10
BERNI Mira Lobe A Berni no le gusta ir a la frutería. El frutero es viejo y gruñón. Sus manos son tan grandes que parecen unas palas. Tiene una gran barba gris, y su espalda está encorvada: ya, casi, es una joroba. El frutero está así porque a lo largo de toda su vida ha tenido que cargar muchos sacos de patatas y cebollas, y muchas cajas de frutas y verduras. Berni está delante de la frutería y no quiere entrar. –Pero ¿qué te pasa? –le pregunta su madre. Berni dice que tiene miedo. –¿Del frutero? –pregunta la madre–.Pero ¿por qué? –¡Porque es viejo y malo! –contesta Berni–.¡Todos los mayores son malos con los niños! –¡Pero Berni!¡Eso no es verdad! –Bueno... algunos –se corrige Berni–.Y el frutero es uno de ellos. A lo mejor me mete en un saco de cebollas, o en el tonel de las coles, o me hace cualquier cosa. –¡Pero Berni, qué tontería! A lo mejor es totalmente distinto de como piensas. ¿Quién te ha dicho todo eso? Berni se lo ha oído a los otros chicos. Todos tienen miedo del frutero y se lo han contagiado. Y eso que Berni preferiría no

Berni

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Mira Lobe

Citation preview

Page 1: Berni

BERNIMira Lobe

A Berni no le gusta ir a la frutería.

El frutero es viejo y gruñón. Sus

manos son tan grandes que

parecen unas palas.  

 Tiene una gran barba gris, y su espalda está encorvada: ya, casi, es una joroba. El frutero está así porque a lo largo de toda su vida ha tenido que cargar muchos sacos de patatas y cebollas, y muchas cajas de frutas y verduras.

Berni está delante de la frutería y no quiere entrar.

–Pero ¿qué te pasa? –le pregunta su madre.

Berni dice que tiene miedo.

–¿Del frutero? –pregunta la madre–.Pero ¿por qué?–¡Porque es viejo y malo! –contesta Berni–.¡Todos los mayores son malos con los niños!–¡Pero Berni!¡Eso no es verdad!–Bueno... algunos –se corrige Berni–.Y el frutero es uno de ellos. A lo mejor me mete en un saco de cebollas, o en el tonel de las coles, o me hace cualquier cosa.–¡Pero Berni, qué tontería! A lo mejor es totalmente distinto de como piensas. ¿Quién te ha dicho todo eso?

Berni se lo ha oído a los otros chicos. Todos tienen miedo del frutero y se lo han contagiado. Y eso que Berni preferiría no tener miedo: ni del cuarto oscuro, ni del agua fría, ni de los fruteros viejos...

–¿Hay personas que nunca, nunca, tienen miedo? –pregunta.

La madre piensa. Ella no cree que haya gente así. Más bien cree que todos han tenido miedo alguna vez.

Page 2: Berni

–¡Menos los elefantes! –grita Berni–. Si yo fuera un elefante no le tendría miedo al frutero, ni a nadie. –¿Tú crees?

La madre le mira y Berni comprende que ella no piensa lo mismo de los elefantes. Entonces le coge de la mano.

–Vamos, Berni. Las verduras pueden esperar. Vamos a darnos un paseo, y, mientras, te contaré un cuento. A Berni le encantan los cuentos.

–Érase una vez un elefantito que se llamaba..., que se llamaba...–¡Berni! –grita Berni–.¡Se llamaba Berni, como yo! –Eso, sí, señor; se llamaba Berni. Y ese Berni estaba con los demás elefantitos debajo del árbol de los monos. ¡Sé una nueva canción! –gritó el primer elefantito:«Al malvado elefante viejo lo temen en todos los pueblos. ¡Qué susto, madre, qué miedo! Vete corriendo a tu casa, a ver si el susto se te pasa».El elefante Berni estaba fuera del corro, y el primer elefantito volvió a empezar su canción:«Al malvado elefante viejo lo temen en todos los pueblos. ¡Qué susto, madre, qué...!»–Pero ¿cuántos años tenía? –preguntó el elefante Berni.–¡Era superviejo! Trescientos... Quinientos años o así.–Y ¿cómo era?–¡Espantosamente grande!Y el primer elefantito levantó la trompa para indicar cómo era de grande.–¡Muuucho más grande! –gritó el segundo elefantito.Y se levantó sobre las patas de atrás para que su trompa llegara aún más alto.–¿Lo habéis visto alguna vez? –preguntó el elefante Berni.Pues no, no lo habían visto nunca. Pero ellos lo sabían por sus tías elefantas. Y las tías elefantas lo sabían por sus amigos elefantes. Y sus amigos elefantes lo sabían todo acerca de él: que era muy grande y que llevaba un trozo de cadena en una pata. Porque, hacía mucho tiempo, lo habían atrapado los cazadores de elefantes y lo habían atado con una cadena de hierro. Pero él se había soltado y desde entonces llevaba ese trozo de cadena.– Porque no sólo es el más grande –dijo el primer elefantito–, sino también el más fuerte. Es tan fuerte que rompe las cadenas y lanza los árboles como si nada.– Sí, señor, unos árboles así de gordos –gritó el segundo elefantito. Y corrió haciendo un círculo, para indicar lo gordos que eran los árboles.– ¡Muuucho más gordos! –chilló el tercero, y recorrió un círculo mayor.– ¿De verdad? –preguntó el elefante Berni–.¿Habéis visto esos árboles? No, no los habían visto.

