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S oledad Cuaresma 2012

Boletín Cuaresma 2012 (primera parte)

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Primera parte del Boletín que la Ilustre Hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de los Dolores de la ciudad de Almería ha editado con motivo de la Cuaresma de 2012

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BOLETÍN OFICIAL DE LAILUSTRE HERMANDAD DEL

SANTÍSIMO SACRAMENTO YNUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

CLXXV Aniversario del traslado de la Hermandad al convento de Las Claras.XXV Aniversario del hermanamiento con la Hermandad de las

Angustias de Almería.

Almería, Cuaresma 2012N.º XXIV

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EditorialSuele decirse que en las catedrales se honra a Cristo como a rey; en las

parroquias, como a hombre; y en los conventos, como a Dios.El próximo Viernes Santo los cofrades de la Hermandad de la Soledad

podrán honrar a Cristo de estas tres formas. Primero, con los Santos Oficios del Jueves y Viernes Santo en nuestra parroquia de Santiago Apóstol. Después, con la visita que, participando en la procesión, rendiremos a tres conventos de religiosas de clausura de la capital: el del Sagrado Corazón (donde acogieron a la Hermandad allá por el año 1940, cuando no se contaba ni tan siquiera con la nueva imagen de la Virgen), el de las Puras y el de las Claras. Y, para terminar, realizaremos estación de penitencia ante las puertas de la catedral de la Encarnación.

Va a ser un Viernes Santo histórico, no solo por el cambio de itinerario, sino también por la gran cantidad de estrenos que no vienen sino a refrendar el gran trabajo que se realiza en la Hermandad durante todo el año: caridad, formación y devoción son nuestras piedras de toque. Las imágenes de las capillas del misterio del Regreso del Sepulcro, la bandera concepcionista, el banderín de san Juan y, sobre todo, los nuevos hábitos penitenciales, gran anhelo de los hermanos soleanos.

El próximo Viernes Santo, cuando estés en casa vistiendo la túnica y el escapulario, acuérdate y piensa que la propia Virgen de los Dolores bajó de los cielos

La Hermandad de la Soledad agradece la colaboración prestada por todas las empresas anunciantes para que este boletín haya podido ver la luz y, de esta manera, los hermanos y hermanas soleanos puedan estar

informados de todos los cultos y actividades de esta Cuaresma y Semana Santa.

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para entregar este escapulario a los padres servitas, aquellos que dieron permiso a nuestros antepasados para fundar la Hermandad. No se trata de una prenda más, de una tela que se coloca y ya está: es un símbolo del amor y fervor a Nuestra Madre, un honor que los hermanos soleanos podemos disfrutar. Así, que llévalo con orgullo y defiende su significado; llénate de su fervor.

Dice la Constitución 654 del Sínodo Diocesano de Almería de 1929: "Existe entre muchos la creencia de considerar como días de precepto el Jueves y el Viernes Santo; y lo lamentable en estos casos es que, acudiendo en tales días a los divinos oficios y a las procesiones que se celebran, se juzgan ya libres de ir a la iglesia durante los domingos y días festivos del año".

Ojalá que esta Cuaresma y la próxima Semana Santa la vivamos intensamente, plena de devoción y de fe, para que nos acerque a la Iglesia, para que nos ayude a asitir a celebrar la Eucaristía todos los domingos y días de precepto, para darnos a los demás, para rendir culto a nuestros titulares en el templo... Pero no lo dejemos todo en manos de Cristo, hagamos un esfuerzo y acerquémonos a la Iglesia a rezar, a echar una mano, a colaborar..., y no olvides reservar un momento del día para conversar con Dios y darle gracias por toda la vida.

San Agustín de Hipona lo resumía en una frase: "Reza como si todo dependiera de Dios; trabaja como si todo dependiera de ti".

Aunque la línea editorial de este Boletín está marcada por los criterios establecidos en nuestras Reglas para todas las actividades de la Hermandad y tutelada por la Junta de Gobierno, la Redacción del mismo

no tiene necesariamente que asumir todos los contenidos de las colaboraciones.

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Adentrarse por el camino del Éxodo hacia la Pascua

Queridos cofrades y diocesanos todos:Con el miércoles de Ceniza se abre el tiempo santo de la Cuaresma y las

hermandades y cofradías preparan los retoques finales del itinerario de los desfiles procesionales que llevarán a la calle la piadosa representación de la pasión redentora de Cristo y los dolores de Santa María. Son días de contemplación de los misterios de nuestra redención mediante el sufrimiento del Redentor, entregado libremente a la cruz. Días de meditación y recogimiento, pero también de bullicio de los días festivos y el clamor de la calle, repleta de gentes del lugar y de turistas que se agolpan para ver pasar ante sus ojos asombrados los pasos de la semana mayor de la fe. A pesar de la austeridad que la representación de la pasión de Cristo debería imponer a las consumiciones en barras y mesas de recreo en un día como el Viernes Santo, la abstinencia y el ayuno de los fieles cristianos se hace difícil por el ambiente y el clima festivo que sirve al rencuentro de familiares, amigos y conocidos.

Todo parece contribuir a que la Semana Santa pierda el fervor que debería imprimir la fe a la celebración del Triduo pascual, y la sobriedad con la que los fieles cristianos deberían expresar su asociación a la pasión y muerte del Señor el Viernes Santo, para mejor celebrar la gozosa felicidad de la resurrección de Jesús de entre los muertos el domingo de Pascua.

Es verdad que algunos días de la Semana Santa tienen un color especial, sobre todo el Jueves Santo hasta la celebración de la misa de la Cena del Señor, con la cual se entra en el Triduo pascual. La conmemoración de la institución de la Eucaristía y del sacerdocio abren al cristiano al misterio del amor de Dios hecho alimento de vida eterna; y al servicio de los ministros de la Iglesia para la salvación, que se hace evangelización y solidaridad con los más necesitados, extendiendo la mesa eucarística a la mesa que alimenta los cuerpos con el pan material cotidiano, figura y medio de la presencia del pan celestial servido en el sacramento del Altar.

Son momentos los del Jueves Santo que invitan al convivio gozoso de los alimentos festivos, pero han de ir seguido de los alimentos penitenciales del Viernes Santo, que la tradición ha ido disponiendo hasta hacerse expresión de cultura y arte culinario. Es verdad que es así, pero el comercio, el consumo festivo y el aparato externo de la Semana Santa desplaza la sobriedad del cuerpo que dispone el espíritu; y las representaciones, llenas de esplendor, pueden ocultar bajo el oro de los tejidos, el adorno de las flores y la candelería de las imágenes y dejar en segundo plano la celebración sacramental que da sentido a los pasos de la representación. Conviene, pues, preguntar: ¿qué quedará en el alma del cristiano después de la Semana Santa? Tenemos que hacer una cosa sin dejar de hacer la otra, para que, ciertamente, el alma quede saciada de fe y de esperanza sobrenatural, y se muestre llena de la caridad que es solidaria condivisión de los bienes con los necesitados.

