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BOSQUES y COMUNIDADES del Sur de Chile RODRIGO CATALÁN, PETRA WILKEN, ANGELIKA KANDZIOR, DAVID TECKLIN, HEINRICH BURSCHEL Bosques y comunidades del Sur de Chile EDITORIAL UNIVERSITARIA Visite nuestro catálogo www.universitaria.cl La conservación y el manejo sustentable de los bosques sólo es posible con las personas que viven y dependen directamente de ellos. Se trata de pequeños y medianos propietarios y comunidades indígenas que, a pesar de su pobreza, han logrado mantener importantes superficies de bosques de gran valor para la producción forestal y la conservación de la biodiversidad. Con esta perspectiva han trabajado durante los últimos diez años muchos proyectos y programas. Este libro realiza una importante contribución al documentar un esfuerzo que se ha desarrollado en forma silenciosa con las comunidades y los bosques del Sur de Chile. Se trata de experiencias únicas y muchas de ellas han tenido, por cierto, un carácter experimental. Sin embargo, en su conjunto ayudan a relevar la importancia de las prácticas tradicionales y la capacidad de innovación local, así como del acompañamiento profesional con una mirada horizontal y de respeto. Para dar a conocer estos aprendizajes, los editores han convocado a cuarenta y tres autoras y autores a contar sus experiencias. Preceden estos estudios de caso, una serie de artículos que contri- buyen a difundir el marco teórico de una disciplina que en otros países ha recibido diversos nombres, desde forestería social hasta gestión comunitaria de bosques. Expertos de vasta experiencia entregan al lector conceptos y metodologías relacionadas con la extensión forestal participativa, la silvicultura con pequeños propietarios, el manejo de productos forestales no madereros, el ecoturismo comunitario y el ordenamiento territorial participativo. Se trata de un texto indispensable para profesionales, académicos, estudiantes y líderes comunitarios interesados en el desafío de contribuir a la superación de la pobreza y a la conservación de los bosques en el Sur de Chile. RODRIGO CATALÁN • PETRA WILKEN • ANGELIKA KANDZIOR DAVID TECKLIN • HEINRICH BURSCHEL (Editores) BOSQUE NATIVO EDITORIAL UNIVERSITARIA Rodrigo Catalán es Ingeniero Forestal de la Universidad de Chile. Cuenta con más de 10 años de experiencia en trabajo de campo y sistematización con campesinos y comunidades mapuche de la IX y X Región.Actual- mente coordina el trabajo comunitario de WWF Chile y es miembro del directorio de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo. Petra Wilken es periodista alemana, especializada en comunicación ambiental. En este ámbito, se ha desempeñado en diferentes organizaciones no guber- namentales en Chile, para luego apoyar las Comuni- caciones del Proyecto Conservación y Manejo Sus- tentable del Bosque Nativo (CONAF-KFW-GTZ-DED), contratada por el Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED). Angelika Kandzior, alemana, M.A. en Desarrollo Rural Social, se ha especializado en extensión forestal, desde un enfoque participativo. Después de haber trabajado en distintos países en proyectos de desarrollo rural y forestal, llegó en 1997 a formar parte del equipo de GTZ del Proyecto CMSBN en Chile. David Tecklin es coordinador del programa de WWF en Chile. Por más de 15 años ha estado ligado a˚la investigación y práctica˚del uso sustentable y la˚conservación de los˚bosques en EE.UU., Centro y Sudamérica. Obtuvo un Bachelors of Arts (BA) en Swarthmore College y un Masters of Arts (MA) en la Universidad de California, Berkeley, ambos en pro- gramas interdisciplinarios en temáticas ambientales. Su ámbito de interés˚particular˚consiste fundamental- mente en˚la dimensión social de la conservación, las políticas públicas˚y la gestión comunitaria de los recursos naturales. Heinrich Burschel tiene el cargo de Coordinador Sur del Programa Bosque Nativo del Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica, DED Chile. El experto alemán del área forestal se encuentra trabajando desde comienzos de los años 90 en el manejo sustentable del bosque nativo en Chile y especialmente en el uso eficiente de la leña, primero lo hizo en el Departamento de Acción Social del Obispado de Temuco y luego como asesor de comercialización en la Corporación Nacional Forestal, CONAF, IX Región. Agentes de daño en el bosque nativo Aída Baldini, Laslo Pancel (editores) Semillas forestales del bosque nativo chileno Juan Carlos Castillo, Gustavo Adolfo Moreno Leña. Una fuente energética renovable para Chile Heinrich Burschel, Angélica Hernández, Mauricio Lobos (editores) Variación intraespecífica en las especies arbóreas de los bosques templados de Chile y Argentina Claudio Donoso, Andrea Premoli, Leonardo Gallo, Roberto Ipinza Maderas del Sur de Chile árboles, aplicaciones y procesos Michael Hall, Jörg Witte EDITORIAL UNIVERSITARIA BOSQUE NATIVO RODRIGO CATALÁN, PETRA WILKEN, ANGELIKA KANDZIOR, DAVID TECKLIN, HEINRICH BURSCHEL (Editores) BOSQUES y COMUNIDADES del Sur de Chile

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BOSQUES yCOMUNIDADES

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EDITORIAL UNIVERSITARIA

Visite nuestro catálogo

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La conservación y el manejo sustentable de los bosques sólo es posiblecon las personas que viven y dependen directamente de ellos. Se tratade pequeños y medianos propietarios y comunidades indígenas que,a pesar de su pobreza, han logrado mantener importantes superficiesde bosques de gran valor para la producción forestal y la conservaciónde la biodiversidad.

Con esta perspectiva han trabajado durante los últimos diez añosmuchos proyectos y programas. Este libro realiza una importantecontribución al documentar un esfuerzo que se ha desarrollado enforma silenciosa con las comunidades y los bosques del Sur de Chile.Se trata de experiencias únicas y muchas de ellas han tenido, porcierto, un carácter experimental. Sin embargo, en su conjunto ayudana relevar la importancia de las prácticas tradicionales y la capacidadde innovación local, así como del acompañamiento profesional conuna mirada horizontal y de respeto. Para dar a conocer estos aprendizajes,los editores han convocado a cuarenta y tres autoras y autores a contarsus experiencias.

Preceden estos estudios de caso, una serie de artículos que contri-buyen a difundir el marco teórico de una disciplina que en otros paísesha recibido diversos nombres, desde forestería social hasta gestióncomunitaria de bosques. Expertos de vasta experiencia entregan allector conceptos y metodologías relacionadas con la extensión forestalparticipativa, la silvicultura con pequeños propietarios, el manejo deproductos forestales no madereros, el ecoturismo comunitario y elordenamiento territorial participativo.

Se trata de un texto indispensable para profesionales, académicos,estudiantes y líderes comunitarios interesados en el desafío de contribuira la superación de la pobreza y a la conservación de los bosques enel Sur de Chile.

RODRIGO CATALÁN • PETRA WILKEN • ANGELIKA KANDZIORDAVID TECKLIN • HEINRICH BURSCHEL

(Editores)

B O S Q U E N A T I V O

EDITORIAL UNIVERSITARIA

Rodrigo Catalán es Ingeniero Forestal de la Universidadde Chile. Cuenta con más de 10 años de experienciaen trabajo de campo y sistematización con campesinosy comunidades mapuche de la IX y X Región. Actual-mente coordina el trabajo comunitario de WWF Chiley es miembro del directorio de la Agrupación deIngenieros Forestales por el Bosque Nativo.

Petra Wilken es periodista alemana, especializadaen comunicación ambiental. En este ámbito, se hadesempeñado en diferentes organizaciones no guber-namentales en Chile, para luego apoyar las Comuni-caciones del Proyecto Conservación y Manejo Sus-tentable del Bosque Nativo (CONAF-KFW-GTZ-DED),contratada por el Servicio Alemán de CooperaciónSocial-Técnica (DED).

Angelika Kandzior, alemana, M.A. en DesarrolloRural Social, se ha especializado en extensión forestal,desde un enfoque participativo. Después de habertrabajado en distintos países en proyectos de desarrollorural y forestal, llegó en 1997 a formar parte delequipo de GTZ del Proyecto CMSBN en Chile.

David Tecklin es coordinador del programa deWWF en Chile. Por más de 15 años ha estado ligadoa la investigación y práctica del uso sustentable yla conservación de los bosques en EE.UU., Centro ySudamérica. Obtuvo un Bachelors of Arts (BA) enSwarthmore College y un Masters of Arts (MA) en laUniversidad de California, Berkeley, ambos en pro-gramas interdisciplinarios en temáticas ambientales.Su ámbito de interés particular consiste fundamental-mente en la dimensión social de la conservación, laspolíticas públicas y la gestión comunitaria de losrecursos naturales.

Heinrich Burschel tiene el cargo de CoordinadorSur del Programa Bosque Nativo del Servicio Alemánde Cooperación Social-Técnica, DED Chile. El expertoalemán del área forestal se encuentra trabajando desdecomienzos de los años 90 en el manejo sustentabledel bosque nativo en Chile y especialmente en el usoeficiente de la leña, primero lo hizo en el Departamentode Acción Social del Obispado de Temuco y luegocomo asesor de comercialización en la CorporaciónNacional Forestal, CONAF, IX Región.

Agentes de daño en el bosque nativoAída Baldini, Laslo Pancel (editores)

Semillas forestales del bosque nativo chilenoJuan Carlos Castillo, Gustavo Adolfo Moreno

Leña. Una fuente energética renovable para ChileHeinrich Burschel, Angélica Hernández,

Mauricio Lobos (editores)

Variación intraespecífica en las especiesarbóreas de los bosques templados de Chile y

ArgentinaClaudio Donoso, Andrea Premoli,Leonardo Gallo, Roberto Ipinza

Maderas del Sur de Chileárboles, aplicaciones y procesosMichael Hall, Jörg Witte

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B O S Q U E N A T I V O RODRIGO CATALÁN, PETRA WILKEN, ANGELIKA KANDZIOR, DAVID TECKLIN, HEINRICH BURSCHEL(Editores)

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© 2005, WWF, DED, GTZ.Inscripción Nº 152.972, Santiago de Chile

Derechos de edición reservados para todos los países por© Editorial Universitaria, S.A.

Avda. Bernardo O’Higgins 1050. Santiago de Chile.

[email protected]

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada,puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por

procedimientos mecánicos, ópticos, químicos oelectrónicos, incluidas las fotocopias,

sin permiso escrito del editor.

ISBN 956-11-1829-7

Texto compuesto en tipografía Berling 11/13

Se terminó de imprimir estaPRIMERA EDICIÓNde 1.000 ejemplares,

en los talleres de Imprenta Salesianos S.A.,General Gana 1486, Santiago de Chile,

en marzo de 2006.

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN

Paula Díaz Rodríguez Yenny Isla Rodríguez

COORDINACIÓN DEL PROYECTO

Petra Wilken

EDICIÓN DE ESTILO

Miriam Díaz Andrea Larroucau

FOTOGRAFÍA DE PORTADA

Rita Cárdenas, Villa Ortega, Comuna de Coyhaique.Fotografía de DED-Aliosha Márquez

FOTOGRAFÍAS CONTRAPORTADA (de izquierda a derecha)Pamela Rupailaf, Trafunco Los Bados, San Juan de la Costa. Fotografía: WWF-Juana Palma

Huellelhue, Río Negro. Fotografía: WWF-Darren GuyazJosé Canales, Vegas Blancas, Angol. Fotografía: WWF-Maximiliano Bello

Pucón. Fotografía: WWF-Felipe ValladaresLaura Ñanco, Quinquén, Lonquimay. Fotografía: WWF-Rodrigo Catalán

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IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

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Rodrigo Catalán, Petra Wilken, Angelika Kandzior, David Tecklin, Heinrich Burschel

(Editores)

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Í N D I C E

Introducción Las comunidades y los bosques del sur de Chile Rodrigo Catalán, Petra Wilken, Angelika Kandzior, David Tecklin y Heinrich Burschel 11

Listado de autores 15

Capítulo IFundamentos y enfoques

La gestión comunitaria de los bosques nativos en el sur de Chile: situación actual y temas en discusión David Tecklin, Rodrigo Catalán 19El enfoque de medios de vida sostenibles: un desafío para la extensión forestal participativa Angelika Kandzior 41Desarrollo rural en áreas forestales y metodologías participativas Luis Astorga 53Reflexiones en torno a la extensión forestal en Chile Alberto Peña 67Enfoque de género en el trabajo de extensión forestal Álvaro Bello 73Perspectivas comerciales del manejo de bosque nativo de pequeños y medianos propietarios: una aproximación desde la experiencia del PCMSBN

Patricio Emanuelli 87

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Capítulo IIProgramas y proyectos

Aspectos fundamentales en la gestión comunitaria de bosques en Chile: la experiencia del Fondo Bosque Templado Rodrigo Catalán 107Doce años acompañando a los campesinos forestales Heinrich Burschel, Álvaro Rojas 119Bosque Modelo Chiloé: experiencias de uso sustentable del bosque Santiago Elmúdesi, Martin Cox 137Aportando capital semilla a las comunidades que promueven la conservación del bosque nativo: una década en Chile del Programa de Pequeños Subsidios GEF/PNUD Alejandra Alarcón 153Conservación en tierras privadas de la Décima Región: la importancia de los pequeños y medianos propietarios Claudia Sepúlveda, Pablo Villarroel, Eduardo Letelier, Alberto Tacón, Christina Seeberg 163

Fotografías de Experiencias de uso sustentable 177

Capítulo IIIExperiencias de uso sustentable

MANEJO FORESTAL SUSTENTABLE 187El caso de La Paloma: una década de manejo comunitario de recursos forestales nativos Pablo Donoso, Gerardo Ojeda 187Precertificación forestal de comunidades indígenas en Chiloé y Osorno Luis Otero 199Utilización de recursos forestales en dos comunidades campesinas de la provincia de Valdivia Carlos Vergara 210Extensión forestal participativa: una metodología para la práctica Jörg Witte 225Amargo: reserva productiva. Una iniciativa de agrupación de pequeños productores Miriam Díaz, Luis Cid 236

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Manejo de bosque nativo con el enfoque social del Forest Stewardship Council (FSC) Myriam Pinto, Inge Lamberz 246

PRODUCTOS FORESTALES NO MADEREROS 253La comercialización de los productos forestales no madereros: una oportunidad para el manejo comunitario y la valorización del bosque nativo Alberto Tacón, Juanita Palma 253El bosque ya no es matorral: mujeres rurales revalorizando el bosque a través de la avellana Juan Carlos Jara, Paulo Palma, Rony Pantoja 267La experiencia de los artesanos del voqui fuco en San Juan de la Costa Jovita Nauco, Marcelo Tapia, Fernando Tapia 277Modelo de trabajo con mujeres y manejo de la biodiversidad desde una perspectiva mapuche Manuel Pichicón 283

ECOTURISMO 291Ecoturismo comunitario en la Ecorregión Valdiviana Mitzi Acevedo 291Ecoturismo para la protección de la araucaria: un desafío para la asociación pehuenche Quimque Wentru de Lonquimay Carmen Gloria Reyes 300Red de Parques Comunitarios Mapu Lahual: una experiencia de las comunidades indígenas de la cordillera de la Costa Luis Cárdenas 308El Parque Etnobotánico Omora: un espacio físico y conceptual para integrar la diversidad biocultural y el bienestar ecosocial en Cabo de Hornos Ricardo Rozzi 318

ORDENAMIENTO TERRITORIAL 335Plan maestro de uso y conservación de la reserva forestal de la comunidad williche de Weketrumao Pablo Aránguiz, Raúl Espoz, Gemma Rojas 335Ordenación Predial Participativa: una alternativa de desarrollo sustentable para la familia campesina de la región de Aysén Jürgen Bucher, Aliro Gascón 347

Agradecimientos 359

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INTRODUCCIÓN

Las comunidades y los bosques del sur de Chile

Los bosques templados lluviosos del sur de Chile fueron habitados por grupos humanos desde hace más de 12.000 años. Estos pueblos originarios dejaron sus primeras huellas en el paisaje con actividades de caza, recolección y, más recientemente, de agricultura a pequeña escala. Estos ecosistemas ofrecían una gran diversidad de plantas y animales únicos en el mundo, resultado de un largo proceso de evolución en aislamiento, del resto del continente, por la cordillera de los Andes y el desierto de Atacama.

La llegada de los españoles a Chile, en el siglo XVI, y el posterior proceso de colonización del siglo XIX, impulsaron la conversión de extensas superficies de bosques en tierras agrícolas y praderas. A fines del siglo XX, el avance de la frontera agrícola disminuyó y surgió la sustitución de bosques nativos por plantaciones forestales como principal agente de transformación del paisaje.

Hoy, a comienzos del siglo XXI, los bosques nativos del centro-sur de Chile se limitan casi exclusivamente a las cordilleras de la Costa y de los Andes. En el Valle Central sólo pueden encontrarse pequeños remanentes, en su mayoría asociados a cursos de agua y cordones montañosos. Aun cuando en las zonas más australes y remotas persisten grandes extensiones de bosques primarios, éstos son cada vez más escasos en las áreas más habitadas y accesibles, donde predominan los renovales o bosques secundarios, consecuencia de la explotación forestal, los incendios y el abandono de tierras agrícolas y ganaderas.

Parte de los bosques que quedan han sido mantenidos y utilizados por co-munidades mapuches, además de pequeños y medianos propietarios. Aunque muchos de estos bosques se encuentran fuertemente alterados, también existen renovales de alta productividad maderera y bosques con un importante valor de conservación como siempreverde adulto, olivillo costero, araucaria y alerce. Las economías locales son predominantemente de subsistencia, combinando la agricultura, la ganadería y la actividad forestal, y manteniendo una vinculación esporádica y desventajosa con el mercado.

En este libro hablaremos de “comunidades locales” en un sentido amplio; en referencia a grupos de personas que habitan un territorio –no necesariamente

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de propiedad colectiva– y comparten intereses, un sentido de pertenencia y una identidad en común. En particular, incluimos en esta definición a comu-nidades indígenas y localidades habitadas por pequeños propietarios. Además, abordaremos en profundidad las relaciones entre las comunidades locales y los bosques nativos en el sur de Chile bajo un enfoque centrado en las personas y su participación.

Las bases de este enfoque surgieron en la década de 1980, cuando, en el marco de la discusión sobre manejo forestal sustentable y conservación, se comenzó a abordar el papel de las comunidades en estos temas. A partir de entonces, nacieron distintas escuelas que dieron origen a conceptos tales como: forestería social, manejo forestal comunitario, conservación comunitaria y gestión comunitaria de recursos naturales. No obstante sus orígenes y énfasis diferentes, todos comparten la premisa fundamental: la conservación y el ma-nejo sustentable de los recursos naturales sólo es posible con la comunidad, con los dueños de los bosques y con la gente que depende directamente de ellos.

Es con esta perspectiva que la cooperación alemana ha desarrollado su trabajo, desde hace más de diez años, a través de las instituciones Sociedad Ale-mana para la Cooperación Técnica (GTZ) y el Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED). Asimismo, la organización mundial de conservación WWF, impulsó –a partir del año 2000– su programa comunitario, el cual, en conjun-to con el Comité Nacional Pro Defensa de la Fauna y Flora (CODEFF), creó el Fondo Bosque Templado, destinado a entregar financiamiento y capacitación a comunidades de áreas con bosque nativo.

En este libro hemos querido compartir las experiencias y aprendizajes adquiridos por estas instituciones, invitando a sumarse a otros programas y proyectos que han compartido nuestra mirada. Para ello hemos convocado a más de 40 autoras y autores a contar sus experiencias, con un análisis crítico de los logros, fracasos y desafíos.

El libro está estructurado sobre la base de una serie de artículos que analizan las distintas dimensiones de la gestión comunitaria de los bosques en Chile.

El primer capítulo entrega una visión general de los conceptos y tendencias acerca de las comunidades y los bosques, incluyendo temas como las meto-dologías participativas, la extensión forestal y la economía del bosque nativo desde el punto de vista de los pequeños propietarios.

En el segundo capítulo se presentan estudios de caso de cuatro programas que, en conjunto, representan una parte importante de la inversión en el área de bosques y comunidades. Estos programas son el Fondo Bosque Templado, de WWF y CODEFF; el Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo, de la Corpora-ción Nacional Forestal (CONAF), en colaboración con la Cooperación Alemana (KfW, GTZ, DED); Bosque Modelo de Chiloé, apoyado por el Ministerio de Agricultura y el Gobierno de Canadá y el Programa de Pequeños Subsidios del GEF/PNUD. Adi-cionalmente, se presenta la experiencia de apoyo a las áreas protegidas privadas en la X Región, desarrollado por el Centro de Investigación y Planificación del Medio Ambiente (CIPMA), con el apoyo del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF).

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Los estudios de caso están divididos en cuatro secciones, que reflejan los principales enfoques temáticos de las iniciativas comunitarias presentadas: sil-vicultura, extracción y comercialización de productos forestales no madereros, ecoturismo y ordenamiento territorial.

Con esto, el libro pretende documentar un trabajo que se desarrolla en for-ma silenciosa en las comunidades y los bosques del sur de Chile. Son experien-cias únicas y muchas de ellas han tenido, por cierto, un carácter experimental. Sin embargo, en su conjunto ayudan a relevar la importancia de las prácticas tradicionales y la capacidad de innovación local, así como del acompañamiento profesional con una mirada horizontal y de respeto.

Queremos agradecer a todas las autoras y autores su gran aporte a esta publicación. Las lectoras y lectores se darán cuenta de la multiplicidad de miradas y experiencias presentes en los diferentes artículos. Los invitamos, entonces, a conocer esta diversidad y los esfuerzos de mucha gente –campesi-nos, comunidades mapuche, propietarios y profesionales– para avanzar hacia la conservación, el aprovechamiento sustentable de los bosques y el desarrollo de las comunidades locales.

Comité EditorialRodrigo Catalán y David Tecklin (WWF)

Angelika Kandzior (GTZ), Petra Wilken y Heinrich Burschel (DED)

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L i s t a d o d e a u t o r e s

MITZI ACEVEDO, Escuela de Ecoturismo, Universidad Andrés Bello, Santiago.ALEJANDRA ALARCÓN, Programa de Pequeños Subsidios, Fondo para el Medio

Ambiente Global (GEF)/Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Santiago.

PABLO ARÁNGUIZ, Fundación Con Todos, Obispado de Ancud, Chiloé.LUIS ASTORGA, Agrupación de Ingenieros Forestales del Bosque Nativo, San-

tiago.ÁLVARO BELLO, Observatorio de Derechos de los Pueblos Indígenas, Temuco.JÜRGEN BUCHER, Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED), Coy-

haique.HEINRICH BURSCHEL, Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED),

Temuco.LUIS CÁRDENAS, Departamento Fiscalización Forestal, Corporación Nacional

Forestal (CONAF), Osorno. RODRIGO CATALÁN, WWF Chile, Valdivia.LUIS CID, Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo

(CONAF-KfW-GTZ-DED), Collipulli.MARTÍN COX, Bosque Modelo Chiloé, Castro.MIRIAM DÍAZ, Periodista, Castro, Chiloé.PABLO DONOSO, Instituto de Silvicultura, Universidad Austral de Chile, Valdivia.SANTIAGO ELMÚDESI, Bosque Modelo Chiloé, Castro.PATRICIO EMANUELLI, Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque

Nativo (CONAF-KfW-GTZ-DED), Santiago.RAÚL ESPOZ, Fundación Con Todos, Obispado de Ancud, Chiloé.ALIRO GASCÓN, Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo

(CONAF-KfW-GTZ-DED), Coyhaique.JUAN CARLOS JARA, Departamento de Acción Social (DAS), Obispado de

Temuco.

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ANGELIKA KANDZIOR, Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo (CONAF-KfW-GTZ-DED), Puerto Montt.

INGE LAMBERZ, Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED), San-tiago.

EDUARDO LETELIER, Centro de Educación y Tecnología (CET Sur), Concepción.JOVITA NAUCO, Red de Productos Forestales no Madereros de Chile, Osorno. GERARDO OJEDA, Consultor forestal, Valdivia.LUIS OTERO, Consultor forestal, Valdivia.JUANITA PALMA, Red de Productos Forestales no Madereros de Chile, Osorno. PAULO PALMA, Departamento de Acción Social (DAS), Obispado de Temuco.RONY PANTOJA, Departamento de Acción Social (DAS), Obispado de Temuco.ALBERTO PEÑA, Oficina de Estudios y Planificación, Corporación Nacional Fo-

restal (CONAF), Copiapó.MANUEL PICHICON, Corporación de Mujeres Mapuche Aukiñko Zomo, Temuco. MYRIAM PINTO, Comité Nacional Pro Defensa de la Fauna y Flora (CODEFF),

Santiago.CARMEN GLORIA REYES, Consultora en temas indígenas, Santiago.RICARDO ROZZI, Parque Etnobotánico Omora, Universidad de Magallanes, Fun-

dación Omora, Puerto Williams. Department of Philosophy and Religion Studies, University of North Texas, Denton, USA.

ÁLVARO ROJAS, Corporación Nacional Forestal (CONAF), Temuco. IX Región.GEMMA ROJAS, Fundación Con Todos, Obispado de Ancud, Chiloé.CHRISTINA SEEBERG, Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED),

Valdivia.CLAUDIA SEPÚLVEDA, Parques para Chile, Valdivia.ALBERTO TACÓN, Parques para Chile, Valdivia.FERNANDO TAPIA, Corporación Vertientes, Osorno. MARCELO TAPIA, Corporación Vertientes, Osorno.DAVID TECKLIN, WWF Chile, Valdivia.CARLOS VERGARA, Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo.

Valdivia.PABLO VILLARROEL, Centro de Estudios del Medio Ambiente, Universidad Austral

de Chile, Valdivia.JÖRG WITTE, Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED), Puerto

Montt.

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CAPÍTULO I

Fundamentos y enfoques

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La gestión comunitaria de los bosques nativos en el sur de Chile: situación actual y temas en discusiónDAVID TECKLIN, RODRIGO CATALÁN

INTRODUCCIÓN

La preocupación por el medio ambiente y, especialmente, por la destrucción de los bosques nativos del sur de Chile ha crecido de manera significativa durante las últimas décadas en la sociedad nacional1. Por otra parte, la pobreza rural y la falta de oportunidades económicas concentrada en zonas indígenas y cam-pesinas, sigue siendo uno de los principales problemas sociales del país. A pesar de lo anterior, los estudios, análisis y debates que abordan la relación entre las comunidades y los bosques nativos son todavía muy escasos.

Los bosques no han sido considerados como activos relevantes en las políti-cas orientadas a la superación de la pobreza en zonas deprimidas. De hecho, el fomento productivo en áreas rurales se encuentra casi exclusivamente encauzado hacia las actividades agropecuarias. En los casos en que el rubro forestal ha sido incorporado, el trabajo se ha centrado en las plantaciones de pino y eucalipto. El bosque nativo aún no es visualizado como una oportunidad para el desarrollo local, incluso en zonas de alta cobertura boscosa y con escaso potencial para la agricultura y la ganadería.

Por otra parte, las comunidades indígenas y los pequeños propietarios de bos-que nativo han sido prácticamente ignorados en el intenso debate sobre políticas para el bosque nativo. El desarrollo forestal y la conservación de la biodiversidad se han visualizado desde una perspectiva dual o dicotómica: por una parte, se ha propiciado la industrialización de las plantaciones forestales exóticas, ya que esto contribuye al crecimiento económico del país y, por otra, se ha fomentado la creación y el manejo de áreas silvestres protegidas como principal estrategia de conservación.

A pesar de su contribución al crecimiento de los índices macroeconómicos de Chile, el sector forestal, centrado en las plantaciones industriales para la produc-ción de celulosa, no ha reducido los altos niveles de pobreza en el ámbito rural

1 La encuesta CERC de agosto de 2005, que representa al 70% de la población del país, señala que el 88% de las personas considera que la protección del medio ambiente es un problema urgente.

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donde se desarrolla; es más, las comunas con mayor superficie de plantaciones han registrado acelerados procesos de emigración, altas tasas de pobreza y una gran precariedad en los empleos disponibles2. Son muchos los casos de deterioro de la calidad de vida de las comunidades rurales producto de problemas asocia-dos a la expansión de las plantaciones, tales como la disminución de la calidad del agua y de su disponibilidad estival, el deterioro de caminos, la reducción de productos para la recolección, los efectos de pesticidas en la salud humana y animales domésticos y la reducción de servicios públicos debido a los procesos de migración rural-urbana3.

Durante las décadas de 1980 y 1990, la expansión de las plantaciones fo-restales fue la principal causa de pérdida de bosque nativo gracias al proceso de conversión o sustitución (CONAF-CONAMA-BIRF 1997; Lara et al., 2002). Posterior-mente, este proceso se ha desacelerado debido a presiones de la sociedad civil y del mercado. Uno de los factores de este cambio y en general de la tendencia a mejorar estándares ambientales y sociales en el sector forestal ha sido el cre-cimiento a nivel mundial y en Chile de la certificación forestal voluntaria por medio de sistemas como el Forest Stewardship Council (FSC), los que conjugan la participación de la sociedad civil con mecanismos de mercado4. Sin embargo, sus efectos en el ámbito local aún son muy preliminares y se encuentran poco documentados.

Por otra parte, el Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE) de Chile es uno de los más antiguos y extensos de América Latina. Este sistema cumple con funciones clave como la protección de cuencas, el manteni-miento de la biodiversidad y la creación de espacios para el esparcimiento y el turismo. En la Ecorregión Valdiviana, el SNASPE cubre casi 9% del territorio. No obstante, el sistema en general tiene importantes vacíos en su representación de la biodiversidad, dejando numerosos ecosistemas y hábitats sin protección (Armesto et al., 1998; WWF et al., 2000; Luebert y Pliscoff, 2004).

Desde el punto de vista social, la contribución de las áreas del SNASPE al mejoramiento de la calidad de vida de las poblaciones locales aledañas ha sido escasa hasta la fecha. A partir del año 2000, la Corporación Nacional Forestal (CONAF) ha desarrollado una política para superar esta debilidad, estrategia que aún se encuentra en una fase preliminar de implementación5.

2 Ver Unda y Stuardo (1996), uno de los pocos análisis de la correlación de la pobreza con la superficie en plantaciones a nivel comunal.

3 Ver Catalán y Ramos (1999); Instituto de Estudios Indígenas (2001), Taller de Acción Cultural (2003).

4 Las plantaciones certificadas por FSC en Chile superan las 400.000 ha, alrededor del 20% de total. Adicionalmente, el sistema de certificación CERTFOR alcanza el 60% de la superficie de plantaciones.

5 Esta nueva visión ha sido recientemente adoptada por CONAF en un Marco de Acción para la Partici-pación de la Comunidad en la Gestión del Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (CONAF, 2002).

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En síntesis, tanto el modelo forestal basado en las plantaciones forestales, como el de las áreas protegidas del SNASPE, muestran vacíos y debilidades con rela-ción a su contribución al mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades locales, así como a la conservación de la diversidad biológica. Surge, entonces, la necesidad de contar con propuestas alternativas para abordar el tema de los bosques y las comunidades. En este artículo exploraremos la evolución de algunos conceptos y enfoques relevantes en la literatura, identificando posteriormente los principales temas que se debaten entre los actores involucrados, para finalmente realizar un breve panorama de las distintas realidades de las comunidades y los bosques en el sur de Chile.

CONCEPTOS Y ENFOQUES SOBRE COMUNIDADES Y BOSQUES

Por lo menos treinta años de discusión en la literatura deja en evidencia que el rol de las comunidades en el uso de los recursos naturales y la conservación ha sido, y sigue siendo, motivo de controversia y de grandes implicancias políticas6. Los investigadores, las agencias de cooperación y los servicios públicos han pa-sado por sucesivas visiones, oscilando entre distintas tendencias y escuelas para abordar la relación de las comunidades con los bosques.

Las perspectivas han fluctuado desde la visión del buen salvaje que vive en armonía con la naturaleza prístina, hasta la mirada de poblaciones en desequili-brio con su medio, que depredan los recursos debido al crecimiento demográfico, movidas por la pobreza o por presiones del mercado. Más recientemente, ha surgido un enfoque que considera a los habitantes locales como actores clave en la regulación del uso de los recursos naturales y la promoción de su manejo sustentable (Agrawal y Gibson, 2001). Tales oscilaciones reflejan, a la vez, cam-bios en las apreciaciones acerca del papel jugado por el mercado y el Estado en el desarrollo, la conservación, y el uso de los recursos naturales; por lo tanto, es esperable que persistan en el futuro.

Este largo debate, nutrido por estudios de caso e información etnográfica, ha permitido refinar la comprensión de patrones comunes en la dinámica interna de las comunidades, de sus relaciones con los actores externos y de los factores relevantes que influyen en sus motivaciones y capacidades de manejar y con-servar los bosques.

Dentro de la variedad de definiciones de comunidad, consideramos apro-piado para el contexto chileno un enfoque centrado en las normas, prácticas y relaciones sostenidas en el tiempo7, sean ellas económicas, sociales y culturales, las cuales son compartidas a nivel local.

6 Véase, por ejemplo, Agrawal & Gibson (2001) y McShane & Wells (2004). 7 Esto es conocido en la literatura especializada como “institutions”.

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Tal concepción destaca la importancia que ésta tiene en el uso individual de recursos, sin mediar, necesariamente, una forma de tenencia colectiva sobre la tierra o una estructura política comunitaria (Agrawal y Gibson, 2001).

Entendiendo que las comunidades pocas veces son unidades sociales homogé-neas y frecuentemente atraviesan conflictos comunitarios internos (Little, 1994), se ha empezado a explorar la relevancia de la diferenciación socioeconómica, de poder y de género. Estos representan factores críticos en la conservación y el manejo de los recursos naturales (McCay, 2001; Murphree, 1994). Por otra parte, está claro que las comunidades rurales han dejado de ser –si es que alguna vez lo fueron– unidades aisladas y libres de presiones externas. En particular, la integración con los mercados es cada vez más importante, al igual que las relaciones con las dinámicas de los otros actores económicos en sus territorios (Agrawal y Gibson, 2001). Mientras estos factores tienden a generar una mayor presión extractiva, la sociedad nacional y global espera que las comunidades si-gan conservando sus bosques como fuente de servicios ambientales de beneficio común, tales como el paisaje, la biodiversidad, la producción de agua y la captura de carbono para mitigar el cambio climático.

Paralelamente al debate acerca de las comunidades y sus bosques, un impor-tante sector de las agencias de cooperación internacional y ONG’S han destacado lo relevante de apoyar el uso de los bosques por las comunidades (FAO, 1992). Este relativo acuerdo ha dado origen a una serie de distintos enfoques y termi-nologías asociadas para orientar programas y políticas de apoyo.

La conservación comunitaria

Aunque cerca del 12% de la superficie terrestre del planeta se encuentra pro-tegida en parques y reservas naturales, ello está lejos de ser suficiente para con-servar la biodiversidad mundial (UICN, 2003). Incentivar a las comunidades para que adopten prácticas de uso sustentable de los bosques y recursos naturales es decisivo para el destino de estos ecosistemas; sus esfuerzos pueden ayudar a amortiguar los efectos de las presiones sobre las áreas protegidas y mantener la biodiversidad en otras extensas áreas controladas por comunidades fuera de los parques (Western y Wright, 1994).

La conservación comunitaria surge como una propuesta asociada a estas ideas y como reacción a los fracasos frecuentemente observados en los intentos por conservar los recursos naturales desde un enfoque estatal, centralista y vertical. Se plantea un cambio de estilo en la conservación, más centrado en los habitantes locales, ya que la premisa inicial es que los actores que conviven con los recursos y los usan directamente son los más indicados para encargarse de su protección (Agrawal y Gibson, 2001).

Así, para las organizaciones de conservación, el desafío que propone esta corriente es lograr la mantención de la biodiversidad y los procesos ecológicos en la gran mayoría de la superficie de la tierra que no se encuentra protegida formalmente ni bajo explotación empresarial y donde prevalecen los intereses de

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las comunidades locales (Western y Wright, 1994). Desde el punto de vista de las comunidades, muchas veces lo que se busca es alcanzar o recuperar el control de los recursos naturales a través de prácticas de conservación y así mejorar su situación económica y política.

Desde un punto de vista práctico, la conservación comunitaria apunta a aumentar y resguardar los derechos y capacidades de las comunidades e inclu-ye desde el manejo de las zonas de amortiguación de las áreas protegidas hasta prácticas de uso sustentable de la biodiversidad, dentro del territorio de las co-munidades8. Debido a la gran diversidad de situaciones ecológicas y culturales en que se desarrolla, no es fácil, e incluso podría ser contraproducente, pretender hallar una definición más estricta del concepto (Western y Wright, 1994).

En sus años de aplicación impulsada tanto por actores públicos como por agencias de cooperación, esta estrategia tampoco ha estado a salvo de fracasos ni de críticas (McShane et al., 2004). Entre los obstáculos destacan: la desarticu-lación de las sociedades tradicionales, las presiones poblacionales y de mercado, la corrupción, el nepotismo y la falta de conciencia, conocimiento y habilidades. Además, la complejidad y la escala de los problemas ambientales actuales son muy superiores a aquellos que, hasta ahora, habían enfrentado la gran mayoría de las comunidades (Western y Wright, 1994).

Otros enfoques sobre comunidades, bosques y recursos naturales

Desde el ámbito del manejo forestal, también se ha destacado, desde hace varias décadas, el papel de las comunidades rurales. Mucho antes que en el ámbito de la conservación, se creó el concepto de forestería social o comunitaria, definida inicialmente como situaciones que involucran íntimamente los habitantes locales con la actividad forestal. En sus inicios, se incluía el manejo de bosques en fun-ción de tres elementos: el combustible, los alimentos y la generación de ingresos y empleo para las comunidades. La base era la participación y la satisfacción de las necesidades de los habitantes pobres de zonas rurales (FAO, 1978). Sin em-bargo, pese a su amplia definición y su perspectiva participativa, en la práctica, la mayoría de los proyectos de forestería comunitaria se enfocó a plantaciones para la producción de leña que no siempre correspondían a las prioridades de los grupos e individuos con los que se trabajaba (FAO, 1992).

Más recientemente, se acuñó el concepto de manejo comunitario de bosques (MCB), el cual abarcó distintas opciones de manejo, ambientalmente sustentables y beneficiosas para las comunidades locales. El MCB se plantea como un enfoque diverso en sus expresiones específicas, al igual que los distintos contextos sociales y ambientales en los cuales se aplica (WRM, 2004). Se ha promovido como una

8 Entre estas prácticas, las de mayor relevancia dentro de la conservación comunitaria han sido el eco-turismo y los productos forestales no madereros.

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forma de promover los derechos de las comunidades locales e indígenas para controlar y manejar sus bosques en forma socialmente justa, ecológicamente sana, económicamente viable y culturalmente respetuosa (GCCBFM, 2005).

En este mismo sentido, aunque con una perspectiva más integral, surgió la gestión comunitaria de recursos naturales (GCRN), entendido como un enfoque de manejo de los recursos naturales renovables basado en las comunidades rurales, cuyas características centrales son (World Bank, 1998):— Se basa en la comunidad y a ella está destinada. Incluye distintas formas

de producción, tales como la agricultura, la pesca, la recolección, la caza, el pastoreo y el turismo asociado a la conservación de la biodiversidad.

— El manejo de recursos naturales está, de alguna manera, sujeto a formas de gestión colectiva9.

— Implica formas de co-manejo. Se trabaja a distintos niveles de actores socia-les, es decir: organizaciones catalizadoras (frecuentemente ONG’S), dirigentes comunitarios, políticos y encargados de asumir las decisiones.

Hasta la fecha, la mayoría de los programas de GCRN se ha centrado en la re-ducción del impacto ambiental debido al uso de recursos, y en el incremento del ingreso de las comunidades que viven en ambientes naturales relativamente bien conservados (Clay, 2004).

Para el contexto nacional, la GCRN ofrece probablemente el marco concep-tual más pertinente para la mayoría de las iniciativas actuales de apoyo a las comunidades que viven en zonas de boques. Recoge la diversidad de los sistemas productivos rurales, la heterogeneidad de los recursos naturales de los cuales dependen las comunidades y destaca la importancia de la gestión en un sentido amplio, más allá de las técnicas o prácticas específicas de manejo.

TEMAS DE REFLEXIÓN EN LA GESTIÓN COMUNITARIA DE LOS BOSQUES EN EL SUR DE CHILE

El fomento de la gestión comunitaria de los bosques sólo comenzó en Chile a mediados de los años 1990, con un desfase significativo en relación con otros paí-ses de América Latina10. La mayoría de las experiencias han sido impulsadas por agencias de cooperación internacional con distintos énfasis: sociales, productivos o ambientales. Sin embargo, en muchos ámbitos del sector público, académico y privado, no es aún una línea de trabajo consolidada, validada y reconocida como alternativa viable de uso de los bosques11. Prueba de ello es que todavía existe

9 Los recursos naturales pueden incluir bosques, fauna silvestre, recursos acuáticos (marinos y de agua dulce), tierras y suelo, aguas superficiales y subterráneas, cuencas, humedales y áreas costeras.

10 Ver Peña en este volumen.11 Una destacada excepción es el Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo (CONAF-

KfW-GTZ-DED) descrito en el artículo de Burschel y Rojas en este volumen.

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un escaso desarrollo y consenso respecto del marco conceptual para el trabajo con bosques y comunidades; podría decirse que la gestión comunitaria de los bosques en Chile aún se encuentra en una fase piloto, experimental.

Pese a lo anterior, en los seminarios, talleres, informes y discusiones sostenidas por las agencias de apoyo, los asesores técnicos y los líderes comunitarios, han ido surgiendo de manera incipiente, informal y poco documentada, un conjunto de temas de reflexión centrados en: — Los diversos tipos de conocimiento necesarios para el uso sustentable de los

bosques.— El apoyo a las organizaciones y la relación con los asesores como factores de

éxito de las iniciativas.— El reconocimiento de los distintos tipos de valores asignados a los bosques

como factor fundamental en su uso y conservación. — Las distintas formas de la participación local en proyectos y programas. — La importancia de los incentivos apropiados para iniciar procesos locales que

tiendan a la sustentabilidad. — La necesidad de integrar los enfoques de conservación y desarrollo local.

El rol del conocimiento en la gestión comunitaria de bosques

El uso sustentable de los bosques de las comunidades requiere una gran diver-sidad de conocimientos por parte de la gente local y sus asesores técnicos. Estos incluyen, por un lado, nociones comerciales acerca de precios, calidades de productos y características de los mercados; y por otro, herramientas acerca del uso y manejo sustentable de los recursos. Se necesita además una integración de saberes técnicos y locales o tradicionales que sólo puede surgir de una efectiva comunicación horizontal entre asesores técnicos y habitantes locales.

Desafortunadamente, en los países que viven procesos de modernización recientes, la tendencia predominante es reconocer y premiar el conocimiento formal (“técnico”) y general, al mismo tiempo que invisibilizar y desconocer el conocimiento tradicional, específico y local (Scott, 1998). El sur de Chile no es una excepción a este fenómeno, por lo que resulta urgente ampliar e incluso reorientar los enfoques educativos de las carreras universitarias relacionadas con este tema y capacitar a los funcionarios de las instituciones correspondientes, para superar la excesiva especialización profesional, integrar nuevas áreas de conocimiento y aumentar la valorización del conocimiento y prácticas tradicio-nales de las comunidades.

El conocimiento y el acceso a la información comercial es, al igual que en la mayoría del mundo (Clay, 2004), un recurso muy escaso entre los líderes comu-nitarios y asesores técnicos del sur de Chile. Esto constituye un gran obstáculo para el desarrollo de emprendimientos locales exitosos basados en el uso de los recursos naturales de las comunidades. Tal situación plantea la importancia de generar vínculos entre las iniciativas locales y las empresas privadas que puedan ofrecer conocimientos y capacitación práctica. En otros países son cada vez más

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las experiencias de joint ventures o asociaciones entre empresas y comunidades con resultados interesantes que podrían ser replicadas en Chile12.

El apoyo a las organizaciones y la relación con los asesores

El apoyo a las organizaciones de base ha estado presente en gran parte de las intervenciones del Estado y de las agencias internacionales en el sector rural. Lamentablemente, ha sido común la práctica de promover desde afuera la crea-ción de organizaciones para la implementación de programas y proyectos. Esto ha generado la proliferación de comités y agrupaciones que muchas veces han debilitado los sistemas locales de organización y toma de decisiones. De igual forma, se ha subestimado la importancia de las organizaciones territoriales y federaciones tanto campesinas como indígenas con orientaciones menos utilitarias y más políticas. En un aprendizaje de este tipo no es tan importante la cantidad de organizaciones presentes ni su especialización, sino la calidad, representati-vidad y permanencia en el tiempo.

En general, las iniciativas locales que logran resultados exitosos en conserva-ción y desarrollo local han contado con una sólida alianza entre organizaciones de base y asesores técnicos o instituciones de apoyo. La calidad de estos vínculos se refleja en los niveles de comunicación y confianza (Catalán, este volumen). Tanto o más importantes que las capacidades técnicas de los asesores son sus habilidades para establecer lazos de confianza y apoyar procesos locales complejos como son los conflictos internos y con otros actores.

La participación local en proyectos y programas

La participación local o comunitaria es un concepto que se utiliza ambiguamente y en múltiples escenarios, los que van desde la salud pública hasta el manejo forestal. A pesar de esta falta de claridad, o quizás debido ella, este concepto ha sido incorporado en el discurso de la gran mayoría de los actores públicos y privados. Es por ello que se hace necesario profundizar en lo que se entiende y espera con respecto a la participación comunitaria en la gestión de los recursos naturales.

Visto desde afuera de las comunidades, el desafío de la participación comu-nitaria en programas de gestión local de recursos naturales consiste en identi-ficar, involucrar y mantener en el tiempo relaciones con una multiplicidad de organizaciones locales y dirigentes, sin referentes únicos o representativos. La participación alcanzada, en la mayoría de los casos, tiende a no ser suficiente-mente representativa de las mujeres y de otros grupos de menor poder como

12 En Canadá se han desarrollado una multiplicidad de asociaciones de este tipo entre empresas forestales y comunidades indígenas.

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los jóvenes, debido a la predominancia de dirigentes hombres adultos en las organizaciones formales.

Desde la perspectiva de los dirigentes de las organizaciones comunitarias y territoriales, la preocupación se centra en extender la participación más allá de los beneficios directos de los proyectos. La demanda creciente es por una participación que contemple decisiones estratégicas, proyectos nacidos de las ideas e intereses de las bases de las organizaciones y control de la operación de dichos proyectos por parte de los líderes comunitarios. Asimismo, luego de los primeros años de la recuperación de la democracia en 1990, los dirigentes han retomado sus expectativas de influir en las políticas públicas que afectan los intereses de sus organizaciones.

Es importante destacar que si bien las iniciativas con altos niveles de par-ticipación tienen mayores posibilidades de éxito, la experiencia internacional (ver Little, 1994) confirma lo que se observa en Chile en el sentido que estos procesos requieren de mayores inversiones de tiempo y fondos. Muchos de los problemas observados con proyectos tienen que ver con un desfase entre los plazos requeridos por las agencias de cooperación y los plazos requeridos para una adecuada participación local.

La incorporación de los distintos valores locales del bosque nativo

En el contexto socioeconómico y político actual del sur de Chile13, si los bos-ques no poseen un valor tangible y sentido para sus dueños y usuarios, ya sea en términos comerciales, sociales o culturales, su conservación se hace muy difícil. En todas las iniciativas locales conocidas a la fecha se destaca la importancia de la valorización local del bosque y las diferentes formas que ella puede tomar.

Si bien es cierto que la generación de ingresos es un tipo de valor impor-tante para la mayoría de las comunidades, sería simplista y equivocado reducir la importancia que tienen los bosques a los ingresos monetarios. Otros tipos de valoración son tanto o más importantes para la población local e incluyen, entre otros: la producción de forraje y protección para el ganado, la producción de agua limpia, plantas medicinales y leña para el autoconsumo, la identidad cultural y hasta el orgullo familiar de haber conservado un área con bosque nativo (Catalán, 1999; Tacón y Palma, Pichicón en este volumen).

Un desafío importante para las instituciones de conservación y de apoyo es identificar y fortalecer los valores locales asignados a los bosques, evitando partir de supuestos basados en valores externos a la comunidad.

13 Parte de este contexto es la debilidad del marco regulatorio y la institucionalidad pública para los bosques, la prevalencia de derechos de propiedad privada sobre la tierra y los recursos naturales, la dinámica expansión de sectores económicos centrados en la extracción de recursos naturales, la competencia por el uso del suelo para fines agropecuarios o urbanísticos, y el acelerado y poco planificado desarrollo de grandes proyectos de infraestructura vial y energéticos.

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Los incentivos para la conservación y el uso sustentable de los bosques

Las demandas globales por los servicios de los ecosistemas forestales tales como la mantención de la biodiversidad, la regulación del ciclo hidrológico y la mitigación del cambio climático han ido creciendo en las últimas décadas. Es razonable y realista sostener que el resto de la sociedad deba incentivar mejoras en la gestión de los bosques por parte de las comunidades locales. Esto podrá aportar a superar la paradoja de comunidades pobres viviendo en ecosistemas de alto valor para la sociedad14.

Para el diseño de incentivos efectivos y apropiados para las comunidades es necesario entender, primero, las motivaciones y razones que están detrás de sus acciones de destrucción o conservación de los bosques. Como éstas no son úni-cas, sino diversas, los incentivos también debieran serlo para asegurar un efecto permanente en el tiempo.

En Chile, la aplicación de incentivos monetarios y no monetarios para la conservación y el uso sustentable de los bosques es reciente. Sin embargo, las experiencias acumuladas y las reflexiones en torno al tema pueden ser de gran utilidad para el diseño de políticas y programas de mayor alcance. Los incentivos han incluido el financiamiento de proyectos comunitarios, los pagos por prácticas silviculturales, el apoyo a la comercialización de productos forestales, la asisten-cia técnica para generar planes de manejo y conservación, las capacitaciones y los premios, por nombrar algunos (ver Emmanueli, Sepúlveda et al., Burschel y Rojas, y Catalán, este volumen).

La conclusión más clara de estas experiencias es que más no siempre es mejor, es decir, que la calidad del diseño y la aplicación de los incentivos es tanto o más importante que la cantidad de recursos o apoyo entregado. En consecuencia, es necesario profundizar las discusiones y documentar las experiencias piloto para generar una mayor claridad conceptual, metodologías apropiadas y profesionales experimentados en la aplicación de los incentivos.

La integración de la conservación y el desarrollo local

Más de dos décadas de experiencia internacional en conservación comunitaria, han dejado como aprendizaje que, para que los programas logren verdaderos impactos en el tiempo, la conservación no se puede abordar al margen del desarrollo local (Little, 1994; Western, 1994). Este aprendizaje se ha ido adqui-riendo también entre los actores relacionados con el tema en el sur de Chile. Por una parte, las iniciativas emprendidas desde afuera de las comunidades que no han incorporado objetivos de desarrollo local rara vez han logrado despertar o mantener el interés local. Por otra, las actividades productivas promovidas en las comunidades sin consideraciones ambientales frecuentemente han ge-

14 Se produce una situación donde el valor social supera al valor privado de los bosques.

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nerado impactos negativos en los recursos naturales valorados por las propias comunidades15.

No obstante, la defensa de la integración del desarrollo económico y la con-servación ambiental también tiene sus detractores, quienes la han considerado como una postura ingenua y poco realista16.

LOS BOSQUES Y LAS COMUNIDADES EN EL CENTRO-SUR DE CHILE

Los bosques nativos del centro-sur de Chile

Los bosques nativos del centro-sur de Chile coinciden en gran parte con la denominada Ecorregión de los Bosques Templados Lluviosos de Chile y Ar-gentina o Ecorregión Valdiviana. Estos se destacan mundialmente por tener la segunda superficie más extensa de este tipo de bosques, por una muy alta proporción de especies y géneros endémicos y una de las más altas biomasas conocidas para un ecosistema terrestre (Armesto et al., 1995). Cuentan con importantes extensiones de bosque relativamente intacto que incluyen la presencia de grandes cuerpos de agua pura (Soto y Campos, 1995). Debido a lo anterior, desde la mitad de los años noventa ha emergido un consenso entre organizaciones científicas y de conservación internacionales, según el cual, la Ecorregión es una de las más destacadas y prioritarias en el mundo17.

La Ecorregión Valdiviana cuenta, en Chile, con 12,5 millones de ha de bosques y otros 2,2 millones en Argentina18. Se estima que esta superficie representa aproximadamente el 60% de la cobertura boscosa original y cerca del 40% puede ser clasificado como bosque con poca intervención humana. La distribución geográfica actual es muy heterogénea; se concentra al sur de la ciudad de Puerto Montt (42º latitud) y en franjas de elevación medianas y altas de la cordillera de los Andes. El Valle Central cuenta apenas con 10% de la cobertura original y la cordillera de la Costa con poco más del 20% (INTA et al., 2000) (Figura 1).

15 Como ejemplo se puede mencionar la contaminación de cursos de agua con agroquímicos y la pérdida de productos de recolección por la sustitución de bosques y matorrales nativos por plantaciones en predios de pequeños propietarios.

16 Ver el debate que exponen al respecto McShane y Wells (2004). 17 Con distintos criterios, las diferentes organizaciones mundiales la han identificado como sitio prioritario

para la conservación (Dinerstein, 1995; Olson et al., 2001; Myers et al., 2000; Stattersfield et al., 1998; Arroyo et al., 1997; Bryant et al., 1997).

18 Existe otro millón de hectáreas de bosque nativo fuera de la ecorregión; éste se encuentra principal-mente concentrado en la región de Magallanes (ver CONAF-CONAMA-BIRF, 1997).

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Figura N°1: Estimación de la cobertura de bosque histórica y actual en la Ecorregión Valdiviana.

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Los bosques nativos de las comunidades y pequeños propietarios

La mayor parte del bosque bajo tenencia campesina o de comunidades indígenas se encuentra en el centro sur del país, en la región de la Araucanía y de Los Lagos (Figura 2, página183). Al norte, los bosques disminuyen de manera drástica y lo mismo ocurre con las comunidades en las regiones de más al sur19.

A pesar de compartir ciertas características socioeconómicas, las comunidades rurales de la Ecorregión muestran una gran variedad de situaciones en cuanto a usos, tipo de tenencia y conocimientos sobre el bosque nativo. Esta heterogenei-dad es consecuencia de la gran diversidad de ecosistemas forestales de la región, de las distintas maneras en que diferentes zonas se insertan en la economía regional y de los orígenes históricos y étnicos de las comunidades rurales.

Usos como la producción del carbón vegetal, la extracción de leña, la fa-bricación de tejuelas del alerce, el pastoreo del ganado en los bosques o la ex-tracción de productos no maderables son de suma importancia en ciertas zonas, mientras que en otras son marginales o desconocidas. Lamentablemente, como esta gran gama de situaciones ha sido escasamente documentada y caracterizada, es común que las conclusiones acerca de la problemática de las comunidades y de los bosques nativos se basen únicamente en una situación particular. Esta aproximación reduccionista debe ser superada si se aspira a generar estrategias apropiadas y pertinentes de trabajo.

Hasta la fecha no existen bases de datos ni cartografía precisa sobre la tenencia indígena y de pequeños propietarios en el país. Nuestras estimaciones, basadas en la cartografía recopilada y sistematizada, son de 3 millones de ha de tierras en manos de pequeños propietarios y comunidades indígenas de las regiones de la Araucanía y Los Lagos20. Estimamos, también, que estas tierras incluyen alrededor de 780.000 ha de bosque nativo de diferentes tipos forestales y en distintos estados de conservación21. Considerando que esta área representa más del 90% del total nacional de bosque en manos de comunidades, estas cifras son cercanas a las entregadas extraoficialmente por CONAF, quien sostiene que existen

19 La población rural de estas dos regiones (IX y X) es de 619.883 personas y está fuertemente concentrada en el Valle Central y la precordillera Andina. El porcentaje de población bajo la línea de la pobreza es de 30% para la XI y de 21,8% para la X Región, cifras equivalentes a un total de 483.844 personas. Sin embargo, en las zonas rurales la población bajo la línea de la pobreza, en promedio, es de 27,1%. Esta situación empeora en la población indígena, donde las tasas de pobreza tienden a ser 10% más altas que las de la población general (MIDEPLAN, 2005). El Índice de Desarrollo Humano concuerda con esta situación al mostrar que la IX y X Regiones se ubican en el último y el penúltimo lugar del país (MIDEPLAN-PNUD, 2000).

20 Hemos sumado aquí las tierras indígenas de la región del Biobío.21 Consideramos, siguiendo la mayoría de las definiciones oficiales para esta zona, como pequeña propiedad

a los predios inferiores a 200 hectáreas (ver Pliscoff et al., 2005). Para este análisis excluimos los predios de este tamaño cuyos propietarios son identificados como empresas forestales, sociedades de producción, empresas agrícolas y terrenos fiscales. Sin embargo, esta estimación está basada en una recopilación de múltiples fuentes y sujeta a un importante nivel de error. El análisis cartográfico, los resultados contenidos en las Tablas 1,2 y 3, además de los mapas de la Figura 2 (página 183) y Figura 3 (página 34) fueron realizados mediante el uso de Sistemas de Información Geográfica por Aldo Farías.

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alrededor de 1 millón de ha de bosques nativos pertenecientes a comunidades indígenas y pequeños propietarios en Chile. De esta superficie, aproximadamente 470.000 ha corresponderían a pequeñas propiedades y 310.000 ha pertenecerían a comunidades indígenas (ver Tabla 1 y 2).

Tabla 1. Estimación de la superficie de bosque nativo de comunidades indígenas y pequeños propietarios en las regiones de la Araucanía y de Los Lagos*

Provincia

Superficie bosque nativo (ha)

Comunidades indígenas Pequeños propietarios Total

Malleco 47.249 51.570 98.819

Cautin 27.878 84.970 112.848

Valdivia 28.215 91.256 119.471

Osorno 134.494 32.100 166.594

Llanquihue 415 100.956 101.371

Chiloé 71.294 105.896 177.190

Total 309.545 466.748 776.293

* La provincia de Palena no se incluyó por falta de información acerca de la tenencia de la tierra.

Tabla 2. Estimación de la superficie de bosque nativo por tipo forestal de comunidades indígenas ypequeños propietarios en las regiones de la Araucanía y de Los Lagos

Tipos forestales

Superficie (ha)

Comunidades indígenas Pequeños propietarios Total

Alerce 15.888 1.108 16.996

Araucaria 29.396 397 29.793

Ciprés de la Cordillera 394 353 747

Ciprés de las Guaitecas 5.001 480 5.481

Coihue de Magallanes 3.342 154 3.496

Coihue – Raulí - Tepa 19.682 27.458 47.140

Esclerófilo 295 1.045 1.340

Lenga 15.839 4.734 20.573

Roble - Raulí - Coihue 52.437 199.004 251.441

Siempreverde 167.270 232.016 399.286

Total 309.545 466.749 776.294

Fuente: ver Figura 3, página 34.

Fuente: ver Figura 3, página 34.

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Como una clasificación preliminar de las principales situaciones de bosques y comu-nidades del centro sur de Chile, se propone diferenciar algunas zonas asociadas a las grandes unidades geográficas de la Ecorregión Valdiviana22. Se trata de cinco áreas donde se concentran alrededor del 50% de los bosques en esta categoría de tenencia y casi la totalidad de los bosques en mejor estado de conservación23 (Tabla 3, Figura 3).

Las comunidades pehuenche de la cordillera de los Andes de las regiones del Biobío y la Araucanía presentan uno de los casos de mayor cantidad de bosques primarios en tenencia comunitaria. Estimamos que las comunidades pehuenches controlan por lo menos 46.000 ha de bosques en el lado chileno, incluyendo distintas formaciones de araucaria (Araucaria araucana), y que las comunidades de la provincia de Neuquén, Argentina, mantienen otras 7.000 ha más. Probable-mente el impacto más fuerte sobre estas superficies ha provenido de la ganadería extensiva; pese a lo cual, la zona se destaca por valores y prácticas tradicionales compatibles con la conservación (Tacón, 1999). La gran potencialidad turística de la zona ha permitido el surgimiento de una de las primeras iniciativas de ecoturismo comunitario24.

22 No pretendemos aquí contribuir al debate respecto de la delimitación y clasificación de las tierras indígenas en Chile, tema complejo que supera el alcance de este artículo. Por ello, todas las figuras y datos presentados para temas indígenas son estimaciones y no representan posturas o un apoyo institucional ni personal de los autores respecto de la validez de títulos o reivindicaciones particulares. Hemos intentando ser exhaustivos en el sentido de incorporar dentro de áreas predominantemente indígenas los terrenos identifi-cados en la bibliografía o cartografía disponible con ocupación o reivindicación histórica documentada (por ejemplo: territorios con Títulos de Comisario).

23 El resto de los bosques, en esta forma de tenencia, se encuentran altamente fragmentados y degradados, particularmente al sur de la provincia de Llanquihue.

24 Ver Reyes en este volumen.

Tabla 3. Estimación de la superficie de bosque nativo por tipo forestal de comunidades y pequeños propie-tarios de la IX y X Regiones

Superficie bosque nativo (ha)

Zonas caracterizadas Pequeños propietarios Comunidades indígenas Total

Cordillera de Nahuelbuta 16.664 2.403 19.067

Cordillera Andina de La Araucanía 53 43.663 43.715

Precordillera Andina de La Araucanía y Los Lagos

25.583 20.109 45.692

Cordillera de Mahuidanche 34.890 9.604 44.494

Cordillera de La Costa de Osorno 5.846 133.535 139.381

Sur de Isla Grande Chiloé 30,074 69.544 99.618

Total 113.109 278.859 391.969

Fuente: ver Figura 3, página 34.

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Figura N°3: Sectores que concentran los bosques bajo tenencia predominantemente indígena o campesina en la Ecorregión Valdiviana.

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En la cordillera de Nahuelbuta, región de la Araucanía, existen localidades campesinas, generalmente de origen colono25, que mantienen islas de bosque nativo rodeadas por un mar de plantaciones exóticas de empresas forestales. Son pequeños fragmentos, en su mayoría de menos de 100 ha, muchas veces degradados, pero de gran valor biológico por tratarse de remanentes de tipos de vegetación casi desaparecidos en la actualidad. Su valor también es con-secuencia de su papel en la producción de agua para estas localidades y otros poblados mayores26. En su conjunto, estos fragmentos de bosques abarcan alrededor de 19.000 ha.

La cordillera de la Costa al norte de Valdivia y los cordones transversales aledaños como la cordillera de Mahuidanche, comparten con la zona anterior la fragmentación de los bosques y la expansión de las plantaciones forestales. Sin embargo, se produce aquí una combinación de localidades campesinas (ver Vergara, Donoso y Ojeda, en este volumen) con comunidades mapuche y ma-puche lafquenche. Estos últimos poseen una economía fuertemente vinculada al borde costero y una identidad territorial bien desarrollada. La superficie total de estos bosques es de alrededor de 45.000 ha.

En ambas zonas se han desarrollado interesantes experiencias de ordenamiento predial, agroforestería y manejo de productos forestales no madereros27. La per-manencia y replicación de estas iniciativas depende, en gran medida, de la relación de las comunidades con las empresas forestales y las acciones que estas últimas realicen con los bosques nativos que se encuentran en sus propiedades.

En la precordillera de los Andes de la Araucanía y de Los Lagos se encuen-tran localidades de campesinos y comunidades mapuche y huilliche intercaladas con latifundios caracterizados por una fuerte historia y vocación maderera. Sus bosques cubren cerca de 44.000 ha. Se trata de bosques de segundo crecimien-to dominados por especies del género Nothofagus que se desarrollan en suelos profundos y representan una de las mejores condiciones para la silvicultura en relación con las otras zonas descritas. El rápido crecimiento del turismo ha ge-nerado una creciente demanda por parte de las comunidades de recibir apoyo para implementar emprendimientos turísticos que complementen sus fuentes de ingresos tradicionales, aprovechando las oportunidades emergentes.

Más al sur, en la cordillera de la Costa de la provincia de Osorno, un con-junto de comunidades mapuche-huilliche conocidos como “alerceros”, ocupan y reivindican extensiones importantes de bosques que ascienden a casi 140.000 ha e incluyen algunos de los bosques primarios menos intervenidos de la cor-dillera de la Costa. El carácter prístino de esta zona puede explicarse, en parte, por el enfoque productivo histórico que se ha concentrado en la extracción de

25 Estos colonos, de origen chileno, provinieron de zonas cercanas y fueron motivados por la entrega de tierras de montaña en Nahuelbuta por parte del Estado en las décadas de 1920 y 1930.

26 Entre ellos destaca la ciudad de Angol, capital de la provincia de Malleco.27 Ver Donoso et al., y Pantoja et al., en este volumen.

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alerce (Fitzroya cupressoides) que se desarrolla en las partes altas, sin explotar el resto de los tipos de bosque (ver Cavelier y Tecklin, 2005; Smith-Ramírez, 1995). Los dirigentes sostienen que también es el resultado de una cultura que valora y protege estos ambientes naturales. En este paisaje se han imple-mentado innovadoras estrategias de protección y ecoturismo que apuntan a la diversificación productiva y el control territorial de los alerceros huilliche (ver Cárdenas en este volumen).

En el pie del monte y ladera oriental de la cordillera de la Costa de la provincia de Osorno habitan comunidades huilliche en pequeñas propiedades que mantienen fragmentos de bosque intercalados con praderas y cultivos agrí-colas de subsistencia. En esta área se han desarrollado experiencias de manejo y comercialización a pequeña escala de productos forestales no madereros. Destaca la artesanía hecha a partir de lianas nativas y la cosecha de follaje de árboles, arbustos y helechos vendidos para la elaboración de arreglos florales (ver Tacón y Palma; Nauco et al., en este volumen).

En el archipiélago de Chiloé se pueden distinguir dos situaciones de co-bertura de bosques y características de la población rural. En el norte y sector interior de la isla grande, la deforestación ha sido extensiva y la población es mayoritariamente de origen campesino asentada en un mosaico de pequeñas propiedades agroforestales. El sector oeste y sur de Chiloé es radicalmente diferente: extensos bosques continuos, que incluyen el Parque Nacional, se extienden en un territorio con presencia de comunidades huilliche que ejercen tenencia sobre alrededor de 100.000 ha. Sus economías son diversificadas, combinando la pesca, la extracción forestal y la agricultura de subsistencia con la leña como principal fuente de ingreso forestal (Elmúdesi y Cox y Aranguiz et al., en este volumen). Sin embargo, nuevas tendencias como el crecimiento de la salmonicultura empresarial y el turismo, están generando un acelerado proceso de cambio socioeconómico en el archipiélago.

CONCLUSIONES

Es necesario superar, en Chile, la visión polarizada de la producción y la conservación asociada a las plantaciones forestales y las áreas protegidas, res-pectivamente. Sólo así se podrá avanzar en la protección efectiva de la biodi-versidad y el desarrollo local en zonas boscosas. Es importante que el SNASPE y las empresas forestales mejoren su relación con las comunidades aledañas y la protección de la biodiversidad, aunque lo anterior no resulta suficiente para abordar la conservación de la importante extensión de bosques de las comunidades rurales y el desarrollo de éstas.

Se hace indispensable consolidar una forma de gestión de los bosques de comunidades y pequeños propietarios que satisfaga las urgentes necesidades de la población local y los requerimientos de la conservación de la biodiver-sidad. Para las instituciones que promueven la gestión comunitaria de los recursos naturales, la diversidad de situaciones de bosques y comunidades

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del centro-sur de Chile exige una correspondiente diversidad de estrategias y capacidades. La gestión comunitaria de bosques ha surgido como una alter-nativa complementaria y una oportunidad en este sentido; en ningún caso se propone como una panacea que sustituya a las plantaciones y los parques.

Reconociendo los trade offs entre conservación y desarrollo, y que inclusive estos objetivos pueden llegar a entrar en conflicto en algunos casos, tampoco parece viable la alternativa de impulsar la conservación con comunidades sin pensar en el desarrollo local. Tampoco sería sustentable plantear el desarrollo local sin criterios de conservación.

Por otra parte, es fundamental incorporar al debate, al análisis y a la in-versión en torno al bosque nativo a las comunidades rurales como actores clave de la problemática. Este crucial protagonismo de las comunidades y sus organizaciones debe tener varias dimensiones. En el plano político se re-quiere de un mayor reconocimiento de éstas y sus derechos sobre el bosque nativo. En lo económico, es imprescindible un fomento al uso sustentable e integral de los bosques, respetando su conocimiento y prácticas tradicio-nales e incorporando aportes pertinentes desde el punto de vista técnico y comercial. En el ámbito sociocultural, es necesaria una mayor comprensión y respeto por el papel de los territorios y los bosques que estos contienen en la mantención y evolución de las identidades locales.

Los obstáculos a superar no son menores; destacándose la inseguridad en la tenencia de la tierra y acceso a los bosques, la debilidad de las organizaciones comunitarias, el acceso desfavorable al mercado de los productos y servicios del bosque por parte de las comunidades, la escasez de capital y el limitado acceso al crédito en estos sectores rurales. Es innegable que los aprendizajes obtenidos hasta el momento no permiten conformar propuestas técnicas que satisfagan todos los requerimientos, pero esto no impide pensar en un impulso coordinado hacia la consolidación de este modelo. Para este fin existe una urgente necesidad de avanzar en la sistematización de los aprendizajes y la masificación de esta forma de manejo de los bosques.

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El enfoque de medios de vida sostenibles: un desafío para la extensión forestal participativaANGELIKA KANDZIOR

INTRODUCCIÓN

Durante las últimas dos décadas, una serie de actores del sector forestal chileno se han visto involucrados en un proceso de cambio fundamental: el intento por sustituir una modalidad de trabajo por otra. Lo anterior ha significado, en tér-minos estructurales, cambiar una visión de desarrollo forestal por una distinta, en la cual, del beneficiario forestal se pasó al destinatario, al cliente, al usuario y, de un análisis institucional de la situación, a un diagnóstico participativo; de la entrega de soluciones, a la identificación conjunta de ellas.

Lo anterior trajo consigo modificaciones en la percepción de las institucio-nes por parte de las poblaciones rurales; así como, también, en la imagen que las instituciones poseían de los pequeños propietarios forestales. Se generaron enriquecedoras experiencias en terreno, en términos de relaciones humanas, de intercambio de opiniones y de crecimiento personal.

La Corporación Nacional Forestal (CONAF) adoptó institucionalmente un con-cepto de extensión forestal, definida como un enfoque dirigido hacia las necesidades o demandas de los destinatarios y cuyo fin superior es el desarrollo integral de la sociedad, bajo una perspectiva de sustentabilidad (CONAF, 2001). El concepto indica, además, que la extensión forestal está basada en el intercambio de opinio-nes y experiencias entre técnicos y campesinos y en la generación de capacidades.

La realidad es sumamente dinámica; por lo cual requiere de adaptaciones e innovaciones. De allí que sea importante revisar periódicamente los enfoques, estudiando tendencias emergentes de análisis y pensamiento y examinando las consecuencias que ellas tienen sobre los enfoques existentes.

El presente artículo tiene ese propósito: analizar las consecuencias que po-dría tener un determinado conjunto de conceptos, principios y técnicas –aún incipientes– sobre la extensión forestal participativa; tal como, por ejemplo, la practica en la actualidad la CONAF en algunos proyectos, con referencia específica al Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo (PCMSBN).

El mencionado conjunto de conceptos, principios y técnicas se denomina Enfoque de Medios de Vida Sostenibles (EMVS), y ha sido objeto del presente análisis porque reúne varios elementos que pueden proporcionar impulsos im-portantes para mejorar la extensión forestal.

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LA HISTORIA DE LA EXTENSIÓN FORESTAL

Si bien el término extensión es conocido desde el siglo XIX, con respecto a actividades agrícolas y pecuarias, extensión forestal es un concepto acuñado recientemente (hace unos treinta años), en la medida que gobiernos africanos, asiáticos y latinoamericanos constataban los problemas provocados por la ex-plotación indiscriminada de los bosques y vislumbraban la necesidad de frenar y revertir este proceso.

Durante una década y media, el proceso partió de la idea de educar a las poblaciones, haciéndoles ver sus errores y proporcionándoles soluciones. Clara-mente el protagonismo se encontraba del lado de las instituciones que analizaban, proponían soluciones y finalmente evaluaban, priorizando criterios cuantitativos. Casi todos los programas y proyectos que se implementaron en ese tiempo pri-vilegiaban la forestación con especies de rápido crecimiento, a menudo con el fin de generar leña; producto de necesidad básica, tanto para poblaciones rurales como urbanas. La cooperación bi y multilateral apoyaba, en la mayoría de los casos, la implementación de dichos programas.

A medida que se generaban experiencias también se perfilaban las limita-ciones del enfoque de extensión forestal, liderado por actores institucionales. La diversidad humana y cultural trae consigo que la realidad no se aprecie ho-mogéneamente; los análisis de las necesidades se relacionan íntimamente con las especificidades sociales y productivas, y no pueden reflejar adecuadamente la postura de una población determinada si ella no participa en el diagnóstico. Este fue el primer paso en la evolución de la extensión forestal: partir desde un análisis que involucraba a sus destinatarios.

Sin embargo, no se tardó en constatar que también las soluciones propuestas a los problemas debían tomar en consideración las ideas de los usuarios. Éstas muchas veces se basan en el conocimiento tradicional o ancestral que las po-blaciones rurales poseen, que no se encuentra documentado pero es parte de la memoria colectiva de las comunidades. Definir soluciones que aúnan el saber popular con el conocimiento técnico-científico era –y sigue siendo– una tarea clave. Cabe señalar que la estrategia nace, por un lado, del respeto por otras formas de ser y pensar y, por otro, facilita la asimilación de las soluciones propuestas, ya que contiene elementos conocidos, propios de las comunidades.

En esta evolución de la extensión forestal, los destinatarios de ella fueron adquiriendo progresivamente mayor protagonismo y, en la actualidad, su parti-cipación se estima indispensable en todas las etapas de un proyecto o programa de desarrollo: desde el diagnóstico inicial hasta la evaluación de los resultados y de sus impactos (Kandzior, 2001).

Este enfoque de extensión forestal, que se caracteriza por abordar a los destinatarios como forjadores de su propio desarrollo y que otorga a las institu-ciones un papel de facilitación en este proceso, también se denomina extensión forestal participativa. No obstante, pese a llevar este nombre es un hecho que los escenarios no son homogéneos. En ellos influyen numerosos factores internos, como las motivaciones humanas, las filosofías de vida; pero también externos,

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como aquellos pertenecientes al contexto histórico y político, lo que genera una diversidad de expresiones con respecto a la extensión forestal participativa.

ASPECTOS ACTUALES DE REFLEXIÓN

En los últimos tiempos, la extensión forestal participativa se ha analizado con relación a un marco más amplio que el definido por los objetivos de proyectos de desarrollo forestal: el de la superación de la pobreza; indagándose en el aporte que ella realiza en ese contexto.

¿Cuánto ingreso se genera a través de una intervención forestal promovida y apoyada por la extensión forestal? Si bien la pobreza no se mide sólo en ingresos, está claro que el incremento de éstos juega un papel importante. En una época en la cual los objetivos del desarrollo internacional, para el año 2015, son la re-ducción de la mitad de las personas que padecen de inseguridad alimentaria y, en igual proporción, la disminución del número de personas que viven en extrema pobreza (DFID/FAO, 2002), el cuestionamiento acerca de la extensión forestal en el sentido señalado aparece perfectamente pertinente.

Por otro lado, es un hecho que la extensión forestal participativa ha sido in-troducida en Chile, como en otros países, en el marco de la cooperación técnica bi o multilateral, en las condiciones propias de este tipo de convenios. No parece sorprendente que un enfoque participativo que se basa, entre otros principios, en el análisis conjunto de las realidades que viven los habitantes rurales, en la identificación conjunta de soluciones, en planificar, implementar y evaluar ac-ciones de manera consensuada entre todos los actores involucrados; demande más tiempo que un enfoque de extensión vertical, en el cual se “entregan” pa-quetes tecnológicos y se invierte poco o ningún énfasis en la internalización de conceptos e informaciones y en la generación correspondiente de conocimiento. Pero, opinarán los defensores del enfoque participativo: los conocimientos, las actitudes y las conductas que se crean permanecerán en el tiempo y serán la base del manejo sustentable de los recursos forestales. La incógnita que todavía no se resuelve es: ¿cuánto tiempo de extensión forestal es necesaria para lograr ese estado deseado?, ¿se puede conseguir con recursos propios, sin contar con financiamiento externo?

En la búsqueda de insumos esclarecedores a las cuestiones planteadas, el primer paso será la familiarización con el EMVS.

LOS MEDIOS DE VIDA SOSTENIBLES

Orígenes y difusión

Fueron los investigadores Chambers y Conway (1991) quienes introdujeron, hace más de diez años, el concepto de los medios de vida sostenibles. Medios de vida comprendían las posibilidades y los capitales, tanto materiales como sociales, y las actividades para ganarse la vida. Eran sostenibles, cuando podían soportar

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tensiones y choques y recuperarse de los mismos, a la vez que mantener sus posibilidades y capitales, tanto en el presente como proyectados hacia el futuro, sin dañar la base existente de recursos naturales.

Durante el resto de la última década del siglo XX gradualmente se afinaron y complementaron los conceptos, y en la actualidad son numerosas las instituciones en cuyo trabajo está presente la noción de medios de vida sostenibles. Cabe señalar que muchas experiencias asociadas a este enfoque se han generado en contextos con presencia de donantes como FAO, PNUD, CARE, DFID. Según sea el caso, puede haber énfasis en uno de los tres componentes principales del enfoque, los que se describirán más adelante. Los medios de vida sostenibles todavía se consideran un cuerpo de ideas en evolución, abierto a incorporar elementos complementarios.

Caracterización

En un primer acercamiento, podemos afirmar que la noción parte de la convicción de que localmente se generan estrategias de superación de la pobreza, y que se deben usar y fortalecer esas capacidades y estrategias. Éstas son generadas por las poblaciones, rurales o urbanas: actores protagónicos en el contexto de los medios de vida.

El propósito de aplicación del enfoque es mejorar la identificación, valoración, implementación y evaluación de programas de desarrollo, de manera que respondan en mayor grado a las prioridades de las poblaciones menos favorecidas. Por ello, es un medio para alcanzar la meta de eliminación/superación de la pobreza.

Analizando más a fondo los elementos que lo componen, se distinguen en el EMVS tres componentes: un marco analítico, un conjunto de principios de desarrollo y una canasta de técnicas y métodos.

El marco analíticoSu propósito es resaltar los distintos elementos que condicionan los medios de vida de los pobres, los factores que en ellos influyen y los lazos entre los distintos factores. El marco percibe a las poblaciones operando dentro de un contexto de vulnerabilidad, que las afecta más a ellas que a otros segmentos de la población. Esto puede incluir determinadas tendencias en la economía, tecnología, impactos naturales o relacionados con rubros productivos, así como: conflictos ambientales, políticos, oportunidades de empleo y acceso a mercados, entre otros (ver Figura Nª1).

Sin embargo, las poblaciones rurales poseen o tienen acceso a capitales, entre los cuales se distinguen el capital humano, social, físico, financiero y natural; que ejercen como factores de reducción de pobreza (ver Tabla Nº1).

Estos capitales están interrelacionados con el entorno político-institucional, que a su vez está compuesto por las instituciones públicas y privadas, las po-líticas y la legislación que condicionan los medios de vida. Como efecto de la interacción surgen las estrategias en materia de medios de vida. Ellas son las

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Figura Nº1: Marco analítico del Enfoque de medios de vida sostenibles (EMVS).Fuente: Adaptación de la autora sobre la base de DFID (1999).

Tabla Nº1: Capitales en posesión o con acceso para poblaciones rurales

Capital Descripción

Humano Conocimiento, destrezas, estado de salud y nutrición, capacidad productiva y de gestión, nivel educacional.

SocialPertenencia a redes y organizaciones, relaciones de confianza y de reciprocidad (parentesco, amistad, relaciones entre empleador y empleado).

FísicoMaquinaria, herramientas, casas seguras, aprovisionamiento de agua (adecuado en cantidad y calidad), acceso a medios de comunicación, infraestructura económica (carreteras, suministro de energía) y social (escuelas, hospitales).

NaturalElementos tangibles como tierra, recursos hídricos, pastos, bosques; e intangibles, como biodiversidad, atmósfera.

Financiero Efectivo (ingresos y ahorros), pensiones, subsidios, capital líquido fácilmente convertible (ganado).

Fuente: Elaboración propia en base a bibliografía consultada.

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maneras como se usan y combinan los capitales que están al alcance de las poblaciones. La aplicación de las estrategias, finalmente, genera los logros en cuanto a medios de vida.

Todos los elementos del marco analítico se deben especificar durante la etapa del diagnóstico. Especial importancia adquieren, en este contexto, los distintos capitales y su utilización, ya que representan el potencial que tienen los grupos humanos que están sumergidos en un contexto de vulnerabilidad y que, como plantea el enfoque, debería ser activado frente a los desafíos de la realidad.

Los principios subyacentes al enfoqueComo se señaló al inicio del artículo, el foco de atención de los medios de vida son las personas y, en especial, su capacidad de superar la pobreza, atributo de su condición de vulnerabilidad. Mediante el uso de técnicas específicas de análisis (que se detallan más adelante) el enfoque involucra totalmente a los pueblos, respeta sus visiones y trabaja para contribuir a que puedan lograr sus propios objetivos con respecto a los medios de vida, teniendo en cuenta ciertas consideraciones relacionadas con la sustentabilidad. Además, aborda las situa-ciones concretas desde una perspectiva holística; lo que no sólo significa que la realidad se analice de manera multidimensional, sino también que se asuma una perspectiva más amplia de modo transversal, en cuanto a los sectores, culturas, grupos sociales y actores.

El enfoque pretende ser dinámico; es decir, que pueda reaccionar a cambios en los contextos micro y macro, y promover la adaptación pertinente de estrategias y acciones, especialmente por parte de las instituciones involucradas, ya que ellas tienden a asumir posturas estáticas. También persigue ser flexible, en cuanto a continuar desarrollándose e incorporar elementos adicionales, si fuera necesario.

El análisis de la situación, al inicio del proceso, no se concentra –como ocurre en otras metodologías de trabajo– en los problemas que existen, sino que se coloca el mismo o más peso en las potencialidades de superación de estos problemas. A menudo se trata de visualizar y crear conciencia de estas potencialidades, que de todas maneras reflejan rasgos concretos existentes. Naturalmente, el punto de partida lo conforma la identificación de problemas y necesidades, pero la inda-gación de soluciones que emergen de los capitales que los propios destinatarios poseen, adquiere un rol muy importante.

Otra característica del enfoque es fortalecer los lazos entre el nivel local y el institucional y político. Es su intención lograr que las necesidades y aspiraciones de los pueblos de alguna manera encuentren cabida en el análisis, la planificación y formulación de políticas.

En los esfuerzos destinados hacia el desarrollo se conjugan las acciones de entidades públicas y privadas, y se promueve la generación de alianzas. Éstas incluyen no sólo a instituciones estatales y organizaciones no gubernamentales, sino también a las empresas, así como a redes y asociaciones entre los mismos miembros de una población.

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Finalmente, todo desarrollo debe buscar la sostenibilidad a largo plazo. Esto se logra estableciendo un equilibrio entre las dimensiones económica, institu-cional, social y ecológica. Un medio de vida es sostenible si soporta perturba-ciones y tensiones externas y no depende de apoyo externo, y si lo hace, debe ser económico e institucionalmente sostenible. Además, tiene que mantener la productividad de los recursos naturales y no menoscabar o amenazar opciones de medios de vida de otros (DFID, 1999).

Canasta de métodos y técnicas participativasEn el contexto de la investigación participativa surgieron diversos métodos y técnicas participativas, que están siendo utilizadas en enfoques participa-tivos de trabajo con destinatarios, desde hace ya dos décadas. El conjunto de principios y técnicas denominado Diagnóstico Rural Participativo (DRP) ha sido uno de sus más conocidos exponentes. A estas mismas herramientas recurre el EMVS; se halla en congruencia con el principio de estar centrado en la gente, pues su propósito es aplicarlas conjuntamente con los destinata-rios. Para esto tiene que responder a ciertas exigencias, como la presencia de elementos visuales, la aplicación transversal en todas las etapas del trabajo de desarrollo y otras que se explicitan en la literatura clásica sobre el tema (Pretty et al., 1995).

La actividad forestal y los medios de vida sostenibles

Si se quiere aplicar el EMVS al desarrollo forestal se debe identificar primero las con-tribuciones de los bosques a la consecución de los medios de vida sostenibles.

Bosques y medios de vida sosteniblesPor un lado, el bosque es un importante productor de bienes de subsistencia para la población rural. Es el caso de la leña, que se extrae para cocinar y calefaccionar el hogar, y de las maderas, que se usan para construir cercos, galpones, casas, etc. Pero, el bosque también alberga otros productos, que son utilizados cotidiana-mente por la familia rural: hojas, frutos y corteza de árboles, como medicinas tradicionales; frutos y hongos, que forman parte de la dieta campesina; frutos, cortezas, líquenes y raíces, que sirven para elaborar tinturas usadas en artesanía de lana; animales del bosque, que pueden ser un complemento alimenticio; ramas de árboles, como el laurel (Laurelia sempervirens) y el canelo (Drimys winteri) que se utilizan en rituales religiosos del pueblo originario mapuche.

Por otro lado, muchos de los productos mencionados también se venden para generar ingresos. El piñón de araucaria (Araucaria araucana), la avellana (Gevuina avellana), la murta (Ugni molinae), la rosa mosqueta (Rosa moschata) y hongos como los digüeñes (Cyttaria spp) tienen un mercado estacional pero recurrente. También se comercializan con fines decorativos: hojas de helechos

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(Lophosoria quadripinnata, Lycopodium) y de avellano, barba de palo (Usnea spp), etc. La venta de leña constituye, en numerosos lugares, una fuente de ingreso sustancial. Lo mismo se puede afirmar de otros productos forestales madereros, como rollizos o postes.

Además de los bienes que sirven para el consumo de las propias familias cam-pesinas y de los que se destinan a la venta, los bosques también producen beneficios indirectos. Entre ellos encontramos los sitios de valor espiritual y los lugares de belleza escénica. El bosque puede servir de resguardo a los animales, sobre todo en invierno. Asimismo, también cumple funciones de protección de cuencas hi-drográficas y de conservación de la biodiversidad, tanto de flora como de fauna.

Reducción de la pobreza mediante los bosquesFrente al desafío de la reducción de la pobreza, se analizará el papel que el bosque puede jugar en ese contexto, teniendo como base las líneas de acción que plantean FAO y DFID en una publicación reciente (DFID/FAO, 2002). Al mismo tiempo, se intentará reflejar algunos lazos directos con la realidad chilena.

Fortalecimiento de capacidades y derechos. Bosques y árboles contribuyen a reducir la pobreza cuando la población local es capaz de tomar adecuadamente –es decir, con criterios de sustentabilidad– sus propias decisiones. Estos procesos de fortalecimiento requieren la facilitación de actores con experticia. En Chile, en la actualidad, los actores predominantes son las instituciones forestales, or-ganizaciones no gubernamentales y fundaciones del sector forestal.

Derechos concretos de tenencia de la tierra permiten a la población local aumentar sus medios de vida. Aunque en Chile la tierra boscosa está mayori-tariamente en manos de privados, también existen situaciones en las cuales la población local quisiera utilizar recursos forestales estatales o privados, sobre todo en casos donde antaño ese uso era posible. Esta situación se presenta, fun-damentalmente, con respecto a los pueblos originarios.

No obstante, disponer de los derechos no es suficiente, si no se cuenta con la capacidad de reivindicarlos y defenderlos ante actores más poderosos. El acceso sim-ple y transparente a esta información es indispensable en el enfoque señalado.

Reducción de la vulnerabilidad. Como un elemento entre varios que propor-cionan oportunidades para la satisfacción de necesidades, se encuentra la planta-ción de árboles en o alrededor de tierras agrícolas o predios. El reto, además de usar los recursos forestales existentes, es ir generando nuevos o complementarios. De hecho, CONAF acude a numerosos propietarios con distintas ofertas de mane-jo de recursos forestales, exóticos y nativos; pero, generalmente, estas opciones no surgen de un análisis integral en un momento dado, sino de intervenciones individuales que coinciden o se traslapan en el tiempo.

Los autores plantean, también, que la reducción de la vulnerabilidad está relacionada con la necesidad de aliviar el peso de las obligaciones legales que implica el manejo sustentable para la población rural, simplificando procedi-mientos. Al respecto señalan: “La reglamentación necesita enfocarse más en el

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control de los excesos de los poderosos que en limitar el uso por parte de los pobres” (DFID/FAO, 2002: 15).

La utilización de los recursos forestales basada en pautas claras, ha permitido la generación de experiencias exitosas, en países del hemisferio norte1 y en Gambia, por ejemplo. Naturalmente, esta estrategia requiere la superación del mito que la población rural es el mayor agente de depredación de los recursos naturales.

Captación de las oportunidades emergentes. Eliminar las barreras de acceso al mercado es, para este eje de acción, el primer objetivo. Para lograrlo, es indis-pensable que los productores cuenten con información acerca del valor de los productos forestales. En un momento de transición ellos requieren de apoyo para analizar los mercados y sacar provecho de distintos patrones comerciales, como también para manejar los riesgos del mercado.

El apoyo para la constitución y el fortalecimiento de pequeñas empresas fores-tales es otro objetivo. Asimismo, se deben generar formas de crédito adecuadas.

Abordaje vía alianzas. Es importante que la base participe en la formulación de políticas e identificación de prioridades para la acción, para asegurar que sus ideas, aspiraciones y necesidades encuentren cabida en las políticas forestales. Una buena estrategia es la elaboración de planes forestales, en el ámbito co-munal y local; los que, a su vez, estarían comprendidos dentro de un plan de mayor jerarquía.

Por lo general, las soluciones a problemas de un solo sector no lograrán la superación de la pobreza. Para conseguir esto se necesita coordinación interins-titucional; requerimiento que demanda mucha comunicación y negociación. En la actualidad, en la mayoría de los casos, cada institución persigue sus fines indi-viduales en vez de abordar la pobreza vía un sistema de flujos de comunicación, análisis, experiencias concretas, seguimiento, evaluación y aprendizajes.

Al mismo tiempo, se vislumbra como necesario que distintos tipos de actores del sector público y privado formen alianzas con la población rural para abordar la pobreza. Entre estos actores se encuentran las instituciones del Estado, las organizaciones no gubernamentales y la industria.

APRECIACIÓN DEL EMVS

¿Existen puntos de traslape entre el enfoque presentado y la extensión forestal par-ticipativa? ¿Qué es lo distintivo del enfoque de los medios de vida sostenibles?

Desde el punto de vista metodológico, la propuesta coincide plenamente en lo que se refiere al uso de métodos y técnicas participativas. Desde los orí-genes del PCMSBN se ha promovido el uso de las herramientas contenidas en el Diagnóstico Rural Participativo, haciendo hincapié en aplicarlas no sólo durante

1 En este contexto, también se encuentra el ejemplo de Austria, donde se implementó una “cámara fo-restal”, que a su vez cuenta con asesores forestales que orientan a los socios de ésta. Mediante esta estructura, el Estado garantiza una supervisión forestal y prescinde del tradicional deber que tenían los propietarios forestales de presentar planes de manejo. Fuente: comunicación personal de Stepan Uncovsky, GTZ.

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el diagnóstico, sino a través de todas las etapas de desarrollo de un proyecto o programa (Ortega, 1997).

Asimismo, se reconocen entre los principios señalados, paralelos con aquellos que guían, el enfoque participativo de extensión (Kandzior, 1999). Es el caso de la perspectiva holística, en cuanto al carácter multidimensional de la comprensión de la realidad rural. También se presentan en el hecho de atribuir un rol decisivo a las poblaciones rurales a través de la valorización de sus conocimientos; y de identificar sus dificultades y posibles soluciones, sobre la base de sus percepcio-nes, así como fortalecer, en general, su capacidad de gestión.

De este modo, se plantea como necesaria la colaboración y coordinación inter-institucional, para lograr una respuesta integral a las necesidades expresadas.

Salvo excepciones, como es el caso de la confección de planes de desarrollo forestal comunitario en la región del Maule, el involucramiento de las comuni-dades en la formulación de marcos para la acción en el ámbito político aún es incipiente (CONAF región del Maule, 2003).

Se reconocen en el EMVS numerosos elementos conocidos, pero es nueva la manera integral de aplicar sus componentes principales: marco conceptual, principios y metodología. Dentro de este escenario existen algunos elementos distintivos:— Muchos enfoques de trabajo entran a través de la identificación de proble-

mas, lo que posiblemente sea un legado de nuestra formación en el método científico, en el trabajo con poblaciones rurales. Inclusive, en los diagnósticos se resaltan más las limitaciones que las potencialidades. Si bien es posible que el EMVS también aborde los problemas, se hace un claro énfasis en aspectos positivos capitalizables en términos de desarrollo. Estos aspectos están rela-cionados a los activos que hemos señalado con anterioridad: social, humano, financiero, físico y natural.

— Se resaltan los lazos entre decisiones políticas y actividades emprendidas por las familias, es decir, las interacciones entre fuerzas y poderes, entre actores, deben estar presentes en el análisis y la concepción de programas de superación de la pobreza, mediante el desarrollo forestal.

— Tal vez el planteamiento más innovador sea el que se formula acerca de la disminución de las barreras legales para proporcionar un acceso más expedito de los pequeños propietarios forestales a sus recursos boscosos.

— Atribuye gran importancia a la acción mancomunada de varios actores y, específicamente, al involucramiento de las empresas en estas alianzas, bajo distintas modalidades. Aquí la noción de “alianza” se distingue de “relaciones”, porque una alianza pretende traer beneficios para todos los actores que en ella participan. Una de éstas puede ser los convenios de producción (out-grower-schemes) con propietarios de bosques, pero también entran en este marco alianzas para la comercialización. De esta manera, pequeños propietarios de bosque podrían tener acceso a la venta de productos madereros asociándose a medianos propietarios, ya que a menudo los primeros no pueden lograr los volúmenes requeridos en el mercado.

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REFLEXIONES SOBRE LAS CONSECUENCIAS PARA LA EXTENSIÓN FORESTAL PARTICIPATIVA

Las siguientes reflexiones se formulan con respecto al accionar futuro de la extensión forestal, tomando en consideración uno de los siguientes escenarios: que el EMVS se adopte como un marco analítico y de acción para proyectos de manejo forestal comunitario, y/o que dentro de él se elijan algunos elementos como orientadores futuros.

El primer análisis es acerca del carácter de la extensión forestal. Tendría que ocurrir una “sana” instrumentalización en pos de un objetivo común, que sería la superación de la pobreza. Esta condición de herramienta no siempre se ha hecho evidente y pareciera que el establecimiento de relaciones horizontales y de empatía hubiese tenido una importancia en términos de objetivos.

El perfil claramente integral del enfoque requiere una visión holística, que una mirada técnica monotemática no puede arrojar. Para lograr esta visión, hay que eliminar barreras de celos y de competencia inter e intrainstitucionales.

Relacionado a lo anterior, un caso específico que se halla en el contexto se encuentra en las relaciones entre instituciones públicas y empresas privadas. Construir una relación entre ambos entes es todo un reto, que requiere superar prejuicios, abrir mentes y construir confianza. Mediante el establecimiento de alianzas empresa privada-comunidades también se abordaría el tema de los costos de la extensión forestal; un aspecto que –como se señala al inicio del artículo– en la actualidad es discutido.

Aunque no es difícil imaginar las dimensiones de discusión que se generarían en caso de querer alivianar las restricciones legales para el uso de los recursos forestales, parece importante, al menos, analizar a fondo los paradigmas relacio-nados a los planes de manejo y de ordenación. Algunos opinarán que el nivel de conciencia ambiental existente en Chile no facilitaría la introducción de seme-jantes medidas. Por otro lado en países en vías de desarrollo, como Gambia, tales medidas fueron introducidas con éxito. Además, es una limitante que también se puede enfrentar con disposiciones oportunas. Por último, sustituir los actuales procedimientos complejos por mecanismos más sencillos también podría contri-buir a la disminución de los costos de la extensión forestal participativa.

Se vislumbra que, en varias de las situaciones aludidas anteriormente, el peso de la extensión forestal debiera cambiar desde lo técnico-forestal a temáticas de otra índole. Así, por ejemplo, en el caso de otorgarle más libertad de acción a los pequeños propietarios de bosque, el aspecto medioambiental requeriría mucha más importancia. Frente a las alianzas entre empresas privadas y comunidades o grupos de productores se abre toda una gama de aspectos; en los cuales, las comunidades necesitarán capacitación en temas como organización, negociación, manejo de conflictos. Este tipo de alianza requiere un fortalecimiento de los grupos humanos concernidos, con respecto a las capacidades que son necesarias para establecer relaciones equitativas con socios poderosos, como las empresas (Mayers et al., 2002).

El efecto de la aplicación del EMVS sobre la pobreza es un resultado de la sinergia de varias de sus características: del hecho que el análisis de la situa-

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ción se basa en las potencialidades más que en los problemas en sí, y que de esta manera respalda y promueve el empoderamiento de las comunidades; del abordaje multipropósito del bosque, que reconoce el papel importante de los productos forestales no madereros con relación a la subsistencia, pero también a la comercialización; de la perspectiva holística, que tiene como consecuencia una intervención concertada de las instituciones pertinentes en los predios, con-jugando los distintos componentes productivos; de su preocupación por mejorar las oportunidades para acceder a mercados, apoyando para esto la creación de redes y otras formas asociativas.

Este efecto sinérgico también será fruto de un considerable esfuerzo de intercambio, de crear consenso y de coordinación. A primera vista, no se identi-fican muchos ejemplos conocidos que hayan sido demostrativos en este sentido. Sin embargo, entre las experiencias piloto y proyectos pequeños, es posible identificar casos prometedores. A través de estos casos, todavía singulares, que muestran logros resultantes de emprendimientos concretos, y de su consecuente multiplicación y ampliación en escala, se pavimentará, poco a poco, el camino hacia este objetivo grande y poderoso que es la superación de la pobreza. La discusión sobre el futuro de la extensión forestal está abierta. Miradas más allá del contexto inmediato, proporcionan insumos frescos y actualizan enfoques y procedimientos; elementos indispensables para afrontar los importantes desafíos existentes.

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Desarrollo rural en áreas forestales y metodologías participativasLUIS ASTORGA

INTRODUCCIÓN: POBREZA EN EL SECTOR FORESTAL

El simple recorrido por las áreas montañosas, desde el norte de México al sur de Chile, permite apreciar –al observador analítico– la presencia de dos realidades que caracterizan esas montañas, otrora pobladas de bosques: por una parte, la destrucción de esos mismos bosques, y su reemplazo por potreros ganaderos y cultivos agrícolas en las laderas, lo que ha provocado erosión de grandes superfi-cies de suelos. Por otra, la pobreza que caracteriza a la mayoría de sus habitantes, campesinos e indígenas.

Esta realidad, presente en América Latina, se hace aún más evidente en el sector forestal chileno, en el que coexisten dos situaciones opuestas:— Un sector de plantaciones e industrias muy activo y organizado, de grandes

inversiones, que muestra un rápido incremento productivo y de exporta-ciones, con significativas utilidades que tienen una influencia decisiva en las cifras macroeconómicas sectoriales.

— Tanto en las áreas de plantaciones como en las de bosques nativos, convi-viendo con el sector de grandes inversiones, en el ámbito local, diseminadas a lo largo de la cordillera de la Costa y de los Andes, desde la VI a la X re-giones; se encuentran más de 100 mil familias –campesinas e indígenas– en la pobreza y extrema pobreza, que presentan índices de desarrollo humano muy bajos, como lo muestran las cifras del Informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo para las comunas forestales (PNUD, 2000).

En el resto de Latinoamérica, si bien no tenemos cifras específicas para el sector forestal, la pobreza rural se ha mantenido en el 54% del total rural, entre 1980 y 1997 (Echeverría, 2000). Sin embargo, de acuerdo al mismo autor, la extrema pobreza ha subido del 28% al 31% en igual período, lo que se manifiesta con mayor claridad en las áreas forestales, dado que en ellas va acompañada de la paulatina destrucción de las capacidades productivas de los recursos naturales (es-pecialmente suelo, agua y vegetación), agudizándose la situación de pobreza.

