producción no-doméstica como la determinante de la posición de la mujer en la sociedad. En consecuencia, la solu­ción a la opresión de la mujer se considera que está localizada en la esfera de las relaciones sociales y económicas externas a la unidad doméstica. Por el contrario, el análisis feminista reciente ha señalado las limitaciones de este enfoque dejando en claro que es unilateral y

¡ que no se dirige a la raíz de las relaciones patriarcales. En lo que sigue analizamos tres áreas en las cuales el énfasis sobre la reproducción ha contribuido a nuestra comprensión

I del papel económico de la mujer, de la base material de su opresión y de su implicación en términos de políticas y acciones.

El Trabajo Doméstico. Durante la última década, los esfuerzos feministas para en­tender las raíces de la opresión de la mujer han producido un volumen creciente de litera­tura sobre el trabajo doméstico y la producción doméstica. La mayor parte de esta litera­tura se basa en las condiciones prevalentes en las sociedades urbanas, industrializadas, en las cuales la familia nuclear ha sido la forma básica de la organización doméstica y el tra­bajo asalariado la fuente más importante de la subsistencia familiar. Bajo tales condicio­nes, la mayor parte del trabajo doméstico consiste en la producción de valores de uso mediante la combinación de mercancías compradas en el mercado y tiempo de trabajo doméstico. Los bienes y servicios producidos desempeñan la función de contribuir a la reproducción de la fuerza de trabajo y para su mantenimiento cuotidiano. Por lo tanto, el trabajo doméstico realiza un papel crucial en el funcionamiento del sistema económico; en la unidad doméstica típica, este trabajo no es remunerado y es efectuado por la mujer. El trabajo doméstico, por lo consiguiente, esta vinculado al mercado tanto por medio de los insumos que allí compra como por ser el trabajo que permite mantener y reproducir la mercancía fuerza de trabajo que se intercambia por un salario6.

herencia, p. ej.— la m ayoría de las sociedades han desarrollado diferentes formas de con tro l sobre la sexualidad femenina y sobre las actividades reproductivas de la m ujer, y que este con tro l es el funda­m ento de la subordinación de la mujer.

Para una elaboración más detallada de estos puntos, ver, entre otros, Beechy, 1977 ; Himm elweit y Mohun, 1977 ; Mackintosh, 1978.

32

Page 15: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

Sin embargo, la forma, el alcance y el significado del trabajo doméstico varía de acuerdo a la etapa de transformación económica de cada sociedad. En una economía de subsistencia, los insumos utilizados para la producción doméstica no se compran en el mercadofson transformados de manera tal que la producción doméstica y no-doméstica están estrechamente vinculadas —hasta tal punto que es difícil trazar una línea claramente definida entre ellas. El trabajo doméstico se extiende hasta actividades tales como la reco­lección de leña para el hogar, la recolección de hortalizas para la alimentación diaria, y el hornear pan en los hornos públicos para el consumo familiar. El trabajo doméstico también se vuelve parte del proceso de trabajo agrícola— el caso de la cocción de la comida de los jornaleros agrícolas en la casa y luego su transporte a los campos. En forma similar, el proceso de trabajo agrícola se extiende a la producción doméstica, como sucede con el secamiento de los cereales y el procesamiento de los bienes agrícolas antes de que estén listos para el consumo familiar.

Por lo tanto, en las sociedades agrícolas la magnitud de la producción para el consu­mo de la unidad doméstica es mayor que en sociedades en las cuales una buena proporción de la producción doméstica anterior se ha mercantilizado. En el primer caso, el trahaj.0

doméstico y agrícolas cargan con el peso de la subsistencia. En algunos casos, tal como el de los sistemas agrícolas femeninos de Africa, esta carga recae con mayor intensidad sobre la mujer. En la mayoría de los casos y a pesar de una división sexual del trabajo claramente definida, el trabajo de hombres y mujeres se integra en el tiempo y en el espacio. La sepa­ración entre actividades productivas y reproductivas es con frecuencia artificial, tal como lo simboliza la mujer que carga a su hijo a la espalda mientras trabaja en el campo. Bajo los sistemas de trabajo asalariado de las sociedades urbanas, industrializadas, la subsistencia recae sobre el salario; el trabajo doméstico transforma el salario en valores de uso que se consumen en la unidad doméstica. Existe una clara separación entre la producción domés­tica y la de mercancías, y el trabajo doméstico no-remunerado se hace cadá vez más aislado y diferenciado de la producción no-doméstica.

