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lllÁGENES OESIOERATIVAS EN EL ESPEJO pero sincero: iy en qué otro lugar se expresa, si no esen la novela por entregas? Si Schiller, su genio en sentido propio, hubiera permare- cido fiel a ella, estegénero se hubiera conve¡tido en algo diferente de novela de caballe¡ía rebajada o de historias de buscadores de teso¡os. El Ku-Klux-Klan y el fascismohacenvivir de la novela por entregas simplementela abreviacióncriminal y el desie¡toen la vida. El objeti- vo ext¡aordinario en el desierto,prisión y liberación, adormecimien- to del dragón, salvación de la joven, prudencia, consecución, vengan- za, todo ello, en cambio, son parte de la libertad y del resplandor que sehalla en su t¡asfondo. No el fascismo, sino el acto ¡evolucionario en su épocalomántica seha hecholibro popular vivo de esta especie. Por eso, ademásde Los bandidos de Schiller, aParecen inmediatamente antes y después de 1789 las piezasde teatro con la salvacióncomo morivo; pudiera incluso deci¡se las fábulas de la salvacjón: seexcava a la busca de presos como a Ia buscade teso¡os en las cuevas. Y algo muy importante: eI libreto d,e Fidelío, el acorde de las tromPetas,no hubie¡an sido posibles, y no lo hubieran sido así,sin la novela por entregas que repres€ntan. El argumento de Fidelio es)como se saber novela por entregas en la fo¡ma másintensa,másbrillante, y pertene- ce al tema de la liberación. Celda subterránea, pistola, señal, salva- ción: cosas que en la literatura superior reciente no aparecen en abso- )uto,o no aparecen originariamenre de esta manera, Provocan una de las tensiones de la mayor intensidad pensable, la tensión de la noche respecto a la luz. Con lo cual esclaramente evidenteuna transfo¡ma- ción de este género literario, por virtud de la imagendel deseo -alta- mente legítima-, en el espejo del género.Por doquier hay aquí, están vivas,lassigoificaciones perdidas, y Iasno perdidasestán a la expectar tiva, igual que en las fábulas. EI final feliz se conquista,del dragón no quedaresto, a no ser encadenado; el buscadorde tesoros encuentra su dinero soñado; los esposos se reúnen.Tanto la fábula como la novela por ent¡egas son castillos en el aire, pero castillos en un buen aire, y adem,is, y en tanto que ello puede decirsede una obra del deseo:el castillo en el aire escie¡to. P¡ocede, en último término,de la Edadde Oro, y quisiera asentarse de nuevo en otra, en la dicha que apremia de la noche a Ia luz. De tal manera,finalmente, que al burguésse le qui! ten las ganasde reír, y el gigante, que hoy se llama grandesBancos, pierdasu escepticismo en Ia fuerza de los pobres. I 424 425 l. 23, SUCESTION OEL VIAJE, ANTIGUEOAD, DICHA DE LA ÑOVELA,,. 28. SUCESTIÓN DEL \'lAJE, ANTICÜEDAD. DICHA DE IA NOVEIA DE HORROR "iAy!, en el ai¡e de Berlín la m.ryoría de la genre se pone cnferma en julro si yo fuesesiquiera un cobrador del Dresdne¡ Bank. iOhl el oscuro placer, rugiente como un órgrno. cuando el co¡azón camina hacia todas las lejanías. Po¡que con tres veces cien mil ." Il".' h'.r'"r" l"i^. Salud al joven que, cu¡ado de Ia coacción da a luz estesueño maravilloso, ^t-,;-- ^,,- t-,,--,1 .-r...-osupropra requr\itona . cena, a lo lejos, en el baio. Triste meenjugo mis lágrimas call.rdas, reprimo este impulso mirerable, ya sóloteniendo en cuen¡a los accionistas del Dresdne¡ Bank." (Peter Scher "Y tal como aho¡a veía de lejos las torres v el humo azul de Nútenberg, me p¿recía casi como si estuviera viendo. no un¿ ciudad, sino todo un mundo.o ' (fohannesButzbech,Wanderbúch Las mismas cosas matan dia¡iamente con lentitud. Apetecer algo nuevo: a ello ayuda el placer del viaje. El placer del viaje no sólo renueva la expectativa, antes de emprender el camino, sino que lo hace tambiénen medio del goce del mira¡, Fuera caen deseos que ya no se puede remediar, trasnochados, de vieja solterona. Fuera cae también Io mohoso, que puede haberse adherido no sólo a la cotidia neidad siempre igual, sino también a deseos arrastrados consig clemasiado tiempo.Los sueños del deseo pueden, en efecto, caer hast tal punto fueradel tiempoque leses propio, que no pueden sernunca nuevamente realizados. Quien ha deseado en la juventud una Kodak y no lo consiguióentonces, no encont¡ará jamás la Kodak de sus deseos, aun cuandor ya como hombre, puedacomprarse Ia mejor de ellas, Tales cosas no se entregaron a la exigencia en el momento o en las circunstancias en que hubieran podido procurar el máximoplacer El hambre de ellas seensombrece; más aún,toda metapuede hacers aburridasi haceesperar demasiado, mucho tiempo en vano, o selogra

Bloch Ernst_El Principio Esperanza_I_ Cap 28

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Tomo I_Capitulo 28.Editorial Trotta

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Page 1: Bloch Ernst_El  Principio Esperanza_I_ Cap 28

l l lÁGENES OESIOERATIVAS EN EL ESPEJO

pero sincero: iy en qué otro lugar se expresa, si no es en la novela por

entregas? Si Schiller, su genio en sentido propio, hubiera permare-

cido fiel a ella, este género se hubiera conve¡tido en algo diferente de

novela de caballe¡ía rebajada o de historias de buscadores de teso¡os.

El Ku-Klux-Klan y el fascismo hacen vivir de la novela por entregas

simplemente la abreviación criminal y el desie¡to en la vida. El objeti-vo ext¡aordinario en el desierto, prisión y liberación, adormecimien-to del dragón, salvación de la joven, prudencia, consecución, vengan-za, todo ello, en cambio, son parte de la libertad y del resplandor que

se halla en su t¡asfondo. No el fascismo, sino el acto ¡evolucionario en

su época lomántica se ha hecho libro popular vivo de esta especie. Por

eso, además de Los bandidos de Schiller, aParecen inmediatamenteantes y después de 1789 las piezas de teatro con la salvación como

morivo; pudiera incluso deci¡se las fábulas de la salvacjón: se excava a

la busca de presos como a Ia busca de teso¡os en las cuevas. Y algo

muy importante: eI libreto d,e Fidelío, el acorde de las tromPetas, no

hubie¡an sido posibles, y no lo hubieran sido así, sin la novela por

entregas que repres€ntan. El argumento de Fidelio es) como se saber

novela por entregas en la fo¡ma más intensa, más brillante, y pertene-

ce al tema de la liberación. Celda subterránea, pistola, señal, salva-

ción: cosas que en la l iteratura superior reciente no aparecen en abso-

)uto, o no aparecen originariamenre de esta manera, Provocan una de

las tensiones de la mayor intensidad pensable, la tensión de la noche

respecto a la luz. Con lo cual es claramente evidente una transfo¡ma-

ción de este género literario, por virtud de la imagen del deseo -alta-mente legítima-, en el espejo del género. Por doquier hay aquí, están

vivas, las sigoificaciones perdidas, y Ias no perdidas están a la expectar

tiva, igual que en las fábulas. EI final feliz se conquista, del dragón no

queda resto, a no ser encadenado; el buscador de tesoros encuentra su

dinero soñado; los esposos se reúnen. Tanto la fábula como la novela

por ent¡egas son casti l los en el aire, pero casti l los en un buen aire, y

adem,is, y en tanto que ello puede decirse de una obra del deseo: el

casti l lo en el aire es cie¡to. P¡ocede, en último término, de la Edad de

Oro, y quisiera asentarse de nuevo en otra, en la dicha que apremia de

la noche a Ia luz. De tal manera, finalmente, que al burgués se le qui!

ten las ganas de reír, y el gigante, que hoy se llama grandes Bancos,pierda su escepticismo en Ia fuerza de los pobres. I

424 425

l.

23, SUCESTION OEL VIAJE, ANTIGUEOAD, DICHA DE LA ÑOVELA,, .

