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Cuadernos de Historia Moderna. Anejos ISBN: 978-84-669-3052-9 2007, VI, 181-201 Mujeres e Ilustración: una perspectiva europea Mónica BOLUFER PERUGA Universitat de València "Un gobierno sabio debería procurar un justo medio entre esos extremos, el cual deberá consistir, en mi opi- nión, en la más perfecta igualdad posible entre los sexos, en el disfrute de los derechos personales, la emi- nencia y la educación; y el grado de aproximación a esa igualdad puede servir de indicativo de la perfección de la sociedad y del gobierno". Alexander Jardine, Letters from Spain, France, Portugal, and Barbary, 1788. "No hay nación culta que no pueda presentar un crecido número de mugeres estudiosas o aplicadas". Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, abril de 1786. "Sean ellas hermosas, sensibles, tímidas y delicadas; éstas son las armas que la naturaleza les concedió; nos- otros, endurecidos en las fatigas, vencedores de las fie- ras y los elementos, cedamos sólo a unos ojos y a una boca que sonríe suavemente, a cuya violencia deliciosa no hay corazón que no se rinda. Tal es su destino, tal es el nuestro". Leandro Fernández de Moratín, Apuntaciones sueltas del viaje a Inglaterra, 1792-1793. RESUMEN Este artículo sitúa la relación entre mujeres e Ilustración en España dentro de su contexto internacio- nal, desde un tripe enfoque: en primer lugar, situando la trayectoria de los estudios en el marco de la historiografía europea y norteamericana; en segundo lugar, señalando las conexiones entre los debates acerca de la naturaleza y funciones de los sexos dentro y fuera de nuestras fronteras (a través de tra- ducciones, citas e influencias mutuas) y, por último, revisando cómo para ls gentes de la época las rela- ciones entre hombres y mujeres constituyeron un elemento clave a la hora de valorar las diferencias nacionales y el grado de civilización alcanzado por una sociedad. En este sentido, se sintetizan las visiones transmitidas por los viajeros extranjeros en España y también aquellas, menos conocidas, que acerca de esta cuestión forjaron los vajeros españoles por Europa (Viera, Ponz, Ureña, Moratín, Andrés). Palabras clave: Ilustración. Mujeres. Historiografía. Europa. España. Relaciones culturales. Traducciones. Viajes.

Bolufer Peruga, M. - Mujeres e Ilustracion. Una Perspectiva Europea

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  • Cuadernos de Historia Moderna. Anejos ISBN: 978-84-669-3052-92007, VI, 181-201

    Mujeres e Ilustracin: una perspectiva europeaMnica BOLUFER PERUGA

    Universitat de Valncia

    "Un gobierno sabio debera procurar un justo medioentre esos extremos, el cual deber consistir, en mi opi-nin, en la ms perfecta igualdad posible entre lossexos, en el disfrute de los derechos personales, la emi-nencia y la educacin; y el grado de aproximacin a esaigualdad puede servir de indicativo de la perfeccin dela sociedad y del gobierno".

    Alexander Jardine, Letters from Spain, France, Portugal, and Barbary, 1788.

    "No hay nacin culta que no pueda presentar un crecidonmero de mugeres estudiosas o aplicadas".

    Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, abril de 1786.

    "Sean ellas hermosas, sensibles, tmidas y delicadas;stas son las armas que la naturaleza les concedi; nos-otros, endurecidos en las fatigas, vencedores de las fie-ras y los elementos, cedamos slo a unos ojos y a unaboca que sonre suavemente, a cuya violencia deliciosano hay corazn que no se rinda. Tal es su destino, tal esel nuestro".

    Leandro Fernndez de Moratn, Apuntaciones sueltas del viaje a Inglaterra, 1792-1793.

    RESUMENEste artculo sita la relacin entre mujeres e Ilustracin en Espaa dentro de su contexto internacio-nal, desde un tripe enfoque: en primer lugar, situando la trayectoria de los estudios en el marco de lahistoriografa europea y norteamericana; en segundo lugar, sealando las conexiones entre los debatesacerca de la naturaleza y funciones de los sexos dentro y fuera de nuestras fronteras (a travs de tra-ducciones, citas e influencias mutuas) y, por ltimo, revisando cmo para ls gentes de la poca las rela-ciones entre hombres y mujeres constituyeron un elemento clave a la hora de valorar las diferenciasnacionales y el grado de civilizacin alcanzado por una sociedad. En este sentido, se sintetizan lasvisiones transmitidas por los viajeros extranjeros en Espaa y tambin aquellas, menos conocidas, queacerca de esta cuestin forjaron los vajeros espaoles por Europa (Viera, Ponz, Urea, Moratn,Andrs).

    Palabras clave: Ilustracin. Mujeres. Historiografa. Europa. Espaa. Relaciones culturales.Traducciones. Viajes.

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    Mnica Bolufer Peruga Mujeres e Ilustracin: una pespectiva europea

    ABSTRACTThis article places the relationship between women and Englightenment in Spain in an internationalcontext, from three points of view. First, it traces Spanish studies in relation with European andAmerican historiography; second, it point at the conections between gender debates both in Spainand in the rest of Europe (via translations, quotes, and mutual influence), and, in the last term, itexplains how in the eighteenth-century gender relations were taken as a key feature in order toevaluate national differences and the degree of civilization attained by a particular society. In thisrespect, the article summarises the visions circulated by eighteenth-century foreign travellers toSpain, but also those, much less known, transmitted by Spanish travellers in Europe (Viera, Ponz,Urea, Moratn, Andrs).

    Key words: Women. Historiography. Europe. Spain. Cultural relations. Translations. Travels.

    1. ILUSTRACIN, MUJERES Y GNERO: NOTAS SOBRE LOS ESTUDIOSINTERNACIONALESInteresarse por el papel que ejercieron las mujeres en el movimiento cultural

    de la Ilustracin, desde una perspectiva comparativa, requiere plantear, al menosde forma sumaria, esa cuestin adoptando un triple enfoque. En primer lugar,supone situar los estudios que actualmente se desarrollan en Espaa sobre esetema en un contexto internacional. En segundo lugar, requiere entender qu rela-cin guardaban en el siglo XVIII los debates acerca de la naturaleza y funcionesde los sexos en nuestro pas con aquellos que tenan lugar en el resto de Europa.Y, por ltimo, obliga a analizar cmo entendan las gentes de la poca las relacio-nes entre hombres y mujeres en la sociedad espaola comparndola con las cir-cunstancias de otros pases.

    Desde hace dcadas, numerosas investigaciones vienen ocupndose del papelque las mujeres ejercieron como objeto de representacin y de discusin en el pen-samiento ilustrado y, a la vez, como sujetos activos en los debates intelectuales ylas formas de cultura y sociabilidad propias de las Luces. Ello ha permitido enri-quecer notablemente nuestras perspectivas acerca del significado de la Ilustracincomo un movimiento cultural complejo y paradjico en sus ideas, principios yvalores y en sus prcticas sociales1. En Francia, con ilustres precedentes como elde los hermanos Goncourt, que en su obra La femme au dix-huitime sicle (1898)recuperaron, mitificndolo con cierta nostalgia, el brillo de los salones diecioches-cos y el papel de las grandes damas que los presidan y animaban, fue a partir delos aos 1970 cuando estudios pioneros como los de Paul Hoffmann, IvonneKnibiehler o Elisabeth Badinter comenzaron a revelar hasta qu punto la defini-cin y construccin normativa de la feminidad fue una obsesin del pensamientoilustrado, y a mostrar las relaciones de afinidad o de conflicto de las mujeres,

    1 La sntesis ms completa y reciente de estas investigaciones, desde el mbito anglosajn y con una pers-pectiva comparativa, es la ofrecida por Sarah Knott y Barbara Taylor, eds., Women, Gender, andEnlightenment, Londres, Palgrave, 2005.

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    expresadas en sus escritos y en sus estrategias de vida y relacin, con el pensa-miento y las normas sociales de su tiempo2.

    En el mundo anglosajn, a la vez que se analizaba la forja de una ideologa de ladomesticidad ligada inicialmente a la identidad cultural de la clase media y a sus aspi-raciones de hegemona, y basada en un ideal de estricta separacin de las esferas pbli-ca y privada, masculina y femenina, la recuperacin de autoras emblemticas comoMary Wollstonecraft permita descubrir las relaciones conflictivas que algunas muje-res sostuvieron con ese modelo domstico y sentimental y su lcida crtica de las para-dojas y contradicciones que implicaba para su sexo3. Algo ms tarde llegara el inte-rs por explorar en todas sus dimensiones la participacin de las mujeres en el mundode las letras, particularmente intensa en la Inglaterra del siglo XVIII, o el papel cen-tral que las relaciones entre los sexos ocupan en el pensamiento de la Ilustracin esco-cesa y en sus teoras de progreso, por citar dos de los temas que ms y mejor han sidoexplorados4. En otros pases, como Italia, donde la historia de las mujeres ha tenidouna orientacin distinta y otros intereses, ms inclinados al estudio de las prcticascotidianas (familia, trabajo, marginalidad), algunos trabajos han dado a conocer desdelos aos 90 el papel desempeado por las escritoras, cientficas, periodistas, lectoras omecenas en el desarrollo de las ideas y las prcticas ilustradas5.