A pesar de estas diferencias, la proporción en que el trabajo doméstico es efectuado por la mujer en todos los países es apabullante. La mujer realiza la mayor parte de las labo­res de reproducción; en la medida en que también participa en las actividades productivas fuera de la unidad doméstica, también tiene que hacer frente al problema de la “ doble jornada” . Como se mencionó anteriormente, el capítulo 9 de Boserup incluye una discu­sión interesante sobre la tendencia a subestimar las actividades de subsistencia —incluido el trabajo doméstico— que representan una proporción alta del trabajo de la mujer. Sin embargo, ella en ninguna parte presenta una indicación acerca del papel central que desempeña la participación primaria de la mujer en las actividades domésticas para poder entender su papel en la economía y su subordinación.

Reproducción y Producción. El énfasis sobre la reproducción y sobre el análisis de la esfera doméstica implica que la atención prestada tradicionalmente a la esfera de la producción mercantil es insuficiente para analizar el trabajo y el papel de la mujer en la sociedad. Para poder entender plenamente problemas tales como la naturaleza de la discri­minación sexual, el salario femenino, la participación de la mujer en el proceso de desarro­llo y las implicaciones para la acción política, es necesario examinar las áreas de la produc­ción y la reproducción, así como la interacción que se da entre las dos. Con el propósito de ilustrar lo anterior con un ejemplo tomado del campo de la economía, nos basaremos en las implicaciones de política de un modelo como el del modelo de mercado de trabajo interno de acuerdo a la diferenciación sexual en el mercado laboral.

Este modelo representa un paso adelante respecto a las explicaciones neoclásicas sobre la posición secundaria de la mujer dentro del mercado laboral en el sentido de que centra su atención en la organización interna de la firma capitalista para poder explicar la segregación sexual y las diferencias salariales —más que en los factores de oferta y de­

33

Page 16: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

manda desarrollados por otros modelos (Blau y Jusenius, 1976). La dinámica de esta orga­nización interna tiende a apoyar la formación de escalas de empleos y de grupos de trabajo que crean jerarquías entre los trabajadores. El sexo es uno de los criterios por medio de los cuales se puede separar a los trabajadores. La segregación ocupacional, las diferencias salariales y otros tipos de discriminación por sexo se consideran el resultado de esta estruc­tura de producción jerárquica y auto-reguladora.

Se pueden derivar dos implicaciones de este modelo. Una implicación radical sería la eliminación de la estructura de producción jerárquica, p. ej. por medio de alguna forma de control de los obreros y la igualación de los salarios. En la medida en que esto elimi­naría o reduciría las diferencias entre los trabajadores, tendería a eliminar o reducir las diferencias por sexo. La implicación menos radical sería una política de acción orientada a hacer más igualitarias las oportunidades de empleo sin cambiar la estructura de produc­ción y la jerarquía laboral pero haciendo que cada empleo fuera igualmente accesible para hombres y mujeres. Ambas medidas tienen como gran defecto el que solamente le presten atención a la estructura de producción y no tienen en cuenta el papel de la mujer en el área de la reproducción. Si la mujer tiene que enfrentarse con una “ doble jomada” y si las faci­lidades para el cuidado de los niños no están a su disposición, ninguna de las dos medidas puede solucionar totalmente el problema de la posición secundaria de la mujer en el mercado de trabajo dado que su participación en la producción remunerada está condicio­nada por su trabajo en el área de la reproducción. El énfasis sobre la reproducción señala la necesidad de eliminar las formas discriminatorias que estén ubicadas en la esfera de la reproducción —tales como el compartir el trabajo doméstico entre hombres y mujeres, la disponibilidad de guarderías infantiles y la eliminación de las relaciones patriarcales y de los estereotipos en la socialización de los sexos.

Dentro de la tradición marxista, es interesante anotar que la tesis de Engels (1975) contiene un análisis de la interacción entre producción y reproducción. Su percepción sobre el origen de la subordinación de la mujer relaciona la esfera productiva —la introducción de la propiedad privada sobre los medios de producción y la consiguiente necesidad de pasarla de una generación a la siguiente— con la reproducción, es decir, con la necesidad de identificar la paternidad de los herederos por medio dé las instituciones de la familia y el control sobre la sexualidad de la mujer y sus actividades reproductivas. La tesis de Engels se puede proyectar a situaciones tales como las que existen en las sociedades industrializa­das donde grandes segmentos de la población no son dueños de los medios de producción pero donde aún persisten diferencias de clase y de jerarquía dentro de las clases no propie­tarias. En otras palabras, se puede argumentar que, en la medida en que la reproducción implique la transmisión privada al acceso a los recursos, tales como la educación, persiste la necesidad de identificar a los beneficiarios individuales1.