Los gobiernos –apoyados o no por la cooperación internacional– y muchas ONG’s, han realizado esfuerzos para combatir la pobreza rural en áreas forestales,

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pero han sido insuficientes, discontinuados o con metodologías poco adecuadas (paternalistas, asistencialistas o tecnócratas) para una realidad distinta a la de las zonas agropecuarias tradicionales. Es posible afirmar que, con escasas ex-cepciones, las iniciativas del Estado, de las organizaciones y de la cooperación internacional, no han logrado hacer sustentables los sistemas productivos en las laderas y sectores de bosque nativo, ni tener éxito en el combate a la pobreza rural en zonas forestales.

SISTEMAS PRODUCTIVOS1 NO SUSTENTABLES EN LAS ÁREAS FORESTALES

Origen histórico

La pobreza rural en las áreas forestales es un problema histórico, cuyos orígenes se remontan al período de la conquista española. Al ser usurpadas las mejores tierras por los conquistadores (Bengoa, 1985; Newson, 1992), numerosas poblaciones indígenas que no se sometieron fueron empujadas hacia la periferia; hacia las áreas boscosas y las montañas. Este proceso de ocupación se prolongó más allá de los períodos de la colonización y continuó después de la independencia, hasta tarde en los períodos republicanos. Ya no fueron los europeos quienes usurparon tierras a los indígenas, sino sus descendientes criollos (Bengoa, 2000). De esa forma se generaron grandes latifundios, que desarrollaron la agricultura y ganadería extensiva en las tierras que originalmente estaban con bosques, los que fueron quemados.

Por sus características de uso extensivo de los recursos naturales, los latifun-dios no ofrecían posibilidades de trabajo a la creciente población rural, lo que fue, a su vez, una causa de emigración del campesinado hacia los pueblos y las áreas boscosas y marginales.

Este proceso migratorio –indígena y campesino– hacia sectores cubiertos de bosques y de topografía montañosa, fue una de las causas de un problema característico de Chile y del resto de América Latina, que ha combinado la destrucción de los recursos naturales (bosques, suelos, aguas, biodiversidad) con el proceso de empobrecimiento de la población rural que se estableció en esas áreas (Nygren, 1995).

Otra forma de penetración hacia los sectores de bosques nativos, que tam-bién tuvo efectos en la formación del sistema productivo campesino en las áreas forestales, fue el ingreso de empresas madereras con aserraderos móviles que explotaron bosques con especies de alto valor, y que luego de terminar la madera valiosa y paralizar su actividad, dejaron a los trabajadores abandonados en el lugar, sin medios de subsistencia, obligándolos a quemar los bosques y a cultivar áreas forestales.

Las políticas del Estado, en especial en la segunda mitad del siglo XIX y du-rante la primera del siglo XX, favorecieron la colonización en zonas boscosas. El

1 Al hablar de sistemas productivos, se hace referencia tanto a la pequeña y mediana propiedad, como a propiedades comunitarias de mayor tamaño; que pueden ser, en ambos casos, campesinas o indígenas.

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Estado entregaba tierras gratuitamente y promovía su ocupación, por nacionales y extranjeros. El bosque era eliminado a fuego, generándose un sistema productivo agrícola y ganadero, sin importar el grado de pendiente o la fragilidad de los suelos, lo que provocaba su erosión, en especial en los lugares más lluviosos. El Gobierno favoreció la corta y quema de los bosques durante muchos años –hasta entrada la década de 1970–, ya que dichas actividades constituían un aspecto positivo para el otorgamiento de títulos de dominio de terrenos fiscales. Este método de habilitación de tierras agrícolas (de roce y fuego) fue el principal sistema que grandes, medianos y pequeños propietarios (chilenos y extranjeros) utilizaron para ampliar la frontera agrícola, siendo favorecidos por la autoridad.

Características del sistema productivo no sustentable

A partir de los procesos históricos, resumidos en el punto anterior, se fueron generando sistemas productivos agrícolas y ganaderos en las laderas, eliminando el bosque para producir alimentos y sobrevivir.

En esos terrenos inicialmente la productividad fue muy alta, por la gruesa capa de suelo vegetal que se había formado con el transcurso de los años. No obstante, la corta y quema del bosque y el intenso cultivo, fueron provocando la destrucción del suelo y la pérdida paulatina de su fertilidad. Esto hizo bajar la producción, afectando los ingresos y la satisfacción de necesidades de las familias campesinas e indígenas, como se representa en el gráfico siguiente (Figura Nº1).

En muchos casos, el sistema productivo disminuyó de tal forma su capacidad de satisfacer las necesidades de alimento que, al cabo de pocos años, las familias tuvieron que emigrar hacia otros sectores de características similares. En ellos reprodujeron el mismo mecanismo de corta-quema-cultivo, llamado “agricul-

Figura Nº1: Producción e ingreso de sistemas productivos no sustentables en áreas forestales.

Productividadde recursosnaturales

Producción

Ingreso

Satisfacciónde las

necesidadesbásicas

Tiempo

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tura migratoria, itinerante o nómada”. Este proceso, con diversas características y matices, se realizó en todos los países latinoamericanos, en especial durante la primera mitad del siglo XX, desarrollándose actualmente aún en varios de ellos (Serrao, 1993).

En Chile casi no existe agricultura migratoria como tal, debido a que los terrenos libres del Estado se están terminando y las superficies a colonizar se hallan en territorios inhóspitos del extremo sur –en Magallanes y Tierra del Fuego– donde no es posible desarrollar la agricultura. Sin embargo, el proceso histórico dejó como resultado más de 100 mil familias campesinas e indígenas que viven en terrenos forestales del centro-sur de Chile, subsistiendo precaria-mente en sistemas de baja productividad.

La necesidad de sobrevivir en un medio adverso, en el que existe una paulatina destrucción de los recursos naturales, con falta de oportunidades de educación, salud y servicios sociales, sumado a la desesperanza y el sentimiento de que no existe otra posibilidad, presiona a las familias campesinas a continuar utilizando sus recursos de forma tal que, tarde o temprano –y tienen conciencia de ello–, sólo pueden generar más pobreza y un grado mayor de destrucción de sus recursos naturales y capacidades productivas. La agudización de la crisis del sistema productivo y la marginación del mercado, disminuyen las posibilidades de supervivencia de la familia campesina, empujando a los/as jóvenes hacia los pueblos y ciudades, en busca de nuevas perspectivas o áreas de frontera agrícola. En las comunidades rurales sólo van quedando los ancianos y los niños pequeños, hasta el término de la escuela primaria.

Muchas tierras, aún con bosque nativo, son compradas a bajo precio por empresas forestales que terminan por eliminar este recurso, plantando en re-emplazo pinos y eucaliptos.

Por las características mencionadas, el proceso de empobrecimiento va de la mano con la disminución de la capacidad de decisión del ser humano respecto a sus recursos naturales; lo que unido a la falta de tecnología, financiamiento, acceso a los mercados y organizaciones débiles, disminuye su capacidad de gestión productiva. A esta falta de poder o capacidad de decisión, se agrega la precaria legalidad del sistema de tenencia de los recursos naturales. Frecuentemente se carece de títulos de dominio y su ocupación puede ser cuestionada, lo que profundiza la falta de capacidad de decisión de los campesinos sobre su sistema productivo.

En las áreas que todavía tienen bosques o donde la influencia humana aún no es significativa en los ecosistemas, distintos grupos de interés presionan a las comunidades y les colocan restricciones para el uso de los recursos naturales, junto a los cuales han vivido históricamente. Muchos actores (investigadores, ambientalistas, agencias del Gobierno y de desarrollo, madereros, empresas fo-restales, industrias farmacéuticas, ecoturistas) se creen con derecho a intervenir, de acuerdo a sus propios intereses (Nilsson, 1999).

En resumen, se puede afirmar que la comunidad campesina e indígena, en áreas forestales, vive un proceso de empobrecimiento y de pérdida de su poder de decisión en el uso y aprovechamiento de los recursos naturales (tierras, bosques,

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aguas) y de otros elementos del sistema productivo, como tecnología, capital, financiamiento, mercados; lo que configura una situación de dependencia, falta de oportunidades, injusticia y marginación, que son característicos de un sistema productivo no sustentable.

Pese a que el cambio de esta situación es un imperativo humano, ético, políti-co, social y económico, los esfuerzos realizados por el Estado o por organizaciones nacionales o internacionales de cooperación, no son suficientes. Generalmente, los métodos de intervención social –basados más en subsidios, que en financia-miento al desarrollo– no han sido adecuados para provocar el cambio de estos sistemas productivos no sustentables.

Ante situaciones de pobreza y emigración por parte de los jóvenes, muchas familias campesinas han optado por vender sus predios a empresas forestales de plantaciones y emigrar a los pueblos vecinos. Esta situación, que se intensificó en la década de 1980 y 1990 en la VIII Región del Biobío, se ha extendido hacia la IX y X regiones, en el decenio de 1990 y los primeros años del 2000. En muchos casos, empresas forestales de plantaciones han presionado, en forma directa o indirecta, a familias campesinas para comprarles sus predios.

CONDICIONES PARA EL CAMBIO EN EL SISTEMA PRODUCTIVO

El cambio de la realidad descrita en el punto anterior, plantea una serie de in-terrogantes que es necesario analizar. La primera de ellas es:

¿Existen posibilidades reales de un cambio en los sistemas productivos no sustentables, campesinos e indígenas, en terrenos de aptitud forestal?

Una respuesta positiva –que implicaría transitar hacia un sistema productivo sustentable– debería considerar, al menos, los siguientes elementos:— Elemento psicológico. La familia campesina o indígena cambia de una actitud

pasiva respecto al medio y la sociedad, para asumir que ya no es un objeto de las circunstancias, sino un sujeto de desarrollo. Se apropia de la idea de que el desarrollo depende, en forma importante, de su propia actitud.

— Elemento económico. El sistema productivo debe generar productos e ingresos para la satisfacción de necesidades familiares, sin destruir el medio ambiente.

— Elemento social. El sistema productivo debe dar oportunidades de trabajo (remunerado, directa o indirectamente), de salud, educación y recreación, a los miembros de la familia que actualmente deben emigrar.

— Elemento político. La familia y comunidad campesina o indígena, participan acti-vamente en organizaciones locales y tienen capacidad de opinión y de decisión.

— Elemento ambiental. La familia campesina e indígena y la comunidad manejan sus recursos naturales, de forma que mantienen o aumentan su capacidad productiva o de renovación.

Es posible hallar estos cinco elementos en numerosas comunidades rurales en áreas forestales, en diferentes etapas de desarrollo y con distinto grado de in-tensidad, lo que permite responder positivamente a la pregunta inicial. Algunos

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ejemplos se pueden encontrar en Astorga et al., (1995), Kenny-Jordan et al., (1999) y FAO-FTPP-GTZ (1999).

Una segunda interrogante, que se desprende de la respuesta positiva anterior, es:¿Cuáles son las condiciones para dicho cambio?En primer lugar, es necesario reconocer que la comunidad rural es la única

que por sí misma puede y debe tomar la decisión en la resolución de sus pro-blemas, e iniciar un proceso de crecimiento y desarrollo. Por muy buenas que sean las intenciones del Estado y de organizaciones que apoyan proyectos, por muchos recursos y excelentes y bien capacitados extensionistas o facilitadores que dispongan, si la comunidad no toma la decisión e inicia un cambio decidido y planificado, con la participación de todos y todas, no habrá transformaciones positivas en el corto o largo plazo.

En segundo término, es necesario también reconocer la necesidad de una ac-ción externa a dicha comunidad –sea local, nacional o internacional–, que puede jugar un rol importante y justificable sólo en la medida que facilite o estimule el proceso de cambio. La acción externa de intervención –llámese programa o proyecto– no puede tomar decisiones “en nombre de la comunidad”, pero sí puede apoyar a la comunidad en la acumulación de poder para decidir e implementar el cambio, lo que significa un aumento del capital social.

Por estos motivos, un proyecto de desarrollo rural que implica una interven-ción social se justifica en la medida en que facilita o estimula la acumulación de poder o capacidad de decisión en la comunidad rural para el cambio social, económico y ambiental; generando un proceso decidido y asumido por la mis-ma comunidad, con igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, y cuyo objetivo principal está orientado a la satisfacción de las necesidades humanas.

METODOLOGÍAS PARTICIPATIVAS: INSTRUMENTOS PARA EL CAMBIO Y LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL SOCIAL2

Conceptos introductorios: período de intervención

Se ha afirmado previamente, que los procesos locales de desarrollo, incluyendo el manejo adecuado de los recursos naturales, se verán favorecidos al potenciar las capacidades particulares de autogestión para el cambio en el sistema productivo; facilitarlo significa un período de intervención para apoyar a la comunidad en la acumulación de poder (capacidad de decisión y capital social) para decidir e implementar dicho cambio.

Para que este apoyo sea eficiente, en la acumulación de capital social por parte de la comunidad, es necesario utilizar instrumentos metodológicos que permitan generar un proceso que se inicia con el análisis y apropiación de la comunidad rural de su historia y realidad; pasa por la toma de conciencia de sus

2 Esta sección se basa, principalmente, en el libro de Brenes, C. 1998. Pedagogía de la Negociación FTPP-FAO, CCAB-AP geográfica, San José, Costa Rica; y, en experiencias personales del autor.

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aptitudes, problemas, oportunidades y limitaciones; para llegar a una etapa de planificación y ejecución de actividades, que le permitirá reforzar un proceso de desarrollo.

Estos instrumentos metodológicos han evolucionado con el tiempo y se han ido mejorando con la experiencia práctica. Su aplicación no es mecánica; debe ser analizada y planificada cuidadosamente para cada comunidad, cuya situación es única.

Alguno de estos instrumentos son los siguientes:— DRPEG. Diagnóstico rural participativo con enfoque de género.— FODA. Instrumento de análisis de fortalezas, oportunidades, debilidades y

amenazas de la comunidad para su desarrollo.— Planificación participativa.— Planificación e implementación de proyectos productivos.

Diagnóstico rural participativo con enfoque de género (DRPEG)

Tradicionalmente, el diagnóstico era planificado y realizado por los actores ex-ternos, de acuerdo a sus parámetros, criterios, necesidades y ritmos. Su función principal era proporcionar información a dichos actores, para orientar el trabajo de intervención comunitaria.

Para que el DRPEG sea un instrumento que permita a la comunidad mejorar su capacidad de decisión sobre el manejo de sus recursos naturales y apropiarse de su realidad, debería tener, al menos, las siguientes características:— El diagnóstico debe ser una herramienta de reflexión de la comunidad sobre

sus problemas, recursos naturales y sus formas de uso y potencialidades; un instrumento que le sirva para conocerse a sí misma y a su propia realidad, y apropiarse de ella para el cambio.

— También debe considerar sus relaciones con otros actores y el medio urbano, de forma que el diagnóstico no solamente se quede en la comunidad, sino que salga fuera de ella.

— El diagnóstico no se debería pensar sólo como una línea base, sino como un sistema que permita generar, procesar, almacenar, analizar y usar la infor-mación y el conocimiento, para mejorar la toma de decisiones. Ello se debe realizar al ritmo local y no al de los actores externos.

— Se debe considerar el diagnóstico como un mecanismo para aumentar el capital social, que permita a los involucrados conocerse y relacionarse mejor, de modo que se establezcan confianzas y respeto mutuo.

— El enfoque de género es fundamental en el diagnóstico, porque permite visualizar al 50% de la población rural, que generalmente tiene otra visión y otra realidad social (FINNIDA, 1992).

Para que el diagnóstico se impregne de las características mencionadas, su pla-nificación y ejecución deben ser realizados por equipos interdisciplinarios junto a la comunidad. Esto requiere un proceso previo de interacción entre facilita-

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dores/as externos/as y comunidad, que establezca las bases de una confianza mutua. Una vez que ello exista, es posible planificar en conjunto el diagnóstico. De otra forma, se puede transformar en una nueva encuesta económico-social, sin valor para la comunidad.

Análisis de las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas (FODA)

El diagnóstico rural participativo con enfoque de género permite a la comunidad conocerse más a sí misma, asumir su realidad y estar en condiciones de planificar mejor su futuro. Sin embargo, antes de iniciar el proceso, podría ser necesario realizar un análisis de los elementos que ayudarían a mejorar su situación o de aquellos que podrían hacer fracasar sus planes. El análisis FODA permitirá hacer una evaluación comunitaria de los problemas, para comprender la lógica de la dinámica local y los mecanismos de poder interno. Este análisis también podría permitir discutir las estrategias de ejecución de los planes.

FODA analiza los siguientes aspectos:— Las Fortalezas que tiene cada comunidad para realizar actividades en con-

junto, identificando y analizando lo que ha salido bien.— Las Debilidades señalan y determinan las causas de lo que no ha salido bien.— Las Oportunidades dan cuenta, analizan y definen las posibilidades de cambio

positivo.— Las Amenazas identifican y examinan aquello que impide el cambio o lo

que podría hacer fracasar sus planes.

Para que la evaluación de FODA sea efectiva, es decir, un instrumento real de aná-lisis de la comunidad, es necesario que se invite a participar a todas las personas, hombres y mujeres, de modo que todos y todas puedan dar su opinión. Si la comunidad es muy numerosa, es posible formar grupos de no más de 15 a 20 individuos y luego consolidar las opiniones en plenarios. Los/as facilitadores/as deben evitar inducir las opiniones de la comunidad.

FODA no es, necesariamente, un ejercicio que se realiza en el contexto del diagnóstico y la planificación comunitaria, es una herramienta que se puede utilizar en muchas actividades de la comunidad, con diferentes objetivos, en especial para que ella se analice a sí misma frente a cualquier proyecto o acti-vidad que se plantee.

Planificación participativa

Conocida y asumida la realidad a través del diagnóstico, y efectuado el estudio de las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas, la comunidad está en mejores condiciones para plantearse una visión del desarrollo como grupo. Por ello, la planificación participativa no es una “nueva etapa”, porque ya comenzó desde los primeros pasos del diagnóstico, sino que fundamentalmente es una

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reflexión colectiva de la comunidad sobre su visión del futuro y de cómo poder avanzar en esa dirección.

Para el facilitador, la planificación participativa debe considerar un rompi-miento conceptual y práctico de lo que tradicionalmente ha sido la planificación, que termina una vez elaborado el documento del plan. Debe entenderla como un proceso de toma de decisiones permanente, en condiciones de incertidumbre y cambio, pero “tendiendo a consolidar capacidades locales de gestión tecnológica, socioeconómica y política” (Brenes, 1998: 61). Por ello, no es posible dar recetas de cómo realizarla, ya que en cada caso “se hará camino al andar”, como se hizo con el Planeamiento Andino Comunitario (Ramón, 1993), uno de los primeros en Latinoamérica.

Planificación e implementación de proyectos productivos

Uno de los aspectos más importantes para la ejecución de la planificación participativa es la identificación, formulación, evaluación e implementación de proyectos productivos, realizados por la propia comunidad. Ello permite desarrollar capacidades de emprendimiento y generar posibilidades de creci-miento productivo e ingresos, que aportan una base material para mejorar las condiciones de vida. Además, tiene como efecto importante el aumento en la autoestima y el inicio del cambio hacia una forma sustentable en el uso de los recursos naturales.

El DRPEG y FODA son espacios en los cuales la comunidad puede identificar re-cursos naturales y actividades, posibles de utilizar en nuevos proyectos productivos que por falta de conocimientos, de capital inicial y otros factores, no fueron posibles en el pasado. La planificación participativa abre la oportunidad para realizarlos ahora, a través de un proceso de construcción del conocimiento y apropiación de la metodología, para planificar e implementar proyectos productivos.

La facilitación de este proceso juega un rol esencial, ya que no se trata de elaborar proyectos para la comunidad, sino de abrir espacios y desarrollar capacidades de emprendimiento, para que sea ella la que identifique, formule, evalúe, busque financiamiento y ejecute sus iniciativas (agroforestería, leña, muebles, maderas, carbón, pequeñas especies, ganadería, viveros, plantaciones, ecoturismo, etc.).

ELEMENTOS DE SUSTENTABILIDAD EN EL CAMBIO DEL SISTEMA PRODUCTIVO E IMPACTOS ESPERADOS

Elementos de la sustentabilidad

El cambio hacia la sustentabilidad del sistema productivo campesino e indígena en áreas forestales, es un proceso lento y complejo que no se produce en uno o dos años. El apoyo a dicho cambio debe realizarse en rangos de tiempo de al menos cinco años. Durante esos períodos hay ciertos elementos esenciales

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que contribuyen a dar sostenibilidad al cambio; por esto, se deben desarrollar simultáneamente, ya que la falta de uno de ellos puede frustrar el proceso. Esto también lleva implícito una creciente capacidad de decisión y de participación en las decisiones, por parte de la comunidad rural, sobre los elementos que con-dicionan su sistema productivo:— La propiedad y/o derecho de uso de los recursos naturales: suelos, bosques,

agua, flora y fauna, son elementos esenciales del sistema productivo. Si el derecho de uso no está bien definido no es posible plantear usos o inversiones de largo plazo, que son elementos básicos de la sostenibilidad.

— El desarrollo tecnológico y los conocimientos que constituyen la capacidad de transformación de los recursos naturales en productos y servicios, sin pro-ducir su agotamiento. Debe emerger un nuevo saber, basado en la amalgama del acervo local y el de los técnicos que facilitan el cambio.

— La apropiación de mercados y de mayores márgenes de comercialización son esenciales para obtener mejores ingresos, al optimizar tecnológicamente la producción.

— El desarrollo de nuevos sistemas de financiamiento, más adecuados a las necesidades y realidad campesina e indígena, son elementos clave de la sus-tentabilidad.

— La mejoría en la capacidad de emprendimiento y de gestión en el manejo de proyectos y empresas, es un componente importante en la sostenibilidad del cambio en el sistema productivo.

— El reforzamiento del tejido y del capital social debe considerar un fuerte apoyo a las organizaciones locales, que juegan un rol significativo de sostén del sistema productivo.

— Las instituciones del Estado deben considerar una descentralización, para operar fluidamente a nivel local.

— Los municipios, como autoridades locales democráticamente electas, tienen posibilidades de impulsar la planificación y el desarrollo local, generando la concertación de todos los actores territoriales: empresas, comunidades, organizaciones, departamentos municipales y oficinas del Estado.

La eficacia en la facilitación para el cambio de un sistema productivo, cuyo objetivo sea mejorar las condiciones de vida de campesinos e indígenas susten-tablemente, se puede apreciar en el siguiente gráfico (Figura Nº 2). Finalizado el período de intervención la curva cambia y toma la forma en A, lo que demuestra una apropiación de su desarrollo por parte de la comunidad. Lo contrario se muestra en la curva B; en que luego del período de intervención la situación no ha cambiado. En este caso, no solamente se ha perdido una cantidad importante de esfuerzos y recursos –como sucede en un gran número de proyectos– sino que la comunidad rural resulta perdedora de esperanza y autoestima.

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Figura Nº 2: Efectos posibles de un período de intervención en sistemas productivos no sustentables en áreas forestales.

Impactos en el cambio sustentable de los sistemas productivos

La puesta en ejecución de un proceso de cambio en los sistemas productivos campesinos e indígenas –en el cual el protagonismo es de ellos y ellas– tiene considerables impactos, cualitativos y cuantitativos. Entre los primeros, el más significativo es el aumento en la autoestima de la población rural, que se siente con capacidad de ser actor de su desarrollo. Esto contribuye a un fuerte incre-mento de capital social, que es necesario para forjar procesos autogestionarios. Entre los segundos, el más importante es la generación de empleo productivo e ingresos, que permiten mejorar las condiciones materiales de vida.

El impacto más importante que se produce con el cambio en el sistema productivo es la nueva relación que se da entre las comunidades y sus recursos naturales; en especial, bosques, aguas y suelos. Un proceso exitoso conduce al manejo sustentable de los bosques, porque la nueva visión de la comunidad le otorga mayor valor a los recursos de los cuales depende su desarrollo.

Lamentablemente, las experiencias de este tipo que han dado vida a procesos de desarrollo son muy escasas en Latinoamérica. Es necesario identificarlas y sistematizarlas para aprender de ellas. Ese sería uno de los puntos de partida para su expansión a otras áreas; lo que no se ha logrado, en la mayoría de los casos.

Otro de los problemas más serios es la escasez de técnicos/as, prácticos/as o personal de formación superior, con formación de facilitadores/as para apoyar procesos de desarrollo comunitario o cambios en sistemas productivos en áreas forestales. Este aspecto puede limitar seriamente la expansión de experiencias exitosas.

Productividadde recursosnaturales

Producción

Ingreso

Satisfacciónde las

necesidadesbásicas

Tiempo

Período deintervención

Efecto de laintervención

A

B

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CONCLUSIONES

El desarrollo rural en áreas forestales es el desafío más importante del sector forestal chileno, si se quiere dar contenido al concepto de manejo forestal sus-tentable, en el marco del desarrollo sustentable. Este desafío no es solamente del Gobierno, las ONG’s o de las propias organizaciones de desarrollo rural y local, sino que es un desafío de TODOS los actores del sector, en especial, de las empre-sas que comparten un mismo espacio geográfico con las comunidades rurales. No es ni ético ni sustentable que al lado de los grandes imperios forestales, que están generando grandes utilidades a los grupos económicos, exista pobreza rural. Tampoco se trata del “chorreo”, que nunca llega, o de acciones de caridad y regalos de las empresas a las comunidades rurales.

Se trata de concertar a los actores locales: empresas, comunidades, municipios, organizaciones e instituciones, para decidir en conjunto su propio desarrollo. Si ello no ocurre y se agudizan las diferencias, no sólo se generará injusticia, inestabilidad, rencores y odios; sino que estos sentimientos pondrán en jaque cualquier tipo de desarrollo y de sustentabilidad.

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Reflexiones en torno a la extensión forestal en ChileALBERTO PEÑA

INTRODUCCIÓN

Cuando se trata el tema de la extensión forestal, normalmente se hace sólo en una de sus dimensiones: la discusión de lo que es en sí misma y su diferencia con otras opciones. Del mismo modo que el concepto de la participación, claramente también la extensión es un término polisémico; es decir, la interpretación de su significado ha tenido distintas expresiones para las personas que se han aproximado a definirla. Efectivamente, mientras que para algunos la extensión es un medio o subconjunto de la denominada educación popular; para otros se trata de un me-canismo de intermediación entre el Estado y un subgrupo de los poseedores de las explotaciones silvoagropecuarias –en este caso, el segmento de los campesinos y de los pequeños productores. En tanto, otros dirán que la extensión es un catali-zador del proceso de desarrollo de grupos de personas que administran factores de producción desmedrados, en un medio donde enfrentan una situación de carencia, en cuanto a sus activos de capital humano, físico, financiero, natural y social; y que viven y trabajan en un contexto (institucional y físico) sumamente desfavorable, lleno de restricciones y amenazas. También se dirá que la extensión permite co-rregir y subsidiar las relaciones asimétricas, en que se desempeñan los campesinos y pequeños productores en general. Además, se podrá señalar que básicamente es un mecanismo para elevar la capacidad de gestión de productores, tomando en cuenta las singularidades de su racionalidad económica y su avío cultural, su cosmovisión. Pero por sobre todo, se señalará que la extensión es un proceso de intervención foránea respetuosa, deliberante, participativa y democrática. De allí devendrá la identificación de los diversos métodos que se han estructurado para llevarla a cabo y en los cuales se agregará el calificativo de participativa.

No obstante, lo anterior no pasa de ser una de las dimensiones de la extensión, en la cual no se menciona que se trata de un medio para algo: una condición necesaria.

La extensión es mucho mejor que la transferencia tecnológica, debido a que esta última no deja de ser un método inductivo de traspaso de información, previamente “empaquetado”. La extensión, en cambio, supone un aprendizaje conjunto y un reconocimiento a los mutuos saberes e ignorancias, en el que debe primar el diálogo y donde lo que se busca es la autonomía en la gestión, sin caer en el clientelismo y/o el paternalismo estéril.

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En este documento no se profundizará sobre aquello, sino que se mirará la extensión como un componente de un propósito mayor, que es el Desarrollo Forestal Comunitario; el cual, para alcanzarse efectivamente, requiere de la ex-tensión como mecanismo de intermediación, antes que de otras formas de vin-culación, entre el mundo campesino y el de los técnicos y la institucionalidad.

En la perspectiva anterior, resulta interesante mirar el proceso de instalación en Chile del tema del Desarrollo Forestal Comunitario y, asimismo, observar las circunstancias en que evolucionó el concepto, las restricciones que ha enfrentado y las condiciones de éxito necesarias para su consolidación.

RESEÑA Y CONTEXTO HISTÓRICO DEL DESARROLLO FORESTAL COMUNITARIO

Cuando se analiza la génesis de la ingeniería forestal en el mundo, se puede ad-vertir que proviene casi de una concepción aristocrática. Tal como señala Hoskins (2000), en Europa fue principalmente una profesión elitista, reservada a los hijos de los propietarios de las haciendas. Estos jóvenes recibían capacitación en el manejo de los animales del bosque, destinados al deporte de la cacería, y en el cuidado de los árboles con fines estéticos y para la producción de madera. Otra función primordial era mantener alejada a toda persona no invitada, para lo cual, incluso, recibían formación militar. Esto hizo que los bosques fueran percibidos como espacios sin gente. Esta afirmación que hace Marilyn Hoskins refiere a la época del feudalismo, pero su conceptualización, de una u otra forma, fue per-durando hasta nuestros días. También se puede señalar, respecto de la ingeniería forestal que ella aparece aludida –aunque claro está no con ese nombre– en la descripción de los asistentes a la firma de la Magna Carta por el rey Juan de Inglaterra el 15 de junio del año 1215 cuando se refiere a los foresters, término que algunas traducciones al español lo definen como gobernadores forestales.

Esta concepción de la ingeniería forestal fue aplicada por los colonizadores, en las colonias que establecieron en los diversos continentes. Incluso, cuando se inician los procesos de independencia, los gobiernos nacionales la conservan durante un largo período. Recién en los años 1950 y hasta fines de los 1970, algunos comienzan a reorientar el concepto, para contribuir al desarrollo rural y mantener una mejor relación con las comunidades locales. Entre estas per-sonas hay que destacar los escritos de Jack Westoby en los años 1950 y 1960, particularmente su artículo “Papel de las industrias forestales en la superación del desarrollo económico insuficiente”, escrito para la publicación de la FAO El estado mundial de la agricultura y la alimentación, en 1962. Cabe destacar, en este proceso evolutivo de la conceptualización de la ingeniería forestal, el impacto de la gran sequía del Sahel en el norte de África en el año 1973, que tiene, entre muchas otras cosas, como consecuencia, en 1977 y 1978, la acuñación del término forestería comunitaria, para referirse a aquellas actividades de la silvicultura en las cuales se toman muy en cuenta a las personas. Se transita desde una silvicultura de objetos a una de sujetos.

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LA NOCIÓN DE PROGRESO Y SU IMPACTO EN LA PERCEPCIÓN DE LA EXTENSIÓN

Por otra parte, la noción de progreso (sobre todo en América Latina) está vin-culada al desarrollo industrial urbano, del cual lo rural es subsidiario. Por tanto, los emprendimientos en el ámbito forestal también fueron nutridos por esa perspectiva: la idea era conformar grandes enclaves industriales, para los cuales los bosques eran meros abastecedores de materias primas. De esta forma, y a semejanza de las industrias que estaban en las ciudades, se diseñaron proyectos públicos y privados con una lógica industrial, para los cuales se requería de uni-formidad, especialización, sincronización, concentración, maximización y cen-tralización, es decir, la indusrealidad a la que alude Toffler (1980)1, pero llevada al bosque. Es claro que en ese concepto de progreso tampoco cabía la gente en el bosque, salvo los obreros que realizaban la silvicultura y operarios de máqui-nas que abastecían a la industria, ya sea de aserrío y/o de producción de pulpa. Naturalmente, la noción se dio tanto desde la óptica pública como de la privada.

Adicionalmente, la concepción sólo consideraba la producción de bienes madereros transables. Ni los bienes no madereros ni los servicios eran estimados como relevantes –quizás, ni siquiera se percibían–, aunque, paradójicamente, des-de fines del siglo XIX se venían estableciendo áreas protegidas, que preservaban el paisaje u otros atributos de los bosques. Esto, sin embargo, puede simplemente haber sido una derivación del elitista propósito estético de los bosques, en el inicio de la ingeniería forestal.

Complementariamente, se debe considerar que no era muy difícil asociar el concepto de desarrollo a los objetos, más que a los sujetos. Era fácil suponer que se debían desarrollar los bosques, los suelos y las aguas, es decir, las cosas y no las personas.

En este contexto, brevemente reseñado, es posible advertir que el diseño de las mallas curriculares de las escuelas de ingeniería forestal, debía ser funcional a esa concepción. Lo mismo se puede decir de los diseños de investigación, de los instrumentos de política pública y de la institucionalidad.

En Chile, la situación era absolutamente similar. El establecimiento de la carrera de ingeniería forestal en la Universidad de Chile, en 1952, se produjo en medio de las nociones descritas; en un momento en el cual la percepción sobre los bosques incluso era negativa para el resto de la sociedad, ya que histórica-mente fueron considerados un obstáculo para el desarrollo del país, puesto que impedían el establecimiento de la agricultura y la ganadería en forma inmediata. De hecho, esta percepción de los bosques fue muy nítida durante los proceso de colonización del siglo XIX y XX. Efectivamente, para facilitar la expansión de la agricultura, la ganadería, la infraestructura y la urbanización, se eliminaron grandes extensiones de bosques. Este aspecto contribuyó a un fuerte ensimisma-miento sectorial y profesional. Hoy, a este fenómeno, atribuible a las instituciones y organizaciones, se le define como insularidad (Waisbluth, 2003).

1En su libro La tercera ola, Alvin Toffler crea el concepto de la “indusrealidad”, para referirse a la época posterior a la Revolución Industrial.

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Finalmente, y no menos importante que todo lo anterior, es el proceso social por el cual Chile comienza a transitar en la década de los 60, cuyo sello paradigmático para la ruralidad, fue la reforma agraria y el deseo de avanzar hacia la consolidación de una democracia popular. Esto es claro en los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende Gossens. La denominada Unidad Popular iba a crear “el hombre nuevo” y se consolidaría una democracia más efectiva, con mejor representatividad popular en las decisiones del país. No obstante lo anterior, no varió el concepto de progre-so acuñado en las décadas precedentes y se continuó mirando a los bosques en su perspectiva industrial. De ello dan cuenta los enormes proyectos que se instalan en el sector forestal chileno con inversión del Estado, como las plantas de celulosa de Constitución y Arauco.

El contexto mundial forestal tampoco era propicio para generar un cambio profundo en la percepción, salvo algunas voces aisladas como la de Jack Westoby quien, en 1962, escribió uno de los trabajos señeros: “El Papel de las Industrias Forestales en la Superación del Desarrollo Económico Insuficiente”. Texto en el cual, sin dejar de pensar en modelos industriales, se pregunta por la real contri-bución del sector forestal al desarrollo de los países.

En 1972 se desarrolla en Estocolmo la Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo Humano, y en Argentina se efectúa el Séptimo Congreso Forestal Mundial con el lema: “Los Bosques y el Desarrollo Socioeconómico”. No obs-tante, ambos sucesos pasan inadvertidos para la mayoría de la gente en Chile, ya que el proceso social interno reclamaba la mayor atención y energía. En dichas reuniones se establece, a mi juicio, el punto de inflexión en la concepción del rol de los bosques y comienzan a aparecer “las personas detrás de los árboles”.

Luego, la crisis energética y la sequía en el Sahel llamaron la atención sobre la dependencia de las poblaciones rurales respecto de la leña y otros productos forestales. Las sequías en África y las inundaciones en Asia ilustran el impacto de la deforestación y de la degradación de la cobertura boscosa.

En ese nuevo contexto, mientras en el mundo comienza una enorme y rica discusión –cuyos resultados florecerán en Río de Janeiro, en 1992–, Chile se aísla de ella y queda inmerso en la concepción inercial y dominante: el modelo forestal industrializado, que la dictadura consolida mediante el diseño de un efectivo proceso de traspaso de los bienes públicos (industrias forestales) e incentivos al incremento de las plantaciones, que ya alimentaban los enclaves industriales.

Es en ese contexto histórico donde hay que analizar la consolidación, en el país, del concepto de Desarrollo Forestal Comunitario. Mi hipótesis es que Chile tiene un rezago de, al menos, 20 años en el tema. Una muestra de ello es su ausencia en la malla curricular y los programas de investigación de las escuelas de ingeniería forestal de las universidades chilenas por lo menos hasta principios de los 90. Otra evidencia clara es la temática dominante de las tesis de grado y memorias de los ingenieros forestales titulados en la Universidad de Chile y en la Universidad Austral. Junto a la inexistencia del tema comunitario, se aprecia en estos trabajos el desmedro del bosque natural en comparación a

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las plantaciones. Y claro, la estructura de propiedad de las plantaciones es muy distinta a la del bosque natural.

A pesar de esta tendencia general, es importante destacar casos puntuales de aplicación de metodologías participativas en el trabajo forestal impulsado en localidades pobres de la IV Región por parte de CONAF y algunas organizaciones no gubernamentales (ONG’S) como Juventudes para el Desarrollo (JUNDEP). En las Comunidades Agrícolas de esta zona, que cuentan con tierra comunitaria, se impulsaron programas sociales orientados a la superación de la pobreza a través de actividades forestales tales como la agroforestería, el control de erosión, el manejo del agua y las plantaciones para forraje y leña. Este trabajo se inició en la década de 1970, pero tuvo su mayor intensidad a fines de la década de 1980 y principios de los 90.

FACTORES DE LA FORMACIÓN PROFESIONAL

Un aspecto poco observado en las discusiones sobre tópicos como la extensión forestal, tiene que ver con el impacto de los sesgados procesos de formación pro-fesional. En la mayoría de las carreras predomina una mirada desde el ejercicio privado de la profesión, es decir, las diversas formaciones universitarias están enfocadas al sector privado. Los ingenieros forestales aprenden más a explotar bosques para obtener madera aserrada y pulpable que a obtener servicios. Es más, dentro de los bienes transables que los bosques pueden también producir, los productos forestales no madereros constituyen bienes muchas veces desco-nocidos o subvalorados para muchos ingenieros forestales. El profesional debe egresar con ciertas habilidades para generar y elevar el valor privado, pero no conoce mucho de la necesidad de elevar el valor público: el enfoque predomi-nante está orientado a la gestión privada antes que a la gestión pública. Ahora bien, en la gestión privada la noción es a partir de la indusrealidad forestal; la concepción campesina no se advierte, menos la indígena, que también pertenece al ámbito privado. Es decir, existe todavía un sesgo elitista o, al menos, asimétrico y resultaba impensable concebir la producción de bienes y servicios forestales privados a nivel de la pequeña producción, al menos hasta mediados de la déca-da de 1990. Menos aún se considera la producción de satisfactores espirituales, en el caso del mundo indígena; o de modelos interculturales de gestión de los recursos naturales.

Este aspecto puede ser fundamental a la hora de pensar en la sostenibilidad de sistemas de extensión y, por ende, del Desarrollo Forestal Comunitario; ya que obligaría cada vez que se contrata un profesional a perfeccionarlo en cursos de postgrado, para llenar el vacío que le dejó la formación de pregrado en estos temas.

Algo similar ocurre con los sistemas de investigación. Las lógicas de la estación experimental no sirven para los pequeños productores, como ya se ha evidenciado en el ámbito agrícola y pecuario. En este caso, el enfoque de investigación-acción puede ser mucho más efectivo.

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Si la extensión forestal se reduce únicamente a lo participativo en la ge-neración de propuestas, pero ellas quedan conferidas a modelos procedentes de la indusrealidad forestal, no se avanzará efectivamente hacia el Desarrollo Forestal Comunitario, de acuerdo a los conceptos modernos que giran en su entorno, como el fortalecimiento del capital social, el desarrollo con identidad, los modelos interculturales de gestión de recursos naturales y la agregación de valor público.

CONCLUSIONES

Si constreñimos el concepto de la extensión forestal sólo a una forma de trabajo con los pequeños productores, pero no analizamos el contexto y la concepción del denominado “progreso”, no estaremos efectuando cambios de fondo. Es ne-cesario revisar, desde las mallas curriculares hasta los marcos teóricos, dónde se instalan los modelos de investigación. También será muy necesario examinar la historia y aproximarse a los recursos naturales, desde el análisis de los procesos de acumulación del capital. Por otra parte, habrá que poner en perspectiva el tema de la participación ciudadana, como un factor determinante en la calidad de la gestión. Por último, si queremos enlazar la extensión con la sustentabilidad no debemos olvidar que esta última, en definitiva, corresponde a la incorpora-ción del proceso de equidad intergeneracional, que asimismo obliga a revisar la equidad intrageneracional; y, en ese contexto, la extensión es una herramienta democratizadora, que busca cerrar las brechas de las desigualdades presentes y futuras. Se trata, por tanto, de un tema político. Por ello, quizás, le ha costado tanto consolidarse en un contexto conservador e individualista.

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Enfoque de género en el trabajo de extensión forestalÁLVARO BELLO

INTRODUCCIÓN

La preocupación por el medio ambiente y los recursos naturales entre distintos, y a veces contrarios, sectores de la sociedad, está produciendo lo que Enrique Leff (2002) denomina un “saber ambiental”. Se trata de intereses, discursos y prácti-cas (sociales, económicas y políticas) que intentan dar respuesta a los problemas ambientales, en el marco del denominado “desarrollo sostenible” –modelo que pretende compatibilizar las estrategias de mercado para el aprovechamiento de los recursos naturales y el beneficio directo o indirecto para distintos sectores de la sociedad. En este marco, se ha renovado la preocupación por los bosques y los recursos forestales en general, creándose nuevos mecanismos para incorporar de manera participativa a las comunidades locales, pues se reconoce que una parte importante del manejo y administración de dichos recursos depende de su parti-cipación directa. Esto es lo que se conoce como desarrollo forestal participativo.

No obstante, para lograr una efectiva intervención de esta población en los beneficios del desarrollo forestal, no se debe entender a los sujetos (a las personas reales) como entes abstractos, sino en su especificidad, y en cuanto a su diver-sidad cultural y social. Asimismo, se deben considerar los derechos y aportes de las personas, con relación al medio ambiente y al acceso a los recursos naturales (Bello, 1998a). Esto implica que para tomar decisiones, planificar y ejecutar acciones, es preciso entender la sociedad como un todo complejo y no unitario, donde las relaciones de género, así como otras formas de ordenamientos sociales, juegan un papel central. La complejidad social en que se encuentran inscritas las relaciones de género, requiere que los enfoques deban considerar que el género implica no sólo diferencias sino, sobre todo, desigualdades; relaciones de poder hegemónicas, jerarquizadas y disímiles, entre hombres y mujeres.

La incorporación del enfoque de género en el desarrollo forestal significa, por tanto, un doble desafío. Por una parte, dar cuenta de estas relaciones y, por otra, intentar establecer su incidencia sobre el manejo y administración de los recursos forestales. En este sentido, la finalidad última es dar respuesta a la pregunta: ¿cómo las relaciones de género, en un contexto espacial y temporal determinado, afectan la definición de quienes están siendo incluidos o excluidos de los beneficios del desarrollo forestal?

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El propósito de este artículo es entregar algunas herramientas metodoló-gicas con enfoque de género, que sirvan al trabajo de la extensión forestal. Se trata de un intento por sistematizar algunos principios metodológicos, así como algunas herramientas básicas, que puedan ser de utilidad para quienes trabajan en proyectos forestales en conjunto con comunidades e instituciones públicas y de promoción del desarrollo forestal en general.

El artículo está dividido en tres partes. En la primera se realiza una breve discusión de los conceptos y categorías básicas implicadas en la extensión forestal con enfoque de género, y una rápida revisión de algunos enfoques anteriores con relación a los hombres y las mujeres. En segundo lugar se describen algunas de las principales herramientas y técnicas que debieran considerarse para la realización del diagnóstico y el análisis de género en proyectos forestales. Y, finalmente, se hace referencia a una experiencia de diagnóstico participativo con enfoque de género en la comunidad de Estaquilla, comuna de Los Muermos, en la X Región de Chile; trabajo que fue realizado en el verano del año 2001.

ENTENDIENDO EL CONCEPTO DE GÉNERO

Género es un término que surge de manera alternativa al de sexo, para diferen-ciar los aspectos culturales y sociales de los estrictamente biológicos. Mientras género remite a las características, atribuciones y creencias sobre lo femenino y lo masculino, dentro de procesos social y culturalmente construidos, el segundo alude a las características físicas y funciones fisiológicas (Lamas, 1995).

Género no es sinónimo de mujer, sino que hace referencia a hombres y mu-jeres, y a los aspectos relacionales de lo masculino y lo femenino, en un contexto dado. Se trata de un concepto surgido en los años 60, para diferenciar lo que las sociedades y culturas entienden o atribuyen como masculino o femenino, sobre la base de las características sexuales de las personas (ver Figura Nº1).

El sexo determina, basándose en las funciones reproductivas y en las caracte-rísticas físicas, las categorías de macho y hembra, y las inscribe como diferencias naturales no intercambiables. El género, por su parte, se refiere a lo masculino y femenino como atribuciones sociales y culturales, que en muchas ocasiones implican desigualdades. Ahora bien, que sexo y género sean cosas distintas no significa que se trate de ámbitos estrictamente separados; por el contrario, el sexo es el referente fundamental desde donde se construyen las atribuciones de género. Esto no quiere decir que el sexo determine el género; es a través de la cultura que se construyen ideas sobre el determinismo biológico de lo masculino y lo femenino. El hecho que las mujeres, por ejemplo, sean quienes conciben a los hijos, ha ayudado a la construcción de un conjunto de creencias sobre su papel y lugar en la sociedad. En este y otros ámbitos existe lo que podríamos denominar una “naturalización” de características atribuidas sólo a las mujeres, simplemente por ser biológicamente hembras. Un ejemplo es el cuidado de los hijos, que en numerosas sociedades se considera una actividad “natural” de las mujeres, cuando en realidad se trata de un arreglo social y cultural.

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Las creencias y atribuciones socioculturales sobre lo masculino y lo femenino pueden variar de una sociedad a otra, o incluso dentro de una misma colectividad a través del tiempo. En muchas de ellas ha ocurrido que actividades o tareas que en el pasado eran consideradas exclusivas de los hombres, hoy se encuentran plenamente incorporadas a las labores de las mujeres. Las atribuciones de género también pueden cambiar si se atiende a la diversidad de grupos sociales, rurales o urbanos, o de extracción baja o alta; sin embargo, es común constatar que existen atribuciones, y aun normas, que en algún sentido actúan como referentes de los comportamientos de género del conjunto de la sociedad. En este punto, es muy importante el papel que juegan la educación, las enseñanzas religiosas y las normas socioculturales.

En la construcción de las atribuciones de género, cumplen un papel relevante los llamados estereotipos de género. Éstas son imágenes, representaciones o ideas preconcebidas, en el marco de la cultura, acerca de lo que se espera o se desea de los hombres y mujeres. Los estereotipos son transformados en mandatos. Por ejemplo, es muy común escuchar que las mujeres no pueden ni deben hacer trabajos pesados, porque son débiles o no tienen la contextura física adecuada para ello; por lo mismo, dichas responsabilidades serían propias de los hombres. Sin embargo, si se observan los trabajos que las mujeres efectúan en el campo, es posible comprobar que esto no siempre es así; y que, por el contrario, no sólo se dedican a realizar “tareas tradicionales” sino que, además, extienden sus activida-des a labores similares a las de los hombres. Siguiendo con este mismo ejemplo, en diversas sociedades existe la creencia que las mujeres sólo deben estar en su casa, dedicadas a las “labores del hogar”, mientras que los hombres son quienes se relacionan con el mundo exterior, establecen contactos y se desenvuelven en el espacio público. Pese a ello, muchas mujeres optan o se ven obligadas a desenvolverse fuera del espacio doméstico; así como, también, existen hombres

Figura Nº1: Diferencias sexo-géneroFuente: Balarezo (1994)

Sexo

Macho Hembra

Fecunda Concibe

Masculino(Hombre)

Femenino(Mujer)

Género

Natural(Se nace)

Diferenciasbiológicas

NO CAMBIA

Sociocultutal(Se aprende)

Relacionesdesiguales

PUEDE CAMBIAR

Productivo Productiva yreproductiva

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que realizan las labores consideradas propias de las mujeres. Esto quiere decir que los estereotipos no siempre tienen relación con las prácticas sociales reales, sino que muchas veces se trata de conductas esperadas, de representaciones de la realidad que operan más en el nivel del discurso de las normas y valores que rigen a una sociedad.

Aunque las normas de género no siempre están explicitadas, y por lo general se expresan a través del lenguaje y los símbolos (Conway et al., 2003), la mayor expresión normativa se encuentra en el establecimiento de roles de género y en la llamada división sexual del trabajo1. Junto a otros factores, los roles de género y la división sexual del trabajo son fundamentales para entender el contexto en el que se da la relación género y bosque.

Mientras la división sexual del trabajo es la organización de éste basándose en los roles de género, culturalmente asignados; los roles de género son la ex-presión de los mandatos sociales distintos para mujeres y para hombres, que les indican las funciones y responsabilidades, deberes y derechos, que se espera que cada uno cumpla en la sociedad. Los roles son asignados –y “naturalizados” por las diferencias biológicas– y legitiman determinadas funciones para hombres y mujeres; no obstante, y como ya hemos visto, los roles como las actividades que realizan las personas son modificables.

ENFOQUES DE GÉNERO, POLÍTICAS DE DESARROLLO Y MEDIO AMBIENTE

El enfoque de género en programas de desarrollo es un proceso reciente, que incorpora algunos de los principios señalados en los apartados anteriores. Se trata de un enfoque que intenta, por un lado, ser un instrumento de análisis que permita indagar en las construcciones de género y en las consecuencias que ellas tienen para hombres y mujeres, en un momento y en un contexto dado. Desde un punto de vista político y de las políticas públicas, permite identificar las desigualdades existentes y las estrategias necesarias para su superación; lo que se expresa en planteamientos que van desde la equidad, pasando por el empo-deramiento (empowerment) de quienes tienen menos poder, hasta la autonomía, por lo general, de las mujeres.

Otros enfoques han sido ensayados antes del de género, algunos de ellos aún vigentes. Estas orientaciones invisibilizaban a las mujeres, bajo la creencia que cualquier beneficio para la familia o aun para el “jefe de familia” redundaría en beneficios directos para ellas; de esta manera, las mujeres son consideradas re-ceptoras pasivas de los beneficios del desarrollo. Los escasos resultados obtenidos por estos programas en la superación de la pobreza, han demostrado la necesidad de incorporar de forma explícita a las mujeres, debido a que numerosos estudios (véase Guzmán, 1994; Montecino, 1996; Rico, 1993) han evidenciado que la po-

1 Existen otras normas como las basadas en el parentesco, la posición y el prestigio social, sin embargo, dado el carácter de este artículo nos centraremos más en el ámbito de los roles y la división sexual del trabajo.

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breza sólo se podía acabar si se consideraba el papel específico que ellas cumplen en el ámbito económico, más allá de la familia y los roles reproductivos. Pero estas políticas significaron en muchos casos un aumento en la carga de trabajo de las mujeres, ya que si bien las incorporaban a los proyectos, no cuestionaban los ordenamientos de género existentes, con lo cual las desigualdades e inequidades quedaban indemnes.

Se debió acumular un enorme registro de estudios y experiencias para dar pasos más efectivos en lo que respecta al mejoramiento de la situación y con-dición de las mujeres. Ello sólo fue posible gracias al desarrollo del concepto género, que ha permitido que se puedan ir superando las visiones centradas en las mujeres, para llegar al de género en el desarrollo. Por otro lado, en la actualidad se considera que al hablar de “la mujer” las concepciones tradicionales niegan la diversidad y heterogeneidad de mujeres existentes en el mundo, por lo que es preferible hablar de “mujeres”.

Al igual que los enfoques de desarrollo, la relación entre género y medio ambiente no emergió sino hasta hace unas pocas décadas, en medio de lo cual hubo diversas maneras de enfrentar esta problemática. La orientación ecofemi-nista, por ejemplo, fue una de las que tuvo mayor éxito, sin embargo, exponía una visión esencialista de la relación entre las mujeres y la naturaleza. El plan-teamiento suponía que, debido a su rol reproductivo, las mujeres poseían una mayor sensibilidad y conciencia con relación a la protección y administración de los recursos naturales. Esta postura fue ampliamente discutida y criticada, apareciendo en retirada en los últimos años, aunque aún ejerce cierta influencia en algunos sectores (Jackson, 1998).

Posteriormente se consideró la necesidad de incorporar a las mujeres a los programas de administración y control de recursos naturales, porque ellas po-dían ser “instrumentos” útiles para la superación de la pobreza y el cuidado del medio ambiente. Pero esta postura, al igual que la anterior, no tomó en cuenta las relaciones existentes en el seno de las familias y la comunidad, donde la re-lación con los hombres juega un papel central para desentrañar las causas de la pobreza y la forma de superarla (Bello, 1998b).

El enfoque de género en el medio ambiente considera la construcción de las relaciones de género como un elemento fundamental para entender las relaciones de hombres y mujeres con el medio ambiente. Esta línea destaca como compo-nentes básicos de su análisis aspectos como la discriminación en contra de las mujeres, la división sexual del trabajo, el acceso a los recursos productivos y la participación de ambos sexos en los procesos de decisiones públicos y privados, así como el impacto diferencial del deterioro ambiental en los hombres y las mujeres (Onestini, 1996).

El enfoque de género en el desarrollo forestal es, por tanto, una parte especí-fica del enfoque de género en el medio ambiente; y se refiere, básicamente, a las relaciones que hombres y mujeres establecen con los recursos forestales, y con los árboles en particular. Se trata de un acercamiento entre el saber ambiental y el saber en torno a las relaciones de género para mejorar los beneficios, el uso

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adecuado de los recursos forestales y la participación en el control y la toma de decisiones de hombres y mujeres.

En tal sentido, y siguiendo a Balarezo (1994), el enfoque de género en los proyectos forestales debe considerar algunos de los siguientes aspectos:— Los bosques y los árboles tienen importancia en la vida de los hombres y

mujeres rurales, pues ofrecen productos que satisfacen las necesidades de unos y otras.

— Los bosques pueden modificar la situación económica de la población rural, proporcionando alimentos, ingresos y puestos de trabajo.

— El uso y manejo adecuado de los recursos forestales tienen una importante función en la protección ambiental, ya que enriquecen los suelos y el aire, pro-tegen los cuerpos de agua y acuíferos, y mejoran el entorno de las comunidades.

— El cuidado de los árboles y el bosque requiere que las comunidades, inclui-dos hombres y mujeres, adquieran un conjunto de conocimientos técnicos y destrezas, para lograr su producción, preservación y manejo.

— Los árboles forman parte de la cosmovisión y creencias de muchas pobla-ciones rurales.

EL ENFOQUE Y EL ANÁLISIS DE GÉNERO EN EL TRABAJO DE EXTENSIÓN FORESTAL

La incorporación del enfoque de género en el ciclo de los proyectos, significa que los aspectos de dicha visión deben estar presentes en la totalidad de estos, es decir: en el diagnóstico, en la definición de la idea de proyecto y de sus objetivos, en el diseño, en el análisis y aprobación, en la ejecución y en la evaluación. Lo anterior incluye que la formulación y diseño de un sistema de indicadores (de existir) debe establecer criterios para medir en qué medida se incorporan los componentes de género en los proyectos y cómo afectan o dan cuenta de la situación de hombres y mujeres2.

Para iniciar el trabajo con enfoque de género en proyectos forestales se debe considerar, en primer término, la división por género del trabajo familiar en acti-vidades productivas, reproductivas y de gestión comunal; el acceso a los recursos y a los beneficios generados con dichas actividades, así como el control sobre su uso, y los factores económicos, sociales, ambientales, técnicos e institucionales, que condicionan las dos variables anteriores.

Para construir un diagnóstico de los aspectos mencionados anteriormente, se debiera continuar con los siguientes pasos:— Realizar un diagnóstico de género. Consiste en una recopilación, sistematización

y análisis de información relevante para las actividades que se desea em-

2 En términos generales, los indicadores son instrumentos de medición que permiten apreciar los avances logrados con relación a cada objetivo, mediante las acciones de un programa o proyecto, en un determinado período. Los indicadores de género son instrumentos destinados a medir los efectos de las intervenciones en la situación de las mujeres y en las relaciones con los hombres. Los indicadores identifican las situaciones más importantes en que se sintetiza y expresa la desigualdad de género.

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prender. A través del diagnóstico se pueden conocer elementos básicos de la comunidad en que se va a trabajar, su situación presente y pasada, con lo cual es posible obtener datos cualitativos y cuantitativos (población, grupos de edad, ingresos, tamaño de los predios, productividad, etc.). Del mismo modo, se pueden establecer los principales problemas y sus causas, para comenzar a pensar en posibles soluciones; conocer otras experiencias similares que se han realizado en la comunidad y los motivos de sus éxitos o fracasos.

— Desagregar la información por sexo. Un elemento central para poder pasar al análisis de los datos obtenidos es la desagregación de la información por sexo. En todo el proceso de levantamiento de la información se debe establecer con precisión la cualidad y cantidad de la presencia o ausencia, participación, efectos, beneficios, etc., de hombres y mujeres, en forma separada.

El trabajo con perspectiva de género en los proyectos forestales requiere de di-versas herramientas y técnicas; algunas de ellas ya conocidas, como la encuesta, la entrevista personal o grupal, las reuniones, focus group, talleres participativos, la dramatización y los juegos, mapas de recursos por género, calendario de activi-dades desagregados por sexo, cuadros de análisis de acceso a control de recursos, entre otras. Cada una de estas técnicas supone la consideración básica de incluir de manera equitativa tanto a hombres como a mujeres, no sólo en forma numé-rica, sino a través de una participación y consideración efectiva.

Por otro lado, el diagnóstico de género incorpora muchos de los aspectos y técnicas incluidos en el Diagnóstico Rural Rápido (DRR) y en el Diagnóstico Rural Participativo (DRP). De hecho, ambas herramientas pueden ser un punto de partida, siempre y cuando se hagan los ajustes para que la perspectiva de género quede plenamente incorporada. Finalmente, una vez realizado el diagnóstico de género se debiera seguir algunos de los siguientes pasos (Bello, 1998b):— Describir la distribución de actividades entre las mujeres y los hombres de la comu-

nidad (división sexual/genérica del trabajo). Consiste en examinar con atención quién efectúa qué tipo de actividades al interior de la familia, del grupo o la comunidad. El análisis también incluye establecer cuánto tiempo (horas al día) destinan las mujeres a sus actividades y cuánto los hombres a las de ellos.

— Analizar las actividades según ámbitos de interacción (participación). Es necesa-rio establecer: ¿cómo participan las mujeres y los hombres en los diferentes ámbitos de interacción?, ¿cómo es valorada la actividad de las mujeres y de los hombres en cada ámbito de interacción?, ¿qué estereotipos existen sobre la participación de las mujeres y de los hombres en cada ámbito de interac-ción?, ¿qué efectos sobre la vida de mujeres y hombres, así como sobre el bienestar de la comunidad, tiene esta distribución?

— Analizar el acceso y control de los recursos y beneficios. Consiste en examinar quiénes –las mujeres o los hombres– tienen la oportunidad de acceder a re-cursos (educativos, técnicos, monetarios, legales, propiedad de la tierra y los bosques, etc.) relacionados con la satisfacción de sus respectivas necesidades e intereses.

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ESTAQUILLA: RESULTADOS DE UNA EXPERIENCIA

A continuación, se intentará sistematizar los aspectos básicos de una experiencia de diagnóstico de género, así como los procedimientos utilizados y los hallazgos obtenidos a partir del análisis de género. El propósito del estudio fue la realización de un diagnóstico de género que permitiera a su vez incorporar esta perspectiva en un proyecto de manejo sustentable del bosque nativo. Se trató de una expe-riencia piloto, en la cual nuestro aporte se limitó al diagnóstico y no al resto del ciclo del proyecto (Bello, 2001)3.

El diagnóstico se realizó en el verano del año 2001, en la localidad de Es-taquilla, de la comuna de Los Muermos (provincia de Llanquihue); ubicada en un sector costero, a 43 kilómetros de la capital comunal (Los Muermos), en las estribaciones de la llamada cordillera de la Costa; otrora un área de abundante biodiversidad del bosque siempreverde lluvioso. En la actualidad está conformada por unas 500 personas, distribuidas en 109 predios, que en promedio van de las 10 a las 50 hectáreas (53% de los predios).

En el pasado, la principal actividad de Estaquilla fue la explotación de alerce (Fitzroya cupressoides) para la fabricación de tejuelas4, así como la ganadería. Con el tiempo, y sobre todo a partir del agotamiento de dicha especie, sus actividades económicas se han diversificado en un conjunto de labores relacionadas con la agricultura, la ganadería y la explotación de recursos naturales, como el bosque y el mar. De la explotación forestal los estaquenses obtienen madera aserrada y leña; presentando esta última un repunte en su producción, durante los últimos años. Las actividades marítimas incluyen la recolección de algas y mariscos, y la pesca. Tanto la explotación de leña como las actividades marítimas se han desa-rrollado al amparo de una creciente demanda externa, lo que ha traído profundos cambios económicos, sociales y culturales en Estaquilla5.

En la elaboración del diagnóstico se utilizaron distintas estrategias de acer-camiento a los sujetos de la comunidad. Previamente se recopiló información secundaria, estudios anteriores y datos generales sobre la región. La primera visita

3 Este estudio fue elaborado a petición del Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED), durante el verano del año 2001. Deseo agradecer a quienes colaboraron de manera directa e indirecta en la realización de este trabajo, en especial a Ingrid Rösner (DED), Angelika Kandzior (CONAF/GTZ), Hugo Bello, Jörg Witte (DED), Guido Torres y Luis Blanco, extensionistas del Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo (CONAF/KfW/GTZ/DED).

4 Las tejuelas servían como monedas de intercambio con comerciantes de Puerto Montt, Maullín y Los Muermos, por productos que no era posible obtener en la zona, tales como ropa, azúcar y herramientas.

5 Según Reyes (2000), la localidad produce el 50% del volumen de leña de la comuna de Los Muermos, la que ocupa el primer lugar (50,76%) en el abastecimiento dendroenergético destinado a la ciudad de Puerto Montt. En segundo lugar, pero muy por debajo, la sigue Maullín, con 18,38% de la producción regional de leña. La leña producida en la comuna proviene de especies nativas como la luma (Amomyrtus luma) (50,06%), el ulmo (Eucryphia cordifolia) (34,29%) y el tepú (Tepualia stipularis) (11,80%), entre otras. Según este mismo estudio, la leña de Estaquilla procede mayoritariamente, tanto en volumen como superficie, del bosque nativo adulto (97% y 99%, respectivamente) y en muy bajo porcentaje de renovales (3% y 1%, respectivamente).

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a la localidad tuvo por objeto hacer un reconocimiento de ella y conversar –con los extensionistas del proyecto en Estaquilla, como intermediarios– especialmente con personas que tenían cierto prestigio en la comunidad, reconocidas dentro de ella como líderes. Esta primera entrada permitió tener un panorama general para comenzar el diseño de una estrategia de trabajo, que consistió básicamente en la realización de entrevistas semiestructuradas a hombres y mujeres de la lo-calidad. Se entrevistaron 14 personas, de diferentes grupos de edad: seis mujeres y ocho hombres. Finalizadas las entrevistas se convocó a una reunión-taller, en la que participó la mayor parte de los entrevistados, salvo por un problema que reflejó justamente aquello que deseábamos desentrañar: si bien los hombres “dejaron” que sus esposas o hijas fueran entrevistadas, la mayoría concurrió sin ellas a la reunión, en circunstancias que la invitación insistía en la asistencia de todos. Pese a este obstáculo, la experiencia en Estaquilla arrojó información muy importante para interpretar la relación entre género y bosque nativo, en un contexto específico (Bello, 2001).

En diversos testimonios, sobre todo de personas mayores, se escuchó decir que las actividades de hombres y mujeres han cambiado a través del tiempo, junto con las transformaciones de la base económica de la localidad. Esto per-mitió constatar no sólo la organización sexual del trabajo y la distribución de los roles de género en los tiempos actuales, sino cómo han cambiado a lo largo de un período determinado. Esta perspectiva temporal enriqueció la información y sus análisis.

En el pasado, los roles de hombres y mujeres estuvieron marcados por las actividades forestales. En la época del primer poblamiento de la zona –desde principios del siglo XX y hasta los años 50, aproximadamente–, hombres y mujeres trabajaban en la explotación del alerce. Las familias completas se trasladaban hasta las áreas de explotación, donde se volteaban los árboles y se fabricaban las tejuelas; los hijos e hijas mayores y menores apoyaban a su padre para armar los paquetes de tejuelas y cargar las carretas tiradas por bueyes, que llevaban los productos hasta los puntos de intercambio y comercialización; tanto las mujeres como los hijos mayores participaban aserrando los árboles. El trabajo del alerce era una actividad familiar. Si bien las mujeres se ocupaban de labores domésticas, como la alimentación y el cuidado de los hijos, su presencia en los rodales hace que una de las personas entrevistadas afirmara que, en esos tiempos: “las mujeres eran como los hombres... mi mujer fue un hombre más”. Los roles, entonces, estaban distribuidos de forma distinta a la actualidad.

En el discurso de los estaquenses el pasado se caracteriza por el intercam-bio, la reciprocidad y la cooperación, tanto al interior del grupo familiar como entre las distintas familias de la zona. Al menos eso es lo que manifiestan los testimonios. Sin embargo, con el transcurso del tiempo esta forma de organi-zación sexual del trabajo cambió, junto con la diversificación de las actividades productivas, la ganadería y la agricultura. De este modo, las esferas de trabajo en las que participaban hombres y mujeres comenzaron a separarse. Mientras los primeros continúan sus labores en el campo, las segundas progresivamente

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se asientan en actividades del hogar, como el cuidado de los hijos, la crianza de animales menores, las huertas y la producción de leche.

Durante las últimas décadas esta situación se ha complejizado, con los pro-cesos de modernización, la llegada de la escuela y los caminos; la migración de hombres y mujeres va a transformar las antiguas estructuras de organización del trabajo, así como las representaciones y discursos sobre los géneros. En la Tabla Nº1, elaborada a partir de las entrevistas y el taller, se puede apreciar que las actuales actividades remarcan con claridad la separación de roles: las mujeres apa-recen vinculadas al ámbito reproductivo y los hombres al trabajo productivo.

Tabla Nº1: Actuales tareas y trabajos de hombres y mujeres de Estaquilla

Mujeres Hombres

– Criar aves y ganado menor– Hacer huerta– Sacar leche (“lechear”)– Criar y cuidar a los hijos– Recolectar algas marinas– Preparar alimentos– Acarrear agua– Picar leña para la casa

– Ocuparse del ganado– Trabajar en el bosque (hacer madera y leña para la venta)– Extraer productos del mar– Sacar leche (“lechear”)– Hacer transacciones comerciales en la localidad y en la ciudad.– Participar en organizaciones– Extraer productos del mar

Sin embargo, las entrevistas y el taller entregan una información más amplia, que puede ayudar a relativizar lo que en principio se consideran como actividades exclusivas de hombres y mujeres. En primer término, se podría decir que la lista anterior tiene al menos dos lecturas. Por una parte, se trata de acciones que efec-tivamente realizan las personas; por otro lado, de labores que son señaladas como mandatos, esto es de aquellas que hombres y mujeres debieran realizar en función de su sexo. No obstante, se pudo apreciar en las entrevistas que muchas mujeres realizan trabajos considerados de hombres y que actividades como la recolección de algas tienen una función productiva. Asimismo, algunas mujeres declararon que participan activamente en la producción y fabricación de leña para la venta.

Aunque los hombres mayores reafirman la necesidad de cumplir con los roles expresados en la Tabla anterior, lo cierto es que hablan con nostalgia del tiempo en que el trabajo era cooperativo y familiar. Los hombres critican el hecho de que las mujeres jóvenes aparezcan más “emancipadas” y ven la necesidad de reestablecer las costumbres antiguas.

Entre las mujeres jóvenes hay una demanda por incorporarse a la educación y por participar en las organizaciones de la comunidad; cuestión con la que los hombres no están muy de acuerdo, ya que para ellos las organizaciones son es-pacios masculinos. Estos y otros aspectos muestran que el principal problema para las mujeres de Estaquilla es la falta de espacios de participación y decisión, lo que se hace más patente en el caso del bosque. Varias de las entrevistadas plantearon su aspiración de ser consideradas en las actividades forestales, incluso

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algunas hablaron de sus saberes sobre plantas medicinales del bosque y de la necesidad de recuperar ese conocimiento con fines productivos.

Ausentes de las estructuras organizativas, el poder de decisión de las mu-jeres queda relegado al ámbito familiar, donde adquiere más bien un carácter formal despojado de toda influencia real y donde los que deciden, una vez más, son los hombres. Las mujeres pueden opinar y estar en desacuerdo, pero sólo en algunos casos eso deriva en una toma conjunta de decisiones. No obstante, los matrimonios jóvenes han cambiado las formas de negociación y de toma de decisiones. Es notorio el hecho que entre las distintas generaciones han ocurrido modificaciones, que permiten mayores grados de negociación a las mujeres.

Finalmente, el diagnóstico realizado en Estaquilla –del cual éste es un pequeño resumen– nos plantea algunas de las siguientes conclusiones generales:— La existencia de diferentes realidades sociales implica la búsqueda de distintas

formas para comprender la relación de hombres y mujeres con el bosque. Este hecho se debe traducir en la búsqueda de diferentes metodologías y formas de acercamiento a las comunidades y localidades campesinas.

— Los proyectos de bosque nativo deben monitorear y evaluar el peso de las relaciones de género en la comunidad y su influencia en la explotación del bosque. La sustentabilidad de un proyecto debiera asegurarse por el grado de adhesión con que cuenta al interior de la comunidad y de los distintos miembros de la familia, y no sólo del denominado “jefe de familia”.

— Es necesario abrir los proyectos al conjunto del grupo familiar y, en lo posible, diluir la relación bilateral compuesta por un solo miembro. Los proyectos de bosque nativo deben dar cuenta de las necesidades de todas las personas y no suponer que la incorporación de sólo uno de ellos conforma la opinión de la familia. Es claro que existen visiones y demandas diferentes según la edad, el sexo y otras variables; y los proyectos deben dar cuenta de esta diversidad, pues por medio de su reconocimiento es posible conocer la realidad de los sujetos.

— El estudio deja en claro que los proyectos debieran asumir, con la misma importancia que tiene lo económico, el valor que posee el conocimiento de los aspectos socioculturales y buscar las metodologías adecuadas para incorporarlas en todas las fases del proyecto.

PALABRAS FINALES

La emergencia del concepto, categoría y análisis de género, dentro de los proyec-tos forestales, ha servido para comprender cómo las asignaciones derivadas de las características sexuales inciden sobre el comportamiento, normas, conductas y valores de hombres y mujeres, así como en las instituciones políticas, econó-micas y sociales. En este sentido, cobran vigencia las interrogantes: ¿por qué las diferencias de género producen o significan desigualdad? y ¿cómo es posible acceder a relaciones que basadas en las diferencias, necesidades y demandas de género intenten superar tales desigualdades?

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De esta manera, la pregunta por el género es también la interrogante por el poder y la construcción de jerarquías, basadas en las diferencias sexuales. Pero el poder, en este caso, no sólo debe ser considerado como algo abstracto y lejano, sino también en su grado cotidiano, en el marco de relaciones sociales familiares, locales y comunales, cuyos significados han sido históricamente estructurados y construidos, y que influyen directamente en la toma de decisiones y en el control sobre los recursos naturales como el bosque.

Lejos de esta mirada está el esencialismo, que considera a las mujeres como portadoras de una sensibilidad especial hacia la naturaleza; la sensibilidad es algo que también se construye y de la cual pueden participar tanto hombres como mujeres. Por otra parte, la incorporación de la mirada de género en los análisis o en la intervención social no implica abandonar otras perspectivas de la realidad, como las relaciones étnicas y de clase, por ejemplo. En último término, se debe aclarar que si se enfatiza la situación de las mujeres en los diagnósticos de género no quiere decir que se esté confundiendo género como sinónimo de mujer, sino que se está dando cuenta de que son las mujeres las más afectadas por las desigualdades que generan las relaciones existentes con base a las diferencias sexuales.

Finalmente, podemos decir que los proyectos que incorporan la dimensión de género:— Permiten que las iniciativas sean sensibles a las diferentes realidades de mu-

jeres y hombres.— Suponen la comprensión de los roles de mujeres y hombres en el hogar y en

la comunidad, el análisis de las necesidades e intereses que de allí surgen, y la explicitación de los diferentes poderes que se ponen en juego.

— Permiten visualizar que en el acceso a los recursos y la participación en las decisiones se presentan inequidades, casi siempre en detrimento de las mu-jeres.

— Contribuyen a la construcción no sólo de una mayor equidad, sino de un mayor desarrollo sustentable y democrático.

— Ayudan a que los proyectos forestales, y en general todos los proyectos, sean más adecuados a las necesidades e intereses de la población participante.

AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer a algunas personas, por medio de las cuales desarrollé mi in-terés por el enfoque de género y su relación con el bosque, en particular a Ana María Arteaga y Kirai de León.

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Perspectivas comerciales del manejo de bosque nativo de pequeños y medianos propietarios: una aproximación desde la experiencia del PCMSBN*

PATRICIO EMANUELLI

INTRODUCCIÓN

Uno de los mayores problemas asociados al manejo sustentable del bosque nativo dice relación con la ausencia de canales de comercialización adecuados para los productos provenientes de ese manejo. Si bien esta problemática pareciera ser bastante puntual y no difícil de abordar, a través de los distintos mecanismos con que cuenta el Estado y otros organismos no gubernamentales, la realidad revela la existencia de una gran cantidad de aristas que son extremadamente complejas de reconocer, en primera instancia, y luego de resolver.

El análisis ha sido hecho en muchas oportunidades; y quienes hemos tenido la suerte de trabajar en el tema, coincidiremos en que es necesario salir de los diagnós-ticos de papel y entrar en acciones concretas que permitan avanzar, ojalá con rapi-dez, para colocar en producción una riqueza desaprovechada hasta ahora por el país.

Un simple ejercicio puede ilustrar las magnitudes en que se inserta esta problemática y, a su vez, las potencialidades a que nos referimos: cada minuto en Chile se producen alrededor de 128 m3 de madera en los bosques nativos. Esta cantidad corresponde a aproximadamente 2 mil 800 pulgadas madereras, suficiente para la construcción de cinco casas.

Figura Nº1: Ejercicio ilustrativo del crecimiento volumétrico de los bosques nativos.

* Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo.

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Este volumen representaría un ingreso potencial teórico, para los dueños de bosques nativos, de aproximadamente 2 mil 700 dólares; cifra que sólo considera el valor de la madera y no los asociados al transporte, procesamiento, comer-cialización y otros servicios anexos, con los cuales se llegaría aproximadamente a cuatro veces la citada cifra (10 mil 800 dólares). Si este valor se extrapola a un año, se obtendría un monto de ingresos potenciales de 5 mil 700 millones de dólares anuales. Todo lo anterior, sin considerar que la madera proviene de bosques sin manejo, por lo que su valor es extremadamente bajo, y además conservando y acrecentando la totalidad del capital del negocio, que en este caso es el propio bosque manejado sustentablemente. De acuerdo a estas cifras –aunque teóricas y bastante conservadoras– es posible afirmar que una de las principales clave para descifrar las incógnitas del manejo del bosque nativo se ubica fundamentalmente en la “comercialización” de sus productos maderables, en primera instancia, y no maderables, a renglón seguido.

Sin desmerecer la importancia de los productos forestales no maderables para la economía campesina, el presente documento hará hincapié en el análisis de los productos forestales maderables, ya que en este contexto se ha generado la gran mayoría de las experiencias del Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo (PCMSBN).

La Cooperación Alemana, a través de sus proyectos de apoyo técnico, ha venido trabajando fuertemente en la instauración de medidas concretas que incentiven el mercado de productos nativos y que muestren la posibilidad cier-ta de iniciar un camino que nos lleve a la sustentabilidad de nuestros recursos forestales naturales.

En este contexto, el presente artículo sistematiza los principales elementos que intervienen en el comercio asociado a los productos provenientes del bos-que nativo, de modo de transparentar las posibilidades reales de su utilización y entregar algunas sugerencias acerca de las formas más directas de enfrentar la temática comercial asociada, no siempre bien comprendida y asumida en pro-yectos de desarrollo relacionados con propietarios pequeños.

EL RECURSO FORESTAL NATIVO

Para iniciar el análisis, es pertinente definir el marco actual donde se insertan las “eventuales” actividades comerciales de los propietarios de bosques nativos, principalmente en la zona centro-sur del país.

De los 75,6 millones de hectáreas que constituyen la superficie continental de Chile, del orden de 15,6 millones (20,7%) están cubiertas por bosque. De éstas, 13,4 millones de hectáreas (85,9%) corresponden a bosques nativos, mientras que las plantaciones ocupan una superficie de 2,1 millones de hectáreas (13,6%) (CONAF et al., 1999).

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Tabla Nº1: Superficie de bosque a nivel nacional por tipo y estructura

Tipo y estructura de bosques Superficie (ha) Participación (%)

Bosque nativo 13.430.602 85,9

Bosque adulto 5.977.838 38,2

Renoval 3.585.746 22,9

Bosque adulto renoval 861.925 5,5

Bosque achaparrado 3.005.092 19,2

Plantaciones 2.119.005 13,6

Bosque mixto 87.625 0,6

TOTAL 15.637.232 100,0

Fuente: CONAF-CONAMA-BIRF, 1999

Los tipos forestales con mayor participación en la superficie de bosque nativo son: el siempreverde (30,9%), lenga (25,3%), coigüe de Magallanes (13,4%) y roble-raulí-coigüe (10,9%). Dentro de estos tipos forestales, las especies que tie-nen mayor abundancia son el coigüe (Nothofagus dombeyi), la tepa (Laureliopsis philippiana), la lenga (Nothofagus pumilio) y el roble (Nothofagus obliqua); que concentran más del 45% de las existencias aprovechables (FIA, 2001).

Las existencias totales de madera sólida que presentan los bosques nativos, entre la V y XII regiones, se elevarían sobre los mil 50 millones de m3, de los cuales 53% correspondería a combustible, 34% a madera aserrable y 13% a ma-dera industrial. De este volumen, cerca del 67% se encontraría entre la VII y X regiones; áreas que tendrían las mejores posibilidades de incorporar el recurso a la economía nacional, de acuerdo a sus condiciones de accesibilidad, infraes-tructura vial, portuaria e industrial.

En cuanto a las disminuciones de las existencias de bosque nativo, en forma adicional a las pérdidas de superficie ocasionadas por factores como la habilitación de terrenos para agricultura, sustitución por plantaciones, incendios forestales y cortas ilegales –cuya magnitud es estimada y analizada por distintos autores (Lara et al., 1995; Emanuelli, 1996; INAP, 2002)–, es necesario considerar la disminución paulatina, pero sistemática, de la calidad y capacidad productiva de este recurso, que la Fundación para la Innovación Agraria (FIA, 2001) estima en 10 mil hectáreas anuales, por efecto de explotaciones selectivas sin criterios silvícolas (lo que comúnmente se llama “floreo”).

LOS PROPIETARIOS DE LOS BOSQUES NATIVOS

De acuerdo a los antecedentes aportados por el VI Censo Agropecuario, realizado en el año 1997 (INE, 1997), existirían en el país un total de 13 mil 71 explota-ciones clasificadas como forestales, correspondientes a una superficie de 10,1 millones de hectáreas, de las cuales, el 78% (7,88 millones de hectáreas) están cubiertas por bosques naturales o montes (ver Tabla Nº2). La gran mayoría de

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estas explotaciones, y por ende de la superficie asociada, es de privados; princi-palmente sociedades (64% de la superficie) y personas naturales (17%).

Es importante recordar que explotaciones forestales son aquellas cuya super-ficie total es igual a la suma de la superficie declarada con plantaciones forestales, bosques y montes, terrenos indirectamente productivos y terrenos estériles o no aprovechables. Además, aquellas cuya superficie de plantaciones, bosques y montes era igual o mayor al 90% de la área total, con excepción de las que tenían cultivos en el 10% restante o en menos de la superficie total.

Cabe señalar que aparte de estas explotaciones, existen numerosos predios en los cuales el bosque está presente en una proporción menor, generando sin embargo importantes aportes a la economía campesina.

Tabla Nº2: Número y superficies de explotaciones forestales por tamaño

Tamaño de la explotación

(ha)

Número de explo-taciones

Superficie total (ha)

Superficie con bosques y montes

naturales (ha)Participación (%)

< 1 449 232,8 65,4 0,00

1 - 5 2.400 5.626,1 1.645,8 0,02

5 - 10 1.389 9.678,0 4.585,2 0,06

10 - 20 1.480 20.799,2 10.562,6 0,13

20 - 50 2.088 67.788,5 38.658,9 0,49

50 - 100 1.528 107.416,3 65.100,5 0,83

100 - 200 1.129 157.260,5 98.931,0 1,26

200 - 500 1.045 327.049,5 223.271,1 2,83

500 - 1.000 536 369.476,7 254.839,6 3,23

1.000 - 2.000 357 497.241,7 355.390,8 4,51

> 2.000 670 8.573.424,3 6.827.845,8 86,64

TOTAL 13.071 10.135.993,6 7.880.896,7 100,00

Fuente: INE, 1997

Por otra parte, de acuerdo a información recabada en CONAF (1999) –citado por CONAF-GTZ (2000)–, se estima que 20% de la propiedad forestal nativa estaría en manos de pequeños propietarios, quienes se ven prácticamente impedidos de utilizar el recurso que poseen y satisfacer sus apremiantes necesidades de corto plazo. El grupo comprendería a aproximadamente 200 mil campesinos, que bus-can y obtienen el 50% de sus ingresos familiares de fuentes extraprediales, como obreros forestales en empresas de servicios, temporeros, salmoneros, colectores de algas marinas, en turismo, en labores domésticas de verano, en construcción, etc. Otro 40% de las tierras corresponde al grupo de grandes propietarios, con predios de más de 5 mil hectáreas. El resto, catalogados como medianos, serían dueños de fundos con bosques, cuyas superficies prediales se encuentran en el rango de 300 a 5 mil hectáreas.

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Paralelamente, de acuerdo a una serie de estudios que CONAF ha desarrollado en la precordillera andina de la VII Región –prestando transferencia técnica a esta población, durante los últimos 10 años–, se logró determinar que de los tres rubros típicos a los que se dedican los pequeños propietarios de la zona (agrícola, pecuario y forestal), el 62,3% de sus ingresos proviene del forestal, 25,7% del agrícola y 12% del pecuario (CONAF, 2001). Asimismo, la VII Región se caracte-riza por poseer el mayor índice de ruralidad del país. En efecto, se calcula que sólo en la precordillera andina existen más de 4 mil 500 familias campesinas que viven del aprovechamiento del bosque nativo, por lo que alrededor de 20 mil personas dependen del recurso (CONAF, 1999). Valores muy similares verifica Quappe (2000) para la comuna de Santa Bárbara, en la VIII Región, en donde el subsistema forestal aportaría el 60% de los ingresos a las familias destinatarias del PCMSBN; mientras que los rubros pecuario y agrícola representan, cada uno, 20% de sus ingresos. Además, el autor concluye que el 100% de los destinatarios incluidos en el estudio percibe algún tipo de ingreso por concepto de actividad forestal. Ortega (1996), a través de una caracterización del sistema productivo de pequeños propietarios de la IX Región, determina que el subsistema forestal aporta, en promedio, el 47,8% de las entradas prediales, al estar orientado prin-cipalmente al mercado y no al autoconsumo.

En este sentido, Wilken (1998) plantea que debido a la falta de conocimiento del manejo sustentable, los bosques en manos de pequeños propietarios (que aproximadamente suman 365 mil hectáreas) se encuentran degradados en tér-minos productivos; proceso que se vio acelerado en el pasado con la instalación del mercado de astillas en Chile, dada la compra de maderas sin selección de calidades. Sin embargo, el manejo sustentable, con la meta de producir valor, constituye un potencial de ingreso más alto para estos propietarios. Los campe-sinos tienen la ventaja que su economía, en la mayoría de los casos, se basa en un trabajo familiar, pagando en pocas ocasiones salarios a terceros.

Algunas características que comparten muchos pequeños propietarios son: elevados índices de pobreza, bajos niveles de escolaridad, avanzada edad de je-fes de hogar, baja disponibilidad de fuerza de trabajo, baja capacidad de gestión productiva, deficientes relaciones de intercambio comercial y un recurso forestal altamente degradado.

En el caso de los medianos propietarios (aunque no existen caracterizaciones formales relacionadas con aquellos que poseen bosques nativos), las condiciones cambian, en el sentido que normalmente no dependen del recurso nativo para subsistir y en la mayoría de los casos, incluso, no habitan en el predio sino en la ciudad. Asimismo, el deterioro de los bosques es menos acentuado, debido a que no se llevan a cabo intervenciones para la generación de ingresos cuando no existen posibilidades comerciales reales para los eventuales productos a obtener. Además, buena parte de estos propietarios poseen recursos financieros que les permitirían emprender acciones destinadas al manejo sustentable del bosque nativo, si ello conlleva una rentabilidad positiva.

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ACTIVIDAD COMERCIAL DEL SECTOR FORESTAL

Durante el año 2001 el sector forestal chileno exportó un total de 2.206 dólares FOB, lo que significó una participación del 13% en el total de las exportaciones del país (INFOR, 2002). Esta cifra reafirma la ya conocida importancia del sector forestal dentro de la economía nacional; situación basada casi en su totalidad en las plantaciones de especies exóticas, que paralelamente contrasta con la escasa participación del subsector nativo en estos logros.

En el país, durante el año 2001, la industria primaria consumió del orden de 25,7 millones de m3 sólidos de trozas; de las cuales 20,4 millones de m3 co-rrespondieron a pino radiata (79%) (ver Tabla Nº3), y sólo 1,1 millones de m3 fueron especies nativas (4,4%) (ver Tabla Nº4).

Tabla Nº3: Flujo de productos en la industria primaria de pino radiata año 2001

ProductoConsumo de trozas

(Miles m3 ssc)Volumen de producto

Mercadoexportación (%)

Mercado nacional (%)

Pulpa 7.453,5 2.216,1 Miles t 98 2

Madera aserrada 11.287,6 5.580,7 m3 24 76

Astillas 162,0 3.443,3 m3 5 95

Tableros y chapas 954,7 1.275,9 m3 41 59

Embalajes 189,0 95,5 m3 91 9

Polines y postes 181,5 181,4 m3 21 79

Trozas exportación 156,3 156,3 m3 100 0

Desechos - 5.155,0 m3 ssc - -

TOTAL 20.384,6

Fuente: INFOR, 2002

Tabla Nº4: Flujo de productos en la industria primaria de especies nativas año 2001

ProductoConsumo de trozas

(Miles m3 ssc)Volumen de producto

Mercadoexportación (%)

Mercadonacional (%)

Pulpa - - - -

Madera aserrada 534,3 227,4 m3 9 91

Astillas 435,9 425,9 m3 99 1

Tableros y chapas 155,3 47,5 m3 19 81

Embalajes 1,4 0,8 m3 10 90

Polines y postes - - - -

Trozas exportación 14,7 14,7 m3 100 0

Desechos - 15,6 m3 ssc - -

TOTAL 1.141,6 - - - -

Fuente: INFOR, 2002

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Ese mismo año, la principal fuente de consumo de trozos nativos fue la produc-ción de madera aserrada (47%), seguida de las astillas (38%). La primera se destinó fundamentalmente al mercado nacional, implicando niveles de precios bastante reducidos por unidad de volumen; las astillas, por su parte, fueron exportadas casi en su totalidad. Llama la atención que en rubros donde no se requieren altos estándares de calidad de materias primas (tableros, embalajes y polines), exista una escasa o nula producción a partir de maderas nativas, ya que siempre se aduce que el bosque nativo no genera trozos de calidad, pero curiosamente es la madera aserrada la que representa los mayores consumos de trozas.

Adicionalmente, es necesario incluir en el consumo de maderas nativas las asociadas a la producción de leña, que es la actividad que extrae mayor cantidad de madera del bosque nativo. De acuerdo a antecedentes del Instituto Forestal (1999), el consumo de leña a escala nacional, durante 1998, se elevó a 10,3 millones de m3; de los cuales 6,3 millones (61%) corresponderían a bosque na-tivo. Por lo anterior, el consumo total de maderas nativas utilizadas, tanto en la industria primaria como en combustible, ascendería a 7,4 millones de m3. Esto implica que del orden del 85% de la madera que se extrae de los bosques nativos se utiliza como combustible, lo que conlleva un mínimo de valor agregado y precios de venta muy reducidos.

Faena de carguío manual de postes obtenidos del manejo sustentable de renovalesnativos en la provincia de Biobío (Foto: Jorge Quappe).

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Es obvio que la ausencia de un manejo técnico adecuado del recurso nati-vo contribuye a su deterioro y degradación. En la práctica, la falta de manejo económico del bosque nativo se ha convertido en su principal amenaza. Esta ausencia ha provocado que la escasa producción y exportación de madera nativa se concentre en productos de bajo valor, como las astillas y la leña. En un bosque manejado se producen también estos bienes, pero en menor proporción, favore-ciendo la obtención de productos nobles, como la madera aserrable y debobina-ble; asimismo, la madera para astillas, leña y carbón, debe provenir de residuos de la cosecha forestal y de árboles con problemas sanitarios. Estos productos de desecho siempre existirán, pero con prácticas silvícolas adecuadas, su volumen será reducido en comparación con la obtención de productos nobles, que son parte del objetivo del manejo forestal. Finalmente, la consecuencia social de la falta de manejo es el empobrecimiento y descapitalización de los propietarios del bosque, y la carencia de fuentes de trabajo relacionadas a este importante recurso (CONAF-GTZ, 2000).

ACTIVIDAD COMERCIAL EN TORNO AL BOSQUE NATIVO

Usos productivos

La diversidad de situaciones ecológicas, socioeconómicas y culturales que existen a lo largo del país, no permite generalizar un diagnóstico en relación con la uti-lización del recurso nativo, no obstante, es posible encontrar algunos elementos comunes que pueden ser analizados en forma conjunta.

En términos muy globales, la función de producción del bosque nativo en general incluye madera debobinable, aserrable e industrial –destinada, esta última, a la producción de astillas, leña y carbón vegetal– (CONAF-GTZ, 1996), además de los productos no madereros, asociados a la existencia y utilización de estos bosques; ello sin entrar a analizar las restantes funciones ambientales y sociales, que obviamente el bosque es capaz de ofrecer, y que también generan bienes y servicios asociados.

Teniendo en consideración tanto el estado de desarrollo de los bosques nativos como la deficiente conservación de los mismos, en las áreas donde ha trabajado el PCMSBN (entre la VII y XI Regiones, principalmente), se ha podido verificar que en la medida en que se avanza hacia el sur es posible ir completando esta función de producción básica. Es decir, en la VII Región la participación de la leña y el carbón es absolutamente prioritaria, mientras que en la X Región la producción de trozos aserrables y debobinables es mucho más común.

Independientemente del tipo de propietario del recurso, se puede afirmar que el bosque nativo, en general, y los renovales, en particular, son capaces de satisfacer una buena cantidad de demandas por materias primas para la pro-ducción primaria y secundaria. De hecho, el balance forestal1 determinado por

1 Diferencia entre el crecimiento volumétrico y el consumo anual.

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Altamirano (1995) para el año 1990, concluyó que el aprovechamiento en ese período correspondió sólo a 50% del crecimiento productivo de la masa boscosa, debido a que la cosecha se concentró en las áreas cercanas a las redes camineras. Producto de esto el incremento se acumuló en sectores menos accesibles y buena parte de él se perdió, a causa de procesos naturales.

Con relación a los productos forestales no madereros (PFNM), la Red de PFNM (1999) señala que su recolección constituye, en algunos casos, una parte impor-tante del ingreso familiar, destinándose tanto al autoconsumo como a la venta directa en mercados locales o a través de intermediarios. Gompertz (1998), en un análisis para la Región de La Araucanía, define como los PFNM más impor-tantes en el tema comercial a los siguientes: rosa mosqueta (Rosa rubiginosa, Rosa moschata), avellanas (Genuina avellana), piñones de araucaria (Araucaria araucana), Morchella spp. y digüeñes (Cyttaria spp); plantas medicinales tales como el hipérico (Hipericum perforatum), llantén (Plantago major), entre otras; y tejuelas. Existen otros productos con menor desarrollo en el ámbito producti-vo, como el coligüe, la artesanía en madera y el turismo rural. Estas dos últimas actividades están recién comenzando a ejecutarse y son muy promisorias, ya que en el corto plazo podrán ser fuentes importantes de ingresos para las familias que los realizan.

Específicamente en el tema comercial, la Red de PFNM (1999) plantea que no se puede hablar de la comercialización de productos no maderables gené-ricamente, al tratarse de múltiples productos con diferentes problemáticas. Asimismo, señala que muchos de ellos no tienen valor comercial actual, siendo destinados al autoconsumo. Además, los volúmenes de recolección en general están muy por debajo de la disponibilidad del recurso, por lo que el sistema de cosecha actual es extensivo y de bajo impacto. En contraste, existen productos que por el estado de conocimiento actual o su ecología, estarían sometidos a una demanda superior a la capacidad de producción natural, con el riesgo de sobreexplotación y agotamiento de recursos.

No obstante la gran diversidad de PFNM potencialmente utilizables, es necesario tener en consideración que ninguno de ellos es capaz por sí solo de entregar una única respuesta a las necesidades de producción y comercialización de pequeños y medianos propietarios de bosques nativos. Esto se debe a que los volúmenes que en la actualidad se transan son muy limitados y a que el incipiente conoci-miento, en diversos aspectos (ecológicos, comerciales, manejo, etc.), no permite emprender una acción sistemática que apunte a posicionarlos en mercados más desarrollados. Un ejemplo práctico de ello es el fruto de avellano, que pareciera ser muy atractivo para el reemplazo de la macadamia (Macadamia spp), la cual ya cuenta con un reconocimiento mundial como un fruto exótico; sin embargo, la falta de conocimientos técnicos y el bajo interés empresarial por el tema, se traducen en una demanda prácticamente insignificante, al contrastarla con la oferta potencial de este fruto al interior del país.

Finalmente, es necesario tener presente en el análisis de posibilidades co-merciales del bosque nativo, en general lo señalado por CONAF-GTZ (1996), con

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relación a que el aprovechamiento económico de los productos provenientes del bosque nativo está inserto en un amplio conjunto de conexiones interactuantes y complementariedades productivas, comerciales, tecnológicas, empresariales, profesionales, académicas y laborales, que trascienden el ámbito rural y forman parte de la dinámica global de la economía y de la sociedad chilena. Con ello queda claro que no es posible realizar análisis económicos ni comerciales pensan-do exclusivamente en los pequeños propietarios, ya que no serán éstos en forma aislada los que puedan dar un impulso a los mercados regionales, nacionales, ni externos, y sólo podrán satisfacer en mayor o menor grado sus necesidades de subsistencia.

Oferta actual y futura de productos

De acuerdo al tipo de bosque y de la estructura que posea, sus propietarios son capaces de ofrecer volúmenes siempre limitados de distintos productos, como trozos debobinables, trozos aserrables, trozos pulpables (madera industrial), leña, carbón vegetal, PFNM.

Las proporciones de cada producto varían de acuerdo a la situación local, en términos de tipo de bosque, acceso a mercados, requerimientos monetarios de los propietarios, infraestructura vial de los predios y capacidad de gestión del propietario.

La diferencia de las características de oferta entre pequeños y medianos propietarios está dada, principalmente, por la mayor capacidad de gestión para la producción que poseen los últimos, y por el hecho que, en general, su recurso está menos intervenido y presenta mayor posibilidad de extraer productos de mejor calidad. En términos muy globales, se espera que en cualquier negocio de abastecimiento de productos madereros sólo 20% del volumen sea aportado por pequeños propietarios, mientras que el restante 80% provendría de los medianos y grandes, independientemente del tipo de producto a considerar.

Como datos referenciales asociados al PCMSBN, se puede mencionar que para la Fase II de este proyecto (período 2003-2006) se ha planificado intervenir di-rectamente una superficie de 40 mil hectáreas a escala nacional, para generar un volumen asociado del orden de 1,3 millones de m3. Si bien este volumen parece ser muy alto, es necesario tener en cuenta que buena parte de él corresponderá a leña y carbón, productos que hoy generan volúmenes ampliamente superiores a los especificados; de tal manera que el PCMSBN apuntará, fundamentalmente, a que sean extraídos de una forma adecuada y comercializados de manera formal y a un precio apropiado para los propietarios.

Aparte de estas cifras formales, no existen antecedentes que permitan predecir cuál será la oferta de productos provenientes del bosque nativo en los próximos años; lo que estará dado, casi exclusivamente, por la eventual demanda que se genere por efecto de creación de nuevos emprendimientos industriales, o por la transformación parcial o total de la producción de industrias hacia bienes asociados al manejo de bosques naturales.

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Si pensamos que en la actualidad en nuestro país existen más de 3 millones de hectáreas de renovales –principalmente de roble y raulí– con diversas carac-terísticas de productividad, que en general no son inferiores a los 8 m3/ha/año y que en algunos casos superan los 20 m3/ha/año, y que además no han requerido para su desarrollo de inversión alguna, sino sólo del espacio físico (que en términos reales no posee otro uso alternativo) y el tiempo transcurrido entre su estable-cimiento espontáneo y la actualidad, podríamos plantear la siguiente hipótesis: el valor económico de una unidad de volumen de madera nativa proveniente de renovales no podría superar, en términos teóricos, al de la misma unidad de volumen de madera de pino radiata para cuya obtención fue necesario, a lo menos, adquirir las plantas y establecerlas, además de esperar un cierto período que se contrasta con el Costo de Oportunidad de haber realizado cualquier otro tipo de inversión alternativa, lo que en los renovales nativos no existió.

Partiendo de esta hipótesis de trabajo, pareciera que los precios que se fijan para la adquisición de maderas nativas reflejan solamente el punto de equilibrio “visceral” de cada propietario, por desprenderse de cierto volumen de madera de su predio, considerando un determinado precio como “conveniente”.

El pequeño propietario forestal, al igual que cualquier otro agente eco-nómico, busca maximizar su utilidad satisfaciendo sus necesidades con algunos bienes de consumo, los que debe adquirir basado en su restricción de renta (presupuestaria). Como ya se ha planteado, para el caso particular del pequeño propietario de bosque nativo, sus ingresos provienen básicamente del “salario” producto de su trabajo, repartido en la actividad extrapredial, agropecuaria y silvícola; y cuyo tiempo total disponible reparte entre estas “actividades produc-tivas” y el ocio. Este comportamiento es similar al planteado por Becker (1965), y analizado posteriormente por Dresdner (1992), en el contexto de un modelo de oferta laboral para el empleo informal en el sector productivo primario2. Lo relevante de este análisis está en el hecho del cambio de ocupación (sustitución de actividades productivas) en función del salario del empleo, la productividad marginal de la actividad productiva y la tasa marginal de sustitución entre con-sumo y ocio. Luego, el pequeño propietario forestal repartirá su tiempo entre la actividad silvícola y el ocio, a partir del punto en el cual el “salario” obtenido por actuar sobre el bosque sea igual al rendimiento monetario de una hora adicional en la actividad productiva alternativa, y el tiempo total dedicado al manejo del recurso dependerá de la valoración relativa entre trabajo y ocio.

Demanda existente en el mercado nacional

A escala nacional, la demanda por productos provenientes del manejo de bosque nativo es, por decir lo menos, escasa. Es posible encontrar algunas industrias ma-

2 Las características de la ocupación en este segmento del mercado laboral son su carácter estacional y el constante cambio de ocupación, tanto en cuanto a sector económico como a categoría ocupacional.

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yores que consumen materia prima nativa, especialmente en la X y XI Regiones, como Maderas Aysén, Inbossa S.A., Tantauco, Forestal Neltume Carranco S.A., TEMSA, Consorcio Maderero S.A. y Lousiana Pacific; esta última, una de las más importantes, con un consumo anual de 100 mil mr. Las restantes son de mucho menor tamaño y con requerimientos volumétricos poco significativos, en atención a la oferta potencial existente.