Será así, si sabemos unir las representaciones procesionales y las

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manifestaciones de la piedad popular a la atenta escucha de la Palabra de Dios y las celebraciones sacramentales del Triduo pascual. Un cristiano no habrá celebrado la Semana Santa sin participar en la asamblea litúrgica, sin acudir al sacramento de la Penitencia que purifica el corazón, porque de él dimana la malquerencia y las acciones que distorsionan la paz entre los hombres, ofenden a Dios y perjudican la propia vida marcándola con el signo del pecado; porque del corazón brotan las pasiones malsanas que dan pábulo a la envidia, la acumulación de riqueza ilícita, la vanidad que hace necio al ser humano y, con demasiada frecuencia, el crimen y la extorsión, la corrupción y la opresión que resulta del dominio que ofende la dignidad humana y coarta la libertad.

Una Semana Santa para dejar poso en el alma del cristiano, con la memoria vivificadora de lo visto y oído, de lo contemplado y celebrado, requiere participación en la celebración eucarística, adoración del tabernáculo que contiene el pan de la Vida, y adoración de la Cruz que nos ha redimido: acciones del Jueves y Viernes Santo que conducen al gran silencio del Sábado Santo, día para la contemplación de la sepultura de Cristo, con atención meditativa a las lecturas de la Escritura que profetizaron los hecho de salvación narrados y cantados en los hermosos oficios de la liturgia de las Horas, en la crónica evangélica que narra la pasión de Cristo y su desenlace en la Pascua, en el pregón pascual que canta la resurrección gloriosa en la gran Vigilia.

Son los días santos por excelencia que desembocan en la misa solemne del «día primero», el domingo del que vive el entero año litúrgico, hacia el que tienden los tiempos fuertes del año, porque la luz pascual se anticipa en la luz de la Navidad a que se llega por las semanas del Adviento; y la Cuaresma dispone para alcanzar la luminosa explosión pascual de la resurrección.

Cuando el Triduo pascual es sacramentalmente vivido por los cristianos, se

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convierte en referente ineludible de la vida cristiana. Para que así sea, todo ello requiere hacer espacios durante la Cuaresma libres de perturbación, para interiorizar los objetivos cuaresmales, mediante el recogimiento interior que ayude al cristiano a examinarse y convertirse a la Palabra de Dios. Si no hace hueco en su vida para estos espacios, que le ayuden a vencer las tentaciones de los ídolos que le acechan, adentrándose a lo largo de la Cuaresma por el desierto de la conversión, como los israelitas se adentraron en el camino del éxodo y atravesaron el desierto hacia la patria en libertad, las representaciones sagradas de la Semana Santa pasarán sin dejar fruto duradero.

Dios no lo quiera, queridos cofrades y diocesanos, y para que no suceda algo así, todos hemos de apresurarnos a acudir a las fuentes sacramentales de la gracia cuaresmal que darán autenticidad impactante a la dramatización exterior de los desfiles procesionales.

Almería, a 22 de febrero de 20112Miércoles de Ceniza

+ Adolfo González MontesObispo de Almería

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El sacramento de la Eucaristía y su inseparable práctica de la Caridad

No habrá renovación en nuestras Hermandades y Cofradías sin la vuelta a una espiritualidad comprometida en la que la participación en la Eucaristía ocupe lugar primero y la Caridad sea expresión y exigencia del amor a Dios. Con gozo hemos de cumplir con la asistencia a Misa todos los domingos y fiestas de guardar dedicando en los días de descanso tiempo para la práctica de la caridad y el amor fraterno.

La participación en la Eucaristía y la Caridad están tan unidas que la comunidad primitiva asociaba la “fracción del pan” a la “puesta en común”. Entendían que solo hay verdadera asamblea eucarística reunida en el nombre del Señor cuando existe verdadera comunidad humana que comparte el pan de cada día. Es más, según el Catecismo de la Iglesia Católica, “la eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres. Para recibir en la verdad el cuerpo y la sangre de Cristo entregados por nosotros, debemos reconocer a Cristo en los más pobres sus hermanos” (n. 1397). ¿Cómo entrar en contacto con Dios (comunión) sin entrar en contacto con las penas y las justas aspiraciones de nuestros hermanos, especialmente los más necesitados, los más oprimidos, los más vulnerables?

La eucaristía es una comunión que implica la comunión de bienes. El pan no es solo para ser comido sino también para ser compartido. Hay que recuperar esta vertiente del domingo. Si la conformación a Cristo es fruto de la eucaristía, la atención a los más desdichados, a los pobres, a los enfermos, a los que están solos, debería ser uno de los signos más transparentes de su eficacia. La homilía 50 de san Juan Crisóstomo sobre el evangelio de san Mateo nos puede servir de resumen del sentir de la tradición de la Iglesia sobre los frutos eficaces de la eucaristía indicándonos cómo hemos de proceder: “¿Queréis de verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consintáis que esté desnudo. No lo honréis aquí con vestidos de seda y fuera le dejéis padecer de frío y desnudez (...) ¿Qué le aprovecha al Señor que su mesa esté llena toda de vasos de oro, si Él se consume de hambre? Saciad primero su hambre y luego, de lo que os sobre, adornad también su mesa (...) Al hablar así, no es que prohíba que también en el ornato de la iglesia se ponga empeño; a lo que exhorto es que (...) antes que eso, se procure el socorro de los pobres (...) Mientras adornas, pues, la casa, no abandones a tu hermano en la tribulación, pues él es templo más precioso que el otro” (Obras de San Juan Crisóstomo, vol II (Madrid 1956) 80- 82).

En una hermosa homilía en Bogotá el papa Pablo VI insistía en esta identificación moral entre Cristo y el pobre. “Hemos venido (…) para rendir honor a Jesús en su misterio eucarístico El sacramento de la eucaristía nos ofrece su escondida presencia, viva y real; vosotros sois también un sacramento, es decir, una imagen sagrada del Señor en el mundo, un reflejo que representa y no esconde su rostro humano y divino (...) Toda la Tradición de la Iglesia reconoce en los pobres el sacramento de Cristo, no ciertamente idéntico a la realidad de la eucaristía, pero sí

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en perfecta correspondencia analógica y mística en ella. Por lo demás Jesús mismo nos lo ha dicho en una página solemne del evangelio, donde proclama que cada hombre doliente, hambriento, enfermo, desafortunado, necesitado de compasión y ayuda es Él, como si Él mismo fuese ese infeliz, según la misteriosa y patente sociología, según el humanismo de Cristo” (23 agosto 1968).

Se trata de volver como renovación permanente de la Iglesia y por ende de nuestras hermandades y cofradías a los primeros pasos de la comunidad cristiana donde la fe, la celebración y la vida estaban muy unidas. Recordemos las colectas que Pablo hacía para los pobres de Jerusalén o lo que escribe san Justino para darnos noticia de que en la celebración eucarística del domingo normalmente se recogían ayudas para atender a los huérfanos, viudas, enfermos, encarcelados,

peregrinos y toda clase de necesitados (Cf. Apol. I, 67, Ps 6, 429). Y también san Juan Crisóstomo (Sermo 82,5) y san Agustín (Enarrat. in Ps 44,27) dan a entender que las obras de misericordia forman parte de la celebración de la eucaristía. Más recientemente el Ritual sobre el culto eucarístico fuera de la misa recoge acertadamente esta dimensión social de la eucaristía, orientada a la “promoción humana” y a la “comunicación cristiana de bienes” (nn. 109 y 111).

