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SOCIALISTA JUVENTUD U. de Concepción ¡Uh! ¡Ah! ¡Chávez no se va! Hasta la victoria comandante Democracia de los Partido Políticos, ¿es eso lo que queremos en Chile? (L. Tapia) ¿Gasto o Inversión? Un paradigma Polí- tico (A. Smith)

Boletin 3

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Boletin 3 de la juventud socilista Udec

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SOCIALISTA JUVENTUD

U. de Concepción

¡Uh! ¡Ah!

¡Chávez no se va!

Hasta la victoria

comandante

Democracia de los Partido Políticos, ¿es eso lo que queremos en Chile? (L. Tapia)

¿Gasto o Inversión? Un paradigma Polí-tico (A. Smith)

Democracia de los partidos políticos;

¿Es eso lo que queremos en Chile?

Enviado y redactado por Leonardo Tapia Ovalle

Es indudable que no puede existir democracia sin partidos políticos, gremios, sindicatos o movimientos sociales bien organizados, etc., lla-mémoslo como sea – al fin y al cabo todos realizan el ejercicio de la política –, lo medular aquí es la necesidad de que existan grupos orga-nizados con respectivos intereses o ideales, los cuales puedan canalizar las demandas sociales, proponer proyectos, programas y también la definición de sus representantes.

En Chile post dictadura, se generó la lógica de democracia partidaria, es decir quienes han ejercido la democracia han sido los partidos polí-ticos y no la ciudadanía, es a partir de esto donde surge el descontento social hacia la clase política en nuestro país; el cual alcanzó su má-xima efervescencia durante el actual gobierno de Sebastián Piñera.

Además la molestia social también tiene otra arista, la cual radica en la imposibilidad constitucional de generar cambios de relevancia en nuestro sistema político y económico –sistema impuesto en dictadura –, esto se reflejó durante los gobiernos concertacionistas en los cuales ya sea por cansancio, conflictos de intereses o exceso de pragmatismo se administró y profundizo el sistema neoliberal; formando así un sub-sistema “socio-liberal”.

La crítica no va dirigida hacia el lento proceso de “transición” a la efectiva democracia, como entes políticos entendemos lo dificultoso que es gobernar amarrado a un régimen político sustentado en un sistema electoral binominal. La cuestión es que si se puede sacrificar la velocidad de las reivindicaciones o cambios sociales con el objeto de concebir una estabilidad política y económica, lo que muchos no toleramos es que lo anterior haya significado aceptar el neoliberalismo, cuando por otro lado se pregonaban principios como: democracia, equidad y justi-cia social.

A grandes rasgos podemos afirmar que el descontento ciudadano al sistema político y a sus personajes se debe en parte a la “democracia de los partidos políticos”, y por otra a la administración del sistema neoliberal. Es por esto que es fácil encontrar ciudadanos sin interés en lo político y en el juego republicano, sin sensibilidad a las decisiones políticas, lo cual se ve reflejado por ejemplo, en la baja participación de las elecciones municipales del 2012. Por otro lado la participación en organizaciones comunitarias también es baja, lo cual se puede ver refleja-do en la funcionalidad efectiva de las juntas de vecinos, centro de madres, centro de apoderados, entre otros y también aunque a la izquier-da le cueste aceptarlo, el bajo nivel de sindicalización y la poca representatividad de sus dirigentes.

Hoy en día los partidos prácticamente solo motivan a sus militantes, y el apoyo social que pueden tener ciertos políticos está basado en su individualidad como sujeto, más que en otra cosa.

¿Entonces que hacer frente a este dilema? … ¡Mayor participación ciudadana!

Esto no quiere decir que todo el poder esté en manos de la ciudadanía, no quiere decir que solo manden las masas sociales que tengan mayor organización y fuerza para imponer sus intereses, ya que esto en ciertas circunstancias puede ir en desmedro de las minorías, y como sabemos, la democracia idealmente debe ser el sistema en donde se ejerzan las voluntades de las mayorías pero respetando y tomando en cuenta a las minorías. Tampoco es la idea reducir significativamente el rol de los representantes, no se puede obviar la deliberación, pues esto se traduciría en un desmembramiento de la democracia y se daría paso al levantamiento de caudillos y/o populistas que generarían inestabilidad político – económica e incluso polarización social.