Si bien hoy existen experiencias empresariales con maderas nativas en una amplia gama de productos, desde la exportación de trozos aserrables hasta la confección de muebles, la gran mayoría de estas iniciativas son de muy pequeña escala; lo que se puede corroborar al estudiar las cifras de consumo de madera en trozos, presentadas con anterioridad. En este escenario y después de conocer estos antecedentes, es necesario preguntarse: ¿qué se requiere para activar este mercado?; si son factores asociados a la oferta o son aquellos derivados de la demanda. A juicio del autor, si bien es cierto que en términos económicos ambos funcionan en conjunto, determinando a su vez la variable precio, es necesario definir una estrategia asociada directamente a solucionar los problemas de la demanda potencial, y más que plantear la temática de utilización del bosque nativo como un todo, analizar directamente la posibilidad de poner en produc-ción los renovales de este recurso, ya que son los que económicamente pueden materializar una alternativa de aprovechamiento adecuado, en términos de calidad, cantidad y precio.

Actualmente el mercado de la madera en el ámbito nacional está dominado por el pino, lo que ha influido en la caída del interés por madera nativa y, por ende, de los precios de la misma, cuya oferta, además, por lo general no es de buena calidad, tanto en aspectos técnicos como comerciales (ubicación, opor-tunidad, homogeneidad, precio, etc.). Ello debe impulsarnos a la búsqueda de nuevos mercados, que permitan readecuar las especificaciones técnicas y los precios a las reales condiciones del recurso, esto básicamente es: bajos diámetros, piezas cortas, madera juvenil (albura), fundamentalmente especies del género Nothofagus, para una primera etapa.

De acuerdo a los resultados preliminares obtenidos hasta el momento en una iniciativa del PCMSBN, relacionada con la comercialización de productos provenientes del manejo sustentable del bosque nativo en la región del Biobío, existe una amplia gama de productos que pueden constituirse en la base para la valorización del bosque nativo en la zona, partiendo por los trozos debobi-nables de bajas dimensiones (1,2 m de largo); trozos aserrables (con largos de 2,1 m a 3,2 m) para la producción de madera aserrada destinada a las industrias de embalajes, durmientes, madera dimensionada y elaborada; trozos delgados (de 2,44 m de largo y 3-4” de diámetro) para la elaboración de polines con y sin impregnación; madera industrial, para la elaboración de tableros; y madera combustible, para su utilización industrial y/o doméstica, en forma de leña y carbón vegetal.

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REFLEXIONES FINALES

Al desarrollar un análisis de la situación comercial del subsector de bosque nativo, es imposible aislar el segmento de propietarios, en cuanto a sus caracte-rísticas socioeconómicas. De esta forma, aunque con diferentes problemáticas específicas, pequeños, medianos y grandes propietarios deberán insertarse en un mercado común, que debe necesariamente formalizarse de manera adecuada, para lograr una importancia económica consecuente con la potencialidad del recurso involucrado.

Es imposible encontrar todas las causas vinculadas a la realidad actual del comercio de productos y servicios asociados al bosque nativo, no obstante, se deben tomar en cuenta algunos hechos concretos, a la hora de buscar alternativas de mejoramiento para el recurso y, con ello, de sus propietarios. Los aspectos más relevantes que afectan el desarrollo del subsector bosque nativo son: recur-so en general degradado; oferta desorganizada y, por lo tanto, desagregada; baja capacidad de inversión para producción de bienes con mayor valor agregado; desinformación en relación con precios de mercado de distintos productos; falta de alternativas de uso integral del recurso, en términos de especies y tipo de productos demandados.

Negocio basado en medianos propietarios

La mayor parte de las referencias hablan, en primer término, de la relevancia de los pequeños propietarios en cuanto a la tenencia del recurso forestal nativo y, en segundo lugar, de la importancia económica que este segmento de propietarios le asigna al subsistema; situación que no se condice con las condiciones de margi-nalidad que presenta el subsector bosque nativo, en el contexto de la economía nacional. No obstante, es claro, desde el punto de vista netamente comercial, que las iniciativas que se emprendan para mejorar el tema de la estructura y acceso al mercado, por parte de propietarios de bosque nativo, deben tener como base los medianos propietarios. Ello, porque es en este segmento donde se tendrán más probabilidades de acceder a una oferta estable, en términos de cantidad y calidad; por cuanto ellos poseen una mayor capacidad de gestión, un recurso en mejores condiciones y una oferta más agregada.

La oportunidad más clara para los pequeños propietarios de participar activamente en los eventuales mercados de maderas nativas, se basa en la po-sibilidad de que estos mercados se formalicen y crezcan bajo un concepto de profesionalismo y transparencia de los agentes participantes, en los distintos niveles y áreas temáticas que ello implique. De algún modo, es posible apreciar hoy esta situación en el mercado de especies exóticas, en donde –obviando el tema de la concentración de la propiedad que distorsiona, sin duda, los niveles de precios– los propietarios conocen tanto los aspectos técnicos básicos del manejo de sus bosques, como la información asociada al mercado en cuanto a precios, unidades de medida, especificaciones técnicas, entre otras.

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En cuanto a la participación activa de los pequeños propietarios en los eventuales mercados de maderas nativas, cabe señalar que se pretende una in-serción deliberada de ellos, conectándolos con los otros elementos del proceso productivo –por ejemplo, los medianos propietarios o las empresas– de manera propositiva, fortaleciendo y creando capacidades correspondientes, y no dejando que la aspirada conexión se produzca al azar.

Elementos a mejorar

Otro tema importante para avanzar en la comercialización de maderas nativas en el ámbito nacional, así como posteriormente a nivel internacional –y de esta forma dar alternativas de mejoramiento económico a los pequeños y medianos propietarios de bosque nativo–, es analizar algunos elementos negativos asociados al comercio de productos nativos:

Niveles de precios. Cuando se trata el tema de la madera nativa, el punto de referencia obvio es la madera de pino radiata. Desde esta perspectiva, la mayor parte de los industriales madereros piensan en maderas duraminizadas y en precios que duplican o triplican los de la madera de pino, por lo que descartan a priori cualquier posibilidad de utilización de materias primas provenientes del bosque nativo. Esto se contradice con la mayor y mejor disponibilidad de madera joven de renovales, que por sus características técnicas deben tener precios muy por debajo de los establecidos para maderas duraminizadas.

Características físico-mecánicas de la madera. La gran mayoría de los an-tecedentes disponibles relacionados con esta temática están focalizados en el análisis de maderas maduras, es decir, duramen (pellín); mientras que, en la actualidad, la mayor disponibilidad de madera se encuentra en bosques juveniles de segundo crecimiento, o sea, fundamentalmente albura (hualle). Lo anterior implica realizar un esfuerzo en la investigación básica y aplicada para obtener estándares técnicos adecuados a esta realidad, a fin de que los industriales forestales puedan evaluar la factibilidad técnica y económica de iniciar negocios a partir de este recurso.

Avances tecnológicos para la elaboración. Los equipos y maquinarias utili-zadas actualmente en las industrias madereras asociadas a las plantaciones de pino, se han adecuado a las características dendrométricas de las mismas. Así, hoy es común el trabajo con trozos de diámetros pequeños, principalmente en la industria del aserrío y posterior elaboración. Un ejemplo práctico de ello es la producción de blocks y de finger-joint, que permiten aprovechar piezas cortas y con defectos que son eliminados de la pieza final. De esta forma, será necesario readecuar los requerimientos de materias primas nativas, a objeto de insertarlas dentro de las tecnologías disponibles.

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Uso integral del recurso

La falta de una demanda establecida y transparente por productos madereros primarios de mayor valor, como lo serían los trozos debobinables y aserrables, e incluso hoy de madera industrial (metro ruma), no permite al propietario realizar una utilización integral del manejo de su bosque. En este sentido, sólo en la medida en que existan alternativas de venta para productos diversos será posible valorizar adecuadamente el bosque y, por ende, capitalizar a través de este efecto a los propietarios de recurso nativo. Un pequeño ejercicio puede ilustrar las diferencias que se pueden producir con la existencia de mayor número de productos.

Si tenemos un árbol tipo con un diámetro de 35 cm y una altura de 21 me-tros, de una especie nativa del género Nothofagus, y realizamos distintos tipos de aprovechamiento (asumiendo que existe la demanda para estos productos) obtendríamos valores como los que muestra la Tabla Nº5.

Tabla Nº5: Utilidad para el propietario para diferentes estructuras de aprovechamiento de un árbol tipo

Estructura de productos a extraer del árbol tipo

Utilidad para elpropietario

(US$/árbol tipo)

Utilidad para elpropietario(US$/ha)

Debobinable-Aserrable-Leña doméstica-Carbón 11,01 550

Aserrable-Leña doméstica-Carbón 9,00 450

Leña doméstica-Carbón 6,79 339

Carbón 2,64 132

Leña industrial 1,47 73

Fuente: Elaboración propia sobre la base de los precios de mercado durante el año 2003.

Si se analizan estos resultados, es posible apreciar que entre el uso más integral del árbol tipo y el más básico hay diferencias que superan el 700% de utilidad para el propietario. Esto demuestra, claramente, el efecto económico fundamen-tal que posee la presencia de una demanda amplia de productos, que utilicen como materia prima especies nativas. Lo anterior, sin contar con que los precios utilizados para la realización del ejercicio son similares a los que hoy se pagan por maderas de pino radiata.

Paralelamente, es posible extraer de los antecedentes del ejercicio, que la nece-sidad de incentivar económicamente este tipo de bosque es relativa, si contamos con la existencia de un mercado desarrollado, que sea capaz de absorber en buena forma los costos involucrados en el manejo y genere utilidades suficientes para que los propietarios valoricen su recurso nativo. Es posible, incluso, que en algún momento los incentivos deban ser redestinados a actividades relacionadas con otros elementos que inciden en la actividad comercial, como la infraestructura vial, la certificación ambiental o la propia asistencia técnica en esta temática, más que en la propia silvicultura.

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Seguridad de abastecimiento

Obviando el tema de los precios y asumiendo que es posible dar cumplimiento a las especificaciones técnicas de los eventuales productos demandados, el siguiente desafío lo constituye asegurar el abastecimiento de materias primas; lo que en muchos casos es, a lo menos, muy poco probable. Ello principalmente por la inexistencia de estructuras profesionalizadas que, en primer término, conozcan a los propietarios y, en segundo lugar, su recurso e intereses en participar en el abastecimiento de alguna industria determinada. De esta forma, la seguridad en el abastecimiento será la clave para que industriales serios, con visión de largo plazo, logren internalizar las posibilidades efectivas que se pueden tener en ne-gocios asociados al manejo sustentable del bosque nativo.

Bajo esta premisa, para el funcionamiento adecuado de estos mercados debería incluirse la presencia de la figura de “Operadoras Comerciales” o tra-ders; cuya tarea sería conectar apropiadamente la oferta (propietarios) con la demanda (industriales), con un estilo de trabajo que incluya responsabilidades adicionales a las que hoy son asumidas por los conocidos “intermediarios”, cuya labor no va más allá de adquirir determinados productos o materias primas al menor precio posible y transportarlos hacia un centro de consumo. Rothermel (2002) señala, en este sentido, que la falta de concentración de la madera de mayor calidad en los bosques, en ocasiones no permite que las empresas logren reunir los volúmenes necesarios para sus procesos, trabajando en forma individual con los propietarios del recurso, por lo que en estos casos es imprescindible la presencia de algún “intermediario” que permita concentrar y presentar la oferta a las empresas consumidoras.

Labor de fomento del Estado

Será clave para alcanzar los objetivos del manejo sustentable de los bosques nati-vos la capacitación adecuada de los propietarios forestales, en términos técnicos silvícolas, en aquellos casos en que las labores asociadas al manejo del bosque sean realizadas por gestión directa; y, adicionalmente, en aspectos comerciales, lo que incluye contar con la información de demanda (precios, especificaciones técnicas, formas de pago, etc.) de diversos productos. Para el caso de los pequeños propietarios, la responsabilidad de esta labor debe ser asumida por el Estado, dentro de su rol de fomento; necesario para desarrollar una actividad económica, ambiental y sobre todo socialmente necesaria, a su vez que rentable.

Todo lo anterior debe tener necesariamente como base la extensión forestal participativa3; cuyos resultados han sido demostrados largamente en el trabajo del PCMSBN en los últimos siete años, como un proceso a través del cual las insti-

3 Este enfoque implica aceptar que los conocimientos no se transmiten. Lo que se transmite es infor-mación, contenido, y mensaje; para que con estos insumos el campesino construya sus propios conceptos, su propio conocimiento.

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tuciones intervienen en la realidad rural para modificar determinados aspectos o componentes, destinados a lograr un nivel de desarrollo que cubra sus nece-sidades vitales, en este caso, a partir del manejo sustentable del bosque nativo como una actividad productiva.

Finalmente, pretender que el carácter social y fomento de una iniciativa estará dado por la cantidad de subsidios que se entreguen a los destinatarios, es desco-nocer las leyes básicas del mercado, que regula la mayor parte de las actividades productivas –lo que incluye el subsector del bosque nativo–, ya que, a la larga, estos subsidios se transforman en un gasto corriente imposible de mantener a perpetuidad. Bajo esta premisa, la colocación de incentivos enfocados en forma certera, que representen la inversión inicial para el manejo de los bosques, asociada a la formalización de mercados y a una eficiente extensión forestal, entregarán un beneficio social sólido y de largo plazo a los propietarios de bosques nativos.

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CAPÍTULO II

Programas y proyectos

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Aspectos fundamentales en la gestión comunitaria de bosques en Chile: la experiencia del Fondo Bosque TempladoRODRIGO CATALÁN

INTRODUCCIÓN: EL FONDO BOSQUE TEMPLADO (WWF/CODEFF)

En el año 2000, WWF y CODEFF, con el apoyo de la Fundación Ford, decidieron crear el Fondo Bosque Templado (FBT)1 para fomentar la conservación comuni-taria. El uso sostenible de los bosques y sus recursos asociados fueron la base de la propuesta para mejorar la calidad de vida de la población local y contribuir a la conservación de la biodiversidad en la Ecorregión Valdiviana2.

El FBT se propuso promover la gestión comunitaria de los bosques templados lluviosos incrementando las capacidades de las organizaciones locales y fortale-ciendo el capital social. Los objetivos planteados fueron: promover el desarrollo de iniciativas locales de planificación y uso del bosque que ofrezcan beneficios a la comunidad y contribuyan a la conservación de la biodiversidad; y en este marco, desarrollar liderazgo, capacidad institucional y redes para la conservación. La intención era apoyar, sistematizar y difundir experiencias locales exitosas a través de alternativas tales como el ecoturismo y la cosecha sustentable y co-mercialización de productos forestales no madereros (PFNM).

En términos geográficos, el Fondo Bosque Templado estableció territorios o paisajes focales en la Ecorregión Valdiviana que incluyen: la cordillera de Nahuelbuta, la cordillera de la Costa de la X Región, el Corredor Biológico Costa - Andes (zona ubicada entre el río Toltén y el río Bueno), y los bosques de araucaria de la cordillera de los Andes de la IX Región. Para esto se conside-raron áreas donde coincidía la concentración de comunidades rurales con sitios prioritarios para la conservación3.

1 Por parte de WWF, esta iniciativa responde a la necesidad de desarrollar estrategias diferenciadas para los distintos actores que influyen en los bosques de la Ecorregión Valdiviana, entre los cuales se encuentran las comunidades indígenas y los pequeños propietarios. Desde el punto de vista de CODEFF, se dio continuidad a anteriores experiencias con comunidades de su Programa Forestal.

2 La Ecorregión Valdiviana abarca, en Chile, desde la VII Región del Maule (35° latitud sur), hasta la XI Región de Aysén (48° latitud sur), y ha sido considerada por WWF y otras organizaciones internacionales de conservación como prioritaria a nivel global.

3 Estos paisajes focales coinciden con los priorizados por WWF Chile (ver www.wwf.cl). El Fondo Bosque Templado definió como sus territorios de intervención aquellos paisajes focales, o parte de ellos, con concen-tración de pequeños propietarios y comunidades indígenas.

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El FBT ha realizado cuatro concursos de proyectos orientados a comunidades campesinas e indígenas, asesorados por organizaciones no gubernamentales u otros organismos de asesoría técnica; a través de los cuales se han apoyado 28 iniciativas surgidas desde las bases. Durante cinco años, el equipo interdiscipli-nario del programa ha acompañado y entregado apoyo a los líderes comunitarios y a sus asesores mediante visitas a terreno, talleres de capacitación, asesoría téc-nica, investigaciones complementarias y respaldo en las gestiones con el sector público y privado.

El FBT ha logrado promover una red de comunidades locales que viven en zonas de bosques y que están impulsando iniciativas de uso sustentable de la biodiversidad. Los dirigentes y equipos asesores están contactados y han vivi-do un valioso proceso de aprendizaje conjunto. Complementariamente a este trabajo, WWF ha desarrollado una serie de estudios complementarios y comen-zado a implementar incentivos orientados a potenciar los efectos de este fondo concursable.

Una de las premisas planteadas es que la conservación no es una actividad exclusiva de las áreas protegidas, sean éstas públicas o privadas, sino que también puede ser el resultado de un ordenamiento territorial y un uso sustentable de los recursos del bosque de las comunidades, gestionado por ellas mismas. Más aún, que estas actividades son capaces de contribuir significativamente a mejorar la calidad de vida de la población local.

La sistematización de estos años de trabajo ha permitido identificar factores críticos en la promoción de la gestión comunitaria de bosques que puede resultar de gran utilidad no sólo para el trabajo futuro de WWF y CODEFF, sino también para otras organizaciones públicas y privadas.

EL PROCESO Y LAS LECCIONES APRENDIDAS

Participación social

La experiencia latinoamericana señala que, en la gestión de los recursos natura-les, la participación comunitaria y de las personas está relacionada con la adqui-sición de poder para tomar decisiones y manejar los recursos (Kenny-Jordan et al., 1999). Es esencial, en todo el ciclo de los proyectos, porque otorga control a las personas sobre la forma en la cual las actividades implementadas afectan sus vidas, genera un sentimiento de pertenencia sobre la iniciativa y conduce a la responsabilidad y compromiso con ésta (Margoluis et al., 1998).

La sistematización de la experiencia del Fondo Bosque Templado conclu-yó que, en términos generales, a medida que aumentaba la participación de las personas y comunidades lo hacía también la posibilidad de éxito4 de una iniciativa. Es necesario puntualizar que el proceso de involucrarse es dinámico

4 Para efectos de este estudio se utilizó una definición operativa de éxito basada en el cumplimiento de objetivos y resultados, así como de los impactos observados o esperados.

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y puede variar en el ciclo del proyecto. La aplicación de metodologías partici-pativas, impulsadas por el equipo del FBT, permitió, en la mayoría de los casos estudiados a incrementar el grado de involucramiento, llegando a revertir en algunas ocasiones los problemas generados por una fase de diseño en la cual la colaboración comunitaria fue escasa. Ahora bien, es importante destacar que la participación de las poblaciones locales, por sí misma, no garantiza el éxito de las iniciativas, pero, sin duda, es de vital importancia (Catalán, 2003).

Apoyo a las organizaciones

Diversas experiencias, en América Latina, demuestran que organizaciones co-munitarias fuertes y con alto sentido de identidad tienen mayores capacidades para gestionar proyectos, incluyendo aquellos que abordan la temática ambien-tal y del manejo de los bosques (Kenny-Jordan et al., 1999). En términos más amplios aún, otros autores han observado que organizaciones sustentadas por una identidad cultural y comunitaria están mejor preparadas para enfrentar problemas comunes. Sin un sentido comunitario, los individuos se concentran en sus familias y en sí mismos, en ocasiones en detrimento de los esfuerzos colectivos por alcanzar una vida mejor (Kleymeyer, 1994).

Estos y otros antecedentes concordantes llevaron a considerar explícita-mente el apoyo a las organizaciones como una de las áreas de interés del FBT. La sistematización de los proyectos permitió confirmar que existía una im-portante relación entre la fortaleza de las organizaciones responsables de los proyectos, con el éxito de las iniciativas de gestión comunitaria de bosques. También quedó en evidencia, al igual que para otros factores, que el nivel de organización no es el único que influye (Catalán, 2003).

Hasta hace pocos años, muchas organizaciones mapuche y campesinas se encontraban debilitadas, con problemas de participación, liderazgo y represen-tatividad; su peso y participación en instancias de decisión relevantes para sus territorios era muy baja. Sin embargo, desde principios del 2000 ha surgido lo que se podría llamar un nuevo tipo de organizaciones de segundo nivel, tanto de colonos chilenos como de comunidades mapuche, con un mayor arraigo en territorios definidos. Entre ellas destacan las llamadas identidades territoriales mapuche5 y las organizaciones de colonos chilenos tales como la Agrupación Territorial Nahuelbuta.

Otro tipo de organizaciones interesantes son las redes temáticas o de pro-ductores tales como la Red de Productos Forestales no Madereros de Chile y la Red de Propietarios de Bosques de la Araucanía, apoyadas igualmente por el FBT. Estas agrupaciones buscan mantener una fuerte relación con las bases,

5 El surgimiento de este concepto data de 1999 con la organización de un conjunto de comunidades de la comuna de Tirúa bajo el nombre de “Identidad Lafkenche de la Provincia de Arauco”. Ha tomado gran fuerza, multiplicándose hacia otras provincias y territorios con presencia de comunidades mapuche.

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apuntar hacia procesos de autoridad y administración territorial; fortaleciendo, entre otros aspectos, el control sobre sus recursos naturales.

A partir de la experiencia sistematizada del FBT, los aportes de organizacio-nes socias6 y la literatura sobre el tema, se ha desarrollado una propuesta preli-minar para el fortalecimiento organizacional que incluye ocho pasos o etapas. Éstos van desde la definición del territorio hasta la evaluación participativa de planes territoriales, pasando por el análisis de los actores, el fortalecimiento de los líderes, el desarrollo de planes participativos y el monitoreo. Dicha propuesta será validada por las organizaciones territoriales con las que trabaja WWF y luego de esta retroalimentación se comenzará su implementación.

6 Si tenemos en cuenta la importancia de la organización local para la conservación y la gestión comunitaria de bosques y la complejidad del tema, resulta fundamental establecer alianzas entre instituciones relacionadas con la conservación y manejo de los bosques con instituciones que han desarrollado un marco conceptual y metodologías para el apoyo a las organizaciones.

El objetivo del Fondo Bosque Templado es promover la gestión comunitaria de los bosques templados lluviosos incrementando las capacidades de las organizaciones locales y fortaleciendo el capital social

(Foto: WWF).

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Incentivos para la conservación de la biodiversidad con comunidades

El rol fundamental de los incentivos económicos en la motivación de la partici-pación comunitaria en proyectos de conservación es ampliamente reconocido. Estos últimos pueden ser agrupados en las siguientes categorías: derechos de propiedad, incentivos de mercado, instrumentos fiscales, bonos y depósitos, y apoyo a economías familiares (Emerton, 2000). En los casos en que la conserva-ción no es una preocupación para la comunidad, se debe entrar en procesos de negociación que pueden incluir también compensaciones económicas7 (Little, 1994). Sin embargo, existe otro tipo de motivaciones no económicas que mue-ven a las personas y a las comunidades a realizar actividades de conservación, las cuales pueden ser alentadas por otro tipo de estímulos, no económicos, tales como el reconocimiento social.

En una siguiente fase impulsada por WWF, complementaria al FBT, se pretende evaluar, en forma conjunta y por separado, la efectividad para diversas situaciones de otros incentivos tales como: el acceso al crédito para actividades económicas compatibles con la conservación, los premios como mecanismos para estimular el reconocimiento social de iniciativas exitosas, la asesoría técnica a través de donaciones para ese fin, el mejoramiento del acceso a los mercados y la asignación de derechos de propiedad y acceso a los bosques8.

Tenencia de la tierra y acceso a los recursos del bosque

El problema de la tenencia de la tierra y el acceso a los recursos del bosque fue un común denominador de las áreas donde se implementaron proyectos del Fondo Bosque Templado. La costa de la Provincia de Osorno es uno de los territorios priorizados por el programa, allí las comunidades mapuche-huilliche habitan un vasto territorio boscoso donde la tenencia de la tierra no está completamente regularizada. Lonquimay y otras comunas ubicadas en los Andes de la Araucanía y norte de la región de Los Lagos presentan problemas similares con comunidades pehuenche. En la cordillera de Nahuelbuta la gran mayoría de los campesinos de montaña tiene problemas de saneamiento de sus títulos de dominio.

Una de las implicancias más concretas de los problemas de saneamiento de títulos es la imposibilidad de obtener planes de manejo forestal por parte de CONAF. El manejo sustentable se hace prácticamente imposible debido a que este documento es requisito para la comercialización de los productos del bosque. Todas las cortas sin plan de manejo son ilegales y el acceso a asistencia técnica e incentivos por parte del Estado tampoco es posible.

7 Numerosos autores han apoyado con fuerza la alternativa de pagos directos por conservación a co-munidades argumentando que tienen una mejor relación costo/beneficio que los enfoques indirectos de los proyectos integrados de conservación y desarrollo (Ferraro et al., 2002).

8 Estos incentivos son parte del llamado “enfoque de no-proyectos”, que incluye los incentivos económicos del “enfoque de mercado” (Kiss, 2004).

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Asociado a la tenencia de la tierra está el acceso a los recursos del bosque, tema de gran importancia para comunidades aledañas a áreas protegidas y pro-piedades de empresas forestales. Las principales actividades son la recolección de productos forestales no madereros y el pastoreo de ganado. Comunidades que han mantenido estas prácticas por generaciones han sufrido los impactos, en sus economías familiares, de las crecientes limitaciones impuestas por las administra-ciones de los parques y los predios forestales. WWF está abordando esta temática en el Parque Nacional Conguillío, con la comunidad indígena Melivilu Melirayen; en el Parque Nacional Nahuelbuta, con la Agrupación Territorial Nahuelbuta y en la Reserva Costera Valdiviana con las comunidades vecinas. Si bien existe una experiencia puntual con la comunidad de Colegual Alto y Pichilingue en la comuna de San José de la Mariquina y una empresa forestal, la experiencia del FBT en las relaciones empresa-comunidad es aún incipiente.

Diversos expertos en conservación han concluido que la seguridad en la tenencia de la tierra es esencial para las iniciativas de conservación comunitaria debido a la necesidad de tener claridad para tomar decisiones de manejo de los recursos naturales. Se trata de un requisito para el uso sustentable porque permite planificar a largo plazo y realizar con seguridad inversiones de trabajo y recursos (Lynch et al., 1994).

Es importante agregar que tanto la seguridad en la tenencia de la tierra como el acceso a los recursos del bosque son condiciones importantes, pero no siempre suficientes para garantizar el uso sustentable de los bosques. Esto lo ha demostrado la experiencia internacional (Kiss, 2004) y también la nacional, por ejemplo de comunidades mapuche que han obtenido tierras con bosques fuera de los territorios donde vivían, sin conocer el nuevo ambiente y sin alternativas económicas que han destruido sus bosques estimulados por intermediarios madereros.

Frente a la restricción u obstáculo de la tenencia de la tierra en que se desa-rrollaron los proyectos del Fondo Bosque Templado, los extensionistas asumieron diversas estrategias. Algunas iniciativas consideraron este problema en la etapa de diseño, mientras que otros debieron asumirla sin tenerla prevista. En términos generales, los proyectos no lograron superar el obstáculo de la regularización de títulos de dominio y los derechos de acceso a los recursos del bosque debido a la complejidad y lentitud en su tramitación.

WWF pretende impulsar experiencias piloto en comunidades con problemas de tenencia de la tierra y grandes extensiones de bosque. La participación protagónica de las organizaciones territoriales en esta materia es fundamental. En el caso de las comunidades indígenas la asignación de los derechos de propiedad individuales o comunitarios debiera realizarse sobre la base del derecho consuetudinario, la legislación vigente y los acuerdos internos de las comunidades. Instituciones de apoyo pueden facilitar este proceso entregando información legal, cartografía, apoyando reconstrucciones de historia local, realizando estudios de parentesco, entregando herramientas de manejo de conflictos, apoyando discusiones para alcanzar acuerdos internos y eventualmente actuando como mediadores. Com-

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plementariamente, las instituciones de apoyo deberán respaldar gestiones con las instituciones públicas vinculadas tales como: la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) y el Ministerio de Bienes Nacionales.

Extensión, asesoría técnica y capacitación

La experiencia del FBT concluye que existe una clara relación entre las capacidades de los equipos asesores o instituciones de apoyo con el éxito de las iniciativas. Lo mismo ocurre con la calidad de la relación de la comunidad con los extensionistas; esta última puede cambiar en el transcurso del período del proyecto, de hecho, se produjeron casos en que relaciones distantes al inicio fueron mejorándose con la ayuda de metodologías participativas y finalmente los resultados fueron positivos (Catalán, 2003). También las capacidades del equipo asesor pueden mejorarse, y esa fue parte de la función del equipo de acompañamiento y capa-citación del Fondo Bosque Templado. Para este efecto se llevaron a cabo talleres de capacitación, visitas conjuntas con los extensionistas a terreno y entrega de material de apoyo.

El análisis de las iniciativas sistematizadas deja en evidencia que la exten-sión forestal o trabajo con bosques y comunidades, no se trata simplemente de adaptar “paquetes tecnológicos” generados para el ámbito empresarial9. Es una labor que debe abordar una realidad compleja y heterogénea que requiere de equipos que operen con un enfoque interdisciplinario. Es necesario que el equi-po asesor domine, en profundidad, aspectos técnicos y metodológicos de tipo social, económico y ecológico. Los profesionales precisan de esta sólida base para poder reconstruir con creatividad, y considerando las diversas realidades locales, nuevas propuestas que sean discutidas y validadas con la población local. Sólo así, y mediante un proceso de manejo adaptativo, se puede lograr una extensión eficaz en términos ecológicos y económicos, y pertinente desde el punto de vista sociocultural10.

Acompañamiento y monitoreo

Los cuestionamientos a los que se han enfrentado los proyectos integrados de desarrollo y conservación, a escala internacional, han generado una fuerte presión por parte de agencias donantes e instituciones involucradas por perfeccionar sistemas de monitoreo, evaluación y sistematización. Por otra parte, la velocidad y urgencia de los procesos de destrucción de recursos naturales y condiciones de

9 En este sentido no parece apropiado el concepto de “transferencia tecnológica” para describir este trabajo y, al igual que en otros artículos de este libro, optamos por el concepto de “extensión”.

10 Desgraciadamente, los altos requerimientos del perfil de los extensionistas frecuentemente no tienen correspondencia con los niveles de remuneraciones y las condiciones de trabajo. Este aspecto debe ser enfren-tado por los donantes e instituciones contratantes si se espera lograr reales impactos en terreno.

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pobreza rural exigen aumentar los niveles de eficiencia y eficacia, aprendiendo de las experiencias exitosas y especialmente de los errores11.

La implementación de sistemas de evaluación y monitoreo debe formar parte de toda iniciativa de conservación comunitaria. La falta de estos sistemas o su debilidad es una de las razones de las dificultades para evaluar los beneficios de los proyectos de conservación comunitaria. Además, información oportuna permite ajustar el rumbo de los proyectos durante su implementación (Little, 1994). Es lo que se ha llamado manejo “adaptativo”, que involucra la integración del diseño, manejo y monitoreo de proyectos que permiten comprobar los su-puestos previos, realizar cambios y aprender del proceso en una forma dinámica (Margoluis et al., 1998).

El monitoreo es un proceso complejo que, en la experiencia del FBT, no logró hacerse con los niveles de participación comunitaria esperados. El diseño de los indicadores, el establecimiento de las líneas de base, el registro de los datos y su interpretación fueron principalmente asumidos por los asesores técnicos luego de talleres de capacitación y acompañamiento en terreno; es que la teoría de los indicadores de éxito e impacto aún requiere de mayor simplificación para su aplicación en terreno con activa participación de la población local12. En cualquier caso, no se puede abandonar este esfuerzo y el desafío es generar, en primer lugar, una discusión y conciencia de la importancia del monitoreo y la evaluación, posteriormente diseñar, aplicar e interpretar indicadores simples que permitan medir cambios en aspectos ambientales, sociales y económicos.

La destrucción de los bosques nativos y la pobreza rural exigen aprender de los errores y de las experiencias exitosas. El problema es que la mayoría de los proyectos que se han sucedido en el tiempo, con sus aciertos y desaciertos, no han llevado un registro sistemático de sus actividades y no han dejado por escrito un análisis del proceso. Proyectos exitosos han generado impactos en el ámbito local, sin difundir la clave de su éxito. Proyectos fracasados han gene-rado desesperanzas en la población local y han alejado posibilidades de nuevos financiamientos. Sin embargo, los mismos errores vuelven a repetirse intermi-nablemente (Catalán, 2000).

Sistematización

La sistematización permite generar teorías a partir de la práctica, obtener lec-ciones desde el terreno. Más que un ejercicio intelectual, puede transformarse

11 Es dominante lo que se ha llamado una “cultura del éxito”, en el cual las publicaciones y presentaciones de los trabajos enfatizan fuertemente en los éxitos, ignorando los errores y fracasos. Esta práctica está relacionada directamente con las oportunidades de financiamiento y el prestigio de los profesionales e instituciones involu-cradas. Sin embargo, ha sido muy nociva para el avance de esta línea de trabajo y ha inhibido la innovación.

12 A modo de ejemplo, Robinson y Redford (2004) proponen indicadores como los siguientes: las pobla-ciones mantienen su rol en el ecosistema, la productividad primaria se mantiene, las instituciones locales se fortalecen. Estos indicadores difícilmente pueden ser apropiados en forma directa por las comunidades.

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en una herramienta para construir procesos de desarrollo local y conservación comunitaria. Se trata de una instancia de reflexión crítica que genera documentos y publicaciones que pueden ser utilizadas para mejorar la toma de decisiones a nivel comunitario, de organismo de apoyo y de políticas públicas. El objetivo es, en consecuencia, de múltiples alcances: por una parte, un proceso de sistemati-zación sirve a las comunidades, sus líderes y sus organizaciones. Por otra, es útil a las organizaciones de apoyo directo e indirecto, tales como CONAF, INDAP, FOSIS, ONG’S, consultoras que trabajan en el ámbito rural y fondos u organizaciones do-nantes nacionales e internacionales. Sirve también para mejorar la construcción de políticas y el proceso de toma de decisiones de los gobiernos a nivel local, regional y nacional.

Para el Fondo Bosque Templado, la sistematización de las experiencias en los primeros concursos (Catalán, 2003), unida a dos evaluaciones externas ha sido fundamental en el diseño de las nuevas etapas y ha generado un importante cambio, tanto en la estrategia de la iniciativa como en los instrumentos.

Se profundizaron aspectos anteriormente explicados como el enfoque territo-rial, y el apoyo a organizaciones de segundo nivel, se diversificaron los incentivos y se adoptó una estrategia de alianzas con socios locales para la implementación y acompañamiento de las iniciativas en periodos más largos que la duración de los proyectos anteriores. Finalmente, la masificación de los impactos es otro de los desafíos adquiridos como resultado de la sistematización y las evaluaciones.

El desafío de la masificación, aumentar la escala de los impactos

El FBT fomentó algunas promisorias experiencias locales de conservación y de-sarrollo local. Sin embargo, se trata de éxitos a pequeña escala en un contexto donde la realidad es diferente. La masificación de estas experiencias exitosas no se produce a través de un fenómeno espontáneo, por el contrario, debe ser inten-cionado, apoyado y monitoreado. Se trata de un tema de escala, de la comunidad al territorio, de los territorios al país. Este aumento de escala es fundamental para el logro de impactos y es un tema abordado tanto en la conservación como en el desarrollo rural. El desafío consiste en conectar de forma virtuosa dos escalas habitualmente poco vinculadas.

En el caso de la conservación, el desafío para WWF es conectar los sitios con la Ecorregión, a través de los paisajes; y en el caso del desarrollo rural, las comu-nidades con las regiones administrativas, a través de los territorios. Si esto no se logra, se mantendrán visiones, planes, políticas regionales como documentos que no se ven reflejados en el terreno ni en las personas. En el otro sentido, tendremos sólo un conjunto de iniciativas aisladas y marginales en su contexto.

En una siguiente etapa, luego de la generación de experiencias demostrati-vas, la implementación de proyectos de conservación comunitaria requiere ser a gran escala para así lograr un impacto significativo. El paso de la escala de un proyecto comunitario a otros niveles como el territorial, (eco)regional o nacio-nal debe ser el resultado de un proceso de aprendizaje conjunto de los diversos

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actores involucrados, incluyendo a los miembros de las comunidades, los do-nantes, los organismos de apoyo y los gobiernos locales. Ejemplos de esto son el reconocimiento de sistemas tradicionales de manejo por parte de instituciones públicas y de la legislación. Para mantener en el tiempo los cambios generados, es necesario un reconocimiento de estas iniciativas y ajustes efectivos a nivel de políticas (Seymour, 1994).

Para lograr la masificación de los impactos hacia escalas de territorios, comu-nas, regiones y el país, el trabajo comunitario de WWF-Chile está abordando tres estrategias complementarias entre sí. Dichas estrategias consisten en respaldar a las organizaciones territoriales para influenciar políticas públicas, promover el acceso a los mercados a través de dinámicas económicas asociativas basadas en el uso sostenible de los recursos naturales de los territorios y, finalmente, fortalecer las capacidades de los encargados de asumir las decisiones y extensionistas para enfrentar este proceso. Se pretende validar la gestión comunitaria de bosques como una alternativa viable a las plantaciones y las áreas protegidas en territorios habitados por comunidades rurales que permita contribuir al desarrollo local y a la conservación de la biodiversidad.

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES: QUÉ PODEMOS DECIR DESPUÉS DE CINCO AÑOS

La conservación de los bosques que controlan las comunidades indígenas y las localidades de campesinos de montaña, en el sur de Chile, será más viable en la medida que ellos alcancen seguridad en la tenencia de la tierra y acceso a los recursos del bosque; tengan una activa participación de organizaciones fuertes en programas de apoyo –que consideren una diversidad de incentivos apropiada-mente diseñados– y que cuenten con extensionistas de alto nivel con los cuales mantengan relaciones horizontales y de confianza. Estos procesos deben ser acompañados, monitoreados y sistematizados de forma que se puedan realizar cambios oportunos, enfrentar conflictos, aprender de las experiencias y difundirlas a otros programas y organizaciones similares.

El concepto de participación debe ser abordado en profundidad superando la mirada de organizaciones externas que “ayudan” a comunidades pobres y les “enseñan” a gestionar los recursos naturales. No basta con que asista gran parte de una comunidad a una reunión de capacitación. La participación, entendida en relación con la autoridad, debe llevarnos en un proceso de comunicación, negociación, e intercambio de conocimientos de tipo horizontal entre agentes externos y las organizaciones comunitarias y territoriales. Se trata no sólo de la forma cómo participa la comunidad en un proyecto sino de qué proyecto se realiza, a quién beneficia, quién lo realiza, a quién se rinden cuentas y en el marco de qué plan o programa se encuentra.

Las organizaciones de pequeños propietarios y comunidades, y en especial las de carácter territorial y temático, son fundamentales como gestores de un desarrollo territorial que integre la perspectiva de la conservación y el uso sus-tentable de los bosques.

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Si bien las donaciones del modelo de proyectos son importantes y necesarias, deben ser complementadas por otro tipo de incentivos, directos e indirectos, económicos y no económicos. Entre ellos destaca el acceso al crédito, el recono-cimiento social y la seguridad en la tenencia de la tierra.

La seguridad en la tenencia de la tierra es una condición necesaria para el control territorial de las comunidades indígenas, su desarrollo cultural, económico y la conservación de sus recursos naturales. No se puede esperar que pequeños proyectos, de corta duración, orientados a la gestión comunitaria de bosques aborden con éxito el complejo problema de la tenencia de la tierra. Se requiere de apoyos complementarios enfocados específicamente a este tema con la par-ticipación de profesionales con la preparación y experiencia suficiente.

El éxito de un proyecto, programa o iniciativa debe ser considerado tanto desde el punto de vista de los logros específicos a nivel local como también de los cambios generales a nivel institucional y de políticas que favorecen la replicabili-dad y masificación. Cuando las amenazas a los recursos naturales comunitarios y a sus sistemas de manejo exceden las capacidades de las instituciones comunitarias, se hace necesario influir en las estructuras gubernamentales de mayor nivel.

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Doce años acompañando a los campesinos forestalesHEINRICH BURSCHEL, ÁLVARO ROJAS

HISTORIA

Para revisar la situación del sector forestal en Chile en la década pasada, se re-quiere tener en consideración el estado de los bosques, el rol de las instituciones, la tradición campesina y la profesión forestal.

Estado de los bosques

En 1990 el país salía de la dictadura militar e iniciaba el proceso de rees-tructuración democrática. En la misma década se concentró la preocupación mundial sobre el medio ambiente y, específicamente, en los bosques. En 1990 se realizó el estudio “Política de Manejo del Bosque Nativo en Chile” (FAO, 1991), financiado por el Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo, que daba cuenta del estado de los bosques nativos en el país. Los resultados de la investigación fueron alarmantes. La labor desarrollada por Burschel, Edens y Morillo indicó que grandes superficies de este recurso se hallaban degradadas por la sobreexplotación, el ramoneo del ganado y los incendios forestales; y que la explotación se concentraba en los bosques más cercanos a las urbes y con redes de caminos accesibles (FAO, 1991).

Ese mismo año se produjo, además, una importante demanda de me-tros ruma (un millón de m³) para la producción y exportación de astillas, que junto al tradicional uso de la leña (ocho millones de m3), causaron una fuerte presión sobre el recurso, ya sobreexplotado (Urzúa, 2002). La valorización general de los bosques nativos era muy baja –incluso algunos se consideraban matorrales–, por lo cual algunas empresas los sustituyeron por plantaciones forestales, para hacerlos productivos. La opinión común era que los bosques nativos eran difíciles de manejar. Sin embargo, por la preocupación mundial y el informe mencionado (entre otros), el gobierno inició la tramitación para un proyecto de ley de fomento del bosque nativo; que aún se encuentra pendiente.

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Rol de las instituciones

La Corporación Nacional Forestal (CONAF) era la responsable de combatir los incendios forestales, administrar las áreas silvestres protegidas, y fiscalizar las leyes forestales y de fomento de las plantaciones exóticas. Mediante el DL.701 de 1974, CONAF funcionaba como policía forestal, vigilando las intervenciones en los bosques y aplicando multas en caso de incumplimiento de las leyes. Ac-tuaba con una estructura vertical, característica de la administración del Estado desarrollada por el régimen militar, que se mantuvo alejado de las demandas reales de los propietarios y de la base local, sin considerar acciones de fomento del bosque nativo y plantaciones para los pequeños y medianos propietarios.

Desde mediados de la década del 70 el Estado chileno, influenciado por las grandes empresas forestales –agrupadas en la Corporación de la Madera (CORMA)–, tuvo como objetivo un rápido desarrollo del recurso forestal de plantaciones; logrando 1,6 millones de hectáreas plantadas, que es –aparte de todo lo que se pueda criticar, respecto a consecuencias ambientales, concentración de la propiedad rural, migración del campo a la cuidad, etc.– una muestra de cohe-rencia entre una política y un instrumento legal como el DL.701. Las empresas tenían necesidad de investigación sobre plantaciones, con el fin de mejorar su rendimiento económico, por ello el Instituto Forestal (INFOR) –la entidad inves-tigadora estatal– concentró todos los esfuerzos en el rubro de las plantaciones y la industria forestal relacionada con éste. Muy poco se invirtió en investigación de los bosques naturales, en su potencialidad de desarrollo y su correspondiente impacto social.

Los campesinos

A través de su historia, Chile fue un país de agricultores y ganaderos, y el bosque siempre se consideró como el recurso que permitía ampliar la super-ficie de terrenos productivos para desarrollar esos rubros. Por otra parte, el crecimiento de la población y el avance permanente de la frontera agrícola, confinaron a los bosques a suelos no aptos para la agricultura, en ambas cordilleras. Por muchas décadas, el Estado chileno fomentó la sustitución de los bosques nativos para obtener terrenos agrícolas. Hasta 1950, esta polí-tica formó parte del proceso de colonización del sur de Chile, culminando en los grandes incendios de los bosques de lenga (Nothofagus pumilio) en la XI Región. Por generaciones, los habitantes rurales entendieron el bosque como un recurso que servía para ampliar sus cultivos o que se podía utilizar como galpón natural para el ganado durante los inviernos. Los campesinos no eran ignorantes, simplemente cumplieron su rol y su destino de vivir de la agricultura y la ganadería. En la actualidad, grandes superficies del bosque nativo pertenecen a este grupo de personas.

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La profesión forestal

La formación de los profesionales forestales -tanto ingenieros como técnicos- era y es de alto nivel, pero extremadamente vinculada al concepto de la silvicultura de las plantaciones. Esto ha estado acompañado por un modelo económico pensado para las grandes empresas, sin formación hacia las necesidades de las pequeñas y medianas empresas forestales (PYME), y sin considerar herramientas basadas en procesos participativos, para entender y resolver las demandas específicas de los pequeños productores forestales. Por muchas décadas, la formación de técnicos e ingenieros estuvo orientada a satisfacer sólo los requerimientos de la industria.

PROYECTO DE CONSERVACIÓN Y MANEJO SUSTENTABLE DEL BOSQUE NATIVO

En esta situación se desarrolla la demanda de un nuevo tratamiento de los recursos naturales, cimentado en la participación de todos los actores, en base al proceso que la Agenda 21 defendía, como consecuencia de la cumbre de Rio de Janeiro (1992). En este sentido, se inician acciones para construir un proyecto forestal en Chile para el uso sustentable del bosque nativo (Bundesministerium für Umwelt, Naturschutz und Reaktorsicherheit; Umweltpolitik; 1997 Agenda 21).

Origen

En 1990, la creciente demanda de astillas del bosque nativo, cuyo abastecimiento involucró gran cantidad de pequeños propietarios, causó un serio problema para el sistema fiscalizador de CONAF. Como consecuencia, se dio origen a un proyecto denominado Campesinos Forestales (PCF), cuyo fin era someter a la legalidad las intervenciones realizadas por los pequeños propietarios en el bosque nativo. En ese entonces la responsabilidad era del Departamento de Control Forestal, pero, por la alta demanda y complejidad, involucró sucesivamente al Departamento de Manejo. Todos los intentos mostraron que para este tipo de labor hacían falta recursos y conocimientos.

Debido a esto, en 1992, CONAF se vinculó al Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED), para obtener apoyo en el desarrollo de un concepto de transferencia tecnológica más adecuada y eficiente. Se formaron así los primeros equipos con profesionales chilenos y alemanes, para atender directamente a los productores, elaborando planes de manejo y capacitando a los campesinos. Estos equipos estaban ubicados en áreas piloto, trabajando lo más cerca posible de los campesinos y el bosque. Con esa modalidad se demostró que la atención com-binada para elaborar planes de manejo con asistencia técnica a los productores era eficiente; sin embargo, no recibió suficiente respaldo institucional.

Para iniciar el proceso de involucrar a CONAF como institución responsable y aumentar el impacto del trabajo en terreno, se decidió buscar más alia-dos; como el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), en la IX Región, quien por un tiempo financió equipos de extensión. Con el apoyo del DED,

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se establecieron vínculos con otras organizaciones de la Cooperación Ale-mana: la Sociedad Alemana de Cooperación Técnica (GTZ) y el Instituto de Crédito para la Reconstrucción (KfW). En 1994 estas organizaciones envían misiones para evaluar el PCF y elaboran juntas una propuesta de proyecto para desarrollar un modelo de fomento adaptable a la realidad chilena, vin-culado al proyecto de Ley sobre Recuperación del Bosque Nativo y Fomento Forestal y con un sistema de extensión forestal. Al año siguiente se firma un convenio con el KfW, para el apoyo financiero del proyecto; y la GTZ inicia su participación en 1996.

El proyecto modificado en su primera fase se inició oficialmente en 1997, con el nombre Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo (PCMSBN). En ese tiempo la situación del mercado había cambiado significativamente, por la decreciente demanda de astillas (Urzúa, 2002). En enero y febrero del mismo año se inició el trabajo de los equipos de extensión, formados desde la VIII hasta la X Región. El año 2000 se involucró la VII y la XI Región, con un cuerpo profesional de más de 100 personas. El 2002 se finiquitó la primera fase de financiamiento y se inició la segunda, reformulándose algunos aspectos del trabajo, como la concen-tración en áreas de desarrollo y la ampliación a medianos propietarios.

Financiamiento

En el acuerdo entre Chile y Alemania se fijaron tres fases de financiamiento del proyecto. Para la primera, el apoyo financiero provino principalmente del KfW y estuvo destinado a incentivos forestales y la instalación de una red de equipos de extensión. La inversión fue de 10 millones de marcos alemanes (en su equi-valencia a dólares y euros). Junto a esto, CONAF contribuyó con 10 millones, para extensión forestal y administración. Finalmente, las otras instituciones alemanas (DED-GTZ) invirtieron otros siete millones de marcos, en la asistencia al proyecto. En la segunda fase se invertirán en total nueve millones de euros, entre el 2002 y el 2006.

Objetivos

En el marco político del acuerdo bilateral se fijaron dos ejes de trabajo, relevantes para el desarrollo y la estructura del PCMSBN. El primero es la superación de la

En Curacautín, en 1991, tres funcionarios de CONAF –los ingenieros y técnicos forestales, Nemo Ortega, Eduardo Espinoza y Francisco Jouanett– trataban de otorgar permisos de corta (planes de manejo) a una gran cantidad de campesinos-propietarios de bosque, que preparaban sus metros ruma, dado el precio y la apertura de un poder comprador para la producción de astillas y que habían sido visitados con anterioridad por los organismos fiscalizadores de CONAF. Nacía en esta relación el Proyecto Campesinos Forestales, que pretendía satisfacer una “necesidad de los usuarios”, que era contar con plan de manejo.

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pobreza y, el segundo, la conservación y manejo sustentable de los recursos na-turales del país. Su reformulación en objetivos específicos quedó de la siguiente forma: atender las necesidades de los pequeños propietarios de bosque nativo, para asegurar la ordenación de sus bosques; y lograr la incorporación de la acti-vidad forestal sustentable en la economía campesina.

Específicamente se pueden diferenciar cuatro directrices: lograr la conser-vación del bosque nativo para contribuir al desarrollo sustentable; fortalecer la acción de capacitación de CONAF orientada a pequeños propietarios; diseñar un sistema de extensión para incorporar, en las pequeñas propiedades, la actividad forestal; y, simular un sistema de subsidio para el manejo del bosque nativo.

En la segunda fase se modificaron algunas de estas directrices, considerados prioritarias; concentrándose gran parte del esfuerzo en la comercialización de los productos provenientes del bosque.

El grupo meta son los pequeños productores agrícola-forestales, con sus tí-tulos de dominio al día, que habitan en predios cuya superficie total no supere las 12 hectáreas de riego básico y sus activos no excedan el equivalente a tres mil 500 UF. Con la experiencia, esta definición (adoptada de INDAP) resultó muy rígida; motivo por el cual se cambió en forma significativa y regionalizada. Para la segunda fase existe la posibilidad de involucrar a medianos productores (la definición de quién es mediano propietario, depende de las realidades regiona-les) y de formar áreas de desarrollo dinámicas, en las que todos los productores interesados puedan participar. En cinco regiones se seleccionaron 25 áreas de desarrollo, definidas por indicadores.

Extensión forestal: un pilar y tres herramientas

Es importante considerar la evolución del principal concepto del proyecto, la Extensión Forestal, y de sus herramientas: comercialización, silvicultura e in-centivos; que forman los componentes de este experimento, que ha permitido un proceso de aprendizaje y de desarrollo.

Existen muchas expresiones para definir extensión forestal. Entre ellas, está su denominación como las acciones en torno al bosque que pretenden lograr un objetivo determinado, basadas en la interacción entre profesionales especia-lizados y los dueños de los bosques. Para el PCMSBN la extensión es una forma de comunicación consciente y deliberada que va, por tanto, formando opinión en técnicos y campesinos, para tomar decisiones fundamentales a la hora de realizar las actividades que permiten alcanzar los objetivos del proyecto.

¿Fue siempre esta definición entendida cabalmente por los ejecutores de distinto nivel del proyecto? La respuesta es no. Éste ha sido uno de los procesos más complejos y profundos por los que han transitado parte de los técnicos del servicio forestal chileno, principalmente aquellos que están más directamente conectados con las experiencias de terreno.

El primer intento lo constituye el PCF, establecido en 1991 en la provincia de Malleco, en la IX Región. La importancia de esta iniciativa radica en que por

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primera vez se acercaron técnicos y campesinos, en un objetivo distinto al de la fiscalización. Desde la perspectiva del enfoque, esta relación tenía la orientación de un modelo de arriba hacia abajo; es decir, el Estado llevaba la solución del problema que, en este caso, parece ser más bien del Estado (regular las cortas vía plan de manejo) que de los propios campesinos.

Con posterioridad, los técnicos se desplazan a los predios de los campesinos, entregan conocimientos silviculturales y se establecen relaciones de cercanía; se empiezan a conocer mutuamente. El período se caracteriza por incorporar una capacitación técnica. En este caso el enfoque, aun cuando se ha flexibilizado, sigue siendo el modelo de arriba hacia abajo, que corresponde a lo que en extensión se denomina transferencia tecnológica.

“La transferencia tecnológica corresponde a un enfoque de extensión, donde el énfasis está dado por la creación de soluciones para combatir determinados pro-blemas y transferirlas a los grupos meta. Las soluciones son producto del trabajo de investigadores o, al menos, especialistas en la materia. Las problemáticas a las cuales apuntan las soluciones han sido identificadas y priorizadas por los mismos espe-cialistas. Variaciones de esta escuela de extensión, predominaban hasta la década de los 80. Sin embargo, evaluaciones de numerosos programas de extensión en los distintos sectores, mostraron que a pesar de los muchos esfuerzos, la situación de las poblaciones rurales no había experimentado mejoras en cuanto a la satisfacción de sus necesidades y aspiraciones fundamentales” (Kandzior, 1999).

Con el transcurso del tiempo y modificadas las condiciones que generaron el primer encuentro (mercado de astillas), los técnicos y campesinos estrechan lazos en torno a la identificación de problemas. En este caso el enfoque se hace más horizontal. Comparten la necesidad de mejorar la producción y los pro-cesos de comercialización de los productos provenientes del bosque, pero aun cuando los problemas son compartidos, las soluciones no son suficientemente participativas, y los campesinos se comportan como organizaciones productivas o de gestión comercial. En algunas situaciones las iniciativas son exitosas, pero el número de participantes disminuye fuertemente; en otras, la mayoría de estas organizaciones no prospera.

En esta etapa, en varios documentos del proyecto se define como filosofía que guía el trabajo en extensión, el enfoque de Extensión Forestal Participativa, cuyas características clave son: la valorización de los conocimientos existentes; la comprensión de la realidad campesina en todas sus dimensiones (social, cultural, económica), que incluye conocer de primera fuente sus necesidades y aspiraciones; y el protagonismo de los destinatarios como tomadores de decisión (CONAF, 1999).

En el último tiempo se han desarrollado experiencias que dan cuenta de este enfoque de extensión forestal, más profundo y maduro, en el cual los técnicos son facilitadores en la búsqueda de soluciones que los campesinos proponen; juntos aplican un método de discusión y enfrentan la viabilidad de las solucio-nes de manera participativa. Así mismo, se incorporan los intereses del Estado (conservación del bosque). El éxito o fracaso no sólo depende de la eficacia del

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Estado para proponer soluciones sino, también, de la responsabilidad de los campesinos para asumirlas y comprometerse.

Finalmente, la Extensión Forestal Participativa, como proceso de largo plazo, es un instrumento que se instala en técnicos y campesinos de manera permanente; tiene atributos que afectan a la sociedad toda como, por ejemplo, establecer una relación horizontal con los propietarios del bosque, transformar el Estado en un facilitador del desarrollo de las personas, aumentar la participación ciudadana y, en definitiva, profundizar el ejercicio de la democracia.

Comercialización

MercadoEl proyecto se inició en 1992, con el supuesto que había una gran demanda de astillas, la cual presionaba hacia la explotación de los bosques en forma irres-ponsable; pero, esta hipótesis no era completamente correcta. Si se comparan las cifras de consumo de leña y de astillas del año 1990 al 2001, se puede observar que la demanda de estas últimas llegó a su máximo en 1995, con tres millones de m³; en tanto, el mercado de leña creció de 8 a 12 millones de m³ anuales (INFOR, 2001). Si se suma la cantidad consumida por año de estos dos produc-tos, la operación da cuenta que la demanda siempre fue alta y relativamente constante; con la excepción del año 1995, en el cual llegó a 15 millones de m³ (cabe señalar que, desde el punto de vista de su calidad, los dos productos son comparables). Esto significa que desde 1990 hubo una demanda permanente de

El 18 de diciembre de 2002, a las 10:00 horas, se reunieron alrededor de 40 campesinos, propietarios de bosque nativo, provenientes de 11 comunas de la IX Región. Había entre ellos numerosos dirigentes de comunidades y líderes de organizaciones. El lugar del encuentro fue la Rotonda del Cautín, a 17 km al oriente de la ciudad de Curacautín. Esta reunión se denominó “Primer Encuentro de Propietarios de Bosque Nativo de La Araucanía” y fue convocada por diversas instituciones públicas y privadas, relacionadas con el bosque y el desarrollo regional.

La iniciativa surgió como una necesidad de articular a los propietarios, para compartir sus intereses, propuestas y oportunidades, relacionadas con el manejo y conservación de sus bosques. ¿Eso significa, acaso, que nunca los propietarios se habían reunido en relación a sus bosques? La respuesta es no. Han existido muchos y muy distintos encuentros en torno al bosque, la madera, otros productos y servicios; sin embargo, la voz de los campesinos-propietarios de bosque no tiene una representación mayor en las grandes discusiones que los afecten, relacionados con la política o legislación forestal.

Es posible que este encuentro en la Rotonda del Cautín, el 18 de diciembre del 2002, sea el inicio de una nueva etapa en la participación de los campesinos con bosque nativo, en las decisiones que en este tema los afectan. Entre los asistentes y conocedores de muchos de los presentes, estaban campesinos como don José Canales y los técnicos de CONAF Oscar Painen, Josué Morales y Eduardo Espinoza; este último, testigo privilegiado de un proceso de 11 años, denominado Extensión Forestal Participativa.

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madera de baja calidad en Chile (Urzúa, 2002), y que el mercado de leña era y es el más importante. Otros productos, por el momento, no tienen un mercado de grandes volúmenes.

Si se compara, además, el consumo de madera nativa con la superficie de bosque nativo existente (13,4 millones de hectáreas), se puede observar un aprovechamiento teórico mucho menor que el incremento anual. La destruc-ción, entonces, tenía otras explicaciones; relacionadas, tal vez, con procesos de habilitación de terrenos para la agricultura o ganadería, sustitución por otras especies de rápido crecimiento, incendios, métodos de corta que no aseguran la reposición del bosque, definiciones de bosques no consensuadas ni aceptadas por toda la sociedad chilena. Esto significa que siempre hubo intervención en los bosques y que existe un mercado permanente; sin embargo, la demanda por metro ruma y su impacto fue más aparente que real, y atrajo por primera vez la atención pública de los actores relacionados con el bosque nativo.

Mercado-bosques-campesinosLas experiencias en comercio del PCMSBN han transitado por el mismo camino que la extensión forestal, estando muy vinculadas a cómo los técnicos y campesinos encuentran soluciones para los desafíos que se plantean. Durante este proceso ha sido posible responder preguntas como: ¿es posible vincular a los campesinos al mercado? y ¿cuáles son las condiciones en que campesinos y empresarios sean capaces de establecer relaciones comerciales adecuadas? Las experiencias pro-ductivas y comerciales han permitido identificar algunos elementos distintivos en la relación bosque-campesino-mercado.

La mayoría de los predios de los beneficiarios del PCMSBN tienen problemas de acceso al mercado, por encontrarse lejos de las urbes y por la falta de una red de caminos prediales, lo que se constituye en uno de los factores más importantes que limita la participación exitosa en los mercados. Otro aspecto restrictivo es no contar con capital inicial de trabajo y carecer de acceso a las informaciones sobre precios y volúmenes requeridos por los consumidores finales de sus productos.

Un poder comprador - sin asistencia técnicaEl PCF se inicia en un contexto de negocios donde se establece un poder compra-dor de metros ruma, comercializándose productos de bajo valor, como la leña. En este período los propietarios intervienen sus bosques sin respaldo técnico, aplicando un método silvícola llamado “floreo”, caracterizado por la extracción de los mejores ejemplares dejando en el bosque los árboles de peor calidad. En esta etapa se verifica una descapitalización del recurso bosque y los negocios, de carácter temporal, no permiten establecer una base sólida para futuros abas-tecimientos de la industria.

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De campesinos a empresariosOtro momento significativo de las experiencias comerciales ocurre cuando la producción de astillas disminuye significativamente y los precios caen. Los téc-nicos y campesinos se organizan en torno a iniciativas productivas, cuya gestión productiva, comercial y administrativa se pretende desarrollen estos últimos. El aserradero en Curarrehue y el horno metálico de carbón en Malalcahuello, son algunas de las experiencias que caracterizan este período. Pese al esfuerzo e impulso inicial, al cabo de uno o dos años, estas iniciativas fracasan. Esto se produce, básicamente, al pretender transformar en empresarios a un grupo de campesinos, cuya lógica difiere de la economía empresarial; a lo que se suma una fuerte tendencia al individualismo, que los caracteriza.

Las diferencias entre la agricultura campesina y la empresarial permiten explicar, en parte, este fenómeno. Entre las principales destacan: los objetivos de producción, la fuerza de trabajo, el destino de la producción y el manejo de la incertidumbre. El objetivo de producción del campesino es la reproducción de la unidad productiva y de la familia, mientras que el empresario apunta a maximizar las ganancias y acumular capital. En cuanto a la fuerza de trabajo, en la unidad campesina principalmente trabaja la familia; en la empresa esta fuerza es asalariada. El destino de la producción del campesino es el autoconsumo y si existe excedente lo comercializa; el empresario destina toda su producción a la venta. Referente a la incertidumbre, el campesino evita el riesgo, por lo cual sus producciones son variadas; la empresa, en cambio, incorpora la probabilidad de ganancias según el riesgo que asume. En algunas de estas características o en la combinación de ellas, donde se pretende que los campesinos se transformen en empresarios de madera u otros productos, se encuentran las razones del fracaso de estas experiencias.

Red de productores - una gran empresaSe busca entonces nuevas alternativas, que tienen por orientación generar en los campesinos una organización mínima que permita crear una red de productores de madera, productos o servicios; dejando a empresarios ya establecidos la gestión de transformación y comercialización final.

En este nuevo período, dos experiencias describen esta estrategia, que consiste en vincular a los campesinos con medianos y grandes empresarios que compren sus productos: canchas de acopio de leña (a través de un convenio entre el PCMSBN y Energía Verde S.A.) y abastecimiento de carbón de Chanleo, en la provincia de Malleco (a un poder comprador y distribuidor de Curicó). En ambos casos el abastecimiento y calidad de los productos entregados por los campesinos es adecuado, cumpliendo en los volúmenes y períodos de entrega exigidos. En estas dos situaciones las empresas no logran resolver sus dificultades de comercio y esto afecta negativamente los resultados de la alianza campesinos-empresarios.

Las experiencias permiten, al menos, afirmar que es posible vincular a los campesinos con el mercado a través de empresas. Para que ello ocurra deben

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darse algunas condiciones, tanto para los campesinos como para las empresas, las que son descritas por CEPAL, GTZ y FAO (1998) en “Agroindustria y Pequeña Agricultura”. Sin embargo, se obtiene también como aprendizaje, que el destino de las producciones campesinas está sujeto al éxito de la gestión comercial de las empresas; por tanto, la caída de éstas también destruye el vínculo con los campesinos.

La IX Región se caracteriza por el minifundio. El 90% de los predios rurales poseen una superficie inferior a 200 hectáreas (INE, 1998). Los bosques nativos de la región están, en su mayoría, en manos de pequeños propietarios o comu-nidades indígenas. Es por ello que algunas empresas compradoras de productos del bosque están dispuestas a vincularse con los campesinos y apoyar condicio-nes favorables para el mercado (organización de productores, abastecimiento constante, normalización de productos, entre otros). Este es, quizás, uno de los desafíos más importantes de los próximos años para el PCMSBN.

Otro ejemplo se materializa el 23 de mayo de 2002, en la localidad de Amargo, de la comuna de Collipulli. Allí se inauguró un proyecto productivo de carbón, que comprende el mejoramiento de caminos, la instalación de hornos de carbón y la construcción de un centro de acopio; y la comercialización de este producto por la organización de productores del bosque del lugar. Esta propuesta de los campesinos, analizada por más de un año, fue acompañada en su desarrollo técnico por el extensionista de PCMSBN, Luis Cid, quien tiene una relación de más de ocho años con los campesinos. La instalación de la iniciativa se realiza adecuadamente, sin embargo, su éxito futuro depende principalmente de los destinatarios y de la capacidad que estos tienen de apropiarse de su propio proyecto.

Red de productores - red de compradores (cluster)Por lo anterior, y con el fin de disminuir los riesgos inherentes al mercado, el PCMSBN busca mantener la idea de una red básica de productores-propietarios de bosques, vinculados no sólo a una, sino que a varias pequeñas, medianas y grandes empresas del territorio; las que, a su vez, se constituyen en una red de compradores, generando una economía horizontal, caracterizada por los enca-denamientos productivos.

En el secano interior de la IX Región hoy se desarrolla una iniciativa de estas características, denominada cluster forestal, que intenta unir a muchos produc-tores de madera, muebles, partes y piezas con los productores de bosque. Esta experiencia inspira al proyecto para establecer vínculos en el territorio y fuera de él que encadenen, de manera más estable y permanente, las producciones de los campesinos propietarios de bosque nativo.

El mercado es el factor más importante que actualmente influye en la forma de manejo de los bosques. Los desafíos del proyecto, en esta materia, se encuentran en el estudio de productos requeridos (calidades, propiedades, normalización de éstos), levantar información respecto a la disponibilidad de

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productos (oferta, volúmenes, ubicación) y localizar nichos de negocios actuales y futuros para su colocación.

Silvicultura

Plan de manejo: un requerimientoPara satisfacer la legalización de las intervenciones de los productores del PCF (alta demanda de astillas, desde 1990), con el supuesto de facilitar y hacer eficientes las actividades, se aplicó un plan de manejo simple y se desarrollaron sistemas silvícolas basados en los principios del manejo coetáneo. Rápidamente, por el estrecho contacto de los campesinos con los equipos de extensión y la observación del no cumplimiento adecuado de la silvicultura por los productores, se inició una forma de transferencia técnica con capacitación y marcación de los rodales en conjunto con los beneficiarios. Una vez aprobados los estudios del plan de manejo el equipo de extensión vuelve al predio, educando y entrenando a la familia campesina; el miembro más interesado de ella realiza las intervenciones en el bosque, permanentemente supervisadas por los extensionistas.

Transcurrido el tiempo, surgió la necesidad de cambiar el plan de manejo simple por uno más elaborado, que considerara toda la superficie predial y el incremento de los rodales, para determinar las tasas de cortas. La vigencia del documento aumentó de uno a cinco años.

Desde 1997 se aplicó este plan de manejo predial, involucrando las áreas de manejo con los rodales a incentivar. Un grupo de profesionales del proyecto continuó con el mejoramiento de esta herramienta, para finalmente llegar a un producto que se denomina Plan de Ordenación. Su aplicación está planificada para la segunda fase del PCMSBN, requiriendo de extensión permanente, por su complejidad. En la XI Región se desarrolló un concepto de ordenación predial que debería ser la orientación en el futuro, debido a que se basa en un recono-cimiento de la economía de los campesinos y en la estructura de los campos agrícolas, ganaderos y forestales.

Silvicultura: entre conservación e ingresos

El aspecto más limitante del manejo sustentable y la conservación de los bosques es la necesidad real de los propietarios que viven de ellos, de generar ingresos para las familias. Si no se considera este aspecto, difícilmente se entienden las consecuencias.

En la cordillera de Nahuelbuta, un grupo de beneficiarios de la localidad de Chanleo, productores de carbón vegetal, realizaron cortas planificadas con el PCMSBN, sacando hasta 35% del área basal de los rodales. Se seleccio-naron los árboles futuros, se marcaron y voltearon todos los competidores y el dosel inferior. Después de cumplir los cinco años de vigencia del plan de manejo, tuvieron la necesidad de empezar un nuevo ciclo de intervención

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en sus bosques, pero por los fuertes raleos anteriores, los bosques aún no lo permitieron. Los campesinos, entonces, cumplieron con las tareas previstas y aconsejadas por los profesionales. Juntos aplicaron silvicultura coetánea con tasas normales de extracción, pero no adaptadas a la necesidad de las familias campesinas ni al tamaño de la propiedad. No se logró combinar la demanda anual de los dueños con el crecimiento de los bosques y con una forma de intervención más selectiva basada en el incremento real. Esta situación se pudo observar en muchas localidades donde existían mercados demandantes (carbón, leña, etc.).

Sin embargo, los profesionales de los equipos de extensión se percataron que su actuación no dejaba suficiente espacio para la capacidad laboral de los campesinos y la tradición de intervención de las familias, caracterizada por ser de baja intensidad pero frecuente, debido a su vinculación al mercado. En el proceso de mejoramiento permanente del intercambio de conocimientos silvícolas, los extensionistas y las coordinaciones provinciales y regionales buscaron con los campesinos caminos que adaptaran la silvicultura con un manejo sustentable.

Los silvicultores naturales y el salto de conocimientoVarios campesinos han establecido naturalmente una forma de trabajar, que es la intervención selectiva permanente en toda la superficie de su bosque. Ellos aplican un profundo conocimiento de la dinámica de sus bosques y una selección exigente de las calidades para los rodales residuales, en un sistema de silvicultura que se puede interpretar como un antifloreo. Esto, de cierta manera, se puede definir como un tipo de silvicultura multietánea; la que promete ser económicamente viable y ecológicamente aceptable, para la necesidad de muchos productores y la dinámica de los bosques chilenos.

Sus principios básicos son la cobertura permanente de los bosques, el trabajo constante en toda la superficie, y el trabajo en huecos y minirrodales. El criterio más importante es la producción de madera valiosa; seleccionando y liberando permanentemente a los mejores árboles del bosque intervenido. Esto tiene como supuesto que en la realidad nunca se encuentran árboles futuro bien distribuidos en toda la superficie, sino que se seleccionan de la manera como se encuentran por sus atributos de calidad de elite. La extracción se concentra en los individuos que realmente compiten con los árboles futuro y que se encuentran en el estrato domi-nante/codominante del bosque, no tocando los estratos inferiores. Este sistema extrae solamente individuos que por su tamaño son aprovechables y reduce al óptimo la intensidad de la intervención, desde el punto de vista del impacto al bosque y con un mejor resultado para el productor. Esta forma conviene, además, por la posibi-lidad de intervenir en lapsos más cortos. Con esta silvicultura no deberían existir cosechas finales por rodales, sino cortas selectivas de los árboles que alcanzaron los diámetros requeridos (medida que depende de la demanda del mercado); en estos huecos se establece la regeneración, en condiciones óptimas para la mayoría de las especies nativas. Aparte de las grandes ventajas mencionadas, esta forma de silvi-

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cultura modificada trae algunos nuevos requerimientos, como la necesidad más alta de una red de caminos prediales y la exclusión del ganado en una superficie mayor.

Estos sistemas modificados requieren nuevos entrenamientos de los equipos de extensión y modificaciones en las herramientas: plan de ordenación, tablas de incentivos y silvicultura aplicada por el PCMSBN.

En 1999, en una gira tecnológica, se visitó el predio de don José Canales, en Nahuelbuta, en la localidad de Vegas Blancas. Don José pasó durante su vida por muchas etapas de cómo tratar sus bosques, siempre motivado por la búsqueda de alternativas de ingresos. Como niño vivió la época de la sustitución de los bosques para fines agrícolas y ganaderos. Su cambio de aptitud ganadera a la de un productor ganadero-forestal, tenía que

ver con la situación económica deprimida de la agricultura. En este tiempo, él empezó a obtener sus mayores ingresos del carbón vegetal y otros pro-ductos forestales, e inició en su predio un proceso de recuperación de sus bosques naturales.

Varios campesinos presentan la forma de intervención del bosque de don José. Además, ellos son los dueños, jefes y los propios empleados, en la mayoría de los casos. Por otro lado, son personas que tienen un gran conocimiento de la situación local de los bosques y de sus fracasos y éxitos. Esto sensibilizó a los profesionales del proyecto para buscar un mayor acercamiento a estos productores,

que presentan un modelo de silvicultura adaptado a la variedad de situaciones de los bosques y sus propietarios. En los últimos dos años, los ingenieros forestales Oscar Pontigo y Thomas Menzel (entre otros), iniciaron la aplicación de un modelo modificado, que consideró los conocimientos y condiciones de las familias campesinas.

Incentivos

En el inicio del PCF no estaba previsto un sistema de incentivos, sólo se limitaba a la elaboración de los planes de manejo gratuitos. Durante el trabajo con los beneficiarios y conociendo el estado de sus bosques nativos, se decidió elaborar y usar un sistema de subsidio para trabajar bosques en estados económicamente no viables. El primer borrador de proyecto ley sobre Recuperación del Bosque Nativo y Fomento Forestal (1992) tenía inserto un sistema de fomento. Por eso la contribución financiera del KfW estaba vinculada a que la propuesta de ley aplicara subvenciones; casi la mitad de estos fondos invertidos en el proyecto están previstos para la elaboración y aplicación de un modelo de incentivos.

La situación de los bosques nativos está dominada por una alta presencia de renovales (27%) y de bosques achaparrados (22%) (Lara, 1999; CONAF-CONAMA, 1999). Estas cifras nacionales son significativamente variables por región. Espe-cialmente desde la VII y la IX hay una presencia de renovales de sobre el 50%;

Don José Canales (Foto: WWF-Maximiliano Bello).

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lo que está relacionado con intervenciones anteriores, densidad de la población y la historia de colonización. En la mayoría de estos bosques no se aplicaron raleos de formación o se encuentran en estados de desarrollo que no permiten sacar productos madereros aprovechables.

Otro factor importante es el doble aprovechamiento del bosque. Uno maderero y el otro ganadero; donde animales como vacas, ovejas y, en el peor caso, cabras, ramonean la vegetación del sotobosque y con esto la regeneración, constituyéndose en uno de los factores más importantes de la degradación del bosque. Por esto los incentivos para regeneración natural o artificial consideran siempre en sus costos un cerco de protección.

La Tabla Nº1 presenta los pagos para las diferentes actividades silvícolas en el PCMSBN, elaborada en base a las experiencias del PCF por la empresa GfA para KfW, previendo las siguientes situaciones:

Con la experiencia y aprendizaje durante los años, una comprensión más profunda de la extensión y la aplicación de una silvicultura socialmente más adaptada, es evidente que se hace necesario ampliar las alternativas de la tabla de pago de incentivos.

Una silvicultura orientada al manejo multietáneo presenta costos por inter-vención significativamente más bajos, pero a su vez requiere un número mayor de intervenciones iniciales.

La efectividad en la aplicación de un incentivo depende fundamentalmente de una buena conversación técnica, el tiempo dedicado a ello y la confianza que los propietarios depositan en los profesionales.

Diversas revisiones realizadas en la IX Región, por misiones extranjeras, Contraloría General de la República y de la propia CONAF en años anteriores, permiten comprobar la adecuada ejecución de los incentivos establecidos y que estos están en un buen estado.

Tabla Nº1: Pago de incentivos a actividades de manejo Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo, PCMSBN

Aplicable a partir de enero de 2001 en regiones VII a XI: Valores en $/ha

Pequeños propietarios

Actividad 1: Manejo regeneración natural $ 152.652

Actividad 2: Manejo regeneración natural y enriquecimiento (800 plantas/ha) $ 282.132

Actividad 3:

Reforestación bosques degradados

(1.200 plantas/ha) $ 379.272

Actividad 4: Manejo de renovales en general $ 75.700

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CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS

El impacto económico y los gastos

¿Se desarrolló realmente un modelo aplicable para Chile?Este proyecto tiene, sin ninguna duda, importantes impactos. La CONAF

cuenta hoy con un equipo de ingenieros y técnicos capacitados y especializados en extensión forestal y el manejo sustentable del bosque nativo. Trabajan en él sobre cien profesionales, todos los cuales pasaron por un proceso de capacitación permanente, formando hoy una masa crítica de especialistas en la materia.

Durante la primera fase se gastaron 7 millones de euros, en cinco años, para lograr ordenar una superficie de 56 mil hectáreas de bosques. En total fueron capacitados y atendidos dos mil 100 campesinos. Esto arroja un gasto de 125 euros por hectárea; que parece ser todavía muy caro para un modelo aplicable en Chile, pero aceptable si se considera que se trata de una actividad piloto con muchos gastos de innovación, capacitación y obviamente con varios fracasos.

Unos 2 millones de euros se usaron como incentivos en nueve mil hectáreas de bosques, con un valor promedio de 135 mil pesos por hectárea.

Los gastos entre las regiones son disímiles, por dos razones: los años de funciona-miento y experiencias acumuladas; y por responder a realidades totalmente distintas en cuanto al tipo de bosque, tamaño de la propiedad y la situación socioeconómica de los campesinos. La IX Región, que inició el proyecto en 1992, presenta una inversión anual de 250 mil pesos por campesino (todo incluido); esto significa que con el tiempo y la experiencia se logra desarrollar sistemas de trabajo más eficientes. En algunas regiones, donde la relación entre personal de administración y los equipos de extensión no eran proporcionales (pocos equipos de extensión), las inversiones por campesino sobrepasaron el millón de pesos anuales.

La ampliación del proyecto desde la VII hasta la XI Región, con el propósito –muy loable– de probar el modelo en todos los tipos de situaciones y bosques, elevó significativamente los gastos administrativos. La CONAF invirtió casi el doble de lo esperado.

Otro aspecto importante es el sistema de trámites internos, que encarece fuertemente el proyecto. Solamente para la aprobación de los incentivos se de-ben considerar 14 etapas, excluyendo las de control y de finiquito de éstos. Este es un desafío interesante de la gestión, que debería ser mejorado en la segunda fase. Se deberían diferenciar los gastos de administración del proyecto de la inversión directa, para calcular el impacto de la extensión forestal y el fomento de los bosques.

El manejo del bosque nativo es financiable

El impacto en los bosques es notable y eso es lo relevante. El proyecto puede mostrar claramente que las inversiones directas a los campesinos, en forma de asis-tencia técnica y de incentivos, causan un cambio de conducta y en la relación que

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la mayoría tiene hacia sus bosques. Es cierto que esto no se produce en un 100%, pero hay una notable modificación, siempre y cuando no consideremos los aspec-tos de edad y de pobreza que no se logran cambiar con un solo proyecto forestal.

En promedio los propietarios cuentan con 26 hectáreas de bosque nativo y fueron atendidos por cinco años. El impacto económico para los campesinos en sí es positivo y el incremento del valor por hectárea del bosque alcanza unos 140 mil pesos anuales; lo que es satisfactorio, si se considera el estado de los bosques y el mejoramiento continuo, con un potencial significativo para el futuro.

Si además se calcula una cosecha anual de unos seis m³ (muy conservador) de incremento aprovechable por hectárea, con un precio promedio de cinco mil pesos por m³, se alcanza un valor de venta de 750 mil pesos anuales.

No se debe perder de vista que la mayoría de los bosques son jóvenes y en desarrollo, o están degradados, y todavía requieren de varios años para su recons-trucción. El proceso de mejoramiento continuo permite estimar un incremento de 140 mil pesos anuales por hectárea, lo que significa una capitalización, en un lapso de cinco años, de 700 mil pesos. Este cálculo es conservador, pero muestra que la inversión en el bosque nativo es viable. Además, si se involucraran bene-ficios como el valor paisajístico y servicios ambientales, entre otros, la cifra se supera largamente.

La inversión de un millón 250 mil pesos por beneficiario se capitaliza en el predio campesino, con el valor acumulado en los bosques de 18,2 millones de pesos (según estimaciones conservadoras, que dependen del tipo de bosque y precios del mercado).

Los objetivos cumplidos

Un proyecto siempre va a tratar de cumplir los objetivos definidos en el inicio. Si se comparan éstos con los resultados de la primera fase, se puede decir que el PCMSBN ha cumplido satisfactoriamente.

Las mayores debilidades están en diferenciar los gastos administrativos de los beneficios directos, la falta de involucramiento del resto de la institución en conocer esta experiencia y en la necesidad de promulgar una ley sobre bosque nativo, que era uno de los supuestos iniciales del proyecto. Otro aspecto débil es la comercialización, que aún está limitada a intentos experimentales, sin tener un concepto amplio ni el conocimiento necesario del mercado.

Un modelo viable

Desde su inicio en 1992, el PCMSBN ha experimentado un constante proceso de ensayo y error; sin embargo, se puede decir que se encontró el hilo conductor, que en el inicio era fino, y hoy marca un camino visible que se debería profundizar.

En este proyecto se ha trabajado un tema muy complejo como es el manejo sustentable de los bosques nativos, con un grupo meta económicamente muy

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débil; aún así, ha mostrado que el manejo del bosque nativo es posible, económi-camente viable y sus resultados perdurables en el tiempo, debido principalmente a un sistema de extensión forestal complementado con un arsenal adecuado de incentivos y acciones de comercialización.

Se ha descubierto que los pequeños y medianos productores agrícola-fo-restales requieren de un acompañamiento técnico permanente de la extensión forestal, independiente de si son dueños de plantaciones o bosques nativos. Esto quizás es el aprendizaje más importante para todos los actores de PCMSBN y la mayor preocupación para que se incorpore este tema al proyecto de ley sobre Recuperación del Bosque Nativo y Fomento Forestal, hoy en el Congreso. Si la principal conclusión de estos años no se considera en él, nos perderemos como país la oportunidad de mostrar coherencia entre una política forestal y un instru-mento legal; más aún, si hemos tenido el privilegio de estudiar y experimentar con tan delicada materia.

BIBLIOGRAFÍA

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Bosque Modelo Chiloé: experiencias de usosustentable del bosqueSANTIAGO ELMÚDESI, MARTIN COX

INTRODUCCIÓN

Hablar de la ruralidad en Chiloé nos lleva, necesariamente, al tema del mini-fundio. El territorio de esta provincia está subdividido en una gran cantidad de pequeños predios, que se constituyen en unidades productivas campesinas, en las cuales se combinan diferentes rubros y actividades económicas, para enfrentar la difícil tarea de la supervivencia.

El campesino chilote ha utilizado tradicionalmente para su subsistencia los recursos del bosque nativo. Pero la intensa explotación que éste ha sufrido por generaciones, principalmente para la producción de leña, se ha constituido en una amenaza para su permanencia en el tiempo. Además, la explotación selectiva para la industria maderera y los frecuentes incendios forestales causados por la intervención directa del hombre, han puesto en serio riesgo su conservación.

Consecuentemente, el desafío del manejo forestal sustentable en Chiloé es también el desafío del desarrollo de las comunidades forestales. El reto reúne todas las dificultades derivadas de la lucha contra la pobreza y las desventajas que presentan los grupos más pobres, respecto del uso de sus recursos naturales; así como las complejidades técnicas que tiene el manejo sustentable de pequeñas superficies de bosque, que en su mayoría han sido por largo tiempo inapropia-damente explotadas.

Las amenazas para el bosque chilote y su biodiversidad asociada se pueden clasificar, en orden de magnitud de su impacto, de la siguiente manera:— Manejo no sustentable del bosque nativo para la producción de leña. El producto

de mayor importancia del bosque de Chiloé es la leña. El 89% del volumen total que se extrae del ecosistema forestal se produce y comercializa en forma de leña, alcanzando cerca de un millón de m3 por año (ver Figura Nº1).

— Expansión de la pequeña agricultura y ganadería. Este fenómeno genera un mosaico de pequeñas propiedades, desprovistas de los bosques que hasta hace poco existían en ellas.

— Presión sobre el bosque para la generación de ingresos. La difícil economía de subsistencia de los sectores rurales de Chiloé se ve agravada por la falta de alternativas productivas y se caracteriza por un aprovechamiento no susten-table del bosque nativo.

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Otro elemento muy importante de este contexto, es la falta de coordinación entre los diferentes actores sociales que son usuarios de recursos forestales, los cuales carecen de un espacio en las instituciones y en las organizaciones sociales y comunitarias de Chiloé, que les permita avanzar en la definición de las propuestas necesarias para romper este círculo vicioso de pobreza y sobre-explotación de los recursos naturales.

Junto al escaso valor social que tiene el recurso forestal, asociado a la mar-ginalidad de los sectores sociales que viven de y en el bosque nativo de Chiloé, existe una baja participación comunitaria en la definición de las estrategias que permitan superar esta situación. De esta forma, el tema del bosque nativo chilote y las amenazas que sobre él se ciernen, y por sobre todo los tremendos desafíos y oportunidades que radican en este recurso, no forman parte de la agenda pública local.

Sin embargo, en este entorno complejo existen oportunidades de de-sarrollo sustentable del recurso, basadas en el enorme capital social de las comunidades locales y en el conocimiento tradicional y ancestral. A lo ante-rior debe sumarse un escenario internacional donde existen oportunidades de colaboración y cooperación, técnica y financiera; un creciente interés por parte de la sociedad civil por el destino de los recursos naturales, y un inci-piente desarrollo de esfuerzos de cooperación público-privada, estimulada en alguna medida por el Estado.

Ante este estado de cosas, la hipótesis que da origen a Bosque Modelo Chiloé (BMCh) es la siguiente: la construcción de un camino hacia el desarrollo sustentable de las comunidades forestales sólo es posible en la medida en que se fortalecen sus organizaciones e instituciones, se desarrollan en ellas capacidades técnicas y críticas, y se establece un entorno de colaboración en donde pueda realizarse plenamente su capital social, tal vez lo más valioso de su patrimonio.

La vinculación entre todas las fuerzas, movimientos e instancias comprome-tidas, abre espacios para la colaboración y la definición conjunta de estrategias para la superación de estas dificultades.

Extracción anual de trozas de Chiloé (1.120.000 m3)

Leña89%

Trozas para pulpa3%

Aserraderos y plantas dentro de

Chiloé7%

Plantas fuera de Chiloé 1%

Figura Nº1: Extracción anual de trozas del bosque chilote.

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EL SURGIMIENTO DE BOSQUE MODELO CHILOÉ

El concepto de Bosque Modelo se desarrolla en Canadá, a inicios de la década del 90, básicamente por la preocupación de la sociedad civil porque la toma de decisiones que afectaba a los recursos del bosque nativo se encontraban sólo en manos del Estado y de los grandes intereses empresariales. Se propone, entonces, un modelo de participación ciudadana para la toma de decisiones; un modelo de gestión sobre los recursos del ecosistema forestal que pone el acento en la participación, como aporte para la construcción del desarrollo sustentable. Dicho modelo se reproduce en Canadá, en las diversas expresio-nes regionales del ecosistema forestal, consolidándose una Red canadiense de Bosques Modelo.

En el marco de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio entre Ca-nadá y Chile, a mediados de la década pasada, se plantea la incorporación de este último país a dicho modelo de gestión. Luego del análisis de un grupo de expertos de ambos gobiernos, y por las interesantes características geográficas, sociales y culturales que muestra el territorio chilote, se conviene la creación de Bosque Modelo Chiloé en un sector que inicialmente fue de 173 mil hec-táreas, en la parte central de la isla grande. Más adelante, con la llegada de nuevos recursos financieros, el 2001, su área de influencia se extiende a todo el archipiélago; es decir, a una superficie cercana a las 950 mil hectáreas.

BMCh se crea a principios del año 1998, y comienza a operar conducido por un Directorio de doce miembros, designados por el Ministro de Agricultura. Ellos representan, por una parte, los intereses del Estado, a través de institucio-nes públicas de apoyo al sector silvoagropecuario y autoridades políticas; y los intereses de la sociedad civil, por otra, a través de empresarios locales, grupos ambientalistas, instituciones privadas de educación, instituciones de desarrollo rural y la Iglesia Católica. (Tabla Nº1).

Tabla Nº1: Conformación del Directorio de BMCh

Directorio de Bosque Modelo Chiloé 2003

Públ

ico

Ministerio de Agricultura

NacionalCorporación Nacional ForestalInstituto ForestalInstituto de Desarrollo AgropecuarioIntendencia Regional RegionalAsociación de Municipios Provincial

Priv

ado

Corporación Municipal de Educación de Castro EducaciónObispado de Ancud IglesiaLonko Mayor del Concejo de Caciques de Chiloé IndígenaFundación Senda Darwin ONGMaderas Tantauco EmpresaUniversidad Austral de Chile Universidad

Fuente: Bosque Modelo Chiloé.

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LA MISIÓN DE BOSQUE MODELO CHILOÉ

El mandato de BMCh es la promoción de la participación de la comunidad local y la articulación institucional, para la definición de las estrategias de uso sustentable y conservación de los recursos del ecosistema forestal nativo, para contribuir a la preservación y el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales del ecosistema forestal de Chiloé, asegurando la conservación de la biodiversidad, mejorando la calidad de vida de las comunidades locales y promoviendo los valores asociados al patrimonio cultural del Archipiélago.

Con este fin, BMCh ha convocado a todos los sectores de la comunidad local que juegan un rol en la dinámica del desarrollo, para establecer en conjunto la estrategia y las acciones a emprender. Estratégicamente opera sobre tres ejes:

Participación comunitaria. Identificación y realización de proyectos e iniciativas comunitarias, a partir del diagnóstico que la propia comunidad hace de su situación y que genera acciones basadas en la experiencia comunitaria y sus capacidades, además de la colaboración que soberanamente pueda sumar.

Articulación y colaboración interinstitucional. Construcción de alianzas sobre la base de la colaboración, en donde cada parte aporta sus recursos y capaci-dades, de cara a un desafío de interés común.

Fortalecimiento de las capacidades locales. Definición de estrategias e iniciativas de desarrollo productivo y social, consecuentes con los intereses comunitarios y los rasgos culturales propios, basados en acciones llevadas a cabo sobre el territorio comunitario, con sus límites y área de influencia.

El financiamiento de BMCh provino inicialmente del Estado de Chile, a través del presupuesto de CONAF, a manera de capital semilla; es decir, una inversión inicial que generara oportunidades de financiamiento de contrapartida, proveniente de las numerosas fuentes internacionales y nacionales, públicas y privadas, disponi-bles para la inversión social en temas relacionados al desarrollo sustentable. Tal como se puede apreciar en la Figura Nº2, son numerosas y diversas las fuentes que han aportado con recursos a BMCh.

INICIATIVAS COMUNITARIAS

Entre las acciones destacadas de este período deben subrayarse los más de 80 proyectos comunitarios que han sido respaldados por BMCh, con recursos propios, en cuatro concursos anuales de proyectos y, posteriormente, en dos concursos cofinanciados con recursos aportados por dos socios estratégicos: el Fondo de Las Américas y el Programa de Pequeños Subsidios (PPS-GEF), administrado en Chile por el PNUD. Además, destacan un sinnúmero de actividades en el ámbito comunitario, para fortalecer las capacidades de las organizaciones de base respecto del uso y conservación de sus recursos.

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Figura Nº 2: Fuentes de financiamiento de BMCh entre 1998 y 2004

% Participación de las fuentes de financiamiento de BMCh

1998-2004

RECUADRO Nº1: ÁREAS TEMÁTICAS DE BMCH

La operación de BMCh se desarrolla en los siguientes componentes o áreas: — Asociatividad: Estímulo para las iniciativas colectivas, provenientes de la comunidad; fortalecimiento

de las capacidades de las organizaciones locales. — Desarrollo forestal y productivo: Identificación de modelos de gestión forestal que pongan acento en

la participación comunitaria y en la sustitución de las prácticas no sustentables de manejo forestal. — Conservación y valoración de la biodiversidad: Poner en valor el conocimiento campesino en torno a

las especies nativas. Buscar su comercialización, contribuyendo a la economía familiar y comunitaria, en el marco de un uso integral de los recursos.

— Investigación aplicada: Identificar prácticas de manejo de los recursos naturales compatibles con su explotación racional y su conservación en el tiempo, especialmente en el ecosistema forestal.

— Adaptación tecnológica: Posibilitar la transferencia hacia los productores de diferentes esquemas de manejo del bosque y sus recursos naturales asociados; apoyar la toma de decisiones de los agentes públicos y privados de desarrollo, a través de la generación de información y prácticas de manejo sustentable de los recursos naturales.

— Cultura: Identificar, investigar y validar las expresiones de cultura relacionadas con el ecosistema forestal, y que se expresan en saber campesino o tradicional y en prácticas que, desde la tradición, enriquezcan la relación del hombre con el medio natural.

— Educación: Fomentar la educación ambiental en el sistema educativo; identificar las prácticas nocivas para el cuidado del medioambiente; identificar herramientas eficaces para sustituir dichas prácticas; e incorporar el concepto de sustentabilidad en el sistema educativo formal y en instancias de educación de adultos, campesinos, pobladores y mujeres.

— Turismo: Identificar y desarrollar iniciativas que, recogiendo el capital natural y cultural de Chiloé, demuestren la rentabilidad económica y factibilidad de generación de ingresos para las familias chilotas, a partir de experiencias de eco, etno y agroturismo.

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El objetivo de los concursos de proyectos es aportar financiamiento a iniciati-vas comunitarias de uso sustentable y conservación de los recursos del ecosistema forestal nativo de Chiloé.

A lo largo de cinco años –y luego de seis convocatorias– se han entregado recursos a iniciativas comunitarias para actividades tan diversas como: manejo forestal sustentable, productos forestales no madereros, eco y etnoturismo, edu-cación ambiental, artesanía y formulación de proyectos (Figura Nº 3).

Figura Nº 3: Tipos de proyectos aprobados por BMCh entre 1998 y 2003

Proyectos aprobados por área temáticaConcursos de BMCh 1998-2004

Turismo sustentable14%

Conservación y valoración biodiversidad

25%

Desarrollo forestal y

productivo34%

Educación ambiental27%

El financiamiento de proyectos de esta naturaleza ha permitido dinamizar la actividad comunitaria en torno a las necesidades de mejora de ingresos y calidad de vida, introduciendo un estímulo en la participación, en todos los niveles, e incorporando a los temas comunitarios las preocupaciones ambientales, básica-mente el destino de los recursos asociados al bosque nativo y su relación con la satisfacción de las necesidades presentes y futuras. Así, desde el punto de vista social, a través de los instrumentos que BMCh ha puesto a disposición de las comunidades, éstas han incluido las preocupaciones ambientales entre sus primeras prioridades.

MESAS DE TRABAJO

Uno de los mecanismos de participación con mayor trascendencia, es la con-formación de mesas de trabajo. Estas instancias son espacios de diálogo y parti-cipación en las que se reúne a diversos sectores, en torno a un área de interés común. BMCh ha convocado y respaldado el trabajo en los ámbitos del turismo sustentable, el desarrollo forestal, organizaciones indígenas, educación ambiental, productos forestales no madereros, vivienda social, vinculación de la comunidad y áreas protegidas.

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Todas estas actividades se han realizado en el marco de la colaboración interinstitucional y en una relación respetuosa con los saberes tradicionales, la experiencia y las expectativas de las comunidades locales, reconociendo sus capacidades y fortaleciendo su rol en el desarrollo de su territorio.

Educación ambiental

A partir del interés demostrado por una serie de establecimientos educacionales y de comunidades educativas por ejecutar iniciativas de educación ambien-tal en sus localidades –que fueron respaldadas en los sucesivos concursos de proyectos– se formó una Mesa de Educación Ambiental, que tuvo por misión fortalecer el trabajo con miras a desarrollar una instancia que pudiera proyectar esta actividad de manera más consistente.

Centro Huillín de Educación Ambiental

De este modo, y luego de dos años de trabajo en conjunto, se establece el Centro Huillín de Educación Ambiental de Chiloé. Se trata de una institución independiente, constituida por un Directorio que reúne a quince instituciones, incluyendo especialistas en educación ambiental, representantes de la comunidad y especialistas en desarrollo institucional. Inicialmente lideran este proceso BMCh y la Corporación Municipal de Educación de Castro.

El Centro Huillín de Educación Ambiental ha ofrecido a gran número de comunidades educativas un espacio para la creación, la reflexión y la coordina-ción, potenciando los recursos disponibles para las actividades ambientales. A través de múltiples talleres, capacitaciones, muestras y eventos, ha dado mayor relevancia pública a los temas que son ejes fundamentales de la acción ambien-tal, especialmente aquellos asociados a la conservación y la promoción de la biodiversidad local.

Proyecto para la biodiversidad de Chiloé

Además de transferir recursos a organizaciones de la base comunitaria, BMCh ha asumido el desafío de contar con proyectos de ejecución directa. El ejemplo más destacado en esta línea de trabajo es la iniciativa denominada: “Conservación y uso sustentable de la biodiversidad de Chiloé”, que cuenta con financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (en inglés, GEF). Este proyecto ha permitido a BMCh sistematizar una serie de esfuerzos desarrollados con antelación y cuyos resultados no han sido difundidos suficientemente, en especial en el ám-bito comunitario. Junto con ello, ha permitido fortalecer una serie de actividades asociadas a la conservación y el uso sustentable de los recursos del ecosistema forestal; específicamente, aquellas asociadas a la valoración y promoción de la biodiversidad local.

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VINCULACIÓN DE LA COMUNIDAD CON EL PARQUE NACIONAL CHILOÉ

El Parque Nacional Chiloé (PNCh) se ubica en la cordillera de la Costa de la isla grande, en un sector conocido como cordillera de Piuché. Fue creado en 1982, sobre gran parte del territorio que ancestralmente ocuparon las comunidades indígenas de Chanquín y Huentemó; las que fueron impedidas de continuar llevando a cabo, en esos sectores, sus actividades tradicionales de extracción de productos del bosque.

Con esa raíz, la relación entre las autoridades responsables del PNCh y las comunidades aledañas fue muy conflictiva; hasta que en 1995 se reconocieron los derechos que a estas últimas les correspondían, al acordar con el Gobierno de Chile la entrega de aproximadamente cuatro mil hectáreas, incluida la des-afectación de una porción del PNCh.

Entendiendo que tanto para las comunidades locales como para el PNCh existe un enorme potencial de desarrollo, hacia fines de los años 90 se inicia un proceso de trabajo que tiende a la asociatividad y que genera oportunidades para la construcción de un camino basado en la participación de las comunidades y la colaboración para iniciativas de mutuo beneficio.

Mediante diversos proyectos, desde principios de 1998 BMCh ha estimulado la generación de experiencias e iniciativas comunitarias; la difusión del conocimien-to generado por las propias comunidades; el desarrollo de actividades educativas, productivas y de conservación. Además, se ha intensificado la relación entre el PNCh y las comunidades aledañas.

RECUADRO Nº 2: OBJETIVOS DEL PROYECTO “CONSERVACIÓN Y USO SUSTENTABLE

DE LA BIODIVERSIDAD DE CHILOÉ”

Se trata de un “proyecto mediano”, en la terminología GEF, que tiene los siguientes objetivos:

1. Mejorar la administración del Parque Nacional Chiloé, sobre la base de una sociedad total y completa con las comunidades aledañas. Para este objetivo han sido planteados los siguientes lineamientos:

— Establecimiento de un Consejo Asesor para la definición de un Plan integrado de conservación y desarrollo de la cordillera de Piuché.

— Formulación del Plan integrado de conservación y desarrollo de la cordillera de Piuché. — Fortalecimiento de las operaciones de la administración del Parque Nacional Chiloé. 2. Demostrar una planificación y un manejo para la conservación amistosos con la biodiversidad en el

archipiélago de Chiloé. Con los siguientes resultados esperados: — Demostración de las mejores técnicas para el manejo y la conservación, más allá de los límites del

Parque Nacional Chiloé. — Exposición de las alternativas de uso de los recursos amistosos con la biodiversidad. — Identificación e inicio de implementación de los mecanismos para replicar alternativas de uso de

los recursos amistosos con la biodiversidad y sustentables. — Mejoramiento de la conciencia pública y la educación ambiental, para la conservación y el uso

sustentable de la biodiversidad.

