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COD LEER LA SEGUNDA CARIA A LOS Mil ESPERAR Y RESISTIR

Bortolini_ Jose - Como Leer La Carta 2 a Los Tesalonicenses

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C O D LEER LA SEGUNDA CARIA A LOS

Mil ESPERAR Y RESISTIR

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C o l e c c i ó n COMO LEER

LA BIBLIA COMO LEER EL LIBRO DEL GÉNESIS Euclides Martins Balancín - Ivo Storniolo COMO LEER EL LIBRO DEL ÉXODO Euclides Martins Balancín - Ivo Storniolo

COMO LEER EL LIBRO DE AMOS Euclides Martins Balancín - Ivo Storniolo

COMO LEER EL LIBRO DE JOÑAS Euclides Martins Balancín - Ivo Storniolo

COMO LEER EL LIBRO DE MIQUEAS Euclides Martins Balancín - Ivo Storniolo

COMO LEER EL LIBRO DEL ECLESIASTES Euclides Martins Balancín - Ivo Storniolo

COMO LEER LA PRIMERA CARTA A LOS TESALONICENSES José Bortolini

COMO LEER LOS LIBROS DE SAMUEL Euclides Martins Balancín - Ivo Storniolo

COMO LEER LA SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES José Bortolini

José Bortolini

Cómo Im* la segunda carta a los

Tesalonicenses Ksperar y resistir

SAN PABLO

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Título Original © Edades Paulinas Como ¡era segunda carta Sao Paulo, (Brasil)

aos Tessalonicenses — Esperar é resistir

Traducción Jorge Gómez

©SAN PABLO 1993 Carrera 46 No. 22A-90

FAX (9-1) 2684288

Distribución: Departamento de Divulgación Calle 170 No. 23-31 A.A. 100383 - FAX (9-1) 6711278

Santafé de Bogotá, D.C. - Colombia

ISBN: 958-607-769-8

"COMO LEER LA BIBLIA"

"Y he aquí que un etíope eunuco, alto funcionario de Candace, reina de los etíopes, que estaba a cargo de todos los tesoros, y había venido a adorar a Jerusalén, regresaba sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu le dijo a Felipe: "Acércate y ponte junto a ese carro". Felipe corrió hasta él y le oyó leer al profeta Isaías; y le dijo: "¿Entiendes lo que vas leyendo?". El contestó: "¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía?" Y rogó a Felipe que subiese y se sentase con él.

...Entonces el eunuco preguntó a Felipe: "Te ruego que me digas de quien dice esto el profeta: ¿De sí mismo o de otro?". Felipe, entonces, partiendo de ese texto de la Escritura, se puso a anunciarle la buena nueva de Jesús" (Hch 8, 27-31. 34-35).

La serie "Cómo leer la Biblia" es simple y osada, al mismo tiempo. Simple, porque no pretende ser un comentario a cada uno de los libros de la Biblia, sino una clave de lectura, una especie de lectura que nos ayude a enfocar bien, en su conjunto, uno o más libros de la Biblia. Pero es también osada, porque estimula a leer los textos con los pies en el suelo de la

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existencia, sin perder nunca de vista los anhelos de vida y libertad de nuestro pueblo.

No tenemos la pretensión de ser como Felipe, pues la Biblia no pertenece a los estudiosos sino al pueblo, sentarnos junto a él, escucharlo, preguntarle e indicar posibles caminos de comprensión. Por eso nos atrevi­mos a sintetizar, en un subtítulo, el posible eje sobre el cual gira el libro en cuestión.

Estos folletos los preparamos para las personas que se reúnen en torno a la Biblia, hecho que nos indiqa ya la presencia del Espíritu en nuestra marcha. Como el etíope que regresa a la casa, el pueblo busca hoy el modo adecuado de encarnar la Biblia en la vida y en la sociedad. Justamente nuestro esfuerzo es el de ayudarle a entender lo que está leyendo, mien­tras prosigue su viaje en la esperanza y la alegría (Hch 8, 39). Por eso estos folletos parten siempre de la situación que los vio nacer y abren pistas para su comprensión en el hoy de nuestra marcha.

Esperamos que esta serie traiga nuevas luces para las personas de las comunidades y haga resonar una vez más la alianza de Jesús: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revela­do a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu bene­plácito" (Mt 11, 25-26).

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INTRODUCCIÓN

Una entrevista con Pablo, Silvano y Timoteo

Los participantes de un círculo bíblico, luego de haber estudiado y profundizado la Segunda carta a los tesalonicenses, resolvieron entrevistar a Pablo, Sil­vano y a Timoteo. Las preguntas fueron saliendo es­pontáneamente y las respuestas, a medida que fueron siendo dadas, estimularon en el grupo el deseo de conocer un texto que ya había estudiado.

— La segunda carta que ustedes escribieron a los tesalonicenses, no indica ni la fecha ni el lugar en donde fue escrita.

Silvano: en aquel tiempo no se acostumbraba a co­menzar una caria escribiendo la fecha y el lugar, como se hace actualmente. Pero para ustedes y para nosotros eso no es tan importante. Ni es algo decisivo para la comprensión de lo que se escribió. Parece que ustedes tampoco le dan mucha importancia a esos detalles, ¿No es verdad'.'

