Bonilla - Enfoque Intercultural de La Enseñanza de La Ética en La Formación de Los Profesionales Universitarios

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    Enfoque intercultural de la enseanza de la tica en la formacin de losprofesionales universitarios

    Dra. Alcira B. Bonilla (UBA UNRN - CONICET)

    Las reflexiones que siguen quiz adeuden ms a los aos de experienciaacadmica en universidades de mi pas y del exterior y a las amistades y dilogos decuatro dcadas, que a lo aprendido de los libros. Habindome dedicado a la enseanzade la Filosofa en el nivel superior universitario y no universitario desde 1969 y enrelacin temprana con los iniciadores de la Filosofa de la Liberacin, fueron luegodecisivos los aos de investigacin para mi tesis de doctorado (Lebenswelty a priorihistrico, a partir de La crisis de las ciencias europeas y la fenomenologatrascendental de Ed. Husserl), defendida en 1985, para la que pude contar con la ayudaen Madrid del filsofo chileno Ral Velozo Faras, y mi ulterior participacin en elgrupo de fenomenlogos y hermeneutas del Centro de Estudios Filosficos Dr.

    Eugenio Pucciarelli de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires. Luego, trasuna permanencia breve en la Asociacin Argentina de Investigaciones ticas y de dos

    becas en centros de investigacin y enseanza de la tica a nivel universitario enCanad, acompaada de un conjunto de colegas dediqu mis esfuerzos a crear laMaestra en tica Aplicada en la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad deBuenos Aires en 1993, siendo su primera directora. Tambin guardo un profundoagradecimiento a Guillermo Obiols y a Eduardo Rabossi, iniciadores del Programa

    para el mejoramiento de la enseanza de la Filosofa en la Facultad de Filosofa yLetras de la Universidad de Buenos Aires, que me invitaron a formar parte del mismo.Como directora de ese Programa entre el 2000 y el 2005, el trato casi cotidiano con loscolegas y estudiantes que integraban este equipo me sirvi para consolidar y refinar mis

    percepciones al respecto. Como experiencia interdisciplinaria binacional, fue decisivami pertenencia a un equipo de investigacin brasileo-argentino sobre Violencia contra

    personas ancianas entre 2000 y 2002. La perspectiva fenomenolgico-hermenuticaintercultural que anima todas mis investigaciones la debo al dilogo con colegas dediversa nacionalidad que comenz en los aos 80 y se ha ido intensificando en estosltimos aos. En este caso debo manifestar en primer trmino mi agradecimiento aCarlos Cullen, con quien compart veinte aos de ctedra y codireccin de proyectos deinvestigacin. De la larga nmina de mis interlocutores interculturales, decoloniales yalternativos manifiesto mi gratitud a los que ms influyeron en mi reflexin: RodolfoAgoglia, Fernando Ansa, Hugo Biagini, Horacio Cerutti Guldberg, Enrique Dussel,Ral Fornet-Betancourt, Walter Mignolo, Alejandro de Oto, Dina Picotti, Arturo Roig,Ricardo Salas Astran, Juan Carlos Scannone, Jorge Seibold, Eduardo Vior. Por ltimo,con carcter de reconocimiento intelectual especial, para el campo de la tica de las

    profesiones destaco el descubrimiento de los trabajos de Cecilia Aguayo Cuevas, quetambin me honra con su calidez amistosa.

    Adems de este contexto existencial y formativo, a los fines de esta presentacinme debo referir a un fenmeno de los ltimos cuarenta aos que es la difusin de latica aplicada. sta surge de la necesidad de dar un diagnstico, tratamiento ysoluciones novedosas a problemas inditos que afectan a los seres humanos y alambiente antes no visualizados por la sociedad en general y menos an investigados por

    las corrientes filosficas vigentes. Si bien la tica aplicada mostr desde un comienzouna fuerte impronta filosfica, se constituy rpidamente como un saberinterdisciplinario y dialgico, incluso muchas veces movido por un afn de crtica y de

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    renovacin normativa y axiolgica. Su desarrollo instituy nuevos actores sociales,entre otros, el eticista como experto en tica aplicada, pero tambin nuevas prcticas enel estilo de los comits de tica, el asesoramiento a cuerpos legislativos y colegios

    profesionales, etc., poco habituales hasta ahora. No se trata de una moda o de algocasual. La conjuncin con diversos factores como la denominada globalizacin del

    mercado y de las comunicaciones, la ruptura del orden poltico moderno, la crisisecolgica, la aparicin de nuevas formas de violencia, la ampliacin de las posibilidadestecnocientficas de control de la vida, la experiencia de violaciones masivas de losderechos humanos, la brecha creciente entre ricos y pobres y la aparicin demovimientos de resistencia de diversa ndole produjo, a mi entender, un verdadero girotico en la investigacin, en la docencia y en numerosas prcticas sociales, as como enla aparicin de otras nuevas (Bonilla 1998, 2006 y 2007). Se apela a la tica en todos loscampos, convirtindose as en fuente de legitimacin de la mayor parte nuestrasconductas tericas y prcticas, sean pblicas o privadas, y de ella se pretende la crtica,la justificacin o la utopa. De este modo, se busca en la tica la asuncin plena de laresponsabilidad por lo que somos y por lo que debemos y queremos ser;

    responsabilidad, entonces entendida como un deber del poder citando a Hans Jonas-respecto de los seres humanos y la naturaleza.

