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Biografía: Nació en Madrid en 1760 , de noble familia asturiana. Su padre era el poeta, dramaturgo y abogado Nicolás Fernández de Moratín y su madre Isidora Cabo Conde. Se crio en un ambiente donde eran frecuentes las discusiones literarias, pues su padre Nicolás fue un hombre dedicado a las letras. A los cuatro años, enfermó de viruela , lo que afectó su carácter, volviéndolo tímido. No cursó estudios universitarios porque su padre estaba en contra, y comenzó a trabajar como oficial en una joyería. A los diecinueve años, en 1779, ya había conseguido el accésit de poesía al concurso público convocado por la Academia. En 1782 ganaría el segundo premio con su Lección poética. En 1787, y gracias a la amistad de Jovellanos, emprende un viaje a París en calidad de secretario del conde de Cavarras, entonces encargado de una misión a París. La experiencia fue muy provechosa para el joven escritor. Vuelto a Madrid, obtiene su primer gran éxito con la publicación de la sátira La derrota de los pedantes. El Conde de Floridablanca le hace entonces la merced de un beneficio de trescientos ducados, y Moratín se ordena de primera tonsura, requisito indispensable para poder disfrutar del beneficio. A poco de llegar Godoy al poder logró la protección del favorito, que le ayudó a estrenar sus comedias y aumentó sus ingresos con otras sinecuras eclesiásticas. Murió en París en junio del año 1828.

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Biografa:Naci enMadriden1760, de noble familia asturiana. Su padre era el poeta, dramaturgo y abogadoNicols Fernndez de Moratny su madre Isidora Cabo Conde. Se crio en un ambiente donde eran frecuentes las discusiones literarias, pues su padre Nicols fue un hombre dedicado a las letras. A los cuatro aos, enferm deviruela, lo que afect su carcter, volvindolo tmido. No curs estudios universitarios porque su padre estaba en contra, y comenz a trabajar como oficial en una joyera. A los diecinueve aos, en 1779, ya haba conseguido el accsit de poesa al concurso pblico convocado por la Academia. En 1782 ganara el segundo premio con suLeccin potica. En 1787, y gracias a la amistad de Jovellanos, emprende un viaje a Pars en calidad de secretario del conde de Cavarras, entonces encargado de una misin a Pars. La experiencia fue muy provechosa para el joven escritor. Vuelto a Madrid, obtiene su primer gran xito con la publicacin de la stiraLa derrota de los pedantes. ElConde de Floridablancale hace entonces la merced de un beneficio de trescientos ducados, y Moratn se ordena de primera tonsura, requisito indispensable para poder disfrutar del beneficio. A poco de llegarGodoyal poder logr la proteccin del favorito, que le ayud a estrenar sus comedias y aument sus ingresos con otras sinecuras eclesisticas. Muri en Pars en junio del ao 1828.

El s de las nias[Teatro. Texto Completo. Acto Primero.]Leandro Fernndez de Moratn

Acto 1Acto 2Acto 3

PERSONAJESDON DIEGO.DON CARLOS.DOA IRENE.DOA FRANCISCA.RITA.SIMN.CALAMOCHA.La escena es en una posada de Alcal de Henares.El teatro representa una sala de paso con cuatro puertas de habitaciones para huspedes, numeradas todas. Una ms grande en el foro, con escalera que conduce al piso bajo de la casa. Ventana de antepecho a un lado. Una mesa en medio, con banco, sillas, etc.La accin empieza a las siete de la tarde y acaba a las cinco de la maana siguiente.

Acto IEscena IDON DIEGO, SIMN.Sale DON DIEGO de su cuarto, SIMN, que est sentado en una silla, se levanta.DON DIEGO.- No han venido todava?SIMN.- No, seor.DON DIEGO.- Despacio lo han tomado, por cierto.SIMN.- Como su ta la quiere tanto, segn parece, y no la ha visto desde que la llevaron a Guadalajara...DON DIEGO.- S. Yo no digo que no la viese; pero con media hora de visita y cuatro lgrimas estaba concluido.SIMN.- Ello tambin ha sido extraa determinacin la de estarse usted dos das enteros sin salir de la posada. Cansa el leer, cansa el dormir... Y, sobre todo, cansa la mugre del cuarto, las sillas desvencijadas, las estampas del hijo prdigo, el ruido de campanillas y cascabeles, y la conversacin ronca de carromateros y patanes, que no permiten un instante de quietud.DON DIEGO.- Ha sido conveniente el hacerlo as. Aqu me conocen todos: el Corregidor, el seor Abad, el Visitador, el Rector de Mlaga... Qu s yo! Todos. Y ha sido preciso estarme quieto y no exponerme a que me hallasen por ah.SIMN.