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Nuestro personaje Es, quizá, Napoleón, uno de los hombres sobre los que más biografías se han escrito. Sobre él se han hecho numerosos ensayos, se han escrito infinidad de libros. Su rostro, figura y personalidad se dejan ver en todos ellos. Un personaje por demás interesante y del cual hoy nos estaremos ocupando. Es imposible, por cierto, dar un detalle pormenorizado de todos sus triunfos, logros y batallas, así como mostrar un panorama minucioso de cada una de sus actividades, tareas u oficios. Su vida está plagada de anécdotas y detalles importantes y son éstos sobre los haremos mención. Se pudieran llenar muchas páginas acerca de su vida, pese a lo cual, lo que vamos a tratar de describir, es una visión global de su vida, sus triunfos, sus derrotas, su forma de ser y su forma de pensar. Desearíamos dedicar un poco más de espacio, pero habrá, así mismo, otros personajes esperando. Napoleón fue grande, pero grandes fueron también otros personajes. Y así como Alejandro Magno, Aristóteles, Beethoven, Bach y Cervantes han tenido su lugar, Napoleón también tendrá, en esta ocasión el suyo. Grandes hombres y mujeres como Colón, Cleopatra, Confucio, Edison, Goya, Jesucristo, Leonardo da Vinci, María Antonieta y Miguel Ángel, ya han estado presentes. Ahora toca el turno a Napoleón Bonaparte. Sobre el gran Napoleón Excelente oficial de artillería, es Napoleón uno de los más destacados personajes que se tenga no sólo de Francia, sino del mundo entero. Un hombre y estupendo militar que, en pocos años adquiere más poderío que el propio Luis XIV. Un hombre que supo prepararse y se ofreció en cuerpo entero para poder vencer al enemigo.

Bonaparte

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Nuestro personaje Es, quizá, Napoleón, uno de los hombres sobre los que más biografías se han escrito. Sobre él se han hecho numerosos ensayos, se han escrito infinidad de libros. Su rostro, figura y personalidad se dejan ver en todos ellos. Un personaje por demás interesante y del cual hoy nos estaremos ocupando. Es imposible, por cierto, dar un detalle pormenorizado de todos sus triunfos, logros y batallas, así como mostrar un panorama minucioso de cada una de sus actividades, tareas u oficios. Su vida está plagada de anécdotas y detalles importantes y son éstos sobre los haremos mención. Se pudieran llenar muchas páginas acerca de su vida, pese a lo cual, lo que vamos a tratar de describir, es una visión global de su vida, sus triunfos, sus derrotas, su forma de ser y su forma de pensar. Desearíamos dedicar un poco más de espacio, pero habrá, así mismo, otros personajes esperando. Napoleón fue grande, pero grandes fueron también otros personajes. Y así como Alejandro Magno, Aristóteles, Beethoven, Bach y Cervantes han tenido su lugar, Napoleón también tendrá, en esta ocasión el suyo. Grandes hombres y mujeres como Colón, Cleopatra, Confucio, Edison, Goya, Jesucristo, Leonardo da Vinci, María Antonieta y Miguel Ángel, ya han estado presentes. Ahora toca el turno a Napoleón Bonaparte.  Sobre el gran Napoleón Excelente oficial de artillería, es Napoleón uno de los más destacados personajes que se tenga no sólo de Francia, sino del mundo entero. Un hombre y estupendo militar que, en pocos años adquiere más poderío que el propio Luis XIV. Un hombre que supo prepararse y se ofreció en cuerpo entero para poder vencer al enemigo. 

