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1 BOLETI DE LA FRATERIDAD CISTERCIESE DE SATA MARIA DE HUERTA Nuestro boletín tiene además de su función informativa para todos los fraternos y las personas que mantienen un contacto con todos nosotros, una función, menos inmediata, pero quizás más importante: Ser testigo perenne de nuestra historia a lo largo del tiempo. Cuando uno revisa los casi setenta números que ya han visto la luz tiene la sensación de recorrer, rodeado de recuerdos, todo un camino, con sus múltiples facetas: alegrías, notas tristes, temas profundos, recuerdos sencillos, etc,… todo el recorrido de una ya larga existencia de más de 20 años. Alguna vez nos hemos planteado si merece la pena tanto esfuerzo o quizás deberíamos emplearlo en otros asuntos. ¡Creo que no! Con su mayor o menor valor es una herramienta al servicio de la Vida de la Fraternidad; ayer, hoy y mañana. Se ha celebrado a finales del pasado mes de Junio el Encuentro Internacional en Ávila. Como en ocasiones anteriores estamos preparando una Monografía especial similar a la que hicimos del encuentro en Lourdes. También para registro histórico que conserve la enorme información inmediata que tuvimos en esta ocasión gracias a las nuevas tecnología y redes sociales. En este número: “Desde Huerta” – Transmitid lo que habéis recibido - por Isidoro “Desde la Coordinación General” – Siguiendo a Santa Teresa por Enrique “Reflexiones de nuestros fraternos” – Palabras que dañan y Entre ala vida y la muerte - por Pilar. – En el claustro renacentista – por Leo – La sencillez como valor monástico por Chelo. “Otras Fraternidades” – Estrechando lazos por Guillermo. Crónicas de la FraternidadVíspera de Pentecostés -por Luis. “Encuentros21º Aniversario mártires de Tibhirinne – por Grupo Montesión “Colaboraciones” – Sueño de verano por Jairo del Agua En memoria del Hno. Jaime – por Mari Paz SEPTIEMBRE 2017 3ª Época – º67

BOLETI DE LA FRATERIDAD CISTERCIESE DE SATA MARIA … · los errores pasados o más recientes que haya podido tener la Iglesia. No nos enredemos tampoco en defensas Desde Huerta

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BOLETI� DE LA FRATER�IDAD CISTERCIE�SE

DE SA�TA MARIA DE HUERTA

Nuestro boletín tiene además de su función informativa para todos los fraternos y las personas que mantienen un contacto con todos nosotros, una función, menos inmediata, pero quizás más importante: Ser testigo perenne de nuestra historia a lo largo del tiempo.

Cuando uno revisa los casi setenta números que ya han visto la luz tiene la sensación de recorrer, rodeado de recuerdos, todo un camino, con sus múltiples facetas: alegrías, notas tristes, temas profundos, recuerdos sencillos, etc,… todo el recorrido de una ya larga existencia de más de 20 años.

Alguna vez nos hemos planteado si merece la pena tanto esfuerzo o quizás deberíamos emplearlo en otros asuntos. ¡Creo que no! Con su mayor o menor valor es una herramienta al servicio de la Vida de la Fraternidad; ayer, hoy y mañana.

Se ha celebrado a finales del pasado mes de Junio el Encuentro Internacional en Ávila. Como en ocasiones anteriores estamos preparando una Monografía especial similar a la que hicimos del encuentro en Lourdes. También para registro histórico que conserve la enorme información inmediata que tuvimos en esta ocasión gracias a las nuevas tecnología y redes sociales.

En este número: “Desde Huerta” – Transmitid lo que habéis recibido - por Isidoro “Desde la Coordinación General” – Siguiendo a Santa Teresa – por Enrique “Reflexiones de nuestros fraternos” – Palabras que dañan y Entre ala vida y la muerte - por Pilar. – En el claustro renacentista – por Leo – La sencillez como valor monástico – por Chelo. “Otras Fraternidades” – Estrechando lazos – por Guillermo. “Crónicas de la Fraternidad” – Víspera de Pentecostés -por Luis. “Encuentros” – 21º Aniversario mártires de Tibhirinne – por Grupo Montesión “Colaboraciones” – Sueño de verano – por Jairo del Agua En memoria del Hno. Jaime – por Mari Paz

SEPTIEMBRE 2017

3ª Época – �º67

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“TRANSMITID LO QUE HABEIS RECIBIDO”

por Isidoro, † Abad de Sta. Mª de Huerta

La mejor forma que tenemos de agradecer la vida que hemos recibido es transmitirla. Esa vida se nos da de múltiples formas. Es la vida biológica, pero también son los dones recibidos. El sabio que oculta su saber, retiene el flujo de la sabiduría recibida, dejando en la ignorancia a quien se pudo beneficiar de ella. Es lo que le sucede también a cualquier profesional, siendo especialmente doloroso en aquellos que hubieran podido ofrecer la salud al enfermo, la vista al que no ve, el camino saludable al que va errado o la esperanza al que carece de ella.

Jesús pidió a los cristianos que saliéramos por los caminos anunciando aquello que habíamos visto y oído. Jesús nos pidió dar a conocer lo que se nos ha dado a conocer. El que era manso y humilde de corazón no pretendía aumentar el número de sus seguidores para mostrar músculo, sino que deseaba ardientemente que todos nos beneficiáramos de su reino y de la felicidad que encierra. Es una actitud portadora de vida que mira hacia adelante con esperanza. Es una mirada de primavera –como nos dice el papa Francisco- y no de otoño, como el que está preocupado únicamente de recoger las velas y ponerlas a buen recaudo.

Los cristianos hemos de transmitir nuestra fe como el que da testimonio de algo que le hace feliz y da sentido a su existencia. Nunca como el que busca reclutar para ser un ejército más poderoso, ni como el que busca vender para sacar beneficio, ni como el que menosprecia otros caminos porque le resulta insufrible el que es diferente. Del mismo modo los que hemos recibido un carisma monástico hemos de hacer partícipes a otros de este gran don, haciendo ver su atractivo por lo atractivo que nos resulta a nosotros mismos y la vida que nos aporta.

A veces, es verdad, tienen que venir de fuera a despertarnos, quizá del lejano Oriente, de culturas milenarias o, incluso, jóvenes indignados ante la injusticia. No veamos un competidor en el que anuncia otros caminos de felicidad, sino un despertador de nuestra propia felicidad. Es lo que nos dice de forma plástica el siguiente relato:

“En Cracovia vivía hace mucho un judío pobre llamado Eisik que una noche en sueños recibió la orden de ir a Praga. Allí había un tesoro escondido bajo el puente del Rey, que él debería desenterrar y llevarse a casa. Sólo cuando el sueño se repitió otras dos veces, se puso en camino y marchó a Praga. Una vez allí, llegó fácilmente al puente del Rey, preguntando. Pero había guardia día y noche, y temió que lo apresaran si empezaba a excavar bajo el puente. ¿Qué hacer? Comenzó la búsqueda un poco alejado del puente. Cuando el jefe de guardia, que lo había visto en seguida, le preguntó que hacía, le contó el sueño. Lo primero que hizo el jefe de guardia fue reírse de él. Pero luego se puso serio y contó al judío que él había tenido un sueño parecido. Se le había dicho que en Cracovia, en la casa de un piadoso rabino llamado Eisik, detrás del horno había un tesoro escondido. No bien había oído éste su nombre, se despidió del jefe de guardia y se marchó apresuradamente a Cracovia. Llegado a casa, encontró en seguida el tesoro en su propio cuarto detrás del horno” (H.M.Enomiya-Lasalle, El zen entre cristianos, pp. 39-40, relato tomado de M. Eliade)

Sí, a veces algunos han dicho: “Conocer el budismo me ha hecho mejor cristiano”. Esto puede resultar desconcertante, pero expresa la realidad de algunas personas. Por algo el mismo concilio Vaticano II nos decía para desconcierto de algunos: “Consideren atentamente la manera de incorporar a la vida religiosa cristiana las tradiciones ascéticas y contemplativas, cuyas semillas ha esparcido Dios algunas veces en las antiguas culturas antes de la predicación del Evangelio” (Ad Gentes, 18). También los discípulos de Jesús se inquietaban frente a aquellos que hacían milagros y no eran de su grupo, por lo que tuvieron que escuchar de boca del Maestro: No os preocupéis que quien no está contra vosotros, está con vosotros (Lc 9, 49-50; Mc 9, 38-40).

Aprovechemos lo bueno que puedan tener los demás para redescubrir mejor nuestro propio tesoro y ofrezcámoslo con orgullo y sencillez para que otros se puedan beneficiar de él. No nos quedemos frenados por los errores pasados o más recientes que haya podido tener la Iglesia. No nos enredemos tampoco en defensas

Desde Huerta

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teóricas de dogmas inaceptables cuando se carece de fe. Basta con testimoniar en todo momento con nuestra propia vida que somos discípulos de Jesús.