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En la actualidad, y como consecuencia de una serie de iniciativas lideradas por BMCh –entre las que se destacan el Seminario Taller Internacional: “Áreas protegidas y comunidades humanas” (desarrollado en Cucao el 2003) y la participación de una veintena de dirigentes de las comunidades locales en una experiencia denominada “Escuela de liderazgo para el desarrollo susten-table de la cordillera de Piuché”–, se ha conformado un grupo de trabajo que incluye personal del PNCh y que cuenta con el apoyo profesional y técnico de BMCh. La misión es conformar el Plan de desarrollo sustentable de la cordillera de Piuché; cuya ejecución las comunidades decidieron posponer luego de la entrega de sus tierras, lo que ocurrió (después de diez años de negociaciones) el 2 de febrero de 2005.

Como consecuencia de este proceso, se están sentando las bases de las relaciones de colaboración entre la CONAF, como administradora del PNCh, y las comunidades vecinas, como socios naturales para la conservación y el fo-mento de las actividades productivas y de servicios desde la perspectiva de la sustentabilidad.

Plenaria en seminario-taller “Áreas protegidas y comunidades humanas: experiencias, visiones yalternativas de colaboración para el desarrollo sustentable de la cordillera de Piuché”,

isla de Chiloé, Cucao, agosto de 2003 (Foto: Bosque Modelo).

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En la actualidad, el grupo conformado durante la escuela de liderazgo ha asumido un rol muy central en la definición de un Área de Desarrollo Indígena (ADI), lo que pretende transformar este mecanismo estatal para la focalización de recursos en un verdadero instrumento de planificación participativa. En este contexto, el Plan de desarrollo sustentable de la cordillera de Piuché, su generación participativa e implementación, tendrán un fuerte reconocimiento público.

FERIA DE LA BIODIVERSIDAD DE CHILOÉ

Uno de los procesos más interesantes, presentes en Chiloé, en lo referido a la conservación y uso sustentable de los recursos provenientes del bosque nativo chilote, es la vasta gama de productos artesanales elaborados tradicionalmente por las comunidades locales. Artesanía en madera y fibras vegetales; uso de tin-turas naturales para lana, alimentos artesanales preparados con frutos silvestres y plantas nativas, plantas medicinales; productos del mar (peces, mariscos y algas) preparados con recetas tradicionales, papas nativas, árboles del bosque chilote, y toda una serie de animales y aves domésticas, son el fruto de siglos de trabajo de hombres y mujeres que han hecho su aporte para la conservación de la gran biodiversidad local. BMCh, el Centro de Educación y Tecnología (CET) y la municipalidad de Castro, en atención a este riquísimo capital cultural y de biodiversidad, se asociaron para desarrollar la Segunda, Tercera y Cuarta Feria de Biodiversidad de Chiloé; la cual, con un marco impresionante de público, contribuyó a reconocer el trabajo comunitario en torno a la conservación de los recursos locales.

La Feria de Biodiversidad se ha transformado en un instrumento muy potente para la promoción de las actividades de conservación, a nivel de las comunidades locales. También es un espacio para el reconocimiento de estos hombres y mujeres, y tiene un innegable efecto en la reflexión que la comu-nidad local y nacional hace acerca de la importancia de la biodiversidad, los espacios naturales y las culturas tradicionales.

ALMACÉN DE LA BIODIVERSIDAD

Su objetivo principal es apoyar a la comunidad local en la comercialización de sus productos, relacionados con el uso sustentable de la biodiversidad chilota, y ofrecer al mundo una vitrina de los productos originarios de Chiloé.

La cultura chilota lleva un largo camino recorrido en el autoabastecimien-to de productos. Esto se puede apreciar hasta nuestros días en la alimentación, las fiestas, las creencias, etc. Esta condición única genera que encontremos en cada habitante de la isla grande a un pequeño productor de elementos para su propio abastecimiento. Podríamos decir, entonces, que la gran mayoría de la población chilota maneja una serie de técnicas y conocimientos que la hace ser capaz de autoabastecerse, utilizando su entorno natural. Sin embargo, en

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nuestros días, la necesidad de transformar estos conocimientos tradicionales en ingresos económicos y, por lo tanto, en un nuevo valor de los recursos de que disponen los pobladores de Chiloé, se torna una necesidad imperiosa.

Uno de los aspectos de preocupación permanente en el Almacén de la Biodiversidad es el origen chilote de los productos y, además, que presenten condiciones de alta calidad, buscando, con el tiempo, mejorar la imagen de los objetos que ofrece la isla. Los productos elaborados sólo para el turismo o para su comercialización, como primer objetivo, pierden su origen y, por lo tanto, pierden la condición que los hace ser únicos en el mundo, careciendo de total validez como objetos propios de una cultura.

Para el Almacén de la Biodiversidad el origen del producto tiene tanta importancia como el producto final. La claridad de quién, cómo, dónde y con qué fin lo hizo; cómo y de quién lo aprendió, qué recurso natural utilizó y si su aprovechamiento es sustentable o no, son algunos de los elementos que le dan un inmenso valor agregado al producto y actúan como un símbolo de resistencia cultural de la isla grande.

FONDO DE MICROFINANZAS MINGA

La pobreza es una amenaza a la sustentabilidad. Es por esto que se ha de-sarrollado el Fondo de Microfinanzas Minga, cuyo objetivo es promover el mejoramiento de la calidad de vida de las personas de más escasos recursos de la zona rural de Chiloé, a través del financiamiento de pequeñas iniciativas productivas sustentables.

El Fondo Minga tiene su base filosófica en el Grameen Bank, más co-nocido como el Banco de los Pobres, fundado por Muhammad Yunus, y ha contado con la colaboración de la Fundación Ayuda y Esperanza, del Hogar de Cristo. El eje fundamental de este fondo es la confianza depositada en las personas, ya que el éxito de la oportunidad que se entrega depende del esfuerzo de ellas. Con la devolución de los préstamos se posibilita que otros puedan acceder a un crédito, creando una cadena de solidaridad, gracias al compromiso de todos.

Con este programa se busca financiar iniciativas productivas sustentables, potenciar unidades productivas en aquellos sectores que todavía subsisten con economías precarias e inculcar en cada uno de los clientes los valores de responsabilidad, compromiso y solidaridad. Las áreas financiadas dicen relación con las actividades rurales de Chiloé, como la agricultura, artesanía, carpintería, elaboración de productos caseros, extracción, pesca artesanal y turismo rural sustentable.

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DESARROLLO DEL BOSQUE MODELO CHILOÉ

A manera de resumen, y con el solo propósito de entregar una visión más de conjunto de la experiencia de BMCh, se entregan los siguientes elementos:

Aciertos y errores del proceso, lecciones aprendidas

Aciertos• Definiciones a nivel central:— Uno de los principales aciertos del proceso ha sido legitimar a BMCh como

un programa eminentemente local; esto es, estrechamente vinculado a la actividad y a los desafíos comunitarios, y dispuesto permanentemente a servir de plataforma para dar fuerza y proyección a las capacidades locales y logros de la comunidad.

— Vinculado a lo anterior, la fuerza de BMCh radica en la diversidad, solidez y proyección de las alianzas, construidas en torno a problemas y desafíos locales.

— Uno de los focos primordiales de BMCh ha sido optar decididamente por la colaboración público-privada, en el entendido que no se pueden resolver los complejos desafíos que nos impone la realidad sin capitalizar los recursos, compromisos y visiones que se dan en todos los ámbitos de la vida social, institucional y económica de las sociedades locales.

— El programa, desde su primer día, ha buscado comprometer a los actores locales más relevantes, contribuyendo a apoyar sus iniciativas y buscando asimilar sus logros y aprendizajes.

— Si bien la mayoría de las áreas temáticas en las cuales BMCh ha desarrollado esfuerzos e iniciativas son conflictivas, la Dirección siempre ha planteado mantener el proyecto al margen de los conflictos del entorno; contribuyendo, desde su posición y con herramientas técnicas y políticas, a crear espacios desconflictuados, en donde sea posible la dinámica de la colaboración.

— Resulta bastante obvio decir que la tarea en la que BMCh se encuentra em-peñado no puede resolverla solo. Por lo tanto, un elemento muy central de la gestión se encuentra en el establecimiento de alianzas con instituciones afines, con las que comparte un espacio social, tiene coincidencias en su mandato y operan de manera similar y complementaria.

— La orientación comunitaria del programa, su decisión de buscar fórmulas y proponer estrategias para el encuentro comunitario, hacen absolutamente necesario evitar la politización del proyecto. Las consecuencias de no ha-cerlo son el descrédito, la pérdida de confianza y la exposición a la crítica destructiva. La óptica del proyecto es muy clara y se traduce en una idea muy sencilla: difundir sus logros, especialmente aquellos basados en el pro-tagonismo comunitario.

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• Definiciones a nivel comunitario:— Definir las acciones sobre los diagnósticos de las propias comunidades, sin

ignorar la importancia de los análisis preparados por otros actores sociales relevantes, pero respetando el impulso de la comunidad por dilucidar su situación frente a la intervención de terceros.

— Incluir elementos de la cultura local en la convocatoria: hacer el esfuerzo per-manente de reflexión para “hablarle a la gente en su propio lenguaje”; conocer y respetar las motivaciones, las dinámicas y los espacios comunitarios.

— Estimular el protagonismo local y la participación: el reconocimiento a las capacidades locales es la base para una comunicación armoniosa. En todas las comunidades hay gente capaz, comprometida, motivada; todos necesitamos el reconocimiento a nuestra entrega y nuestros aportes.

— Fomentar el surgimiento de nuevos liderazgos. Normalmente los proyectos comunitarios tienen como contraparte formal a los dirigentes elegidos en las diferentes organizaciones, quienes tienen un importante rol que cumplir. Sin embargo, dependiendo de la naturaleza del proyecto, se encontrarán otras formas de liderazgo presentes en la comunidad, las que son un capital y una oportunidad para la ejecución de las diferentes iniciativas.

— Valorizar la experiencia y capacidades locales. No es posible concebir un proyecto que tenga viabilidad si no se consideran los recursos locales, estos son el principal activo de un proyecto.

Errores• A nivel central:— Establecer alianzas con personas o instituciones que tienen agendas para-

lelas o que fundamentan su trabajo en la agudización de conflictos y no en la colaboración para su superación. Desafortunadamente este fenómeno es recurrente en las intervenciones sociales; de hecho, hay liderazgos que se especializan en la administración de los conflictos y no en su superación.

— Establecer instancias de trabajo en las que el conflicto supere a la colabo-ración. En la misma línea, el liderazgo de BMCh se basa en el predominio de la colaboración por sobre el conflicto.

• A nivel comunitario:— En algunos casos, los proyectos comunitarios se basaron en estimaciones

equivocadas acerca de la madurez y capacidad de gestión de las organizaciones ejecutoras, lo que se tradujo en dificultades en el desarrollo de las iniciativas y el cumplimiento de sus objetivos.

— En ciertas circunstancias, la medición de los impactos de los proyectos co-munitarios a nivel de productos, y no a nivel de procesos, puede conducir a apreciaciones erróneas.

— Muchas de las iniciativas respaldadas por BMCh sólo pueden ser considera-das como los pasos iniciales de procesos complejos. Al evaluar los objetivos

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cumplidos se ignoran los procesos, que toman más tiempo y son más difíciles de evaluar.

Lecciones aprendidasPara avanzar en la definición de un camino hacia el desarrollo sustentable de las comunidades forestales, es fundamental estimular su participación y protago-nismo. Éste se expresa en la medida en que se precisa el área de intervención en conjunto con las comunidades locales, basándose en su propia visión del entorno y definiendo estrategias culturalmente pertinentes.

La participación debe pronunciarse en dos frentes: las prioridades de inter-vención y en las metodologías adoptadas. La intervención debe basarse en la experiencia comunitaria, en el uso de los recursos locales y en las capacidades de sus líderes. A esto se debe sumar la capacidad técnica y de gestión, en un proceso de colaboración, compromiso y mutuo entendimiento.

No se debe perder de vista que las comunidades locales tienen su propia opinión y experiencia acerca del manejo responsable de los recursos y, por lo tanto, conocen las vías y mecanismos necesarios para situar la discusión al interior de ellas mismas; lo que resulta necesario, una vez establecidas las alianzas que le dan viabilidad a la intervención.

La colaboración público-privada no puede entenderse como un ejercicio basado en la buena voluntad del sector público, sino como un instrumento de gestión y negociación de alta eficiencia, donde se compatibilizan las habilidades, recursos y capacidades de cada parte, a lo que se suma el control social propio de las actividades de interés público.

IMPACTO SOCIAL

BMCh es fundamentalmente un proyecto social, cuya preocupación central son las personas, familias y comunidades que viven y trabajan en el ecosistema fo-restal.

Por la naturaleza de BMCh como modelo de gestión, su operación ha con-tribuido a dinamizar la vida social y comunitaria de Chiloé. Luego de cinco años de operación, es posible apreciar un aumento sostenido de las iniciativas que buscan abordar los problemas ambientales locales desde una perspectiva comunitaria. De este modo, como respuesta a la oportunidad creada por BMCh, se han hecho visibles una serie de organizaciones sociales que han emergido desde la marginalidad y que se transforman en interlocutores comunitarios válidos. Organizaciones productivas y reivindicativas, comunidades indígenas, organizaciones de mujeres, juntas de vecinos, centros de padres, agrupaciones cooperativas, sindicatos, asociaciones gremiales, asociaciones indígenas, entre muchos otros grupos, han definido propuestas que abordan sus problemas am-bientales desde una óptica comunitaria, que ponen de relieve las capacidades de estas organizaciones locales.

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PROYECCIONES

Las proyecciones del trabajo de BMCh están dadas en la profundización de la raíz local del proyecto. Esto es, en la apropiación por parte de la comunidad local del modelo de gestión y la optimización de sus instrumentos.

El modelo de gestión ha demostrado ser eficiente para el desarrollo del proyecto en cada una de sus etapas –convocatoria, identificación de los temas, construcción de alianzas, obtención de recursos, obtención de respaldo político e institucional, capacidad de ejecución de iniciativas–, por tanto, uno de los ma-yores desafíos pendientes es la promoción de modelos similares para enfrentar otros desafíos comunitarios, específicamente aquellos referidos al desarrollo sustentable.

La voluntad del Directorio de BMCh es continuar fortaleciendo el proyecto, estableciendo alianzas de mayor alcance y seguir contribuyendo a situar el foco de atención público y privado, local, nacional e internacional, en los desafíos y oportunidades que el ecosistema forestal ofrece.

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Aportando capital semilla a las comunidades que promueven la conservación del bosque nativo: una década en Chile del Programa de Pequeños Subsidios GEF/PNUD ALEJANDRA ALARCÓN

INTRODUCCIÓN

El Programa de Pequeños Subsidios (PPS) del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF), administrado en Chile por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), tiene por finalidad apoyar iniciativas ambientales que nacen desde las comunidades, en temas vinculados a las áreas del GEF: biodiversidad, cambio climático, degradación de tierras, aguas internacionales, contaminantes orgánicos persistentes y área multifocal (gestión integrada de ecosistemas). El programa está dirigido a organismos comunitarios de base (OCB) y a organismos no gubernamentales (ONG’S).

Durante la última década, 1994 a 2004, el PPS ha financiado más de 100 proyectos, con una inversión que supera los tres millones de dólares, colabo-rando con diversos grupos de comunidades a lo largo de Chile. En este camino ha recopilado enseñanzas –en particular los resultados e impactos de los pro-yectos– que permiten mejorar la acción.

En este artículo se presenta la estructura del programa y su accionar, particularmente en iniciativas relacionadas con la conservación del bosque nativo, en las regiones IX y X; una discusión de aspectos clave para entender el desarrollo de los proyectos y, finalmente, algunas de las principales lecciones aprendidas.

Las acciones del PPS apuntan, principalmente, a instalar capital semilla en comunidades locales que por lo general no cuentan con incentivos en materia medioambiental; entregándoles la posibilidad de presentar, desde su propia visión, la alternativa que consideren más viable para proteger su entorno y con-vertirlo, a la vez, en un medio de vida sustentable. Es relevante la participación de los ONG’S, ya que cumplen una importante función ejecutando los proyectos, o asesorando y asistiendo técnicamente a las comunidades para la mejor im-plementación de sus propuestas. En este sentido, ONG’S y OCB’S presentan una participación equilibrada como ejecutores, con 46% y 49%, respectivamente (considerando los diez años del programa en Chile), siendo levemente superior la de los OCB’S. En los últimos años, la tendencia ha sido una mayor ejecución directa de las comunidades, con apoyo técnico de los ONG’S.

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ESTRUCTURA Y ÁMBITO DEL PPS

Aunque forma parte de una red mundial, al existir en casi 70 países, el pro-grama opera de manera descentralizada y con altos grados de flexibilidad, para adecuarse a cada realidad nacional. Básicamente, el PPS está estructurado para gestionar concursos para proyectos de la comunidad, en las áreas del GEF. En este marco, la Coordinación Nacional (especie de secretaría ejecutiva del programa) tiene como labor facilitar los procesos del llamado a concurso; acompañar los proyectos, verificar el adecuado uso de los recursos, así como el desarrollo de las actividades, de acuerdo a la planificación de cada proyecto. Además, debe difundir las actividades del programa y de los proyectos y promover la adecuada inserción de las iniciativas en la realidad local, regional, nacional e internacional. La Co-ordinación Nacional realiza estas labores en conjunto con el Consejo Nacional Asesor, que está compuesto por especialistas en la temática ambiental de cada una de las áreas focales y que posee las atribuciones para fijar las políticas y prio-ridades para el país. Este esquema es idéntico en cada uno de los PPS en el mundo.

En Chile, el programa ha enfatizado el esfuerzo de conservación de la bio-diversidad, en particular en las zonas boscosas del sur del país. En este sentido, aunque ha logrado llegar a la gran mayoría de las regiones, el mayor número de proyectos se concentra en la X Región, con 23,8%; mientras que la IX Región presenta el tercer lugar, con 13,9% (Bohme et al., 2004).

Principales áreas de acción

En el país, los proyectos se han concentrado principalmente en las áreas de con-servación de la biodiversidad y mitigación del cambio climático. Prácticamente el 70% de las iniciativas financiadas por el programa se relacionan con el primer tema. Un número importante corresponde a iniciativas desarrolladas en la zona sur de Chile, por organizaciones comunitarias de base: comunidades indígenas, agrupaciones de campesinos, juntas de vecinos, agrupaciones de colonos, sindi-catos de pescadores, así como ONG’S que trabajan con comunidades de base.

Características del programa

Participación, democracia, flexibilidad y transparencia, son piedras angulares en el enfoque del PPS/GEF-PNUD. En la ejecución del programa se anima y apoya la participación de las comunidades y de los ONG’S que trabajan con ellas, a partir de iniciativas –que se encuentren dentro de las áreas del GEF– presentadas a los distintos llamados a concurso. Es labor de la Coordinación Nacional y del Consejo Nacional Asesor asegurar el establecimiento y la práctica de estos conceptos, en la ejecución de los proyectos. La posibilidad de llegar a un mayor número de comunidades se ha logrado a través de talleres de difusión, que han sido apoyados por los gobiernos locales, especialmente en regiones donde el PPS históricamente no ha tenido proyectos. De esta manera, se aumenta y promueve

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la cobertura y el conocimiento acerca del programa, ampliando a los interesados las posibilidades de acceder a él.

La presencia del Consejo Nacional Asesor, que posee conocimientos teóricos y prácticos en los temas ambientales locales, permite asegurar la transparencia en la selección de las iniciativas, a través de su adecuada evaluación. Ésta se inicia con la presentación de la idea del proyecto, acompañada de un desarrollo muy básico y de un presupuesto preliminar; lo que se conoce como perfil de proyectos. Este perfil, compuesto por sólo tres hojas, permite que el Consejo analice la per-tinencia al concurso evaluando criterios tales como: si está dentro de las áreas del GEF, si existe socialización de la idea, si posee un presupuesto equilibrado; o bien, si la comunidad ha detectado el problema a abordar y cómo lo asumirá, qué otros socios ha generado y qué cantidad de personas involucrará; todo lo anterior, son sólo algunos de los datos más importantes a considerar. En esta primera selección se eligen las mejores ideas, las más innovadoras y realistas y, por supuesto, las que tengan mayor relevancia desde el punto de vista ambien-tal. Una vez evaluados y seleccionados los mejores perfiles, recién se solicita la presentación del proyecto completo. Con respecto a los que no son escogidos, es importante señalar que se informa de las razones de ello (por no encontrarse dentro de las áreas posibles de financiar, por ejemplo) y la manera cómo mejorar las propuestas.

En el marco de las actividades de los proyectos, el programa apoya el aumen-to de las capacidades y el fortalecimiento de las comunidades de base, a fin de permitir su plena participación en los procesos de toma de decisiones en temas medioambientales (áreas del GEF).

Después de una década de experiencia, el Consejo y la Coordinación del PPS han identificado y discutido, en conjunto, una serie de elementos fundamentales para entender el potencial impacto de los proyectos apoyados. En este sentido, se desea destacar los siguientes aspectos, que se observan en las comunidades involucradas en iniciativas del PPS/GEF-PNUD.

ASPECTOS SIGNIFICATIVOS DE LOS PROYECTOS DEL PPS

Al analizar las conclusiones de varios talleres de cierre (encuentros que reúnen a los coordinadores de proyectos y a un representante de cada una de las comu-nidades, con la presencia de la Coordinación y del Consejo Nacional Asesor), los aprendizajes apuntan hacia ejes compartidos, entre los que destacan: la im-portancia de la generación de confianza, la participación local, la revaloración del entorno y la sostenibilidad.

Generación de la confianza como base para la acción

En algunos casos, ha sido posible apreciar que existe desconfianza en las capa-cidades propias de las comunidades para implementar sus ideas; debido, princi-palmente, a que no siempre encuentran respaldo para ejecutar sus acciones. De

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allí que el PPS/GEF-PNUD destaque el espacio de protagonismo y apoyo que les brinda, al patrocinar iniciativas que desde lo ambiental promueven el desarrollo de capacidades, el mejoramiento de la calidad de vida, la generación de ingresos, y la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres1.

Muchas comunidades han recibido financiamiento, pero no siempre es ad-ministrado directamente por ellas. El hecho de hacerlo, a través de los proyectos del PPS/GEF-PNUD, implica una gran responsabilidad, pero también una clara oportunidad de crecer2.

La confianza también aparece al momento de plantear iniciativas conjuntas. Ella se aprecia cuando un grupo de personas que visualizan un objetivo común son capaces de unirse, con la clara percepción de que al articularse les irá mejor. En estos casos, influye significativamente la aparición o el reconocimiento de líderes, capaces de representarlos y que puedan resguardar sus intereses3.

Se han observado comunidades mapuche que prácticamente ya no tienen bosque nativo, pero que sienten la necesidad de recuperar lo que alguna vez existió en forma natural. Muchos proyectos de esta índole se han iniciado desde la reproducción de plantas a partir de viveros que la propia comuni-dad diseñó, construyó y cuidó. En la actualidad, ellas mismas han forestado sus cuencas y están en una importante etapa de difusión de la relevancia de la conservación del medio ambiente. Es el caso de la comunidad indígena La Vega que, con asesoría y apoyo de la municipalidad de Quinchao ha de-sarrollado el proyecto “Implementación de viveros forestales para la isla de Apiao”, que está permitiendo repoblar esta isla, que no contaba con ningún cuidado ni forma de propagación de sus bosques hasta antes de la iniciativa. A partir del año 2001, la comunidad está trabajando con árboles nativos y con exóticos de rápido crecimiento para disminuir la presión sobre el bosque nativo. Ahora los isleños producen sus propias plantas y cuentan con asesoría técnica para la adecuada propagación de las especies, para la plantación y posteriores cuidados.

1 Florita Huenuman, integrante del proyecto “Implementación de viveros forestales para la isla de Apiao”, de la comunidad indígena de la isla Apiao, Chiloé, X Región, indica al respecto: “yo lo hallo algo muy útil, muy bonito, porque no siempre tenemos la posibilidad de tener algo donde nosotros podamos trabajar. Nosotros acá, en la isla, somos personas muy aisladas, si uno tiene la oportunidad de tener estos recursos uno los recibe con cariño, por eso no los deja pasar...”.

2Bladimir Painecura, coordinador del proyecto “Gestión y manejo sustentable del borde costero”, de la Asociación Indígena Newen Pulafkenche, Carahue, IX Región, señala: “queremos agradecerle al PPS/GEF-PNUD por haber creído en nosotros, porque este proyecto es muy significativo en el sentido de que somos los ejecutores y, que hayan creído en nosotros, en que pudiéramos ejecutar el proyecto, eso es sumamente valioso e importante”.

3 “Yo creo que el tema de los recursos y la bajada del proyecto PPS nos ayudó bastante para desarrollar-nos como comunidad, para desarrollarnos como asociación y nosotros como jóvenes”. Testimonio de René Huenchiñir, proyecto “Gestión y manejo sustentable del borde Costero”, de la Asociación Indígena Newen Pulafkenche, Carahue, IX Región.

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Participación

Según la experiencia del PPS/GEF-PNUD, los proyectos que nacen desde la comu-nidad, que responden a una necesidad clara y colectiva, y que además logran el apoyo de organismos técnicos, tienen mayores posibilidades de permanecer en el tiempo, más allá del término del financiamiento.

Existen ocasiones en que las ideas surgen de algunas personas de la comunidad, quienes van integrando a otros miembros a medida que el proyecto avanza: es clave la existencia de líderes propositivos, activos y motivadores. El PPS anima la incorpo-ración del máximo de miembros de la comunidad, especialmente jóvenes, mujeres y niños, así como personas de la tercera edad, quienes poseen el conocimiento y la historia de las formas de relación de las comunidades con su entorno4.

Al mismo tiempo, la participación activa ha traído como consecuencia, en muchas iniciativas, no sólo un aumento en la capacidad de gestión, sino también un fortalecimiento de la identidad5.

Hay grupos que a partir de su proyecto han logrado darse cuenta de la im-portancia de participar colectivamente, de emprender nuevos desafíos y de la trascendencia que implica ser reconocido como igual en la comunidad. En otros casos, la participación está estrechamente ligada a la forma de producir, lo que significa un doble esfuerzo: producir sin dañar el medio ambiente y hacerlo co-lectivamente. Este doble desafío se puede lograr aún con las dificultades sociales que a veces impone la propia gente de la comunidad, que no acepta con facilidad los cambios, en especial aquellos que involucran nuevas formas de relacionarse con su entorno. Sin embargo, se ha observado que el empeño y la fortaleza del grupo permiten sortear las dificultades6.

La promoción de la visión a mediano y largo plazo, en las comunidades que participan de proyectos de esta índole, constituye también un gran desafío: pensar en el futuro. En efecto, pensar en el futuro es una tarea muy difícil en sociedades rurales pobres, que no tienen ocasión de planificar, ya que deben destinar sus

4 José Millalonco, presidente de la comunidad indígena La Vega de isla de Apiao, Chiloé, X Región, afirma al respecto: “…en todas las casas hay niños de colegio y hay niños que también se están enterando cómo uno planta una plantita de 15 a 20 centímetros, cómo la cultiva, la cierra para que su crecimiento no sea influido por animales. Y que así, en poco tiempo, si nosotros seguimos trabajando con esto, ellos van a tener capacidad para poderlo ver y trabajar cuando nosotros no estemos, cosa que nosotros no hemos tenido esa suerte”.

5 Así lo manifiesta Marta Larenas, integrante del proyecto de la comunidad indígena mapuche Rafa Burgos, Vilcún, IX Región : “...los mapuches no nos oponemos al desarrollo, sólo queremos que se respeten nuestros derechos básicos, que nos dejen participar, porque no se trata de implantar el desarrollo en las comunidades, sino de cómo éstas se apropian de las propuestas que apuntan hacia el desarrollo... Es diferente cuando la gente lo formula y participa en todas sus etapas, creo que ésta ha sido la diferencia de este proyecto, en relación a otros que se han desarrollado en otras comunidades”.

6 “En principio, esto era como un sueño para nosotros, y que nunca se iba a llevar a efecto, además la gente pensaba que no íbamos a ser capaces de salir adelante, y tuvimos que asumir esa crítica, que nos molestaba bastante. Ahora, gracias a Dios, estamos saliendo adelante y la gente dejó de criticar...”. Entrevista grupo de Eco Turismo, proyecto Ayacara, península de Comau, provincia de Palena.

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energías a resolver problemas urgentes, cotidianos y primordiales. En ese contexto, varios de los proyectos PPS/GEF-PNUD han encauzado sus recursos a construir una visión en la comunidad orientada a las futuras generaciones7.

Valoración del entorno

Las comunidades locales usualmente conviven en un entorno de cuya biodiversi-dad extraen los recursos para su subsistencia. Tanto campesinos forestales como agricultores son capaces de valorar los elementos de la naturaleza que les permiten mejorar sus ingresos económicos. En muchas ocasiones menosprecian aquellos que, en principio, consideran que no les proporcionan ningún beneficio. El programa y sus proyectos han promovido cambios significativos en este reconocimiento de las oportunidades que el ecosistema puede brindar a una comunidad8.

Una vez reconocido el interés por conservar un paisaje, para sí mismo y también para los visitantes, es necesario modificar los hábitos para cuidarlo9. Reconocer lo que existe en el entorno también implica asumir la responsabilidad de su cuidado y protección10.

Sostenibilidad

La experiencia en esta década de trabajo con distintas comunidades, ha enseñado que permanecen en el tiempo los proyectos que son capaces de integrar a otros

7 Así lo visualiza Marta Larenas, integrante del proyecto de la comunidad indígena mapuche Rafa Burgos, Vilcún, IX Región: “Yo nunca me imaginé que iba a ser capaz de pescar un árbol y plantarlo. Y ahora quiero plantar muchos más. En el futuro eso va a quedar para los lolos (jóvenes). Así, el proyecto no será en vano, sino que va a quedar un recuerdo para siempre. Queremos que nuestro esfuerzo permanezca en el tiempo, para dejarle esto a nuestros hijos y nietos, para que conozcan las plantas. Nosotros desconocemos muchas plantas que en la zona sur existen, y es por eso que la idea es dejar esto como herencia. Y además, estos árboles nos van a ayudar a conservar el agua”.

8 “A mí el proyecto me sirvió para cuidar las especies nativas, que lo veíamos comúnmente entre nosotros, pero no sabíamos que nosotros mismos estábamos terminando con ellos, y ahora saber que podemos producir árboles nativos y cuidarlos es muy importante para toda la familia, contribuir para que nuestros hijos crezcan en un mundo mejor, crear conciencia. Nosotros estamos tan metidos en nuestro mundo, que a veces no vemos más allá de nuestras narices y no somos capaces de ver que nosotros estamos destruyendo nuestra vida”. Testimonio de Roxana Manosalva Yáñez, integrante del proyecto “Implementación de un bosque escuela en Ancud”, Caulín, Chiloé, X Región.

9 “...yo creo que nos cambió a todos el compromiso con el medio ambiente. Antes uno era el que andaba botando papeles y hoy si alguien del equipo lo hiciera, pobre de él... Yo me acuerdo que don José era de los que veía un bicho y lo pisaba, y después que hizo el curso de Monitor Ambiental, con el curso de fotografía, don José le sacaba el mejor perfil a un bicho para sacarle una foto y ya no lo mataba”. Testimonio de un par-ticipante del proyecto “Zona de amortiguamiento del Parque Nacional Nahuelbuta”, IX Región.

10 “Cuidar los bosques, no destruirlos, apreciar de otra forma nuestro entorno, los recursos que hay acá, esa es la parte inicial... ya no se destruye tanto, ya no se le saca tanto. Ahora cortamos la madera más gruesa, sólo lo que es útil, el árbol más nuevo se va dejando para el futuro, porque esa es la forma de cuidar el bosque”. Testimonio de participantes del proyecto Ayacara, península de Comau, Palena, X Región.

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organismos. Por esta razón, se promueve que las iniciativas del PPS-GEF/PNUD no sean acciones aisladas de sus realidades locales y se motiva la asociación con los actores locales: municipios, resto de las comunidades, escuelas y otros servicios, especialmente aquellos relacionados con el agro y el medio ambiente, tales como: INDAP, SAG, CONAF y la Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA), por nombrar sólo algunos.

Relación del proyecto con otros actores

Para que una iniciativa que se ejecuta en un territorio acotado pueda proyec-tarse y trascender en el tiempo, es necesario que exista una articulación con los actores relevantes del ámbito local. Generalmente los más cercanos son los gobiernos comunales, por lo que se debe empezar por esa instancia. En la estructura orgánica de algunas municipalidades hay entidades que tienen que ver con el medio ambiente, muchas de las cuales están implementando pro-gramas con el Programa Agenda 21 Local, lo que facilita el diálogo, e incluso puede favorecer la obtención de apoyo financiero para complementar acciones de los proyectos.

Lo anterior es una buena estrategia para dar sostenibilidad a las iniciati-vas, más allá del financiamiento que otorga el PPS. Se debe considerar que el programa es un fondo semilla y su objetivo es despertar en las comunidades la necesidad de abordar la problemática ambiental desde una perspectiva local.

Otra fórmula que ha dado buenos resultados es la vinculación de proyectos PPS con comunidades asociadas a universidades. La lógica de trabajo conjunto ha consistido en compartir el saber local con el conocimiento científico, dejando de lado la práctica tradicional en la que el único cometido de la comunidad era aportar información y no participar en el desarrollo de iniciativas de inves-tigación aplicada. El financiamiento directo a la comunidad no es un capricho: es un medio para que cuente con el necesario poder, al momento de sentarse en una mesa de negociación para debatir una iniciativa conjunta.

Algunas universidades han utilizado proyectos PPS como campus avanzado y han llevado a sus alumnos a conocer la realidad local, de forma práctica y no teórica. Hasta el momento, los resultados han sido alentadores.

También son cruciales las alianzas con los organismos públicos que llegan a determinados territorios para financiar temas muy técnicos. El programa ha generado asociaciones con actores gubernamentales, en proyectos donde los fondos públicos no podían financiar iniciativas colectivas. La solución ha dado excelentes resultados.

En la búsqueda de la sostenibilidad de los proyectos, toda alianza es im-portante; debiendo establecerse en diversos ámbitos. La coordinación del PPS en Chile incentiva en forma permanente estas acciones, incluso lleva a cabo las gestiones y acompaña a los ejecutores de los proyectos en esa tarea (De Andrade, 2004).

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Instalación de capacidades: manejo del bosque, manejo de proyectos

Este concepto es muy relevante, ya que existe una gran aprehensión por parte de las comunidades al creer que los bosques no se pueden utilizar mientras son conservados. El PPS sostiene que la mejor forma de conservar un bosque es usán-dolo; el punto es cómo se emplea. Para lograr una buena utilización del recurso forestal se debe generar un aprendizaje conjunto entre los asesores técnicos y la comunidad, para instalar en ella las capacidades que le permitan determinar cómo extraer los productos del bosque, en cantidad y forma adecuada. En este sentido, las comunidades requieren conocer una serie de aspectos fundamentales para un apropiado manejo del recurso, entre los cuales destacan:— Estado de conservación de las distintas especies presentes en sus bosques.— Características propias del tipo de bosque que poseen (distribución, vulnera-

bilidad, presencia en el SNASPE, etc.).— Mecanismos para cosechar semillas, viverización, técnicas de plantación

en sitios descubiertos y el enriquecimiento como una forma de mejorar la calidad del bosque.

— Implementación de las actividades silviculturales necesarias que permitan generar distintos productos, ahora con manejo: leña, madera de distintas dimensiones y follaje, entre otras.

— Usos alternativos del bosque: ecoturismo, artesanía y apicultura, entre otros.

Conocer y aplicar los aspectos enunciados, con un concepto de manejo de bosque, abrirá a las comunidades variadas posibilidades, incrementando sustancialmente sus herramientas de crecimiento.

El conocimiento que adquieren las comunidades, al realizar proyectos del PPS, no es sólo ambiental; se agrega un aprendizaje importante en la administración de proyectos y, específicamente, en el adecuado manejo de los recursos económicos. En este sentido, la comunidad se hace responsable de los gastos efectuados en el marco de la iniciativa, siendo capaz de rendirlos con el respaldo adecuado; al mismo tiempo que asume la organización y planificación de las actividades, ejecutando adecuadamente las acciones, de acuerdo a instrumentos simples pero efectivos como lo es una Carta Gantt.

LECCIONES APRENDIDAS DEL PPS/GEF-PNUD

• Factores que frenan los procesos de desarrollo local:— Descoordinación entre los actores de desarrollo local y de sus instrumentos.— Implementación de propuestas sin conocer las necesidades de la comunidad

(escasa participación desde el inicio).— Entregar recursos sin supervisión adecuada (acompañamiento).— Profesionales alejados de las reales necesidades de la comunidad.— Autoridades locales que no brindan los espacios para el desarrollo de las

comunidades.— Desconfianza.

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• Factores que facilitan los procesos locales comunitarios de desarrollo:— Presencia de líderes que sean activos y que involucren al resto de la comu-

nidad en los proyectos.— Participación de la comunidad desde los inicios del proyecto; es decir, desde

la idea, la forma de llevarlo a cabo, la distribución de los costos y la identi-ficación de quién proporcionará ayuda técnica.

— Considerar las necesidades de la comunidad y que el proyecto se inserte en la realidad local.

— Que desde la conservación se pueda generar una mejor calidad de vida. Cuando el proyecto logra brindar espacios para comercializar algunos pro-ductos y mejorar el ingreso de las comunidades, se mantiene con mayores posibilidades en el tiempo.

— Incorporación de distintos actores de la comunidad: niños, mujeres y hombres, deben tener un espacio en el proyecto.

— Educación ambiental como un instrumento transversal, que permita tener mayores herramientas que ayuden a la revalorización.

— Fortalecimiento organizacional e individual.— Generación de espacios de intercambio (ferias, muestras costumbristas, talleres).

DESAFÍOS DEL PROGRAMA DE PEQUEÑOS SUBSIDIOS

A partir del año 2001, el programa ha iniciado una intensa acción en torno a la asociación estratégica con distintos fondos, nacionales e internaciones, públicos y privados. El año 2004, en particular, cuenta con alianzas con la CONAMA, a partir del Sendero de Chile; con ProAconcagua, corporación de derecho privado que agrupa a empresas del valle del Aconcagua; con ProLoa, corporación de derecho privado que agrupa a empresas de la ciudad de Calama; con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), a partir del Fondo Bosque Templado (FBT); y con el municipio de Isla de Pascua. Por lo tanto, un desafío inmediato es analizar los efectos de estas alianzas, realizadas con la convicción que al involucrar y com-plementar los esfuerzos de distintos actores será posible desarrollar mejores proyectos, llegando a más comunidades.

El cofinanciamiento es un desafío para el programa a nivel mundial y, por ende, para el PPS/GEF-PNUD en Chile. Conseguir movilizar la mayor cantidad de recursos complementarios a los aportados por el GEF, es un constante reto para el programa.

Llegar a aquellas regiones donde históricamente el PPS no ha tenido proyec-tos, es otro desafío asumido por el Consejo Nacional Asesor; el cual el año 2004 orientó recursos a regiones donde existía una menor presencia, realizando un concurso especial para la XI Región.

Aun cuando en las regiones IX y X se concentra el mayor número de propues-tas recibidas, así como de proyectos financiados, el año 2004 el Consejo definió invertir en dos llamados a concurso especiales: uno destinado a pueblos originarios en la región de La Araucanía y el otro para las provincias de Valdivia y Osorno.

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Estos concursos tienen por finalidad evaluar, a escala regional y provincial, el impacto de la acción más localizada, tanto geográfica como temáticamente.

El PPS/GEF-PNUD considera que hay importantes desafíos que desea asumir en conjunto con las comunidades, que son las protagonistas de los proyectos y que, por cierto, son las personas que ayudarán a solucionar o al menos aminorar los problemas ambientales que las afectan; para el programa, las comunidades son parte de la solución y no del problema. Aún hay mucho por hacer, lo positivo es que existen numerosas comunidades con personas que desean aportar al cuidado del medio ambiente.

BIBLIOGRAFÍA

ANDRADE de, R. 2004. Sostenibilidad de los Proyectos PPS. En: Los 10 años del PPS/GEF-PNUD. San-tiago.

BOHME, A.; DASCAL, G. & GALARCE, A. 2004. El Programa de Pequeños Subsidios, PPS/GEF: Lecciones y Aprendizajes de 10 años en Chile. En: Los 10 años del PPS/GEF-PNUD. Santiago.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

BOHME, A. & DASCAL G. 1999-2001. Entrevistas realizadas a organismos ejecutores de proyectos PPS/GEF-PNUD 1999-2001.

ONG TEKHNE. 2001. Sistematización de Proyectos del Programa de Pequeños Subsidios PPS/GEF-PNUD (1999-2001). Documento elaborado en base al taller de cierre, desarrollado en Santiago en noviembre de 2001.

PNUD. 1999. Estrategia de País del Programa de Pequeños Subsidios del GEF-PNUD, 1999-2003. San-tiago.

PNUD. 2001-2003. Material audiovisual de los proyectos del PPS/GEF-PNUD. 2001-2003.

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Conservación en tierras privadas de la Décima Región:la importancia de los pequeños y medianos propietariosCLAUDIA SEPÚLVEDA, PABLO VILLARROEL, EDUARDO LETELIER, ALBERTO TACÓN, CHRISTINA SEEBERG

INTRODUCCIÓN

El presente artículo recoge la experiencia del proyecto del Centro de Inves-tigación y Planificación del Medio Ambiente (CIPMA), “Ecorregión Valdiviana: mecanismos público-privados para la conservación de la biodiversidad en la Décima Región” (octubre 2000-septiembre 2003), con financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), con relación a una de sus tres líneas de acción: el Programa de fomento para la conservación de tierras privadas de la Décima Región (CIPMA, 2000a; CIPMA, 2000b)1. Este programa –realizado en dos fases– estuvo dirigido a propietarios interesados en desa-rrollar proyectos de conservación de la biodiversidad en sus tierras o que hubiesen establecido Áreas Protegidas Privadas (APP), con distintos niveles de avance. Su objetivo fue diseñar y validar la pertinencia de un conjunto de incentivos no monetarios, con el propósito final de generar recomendaciones para el diseño de mecanismos susceptibles de formar parte de programas públicos o privados, destinados a promover y apoyar el aporte privado a la conservación de la biodiversidad. Los incentivos no monetarios fueron selec-cionados y diseñados a partir de investigaciones anteriores desarrolladas por CIPMA, así como sobre la base de la experiencia internacional, en particular latinoamericana2.

Los incentivos considerados fueron: — Capacitación: a través de cursos introductorios o de nivel medio sobre

temas como conservación biológica, administración y uso público de áreas protegidas, manejo sustentable del bosque nativo, productos forestales no maderables, restauración ecológica y ecoturismo.

1 El proyecto CIPMA-FMAM fue ejecutado por el Centro de Investigación y Planificación del Medio Ambiente (CIPMA), con financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), a través del Banco Mundial como agencia de ejecución. El Programa de fomento para la conservación de tierras privadas en la Décima Región fue cofinanciado por el proyecto CIPMA-FMAM y el Fondo de Las Américas.

2 La investigación que sirvió de antecedente principal fue el proyecto FONDECYT 1961043-96: “Mecanismos público-privados para la conservación de la biodiversidad en Chile”, ejecutado por CIPMA y la Universidad Austral de Chile.

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— Entrenamiento en terreno: acerca de tópicos como diseño, construcción y mantención de senderos, restauración ecológica, viverización de especies nativas, y planificación y manejo de áreas protegidas.

— Asistencia técnica y legal: a través de talleres de trabajo, clínicas legales y elaboración de planes de ordenamiento predial para la conservación de 13 predios, sobre la base de una metodología ad hoc.

— Acceso a información: a través de manuales, cartillas y publicaciones especia-lizadas.

La primera fase del programa, ejecutada a través de una licitación por el consocio entre el Centro de Estudios Agrarios y Ambientales (CEA) y el Comité pro Defensa de la Fauna y Flora (CODEFF) –entre abril de 2001 y marzo de 2002–, convocó a 155 propietarios, de los cuales se seleccionaron 30 para participar en las actividades de apoyo. Como parte del proceso de registro, los propietarios debieron completar una ficha, que permitió obtener información de alto valor sobre sus predios, sus iniciativas de conservación, motivaciones asociadas y preferencia por los incentivos ofrecidos3. Dado que no se establecieron requisitos de tamaño predial, fue posible recoger información sobre una amplia diversidad de propietarios.

La ejecución de la segunda fase –entre agosto de 2002 y septiembre de 2003– se focalizó en tres zonas: la provincia de Valdivia, a cargo del proyecto CIPMA-FMAM, donde se ha trabajado con 34 propietarios de APP; la costa de Osorno, a través de un convenio entre CIPMA y la Red de Parques Indígenas Mapu Lahual, donde se ha apoyado una experiencia en marcha de conservación y ecoturismo; y la provincia de Chiloé, por medio de un proyecto ejecutado por la Funda-ción Senda Darwin, en el cual CIPMA ha participado como organismo asociado, prestando apoyo a cerca de 50 propietarios de APP. Del trabajo iniciado por el programa de fomento CIPMA-FMAM, tanto en Valdivia como en Chiloé, resultó la creación de las dos primeras organizaciones territoriales de propietarios y gestores de APP4.

Entre los aprendizajes obtenidos, dos resultan relevantes para el diseño de incentivos apropiados para APP en Chile. El primero se refiere al perfil de quie-nes se inscribieron en las distintas actividades de apoyo ofrecidas: el 67% de los registrados correspondió a personas naturales de manera individual o asociada, así como a familias y comunidades. En tanto, 56% fueron pequeños y medianos propietarios con residencia en el predio, que desarrollan diversas actividades pro-ductivas, principalmente ganadería y agricultura de subsistencia. Estos datos son

3 El registro de la primera fase del programa de fomento CIPMA-FMAM muestra un sesgo propio de los mecanismos de difusión empleados, donde la inducción de la demanda a través de funcionarios municipales y de ONG’S jugó un papel importante. Como resultado, alrededor de dos tercios de los predios se localizan en comunas con capitales provinciales (ciudades mayores de la Región de Los Lagos) y presentan buenas condiciones de accesibilidad vial.

4 Ambas corresponden a asociaciones gremiales, creadas legalmente en julio de 2003, integrando cada una a 32 socios.

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de suma importancia, pues contradicen el arraigado supuesto que las APP son un bien de consumo al que sólo pueden aspirar los sectores de mayores ingresos. A la vez que confirman que los grandes protagonistas de la conservación privada en Chile son las personas naturales, antes que gestores de mayor respaldo institucional y capacidad organizativa, como las ONG’S, universidades o empresas.

El segundo aprendizaje se refiere a las motivaciones que mueven a los gestores de APP a destinar voluntariamente tiempo y recursos al objetivo de conservación, sin mediar ningún tipo de incentivo o reconocimiento. Predominan entre ellas las de naturaleza altruista, es decir, que no se orientan hacia la obtención de un beneficio exclusivamente personal, sino que expresan un interés por contribuir al bienestar de otros (familia, amigos, sociedad en general, generaciones futuras).

El presente artículo reflexiona sobre el diseño de incentivos apropiados para APP en Chile, teniendo en cuenta los aprendizajes señalados. En términos genera-les, lo anterior implica dos grandes desafíos. Por una parte, optar por incentivos que sean adecuados y consistentes con las motivaciones altruistas asociadas a la creación espontánea de APP, ya que, de lo contrario, se corre el riesgo de erosionar las bases de lo que ha sido el movimiento de conservación privada de tierras, desarrollado espontáneamente en Chile, y que representa un valioso capital so-cial. Por otra parte, implica diseñar incentivos que también sean apropiados para pequeños y medianos propietarios rurales que desarrollan, en el mismo predio, iniciativas de conservación y actividades productivas.

El primer desafío supone comprender la naturaleza de las motivaciones altruistas y diseñar mecanismos que las refuercen y reconozcan, canalizando al mismo tiempo la vocación privada por contribuir al objetivo de conservación, para que su aporte sea efectivo. El segundo desafío implica reconocer el valor de las APP pequeñas y medianas; diseñar para ellas mecanismos simples; reciclar instrumentos de fomento productivo, para que su aplicación refuerce y no compita con propósitos de conservación; y promover la conectividad biológica y social de las APP, como parte de estrategias que incorporen la dimensión del ordenamiento territorial para la conservación público-privada.

LAS ÁREAS PROTEGIDAS PRIVADAS EN CHILE Y SU CONTRIBUCIÓN A LA CONSERVACIÓN

La principal estrategia para la conservación de la diversidad biológica in situ es el establecimiento de áreas silvestres protegidas, tarea históricamente asumida por los Estados. En Chile, el Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Estado (SNASPE) incluye 94 unidades –entre parques, monumentos y reservas–, que en conjunto cubren algo más de 14 millones de hectáreas (Pauchard et al., 2002). Así como en todo el mundo, el rol preponderante del Estado chileno en la crea-ción de áreas protegidas ha ido en retroceso, lo que dificulta que el SNASPE pueda ampliar su cobertura para mejorar su representatividad ecológica (Pauchard et al., 2002). Lo anterior es especialmente crítico, debido a que de las 85 forma-ciones vegetacionales identificadas para Chile, 18 están ausentes del SNASPE y 33 se encuentran protegidas en menos del 5% de su superficie, lo que se considera

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insuficiente (Gobierno de Chile, 2002). Si el país se propusiera proteger en el SNASPE entre 5 y 10% de todas las formaciones vegetacionales, se requeriría una inversión 25 veces mayor que el presupuesto total anual promedio de dicho SNASPE en los últimos años (Villarroel et al., en prensa).

La contrapartida de la retirada del Estado, es el creciente peso que han pa-sado a tener los agentes privados (Calcagni et al., 1999). En el caso de Chile, a contar de 1990 comenzó a tomar forma un movimiento espontáneo de iniciativas privadas de conservación de espacios naturales, que ha significado la creación de alrededor de 250 APP, con una superficie total cercana a las 820 mil hectáreas, que representan entre 4% y 5% de la superficie del SNASPE (Sepúlveda, 1998; Corcuera et al., 2002). Sólo las APP de más de 30 mil hectáreas suman más de 700 mil hectáreas (Villarroel et al., en prensa)5. Todo indica que se trata de un fenómeno con tendencia al crecimiento sostenido.

Con relación al tamaño de las APP, el programa entrega información de interés: los 155 predios registrados fluctúan entre una y 16 mil hectáreas6, sumando 117 mil 415 hectáreas en total. En promedio, el 50% de la superficie de los predios registrados se declaró como protegida (Letelier, 2003), correspondiendo el 75% a superficies menores a cien hectáreas, el 22% a menores a cinco hectáreas y 24% a predios entre 5,1 y 19,9 hectáreas7. El reducido tamaño de las APP registradas claramente incide en su valor natural: sólo 20% se ha intervenido hace más de diez años o nunca (Letelier, 2003). De allí que las cifras sobre el número de APP existentes deban ser miradas con cautela, pues se desconoce el valor de conser-vación de la biodiversidad que la mayoría tiene.

La inexistencia de un marco regulatorio que garantice la permanencia de las APP en el tiempo introduce, a su vez, un grado de incertidumbre incompatible con los objetivos de conservación, necesariamente de largo plazo. Por otra parte, es posible que muchas tierras privadas que están siendo protegidas no formen parte de los registros disponibles. Por ello, sólo cuando se logre aplicar criterios de elegibilidad, estándares de planificación y manejo, y formalización temporal de los compromisos de conservación, se podrá dimensionar la real magnitud y valor de estas iniciativas. Ello debiera comenzar a ocurrir, gradualmente, con la aplicación del reglamento para APP, decretado el año 2003, pero que aún no entra en vigencia (CONAMA, 2003), y más adelante, con la aplicación de las bonificaciones para APP incorporadas en las indicaciones al Proyecto de Ley sobre Recuperación del Bosque Nativo y Fomento Forestal, que se discuten actualmente en el Congreso.

5 En este rango de tamaño se encuentran, por ejemplo, el Parque Pumalín en Palena (300 mil hectáreas), la Reserva Ecológica Huilo-Huilo en Panguipulli (60 mil hectáreas), la Reserva Alto Huemul en la cordillera de los Andes de Chile central (35 mil hectáreas) y dos reservas de Fundación Yendegaia en la XII Región de Magallanes, que bordean las 30 mil hectáreas cada una (la primera al sur de Tierra del Fuego y la segunda en la isla Riesco, al noroeste de Punta Arenas).

6 El predio de 16 mil hectáreas corresponde al Fundo Maicolpué, habitado por la comunidad huilliche Maicolpi, en la comuna de San Juan de la Costa; eje de la Red de Parques Indígenas Mapu Lahual, que integra a otras nueve comunidades.

7 La mediana se ubicó en las 64 hectáreas totales y las 30 hectáreas destinadas a conservación.

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RECUADRO Nº1: APORTE DEL PROYECTO CIPMA-FMAM AL REGLAMENTO Y BONIFICACIONES PARA APP

La sistematización de la experiencia desarrollada en las tres unidades demostrativas piloto del proyecto CIPMA-FMAM*, sirvió de base para diseñar un modelo sobre costos de creación y manejo de APP en Chile. Este permitió concluir que la conservación de mil hectáreas, por parte de un propietario privado, representa un costo de inversión inicial que bordea los 29 millones de pesos y un costo de operación anual de alrededor de siete millones y medio de pesos (Sepúlveda et al., 2003b). Los costos considerados corresponden a lo que hemos llamado el esfuerzo de conservación de los gestores de APP, es decir, el esfuerzo involucrado en la ejecución de las actividades que son fundamentales para garantizar el cumplimiento de sus objetivos de conservación.

Identificar estas actividades y dimensionar sus costos ha sido clave para sustentar la recomendación de dirigir los futuros incentivos para APP al esfuerzo de conservación de sus gestores y no a compensar el costo de oportunidad de la conservación –como ha sido el enfoque convencional– a través de exenciones de impuestos territoriales8. Esta recomendación se ha canalizado hacia dos iniciativas legales de alta relevancia:

— La promulgación del reglamento sobre APP, contenido en la Ley Nº 19.300 de Bases Generales del Medio Ambiente; que operará como una certificación pública de la elegibilidad y calidad del manejo de las APP, facilitando su reconocimiento social y el acceso a distintos incentivos9. Para la elaboración del reglamento el proyecto CIPMA-FMAM formuló un conjunto de recomendaciones, el 90% de las cuales fueron incorporadas a su versión final (Sepúlveda et al., 2003a).

— Las indicaciones al Proyecto de Ley sobre Recuperación de Bosque Nativo y Fomento Forestal, enviadas en junio de 2003 para su discusión por el Congreso, entre las que se contemplan bonificaciones a actividades como la construcción de cercos, restauración y preservación, pudiendo optar a ellas las APP que sean previamente declaradas “áreas protegidas oficiales” por la CONAF, una vez que las respectivas solicitudes de afectación se aprueben en el marco de la aplicación del reglamento sobre APP.

— La aplicación conjunta del reglamento para APP y de las bonificaciones para actividades de conservación, será la primera señal concreta de reconocimiento a la conservación privada en Chile. No obstante, aún queda mucho por avanzar para que los gestores de APP cuenten con el apoyo que sus proyectos de con-servación requieren, incluyendo:

— La puesta en marcha de una institucionalidad pública específica para las iniciativas de conservación de la biodiversidad, desarrolladas por ciudadanos y otros actores privados.

— El diseño de nuevos incentivos, que en conjunto contribuyan a fortalecer la contribución de ciudadanos y otros agentes privados a los objetivos nacionales y regionales de conservación de la biodiversidad, y que sean apropiados a sus características y motivaciones.

— La formulación de políticas públicas para la conservación de la biodiversidad que se traduzcan en un ordenamiento territorial, necesario para una planificación de largo plazo, que no entre en conflicto con las inversiones públicas y privadas proyectadas.

* Las tres unidades demostrativas piloto del proyecto CIPMA-FMAM corresponden a la Estación Biológica Senda Darwin, de Fundación Senda Darwin (113 hectáreas, Ancud, Chiloé); el predio San Pablo de Tregua, de la Universidad Austral de Chile (dos mil 200 hectáreas, Panguipulli); y a Punta Curiñanco, de CODEFF (80,9 hectáreas, Valdivia). Ellas fueron certificadas por CONAF como APP elegibles y adecuadamente manejadas, a través de un procedimiento diseñado en conjunto con el proyecto CIPMA-FMAM (para mayor información ver: www.cipma.cl/gef).

8 Una presentación detallada de las recomendaciones del proyecto CIPMA-FMAM en torno al reglamento para APP puede encontrarse en: Sepúlveda et al., (2003a).

9 El decreto del reglamento sobre Áreas Silvestres Protegidas Privadas fue firmado por el Presidente Ricardo Lagos el 5 de junio de 2003, e ingresó a la Contraloría General de la República el 13 de junio (causa DS 074) para el correspondiente control de legalidad.

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El logro de la meta de proteger al menos 10% de “todos los ecosistemas considerados prioritarios”, establecida por la Agenda Pública sobre Medio Ambiente 2002-2006 (CONAMA, 2002), depende en medida fundamental de la creación de APP, pues la mayor parte de los terrenos a proteger se encuentran en manos privadas. De allí que, no obstante sus limitaciones, las APP actualmente existentes representen una valiosa oportunidad para complementar el SNASPE y colaborar con los objetivos nacionales y regionales de conservación (Villarroel, 1998). Esto, por un lado, ya que las APP se orientan hacia la conservación in situ, contribuyendo las más grandes a ampliar las superficies de ecosistemas ausentes o subrepresentados en el sistema público, y las pequeñas y medianas –que son la mayoría de las registradas en Chile– a aumentar la conectividad entre las de mayor tamaño, cumpliendo la función de “piedras de paso” (del inglés stepping stones) (Armesto et al., 2002; Simonetti et al., 2002). Así, las APP pueden aumentar la conectividad biológica a nivel de paisaje, dentro de un mosaico de usos que incluya actividades productivas emprendidas de forma compatible con objetivos de conservación (Fuentes, 1994; Davies et al., 2001; Sepúlveda et al., 1997). Por otro lado, porque generalmente combinan el ob-jetivo de conservación con actividades generadoras de ingresos tradicionales (agricultura, silvicultura) o innovadoras (ecoturismo, productos forestales no madereros), produciendo valiosas experiencias aplicadas sobre cómo conservar de manera sustentable.

LOS PROPIETARIOS DE LAS ÁREAS PROTEGIDAS PRIVADAS

Como se ha señalado, la creación de APP en Chile ha obedecido hasta ahora a un movimiento espontáneo de ciudadanos, que no han contado ni con reco-nocimiento social ni con incentivos. Los gestores de APP incluyen una amplia diversidad, que abarca desde individuos aislados y asociados, organismos no gubernamentales (ONG’S), hasta universidades y empresas. De los 42 gestores involucrados en 39 iniciativas de conservación de tierras, registradas en 1997 (Sepúlveda, 1998), los particulares, sociedades privadas y otras formas de comunidades privadas estaban presentes en el 67% de los casos. Consistente-mente, datos del año 2000 confirman que alrededor del 65% de las iniciativas privadas de conservación de tierras corresponde a proyectos emprendidos por particulares (Villarroel, 2001). En la X Región, los resultados del programa de fomento CIPMA-FMAM confirman esta tendencia: el 66% de los 155 predios inscritos en la convocatoria 2001 son de propiedad de particulares y sucesiones (Letelier, 2003).

Así, los grandes protagonistas de la conservación privada en Chile son las personas naturales y ciudadanos asociados o familias, antes que gestores de mayor respaldo institucional. Se trata de una característica que condiciona los instrumentos de política e incentivos apropiados para este tipo de iniciativas. Más aún, quienes postularon al programa de fomento CIPMA-FMAM en su mayoría son propietarios rurales, medianos y pequeños, que corresponden al 56% del

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total, incluyendo las comunidades indígenas patrimoniales, que reúnen el 10%10 (Letelier, 2003)11. Este perfil de sus gestores, junto al reducido tamaño de las APP, se relaciona con la presencia en el mismo predio de actividades productivas, siendo el talaje animal (en 88 casos) y la extracción de leña y la agricultura de subsistencia (en 70 casos) las más frecuentes.

Estos resultados son de suma importancia, pues contradicen el supuesto fuertemente arraigado de que las APP son un bien de consumo al que sólo pueden aspirar los sectores de mayores ingresos, ya sea como inversiones específicamen-te orientadas a dicho fin, o destinando fundos agrícolas, ganaderos o forestales, de manera total o parcial, a la creación de parques o reservas familiares. Por el contrario, en el caso de la X Región existe un número significativo de peque-ños y medianos propietarios rurales que han declarado un compromiso con la conservación de la biodiversidad en sus tierras, sin dejar –en la mayoría de los casos– de realizar actividades productivas tradicionales.

A fin de avanzar hacia una tipología de propietarios de APP y de asociar a ella una propuesta de incentivos apropiados, se realizó un análisis de regresión del registro de propietarios del programa de fomento CIPMA-FMAM, para generar perfiles rela-cionados con sus preferencias por los incentivos no monetarios ofrecidos (Letelier, 2003). En términos generales, el menor interés fue para los cursos de capacitación, con una puntuación promedio de 1,34, en una escala de uno a cuatro. A su vez, el mayor interés fue para el acceso a información, con una puntuación promedio de 2,62, es decir, casi el doble (Letelier, 2003). Posteriormente, se realizó un ejercicio de clasificación (clustering), que permitió identificar relaciones potenciales entre clusters basados en elecciones de incentivos y clusters basados en las características de los propietarios y los predios, los que se organizan en un grupo principal y tres grupos menores, a saber (Letelier, 2003):Grupo 1. Reúne casi a dos tercios de los propietarios. Está compuesto por particu-

lares que residen en sus predios, en comunas rurales con buena accesibilidad. El bosque es el principal componente del APP, diferenciándose de los otros tres grupos que consideran el paisaje como el atributo principal. Los índi-ces de intervención tienden a ser bajos, pero no existen lugares prístinos. El amor a la naturaleza y el desarrollo de actividades ecoturísticas caracterizan las motivaciones. Puede asociarse a campesinos minifundistas o agricultores medianos, que son a la vez pequeños propietarios de bosques.

Grupo 2. Corresponde a propietarios no particulares que residen en el predio, en comunas rurales con baja accesibilidad. En las APP hay sitios arqueológi-cos y presencia de alerce (Fitzroya cupressoides). Existen usos ecoturísticos y

10 Estos porcentajes corresponden a 91 casos, para los cuales se contó con información necesaria para análisis estadístico.

11 La baja presencia de APP de mayor tamaño puede obedecer al escaso interés de sus propietarios por los incentivos ofrecidos. De ser así, es posible que su peso relativo sea mayor al constatado. No obstante, ello no resta valor al importante número de propietarios pequeños y medianos registrados en el programa de fomento CIPMA-FMAM.

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niveles de intervención mínimos, asociados a la explotación del bosque. Des-tacan las motivaciones de amor a la naturaleza y el desarrollo de actividades ecoturísticas, además de culturales y educacionales. Este grupo representa a las comunidades huilliche de la costa de la provincia de Osorno.

Grupo 3. También compuesto por sujetos distintos a propietarios particulares, pero que no residen en el predio. Se localizan en comunas con capitales provinciales o ciudades mayores y su acceso es mínimo. La mayoría de los predios corresponden a zonas prístinas, aledañas a áreas protegidas públicas. Aunque ninguna motivación es hegemónica, sobresale el amor a la natura-leza. Este grupo se asocia con instituciones privadas sin fines de lucro, como universidades y ONG’S.

Grupo 4. Está constituido por particulares que no residen en el predio. A dife-rencia de los cluster anteriores el acceso al predio es bueno, pero el bosque no figura como un atributo del APP. En el predio se realizan actividades de investigación y los índices de intervención son mínimos. También se dan, con frecuencia, actividades relacionadas con servicios ambientales (agroturismo, ecoturismo). El amor a la naturaleza domina entre las motivaciones. Este grupo podría describirse como compuesto típicamente por propietarios urbanos, que disponen del predio como segunda residencia.

De los cuatro incentivos no monetarios ofrecidos, el más valorado por los pro-pietarios registrados en el programa de fomento CIPMA-FMAM –salvo en el caso de los propietarios urbanos– fue el acceso a información. A su vez, la capacitación tuvo una valoración baja o nula en todos los grupos, mientras que la asistencia técnica y el entrenamiento fueron seleccionados con una preferencia media, en particular por las comunidades indígenas y por las instituciones sin fines de lucro. Estos comportamientos probablemente reflejan el alto costo en tiempo que la mayoría de los propietarios asigna a las diferentes actividades, en especial quienes tienen una baja flexibilidad horaria para asistir a cursos de capacitación o entrenamiento. Por otra parte, los resultados sugieren una mayor valoración de los enfoques aplicados por sobre los teóricos, y un mayor requerimiento de apoyo directo a la gestión de cada APP, antes que de un entrenamiento práctico amplio.

LAS MOTIVACIONES PARA LA CREACIÓN DE APP: COMPRENDIENDO LAS CONDUCTAS ALTRUISTAS

El enfoque emergente en conservación “se basa en el principio de que las personas conservarán los recursos naturales cuando se les entregan los incentivos apropiados” (McNeely, 1998; UICN, 1999). Pero, para que los incentivos sean efectivos se deben diseñar con una sólida comprensión de las motivaciones detrás de las conductas favorables o contrarias a la conservación (Langholz, 1996; Langholz et al., 2000b). No considerar tales motivaciones ha dado como resultado una enorme carencia de experiencias prácticas que hayan demostrado ser exitosas (Ferraro et al., 1997; UNEP,

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1996). Por ello, un segundo aspecto que resulta clave para avanzar en el diseño de incentivos apropiados para APP, es conocer las motivaciones detrás de su creación.

Los antecedentes disponibles concuerdan en que la motivación de la mayoría de los propietarios de APP en Chile es proteger los lugares naturales, conservar su biodiversidad y disfrutar del paisaje. Algunos también buscan obtener ingresos, en general con el fin de autofinanciar sus iniciativas (Sepúlveda, 1998; Sepúl-veda, 2002). Para la X Región se ha concluido que la motivación principal de los propietarios de APP es el “amor a la naturaleza” y el disfrute de los espacios naturales sin esperar a cambio ninguna retribución (Villarroel, 2001). Por otro lado, una muestra de proyectos ecoinmobiliarios –a los que podría suponerse una orientación más clara hacia objetivos de rentabilidad– permitió concluir que más allá del interés comercial, la motivación inicial de sus gestores fue autofinanciar la protección de un lugar con un alto valor natural y afectivo (Sepúlveda, 2002).

Más recientemente, los resultados de la primera convocatoria del programa de fomento CIPMA-FMAM mostraron que si bien los propietarios reconocen una combinación diversa de motivaciones, la más frecuente fue “conservar la biodi-versidad” (66,4%), seguida de “amor a la naturaleza” (56,4%). Otro tanto declaró estar motivado por dejar un legado a la familia (40,3%) o a los hijos (37,6%). El análisis expuso una alta correlación entre este tipo de motivaciones. Por otro lado, 55,7% señaló interés en desarrollar un proyecto ecoturístico y 13,4% declaró querer realizar una “buena inversión”, ambas respuestas también con una alta correlación. Finalmente, alrededor de 18% declaró motivaciones diversas, entre las cuales destacaron las culturales y de educación ambiental.

Así, la protección per se de los lugares naturales y la posibilidad de legarlos a la propia descendencia o a la comunidad, jugarían un papel fundamental en la decisión de conservar. Esta conclusión también se desprende de estudios realiza-dos en otros países latinoamericanos (Corcuera et al., 2002; Sepúlveda, 2002). En Costa Rica, por ejemplo, la creación de APP responde más que a motivaciones de legalidad, rentabilidad, o aceptación social (que son la base de los programas de fomento existentes), a lo que se conoce como sentido de “custodia de la naturaleza” (stewardship, en inglés), que se asocia al “deseo de protección de la naturaleza” o “altruismo ambiental”, donde la contribución al bienestar de la familia, amigos, so-ciedad en general y generaciones futuras juega un papel fundamental en la decisión de conservar (Langholz et al., 2000a; Langholz et al., 2000b; Schultz et al., 1998).

Estaríamos frente a un movimiento de conservación surgido de manera autónoma y espontánea y protagonizado por personas naturales, de manera individual o asociadas –más que por ONG’S, fundaciones o empresas–, cuya ra-cionalidad escapa al enfoque clásico de búsqueda de ganancia, y que incorpora objetivos de manejo más complejos como la valoración de la biodiversidad y la belleza paisajística o la posibilidad de legado a la propia descendencia o a la co-munidad. Estos aspectos jugarían un rol fundamental en la decisión de conservar, expresándose a través de motivaciones de naturaleza altruista, que estarían en la base de la gran mayoría de las APP creadas en Chile (Sepúlveda et. al., 1998; Sepúlveda, 2001; Corcuera et al., 2002).

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Tener en cuenta las motivaciones altruistas en el diseño de incentivos apro-piados para APP requiere, en primer lugar, entenderlas. El Recuadro Nº 2 revisa los enfoques conceptuales que entregan elementos relevantes para dicha comprensión. A modo de síntesis, se puede establecer que las motivaciones altruistas tienen un lugar entre los comportamientos que han sido explicados por las principales teorías de las ciencias sociales y económicas. Por un lado, están los modelos convencionales basados en la teoría de externalidades y bienes públicos bajo comportamientos egoístas, que predicen una provisión subóptima de lugares naturales y recomiendan un rol compensador o subsidiario del Estado. Por otra, se hallan los enfoques que enfatizan las normas sociales como determinantes del altruismo y predicen una provisión de lugares naturales sobre la base de consideraciones extraeconómicas (por ejemplo, valores), sugiriendo la necesidad de un rol punitivo del Estado. Fi-nalmente, las perspectivas que consideran diversas explicaciones para comprender el origen y naturaleza de los comportamientos altruistas abren la posibilidad de un abanico de opciones de políticas orientadas a un rol promotor de la conservación privada de lugares naturales por parte del Estado.

RECUADRO Nº 2: ENFOQUES CONCEPTUALES PARA UNA COMPRENSIÓN DEL ALTRUISMO APLICADO A LA CONSERVACIÓN

Las preferencias económicas de sujetos que se comportan “racionalmente” –en el sentido definido por la economía convencional– pueden ser no sólo consistentemente egoístas, sino también altruistas (Sepúlveda et al., 2003b). Aplicado a la creación de APP, ello significa que las personas prefieren conservar en razón de la “utilidad” que con ello generan a otros individuos, tales como familiares, sociedad en general o generaciones futuras (Becker, 1974). Pero las preferencias altruistas pueden no sólo estar orientadas a beneficiar a otros, sino también a producir satisfacción en quienes la practican. Esto es lo que se conoce como “altruismo impuro”, donde la motivación económica se basa en la obtención de la satisfacción interna que produce el acto de dar, denominada “el tibio brillo de dar” (the warm glow of giving) (Andreoni, 1988). En este caso, las donaciones altruistas serían un bien de consumo más: las personas las practicarían porque les produce bienestar y su demanda aumentaría con el nivel de ingresos (Andreoni, 2001). Otra aproximación es la que propone el enfoque conocido como “altruismo moral”, que asume que las personas definen las conductas moralmente ideales y luego evalúan costos y beneficios para decidir cómo se comportarán, considerando entre los beneficios mantener una autoimagen de comportamiento moralmente apropiado. En esta misma línea March y Olsen (1995) concluyen que el altruismo es un patrón de comportamiento que las personas eligen cuando los valores que conforman su identidad les indican que es apropiado actuar. No es infrecuente que los comportamientos altruistas sostenidos en valores sean revertidos o frenados, como resultado de incentivos monetarios que buscan reforzarlos. En este fenómeno, llamado “efecto desplazamiento” (crowding out), es clave la percepción que los destinatarios tengan sobre el efecto esperado de los incentivos. Por ello, el argumento más importante en contra de los incentivos tributarios orientados a compensar el costo de oportunidad de la conservación, es que podrían legitimar la exigencia de la compensación ofrecida, sin importar que los propietarios hayan estado previamente dispuestos a conservar por su propia cuenta12. El resultado sería una distorsión de la naturaleza predominantemente altruista del movimiento de conservación privada desarrollado hasta ahora en Chile (Sepúlveda et. al., 2003b).

12 Económicamente, puede demostrarse también que desde la perspectiva del Estado es lo mismo pagar la renta del predio a los propietarios privados, que comprar los predios e integrarlos al Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado.

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UNA PROPUESTA APROPIADA PARA APP PEQUEÑAS Y MEDIANAS

Teniendo en cuenta el perfil de los gestores de APP registrados en el programa de fomento CIPMA-FMAM (mayoritariamente, pequeños y medianos agricultores con residencia rural) y sus preferencias respecto a incentivos no monetarios (que se inclinan hacia la información y la asistencia técnica, antes que a la capacitación y el entrenamiento), es un desafío diseñar instrumentos apropiados que respalden su contribución a los objetivos regionales de conservación. Una alternativa que aparece como viable, es canalizar hacia estas APP apoyos financieros indirectos que respalden el esfuerzo de conservación desplegado in situ, a través de programas de fomento productivo ya existentes y cuyos fines sean convergentes con la conserva-ción. Entre tales programas están, por ejemplo, los subsidios a la forestación, admi-nistrados por CONAF en el marco del DL.701/74, y que pueden ser de gran utilidad en experiencias de restauración con especies nativas; los bonos de diversificación productiva y el programa de turismo rural, ambos administrados por INDAP, que podrían contribuir a financiar el diseño e implementación de actividades de eco-turismo o manejo sustentable en APP de propietarios individuales o comunidades; los subsidios de INDAP y el SAG para el mejoramiento y limpieza de praderas, que podrían ser fundamentales para una adecuada protección de los bosques nativos al permitir excluir de ellos la presencia de ganado, una de las principales causas de su degradación; los fondos para estudios de preinversión de CORFO, que podrían canalizarse para la formulación de planes de manejo y el diseño de proyectos de ecoturismo en APP de organizaciones con fines de lucro.

La articulación a escala predial de incentivos productivos como los mencio-nados y otros similares, podrían ser una buena manera de fortalecer los objeti-vos de conservación de las APP. No obstante, ello requiere de instrumentos de planificación predial apropiados, que permita abordar la complementariedad entre usos productivos y de conservación, a través de una zonificación de usos que refleje la voluntad de conservación del propietario. Con el propósito de diseñar y validar un instrumento de este tipo, el programa de fomento CIPMA-FMAM incluyó entre las actividades de asistencia técnica para gestores de APP el diseño y aplicación de una propuesta de Planes de Ordenamiento Predial para la Conservación (POP) en diez APP (Tacón et al., 2003; Tacón et al., 2004). Se trata de un instrumento destinado a planificar el ordenamiento de usos futuros del predio, permitiendo al propietario evaluar el uso actual y tomar decisiones apropiadas para el logro de sus objetivos productivos y de conservación, sobre la base de sus propias expectativas y poniendo especial atención a eventuales conflictos entre usos.

La planificación predial para la conservación en el caso de APP que incluyen también usos productivos, puede ser vista como un primer paso para una articula-ción territorial de mayor escala. Al igual que los propietarios que están aplicando los POP, para decidir qué incentivos productivos requieren, a fin de aproximarse a sus objetivos de conservación, los respectivos organismos públicos encargados de administrarlos pueden comenzar a incorporar entre sus criterios de asignación el aporte a la conservación de la biodiversidad. La mayor disponibilidad de incentivos

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para APP, por un lado, y la inclusión de la biodiversidad como dimensión relevante para la asignación de recursos, por el otro, contribuirían a un gradual avance hacia la mayor conectividad social que las iniciativas privadas de conservación urgente-mente requieren para que su aporte sea efectivo y duradero.

Junto con sus atributos naturales, biológicos y de localización, el tamaño de las APP es el factor más determinante en el valor que estas iniciativas tienen para el objetivo de conservación de la biodiversidad.

La gran mayoría de APP existentes en Chile son de tamaños pequeños (en la X Región, el 74% de las registradas tiene menos de cien hectáreas), por lo que más que constituir áreas protegidas per se, su valor está en la conectividad biológica que podrían aportar al paisaje, lo que requiere de la conectividad social entre sus gestores.

Un diseño apropiado de incentivos para APP deberá tener en cuenta el aporte que los distintos tipos de APP están en condiciones de hacer a la conservación, considerando su tamaño, entre otros aspectos.

Siendo poco probable contar con incentivos monetarios que cofinancien los costos que el esfuerzo de conservación representa para los gestores de APP, los in-centivos no monetarios surgen como una opción a explorar, contemplando tanto programas ad hoc como la adaptación de mecanismos públicos ya disponibles.

Sobre la base de los resultados del programa de fomento CIPMA-FMAM es posible proponer una tipología de APP que considera tanto su tamaño, así como las motivaciones de conservación, y residencia y perfil del propietario. A su vez, esta tipología puede asociarse a preferencias por incentivos no monetarios.

Los antecedentes presentados –en especial los resultados del registro 2001 del programa de fomento CIPMA-FMAM– son un interesante punto de partida para la elaboración de incentivos no monetarios apropiados para APP que tengan en cuenta el perfil, motivaciones y preferencias de los grupos destinatarios. Para profundizar en su diseño se requiere información cualitativa complementaria, que permita tomar en cuenta las razones detrás de las preferencias por los dis-tintos tipos de incentivos, así como sobre las condiciones de satisfacción que los propietarios exigen a cada uno de ellos.

AGRADECIMIENTOS

Los autores agradecen al Centro de Investigación y Planificación del Medio Ambiente (CIPMA), que apoyó el desarrollo de la línea de investigación-acción en conservación de la biodiversidad desde 1995. Ella se desarrolló a partir del proyecto FONDECYT 1961043 – Modalidades de cooperación público-privadas para la conservación de la biodiversidad en Chile (1996-98); el proyecto Filantropía y cooperación público-privada para la protección del medio ambiente y el mejoramiento de la calidad de vida (2000-2001), financiado por el Fondo de Las Américas-Chile; y el proyecto Ecorregión Valdiviana: mecanismos público-privados para la conservación de la biodiversidad en la Décima Región (2000-2003), financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) a través del Banco Mundial, y

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del cual proviene la mayor parte de la información que se expone en este artículo. También se agradece a la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile, que ha participado como contraparte y en la investigación en todos los proyectos señalados.

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El trabajo de los pequeños propietarios en el bosque se caracteriza por un gran esfuerzo físico y baja mecanización. Se realiza generalmente en zonas de difícil

acceso, alejadas de los centros de comercialización, lo que dificulta sus condiciones de vinculación con los mercados (Foto: Thomas Müller).

Experiencias de uso sustentable

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El cercado y enriquecimiento de bosques degradados es parte fundamental de las actividades que requieren ser incentivadas en los pequeños propietarios que viven en zonas de bosque (Foto: Dirk Schubert).

El madereo con bueyes es una práctica ampliamente difundida entre comunidades indígenas y pequeños propietarios. Entre sus ventajas destacan su menor costo en relación a las maquinarias y su menor impacto

en el suelo del bosque (Foto: Dirk Schubert).

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Para permitir un manejo sustentable de los bosques se necesita infraestructura vial apropiada que permita el acceso a los mercados durante todo el año. Sin embargo, en muchas zonas de bosque, la baja inversión

del Estado en este sentido debe ser compensada por los pequeños propietarios. En ocasiones esta situación genera una explotación más intensiva de los bosques para poder cubrir estos costos y un menor retorno

para los campesinos. Se generan, además, condiciones de desventaja para la negociación con intermediarios de productos forestales que, a menudo, se hacen cargo de la cosecha, el transporte e incluso la construcción

de caminos (Foto: Jorge Quappe).

(Foto: Petra Wilken)

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Algunas comunidades de zonas como la cordillera de los Andes de la Araucanía, la cordillera de la Costa de Osorno y Chiloé habitan bosques que aún mantienen características prístinas, lo cual representa una

interesante oportunidad para el desarrollo del ecoturismo. En la foto superior se aprecia el río Cholguaco de la Comunidad Indígena Caleta Cóndor. En la foto inferior, un grupo de turistas en el sendero de la Red de

Parques Indígenas Mapu Lahual en la provincia de Osorno (Fotos: WWF-Darren Guyaz).

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La gran riqueza biológica de los bosques templados lluviosos de la Ecorregión Valdiviana es utilizada por las comunidades indígenas con múltiples fines, generando una estrecha relación entre biodiversidad y cultura.

En la foto superior, flores de latué (Latua publiflora), arbusto endémico utilizado por los huilliche en activi-dades rituales (Foto: WWF-Nicolás Piwonka). En la foto inferior, don Modesto Neipán, artesano de San Juan de la Costa, trabaja en cestería de alta calidad con una liana endémica de la cordillera de la Costa: el voqui

fuco (Berberidopsis corallina) (Foto: Jovita Nauca).

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El mapeo comunitario es una herramienta de gran utilidad en los procesos de ordenamiento territorial. Pro-mueve la participación y facilita la planificación del uso de los recursos naturales con una mirada de paisaje.

En la foto, miembros la comunidad indígena de Quinquén planificando el uso de su territorio(Foto: WWF-Jaime Molina).

A pesar de la alta intensidad del aprovechamiento de los recursos naturales en las pequeñas propiedades cam-pesinas, en muchas zonas montañosas del sur de Chile han podido mantener un mosaico que alberga una im-portante diversidad biológica. Lo anterior contrasta con la situación de las plantaciones forestales industriales que tienden a una gran homogeneidad del paisaje y una baja biodiversidad. En la foto se puede observar, en primer plano, la comunidad de Colegual Alto, en San José de la Mariquina, a unos 50 km de Valdivia; y más

atrás las plantaciones forestales cosechadas a tala rasa. Los incentivos del Estado son fundamentales para pro-mover la permanencia de los pequeños propietarios en estas zonas de bosques (Foto: WWF-Rodrigo Catalán).

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Distribución de los bosques nativos de pequeños propietarios y comunidades indígenas en las regiones de la Araucanía y de Los Lagos (Figura 2, artículo de Catalán y Tecklin en este volumen).

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Alrededor de 30.000 ha de bos-ques de araucarias pertenecen a comunidades Mapuche-Pehuen-che en la región de la Araucanía (Foto: WWF-Pablo Valenzuela).

Los paisajes escarpados del territorio huilliche de la costa

de Osorno constituyen una de las últimas áreas de Chile donde los bosques nativos

llegan hasta el mar. La zona que aparece en la foto, entre

los ríos Hueyelhue y Cholgua-co, es un ejemplo de atractivo turístico con grandes potencia-lidades para el desarrrollo de

las comunidades locales (Foto: WWF-Nicolás Piwonka).

La recolección de productos forestales no madereros es realizada principalmente por mujeres y constituye un importante complemento para las economías familiares de las comunidades rurales del sur de Chile. Con estos productos, las mujeres contribuyen a diversificar la dieta familiar y generar nuevas fuentes de

ingresos. En la foto, las señoras del Taller Laboral Santa Cecilia de las Nochas de la comuna de Carahue (ver artículo de Jara, Palma, Pantoja en este volumen) recolectan avellanas que posteriormente serán procesadas

y comercializadas (Foto: WWF-Rodrigo Catalán).

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CAPÍTULO III

Experiencias de uso sustentable

Manejo forestal sustentable

Productos forestales no madereros

Ecoturismo

Ordenamiento territorial

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MANEJO FORESTAL SUSTENTABLE

El caso de La Paloma: una década de manejo comunitario de recursos forestales nativosPABLO DONOSO, GERARDO OJEDA

INTRODUCCIÓN Y ANTECEDENTES

El modelo de desarrollo forestal imperante en el país a partir de los años 1970, ha consistido básicamente en el aumento de la concentración de la propiedad forestal por parte de grandes empresas –en desmedro de la mediana y particu-larmente de la pequeña propiedad– y de los bosques nativos existentes en ellas (Lara et al., 1995; Cavieres et al., 1985; Rivera et al., 1983). A fines de la década de 1980, el área forestal del Comité Nacional Pro Defensa de la Fauna y Flora (CODEFF) asumió como una temática relevante de su trabajo la concerniente a los campesinos que controlan bosque nativo. La hipótesis principal sostenía que la base de recursos en manos de los campesinos, más algún apoyo externo, permitiría la permanencia del campesinado en el sector rural. En este escenario, los problemas asociados a crecimiento y marginalidad urbana disminuirían, y se lograría conservar y recuperar bosques nativos (aunque con distintos grados de alteración), ya que los predios vendidos a empresas forestales son transformados casi completamente en plantaciones de pino o eucalipto1.

En esta línea, el primer trabajo se desarrolló en dos comunidades campesinas: Pejerreyes, en la precordillera de los Andes de Linares (VII Región) y Queule, en Curacautín (IX Región). En ambos sectores se realizó un diagnóstico so-cioeconómico –trabajo que se encuentra extensamente reportado en Donoso y Bahamondes (1993)–, entre cuyos resultados más relevantes se incluyen:— Existía un proceso de envejecimiento de la población debido a una migración

temprana (19 a 29 años), que afectaba principalmente a las mujeres dentro de cada unidad campesina.

— Las explotaciones ligadas preferentemente a la actividad silvícola eran pocas, lo que no implica que este rubro no haya tenido importancia en el origen de los ingresos de un número mayor de unidades campesinas.

— Los sistemas productivos estaban altamente diversificados y en ninguno de los dos sectores se podía tipificar a los campesinos como exclusivamente forestales.

1 N. de los E.: En Chile existen aproximadamente 2,2 millones de hectáreas con plantaciones exóticas. Las especies más frecuentes son Pinus radiata y Eucalyptus globulus.

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— En ambas localidades existía una subutilización de los bosques.— El ingreso per capita, a partir de la suma de ingresos monetarios y valorizados,

era superior en 50% en Queule y en 25% en Pejerreyes, respecto al ingreso mínimo nacional.

Los resultados de este trabajo motivaron al área forestal de CODEFF-Valdivia para generar una nueva iniciativa de desarrollo de comunidades campesinas, focalizada principalmente en el manejo de sus recursos forestales. Para ello se postuló al primer concurso en Chile del Programa de Pequeños Subsidios (PPS) del GEF/PNUD, que financió seis iniciativas de 48 presentadas. Una de ellas fue el proyecto “Alternativas de producción y conservación de bosques nativos de pequeños propietarios en los sectores de Huichahue y La Paloma, comuna de Paillaco, provincia de Valdivia”, el cual se desarrolló entre los años 1993 y 1995.

Huichahue y La Paloma son dos localidades vecinas, que se ubican en las montañas correspondientes al cordón transversal de la cordillera de la Costa, entre las ciudades de Valdivia y Paillaco. Una motivación central para presentar el proyecto en estas comunidades se debió a que constituían bolsones de pe-queñas propiedades campesinas, en medio de un área fuertemente impactada por sustituciones de bosques nativos por plantaciones de pino insigne, iniciadas a finales de la década de 1970 por empresas forestales locales.

Huichahue y La Paloma se ubican en terrenos montañosos propios de la vertiente oriental de la cordillera de la Costa, a altitudes entre los 50 y 300 msnm. Los suelos de este sector son de profundidad variable según la topografía del terreno; los suelos delgados se encuentran en los sectores altos de las laderas, y los profundos en sectores bajos. Las praderas ocupan aproximadamente 40% de la superficie total, el bosque adulto 3%, los renovales 20%, los matorrales 7% y las plantaciones 8%. En las partes más bajas los bosques son dominados por especies como roble (Nothofagus obliqua), ulmo (Eucryphia cordifolia), laurel (Laurelia sempervirens), lingue (Persea lingue) y avellano (Gevuina avellano), principalmente como formaciones jóvenes o renovales. A mayor altura, sobre los 250 msnm, tiende a desaparecer el roble y el laurel, y a dominar especies del tipo forestal siempreverde, como olivillo (Aextoxicon punctatum), ulmo y tepa (Laureliopsis philippiana).

Al cabo de dos años, una vez terminado el financiamiento del PPS/GEF/PNUD, el proyecto se prolongó por otros dos (1995 y 1996), con aportes de la Intera-merican Foundation (IAF) de Estados Unidos. En esta segunda etapa el objetivo era continuar trabajando con Huichahue y La Paloma, pero además se proponía integrar a otras agrupaciones campesinas, principalmente de los sectores de Ca-mán y Los Guindos, también de las comunas de Paillaco y Valdivia.

Entre todas las comunidades con las cuales se trabajó durante estos cuatro años, existió mayor vinculación con La Paloma, por lo cual una vez terminado el proyecto IAF se ha continuado trabajando casi exclusivamente con familias campesinas de esta localidad. En dicha localidad, los campesinos son propieta-rios de sus predios, mientras que en Huichahue existen distintas situaciones de

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tenencia de la tierra (sucesiones, herencias y propiedades saneadas). La carencia en este último sector de títulos de dominio saneados, fue la principal razón por la cual no se siguió trabajando con él, debido a que dichos planes son requisito legal para realizar actividades de forestación y manejo forestal.

Diversos financiamientos, en general pequeños, han permitido la continuación del trabajo con La Paloma (ver Recuadro Nº1). Además, otros proyectos han incluido al sector como un área de trabajo; CODEFF ha desarrollado programas de educación ambiental con niños y adultos, se han establecido parcelas perma-nentes en renovales raleados y profesionales y campesinos de otros sectores los han visitado, con el objeto de conocer y compartir esta experiencia.

RECUADRO Nº1: PROYECTOS DE DESARROLLO EJECUTADOS EN LA COMUNIDAD CAMPESINA LA PALOMA

— Alternativas de producción y conservación de bosques nativos de pequeños propietarios en los sectores de Huichahue-La Paloma, comuna de Paillaco, X Región

Financiamiento: PNUD (1993 y 1994) e Interamerican Foundation (1995 y 1996) Entre los logros obtenidos con este proyecto se produce un incremento del recurso forestal nativo, a través

del manejo de renovales y el establecimiento de plantaciones de roble, coigüe (Nothofagus dombeyi) y raulí (Nothofagus alpina). Además, hay un mejoramiento de la organización campesina, concretándose la legalización de la Sociedad Agroforestal El Progreso, integrada por campesinos de La Paloma. Se genera una mayor conciencia sobre la importancia de manejar y conservar el recurso forestal; se produce un reforzamiento de los nexos para continuar con un trabajo participativo, en pro de lograr objetivos que eleven la calidad de vida de los integrantes de la comunidad; y se adquieren máquinas y herramientas para crear en el futuro un taller de carpintería, mueblería y artesanía con maderas nativas.

— Defensa del bosque nativo en Chile: Taller de carpintería, mueblería y artesanía La Paloma Financiamiento: Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED) (1999) Con este proyecto se inició el funcionamiento del taller, como actividad complementaria al manejo de re-

novales; los y las participantes, en su mayoría mujeres, adquirieron la destreza y habilidad para producir piezas torneadas y muebles con maderas nativas. Se agrega valor a madera destinada originalmente a leña y aumentan los ingresos familiares.

— Recuperación y protección de quebradas en la comunidad campesina La Paloma a través de la reforestación con especies nativas

Financiamiento: Fondo de Protección Ambiental - CONAMA X Región (1999) La iniciativa permitió la recuperación, exclusión de ganado y cercado de 16 quebradas, con plantaciones

de Nothofagus y otras especies nativas; la instalación de bebederos para animales que acceden a arroyos de quebradas en forma controlada, y la creación de conciencia en la comunidad sobre la importancia de la vegetación nativa en la conservación de su entorno ambiental.

— Establecimiento de invernaderos para la reproducción vegetativa de murta (Ugni molinae). Financiamiento: Bono de Diversificación Productiva (BDP) INDAP, junta de vecinos La Paloma, CODEFF (2002-2004)

A través de este proyecto se construyeron cuatro invernaderos para la producción de murta y especies nativas; se capacitó a la comunidad en técnicas de reproducción vegetativa de murta y especies forestales nativas. Asimismo, se logró el aumento de ingresos y diversificación productiva, a través de la incorporación de productos elaborados del fruto.

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En resumen, han sido diez años de labor entre profesionales y la comunidad. El presente capítulo reporta los principales logros y falencias obtenidos en La Paloma, en cuanto a manejo de recursos forestales y como experiencia en desarrollo rural. Complementariamente, se discute acerca de los desafíos pendientes en la localidad, bajo la perspectiva de identificar o sugerir aspectos que permitirían que los campesinos logren una mínima estabilidad que les haga más atractivo mantenerse como habitantes rurales, en lugar de emigrar hacia la ciudad.

SITUACIÓN SOCIOECONÓMICA DE LAS COMUNIDADES CAMPESINAS DE HUICHAHUE Y LA PALOMA EN 1993

Al inicio del proyecto, en 1993, se realizaron encuestas socioeconómicas en 26 unidades campesinas en Huichahue y en 29 de La Paloma. Por medio de ellas se verificó el proceso de migración que se había reportado en las localidades de Pejerreyes y Queule. En La Paloma, la migración había afectado en promedio a 1,9 individuos por hogar, mientras que en Huichahue lo había hecho a 1,5 individuos (ver Tabla Nº1).

— Domesticación y desarrollo de la murtilla (Ugni molinae), una baya nativa para la zona sur de Chile Financiamiento: FDI-INIA Carillanca-Organismos asociados, junta de vecinos La Paloma (2003-2005) Los objetivos de este proyecto son: posibilitar el cultivo de la murtilla y determinar los mercados y la

rentabilidad del fruto cultivado. Se encuentra en ejecución, a través del establecimiento de una unidad demostrativa con murta mejorada genéticamente y la recuperación de bosques nativos utilizando este fruto. Durante el transcurso de las actividades, las relaciones humanas entre los integrantes de la comunidad se han afianzado, incorporándose al trabajo comunitario campesinos que antes habían sido renuentes. La contribución del proyecto a los objetivos de desarrollo de la comunidad, a mediano y largo plazo, es de suma importancia, especialmente en el sentido de complementar otras iniciativas como la producción y comercialización de productos forestales no madereros y el funcionamiento del taller de carpintería, mueblería y artesanía con maderas nativas.

— Alternativas de recuperación y manejo sustentable de bosques nativos de pequeños propietarios del sector La Paloma, X Región

Financiamiento: Fondo Bosque Templado (WWF-CODEFF) (2003-2004) El objetivo general de este proyecto es consolidar una unidad demostrativa de desarrollo rural en la

comunidad campesina de pequeños propietarios de La Paloma. Con él se espera que la colectividad consolide su capacidad de gestión y administración, utilizando el bosque nativo y otros recursos naturales con criterios de conservación; todo ello, sobre la base de la valoración y conocimiento de su entorno ambiental, de un sistema productivo diversificado y la existencia de capacidades y medios para la ela-boración y comercialización de productos con valor agregado, provenientes del manejo forestal. Se espera así, que el proyecto se consolide como una unidad demostrativa de desarrollo rural, conservación y una oportunidad laboral para las generaciones más jóvenes, disminuyendo la emigración de la población rural hacia las ciudades por falta de oportunidades.

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Pese a tratarse de localidades apartadas, existen entre Huichahue y La Paloma varias similitudes con Queule y Pejerreyes, particularmente en cuanto a super-ficie media controlada (aunque Queule destaca con una extensión mayor), edad del jefe de hogar, número total de habitantes y de personas que venden fuerza de trabajo por hogar. Sin embargo, en cuanto al uso del suelo, en Pejerreyes y Queule la superficie arable y de cultivos, así como la de bosques y renovales, era al menos el doble que la de Huichahue o La Paloma; mientras que en estas últimas, el porcentaje de zonas de praderas (reflejo de áreas degradadas, en mu-chas ocasiones) era superior.

Respecto al origen de los ingresos también existían diferencias. Pejerreyes puede definirse como un sistema de producción mixto, Queule como esencial-mente pecuario, y Huichahue y La Paloma como dependientes del rubro agrícola y de la venta de fuerza de trabajo. Es decir, Pejerreyes y Queule representarían unidades más clásicamente campesinas, mientras que Huichahue y La Paloma –pese a tener superficies similares– estarían en un proceso más avanzado de descampesinización o pérdida de su capacidad de autosuficiencia a partir de los recursos prediales. Es interesante notar que, salvo Pejerreyes (donde existía una alta producción de carbón), los ingresos provenientes del rubro forestal eran mínimos en las localidades.

Los niveles de proletarización que muestran las unidades domésticas eran más intensos en su conjunto en la localidad de La Paloma. En Huichahue había una mayor gravitación de los aportes del predio y ello ocurría en los cuatro tipos de campesinos, segregados según porcentaje de venta de trabajo en los ingresos totales (ver Tabla Nº2). El porcentaje de hogares en los que se vendía fuerza de trabajo era superior en La Paloma.

Las cifras anteriores pueden contribuir a sostener la hipótesis planteada más arriba, con relación a los factores que podrían estar detrás de la migración que afecta a esta localidad, como la pérdida de capacidad productiva de los recursos controlados.

Tabla Nº1: Comparación entre indicadores socioeconómicos generales de las localidades de Pejerreyes (Linares, VII Región), Queule (Curacautín, IX Región) y Huichahue y La Paloma (Paillaco, X Región)

Superficies de uso del suelo (ha) Origen ingresos prediales

LocalidadSup.(ha)

Edad jefe

hogar

N°personas

Personas VFT*

Ingreso p.c. mensual

($)

Arabley

cultivablePraderas

Bosques y renovales

Matorrales Otro Agrícola Pecuario Forestal VFT

Pejerreyes 28,4 46 5,6 0,57 14.673 2,3 0,6 22,4 3,3 0,05 23,85 20,5 24,4 6,2

Queule 52,6 56 5,3 1,30 23.980 4,2 15,7 25,6 5,2 0,69 11,6 35,1 6,9 21,0

Huichahue 25,6 57 5,4 0,68 34.120 10,9 17,0 5,9 1,7 0,95 37,7 22,1 4,6 34,0

La Paloma 33,7 57 4,9 0,86 29.170 0,5 12,0 9,8 2,4 1,87 31,6 18,2 8,8 40,5

* VFT: Venta Fuerza de Trabajo

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Son significativas las diferencias en el uso del suelo en uno y otro sector, parti-cularmente en cuanto a la superficie con bosque y la destinada a cultivos (ver Tabla Nº3). En los cuatro tipos de uso, los porcentajes de ambas actividades desde el punto de vista productivo, son mayores en Huichahue que en La Paloma. El peso de la pradera en esta última localidad, más que dar cuenta de la actividad ganadera, es el reflejo de la degradación del recurso suelo.

En lo relativo al autoconsumo, el rubro agrícola es el elemento de mayor relevancia; ya que del 31,8% de aporte al ingreso, el 27,7% es destinado a auto-consumo (incluye consumo familiar y reservas de explotación). El componente predial que le sigue en importancia es el rubro pecuario, que genera como au-toconsumo el 8,7% (del 18,2% de aporte total). Los aportes del sector forestal y otros son marginales, y sólo llegan a 2,8% y 2,6%, respectivamente.

En un análisis general de los datos, se puede establecer que el agrícola es el ámbito que alcanza mayor importancia en esta localidad, con una participación de 31,8% en el ingreso total; seguido por la venta de fuerza de trabajo, que participa con 21,6%. Esto indica que se trata de un sistema agrícola-asalariado, donde existe un significativo aporte de ingresos extraprediales provenientes de la venta de fuerza de trabajo, con la consecuente disminución de mano de obra para las faenas prediales. El componente pecuario participa en el 18,2% del ingreso total; el forestal alcanza en promedio 8,8%; y el rubro otros, como constituyente predial, sólo llega al 3,1%.

Tabla Nº2: Distribución de las unidades campesinas por tipos, según origen del ingresoT

ipos

* La Paloma Huichahue

% Casos% Ingreso

intrapredial% Ingreso

extrapredial% Casos

% Ingresointrapredial

% Ingresoextrapredial

I 42,9 86,1 13,5 40,0 89,1 10,9

II 17,9 62,9 37,1 28,0 69,6 31,4

III 35,7 36,4 63,6 24,0 39,5 29,4

IV 3,5 2,1 97,9 8,0 21,0 79...* Tipo I: entre el 75 y 100% de los ingresos totales provienen del predio; Tipo II: entre el 50 y 75% de los ingresos totales provienen del predio; Tipo III: entre el 25 y 50% de los ingresos totales provienen del predio; Tipo IV: entre el 0 y 25% de los ingresos totales provienen del predio.

Tabla Nº 3: Uso del suelo en las unidades domésticas de La Paloma y Huichahue, por tipos, en porcentaje

Tip

os

La Paloma Huichahue

Cultivo Pradera Bosque Matorral Otras Cultivo Pradera Bosque Matorral Otras

I 2,9 55,4 22,1 11,1 8,5 20,8 12,7 50,0 3,0 13,6

II 3,0 54,5 22,3 9,3 10,9 7,6 3,1 51,7 32,4 5,2

III 1,4 49,9 33,0 9,9 5,9 3,8 0,4 64,1 14,7 7,1

IV 0,0 28,6 57,1* 0,0 14,3 3,3 0,0 85,6 3,6 7,6

* Este porcentaje es poco relevante al momento de la comparación, puesto que se trata de tan sólo 2,0 ha

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En términos de la venta de la producción predial, es decir, el ingreso generado como dinero propiamente tal, los rubros pecuario y forestal producen 9,8% y 6,2%, respectivamente, superior al 4,1% que genera el agrícola. Es importante destacar que aun cuando esta última es la actividad que aporta mayores ingresos, su producción básicamente es de autoconsumo. Esto probablemente se deba a una disminuida disponibilidad de mano de obra en la localidad, por cuanto gran parte se destina al trabajo asalariado, así como también al bajo ingreso promedio, influyendo fuertemente el porcentaje de autoconsumo en el ingreso total.

