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Curso de Gramsci
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Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales PLED-CCC
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Curso: Teoría y praxis en el pensamiento de Antonio
Gramsci: sus aportes para analizar la realidad
latinoamericana.
Clase Nº6: Los años previos al encierro: de la formación de un nuevo
grupo dirigente en el seno del PCI, a la “traducción” del marxismo en
función de la realidad italiana
Ouviña, Hernan “Los años previos al encierro: de la formación de un nuevo grupo
dirigente en el seno del PCI, a la “traducción” del marxismo en función de la realidad
italiana’’ [CLASE]. En: Curso virtual “Teoría y praxis en el pensamiento de Antonio
Gramsci: sus aportes para analizar la realidad latinoamericana.” (Programa
Latinoamericano de Educación a Distancia, Centro Cultural de la Cooperación,
Buenos Aires, Septiembre 2013).
®De los autores
Todos los derechos reservados.
Esta publicación puede ser reproducida gráficamente hasta 1.000 palabras, citando la fuente. No puede ser reproducida, ni en todo, ni en parte, registrada
en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, por
fotocopiadora o cualquier otro, sin permiso previo escrito de la editorial y/o autor, autores, derechohabientes, según el caso.
Edición electrónica para Campus Virtual CCC: MARIANO TRAVELLA
Campus Virtual:
http://www.centrocultural.coop/campus
Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales PLED-CCC
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Los años previos al encierro: de la formación de
un nuevo grupo dirigente en el seno del PCI, a
la “traducción” del marxismo en función de la
realidad italiana
Prof. Hernán Ouviña
En esta Clase nos adentraremos en los últimos años de militancia y producción
teórica de Antonio Gramsci previos a su encarcelamiento. En primer lugar,
intentaremos dar cuenta de la polémica que desarrolla al interior del Partido
Comunista Italiano en torno a la necesidad de gestar un nuevo grupo dirigente y
romper definitivamente con la estrategia de construcción política planteada por
Amadeo Bordiga, apostando a la configuración de un partido político de masas
despojado de todo sectarismo. En segundo término, reseñaremos brevemente las
advertencias que realiza desde Italia a los dirigentes rusos del Partido Bolchevique,
sumidos en aquel entonces en una áspera polémica centrada en la relación que
debía establecerse entre la clase obrera y el campesinado en una sociedad en
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transición. Por último, abordaremos un texto suyo conocido bajo el nombre de
“Algunos temas acerca de la cuestión meridional”, redactado meses antes de ser
detenido por la policía fascista, y que puede ser leído como un original ejercicio de
“traducción” y nacionalización del marxismo, en función del análisis de la realidad
específica italiana y en pos de su transformación radical. Este manuscrito
inconcluso resulta especialmente relevante, porque además de plantear una
caracterización general de la historia reciente de Italia, aparecen en él por primera
vez algunas categorías como las de “intelectual orgánico” y “hegemonía”, que
durante su período de encierro desarrollará con particular afición en sus Cuadernos
de la Cárcel.
Hacia la formación de un nuevo grupo dirigente en el PCI
Tal como habíamos comentado en la Clase anterior, el Partido Comunista tuvo en
sus orígenes una posición sumamente sectaria, caracterizada por un predominio del
sector liderado por Amadeo Bordiga, para quien la organización debía impedir
cualquier “contaminación” con la socialdemocracia, en la medida en que
representaba un peligro tanto o más importante que el propio fascismo. A tal punto
esto era así que, en 1921, Bordiga llega a expresar que “fascistas y socialdemócratas
son dos aspectos del mismo enemigo del mañana”. Esta obtusa lectura de la
realidad redundó en una incapacidad de entender la complejidad del fenómeno
fascista, subestimando su capacidad de acción y construcción política. Antonio
Gramsci fue uno de los pocos que parcialmente pudo detectar los elementos
novedosos del fascismo, describiéndolos en diversos artículos publicados a lo largo
de 1921 en el diario L’Ordine Nuovo, entre los que se destacan “El pueblo de los
simios”, donde reconoce el estar en presencia de un movimiento de ultraderecha con
una base social amplia (compuesta especialmente por la pequeña burguesía urbana
y rural, que actúa como masa de maniobras) y “Subversivismo reaccionario”, en el
que define al fascismo como una reacción anti-obrera que opera al margen de las
instituciones estatales.