Ofrezcamos con humildad el tesoro que se nos ha confiado. Salgamos de nuestros refugios para compartir lo que hemos recibido. No tengamos miedo, que el Espíritu nos sostiene. No tengamos complejo, que la esencia de lo que ofrecemos es de gran calidad. No callemos por miedo a expresarnos torpemente, que es el Señor, y no nosotros, quien habla al corazón, cuando nuestra boca habla de lo que habita dentro de nosotros. Lo único que nos debe preocupar es tratar de vivir lo que anunciamos, pues nadie da lo que no tiene. Esto es especialmente cierto cuando invitamos a otros a tener una experiencia del Dios vivo en el silencio del corazón. Sólo el corazón silenciado por un vacío habitado puede anunciarlo creíblemente.

SIGUIENDO A SANTA TERESA

Comentarios al VII Encuentro Internacional de la Asociación de

Comunidades Laicas Cistercienses Ávila, junio 2017

Queridos amigos: Lo que parecía que no iba a llegar, pasó y ha dejado sus huellas: tras meses de preparativos el Encuentro se ha celebrado y gracias a la labor de nuestra excelente reportera Mari Paz, todos hemos participado de alguna manera en él. No hace falta más que mirar de pasada las fotos, muchas y muy buenas, para constatar que el Encuentro Internacional fue, una vez más, un éxito: caras sonrientes, mucha atención en las reuniones de trabajo, liturgia en común y un ambiente de amor fraterno que lo superaba y lo presidía todo. Es maravilloso comprobar como desde orígenes tan dispares, vivimos un denominador común, se puede decir que estamos en el mismo barco. Tiempo habrá para releer los documentos del Encuentro, tanto el Mirad como se aman, como nuestros flamantes Estatutos; ambos fueron aprobados por unanimidad de todos los delegados, en total éramos 31 con derecho a voto. Quiere esto decir que estábamos de acuerdo en todo? Es verdad que no, pero también es verdad que todos cedimos algo para llegar a una formulación aceptable y compartida, en un intento generoso para que no hubiera vencedores ni vencidos. Fue una suerte que nadie nos cerrásemos tanto en nuestras propias ideas, como para votar en contra unos Estatutos que, si Dios quiere, van a regular la vida de nuestra Asociación en los próximos años. Cuando se llega a un Encuentro habiendo trabajado mucho los temas, como era nuestro caso, es fácil que las posturas se radicalicen, que pensemos que hay que defender a capa y espada lo que traemos preparado. También es fácil que los debates de endurezcan un poco y que nos podamos sentir algo defraudados si nos rechazan –siempre nos parece que alegremente- lo que con tanta dedicación traíamos preparado. Pero como más vale la mitad de algo que el doble de nada, tanto Leo como yo, nos alegramos con sinceridad de lo conseguido; y los nuevos estatutos están preñados de propuestas que han nacido en los trabajos de nuestra Fraternidad, ni nosotros mismos somos del todo conscientes de ello.

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Como os podéis imaginar, lo que más trabajo nos costó fue que a los Encuentros puedan asistir fraternos como oyentes en las reuniones plenarias y en los actos litúrgicos y sociales, partíamos en esto como claros perdedores y la negativa inicial de los restantes países había sido tajante. Parece que un malentendido en la presentación de las propuestas del grupo hispano parlante, sobre un tema tan nimio como quien pagaba los gastos de los asistentes, había estado a punto de echarlo todo a rodar. Pero explicando las cosas muchas veces y aceptando como recorte que finalmente fuera el Comité el que autorizara la asistencia, la posibilidad ha sido recogida en el estatuto. Otros aspectos también han sido importantes, pero no me gustaría extenderme demasiado en cuestiones más o menos legalistas, mi idea al empezar a escribir era compartir con vosotros mis vivencias personales, más que documentos o acuerdos, que están bien en el papel y que siempre podemos consultar. No quiero dejar de señalar, por si en el futuro nos sirviera de orientación, una cuestión en la que creo que deberíamos pensar, no con ánimo de crítica, pero si como propuesta para mejorar entre todos, la voy a

llamar evitar la emulación. La emulación es un fenómeno que se produce en muchos ámbitos sociales --familia, empresa, ayuntamiento,…- que consiste en que cada acto, celebración o acontecimiento tiene que superar a su antecesor. Por poner un ejemplo, cada boda tiene que ser más sonada que la precedente, cada convención más lujosa y original, cada inauguración más rimbombante. Es humano y nos dejamos arrastrar, queremos deslumbrar al visitante y eso nos lleva a multiplicar los detalles, la organización de comidas y cenas festivas y en general a una multiplicación de medios, que elevan de una manera importante el gasto, siendo esto lo más visible pero quizás no lo más importante. Me pregunto, hubiera salido peor el Encuentro con un poco más de austeridad? Seríamos capaces de sentir la alegría de estar juntos sin poner por medio un enorme chuletón y varias botellas de buen vino? Todo es de Dios, claro, pero es posible que con la mitad hubiera bastado. Seguramente también, la duración de los Encuentros está siendo excesiva y no se justifica con los trabajos a desarrollar. Quizás si el costo hubiera sido más prudente y la duración más razonable, hubieran podido asistir más Fraternidades. Es algo en lo que invito al Comité Internacional a reflexionar. En lo personal, Ávila y Santa Teresa o Santa Teresa y Ávila –que no pueden ir separadas y no se cual es la primera de las dos- fueron una sorpresa para mí. Muchas veces antes había visitado esta ciudad de nuestra recia y dura Castilla, pero nunca había descubierto su profunda identidad como me ha ocurrido ahora. La visita al Monasterio de la Encarnación, donde ella vivió treinta años, ver la ventana por la que ella veía las murallas de la ciudad al salir de su celda de priora, intuir la presencia actual de una comunidad carmelitana en toda su pujanza, fue un aldabonazo que despertó mi conciencia y me puso en las manos su libro del Castillo Interior, Las Moradas como más habitualmente lo conocemos. Su lectura, en los recovecos del encantador edificio en que nos encontrábamos y a la vista de las mismas murallas que veía Santa Teresa, llenó mis tiempos libres y siento que no fue tiempo perdido. Enfrascados como estábamos en aquel momento en la pugna por los Estatutos y viendo que nuestras propuestas eran una y otra vez tumbadas por los otros idiomas, me sirvió de bálsamo lo que entresaco de Las Moradas:

“… porque la humildad siempre labra como la abeja labra la miel en la colmena, ya que, sin eso de la humildad, todo está perdido”

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Vino después la Basílica de San Vicente, donde bajamos a la capilla de la Virgen de la Soterraña, merecida patrona de la ciudad de Ávila.Su imagen, hallada el 7 de septiembre del año 843 –se dice pronto- era muy venerada por Santa Teresa, que ante ella se hizo descalza, cuando salía por primera vez a fundar. Nuestra guía Lucía y nuestras fraternas Alicia y María José de Sevilla, que bien son naturales de Ávila o han estudiado aquí, nos recitaron una décima antigua que aún se aprende en los colegios:

“Si a la Soterraña vas ve que la Virgen te espera que por esta su escalera quien más baja sube más. Pon del silencio el compás a lo que vayas pensando. Baja y subirás volando al cielo de tu consuelo, que para subir al cielo se sube siempre bajando.”

Difícil no sentirse uno emocionado y después de cantar una salve, te quedan más bien ganas de quedarte rezando que de seguir la visita. Todo un acierto haber celebrado el Encuentro en Ávila. Podemos decir con legítimo orgullo, que en el Encuentro de Huerta de 2008 se definió el criterio fundacional de la identidad laica cisterciense, a nivel internacional, reconocida ese mismo año en el Capítulo de la Orden. Nueve años después y otra vez en España, se aprueban los primeros Estatutos de la Asociación. Gracias a los carmelitas de CITES que nos han acogido, siempre con una sonrisa en la boca, gracias a nuestro fraterno Leo por su inquebrantable adhesión en los debates y votaciones siempre compartidos, gracias al P. José Ignacio por su comprensión y apoyo, gracias al Comité Internacional por su trabajo, gracias a todos los monjes y laicos que han participado, gracias a la ciudad de Ávila y sobre todo …..

Gracias a Santa Teresa!!

Desde Monte Sión, en julio de 2017 Enrique

por Pilar Vargas

Hace un tiempo una persona me comentó que un monje se refería a mi "cariñosamente" como la "beata perfecta" porque me gustaba "dar la nota" haciendo una petición en Laudes (cosa que por cierto llevo haciendo en mi parroquia desde hace muchísimos años). Confieso que en un primer momento me dolió y no entendí que encima dijera lo de cariñosamente, porque pienso que cuando alguien tiene cariño a otro no le pone un mote con segundas intenciones entre ellas la de ridiculizar. Estaba juzgándome al decir que me gustaba dar la nota sin ni siquiera plantearse si mi intención cuando pido por quien sufre o lo necesita pudiera ser la de solicitar una oración de los que considero mis hermanos, sean monjes o feligreses de mi parroquia.