    2 Emile y Jacques Goncourt, La femme au dix-huitime sicle, Pars, 1982; Paul Hoffmann, La femmedans la pense des Lumires, Pars, Ophrys, 1977. Yvonne Knibiehler y Catherine Fouquet, La femme et lesmdecins, Pars, Hachette, 1983; Elisabeth Badinter, milie, milie. Lambition fminine au XVIIIe sicle,Pars, Flammarion, 1983; Samia Spencer, ed., Women and Society in Eighteenth-Century France,Bloomington, Indiana University Press, 1984;M Michelle Crampe-Casnabet, "Las mujeres en las obras filo-sficas del siglo XVIII", en Natalie Davids y Arlette Farge, coords., Del Renacimiento a la Edad Moderna,vol. 3 de George Duby y Michelle Perrot, dirs., Historia de las mujeres en Occidente, Madrid, Taurus, 1992,pp. 335-369. Entre las aportaciones y debates ms recientes, "Forum. The Public Sphere in the EighteenthCentury", French Historical Studies, n 17/4 (1992), pp. 881-956 (artculos de Daniel Gordon, Sara Maza,David. A. Bell); Dena Goodman, The Republic of Letters: a Cultural History of the French Enlightenment,Ithaca, Cornell University Press, 1994;"Femmes: une singularit franaise?", Le Dbat, n 87 (1995), pp.117-146 (artculos de Bronislaw Baczko, Elisabeth Badinter, Lynn Hunt, Michelle Perrot, Joan W. Scott yMona Ozouf); Carla Hesse, The Other Enlightenment. How French Women became Modern, Berkeley,University of California Press, 2003.

    3 Leonore Davidoff y Catherine Hall, Fortunas familiares: hombres y mujeres de la clase media inglesa,1780-1850. Madrid, Ctedra, 1994. Janet Todd, Mary Wollstonecraft: A Revolutionary Life, Londres,Weidenfeld & Nicholson, 2000; Barbara Taylor, Mary Wollstonecraft and the Feminist Imagination,Cambridge, Cambridge University Press, 2002.

    4 Norma Clarke, The Rise and Fall of the Woman of Letters, Londres, Pimlico, 2003; Elizabeth Eger, C.Grant, C. OGallchoir y P. Warburton, Women, Writing and the Public Sphere, 1700-1830. Cambridge, CUP,2001. Jane Rendall, "Virtue and Commerce: Women in the Making of Adam Smith's Political Economy", enEllen Kennedy y Susan Mendus (eds.), Women in Western Political Philosophy. Brighton, Wheatsheaf Books,1987, pp. 44-77; Silvia Sebastiani, "Razza", donne, progresso: tensioni ideologiche nel dibattitodellIlluminismo scozzese, Tesis doctoral, Instituto Universitario Europeo, Florencia, 2003, y "Race, Women,and Progress in the Late Scottish Enlightenment", en Knott y Taylor, Women, Gender, and Enlightenment,pp. 75-96; en este volumen, tambin Mary Catherine Moran, "Between the Savage and the Civil: Dr JohnGregorys Natural History of Femininity", pp. 8-29, y Sylvana Tommaselli, "Civilization, Patriotism andEnlightenment Histories of Woman", pp. 11-135.

    5 Luciano Guerci, Il dibbattito sulle donne nel Settecento, Turn, Tirrenia Stampatori, 1987, y La sposaobbediente. Donna e matrimonio nella discussione dellItalia del Settecento, Turn, Tirrenia Stampatori,

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    En Espaa, tras las aportaciones pioneras de algunas estudiosas en tiempos de laSegunda Repblica, como Margarita Nelken o M Pilar Oate, en los aos 1970 yprincipios de los 80 el libro de Carmen Martn Gaite sobre los "usos amorosos" delXVIII, los estudios de Paul Guinard sobre la prensa del Setecientos, la biografa dela condesa de Montijo a cargo de Paula Demerson, el anlisis de Oliva Blanco acer-ca de la defensa de la igualdad de los sexos por Feijoo, o las aproximaciones dePaloma Fernndez Quintanilla al mundo de las escritoras y las socias de la Junta deDamas de la Sociedad Econmica Matritense marcaron los primeros hitos de uncamino historiogrfico en el que muy pronto profundizaran otras autoras6. En efec-to, la eclosin de las investigaciones se produjo a partir de los aos 80, muy vincu-lada a la institucionalizacin de los estudios feministas en las Universidades espa-olas, en particular a las Jornadas de Investigacin Interdisciplinaria promovidaspor la Universidad Autnoma de Madrid. En el marco de estos y de otros encuen-tros y publicaciones colectivas se dieron a conocer los trabajos de historiadorascomo Mara Victoria-Lpez Cordn, Margarita Ortega, Isabel Morant, Rosa Capel,Pilar Prez Cant, Mara Begoa Villar o Marion Reder Gadow sobre la condicinjurdica y social de las mujeres, su educacin, la representacin de lo femenino enla obra de los ilustrados espaoles o las relaciones y los conflictos familiares7. En ladcada de los 90, la celebracin del primer coloquio especficamente dedicado a Lamujer en los siglos XVIII y XIX, en el contexto de los Encuentros de la Ilustracinal Romanticismo, los intentos de ofrecer una sntesis sobre el significado de la

    1988; Paula Findlen, "Women on the Verge of Science: Aristocratic Women and Knowledge in EarlyEighteenth-Century Italy", en Knott y Taylor. Women, Gender, and Enlightenment, pp. 265-287; RebeccaMessbarger,The Century of Women: Representations of Women in Eighteenth-Century Italian PublicDiscourse, Toronto, University of Toronto Press, 2002.

    6 Margarita Nelken, Las escritoras espaolas, Barcelona, 1930; Mara Pilar de Oate, El feminismo en laliteratura espaola. Madrid, 1938. Carmen Martn Gaite, Usos amorosos del XVIII. Madrid, Anagrama,1972. Paula Demerson, Mara Francisca de Sales y Portocarrero, condesa de Montijo. Una figura de laIlustracin. Madrid, Editora Nacional, 1975. Paul Guinard, La presse espagnole de 1737 1791. Formationet signification dun genre. Pars, Centre de Recherches Hispaniques, 1973. Oliva Blanco Corujo, Feijoo y lapolmica feminista en el siglo XVIII. Oviedo, Universidad de Oviedo 1979 (tesis de licenciatura indita),Paloma Fernndez Quintanilla, La mujer ilustrada en la Espaa del siglo XVIII, Madrid, 1981. Una visinms detallada del desarrollo de los estudios, en Mnica Bolufer, "Representaciones y prcticas de vida: lasmujeres en la Espaa del siglo XVIII", Cuadernos de Ilustracin y Romanticismo, n 11, 2003, pp. 3-34, y"Las mujeres en la Espaa del siglo XVIII. Trayectorias de la investigacin y perspectivas de futuro", enSusana Gil-Albarellos Prez-Pedrero y Mercedes Rodrguez Pequeo, eds., Ecos silenciados. La mujer en laliteratura espaola. Siglos XII al XVIII, Segovia, Fundacin Instituto Castellano y Leons de la Lengua,Segovia, 2006, pp. 271-288.

    7 Mara Victoria Lpez-Cordn, "La situacin de la mujer a finales del Antiguo Rgimen, 1760-1860", enRosa Capel, ed., Mujer y sociedad en Espaa (1700-1975), Madrid, MEC, 1982, pp. 51-107. Isabel Morant,"Familia, amor y matrimonio: un ensayo sobre historiografa", en Los estudios sobre la mujer: de la investi-gacin a la docencia. Actas de las VIII Jornadas de Investigacin Interdisciplinar, Madrid, UAM, 1991, pp.573-595. Paloma Villota, "El siglo de la Ilustracin y la capacidad intelectual de la mujer", M Begoa Villar,"Los estereotipos femeninos en el siglo XVIII. Lmites de su evolucin", y Marion Reder Gadow,"Pensamiento crtico en torno a la mujer en la obra jovelliana", en Mujeres y hombres en la formacin delpensamiento occidental. VII Jornadas de investigacin interdisciplinar, Madrid, UAM, 1988, II, pp. 185-196, 197-208 y 257-266 respectivamente.

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    Ilustracin desde esta perspectiva, en los apndices espaoles a dos importantesobras internacionales (Historia de las mujeres en Occidente e Historia de las muje-res: una historia propia) y la incorporacin de nuevas generaciones de historiadoras(Gloria Franco, Teresa Nava, Mnica Bolufer) marcan un primer punto de madurezde estos estudios8. Desde finales de esa dcada, el nmero creciente de publicacio-nes especializadas, la incorporacin del tema en congresos y obras generales sobrelas Luces, la aparicin de la obra colectiva Historia de las mujeres en Espaa yAmrica Latina o la preparacin de un volumen sobre mujeres e Ilustracin a amboslados del Atlntico, producto de la colaboracin entre historiadoras y especialistasen literatura espaolas y norteamericanas, son signos que indican su definitiva con-solidacin9.

    A lo largo de estas tres dcadas, las investigaciones han ido dibujando unpanorama que demuestra que el siglo XVIII fue una poca de cambios significa-tivos en la posicin y presencia de las mujeres y sus relaciones sociales en mbi-tos como la lectura, la escritura o la sociabilidad, acompaados, a su vez, de unintenso debate acerca de la naturaleza y las funciones de los sexos. En el des-arrollo de estos estudios, esos cambios fueron situndose en el marco que, conuna tradicin ms larga, la historiografa internacional vena trazando para elconjunto de Europa. Es de justicia reconocer tambin la importante participa-cin del hispanismo francs (Lucienne Domergue, Frdrique Morand), britni-co (Philip Deacon, Sally Ann Kitts) y, muy en especial, norteamericano (EvaRudat Kailhuoto, Mara Salgado; ms recientemente Catherine Jaffe, ElizabethLewis, Rebecca Haidt, Theresa Ann Smith), que ha contribuido de manera fun-

    8 Cinta Canterla, ed., La mujer en los siglos XVIII y XIX. VIII Encuentros de la Ilustracin alRomanticismo. Cdiz, Universidad de Cdiz, 1994. Carmen Sarasa, "El siglo de la Ilustracin", enBonnie Anderson y Judith Zinsser, Historia de las mujeres. Una historia propia, Barcelona, Crtica,1991, t. II, pp. 609-616; Reyna Pastor, coord.., "Una mirada espaola", en George Duby y MichellePerrot, dirs., Historia de las mujeres en Occidente. 3. Del Renacimiento a la Edad Moderna. Madrid,Taurus, 1992, pp. 531-651.