De las 29 explotaciones que componen la muestra de La Paloma, 22 tienen un sistema productivo predial de tipo agrícola-pecuario; y de éstas, en 12 explotacio-nes el agrícola supera en importancia al rubro pecuario. Otras siete explotaciones tienen un régimen de producción agrícola-forestal y en sólo tres el componente forestal supera al agrícola. Sin embargo, cuando se realizaron las encuestas, fue posible distinguir cinco grupos que mezclan en forma distinta los recursos pro-ductivos. En ellos, en general, se observa que a mayor superficie predial mayor es la participación del rubro agrícola con respecto al pecuario. Estos grupos fueron:— Unidades en que el 50% o más de los ingresos provienen de fuentes extrapre-

diales. Un grupo con predominio del rubro agrícola, seguido por el pecuario (Grupo 1), y otro en el que el rubro principal es el pecuario y en segundo término el agrícola (Grupo 2).

— Unidades en que los ingresos prediales superan el 50%, con un grupo en el que predominan los ingresos provenientes del componente agrícola (Grupo 3), y otro en que lo hacen los ingresos del subsistema pecuario (Grupo 4).

— Unidades con una alta participación del rubro forestal, en el se encuentran explotaciones donde los ingresos pueden ser mayoritariamente extraprediales o principalmente prediales (sistema productivo agrícola forestal) (Grupo 5).

En la localidad de Huichahue, el aporte de la producción predial al ingreso total es de 66,1%, mientras que los ingresos extraprediales alcanzan el 33,9%. En los ingresos extraprediales, la fuente con mayor relevancia es la constituida por los subsidios y jubilaciones, que participa con 13,3% en el ingreso total. El compo-nente otros (que incluye almuerzos, arriendos, ayuda de familiares, etc.) participa con 10,7% y es el segundo en importancia. Finalmente, la venta de fuerza de trabajo aporta con 9,8%; y aunque es la de menor importancia entre las fuentes de ingreso extrapredial, está presente en el 64% de las unidades.

Por otro lado, las componentes prediales de mayor relevancia son el rubro agrícola, con 37,7% de participación en el ingreso, y el pecuario, que aporta 22,1%. El rubro forestal es marginal.

De las 25 explotaciones que componen la muestra de esta localidad, 16 tie-nen un sistema productivo predial de tipo agrícola-pecuario; en cuatro unidades claramente domina el ingreso agrícola o pecuario (>80%); y cinco unidades tienen sistemas productivos mixtos, con entre 18% y 31% de los ingresos provenientes del subsistema forestal. Sin embargo, se pueden distinguir cinco grupos que mezclan en forma distinta los recursos productivos:

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— Unidades en que el 50% o más de los ingresos provienen de fuentes extra-prediales. Un grupo con predominio del rubro agrícola y seguido por el pecuario (Grupo 1), y otro en el cual el rubro principal lo constituye el pecuario y en segundo término el agrícola (Grupo 2).

— Unidades en que los ingresos prediales superan el 50%, con un grupo en que predominan los ingresos provenientes de la componente agrícola (Grupo 3), y otro en que predominan los del subsistema pecuario (Grupo 4).

— Unidades con una alta participación del rubro forestal, y en el se encuentran explotaciones donde los ingresos extraprediales fluctúan entre el 32% y el 78% (sistema productivo mixto o agrícola-forestal) (Grupo 5).

ESTRATEGIA DE ACCIÓN Y LOGROS DEL PROYECTO

Debido a que el trabajo desarrollado en La Paloma excede los períodos de financia-miento de los distintos proyectos ejecutados en dicha localidad, la estrategia de acción de esta experiencia se sustenta en el establecimiento de capacidades y vínculos entre el apoyo técnico y la comunidad, permitiendo un proceso de gestión de proyectos, ba-sado en objetivos de desarrollo de mediano y largo plazo. En este sentido, la iniciativa comenzada en 1993 estableció los vínculos necesarios para el desarrollo de un trabajo con la comunidad que se ha prolongado por más de diez años y que actualmente se encuentra en su etapa final, considerando su mayor capacidad de autogestión.

En los inicios, se estableció un vínculo con la gente del lugar a través de sus dirigentes, orientado a lograr un nivel de participación que más adelante permitió elaborar un proyecto para su presentación al Programa de Pequeños Subsidios (PPS) del GEF/PNUD. Una vez aprobada la iniciativa (1993 a 1994), se inició una nueva etapa de trabajo, entre cuyas actividades centrales estaba la elaboración de un censo para recopilar información socioeconómica y evaluar los recursos forestales nativos, además de la confección de un plan de trabajo de las activi-dades contempladas en el proyecto.

Durante 1993 y 1994 se establecieron plantaciones con especies nativas en suelos desnudos, con el objeto de recuperar y establecer una masa forestal mí-nima que permitiera incrementar la participación del componente forestal en la economía campesina. En esta línea de trabajo se dio inicio al manejo de renovales de roble y al establecimiento de parcelas permanentes en plantaciones de espe-cies nativas y en renovales raleados; considerando, además, la implementación de viveros familiares y comunitarios, como una herramienta complementaria a las actividades de manejo forestal.

A partir de 1995, en una segunda etapa (Proyecto IAF; ver Recuadro Nº1), se generaron esfuerzos orientados a la diversificación y generación de productos con valor agregado. Para ello se implementó un taller de mueblería, carpintería y artesanías con maderas nativas; se gestionó la adquisición de un aserradero semi-portátil y se realizaron capacitaciones en apicultura. También en esta etapa se intentó expandir algunas de las actividades ejecutadas inicialmente en La Paloma a otras comunidades de la provincia como Camán, Los Guindos y Catrilelfu; sin embargo, el desbalance entre las demandas de las comunidades y la limitada

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capacidad financiera del equipo técnico y de CODEFF, impidieron que las activi-dades iniciadas en estos sectores pudiesen consolidarse en el largo plazo.

El aserradero no dio buenos resultados, debido a una sobrestimación del diag-nóstico de los renovales existentes en la localidad, subutilizándose la maquinaria. La Paloma correspondía a un sector altamente deforestado, de modo que más que producir madera la idea central debía ser recuperar bosques. Para esto, aun cuando se suponía que el desarrollo de viveros familiares sería una buena iniciativa, al cabo de un par de años la mayoría de estas infraestructuras fueron abandonadas. La razón de lo ocurrido puede hallarse en que los viveros demandaban mucho trabajo e insumos permanentes, lo que en ambos casos constituyó una limitación para los campesinos. También pudo haber obedecido a lo temprano que fue presentada la propuesta de la iniciativa en el desarrollo del proyecto.

Durante la ejecución del proyecto, se promovió un proceso de discusión en torno a dos temas de importancia para su consolidación en el largo plazo. El primero fue la educación ambiental como actividad transversal, implementada a través de talleres y capacitaciones orientadas a un mayor conocimiento y valora-ción del entorno ambiental. En el ámbito organizacional, se promovió la creación de la Sociedad Agroforestal El Progreso, sin embargo, la organización campesina tradicional, constituida por la junta de vecinos, ha consolidado y perpetuado el trabajo de desarrollo de la comunidad con criterios de sustentabilidad.

Finalizado el proyecto, la labor con la comunidad experimentó cambios sur-gidos a partir de una nueva realidad; dando origen a un proceso de evaluación de la iniciativa recientemente concluida y generando la necesidad de formular una estrategia basada en la gestión de proyectos con objetivos de corto plazo, que una vez alcanzados permitirían el logro de objetivos de desarrollo en el largo plazo. Un aspecto relevante de este proceso fue la evaluación de la colectividad en torno a las acciones que no habían tenido los resultados esperados, coincidiendo en una incompatibilidad entre la disponibilidad de tiempo de sus actividades tradicionales y las del proyecto, y en la necesidad de un período de preparación e identificación de la comunidad frente a una determinada actividad o iniciativa a implementar.

De esta manera, desde 1996 a la fecha, se gestionaron y ejecutaron distin-tas iniciativas (ver Recuadro Nº1) generadas sobre la base de la definición de problemas relacionados con el uso sustentable y la conservación del potencial productivo y ecológico de sus recursos naturales. Destaca la recuperación de quebradas deforestadas y en proceso de erosión; el equipamiento del taller y la capacitación en técnicas de elaboración de productos de madera; el estableci-miento de invernaderos y la recuperación de suelos y/o bosques degradados, a través de plantaciones con objetivos multipropósitos de producción. El taller es permanentemente usado por varias familias y existe satisfacción por parte de los lugareños respecto a lo que se ha hecho en otros rubros (organización, recuperación de quebradas, plantaciones y manejo de bosques, etc.).

Este trabajo de diez años ha significado la generación de un lazo muy estrecho y cariño entre los campesinos de La Paloma y los profesionales que han estado más estrechamente vinculados con la comunidad, además de una satisfacción mutua (ver Recuadro Nº 2).

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RECUADRO Nº 2: TESTIMONIO DE DIRIGENTES DE LA PALOMA: ALICIA SANZANA Y ELEUTERIO DELGADO

Gerardo: Sra. Alicia: ¿Qué le ha parecido el proyecto, desde que se inició en 1993? Sra. Alicia: Del taller nosotros hemos aprendido cualquier cantidad, al menos yo he aprendido cualquier cantidad.

He sacado unos pocos pesos, pero en invierno casi no se viene a trabajar por el frío más que nada y tenemos poca gente nueva para que trabaje en el taller.

Pablo: A Uds. Sra. Alicia y don Eleuterio ¿por qué al principio les interesó hacer este proyecto junto con CODEFF? Don Eleuterio: A mí me interesó por lo que Ud. explicó esa vez de qué se trataba el proyecto; de manejar los bosques,

lo que sea sustentable, vender leña, madera, lo que se saque del manejo, y recuperar las partes que estaban más destruidas, ponerles plantas nativas. Esa fue la primera iniciativa del proyecto y se hizo bastante. Hubo varios vecinos que manejaron varias hectáreas (…) yo también manejé hectárea y media. Después de ese proyecto de manejo de bosques sustentables ahí vino la construcción del taller, construyendo un galpón entre todos acá. Después hicimos unos plantíos con coigüe y raulí. Yo tengo una partecita muy bonita de raulí (“y lingue también”, interrumpe la Sra. Alicia), en un convenio con INDAP…

Pablo: De todo lo que Uds. pueden recordar durante estos diez años ¿qué dirían que ha sido lo mejor? Sra. Alicia: Bueno, el acercamiento entre los vecinos ha sido más beneficioso también. Bueno, lo mejor para mí ha

sido el taller, porque en eso yo puedo trabajar, no en el monte (risas)… Don Eleuterio: De mi parte mía, palabra que es cierto, he aprendido a valorizar el bosque nativo, porque yo ahora

para cortar una rama que se necesita no llego y la corto como la cortaba antes, en que (…) ni me acordaba que era un bosque, una planta que se iba a morir. En cambio ahora no, ahora cuesta cortarla, hay que mirarla bien, bueno… no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir, porque es fea, chueca, ahí recién la corto. La planta bonita en realidad da gusto, esa sí la valorizo y siempre digo yo que si CODEFF no hubiese llegado a este lugar, yo no habría aprendido eso...

Sra. Alicia: Ahora uno ve un palito que ve que sirve para hacer algún trabajo y lo cuida, no es llegar y meterlo al fuego, no…y antes todo eso se hacía sin pensar en nada. El que no sabe es igual al que no ve…

Pablo: Como no todo ha sido exitoso ¿qué cosas de las que se han hecho, Uds. no harían o la harían en una forma distinta?

Sra. Alicia: El vivero que hicieron allá donde don Balta (Baltasar Rhel, vecino de Huichahue) (…) falló creo porque no todos pusieron el mismo interés, porque la gente cuando la cosa ve que está bien no es responsable. Yo creo que el vivero sería una buena idea, pero tendría que estar más cerca. Nosotros no teníamos locomoción, nos íbamos de a pie no más. Lo otro que no funcionó fue lo de las abejas porque trajeron abeja del norte, y allá es cálido y acá al frío llegaron a morir.

Don Eleuterio: Lo de los viveros familiares tampoco funcionó porque en ese tiempo estábamos poco incentivados en la cosa de las plantas. Yo creo que ahora con los que estamos aquí interesados ahora sí podría resultar un vivero grande, porque ahora la gente está más interesada en las plantas…

Gerardo: ¿Qué otras cosas creen Uds. que podría haberse hecho mejor? Don Eleuterio: Lo del aserradero pienso yo que fue un mal manejo (…) La idea era que Leo (técnico de CODEFF

entre 1992 y 1995) iba a estar a cargo, pero después empezaron a hacerse cargo arriba los Fherman a trabajar. El aserraderito era chico, para renovales, y los Fherman trajeron palos gruesos, tremendos palos y ahí jodieron el motor, se pegó un tremendo calentón la sierra. Si tuviéramos la oportunidad de nuevo de un aserradero yo creo que no sería bueno, tenemos muy poco palo aún, quizás a futuro sería bueno. Pero yo siempre digo que si el aserraderito lo hubiéramos trabajado más para lo que era no más, habría funcionado.

Pablo: ¿Cómo creen Uds. que la comunidad de La Paloma estaría sin el proyecto? Don Eleuterio: No estaríamos viendo lo que hemos logrado. No habría en ninguna parte bosques manejados, no

tendríamos recuperadas nuestras quebradas, no veríamos nuestros campos como los vemos, estarían sin ningún manejo. Si con CODEFF nos ha costado llegar a valorizar el bosque, sin CODEFF menos lo habríamos logrado.

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CONCLUSIONES Y EXPECTATIVAS FUTURAS

Hacia 1993 en La Paloma –al igual que en otras comunidades rurales vecinas a ésta y de otras partes del país– estaba ocurriendo un proceso de migración hacia las urbes de unidades campesinas completas, y aún más importante, de individuos al interior de cada núcleo familiar. Desde ese mismo año, no se ha realizado en la localidad una encuesta que permita conocer el comportamiento de la migración. Pero, pese a que aún se produce particularmente en los jóvenes, éstos mayorita-riamente siguen vinculados al núcleo familiar que ha permanecido en el campo, retornando los fines de semana a trabajar en los predios de sus padres.

Durante la última década, sólo tres familias, de las 29 censadas en 1993, han emigrado. La percepción de los autores de este artículo y de los campesinos de La Paloma con quienes se ha trabajado en conjunto, es que de no haber existido el vínculo entre CODEFF y La Paloma es muy probable que muchas familias hubiesen vendido sus tierras a empresas forestales que han comprado grandes superficies en el sector. Actualmente existe una valoración por parte de los propietarios en cuanto a la calidad de vida del campo, con respecto a la urbe.

La experiencia de este trabajo conjunto, en el cual han participado profesio-nales de distintas disciplinas, deja como principales conclusiones las siguientes:— Los proyectos con comunidades campesinas se deben gestar, en forma con-

junta, entre los profesionales y los campesinos.— Los profesionales que se involucren en estos proyectos deben tener una

sensibilidad positiva hacia el trabajo con agrupaciones campesinas y, par-ticularmente, deben creer en la viabilidad y conveniencia de la vida rural (comparada con la marginalidad urbana, que es en general la alternativa).

— El trabajo profesional-campesino puede tener éxito en la medida que sea colectivo, no asistencialista de parte de los profesionales y planificado para un mediano o largo plazo. En función de lo anterior, hay que considerar distintas etapas que se deben cubrir gradualmente, para ir mejorando las condiciones de vida y de conservación de los recursos naturales en los predios.

— El período de consolidación del vínculo entre el asesor y la comunidad –determinado por las características culturales, productivas y el estado ac-tual de conservación de los recursos nativos forestales– requiere un trabajo sistemático y un financiamiento en un horizonte de planificación de mediano a largo plazo. Esto amerita un cambio en las políticas de asignación de re-cursos de entidades privadas y/o públicas, destinadas al desarrollo rural con criterios de sustentabilidad.

Es difícil pensar que una ONG como CODEFF pueda continuar trabajando inde-finidamente con la comunidad de La Paloma, más aún si se considera que la situación de esta última antes de la experiencia no difiere de las precarias con-diciones socioeconómicas de muchas otras comunidades del sector rural. Esto refleja la carencia de una política de Estado, tendiente a potenciar a los sectores campesinos en un modelo de desarrollo rural con criterios de sustentabilidad económica, ambiental y social.

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Un trabajo permanente debería ser dirigido por algún organismo estatal, con profesionales comprometidos en el desarrollo campesino. Este no es pre-cisamente el escenario actual; sino uno, el cual domina un modelo neoliberal, que en muchos casos considera inviable a las economías campesinas. Nuestra experiencia es que las economías campesinas son viables, y que es necesario y urgente que el Estado apoye planificadamente y en el largo plazo a este sector social. El respaldo evitará, entre otras situaciones, la migración a las ciudades en donde las condiciones de pobreza se agravan. En las actuales circunstancias, esto también significa mantener un paisaje diversificado y conservar de alguna forma los bosques nativos de Chile, ya que en el sur la mayoría de los predios vendidos por campesinos son completamente plantados con pinos o eucaliptos por las empresas forestales que los compran.

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Precertificación forestal de comunidades indígenas enChiloé y OsornoLUIS OTERO

INTRODUCCIÓN

Dada la complejidad del proceso de certificación, la gran cantidad de información que requiere reunir y las dificultades de interpretación de los criterios del FSC, (Forest Stewarship Council o Consejo de Administración Forestal), la certifica-ción en grupos se constituye en la mejor alternativa para las comunidades y los pequeños propietarios (ver Astorga, 2002; Otero, 2002a; De Bonazos, 2002).

Para implementarla, es necesario considerar el desarrollo de un “esquema de organización” de apoyo, llamado también organización sombrilla (OS), que se haga responsable del manejo forestal.

El presente artículo se basa en dos experiencias de precertificación de co-munidades indígenas o grupos, realizadas en el sur del país. La primera corres-ponde al proyecto Cancha de Acopio de Leña, de la Agrupación de productores forestales de Natri Bajo, de Chiloé; y, la segunda, a la Asociación indígena de productores forestales mapuche-huilliche de San Juan de la Costa, de Osorno. Ambas agrupaciones estaban asesoradas por organizaciones de apoyo (OS), que hacían las veces de responsables del manejo de los bosques (Monfil et al., 2000; Otero, 2002b).

Este artículo analiza los problemas que normalmente enfrenta una comuni-dad para resolver el proceso de certificación. Se describen los requisitos que se establecieron en ambas precertificaciones, las mayores dificultades detectadas y las ventajas de estas asociaciones en su proceso de certificación. La metodología empleada en la evaluación consideró, básicamente, los criterios establecidos por el FSC1; en procesos que se desarrollaron en enero de 2000 en las comunidades de San Juan de la Costa, y en marzo de 2002 en la comunidad de Natri Bajo. En el último caso, la evaluación se realizó por solicitud del Fondo de Las Américas, la agencia financiera del proyecto.

1 También se consideraron, aunque en menor medida, el borrador de estándares nacionales de la ICEFI (Iniciativa Nacional de Certificación FSC), que a la fecha del estudio estaba aún en discusión. En el caso de Osorno, se contemplaron también los estándares genéricos de Woodmark de GB.

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LAS COMUNIDADES Y LOS PROYECTOS

Natri Bajo

La agrupación de Natri Bajo contaba con 19 familias y un recurso forestal total de dos mil 500 hectáreas, de las cuales aproximadamente la mitad correspondía a bosques primarios del tipo forestal chilote –compuesto por coigüe de Chiloé (Nothofagus nitida), canelo (Drimys winteri), tineo (Weinmania trichosperma), tepa (Laureliopsis philipiana) y mañío (Podocarpus nubigenus, P. salignus), con distintos grados de intervención. La otra mitad eran renovales, principalmente de canelo. El promedio de bosques por propietario era de 65 hectáreas. La comunidad estaba organizada como asociación de productores forestales (ver Figura Nº 1).

La OS responsable del manejo forestal era el proyecto Cancha de Acopio; iniciativa apoyada por la municipalidad de Chonchi, respaldada económicamente por el Fondo de Las Américas y asesorada técnicamente por el Proyecto Con-servación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo (PCMSBN) –de la Corporación

Figura Nº1: Mapa de ubicación de la comunidad de Natri Bajo

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2 Se empleaba el “método de árbol futuro”.3 Los predios considerados fueron: Trafunco los Bados, Puquintrin, Aleucapi, Quilhue, Cheuquemapu

y Pucatrihue.

Nacional Forestal (CONAF) y las instituciones alemanas de cooperación técnica y financiera DED (Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica), GTZ y KfW–, que llevaba dos años de trabajo con la comunidad.

Las actividades silviculturales realizadas consistían en raleos2 y cosechas bajo el sistema de protección uniforme en bosque adulto. Pese a que las faenas de cosecha eran de baja intensidad, por lo que se ejecutaban con equipos sencillos, fundamen-talmente bueyes y motosierras, una parte importante de los propietarios entregaba sus labores a contratistas externos. Los principales productos obtenidos por los grupos locales eran leña, para consumo en Chonchi y Castro (aproximadamente 600 m3 anuales) y madera de tepa y tineo para chapas, para vender a una empresa debobinadora de Castro. No existía una demanda por maderas certificadas por parte de esta planta, así como tampoco de los consumidores de leña.

San Juan de la Costa

Las comunidades de San Juan de la Costa, localizadas en la provincia de Osor-no, estaban constituidas por siete predios3, con una superficie total de 24 mil 810 hectáreas, de las cuales 21 mil estaban cubiertas por bosques de los tipos siempreverde, alerce (Fitzroya cupressoides) y ciprés (Pilgerodendron uviferum) (ver Figura Nº 2).

Figura Nº 2: Mapa de ubicación de la comunidad de San Juan de la Costa

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4 Por divergencias entre INDAP (financista) y la Consultora Monfil, ésta última dejó de trabajar con las comunidades de San Juan de la Costa. Sus actividades fueron continuadas por otras organizaciones, que re-tomaron muchas de las iniciativas desarrolladas por la consultora mencionada.

5 La consultora tramitaba un proyecto de créditos, para dotar a grupos de jóvenes con el equipo necesario para las labores de cosecha.

6 Forestal Puerto Montt tenía, además, enormes presiones ambientales tanto nacionales como de sus clientes japoneses, por dejar el rubro del astillado de nativas.. Finalmente, en el año 2001 esta empresa dejó el rubro nativo y se dedicó a las plantaciones de eucalipto.

La organización responsable del manejo forestal era la Consultora Monfil y Aso-ciados4; que desarrollaba un proyecto en convenio con la Asociación indígena de productores forestales mapuche-huilliche, compuesta por alrededor de 100 miembros. La consultora, que llevaba aproximadamente dos años de trabajo en el área, contaba con apoyo económico del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), a través de un proyecto de transferencia, con el cual atendía a 170 pro-pietarios de la entidad indígena (grupo mayor que el de la asociación).

La intensidad del manejo consideraba la intervención aproximada de 200 a 300 hectáreas por año; es decir, una magnitud relativamente baja que corres-pondía al 1% o 2% de la superficie forestal y a un promedio de dos hectáreas por propietario al año. Los sistemas silviculturales empleados eran las cortas de protección uniforme y protección en fajas, con una extracción de entre el 50% y 70% del área basal. Ambos procedimientos consideraban la retención de árboles percha e islas de vegetación, con objeto de conservar la biodiversidad. El proyecto contemplaba, también, la forestación de praderas degradadas con eucalipto (principalmente Eucaliptus nitens), para disminuir la presión sobre los bosques nativos y hacer sustentable económicamente la iniciativa; plantándose anualmente una o dos hectáreas por propietario.

Al momento de la evaluación, los sistemas de extracción se realizaban con bueyes y equipos mecanizados (pequeñas orugas, D3 y tractores agrícolas), pero se contemplaba intensificar a futuro el uso de bueyes, mediante la dotación de yuntas a jóvenes de la asociación indígena5. Una parte importante de las faenas no era realizada directamente por los propietarios, sino por contratistas externos.

Las razones por las cuales esta asociación y las comunidades deseaban certifi-carse, se basan en el interés por abastecer a industrias regionales orientadas a la ex-portación, como la debobinadora Inbossa S.A. de Frutillar y Forestal Puerto Montt; ésta última, en ese momento, exportaba astillas de maderas nativas a Japón6.

ANÁLISIS DE LOS REQUERIMIENTOS PARA LA CERTIFICACIÓN

En términos generales, ambas comunidades presentaban buenas condiciones para su certificación; estaban organizadas y la OS, en ambos casos, tenía un fuerte compromiso y capacidad técnica para apoyarlas. Las agrupaciones realizaban sus actividades de acuerdo a la ley, con planes de manejo, y los propietarios poseían

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títulos de propiedad saneados o en proceso de saneamiento. En el caso de San Juan de la Costa, si bien no existían conflictos de tierra con personas no indígenas sí habían internos, de distribución entre miembros de las comunidades, lo que dificultaba la acción de la OS.

Aspectos sociales

Desde el punto de vista social, en términos generales los proyectos presentaban importantes ventajas, por tratarse de programas de evidente beneficio para las co-munidades locales. Los procesos de participación estaban bastante desarrollados y el apoyo a las organizaciones de los propios indígenas era la base de sus actividades.

Sin embargo, la existencia de contratistas forestales externos, que realizan faenas y servicios a los propietarios, con trabajadores sin capacitación, dis-minuyendo las posibilidades de trabajo para la población local, constituía un problema social. La presencia de estos contratistas se debía, en gran medida, a la falta en los propietarios de equipos de trabajo, la carencia de motosie-rras y bueyes, o a la existencia de familias con mujeres solas o propietarios de mucha edad. En estos casos, era necesario desarrollar modelos adecuados de convenio entre comunidades y contratistas, que consideraran normas ambientales y sociales.

Un problema en ambas localidades era la falta de programas de capaci-tación y extensión para los propietarios forestales, sobre todo, en prevención de accidentes laborales, así como la carencia del equipo básico de protección para ellos y los contratistas (casco, guantes y pantalón anticorte en el caso del motosierrista, etc.). Esta situación se producía pese a las posibilidades de utilizar el apoyo de mutuales de seguridad, que cuentan con la experiencia y el personal para realizar capacitaciones; aunque sólo pueden acceder a este apoyo quienes están inscritos en dichos servicios (lo que al menos debería ocurrir con el personal de los contratistas). Los propietarios individuales, que trabajaban normalmente, no poseían sistemas de seguridad social.

Por otro lado, en la comunidad de Natri Bajo no existían mecanismos de resolución de conflictos que actuaran como mediadores o arbitradores entre los productores, el contratista y la OS. Esto podía ser fuente de problemas, ya que muchas veces la OS debía administrar dineros procedentes de la venta de leña o madera, contratar servicios para la construcción de caminos o solicitar fondos a otras instituciones de apoyo.

En las asociaciones de Osorno, por su parte, existían mecanismos que consideraban recurrir en primera instancia a la asamblea de la asociación y, en caso de conflictos más específicos y sin resolver, a instituciones como INDAP, CONADI o CONAF, según las características de la situación.

Los aspectos sociales eran monitoreados a través de reuniones con la comunidad. Particularmente en Osorno se llevaba un registro detallado de los encuentros y problemas.

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Aspectos culturales

Desde el punto de vista de la conservación del patrimonio cultural de la comu-nidad, la información acerca de sitios históricos o culturales/ceremoniales, que debían incluirse en los planes de manejo u ordenación, era insuficiente. Tampoco existía entrenamiento y capacidad de los responsables de las OS para distinguirlos y darles la relevancia que correspondía. En las agrupaciones de Osorno se logró desarrollar, más tarde, un mapa de sitios de valor cultural; entre los que destacan áreas de nguillatunes, un yacimiento de fósiles de madera y un sitio de carácter místico en la costa.

La sustentabilidad y los aspectos económicos

Desde el punto de vista de la sustentabilidad económica de las actividades de la comunidad, en el caso de Natri Bajo se requería un análisis más detallado de los costos de almacenaje y comercialización de la leña, específicamente acerca de la influencia de los costos de carga y descarga de este producto, lo que podía ser determinante para su sustentabilidad económica.

Con respecto a la sustentabilidad productiva y al rendimiento sostenido, en Natri Bajo el proyecto desarrolló planes de manejo con criterios de sustentabi-lidad, que consideraban la corta anual permisible de acuerdo al crecimiento del bosque (ver Figura N°3). En Osorno, no existía una adecuada justificación de los niveles de cosecha, en términos de rendimiento sostenido del bosque.

El uso múltiple de los bosques es, sin duda, un problema importante en el manejo. La sola consideración de productos como la leña y maderas para debo-binado, constituía un problema en Natri Bajo. Por su parte, en San Juan de la Costa, además de la venta de madera para metro ruma y debobinado, se logró desarrollar con éxito un programa de recolección y viverización de productos forestales no madereros, principalmente de follajes7. En el mismo proyecto se buscaba financiamiento para implementar iniciativas de turismo rural y de uso de maderas cortas para pisos y parquet de mañío.

Aspectos ambientales

Ambos planes carecían de pautas escritas de conservación de suelos, aguas y de biodiversidad. Tampoco poseían lineamientos para enfrentar problemas de contaminación, como por ejemplo, la eliminación de basuras en el bosque y en campamentos. Igualmente, no contaban con sistemas de evaluación y monitoreo del impacto ambiental.

Especialmente importante en San Juan de la Costa era el monitoreo de los bosques de alto valor de conservación (como los alerzales) y de los bosques de

7 El programa de recolección de follajes consideraba hojas de ampé (Lophosoria quadripinnata), avellana (Gevuina avellana), fuinque (Lomatia ferruginea), licopodium (Lycopodium paniculatum) y pompon (Dendro-ligotrichum dendroides), entre otras. Éstas se comercializaban directamente o a través de intermediarios.

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Figura Nº3: Plano del predio de la Sra. Rosa Quinan, en Natri Bajo

protección de quebradas. Los sistemas de monitoreo constituían, en general, puntos débiles en ambos proyectos. En la comunidad de Natri Bajo, sin embargo, se llevaba un control adecuado de la regeneración; sin embargo, en San Juan de la Costa el control del ganado en las áreas bajo regeneración presentaba serias deficiencias.

La carencia de información acerca de especies con problemas de conservación y de ecosistemas con alto valor de conservación, era una dificultad en los proyectos de ambas comunidades. Muchas veces esta información se encuentra en manos de instituciones ambientales o, simplemente, no existe en la escala adecuada. Su búsqueda debía ser parte de las tareas de la OS; pudiendo desarrollarla con apoyo de los propios comuneros o implementando mecanismos para su localización e identificación, a través de inventarios forestales. Posteriormente, en Osorno la OS desarrolló un proceso para identificar sitios con voqui fuco (Berberidopsis corallina); especie que se encuentra en la lista roja de CONAF y UICN.

Otro aspecto relevante era la consideración de variables ambientales de sil-vicultura, como la mantención de una cantidad mínima de árboles percha y de maderas muertas en el piso del bosque. En la localidad de Natri Bajo se realizaban actividades de cosecha en fustales de tineo y de raleo en renovales de canelo, cuya

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silvicultura no contemplaba la mantención de estos elementos. En tanto, en las comunidades de Osorno la situación era mejor, ya que se consideraba la mantención de islas de vegetación como parte del sistema de cosecha en fajas.

Una arista importante era la falta de capacitación de los operarios para mani-pular productos químicos en viveros y para el control de malezas en plantaciones. Esta deficiencia era más relevante en el proyecto con las comunidades de Osorno, donde existía un vivero, y porque anualmente cada propietario establecía sus propias plantaciones utilizando productos químicos para el control de malezas.

La consideración de los bosques de alto valor de conservación y su definición, constituía otro problema para la certificación de las comunidades. Sin embargo, en San Juan de la Costa se estaba considerando la existencia de alerzales y de cipresales.

Los planes de manejo

Tal como se realiza normalmente, los planes de manejo de ambas comunidades se desarrollaban en el ámbito de los propietarios individuales, haciendo más complicada la certificación en grupo. La elaboración de un plan maestro, o de carácter territorial, para el conjunto de los tenedores de la tierra, facilitaría el cumplimiento de los principios del FSC; ya que contendría objetivos de largo plazo a nivel silvicultural, ambiental y social. Estos procedimientos territoriales permitirían hacer una ordenación del bosque y de los predios, determinando áreas para distintos usos (forestal, agrícola, ganadero). Por ejemplo, en las comu-nidades de Osorno existía un amplio uso ganadero de los bosques, generando serios problemas de ramoneo a la regeneración.

Una realidad común era la falta de versiones simplificadas de los planes de manejo, en un lenguaje adecuado para los propietarios de los bosques y la co-munidad local. En Osorno, la OS desarrolló un estilo simplificado de planes de manejo que apuntaba a resolver el problema, pero aún eran complejos para las comunidades (ver Figura N°4).

La cadena de custodia

El análisis de la cadena de custodia tenía por finalidad asegurar que la madera comercializada, que sale de los predios, no fuera mezclada o confundida con la proveniente de bosques no certificados. Debía existir un sistema de venta de la madera, claro y bien documentado, que definiera la forma en que se oferte (en pie, a orilla de camino o en cancha), y que especificara al responsable y a quién se emite la factura o guía de despacho.

Ambos proyectos trabajaban con guías de despacho y guías de libre tránsito de CONAF; sin embargo (como la mayoría de los pequeños propietarios), ninguno poseía iniciación de actividades y debían utilizar guías que proporcionaban los compradores. Además, existía la necesidad de considerar la identificación física de los productos certificados y adaptar las guías de despacho a los requerimientos de la cadena de custodia. Las guías (timbradas por el Servicio de Impuestos Internos) deben indicar

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claramente el dueño del bosque, el comprador, el plan de manejo, los rodales de los cuales proviene la madera, el producto, los volúmenes y el número de código de la certificación; de forma tal de poder realizar un seguimiento a los productos. En el caso de Natri Bajo, se debía dividir la cancha de acopio de leña en dos secto-res, para diferenciar claramente los productos certificados de los que no lo están.

La organización sombrilla

En general, tanto el PCMSBN (que apoyaba la iniciativa de Natri Bajo) como la Consultora Monfil y Asociados, reunían muchos de los requisitos como OS, en cuanto a poseer una estructura interna, responsabilidades y funciones tales como planificación, control, evaluación y capacitación.

En el proyecto de Natri Bajo, la estructura de la OS correspondía a la del PCMSBN en la provincia de Chiloé. Este programa contaba con una ordenación

Figura Nº4: Plano del predio de Carlos Aucapán, San Juan de la Costa

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provincial, compuesta por un coordinador, un ingeniero forestal a cargo del manejo y capacitación, cuatro técnicos (algunos en convenio con otras insti-tuciones), además de personal de secretaría y un cooperante alemán pertene-ciente al DED. El sector de Natri Bajo era atendido por un técnico (con sede en Quellón) y un ingeniero forestal encargado del programa.

La Consultora Monfil poseía un equipo de cinco a seis personas, compuesto por un director del proyecto, dos técnicos de terreno que realizaban tareas de extensión y dos personas a cargo de labores administrativas y de extensión.

Ambos proyectos contaban con organizaciones de productores legalmente constituidas –tal como lo establecen los procesos de certificación en grupos–, con personería jurídica como asociaciones de productores forestales (asocia-ciones gremiales). En la OS de Natri Bajo la personería jurídica correspondía a la del PCMSBN y, en el caso de Osorno, a una sociedad de responsabilidad limitada de la Consultora Monfil y Asociados.

El PCMSBN y la Consultora Monfil poseían registros de los propietarios con que trabajaban, pero no estaban adecuadamente organizados y debían ser complementados con un sistema de verificación de cumplimiento de las pautas y estándares de manejo. Los registros no sólo constituyen una base de datos sobre los propietarios, sino que también se utilizan para monitorear el cumplimiento de los estándares.

El PCMSBN poseía planes operativos anuales que consideraban capacitacio-nes, planes de manejo y otras actividades. No obstante, carecía de una carto-grafía completa del conjunto de los propietarios del proyecto de Natri Bajo, aunque estaba en preparación un mapa forestal. Por su parte, la Consultora Monfil contaba con planes anuales y una cartografía básica de 1:20.000, para el conjunto de los propietarios, la que debía ser mejorada, incorporando los tipos forestales, propiedades, bosques de alto valor de conservación, red de caminos y sitios culturales.

Con respecto al sistema de monitoreo, labor fundamental de los respon-sables de la OS, para asegurar el cumplimiento de los estándares y pautas de manejo por parte de los socios de la organización, el PCMSBN poseía un sistema de evaluación anual de los propietarios, posible de ajustar, agregando los as-pectos sociales o ambientales que faltaran. Además, contaba con un sistema de “convenio de incentivos” con los campesinos, que estipulaba exigencias y obligaciones para éstos. Dicho acuerdo era una buena base para establecer requisitos de ingreso o salida del grupo de certificación. La OS de Osorno ca-recía de un sistema de evaluación sistemática de los propietarios, por lo que se llevaba un deficiente control de su cumplimiento.

Desde el punto de vista de la capacitación y transferencia técnica para los propietarios, el PCMSBN contaba con un plan orientado principalmente a aspectos de silvicultura y de los planes de manejo forestal, pero carecía de temas como sistemas de cosecha, medio ambiente y accidentes laborales. En Osorno, pese a que la OS realizaba diversas actividades de capacitación a jóvenes y mujeres indígenas en recolección y viverización de especies ornamentales,

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carecía de un plan sistemático dirigido a los propietarios que abarcara aspectos ambientales y de silvicultura.

CONCLUSIONES

Dada la complejidad del proceso de certificación, las comunidades requieren un fuerte apoyo en información y organización. En este sentido, el rol de la OS es muy importante como “traductor” de los estándares para la comunidad y, al mismo tiempo, como garante de su cumplimiento, mediante sistemas de control y monitoreo.

Los proyectos de manejo forestal en agrupaciones organizadas tienen mu-chas ventajas, desde el punto de vista social y de las posibilidades de cumplir con los criterios sociales de la certificación. Sin embargo, la incorporación de contratistas externos a las comunidades es un factor que complica el proceso, al requerir un control más estricto de estas personas. Un tema importante es el de los estándares de seguridad y accidentes, que constituyen una de las deficiencias más frecuentes desde el punto de vista social.

La ausencia de pautas escritas para diversos aspectos sociales y relativos a la conservación del medio ambiente, es una carencia común en las comunidades. Por otra parte, uno de los mayores problemas y desafíos es el desarrollo de me-canismos eficientes de monitoreo y control de los propietarios, que aseguren el cumplimiento de las pautas de manejo y protección de los recursos.

Una planificación a escala de comunidades más que de propietarios indivi-duales, que tenga en cuenta la ordenación de los recursos y sus usos, y con par-ticipación de las propias comunidades, es un elemento importante para asegurar el cumplimiento de los requisitos de certificación.

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Utilización de recursos forestales en dos comunidades campesinas de la provincia de ValdiviaCARLOS VERGARA

Aquí como nos ve, que estamos encerrados entre puras forestales, aislados, y la gente vendiendo y yéndose de aquí... ¡casi

regalando sus tierras! Vendiendo sus tierras y emigrando a la ciudad ¡¿Y qué hacemos en la ciudad nosotros?! Y si no hay un buen sueldo, en la ciudad, no podemos vivir. Entonces, nosotros

tenemos que defender nuestras tierras1.

UNA HISTORIA QUE SE REPITE

Uno de los temas que habitualmente se discute en los sectores rurales, es la compra de predios a pequeños propietarios por parte de empresas forestales. Este proceso, muy común desde la década de 1970, en varios sectores de la Cordillera de la Costa –entre la VII y la IX Región– generó un importante cambio en su paisaje. Hoy es frecuente ver extensas áreas cubiertas con plantaciones de especies exóticas, en desmedro de los paisajes dominados por bosques. Junto a ello, se ha producido un impacto social muy fuerte, debido a que muchas familias rurales se vieron en la obligación de emigrar hacia ciudades y pueblos cercanos.

Múltiples causas han favorecido este proceso de migración, como la falta de oportunidades laborales para los lugareños y la degradación de sus recursos (suelo, agua, bosque); generando, de esta forma, sistemas campesinos no sustentables en el tiempo. Sin embargo, actualmente resulta evidente que la migración no ha sido la mejor solución a estos problemas. Una de sus consecuencias son los actuales anillos de pobreza, establecidos junto a pueblos y ciudades del sur de Chile.

Las comunidades de Colegual Alto y Pichilingue no han estado ajenas a este proceso. Desde la década de 1970 muchas familias han emigrado, y hoy es posible encontrar en el sector predios de pequeños propietarios junto a empresas forestales.

En el mes de julio del año 2000, la venta de un terreno en la comunidad de Pichilingue gatilló una complicación aún mayor. Los nuevos problemas obede-cían a presiones ejercidas por contratistas de una empresa forestal para que una propietaria de la comunidad les vendiera su predio.

En busca de soluciones, la pobladora afectada se acercó al profesor Claudio Donoso2, del Instituto de Silvicultura de la Universidad Austral de Chile, en Val-divia. En ese instante se inició una cálida conversación que llevó a la solución de sus problemas, estableciéndose fuertes lazos entre la Agrupación de Ingenieros

1 Relato de la Sra. Corina Tripailaf. En: “Manejo forestal con pequeños propietarios: el bosque nativo es la salvación”. Revista Campo Sureño, Diario Austral, 31 de marzo de 2003:10-11.

2 Socio y presidente honorario de la AIFBN.

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Forestales por el Bosque Nativo (AIFBN3) y las comunidades, relaciones que se mantienen y continuarán en el futuro.

ANTECEDENTES GENERALES DE LAS COMUNIDADES

3 La AIFBN es una organización sin fines de lucro que, desde abril de 1993, trabaja en función de manejar y conservar los bosques nativos existentes en nuestro país. Sus principales líneas de acción son: política y legislación forestal, manejo forestal sustentable y certificación, comunicaciones, monitoreo y educación e investigación.

Figura Nº 1: Plano de ubicación de las comunidades de Colegual Alto y Pichilingue

Las comunidades de Colegual Alto y Pichilingue están ubicadas en la parte norte de la Cordillera de la Costa de la X Región, en la comuna de Mariquina, a 50 Km al norte de la ciudad de Valdivia y a 14 Km al oeste de la ciudad de San José de La Mariquina. Ambas comunidades abarcan un área geográfica aproximada de mil 700 hectáreas, distribuidas alrededor de un camino público, en sentido norte-sur, que ocupa los sectores altos de la Cordillera de la Costa, en altitudes que van desde los 50 a los 650 metros sobre el nivel del mar.

Aspectos socioeconómicos

Las comunidades están compuestas por aproximadamente 90 habitantes, per-tenecientes a 24 familias. En ellas existe una mayor proporción de hombres, alcanzando a 61% de la población.

Red VialHuellaPanamericanaPrincipalSecundarioSenderoLímite comunalUbicación comunidad

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Figura Nº 2: Distribución de la población de las comunidades

Fuente: Zamorano y Vergara (2002)

A partir de 1970, las comunidades han sufrido un fuerte proceso de migración; en el cual se identifican dos tipos de traslados: temporales y permanentes. Los primeros han sido gatillados por aspectos educacionales o laborales, y los segundos pueden ser campo-campo o campo-ciudad.

Debido a que no implican pérdida de la tierra, las migraciones por motivos educacionales y laborales son consideradas temporales; sin embargo, pueden generar impactos a mediano plazo, como la desvinculación de las personas con las labores del predio.

La migración educacional ha incrementado desde hace aproximadamente 15 años, debido a que niños y jóvenes tienen que asistir a internados en ciudades y pueblos cercanos, por el cierre de la escuela local. Ello responde actualmente a las mayores expectativas de los jóvenes, anteriormente, la enseñanza básica era la máxima aspiración, pues les permitía aprender a leer y escribir, expectativas que ahora son mucho mayores. Es por ello que actualmente el nivel educacional de las comunidades es muy bajo, principalmente en la población de edad más avan-zada; rango etáreo en el que también se concentra el analfabetismo (Figura Nº3).

Habitantes

Familias

Colegual Alto Pichilingue Total comunidades

100

80

60

40

20

0

49

13

41

11

90

24

Figura Nº3: Nivel educacional de los habitantes de Colegual Alto y Pichilingue

Fuente: Zamorano y Vergara (2002)

Sin educación

Básica incompleta

Básica completa

Media incompleta

Media completa

Superior incompleta

Superior completa

49

14

20 4

7

14

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La falta de empleo local y la necesidad de generar ingresos han provocado la migración laboral, que principalmente se evidencia en el período estival.

Las migraciones campo-campo y campo-cuidad son consideradas irreversibles, debido a que se pierde o disminuye la tierra en el proceso. En las comunidades se ha evidenciado la migración campo-campo y está asociada a la pérdida de productividad de las tierras cultivables y a la búsqueda de zonas más cercanas y con mejor accesibilidad a los centros urbanos, proceso que generalmente está asociado a familias de edad avanzada.

Pese a que las causas de la migración campo-ciudad son similares a las de la migración campo-campo –sumándose a esta última la falta de servicios básicos, como agua potable y luz eléctrica–, los impactos en el mediano y largo plazo son mayores, debido la pérdida total de la tierra (Tabla Nº1).

Es necesario considerar que estos procesos de migración no son aislados. Los resultados del Censo de 1992 muestran que la población rural de la X Región alcanzaba el 38,9%, mientras que en el año 2002 el porcentaje disminuyó a 34,4%. De igual forma, en el mismo período, el porcentaje de población rural a escala nacional se redujo de 16,5% a 14,4% (Congreso Nacional, 2002).

Las características geográficas de las comunidades han determinado un uso del suelo esencialmente forestal y ganadero, siendo la actividad agrícola míni-ma, destinada fundamentalmente al autoconsumo. Los ingresos de las familias

Tabla N°1: Resumen de impactos locales de la migración

Tipo demigración

Subtipo de migración

Causas locales Impactos positivosImpactosnegativos

Rango etáreo

Temporal

EducacionalCierre de la escuela local que impartía hasta sexto básico.

Aumento del nivel educacional.

Pérdida de vínculos con la tierra.

Niños y jóvenes

LaboralInexistencia o pocas expectativas de trabajo remunerado.

Aumento de ingresos.Pérdida de vínculos con la tierra.

Jóvenes y adultos

Permanente

Campo-campo

– Baja productividad de la tierra.– Disminución de recursos.– Aislamiento geográfico.

Mejora de la calidad de la tierra.

– Migración de tipo irreversible.– Disminución de la superficie de la tierra.

Adultos y ancianos

Campo-cuidad

– Falta de servicios básicos (agua potable, luz)– Aislamiento geográfico.– Disminución de recursos.– Baja productividad de la tierra.

Aumento de los ingresos a corto plazo por venta de tierras.

– Migración de tipo irreversible.– Pérdida de la tierra.– Dificultades para encontrar empleo.– Creación de anillos de pobreza en torno a las ciudades.

Adultos y ancianos

Fuente: Elaboración propia del autor.

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4 La línea de pobreza establece el ingreso mínimo, por persona, para cubrir el costo de una canasta mínima individual, para la satisfacción de las necesidades alimentarias y no alimentarias. Los hogares pobres son aquellos cuyos ingresos no alcanzan para satisfacer las necesidades básicas de sus miembros ($ 43.712 en zona urbana y $ 29.473 en zona rural). La diferencia de líneas de corte urbano y rural se deben a la distinta disponibilidad de ingresos monetarios en cada una (MIDEPLAN, 2003).

durante el período 2001-2002 provenían de pensiones o subsidios estatales, venta de ganado, ingresos extraprediales y venta de leña. Sus gastos se asocian a la alimentación del hogar, transporte y alimentación del ganado (Zamorano et al., 2002).

Durante el período 2001, el ingreso per cápita en las comunidades alcanzó los 21 mil 500 pesos (Zamorano, 2002). Si se comparan los ingresos con la línea de pobreza4 para las zonas rurales (29 mil 473 pesos), se puede establecer que las comunidades estarían bajo la línea de pobreza nacional.

La principal fuente de entradas para las familias de Colegual Alto ha sido la venta de ganado. Gran parte posee bovino, en menor proporción ovino, y en pocos casos ganado porcino y caprino. En las comunidades es muy común la mediería y el arriendo de terrenos a empresas forestales. La mediería consiste en el complemento entre propietarios que poseen terrenos aptos para la gana-dería y quienes poseen ganado; después de un tiempo, dependiendo del tipo de animal (vacuno u ovino) se reparten el ganado en partes iguales. El arriendo de predios a empresas forestales se realiza cuando las plantaciones alcanzan un tamaño en que los animales no pueden causarles daño (generalmente a partir del cuarto año).

En Pichilingue, la comercialización de productos forestales es la fuente de ingresos más importante para las familias. Los bosques utilizados para la pro-ducción de leña son del tipo forestal siempreverde, principalmente bosques adultos, existiendo también renovales de canelo (Drimys winteri). El principal producto es la leña, utilizándose preferentemente ulmo (Eucryphia cordifolia), tineo (Weinmannia trichosperma), tepa (Laureliopsis philippiana), mañío hembra (Saxegothaea conspicua), radal (Lomatia hirsuta) y canelo.

Los precios pagados por los intermediarios en los predios alcanzan los cua-tro mil (ulmo) y tres mil pesos (leña blanca) por metro estéreo. Posteriormente comercializan la leña en la ciudad de Valdivia, con un sobreprecio que alcanza 150% y 183%, respectivamente, del valor original.

Aspectos ambientales

En la comuna de Mariquina, los bosques nativos se concentran esencialmente en la Cordillera de la Costa (ver Figura N°4) y paulatinamente se ha direccionado un cambio de uso del suelo hacia plantaciones de especies exóticas. Actualmente, dicho proceso se verá fuertemente acelerado con la instalación y puesta en marcha de la planta Celulosa Valdivia, que necesitará anualmente del orden de 2 millones

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Figura Nº4: Mapa de uso del suelo en la comuna de San José de la Mariquina

240 mil m3/año de pino radiata y 563 mil m3/año de eucalipto, provenientes tanto de recursos propios como de adquisiciones a terceros (CONAMA, 2000).

Los bosques presentes en el sector de Colegual Alto y Pichilingue no han es-capado a esta realidad. El paisaje donde están insertas las comunidades ha sufrido constantes transformaciones, desde el inicio de la colonización. Estos cambios están asociados a dos causas: la habilitación de terrenos para la agricultura y ganadería, y la sustitución de bosque nativo por plantaciones de pino y eucalipto.

Con la llegada de los colonos al sector, aproximadamente en el año 1920, se inició un proceso de habilitación de terrenos para destinarlos a la agricultura y a la ganadería, debido a la inexistencia de praderas y terrenos cultivables. La habilitación fue realizada mediante la quema de grandes superficies de bosques. Al respecto, Quezada (1994) se refiere a la creciente población colonizadora de los sectores montañosos de la zona sur del país, que desmonta bosques para la agricultura y la ganadería de subsistencia, y que extrae los mejores árboles para venderlos para leña, pulpa o madera aserrable. En el caso de estas comunidades, dicho aprovechamiento comercial mencionado por Quezada no fue posible debido al impedimento para sacar los productos al mercado, ya que no existían caminos ni huellas en el sector.

Otro de los factores que ha provocado importantes cambios en el paisaje de la zona, ha sido la sustitución de bosques nativos por plantaciones de especies exóticas. En este ámbito, el principal impacto ambiental detectado por las comu-nidades es la disminución de la cantidad y calidad de las aguas en los esteros. Han observado, también, contaminación de aguas utilizadas para riego de hortalizas, y pérdida de colmenares, debido a la fumigación de plantaciones forestales.

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¿UN PROYECTO PARTICIPATIVO?

Como resultado del contacto de las comunidades de Colegual Alto y Pichilingue con la AIFBN, se abrió una nueva forma de enfrentar el manejo de los bosques nati-vos para la agrupación, a través del trabajo directo con pequeños propietarios.

Fue así como el año 2001 el Fondo Bosque Templado (WWF-CODEFF-FDLA)5 financió un proyecto orientado hacia el manejo y la comercialización de productos forestales. La iniciativa se transformaría en la primera experiencia de trabajo de la AIFBN con comunidades de base. Sin embargo, la inexperiencia en el trabajo con co-munidades y la falta de conocimientos acerca de metodologías participativas para la implementación de proyectos comunitarios, generó más bien un proyecto externo.

En la implementación no sólo bastó reflejar los problemas y buscar soluciones asociadas al manejo de los bosques y la comercialización de los productos, ya que el proyecto se vio debilitado en algunos aspectos de importancia, como es el empoderamiento de la comunidad. Pese a que existió un bajo grado de par-ticipación en la etapa de elaboración, en la implementación se utilizaron como base metodológica diagnósticos y seguimientos participativos, revirtiéndose en parte la deficiencia inicial. En este sentido, según Nilsson (1999), la participación de los miembros de la comunidad en un proyecto tiene básicamente dos pro-pósitos: obtener mejores resultados a corto y a largo plazo, y alcanzar un mayor desarrollo humano y una mejor distribución del poder.

Posteriormente, en el período 2001-2002, se postuló en dos ocasiones a pro-gramas de empleo gubernamentales, a través de la Corporación Nacional Forestal (CONAF). Fue en estos proyectos donde las comunidades se encargaron de la elabo-ración e implementación de las actividades en ellos propuestas: mantenciones al camino público, construcción y mantención de cercos, fabricación de invernaderos para el desarrollo de huertos familiares y edificación de un vivero.

Además, en el año 2002 se postuló a un segundo período de financiamiento del Fondo Bosque Templado (WWF-CODEFF). En esa ocasión el proyecto se cen-tró en el trabajo con tres productos: leña, carbón y follajes. Los objetivos y las actividades propuestas se elaboraron a través de metodologías participativas; generándose un proceso de mayor intervención de las bases, lo que permitió reflejar de mejor forma sus intereses y metas.

Durante ese período se trabajó en algunas propuestas tendientes a incorporar, de forma más activa, a las mujeres de la localidad en la generación de ingresos. En este tema se ha trabajado en la elaboración de un plan de trabajo junto al Programa Eco-Región Los Lagos Sustentable6 y Forestal Tornagaleones, con un

5 El Fondo Bosque Templado conformado, en el año 2001, por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el Comité Nacional Pro Defensa de la Flora y Fauna (CODEFF) y el Fondo de Las Américas (FDLA), financió durante ese año un proyecto para trabajar con las comunidades en el manejo y la conservación de sus bosques. Posteriormente, durante el período noviembre 2002 - octubre 2003, apoyó la continuidad del proyecto.

6 El programa Eco-Región Los Lagos Sustentable, es un consorcio de instituciones cuyo trabajo está ori-entado hacia la implementación de Agendas 21 locales, en comunas de la X Región. Está conformada por el Fondo de Las Américas (FDLA), el Centro de Estudios Agrarios y Ambientales (CEA), ONG Mawida, Unidad de Estudios Núcleo de la Universidad Austral y la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo (AIFBN).

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horizonte de tres años. Parte de la iniciativa contempla el apoyo para aumentar la superficie de invernaderos en la comunidad, como una de las primeras actividades por implementar. De esta forma, Forestal Tornagaleones comprará la producción de la comunidad, para abastecer sus campamentos forestales en la comuna.

GENERAR CONFIANZA Y CREDIBILIDAD: LA IMPORTANCIA DE LO “CONCRETO”

Los procesos de desarrollo rural tendientes a generar cambios positivos en la rela-ción de los colonos con su medio ambiente deben ser, por una parte, asumidos por las comunidades locales y, por otra, apoyados externamente. El respaldo externo se debe reflejar en un adecuado proceso de transferencia técnica, que genere un aumento del conocimiento local, que permita a las comunidades manejar sus recursos en forma adecuada, conocer las diversas funciones que cumplen los bosques nativos y, en el caso de realizar venta de productos, conocer los precios de mercado y las vías de comercialización, entre otros.

Sin embargo, todo apoyo externo no basta si el proceso no se traduce en actividades concretas, esencialmente vinculadas a mejoras económicas. El concre-tizar en un proyecto actividades de esta índole, es considerado como un impulso esencial para generar confianza e interés, lo que a su vez conlleva a aumentar los niveles de participación. Desde el punto de vista de las comunidades, lo “concreto” está relacionado con los resultados de un proceso y no con el proceso en sí.

En el proceso con las comunidades se identificaron algunas actividades “concretas”, que han permitido aumentar los niveles de confianza e impulsar las demás líneas de trabajo. Estas actividades fueron:— Programa de absorción de mano de obra gubernamental. La gestión de este

programa permitió definir e implementar actividades propuestas por las comu-nidades. El programa se implementó desde abril a diciembre de 2001 y desde julio a septiembre de 2002, y contrató a 18 jefes de familia, respectivamente.

— Apoyo para solucionar problemas de accesibilidad. El estado del camino de acceso a las comunidades siempre ha sido identificado como el problema principal y una de las causas fundamentales de aislamiento. Actualmente, y después de mucho tiempo, la municipalidad de Mariquina ha estabilizado los primeros 10 km de la ruta.

— Aumento del precio de la leña. Otro de los grandes problemas presentes en las localidades, es la dependencia de los intermediarios para la comercialización de sus productos, como en el caso de la leña. Sin embargo, a través del apoyo a la comercialización, actualmente se obtienen precios superiores en aproxi-madamente 75% a los pagados por los intermediarios en los predios.

— Construcción de hornos de ladrillo. A partir de giras y visitas realizadas a otras comunidades se identificaron nuevas actividades productivas, factibles de ser desarrolladas, como la producción de carbón en hornos portátiles. De esta forma y mediante el cofinanciamiento de Ford Motor Company y el Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED) del gobierno de Alemania, se construyeron cuatro hornos de ladrillo.

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Desde el año 2000 se han concretado diversas actividades, destacando las men-cionadas por producir un impulso a la autogestión de las comunidades. Esto ha permitido avanzar en otros temas, como el manejo de los bosques, la imple-mentación de propuestas de manejo para productos forestales no madereros, la forestación de praderas y matorrales, todo lo cual se ha complementado con múltiples actividades de capacitación.

ÁREAS DE TRABAJO RECURSOS FORESTALES

En el sur de Chile, cada comunidad tiene distintas percepciones respecto de los bosques nativos, y que en parte reflejan su relación histórica con los recursos forestales. Esta apreciación pasa también por comprender las funciones que cum-plen los bosques. Para entender dicha percepción, durante el período 2001-2002 se realizaron encuestas semiestructuradas a 16 familias de las comunidades.

A partir del análisis de la información, se concluyó que existía un amplio entendimiento acerca de la función maderera de los bosques (100% de los entrevistados); el 62% de los encuestados comprendía que, además, cumplían una función de resguardo para las especies animales y vegetales. Una menor proporción los relacionó con la producción de bienes no maderables (38%) y de agua (31%). Muy pocos los vincularon con la protección de los suelos (8%); y no se les asocia, por ejemplo, con la regulación de la temperatura terrestre (0%).

Las conclusiones de este estudio hicieron necesario reforzar, mediante ca-pacitaciones, ciertos conceptos, y clarificar las funciones de los bosques nativos, para que sea posible compatibilizar la producción con la conservación.

Considerando estos aspectos, las comunidades han trabajado en la imple-mentación de una serie de propuestas, asociadas a la utilización sustentable de sus bosques; entre ellas, la producción y comercialización de productos forestales madereros, y la forestación y reproducción de especies nativas y exóticas.

Producción y comercialización de productos forestales madereros

Los boques nativos de las comunidades de Colegual Alto y Pichilingue alcanzan aproximadamente las 800 hectáreas, correspondientes al tipo forestal siem-preverde. Gran parte son adultos (80% de la superficie aprox.), los restantes corresponden a renovales. Estos bosques han sido históricamente floreados –es decir, se han intervenido para extraer los árboles de mejor calidad maderera– y como resultado de ello, actualmente el principal producto es la leña. Destacan por su mayor proporción especies como mañío hembra, canelo, tepa, ulmo, tineo, radal, trevo (Dasyphillum diacanthoides), luma (Amomyrtus luma) y meli (Amomyrtus meli).

Las comunidades han contado con asesoría para el manejo de sus bosques y la presentación de planes de manejo, mediante capacitación en manejo forestal,

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marcaciones participativas técnico-propietario7 y discusiones sobre el tema. Actualmente, debido a la existencia de información precisa respecto de los cre-cimientos de los bosques, es posible determinar las tasas de crecimientos anuales, es decir, cuántos metros cúbicos por hectárea de madera producen los bosques de las comunidades. La información de terreno fue levantada por alumnos en práctica profesional de la carrera de Ingeniería Forestal de la Universidad de Chile y de la Universidad Austral de Chile, durante el período estival del año 2001 y 2002, respectivamente, además, por un tesista de la Universidad Austral de Chile en el año 2002.

Según las estimaciones de crecimiento, los bosques adultos de las comunida-des tienen una tasa de incremento anual promedio de 4 m³/ha. En el caso de ulmo, tepa y renovales de canelo, ubicados en el sector Colegual Alto, los incrementos alcanzan los 0,44, 2,9 y 10,7 m³/año, respectivamente (Zamorano, 2002).

De esta forma, paulatinamente se ha ido modificando la manera de intervenir los bosques de la comunidad. Otro de los cambios se relaciona con la protección de sectores intervenidos, en los cuales se cercará para resguardar la regeneración natural. Además, algunos han optado por el enriquecimiento, mediante la fores-tación con especies nativas.

Estas actividades nunca se habían realizado en las localidades, es por ello que cada una constituye un cambio en la forma de interactuar con los recursos. Su adopción responde a tres razones: la posibilidad de acceder a un mejor mercado, la disponibilidad de recursos forestales a futuro y un mayor entendimiento acerca de la multifuncionalidad de los bosques nativos.

Actualmente, las comunidades participan en el proyecto “Sistema de Certi-ficación para el Uso Sustentable de la Leña en Valdivia”8. Mediante la iniciativa, se ha dado continuidad a la asistencia técnica para el manejo de los bosques y apoyo en la comercialización de sus productos.

Por otra parte, históricamente la producción de carbón se realizaba a la intem-perie, en los llamados “monos”: estructuras de leña tapadas con helechos, pastos y barro. El antiguo sistema generaba un bajo rendimiento, una menor calidad del carbón y necesitaba mucho tiempo para su elaboración (incluso, requiere cuidados nocturnos). En general, se dedicaba mucho trabajo para obtener muy poco producto, lo que generó que numerosas familias dejaran de producirlo9.

7 El manejo de los bosques nativos de pequeños propietarios requiere de un especial cuidado, porque en su ejecución se debe realizar un proceso de transferencia técnica adecuada que permita entender a cabalidad al propietario las intervenciones que se están desarrollando en sus bosques. Es por ello que el manejo de los bosques se debe desarrollar con la participación activa del propietario, siendo una etapa crucial, la marcación de los árboles.

8 Proyecto ejecutado por la AIFBN y financiado por Fundación Avina (período 2004-2006).9 La Sra. Corina Tripailaf graficó el cambio que la nueva tecnología ha significado en las comunidades:

“tenemos ahora invernaderos y viveros, en donde vamos a seguir plantando nativo, que es nuestro futuro. ¡Y ahora tenemos los hornos! Dése cuenta cómo era antes para los pobres hombres... cuidarlo, echarle tierra. ¡Ahora es un tremendo alivio que tienen los hombres! Pero, levantarse dos o tres veces en la noche, para ir a mirar el mono de carbón, para poder tener un par de pesos. Ayer prendieron ese horno (el nuevo), y en la noche durmieron tranquilitos”.

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La propuesta de elaboración de carbón en hornos de ladrillo, nació a partir de visitas realizadas a otras comunidades que trabajan con hornos portátiles. Actualmente existen cuatro hornos de ladrillo en las comunidades y una bodega para el almacenamiento del carbón. La nueva tecnología servirá para disminuir el tiempo dedicado a la producción, dar un mayor valor agregado a la leña y diversificar los productos a comercializar.

Forestación y reproducción de especies nativas y exóticas

Considerando que el paisaje que domina el sector donde se ubican las comuni-dades está asociado a plantaciones de especies exóticas, era difícil entender –por parte de los lugareños– la existencia de plantaciones con árboles nativos.

El interés de las familias por la forestación con especies nativas surgió a partir de visitas realizadas a ensayos de plantaciones en el predio Las Palmas, ubicado en Valdivia y perteneciente a la Universidad Austral de Chile. Las mujeres que asistieron se interesaron en la forestación con avellano (Gevuina avellana), mientras que los hombres se inclinaron por especies maderables, como roble (Nothofagus oblicua), raulí (Nothofagus alpina) y coigüe (Nothofagus dombeyi). En este sentido, es muy común observar estas relaciones de género en el manejo de los recursos forestales maderables y no maderables.

La iniciativa se concretó el año 2002, mediante la plantación de avellano en dos propiedades, y de coigüe y ulmo en otras dos. El 2004 se realizaron planta-ciones de coigüe en una propiedad. Durante el período 2002-2004, la superficie de plantaciones de especies nativas alcanzó las 4,7 hectáreas. Si bien la superficie de nativo es baja, se trata de la primera experiencia de forestación con estas especies en el sector, pudiendo transformarse en un efecto multiplicador, en el mediano y largo plazo, si se obtienen buenos resultados.

El interés demostrado en la forestación con especies nativas permitió esta-blecer un convenio, el año 2002, con un proyecto del Instituto de Silvicultura de la Universidad Austral de Chile10, mediante el cual se establecieron ensayos de plantaciones de nativo en predios de propietarios de las comunidades, para ser medidos durante un período de tres años.

En el caso del avellano, la forestación se realizó mediante créditos de enla-ce, a través del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP). Las plantaciones llevadas a cabo el año 2004 se efectuaron con apoyo de Forestal Tornagaleones e insertas en el plan de trabajo que se está elaborando.

DESAFÍOS PENDIENTES

Son múltiples los desafíos pendientes, todos ellos tendientes a generar autogestión de las comunidades en el manejo y comercialización de sus recursos forestales. En este contexto, destacan por su importancia los siguientes retos:

10 Proyecto FONDEF D01I155, Instituto de Silvicultura, Universidad Austral de Chile.

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Proceso de comercialización. La comercialización directa, evitándose la venta a intermediarios en los predios, ha permitido aumentar los precios de los pro-ductos forestales. Sin embargo, el manejo de información, la búsqueda de nuevos mercados y la capacidad de negociación, son aspectos operativos de la comercialización que las comunidades aún no manejan totalmente. En la actualidad, el aumento en 75% de los precios para la leña, obedece a un proceso de apoyo externo, a través de la asesoría de la AIFBN. En este sentido, la misión es poder establecer un mecanismo que permita a las comunidades mantener los aumentos de los precios, sin la dependencia de una institución externa.

Trabajo interinstitucional y formación de redes. Las comunidades de Colegual Alto y Pichilingue están elaborando e implementando un programa de desarrollo local empresa-comunidad, a tres años, junto a Forestal Tornagaleones y el Programa Ecorregión Los Lagos Sustentable. Su implementación depende en gran medida del logro de una capacidad organizativa de las comunidades, que les permita enfrentar dicho desafío.

Ordenamiento predial. En las comunidades se ha avanzado bastante en lo con-cerniente al manejo forestal; las familias realizan intervenciones cada vez con menores impactos negativos, debido a un mayor conocimiento y asesoría técnica. En este contexto, a través del proyecto “Sistema de Certificación para el Uso Sustentable de la Leña en Valdivia”, se está trabajando en la ordenación forestal de los predios, es decir, la ordenación de los bosques para la continua producción de bienes y servicios, sectorizando las zonas de producción anual. Sin embargo, la meta es poder llegar a establecer orde-namientos prediales, en otras palabras, llevar el ordenamiento a las distintas actividades productivas del predio, considerando las potencialidades del suelo y sus restricciones de uso.

La implementación de ordenamientos prediales permitirá alcanzar las bases para la sustentabilidad ambiental de los predios y, de esta forma, acercarse a la sustentabilidad de sectores rurales. No obstante, es necesario considerar que se trata sólo de una herramienta de planificación y como tal depende del contexto en el cual se aplica.

Capital social11. Finalmente, un aspecto fundamental para el manejo de recursos naturales en pequeñas propiedades es la generación de capital social local; entendiéndose a grandes rasgos como la creación de capacidades personales e institucionales, tendientes a producir e impulsar desarrollo local. De esta forma, las comunidades podrán llevar en sus manos un proceso que les permitirá mejorar su calidad de vida y las condiciones de permanencia en el sector.

11 El capital social es un concepto que ha venido generando creciente interés en el tiempo. Se empleó por primera vez en 1916, por una supervisora estatal de escuelas rurales en Virginia del Oeste (EE.UU.), quien utilizó la expresión capital social para referirse a la importancia que tenía el involucramiento comunitario

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LECCIONES APRENDIDAS

Durante el período de trabajo junto a las comunidades de Colegual Alto y Pichi-lingue ha sido posible identificar algunos temas o lecciones aprendidas. Como parte de un proceso de aprendizaje, estos temas son muy variados y responden a una visión que busca evidenciar las fallas o aciertos que entorpecen o facilitan los procesos de desarrollo rural.

Período de financiamiento. Sin lugar a dudas, los procesos tendientes a generar desarrollo rural son de mediano a largo plazo. En este sentido se da una inconsis-tencia con la mayoría de los programas y fuentes de financiamiento destinadas a estos temas, debido a que por lo general su aporte es por un período menor o igual a un año.

Compatibilizar la producción con la conservación. Uno de los aspectos fun-damentales en el manejo de recursos forestales en pequeñas propiedades, es la búsqueda de un equilibrio entre la producción forestal, la generación de ingresos prediales y la conservación de los ecosistemas naturales. Este concepto se enmarca dentro de un proceso más amplio de desarrollo sustentable, que busca un justo equilibrio entre los aspectos sociales, económicos y ambientales. En este sentido, es necesario crear conciencia en los propietarios de recursos forestales nativos acerca de la importancia de los ecosistemas forestales, que muchas veces va más allá de su valor maderero o comercial.

Procesos de aprendizaje comunitario. Un aspecto importante del proceso de aprendizaje comunitario es la forma mediante la cual se transmite un “mensaje”. En este sentido, los mejores resultados, en cuanto a transferencia técnica, se han obtenido a través de conocimientos adquiridos a través de giras o visitas a otras experiencias. De esta forma, para agrupaciones rurales, el “aprender mediante el ejemplo” resulta una alternativa bastante eficiente.

Investigación-acción e investigación participativa. Un adecuado apoyo técnico para comunidades rurales debe basarse en un apropiado proceso de investigación, que implique su participación. En este sentido, muchas actividades realizadas en terreno pueden y deben ser realizadas en conjunto con los habitantes de las localidades. Esto genera en ellos un mayor entendimiento de las labores de los técnicos en terreno. Es en esos momentos cuando se pueden complementar las actividades con capacitaciones informales.

Organización comunitaria. Un punto de gran importancia para el manejo de recursos forestales y la implementación de planes de desarrollo comunita-

en la mejora del nivel educativo de los colegios de las zonas rurales. En sus diversas definiciones, fue James Coleman quien sostuvo que el capital social consiste en recursos insertos en la estructura de las relaciones sociales (Millan et al., 2004). Según Herreros (2002), capital social es entendido como recursos -obligaciones de reciprocidad e información- derivados de la pertenencia a redes sociales. Por otra parte y siguiendo a Putnam et al., (1994), el capital social se refiere a las características de organización social tales como la confianza, las normas y redes, que pueden mejorar la eficiencia de la sociedad mediante la facilitación de las acciones coordinadas. Finalmente, según Lin (2001), el capital social es concebido como un activo social generado por las conexiones entre actores y constituido por recursos de los que se carece, que otros poseen y a los que se puede acceder porque quien los posee desea.

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rio, es la capacidad de las comunidades para llevar a cabo dicho proceso. Este requiere una organización de base sólida, en la cual los comuneros tengan roles y participación clara.

Identificación y fortalecimiento de líderes comunitarios. Una dimensión fun-damental, y que es parte de la organización comunitaria, es contar con líderes capaces de dirigir internamente los procesos de desarrollo. Cuando existan líderes posicionados en la comunidad, deben ser apoyados y fortalecidos en diversos temas. En el caso que no sean fácilmente identificables, es prudente que los organismos de apoyo externo no los impongan o propongan.

Procesos de articulación. Es necesario que las comunidades conozcan las funciones que cumplen cada uno de los organismos públicos y privados, para que se interrelacionen informadamente con las diferentes organizaciones e instituciones de injerencia local (municipalidad, ONG’S, servicios públicos, universidades, entre otras). En este sentido, mediante la articulación se debe buscar potenciar los procesos de desarrollo rural.

Visión multidisciplinaria. Cuando se plantean procesos de desarrollo co-munitario, es necesario generar una visión multidisciplinaria. En este sentido, no sólo basta una mirada técnica para solucionar un problema o la puesta en marcha de alguna propuesta, es necesario considerar –como en el desarrollo sustentable– por lo menos aspectos sociales, económicos y ambientales, y para ello es preciso contar con distintos tipos de profesionales, que puedan generar esa visión.

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Extensión forestal participativa: una metodología para la prácticaJÖRG WITTE

INTRODUCCIÓN

Los pequeños y medianos propietarios del sur de Chile representan un sec-tor significativo con bosque nativo. La mayoría de estos recursos han sido intervenidos en los últimos 100 años, mediante prácticas destructivas y sin técnicas de manejo. Como consecuencia, muchos predios se encuentran en una situación complicada: el bosque nativo, que significa todavía para numerosos campesinos una fuente de ingresos importante, está desapare-ciendo. Casi no quedan árboles de buena calidad, falta regeneración natural, y muchos árboles viejos (remanentes), que conforman el típico paisaje del sur, sólo sirven como leña.

Para modificar esta situación, hace diez años se inició un proyecto de co-operación forestal bilateral entre Chile y Alemania: el Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo (PCMSBN), de la Corporación Nacional Forestal (CONAF), el Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED), la Agencia Alemana de Cooperación Técnica (GTZ) y el Instituto de Crédito para la Reconstrucción (KfW). La iniciativa se generó con la intención de ayudar a las familias campesinas a manejar sus bosques, adecuada y sustentablemente en el tiempo, y con el fin de cambiar conductas en las personas para terminar con la destrucción del bosque nativo. Para lograr realmente un impacto, se incorporó al trabajo un enfoque de Extensión Forestal Participativa, buscando mejorar la participación de las familias rurales en todas las actividades forestales.

¿QUÉ ES LA EXTENSIÓN FORESTAL PARTICIPATIVA?

Con el surgimiento de la preocupación por la degradación de los bosques, muchos países, en las últimas décadas, aplicaron legislaciones forestales, para terminar con la destrucción y promover la sustentabilidad de sus recursos nativos. No obstante, con los años, los servicios forestales estatales se dieron cuenta de que la sola existencia de leyes no era suficiente, principalmente en terrenos privados, en los que se encuentra una importante superficie de bosque y donde todavía surgen problemas de cortas ilegales y manejos inadecuados.

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Para enfrentar esta situación, los servicios forestales aumentaron el personal en terreno, dedicados al trabajo directo con los propietarios. Surgieron enton-ces una serie de preguntas: ¿Cómo y de qué manera se puede trabajar con la gente?, ¿cómo se puede lograr un impacto para cambiar conductas en las per-sonas, respecto al manejo sustentable de los bosques? En ese contexto surgió la idea de mejorar el trabajo entre el forestal y la familia rural, incluyendo una extensión forestal.

La extensión forestal participativa –que nació en la década de 1980– se refiere a una estrecha labor conjunta entre forestal y propietario. Se entiende hoy como un proceso facilitador que las poblaciones rurales logren mejorar su nivel de vida mediante un manejo sustentable de los recursos forestales. La manera de hacer una extensión “exitosa” debe considerar diferentes principios, como por ejemplo: un enfoque de trabajo participativo y horizontal entre el asesor y el destinatario; valorizar las tradiciones y los conocimientos que las poblaciones rurales poseen acerca de su realidad; tener en cuenta la dimensión cultural y económica en que éstas viven; propiciar el cambio en las poblacio-nes rurales para que se conviertan en protagonistas de sus acciones, que sean sustentables en el tiempo y, finalmente, considerar el trabajo como un proceso que necesita su tiempo.

Además de los principios, es importante contemplar otros aspectos, como: componentes, métodos y medios. Los componentes más importantes son: sensibi-lización de las personas, capacitación en diferentes temáticas, asesoramiento por parte del forestal en temas netamente técnicos; enseñanza o educación familiar en aspectos generales del medio ambiente; y una investigación-acción entre forestal y destinatario, a través de la cual buscan en conjunto soluciones a problemas suscitados en el predio. Los componentes se deberían acompañar con métodos adecuados, enriquecidos por elementos metodológicos e innovadores, que faciliten el trabajo entre el forestal y la familia campesina (charlas, días de bosque, etc.); y de medios, que son los “canales” para transmitir mensajes, entre los que se destacan: materiales didáctico-informativos en forma de rotafolios, rodelas de crecimiento, semillas, folletos, entre otros.

Considerando los argumentos mencionados, se puede hablar de una extensión forestal participativa “ideal”, con la cual se espera llegar a un mayor compromiso por parte de las comunidades rurales y, por ende, lograr un mejor impacto que con los enfoques tradicionales del pasado.

PROYECTOS FORESTALES Y LA REALIDAD CAMPESINA

Una extensión forestal “ideal”, como la descrita anteriormente, siempre enfrenta en la práctica algunos obstáculos o problemas, que generalmente resultan del encuentro de dos realidades distintas: por un lado, los proyectos o programas forestales, que deben funcionar sobre la base de objetivos o metas y, por otro, la realidad campesina, con intereses y necesidades que muchas veces no coinciden en un cien por ciento con los objetivos forestales propuestos.

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Los programas o proyectos forestales normalmente funcionan sobre la base de cumplir objetivos y metas, las que están orientadas a resultados cuantitativos. Estos resultados pueden ser: el número de participantes en la iniciativa, la can-tidad de árboles plantados o superficies con raleo, reforestaciones o incentivos. Un tema que no se considera durante el funcionamiento de un proyecto es el cambio de conducta de los participantes, quienes en el futuro trabajarán sus recursos. Este importante aspecto normalmente no se incorpora por la dificultad que implica contestar preguntas referentes al impacto de una sensibilización y/o capacitación de los participantes, en temas como el manejo sustentable de los recursos forestales, debido a que no es cuantificable o a lo menos es difícil de averiguar.

Del otro lado están las familias rurales, quienes viven en su “misma realidad campesina”, con una economía y un ritmo de vida muy distinto al de quienes vienen de la ciudad. Por lo anterior, se hace necesario conocer la idiosincrasia campesina, la que generalmente se caracteriza por tener un bajo nivel de edu-cación, donde muchas veces prima el carácter individualista y reina todavía la mentalidad agrícola y ganadera, con inversiones a corto plazo, dificultando el convencimiento para hacer proyecciones a mediano y largo plazo, si hablamos de manejar el bosque nativo.

Otro punto muy importante que se debe considerar, es que el bosque se en-cuentra en manos del propietario y su familia, y que ellos decidirán cómo manejarlo en el futuro. Este punto es muy delicado y crucial al momento de trabajar con el propietario, quien nunca debe sentirse presionado por imposiciones del extensio-nista (lo que ha sido causa, en el pasado, del fracaso de muchos proyectos).

En conformidad a lo señalado, es necesario buscar una forma de integrar la extensión forestal participativa “ideal” bajo algunos obstáculos, para alcanzar una extensión forestal participativa “real” que llegue al campesinado, conciliando el trabajo entre éste y el forestal. Reunir las dos realidades para lograr un excelente trabajo y convertir a las poblaciones rurales en protagonistas de sus acciones, bajo el criterio del manejo sustentable, es la gran tarea en una extensión forestal participativa.

El siguiente es un ejemplo de la aplicación de la extensión forestal parti-cipativa en el marco del PCMSBN, desarrollado en las comunas de Fresia y Los Muermos, en la provincia de Llanquihue, X Región.

LA EXTENSIÓN FORESTAL PARTICIPATIVA: UN EJEMPLO PRÁCTICO

Como otros proyectos, el PCMSBN trabaja con objetivos y metas. Su objetivo su-perior es lograr la conservación del bosque nativo a través de la introducción de formas de manejo sustentables y contribuir, al mismo tiempo, al desarrollo eco-nómico sustentable de las poblaciones rurales. En él trabajan forestales, llamados extensionistas, quienes tienen la tarea de lograr las metas por medio de diferentes actividades forestales. Para que el trabajo entre el forestal y el propietario sea fructífero para ambos, se incorporó en el proyecto la extensión forestal partici-

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pativa. La idea principal es que la población rural se involucre activamente en todas las actividades forestales a desarrollar y se convierta en actor del manejo adecuado de sus bosques nativos, para lograr así la conservación de este recurso. Modificar conductas y generar conocimientos acerca de un manejo adecuado, es la principal meta; una tarea bastante grande y ambiciosa, considerando la reali-dad campesina. La gran diferencia entre el PCMSBN y otros proyectos forestales,

Los equipos del Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo de laprovincia de Llanquihue, X Región, usan rotafolios, conjuntos de fotografía y folleto en el

trabajo de extensión (Foto: Petra Wilken).

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radica en que en el primero se invierte mucho más tiempo en el trabajo con cada destinatario, al considerar todos los argumentos de la extensión participativa mencionados arriba, para que sea sustentable en el tiempo.

Incorporación de la extensión en la práctica del PCMSBN

El trabajo de los extensionistas se concentra en seis actividades principales, las que se deben realizar según el objetivo del proyecto. Ellas son: contacto ini-cial, plan de ordenación, manejo de renovales, manejo de bosque adulto con regeneración natural, enriquecimiento y/o reforestación de bosque degradado, comercialización y educación familiar.

Contacto inicial

El diagnóstico o contacto inicial es una primera sensibilización acerca del tipo de trabajo que realizarán, en conjunto, el extensionista forestal y el propietario. Su objetivo es crear conciencia sobre la importancia de conservar y manejar las masas boscosas nativas existentes en los predios, socializar aspiraciones futuras en el tema forestal y consensuar una línea de acción.

El método para realizar el diagnóstico es un taller participativo, orientado a organizaciones campesinas, como también a juntas de vecinos, agrupaciones de agricultores o personas que viven en un sector. El taller se debe realizar de manera interesante, didáctica y con herramientas sencillas, para que sea comprensible para todos los participantes; siendo también importante la visualización de la información. El éxito de la actividad depende mucho de su preparación y de la voluntad del extensionista de realizarla lo más participativa posible.

Finalizado el primer contacto, los potenciales beneficiarios se encuentran en su predio con el extensionista, donde éste comprueba lo dicho por el propietario en la sala. En esta primera visita predial se solicita al campesino que muestre en forma general sus deslindes, para luego recorrer las áreas en las cuales desea trabajar, identificando las principales situaciones o tipos de bosque. Es importante observar posibles intervenciones existentes, ya que ellas darán una visión de la forma de trabajar del propietario, para adoptar a futuro el “grado de esfuerzo” que se deberá aplicar en la capacitación, para que ésta sea fructífera.

Durante el recorrido, el extensionista debe perseguir la unificación de criterios entre lo que quiere hacer el campesino v/s lo que permite el recurso boscoso y la legislación, así como los posibles incentivos a realizar, dependiendo del tipo de bosque.

El principal medio que se utiliza en esta fase es la carpeta de fotos, que con-siste en un conjunto de imágenes de las actividades a efectuar en el proyecto, ya ejecutadas en otros sectores, como raleos en renovales, reforestaciones en bosques degradados o pequeños proyectos productivos. Otra alternativa para mostrar acciones es un video, que se puede usar para dar a conocer la iniciativa y sus labores. La desventaja de este medio es que muchas veces resulta com-

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plicado trasladar el equipo necesario o no existe energía eléctrica en el campo. Al final de la visita, se entrega a cada uno de los participantes un folleto con la información básica del día.

El plan de manejo

El objetivo de esta fase de trabajo es la elaboración y posterior entrega del plan de manejo, junto con explicar al propietario la importancia de este documento, a través de una capacitación. El plan de manejo es un estudio técnico-legal, acorde con la legislación vigente, que regula el uso sostenido de los recursos forestales. Este estudio comprende pautas de manejo que nos permiten extraer productos del bosque, mejorarlo y hacerlo crecer. Para la mayoría de los campesinos el plan de manejo es un “permiso de corta”, que los faculta para trabajar tranquilos y vender sus productos con la debida guía de transporte. Es importante recalcar a los pro-pietarios que el bosque es un recurso productivo renovable, que puede producir eternamente si se respetan las especificaciones técnicas del plan de manejo.

La elaboración de este documento tiene dos etapas. La primera es un trabajo técnico del forestal, sin participación directa del propietario, cuyos pasos principa-les son: obtener información cartográfica del predio; realizar el recorrido predial, para averiguar los deslindes de los rodales y realizar la rodalización (en la cual se divide la masa boscosa del predio, según tipos de bosque y edad). Con el muestreo empieza la segunda etapa, en la cual se puede comenzar a capacitar al propietario, para familiarizarlo con los conceptos forestales y el orden lógico que se sigue en la elaboración de un plan de manejo. En esta última fase, lo más importante es que el dueño del predio se sienta parte del trabajo que se está realizando.

Cuando se han identificado todos los rodales, el extensionista en conjunto con el propietario planifican las posibles actividades a realizar en cada rodal (principalmente tipo de corta, productos a extraer, vías de saca y factibilidad de entregar incentivos al manejo). En esta fase el propietario puede aprender, por ejemplo: qué es un rodal, en qué consiste la rodalización y para qué sirve. Para lograr un mejor entendimiento se dibuja un croquis del predio, en el que el propietario tenga a la vista los sectores a trabajar. Las ortofotos ayudan en identificar límites para definir los sectores o rodales.

Manejo de renovales

Dentro de la pequeña propiedad existen áreas cubiertas por renovales, originados principalmente por roces antiguos o sectores de uso agrícola y ganadero aban-donados. Generalmente, los propietarios no intervienen estos bosques jóvenes, ya que el costo del manejo es elevado y los productos a extraer son económica-mente poco atractivos (leña broza, de escaso valor comercial). No obstante, los renovales son muy importantes para el futuro y el campesino debe saber que a través de un buen manejo, con técnicas adecuadas, mejorará la calidad de su bosque y tendrá, en el mediano plazo, productos de mayor valor comercial.

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El PCMSBN ha incorporado un incentivo al manejo de renovales, que consiste en un monto de dinero destinado a cubrir parte de los costos originados por esta actividad.

En esta fase el extensionista ayuda al propietario a manejar sus renovales (raleo), con el objetivo de capacitarlo en la aplicación de técnicas adecuadas, para asegurar su uso en el futuro y la mejor productividad del recurso. El ma-nejo de renovales es una muy buena opción para que el extensionista apoye al propietario con asistencia técnica y capacitación, dando a conocer cuándo, cómo y por qué hacer un raleo.

El trabajo en conjunto empieza generalmente con una charla teórica, en la que se utiliza material visual como rotafolios. Éstos son conjuntos de láminas plastificadas, de 80 x 130 cm, en las cuales se ejemplifican gráficamente temá-ticas generales y particulares del trabajo en el bosque. En el tema del raleo son importantes las láminas que explican las características de un árbol de buena calidad v/s un árbol de mala calidad, y que muestran la diferencia gráfica entre un renoval sin intervención y otro manejado.

Después de la charla teórica viene el trabajo en el bosque, en donde el pro-pietario debe practicar lo explicado. Se trabaja en una parcela guía, de aproxi-madamente 20 x 20 m, en la cual se realiza, en primer lugar, una marcación con pintura, y luego la corta de los árboles seleccionados. La idea es analizar cada árbol según sus características (fuste, copa, enfermedad, distancia, entre otras), con la finalidad que el campesino capte la diferencia entre los distintos árboles y elija correctamente al momento del raleo. El fin de la capacitación es que el propietario pueda trabajar solo, aun cuando cuente con la ayuda del extensionista, cada vez que sea necesario. Es muy importante un buen acompañamiento al propietario durante su labor forestal, para capacitarlo en el manejo adecuado de sus renovales.

Manejo de bosque adulto con regeneración natural, enriquecimiento y/o reforestación de bosque degradado

Los bosques nativos adultos se encuentran generalmente en mal estado, degrada-dos y con escasa o nula regeneración natural. La tarea del extensionista es ayudar al propietario a manejar adecuadamente su bosque y la regeneración.

El principal objetivo del dueño al intervenir su bosque es obtener ingresos económicos, dejando de lado el tema del manejo y el mejoramiento del recurso forestal. Con una buena extensión se trata de lograr algunos cambios, para lo cual se utilizan distintos métodos, apoyados con los medios más adecuados para cada situación, lo que será explicado más adelante.

El pago de incentivos a las actividades de manejo es una herramienta que sirve de estímulo al campesino para la regeneración de su bosque degradado. El estímulo consiste en un monto de dinero, destinado a la adquisición de los insu-mos necesarios para proteger o enriquecer la regeneración natural o reforestar bosques degradados.

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La capacitación de los propietarios en el manejo de bosque adulto consiste, principalmente, en elegir y marcar en conjunto los árboles a sacar. Se dan a conocer las diferentes posibilidades de manejo existentes, adecuadas a los dis-tintos tipos de bosques, y que evitan su deterioro al aplicarse correctamente. La actividad es realizada en conjunto por el extensionista y el o los dueños. A modo de ejemplo se elige un sector donde se marcan los árboles con pintura roja en spray, en forma de un punto en dos lados del árbol, lo que después facilita la visibilidad para hacer la corta. El propietario ejecuta la faena con supervisión y ayuda del extensionista. Una vez intervenido el bosque, es necesario realizar actividades relacionadas con su regeneración, que puede ser natural o comple-mentada mediante plantación.

Los métodos y medios de capacitación se diseñan para el manejo y las activi-dades de regeneración. Los métodos son charlas individuales o grupales en días de bosque, para intercambiar experiencias e ideas y ver ejemplos positivos. Los medios de apoyo utilizados son parcelas demostrativas, rodelas de crecimiento, rotafolios, conjuntos de fotografías y folletos.

Los tipos de repoblamiento o formas de regenerar el bosque, utilizados por el PCMSBN, son: regeneración natural, enriquecimiento y reforestación en bosques degradados. Estas actividades son temas nuevos para los propietarios, por lo cual la capacitación debe ser lo más eficaz y eficiente posible.

La regeneración natural se realiza cuando el bosque se ha restablecido en forma natural, para lo cual el área o sector debe cumplir ciertas condiciones. Por medio de la instalación de un cerco se protege la regeneración del posible daño que pudiesen causarle el ganado. La capacitación se efectúa en relación con las formas en que naturalmente se puede regenerar el bosque, por ejemplo: elección de árboles semilleros a dejar, ordenamiento de los residuos de la explotación, preparación del terreno, etc. Según estudios recientes, los vacunos siguen siendo el problema más grande para las plantaciones.

El enriquecimiento y la reforestación se caracterizan por la acción de plantar dentro del bosque, actividad que muchas veces es nueva para los campesinos. La diferencia entre ambos métodos radica en el grado de degradación del bosque y, por lo tanto, en el número de plantas utilizadas. La capacitación se enfoca a la elección de la planta, la especie, el almacenamiento, la forma de plantar adecuadamente, etc. Esta capacitación es muy importante, ya que el éxito del nuevo establecimiento dependerá de ella.

Comercialización

La comercialización de los productos que salen de la pequeña propiedad es complicada. Esto se produce por varios factores: en su mayoría se trata de bos-ques degradados con productos de baja calidad, hay pocos recursos, problemas de accesibilidad, distancia hacia los mercados, falta de información en general, entre otros. No obstante, el tema es importante y necesita más esfuerzo. Lograr una conexión entre el manejo del bosque nativo, por un lado, y buscar un mer-

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cado para los productos que salen, por otro, es una condición importante para el éxito del trabajo conjunto. No se trata de solucionar el tema en general, porque es complejo y difícil de enfrentar.

Enseguida se presentan dos ejemplos positivos, sin costos elevados para sus ejecutores, con los cuales se logra dar un mayor valor agregado a los productos del bosque. Cabe señalar que cada vez que se entrega una nueva herramienta, a los pequeños propietarios, es necesario dar a conocer sus beneficios y formas de utilización, todo esto a través de una capacitación.

— El logosol es un pequeño aserradero portátil, que consiste en un marco de aluminio en donde el propietario realiza la operación de corte con su motosierra. Según la necesidad, se pueden transformar troncos en madera aserrada (como tablas, basas, vigas, tablones o listones). La calidad de corte es comparable con la de un aserradero circular. El banco sirve muy bien para aprovechar cantidades menores que salen de la pequeña propiedad.

La capacitación consiste en una demostración práctica, realizada general-mente por los extensionistas, en la cual se enseña tanto la forma de uso como la mantención del aserradero (instalación del logosol, dimensiones de las trozas a utilizar, uso de la motosierra, etc.). Al final, en manos del usuario queda un folleto con las características e instrucciones de uso.

— El horno de carbón es una buena alternativa de agregación de valor a ciertos productos del bosque. Se pueden usar los desechos de las explotaciones, las especies poco comerciables, el material delgado que sale de un raleo, etc. La producción de carbón, en menor escala, aumenta el ingreso en la pequeña propiedad.

La capacitación es realizada por una persona que posee experiencia en el tema, quien se encarga de generar conocimientos en los propietarios durante un período adecuado, que generalmente es una semana (tiempo que dura el proceso de hacer el carbón), considerando: llenado del horno, encendido del fuego y manejo general del proceso.

Como en el caso del logosol, con una carpeta de fotos es posible mostrar experiencias con otros hornos de carbón e ilustrar el proceso de producción. Al final queda para el usuario un folleto con datos y detalles del proceso.

Enseñanza familiar

La enseñanza general sobre los recursos naturales nació del interés de las mujeres por participar en actividades del proyecto. Su objetivo es sensibilizar a la familia rural acerca de temas relevantes dentro del contexto de la conservación y el manejo sustentable de bosque nativo. La enseñanza familiar se puede considerar como una actividad crucial, que toca todas las actividades forestales.

En la familia campesina todavía existen los roles tradicionales: el hombre tra-baja el campo y la mujer cuida la casa, los hijos y cultiva la huerta. El PCMSBN con sus actividades se dirige principalmente a los hombres, porque son ellos quienes trabajan el bosque. Sin embargo, las mujeres generalmente están muy interesadas

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en saber más acerca del proyecto, no sólo para entender mejor las actividades sino también para tomar decisiones sobre futuras acciones en el predio.

En encuentros con los extensionistas, las mujeres manifestaron reiterada-mente su interés por saber más del proyecto y sus actividades. No obstante, se presentaron algunos problemas, ya que a las mujeres no les gusta dejar solas las casas o simplemente no pueden participar por tener que cuidar a los niños. Para modificar esta situación, surgió la idea de ofrecer una parte de la capacitación al lado de la casa, dando oportunidad de participar activamente a todos los in-tegrantes de la familia.

Normalmente, el tema del medio ambiente se trata de manera generalizada en charlas grupales, así como la importancia del bosque en la producción de madera y frutos, en la conservación del agua y en la producción de aire limpio. El funcionamiento de un árbol, cómo manejar una plantación y la importancia de excluir los vacunos del bosque, pueden ser otros tópicos a tratar. La idea es enseñar que el bosque es mucho más que una fuente de madera, por lo que vale la pena cuidarlo y conservarlo. Sensibilizar a la gente sobre el bosque nativo es la gran tarea detrás de esta actividad.

Estas charlas se realizan de manera muy didáctica, utilizando medios como rotafolios o fotos. Es importante que la gente participe activamente, para inter-cambiar experiencias.

CONCLUSIONES

Por distintos motivos, en el pasado muchos trabajos forestales no fueron muy exitosos. Evaluaciones de diferentes proyectos mostraron que, pese a sus mejores esfuerzos, la situación de las poblaciones rurales respecto a la satisfacción de sus necesidades no cambió y no se logró la conservación de los recursos naturales. Una importante razón del fracaso de varios proyectos fue la forma de acercarse a la gente, es decir, la manera de desarrollar la extensión forestal.

Un enfoque más nuevo, la extensión forestal participativa, que debería con-siderar algunos principios y al mismo tiempo usar componentes y enriquecerlos con métodos y medios adecuados, parece ser el modo más apropiado de trabajar entre el extensionista y la familia campesina.

Principios como: trabajar participativamente, valorizar tradiciones y conoci-mientos, considerar la cultura campesina y entender la extensión forestal como un proceso, no deben ser puras palabras. Son elementos importantes el trabajar en conjunto, capacitar y sensibilizar y usar métodos y medios enriquecidos. La gran tarea del técnico forestal es llenar la extensión de “vida”, es decir: realizarla lo más interesante y entendible posible, para y con la gente.

El PCMSBN está trabajando con una extensión participativa con más de 150 fa-milias campesinas, de las comunas de Fresia y Los Muermos. La experiencia, hasta ahora, es muy positiva. La gran mayoría de las familias queda sensibilizada por el manejo y la conservación del bosque nativo y participa activamente en el desarro-llo de las actividades. Las ofertas de capacitaciones en diferentes temas –como el

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manejo de renovales o la reforestación de bosque degradado– son bienvenidas y permiten al pequeño agricultor continuar con su recurso natural, sin destruirlo.

Otros temas necesitan todavía más esfuerzos. La comercialización de los productos madereros y no madereros, muy importante para el manejo del bosque, es difícil. Pero, en conjunto, forestal y agricultor analizan constantemente cada situación para encontrar posibles soluciones. Las acciones en el ámbito local o provincial han sido hasta ahora muy exitosas, sin mayor riesgo de endeudamien-to para el productor. Se constituyen en ejemplos positivos las producciones de madera aserrada con el logosol y de carbón con hornos portátiles.

No se debe olvidar que el bosque nativo está en manos del propietario y su familia. Son ellos quienes lo manejarán en el futuro, y decidirán cómo y de qué forma trabajar sus recursos. El extensionista, en este sentido, debería entender-se como un facilitador, alguien que “acompaña un proceso”, trabajando con las familias rurales, entregando información e ideas para que ellas se transformen en el futuro en actores de sus acciones.

AGRADECIMIENTOS

Mis agradecimientos por el apoyo y la corrección del texto a los señores Juan Rudolph y Luis Blanco, técnicos forestales del Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo, de la provincia de Llanquihue, X Región.

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Amargo: Reserva productiva. Una iniciativa de agrupación de pequeños productoresMIRIAM DÍAZ, LUIS CID

La inteligencia consiste en la capacidad de hacer cosas junto con otros o con lo otro, aceptando y respetando su legitimidad. Es

decir, la inteligencia consiste en la capacidad de consensualidad en la convivencia, ya sea con otros seres vivos o con el ambiente.

Humberto Maturana

EL BOSQUE DE UNA COMUNIDAD POBRE

Desde la ciudad de Collipulli, en la IX Región de Chile, con dirección Este y a través de un camino de ripio se llega al pueblito de Amargo. Cerca de 63 km separan a esta localidad rural de dicho centro urbano y aproximadamente 158 km de la ciudad de Temuco, la capital regional. Ubicado en el límite norte de La Araucanía, con un imponente fondo montañoso de telón oriental, en Amargo los lugareños sólo deben cruzar alguno de los puentes colgantes instalados sobre las aguas del río Renaico para pisar tierras de la Región del Biobío. Grande es la belleza del paisaje cordillerano y fluvial en el que se asienta la localidad, así como la pobreza en que vive su gente.

Treinta y siete familias habitan el territorio, en su mayoría colonos que arri-baron a la zona a comienzos de 1960, con títulos de dominio obtenidos a través de la Corporación de Reforma Agraria (CORA) durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Se trata de pequeños y medianos propietarios, poseedores en promedio de 70 hectáreas de terreno. Viven estrechamente relacionados con su entorno natural, practican una agricultura y ganadería de subsistencia, y desde su asentamiento en estas tierras, el bosque se ha constituido en su principal fuente de generación de ingresos (PCMSBN, 2001). Es así como los más viejos guardan en la memoria el recuerdo de grandes trozos de madera bajando por las correntosas aguas del Renaico, durante los años 1960 y 1970, para su posterior venta en la ciudad de Concepción.

