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La Prostitución en la España de la Edad Media
ESTADO DE LA CUESTION
Alumna: Prof. Marina Bonini
Nro Legajo: 4717
DNI: 25838608
Carrera: Lic. En Historia Complementación Docente
Materia: Seminario Historia Cultural e Historiografía I
Untref Virtual
DICIEMBRE 2012
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN..................................................................................................................1
PLENA EDAD MEDIA: LA PROSTITUCIÓN, UN MAL INEVITABLE..........................2
BAJA EDAD MEDIA: LA INSTITUCIONALIZACION DE LA PROSTITUCIÓN..........5
CONCLUSION.....................................................................................................................11
BIBLIOGRAFÍA..................................................................................................................12
La Prostitución en la España de la Edad Media
Estado de la Cuestión:
INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo se pretende realizar una síntesis de los diferentes estudios
historiográficos sobre la prostitución en la España de la Edad Media.
Para poder analizar el fenómeno de la prostitución en este período, se dividirá a la
misma en dos etapas según el grado de aceptación que tenía dicha actividad: la primera
coindice con la llamada Plena Edad Media, momento durante el cual la prostitución era
aceptada como un fenómeno inevitable, razón que llevó a que las autoridades civiles y
religiosas permitieran su funcionamiento como modo de evitar males mayores en la
sociedad, como el pecado de adulterio o el de lujuria. La segunda, a lo largo de la Baja
Edad Media, fase en la cual el negocio del sexo funcionaba de manera cuasi
institucionalizada, con reglas y pautas propias que determinaban de qué modo debía ser
ejercida dicha tarea.
PLENA EDAD MEDIA: LA PROSTITUCIÓN, UN MAL INEVITABLE
La prostitución se ejerció durante la Edad Media, a lo largo de toda Europa,
y la Península Ibérica no fue la excepción, siendo principalmente un fenómeno
urbano, aunque vale aclarar que también hubo prostitutas en las zonas rurales,
y en los caminos de peregrinaje.
La mujer medieval tenía dos modelos de conducta, el de la Virgen María, como madre
o virgen consagrada en un convento; o el de la pecadora Eva, perdición de los hombres;
estas eran las mujeres públicas y mujeres privadas. Por oposición, las mujeres privadas,
eran las que pertenecían a un solo hombre, mientras que las públicas, en cambio, no lo eran
por su rol social o por su participación, sino porque correspondían a todos los hombres1.
La prostituta cumplió durante esta etapa, una función pública que consistía en mantener
el orden social, evitando que la violencia sexual se aplicara sobre las mujeres que habían
optado por seguir el modelo de María.
Durante la Plena Edad Media, la prostitución fue considerada como inevitable, puesto
que se presentó como la mejor solución para evitar males mayores, tal como el adulterio o
al que se consideraba como el peor pecado medieval, la sodomía.
Esta permisividad nació de la consideración de pensadores cristianos, como es el caso de
San Agustín2, para quien la supresión de la prostitución provocaría la liberación de los
peores apetitos de los hombres; o de Santo Tomás, que en el siglo XIII, estableció la
diferenciación entre pecados naturales y espirituales, considerando veniales a los primeros3.
1 Molina Molina, Ángel Luis. “En torno a la prostitución en Europa” en Mujeres públicas, mujeres secretas.
Murcia, Editorial KR, 1998. P 112 San Agustín en Molina Molina, (1998), 11.
3 Santo Tomás en Molina Molina. (1998), 18.
2
No obstante esta aceptación de la prostitución, algunos autores como David Waiman 4, y
María José Figueroa Toro5 consideran que las prostitutas formaban parte del mundo
marginal que Nilda Guglielmi define como aquellos que “…aun cuando permanecen o
participan de un cuerpo social, no se encuentran identificados con la totalidad de las
pautas o normas de ese cuerpo. Aceptan la sociedad de manera parcial situándose en los
límites que atravesaran en ciertas circunstancias para transformarse en Otros6”.
Por el contrario, Cristina Segura7, plantea que las mujeres medievales, no pertenecen a
un grupo marginal, sino al grupo de los oprimidos, pues no podían salir de esa situación
como otros, porque ocupaban ese lugar por una cuestión natural, el sexo.
