Berkeley Tratado Sobre El Conocimiento Humano

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  • 8/7/2019 Berkeley Tratado Sobre El Conocimiento Humano

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    G E O R G E B E R K E L E Y

    PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTOHUMANO

    f o l i oLibera los Libros

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    Ttulo original:

    A treatise concerning the principles of human knowledge, wherein the chief causesof error and difficulty in the sciences, with the grounds of scepticism, atheism, andirreligin are inquired into (1710).

    Traduccin: Pablo Masa

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    Indice

    PRLOGO..........................................................................................................................................................................4

    PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTO HUMANO......................................................................................................10

    PREFACIO.......................................................................................................................................................................11

    INTRODUCCIN............................................................................................................................................................12

    PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTO HUMANO......................................................................................................31

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    PRLOGO

    George Berkeley, sucesor, filosficamente, en lnea directa, de Locke, naci enIrlanda en el ao 1685. Curs sus primeros estudios en la Kilkenny School,donde veinte aos antes estudiaron Congreve y Swift. Ingres en el TrinityCollege de Dubln hacia el 1700. El Essay concerning Human Understanding, deLocke, publicado en 1690, se haba comenzado a difundir entre los profesores yestudiantes de Dubln ya antes del comienzo de los estudios de Berkeley en elcitado centro. La filosofa del pensador ingls hall en el joven estudiante un ecoentusiasta y batallador. No obstante, sus primeras aficiones se inclinaron a lasmatemticas. Al alcanzar su grado de master (1707) public annimamenteArithmetica y Miscellaneamathematica.

    El primero de sus trabajos filosficos fue Essay towards a New Theory of Visin.Desea demostrar en l que, al ver, interpretamos siempre signos visuales y que elmundo material es real, en el sentido de que se percibe. Este mismo ao, 1709, seorden dicono en la capilla del Trinity College. A los veinticinco aos publicsu obra capital: Principies of Human Knowledge, a la que el lector va aenfrentarse en este volumen.

    Fue a Londres en 1713, y en este mismo ao sac a luz sus Three Dialogues

    between Hilas and Philonnouss,incluido tambin en este volumen.Posteriormente viaj por Francia e Italia. En 1721 estaba de nuevo en Dubln,siendo nombrado den de Dromore (1721) y, ms tarde, den de Derry (1724).

    Despus de largos preparativos, pas a Amrica con el propsito de estableceren las Bermudas un centro de evangelizacin; pero sus proyectos no pudieronrealizarse y tuvo que vivir dos aos en Rhode Island Aqu concibi Alciphron orthe Minute Philosopher, el ms extenso y acabado de sus trabajos. No habiendorecibido la ayuda que esperaba, tuvo que regresar a Inglaterra

    publicara elAlciphron en 1732. Designado obispo de Cloyne en 1desempe su cargo hasta que renunci a l en 1752, retirndose a Oxford,donde muri al ao siguiente. Fue enterrado en esta ciudad, en la catedral deChrist Church.

    Berkeley reaccion vivamente ante la filosofa de Locke. Los principios que stedej solamente sugeridos los desarroll Berkeley con amplia libertad de esprituy con un vigor desusado, sin retroceder ante ningunas consecuencias extraasque pudieran parecer en su tiempo a sus contemporneos. Hombre de profundo

    espritu religroso, sus sentimientos y creencias se manifestaron en la exposicinde su doctrina filosfica.

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    Como es sabido, su intencin era refutar definitivamente a los ateos escpticos.A pesar de su vigorosa y consecuente doctrina, su espritu noevolucionar, segn se puede observar tanto en su Commonplace Book(Diario)

    como en Alciphron, y en Siris, otro de sus ltimos escritos. El cambio desde losPrincipios... hasta Siris es enorme. El tono dogmtico y polmico de aquella obrase transforma en mesurado y pensativo en sta. Reconoce en sus ltimos aosque, para interpretar correctamente la realidad, los datos que aporta laexperiencia son insuficientes.

    Pensamiento

    Pocos pensadores hay en la historia de la filosofa que hayan despertado elmismo apasionamiento que Berkeley. Las ideas del obispo irlands son siempreactuales, porque constituyen un magnfico exponente de lo que llamando idealismo metafsico. La rigurosidad, la perfeccin lgica y el vigor desu doctrina causan admiracin incluso a sus contradictores. Cada obra deBerkeley es una joya filosfica inestimable, se est o no de acuerdo con sus ideas.

    Cmo es posible, entonces, que un filsofo tan riguroso y una doctrina tandifundida hayan sufrido tantos malentendidos en la historia de la filosofa? Puesel hecho es que la mayor parte de las exposiciones que se hacen de Berkeley son

    errneas. Incluso pensadores de cierta talla han desbarrado sobre l. La opininms vulgarizada que circula es que Berkeley neg la existencia de los cuerpos.Basta leer, por ejemplo el LXXXII de este libro para darse cuenta de loabsurdo de tal interpretacin.

    As, pues, en este breve estudio se intenta ofrecer al lector tanto una exposicindel pensamiento de Berkeley como una aclaracin de los fundamentos en quedescansa su doctrina. Esperamos que pueda contribuir, al menos, a que sta nose desvirte, ya que el filsofo irlands es perfectamente claro para un lector

    atento. Como es natural, lo que hay que hacer para conocerlo es leer sus obras yno querer comprenderlo mediante manuales de historia de la filosofa, que en sumayora son resultado del estudio y consulta de otros manuales.

    La obra capital de Berkeley es Principios del conocimiento humano. Unaexposicin con propsitos vulgarizadores la constituyen los Tres dilogos entreHilas y Filons. En la primera de stas, Berkeley se propone, segn l mismo nosdice, descubrir los principios que han introducido en la filosofa incertidumbre,dudas y opiniones contradictorias.

    A su juicio, la primera causa es la creencia de que pueden formarse ideas

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    abstractas. No existen ideas abstractas, sino concretas y singulares. Berkeleycomienza los Principios... con una refutacin de la abstraccin, porque consideraque quiz creer en las ideas abstractas origina la creencia en la existencia de loscuerpos con independencia del sujeto percipiente. La idea abstra

    perfectamente inconcebible; y cabe un gnero de abstraccin ms sutil quedistinguir la existencia de los objetos sensibles del hecho mismopercibidos? La estrecha relacin que existe entre el pensamiento y el lenguaje haoriginado la admisin de las ideas generales como ciertas, ya que nos valemos depalabras generales para comunicarnos. No obstante, es una ilusin. Es necesariosustraer los principios del conocimiento a la confusin creada por las palabras,porque, de no hacerlo as, caeremos en el ms lamentable error. Lo importantees no dejarse engaar por las palabras y atenerse exclusivamente a las ideasmismas, a las propias ideas al desnudo, sin disfraz alguno, como nos dice alfinal de la Introduccin de este libro.

    La negacin de la materia

    Qu significa el trmino idea? La aclaracin es precisa, porcomprenderlo, no es posible conocer la filosofa de Berkeley Irepresentacin sensible de algo; y por ser sensible, y porque no existenrepresentaciones abstractas, es siempre particular. Pero idea es, al mismotiempo, la cosa misma percibida. Aunque usada en ambos sent

    significacin de la palabra idea es desafortunada; sin embargo, desde el puntode vista de Berkeley no existe confusin ni contradiccin entreconcepciones, puesto que todo es representacin. Es decir, no existen cosas conindependencia del espritu que las percibe. Por esto puede decir Berkeley queslo existen ideas en este doble sentido, y la vaguedad del trmino hace posibleque quede afirmada la realidad del mundo exterior en sentido corriente y almismo tiempo negada su existencia absoluta en sentido metafsico.

    Las consecuencias que se derivan de esta doctrina son decisivas para el

    desarrollo posterior de la filosofa de Berkeley. Si todo lo que existe es, en ltimainstancia, idea, el ser de las cosas consiste en ser percibidas. La realidad ltimade las cosas no es material sino espiritual. De esta concepcin procede, pues, elprincipio esse=percipi, culminacin de todo el sistema metafsico de Berkeley.

    La afirmacin sobre la no existencia de la sustancia material es, a primera vista,muy extraa y radical. Pronto atrajo violentos ataques contra su filosofa. Peroesta afirmacin no era algo derivado de los principios berkeleyanos. Por elcontrario, Berkeley se asign en la vida la misin de refutar la pretendida

    existencia de la materia, ya que crea firmemente que sta era la causa mspoderosa del atesmo y del escepticismo. Pero la lucha que sostuvo contra la

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    pretensin de la existencia de la materia no implicaba, como se ha sostenidoerrneamente, la aniquilacin del mundo exterior; acerca de ello confronte ellector los XXXVII, XL y LXXII de losPrincipios; lo mismo se observarleyendo con detencin los Tres dilogos entre Hilas y Filons. Berkeley no se

    cansa de repetir que el mundo exterior, tal como es percibido, existe en toda surealidad. Entindase bien que alude a su fundamento metafsico. Es la existenciade la materia en sentido filosfico la que niega vigorosamente.1 Valindonos deun smil, diremos que su concepcin es parecida a la de la fsica actual, quereduce la materia a ondas, aunque sostiene la realidad del mundo exterior. Yambas cosas son compatibles John Locke haba negado anteriormente existencia de las cualidades secundarias, y aunque vislumbr los problemas queimplicaba la admisin de las primarias, sin embargo, no las atac. La idea desustancia, aunque la llam un no sabemos qu, continu siendo para Lockeirrefutable. Berkeley no se sinti satisfecho con la posicin de su gran antecesor.Segn l, la idea de sustancia material surgi en filosofa por determinadosmotivos o razones; pero, una vez que tales motivos se han extinguido, no hayrazn para que continuemos admitindola. En tanto se crea en la existencia delas cualidades secundarias fuera del espritu era natural que se creyera tambinen cierto sustrato no pensante al que se adheran aquellas. Una vez desaparecidatal creencia, es decir, admitido que los colores; sonidos, etc., no tienen existenciafuera de la mente, carece de sentido mantener la existencia de este sustrato. Deeste modo crea Berkeley refutar las causas del escepticismo, puesto que admitirla existencia de la materia implicaba, en parte, desconocer en qu consista.

    La fundamentacin de la realidad

    La afirmacin inmediatamente siguiente es la inmaterialidad de las cosasexteriores. De otro modo sera inexplicable dogmticamente que representaciones ocasionadas en la mente humana no pueden ser producidas porla materia.2 La existencia de las cosas no es nunca una existencia en s, sino en elespritu. Pero existencia en el espritu no ha de entenderse de modo subjetivista,

    en mi espritu. Estar en el espritu quiere decir percibido por alguien; equivalea negar la realidad de las cosas con independencia de que alguien las perciba.Cuando un hombre deja de percibir las cosas, stas siguen naturalmente, porque en ltimo trmino son percibidas por Dios.