Engels no amplió el análisis en esa dirección. Para él, al igual que para Marx la pro­ducción de los medios de subsistencia y la reproducción del ser humano son los dos niveles fundamentales de la actividad humana. Sin embargo, ambos supusieron que la eliminación de la propiedad privada y la participación de la mujer en la producción de mercancías— hechos posibles por la industrialización— sentarían las bases para su emancipación. Por lo tanto, la conexión inicial entre la producción y reproducción hecha por Engels se hizo confusa con el supuesto de que la transformación de las estructuras productivas automáti­camente eliminarían la opresión de la mujer. El pensamiento marxista tradicional y la polí­tica de la izquierda tradicional (y liberal) han seguido un camino parecido. El nuevo énfasis sobre la reproducción es el resultado de las preguntas planteadas por el movimiento femi-

Ver Benería, 1979, para una ampliación de este punto. Esto puede explicar la razón por la cual las costumbres relacionadas con la sexualidad son m enos estrictas entre las clases más pobres, comparadas con las clases media y alta, en muchas sociedades tanto urbanas com o rurales.

34

Page 17: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

nista; puede considerarse como una ampliación de una perspectiva inherente a la formula­ción inicial de Engels.

Una serie de estudios recientes sobre la mujer en países del Tercer Mundo se han centrado en la interacción entre la producción y la reproducción para analizar el trabajo de la mujer. Como ilustración, el trabajo de Mies sobre las mujeres tejedoras de encaje en Narsapur, Andhra Pradesh, India, demuestra como la reclusión de la mujer ha condiciona­do su participación en la producción no-doméstica. Aunque la manufactura del encaje es una industria de trabajo a domicilio orientada hacia el mercado internacional es altamente compatible con la reclusión y el trabajo doméstico. La mujer se ocupa de la elaboración de encajes de seis a ocho horas diarias, fuera de sus tareas domésticas. Sus ganancias diarias promedio no alcanzan a ser la tercera parte del salario mínimo oficial para la mujer traba­jadora agrícola. Esto, a pesar del hecho de que la industria ha crecido considerablemente desde 1970 y que representa una muy alta proporción de las divisas extranjeras obtenidas por medio de las artesanías en la región, y a pesar del hecho de que muchas de las mujeres son las proveedoras de sus familias, este sistema altamente explotador ha llevado, según Mies, a una mayor diferenciación de clases dentro de las comunidades locales así como a una mayor polarización entre los sexos. El sistema es posible debido a la existencia de una ‘ ‘ideología de reclusión’ ' la cual confina rígidamente a la mujer al hogar, elimina sus opor­tunidades de empleo fuera de él y las predispone a recibir salarios en extremo bajos. Un enfoque estricto sobre los aspectos de “ producción” de la manufactura de encaje —el enfoque de Boserup— excluyendo los aspectos de la “ reproducción” tales como la reclu­sión, presentaría solamente un cuadro parcial sobre la naturaleza de la explotación de la mujer.

El control demográfico y el Control Natal. La década de 1970 ha sido particularmente fructífera en resaltar los problemas de las libertades de reproducción en los países capita­listas avanzados. Esto ha asumido la forma práctica de las luchas por el derecho al aborto, métodos anticonceptivos seguros y facilidades de guarderías infantiles adecuadas, y en contra de los abusos de la esterilización. Para la mujer en el Tercer Mundo, sin embargo, la cuestión de los derechos de reproducción se complica por el problema del exceso de pobla­ción y de la oposición a los programas de control demográfico de dominación imperialista. (Esto también es cierto de la mujer pobre de los grupos étnicos y raciales minoritarios quienes tienen que enfrentar el peligro del abuso de la esterilización en los países capitalis­tas avanzados).

Buena parte de la literatura sobre el Tercer Mundo se ha centrado en la cuestión del control demográfico como tal (Mass, 1972; Giménez, 1977; Mandani, 1972) sin dirigirse directamente al problema del derecho a la reproducción de la mujer, o a las posibles con­tradicciones entre clase y sexo. En los párrafos siguientes trataremos de analizar en qué forma una perspectiva feminista puede modificar el análisis que se haga sobre el creci­miento y control demográfico en el Tercer Mundo.