La historia maderera de Amargo es, sin embargo, más antigua. Desde su llegada, los colonos constataron el avanzado estado de deterioro en el que se encontraban los otrora imponentes bosques de roble (Nothofagus oblicua), raulí (Nothofagus alpina), coigüe (Nothofagus dombeyi) y tepa (Laureliopsis philipia-na), debido, principalmente, a la depredación a la que fueron sometidos durante las primeras décadas del siglo XX por grandes consorcios madereros, cuyas in-tervenciones se dirigieron a la extracción de especies de mayor calidad y valor económico (PCMSBN, 2001).

Además, el territorio no estuvo exento de las prácticas destructivas que sufrió el recurso forestal con el avance del proceso de colonización, cuyos asentamien-tos se esparcieron con rapidez al sur del Biobío luego del sometimiento del que

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fuera objeto el pueblo mapuche en 1881. Los nuevos habitantes “limpiaron” a fuego y hacha grandes extensiones de terrenos boscosos, con el fin de habilitar el suelo para uso agrícola y ganadero. Hasta esa fecha los bosques de esta región no habían sufrido grandes deterioros por el cierre del paso impuesto por los mapuche. Con la llegada de los europeos y chilenos se introduce una cultura agrícola-ganadera intensamente destructiva de los bosques, que perdura hasta hoy (Donoso, 1998).

La zona tampoco se libró de la introducción de pino (Pinus radiata) y eucalip-to, y de la industria forestal desarrollada en torno a estos monocultivos foráneos. Las bonificaciones otorgadas por el Decreto Ley 701 de Fomento Forestal, pro-mulgado en 1974, incentivaron la expansión de plantaciones en las regiones VIII y IX, las cuales ocuparon velozmente terrenos agrícolas y ganaderos en desuso y sustituyeron bosques antiguos y renovales nativos (Donoso, 1998).

Sin embargo, entre grandes extensiones de suelos descubiertos y erosiona-dos y monótonas manchas de pino y eucalipto, aún sobreviven renovales de roble, raulí, coigüe y lingue (Persea lingue); bosques jóvenes, mayoritariamente resultantes de la acción antrópica. A pesar de la precaria condición en la que se encuentran –cuya superficie continúa en disminución, con la consiguiente pér-dida de biodiversidad–, estos ecosistemas son la fuente primordial de ingresos para la gente de Amargo. La producción a pequeña escala de madera aserrada, leña, estacas, metros ruma, hongos, avellanas (Gevuina avellana) y miel son sus principales actividades económicas, aunque la venta de estos productos les genera sólo menguadas ganancias.

Otro factor que ha afectado la economía local son las condiciones de acce-so. Caminos angostos y en mal estado, con puentes sin capacidad para soportar el tránsito de vehículos pesados, ha dificultado el traslado de los productos y limitado la actividad comercial esencialmente al período estival. Lo anterior ha facilitado la presencia en el territorio de intermediarios que adquieren la oferta campesina a precios muy bajos y que generalmente sólo cubren los costos de producción.

Se ha establecido así, en Amargo, un sistema productivo limitado, del que se obtienen magras ganancias y que –bajo las condiciones señaladas– no es posible considerar como una fuente laboral estable para los lugareños. A esto se suman las casi nulas oportunidades de generación de empleo y de desarrollo alternativo para los jóvenes, y un nivel de escolaridad que en promedio no supera el cuarto año de enseñanza básica.

MANEJO Y CONSERVACIÓN DEL BOSQUE

La necesidad de resguardar el recurso forestal natural que aún subsiste en este territorio y mejorar las precarias condiciones económicas de sus propietarios, generaron el arribo, en 1997, del Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo (PCMSBN). La iniciativa planteó a pequeños campesinos fores-tales la posibilidad de mejorar la calidad de sus bosques aplicando técnicas de

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manejo y frenando las cortas sin criterios de conservación, para que las futuras generaciones cuenten con recursos de los que puedan obtener productos con mayor valor comercial.

Diecisiete familias de Amargo, dueñas en conjunto de aproximadamente 450 hectáreas de bosque natural (de un total de mil 362 hectáreas), se han incorporado a la iniciativa chileno-germana promovida por la Corporación Nacional Forestal de Chile (CONAF), el Servicio Alemán de Cooperación So-cial-Técnica (DED), la Sociedad Alemana de Cooperación Técnica (GTZ) y el Instituto de Crédito para la Reconstrucción (KfW), cuyo motor de funciona-miento es la extensión forestal participativa. Este enfoque implica el trabajo conjunto, sistemático y permanente entre campesinos y técnicos forestales, también llamados extensionistas.

Por medio del PCMSBN, los propietarios tienen acceso a la elaboración y ac-tualización gratuita de planes de manejo de sus bosques; se les paga incentivos (subvenciones) y cuentan con asesoría técnica en sus respectivos predios para desarrollar faenas de manejo de renovales, manejo de regeneración natural, plantación y/o enriquecimiento de bosques degradados. Además, son apoyados para la implementación de proyectos productivos que contribuyan a mejorar sus ingresos económicos; y acceden continuamente a capacitaciones, constituyéndose esta actividad en un componente transversal del proyecto, presente en cada una de sus fases de ejecución.

Bajo los criterios señalados, estos campesinos han manejado un promedio de 15 hectáreas de bosques naturales por familia, accediendo a nuevos ingresos a través del subsidio de las faenas y a capacitación y asesoramiento técnico a través de los extensionistas para la realización de las intervenciones silvícolas y la incorporación de nuevos conocimientos.

DIVERSIFICAR LA PRODUCCIÓN

Luego de cinco años de trabajo conjunto, propietarios y técnicos del PCMSBN de-cidieron impulsar una alternativa de producción forestal distinta a la existente en el territorio y paralela al manejo que están aplicando al bosque. Se buscaba revertir en parte las precarias condiciones económicas de los lugareños y evitar una posible penetración masiva a la colindante Reserva Forestal Malleco (de cuya zona de amortiguamiento Amargo forma parte), debido a la necesidad de los campesinos por generar recursos (PCMSBN, 2001).

Luego de analizar las posibilidades se optó por producir y comercializar car-bón vegetal. Se constituyó una organización que permitiera a sus socios gestionar la implementación y ejecución de la iniciativa, denominada “Amargo: Reserva Productiva”, naciendo la Agrupación de Pequeños Productores Forestales El Amargo, integrada por los 17 campesinos que participan en el PCMSBN.

En términos generales, el proyecto productivo tiene como objetivo diversificar la producción local y aumentar los ingresos de los pequeños y medianos propietarios forestales de Amargo. En lo específico, busca aprovechar los recursos maderables

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de desecho que genera el raleo de renovales y crear una actividad productiva que propicie la participación de mano de obra joven de la zona, para disminuir el gran porcentaje de emigración de este segmento etáreo hacia los centros urbanos.

Para desarrollarlo se definieron los recursos de infraestructura y técnicos ne-cesarios: hornos para la elaboración de carbón, lugar de acopio de la producción y capacitación de los socios, por una parte; y mejoramiento de las condiciones de transporte y comercialización, por otra. Con colaboración de los extensionistas se formularon los proyectos que permitieron acceder a estos requerimientos. Se obtuvieron aportes de CONAF, del propio PCMSBN, de la Municipalidad de Colli-pulli y de Forestal Mininco S.A. La agrupación aportó la mano de obra para las faenas y madera para infraestructura.

Conseguidos los recursos, en cada predio de los socios se instaló un horno de ladrillo, con una capacidad individual para 10 a 12 m³ de leña y un rendimiento de 45 sacos de carbón por hornada; producción mucho mayor y de mejor calidad que la que se podría obtener con infraestructura metálica y cuya temperatura de cocción, más elevada, genera una menor contaminación atmosférica (PCMSBN, 2001). Durante esta fase, los socios recibieron capacitación acerca de las etapas de elaboración del carbón y el mantenimiento y cuidado de los hornos. Paralela-mente, en uno de los predios de los campesinos, éstos construyeron una bodega de 1.000 m² para acopiar la producción y evitar posibles deterioros por deficiente almacenamiento durante los meses de menor venta. El terreno facilitado se ubica a orilla de camino, en la salida norte de la localidad de Amargo, en un lugar visible y de fácil acceso. Junto con mantener un abastecimiento permanente de carbón, el galpón cumple la función de centro de venta y de distribución del producto.

Por otra parte, se consideró fundamental para el buen funcionamiento del proyecto que la agrupación cuente con formación básica en el ámbito de la microempresa, en aspectos tributarios, de comercialización y de gestión aso-ciativa, programándose jornadas de capacitación para preparar a los socios en estas materias.

Un factor que requirió de especial preocupación por parte de los gestores de la iniciativa, fueron las malas condiciones de acceso a la localidad. No bastaba con disponer de materias primas y de la infraestructura necesaria para llevar a cabo la producción, era indispensable contar también con una red expedita de caminos que permita el traslado permanente del producto y su comercialización durante todo el año. Se formuló un proyecto para subsanar esta situación, consiguiendo los fondos necesarios para mejorar el camino Amargo-Menuco (de 12,5 km de extensión) y reparar los puentes existentes en el tramo.

EXTENSIÓN FORESTAL PARTICIPATIVA

La iniciativa “Amargo: Reserva Productiva” nace del trabajo conjunto de los ac-tores que desarrollan el Proyecto CMSBN, en el marco de una extensión forestal participativa. Ésta, señala Witte (2003), se entiende como un proceso facilitador para que las poblaciones rurales logren mejorar su calidad de vida mediante un

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manejo sustentable de los recursos forestales. Como sostiene el autor, se trata de un proceso de aprendizaje mutuo entre extensionistas y campesinos, que necesita su tiempo, y que se debe realizar contemplando diferentes principios: un enfo-que de trabajo participativo, la valorización de los conocimientos tradicionales de las poblaciones rurales y considerando la dimensión cultural y económica en que éstas viven.

A través de la aplicación de métodos y el uso pertinente de medios que faci-liten el trabajo entre familias rurales y forestales, el Proyecto CMSBN ha llevado a cabo en la localidad una labor sistemática para mejorar y conservar la calidad de los bosques del territorio, desarrollando todos los componentes de una extensión forestal participativa que se deben aplicar en el trabajo con la pequeña propie-dad: sensibilización, capacitación, asesoramiento técnico, enseñanza familiar, investigación-acción (Witte, 2003).

En el marco de este último componente (investigación-acción), referido a la búsqueda conjunta entre el profesional forestal y el productor de soluciones que den respuesta a una problemática que surja en el predio (Witte, 2003), nació la propuesta de producción de carbón. Constituyéndose esta iniciativa, por tanto, en parte de un proyecto mayor –en este caso, el PCMSBN– y no en una acción aislada y ajena a un trabajo previo de conservación del recurso que servirá de base para obtener las materias primas necesarias para la producción.

La identificación por parte de los extensionistas de las necesidades y opor-tunidades de la comunidad para implemenar el proyecto productivo se basó en información acerca de los recursos naturales y las características de la población local, recabada a través de la observación, la interacción y una fluida comunicación con los campesinos establecida luego de varios años de trabajo en el territorio. De allí que la iniciativa, según el testimonio de los propios lugareños, no se considere ajena a la comunidad, sino por el contrario, se aprecie como una idea que nace de ella y que se puede realizar con cooperación de profesionales considerados cercanos a la misma comunidad (Díaz, 2003).

Es este el marco en el cual se pensó en una actividad productiva que, además, incentivara la participación de los miembros jóvenes de las familias, quienes al no visualizar alternativas de empleo en la localidad emigran a los centros urba-nos, para –muy probablemente– contribuir a engrosar en ellos los cordones de pobreza, dejando los campos cada vez con menos mano de obra.

DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA

Para llegar a los resultados que hoy se aprecian en el trabajo realizado por el PCMSBN en el sector de Amargo, desde su implementación en 1997, hasta el impulso de la iniciativa de producción de carbón, ha debido desarrollar varias etapas. No todos los logros alcanzados, sin embargo, se pueden traducir a cifras o a resultados materiales, muchos de ellos tienen que ver con efectos intangibles que apuntan a cambios de actitud frente al recurso forestal y a la manera de relacionarse entre campesinos y técnicos.

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Uno de los primeros obstáculos que debió sortear la iniciativa, para lograr que los propietarios aceptaran su propuesta y participaran en ella, fue la poca credibilidad local hacia las proposiciones de proyectos. Testimonian lugareños que previo a su incorporación al PCMSBN recibieron diversas ofertas de ONG’S e instituciones públicas y privadas para implementar iniciativas que resultaron ser poco viables, que no llegaron a concretarse, que se desarrollaron con resultados negativos o que quedaron inconclusas. Como consecuencia, la sola mención de la palabra proyecto –bastante estigmatizada– despertaba escepticismo y descon-fianza. A esto se sumo la percepción de CONAF (uno de los organismos ejecutores del PCMSBN) esencialmente como un ente fiscalizador y no como promotor del desarrollo local (Díaz, 2003).

Para lograr credibilidad, el PCMSBN ha debido validarse en la práctica. La ex-tensión forestal participativa, como enfoque de trabajo, ha sido el cariz distinto de la propuesta. A través del tiempo, la constante presencia de los extensionistas en terreno y la forma particular de relacionarse con los campesinos, fueron generando una relación laboral que dista mucho de la tradicional transferencia tecnológica utilizada en el mundo rural: se ha establecido en Amargo un trato cercano y fluido entre los actores participantes, asentado sobre una relación de confianza, construida por medio del conocimiento y el respeto mutuo, luego de años de funcionamiento del proyecto en la localidad (Díaz, 2003). Para los campesinos de Amargo se generó en este proceso un cambio de percepción hacia el funcionario externo al territorio, considerándolo cada vez menos aje-no a éste, modificándose, de paso, la imagen de CONAF ante la comunidad: la institución ahora tiene rostro, es amigable, colabora y no sólo fiscaliza.

Por otro lado, se produjo un cambio de actitud de los propietarios hacia al bosque, poniendo freno a los cortes sin criterios de conservación, realizados fundamentalmente por la urgente necesidad de generar ingresos para sus fa-milias. En esto han jugado un importante papel las subvenciones a las faenas, que permiten a los campesinos contar en lo inmediato con una entrada de dinero. Pero también lo ha hecho la extensión forestal, al validar la aplicación de técnicas de manejo en el conocimiento de su ejecución, que permitirá a los propietarios contar en el futuro con bosques de mayor valor comercial. A su vez, a través de periódicas actividades grupales e individuales de capacitación (días de campo y charlas) se ha buscado modificar la percepción del bosque como un recurso subvalorado. Se han abordado temas referentes a su importancia como ecosistema proveedor de bienes (material de construcción, alimentos, combustible, forraje, medicinas, entre otros) y servicios ambientales (como la regulación hídrica y captura de carbono, protección de los suelos, estabilidad del clima global, reserva de biodiversidad y belleza escénica o paisaje) y en cuanto a la imperiosa necesidad de resguardarlo para que las generaciones futuras cuenten también con sus valiosos servicios.

El proyecto de producción de carbón, por su parte, ha permitido advertir que es posible aprovechar integralmente los productos obtenidos del manejo del bosque, apostando en este caso por el uso de un recurso subutilizado, de

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fácil acceso, que todos poseen y cuya extracción, adecuadamente realizada, no deteriora el ecosistema forestal. Del manejo de renovales se puede obtener gran cantidad de biomasa, incluso árboles de hasta diez cm de diámetro, cuyas dimensiones no permiten darles otro destino que leña o carbón (PCMSBN, 2001). El aprovechamiento de estos desechos resulta compatible con el manejo que se está aplicando al bosque, lo que evidencia la posibilidad de armonizar la conservación y el uso actual del recurso. Además, al dar utilidad a un subpro-ducto prácticamente en desuso es posible percibir un potencial mayor en el bosque como ecosistema que puede proporcionar diversos productos, lo que a su vez se traduce en una valoración mayor del mismo.

Amargo cuenta, en la actualidad, con una nueva alternativa productiva. Se elabora y vende un producto nuevo, que además tiene el beneficio que sus materias primas provienen de bosques que están siendo manejados con criterios de conservación y sustentabilidad. Por otra parte, y no menos importante, en la localidad se constituyó una organización social de base, que si bien se originó para aunar esfuerzos en la gestión de un proyecto productivo puede impulsar otras iniciativas y fortalecer el desarrollo autónomo de la comunidad.

Para aprovechar los desechos que genera el raleo de renovales, se constituyó la Agrupación de Pequeños Productores Forestales El Amargo, la que produce y comercializa carbón vegetal (Foto: Heinrich Burschel).

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CAMBIANDO EL ENFOQUE

La observación de este caso reafirma la necesidad de modificar el enfoque con el cual por décadas se ha trabajado con los campesinos, si lo que realmente se pretende es contribuir a su desarrollo para mejorar su calidad de vida. Enten-diendo la extensión forestal como un proceso facilitador para este fin, su aplica-ción resulta no sólo pertinente sino que necesaria en muchos proyectos cuyos objetivos dicen apuntar en esa dirección. Se deja así atrás la vertical visión que, como bien manifiesta Gálvez (1995), se ha limitado “a la mera difusión o traslado de paquetes desde centros urbanos hacia la sociedad campesina, como si ésta estuviera vacía o fuera incapaz de generar procesos de cambio”.

A diferencia de esta concepción, el propio término “extensión”, en su primer sentido etimológico (referido a que algo se extiende, se amplía), como plantea este autor, “parte reconociendo la existencia de un proceso campesino con capacidad y potencialidad para buscar alternativas, y asume la existencia de conocimientos, de una organización y una cultura. Que este proceso crezca y se potencie es lo que busca la Extensión” (Gálvez, 1995: 153).

No es posible considerar que baste entregar a los campesinos ciertas tecno-logías y algunas nociones técnicas para afirmar que se está contribuyendo a su desarrollo. Para que esto realmente ocurra el norte de cualquier proyecto, que se jacte de querer mejorar la calidad de vida de una comunidad, debe apuntar a fortalecer las capacidades locales para la gestión propia de las iniciativas, con-tribuyendo a cimentar el camino para que los campesinos conduzcan autóno-mamente su desarrollo.

Desde esta perspectiva, el trabajo se plantea como una facilitación para el logro de objetivos consensuados entre los actores de la iniciativa, en la claridad de la validez tanto del conocimiento campesino como del técnico, a través de un diálogo armónico de saberes, que sólo se produce cuando existe respeto y reconocimiento mutuo.

De esta forma, la asesoría y acompañamiento de una comunidad durante el desarrollo de un proyecto no se plantea verticalmente, paternalista ni asis-tencialista, sino solidariamente. Los agentes externos sólo son facilitadores de su fortalecimiento, a través de una iniciativa que no es un fin en sí misma, así como tampoco lo es la labor de capacitación que desarrolla la extensión. Como señala Valverde (1995: 7), “en tanto aporta a la formación de personas para que ocupen un lugar en la vida de su sociedad y tomen parte en los procesos conducentes a mejorarla y conservar y desarrollar su entorno”. La relación entre técnicos y campesinos, bajo esta óptica, no puede plantearse desconociendo la opinión de la comunidad: la participación es un derecho y no una “concesión” de las instituciones.

Ahora bien, el trabajo que en terreno desarrollan los extensionistas les permite visualizar las características y posibilidades del territorio, a diferencia de proyectos que, formulados desde el exterior de las comunidades campesinas, desconocen sus particularidades, reales necesidades, aspiraciones y oportunidades, repitiendo

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en sus propuestas recetas, como si los campesinos fuesen homogéneos. Como señala Ramón (1995), pasar por alto las especificidades de la comunidad, sus causas y consecuencias, y la manera de relacionarse con sus contextos naturales y sociales “merma todas las posibilidades de eficacia al trabajo de promoción del desarrollo y por lo tanto de la labor del extensionista”. Una labor de extensión bien desarrollada permitiría acceder a información que contribuya a la com-prensión de estas particularidades, proceso que necesita su tiempo, como indica Witte (2003). Esta labor, además, requiere de una adecuada competencia para su eficiente desarrollo.

Roles esenciales del extensionista, indica Padilla et al. (1995), son capacitar a la comunidad, asesorarla, y acompañarla; “como un miembro más, a medida que se desarrolla el plan, el extensionista comparte las experiencias y se adentra en la vida de la comunidad, de tal suerte que las actividades de alguna manera son también del extensionista”. De allí que una formación integral acerca de la rea-lidad agraria sea básica, así como una actitud empática y receptiva que aleje del trabajo la arrogancia del profesional frente al conocimiento campesino, así como la verticalidad en el accionar, la imposición de ideas y el paternalismo que invalida al otro y limita el derecho de pensar y decidir de los campesinos y campesinas.

La experiencia del PCMSBN en esta localidad (así como en otras del sur del país) indica que la confianza de los campesinos en los agentes externos que proponen el desarrollo de un proyecto es fundamental para la realización del mismo. El encuentro constante y sistemático entre técnicos y comuneros, el reconocimiento mutuo y el cumplimiento de los compromisos contraídos, permiten el desarrollo de un vínculo de confianza para trabajar juntos en pro de objetivos afines. La praxis también señala que este tipo de relación no se logra en el corto plazo, por el contrario, se requiere de mucho tiempo y dedicación.

Muchos de los logros del PCMSBN en Amargo tienen que ver con resultados intangibles, cualitativos, que no es posible registrar cuantitativamente –modifica-ción de la percepción del bosque como recurso subvalorado, interacción y grado de comunicación entre campesinos y técnicos en la ejecución de la iniciativa, entre otros–, y donde no sólo la metodología sino también la forma en que se relacionan los actores, juegan un papel fundamental.

El caso de Amargo da cuenta de un trabajo de extensión adecuadamente rea-lizado y de la pertinencia de incorporar este enfoque en proyectos de desarrollo forestal, manifestándose como una necesidad y un derecho de los campesinos, y prácticamente como una obligación de los organismos que buscan mejorar la calidad de vida de las familias campesinas a través de iniciativas de desarrollo forestal sustentable.

Se plantea como una necesidad, debido a que no basta con transferir paquetes tecnológicos desde las urbes al campo. El acompañamiento técnico resulta fun-damental en el desarrollo de un proyecto, sin embargo, los pequeños y medianos propietarios no pueden contratar servicios profesionales. Está lejos de la realidad pensar que un campesino con una economía de subsistencia invierta recursos, que por lo demás no posee, en salarios para manejar su bosque.

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Hay que considerar que la educación es un derecho, y que aprender y ser capacitado es el ejercicio de ese derecho. El acceso a la educación (en este caso, a la capacitación como acción educativa) es deber del Estado, y para lograr sostenibilidad es necesario llevar adelante procesos tendientes a fortalecer los conocimientos técnicos, productivos, operativos, administrativos, para que las organizaciones campesinas cuenten con instrumentos adecuados y desarrollen sus capacidades para conducir con autonomía sus aspiraciones y procesos de desarrollo.

Finalmente, no se debe olvidar que también es deber del Estado resguardar el medio ambiente y los recursos naturales del territorio nacional. Proteger el bosque requiere la aplicación de un manejo adecuado que implica asistencia técnica así como la existencia de normas que regulen el uso y conservación del bosque.

Afortunadamente, en los últimos años los pequeños y medianos propietarios forestales de la zona sur del país, y entre ellos los campesinos de Amargo, se han unido y pronunciado públicamente acerca de la necesidad de subsidiar el manejo de sus bosques y de contar con la asesoría técnica pertinente para realizar esta actividad. La necesidad ya no puede ser más explícita.

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Manejo de bosque nativo con el enfoque social delForest Stewardship Council (FSC)MYRIAM PINTO, INGE LAMBERZ

La certificación Forest Stewardship Council (FSC) garantiza el manejo de los bosques y plantaciones, considerando una gestión ambientalmente apropiada, socialmente justa y económicamente eficiente. Aunque el sello responde a una estrategia de mercado, su multidimensionalidad de enfoques inserta nuevos valores, principalmente sociales, convirtiéndose en uno de los esfuerzos más concretos a escala mundial, para avanzar hacia la producción sostenible y el consumo responsable.

La dimensión social se incorpora en tres de los diez principios de FSC (2, 3, y 5). Estos plantean, respectivamente, el derecho de los pueblos indígenas, las relaciones comunales y derechos de los trabajadores, y los beneficios de los bos-ques. El primero valida y respeta los derechos legales y consuetudinarios de los pueblos indígenas, para poseer, usar y manejar sus tierras, territorios y recursos; el segundo reconoce la importancia de mantener las oportunidades de empleo y capacitación, y de elevar el bienestar social y económico de los trabajadores, a largo plazo. Finalmente, el tercero se refiere al aprovechamiento eficiente de los múltiples productos, servicios y beneficios ambientales y sociales que generan los bosques, asegurando su viabilidad económica.

El presente artículo se propone analizar el componente socialmente benéfico de FSC, basándose en la experiencia de la forestal Río Cruces S.A.; una mediana empresa, ubicada en la comuna de Lanco1 –en la puerta norte de la Región de Los Lagos–, cuyos cuatro propietarios se asociaron para obtener la certificación FSC. Hasta julio de 2003, Río Cruces era la única empresa forestal en Chile cuyo patrimonio y manejo de bosques nativos contaban con esta certificación.

Entendiendo la constituyente social de la certificación forestal FSC como un punto de partida para introducir procesos de cambio y de desarrollo local –gracias a la relación empresa-trabajadores y empresa-comunidad local–, la metodología de investigación y levantamiento de información se basó en entrevistas y con-versaciones, realizadas en terreno, con los actores directos más involucrados. Los

1 Lanco cuenta con una superficie de 535,4 km2; limita al norte con la región de La Araucanía y se en-cuentra a 65 km al norte de la ciudad de Valdivia.

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entrevistados correspondieron a trabajadores que operan en las distintas etapas de la producción forestal, desde el bosque hasta el aserradero, y a pequeños propietarios y vecinos dependientes o no de los bosques.

FSC Y LA INTERMEDIACIÓN Y RELACIÓN CON PEQUEÑAS COMUNIDADES

La certificación FSC exige diálogos e interlocución permanente entre las empresas, sus trabajadores, los propietarios de bosques, los vecinos y la comunidad local. Esta interrelación cobra especial importancia para los vecinos de la forestal que, en su mayoría, son pequeños y medianos propietarios de entre 150 y mil hec-táreas de bosque nativo, y que, prácticamente, rodean las cuatro mil hectáreas certificadas de bosque. Precisamente, la consolidación de la interlocución fue una de las recomendaciones que la certificadora Institut für Marktökologie (IMO) dio previamente a la forestal Río Cruces, como requisito para obtener el sello FSC.

Respondiendo a las recomendaciones de estrechar lazos con sus vecinos, la empresa amplió su programa de capacitación dirigido a éstos; buscando capacitar a potenciales reemplazantes y posibles proveedores, con relación al buen manejo de bosques. Paralelamente, les permitió la libre extracción de avellanas, hongos, moras, y todo tipo de frutos para el autoconsumo.

Asociarse con los vecinos para responder conjuntamente a objetivos comunes, fue otra forma de propiciar la interacción. La forestal les compra productos y, a la vez, los apoya en su comercialización. Veinte pequeños propietarios ven-den madera y leña a la empresa, con las cuales puede satisfacer la demanda del mercado, que asciende a 60 mil m3 de madera al año. Del volumen requerido, la forestal sólo tiene capacidad para cosechar alrededor de 30 mil m3.

Otra forma de interacción empresa-vecino, han sido los proyectos de inversión conjunta. Por ejemplo: en el predio del ingeniero agrónomo Jaime Mardones, dueño de cien hectáreas de bosque nativo, la forestal inició a fines del 2002 la construcción de un camino, que bordeó los 13 millones de pesos. Después de tres meses de funcionamiento, el propietario canceló la deuda a la empresa, con la venta de su propia producción.

La relación comercial entre pequeños propietarios y Río Cruces podría dar muchos más frutos, si los primeros lograsen constituir una asociación, cuyo representante organice, planifique y conduzca las negociaciones madereras de todo el grupo. Bajo esta modalidad de organización, también podrían solucionar colectivamente uno de sus principales problemas: la construcción y mantención de caminos. Por lo general, se trata de familias de bajos ingresos y escolaridad; factores determinantes en su reducida capacidad de nuevos emprendimientos.

Por otro lado, un interlocutor importante en la tarea de estrechar vínculos entre la empresa y la comunidad es el municipio. Con el apoyo de este actor local, la forestal ha avanzado en la realización de un proyecto para abrir un centro de capacitación en manejo de bosque nativo, considerando que no existe ninguna oferta actual de formación que incluya materias relativas a la transformación mecánica de la madera o actividades de manejo y explotación en bosque nativo.

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Apoyada por el municipio, Río Cruces provee de leña y madera de construcción, en forma gratuita (incluyendo el flete) a diversas organizaciones comunitarias loca-les e instituciones de carácter público, como el jardín infantil, la escuela, iglesia, club deportivo y club de rodeo; todos, espacios de encuentro y cultura local.

Las empresas forestales juegan un rol importante en la absorción de mano de obra en Lanco. En esta comuna, además de Río Cruces S.A., existe Forestal Valdivia, una de las más importantes con relación a su superficie forestal; y las forestales y aserraderos Tornagaleones, Anchile y Louisiana Pacific. A diferencia de otras comunas rurales, Lanco no registra altos indicadores de migración hacia la ciudad. Según el último censo del 2002, actualmente residen en ella 15 mil 107 habitantes, registrando un crecimiento de 9,8% en relación con la población estimada en el censo de 1992, que contabilizó 13 mil 757 personas. El Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (IDH) –que evalúa el bienestar humano en términos de longevidad, educación y niveles de vida– ubicó a Lanco en el lugar 274 de 333 comunas, ordenadas de mayor a menor bienestar. Según el nivel educacional estaría en el lugar 221 y en el 156 según sus ingresos.

LOS TRABAJADORES Y EL FSC

Según el principio 1.3 de FSC, los países signatarios de acuerdos internacionales legalmente obligatorios –como la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB), los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)– deben respetarlos; y, por lo tanto, las empresas forestales deben considerar los principios y derechos fundamentales del FSC, contenidos en tales acuerdos.

Otro aspecto importante para asegurar la correcta implementación del sello, es la capacitación y la adecuada supervisión del plan de manejo de los bosques y de la seguridad de los trabajadores. Todas estas exigencias adquieren una real dimensión al considerar que los trabajadores del sector por lo general son infor-males; no están sujetos a contratos laborales ni acogidos a leyes previsionales. Esta situación se vuelve más grave aún, si tenemos en cuenta los altos índices de accidentes laborales, a escala internacional, durante el derribo de árboles, el trozado y la tala.

El impacto de los programas de capacitación técnica ha incidido positivamen-te en la calidad del trabajo, sobre todo si se considera que en Chile no existe el trabajador calificado en manejo de bosques nativos. En la Forestal Río Cruces se ha enseñado técnicas para cortar y aspectos de seguridad del trabajo. El programa básico de capacitación incluye estos contenidos, además de procesos y visión de la empresa. La meta final es que sean los propios trabajadores quienes asuman la toma de decisiones de su propia tarea.

Los trabajadores se organizan en jefes de áreas (seis por fundo), que tienen a su cargo a los jefes de faenas. Éstos, a su vez, se encargan de sus ayudantes y de los operarios de motosierras, bueyerizos, choferes de camiones y operadores

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de máquinas extractoras. Todos ellos están bajo la dirección de un jefe de ope-raciones, apoyado por dos supervisores. Laboran de lunes a sábado; siendo ésta una jornada bastante inusual en un sector en el cual, por lo general, se trabaja doce días seguidos con derecho a dos días libres.

La forestal no trabaja con contratistas. Esto significa que todo su personal tiene contrato laboral, bajo el cual perciben un promedio de 180 y 200 mil pesos de sueldo mensual. Los contratos otorgan derecho a planes de salud y de seguridad, cuyos beneficios son acordados a través del comité paritario, que es una organización conformada por representantes de los distintos estamentos de la empresa. Además, la empresa se relaciona directamente con los propietarios de las maquinarias, a diferencia de otras que mayoritariamente contratan per-sonal con sus propias herramientas. La estrategia laboral se basa en la elección de personal residente en la zona, evitando campamentos.

PUEBLOS INDÍGENAS, CAMPESINOS Y FSC

La igualdad de oportunidades y de trato, así como la no discriminación, son puntos importantes de considerar en la certificación FSC; entendiendo por dis-criminación toda distinción, exclusión o preferencia, basada en la raza, el color, el sexo, la religión, la opinión política, ascendencia nacional u origen social. El principio 3 de FSC, plantea que los derechos de tenencia y uso de tierras y de recursos de los pueblos indígenas, deben ser respetados. Este principio incluye la cosmovisión cultural indígena y los conocimientos tradicionales, los cuales deben ser conservados.

En la Región de Los Lagos habitan 113 mil 380 personas que se reconocen como mapuche y que representan el 17% del total de la población indígena del país. El censo del año 2002 identificó una composición de población étnica de 666 mil 319 personas2, de las cuales el 87,3% se identifica como mapuche. Esta realidad se expresa en la Forestal Río Cruces S.A., de cuyos 120 trabajadores, 60 se reconocen como mapuche. Una parte de ellos no lee ni escribe, reflejando así sus niveles de pobreza y exclusión social. La comuna de Lanco tiene una pobla-ción analfabeta de 11 mil 524 personas, en su mayoría mayores de edad. Según estudios del Ministerio de Planificación y Cooperación (MIDEPLAN), los niveles de pobreza de la población indígena superan en 12 puntos porcentuales los de la población no indígena3. Si bien este déficit pone límites a sus oportunidades, lo cierto es que su trabajo está bien evaluado, pues tienen una relación y una práctica de manejo con el bosque, distintas a la de otras personas, basada en una interpretación diferente de su trabajo.

2 INE. 2002. Censo 2002. Resultados. Santiago de Chile.3 MIDEPLAN. 2000. Etnias y Pobreza en Chile. Documento Nº 14, abril 2000.

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Con el propósito de brindar más oportunidades al grupo de trabajadores analfabetos, la Forestal los vinculó a un programa destinado a enseñar a leer y escribir a la gente mayor de edad4. Uno de los actuales jefes de terreno pasó por este programa y ahora lleva los libros de registros de faenas y asistencia.

FORESTAL RÍO CRUCES: SUS INICIOS, TRAYECTORIA Y CERTIFICACIÓN FSC

Forestal Río Cruces S.A. es una empresa dedicada a la venta de trozas de alta calidad, obtenidas del manejo forestal de bosque nativo, en las regiones de La Araucanía y de Los Lagos. Fue creada el año 1997, por cuatro propietarios alemanes: Albrecht y Walter von Brandenstein-Zeppelin, Friedrich Graf von Westerholt y Ameli von Brandenstein. La superficie certificada por FSC asciende a cuatro mil hectáreas, compuestas mayoritariamente por bosque nativo.

El sello FSC fue otorgado por IMO, en septiembre del año 2002. Se acreditó el grupo Procertificación, reuniendo a los propietarios del patrimonio forestal correspondiente a la Forestal Río Cruces (Código IMO-FM/COC-21239) y al aserradero Novaland S.A. (Código IMO-COC-22018); este último, como cadena de custodia. Hasta ahora en Chile, es el único grupo certificado por FSC que trabaja a gran escala con maderas nativas.

Entre las principales especies nativas manejadas, se encuentra el roble (Nothofagus obliqua), el ulmo (Eucryphia cordifolia), la tepa (Laureliopsis phi-lipiana) y el raulí (Nothofagus alpina); que ocupan el 80% de la superficie total del predio, y de las cuales se obtienen rollizos debobinables y aserrables. Sus ventas se concentran en el mercado nacional y exportaciones, principalmente hacia Alemania. La producción de madera nativa se destina, en su totalidad, a la certificación de la cadena de custodia; cubriendo el procesamiento de troncos, maderas y la fabricación de piezas para muebles, puertas y pisos, además de tableros enchapados y productos terminados.

El 100% del volumen de las maderas FSC que Novaland S.A. compra a Río Cruces es exportado. Novaland tiene una capacidad de producción de 30 mil a 50 mil m3 anuales, para las especies nativas de roble y ulmo. Debido a la de-manda internacional insatisfecha por productos certificados Forestal Río Cruces ha logrado responder a nuevos requerimientos del mercado internacional.

La empresa maneja sus bosques nativos y ello le resulta rentable. La tasa de crecimiento promedio es de aproximadamente ocho m3 por hectárea al año. En las primeras intervenciones se obtienen cosechas que ascienden a los 100 m3 por hectárea. Los renovales de roble tienen en promedio 45 a 50 años y aún les falta mucho para llegar a su madurez.

Dos razones motivaron a Forestal Río Cruces a certificar su patrimonio natural. La primera responde a expectativas económicas de nuevos mercados internacionales y, la segunda, se encuentra en los objetivos estratégicos de la

4 Programas de capacitación del Servicio Nacional de Capacitación (SENCE).

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empresa, entre los que se encuentra: dar a conocer su experiencia en el manejo responsable del bosque nativo en un país que se concentra en las plantaciones forestales.

COMENTARIOS FINALES Y CONCLUSIONES

¿Permite el componente socialmente benéfico de FSC hablar de responsabili-dad social de las empresas forestales certificadas bajo este sello, frente a sus trabajadores y la comunidad local?

¿Estamos en presencia de un nuevo escenario, del arraigo de una nueva cultura, bajo la cual algunas empresas del sector forestal se están interesando por los asuntos sociales y por el desarrollo de las comunidades locales, contri-buyendo y asumiendo compromisos como un actor relevante?

No hay duda que FSC exige nuevas relaciones con los actores locales. Por lo general, el mundo de las empresas forestales asume las relaciones con su entorno, remitiéndose sólo a roles de absorción de empleo y, cuando se trata de asuntos sociales, el enfoque se orienta más bien a relaciones de tipo benefac-tora, muchas veces como una manera de mitigar el efecto de sus operaciones (ruido, polvo, destrucción de caminos).

La estrategia social de FSC plantea una nueva mirada, un nuevo enfoque en la relación empresa-comunidad local, que puede resumirse como la acep-tación del bosque como productor de una serie de beneficios, que trascienden la obtención de madera e incluyen el accionar de los actores involucrados en él.

Teniendo en cuenta que esta integración no se propone resolver los proble-mas de las comunidades, sino más bien contribuir a ello, Forestal Río Cruces firmó un acuerdo –junto a otras seis empresas del rubro de la X Región5– en el cual se establecen diez principios básicos que armonizan visiones y accio-nes sobre el manejo forestal y la conservación de la biodiversidad, así como el rol que juegan las empresas del sector en las comunidades locales. Este documento, denominado “Acuerdo Regional Empresas Forestales y ONG’S por los Bosques Nativos del Sur de Chile”, fue suscrito en Valdivia en diciembre de 2002, y en él se reconoce la participación de la sociedad civil como factor clave para el desarrollo forestal en la X Región. Adicionalmente, se establece su compromiso de no sustituir los bosques nativos por plantaciones exóticas, demostrando a la sociedad chilena que sí es posible recuperar bosques, tra-bajarlos e insertarlos en el mercado nacional e internacional.

5 Fue firmado también por la forestal Inbossa S.A. de Frutillar; Sosur de Llanquihue y Río Cruces S.A. de Lanco. Y las ONG’S Fondo Mundial para la Conservación de la Naturaleza (WWF), Comité Nacional Pro Defensa Flora y Fauna (CODEFF), Centro Interdisciplinario de Investigación Ambiental (CIPMA); y las organizaciones: Colegio de Ingenieros Forestales Valdivia, Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo (AIFBN) y Bosque Modelo de Chiloé (BMCh).

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En esta forestal encontramos una práctica modelo, que demuestra una opción de manejo de bosque nativo y su compromiso frente a él, además de la factibilidad de manejarlo de manera rentable bajo técnicas adecuadas y res-ponsables. Ello cobra especial importancia en el marco de las discusiones sobre bonificaciones destinadas al sector de los pequeños propietarios de bosque nativo, hasta ahora marginados del modelo económico. Éstos requieren de apoyo estatal para invertir en sus bosques, recuperarlos e integrarlos a una actividad econó-mica sustentable y de conservación. Esta experiencia –pese a que se encuentra en una escala industrial– demuestra que el bosque nativo es un recurso natural renovable, con potencial económico.

No se puede dejar de mencionar que, probablemente, la relación empresa-trabajadores y la relación empresa-comunidad, responda a la exigencia de la certificación FSC, además de factores de tipo cultural. Estamos en presencia de propietarios alemanes, cuya experiencia en su país les permite introducir técnicas de manejo validadas en otras sociedades, así como nuevos enfoques en la relación de confianza, construcción social e intercambio cultural.

Sólo queda preguntarse: ¿es posible evaluar conceptos tan abstractos como la equidad y la justicia social, a la luz del FSC?

Tal vez aún no sea el momento de responder, pero sí es necesario recono-cer que la preocupación social del FSC y su oportunidad de abrir espacios para prácticas orientadas hacia el desarrollo forestal, resulta evidente: al igual que lo es su importancia como instrumento de mercado y de cambio. Algunos sostie-nen que la constituyente social del FSC y su subjetividad de análisis plantea un segundo dilema: ¿debe la certificación restringirse a comprobar formalmente estas normas de dirección a través de auditorías? o bien ¿es necesario formular estándares de medición, llevados a indicadores y verificadores, de acuerdo con las particularidades de cada caso? Las respuestas están en la mesa de discusión; los desafíos y retos aún son innumerables. Lo cierto es que toda esta práctica permite mirar el futuro de los bosques de nuestro planeta, su biodiversidad, y el destino de quienes dependen de él para subsistir, al menos con un poco más de esperanza.

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PRODUCTOS FORESTALES NO MADEREROS

La comercialización de los productos forestales no madereros: una oportunidad para el manejo comunitario y la valorización del bosque nativoALBERTO TACÓN, JUANITA PALMA

INTRODUCCIÓN

El uso tradicional y a pequeña escala de los ecosistemas forestales nativos ha suministrado durante miles de años productos básicos para la alimentación, el cuidado de la salud, la construcción de viviendas o el utillaje doméstico de las comunidades campesinas e indígenas, constituyendo todavía la principal fuente energética de los hogares rurales de nuestro país.

Pese al enorme valor de uso que la mayor parte de estos productos silvestres han tenido, y todavía tienen, sólo algunos han adquirido valor de cambio a lo largo de la historia, en los mercados nacionales e internacionales. No obstante, en el comercio interno se ha mantenido como economía informal (Tacón et al., 1999). Debido a ello –o como consecuencia– la atención prestada a este tipo de productos en la investigación, en la formación académica o en la legislación forestal ha sido muy escasa.

Recientemente, muchos productos forestales no madereros (PFNM) como los follajes, los hongos silvestres, el boldo (Peumus boldus) y el quillay (Quillaja saponaria), entre otros, se han incorporado al mercado internacional alcanzando un importante valor de cambio. Si bien en la actualidad la recolección de PFNM con fines comerciales se considera todavía una actividad marginal, ya provee de ingresos estables a miles de familias rurales en Chile (Campos,1998).

En el pasado, algunos PFNM de Chile desarrollaron importantes mercados in-ternacionales. Además de la hoja de boldo, la corteza de canelo (Drimys winteri) o el piñón de araucaria (Araucaria araucana) –por citar sólo algunos productos exportados históricamente (Saelzer, 1977)– existen antecedentes en cuanto a que las frondas del helecho palma (Lycopodium paniculatum) se han enviado a Europa desde el siglo XIX (Gunckel, 1984), para decoraciones de cuadros artísticos. Hoy, el flujo se mantiene con algunas empresas importadoras de productos florales a gran escala, como Uniflora1, que se abastece de una acopiadora de Valdivia.

La experiencia histórica indica que el desarrollo de grandes poderes com-pradores para este tipo de productos silvestres, en muchos casos ha generado

1 www.uniflora.de

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una sobreexplotación del recurso, que ha afectado directa o indirectamente a la conservación de los bosques y a la viabilidad económica de la actividad misma. A modo de ejemplo: la corteza de lingue (Persea lingue) –y otras espe-cies– fue uno de los principales insumos para el curtido de pieles, a principios del siglo XX; motivando el desarrollo de grandes poderes compradores en la ciudad de Valdivia, que abastecían la demanda local de la industria del cuero, exportándose en grandes cantidades hacia otros países de América. Debido a ello, la extracción masiva de corteza constituyó, durante décadas, una de las principales presiones para la conservación del bosque laurifolio valdiviano (Saelzer, 1977).

Por esta razón, es necesario hacer un esfuerzo para que el creciente mercado de los PFNM contribuya positivamente, tanto a la calidad de vida de las familias recolectoras como a la conservación del bosque nativo. Para ello será necesario ensayar métodos que optimicen la producción agroforestal, diseñar sistemas de procesamiento a pequeña escala y estrategias de comercialización asociativas para este tipo de productos; del mismo modo, incrementar los esfuerzos de los investigadores para generar conocimiento biológico, ecológico y etnobotánico de los recursos que proveen los PFNM, desde una perspectiva que incluya los saberes tradicionales de familias indígenas y campesinas.

CONCEPTUALIZACIÓN

Aunque la recolección de PFNM es una actividad desarrollada durante miles de años, por las comunidades campesinas e indígenas, el interés científico por estu-diar su papel en la economía y en la conservación de los ecosistemas forestales es muy reciente. Por esto, el concepto de producto forestal no maderero (PFNM), o Non Timber Forest Products (NTFP), no tiene una definición consensuada (Ruiz-Pérez, 1995).

De este modo, en el ámbito del desarrollo productivo, la Oficina de las Nacio-nes Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) propone como definición: “todos los bienes de origen biológico y los servicios derivados de los bosques, o de cualquier otro territorio con un uso similar, excluida la madera en todas sus formas” (FAO, 1995). Esta amplia definición de los PFNM, incluiría no sólo los usos consuntivos del bosque sino también todos los usos no consuntivos derivados de los múltiples servicios ambientales del bosque (agua, paisaje, biodiversidad, etc.), ampliando, además, su ámbito a todo tipo de tierras forestadas, sean éstas de origen natural o cultivos leñosos.

Con algunos matices, esta definición ha sido adoptada en Chile por impor-tantes organizaciones que orientan su actividad al ámbito productivo, como el Instituto Forestal (INFOR) y la Fundación Chile; quienes incluyen en este concepto semillas de pino y eucalipto; cultivos como castaña, nuez o almendra, que se desarrollan comúnmente en suelos agrícolas; forestación con especies exóticas como el algarrobo europeo, en el semiárido chileno; o el cultivo de mimbre, en la zona central, entre otros productos (INFOR, 2004).

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Sin embargo, en el ámbito de la conservación ambiental, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) propone como acepción: “todos aque-llos productos biológicos, excluida la madera, leña y carbón, que son extraídos de los bosques naturales para el uso humano” (Peters, 1996). Esta definición, mucho más concisa y operativa, limita los PFNM al uso consuntivo de productos biológicos extraídos del bosque, excluyendo explícitamente todos los derivados de la madera y limitando su origen a los bosques naturales; dejando al margen los productos obtenidos de las plantaciones forestales, frutales o de otro tipo, efectuadas con especies exóticas con fines madereros o no madereros. Aunque este significado no resuelve aspectos muy controvertidos –como la caza y captura de animales silves-tres, para su comercialización o uso humano–, aporta los elementos conceptuales necesarios para que los PFNM hagan un aporte relevante a la conservación de la biodiversidad de los ecosistemas forestales nativos, así como de la calidad de vida de las comunidades locales que viven en ellos (Red de PFNM, 2004).

RECUADRO Nº 1: CLASIFICACIÓN DE LOS PFNM

Los PFNM presentan una amplia variedad de formas, orígenes, usos y mercados; por ello es difícil generalizar acerca de su situación y de las implicancias de su manejo en la conservación del bosque y en el desarrollo de las comunidades humanas que lo habitan. Esto ha motivado distintas formas de clasificación, sobre la base de características biológicas, culturales o económicas.

• CLASIFICACIÓN DE PFNM A PARTIR DE SU USO TRADICIONAL: — Productos comestibles. Avellana (Gevuina avellana), murta (Ugni molinae), maqui (Aristotelia

chilensis), chupón (Greigia sphacellata), cauchao de la luma (Amomyrtus luma), frutilla (Fragaria chiloensis), calafate (Berberis spp.), y muchas otras semillas y frutos que pueden comerse frescos, tostados, en conserva, en licor o chicha. También incluye verduras silvestres, como nalca (Gunnera tinctorea), apio (Apium magellanicum), huilos (Chusquea spp.) y papas cimarronas (Solanum spp. y Dioscorea spp.), hongos como el changle (Clavaria spp.), los digüeñes y pinatras (Cyttaria spp.), gargales (Grifola gargal.), etc.; y otros productos como la miel o sirope de palma (Jubaea chilensis).

— Plantas medicinales. Hojas, flores y cortezas de plantas silvestres para el cuidado de la salud de las per-sonas o del ganado, como matico (Buddleja globosa), boldo, radal (Lomatia hirsuta), quintral (Tristerix spp.), limpiaplata (Equisetum bogotense), tineo (Weinmania trichosperma), zarzaparrilla (Ribes spp.), cachanlagua (Centaurium cachanlahuen), quinchamalí (Quinchamalium chilensis), laurel (Laurelia sempervirens) y canelo o araucaria, entre otras.

— Plantas de uso ritual. Plantas utilizadas o consumidas en las ceremonias tradicionales, como laurel, canelo, pehuén (o piñón), avellano, latúe (Latua publiflora), quilmay (Elytropus chilensis), etcétera.

— Esencias y extractos. Productos cuyo destino es el procesamiento con fines industriales para la extracción de saponina de quillay, aceite de avellana o aceites esenciales de laurel, tepa (Laureliopsis philipiana), meli (Amomyrtus meli) o murta, entre otras especies aromáticas.

— Plantas melíferas. Especies cuyas flores son útiles para la producción de polen y miel, debido a su larga floración, aroma o propiedad químicas; tales como: ulmo (Eucryphia cordifolia), tineo, tiaca (Caldcluvia paniculata), avellano y mirtáceas, por nombrar sólo algunas.

— Material para cestería y artesanía. Hojas, raíces y tallos recolectados para la elaboración de canastos, pirguas y otras artesanías tradicionales, como quilinejas (Luzuriaga spp.), voquis (Cissus striata, Ber-beridopsis corallina), coligüe (Chusquea coleou), vatros (Typha spp.), junquillos (Juncus spp.) y coirón

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¿SON LOS PFNM UNA ALTERNATIVA PARA LA SUSTENTABILIDAD?

No cabe discutir que la recolección de productos silvestres es una actividad pro-fundamente arraigada en la cultura de las comunidades indígenas y campesinas de toda Latinoamérica, que han hecho un uso múltiple del bosque durante miles de años. El conocimiento etnoecológico acerca del manejo y utilización de los denominados PFNM ha sido generado, reelaborado y transmitido culturalmente por las poblaciones campesinas de tradición indígena, dando origen a sistemas de producción muy estables y que han mostrado ser compatibles con la conservación, a largo plazo, de la estructura y función de los ecosistemas (Toledo, 1992).

(Stipa spp.) o ñocha.— Plantas tintoreras. Raíces, cortezas o frutos de plantas que sirven para teñir lana o cuero; como michay

(Berberis darwinii), maqui (Aristotelia chilensis), pillo-pillo (Ovidia pillopillo), barbas de viejo (Usnea spp.), radal, nalca, entre muchas otras.

— Ramas decorativas y flores silvestres. Que se recolectan para hacer ramos o para decorar la casa como copihue (Lapaegeria rosea), lirio de campo (Alstroemeria spp.), helechos (Lophosoria quadripinnata), palmilla, musgos (Sphagnum spp.) o fuinque (Lomatia ferruginea), entre otros.

— Semillas y plantas. Semillas y plántulas de árboles y arbustos nativos para su siembra en viveros forestales o para la producción de plantas decorativas para jardines.

— Sustratos de cultivo. Extraídos del bosque para su uso directo o con fines comerciales, como la tierra de hoja y la turba de sphagno o pon pon (Dendroligotrichum dendroides).

— Taninos o curtiembres. Son los productos vegetales que, disueltos en agua, tienen la capacidad de trans-formar las pieles crudas de animales en cueros, badana y suela. Se utilizan cortezas de plantas como lingue, ulmo y tineo.

• CLASIFICACIÓN DE PFNM A PARTIR DE SU ÁMBITO DE MERCADO:— Productos sin mercado establecido. Existe una amplia diversidad de especies productoras de PFNM que

mantienen un enorme valor de uso tradicional, pero que no han establecido mercado alguno por tener una producción muy limitada, una distribución geográfica muy restringida o debido a su escasa valoración o desconocimiento por parte de los consumidores.

— Productos con mercado local. Existen productos con una marcada estacionalidad, que son rápidamente perecibles o poco conocidos, por lo que solamente han logrado desarrollar una cadena de comercialización muy corta. Por lo general se comercializan en fresco, puerta a puerta o en ferias tradicionales de localidades muy cercanas a su lugar de cosecha.

— Productos con mercado nacional. En algunos casos gracias a una mayor productividad y a una menor perecibilidad que hace posible su almacenamiento, el radio de comercialización se amplía, alcanzando a las grandes ciudades del país. En estas situaciones, el valor comercial motiva a intermediarios o acopiadores a desplazarse a las zonas rurales, comprando la producción al recolector en el mismo predio.

— Productos con mercado internacional. Muy pocos productos tienen interés en el mercado internacional. En estos casos las empresas exportadoras se abastecen a partir de una red de acopiadores, que abarcan amplias zonas del país. El procesamiento predial y la venta directa por parte del recolector son mucho más complicados, debido a los altos estándares de calidad exigidos por las empresas exportadoras, en general radicadas fuera de las zonas de producción.

Fuente: Tacón et al., 1999

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La Convención de las Naciones Unidas para la Conservación de la Biodi-versidad, suscrita en Río de Janeiro en 1992 y ratificada por Chile en 1993, reconoce explícitamente la importancia que tiene este conocimiento ancestral en el desarrollo de políticas de conservación a nivel mundial (UNEP, 1992). No obstante, durante décadas los PFNM se han mantenido en el anonimato, sin que universidades, servicios públicos o empresas se dedicaran a documentar su co-nocimiento tradicional, ni a investigar o desarrollar su manejo. Dado el reciente interés por estudiar estos recursos y su manejo en el país, cabe preguntarse: ¿El manejo de PFNM es hoy una alternativa realista para el manejo sustentable de los bosques en Chile?

Para encontrar una respuesta a esta pregunta, es preciso considerar las otras alternativas de uso que actualmente ofrece el bosque nativo en el país. Tras dé-cadas de extracción incontrolada, a través del “floreo” –o extracción selectiva de los mejores árboles o de las especies más demandadas–, el progresivo deterioro del recurso forestal nativo ha causado una drástica disminución en el valor económico maderero del bosque. La actividad forestal concentrada durante décadas solamente en la extracción de maderas de alto valor, modificó no sólo la distribución, estructura y composición florística de nuestros bosques nativos, sino también la cultura y economía de las localidades rurales.

Debido a ello, existen en la actualidad enormes extensiones de bosque na-tivo de muy bajo valor comercial maderero, que sólo podrían rentabilizarse en el largo plazo con un manejo adecuado y que implica un costo que muy pocos propietarios están dispuestos a asumir. En muchas áreas forestales la madera nativa en metro ruma para su venta como leña es el único producto forestal maderero disponible, que sólo es comercialmente viable cuando lo explotan familias rurales que viven dramáticas situaciones de pobreza y cuyo excedente de mano de obra permite mantener un muy bajo costo de producción.

La progresiva desvalorización del bosque nativo ha motivado que se consi-dere, en muchos casos, un estorbo para la habilitación ganadera y agrícola o, más recientemente, para la sustitución forestal. Por ello creemos que, en el contexto de la economía globalizada, el manejo de los PFNM ofrece una posibilidad real para valorizar el bosque nativo, a partir de una diversificación productiva que permita compensar, en parte, los largos turnos de rotación que tiene la silvicul-tura de especies nativas. Dado que la recolección de casi todos los productos por parte de campesinos –en especial frutos, follajes, semillas y hongos– precisa la conservación de una masa productiva de bosque nativo en buenas condiciones, esta cosecha estimula su valorización y conservación. En numerosas ocasiones los recolectores visitan siempre los mismos sectores, cuidando de “sacar hoja por medio” (nalca, helecho), no “aporrear los árboles” (piñón), o cuidar sus “pica-das” (murta, changle). Esto protege los pequeños remanentes de bosque nativo, renovales y matorrales aledaños a la residencia, disuadiendo de su habilitación ganadera o forestal mediante el uso del fuego.

El procesamiento, envasado y comercialización de PFNM, basados en su aprove-chamiento sostenido, ofrecería nuevas oportunidades de empleo y negocio para la

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pequeña y mediana empresa rural; planteando un nuevo escenario para la dinami-zación de la economía local y la revalorización de los ecosistemas nativos. Además, la llegada de los productos de consumo tradicional a los mercados urbanos genera un proceso de transferencia cultural, mediante el cual la tradición rural e indígena se integra simbólicamente en la vida cotidiana de las familias chilenas.

En la actualidad, son muy pocas las experiencias de manejo de PFNM desa-rrolladas por organizaciones de recolectores. Entre ellas destacan las iniciativas apoyadas por el Fondo de Bosque Templado (WWF-CODEFF), que han avanzado en el estudio, formas de extracción y comercialización de algunos PFNM, a través del trabajo conjunto entre comunidades y equipos técnicos. La Asociación Indígena de Mujeres Follajes de San Juan ha iniciado el manejo participativo del helecho palma, un follaje decorativo del bosque siempreverde; la Asociación Indígena Rayen Fuco ha focalizado su interés en el voqui fuco (Berberidopsis corallina), un voqui endémico utilizado por sus fibras de uso artesanal, que se encuentra en peligro de extinción. Ambas iniciativas se localizan en la comuna de San Juan de la Costa2, en un sector de la más alta prioridad para la conservación del bosque templado de tipo valdiviano. En el sector de La Paloma, en la comuna de Paillaco, se ha avanzado en la recolección y propagación de murta; mientras que el Taller Laboral Santa Cecilia, en la comuna de Carahue (IX Región) ha desarrollado un completo siste-ma de propagación, restauración, manejo y procesamiento de frutos de avellano.

Estas experiencias exitosas demuestran que la recolección de PFNM ofrece una alternativa económica local socialmente equitativa, culturalmente apropiada y ecológicamente compatible con la conservación del bosque nativo, en manos de comunidades rurales o indígenas; todos ellos, aspectos clave del concepto de desarrollo humano sustentable.

¿ES RENTABLE EL MANEJO DE LOS PFNM?

Tal como muestran múltiples estudios, el proceso de deterioro del bosque nativo está muy ligado a la marginación económica y social de gran parte del campesi-nado en Latinoamérica (Verolme et al., 1999). La reciente apertura económica del sector primario ha generado una grave crisis entre campesinos y pequeños propietarios, incapaces de competir en el mercado global (Teubal, 1998).

Debido a ello, la valorización y manejo sustentable de nuestros bosques nativos pasa, necesariamente, por emprender una reconversión económica y cul-tural, en la cual la diversificación productiva y el manejo de PFNM tendrán un rol decisivo. Es urgente encontrar actividades económicas alternativas, que permitan a estos pequeños propietarios ocupar su excedente de mano de obra y obtener ingresos estables en otras actividades que no impliquen venta de tierras, defores-tación, conversión a la agricultura o sustitución de bosques naturales degradados por monocultivos exóticos. El desarrollo de la actividad recolectora, además de suponer un importante ingreso complementario, desvía temporalmente una importante fracción de la mano de obra rural de la corta de madera.

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RECUADRO Nº 2: EXPORTACIONES DE ALGUNOS PFNM PROVENIENTES DEL BOSQUE NATIVO CHILENO

Aunque en la actualidad no existe ningún registro del mercado interno de los PFNM, por lo que no se puede evaluar su importancia comercial en el ámbito nacional, se dispone de estadísticas de comercialización para la mayor parte de los productos de exportación. La demanda de materias primas para la industria farmacéutica, cosmética y alimenticia de países del hemisferio Norte, permite que las especies nativas de nuestro bosque tengan un lugar en esos mercados, a través de sus usos no madereros. Sin duda, el mercado internacional de los PFNM es creciente y con amplias posibilidades para el futuro.

El año 2003, varios PFNM chilenos procedentes del bosque nativo destacaron en el mercado internacional, liderando la lista el musgo Sphagnum sp. Aunque los registros no identifican la especie, el musgo es ampliamente conocido por sus propiedades como sustrato de cultivo y para la elaboración de productos absorbentes de uso doméstico e industrial. Al igual que la mayor parte de los PFNM, este mercado depende exclusivamente de la extracción desde su hábitat natural, la que se viene desarrollando sin regulación desde hace varios años. Debido a ello, en la isla grande de Chiloé ya existen indicios de sobreexplotación, que se manifiesta en una pérdida de la calidad del producto y una disminución en la capacidad de retención de agua que afecta directamente al régimen hídrico de esteros y arroyos.

En materia de hongos comestibles, la especie Morchella conica es una de las más conocidas internacionalmente por sus propiedades culinarias; lo que ha permitido que muchas familias se dediquen a su recolección, en la VIII y IX regiones3. Un aspecto preocupante de este mercado es que la ecología de la especie está ligada a la ocurrencia de incendios, por lo que el desarrollo de un poder comprador podría ser un incentivo perverso para la conservación.

Cabe resaltar que en las glosas de exportación de hongos, hojas ornamentales y otros PFNM, en muchos casos no se identifica a qué especies corresponden; es decir, se tienen antecedentes de volúmenes, ingresos y destinos, pero se desconoce qué especies exactamente de nuestra flora son las que se están comercializando. Esta situación pone de manifiesto el desconocimiento de estos productos y la falta de control y fiscalización existente en el tráfico de las especies.

Tabla Nº1: Países de destino e ingresos por exportación de PFNM del bosque nativo chileno

Producto Especie País de destino Ingresos $US

Musgo Sin identificarAlemania, Canadá, China, Corea del Sur, Costa Rica, EE.UU., Francia, Holanda, Indonesia, Japón, Malasia, Reino Unido, República Dominicana, Taiwán.

4.423.752,11

Hongoscomestibles

Morchella conica,sin identificar

Alemania, Canadá, España, EE.UU., Francia, Holanda, Suiza, Argentina, Brasil, Italia, Nueva Zelanda, Perú, Uruguay

1.750.135,50

Corteza Boldo, quillay Alemania, EE.UU., Holanda, Italia, Japón, Perú, Suiza 736.785,31

Hojasmedicinales Boldo

Alemania, Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, España, EE.UU., Francia, Guatemala, Italia, México, Paraguay, Perú, Portugal, Uruguay

579.208,38

Otros productos no madereros

Boldo, quillay,sin identificar

Paraguay, Argentina, Brasil, Dinamarca, EE.UU., Francia, Japón, Guatemala, Reino Unido 547.162,70

Plantas forestales

Araucaria, arrayán, avellano, boldo, ciprés de la cordillera, sin identificar palma, hualo (Nothofagus glauca), varias especies mañío, maqui, pelú (Sophora microphylla), coigüe, tineo, ulmo

Holanda, España, Alemania, Argentina, China, España, EE.UU., Italia, Reino Unido 221.671,82

Hojas ornamentales Avellano, helecho, sin identificar EE.UU., Holanda, Reino Unido, Bélgica, Francia, Suiza 128.799,93

Aceites esenciales Avellano Francia, Japón 23.047,50

Cañas Coligüe, bambú Argentina, México, Perú, Reino Unido 13.510,83

Frutos Avellano, palma Argentina Bélgica, EE.UU. 13.119,36

Semillas Palma España 4.440,00

TOTAL 8.441.633,44Fuente: ProChile, 2003.

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En este contexto, el dinamismo del mercado ha motivado la constante bús-queda de nuevos recursos a bajo costo, tanto como sustitutos de materias primas como en el diseño de novedosas líneas de producción. El creciente interés de la poderosa industria farmacéutica y cosmética internacional por encontrar espe-cies de uso tradicional potencialmente útiles en el diseño de medicamentos o cosméticos, ha incentivado la investigación en PFNM. El mercado internacional de los delicatessen, que demanda constantemente la incorporación de nuevos productos exóticos, ha motivado también el interés por este tipo de especies tradicionales (Belcher et al., 2003).

De manera similar, algunas variedades de uso tradicional se han incorporado al mercado urbano nacional no sólo en circuitos comerciales elitistas, sino sobre todo en sectores medios de las principales ciudades del país, donde su consumo constituye un importante símbolo de identidad. Este proceso, ligado tanto a la migración urbano-rural como al cambio en los hábitos de consumo de la clase media, configura un nuevo escenario para la conservación del bosque nativo y la valorización de la cultura rural y sus productos naturales.

Para evaluar detalladamente la rentabilidad de la cosecha y comercialización de los PFNM, sería necesario realizar un análisis minucioso de la productividad natural, el rendimiento de cosecha, los costos directos e indirectos de la extrac-ción, el costo de oportunidad, etc., de cada uno de los productos; información que, por el momento, tampoco está disponible. Es inadecuada la aplicación de indicadores económicos tradicionales (TIR, VAN, BNP) para procesos productivos en ecosistemas naturales, en el contexto de economías campesinas. Asimismo, sus resultados son sumamente cuestionables; por lo que es necesario aproximarse a ellos desde otras perspectivas (Izko et al., 2003). Aunque, recientemente, algunos estudios han puesto en duda la viabilidad económica de este tipo de sistemas de manejo (Ruiz-Pérez et al., 1999), es preciso profundizar en el análisis de la dimensión económica de los PFNM, en el contexto de la economía campesina.

A partir de los datos de mercado y de los sistemas de cosecha empleados comúnmente en Chile (Tacón, 1998), es posible determinar, a grandes rasgos, al menos dos funciones económicas importantes que en la actualidad plantea la comercialización de los PFNM para las comunidades rurales de nuestro país.

En primer lugar, cabe destacar que la cosecha a pequeña escala para con-sumo directo de alimentos, plantas medicinales y otros usos domésticos de los PFNM, supone un importante aporte al bienestar de las familias campesinas, que les permite complementar y optimizar la producción agraria tradicional, y en algunos casos evita realizar gastos de insumos básicos para su subsistencia en el mercado, lo que se traduce en disminuir sus costos de vida.

A modo de ejemplo, algunos productos todavía constituyen una importante fuente calórica, ya sea por su contenido en hidratos de carbono, como el piñón (similar al trigo o la papa), o por su riqueza en lípidos, como la avellana. Esta última especie posee, además, un alto valor proteico para la alimentación de animales (como el cerdo), que convierte una producción silvestre dispersa en una fuente proteica clave para la economía familiar. Pese a la carencia de infor-

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mación publicada, algunos frutos silvestres como la murta o el maqui, presentan valores extremadamente altos de vitamina C, uno de los elementos más escasos en la dieta rural. De allí que la recolección de PFNM esté directamente ligada a la seguridad alimentaria de la población rural.

Aunque la mayor parte de los PFNM mantienen un gran valor de uso en las comunidades de tradición indígena, en general ha disminuido paulatinamente, con el proceso de absorción cultural y la adopción de sustitutos de origen artificial. Existen metodologías de valoración económica del consumo de PFNM por parte de las comunidades rurales (Colfer et al., 1999a), aunque hasta el momento este tipo de experiencias son escasas en Chile.

Tabla Nº 2: Composición química de algunos PFNM

gr./100 gr. de parte comestible

Humedad* Calorías Proteínas Lípidos Fibra cruda**

Murta 77,2 75 0,3 1,0 1,8

Maqui 56,4 150 0,8 ------ 0,8

Avellana 7,5 555 12,4 49,3 2,8

Piñón 43,1 232 4,5 1,3 2,2

Digüeñe 88,3 44 2,9 0,7 0,5

Changle 92,6 25 1,4 0,2 0,5Fuente: Tabla de composición química de alimentos chilenos, Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas Universidad de Chile, 1985.* Es preciso señalar que la humedad no es un parámetro fijo, y que el secado de las semillas afecta los porcentajes del resto de componentes. ** Del mismo modo, el porcentaje de fibra está afectada por el grado de cascarilla presente.

En segundo lugar –y a diferencia de otras actividades tradicionales como la agri-cultura, la ganadería o la explotación maderera–, la recolección de PFNM es una actividad de carácter extensivo, para la cual la inversión en bienes de capital no es un factor limitante de la producción.

Hasta su reciente incorporación a los mercados, los PFNM han sido subvalorados por los grandes propietarios y las empresas forestales, quienes los consideran como “subproductos” sin valor comercial. Ello permite el libre acceso y la apropiación del recurso por parte de comunidades rurales, que aprovechan “con permiso” extensas áreas colindantes a su propiedad. De este modo, la posesión del suelo no ha sido hasta ahora un factor limitante para su producción. De manera similar, y a diferencia del manejo agrícola, ganadero o maderero (que requiere animales, herramientas, tecnología o capital de trabajo), la recolección de PFNM no precisa de grandes inversiones ni puede intensificarse significativamente mediante la aplicación de tecnología.

A modo de ejemplo, durante la temporada de murtilla (o murta) las familias de más bajos ingresos se trasladan a las zonas productoras en la costa o en los fal-deos de los volcanes, sin más herramientas que canastos y cubos. Ellas recolectan entre 10 y 15 kg por persona y día, lo que ofrece ingresos del orden de cinco mil

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y seis mil 500 pesos por día, si la venta se realiza directamente al consumidor. Por ser el trabajo el único factor productivo limitante, durante la temporada de cosecha los más necesitados podrían destinar más tiempo o esfuerzo, expresado en términos como “ponerle empeño” para apropiarse de una mayor porción del recurso. De allí que la recolección de PFNM constituye un importante mecanismo de equidad y cohesión social en las comunidades rurales, garantizando un ingreso complementario estable y seguro en la economía de muchas familias rurales. La característica estacionalidad de la producción permite mantener en algunos hogares una actividad casi continua, que se reparte entre sucesivos productos.

Por ello, la recolección de PFNM es una actividad productiva accesible incluso a los segmentos más pobres y marginados de la población rural, quienes pese a no contar con factores de producción como tierra, carreta, ganado o motosierra propias pueden destinar buena parte de su tiempo a estas actividades (Colfer et al., 1999b). La situación descrita para los PFNM en Chile, no dista mucho de lo que ocurre en otros países, en los que la recolección de productos silvestres es de gran importancia en la economía rural, pese a mantenerse su comercialización en la informalidad, sin estadísticas apropiadas, regulaciones de acceso o cosecha ni canales de comercialización estables (Belcher et al., 2003).

Esta situación de libre acceso a un recurso, sin mecanismos de control social que regulen la cosecha o extracción, genera una gran incertidumbre, puesto que el aumento de la demanda y por tanto de la rentabilidad de la cosecha de PFNM podría originar una fuerte presión extractiva o una intensificación incompatible con la conservación del ecosistema, así como otros riesgos de desplazamiento económico de las comunidades rurales, a los que será preciso anticiparse (Tacón et al., 1999). El desafío es generar estudios participativos acerca de los ecosistemas forestales, entre investigadores y comunidades rurales, que permitan desarrollar sistemas de manejo de los PFNM, que validen los saberes tradicionales y sostengan produc-ciones estables, en cantidad y calidad, que satisfagan la demanda del mercado.

CONCLUSIONES: ESTRATEGIAS PARA EL MANEJO COMUNITARIO DE LOS PFNM

Como vemos, la importancia del manejo de los PFNM estriba tanto en su valor co-mercial como, sobre todo, en el importante rol que pueden jugar en la conservación y valorización del bosque nativo. Por ello, su posicionamiento en el mercado está estrechamente vinculado al valor social, cultural y ambiental de su manejo.

No obstante, la experiencia demuestra que si la comercialización va por delante del desarrollo de técnicas de manejo adecuadas, el riesgo puede ser mayor a los beneficios esperados. El aumento en la escala de producción sin técnicas de manejo apropiadas implica algunos riesgos, tanto para la conservación del bosque nativo como para la equidad en el acceso a los beneficios de la comercialización. A modo de ejemplo, la extracción en grandes proporciones de frutos y semillas (como ave-llanas, murta o piñón) para su comercialización a escala industrial, puede suponer una amenaza para la regeneración natural de estas especies. Del mismo modo, la recolección indiscriminada de musgos, helechos, ramas, voquis y coligüe podría

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provocar graves cambios en la estructura y dinámica del bosque, e incluso peligro para la conservación de especies escasas. La quema intencionada de bosques para la recolección de hongos –actividad que ya ha sido comprobada en Chile y otros países– es una amenaza significativa para determinados tipos forestales.

Asimismo, el aumento del precio de estos productos y la aplicación de un criterio de rentabilidad económica, unido a los vacíos legales existentes, podrían ocasionar el desplazamiento de los recolectores tradicionales –quienes extraen selectivamente y en pequeña escala, para su venta directa– por cuadrillas de cose-cheros, contratados “a jornal” por empresas comercializadoras. Aunque estas situa-ciones de sobreexplotación podrían mitigarse mediante el cultivo o restauración de poblaciones silvestres, el cultivo comercial a gran escala de una especie nativa podría generar riesgos añadidos sobre el bosque, como la sustitución de pequeños remanentes en buen estado de conservación, el uso de agroquímicos potencialmente nocivos para el ecosistema o erosión genética difícilmente predecible.

Por esto, solamente el compromiso de los recolectores y su organización pueden garantizar el control social y la conservación de este tipo de recursos, de la forma en que se ha desarrollado en productos de larga tradición, como el piñón. Más allá de su rentabilidad como negocio privado, la comercialización de PFNM debe contemplarse como una herramienta para lograr el objetivo de la conservación, a largo plazo, del bosque nativo y la integración de la comunidad rural.

Para ello, sería preciso implementar herramientas legales e incentivos eco-nómicos adecuados, que aseguren la sustentabilidad económica y ambiental de esta actividad; diseñando sistemas de manejo y canales de comercialización apropiados, que permitan el acceso equitativo de los pequeños propietarios a este rentable negocio. Pese a que la labor de las instituciones públicas chilenas en este campo ha sido poco relevante, e incluso contradictoria, existen múltiples experiencias de manejo y comercialización de PFNM por parte de comunidades rurales, algunas de las cuales se muestran en este mismo libro.

La sistematización de estas experiencias demostrativas de manejo, recolección y procesamiento de PFNM con fines comerciales, permite extraer importantes aprendizajes e identificar una serie de elementos comunes de éxito, los que podrían inspirar acciones concretas de política pública, para fomentar el apro-vechamiento sustentable de los PFNM en nuestro país (Conforte, 2000).

En primer lugar, las experiencias de las recolectoras de follaje y del taller de artesanos del voqui fuco demuestran que la investigación participativa combinada entre investigadores y recolectores permite conocer y mejorar los actuales siste-mas de manejo de los productos que sufren una mayor presión por parte de los recolectores, para prevenir situaciones de riesgo y definir estrategias específicas de desarrollo para cada uno de los productos.

En segundo lugar, el desarrollo de técnicas de inventario que incorporen los PFNM en las cuentas de la actividad forestal, permite diversificar las opciones de manejo del bosque. Las experiencias de manejo de renovales de siempreverde para el aprovechamiento de diferentes especies de follaje decorativo o del voqui fuco para bosques adultos, pone en evidencia el valor de esta interesante alternativa

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AnexoTabla Nº3: Listado de especies citadas con nombres científicos, usos y mercados

Nombre común Nombre científico Parte utilizada Uso Mercado

Chicharrón de monte Gyromitra antarctica Hongo Alimenticio Internacional

Morchella Morchella conica Hongo Alimenticio Internacional

Murta Ugni molinae Fruto Alimenticio Internacional-Nacional

Araucaria Araucaria araucana Semilla Alimenticio Nacional

Nalca Gunnera tinctorea Pecíolo Alimenticio Nacional-Regional

Chupón Greigia sphacellata Fruto Alimenticio Regional

Frutilla Fragaria chiloensis Fruto Alimenticio Regional

Miñe miñe Rubus magellanica Fruto Alimenticio Regional

Parrilla Ribes trilobum Fruto Alimenticio Regional

Changle o chandi Clavaria sp. Hongo Alimenticio Regional

Digüeñe, pinatra Cyttaria espinosae Hongo Alimenticio Regional

Gargal Ramaria ssp. Hongo Alimenticio Regional

Loyo Boletus loyo Hongo Alimenticio Regional

Avellano Gevuina avellanaFruto

Ramas

Alimenticio-Aceite Ornamental

Nacional-Internacional

Calafate, michay Berberis sp. Fruto Alimenticio-Tintóreo Regional-Nacional

Maqui Aristotelia maqui Fruto Alimenticio-Tintóreo Regional-Nacional

Luma Ammomyrtus luma Flor Apícola Internacional-Nacional

Tineo Weinmania trichosperma Flor Apícola Internacional-Nacional

Ulmo Eucryphia cordifolia Flor Apícola Internacional-Nacional

Pil pil voqui Voquila trifoliata Tallos Cestería Nacional

Quilineja Luzuriaga sp. Tallos Cestería Nacional

Voqui fuco Berberidopsis corallina Tallos Cestería Nacional

Voqui negro Cissus striata Tallos Cestería Nacional

Coligüe Chusquea coleou Tallos Construcción Internacional-Nacional

Boldo Peumus boldus Hojas Medicinal Internacional-Nacional

Bailahuén Haplopappus baylahuen Hojas Medicinal Nacional-Regional

Limpiaplata Equisetum bogotense Hojas Medicinal Nacional-Regional

Matico Buddleja globosa Hojas Medicinal Nacional-Regional

Pichí romero Fabiana imbrincata Hojas Medicinal Nacional-Regional

Pingo-pingo Ephedra chilensis Hojas Medicinal Nacional-Regional

Fuinque Lomatia ferruginea Ramas Ornamental Internacional-Nacional

Helecho Lophosoria quadripinnata Ramas Ornamental Internacional-Nacional

Palmilla Lycopodium paniculatum Ramas Ornamental Internacional-Nacional

Copihue Lapaegeria rosea Flor Ornamental Nacional-Regional

Lirio de campo Alstroemeria sp. Flor Ornamental Nacional-Regional

Quillay Quillaja saponaria Corteza Saponina Internacional-Nacional

Musgo Sphagnum moss Tallos Sustrato Internacional-Nacional

Lingue Persea lingue Corteza Tanino Ya no existe

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para la silvicultura de este tipo forestal. Del mismo modo, el aprovechamiento sostenido del fruto del avellano y su valorización como materia prima para la elaboración de diversos productos, aumentaría sin duda la rentabilidad del ma-nejo del tipo forestal roble-raulí-coigüe.

En tercer lugar, el manejo de PFNM permite valorizar sectores marginales de bosques y matorrales muy degradados, que pueden recuperarse mediante técni-cas de restauración apropiadas. Los viveros establecidos por las tres experiencias anteriormente citadas muestran que la restauración de bosques para su uso en el manejo de PFNM es una alternativa económica para los pequeños y medianos pro-pietarios. En todos los casos, la ampliación del sistema de bonificaciones vigente a este tipo de especies no maderables, podría constituir un incentivo de alto impacto.

En cuarto lugar, la experiencia muestra que es prioritario apoyar el acceso del recolector y del pequeño productor al mercado, mejorando su capacidad de negociación, tanto en lo relativo a precios como en criterios de calidad más es-trictos y volúmenes de producción estables, a partir del desarrollo de técnicas de cultivo en sistemas agroforestales, compatibles con la conservación y restauración del ecosistema. A partir de la información recogida en estos tres proyectos, podría asegurarse que el manejo integrado de los PFNM muestra una mayor rentabilidad para las familias rurales que manejos estrictamente madereros.

Finalmente, cabe destacar que es urgente priorizar el rescate del conocimiento tradicional indígena acerca del uso y manejo de este tipo de recursos, y apoyar el desarrollo de un marco legal que asegure la propiedad del conocimiento tradicio-nal de las especies endémicas y de los productos derivados de ellas. La creación de un registro nacional de recursos fitogenéticos y conocimientos tradicionales, podría ser una interesante alternativa que evite el patentamiento de los mismos por parte de empresas privadas, nacionales o extranjeras (UNCTAD, 1996).

De manera similar, es urgente evaluar el estado actual de los derechos de acceso de la comunidad rural a este tipo de recursos, detectando situaciones de conflicto o de extracción incontrolada, que pongan en riesgo tanto al ecosistema como a la actividad tradicional. El establecimiento de reservas extractivas en áreas fiscales, mediante convenios con comunidades locales, ayudaría a lograr un manejo participativo de PFNM, definiendo con claridad tanto los derechos de acceso como las formas de colecta sustentable del recurso.

Por último, es prioritario lograr transmitir la idea-fuerza del manejo integra-do de productos no madereros tanto en el sector científico, especialmente en la formación de profesionales del área agrícola y forestal, como en las instituciones públicas y privadas ligadas al sector forestal y al desarrollo rural.

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El bosque ya no es matorral: mujeres rurales revalorizando el bosque a través de la avellanaJUAN CALOS JARA, PAULO PALMA, RONY PANTOJA

Con una yunta de bueyes, un machete y una bolsita de harina, las primeras casas las construimos con cáscaras de tineo (Weinmania tri-

chosperma), esto era puro monte tupi’o, entonces tuvimos que empezar a descampar pa’ cultivar y criar animalitos, en esos años la madera no

valía nada y como no había camino teníamos que quemar1.

INTRODUCCIÓN

En el siglo pasado comenzó el proceso de desplazamiento de familias empobre-cidas y marginadas de Tirúa y Cañete (VIII Región), que posteriormente dieron origen a las colonias del sector norte de la comuna de Carahue (IX Región). Sus históricas formas de vida fueron entonces los únicos conocimientos y herramien-tas que les permitieron sobrevivir en un territorio montañoso, muy ajeno a los patrones agrícolas de sus tierras natales.

En el presente artículo se relata la experiencia de las socias del taller laboral Santa Cecilia, del sector Las Ñochas, en cuanto al desarrollo de la producción avellanera. Dicho taller es uno de los pocos que se han abocado a desarrollar una actividad productiva en la comuna de Carahue, por lo que resulta interesante visualizar su evolución y los desafíos que deberá enfrentar.

La organización

El taller laboral Santa Cecilia nació el 15 de junio de 1989 y su personalidad jurídica se aprobó el 30 de septiembre de 1996, con nueve mujeres. Lleva el nombre de la hija de una de las socias, que nació en una fecha cercana a la for-mación del taller. Actualmente está compuesto por 14 mujeres, principalmente de los sectores Las Ñochas, Matte y Sánchez; todas adultas, con un promedio de 41 años de edad; el 80% casadas, con hijos, y en su totalidad carentes de es-colaridad básica completa (Serón, 2003).

Si bien el objetivo inicial de la formación del taller fue realizar actividades manuales de aprendizaje y recreación, que contribuyeran al desarrollo personal, social y comunitario, hoy aquella intención se ha ampliado, agregando una mirada productiva, como una forma de ayudar a la economía familiar. La mayoría de las socias ve como proyección de trabajo en su sector el desarrollo de labores agro-forestales; la protección, manejo y mejoramiento de su bosque nativo; la venta de productos no maderables (PFNM), como follaje, avellanas (Gevuina avellana) y murtilla (Ugni molinae), y maderables como leña y carbón.

1 Testimonio de campesinos de Nahuelbuta, 1998.

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Los campesinos de montaña y el bosque

Las localidades de Las Ñochas, Matte y Sánchez se ubican a aproximadamente 35 km al noroeste de la ciudad de Carahue, en el cordón montañoso costero denominado cordillera de Nahuelbuta. Se trata de sectores caracterizados por la presencia de relictos de bosque primario, del tipo forestal siempreverde (Donoso, 1993). Existe, además, una vasta superficie con presencia de bosques de segundo crecimiento muy fragmentados, destacando los renovales de canelo (Drimys win-teri) y pequeños bosquetes de avellano. Esto demuestra el alto grado de deterioro de las formaciones boscosas originales, como consecuencia principalmente de quemas para habilitar en el pasado suelos para la agricultura, desde el proceso colonizador en la década de 1930, descrito anteriormente.

En gran parte, estos territorios pertenecen a pequeños propietarios denomi-nados localmente colonos, que poseen en promedio alrededor de 45 hectáreas por familia, con una superficie variable de bosque que fluctúa entre 30% y 70% del total. Por décadas, estos colonos han basado la mayor parte de sus activida-des productivas y económicas en el bosque, destacando las labores destinadas a la dendroenergía (leña y carbón) y en menor grado a obtener madera aserrada. Estos productos entregan a las familias una alta proporción de sus ingresos anuales, ascendiendo incluso a 50% del total, según mediciones realizadas por el Departamento de Acción Social del Obispado (DAS) en una localidad similar2. La ganadería constituye también un elemento económico clave para el fondo productivo familiar, tal como se verá más adelante. Las familias realizan una agricultura de subsistencia, obteniendo bajos rendimientos en los cultivos de hortalizas y de chacra, que principalmente se destinan al autoconsumo, al igual que la crianza de aves y cerdos.

Los varones venden fuerza de trabajo durante los períodos en que el predio requiere pocas labores, con lo cual complementan ingresos. Además, cuentan con una asociación para la producción y comercialización de carbón. Cada socio del grupo de carbón de Las Ñochas posee en promedio tres hornos y efectúa dos quemas al mes, durante ocho meses seguidos. Con estos valores promedio, un socio puede producir en total mil 200 sacos anualmente; requiriendo 480 m3 de madera al año3. La histórica tradición carbonera permite aumentar las ganancias en 26%, en comparación a la venta informal de leña (Rivera et al., 1998; Rivera, 1999; DAS Carahue, 1998).

Si se considera que para este grupo el promedio de superficie con bosque nativo (sin diferenciar los distintos estados de desarrollo y de intervención) es de 36 hectáreas por productor, se obtiene que cada propietario actualmente extrae 13 m3 por hectárea al año. Este valor supera el crecimiento del bosque siempreverde, cuyo incremento bordea los 10 m3 por hectárea al año. En con-clusión, la tasa de extracción es superior a la de crecimiento, considerando una

2 Mediciones de la comuna de Angol, del año 2000.3 Equivalente aproximadamente a 1.500 árboles de un renoval de bosque nativo.

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situación promedio. La sobreexplotación puede ser más aguda si se considera que la regeneración de los bosques es actualmente muy baja y no prospera por la presencia de ganado en su interior (DAS Carahue, 1998).

En este mismo sentido se evidencia una relación muy estrecha entre forra-je-bosque-ganado, utilizándose muchos bosques para el forrajeo animal ante la escasez de praderas naturales y cultivadas. El establecer empastadas, por tanto, no es un tema menor a la hora de conservar bosques, ello permite a las familias disminuir el nivel de egresos financieros del predio (compran menos forraje) y amortizar los costos por el uso de los bueyes en faenas prediales y extrapredia-les (DAS, 2000). En suma, sacar el ganado del bosque requiere acciones dentro de una lógica compensatoria, enfocada en la intensificación de la producción en praderas forrajeras, de tal forma de permitir el autoabastecimiento de este insumo productivo.

La recolección de avellana como alternativa productiva

Hacia mediados de 1999 la abundante producción natural de avellanas se destinaba básicamente para la engorda de cerdos y, en menor medida, a la recolección para la venta en bruto. El saco de 60 kg se vendía a intermediarios a cuatro mil pesos y la actividad era ejecutada principalmente por mujeres y por niños y niñas. Existían muchas dificultades de tipo logístico y operativo, así como desconocimiento para el procesamiento del fruto y la obtención de mayor valor agregado. Una fortaleza evidente era la alta demanda del producto, por lo que a juicio de las familias la avellana nunca ha representado un riesgo en términos de mercado.

El interés por el perfeccionamiento de su comercialización surge, por un lado, para mejorar la situación financiera familiar y, por otro, para fortalecer la autonomía económica de la mujer.

La amenaza

Actualmente en estos sectores –así como en el resto de la cordillera de Nahuel-buta– las familias y su entorno se encuentran bajo la presión que significan las actividades de la industria forestal del monocultivo, promovida por el Estado a través de sus instrumentos (DL 701).

La problemática a la que hoy están expuestas las familias de la localidad radi-ca, principalmente, en una significativa degradación de los recursos naturales y una descapitalización asociada (el bosque termina por subsidiar al consumidor final), como consecuencia de una ineficiente planificación predial y una inadecuada política de intervención, de los agentes externos a cargo del desarrollo rural.

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La esperanza

En consecuencia, el desafío actual para los campesinos de montaña consiste en generar mayor autonomía económica a través de la capitalización de sus sistemas productivos, vinculados notablemente al manejo de los recursos naturales que con-trolan. Esta capitalización apunta hacia caminos como la comercialización de PFNM (especialmente productos como la avellana, murtilla y forraje), la implementación de lógicas compensatorias en la relación forraje-ganado-bosque, y esfuerzos para mejorar la seguridad alimentaria y la diversificación productiva.

En efecto, el precio por el saco (60 kg) de avellana en verde bordea hoy los seis mil pesos4; y si esto se compara con los siete kg del producto procesado que es posible generar con un saco de fruto verde, cuyo precio promedio es de dos mil 500 pesos el kg, las ganancias pueden aumentar en 66%, resultando una mayor capitalización del sistema predial.

En este sentido, la recolección y procesamiento de avellana marca, en el territorio, una nueva forma de entender la relación con el bosque nativo impul-sada desde la mujer, especialmente en los niños y niñas. Por lo tanto, el camino liderado por el taller Santa Cecilia además demuestra que existen vías concretas para la equidad de género y el posicionamiento del discurso conservacionista a niveles locales.

DESCRIPCIÓN DEL PROYECTO

El proyecto “Estrategia económico-social a través de la comercialización y conser-vación del avellano y sus subproductos”, fue presentado por el taller laboral Santa Cecilia –con el apoyo del Departamento de Acción Social (DAS) del Obispado de Temuco– al Fondo Bosque Templado (WWF/CODEFF), para dar continuidad al trabajo realizado en la iniciativa denominada “Mirando el futuro; mujeres de Nahuelbuta promoviendo la conservación del bosque nativo”, financiado por el primer con-curso de proyectos del Fondo Bosque Templado (WWF/CODEFF). Esta nueva etapa se desarrolló durante el año 2003 e incorporó una mirada más familiar, la cual planteaba, en un comienzo, tres grandes líneas de intervención: comercialización, articulación y difusión; para posteriormente sumar producción y conservación.

El propósito general de la iniciativa fue desarrollar una estrategia económi-co-social, mediante el fortalecimiento de la comercialización de avellanas y la sensibilización de la comunidad local para la conservación del bosque nativo. Se plantearon cuatro objetivos específicos: fortalecer la comercialización de la avellana en bruto, pepa seca, avellana tostada y harina de avellanas; implementar alternativas de manejo que faciliten la conservación y producción del avellano; motivar a los actores locales, por medio de la difusión, a ser parte de una instancia formal de articulación para fortalecer redes y asegurar la participación de ésta en la preocupación del tema y, finalmente, sensibilizar a las futuras generaciones, a través de las escuelas locales, frente a la importancia del bosque nativo.

4 Un saco de 60 kg de avellana verde produce siete kg de pepa para aceite o tostado.

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Principales líneas de trabajo

Las principales líneas de trabajo del proyecto han sido el apoyo a la comerciali-zación, el manejo del bosque nativo, el fortalecimiento organizacional y difusión, además de la educación ambiental.

En el área de la comercialización se capacitó a través de diversos talleres participativos para la administración de recursos; ya que esto representaba una necesidad muy sentida de las socias. Complementariamente, se inició la confec-ción de una cartera de clientes, para diversificar la demanda de los productos que ofrecía el taller. En términos de manejo, se intervinieron directamente 7,1 hectáreas de bosquetes cercados de avellanos, lo que involucró la realización de capacitaciones con metodologías participativas para las socias y familias del taller. Para concientizar acerca de la relación del bosque con el agua se forestó con especies nativas –ulmo (Eucryphia cordifolia), avellano y canelo– una hectárea, en la cual existe una vertiente que abastece de agua a varias casas del sector.

La relación forraje-ganado-bosque se trabajó mediante la implementación de 3,1 hectáreas de sistemas agroforestales, incluyendo capacitaciones y diálogos de valorización del conocimiento campesino. Asimismo, se introdujeron conceptos para el desarrollo de diseños prediales que permitiesen mejorar la eficiencia del sistema productivo.

Las socias del taller Santa Cecilia, dedicadas a la comercialización de la avellana, han experimentadouna mayor autonomía económica y mayores niveles de autoestima,

dado al éxito de su trabajo (Foto: Alex Jarpa).

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Para el fortalecimiento de la organización y la difusión, el taller laboral y el organismo de apoyo técnico gestionaron el financiamiento de numerosas activi-dades que posibilitaron el posicionamiento de los temas en el ámbito territorial. Entre las que cabe mencionar: seminarios y talleres locales de discusión sobre el bosque nativo, jornadas de intercambio de saberes rurales con mujeres de otros territorios, registros audiovisuales y documentales en formato video, publicación en diarios regionales y revistas locales, exposición en seminarios interregionales, y giras técnicas y de intercambio.

Un elemento trascendente para la sustentabilidad del territorio, es la incorpo-ración de la población infantil y juvenil a la propuesta. Para ello, en coordinación con la profesora y el profesor de las escuelas locales, se trabajaron actividades de sensibilización, nivelación de conceptos y capacitación de los docentes; con caminatas por el bosque, un concurso literario, teatro y números artísticos de los niños y niñas.

METODOLOGÍA O ESTRATEGIA DE ACCIÓN

La estrategia de intervención desarrollada por el DAS con el apoyo de la cooperación alemana principalmente de MISEREOR y el DED, , consiste en un acompañamiento permanente hacia territorios de marginación social. Se fo-caliza en los campesinos de montaña, en la cordillera de Nahuelbuta, tanto en la comuna de Carahue como de Angol, por ser un territorio particular de expresión cultural. Destaca el enfoque de promoción de la autoayuda, la reconstrucción del tejido social y la pequeña producción campesina; acen-tuándose, en este marco, algunos de los siguientes criterios orientadores para la intervención rural en Carahue:

— Equipos multidisciplinarios, con promotor(a) social, técnico(a) silvoagro-pecuario y profesional social.

— Enfoque de equidad de género, lo que para el mundo rural ha significado un fortalecimiento del rol de la mujer en el sistema productivo familiar.

— Autonomía de la acción estatal, en el sentido de evitar la dependencia de subsidios, créditos o intervención externa (promoción y no asistencia-lismo).

— Suma de esfuerzos, lo que involucra no caer en protagonismos profesionales y reconocer el conocimiento local.

— Acompañamiento permanente, que forja vínculos de compromiso mutuo y voluntario; cruciales a la hora de generar diálogos (y no negociaciones) sobre determinadas prácticas con los recursos naturales.

— Respeto a los procesos locales, lo que implica responder a otros ritmos de trabajo y a temas priorizados localmente, y requiere generar plataformas para que las familias campesinas protagonicen la conducción de sus propios procesos.

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RESULTADOS E IMPACTOS

El proceso local, construido a partir de estos proyectos, ha tenido un impacto notable en lograr revalorar y redescubrir el valor integral del bosque nativo y la importancia para sus proyectos de vida. Otros logros importantes fueron:

— Generar una lógica de no dependencia hacia los actores externos, sino más bien de diálogo y de promoción de la autoayuda.

— Aumento de los ingresos prediales, a través del mejoramiento del precio por avellana bruta y por el procesamiento de subproductos (66% de aumento de ganancias).

— Creación de un poder de compra local y una microempresa rural.— Consolidación de nuevos espacios de organización y entrega de capacidades

en la comunidad.— Compromiso y fortalecimiento de una relación más directa y conjunta entre

la comunidad y la escuela.— Afianzamiento del grupo en su quehacer y reconocimiento local, regional y

nacional, no sólo por su trabajo en torno a las avellanas sino como promotoras de una visión y forma de vida rural más sustentable.

— Incorporación progresiva de los maridos de las socias del taller en las activi-dades del proyecto; aun cuando no todos se han involucrado, se han dado importantes pasos en este aspecto.

Finalmente, uno de los logros más relevantes es el aumento significativo de la autoestima y autonomía económica de las mujeres integrantes del taller laboral. Esto se refleja en su participación en las reuniones, en la relación con otros talleres, en la participación en jornadas, foros y eventos diversos; además de mejorar su capacidad de negociación y diálogo con diversas au-toridades e instituciones.

CONCLUSIONES

Es evidente que los enfoques aplicados para el desarrollo rural no son neutros y responden a una visión concreta de desarrollo. Esta premisa permite tener un contacto permanente y profundo con el mundo rural (independiente de los proyectos), generando confianzas, diálogo y un conocimiento del entorno predial y local en términos del sistema y no de recursos aislados.

Se refleja una solidez del grupo de mujeres, desarrollado a partir de metas co-munes, intereses compartidos y roles asignados. En este esquema son importantes los instrumentos con que se han realizado las capacitaciones para la planificación y la gestión; adaptados a su comprensión de la realidad y a sus formas de vida.

Es muy importante considerar los tiempos locales, a la hora de planificar y desarrollar las actividades; debiendo lograrse una comprensión de la dinámica diaria y la valoración de la participación en las diversas actividades realizadas. Existe un desafío constante en establecer relaciones que no sean asistencialistas

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ni paternalistas, buscando la independencia en la toma de decisiones por parte de las integrantes del taller laboral. Se debe comprender que con pocos recursos y acciones sencillas es posible lograr grandes cambios en la vida de las personas.

Se visualiza la trascendencia del trabajo multidisciplinario como un ejer-cicio metodológico permanente, tanto para el mejor rendimiento del equipo profesional como para una mayor capacidad de respuesta a las visiones de las familias campesinas.

Evidentemente, y también como un efecto metodológico para el campesino, es importante que los proyectos puedan tener horizontes a corto y mediano pla-zo. Esto significa fuertes períodos de motivación y sensibilización, de ejecución concreta, y de resultados y evaluación. Es importante como efecto motivador mejorar los ingresos económicos, disminuir las cargas de trabajo, aumentar las producciones y disminuir sus egresos prediales.

TESTIMONIO DE GYLDA ALVIAL ALVIAL, PRESIDENTA TALLER LABORAL SANTA CECILIA

La formación del taller fue cuando llegaron unos chiquillos del DAS a organizar la gente, porque antes no se reunía, no había junta de vecinos, no había comité, no había taller; las mujeres no salían a ninguna parte. (…) Antes, ¿quién vio una mujer en reuniones? y, ¿quién la veía salir? La mujer campesina antes no salía ni a comprar siquiera; le teníamos miedo a ir. Ahora, con la gracia de Dios, organizamos el taller y hemos tenido harta ayuda. (...) Nos han financiado proyectos y nos han hecho charlas, para que aprendamos a sentirnos nosotras como mujer lo que valimos, porque antes eran los puros hombres no más; en cambio ahora, nosotras salimos pa’ todos lados, conocemos más gente, conocemos más cosas, hemos aprendido más.

Los hombres están contentos ahora, porque nosotras los ayudamos a aportar a la casa y a salir, porque ya no les toca salir tanto a ellos. Ya nos mandan: ¡vayan ustedes, ustedes saben más, alegan más, tienen más palabra!...

Soy presidenta desde septiembre del año 2002, antes era secretaria, y como secretaria también me quería que-dar atrás, decía: tiene que ir la presidenta, tiene que ir la tesorera, la secretaria no tiene que ir… Y ahí me eligieron presidenta, y gracias a Dios he podido salir adelante; como dicen, el trabajo hace aprender a la gente. (...)

Con el primer proyecto del Fondo Bosque Templado fuimos a ver a Villarrica lo que estamos haciendo nosotras ahora, plantando avellanos.(…) Nosotras allá dijimos: ¿pa’ estos avellanos nos trajeron aquí?, pero eso fue cuando llegamos... pero la verdad de las cosas, eso de ver cómo se plantaban y cómo se podaban, para más tarde tener madera y frutos... y nosotras que enterrábamos un avellano hasta que quedaba bien metido y no es na’ así la cosa, tiene que ir hasta una cierta medida… Nosotras, yo misma, no tenía avellanos aquí en el campo y ahora estoy completamente agradecida, porque voy a tener avellanos, los voy a criar de chiquititos y los voy a llevar bien…

El sector está bastante chico, a causa de las forestales. La gente vendía sus campos porque no tenía qué hacer, la misma avellana se perdía y ahora esto se está pagando y ha estado llegando una plata al bolsillo (…) ¿Quién recogía para vender?, nadie... y ahora, gracias a que hemos salido y tenemos proyectos, los avellanos se van valorizando cada día más... Por eso, lo que queremos nosotras ahora... poder buscar más proyectos y quedarnos en el campo, no vender como los demás e irnos al pueblo, si en el pueblo ¿que vamos a hacer?... no tenemos gran estudio para irnos al pueblo... El propósito de nosotras es seguir buscando nuevos proyectos y nuevas alternativas para trabajar, porque el avellano tiene una época y buscar otra alternativa que caiga en otra época y poder trabajar, y que llegue otra platita a nuestro hogar, para educar los hijos... para que ellos sean dignos de otro trabajo, quizás más adelante, y estudiar mucho más que nosotros...