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Timoteo: para ustedes hoy es muy fácil escribir una carta. Les basta con tener papel y pluma. Sen­tarse, escribir, y luego poner la carta al correo. Para nosotros era diferente. Escribíamos en pergamino, es decir, sobre piel de carnero preparada para eso. El material era caro y teníamos que guardar los perga­minos cuidadosamente (cf 2 Tm 4, 13). En ese tiem­po, pocas personas sabían escribir. Dictábamos las cartas y luego teníamos que pagar al que las escribió. Esperábamos que alguna persona de confianza viajara y con ella enviábamos la carta...

Pablo: y sin embargo, a pesar de ser difícil escribir, circulaban muchas cartas. En el caso de la comunidad de Tesalónica, por ejemplo, supimos algo muy desa­gradable. Alguien, usando nuestros nombres, intentó perturbar la vida de la comunidad enviándole cartas como si nosotros afirmáramos que el día del Señor estaba por llegar inmediatamente, (cf 2Ts 2, 2). Las personas que tal cosa hicieron se decían inspiradas y pretendían ser nuestros portavoces. Por eso ante esta situación, decidí escribir, al final de la carta, la despedi­da de mi puño y letra, como señal que distinguía mis cartas, (cf 2Ts 3, 12). Conociendo mi letra, la comu­nidad no se dejaría engañar fácilmente. Parece que hoy también hay personas a quienes les gusta engañar a la gente con falsas esperanzas, ¿no es lo mismo?

Y hablando de la esperanza, nuestro grupo se quedó un tanto desorientado por algunos pasajes de la Segunda carta que ustedes escribieron a los tesaloni-censes. El lenguaje nos es extraño y difícil de enten­der. Entonces las personas se asustan...

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Timoteo: pero no pretendíamos asustar a nadie. En efecto, cuando los tesalonicenses leyeron la carta, se animaron, señal de que entendieron lo que queríamos decirles...

Silvano: en nuestro tiempo era muy común escri­bir así. Actualmente, cuando ustedes desean actua­lizar un texto hacen sociodramas, canciones, carte­leras; para reivindicar sus derechos salen a la calle, hacen asambleas, etc. Con un lenguaje distinto, no­sotros queríamos animar a la comunidad para que resistiera ante los conflictos.

Pablo: nosotros no fuimos los que nos inventamos ese lenguaje que ustedes llaman apocalíptica. Varios siglos antes que nosotros, mucha gente escribió de esa manera. Pero el objetivo era siempre el mismo: por una parte, mostrar que la fe en Dios lleva a las comunidades a enfrentar todo aquello que causa muerte al pueblo. Por otra parte, se quería ayudar a las personas a darse cuenta de que la última palabra, es decir, la victoria, pertenece a Dios y viene de él, pues Jesucristo, en su resurrección, venció la muerte. En la resurrección de Jesús se nos dio la victoria. La apocalíptica era la comunicación alternativa, que ayudaba a la resistencia contra todo lo que quería ser un engaño para las comunidades. Parece que también sus comunidades han encontrado un lenguaje y cele­braciones propias para este tiempo que viven...

— Nuestras comunidades han descubierto, en estos últimos años, la importancia de la palabra de Dios ¿Qué pueden decirnos a este respecto?

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Pablo: Siempre hemos dicho que el evangelio es una fuerza poderosa para transformar las relaciones sociales. Para nosotros, el evangelio es Jesucristo, muerto y resucitado. El primer efecto del anuncio del evangelio es la formación de comunidades. Ella hace hermanas a las personas, por eso son iglesia enraizada en Dios Padre y en nuestro Señor Jesucristo (cf 2Ts 1, 1). En segundo lugar, el evangelio acaba con las diferencias de raza, condición social o roles sociales.

Silvano: sin embargo, todo eso se da sin conflic­tos, pues tanto hoy como ayer, las relaciones sociales están marcadas por la desigualdad y la dominación de unos sobre los otros. Esto no se da en una sociedad de hermanos. Cuando un grupo intenta crear relaciones diferentes en la sociedad, parecen personas que tratan de acabar con eso por medio de la difamación y la persecución. Esto lo experimentamos nosotros en Filipos, antes de la fundación de la comunidad de Tesalónica.

Timoteo: Jesús fue perseguido, aprisionado y ase­sinado. Los tesalonicenses entendieron eso muy bien y pudieron resistir, con mucha firmeza y fe, en medio de las tribulaciones y las persecuciones (cf 2Ts 1, 4). El evangelio conduce a las personas y a los grupos a una decisión: o a favor de la vida para todos y así se encuentran con el Dios vivo y verdadero (cf 1 Ts 1,9) o en favor de los ídolos que engendran dependencia y muerte. Esta ha sido nuestra lucha y nuestro trabajo infatigable.

— En la Segunda carta a los tesalonicenses, uste­des escribieron una frase que ha causado mucha dis-

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cusión entre nosotros. Dice así: "El que no quiera tra­bajar, que no coma" (3, 10). Aunque entonces dicen: "¿Sí se dan cuenta? ¡El que pasa hambre es porque es un vagabundo! Otros dicen: ¡Yo trabajo mucho y no tengo qué comer!".