- Yo no alcanzo la causa de tanto retiro. Pues hay ms en esto que haber acompaado usted a Doa Irene hasta Guadalajara para sacar del convento a la nia y volvernos con ellas a Madrid?DON DIEGO.- S, hombre; algo ms hay de lo que has visto.SIMN.- Adelante.DON DIEGO.- Algo, algo... Ello t al cabo lo has de saber, y no puede tardarse mucho... Mira, Simn, por Dios te encargo que no lo digas... T eres hombre de bien, y me has servido muchos aos con fidelidad... Ya ves que hemos sacado a esa nia del convento y nos la llevamos a Madrid.SIMN.- S, seor.DON DIEGO.- Pues bien... Pero te vuelvo a encargar que a nadie lo descubras.SIMN.- Bien est, seor. Jams he gustado de chismes.DON DIEGO.- Ya lo s. Por eso quiero fiarme de ti. Yo, la verdad, nunca haba visto a la tal Doa Paquita. Pero, mediante la amistad con su madre, he tenido frecuentes noticias de ella; he ledo muchas de las cartas que escriba; he visto algunas de su ta la monja, con quien ha vivido en Guadalajara; en suma, he tenido cuantos informes pudiera desear acerca de sus inclinaciones y su conducta. Ya he logrado verla; he procurado observarla en estos pocos das y, a decir verdad, cuantos elogios hicieron de ella me parecen escasos.SIMN.- S, por cierto... Es muy linda y...DON DIEGO.- Es muy linda, muy graciosa, muy humilde... Y, sobre todo, aquel candor, aquella inocencia! Vamos, es de lo que no se encuentra por ah... Y talento... S seor, mucho talento... Conque, para acabar de informarte, lo que yo he pensado es...SIMN.- No hay que decrmelo.DON DIEGO.- No? Por qu?SIMN.- Porque ya lo adivino. Y me parece excelente idea.DON DIEGO.- Qu dices?SIMN.- Excelente.DON DIEGO.- Conque al instante has conocido?...SIMN.- Pues no es claro?... Vaya!... Dgale a usted que me parece muy buena boda. Buena, buena.DON DIEGO.- S seor... Ya lo he mirado bien y lo tengo por cosa muy acertada.SIMN.- Seguro que s.DON DIEGO.- Pero quiero absolutamente que no se sepa hasta que est hecho.SIMN.- Y en eso hace usted bien.DON DIEGO.- Porque no todos ven las cosas de una manera, y no faltara quien murmurase, y dijese que era una locura, y me...SIMN.- Locura? Buena locura!... Con una chica como sa, eh?DON DIEGO.- Pues ya ves t. Ella es una pobre... Eso s... Porque aqu entre los dos, la buena de Doa Irene se ha dado tal prisa a gastar desde que muri su marido que, si no fuera por estas benditas religiosas y el cannigo de Castrogeriz, que es tambin su cuado, no tendra para poner un puchero a la lumbre... Y muy vanidosa y muy remilgada, y hablando siempre de su parentela y de sus difuntos, y sacando unos cuentos all que... Pero esto no es del caso... Yo no he buscado dinero, que dineros tengo. He buscado modestia, recogimiento, virtud.SIMN.- Eso es lo principal... Y, sobre todo, lo que usted tiene para quin ha de ser?DON DIEGO.- Dices bien... Y sabes t lo que es una mujer aprovechada, hacendosa, que sepa cuidar de la casa, economizar, estar en todo?... Siempre lidiando con amas, que si una es mala, otra es peor, regalonas, entremetidas, habladoras, llenas de histrico, viejas, feas como demonios... No seor, vida nueva. Tendr quien me asista con amor y fidelidad, y viviremos como unos santos... Y deja que hablen y murmuren y...SIMN.- Pero, siendo a gusto de entrambos, qu pueden decir?DON DIEGO.- No, yo ya s lo que dirn; pero... Dirn que la boda es desigual, que no hay proporcin en la edad, que...SIMN.- Vamos, que no parece tan notable la diferencia. Siete u ocho aos a lo ms...DON DIEGO.- Qu, hombre! Qu hablas de siete u ocho aos? Si ella ha cumplido diecisis aos pocos meses ha.SIMN.- Y bien, qu?DON DIEGO.- Y yo, aunque gracias a Dios estoy robusto y... Con todo eso, mis cincuenta y nueve aos no hay quien me los quite.SIMN.- Pero si yo no hablo de eso.DON DIEGO.- Pues de qu hablas?SIMN.- Deca que... Vamos, o usted no acaba de explicarse, o yo lo entiendo al revs... En suma, esta Doa Paquita, con quin se casa?DON DIEGO.- Ahora estamos ah? Conmigo.SIMN.- Con usted?DON DIEGO.- Conmigo.SIMN.- Medrados quedamos!DON DIEGO.- Qu dices?... Vamos, qu?...SIMN.- Y pensaba yo haber adivinado!DON DIEGO.- Pues qu creas? Para quin juzgaste que la destinaba yo?SIMN.- Para Don Carlos, su sobrino de usted, mozo de talento, instruido, excelente soldado, amabilsimo por todas sus circunstancias... Para se juzgu que se guardaba la tal nia.DON DIEGO.- Pues no seor.SIMN.- Pues bien est.DON DIEGO.- Mire usted qu idea! Con el otro la haba de ir a casar!... No seor; que estudie sus matemticas.SIMN.