    1 Asi pensaba desde edad temprana En su Commonplace BooJf escriba: I take not awary substances. I ougtnot to be accused of discarding substance out of the reasonable word. I only reject the philosophic sense

    (which m effect is no sense) of the word substance Y ms adelante: I am more for reality than any other

    philosophers They make a thousand-doubts and know not certanly but we may be deceived I assert the direct

    contrary Pgs 20 y 21 de The Works of George Berkeley edicin de A. C. Fraser Oxford, 1901. 4 vols Tomo

    I.2 No active power but the Will; therefore Matter, if it exists, affects us not Id.. pg. 67

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    La apelacin a Dios de Berkeley como base final en la que residen las cosas tienejustificacin dado su punto de partida. Segn l, el nico poder activo es lamente, el espritu. La realidad externa no es capaz de obrar activamente. Las

    cosas -dice A. C. Fraser, exponiendo a Berkeley- estn en perpetuo flujo, pero esun flujo dentro de un sistema csmico que el inmutable principio de causalidadnos obliga a referir a la Mente Eterna como su causa sustentadora y suprema;pues la mente es el nico poder activo del que tenemos idea, o mejor, nocin. 3

    As, pues, el principio de causalidad se encuentra como fundamento de ladoctrina de Berkeley El ltimo eslabn de la cadena causal es Dios y por esto,finalmente, el ser de las cosas consiste en ser percibido por la mente de Dios.

    Como puede observarse, Berkeley depende en sus doctrinas tanto de Descartescomo, en mayor grado, de Locke. Sus puntos de vista son muy personales ysiempre es profundo y original. A grandes rasgos su sistema queda expuesto enlas lneas anteriores, especialmente tal como aparece en las obras de su juventudy madurez. En sus tratados posteriores, como Alciphron, el mundo sensible setransforma en un mundo de efectos, carente de causalidad eficiente. En la ltimapoca de su vida, cuando escribe Siris, se aproxima a la doctrina de Platn. Nosdice que una fuerza o influencia divina penetra todo el universo. La razn cons-truye el mundo de los sentidos. En ciertos aspectos, Berkeley parece adelantarsecon esta obra a las grandes construcciones metafsicas de Hegel.

    Valoracin de su doctrina

    La filosofa de Berkeley surgi como un intento de salvaguardar la existenciareal del mundo del espritu frente a la supremaca que quera conceder a laexistencia de las cosas exteriores. Quiere demostrar por todos los medios que noes posible hablar de existencia sin, al mismo tiempo, implicar una mente que laperciba. Existencia significa percepcin, y pensar de otro mocontradictorio. No hay existencia absoluta, es decir, con independencia de una

    mente que la perciba. Berkeley se vali del concepto de idfundamentar su opinin. Creer que todas las cosas externas son ideas es reducirel mundo exterior a la conciencia. Si Berkeley no hubiera partido, ya desde elcomienzo, de la existencia de Dios, inevitablemente habra llegado a ella. Sufilosofa tiene que fundarse en una teodicea. Sin la admisin de Dios su doctrinase hunde, ya que si suponiendo que no existiera Dios, se le preguntara quocurre con las cosas cuando el hombre deja de percibirlas no habra respuestapara tal cuestin, a menos de caer en el absurdo. Dios es el fundamento ltimode la existencia de las cosas. Las cosas existen porque Dios las percibe.

    3 A. C Fraser,Locke, tomo I, pg CXXIX

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    Berkeley habra estado en lo cierto si se hubiera detenido en la afirmacingeneral de que el ser externo slo puede ser aplicable a partir del sujeto que lopercibe. Es una extralimitacin, que ninguna razn justifica, suponer que toda

    la existencia del ser exterior consiste en que se le perciba. La desafortunadaexpresin del trmino idea le hizo incurrir en una confusin entre el acto desentir y lo sentido, unificando cosas que son realmente distintas.

    Luis Rodrguez Aranda

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    PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTO HUMANO

    DONDE SE INVESTIGAN LAS PRINCIPALES CAUSAS DE ERROR Y DIFICULTAD ENLAS CIENCIAS, COMO TAMBIN EL FUNDAMENTO Y ORIGEN DEL ESCEPTICISMO,ATESMO E IRRELIGIN

    DEDICATORIA

    AL MUY HONORABLE THOMAS, CONDE DE PEMBROKE, ETC., CABALLERO DELA MUY NOBLE ORDEN DE LA JARRETERA Y LORD DEL MUY HONORABLECONSEJO PRIVADO DE SU MAJESTAD

    SEOR: Os sorprender quiz que una persona oscura, como yo, que no tiene elhonor de ser conocida de Vuestra Seora, presuma dirigirse a vos, como yo lohago.

    Pero el que un hombre que ha escrito algo con el deseo de promover en elmundo la difusin de conocimientos tiles y de la religin haya elegido comoprotector a Vuestra Seora, no extraar a nadie que conozca el actual estadode la Iglesia y de la instruccin y sepa de la prestancia y ayuda que vos a una yotra proporcionis.

    No obstante, nada me hubiera inducido a dedicaros este menguado fruto de mispobres desvelos, si a ello no me animara la integridad y nativa bondad que sonpartes destacadas del carcter de Vuestra Seora.

    Debo aadir, Seor, que el extraordinario favor y bondad que os habis dignadomostrar hacia nuestra sociedad, me da la esperanza de que secundbenvolamente el esfuerzo de uno de sus miembros.

    Estas consideraciones son las que me han movido a poner a los pies de VuestraSeora este pequeo tratado. Tanto ms, cuanto que por razn de la elevadacultura y virtud que el mundo justamente en vos admira, tengo la pretensin desaber que soy, Seor, con el ms sincero y profundo respeto, de Vuestra Seorael ms humilde y adicto servidor,

    GEORGEBERKELEY

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    PREFACIO

    El contenido de este pequeo libro que ahora publico me ha parecido, despus

    de un serio y prolongado estudio, ser de una evidencia clarsima y de no menorutilidad, particularmente para aquellos que sienten el vrtigo y la seduccin delescepticismo, o necesitan una demostracin de la existencia e inmaterialidad deDios y de la inmortalidad del alma.

    El lector juzgar imparcialmente: slo me cabe la satisfaccin de ofrecerle miobra para que pueda apreciarla, ya que estoy persuadido de que su xitodepender nicamente de su exacta conformidad con la verdad real.

    Y en nada obsta este criterio para que, sea quien sea el lector, le recomiende yosuspenda su juicio hasta que haya ledo por lo menos una vez toda la obra, conla atencin y reflexin que la materia requiere. Pues se encontrarn pasajes que,tomados aisladamente, se prestarn con toda seguridad a falsas interpretacionesy a deducir consecuencias errneas, lo que no ocurrir ciertamente despus deuna lectura cabal de la obra.

    Y aun ledo todo el libro, si slo se pas de ligero y sin la atencin debida, es muyprobable que se desvirte el sentido de lo que escribo, que, sin embargo, para unlector acordado y reflexivo, resultar evidentsimo con claridad meridiana.

    Alguien podr tachar de novedad o singularidad algunos de los conceptos queaqu expongo: considero innecesario insistir sobre este punto, pues todosjuzgarn de escaso talento y muy poco familiarizado con las ciencias al que seatreva a rechazar una verdad demostrable, por el simple hecho de ser nueva,esto es, recientemente adquirida, o por ser contraria a prejuicios inveterados.

    He credo necesario hacer estas advertencias a fin de evitar en lo posible laprecipitada censura por parte de cierta clase de personas, que siempre estn

    dispuestas a condenar una opinin que no es suya, aun antes de haberlacomprendido bien.

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    INTRODUCCIN

    I. La Filosofa no es otra cosa que elcultivo de la sabidura y la bsqueda o

    investigacin de la verdad. Parece, pues, razonable suponer que aquellos que lehan consagrado su tiempo y sus esfuerzos han de tener un espritu ms apto ydespierto en orden a la elucubracin con un conocimiento ms claro y evidente,por hallarse ms desembarazados que los profanos de las dificultades y dudasque en alguna manera puedan oscurecer la verdad.

    Y, a pesar de ello, vemos que la gran masa de iletrados que forman el vulgo, elincontable nmero de los que desarrollan su vida mental dentro de los senderostrillados del sentido comn y se gobiernan por los dictados instintivos de lanaturaleza, gozan en su mayora de una serenidad y fijeza imperturbables en loque a sus conocimientos se refiere. Para ellos, todo lo que les es familiarresultaperfectamente explicable y nada difcil de comprender. No les aqueja faltaalguna de evidencia en sus sentidos y estn por completo a salvo de llegar a serescpticos.

    Mas en cuanto tratamos de elevarnos por encima de los sentidos y del instintopara seguir la luz de principios superiores, para poder razonar y reflexionarsobre la naturaleza de los seres, nos asaltan innmeras difiprecisamente sobre cosas que antes creamos haber comprendido perfectamente.

    A cada paso, por s mismos, se delatan los prejuicios y errores del sentido; y alpretender corregirlos mediante la razn, insensiblemente caemos en burdas yextraas paradojas, dificultades y falacias, que, multiplicndose, nos abruman amedida que avanzamos en el camino de nuestras especulaciones, hasta que porfin, despus de haber vagado errantes por entre mil intrincados laberintos,venimos a encontrarnos en el mismo punto de partida; o, lo que es todava peor,estacionados en un peligroso y despechado escepticismo.

    II. A mi entender, la causa de estos extravos es 1) la oscuridad de las mismas

    cosas o la natural debilidad e imperfeccin de nuestro entendimiento. Biensabido es que nuestras facultades son pocas en nmero y como planeadas pornaturaleza ms para la conservador) y deleite de la vida que para penetrar yescudriar la esencia ntima y la constitucin de los seres.

    Adems, 2) la mente humana es finita; y as no es de maravillar que caiga enabsurdos y contradicciones cuando se propone investigar cosas que participande infinitud. Y de tales dificultades no puede salir por s misma, pues lo infinitoimplica por naturaleza el no poder ser comprendido o abarcado por lo que es

    finito.

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    III. Pero quiz no sea del todo justo atribuir a nuestras propias facultades lacausa fundamental de los errores: ms bien podramos decir que stos procedende no usar de aqullas como es debido.