Silvano: Sabíamos que en Tesalónica había gente que no trabajaba, que era una carga para la comu­nidad, que estaba siempre en agitación (cf 2T 3, 11). Cuando sucede una cosa así, es porque ya no hay comunidad de hermanos, pues las relaciones no son de fraternidad. Entonces, lo que se da, es una socie­dad de desigualdades, en donde las relaciones son obrero-patronales: unos mandan, otros obedecen; la mayoría tiene que trabajar, mientras que los otros viven a costillas de los que trabajan. Ese era el tipo de sociedad que encontramos en Tesalónica. Parece que las cosas no son muy diferentes en la actualidad...

Timoteo: en nuestro tiempo, mucha gente vivía a expensas de otros. Nosotros hubiéramos podido ac­tuar lo mismo, como lo hacían también algunos após­toles, pues había un dicho de Jesús: "El obrero es dig­no de su salario" (cf Mt 10, 10). Es decir, hubiéramos podido exigir que las comunidades nos mantuvieran, ya que como anunciadores del evangelio, teníamos derecho a eso...

Pablo: pero nos empeñamos en no mezclar el anuncio del evangelio con el sustento diario. El anun­cio del evangelio no puede ser ocasión de ganancia. Por eso nos sosteníamos con nuestro trabajo. Esto nos costaba gran fatiga ya que teníamos que trabajar día y noche (cf 2Ts 3, 8). Pero queríamos ser como un pun-

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to de referencia para los miembros de las comuni­dades. Como hermanos no podíamos aceptar la ex­plotación de unos por otros, pues si se hacía esto, la comunidad de Tesalónica estaría reproduciendo el ti­po de sociedad antigua, llena de ídolos causantes de la muerte del pueblo. Lo que ustedes plantean es muy serio: si ustedes trabajan y no tienen qué comer, es porque están viviendo en una sociedad llena de ídolos y los sirve. ¿Qué tal que ustedes juntos llegaran a des­cubrir cuáles son esos ídolos que causan la muerte de los trabajadores?

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1 BUSCANDO LOS PORQUÉS

A primera vista, la Segunda carta a los tesaloni-censes tiene poca relación con la Primera carta envia­da a la misma comunidad. Algunos afirman inclusive que esa carta no es de Pablo, Silvano y Timoteo. Otros dicen que no presenta mayor contribución y desarrollo en relación con la primera. Sin embargo, si se mira atentamente la carta, se descubre que se da una continuidad en el desarrollo de algunos temas que trae la primera, de modo que se complementan mutuamente. Nosotros actuamos así: no resolvemos todos los problemas de una vez, sino poco a poco, a medida que se van presentando. Durante la marcha, algunos problemas se hacen más urgentes. Si se com­paran las dos cartas, se percibe que la comunidad logró superar algunos problemas, pero otros se com­plicaron aún más, de modo que la situación exigió a Pablo, Silvano y Timoteo que escribieran de nuevo, con la intención de ayudar a la comunidad a seguir caminando.

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Esperar y resistir

El eje de la Primera carta a los tesalonicenses está constituido por la fe activa, amor capaz de sacrificios y firme esperanza, que la comunidad tenía en nuestro Señor Jesucristo (cf lTs 1, 13). Este tema reaparece en la Segunda carta:

"Tenemos que dar en todo tiempo gracias a Dios por uste­des, hermanos, como es justo, porque su fe está progre­sando mucho y se acrecienta la mutua caridad de todos y cada uno de ustedes, hasta tal punto que nosotros mismos nos gloriamos de ustedes en las iglesias de Dios por la paciencia y la fe con que soportan todas las persecuciones y tribulaciones que están pasando" (1,3-4).

Si se compara en las dos cartas la razón de la acción de gracias a Dios se descubre que hay muchas semejanzas: la comunidad crece en lo relacionado con la fe y también en la forma como esa fe se mani­festaba, el amor fraterno. Esto llevó a los tesaloni­censes a formar una comunidad-Iglesia, reunida y unida en Dios Padre y en nuestro Señor Jesucristo (cf 2Ts 1, 1).

Pero hay igualmente una diferencia considerable. En la Segunda carta los autores ya no mencionan la firme esperanza de la comunidad. Esto permite suponer que ahora la gran preocupación está en este problema: los tesalonicenses estaban perturbados por el asunto de la venida de nuestro Señor Jesucristo. Y así se dejaron engañar de quienes sembraron la con­fusión en la comunidad, aprovechándose de la situación:

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"Por lo que respecta a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, les rogamos her­manos, que no se dejen alterar tan fácilmente en sus áni­mos, ni se alarmen por alguna manifestación profética, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra que les haga suponer que está inminente el Día del Señor, que nadie los engañe de ninguna manera" (2, l-3a).

En Tesalónica, por lo tanto, desapareció la firme esperanza. Los autores de la carta no pueden agrade­cer a Dios por lo que está faltando en la comunidad. Rezan, sí, para que el Señor dirija los corazones de los tesalonicenses en el amor a Dios y en la perseve­rancia en Cristo (cf 2, 5).

