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po del modelaje creía que no tendría chance, hasta que mi amigo Fran Beaufrand me dijo: `Usted se moja ese pelo y se deja sus chichas, porque sus chichas se le ven bien´. En Venezuela entendí que el racismo vive en uno mismo. Luego todo el mundo me decía que las negras no protagonizaban en Venezuela. Y aquí me tienes. Demostré que las convicciones te llevan lejos”. Una vez más, Brenda coincide con el promedio de los vene- zolanos: es hija de un padre (curazoleño) que si bien le dio el apellido, no le permitió identificar su afecto. Su madre, Do- lores –cariñosamente, Lola- ha ejercido la crianza en solitario. El afecto por su novio, Freddy Mullor, también venezolano, le abre el corazón. “Estoy muy orgullosa de estar aquí. Mi famil- ia y yo amamos este país. Con los venezolanos me encuentro en los brazos que me abrieron para ser lo que soy ahora, me dieron hermandad, hospitalidad y un voto de confianza. La pantalla de televisión es transparente. No tiene color. Allí entra y sale todo el mundo. Por ahí te reflejas. No es que la televisión sea una cárcel, pero es como los espejos de reconocimiento: no sabes que te están viendo, y la gente se observa a sí mis- ma en lo que uno refleja como actriz”. Dice que Micaela, su personaje en Caramelo e´ chocolate, transmitida por Tves, tiene que ver mucho con los vene- zolanos. “La gente se está dando cuenta de que es estúpido estar pendiente de si el cabello es liso o no, cuando hay tanta hambre y miseria en el mundo”. NLLL “El racismo vive en uno” “En Venezuela me descubrí modelo y actriz. Las dos oportu- nidades vinieron de dos amigos venezolanos: Jésica Vivas me llevó a las pasarelas, y Robert Román a RCTV. Artísticamente soy un producto venezolano”, dice Brenda Hanst Pacheco, la joven de 26 años que nos regaló Colombia, el país de mayor arraigo en el nuestro. “Sólo tenía diez años cuando me vine con mi madre a pasar unas vacaciones y al llegar no nos quisi- mos volver nunca más a Barranquilla, donde yo nací, sí, cerca de la casa de Shakira. Hablo en bolívares porque he vivido más en Venezuela. Aquí aprendí a apreciar el trabajo de los dise- ñadores, que es exquisito, pero un traje no te queda bien só- lo por el hecho de ser Dolce & Gabbana. Yo soy muy relajada, soy mujer, me gusta ponerme mis tacones, pero en zapatos de goma soy feliz”. Igual que cientos de inmigrantes llegados a Venezuela, ha ejercido el derecho que suele dar el tiempo vivido en suelo adoptado. Con la bandera tricolor y las respectivas estrellas, se convirtió en primera finalista de Miss Teen Model Venezuela 1999. Y como casi toda mujer venezolana, su cuerpo ha invo- cado el bisturí: dos veces en los senos, y unos toquecitos de estética nasal. “He superado pruebas que dejan claro mi espíritu. Cuando era muy pequeña tomé tanta gasolina (la ingería pensando que se trataba de un refresco) que nadie podía creer que hu- biera sobrevivido. Si no me mató la gasolina, ya puedes imag- inarte. En Barranquilla estábamos pasando por un problema económico muy fuerte, pero cuando llegamos acá me inscri- bieron en un colegio de clase alta donde nadie me trataba. Mi mamá decía que allí recibiría buena educación. Superé que me excluyeran”. Antes de colocarse las pantis que reafirman su negritud, Bren- da Hanst ilumina otro punto de la venezolanidad: “En el cam- Actriz y modelo BRENDA HANST Me gustaría que Venezuela estuviera más calmada y que nos centráramos en qué queremos El país se desnuda Maquillaje: REYNALDO SANDOVAL

Brenda Hanst Se Desnuda (4)

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Page 1: Brenda Hanst Se Desnuda (4)

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