- Ya las estudia; o, por mejor decir, ya las ensea.DON DIEGO.- Que se haga hombre de valor y...SIMN.- Valor! Todava pide usted ms valor a un oficial que en la ltima guerra, con muy pocos que se atrevieron a seguirle, tom dos bateras, clav los caones, hizo algunos prisioneros, y volvi al campo lleno de heridas y cubierto de sangre?... Pues bien satisfecho qued usted entonces del valor de su sobrino; y yo le vi a usted ms de cuatro veces llorar de alegra cuando el rey le premi con el grado de teniente coronel y una cruz de Alcntara.DON DIEGO.- S seor; todo es verdad, pero no viene a cuento. Yo soy el que me caso.SIMN.- Si est usted bien seguro de que ella le quiere, si no le asusta la diferencia de la edad, si su eleccin es libre...DON DIEGO.- Pues no ha de serlo?... Doa Irene la escribi con anticipacin sobre el particular. Hemos ido all, me ha visto, la han informado de cuanto ha querido saber, y ha respondido que est bien, que admite gustosa el partido que se le propone... Y ya ves t con qu agrado me trata, y qu expresiones me hace tan cariosas y tan sencillas... Mira, Simn, si los matrimonios muy desiguales tienen por lo comn desgraciada resulta, consiste en que alguna de las partes procede sin libertad, en que hay violencia, seduccin, engao, amenazas, tirana domstica... Pero aqu no hay nada de eso. Y qu sacaran con engaarme? Ya ves t la religiosa de Guadalajara si es mujer de juicio; sta de Alcal, aunque no la conozco, s que es una seora de excelentes prendas; mira t si Doa Irene querr el bien de su hija; pues todas ellas me han dado cuantas seguridades puedo apetecer... La criada, que la ha servido en Madrid y ms de cuatro aos en el convento, se hace lenguas de ella; y sobre todo me ha informado de que jams observ en esta criatura la ms remota inclinacin a ninguno de los pocos hombres que ha podido ver en aquel encierro. Bordar, coser, leer libros devotos, or misa y correr por la huerta detrs de las mariposas, y echar agua en los agujeros de las hormigas, estas han sido su ocupacin y sus diversiones... Qu dices?SIMN.- Yo nada, seor.DON DIEGO.- Y no pienses t que, a pesar de tantas seguridades, no aprovecho las ocasiones que se presentan para ir ganando su amistad y su confianza, y lograr que se explique conmigo en absoluta libertad... Bien que an hay tiempo... Slo que aquella Doa Irene siempre la interrumpe; todo se lo habla... Y es muy buena mujer, buena...SIMN.- En fin, seor, yo desear que salga como usted apetece.DON DIEGO.- S; yo espero en Dios que no ha de salir mal. Aunque el novio no es muy de tu gusto... Y qu fuera de tiempo me recomendabas al tal sobrinito! Sabes t lo enfadado que estoy con l?SIMN.- Pues qu ha hecho?DON DIEGO.- Una de las suyas... Y hasta pocos das ha no lo he sabido. El ao pasado, ya lo viste, estuvo dos meses en Madrid... Y me cost buen dinero la tal visita... En fin, es mi sobrino, bien dado est; pero voy al asunto. Ya te acuerdas de que a muy pocos das de haber salido de Madrid recib la noticia de su llegada.SIMN.- S, seor.DON DIEGO.- Y que sigui escribindome, aunque algo perezoso, siempre con la data de Zaragoza.SIMN.- As es la verdad.DON DIEGO.- Pues el pcaro no estaba all cuando me escriba las tales cartas.SIMN.- Qu dice usted?DON DIEGO.- S, seor. El da tres de julio sali de mi casa, y a fines de septiembre an no haba llegado a sus pabellones... No te parece que para ir por la posta hizo muy buena diligencia?SIMN.- Tal vez se pondra malo en el camino, y por no darle a usted pesadumbre...DON DIEGO.- Nada de eso. Amores del seor oficial y devaneos que le traen loco... Por ah en esas ciudades puede que... Quin sabe? Si encuentra un par de ojos negros, ya es hombre perdido... No permita Dios que me le engae alguna bribona de estas que truecan el honor por el matrimonio!SIMN.- Oh! No hay que temer... Y si tropieza con alguna fullera de amor, buenas cartas ha de tener para que le engae.DON DIEGO.- Me parece que estn ah... S. Busca al mayoral, y dile que venga para quedar de acuerdo en la hora a que deberemos salir maana.SIMN.- Bien est.DON DIEGO.- Ya te he dicho que no quiero que esto se trasluzca, ni... Estamos?SIMN.- No haya miedo que a nadie lo cuente.(SIMN se va por la puerta del foro. Salen por la misma las tres mujeres con mantillas y basquias. RITA deja un pauelo atado sobre la mesa y recoge las mantillas y las dobla.)Escena IIDOA IRENE, DOA FRANCISCA, RITA, DON DIEGO.DOA FRANCISCA.- Ya estamos ac.DOA IRENE.- Ay! Qu escalera!DON DIEGO.