La firme esperanza reaparece, entonces, en la carta bajo la forma de perseverancia. Y los autores recuerdan inmediatamente a aquel que resistió firme hasta la muerte, a Jesucristo. Es necesario resistir hasta el fin como él resistió. El nombre pues de la fir­me esperanza es, en esta carta, el de perseverancia y si se quiere, el de resistencia. Esto aparece más claro aún si tenemos presente que en la segunda carta no aparece ya la preocupación de la comunidad por los que han muerto. En ella, la preocupación es por los que están vivos y por cómo resistir a cuanto los opri­men.

¿De parte de quién está Dios?

La Primera carta a los tesalonicenses nos presentó un retrato de la comunidad que resistía. En ella, los

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autores, con la lucidez de los profetas en los momen­tos difíciles, nos mostraron las tribulaciones por las que tuvieron que pasar (cf lTs 1, 6. 14). Sin embargo, es lícito preguntarse —como seguramente lo hicieron los tesalonicenses— hasta donde es posible resistir. Es decir, se trata de saber si la resistencia tiene un límite y un tiempo fijos. También hoy, ante el dete­rioro creciente de la situación del pueblo, nos pregun­tamos: ¿hasta cuando?

Además para los creyentes surgen otras preguntas inquietantes: la primera versa sobre el sentido de todos los sufrimientos que debe soportar la comu­nidad. ¿Qué representan estos sufrimientos? La se­gunda que se plantea un agente de pastoral: en una sociedad en la que hay opresores y oprimidos, ¿de lado de quién está Dios? Sabemos que a lo largo de la marcha, él estuvo siempre con los oprimidos. ¿Vale también esto para la comunidad de Tesalónica, perseguida y oprimida? Es decir, la pregunta sobre el papel de Dios en los conflictos a los que hay que ha­cer frente, pone de presente el asunto del juicio: con su resistencia ante toda forma de opresión, la comu­nidad está continuando el juicio de Dios, que hace manifiestos las opciones y los actos de cada uno.

¿Qué hacer con los ociosos?

El asunto del trabajo es más fuerte en la segunda que en la primera carta. En ésta, los autores habían aconsejado:

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"...Ambicionen vivir en tranquilidad, ocupándose en sus asuntos y trabajando con sus manos, como se lo tenemos ordenado, a fin de que vivan dignamente ante los de afuera y no necesiten de nadie" (lTs 4, 11-12).

Todo hace suponer que este consejo de Pablo, Silvano y Timoteo no fue acogido por aquellos miembros de la comunidad provenientes de la clase social alta. Acostumbrados a una sociedad de desi­gualdades, en la que habían nacido y crecido, preten­dieron mantener en la comunidad ese modo de vivir, sin tener presente que en una sociedad orientada por el evangelio de Jesucristo no tiene cabida un tipo de relación patrón-siervo, pues en ella todos son her­manos.

La actitud de Pablo, en ese sentido, es bien clara. El optó por bajar de condición social y se puso en pie de igualdad con los marginados. En efecto, en su tiempo el ideal del hombre realizado era aquel que no necesitaba trabajar con sus manos. Solamente los esclavos trabajan manualmente.

Pablo tiene delante de sí, el ejemplo de Jesucristo:

"El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávida­mente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo, haciéndose seme­jante a los hombres y apareciendo en su porte como hom­bre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz" (Flp 2,6-8)

La "opción de vida" de Jesús fue también la de Pablo, cuando éste fundó la comunidad de Tesalónica (cf lTs 2, 9; 2Ts 2, 7-9). Esto porque para él el evan-

17 3. Cómo leer la segunda caria a losTesalonicenses

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gelio es una fuerza poderosa de transformación de las relaciones sociales: "Ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos us­tedes son uno en Cristo" (Ga 3, 28).

Por esto, el asunto del trabajo ocupa, en la Segun­da carta a tesalonicenses, un espacio considerable (cf 3, 6-15) señal de que, tanto ayer como hoy, no es ni fácil ni simple abolir, de una vez por todas, la dis­criminación.

Para continuar la reflexión...

1. ¿Cuáles fueron los principales motivos que llevaron a Pablo, Silvano y Timoteo, a escribir la Segunda carta a los tesalonicen­ses? 2. ¿Conocemos comunidades que tienen problemas semejantes a los que tuvo la co­munidad de Tesalónica? ¿Qué tal si les escriben una carta para animarlas? 3. Comente esta afirmación: esperanza sin resistencia no es verdadera esperanza.

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ESPERAR Y RESISTIR

Vamos a profundizar en el tema de la esperanza-resistencia que, como vimos, es central en la Segunda carta a los tesalonicenses.

Dios no es neutral en los conflictos

Cuando sufrimos, todos nos preguntamos muchas cosas: ¿Es justo que suceda esto? ¿Dios quiere el sufrimiento? ¿Por qué los débiles e inocentes tienen siempre que llevar la peor parte?

La carta no da respuesta a todas esas preguntas, jus­tamente porque el sufrimiento es un misterio. De ordi­nario, algo o alguien lo provoca y por eso el sufrimiento toca a la puerta de muchas personas. En la gran ma­yoría de los casos, es provocado en perjuicio de terceras personas, como en el caso de la comunidad de Tesa­lónica: los que adhirieron a la propuesta del evangelio sufrieron la persecución por parte de una sociedad desigual e injusta. Así nos damos cuenta que el sufri-

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miento y no viene de Dios sino de las personas que desean vida y libertad para sí pero no para los demás.