28. SUCESTIÓN DEL \'lAJE, ANTICÜEDAD.DICHA DE IA NOVEIA DE HORROR

"iAy!, en el ai¡e de Berlínla m.ryoría de la genre se pone cnferma en julrosi yo fuese siquiera un cobradordel Dresdne¡ Bank.

iOhl el oscuro placer, rugiente como un órgrno.cuando el co¡azón camina hacia todas las lejanías.Po¡que con tres veces cien mil." I l" . ' h ' .r '"r" l" i^.

Salud al joven que, cu¡ado de Ia coacciónda a luz este sueño maravilloso,

^t- , ; - - ^ , , - t - , , - - ,1. - r . . . -o su propra requr\ i tona

. cena, a lo lejos, en el baio.

Triste me enjugo mis lágrimas call.rdas,reprimo este impulso mirerable,ya sólo teniendo en cuen¡a los accionistasdel Dresdne¡ Bank."

(Peter Scher)

"Y tal como aho¡a veía de lejos las torres v el humo azul deNútenberg, me p¿recía casi como si estuviera viendo. no un¿ciudad, sino todo un mundo.o

' (fohannesButzbech,Wanderbúchleht)

Las mismas cosas matan dia¡iamente con lentitud. Apetecer algonuevo: a ello ayuda el placer del viaje. El placer del viaje no sólorenueva la expectativa, antes de emprender el camino, sino que lohace también en medio del goce del mira¡, Fuera caen deseos que yano se puede remediar, trasnochados, de vieja solterona. Fuera caetambién Io mohoso, que puede haberse adherido no sólo a la cotidia-neidad siempre igual, sino también a deseos arrastrados consigoclemasiado tiempo. Los sueños del deseo pueden, en efecto, caer hastatal punto fuera del t iempo que les es propio, que no pueden ser nuncanuevamente realizados. Quien ha deseado en la juventud una Kodak yno lo consiguió entonces, no encont¡ará jamás la Kodak de susdeseos, aun cuandor ya como hombre, pueda comprarse Ia mejor deellas, Tales cosas no se entregaron a la exigencia en el momento o enlas circunstancias en que hubieran podido procurar el máximo placer.El hambre de ellas se ensombrece; más aún, toda meta puede hacerseaburrida si hace esperar demasiado, mucho tiempo en vano, o se logra

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i ¡ÁGENES DESIDERATLVAS EN EL ESPEJO

de fo¡na harto soco¡rida. Mercancías nuevas, en cambio, incitannuer.r , ¡ .eces.dade. y. sobre Lodo. nuev¡. impresiones.

Bellc¡ tnndo extraño

Para causar placer, rodo viaje tiene que ser voiuntario. Necesita paraeso una siru¡ción que se abandona gustosamente, o al menos sjncloior. E1 primer sentimien¡o en el coche o en el tren, cuando final-mente parle, decide, sobre todo, lo que va a venir. Si el viaje esforzado o profesional, es decir, si no implica una ruptura leJiz, no esun r,1aje. Si t iene lugar por aburrimiento, porque a uno no se le ocurreotra cosa, e1 aburrimiento viaja también: es el equipaje y la suerte quees a¡¡ast¡ada por los raíles en la caia de acero. El tren no tieneentonces 1¡ cualidad placentera que tan raramente presen¡a: marcharpreclsar¡enre en l¡ cl i¡ección que uno desea. Viajantesr mari¡eros)enllgrantesj no están de viaje, pese a la posible l iberación para estosi¡l¡ imos. En ¡odos elios el viaje es algo forzado o profesional, elcr-rnjuro aquí, ei desrier¡o allí: es la cinta ininterrumpida, como en elescensor o en la fábrica, no algo azul que hace ondear la primaverapor el aire. La dicha delviaje es, en todo caso, y sigue siendo siempre,urle escapada temporal sin exigencias posteriores del sit io acostum-brado, cambio de actirud radical sin coacción externa. El viajero cle Iaépoca capitalista tiene que ser, además, consumidor, no aspirante,poiqLre en orro c:rso pierde el mu¡do de las agradables gentes extra-ñas, eutre las cuales no tiene nada que hacer, v con las cuales no tieneningL¡na costu¡¡bre en co¡¡ún. Algo, desde luego, es cie¡to: nada en¡ie¡ras extrañás es exótico, sino e1 extranjero mismo, Como entusias-ta burgués, éste no ve, sin embargo, en tier¡as ex¡¡añas la vidacotidiana, y n-rucho rnenos la miseria en eila, io que no le pagaría lalerla de cambio sobre la belleza que ya ha firmado; con un iubjetivis-m.J. J menudo incurable. lo que ve en l ierra5 exrrJñas es su imaqendeseada dc :l).r. Y e"ra imagen cs, de"de luego, la mayoría de las veies,suficientemente exótica, o bien de ¡al manera que tieDe lugar unadr, i lusrón, como! por eiemplo, la de que Iral ia no.e conr ion. d.faroli l los a la veneciana, o bien de tal manera que la imagen deseadaanrer¡or, s1 no es errónea ¡€specro a la ¡ealidad, sino que sólo la harx.rqer-rdo, permenece inmcivr l junro a ia exper iencia adqurr ida, inco-rregida, pero rambién, en ciertos puntos, carenr€ de desilusión. Ent¿nto que la iniagen deseada pernanece incorregida, no penet¡a¡decuadamente en 1o sobriamente existente; el viaje¡o de tipo medio,aislado ya, por lo demás, por el horel, lo! guías y las excu¡siones en

426

?3. SLGLS' lON DLL vlAiE ¡NI GLIDAD D'Cla Oi 'A

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coc he. pe rc i be le pob reza iu ". .:^']1";":X:,:,1 T:i r,""; :' ::, l:i:-empero, el múmo burgués es caPaz

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n,xi*sru;ii#Jl:'ij:;i:ixl""::,i::"i"]:;':l"il''T;;;;l;; ** ;'a¡¡rmiento se e>rtien::'¿3;il:il::':i'il':3ilque el viaje d' "T"l

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"-o. indio Katnasutra aconsejapor eso' muy finamente' qut

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IMAGENES DE5IDERAT¡VAS EÑ EL ESPEJO

después del acto amoroso se enseñen a la amada objetos bellos,sublimes, especialmente desacostumb¡ados, sean obras de arte o cons-telaciones. Su ve¡dade¡o primer viaje de amor es siempre para lamayoría de las personas el más ensoñado, el más juvenil, es decir, elrecuerdo al que más rodea el halo de la utopía. El lugar extraño sellatodos los deseos ant€rio¡es de lejanía; extraúamiento en belleza es elatardecer y la noche en la ciudad del amor, y todo vive subte¡ránea-mente, Y tal como el viaje es afín al erotismo, así también, de otramanera, Ios negocios, al ocio, La estancia. felizmente Iograda puedeconducir, no sin motivo, al deseo de lleva¡ a cabo cosas impor¡antesen este lugar ext¡ao¡dinario. Nada influye más intensamente sobreestos proyectos y esperanzas que un ambiente plástico, al parecerpreformado, lejos de los solaces acostumbrados. La mesa rústica en labalconada de esta casa de campo, el vino ante sí, bajo arcos viejos yrobustos, a través de los que mira el cielo ¡omano: aquí parece que hade tene¡ éxito el trabajo, Si además la co¡¡iente de las palabras escontemplada por objetos de la gran naturaleza, de la gran historia,surge la apariencia de que ellos se reflejan allí, como si el Vesubio oMon¡eale se comunica¡an. Se ¡ra¡a de una superstición sutil, y hahecho posibles cosas desacostumbradas que justifican la fe. Desde estepatlros productivo -en otro sentido e¡ótico- del viaje escribióShelley su Plorneteo liberado entre los arbustos del Palatino; en elprefacio tiene inte¡és en subrayar que se siente obligado ante unpasado majestuoso, que quiere ser digno de é117. También la contra-posición puede tene¡ los mismos efectos: la Casa de muñecas d.eIbsenrs, concebida en una atalaya normanda cerca de Amalfi, y sobre¡odo la escena de las brujas de Goethe, compuesta en el jardín de laVil la Borghese. Co¡¡o contraste del sit io en que surgen, frente al sit ioy al tenor de la acción, madu¡an el hermetismo y también el cont¡a-paisaje, que en ot¡o caso no hubiera nunca aparecido tan complemen-tariamente ni en el auto¡ ni en la ob¡a. .A medida que se camina haciael Norte se hacen más intensos el holiín y las brujas"; y sin embargo elhálito ernbrujado confígurable se inc¡ementaba precisamente entrelos pinos, en Ia claridad del Pincio. La misma noche de lüalpurgis fue'concebida en el Su¡. Nada de¡ivado del lugar alteró o se interpusoentre la obra y la cotidianeidad dispersas, nada que difuminara ios'

I7. P. B. Shel ley, P,oneteo l iberado, version español¡ de A. Vr lero. Hiper ióD,Madrid, 1994, p. 18.