    9 Teresa Nava, "La mujer en las aulas: una historia en construccin", Cuadernos de historia moderna,n 16 (1995), pp. 377-390; "Mujeres y alumnas en la Edad moderna: en torno a un colegio de RealPatronato", en Cristina Segura y Gloria Nielfa, eds.: Entre la marginacin y el desarrollo. Mujeres y hom-bres en la Historia. Homenaje a M. Carmen Garca-Nieto. Madrid, Ediciones del Orto, pp. 73-88. GloriaFranco, "Nicols Fernndez de Moratn y el Arte de las putas: misoginia y objetualizacin de la mujerentre la lite intelectual ilustrada", en Cristina Segura, ed., Feminismo y misoginia en la literatura espa-ola, Madrid, Nancea, 2001. Mnica Bolufer, Mujeres e Ilustracin. La construccin de la feminidad enla Espaa del siglo XVIII, Valencia, Instituci Alfons el Magnnim, 1998. Mara Victoria Lpez-Cordn,Condicin femenina y razn ilustrada. Josefa Amar y Borbn, Zaragoza, Prensas Universitarias deZaragoza, 2005. Isabel Morant, Historia de las mujeres en Espaa y Amrica Latina. 3. El mundo moder-no, Madrid, 2005; sobre el siglo XVIII, vanse en particular, para Espaa, las sntesis de Mara VictoriaLpez-Cordn, "Las fortuna de escribir. Escritoras de los siglos XVII y XVIII", pp. 193-234 y MnicaBolufer, "Transformaciones culturales. Luces y sombras", pp. 479-510; para la Ilustracin criolla,Esperanza M Romero y Mara Esperanza Rodrguez, "Educar: a quin y para qu?", pp. 729-756, y PilarPrez Cant y Roco de la Nogal, "Las mujeres en la arena pblica", pp. 757-789. Catherine Jaffe yElizabeth F. Lewis eds., "La Ilustracin de Eva". The Experience of Hispanic Women in the EighteenthCentury, Lousiana University Press (en prensa).

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    damental a recuperar y analizar el pensamiento y la escritura de las ilustradasespaolas10.

    La excesiva parcelacin de que adolecen con frecuencia las distintas tradicioneshistoriogrficas nacionales ha hecho que los avances se produjeran en ocasiones deforma paralela, ms que interconectada. Sin embargo, la relacin de las historiado-ras espaolas con el mundo francs y anglosajn, en particular, fue muy temprana,y en particular en tiempos ms recientes han ido extendindose en la historiografainternacional enfoques comparativos que profundizan en los puntos de conexin ylas diferencias entre los distintos pases11. Ejemplo de ello es el proyecto que diolugar a la obra colectiva Women, Gender and Enlightenment (2005), en la que, a par-tir de una iniciativa britnica, se abre el foco para incorporar la experiencia france-sa y tambin otras de la Europa meridional, como la espaola o la italiana. Comosealan en las conclusiones a ese volumen John Robertson y Kate Soper, desde ladoble perspectiva de la historia intelectual clsica y de la filosofa y la historiogra-fa feministas, los estudios sobre mujeres e Ilustracin han enriquecido ambas tradi-ciones12. Por una parte, al poner de relieve el lugar central que el debate de los sexosocup en el pensamiento y en las prcticas culturales de la Ilustracin. Por otra, fren-te a ciertas posturas feministas postmodernas que valoran el pensamiento de lasLuces como intrnsecamente misgino, fundamento terico de la exclusin femeni-na del espacio pblico a partir de la revolucin, al demostrar que el feminismomoderno constituye una crtica inmanente a la Ilustracin, que nace con ella (aunrecogiendo herencias anteriores) y le exige la aplicacin prctica de sus principios.

    En ese nuevo contexto historiogrfico, los estudios realizados desde o sobreEspaa ocupan ya su lugar en el debate internacional, como revela, por ejemplo, laparticipacin espaola en algunas de las recientes obras citadas, o la organizacin desesiones sobre mujeres e Ilustracin en el mundo hispnico en el marco de los dosltimos congresos de la Sociedad Internacional de Estudios del Siglo XVIII (LosAngeles, 2004, y Montpellier, 2007). La reflexin comparativa ayuda, a la vez, a

    10 Entre otras obras importantes, Sally Ann Kitts, The Debate on the Nature, Role and Influence of Womanin Eighteenth-Century Spain, Lewiston, Edwin Mellen Press, 1995; Rebecca Haidt, EmbodyingEnlightenment. Knowing the Body in Eighteenth-Century Spanish Literature and Culture, Nueva York, St.Martin's Press, 1998; Elizabeth Franklin Lewis, Women writers in the Spanish Enlightenment: the pursuit ofhappiness, Aldershot, Ashgate Press, 2004; Catherine Jaffe, "Suspect Pleasure: Writing the Woman Readerin Eighteenth-Century Spain", Dieciocho, 22/1 (1999), pp. 35-59; Theresa Ann Smith, The Emerging FemaleCitizen. Gender and Enlightenment in Spain, Berkeley, University of California Press, 2006.

    11 Mnica Bolufer, "Culture and Gender in Spain: the Ambiguities of Enlightenment", History WorkshopJournal, n 44 (1998), pp. 261-267.

    12 John Robertson, "Women and Enlightenment: A Historiographical Conclusion" y Kate Soper,"Feminism and Enlightenment Legacies", en Knott y Taylor, Women, Gender, and Enlightenment, pp. 692-704 y 705-715, respectivamente. Asimismo, las obras de referencia ms recientes sobre la Ilustracin incor-poran la perspectiva aportada desde la historia de las mujeres. Dena Goodman, "Men and Women of Letters,"en A.C. Kors, ed., Encyclopedia of the Enlightenment, Oxford, Oxford University Press, 2002, pp. 55-58.Jane Rendall, J., "Feminizing the Enlightenment: the problem of sensibility", y Karen OBrien, "The femi-nist critique of Enlightement", en M. Fitzpatrick, P. Jones, C. Knellwolf y I. McCalman, eds., TheEnlightenment world, Londres, Routledge, 2003, pp. 253-271 y 621-647.

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    enriquecer el marco interpretativo global y a comprender mejor las peculiaridadesnacionales. As, el caso espaol puede resultar especialmente ilustrativo en distintosaspectos. Entre ellos, para analizar los procesos de circulacin de las ideas y adap-tacin cultural en un contexto internacional y la mezcla de prstamos exteriores ycircunstancias y aportaciones propias. Tambin para calibrar, en el contexto de unaIlustracin indudablemente muy minoritaria, el balance ente continuidades y cam-bios y las conexiones entre discursos filosficos o proyectos reformistas y prcticasde vida. Por ltimo, para perfilar mejor la relacin entre las iniciativas gubernamen-tales y la dinmica ms o menos autnoma de la sociedad, frente a la tentacin, fre-cuente en cierta historiografa dieciochesca, a atribuir a las medidas emanadas de losgobiernos borbnicos todo cambio en los comportamientos, actitudes y valoressociales13.

    2. PROGRESO Y REFORMA: "EUROPA" COMO TRMINO DECOMPARACINEs en esa perspectiva internacional en la que cabe inscribir las relaciones com-

    plejas que en Espaa, como en otros pases europeos, sostuvieron las mujeres delsiglo XVIII con las ideas, valores y prcticas de su tiempo. En este aspecto, comoen otras facetas de la cultura de las Luces, las conexiones internacionales son bienpalpables. Las traducciones, del francs u otras lenguas al castellano, y ms rara-mente a la inversa; las citas, explcitas o disfrazadas, de autores y autoras extranje-ros; la profunda similitud de los temas y los enfoques; las alusiones a la situacin delas mujeres en los pases ms avanzados de Europa como elemento de referencia,pero tambin las descripciones, por parte de los viajeros, de su posicin y su rela-cin con los hombres en la sociedad espaola, como ndice y signo del grado de des-arrollo del pas y de las transformaciones recientemente experimentadas: todo elloviene a corroborar que resulta imprescindible, en este como en otros temas, situar elcaso espaol en su contexto europeo.

    Las ideas acerca de la diferencia de los sexos y, en particular, sobre la naturale-za, educacin y moral de las mujeres circulan traspasando fronteras y se leen aqu yall, adaptndose a las costumbres del pas e incluso modificando profundamente susignificado. En efecto, leer los innumerables textos relativos a la naturaleza y signi-ficado de la diferencia de los sexos y, en particular, a las costumbres y educacin delas mujeres que, en Espaa como en otros pases, se publican a lo largo del sigloXVIII supone realizar un trabajo, a veces casi detectivesco, de identificacin defragmentos traducidos o parafraseados de obras publicadas en otras lenguas, muchasveces sin citar su procedencia. Numerosos fueron, en este como en otros temas, los

    13 Reflexiones de orden general sobre estos problemas historiogrficos, en Lpez-Cordn, Condicinfemenina y razn ilustrada, pp. 7-12; Bolufer, "Transformaciones culturales" y "Las mujeres en la Espaadel siglo XVIII", esp. pp. 283-288.