- Muy bien venidas, seoras.DOA IRENE.- Conque usted, a lo que parece, no ha salido? (Se sientan DOA IRENE y DON DIEGO.)DON DIEGO.- No, seora. Luego, ms tarde, dar una vueltecita por ah... He ledo un rato. Trat de dormir, pero en esta posada no se duerme.DOA FRANCISCA.- Es verdad que no... Y qu mosquitos! Mala peste en ellos! Anoche no me dejaron parar... Pero mire usted, mire usted (Desata el pauelo y manifiesta algunas cosas de las que indica el dilogo.) cuntas cosillas traigo. Rosarios de ncar, cruces de ciprs, la regla de San Benito, una pililla de cristal... Mire usted qu bonita. Y dos corazones de talco... Qu s yo cunto viene aqu!... Ay!, y una campanilla de barro bendito para los truenos... Tantas cosas!DOA IRENE.- Chucheras que la han dado las madres. Locas estaban con ella.DOA FRANCISCA.- Cmo me quieren todas! Y mi ta, mi pobre ta, lloraba tanto... Es ya muy viejecita.DOA IRENE.- Ha sentido mucho no conocer a usted.DOA FRANCISCA.- S, es verdad. Deca: por qu no ha venido aquel seor?DOA IRENE.- El padre capelln y el rector de los Verdes nos han venido acompaando hasta la puerta.DOA FRANCISCA.- Toma (Vuelve a atar el pauelo y se le da a RITA, la cual se va con l y con las mantillas al cuarto de DOA IRENE.), gurdamelo todo all, en la escusabaraja. Mira, llvalo as de las puntas... Vgate Dios! Eh! Ya se ha roto la santa Gertrudis de alcorza!RITA.- No importa; yo me la comer.Escena IIIDOA IRENE, DOA FRANCISCA, DON DIEGO.DOA FRANCISCA.- Nos vamos adentro, mam, o nos quedamos aqu?DOA IRENE.- Ahora, nia, que quiero descansar un rato.DON DIEGO.- Hoy se ha dejado sentir el calor en forma.DOA IRENE.- Y qu fresco tienen aquel locutorio! Vaya, est hecho un cielo... (Sintase DOA FRANCISCA junto a su madre.)DOA FRANCISCA.- Pues con todo, aquella monja tan gorda que se llama la madre Angustias, bien sudaba... Ay, cmo sudaba la pobre mujer!DOA IRENE.- Mi hermana es la que sigue siempre bastante delicada. Ha padecido mucho este invierno... Pero, vaya, no saba qu hacerse con su sobrina la buena seora... Est muy contenta de nuestra eleccin.DON DIEGO.- Yo celebro que sea tan a gusto de aquellas personas a quienes debe usted particulares obligaciones.DOA IRENE.- S, Trinidad est muy contenta; y en cuanto a Circuncisin, ya lo ha visto usted. La ha costado mucho despegarse de ella; pero ha conocido que, siendo para su bienestar, es necesario pasar por todo... Ya se acuerda usted de lo expresiva que estuvo y...DON DIEGO.- Es verdad. Slo falta que la parte interesada tenga la misma satisfaccin que manifiestan cuantos la quieren bien.DOA IRENE.- Es hija obediente, y no se apartar jams de lo que determine su madre.DON DIEGO.- Todo eso es cierto, pero...DOA IRENE.- Es de buena sangre y ha de pensar bien, y ha de proceder con el honor que la corresponde.DON DIEGO.- S, ya estoy; pero no pudiera, sin faltar a su honor ni a su sangre...?DOA FRANCISCA.- Me voy, mam? (Se levanta y vuelve a sentarse.)DOA IRENE.- No pudiera, no seor. Una nia educada, hija de buenos padres, no puede menos de conducirse en todas ocasiones como es conveniente y debido. Un vivo retrato es la chica, ah donde usted la ve, de su abuela que Dios perdone, Doa Jernima de Peralta... En casa tengo el cuadro, ya le habr usted visto. Y le hicieron, segn me contaba su merced para envirselo a su to carnal el padre fray Sera pin de San Juan Crisstomo, electo obispo de Mechoacn.DON DIEGO.- Ya.DOA IRENE.- Y muri en el mar el buen religioso, que fue un quebranto para toda la familia... Hoy es y todava estamos sintiendo su muerte; particularmente mi primo Don Cucufate, regidor perpetuo de Zamora, no puede or hablar de Su Ilustrsima sin deshacerse en lgrimas.DOA FRANCISCA.- Vgate Dios, qu moscas tan...!DOA IRENE.- Pues muri en olor de santidad.DON DIEGO.- Eso bueno es.DOA IRENE.- S seor; pero como la familia ha venido tan a menos... Qu quiere usted? Donde no hay facultades... Bien que, por lo que pueda tronar, ya se le est escribiendo la vida; y quin sabe que el da de maana no se imprima, con el favor de Dios?DON DIEGO.- S, pues ya se ve. Todo se imprime.DOA IRENE.- Lo cierto es que el autor, que es sobrino de mi hermano poltico el cannigo de Castrogeriz, no la deja de la mano; y a la hora de sta lleva ya escritos nueve tomos en folio, que comprenden los nueve aos primeros de la vida del santo obispo.DON DIEGO.- Conque para cada ao un tomo?DOA IRENE.- S seor; ese plan se ha propuesto.DON DIEGO.- Y de qu edad muri el venerable?DOA IRENE.