En cada gran ciudad por donde pasaba, Pablo deja­ba un pequeño núcleo cristiano, una comunidad. Según su manera de ver y de actuar, dichas comu­nidades debían, a su vez, esparcir el evangelio por toda la ciudad y sus alrededores, como ciertos árboles que lanzan sus semillas bien lejos, haciendo brotar, a su alrededor, un bosque.

Pero esto no sucede sin crear un conflicto de inte­reses. En cualquier ciudad de aquel entonces, como en nuestras metrópolis actuales, hay mucha gente interesada en mantener dominado al pueblo y en­tonces una comunidad unida en torno a un proyecto de fraternidad y de vida para todos es algo que inco­moda y preocupa. Así surgen las persecuciones. Eso le pasó a Jesús, a Pablo y también a los tesalonicen-ses. Se trata, por lo tanto, de un sufrimiento provoca­do, siendo posible llegar a saber quién lo provoca y por qué.

La carta muestra que el sufrimiento de las comu­nidades toma matices nuevos cuando es por el reino de Dios: "Esto es señal del justo juicio de Dios, en el que ustedes serán declarados dignos del reino de Dios, por cuya causa ustedes están padeciendo" (1, 5).

Si estamos comprometidos con el reino de Dios, entonces vale la pena el sufrimiento, sobre todo por­que Dios en las situaciones de conflicto, está siempre de parte de los oprimidos:

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"Porque es propio de la justicia de Dios el pagar con tribulación a los que los atribulan y a ustedes, los atribula­dos, con el descanso junto con nosotros, cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con sus poderosos ángeles, en medio de una llama de fuego y tome venganza de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al evan­gelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán la pena de una ruina eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día a ser glo­rificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído, pues, nuestro testimonio ha sido creído por us­tedes. Con este objeto, rogamos en todo tiempo por us­tedes" (1,6-1 la).

El conflicto es una lucha desigual entre los opre­sores y los oprimidos, entre los que obedecen al evan­gelio y los que no lo obedecen. Es decir, se trata de la lucha por la justicia contra los que promueven la injusticia, lucha que se entabla en el campo de la his­toria. En ese conflicto, Dios no es neutral. Y esto por­que en el gran conflicto que llevó a Jesús a la muerte, la vida tuvo la última palabra: Jesús resucitó y así venció la muerte e inauguró un tiempo en el que la vida va ganando espacio en medio de los conflictos que tratan de destruirla. La victoria de Jesús sobre la muerte fue el primer fruto maduro, signo de otros fru­tos que madurarán a lo largo de la marcha del pueblo (cf ICo 15, 20). Es preciso resistir. Quienes resisten hacen lo mismo que Jesús y que Pablo: poco a poco van destruyendo las fuerzas de la muerte para que la vida se manifieste en todo su esplendor.

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Una comunicación alternativa

Gran parte de la carta está escrita en un lenguaje que nos es extraño. Se trata del lenguaje apocalíptico, forma de comunicación para tiempos de persecución y grandes dificultades en la marcha de las comu­nidades. Este modo de escribir se originó dos siglos, más o menos, antes de Cristo. Para ese entonces no había ya profetas. Había desaparecido el espíritu críti­co frente a las ideologías. Esto facilitaba que el pue­blo fuera engañado por los poseedores del poder y de la cultura. Entonces surgió, de los medios populares, un movimiento de reacción contra la ideología que mantenía en silencio al pueblo y contra la dominación extranjera que oprimía al pueblo de Dios.

Mediante un lenguaje extraño, conocido solo por un grupo cerrado, nació de nuevo la denuncia que provoca la resistencia. Al pueblo oprimido le gusta ese tipo de comunicación alternativa y se identifica con ella, así encuentra fuerza para resistir y levantar la cabeza, desde lo hondo de su opresión.

La historia enseña. En efecto, desde el año 175 aC, cuando el pueblo estaba dominado por los seléu-cidas, el rey Antíoco Epífanes impuso, por medio de la violencia, la religión y la cultura de los griegos. Mucha gente, especialmente de la clase alta, aceptó la novedad, traicionando así las tradiciones del pueblo y la fe en el Dios de Israel. Esto se llama apostasía. El mismo Antíoco se hacía pasar por Dios y entonces muchos judíos apostataron. Con la adhesión de la gente de clase alta, ese rey se volvió "el hombre im-

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pío, el hijo de la perdición, el adversario, que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios" (2, 3b-4). No sólo se consideró la encarnación de Zeus, el jefe de los dioses griegos, sino que introdujo la estatua de esa divinidad en el templo de Jerusalén.

En esa ocasión apareció el libro de Daniel, la ma­yor expresión de la apocalíptica en el Antiguo Tes­tamento. El objetivo del libro era el de desenmascarar el poder absolutizado (denuncia), organizando y mo­vilizando al pueblo para la reacción (resistencia) en nombre de la fe en el Dios vivo y verdadero. El libro de Daniel, con sus extrañas imágenes y visiones, po­pularizó tal modo de escribir, de manera que el pueblo podía fácilmente dar con la clave e identificar a las fieras opresoras.