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    libros traducidos: textos pedaggicos y morales, como los de Fnlon, Mme deLambert, Mme dpinay, Mme Le Prince de Beaumont o Mme Genlis, que circula-ron con gran xito, con frecuencia en versiones de mujeres como Ana Muoz,Antonia del Ro o la condesa de Lalaing14. Pero tambin obras de medicina doms-tica inglesas y francesas (las de Ballexerd, Landais, Raulin, Buchan, Tissot), muchasde ellas dirigidas a las madres sobre atencin a la infancia; novelas filosficas, comolas de Samuel Johnson o Mme de Graffigny, y otras que transmitan el ideal de femi-nidad domstica y sentimental, como las de Samuel Richardson, comedias lacrimo-sas y "sensibles", como las de Nivelle de la Chausse15. Mas difciles de identificar,decenas de textos breves aparecidos en la prensa acerca de las lecturas de las muje-res, su educacin, la moral familiar, el cuidado de los hijos, e incluso la poligamiaoriental, se revelan, tras un atento anlisis, procedentes de libros y peridicos brit-nicos (A Fathers Legagy to his Daughters, de John Gregory; artculos tomados deThe Spectator o The Rambler) o de obras francesas, algunas de ellas prohibidas,como la Encyclopdie o el mile de Rousseau16. Con menor frecuencia, algunasobras espaolas sobre estos temas fueron traducidas a otras lenguas, como la"Defensa de las mujeres" del Padre Feijoo, enrgica argumentacin a favor de laigualdad intelectual de los sexos publicada en 1726 en el primer volumen de suTeatro crtico, que alcanz gran resonancia tanto en Espaa como en sus versionesfrancesa e inglesa17. Dcadas ms tarde, dos de las memorias redactadas en el con-texto del debate sobre la admisin de mujeres en la Sociedad Econmica Matritense,

    14 Mara Victoria Lpez-Cordn, "Traduccin y traductoras en la Espaa de finales del siglo XVIII", enSegura y Nielfa, Entre la marginacin y el desarrollo. Mujeres y hombres en la Historia, pp. 89-112, yCondicin femenina y razn ilustrada, cap. 4; Mnica Bolufer, Mujeres e Ilustracin, pp. 331-340 y"Pedagoga y moral en el Siglo de las Luces: las escritoras francesas y su recepcin en Espaa", Revista dehistoria moderna. Anales de la Universidad de Alicante, n 20 (2002) pp. 251-291; Smith, The EmergingFemale Citizen, cap. 6.

    15 Mnica Bolufer, "Ciencia de la salud" y "ciencia de las costumbres". Higienismo y educacin enel siglo XVIII", reas. Revista de Ciencias Sociales, n 20 (2000), pp. 25-50, y La vida y la escrituraen el siglo XVIII. Ins Joyes: "Apologa de las mujeres" (en prensa); Isabel Morant y Mnica Bolufer,Amor, matrimonio y familia. La construccin histrica de la familia moderna, Madrid, Sntesis, 1998;Mara Jess Garca Garrosa, La retrica de las lgrimas. La comedia sentimental espaola (1751-1802), Valladolid, Universidad de Valladolid, 1990.

    16 Algunos ejemplos son un artculo de Samuel Johnson, publicado originariamente en The Rambler(n 18) y en castellano, sin citar su procedencia, en el Correo de Valencia (n 169, 11 de enero de 1799,p. 17), la "Carta instructiva a una seorita recin casada" de Jonathan Swift, traducida tres veces: en elPensador (pens. XXIX y XXX del tomo III), el Diario de Valencia (n 184 1 188, 26 a 30 de junio de1796) y la Miscelnea instructiva y curiosa (t. VI, n XVI); las "Reflexiones imparciales sobre las muje-res" publicadas en este ltimo peridico (t. II, n 4, 1797), que eran traduccin no reconocida del artcu-lo de Desmahis "Femme. Morale" de la Enciclopedia, El Amigo de las mujeres, obra de Boudier deVillemert (traducido por Nifo sin citar a su autor en 1763 y reeditado en 1771), o las Conversacionespolticas entre marido y muger de Arbuxech (1792), traduccin de la annima Lart de rendre les fem-mes fidles (Ginebra, 1779).

    17 Benito Jernimo Feijoo, "Defensa de las mujeres", en Teatro crtico universal de errores comunes,Madrid, 1742, 7 ed., t. I, disc. XVI (1 ed. en 1726). Sobre la conexin del texto de Feijoo con el debateinternacional, vase Mnica Bolufer, "Neither male, nor female". Rational equality in the early SpanishEnlightenment, en Knott y Taylor, Women, Gender and Enlightenment, pp. 389-409.

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    las de Francisco Cabarrs y Josefa Amar, veran la luz, respectivamente, en francsy en italiano18.

    La comunicacin y circulacin de las ideas resulta, pues, evidente, aunque muydesigual: no sorprende, sin duda, que, en este como en otros aspectos, Espaa tomedel extranjero ms de lo que aporta. Sin embargo, la traduccin, lejos de ser unaforma de recepcin puramente pasiva o mimtica, constituye con frecuencia unaadaptacin cultural que modifica el sentido de los textos originales e incluso, enalgunas ocasiones, su propia escritura. As, por ejemplo, el Essai sur les moeurs,lesprit et le caractre des femmes dans les diffrents sicles, publicado en 1772 porAntoine-Lonard Thomas, que valoraba el papel de las mujeres a travs de los tiem-pos como beneficiarias e impulsoras del progreso de las sociedades, aunque paraconcluir ensalzando sus cualidades "propias" y "naturales" y su funcin como guar-dianas de la moralidad y las costumbres, se tradujo con xito al castellano en 1773,fue posteriormente adaptada por una escritora, Mercedes Gmez (quien, tras aadir-le una dimensin piadosa ausente en el texto original, trat en vano de publicarla) yplagiado de nuevo en un manuscrito de 1805 por el religioso Jos Pueyo de SanJos19. Autores y autoras extranjeros, adems, aparecen mencionados con referenciaen obras espaolas. Un ejemplo entre muchos: el Discurso sobre la educacin fsi-ca de las mujeres (1790) de Josefa Amar, que demuestra un slido y actualizadoconocimiento de la produccin europea, especialmente de la literatura pedaggica(Fnelon, Locke, Verney, Rollin) y mdica (Raulin, Landais), con un particularnfasis en la obra de escritoras como Mme de Lambert, pinay, Le Prince deBeaumont o Genlis, en las que la autora se apoya para justificar su propio trabajo20.

    Las frecuentes traducciones y referencias a autores europeos revelan, ante todo,una similitud profunda de los temas, las actitudes y los procesos sociales y cultura-les. En Espaa, como en el resto de Europa, a lo largo del siglo XVIII se aprecia unmodesto pero significativo crecimiento en el nmero de lectoras y en la influenciaque ejercen o se les atribuye dentro de un mercado literario en expansin21. Tambinun notable aumento en el nmero de escritoras y una mayor visibilidad de su pro-duccin, en el marco general de la multiplicacin de autores y obras publicadas22.Se desarrollan, asimismo, los espacios de sociabilidad y de relacin de carctermixto, tertulias y salones, en los que la presencia femenina resulta clave, aunque seaprecie, al mismo tiempo, una fuerte reticencia a admitirla en instituciones reformis-

    18 La memoria del primero apareci publicada en el Mercure de France y en el Journal Encyclopdique.19 Antoine-Lonard Thomas, Historia o pintura del talento, carcter y costumbres de las mugeres en los

    diferentes siglos, Madrid, Miguel Escribano, 1773; Pintura del talento y carcter de las mugeres, AHN,Consejos, 5562 (4). Jos Pueyo y de San Pedro, Discurso histrico i philosphico sobre el carcter, costum-bres i mrito de las mugeres. BN, Mss. 4544.

    20 Sobre las fuentes de Josefa Amar, vase Lpez-Cordn, Condicin femenina y razn ilustrada.21 Inmaculada Urzainqui, "Nuevas propuestas a un pblico femenino", en Vctor Infantes, Franois Lpez

    y Jean F. Botrel (eds.), Historia de la edicin y de la lectura en Espaa (1472-1914), Madrid, FundacinGermn Snchez Ruiprez, 2003, pp. 481-492.

    22 Lpez-Cordn, "La fortuna de escribir"; Joaqun lvarez Barrientos, Los hombres de letras en laEspaa del siglo XVIII. Apstoles y arribistas, Madrid, Castalia, 2006.

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    tas o eruditas de carcter ms formal; as lo muestra su ausencia de las nuevasAcademias y el intenso debate generado a propsito de la admisin de mujeres en laSociedad Econmica Matritense, en la que, finalmente, se les permitir la entrada atravs de la Junta de Damas, cuerpo segregado y limitado a tareas "propias de susexo"23. Fenmenos todos ellos que, en gran medida, resultan comunes a la Europailustrada, aunque se produzcan en Espaa en una escala relativamente menor que enGran Bretaa o Francia, de acuerdo con el distinto nivel de desarrollo social y cul-tural (menores cifras de alfabetizacin, ndices de lectura y tiradas editoriales) y conla diferencia educativa ms acusada entre los sexos, que apenas alcanz a paliarseun tanto a lo largo del siglo XVIII.