    Es demasiado aventurado el suponer que, partiendo de principios ciertos ymediante deducciones perfectamente lgicas, hayamos de llegar a conclusionesfalsas e insostenibles.

    Hemos de creer que Dios no trata a los hombres con tan poca bondad parainfundir en ellos vehementes deseos de una verdad que coloca fuera de sualcance. Esto no sera conforme a los habituales procedimientos Providencia, siempre indulgente y benvola; pues cualesquiera seanapetencias de que haya dotado a las criaturas, les proporciona los mediosnecesarios y suficientes para satisfacerlas, con tal de que hagan recto uso defacultades naturales.

    Por lo cual me inclino a creer que todos o la mayor parte de los tropiezos quehasta ahora han detenido a los filsofos y han obstruido el camino deconocimiento, son debidos por entero a nosotros mismos. Primero hemoslevantado el polvo, y luego nos lamentamos de que no se ve.

    IV. Mi propsito, por lo tanto, ser tratar de descubrir las races y el origen detantas dudas o incertidumbres, absurdos y contradicciones como vemos en el

    campo de la filosofa y en sus diversos sistemas, tan inconsistentes todos que loshombres ms sabios han llegado a decir que es irremediable nuestra ignorancia,juzgando que sta procede de la limitacin y torpeza de nuestras facultades.

    Y, ciertamente, bien vale la pena que nos esforcemos en investigar con la msesmerada atencin los primeros principios del conocimiento humano, que losexaminemos y analicemos bajo todos sus aspectos, entre otras razones por habercierto fundamento para pensar que las dificultades y obstculos que halla lamente en su bsqueda de la verdad no provienen de oscuridad o complejidad en

    las cosas mismas que investiga, ni de la natural debilidad y limitacin de lasfacultades cognoscitivas, sino ms bien de haber tomado como seguros puntos departida ciertos principios falsos que debieran haberse desterrado.

    V. Tarea es sta en verdad difcil y desalentadora, si se tiene en cuenta que,antes que yo, muchsimos hombres de extraordinario talento han tenido elmismo propsito y sin resultado alguno. Me da, sin embargo, cierta esperanza elpensar que una visin de largo alcance no es siempre la ms clara; mientras quelos ojos forzados a mirar siempre de cerca pueden quiz mediante un examen

    minucioso descubrir detalles que hayan escapado a la observacin de una vistamejor.

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    VI. Una de las principales causas de error en todos los rdenes del conocimiento.

    A fin de preparar la mente del lector para la ms fcil comprensin de cuantovoy a exponer, me parece oportuno sentar por va de introduccin una premisarelativa a la naturaleza del lenguaje y al abuso que de l se hace.

    Aclarar este punto me conduce en cierto modo a adelantar mi propsito,sealando lo que en mi opinin ha tenido una parte principalsima en elentorpecimiento de toda especulacin y que ha producido innumerables erroresy perplejidades en todas las ramas del saber.

    Pues bien, la causa de todo ha sido el suponer o dar como sentado el que lamente pueda elaborar ideas abstractas o nociones de las cosas.

    El que tenga un conocimiento somero nada ms de la diversidad de doctrinas yde las discusiones entre los filsofos reconocer sin esfuerzo que una parte nopequea de semejantes cuestiones versa sobre ideas abstractas.

    Estas ideas se consideran como el objeto especfico de las ciencias llamadasLgica y Metafsica, y en general de todas aquellas disciplinas que se considerancomo las ms abstractas y sublimes de entre las ciencias: en todas ellas se trata

    todo gnero de cuestiones, dando por seguro que la mente posee ideas abstractasy que las conoce y domina perfectamente.

    VII Acepcin propia de la abstraccin.

    Todos convienen en afirmar que las cualidades o modos de las cosas no existenrealmente aisladas por s mismas, separadas de todas las dems, sino que seinterfieren recprocamente y en cierto modo se renen en dcombinaciones en cada objeto. Y se afirma que nuestra mente, gracias a la

    aptitud que posee de considerar cada cualidad por separado, con abstraccin detodas las dems a las cuales va unida, elabora para un acervo interno las ideasabstractas.

    Por ejemplo: la vista percibe un objeto extenso coloreado y en movimiento; estaidea mezclada o compuesta es descompuesta por la mente en sus elementosconstitutivos y simples; y al considerar cada uno de stos separado de los dems,forma las ideas abstractas de extensin, color y movimiento. Mas no en elsentido de que sea posible la existencia del color y del movimiento sin la

    extensin, sino en cuanto que la mente, por abstraccin, puede forjarse la ideadel color prescindiendo del movimiento y de la extensin, y la idea del

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    movimiento sin atender ni a la extensin ni al color.

    VIII. De la generalizacin.4

    Prosiguiendo este anlisis, veremos que al observar la mente determinadosobjetos extensos percibidos por los sentidos, halla en ellos algo que es comn ysemejante en todos y algo que es particular de cada uno, como tal o cual figura,esta o aquella magnitud, y que los distingue a unos de otros; si toma slo encuenta y considera aparte aquello que es comn, viene a formarse una idea msabstracta de la extensin, que no es precisamente la lnea, la superficie o elvolumen, sino una idea que por entero prescinde de esas particularidades. Deigual manera, la mente, si prescinde en los colores percibidos por el sentido de loque es peculiar de cada color y lo distingue de los dems, y retiene slo lo que escomn a todos ellos forma entonces una idea de color en abstracto, que no es niel rojo, ni el azul, ni el blanco, ni ningn color determinado. De modo semejante,al considerar el movimiento no slo con abstraccin del cuerpo que se muevesino tambin de las dems particularidades, como son velocidad, direccin,trayectoria, etc., resulta la idea abstracta de movimiento, cualesquiera que seanlas circunstancias con que el sentido los haya percibido.

    IX. Dela composicin.

    Y as como la mente se elabora sus ideas abstractas de las cualidades o modos,de anloga manera, con la misma precisin y separacin mental, adquiere lasideas abstractas de seres ms complicados, que implican la coexistencia dediferentes cualidades..

    Por ejemplo: observando que Pedro, Santiago y Juan se parecen entre s porciertos caracteres que les son comunes, como la forma, aspecto y otros, nuestramente, en la idea compuesta o compleja que tiene de Pedro o de Santiago o decualquier otro hombre, deja a un lado lo que es peculiar de cada uno y se queda

    tan slo con lo que es comn a todos, formndose as una idea abstracta ygeneral que conviene a todos los hombres y que prescinde de todas lascircunstancias y diferencias que pudieran ligarla a una existencia individual.

    As es como se llega a la idea de hombre, o si se prefiere, a la de humanidad onaturaleza humana; en la cual va ciertamente incluido el color, pues no hayhombre que de l carezca, pero no es un color determinado, blanco o negro, yaque no hay color alguno que convenga a todos los seres humanos. Tambinincluye dicha idea de humanidad la estatura, pues todos los hombres no tienen

    4Vide Reid On the Intellectual Powers of Man, Essay V, III, I

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    una u otra; pero no es ni elevada, ni baja, ni mediana, sino algo que prescinde deestas particularidades. Y as de todo lo dems.

    Ms an: puesto que existe gran variedad de otras criaturas que participan en

    ciertos aspectos, pero no en todos, de las cualidades que tiene el complejohombre, la mente, sin atender a lo que es peculiar de todos los hombres, retieneslo lo que es comn a todos los seres vivientes, y as adquiere la idea de animal,que abstrae no slo de los individuos humanos, mas tambin de los pjaros, delas fieras, de los peces, etc.

    Los elementos que integran la idea abstracta de animal son el cuerpo, la vida, lasensibilidad y el movimiento espontneo. Al decir cuerpo, no significamosninguno en particular, de tal forma o configuracin, ya que no hay ninguna quesea comn a todos los cuerpos; tampoco damos a entender si est cubierto depelo, o de plumas, o de escamas, o si es de piel desnuda; puesto que el pelo, lasplumas, las escamas, la piel desnuda son caracteres que distindeterminados animales, y por lo tanto no pueden entrar en la idea abstracta deanimal.

    Anlogamente, cuando hablamos de movimiento espontneo, no nos referimos nia la marcha, ni al vuelo, ni a la reptacin: significamos slo el movimiento enabstracto, si bien no es fcil concebir qu sea este movimiento.5

    X. Dos objeciones contra la existencia de las ideas abstractas.

    Si otros tienen esta maravillosa facultad de abstraersus ideas, ellos podrndecirlo; en cuanto a m, reconozco que puedo imaginar o representarme lasideas de las cosas particulares que he percibido y de combinarlas o separarlas demuy diversas maneras. Puedo imaginar un hombre con dos cabezas, o la partesuperior de un cuerpo humano unida a un cuerpo de caballo; y puedoconsiderar en abstracto, o separados del cuerpo, un ojo, una nariz, una mano.Pero sea cualquiera el ojo o mano que yo imagine, siempre tendrn determinada

    forma y color. De igual modo, la idea que yo me forme de hombre ha de ser deun hombre blanco, o negro, o moreno; derecho o encorvado; alto, bajo o demediana estatura.

    Por mucho que se esfuerce mi pensamiento, no puedo concebir la idea abstractade hombre tal como antes la he descrito.

    Tambin me es imposible formarme la idea abstracta del movprescindiendo del cuerpo que se mueve, esto es, de un movimiento que no sea ni

    5Vide Hobbes Tripos V, 6

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    lento ni rpido, de trayectoria ni curvilnea ni rectilnea. Lo mismo digo decualesquiera otras ideas abstractas.

    Si he de hablar sinceramente, reconozco en m la aptitud de abstraer en cierto

    sentido, como sucede al considerar determinadas partes o cualidades separadasde otras con las cuales coexisten en algn objeto, y sin las cuales es posibletengan existencia real.

    Pero lo que no admito es que pueda abstraer una de otra, o separadamente aquellas cualidades que es imposible puedan existir aisladas; nitampoco que pueda forjarme ideas generales por abstraccin de las particulares,en la forma antes expresada. Tales son las acepciones propias de la abstraccin.

    Y con fundamento puedo suponer que otros hombres se hallarn en el mismocaso que yo.

    La mayora de los seres humanos, en general sencillos e iletrados, nunca aspira alas nociones abstractas. 1) Se dice que stas son difciles, que no puedenadquirirse sin esfuerzo y estudio: de ser ello cierto, habramos de concluir quetales ideas abstractas son patrimonio exclusivo de los sabios.

    XI. Examinar ahora los argumentos que pueden alegarse endefensa de ladoctrina de la abstraccin, y tratar de descubrir qu es lo que ha inclinado a los

    hombres especulativos a adoptar una opinin que parece estar tan apartada delsentido comn.

