Breve Crónica de Las Cojuras Indep

7/25/2019 Breve Crnica de Las Cojuras Indep.

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donepigmeniogonzalezJuanCarlosQuezadas


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Nueva Biblioteca del Nio Mexicano

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breve cronica de la conjuras

independentistas de valladolidy queretaro narrada por

don epigmenio gonzalezJuan Carlos Quezadas

Llenando unos sacos de plvoraF , . Cla tarde. Seran como las seis. Estaba yo en mi taller re-llenando unos costales con la plvora que acababa dellegar apenas por la maana. Tena que repartirla muy

bien. Colocar en cada costal la medida exacta para queen el momento de las batallas no fuera a faltarle a unosni a sobrarle a otros.

En eso lleg corriendo Joaqun, mi criado.Vyase, don Epigmenio, por all andan unosgendarmes. Y creo que vienen para ac me dijo atal velocidad que las palabras se atropellaban unascon otras.

A m nunca me gust dejar las cosas a medias. Asque a pesar de las prisas y de lo complicado de la situa-cin, an me tom el tiempo de rellenar con exactitudel ltimo costal. A decir verdad la maniobra tambin


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Juan Carlos Quezadas4

me permiti pensar en lo que deba hacer. Cuando ca-

yeron las ltimas briznas de plvora ya lo tena todoplaneado.

Te me vas como alma que lleva el diablo con En-rique, el de la botica, y le cuentas lo de los gendarmes.Corre porque no hay tiempo que perder.

Joaqun me obedeci y sali por la puerta trasera deltaller. Yo creo que apenas ira por la esquina cuando elportn principal cedi ante los golpes y patadas de losgendarmes.

Epigmenio Gonzlez? me pregunt uno deaquellos hombres.

S, soy yo.Tendr que acompaarnos.

Y con esa pequea frase se inaugur mi cautiverio

de ms de veintisiete aos. Me llevaron a un calabozo yall estuvieron torturndome por horas para que les die-ra nombres, para que les confesara toda la verdad acercade las reuniones clandestinas que desde haca tiempose celebraban en la casa del corregidor.

Pero yo nada dije.Me qued callado. Qu importaba mi dolor si gra-

cias a l podra labrarse el futuro de la patria.


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Recuerdos de Epigmenio Gonzlez 5

Falla la conspiracin de los Pepes

Exista el antecedente de la conspiracin que apenas endiciembre del ao pasado se haba logrado desarticularen Valladolid.

Los implicados en aquel complot buscaban estable-cer un congreso formado por representantes de toda laNueva Espaa para gobernar en nombre del rey Fernan-do VII, quien se encontraba secuestrado por el empera-dor Napolen Bonaparte. Espaa estaba en crisis y losconjurados buscaban aprovecharse de esa situacin.

La conspiracin de Valladolid tena como sedeprincipal la casa de Jos Garca Obeso, y entre sus msfervientes participantes se encontraban Jos MarianoMichelena, Jos Mara Izazaga y parece que tambin

Agustn de Iturbide.

Los conjurados establecieron, a travs del indioPedro Rosales, una alianza con grupos indgenas de laregin para que en su momento estos grupos tambinparticiparan en el alzamiento.

Sin embargo, como ya lo anunci, la conspiracin de

Valladolid fue descubierta y todos los planes se vinie-ron abajo.


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Casi falla la conspiracin de los Nachos

(pero en ese casi se ciment nuestra libertad)

Habla, Epigmenio. No seas tonto, dinos lo que sabesme peda uno de aquellos gendarmes al tiempo queme mostraba la punta reforzada del fuete con el que yame haba dado algunos azotes. Todos tus compae-ros ya estn abriendo el pico. Si no, cmo crees quehubiramos podido dar contigo? Anda, no seas necio,cuntanos todo.

Pero yo me qued callado.Poda haberles dicho que las reuniones comen-

zaron en la casa del cura Jos Mara Snchez y quea ellas asistan el capitn del Regimiento de Drago-nes de la Reina, don Ignacio Allende; los hermanos

Juan e Ignacio Aldama y el cura don Miguel Hidalgo

y Costilla. Poda haberles confesado a mis captoresque el corregidor, don Miguel Domnguez, aunqueno acuda con regularidad a estas reuniones, estabade acuerdo con nuestro movimiento. Incluso po-dra confesarles que cuando el asunto fue tomando

ms forma, las reuniones se trasladaron a la mism-sima casa del corregidor. Yo creo que en esta decisintuvo mucho que ver su mujer, doa Josefa Ortiz, quiensiempre se identific con los ideales de nuestra lucha.


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Para no despertar sospechas, estas reuniones se

disfrazaban de veladas literarias. Y as, entre poema ypoema, entre tazas de chocolate y churros azucarados,hacamos nuestro el pensamiento de la Ilustracin. Esasideas, prohibidas por la Iglesia catlica, fueron sin dudael combustible intelectual con que se aliment nuestrolevantamiento.

Despus de mucho discutir llegamos a la conclusinde que la nica alternativa que tenamos era tomar elcamino de las armas. Decidimos que la lucha diera co-mienzo el primero de octubre de 1810.