    Por lo que respecta al debate sobre la "naturaleza" y funcin social de lossexos, ste estuvo tan presente en Espaa como en el resto de Europa, de uno uotro modo, en todos los mbitos, desde la filosofa a la literatura mdica, moral,poltica y econmica, prensa y obras de creacin. Aqu, como en otros pases,frente al lenguaje de la inferioridad y la jerarqua propio de la misoginia tradicio-nal, tiende a afirmarse en trminos positivos y elogiosos una idea de la feminidada la que se le atribuye un valor moral y utilidad para la sociedad en su conjunto,como diferente y "complementaria" de la masculinidad. Poniendo el nfasis en lanocin de "naturaleza" como norma a partir de la cual justificar las pautas de vidaen sociedad, o bien esgrimiendo, desde un enfoque utilitario, razones de conve-niencia social, se insiste en que hombres y mujeres se ajusten a los papeles yespacios que se les asignan: a los primeros, la accin, la reflexin abstracta, laactividad exterior, y a stas la vida de interior, el mundo de los afectos y la fami-lia. Un pensamiento de la "complementariedad" que tuvo en Rousseau (de Elcontrato social al mile o La Nouvelle Hlose) uno de sus intrpretes ms des-tacados, y que tambin en Espaa fue imponindose a lo largo de la segundamitad del siglo XVIII como la forma ms habitual de justificar, explicar y cons-truir la diferencia de los sexos, a travs de una abundante literatura que interpeladirectamente a las mujeres, pero que indica tambin a los hombres cmo compor-tarse, pensar y sentir24.

    El propio Leandro Fernndez de Moratn, entre otros muchos contemporneos,demostrara compartir esas ideas sobre las cualidades distintas y complementariasde los sexos y sobre el tipo de vnculo que deba establecerse entre ellos: del lado dela mujer, la debilidad, que incentiva el deseo masculino; de la del hombre, el vigory el sentido de proteccin hacia su frgil mitad. As, en las observaciones sobre suviaje a Inglaterra se dice desagradablemente sorprendido por la costumbre, frecuen-te en aquel pas, de que las damas practicaran la equitacin, y justifica su repulsahacia aquellas que, abandonando la delicadeza y decoro propios de su sexo, adoptanactitudes masculinas, en los siguientes trminos:

    23 Bolufer, Mujeres e Ilustracin, cap. 8; Smith, The Emerging Female Citizen, caps. 3 y 6.24 Morant y Bolufer, Amor, matrimonio y familia, caps. 4 y 5; Bolufer, Mujeres e Ilustracin, caps. 2-6.

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    "Una mujer sobre un caballo no parece bien: cuando su sexo se nos presenta robusto, rgi-do y feroz, como en este caso, desaparecen la delicadeza y la timidez, que son los signosque le caracterizan. La mujer que gusta de domar caballos, despdase de enamorar cora-zones: toda accin de fuerza es extraa en ellas, y en tanto son amables, en cuanto nosparecen dbiles"25.

    En Espaa, pues, como en el resto de Europa, se discute sobre la relacin entreel cuerpo sexuado, las cualidades morales y afectivas y funciones sociales de lossexos, sobre la razn de las mujeres y su educacin, su destino domstico o su papelcivilizador. Lejos de tratarse de un mero mimetismo, la profunda coincidencia de lostemas muestra que los ilustrados espaoles compartan con sus contemporneoseuropeos una matriz de preocupaciones comunes. As pues, nuestra Ilustracin par-ticipa, en este aspecto como en otros, de los temas nucleares de las Luces, a la vezque se distancia de sus ms llamativos atrevimientos. Dentro de ese marco compar-tido cabe sealar, en efecto, algunas diferencias significativas. De acuerdo con elcarcter esencialmente pragmtico de la Ilustracin espaola, predominaron, en estecomo en otros temas, los enfoques prcticos y aplicados sobre los especulativos,aunque unos y otros revelen un fondo comn. El discurso de la domesticidad y elsentimiento arraig, al parecer, de forma ms tarda y quiz menos intensa en unasociedad todava muy apegada a los valores y formas de vida tradicionales. Tampococalaron en nuestro pas las dudas materialistas que (en autores como Diderot o LaMettrie) sugeran que toda norma sexual, incluido el pudor femenino, era una meraconvencin, ni la reflexin sobre el amor como motivo para filosofar sobre la natu-raleza humana y las relaciones sociales, tema habitual en la Ilustracin francesa, quela censura y el peso de la tradicin religiosa impidieron desarrollar aqu en la mismamedida. Dado que las Luces en Espaa tuvieron un carcter moderado y un arraigoms dbil que en Francia, Inglaterra, Alemania o Italia, no es de extraar, en defini-tiva, que las nuevas representaciones de la feminidad y la masculinidad de los sexos,pese a su amplia presencia en la literatura reformista, fuesen modelos minoritariosque coexistieron por largo tiempo con discursos mucho ms tradicionales, presentesen la tratadstica y los sermones religiosos o la literatura popular26.

    A lo largo de todo el debate, el ejemplo de Europa constituy una referenciaconstante. Tanto para los ilustrados espaoles como para los observadores extran-jeros, viajeros o filsofos, la situacin de las mujeres y las relaciones entre lossexos constituan raseros por los que medir el desarrollo de la sociedad espaola,dentro de un patrn comn de pensamiento que entenda esos aspectos como esen-ciales e indicativos del progreso de la civilizacin. La comparacin entre la con-dicin social de las mujeres en Espaa y en otros pases funciona en varios senti-

    25 Leandro Fernndez de Moratn, Apuntaciones sueltas de Inglaterra. Madrid, Bruguera, 1984, pp. 56-57.26 Mara Victoria Lpez-Cordn, "La literatura religiosa y moral como conformadora de la mentalidad

    femenina (1760-1860)", en La mujer en la historia de Espaa. II Jornadas de Investigacin Interdisciplinar,Madrid, UAM, 1984, pp. 59-70; Juan Gomis, Mujeres en los pliegos. Representaciones femeninas en la lite-ratura popular del siglo XVIII, Trabajo de investigacin indito, Universitat de Valncia, 2006.

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    dos. Para ilustrados y reformadores espaoles, referirse a la creciente presencia yvisibilidad de las mujeres en la vida intelectual y social puede servir para legiti-mar las transformaciones experimentadas a lo largo del siglo (y, en el caso de lasescritoras, su propia posicin como mujeres de letras), pero tambin para dejar enbuen lugar el "honor nacional", comprometido por las polmicas internacionalessobre la contribucin de Espaa a la cultura europea. La referencia, un tanto ide-alizada, a la Europa contempornea est presente, asimismo, en este tema comoen otros, como un horizonte y un recordatorio de las carencias y atrasos del pro-pio pas. As, Feijoo admira la amplia presencia de mujeres en la vida intelectualfrancesa: "Las Francesas sabias son muchsimas: porque tienen ms oportunidaden Francia, y creo que tambin ms libertad, para estudiar las mujeres"27. Almismo tiempo, el elogio de las mujeres de letras del pasado y el presente se con-virti en un recurso habitual de la literatura apologtica ocupada en rebatir las cr-ticas sobre la aportacin espaola a la cultura europea, en obras como el Ensayohistrico-apologtico sobre la literatura espaola del jesuita Lampillas, traduci-do por Josefa Amar28. El propio Carlos III propici en 1785 la investidura solem-ne de M Isidra Guzmn como doctora y catedrtica honoraria de la Universidadde Alcal, apareciendo as ante la opinin pblica espaola y europea como unmonarca esclarecido y preocupado por la educacin de las mujeres, gesto propa-gandstico que quiz quepa enmarcar en el contexto del malestar generado por lapublicacin, apenas tres aos antes, de la publicacin del clebre artculo deMasson de Morvilliers: "Qu se debe a Espaa?", en el que se cuestionaba laaportacin del pas a la cultura europea29. En un sentido ms crtico, Josefa Amaro Ignacio Lpez de Ayala, en sus respectivas memorias a favor de la admisin demujeres en las Sociedades Econmicas, argumentaron que se abra una oportuni-dad para que Espaa demostrase su condicin de pas ilustrado. Como escribiesela primera en el discurso gratulatorio con motivo de su entrada en la Junta deDamas, no sin cierta irona por el carcter restringido que acab revistiendo laadmisin, con ello se ofreca un "ejemplo" que podran seguir "las dems nacio-nes", en las que tambin por esas fechas se suscitaban controversias sobre la pre-sencia femenina en mbitos pblicos, Universidades o Academias30. El sentido dela comparacin con Europa que emerge de estos ejemplos es distinto segn loscasos: profundamente crtico de la realidad nacional en algunos, autocomplacien-te e incluso apologtico en otros. Sin embargo, en todos ellos subyace la idea deque un cierto grado de instruccin y de participacin de las mujeres en la vida

    27 Feijoo, "Defensa de las mujeres", p. 380.28 Xavier Lampillas, Ensayo histrico-apologtico de la literatura espaola Traducido del italiano al

    espaol por Doa Josefa Amar y Borbn, Madrid, 1787, 2 ed.29 Mnica Bolufer,"Galeras de "mujeres ilustres", o el sinuoso camino de la excepcin a la norma coti-

    diana", Hispania, LX/1, n 204 (2000), pp. 181-224.30

    "Oracin gratulatoria que la Seora Doa Josepha Amar y Borbn, elegida Socia de honor y mrito,dirigi a la Junta de Seoras de la Real Sociedad Econmica de Madrid", Memorial literario, diciembre de1787, pp. 588-592; referencia en p. 590.

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    social e intelectual deban caracterizar a un pas civilizado, y de que tambin a esterespecto Espaa haba de demostrar que mereca formar parte de las nacionesesclarecidas.