18. H. lbsen, Casa de nü, ie.ds. en-f?atrc .ampleto. r rad. y notas por E. W:*e-son. Agui l ¡ r , M¿drid. I97J. pp. l2J5 ss.

428 429

29. suGEsrróN DEL vraJE, añTtcl lEDAD, DicHA DE LA NovELA.. .

contornos. El extrañamiento, que eieva doblemente todo objeto sig-nificativo, como la cima de la montaña entre nubes, hace libre, con osin efecto complementario, la grandeza de la obra. Éstos son lo.efectos del ext¡añamiento viajero sobre la esperanza; con e/os en sudoble configuración, la del amor y la de la creación. Y, finalmente,para terminar, con una conversión frecuente en lo que se refiere alextrañamiento: una de las innovaciones del viaje puede ser, incluso,que haga extraño también lo acostumbrado en el lugar de origen. Elafecto que así surge se llama nostalgia; es, en su propio sentido, unanhelo tan provocado como intercambiado por la lejanía. La nostalgiano se debe sólo al enojo que provoca la falta de los objetos acostum-brados, sino que además de ia nostalgia debida a la pérdida delmundo de sensaciones acosrumb¡ado hay también la nostalgia pro-ductiva, la que colorea e incluso hace utópico -extrayendo de élnuevas facetas- el ambiente abandonado, largo tiempo experimen-tado embotadamente. En este caso la nostalgia está sustentada poruna imagen desiderativa igual a la de la lejanía antes de empezar elviaje y durante é1. Y está sustentada por el mismo recu€rdor a vecesinexacta, pero a veces exactamente idealizado, que completa despuéselviaje mismo y que caracteriza en Io exótico los países utópicos. Conla diferencia, desde luego, de que Ia idealización de la nostalgiadesaparece al regreso, mientras que la imagen del viaje se hace aúnmás exóric past festum, metamorfoseándose incluso de tal maneraque se conecta o puede conectarse con el país de deseos del arte y conotros arrebatos. El que viaja por los mares, dice Horacio, cambia sóloel punto cardinal, no se cambia a sí mismore. Pero por lo menoscambia el punto cardinal: en el caso más simple se trata de unatrasposición de la decoración; en el caso más importante, el conteni-do de conciencia cámbiado hace nacer una situación de concienciacambiada, que quiere adecua¡se al contenido. El encanto del viaie serefiere también, desde luego, a una belleza sólo a medias subjetiva, auna belleza, por tanto, ¡ecubierta con extrañamiento desde el puntode vista del mero espectador y de la mera imagen desiderativa de lacosa exagerada. En los países extraños nadie es más exótico que ei ex-traio mismo, y por eso el país extraño no es¡á nunca bellamenteextraiado, y el oriundo, además de la propia miseria que el viajeroentusiasta no ve, t iene él mismo el deseo de lo extraño. Ei deseo quizáde aquel mundo de donde el viajero entusiasta proviene; todo ello

19. Ha-acio, Epktola yJ, ea Obns completas, introducción, rr:d. v noras de A.Cuatrecasas, Planeú, Barcelona, 1986, p.288.

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JIIAGENES DESID

*sm*****ffiDeseo de lejanía y habihciones bistc

,;y::^1,::",,, del sigro x? _trtantes

eu er si.ro x.tx

-' '. ,. nocne y el ui"nror,. tQutnn .rbrlg¡ ran rrrd. ¡

(Scheffd, prologo a Ekhehard)

If ff *¡.:i,?¡'.i,'.fi :J.",'",",#¡;lf :::,l";:i:,fi ;IiiliilI j¡Hiüdil:tr,#riitri.r""i:iffi ]:l;;ii¿:,1*: ; ;: ;:;r';, * i{i}:Tji:di j"iT i;tli1j,'i;rs¡¡oviaria ;,; :;;;".,"¿"':;"] ;31' -;.,r,,..#iii;*'1.:l:,r;.,.,0ri., l;n.o. "!..jrj::'¿::.:::20. J. w r:^-. '- ,,. .

cos. A8-,h, .

^ ;J ' , ; ; : , " : ! : : , ; ; , , : , : ; ;en obra, ro.npteus.ed

de R. C¿n,,nos A,

430431

'lDFL VIA,F, ANfIGÚFDAD' DILF1A DI LA NO , ' ' '

. modo impresionante. Pocas cosas han sido tan canalizadas

ios uiajes; hun hecho falta dos guerras nlundiales.para perturbar

,u".Íáro prog..to. El siglo ilx había conseguido que el tren

p^r^r" u"r,ifrror"-enti po.-lugar"t.el ltt q:: ' según las

i"bi" rá"ui^,tn" "uwa

de bandidos, y la vida arriesgada

luear no había flo¡ecido aún. A cambio de ello, los bellos

"*irunor'r" f"ltifi."ron, convirtiéndose en un festín de vacacio-

,queño burgués. Aparecen las agencias de viaje, destinadas a

iJia"a pJ. po.o din.to no sólo el viaie, sino también las

>res imágenes de deseo concentradas en él' Comienzan las

il*r"J"t ..t.i5ti¿.des", siruadas en un mundo organizado para el

ii"if un -undo

convenido-italiano, convenido-o¡iental; El licl-:

i i ."do d" f"rro.u.ri les Louis Stangen organiza en 1864 el primero

ios viajes en gruPo) r¡n populares más tarde: con ellos se abre a lainostalgi"-de lalejanía no sólo su ltalia, sino también su Próximo

Oriená. Se visita Sorrento, el f lorecimiento centelleante de las olas;

también el Adriático azul; Corfú, la perla de las islas; El Cairo, puerta

del Oriente, y las pirámides gigantescas. Todo garantizado, incluidas

l¿s Dropinas; rodo como h sed¡, irrcluidos lo< explicadores' y todo

por una canridad globcl calculcda de an¡emano .Pero ¡ambiein los

uiaj.s no t,ttel.dos se hacen más racionalizados, de acuerdo con ei

biáesta¡ creciente de la clase media hacia mediados del siglo; ei

imágenes de un oen vuelo por el mundo ente¡o', el tu¡ismo adqui¡ía

una importancia propagandística creciente para los deseos de un

mundo se cataloga en visitas de ocho, de cato¡ce días, de cuat¡o a seis

semanas. Só1o el alpinismo suministra, en dete¡minados casos, sitio

bastante para la espontaneidad, incluso para el deseo de iejanía, aquí

ry ahora, para el deseo de alturas. Así permaneció también, e incluso se

incre-entó, la participación lectora del público en los últimos viajes

de descubrimiento qui aún habían quedado, los viajes al África o9cu1a

o al Polo Norte; ellibro de Nansen A traués de Id noche y del hielo,

con sus fotografías del Ártico septentrional, y las láminas en colores,

la corona de Ia au¡ora boreal, el baldaquino de la aurora boreal, dio

todavía. a amplios círculos una idea de la naturaleza intacta' La

natu¡aleza intacta la buscaba también el viajero corriente, desde

luego, allí donde podía llevar consigo todo el confort de casa (living

,oimj, y dond. el mismo mundo de la Coca-Cola, que favorece el

turismo, suprime también el soñado mundo extraño, la leianía fabula-

da de los sitios que se visitan. Y sobre todo, en la base de toda esta

organización, y én t".tto que hacía viajes Por mar) que llegaba a las

costas del P¡óximo Oriente o que, al menos, dejaba ver en casa las

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I t IAGENES DESIDERAftVAS €N ' !