    Mucho prestigio ha dado a esta doctrina un filsofo6 moderno, de merecidaestima, quien, al parecer, sostiene que la ms notable diferencia intelectual entreel hombre y los animales irracionales es la facultad que aqul posee de elaborarideas abstractas generales.

    El poder tener ideas generales -dice- es lo que establece una perfecta y marcada

    distincin entre el hombre y los brutos, y constituye una aptitud excelente quelas facultades de los brutos en manera alguna han alcanzado. Pues es cosaevidente que en ellos no se aprecian siquiera huellas de que hagan uso de signosgenerales para apreciar ideas universales. De lo cual fundadamente podemosconcluir que carecen de la facultad de abstraero de elaborar ideas generales,puesto que no hacen uso de palabras ni de otros signos genricos. Y ms ade-lante aade: Por lo cual, en mi concepto, podemos suponer que en ello estribala diferencia especfica entre hombres y brutos, la que de ellos hace gruposseparados por entero, y en definitiva seala la amplia divisoria entre unos y

    6 Locke 28

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    otros. Ya que si, hablando en trminos absolutos, se puede admitir que tienenalgunas ideas (pues no son meras mquinas, como algunos han pretendido), nopodemos negar que hasta cierto punto gocen de razn. Para m es tan evidenteque algunos de ellos en determinadas circunstancias razonan, como que tienen

    percepciones sensitivas; pero solo se extiende su caracterstico razonamiento aideas particulares, tal como se las ofrecen los sentidos. Los ms aventajados deellos estn, a mi parecer, confinados dentro de los estrechos lmites de suspercepciones sensoriales, sin poder dar a stas mayor amplitud por abstraccinde ningn gnero. (Ensayo sobre el entendimiento humano, libro II, cap. XI,secciones 1 y 11).

    Estoy muy de acuerdo con este ilustrado filsofo, de merecido renombre, en quelas facultades de los brutos no llegan en manera alguna a la abstraccin. Pero sista ha de ser la propiedad caracterstica de esos animales, me temo que muchosde los que pasan por hombres habrn de ser contados en el nmero de aqullos.

    En efecto, la razn que aqu se aduce para suponer que los brutos carecen deideas abstractas es el no ver en ellos el uso de la palabra ni de otros signosuniversales; lo cual se funda en el supuesto de que el uso de la palabra implica laposesin de ideas generales. De ah se sigue que el hombre, por estar dotado delenguaje, es capaz de abstraer o de generalizarsus ideas.

    Que ste sea el sentido del argumento aducido por el autor se ver ms adelante

    al comentar la respuesta que l mismo da a la pregunta que en otra parte hace:Puesto que todas las cosas que existen son particulares, cmo es que nosgobernamos por trminos generales? A lo que responde: Las palabrasadquieren sentido general porque se convierten en signos de ideas generales(Ensayo sobre el entendimiento humano, lib. III, cap. III, sec. 6).

    Ms bien parece, sin embargo, que 2) una palabra adquiere sentido general porconvertirse en signo no de una idea general abstracta, sino de varias ideasparticulares,7 cualquiera de las cuales puede indistintamente sugerir a la mente

    mediante la palabra.

    Por ejemplo: cuando se dice que el cambio en el movimiento es proporcional a lafuerza comunicada,o que todolo que tiene extensin es divisible,estasproporciones se han de entender del movimiento y de la extensin en general. Y,sin embargo, no se sigue de ello que tales afirmaciones sugieran a la mente slola idea de movimiento sin un cuerpo que se mueva en cierta direccin y condeterminada velocidad, ni slo la idea de extensin en general, que no sea lnea,blanca, o encarnada, o de otro color cualquiera.

    7 De la misma clase

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    nicamente se significa que en todo movimiento, lento o rpido, de direccinvertical, horizontal u oblicua, sea cualquiera el cuerpo que se mueve, se cumpleel axioma enunciado. Y en anlogo sentido se ha de interpretar el segundo

    axioma, refirindolo a cualesquiera de las clases de extensin, lnea, superficie ovolumen, y de cualquier magnitud y figura que fuere.

    XII. La existencia de ideas generales.

    Observando cmo las ideas se hacen generales, podemos comprender mejorcmo se generalizan las palabras. De paso, quiero hacer notar que no niego enabsoluto la existencia de ideas generales: lo que no puedo admitir es que existanideas generales abstractas. Pues en los pasajes citados, dondequiera que se hacemencin de las ideas generales, se supone siempre que stas se han formado delmodo descrito anteriormente en los prrafos VIII y IX de esta Introduccin.

    Ahora, si tratamos de dar significado a nuestras palabras, hablando nicamentede lo que podemos concebir, se reconocer sin dificultad que una idea, de suyoparticular, pasa a ser general cuando se la hace representar o se la toma enlugar de otras ideas particulares del mismo tipo.

    Aclaremos lo dicho con un ejemplo: supngase que un gemetrademostrar el mtodo para dividir una lnea en dos partes iguales: traza con tinta

    negra una lnea de una pulgada de longitud. Semejante trazo, que de suyo no esms que una lnea particular, es, sin embargo, general en cuanto a lo quesignifica, pues se la toma para representar todas las lneas particcualesquiera que sean; y asi, lo que se demuestre de aqul, quedar demostradode todos, o sea, de la lnea en general.

    Y del mismo modo que esa lnea particular se convierte en general al hacerse deella un signo, as tambin el nombre lnea, que tomado en absoluto es particular,al ser un signo se convierte en general Y as como la primera debe su

    generalidad al hecho de ser signo, no de una lnea general y abstracta sino detodas las rectas particulares que puedan existir, de la misma manera hay quepensar que el signo o palabra con que designamos el trazo hecho deriva suuniversalidad de la misma causa, es decir, de las numerosas lneas particularesque indistintamente puede designar.8

    XIII. Necesidad de las ideas abstractas segn Locke.

    8 Considero esta doctrina como uno de los ms grandes y valiosos descubrimientos que se han hecho en los

    ltimos aos en la repblica de las letras (Hume Treatise ofHuman Na-ture. I, IV, 7; y tambin, StewartPhilosophy of the Mind, I, IV, III)

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    Para dar al lector una visin ms clara de las ideas abstractas y de las diversascondiciones en que, segn se afirma, no son ellas necesarias, transcribir otroprrafo delEnsayo sobre el entendimiento humano;dice as: Lasideas

    abstractas no son para los nios o personas no ejercitadas, ni tan evidentes ni tanfciles como las particulares. Si para los adultos resultan ms obvias, ello esdebido a que por utilizarlas constantemente se les han hecho ya familiares. Si lasconsideramos atentamente, veremos que no son sino ficciones o artificiomentales, de suyo difciles, y que no se producen tan espontneamente comopodra suponerse. No requiere, por ejemplo, cierto esfuerzo e ingenio elformarse la idea general y abstracta de tringulo? (Y, a la verdad, sta no es delas ms difciles, extensas y abstractas.) Porque en la idea de tringulo no seincluye el que sea oblicungulo o rectnculo, ni equiltero, issceles o escaleno;sino que el tringulo en general, tal como lo ideamos, es cada uno de stos yninguno de ellos a la vez. Ciertamente es algo imperfecto e insubsistente una ideaen la que parcialmente se renen otras ideas tan insubsistentes como ella; perohay que reconocer que nuestro entendimiento en su estado acimperfeccin tiene necesidad de tales ideas y las busca, porque le son 1)convenientes para la comunicacin con los dems y 2) con el fin de ensanchar elcampo de sus conocimientos; cosas ambas a las que por naturaleza se sientetotalmente inclinado.

    Y aun as hay razn para pensar que semejantes ideas son una muestra de

    nuestra imperfeccin. Al menos ello es suficiente para demostrar que las ideasms generales y abstractas no son las primeras y ms fciles que adquirimos nilas que informan nuestra mente en las primeras fases del conocimiento. (LibroIV, cap. VII, sec. 9).

    Si alguno posee la facultad de formar en su mente la idea de tringulo tal comoaqu se describe, ser en vano discutir con l y yo no lo intentar. Lo que deseonicamente es que el lector averige a fondo y con certidumbre si tiene tal idea ono la tiene. Cosa, a mi ver, muy fcil para cualquiera. Puede haber nada ms

    sencillo que examinar sus propios pensamientos, aunque sea ligeramente, ytratar de ver si uno mismo tiene o puede llegar a tener la idea de tringulo,segn se explica en el prrafo apuntado, es decir, de un tringulo que no sea nioblicungulo ni rectngulo, ni equiltero, issceles o escaleno, y que sea todo estoy nada de ello a la vez?

    XIV. Lasideas abstractas no son necesarias para nuestra comunicacin.

    Mucho se habla aqu de la dificultad que consigo llevan las ideas abstractas y del

    esfuerzo de ingenio que se necesita para su formacin. Todos convienen enafirmar que se requiere una profunda labor de la mente para emancipar

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    nuestros pensamientos de los objetos particulares y elevarlos a las sublimesespeculaciones que tienen por objeto las ideas abstractas. (La consecuencianatural de todo esto parece que habr de ser que una cosa difcilcomo laformacin de ideas abstractas no haya de ser necesaria para la comunicacin de

    unos con otros, ya que esto es tan fcily familiar para todo gnero de personas.)Se aade, por lo dems, que si para un adulto resultan obvias y asequibles estasideas, ello es debido nicamente al uso constante y familiar que de ellas hace.(Ahora me gustara saber en qu momentos vence el hombre esta dificultad, ycunto tiempo emplea en aprovisionarse de estos elementos tan necesarios parael discurso: no puede esto suceder cuando es adulto, porque entonces ni siquieratiene conciencia del esfuerzo requerido; por lo tanto, hay que suponer que seadquieren las ideas abstractas durante la niez; y por cierto en edad tan tiernaha de ser una tarea muy ardua el trabajo de elaborarlas en su multiplicidad tandiversa).

    Quin no echa de ver la ingente dificultad de imaginar que un par de nios nohayan de poder hablar de sus golosinas, juguetes y chucheras hasta despus dehaber reunido las mil y una cosas sin valor que constituyen su mundo, para queas su entendimiento forme las ideas generales abstractas que forzosamente irnanejas a las palabras corrientes de su conversacin?

    XV. Dichas ideas tampoco son necesarias para ampliar el conocimiento.

    De ningn modo considero necesarias las ideas generales abstractas paraensanchar el horizonte del conocimiento, como no lo son tampoco para lacomunicacin de unos con otros.