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Estoy segura que más de una persona criticará también el que me guste ponerme en el primer banco de la Iglesia, especialmente durante la Eucaristía, e incluso que pueda estar largos ratos orando de rodillas. Seguramente el que es dado a cotillear pensará que también lo hago para "dar la nota y que me vean", en lugar de pensar que mi intención sea la de distraerme menos y participar más activamente en las celebraciones, y que, mientras mis rodillas me lo permitan, considere que esa postura sea la que me acerca con más respeto e intimidad a Dios. Estas al fin y al cabo son pequeñas anécdotas que no tienen la menor importancia, pero ¡cuantas veces juzgamos a la ligera otras actitudes y acciones del prójimo!, generalmente con el fin de divertirnos un poco o de pasar un rato de conversación. En general solemos ser muy ligeros a la hora de hablar y referirnos a los demás y no nos paramos a pensar en el daño que podemos causarle, y menos mal que la mayoría de las veces no nos enteramos de lo que otros dicen de nosotros, aunque casi siempre suele haber "un alma caritativa" que acaba contándotelo... Y menos mal también que los años y el amor a los demás bien entendido va protegiendo poco a poco nuestro corazón con una "coraza" que impide que ciertas cosas penetren en él y nos dañe, aunque la verdad es que no siempre es fácil de lograr. Pasa en todos los ámbitos por desgracia. A mí sin ir más lejos me pasó hace unos años cuando desempeñaba un cargo político-administrativo, pues sin comerlo ni beberlo me vi implicada en los medios de comunicación en algo que era totalmente falso. Nunca había sabido lo que significaba ser calumniado y fue una experiencia muy dolorosa de la que aprendí que no debe uno creerse la mayoría de las cosas que se dicen en la prensa, radio y televisión. Sucede en el trabajo, donde por desgracia muchas personas son capaces de mentir con tal de medrar y pisar al compañero sin importarles si con ello acaban con la reputación de este. Pasa en las mismas familias por envidias y pasa en los ámbitos eclesiales que aún es más triste porque se supone que los cristianos anhelamos vivir como Cristo nos invita a hacerlo. Y me pregunto, ¿por qué vivimos más pendientes de lo que hacen los demás para criticarlos en lugar de vivir pensando en cómo podemos hacerlos más felices e intentar encontrar lo bueno que hay en cada uno de ellos? ¿Por qué no dedicamos más tiempo a mirar nuestro interior para descubrir qué cosas nos impiden ser mejores personas? Es curioso constatar que casi siempre que nos reunimos un puñado de amigos, compañeros o conocidos se acaba "despellejando" a alguien a lo largo de la conversación. Recuerdo una vez estando con un grupo de personas que cuando mostré mi malestar por haber participado yo misma en hablar de alguien, me contestaron al unísono que eso no era criticar porque los defectos de quién hablábamos eran notorios y no se estaba diciendo nada que fuese mentira. ¡Para chasco! pensé, pues de no ser cierto lo que se comentaba de esa persona hubiera sido un falso testimonio que aún es un pecado más grave. Y me sigo preguntando por qué es tan difícil no hablar mal de nadie ni comentar sus defectos en lugar de decir lo bueno que hay en él, y si no lo encontramos callarnos. Dios nos ha dado lengua y voz para transmitir cosas buenas. Somos instrumentos suyos y Él habla a través de nosotros. No me imagino a Jesucristo ni a su Madre comentando los defectos de los demás. Otra cosa curiosa es que en el fondo a nadie nos gustan las personas chismosas porque sabemos que quien es capaz de criticar a otros también lo hará de nosotros en cuanto nos demos la media vuelta, y sin embargo la mayoría de las veces por el qué dirán no somos capaces de cortar ciertas conversaciones cuando deberíamos haberlo hecho. En cambio, que tesoro encontramos cuando conocemos a alguien que jamás habla mal de los demás y que siempre disculpa lo malo y pondera lo bueno que hay en los otros intentando además sembrar la paz donde no la hay. Para mí el criticar y chismorrear es uno de los peores pecados en los que solemos caer la mayoría de los seres humanos porque es una falta tremenda de amor. ¿Quién no ha pensado alguna vez al hacer examen de conciencia que mejor hubiera sido en un momento determinado haberse mordido la lengua e incluso no tenerla? Y lo malo es que aunque realmente nos arrepentimos de corazón, el mal ya lo hemos hecho pues las palabras soltadas al viento son como la semilla que una vez esparcida puede germinar bien o mal dependiendo del terreno en el que cae.

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Tenemos que pedirle a Dios que cada vez que estamos tentados en hablar de alguien nos venga al pensamiento las palabras de San Pablo en su carta a los Efesios en la que dice: “Malas palabras no salgan de vuestra boca; lo que digáis sea bueno, constructivo y oportuno, así hará bien a los que lo oyen”.

por Pilar Vargas

Muchas veces me había preguntado qué sentiría una persona cuando se encuentra a las puertas de la muerte, qué palabras brotarían de sus labios o qué pensamientos ocuparían su mente en esos momentos. Hace años tuve un accidente. Un hombre se saltó a gran velocidad un semáforo en rojo en una avenida mientras nuestro automóvil la estaba atravesando. En esos momentos en los que vi como el otro se abalanzaba hacia nosotros las únicas palabras que me dio tiempo a decir fueron "¡Dios mío nos va a matar!". Inmediatamente después del impacto, mi pensamiento y mi única preocupación era comprobar que los otros

ocupantes del coche estaban bien. Gracias a Dios todo el golpe se lo llevó el centro de la parte lateral del coche y esto hizo que girase sobre su propio eje con lo que todo se quedó en magulladuras y un enorme susto. El pasado tres de agosto fue distinto. Ahora sí que puedo decir que tengo dos fechas de nacimiento pues ese día estuvimos a punto de morir mi marido y yo debido a un envenenamiento de monóxido de carbono producido por una mala combustión en una nevera de gas butano que teníamos en el campo. Dicen que morir así es una muerte "dulce" porque no te enteras. Hasta que perdí el conocimiento me sentí muy mal pero no era consciente que me podía morir ya que no sabía que es lo que me estaba ocurriendo. Después llegó la negrura. No sé cuántas horas estuve así. Solo recuerdo una gran oscuridad. Debió ser ese tiempo en que aún el alma no ha salido del cuerpo y por tanto no llegué a ver esa luz al final del túnel que muchas personas dicen haber visto en experiencias similares cercanas a la muerte. Cuando milagrosamente me salvaron, -porque fue un verdadero milagro de Dios por una serie de circunstancias que no vienen al caso contar ahora-, y recuperé la consciencia, no me acordaba que había pasado en esas horas anteriores que había estado así. No me había dado tiempo ni siquiera a decir "Dios mío" Era como si no hubiese transcurrido el tiempo, no había sueños ni recuerdos. Mientras me trasladaban en el helicóptero (pues estábamos muy lejos de la ciudad) sí que pude ya dar gracias al Señor por su infinita Bondad, por haber permitido que siguiéramos con vida, por habernos dado unos hijos maravillosos que no se separaron de nosotros, por tantas cosas y personas que me había regalado a lo largo de mi vida. Me dio tiempo a ofrecer en el hospital ese pequeño sufrimiento por aquellos que sufren en sus casas y en los hospitales enfermedades terribles, y encima muchos de ellos en soledad, sin tener el apoyo de nadie que les acompañe y les quiera. En fin, entonces sí pude hablar ya con el Señor y comprender que si aún no había querido llevarme junto a Él sería porque aún era necesaria aquí. Esta experiencia, aunque traumática, me ha hecho reflexionar mucho en primer lugar sobre el hecho de que nuestras vidas están únicamente en manos de Dios. "Ni uno de ellos (pajarillos) caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados" (Mt 10,29-30) nos dice Jesucristo. Ya sé que esto lo sabemos todos pero creo que no somos verdaderamente conscientes de ello hasta que no nos sucede algo así. Cuando aparece una enfermedad grave o cuando llegamos a la ancianidad pensamos que se va aproximando el final pero aun así seguimos aferrándonos a la vida sin querer aceptar que entre esta y la muerte solo hay una delgadísima línea divisoria que está en las manos de Dios. Muchas veces me pregunto por qué la mayoría de los seres humanos, en el fondo por mucho que lo neguemos con los labios, tenemos miedo a la muerte. Si realmente los cristianos tenemos fe y creemos en las palabras de Jesús ¿no deberíamos estar deseando encontrarnos con el Padre? Queremos huir del sufrimiento y deseamos morir antes que sufrir pero aun así sentimos miedo a lo desconocido, a ese más allá que por mucho que se haya escrito sobre él nadie ha vuelto para decirnos realmente cómo es.