CSPEIO

mercado y de una potencia mundiales. La época imperialista hafomentado y cuidado constantemente, en efecto,las agencias de viaje,mientras que, de otro lado, ha deformado de modo esencial el mundode lo ext¡año- Este mundo fue desterrado, en el mejor de los casos, almargen del camino real, o principalmente se convinió en un artículoexótico hasta que otro se presentó como más extraño, más colonial:todo se hunde, a excepción del Occidente, es, desde este punto devista, un axioma. La atención a la vida del pueblo, la escapada a loespontáneo, esta percepción concreta de ve¡dade¡as ocuriosidades,,ha desaparecido hace tiempo. ElViaie por ltalic de Goethe, e inclusoel lib¡o de Victor Hehn sobre ltalia, muestran todavía esta objetivi-dad, sobre todo por lo que se refiere al folklo¡e vivido. El Baedeker,tan preciso por lo demfu, no alude ya al folklore, o sólo como algovituperable, siempre que no se adecue al escaparate regulado deantemano. Y el sueño de lo extraño se mantiene sólo al precio de quelo exótico es invadido por los deseos de cont¡aste y, desde luego,convirtiendo el objeto extraño en un objeto que lleva simplementecomo etiqueta la marca: en casa no existe, Como si el mundo extrañono fuera ot¡a cosa que lo contrario de Krefeld, o Minneápolis, oLiverpool; como si no llevara consigo su propia significación, unasignificación sólo comparable consigo misma. Al mero deseo decontraste no se ofrece algo peculiar, como, por ejemplo, festividadesreligiosas del sur de ltalia, o bien, donde todavía se han conservado,caravanas, mercados de camellos y bazares de Oriente, no algo dispardel mundo propio, ni siquiera la Edad Media ante las puertas deEuropa descubre rasgos de la propia Edad Media pasada, sino que, alcontrario, lo que se busca es exactamente una contradicción del lugarpropio del visitante, un contraste que no importa nada a lo visitado.Estos deseos de contraste son, desde luego, muy anteriores al sigloxlxr aunque no muy anteriores al siglo xvlll. Son los deseos queguiaron a Winckelmann en la búsqueda de noble sencillez y reposadagrandeza, influyeron en Goethe, en tanto que oo es el pueblo italianoni el paisaje italiano Io que juzga, sino dete¡minadas obras artísticas'italianas, y, harto de la "humareda de las pipas alemanas", queda asíciego para el Barroco italiano, tan existente y tan predominante. Deotra mane¡a, esta vez románticamente, había buscado Delacroix con-traposición en sus cuadros de Argelia y Marruecos. El ardor de susfieras, mujeres del harén, escenas del desierro (férocité et uerue),no essólo Africa, sino anti-Louis Philippe, anti-monarquía burguesa. Lleva-do por su anticlasicismo, Delacroix había proclamado que la ve¡dade-ra Arrigüedad clásica había que buscarla entre los árabes. De estos

432 433

28, SUGESTION OEL VrAlE, ANTTGÜEDAD. D¡CHA OE rÁ NOV€1A.. .

deseos de contraste anteriores se distinguen, empero, los delposteriorsiglo xlx no sólo por el nivel inferio¡ de sus soportes, sino tambiénpor el del mundo que, aunque negándolo, r¡atan de co¡trasta¡. Entanto que Venecia sólo ofrecía lo contrario a lo peculiar de Krefeld ode Liverpool, aparecía fácilmente un exagerado no-Liverpool, con loque la Venecia real quedaba totalmente al margen. Y la sedicentenoche italiana es algo muy distinto a lo contrario de un día industrialen el norte de Europa, a no ser que la noche se haya preparado paralos extranjeros. Pero sólo de esta manera aparecía lo inaudito, lonunca visto que debería ofrecer la excursión, no sólo subjetiva, sinoincluso objetivamente. Un sueño de delicias, hecho de fuga y Iejanía,de imágenes de contraste en medio de una decoración preparada, sededica a adquirir recuerdos de viaje, mienrras que espera mejorestiempos lo enigmático que se halla por doquier. Porque las maravillasde la bella lejanía se brindan sólo sin el acompañamiento de lamascarada, sólo con el objeto significativo, lleno incluso de presenti-mientos, en su propia salsa, en su sitio y lugar.

Después de 1850, y no en último término, las mismas cuatroparedes de la casa debían hacerse irreconocibles. Y ello también conadornos traídos desde lejos, que la propia época descarnada nosuministraba. Se volvía la espalda a todo lo blanco y desnudo, como sien ello se echara de ver un cadáver. El siglo del gran capitalismo setraicionaba a sí mismo con su tendencia a que todos sus objetosestuvie¡an enmascarados. El Biedermeier orefería rodayía de modoespecial paredes sin revocar o bien pintadai de un verde sincero, y susmuebles eran tan sinceramente claros, hermosamente Iúcidos comopocos en épocas anteriores. La muselina de pliegues dejaba entrar laluz doblemente blanca, que caía sobre la vitrina y el armario demadera de cerezo, sobre la limpia mesa redonda con sus patas delga-das o,el soporte bien labrado que la sustentaba, sobre las modesras y,i."s'si l los.on ,"rprldo en forma de lira, sobre el sofá bien mullido. iaun cuando a todo ello se lo llamaba estilo neo-griego, estaba perfec-tamente en su sitio, era más ser que apariencia. Con leve aroma defábula y ponche del arte de E. T, A. Hoffman, tan íntimamente unidoa €stos cuartos. Hacia mediados del siglo termina todo esto de repen-te, y comienza el canto de la lejanía copiado, de los cristales abomba-dos para las ventanas hechos mecánicamente. Una burguesía quecomienza a hacerse rica se acuesta en lechos de la nobleza. v sueña allícon estilos pasados, vieio-alemán, francés, italiano, oriental, todo ellorecuerdos de viaje. Surge un gusto asombroso y constante por trans-formar en apariencia un ser que no lo es en absoluto, por ver la propia

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IVAS EN EL ESPEJO

vi¡' ienda de todos los días navegando bajo otra bandera. Sucedáneodel viaje. más aírn, exageración de) viaje, se convie¡te ahora en ellema, parte hisrórica, parte exóticamente. De aquí Ja manía de co¡ti-naies y alamares en los años de fundación del II Imperio alemán, elccleccionismo de bibelots, el esti lo os¡entoso de nuevo rico, satén yterciopelo mezclados. De aquí los aparadores como casti l los medieva-les, las alabardas y e) lujo de harén, las lámparas de mezquita y loscllernos dc toro: un montaje ve¡daderamente enigmático. Todo elloenvuelto e¡ una luz crepuscular que llegaba a través de muchascortinas y corrinones, :r ser posible cortinas pseudo-orientales, con elfin de mantener lejos la caile, para proteger el conjunto de la masca¡¿-c1a. Y e¡ el conjunto resonaban las piezas de salón de las hijas,adornadas con 1azos, trompetitas v cupidos, todo el falso rococó de)as cascades, carillons y papillors,los pensées ftrgítiues y los cloches duntctnastére sin olvictar los sot¡uettirs de Varsozle. A través de la h¿bita-ción gustabir mucho hacer pender una barra pulimentada con une:norne kelirn, como si hubiera aquí másril v vela, y como si lahlbftación navegara a io árabe por los mares del mundo o estuviera enel puelto de una ciudad india. AI lado no faltaban la rueca ni el¡ecuerdo de viaje traído desde Venecia: la góndola de náca¡ an¡e unespejo de lvlurano que semeja ei cielo. Para todas estas máscaras dedeseo cor¡o mobil iario (fabricadas, como es natural, a los precios másdisrintos) sirvió de modelo, en último término, el taller del pintorl ienés Makart: aquí se hallaba e1 original del disfraz histórico-exó-iico. Todo comercian¡e de altura extraía de aquí, aconsejado portapiceros, las sugestiones para la vida lejana entre sus cuatro paredes,incluido el caballe¡e en el rincón con el cuadro al óleo recién ternina-do. Para representar la b¡i l lante utopía nunca vista del nuevo ricohabía que impregnar el pincel en Makart allí donde éste era másprofundo. Un contemporáneo escribe en 1886:

E! taller en la calleja Gusshaus adquiría, gracias a la extreo¡dinariamegnif.cencir y amor :l ¡r re del m¡es¡ro. mis y m5. el crricter de unnruseo ordenado pintorescamente, que ofrecíe a le fan¡asía de Makartpara su uti l ización cómod¡ rodos sus ins¡rumentos y modelos; unmuseo en el que su propia existencia y la bri l lantc sociedad de ia quese ¡odeal¡¡ se t¡ansformaban en una ob¡a de arte calcidoscópica.