    Bien sabido es, y lo reconozco de buen grado, que todo conocimiento y todademostracin se apoyan en nociones universales: pero eso no quiere decir quetales nociones se formen por abstraccin segn el modo ya explicado.

    La universalidadno consiste, a mi entender, en una realidad absoluta y positiva oconcepto puro de una cosa, sino en la relacin que sta guarda con las demsparticulares, a las cuales representa o significa; en virtud de lo cual, lo mismo lascosas que las palabras y nociones, de suyo particulares, se convierten enuniversales.

    As, al demostrar una proporcin relativa a los tringulos, hay que suponer quetengo ante m la idea universal de tringulo: pero sta no se ha de entenderreferida a un tringulo que no sea equiltero, ni issceles ni escaleno, sino en el

    sentido de que el tringulo particular que considero que sea de una clase o deotra, eso no importa- representa por igual toda suerte de tringulos rectilneos, y

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    en este sentido es universal. Creo que esto es bien sencillo y no implica ningunadificultad.

    XVI. Una objecin y su respuesta.

    Quiz alguno preguntar: Cmo podemos saber que una proposicin es ciertapara todos los tringulos particulares sin que antes la hayamos visto demostrada uobtenida de la idea abstracta de tringulo, aplicable por igual a todos ellos? Puesparece que por el mero hecho de que una propiedad determinada se verifique enun tringulo particular no se puede seguir que se d tambin en los demstringulos que en todo no sean iguales al primero. Por ejemplo: habiendodemostrado que la suma de los tres ngulos de un tringulo es igual a dos rectos,siendo el tringulo rectngulo issceles, de eso no puedo concluir que suceda lomismo en todos los dems tringulos que no tienen un ngulo recto y dos ladosiguales. Parece, pues, que, para estar seguro de que esta proposicin esuniversalmente verdadera, tendramos que hacer una demostracin particularpara cada tringulo particular, lo cual es imposible, o, de lo contrario, y de unavez para siempre, sacar y obtener tal demostracin de la idea abstracta detringulo, que a todos conviene por igual y a todos igualmente representa.

    A lo que respondo que aunque la idea que tengo presente cuando hago lademostracin sea, por ejemplo, la idea de un tringulo rectngulo issceles,cuyos lados son de una longitud determinada, puedo, sin embargo, tener la

    certeza de que tal demostracin es vlida para todos los tringulos rectilneos, decualquier especie y magnitud que sean. Y eso es as porque ni el ngulo recto, nila igualdad, ni la longitud de los lados se tienen para nada en cuenta al hacer lademostracin. Es cierto que en el esquema que yo imagino se dan esascircunstancias particulares, pero de ellas no se hace la ms ligera mencin aldesarrollar la demostracin.

    Decimos que los tres ngulos suman dos rectos, pero no porque haya en aqueltringulo un ngulo recto ni porque sean iguales los lados que lo forman: lo cual

    suficientemente prueba que dicho ngulo podra ser oblicuo y ddesiguales, y a pesar de ello subsistira vlidamente la demostracin.

    Y sta es la razn de que podamos aplicar a un tringulo oblicungulo oescaleno lo demostrado para otro rectngulo issceles; pero no por haber hechola demostracin a partir de la idea abstracta de tringulo.

    (De paso har notar que cualquiera puede reconocer una figura como tringulosin tener en cuenta las cualidades particulares de sus ngulos o la relacin de sus

    lados: hasta eso llega la abstraccin; pero esto nunca probar que se puedaelaborar una idea general de tringulo, abstracta e inconsistente. Del mismo

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    modo podremos considerar en Pedro slo su condicin de hombre [y no de talhombre], o slo la de animal, sin que por ello tengamos que formar la ideaabstracta de hombre o de animal, por cuanto no se tiene en cuenta lo que sepercibe.)9

    XVII. Ventaja que puede traer la investigacin sobre la doctrina de las ideasgenerales abstractas.

    Sera tarea tan inacabable como intil seguir a los hombres de la escuela, a esosgrandes maestros de la abstraccin, a travs de los complicados e inextricableslaberintos de discusiones y errores a que los ha conducido su teora de lasnaturalezas y nociones abstractas. Cosa es de todos conocida, y por lo mismo noinsistir en ello, el gran nmero de pendencias y controversias, la eruditapolvareda que han levantado estas cuestiones y el provecho escassimo que deah ha surgido para el gnero humano. Y aun podra esto pasar, si losperniciosos efectos de esta doctrina se hubieran quedado confinados entre losque declaradamente la profesan.

    Pero cuando se consideran los esfuerzos, el trabajo y los talentos que por tantossiglos se han desperdiciado en perjuicio del cultivo y avance de la ciencia, y quea pesar de todo han quedado los mismos sabios en su mayora llenos deobscuridad e incertidumbre; cuando se consideran las disputas sin fin que hansurgido, que aun aquellas teoras que parecan apoyadas en las ms claras y

    convincentes demostraciones envuelven paradojas del todo irreconciliables conla razn humana, y que tomadas en conjunto nos han reportado (muy pocas deellas) un menguado beneficio no pasando de mero entretenimiento y diversinintrascendente, la consideracin de todo esto, digo, es suficiente para sumir a lospartidarios de esta doctrina en el mayor desaliento, en el ms perfecto hasto detodo estudio.

    Podr esto subsanarse echando una ojeada a los falsos principios que en elmundo han prevalecido, entre los cuales ninguno, a mi juicio, ha ejercido ms

    perniciosa influencia sobre la mente de los especuladores que el de las ideasgenerales abstractas.

    XVIII. Estudiar ahora el origen de esta falsa nocin predominante, que, segnyo creo, es el lenguaje. Y a la verdad, slo una causa tan poderosa y de no menoralcance que la razn misma ha podido dar pie a una opinin tan universalmenterecibida.

    Que esto es as lo demuestra, entre otras cosas, la ingenua confesin de los ms

    9Lo abarcado por los parntesis no aparece en la ed. de 1710

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    destacados paladines de las ideas abstractas, los cuales reconocen que dichasideas son elaboradas precisamente para dar nombre a las cosas: de dondeclaramente se sigue que, de no existir el signo universal del lenguaje, jams sehubiera pensado en las ideas abstractas. (Vase el Libro III, cap. IV, sec. 39 y

    otros muchos lugares del Ensayo sobre el entendimiento humano).10

    Examinemos, pues, la manera en que las palabras han contribuido a extender elerror. En primer lugar11 se prejuzga que toda palabra tiene o ha de tener unasola significacin, precisa y limitada; y esto inclina a pensar que existen ciertasideas abstractas y determinadas que constituyen el verdadero y nico sentidoinmediato de cada nombre, y que por medio de estas ideas abstractas un nombregenrico es aplicable a muchas cosas particulares.

    Pero la verdad es que no hay tal significacin precisa y determinada de cadapalabra, pues todas ellas representan indiferentemente un gran nmero de ideasparticulares.

    Todo este falso raciocinio es consecuencia de lo ya dicho, y claramente locomprender cualquiera por una sencilla consideracin. (Se podr objetar quetodo nombre, por el mero hecho de ser definido, queda restringido a unadeterminada significacin.)

    Por ejemplo: el tringulo se define como una superficie plana comprendida por

    tres lineas rectas; con lo cual la palabra tringulo se cie a significar cierta ideadeterminada y no otra. A lo que respondo que en la definicin no se dice si talsuperficie (triangular) es grande o pequea, blanca o negra; ni se atiende a lamayor o menor longitud de los lados, ni a si stos son iguales o desiguales, comotampoco a los ngulos que forman, en todo lo cual puede haber gran variedad y,por consiguiente, no hay idea determinada alguna que limite la significacin de lapalabra tringulo. Una cosa es conservar una palabra para la misma definicin,y otra hacerla siempre valedera para la misma idea: lo primero es necesario; losegundo es intil e imposible.

    XIX. En segundo lugar, para comprender mejor cmo las palabras han trado alcampo de la filosofa la doctrina de las ideas abstractas, basta observar cmo esopinin admitida que el objeto del lenguaje no es otro que la comunicacin denuestras ideas, y que por lo tanto todo nombre significante representa una idea.Siendo esto as y siendo igualmente cierto que los nombres, aunque no se juzgantotalmente insignificantes, no sealan siempre ideas particulares concebibles, se

    10 De Locke

    11 Vide XIX 34

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    que es peligro en abstracto?

    Cualquiera que ligeramente reflexione sobre lo que acabo de decir se convencerde que los nombres generales se usan con toda propiedad en el lenguaje

    corriente, sin que el que habla intente despertar en el que le escucha el conjuntode sus propias ideas.

    Hasta los nombres propios se emplean muchas veces sin el designio de que nostraigan a la mente la idea particular de los individuos que se suponen sondesignados por ellos. Por ejemplo, si un escolstico me replica: Aristteles lo hadicho, entiendo que con ello quiere disponer mi nimo a aceptar su opinin pordeferencia a la autoridad que por costumbre se atribuye a aquel hombre. Y esteefecto se consigue tan de inmediato en aquellos que se han acostumbrado aresignar su juicio ante la autoridad de dicho filsofo, que no ha podido haberlugar a que se despertara idea alguna ni de su persona, ni de sus escritos ni de sureputacin. 13

    Podra aducir innumerables ejemplos de esta clase; pero a qu insistir en cosasque cada uno puede comprobar por su propia experiencia?

    XXI. Precaucin necesaria en el uso del lenguaje.

    Creo suficientemente demostrada 1) la imposibilidad de las ideas abstractas;

    hemos expuesto tambin 2) lo que en favor de ellas han dicho sus ms conspicuosdefensores, haciendo ver que no son necesarias para los fines que se les asignan;por ltimo, 3) las hemos seguido hasta la fuente de donde dimanan, que pareceser el lenguaje.

    No se puede negar que las palabras son de una utilidad muy apreciable;mediante ellas, en efecto, todos podemos tener a la mano y hacer nuestros losconocimientos que se han adquirido a travs de las edades y en todos los pasespor las investigaciones ms infatigables.

    Pero al mismo tiempo hay que reconocer que muchsimos de esos conocimientoshan quedado embrollados y oscurecidos por el abuso de las palabras y por laforma en que se ha querido darlos a entender.14

    As, pues, ya que las palabras pueden tan fcilmente inducir a error al

    13 Tan estrecha e inmediata conexin puede establecer la costumbre entre la palabra Aristteles y los

    movimientos de asentimiento y reverencia en las mentes de algunos hombres -Ed 1710

    14

    Que casi puede hacerse una cuestin de si el lenguaje ha contribuido ms a la obstaculizacin que alprogreso de las ciencias -Ed. 1710.