    Tal impulso novedoso se ha traducido igualmente en una modificacin de losplanes de estudio de las carreras universitarias, tanto en el nivel del pregrado como enlos del postgrado, que ahora presentan asignaturas y seminarios que incluyen entre suscontenidos los de la tica aplicada en general o de algn sector de la misma (biotica ensentido estricto, tica ambiental, tica de los negocios, tica de la educacin, entre otras

    posibilidades). Tambin abundan programas de formacin de postgrado de ticaAplicada, Biotica, etc. (Bonilla y otro 2000). Una de mis preocupaciones de estos aos

    pasados fue el hecho de la proliferacin en el medio universitario de cursos, seminariosy talleres que tienen como objetivo principal la formacin tica de los profesionales enlas reas de la salud, el derecho, la ingeniera, el trabajo social, las relacionesempresariales, la educacin, etc. La preocupacin estaba motivada porque el estudio delos contenidos y metodologa de estos cursos manifestaba claramente que en generalcarecan de perspectivas actualizadas y crticas para abordar los problemas especficos,

    perfilndose mejor como mera aplicacin de posiciones dogmticas o de moda a casosparticulares de la profesin, cuando no como simple refuerzo de los cdigos y prcticasprofesionales existentes. En este ltimo este sentido, simplemente servan paraproporcionar a las y los estudiantes una salvaguarda contra eventuales acusaciones demala praxis.

    A entender de S. Toulmin, tal vez haya sido la impronta de la medicina actividad fuertemente profesionalizada- sobre la tica, un factor decisivo a la hora deguiar la atencin de los filsofos prcticos hacia cuestiones relevantes de la tica de las

    profesiones. Toulmin remonta a los Ethical Studiesde Francis Herbert Bradley (1876)la renovacin del inters de la tica por la ubicacin (station), posicin o estatuto delagente. Poco comprendido en su poca, el intento de Bradley signific, sin embargo, unllamado de atencin acerca del tema del profesionalismo, si bien la discusin posterioracerca de la tica mdica ha sido quiz la decisiva en este campo (Toulmin 1997: 128). Los textos generalmente hablan de una tica profesional en sentido amplio. Por mi

    parte, prefiero reservar la frase tica profesional para la especfica de una determinada

    profesin, conforme al uso corriente en nuestro medio, y, en sentido ms estricto an,para el conjunto normativo expresado por el cdigo de cada profesin o por las normas

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    compartidas y aceptadas por la comunidad profesional de un determinado lugar ymomento que tienen la validez del cdigo escrito. Para conservar la distincin aludida,en lo que sigue no voy a ocuparme de tica profesional sino de algo metatericamente

    previo a sta: la tica de las profesiones. Esta distincin, que tambin han empleadoA. Cortina y J. Conill en su libro homnimo del 2000, opera una cierta distancia

    respecto de las deontologas en uso y posibilita su crtica.

    Antes de entrar en el anlisis del aspecto tico de las profesiones para luegopasar al de la enseanza de la tica a los profesionales, es conveniente plantear otradistincin que ayuda a disipar malentendidos. Se trata de la distincin entre simplesdeontologas (o cdigos deontolgicos) y tica aplicada a las profesiones, o, comosealaba antes, tica de las profesiones. Tal distincin ha sido precisada acertadamente

    por Evandro Agazzi. Segn ste, con la expresin simples deontologas solamente[...] se denotan ciertos cdigos de comportamiento que regulan la actividad de varias

    profesiones (Agazzi 1992: 295) y aporta como ejemplo antiguo de cdigo deontolgicoel juramento hipocrtico. La funcin de estos cdigos sera la de prescribir [...] el

    comportamiento correcto que quien practica una profesin debe debe adoptar enatencin a quien demanda sus servicios (Agazzi 1992: 295)1. Adems de los cdigos,

    pueden citarse algunas normas deontolgicas generalmente explcitas y reguladas comoel respeto del secreto bancario, o, en general, del secreto profesional, o la obligacin deno participar en comisiones para concursos en los cuales estn presentes entre loscandidatos parientes directos.