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No estamos educados desde niños en la cultura de la muerte bien entendida. Muere alguien y desde ese momento hay personas, incluso familiares, que no quieren, o no pueden ver el cuerpo del difunto y hasta les da miedo quedarse a solas con el cadáver. Vivimos a un ritmo desenfrenado la vida y aun cuando nos paramos a orar no nos gusta meditar sobre la muerte. La mayoría de la gente se aferra a las cosas, al dinero, a la diversión, al poder y cierra los ojos a lo único que sabemos todos que tarde o temprano ocurrirá: la muerte de la que nadie podemos escapar. Buscamos muchas veces la felicidad en cosas efímeras en lugar de vivir preparándonos para la auténtica Vida. Creo que si la gente fuese realmente consciente de que todo pasa y que morimos sin nada que podamos llevarnos al otro mundo salvo el amor que hayamos dado y recibido, no se viviría como se vive, haciendo daño al prójimo, atesorando riquezas y viviendo egoístamente. Claro que para eso también hay que creer profundamente que la vida no termina aquí sino que nos espera otra que ya aquí nos estamos labrando. Después de lo sucedido pienso aún todavía más en quienes viven alejados de Dios por el pecado e incluso en aquellos bautizados que viven "fríamente" su vida cristiana y pido con más insistencia que antes en la oración por ellos. En una muerte como la que he tenido yo tan cerca no da tiempo a arrepentirse de nada, aunque tal vez entre esa "negrura" y la luz del "final del túnel" pueda dar tiempo, porque Dios es infinitamente misericordioso y no nos abandona. "Velad y orad porque no sabéis el día ni la hora" (Mt 25,13) nos dice Jesucristo. Hay que estar preparados como esas vírgenes prudentes que esperaban al esposo con las lámparas encendidas porque nunca sabemos cuando el Señor nos va a llamar a juicio, y éste será con misericordia para quien ha sido misericordioso.

por Leonardo Muñoz

Han terminado Completas y la docena de personas que estamos en la hospedería salimos de la capilla. Algunas dan en voz baja las buenas noches y se van, otras se quedan hablando un rato. Decido dar un paseo por el Claustro Renacentista. Abro la vieja puerta de madera y una vez dentro la cierro con cuidado para evitar que dé un portazo. Es una noche de principio de la primavera, hace frío pero no es muy intenso. La luna en forma de cuernos de toro brilla sobre el tejado de la panda de enfrente de la puerta, poco a poco voy distinguiendo las estrellas que parpadean en un cielo completamente despejado. Me siento en un banco de madera y miro la bóveda celeste. Recuerdo la distinción que el filósofo Kant hacía entre lo bello y lo sublime. Cuando vemos un jardín florido o escuchamos un armoniosa canción sentimos una satisfacción especial que es lo que produce la belleza al ser percibida por nosotros, pero hay experiencias mucho más intensas en las que la fruición de lo bello se une a un difuso temor ante lo inmensamente grande y poderoso, es la vivencia de lo sublime.

Me levanto y paseo alrededor del claustro, la oscuridad y el silencio en el monasterio es total. No hay más luz que la que viene de los astros. Siento esa sensación de insignificancia y finitud que tantos millones de personas han vivido al levantar su mirada durante la noche. Escribió Blaise Pascal: “Cuando considero la pequeña duración de mi vida, absorbida en la eternidad que la precede y la sigue..., el pequeño espacio que ocupa, y cuando me veo abismado en la inmensidad infinita de los espacios que ignoro, y que tú ignoras, me espanto y me asombro de verme aquí.... ¿Quién me ha colocado? ¿Por encargo de quién, este lugar y este tiempo me han sido destinados?”. El asombro de Pascal ante su finitud y contingencia le conduce a la afirmación de Dios. Contrario es el caso del ateo Sartre que ante la misma vivencia experimentará la sensación de ser irrelevante de tener una existencia sin sentido, absurda. Vivirá la naúsea, el vómito, el asco de existir, el sentirse que está en tierra de nadie, arrojado a una existencia vacía y

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rodeado de seres que como él podrían no haber existido nunca. La soledad cósmica despierta en el filósofo francés un sentimiento de angustia y de desdén. Completo una vuelta por las cuatro pandas del claustro y me siento de nuevo en el viejo y sólido banco de madera en el que por las tardes he visto muchas veces algún monje ensimismado contemplando el vuelo de los pájaros o las formas algodonosas de las nubes. Como llevo ya un rato en la oscuridad cada vez las cosas se me van mostrando menos difusas, pero sin perder ese halo de misterio con que la noche envuelve todo. Frente a la trágica vivencia de Sartre me viene a la mente la del maestro espiritual San Juan de la Cruz. Para el místico carmelita la soledad cósmica evoca una ausencia y la esperanza de poder llegar a un encuentro con Aquel que todo lo trasciende y que a todo fundamenta. La noche sosegada en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora. En el Cosmos suena una música no asequible a los sentidos externos, lo es a los oídos del espíritu. La soledad que tanto asusta al hombre moderno es el único camino para poder escuchar la música espiritual que nos rodea. Salgo del claustro cerrando la puerta con cuidado. Mientras camino hacia mi habitación recuerdo al hermano Nicolás de Montesión mostrándome orgulloso el jardín que cuida y diciendo con su fuerte acento francés: “Dios nos habla en la Biblia y en la Naturaleza”.

por Chelo Solís

En nuestra andadura como Laicos cistercienses queremos llevar a cabo un estilo de conducta basado en la sencillez y sobriedad de vida. Sabemos que la sencillez es una cualidad espiritual del que desea orientar su vida hacia Dios y que nuestros Padres del Cister buscaron esta virtud sinceramente, apasionadamente, constituyendo en ella su estilo de vida monástica retornando a la pureza de la Regla de San Benito. En este curso, hemos dedicado un tiempo al estudio de este valor monástico. Aquí va mi aportación recogiendo las enseñanzas de algunos de nuestros formadores. Deseamos hacer vida la espiritualidad que queremos abrazar comprendiendo que esta aptitud no es una meta sino una tarea, así nos lo explicaba el P.Severino en una de las charlas de formación que dio hace unos años. En este tema nos comentaba que todo está basado en la sencillez evangélica, en tener una mente evangelizada, ojos sencillos para ver y un corazón purificado y unificado que palpita con esta frase “Dios es mi Padre y me ama” Una verdad muy simple que contiene todo el Evangelio. Una oración que puede cambiar una vida.

El P.Severino nos decía aún más: “Cuando hablamos de simplicidad, no queremos decir “ingenuidad” La simplicidad es una actitud muy consciente, muy profunda, muy madura, pero con la madurez sencilla de Dios. La simplicidad se opone a la superficialidad humana y a la inconsciencia, a la complicación y a la intriga, al orgullo y a la soberbia. Hay gente, decía Juan XXIII, que tiene la extraña “virtud” de complicar las cosas más simples. A mí el Señor me ha dado la gracia de simplificar las cosas más complicadas” También nos habla de San Bernardo recordando cómo exhortaba a sus monjes citando salmos como el de Is

21,12 “Si buscáis ¡buscad!” “Buscadle con sencillez de corazón” (Sab 1,1)… El indeciso no sigue rumbo fijo. No