- De ochenta y dos aos, tres meses y catorce das.DOA FRANCISCA.- Me voy, mam?DOA IRENE.- Anda, vete. Vgate Dios, qu prisa tienes!DOA FRANCISCA.- Quiere usted (Se levanta, y despus de hacer una graciosa cortesa a DON DIEGO, da un beso a DOA IRENE y se va al cuarto de sta.) que le haga una cortesa a la francesa, seor Don Diego?DON DIEGO.- S, hija ma. A ver.DOA FRANCISCA.- Mire usted, as.DON DIEGO.- Graciosa nia! Viva la Paquita, viva!DOA FRANCISCA.- Para usted una cortesa, y para mi mam un beso.Escena IVDOA IRENE, DON DIEGO.DOA IRENE.- Es muy gitana, y muy mona, mucho.DON DIEGO.- Tiene un donaire natural que arrebata.DOA IRENE.- Qu quiere usted? Criada sin artificio ni embelecos de mundo, contenta de verse otra vez al lado de su madre, y mucho ms de considerar tan inmediata su colocacin, no es maravilla que cuanto hace y dice sea una gracia, y mxime a los ojos de usted, que tanto se ha empeado en favorecerla.DON DIEGO.- Quisiera slo que se explicase libremente acerca de nuestra proyectada unin, y...DOA IRENE.- Oira usted lo mismo que le he dicho ya.DON DIEGO.- S, no lo dudo; pero el saber que la merezco alguna inclinacin, oyndoselo decir con aquella boquilla tan graciosa que tiene, sera para m una satisfaccin imponderable.DOA IRENE.- No tenga usted sobre ese particular la ms leve desconfianza; pero hgase usted cargo de que a una nia no la es lcito decir con ingenuidad lo que siente. Mal parecera, seor Don Diego, que una doncella de vergenza y criada como Dios manda, se atreviese a decirle a un hombre: yo le quiero a usted.DON DIEGO.- Bien; si fuese un hombre a quien hallara por casualidad en la calle y le espetara ese favor de buenas a primeras, cierto que la doncella hara muy mal; pero a un hombre con quien ha de casarse dentro de pocos das, ya pudiera decirle alguna cosa que... Adems, que hay ciertos modos de explicarse...DOA IRENE.- Conmigo usa de ms franqueza. A cada instante hablamos de usted, y en todo manifiesta el particular cario que a usted le tiene... Con qu juicio hablaba ayer noche, despus que usted se fue a recoger! No s lo que hubiera dado porque hubiese podido orla.DON DIEGO.- Y qu? Hablaba de m?DOA IRENE.- Y qu bien piensa acerca de lo preferible que es para una criatura de sus aos un marido de cierta edad, experimentado, maduro y de conducta...DON DIEGO.- Calle! Eso deca?DOA IRENE.- No; esto se lo deca yo, y me escuchaba con una atencin como si fuera una mujer de cuarenta aos, lo mismo... Buenas cosas la dije! Y ella, que tiene mucha penetracin, aunque me est mal el decirlo... Pues no da lstima, seor, el ver cmo se hacen los matrimonios hoy en el da? Casan a una muchacha de quince aos con un arrapiezo de dieciocho, a una de diecisiete con otro de veintids: ella nia, sin juicio ni experiencia, y l nio tambin, sin asomo de cordura ni conocimiento de lo que es mundo. Pues, seor (que es lo que yo digo), quin ha de gobernar la casa? Quin ha de mandar a los criados? Quin ha de ensear y corregir a los hijos? Porque sucede tambin que estos atolondrados de chicos suelen plagarse de criaturas en un instante, que da compasin.DON DIEGO.- Cierto que es un dolor el ver rodeados de hijos a muchos que carecen del talento, de la experiencia y de la virtud que son necesarias para dirigir su educacin.DOA IRENE.- Lo que s decirle a usted es que an no haba cumplido los diecinueve aos cuando me cas de primeras nupcias con mi difunto Don Epifanio, que est en el cielo. Y era un hombre que, mejorando lo presente, no es posible hallarle de ms respeto, ms caballeresco... Y, al mismo tiempo, ms divertido y decidor. Pues, para servir a usted, ya tena los cincuenta y seis, muy largos de talle, cuando se cas conmigo.DON DIEGO.- Buena edad... No era un nio pero...DOA IRENE.- Pues a eso voy... Ni a m poda convenirme en aquel entonces un boquirrubio con los cascos a la jineta... No seor... Y no es decir tampoco que estuviese achacoso ni quebrantado de salud, nada de eso. Sanito estaba, gracias a Dios, como una manzana; ni en su vida conoci otro mal, sino una especie de alfereca que le amagaba de cuando en cuando. Pero luego que nos casamos, dio en darle tan a menudo y tan de recio, que a los siete meses me hall viuda y encinta de una criatura que naci despus, y al cabo y al fin se me muri de alfombrilla.DON DIEGO.- Oiga!... Mire usted si dej sucesin el bueno de Don Epifanio.DOA IRENE.- S, seor; pues por qu no?DON DIEGO.- Lo digo porque luego saltan con... Bien que si uno hubiera de hacer caso... Y fue nio, o nia?DOA IRENE.