La dominación de Antíoco Epífanes fue la más dura prueba que el pueblo de Dios tuvo que soportar en los últimos siglos antes de Cristo. Este tiempo de opresión (tres años) se convirtió, para los que vinieron después, en el símbolo de todas las opre­siones, a lo largo de la historia. Esto nos enseña algo importante: los opresores pasan y pasan rápidamente si los oprimidos saben, creativamente, encontrar for­mas alternativas de resistencia, movidos por la fe que profesan.

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No importa cuándo venga el Señor. Lo importante es resistir

En el tiempo de la Segunda carta a los tesaloni-censes se estaba viviendo una situación parecida. La carta invita a la comunidad a no preocuparse por el cuándo sucederá la gloriosa venida del Señor (pa-rusía) sino por el cómo actuar hasta cuando él se ma­nifieste al final de los tiempos. Y solo hay un modo: resistir, puesta la confianza en la victoria final de la justicia y la verdad.

Los tesalonicenses estaban perturbados y confun­didos. Algunos oportunistas, sembraban el desánimo entre la gente. Afirmaban que el día del Señor estaba ya por llegar (cf 2, 2-3). Lo único que había que hacer era esperar con los brazos cruzados ese gran aconte­cimiento y dejarle a Dios la solución de todos los pro­blemas que afligían a la comunidad. Es decir, la alie­nación de la conciencia provocó la pérdida de la espe­ranza que sabe resistir y que transforma la vida de las personas y de la sociedad.

La carta trata de ser realista. No es el momento para ponerse a especular sobre el fin de los tiempos. Lo importante es mirar críticamente la realidad que nos rodea, arremangarse y traducir, en hechos concre­tos la esperanza que anima la marcha. Los tiempos cambian, pero la opresión continúa pues el "misterio de la iniquidad está obrando" (2, 7a). Tanto en el pa­sado (época de Antíoco Epífanes) como en el presen­te, hay personas que apostatan (cf 2, 3), es decir, se dejan seducir por la ideología del poder absolutizado.

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Y se vuelven agentes de la opresión. Permiten que el opresor, "el hombre impío, el hijo de la perdición, el adversario, que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto" llegue a ocupar el lugar de Dios (cf 2 ,3-4).

¿Quién era ese hombre impío en tiempo de Pablo? ¿Una persona? ¿Un sistema? Tal vez ambas cosas, o sea, un sistema mantenido y defendido por personas comprometidas con la mentira y la injusticia:

"La venida del impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos y toda clase de maldades que seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que los hubiere salvado. Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira, para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la ver­dad y prefirieron la iniquidad" (2,9-12).

Dejando a la comunidad la tarea de dar con la clave, la carta muestra, por una parte, que el "hombre impío" es hijo primogénito del "misterio de iniqui­dad" y por otra, deja entender que los tiempos peores están por llegar, de tal modo que es indispensable estar preparados para la resistencia. El "hombre impío" que reproduce la opresión de Antíoco Epí­fanes, en ese momento, actúa bajo el poder de Sa­tanás, es decir, del adversario de Dios y del pueblo de Dios. Por eso, "misterio de iniquidad", "hombre im­pío", "poder de Satanás" son personas y estructuras sociales absolutizadas que destruyen la vida del pueblo, tratando de mantenerlo sumiso y callado.

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Sus armas son la seducción y la falsedad. Milagros, señales y prodigios era el modo como Jesús actuaba para liberar a las personas de sus males, devolviéndoles la vida y la libertad. El "hombre im­pío" es una caricatura de la vida y de la acción libe­radora de Jesús. Aparentemente muestra que está al servicio de la vida del pueblo. Para darle un barniz de verdad a la mentira de sus acciones, emplea el arma de la seducción, es decir de la propaganda que hace que el pueblo piense que el mal es un bien.

El "misterio de iniquidad" actúa también ahora, en nuestros días, El engendró y dio a luz al "hombre impío" que hace "milagros, señales y prodigios" em­pleando los medios de comunicación para engañar al pueblo, haciendo creer que la injusticia es pura justi­cia y que la mentira es mejor que la verdad.

Pablo afirma que algo o alguien está impidiendo la manifestación del "hombre impío":

"Porque el misterio de la impiedad está ya actuando. Tan solo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene... ¿No se acuerdan que ya les dije eso estando entre ustedes? Ustedes saben qué es lo que ahora lo retiene, para que se manifieste en el momento oportuno" (2,7. 5-6).

La carta supone que la comunidad ya "ha dado con la clave". Pablo garantiza que los tesalonicenses saben qué tipo de reacción es capaz de impedir el surgimiento del "hombre impío", desde que cono­cieron el evangelio. Y nosotros podemos proponer una hipótesis. Leyendo lentamente la carta, se des-

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cubre que ella insiste en llamar a Jesús con el título de Señor. Esta profesión de fe se vuelve muy impor­tante en el desenmascaramiento de todo lo que quiere absolutizarse, usurpando el lugar de Dios. Se puede afirmar que la resistencia obstinada de los primeros cristianos, que profesaban su fe en Jesús como el único Señor es la que impedía la manifestación del "hombre impío".