El concepto de derecho a la reproducción incluye el derecho a tener o no tener hijos, y el derecho a espaciar los partos. En la medida en que los hijos son futuros trabajadores (o herederos de las clases propietarias), las decisiones relativas a tener hijos afectan no sola­mente a la mujer sino a la reproducción de la unidad doméstica de la cual ella es un miem­bro. P. ej., en unidades domésticas muy pobres con poca tierra y exprimidas por el pago de intereses usurarios y de renta, el trabajo de los hijos (tanto en el predio campesino como fuera de él) puede ser clave para que la unidad doméstica subsista y pueda conservar la tierra. Por lo tanto las familias numerosas en las áreas rurales pueden tener una base clara­mente económica puesto que la sobrevivencia familiar depende de la ayuda proporcio­nada por los hijos. Incluso los economistas neoclásicos están dándose cuenta del efecto que los factores clasistas tales como el nivel de escolaridad, el tamaño de la tenencia, y el acceso a la tecnología tienen sobre las tasas de fertilidad (Rosenzweig, 1977). Los autores

35

Page 18: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

marxistas han mostrado el conflicto entre la racionalidad económica de la unidad doméstica individual y los programas sociales de planificación familiar y control demográfico (Man- dani, 1972). Tal conflicto puede expresarse en formas muy sutiles, tales como ignorar los métodos anticonceptivos existentes o más abiertamente resistiéndose a los programas de esterilización forzosa. En tanto que la izquierda se ha opuesto en forma adecuada a estos programas y ha señalado las causas sociales del desempleo (el verdadero problema demo­gráfico), también ha tenido una tendencia a ignorar un aspecto crítico de la tenencia de hijos, esto es,que quienes los tienen son las mujeres.

Si bien es cierto que las decisiones sobre el tener hijos puede afectar la capacidad de sobrevivir de toda la unidad doméstica, la carga inmediata de los múltiples embarazos recae sobre la madre. Bajo condiciones de extrema pobreza y desnutrición así como de un trabajo excesivo, esto puede y tiene un efecto tremendamente desgastador sobre la salud y bienestar de la madre. La unidad campesina pobre puede sobrevivir gracias a los embara­zos continuos y la mala salud de la madre, los cuales son exarcebados por la mortalidad infantil alta. Los intereses de clases de la madre y sus responsabilidades como mujer entran en grava conflicto8.

El resultado de este conflicto es que las actitudes de la mujer pobre hacia el control natal, los anticonceptivos e incluso la esterilización es muy probable que sean diferentes a las del hombre. La investigación sobre estos problemas en el Tercer Mundo debe plan­tearse interrogantes tales como: a) ¿quién toma las decisiones sobre el tener hijos y el control natal dentro de las unidades domésticas rurales, la familia y la comunidad? b) ¿cuáles son las formas locales de control natal disponibles para la mujer y en qué forma, se usa? y c) ¿existen diferencias de opinión y de intereses entre las que procrean a los hijos y los demás miembros de la familia?

Las respuestas a tales preguntas exigen una investigación empírica muy cuidadosa que apenas se inicia en el Tercer Mundo. Los hallazgos obtenidos a través de la investiga­ción empírica deben afectar la evaluación que se haga de los programas de control de nata­lidad especialmente de sus versiones “ ilustradas” las cuales centran su atención sobre la educación y salud de la madre. La reducción de la mortalidad infantil, el mejoramiento en las condiciones de salud e higiene y los mejores servicios paramédicos y de las parteras pueden dar a la mujer rural pobre mejores opciones que las que actualmente tienen, las cuales consisten en tener que resolver contradicciones de clase por medio de sus propios cuerpos. Está claro que estos programas no pueden ser una panacea para el problema básico de la desigualdad en la tenencia de la tierra y la pobreza extrema, y_las contradic- ciones de clase y acumulación de capital en el campo solamente se pueden resolver me­diante un cambio social del sistema. .

Conclusiones

Hemos intentado hacer dos cosas en este trabajo. En primer lugar, deseábamos evaluar las contribuciones positivas del trabajo de Boserup a una década de investigación feminista sobre la mujer en el Tercer Mundo. En segundo lugar hemos tratado de demos­trar las limitaciones de sus análisis, las cuales surgen de una base conceptual poco adecua­da. Hemos argumentado también que ha habido mucha investigación fructífera durante la última década, la cual ha partido de los hallazgos de Boserup, pero que tiene una funda-

Existe otra forma en la cual este con flicto puede manifestarse para la mujer de las unidades campesinas más ricas, en las cuales el con trol patriarcal sobre el trabajo de los hijos y de la mujer puede ser un me­canismo de acum ulación para el patriarca poseedor de tierra. Nuevamente, el con trol sobre la capacidad reproductora de la mujer se convierte en un aspecto de la reproducción de clase. Ver Folbre, 1979.

