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BiografíaLorenzo Da Ponte(Por Gerardo López Gámez)
No es tarea fácil reconstruir la figura de un personaje que sólo
es un nombre en tres de las óperas de Mozart: Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y Cosí fan
tutte. Sin embargo, Lorenzo Da Ponte es un factor importante en el desarrollo de Mozart.
Emmanuele Conegliano, nuestro futuro poeta, nació el 10 de Marzo de 1749 en la pequeña
judería de Ceneda (hoy Vittorio Veneto), al pie de las montañas del Norte de Venecia. Su padre,
Geremia Conegliano, judío y cordovaniere de oficio (fabricante de artículos de cuero o zapatero)
deseando casarse en segundas nupcias con una católica, se hizo bautizar con gran solemnidad
junto con sus tres hijos Emmanuele, Baruch y Ananias que recibieron los nombres cristianos de
Lorenzo, Girolamo y Luigi respectivamente. En 1763, mediante una solemne ceremonia
celebrada en la catedral de Ceneda, la cual incluyó disparos de cañón, un concierto de campanas
y fuegos artificiales, la familia Conegliano se convirtió en pleno, de lo que quedó constancia en
un documento titulado “Distinta narrazione del solenne Battesimo conferito nella Cattedrale di
Ceneda ad un padre, e tre figli del ghetto di detta città nella giornata del 29 agosto 1763“. De
acuerdo a una costumbre de ese tiempo, Geremia, ahora Gasparo, adoptó el apellido del obispo
que le administró el sacramento, Monseñor Lorenzo Da Ponte. Desde ese día Emmanuel
Conegliano pasó a la historia, adoptando el nombre del obispo que presidió el acto: Lorenzo Da
Ponte.
El futuro libretista de Mozart, previendo que el segundo matrimonio de su padre les acarrearía
probables dificultades financieras, pidió al obispo, junto con su hermano Girolamo, que los
admitiera en el seminario local; no sólo fueron admitidos, sino que el obispo se encargó
generosamente de su mantenimiento. Tenía entonces catorce años y su educación había sido
desordenada; en sus Memorias dice: “...viví hasta la edad de catorce años en la más perfecta
ignorancia...”; se le conocía como lo spiritoso ignorante. En dos años, los hermanos hicieron
progresos tan rápidos en latín que el padre decidió fueran sacerdotes, aunque como Lorenzo nos
dice: “era completamente contrario a mi vocación y a mi carácter”. Después de haber hablado
dialecto veneciano en su hogar y en el seminario, algo de hebreo en su casa y latín en el colegio,
a los dieciocho años no podía expresarse aún en italiano; sin embargo, poseía considerable
fluidez para escribir verso latino, sirviéndole de introducción al estudio de Dante, Petrarca,
Ariosto y Tasso. Rápidamente se desarrolló en él pasión por la poesía; traducía del latín al
italiano y viceversa, adquiriendo notable facilidad para abordar cualquier tipo de estilo o métrica.
A la muerte de Monseñor Da Ponte fue enviado al Seminario de Portogruaro. Allí comenzó a
estudiar matemáticas y filosofía, pero sin ninguna inclinación. En 1772 fue nombrado profesor de
retórica y vicerrector del seminario, y el 27 de marzo de 1773, diez años después de su ingreso
en el seminario, se ordenó sacerdote. Unos seis meses después, abandonó el seminario y partió
para Venecia en busca de fortuna.
En aquellos tiempos era Venecia un lugar internacional de diversión comparable a Las Vegas de
hoy día. Permaneció allí un año y se vio envuelto en una serie de aventuras poco
recomendables; el hábito eclesiástico no implicaba necesariamente gran severidad de
costumbres, aún en la propia Roma. En el año 1774 fue nombrado profesor “de humanidades”
(ciencias humanas), retórica y gramática en el seminario local de Treviso, con un salario de 217
liras al mes, más cama y comida. Sin embargo, cuando se le encargó que expusiera el tema
anual para la academia de la ciudad, tuvo la ocurrencia de proponer una tesis inspirada en las
doctrinas de Rousseau (autor prohibido por aquel entonces) referida a las restricciones que la
sociedad imponía a la libertad del individuo. Causó verdadero escándalo y el resultado fue el de
su expulsión de la enseñanza en diciembre de 1776.
Se fue a Venecia y allí perseveró tanto en su desenfreno como en sus funciones sacerdotales; se
dedicó a amores más o menos borrascosos y se le implicó en corruptas andanzas; vivió en
diversas casas de la nobleza en calidad de preceptor y secretario; se puso esta vez al servicio
como profesor particular de un aristócrata, Giorgio Pisani, personaje de ideas semejantes a las
suyas y casi tan peligroso como él. De hecho, Pisani, que estaba enfrentado a toda la oligarquía
veneciana, no tardó en ser arrestado, siendo Da Ponte desterrado acto seguido de Venecia “y de
todas las otras ciudades, tierras y lugares del Serenissimo Dominio, terrestres o marítimos, en
naves armadas o desarmadas, por quince años”. El proscrito Da Ponte huyó a Gorizia, territorio
que pertenecía a Viena y donde también había encontrado refugio su íntimo amigo y compañero
de francachelas venecianas Giacomo Casanova.