Page 3: Berni

Pero lo sabían por sus tías elefantas. Y las tías elefantas lo sabían por sus amigos elefantes. Y sus amigos elefantes lo sabían todo acerca de él: que era muy fuerte, y que siempre estaba escondido en el bosque porque no soportaba a los demás elefantes. ¡Sobre todo a los elefantitos! ¡Es que no los podía ni ver!–Cuando encuentra uno en el camino –dijo el primer elefantito–, lo pasa tranquilamente por encima pateándolo.–¡O lo agarra con la trompa –dijo el segundo– y lo lanza sobre la copa de los árboles, y ya nunca pueden bajar de allí!–¡Qué divertido! –exclamó Berni– ¡ Todos los árboles llenos de elefantes!–¡Nada de divertido! –dijeron los otros. ¡O te engancha con sus colmillos y te tira al pantano, donde viven los cocodrilos!–O te come, así por las buenas.Berni corrió donde las tías elefantas.–¿Es verdad que el viejo elefante come elefantitos?Las elefantas sacudieron sus grandes orejas: – Los elefantes sólo comen hierbas. Pero, de todas maneras, debes tener cuidado. Porque él es muy grande, muy fuerte y muy malo. Después se fueron todos a beber al manantial.

Caminaban por el sendero de

elefantes a través de la jungla...

Delante iban un par de tías elefantas; en medio, los niños; y detrás, otro par de tías elefantas.

Berni caminaba un poco apartado; pellizcando una hoja aquí, otra allá,y de buena gana hubiera cogido un plátano. Pero con su pequeña trompa no llegaba tan alto. Lo intentó una y otra vez y se fue quedando cada vez más atrás.

De repente se encontró solo. Ya no veía el sendero de elefantes, ni el rabo de las elefantas que iban detrás. Ya no veía nada, sólo bosque por todas partes. Berni se asustó. Pero no mucho. «Ya los encontraré», pensó, y salió trotando.

Tropezó con las raíces, escaló árboles derrumbados y se enredó en las verdes zarzas y lianas que colgaban de la copa de los árboles. Arriba saltaban los monos de rama en rama.–¡Yúuuju! –llamó Berni–¿Habéis visto mi manada?–¿Qué quiere éste?–¡Ni idea!–¡Yo no he visto nada!

Los monos no hacían más que chillar, y, encima, le tiraron unas cáscaras de plátano a la cabeza. El elefantito preguntó a los demás animales.

Page 4: Berni

–¡Qué tonto! ¡Déjanos en paz! –le decían. Berni preguntó al ratón y a la tortuga. Preguntó a la pantera y al papagayo. Preguntó al perezoso y a la gran serpiente. Pero nadie le ayudó. Nadie sabía dónde estaba la manada.

De repente, aguzó los oídos: cerca se oía correr el agua.«¿Será el río? ¿Será el manantial?». Berni corrió hacia allá.

El suelo se volvió blando y cuesta abajo. Y Berni llevaba tal impulso que ya no pudo parar. Resbalaron sus cuatro patas y cayó dentro de una sucia charca.–¡Chiu! ¡Chiu! ¡El pequeño se ha caído! –chillaron los monos.

Berni se hundía en el fango e intentó nadar. Pero no lo lograba porque se le enredaban las lianas. Pateó, quiso chillar y pedir ayuda, pero no lo consiguió: sólo se oía un burbujeo y un ruido de pompas de agua. Agitó, asustado, su trompita y, al final, pensó: «Esto se ha terminado».