Debamos tener mucho cuidado de que nuestroplan no fuera descubierto, y al mismo tiempo necesi-tbamos ir encontrando nuevos partidarios de nuestracausa. Nos movamos con pies de plomo.

Yo, por ejemplo, fui comisionado para instalar en minegocio un depsito de pertrechos, que con el paso delos das se transform en una pequea fbrica de arma-mento. Tena junto con mi hermano Emeterio, quienpor cierto fue otro de los mrtires de nuestra Indepen-

dencia, un pequeo taller en la Plaza de San Francisco.Todo el santo da entraba gente a nuestro negocio, asque era un lugar libre de sospecha.


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Con ayuda de algunos compaeros acondiciona-

mos la covacha trasera y la convertimos en una verda-dera sala de armas. All se poda encontrar desde unafilosa daga hasta una lanza, diferentes tipos de proyec-tiles o un fusil.

Los gendarmes queran que les contara todo esto.Queran que les diera nombres. Pero yo permanec ca-llado como una roca.

Un taconeado histricoAhora s que fue el 13 de septiembre cuando nuestraconspiracin fue descubierta. El nombre de mi herma-no y el mo fueron de los primeros en saltar a la luz. Asque los gendarmes se apersonaron en nuestra tiendita ydescubrieron el arsenal. Mientras nosotros ramos ence-

rrados en el calabozo una ola de rumores se expanda portodos los rincones. Al mismo tiempo Juan Antonio Ria-o, intendente de Guanajuato, buscaba, afortunadamen-te sin xito, lograr la captura de Allende y de Aldama.

El Bajo arda. Pero con un fuego interior. Como el

que se desplaza invisible por debajo de los pastizales in-cendindolo todo.

En Quertaro, el corregidor Domnguez, tratandode proteger a su esposa, la encerr bajo llave en su pro-


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pia habitacin. Sin embargo doa Josefa, mujer previ-

sora, ya tena un plan dispuesto en caso de que las cosassucedieran de aquella forma: resulta que precisamente,debajo de su cuarto viva Ignacio Prez, hombre leal ala causa independentista. As que la corregidora le hizosaber, zapateando rtmicamente sobre la duela, quealgo andaba mal.

Ignacio Prez fue hacia la puerta de doa Josefa ysta le explic, con suaves murmullos a travs de la ce-rradura, que la conspiracin haba sido descubierta yque era muy importante avisar a los lderes del movi-miento.

De inmediato Ignacio Prez mont en su caballo yse traslad de Quertaro a San Miguel el Grande a in-formar de la situacin a su tocayo Allende (ya lo ven,

hubo muchos Nachos participantes en el nacimientode nuestra nacin). Pero Allende ya se encontraba enDolores junto con el cura Hidalgo.

Hasta all se traslad entonces Ignacio Prez. Infor-m de la ola de detenciones que estaban ocurriendo,

del encierro de la corregidora, del descubrimiento dela conspiracin. Y ante aquel panorama, a los lderes delmovimiento no les qued ms que iniciar de inmediatoel levantamiento armado.


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La madrugada del 16 de septiembre los pobladores

de Dolores fueron despertados por el insistente ta-er de las campanas.

La historia de un fantasmaYa lo vimos. La vida y la historia son siempre ca-prichosas. El grito de un cura, el taconeo de unamujer Todo comenz de manera sorprendente.Como si se tratara de una novela escrita por un locoo un fantasma.

Y es que sin ir ms lejos, mi vida, la vida del cons-pirador Epigmenio Gonzlez, es un captulo perdidoentre las pginas de aquel libro compuesto por todasuerte de chifladuras. Les cuento: estuve preso en laCiudad de Mxico. Por participar en otra conspiracin

me condenaron a cadena perpetua en el Fuerte de SanDiego en Acapulco. La humedad de los calabozos, lasaltas temperaturas y una dotacin constante de golpes

y azotes hicieron que mi estado de salud se quebran-tara muchsimo. Despus me deportaron a una crcel

de Manila, en Filipinas, que an perteneca a la Coronaespaola. All me tuvieron ms de veinte aos.

En 1836, con el acuerdo de paz entre Mxico y Es-paa, por fin lleg mi liberacin. Pero yo estaba enfer-


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mo y sin dinero, as que tard todo un ao, viajando por

aqu y por all, para poder regresar a mi patria.Al llegar nadie se acordaba de m.Era como un fantasma.Pero qu ms da, yo haba contribuido con mi gra-

nito de arena, o ms bien con varios grumos de plvo-ra, para lograr cumplir el sueo de toda una serie deromnticos personajes que buscaban un destino mejorpara esta nacin. Los conspiradores. Los locos conspi-radores.


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Francisco Ibarra y Mauricio Gmez Morin,diseo de la coleccin; Mauricio Gmez Morin

ilustracin de portada; Mauricio Gmez Morin, Tania Jurez y Carlos Vlez,ilustraciones de interiores; Gerardo Cabello y

Javier Ledesma, cuidado editorial.

D. R. 2009, Instituto Nacional de EstudiosHistricos de las Revoluciones de Mxico

Francisco I. Madero, 1; 01000 San ngel, Mxico, D. F.


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