Sin embargo, Pablo afirma que esta resistencia desaparecerá (2, 7b) ¿De qué modo'* Probablemente por la apostasía provocada por el "misterio de la impiedad" que está ya actuando (2, 7a). Esto nos lleva a creer que la falta de denuncia y de resistencia es el campo abierto para la mentira y la injusticia, que van apoderándose de las personas y de la sociedad.

La resistencia podrá desaparecer también por otras razones. El "misterio de la impiedad" que ya está ac­tuando perseguirá y matará a los que impidan la ma­nifestación del "hombre impío", tratando de destruir completamente el proyecto de Dios.

¿Todo se acabará? ¡No! La última palabra per­tenece a Dios. También la victoria.

Resistir con la certeza de la victoria

La etapa final de la historia es una gran lucha. Los que defienden la injusticia y la mentira se oponen no solo a los que luchan por la justicia y la verdad, sino al mismo Dios. Aunque sean capaces de asesinar, no obtendrán la victoria final. Esta es la certeza que la carta quiere transmitir. "Entonces se manifestará el

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impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la manifestación de su venida" (2, 8).

Pocas palabras para hablar de una grande y defini­tiva derrota: el "hombre impío" será destruido por la boca del Señor, es decir, sin esfuerzo alguno, como se apaga una vela. Pero el "soplo del Señor" tiene un sentido más profundo. De su boca sale la Palabra que, al decir del Apocalipsis (cf 1, 16) es como espada cortante de dos filos. Este mismo libro anuncia que la proclamación del evangelio destruye la ciudad-sociedad que se basa en la injusticia (cf Apl4, 6-8).

La palabra de Dios, es decir, el evangelio, vivido y anunciado por los que se comprometen con Jesús, destruye todo lo que causa la injusticia y provoca la muerte, haciendo así que el Señor se manifieste en todo su esplendor.

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Para continuar la reflexión...

1. Comente esta afirmación: Dios no es neu­tral en los conflictos. 2. ¿De qué forma las comunidades resisten a las opresiones y a las absolutizaciones, ac­tualmente? 3. ¿Qué tal llamar "al pan, pan y al vino, vino" e identificar el "misterio de la im­piedad" y al "hombre impío" de nuestros días? 4. Hacer una representación en donde apa­rezcan "los falsos milagros, señales y prodi­gios" de nuestra sociedad. Caracterizar bien el aspecto de falsedad y seducción. 5. ¿El "soplo de la boca del Señor" está des­truyendo el "hombre impío" de hoy o no? 6. ¿Por qué no es tan importante saber cuán­do vendrá el Señor? ¿Qué es lo más impor­tante? 7. Celebremos la memoria de los mártires. ¿Qué significan ellos para nosotros?

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3 LA COMUNIDAD,

LUGAR DE RESISTENCIA

Resistir en comunidad Después de haber mostrado que es más importante

resistir que quedarse especulando la venida del Señor, y luego de haber afirmado que la victoria final perte­nece al Señor, los autores de la carta concentraron su atención en la manera como la comunidad debe actuar ante esas situaciones. Así retoman los temas de la acción de gracias (cf 1, 3) y de la petición (cf 1, 11b). Dando gracias y suplicando al mismo tiempo, los autores manifiestan su esperanza de que los tesaloni-censes permanezcan firmes:

"Nosotros, en cambio, debemos dar gracias en todo tiem­po a Dios por ustedes, hermanos, amados del Señor, porque Dios los ha escogido desde el principio para la sal­vación mediante la acción santificadora del espíritu y la fe en la verdad. Para esto los ha llamado por medio de nuestro

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evangelio, para que consigan la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así, pues, hermanos, manténganse firmes y conserven las tradiciones que han aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. Que el mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, consuele sus corazones y los afiance en toda obra y palabra buena" (2, 13-17).

La comunidad es el lugar donde se consolida la resistencia, pues Dios, que está presente en ella, amó a los tesalonicenses, los escogió y les abrió el camino de la salvación. Amor, elección, salvación son los dones que, tanto en el pasado como en el presente, Dios da a su pueblo. La comunidad de Tesalónica cuando adhirió al evangelio, entró a formar parte de ese pueblo que Dios ama, escoge y orienta a la sal­vación. No hay, pues, razón para temer. Lo que importa es agradecer, celebrar, mantenerse firme y perseverar en la marcha ya que el Señor es fiel (cf 3, 3).

Los tesalonicenses son invitados a solidarizarse, por medio de la oración, con otros lugares de evange-lización, teniendo presentes los conflictos que el anuncio del evangelio puede suscitar:

"Hermanos, finalmente recen por nosotros, para que la palabra de Dios siga propagándose y adquiriendo gloria, como entre ustedes, y para que nos veamos libres de los hombres perversos y malignos, porque la fe no es de todos" (3, 1-2).

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Resistir a una sociedad de desigualdades

En una comunidad de hermanos no hay lugar para privilegios y discriminaciones, pues el evangelio anunciado por Pablo es fermento de transformación de las relaciones sociales (cf Ga 3, 28). No es posible creer en el Dios vivo y verdadero y permanecer escla­vizado por los ídolos que mantienen y justifican la explotación de unos por los otros. En la sociedad de aquel tiempo, era normal aceptar que unos vivieran a expensas de otros. La religión misma legitimaba ese estado de cosas.