    Por qu, entonces, la crtica del cdigo o, para ser ms exactos, la posibilidadde interpretarlo desde otra perspectiva? Los alcances de tales cdigos se ven limitados acausa de dos factores: por un lado, prescriben un nmero de reglas reducido y esttico,y, por otro, tienen un carcter puramente legal, heternomo. Desde el punto de vista dela tica, la consecuencia de tales prcticas resulta evidente: del mismo modo comosucede con el resto de las leyes, respetar los cdigos [...] significa aplicar ciertas reglas

    pero no implica una verdadera adhesin moral. En definitiva, atenerse a la puradeontologa [...] no asegura de hecho la asuncin real de responsabilidades morales enel ejercicio de una actividad y, por el contrario, puede inspirar la tendencia a evitarlas(Agazzi 1992: 295). A este esfuerzo de Agazzi podra aadirse el menos conocido dePierre Fortin, quien propone un estudio, revisin e inclusive redaccin de nuevoscdigos a partir de la triple distincin entre moral, tica y eticologa. Esta ltimadisciplina se constituye en una herramienta til para el campo de estas investigacionesen tanto auxiliada por el anlisis del discurso hace la crtica de las races ideolgicas de

    todo cdigo y de sus falencias y permite as la realizacin de revisiones peridicas delos mismos (Fortin 1995a).

    No es posible hablar de tica de las profesiones sin tomar en cuenta algunasdefiniciones vigentes de profesin en los trabajos contemporneos. La distincin deRuth Chadwick entre un sentido amplio de profesin, equivalente a ocupacin, y otroms restringido es compartida por los especialistas sobre todo del mbito anglosajn(Chadwick 1998). Este sentido restringido remite a un cierto tipo de actividad,relacionada con un estatuto social especfico y que se asocia con una tica particular. La

    posesin de un corpus determinado de conocimientos regula el ingreso al rangoprofesional y cada profesin est igualmente marcada por un ideal de servicio o

    1Traduccin de la autora.

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    beneficio a la comunidad. Las denominadas liberales (o eruditas), tales como lamedicina, la teologa o el derecho, cuya organizacin actual conserva los rasgos queadquirieron en el momento del auge de la sociedad burguesa moderna, se hancaracterizado en su ejercicio por un grado considerable de autoridad y autonoma puestade manifiesto de modo particular en el control de pares tanto para el acceso a tal o cual

    profesin como para el control de la conducta profesional propiamente dicha.

    Haciendo referencia a otros autores contemporneos, Chadwick matiza estacaracterizacin al sealar que en los pases angloamericanos la profesin alude ms alnivel socioeconmico alcanzado que al grado de educacin recibido y, en segundotrmino, la aparicin constante de profesiones nuevas, la enfermera, por ejemplo, que aveces traen aparejada una revisin del concepto mismo de profesin en tanto se lasejerce de modo menos autnomo. A esta apreciacin, cabra aadir la consideracin delas variabilidades del mercado econmico, que tambin se convierte en un fuerteregulador de la legitimacin y de las caractersticas del ejercicio profesional. La autorasubraya tambin un rasgo presente ya en la caracterizacin aristotlica de la tkhney del

    tekhntes: para ser profesional, no slo se requiere la realizacin competente del trabajosino un conocimiento de las razones para ejecutarlo de determinada manera. F.Altarejos, en La docencia como profesin asistencial, destaca el carcter dinmicode la nocin de profesin, evidenciado por la tendencia creciente a la profesionalizacinde trabajos que hasta ahora eran considerados como oficios u ocupaciones y los

    problemas asociados a su valoracin e insercin socioeconmica (Altarejos, Ibez-Martn, Jordn y Jover 1998: 21-50).

    Siguiendo la tradicin anglosajona, E. Rabossi describe las profesiones del modosiguiente: [...] una profesin es una ocupacin paga de carcter permanente a la que seotorga relevancia social. Toda profesin exige aptitudes y conocimiento especiales querequieren, a su vez, un perodo de entrenamiento que culmina con la obtencin de unttulo o certificacin habilitante. Los requisitos bsicos para llegar a ejercer una

    profesin son fijados en muchos casos por el Estado. Normalmente, el control delejercicio profesional es efectuado por los propios pares profesionales (Rabossi 1993:18-19). A rasgos coincidentes con el texto de Chadwick (conocimiento validado,ocupacin autnoma y paga, etc.), Rabossi aade la existencia de regulaciones estatalesque sealan los requisitos indispensables para el ejercicio profesional, si bien laregulacin del ejercicio profesional propiamente dicho queda en manos del grupo de

    pares reconocido para aquellas situaciones particulares que no quedan comprendidas enla generalidad de las leyes del Estado.