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encontrará jamás al que vosotros buscáis, los que por algún tiempo creen pero en el momento de la prueba desertan. Él es la Eternidad y ésta no se consigue sin una búsqueda perseverante. ¡Ay del pecador que va por dos caminos! Nadie puede estar al servicio de dos amos. Aquella integridad, perfección y plenitud no acepta semejante doblez. Solamente se deja encontrar de quien le busca con un corazón perfecto… ¿Qué merecerá el que obra con engaño? Nos pone una nota de Guillermo de Saint-Thierry que da a la sencillez el apelativo de “Santa Simplicitas” Para él esta Santa Simplicidad es: “Una voluntad dueña de sí misma (obra siempre del mismo modo) Una voluntad siempre convertida a Dios, orientada a Dios, es la humildad verdadera” (Carta de Oro n.27) El P.Severino en su clase de formación terminaba animándonos a pensar un poco cómo encarnar en nuestro quehacer diario esta nota esencial del carisma cisterciense ya que forma parte de nuestro propósito la vivencia de la espiritualidad cisterciense. Termina recomendándonos no complicar las cosas buscando una sencillez de vida, teniendo en cuenta cuatro puntos a reflexionar: -Que sea fruto de la gracia del Señor. Cada uno debe escuchar en su interior y discernir qué le pide el Señor en este campo. Orarlo, consultarlo y que decida libremente con gozo de corazón que es fruto y condición de la sencillez. -Algunos lo podrán hacer sin otro compromiso que su generosidad. Otros tendrán que discernir en diálogo confiado con las personas implicadas en su decisión. -La comunidad de hermanos debe recibir con sencillez las decisiones que cada uno haya tomado para vivir en la práctica lo que el Señor le pide. Es decir: RESPETO absoluto a las decisiones personales. La comunidad de hermanos está para ayudar a caminar en este nuevo sendero de vida. -No se trata solamente de comenzar un estilo de vida sencillo, hay que extender la sencillez a la misma vida espiritual: oración, lectio, servicio etc… Por otro lado y para las dimensiones externas de la sencillez como valor monástico he querido fijarme en algunos puntos que me parecen significativos y aplicables tanto a la vida de monjes como de laicos y que el Abad Isidoro nos ha ido compartiendo en las charlas a su comunidad: TACITURNIDAD (RB 6-01) SENCILLEZ EN LA PALABRA, LA COMUNICACIÓN, EL SILENCIO… Actitud silenciosa El uso de la palabra y el valor de su ausencia. La palabra oportuna es un tesoro y enjendra alegría. Hay tiempo para callar y tiempo para hablar (por ese orden) (Libro del Eclesiastés) Qohelet 3, 7 La persona que no para de hablar resulta agotadora. LA PALABRA ES UN MEDIO PARA ABRIRNOS AL OTRO, UNA PUERTA POR LA QUE SALE NUESTRA INTIMIDAD Y DEJAMOS ENTRAR LA DEL OTRO. Nunca debe ser una apisonadora sino que está en función del beneficio personal y de relación. Como la palabra es un vehículo de relación, necesita espacios de silencio. Es como en la oración que si no lo hacemos (el silencio) todo nuestro entendimiento, todo nuestro corazón queda envuelto en el ajetreo de las palabras, sentimientos e inquietudes que nos impiden acoger la palabra de Aquel que sólo se le oye en el susurro de la brisa. “Y ¿cómo sabemos si ejecutamos la taciturnidad adecuadamente? Muy sencillo, basta con preguntarnos aquello que nos recordaba D. Bernardo Olivera”: ¿He escuchado antes de hablar? ¿Sé lo que quiero decir? ¿Es con él/ella con quién tengo que hablar? ¿Es el momento y el lugar adecuado? ¿Me comunico, informo, me lamento o murmuro? El abad nos recuerda también la tradición de Los Padres del Desierto: “Habla lo necesario en un tono conveniente y apropiado”… (Evagrio) “Los hay que aparentemente callan y su corazón está condenando a los demás; los tales de hecho, hablan sin cesar”…(abba Poimén) Nos dice al abad Isidoro que a todo esto habría que añadir la dimensión de Respeto, creando un ambiente en la comunidad, algo que ellos por vivir solos no tenían necesidad de recordar “Quien no muestra respeto al hermano cuando se dirige a él, hace que su palabra quede vacía antes de abrir la boca”

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No hablamos del silencio sin más, San Benito prefiere hablar de TACITURNIDAD que tiene un sentido más positivo, más en la línea del buen uso de la palabra que del mutismo . LA TACITURNIDAD no es silencio, es hablar con moderación y discreción. Así mismo nos recuerda la Carta de Santiago para tener en cuenta el peligro que tiene la palabra: “Quien no cae en falta al hablar, ese es varón perfecto, capaz de controlar todo el cuerpo. A los caballos les metemos el freno en la boca para que nos obedezcan, y poder así dirigir todo su cuerpo. Lo mismo pasa con los barcos: por muy grandes que sean y por muy recio que sea el viento que los impulsa, un pequeño timón basta para que sean gobernados a voluntad del piloto. Pues lo mismo pasa con la lengua: es un miembro pequeño, pero capaz de grandes cosas…” LA ROPA Y EL CALZADO DE LOS HERMANOS (RB 55-01) LA SENCILLEZ EN EL VESTIR San Benito nos invita a vivir en la simplicidad y uno de los medios mejores es precisamente el no estar preocupados por lo que vestimos. (Parecería que en esto habría un abismo entre monjes y laicos pero yo creo que también podemos aprender mucho de los conceptos más básicos a la hora de tomar conciencia de nuestras necesidades en el vestir) En el camino del desprendimiento y la sobriedad de vida me debo preguntar ¿Qué es lo que necesito realmente? La necesidad de vestido y calzado no debe ocultar la belleza interior de lo que cada uno somos realmente. Las extravagancias no harían más que enmascararnos si nos vemos feos. El concepto de fealdad es muy cultural hay que tenerlo en cuenta. Aceptando las diversas formas de ser, educación recibida o percepción cultural, todos debemos trabajar en esa libertad interior que pasa por la libertad ante las apariencias con las que tratamos de embellecer nuestra imagen en cualquier aspecto de la vida y no sólo en el vestido. Acojamos con SENCILLEZ lo que se nos da sin rechazarlo enseguida. Nuestra belleza interior embellecerá todo atuendo externo a los ojos de los demás, mientras que si carecemos de esa belleza interior pronto se marchitará la máscara que nos pongamos. (En realidad los monjes no vestían muy diferente del resto de la gente, salvo en la cogulla…Eran otros tiempos. Pero nosotros ¿cómo vivir la sencillez sin entrar en el consumo?) (Los laicos vivimos en sociedad, hacemos deporte, vamos al trabajo, salimos de fiesta o acudimos a ellas, estamos en casa…en cada sitio usamos una forma de vestir y de calzar…) Procuremos que sea todo ello sencillo, práctico, sano (calor, frio) estético, armónico. Tampoco se trata de confundir la libertad con la dejadez. Dignidad y limpieza. No desaliño. Observar el conjunto. Libertad, ser libre de la moda, ejercer la libertad. Nos dice el abad Isidoro: “La libertad de espíritu no se alcanza meditando o leyendo sobre la libertad, sino tomando distancia de las cosas hasta sentirse libre frente a ellas, especialmente tener libertad frente a esas cosas con las que adornamos nuestra imagen” Es todo un reto ser libre ante los cánones de belleza cultural: “hoy en día sabemos cuál es el prototipo de lo bonito y aceptable: la juventud y ciertos cánones de belleza” Aceptar las diversas formas de ser, educación recibida o percepción cultural, todos debemos trabajar por alcanzar esa libertad interior ante las apariencias en el vestido. LOS ARTESANOS DEL MONASTERIO (RB 57-03) EL MERCADO (NO CAER EN EL VICIO DE LA AVARICIA O DE LA CODICIA) La compra de las cosas. La economía. Cómo ganarse la vida. Acumular. La avaricia, uno de los vicios de los 7 pecados capitales. Poner nuestra seguridad e importancia desmesurada en ella. El “por si acaso”

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Instituciones de Casiano :“Con mil apariencias justas y razonables se imagina ya un deber de reservarse y procurarse dinero” “El único remedio contra la avaricia es no comenzar el camino, esto es, vivir el despojo abrazando la pobreza sin apropiarse de nada” “La primera inquietud va generando otras muchas en cadena que esclavizan más y más al que dejó de cultivar su espíritu” Lo espiritual no debe dejar de lado lo material sino que lo debe iluminar.

La economía personal y las necesidades vitales no se pueden dejar arrastrar por el capitalismo ni por otros condicionantes culturales del que no podemos aprovecharnos ni sucumbir. La discreción, para no caer en una sutil soberbia o capa espiritual. La falsa humildad al dar valor a las cosas es sutil soberbia. “Cada monasterio debe adaptarse a la realidad del país en el que vive y del momento en el que se encuentra comunitaria y socialmente, evitando siempre la codicia o apego al dinero que se olvida de las personas” (Sería bueno aplicar esto a mi familia, a mi casa desde la sencillez de vida) MODO DE ADMITIR A LOS HERMANOS (RB 58-09) RENUNCIA/ACOGIDA/COMPROMISO En el monje existe una expresión externa del compromiso que adquiere con el estado monástico en el día de su Profesión: despojarse de sus vestidos y ponerse los del monasterio. Esta expresión plástica la reserva San Benito para el final del rito como signo de empezar a vivir lo que se ha prometido y como acto de renuncia a todos sus bienes . (En los laicos, La Firma de la Carta de Confraternidad que nos une al monasterio es el único signo externo que practicamos ese día, al cabo de unos dos años. También el abrazo y la acogida por parte del Abad de esa manifestación por escrito y leída que seguro que ninguno de nosotros olvidaremos como un momento muy especial. Dice así:

Como miembro de la Fraternidad Cisterciense de Santa Mª de Huerta deseo entablar un lazo espiritual con el monasterio de Santa María de Huerta, participando de sus bienes espirituales y asociándome a sus necesidades y proyectos espirituales y materiales.

“Manifiesto mi empeño en vivir la dimensión monástica que todo hombre lleva en su interior y los valores esenciales del carisma cisterciense según mi propia condición: el deseo y la búsqueda de Dios, la pureza y la unidad de corazón , la vida de oración que me permita la “escucha” de Dios en la meditación de su palabra dejándome conformar con Cristo, la sencillez y la sobriedad de vida, la humildad, el espíritu de obediencia, …También expreso mi deseo de cultivar en mi propia vida el espíritu “contemplativo” que brota de un corazón unificado y pacificado, es decir, saber contemplar todo y a todos desde Dios, no para apartarme del mundo sino para comprender al mundo y unirme a todos estando unificado y unido a Dios.”

