Blanchot El Instante de Mi Muerte

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  • 7/28/2019 Blanchot El Instante de Mi Muerte

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    El instante de mi muerteMaurice BlanchotTraduccin de Jos Jimnez, en

    Maurice Blanchot,Textos

    , Editora Nacional, Madrid, 2002. Edicin digital deDerrida en castellano

    .

    Me acuerdo de un joven un hombre todava joven privado de morir por la muertemisma y quizs el error de la injusticia.

    Los aliados haban conseguido poner pie en suelo francs. Los alemanes, ya vencidos,luchaban en vano con intil ferocidad.

    En una gran casa (el Castillo, la llamaban), golpearon a la puerta mas bien tmidamente.

    S que el joven fue a abrir a unos huspedes que sin duda solicitaban auxilio.

    Esta vez, un alarido: Todos fuera.

    Un teniente nazi, en un francs vergonzosamente normal, hizo salir primero a laspersonas de ms edad, despus a dos mujeres jvenes.

    Afuera, afuera. Esta vez, gritaba. Sin embargo el joven no pretenda huir: avanzabalentamente, de una manera casi sacerdotal. El teniente lo zarande, le mostr unos casquillos,

    balas; all haba tenido lugar, de forma manifiesta, un combate, el territorio era un territorio deguerra.

    El teniente se atasc en un lenguaje extravagante, y poniendo delante de las narices delhombre ahora menos joven (se envejece rpido) los casquillos, las balas, una granada, gritcon claridad: He aqu lo que usted ha conseguido.

    El nazi coloc a sus hombres para apuntar, segn las reglas, al blanco humano. El jovendijo: Al menos haga entrar a mi familia. Es decir: la ta (noventa y cuatro aos), su madre,ms joven, su hermana y su cuada, una larga y lenta comitiva, silenciosa, como si todoestuviese ya consumado.

    S lo s que aquel al que ya apuntaban los alemanes, no esperando ms que la ordenfinal, experiment entonces un sentimiento de ligereza extraordinaria, una especie de beatitud(nada feliz, sin embargo). alegra soberana? El encuentro de la muerte con la muerte?

    En su lugar, no tratar de analizar ese sentimiento de ligereza. Quizs l era sbitamenteinvencible. Muerto-inmortal. Quizs el xtasis. Mis bien el sentimiento de compasin por lahumanidad sufriente, la dicha de no ser inmortal ni eterno. Desde entonces, l estuvo ligado ala muerte, por una amistad subrepticia.

    En ese instante, brusco retorno al mundo, estall el ruido considerable de una batallacercana. Los camaradas del maquis queran prestar socorro a aquel que ellos saban en

    peligro. El teniente se alej para inspeccionar. Los alemanes permanecan en orden,dispuestos a continuar as en una inmovilidad que detena el tiempo.

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    Pero he aqu que uno de ellos se acerc y dijo con voz firme: Nosotros no alemanes,rusos, y, con una especie de risa: armada Vlassov, y le indic que desapareciese.

    Creo que l se alej, siempre con el sentimiento de ligereza, hasta que se encontr en unbosque lejano, llamado bosque de los brezos, donde permaneci resguardado por los

    rboles que l conoca bien. Es en el bosque frondoso donde, de repente, y despus de uncierto tiempo, recuper el sentido de lo real.

    Por todas partes, incendios, una sucesin de fuego continuo, todas las granjas ardan. Unpoco ms tarde l se enter de que tres jvenes, hijos de granjeros, ajenos a todo combate yque no tenan otra culpa que su juventud, haban sido abatidos.

    Incluso los caballos hinchados, sobre la carretera, en los campos, eran testimonio de unaguerra que haba durado. En realidad, cuanto tiempo haba transcurrido? Cuando el tenientevolvi y se dio cuenta de la desaparicin del joven castellano, por qu la clera, la rabia no lehaban empujado a quemar el Castillo (inmvil y majestuoso)? Porque era el Castillo. En la

    fachada estaba inscrita, como un recuerdo indestructible, la fecha de 1807. Era losuficientemente culto para saber que se trataba del famoso ao de Jena, cuando Napolen,sobre su pequeo caballo gris, pasaba bajo las ventanas de Hegel, que reconoci en l elalma del mundo, tal como escribi a un amigo?

    Mentira y verdad, porque, como Hegel escribi a otro amigo, los franceses robaron ysaquearon su vivienda. Pero Hegel saba distinguir lo emprico y lo esencial. En este ao de1944, el teniente nazi tuvo por el Castillo el respeto o la consideracin que las granjas nosuscitaban. Sin embargo, se registr por todas partes. Tomaron algn dinero: en una piezaseparada. la habitacin alta, el teniente encontr unos papeles y una especie de espesomanuscrito que acaso contena planes de guerra. Finalmente parti. Todo arda, salvo elCastillo. Los seores haban sido perdonados.

    Entonces comenz, sin duda, el tormento de la injusticia para el joven. Ya no el xtasis:el sentimiento de que l slo estaba vivo porque, incluso a los ojos de los rusos, perteneca auna clase noble.

    Eso era la guerra: la vida para unos, para los otros la crueldad del asesinato.

    Permaneca, sin embargo, del momento en que el fusilamiento no era ms que unaespera, el sentimiento de ligereza que yo no sabra traducir: liberado de la vida? el infinito

    que se abre? Ni felicidad, ni infelicidad. Ni la ausencia de temor, y quizs ya el paso (no) msall [le pas au-del]. Yo s, imagino que este sentimiento inanalizable cambi lo que lequedaba de existencia. Como si la muerte fuera de l no pudiese desde entonces ms quechocar con la muerte en l. Estoy vivo. No, ests muerto.

    Ms tarde, de vuelta en Pars, se encontr con Malraux. ste le cont que haba sidohecho prisionero (sin ser reconocido), que haba conseguido escaparse, aunque perdi unmanuscrito. No eran ms que reflexiones sobre arte, fciles de rehacer, mientras que unmanuscrito no podra serlo. Con Paulhan, mand hacer investigaciones que no pudieron msque resultar vanas. Qu importa. Tan slo permanece el sentimiento de ligereza que es lamuerte misma o, para decirlo con ms precisin, el instante de mi muerte desde entonces

    siempre pendiente.