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TESTIMONIO DE SONIA NEIRA, EX PRESIDENTA DEL TALLER LABORAL SANTA CECILIA

...Antes nuestros campos estaban cubiertos intensamente con bosque nativo, pero nuestros padres, abuelos y antepasados los explotaron haciendo de ellos leña, carbón, madera, y a muchos de aquellos árboles se les sacaba solamente la cáscara para venderla y la madera se perdía, para así lograr el sustento familiar. El bosque nativo se explotó antes en grandes cantidades, porque sus productos tenían muy buenos precios y los siguen teniendo hasta ahora.

Los niños de aquella época no tenían educación, porque no habían medios como para poder hacerlo; pero, gracias a Dios, ahora nosotras las mujeres pensamos distinto, a través de nuestra organización, que fue fundada el año 1989 por intermedio del DAS. Y desde ese entonces nos comenzamos a reunir como taller, así nos capacitaron y nos enseñaron a salir adelante como mujeres campesinas.

Gracias al primer proyecto que concursamos (…) pudimos aprender algunas cosas sobre el cuidado de nuestro bosquete de avellano. Fue por eso que quisimos concursar al tercer concurso del Fondo Bosque Templado. Gracias a Dios, salimos aceptadas con este nuevo proyecto (...), con el que hemos podido lograr muchas cosas, como cerrar una parte de nuestros bosquetes de avellano, hemos aprendido a podarlos y manejarlos, también a hacer agroforestería, que significa hacer empastadas y plantar avellanos a la vez. De ellos pretendemos obtener fardos para fortalecer el alimento de nuestros animales y saber cuidar nuestros avellanos, para que en el futuro tengamos buenos resultados. También gracias al proyecto hemos podido comprar herramientas para trabajar en nuestros bosques, cosa que nunca habíamos logrado por nuestros propios medios.

Nosotras queremos seguir adelante cuidando nuestro bosque nativo, queremos buscar nuevas alternativas para trabajar, como los productos no maderables, por ejemplo: avellanas, murtilla, hortalizas y flores bajo plástico, que sabemos en nuestros sectores podemos producir, pero nos faltan recursos económicos para eso.

Nosotras las mujeres, junto a nuestras familias, queremos seguir luchando para obtener un futuro mejor en nuestros hogares y también poder lograr que nuestros hijos se eduquen, tengan una profesión, trabajo digno para su futuro; que no se queden como nosotros sin educación, sin trabajo estable.

Antes de empezar con nuestra organización no sabíamos, no teníamos a nadie que nos condujera a no botar el bosque nativo, por eso organizadas se aprende mucho. Nosotras hemos podido salir, tener muchas experiencias, hemos aprendido a trabajar juntas y a cuidar nuestro bosque nativo un poco más, por eso desafiamos a nuestros dirigentes a cuidar sus bosques para tener un futuro para más tarde, porque sino ni siquiera vamos a tener agua para tomar...”

Asimismo, el intercambio de experiencias es un elemento crucial a la hora de incorporar conceptos o generar credibilidad. Giras, jornadas de intercambio, documentales y obras teatrales, son actividades que apuntan a este objetivo.

El enfoque promocional plantea que los dirigentes son capaces de administrar sus recursos (monetarios, naturales, etc.), permitiendo una gestión independiente dentro de una iniciativa dada. En el caso del taller, esto ha implicado para las socias ser más ordenadas y claras al momento de rendir cuentas frente al grupo, el equipo técnico y las instituciones externas de apoyo, como el Fondo Bosque Templado (WWF/CODEFF).

Finalmente, queda como desafío seguir fortaleciendo la autonomía campesina; para lo cual será necesario avanzar más decididamente desde los espacios loca-les, tanto de parte de los campesinos como de los organismos de apoyo técnico de la sociedad civil. Por otro lado, también las agencias financistas amigas que comparten estos temas, enfoques y estilos de trabajo, deberán comprometer más

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su apoyo en la gestión política de dichos procesos, de tal manera de facilitar el camino y poner en la agenda de los gobiernos a estos sectores de la población.

BIBLIOGRAFÍA

DAS Carahue. 1998. Sistematización de las Actividades Realizadas en el Ámbito Forestal para Cuatro Sectores de la cordillera de Nahuelbuta. DED.

DONOSO, C. 1993. Bosques Templados de Chile y Argentina. Variación, Dinámica y estructura. Ed. Universitaria. Santiago. 483 p.

DAS 2000. PANTOJA, R.;LEAL, J.; OTTONE, P. y SOTO, V. Diagnóstico Zona de Amortiguación Parque Nacional Nahuelbuta, Comuna de Angol. PNUD. Documento interno DAS, Angol.

RIVERA, M. 1999. Taller de Capacitación Gestión Asociativa de Pequeños Negocios Rurales. MISEREOR. Documento interno DAS, Carahue.

RIVERA, M.; HERTING, H. y BASSO, I. 1998. Evaluación Proyecto de Comercialización del Bosque Nativo. MISEREOR. Documento Interno DAS Carahue.

SERÓN, R. 2003. Un Espacio para Desarrollar una Actividad Productiva desde la Asociatividad. Informe elaborado para DAS del Obispado de Temuco.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

JARPA, A. 2001. Reflexión Conservación del Bosque. Documento interno Programa Servicio País -DAS. Temuco.

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La experiencia de los artesanos del voqui fuco en San Juan de la CostaJOVITA NAUCO, MARCELO TAPIA, FERNANDO TAPIA

INTRODUCCIÓN

En la cordillera de la Costa de la X Región de Chile, un grupo de artesanos de la comuna de San Juan de la Costa desarrolla desde hace aproximadamente cinco años, actividades de tipo formal respecto al manejo racional del bosque siempre-verde, por medio de una actividad ancestral del pueblo mapuche-huilliche. En esta labor utilizan la especie Berberidopsis corallina, llamada comúnmente voqui fuco; una enredadera endémica, en peligro de extinción, que se encuentra con problemas de conservación debido a múltiples factores, entre los cuales destaca la explotación maderera y la conversión de bosques nativos en plantaciones de pino y eucalipto.

Consciente de la fragilidad de la especie, la Asociación Indígena Rayen Fuco, con apoyo de la Corporación de Desarrollo Vertientes y de otras ins-tituciones e instancias, se ha organizado para trabajar de manera sustentable en su manejo. Ha contado con el respaldo del Fondo de Bosque Templado (WWF-CODEFF), el Fondo de las Américas (FdlA), la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) y la Corporación Nacional Forestal (CONAF) de la X Región.

El objetivo de este artículo es dar a conocer, sucintamente, la forma en que artesanos que tradicionalmente trabajaban de manera individual opta-ron por organizarse formalmente en una asociación indígena, conocida hoy como Rayen Fuco. Se trata de una historia reciente, pero fundamentada en la cultura local ancestral y marcada fuertemente por la conservación de la especie empleada. El artículo pretende mostrar los aspectos menos visibles y conocidos de la recolección y artesanía en voqui, elaborado a partir de la experiencia, opiniones y vivencias de los artesanos; intentando dar cuenta de los esfuerzos por gestionar y operacionalizar una nueva mirada sobre este recurso, así como de los aciertos y errores de dicho esfuerzo. Por último, se desea dar testimonio de la especie voqui fuco como representante de una cultura ancestral y comunitaria, en torno a la cual se definía una forma par-ticular y amigable de relacionarse con el bosque.

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Una relación ancestral

El hábitat de la especie voqui fuco lo constituye el bosque siempreverde de la Cordillera de la Costa de la X Región, abundante en especies endémicas.

Estimaciones realizadas por la Corporación Vertientes1 (2000) señalan la existencia de una superficie de distribución de tan sólo 40 hectáreas para la población ubicada en San Juan de la Costa; probablemente la más extensa de toda la distribución geográfica de Barberidopsis corallina.

Los artesanos en voqui han estado vinculados ancestralmente a la fibra, elaborando con ella diferentes tipos de artesanías. Este trabajo data del siglo pasado y probablemente se remonte hacia fines del siglo XIX. Su historia estuvo íntimamente ligada al poblamiento de lo que hoy se conoce como la comuna de San Juan de la Costa. En un principio los artesanos elaboraban productos de tipo utilitario, constituyendo una de las alternativas de su sistema de producción en la economía indígena, siendo empleados como utensilios para la limpieza de semillas, para recolectar frutos e incluso para transportar más cómodamente a los niños. Los cestos se denominaban chaigües y la persona que los hacía era muy bien vista por la comunidad.

Actualmente, la artesanía se utiliza con fines decorativos y posee un signi-ficativo valor comercial, reportando ingresos nada despreciables para muchas familias. La mayoría de los artesanos vinculados a esta artesanía –actualmente socios de la Asociación Indígena Rayen Fuco– son campesinos que habitan la Cordillera de la Costa, en los sectores de Cumilelfu, Huitrapulli, Pangui-mapu, Loncopitrio, Purrahue y Paillacol. Ellos viven de la producción de sus propias hortalizas, cereales y legumbres, complementando sus actividades productivas con el tejido de artesanías en voqui fuco, con las cuales crean diseños únicos.

Los artesanos en voqui han desarrollado un largo camino, desde los inicios de la actividad hasta la fecha; desde el trabajo de la fibra de manera individual y desconociendo antecedentes técnicos de manejo sustentable del recurso, hasta lo que hoy se reconoce como un trabajo organizado, que incorpora aspectos de manejo de la especie, al alero de la Asociación Indígena Rayen Fuco.

LA HISTORIA RECORRIDA

Los primeros pasos en búsqueda de una organización

El aspecto cultural de nuestro trabajo revela en cada producto artesanal una histo-ria de vida humana. Desde tiempos inmemoriales nuestros antepasados (fuchas) fueron inteligentes y suplían sus necesidades con los recursos que nuestra hermana

1 Dichos antecedentes fueron obtenidos a partir del proyecto “Zonificación de poblaciones naturales de voqui fuco”, ejecutado por la Corporación de Desarrollo Vertientes en conjunto con los artesanos de voqui, y financiado por el Fondo Bosque Templado (WWF-CODEFF). Posteriormente, y como producto no esperado de esta iniciativa, la corporación dio origen a la Asociación Indígena Rayen Fuco.

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naturaleza (mawisam) les brindaba. En la convivencia que día a día compartían fueron descubriendo que podían utilizar ciertas plantas en cestería, para satisfacer necesidades domésticas (José González).

Tal como lo reflejan las palabras de este artesano, el trabajo de artesanía con voqui fuco contiene historias de vida. De allí que no sea posible concebirlo, apre-ciarlo y valorarlo, sin considerar los innumerables aspectos que conlleva, desde el momento en que la familia del artesano busca el material en la cordillera, hasta que se dan los últimos retoques a la nueva pieza de artesanía.

El pasado fue testigo silencioso del transporte de la fibra: nos demorábamos cerca de diez horas para ir a la cordillera y regresar a nuestra casa con la carga de material2. Muchos artesanos recuerdan que en la década de 1970 era muy fácil encontrarla; más tarde se fue haciendo más difícil acceder a ella: nos fuimos alejando de los vocales3 y cada vez las distancias eran mayores. Poco a poco nos fuimos desmotivando por confección la artesanía4.

El testimonio refleja uno de los primeros quiebres en la continuidad de la tradición artesanal en voqui; dando cuenta, además, de la fuerte explotación de la que fue objeto el recurso y que significó su pérdida en algunos vocales. Esta merma tuvo su origen no sólo en la utilización del artesano, sino también en la explotación irracional del bosque y el escaso control del pastoreo animal, entre otros motivos.

Los artesanos recuerdan que en la década de 1980, algunos personeros de la municipalidad de San Juan de la Costa se interesaron por el tema de la artesanía de voqui, para lo cual se programaron reuniones de trabajo. Asistieron algunos artesanos y se nos ofreció la compra de nuestra artesanía. Fue en esa fecha cuando se nos asignó una credencial para poder ingresar sin problemas al fundo del coño González5. Las credenciales representaron el primer intento por formalizar o agrupar a los artesanos en voqui, permitieron el acceso al recurso y obligaron a elaborar el primer registro de ellos de la comuna. Aún hoy, algunos conservan dichas credenciales.

La historia de la Asociación Indígena Rayen Fuco

La disminución del recurso en San Juan de la Costa generó, en los últimos años, la ejecución de diversos proyectos en la comuna, orientados a su recuperación.

Las primeras experiencias de los artesanos de voqui en estas iniciativas, como en Elkaniegan fachi pu lemu (ver Recuadro Nº1), fueron de carácter indirecto

2 Palabras del artesano Modesto Cheuquian. 3 Término utilizado para referirse a una agrupación de plantas de voqui fuco. Los artesanos conocen su

ubicación. Es posible encontrar información más técnica en el proyecto “Zonificación de poblaciones naturales de Voqui Fuco” y en el sitio www.redpfnm.cl.

4 Palabras del artesano José González. 5 Palabras del artesano Luis Nauco. Él se refiere al Fundo San Nicolás, donde se encuentra la mayor parte

de las poblaciones de voqui de la zona.

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RECUADRO Nº1: PROYECTOS EJECUTADOS EN SAN JUAN DE LA COSTA VINCULADOS AL VOQUI FUCO

— Elkaniegan fachi pu lemu (conservemos el bosque), (1999-2002) Financiamiento: Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR) Ejecutado por la Asociación Indígena La Minga y coejecutado por artesanos de voqui fuco y la Corpo-

ración Vertientes, tuvo por objetivo realizar una caracterización socioeconómica de los artesanos y de las técnicas de multiplicación del voqui.

— Zonificación de poblaciones naturales de voqui fuco (2000-2001) Financiamiento: Fondo de Bosque Templado (WWF-CODEFF) Ejecutado por la Corporación Vertientes y coejecutado por artesanos de voqui, tuvo por finalidad identificar

y zonificar poblaciones de voqui en San Juan de la Costa.

— Apoyo a la gestión, conservación y desarrollo local de los artesanos en voqui de la Asociación Indígena Rayen Fuco (2003)

Financiamiento: Fondo de Bosque Templado (WWF-CODEFF) Ejecutado por la Asociación Indígena Rayen Fuco y coejecutado por la Corporación Vertientes, buscó

apoyar la gestión, conservación y el desarrollo local de los artesanos en voqui de Rayen Fuco.

— Manejo sustentable de productos forestales no madereros: Una oportunidad para el bosque nativo en la Cordillera de la Costa (2002-2003)

Financiamiento: Fondo de las Américas Ejecutado por la Fundación Las Misiones y coejecutado por la Red de Productos Forestales no Madereros,

tuvo por objetivo apoyar el diseño y comercialización de la artesanía voqui fuco.

y de tipo individual-familiar, dentro de los cuales tuvieron participación como beneficiarios. Esta situación cambió diametralmente con la conformación de una organización que los agrupó, lo que ocurrió al final del proyecto “Zonificación de poblaciones naturales de Voqui Fuco”. En esta iniciativa, la participación de los artesanos fue directa, de tipo individual-familiar y grupal, observándose una suerte de agrupamiento entre ellos. El proyecto terminó con la formalización de la Asociación Indígena Rayen Fuco.

Desde ese momento los artesanos se plantearon nuevos desafíos, que sin duda no han estado exentos de dificultades. Cabe mencionar que sólo después de tres reuniones lograron constituirse bajo la figura legal de una asociación indígena.

La principal motivación para conformar la organización fue la necesidad objetiva de ser interlocutores válidos en el tema del recurso voqui; no sólo para la adjudicación de nuevos financiamientos, sino además, para incorporar nuevas metodologías conducentes a la conservación de la especie y convertir a la orga-nización en una instancia comercializadora de los productos artesanales.

Luego de organizarse, la asociación gestiona y asume el proyecto: “Apoyo a la gestión, conservación y desarrollo local de los artesanos en voqui de la Aso-ciación Indígena Rayen Fuco”, participando grupalmente en la iniciativa (ver Recuadro Nº1).

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Rayen Fuco es una asociación indígena de artesanos de origen huilliche. Se constituyó el año 2002 y está integrada por 25 socios (17 mujeres y 8 hom-bres), todos pertenecientes a cuatro grandes familias que por generaciones han trabajado en cestería.

Respecto a la conservación de la especie, los socios de Rayen Fuco cuentan con una vasta experiencia. Desde hace más de cinco años algunos reproducen el voqui de manera vegetativa, por estacas de plantas extraídas de los bosques de la Cordillera de la Costa, en un vivero ubicado en la localidad de Pualhue. La técnica fue aprendida por medio de la observación. Luego de pasar por el vivero y completar el proceso de enraizamiento, el destino final de las plantas son los terrenos de los artesanos de la asociación y la venta de algunas para uso ornamental.

Actualmente el recurso es intensamente explotado en los vocales, lo que hace cada vez más necesario considerar algunas sugerencias técnicas para su extracción, que permitan su normal reproducción.

Una de las actividades centrales para la organización, es reconocer e incor-porar en las nuevas generaciones, principalmente en los hijos de artesanos, el valor y significado cultural que la artesanía tiene para el mundo indígena de San Juan de la Costa. Don Luis Nauco recuerda: la familia que tenía a un integrante con manos “curiosas” para hacer los trabajos artesanales lo instaba a compartir su sabiduría a sus hijos, nietos y demás familiares, y siempre exigían respeto por la naturaleza al extraer la materia prima.

Entre los desafíos futuros para la asociación es el control y generación de nuevos diseños para las piezas artesanales.

Nuevos desafíos de la Asociación Indígena Rayen Fuco

Como toda organización, Rayen Fuco se ha planteado desafíos, que están propuestos en una planificación a mediano plazo. Uno de ellos tiene que ver con la necesidad de crear una alianza estratégica con organismos públicos y privados. Una primera evaluación del tema da cuenta que muchas insti-tuciones y profesionales se muestran interesados en cooperar con la gestión de la asociación.

Una tarea pendiente y necesaria para la supervivencia de la organización es el fortalecimiento del directorio y socios de Rayen Fuco, que ejecuta y coordina sus actividades con su propio equipo de trabajo. Para ello está tratando de iden-tificar y apoyar nuevos liderazgos, a los que espera incorporar en futuras tareas, en consideración a los tiempos y ritmos de trabajo de los líderes tradicionales.

Otro de los desafíos es permitir que la asociación se permee con los beneficios de nuevas metodologías de trabajo, individuales y comunitarias; de carácter tanto productivo como social, para fortalecerse y poder optar a otros proyectos que contribuyan al desarrollo social de los integrantes de la asociación.

En cuanto a la creación de infraestructura propia y el desafío de conservar la especie voqui fuco, como perspectiva de su futuro accionar, los artesanos con-

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templan la construcción de una sede social para realizar actividades de expresión cultural, reuniones ordinarias y extraordinarias, encuentros con otros grupos organizados, talleres para enseñar la práctica de la cestería en diferentes fibras y para la comercialización de los productos artesanales. La sede sería un punto de encuentro entre los artesanos y los investigadores, que vendría a facilitar el intercambio de información y el contacto necesario para expresar los anhelos de la asociación.

Una de estas aspiraciones es lograr declarar el sitio donde naturalmente crece el voqui fuco como área de protección y, junto con ello, que esta misma zona se promueva como un atractivo turístico para investigadores y científicos, que tengan interés por estudiar formas de manejo y propagación de la especie.

APRENDIZAJES Y DESAFÍOS PARA LA ASOCIACIÓN RAYEN FUCO

No resulta fácil evaluar el plan de trabajo que se propuso la organización en un proyecto tan complejo como éste, si se considera que ha significado movilizar personas e instituciones en torno a un recurso como el voqui fuco que, como se descubrió en el camino, era incluso desconocido para algunos organismos que en teoría estaban protegiendo especies en peligro de extinción. Sin embargo, la organización buscó apoyo y logró tener a su disposición a profesionales del ámbito forestal, que le entregaron asesoría general para gestionar sus actividades.

La ex presidenta de la organización, Sra. Sofía Neipan, comenta a modo de conclusión: la capacidad de liderar en la asociación no fue óptima, pero a medida que transcurrió el calendario de tareas, la encargada de proyecto comisionó funciones y fue capacitando a socios cooperadores. De esta forma se crea un espíritu optimista en la asociación de artesanos.

Por último, la asamblea afirma: el gran desafío, en la eventualidad de no contar con más financiamiento, es seguir multiplicando la especie, utilizando para ello las técnicas e infraestructura ya instaladas. En este sentido, una gran amenaza es que no todos los socios cuentan con bosque nativo denso para la adaptación de la enredadera. Aun así, ellos tienen la esperanza de que en un plazo de diez años, aproximadamente, puedan ver una óptima maduración de sus actuales plantaciones.

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Modelo de trabajo con mujeres y manejo de la biodiversidad desde una perspectiva mapucheMANUEL PICHICÓN

INTRODUCCIÓN

El presente artículo es el resultado de una reflexión colectiva de la Corporación de Mujeres Mapuche Aukiñko Zomo acerca de la experiencia práctica desarrollada por esta organización, cuya labor de recuperación de la biodiversidad se inicia en la década de los 90, focalizándose hoy en microcuencas de la comuna de Vilcún.

La primera aproximación crítica se realiza a partir de los modelos de inter-vención desarrollados en la región por programas de extensión forestal –como también de otros ámbitos–, que tienen como eje de trabajo una visión homoge-neizante de la población local. Dichos modelos no respetan las particularidades de los pueblos originarios y en especial sus formas de ver el entorno ambiental, que comprende no sólo un recurso material sino también uno espiritual y cultural.

En tal sentido, el concepto de interculturalidad utilizado por el Estado se ha mostrado como una forma de asimilación e incorporación unilateral al mo-delo de desarrollo, que privilegia al mercado por sobre el respeto a los valores de vida de las comunidades mapuche. Por el contrario, la interculturalidad es la construcción de un espacio donde se reconoce al otro con toda su legitimidad e igualdad; significa crear una nueva área de desarrollo de todas las culturas que forman parte de una nación –indígenas y no indígenas–, e implica un diálogo de respeto entre ellas en igualdad de condiciones.

A partir de esto, la visión mapuche considera que lo técnico debe centrarse en el respeto por las formas que tiene un pueblo por reapropiarse o reinterpretar nociones externas, relacionadas con la cultura, sustentabilidad, desarrollo endó-geno, microcuencas y género, que son conceptos que refuerzan el pensamiento mapuche.

CONFLICTO DEL PUEBLO MAPUCHE Y EL ESTADO DE CHILE

Antes de abordar los enfoques y los aspectos esenciales del trabajo de recupe-ración de la biodiversidad en territorios mapuche, es necesario entregar una aproximación del escenario actual donde se ha desarrollado esta labor.

En Chile, y en particular entre los grupos económicos dominantes, la estra-tegia tradicional ha sido la explotación de los recursos naturales a costa de su

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entorno ambiental. Este fue uno de los ejes que llevó al país a tener una política expansionista agresiva. A mediados y fines del siglo XIX, parte del territorio que actualmente corresponde a las regiones VIII, IX y X estaba libre de la jurisdicción de Chile, ya que hasta ese momento el pueblo mapuche mantenía su indepen-dencia política del resto de las recientes naciones criollas por un acuerdo pactado antes de la independencia de Chile con la Corona española y que se defendió contra la ocupación militar chilena hasta fines de 1883. En ese proceso, aparte de perder todos los derechos sobre su territorio, las comunidades mapuche fueron fraccionadas, aisladas y rodeadas por terrenos entregados a particulares (colonos, comerciantes, militares) expandiendo la colonización que ya se había iniciado a partir de 1850. Se constituyeron de esta manera los latifundios, que hoy se han transformado en extensas plantaciones de empresas forestales. Las consecuencias de la invasión fueron trascendentes. El pueblo mapuche perdió la soberanía y el control sobre vastos territorios, reduciéndose drásticamente el tamaño de su tierra. Esto produjo una paulatina presión sobre los recursos naturales, el deterioro de las condiciones físicas y químicas de los suelos, y la pérdida del bosque nativo y sus recursos. El pueblo mapuche se ubicó en terrenos de baja aptitud agrícola, en los cuales las familias han desarrollado una agricultura incipiente por carecer de suelos aptos para este rubro.

CONCEPTUALIZACIÓN MAPUCHE DE LOS RECURSOS NATURALES

El kimvn o conocimiento mapuche es un tipo de saber de construcción colectiva, en el que participan las familias del lof (comunidad) y las autoridades tradiciona-les. El proceso de construcción se refleja en la historia común del lof, que revela los acontecimientos y las experiencias colectivas sucedidas en él. Dicho cono-cimiento también se refleja en un conjunto de prácticas tradicionales, asociadas a distintas técnicas de uso de los espacios del bosque, del suelo y del cultivo de plantas medicinales. Dentro de la lógica mapuche, el kimvn es patrimonio de un colectivo social y no de una persona en particular. A su vez, este conocimiento incorpora la convivencia con la biodiversidad, como fruto de una relación de respeto y de equilibrio con el medio natural.

Un concepto clave dentro del kimvn es el ixofij mogen, que en la cultura mapuche significa diversidad o diversas vidas, entendido en el mundo occidental como biodiversidad. El concepto muestra la visión de mundo del pueblo indíge-na, cuyos conocimientos emergen de una armónica y equilibrada relación con la naturaleza, que va desde un orden cultural y cósmico en un respetuoso vínculo con las plantas, los bosques y los animales. Desde esa perspectiva, el mundo mapuche concibe la biodiversidad como un concepto de vida integral en el nag mapu (tierra), donde existen distintos seres que proporcionan vida denominados ixofij mogen. El manejo de la biodiversidad se realiza a partir de los elementos que conviven en la naturaleza, como plantas, animales y fuerzas espirituales presentes en los espacios naturales, en los cuales las mujeres mantienen una estrecha relación entre el conocimiento mapuche y sus formas de uso.

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Otro elemento que se relaciona directamente con el ixofij mogen es el con-cepto del mvnce mapu. Este espacio se sitúa bajo la superficie de la tierra, dentro del cual encontramos otros componentes como el agua, los minerales y las fuer-zas espirituales que los gobiernan, que protegen a los distintos elementos vivos e interactúan entre ellos. Este concepto es de uso frecuente para las familias y comunidades mapuche, ya sea cuando se ingresa a los espacios de la tierra para desarrollar cualquier práctica o labor agrícola, cuando las familias entran a los bosques en busca de remedios o cuando éstos se encuentran asociados a alguna fuente de agua natural. Muchos de estos espacios pasan a ser sitios restringidos, con fines rituales, sagrados para la cultura mapuche y por tanto respetados y valorados por toda la comunidad.

Para el mapuche existen áreas de importante riqueza, como el pixanto y el menoko. Estos espacios son ricos en biodiversidad y sustentan diversas necesida-des de la comunidad. Pese a ello, los programas de extensión agrícola y forestal no los toman en cuenta y la legislación nacional los considera como simples espacios físicos sin valor económico. Por lo general, los pixanto son zonas bajas y húmedas donde habitan especies arbustivas, principalmente temos (Blepha-rocalyx cruckshanksii), arrayanes (Luma apiculata) y canelos (Drimys winteri). El menoko es un pajonal que siempre permanece húmedo y que se asocia con el pantano, donde existen fuerzas espirituales muy fuertes: “al pisar se mueve la tierra”, dicen las personas mapuche.

El xayenko es agua de cascada proveniente de una vertiente o que cae desde los cerros. Es un agua “viva” que fortalece y purifica espiritualmente a las perso-nas, de allí que se haga con ella gijaymawn (rogativa religiosa). El lewfu es el río, el wifko es el estero y el wixunko el agua de estero.

Del mismo modo, se define gen (espíritu) como seres o fuerzas espirituales vivas que sostienen la existencia de cada una de las diversas vidas. Están presentes en todos los espacios donde existen vidas, como los cerros, las piedras y los wifko. Normalmente las comunidades se refieren a diversos gen de acuerdo a los distin-tos espacios naturales de uso y prácticas más frecuentes: genko, espíritu o fuerzas del agua; genmawida, espíritu o fuerzas del bosque o monte; genmapu, espíritu o fuerzas de la tierra. De allí la importancia que para las comunidades mapuche tiene respetar, proteger y conservar estos espacios, que son la base de su cultura.

MUJERES MAPUCHE Y MEDIO AMBIENTE

Los programas de desarrollo forestal no incorporan el aspecto cultural. La fun-ción del bosque para los mapuche tiene que ver con un tema espiritual, no sólo económico. Bajo tales condiciones, el trabajo de Aukiñko Zomo se ha focalizado en las comunas de Vilcún y Lautaro, ubicadas en el límite del valle central y precordillera de la IX Región de La Araucanía, iniciando su labor con educación ambiental en escuelas básicas rurales. Inicialmente, el trabajo se realiza al inte-rior de comunidades mapuche con niños y mujeres y a través de organizaciones constituidas tales como talleres laborales y asociaciones.

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Al comenzar su trabajo en los territorios focalizados, Aukiñko Zomo realizó un análisis acerca de la condición actual de los recursos naturales en las comuni-dades mapuche. Los resultados muestran que las mujeres se encuentran más estrechamente ligadas al agua y al conocimiento sobre las plantas medicinales. Ellas buscan el agua, la leña y las hierbas, y por su definición cultural de rol se hallan más cerca de la mantención de la biodiversidad.

Al interior de la comunidad, las mujeres juegan un papel fundamental en la socialización de pautas culturales como el idioma (mapuzugun) y la historia, convirtiéndose así en transmisoras de valores culturales hacia las nuevas genera-ciones. Además, mayoritariamente asumen roles como agentes de salud tradicio-nal con distintas especialidades, como machi, piñeñelchefe (partera), gvtamchefe (traumatólogo) y vlamtuchefe (sicólogo). Adicionalmente, cumplen un importante

Figuras Cemanvj talladas en madera para usos rituales, región de la Araucanía (Foto: Aukiñko Zomo).

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papel productivo a través de la agricultura, haciendo un aporte fundamental a la economía familiar de autoconsumo y subsistencia.

A diferencia de los hombres, que realizan prácticas extensivas de cultivos, incen-tivando el monocultivo, el uso de agroquímicos y que producen ingresos sólo una vez al año; las mujeres generan y resguardan biodiversidad, mantienen diferentes especies en el huerto y realizan prácticas agroecológicas compatibles con su entorno ambiental. Ellos producen ingresos sólo una vez al año, en tanto que ellas acostum-bran a mercadear diariamente sus productos percibiendo ingresos menores pero en forma permanente, que van directamente al bienestar familiar y comunitario.

Las soluciones desarrolladas por Aukiñko Zomo incorporan la participación activa de las familias. Esto se ha reflejado en la implementación de viveros fo-restales comunitarios, que han permitido generar un proceso de autogestión y autosuficiencia mediante la recolección e intercambio de semillas con otras co-munidades, sin tener que depender de productos comercializados externamente y que encarecen el funcionamiento de los viveros.

Una segunda estrategia práctica ha sido el enriquecimiento de áreas frágiles como mallines, pixantos, menokos, y otras identificadas por las familias mapuche, con dos objetivos: mejorar la biodiversidad y proteger las fuentes de agua. Cabe mencionar que la mayoría de las plantas que aquí se desarrollan son medici-nales, por lo que existe un estrecho vínculo con las mujeres que mantienen el conocimiento acerca de su uso.

Además, el enfoque considera la sensibilización e intervención de los pro-gramas y políticas públicas desarrolladas en los territorios.

EXPERIENCIA PRÁCTICA SOBRE PLANTAS MEDICINALES Y EL CONOCIMIENTO TRADICIO-NAL MAPUCHE

La Corporación de Mujeres Mapuche Aukiñko Zomo desarrolló el 6 de mayo de 2003 un encuentro de intercambio de semillas y plantas medicinales, denominado Wenuntutuaiñ Kuyfike Lawen, Taiñ Zoy Kvme Az Mogen Neal, en el marco del proyecto “Mujeres mapuche preservan y protegen la medicina tradicional en sus comunidades”. En dicho encuentro se expuso la necesidad de discutir, reflexionar y plantear propuestas en torno al uso, manejo y aplicación práctica de la medicina y salud mapuche sobre la base de hierbas y plantas, a partir de la experiencia de las personas –mujeres u hombres– que han asumido el rol de lawentuchefe en la comunidad. En la oportunidad también se conoció la experiencia del hospital Makewe, desde un enfoque de salud intercultural a nivel de región.

La exposición de la experiencia de Aukiñko Zomo se centró en mostrar algunos resultados del proyecto, relacionados con la recuperación y protección de espacios de importancia cultural y medicinal y de alta biodiversidad.

Estos espacios fueron reconocidos por las familias en visitas prediales y comu-nitarias. Posteriormente se construyeron mapas temáticos de los sitios, apoyados con planos prediales y un Sistema de Información Geográfico (SIG). Los espacios determinados en el proceso fueron: xayenko, menoko, wifko y lewfu.

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El estudio de caso arrojó los siguientes resultados: en las cuatro comunidades participantes y sobre una superficie total de 33 mil 850 m2 se identificaron siete vertientes, ocupando 44%; cuatro menokos, con 17%; dos esteros, con 12%; 9% de sectores de ladera; y 4% de lugares relacionados al río. Se incluyeron además 13 huertos, que aportan el 14% de los espacios de desarrollo y crecimiento de plantas medicinales.

Si bien se mantiene una alta diversidad de especies nativas de uso medicinal, es posible observar algunas plantas introducidas que se utilizan en la práctica de la medicina tradicional. Dichas especies se encuentran principalmente en los sectores cercanos a la puebla (alrededores de la vivienda mapuche), como es el caso de los huertos. Al mismo tiempo, muchos de estos lugares se encuentran desprotegidos, especialmente aquellos donde mayoritariamente existen especies nativas, por lo que se plantea resguardarlos con cierros y aumentar la diversidad de especies.

Reproducción y conservación de especies medicinales, según estados de conservación

Una segunda actividad consistió en catastrar las especies de uso medicinal y su estado de conservación en las comunidades involucradas. El inventario arrojó información sobre árboles, arbustos, enredaderas, hierbas, cereales y verduras utilizadas, tanto nativas como introducidas.

Para ello se identificaron los lugares de crecimiento y desarrollo de las diversas especies medicinales en cada predio de las familias participantes y en espacios de uso comunitario (menoko, xayenko). El resultado fue el siguiente:— Se observaron siete tipos de plantas de uso actual en las prácticas de la

medicina tradicional mapuche, correspondientes a herbáceas, arbóreas y arbustivas; y en menor proporción, enredaderas y cereales. Además se en-contraron flores y verduras de especies introducidas. Las especies nativas crecen en espacios naturales sin mayor intervención humana, mientras que las introducidas requieren de mayor manejo, por lo que se desarrollan en espacios más cercanos a las casas, como huertos y praderas.

— Con relación a su estado de conservación, de un total de 74 especies nativas 52 son escasas en las comunidades, es decir, sobre 70% de las analizadas. Por otro lado, se pudo determinar que el 10% de las especies introducidas son frecuentes de encontrar, mientras que entre las nativas sólo 4% es abundante.

Reproducción y conservación de especies medicinales en peligro de extinción

Para llevar a cabo esta actividad se efectuó una cosecha de semillas de especies de interés, como boldo (Peumus boldus), menta arbustiva (Satureja multiflora), canelo, y arrayán, entre otras, por ser de uso frecuente, escasas o por su inminente desaparición del lugar. La recolección se hizo desde enero a abril de 2003, en las comunidades de las participantes y en otros sectores de la región, aplicándose una ficha de cosecha de semillas. Se alcanzaron a recoger 25 especies, de las cuales 18

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son nativas, es decir, más del 70% del total. Esta actividad motivó a las mujeres que tenían una experiencia previa en la temporada anterior.

El propósito de la cosecha fue obtener material para reproducir las plantas en el vivero comunitario, aumentar su diversidad en el sector y mantener semillas dis-ponibles para los intercambios que se realizan entre diferentes comunidades.

Otra de las acciones desarrolladas fue la construcción de un vivero comu-nitario de 180 m2, en el que se han producido en la temporada 12 especies medicinales. Entre ellas, destacan algunas de hierbas –salvia, hinojo–, arbustos –pifilkon, arrayán, culén (Psoralea glandulosa)– y árboles –boldo, canelo, laurel (Laurelia sempervirens), pilo-pilo (Sophora microphylla), avellana (Gevuina ave-llana). Algunas semillas se sembraron en almacigueras y en tanto que otras se pusieron directamente en platabandas, obteniendo más de 70% de producción. El manejo se hizo en forma natural, usando material orgánico reciclado por las propias mujeres dentro de sus predios y creando condiciones ambientales na-turales al espacio. Todo este proceso fue manejado por las propias mujeres.

Implementación de un plan de capacitación

Para apoyar cada una de las acciones se desarrollaron talleres de capacitación en temas como: uso y aplicación de plantas medicinales en la salud mapuche, viverización y sistemas de producción orgánica, biodiversidad y legislación sobre el tema (Decreto Ley 701 de Fomento Forestal y el Código de Aguas).

DESAFÍOS Y PROYECCIONES

Según la experiencia de la Corporación de Mujeres Mapuche Aukiñko Zomo los desafíos se presentan a nivel de fortalecimiento de la organización social mapuche con respecto a la participación y toma de decisiones.

Una proyección futura del trabajo con mujeres y el manejo de la biodiver-sidad debe considerar aspectos básicos para el desarrollo de un pueblo, como el derecho al territorio, el ejercicio de la autodeterminación y gestión en los ámbitos de la educación y la salud. En particular este último aspecto se debe contemplar como eje de un modelo de medicina tradicional, donde la valoración y el respeto por la biodiversidad o ixofij mogen son clave para la conservación y proyección de la medicina tradicional mapuche.

En relación a los desafíos planteados por las propias mujeres, resulta esencial para la vida mapuche la conservación de los suelos, del agua y de las especies vegetales.

Las estrategias deben considerar también el tema jurídico, asumiendo la defensa de la biodiversidad mediante convenios internacionales que apunten a su protección. En cuanto al ámbito nacional, se deberá promover una legislación que evite el daño al bosque nativo y disminuya los efectos agresivos de la ex-pansión forestal. Por otro lado, se deben crear leyes que promuevan el resguardo

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de los recursos naturales, como el suelo y el agua, por parte de las comunidades mapuche, modificando el Código de Aguas y subsidiando la agricultura orgánica. Por último, se debe monitorear el efecto de plaguicidas sobre las plantas y en la propia salud de la población y recomendar medidas pertinentes.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Corporación de Mujeres Aukiñko Zomo. 2004. Manual Conocimientos sobre usos y prácticas medi-cinales en comunidades mapuche. Aukiñko Zomo/CONAF/GTZ, Santiago de Chile.

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ECOTURISMO

Ecoturismo comunitario en la Ecorregión ValdivianaMITZI ACEVEDO

INTRODUCCIÓN: LA ESENCIA DEL ECOTURISMO

En el comienzo, el hombre primitivo se relacionaba con su hábitat en un vivir armó-nico e integrado con todos los que lo conformaban. Aun cuando, al igual que las otras especies biológicas, las poblaciones humanas prehistóricas modificaban su entorno, en general tales modificaciones no ponían en peligro su sobrevivencia ni la de sus descendientes (Primack et al., 2001). En esencia se desarrollaba una convivencia donde los usos de su entorno para vivir, podrían calificarse hoy como sustentables.

Perturbaciones masivas al ambiente, asociadas a la actividad humana moder-na, han generado en un tiempo relativamente corto una grave crisis ambiental (Primack et al., 2001), que hace valorar esta ancestral forma de cohabitar. En donde vivir y pertenecer a la comunidad, otorga un privilegio a la común uni-dad: la vida; y con ello, al cuidado y protección de lo que acompaña en el vivir (plantas, animales, microorganismos, agua, suelos, aire).

En algunas localidades remotas de Chile y de otros países del mundo aún se mantiene el atributo de convivencia y armonía entre el hombre y su entorno, permitiendo conservar dichos ambientes. En otras se intenta su conservación mediante la exclusión del hombre y la generación de una serie de medidas protectivas (Brechin et al., 2002). Lo cierto es que todavía existen espacios del planeta donde es posible experimentar esta vivencia de vinculación con lo más primitivo del ser humano.

En ellos, los sentidos se agudizan para incorporar las múltiples dimensiones de los ecosistemas y sus comunidades, dimensiones que permiten ver a sus compo-nentes no como recursos sino como seres vivos con toda su belleza y trascendencia para la vida del cohabitante. Sentirse parte, pertenecer por unos instantes a esta armonía y habitar en todas las escalas y expresiones que modelan paisajes de gran belleza escénica, generan placer, entendimiento y felicidad a quienes lo experi-mentan desde dentro. Esta práctica constituye la esencia del ecoturismo.

Vivir esta experiencia, percibir este estilo de convivencia e interrelación na-tural, es hoy para muchos una motivación de viaje, un atractivo que da cuenta de la más genuina expresión de conservación biocultural, que gusta, convoca, y por ende, motiva el desarrollo de una oferta turística especial. Es una oportunidad para los habitantes locales, de ofrecer a los visitantes lecciones de valoración de la

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biodiversidad y cuidado del paisaje, modelado por este cohabitar sencillo, racional y amable. Es esta experiencia, motivación de un flujo creciente de personas, la que ha dado vida a la actividad o rubro productivo que hoy se denomina Ecoturismo.

MARCO CONCEPTUAL DEL ECOTURISMO

La actividad turística es una de las actividades productivas que ha tenido un notable desarrollo en los últimos años y una alta participación dentro de la economía mundial (Brandon, 1996; Ceballos-Lascouráin, 1996). Su tasa de crecimiento bordea el 7% anual a escala mundial, genera sobre cien millones de empleos y demanda una significativa cantidad de insumos para satisfacer adecuadamente los servicios que ofrece (OMT, 2003a). Aun cuando se registra en las cuentas nacionales de un país, como un servicio que pertenece al sector terciario de la economía, puede ser considerado como un producto, por cuanto es tratado como un conjunto de bienes y servicios que se ofrecen en el mercado y cuya “exportación” opera a través de la importación de consumidores cuya motivación es el país destino y sus atractivos.

Una especialización sin precedentes de la actividad ha llevado a la marcada segmentación que hoy caracteriza a los mercados turísticos nacionales e interna-cionales. Al respecto, es el segmento o modalidad Turismo de Naturaleza el que en las últimas décadas ha alcanzado la mayor tasa de crecimiento dentro del rubro, oscilando entre 20 a 30 % anual y con un impacto económico que lo sitúa entre las actividades de mayor movimiento de divisas (Whelam, 1991; OMT, 2003a).

El interés que hoy existe por el ecoturismo y turismo de naturaleza es signifi-cativamente mayor que el del turismo convencional, su tasa de crecimiento se ha duplicado y hasta triplicado1 en los últimos años (OMT, 2003a). Por lo tanto, el riesgo de que se generen impactos no deseados en estos territorios bioculturales es alto.

Producto de lo anterior, se ha puesto sobre la mesa de discusión un concepto relevante: siendo la naturaleza la principal motivación del viaje (recurso capital), es necesario conservarla, y de ello se desprenden los términos Ecoturismo y Turismo Sustentable, para aportar a través de un equilibrio entre las aristas medioambien-tal, sociocultural y económica, una nueva forma de pensar y planificar el turismo, convirtiéndose hoy en un desafío de importancia mundial.

En virtud de lo anterior, el concepto de Ecoturismo surge como una respuesta o reacción ante el inminente crecimiento del rubro, que implica un desplaza-miento masivo de visitantes (y de todos los servicios y actividades que éstos demandan) hacia los ambientes naturales, un medio frágil, vulnerable, para el cual no es clara la consecuencia de su impacto.

El ecoturismo ha tenido diferentes definiciones en el transcurso del breve período en el que se le conoce como tal (1983 a la fecha), esto ha provocado confusión y por ello el término es usado ampliamente y en muchos casos a

1 La tasa de crecimiento del turismo convencional bordea el 7%, la del turismo rural en sus diferentes tipos supera el 20% (OMT, 2003)

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conveniencia de los usuarios. Sólo un factor es común en todas las acepciones: el uso de los recursos naturales como el atractivo turístico central.

Luego de la incorporación, en la convención sobre la biodiversidad (CBD), en 1999, se reconoce la posibilidad de fomentar la conservación de la naturaleza a través de proyectos ecoturísticos, la Organización Mundial de Turismo (OMT) en su asamblea general de 1999 adoptó un código mundial de turismo y ya en ese enton-ces la Organización de Naciones Unidas declaró el año 2002 como el Año Interna-cional del Ecoturismo, donde se logra una definición consensuada (ver Recuadro 1).

La OMT y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) establecen la distinción entre turismo sustentable y ecoturismo, identificando a este último como un tipo de turismo cuya particularidad es la de estar asociado a ambientes frágiles y/o vulnerables, por sus atractivos naturales y culturales. Aun cuando la tendencia es hacia que todos los tipos de turismo operen bajo un esquema de sustentabilidad, existen elementos que caracterizan a un destino ecoturístico y exigen que su operación funcione bajo lineamientos filosóficos especiales, los que en definitiva lo diferencian.

La convocatoria del ecoturismo (sensu stricto), contribuye a experimentar cam-bios en los visitantes y en los visitados. Los primeros, al entrar en contacto con un entorno relicto que amerita ser conservado, estimulan sus sentidos y sus acciones,

RECUADRO 1: DEFINICIÓN DE ECOTURISMO

La definición de base para la discusión del actual concepto es la propuesta por UICN: “Un viaje ambientalmente responsable y la visitación hacia áreas relativamente poco alteradas con el fin de disfrutar y apreciar la naturaleza para promover sus recursos, teniendo visitas de bajo impacto y promoviendo beneficios socioeconómicos que involucren a las poblaciones locales“ (Ceballos-Lascuráin, 1996). La Organización Mundial de Turismo (OMT), acoge la definición y consensuadamente en la cumbre de Ecoturismo (Québec 2002) se adhiere a los principios específicos siguientes, que lo diferencian del más amplio concepto de Turismo Sostenible:

1. Contribuye activamente a la conservación del patrimonio natural y cultural,2. Incluye a las comunidades locales e indígenas en su planificación y desarrollo y contribuye a su bienestar,3. Interpreta el patrimonio natural y cultural del destino para los visitantes,4. Se presta mejor a los viajeros independientes, así como a los circuitos organizados para grupos de tamaño reducido.

Harris (2004) presenta una lista de las características básicas que deberían estar presentes en proyectos de Ecoturismo Comunitario (adaptada de UNEP 2001, Epler Wood 2002, y WWF 2001):

1. El Ecoturismo Comunitario tiene lugar en áreas naturales relativamente imperturbadas2. Contribuye a la conservación de la biodiversidad por a. Reducir o reemplazar actividades que amenazan la biodiversidad b. Desarrollar tanto en las personas locales como en los visitantes, una conciencia de conservación y de la importancia de la biodiversidad3. Sustenta el bienestar de las personas que viven en la localidad4. Incluye una experiencia de aprendizaje o interpretación ambiental5. Es ofrecida, principalmente, a pequeños grupos a través de microempresas6. Pone énfasis en la participación local, el sentido de pertenencia, y las oportunidades comerciales. 7. Pone énfasis en el consumo, lo más bajo posible, de los recursos no renovables

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pudiendo, incluso, transformarse en aliados de estos procesos de conservación. Los segundos, ponen en valor su espacio territorial postergado y amenazado a través de la felicidad, gratitud y formas de retribución que genera la experiencia en los visitantes. Además, los visitados fortalecen su autoestima, lo que contribuye genuinamente al rescate de su identidad y a la conservación de su cultura2.

En resumen, el ecoturismo y el ecoturismo comunitario, como derivación del ecoturismo (Recuadro 2), es mucho más que una “oferta turística convencional con fondo verde”. No se puede olvidar que su definición, comprensión y operación surgen como derivación de un proceso natural del hombre en su esencia, mediante la protección de su entorno para su propia subsistencia. Un proceso que actual-mente es buscado por miles de personas para ser visto, sentido y aprendido. Esta

2 Sea ésta la de pueblos originarios (etnias), campesinos o pescadores, cuyo acervo cultural también corre el riesgo de desaparecer.

RECUADRO 2: DEFINICIÓN DEL ECOTURISMO COMUNITARIO

El Ecoturismo Comunitario es una propuesta de apropiación social de los recursos naturales para que, a partir del ma-nejo soberano de los mismos, las comunidades campesinas –pescadoras– indígenas puedan dar pasos en su lucha por la superación de la pobreza y la tenencia de la tierra (PROBIOMA, 2004).

Es una propuesta empresarial que va más allá de la sociedad limitada o sociedad anónima y que rescatando la organización y las características culturales de la comunidad, pretende convertirse antes que en una empresa con fines de lucro en una iniciativa que quiere fortalecer el desarrollo comunitario sin descuidar la conservación y preservación de los recursos naturales.

WWF publicó el año 2001 un conjunto de pautas para la evaluación y puesta en marcha de iniciativas de ecoturismo comunitario, contenidas en “Guidelines for Community-based Ecotourism Development”. Los principios que se plantearon en dicho documento, constituyen un excelente recurso para toda organización o comunidad que considere el ecoturismo comunitario como una estrategia de conservación y desarrollo local.

• Evaluar si el ecoturismo es una opción apropiada. 1. Considerar el potencial beneficio para la conservación.2. Evaluar las condiciones preexistentes para el desarrollo de ecoturismo.3. Adoptar una estrategia integral.

• Planear ecoturismo con las comunidades y otros participantes beneficiarios.4. Encontrar la mejor manera de involucrar a la comunidad.5. Trabajando juntos para crear una estrategia común.6. Garantizar la integridad ambiental y cultural.

• Desarrollar proyectos viables de ecoturismo comunitario.7. Asegurar un mercado realista y una efectiva promoción.8. Ofrecer un producto de calidad.

• Fortalecer los beneficios para la comunidad y el medio ambiente.9. Manejar el impacto.10. Suministrar un apoyo técnico.11. Obtener el apoyo de visitantes y operadores de turismo.12. Monitorear el funcionamiento y asegurar la continuidad.

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expresión de conservación comunitaria de la biodiversidad genera una alternativa a otros usos consuntivos de la naturaleza, que otorga beneficios económicos y so-cioculturales a las comunidades locales y al país en el resguardo de su identidad.

Situación del ecoturismo en la Ecorregión

La Ecorregión Valdiviana, distribuida entre las regiones VII y XI de Chile, alberga bosques endémicos donde conviven comunidades locales de indígenas y colonos, todo lo cual otorga grandes oportunidades para el desarrollo del ecoturismo. Así lo demuestra un flujo creciente de visitantes en búsqueda de naturaleza prístina y comunidades locales, principalmente en las regiones IX de la Araucanía y X de los Lagos.

Ambas regiones se caracterizan por poseer una biodiversidad singular y extraordinaria belleza escénica. Entre sus habitantes vinculados al bosque nativo predominan las etnias mapuches pewenche y huilliche, quienes mantienen aún una estrecha relación con la tierra y sus componentes.

El estudio Comportamiento del Turismo Receptivo en Chile, año 2002, establece que aproximadamente 1.500.000 extranjeros visitaron el país, de-jando alrededor de 850 millones de dólares/año. Estos visitantes se distribuyen en el país de acuerdo a sus motivaciones en diferentes destinos. De los quince destinos principales identificados como los preferidos por estos mercados, tres se ubican en las regiones IX y X citadas (SERNATUR, 2003). Cabe destacar que entre dichos mercados se encuentran los de “larga distancia” más interesados en el ecoturismo (OMT, 2003b), lo que es coherente con el tipo de oferta principal que ambas regiones ofrecen.

En la IX Región la actividad turística se desarrolla alrededor de ambientes naturales de gran belleza escénica donde volcanes, termas, lagos, ríos, bosque nativo y extraordinarios paisajes cordilleranos, dan cabida a diversas modalida-des turísticas que favorecen el aprendizaje unido a la recreación y el descanso. Las áreas de importancia turística (AT) definidas por el Servicio Nacional de Turismo, SERNATUR son cinco (Figura Nº 1), y constituyen los principales des-tinos turísticos de la Región.

AT 1: Lonquimay y Parque Nacional Conguillío AT 2: Lago BudiAT 3: VillaricaAT 4: NahuelbutaAT 5: Temuco y alrededores

Es muy importante observar que los destinos más destacados de la región están en su mayoría asociados a las Áreas Protegidas por CONAF3, que conservan este extraordinario patrimonio natural y/o localidades con presencia de pueblos

3 5 Parques Nacionales, 5 Reservas Nacionales y 2 Monumentos Nacionales.

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originarios. No obstante la destacada importancia que para este rubro tiene la conservación del capital natural de la Región, la actividad forestal avasalla-dora, favorecida por el plan de forestación de pino insigne y eucaliptos ha ido sustituyendo a las especies nativas y sus ecosistemas asociados.

En esta región son importantes las expresiones del pueblo mapuche que marcan el espíritu regional, aspecto que junto a la visita a paisajes cordilleranos prístinos con su biota singular constituyen las principales motivaciones de los viajeros ecoturistas del mundo hacia la región (Citarella et al., 2003; Harris, 2004).

La región de Los Lagos constituye una pieza clave dentro de la oferta de Chile como destino turístico, lo que se evidencia en términos relativos tanto por su oferta de establecimientos turísticos (la mayor del país) como por sus altas estadísticas de visitación a Áreas Silvestres Protegidas (también la mayor del país) (SERNATUR, CONAF e INE 2003). Esta región correspondería a “la de mayores fortalezas para los segmentos de ecoturismo, aventura, deportes y cultural, los de mayor crecimiento a nivel internacional” (SERNATUR X Región, 2003).

Las áreas de importancia turística (AT) definidas por el SERNATUR (Figura Nº 1) son 12, en ellas se ubican los 7 destinos turísticos principales de la Región:

La región de los Lagos cuenta con un valioso capital natural y paisajístico, lo que se evidencia por su importante superficie protegida por SNASPE, sitios de importancia para la biodiversidad y Áreas de Importancia Turística relacionadas con naturaleza (Figura Nº 1).

Los atractivos turísticos naturales de ambas regiones las posicionan como destinos relevantes a nivel nacional, cuyos atractivos turísticos se centran en la singularidad del paisaje y la combinación de dos elementos clave: naturaleza (biota y paisajes prístinos) y expresiones culturales (pueblos originarios-etnias y estilos de vida rural).

Estos aspectos le otorgan altos atributos para consolidarse como un produc-to-destino temático (selva fría o bosque lluvioso) de creciente convocatoria. Sin embargo, la forma de manejo actual de la oferta pone en riesgo las fortalezas del destino, lo que hace pertinente y oportuno desarrollar una estrategia de acción que aborde la oferta integral y sustentable del destino.

La oferta de ecoturismo comunitario asociada a esta zona es escasa, y la existente no responde en términos de calidad y sustentabilidad a las expectativas del visitante, ni a la conservación en el largo plazo. Elementos como alojamien-tos confortables, gastronomía local y prácticas sustentables en el manejo de los desechos son muy escasos, incipientes o inadecuadamente tratados.

La locación de esta oferta comunitaria, en su mayoría inserta en las AT de ambas regiones y cercanas a destinos posicionados, permitiría una articulación fluida de la oferta con los destinos turísticos existentes en la Ecorregión. Sin embargo, actualmente esta articulación es escasa debido al bajo desarrollo y consolidación de los productos turísticos asociados a la oferta comunitaria.

Operativamente, la generación de una oferta seria, sustentable y permanen-te, que contemple todos los elementos requeridos por un visitante u operador

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Figura Nº 1: Áreas de importancia turística en las regiones de la Araucanía y norte de Los Lagos.

AT 1: Archipiélago de ChiloéAT 2: Bahía Mansa Maicolpue AT 3: Estero de Reloncaví - Cuenca el Río PueloAT 4: Lago RancoAT 5: Lagos Llanquihue y Todos los Santos AT 6: Lagos Puyehe y RupancoAT 7: Maullín - Carelmapu AT 8: OsornoAT 9: Palena - Chaitén - FutaleufúAT 10: Puerto MonttAT 11: Siete LagosAT 12: Valdivia - Corral

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(atractivos, planta e infraestructura turística, actividades programadas, adecuada relación precio/calidad y una orgánica de gestión eficiente con contactos y vínculos activos), es el paso clave para que ésta sea considerada y promocio-nada en los destinos turísticos posicionados y/o nodos de distribución del área, complementando y diversificando la oferta global del destino, elemento muy preciado por los mercados de larga distancia.

Desde el punto de vista de la gestión y planificación del ecoturismo comuni-tario en el territorio, algunas ONG’S han trabajado en el fomento y la promoción de la actividad (Recuadro 3). Sin embargo, no se observan actualmente agentes públicos actuando en favor del fomento de un turismo responsable, centrado en criterios de conservación de la biodiversidad y el paisaje. Más allá de ello, es un buen momento para incitarlos a discutir propuestas de trabajo concretas, que apuntan a favorecer y fomentar actividades que contribuyen a la conservación y el resguardo del patrimonio natural y cultural del país.

En conclusión, el identificar otros usos del bosque, que de manera efectiva redunden en beneficios económicos sin poner en riesgo el ecosistema y su biota implícita, podría internalizar en la población la importancia de conservarlos. La tarea es lograr que esta actividad no consuntiva del bosque sea eficiente tanto en su rentabilidad monetaria como en el lograr un vuelco de valoración hacia otras rentabilidades no puestas en valor, como la rentabilidad ambiental y sociocultural necesarias para avanzar en el desarrollo del país.

Paisajes de gran belleza escénica generan placer, entendimiento y felicidad a quienes lo experimentan desde dentro. Esta práctica constituye la esencia del ecoturismo. En la foto uno de los primeros visitantes a caleta

Cóndor contempla su playa e isla (Foto: Darren Guyaz).

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RECUADRO 3: EL TRABAJO DEL WWF EN ECOTURISMO EN LA ECORREGIÓN

Durante el 2004 WWF desarrolló una consultoría tendiente a definir un plan de trabajo para su intervención futura en ecoturismo en la Ecorregión. De esta consultoría, se desprenden un conjunto de estrategias que se enuncian a continuación

1. FOCO DE ACCIÓN Y PERTINENCIA TERRITORIAL: Se concentrarán los esfuerzos de respaldo financiero y técnico al desarrollo del ecoturismo comunitario en zonas piloto identificadas, en miras a consolidar destinos turísticos de gran potencialidad.

2. TRANSFERENCIA DE INFORMACIÓN RELEVANTE. Generación y transferencia de información bioecológica, científica y técnica, a los anfitriones y proveedores de la oferta ecoturística del destino y a las autoridades locales y regionales, actores clave para alcanzar resultados globales en torno a la conservación de la biodiversidad de la Ecorregión y a la preservación de las culturas asociadas, así como para el éxito de las propuestas.

3. FORTALECIMIENTO ORGANIZACIONAL DE LAS COMUNIDADES ANFITRIONAS DE LOS DESTINOS ECOTURÍSTICOS

4. FORTALECIMIENTO DE LA SUSTENTABILIDAD DE LAS OFERTAS DE ECOTURISMO COMUNITARIO. Centrando el trabajo en torno al resguardo ambiental, la conservación de la biodiversidad, la prevención de los impactos socioculturales y la operación sustentable de la oferta ecoturística.

5. FORTALECIMIENTO A LOS MICROEMPRENDIMIENTOS COMPLEMENTARIOS, que conforman el “cluster” de los destinos de ecoturismo comunitario.

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Ecoturismo para la protección de la araucaria: un desafío para la asociación pehuenche Quimque Wentru de LonquimayCARMEN GLORIA REYES

INTRODUCCIÓN

En la provincia de Malleco de la región de la Araucanía, específicamente en el sector de Galletué–Icalma, en la comuna de Lonquimay, se localiza la Asociación Indígena “Quimque Wentru”. La organización está compuesta por miembros de las comunidades pehuenche de Quinquén, Pedro Calfuqueo, Huenu Cal Ivante, Marimenuco y Pedregoso. Las familias viven básicamente de la pequeña crianza y de la recolección de la semilla de la araucaria (Araucaria araucana), conocida como piñón. Mantienen, en la actualidad, la práctica de la trashumancia asociada a las estaciones del año que ha caracterizado históricamente a este pueblo. Es así como durante el invierno viven en las llamadas “invernadas”1, que corresponden a los terrenos bajos del valle, donde el ganado puede encontrar lugares sin nieve para pastar. Cuando comienza el derretimiento de las nieves, se inicia el ascenso a las veranadas hasta la nueva caída de los piñones en otoño.

La Araucaria araucana o pehuén es para los pehuenches un árbol sagrado y su fuente de sustento. De allí proviene la denominación de pehuenche, que en mapudungún significa hombres del pehuén. Con ocasión de las ceremonias sagradas o rogativas, también llamadas Nguillatún, el rehue (o tótem sagrado) es levantado en torno a la araucaria y los pehuenche permanecen durante tres días en “ramadas”, para dar gracias a su dios Chao Nguenechén por el año pasado y para pedir por el que viene. En la oportunidad se reúne toda la comunidad, haciendo rogativas, bailando y cantando, y manteniendo fogatas encendidas con asados, como señal de abundancia para el resto del año.

El nacimiento de la Asociación Indígena Quimque Wentru

Para los pehuenche, ancestrales habitantes de los bosques del sur de los An-des, la araucaria tiene una importancia vital; por ello han cuidado sus bosques desde tiempos ancestrales, protegiendo los recursos que de él se obtienen. En

1 N. de los E.: las invernadas son los espacios económicos y el hábitat donde se encuentra la casa, los corrales, las praderas y parte del bosque nativo. En: Molina, R. & Correa M. 1998. Territorio y comunidades pehuenches del Alto Biobío. CONADI, Santiago de Chile. pp. 257.

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1988, en respuesta a las amenazantes talas indiscriminadas que realizaba en la zona la empresa maderera Sociedad Galletué, las comunidades de Quinquén, Pedro Calfuqueo, Huenu Cal Ivante y Huallem Mapu se unieron para luchar por la protección de su árbol sagrado. Iniciaron entonces una campaña a escala nacional e internacional, con el objeto de sensibilizar a la opinión pública y a las autoridades. Varias organizaciones mapuche y ambientalistas apoyaron a las comunidades pehuenche, destacando entre ellas el Comité Nacional Pro Defensa de la Fauna y Flora (CODEFF).

Producto de esta campaña y de una anterior promesa electoral, en el año 1990 el entonces Presidente de la República, Patricio Aylwin, declaró a la araucaria Monumento Natural2. La medida impide su tala, aplicando fuertes sanciones a quienes la quebranten.

Tras estos sucesos comenzó una campaña de hostigamiento hacia los pe-huenche por parte de la Sociedad Galletué, reclamando la propiedad sobre las tierras habitadas por las comunidades. La presión culminó con la interposición de una orden de desalojo, frente a lo cual, las comunidades indígenas respondieron

2 N. de los E.: el Decreto Supremo N° 43 de 1990, declara Monumento Natural a la especie Araucaria araucana, terminando de esta manera con un período intenso de explotación ocurrido luego que, en 1987, se dictara el Decreto Supremo N° 141, que sólo consideraba la calidad de Monumento Natural para los ejemplares ubicados en parques nacionales. En este período recrudeció el conflicto entre las comunidades pehuenche y las empresas madereras.

En las ceremonias sagradas, llamadas Nguillatún, se reúne toda la comunidad (Foto: Nadja Prange).

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uniéndose y emprendieron una nueva campaña en defensa de la propiedad tradi-cional sobre las tierras. En esa ocasión, y en virtud de un cierto posicionamiento del tema pehuenche y sus actores en los medios y la opinión pública chilena, los indígenas contaron con la solidaridad de numerosas organizaciones mapuche, ambientalistas y políticos, y con el apoyo de la sociedad chilena sensibilizada por la prensa de la época3. En este contexto y en una ceremonia sagrada en torno al rehue de la comunidad de Huallem Mapu, las comunidades Pedro Calfuqueo, Huallem Mapu y Huenu Cal Ivante de Quinquén se constituyeron oficialmente como Consejo Quimque Wentru o Consejo de Hombres Buenos.

Uno de los logros más importantes de la campaña por la defensa de las tierras y del trabajo organizado de las comunidades fue la compra en 1992, por parte del Gobierno, de las tierras en disputa4. Esta medida puso fin a la orden de desalojo que pesaba sobre los pehuenche. Las tierras fueron traspasadas al Ministerio de Bienes Nacionales y luego a la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI).

Los primeros proyectos comunitarios

Tras la adquisición de las tierras por parte del Gobierno se inició una importante etapa de desarrollo, sobre todo en la comunidad de Quinquén. Se construyó en ella una escuela bilingüe, una estación médica rural y una bodega de acopio de piñones, con el apoyo de asesores y el financiamiento de agencias de cooperación.

En el año 1996, y con el fin de trabajar de forma aunada y más efectiva en la lucha por las reivindicaciones territoriales pendientes, así como para postular a proyectos de desarrollo comunes, el Consejo Quimque Wentru se constituyó en Asociación Indígena, según la Ley Nº 19.253; sumándose a ésta miembros de las comunidades pehuenches de Pedregoso y Marimenuco, alcanzando un total de 51 socios.

Uno de los sueños de los pehuenche, era contar con una casa que los al-bergara en el pueblo de Lonquimay, hasta el cual debían viajar para realizar trámites en la municipalidad, ante los organismos del Estado, en el hospital, visitar a los hijos que continúan estudios en el pueblo y aprovisionarse de víve-res. La necesidad era manifiesta, ya que, la mayoría de las veces, el tiempo y la naturaleza de estas actividades no permitía realizarlas en un solo día, además, se debe tener en cuenta que, sobre todo en el invierno, las adversas condiciones climáticas impiden el regreso a los hogares producto de los cierres de caminos tras las intensas nevazones que se suelen registrar. A lo anterior debe agregarse la distancia: las comunidades se encuentran localizadas en una zona cordillerana,

3 N. de los E.: el caso fue difundido por la prensa nacional en medios tales como el diario El Mercurio de Santiago.

4 N. de los E.: Esta compra de tierras, cuyo monto superó los 6 millones de dólares, fue la primera realizada por el Estado de Chile a comunidades mapuche, sentando un precedente importante para el posterior Fondo de Tierras y Aguas incluido en la Ley Indígena Nº 19.253, de 1993.

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a más de 50 km del pueblo, y muchas veces las familias indígenas no contaban con los medios para pagar un lugar donde pernoctar.

El ecoturismo como alternativa

Con el objetivo de gestionar una casa o albergue para los pehuenche, la Asociación Quimque Wentru elaboró un proyecto que fue aprobado y financiado por un grupo de agencias nacionales e internacionales5. En el marco de esta iniciativa se adquirió una casa que fue ampliada y remodelada, habilitándola como hostería y restaurante. La hostería Follil Pewenche posee un comedor con capacidad para 40 personas, piezas para el alojamiento de 11 turistas y albergue para 18 personas de las comunidades, siendo atendida y administrada por los propios pehuenche. La hostería cumple dos funciones: una social, dando albergue y espacio de reunión de los socios; y otra productiva, al constituirse en un servicio de restaurante y alojamiento para turistas, donde además funciona un local de ventas de artesanía pehuenche. El lugar aspira también a convertirse en un espacio para la muestra de la cultura e identidad del pueblo pehuenche.

Posteriormente, se implementó el proyecto denominado “Ecoturismo para la protección de la Araucaria: un desafío para la Asociación Quimque Wentru de Lonquimay”, que tuvo dos etapas en tres años (ver objetivos en Recuadro N°1). La iniciativa nació de la necesidad de proteger los bosques y la ribera norte del lago Galletué; único acceso de la comunidad de Quinquén al lago. El lugar es visitado por turistas desde hace varios años, los que en su mayoría practican la pesca deportiva y acampan en la zona, sin el más mínimo cuidado por el entorno. Su visita queda testimoniada por la basura desparramada en sus orillas, la caza y pesca de especies del lugar, la corta de árboles para hacer fuego, todo sin control ni autorización de la comunidad. Por esta razón, con los fondos

5 Las agencias donantes fueron: Fundación Andes, Embajada Británica, WWF, Terres des Hommes, Fun-dación Víctor Jara y la I. Municipalidad de Lonquimay.

RECUADRO N°1: OBJETIVOS DEL PROYECTO

Objetivos generales del proyecto1. Promover la conservación de los bosques de araucaria del área.2. Difundir el conocimiento de la cultura indígena pehuenche.

Objetivos específicos1. Mejorar los servicios de ecoturismo, el cual debe estar basado en los bosques de araucaria y otros ecosistemas

presentes en las comunidades de Quinquén y Pedro Calfuqueo.2. Fortalecer la organización y las capacidades de gestión de la Asociación, para lograr la consolidación de los

servicios turísticos Follil Pewenche.3. Identificación, promoción y difusión de la biodiversidad, a través de metodologías de educación ambiental

en la comunidad de Quinquén.4. Zonificar participativamente áreas de protección y zonas de manejo sustentable en el área del proyecto.5. Difundir y promover los servicios turísticos Follil Pewenche.

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del proyecto, y con el fin de regular el ingreso de turistas y proteger la ribera del lago, se construyó una zona de camping con todos los requerimientos legales y se habilitó una estación de partida para las excursiones, que cuenta con una oficina de informaciones, radio de comunicaciones y un baño con ducha.

Para realizar las excursiones se construyeron cuatro senderos con miradores, y con el apoyo del Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR) se capacitó a 16 jóvenes pehuenche como guías de ecoturismo. Adicionalmente, se elaboraron trípticos, dípticos y un afiche, para promocionar el trabajo de la Asociación y dar a conocer la actividad turística de las colectividades.

La gente de la Asociación Quimque Wentru se ha visto beneficiada capacitán-dose como guías, ampliando los servicios y ofreciendo nuevas y más alternativas a los turistas que visitan la hostería. Es así como venden productos locales (queso, leche, huevos, tortillas, verduras, chivos), incrementando sus ingresos durante la temporada turística.

La primera etapa del proyecto (2001- 2002) tuvo como objetivo, en cada una de sus actividades, proteger el lago y los bosques nativos; y a través de las excursiones, mostrar la belleza del lugar y de su gente, para así sensibilizar a los turistas respecto del cuidado del medio ambiente y de los últimos bosques de araucaria de Chile y el mundo.

La segunda etapa fue iniciada en noviembre del año 2002, como continua-ción de la primera y terminada en enero de 2004. Se originó de una evaluación realizada en conjunto entre la Asociación y el equipo del Fondo Bosque Tem-plado (FBT), en la cual se discutieron los próximos desafíos. Uno de ellos fue la necesidad de proteger los bosques de araucaria en forma más directa; ya que, si bien los pehuenche los han cuidado históricamente, se evidenció la necesidad de realizar un ordenamiento de los recursos naturales, conociendo su ubicación, características y usos que se les puede dar.

En términos generales, la segunda etapa del proyecto tuvo por objetivo me-jorar la infraestructura existente, difundir los servicios turísticos y, por último, identificar y delimitar una zona de protección en la comunidad de Quinquén orientada al ecoturismo. Entre las actividades realizadas se incluyó la construcción de un muelle en la playa del lago Galletué donde se encuentra el camping, una caseta de entrada y cerco de madera; además, los senderos fueron habilitados con escalinatas, miradores, señalética y pasamanos. En el tema comercial se desarrolló una imagen corporativa que incluyó un logotipo, un sitio web y se realizaron gestiones con agentes privados relacionados al turismo. Posteriormente, se realizó un apoyo y capacitación para la administración de la hostería y se desarrolló un plan de negocios para la empresa de servicios turísticos Follil Pewenche, inte-grando a la hostería con el camping y los senderos.

En el transcurso del proyecto, se establecieron relaciones de cooperación con instituciones como la Ilustre Municipalidad de Lonquimay, SERNATUR, CO-NAF, Bosque Modelo, CODEFF y la Dirección Provincial de Vialidad. Esta última realizó una importante inversión en un puente y mejoramiento de caminos que benefició directamente a la comunidad y a la actividad turística.

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Metodología o estrategia de acción

El trabajo participativo ha sido política de la Asociación desde sus inicios, así como también la transparencia, tanto a la hora de tomar decisiones en la etapa de postulación a los proyectos, como en la realización de los mismos. Los informes financieros y técnicos de medio término o finales, cuentan con una copia anillada de uso público; cualquier socio tiene acceso a ellos y, por lo tanto, para ver cómo se han gastado los fondos y cómo se ha ejecutado el proyecto en todas sus etapas. Cabe destacar que ésta ha sido la tónica de trabajo del grupo desde sus inicios, según pueden dar cuenta los socios y los asesores tras más de 15 años de trabajo como Consejo Quimque Wentru, primero, y luego como Asociación Indígena.

La metodología empleada durante el desarrollo del proyecto ha buscado perma-nentemente ser participativa, en todos los ámbitos y en cada una de las etapas. Esto quiere decir que los lineamientos y las actividades fueron estudiados y planificados en conjunto entre el equipo ejecutor y la asesora técnica. Además, se realizaron reuniones mensuales de socios, en las cuales se informó y discutió lo realizado, se evaluaron los avances y se mejoraron en conjunto los puntos débiles o negativos.

La asignación de roles y labores en la realización de los proyectos ha sido también una decisión participativa, conjunta y equitativa. No obstante, la par-ticipación de las mujeres es una debilidad que ha sido identificada por la orga-nización y se pretende revertir en el futuro.

En la ejecución de ambos proyectos, la Asociación ha intentado involucrar al mayor número posible de actores del sector público, ello en el afán de crear mecanis-mos eficientes de comunicación y participación entre dichos actores y la Asociación.

CONCLUSIONES Y LECCIONES APRENDIDAS

El turismo ha sido una actividad más difícil de enfrentar con relación a otros pro-yectos realizados anteriormente. Probablemente la razón radique en que es algo nuevo y nunca antes enfrentado por la comunidad. Durante los primeros años, se había evitado sistemáticamente considerar el turismo como una alternativa, ya que existían importantes preocupaciones relacionadas con los impactos negativos que se conocen de él en otras zonas de la región. Uno de los temores principales estaba relacionado con los efectos negativos en la cultura pehuenche. Sin embargo, luego de la experiencia, se ha llegado a la conclusión que el turismo autogestionado era la mejor alternativa frente a la llegada inminente de un turismo invasor.

La necesidad de crear zonas de protección para la araucaria fue un con-cepto difícil de comprender para los socios, probablemente debido a la falta de información sobre el tema6. Esta visión fue cambiando con la visita de áreas de protección privadas e indígenas en la costa de Valdivia y Osorno.

6 N. de los E.: En el área se intentó implementar la Reserva Nacional Galletué, que aún aparece en al-gunos mapas turísticos. Probablemente el temor de las comunidades estaba relacionado con la pérdida de su territorio, al no tener referentes de áreas protegidas administradas por comunidades indígenas.

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Una de las más importantes lecciones aprendidas es la necesidad de tener presente el carácter trashumante y la idiosincrasia del pueblo pehuenche. Un ejemplo de ello es que el comienzo de esta segunda etapa del proyecto coinci-dió con el inicio de las veranadas, en la que los pehuenche se trasladan a otros terrenos, por lo cual las reuniones del equipo ejecutor y los socios no contaron con la participación esperada. La dedicación de los líderes y de la comunidad en general, durante esta etapa, no fue sino parcial, ya que tuvieron toda la atención puesta en la recolección de los piñones, juntar leña para el invierno y acopiar pasto, entre otras actividades de vital importancia para ellos.

A pesar de todas estas observaciones, la Asociación Quimque Wentru ha te-nido importantes logros y ha adquirido madurez y experiencia en la elaboración e implementación de proyectos.

TESTIMONIO DE ALFREDO MELIÑIR, PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN QUIMQUE WENTRU

Mi nombre es Alfredo Meliñir, soy de la comunidad de Quinquén y represento a la Asociación Indígena Quimque Wentru que significa Consejo de hombres buenos. Nosotros nos denominamos pewenches porque el lugar en donde nosotros habitamos es un lugar donde existe mucha araucaria, que llamamos pewén en mapudungún, nuestra lengua.

Nosotros vivimos del piñón que todos los años da el fruto y de eso nos alimentamos. Con el piñón se pueden hacer muchas otras cosas, muchas comidas. Anteriormente, nuestros antepasados, vivieron de este árbol. Por eso, para nosotros el pewén es un árbol sagrado. En él invocamos a Dios, Chao Gnegenechén todopoderoso, porque ese árbol, todos los años y hasta cuando el mundo exista, nos va a dar el fruto que es el piñón. Este árbol no lo ha plantado nadie, no lo ha plantado ni el Estado, ni nosotros los mapuche, ni nadie. Porque Dios dejó esta planta para algo. Entonces, por eso nosotros decimos que es un árbol sagrado. En eso nosotros hacemos ngillatún [rogativa].

Nosotros tenemos nuestra cultura, nuestra forma, como pewenches, nuestra vida, cómo poder pedirle a Dios Chao Ngenechén. Entonces, por eso nosotros invocamos a ese árbol, que nos siga dando el fruto año por año. Y este árbol, desgraciadamente, ha sido explotado por las grandes empresas madereras. Yo le diría que, donde han explotado, aquí en la comuna de Lonquimay, casi no queda bosque. Solamente en Quinquén, queda un bosque intocado que no alcanzaron a explotar porque ahí se dio una lucha muy grande. Casi dimos la vida por defender este bosque.

Nosotros quisimos protegerlo para que esto nunca más se explotara. Y ese es un pensamiento que tene-mos nosotros como pewenches porque si este árbol se explota, se corta... por eso es que nos hemos unido como Asociación, para defender la tierra y defender este bosque, para tener unidos una sola voz, hacer denuncias a nivel internacional, para que seamos escuchados. Porque, lamentablemente en Chile a nosotros como mapuche poco nos han tomado en cuenta, poca voz tenemos.

Nosotros antes de que fuera el Gobierno de don Patricio Aylwin, hicimos un compromiso en Nueva Imperial. Que el día que él fuera gobernante, nosotros le pedimos ante un escrito, de que fuera monumento nacional la araucaria. Entonces, cuando él llegó a ser gobierno, cumplió su promesa y pasó a ser monumento nacional hasta el día de hoy. Ojalá que esto se respete por muchos años. Si empiezan ahora de nuevo a ex-plotar la araucaria no sabemos todavía qué vamos a hacer. Yo pienso que habría que unirnos con todas las comunidades pewenches que existimos y hacer alguna denuncia.

Hace más de 13 años que se compró esta tierra [pero aún] no tenemos una definición total de los títulos. Los títulos pasaron en primer lugar a[l] [Ministerio de] Bienes Nacionales y en este momento está en manos de la CONADI. La CONADI se ha movido muy poco en este asunto de solucionar este problema. Y nosotros estamos

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bastante sentidos de que no se cumplan estos convenios. Porque aquí se hizo un convenio, el Estado chileno, el presidente Aylwin pisó esta tierra pewenche con todos sus ministros, para negociar con nosotros y que nunca más fuéramos amenazados de desalojo.

Hoy, como le decía, la Asociación se formó para poder trabajar en desarrollo[...] Qué significa... en primer lugar Quinquén no tenía escuela, entonces hicimos una escuela con apoyo de agencias internacionales. A la vez el Estado aportó una parte en la implementación de la escuela. Después hicimos una posta de primeros auxilios, entonces después se hizo un [galpón para] acopio de piñones que nosotros cosechamos todos los años. Y después que cumplimos todo eso, nosotros queríamos tener una casa en Lonquimay para albergar nuestros hermanos pewenches, porque aquí en Lonquimay no había un lugar para reunirnos, para juntarnos y la idea fue hacer ese proyecto con el que también salimos favorecidos. Entonces, tenemos una hostería en Lonquimay. La idea era tener una casa de albergue. Pero no se podía porque lamentablemente los proyectos se dan por cierto tiempo, y entonces, no había un financiamiento para... para pagar la luz, el derecho de sitio y tanta otra cosa... la limpieza de esta casa. ¡Alguien tenía que cuidar esta casa y hacer la limpieza!, entonces las agencias internacionales, las gentes que vinieron a dar estos apoyos pensaron que nosotros teníamos que tener una hostería, para poder solventar los gastos, que la hostería se pagara por sí sola.

Bueno, después de la hostería nosotros ahora estamos trabajando con el [Fondo] Bosque Templado [en turismo]... porque de otra manera nosotros no tenemos fuente de trabajo aquí en la zona. Como aquí tenemos grandes potenciales de riqueza en turismo. Tenemos el lago Huelleltué, la araucaria, para mostrarle a la gente que vienen a conocer el árbol, por la lucha que se dio. Hay mucha gente interesada, de afuera, de otros países, gringos, digamos, de conocer nuestra cultura. Esa es la idea. Tenemos lagos, tenemos bosques... estamos haciendo “camping” en el lago Huelleltué, que no se llama Galletué tampoco, porque está cambiado el nombre. Bueno, esa es la idea del trabajo que estamos haciendo... el ecoturismo. Los jóvenes se han preparado para guías, hacer cabalgatas, hacer caminatas, con la gente extranjera que viene y mostrar nuestra cultura, nuestra forma... y mostrar nuestra comida típica, mostrarle a los gringos el piñón. Porque del piñón se preparan muchas comidas. La gente se está beneficiando a través de los proyectos.

Aquí en Lonquimay, por una parte por haber hecho este gran proyecto que primera vez en la historia como pewenches hemos logrado y estar a cargo de nosotros... para mí fue difícil. Porque nosotros estamos acostumbrados a vivir en el campo trabajando, metidos en los bosques. Metidos en la pequeña crianza y llegar al pueblo no es fácil. Yo me sentía como encerrado, como que alguien me iba a venir a ofender dentro de la hostería, pero nunca fue así. Hemos ganado un espacio dentro de la comuna de Lonquimay. Lonquimay ha sido uno de los pueblos más discriminatorios con nuestro pueblo pewenche.

Yo, el legado que quiero dejarle es el testimonio a nuestros hijos, a nuestros nietos algún día es respetar la naturaleza, el entorno en que nosotros vivimos.

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Red de Parques Comunitarios Mapu Lahual: una experiencia de las comunidades indígenas de la cordillera de la CostaLUIS CÁRDENAS

INTRODUCCIÓN O ANTECEDENTES

La Red de Parques Comunitarios Mapu Lahual es una iniciativa de conservación y ecoturismo, enmarcada en una estrategia integral de desarrollo, liderada por las propias organizaciones indígenas de las comunidades mapuche-huilliche que la constituyen: Maicolpi, Maicolpi Río Sur, Hueyelhue, Nirehue, Caleta Cóndor, Manquemapu, Mahui Dantu y Melillanca Huanque. Esta red se distribuye en el sector sur costero de la cordillera de la Costa de Osorno, en la X Región, en un ecosistema caracterizado por el alto grado de endemismo de su flora y fauna, y reconocido nacional e internacionalmente como zona prioritaria para la conser-vación de la biodiversidad. Las comunidades que participan en la iniciativa están compuestas por habitantes ancestrales de estos territorios, que están empeñadas en vivir manteniendo las condiciones originales de su entorno, que es el sustento fundamental de su cultura (Figura Nº1).

Dependencia económica del alerce por parte de las comunidades indígenas y su conservación

En idioma huilliche o chezungun, mapu lahual, significa “tierra de alerce” (Fitzroya cupressoides); especie milenaria de los bosques nativos del sur de Chile. Actual-mente, la red está formada por comunidades indígenas que, en su mayoría, basan su economía familiar fundamentalmente en el aprovechamiento y extracción de maderas muertas de esta especie, con la cual confeccionan basas y tejuelas, al igual que en los inicios de su explotación. La falta de apoyo técnico y crediticio les ha impedido acceder a la producción de bienes con mayor valor agregado, como muebles y artesanías. Estimaciones indican que el aprovechamiento comercial no supera el 30% del volumen total (Cárdenas, 1999). Debido a la carencia de mercados para otros productos, el recurso se encuentra cada vez más escaso y, por lo tanto, aumenta la presión sobre el alerce verde vivo. Esta situación es más complicada en el segmento joven de la población indígena, cuyos miembros requieren independencia llegada cierta edad, buscando los recursos necesarios para instalarse en estas aisladas localidades.

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Figura Nº1: Mapa de las comunidades que conforman la Red de Parques Comunitarios Mapu Lahual.Fuente: Elaborado por WWF.

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La protección y conservación de los bosques de alerce

La protección y conservación del alerce ha llevado al establecimiento de nu-merosas medidas legales. Desde 1976 la especie está protegida por el Decreto Supremo Nº490, que prohíbe la corta y explotación de árboles vivos, asimismo, está incluida en el Apéndice I de la Conservación Internacional sobre el Comercio de Especies Amenazadas (CITES).

La preocupación por la conservación de los bosques de alerce no es materia exclusiva de las generaciones actuales. En el informe de Federico Philippi (pu-blicado en 1865) se señala la siguiente recomendación para el río Hueicolla: “las verdaderas minas de la Cordillera de la Costa son sus bosques, sobre todo los alerzales”, y si “el alerce es de suma importancia para las provincias de Valdivia y Llanquihue, porque todas las casas en esas provincias están techadas de tablas de alerce”, sería entonces “indispensable que el Supremo Gobierno reglamentase la explotación de esta madera tan útil, y sobre todo que estos bosques, que son como lo saben todos los vecinos, propiedad fiscal, no pasen a mano de particu-lares por estas compras fraudulentas que se hacen de vez en cuando, y que se han intentado hacer últimamente” (Foerster, 1999).

Desde 1998, CONAF y las comunidades que hoy forman la red organizan un programa de fiscalización preventiva, que tiene por objetivo evitar los incendios forestales y las cortas ilegales de alerce verde. En los denominados Encuentros De-portivos Culturales Alerce Costero, una vez al año, se dan cita miembros de todas las comunidades. Estos encuentros, que conectan un gran territorio, han logrado que la gente se conociera en sus propias localidades, compartiera sus problemas, reflexionara comunitariamente y buscara soluciones a partir de su realidad.

Actualmente la red cuenta con un sendero básico troncal de aproximadamen-te 80 km, a orillas del océano Pacífico, a través del bosque nativo que se extiende como un paño de vegetación continua, con un conjunto de senderos interpre-tativos, áreas rústicas de camping y cuatro centros de información ambiental y cultural. Además, las comunidades se encuentran preparando y empezando a ofrecer diversos servicios turísticos, como pesca deportiva, buceo, gastronomía típica, caminatas dirigidas, avistamiento de cetáceos y loberías.

DESCRIPCIÓN DEL PROYECTO

Las relaciones entre los lugareños y el bosque formaron la base para la creación de la red y son las que sostienen el proyecto en la actualidad. El año 2001, los líderes de las comunidades indígenas de la cordillera de la Costa decidieron crear la Red de Parques Indígenas Mapu Lahual –con colaboración de asesores de CONAF y financiamiento del Fondo Bosque Templado (WWF-CODEFF) y del Fondo de Las Américas (FdlA)– como una forma de establecer la legitimación de los derechos de tierra de las comunidades y su relación ancestral con la ñuke mapu (madre tierra). El proyecto fue un trabajo conjunto de dirigentes indígenas, liderados por el lonko Anselmo Paillamanque, cacique encargado de tierra y desarrollo. La

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iniciativa es parte del ordenamiento y gestión del territorio, desde la propiedad y hasta el control y la conservación de los recursos naturales y culturales. En este orden se insertan las áreas silvestres protegidas al interior del territorio de las comunidades; abordándose, de igual forma, el tema de las concesiones de acuicultura, las solicitudes de derechos de agua y el uso del borde costero.

El objetivo que motivó y que se persigue con la red es diversificar la actividad productiva de estas comunidades alerceras. Para generar nuevas fuentes de ingre-so, se requería crear infraestructura y capacidades humanas que permitieran la diversificación hacia los servicios ambientales y recreativos del bosque nativo. Los proyectos desarrollados hasta ahora se han organizado alrededor de los siguientes objetivos específicos: establecimiento de áreas silvestres de conservación en las distintas comunidades; contribución a la diversificación productiva, incorporando a las comunidades indígenas huilliche en la gestión ecoturística del ecosistema; desarrollo de infraestructura turística, particularmente senderos; y construcción, en cuatro comunidades, de centros de educación ambiental y cultural.

ESTRATEGIA DE ACCIÓN

El establecimiento y consolidación de la red Mapu Lahual es un proceso que se inicia con la experiencia de la comunidad indígena Maicolpi y el proyecto “Diseño e implementación del Parque Comunitario Mapu Lahual de Maicolpi”, apoyado por el WWF-CODEFF en el primer concurso del Fondo Bosque Templado, del año 2000. La iniciativa se entendió como un plan piloto, cuyo objetivo era incentivar a las familias y comunidades que participaban del programa “Manejo forestal para un desarrollo sustentable en las comunidades indígenas de la cuenca del río Hueyelhue”, para relacionarse con el bosque de forma sustentable, incorporándo-las a la protección, conservación y gestión turística del ecosistema. El programa Hueyelhue fue presentado por la Junta General de Caciques del Butahuillimapu al Gobierno Regional, el cual destinó recursos del Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR) para su implementación entre 1999 y 2003.

La experiencia previa de Maicolpi con proyectos de desarrollo y turismo, hizo que la comunidad fuera el sitio más viable para proponer un plan piloto, que el WWF-CODEFF apoyó con un aporte de seis millones 500 mil pesos. Previo al arribo de los fondos, en reuniones comunitarias los miembros de la comunidad ya habían establecido un proceso para la implementación de la iniciativa, en cuanto a quién ejecutaría sus actividades y por cuánto dinero. Los líderes indígenas manejaban directamente los recursos del proyecto y los miembros de la comunidad hacían todas las construcciones del mismo. La iniciativa contribuyó al empoderamiento de los comuneros, demostrando que podían diseñar e implementar un proyecto de desarrollo en forma exitosa.

El programa Hueyelhue facilitó la creación de la red Mapu Lahual, al esta-blecer una mesa permanente de trabajo y coordinación entre las comunidades indígenas y los servicios públicos; y entre las comunidades y los organismos am-bientalistas agrupados en la Coalición por la Conservación de la Cordillera de la

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Costa. El proyecto ejecutado en Maicolpi mostró beneficios concretos y visibles a los integrantes y dirigentes de las otras comunidades, tales como salarios por mano de obra, dinero para materiales y la construcción del centro de educación ambiental y cultural como espacio físico para reuniones de la comunidad, que carecía de esta infraestructura.

Basados en la experiencia de Maicolpi y debido a las características simila-res de sus comunidades, los dirigentes indígenas de Maicolpi Río Sur, Cóndor, Hueyelhue, Nirehue, Manquemapu y Mahui Dantu desarrollaron una propuesta conjunta que les permitiera implementar iniciativas similares en sus comunidades, en la siguiente ronda del concurso de proyectos del Fondo Bosque Templado. De-bido a que aún no se formaba la Asociación Indígena Mapu Lahual, la propuesta nombró a la comunidad Maicolpi, presidida por Martín Paillamanque Ancapán, como la organización que recibiría los fondos. Maicolpi ya poseía una cuenta ban-caria y experiencia en el manejo de finanzas. Finalmente en la propuesta designó a Carlos Paillamanque, el secretario de Maicolpi, como director del proyecto.

Ejecución y seguimiento del proyecto

El plan para el establecimiento de la Red de Parques Indígenas Mapu Lahual consideró la organización de las actividades por localidades dentro del territorio, ya sea en una o dos comunidades indígenas participantes. La propuesta, aprobada por el WWF-CODEFF, especifica un mecanismo coordinado pero descentralizado para implementar las labores del proyecto. Cada comunidad ejecutó y desarrolló las actividades en su sector, bajo la dirección de líderes comunitarios; incluyendo la construcción de cuatro centros de información cultural y ambiental en las localidades de caleta Hueyelhue, caleta Cóndor, Manquemapu y bahía San Pe-dro; y con la excepción de Mahui Dante, cada agrupación estableció un parque de uso comunitario en su territorio. De manera de facilitar el uso turístico en las áreas protegidas, en cada uno de los parques se construyeron senderos con señalética étnica e información.

Para el seguimiento y facilitación de la iniciativa se estableció una comisión compuesta por los presidentes de cada comunidad, un miembro de la Junta Ge-neral de Caciques y servicios públicos: Corporación Nacional Forestal (CONAF), Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) y Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR). Las funciones de esta comisión fueron velar por el uso eficiente de los recursos financieros, coordinar la asistencia técnica y elaborar los estatutos de la Asociación Indígena Mapu Lahual del Butahuillimapu, que adquirió su personería jurídica el año 2002, bajo la Ley Indígena Nº 19.253.

La coordinación de la asistencia técnica entre los distintos servicios públi-cos y las comunidades fue realizada por funcionarios de la oficina provincial de Osorno de CONAF, como organismo asociado al proyecto. El conocimiento del terreno por parte de los profesionales y la relación con las agrupaciones permitió una estrecha colaboración, tanto en los ámbitos propios del proyecto como en las materias de regulación de la actividad forestal.

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El requisito básico para establecer los parques en cada una de las comunidades fue una asamblea citada para tal efecto, de la cual quedó constancia en el libro de actas de la colectividad. En ella se determinó, a través de una decisión co-munitaria, el territorio que pertenecería al parque y que sería supervisado por la propia comunidad.

Cumplido el requisito de participación, profesionales y miembros del grupo indígena efectuaron un recorrido y primera aproximación al área de conserva-ción, durante el cual se especificaron los linderos de los sectores protegidos y la ubicación de los senderos que serían incorporados a la red. Posteriormente, se elaboraron mapas preliminares de las áreas protegidas y de ubicación de los senderos, utilizando GPS y cartografía digital.

La segunda generación de proyectos en la Red Mapu Lahual

Las Asociación Indígena Mapu Lahual y sus colaboradores técnicos han seguido desarrollando una serie de proyectos, que pretenden consolidar las áreas prote-gidas y generar una oferta ecoturística organizada para la zona. El año 2003, con apoyo de un proyecto de continuidad del Fondo Bosque Templado (WWF-CODEFF), se ejecutó una iniciativa fuertemente orientada al desarrollo de capacidades ins-titucionales; a la extensión de la red a la comunidad de Melillanka Huanqui, la primera en participar ubicada al lado este de la cordillera; y fundamentalmente, a la organización de los servicios ecoturísticos. CONAF contribuyó con servicios técnicos y coordinación; en tanto que CONADI y SERNATUR convinieron aportar con los recursos humanos necesarios para apoyar la iniciativa, acordando este último coordinar la formulación e implementación de sesiones de entrenamiento sobre turismo, para los comuneros. Las comunidades participantes comprometieron recursos materiales y humanos para la construcción de áreas de camping.

El sector sur costero de la cordillera de la Costa de Osorno es reconocido nacional e internacionalmente como zona prioritaria para la conservación de la biodiversidad (Foto: WWF-David Tecklin).

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Durante el año 2004, CONAF complementó esta iniciativa, entregando asistencia técnica para el proyecto: “Confección de planes de manejo para las unidades silvestres protegidas de la Red de Parques Mapu Lahual y habilitación de área demostrativa piloto”. La iniciativa contó con recursos institucionales de este servicio, para la elaboración de planes de manejo para la conservación, la implementación de áreas demostrativas y la puesta en marcha de bibliotecas am-bientales y culturales en comunidades de la red. Con este proyecto se pretende integrar a la comunidad en la elaboración de planes de manejo que reflejen sus expectativas y necesidades, y que a la vez sirvan como instrumento para optar al reconocimiento legal de sus parques. Además, se contempla el desarrollo de programas de uso público en tres parques piloto, que incluyen desde construcción de infraestructura hasta materiales de promoción. Finalmente, se fortalecerá la función de los centros de educación ambiental ubicados en comunidades de la red, con apoyo para la creación y adquisición de materiales educativos.

TESTIMONIO DE JORGE LOY PAILALEF, PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN INDÍGENA MAPU LAHUAL

La idea de base parte de la comunidad de Maicolpi. Después, cuando vimos que esto era rentable, y todas las comunidades lo ven así, porque de alguna manera nosotros queremos tener un desarrollo mayor dentro de las comunidades. Debido a eso formamos esta asociación indígena que se llama Mapu Lahual, que significa “tierra de alerces”, porque en este proyecto se están destinando parques de alerces, parques de olivillo costero (…) Estamos organizados como asociación bajo el alero de la Junta General de Caciques. Siempre estamos nosotros tratando netamente el tema cultural e identidad del pueblo mapuche huilliche, y bueno, de acuerdo a eso también, estamos buscando formas de poder intercambiar experiencias con otras comu-nidades indígenas (...) Siempre hemos estado con el mismo proyecto dándole continuidad a nuestras ideas que en realidad han nacido de las bases, de las comunidades.

Las comunidades son de difícil acceso, dificultosas para llegar allí... por eso que para todo este movimiento se requiere de fondos. De repente carecemos de eso... pero sí, yo puedo asegurar de que hay interés de las comunidades de trabajar en conjunto porque sabemos que así vamos a lograr más cosas y sacarle más provecho a nuestro recurso que es similar en todas las comunidades... en el tema forestal, en el tema marino... todas las comunidades tienen lo mismo, similar (…) Yo tengo mucha fe y soy optimista y viendo otras experiencias de esto... yo sé que el bosque trabajándolo y manejándolo ordenadamente genera recursos. Y es la Cordillera de la Costa en donde están todos los recursos naturales.

Quizás no tendremos recursos financieros, pero para eso si nosotros logramos ordenar y sacar hacia afuera... quizás no va a ser lo único que vamos a tener para trabajar siempre, pero es una cosa más que queremos generar como desarrollo de la comunidad. Porque las comunidades de hecho trabajan la madera como mueblería y cuánta otra cosa; plantas medicinales. De todo eso queremos hacer un tratado como corresponde, y no llegar e ir al bosque y sacar y traer y dejarlo... Ordenando todas esas cosas, sí, es rentable. O sea, yo no puedo decir que sea rentable, porque todavía no hemos visto los frutos, pero lo veo en el futuro que sí va a ser rentable.

Lo que siempre estamos diciendo es que las comunidades necesitan asesoría técnica, pero nosotros estamos planteándolo estratégicamente para que esta asesoría técnica llegue de acuerdo a lo que las comunidades necesiten. No que... muchas veces la asesoría técnica llega, pero con otra idea... como que van a implantar cosas a las comunidades. Entonces eso es lo que nosotros queremos como ordenar, como asociación (...) Los proyectos han sido financiados de acuerdo a lo que las comunidades han propuesto en los proyectos, o sea, a lo que nosotros queremos. Aquí el Fondo Bosque Templado no ha venido a decir, pucha, ustedes necesitan hacer esto o lo otro. Nos hemos entendido muy bien, creo que ellos no han tratado de modificar esa parte. Lo que nos preocupa es hasta cuándo el FBT (WWF/CODEFF) nos va a apoyar y además que de repente nos dejen ahí. Pero por lo menos ellos están muy claros qué es lo que las comunidades quieren. Entonces, eso es bueno.

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RESULTADOS E IMPACTOS

Los impactos de la iniciativa se pueden evaluar en los planos económico, social, cultural y ambiental.

Impacto económico y productivo

Se espera incrementar paulatinamente los ingresos de las familias de las comuni-dades mediante la diversificación de su actividad productiva, tendiendo hacia la gestión ecoturística del ecosistema. La conexión de comunidades por senderos y la gestión de la infraestructura turística han permitido que las nueve comunidades conserven su patrimonio cultural y natural, y que también tengan un desarrollo económico. De la experiencia de la comunidad Maicolpi se puede señalar que los beneficios económicos son distribuidos de acuerdo a mecanismos preestablecidos, teniendo prioridad los jóvenes en edad de estudio. Para ello, cada jefe de familia está representado con uno o dos hijos en el trabajo generado por el turismo. Se paga por servicios contratados a recolectores de basura, un administrador y dos ayudantes de administración (recepcionistas), encargados de limpieza y cobradores de baños. Con los nuevos servicios turísticos otorgados por la red se ampliará el número de personas que reciban ingresos a través de esta iniciativa, ya que se requerirán guías y personal para servicios complementarios, entre otras oportunidades laborales.

Impacto social y cultural

La creación de la Asociación Indígena Mapu Lahual ha fortalecido la gestión política y económica de las comunidades involucradas, ha mejorado sus capa-cidades para la autodeterminación y ha permitido la interacción conjunta con actores externos para incorporarlos en su proceso de desarrollo. A través de la iniciativa las comunidades y sus dirigentes se fortalecieron. Ellos ejecutaron el proyecto en cada localidad; con su propio esfuerzo construyeron sus centros de información ambiental y cultural de uso múltiple para reuniones y atención de turistas, lo que dignifica y fortalece la organización.