    A. Goldman sostiene que los profesionales pueden ser identificados mediantecinco rasgos: su experta particular; los aos de formacin que les han permitidoalcanzar tal experta; las prestaciones especficas a sus clientes que ese saber les permiterealizar; sus organizaciones, a menudo autnomas; y su adhesin a un valorfundamental que es el objeto de su experta, de su formacin, de las necesidades de susclientes y, por consiguiente, de sus prestaciones (as, la salud para los mdicos, la

    proteccin de los derechos jurdicos para los abogados, la educacin para loseducadores, la informacin al pblico para los periodistas, etc.) (Goldman 1996: 1192).

    D.Carr emprende igualmente la bsqueda de un concepto viable de profesin

    y comienza por una referencia a la comprensin corriente de los trminos profesin,profesional y profesionalismo (Carr 1999). Con respecto al trmino profesional,

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    distingue tres niveles de uso: a) se denomina profesional a la persona que recibedinero por lo que hace en el marco de una ocupacin cualquiera, distinguindose as delmero aficionado; b) se califica de profesional todo trabajo de buena factura (en estaacepcin, un trabajo no profesional es una chapuza, pero no basta un trabajo bienrealizado para considerar miembro de una profesin a la persona que lo hizo); c) por

    consiguiente, en sentido estricto, se denomina con propiedad profesional a quienrealiza actividades que se distinguen de las restantes por la profesionalidad requeridapara su ejecucin; as, las actividades de los mdicos y de los abogados, pero tambinlas llevadas a cabo por docentes, sacerdotes y otros miembros de las a vecesdenominadas vocaciones.

    Descartado el punto de vista sociolgico ms estrecho y vulgar, que asociaprofesin con una cierta posicin socioeconmica ventajosa mencionado tambin

    por Chandwick-, Carr centra el anlisis conceptual de la idea de profesin en cincocriterios principales de profesionalidad: 1) las profesiones proporcionan un servicio

    pblico importante; 2) las profesiones implican una experta fundada tanto terica como

    prcticamente; 3) las profesiones tienen una dimensin tica distintiva que se expresa enun cdigo de prcticas; 4) las profesiones estn organizadas y reguladas con referenciaal reclutamiento de sus miembros y a la disciplina en el ejercicio de sus actividadesespecficas; 5) los miembros de una profesin exigen que se les respete un alto grado deautonoma individual, entendida como autonoma de juicio para la prctica efectiva dela profesin. En definitiva, segn Carr, toda actividad que merezca el calificativo de

    profesin es un proyecto moral y por esta razn emplea tambin para ellas el trminovocacin en el pasaje del artculo aludido. En este punto puede observarse unacoincidencia de Carr con M. Weber (Weber 1987) y posteriormente E. Husserl (Husserl1954: par. 7 y 15), salvando la diferencia problemtica y compleja que se establece si se

    piensa que Carr no trata sistemticamente ni el carcter burocratizado y funcionarial delejercicio profesional, como lo hace Weber (tanto respondiendo a su propia concepcinde la Modernidad, el Estado y las profesiones, como a la realidad alemana en la queescribe), ni, mucho menos, la profesin filosfica o la tica del filsofo, como fuerala intencin de Husserl (Bonilla 1987). Hay, s, coincidencias notables con Toulmin y,muy especialmente, con Goldman, quien, a travs de la indicacin del valor preferido ydeterminante en cada caso, subraya la impronta vocacional entindase, el compromisomoral- de ciertas profesiones y, por consiguiente, la oportunidad de una consideracinde las mismas desde el punto de vista de la tica.

    Soslayando la cuestin del posible cariz prescriptivo de estas descripciones, y de

    los compromisos con poderes pretendidamente hegemnicos que denotan, parece quetodas ellas apuntan hacia una convergencia cannica en los siguientes rubros: 1) laexperta otorgada por el conocimiento adquirido a travs de un nmero fijo yrelativamente extenso de aos de estudio y formacin profesional; 2) la significacinsocial de los sujetos que han adquirido tal experta, a veces reconocida por laadjudicacin de un estatuto social ms elevado, otras a travs de un reconocimientoeconmico especial; 3) la dimensin tica, evidenciada bien por la referencia a un valorcasi definitorio, bien por la posesin explcita de un cdigo regulador, bien por laasuncin de responsabilidades particulares con respecto al saber y a las prcticasespecficas; 4) la autorregulacin respecto del reclutamiento de miembros y de ladisciplina interna del grupo o corporacin profesional.