- Un nio muy hermoso. Como una plata era el angelito.DON DIEGO.- Cierto que es consuelo tener, as, una criatura y...DOA IRENE.- Ay, seor! Dan malos ratos, pero qu importa? Es mucho gusto, mucho.DON DIEGO.- Ya lo creo.DOA IRENE.- S seor.DON DIEGO.- Ya se ve que ser una delicia y...DOA IRENE.- Pues no ha de ser?DON DIEGO.-... un embeleso el verlos juguetear y rer, y acariciarlos, y merecer sus fiestecillas inocentes.DOA IRENE.- Hijos de mi vida! Veintids he tenido en los tres matrimonios que llevo hasta ahora, de los cuales slo esta nia me ha venido a quedar; pero le aseguro a usted que...Escena VSIMN, DOA IRENE, DON DIEGO.SIMN.- (Sale por la puerta del foro.) Seor, el mayoral est esperando.DON DIEGO.- Dile que voy all... Ah! Treme primero el sombrero y el bastn, que quisiera dar una vuelta por el campo. (Entra SIMN al cuarto de DON DIEGO, saca un sombrero y un bastn, se los da a su amo, y al fin de la escena se va con l por la puerta del foro.) Conque supongo que maana tempranito saldremos?DOA IRENE.- No hay dificultad. A la hora que a usted le parezca.DON DIEGO.- A eso de las seis. Eh?DOA IRENE.- Muy bien.DON DIEGO.- El sol nos da de espaldas... Le dir que venga una media hora antes.DOA IRENE.- S, que hay mil chismes que acomodar.Escena VIDOA IRENE, RITA.DOA IRENE.- Vlgame Dios! Ahora que me acuerdo... Rita!... Me le habrn dejado morir. Rita!RITA.- Seora. (Saca debajo del brazo almohadas y sbanas.)DOA IRENE.- Qu has hecho del tordo? Le diste de comer?RITA.- S, seora. Ms ha comido que un avestruz. Ah le puse en la ventana del pasillo.DOA IRENE.- Hiciste las camas?RITA.- La de usted ya est. Voy a hacer es otras antes que anochezca, porque si no, como no hay ms alumbrado que el del candil, y no tiene garabato, me veo perdida.DOA IRENE.- Y aquella chica, qu hace?RITA.- Est desmenuzando un bizcocho para dar de cenar a Don Periquito.DOA IRENE.- Qu pereza tengo de escribir! (Se levanta y se entra en su cuarto.) Pero es preciso, que estar con mucho cuidado la pobre Circuncisin.RITA.- Qu chapuceras! No ha dos horas, como quien dice, que salimos de all, y ya empiezan a ir y venir correos. Qu poco me gustan a m las mujeres gazmoas y zalameras! (Entrase en el cuarto de DOA FRANCISCA.)Escena VIICALAMOCHA.CALAMOCHA.- (Sale por la puerta del foro con unas maletas, botas y ltigos. Lo deja todo sobre la mesa y se sienta.) Conque ha de ser el nmero tres? Vaya en gracia... Ya, ya conozco el tal nmero tres. Coleccin de bichos ms abundantes no la tiene el Gabinete de Historia Natural... Miedo me da de entrar... Ay! Ay!... Y qu agujetas! Estas s que son agujetas... Paciencia, pobre Calamocha; paciencia... Y gracias a que los caballitos dijeron: no podemos ms; que si no, por esta vez no vea yo el nmero tres, ni las plagas de Faran que tiene dentro... En fin, como los animales amanezcan vivos, no ser poco... Reventados estn... (Canta RITA desde adentro. CALAMOCHA se levanta desperezndose.) Oiga!... Seguidillitas?... Y no canta mal... Vaya, aventura tenemos... Ay, qu desvencijado estoy!Escena VIIIRITA, CALAMOCHA.RITA.- Mejor es cerrar, no sea que nos alivien de ropa, y... (Forcejeando para echar la llave.) Pues cierto que est bien acondicionada la llave.CALAMOCHA.- Gusta usted de que eche una mano, mi vida?RITA.- Gracias, mi alma.CALAMOCHA.- Calle!... Rita!RITA.- Calamocha!CALAMOCHA.- Qu hallazgo es ste?RITA.- Y tu amor?CALAMOCHA.- Los dos acabamos de llegar.RITA.- De veras?CALAMOCHA.- No, que es chanza. Apenas recibi la carta de Doa Paquita, yo no s adnde fue, ni con quin habl, ni cmo lo dispuso; slo s decirte que aquella tarde salimos de Zaragoza. Hemos venido como dos centellas por ese camino. Llegamos esta maana a Guadalajara, y a las primeras diligencias nos hallamos con que los pjaros volaron ya. A caballo otra vez, y vuelta a correr y a sudar y a dar chasquidos... En suma, molidos los rocines, y nosotros a medio moler, hemos parado aqu con nimo de salir maana... Mi teniente se ha ido al Colegio Mayor a ver a un amigo, mientras se dispone algo que cenar... Esta es la historia.RITA.- Conque le tenemos aqu?CALAMOCHA.- Y enamorado ms que nunca, celoso, amenazando vidas... Aventurado a quitar el hipo a cuantos le disputen la posesin de su Currita idolatrada.RITA.- Qu dices?CALAMOCHA.- Ni ms ni menos.RITA.- Qu gusto me das!... Ahora s se conoce que la tiene amor.CALAMOCHA.- Amor?... Friolera!... El moro Gazul fue para con l un pelele, Medero un zascandil y Gaiferos un chiquillo de la doctrina.RITA.