La red contribuye a la capacitación de los recursos humanos por medio de sesiones de entrenamiento, conferencias, giras técnicas y la experiencia de ad-ministrar proyectos. La iniciativa también dio la oportunidad a dirigentes de la asociación de viajar a conferencias internacionales, durante el año 2003.

La propuesta rescata la relación ancestral que ha tenido el pueblo mapuche-huilliche con su bosque. Las familias comprenden el valor del bosque nativo no sólo como una alternativa maderera de corto plazo, sino como un recurso sustentable en el tiempo y valioso para su estilo de vida y para otros que lo quieren conocer.

Impacto ambiental

La relevancia de la red Mapu Lahual y sus áreas de conservación radica en que incorpora a la población local de un vasto sector de la cordillera de la provincia

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de Osorno, en el manejo sustentable del bosque nativo y demuestra la impor-tancia de la cooperación para la conservación ambiental entre ONG’S, agencias públicas y entidades locales.

TESTIMONIO DEL LONKO ANSELMO PAILLAMANQUE

Lo primero que a mí me preocupa de la Asociación Mapu Lahual es su saneamiento de territorio, es cierto que ha habido un avance, pero que indudablemente falta mucho para sanear la totalidad que las comunidades reivindican. En lo político, es urgente levantar un cacicado para formar la identidad del territorio huilliche lafquenche, para incorporarlo al trabajo más eficiente que efectivamente dé resultados de posicionamiento a las comunidades del litoral costero. En lo cultural, hace mucha falta que las comunidades comiencen a recuperar los valores culturales, ceremoniales, idioma (lengua) y la sabiduría ancestral llamada kimuen mahuiantu, kirmen mapu y kimun rasisuan, pensamiento mapuche. En síntesis es entender y ver el cosmos como un conjunto de elementos relacionados entre sí para dar origen al mundo.

Lo económico, cuando nosotros miramos los recursos naturales no sólo estamos diciendo que lo vemos con el signo peso para algunas personas. Como lonkos nos interesa sobremanera, si hablamos de desarrollo no estamos pensando sólo ganar plata, sino que

para vivir con cierta dignidad. Esto quiere decir, que los recursos de la ñuke kutralhue (madre naturaleza) se exploten racionalmente siguiendo el respeto por los distintos gñes (o poderes) que hay dentro de ella, lo que llaman diversidad ecológica. Por lo tanto, a nosotros como lonkos el trabajo que está llevando a cabo la Asociación Mapu Lahual va por buen camino, es por eso que nos hemos incorporado y seguiremos colaborando para lograr que la Asociación y las gentes de comunidades se apoderen de sus recursos naturales, de su cultura y formen su propia estrategia de desarrollo con identidad propia. De ahí que se hace necesario desarrollar las capacidades al interior de las comunidades, para afianzar el derecho de propiedad indígena dentro de su territorio. También es indispensable [para nosotros] las capacitaciones en distintos temas relacionados con el desarrollo integral de sus integrantes para potenciar y consolidar la gestión de la organización Mapu Lahual. Trabajar mucho más por un lado el tema turístico; el tema productivo hortícola, chacarero y la comercialización de los productos de las comunidades.

CONCLUSIONES

La experiencia del proceso que conlleva la formación de la Red de Parques In-dígenas Mapu Lahual y de la asociación, ofrece una solución potencial a algunos de los problemas que enfrentan las comunidades indígenas en la Cordillera de la Costa y otras comunidades rurales. La situación de pobreza y disminución de los recursos naturales requieren, para su solución, de un trabajo conjunto entre la población local y las agencias públicas y privadas de cooperación.

Las comunidades pudieron establecer la Red de Parques Mapu Lahual porque trabajaron juntas en la solución de problemas que les eran similares. Se identi-ficaron como uno solo. La Asociación Indígena Mapu Lahual aumenta el poder de toma de decisiones de las agrupaciones, porque provee una estructura para la cooperación. La participación de cada uno de los presidentes de las comunidades en la asociación creó una estructura que facilitó el empoderamiento del proyecto. Para ello la clave es la participación en la toma de decisiones, para lo cual la in-

Lonko Anselmo Paillamanque(Foto: Francisco Solís)

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formación debe ser compartida, de manera de propender al fortalecimiento de la base de la organización, que es la asamblea de la comunidad.

La evaluación del proceso de establecimiento de la red y la asociación, indica que la participación continua de las comunidades y sus miembros es un problema en potencia. La falta de un proceso para incorporar a nuevos líderes o presidentes electos puede, y ha ocasionado, inestabilidad en el funcionamiento de la red.

La Asociación Indígena Mapu Lahual ha contribuido al interés común de la conservación del ecosistema de la cordillera de la Costa de la provincia de Osorno. Comprender las perspectivas de los miembros de las comunidades ha permitido a los actores externos colaborar en forma exitosa con los dirigentes de la red. Las agencias públicas y las organizaciones de conservación están interesadas en cooperar con las iniciativas de las comunidades indígenas, cuando el resultado de dicha participación apoye sus misiones institucionales. Los profesionales de CONAF han mejorado la aplicación de los reglamentos forestales y han logrado la colaboración de la población local en la protección del bosque nativo, WWF-Chile y el programa Fondo Bosque Templado se benefician porque la red Mapu Lahual establece las bases para proteger un área considerada prioritaria para la conservación; mientras que las comunidades locales se han beneficiado con centros comunales y con la posibilidad de recibir ingresos del turismo.

BIBLIOGRAFÍA

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FOERSTER, R. 1999. Antecedentes Históricos sobre los Huilliches del litoral de Osorno (entre el río Bueno y el río Llico). Editorial Universitaria, Santiago de Chile.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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El Parque Etnobotánico Omora: un espacio físico y conceptual para integrar la diversidad biocultural y el bienestar ecosocial en Cabo de HornosRICARDO ROZZI

INTRODUCCIÓN

El Parque Etnobotánico Omora es una iniciativa que procura integrar la diver-sidad biocultural y el bienestar ecosocial en Cabo de Hornos, uno de los pocos rincones remotos del mundo cuya geografía, biota y modos de vida todavía no han sido completamente transformados ni homogenizados por la sociedad globalizada actual.

En contraste con la ecorregión de bosque lluvioso valdiviano donde se han implantado extensas praderas ganaderas, campos de cultivos, plantaciones de árboles exóticos, redes camineras y centros urbanos que determinan que los re-manentes de biota nativa existan en una matriz antrópica (Armesto et al., 1998), el archipiélago Cabo de Hornos aún está habitado –casi exclusivamente– por vastas biotas y paisajes nativos (Rozzi et al., 2004). Tal circunstancia ofrece un precioso refugio para explorar y conservar formas de convivencia con la inagotable di-versidad biológica y cultural que se despliega en el territorio insular austral, que incluye un mosaico de diversos tipos de hábitats, tales como: tundras, glaciares, zonas altoandinas, bosques siempreverdes y deciduos que se conservan en estado prístino (Mittermeier et al., 2002; Rozzi et al., 2004). La rica diversidad y singu-laridad de este conjunto de ecosistemas deriva, en gran medida, de los diversos orígenes biogeográficos de sus biotas. En los bosques del Cabo de Hornos convi-ven orquídeas, loros y picaflores originarios de las selvas neotropicales; a lo largo de las costas se encuentran líquenes y pingüinos que provienen de la Antártica; en las turberas florecen llaretas y otras plantas propias de la flora altoandina; en las laderas protegidas del viento crecen coigües de Magallanes, lengas y ñirres, árboles pertenecientes al género Nothofagus que se distribuye también en Nueva Zelanda, Tasmania y Australia evocando así las antiguas conexiones subantárticas del Gondwana austral.

Además de la singularidad biótica, la comuna archipelágica del Cabo de Hornos coincide con el ancestral territorio yagán: la etnia más austral del planeta (Gusinde, 1961; Martinic, 1973; Legoupil, 1993; Ocampo & Rivas, 2000). Los yaganes se desplazaban en canoa a través de los canales subantárticos al sur de Tierra del Fuego, donde cazaban lobos marinos y otros mamíferos, pescaban, y recolectaban mariscos y frutos. Su tránsito por los canales ha quedado registrado en los numerosos fondos de habitación o conchales que se encuentran a lo largo

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de estas costas. La densidad de sitios arqueológicos en la costa norte y oeste de la isla Navarino representa una de las concentraciones de sitios arqueológicos más altas en el mundo, alcanzando más de cinco sitios arqueológicos por km de costa (Álvarez et al., 2004). Actualmente los descendientes del pueblo yagán concen-tran su población en la Villa Ukika, ubicada un km al este de Puerto Williams; donde habitan unas 75 personas. El grado de aculturación ha sido considerable (Aylwin, 1995), y hoy sólo dos abuelas hablan fluidamente la lengua nativa. Sin embargo, miembros de la comunidad yagán tienen un vivo interés por recuperar la lengua y la cultura, y una vía de expresión para este anhelo ha sido la artesanía asociada al ecoturismo, como se verá más adelante.

En este contexto, el encuentro con las personas de la comunidad yagán transformó el interés inicial por investigar su conocimiento ecológico tradicional y comprender sus modos de mirar y habitar el territorio insular austral, hacia un interés más amplio por conocerse mutuamente y convivir, procurando un bienestar social y conservación biocultural en el escenario de una mayor co-nectividad y desarrollo económico que está experimentando la comuna Cabo de Hornos. Con esa motivación surgió en 1999 la iniciativa de crear el Parque Etnobotánico Omora, concebido como un programa de investigación, educación y conservación que permita ir descubriendo y comprendiendo algunas de las singularidades biológicas y culturales del extremo austral de América, y al mis-mo tiempo contribuir a incorporar estas visiones en nuestros modos de habitar colectivamente este territorio.

Este artículo trata un aspecto particular del programa de conservación biocultural del Parque Omora: algunas metáforas y fundamentos conceptuales compartidos en el trabajo con la comunidad indígena yagán. Ambos, la comuni-dad yagán y el Parque Omora, se encuentran en un área remota que está siendo alcanzada rápidamente por la ola de globalización mundial. Por esto, el ensayo de Cristina Zárraga –presidenta de la Kipa Akar, Agrupación de Artesanas Yaga-nes– (ver Recuadro N°1) y este capítulo abordan como una problemática central las tensiones que se están generando entre la “realidad global” del mundo actual y la “realidad singular” de Cabo de Hornos, y procuran aportar a una relación más dialogante entre ambas realidades y de esta manera promover formas de convi-vencia respetuosas entre los habitantes antiguos y los recientemente llegados.

EL PARQUE ETNOBOTÁNICO OMORA: UNA RESERVA PÚBLICO-PRIVADA

El Parque Etnobotánico Omora se encuentra cinco km al oeste de Puerto Willia-ms (55oS), capital de la comuna Cabo de Hornos, a orillas del canal Beagle, en la costa norte de la isla Navarino. Esta iniciativa surge como un “espacio físico” o reserva biológica y como un “espacio conceptual” donde ensayar y llevar a cabo experiencias de investigación, educación y conservación biocultural en el largo plazo.

El terreno del parque abarca 800 ha que corresponden a una concesión gratuita renovable de 25 años otorgada por el Ministerio de Bienes Nacionales

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RECUADRO N° 1: KIPASHITUWAKO - INTIEN KUTA

Cristina ZárragaEscritora y representante de la Agrupación Kipashituwako – Kipa Akar

Villa Ukika, Puerto Williams, XII Región. Correo electrónico: [email protected]

KIPASHITUWAKO

Que en su lengua quiere decir “donde se reúnen las mujeres”. Comprende a un grupo de personas dedicadas principalmente a lo que se puede denominar arte yagán, llamado también artesanía tradicional yagán. Práctica que ha sido traspasada a través de generaciones, ligada a su vez a las habilidades manuales propias de cada ser.

Como antes, la generosidad del bosque aún nos entrega los materiales indispensables para la confección de cada réplica a realizar y continuar en la huella que nos hace de alguna forma reconstruir un pasado aún latente en alguna parte de nosotros mismos, evocando a la creatividad y sabiduría de los más antiguos que alguna vez habitaron estas tierras.

Retomamos la historia al adentrarnos en algún bosque, específicamente a una turba, donde encontramos el junco que al extraerlo comienza el esbozo del canasto, que entretejiendo cada junco tras el movimiento personal de las manos creadoras de cada mujer nos conducen al tradicional canasto tejido por nuestros antepasados e identificando a cada tejedora actual. Así como también sucede con la fabricación de canoas de corteza y arpones de hueso de ballena. Trabajos que se exhiben en la Kipa Akar –casa de mujeres– para su venta y a su vez compartir esta parte de la historia.

Faltos de libertad intentamos continuar con estas prácticas, ya que ante ordenanzas propias de un mundo de cemento, muchas veces nos vemos indefensos e inhabilitados. Teniendo en cuenta nuestra ascendencia, nuestra antigua vida natural y sabiendo la extinción de algunas especies y bosques no por nuestros ancestros, sino más bien, de quienes además hicieron posible el fin de las costumbres de estos pueblos al igual que de ellos.

Sin embargo, ante esto el deseo de algunos nos lleva a intentar y seguir una autonomía, un camino difícil pero digno ante nuestros ojos, espíritu y forma de vivir.

... Antes éramos libres, harto libres...antes tomábamos un bote y cruzábamos para Ushuaia,ahora para ir se necesita un montón de papeles.Antes no pagábamos por la leña, la luz ni por el agua... Antes éramos libres...

Úrsula Calderón. Abuela yagana hoy ausente – 2003 (Entrevista días antes de morir)

II INTIEN KUTA- PALABRA DE INDIA

Intentamos recordar, para preservar la huella que hoy nos hace pensar. La huella que se oculta ante los pasos de la invasión que nos empuja a un mundo global, un mundo de artificios, dirigido por el poder y deseos vanos que lamentablemente caen sobre nosotros y nos hacen creer.

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a dos instituciones: una organización privada sin fines de lucro, la ONG’s Omora, y una institución pública: la Universidad de Magallanes (UMAG). El carácter de reserva público-privada ha contribuido a integrar las necesidades sociales y la conservación, y el parque opera como un espacio disponible para llevar a cabo experiencias de investigación y educación que socializan el conocimiento que se va generando o recuperando acerca de la diversidad biocultural austral (Ro-zzi et al., 2003a). A la vez, cumple una importante función de conservación, al proteger la cuenca hidrográfica del río Róbalo que abastece de agua potable a Puerto Williams.

Esta cuenca hidrográfica brota desde el cerro Róbalo y de los Dientes de Navarino, que constituyen las cumbres más altas de la isla del mismo nombre. De esta manera, el Parque Omora se extiende sobre un gradiente altitudinal que va desde el nivel del mar hasta los 1.000 m de altitud, incluyendo un mo-saico representativo de los diversos tipos de hábitats y especies biológicas de la isla Navarino y la comuna Cabo de Hornos. Aquí crecen también los bosques más antiguos conocidos para la isla Navarino. Éstos constituyen un refugio para comunidades bióticas que incluyen especies emblemáticas como el pájaro car-pintero gigante (Campephilus magellanicus) (Anderson et al., 2002; Arango et al., 2004) y a centenares de especies pequeñas de musgos, hepáticas, líquenes e insectos (Sherriffs et al., 2005). Caracterizamos al Parque Omora como un refugio para las comunidades bióticas subantárticas, puesto que el área remota de la comuna Cabo de Hornos ha despertado un creciente interés para empresas de turismo, cuyo establecimiento involucra cambios importantes en la tenencia y uso de la tierra. A partir del 2004 se han iniciado procesos de privatización de tierras y desarrollo de infraestructura vial e inmobiliaria. Para los próximos 10 años se proyecta un aumento significativo en la intensidad de ocupación y de uso del territorio del extremo sur de Chile en general, y de la isla Navarino en particular (Barros et al., 2004; García, 2004). En ese contexto el Parque Etnobotánico Omora representará una reserva para la biodiversidad austral.

Para llevar a cabo el programa de investigación, educación y conservación biocultural a largo plazo en el Parque Omora, la cooperación interinstitucional

En hupushwea –Puerto Williams–, tierra que en otros tiempos fue tierra de los fuegos, el que acompañaba e iba iluminando el diario vivir de una vida nómada y natural ante quienes la componían, recolectores y cazadores, los yaganes. Conocedores del tiempo y en directa relación con la tierra y con todo lo que en ella se encuentra, proporcionándoles variantes certeras de alimentación, vestido, transporte, armas y utensilios propios de su existencia.

La huella transcurre cuando la ciudad duerme y el recuerdo se vuelve al ver en el silencio en una noche como tantas... dando inicio al recuerdo, a esta idea de creer que las cosas pueden ser diferentes. En otro tiempo fuimos diferentes, habitando estas mismas tierras, aferrados a watawineiwa –Dios–, humanos sólo humanos, pero carentes de costumbres innecesarias.

Muchos nos vemos obligados a seguir el paso fantasmagórico del lamento, por aquellos que no están y por los que hoy nos acompañan, inmersos ante una cultura impuesta, donde lo de afuera siempre es mejor a lo que nuestros ojos puedan ver.

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1 Los programas involucran, desde su inicio, un trabajo conjunto con la Comunidad Indígena Yagán, la Gobernación de la Provincia Antártica Chilena, la I. Municipalidad Cabo de Hornos, la Comisión Nacional de Medio Ambiente (CONAMA), la Corporación Nacional Forestal (CONAF), el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y el Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR), entre otros servicios públicos y numerosos centros cientí-ficos nacionales y extranjeros. La colaboración interinstitucional ha contribuido a la creación de una sede universitaria y un programa de postgrado en la Universidad de Magallanes, donde participan estudiantes e investigadores de diversas nacionalidades en la Comuna Cabo de Hornos; el trabajo en terreno y la residencia en Puerto Williams de numerosos científicos chilenos y extranjeros; la continuidad de un programa educa-tivo con escolares de Puerto Williams y la Región de Magallanes, quienes descubren, a través de sus propias indagaciones, la diversidad biológica y cultural del área, a la vez que se integran por medio de intercambios científico-estudiantiles con otras regiones del país; la realización de actividades con la Comunidad Indígena Yagán, el apoyo del Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (SENCE) y el Fondo Nacional para el Desar-rollo de las Artes (FONDART); la aplicación de las ciencias para el desarrollo del turismo sustentable a través de la diversificación de las temáticas del ecoturismo; la implementación del tramo más austral del Sendero de Chile y la definición de Áreas Prioritarias para la Conservación de la Biodiversidad en la Comuna de Cabo de Hornos impulsado por el gobierno a través de la Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA), y al mismo tiempo, la elaboración de criterios para Contratos de Ecoturismo en Propiedad Fiscal (Corporación Nacional Forestal y Gobernación Provincial Antártica), y la propuesta del programa de Control de Especies Exóticas Invasoras del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG).

ha sido fundamental1. Se ha logrado la creación de la Reserva de Biosfera Cabo de Hornos nominada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en junio de 2005. Esta iniciativa ha demandado un arduo trabajo interinstitucional compartido e impulsado con las autoridades, servicios públicos, actores locales y regionales, Comunidad Indígena Yagán y científicos. La propuesta abarca la casi totalidad de la comuna Cabo de Hornos, que como se ha señalado anteriormente corresponde al ancestral territorio yagán. Esta reserva propone un ordenamiento territorial, un plan de desarrollo y una imagen objetivo que contribuyen a compatibilizar la conservación y las necesida-des económico-sociales en el territorio insular austral. Más aún, la creación de la Reserva de Biosfera proveerá no sólo de una plataforma para una administración equitativa y sustentable ecológica, económica y socialmente, sino que también estimulará un proceso continuo de implementación que procurará dejar abierta la mayor cantidad de oportunidades para las generaciones presentes y futuras.

“TURISMO CON LUPA”: EL PARQUE OMORA COMO UN ESPACIO CONCEPTUAL

El Parque Omora constituye un espacio físico que protege la diversidad biológica de una cuenca hidrográfica; no obstante, para conservar no basta el espacio físico. La diversidad del extremo austral presenta singularidades biológicas y culturales que son difíciles de ver, y más aún de apreciar y respetar. Es necesario, entonces, un esfuerzo sistemático y sensible para percibir y comprender paisajes, seres vivos y relaciones ecológicas que por ser remotas y diferentes a las habituales suelen pasar inadvertidas. Se requiere una mirada diferente de aquella aprendida en la mayoría de los centros de educación formal para descubrir singularidades como las que surgen de la gran diversidad de seres pequeños, tales como musgos

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o invertebrados acuáticos. Un gran árbol salta a la vista en los estudios de im-pacto ambiental, en los catastros de biodiversidad y en los recorridos turísticos. Sin embargo, los pequeños seres sólo son visibles cuando se toma una lupa y se comienzan a descubrir los coloridos de los líquenes, las variadas formas de los musgos y hepáticas, y la comunidad de seres vivos que habita en los “bosques en miniatura del Cabo de Hornos”. Este tipo de giros configuran un espacio concep-tual indispensable para aprender a observar e indagar en “lo diverso”, “lo singular” de cada zona. Como una práctica aplicada de educación informal y ecoturismo surge así, en el Parque Etnobotánico Omora, el “turismo con lupa”.

En 50 metros de una quebrada boscosa o de litoral rocoso, los estudiantes, científicos y turistas pueden pasar horas descubriendo mundos de colores, formas foliares e historias de vida desconocidas en los textos y aulas de nues-tra educación formal. Esta actividad del “turismo con lupa” no sólo permite observar mundos diferentes, sino que también conlleva una vivencia que se desvía del hábito globalizado de “lo rápido y fácil”. Es necesario un cambio de ritmo; disponerse con concentración y tiempo para que emerjan ante la mi-rada las texturas foliares, las tonalidades de los pigmentos o los movimientos de los pequeños invertebrados en medio de esta trama microboscosa. De esta manera, el descubrimiento de los bosques en miniatura conlleva una necesaria disposición de calma y atención para percibir expresiones de vida que que-dan ignoradas si se pasa caminando rápido, queriendo verlo todo y no viendo nada. Además, en los “bosques en miniatura del Cabo de Hornos” lo pequeño es hermoso. Este acontecimiento provoca y maravilla en un mundo global dominado por lo cuantitativo, donde “más es mejor” y se elogia lo grande. El “turismo con lupa” invita así a una experiencia genuinamente ecoturística, cuya práctica predispone la sensibilidad para descubrir las múltiples expresiones de vida, incluyendo las menos aparentes.

La práctica por cultivar la percepción de la ilimitada diversidad de expresiones de vida es urgentemente necesaria para liberarnos del mecanicismo que caracte-riza a la acelerada vida cotidiana en las urbes. Sólo deteniéndonos a observar es posible descubrir la existencia de las diversas formas de vida que quedan negadas bajo la unidimensionalidad y voracidad expansionista de la sociedad globalizada. En este contexto, el “turismo con lupa” representa una práctica que contribuye a la coexistencia, a una convivencia respetuosa con la diversidad biocultural en que estamos inmersos.

LA METÁFORA DEL LIQUEN: LA RELACIÓN DE AUTONOMÍA Y DE COOPERACIÓN ENTRE LA KIPA AKAR Y EL PARQUE OMORA

Tanto o más difícil que observar la diversidad biológica es comprender y convivir con la diversidad cultural (Rozzi et al., 2003b). La experiencia del turismo con lupa, en cuanto práctica de indagar acerca de la ilimitada variedad de expre-siones de vida, de asumir la multipotencialidad de nuestros modos de vida y de procurar la continuidad de estilos diversos de existencia, tiene implicancias

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cognitivas y prácticas para el establecimiento de relaciones con otras personas y comunidades. En este afán, surgió desde los “bosques en miniatura” la imagen del liquen como una metáfora para construir una relación articulada y cooperativa con las artesanas de la Kipa Akar.

La metáfora del liquen ilustra dos componentes esenciales para el estableci-miento de las relaciones entre las personas de la Kipa Akar y del Parque Omora: autonomía y cooperación. Entre las distintas perspectivas culturales existen tanto similitudes como diferencias y, conscientes de estas últimas la opción de Omora no ha sido asimilarse con (y menos asimilar a) la Comunidad Indígena Yagán. La propuesta ha sido la de un diálogo, lo más articulado y cooperativo posible dentro de las limitaciones de nuestros modos de percibir y de nuestras prácticas de convivencia.

Los líquenes son seres simbióticos constituidos por dos tipos de organismos: un alga y un hongo. El alga fotosintetiza y aporta nutrientes para el hongo y para sí misma. A su vez, el hongo provee un sustrato y un tipo de microhábitat que sustenta la vida vegetativa y reproductiva del alga y de sí mismo. Pese a su cercanía física, los genomas del alga y del hongo son y se reproducen indepen-dientemente. Dentro del liquen ambos organismos cooperan, pero mantienen sus linajes genéticos independientes. Estas expresiones de autonomía genética, a la vez que de cooperación y mayor resistencia conjunta evocadas por el liquen, son análogas a las aspiraciones de reconocimiento y conservación de las identi-dades culturales propias de cada una de las integrantes de la Kipa Akar y de los diversos miembros del Parque Omora.

La metáfora del liquen y el ecoturismo

La metáfora del liquen se expresa en las actividades que Omora desarrolla en conjunto con la Kipa Akar. Por ejemplo, para las visitas a Puerto Williams hemos diseñado circuitos ecoturísticos mixtos que transitan por ambos espacios. A lo largo del recorrido por el Parque Omora los visitantes, guiados por científicos y estudiantes, vivencian la experiencia de descubrir la riqueza de los bosques en miniatura, las historias de vida del coigüe de Magallanes (Nothofagus betuloides) y las peculiaridades de los bosques siempreverdes conformados por este árbol. Observan también los hábitats de junquillares, indagan acerca de las interrela-ciones entre ecosistemas terrestres y marítimos y otros múltiples aspectos de los paisajes del Cabo de Hornos.

El recorrido por el parque es, ante todo, un encuentro con quienes están in-vestigando y realizando actividades educativas acerca de la diversidad biocultural austral. Luego, los mismos visitantes son conducidos hacia la Kipa Akar donde se encuentran con artesanas de la comunidad yagán. Allí, los turistas conocen los cestos tejidos a partir de los tallos de junquillo (Marsippospermum grandiflorum), las canoas elaboradas con corteza de coigüe de Magallanes (Nothofagus betuloides) o los arpones tallados en huesos de ballenas varadas. Así, a través de simbiosis entre la Kipa Akar y el Parque Omora surge una experiencia biocultural. Por

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un lado, esta experiencia permite al visitante integrar la diversidad biológica y cultural y, por otro lado, provoca un encuentro directo con quienes trabajamos y componemos estas diversidades.

El encuentro directo con los seres que constituyen la diversidad biológica (cada musgo, ave, ser humano, especie, comunidad biótica y cada uno de los componentes de los paisajes) y la diversidad cultural (cada individuo y grupo humano) es una prioridad fundamental para la iniciativa del Parque Omora. Este encuentro “cara a cara” con cada una de las manifestaciones vitales de las dinámicas y reticuladas diversidades bioculturales procura traspasar las barreras discursivas que nos separan de la vida contingente y multifacética de cada ser. Esta reunión conmueve y desorienta, puesto que rebasa las dimensiones y pará-metros contenidos en los modelos que representan la realidad biótica y cultural en las pantallas de un televisor, de un computador o de una ecuación matemática. Pero, precisamente, esta vivencia de lo inaprensible de la diversidad biocultural constituye la experiencia más radical e íntima del paso por el Parque Omora.

Esta vivencia nos invita a salir de las fórmulas matemáticas, de los indica-dores sociales y económicos y caminar hacia lo singular de cada ser y la incer-tidumbre de cada encuentro. Esta experiencia es especialmente necesaria en momentos que bajo la proyección de un modo unidimensional de mirar y de vivir, la “aldea global” se extiende homogenizando las biotas y culturas de cada rincón del planeta. Su discurso numérico, sus supuestos, su implementación tecnológica deben ser de-construidas, y una práctica para esta de-construcción es: “desvestirnos de los números, de la televisión, de la lógica, de la comodidad” y salir al encuentro de seres que continúan latiendo y viviendo de modos que no son percibidos por el discurso global. Por un lado, estos seres “globalmente invisibles” tienen su derecho a la existencia. Por otro lado, los encuentros con estos seres, humanos y no humanos, abren el espectro de vivencias y búsquedas de sentido en nuestras propias vidas.

Cristina Zárraga, escritora y presidenta de la Kipa Akar, expresa esta experien-cia del encuentro directo con los seres que componemos la diversidad biocultural en un pirograbado en madera ubicado en el mirador del Parque Omora:

Ingravidez.Ante la voz de un pájaro (pij), o el azote de usha (viento),que nos trae la voz del ija (mar).Conjunto armónico entre cuerpos de madera.Vida que no podemos ignorar al encontrarnos aquí.

Tal como ocurren intercambios entre el alga y el hongo que forman el liquen, esta invitación a “encontrarnos aquí” (en el mirador del Parque Omora) surge desde intercambios entre la Kipa Akar y Omora que enriquecen las miradas, las percepciones, los sentidos de vida y de convivencia. En esta simbiosis procuramos búsquedas de “convivencias armónicas” con los cuerpos de madera de los árboles,

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con los pájaros, el viento, el mar y la infinitud de seres pequeños con que cohabi-tamos el extremo austral. La metáfora del liquen nos invita a practicar artesanías que permitan la continuidad de modos de vida, abriendo espacios de sentido que atraviesen más allá de las reduccionistas celdas conceptuales y materiales.

Paradójica y afortunadamente, la aldea global, cansada de su unidimensio-nalidad, busca lo singular, y en este anhelo valora las experiencias ecoturísticas diferentes. Si esta interfase surge para bien o para mal no lo sabemos. Pero, tanto científicos como miembros de la comunidad indígena yagán, hemos aceptado que la llegada de la “aldea global” al rincón más austral del continente americano es inevitable, y que el ecoturismo podría ofrecer una relación más dialógica y respetuosa en este encuentro entre “lo global” y lo singular”. En ese contexto, la simbiosis entre la Kipa Akar y el Parque Omora puede cobrar sentido para los visitantes y proveer un sustento para quienes subsistimos en esta imparable globalización.

La metáfora del liquen y el conocimiento ecológico tradicional yagán

La metáfora del liquen se expresa también en otras actividades que Omora desarrolla con la comunidad yagán. Una línea de trabajo principal de Omora es la investigación acerca del conocimiento ecológico tradicional, y ésta ha sido concebida desde el inicio como un trabajo colectivo, en el cual ambas partes se potencian recíprocamente. Por ejemplo, se considera la inclusión de honorarios en los proyectos tanto para las personas entrevistadas como para los entrevistadores y las coautorías explícitas en publicaciones colectivas o autorías individuales, en publicaciones separadas por parte de los miembros de la comunidad yagán tanto como del equipo científico. Estos dos aspectos suelen omitirse en trabajos de consultoría e incluso en investigaciones científicas donde los miembros de las comunidades indígenas y otro tipo de comunidades locales son considerados como “informantes”, a quienes se les agradece con una nota. Tal noción de informante es injusta respecto a la valoración del trabajo y es problemática respecto al modo de comunicación, traducción y apropia-ción del conocimiento ecológico tradicional o de otro tipo albergado por las comunidades indígenas.

Una implementación de esta propuesta de Omora se expresa en sus publicaciones. Por ejemplo, Veinte Poemas Alados de los Bosques Nativos de Chile es un trabajo colectivo donde el primer coautor es el poeta lafkenche Lorenzo Aillapán (Aillapán y Rozzi, 2002). El equipo de científicos y de audio de Omora trabajó en la interpretación de los textos, grabación de sonidos de aves, ilustraciones y edición del material en un libro combinado con CDs en idiomas mapudungun, castellano e inglés. En otro trabajo colectivo, la Guía Multiétnica de Aves de los Bosques Templados de Sudamérica Austral se trata de un contrapunto entre el conocimiento naturalista-científico de las aves y el conocimiento etnoornitológico albergado por miembros de las comunidades indígenas yagán y lafkenche. En este caso el primer coautor es Ricardo Rozzi,

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quien organizó el libro en torno a la metáfora del “árbol de la vida” representada en la portada. En cambio, para la preparación del Diccionario Infantil Yagán Hen Harmameuti Hen Maruti Intien (Zárraga et al., 2005), Omora colaboró con la escritora y artesana yagán en la postulación al FONDART para este trabajo. Así, su primera autora es Cristina Zárraga quien trabajó con su abuela, Cristina Calderón, los niños de la comunidad, una profesora de artes plásticas y miem-bros del equipo de científicos y de audio de Omora, con quienes se codiseñó y realizó esta obra. Tal como ocurre en la simbiosis del liquen, esta forma de trabajo ha sido recíprocamente estimulante y ha contribuido a mantener la identidad de cada uno de los miembros; reciprocidades e identidades que suelen perderse en los numerosos tratados escritos por especialistas “acerca” del conocimiento tradicional.

A partir de los trabajos colectivos se han potenciado también proyectos per-sonales. Por ejemplo, Cristina Zárraga está preparando una biografía de su abuela Cristina Calderón, última descendiente de la etnia yagán que habla fluidamente su lengua originaria. Para ello han servido, entre otras fuentes, las grabaciones de entrevistas preparadas y realizadas en conjunto con científicos de Omora durante los últimos tres años. Por otro lado, esos últimos profundizan en sus propias preguntas a partir de la labor compartida con miembros de la comuni-dad yagán. Más aún, el nombre Omora y los valores ambientales y sociales que inspiran hoy la iniciativa del Parque Etnobotánico tienen su fundamento tanto en relatos científicos como en narraciones yaganes.

Omora es una figura central en la cosmovisión yagán tradicional. Omora es una pequeña ave (el picaflor chico, Sephanoides sephaniodes), a la vez que un pequeño hombre o espíritu, que contribuye a la mantención del orden ecoló-gico y social. El Recuadro N°2 contiene uno de los relatos yaganes, acerca de Omora, que enseña claramente cómo el bienestar social y la conservación de las especies biológicas van de la mano, y cómo la solidaridad termina siendo mejor que el egoísmo. Esto es especialmente cierto bajo las rigurosas condi-ciones climáticas y ambientales del extremo austral, donde desde tiempos ancestrales la colaboración y la solidaridad han traído una vida mejor para todos. El nombre y el logo del Parque Etnobotánico Omora expresan coinci-dencias sustanciales que existen entre el conocimiento ecológico tradicional yagán y conceptos de las ciencias ecológicas-evolutivas y éticas-ambientales contemporáneas (Rozzi, 2001).

Desde la perspectiva científica actual, la conservación de la comunidad de aves en la cuenca del río Róbalo contribuye a procesos ecológicos tales como la polinización por el colibrí omora, la dispersión de semillas por cometocinos, el control de las poblaciones de insectos por pájaros carpinteros, la depredación de roedores por búhos y a ciclos de nutrientes entre ecosistemas marinos y terrestres a través de aves como las avutardas, que se alimentan en el litoral y anidan en las montañas. A su vez, la mantención de estos procesos ecosis-témicos contribuye a la conservación de la flora vascular y no vascular, cuya presencia en las cuencas hidrográficas es clave para la regulación de los flujos

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hídricos, preveniendo tanto inundaciones como sequías. Es así como la historia yagán de Omora y el análisis científico ecosistémico recomiendan proteger la biodiversidad de esta cuenca hidrográfica, que además es la alternativa más económica para asegurar el abastecimiento de agua potable en la ciudad de Puerto Williams en el largo plazo.

RECUADRO N°2: HISTORIA YAGÁN DE OMORA

Contado por: Cristina CalderónEditado por: Cristina Zárraga y Ricardo Rozzi

Recopilado en: Rozzi et al., 2003c

En tiempos ancestrales, cuando los pájaros todavía eran humanos, ocurrió una gran sequía en el Cabo de Hornos y sus habitantes estaban muriendo de sed. El astuto zorro o cilawáia encontró una laguna y, sin contarle a nadie, construyó a su alrededor un cerco de ramas de calafate para que nadie pudiera entrar. Así escondido bebió un montón de agua, preocupado sólo por él.

Al cabo de algún tiempo, las demás personas descubrieron la existencia de esta laguna y en grupo fue-ron a pedirle un poco de agua al zorro egoísta. Sin embargo, cilawáia ni siquiera escuchó sus súplicas y los expulsó con rudas palabras. La condición de estas personas empeoraba cada vez más y en su desesperación se acordaron de Omora. Fue entonces que decidieron enviar un mensaje a este pequeño visitante ocasional que en otras penurias similares les había salvado la vida.

Omora siempre estaba preparado para ayudar y muy pronto llegó. Aunque diminuto, este pequeño hombre o colibrí es más valiente y atrevido que cualquier gigante. A su llegada, la gente le contó abatida acerca de sus grandes penurias. Omora, al escuchar lo que sucedía, se indignó y se elevó emprendiendo su vuelo hacia donde se encontraba el zorro. Tan egoísta, cilawáia lo confrontó. Y Omora le dijo: “¡Escucha! ¿Realmente ocurre lo que la gente me ha contado? Tú aquí tienes acceso a una laguna, y no quieres compartir su agua con los demás. ¿Sabes que si no les das agua ellos morirán de sed?”. Replicó el zorro: “¿Por qué debería preocuparme de los demás? Esta laguna contiene muy poca agua, apenas alcanza para mí y algunos parientes más cercanos”. Al escuchar esto Omora enfureció y sin responder al zorro, regresó al campamento.

Reflexionó y prestamente se elevó tomando su honda y volvió donde estaba el zorro. En el camino, Omo-ra recolectó varias piedras agudas, y cuando avistó a cilawáia y estuvo suficientemente cerca de él, le gritó: “¿Compartirás de una vez por todas el agua con los demás? No seas egoísta. Ellos morirán de sed si no les das un poco de agua”. Indiferente el zorro respondió: “Pues que mueran. No puedo dar agua a cada uno de ellos, sino yo y mi familia moriremos de sed”. Omora estaba tan enfadado que no pudo controlarse y furioso disparó con su honda, dando muerte al zorro con el primer tiro.

Las personas que estaban mirando, llegaron felices corriendo al lugar, rompieron el cerco acercándose a la laguna y bebieron saciando su sed, hasta que se acabó el agua. Así, cuando algunas aves llegaron tarde, ellas apenas pudieron humedecer sus gargantas. Fue entonces cuando la sabia lechuza o sirra, la abuela de Omora, dijo a las aves que habían llegado tarde: “Recoged barro del fondo de la laguna y volad hacia las cumbres de las montañas, sobre las que deberéis arrojarlo”. Volaron las avecillas y sus bolas de barro hicieron nacer vertientes que originaron cursos de agua que brotaron de las montañas, formando pequeños esteros y grandes ríos que fluyeron por las quebradas. Cuando toda la gente vio esto, estaban extremadamente felices y todos bebieron grandes cantidades de agua fresca y pura que era mucho mejor que el agua de la laguna que escondía el zorro. Ahora todos se encontraban a salvo. Hasta hoy todos esos cursos de agua fluyen desde las montañas y proveen un agua exquisita. Desde entonces nadie debe morir de sed.

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La afirmación con que se inicia el relato yagán de omora: “en tiempos an-cestrales cuando las aves eran seres humanos” (Recuadro Nº 2), también es resonante con afirmaciones que provienen del análisis científico. La biología moderna ha descubierto que la especie humana (Homo sapiens) posee células, vasos sanguíneos, hígado, ojos y otras estructuras que son muy similares en las aves. Estas similitudes se explicarían evolutivamente por la existencia de un ancestro común entre las aves y los mamíferos que habría existido hace millones de años (Elphick et al., 2001). Este ancestro evolutivo determinaría un parentesco y una naturaleza común entre las aves y los seres humanos; parentesco que aparece tanto en el relato yagán como en la teoría de la evolución biológica y que entrega otro fundamento para conservar la biodiversidad.

Desde la perspectiva de la ética ambiental contemporánea, los imperativos éticos implícitos en el relato yagán (conservar la comunidad de aves para ase-gurar el suministro de agua y respetar el derecho a la vida de las diversas aves), son consonantes con las nociones de valor instrumental y valor intrínseco de la biodiversidad:— Valor instrumental, porque la conservación de la biodiversidad es un instru-

mento para la supervivencia humana.— Valor intrínseco, porque las aves son nuestros parientes evolutivos lejanos;

esto implica que, en algún grado, la existencia de las aves puede estar sujeta a consideraciones morales fundadas en juicios ontológicos y éticos compartidos con aquellos con que se juzga el valor de la vida humana.

El análisis de relatos como el de Omora ilustra cómo, en el curso de un proceso de diálogo entre ciencia y conocimiento tradicional ecológico, surge una mayor comprensión acerca de modos de mirar y habitar la naturaleza. Los miembros de las comunidades locales son más que informantes y generalmente somos nosotros los científicos, los conservacionistas, las autoridades, también los empresarios y los colonos, quienes vamos hacia las comunidades indígenas, y no al revés. En consecuencia, es importante subrayar los beneficios que tales encuentros tienen para nosotros como actores de la “aldea global”. No se trata sólo de un asisten-cialismo para ayudar a comunidades, sino que de un inevitable encuentro en el proceso de una sociedad que se globaliza. En estos encuentros es fundamental el diálogo, la recurrencia en las conversaciones, los aprendizajes recíprocos. La actitud de “asistencialismo hacia las comunidades” puede provocar una violenta aculturación a través de prácticas de “capacitación” que alteran los “espacios conceptuales” de las comunidades locales, o políticas que incluso alteran los espacios físicos a través de reordenamientos territoriales y desplazamientos de las comunidades (Primack et al., 2001).

La metáfora del liquen procura enfatizar la necesidad de establecer relaciones de diálogo, donde se subrayen especialmente los beneficios recibidos por miem-bros de la “aldea global”. Esta aldea necesita hoy, más que nunca, de la reticulada red de realidades locales. En el ámbito de la ciencia, no sólo hoy la comunidad yagán ha inspirado nuestros análisis sino que este pueblo ha tenido la mayor

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importancia para replantear la visión del poblamiento de América (Bird, 1993), para la discusión de la noción de progreso lineal en la historia humana (a partir del trabajo etnográfico de Martín Gusinde y de la Escuela Antropológica de Viena; véase Koppers, 1997), y para el desarrollo de la teoría evolutiva humana (a partir de la obra de Charles Darwin; véase Rozzi, 1999). En este sentido, la ciencia occidental tiene un tipo de deuda histórica con el pueblo yagán.

La metáfora del liquen y las ciencias interdisciplinarias

En el curso de las acciones del Parque Omora, algunas de las mayores dificultades se han producido a partir de visitas cortas de ciertos profesionales o voluntarios quienes, con ánimo de cooperar, proyectan sus visiones fragmentadas. Estas di-ficultades afectan tanto a Omora como a la comunidad local.

Algunos científicos traen sus marcos conceptuales desde fuera y los pre-sentan e imponen como “modos óptimos” de ver la realidad. Tal arrogancia y negación de la multiplicidad de dimensiones vitales y preceptivas representa un frecuente problema con esta aproximación tecnocrática, que reduce la ciencia a un funcionalismo característico de las “pegas” o modos de trabajar que con-vienen en la sociedad dominante. “Pegas” que, enajenados y desvinculados de la vida personal y social, fomentan además la distancia entre los científicos y los sujetos estudiados.

Si, en cambio, el científico se abre a la convivencia, a reconocer las variedades biológicas del área particular donde se encuentra, a las prácticas de relación y formas de conocimiento que la comunidad tiene acerca de ellas. Esto es, si se abre a mirar los sujetos particulares (humanos y no humanos), entonces puede emerger una comprensión que supera los protocolos técnicos o científicos traídos desde fuera, generándose una interacción que será menos ciega a contingencias que definen cada realidad particular. Así, puede darse una dialéctica a partir de lo local-universal que contribuye a una mejor comprensión de la situación, a la vez que permite con mayor eficacia la conservación de sus componentes y procesos biológicos y culturales.

Asimismo, algunos profesionales, consultores, estudiantes o voluntarios que visitan el Parque Omora y a miembros de la comunidad local, expresan exagerados sentimientos de emoción frente a la belleza del entorno y deseos de contribuir a su conservación, al desarrollo local o el ecoturismo. Estas expresiones “ultra-sensibles”, en su emotividad rebasada han generado expectativas en la comunidad local que luego no pueden cumplirse.

Si, en cambio, se genera una recurrencia en los encuentros con los paisajes, la biota y los actores locales, la emotividad puede ir adquiriendo una forma que permita construir. En este proceso de informarse sensiblemente, “el corazón, las manos y el cerebro” van juntos. Tal como en el caso del científico, esta forma de convivencia requiere tiempo. Si se procura comprender y conservar realidades bioculturales locales se necesita más tiempo que para simplemente instalar e imponer modelos traídos desde fuera. La emotividad debe integrarse con la

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construcción de formas de comprensión y convivencia que requieren un tiempo. Esta dialéctica tiene una opción de generar propuestas de desarrollo local y de ecoturismo que permitan la expresión de lo local. Por lo tanto, estas propuestas surgidas del trabajo compartido a largo plazo serán más singulares que aquellas generadas en serie por consultorías rápidas.

Peor es el cuadro de una ética importada que viene a imponer normas de vida sin atender a los hábitos locales. Tal fenómeno lo vivimos en forma creciente en Omora, puesto que cada día llegan más empresarios convencidos de su ética del negocio, de “la mano invisible del mercado”, y de la conversión monetaria de los valores de la diversidad biológica y cultural. Se ha despertado un insaciable apetito por producir dinero a partir de las artesanías y de las aves, los paisajes y “personajes” humanos o no humanos, indígenas o no indígenas, que satisfagan la posibilidad de ser vendibles en un retrato, un relato o de algún otro modo que satisfaga al mercado.

Si, en cambio, se considera que la mayor parte de la historia y prehistoria de las comunidades indígenas (y de la especie humana) se ha basado en una econo-mía no monetaria, que el dinero es un elemento que recién ha llegado durante los últimos dos siglos al extremo austral y que ha distanciado las relaciones de subsistencia inmersas en un contacto directo con la naturaleza, entonces, puede abrirse un espectro más amplio de relaciones entre seres humanos, y entre ellos y otros seres. Esto no sólo enriquece el espectro existencial –los ethos– en la aldea global, sino que también constituye una plataforma de marcos de comprensión y formas de convivencia que favorecerán la continuidad de otros modos de mirar y habitar el planeta.

Estas caricaturas y tensiones generadas entre las propuestas locales y glo-bales no son exageradas en la actual premura del desarrollo y de la conquista postindustrial de las tierras australes. Confrontados con este escenario, para Omora cobra aún mayor fuerza la necesidad de integrar múltiples disciplinas y perspectivas en nuestra labor y dedicación por desentrañar, ver, respetar y convivir con la diversidad biológica y cultural austral. A escala personal, es necesario integrar “el cerebro y el corazón” en la disposición para indagar desde la diversidad de seres vivos, de sus disposiciones y procesos en las comunidades bióticas de Cabo de Hornos.

Bajo la aproximación multidisciplinaria, el nivel personal debe ir comple-mentado con una interacción con diversos actores e instituciones. Una de las características más distintivas de la iniciativa de Omora ha sido su estrecha vinculación con personas y programas de servicios públicos, establecimientos educativos y centros de investigación, entre otros. Es más, la construcción de la Kipa Akar fue impulsada por la Gobernación Provincial Antártica. Este aspecto de trabajo interinstitucional completa la analogía con el liquen. Tal como el alga y el hongo que forman el liquen habitan en bosques u otros ambientes con una comunidad de seres vivos, la cooperación entre la Kipa Akar y el Parque Omora tiene lugar en medio de un contexto social donde participan un con-junto de actores e instituciones. La metáfora del liquen adquiere entonces un

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sentido comunitario basado en la recurrencia de las interacciones, la continua indagación acerca de las naturalezas nuestras y de los demás, y la disposición a convivir en estas interacciones entre seres singulares que mantienen su identidad a la vez que participan de nuevas configuraciones. Esta forma de relación no nos parece utópica, sino que surge desde nuestra comprensión de la realidad biótica y cultural que todavía se despliega en Cabo de Hornos, y que desde el “sur-sur” puede alimentar a otras iniciativas que procuren la conservación biocultural en los bosques templados de Sudamérica y del planeta.

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ORDENAMIENTO TERRITORIAL

Plan maestro de uso y conservación de la reserva forestal de la comunidad williche de WeketrumaoPABLO ARÁNGUIZ, RAÚL ESPOZ, GEMMA ROJAS

INTRODUCCIÓN

La comunidad de Weketrumao forma parte del pueblo williche1 de Chiloé, agrupado políticamente en el Konsejatu Chafun Williche Chilwe Wapi (CGCC); organización mayor que reúne a 26 comunidades williche del archipiélago chilote, en la X Región. Weketrumao se ubica en la comuna de Quellón y es la heredera del fundo realengo de Los Raines, de una superficie aproximada de 35 mil hectáreas. Actualmente la comunidad posee cerca de siete mil hectáreas, de las cuales más del 50% se encuentra cubierto por bosques, que conforman en gran parte la reserva forestal comunitaria.

La reserva presenta distintos niveles de conservación; desde espacios alta-mente degradados hasta áreas vírgenes. En relación con el rol de la comunidad en la generación de esta situación se encuentra, en primer lugar, la pérdida paulatina del control social y cultural de las actividades que se realizan en su territorio, que es el factor más sentido en la comunidad; y en segundo lugar, la existencia de una falta de claridad y de ordenación en el proceso de uso y explotación del mismo.

A través de la ejecución del proyecto denominado “Plan maestro de conservación y uso comunitario de las reservas forestales de la comunidad williche de Weketrumao” –apoyado por Bosque Modelo Chiloé (BMCh), Fondo de Las Américas (FdlA), Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y el CGCC–, la comunidad enfrentó el desafío de diseñar y poner en marcha un plan comunitario de conservación y uso de su territorio. Dicho plan no sólo permitió validar normas consuetudinarias que reglamentaban el acceso a los espacios, sino que también estableció una ordenación territorial base en torno a los ecosistemas comunitarios.

1 N. de los E.: Huilliche o williche son distintas formas de escribir el nombre del mismo pueblo, que habita la región de Los Lagos. La diferencia se debe a la opción de usar distintos alfabetos para Mapudungún, la lengua mapuche. Hemos optado, en este libro, dejar a discreción de los autores el uso del alfabeto que elijan. La organización Konsejatu Chafün Williche Chilwe Huapi es comúnmente conocida también como Consejo de Caciques Huilliche de Chiloé.

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DESCRIPCIÓN DEL PROYECTO

A partir del reconocimiento y toma de conciencia de la propia comunidad res-pecto a su responsabilidad frente al uso no sustentable de su territorio, y más allá de las razones o causas que justifiquen esta situación, los comuneros –en particular sus dirigentes– han buscado la articulación de soluciones que reviertan, en el corto plazo, el panorama actual.

Así, con la asesoría del grupo de profesionales del Konsejatu Chafün Williche Chilwe Wapi se estableció como prioritario y conducente el hecho de asumir las falencias más sentidas de la organización o comunidad. Para ello se consideró urgente fortalecer el control social de la organización sobre los acontecimientos que suceden en su territorio; e importante que la comunidad estableciera la forma de administrar su propiedad común o “reserva”, además de las normas que regirían el acceso de cada comunero a ella.

También se diagnosticó la necesidad de contar con una ordenación territorial complementaria de la reserva, que estableciera por un lado el estado y cuantía del recurso y, por otro, la determinación del uso más adecuado en un marco de sustentabilidad ambiental. De esta forma, se determinó la urgencia de implementar un plan maestro de uso y conservación para la reserva de la comunidad williche de Weketrumao, con el objetivo general de combinar las necesidades comunitarias de resguardo y utilización con la disponibilidad real del recurso, estableciendo un equi-librio entre las demandas sociales y la base de recursos naturales disponibles.

A partir de esta idea se hicieron contactos con algunas instituciones que pudiesen interesarse en apoyar la elaboración del plan maestro. Se logró involu-crar a WWF; institución con la cual se elaboró un proyecto que fue presentado al primer concurso de proyectos de BMCh-FdlA, y aprobado por el mismo.

METODOLOGÍA O ESTRATEGIA DE ACCIÓN

Como marco metodológico que permitiera alcanzar los objetivos planteados, se trabajó en dos niveles. El primero de ellos fue la determinación de la normativa de acceso de los comuneros a la reserva; ya sea para realizar faenas forestales o para establecer sus viviendas. El segundo nivel correspondió a la realización de una ordenación territorial sobre una superficie de mil 732 hectáreas de la reserva forestal comunitaria.

En el primer nivel, el desarrollo del proyecto contempló tres etapas. La pri-mera consistió en el autodiagnóstico del estado del arte de la comunidad, en el cual ésta identificó sus problemas más sentidos, tanto al interior como al exterior de su organización. Posteriormente, se trabajó en generar un consenso respecto de soluciones factibles y duraderas. Para el desarrollo de la segunda etapa, la directiva y consejeros2 de la comunidad formaron un grupo y propusieron normas básicas

2 Los consejeros son personas que por su experiencia y sabiduría se convierten en asesores de los diri-gentes en ciertos temas.

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para reglamentar el acceso de los comuneros a la reserva. Esta fase contó con la asistencia de una antropóloga, un abogado y un ingeniero forestal, como equipo de asesores técnicos. La tercera y última etapa correspondió a la presentación, por parte de los dirigentes, de las normas propuestas al resto de la comunidad, para su análisis y aprobación.

El segundo nivel, referido a la ordenación territorial de mil 732 hectáreas de la reserva, se basó en la metodología de Cruz et al. (2001) y tuvo tres fases. La primera consistió en la rodalización de la reserva, a través del análisis cualitativo y cuantitativo del área. En la segunda, como resultado del análisis de la primera, se estableció la función natural de cada espacio y los criterios ecológicos necesa-rios para asignarle el uso más adecuado. Por último, se determinaron los usos de la reserva por parte de la comunidad, en concordancia con los resultados de la ordenación territorial efectuada.

Entre las actividades desarrolladas destaca la asignación de responsabilidades, de acuerdo a la idoneidad de cada uno de los participantes. De esta forma, el lonko y la presidenta de la comunidad coordinaron las acciones y establecieron los grupos de trabajo y análisis. Los dirigentes, más seis consejeros acompañados del equipo asesor técnico, se encargaron de la elaboración de las normas de acceso. La ordenación territorial estuvo en manos de dos ingenieros forestales, además de los encargados de cada grupo de trabajo forestal existente al interior de la comunidad.

RESULTADOS E IMPACTOS

Los resultados se dividen en tres grandes ámbitos: los referidos al autodiagnóstico sobre la actividad forestal desarrollada en la comunidad; los relativos al marco nor-mativo resultante del acuerdo entre los dirigentes y los comuneros para la regulación del trabajo en la propiedad comunitaria, en plena vigencia en la actualidad; y lo con-cerniente a los resultados más significativos de la ordenación territorial efectuada.

Resultados del autodiagnóstico

La actividad forestal desarrollada por la comunidad está definida por un sinnúme-ro de particularidades y problemáticas, cuyo origen se encuentra en el interior de la propia organización y en instituciones ajenas a ella, en particular el Estado.

A partir del autodiagnóstico realizado, se concluyó que la comunidad williche de Weketrumao subsiste principalmente de la actividad forestal que se lleva a cabo en la reserva comunitaria. Esto se debe, fundamentalmente, a los malos re-sultados económicos que presentan otras actividades desarrolladas en los predios individuales, como la forestal (leña, estacas y en menor grado trozos), agrícola (huerta y cultivos de papa y ajo) y pecuaria (ovejas y vacunos), complementada en algunos casos con la recolección marina y confección de artesanía.

Muchas de las actividades desarrolladas, y en particular las que se llevan a cabo en la reserva, adolecen de criterios de sustentabilidad ambiental, generando y propiciando una situación que va en desmedro de la sostenibilidad y conser-vación de los recursos en el tiempo.

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El porqué de esta situación se explica, primero, por el marco interno de la organización y la actuación individual de cada socio; y segundo, por el marco externo, en el cual el Estado es el responsable más recurrente. Las particulari-dades y problemáticas de responsabilidad interna más nombradas del trabajo en la reserva fueron: se trabaja desordenadamente y en forma irracional; se saca sólo un tipo de árbol y es mal aprovechado, se pierde bosque porque se hacen mal las cosas y por las quemas, lo cual produce un daño a la regeneración. Se debe ir más lejos a buscar madera, algunos ven el bosque como plata, no se cuida la reserva como un todo, deficiente infraestructura y recursos (caminos, herramientas, casas, bodegas, etc.), se da una competencia desleal entre los propios usuarios (falta organización para la comercialización) y, finalmente, una carencia de conocimiento práctico-teórico sobre el bosque.

Por otra parte, se identificaron las siguientes particularidades y problemáticas derivadas de la responsabilidad externa: falta de títulos de propiedad sobre la tierra, carencia de planes de manejo, y discriminación negativa de la autoridad, que no acepta la forma de organización comunitaria e impone su visión de cómo hacer las cosas.

Si bien no se puede desvincular al Estado de la responsabilidad que tiene en la situación en que se encuentran las comunidades indígenas en general, el proyecto buscó determinar y trabajar sobre las responsabilidades internas, de tal forma de implementar soluciones que emanen desde la propia organización. Así, cuando la comunidad analizó el fondo de las causas concluyó que su falta de control sobre las actividades que ocurren en la reserva era lo que mejor explicaba la situación, y que la forma en que se accedía a este espacio por parte de los comuneros no era la adecuada. La regla que operaba era el “libre acceso”, es decir, cada comunero o familia que deseaba trabajar o vivir en la reserva sólo debía dar aviso a la asamblea de la comunidad, sin importar la magnitud y forma en que se llevaba esta ocupación.

Se debe tener en consideración que la ocupación y trabajo en la reserva por parte de los comuneros williche tiene un efecto político beneficioso, ya que justifica ante el Estado la demanda territorial sostenida por la comunidad históricamente. Sin embargo, la misma ocupación está teniendo, actualmente, resultados perjudiciales para los recursos existentes. Por todo ello se revisó en profundidad el procedimiento que operaba y se acordó modificarlo en función del reconocimiento de la situación que hoy se vive. El cambio era básico para generar un proceso paulatino de sustentabilidad en el uso de este territorio.

Normas para acceder a la reserva

A partir del autodiagnóstico, la comunidad encargó a sus dirigentes y consejeros la tarea de proponer un reglamento, basado en la tradición williche, tanto para trabajar como para vivir en la reserva. Los encargados y el equipo técnico asesor se reunieron durante tres fines de semanas completos, en el transcurso de tres meses, formulando un reglamento que fue visado por la asamblea y aprobado en su integridad.

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La normativa estableció los siguientes requisitos de acceso: estar inscrito en la comunidad, ser socio activo de ella, tener un motivo justificado para acceder a la reserva (superficie predial actual, número de hijos, estado de su predio, re-cursos, etc.), contar con un mínimo de dos años de antigüedad como socio de la comunidad y un buen comportamiento dentro de ella.

Para trabajar dentro de este territorio se establecieron, en síntesis, las siguien-tes normas de acceso: tramitación del plan de manejo, en caso de no existir; definición por parte de la comunidad, de la superficie a trabajar y del tiempo de duración de las labores; la membresía activa de todo el grupo de trabajo; el matrimonio como sujeto de derecho; determinación del tipo y cuantía del cobro por uso de la reserva. Además de esto, son normas importantes que “el derecho de trabajar no se vende ni se arrienda y es renovable según el comportamiento del socio, su forma de trabajar o norma técnica”, y que “si el socio abandona el plan de manejo lo puede ceder al padre o al hijo, y en caso de no existir estos, vuelve a la comunidad”. Finalmente, el socio debe ser responsable de sus actos.

Quien desee trabajar debe dirigir una solicitud a la comunidad, identificando todas las personas que participarían en las labores; proponiendo las hectáreas, tiempo de explotación, lugar y número de personas que trabajarán. Por su parte, la comunidad evaluará lo anterior, considerando los requisitos establecidos y el plan maestro forestal. Para tomar la decisión de aprobar o no la solicitud, se requiere la presencia de todos los miembros del equipo y la consulta pertinente al eslabón técnico de la comunidad (directiva, monitores forestales, asesores técnicos, etc.). Se establecerá, asimismo, el tiempo de resolución de la solicitud y una forma de seguimiento.

Para vivir al interior de la reserva se establece la tramitación de un plan de manejo, si éste no existe. La comunidad será quien defina la superficie de ocupa-ción; y por ser indefinido el tiempo que durará, el espacio asignado a una familia para vivir deja de formar parte de la reserva comunitaria. Del mismo modo, dicho espacio no se vende, transfiere o arrienda, y es heredable a la sucesión, no obstante, si la tierra es abandonada por cinco años, el derecho de uso vuelve a la comunidad. El plazo para instalarse definitivamente es de cinco años, y una vez habitando dentro de la reserva existen derechos adquiridos que se deben respetar y revisar.

El reglamento también estipula sanciones para el socio que no respete los límites del espacio que se le asigna. Si ello ocurre, se le llamará la atención en reunión de comunidad, en primera instancia, y se emitirá un informe a CONAF en segunda. Si un comunero deja de ser “buen socio” o socio activo, se le quitará el apoyo de la comunidad y se suspenderá su plan de manejo. Finalmente, se estipula que durante las reuniones de la comunidad el socio “revoltoso”3 pierde derecho a voz y no tiene derecho a voto si no es socio activo.

3 Persona que genera conflictos inconducentes.

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Ordenación territorial de la reserva

Como resultado de la fotointerpretación y verificación de terreno se establecie-ron 32 rodales, de acuerdo al tipo de cobertura: bosque adulto, renoval, tepual y quema (ver mapa de cobertura en Figura N°1). Posteriormente, se realizó un análisis cualitativo y cuantitativo de cada rodal, determinando sus características físicas y biológicas, y su función natural. A continuación, y a partir del análisis hecho con la comunidad, se establecieron los usos más adecuados para el área.

Figura Nº1: Mapa de cobertura reserva de Weketrumao

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De ello resulta la división en dos grandes zonas: la primera para producción, con una superficie de 716 hectáreas, desagregada en ocho rodales; y la segunda para conservación, con una superficie de mil 16 hectáreas, desagregada en 15 rodales (ver mapa de uso y conservación en Figura N°2).

Si bien es numerosa la información que genera una ordenación territorial, lo más destacado es la matriz resultante del cruzamiento de la demanda de la comunidad con la función natural asignada a cada rodal. A modo de resumen, presentamos los resultados en las Tablas Nº 1 y Nº 2.

Figura Nº2: Mapa de uso y conservación reserva de Weketrumao

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Complementario a la asignación del uso más adecuado, se obtuvieron los pará-metros de tasa de aprovechamiento, oferta de madera por rodal y la demanda que debe soportar la reserva. A partir de estos parámetros la comunidad se encuentra formalizando una unidad técnica, que tendrá como responsabilidad la realización y ejecución de la planificación silvícola pertinente a la propuesta de uso determinada. Esta unidad técnica estará compuesta por, al menos, un profesional del área forestal y tres representantes de los grupos de trabajo que utilizan la reserva. Además, será encabezada por el lonko de la comunidad, como garante del cumplimiento de las normas instauradas para el uso de este espacio y de la asignación establecida para él.

CONCLUSIONES

La toma de conciencia de una parte importante de la comunidad, frente a la necesidad de revertir una situación de no sustentabilidad en el uso de los recursos, resulta de vital importancia para el buen logro del proyecto. Esto se obtiene una vez que la comunidad rompe el círculo vicioso de creer que toda la

Tabla N°1: Usos asignados por rodal para el área de aprovechamiento de madera

Rodal Nº ha Cobertura Uso principal y secundarios

1 327 Bosque adultoProducción de madera (restricción alta)Recreación y servicios turísticos.

2 15 TepualAbrigo de faunaZona de amortiguamiento de mallín lago Colpué.Producción de madera.

3 10 Quema

Producción de madera -ciprés (Pilgerodendron uviferum) quemado.Recreación y servicios turísticos.Zona de amortiguamiento lago Tres Marías.

4 77 QuemaProducción de madera (ciprés quemado)Recreación y servicios turísticos.

5 22 Quema Producción de madera (ciprés quemado)

19 69 Bosque adultoProducción de madera (restricción media)Abrigo de fauna.

21 200 TepualProducción de maderaZona de amortiguamiento río Colpué.

23 18 Bosque adultoRecreación y servicios turísticosAbrigo de fauna.Zona de amortiguamiento lago Tres Marías.

24 4 Bosque adulto Producción de madera

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Tabla N°2: Usos asignados por rodal para el área de conservación

Rodal Nº ha Cobertura Uso principal y secundarios

6 22 Renoval

ConservaciónProducción de madera (restricción alta).Abrigo de fauna.Recreación y servicios turísticos (sectores próximos a laguna Santa Rosa).

7 81 Quema

ConservaciónProducción de madera -ciprés y tepú (Tepualia stipularis) quemado.Abrigo de fauna.Zona de amortiguamiento laguna Santa Rosa.

8 79 Bosque adultoConservaciónAbrigo de fauna.Zona de amortiguamiento río Pililo.

9 193 Tepual Conservación

10 15 Quema Conservación

11 306 Bosque adultoConservaciónAbrigo de fauna.Recreación y servicios turísticos.

12 4 Quema Conservación

13 12 Quema Conservación

14 12 Renoval Conservación

15 148 Tepual Conservación

16 11 Renoval Conservación

17 74 Bosque adulto Conservación

18 4 Bosque adulto Conservación

20 24 Renoval Conservación

22 5 Quema Conservación

RECUADRO Nº 1: GLOSARIO

Aprovechamiento de madera: producción de madera debobinable, aserrable, pulpable o como leña, para su comer-cialización.

Abrigo de fauna: favorecer las dinámicas naturales de la flora y fauna.Recreación y servicios turísticos: desarrollo de futuros proyectos turísticos posibilitando el acceso a visitantes, acorde

a la capacidad de los sectores.Zona de amortiguamiento de ríos y lagos: protección de riberas, control hidrológico y recreación.Bosque adulto: asociación forestal compuesta por grandes y viejos árboles, de coigüe común (Nothofagus dombeyi

Oerst.), coigüe de Chiloé (Nothofagus nitida), coigüe de Magallanes (Nothofagus betuloides), o tineo (Weinmania trichosperma); que sobresalen algunos metros sobre un dosel dominante de tolerantes, principalmente mañío (Podocarpus nubigena), tepa (Laurelia philippiana), canelo (Drimys winterii) y myrtaceas.

Tepual: asociación forestal compuesta por el arbusto arborescente tepú (Tepualia stipularis); puede constituir bosques puros o con mayor frecuencia se encuentra mezclado con la conífera ciprés de las Guaitecas (Pilgerodendron uvifera), y con canelo. Se conoce localmente como tepual.

Renoval: corresponde a bosques de segundo crecimiento dominados por la especie canelo y de densidades muy altas (8 mil a 20 mil árboles por hectárea), que se originan como consecuencia de la destrucción del bosque original, lo que ha ocurrido generalmente por talas rasas o incendios forestales.

Quemas: cualquiera de las asociaciones descritas anteriormente y que han sido destruidas por acción del fuego por origen natural o antrópico.

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responsabilidad se encuentra en un colectivo, usurpadores, Estado, autoridades, CONAF, etc. Cuando se han acotado los ámbitos de las responsabilidades se logra identificar cuáles de ellas pertenecen a la comunidad y, dentro de ésta, a las personas conflictivas y los vicios existentes en la organización.

La puesta en vigencia de valores tradicionales al interior de la comunidad permite la generación de consensos y la toma de acuerdos necesarios para re-vertir la situación de degradación inicial, que motiva el desarrollo del proyecto. El control cultural y social propio de la comunidad, que detentan los dirigentes y la comunidad misma, es el principal aspecto a fortalecer para dar mayor sus-tentabilidad al uso de los recursos.

Quedó en evidencia que el manejo sustentable del bosque no depende de la existencia o inexistencia de planes de manejo u otro instrumento formal, sino que tiene que ver con la mentalidad de quienes intervienen directamente en estos espacios. Muchas veces la imposibilidad de obtener un plan de manejo se convierte en una excusa más que en una causa de pérdida de sustentabilidad en el quehacer forestal. La falta de estos planes es una realidad que preocupa, ya que la dificultad de obtenerlos radica en la imposibilidad de cumplir con la exigencia de propiedad de la tierra, situación cuya solución está fuera del ámbito interno de la comunidad. Desde el punto de vista de las comunidades, esta insalvable exigencia en la aplicación de la legislación forestal vigente por parte de CONAF se convierte en una paradoja, dado que es el Estado el que no concreta los mecanismos de transferencia de tierras fiscales hacia la comunidad demandante, como es el caso de Weketrumao.

El reconocimiento de los espacios de uso comunitario como “propiedad de toda la comunidad”, que funciona con normas claras de acceso, obliga a vivir un proceso de cambio paulatino, pasando de ser “depredadores” de bosque a usua-rios responsables del mismo. Este proceso se fortalece con la toma de conciencia de la pertenencia territorial, la existencia de normas basadas en la tradición williche, y de reglas que nacen y valoran la costumbre existente al interior de la organización.

La puesta en marcha de las normas de uso no ha sido un proceso fácil. En algunos momentos ha sido motivo de conflicto entre los comuneros. Este hecho es visto como una diferenciación al interior de la comunidad; por un lado están los que se resisten al cambio y prefirieron continuar su trabajo sin ningún tipo de restricción o compromiso y, por otro, quienes están dispuestos a reglamentar el uso y someterse a normas que permiten asegurar un uso sustentable del bosque. Dado que las normas son resultado de la costumbre y de un proceso de reflexión interno, se asegura que su objetivo y espíritu se vayan consolidando en la vida de la comunidad, de tal forma que su ejercicio para las próximas generaciones sea cotidiano y necesario.

El proceso de aplicación de los acuerdos necesita apoyo profesional en su primera etapa, ya que no son pocas las dudas y situaciones que requieren ir per-feccionándose e interpretándose, a la luz del objetivo superior que se persigue. Debe haber un trabajo interdisciplinario en el ámbito profesional, e integrado

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entre los profesionales, dirigentes y la comunidad. El reconocimiento, ejercicio y respeto de los ámbitos de cada uno, asegura que los resultados de las iniciati-vas emprendidas sean conducentes y resuelvan, en el mediano y largo plazo, las problemáticas que plantean.

El uso comunitario de ciertas áreas es una herramienta válida y necesaria cuando se trata de comunidades indígenas, en particular williche. La falta de reconocimiento de este anhelo y derecho, por parte del Estado, muchas veces significa la imposición de programas e iniciativas que no reconocen la cosmovisión existente en las comunidades indígenas. Un ejemplo de esto es la tenaz resistencia por parte del Estado de entregar las tierras a título comunitario, pues desconoce que la propiedad comunitaria sea una forma real de ejercicio de la “propiedad privada”. La propiedad comunitaria williche debe ser entendida, desde la cultura occidental, como propiedad privada detentada por la comunidad como un sujeto individual, y normada desde lo consuetudinario y comunitario.

La ordenación territorial y forestal resulta un instrumento de apoyo im-portante y fundamental en la determinación de la capacidad de carga de un ecosistema. La ordenación establecida permitió dar prioridad a las funciones naturales de los espacios boscosos, a la hora de determinar su uso más adecuado. Cabe hacer hincapié en que las decisiones de su uso recaen en la comunidad y no en los profesionales que acompañan el proceso.

El establecimiento de las funciones naturales de cada espacio permitió dar un trato igualitario a la producción de bienes y servicios, abrigo de flora y fauna, recreación y turismo y a la capacidad reguladora de los ciclos naturales, entre otros. Resulta de gran importancia colocar en un plano horizontal las funciones de los ecosistemas, de tal forma de no tendenciar algunas de ellas. Sin embar-go, uno de los resultados de la ordenación es la asignación de la prioridad que asegura el mejor uso, desde el punto de vista de la sustentabilidad necesaria. De esta forma, debe entenderse que los resultados de la ordenación son una “propuesta”, que debe ser validada y aceptada por los usuarios. Esto se logra a través de la “negociación” entre la demanda social existente sobre el ecosistema y las diversas funciones naturales que éste cumple.

BIBLIOGRAFÍA

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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

ARÁNGUIZ, P. 2003. Propuesta de Uso y Conservación de la Reserva Forestal de la Comunidad Williche de Weketrumao. Tesis de Grado para la obtención del Título de Ingeniero Forestal. Facultad de Ciencias Forestales, Universidad Mayor, Santiago de Chile.

Comunidad de Weketrumao. 2003. Plan Maestro de Uso y Conservación de la Reserva Forestal de la Comunidad Williche de Weketrumao. Documento Interno, Chiloé.

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CONAF-GTZ. 2002. Plan de Ordenación de la Reserva Nacional Valdivia. Santiago de Chile.FAO. 1995. Ordenación de Recursos Forestales de Propiedad Común. En Unasylva 180, Vol. 46.

Roma.MUÑOZ, M. 1996. Las Transformaciones del Sistema de Tenencia de la Tierra y su Impacto en la

Identidad Étnica del Pueblo Williche de Chiloé. Tesis de Licenciatura. Universidad Austral de Chile, Facultad de Filosofía y Humanidades. Instituto de Ciencias Sociales, Escuela de Antro-pología, Valdivia.

MUÑOZ, M.; OLIVERA, A.; ARELLANO, A.; & ROJAS, G. 2000. Derecho Consuetudinario Huilliche. We-ketrumao y las Normas Tradicionales de Transmisión de la Tierra Comunitaria. En Actas Tercer Congreso Chileno de Antropología. Tomo II, LOM Ediciones, Santiago de Chile. pp. 1112-1120.

PEÑA, A. 2000. Funciones y Usos de los Bosques. Revista Bosque Nativo, (23):08-11, 1999. CONAF, Santiago de Chile.

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Ordenación Predial Participativa: una alternativa de desarrollo sustentable para la familia campesina de la región de AysénJÜRGEN BUCHER, ALIRO GASCÓN

INTRODUCCIÓN

Los predios rurales de la región de Aysén presentan, al igual que otros sectores del país, problemas de disminución de su capacidad productiva, derivados de prácticas no concordantes con la capacidad de soporte que tengan éstos, lo que en algunos casos se traduce en la pérdida de recursos naturales. Los factores y las responsabilidades son múltiples, aunque la razón principal sea, tal vez, la pobreza. Sumado a lo anterior están las dificultades estructurales tales como redes camineras, escolaridad y salud, falta de acceso a la información, sistemas productivos tradicionales no acordes con las condiciones del sitio, complejidad de los mercados, instrumentos de fomento que no siempre responden a las ne-cesidades reales de los usuarios, falta de coordinación entre servicios públicos, y diferentes visiones y acciones sobre el desarrollo rural por parte de organismos de fomento.

En respuesta a esta problemática se analizó como alternativa la Ordenación Predial Participativa (OPP), apoyada en los ocho años de experiencia del Proyecto Conservación y Manejo Sustentable del Bosque Nativo (PCMSBN) llevado a cabo por CONAF-DED-GTZ-KfW en la región de Aysén. Este proyecto inició su atención a los campesinos formulándoles gratuitamente planes de manejo, los cuales si bien respondieron a una necesidad momentánea no aseguraron un manejo sustentable de los bosques nativos. Otra fase importante fue la elaboración de planes de ordenación forestal, que contemplaban la totalidad del patrimonio forestal predial.

Aunque la inclusión de toda la superficie forestal en la planificación constituye un gran avance, debido a que el interés de los propietarios rurales de la región se centra en la ganadería, la medida presenta algunas limitaciones. Muchas veces los campesinos ven el bosque como un obstáculo que no aporta sustancialmente a su economía familiar. Por esta razón creemos que la OPP es una alternativa más viable y con mayor aceptación en el campesinado, ya que involucra lo conocido (pradera y ganado) e incorpora nuevas ideas, experiencias y aprendizajes y, lo más importante, democratiza el conocimiento de la familia.

Otro aspecto trascendente es la falta de coordinación entre los servicios del agro, que intentan responder a la problemática de la pobreza rural y a la

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destrucción de los recursos naturales. La OPP plantea como una de sus premisas coordinar los esfuerzos sectoriales, para obtener mayores impactos a menor costo de intervención.

Este artículo propone un trabajo que trata de resolver los conflictos que genera el uso y aprovechamiento de la tierra cuando los subsistemas no están bien iden-tificados o sectorizados, y la mala utilización de los recursos naturales prediales causa pérdidas en la economía familiar por una descapitalización del predio.

El texto da cuenta de la aplicación de una OPP en el predio “El Guerrillero” de la sucesión García Ortiz, ubicado en la comuna de Río Ibáñez en la provincia de General Carrera.

ANTECEDENTES DE LA SUCESIÓN GARCÍA ORTIZ1

El predio “El Guerrillero”, de propiedad de Heraldo García Ortiz, se ubica en el sector denominado Villa Cerro Castillo y tiene una superficie de 126,25 hec-táreas (Tablas Nº 1 y 2). La sucesión está integrada por la señora Lina Alarcón y dos hijas2.

La ganadería es la principal actividad productiva del predio, mientras que la forestal es poco significativa. Para realizar las faenas se contrata a trabajado-res. La familia percibe ingresos de una incipiente actividad de turismo rural, a través de bonificaciones de INDAP y de una pensión de viudez de la propietaria. Ésta conoce bien los objetivos del proyecto, disponiendo de plan de manejo sujeto a incentivos.

El manejo predial de estos campos tiene una evaluación de buena a muy buena. En general cuenta con excelente mantención de infraestructura (cercos, caminos, tranqueras, casa, galpón, potreros, accesos, entre otros). Aparte de las inversiones monetarias propias existe participación en programas y beneficios de INDAP y de la municipalidad de Río Ibáñez, lo que indica que la familia no sólo cuenta con recursos necesarios para mejorar su predio sino que además tiene interés suficiente para hacerlo, iniciando el desarrollo de actividades de turismo rural con interesante proyección a futuro.

En cuanto a la importancia productiva que se otorga a los recursos forestales, la propietaria considera que la actividad no es muy rentable, principalmente porque requiere dedicación y el contrato de una persona que la desarrolle. En general los productos que se extraen se destinan a autoconsumo o a cubrir nece-sidades del campo (varas, cercos, arreglos internos). La leña tampoco se explota con fines comerciales.

1 En este trabajo participaron, además, el ingeniero agrónomo Fernán Silva, en descripciones y propuestas agronómicas y ganaderas; el ingeniero forestal Luis Moraga, en confección del plan de manejo forestal; el téc-nico agrícola Homero Saldivia, en confección del plan de manejo forestal y apoyo en terreno; el antropólogo Gonzalo Saavedra, en descripción y antecedentes familiares y el ingeniero forestal (e) Robert Schreier, en cálculos económicos.

2 Encuesta realizada por el ex antropólogo del PCMSBN Gonzalo Saavedra, basada en indicadores desa-rrollados en el proyecto.

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La visión de futuro de los recursos forestales es utilitaria. El bosque se consi-dera un recurso económico y predial “al que en cualquier momento se le puede echar mano”. También se cree que debe ser “dejado para el futuro” a las próximas generaciones de la familia, en consideración a que posee un ciclo biológico-pro-ductivo muy largo. Por otra parte, aunque la propietaria conoce el daño que los animales provocan a la regeneración, piensa que lo prioritario es el forraje.

Tabla N°1: Uso actual del predio (según plano existente)

Uso Superficie (ha) Porcentaje

Bosque nativo 62,65 49,7

Mallines 28,00 22,2

Rocas 6,90 5,4

Terrenos desprovistos de vegetación

28,70 22,7

Total 126,25 100,0

Tabla Nº 2: Resumen de los usos actuales y sus correspondientes superficies3

Uso actual Superficie (ha) Porcentaje

1 Bosque adulto 5,0 4,2

2 Renovales 23,4 19,8

3 Silvopastoreo 28,5 24,2

4 Mallines 15,2 12,9

5 Galpón natural - mallines (bosque de ñirre) 13,1 11,1

6 Suelo erosionado (potencial para forestación) 3,5 3,0

7 Cerros 4,3 3,6

8 Praderas 23,1 19,6

PR Protección (flora y fauna) 1,7 1,4

Total 117,8 100,0

3 En este cálculo no se consideran huertas, caminos, viviendas, galpones y suelos sin uso.4 Definición de los autores.

ORDENACIÓN PREDIAL PARTICIPATIVA

Definimos Ordenación Predial Participativa4 como la forma de ordenar, espacial y temporalmente, los usos de un sistema predial, para conservar y manejar susten-tablemente sus recursos naturales y optimizar la economía familiar campesina, incorporando sus experiencias e ideas en la toma de decisiones.

Sus objetivos son: conservar y manejar los recursos prediales en forma sus-tentable y participativa; coordinar y hacer sinérgicas las actividades, programas e instrumentos de fomento de los servicios del agro; incorporar a la familia

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campesina en la evaluación, planificación y toma de decisiones; capacitarla en el manejo adecuado de sus recursos; y cuantificar los ingresos y la capitalización en el predio.

Sus criterios son:— Trabajar participativamente. La familia participa activamente en todas las

fases de la OPP, tomando las decisiones en conjunto con el equipo técnico (por ejemplo, en la delimitación y asignación de usos a las áreas de manejo). Además, es necesario involucrar en el proceso a consultores que ya operen en el área.

— Trabajar integral y transdisciplinariamente. Los profesionales deben considerar los variados elementos que conforman el desarrollo rural y tener la capa-cidad de trabajar con otras disciplinas (por ejemplo, equipos conformados por sociólogos, antropólogos, ingenieros agrónomos, ingenieros forestales y especialistas diversos).

— Respetar las restricciones técnicas y ambientales. La OPP da cuenta de aspectos no negociables, es decir, de difícil mitigación ambiental, como no explotar bosque en pendientes superiores al 60% ni a menos de 20 metros de cursos de agua, no permitir el uso ganadero por sobre el 35% de pendiente, excluir ganado de bosques en etapa de regeneración, no drenar ni pastorear hume-dales saturados o turberas y no explotar especies en peligro de extinción o en categoría de vulnerabilidad.

— Mantener y/o aumentar la diversidad de usos, productos y especies. La OPP fomenta el trabajo multiproductivo (como el turismo), agregando valor a la materia prima (por ejemplo, un trozo no sólo entrega leña sino también madera, postes y tejuelas) y asegurando la biodiversidad. Es posible aplicar enriquecimiento con especies que se adapten muy bien al hábitat, como la siembra de alfalfa en suelos aptos, incorporación de alpacas o especies forestales de rápido crecimiento.

— Trabajar a nivel de la capacidad de gestión de la familia. La familia campesina tiene su propia lógica social, cultural y económica, que determina su accio-nar. Por tanto, los cambios que se realicen no deben desconocer costumbres, disponibilidad de mano de obra, acceso a información y a poderes crediticios, manejo de instrumentos de fomento, costos y nivel de educación.

— Realizar seguimiento y control de las actividades planificadas. En gran parte el éxito de la OPP se debe al seguimiento y a la evaluación permanente de las actividades programadas. Es aquí donde se prueba la efectividad del trabajo planteado y las evoluciones en el tiempo (por ejemplo, medición y logro de metas programadas; prueba de los instrumentos e incentivos existentes; ajustes a la planificación; y comprensión, aprendizaje y adquisición del nuevo modelo por parte de la familia).

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Metodología para realizar una OPP

Los pasos a seguir en un proceso de OPP pueden variar dependiendo de situacio-nes diferenciadas. Sin embargo, los autores recomiendan ajustarse a lo descrito, por tratarse de lo mínimo que se debe hacer en toda intervención. El trabajo de OPP se divide en tres fases: diagnóstico, propuesta consensuada y seguimiento-evaluación.

Fase 1: Primer diagnósticoEl primer paso de esta fase se denomina primer contacto, que puede ser con una o varias familias. En ambos casos se analiza en conjunto el problema de la pérdida de los recursos prediales (se inicia el proceso de participación) y surge la idea y la necesidad de hacer una OPP. Una técnica muy recomendada es dibujar un mapa del predio y describir los usos actuales (mapas o perfiles transversales); también se recomienda analizar la evolución productiva de los predios (perfil histórico). Son sorprendentes las lecturas que se pueden hacer de estos croquis, ya que quienes los dibujan exponen sus puntos de vista y prioridades. Si se trata de grupos familiares se pueden realizar talleres colectivos de análisis5.

Luego del primer contacto se efectúa una visita preliminar, que consiste en un recorrido por el predio para corroborar el análisis anterior. Posteriormente se requiere conocer los antecedentes socioeconómicos de la familia, para lo cual se recomienda realizar una evaluación de ingresos, roles, carga de trabajo, distri-bución temporal de actividades, disponibilidad de mano de obra, diferenciación del trabajo por género, pertenencia a asociaciones sociales o comerciales, acceso a mercados existentes, conocimiento de los instrumentos de fomento, entre otros aspectos.

Con estos antecedentes se efectúa una evaluación preliminar para ver la pertinencia de hacer una OPP, sobre la base de los objetivos planteados por cada programa. En caso que la demanda sobrepase la capacidad de atención del pro-grama o proyecto se pueden confeccionar indicadores de selección, dependiendo de la realidad de cada localidad6.

Fase 2: Propuesta consensuadaEsta fase contempla realizar una fotointerpretación, que consiste en una “de-limitación de Unidades de Paisaje Homogéneo (UPH)”, como bosque ralo, bosque denso, mallín, pradera, suelo desnudo y renoval. Se utiliza una foto-grafía aérea lo más actual posible. La escala depende de la mínima superficie

5 El PCMSBN, región de Aysén, ha realizado talleres participativos de análisis y tiene antecedentes de las técnicas utilizadas.

6 El PCMSBN, región de Aysén, posee indicadores de selección que pueden ajustarse a otra realidad.

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de UPH que se desea delimitar. Por ejemplo, con una escala de 1:10.000 se puede contemplar un mínimo de 0,3 hectáreas, sin embargo, el número de UPH depende de la superficie del predio y del nivel de detalle con el que se desea trabajar. Para las superficies prediales de nuestra región consideramos razonable contemplar unas 20 a 30 UPH.

Se realiza un diagnóstico de uso y posteriormente se elabora una rodaliza-ción consensuada, que es el paso de mayor importancia en este proceso. En él participan todos los actores involucrados y es el momento de negociar los intereses a partir de la información que se extrae de la rodalización. En con-junto con la familia se somete a discusión la situación real del predio (es decir, las acciones humanas) y se visualizan los cambios consensuados. El equipo externo y la familia intercambian conocimientos y experiencias. Ésta posee conocimientos adquiridos por transmisión entre generaciones y por ensayo y error, que los equipos técnicos deben valorar; a su vez, estos últimos poseen un conocimiento formal que también la familia debe apreciar. Se produce un flujo de capacitaciones en ambos sentidos que consolida el trabajo de la ordenación predial y que se valida en un plano definitivo de rodalización.

A continuación se realiza una toma de datos, que consiste en un levan-tamiento de información y el inventario de los recursos existentes. Con la información biogeográfica se adopta el concepto de “sitio”, que es la suma de la UPH con el inventario ambiental. Este último incorpora los siguientes puntos: suelo (profundidad, drenaje, textura, pedregosidad, exposición), uso (capacidad de uso, cobertura vegetal, densidad de especies o clases de suelo), estructura hídrica (lagos, lagunas, ríos, mallines) y estructura tecnológica (cercos, caminos, casas, galpones).

El paso siguiente es un inventario detallado de las existencias, que com-plementa la toma de datos anterior para la elaboración técnica de la OPP. Espe-cíficamente, plan de manejo u ordenación forestal, ordenación agropecuaria y otros planes. Esta etapa tiene un carácter altamente técnico, por lo cual la participación de la familia es menor.

Posteriormente se elabora un calendario anual con los respectivos sectores a intervenir. El plazo recomendable de planificación es de 10 años y se hace por rodal. Las actividades forestales pueden ser: extracción de madera, cortas intermedias, regeneración natural de bosque, enriquecimiento, forestación con especies nativas o exóticas, poda; las actividades agropecuarias pueden ser: mejoramiento de pradera, limpia de palizada muerta, instalación de un sistema de riego o drenaje, construcción de cercos, siembras, cultivos; y acti-vidades complementarias como: construcciones turísticas (cabañas, camping, miradores, circuitos), cultivos no tradicionales, invernaderos, apicultura, acuicultura y lombricultura.

Luego viene la elaboración de un informe de movimientos económicos o flujos de caja, antes y después de la OPP, en el cual se especifican las inver-siones, ingresos y subsidios disponibles, es decir, las entradas y salidas finan-cieras del proyecto. Además da cuenta de los productos (tipo y cantidad),

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disponibilidad y cantidad de fuerza laboral, priorización de actividades, entre otros aspectos.

Fase 3: Seguimiento y evaluaciónUno de los objetivos más importantes de la OPP es coordinar y hacer sinér-gicas las actividades e instrumentos de fomento y programas de los servicios del agro. Por tal motivo es necesario que los profesionales que regularmente trabajan con la familia puedan realizar los seguimientos que tienen como guía el plan de OPP, para potenciar en un objetivo común las actividades que históricamente se realizan en forma separada y que no siempre apuntan a un mismo fin. No sólo es importante que el equipo que elaboró el plan de OPP haga los seguimientos sino que también participe en los que efectúen los profesionales del agro.

Para hacer los seguimientos se proponen acciones basadas en el calendario de actividades del plan de OPP, para garantizar la asesoría y el acompaña-miento necesario.

En la mitad de plazo establecido por el proyecto se realiza una evaluación, cuyos resultados determinarán la conveniencia de modificar el plan de OPP o el calendario de actividades. Al término del plazo determinado en el plan de OPP se debe hacer la evaluación final y decidir la factibilidad de continuar en una segunda fase.

La familia García Ortiz y los profesionales analizaron en conjunto las características y aptitudes del terreno. (Foto: Jürgen Bucher/Aliro Gascón).

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OPP EN EL PREDIO DE LA SUCESIÓN GARCÍA ORTIZ

Balance cualitativo y cuantitativo del bosque

Situación actual. Falta un manejo sustentable del bosque. Durante los últimos años la superficie se redujo en forma lenta pero continua, por el autoconsumo y en menor grado por la venta de leña, de postes y de varas. La destrucción y sustitución por pradera se cuantifica en cerca de 50 m3 al año. Hasta ahora no se manejan los renovales, lo que significa una pérdida de calidad y de volumen con menos ingresos en el presente y en el futuro. En toda la superficie del predio hay presencia de ganado, debido a lo cual desde hace tres décadas no se produce regeneración y el bosque adulto se encuentra en peligro de desaparecer en años posteriores. Tampoco se consideran bosques con función de protección, como los cercanos a cursos de aguas. Existen siete hectáreas con daños de erosión.

Situación futura. Manejo sustentable del 100% del bosque. Proporcionará un ingreso anual y asegurado por la familia para ahora y el futuro. En los 10 años del plan de manejo se cosecharán cerca de cuatro mil m3 de madera. La comercialización del 10% como trozos y del 85% como leña significa un ingreso neto de alrededor de 10 millones de pesos. El trabajo se puede ejecutar en cerca de mil 100 jornadas, que significan un ingreso también para otros trabajadores y peones. Gran parte de los costos, de 13,7 millones de pesos, son sueldos para otros trabajadores. Con la exclusión del ganado se asegura la regeneración de los bosques adultos y su sustentabilidad (Tabla Nº3).

Tabla Nº 3: Actividades e ingresos propuestos en 10 años

Actividad Superficie(ha)

Extracción de madera (m3)

Costo de laactividad ($)

Subsidiodisponible ($)

Valor de la madera extraída ($)(5)

Costo neto -Ingreso neto + ($)

Plan de ordenaciónforestal 126,3 800.000 800.000 0

Exclusión de ganado(regeneración) 5,70 956.802 869.820 -86.982

Extracción de árboles (bosque adulto) 5,70 (1)1.009 2.894.389 0 6.952.010 4.057.621

Raleo de renovales 18,50 (2)1.791 4.349.571 1.387.500 7.611.750 4.649.679

Raleo delsilvopastoreo 35,60 (3)980 2.380.000 0 4.165.000 1.785.000

Raleo del mallín “galpón natural” 14,70 (4)247 705.714 0 1.235.000 529.286

Forestación con pino 4,30 1.706.040 1.706.040 0

Total: 4.027,00 13.792.516,29 4.763.360,00 19.963.760,00 10.934.603,71

(1) 10% como madera aserrable, 85% como leña(2), (3) 85% como leña(4) 100% como leña(5) Precio de leña: $ 3.500/m estéreo, precio del trozo: $ 1.200/pulg. (22)

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En la actualidad se manejan sustentablemente 18,9 hectáreas de renovales, lo que significa una futura producción de madera valiosa y un ingreso más alto al actual. Además se plantan 4,3 hectáreas de suelo degradado con Pinus ponderosa que producirán en 25 a 35 años madera para construcción, junto con recuperar los daños de la erosión al lado de los ríos.

Balance de la pradera

Situación actual. En el presente las praderas producen 198 toneladas de materia seca y soportan 36 UA en forma sustentable. Existen 34 hectáreas de pradera con invasión de arbustos y palizadas, lo que significa una pérdida de superficie para producir materia seca.

Situación futura. Con el mejoramiento de las praderas se producirán 440 toneladas de materia seca y soportarán 74 UA. El incremento de la capacidad ganadera significa un ingreso sustentable de 18,9 millones de pesos en los próxi-mos 10 años (Tabla Nº4).

Conclusión

Situación actual. El predio tiene en la actualidad una carga sustentable de 36 UA, con un valor de 60 mil pesos cada una, lo que genera un ingreso total de 2,16 millones de pesos. El uso del bosque es muy irregular y sólo para autoconsumo, sus productos casi no se comercializan. Se utilizan aproximadamente 100 m3 de madera por año, principalmente para leña y postes. Esta madera tiene un valor total de 500 mil pesos.

En suma, es posible obtener como ingreso predial 2,56 millones de pesos anuales.Situación mejorada con OPP. La carga de animal crece a 74 UA, con un valor

de 4,4 millones de pesos. En 10 años es posible cosechar cerca de cuatro mil m3 de madera, que se puede comercializar como leña, trozos aserrables, postes y varas. El valor de la madera es de aproximadamente 19,9 millones de pesos. Los costos del volteo y del madereo implican un ingreso neto del bosque de 10,9 millones de pesos, lo que significa 1,1 millones de pesos cada año.

También es factible generar ingresos con las actividades turísticas, pero por falta de experiencia no es posible calcularlos.

En total, el ingreso del predio sube a 5,56 millones de pesos, aproximada-mente. Los costos de 29,8 millones de pesos por los 10 años se invierten princi-palmente en mano de obra, generando empleo en el sector rural.

Se producirán bienes de larga vida como cercos, cunetas, valiosos bosques y praderas mejoradas. Estas inversiones tienen horizontes mayores a 10 años y mejoran el ingreso de la familia en forma permanente.

Con la diversificación desde productos ganaderos a otros como madera y actividades turísticas se disminuyó el riesgo económico del predio. En caso de pérdida del ingreso de un producto los restantes funcionan como otras fuentes para la familia y aseguran la supervivencia en el campo.

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CONCLUSIONES

— La planificación se debe hacer con todos los actores involucrados, donde la negociación es parte de este proceso. En ella se vierten los intereses e inquie-tudes de la familia y del equipo externo. Si bien la planificación es la etapa inicial de la OPP, se hace realidad con la ordenación en la práctica. La plani-ficación establecida debe ser guiada en los primeros años de ejecución.

— El nivel educacional de la familia influye en ámbitos técnicos y conceptuales, y es una variable importante a considerar cuando se piensa generar cambios complejos a escala predial, como lo es un plan de ordenación.

Tabla Nº4: Actividades e ingresos propuestos en 10 años

ActividadSuperficie

(ha)

Cambio decapacidadganadera(UA/ha)

Cambio decapacidadganadera

(UA/sitio)

Subsidiodisponible

($)

Costo de laactividad ($)

Ingreso porcambio decapacidad ganadera

($)

Costo neto - Ingreso neto +

($)

Plan de ordenación ganadero 126,30 700.000 700.000 0

Praderas (7.1-7.4)

Fertilización(80kg P2O5/ha)

24,00 0,20 4,80 318.960 425.280 2.880.000 2.773.680

Limpia palizada y matorral 13,50 0,10 1,35 2.295.000 3.060.000 810.000 45.000Instalación de sistema de riego

10,10 1,20 12,12 7.272.000 7.272.000

Siembra de alfalfa 1,60 1,50 2,40 400.208 533.611 1.440.000 1.306.597

Silvopastoreo (3.1-3.7)

Limpia palizada y matorral 35,10 0,10 3,51 5.967.000 7.956.000 2.106.000 117.000

Extracción de árboles 35,70 0,05 1,79 1.071.000 1.071.000

Exclusión de ganado durante el verano

0,60 -0,20 -0,12 -72.000 -72.000

Mallín (8.1-8.3)

Manutención y ampliación de la red de drenaje

13,40 1,00 13,40 100.000 8.040.000 7.940.000

Galpón natural (4.1-4.3)

Limpia palizada y matorral 14,40 0,05 0,72 2.448.000 3.264.000 432.000 -384.000

Extracción de árboles 14,70 0,05 0,74 441.000 441.000

Bosques y otros

Exclusión de ganado 19,00 -0,14 -2,66 -1.596.000 -1.596.000

Total 38,04 12.129.168 16.038.891 22.824.000 18.914.277

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— La OPP tiene que dar respuestas en el corto y largo plazo y se deben com-probar sus ventajas para que tenga validez en la familia. Para ello se realizan cálculos económicos y físicos de los incrementos, tanto en ingresos como de capital.

— Resolver y comprobar la incompatibilidad de usos permite realizar manejos en subsistemas que requieren más tiempo entre la planificación y el aprove-chamiento económico, como es el caso de los bosques.

— Es más probable mantener un flujo continuo de ingresos cuando existe una diversificación productiva; con la monoproducción se arriesga la pérdida de niveles de ingreso debido a los cambios o fluctuaciones de los mercados.

Figura Nº1: Plano de los usos proyectados

Tabla Nº 5: Resumen de la situación antes y después del proyecto

Situación actual Propuesta

Carga de animales 36 UA 69 UA

Bosque con exclusión de ganado (regeneración) 0 ha 9 ha

Bosque de protección 0 ha 3,2 ha

Daños de erosión 7 ha 0 ha

Otras actividades comerciales No hay Turismo

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— Un predio diversificado, ordenado y programado aumenta el valor de sus bienes de capital y, por ende, su propio valor.

— Este proceso es más difícil de llevar a cabo si no cuenta con el apoyo de las autoridades pertinentes y de los instrumentos de fomento existentes.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

BRENES CASTILLO, C. 1998. Pedagogía de la Negociación (Clave para Entender la Gestión Local de los Recursos Naturales y la Democratización Comunitaria). FTPP-FAO. San José, Costa Rica. 95 p.

FAO. 1993. Guidelines for Land-Use Planning. FAO Development Series No1. Rome. 96 p.MÜLLER, U. 1999. (Comp.) Planificando el Uso de la Tierra. Catálogo de Herramientas y Experiencias.

Villavicencio: GTZ, Santa Fe de Bogotá.

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Agradecimientos

El presente libro es el resultado del esfuerzo común de un grupo grande de per-sonas e instituciones, que incluyen 43 autoras y autores, quienes generosamente contribuyeron para la elaboración de estos artículos. Además, numerosos líderes comunitarios entregaron sus valiosos testimonios que fueron transcritos para complementar algunos artículos. Lo anterior implicó un largo trabajo de coor-dinación entre los autoras y autores y el equipo editorial, por lo que queremos destacar aquí la paciencia de todos para resolver los detalles de una recopilación tan exhaustiva como esta.

Especial agradecimiento corresponde a la periodista Miriam Díaz. Con gran profesionalismo y sensibilidad supo resolver muchas veces las diferencias en los estilos de los distintos autores y editores. Asimismo, Andrea Larroucau realizó el acucioso trabajo de corregir los textos, revisando desde la redacción hasta la bibliografía.

Queremos dar gracias también a Aldo Farías de WWF por la elaboración de los mapas relacionados con el trabajo de WWF y el territorio Mapu Lahual y por su apoyo con el procesamiento de datos sobre la tenencia de los bosques. Varias personas donaron fotos que han sido utilizados en este libro, en particular, agra-decemos a los fotógrafos profesionales Aliosha Márquez, Darren Guyaz, Nicolás Piwonka, Pablo Valenzuela y Thomas Müller, como también a Maximiliano Bello, Alex Jarpa, Jaime Molina, Juana Palma, Felipe Valladares, Nadja Prange, Jovita Nauco, Manuel Pichicón, Jorge Quappe y Dirk Schubert.

Este libro ha sido editado y publicado gracias al financiamiento y el com-promiso institucional de la Fundación Ford, el Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED), la Sociedad Alemana para la Cooperación Técnica (GTZ) y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

Santiago, enero del 2006

Equipo editorial

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