La historia de Napoleón es así. Una lucha constante consigo mismo y con los demás. Una lucha constante por sobresalir y llegar a nuevas fronteras que le darán más crédito y más renombre. Un hombre que supo conjugar situaciones y obtener provecho de ellas para seguir adelante. Se dice que Napoleón no hubiese llegado al sitio que ocupa hoy, si no hubiese sido por la serie de factores que en ese momento se estaban dando y conjugando en Francia. Esto puede ser

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cierto; pero, lo que también es verdad es que, si no hubiese tenido inteligencia, preparación y arrojo, de nada le hubiese servido que todas las condiciones le hubiesen sido favorables. Napoleón era un hombre inteligente. Sabía espera, y estaba consciente que la preparación era necesaria para llegar a donde se quería llegar. En cierta medida, fue el hundimiento de su país, las convulsiones revolucionarias provocadas por un profundo descontento y malestar lo que determinó en Napoleón su deseo de prepararse como cadete en las Escuelas Militares de Brienne y de París. Ahí empezarían las primeras enseñanzas, las primeras experiencias.  

La familia de Napoleón Hijo de padres jóvenes y fecundos, Napoleón nace en Ajaccio, capital de la isla de Córcega, un 15 de agosto de 1769. Su padre se llamaba Carlos Bonaparte, y aunque de posición muy poco acomodada, era de origen aristócrata. Su madre, Leticia Ramolino, unía a su belleza un temperamento enérgico y voluntarioso. El padre, por otra parte, durante los primeros años de la ocupación francesa, en Córcega, luchó al lado de los suyos por la independencia de la isla. Más tarde aceptaría (le habían comprado) la nueva

soberanía, y gracias a la benevolente protección de monsieur de Marbeuf, gobernador de la isla, obtuvo el nombramiento de diputado de la nobleza corsa, representando, en París, a los flamantes «Etat de Corse» (Estados de Córcega). Otro de los favores que más tarde recibiría, también por intercesión de Marbeuf, sería sendas bolsas de estudio para sus hijos. Una de estas becas sería para Napoleón; se trataba de una beca de estudio para ingresar a la famosa Escuela Militar de Brienne. De esta forma la familia Bonaparte había logrado «algo» a cambio de silencio.  La infancia de Napoleón Si pudiéramos hablar, en palabras sencillas, sobre la infancia de Napoleón, pudiéramos decir que ésta fue una vida como la de cualquier otro chiquillo. No era un genio que digamos. Era un muchacho turbulento, voluntarioso, que gustaba de jugar a los soldados y tenía cierta facilidad para el cálculo. Un pequeño que en su imaginación ardiente, al igual que los demás, añora su isla cautiva, que no olvida las pláticas de su padre acerca de los hechos armados, de

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sus conciudadanos en su lucha y búsqueda de libertad. Un niño que viendo y viviendo todo esto, va formando y forjando su carácter.  Preparación y estudios El padre de Napoleón había ya decidido la carrera para cada uno de sus hijos: José sería sacerdote; Napoleón, oficial. Camino a Versalles, donde debe tomar posesión de su cargo de diputado, deja a ambos en el Colegio de Autun. Esto ocurría en diciembre de 1778. Francia sabía hacer bien las cosas, preparar a los hijos de la patria. Napoleón ingresa en esta nueva vida. Así, entre los nueve y los diecisiete años perdería contacto con su isla natal; lugar al que no ha de volver, sino hasta 1786. Napoleón, «alumno del rey», recibiría de dos colegios, el primero dirigido por religiosos, y el segundo por militares, una educación estrictamente francesa, al lado de jóvenes franceses, todos ellos de buenas familias, allegados de todas las provincias del reino. Nuestro personaje, ahora transplantado a esta nueva tierra, absorbería de grado o por fuerza, todas las ideas francesas, a la vez que reaccionará a su modo y manera contra ellas.  