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No obstante, como recuerda el brasileño Carlos Nelson Coutinho en su libro
Introducción a Gramsci, a pesar de estos lúcidos análisis realizados por el joven
sardo, habrá que esperar hasta 1925 y 1926 para que aparezca en él una
ponderación del fascismo en tanto régimen autoritario de nuevo tipo que realiza la
unidad política de la burguesía. Esto llevará a una considerable subestimación, por
parte del PCI, del movimiento fascista, que realizará en octubre de 1922 la trágica
“marcha sobre Roma”, marcando el ascenso al poder de Benito Mussolini. Las
mencionadas Tesis de Roma, votadas por la inmensa mayoría del PCI en su segundo
Congreso y que rechazan la necesidad de realizar un Frente Unico en contra de la
reacción de derecha en curso, dan cuenta precisamente de esta terrible ceguera
política.
Sin duda será la estancia de Gramsci en Rusia a partir de mediados de 1922 la que
-al permitirle estar en contacto directo con la experiencia bolchevique y con los
debates en el seno de la III Internacional- lo obligue progresivamente a revisar la
estrategia política predominante en el PCI. La asimilación y “traducción” de ciertos
principios teóricos postulados por Lenin, así como la adscripción a las Tesis del III y
IV Congreso de la Internacional Comunista (que pregonaban impulsar tanto la
conformación de un Frente Unico, como la necesidad de adaptar a las condiciones
particulares de cada sociedad la propuesta general levantada por ella) resultarán
claves para que Gramsci dé este giro en pos de la constitución de un partido de
masas anti-sectario.
Paralelamente, en febrero de 1923 Amadeo Bordiga es detenido por la policía
fascista junto a centenares de militantes comunistas, al tiempo que se libra la orden
de detención de Gramsci, quien se encontraba todavía en Moscú. En el marco de
esta coyuntura tan delicada de descabezamiento y reorganización forzada del PCI,
Gramsci enviará desde mayo de 1923 sucesivas cartas a sus antiguos compañeros
ordinovistas que forman parte de la dirección del partido, con el objetivo de
disputarle el liderazgo al sector encabezado por Bordiga y polemizar con su posición
contraria al Frente Unico y a la política levantada por la III Internacional.
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A finales de noviembre del mismo año partirá hacia Viena, donde permanecerá
varios meses debido al pedido de captura que sobre él pesa en Italia. Pero antes de
viajar, propondrá la creación de un diario junto el grupo del PSI adherente a la
Internacional Comunista (denominados por ello “tercerinternacionalistas”). El
nombre con el que finalmente sale a la calle el cotidiano (La Unidad) evidencia su
vocación no sectaria. En una misiva enviada al Comité Ejecutivo del PCI explicará el
por qué: “Yo propongo como título l’Unità puro y simple, que tendrá un significado
para los obreros y otro significado más general, porque creo que después de la
decisión del Ejecutivo Ampliado de la Internacional Comunista sobre el gobierno
obrero y campesino, nosotros debemos dar una importancia especial a la cuestión
meridional, es decir, a la cuestión en la cual el problema de las relaciones entre
obreros y campesinos se plantea no sólo como un problema de relación de clases,
sino también y especialmente como un problema territorial, es decir como uno de los
aspectos de la cuestión nacional”.
Ya desde la capital de Austria, el 9 de febrero de 1924 remite una extensa Carta a
Togliatti, Terracini y otros camaradas ordinovistas, en la que explicita su intención
de construir un “nuevo grupo dirigente” y realiza una radical autocrítica respecto de
la dinámica de construcción política desplegada por el partido en sus primeros años.