Caleidoscopio, Ticiano, Venecia, y sobre todo Oriente, he aquí elJema de sueño y de escape de esta época tan profundamente pequeñoburguesa, aburrida y pesimista, de la época del encubrimiento, de ladeco¡ación. de la mascarada po¡ excelenLia. En no menos medida

?3. sLG!Sr 'oN otL v laJL A\ l -JtDAD o'c/a Dl L¡ \o )

clominaba el <lisf raz 1a novela l'":fi ;:ilÍ'i;,il'ffi ñ'i'ff :|;l

Fjf'íil{r}i.*lffi ti***i:**ml,',":r,'r:]i).friit¡*il¿iiif ffi il:*i*,'',i'';:;i#]; -11", ".,: .' ;*i : : :'"::m:*:n : *: i{ru$; ::Ii'lÍ::lffi ' s,*f üIffi1nqg*i:l'iil"JJ:ili".'*.';,..""+;;i,:ia#,i,i*rt,trn*ii,üi.'xr-"r.rx'"riii"f,',',';*dilÉ,,i*¡¡:ffi *i-mr¿".:n Xffi ',ji':i# J illlil'l'^i?;;i;,';;;^'"'"'. las que se.d,ri., .r unñ.,,o e,,rero con ':.Jii:l* I"?iiT;;r:i'l; lilcambio, Para las vacaciones' qu'

*[ii :;ru;*r;il*;:,rll;,Í ; :' :; [":' !' I i'l "'iliffi T.:iü'':r:tii*:t';"*:*i:Tir"'i'!iriiigixi"liki;írl"¡#ffá::x'ii"*#::,'"ffi r*1#:Tl;*iffi

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I I IAGENES DESIDERAfIVAS EN ET ESPEIO

¡eca¡gada y todas las cosas extrañas a las que hemos aludido, esocupado ahora por el conjuro lúcido, aunque siempre por el conjuro.Sob¡e la instalación de Ias habitaciones del siglo xtx había pendido uncielo de harén; ahora, el Chipre oriental es cambiado en la propiacasa, en el propio templo de Ia naturaieza, con un Chipre antiquizantey secesionista, aunque subsistiendo como obra de género, comoexorismo del siglo de la apariencia. Así, por ejemplo, en el panoramaque -semejante a un tapiz de "noble de5¡¡de"- pintaba el háckelia-no lf i lhelm Bólsche del templo de Ia na¡uraleza:

Luminoso mundo del fururo de un mundo griego mejor, libre tam-bién de sus escorias; donde moralidad y desnudo, pura consagracióndcl artc y ardientc eroma dcL amor de primavera, podían darse juntosen un prado florido co¡¡ún sin perturbarse, mientras que el blancotcmplo con su cortinaje delantc de los más profundos misterios dc lavida y del pensamiento rsciende sereno por encima hacie el azul delcielo [...] iCuándo saldremos del profundo valle dc somb¡as denucstros efrores v oodremos ¡lcanze¡ tu isla de los bicnaventu¡¡dos?

Como se ve, no falta ¡anrpoco aquí el cortinaje, una especie deantigua cortina que uno se imagina gusrosamente an¡e la entrada deltemplo, como se imagina incitante ropa interior ante la amada, otambién, como el kelin gue pendía en los anteriores salones, aunqueno pensado ya como veiamen. Estos templos antiguos con cortinas enprados floridos no han existido; se trata también de una imagensoñada de contraste proveniente de imágenes de viaje. Tales templosse encontraban, más pintura al óleo blanca que mármol, en las exposi-ciones de la época; su modelo primario apa¡ece como juguete, a vecesen los jardines de palacios de la últ ima fase del Rococó, ltambién engrabados clasicistas. La bella iejanía acrúa aquí decorativamente pordoquier, todavía hacia finales del siglo xlx y principios del xx, y actíracomo la especie singular de utopía ordenada, establecida. Sobre el¡¡undo de las habitaciones y cuad¡os de Ia época de fundación del IIImperio alemán se haliaba, sobre todo, la auté¡tica plaga de las copias(hechas cn fábrica), del falso encanto de un exotismo en terciopelo,de un pasaje como vivienda, de un panorama como instalación. Todoel honor debido a la columna corintia, pero precisamente ella tieneque ser todo io auténtica posible, po¡que su Iugar no es Ia ostentacióndel nuevo rico pequeño burgués, no es la falta de fantasía, sino suexube¡ancia.

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23. tUGÉSTrÓN DEL VIAJE, ANTIGÚEDAO, OICHA DE LA NOVL!^.

Aura de los muebles atltiguos, encallto de las ruhus, rnuseo

De siempre, el coleccionar es una forma especialmente fatal de po-nerse en viaje: reúne, t iene todo junto a sí, se ¡oza con la codicia y laavaricia, y en este sentido permanece ¡ecogido en casa. De otro lado,busca lo que quiere todo lo más lejos posible, recorre todos losrincones a la busca de adminículos antiguos, no le importa arruinar alque se halla poseído por é1, y en este sentido es suficientementeextravertido. Es algo contradictorio, pero de acuerdo con el deseo derodea¡se de ¡a¡ezas, de tener, puede decirse, como cápsula la lejaníatemporal o espacial. Coleccionar, puede coleccionarse todo: botones,etiquetas de botellas de vino, mariposas y, con especial frecuencia,sellos. El coleccionismo de objetos antiguos, de ol¡ras de arte noexistentes ya o bien exóticas es la especie de coleccionismo I¡ás nobleent¡e todas. También el afán de complerar la colección se encuentratanto en los fi latélicos como en los coleccionistas de piezas de porce-lana; el deseo de tener una edición o una vaji l la completa es en an.rbosel ¡¡ismo. Y la ¡areza determina aquí como allí el precio, bien se tratede un dentado distinto o bien de una cómoda ba¡roca abor¡badatambién por los lados, que cuesta la mitad más que una abomb¿dasólo delante, en la parte de los cajones. En todos los objetos que secoleccionan es productivo elrrabajo del comerciante, que es quien sededica a encontrar las rarezas (uno de los pocos negocios productivosdentro del negocio distribuidor); en todos los objetos es la concurren-cia de los coleccionistas la que determina el precio. Sin enbatgo, elcoleccionismo de obras de arte se distingue esencialmente de losdemás porque en este campo lo raro es, a la vez, Io irrepetible, loinsustituible. Mientras que los seilos y cosas semejantes sor-l hov, pocomás o menos, lo mismo que hace cien años, a los muebles antiguos.terciopelos, porcelanas, les es propia una calidad pasada. Lrn ar-tesanazgo desaparecido, una cultura hundida; y es esto lo que calif icaIa rareza. A diferencia de la mercancía de Ja máquina, monótona, 1'cada vez más monótona) en el país de las antigiiedades su¡ge unariqueza no normada, una riqueza que siempre asombr:r de mue\¡o. Losplatos d,e Fayence más sencil los son ya distintos si los Iugares cle sufabricación se encuentran a cinco ho¡as de camino el uno del otro. Nohay ningún tapiz de Oriente, si se exceptúan los Bucha¡a v los deAfghan, que sea igual a otro; aunque son barrocos, entre un armariode Fráncfort y otro de Danzig existe la misma diferencia que entre elpo¡tón de un corral y el portal de un palacio. Todo ello se encuent¡aseparado por la localidad, el encargo, la tradición, y todo, sin embar-