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    Con posterioridad a estas lecturas trabaj con ahnco el libro de la Dra. CeciliaAguayo, que a partir de su consideracin minuciosa de las posiciones weberianasclasifica y evala con agudeza los diversos enfoques del estudio y definicin de la

    profesin y de las profesiones. Su visin contextual de la problemtica, a partir de laprofesionalizacin del trabajo social, la lleva a realizar una crtica certera de las

    falencias tanto de la concepcin burocrtica de Weber como de las posicionespositivistas y funcionalistas de la escuela anglosajona y a asumir una perspectiva crticadeudora de la fenomenologa y la hermenutica que pone de relieve los aspectosideolgicos vinculados al ejercicio profesional, as como la funcin eminentementesocial y liberadora de las profesiones si stas asumen el mundo profesional cotidiano eintersubjetivo y su riqueza simblica y el bien social al que estn internamentedirigidas. En uno de los prrafos finales de su texto se concentra el potencialrevolucionario de esta propuesta ofrecida a la vez con erudicin y entusiasmo. Cito:Para revitalizar la tica profesional, los profesionales deben permitirse re-flexionar losFines por los cuales la sociedad les otorga legitimidad social, los valores que senecesitan defender actualmente, asumir las responsabilidades sociales de sus acciones

    en contextos institucionales conflictivos, afianzar los lazos identitarios frente a lasoledad, luchar contra la atomizacin e individualismo profesional y volver a soarcon proyectos sociales ms justos y solidarios [] (Aguayo Cuevas 2006: 159).

    Me ha parecido til articular el ncleo de mi exposicin como una asuncincrtica de la posicin de David Carr, que comienza el artculo citado con la constatacinde que en la actualidad los programas de formacin profesional en reas tales comomedicina, enfermera, educacin y estudios empresariales incluyen algn tipo deintroduccin formal a la indagacin tica (Carr 1999: 33). Esta situacin, a su juicio,

    planteara preguntas interesantes sobre las dimensiones ticas de la vida profesional,la naturaleza, objetivos y contenidos de los cursos de tica profesional y el carcter

    general de la educacin profesional.

    En cuanto a las dimensiones ticas especficas del compromiso profesional, stassurgen a partir de un anlisis comparativo de lo implicado en los criterios de

    profesionalismo mencionados anteriormente. En primer trmino, aparece con claridadun nexo entre el criterio 2 y el 5, es decir, entre el sesgo terico de la experta

    profesional y la autonoma de juicio a partir de la doble consideracin de que las teoras,con grados de especulacin y provisionalidad variables, sirven para guiar pero no paradeterminar la prctica profesional y de que, ante casos sin precedentes que pueden serigualmente bien explicados recurriendo a teoras rivales, los profesionales necesitan unaenorme independencia de juicio para vincular generalidades tericas con contingencias

    particulares. En este sentido, puede sostenerse que la teora no desempea una funcinrealmente prescriptiva sino una funcin orientadora de la accin profesional, y que latoma de decisin responsable depende en ltimo trmino de la calidad de la deliberaciny de la reflexin personal.

    Si bien la importancia de la formacin terica y de la experta profesional (2)resulta decisiva al momento de la admisin de un profesional en su Colegio oAsociacin correspondiente (4), la idea clave respecto de las organizaciones

    profesionales parecera estar ms relacionada con la consideracin de que el dominio deteoras, principios y habilidades no basta para garantizar la idoneidad de la prctica,dado que es posible que un profesional con conocimiento terico y habilidadesadecuadas se conduzca de modo poco apropiado con respecto a un paciente, alumno ocliente. En esta consideracin se muestra de modo directo la idea ya expresada de que

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    existe un importante ingrediente tico o moral en la organizacin profesional. Quienespertenecen a tales asociaciones, ms all de su competencia en los conocimientos yhabilidades especficas, sern juzgados adems por sus valores, actitudes o motivosapropiados: Desde este punto de vista, toda profesin digna de este nombre ha de estargobernada por un cdigo de tica profesional que identifique claramente las

    obligaciones profesionales y las responsabilidades referidas a los derechos de losclientes o pacientes (Carr 1999: 35-36)2. Aparece, entonces, el carcter central delcriterio 3. Una revisin del Juramento Hipocrtico, por ejemplo, muestra que ste

    parece estar construido sobre el principio simple de que el mdico se debe a la salud desus pacientes por encima de toda bsqueda de inters o provecho personales. Entrminos kantianos, esto puede expresarse diciendo que, en todas las circunstancias engeneral y, para el caso, en circunstancias teraputicas en particular, los seres humanoshan de ser tratados como fines en s mismos.

    A diferencia de los vendedores o de los hombres de negocios, un buenprofesional es alguien que posee, ms all de su experta terica o tcnica, un cmulo de

    actitudes, valores y motivaciones morales que han sido determinadas por encima delpropio inters tomando en cuenta las necesidades e intereses de clientes, alumnos opacientes, respectivamente. Desde este punto de vista, se vuelve necesaria como partede la formacin profesional una formacin especfica en tica: [] toda iniciacin

    profesional debe requerir, junto con el entrenamiento en el conocimiento terico ytcnico, una instruccin explcita en las presuposiciones morales del compromiso

    profesional posiblemente extendida a una iniciacin sistemtica en las teorasdenticas de uso habitual3(Carr 1999: 36).