Según su apreciación, uno de los mayores errores cometidos fue el tener “la
estúpida seguridad de que ya había quien pensaba y curaba de todo”, absolutizando
a la dirección como una instancia decisoria inequívoca. Esto trajo aparejado el
hecho de que “toda participación de las masas en la actividad y en la vida interna
del partido que no fuera la de las grandes ocasiones y por orden formal del centro”
fuera “visto como un peligro para la unidad”. De esta forma, continúa Gramsci, no
se ha concebido al partido como realmente debe ser, esto es, “como resultado de un
proceso dialéctico en el cual convergen el movimiento espontáneo de las masas
revolucionarias y la voluntad organizativa y directiva del centro”. Cabe mencionar
que esta lectura sintética deja traslucir sin duda la hipótesis planteada años más
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tarde en unas de sus notas carcelarias en torno a la combinación virtuosa entre
“espontaneidad y dirección consciente”, que abordaremos en las próximas Clases.
Apuntando sus dardos contra Bordiga, Gramsci agrega que “el error del partido ha
consistido en poner en primer plano y abstractamente el problema de la
organización, lo cual, además, ha significado sólo la creación de un aparato de
funcionarios ortodoxos para con la concepción oficial. Se creía y se sigue creyendo
que la revolución depende sólo de la existencia de un aparato así, y se llega incluso
a creer que esa existencia puede determinar la revolución”. El problema de fondo es
haber subordinado la política a la organización, tornando a ésta en un fin en sí
mismo. La tarea, entonces, consiste en desfetichizar la cuestión de la organización y
adaptarla a la estrategia política que resulta acorde a la realidad italiana, lo cual
equivale a pensar concretamente en la revolución, intentando trascender el espíritu
corporativo que anida en la clase trabajadora y asumiendo como problemas
nacionales, entre otras, las exigencias del sur meridional.
En otro fragmento de la Carta, Gramsci establece una distinción fundamental que
será el puntapié de su conocida diferenciación carcelaria entre Oriente y Occidente
(y que a su vez implicará dos estrategias, la guerra de maniobras y la de posiciones):
“La determinación -dirá- que en Rusia era directa y lanzaba las masas a la calle, al
asalto revolucionario, en Europa central y occidental se complica con todas estas
sobreestructuras políticas creadas por el superior desarrollo del capitalismo, hace
más lenta y más prudente la acción de las masas y exige, por tanto, al partido
revolucionario toda una estrategia y una táctica mucho más complicadas y de más
respiro que las que necesitaron los bolcheviques en el período comprendido entre
marzo y noviembre de 1917”. Podemos concluir entonces que la necesidad de
“historizar” la estrategia desplegada en Rusia, aparece como un rasgo distintivo del
marxismo puesto en práctica por Gramsci en su intercambio epistolar.
El 6 de abril de 1924 se realizan -en un clima de extrema represión- elecciones
generales bajo el fascismo, donde triunfa rotundamente el bloque ultraderechista,
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que obtiene más de 4.600.000 votos. El PCI apenas araña los 260.000, siendo electo
diputado por Venecia el propio Gramsci. Con fueros parlamentarios, retornará en
mayo a Italia, y luego de una serie de polémicas y reorganizaciones internas,
finalmente el 13 de agosto asumirá la Secretaría General del PCI, instalándose en
Roma con el objetivo de reorganizar en los meses sucesivos las diezmadas fuerzas
comunistas.