Recordemos la conocida expresión del gran teólogo Henri de Lubac: “La Iglesia hace la eucaristía; la eucaristía hace la Iglesia”. La eucaristía inculca aquellas virtudes sociales que son el fundamento de toda auténtica comunidad: la unión, la concordia, la solidaridad. Por eso el Concilio nos exhorta a “procurar que la celebración de la eucaristía sea el centro y la cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana” (Christus Dominus 30), ya que “no se construye ninguna comunidad cristiana si ésta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada eucaristía” (Presbiterorum ordinis 6).

El documento base del XLV Congreso Eucarístico Internacional, “Cristo, luz de los pueblos”, celebrado hace pocos años en Sevilla, sintetiza acertadamente todo cuanto intento transmitir a mis lectores: “El sacramento de la eucaristía no se puede separar del sacramento del pobre. La eucaristía tiene una dimensión social, lo mismo que la solidaridad humana tiene una dimensión eucarística” (n. 22). En consecuencia, al acercarme a la eucaristía no puedo desentenderme del hermano, no puedo rechazarlo sin rechazar al mismo Cristo y separarme de la unidad. El mismo Cristo que viene a mí en la comunión, es el mismo Cristo indiviso que se dirige también a mi hermano que está a mi lado. Al comulgar decimos “Amén” al cuerpo

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santísimo de Jesús, nacido de María y muerto por nosotros; pero decimos también “Amén” a su cuerpo místico, que es la Iglesia, es decir, a los hermanos que están a nuestro alrededor en la vida o en la mesa eucarística. No podemos separar los dos cuerpos, aceptando el uno sin el otro.

En la Última Cena, con el gesto del “lavatorio de los pies”, Jesús dejó muy grabado en los apóstoles el significado de su vida y lo que exigía de aquellos que acababan de participar en la mesa eucarística. Toda la vida de Jesús, desde el principio hasta el final, fue un lavatorio de pies, es decir, un servir a los hombres por amor. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. El servicio brota de la caridad, del ágape, y es la expresión más grande del mandamiento nuevo. “Lo que hagáis a uno de estos, mis hermanos, a mi me lo hacéis” (Jn 13, 1). La Eucaristía no es sólo un misterio para consagrar, recibir, contemplar y adorar, sino que es, además, un misterio que hay que imitar. “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? (...) También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros, porque os he dado ejemplo para que hagáis vosotros lo mismo que yo he hecho; (...) y dichosos vosotros si lo cumplís” (Jn 13,13-17).

Manuel Pozo OllerVicario Episcopal

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Habla nuestro consiliarioINDUITE DOMINUM JESUM CHRISTUM (Rom 13,14)

Cierta vez que hube de predicar a la Virgen de la Soledad en Overa, Parroquia de la Diócesis, de la que es Patrona, me encomendó uno de los sacerdotes asistentes: ‘Diles que conserven el tesoro de esa devoción’. Buen consejo. Normalmente, las cofradías se afanan mucho en cuidar su patrimonio artístico -faltaría más-. ¿Y el patrimonio espiritual? Todo lo referente a la devoción a los Titulares, la vida de oración y sacramental, la vida fraterna, el testimonio personal… Obviamente, esto es lo primordial.

A finales del siglo XIX, en nuestra tierra se vivió una creciente devoción a la Virgen de los Dolores. Incluso, a instancias del Excelentísimo Cabildo Catedral, el Obispo Diocesano, Mons. Santos Zárate y Martínez, solicitó a la Santa Sede la elevación de categoría litúrgica de su fiesta, como efectivamente se concedió el 28 de noviembre de 1890. ¿No es reconfortante constatar esa simbiosis de pastores y fieles en el fervor mariano? Un siglo después, la Cofradía está empeñada en potenciar esa devoción, que nunca ha decaído. Como debe ser. Con María llegamos seguros a Jesús, el Señor.

Una devoción, por supuesto, bien fundamentada y bien vivida. A este objetivo puede ayudar el nuevo hábito distintivo de la pertenencia a nuestra Cofradía. La Iglesia bendice el hábito para ayudar a los fieles cofrades en su propósito, de modo que esta práctica piadosa sirva de alabanza a Dios y de provecho espiritual para ellos. Este fue el deseo de los Santos Fundadores de la Orden Servita, cuyo hábito adoptamos: imitar fielmente a la Virgen, particularmente en la motivación de sus Dolores, para seguir con seguridad a Cristo, Crucificado y Resucitado, con nuestro estilo de vivir: “Revestíos del Señor Jesucristo” exhortaba San Pablo a los cristianos romanos (Rom 13,14).

En particular, conviene clarificar el sentido del escapulario (del latín scapula, espalda). Se trata de una vestidura que pendiendo de los hombros descansa en las espaldas y cubre también el pecho, de color, anchura y longitud variable. De origen carmelitano, data del siglo XIII, y expresa la protección otorgada por la Madre de Dios para que sus devotos vivan y mueran piadosamente, de forma que puedan alcanzar la salvación eterna. En los religiosos y las cofradías llega casi hasta Fo

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el suelo, pero existe en diversas formas recortadas y además como medalla, para uso de los fieles. El escapulario, por tanto, llevado fervorosamente por amor a Nuestra Madre Bendita, expresa la voluntad decidida de servir a Dios como hizo la Virgen de la Soledad, y manifiesta el propósito de mantenerse fiel a la propia consagración bautismal en la Iglesia Católica. De este modo, el escapulario nos recuerda la maternal intercesión de la Bienaventurada Siempre Virgen María, que estimula nuestro amor al Señor y nuestra fidelidad a su Palabra, nos protege del Maligno y nos ayuda a perseverar.

Una vez más, queridos hermanos, reitero que nuestro culto no es mera acción exterior, sino ofrenda de la propia vida (Hb 10,5-7). No espera Cristo de cada uno el sólo hecho de ‘vestirse’ de penitente o mantilla, sino que adopte el estilo de

vida evangélico: “Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas” (Ef 4,23-24). No habremos de ofrecer a Dios el sólo esfuerzo de realizar los preparativos y portar los pasos, sino el sacrificio de mejorar nuestras personas y el mundo, como Dios quiere (1 Pe 2,9.12). No puede bastar acordarse ‘una vez al año’; hay que ser constantes en las actividades internas de la cofradía y también en la vida parroquial. De forma que al terminar la Semana Santa quedemos satisfechos no sólo por haber salido bien -lo cual es legítimo y deseable-, sino de aprovechar para nuestrasalvación eterna (Flp 2,12).

En ese sentido, todos hemos de cuidar la asistencia a las celebraciones del Triduo Pascual para ser fieles a nuestras raíces. Nadie ha de caer en el contrasentido de participar en la procesión sin haber confesado sus pecados. Y hemos de comulgar en gracia de Dios, con la sincera voluntad de permanecer en adelante junto a Cristo, en toda situación, como la Virgen al pie de la cruz.

Este año, al pasar -como es tradicional- por la puerta de la Santa y Apostólica Iglesia Catedral de la Encarnación, de la que

Su Excelencia Reverendísima me honró nombrándome Canónigo Archivero, hace 5 años, y donde el Excmo. Cabildo Catedral tuvo a bien elegirme como Secretario Capitular hace casi 2 años, espero os unáis a la pública y ferviente oración de vuestro Consiliario. Frente al desafecto y la hostilidad en boga, mostramos nuestra confianza en el poder de la plegaria. Oración de alabanza, gratitud y súplica a nuestros Titulares que en ese marco resaltará la genuina eclesialidad de nuestra Cofradía, nuestro amor a la Iglesia del Señor.