    Para una mirada superficial, las diversas formas de enseanza de la ticabrindadas actualmente a los estudiantes de carreras profesionales parecen haberse hecho

    cargo de la necesidad antedicha. Entre las ms habituales, Carr menciona cursos sobreteora tica aadidos a los programas de preparacin profesional para mdicos yenfermeras, por ejemplo, e impartidos por eticistas profesionales o filsofos prcticosque por lo general carecen de conocimientos acerca de los problemas moralesespecficos vinculados a la profesin en cuestin. Tambin se da la modalidad demdulos de entrenamiento para la preparacin de profesionales, muchas veces basadosen el estudio de casos. Estos ltimos, sobre todo en los mbitos de la educacin y deltrabajo social, intentan combinar la instruccin en habilidades tcnicas con el cultivo deun conjunto de actitudes y valores a emplear en la toma de decisiones acerca de lo quees o no aceptable con referencia a la conducta profesional, vinculada, por otra parte, a laidea de una competencia cruda. Con respecto al tipo de formacin impartida en ambasalternativas, Carr manifiesta reservas atendibles: Si se concibe una tica profesionalcomo un componente extracurricular en cursos de educacin profesional o los aspectosticos del profesionalismo se reducen a ciertas competencias extra prcticas, se trata deaspectos adquiridos casi tcnicamente a travs de entrenamiento (Carr 1999: 36-37)4.

    Con referencia a mi pas, la situacin es algo ms compleja. Si por un ladoexisten cursos parecidos a los mencionados por Carr y, en este sentido, adolecen de la

    primera falencia sealada por ste, en numerosos casos otros cursos de tica profesionalestn impartidos por los propios profesionales del rea en cuestin, a quienes por lo

    2

    Traduccin de la autora.3Traduccin de la autora.4Traduccin de la autora.

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    general falta una formacin adecuada para fijar los criterios desde los cuales han dediscutirse los problemas especficos de la tica y, adems, carecen de entrenamiento endisciplinas bsicas, tales como teora del lenguaje y de la argumentacin morales yteoras ticas contemporneas. Por otro lado, la implementacin de contenidos deformacin moral y cvica y de Derechos Humanos en diversos programas de enseanza

    instal de modo dramtico la demanda de una enseanza adecuada de la tica en generaly de la tica profesional y de las profesiones como parte de la formacin de los maestrosy de los profesores de enseanza media. Con la creacin de diversos postgrados en ticaaplicada en universidades nacionales y privadas, a partir de la puesta en marcha en 1993de la Maestra en tica Aplicada de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidadde Buenos Aires, se ha intentado dar satisfaccin a las necesidades de esta formacin enlos diversos mbitos (Biotica, tica de la investigacin, tica de la educacin, ticaempresarial, etc.). Los defectos aludidos, empero, persisten en los cursos de formacinen tica para profesionales que proliferan por fuera del radio de accin de tales

    postgrados. Sobre todo hay que insistir en un aspecto de fondo poco visualizado yausente en gran parte de los enfoques del problema: la existencia de un currculo

    oculto en la formacin profesional, que es el componente principal del imaginario delos profesionales de cada mbito y con el que stos moldean la formacin y el ejercicio

    profesional de los estudiantes de pregrado de las carreras profesionales pero tambin delos jvenes graduados que se inician en el ejercicio de la profesin.

    Volviendo a Carr, frente a los modelos de formacin en tica de los futurosprofesionales, que han tomado su punto de partida en una atencin a las caractersticas yfines de las organizaciones profesionales mismas5, parecera til pensar otros modelos atravs de la consideracin del criterio segn el cual las profesiones proporcionan unservicio pblico importante. Es ms, el tipo de servicios que los profesionales ofrecen,en tanto se relaciona con lo necesario para la calidad de la vida y la plenitud humanas,

    puede ser considerado desde el punto de vista de los Derechos Humanos. Los serviciosque estn bajo el control y la direccin de las profesiones tradicionalmente establecidas

    el cuidado de la salud, la asistencia legal, la educacin, etc.- parecen aptos para sercaracterizados como asistencia a los derechos, los cuales, por otra parte, pueden serentendidos como lo que es necesario o indispensable para conducir al empoderamientociudadano6y a cierta plenitud humana, ms all de lo que se piense acerca de lo que ellaes (ideal de buena vida).

    Ahora bien, puesto que los servicios profesionales tienen como propsito elconducir a la plenitud humana a travs de la promocin de la salud, la justicia, laeducacin, la seguridad social, el acceso a un trabajo digno, o lo que fuere, seconvierten ipso facto en filosficamente problemticos desde el punto de vista tico,

    precisamente porque son proyectos morales. En consecuencia, los profesionales en suprctica pueden verse envueltos en compromisos y fines que sean objeto de autnticascontroversias ticas. Tomando en serio lo dicho antes, esto conlleva no slo lamodificacin del tipo de enseanza de la tica que ha de impartirse, sino los planes deestudio de la formacin profesional y la orientacin de la misma.