Entonces notó que lo cogían y que alguien lo sacaba de la charca. Tosió y escupió. Sus ojos, sus orejas, su nariz estaban llenos de agua sucia. Y todo él estaba envuelto, de pies a cabeza, en lianas verdes.–Pero ¿qué tonterías haces, pequeño bichejo verde? –le preguntó una voz. Berni pestañeó para limpiarse los ojos del agua pantanosa, y se pegó un susto monumental: de pie, delante de él, había un elefante muy viejo y muy grande.«¡Es él!», pensó Berni temblando de miedo.–¡Estáte quieto, pequeñajo! –dijo el viejo–. Si no, no te podré limpiar. Pasaba su trompa sobre Berni y le iba quitando las hierbas.Berni seguía temblando.«Pero si es él –pensó–;me tendría que haber hundido en la charca en vez de sacarme.A lo mejor no es él».

Berni dejó de tiritar y se quedó quieto, hasta que el viejo elefante le quitó la última liana y le dijo: –¡Ahora ya pareces, otra vez, un elefante! Pasó su trompa alrededor de Berni, lo levantó y lo empezó a columpiar:«Arriba, abajo, adelante, atrás, así descansarás».

A Berni le gustaba el balanceo:«Arriba, abajo, adelante, atrás, así descansarás».«No, seguro que no es él», pensó el pequeño.

El viejo lo volvió a dejar sobre la hierba y le dijo:–¿Nadie te ha dicho que no se debe correr a lo loco? ¿Adonde querías ir?–Al río –dijo Berni–. Al bebedero.–¿Tienes sed?

Page 5: Berni

Berni negó con la cabeza. Había tragado tanta agua sucia que se le había ido la sed. Pero hambre sí que tenía: El viejo levantó su trompa y Berni volvió a temblar«¡PUES SÍ QUE ES ÉL! Ahora me agarra, y me lanza sobre los árboles».

Pero la trompa sólo agarró el árbol del plátano y bajó las ramas para que Berni pudiera coger los plátanos. ¡Unos preciosos plátanos, grandes y amarillos!–¡Y yo que pensaba que me ibas a tirar a los árboles! –dijo Berni.–¿A los árboles? ¿Para qué?–preguntó el viejo–. ¡Qué tontería!Berni se le arrimó mucho y le susurró: –¡No es ninguna tontería! ¡En el bosque hay uno que sí lo hace!Patea a los elefantitos, o los tira al aire, o los empuja a la charca.Y, si pudiera, se los comería a todos.–Ya veo, ya veo... –murmuró el viejo elefante.–Es espantosamente grande –susurró Berni–.Y terriblemente fuerte. Y monstruosamente malo. Y..–Resumiendo: que es un monstruo, ¿verdad? –le interrumpió el viejo–. Ya veo, ya veo...  Entonces le preguntó a Berni si ya no tenía más hambre y si quería volver con su manada.–Sí –dijo Berni–, las tías elefantas ya estarán preocupadas.Abrazó con su trompita la trompa grandota.–¿Me enseñas el camino?El viejo lo guió a través de la jungla. Le ayudó a saltar las raíces, apartó las ramas y rompió las lianas, para que Berni caminase más cómodo.Berni miraba para arriba, a los árboles. Hubiera deseado que estuvieran allí los monos y el perezoso, y la pantera, y que todos vieran el amigo tan grande que tenía.–Sería mejor que no miraras hacia arriba –dijo el viejo–. Los despistados caen en las trampas para elefantes, o se meten en las redes. ¿No te hablaron nunca tus tías de las trampas y las redes con las que los humanos nos cazan?–¡Claro que sí! –dijo Berni–.¡Hay que ver lo que hacen los hombres! Trampas, y redes... –¡...y cajas zumbantes! –dijo el viejo–. Veloces cajas zumbantes.Los humanos se meten dentro de ellas con unos palos detonantes que cogen con sus patas delanteras.De esos palos salen unas cosas chispeantes que te agujerean la piel...–¿Y eso es malo? –preguntó Berni.–¡Muy malo!–contestó el viejo–.Los hombres han abierto un sendero muy ancho a través de la selva. Allí zumban las cajas zumbantes,y detonan los palos detonantes, y chispean las cosas chispeantes...Berni escuchaba atentamente y prometió que no iría nunca al sendero de

Page 6: Berni

los humanos.–Eres muy listo –dijo el viejo.Los dos habían caminado todo el rato,el uno junto al otro. Pero ahora estaban tan juntos los árboles que el viejo tenía que ir delante.Berni iba pegado a él por detrás, y miraba al suelo, por si acaso había alguna trampa para elefantes.Caminando así, podía ver cómo, delante de él, subían y bajaban las patazas del viejo elefante.¡Y de repente vio la cadena! ¡ASÍ PUES, SÍ ERA ÉL!

Por un momento, Berni no se

pudo mover del susto. Luego, se

dio la vuelta y salió disparado.

 

  Chocaba con los árboles, se enredaba en la maleza, tropezaba y se volvía a enredar.