Nuestro abad nos recuerda: bien es verdad que la renuncia y la ascesis en la sociedad del bienestar en la que vivimos es difícil de practicar ya que se nos dice “no te prives de nada de lo que deseas” Este es un reto que aceptamos como seguidores de Jesús que nos reiteró: “Cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes , no puede ser discípulo mío(Lc 14, 33) y también ”Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame (Lc 9, 23). Es quizá porque no comprendemos ni aceptamos esta realidad por lo que no crecemos espiritualmente y por lo que hay tantos fracasos después de profesar (dice el abad a sus monjes y nos dice también de soslayo a nosotros) “Vivir obsesionado por proteger la propia vida es no vivir, sino estar sometido a las cadenas de esa obsesión.” (Seguridad es lo que nos mueve más en nuestra vida de Laicos por el mundo ¡Seamos capaces de luchar por renunciar a esta atadura en nombre de la sencillez y sobriedad de vida!) Y el abad nos anima: Renunciemos a “Salirnos con la nuestra” en nuestras relaciones, en nuestros cargos, en los pensamientos que nos aturden, en el comer, en el vestir…Un camino que sólo se puede vivir amando y cultivando un espíritu contemplativo desde Dios, si se ama lo que se busca, al Señor. Cultivar el espíritu de servicio con armonía y alegría recordando que todo lo hemos recibido prestado para ayudar a otros. (Con sencillez)

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(Semana Santa en Santa María de Huerta)

por Guillermo Oroz, Coordinador Fraternidad de La Oliva

Siempre es una buena idea dejarse caer por nuestro monasterio hermano de Santa María de Huerta, allá por tierras sorianas; así que cuando recibí la invitación de Mari Paz, nuestra amiga y hermana de la Fraternidad de aquel monasterio, no me lo pensé dos veces, embalamos cuatro cosas en un par de mochilas y pusimos rumbo a los austeros secarrales en los que se enclavan las viejas piedras de la antigua abadía.

Conmigo venían los míos. Y las fechas no podían ser más propicias: el Jueves Santo ya estábamos allí y hasta el lunes de Pascua no tomaríamos el camino de vuelta.

Fueron días de oración, memorial, pasión y gozo.

Días acunados en la sobria liturgia cisterciense, celebrada de manera exquisita por nuestros hermanos monjes de Huerta.

Días curtidos en silencios hondos y horizontes de fe infinitos.

Y días, también, de vida fraterna. Estar en el monasterio de Huerta ha sido como estar en casa. Ese no sé qué invisible, cercano, tierno, que nos toca por dentro como algo íntimo. No sé de dónde procede esa atmósfera, por llamarla de algún modo, que nos acuna como el fuego de una chimenea o como un pan caliente, recién horneado.

Por allí andaban también algunos hermanos de la Fraternidad de Huerta: Isi, Pilar, Conchita y Ramón, con los que compartimos los breves encuentros que los oficios ofrecían y las galerías laberínticas de la hospedería.

Compartimos, también, palabras y abrazos y sentimientos, además de oración y silencios, con algunos hermanos monjes. Aquí y allí, en la tienda, en la entrada, por el claustro, al azar de un desplazamiento, "de mi corazón a mis asuntos" como decía el poeta. Citaré sólo al P. José Ignacio, que muchos conocemos, por ser el encargado de la Fraternidad de Huerta, y al P. Isidoro, abad del lugar.

El domingo de Resurrección lo celebramos como se merecía: tras la eucaristía, nos fuimos a compartir una comida fraterna, nosotros, los de aquí, con Mari Paz y su familia. No sólo con Jesús, su marido, que es hospitalidad pura y bondad a flor de piel, sino que tuvimos la fortuna de que anduvieran también en Huerta uno de sus hijos, Jesús, y su esposa, Teresa; y, con ellos, sus tres retoños: Miguel, Pablo y David.

Fortuna he dicho, pero mejor sería hablar del buen hacer de las monjas que viven junto al monasterio y que celebran todos los años un Triduo Pascual, orientado a las familias, para que los padres y madres puedan participar de las ceremonias junto a los hijos, de manera adecuada para todos, grandes y niños. Un gran aplauso por la iniciativa y, a juzgar por lo visto, lo vivido y lo escuchado, un diez de nota, para esta Pascua de las familias, que no

quería dejar de mencionar y que adornó nuestra visita de jolgorio y alegría limpias e infantiles.

Así que la comida fue lo que tenía que ser: comunión; un compartir no sólo viandas, sino vivencias, confidencias y deseos, proyectos y consejos. Y al final, uno de esos adioses que uno siempre espera que sean un simple hasta pronto.

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Aprovechamos también la estancia para ir concretando la visita de Mari Paz que tenemos programada en el calendario de nuestra Fraternidad para diciembre, en torno a su precioso y sencillo libro recién publicado. Al amparo de nuestro año, dedicado a las voces femeninas del Císter, en diciembre nos reuniremos todos, esta vez en La Oliva, para comentar y compartir, para escuchar, para orar, para cimentar y ahondar raíces comunes de un mismo carisma.

Y con ser todo ello suficiente para justificar cualquier inevitable inconveniente del viaje, no quería dejar pasar sin resaltar lo que supuso, para mí, una rúbrica preciosa, emocionante y definitiva.

El lunes de Pascua, antes de cargar de nuevo el coche para volver a Burlada, decidimos celebrar una última vez la eucaristía con nuestros hermanos: con los monjes, que allí estaban, y con los pocos laicos que no habían tenido que partir ya hacia sus lugares de origen.

Y en el tiempo de las peticiones, la voz del lector nos azota de repente y de manera impensada, con una oración: "por las Fraternidades de laicos de Huerta y de La Oliva, para que sigan adentrándose sin desfallecer en su camino de oración, de amor y de vida fraterna". Y cito de oídas y de memoria, aunque el corazón aún se pone en pie con la emoción.

Pues ésa era la idea. Más allá de lo que podría ser una visita privada, era también y además, un compartir entre hermanos de dos Fraternidades, un tender puentes entre unos y otros, eso tan fácil (porque los puentes ya están tendidos, sólo hay que cruzarlos), pero que a veces complicamos tanto.

Así que, desde aquí quiero agradecer públicamente, primero a la Comunidad de monjes de Huerta, su acogida y, con ellos, a la Fraternidad de laicos, en los hermanos que allí estaban presentes, por su cercanía y amabilidad. Mil gracias de corazón.

Y, naturalmente, a ti, Mari Paz, y a Jesús, tu marido, que sois dos libros abiertos de ese Camino Común de fe, de amor y de espiritualidad, por el que todos transitamos.

Un abrazo inmenso y hasta pronto. Nos vemos en diciembre, en La Oliva...

por Luis, “Cronista Oficial de Fraternum”

“VÍSPERA DE PENTECOSTÉS”

CRÓNICA DEL ENCUENTRO DEL 3-6-2017

Después del largo invierno soriano cuando en la ribera del Jalón empiezan a florecer las flores tardías del lugar, en el primer sábado de Junio, el día 3, tuvo lugar en nuestro querido monasterio de Santa Mª de Huerta, el encuentro trimestral de la Fraternidad al que acudimos 25 fraternos. La inseguridad del tiempo, que no

ayudaba a los desplazamientos, y otras circunstancias varias que concurrieron, fue el motivo por el que la asistencia fue inferior que en otras ocasiones, concretamente la menor de todo el año, pero eso no fue impedimento para que las actividades previstas se desarrollaran con normalidad y con la misma alegría y dedicación de siempre. Hay que tener presente y comprender que no es fácil el viaje para muchos, bien por la lejanía, por el transporte, o por motivos familiares siempre comprensibles.

El rezo de la oración implorando la ayuda al Espíritu Santo fue el inicio de la jornada. Seguidamente el Abad Isidoro tomó la palabra para comentar someramente las