    5 ste no es el lugar para tratarlo, porque se ampliara mucho el problema planteado al inicio, perotambin parece atendible una investigacin sobre los aspectos ticos de la educacin de postgradomisma, es decir, no contenidos de tica referidos a las bases y fundamentos de los usos profesionales,sino problemas morales que se derivan de cada una de las etapas de la formacin de postgrado, desde la

    oferta de tales programas y las razones que mueven a los graduados a inscribirse en ellos alcuestionamiento de las prcticas y formacin que se brinda en diversos postgrados (Gorovitz 1998).6Aadido a Carr.

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    Uno de los problemas mayores con referencia a los cursos de tica quefuncionan de modo ancilar respecto de la formacin orientada hacia la teora o la tcnicaes que se restringen a la consideracin de los aspectos ms contractuales del desarrollo

    profesional, en los cuales, por otra parte, siempre han puesto nfasis los cdigos de ticaprofesional, con lo cual queda eliminada de principio toda visin crtica de la prctica

    en un contexto dado. Dejando un momento a Carr, tal vez deba ser revisada atentamentela imagen idlica que Toulmin brinda del funcionamiento de los Colegios yAsociaciones profesionales en tanto, de manera acrtica, lo considera un modelo vlido

    para la revitalizacin de las comunidades y de las instituciones que les soncaractersticas (Toulmin 1997: 129-130). Con respecto a las exigencias de unaformacin adecuada para los profesionales, por consiguiente, de poco valdra el tipo deenseanza de la tica que Carr ha tenido la virtud de objetar, que es, parcialmente, elmodelo que Toulmin parece recomendar.

    La apelacin a los Derechos Humanos para una caracterizacin de los objetivosde las profesiones y las consecuencias derivadas de esto con respecto a la formacin en

    tica de los futuros profesionales, junto con la crtica de los modelos vigentes y lareivindicacin del valor de la formacin del juicio moral correcto del profesional (asconvertido en una nueva especie dephrnimos), son, a mi entender, las contribucionesmayores del trabajo de Carr. Como crticas menores a esta propuesta se estima en

    primer trmino que debe ser cuidadosamente ponderada con sentido crtico y ayuda dela ya citada Eticologa su posicin ltima acerca del valor de las tradiciones en lasticas (y no slo las filosficas). Y an compartiendo el rechazo por formas

    procedimentales de aplicacin automatizada, que Carr denomina irnicamente moralalgorithm, que, incluso, convierten los procesos de tomas de decisin en juegos delgica vacos de sentido y contenido, y, sobre todo de responsabilidad, parece pococonsistente su propuesta de un dilogo sin contornos ni mtodo definidos y una apuesta

    demasiado positivista a la instancia reguladora de los Derechos Humanos.

    Frente al hecho de la variedad de programas de formacin profesional que seestn llevando a cabo actualmente en la Argentina que en general incluyen algn cursode tica en sus planes de estudio, esta contribucin propone una revisin de los mismosque parta de la necesidad de brindar a los futuros profesionales de las diversas carrerasuna formacin en tica seria, crtica, actualizada y dinmica, que tome en cuenta los

    problemas especficos del rea en cuestin, ponga de manifiesto el currculo oculto de laformacin y prctica profesional, se haga cargo de la pluralidad cultural real tanto dequienes ejercen las profesiones como de las y los que son atendidos o asistidos poraquellos y que proporcione modelos de deliberacin y de toma de decisiones adecuados,no meras recetas tcnicas. Esta formacin no ha de estar encaminada a la obtencin deeticistas o de especialistas en tica aplicada, sino que debe proporcionar a los futuros

    profesionales la adecuada preparacin que los programas actuales no brindan paraenfrentar como ciudadanos responsables las demandas contemporneas de su profesin,muchas de ellas no previstas o no previstas en medida suficiente ni en la normativavigente ni en las tradiciones profesionales.