La cuestión en la actualidad es que existe una diferencia abismal entre los representantes y la ciudadanía, y es ahí donde se debe atacar, se debe necesariamente generar un equilibrio.

¿Entonces la respuesta a esta exacerbada democracia representativa es, la democracia directa, participativa o deliberativa?

Detengámonos un poco… la ciudadanía hoy exige participación en las definiciones programáticas, pero más relevante es su interés por las prioridades que debiesen tener los gobiernos, también exigen una efectiva fiscalización; pasar de la mera denuncia a una concreta y justa toma de decisiones por parte de las instituciones del estado.

Ahora sobre la “democracia directa” esto considera la participación directa de toda la comunidad en todos los temas de la nación. Se debe tener en cuenta que para dicho efecto se debe tener un basto conocimiento de las problemáticas o intereses que desean abordar, lo cual supone un profundo conocimiento en las distintas temáticas, dejando incapacitado al ciudadano común a contribuir de manera consciente y participar con propiedad de las cuestiones de interés colectivo.

En cuanto a la “democracia deliberativa” tampoco es la solución, ya que ésta en esencia se basa en la discusión y no en la toma de decisio-nes, por lo tanto deliberar no basta para decidir.

En consecuencia la respuesta está en la “democracia participativa”, es decir que la ciudadanía a través de conductos regulares tenga la fa-cultad de opinar e incidir efectivamente en las políticas comunales, regionales y de estado. Se deben fomentar y crear –en donde no exista – espacios de participación social, en la cual de manera tolerante y deliberativa los ciudadanos discutan temáticas contingentes y de interés, teniendo claro que las mayorías deben imponerse sin ir en desmedro significativo de las minorías.

Para finalizar los partidos políticos no pueden pretender recuperar el respaldo, credibilidad y ojalá respeto social, sin generar una “mística” fundada en sus ideales y principios y sin perder jamás la ética y la responsabilidad en el ejercicio de la política.

¿Gasto o Inversión?, un paradigma político.

Enviado y redactado por Andrés Smith En el contexto actual, pensar un tanto diferente en política parece ser para algunos ciertamente muy complejo, y no es que sus proyectos, fines o ideales sean muy parecidos, pero en la práctica terminan siendo bastante similares.

El ejemplo más claro y rotundo de este hecho tan particular es el intenso trabajo en las calles que se realiza en las épocas eleccionarias; es muy común ver cuadrillas y cuadrillas de jóvenes recorriendo las calles llevando casi de una forma mesiánica el estandarte del mártir de turno. Pareciera que con un conjuro cientos se levantan de la tierra y retoman el amor al ciudadano dejando las poblaciones plagadas de papeles que muy comúnmente nadie lee. Y esto pasa sin distinción ni color, sea socialista, udiota o comunista, todos leyeron el mismo libro de mecánica.

Y aquí es cuando debemos preguntarnos ¿habrá alguna falencia en el método?,¿cuándo es que el espíritu que insta al ciudadano a votar, pasa de ser el votar por el menos malo a votar por el mejor?

La clave está en el paradigma gasto-inversión; para entenderlo de forma cabal tomaremos una pequeña historia bifurcada en dos realidades, la historia de dos amigos que llamaremos, Pepe y Paul.

Pepe y Paul eran dos buenos amigos, ambos deseaban con mucho fervor comprar un auto de lujo y ambos iniciaron proyectos para poder conseguir este objetivo. Por su parte Pepe ideó un pequeño negocio, con una rentabilidad un tanto baja pero con altas proyecciones y por otro lado Paul, un personaje un tanto atarantado, puso en venta su casa y todos los muebles que tenía.