Vivamos con el Corazón de Jesús y con la Virgen siempre, en la procesión y en cada ámbito donde transcurre nuestra vida, hasta que vestidos con el traje de bodas de una vida grata a Dios, seamos introducidos en la patria celestial, en la gloria con Cristo.

Cordialmente os abraza y bendice, vuestro Consiliario,Canónigo Francisco José Escámez Mañas, Párroco de Santiago Apóstol

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Palabras del Hermano MayorMis entrañables y estimados/as

cofrades:Esta salutación es al mismo tiempo

despedida. Ha concluido un nuevo ciclo de esta Junta de Gobierno al finalizar el período de los tres años que rigen las normas.

Desde el pasado Miércoles de Ceniza, cuando da comienzo la Cuaresma, hemos iniciado los días de meditación que todo cristiano debe de llevar a cabo con más intensidad que en otra época del año. Días de meditacion que se harán más intensos durante la Semana Santa o Semana Mayor, destacando en estos días el Jueves y Viernes Santo con la celebración de los Santos Oficios. Hace muchos años un viejo andaluz dijo: "la Semana Santa merece mucho respeto". Sabias palabras y, sobre todo, pronunciadas por una persona, cuyo nombre no hace al caso, pero que no era nada creyente.

La Semana Santa de Almería es una explosión gozosa de razones y de sentimientos estimulados por la fe, misteriosamente presentes en un marco social definido por las gentes del sur en el tiempo de la Cuaresma. Semana Santa de Almería, realidad misteriosa, realidad de las ideas más profundas del Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Hijo de Dios hecho hombre, que vino a la tierra para salvación de la humanidad, de toda la humanidad. La Semana Santa es un retablo plástico multicolor de túnicas, que representa el montaje humano de las procesiones, y una expresión de la mentalidad religiosa en esta esquina de la geografia española, heredera de una conciencia clásica y mediterránea. El paso de los años ha cambiado el silencio sepulcral de

Fotografía: Fernando Torres Granero

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antaño por el bullicio en las calles, bares y restaurantes, así como en el comercio en general donde a una actividad casi febril se unen las minivacaciones que nos hemos dado en estos señalados días.

Semana Santa de Almería, quizá distinta a las demás y muy similar a casi todas, en la que se observa una ausencia del barroquismo expresivo y teatral en la vertiente que nos da diferencias para descubrir nuestra propia personalidad. Todas las hermandades y cofradías de Almería, cada una con su sello propio, nos unimos -o deberíamos unirnos- a esa inmensa muchedumbre del Vía Crucis del Santo Cristo de la Escucha que en los albores del Viernes Santo es un aldabonazo a los sentimientos y a la religiosidad popular por nuestras calles.

Y junto a los distintos actos que se programan con triduos, quinarios, pregones, exaltaciones y septenarios, vamos caminando a la celebración, como decía anteriormente, de los Santos Oficios de Jueves y Viernes Santo, días donde residentes y visitantes participan invocando otros niveles de mayor riqueza espiritual y con la mente puesta en la celebración de la Vigilia Pascual que nos desembocará como río de fe en el glorioso Domingo de Resurreción, el día que Cristo venció a la muerte para salvación de todos.

Nuestra Semana Santa deberá ser explosión gozosa de razones y sentimientos.

Se han cambiado las tornas, y lo que años atrás era una gran participación, hoy se ha convertido en minivacaciones, buscando el descanso o el frenesí de la peligrosa carretera. Hace años también mandamos al rincón de los recuerdos las ruedas y las cambiamos por los hombros o la nuca de hombres y mujeres que soportan el peso de los tronos. La levantá, la revirá, y ese "al cielo con ella" en la voz del capataz que por las calles de la ciudad llevan a Cristo o a su amantísima Madre.

Semana Santa de Almería, explosión gozosa de razones peculiares y sentimientos y realidad misteriosa de una Fe que, pese a sus actuales circunstancias, se sigue abriendo camino.

Y, como final, permitidme unas breves líneas en mi despedida como vuestro Hermano Mayor. GRACIAS de todo corazón por la confianza que en estos seis años me habéis dado, tanto a mí como a los que han formado parte de las dos Juntas de Gobierno. GRACIAS por vuestro apoyo, que en momentos de algún que otro oleaje como las olas de nuestro Mediterráneo hemos sido capaces de capear. Y quiero dejar constancia de que todo lo que se ha hecho y lo que por circunstancias no se ha podido llevar a cabo he estado encaminado para el bien de la Hermandad, de la Ilustre Hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Sra. de los Dolores..., la que siempre será LA SOLEDAD.

Con todo mi afecto, recibid un cordial abrazo de vuestro Hermano Mayor y Cofrade.

Luis Criado del Águila

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XVIII Exaltación a Nuestra Señora de los Dolores

Muchísimas gracias, don Luis, Hermano Mayor, por haberme atendido y por una presentación que creo que no corresponde exactamente a la realidad, pero en todo caso a nadie le amarga un dulce, así que muchas gracias.

Muchas gracias también a don Francisco que siempre ha estado cercano a nosotros, que nos atendió muy bien cuando dijimos que queríamos casarnos aquí y que hacía un calor muy parecido al de ahora, y que aquí en este mismo sitio hace casi seis años fue donde consagramos ese compromiso matrimonial.

También a la Hermandad de la Soledad por la fidelidad mantenida a lo largo del tiempo, a pesar de las dificultades que fueron mayores antes que hoy, pero que han permanecido fieles y firmes año tras año a pesar de todas esas dificultades. Yo creo que sois un ejemplo de fidelidad, de permanencia y de fortaleza que en los tiempos que corren no está nada mal. Yo sabía muy poco de la Virgen de la Soledad cuando me propusieron venir para acá. Me enviaron alguna información de cómo la Virgen había sido maltratada, quemada durante la Guerra Civil; y cómo la cofradía se había mantenido en el tiempo. Y yo creo que ese es un ejemplo de cómo la fe soporta la tribulación, la persecución.

Y gracias a todos ustedes por haber decidido estar esta tarde aquí, dedicar unos minutos a escuchar algo que espero que les pueda aportar algo. También por haberme forzado a reflexionar, que no es fácil. Para un periodista que es arrollado diariamente, que todos los días tiene que ponerse delante de la pantalla para decirles algo que parezca inteligente, no es fácil dedicar un tiempo a una reflexión que realmente valga la pena.

Yo, en todo caso, creo que es posible que ustedes se hayan equivocado eligiéndome a mí, y en todo caso quizá yo también por aceptar. Y creo que quizá se hayan equivocado por varias razones. En primer lugar, porque soy hijo de mi tiempo y mi tiempo es un tiempo descreído. Yo soy creyente, pero reconozco que me cuesta creer. Hace poco entrevisté para Alba a Salvador Ulayar. Salvador Ulayar fue testigo del asesinato por parte de ETA de su padre a los trece años. Durante toda su vida ha vivido en la austeridad, ha vivido pensando que Dios le ha abandonado. Muchas noches se ha acostado rezándole y pidiéndole a Dios que no se levantara al día siguiente. Él ha pensado muchas veces que Dios era un Dios negligente, un Dios cobarde. Yo no he vivido esa noche oscura; tampoco he tenido las consolaciones que ha tenido Salvador. Por tanto, vivo con esa tensión y me resulta difícil ser trascendente.