En Gorizia se le admitió en la Arcadia poética local con el nombre de Lesbonico Pegasio. Allí vio a
un viejo amigo, el poeta Caterino Mazzolà, que se hallaba en camino de Venecia a Dresde para
oficiar de poeta en la ópera italiana de la corte de Sajonia. Da Ponte pidió a Mazzolà que le
buscase una posición allí, y al recibir una carta alentadora, abandonó Gorizia dirigiéndose a
Dresde, probablemente en diciembre de 1780. En el camino, se detuvo en Viena, ciudad
enlutada por la muerte de María Teresa. Esto nos ubica con bastante aproximación en el tiempo,
pues la desaparición de la emperatriz ocurrió el 29 de noviembre de ese año. Al verse privado de
diversiones de cualquier tipo, su estancia allí no pasó de tres días. Cuando llegó a Dresde
descubrió que la carta de invitación era falsa; un enemigo suyo en Gorizia había interceptado la
carta legítima de Mazzolà, en la que éste le expresaba la imposibilidad de hallar oportunidades
para él. Su adversario había ideado una carta con una designación trabada. Da Ponte
permaneció cerca de un año en Dresde.
A principios de 1782 llega a Viena. Esta fecha ha podido establecerse por el hecho de serle
presentado Metastasio, quien en una fiesta leyó de viva voz un poema de Da Ponte. Metastasio
murió el 12 de abril de 1782. Mazzolà le había dado una presentación muy cordial para un
alumno de Gluck: Salieri. Da Ponte aspiraba incluso a suceder a Metastasio como poeta de
palacio, pero nunca consiguió este honor. Tuvo que contentarse con el discreto título de “autor
dramático” y con un sueldo de mil doscientos florines por año. Su obligación: escribir unos
“dramas cómicos”. Hasta entonces jamás había intentado escribir un libreto de ópera. En
sus Memorias cuenta: “...Salieri, compositor favorito de José II, me propuso como poeta del
teatro imperial que volvía a abrirse. José quiso verme; me preguntó cuántos dramas tenía
compuestos; le respondí que ninguno; no sé si le gustó mi franqueza o mi fisonomía, pero
después de una beatífica sonrisa añadió: tendremos una musa virgen. Desde entonces me miró
como si fuera una criatura suya...”
Comenzó entonces la colaboración de Da Ponte con los músicos de la corte. Salieri probó sus
facultades ocupándole activamente en la adaptación de otras óperas. Probablemente la mejor
obra de Salieri sea "Axur, Re d’Ormuz" compuesta primero según libreto francés de
Beaumarchais, y luego rehecha por Da Ponte para Viena. En 1783 escribió "Il Rico d’un Giorno"
para Salieri, pero éste retrasó la representación hasta diciembre de 1784 a causa de la llegada a
Viena de Paisiello y del Abate Giambattista Casti, que había escrito para él el brillante libreto de
"Il Re Teodoro In Venezia". Paisiello era rival formidable para Salieri y Mozart, y Casti un rival aún
más temible para Da Ponte. "Il Rico d’un Giorno" no tuvo éxito y, naturalmente, la culpa fue
achacada al libretista. Salieri juró que se cortaría los dedos antes que poner en música otra línea
de Da Ponte; su ópera siguiente fue "La Grotta di Trofonio", sobre un divertido libreto de Casti.
Da Ponte probó suerte con el español Vicente Martín y Soler, conocido como Martini, para quien
adaptó "Le Bourru bienfaisant", una pieza de Goldoni escrita originalmente en francés para París,
y representada con éxito en una traducción alemana en Viena en 1772. Esto debió demostrarle
la ventaja de usar una obra de fama como base de un libreto de ópera. Después tuvo lugar el
encuentro con Mozart, de quien Da Ponte nunca comprendió su valía, pues en el "Breve
compendio de las memorias", publicado en América después de las "Memorias", ni siquiera lo
cita.