La religión, es decir, el evangelio predicado por Pablo, provocaba una subversión de las relaciones sociales, tal como lo había enseñado Jesús: "Nadie pone vino nuevo en odres viejos; porque el vino nue­vo rompe los odres viejos y ambos se pierden. Por eso, el vino nuevo se echa en odres nuevos".(Me 2, 22).

¿Y cuál es el vino nuevo traído por Jesús? Deje­mos que sea él mismo quien nos lo diga:

"Ustedes saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las gobiernan como señores absolutos y los grandes las oprimen con su poder. Pero no se ha de ser así entre ustedes; sino que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes será su servidor y el que quiera ser el primero entre ustedes será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida por rescate de muchos" (Me 10,42-45).

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El "vino nuevo" del evangelio, predicado por Pablo es el servicio hasta la entrega total de la vida. Pero en Tesalónica no se pensaba de esa manera. Las élites no admitían que tuvieran que ensuciarse las manos haciendo lo que era propio de los esclavos y los pobres.

Cuando Pablo llegó a Tesalónica se identificó con los esclavos y los pobres:

"Pues ustedes saben cómo deben vivir para seguir nuestro ejemplo: nosotros no hemos vivido entre ustedes sin tra­bajar, ni hemos comido el pan de nadie sin pagarlo. Al contrario, trabajamos y luchamos día y noche para no serle una carga a ninguno de ustedes. Y ciertamente teníamos el derecho de pedirles a ustedes que nos ayu­daran, pero trabajamos para darles un ejemplo a seguir" (3,7-9).

Identificándose con los esclavos y los pobres, Pablo mostró que el evangelio los hace a todos sier­vos unos de otros, a ejemplo de Jesús que:

"Siendo de condición divina, no retuvo áviuamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz" (Flp 2, 6-8).

Jesús se encarnó en las realidades humanas más pobres y marginadas, es decir, bajó de condición social. I legó hasta el fondo del abismo. Pablo no hizo caso de todos los privilegios y anunció la persona de Jesucristo (evangelio) desde el lugar de los pobres y

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marginados. Por lo tanto, no hay otro camino de acce­so al evangelio y a la persona de Jesús sino el de la encarnación en las realidades humanas más dolorosas1

Por eso, la carta prescribe medidas drásticas para aquellos que pretenden entrar en la comunidad man­teniendo los privilegios y superioridades de la sociedad establecida. Tales personas deben ser ale­jadas de la comunidad:

i

"Cuando estuvimos con ustedes, les dimos esta regla: el que no quiera trabajar que no coma. Pero hemos sabido que algunos de ustedes viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. A tales personas les mandamos, por la autoridad del Señor Jesucristo, que trabajen tranquila­mente para ganarse la vida. Si alguno no hace caso a lo que decimos en la carta, fíjense en quien es y no se junten con él, para que le dé vergüenza. Pero no lo tengan por enemigo, sino aconséjenlo como hermano" (3, 10-12. 15-15).

La solución que Pablo encontró no resuelve todos los problemas del trabajo, pues el clamor de muchos trabajadores sigue siendo un desafío: "Yo trabajo, y trabajo duro y no me alcanza para comer". Sin embar­go, aclaró algunas dudas y ayudó a alimentar la resistencia de los explotados en el trabajo: 1. El evan­gelio hace que todos sean iguales y suscita la solidari­dad entre los que son iguales; 2. La solidaridad y la participación son una expresión concreta de la justicia (cf Ef 4, 28): El que robaba deje de robar y póngase a trabajar, realizando un buen trabajo con sus manos para que tenga lugar excelente para la concientización y la movilización, para tomar decisiones acertadas ("no se junten con él").

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Para continuar la reflexión...

1. ¿Cómo nos relacionamos en la comu­nidad? ¿Es posible pertenecer a una comu­nidad y explotar a los hermanos?

2. ¿Cuáles son los principales problemas y angustias de los trabajadores?

3. ¿Qué diría hoy Pablo a los sin tierra y sin techo? ¿Qué diría a las mujeres trabajado­ras?

4. ¿Cómo reaccionamos ante la corrupción de los poderosos?

5. Hacer una representación en donde apa­rezcan los ídolos que esclavizan a los traba­jadores y la resistencia de los que creen en la justicia.

índice

Cómo leer la Biblia 5 Introducción Una entrevista con Pablo, Silvano y Timoteo 7

1

BUSCANDO LOS PORQUE 13

Esperar y resistir 14

¿De parte de quién está Dios? 15 ¿Qué hacer con los ociosos? 16

2

ESPERAR Y RESISTIR 19

Dios no es neutral en los conflictos 19

Una comunicación alternativa 22

No importa cuándo venga el Señor Lo importante es resistir 24 Resistir con la certeza de la victoria 27

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3 LA COMUNIDAD,

LUGAR DE RESISTENCIA 31

Resistir en comunidad 31

Resistir a una sociedad de desigualdades 33

C o l e c c i ó n COMO LEER

LA BIBLIA

SAN PABLO