De modo tal, que prostitutas en particular, y las mujeres, en general; no eran seres
marginales de la sociedad medieval sino víctimas de la opresión de una sociedad patriarcal
estructurada sobre un sistema social en el que ocupaban un lugar secundario. Ejemplo de
esta opresión y violencia era el delito de violación, el cual no se penaba cuando las que lo
sufrían eran las prostitutas, quienes además podían sufrir robos y todo tipo de vejaciones,
en especial en los baños públicos. Además estas mujeres públicas eran víctimas
4 Waiman, David. “La prostitución en la legislación castellana del siglo XIII”. Primeras Jornadas de Filosofía
Política. Democracia, tolerancia y libertad. Bahía Blanca, Universidad Nacional del Sur, 2008. DISPONIBLE
EN: http://cefys.org.ar/mesas/2008/waiman.pdf5 Figueroa Toro, Ma. José. “Prostitución en la Baja Edad Media española. Espacios de marginalidad”. Revista
Electrónica Historias del Orbis Terrarum. DISPONIBLE EN:
http://historiasdelorbisterrarum.files.wordpress.com/2010/09/20-maria-jose-figueroa-prostitucion-en-la-baja-
edad-media-espanola.pdf6 Guglielmi, Nilda. Marginalidad en la Edad Media, Buenos Aires, Edit. Biblos, 1998, P 11 citado en
Figueroa Toro (2010), 151.7 Segura, Cristina. “La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Estado de la cuestión”. Madrid,
Universidad Complutense de Madrid, Clío & Crimen, nº 5, 2008, pp 24-38. . DISPONIBLE EN:
http://www.durango-udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/1_515_1.pdf
3
permanentes de ataques violentos y de robos de vestimenta, su única posesión, entre otros
maltratos de los que eran objeto.
Respecto a los motivos que llevaban a las mujeres a prostituirse, Jacques Rossiaud8 y
Molina Molina9, apuntan que existían dos principales razones para que una mujer se
avocara a la prostitución. La primera era la pobreza y la segunda, la violencia masculina.
Las mujeres que quedaban huérfanas o viudas, y carecían de medios para subsistir,
encontraban que la única vía era prostituirse. Por otra parte, una cantidad importante,
optaba por esta profesión como consecuencia de la pérdida de su honra, la cual podía ser
causada por una violación, muy frecuentes en el medioevo, cuyas víctimas generalmente
eran esclavas y siervas.
8 Rossiaud, Jacques. “Las presas y su destino: Victimas, Alcahuetas y prostitutas” en La prostitución en el
medioevo. VERSION UNTREF.9 Molina Molina. (1998), 32-33.
4
BAJA EDAD MEDIA: LA INSTITUCIONALIZACION DE LA PROSTITUCIÓN
Desde finales del siglo XIII hasta principios del XVI, la prostitución se
oficializa especialmente en el ámbito urbano, con la aparición de los burdeles
públicos, que a su vez permitían fijar el radio donde las cortesanas podían
ejercer su oficio sin ser perseguidas, por oposición a lo que sucedía fuera de
esos límites.
Estas medidas se debían en parte a la necesidad de separar a las buenas
mujeres, a las que hace referencia Ma. Del Carmen García Herrero 10, de las
putas públicas y de las “otras mulleres”. Dicha distinción se lleva a cabo, en
primer lugar, de manera física, destinando guetos o zonas exclusivas para el
establecimiento de los burdeles y el ejercicio de su actividad, la cual en
algunas ciudades estaba en la zona céntrica, como es el caso de Córdoba, o en
zonas aledañas a las puertas de la ciudad, como en Sevilla, entre otras 11. Surgió
entonces la figura del burdel público, como solución a este problema, el cual
permitía agrupar en un lugar a todas las mundarias12, prohibiéndoles trabajar
fuera de él y salir en días no permitidos. Esta zona fue llamada mancebía, y
estaba compuesta por boticas o casas donde residían estas mujeres.
10 García Herrero, Ma. Del Carmen. “Prostitución y amancebamiento en Zaragoza a fines de la Edad Media”,
Madrid, Editorial Universidad Complutense de Madrid; En la España Medieval, Nº 12, 1989.DISPONIBLE
EN: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=12223011 Sobre la ubicación de los burdeles en las grandes ciudades de la Península Ibérica Véase Molina Molina.