Paul, en muy poco tiempo, consiguió una buena cantidad de dinero, definitivamente no lo suficiente para comprar este precioso automóvil que ambos deseaban, pero si para comprar el más barato del mercado. Pepe por su parte, tras años de esfuerzo y trabajo, logro crear una empresa potente y con las décadas la rentabilidad era tan alta que no solo compró el auto de lujo, sino, además, le compro el auto de lujo a Paul pudiendo perpetuar un buen nivel de vida.

En este ejemplo burdo podemos ver las diferencias entre gasto e inversión, y homologo a como sucede en política, hoy pareciera que todos fuéramos “Paul’s” poniendo en venta, una vez cada dos o cuatro años el candidato que representa nuestros objetivos y olvidándonos muy comúnmente de la inversión de capital humano que un proyecto auténticamente ciudadano demanda.

Hoy debemos cambiar el modelo, no es difícil creer, por ejemplo, en cuadrillas de jóvenes llevando el mensaje de revolución socialista a ca-da vecino y vecina de nuestro país, ¿porque no pensar en invertir todo el dinero gastado, en papeles que auspician a tantos personajes, en mostrar la verdad única de la injusticia social que rodea a nuestros compatriotas?

Nuestras juventud y nuestro partido ha fallado en la conexión con el medio y es nuestro trabajo reanimarla y dejar de hacer la política un trago de amargura para nuestro país que se deben tomar a la fuerza, debemos construir candidatos en base a la inversión humana, en base al trabajo y a la conexión con los pobladores y no desde un estrado, repensemos la política.

UH! AH! CHAVEZ NO SE VA!

Escrito por Nestor Kohan, publicado en “La rosa Blindada”

Tristeza y dolor. De allí partimos. ¿Por qué disimular los sentimientos y disfrazarlos con refinamientos artificiales que se cocinan en su propia tinta y, en última instancia, no dicen absolutamente nada? Sí, tristeza y dolor ante la muerte de un compañero y un luchador que se jugó la vida más de una vez por los humildes, por los de abajo y que se animó a enfrentar a la potencia más agresiva y feroz de todo el planeta. Pero también todo nuestro reconocimiento, nuestro respeto, nuestro emocionado homenaje.

Al leer diversas notas y artículos, escritos sobre la muerte reciente de Hugo Chávez, percibo en la intelectualidad de izquierda, crítica o pro-gresista, cierta actitud vergonzante. Le rinden respeto, pero “con cuidado” y sin salirse, claro, de los buenos modales.

Como si al rendir el homenaje que se merece este enorme luchador fallecido tuvieran que hacer reverencias y justificarse ante los críticos de Chávez, la socialdemocracia (abiertamente proimperialista), el autonomismo (sí, pero no, quizás, tal vez, aunque un poquito, no obstante, sin embargo) o diversas variantes de la izquierda eurocéntrica (que añorando un esquema simplificado de la revolución bolchevique desconoce cualquier novedad en la historia —sobre todo si sucede en el Tercer Mundo— y en la práctica cotidiana termina siendo más tímida y suave que la Madre Teresa de Calcuta).

Ninguna vergüenza compañeros, no hay que pedir perdón, compañeras. No tengan miedo, no se cuiden tanto. Hugo Chávez se merece el homenaje y el reconocimiento sincero y abierto de los pueblos en lucha de todo el continente. Sin medias tintas. Sin calculitos mediocres, pusilánimes y timoratos. Chávez se la jugó, arriesgó el pellejo, estuvo a punto de morir en un golpe de Estado y no se arrodilló ni tuvo miedo ante el enemigo.