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I ¡AGEN!S OES]DERAT]VA5 ÉN EL 'SP!IO

iu. . r h¡ l la u nrdo er) l ¡ ¡ r ¡ r rssrnazgo concie:rzudo. rrebajado de por s i .u l ' l : to i r¿s ol ,JClL, . ) todo eulazado por u . r culrura ce¡rada, c iecidal¡nramenre. El c.leccionismo acrual ie antigiiedader rig;i i l ;;;;;;i :L negación de la nre¡cancía hecha a máquina, volver la vis¡a a unarmagen de la c.rsa, hoy irreperibie, que :ra, a la vez, la más placenterar' la más llena cle fanrasía. Este e¡.rs del coleccionisra no p,"r¿. fuarapor el origel inconrestable de su fo¡ma ¿cual en el siglo p"r"¿"irn¿,e\lctarnenre) en sL¡s habiraciones de decoración. Ná pierde fuerraporque el goce de Jas aD¡igüedades puede referirse a cualquier orracos¿ que a copr¿s presu¡ltuosamente fabric¡das o a los sedicentesr l reble. Jc esr i [ , . Inclusr.r las.rnr igüedades fals i f ic¡das.r .oro oua'r .:r. l.Lplcn_a l¡, necesid¡Jes v deseos de orn¡ro de i¿ presunrt,osidad delnurro,¡ieo. Tod.rs I.rs lnrigüed.rdes eurénrices. ..p.ro, ron ,",,Jrno_nros de Lrna segurichd de la fo¡ma desrruida pár eí capitalismo.iitspojos conservados de una belleza perdicle. ¡i.-¡-q"i ir". i" . i¡ . . . i , dc i , r " . rnr ig i iet l .Ldes nu r¡ene n¡dl que ver con.t

"nt i . "p i ,o l i , r*11'nr.¡ntrco rcírccrur.rr io. pero sÍ con l ¡ evidenci¡ de que i r ú i r ima faseorrcrpr l ¡ i rsnrL. , , l r l srdo sl e¡rent iEo morr¡ l del arre. especir imenre c lel. r rTe er. e i l ] lobl t tJnu de la c¡s¡ . Como algo bel la¡nenre logrado en unneorpo pasado, sigue constiruyendo su conjunto tt.no áa.naana,procedenre del mis¡¡o suelo, de la misma fecunclidad ilena de fan¡alsía. Tod¡s esras obras valiosas se en¡ienden

"darr,¡, "nt." ri..a

"dhia-¡c:t ulltr .1 ot¡J), incluso mezclad¡s. como ocurre, p3ra lraer unc',:rnpio. de la arquirecrura, en Vürzburg o .n Vo.rnr, d";J;-";;r . ¡.rlad¿ lareral puro rococó se ha adhe¡lao ,in ."ria"n.i"

"-tgunu'ouna cated¡al r ornánica.Sigue siendo verdad, desde luego, que en el fondo del coleccio-

rrs¡no de cosas a¡tiguas auténticas se halla el deseo de pon"rra arrui"_t . . Esio le rrne crr r lgr in sent ido ¿ la perezosá fascin¡ción de la le janíerrnterror, r lgo quc nu c{rr)ocíJ el aurénr ico l lebirante de rn

"rnbíanr"r(rlr lcnie Jur¿nticu. L. que sí conocía esre er¿ el d"r." q"; ',ol;;;;

l ' : r , : : l : : , r ; , , : un¿ p¡r¡e ¡nrporrr¡re de la permanencia en el peís de

i.lq JnltguedJdes. el Li(sco de estar p¡eseale en vxti is época, ;nrigues,( n pJrses tet¡nos. Ls el deseo de ¡r ¿ l.r Copeuhague górr.", qua rni."el rnagisrrado enZo s chanclos de la felic;ar¿ ¿. ¡ra!.*r; iT" ü.i"r r , r e\pecic:o¡r l ¡s muchas histor i r.,Lrcpro5 ¿.rr.,nrrs,.,r rroye o ar,.i""X,jll,?!li,&1,"..,ii#:::::.il1:ulr dr¡ .5cl lo unl-¡ora. en c l s ig lo de Ja porceJana, para no hnb¡a, va deju(¡1as. l(ol¡l¡. lSrz.rncio, Menfis. Bab¡loni¡l i l ,c,der recorrer vivo lasantiguas cailes ¡' casas, en un viaje l¡acia ar¡ás ."

"l , i .,,,;.;.";;;;;;

nrlrerte, antes del propio nacimienrol Un refiejo de esta imaeen del

2S. SLGISfION DEL VIAIE' ANTIUL.DAO' OICT{A OL LA NOVFLA )

l lTt; tl lt'iít;J"111'l:.., :.",1'* *:i'j.'::!' f ixT: ili :ilj,""-Ten cad.r iarro de vino, vive en-elsonruv

"i"*,1,-' a r 'erpl,udor lcirno

ll; fiTH:*":,.' ffi jit [ig':.:.ffi I :;' ,'l;más lleno ¡ambién de esPeltsmos cc

?k illT iñ: t*.l:'Y',jl ilt:: JH"l: i llüT:T Ii*d:1il'i-'#*lt***ili:; i:".';#'r :r ;:r :*:

h x:l:i;:x *.:l.;'''{"."".:".'¿il:rJ:il*'"":"l':l;.l:il#:lliliirii r.'* t,l*ix-¡e=¡i¡¡1qi¿q[i ix:,l:.,']ff i¡,:,:"!:'.:jis: ;;.,: rr:y rihi*Y,lt¡'lL:!r!il1rH{ff t:1t.T'J"s*ln:":;l:;:T:ldorso de r¡na tortuBa lnmorr

lil tl;il":l:.,,;'¡ ift :;ln¡;;iti r I it. : I lliinl[**i***i:rll''*":*irliddt*,'¡il*'ll:iT:""''*1*i:ru:n:J:¡:l¡;l:ii'rlj',r:':r'"d":.''"-:ilffi :',:i:ffi '"l:T:;llt;;:"'il.ltl'::':";i::i:l:1sidrdes ePcnes oculta

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I I ' fAGENES OE5¡OEiATIVA5 EN E! E5PEIO

en las profundidades de una celda y miraba a través de la ve¡tana desu arco ojival prados, bosques y viiedos de sü monasteriolr.

Las extravagancias así descritas se dan evidentemente siempre en

el montaje de despojos, no en las habitaciones de decoración del II

Imperio francés, y mucho menos del alemán' La perplejidad de Balzacno es siquiera romántica, sino que, en su afección por los escombrosres, de nueva manera, genuinamente barroco' La tienda de antigüeda-des de Balzac es una sala de exhibición del pasado y la lejanía, y así losdespojos se hacen alegóricos.

iQué significa que lo conservado entre lo desaparecido cause el

efecto de que es ahora, por primera vez, cuando of¡ece su última

belleza? Lo corroído por la acción del tiempo aparece entonces comouna apertura de la superficie, como iluminación alegre-melancólica,como espacio abieno; y así surge manierísticamente, con resonanciastodavía en Balzac, el culto de las ruinas. La transiloriedad -tanlamentada en el cuerpo y la dicha humanos- alcanzó entonces,

configurada y también abierta, un valor metafórico extraño. "Haceralarde con pálidos cadáveres" era lo que ornaba el final de las

tragedias barrocas; y no de otra manera se veneraban los escombroscomo tales¿. Todo el manierismo barroco hace objeto de reflexión lapenumbra, toda la inter¡elación que surge de la burguesía ascendentey el neo-feudalismo, dominante en el tono social, pero de potencia

precaria; de tal mane¡a que la transitoriedad, como detenida en su

derrumbamiento, constituye todavía claramente formas, es decir, que

no cae de ninguna manera en el nihil ismo. La ruioa tenía que

Inantenerse, Doco más o menos, en el término medio entre el des-

rnoroni-i.nio y una línea que lucía a su travésr una línea, por así

decirlo, irtacta en sí; este término medio suspendido y, por así de-

cirlo, mantenido en la suspensión hizo la ruina pinroresca en el

sentido barroco de Ia palabra. De otro lado, para el cristianismobarroco la ruina le había hecho unir la t¡ansitoriedad con el mundo

del día último; esta mezcla de transitoriedad y apoteosis hizo de los

escombros antiguos algo venerable, no sólo hermoso. La ruiÍ¿-Paratiempos intactos más un horror que una imagen del deseo- se

convi¡tió así en la categoría bajo la cual la antigúedad se hizo' Po¡primera vez, edificante. Y rodavía más: en los cuadros del Bartoco un.

21. H. dc R^lz^c, Lz piel d? zapa, .d.de C. Pujol sobre Ia trad. de R C¡nsinosAsscrs, Bruguere, Barcclona, 1981, pp.30-31.

22: Cí. W. B.nj;rmín, El onge;' del drama ba¡oco alemátr, irad. de J Muñoz ''Mil lanes, Taurus, Madrid. 1990. p.214.