36

Page 19: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

mentación teórica más sólida (basada en una perspectiva feminista y clasista), la cual ha ofrecido una comprensión muy rica de la posición de la mujer en el Tercer Mundo.

Sin embargo, es muy importante delinear las implicaciones de política que surgen en este análisis. Las conclusiones de Boserup hacen énfasis sobre la educación de la mujer como el mecanismo fundamental con el cual lograr que la “ modernización” funcione mejor para la mujer: a través de la educación, la mujer puede competir mejor en los mercados laborales urbanos y lograr acceso a las técnicas agrícolas mejoradas en las áreas rurales. Esta conclusión ignora dos caracteríticas centrales que un análisis basado en los conceptos de acumulación y del papel de la mujer en la reproducción debe tener en cuenta. De una parte, ignora la alta incidencia del desempleo entre los sectores escolarizados en el Tercer Mundo, a menos de que se eliminen las causas sistémicas de este desempleo, la educación de la mujer es una solución puramente individualista la cual intenta cambiar las caracterís­ticas de las mujeres individualmente en vez de cambiar las del sistema en su totalidad. De otra parte, aún si hubiese cambios sistémicos importantes, la educación de la mujer no alterará su posición en la medida en que no se dirige a los problemas del cuidado de los niños y el trabajo doméstico. La incidencia de la ' 'doble jornada” en países como la Unión Soviética y China aportan la evidencia en este sentido.

Al corto plazo, no podemos darle la espalda a programas tales como la estrategia de las “ necesidades básicas” , no importa cuán limitada sea su motivación9. Puesto que el resultado de las tensiones entre sexo y clase lo constituye el trabajo diferencial y la mala salud de la mujer, debemos apoyar los programas de provisión de agua potable, electrifica­ción, salubridad e higiene, etc., pero dando un énfasis especial a la manera como se imple- mentan y a quiénes benefician. En este sentido debe darse importancia a las estrategias basadas en la auto-organización de las mujeres pobres con el fin de obtener el control de tales programas.

La meta a largo plazo hacia la cual señala nuestro análisis es la eliminación de las jerarquías de clase y sexo mediante una transformación radical de la sociedad, lucha por la cual se requiere no solamente un análisis de clase y de la acumulación sino también un reconocimiento de la reproducción a todos los niveles. No podemos seguir ignorando las cuestiones relativas a lo que sucede dentro de los hogares y a la estrecha vinculación que existe entre las relaciones de clase y sexo. El análisis feminista de la última década en el Tercer Mundo ha dado apoyo y claridad a este punto de vista.

Para una aclaración de la estrategia de las necesidades básicas, ver OIT, 1976.

B IB L IO G R A F IA

Am in, S., Unequal D evelopm ent, New Y ork , M onthly Review Press, 1976.Beran, P., The Political E con om y o f G row th, New York, M onthly Review Press, 1959.Beechey, V ., “ Some N otes on Female wage labor in Capitalist P roduction” , en Capital and Class, Autum n,

1977.Beneria, L., “ R eproduction , P roduction and the Sexual Division o f L abor” , en Cambridge Journal o f

E conom ics , 3, 203-225, 1979.----------- , “ A ccounting fo r W om en ’s W ork” , forthcom ing en W om en’s Work in Rural E conom ies , Geneva,

ILO.Bernstein H., “ Agrican peasantries: a theoretical fram ew ork” , en Journal o f Peasant Studies, July pp. 421-

443, 1979.Blau, F. y Jusenius, C ., “ E conom ists ’ A pproaches to Sex Segregation in the Labor Market” , en M. Blaxall

y B. Reagan, W omen and the W orkplace. Chicago: University o f Chicago Press, 1976.Boserup, E., W om an’s R ole in E conom ic D evelopm ent. L ondon , George Allen y Unwin, 1970.Bukh, J ., The Village Woman in Ghana. Uppsala: Scandinavian Institute o f A frican Studies, 1979.

37

Page 20: Beneria, Lourdes_Acumulacion, Reproduccion y El Papel de La Mujer

Ciancanelli, P., “ Exchange, reproduction and sex-subordination among the Kikuyu o f E. A frica ” , en R e­view o f Radical Political E conom ics, V ol. 12, No. 2, 1980.