Su valentía no sólo fue física y personal. También fue teórica y política. Cuando nadie daba dos pesos por la bandera roja, se animó a patear el tablero de la agenda progresista y volvió a poner en discusión nada menos que… el socialismo. Los compañeros zapatistas, que jugaron un gran papel en los ’90 cuestionando el neoliberalismo y por eso ganaron merecido reconocimiento y admiración en todo el mundo progre-sista, nunca llegaron a plantear el socialismo. Ni el del siglo XXI ni ningún otro. El socialismo estaba directamente fuera de agenda. Tampoco se hablaba de imperialismo. Ni siquiera de revolución. De nada de eso se podía hablar. Ni siquiera se mencionaban esos conceptos o esas categorías anticapitalistas. Eran palabras prohibidas. La inquisición del pensamiento elegante y políticamente correcto las había enterrado.

Hugo Chávez, dio un paso más. Retomó las justas rebeldías que gritaban “Otro mundo es posible” y cuestionaban el neoliberalismo pero les dio varias vueltas de tuerca. Ese otro mundo posible no puede ser otro que… el socialismo. Lo gritó en las narices del imperio, en la frente de la derecha y en la nuca del mundo progresista. Si te gusta, bien, y sino, también. Dio vuelta a una página de la historia. Ya nada fue como hasta entonces.

“¿Cómo? ¿El socialismo?” Sí, el socialismo. Ese mismo que todas las derechas del mundo y muchas “izquierdas” creían enterrado bajo los ladrillos apolillados de esa pared que, carcomida por dentro, se cayó en 1989, allá lejos, en algunos barrios de Alemania donde se bebe tan-ta cerveza.

“¿De dónde salió este loco trasnochado? ¿Qué texto clásico habrá leído Chávez en alguna librería de usados o en alguna biblioteca de vieji-tos para comenzar a reclamarle a todo el mundo que no se olviden del socialismo?” El “clásico” que había leído Hugo Chávez para reinstalar al socialismo en la agenda de los movimientos sociales y los pueblos rebeldes del nuevo siglo era… Simón Bolívar. Otro “loco al frente de un ejército de negros” como llamaban despectivamente al Libertador los diplomáticos norteamericanos y sus agentes de inteligencia a inicios del siglo XIX.

A despecho de tantos “inspectores de revoluciones ajenas” (como solía ironizar Rodolfo Puiggrós frente a quienes nunca organizaron ni encabe-zaron ninguna lucha histórica importante pero viven levantado el dedito para insultar a los demás), Hugo Chávez no sólo reinstaló el debate por el socialismo como horizonte político y cultural para los pueblos de Nuestra América. No sólo dialogó durante años con su pueblo sobre historia, enseñando en cada programa de Aló presidente sobre las guerras de independencia del siglo XIX, defendiendo la identidad cultural de Nuestra América. Por si esa tarea pedagógica de masas no alcanzara, también comenzó a reivindicar públicamente autores malditos y endemoniados como Ernesto Che Guevara, Vladimir I. Lenin, León Trotsky o Rosa Luxemburg. Tuve la oportunidad y el honor de escucharlo en persona, más de una vez, referirse a estos herejes de la revolución mundial diciendo, con esa sonrisa tan irónica y tierna al mismo tiempo: “Queridos herma-nos ¡Éste es el camino! La creación de hombres y mujeres nuevas, como proponía el Che Guevara. La única salida es internacional. No puede haber soluciones en países aislados ni socialismo en un solo país. La solución es el socialismo y es a nivel internacional”. No me lo contó nadie. No lo leí. Lo ví y lo escuché directamente, enarbolando y defendiendo las ideas de esos herejes. Siempre sus discursos incluían frases como esta: “Estuve leyendo este libro….” Y ahí comenzaba una auténtica pedagogía popular, crítica, masiva. Porque Hugo Chávez supo emplear la TV y otros medios masivos para concientizar, para incentivar el estudio, para abrir grandes deba-tes, en los cuales nunca se cansaba de recomendar libros de historia, libros marxistas, libros de la teoría de la dependencia. Era un lector voraz, a pesar de tantas actividades (Miguel Rep, compañero y amigo, le dio en persona un libro que hicimos juntos sobre Antonio Gramsci, yo tam-bién se lo regalé, Chávez se sacó varias fotos ante la prensa con ese libro sobre la mesa. Un honor).