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novedades más significativas habidas en la Comunidad monástica, resaltando la profesión de Daniel, el postulantado de Carlos, y la realización del Curso de acompañamiento de Paco Rivera en Madrid y Salamanca, y como no decirlo, la epidemia de lesionados habidos entre los monjes. A continuación planteo el tema de debate para la tarde por los “grupos” pequeños y que quiso centrar en la sinceridad de cada uno en nuestras respectivas vidas, concretamente la cuestión fue planteada de la siguiente forma “cómo vivimos la sinceridad y honestidad en nuestras vidas; ayudas y dificultades”. Terminada la intervención del Abad, tomo la palabra Enrique, Coordinador General, invitando a cada Grupo a informar sobre las ausencias habidas, para continuar informando de los preparativos para el Encuentro Internacional de Ávila que se celebrara en días próximos. Resaltó que la asistencia de delegados pueden rondar la cifra de 90, repartidos en 15 Fraternidades de habla inglesa, 14 de lengua francesa y 5 de lengua española, siendo la inauguración, como de todos es sabido el día 17 del presente mes con la misa que celebrará el Obispo del lugar a las 11,45; que si bien en principio solamente está prevista la asistencia de delegados, hay una propuesta para que puedan estar presentes en determinados actos, fraternos que no sean delegados, valorándose esta posibilidad con un criterio amplio. Finalizó su intervención detallando las circunstancias y cometidos de los voluntarios que estarán presentes ayudando en las labores específicas del Encuentro. Siguió una breve intervención de Polo, para dar cuenta de cómo van las labores en lo que ha dado en llamarse “fraternidad virtual”; señaló que sigue trabajando en esta línea con el grupo “sky”, reuniéndose una vez al mes. A continuación tomó la palabra el P .José Ignacio, que empezó diciendo que quería compartir con todos los presentes una reflexión sobre el día de hoy, víspera de Pentecostés, que ha venido pensando durante todos estos días que preceden a esta Fiesta, y que esta tarde remataremos con la Lectio en este lugar en presencia y compañía del Cirio Pascual. Señaló que en la “Secuencia del Espíritu Santo” aparecen cuatro verbos que son una especia de “mantra” en el devenir de nuestras vidas, cuatro verbos y un remate referidos al Espíritu Santo, y que son : VEN, ENTRAR, MIRAR, ACTUAR. Ven, tiene un sabor de adviento. Entrar, es introducirse en dos acepciones, llegar a influir en el ánimo de una persona, y apoderarse de mi anima y mi ánimo, en definitiva entrar hasta el fondo. Mirar, centrado en dos posturas, nuestro vacío y el poder de la malignidad en nosotros. Actuar, no figura como tal, pero hay que sobrentenderlo, para ejercer la actividad que le es propia. Y el remate final es para señalar algunas propiedades; eres AGUA para regar; UNGÚENTO para sanar; Fuego para calentar; PALOMA para domar nuestro espíritu; LUZ para guiarnos; y AMOR para darnos todo. Terminada su reflexión sobre Pentecostés y el Espíritu Santo, se centró en los temas de formación propiamente dicho previstos para esta etapa. Pidió en primer lugar, que si algo no estaba lo suficientemente claro sobre el tema del ”don de la vida”, era el momento de plantear las dudas que hubiera. En este sentido hubo intervenciones de Polo y Teresa, formulando José Ignacio las aclaraciones oportunas. Y continuó su exposición. El tema de hoy fue: ¿Islas, archipiélagos o continentes? (Convivencia en la comunidad eclesial). Puso como punto de partida, el apartado 7 de los Estatutos de la Fraternidad:”Para que una comunidad se conforme al modo de ser y sentir a Cristo, no solo necesita que todos sus miembros estén entregados a su propio proceso de conversión, sino que la fraternidad misma, sea capaz de discernir junta cual es la especial y particular presencia de Cristo que debe transmitir en cada situación concreta. La visión contemplativa del mundo reclama ser particularmente sensibles ante el sufrimiento humano y la injusticia de las estructuras que lo condicionan”. Señaló, que eso es tanto como decir que hay que convivir en comunidad, formo parte de una familia, formo parte de un grupo social y formo parte de la Iglesia. La comunión eclesial en el Señor es vivir la presencia de Cristo, pero ¿es posible vivir la experiencia como creyentes siendo isla?. El referente nos viene dado por el primer párrafo del tema: No somos “islas”, decía Tomas Mertón ¿pero somos continentes? ¿La vida en la Iglesia es inseparable de la vida en comunidad? Con la maestría habitual el P. José Ignacio continuó su exposición, puntualizando distintos aspectos del tema entregado, y proponiendo el trabajo para el verano. La jornada matinal terminó con la celebración de la Eucaristía. Siguió la comida en la hospedería en el ambiente alegre y distendido de siempre, momento en que los fraternos aprovechan para intercambiar noticias y novedades de cada uno.

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Tras el rezo de “nona” se reunieron los diversos “grupos” y seguidamente se celebró la puesta en común bajo la presidencia del Abad. De las intervenciones de los representantes de cada grupo, señalaremos algunas de las conclusiones manifestadas: lo mismo que sucede con la corrección fraterna debería haber en la fraternidad para vivir la sinceridad, a veces no se es sincero para evitar conflictos; mostrarse tal como somos cuesta muchísimo; la sinceridad no se lleva; como nos molesta una crítica contra la Iglesia porque eso puede crear un conflicto; ser sinceros con nosotros mismos cuesta mucho; a veces nos planteamos ¿he sido honesto con los demás?; mezclar sinceridad con ética y honestidad es conflictivo; nos callamos, a veces, para no tener problemas; nos puede ayudar la vida interior; la sinceridad puede llevar al conflicto en la vida laboral; la sinceridad va unida al lenguaje, la honestidad con la forma de ser o estar (comportamiento); la honestidad va unida a la coherencia; la mala educación lleva a la falta de sinceridad… La puesta en común terminó con una breve aclaración del Abad: Lo que habéis expuesto sobre la sinceridad y honestidad es un auténtico reto para todos; en la comunidad hay más facilidad para la corrección fraterna, pero lo mismo ocurre en el matrimonio o en otros ámbitos. Lo importante es la forma ¿por qué estamos aquí?, si nos queremos no importa nada, pero hasta qué punto nos lo creemos. Como había anunciado el P. José Ignacio la Lectio comunitaria, que tuvo lugar a continuación, se celebró en la misma sala de las reuniones presididos y alumbrados por el Cirio Pascual, en un auténtico acto simbólico profundamente espiritual, rumiando las palabras de la salutación al Espíritu Santo, en la víspera de la Fiesta de Pentecostés. Para terminar mi sencilla crónica quiero traer unas palabras que escribió el franciscano Fr. Anesio Pinaga con ocasión del VIII centenario de la fundación del monasterio (del que yo fui humilde cronista para un periódico de Soria) por lo que tienen de bella alabanza a nuestra casa madre:” Tan recogido, tan estrecho, tan sepultado está este Monasterio entre cuatro elevados montes, que por todas partes, no solo lo cierran, más lo oprimen, que sólo es visto de las estrellas”. Para nosotros es, sin lugar a dudas, una estrella más. A la vuelta del verano miraremos nuevamente a las estrellas en el firmamento hortense.

21º A�IVERSARIO DE LA MUERTE DE LOS MO�JES DE TIBHIRI�E GRUPO MONTESIÓN

Coincidiendo la fecha de 21º Aniversario de la muerte de los monjes de Tibhirine con la reunión mensual del grupo Montesión celebramos una oración juntos en recuerdo de nuestros hermanos monjes en el jardín del monasterio de Montesión, junto a la imagen de María y al coro de pájaros que revoloteaban en una mañana primaveral.

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En esta ocasión se unieron a nosotros fraternos del grupo Betania (Conchi, Ramón, Nica y Félix) que estaban pasando unos días en el monasterio; y Lourdes del grupo El Encuentro. Y también tres personas que son cercanas al monasterio de Montesión y al de Huerta (Mercedes, Marta y Ángel).

Las siete velas en semicírculo simbolizan a los siete hermanos que fueron asesinados. Todas son diferentes en el formato, como cada persona es diferente y única en sí

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El cuadro con las figuras de los monjes y los nombres junto a la vela y el corazón rojo simbolizan la comunidad. Ellos dejaron el testimonio de un recorrido comunitario, difícil, duro… discerniendo si quedarse o marchar, compartiendo sus dificultades y recorriendo juntos el camino del discernimiento para llegar a la comprensión comunitaria de que debían permanecer junto a sus vecinos musulmanes. Eso les llevó a entregar su vida individual y comunitariamente. Fuimos leyendo uno a uno el texto del Testamento del P. Christian que, en la celebración de este año, después de tantos atentados que están causando muertes y mucho sufrimiento y el peligro de que el dolor haga perder el justo equilibrio en la comprensión de lo que sucede, como pasó en el tiempo de las muertes de los hermanos monjes… Hay que volver una y otra vez a la lectura sosegada del Testamento, con el espíritu de la oración de Jesús y de la comunidad de Tibhirine. Por lo que incluimos el texto: Cuando un A-Dios se vislumbra... Si me sucediera un día --y ese día podría ser hoy-- ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento a todos los extranjeros que viven en Argelia, yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país. Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida no podría permanecer ajeno a esta partida brutal. Que recen por mí. ¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda? Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas y abandonadas en la indiferencia del anonimato. Mi vida no tiene más valor que otra vida. Tampoco tiene menos. En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia. He vivido bastante como para saberme cómplice del mal que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo, inclusive del que podría golpearme ciegamente. Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez que me permita pedir el perdón de Dios y el de mis hermanos los hombres, y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido. Yo no podría desear una muerte semejante. Me parece importante proclamarlo. En efecto, no veo cómo podría alegrarme que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato. Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la "gracia del martirio" debérsela a un argelino, quienquiera que sea, sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.