Por otra parte, soy hijo de mi tiempo y, por lo tanto, estoy pegado al móvil, a las redes sociales... La reflexión serena cada vez me resulta más difícil. Y, además, para colmo, soy hijo de una gran urbe, he nacido en Madrid, vivo en Madrid. No sé si lo saben,

Fotografía: Fernando Torres Granero

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pero en Madrid no había cofradías hasta hace diez años, cuando las resucitó Rouco. Por lo tanto, para mí el mundo de las cofradías y de las hermandades me es ajeno. Así que es posible que se hayan equivocado conmigo. Yo trataré de hacer algo que valga la pena, asumiendo las dificultades de decir que no, pero he aquí en mi descargo que soy disciplinado y cumplo con mis compromisos.

¿Por qué Virgen de la Soledad? Cuando empecé a preparar algo, lo primero que hice fue mirar en internet, que es lo que hacemos todos cuando tratamos de investigar. Hay Vírgenes de la Soledad en varias partes de España: es patrona de Badajoz; hay Virgen de la Soledad en Arganda del Rey (Madrid), en Murcia, en Benavente..., y, por supuesto, aquí en Almería.

¿Por qué Soledad? Decía don Luis que no sabe por qué porque siempre está acompañada. Yo creo que no: la Virgen estuvo sola, absolutamente sola al pie de la Cruz. Y yo creo que eso nos puede dar algunas lecciones importantes para nuestra vida hoy. Estuvo sola, sin abogados defensores; no había peritos criminalísticos; no había fuerzas de orden público o al menos no aquellas que pudieran defender de la injusticia que se estaba realizando; tampoco familia en la que poder apoyarse, ni amigos en los que poder consolarse, ni hombros en los que apoyarse. No había nadie. La Virgen estuvo sola al pie de la Cruz. Cuando el mundo se caía encima, cuando Ella sabía que era el Hijo de Dios, cuando le había costado asumir que sería madre sin haber tenido contacto con varón porque iba a ser la Madre de Dios, entonces tiene que digerir que el Hijo del Hombre sea crucificado, humillado, sin que nadie responda, sin que sus amigos de la última hora, de los últimos tres años, estén ahí más que uno, sin que la justicia humana mueva un solo dedo, sin que sus compañeros del pueblo judío mueva un solo dedo, sino más bien todo lo contrario: crucifícale, crucifícale; sin que nadie del sistema social, jurídico, político, religioso, nadie le diera una palmadita en la espalda siquiera. Ella estaba sola. Totalmente sola y, sin embargo, firme. Y yo creo que esa es la reflexión que podemos llevar para el día de hoy. Porque si alguna vez nos hemos sentido solos, y supongo que alguna vez hayan tenido ese sentimiento, yo desde luego sí aunque no con esa brutalidad, para mí la Virgen en ese gesto de fortaleza a pesar de la soledad que sufrió.

Decimos en el Rosario que la Virgen es fuerte como torre de David; dice el Cantar de los Cantares que el novio le dice a la novia: “es tu cuello la torre de David”, cuello firme, que no se dobla, que no se humilla”. En Jerusalén, si han tenido ocasión de estar, hay todavía una torre firme a la que se le sigue llamando torre de David, la torre que nunca se cae, la torre firme, la torre que aguanta. Dice Proverbios 31: “María es la mujer fuerte”. Fuerte porque está.

A mí me ha llamado mucho la atención siempre ese término “estar”. Cuando los discípulos huían de miedos porque pensaban cuál podía ser su futuro, y su futuro no era nada agradable, era de humillación, de muerte, Ella estaba. No hacía nada. Simplemente estaba. Según el mundo, para nada: no servía para nada, no ayudaba a nada. Según los economistas, era ineficiente: su presencia no aportaba nada al mundo. Pero en términos humanos y Fo

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espirituales, María es la roca firme de nuestra fe. Porque cuando hacemos el activo y el pasivo, cuando miramos el coste y el beneficio, casi siempre nos equivocamos, porque en lo que el Papa habla de la economía de la salvación María es el gran activo y, sin embargo, no hacía nada. Simplemente estaba. Y si alguno, por lo menos yo, ha tenido la tentación del activismo: hay que hacer muchas cosas, tenemos que hacer muchas cosas, como si todo dependiera de nosotros, como si la salvación del mundo dependiera de nosotros, creo que vale la pena volver a ponernos en la imagen de María al pie de la Cruz sin hacer nada. Simplemente está. Y si alguna vez tenemos también la sensación humana de qué es lo que realmente vale la pena, lo que realmente vale la pena es alguien que está. No hace nada, simplemente está. Tenemos recuerdos de infancia en los que nuestra madre estaba. Tenemos la sensación de alguien que está siempre y esa, desde luego, era la Virgen. ¿Para qué? No sabemos. Pero estaba.

Fortaleza, por tanto, frente a la adversidad que es mucha. Frente a las circunstancias

no deseables de las que huimos, circunstancias humanas que no nos gustan. Y aunque decimos que nos da lo mismo una cosa que otra, no nos da lo mismo estar sano que enfermo, no nos da lo mismo tener desahogo económico que estar apurado, no nos da igual. Sin embargo, la Virgen firme ante la adversidad, firme frente a las desilusiones y los desencantos que nos produce la convivencia, la vida ordinaria, los amigos que nos frustran...

Y fortaleza frente a los ataques que recibimos, que son muchos, frente al laicismo social. No sé si han tenido ocasión de ver hace muy pocos días cómo le estampan una tarta en la cara de un obispo de Bélgica. Y no ocurre nada. Lo graban y lo suben a internet, y no hay persecución. Hace muy pocas semanas profanan la capilla de la facultad de Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. Cuatro personas detenidas y a las pocas horas salen a la calle. Y no pasa nada. El pasado mes de diciembre en una iglesia de Madrid, en Majadahonda, fue quemada la puerta. Hace unas pocas semanas en esa misma iglesia fue profanado el sagrario. Hacía un año, otra iglesia también de Majadahonda en Madrid fue atacada por un cóctel molotov. El día que aterrizaba el Papa en España

la basílica pontificia del Valle de los Caídos era cerrada por decisión administrativa. Creo que no existe ningún país del mundo donde ningún gobierno del mundo se atreva a cerrar una basílica pontificia el día que aterriza el Papa. Y eso ha ocurrido aquí en España. Y creo que aquí también en Almería ha habido críticas por el sonido de las campanas porque hay gente que dice que les molestan... El laicismo social está instalado; la agresión del laicismo es fuerte. Cuando el Papa dice que el laicismo que se está viviendo en España es similar al de los años 30, creo que no se equivoca. Y en los años 30 sabemos lo que pasó. Y ustedes saben muy bien lo que pasó. Esta misma imagen fue quemada, arrasada, las capillas y las iglesias quemadas, los curas asesinados, trece obispos asesinados. Yo no creo que vaya a haber violencia física, por lo menos no mucha. Pero sí violencia intelectual. Hace unos años apareció en televisión un reportaje de cómo cocinar a un Cristo. La Junta de Andalucía patrocinó hace no muchos años una guía erótico-religiosa, sin que pasara absolutamente nada. No sé si saben que en España existe un Código Penal que incluye un artículo que es el 525 que establece penas por criticar o

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mofarse de los sentimientos religiosos y también de los sentimientos ateos. Está virgen. Ha habido querellas. Nunca un juez lo ha utilizado. ¿Por qué? Pues probablemente porque hemos perdido el sentido de lo sagrado, porque para nosotros, un pueblo descreído, lo trascendente ya no tiene sentido.