    Por otra parte, para los observadores extranjeros, tanto viajeros que visitaronnuestro pas como filsofos que incorporaron a sus reflexiones las informacionesproporcionadas por aqullos, la situacin de las mujeres en Espaa y sus relacionescon los hombres en la vida pblica y privada servan para evaluar el grado de des-arrollo alcanzado por la sociedad espaola y los efectos de los cambios polticos,econmicos y culturales del siglo XVIII. Y a la vez, para poner a prueba las teorasgenerales sobre el progreso, que consideraban a las mujeres como participantes des-tacadas en el avance de la "civilizacin", tanto como agentes activos, a travs de suinfluencia en el refinamiento del gusto, el consumo, la cultura y el trato, como encalidad de beneficiarias, en la medida en que, segn afirmaban los tericos del pro-greso (escoceses como Millar, Ferguson o Smith, franceses como Condorcet), en lassociedades ms avanzadas gozaban de un status ms favorable que en los pueblos"salvajes", donde vivan sometidas al hombre31.

    Como he analizado en otros lugares, el caso de Espaa resultaba, a este respec-to, particularmente interesante, ya que representaba un doble papel en el imaginarioeuropeo, como smbolo de arcasmo pero tambin de los ambiguos efectos de lareciente apertura a la influencia europea32. As, para muchos viajeros, el encierro delas mujeres, la rgida separacin de los sexos y la ausencia de espacios mixtos en losocial, as como el imperio de las pasiones apenas contenidas por una frrea vigilan-cia en lo amoroso, tpicos difundidos por los relatos de viajes barrocos (en particu-lar las Mmoires de la Cour dEspagne de Mme. d'Aulnoy) y por una interpretacinliteral de la literatura castellana del Siglo de Oro, constituan rasgos propios desociedades todava insuficientemente civilizadas. Rasgos que situaban a Espaa enun nivel distinto e inferior al de los pases de procedencia de muchos de los viaje-ros, Francia o Inglaterra, bien en un plano temporal, segn afirma WilliamAlexander en su History of Women, como ejemplo de la antigua caballera medieval,que se entiende superada en otros lugares de Europa, bien en un plano espacial, asi-milndose implcita o explcitamente a las categoras de despotismo y sensualidadexacerbada propias de la representacin europea del "Oriente", como sentenciaVoltaire en su Ensayo sobre las costumbres33.

    31 Ejemplo de esta visin son obras como el Essai sur les moeurs, l'esprit et le caractre des femmes dansles diffrents sicles (1772) de Antoine-Lonard Thomas o The History of Women (1781), de WilliamAlexander

    32 Mnica Bolufer, Cambio dinstico: revolucin de las costumbres?. La percepcin de moralistas,ilustrados y viajeros, Felipe V y su tiempo, ed. E. Serrano, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 2004,t. I, pp. 579-623; Civilizacin, costumbres y poltica en la literatura de viajes a Espaa en el siglo XVIII,Estudis, n 29 (2003), pp. 255-300.

    33 William Alexander, History of Women, from the Earliest Antiquity to the Present Time. Bristol,Thoemmes Press, 1995, p. 209. Voltaire, Ensayo sobre las costumbres y el espritu de las naciones, BuenosAires, Compaa General de Ediciones, 1969, p. 1040.

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    Sin embargo, la imagen literaria de espaolas recluidas y celosamente guardadaspor padres y maridos chocaba con los nuevos usos ms libres del siglo XVIII, quetenan su mximo ejemplo en el "cortejo", la relacin galante y asidua entre unadama casada y un caballero. Por ello, medida que los relatos de viajeros, avanzadoel siglo, se hicieron eco de esos cambios y los dieron a conocer en Europa, el casoespaol fue esgrimido tambin, en un sentido opuesto y complementario al anterior,como evidencia poderosa de que la "libertad" de las mujeres guardaba relacin,como causa y efecto a la vez, con la "opulencia" econmica, la civilizacin de lascostumbres y el desarrollo de la cultura, como afirma John Millar en su Origin ofthe Distinction of Ranks:

    "Incluso en Espaa, donde, sea por causa de los defectos del gobierno o de otras razones,las artes han estado por mucho tiempo casi totalmente abandonadas, los mismos efectosde refinamiento se comienzan a percibir ampliamente, a partir de la admisin de las muje-res a la libertad de que gozan en otros pases de Europa"34.

    El testimonio ms elocuente de esta forma de entender la evolucin histrica y elpapel de las mujeres en la estructura y el progreso social lo constituyen, sin embar-go, las Cartas de Espaa (1788) de Alexander Jardine, ilustrado de simpatas radi-cales y democrticas35. Cuando afirma que las cualidades sociales de las mujeres yel trato con ellas constituyen una experiencia particularmente grata en un pas mar-cado por el atraso y la ignorancia, sus palabras remiten a toda una forma de valorarlas relaciones sociales y amorosas entre los sexos ampliamente compartida por losilustrados europeos ("Podr medirse el grado de civilizacin de casi todos los pasespor el respeto que se les muestra y el puesto que se le asigna a la parte femenina dela sociedad"), aunque su apuesta por la igualdad de hombres y mujeres ante la edu-cacin y los derechos civiles le site lejos de las posturas ms habituales entre losilustrados, aproximndolo al lenguaje radical de su amiga Mary Wollstonecraft.

    3. ESPAOLES FUERA DE ESPAA: LA MIRADA DE LOS VIAJEROSEn sntesis, a travs de las traducciones, de la lectura de obras originales y de los

    viajes, el conocimiento de lo que ocurra ms all de las propias fronteras permitique el debate de los sexos en nuestro pas, como otros temas y preocupaciones delpensamiento ilustrado, se desarrollara en un contexto internacional, en el que losejemplos europeos se esgriman, con propsitos diversos, en el transcurso de las dis-cusiones. Menos conocida, sin embargo, que la atencin que los viajeros extranje-ros proyectan sobre la situacin de las mujeres y las relaciones entre los sexos en

    34 John Millar, The Origin of the Distinction of Ranks, Bristol, Thoemmes Press, 1990, p. 101.35 Alexander Jardine, Letters from Barbarie, France, Spain and Portugal by an English officer, London,

    T. Cadell, 1788, 2 vols.; Cartas de Espaa, edicin y traduccin de Jos Francisco Prez Berenguel, Alicante,Universidad de Alicante, 2001, esp. pp. 169-171, 228-229, 234, 268-269, 274-276, 285-286, 362.

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    Espaa es la forma en que los espaoles juzgaron estos aspectos en sus recorridosfuera del pas. Y ello porque la literatura espaola de viajes que se conserva, publi-cada o indita, es mucho menos abundante que la francesa o britnica, pero tambinporque, hasta fechas recientes, haba sido objeto de escasos estudios36. Si bien escierto que los relatos conocidos no son muchos, sus criterios acerca de lo que resul-ta interesante observar y describir a lo largo del itinerario participan de una miradasimilar a la de sus homlogos de otros pases, y en ellos, pese a sus diferencias indi-viduales, es posible apreciar un cierto inters y a veces extraeza por la nueva visi-bilidad de las mujeres en la vida social e intelectual.

    As, los diarios y cartas del ilustrado canario Jos Viera y Clavijo, que viaj entre1777 y 1778 por Europa como preceptor en la comitiva del marqus de Santa Cruz,muestran la avidez por conocer y transmiten el ritmo frentico de un viaje cuyos pro-tagonistas no desaprovechan un minuto para visitar monumentos, museos y acade-mias, pero tambin recorrer libreras, dejarse ver en los paseos, frecuentar espect-culos y ser recibidos por personas distinguidas. En compaa del marqus, su hijo ysu segunda esposa, la joven y culta Mariana Waldstein, as como del botnico valen-ciano Antonio Cavanilles, Viera asisti en Pars a las lecciones pblicas de Mlle. deVieron, clebre por sus demostraciones anatmicas basadas en disecciones de cad-veres, y consigna con frecuencia la presencia de un "nutrido pblico de ambossexos" en todo tipo de actos culturales y cientficos37. Por su parte, otros viajeros alpas vecino, comentan complacidos el xito y reputacin de que gozan all muchasescritoras, , como el duque de Almodvar, quien les dedica ntegramente la carta Xy ltima de sus Dcadas literarias sobre el estado de las letras en Francia (1781)38.

    Por el contrario, en el Viaje fuera de Espaa que Antonio Ponz, secretario de laReal Academia de Bellas Artes de San Fernando, realiz en 1783 por Francia,Inglaterra, las Provincias Unidas y los Pases Bajos, y public dos aos ms tarde,las mujeres no tiene apenas presencia, de acuerdo con las pautas de un relato devocacin erudita, ms preocupado por describir el patrimonio artstico y arquitect-nico o los paisajes agrarios que por evocar las formas del trato social39. Apenasacierta a nombrar a algunas artistas de renombre, como Angelica Kauffman (1741-1807), miembro de la Royal Academy: "la clebre pintora Angelica Kauffman, suizade nacin, que actualmente se halla al servicio de la corte de Npoles"40. Tambin alas francesas Elisabeth Vige-Lebrun (1755-1842), Anne Vallayer-Coster (1744-

    36 Sobre los viajeros espaoles por Europa vanse, adems de las ediciones que se citan a continuacin,los trabajos de Maurizio Fabbri, "Literatura de viajes", en Francisco Aguilar Pial (ed.), Historia literaria deEspaa en el siglo XVIII, Madrid, Trotta, 1996, pp. 407-423, y Alejandro Diz, Idea de Europa en la Espaadel siglo XVIII, Madrid, BOE-Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 2000.

    37 Jos Viera y Clavijo, Apuntes del diario e itinerario de mi viaje a Francia y Flandes, Santa Cruz deTenerife, Biblioteca Islea, 1849, pp. 24, 38, 46, 89, 107, 127, entre otras referencias.