Los siguientes años Napoleón respira, ya, el aire de los nuevos tiempos. Un aire cargado de augurios. Eran los finales del siglo XVIII. Nuevos presagios se dejaban ver, nuevos cambios estaban por ocurrir. Napoleón, mientras tanto, está a la expectativa y no hace mucho caso a esto; solamente se prepara. Después de cuatro meses de estancia en Autun, Napoleón ha aprendido ya el suficiente francés como para ingresar en la Escuela Real Militar de Brienne. Aquí recibe, «a expensas del rey», una esmerada educación, donde se trata de preparar

oficiales instruidos, capaces de presentarse ante el mundo y, sobre todo, de hacer honor al uniforme. Las principales materias y disciplinas impartidas son: matemáticas, latín y alemán; pero no se descuidan la música y la danza. La férrea disciplina y la fuerza de carácter están aunadas a todo tipo de instrucción. Les enseñan técnicas militares, simulaciones, reglas del arte de la guerra, una batalla con bolas de nieve, y muchas cosas más. 

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 El gusto por la lectura Napoleón aprovecha todas sus horas libres. Lee ávidamente todo lo que encuentra. Sus preferencias van hacia la geografía y la historia. Su imaginación va enriqueciéndose, su espíritu se abre a nuevas ideas. Todo esto le ayudará más adelante. Han transcurrido seis años desde su ingreso en Brienne. Son los últimos exámenes. Napoleón es nombrado cadete-gentilhombre. Es el 22 de noviembre de 1784. Poco tiempo después ingresa a la Escuela Militar de París. Sus buenas notas en matemáticas le valen ser designado para el cuerpo de artillería, el arma de los científicos y de los militares inteligentes.  

Hacia el grado de oficial Napoleón tiene prisa por obtener el título y la paga de oficial. En febrero del año siguiente muere su padre de cáncer en el estómago, la misma enfermedad que habría de llevarle a él a la tumba. En septiembre de 1785 es examinado por uno de sus grandes maestros, Laplace, obteniendo el número 42, entre 48. Un verdadero éxito si tomamos en cuenta que sólo ha tenido un año para prepararse. 

Napoleón tiene dieciséis años; ya es oficial de artillería. Tiene un porvenir asegurado; ahora podrá ayudar a su madre y subvenir o auxiliar a las necesidades de sus hermanos, que le esperaban en Ajaccio. Pronto es designado para un regimiento, es enviado a la guarnición de Valence. Aquí dedica de nuevo sus horas libres al estudio y las lecturas. Lee y escribe mucho. Su curiosidad se ensancha. Ahora estudia a los hombres (los grandes personajes), los países (Europa, Africa y Asia), lee sobre las diferentes culturas y regiones de su patria, se interesa sobre los gobernantes, las religiones y las leyes. Instintivamente dirige su mirada hacia todo lo general y lo grande. La suma de lecturas y experiencia es la que lo situará, en los años por venir, muy por encima de todos, especialmente sus rivales. Esto le servirá bastante, pues muchas de sus

victorias las ganaría en base a su habilidad, sagacidad, inteligencia, lo mismo que a sus lecturas.  Un joven militar 

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Napoleón es ya todo un joven militar. Adolescente, todavía; pero ya con la formación de todo un hombre. En Valence pasa durante tres meses por todos los grados, desde simple soldado hasta oficial. Excelente escuela, porque sabrá, durante toda su vida, lo que es el hombre de tropa. Sabrá qué piensa y qué le gusta, qué hay que decirle y cómo hablarle. En 1786 el joven teniente Bonaparte, quien apenas tenía 16 años, se inicia en los secretos de la balística, la táctica y la estrategia. Después, llega su primer permiso; en septiembre parte rumbo a Ajaccio, después de casi ocho años de ausencia. Permanece cerca de dos años con los suyos, trata de resolver la situación económica (que era poco favorable), pero no lo consigue.  Se inicia la Revolución En Francia está por estallar la Revolución. Mientras tanto, Napoleón, a fuerza de renovar permisos bajo mil pretextos, su ausencia del ejército se prolonga durante veinte meses. Por fin, en junio de 1788 se ve obligado a regresar. Su guarnición se halla ahora en Auxonne, pequeño pueblo de la Borgoña, y sede de una importante escuela de artillería. Aquí permanecería Bonaparte hasta septiembre de 1789. La estancia le sería provechosa, pues en tanto Francia se lanza a la revolución, el joven teniente es llamado al servicio para repeler las primeras escaramuzas. Es entonces que recibe una verdadera formación e instrucción no sólo de artillero, sino de militar.  La toma de la Bastilla Habían estallado por toda Francia los desórdenes que precedieron a la toma de la Bastilla, pero Napoleón va a estar ausente la mayor parte del período verdaderamente revolucionario, el período del entusiasmo y los ánimos exacerbados. Se hallará en Córcega, disfrutando de permisos, desde septiembre de 1789 hasta enero de 1791; después, desde octubre de 1791 hasta abril de 1792; y, más tarde, desde octubre de 1792 hasta junio de 1793. Napoleón verá, sí, algunos aspectos y episodios de la Revolución francesa, pero sin haberla vivido en carne propia; sólo respirará de lejos las pasiones de la lucha; y, algo muy importante: no tomará parte en ellas, ni se comprometerá con nadie. Entrar en escena cuando la Revolución sea ya un hecho consumado.  Se hunde la monarquía 