(1998), 83-88. También su artículo “La prostitución en la Castilla bajomedieval”, Clío & Crimen Nº 5,
Universidad de Murcia, 2008, 138-150. DISPONIBLE EN:
http://www.durango-udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/0_521_1.pdf12 Molina Molina. (1998). “El burdel público. La prostitución legal”. 83-97.
5
Pues bien, ¿Cuáles son las razones para esta institucionalización de la prostitución en la
Baja Edad Media? Al respecto, Molina Molina13, plantea tres motivos, en primer lugar,
considera la importancia de su actividad como servicio de salvación pública, punto en el
que coincide con Rossiaud14, puesto que los jóvenes solteros, eran más revoltosos y
peligrosos que los casados, quienes con sus apetitos ponían en serio riesgo la honra de las
buenas mujeres, además de sufrir la amenaza de caer en la sodomía, razón por la cual las
meretrices cumplían el rol de contener y satisfacer dichos impulsos.
En segundo lugar, existía una preocupación sobre el mantenimiento del orden público y
el encuadramiento de los marginados, de modo tal que controlarlos era fundamental para el
funcionamiento de la sociedad medieval. En este sentido se inscriben los estudios de la
legislación castellana en el siglo XIII de Waiman15, quien mediante el análisis de los fueros
reales de Alfonso X y XI, concluye que fue muy diferente el espíritu de las leyes, de la
realidad, puesto que muchas prostitutas encontraron en la reconquista una nueva esperanza,
y contribuyeron además al arraigamiento de los soldados y colonos, mientras esperaban la
llegada de sus familias.
Por último, Molina Molina menciona la necesidad de mantener la disciplina de acuerdo
a los principios morales que rigen la sociedad medieval, los cuales provocan la segregación
social del colectivo en cuestión, puesto que conllevaban un mal ejemplo para el resto, tal
como ocurría con judíos, moros o leprosos16. De manera que, las autoridades imponían la
13 Ídem. 77-82.
14 Véase Rossiaud, J. “La clientela: jóvenes y menos jóvenes” en La prostitución en el medioevo. VERSION
UNTREF. 8-10. 15 Waiman, David (2008), 5.
16 Guglielmi, Nilda. “El cuerpo de los otros” en Temas Medievales Nº11, Ed Universidad de Buenos Aires,
2003. VERSION UNTREF.
6
prohibición u obligatoriedad de llevar determinadas vestimentas o afeites, la cual
compartían con el resto de los marginados medievales, tal como ocurría con judíos y moros.
De esta cuestión se ocupa García Herrero17, quien explica que el objetivo era reconocer a
simple vista a las prostitutas, privándolas del uso de determinados colores, adornos u
objetos de lujo. Aquí es necesario hacer un paréntesis, para considerar la importancia de
esta última restricción, puesto que la finalidad era evitar la tentación para las mujeres
pobres y honestas ante el lujo con que vestían algunas mujeres que comerciaban con su
cuerpo. No obstante, es fundamental aclarar que los vestidos eran la única posesión de estas
mujeres, y que siendo víctimas de abusos permanentes por parte de los hombres, no existían
casos de enriquecimiento a raíz del ejercicio de dicha actividad, por lo que cuando llegaban
a la edad en que ya no eran físicamente atractivas, vivían en la auténtica miseria18.
García Herrero, al igual que Molina Molina, plantea que el motivo económico se debe
tener en cuenta para estudiar la justificación de la oficialización de la prostitución, ya que
resultaba una actividad lucrativa convirtiendo a un burdel controlado en un negocio muy
rentable.
En cuanto al funcionamiento del burdel, Molina Molina, manifiesta que estaban
organizados en torno a un padre o madre, también mencionada como abadesa por
Rossiaud19; que investigaban el origen de las jóvenes para verificar que no fueran casadas.