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    entendimiento,15 siempre que yo hable de las ideas tratar de considerarlas puray simplemente alejando de mi pensamiento cuanto me sea posible aquellosnombres que un uso constante ha hecho ir unidos a ellas. De lo cual espero seseguirn las siguientes ventajas:

    XXII. Primero: estar seguro de haberme desembarazado de controversiaspuramente verbales, cuya cizaa en todas las ciencias ha sido la remora principalpara el desarrollo de todo conocimiento slido y verdadero.

    Segundo: ste ser el medio ms atinado de librarme de la red finsima y sutil delas ideas abstractas que tan lastimosamente han confundido y embrollado lasmentes de los hombres, con la circunstancia singular de que cuanto ms agudo ycurioso era el ingenio de un hombre, tanto ms fcilmente quedaba atrapado enel lazo.

    Tercero: mientras mi pensamiento se limite a las ideas despojadas de todapalabra, no creo pueda caer fcilmente en el error. Los objetos que considero losconozco clara y adecuadamente: no me puedo engaar pensando que tengo unaidea que en realidad no poseo. Ni me ser posible imaginar que mis ideas sonsemejantes o diferentes si en realidad no lo son. Para conocer la conformidad odiscrepancia que pueda haber entre ellas, para ver qu ideas van incluidas enotra idea compuesta y cules no, simplemente me basta una percepcin atenta delo que sucede en mi propio entendimiento.

    XXIII. Pero el conseguir todas estasventajas presupone una total independenciadel espejismo de las palabras; lo que a duras penas espero de m mismo: tandifcil es romper el vnculo entre ideas y palabras, que muy temprano se inicien la historia del pensamiento y que a travs de los siglos ha quedadoconfirmado por un hbito universal. Dificultad considerablemente acrecida conla doctrina de la abstraccin. Pues mientras el hombre crey que las ideasabstractas iban anejas a las palabras, no era de extraar que sus elucubracionesy disputas versaran sobre palabras ms que sobre ideas, ya

    prcticamente imposible dejar a un lado la palabra para retener en la mente slola idea abstracta, de suyo inconcebible.

    Esta me parece haber sido la causa principal del fracaso de aquellos maestrosque enfticamente recomendaron se prescindiera de los trminos investigacin filosfica, atendiendo slo a la idea pura, pues tampoco ellospudieron conseguirlo.

    Recientemente han sido muchos los que se han dado cuenta de las absurdas y

    15Me he propuesto, en mis investigaciones, el menor uso posible de ellas -Ed.1710

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    minsculas discusiones que origina el abuso de las palabras; y para salir al pasode tales inconvenientes han insistido repetidamente en recomendar la mismaprecaucin, a saber, considerar las ideas sin parar la atencin en los trminosutilizados para significarlas.

    Mas a pesar de estos excelentes consejos, ellos no han podido seguirlos, pordejarse llevar de estos dos prejuicios: primero, suponer que el fin inmediato delas palabras es significar las ideas; y segundo, creer que la significacinprimordial de los nombres genricos es una idea abstracta, determinada.

    XXIV. Una vez reconocidos estoserrores, ya es ms fcil prevenirse contra elengao de las palabras. Pues el que sabe que no posee otra cosa sino ideasparticulares no se crear intiles complicaciones para hallar y concebir la ideaabstracta vinculada a un hombre. Y el que est persuadido de que las palabrasno siempre representan ideas se ahorrar el trabajo de buscarlas all donde noes posible encontrarlas.

    Sera, por tanto, de desear que todos se esforzaran en adquirir una visin clarade las ideas que han de considerar, desembarazndolas de todo ropaje y estorbode las palabras, que en tan grande manera contribuyen a cegar el juicio y dividirla atencin.

    En vano dirigimos nuestra vista a los cielos y escudriamos las entraas de la

    tierra; en vano consultamos los escritos de los sabios y rastreamos las oscurashuellas de la antigedad: bstanos descorrer el velo de las palabras paradescubrir el rbol hermossimo del conocimiento, cuyo fruto, el ms excelente, lotenemos al alcance de la mano.

    XXV. Si no tomamos la precaucin de considerar tosprimeros principios yconfusin de palabras,nos exponemos a que los razonamientos que sarrollemos, por maravillosos y magnficos que nos parezcan, estn inficionadosde falsedad y no nos sean de resultado alguno: sacaremos indefinidamente

    consecuencias de otras consecuencias, pero no habr adelantado un puntonuestra ciencia. Cuanto ms avancemos, ms irremediablemente nos veremosperdidos en el intrincado laberinto de errores y dificultades a que nos habrconducido el abuso de las palabras.

    Por lo tanto, a todo el que se proponga leer las siguientes pginas le encarezcosobremanera que tome mis palabras como ocasin de su propio pensar y seesfuerce por seguir en la lectura la ilacin de los pensamientos que yo expongo.De esta suerte le ser fcil descubrir la verdad o falsedad de lo que digo. No se

    ver en el peligro de que mis palabras le engaen; y ni siquiera se comprendepueda caer en error, si se limita a considerar sus propias ideas, desnudas, como

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    son, sin ningn disfraz.

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    PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTO HUMANO

    I. Losobjetos del conocimiento humano.Es evidente para quienquiera que haga un examen de los obconocimiento humano que stos son: o ideas impresas realmente en los sentidos,o bien percibidas mediante atencin a las pasiones y las operaciones de la mente;o, finalmente, ideas formadas con ayuda de la imaginacin y de la memoria, porcomposicin y divisin o, simplemente, mediante la representacin de las ideaspercibidas originariamente en las formas antes mencionadas.

    La vista me da idea de la luz, del color en sus diferentes grados, variaciones ymatices. Mediante el tacto percibo, por ejemplo, lo blanco y lo duro, el calor y elfro, el movimiento y la resistencia, y de todo esto el ms y el menos, bien comocantidad o como grado. El olfato me depara olores; el paladar, sabores; y el odolleva a la mente los sonidos con sus variados tonos y combinaciones.

    Y cuando se ha observado que varias de estas ideas se prmultneamente, se viene a significar su conjunto con un nombre y ese conjuntose considera como una cosa. As, por ejemplo, observamos que van en compaaun color, gusto y olor determinados junto con cierta consistencia y figura: todo

    ello lo consideramos como una cosa distinta: significada por el nombre demanzana.

    Otros conjuntos de ideas constituyen la piedra, el rbol, el libro y las demscosas sensibles; conjuntos que, siendo placenteros o desagradables, excitan ennosotros las pasiones de amor, de odio, de alegra, de pesar y otras.

    II. Mente-espiritu-alma.

    Adems de esta innumerable variedad de ideas u objetos del conocimiento,existe igualmente algo que las conoce o percibe y ejecuta diversas operacionessobre ellas, como son el querer, el imaginar, el recordar, etctera. Este ser activoque percibe es lo que llamamos mente, alma, espritu, yo. Con las cuales palabrasno denoto ninguna de mis ideas, sino algo que es enteramente distinto de ellas,dentro de lo cual existen; o, lo que es lo mismo, algo por lo cual son percibidas;pues la existencia de una idea consiste simplemente en ser percibida.

    III. El alcance del asentimiento del vulgo.

    Que ni nuestros pensamientos, ni las pasiones, ni las ideas formadas por la

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    imaginacin pueden existir sin la mente, es lo que todos admiten.

    Y, a mi parecer, no es menos evidente que las varias sensaciones o ideasimpresas, por complejas y mltiples que sean las combinaciones en que se

    presenten (es decir, cualesquiera que sean los objetos que as formen), no puedentener existencia si no es en una mente que las perciba. Estimo que puedeobtenerse un conocimiento intuitivo de esto por cualquiera que observe lo quesignifica el trmino existircuando se aplica a las cosas sensibles. As por ejemplo,esta mesa en que escribo, digo que existe, esto es, que la veo y la siento; y si yoestuviera fuera de mi estudio, dira tambin que ella exista, significando con elloque, si yo estuviera en mi estudio, podra percibirla de nuevo, o que otra menteque estuviera all presente la podra percibir realmente.16

    Cuando digo que haba un olor, quiero decir que fue olido; si hablo de unsonido, significo que fue odo; si de un color o de una figura determinada, noquiero decir otra cosa sino que fueron percibidos por la vista o el tacto.

    Es lo nico que permiten entender sas o parecidas expresiones. Porque esincomprensible la afirmacin de la existencia absoluta de los seres que nopiensan, prescindiendo totalmente de que puedan ser percibidos. Su existirconsiste en esto, en que se los perciba; y no se los concibe en modo alguno fuerade la mente o ser pensante que pueda tener percepcin de los mismos.

    IV. La opinin vulgar implica una contradiccin.

    Es ciertamente extrao que haya prevalecido entre los hombres la opinin deque casas, montes, ros, en una palabra, cualesquiera objetos sensibles tenganexistencia real o natural, distinta de la de ser percibidos por el entendimiento.Mas, por mucha que sea la seguridad con que esto se afirme y por muy generalque sea la aquiescencia con que se admita, cualquiera que en su interior examinetal aserto, hallar, si no me engao, que envuelve una contradiccin manifiesta.Pues qu son los objetos mencionados sino las cosas que nosotros percibimos

    por nuestros sentidos, y qu otra cosa percibimos aparte de nuestras propiasideas o sensaciones?

    Y no es una clara contradiccin que cualquiera de stas o combinacin de ellos, puedan existir sin ser percibidas?

    V. Causa de este prevaleciente error.

    Examinando a fondo esta opinin que combatimos, tal vez hallaremos que su

    16 Primer argumento en apoyo de la teora del autor

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    origen es en definitiva la doctrina de las ideas abstractas. Pues puede haber msflagrante abuso de la abstraccin que el distinguir entre la existencia de losobjetos sensibles y el que sean percibidos, concibindolos existentes sin serpercibidos?

    La luz y los colores, el calor y el fro, la extensin y la figura, en una palabra,todo lo que vemos o sentimos, qu son sino otras tantas sensaciones, nociones,ideas o impresiones sobre nuestros sentidos? Y ser posible separar, ni aun enel pensamiento, ninguna de estas cosas de su propia percepcin?

    Ciertamente, puedo separar una cosa de ella misma. Puedo, en efecto, dividircon el pensamiento, esto es, concebir por separado cosas que por el sentido no hepercibido as. Me puedo imaginar, por ejemplo, el tronco de un cuerpo humanosin las extremidades; o concebir el olor de una rosa sin pensar siquiera en estaflor: no negar que puedo abstraer hasta este punto, si es que eso se puedellamar abstraccin con propiedad, limitndola a concebir aisladamente cosasque puedan existir o ser percibidas por separado.