    38 Francisco Jimnez de Gngora y Lujn, duque de Almodvar (bajo el pseudnimo de Francisco Marade Silva), Dcada epistolar sobre el estado de las letras en Francia. Madrid, 1781, carta X.

    39 Antonio Ponz, Viaje fuera de Espaa, edicin de Mnica Bolufer, Alicante, Universidad de Alicante,2007.

    40 Ponz, Viaje fuera de Espaa, p. 632.

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    1818) y Adlade Labille-Guiard (1749-1803), que expusieron en el saln de 1783de la Academia de Pintura y Escultura francesa, y cuyo xito atribuye, con clara des-confianza hacia sus capacidades, a la galantera de los acadmicos y el pblico:"Varios [cuadros] que haba de las seoras acadmicas Lebrun, Guiard y Vallayer-Coster, fueron muy aplaudidos en lo que tendra alguna parte la consideracin debi-da al bello sexo"41. Llama la atencin que se detenga poco en comentar la actividadprofesional de estas pintoras, pues Ponz conoca bien la prctica de la Academia deSan Fernando, que admiti entre 1752 y 1808 a un total de 34 mujeres en sus filas,aunque sin integrarlas plenamente en el funcionamiento de la institucin, y estabafamiliarizado con el trabajo de alguna de ellas, como Ana Mara Mengs (1751-1792), hija de su amigo Anton Raphael Mengs y pintora de corte del infante Luis42.Asimismo, menciona a las mujeres entre los visitantes de las exposiciones artsticas,como prueba de que en Francia, ms que en Espaa, el arte haba logrado traspasarlas puertas de las colecciones privadas o las instituciones pblicas para constituirseen objeto de consumo, contemplacin y juicio por parte de un nuevo y ms extensopblico: "En cuantas veces fui [en referencia al saln de 1783], lo hall tan lleno detoda clase de gentes que con dificultad se poda trepar; y era gusto or los pareceresde cada uno, particularmente de las mujeres, que an se mostraban ms interesadascon tan varios objetos"43. La presencia femenina, en este sentido, servira parademostrar la amplitud de ese fenmeno social ligado a la comercializacin y exhi-bicin del arte.

    Muy distinta es la perspectiva de Gaspar de Molina y Zaldvar, marqus deUrea, de amplia formacin artstica y tcnica, que entre julio de 1787 y octubre de1788 visit Francia, Inglaterra, Holanda y Flandes. Este noble gaditano, amigo dePonz, al tiempo que se interesa vivamente por la vida intelectual, visitando acade-mias, bibliotecas y museos, y se entusiasma por los avances tcnicos en las manu-facturas y las ciencias, disfruta de los espectculos y los placeres de la sociabilidady frecuenta a hombres y mujeres de letras, desde una idea de la cultura que conside-ra el ejercicio intelectual estrechamente vinculado con las relaciones sociales, elrefinamiento de los modales y la conversacin. A lo largo de su recorrido, en efec-to, Urea muestra apreciar la conversacin y el trato con las damas: desde aquellasocasionales compaeras de viaje con quienes coincide al calor del fuego en unaposada inglesa, a las cultivadas mujeres sefarditas con las que tiene ocasin dedepartir en la sinagoga de msterdam, pasando por las jvenes que amenizan consu talento musical las reuniones, por ejemplo Jenny y Charlotte Giardini, hijas de suanfitrin en una casa de Hampstead, cerca de Londres ("Estas seoras hijas del

    41 Ponz, Viaje fuera de Espaa, p. 311. Sobre las pintoras del siglo XVIII y su relacin con las Academias,vase Whitney Chadwick, Women, Art and Society, Londres, Thames and Hudson, 1996 (2 edicin revisa-da), cap. 5.

    42 Vase al respecto Smith, The Emerging Female Citizen, cap. 2 y Estrella de Diego, La mujer y la pin-tura del XIX espaol (Cuatrocientas olvidadas y algunas ms), Madrid, Ctedra, 1987.

    43 Ponz, Viaje fuera de Espaa, pp. 307-308.

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    mayor Giardini tienen una educacin poco comn")44. Tambin en otros pasajes,alaba los signos de buena educacin y gusto por la cultura presentes en las casas aco-modadas francesas, en forma de libros o instrumentos musicales, y elogia la "crian-za y modestia" de las mujeres en este pas o su talento en la msica y la pintura, ascomo la preocupacin en Inglaterra por formar a las jvenes tanto en esas habilida-des como en la lectura45.

    Hasta aqu, nada que se salga de lo convencional, pues en el siglo XVIII era debuen tono que jvenes de la aristocracia y la burguesa adquiriesen en su forma-cin ciertas habilidades sociales (msica, pintura, lenguas extranjeras) para sulucimiento en reuniones y tertulias, que redundaba en el mayor prestigio de susfamilias y en mejor oportunidades en el mercado matrimonial. Sin embargo,Urea admira la buena educacin de algunas mujeres no slo en esas artes, sinotambin en los terrenos, mucho ms controvertidos, de la literatura y las ciencias,con un nfasis que resulta convincente y que parece expresar una verdadera apro-bacin. En ese sentido, elogia el mrito intelectual de diversas damas a las quetiene ocasin de conocer en sus viajes: la ya anciana anatomista Mlle Bihron, aquien ya visitara aos antes Viera y Clavijo; la aya de la princesa Amalia deInglaterra, y amiga de su propia esposa, Carolina Goldsworthy; la pintora inglesaMary Cosway, cuya tertulia frecuent con agrado ("El mrito de esta dama en lapintura, en los idiomas y en la msica, no menos que el de su hermana, son muyconocidos para que necesiten de mis elogios")46. Menos condescendiente que suamigo Antonio Ponz hacia el trabajo de las pintoras, menciona los retratos deElisabeth Vige-Le Brun y Adlade Labille-Guiard, que pudo contemplar en elsaln de 1787 celebrado por la Academia de Pintura de Pars y se hace eco de lascrticas, tanto positivas como negativas, que stos recibieron47. Tambin admira enHolanda la contribucin de las mujeres, en fechas recientes, a la vida intelectualen muy diversos campos: "Las damas se dedican mucho no slo a la msica y dise-o, pintura y trabajos de mano, sino tambin a las ciencias y literatura, habiendoescritoras que han publicado nuevamente hasta obras teolgicas, no menos que enmaterias fsicas y en poesa. No ha mucho que una ha dado una de las mejores tra-gedias de la poca en holands"48.

    Ello no significa que incluso un hombre de amplias inquietudes culturales ycuriosidad voraz como Urea, esposo de una mujer cultivada y piadosa, Mara

    44 Mara Pemn Medina, ed., El viaje europeo del marqus de Urea (1787-1788), Cdiz, Unicaja, 1992,p. 342; vanse tambin p. 415 ("La posada de Disley muy mediana, pero no nos falt buena compaa en lamesa y algunas damas a quienes hizo reir no poco la divertida conversacin y buen humor nativo de mi acom-paante"), p. 515 (tertulia de caballeros y damas sefarditas en msterdam) y p. 506 ("tiene una hija muyagraciada que toca grandemente el fortepiano", dice del Dr. Ronkenius, uno de sus anfitriones en mster-dam).

    45 Pemn, El viaje europeo, pp. 231 y 309.46 Pemn, El viaje europeo, pp. 267, 241 y 309, respectivamente; cita en p. 332.47 Pemn, El viaje europeo..., p. 220.48 Pemn, El viaje europeo, pp. 503-504.

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    Josefa Tirry (a la que haba dejado en Cdiz, al parecer por problemas de salud),dejase de albergar ciertas reservas a propsito de las ambiciones de saber en lasmujeres. As lo sugiere su irona hacia aquellas que asisten a las sesiones de laAcademia de Ciencias, donde, a su juicio, se tratan en ocasiones materias poco acor-des con la modestia femenina: "esto no es nada para quien ha visto en plenaAcademia de las Ciencias obligar a otras damas, si no a salir, a taparse la cara a lalectura de una memoria sobre la Venus Fsica en que se haban clculos (seguramen-te no necesarios) sobre lo que en buen castellano se apellida porquera del primerorden"49. Como tambin su sarcasmo hacia las "astrnomas de Pars", de quienessin identificarlas insina que deben su celebridad menos a sus mritos que a susrelaciones personales, de dudosa moralidad, con algunos hombres de ciencias: "yopudiera nombrar tres o ms astrnomas en Pars, que han obtenido la investiduraastronmica a cambio de otro honor ms slido cedido a un astrnomo, que se cons-tituy esposo convencional y pro tempore de todas a un tiempo, y que les pag encrdito astronmico, porque no tena dinero"50. La mezcla entre estas pullas de tonofestivo e incluso picante y los vivos elogios, que traslucen genuina admiracin msque mera galantera, dedicados en otros pasajes a las cientficas y escritoras trans-mite una cierta ambivalencia de fondo, o una dificultad para encuadrar dentro deparmetros de respetabilidad la figura, todava excepcional, de la mujer cultivada.Lo cual no obsta para que esas presencias femeninas, en calidad de pblico o de pro-tagonistas activas, que Urea capta como novedades en el panorama cultural euro-peo, le parezcan, en su conjunto, signos de progreso. Por ello, como hombre culto ycosmopolita procedente de un pas que gozaba de mala fama en la Europa ms refi-nada, se esfuerza por demostrar que tambin en Espaa las mujeres de las elites ilus-tradas dan pruebas de talento e instruccin. Lo hace aludiendo a la reciente creacinde la Junta de Damas de Honor y Mrito de la Sociedad Econmica Matritense deAmigos del Pas, en polmica explcita con un autor francs que, al parecer, habadesdeado tal iniciativa como irrelevante: "Y qu diremos de la laudatoria a nues-tras damas porque se asocian para promover la industria en las de su sexo? Yo dir,porque conozco a mi pas que Mr. Linguet y conozco lo bastante de Pars para poderasegurarlo, que las damas espaolas que se han dedicado a instruirse, logran saberrealmente lo que saben y adquieren honor"51.