Además tenían como obligación controlar que las prostitutas no salieran del burdel los días
en que no estaba permitido, darles comida, alojamiento y medicina, para lo cual cobraban
un porcentaje de lo recaudado. García Herrero, aborda el tema analizando las mancebías de
17 García Herrero (1989), 310.
18 Molina Molina (1998), 94.
19 Rossiaud. (VERSION UNTREF). 9.
7
Málaga, Zaragoza y Valencia, entre otras ciudades. Aporta además, casos de los que deduce
que los directores de los burdeles, prestaban dineros a las mujeres que allí trabajaban, que
luego estas no podían devolver, situación que se repetía –según la autora- en muchas
ciudades, razón por la cual tuvieron que intervenir las autoridades, a fin de evitar abusos en
los alquileres, los precios de las comidas y otros servicios20.
María Teresa López Beltran21, en su estudio sobre la prostitución malagueña, cita el caso
de un juicio contra el dueño de un burdel, en cuya resolución se concedió la libertad a las
meretrices para que lavaran la ropa y limpiaran sus casas, además de establecer que el
corregidor fijaría el precio de los alquileres.
Respecto de las tarifas de las prostitutas, Molina Molina22, establece que el encuentro
entre las prostitutas y sus clientes, se medía por la duración de unas velas, siendo este de
aproximadamente media hora. De la misma forma, plantea que si bien es difícil establecer
el precio, se deduce que este debía oscilar entre un cuarto y medio jornal diario promedio,
puesto que su oficio era un servicio social para la ciudad, por lo que no podía resultar muy
oneroso.
Otro aspecto que se debe abordar es el de la carrera de la prostituta, para tratar de
distinguir a qué edad ingresaban y a qué edad ya no servían para esas actividades. Sobre
este tema, Rossiaud23, sostiene que se iniciaban alrededor de los 17 años, en los baños
públicos. No obstante, es necesario destacar que también existen casos de mujeres iniciadas
20 García Herrero, Ma. Del Carmen. “El mundo de la prostitución en las ciudades bajomedievales” en
Marginales y marginados en la época medieval. Centro de estudios medievales y renacentistas, Universidad
de Málaga. VERSION UNTREF. 13.21 Citada en Molina Molina 89
22 Molina Molina (2008), 7.
23 Rossiaud (VERSION UNTREF), 5.
8
a los 15. Llegados los 20, continua Molina Molina, ingresaban a los burdeles, para salir de
allí a la edad en que ya no eran atractivas, rondando los 30 años. Al llegar a esta edad,
tenían dos caminos: algunas que había logrado ahorrar algo de dinero podían entrar a una
casa de arrepentidas, dirigidas por la Iglesia, con el objetivo de recuperar a esas almas
perdidas tal como ocurriera con María Magdalena. De modo tal que estas Magdalenas,
podían conseguir arrepentirse y aspirar a conseguir un marido, con la condición de no
volver a ejercer la profesión24. La contraparte, la constituyeron la mayoría, quienes
terminaban viviendo en la miseria, y no tenían otra salida que convertirse en covigeras o
alcahuetas, usando otros oficios como tapadera para acercarse a sus posibles clientes, como
por ejemplo el de buhonera, curandera/bruja, partera, etc.25.
Paralelamente a la prostitución publica, existía el ejercicio de esta actividad de modo
clandestino y todo un universo que surgió a su alrededor, el de los rufianes y alcahuetas,
que cumplían la función de proxenetas o de organizadores de las citas. La relación con los
rufianes nació de una necesidad de protección de las prostitutas secretas frente a las
persecuciones de las autoridades. De este tema también se ocupa Molina Molina26, quien
considera que esta relación era a la vez profesional y doméstica, puesto que de esta manera
las mujeres que elegían ejercer su actividad en secreto, tenían un mínimo de seguridad.
Rufianes y alcahuetas fueron prohibidos y perseguidos por las autoridades municipales,
puesto que ambos, según la visión medieval, facilitaban el contacto entre hombres casados
u otros que tenían prohibido el acceso a los burdeles, como los sacerdotes y monjes, o de
24 Figueroa Toro (2010), 158.
25 Molina Molina (2008), 7.
26 Molina Molina (1998), 107.
9
aquellos a quienes les iba a la vida en ello, como los moros27 y judíos. Es en este sentido,
que Molina Molina28 realiza un análisis de estas figuras, considerándolos como riesgosas
para el sistema ideológico imperante.