440 441

28. SUGESfION OEL VIAIE, ANf¡GUEDAD, DICHA DE LA NOVELA..

reflejo luminoso de las muchas escenas de mártires cayó tambiénsobre los escombros de bellezas pasadas. Allí doncle representabaruinas de templos antiguos, el Renacimiento los había dejado subsistirvaliéndose de modelos abstraídos y, por así decirlo, presentables. Loscuadros y grabados, empero, de los dos siglos siguientes al Ba¡rocoutilizan la ruina para dar nueva forma barrocamente al modeloclásico de la medida y de la simetría. Los escombros se convierten ennuevos elementos de un emblema propio, decididamente no-clásico,de una alegoría de la transitoriedad sobre la que la eternidad se posa.Y así fue como los restos de la Antigüedad clásica fueron más bienembellecidos en su desmo¡onamiento por los artistas barrocos querestaurados en su integ¡idad; y ello incluso en Piranesi, cuanto másent¡e los sentimentales de la Antigüedad clásica entendida comoocaso. LasVedute di Rorz¿ de Pi¡anesi son muy precisas, quieren daruna impresión inmediata, y así fueron sentidas a comienzos del siglode Winckelmann, pero, sin embargo, también aquí los torsos, comotales, se hallan sobreacentuados en su belleza elegíaca y deseada. Ymucho más Ios pinto¡es barrocos en sentido propio, los de Ia fantasíamelancólicamente ebria, que pusieron restos de la Antigüedad clásicaincluso allí donde en el sitio no existen: las ruinas de Cartago deChifolsi (Dresde) nos ofrecen, hacia 1650, un excelente ejemplo deeste género. Arbustos, muros estallados, columnas desmoronadas ydesperdigadas hacen aquf resaltar especialmente la magnificencia dela Antigüedad clásica por medio de la transitoriedad. Si la arquitectu-ra pintada expresa de la mane¡a más informal siempre sueños deside-rativos, lo que aquí se expresa es: elegía cristiana vertida en hirnnoclásico. Y un eco del Ba¡roco fue, además, la sentimentalidad, .allídonde los hor¡ores del mundo primitivo nos rodeaban"; por eso estasentimentalidad está poblada de t¡ozos de columnas, no sólo en lastumbas, y también de ruinas artif iciales, como en el jardín del palaciode Schwetzingen. A los restos de la Antigüedad clásica se añadenahora los de los castillos medievales, muy adecuados para los espec-tros, junto a lo edificante de las antigüedades. Desde siempre, ya en laAntigüedad misma y en las Mil y tna nocbes, Ias ¡uinas e¡an tenidascomo lugar muy propio para los difuntos: por eso este escenario,sob¡e todo cuando se traspuso al propio terreno y al claror de lunagótico, se convirtió en el lugar propio para la novela de horror quecomienza con el siglo xvll l . iQué distinto aspecro tienen esras ruinasbuscadas sentimentalmente de las espantosamente ¡eales dejadas porlos ataques aéreos norteamericanos! iCuán diferente, €npero, eratambién entonces el aura que prestaban la simple transitoriedad y su

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]HACENES DESIDERATIVAS TÑ EL !5PEJO

elegít del espenro que, sin aura ninguna (a no ser la de la falta desentido), habira en los agujeros de las venranas abandonadas! ieuélejos, ernpero, se hallaba ¡a¡¡bién la catego¡ía "antigüedad, de en-Lonces, acrecentada con fascinación de las ruinas, e incluso con clavetic irs ruiDas, dc los conceptos de restau¡ación del siglo XIX! ¡Cuándisrin¡a es la devoción del torso, de) impulso

" .o-!l.to.lo! po.o

después de ser excavada la Venus de Milo en 1g20, y duranre todo elsiglo, se resrauraron ex itgenio )osbrazos que falrabán en más de cienrcconsr¡ucciones; el Barroco hubiera tenido su edificación precisa_n):,r¡e e¡ el rorso, la edificació¡ de Ia transitoriedad y de su perecibi-l ided. Pe¡o en aspec¡os importantes la visión de lai ruinas subsisretodavía hoy, fue¡a de la transfigurada facies bippocratica: así en el¡r,ztlos de la pátina y rambién en el de Ia unidad de la figur a. El patbosclc deseo de l:r párina va desde Los cristales irisantes hasta el tonodorado de.Paestum, desde las tejas trabajadas por la acción del t iempo(teja de caballere, reja de canalón) hasra el b¡once de un verde nobie;es!c p4l,os quiere el riempo pasado desde entonces, Io quiera ao*o ,aquicre el vino viejo o el crepúsculo de una vida vivida iomo se debe,L)c orra manera) nada románricamente, pero sin ingratirud tampocopor la..destrucción, honra el influjo del t iempo elparáos por la unidadcle ia figura, sobre todo en el te¡reno de la piástica griega, la Venus de\-lilo sin brazos aparece aquí como la forma

-ás esiricá, en compara_

ción co¡i la i lusoria del original completo. El despojo valioso pueáe asínosr¡ar por doquier significaciones que lo elévan sobre su estadooriginario y sobre su conexión anterior y, más aún, coridiana. y ello,cle l ir maDera más intensa, en épocas vacías; no sin razón fue sólo en eis¡gjo XIX cu¡ndo el museo rnismo, nacido de los tesoros de los prínci_pes, alcanzó su espleldor insrructivo, admoniro¡io de admiiación.r\ntigiiedcd en su roralidad: en grJn p¿ne represenra, sin duda, afioirreper ibJe, un Vrnera bajo Jas aguas del pasado. pero en la epoca deianrercancía hecha a máquina y de Ia imporencia fo¡malista de lalJi¡uhalrs, que tan o¡gullosamente relevó a la escuela deco¡ativa del sieloxti. l¿ anrigüedad es asimismo un signo urópico. Un signo urópiio_¡Jnronirorio de aquello que fue plenirud, orn",n.nro, int".nr" f"rit"ri"cn cl ¿nlbtcnle) y que no sólo fue, sino que €stá sin terminar. Inclusouna ¡lueva c¡eación real -en tanro que tal_ posee y tiene que poseeren sí anrigüedad, laborando con ella y hacia adelante como ., *id.n-tc, no copiándola. El grado de novedad de una obra la hace impo¡tan_tc, pero el grado de andgüedad la hace valiosa, y ambas derermin"cio-ucs se d¡n l¿ mano en la obra. que incorpora una herencla culrural enl-r rrr¡snr¡ nredida en que Ia lega. La máquina ha creado condjciones

rs. srJGEsrrÓN DEL vTAJE ANTIGÜEoAD olcHA oE LA NovELA '

i',:::::" 5 .,T "f .:'':'5'i:itiiffi il;{i*Jr"..i "i'ru;ü'iü i1v:i:til"':" 1 +::ili T#rixlll ?:':*'*:*i ::1;; j'¡: #;fu :nm:ru* xl':'j,;*^'t:ffi lvr;ft i*rr'1,*;#li:iiffif,,'{t".:*:#¡$$'d;xlii.:r,x:*'::,::""1i:::'r'ff ;::i:lJ;,'",11[f;:iT:iiiil"iiS'i,'iix,il#lt¿:f::i,' I

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lardines de palacios y las constt'ttcciottes de Arcadía

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"...i".ip'"t""t¿to los áoies han p'rmitid"' l:: llit]:

i jL:':x'ji,ül'i:,n",il"ll"'.",T1;f"l',lin"ifi :ilil:icarácter de los Campos Elíseos "u'

(Goethe, a Ch' v' Stein [1778] sobre el Parque lnglés en

Dessau)

:23. Geist det lJtopie,1918, (GA 16), p 22

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IMAGENÉS DESIOERATIVAS EN EL ESPCJO

No hay casa alegre que no se encuent¡e en el campo o que no quieratener vistas a é1. Este espacio abieno es parte de la casa, sobre todo elconformado según los propios deseos: el jardín. El jardín reúne yordena las flores, domestica las rocas y el agua, construye