Pero es que, además, creo que hay un laicismo institucional. Hay sacerdotes en procesos judiciales por decir en un ambón como este lo que la Iglesia cree sobre cosas, por ejemplo, sobre el matrimonio entre las personas del mismo sexo. Nuestro gobierno está planteando una reforma de la Ley de libertad religiosa que pretende restringir todavía más esa libertad religiosa con el principio de, aparentemente más bonito, más libertad cuanto más privado. ¿Y por qué tengo que esconder mi fe en mi casa? ¿Por qué no tengo derecho a salir a la calle con mi vestido de católico? ¿Por qué se restringe mi libertad de expresión en la calle por el hecho de ser creyente? Y frente a esos ataques sociales, institucionales de laicismo radical que existen, la imagen de la

Virgen fuerte al pie de la Cruz. Fuerte en la defensa de mis derechos, de mi realidad. Y creo que esa imagen de la Virgen puede sernos muy útil en ese camino en el que estamos avanzando, y que yo creo que es así, de laicismo similar al de los años 30. No sé si saben que un poco después de que un grupo de feministas arrasase la capilla de Somosaguas de la Universidad Complutense y se pusiesen desnudas, etcétera, etcétera, como no pasó nada un grupo de estudiantes en Valencia dijo que iba a hacer lo mismo. Pues bien, hubo una reacción por parte de los cristianos de Valencia y no se atrevieron a hacerlo. Somos más, somos fuertes y tenemos la verdad. Lo que tenemos que hacer es salir a la calle a demostrarlo.

El católico tuvo una victoria reciente en Estrasburgo con la sentencia de los crucifijos. Recuerdan hace un par de años una sentencia del Tribunal Europeo de Estrasburgo de Derechos Humanos que decía que la presencia de crucifijos en las escuelas atentaba contra el estado laico. Hubo algunos que dijeron: “No, mejor no lo toquemos. No vayamos a recurrir, no vaya a ser que montemos un circo mediático y sea peor el remedio que la enfermedad”. Y muchos dijeron: “No. Vamos a seguir adelante. Tenemos la razón. Es una intolerancia impedir que el crucifijo presida las aulas”. Y siguieron adelante y recurrieron. Ganamos trece a dos. Por lo tanto, yo creo que las batallas, cuando se dan, se ganan.

Yo creo en san Pablo cuando dijo: “Yo soy ciudadano romano”. Es una frase que me encanta. Y san Pablo lo mismo. Él no hablaba de cuestiones espirituales cuanto estaba hablando con un romano. “Oiga, que soy ciudadano romano”. O sea, soy español, pago mis impuestos, tengo mis derechos, que es exactamente lo mismo que están diciendo los obispos en Irak. Cuando el régimen iraquí, que supuestamente les había liberado de Sadam Husein pero que está persiguiendo a los cristianos, les dice a los cristianos: “váyanse del país, que no son bienvenidos, que este es un país islámico”. La respuesta del obispo no es toléreme un ámbito de libertad; la respuesta es: “Necesitamos un Irak con cristianos, porque no se entiende a Irak sin

Fotografía: Eduardo Vizcaíno

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la presencia del cristianismo. Y nosotros somos iraquíes como usted y como cualquier otro y, por lo tanto, usted tiene la obligación de defender mi seguridad”. Ese es el discurso de los obispos de Iraq. En Egipto, cuando mataron a veintiún coptos esta Navidad, el patriarca copto envió una carta al presidente de Egipto Hosni Mubarak y le dijo: “Usted tiene la obligación de defender la seguridad de los coptos que, aunque somos minoría, somos egipcios. Somos ciudadanos como usted y usted tiene obligación de defender nuestra seguridad”.

Esa fortaleza no es fácil. En realidad la tentación es coger la maleta y largarse; en realidad la tentación es callarse y que no pase nada, y en esa tentación, desgraciadamente, hemos caído muchos. Pero cuando observamos a la Virgen firme frente a la Cruz, firme frente a la aberración de la condena a muerte del Justo por excelencia, me parece que la fortaleza es el camino.

Después de las enseñanzas de la Virgen, de esa Virgen del estaba, de la firmeza frente a la Cruz; primero firmeza cuando nos sintamos abandonados por Dios, cuando sintamos lo mismo que decía Salvador Ulayar que les contaba del Dios negligente al que pedía no despertar al día siguiente. Salvador no tiró la toalla. Yo le pregunté por qué; Salvador siguió en su propia parroquia, siguió buscando, él se autodefine como un buscador. Y me contestó: “Porque una brizna de fuego fuera se enfría y yo no me quiero perder”. Y esa es una buena lección de perseverancia. No sé si saben que santa Teresa de Jesús se pasó quince años yendo a la iglesia a contar ladrillos: no sentía nada, como Salvador, nada. Yo le preguntaba: ¿Y cómo aguantas? Y me respondía: “con un ejercicio infantil que tampoco me sale tan caro”. Pero a santa Teresa sí le salió caro; estaba dentro de un convento, rezaba no sé cuántas horas, iba a la iglesia y no sentía nada. Y no sé si saben de esas cartas que enviaba la Madre Teresa de Calcuta a su director espiritual que estuvo durante muchísimos años, la mayor parte de su vida, sin sentir nada. Y rezaba cinco horas al día. Ese es un ejercicio de perseverancia. ¿Por qué? Porque sabía que Dios estaba ahí, aunque ella no lo sintiera, aunque no tuviera ninguna consolación, aunque su corazón no se conmoviera. Ella estaba ahí. Y había sido fiel a su compromiso, y su compromiso era estar con los pobres de los pobres, y ella estaba con los pobres de los pobres con alegría de corazón,

aunque no lo sintiera. Eso es firmeza y es firmeza nacida de la Virgen.

Y luego Dios ofrece la consolación a quien le da la gana y cuando le da la gana. A

Salvador le llegó esa consolación a los cuarenta y seis años. De los trece que vio cómo

asesinaban a su padre hasta los cuarenta y seis años viviendo la noche oscura sin sentir nada,

sin tener alegría de vivir, decía él. Hasta que un día, leyendo un libro que cayó en sus manos,

entonces fue cuando sintió: “Estás aquí”.

Firmeza frente a los ataques, en perseverar sabiendo que la victoria es de Dios. A mí

me gusta mucho una frase de santa Juana de Arco que decía: “Mis soldados batallarán y Dios

dará la victoria”. O la de san Ignacio: “Luchad como si todo dependiera de mí y rezad como si

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todo dependiera de Dios”. Firmeza porque los ataques existen, porque las tentaciones existen,

porque la debilidad existe y porque ninguno está ausente.