- Ay, cuando la seorita lo sepa!CALAMOCHA.- Pero acabemos. Cmo te hallo aqu? Con quin ests? Cundo llegaste? Qu...RITA.- Yo te lo dir. La madre de Doa Paquita dio en escribir cartas y ms cartas, diciendo que tena concertado su casamiento en Madrid con un caballero rico, honrado, bien quisto, en suma, cabal y perfecto, que no haba ms que apetecer. Acosada la seorita con tales propuestas, y angustiada incesantemente con los sermones de aquella bendita monja, se vio en la necesidad de responder que estaba pronta a todo lo que la mandasen... Pero no te puedo ponderar cunto llor la pobrecita, qu afligida estuvo. Ni quera comer, ni poda dormir... Y al mismo tiempo era preciso disimular, para que su ta no sospechara la verdad del caso. Ello es que cuando, pasado el primer susto, hubo lugar de discurrir escapatorias y arbitrios, no hallamos otro que el de avisar a tu amo, esperando que si era su cario tan verdadero y de buena ley como nos haba ponderado, no consentira que su pobre Paquita pasara a manos de un desconocido, y se perdiesen para siempre tantas caricias, tantas lgrimas y tantos suspiros estrellados en las tapias del corral. A pocos das de haberle escrito, cata el coche de colleras y el mayoral Rasparte con sus medias azules, y la madre y el novio que vienen por ella; recogimos a toda prisa nuestros meriaques, se atan los cofres, nos despedimos de aquellas buenas mujeres, y en dos latigazos llegamos antes de ayer a Alcal. La detencin ha sido para que la seorita visite a otra ta monja que tiene aqu, tan arrugada y tan sorda como la que dejamos all. Ya la ha visto, ya la han besado bastante una por una todas las religiosas, y creo que maana temprano saldremos. Por esta casualidad nos...CALAMOCHA.- S. No digas ms... Pero... Conque el novio est en la posada?RITA.- se es su cuarto (Sealando el cuarto de DON DIEGO, el de DOA IRENE y el de DOA FRANCISCA.), ste el de la madre y aqul el nuestro.CALAMOCHA.- Cmo nuestro? Tuyo y mo?RITA.- No, por cierto. Aqu dormiremos esta noche la seorita y yo; porque ayer, metidas las tres en ese de enfrente, ni cabamos de pie, ni pudimos dormir un instante, ni respirar siquiera.CALAMOCHA.- Bien. Adis. (Recoge los trastos que puso sobre la mesa en ademn de irse.)RITA.- Y, adnde?CALAMOCHA.- Yo me entiendo... Pero, el novio, trae consigo criados, amigos o deudos que le quiten la primera zambullida que le amenaza?RITA.- Un criado viene con l.CALAMOCHA.- Poca cosa!... Mira, dile en caridad que se disponga, porque est en peligro. Adis.RITA.- Y volvers presto?CALAMOCHA.- Se supone. Estas cosas piden diligencia y, aunque apenas puedo moverme, es necesario que mi teniente deje la visita y venga a cuidar de su hacienda, disponer el entierro de ese hombre, y... Conque se es nuestro cuarto, eh?RITA.- S. De la seorita y mo.CALAMOCHA.- Bribona!RITA.- Botarate! Adis.CALAMOCHA.- Adis, aborrecida. (Entrase con los trastos en el cuarto de DON CARLOS.)Escena IXDOA FRANCISCA, RITA.RITA.- Qu malo es!... Pero... Vlgame Dios! Don Flix aqu!... S, la quiere, bien se conoce... (Sale CALAMOCHA del cuarto de DON CARLOS, y se va por la puerta del foro.) Oh! Por ms que digan, los hay muy finos; y entonces, qu ha de hacer una?... Quererlos; no tiene remedio, quererlos... Pero qu dir la seorita cuando le vea, que est ciega por l? Pobrecita! Pues no sera una lstima que...? Ella es. (Sale DOA FRANCISCA.)DOA FRANCISCA.- Ay, Rita!RITA.- Qu es eso? Ha llorado usted?DOA FRANCISCA.- Pues no he de llorar? Si vieras mi madre... Empeada est en que he de querer mucho a ese hombre... Si ella supiera lo que sabes t, no me mandara cosas imposibles... Y que es tan bueno, y que es rico, y que me ir tan bien con l... Se ha enfadado tanto, y me ha llamado picarona, inobediente... Pobre de m! Porque no miento ni s fingir, por eso me llaman picarona.RITA.- Seorita, por Dios, no se aflija usted.DOA FRANCISCA.- Ya, como t no lo has odo... Y dice que Don Diego se queja de que yo no le digo nada... Harto le digo, y bien he procurado hasta ahora mostrarme delante de l, que no lo estoy por cierto, y rerme y hablar nieras... Y todo por dar gusto a mi madre, que si no... Pero bien sabe la Virgen que no me sale del corazn. (Se va oscureciendo lentamente el teatro.)RITA.- Vaya, vamos, que no hay motivo todava para tanta angustia... Quin sabe?... No se acuerda usted ya de aquel da de asueto que tuvimos el ao pasado en la casa de campo del intendente?DOA FRANCISCA.