    Sin embargo, mi poder de concepcin o imaginacin no se extiende ms all dela posibilidad de la existencia real o de la percepcin.

    Por tanto, as como es imposible ver o sentir ninguna cosa sin la actual sensacinde ella, de igual modo es imposible concebir en el pensamiento un ser u objeto

    distinto de la sensacin o percepcin del mismo.17

    VI. Hay verdades tan obvias y tan al alcance de la mente humana que paraverlas el hombre slo necesita abrir los ojos. Tal me parece que es sta que voy aanunciar y que considero de importancia suma, a saber: que todo el conjunto delos cielos y la innumerable muchedumbre de seres que pueblan la tierra, en unapalabra, todos los cuerpos que componen la maravillosa estructura del universo,slo tienen sustancia en una mente; su ser (esse) consiste en que sean percibidoso conocidos. Y por consiguiente, en tanto que nos los percibamos actualmente, es

    decir, mientras no existan en mi mente o en la de otro espritu creado, una dedos: o no existen en absoluto, o bien subsisten slo en la mente de un espritueterno; siendo cosa del todo ininteligible y que implica el absurdo de laabstraccin al atribuir a uno cualquiera de los seres o una parte de ellos unaexistencia independiente de todo espritu.18

    17 En verdad, el objeto y la sensacin son la misma cosa, y no puede, por tanto, ser abstrada la una de la

    otra -Ed.1710

    18 El sealar esto con toda luminosidad y evidencia de un axioma sera suficiente si. con ello, me fuera

    posible despertar la reflexin del lector, el cual adoptara entonces una visin imparcial de su propiosignificado, y dirigira sus pensamientos sobre este asunto, libre y desembarazadamente, sin mezcolanza de

    palabras y sin prejuicios a favor de errores recibidos -Ed. 1710

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    Para convencerse de ello basta que el lector reflexione y trate de distinguir en supropio pensamiento el ser de una cosa sensible de la percepcin de ella.

    VII. Segundo argumento.19

    De lo dicho se sigue que no hay otras sustancias sino las espirituales, esto es, lasque son capaces de percibir.

    Para demostrar esto mejor, fijmonos en que las cualidades sensibles son elcolor, la figura, el movimiento, el olor, el sabor y otras, es decir, las ideaspercibidas por los sentidos. Ahora bien, puesto que es evidente contradiccin elque exista una idea en un ser que no perciba, y ya que el tener ideas es lo mismoque percibir, y por lo tanto donde existe el color, figura, olor, y dems cualidadessensibles hay un ser que las percibe, de ello resulta claramente que no puedeexistir una sustancia impensante o substratum de estas ideas.

    VIII. Objecin y respuesta.

    Pero dir alguno: aunque las ideas mismas no existan sin una mente que piense,con todo puede suceder que las cosas parecidas a tales ideas y de las cuales stasson copias o semejanzas, existan prescindiendo de la mente y en una sustanciadesprovista de pensamiento.

    A lo que respondo: una idea no puede ser semejante sino a otra idea; un color ofigura no pueden parecerse sino a otro color o figura. Basta un ligero examen denuestros propios pensamientos para convencernos de que es imposible concebirla semejanza sino entre nuestras propias ideas.

    Y ahora yo pregunto: estas cosas externas, supuestos originales de los quenuestras ideas seran copia o representacin, son perceptibles por s mismas, ono? Si lo son, entonces ellas son ideas, lo que confirma mi tesis; y si se me dice

    que no lo son, desafo a que se me diga si tiene sentido afirmar que un color essemejante a algo invisible, o que una cosa dura o blanda es semejante a algointangible; y as de lo dems.

    IX. La nocinfilosfica de la materia implica contradiccin.

    Hay quienes distinguen las cualidades de los cuerpos en primarias y secundaras.Llaman primarias a la extensin, figura, movimiento, reposo, s

    19 Vide, secc. III y XXV 44

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    impenetrabilidad y nmero; y secundarias, a las que denotan las restantescualidades sensibles, como son los colores, sonidos, sabores y dems.

    Reconocen que las ideas que tenemos de estas cualidades secundarias no son

    semejanzas de algo que pueda existir sin la mente o sin ser percibido; perosostienen que nuestras ideas de las cualidades primarias son modelos o imgenesde cosas que existen con independencia de la mente en una sustancia nopensante, a la que llaman materia.

    De donde se sigue que por materia debemos entender una sustancia inerte,carente de sentidos, en la cual subsisten realmente la extensin, la figura y elmovimiento.

    Pero, segn lo dicho, es evidente que la extensin, figura y movimiento no sonms que ideas que existen en la mente; y como una idea slo puede semejarse aotra idea, resulta que ni estas ideas ni sus arquetipos u originales pueden existiren una sustancia que no perciba.

    Lo que demuestra que la propia nocin de eso que se llama materia o sustanciacorprea implica contradiccin en s misma.20

    X. Argumentum ad hominem.

    Los que afirman que la figura, movimiento y dems cualidades primariasexisten con independencia de la mente en sustancias no pensantes, admiten queno sucede lo mismo con el color, sonido, calor, fro y otrassecundarias, las cuales, segn ellos, son sensaciones que slo existen en la mente;dependiendo y ocasionndose por la diversidad de tamao, estructmovimiento de diminutas partculas de materia.

    Esto lo tienen como indubitable y aun pretenden haberlo demostrado con todaevidencia.

    A lo cual se puede replicar que si se admite que las cualidades primarias vaninseparablemente unidas con las dems cualidades sensibles y ni siquiera con elpensamiento se pueden disgregar de ellas, forzoso sera concluir que slo existenen la mente. Que pruebe cualquiera a ver si puede, mediante la abstraccinmental, concebir la extensin y movimiento de un cuerpo conindependencia de las dems cualidades sensibles.20 Hasta el punto de que no creo necesario gastar ms tiempo en exponer su absurdidad Pero, ya que la

    doctrina de la existencia de la materia parece arraigada tan profundamente en la mente de los filsofos,

    produciendo tan malas consecuencias, prefiero pecar de prolijo y pesado a omitir cualquier cosa que puedaconducir al descubrimiento y extirpacin total de semejante prejuicio -Ed. 1710.

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    Por mi parte confieso que no est en mi poder el forjarme la idea de un cuerpoextenso y en movimiento sin atribuirle algn color y alguna de las otrascualidades que se admite existen slo en la mente.

    En una palabra, la extensin, figura y movimiento no pueden concebirse sin lasdems cualidades sensibles. O dicho en otros trminos: donde se hallen lascualidades secundarias, las sensibles, tienen que encontrarse tambinprimarias, esto es, en la mente y no en otra parte.

    XI. Segundo argumentum ad hominem.

    Se admite que las ideas de lo grande y de lo pequeo, de la rapidezy de lalentitud, existen slo en la mente y son del todo relativas, dependiendo de lasvariaciones en la estructura o posicin de los rganos sensoriales. Por lo tanto, laextensin, que, segn se afirma, existe con independencia de la mente, no es nigrande ni pequea; y de igual modo el movimiento no es ni lento ni rpido: esdecir, que no son nada en absoluto. Pero se dir que existen la extensin engeneral y el movimiento en general: esto demuestra hasta qu punto la doctrinade las sustancias extensas y mviles, con existencia extramental, reconoce porfundamento la extraa teora de las ideas abstractas.

    Para responder a esto, slo har notar cmo la imprecisa y vaga descripcin que

    de las sustancias corpreas hacen los filsofos modernos de acuerdo con susprincipios, es en todo semejante a la anticuada y ridcula nocin de materiaprima que se encuentra en Aristteles y sus seguidores.

    Sin la extensin es inconcebible la solidez o la consistencia; y puesto que ya se hademostrado que la extensin no existe en las sustancias no pensantes, lo mismose ha de decir de la consistencia o solidez.

    XII. Que el nmero es una creacin dela mente aun cuando se admitiera la

    existencia extramental de las dems cualidades, es cosa que con evidencia secomprender si se tiene en cuenta que una misma cosa puede tener diferentedenominacin numrica, segn el punto de vista en que se coloque la mente.

    As, una misma longitud se puede representar por el nmero uno, por el tres ypor el treinta y seis, segn que la mente la considere con relacin a la yarda, alpie o a la pulgada.

    El nmero es cosa tan evidentemente relativa y dependiente del entendimiento

    humano, que resulta extrao pensar que nadie haya podido atribuirle existenciareal fuera de la mente. Decimos, por ejemplo, un libro, una pgina, una lnea:

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    todo unidades, por ms que una de ellas contiene a varias de las otras. Y encualquier otro caso es evidentsimo qu unidad hace referencia a una reunindeterminada de ideas, elegidas con arbitrariedad por la menteconsiderarlas en su conjunto.

    XIII. S que algunos sostienen que launidad es una idea simple, o nocompuesta, que acompaa a las dems ideas dentro de la mente. A la verdad, yono encuentro en m semejante idea correspondiente a la palabra unidad; y deseguro que si la tuviera la encontrara y sera la ms familiar para mientendimiento, ya que, segn se dice, acompaa a las dems ideas, y por lomismo tendra que ser percibida por todas las vas de la sensacin y de lareflexin. Pero no es as, lo que significa que es una idea abstracta.

    XIV. Tercer argumentum ad hominem.

    Aadir a lo dicho que, de la misma manera que algunos filsofos modernosprueban que ciertas cualidades sensibles no tienen existencia en la materia, esdecir, sin la mente, lo mismo se puede demostrar de todas las dems cualidadessensibles.

    As, por ejemplo, se afirma que el calor y el fro son afecciones de la mente y nocopias o imgenes de cosas reales que existen en las sustancias corpreas, puesun mismo cuerpo que una mano encuentra fro la otra lo puede sentir caliente.

    Pues bien, por qu no hemos de concluir igualmente que la extensin y la figurano son copias o semejanzas de cualidades existentes en la materia, ya que unmismo ojo en diferente punto de vista y ojos diferentemente estructurados odefectuosos las aprecian de diverso modo, no siendo por tanto imgenes de cosaalguna fija y determinada que se halle fuera de la mente?

    De anloga manera: se admite como cierto que el dulzor no es una cualidad realde las cosas spidas, puesto que permaneciendo inalterada la cosa, el sabor dulcese convierte en amargo segn el estado subjetivo del individuo que lo aprecia,

    como sucede en casos de fiebre o de otras circunstancias que alteran el sentidodel gusto en el paladar. Y no es razonable, tambin, concluir que elmovimiento no existe sin la mente, ya que al hacerse ms rpida la sucesin deideas, el movimiento parece ms lento, sin haber habido cambio alguno en losobjetos externos?.