El éxito de la actividad vienesa de Da Ponte y de su colaboración con Mozart se vio continuado
con la invitación de abandonar la ciudad por los enfrentamientos con Leopoldo II, el nuevo
emperador. Da Ponte hizo representar en Trieste una tragedia y un “pasticcio musicale”
titulado "L’ape musicale", pero también se ve obligado a abandonar Trieste, aunque en esta
ocasión en compañía de una joven que se convertirá en su esposa: Nancy Grahl. Con ella tuvo
cuatro hijos que llevaron el apellido de la madre. A fin de recuperar la benevolencia de Venecia y
obtener la supresión del bando de expulsión, Da Ponte se dedicó a la delación: su objeto, el
marido de una de sus amantes. Huyendo continuamente se marchó a Londres, y durante ese
largo viaje se encontró de nuevo con Giacomo Casanova. Se ganó la vida como libretista del
King’s Theatre y luego como editor-librero especializado en libros italianos. Obligado una vez
más para evitar la cárcel por no pagar sus deudas, en esta ocasión cruzó el océno y se instaló en
América, donde ya antes había llegado su mujer y sus hijos. En sus Memorias nos dice: “...Nadie
leerá la historia de los dos lustros que viví en Londres sin estupor, sin interés y sin piedad. Será
de ello juez mi lector: venga ahora conmigo a las orillas del Hudson. El quinto día de marzo del
año 1805 dejé las riberas del Támesis y el día 5 de junio del mismo año me encontré en las del
Hudson. Enseguida crucé al otro lado de ese hermoso río y vi la ciudad de Nueva York...“
Como era habitual, también aquí incurrió en aventuras comerciales que le hicieron correr el
riesgo de ir a la cárcel. Comenzó a impartir clases de italiano; hizo publicar sus "Memorias" -
divertidas y plenas de valiosa información- y se dedicó a la importación de libros italianos. La
cultura italiana y Da Ponte tuvieron éxito, pero momentáneo. Tras nuevas y peligrosas aventuras
comerciales, en 1825 Da Ponte obtuvo la autorización para enseñar italiano en el Columbia
College al cual, a cambio, donó miles de libros italianos. En esta prestigiosa universidad fundó la
Facultad de lengua y literatura italianas. Tuvo el privilegio de ser el primer profesor de América
en enseñar "La Divina Comedia" de Dante. En 1830 comenzó una actividad teatral y en 1833
inauguró la Italian Opera House. Fue su última aventura: Da Ponte murió el 17 de agosto de 1838
en la ciudad de Nueva York. Fue enterrado en el viejo cementerio católico de East Eleventh
Street; su tumba no ha podido ser localizada al no ser señalada. Nuestro libretista se marchó tras
haber tenido la oportunidad de escuchar a la famosa María Malibran y a su padre, Manuel García,
en Las Bodas de Fígaro.
Breve introducción a la trilogía operística Mozart-Da Ponte
Todo comenzó en casa del Barón Raimund Wetzlar von Plankenstern, judío adinerado, padrino
del primer hijo de los Mozart y casero de la familia. Allí, Wolfgang Amadeus Mozart y Emmanuel
Conegliano (más conocido por su heterónimo Lorenzo Da Ponte) fueron presentados por el
Barón. Corría el año 1783. A partir de entonces, surgen colaboraciones entre el libretista y el
compositor. Un primer proyecto tuvo por título Lo sposo deluso. Pero fue abortado sin más
materia que una obertura, un cuarteto, un trío y dos arias (una de las cuales se transformaría
posteriormente en el “Come scoglio” de "Così fan tutte").
Como libretista, Da Ponte merece ser tomado en serio. Los tres libretos que Da Ponte escribió
para Mozart constituyen su aporte a la gloriosa herencia mozartiana; son obras maestras en su
género, y sus aportes para otros compositores no son menos interesantes. Da Ponte estaba muy
interesado en su tarea de libretista, por ello eligió y planeó sus libretos con comprensión sutil de
los diferentes temperamentos y aptitudes de los compositores para quien trabajaba. Como
compositor, Mozart representa su personalidad individual, más íntima y cabalmente en las
óperas y los conciertos para piano. Son sus creaciones más importantes. En ellas encontramos la
quintaesencia de Mozart.
Tenía mucha razón el director de escena Guardasoni al unir el nombre del poeta al del
compositor en sus felicitaciones, pues aunque Da Ponte debe su inmortalidad a la casualidad que
lo puso en contacto con Mozart, no puede haber duda de que las tres obras maestras de ópera
cómica italiana de Mozart deben tanto a su libretista, como las últimas óperas de Verdi a la
destreza literaria de Boïto.
La visión del mundo que Da Ponte imprime en las tres óperas de Mozart es una síntesis de la
concepción cristiana de la vida como algo transitorio, pasajero, frágil y fugaz, y la visión cínica de
un racionalismo para el cual no existe otro más allá que el creado por el miedo de los hombres a
la muerte.
Aleramo Lanapoppi, biógrafo de Da Ponte, escribe: “Se reía de sus propias debilidades, incluso
en sus horas más negras; y, sobre todo, concebía su propia existencia como un drama, pero no
un drama trágico sino como una comedia o una ópera bufa, a causa de la repugnancia que
sentía por los presuntuosos y los pedantes. Es en esta capacidad de relativizar sus propias
convicciones, su propia persona, es donde se encuentra la clave de su vida y de sus obras
posteriores: esta actitud le venía directamente de Goldoni y de la civilización veneciana, incluso
si sus raíces se encuentran en autores como Horacio o Ariosto”.
www.opusmusica.com/002/daponte.html