El III Congreso del PCI en Lyon: la refundación definitiva de la organización
Entre el 20 y el 26 de enero de 1926 se realiza el III Congreso del PCI. Debido a la
creciente represión sufrida en territorio italiano, se decide hacerlo por cuestiones de
seguridad en la ciudad francesa de Lyon. Bajo el nombre de “La situación italiana y
las tareas del PCI”, Antonio Gramsci y Palmiro Togliatti presentan una serie de Tesis
(luego conocidas como Tesis de Lyon), que serán apoyadas por más del 90% de los
delegados presentes. A pesar de la protesta del sector bordiguista (que denuncia la
forma en la que fue convocado el Congreso y las dificultades para asistir sufridas
por numerosos militantes sumidos en la clandestinidad), el encuentro simboliza la
consolidación del nuevo núcleo dirigente liderado por Gramsci, quien es ratificado
como Secretario General del partido.
Tal como ha expresado Juan Carlos Portantiero, las Tesis constituyen la primera
tentativa de dotar al PCI de una línea y de un programa orgánico, basado en el
análisis de la realidad italiana, de una comprensión histórica de los objetivos
políticos de la clase trabajadora, con una real voluntad de ligarse a las masas
populares. En primer lugar, en ellas se caracteriza al horizonte revolucionario como
socialista, a pesar del relativo “atraso” de las fuerzas productivas de la sociedad
italiana, afirmando que “el caso de Italia constituye una confirmación de la tesis de
que las condiciones más favorables para la revolución proletaria no se encuentran
necesariamente siempre en las países donde el capitalismo y el industrialismo han
llegado a su más alto grado de desarrollo, sino que pueden existir en cambio allí
donde el tejido del sistema capitalista ofrece menor resistencia, por sus debilidades
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estructurales, al embate de la clase revolucionaria y de sus aliados”. En segundo
término, se reivindica la política del Frente Unico, reconociendo que el PCI “aún está
lejos de haber conquistado una influencia decisiva sobre la mayoría de la clase
obrera y de la población trabajadora”. Finalmente, además de advertirse que el
fascismo ha logrado “realizar una unidad orgánica de todas las fuerzas de la
burguesía, en un solo organismo político”, se critica la concepción del partido
sostenida por el sector liderado por Amadeo Bordiga, para quien la organización era
definida como un mero “órgano” de la clase obrera. Por contraste, Gramsci y
Togliattí dirán que es preciso subrayar que el partido constituye una “parte” de la
clase trabajadora, y que debe estar unido a ella no sólo por vínculos ideológicos sino
también por lazos de carácter físico.
Las advertencias al Partido Bolchevique sobre una salida autoritaria a la crisis
interna
El 14 de octubre de 1926, semanas antes de ser detenido, Gramsci redacta una
crítica Carta al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, que
será enviada a Palmiro Togliatti (quien se encontraba en Rusia como representante
del PCI frente a la III Internacional) para que la entregue personalmente a la
dirigencia bolchevique. Sin embargo, debido a lo que allí se expresaba, éste opta por
retenerla, lo que generara la protesta de Gramsci desde Italia, a pesar de lo cual la
misiva no se dará a conocer sino en 1938 y a instancias de Angelo Tasca. Vale la
pena comentar brevemente cuál era la lectura que del proceso ruso realiza Gramsci
en ella, por cuanto varios de sus planteos resultan sumamente actuales y anticipan,
además, ciertas hipótesis desarrolladas en los Cuadernos de la Cárcel.
Antes que nada, cabe aclarar que el propósito de la Carta es instar a los referentes
rusos (divididos en aquel entonces en una mayoría representada por Stalin y
Bujarin, y una minoría liderada por Trotsky y Zinóviev) a resolver sus diferencias sin
tanta virulencia como la que se dejaba traslucir públicamente, advirtiendo sobre la
posibilidad de llegar a un nivel tal de confrontación, que derive en la ruptura del
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partido. Pero simultáneamente a esta preocupación, Gramsci plantea en la misiva el
problema de la hegemonía, como una cuestión fundamental en el debate en torno al
proceso de transición al socialismo en Rusia. Más allá de sus diferencias con Italia,
dirá, lo cierto es que en ambos países “son las masas rurales la mayoría de la
población trabajadora”. Es que de acuerdo a su caracterización, “todos los
problemas inherentes a la hegemonía del proletariado se presentan en Italia en una
forma sin duda más compleja y aguda que en la misma Rusia, porque la densidad
de la población rural italiana es enormemente mayor, porque nuestros campesinos
tienen una riquísima tradición organizativa y han conseguido siempre hacer notar
muy sensiblemente su peso específico de masa en la vida política nacional, porque
aquí el aparato organizativo eclesiástico tiene dos mil años de tradición y se ha
especializado en la propaganda y la organización de los campesinos de un modo que
no tiene paralelo en los demás países”.