    XV. Observacin sobrela extensin.

    En resumen, cualquiera que considere los argumentos aducidos para probar que

    el color, el sabor, etc., son cosas meramente subjetivas, comprender sindificultad que tambin son vlidas para demostrar lo mismo y con igual fuerza

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    respecto de la extensin, figura y movimiento. Si bien hemos de hacer notar queeste modo de argir no es decisivo en cuanto al color y extensin de los objetos,porque los sentidos no nos dan a conocer qu cosa sea el color o la verdaderaextensin de los objetos externos.

    Sin embargo, las pruebas antedichas claramente confirman ser imposible laexistencia de la extensin, del color o de cualquiera otra cualidad sensible en unsujeto no pensante, como realidades exteriores a la mente.

    XVI. Ahora examinaremos brevemente la opinin universalmente recibida.

    Suele decirse que la extensin es un modo o accidente de la materia y que sta esel substratum en que la extensin se apoya.

    Yo querra que se me explicase lo que significa este apoyarse la extensin en lamateria: se me dir que no teniendo idea positiva de lo que es la materia, talexplicacin es imposible. A lo que replico que si algn sentido tiene la afirmacinque analizamos, por lo menos se ha de tener una idea relativa de la materia; yaun sin saber lo que ella es, se tiene que conocer la relacin que dice con losaccidentes y en qu sentido los soporta o les sirve de base.

    Es indudable que no los sostiene de la misma manera que los pilares sostienen eledificio: pues entonces en qu sentido los sustenta?21

    XVII. Doble sentido filosfico de lo que se llama sustancia material.

    Penetrando ms a fondo en la significacin que los ms eximios filsofos dan alos trminos sustancia material, hallaremos que no vinculan a esos sonidos otrosignificado que la idea de ser engeneral, junto con una nocin relativa de losaccidentes que soporta.

    En lo que se refiere a la idea de ser en general, dir que me parece la ms

    abstracta e incomprensible de todas, y que sea el soporte o sostn de losaccidentes es cosa, como acabamos de ver, que no puede ser entendida dentrodel alcance comn de las palabras. Por consiguiente, esta expresin sustanciamaterial debe ser tomada en algn otro sentido; pero ninguno de los autoresexplica cul haya de ser ste. De suerte que analizando las dospartes o ramasque constituyen la significacin de las palabras sustanciamaterial, me convenzode que no llevan anejo ningn sentido distinto.

    XVIII. Laexistencia de los cuerpos externos exige demostracin.

    21 Por mi parte, no soy capaz de descubrir ningn sentido que pueda ser aplicable a esto -Ed. 1710

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    Aun cuando fuera posible que las sustancias slidas, dotadas dedeterminada y movibles existieran sin la mente y fuera de ella, correspondiendoa las ideas que tenemos de los cuerpos, cmo llegaramos a conocer todo esto?

    Habr de ser o por medio de los sentidos o por la razn.Ahora bien, en lo que hace a los sentidos, por ellos tenemos conocimientosolamente de nuestras sensaciones, ideas, es decir, aquello que percibimosinmediatamente, llmese como se llame, pero no nos informan de la existenciaextramental o no percibida de cosas semejantes a las que percibimos.

    Esto lo admiten de buen grado los mismos materialistas: por consiguiente, elnico medio de conocer las cosas externas ha de ser la razn, infiriendo suexistencia de lo percibido inmediatamente por los sentidos.

    Mas no se comprende cul pueda ser el fundamento para admitir la existenciaextramental de los cuerpos, a partir de nuestras percepciones sensitivas, sinhaber ninguna conexin necesaria entre ellas y nuestras ideas, lo que ni aun losmismos defensores de la materia pretenden establecer. Lo que s es permitidoafirmar, y todos lo concedern, es que podemos ser afectados por las ideas queactualmente poseemos, aun sin la existencia de cuerpos que se les asemejen: talocurre en los ensueos, vesanias y casos parecidos.

    De aqu resulta evidente que la suposicin de cuerpos externos no es necesariapara producir las ideas; pues se ve que stas en ocasiones, tal vez siempre,surgen sin la presencia de aqullos, de la misma manera que a veces creemosverlos y tocarlos sin que estn presentes.

    XIX. Laexistencia de los cuerpos externos no aporta explicacin alguna sobre elmodo de producirse nuestras ideas.

    Aun en el supuesto de que pudiramos tener todas nuestras sensaciones sin ellos,

    parece mscmodo pensar que existen siendo semejantes a nuestrpercepciones: de esta manera se podra afirmar con alguna probabilidad quehay cosas o cuerpos que producen su propia imagen en nuestra mente.

    Pero tampoco esto da ningn resultado: pues aun concediendo materialistas que existan los cuerpos externos, no por eso explican mejor laproduccin de las ideas, ya que ellos mismos se declaran impotentes paracomprender cmo pueda actuar un cuerpo sobre el espritu, o cmo un cuerpopueda imprimir una idea en la mente.

    De donde resulta que la produccin de ideas o sensaciones en nuestras mentes no

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    puede ser razn para que tengamos que suponer unas sustancias materiales ocorpreas, ya que con tal suposicin y sin ella est reconocido que la produccinde las ideas queda sin explicacin alguna.

    As pues, aun cuando se pudiera suponer que los cuerpos existiesen sin la mente,no dejara ello de ser una opinin harto precaria, pues obligara a pensar sinrazn alguna que Dios haba creado un gran nmero de cosas intiles, sin objetoni finalidadvisible.

    XX. Un dilema.

    En definitiva: de existir los cuerpos externos, nunca nos ser posible llegar asaber tal cosa; y de no existir, tendramos las mismas razones que ahora paraadmitir su existencia.

    Supongamos, en efecto -cosa que cae dentro de lo posible-, que una inteligencia,sin ayuda de cuerpos externos, fuese afectada por una serie de sensaciones oideas idnticas a las que t tienes, impresas con el mismo orden y con igualviveza: no tendra esa inteligencia todas las razones para creer en la existenciade las sustancias corpreas, representadas por aquellas ideas, y de admitir queestas ideas eran producidas por los cuerpos en su mente, con el mismofundamento que pueda tener para aceptar igual supuesto cualquiera que,siguiendo el concepto tradicional, est persuadido de que los cuerpos existen

    fuera de la mente?

    Esto no admite rplica; y ello sera razn suficientsima para que toda personarazonable pusiera en tela de juicio los argumentos que se aducen en pro de laexistencia extramental de los objetos.

    XXI. Si despus de lo dicho hubiera necesidad de presentar nuevaspruebascontra la existencia de la materia, recordara algunos de los muchos errores ydificultades (incluso impiedades) a que ha dado origen la antigua tesis. De ella

    surgieron innumerables controversias y disputas en el campo de la filosofa, y nomenos numerosas e importantes en materia de religin. Mas no descender adetallarlas en este lugar; primero, porque creo innecesarios los argumentos aposterioripara confirmar lo que a priorise ha demostrado suficientemente; ysegundo, porque ya tendremos ocasin de volver a insistir sobre lo mismo.

    XXII. Temo haber sido demasiado prolijo al tratar esta materiacualquiera de mis lectores se podr preguntar a qu fin conduce tal abundanciade pruebas para lo que en uno o dos renglones puede quedar demostrado con

    una sencilla reflexin, o una introspeccin no muy profunda delpensamiento. Bastar el intentar concebir como posible la exi

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    extramental o sin percepcin de un sonido, una figura, un movimiento o uncolor, para convencerse de que tal intento lleva consigo flagrante contradiccin.

    Para m resulta ventajoso estribar mi argumentacin en esta co

    individual: si alguien es capaz de concebir tan slo una sustancia extensa ymvil, o en general, cualquier idea o cosa semejante a una idea, con existenciaindependiente de la mente que la percibe, me declaro vencido y abandono elcampo; y respecto de las dems cualidades de que se supone dotados a loscuerpos externos, conceder que existan, aun cuando nadie me podr dar unarazn de por qu se admite su existencia,22ni tampoco podr decir para qusirven en el supuesto de que existan.23

    Es decir, mi posicin es tan firme que la mera posibilidad de que la opinincontraria sea cierta la admito como argumento en contra de mi tesis.

    XXIII. Objetar alguno: nada ms fcil que imaginar en la mente ciertas ideas,librosy rboles, por ejemplo, omitiendo formar la idea de que haya alguien quelos perciba. Acaso no se percibiran o se pensara en ellos, a pesar de todo?

    Pero esto no hace al caso; nicamente demuestra que tenemos la facultad deimaginar o de formar ideas en nuestra mente; pero de ninguna manera pruebaque sea posible concebir existentes los objetos fuera de la mente o no percibidos.Para esto sera necesario que se pudiera pensar en ellos como cosas no pensadas

    por nadie, lo cual envuelve manifiesta contradiccin.

    Cuando nos esforzamos por concebir la existencia de los cuerpos externos, nohacemos otra cosa sino contemplar nuestras propias ideas; acto en el quenuestra mente, no mirndose a s misma, viene a quedar ilusoriamente engaadadando por sentado que puede concebir y que de hecho concibe los cuerpos conexistencia independiente del pensamiento, a pesar de que en ese mismo hecho losaprehende existentes slo en s misma.

    Cualquiera que haya seguido con atencin cuanto acabamos de decir se habrconvencido de la veracidad y evidencia de nuestras afirmaciones: por lo tanto,ya no ser necesario traer nuevas pruebas contra la existencia de la sustanciamaterial.

    XXIV. Laexistencia absoluta de cosas no pensantes es una expresin vaca desentido.

    22 Vide LVIII.

    23 Vide LX.

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    Un ligero anlisis de nuestros propios pensamientos nos basta para descubrir loque significa la existencia absoluta de los objetos sensibles en s mismos, esto es,fuera de la mente.

    Para m estas palabras o no dicen nada, o si algo significan, envuelven unacontradiccin. Y de ello se convencer cualquiera que con detenimiento examinesu propio pensamiento; y si tras este examen se descubre la vacuidad o elabsurdo de semejante expresin, no habr necesidad de ms argumentos.

    Y la tesis que repetir hasta la saciedad es sta: que la existencia absoluta de lascosas desprovistas o independientes de todo pensamiento o implica un absurdo oes imposible de entender por carecer de sentido. Esto es lo que quiero inculcar amis lectores, recomendndome nicamente a su atencin.

    XXV. Tercer argumento.24Refutacin de Locke.

    Todas nuestras ideas, sensaciones o