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Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente. Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo. Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas. Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma. Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido, encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia, precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes. Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista: "¡qué diga ahora lo que piensa de esto!" Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad. Entonces podré, si Dios así lo quiere, hundir mi mirada en la del Padre para contemplar con El a Sus hijos del Islam tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo, frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias. Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente para este GOZO, contra y a pesar de todo. En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida, yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí, junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos, ¡el céntuplo concedido, como fue prometido! Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías. Sí, para ti también quiero este GRACIAS, y este "A-DIOS" en cuyo rostro te contemplo. Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío. ¡AMEN! IN SHALLAH! Argel, 1 de diciembre de 1993 Tibhirine, 1 de enero de 1994 Christian.+ Tras la lectura compartida del Testamento compartimos lo que cada uno sabe o ha experimentado. La película “De dioses y hombres” ha sido un medio para difundir ampliamente el testimonio de aquella comunidad y hacerlo cercano a muchos miles de personas.

Pilar Izquierdo no pudo asistir a la reunión en Montesión pero nos envió por correo electrónico su aportación: “Del libro “Martirio y Consagración” del abad Bernardo Olivera, Ed. Publicaciones Claretianas):

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“Los siete mártires de Atlas (Tibhirine) son fruto maduro de la Iglesia local y del pueblo argelino: decidieron permanecer a fin de seguir viviendo desde ella y para ellos hasta el fin. Desearon ser Iglesia en Argelia para el pueblo argelino. (Abad Bernardo Olivera). “Si nos ocurriera algo –no lo deseo- queremos vivirlo aquí en solidaridad con todos estos argelinos a quienes les ha costada ya la vida, nada más que solidarios con todos estos desconocidos inocentes... Me parece que Aquel que nos ayuda hoy a resistir es el que nos ha llamado. Esto me deja profundamente maravillado”. (Carta de abril de 1994 del Hno. Michel de Tibhirine)” Pilar nos cuenta también su experiencia personal en su estancia en el Monasterio de N.S. de Atlas (Midelt, Marruecos): “Estuve en Midelt con varias personas más en el año 2013, invitados por nuestro hno. monje José Luis de Huerta. Visitamos a gente del lugar, que nos recibió con una hospitalidad de la que nos gustaría compartir como cristianos; una gente humilde y amable que te ofrecía todo lo que tenía. Respetan enormemente a los monjes y mantienen una relación totalmente cordial sin importar la religión que profese cada uno. Lo mismo sucede con los monjes: el respeto hacia los musulmanes es total, de forma que conviven con los trabajadores del Monasterio sin ningún problema. Creo que los monjes, con su testimonio de vida humilde y silenciosa, son un Signo de Dios, sin enseñar nada, sin imponer”.

Monasterio de Atlas Hno. José Luis Hno. Jean Pierre, monje de Tibhirine

Finalizamos agradeciendo la vida de la comunidad de Tibhirine y rezando todos juntos el Padrenuestro. Las fotos de la oración en Montesión las hizo Chelo y las palabras escritas, Mari Paz. --------- A continuación incluimos algunos textos que pueden ayudar a ahondar en el conocimiento del testimonio de los monjes de Tibhirine, así como datos bibliográficos de algunas publicaciones: Escritos de Christian de Chergé del libro “LA ESPERANZA INVENCIBLE” (Editorial LUMEN) de las págs. 56 y 59. “Cristianos y musulmanes tenemos la necesidad urgente de entrar en la misericordia mutua. Un “principio común” que nos viene de Dios y nos invita. Es la riqueza de la misericordia que se manifiesta cuando entramos modestamente en la necesidad de lo que la fe del otro nos dice, y todavía mejor, de lo que él vive. Este éxodo hacia el otro no nos puede alejar de la Tierra Prometida, si es cierto que nuestros caminos convergen cuando una misma sed nos lleva a las mismas fuentes. ¿Podemos saciarnos mutuamente? Juzgamos por el gusto del agua. La verdadera agua viva es aquella que nadie puede hacer surgir, ni contener. El mundo sería menos desértico si reconociéramos una vocación común: multiplicar a lo largo del camino las fuentes de la misericordia. ¿Y cómo dudar de esta vocación común si dejamos que el Todo Misericordioso nos convoque a todos juntos a una misma mesa, la de los pecadores? “Oh, ustedes, buena gente del Libro, Vengan a un principio común, Que nos una y cree lazos entre nosotros” (Corán 3, 64) El tesoro de Dios es un Pan que se saborea solamente con la multitud. ------------------------------- “EL SOPLO DEL DON – Diario del hno. Christophe de Tibhirine” (Editorial Montecarmelo, Biblioteca Cisterciense) “La esperanza es paciencia en la mirada, benevolencia y clarividencia. Ver las cosas más grandes y hasta el cielo abriéndose en lo íntimo de los corazones puros: alegría de los sencillos”. (Hno. Christophe de Tibhirine, Diario, 15.01.1995) -------------------------------- En Facebook: grupo AMIGOS DE LOS MONJES DE TIBHIRINE en donde se comparten exclusivamente noticias, testimonios, fotos, libros, etc. relacionados con los monjes.

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COLABORACIONES Sueño de verano

Soñé que nuestra santa Iglesia era una inmensa y preciosa parcela. Sobre ella muchísimas personas y grupos se afanaban por encontrar el agua que mana hasta la vida eterna. Unos medían, otros proyectaban, otros estudiaban, otros dirigían, algunos excavaban. Había quienes teorizaban y discutían hasta la extenuación sobre la naturaleza del agua que deberían encontrar o sobre la tierra a perforar. Todos iban y venían, se agitaban, discutían, competían por el lugar exacto del manantial verdadero.

Pero todos pasaban sed, todos estaban insatisfechos. Algunos, más avanzados y pudientes, se habían procurado unas enormes máquinas. Con ellas -decían- seremos más eficientes y alcanzaremos el agua sin tardar. De pronto se oyó un silencio imponente. Y una voz suave se expandió como un perfume: <<Buscáis, os esforzáis, pero no encontráis porque habéis desorientado la búsqueda. "El reino de los cielos está dentro de vosotros" (Lc 17,21). Es dentro de vosotros donde mana el agua. ¿No lo recordáis? "El agua que yo le daré será, dentro de él, manantial que salta hasta la vida eterna" (Jn 4,14). ¿No tenéis oídos para oír o no hablé claro? Si cada uno venciese su miedo a la oscuridad interior y aguijase su manantial, no pasaríais sed. Si cada uno se atreviera a dejarse brotar, os empaparíais unos a otros, os refrescaríais, os fortaleceríais. Los católicos de hoy juzgáis mucho pero os abrazáis poco, os comunicáis poco y os mostráis aún menos. Sin embargo, la luz se os ha dado para ponerla sobre el candelero y el agua para regeneraros mutuamente>>.

Me desperté y me inundó aquella frase: "Una sola cosa es necesaria" (Lc 10,42). Esa frase me llevó al "contemplad y dad a los otros lo contemplado" de mi formación dominicana. Comprendí que el "activismo" y el "intelectualismo" no son la solución. Comprendí que las soluciones están dentro. Que hay que buscar dentro, profundizar, brotar y después entregar el tesoro que cada uno lleva en su pozo. Entonces todos se inundarán.

Desde entonces no he logrado olvidar ni el sueño ni el despertar.

Jairo del Agua http://blogs.periodistadigital.com/jairodelagua.php

¡TE ECHO DE ME�OS, HERMA�O MO�JE!

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En memoria del Hno. Jaime, monje de Huerta

(+ 7 septiembre 2016)

Querido Hno. Jaime, mi primer hermano

monje:

¿Qué tal estás donde siempre quisiste estar?

Al fin tu vida y la de Dios se hicieron una.

Como la línea asíntota, aquella que utilizaste

para explicarme a Dios desde la Geometría:

línea recta, que se prolonga indefinidamente,

acercándose a una línea curva hasta que se

funden en una.

Fuiste y seguirás siendo por siempre mi

primer hermano monje, pequeña ventana por

la dejaste que me asomara a la Comunidad.

Tu sencillez, cercanía, empatía, acogida, tu

alegría y sufrimientos, tan humanos, tan

cercanos; el ser tantas veces incomprendido,

tu amor a tus hermanos y tus “ganas de

Dios” calaban en quienes nos acercábamos

al monasterio. Y, ahora, no me corto en

reconocer que… ¡te echo mucho de menos!

Es humano de menos aunque sé que ahora

estás donde todos iremos y nos

encontraremos pero, mientras, echo de

menos tu gesto más personal, pastoral, monacal que representa tu esencia: el abrazo.

Aquí seguimos encontrándonos tus muchos amigos y amigas, fundiéndonos en un abrazo al tiempo que

decimos: “Como los de nuestro Hno. Jaime”. Abrazos de cogulla y corazón sincero. Evangelio, Teología

y Acogida monástica fundidos y adornados con tu amplia sonrisa. Sí, te echo de menos…

Domingo de Ramos – 2016

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Amigos

… y tus dos queridas familias

Pensaba escribir más, Hno. monje, tu vida fue inmensa y nos supiste

compartir; pero las fotos expresan lo suficiente, así que me despido

como tú lo hacías y lo harías desde esta pequeña carta: “¡Sed felices, no os olvidéis de ser felices!

Mari Paz López Santos