Cuando pensamos que este mundo se nos cae encima, que la vida no tiene sentido,

que tenemos dificultades, Ella está. Y yo creo que ese es un buen consuelo. Cuando los

discípulos huyeron Ella estaba al pie de la Cruz. Estaba. Como las madres terrenales siempre

están para curar las heridas, para escuchar los agobios, para hacer “mandaíllos” como dicen

ustedes. Están. Y están a las duras y a las maduras. A mí me gusta mucho ese texto del

Evangelio en el que las mujeres llegaron antes al sepulcro, quizás porque tenían más inquietud.

Y llegaron antes porque sabían la verdad, porque sabían que Cristo había resucitado mientras

el resto estaba recogiéndose, mientras el resto estaba perdido de miedo.

Y cuando pensamos que esto no me puede pasar a mí, Dios no es justo, por qué me

ha tenido que pasar a mí. Cuando pensamos que somos el ombligo del mundo en el fondo, que

estamos sufriendo más que nadie, creo que vale la pena pensar y sentir que la Virgen lo ha

vivido todo y que es imposible sufrir más de lo que sufrió la Virgen. Asumir con confianza

plena que iba a ser la Madre del Hijo de Dios, no está mal. Vivir en silencio en un pueblito cutre

siendo la Madre del Hijo de Dios sin que ocurriera nada durante treinta años, no está mal. Y

después vivir la crucifixión de su Hijo como un mazazo humano pero como un reventón divino

de “¿y esto de qué va? ¿alguien me puede explicar esto?”. Esa sensación que igual ustedes

tuvieron alguna vez, la Virgen ya lo pasó. Y estaba al pie de la Cruz firme. Yo creo que ver a la

Virgen sola, sufriendo, pero firme puede ser un motivo de consuelo porque Ella ya lo ha vivido.

Cualquier cosa que se nos ocurra es imposible que nuestro sufrimiento sea superior al suyo.

Imposible. Y Ella llora, pero está firme porque tiene esperanza, porque sabe que eso no es el

final, porque nunca tira la toalla, porque sabe que la Resurrección está al otro lado, aunque la

situación sea nula, aunque la situación sea horrible, sabe que existe la esperanza. Como en las

buenas películas de Hollywood el final siempre acaba bien. La vida espiritual es así: la victoria

está asegurada. Dios ha ofrecido la victoria y, por tanto, el sufrimiento se entiende de otra

manera. Cuando el malo parece que va a ganar, en el fondo uno sabe que no va a ganar. Cuando

la tentación parece que va a conseguir su objetivo, uno sabe que no lo va a conseguir, que Dios ya nos ha prometido -y no puede engañarnos- esa victoria.

Y para los que nos sentimos débiles, poca cosa,

para los que nos queda grande casi todo, para los que

sentimos miedo, incapaces de alcanzar metas altas, nos

ahogamos en un vaso de agua, la Virgen siempre está ahí,

está firme, está simplemente, está fuerte, aguantando el

chaparrón de nuestras quejas, de nuestros agobios, de

nuestros olvidos, de nuestras chorradas. “Es que no sé

cómo me ha pasado”; “No puede ser que me haya pasado

a mí”. En fin, que solo hace falta dejarse guiar, dejarse

acoger, dejarse acompañar... En realidad, es fácil, si uno

quiere.

Por eso, yo les animo a que contemplen esa

imagen, esa imagen de firmeza, de perseverancia y de

esperanza, de quien se sabe fuerte, porque sabe que Dios

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ya ha concedido esa victoria. Y como sabemos y creemos que la Virgen es medianera y como

quizá ustedes compartan la misma debilidad que tengo yo, creo que el camino de la Virgen es

un buen camino. Ella que lo ha vivido todo, que lo ha sufrido todo, pero que también lo ha

esperado todo será capaz de entender esas inquietudes nuestras

Yo quiero terminar con la oración que nosotros rezamos en el colegio a otra Virgen,

pero creo que da lo mismo porque a Ella no le importará, que es la Virgen del Recuerdo.

Cuando salimos del colegio hay un niño de diez años que recita una oración que resulta tan

entrañable que por mucho que siga yendo se me siguen escapando las lágrimas. Dice así:

Dulcísimo recuerdo de mi vida,

bendice a los que vamos a partir...

¡Oh Virgen del Recuerdo dolorida,

recibe Tú mi adiós de despedida,

y acuérdate de mí!

Lejos de aquestos tutelares muros,

los compañeros de mi edad feliz

no serán a tu amor jamás perjuros:

¡mantendrán sus corazones puros,

se acordarán de ti!

Mas siento al alejarme una agonía,

cual no la suele el corazón sentir...

En palabras de niño, ¿quién confía?

Temo... no sé qué temo, Madre mía,

por ellos y por mí.

Dicen que el mundo es un Jardín ameno,

y que áspides oculta ese Jardín...

Que hay frutos dulces de mortal veneno;

que el mar del mundo está de escollos lleno...

¿Y por qué estará así?

Dicen que por el oro y los honores

hombres sin fe, de corazón ruin,

secan el manantial de sus amores

y a su Dios y a su patria son traidores.

¿Por qué serán así?

Dicen que de esta vida los abrojos

quieren trocar en mundanal festín;

que ellos motivan tus enojos,

y que ese llanto de tus dulces ojos

lo causan ellos, sí.

Ellos, ¡ingratos!, de pesar te llenan...

¿Seré yo también sordo a tu gemir?

¡No!... Yo no quiero frutos que envenenan,

no quiero goces que a mi Madre apenan,

¡No quiero ser así!

En los escollos de esta mar bravía

yo no quiero sin gloria sucumbir;

yo no quiero que llores por mí un día,

No quiero que me llores, Madre mía...,

¡No quiero ser así!

Y mientras yo responda a tu reclamo,

mientras me juzgue con tu amor feliz,

y ardiendo en este afecto en que me inflamo

te diga muchas veces que te amo,

¿Te olvidarás de mí?

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¡Ah, no, dulce recuerdo de mi vida!

Siempre que luche en peligrosa lid,

siempre que llore mi alma dolorida,

al recordar mi adiós de despedida,

Te acordarás de mí.

Y en retorno de amor y fe sincera,

jamás sin tu recuerdo he de vivir:

tuya será mi lágrima postrera...

¡Hasta que muera, Madre, hasta que muera

me acordaré de Ti!

Tú, en pago, Madre, cuando llegue el plazo

de alzar el vuelo al celestial confín

estrechándome a Ti con dulce abrazo,

no me apartes jamás de tu regazo,

no me apartes de Ti.

Julio Alarcón, S.J.

Rector de Chamartín, 1884

Yo creo que es una preciosa poesía de cómo un niño le pide a su Madre que no se

olvide de él y que él no se quiere olvidar nunca de Ella. Como nosotros no somos tan niños,

como hemos tenido olvidos muchas veces en nuestra vida y como muchas veces nos hemos

sentido hasta casi dioses, por encima de casi todo, creo que vale la pena regresar a esa infancia

espiritual, a esa infancia donde el niño mira a su Madre y le dice: “Mamá, no me dejes nunca”.