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Ante la huida de Luis XVI y su humillante retorno a París, se anuncia el hundimiento de la monarquía. La oficialidad tiene ahora que prestar un nuevo juramento, esta vez tan sólo a la Asamblea. Entra, ahora sí, en escena Bonaparte. En marzo de 1794, Napoleón recibe el nombramiento de jefe de artillería del ejército de Italia. La marcha de las operaciones pone a prueba sus dotes de gran militar. En este mismo país, Italia, medita sus principios estratégicos y concibe los planes fundamentales de su futura campaña de conquista. Mientras tanto, los problemas en Francia continúan. Napoleón es detenido por sus relaciones con los hermanos Robespierre. Más tarde recupera su libertad, pero su carrera militar parece haberse, en ese momento, truncado. Napoleón vive ahora en París, en medio de duras privaciones. Habrá que esperar y él lo sabrá hacer. Pero llega luego la contrarrevolución. Se intenta integrar una Asamblea y un nuevo Estado. Las circunstancias conspiran todas a favor de Napoleón. París se ha sublevado. El 4 de octubre de 1795 Napoleón es nombrado por la Asamblea, segundo jefe de las fuerzas del interior. Esto parecía cambiar el curso de su vida. La estrella napoleónica, el futuro dueño de Francia, parecía empezar a brillar en el firmamento.  Y viene el amor Napoleón es buena mano. Entra de lleno a la política y dirige con energía, a la vez que contacto y conciliación. Conoce luego a Josefina de Beauharnais, esposa del general del mismo nombre, guillotinado en la época de Terror. Napoleón queda prendado de su belleza, se enamora y se casa con ella, sin importarle su pasado tormentoso: un pasado lleno de aventuras y de amantes. Tiene él 26 años cumplidos y ella 32. La ceremonia nupcial tiene lugar el 9 de marzo de 1796. Siete días antes, Napoleón ha sido nombrado, por el Directorio, general en jefe del ejército de Italia. La rutilante estrella napoleónica continúa fulgurando, ahora con más intensidad.  

Problemas y desventuras Con Italia no tiene ningún problema. Sus tropas le son fieles y su dominio es excelente. La conquista de Italia con un puñado de hombres es una obra maestra de inteligencia. Mientras tanto, Napoleón sigue enamorado; escribe una