Aparecen reseñadas aquí las dos problemáticas centrales y específicas de la realidad
italiana, que serán desarrolladas con mayor detenimiento en su manuscrito sobre
“la cuestión meridional”: el brutal desfasaje entre el norte industrial y el sur agrario,
y la importancia de la religión (en particular del Vaticano como institución) en la
configuración de la cultura popular. La Carta recupera asimismo una concepción de
la hegemonía que se identifica con el rol dirigente de la clase trabajadora a escala
nacional: “el proletariado -afirmará Gramsci- no podrá cumplir su función dirigente
más que si abunda en espíritu de sacrificio y se ha liberado completamente de todo
residuo de corporativismo reformista”.
Pero además, lo interesante es que la categoría de hegemonía no se restringe a las
sociedades capitalistas, sino que es utilizada para dar cuenta de una determinada
relación o alianza entre las clases subalternas durante la etapa de transición hacia el
comunismo. Por eso llegará a expresar en otro párrafo que “el proletariado no puede
llegar a ser clase dominante si no supera esa contradicción con el sacrificio de sus
intereses corporativos, no puede mantener la hegemonía y su dictadura si no
sacrifica, incluso cuando ya es dominante [esto es, luego de tomar el poder e
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instaurar su dictadura de clase], esos intereses inmediatos a los intereses generales
y permanentes de la clase”. Podemos por lo tanto conjeturar que Gramsci está
planteando no solamente un apoyo explícito en esta particular coyuntura a la
implementación de la Nueva Economía Política (NEP), sino también postulando que
la necesidad de generar un vínculo orgánico entre obreros y campesinos, basado en
la construcción de consenso y no en el crudo ejercicio de la coerción, es una tarea
prioritaria durante la ardua fase transicional. El posterior desenlace del
desencuentro entre el campo y la ciudad en Rusia, signado por la colectivización
forzosa impuesta a nivel rural por el stalinismo, torna más relevante aún a esta
temprana advertencia gramsciana.
Traducción y nacionalización del marxismo: “La cuestión meridional”
En esta parte final de la Clase, nos parecía importante realizar un breve análisis del
último texto redactado por Gramsci previo a su encarcelamiento. “Algunos temas
acerca de la cuestión meridional” (también conocido como “La cuestión meridional”)
es un original manuscrito que producto de su detención se ve obligado a dejar
inconcluso, y que recién será dado a conocer en 1930, cuatro años después de ser
encerrado. A pesar de ello, puede ser considerado uno de los materiales más
fructíferos producidos por Gramsci. Aclaramos que debido a la densidad teórico-
política optamos por problematizar solamente algunos de los ejes abordados en este
escrito.
En primer lugar, cabe mencionar que lo que Gramsci realiza es un detallado
ejercicio de “traducción” del corpus marxista clásico, incluidas las enseñanzas de
Lenin, en pos de realizar una caracterización integral de la sociedad italiana,
teniendo en cuenta las múltiples dimensiones que la constituyen como tal, y sin
caer en una aplicación mecánica de categorías. Para ello intentará poner en juego la
máxima del “análisis concreto de la situación concreta”. Una cuestión crucial que
debe afrontar la clase obrera en Italia, expresará Gramsci, es el problema agrario-
campesino, que asume dos formas específicas: por un lado, la llamada “cuestión
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meridional”, que remite al problema de los campesinos del sur que se encuentran
disgregados socialmente y no logran cohesionarse en tanto clase; por el otro, la
“cuestión vaticana”, que da cuenta del peso mayúscula que tienen las creencias
religiosas y el catolicismo en los sectores populares, en especial en los rurales.