Al llegar a un sendero ancho y vacío que atravesaba la jungla, empezó a correr por él. El suelo era llano y estaba limpio, y Berni avanzaba de prisa por él. Corrió y corrió, y sólo cuando oyó un zumbido a lo lejos se le ocurrió que tenía que ser el ruido de una caja zumbante. Y que aquél era un sendero para humanos, al que él, nunca, nunca, hubiera debido llegar. Berni perdió todo su valor. Se quedó parado, llorando tristemente. La caja zumbante se acercaba más y más...

Entonces se oyó un crujido en la maleza. Las ramas se partían y saltaban, y alguien salió de la jungla.Una querida y conocida trompa le dio a Berni un par de tirones de orejas, y una querida y conocida voz le dijo:–¡Sigue corriendo, tontorrón!Berni corrió.Detrás oyó crujidos y chasquidos; cuando se dio la vuelta, vio que el viejo arrancaba un árbol y lo atravesaba en el sendero de los humanos. La caja zumbante chirrió y rechinó enfadada, porque no podía seguir su camino. Berni ya no tenía miedo y empezó a bailar un baile de elefantes en medio del sendero. Meneaba la trompa, meneaba el rabo y se abanicaba con las orejas.

Page 7: Berni

El viejo vino trotando enfadado. La cadena tintineaba y cencerreaba en el suelo. –¡Y encima, bailando! –le regañó–.¡Vuelve corriendo a la jungla, que es donde debes estar!

Empujó a Berni hacia los árboles y siguió regañándole: –¿Cómo puedes ser tan insensato? ¡Asustarse y salir corriendo porque yo sea grande y viejo y lleve un estúpido trozo de cadena en la pata!–¿Estás enfadado conmigo?–le preguntó Berni.–¡Muy enfadado! Yo seré un elefante viejo y malísimo pero tú eres un bebé elefante muy tonto. ¡Tanto, que es imposible ser más tonto!Berni agachó la trompa, y el rabo y las orejas.–Ahora te llevaré a casa –le dijo el viejo–. A ti, desde luego, hay que ponerte una tía elefanta delante de la trompa para que te vigile. Acompañó a Berni hasta el árbol de los monos.

Hacía rato que los otros bebés elefantes habían vuelto del bebedero y buscaban al desaparecido Berni.–¡Yúuuju! –llamó–. ¡Aquí estoooy!Todos salieron disparados hacia él. Pero cuando vieron al viejo, salieron disparados para atrás.–¡Eh, quedaos! –chilló Berni–. ¡Quiere mucho a los niños! Y si no fuerais tontos, tan tontos que es imposible serlo más, también sería vuestro amigo.

Los elefantitos se asomaban entre los árboles y entre las tías, y no sabían si fiarse o no.–Por favor, no te enfades –dijo Berni al viejo sin mirarlo– Es que no te conocen. Pero cuando sepan cómo eres de verdad...

Berni no obtuvo respuesta. Cuando se dio la vuelta, el viejo había desaparecido.

¿Ya se acabó? –pregunta Berni a su madre. –Ya –dice ella–. ¿O quieres que siga?Berni siempre quiere que siga. Si por él fuera, los cuentos no terminarían nunca.–¿Y el elefantito vio al viejo elefante alguna otra vez?–Seguro que sí –dice la madre–. Bueno, ahora tengo que ir a la frutería. ¿Vienes?Berni decide acompañarla.

Page 8: Berni

–Pero la canción de corro –dice–, seguro que la han cambiado los elefantitos. Porque ya no vale.

En la frutería hay mucha gente. Berni y su madre tienen que esperar hasta que les toque su turno.

–¡Ya sé cómo empieza la nueva canción! –dice la madre–.«¿No conocéis al viejo y querido elefante?...».–¡Sí! –grita Berni–.Empieza exactamente así:«¿No conocéis al viejo y querido elefante? Del hoyo me pescó...».Berni no sabe seguir. Su madre le ayuda:–«Y las sucias hierbas me quitó».–Sí –dice Berni–. Eso hizo. Es muy bueno. Y, como veis, es muy distinto de como pensáis.–¡Sí que lo es! –dice la madre.

Después le pregunta al frutero que a cuánto están las mandarinas. Berni respira hondo y recita la nueva canción de corro, desde el principio hasta el final, y no se atasca ni una sola vez. El frutero pesa las mandarinas y hace un guiño a la madre:

–Berni sabe unos versos muy bonitos. Pero... ¿por qué habla precisamente de elefantes?

¿No conocéis al viejo y querido elefante?Del hoyo me pescó y las sucias hierbas me quitó.Es muy bueno. Y, como veis,es muy distinto de como pensáis.