-uro, qo"

se abren por sí solos. El jardín es parte del paseo por placer y-loincorpora,-es parre de la mujer y de Citera. No sin motivo, el jaidíná¡¿áe se hallaba situado en la cercanía inmediata del harén, un paisajede amor, sorpresa y paz. Con este fin, se encontraba animadooor iafrescura y el escondrijo, por juegos de aguas y quioscos, sin quefaltaran tampoco las curiosidades. El parque de los ialifas de Bagdadcontenía arroyuelos de estaño, un estanque lleno de mercurio, por losalrededores pendían jaulas de oro con jilgueros cegados que cantabantambién por el día, y en los árboles resonaban las arpas de Eolo. Lasparedes de los pabellones del amor esraban hor"j"das como unafiligrana de marfil, y a su través lucía el cielo verde turouesa delOriente. Se gustaba de laberintos y de juegos de espejos que aumenta-ban los placeres amorosos (los más famosos se encon;aban en losjardines de palacio de la Palermo árabe, pero también Roma habíatraído tales artes del Oriente). Y así como la hermosa se o¡naba conbroches de plara y collares, así también el jardín oriental se adornabacon trabajos en meral, flores de cristal, jade de China: un delicadoespacio de placer de Ia na¡u¡aleza misma, de Ia naturaleza comomujer. El segundo florecimiento del jardín tuvo lugar en elB atoco.Elinterés del absolutismo occidental por el despotismo oriental hizo quese echara aquí mano también de la fantxía árabe. Así, sobre todo, e¡tlos jardines de los palacios de los siglos xvrr y xutr, pese al nuevodemento de la representación, que había avanzad,o a ptimer plano.Este nuevo elemento triunfó en la segunda época de esplendor delarte de la jardinería en el Barroco, pero no triunfó nunia de modotoral. El parque barroco se convirtió en el escena¡io solemne. ffazadoBeomérricamente, de fiesras ceremoniosas, pero también de una nanr-raleza que se hacía presente por doquier. La naturaleza tenía quecomportarse como la zona marginal del palacio, mitad ser matemáti-co, mitad eclosión domesticada; la naturaleza era panorama. En estecamino se l legó a excesos bárbaros y cómicos, que respondían aldeseo ba¡roco de fo¡ma¡ emblemas de todo y cada cosa, Ádán y Evaen el tejo, san Jorge en el boj, un dragón con cola saliendo de la hiedratrepadora, escritores sobresalientes en el laurel. pero eliardín bar¡ococreó también, sin embargo, el non plas ultru de lo que ia sociedad deentonces deseaba y se imaginaba como una naruraleza s¿ns Ia barbelimoneuse, aunque sí, desde luego, con peluca larga- Todo ello era,

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28. sucEsrtóN oEL vtAJE, ANTIcüEoao, orcHA oE LA NovELA.

empero, imitación de la ópera. Además, sin embargo, era naturalezailuminada, no sólo una decoración colocada en el sentido de un noblede entonces, que decía que amaba la naturaleza; que la amaba porqueera un desconcierto tan perfecto como racional, grandes vistas, comouna mezcla de situaciones clásicas y caprichos orientales; en suma,como un conjunto de reglamentación y extravagancia. El Rococó hizodesaparecer la representación que actuaba en todo ello, alejó ademásde la naturaleza la peluca larga, pero el capricho oriental subsistióincluso bajo el manto arcádico. Como cosa nueva vinieron imágenesde deseo ma¡móreas, cuyas alegorías se habían distendido hasta elllamado galanteo: Amor y Gracias, Pan con pies de cabra que abrazanninfas, rapto orgiástico de muchachas adolescentes. Todo en formaminiada que recuerda a la porcelana y a Ia infantilidad, bajo unaenramada, junto a una fuente que discu¡re ensoñadoramente; invitan-do a la imitación, un lardín edénico de esdlo amoroso, escondido enlos boscajes. Lo que aquí salía al aire libre, como en los jardines

orientales, era el harén, aunque incrementado por un refinamientoextraordinario, sólo alcanzable desde el punto de vista católico. Y enel parque barroco puede percibirse, también sin su refinamiento, elO¡iente sentimental, allí, por lo menos, donde este mundo desidera¡i-vo se concentra una vez más, es decir, cuando se hace pintura. Através del mundo de la jardinería barroca de la Antigüedad, tal comoClaude Lorrain y el heroico Poussin representaron el paisaje meridio-nal, nos mira un Mediterráneo absolutamente oriental-clásico; nosmira en la luz áu¡ea y clara tras arbustos bril lantes, y también en lostemplos columnados y ruinas, que nos aparecen como Palmira, nocomo Roma. La zedrt¿ domina también et el jardínbarroco, échapéede uue enlo infinito, pero asimismo en el escondrijo y en la plenitud.La naturaleza aparece como una avenftra preordenada de representa-ción y placer, con un palacio encantado en el centro. Las casas, portanto. se incrementaron de la manera más deliciosa con una zollaverde que de por sí no hubiera nunca crecido así. Incluso el aparenteapartamiento de los seres artificiales, que e¡a esencialmente artístico,no ha eliminado Ios jardines de esta especie. El apartamiento respectoal jardín francés tiene lugar hacia 1750 por razón de la forma de vidaburguesa que va imponiéndose cada vez másr comienza el estiloínglés, el llamado estilo natural. Pero también la disposición inglesade los jardines cuidaba su naturalidad de modo muy cultivado, vmantenía al hombre en el paisaje, y el paisaje para el hombre. Esverdad que el parque inglés, también él mezclado a menudo en elRococó con el francés, se alejaba aparentemente del palacio, y es

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IMAGENES DESIDERATIVAS EN EL ESPE'O

vcrdad también que no debía manrener ya ninguna frontera frenre ala l ibre ¡anraleza. Se dio también preferencia a los jardines en lasnron¡aias de media altura frente a los hechos en la l lanu¡a: el Roman-ticis¡ro se anunciaba, se comenzaba a descubrir el paisaje de Heidel-berg, el lago de Zúrich, la supuesta naruraleza ajardinada, sin inter-vención hunana. Pero lo que así iba a surgir no era, una vez más, algodado, sino una naruraleza deseada, la natu¡aleza de Adison y de Pope,y, sobre todo, la de Rousseau, la de una Arcadia sentimentalizada, yde la cual el parque inglés era la introducción. El parque inglés sealejaba del palacio o de la casa sólo en ¡anto en cuanto con los pradosy con el bosque, con los sauces l lorones, con los juncos y con las urnasco¡rst¡uía un nuevo parterre) un parterre des¡inado a la edificaciónscn¡imental o a la morada romántica del mundo entero. La ideabíblica de que la naturaleza, en su esrado originario y perfector era unjardín fue sustituida por una idea pagana que iba a penetra! un sueñoelíseo. Incluso el yermo, el contrapolo, al parecer, del mundo de loshombres y de las plantas, se insertó así también en el rousseaunianis-rno) aunque dando el rodeo del Romanticismo, Como dice, a esterespecto, Friedrich Schlegel:

En este sentido arrístico-simbóljco el ia¡dín es un esrado más elevado.hccho más bello y más transfigurado; en elyermo, empero, la natura-lez¡ real es ella misma, y su senlimiento nos llena con aquellaprofunda tristezr que, a la vez, tiene algo maravillosamente sugestivo.

Lo sugestivo del ensimismamiento, más aún, del retraimiento quegoza en vida de sí mismo. Paulatinamente tuvieron allí también sulugar desiertos y mo¡tañas cubienas de hielo, ya desde las poesías deHaller sobre los Alpes. Eran poesías revestidas de inquietudes fanrás-ticas, se hallaban en los márgenes donde la naturaleza se despeña en elviejo caos, pero también allí donde, por encima de las f¡onteras habita-clas, se extiende a lo solitariamente sublime. Eljardín inglés, en tan¡oque conformación arquitectónica, no podía, desde luego, más, perosu disposición gustaba tales crepúsculos o ruptu¡as de Io acos-tumbrado, construía todavía en soledadr en apartamientoJ las cu¡iosi-dades he¡edadas del Barroco, Muy instrucivo y, por así decirlo,enciclopédico, es aquí un jardín en el tránsiro del Rococó a la disposi-ción inglesa: el más bello de todos, eljardín del palacio de Schwetzjn-gen. Junto a los lagos l lenos de juncos y urnas se prerendía reunir, enirnitaciones y fachadas, rodo lo memorable del mundo: un tear¡o enverde. Pe¡o un ¡eatro que, a su vez, sólo most¡aba estados de ánimo ydeseos. una cámara del resoro compuesta de preciosidades arrif iciales

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28. suGEsr¡óN DEI vtAlE ANrrGl

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