De acuerdo a Gramsci, ambos no deben verse como problemas atinentes solo a los
habitantes del Mezzogiorno (Mediodía, en alusión a la región centro-sureña de Italia),
sino como desafíos frente a los cuales el proletariado debe brindar una respuesta
satisfactoria en tanto clase de carácter nacional. Nuevamente aparece aquí la
construcción de hegemonía por parte de la clase obrera vis-a-vis el campesinado, así
como la necesidad de que se despoje de todo prejuicio corporativo para lograr esta
articulación. Y casualmente Gramsci remite a la experiencia del bienio rojo para
actualizar esta compleja tarea: “los comunistas turineses se plantearon
concretamente la cuestión de la ‘hegemonía del proletariado’, o sea de la base social
de la dictadura proletaria y del estado obrero. El proletariado puede convertirse en
clase dirigente y dominante si consigue crear un sistema de alianzas de clase que le
permita movilizar contra el capitalismo y el estado burgués a la mayoría de la
población trabajadora, lo cual quiere decir en Italia, dadas las reales relaciones de
clases existentes en Italia, en la medida en que consigue obtener el consenso de las
amplias masas campesinas”.
Se explicita aquí una acepción de hegemonía que no alude meramente al tradicional
rol de liderazgo y conducción política, sino especialmente a la vocación de construir
consenso al interior del campo popular. De todas maneras, Gramsci se encarga de
aclarar que el suyo no es un razonamiento centrado en un modelo de regularidad
plausible de ser aplicado a Italia de forma esquemática, sino que remite al ya
mencionado “análisis concreto de la situación concreta”. Por ello argumenta que “la
cuestión campesina está en Italia históricamente determinada, no es la ‘cuestión
campesina y agraria en general’”. Antes bien, asume a partir de la historia viva
italiana fisonomías peculiares.
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De ahí que para desmembrar el bloque industrial-agrario que solventa el sistema de
dominación socio-económico y político en Italia, sea necesario entablar, de acuerdo
a él, una batalla no solamente militante en el sentido clásico, sino también
intelectual y de concepción alternativa del mundo. Gramsci concluye expresando
que existen dos únicas fuerzas esencialmente nacionales y portadoras de futuro: el
proletariado y los campesinos. Superar los mutuos prejuicios y egoísmos que
contaminan a ambas clases, es la condición de posibilidad para quebrantar el
sistema capitalista en Italia y romper con el “colonialismo interno” que somete al
rezagado sur agrario a una expoliación constante por parte de la burguesía
industrial del norte, la cual actúa en complicidad con los terratenientes del sur,
quienes les brindan fuerza de trabajo a costos ínfimos. Conquistar la hegemonía
implica entonces que la clase obrera haga suyas las demandas y aspiraciones de las
masas rurales del Mezzogiorno, deviniendo clase nacional.
Hasta aquí el análisis sucinto del manuscrito sobre “La cuestión meridional”. A
modo de cierre, es importante mencionar que en la próxima Clase retomaremos
parcialmente este texto, para pensarlo como posible puente entre sus últimas
reflexiones en libertad y sus primeras conjeturas dentro de la cárcel, centrándonos
en la noción de “colonialismo interno” y en su potencialidad explicativa para el
estudio de la realidad latinoamericana.
Cabe finalmente comentar que en noviembre de 1926 Gramsci será detenido por la
policía fascista, dando inicio a su periplo por diferentes prisiones del país, a la
espera del juicio en el que se lo condenará a más de veinte años de prisión. Será éste
el período en el que redacte sus famosos Cuadernos de la Cárcel, que a partir de la
Clase siguiente comenzaremos a problematizar.