Y cuando esa Madre es esta que tenemos aquí, la Virgen de la Soledad, la Virgen que se siente

fuerte, aunque sola, creo que vale la pena repetir eso que decíamos de niños: “Mamá, no te voy

a dejar sola, pero no me abandones nunca”. Y esa Madre está firme al pie de la Cruz que

latigamos ante nuestras dificultades personales. Ayúdanos a mantenernos firmes, a

mantenernos perseverantes y a mantenernos combativos en la defensa de los valores, que es lo

que Tú quieres.

Espero haberles sido de utilidad.

Gracias.

D. Luis Losada PescadorPeriodista del grupo Intereconomía

Almería, 9 de abril de 2011

Fotografía: Fernando Torres Granero

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Cofradía "La Soledad"de 1970 a 1980

En enero de 1970, relevando a D. José Marín Rosa, D. Diego Torres Asensio fue nombrado Hermano Mayor. Vivió y padeció los once años más difíciles de la segunda mitad de la pasada centuria de nuestra Cofradía.

La década de los 70 del siglo XX, también en nuestra Hermandad, estuvo marcada por la Transición Política de la Dictadura a la Democracia. La incertidumbre socio-política, la falta de recursos económicos y humanos y el desinterés general, caracterizaron esta etapa cofradiera. El cambio al frente de “La Soledad” no fue fácil. El Hermano Mayor saliente quería dejar el cargo y no había nadie a quien pasarlo. El entrante, en 1970, tenía múltiples ocupaciones: Subjefe de Recaudación en Cía. Sevillana de Electricidad, Directivo de Acción Católica, Ministro Terciario Franciscano, Directivo de la Hermandad Virgen del Mar…, y padre de nueve hijos. No obstante, asumió, generosamente, esta nueva responsabilidad.

Lo primero y prioritario era recaudar fondos, porque las arcas estaban vacías. Se crearon las cuotas, con una aportación extraordinaria por Semana Santa, y la venta de participaciones de lotería de Navidad. El alquiler de los equipos penitenciales y donaciones varias completaron las fuentes de ingresos. En 1970 se repararon los tronos de La Virgen y de S. Juan: carpintería, ejes, ruedas, dirección, etc. Los desfiles procesionales de 1970 a 1972 fueron tan austeros como fervorosos. Entre 1971 y 1974 se hicieron nuevos trajes confeccionados en el Sindicato de la Aguja de D.ª Carmen Góngora.

En 1973 se constituye la nueva Junta Directiva, compuesta por diecisiete miembros de edades muy jóvenes (eran hijos, familiares y allegados del Hermano Mayor), con la que la Cofradía adquiere nuevos impulsos. La prensa local destaca -véase la amplia entrevista del periodista don Manuel Román, a don Diego Torres Asensio, publicada el jueves 19 de abril de 1973 en el diario La Voz de Almería- como: "al paso lento y sencillo por las calles de Almería, se sobrecoge de emoción el alma de las gentes humildes". Según nuestro Hermano Mayor: "la principal pretensión era vincular al pueblo fiel, con el dolor de María Santísima en su soledad,

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luego de conmemorar la crucifixión y muerte de Ntro. Señor, en la tarde del Viernes Santo". Y el periódico añade: "la Cofradía de La Soledad, y más concretamente su Virgen, es la más acompañada en el recorrido y la que más saetas recibe".

En 1974 y 1975 renace la polémica sobre la presencia de “mantillas” acompañando a Ntra. Sra. de Los Dolores. Algunos cofrades insisten en que debe ir sola, porque es “La Soledad”. Finalmente se acuerda que desfilen también “las manolas”. Por esas fechas D. Diego es nombrado, además, Presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Almería, puesto que ocuparía pocos años.

En noviembre de 1975 cambió la Jefatura del Estado Español: el día 20 muere S. E. el Jefe de Estado General don Francisco Franco Bahamonde y el 22 es nombrado Rey de España S. M. don Juan Carlos de Borbón y Borbón con el nombre de Juan Carlos I.

En 1976, el Gobernador Civil de la provincia de Almería aconseja al Sr. Torres Asensio, como Presidente de la Agrupación de Cofradías y

Hermano Mayor de “La Soledad”, que esa Semana Santa no salgan los pasos a la calle y en cualquier caso, si lo hacen, que los penitentes no lleven capuchón, al objeto de tener identificados en todo momento a los participantes. A esta idea se sumaron el Obispo de la Diócesis y el Alcalde de la ciudad. Finalmente, tras una difícil negociación y la autorización correspondiente, los nazarenos salieron con la cara cubierta. Ese año, como se esperaba y temía, la procesión resultó conflictiva. Después de encerrarse la del Santo Entierro (como se hacía entonces) nuestra Cofradía salió a la calle. Al inicio, las primeras saetas coincidieron con las primeras gotas de lluvia. En la cabeza iba una pareja de la Policía Armada y otra a la cola. La entrañable Banda de Los Churros como acompañamiento musical. Sus componentes -todos sin estudios musicales- tenían orden estricta, de nuestro Hermano Mayor, de no beber vino el Viernes Santo. Aún así, el desafinar de sus instrumentos solo era comparable a su gran devoción mariana. Interpretaban siempre la misma melodía porque no sabían tocar de otra manera. Por otra parte durante el desfile, rompiendo el respetuoso silencio de la gente, se oyeron gritos de ¡amnistía, libertad!,... ¡fascistas, burgueses, os quedan pocos meses!... y otros insultando a los agentes que nos escoltaban. Esto provocó la intervención de los cuatro miembros de las F. O. P., llamados popularmente “los grises”, en varias ocasiones. Se produjeron algunas carreras y la retirada, de la calle, de parte del público. Automóviles atravesados

Paso de la Virgen de la Soledad en 1973

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impidieron el paso de la comitiva en varios sitios. Se improvisó y solucionó, sobre la marcha, actuando según las circunstancias. Al final la lluvia también ayudó y la procesión, milagrosamente, pudo completar su recorrido. Se vivieron momentos de gran tensión y miedo. Ya en la madrugada del Sábado Santo los cofrades, aliviados, rezaron una sentida oración, de agradecimiento, frente al Santísimo Sacramento del altar.

En 1977 las obras de restauración de la iglesia de Santiago Apóstol (sede canónica) impidieron su salida procesional. Hubo una propuesta de sacar los pasos desde la iglesia-convento de Las Clarisas que no prosperó. Entre 1978 y 1980 Ntra. Cofradía desfiló, sin novedad, a pesar del evidente desgaste de la Junta de Gobierno.

Empero, esta década también tuvo dos lecturas positivas. Como contraste al escaso apoyo oficial, destacó una extraordinaria devoción popular a la Virgen de los Dolores y una gran solidaridad -casi fraternidad- intercofradiera. Las pocas Hermandades existentes no compitieron entre sí, sino que se ayudaron.

En diciembre de 1980, don Diego Torres Asensio dejó el cargo a don Francisco Plaza Baldó (concuñado de una de sus hijas).

Cronista: Francisco de Asís Torres MontesinoCofrade de “La Soledad” desde marzo de 1973

(Escrito en Semana Santa de 1996 a petición de D. Guillermo Carmona Ortega, Directivo de la Hermandad)

Fotografía de la hoja del Septenario de 1973