- Ay! Cmo puedo olvidarlo?... Pero qu me vas a contar?RITA.- Quiero decir que aquel caballero que vimos all con aquella cruz verde, tan galn, tan fino...DOA FRANCISCA.- Qu rodeos!... Don Flix. Y qu?RITA.- Que nos fue acompaando hasta la ciudad...DOA FRANCISCA.- Y bien... Y luego volvi, y le vi, por mi desgracia, muchas veces... Mal aconsejado de ti.RITA.- Por qu, seora?... A quin dimos escndalo? Hasta ahora nadie lo ha sospechado en el convento. l no entr jams por las puertas, y cuando de noche hablaba con usted, mediaba entre los dos una distancia tan grande, que usted la maldijo no pocas veces... Pero esto no es el caso. Lo que voy a decir es que un amante como aqul no es posible que se olvide tan presto de su querida Paquita... Mire usted que todo cuanto hemos ledo a hurtadillas en las novelas no equivale a lo que hemos visto en l... Se acuerda usted de aquellas tres palmadas que se oan entre once y doce de la noche, de aquella sonora punteada con tanta delicadeza y expresin?DOA FRANCISCA.- Ay, Rita! S, de todo me acuerdo, y mientras viva conservar la memoria... Pero est ausente... y entretenido acaso con nuevos amores.RITA.- Eso no lo puedo yo creer.DOA FRANCISCA.- Es hombre, al fin, y todos ellos...RITA.- Qu bobera! Desengese usted, seorita. Con los hombres y las mujeres sucede lo mismo que con los melones de Amover. Hay de todo; la dificultad est en saber escogerlos. El que se lleve chasco en la eleccin, qujese de su mala suerte, pero no desacredite la mercanca... Hay hombres muy embusteros, muy picarones; pero no es creble que lo sea el que ha dado pruebas tan repetidas de perseverancia y amor. Tres meses dur el terrero y la conversacin a oscuras, y en todo aquel tiempo, bien sabe usted que no vimos en l una accin descompuesta, ni omos de su boca una palabra indecente ni atrevida.DOA FRANCISCA.- Es verdad. Por eso le quise tanto, por eso le tengo tan fijo aqu... aqu... (Sealando el pecho.) Qu habr dicho al ver la carta?... Oh! Yo bien s lo que habr dicho...: Vgate Dios! Es lstima! Cierto. Pobre Paquita!... Y se acab... No habr dicho ms... Nada ms.RITA.- No, seora; no ha dicho eso.DOA FRANCISCA.- Qu sabes t?RITA.- Bien lo s. Apenas haya ledo la carta se habr puesto en camino y vendr volando a consolar a su amiga... Pero... (Acercndose a la puerta del cuarto de DOA IRENE.)DOA FRANCISCA.- Adnde vas?RITA.- Quiero ver si...DOA FRANCISCA.- Est escribiendo.RITA.- Pues ya presto habr de dejarlo, que empieza a anochecer... Seorita, lo que la he dicho a usted es la verdad pura. Don Flix est ya en Alcal.DOA FRANCISCA.- Qu dices? No me engaes.RITA.- Aqul es su cuarto... Calamocha acaba de hablar conmigo.DOA FRANCISCA.- De veras?RITA.- S, seora... Y le ha ido a buscar para...DOA FRANCISCA.- Conque me quiere?... Ay, Rita! Mira t si hicimos bien de avisarle... Pero ves qu fineza?... Si vendr bueno? Correr tantas leguas slo por verme... porque yo se lo mando!... Qu agradecida le debo estar!... Oh!, yo le prometo que no se quejar de m. Para siempre agradecimiento y amor.RITA.- Voy a traer luces. Procurar detenerme por all abajo hasta que vuelvan... Ver lo que dice y qu piensa hacer, porque hallndonos todos aqu, pudiera haber una de Satans entre la madre, la hija, el novio y el amante; y si no ensayamos bien esta contradanza, nos hemos de perder en ella.DOA FRANCISCA.- Dices bien... Pero no; l tiene resolucin y talento, y sabr determinar lo ms conveniente... Y cmo has de avisarme?... Mira que as que llegue le quiero ver.RITA.- No hay que dar cuidado. Yo le traer por ac, y en dndome aquella tosecilla seca... Me entiende usted?DOA FRANCISCA.- S, bien.RITA.- Pues entonces no hay ms que salir con cualquier excusa. Yo me quedar con la seora mayor; la hablar de todos sus maridos y de sus concuados, y del obispo que muri en el mar... Adems, que si est all Don Diego...DOA FRANCISCA.- Bien, anda; y as que llegue...RITA.- Al instante.DOA FRANCISCA.- Que no se te olvide toser.RITA.- No haya miedo.DOA FRANCISCA.- Si vieras qu consolada estoy!RITA.- Sin que usted lo jure lo creo.DOA FRANCISCA.- Te acuerdas, cuando me deca que era imposible apartarme de su memoria, que no habra peligros que le detuvieran, ni dificultades que no atropellara por m?RITA.- S, bien me acuerdo.DOA FRANCISCA.- Ah!... Pues mira cmo me dijo la verdad. (DOA FRANCISCA se va al cuarto de DOA IRENE; RITA, por la puerta del foro.)FIN DEL ACTO I

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