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carta tras otra a Josefina. Son cartas ardientes, íntimas, apasionadas, salidas de su alma; un alma devorada por las llamas de los celos. Sus celos no son injustificados. Josefina, en París, se divierte y se burla de su esposo, simulando un embarazo para no ir a reunirse con él. Mientras, Napoleón, un tanto tonto, desprecia las bellezas milanesas, florentinas, romanas y napolitanas que se ofrecen en cuerpo entero al vencedor.  Rumbo a Egipto Las batallas continúan, todas con éxito para Napoleón. Obliga a Austria a firmar la paz de Campoformio. Es un 17 de octubre de 1797. Al año siguiente parte hacia Tolón (19 de mayo de 1798) al frente de una expedición contra Egipto, considerado una posición estratégica en la ruta británica hacia las Indias. Emprende entonces la gran aventura egipcia. Una aventura lejana, quimérica, en la que no cuentan ni el espacio, ni las distancias, ni las dificultades. Napoleón tenía un sueño gigantesco: apoderarse de Constantinopla, Persia, la India...  No llega muy lejos. El 21 de julio vence a los mamelucos en la batalla de Las Pirámides, pero el almirante Nelson (inglés) destruye su flota en Abukir, entre el 1 y 2 de agosto. Bonaparte, entonces, bloqueado por su conquista, inicia la campaña de Siria, tomando Gaza y Jafa, para hacer frente a la amenaza turca.  De regreso a Francia A Bonaparte no le afecta demasiado el revés. Hasta marzo de 1799 rige los destinos de Egipto con habilidad de un buen gobernante. Pacífica y administra su conquista, crea institutos y academias, organiza el país al modo occidental. Luego, al enterarse de los reveses franceses en Europa y la crisis de su Directorio, deja su ejército y regresa a Francia. Su regreso es hasta cierto punto incómodo. También la habían llegado noticias confirmándole algunas malas nuevas: Josefina le engaña y le pone en ridículo. Lo hace ante los ojos de París. Días de amargura, que pasan pronto a segundo término, ante los graves problemas que se avecinan. El regreso es por otra parte (del otro lado de la moneda) apoteósico. La gente espera a un general, a un caudillo que los sepa conducir. Ese alguien es Napoleón. El poder se le ofrece ahora por entero. No hay oportunidad que perder. El será ahora el jefe que desean todos los franceses, el que terminará con la guerra y el desorden, y el que fortalecerá el poder ejecutivo. 

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 Los líos con Josefina Entretanto su vida privada no ha sufrido cambios. Josefina sigue engañándole y él ya sabe, al menos, a qué atenerse. Ha sido informado perfectamente por sus hermanos de la conducta desordenada de su mujer, quien lleva una vida de desenfreno en la capital. Decide, pues, romper con ella y emprender una nueva vida. Napoleón se niega a recibirla. Pero Josefina no es nada tonta, tiene la habilidad de enviar a sus hijos,

Eugenio y Hortensia, para enternecer el corazón del padre. Napoleón termina por ceder, sobre todo porque piensa que un divorcio en las presentes circunstancias sería un escándalo inoportuno, fácil de explotar por las malas lenguas. Pero también existe otra razón por la cual le perdona; sabe que Josefina, pese a sus grandes defectos, le va a ser útil: es preciso mantener por el momento buenas relaciones con personajes del mundo político e intelectual de París, mundo bastante bien conocido por su esposa.  Bonaparte en el poder Fue Napoleón un gran gobernante. Se propone y logra pacificar al país, liberándolo del caos y el desorden. Realiza a tal fin una labor extraordinaria y logra imponer el orden y la prosperidad, dictar leyes y sanear las finanzas. Pone fin a las decisiones chantajistas y partidistas; pone fin a las persecuciones religiosas y a las luchas de clase; restaura la administración pública y la justicia; acaba con el problema de los emigrados; y realiza otras cosas más. Aunque no cree en los principios liberales, acepta la Revolución como un hecho de carácter nacional, de cuyos postulados quiere mantener a toda costa la igualdad civil, la venta de los bienes nacionales y las fronteras nacionales del país. Quiere reconciliar el pasado con el presente; fundir o destruir los partidos políticos, sobre todo aquellos que hacen un mal a la nación; robustecer la autoridad del ejecutivo; y, devolver a Francia una verdadera conciencia nacional.  De Cónsul a Emperador Napoleón es nombrado Primer Cónsul con poder ejecutivo para un período de diez años. Más tarde, en 1802, se le otorga el nombramiento de Cónsul vitalicio. Inicia