27 El tema de los moros y la prostitución, es abordado por Rangel López, Noelia en “Moras, jóvenes y
prostitutas: acerca de la prostitución valenciana a finales de la Edad Media”, Miscelanea Medieval Murciana,
2008, XXXII, 119-130. DISPONIBLE EN: http://revistas.um.es/mimemur/article/view/49321/4718128 Molina Molina (1998), 108.
10
CONCLUSION
Putas, barraganas, amancebadas, concubinas, mujeres públicas, bordeleras, malas
mujeres29, todas ellas fueron marginadas socialmente, en una sociedad estrictamente
masculina, señaladas por los hombres y mujeres. Distinguidas por sus ropas y adornos,
despreciadas como personas, pero utilizadas en cuanto su oficio cumplía una función social,
para evitar que las buenas mujeres pecaran. Resulta muy importante observar, que todos los
autores estudiados, coinciden en señalar que la información que se posee sobre el ejercicio
de la prostitución en la Edad Media proviene de la legislación y las normas municipales,
puesto que se carece de fuentes directas. De modo tal que si bien a través de las actas de
juicios contra mujeres que ejercían esta tarea, trascienden sus nombres, es muy poco lo que
se conoce acerca de sus vidas. En este sentido se puede tomar como ejemplo el trabajo de
Rangel López30 sobre las moras prostitutas juzgadas en Valencia durante el siglo XV; o
aquellas de las que perduraron sus nombres de guerra, como las mencionadas por Molina
Molina31.
Para concluir es necesario aclarar, que, como manifiesta Cristina Segura, cuando se
habla de las mujeres en época medieval en realidad se está hablando de los hombres, y que
es aún más complejo hablar de las prostitutas medievales, puesto todas las fuentes de que se
dispone están escritos desde el poder y bajo una visión masculina de la sociedad.
29 Figueroa Toro (2010), 153.
30 Rangel López (2008).
31 Molina Molina (2008), 6.
11
BIBLIOGRAFÍA
FIGUEROA TORO, Ma. José. “Prostitución en la Baja Edad Media española. Espacios de
marginalidad”. Revista Electrónica Historias del Orbis Terrarum. DISPONIBLE EN:
http://historiasdelorbisterrarum.files.wordpress.com/2010/09/20-maria-jose-figueroa-
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GARCÍA HERRERO, Ma. Del Carmen. “El mundo de la prostitución en las ciudades
bajomedievales” en Marginales y marginados en la época medieval. Centro de estudios
medievales y renacentistas, Universidad de Málaga. VERSION UNTREF.
-(1989), “Prostitución y amancebamiento en Zaragoza a fines de la Edad Media”, Madrid,
Editorial Universidad Complutense de Madrid; En la España Medieval, Nº
12, .DISPONIBLE EN: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=122230
MOLINA MOLINA, Ángel Luis. “En torno a la prostitución en Europa” en Mujeres
públicas, mujeres secretas. Murcia, Editorial KR, 1998.
-(2008), “La prostitución en la Castilla bajomedieval”, Clío & Crimen Nº 5, Universidad de
Murcia, . DISPONIBLE EN:
http://www.durango-udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/
1/0_521_1.pdf
RANGEL LÓPEZ, Noelia en “Moras, jóvenes y prostitutas: acerca de la prostitución
valenciana a finales de la Edad Media”, Miscelánea Medieval Murciana, 2008, XXXII,
119-130. DISPONIBLE EN: http://revistas.um.es/mimemur/article/view/49321/47181
ROSSIAUD, Jacques. “Las presas y su destino: Victimas, Alcahuetas y prostitutas” en La
prostitución en el medioevo. VERSION UNTREF.
12
SEGURA, Cristina. “La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Estado de la
cuestión”. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Clío & Crimen, nº 5, 2008,.
DISPONIBLE EN:
http://www.durango-udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/
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WAIMAN, David. “La prostitución en la legislación castellana del siglo XIII”. Primeras
Jornadas de Filosofía Política. Democracia, tolerancia y libertad. Bahía Blanca,
Universidad Nacional del Sur, 2008. DISPONIBLE EN:
http://cefys.org.ar/mesas/2008/waiman.pdf
13