    En este sentido, parece conveniente proponer por un lado la adopcin de unaperspectiva intercultural que tome en cuenta la diversidad cultural del medio en el quese ejercen las profesiones, considerando esta diversidad como un bien social y no comoun problema a gestionar para lograr el equilibrio o la asimilacin. Sobre esta base se

    propone un nmero mnimo de asignaturas que habrn de integrarse al currculumde las

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    respectivas carreras, con el mismo grado de exigencias que el asignado a las restantesmaterias, a saber:

    1- Introduccin a los Derechos Humanos. Respecto de esta Introduccin a losDerechos Humanos se propone una formacin no juridicista, sino dinmica y

    crtica, basada en los desarrollos ms fecundos de la temtica en los ltimos aos,sobre todo a partir de las discusiones originadas en la interpretacin de los derechosmencionados en los Pactos de Derechos Civiles y Polticos y de DerechosEconmicos, Sociales y Culturales de 1966. Resulta de inters particular laargumentacin desarrollada por la Filosofa Intercultural sobre la necesidad deapoyar no slo la defensa y promocin sino tambin la efectiva realizacin de losDerechos Humanos frente a situaciones como la emergencia de minoras silenciadasu olvidadas, la continuidad e incremento del fenmeno migratorio, la convivencia enlas metrpolis de seres humanos de diversa proveniencia, la brecha social yeconmica cada vez ms amplia, el deterioro ambiental, etc. (Fornet-Betancourt2003 y 2004).

    2- Situacin contempornea de la tica. En esta propuesta se contempla el trataminento especfico del giro tico, el estudio de las teoras ticas vigentes y de lasvariedades de la tica orientada a la aplicacin7.

    3- Anlisis del lenguaje y de las diversas formas de argumentacin moral ymetodologa interdisciplinaria aplicada a la construccin y anlisis de casos delmbito especfico.

    4- Cuestiones morales del mbito especfico (Biotica, tica ambiental, tica de laeducacin, tica pblica, tica empresarial, etc.), tica de la profesin y

    Deontologa profesional.

    Segn se observa, las asignaturas propuestas se agrupan en dos bloques (1 y 2; 3 y4). Como no se trata de nmero de materias, sino de su integracin efectiva en laformacin profesional, esto permitira una reduccin de su presencia en programas deformacin demasiado extensos. Si bien puede defenderse con argumentos slidos lanecesidad de que estas asignaturas estn impartidas por filsofos prcticosespecializados en cuestiones de tica aplicada, es igualmente de la mayor importancia laintegracin en estos cursos de profesionales de cada rea, capacitados en tica ysensibles a ella, dado que la tica orientada a la aplicacin (o tica aplicada) ya est envas de constituirse como uno de los saberes interdisciplinarios de nuestro tiempo. Sin

    embargo, en esta propuesta queda clara la idea de que la formacin en tica de losfuturos profesionales no significa una eliminacin de la funcin de los filsofosprcticos. Por el contrario, se considera que la actuacin de stos en diversos niveles deinvestigacin interdisciplinaria, de docencia y de toma de decisiones pblicas, se havuelto indispensable en nuestras sociedades complejas, a la vez globalizadas yfragmentadas en mltiples segmentos de clase, intereses, etnas, religiones, etc. Elreconocimiento del lugar que han asumido y deben asumir los filsofos prcticos en losdebates contemporneos no significa ni un pedido de abandono de la reflexin filosfica

    propiamente dicha ni una recada en la tirana de los expertos (Bertomeu 1997;

    7

    Prefiero la denominacin aqu empleada a la ms usual de tica aplicada. Si bien no comparto laposicin de base habermasiana de N. Hastedt, asumo algunas de las razones que ste aduce para nodescuidar la investigacin filosfica propiamente dicha (Hastedt 1991).

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    DAgostino 1998). Sin embargo, y para evitar la proliferacin de prcticasantidemocrticas, la contribucin de los filsofos como expertos debe ser entendida enel sentido de su contribucin a una ampliacin del debate democrtico. Tal vez la ideade la comunidad de pares ampliada, propugnada por S. Funtowicz y J. Ravetz, segnla cual todos los implicados en alguna toma de decisin han de ser invitados a las

    discusiones del caso (Funtowicz y Ravetz 1993), sea la idea regulativa adecuada paraesta nueva modalidad de trabajo del filsofo prctico. Con ayuda de la ms actualmetodologa cualitativa y participativa de las ciencias sociales se interpreta a los autoresmencionados establecindose como condicin del dilogo necesario para la toma dedecisiones la necesidad de una devolucin hermenutica del otro (Fornet-Betancourt2003) que implica la descalificacin de la figura elitista del interlocutor vlido. Estaltima fue introducida por algunos modelos de la tica discursiva y restringefuertemente el juicio sobre las capacidades comunicativas de personas y grupos a rasgosde racionalidad y comunicacin lingstica sobre todo de los portadores de rasgostnicos o culturales fuertes, que divergen de los de la sociedad mayoritaria o

    pretendidamente hegemnica que tambin ha impuesto su hegemona en el

    establecimiento de las reglas del juego dialgico. Aqu se defiende la idea de que todoser humano implicado en una toma de decisiones es un interlocutor vlido en tanto tienealguna capacidad real de trasmitir necesidades, preferencias y valoraciones, capacidadque debe ser reconocida por los restantes interlocutores y promovida a travs de lasmediaciones que sean necesarias en cada caso (traduccin, interpretacin de lenguajesde seas, etc.).

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