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una etapa de gobierno en la que reformó la administración, dándole a Francia instituciones que han llegado hasta hoy, a nuestros días, como el Consejo de Estado, prefecturas, organización judicial, códigos, etc. También crea el Banco de Francia. Algunos hechos posteriores: muertes, asesinatos, complots, hacen que una distinguida junta de miembros declare que el gobierno de la República Francesa se confíe a un emperador, decisión que el pueblo aprueba por plebiscito. El 2 de diciembre de 1804 Napoleón es coronado emperador en Notre-Dame, la Iglesia de Nuestra Señora de París. La coronación estaría a cargo del Papa Pío VII.  Nuevos combates, nuevos enfrentamientos Napoleón quería invadir Inglaterra. Estaba harto y cansado de seis años de insultos y humillaciones. Prepara su plan, pero es vencido por los británicos en Trafalgar, en octubre de 1805. Luego, en otros de los frentes, logra vencer a los austríacos. Se forma luego una coalición (Gran Bretaña, Rusia y Prusia). El objetivo de los aliados es hacer volver a Francia a sus antiguos límites, destruir a Bonaparte y con él toda la secuela ideológica, moral y material de la Revolución. Napoleón invade Portugal y luego España. Mientras todo esto sucedía y tras de divorciarse de Josefina, Napoleón se casa con la archiduquesa austríaca María Luisa. Esto sucede en abril de 1810. El matrimonio tiene un hijo (1811), Napoleón (II), rey de Roma. Durante este período Francia alcanza su máxima expansión territorial.  La invasión a Rusia Napoleón quería más poder. Era inteligente, pero su ejército no siempre le respondía, pues sus soldados no eran como él. Bonaparte decide invadir Rusia ante la creciente hostilidad del zar Alejandro I para mantener un bloqueo continental. A fines de junio de 1812 se inicia la invasión, y tras vencer en Borodino, el 7 de septiembre de 1812, Napoleón entra en Moscú. Luego, ante la negativa del zar a negociar, el emperador tiene que evacuar la ciudad. La retirada es un desastre. Es el 19 de octubre. El hambre y el frío azotan a todos. Los franceses no contaban con esto. Sus armas y estrategia habían sido buenas, pero con lo que no contaban era con la naturaleza del clima: la cruel y despiadada nieve.  

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El fin de Napoleón Prusia, Austria y luego todos los estados alemanes se vuelven en contra de Napoleón. Éste, a pesar del reclutamiento de un nuevo ejército de 400,000 hombres (los «Marie-Louise») y de la victoria de Lützen (2 de mayo de mayo de 1813), es derrotado en Leipzig, en la Batalla de las Naciones. José, su hermano, tiene que huir de España. Napoleón no puede impedir que los aliados entren en París (31 de marzo de 1814), abdicando, finalmente, sin condiciones, el 6 de abril de este mismo año. Convertido en soberano de la isla de Elba, recupera el trono de Francia en marzo de 1815, y a lo que se le llama el gobierno de los 100 días. Napoleón no se da por vencido. Desea recuperar terreno y vencer a los ingleses. No lo logra. Napoleón sucumbe en la famosaBatalla de Waterloo, el 18 de junio de 1815. Napoleón está desecho, Wellington es el vencedor. Napoleón se entrega finalmente a los británicos que le destierran a Santa Elena, una isla del Atlántico sur. Napoleón Bonaparte muere de enfermedad cancerosa, el 5 de mayo de 1821. Sus restos yacen en la tumba de los Inválidos, en París. El genio que fue; aquél que era supersticioso, sobre todo a los gatos negros; aquel cuyos logros y hazañas hicieron grande a Francia, sólo podrán ser recordadas con un solo nombre: Napoleón Bonaparte.