Este gran pedagogo popular, con un gesto diplomático que también tenía mucho de ironía, se animó a regalarle al presidente de Estados Uni-dos Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Era una manera muy sutil de tratarlo de bruto y al mismo tiempo de mostrarle que los pueblos de Nuestra América debemos superar de una buena vez ese complejo (típicamente colonial) de inferioridad que nos han inocu-lado las burguesías lúmpenes, socias menores y cómplices del imperialismo.

Siguiendo las enseñanzas del Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, Chávez promovió de manera obsesiva una serie interminable de ini-ciativas institucionales integradoras a nivel regional (desde el ALBA hasta Telesur; desde Petrocaribe hasta el Banco del Sur; desde la UNASUR hasta la CELAC, etc.) pero al mismo tiempo apoyó a la insurgencia y a la guerrilla comunista, principalmente de las FARC-EP de Colombia. Esa es la verdad. A veces lo dijo en público, otras veces no. Incluso cuando tomó decisiones equivocadas (como en el caso de Joaquín Pérez Bece-rra, que en su oportunidad criticamos públicamente), nunca rompió sus relaciones con la insurgencia. Esa misma insurgencia comunista que gran parte del progresismo y de la intelectualidad crítica no se anima ni siquiera a mencionar. Mientras tanto le brindó su mano generosa y fra-terna a la revolución cubana y a su gran amigo Fidel Castro, a quien quería como un padre. En un movimiento sumamente complejo, trató de unificar o al menos de aglutinar a nivel continental las iniciativas institucionales con las insurgentes y comunistas, las de arriba con las de abajo, las estatales con las sociales en el abanico multicolor de un gran frente continental antiimperialista por el socialismo.

Faltándole el respeto a los esquemas, pero no a la revolución, Hugo Chávez, sumamente iconoclasta, no tuvo miedo de conjugar a Marx con Bolívar ni al Che Guevara con Jesús. Como Simón Bolívar en el siglo XIX, quien sintetizaba a Tupac Amaru con Rousseau, su mejor discípulo en nuestra época se animó a desempolvar el pensamiento político más radical para volverlo actual y políticamente operante. No en la comodi-dad de una cátedra, sino en la vida. Y lo hizo enfrentando a los peores y más prepotentes genocidas del planeta, de quienes se rió en su cara más de una vez (todos recordamos cuando en una tribuna diplomática internacional dijo, con una sonrisa irónica inconfundible en los labios: “esta tribuna huele a azufre, acá estuvo el diablo, acá estuvo el presidente de los Estados Unidos”. ¡Se reía en la cara del presidente más pode-roso del planeta! Lo disfrutaba como un niño desobediente. Tanto como cuando expulsó sin contemplaciones al embajador yanqui de Venezuela o cuando desafió al insolente rey franquista de España. ¿Cuántos se animaron a hacer algo aunque sea similar en nuestra época? No exageramos. Fue tan original y tan antiimperialista como su principal maestro e inspirador, Simón Bolívar. Pero entre ambos existe una gran diferencia histórica y política que marca cuánto hemos avanzado en esta búsqueda de la tierra prometida y de la liberación de Nuestra América. Mientras Bolívar murió solo y aislado, triste y desolado, incomprendido e incluso repudiado, Chávez muere rodeado, amado y llorado por todos los pueblos de Nuestra América. Bolívar no aró en el mar. Hugo Chávez supo retomar su estrella de fuego.

¿Después de su muerte? ¿El abismo y el desierto? De ninguna manera. La continuidad de una extensa lucha por el socialismo y la segunda y definitiva independencia de Nuestra América. Muerto Chávez, habrá otros Chávez como hubo nuevos Che Guevara. Las nuevas generaciones se inspirarán en su rebeldía para seguir combatiendo contra los molinos de viento del capital.

El odio del imperialismo y de las burguesías, el amor de los pueblos rebeldes. Eso ha sido, eso es y eso será Chávez. ¡Hasta la victoria siempre comandante!