    Poco despus que Urea, otro amigo de Ponz, el inquisidor Nicols RodrguezLaso, que visit Italia (y, en el trayecto de ida y vuelta, Francia) en 1788, admir enBolonia el trabajo de la pintora y grabadora barroca Elisabetta Sirani (1638-1665) ylas esculturas anatmicas de Anna Morandi (1716-1774), artista especializada, juntocon su marido, en presentaciones en cera para las enseanzas mdicas de laUniversidad, y visit en su casa a una dama veneciana, "madama Grimani Lini", a

    49 Pemn, El viaje europeo, p. 231.50 Pemn, El viaje europeo, p. 231. La cita sigue as: "A alguna se la ha visto corrigiendo tablas, erigida

    en sabia, con el referido personaje por medio de la galera del palacio real".51 Pemn, El viaje europeo, p. 231.

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    la que califica de "seora de mucho espritu e instruccin"52. Tambin en Italia, enlas Cartas familiares escritas en el transcurso de sus viajes entre 1785 y 1791 (publi-cados de 1786 a 1793), el exjesuita Juan Andrs Morell muestra su admiracin hacialas mujeres cultas que tiene la oportunidad de conocer. Elogia largamente a tres poe-tas florentinas de muy distinto estilo: Maria Magdalena Morelli (1727-1800), cono-cida como "Corilla Olimpica", que haba sido coronada en el Campidoglio en 1776,en quien elogia su aptitud para la improvisacin ("Esta rara mujer, sin haber hechoestudio de ciencias ni buenas letras, con su natural talento, su despejo, su voz y sucanto ha llegado a adquirirse tal nombre que pocos literatos la pueden igualar");Fortunata Sulgher Fantastici (1755-1824), dotada de una formacin ms slida enlenguas modernas y clsicas y ciencias, de quien pondera tanto su erudicin comosu comportamiento noble y modesto, o Irene Parente, versificadora y pintora53.Hacia las tres tiene palabras de elogio, especialmente para las dos primeras, cuyastertulias, clebres lugares de reunin de artistas, literatos y nobles, procur frecuen-tar, y a quienes considera un timbre de gloria para su ciudad: "Tres mujeres comostas en pocas ciudades se hallan, y Florencia puede gloriarse de producir, aun enlas mujeres, ingenios que llaman la atencin de los forasteros" 54. Asimismo, enotros lugares que visita se hace eco de la fama y talento de mujeres instruidas comola escultora boloesa Anna Morandi, las filsofas y matemticas Maria GaetanaAgnesi (1718-1799), milanesa, y Laura Bassi (1711-1778), de Bolonia, o la perio-dista y traductora veneciana Elisabetta Camineri Turra, y a su paso por Roma quisoconocer a la pintora Angelica Kauffman, aunque no pudo hacerlo porque ella seencontraba por entonces en Npoles55.

    Los elogios que un erudito como Andrs dedica a las escritoras y artistas, cierta-mente, deben ponerse en relacin con el lugar un tanto ambiguo que ocupaba elsaber de las mujeres en la Europa del siglo XVIII. Si la figura, entendida comoexcepcional, de la "mujer sabia", a la que con frecuencia se consideraba dotada deuna mente masculina en un cuerpo de mujer, suscitaba admiracin casi unnime,ello no significa que se la juzgase por los mismos parmetros que a los hombres deletras o ciencias, ni que se entendiese que su ejemplo deba hacerse extensivo al con-junto de su sexo56. El hecho, por ejemplo, de que Andrs incluya en un mismo pasa-je de sus Cartas a figuras tan distintas como la repentizadora "Corilla Olimpica" ola erudita Fantastici, como "ingenios que llaman la atencin de los forasteros",sugiere una cierta tendencia a englobar el talento en las mujeres dentro de la catego-

    52 Nicols Rodrguez Laso, Diario del viage de Francia e Italia (1788), Edicin de Antonio Astorgano,Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 2006, pp. 332, 340 y 388 respectivamente.

    53 Juan Andrs Morell, Bolonia, Florencia, Roma. Cartas familiares I, Edicin de Enrique GimnezLpez, Alicante, Universidad de Alicante, 2005?, pp. 322-324.

    54 Morell, Cartas familiares I, p. 324.55 Morell, Cartas familiares I, pp. 95-97. Sobre las filsofas, escritoras y cientficas italianas del siglo

    XVIII, vanse Giulio de Martino y Marina Bruzzese, Las filsofas, Madrid, Ctedra, 1994, pp. 232-240, yFindlen, "Women on the Verge of Science".

    56 Bolufer, "Galeras de mujeres ilustres".

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    ra de las rarezas, las singularidades, susceptibles de despertar inters entre los via-jeros, siempre atrados por las curiosidades, naturales y humanas, en los territoriosque visitan.

    De ese tenor profundamente ambiguo, a la vez admirativo y veteado de condes-cendencia e incluso de desprecio, es el comentario que dej Leandro Fernndez deMoratn, en su Viaje a Italia, sobre la helenista Clotilde Tambroni (1758-1817), quelleg a ensear griego en la Universidad de Bolonia entre 1793 y 1798, y en quiensubraya la paradoja de que, siendo una humilde criada, hubiera aprendido de su amo,reputado profesor de lenguas clsicas:

    "El citado Aponte tena una criada...que le asista, hija de una pobre vieja, oy muchasvezes las lecciones que daba su amo a los discpulos, mostr aficin y el amo, que ense-ara el griego a los perros de la calle, empez a ensersele a ella, en una palabra, lamuchacha le ha aprendido en trminos, que haze temblar al ms estirado grecizante. Hahecho varias odas en esta lengua, aplaudidas de quantos son capazes de juzgarlo, tieneexcelente gusto en la poesa, y por las traducciones italianas que he visto de sus propiasobras, creo que merece la grande estimacin que se haze de su talento"57.

    No sorprende tal actitud ambivalente y ms bien negativa en quien mostrarasobre las tablas del teatro, en su obra La comedia nueva (estrenada en 1792),rechazar las pretensiones intelectuales y creativas femeninas, criticando a"muchas mugeres marisabidillas y fastidiosas", como se lee en el prlogo a laedicin de Parma58. Y ello a travs del personaje ridculo de Doa Agustina, figu-ra satrica de la escritora, a quien retrata, por contraposicin a su hermana, la jui-ciosa Mariquita, como una bachillera pedante, autora, junto con su marido, de(malas) comedias, que desprecia las ocupaciones domsticas propias de su sexo("ms trabajo yo en un rato que me ponga a corregir alguna escena [] que tcosiendo y fregando, u ocupada en otros ministerios viles y mecnicos")59. Sinembargo, como hemos visto, las posiciones de los viajeros, al hacerse eco de lapresencia femenina en el mundo de las letras, artes y ciencias, difieren sutilmen-te en su valoracin, y as entre ellos encontramos, junto a las reticencias patentesde Moratn, actitudes no carentes de ambigedad pero en su conjunto mucho msrespetuosas para con las mujeres intelectuales, como la de Urea. O como la rela-cin de Juan Andrs con Fortunata Fantastici, a quien trat con cierta asiduidadtanto en su casa como en la Academia y con quien intercambi elogios, comen-tarios sobre cuestiones literarias y regalos de libros. Esos gestos, propios de lasrelaciones entre eruditos en el marco de la "repblica de las letras", sugieren elintento de establecer un trato menos paternalista y ms horizontal entre dos per-

    57 Leandro Fernndez de Moratn, Viage a Italia. Edicin de Beln Tejerina. Madrid, Espasa Calpe, 1988,pp. 193-194.

    58"Advertencia" a La comedia nueva, en Obras de D. Nicols y D. Leandro Fernndez de Moratn,

    Madrid, Atlas, 1944, pp. 356-372, referencia en p. 356.59 La comedia nueva, p. 366.

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    sonas que, salvando las diferencias de sexo, pero tambin las de pas o condicin,compartan su amor por las letras.

    Sin duda, estas reflexiones e impresiones de los viajeros espaoles por Europa,como las de los extranjeros en Espaa, reflejan slo de forma indirecta y sesgada loscambios sociales experimentados en unos y otros lugares, entre ellos los referidos altrato entre los sexos, que en ocasiones se traen a cuento principalmente para probaro matizar teoras previas. Sirven, por tanto, ante todo como testimonio de la visinque sus autores albergan acerca de su propia sociedad y de las diferencias culturalesentre los pases europeos. Sin embargo, tanto estos ejemplos de comparaciones entreEspaa y el resto de Europa, bien desde una perspectiva nacional o fornea, comolos numerosos casos antes citados de traducciones, adaptaciones, referencias cruza-das, muestran que las gentes del siglo XVIII fueron conscientes de que las transfor-maciones en la posicin y presencia social de las mujeres y el debate acerca del lugarque deban ocupar en la sociedad constituan, como tantos otros cambios de largoalcance, fenmenos a escala europea, a la vez comunes y marcados por peculiarida-des nacionales. Como historiadores espaoles, la consciencia sobre la dimensininequvocamente europea de esos procesos debe impulsarnos todava ms a partici-par de manera activa, profundizando en caminos de colaboracin y debate ya abier-tos, en la renovacin que a este respecto viene desarrollndose desde hace tiempo enla historiografa internacional.