Deere, C. D., “ Changing Social Relations o f Production and Peruvian Peasant W om en’s W ork” , en Latin Am erican Perspectives, 4 (1 -2 ), Winter-Spring, 1977.

Deere, C. D., León de Leal, M., “ Peasant Production and Proletarianization in three Andean Regions” , International Labour O ffice, Geneva, 1980.

Elson, D. y Pearson, R., “ The Internationalization o f Capital and its Implications for W omen in the Third W orld” , forthcom ing en The Subordination o f W omen and the D evelopm ent Process. Institute o f D evelopm ent Studies, Sussex.

Engels, F ., The Origins o f the Family, Private Property and the State, New York , International Publishers, 1975.

Fee, T ., “ D om estic Labor: an analysis o f housework and its relation to the production process” , en R e­view o f Radical Political E conom ics, V ol. 8, N o. 1, 1976.

Folbre, N., Patriarchy and capitalism in N ew England, 1650-1900 , unpublished Ph.D. dissertation. Univer­sity o f Massachusetts, Department o f Econom ics.

Frank, A. G., Capitalism and underdevelopm ent in Latin Am erica: Historical Studies o f Chile and Brazil, New Y ork : M onthly Review Press, 1967.

Gim enez, M., ‘ -Population and capitalism” , en Latin Am erican Perspectives, Fall, pp. 5-40, 1977.G obem m en t o f India, “ Towards Equality” , R eport o f the Com m ittee on the Status o f W om en in India,

1974.Heyzer, N., “ From Rural Subsistence to an Industrial Peripheral W orkforce: Female Malaysian Migrants in

Singapore” , forthcom ing en W om en's Work in Rural E conom ies.Him m elweit, S. y Mohun, S., “ D om estic Labor and Capital” , en Cambridge Journal o f E conom ics, 1, 15-

31, 1977.Huntington, S., “ Issues in W om an’s R ole in E conom ic Developm ent: Critique and Alternatives” , en Jour­

nal o f Marriage and the Fam ily, N ovem ber: 1001-1002 , 1975.International Labor Organization, Conditions o f Work o f W om en and Young Workers in Plantations,

R eport III, Geneva, 1970._________ _ E m ploym ent, Growth and Basic N eeds: A One-W orld Problem . New York: Prager, 1976 .

Longhurst, R ., “ Resource A llocation and the Sexual Division o f Labor: A case Study o f a Moslem Hausa Village in Northern Nigeria” , forthcom ing en W om en ’s Work in Rural E conom ies.

M ackintosh, M ., “ Dom estic labor and the household” , en Fit W ork o f W om en, edited S. Burman. L ondon , C room H elm , 1979.

Mamdani, M., The M yth o f Population Control, New York, M onthly Review Press, 1972.Mass, B., “ Puerto R ico : A Case study o f Population C ontrol” , en Latin Am erican Perspectives, Fall, pp.

66-81, 1977.Mies, M., “ The Dynamics o f the Sexual Division o f Labor and the Integrarion o f W omen in to the W orld

Market” , forthcom ing en W om en ’s Work in Rural E conom ies.Nzula, A . T ., et al. Forced Labour in Colonial A frica , L ondon , Zed Press, 1979.Om vedt, G., “ W om en and rural revolt in India” , en Journal o f Peasant Studies, April, 1977.Palmer, R. y Parsons, N., The R oo ts o f Rural Poverty in Central and Southern Africa. Berkeley, Univer­

sity o f California Press, 1977.Rosenzw eig, M.t “ The demand for children in farm households” , en Journal o f Political E con om y, 1977.Safa, H., “ Multinationals and the Em ploym ent o f W omen in developing countries: The case o f the

Caribbean” , paper presented at the Latin American Studies Association, Pittsburgh, 1979.Sen, G., “ W om en workers and Agrarian change” , forthcom ing en W om en ’s Work in Rural E conom ies.Stoler, A ., “ Class Structure and Female A utonom y in rural Java” en Wellesley Editorial Com m ittee, ed..

W om en and National E conom ic D evelopm ent: The Com plexities o f Change. Chicago, Chicago Univer­sity Press, 1976.

Van Allen, J., “ ‘ Sitting on a Man’ : Colonialism and the Lost Political Institutions o f Igbo W om en” , en Canadian Journal o f African Studies, V ol. 6, No. 2, 1972.

Young, K., “ Sex Specificity in M igration: A Case Study from M exico” , forthcom ing en W om en ’s Work in Rural E conom ies.

38